Los funerales de Mamá Grande
[Big Mama′s Funeral] Edición bilingüe, español- inglés, de Miguel Garci-Gomez. Dept. Romance Stydies. Duke. U. --
Ésta es, incrédulos del mundo entero, la verídica historia de la Mamá Grande, soberana absoluta del reino de Macondo, que vivió en función de dominio durante 92 años y murió en olor de santidad un martes del setiembre pasado, y a cuyos funerales vino el Sumo Pontífice.
This is, for all the world′s unbelievers, the true account of Big Mama, absolute sovereign of the Kingdom of Macondo, who lived for ninety-two years, and died in the odor of sanctity one Tuesday last September, and whose funeral was attended by the Pope.
Ahora que la nación sacudida en sus entrañas ha recobrado el equilibrio; ahora que los gaiteros de San Jacinto, los contrabandistas de la Guajira, los arroceros del Sinú, las prostitutas de Guacamayal, los hechiceros de la Sierpe y los bananeros de Aracataca han colgado sus toldos para restablecerse de la extenuante vigilia, y que han recuperado la serenidad y vuelto a tomar posesión de sus estados el presidente de la república y sus ministros y todos aquellos que representaron al poder público y a las potencias sobrenaturales en la más espléndida ocasión funeraria que registren los anales históricos; ahora que el Sumo Pontífice ha subido a los Cielos en cuerpo y alma, y que es imposible transitar en Macondo a causa de las botellas vacías, las colillas de cigarrillos, los huesos roídos, las latas y trapos y excrementos que dejó la muchedumbre que vino al entierro, ahora es la hora de recostar un taburete a la puerta de la calle y empezar a contar desde el principio los pormenores de esta conmoción nacional, antes de que tengan tiempo de llegar los historiadores.
Now that the nation, which was shaken to its vitals, has recovered its balance; now that the bagpipers of San Jacinto, the smugglers of Guajira, the rice planters on Sinu, the prostitutes of Caucamayal, the wizards of Sierpe, and the banana workers of Aracantaca have folded up their tents to recover from the exhausting vigil and have regained their serenity, and the President of the Republic and his-Ministers and all those who represented the public and surernatural powers on the most magnificent funeral occasion recorded in the annals of history have regained control of their estates; now that the Holy Pontiff has risen up to Heaven in body and soul; and now that it is impossible to walk around in Macondo because of the empty bottles, the cigarette butts, the gnawed bones, the cans and rags and excrement that the crowd which came to the burial left behind; now is the time to lean a stool against the front door and relate from the beginning the details of this national commotion, before the historians have a chance to get at it.
Hace catorce semanas, después de interminables noches de cataplasmas, sinapismos y ventosas, demolida por la delirante agonía, la Mamá Grande ordenó que la sentaran en su viejo mecedor de bejuco para expresar su última voluntad. Era el único requisito que le hacía falta para morir. Aquella mañana, por intermedio del padre Antonio Isabel, había arreglado los negocios de su alma, y sólo le faltaba arreglar los de sus arcas con los nueve sobrinos, sus herederos universales, que velaban en torno al lecho. El párroco, hablando solo y a punto de cumplir cien años, permanecía en el cuarto. Se habían necesitado diez hombres para subirlo hasta la alcoba de la Mamá Grande, y se había decidido que allí permaneciera para no tener que bajarlo y volverlo a subir en el minuto final.
Fourteen weeks ago, after endless nights of poultices, mustard plasters, and leeches, and weak with the delirium of her death agony, Big Mama ordered them to seat her in her old rattan rocker so she could express her last wishes. It was the only thing she needed to do before she died. That morning, with the intervention of Father Anthony Isabel, she had put the affairs of her soul in order, and now she needed only to put her worldly affairs in order with her nine nieces and nephews, her sole heirs, who were standing around her bed. The priest, talking to himself and on the verge of his hundredth birthday stayed in the room. Ten men had been needed to take him up to Big Mama′s bedroom, and it was decided that he should stay there so they should not have to take him down and then take him up again at the last minute.
Nicanor, el sobrino mayor, titánico y montaraz, vestido de caqui, botas con espuelas y un revólver calibre 38, cañón largo, ajustado bajo la camisa, fue en busca del notario. La enorme mansión de dos plantas, olorosa a melaza y a orégano, con sus oscuros aposentos atiborrados de arcones y cachivaches de cuatro generaciones convertidas en polvo, se había paralizado desde la semana anterior a la expectativa de aquel momento. En el profundo corredor central, con garfios en las paredes donde en otro tiempo se colgaron cerdos desollados y se desangraban venados en los soñolientos domingos de agosto, los peones dormían amontonados sobre sacos de sal y útiles de labranza, esperando la orden de ensillar las bestias para divulgar la mala noticia en el ámbito de la hacienda desmedida. El resto de la familia estaba en la sala. Las mujeres lívidas, desangradas por la herencia y la vigilia, guardaban un luto cerrado que era una suma de incontables lutos superpuestos. La rigidez matriarcal de la Mamá Grande había cercado su fortuna y su apellido con una alambrada sacramental, dentro de la cual los tíos se casaban con las hijas de las sobrinas, y los primos con las tías, y los hermanos con las cuñadas, hasta formar una intrincada maraña de consanguinidad que convirtió la procreación en un círculo vicioso. Sólo Magdalena, la menor de las sobrinas, logró escapar al cerco; aterrorizada por las alucinaciones se hizo exorcizar por el padre Antonio Isabel, se rapó la cabeza y renunció a las glorias y vanidades del mundo en el noviciado de la Prefectura Apostólica. Al margen de la familia oficial y en ejercicio del derecho de pernada, los varones habían fecundado hatos, veredas y caseríos con toda una descendencia bastarda, que circulaba entre la servidumbre sin apellidos a título de ahijados, dependientes, favoritos y protegidos de la Mamá Grande.
Nicanor, the eldest nephew, gigantic and savage, dressed in khaki and spurred boots, with a .38- caliber long-barreled revolver holstered under his shirt, went to look for the notary. The enormous two-story mansion, fragrant from molasses and oregano, with its dark apartments crammed with chests and the odds and ends of four generations turned to dust, had become paralyzed since the week before, in expectation of that moment. In the long central hall, with hooks on the walls where in another time butchered pigs had been hung and deer were slaughtered on sleepy August Sundays, the peons were sleeping on farm equipment and bags of salt, awaiting the order to saddle the mules to spread the bad news to the four corners of the huge hacienda. The rest of the family was in the living room. The women were limp, exhausted by the inheritance proceedings and lack of sleep; they kept a strict mourning which was the culmination of countless accumulated mournings. Big Mama′s matriarchal rigidity had surrounded her fortune and her name with a sacramental fence, within which uncles married the daughters of their nieces, and the cousins married their aunts, and brothers their sisters-in-law, until an intricate mesh of consanguinity was formed, which turned procreation into a vicious circle. Only Magdelena, the youngest of the nieces, managed to escape it. Terrified by hallucinations, she made Father Anthony Isabel exorcise her, shaved her head, and renounced the glories and vanities of the world in the novitiate of the Mission District. On the margin of the official family, and in exercise of the jus primae noctis, the males had fertilized ranches, byways, and settlements with an entire bastard line, which circulated among the servants without surnames, as godchildren, employees, favorites, and proteges of Big Mama.
