Sherwood Anderson (1876–1941). Winesburg, Ohio. 1919. The Untold Lie -- [La mentira no dicha]
Edición bilingüe, inglés-español, de Miguel Garci-Gomez -- --
The Untold Lie
La mentira no dicha
RAY PEARSON and Hal Winters were farm hands employed on a farm three miles north of Winesburg. On Saturday afternoons they came into town and wandered about through the streets with other fellows from the country.
RAY Pearson y Hal Winters trabajaban de peones en una granja a cinco kilómetros de Winesburg. Los sábados por la tarde iban al pueblo y deambulaban por las calles con otros tipos llegados del campo.
Ray was a quiet, rather nervous man of perhaps fifty with a brown beard and shoulders rounded by too much and too hard labor. In his nature he was as unlike Hal Winters as two men can be unlike.
Ray era un hombre callado y algo nervioso de unos cincuenta años, tenía una barba castaña y los hombros encorvados por el trabajo excesivo. Por su naturaleza, era tan distinto de Hal Winters como se pueda imaginar.
Ray was an altogether serious man and had a little sharp-featured wife who had also a sharp voice. The two, with half a dozen thin-legged children, lived in a tumble-down frame house beside a creek at the back end of the Wills farm where Ray was employed.
Ray era muy serio y estaba casado con una mujer de rasgos angulosos y voz chillona. Los dos vivían, junto a media docena de niños de piernas delgadas, en una destartalada casa de madera junto a un arroyo en la parte trasera de la granja Wills, donde Ray estaba empleado.
Hal Winters, his fellow employee, was a young fellow. He was not of the Ned Winters family, who were very respectable people in Winesburg, but was one of the three sons of the old man called Windpeter Winters who had a sawmill near Unionville, six miles away, and who was looked upon by everyone in Winesburg as a confirmed old reprobate.
Hal Winters, su compañero, era un tipo joven. No pertenecía a la familia de Ned Winters, que eran gente respetada en Winesburg, sino que era uno de los tres hijos de un anciano llamado Windpeter Winters, que tenía un aserradero cerca de Unionville, a nueve kilómetros de allí, y a quien todo Winesburg consideraba un réprobo recalcitrante.
People from the part of Northern Ohio in which Winesburg lies will remember old Windpeter by his unusual and tragic death. He got drunk one evening in town and started to drive home to Unionville along the railroad tracks. Henry Brattenburg, the butcher, who lived out that way, stopped him at the edge of the town and told him he was sure to meet the down train but Windpeter slashed at him with his whip and drove on. When the train struck and killed him and his two horses a farmer and his wife who were driving home along a nearby road saw the accident. They said that old Windpeter stood up on the seat of his wagon, raving and swearing at the onrushing locomotive, and that he fairly screamed with delight when the team, maddened by his incessant slashing at them, rushed straight ahead to certain death. Boys like young George Willard and Seth Richmond will remember the incident quite vividly because, although everyone in our town said that the old man would go straight to hell and that the community was better off without him, they had a secret conviction that he knew what he was doing and admired his foolish courage. Most boys have seasons of wishing they could die gloriously instead of just being grocery clerks and going on with their humdrum lives.
La gente del norte de Ohio, donde está Winesburg, recordará al viejo Windpeter por su extraña y trágica muerte. Una tarde cogió una cogorza en el pueblo y decidió volver a Unionville por la vía del tren. Henry Brattenburg, el carnicero, que vivía de camino, se lo encontró a la salida de Winesburg y le advirtió de que se encontraría con el tren, pero Windpeter le fustigó con la tralla y siguió adelante. Cuando el tren lo arrolló y lo mató a él y a sus dos caballos, un granjero y su mujer que volvían a casa por un camino vecinal presenciaron el accidente. Contaron que el viejo Windpeter iba sentado en el pescante de su carreta gritando pestes y maldiciones a la locomotora y que casi chilló de alegría cuando los caballos, enloquecidos por los latigazos que les daba, echaron a galopar hacia una muerte segura. Los muchachos, como el joven George Willard y Seth Richmond, recordarán el accidente con claridad porque, aunque todo el mundo en el pueblo dijo que el anciano iría derecho al infierno y que la comunidad estaría mejor sin él, tuvieron la convicción secreta de que el hombre sabía lo que hacía y admiraban su alocado valor. Casi todos los chicos tienen épocas en las que les gustaría tener una muerte gloriosa en lugar de ser vendedores en una verdulería y seguir con su monótona vida.
