XI. POR BIEN LO DIXO EL ÇID     MAS ELLOS LO TOVIERON A MAL (v.2464)]

            Conflictos.  Incongruencias.  Ilusión. Engaños.  Disimulo.  Decepción. Constituyentes esenciales de la urdimbre misma de Mio Cid II.  En estilística existe un figura que comprende estupendamente todos estos conceptos: la ironía.

            La ironía, aunque como el conflicto sea fácil de discernir, se resiste, por su complejidad, a ser definida; tan riquísima es en sus connotaciones que no tolera ser circunscrita con escuetas palabras. 

            En su esencialidad consiste la ironía en una inadecuación entre fondo y forma, entre realidad y apariencia, entre palabras e intención, entre esperanzas y resultados, entre las oraciones de Dios y el destino, entre causa y efecto, entre premisas y conclusión, etc.

            Dada su esencialidad conceptual, la ironía no es una de esas figuras de decoro u ornamentación, de fácil preceptuación y universal reconocimiento.  La ironía es un complejo artístico cuyo reconocimiento y función en un texto dado depende de la interpretación que al texto se dé.1  En el caso de la Razón , son los mismos personajes los enredados en malentendidos, en locuciones e interpretaciones irónicas.  Los Infantes tomaron el elogio del Cid como vituperio:

                Por bien lo dixo el Çid     mas ellos lo tovierona mal (2464).

            El lenguaje de la Segunda Parte de Mio Cid ha dejado de ser el directo y desenmascarado de la Primera; se nos ha hecho calculado y retorcido; distanciado de la realidad de las cosas. Los personajes de la Razón han dejado de creer en las palabras, y en su lugar prefirieron lucubrar sobre las intenciones; sus conclusiones, pues, serían fruto de sus propios prejuicios; los malentendidos agravarían progresivamente el conflicto de la acción.  Y una cosa es evidente: la ironía se engendra y nutre de situaciones de conflicto, de antagonismos íntimos, conscientemente amamantados, malintenciones y, en los mejores ejemplos literarios, irreconciliables.

            En la Gesta no cabía la ironía; el adversario irreconciliable estaba ausente.  Sólo, a mi entender, hay en esa parte in pasaje irónico, cortísimo y esporádico.  Concierne, precisamente, al irreconciliable don García, quien al enterarse de las numerosas y abundantes victorias del Cid contra los moros comentó que daba la impresión de que en tierra de moros en había hombres:

                Mager plogo al rey     mucho peso a GarçiOrdoñez:

                ¡Semeja que en tierra de moros     non a bivo omne

                quando assifaze a su guisa    el Çid Campeador!» (1345-47).

Más adelante insistiría en sus indirectas; el autor estaría atento a señalar que la frase había que interpretarla como procedente de un enemigo:

                Peso al condo don Garçia     e mal era irado,

                con .x. de sus parientes    a parte davan salto:

             ¡Maravilla es del Çid     que su ondra creçe tanto!

                En la ondra que el ha     nos seremos abiltados;

                ¡por tan biltada mientre     vençer reyes del campo,

                commo si los falassemuertos     aduzirse los cavallos! (1859-64).

            Las palabras de los versos 1346-47 y 1861-62, de estar en boca de un amigo, sonarían a elogio hiperbólico; en la del enemigo no eran sino duro vituperio.2  Don García fue el único personaje de la Gesta que no llegó a reconciliarse con el Cid.  Su contumacia le hacía sobresalir como oveja negra en un redil armonioso, desde el pastor -el rey--hasta el último de los corderillos -los moros vencidos.

            El autor de la Razón , por su parte, iba a centrar toda su obra sobre la historia de una traición y una venganza, en su devenir conflictivo.  Su mundo se haría paradójico de seres ambivalentes, con un lenguaje, consecuentemente, ambiguo.  El autor se mostraría encaprichado, en ocasiones de tensión, con juegos semánticos y pseudoetimológicos, con los ponía en evidencia el narcisismo artístico del que se inspira en su propia obra; como el bosque hermoso que se fertiliza a sí mismo.

            De vez en cuando he hecho alusión al sentido de justicia poética que alienta la trama de  Mio Cid II.  Aunque la terminología de justica poética sea relativamente muy moderna, su concepto es muy antiguo.  A la ironía en las obras dramáticas y dialécticas le ha atribuido Kenneth Burke la propiedad de ser justiciera; según él, la esencia del drama y la  dialéctica consistía en la ironía de la peripecia, el momento estratégico del cambio de fortuna en la acción.  A la luz de las enseñanzas de Burke habríamos de reconocer la suprema ironía de la Razón en la afrenta misma, verdadera peripecia donde repentinamente cambia el rumbo de la acción.  Otro de los puntos de Burke, que aquí interesan, es que la verdadera ironía envuelve un poder de fatalidad interna:  la fatalidad de que vemos víctima al Campeador antes del escarnio; a los de Carrión después.3

En las obras con cambio de fortuna la ironía no solo es importantísima, sino que también se ha de juzgar indispensable; en cuanto a sus posibilidades como figura del estilo, es un recurso verdaderamente inagotable como figura del estilo, es un recurso verdaderamente inagotable en manos de un escritor polémico, del apologeta, y muy desaconsejable al historiador; desdice del que tiene que relatar sucesos, y cuadra maravillosamente al que, como el autor de la Razón de Mio Cid , trata de defender una causa.  Este poeta castellano era, sobre todo, orador, abogado, defensor;4a su obra la llamaría no Gesta , como el otro, sino eso, razon :

                eneste logar          se acaba esta razon (3730).

Como razon , se emparentaba su obra más con los géneros tradicionales de debate , disputa , que con la epopeya.  En unos versos anteriores, para marcar el final de la narratio , nos indicaba el escritor que su razon era, sí, una  «composición literaria», pero dentro de un género especial de disputas, o, mejor aún, pleitos :

                Dexemos nos de pleitos      de ifantes de Carrion (3708).

¿Sobre qué versaron esos pleitos sino sobre el conflicto entre la razon de unos y la razon (sinrazón) de otros?5

Con el fin de poner de relieve la multiplicidad y variedad de facetas irónicas en el lenguaje y trama de la Razón de Mio Cid , he de clasificar los ejemplos e identificarlos con nombres técnicos de la retórica.

            La aceptación del término ironía en el castellano literario la ha datado J. Corominas como del 1611; en realidad se conocían el vocablo y el concepto -de la retórica- dos siglos antes.  Don Enrique de Villena lo define y explica en sus glosas a la traducción de la Eneida , de hacia 1427; el texto tiene importancia histórica y lo transcribo en cierta longitud:

en este lugar se faze la figura ironia, que por vituperio se dize alabanca; la cual tiene fuerza e significado de vituperio, ansi como alguno dize señor al mozo que lo quiere ferir; e Johannes Siculus quiso decir en su Rhetorica que la ironía representa mayor vituperio que si por vituperio las palabras fuessen representadas.  E por eso Lucano en el principio de su historia de la civil discordia, queriendo vituperar a Nero, usó desta ironía con mayor blasfemia, quando dixo que el signo de escorpión encogía sus piernas dando lugar en el cielo, en do fuesse estellificado, queriendo decir: por ser casa de Mares, dios de las batallas, daba lugar fuesse estellificado en su signo Nero como virtuoso cavallero, por demostrar que era cobarde e flaco.6

            Villena definía la ironía general.  A ella pertenecen los ejemplos más arriba comentados de la alabanza por vituperio de don García en la Gestai. Este tipo concreto suele designarse antífrasis, figura que consiste en designar a las personas o las cosas con palabras que significan lo contrario.  Se dan estos ejemplos en Mio Cid II: 

            ! Evades que  pavor han vuestros yernos:  tan osados son,

            por entrar en batalla           desean Carrion! (2326-27).

            ! Grado a Christus           que del mundo es señor

            quando tal ondra me an dada   los ifantes de Carrion ! (2803-31).

Un ejemplo de reproche gracioso y laudatorio es el apoda de Mudo, que el Cid puso a Pero Bermúdez; obviamente irónico, porque a Pero se la desataría la lengua, y hablaría más y con mayor juicio que ningún otro:

                !Fabla, Pero Mudo,           varon que tanto callas! (3302).7

            La ironía se da también en pasajes que envuelven otras connotaciones de incongruencia, en expresiones burlescas, zahirientes, mordaces,   que en retórica se denominan como caricatura, carientismo, sarcasmo.

            Caricatura (del italino caricare, exagerar, recargar) es un retrato extravagante e incongruente, en el que se han exagerado o recargado las facciones más destacadas del sujeto.  En el Cid, no hay duda, el rasgo más atractivo e impresionante de su físico eera su barba.  Una vez que esa barba ha sido tratada a lo largo de la Gesta como signo del dolor desterrado o símbolo de su honra, resulta chocante que la primera alusión que en la Razón se hace la barba del Cid la haga el propio personaje con ánimos de amedrentar al rey Búcar; de atractiva pasaba, pues, a ser ateradora. El Cid parecía decirle:  «No corras, hombre, de esta barba tan grande; solo pretendo saludarte.»  El moro aclararía que no corría de la barba, sino de la espada que el otro traía enristrada:

            Mio Cid al rey Bucar          cayol en alcaz:

            !Aca torna, Bucar!   Venist d'alent mar,

            verte as con el Cid               el de la barba grant,

            !saludar nos hemos amos  e tajaremos amista[d]!

Respuso Bucar al Cid:        ! Cofonda Dios tal  amistad !

            El espada tienes desnuda en elmano              e veot aguijar,

            asi commo semeja              en mi la quieres ensayar (2408-14).

Generalmente en Mio Cid I, cuando se ha descrito la barba del Cid, se ha hecho con velida  en posición de adjetivo pospuesto (274, 930, 2192), para encarecer su decoro; en caso de ser barba calificada con luenga (1226), se anteponía el adjetivo para expresar majestuosidad; en el caso de la Razón, grant se pospone con el fin de impresionar la fantasía del público con su inmensidad.