La inminencia de la muerte removió la extenuante expectativa. La voz de la moribunda, acostumbrada al homenaje y a la obediencia, no fue más sonora que un bajo de órgano en la pieza cerrada, pero resonó en los más apartados rincones de la hacienda. Nadie era indiferente a esa muerte. Durante el presente siglo, la Mamá Grande había sido el centro de gravedad de Macondo, como sus hermanos, sus padres y los padres de sus padres lo fueron en el pasado, en una hegemonía que colmaba dos siglos. La aldea se fundó alrededor de su apellido. Nadie conocía el origen, ni los límites ni el valor real del patrimonio, pero todo el mundo se había acostumbrado a creer que la Mamá Grande era dueña de las aguas corrientes y estancadas, llovidas y por llover, y de los caminos vecinales, los postes del telégrafo, los años bisiestos y el calor, y que tenía además un derecho heredado sobre vida y haciendas. Cuando se sentaba a tomar el fresco de la tarde en el balcón de su casa, con todo el peso de sus vísceras y su autoridad aplastado en su viejo mecedor de bejuco, parecía en verdad infinitamente rica y poderosa, la matrona más rica y poderosa del mundo.
The imminence of her death stirred the exhausting expectation. The dying woman′s voice, accustomed to homage and obedience, was no louder than a bass organ pipe in the closed room, but it echoed in the most far-flung corners of the hacienda. No one was indifferent to this death. During this century, Big Mama had been Macondo′s center of gravity, as had her brothers, her parents, and the parents of her parents in the past, in a dominance which covered two centuries. The town was founded on her surname. No one knew the origin, or the limits of the real value of her estate, but everyone was used to believing that Big Mama was the owner of the waters, running and still, of rain and drought, and of the district′s roads, telegraph poles, leap years, and heat waves, and that she had furthermore a hereditary right over life and property. When she sat on her balcony in the cool afternoon air, with all the weight of her belly and authority squeezed into her old rattan rocker, she seemed, in truth, infinitely rich and powerful, the richest and most powerful matron in the world.
A nadie se le había ocurrido pensar que la Mamá Grande fuera mortal, salvo a los miembros de su tribu, y a ella misma, aguijoneada por las premoniciones seniles del padre Antonio Isabel. Pero ella confiaba en que viviría más de 100 años, como su abuela materna, que en la guerra de 1875 se enfrentó a una patrulla del coronel Aureliano Buendía, atrincherada en la cocina de la hacienda. Sólo en abril de este año comprendió la Mamá Grande que Dios no le concedería el privilegio de liquidar personalmente, en franca refriega, a una horda de masones federalistas.
It had not occurred to anyone to think that Big mama was mortal, except the members of her tribe, and Big Mama herself, prodded by the senile premonitions of Father Anthony Isabel. But she believed that she would live more that a hundred years, as did her maternal grandmother, who in the War of 1885 confronted a patrol of Colonel Aureliano Buendia′s, barricaded in the kitchen of the hacienda. Only in April of this year did Big Mama realize that God would not grant her the privilege of personally liquidating, in an open skirmish, a horde of Federalist Masons.
En la primera semana de dolores el médico de la familia la entretuvo con cataplasmas de mostaza y calcetines de lana. Era un médico hereditario, laureado en Montpellier, contrario por convicción filosófica a los progresos de su ciencia, a quien la Mamá Grande había concedido la prebenda de que se impidiera en Macondo el establecimiento de otros médicos. En un tiempo recorría el pueblo a caballo, visitando a los lúgubres enfermos del atardecer, y la naturaleza le concedió el privilegio de ser padre de numerosos hijos ajenos. Pero la artritis le anquilosó en un chinchorro, y terminó por atender a sus pacientes sin visitarlos, por medio de suposiciones, correveidiles y recados. Requerido por la Mamá Grande atravesó la plaza en pijama, apoyado en dos bastones, y se instaló en la alcoba de la enferma. Sólo cuando comprendió que la Mamá Grande agonizaba, hizo llevar un arca con pomos de porcelana marcados en latín y durante tres semanas embadurnó a la moribunda por dentro y por fuera con toda suerte de emplastos académicos, julepes magníficos y supositorios magistrales. Después le aplicó sapos ahumados en el sitio del dolor y sanguijuelas en los riñones, hasta la madrugada de ese día en que tuvo que enfrentarse a la disyuntiva de hacerla sangrar por el barbero o exorcizar por el padre Antonio Isabel.
During the first week of pain, the family doctor maintained her with mustard plasters and woolen stockings. He was a hereditary doctor, a graduate of Montpellier, hostile by philosophical conviction to the progress of his science, whom Big Mama had accorded the lifetime privilege of preventing the establishment in Macondo of any other doctors. At one time he covered the town on horseback, visiting the doleful, sick people at dusk, and Nature had accorded him the privilege of being the father of many another′s children. But arthritis kept him stiff-jointed in bed, and he ended up attending to his patients without calling on them, by means of suppositions, messengers, and errands. Summoned by Big Mama, he crossed the plaza in his pajamas, leaning on two canes, and he installed himself in the sick woman′s bedroom. Only when he realized that Big Mama was dying did he order a chest with porcelain jars labeled in Latin brought, and for three weeks he besmeared the dying woman inside and out with all sorts of academic salves, magnificent stimulants, and masterful suppositories. Then he applied bloated toads to the site of her pain, and leaches to her kidneys, until the early morning of the day when he had to face the dilemma of either having her bled by the barber or exorcised by Father Anthony Isabel.
Nicanor mandó a buscar al párroco. Sus diez hombres mejores lo llevaron desde la casa cural hasta el dormitorio de la Mamá Grande, sentado en su crujiente mecedor de mimbre bajo el mohoso palio de las grandes ocasiones. La campanilla del Viático en el tibio amanecer de setiembre fue la primera notificación a los habitantes de Macondo. Cuando salió el sol, la placita frente a la casa de la Mamá Grande parecía una feria rural.
Nicanor sent for the priest. His ten best men carried him from the parish house to Big Mama′s bedroom, seated on a creaking willow rocker, under the mildewed canopy reserved for great occasions. The little bell of the Viaticum in the warm September dawn was the first notification to the inhabitants of Macondo. When the sun rose, the little plaza in front of Big Mama′s house looked like a country fair.
Era como el recuerdo de otra época. Hasta cuando cumplió los 70, la Mamá Grande celebró su cumpleaños con las ferias más prolongadas y tumultuosas de que se tenga memoria. Se ponían damajuanas de aguardiente a disposición del pueblo, se sacrificaban reses en la plaza pública, y una banda de músicos instalada sobre una mesa tocaba sin tregua durante tres días. Bajo los almendros polvorientos donde la primera semana del siglo acamparon las legiones del coronel Aureliano Buendía, se ponían ventas de masato, bollos, morcillas, chicharrones, empanadas, butifarras, caribañolas, pandeyuca, almojábanas, buñuelos, arepuelas, hojaldres, longanizas, mondongos, cocadas, guarapo, entre todo género de menudencias, chucherías, baratijas y cacharros, y peleas de gallos y juegos de lotería. En medio de la confusión de la muchedumbre alborotada, se vendían estampas y escapularios con la imagen de la Mamá Grande.