But this is not the story of Windpeter Winters nor yet of his son Hal who worked on the Wills farm with Ray Pearson. It is Ray’s story. It will, however, be necessary to talk a little of young Hal so that you will get into the spirit of it.
Pero ésta no es la historia de Windpeter Winters, ni tampoco la de su hijo Hal, que trabajaba en la granja Wills con Ray Pearson. Es la historia de Ray. No obstante, a fin de hacerla más comprensible será necesario hablar un poco del joven Hal.
Hal was a bad one. Everyone said that. There were three of the Winters boys in that family, John, Hal, and Edward, all broad-shouldered big fellows like old Windpeter himself and all fighters and woman-chasers and generally all-around bad ones.
Hal era un tipo de cuidado. Todo el mundo lo decía. Los Winters eran tres hermanos: John, Hal y Edward, todos fornidos y anchos de hombros, como el propio Windpeter, y todos camorristas, mujeriegos y malas personas.
Hal was the worst of the lot and always up to some devilment. He once stole a load of boards from his father’s mill and sold them in Winesburg. With the money he bought himself a suit of cheap, flashy clothes. Then he got drunk and when his father came raving into town to find him, they met and fought with their fists on Main Street and were arrested and put into jail together.
Hal era el peor de todos y siempre estaba tramando alguna fechoría. Una vez robó un cargamento de tablones del aserradero de su padre y lo vendió en Winesburg. Con el dinero se compró ropa barata y chillona. Luego se emborrachó y, cuando su padre llegó furioso al pueblo a buscarlo, se pelearon a puñetazo limpio en la calle Mayor, hasta que acabaron arrestándolos y metiéndolos a los dos en la cárcel.
Hal went to work on the Wills farm because there was a country school teacher out that way who had taken his fancy. He was only twenty-two then but had already been in two or three of what were spoken of in Winesburg as “women scrapes.” Everyone who heard of his infatuation for the school teacher was sure it would turn out badly. “He’ll only get her into trouble, you’ll see,” was the word that went around.
Hal había ido a trabajar a la granja Wills porque cerca de allí había una maestra de escuela de la que se había encaprichado. No tenía más de veintidós años, pero ya había estado involucrado en dos o tres «líos de faldas», como se decía en el pueblo. Todo el mundo que sabía de sus aspiraciones respecto a la maestra se mostraba convencido de que la cosa acabaría mal. «Ya veréis cómo acaba comprometiéndola», decía la gente.
And so these two men, Ray and Hal, were at work in a field on a day in the late October. They were husking corn and occasionally something was said and they laughed. Then came silence. Ray, who was the more sensitive and always minded things more, had chapped hands and they hurt. He put them into his coat pockets and looked away across the fields. He was in a sad, distracted mood and was affected by the beauty of the country. If you knew the Winesburg country in the fall and how the low hills are all splashed with yellows and reds you would understand his feeling. He began to think of the time, long ago when he was a young fellow living with his father, then a baker in Winesburg, and how on such days he had wandered away into the woods to gather nuts, hunt rabbits, or just to loaf about and smoke his pipe. His marriage had come about through one of his days of wandering. He had induced a girl who waited on trade in his father’s shop to go with him and something had happened. He was thinking of that afternoon and how it had affected his whole life when a spirit of protest awoke in him. He had forgotten about Hal and muttered words. “Tricked by Gad, that’s what I was, tricked by life and made a fool of,” he said in a low voice.