En boca del propio Cid su autocaricatura surtía un efecto cómico, gracioso; pero en boca del adversario, la barba caricaturizada provocaría sonrisa y mueca pro sus efectos burlescos, grotescos. Don García, el archienemigo del Campeador, explotaría en medio de la solemnidad de las cortes esa barba grant, con que el Cid había querido amedrentar a Búcar:

            El conde don Garcia           en pie se levantava:

          ! Merced, ya rey              el major de toda España !

            Vezos mio Cid                      a allas cortes pregonadas;

            dexola crecer        e luenga trae la barba, 

            los unos le han miedo         e los otros espanta (3270-74).

            Don García trataba de amonestar a los señores del  jurado y a todos los presentes que el Cid, a falta de inteligencia y rezones con que convencerlos, iba a tratar de amedrentarlos e intimidarlos con su espantosa barba, ante la que tantos moros se habían acoquinado. El Cid, naturalmente, se enfureció ante estas palabras de su adversario y, para desacreditarlo, le retorció el propio argumento.  Aunque la naturaleza del Cid no era acrimoniosa, en esta ocasión la indignación le hizo mordaz; se cumplía aquella observación famosa de Juevenal: «si natura negat, facit indignatio versum» (1, 70).  El Cid no pudo aguantarse:

            Essora el Campeador         prisos a la barba:

            ! Grado a Dios que cielo e tierra manda !

            Por esso es luenga                que a delicio fue  criada

            ¿ Que avedes vos, conde,   por retraer la mi barba?

            Ca de quando nasco           a delicio fue criada,

            ca non me priso a ella        fijo de muggier nada,

            nimbla messo       fijo de moro nin de christiana

            ! commo yo vos, conde,     en el castiello de Cabra !

            Quando pris a Cabra          e a vos por la barba

            non i ovo rapaz    que non messo su pulgada;

            ! la que yo messe aun non es eguada ! (3280-90).

            Aplastante el desquite del Cid.8  La exocrítica ha sabido descifrar documentadamente las referencias históricas y geográficas del pasaje; limitándose a esta tarea, ha pasado por alto los finos y fuertes tonos jocosos e irónicos del texto.  Para comprender major las implicaciones del chiste, hay que recordar que don García erea también conocido en la Razón y otros documentos como Crespo de Grañon (3112).  Algunos, como Bello, interpretaron el apodo como «crespo de mostacho», pero Menéndez Pidal ha demostrado que Grañon hace referencias a un lugar.9  De todos modos, Crespo denota obviamente el pelo rizo u ondulado del conde.

            Tratemos, pues, de reconstruir la escena, imaginándonos al Campeador acariciando su larga y abundante barba recogida, frente a don García, de barba cortica y rizadita.  El jefe del bando de Carrión debería de sentirse acomplejado por la escasez de su pelo, ya que, como si tratara de curarse en salud, se adelantó a burlarse del pelo esplendoroso del Campeador.10  Éste reaccionaría como aquel a quien se le había ofrecido la oportunidad esperada por mucho tiempo;  primeramente--rebatía éste--, su barba era tan Hermosa porque, a diferencia de la de su adversario, no había olvidado el episodio de Cabra, qué era tener miedo del Cid. Al mencionar el nombre de Cabra, el Campeador debió de notar cuán parecida a la de una cabra era la figura del adversario, con sus barbas de chivo, «escasas en los carrillos y alargadas debajo de la boca», y dijo así:

                Quando pris a Cabra          e a vos por la barba (3288).

Verso ambivalente, al poder leerse también como «quando pris a vos e a Cabra por la barba», con estas posibilidades de interpretación:  os atrapé a vos por la barba, como a una cabra,  o también, tomar vuestra fortaleza de Cabra me fue tan fácil como tomaros a vos por la barba, o, ¿por qué no?, tan sencillo como tomar mi propia barba (prisos, 3208, y pris, 3288). 

            Una vez atrapado el cabra -continúo con la paráfrasis--, los zagales que por allí andaban se divirtieron tirándole de las barbas y arrancándole los pelos.  El pelo que quedó, se encargó el Cid de arrancarlo, y este pelo (como la yerba que pisó el caballo de Atila) no volvería a crecer como fue debido. ¿Cuál fue, pues, el resultado de tales abusos en la barba de don García?  Poco pelo, ralo y desigual--non es eguada (3290)--;  en esa desigualdad valdría ver una descripción caricaturesca de los efectos de sus rizos u ondas.  En fin, don García era un hombre «de medio pelo».

            El pasaje no puede ser más rico en connotaciones jocosas; además de las referencias históricas y geográficas, expuestas por los exocríticos, deben acentuarse los reflejos de cultura literaria y de filigrana filológica.  Entre los griegos y latinos, «mesar la barba» a alguien era una expressión proverbial que significaba mofarse; un ejemplo de Horacio encierra gran parecido al de Mio Cid: «Vellunt tibi barbam lascivi pueri»11(«te mesan la barba los deesvergonzados rapaces»).  En el rapaz del verso 3289 logró el escritor castellano una interesante fusión de acepciones:  lade puer lascivus del  Viejo proverbio, la de ladrón que agarra lo que no es suyo y las de rapabarbas, muy acertada y cómica.

            Cuando el personaje que era objeto de caricatura no llevaba barba, el autor  contorsionaba detalles de su vestido, especialmente de ropa íntima o fina, por la que el autor sentía predilección especial.  Las prendas seleccionadas eran, naturalmente, el brial y el manto, como en el cuadro lastimoso y grotesco de Diego González, tras escondersse en el lagar:

            Diego Goncalez    por la puerta salio

            diziendo de la boca:            «!Non vere Carrion!»

            Tras una viga lagar             metios con grant pavor,

            el manto y el brial                                todo suzio lo saco (2288-91).

            Como Diego, también Fernando saldría de dabajo del escaño sucio y llenito de manchas; al contraste con la negrura de sus lámparas se hacía más conspicua la lividez de sus rostros:

                Quando los fallaron            assi vinieron sin color (2306).

Ante cuadro tan chocante y ridículo, los vasallos no tuvieron más remedio que romper a carajadas, armámndoles un tremendo choteo que llenó todo el palacio:

                ! nonviestes tal guego        commo iva  por la cort! (2307).

Más tarde habíamos de enterarnos de que Diego no sólo estaba sucio, sino que estaba desnudo:

            Martin Antolinez en pie se levantava:

            ! Cala, alevoso,               boca sin verdad !

            Lo del leon            non se te deve olbidar;

            saliste por la puerta,            metistet al coral,

            fusted meter         tras la viga lagar;

            mas non vesti[ste]d             el manto nin el brial (3361-66).

            La desnudez involuntaria, según las investigaciones de E. R. Curtius, era entre los medievales un tópico favorito de la comicidad.  En la Razón de Mio Cid, quizá por no descender demasiado en sus imagines, atiende más el autor a exponer el desaliño de los hermanos de Carrión; el tercero, Ansur, sería caricaturizado por el desgaire en sus ricas ropas y la rojez de su rostro de glotón:

            Asur Goncalez      entrava por el palacio

            manto armiño      e un brial rastrando;

            vermejo viene,     ca era almorzado (3373-75).12

Por sarcasmo se entiende una invectiva más o menos directa, pero intencionadamente mordaz, contra el enemigo.  Si el sarcasmo es u insulto desnudo, su carácter irónica radica en que los rasgos exagerados y absurdos, en vez de hacer reír, acibaran el ánimo.13  Cuando el insulto es gracioso, de ironía cómica, no es sarcasmo, como el ataque de Pero Bermúdez a Fernando de Carrión, el Lengua sin manos (3328).14  Agresividad y humor acre es todo lo que se puede decir de las siguientes selecciones:

            Por los montes do ivan       ellos ivan se alabando:

            De nuestros casamientos               agora somos vengados;

            non las deviemos                 tomar por varraganas

            si non fuessemos rogados,

            pues nuestras parejas         non eran pora en braces (2757-61).

            Los de Carrion     son de natura tal

            Non gelas devien querer     sus fijas por varraganas15

            ¡ o quien gelas diera            por parejas o por veladas ¡ (3275-77).

            Asur Goncalez      entrava por el palacio...

            ¡Hay varones!                 ¿Quién vio nunca tal mal?

            ¡ Quien nos darie nuevas                    de mio Cid el de Bivar!

            ¡ Fuesse a Rio d'Ovirna      los molinos picar16

            e prender maquilas              commo lo suele far !

            ¿Quil darie             con los de Carrion a casar?» (3373, 3377-81).

            Carientismose dice para designar la expresión de benevolencia en la que se envuelve una intención de hacer daño.  Típico ejemplo es el del Cid que, corriendo a galope, espada en mano, tras Búcar, le invita a parar para saludarse amistosamente:

            Mio Cid al rey Bucar          cayol en alcaz:

            ¡ Aca torna, Bucar!         Venist d'alent mar,

            verte as con el Cid               el de la barba grant,

            ¡ saludar nos hemos amos                 e tajaremos amista[d]!»

            Respuso Bucar al Cid:        «¡ Confonda Dios tal amistad !

            El espada tienes desnuda en la mano             o comigo non caye

            ¡ non te juntaras comigo    fata dentro en la mar !» (2408-16).

           

            Otra vez, como en el verso con que intitulábamos este estudio, vemos que los personajes mismos tienen conciecía de la ironía.  Si los Infantes estuvieron equivocados al interpretar irónicamente las palabras de su suegro, no lo estuvo Búcar cuando no se fió de aquel irónico tajaremos amista[d] («concertaremos amistad»).  En este ejemplo de carientismo se ve que se trata de una variante de la definición general de ironía como laus-vituperatio, o alabanza-vituperio que decía nuestro Villena.