It was like a memory of another era. Until she was seventy, Big Mama used to celebrate her birthday with the most prolonged and tumultuous carnivals within memory. Demijohns of rum were placed at the townspeople′s disposal, cattle were sacrificed in the public plaza, and a band installed on top of a table played for three days withous stopping. Under the dusty almond trees, where, in the first week of the century, Colonel Aureliano Buendia′s troops had camped, stalls were set up which sold banana liquor, rolls, blood puddings, chopped fried meat, meat pies, sausage, yucca breads, crullers, buns, corn breads, puff pastes, longanizas, tripes, coconut nougats, rum toddies, along with all sorts of trifles, gewgaws, trinkets, and knicknacks, and cockfights and lottery tickets. In the midst of the confusion of the agitated mob, prints and scapularies with Big Mama′s likeness were sold.
Las festividades comenzaban la antevíspera y terminaban el día del cumpleaños, con un estruendo de fuegos artificiales y un baile familiar en la casa de la Mamá Grande. Los selectos invitados y los miembros legítimos de la familia, generosamente servidos por la bastardía, bailaban al compás de la vieja pianola equipada con rollos de moda. La Mamá Grande presidía la fiesta desde el fondo del salón, en una poltrona con almohadas de lino, impartiendo discretas instrucciones con su diestra adornada de anillos en todos los dedos. A veces en complicidad con los enamorados pero casi siempre aconsejada por su propia inspiración, aquella noche concertaba los matrimonios del año entrante. Para clausurar el jubileo, la Mamá Grande salía al balcón adornado con diademas y faroles de papel, y arrojaba monedas a la muchedumbre.
The festivities used to begin two days before and end on the day of her birthday, with the thunder of firewords and a family dance at Big Mama′s house. The carefully chosen guests and the legitimate members of the family, generously attended by the bastard line, danced to the beat of the old pianola which was equipped with the rolls most in style. Big Mama presided over the pary from the rear of the hall in an easy chair whith linen pillows, imparting discreet instruction with her right hand, adorned with rings on all her fingers. On that night the coming year′s marriages were arranged, at times in complicity with the lovers, but almost always counseled by her own inspiration. To finish off the jubilation, Big Mama went out to the balcony, which was decorated with diadems and Japanese lanterns, and threw coins to the crowd.
Aquella tradición se había interrumpido, en parte por los duelos sucesivos de la familia, y en parte por la incertidumbre política de los últimos tiempos. Las nuevas generaciones no asistieron sino de oídas a aquellas manifestaciones de esplendor. No alcanzaron a ver a la Mamá Grande en la misa mayor, abanicada por algún miembro de la autoridad civil, disfrutando del privilegio de no arrodillarse ni en el instante de la elevación para no estropear su saya de volantes holandeses y sus almidonados pollerines de olán. Los ancianos recordaban como una alucinación de la juventud los doscientos metros de esteras que se tendieron desde la casa solariega hasta el altar mayor, la tarde en que María del Rosario Castañeda y Montero asistió a los funerales de su padre, y regresó por la calle esterada investida de su nueva e irradiante dignidad, a los 22 años, convertida en la Mamá Grande. Aquella visión medieval pertenecía entonces no sólo al pasado de la familia, sino al pasado de la nación. Cada vez más imprecisa y remota, visible apenas en su balcón sofocado entonces por los geranios en las tardes de calor, la Mamá Grande se esfumaba en su propia leyenda. Su autoridad se ejercía a través de Nicanor. Existía la promesa tácita, formulada por la tradición, de que el día en que la Mamá Grande lacrara su testamento, los herederos decretarían tres noches de jolgorios públicos. Pero se sabía asimismo que ella había decidido no expresar su voluntad última hasta pocas horas antes de morir, y nadie pensaba seriamente en la posibilidad de que la Mamá Grande fuera mortal. Sólo esa madrugada, despertados por los cencerros del Viático, los habitantes de Macondo se convencieron de que la Mamá Grande no sólo era mortal, sino que se estaba muriendo.
That tradition had been interrupted, in part because of the successive mournings of the family and in part because of the political instability of the last few years. The new generations only heard stories of those splendid celebrations. They never managed to see Big Mama at High Mass, fanned by some functionary of the Civil Authority, enjoying the privilege of not kneeling, even at the moment of the elevation, so as not to ruin her Dutch-flounced skirt and her starched cambric petticoats. The old people remembered, like a hallucination out of their youth, the two hundred yards of matting which were laid down from the manorial house to the main altar the afternoon on which Maria del Rosario Castaneda y Montero attended her father′s funeral and returned along the matted street endowed with a new and radiant dignity, turned into Big Mama at the age of twenty-two. The medieval vision belonged then not only to the family′s past but also to the nation′s past. Ever more indistinct and remote, hardly visible on her balcony, stifled by the geraniums on hot afternoons, Big Mama was melting int her own legend. Her authority was exercised through Nicanor. The tacit promise existed, formulated by tradition, that the day Big Mama sealed her will the heirs would declare three nights of public merrymaking. But at the same time it was known that she had decided not to express her last wishes until a few hours before dying, and no one thought seriously about the possibility that Big Mama was mortal. Only this morning, awakened by the tinkling of the Viaticum, did the inhabitants of Macondo become convinced not only that Big Mama was mortal but also that she way dying.
Su hora era llegada. En su cama de lienzo, embadurnada de áloes hasta las orejas, bajo la marquesina de polvorienta espumilla, apenas se adivinaba la vida en la tenue respiración de sus tetas matriarcales. La Mamá Grande, que hasta los cincuenta años rechazó a los más apasionados pretendientes, y que fue dotada por la naturaleza para amamantar ella sola a toda su especie, agonizaba virgen y sin hijos. En el momento de la extremaunción, el padre Antonio Isabel tuvo que pedir ayuda para aplicarle los óleos en la palma de las manos, pues desde el principio de su agonía la Mamá Grande tenía los puños cerrados. De nada valió el concurso de las sobrinas. En el forcejeo, por primera vez en una semana, la moribunda apretó contra su pecho la mano constelada de piedras preciosas, y fijó en las sobrinas su mirada sin color, diciendo: “Salteadoras. Luego vio al padre Antonio Isabel en indumentaria litúrgica y al monaguillo con los instrumentos sacramentales, y murmuró con una convicción apacible: “Me estoy muriendo. Entonces se quitó el anillo con el Diamante Mayor y se lo dio a Magdalena, la novicia, a quien correspondía por ser la heredera menor. Aquél era el final de una tradición: Magdalena había renunciado a su herencia en favor de la Iglesia.