El caso es que los dos hombres, Ray y Hal, se encontraban trabajando en el campo un día a finales de octubre. Estaban deshojando maíz y, de vez en cuando, decían alguna cosa y se reían un poco. Luego se hacía el silencio. Ray, que era el más sensible y se preocupaba más por las cosas, tenía las manos agrietadas y le dolían. Las metió en los bolsillos del abrigo y contempló los cultivos. Parecía turbado, como si le afectara la belleza del campo. Quien conozca los alrededores de Winesburg en otoño y sepa cómo se tiñen de rojo y amarillo las colinas de la comarca, comprenderá sus sensaciones. Empezó a pensar en la época en que no era más que un muchacho y vivía con su padre, que era panadero en Winesburg, y salía a pasear por el bosque a recoger nueces, cazar conejos o tan sólo a pasar el rato y fumar una pipa. Su matrimonio había sido consecuencia de uno de aquellos paseos. Había invitado a ir con él a una chica que compraba en la panadería de su padre y había pasado lo que tenía que pasar. Estaba pensando en aquella tarde y en cómo había afectado a toda su vida, cuando despertó en él un espíritu de protesta. Olvidó que estaba en presencia de Hal y murmuró unas palabras. —El Señor me hizo caer en una trampa, eso es, fue una trampa del destino de la que salí chasqueado—dijo en voz baja.
As though understanding his thoughts, Hal Winters spoke up. “Well, has it been worth while? What about it, eh? What about marriage and all that?” he asked and then laughed. Hal tried to keep on laughing but he too was in an earnest mood. He began to talk earnestly. “Has a fellow got to do it?” he asked. “Has he got to be harnessed up and driven through life like a horse?”
Como si supiera lo que estaba pensando, Hal Winters le respondió. —Bueno, ¿ha valido la pena? ¿Qué me dices del matrimonio y todo eso?—preguntó, y luego se echó a reír. Hal trató de seguir riendo, pero él también estaba serio. Empezó a hablar con mucha gravedad—. ¿Es necesario pasar por ello? ¿Hay que permitir que te pongan el yugo y pasar por la vida como un buey?—
Hal didn’t wait for an answer but sprang to his feet and began to walk back and forth between the corn shocks. He was getting more and more excited. Bending down suddenly he picked up an ear of the yellow corn and threw it at the fence. “I’ve got Nell Gunther in trouble,” he said. “I’m telling you, but you keep your mouth shut.”
Hal no esperó una respuesta, pero se puso en pie y empezó a andar de aquí para allá entre las gavillas de maíz. Se fue poniendo más y más nervioso. De pronto se agachó, cogió una mazorca amarilla y la arrojó contra la cerca—. He dejado embarazada a Nell Gunther—dijo—. Te lo cuento a ti, pero no se lo digas a nadie
Ray Pearson arose and stood staring. He was almost a foot shorter than Hal, and when the younger man came and put his two hands on the older man’s shoulders they made a picture. There they stood in the big empty field with the quiet corn shocks standing in rows behind them and the red and yellow hills in the distance, and from being just two indifferent workmen they had become all alive to each other. Hal sensed it and because that was his way he laughed. “Well, old daddy,” he said awkwardly, “come on, advise me. I’ve got Nell in trouble. Perhaps you’ve been in the same fix yourself. I know what everyone would say is the right thing to do, but what do you say? Shall I marry and settle down? Shall I put myself into the harness to be worn out like an old horse? You know me, Ray. There can’t anyone break me but I can break myself. Shall I do it or shall I tell Nell to go to the devil? Come on, you tell me. Whatever you say, Ray, I’ll do.”