            Modernamente la ironía se ha enriquecido de conceptos no estudiados en las preceptivas de los antiguos.  El que no se estudiasen, claro está, no demuestra que no existieran tales conceptos o técnicas.  Como pienso demostrar, la técnica de la Razón es técnica irónica; la ironía es la forma esencial de su estructura y no simplemente, como en el caso de la Gesta, recurso esporádico de alguno que otro pasaje.

            Hay en Mio Cid II una ironía dramática que consiste en la «incongruencia irónica en la estructura misma del argumento, haciendo que los espectadores estén al tanto de elementos de la situación dramática ignorados por uno o más personajes implicados en el asunto».17  En Mio Cid I no se da nada de esto; el lector no sabe más que los personajes en situaciones dramátcas; en todo caso, sabe un poco menos.

            Pero en la Razón, tan pronto concluye el episodio del león, el lector comienza a sentirse en situación de superioridad, en sus conocimientos parciales y, en muchos casos, erróneos.  El lector concluye muy pronto que los Infantes no pelearon bravamente contra Búcar, por su actitud de desgana, por la sonrisitas de los vasallos y la información del narrador:

            Amos hermanos                  apart salidos son:

            Catamos la ganancia     e la perdida no;

            ya en esta batalla           a entrar abremos nos,

            ¡ esto es aguisado                por non ver Carrion,

            bibdas remandran               fijas del campeador!» (2532-34).

            Vassallos de mio Cid          seyen se sonrrisando

            quien lidiara mejor              o quien fuerra en alcanco;

            mas non fallavan i              a Diego ni a Ferrando (2532-34). 18

Todo esto, que conocen bien los vasallos y el auditorio, lo ignoran el Cid y Minaya:

            Minaya Albar Fañez           essora es legado...

            E vuestros yernos                aquí son ensayados

            Fartos de lidiar     con moros en el campo.»

            Dixo mio Cid:       «Yo desto so pagado;

            quando agora son buenos                 adelant seran preciados» (2449, 2460-63).

            El lector se cerciora de que Minaya y el Cid están equivocados en sus creencias, pues, de no estarlo, no se hubieran dado por ofendidos los Infantes:

                Por bien lo dixo el Cid         mas ellos lo tovieron a mal (2464).

            Son muchísimos los detalles que el autor da a conocer al lector y oculta a algunos de sus personajes.  Hemos de ceñirnos necesariamente a los más notables y transcendentes.  Solamente el lector conoce de antemano la conspiración de los Infantes:

            amos salieron apart            --vera mientre son hermanos--

            desto que ellos fablaron     nos parte non ayamos:

            ¡ Vayamos pora Carrion,            aquí mucho detardamos;

            los averes que tenemos      grandes son e sobejanos,

            mientra que visquieremos  despender no lo prodremos.

            Pidamos nuestras mugieres               al Cid Campeador;

            digamos que las levaremos               a tierras de Carrion,

            enseñar las hemos               do las heredades son;

            sacar las hemos de Valencia             de poder del Campeador,

            despues en la carrera          feremos nuestro sabor

            ante que nos retrayan         lo que cuntio del leon.

            ¡ Nos de natura somos        de condes de Carrion !

            Averes levaremos grandes                 que valen grant valor;

            ¡ escarniremos      las fijas del Canpeador!»

            D'aquestos averes          siempre seremos ricos omnes,

            podremos casar con fijas   de reyes o de enperadores 

            ¡ ca de natura somos          de condes de Carrion !

            Assi las esnariniremos         a las fijas del Campeador

            antes que nos retrayan       lo que fure del leon» (2538-56).

           

El lector no habría de creer, pues, a los Infantes cuando se acercaran al Cid a pedirle sus hijas:

           

            Con aqueste consseje         amos tornados son.

            Fablo Feran Goncalez        e fizo callar la cort:

            ¡ Si vos vala el Criador,                 Cid Campeador !

            Que plega a doña Ximena                 e primero a vos

            e a Minaya Albar Fañez    e a quantos aquí son:

            dad nos nuestras mugieres que avemos a bendiciones,

            levar las hemos    a nuestras tierras de Carrion,

            meter las hemos   en la villas

            que les diemos      por arras e por onores;

            veran vuestras fijas             lo que avemos nos,

            los fijos que ovieremos       en que avran particion» (2557-67).

El Campeador, sin embargo, no sabía lo que maquinaban los Infantes; tan crédulo, no sólo les confía sus hijas, sino que también los colma de bienes:

                Dixo el Cameador:              «Darvos he mis fijas e alog de lo mio» (2568).19

 Y ahora el narrador nos aclara que el Cid no se percató de la ironía que encerraban les palabras de los Infantes; al mismo tiempo avisaba al público sobre la perversa intención de éstos, y trataba de justificar el derroche de generosidad voluntariosa de aquél:

            El Cid que nos curiava       de assi ser afontado:

            Vos les diestes villas por arras      en tierras de Carrion;

            hyo quiero les dar axuvar  .iii. mill marcos de [valor],

            darvos e mulas e palafres  muy gruessos de sazon,

            cavellos pora en diestro      fuertes e corredores

            e muchas vestiduras           de paños e de ciclatones;

            dar vos he dos espadas,     a Colada e a Tizon,

            bien lo sabedes vos             que las gane a guisa de varon.

            Mios fijos does amos          quando mis fijas vos do;

            alla me levades    las telas del coracon.

            ¡Que lo sepan en Gallizia   y en Castiella y en Leon

            con que rigueza enbio         mios yernos amos a dos !

            A mis fijas sirvades,            que vuestras mugieres son;

            Si bien las servides               yo vos rendre buen galardon» (2569-82).

            Hay en la Razón un motivo muy sofístico, no estudiado por los críticos, que intensifica con lograda propiedad la ironía dramática; se trata del espionaje, como vena del substrato estructural. Gracias al espionaje, los Infantes, que muy creídos se consideran el eje de la acción, agentes que dan rumbo a los sucesos, una y otra vez son descubiertos y expuestos, con efectos irónicos de idiotas pretenciosos, de conspiradores acechados.

            En la Razón se nos presenta a unos Infantes que tienen incurable manía de apartarse de los demás.  A solas cavilan sobre sus cuitas:

            Amos hermanos  apart salidos son:

            Catamos la ganacia       e la perdida no:

            ya en esta batalla                a entrar abremos nos,

            ¡esto es aguisado                 por non ver Carrion,

            bibdas remandran               fijas del Campeador !» (2319-23).

            Sin ellos sospecharlo, estaba por allí Muño Gustioz, quien los oyó y llevó la noticia al Cid:

            Oyo la poridad     aquel Muño Gustioz,

            Vino con estas nuevas        a mio Cid Ruy Diaz el Campeador:

            ¡ Evades que pavor han vuestros yernos:  tan osados son,

            por entrar en batalla           desean Carrion ! (2324-27).

            Poco después de este pasaje nos encontramos con una laguna en el texto, debido a la pérdida de un folio del manuscrito. ¡Lástima! Estoy seguro de que en ella se indicaría cómo Pero Bermúdez espió al bravucón de Fernando de Carrión cuando éste marchó muy decidido a luchar contra los de Búcar. El texto del folio perdido lo podemos casi reconstruir por lo que más adelante, en su discurso en la corte, diría el mismo Bermúdez:

            ¡ Mientes, Ferrando,            de quanto dicho has !

            Por el Campeador                               mucho valiestes mas.

            Las tus mañas      yo te las sabre contar:

            ¿miembrat quando lidiamos             cerca Valencia la grand ?

            Pedist las feridas primeras al Campeador leal,

            vist un moro,        fustel ensayar,

            antes fuxiste         que a'l te alegasses.

            Si yo non uvias    el moro te jugara mal;

            passe por ti,           con el moro me off de ajuntar,

            de los primeros colpes         of le de arrancar.

             Did el cavallo,     toveldo en poridad,

            fasta este dia        no lo descubri a nadi;

            delant mio Cid e délante todos         oviste te de alabar

            que mataras el moro           e que fizieras barnax;

            crovieron telo todos,           mas non saben la verdad (3313-26).

            En la Gesta  Muño Gustioz y Pero Bermúdez fueron comisionados por el Campeador a servir a los de Carrión como escolta y guardianes.  Dado el carácter torcido de los de Carrión en Mio CidII, la misión de ambos se dilató hasta revestir los oficios de espías.  El diccionario define este término como «Persona que con disimulo y secreto trata de averiguar algo, para comunicarlo al que tiene interés en saberlo».  Secreta era la conversación de los Infantes que averiguó Muño Gustioz y reveló a su señor, que tenía gran interés en saberlo.  Secreto fue el comportamiento de Fernando ante el moro; el único en enterarse fue Pedro Bermúdez, quien, como amo y guardián, le salvó de muerte segura y, como espía, lo reveló en la corte ante todos los interesados en saberlo. Debió habérselo dicho al Cid inmediatamente; pero, como he de explicar más adelante, el silencio de Bermúdez, o, mejor, su otorgamiento ante las bravuconadas de Fernando al tiempo de la batalla contra las fuercas de Marruecos (2312), había de servir al autor como uno de los pilares de la trama, de la estructura esencialmente irónica de su obra.

            La red de espionaje, de que se viene hablando, era muy extensa y muy sutil, más de lo que parece a simple vista en una lectura que no se dirija a descubrir todos sus hilos.  ¿Qué si no espía era aquel moro latinado?  Irónicamente, el moro Abengalbón, tan hospitalario y generoso para con sus huéspedes, que habían parado a descansar en su ruta a Carrión, comisionó a uno de sus hombres, un moro que sabía latín,20a que vigilara a los Infantes:

            Ellos veyen la riqueza         que el moro saco,

            entramos hermanos            conssejaron trracion:

            Hay pues que a dexar avemos    fijas del Campeador

            si pudiessemos matar         el moro Avengalvon

            quanta riquiza tiene            aver la iemos nos.