Her hour had come. Seeing her in her linen bed, bedaubed with aloes up to her ears, under the dust-laden canopy of Oriental crepe, one could hardly make out any life in the thin respiration of her matriarchal breasts. Big Mama, who until she was fifty rejected the most passionate suitors, and who was well enough endowed by Nature to suckle her whole issue all by herself, was dying a virgin and childless. At the moment of extreme unction, Father Anthony Isabel had to ask for help in order to apply the oils to the palms of her hands, for since the beginning of her death throes Big Mama had had her fists closed. The attendance of the nieces was useless. In the struggle, for the first time in a week, the dying woman pressed against her chest the hand bejewled with precious stones and fixed her colorless look on the nieces, saying, "Highway robbers." The she saw Father Anthony Isabel in his liturgical habit and the acolyte with the sacramental implements, and with calm conviction she murmured, "I am dying." Then she took off the ring with the great diamond and gave it to Magdalena, the novice, to whom it belonged since she was the youngest heir. That was the end of a tradition: Magdalena had renounced her inheritance in favor of the Church.
Al amanecer, la Mamá Grande pidió que la dejaran a solas con Nicanor para impartir sus últimas instrucciones. Durante media hora, con perfecto dominio de sus facultades, se informó de la marcha de los negocios. Hizo formulaciones especiales sobre el destino de su cadáver, y se ocupó por último de las velaciones. “Tienes que estar con los ojos abiertos, dijo. “Guarda bajo llave todas las cosas de valor, pues mucha gente no viene a los velorios sino a robar. Un momento después, a solas con el párroco, hizo una confesión dispendiosa, sincera y detallada, y comulgó más tarde en presencia de los sobrinos. Entonces fue cuando pidió que la sentaran en el mecedor de bejuco para expresar su última voluntad.
At dawn Big Mama asked to be left alone with Nicanor to impart her last instructions. For half an hour, in perfect command of her faculties, she asked about the conduct of her affairs. She gave special instructions about the disposition of her body, and finally concerned herself with the wake. "You have to keep your eyes open," she said. "Keep everything of value under lock and key, because many people come to wakes only to steal." A moment later, alone with the priest, she made an extravagant confession, sincere and detailed, and later on took Communion in the presence of her nieces and nephews. It was then that she asked them to seat her in her rattan rocker so that she could express her last wishes.
Nicanor había preparado, en veinticuatro folios escritos con letra muy clara, una escrupulosa relación de sus bienes. Respirando apaciblemente, con el médico y el padre Antonio Isabel por testigos, la Mamá Grande dictó al notario la lista de sus propiedades, fuente suprema y única de su grandeza y autoridad. Reducido a sus proporciones reales, el patrimonio físico se reducía a tres encomiendas adjudicadas por Cédula Real durante la Colonia, y que con el transcurso del tiempo, en virtud de intrincados matrimonios de conveniencia, se habían acumulado bajo el dominio de la Mamá Grande. En ese territorio ocioso, sin límites definidos, que abarcaba cinco municipios y en el cual no se sembró nunca un solo grano por cuenta de los propietarios, vivían a título de arrendatarias 352 familias. Todos los años, en vísperas de su onomástico, la Mamá Grande ejercía el único acto de dominio que había impedido el regreso de las tierras al estado: el cobro de los arrendamientos. Sentada en el corredor interior de su casa, ella recibía personalmente el pago del derecho de habitar en sus tierras, como durante más de un siglo lo recibieron sus antepasados de los antepasados de los arrendatarios. Pasados los tres días de la recolección, el patio estaba atiborrado de cerdos, pavos y gallinas, y de los diezmos y primicias sobre los frutos de la tierra que se depositaban allí en calidad de regalo. En realidad, ésa era la única cosecha que jamás recogió la familia de un territorio muerto desde sus orígenes, calculado a primera vista en 100.000 hectáreas. Pero las circunstancias históricas habían dispuesto que dentro de esos límites crecieran y prosperaran las seis poblaciones del distrito de Macondo, incluso la cabecera del municipio, de manera que todo el que habitara una casa no tenía más derecho de propiedad del que le correspondía sobre los materiales, pues la tierra pertenecía a la Mamá Grande y a ella se pagaba el alquiler, como tenía que pagarlo el gobierno por el uso que los ciudadanos hacían en las calles.
Nicanor had prepared, on twenty-four folios written in a very clear hand, a scrupulous account of her possessions. Breathing calmly, with the doctor and Father Anthony Isabel as witnesses, Big Mama dictated to the notary the list of her property, the supreme and unique source of her grandeur and authority. Reduced to its true proportions, the real estate was limited to three districts, awarded by Royal Decree at the founding of the Colony; with the passage of time, by dint of intricate marriages of convenience, they had accumulated under the control of Big Mama. In that unworked territory, without definite borders, which comprised five townships and in which not one single grain had ever been sown at the espense of the proprietors, three hundred and fifty-two families lived as tenant farmers. Every year, on the eve of her name day, Big Mama exercised the only act of control which prevented the lands from reverting to the state: the collection of rent. Seated on the back porch of her house, she personally received the payment for the right to live on her lands, as for more than a century her ancestors had received it from the ancestors of the tenants. When the three-day collection was over, the patio was crammed with pigs, turkeys, and chickens, and with the tithes and first fruits of the land which were deposited there as gifts. In reality, that was the only harvest the family ever collected from a territory which had been dead since its beginnings, and which was calculated on first examination at a hundred thousand hectares. But historical circumstances had brought it about that within those boundaries the six towns of Macondo district should grow and prosper, even the county seat, so that no person who lived in a house had any property rights other than those which pertained to the house itself, since the land belonged to Big Mama, and the rent was paid to her, just as the government had to pay her for the use the citizens made of the streets.
En los alrededores de los caseríos, merodeaba un número nunca contado y menos atendido de animales herrados en los cuartos traseros con la forma de un candado. Ese hierro hereditario, que más por el desorden que por la cantidad se había hecho familiar en remotos departamentos donde llegaban en verano, muertas de sed, las reses desperdigadas, era uno de los más sólidos soportes de la leyenda. Por razones que nadie se había detenido a explicar, las extensas caballerizas de la casa se habían vaciado progresivamente desde la última guerra civil, y en los últimos tiempos se habían instalado en ellas trapiches de caña, corrales de ordeño, y una piladora de arroz.
On the outskirts of the settlements, a number of animals, never counted and evel less looked after, roamed, branded on the hindquarters with the shape of a padlock. This hereditary brand, which more out of disorder than out of quantity had become familiar in distant districts where the scattered cattle, dying of thrist, strayed in summer, was on of the most solid supports of the legend. For reasons which no one had bothered to explain, the extensive stables of the house had progressively emptied since the last civil war, and lately sugar-cane presses, milking parlors, and a rice mill had been installed in them.
Aparte de lo enumerado, se hacía constar en el testamento la existencia de tres vasijas de morrocotas enterradas en algún lugar de la casa durante la guerra de Independencia, que no habían sido halladas en periódicas y laboriosas excavaciones. Con el derecho de continuar la explotación de la tierra arrendada y de percibir los diezmos y primicias y toda clase de dádivas extraordinarias, los herederos recibían un plano levantado de generación en generación, y por cada generación perfeccionado, que facilitaba el hallazgo del tesoro enterrado.
Aside from the items enumerated, she mentioned in her will the existence fo three containers of gold coins buried somewhere in the house during the War of Independence, which had not been found after periodic and laborious excavations. Along with the right to continue the exploitation of the rented land, and to receive the tithes and first fruits and all sorts of extraordinary donations, the heirs received a chart kept up from generation to generation, and perfected by each generation, which facilitated the finding of the buried treasure.