. —Ray Pearson se puso en pie y lo miró fijamente. Era apenas treinta centímetros más bajo que Hal, y cuando el más joven se volvió y le puso las manos en los hombros, los dos formaron un cuadro digno de ver. Ahí estaban en mitad de un campo vacío con las gavillas de maíz alineadas detrás de ellos y las colinas rojizas y amarillentas a lo lejos, y de ser dos jornaleros indiferentes, pasaron a estar vivos el uno para el otro. Hal lo notó y se echó a reír—. Vamos, papaíto—dijo en un tono extraño—, vamos, dame algún consejo. He dejado embarazada a Nell Gunther. Tal vez tú hayas pasado por lo mismo. Sé lo que cualquiera me diría que debo hacer, pero ¿qué me aconsejas tú? ¿Me caso con ella y siento la cabeza? ¿Me dejo poner el yugo para que me lleven por la vida como un buey? Tú me conoces, Ray. A mí no hay quien me obligue a hacer nada, pero yo sí puedo hacerlo. ¿Lo hago o le digo a Nell que se vaya al diablo? Vamos, dime. Haré lo que me digas, Ray.
Ray couldn’t answer. He shook Hal’s hands loose and turning walked straight away toward the barn. He was a sensitive man and there were tears in his eyes. He knew there was only one thing to say to Hal Winters, son of old Windpeter Winters, only one thing that all his own training and all the beliefs of the people he knew would approve, but for his life he couldn’t say what he knew he should say.
Ray no supo que decir. Se soltó del abrazo de Hal, dio media vuelta y se alejó en dirección al granero. Era un hombre sensible y tenía los ojos llorosos. Sabía que sólo podía decirle una cosa a Hal Winters, hijo del viejo Windpeter Winters, que sólo había una cosa que, por su educación y las creencias de aquellos a quienes conocía, podía aprobar, pero su propia vida le impedía decir lo que sabía que debía decirle.
At half-past four that afternoon Ray was puttering about the barnyard when his wife came up the lane along the creek and called him. After the talk with Hal he hadn’t returned to the cornfield but worked about the barn. He had already done the evening chores and had seen Hal, dressed and ready for a roistering night in town, come out of the farmhouse and go into the road. Along the path to his own house he trudged behind his wife, looking at the ground and thinking. He couldn’t make out what was wrong. Every time he raised his eyes and saw the beauty of the country in the failing light he wanted to do something he had never done before, shout or scream or hit his wife with his fists or something equally unexpected and terrifying. Along the path he went scratching his head and trying to make it out. He looked hard at his wife’s back but she seemed all right.
A las cuatro y media de esa misma tarde, Ray estaba zascandileando en el patio del establo cuando llegó su mujer por el sendero del arroyo y le llamó. Después de su conversación con Hal, no había vuelto al campo de maíz, sino que había estado trabajando en el granero. Había terminado ya todas sus tareas vespertinas y había visto a Hal salir de la granja acicalado para pasar una noche de juerga en el pueblo. Ray anduvo por el sendero detrás de su mujer mirando pensativo al suelo. No acababa de comprender qué era lo que le pasaba. Cada vez que levantaba la vista y contemplaba la belleza del campo a la luz del crepúsculo, le entraban ganas de hacer algo que no había hecho nunca antes, gritarle o chillarle a su mujer, o darle de puñetazos o cualquier otra cosa igual de aterradora e inesperada. Siguió por el sendero rascándose la cabeza y tratando de comprender. Miró la espalda de su mujer, que no pareció darse cuenta de nada.
She only wanted him to go into town for groceries and as soon as she had told him what she wanted began to scold. “You’re always puttering,” she said. “Now I want you to hustle. There isn’t anything in the house for supper and you’ve got to get to town and back in a hurry.”
Sólo quería que fuese al pueblo a comprar verduras y, en cuanto se lo dijo, empezó a regañarle. «Te pasas el día haciendo el vago—dijo—. Pero ahora quiero que te des prisa. No tenemos nada para cenar, así que tendrás que ir a pueblo y volver cuanto antes».
Ray went into his own house and took an overcoat from a hook back of the door. It was torn about the pockets and the collar was shiny. His wife went into the bedroom and presently came out with a soiled cloth in one hand and three silver dollars in the other. Somewhere in the house a child wept bitterly and a dog that had been sleeping by the stove arose and yawned. Again the wife scolded. “The children will cry and cry. Why are you always puttering?” she asked.