            Tan en salvo lo abremos    commo lo de Carrion,

            nunqua avrie derecho         de nos el Cid Campeador.»

            Quando esta falssedad       dizien los de Carrion

            un moro latinado                 bien gelo entendio;

            non tiene poridad,               dixolo [a] Avengalvon:

            Acayaz, curiate destos,                  ca eres mio señor;

            tu muert oi conssejar          a los ifantes de Carrion» (2659-70).

            Con respecto al espionaje habría que advertir lo mismo que sobre la ironía dramática:  la terminología es relativamente moderna, los conceptos son muy antiguos. Entre todos los espías de Mio CidII ninguno prestó mejor servicio que aquel jovencito Félez Muño, comisionado por el Cid a que acompañara a los Infantes y esposas en su viaje a Carrión.  Para ser un espía como debido, el agente ha de evitar cualquier sospecha; el autor de la Razón, que había leído muy bien la Gesta, convirtió en espías a lso tres individuos más insospechables entre los vasallos: los guardianes, Muño Gustioz y Pero Bermúdez, y el sobrino del Cid.  Los Infantes verían como cosa propia que el Cid enviara con ellos al primo -Félez era el único que en Mio Cid I se había dicho estar emparentado con el Cid--.  Y, sin embargo, su cometido de espionaje se sugiere en el texto cuando se alude a los malos agüeros que el Cid había observado:21

            Violo en los avueros            el que en buen ora cinxo espada

            Que estos casamientos       non serien sin alguna tacha;

            Nos puede repentir,             que casadas las ha amas.

            ¿O eres, mio sobrino,     tu, Felez Muñoz?

            Primo esres de mis fijas amas           d'alma e de coracon.

            Mandot que vayas con ellas             fata dentro en Carrion,

            Veras las heredades            que a mis fijas dadas son;

            Con aquestas nuevas         vernas al Campeador» (2615-22).

            Nótese cómo se recalca el parentesco, como razón de ser elegido para acompañar a sus primas hasta dentro de Carrión y de traerle noticas aq su señor; Félez aceptó encantado:

                Dixo Felez Muñoz:              «Plazme d'alma e de coracon»

            Pocas sospechas debió de provocar en los Infantes aquel mocete, al parecer tan ilusionado por llagar a Carrión y lucir en Castilla su sombrero nuevo , de importación:

                Con un sombrero                 que tiene Felez Muñoz

                --nuevo era e fresco,           que de Valencial saco--(2799-800). 22

            Pero pocas prisas tuvo Félez de llegar a Carrión; dada todos por los Infantes la orden de continuar la marcha, mientras ellos se demoraban con sus esposas, obedeciéron los todos, menos el primo. Éste se quedó rezagado -pues su misión era ir con sus primas--y desde un escondrijo vio lo que pasó en el robledo:

            adelant eran idos los de criazon.

            Assi lo mandaron                                los ifantes de Carrion

            que non i fincas ninguno,                   mugier nin varon,

            si non amas sus mugieres                   doña Elvira e doña Sol;

            deportar se quieren con ellas             a todo su sabor (2707-11).

            Los ifantes de Carrion        en el robredo de Corpes

            por muertas las dexaron,

            que el una al otra                 nol torna recabdo.

            Por los montes do ivan       ellos ivan se alabando:

            De nuestros casamientos               agora somos vengados;

            non las deviemos                 tomar por varraganas

            si non fuessemos                 rogados,

            pues nuestras parejas         non eran pora en bracos.

            ¡La desondra del leon         assis ira vengando !»

            Alabandos ivan   los ifantes de Carrion.

            Mas yo vos dire   d'aquel Felez Muñoz,

            sobrino era            del Cid Campeador:

            mandaron le ir adelante     mas de su grado non fue.

            En la carrera do iva             dóliól el coracon;

            de todos los otros aparte se salio,

            en un monte espesso           Felez Muñoz se metio

            fasta que viesse venir         e oyo una razon,

            o que an fecho     los ifantes de Carrion.

            Viólos venir           e oyo un a razon,

            ellos nol vien         ni dend sabien racion;

            sabet bien que si ellos le viessen       non escapara de muert (2754-74).

El autor expresa recalcadamente que los Infantes ni le vieron, ni sospechaban nada.  Si el Cid hubiera mandado a uno de sus aguerridos hombres con escudo y lanza, los de Carrión no se hubieran fiado; pero ¿de un jovencito con un sombrero nuevo? Y, sin embargo --¡qué ironía!--, un sombrero nuevo y fresco es lo que le valió a Félez para proporcionar a sus primas el agua de la vida:

            Van recordando                   don Elvira e doña Sol,

            abrieron los ojos                  e vieron a Felez Muñoz.

            ¡ Esforcad vos, primas, por amor del Criador !

            De que non me fallaren      los ifantes de Carrion

            a grant priessa      sere buscado yo;

            si dios non nos vale             aquí morremos nos.»

            Tan grant duelo                   fablava doña Sol:

            Si vos lo meresca, mio primo,       nuestro padre el Campeador !

            ¡ Dandos del agua,              si vos vala el Criador !»

            Con un sombrero                 que tiene Felez Muñoz

            --nuevo era e fresco,           que de Valencial saco_--

            cogio del agua en el             e a sus primas dio;

            mucho son lazradas            e amas las farto (2790-802).

            Entre los diversos tipos de ironía destacan los tratadistas la dramático-trágica. A esta categoría pertenece en la Razónel hecho de que fuera el Cid mismo quien, sin darse cuenta--con cierta semejanza al héroe trágico de los griegos--, se iba forjando paulatinamente su propio infortunio.  Desde el principio de la obra el Cid optó por defender a sus yernos y por desatender cualquier signo, premonición o noticia referente a la pusilanimidad y alevosía de éstos.  Fue el Campeador quien echó los cimientos de sus desgracia familiar, cuando en los comienzos vedó con severidad a sus vasallos que en lo sucesivo se burlaran de los Infantes.  Acción buena en sí, no hay duda, pero esa prohibición indujo a Pero Bermúdez a otorgar, cuando Fernando de Carrión se jactaba de su valor en la batalla:

                Assi lo otorga don Pero       cuemo se alaba Ferrando (2340).

            ¿Por qué otorgó este vasallo, quien en otras ocasiones demostraría no tener pelos en la lengua?  Hay una razón; de haber contradicho a Fernando, hubiera provocado nuevas burlas de todos, y el Cid les había prohibido burlarse.  La ceguera por sus yernos le llevó más allá de esta prohibición:  cuando Muño Gustioz le vino con la noticia de que los de Carrión querían regresar a su tierra, porque al parecer tenían poco valor, el Cid sonrío y salió. Cuando vio a sus yernos, le dijo que no se apuraran, que gozaran de la vida con sus esposas:

            Amos hermanos  apart salidos son:

            Catamos la ganancia     e la perdida no;

            ya en esta batalla                a entrar abremos nos,

            ¡ esto es aguisado                por non ver Carrion,

            bibdas remandran               fijas del Campeador!»

            Oyo la poridad     aquel Muño Gustioz,

            vino con estas nuevas        a mio Cid Ruy Diaz el Campeador:

            ¡ Evades que pavor han vuestros yernos:                  tan osados son,

            por entrar en batalla           desean Carrion !

            Hid los conortar,                  ¡ si vos vala el Criador!

            Que sean en paz  e non ayan i racion,

            ¡ nos con vusco la vencremos           e valer nos ha el Criador !»

            Mio Cid don Rodrigo          sonrrisando salio:

            ¡ Dios vos salve, yernos,                ifantes de Carrion !

            ¡ En bracos tenedes mis fijas             tan blancas commo el sol !

            Hyo desseo lides                  e vos a Carrion;

            en Valencia folgad              a todo vuestro sabor

            ca d'aquelos moros             yo so sabidor:

            arrancar melos trevo           con la merced del Criador.» (2319-37).

            ¿Qué clase de Campeador es éste?  Le aconseja Muño que vaya a consolar a sus yernos -con no poca ironía--, y lo hace:  los anima a disfrutar de la paz.  Más adelante la informarían -con no menos ironía--de que sus yernos se portaron como dignos guerreros,  y no cabría de gozo; todo lo que hacían sus yernos estaba bien hecho. El héroe se nos muestra muy cerrado en sus propias ideas, con una actitud que parecía impedir la información llana de la verdad.  Hasta el extremo de que Pero Bermúdez, como presagiando la desgracia, dimitió de su cargo de responsabilidad sobre los de Carrión:  quel os cuidara el que le diera la gana:

            Oid lo que fablo   el  que en buen oranasco:

            ¡ Ala, Pero Vermuez,      el mio sobrino caro !

            Curies me a Diego               e curies me a don Fernando

            mios yernos amos a dos,    las cosas que mucho amo,

            ca los moros--con Dios--                 non fincaran en canpo.»

            Hyo vos digo, Cid,          por toda caridad,

            que oy los ifantes                a mi por amo non abran;

            ¡curielos qui quier,               ca dellos poco m'incal ! (2350-57).

            El autor de Mio Cid II es un sutil creador de ambientes detectivescos.  Con sutil quiero decir que no es un explotador, como no correspondía a un romance medieval de conflictos psicológicos, de intrigas y contiendas familiares o cortesanas.  En obras más modernas la ironía suele ser muy obvia, llegando en ellas a constituirse en salsa del estilo, mientras que en laRazón de Mio Cid se queda en especia; es aquí como un rescoldo que da calorcito a la intriga y la mantiene viva y  operante.