La Mamá Grande necesitó tres horas para enumerar sus asuntos terrenales. En la sofocación de la alcoba, la voz de la moribunda parecía dignificar en su sitio cada cosa enumerada. Cuando estampó su firma, balbuciente, y debajo estamparon la suya los testigos, un temblor secreto sacudió el corazón de las muchedumbres que empezaban a concentrarse frente a la casa, a la sombra de los almendros polvorientos.
Big Mama needed three hours to enumerate her earthly possessions. In the stifling bedroom, the voice of the dying woman seemed to dignify in its place each thing named. When she affixed her trembling signature, and the witnesses affixed theirs below, a secret tremor shook the hearts of the crowds which were beginning to gather in front of the house, in the shade of the dusty almond trees of the plaza.
Sólo faltaba entonces la enumeración minuciosa de los bienes morales. Haciendo un esfuerzo supremo -el mismo que hicieron sus antepasados antes de morir para asegurar el predominio de su especie- la Mamá Grande se irguió sobre sus nalgas monumentales, y con voz dominante y sincera, abandonada a su memoria, dictó al notario la lista de su patrimonio invisible:
The only thing lacking then was the detailed listing of her immaterial possessions. Making a supreme effort-the same kind that her forebears made before they died to assure the dominance of their line-Big Mama raised herself up on her monumental buttocks, and in a domineering and sincere voice, lost in her memories, dictated to the notary this list of her invisible estate:
La riqueza del subsuelo, las aguas territoriales, los colores de la bandera, la soberanía nacional, los partidos tradicionales, los derechos del hombre, las libertades ciudadanas, el primer magistrado, la segunda instancia, el tercer debate, las cartas de recomendación, las constancias históricas, las elecciones libres, las reinas de la belleza, los discursos trascendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoritas, los correctos caballeros, los pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, la corte suprema de justicia, los artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de la carne, la pureza del lenguaje, los ejemplos para el mundo, el orden jurídico, la prensa libre pero responsable, la Atenas sudamericana, la opinión pública, las lecciones democráticas, la moral cristiana, la escasez de divisas, el derecho de asilo, el peligro comunista, la nave del estado, la carestía de la vida, las tradiciones republicanas, las clases desfavorecidas, los mensajes de adhesión.
The wealth of the subsoil, the territorial waters, the colors of the flag, national soverignty, the traditional parties, the rights of man, civil rights, the nation′s leadership, the right of appeal, Congressional hearings, letters of recommendation, historical records, free elections, beauty queens, transcendental speeches, huge demonstrations, distinguished young ladies, proper gentlemen, punctilious military men, His Illustrious Eminence, the Supreme Court, goods whose importation was forbidden, liberal ladies, the meat problem, the purity of the language, setting a good example, the free but responsible press, the Athens of South America, public opinion, the lessons of democracy, Christian morality, the shortage of foreign exchange, the right of asylum, the Communist menace, the ship of state, the high cost of living, republican traditions, the under-privileged classes, statements of political support.
No alcanzó a terminar. La laboriosa enumeración tronchó su último viaje. Ahogándose en el maremagnum de fórmulas abstractas que durante dos siglos constituyeron la justificación moral del poderío de la familia, la Mamá Grande emitió un sonoro eructo, y expiró.
She didn′t manage to finish. The laborious enumeration cut off her last breath. Drowning in the pandemonium of abstract formulas which for two centuries has constituted the moral justification of the family′s power, Big Mama emitted a loud belch and expired.
Los habitantes de la capital remota y sombría vieron esa tarde el retrato de una mujer de veinte años en la primera página de las ediciones extraordinarias, y pensaron que era una nueva reina de la belleza. La Mamá Grande vivía otra vez la momentánea juventud de su fotografía, ampliada a cuatro columnas y con retoques urgentes, su abundante cabellera recogida a lo alto del cráneo con un peine de marfil, y una diadema sobre la gola de encajes. Aquella imagen, captada por un fotógrafo ambulante que pasó por Macondo a principios de siglo y archivada por los periódicos durante muchos años en la división de personajes desconocidos, estaba destinada a perdurar en la memoria de las generaciones futuras. En los autobuses decrépitos, en los ascensores de los ministerios, en los lúgubres salones de té forrados de pálidas colgaduras, se susurró con veneración y respeto de la autoridad muerta en su distrito de calor y malaria, cuyo nombre se ignoraba en el resto del país hacía pocas horas, antes de ser consagrado por la palabra impresa. Una llovizna menuda cubría de recelo y de verdín a los transeúntes. Las campanas de todas las iglesias tocaban a muerto. El presidente de la república, sorprendido por la noticia cuando se dirigía al acto de graduación de los nuevos cadetes, sugirió al ministro de la guerra, en una nota escrita de su puño y letra en el revés del telegrama, que concluyera su discurso con un minuto de silencio en homenaje a la Mamá Grande.
That afternoon the inhabitants of the distant and somber capital saw the picture of a twenty-year-old woman on the first page of the extra editions, and thought that it was a new beauty queen. Big Mama lived again the momentary youth of her photograph, enlarged to four columns and with needed retouching, her abundant hair caught up atop her skull with an ivory comb and a diadem on her lace collar. The image, captured by a street photographer who passed through Macondo at the beginning of the century, and kept in the newspaper′s margue for many years in the section of unidentified persons, was destined to endure in the memory of furture generations. In the dilapidated buses, the the elevators at the Ministires, and in the dismal tearooms hung with pale decorations, people whispered with veneration and respect about the dead personage in her sultry, malarial region, whose name was unknown in the rest of the country a few hours before-before it had been sanctified by the printed word. A fine drizzle covered the passers-by with misgiving and mist. All the church bell tolled for the dead. The President of the Republic, taken by suprise by the news when on his way to the commencement exercises for the new cadets, suggested to the War Minister, in a note in his own hand on the back of the telegram, that he conclude his speech with a minute of silent homage to Big Mama.
El orden social había sido rozado por la muerte. El propio presidente de la república, a quien los sentimientos urbanos llegaban como a través de un filtro de purificación, alcanzó a percibir desde su automóvil en una visión instantánea pero hasta un cierto punto brutal, la silenciosa consternación de la ciudad. Sólo permanecían abiertos algunos cafetines de mala muerte, y la Catedral Metropolitana, dispuesta para nueve días de honras fúnebres. En el Capitolio Nacional, donde los mendigos envueltos en papeles dormían al amparo de columnas dóricas y taciturnas estatuas de presidentes muertos, las luces del Congreso estaban encendidas. Cuando el primer mandatario entró a su despacho, conmovido por la visión de la capital enlutada, sus ministros lo esperaban vestidos de tafetán funerario, de pie, más solemnes y pálidos que de costumbre.