Ray entró en su casa y cogió un abrigo del gancho de detrás de la puerta. Tenía descosidos los bolsillos y el cuello raído. Su mujer entró en el dormitorio y volvió a salir con un trapo sucio en una mano y tres dólares de plata en la otra. En algún lugar de la casa un niño lloraba amargamente y un perro que había estado durmiendo junto a la estufa se levantó y bostezó. De nuevo, la mujer lo regañó. «Esos niños no paran de llorar, ¿por qué nunca haces nada de provecho?», preguntó.
Ray went out of the house and climbed the fence into a field. It was just growing dark and the scene that lay before him was lovely. All the low hills were washed with color and even the little clusters of bushes in the corners of the fences were alive with beauty. The whole world seemed to Ray Pearson to have become alive with something just as he and Hal had suddenly become alive when they stood in the corn field stating into each other’s eyes.
Ray salió de la casa y pasó por encima de una valla hasta llegar a un campo. Empezaba a oscurecer y la escena que se extendía ante sus ojos era muy hermosa. Las colinas estaban encendidas de color e incluso los matorrales en las esquinas de las cercas irradiaban belleza. A Ray Pearson le pareció que el mundo entero había cobrado vida, igual que él y Hal cuando se habían mirado a los ojos en el campo de maíz.
The beauty of the country about Winesburg was too much for Ray on that fall evening. That is all there was to it. He could not stand it. Of a sudden he forgot all about being a quiet old farm hand and throwing off the torn overcoat began to run across the field. As he ran he shouted a protest against his life, against all life, against everything that makes life ugly. “There was no promise made,” he cried into the empty spaces that lay about him. “I didn’t promise my Minnie anything and Hal hasn’t made any promise to Nell. I know he hasn’t. She went into the woods with him because she wanted to go. What he wanted she wanted. Why should I pay? Why should Hal pay? Why should anyone pay? I don’t want Hal to become old and worn out. I’ll tell him. I won’t let it go on. I’ll catch Hal before he gets to town and I’ll tell him.”
La belleza del campo de los alrededores de Winesburg turbó mucho a Ray aquella tarde de otoño. Eso es lo que pasó. No pudo resistirlo. De pronto, olvidó que era un tranquilo peón en una granja, tiró al suelo el abrigo deshilachado y echó a correr a través del campo. Mientras lo hacía, elevó al cielo una protesta contra su vida, contra la vida de cualquiera, contra todo lo que afea la vida. «No les habíamos prometido nada—gritó a los espacios abiertos que había en torno a él—. Ni yo le prometí nada a Minnie, ni Hal le ha prometido nada a Nell. Lo sé. Si fue con él al bosque es porque quiso. Ella buscaba lo mismo que él. ¿Por qué tengo que pagar? ¿Por qué tendría que pagar Hal? ¿Por qué tiene que pagar nadie? No quiero que Hal se vuelva viejo y decrépito. Se lo diré. No permitiré que lo haga. Lo alcanzaré antes de que llegue al pueblo y se lo diré».
Ray ran clumsily and once he stumbled and fell down. “I must catch Hal and tell him,” he kept thinking, and although his breath came in gasps he kept running harder and harder. As he ran he thought of things that hadn’t come into his mind for years—how at the time he married he had planned to go west to his uncle in Portland, Oregon—how he hadn’t wanted to be a farm hand, but had thought when he got out West he would go to sea and be a sailor or get a job on a ranch and ride a horse into Western towns, shouting and laughing and waking the people in the houses with his wild cries. Then as he ran he remembered his children and in fancy felt their hands clutching at him. All of his thoughts of himself were involved with the thoughts of Hal and he thought the children were clutching at the younger man also. “They are the accidents of life, Hal,” he cried. “They are not mine or yours. I had nothing to do with them.”