            En función de la ironía dramática está el hecho de que el Cid no supiera que sus yernos se condujeron cobardemente, cuando lo sabían bien lo personajes menores de la acción, e incluso e lector, que es un observador desde fuera.  Más irónico aún resultaba que las aves del cielo tuvieran conocimiento de las alevosas intenciones de los Infantes de Carrión, y que fueran ellas, y no los hombres, las que por primera vez le dieron que sospechar (v. 2615).  Arte, sin duda, interesante el de la Razón por la organización y funcionalidad de sus elementos.

            El arte de la ironíca fue descubierto entre los viejos escritores de la comedia griega, y entre ellos se cultivó como base de la estructura.   Los griegos llamaban eironeia la actitud y oficio del eiron, el personaje que entraba en conflicto (agon) con el  alazon o pretencioso, el que quería aparentar más de lo que era (como diría Pero Bermúdez, el Lengua sin manos, 3328).  El eiron  de las obras griegas se conducía de manera opuesta al alazon, es decir, se caracterizaba por el disimulo o descuido aparente.23

            No es que quiera decir que la Razón de Mio Cid sea una comedia griega, no; quisiera, sin embargo, valerme de esos elementos, que tan bien estudiados han sido en ésta, como fondo y perspectiva para entender mejor y apreciar y valorar como es debido el arte de aquélla.  Hay mucho en la Razón de heroico y cortesano; y en su héroe hay un algo que no ha dejado de intrigar a los críticos:  su descuido, inexplicable en el héroe de la Gesta.  Literariamente, ese descuido es irónico, sólo es aparente, ya que todos los personajes, e incluso el público, se encuentran bajo la providencia del escritor, quein no permitiría una catástrofe final que aplastara al bueno.

            En dialéctica se llama ironía socrática al método de aparentar ignorancia --a lo Sócarates-- para proceder a confundir al contrincante pretencioso; me gustaría llamar ironía cidiana a la actitud de héroe descuidado de la Razón, que parece confiar en sus adversarios, los ensalza extremadamente ante todos -con elogios que sirven para envilecerlos más--, para concluir derrotándolos con las espadas que previamente les había dado.

            El regalo de Colada y Tizona constituye la más irónica de las acciones; aparentemente pertrechaba el enemigo con lo mejor de su arsenal; en realidad le confiaba la custodia de las armas de su propia destrucción.24  Todo fue un juego del autor de la Razón, y a su propósito se podría hablar de la ironía del autor que juega con su público; éste se ha venido creyendo superior en conocimientos al protagonista mismo, pero al final queda intrigado y no poco confuso; ¡quién sabe! -cabe pensar--, es posible que el Cid no fuera tan bonachón y descuidado como aparentaba, sino todo lo contrario:  muy sagaz y muy superior a todos.  Recuérdese cómo a la hora de los duelos dejaría a los suyos para marcharse a Valencia. ¿Despreocupado? Sí; estaba segurísimo de la victoria.

            El irónico autor era un verdadero artista, con capacidad de complacerse creando y presenciando el espectáculo de sus personajes; creó primeramente para su propio entretenimiento; enmendó y retocó su obra, enmascaró y maquilló a sus personajes para divertirse con sus contorsionadea facciones, tan ridículas en los malos; con sus extravagantes apetencias, tan simpáticas en los buenos.25

            Hay en Mio Cid II una situación de ironía de conducta, en la que uno ve traslucirse los ojos socarrones del autor, como puede apreciarse en la escena don Jerónimo y el Campeador:

            Afevos el obispo don Jheronimo      muy bien armado,

            paravas delant al Campeador          siempre con la buan auze:

            ¡Oy vos dix la missa            de Santa Trinidade,

            por esso sali de mi tierra     e vin vos buscar

            por sabor que avia              de algun moro matar.

            Mi orden e mis manos        querria las ondrar

            e a estas feridas   yo quiero las ir delant;

            pendon trayo a corcas        e armas de señal,

            si plogiesse a Dios                querria las ensayar,

            mio coracon         que pudiesse folgar

            E\e vos, mio Cid, de mi mas vos pagar.

            Si este amor non feches     yo de vos me quiero quitar» (2368-79).

            El obispo acababa de celebrar la misa bien armado, y --¡qué barbaridad!--no le había dejado otro sabor el cáliz que el de algún moro matar; el obispo, matamoros por excelencia.  En ello cifraba toda su vocación y misión en Valencia.  Matar moros era el sabor del cáliz y la honra de sus manos consagradas; por escudo no llevaba aquel obispo la cruz, sino señal de guerra con dragones y armas; su ruego a Dios era el poder gozarse en la matanza para, con ello, complacer al Campeador.  Es más, si el Cid no le permitía pelear, dimitiría de su cargo de obispo, como si la evangelización no le importara un bledo.26 El Cid Campeador, ¿qué le iba a hacer?  Le placía, ¡cómo no!, un obispo tan peleador, y el guerrero dejó ir al clérigo a la batalla, mientras él se quedaba sin prisas, para observar cómo el otro luchaba:

            Essora dixo mio Cid:          «Lo que vos queredes plaz me.

            Afe los moros a ojo,            id los ensayar;

            ¡ nos d'aquent veremos      commo lidia el abbat!» (2380-82).

            La ironía no consiste tan sólo en las palabras incongruentes en un descendiente de los apóstoles, sino también en la conducta, que fue muy consecuente:

            El obispo don Jheronimo   priso a espolonada

            e iva los ferir         a cabo del albergada:

            por la su ventura     e Dios quel amava

            a los primeros colpes    dos moros matava de la lanca;

            el astil a quebrado    e metio mano al espada,

            ensayavas el obispo,           ¡Dios, que bien lidiava!

            Dos mato con lanca            e. v.  Con el espada;

            los moros son muchos,       derredor le cercavan,

            davan le grandes colpes     mas nol falssan las armas (2383-91).

            La conducta del clérigo resulta irónica también en contraste con la de los Infantes, que, perteneciendo a la corte, se habían acoquinado a la primera noticia de que tendrían que pelear:

            Alegravas el Cid   e todos sus varones

            que les crece la ganancia     ¡grado al Criador!

            Mas, sabed, de cuer les pesa             a los ifantes de Carrion

            ca veyen tantas tiendas de moros     de que non avien sabor (2315-18).

            No cabe duda de que el autor se complacía en recargar las tintas grotescas; sus expresiones son descaradamente hiperbólicas; por lo tanto, calculadamente irónicas.  Nadie entre el público podría tomarlo en serio.  Era incongruente a la naturaleza del clérigo una beligerancia tan exacerbaba, por muy matones que nos figuremos a los clérigos medievales.27  La ironía es un constitutivo esencial de la sátira, y ¡quién sabe si el autor de la Razón de Mio Cid no trataba  de satirizar al clérigo a lo don Jerónimo! Tal es la ambigüedad y evasividad del escrito irónico.  Clérigos y laicos medievales no podrían menos de reconocer en la caracterización del obispo la parodia, es decir, una imitación que, siendo exagerada, entretiene, produce risas y, posiblemente, el menosprecio.

            Como la ironía anida en la mente del interpretador, el lector irónicamente inclinado tiene delante un campo inmenso de sugerencias; en ese campo es, de veras, donde debe internarse el estudioso de Mio CidII.  Su autor lo escribió para todos, pero especialmente para los que, como él, estaban irónicamente intencionados, desarrollados.  La ironía vive de la intención; no es un producto de la naturaleza. Un olmo irónico sería el que diera peras, y ése está aún lejos del alcance del horticultor.

            Visto ya el Cid como el eiron, veamos ahora a los Infantes en su papel de alazono pavón desplumado.  ¡Pobres hombres!  En su primera conversación secreta pusieron de manifiesto su vicio; se ilusionaban con las ventajas, sin contar con los trastornos de la vida:

            Amos hermanos  apart salidos son:

            Catamos la ganancia     e la perdida no (2319-20).

            Esta falta que ellos mismos reconocen en un principio había de seguir con ellos hasta el final; por este defecto incurrieron en el castigo último:  la mayor de sus pérdidas, en lo que ellos creyeron que habían de ganar tanto.

            A lo largo de Mio Cid II no dejan los Infantes de hacer declaraciones sobre lo seguras que estaban sus ganancias, como presintiendo que alguien se las fuera a robar o reclamar; hasta el punto de que la expresión en salvo se usa en esta Segunda Parte para referirse exclusivamente a la seguridad de los bienes de los de Carrión. El mismo Cid la usa con ese sentido:

            Los yernos de mio Cid        quando este aver tomaron

            desta arrancada,    que lo tenien en so salvo,

            cuidaron que en sus dias    nunqua serien minguados (2468-70).

            A estas palabras                  fablo Feran Goncalez:

            ¡Grado al Criador           e a vos, Cid ondrado!

            Tantos avemos de averes   que no son contados;

            por vos avemos ondra    e avemos lidiado,

            venciemos moros en campo    e matamos

            a aquel rey Bucar,     traidor provado.

            Pensad de lo otro,    que lo nuestro tenemos lo en salvo» (2527...).

            Cuando los Infantes, aparte, hacen los planes para el escarnecimiento de sus esposas, se creen con tantos bienes como para durarles toda la vida, por mucho que gastaran:

            Vayamos pora Carrion,     aquí mucho detardamos;

            los averes que tenemos     grandes son e sobejanos,

            mientra que visquieremos   despender no lo podremos...

            Avers levaremos grandes     que valen grant valor...»>

            D'aquestos averes    siempre seremos ricos omnes (2540-52).

                                                       

            Las grandes riquezas de los Infantes crecerían al recibir los cuantiosos regalos del Cid Campeador con motivo de su marcha a Carrión:

            Dixo el Campeador:   «Darvos he mis fijas e algo de lo mio.»