The social order had been brushed by death. The Presidet of the Republic himself, who was affected by urban feelins as if they reached him through a purifying filter, managed to perceive from his car in a momentary but to a certain extent brutal vision the silent consternation of the city. Only a few low cafes remained open; the Metropolitan Cathedral was readied for nine days of funeral rites. At the National Capitol, where the beggars wrapped in newspapers slept in the shelter of the Doric columns and the silent statues of dead Presidents, the lights of Congress were lit. When the President entered his office, moved by the vision of the capital in mourning, his Ministers were waiting for him dressed in funereal garb, standing, paler and more solemn than usual.
Los acontecimientos de aquella noche y las siguientes serían más tarde definidos como una lección histórica. No sólo por el espíritu cristiano que inspiró a los más elevados personeros del poder público, sino por la abnegación con que se conciliaron intereses disímiles y criterios contrapuestos, en el propósito común de enterrar un cadáver ilustre. Durante muchos años la Mamá Grande había garantizado la paz social y la concordia política de su imperio, en virtud de los tres baúles de cédulas electorales falsas que formaban parte de su patrimonio secreto. Los varones de la servidumbre, sus protegidos y arrendatarios, mayores y menores de edad, ejercitaban no sólo su propio derecho de sufragio, sino también el de los electores muertos en un siglo. Ella era la prioridad del poder tradicional sobre la autoridad transitoria, el predominio de la clase sobre la plebe, la trascendencia de la sabiduría divina sobre la improvisación mortal. En tiempos pacíficos, su voluntad hegemónica acordaba y desacordaba canonjías, prebendas y sinecuras, y velaba por el bienestar de los asociados así tuviera para lograrlo que recurrir a la trapisonda o al fraude electoral. En tiempos tormentosos, la Mamá Grande contribuyó en secreto para armar a sus partidarios, y socorrió en público a sus víctimas. Aquel celo patriótico la acreditaba para los más altos honores.
The events of that night and the following ones would later be identified as a historic lesson. Not only because of the Christian spirit which inspired the most lofty personages of public power, but also because of the abnegation with which dissimilar interests and conflicting judgments were conciliated in the common goal of burying the illustrious body. For many years Big Mama had guaranteed the social peace and political harmony of her empire, by virtue of the three trunks full of forged electoral certificates which formed part of her secret estate. The men in her service, her proteges and tenants, elder and younger, exercised not only their own rights of suffrage but also those of electors dead for a century. She exercised the priority of traditional power over transitory authority, the predominance of class over the common people, the transcendence of divine wisdom over human improvisation. In times of peace, her dominant will approved and disapproved canonries, benefices, and sinecures, and watched over the welfare of her associates, even if she had to resort to clandestine maneuvers or election fraud in order to obtain it. In troubled times, Big Mama contributed secretly for weapons for her partisans, but came to the aid of her victims in public. The partiotic zeal guaranteed the highest honors for her.
El presidente de la república no había tenido necesidad de recurrir a sus consejeros para medir el peso de su responsabilidad. Entre la sala de audiencias de Palacio y el patiecito adoquinado que sirvió de cochera a los virreyes, mediaba un jardín interior de cipreses oscuros donde un fraile portugués se ahorcó por amor en las postrimerías de la Colonia. A pesar de su ruidoso aparato de oficiales condecorados, el presidente no podía reprimir un ligero temblor de incertidumbre cuando pasaba por ese lugar después del crepúsculo. Pero aquella noche, el estremecimiento tuvo la fuerza de una premonición. Entonces adquirió plena conciencia de su destino histórico, y decretó nueve días de duelo nacional, y honores póstumos a la Mamá Grande en la categoría de heroína muerta por la patria en el campo de batalla. Como lo expresó en la dramática alocución que aquella madrugada dirigió a sus compatriotas a través de la cadena nacional de radio y televisión, el primer magistrado de la nación confiaba en que los funerales de la Mamá Grande constituyeran un nuevo ejemplo para el mundo.
The President of the Republic had not needed to consult with his advisers in order to weigh the gravity of his responsibility. Between the Palace reception hall and the little paved patio which had served the viceroys as a cochere, there was an interior garden of dark cypresses where a Portugese monk had hanged himself out of love in the last days of the Colony. Depsite his noisy coterie of bemedaled officials, the President could not suppress a slight tremor of uncertainty when he passed the spot after dusk. But that night his trembling had the strength of a premonition. Then the full awareness of his historical destiny dawned on him, and he decreed nine days of national mourning, and posthumous honor for Big Mama at the rank befitting a heroine who had died for the fatherland on the field of battle. As he expressed it in the dramatic address which he delivered that morning to his compatriots over the national radio and television network, the Nation′s Leader trusted that the funeral rites for Big Mama would set a new example for the world.
Tan altos propósitos debían tropezar sin embargo con graves inconvenientes. La estructura jurídica del país, construida por remotos ascendientes de la Mamá Grande, no estaba preparada para acontecimientos como los que empezaban a producirse. Sabios doctores de la ley, probados alquimistas del derecho ahondaron en hermenéuticas y silogismos, en busca de la fórmula que permitiera al presidente de la república asistir a los funerales. Se vivieron días de sobresalto en las altas esferas de la política, el clero y las finanzas. En el vasto hemiciclo del Congreso, enrarecido por un siglo de legislación abstracta, entre óleos de próceres nacionales y bustos de pensadores griegos, la evocación de la Mamá Grande alcanzó proporciones insospechables, mientras su cadáver se llenaba de burbujas en el duro setiembre de Macondo. Por primera vez se habló de ella y se la concibió sin su mecedor de bejuco, sus sopores a las dos de la tarde y sus cataplasmas de mostaza, y se la vio pura y sin edad, destilada por la leyenda.
Such a noble aim was to collide nevertheless with certain grave inconveniences. The judicial struture of the contry, built by remote ancestors of Big Mama, was not prepared for events such as those which began to occur. Wise Doctors of Law, certified alchemists of the statues, plunged into hermeneutics and syllogisms in search of the formula which would permit the Presidet of the Republic to attend the funeral. The upper strata of politics, the clegry, the finaciers lived through entire days of alarm. In the vast semicircle of Congress, rarefied by a century of abstract legislation, amid oil painting of National Heroes and busts of Greek thinkers, the vocation of Big Mama reached unheard-of proportions, while her body filled with bubbles in the harsh Macondo September. For the first time, people spoke of her and conceived of her without her rattan rocker, her afternoon stupors, and her mustard plasters, and they saw her ageless and pure, distilled by legend.
Horas interminables se llenaron de palabras, palabras, palabras que repercutían en el ámbito de la república, aprestigiadas por los altavoces de la letra impresa. Hasta que alguien dotado de sentido de la realidad en aquella asamblea de jurisconsultos asépticos, interrumpió el blablablá histórico para recordar que el cadáver de la Mamá Grande esperaba la decisión a 40 grados a la sombra. Nadie se inmutó frente a aquella irrupción del sentido común en la atmósfera pura de la ley escrita. Se impartieron órdenes para que fuera embalsamado el cadáver, mientras se encontraban fórmulas, se conciliaban pareceres o se hacían enmiendas constitucionales que permitieran al presidente de la república asistir al entierro.