Ray corrió con torpeza y una vez tropezó y cayó al suelo. «Tengo que alcanzarlo y decírselo», pensaba y, aunque estaba casi sin aliento, siguió corriendo cada vez más deprisa. Mientras lo hacía pensó en cosas en las que no había pensado desde hacía años: en que, poco antes de casarse, había planeado ir al oeste con su tío de Portland, Oregón, y en que nunca había querido ser peón, sino que tenía pensado embarcarse de marinero o buscar trabajo en un rancho y cabalgar hasta los pueblos del oeste, gritando, riendo y despertando a la gente con sus gritos. Luego, mientras corría, recordó a sus hijos y le pareció notar que se aferraban a él. Todo lo que pensaba sobre sí mismo se mezclaba con sus pensamientos sobre Hal, y pensó que los niños se aferraban también a él. —Son accidentes de la vida, Hal—gritó—. No son ni míos ni tuyos. No tuve nada que ver con ellos.
Darkness began to spread over the fields as Ray Pearson ran on and on. His breath came in little sobs. When he came to the fence at the edge of the road and confronted Hal Winters, all dressed up and smoking a pipe as he walked jauntily along, he could not have told what he thought or what he wanted.
La oscuridad empezó a extenderse por los campos mientras Ray Pearson corría y corría. Su respiración se volvió cada vez más jadeante. Cuando llegó a la valla junto al camino y encontró a Hal Winters, muy acicalado y fumando una pipa mientras andaba con despreocupación, no pudo decirle lo que pensaba o lo que había querido decirle.
Ray Pearson lost his nerve and this is really the end of the story of what happened to him. It was almost dark when he got to the fence and he put his hands on the top bar and stood staring. Hal Winters jumped a ditch and coming up close to Ray put his hands into his pockets and laughed. He seemed to have lost his own sense of what had happened in the corn field and when he put up a strong hand and took hold of the lapel of Ray’s coat he shook the old man as he might have shaken a dog that had misbehaved.
Ray Pearson perdió la paciencia y ahí acaba en realidad la historia de lo sucedido. Ya era casi de noche cuando llegó a la valla y se apoyó en ella y se quedó mirando. Hal Winters saltó una zanja y se acercó adonde estaba Ray, se metió las manos en los bolsillos y se echó a reír. Parecía haber olvidado lo ocurrido en el campo de maíz y, cuando cogió con sus manazas a Ray por la solapa de la chaqueta, sacudió al viejo como a un perro que se hubiese portado mal.
“You came to tell me, eh?” he said. “Well, never mind telling me anything. I’m not a coward and I’ve already made up my mind.” He laughed again and jumped back across the ditch. “Nell ain’t no fool,” he said. “She didn’t ask me to marry her. I want to marry her. I want to settle down and have kids.”
—Has venido a decírmelo, ¿eh?—dijo—. Bueno, pues no te molestes. No soy ningún cobarde y ya me he decidido. —Volvió a echarse reír y saltó otra vez la zanja—. Nell no es idiota—dijo—. No me pidió que me casara con ella. Soy yo quien quiero casarme. Quiero sentar la cabeza y tener hijos.
Ray Pearson also laughed. He felt like laughing at himself and all the world.
Ray Pearson también se rió. Le entraron ganas de reírse de sí mismo y del mundo entero.
As the form of Hal Winters disappeared in the dusk that lay over the road that led to Winesburg, he turned and walked slowly back across the fields to where he had left his torn overcoat. As he went some memory of pleasant evenings spent with the thin-legged children in the tumble-down house by the creek must have come into his mind, for he muttered words. “It’s just as well. Whatever I told him would have been a lie,” he said softly, and then his form also disappeared into the darkness of the fields.
Cuando la silueta de Hal Winters desapareció en la oscuridad que se cernía sobre el camino que conducía a Winesburg, Ray dio media vuelta y anduvo despacio a través de los campos hasta el lugar donde había tirado el abrigo. Mientras andaba, debió de recordar las tardes agradables que había pasado en compañía de los niños de piernas delgadas en la casa destartalada junto al arroyo, pues murmuró estas palabras: «Da lo mismo. Dijese lo que dijese habría sido mentira», dijo en voz baja, y luego su propia silueta desapareció en la oscuridad de los campos.