            El Cid que nos curiava       de assi ser afontado:

            Vos les diestes villas por arras      en tierras de Carrion;

            hyo quiero les dar axuvar  .iii. mill marcos de [valor],

            darvos e mulas e palafres   muy gruessos de sazon,

            cavallos pora en diestro    fuertes e corredores

            e muchas vestiduras    de paños e de ciclatones;

            dar vos he dos espadas,    a Colada e a Tizon,

            bien lo sabedos vos    que las gane a guisa de varon (2568-76).

            Los avaros condes no estaban satisfechos; cuando vieron las riquezas que tenía Abengalbón, la ambición los tentó hasta el punto de planear el asesinato de su generoso anfitrión:28

            Ellos veyen la riqueza    que el moro saco,

            entramos hermanos    conssejaron tracion:

            Hay pues que a dexar avemos    fijas del Campeador

            si pudiessemos matar         el moro Avengalvon

            quanta riquiza tiene    aver la iemos nos (2659-63).

La fatua pomposidad del alazon es resaltada en estos versos:

           

            Tan en salvo lo abremos    commo lo de Carrion,

            nunqua avrie derecho         de nos el Cid Campeador» (2664-65),

            Aun grand amor nos faze             el Cid Campeador

            quando desondra de sus fijas           no nos demanda oy;

            bien nos abendremos con el rey don Alfonsso (3164-66).

El autor ha ido amasando con calculada lentitud el complejo carácter de los Infantes, con miras a su ruina final.  En la Gesta las esperanzas expresadas anunciaban sucesos por venir; en la Razónpuede el lector esperar que pase lo contrario a lo deseado.  La ironía del destino cambiaría las tornas a los Condes:  el Cid los despojó de todo; de las espadas:

            ¡den me mis espadas     quando mios yernos non son!» (3158);

de los haberes:

                den me mis averes,   quando mios yernos non son» (3206);

            de las tierras, incluso, que creyeron tener a salvo en Carrión:

                pagar le hemos de heredades     en tierras de Carrion» (3223).

El autor, por fin, nos habla con sus propias palabras de ese destino irónico que jugó a los Infantes de Carrión una mala partida:

                Mal escapan jogados         sabed, desta razon (3249).

De veras que escaparon malamente burlados aquellos que tan firmemente habían creído que, llegados a su tierra,

                nunqua avrie derecho   de nos el Cid Campeador» (2665).

            A la postre el eiron llevaría a cabo el despojo del alazon con todas las de la ley:  en cortes solemnes, con jueces y bajo la presidencia del monarca, que había mandado echar pregones por todo Toledo:

                pregonaran mi cort              pora dentro en Tolledo;

                que alla me vayan              cuendes e ifancones,

                mandare commo i vayan    ifantes de Carrion

                e commo den derecho    a mio Cid el Campeador (2963-66).

A los Infantes, pues, usando una expresión popular para la ironía del destino, les salió el tiro por la culata.

            No obstante, el fenómeno de ironía del destino mejor logrado por el autor de Mio Cid II ha de verse reflejado en el hecho de las segundas nupcias de doña Elvira y doña Sol, al proyectarlo sobre los sentimientos y los planes de los Infantes.  Estos pobres hombres, tratando de buscar una justificación al vil escarnecimiento de sus esposas, la quieren encontrar en la alcurnia de su familia, y se ilusionan de nuevo catando las ganancias de un posible casamiento con hijas de reyes y emperadores:

            D'aquestos averes          siempre seremos ricos omnes,

            podremos casar con fijas     de reyes o de enperadores

            ¡ ca de natura somos     de condes de Carrion! (2552-54).

            ¡ De natura somos    de condes de Carrion!

            Deviemos casar con fijas    de reyes o de enperadores

            Ca non pertenecien    fijas de ifancones (3296-98).

            La Primera Parte de Mio Cid fue concebía como comedia en el sentido medieval en cuanto que el protagonista, el Cid que domina y da rumbo a la acción sobre él centrada, pasa de bajísimos principios a un desenlace feliz.  L Segunda Parte de Mio Cid está concebida a manera de tragedia medieval, en cuanto que los Infantes, de alto linaje, dan el rumbo a la acción, que gira constantemente en torno a ellos, llevándolos de unos comienzos prósperos a un final catastrófico. Para acrecentar el dolor de su deshonrosa derrota, se les haría saber que no serían ellos, como habían esperado, los llamados a casar con familia real, sino las hijas del infanzón:

            piden sus fijas    a mio Cid el Campeador

            por ser reinas   de Navarra e de Aragon (3398-99).

            Andidieron en pleitos    los de Navarra e de Aragon,

            ovieron su ajunta     con Alfonsso el de Leon;

            fizieron sus casamientos   con don Elvira e con doña Sol.

            Los primeros fueron grandes     mas aquestos son mijores;

            a mayor ondra las casa    que los que primero fue:

            ¡ vedqual ondra crece     al que en buen ora nacio

            quando señoras son sus fijas    de Navarra e de Aragon!

            Oy los reyes d'España     sos parientes son;

            a todos alcanca ondra    por el que en buen ora nacio (3717-25).

            En fin, no hemos de llamar irónico al destino solamente cuando frustra las esperanzas del hombre:  también silas colma de triunfos insospechados, como en el caso de las segundas nupcias de doña Elvira y doña Sol.  Las que en Corpes no vieron otro fin más deseable que el martirio:

                ¡ cortandos las cabecas,   martires seremos nos! (2728),

en las cortes un deus ex machina, como llovido del cielo, las convertiría de la noche a la mañana en reinas; bendito dios, que sacaba de apuros a los buenos de la acción; dejaba satisfecho al público; traía el descanso al autor, con una sonrisa final.













































1. Dice E. M. Good: «the ironist depends on his hearer or reader for recognition, and therefore he risks misunderstanding. The misunderstanding may sometimes lie in a reader's recognition, and therefore he risks misunderstanding. The misunderstanding may sometimes lie in a reader's recognition of irony where the author did not intend it. No matter. The author's intentions do not mark off the limits within which we read him» (Irony in the Old Testament, Philadelphia, 1965, p. 32).



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2. Dice N. Knox: «Ordinarily… irony as blame-by-praise referred to a limited piece of dicourse or action which conveys a critical attack under the guise of ostensible praise. The ironist intends his audience to understand his real intention -to be deceived only fleetingly--and the relationship is of rebuker and rebuked, perhaps surrounded by amused onlookers» (The word 'irony' and its context, 1500-1755, Durham, N. C., 1961, pp. 59-60).



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3. K. Burke, A grammar of motives: «Irony, a s approached through either drama or dialectic, moves us into the area of 'law' or 'justice' (the 'necessity' or 'inevitability' of the lex talionis) that involves matters of prophecy and prediction in history. There is a level of generalization at which predictions about 'inevitable' developments in history are quite justified. We may stae with confidence, for instance, that what arose in time must fall in time (hence that any given structure of society must 'inevitably' perish). We may make such prophecy more precise, with the help of irony, in saying that the developments that led to the rise will, by the further course of their developments, 'inevitably' lead to the fall (ture irony always, we hold, thus involving an 'internal fatality', a principle operating from within, though its logic may also be grounded in the nature of the extrinsic scene, whose properties contribute to the same development).» «… As an over-all ironic formula here, and one that has the quality of 'inevitability', we could lay it down that 'what goes forth as A returns as non-A'. This is the basic patter that places the essence of drama and dialectic in the irony of the 'peripety', the strategic moment of reversals» (citado en B. O. States, Irony and drama, Ithica. N. Y., 1971, p. XII).



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4. C. Smith opina que el autor (el de Mio Cid debía de ser «a lawyer» en su reciente artículo Per Abbat and the «Poema de mio Cid», «Medium Aevum», 42, 1973, pp. 1-17.



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5. Sobre la relación entre razon y pleito véase Las coplas…, p. 161, nota 6.



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6. La Eneida traducida, B. N., ms. 1874, fol. 130 v. La fecha es importante. En ingles, parece ser, según las investigaciones de N. Knox, el vocablo yronye, en calidad de traducción de ironia del latín, se documenta por primera vez en 1502 en la obra Thordynary of Crysten men (op. cit., p. 7).



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7. Al hablar de la niña de nuef años, que tan sabiamente amonestó al Campeador, aduje la segunda parte de un versículo de la Sabiduría (10, 21), donde se dice que <da sabiduría... volvió elocuentes las lenguas de los niños » (p. 81, nota 5); parece como si el autor de la Razón tratara de dar cumplimiento en su obra, en este pasaje, a la primera parte del mismo versículo: «la sabiduría abrió la boca de los mudos (sapientia aperuit os mutorum)». Más sobre el carácter paronomástico de Pero Mudo en las pp. 26 y 267.



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8. Aristóteles señalaba que cuando el adversario toma una actitud grave, uno debe frustrar los efectos haciendo reír al auditorio, pero uno debe hablar en serio cuando el enemigo bromea (Rhetorica, 3, 18 [1419 b3]; cf. G. M. A. Grube, The Greek and the Roman critics, Toronto, 1965, p.19).



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9. Bello, Obras..., II, p. 286; cf. Menéndez Pidal, CMC, II, p. 705, nota 3, v. «Garci Ordóñez».



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10. Compárese la imagen de acariciarse la barba con la de Ovidio: «Ille manu mulcens propexam ad pectorem barbam» (Fasti, 1, 259); y la expresión a delicio fue criada con la de Horacio: «me... iussit sapientem pascere barbam» (Sátiras, 2, 3, 35).



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11. Sátiras, 1, 3, 133. La frase proverbial correspondiente entre los griegos era Tov (cf. H. Stephano, Thesaurs Graecae Linguae, v. «t). Nótese que estas expresiones se encuentran entre los escritores satíricos; en Persio: «Si Cynico barbam petulans nonaria vellat» y «Idcirco stolidam praebet tibi vellere barbam / Jupiter?» (Sátiras, 1, 133, y 2, 28). Añadas Marcial: «Quare si pudor est, Ligia, noli / Barbam vellere mortuo leoni» (Epigramas, 10, 90, 10).