Interminable hours were filled with words, words, words, which resounded throughout the Republic, made prestigious by the spokesmen of the printed word. Until, endowed with a sense of reality in that assembly of aseptic lawgiver, the historic blahblahblah was interrupted by the reminder that Big Mama′s corpse awaited their decision at 104 in the shade. No one batted an eye in the face of that eruption of common sense in the pure atmosphere of the written law. Orders were issued to embalm the cadaver, while formulas were adduced, viewpoints were reconciled, or constitutional amendments were made to permit the President to attend the burial.
Tanto se había parlado, que los parloteos transpusieron las fronteras, transpasaron el océano y atravesaron como un presentimiento las habitaciones pontificias de Castelgandolfo. Repuesto de la modorra del ferragosto reciente, el Sumo Pontífice estaba en la ventana, viendo en el lago sumergirse los buzos que buscaban la cabeza de la doncella decapitada. En las últimas semanas los periódicos de la tarde no se habían ocupado de otra cosa, y el Sumo Pontífice no podía ser indiferente a un enigma planteado a tan corta distancia de su residencia de verano. Pero aquella tarde, en una sustitución imprevista, los periódicos cambiaron las fotografías de las posibles víctimas, por la de una sola mujer de veinte años, señalada con una blonda de luto. “La Mamá Grande, exclamó el Sumo Pontífice, reconociendo al instante el borroso daguerrotipo que muchos años antes le había sido ofrendado con ocasión de su ascenso a la Silla de San Pedro. “La Mamá Grande, exclamaron a coro en sus habitaciones privadas los miembros del Colegio Cardenalicio, y por tercera vez en veinte siglos hubo una hora de desconciertos, sofoquines y correndillas en el imperio sin límites de la cristiandad, hasta que el Sumo Pontífice estuvo instalado en su larga góndola negra, rumbo a los fantásticos y remotos funerales de la Mamá Grande.
So much had been said that the discussion crossed the borders, traversed the ocean, and blew like an omen through the pontifical apartments at Castel Gandolfo. Recovered from the drowsiness of the torpid days of August, the Supreme Pontiff was at the window watching the lake where the divers were searching for the head of a decapitate young girl. For the last few weeks, the evening newspapers had been concerned with nothing else, and the Supreme Pontiff could not be indifferent to an enigma located such a short distance from his summer residence. But that enening, in a unforseen susbstitution, the newspapers changed the photographs of the possible victims for that of one single twenty-year-old woman, marked off with black margins. "Big Mama," exclaimed the Supreme Pontiff, recognizing instantly the hazy daguerreotype which many years before had been offered to him on the occasion of his ascent to the Throne of Saint Peter. "Big Mama," exclaimed in chorus the members of the College of Cardinals in their private apartments, and for the third time in twenty centuries there was an hour of confusion, chagrin, and bustle in the limitless empire of Christendom, until the Supreme Pontiff was installed in his long black limosine en route to Big Mama′s fantastic and far-off funeral.
Detrás quedaron los luminosos sembrados de melocotones, la Vía Apia Antica con tibias actrices de cine dorándose en las terrazas sin todavía tener noticias de la conmoción, y después el sombrío promontorio del Castelsantangelo en el horizonte del Tíber. Al crepúsculo los profundos dobles de la Basílica de San Pedro se entreveraron con los bronces cuarteados de Macondo. Desde su toldo sofocante, a través de los caños intrincados y las ciénagas sigilosas que marcaban el límite del Imperio Romano y los hatos de la Mamá Grande, el Sumo Pontífice oyó toda la noche la bullaranga de los monos alborotados por el paso de las muchedumbres. En su itinerario nocturno la canoa pontificia se había ido llenando de costales de yuca, racimos de plátanos verdes y huacales de gallina, y de hombres y mujeres que abandonaban sus ocupaciones habituales para tentar fortuna con cosas de vender en los funerales de la Mamá Grande. Su Santidad padeció esa noche, por primera vez en la historia de la Iglesia, la fiebre de la vigilia y el tormento de los zancudos. Pero el prodigioso amanecer sobre los dominios de la Gran Vieja, la visión primigenia del reino de la balsamina y de la iguana, borraron de su memoria los padecimientos del viaje y lo compensaron del sacrificio.
The shining peach orchards were left behind, the Via Appia Antica with warm movie stars tanning on terraces without as yet haveing heard any news of the commotion, and then the somber promontory of Castel Sant′ Angelo on the edge of the Tiber. At dusk the resonant pealing of St. Peter′s Basilica mingled with the cracked tinklings of Macondo. Inside his stifling tent across the tangled reeds and the silent bogs which marked the boundary between the Roman Empire and the ranches of Big Mama, the Supreme Pontiff heard the uproar of the monkeys agitated all night long by the passing of the crowds. On his nocturnal itinerary, the canoe had been filled with bags of yucca, stalks of green bananas, and crates of chickens, and with men and women who abandoned their customary pursuits to try their luck at selling things at Big Mama′s funeral. His Holiness sufferd that night, for the first time in the history of the Church, from the fever of insomnia and the torment of the mosquitoes. But the marvelous dawn over the Great Old Woman′s domain, the primeval vision of the balsam apple and the iguana, erased from his memory the suffering of his trip and compensated him for his sacrifice.
Nicanor había sido despertado por tres golpes en la puerta que anunciaban el arribo inminente de Su Santidad. La muerte había tomado posesión de la casa. Inspirados por sucesivas y apremiantes alocuciones presidenciales, por las febriles controversias de los parlamentarios que habían perdido la voz y continuaban entendiéndose por medio de signos convencionales, hombres y congregaciones de todo el mundo se desentendieron de sus asuntos y colmaron con su presencia los oscuros corredores, los atiborrados pasadizos, las asfixiantes buhardas, y quienes llegaron con retardo se treparon y acomodaron del mejor modo en barbacanas, palenques, atalayas, maderámenes y matacanes. En el salón central, momificándose en espera de las grandes decisiones, yacía el cadáver de la Mamá Grande, bajo un estremecido promontorio de telegramas. Extenuados por las lágrimas, los nueve sobrinos velaban el cuerpo en un éxtasis de vigilancia recíproca.
Nicanor had been awakened by three knocks at the door which announced the imminent arrival of His Holiness. Death had taken possession of the house. Inspired by successive and urgent Presidential addresses, by the feverish controversies which had been silenced but continued to be heard by means of conventional symbols, men and congregations the world over dropped everything and with their presence filled the dark hallways, the jammed passageways, the stifling attics; and those who arrived later climbed up on the low walls around the church, the palisades, vantage points, timber work, and parapets, where they accommodated themselves as best they could. In the central hall, Big Mama′s cadaver lay mummifying while it waited for the momentous decisions contained in a quivering mound of telegrams. Weakened by their weeping, the nine nephews sat the wake beside the body in an ecstasy of reciprocal surveillance.
Aún debió el universo prolongar el acecho durante muchos días. En el salón del consejo municipal, acondicionado con cuatro taburetes de cuero, una tinaja de agua filtrada y una hamaca de lampazo, el Sumo Pontífice padeció un insomnio sudoroso, entreteniéndose con la lectura de memoriales y disposiciones administrativas en las dilatadas noches sofocantes. Durante el día, repartía caramelos italianos a los niños que se acercaban a verlo por la ventana, y almorzaba bajo la pérgola de astromelias con el padre Antonio Isabel, y ocasionalmente con Nicanor. Así vivió semanas interminables y meses alargados por la expectativa y el calor, hasta que Pastor Pastrana se plantó con su redoblante en el centro de la plaza y leyó el bando de la decisión. Se declaraba turbado el orden público, tarrataplán, y el presidente de la república, tarrataplán, disponía de las facultades extraordinarias, tarrataplán, que le permitían asistir a los funerales de la Mamá Grande, tarrataplán, rataplán, plan, plan.