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12. Sobre la desnudez involuntaria cf. E.R. Curtius, European..., pp. 433-434, y comentario del verso 3373 en p. 431. Curtius, sin embargo, no hizo notar que la fuerza caricaturesca de este verso se robustece al contrastar esta actitud de Asur, en los preparativos de las cortes, con la del propio Campeador, referida unos versos antes:

terne vigilia en aqueste santo logar.

Cras mañana entrare a la cibdad

e ire a la cort enantes de yantar» (3049-51).

Sobre el valor espiritual de la vigilia puede verse CMC, II, pp. 897-898. Estos estupendos trazos epigramáticos pertenecen a aquel «género, en que la imagen total de las cosas parece pintarse con los palabras», según definía Quintiliano ese arte que él admiraba, sobre todo, en Cicerón (op. cit., 8, 3, 63-65). Me atrevería a decir que los versos 3373-75 de Mio Cid son superiores al ejemplo que Quintiliano seleccionaba de Cicerón: «stetit soleatus praetor populi Romani cum pallio purpuero tunicaque talari muliercula nixus in litore» (Verr., 5, 33, 86). El comentario que del pasaje hacía Quintiliano tendría aplicación valedera a los versos castellanos, pues decía que, además del lugar y modales, le parecía ver la cara y los ojos con esa blandura que los deformaba, sugiriéndose a la vez la táctia aversión y la temerosa vergüenza de los presentes («ego certe mihi cernere videor et vultum et oculos et deformes utriusque blanditias et eorum que aderant videor et vultum et oculos et deformes utriusque blanditias et eorum que aderant tacitam aversionem ac timidam verecundiam»; cf. H. Lausberg, op. cit., II, p. 229).



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13. Según A. R. Thompson, la ironía es verdadera ironía sólo cuando sus efectos producen una mezcla de pena y diversión (The dry mock, Berkely, 1948, p. 15); esos efectos son muchísmo más intensos en el sarcasmo, como apunta en su estudio histórico N. Knox; al caracterizarlo como «'a bitter kind of derision'... sometimes classified separately from irony, sometimes said to be 'neer to irony, but that it's somewhat more bitter'» (op. cit., p. 36). E. M. Good exponía de esta manera la diferencia entre sarcasmo y simple ironía: «Sarcasm will seldom attempt to hide its feelings, and its tone is ordinarily very heavy. Irony, on the other hand, uses a lighter tone and will therefore have a far more ambiguous effect» (op. cit., p.36).



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14. A esta expresión le he encontrado antecedente latino en Salustio: «lingua quam manu promptior» (Bellum Jugurtinum, 44, 1), y en los alrededores del siglo IV: «manu iners, linguae indulgens» ( Scriptores physiognomici Graeci et Latini, rec. R. Foster, II, 1893, 129 p. 142, 7). En fin, en la expresión se transmite el lugar común de un hombre al revés, los locuaces y tímidos que cuando están libres de peligro se muestran bravucones y en el peligro huyen, como en la fábula de los caminantes y el ladrón de Fedro (lib. 5, fáb. 2). Tito Livio los caracterizaba como «in otio tumultuosi, in bello segnes» (4, 28, 4). En la Escritura no faltan las recriminaciones contra el hombre locuaz: «No disputes con el hombre locuaz, que sería amontonar leña sobre el fuego» (Eclesiástico, 8, 4 ). «Terrible es en la ciudad el hombre lenguaraz, y el precipitado en hablar se hará aborrecer» (Eclesiástico, 9, 25).



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15. E. M. Good ha sabido destacar el hecho del doble punto de vista en el arte del sarcasmo o invectiva: «to those who already agree, it is purest truth; to those who disagree, darkest falsehoods» (op. cit., p. 27). Examínense las selecciones de Mio Cid bajo este criterio, especialmente el hecho de que don García repita en el verso 3276 lo mismo que habían dicho los Infantes en el varraganas, dentro de semejante tono sarcástico, Pero Bermúdez diría de Fernando: ¡Y eres fermoso, mas mal varragan! (3327). Este verso precede inmediatamente al de Lengua sin manos, cuyos antecedentes literarios se expusieron en la nota anterior: los dos encierran el tono de aquel famoso reproche en contra de los griegos; « ¡Puf!, los argivos, vilezas depreciables, bellos sólo en apariencias» (Ilíada, 5, 787).



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16. También esta expresión cuenta con un precedente latino en Tito Livio, que hablaba de aquellos romanos que de guerreros se habían convertido en picapedreros: «Romanos homines...opifices ac lapicidas pro bellatoribus factos» (1, 59, 9). En comentario a este pasaje dice R. M. Ogilvie que opifices et lapicadas es más fuerte que mecánicos o albañiles, una vez que las canteras eran lugares de castigo para los esclavos; según él, la frase era uno de los «slogans from the politics of the late Republic» (A commentary to Livy, Oxford, 1965, p. 228). El lector ha de comprender que mi intención al aportar estos antecedentes latinos no es indicar influencias directas ni, en muchos casos, indirectas; me basta proyectar a Mio Cid sobre una amplia pantalla cultural y literaria, de la que estaba muy necesitado. Ha habido críticos que, sin saber quién fue el autor de Mio Cid, han asumido por seguro que sabía francés y que ignoraba latín; partiendo de estos presupuestos han buceado con ojo de lince entre las obras francesas en busca de términos, de giros, algunos tan insignificantes, de cierta similitud; y, sin embargo, ¿quién nos asegura a nosotros que el autor de Mio Cid sabía el francés y no el latín? ¿O sabía aquella lengua mejor que ésta? Es de sospechar todo lo contrario, ya que, no se olvide, en sus tiempos era la latín, y no el francés, la lingua franca. Si alguno no quisiera admitir que nuestro poeta tenía amplios conocimientos literarios (y latinos), por no poder documentar dónde y cómo los adquirió, se expondrán a negarle conocimientos de cualquier índole, pues nada sabemos de él. Si cuando oímos de una doncella que ha dado a luz admitimos que haya habido cópula carnal -a no ser un milagro--, debemos convencernos de que nuestro poeta no pudo escribir Mio Cid sin una amplia preparación cultural (y latina). ¿Por qué será -me pregunto muchas veces--que incluso nuestros críticos españoles se sienten tan satisfechos de derivar nuestras letras medievales de Francia, y las prerrenacantistas de Italia? ¿Es que nuestros viejos escritores no sabían latín, o son los críticos los que no se sienten cómodos con esa lengua?



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17. Cf. J. T. Shipley, Diccionario de la literature mundial, Barcelona, 1962, p. 335, «ironía» G. G. Sedgewick explica de esta manera los factores de la ironía dramática: «1. There is in all of them something that can be called a conflict of elements in the play: one character's force is pitted against the force of another -man or god. 2. In all of them, one at least of the forces is ignorant of his situation: the situation as it seems to him differs form the situation as it act differently if he knew. 3. The spectator in the theatre always sees and knows both the appearance and the reality; and he senses the contradiction between what the ignorant character does and what he would do. Dramatic irony, in brief, is the sense of contradiction felt by spectators of a drama who see a character acting in ignorance of his condition» (Of irony, especially in drama, Toronto, 1948, pp. 48-49). Es esencial, pues, el ambiente de conflicto; en el timo de las arcas no se daba la ironía; advertía D. C. Muecke: «A man does not become a victim of irony by diving into a swimming-pool under the impression that it is full. Something more is needed than error, ignorance, imperceptiveness, or even imprudence» (Irony, Norfolk, 1970, p. 28).

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18. El valor irónico se intensificaba en que los vasallos supiesen la verdad; decía D. C. Muecke: «Dramatic irony is more striking when the audience's superior knowledge is shared by one or more characters and particularly when the victim is unaware of the presence of such characters on the stage» (op. cit., p. 43). Esto es particularmente aplicable a los casos de espionaje en la Razón, como se estudiará aquí, y en especial al momento en que los Infantes se jactaban de haber escarnecido a sus esposas y, creyendo estar solos, Félez Muñoz los observaba desde su escondrijo.



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19. En esta ocasión el Cid y su esposa, con Minaya, confían en que a sus hijas les iba a ir bien; el auditorio sabe, con algunos de los personajes, cuán mala ventura les espera; dice así Muecke: «It is ironic when a character shows a confidence in the future if the audience already knows how black the future will be » (op. cit., p. 43).



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20. El significado de latinado y el concepto de aparte son objetos de sendos estudios, más adelante.



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21. Comenta E. de Chasca: «Presiente [el Cid] que va a ser desafortunado el casamiento, pero no se gobierna por el presentimiento porque, según el juglar, nos puede repentir, / que casadas las ha amas (2.617). El juglar nos dice que quiera o no quiera, el Cid no puede evitar que sus hijas se lancen a su destino» (op. cit., pp. 116-117). Exáctamente; pero conviene juzgarlo como truco artístico, no como anécdota verídica; es decir, el autor, en su concepción irónica, expone al protagonista a la fuerza de un sino ineludible; naturalmente el vago presentimiento de los agüeros no podía imponerse a los derechos y obligaciones de un legítimo casamiento. Los lazos sacramentales eran tan fuertes que tampoco Abengalbón pudo impedir que las hijas del Cid continuaran su viaje; sólo, que hubiera hecho tal cosa... que por el mundo sonas (2678), perífrasis, sin duda, para aludir a la ejecución de los Infantes, que habían maquinado contra él. Claro, el reconocimiento y respeto por el casamiento, no sólo por parte del Cid y los suyos, sino incluso del moro Abengalbón, está llamado a resaltar la injusticia y maldad de los Infantes en el ultraje de sus esposas.



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22. Comenta E. de Chasca: «El precioso detalle del sombrero es muy oportuno. La presencia de un joven, que luce su sombrero nuevo acabado de comprar en Valencia, no es extraña. El Cid había enriquecido a todos. Lo mismo que otros muchos, Félez Muñoz habría ido de compras a la ciudad. Convenía engalanarse para el viaje a la tierra de los infantes. Muchos de los que formaban el acompañamiento de los recién casados lucirían prendas nuevas: tanto los que cabalgaron con el Cid para despedirlos, como los que siguieron con ellos rumbo a Carrión» (op. cit., p. 111). Exactamente; pero también es esto un truco artístico y no una anécdota verídica; ni siquiera interesa que los demás estuvieran engalanados con prendas nuevas; este sombrero, irónicamente, no cumpliría con el fin propio de todos los sombrero de Félez nuevo era e fresco no sólo al salir de Valencia, sino al momento mismo en que cogio del agua en el e a sus primas dio (2801); eso es lo importante: que estaba aún sin estrenar. De esta manera no sólo se realza la generosidad del joven, sino que también, con la pulcritud peculiar de este autor que adora las prendas finas, se manifiesta que las primas no tendrían escrúpulos (es decir, el público no tenía por qué distraerse con la posible suciedad del recipiente, harto de sudor y polvo, aun tras un corto viaje). Aprovecho la ocasión para advertir que los Infantes y las hijas del Cid no eran «recién casados», como dice De Chasca y también leemos en J. Horrent (op. cit., p. 322); a deducir del texto de Mio Cid, hacía bastante más de dos años (2271) que se casaron. La afrenta, pues, no sería una crisis tras la luna de miel, sino algo más inconcebible e inexcusable.



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23. Creo que interesará la explicación de E. M. Good: «Eironeia is a Greek word, though irony is by no means, as one writer has suggested, a Greek thing. The word is an abstraction from the term used to designate one of the characters in the earliest Greek comedy. The comedy presented the conflict (agon) between two characters, the one called the alazon, the other, the eiron, the eiron. The alazon, we are told, may be called the 'impostor', the eiron, the 'ironical man'. The alazon is the pompous fool, the pretender who affects to be more than he actually is. The eiron, his antagonist, is the sly, shrewd dissimulator who poses as less than he is. The conflict ends, of course, in the pricking of the alazon's bubble, the triumph of the eiron. Therein lies its comedy, for the spectator knows without doubt which character is the impostor, which the ironical man, and he knows what the end will be. The comedy lies in watching the impostor exposed and deflated by the machinations of the ironical man» (op. cit., pp. 13-14). Aprovéchese lo que es aplicable a Mio Cid II; compararlo y valorarlo al nivel de la comedia griega sería tan injusto, ni más ni menos, como valorarlo con criterios de la epopeya de Homero o Virgilio. Tampoco ha de sentir uno que sólo tiene mérito lo que encaja dentro de un patrón genérico; mientras sigamos midiendo nuestras obras con metros ejemplares extranjeros, seguiremos fracasando. ¿Por qué no hemos de crear nuestros propios géneros se originan de los buenos ejemplos, ¿por qué no reconocemos como ejemplares nuestras obras castellanas?



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24. Compárese con la observación que hace D. C. Muecke: «Timon in Timon of Athens is ironical in giving gold to the thieves since his apparent kindness is really intended to do them harm» (op. cit., p. 21). Timon of Athens es un drama de Shakespeare.



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25. Es notable cómo en la Gesta los sucesos aparecen obviamente motivados, en su devenir, por una como voluntad necesaria, como si escaparan al control del escritor. Sin embargo, en la Razón no podemos menos de sentir la manipulación del escritor, como creador y soberano disponedor de sus criaturas; como tal le cuadra la caracterización de G. G. Sedgewick: «the dramatic poet is the creator of a little world in which he rules with absolute sway» (op. cit., p. 19).

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25b. En el original dije «dragones y armas,» que aquí corrijo con «corzas y armas ». Puede verse expresado el tópico de la armonización de armas y letras y, entre otras cosas, un referencia a las armas y la caza mayor: un obispo cazador.



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26. Entiéndase bien que el autor de la Razón de Mio Cid es un hábil explotador de los recursos literarios de la Gesta; es decir, se dedicaría a colorear abigarradamente lo que el primer autor había dejado en esbozo, en perfil, en silueta; como ejemplo de este arte no hay otro como el del obispo don Jerónimo. La lectura del pasaje de la Razón ha entorpecido, también en este caso, la recta interpretación, por parte de algunos comentaristas, del de la Gesta, al entrar el personaje en la narración:

Las provezas de mio Cid andava las demandando,

sospirando (el obispo) ques viesse con moros en el campo,

que sis fartas lidiando e firiendo con sus manos

a los dias del sieglo non le lorassen christianos (1292-95).



Por mi parte soy partidario de la opinión de los que creen que el sujeto de viesse, fartas y firiendo y el complemento de lorassen es el Cid, no el obispo. H. Mendeloff, que ha prestado atención a este pasaje y comparado las diversas interpretaciones entre los modernizadores y traductores, indica que el reflexivo apocopado -s(e) en ques prueba que el sujeto es el obispo. La prueba no es tan clara como el crítico pretende, ya que sa trata de verbos en sí reflexivos (se vieron, 2283; se fartar, 2058). Por otra parte, el empleo del subjuntivo en lugar del infinitivo tiende a confirmar que su sujeto es otro que el del verbo principal sospirando. (H. Mendeloff, What did the bishop say? Cantar de Mio Cid», 1294-95), «Romance Notes», 11, 1969, pp. 670-673). Creo que no es difícil comprender que en el tono de la Gesta no cabe un obispo tan fanfarrón, máxime cuando su cometido, su mandatum, iba a ser primordialmente misión pastoral, como se indica en las predicaciones epitéticas (coronado de prestar, 1460; coronado leal, 1501; buen christiano sin falla, 1546; soltura nos dara, 1689; la missa les cantava, 1702; cor[o]nado mejor, 1993, etc. ). O sea que en la Gesta, o epopee guerriere familiale, el obispo es el rector espiritual; en la Razón, o epopee familiale, el obispo aparecería como el más ardiente de los guerreros, como también se indica en las predicaciones epitéticas (muy bien armado, 2368; priso a espolonada, 2388; Dios, que bien lidiava, 2388). Y, sin embargo, la raíz del carácter belicoso de don Jerónimo está en la Gesta, pero no en sus propias palabras, sino en un recuento del narrador:



El obispo don Jheronimo caboso coronado

quando es farto de lidiar con amas las sus manos

non tiene en cuenta los moros que ha matados (1793-95).



Literariamente hay mucha distancia entre contar cómo un clérigo cometió un pecado de la carne (él mismo lo puede confesar) y presentarnos al clérigo refiriéndolo con detalles y regodeo. Valga la comparación, mutalis mutandis, con respecto a los pasajes de discurso indirecto y directo de la Gesta y la Razón de Mio Cid, respectivamente. En la nota siguiente se comentará sobre la doctrina de los moralistas con respecto a la participación de los clérigos y los obispos en las guerras.



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27. Se lee en las Siete Partidas (p. 1, t. 6): <Ley LII. Guerras habiendo en algunas tierras por que los moradores de aquellos lugares hobiesen de velar los muros o los castiellos, los clérigos no son tenudos de ir guardarlos, como quier que todos los que alli se ampararen tambien los vasallos de la eglesia como los otros. Pero si acaesciese que moros o otras gentes que fuesen enemigos de la fe cercasen alguna villa o castiello, en tal razon como esta non se deben los clérigos escusar que non velen et non guarden los muros: et esto se entiende seyendo grant menester, et de aquellos clérigos que fueren mas convenientes para ello: et debe ser en escongencia del obispo... Otrosi los obispos et los otros perlados de santa eglesia que tovieren tierra del rey o heredamiento alguno por quel deban facer servico, deben ir en hueste con el rey o con aquel que enviare en su lugar contra los enimigos dela fe...» En la nota a esta partida se dan largas explicaciones al asunto de la intervención de clérigos y especialmente obispos en las guerrans, con advertencias como éstas: «non tamen intelligas, quod Praelati, vel alii clerici euntes cum Rege ad bellum contra inimicos fidei, teneantur ipsos debellare et impugnare' quia hoc non licet eis etiam pro recuperatione Terrae Sanctae, quia clericatus redit eos inhabiles ad pugnandum, etiam contra Sarracennos». Se nos informa también en la glosa de la controversia entre los moralistas con respecto al hecho de que los clérigos hispanos, que luchaban diariamente contra los sarracenos, llevaban armas ofensivas; aunque la costumbre no era aceptable, parecía contar con la tolerancia, una vez que el Patriarca no la condenaba expresamente; algunos llegaban a enseñar que aunque el Papa pudiera llevar una guerra justa, no podía, sin embargo, autorizar a un clérigo a matar a un hombre con sus propia mano (cf. N. 5, loc. Cit.). Las glosas no son parte de las Partidas, pero en ellas se nos da el panorama cultural en que éstas se formaron. Al contraste con este sentir de los moralistas se nos vuelven más irónicas las fanfarronerías de don Jerónimo; con el resultado de que el clérigo equilibrado de la Gesta, pastor y soldado, se nos ha convertido en la Razón en un miles gloriosus a la castellana.



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28. Hablando del objeto de la sátira, señala W. H Auden: «The comic butt of satire is a person who, though in possession of moral faculties, trasgresses the moral law beyond the normal call of temptation.... A miser is satirizable because his desire for money overrides all other desires, such as a desire for phisical comfort or love for his family. The commonest object of satire is a monomanic» (Satire, en Satire: Modern Esays In Criticism, ed. de R. Paulson, Englewoods Cliffs, N.J., 1971, p. 202).

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