And still the universe was to prolong the waiting for many more days. In the city-council hall, fitted out with four leather stools, a jug of purified water, and a burdock hammock, the Supreme Pontiff suffered from a perspiring insomnia, diverting himself by reading memorials and administrative orders in the lengthy, stifling nights. During the day, he distributed Italian candy to the children who approached to see him through the window, and lunched beneath the hibisucs arbor with Father Anthony Isabel, and occasionally with Nicanor. Thus he lived for interminable weeks and months which were protracted by the waiting and the heat, until the day Father Pastrana appeared with his drummer in the middle of the plaza and read the proclamation of the decision. It was declared that Public Order was disturbed, ratatatat, and the Presidet of the Republic, ratatat, had in his power the extraordinary prerogatives, ratatat, which permitted him to attend Big Mama′s funeral, ratatatat, tatatat, tatat, tatat.
El gran día era venido. En las calles congestionadas de ruletas, fritangas y mesas de lotería, y hombres con culebras enrolladas en el cuello que pregonaban el bálsamo definitivo para curar la erisipela y asegurar la vida eterna; en la placita abigarrada donde las muchedumbres habían colgado sus toldos y desenrollado sus petates, apuestos ballesteros despejaron el paso a la autoridad. Allí estaban, en espera del momento supremo, las lavanderas del San Jorge, los pescadores de perla del Cabo de Vela, los atarrayeros de Ciénega, los camaroneros de Tasajera, los brujos de la Mojana, los salineros de Manaure, los acordeoneros de Valledupar, los chalanes de Ayapel, los papayeros de San Pelayo, los mamadores de gallo de La Cueva, los improvisadores de las Sabanas de Bolívar, los camajanes de Rebolo, los bogas del Magdalena, los tinterillos de Mompox, además de los que se enumeran al principio de esta crónica, y muchos otros. Hasta los veteranos del coronel Aureliano Buendía -el duque de Marlborough a la cabeza, con su atuendo de pieles y uñas y dientes de tigre- se sobrepusieron a su rencor centenario por la Mamá Grande y los de su especie, y vinieron a los funerales, para solicitar del presidente de la república el pago de las pensiones de guerra que esperaban desde hacía sesenta años.
The great day had arrived. In the streets crowded with carts, hawkers of fried foods, and lottery stalls, and men with snakes wrapped around their necks who peddled a balm which would definitively cure erysipelas and guarantee eternal life; in the mottled little plaza where the crowds had set up their tents and unrolled their sleeping mats, dapper archers cleared the Authorities′ way. There they were, awaiting the supreme moment: the washerwomen of San Jorge, the pearl fishers from Cabo de la Vela, the fishermen from Eienaga, the shrimp fishermen from Tasajera, the sorcerers from Mojajana, the salt miners from Manaure, the accordionists from Valledupar, the fine horsemen of Ayaper, the ragtag musicians from San Pelayo, the cock breeders from Le Cueva, the improvisers from Sabanas de Bolivar, the dandies from Rebolo, the oarsmen of the Magdalena, the shysters from Monpox, in addition to those enumerated at the beginning of this chronicle, and many others. Even the veterans of Colel Aureliano Buendia′s camp-the Duke of Marlborough at their head, with the pomp of his furs and tiger′s claws and teeth-overcame their centenarian hatred of Big Mama and those of her line and come to the funeral to ask the President of the Republic for the payment of their veterans′ pensions which they had been waiting for for sixty years.
Poco antes de las once, la muchedumbre delirante que se asfixiaba al sol, contenida por una élite imperturbable de guerreros uniformados de dormanes guarnecidos y espumosos morriones, lanzó un poderoso rugido de júbilo. Dignos, solemnes en sus sacolevas y chisteras, el presidente de la república y sus ministros, las comisiones del parlamento, la corte suprema de justicia, el consejo de estado, los partidos tradicionales y el clero, y los representantes de la banca, el comercio y la industria, hicieron su aparición por la esquina de la telegrafía. Calvo y rechoncho, el anciano y enfermo presidente de la república desfiló frente a los ojos atónitos de las muchedumbres que lo habían investido sin conocerlo y que sólo ahora podían dar un testimonio verídico de su existencia. Entre los arzobispos extenuados por la gravedad de su ministerio y los militares de robusto tórax acorazado de insignias, el primer magistrado de la nación transpiraba el hálito inconfundible del poder.
A little before eleven the delirious crowd which was sweltering in the sun, held back by an imperturbable elite force of warriors decked out in embellished jackets and filigreed morions, emitted a powerful roar of jubilation. Dignified, solemn in their cutaways and top hats, the President of the Republic and his Ministers, the delegations from Parliament, the Supreme Court, the Council of State, the traditional parties and the clergy, and representative of Banking, Commerce, and Industry made their appearance around the corner of the telegraph office. Bald and chubby, the old and ailing President of the Republic paraded before the astonished eyes of the crowds who had seen him inaugurated without knowing who he was and who only now could give a true account of his existence. Among the archbishops enfeebled by the gravity of their ministy, and the miliary men with robust chests armored with medals, the Leader of the Nation exuded the unmistakable air of power.
En segundo término, en un sereno transcurso de crespones luctuosos, desfilaban las reinas nacionales de todas las cosas habidas y por haber. Por primera vez desprovistas del esplendor terrenal, allí pasaron, precedidas de la reina universal, la reina del mango de hilacha, la reina de la ahuyama verde, la reina del guineo manzano, la reina de la yuca harinosa, la reina de la guayaba perulera, la reina del coco de agua, la reina del frijol de cabecita negra, la reina de 426 kilómetros de sartales de huevos de iguana, y todas las que se omiten por no hacer interminables estas crónicas.
In the second rank, in a serene array of mourning crepe, paraded the national queens of all things that have been or ever will be. Stripped of the earthly splendor for the first time, they marched by, preceded by the universal queen; the soybeen queen, the green-squash queen, the banana queen, the meal yucca queen, the guava queen, the coconut queen, the kidney-bean queen, the 255-mile-long-string-of-iguana-eggs queen, and all the other who are omitted so as not to make this account interminable.
En su féretro con vueltas de púrpura, separada de la realidad por ocho torniquetes de cobre, la Mamá Grande estaba entonces demasiado embebida en su eternidad de formaldehído para darse cuenta de la magnitud de su grandeza. Todo el esplendor con que ella había soñado en el balcón de su casa durante las vigilias del calor, se cumplió con aquellas cuarenta y ocho gloriosas en que todos los símbolos de la época rindieron homenaje a su memoria. El propio Sumo Pontífice, a quien ella imaginó en sus delirios suspendido en una carroza resplandeciente sobre los jardines del Vaticano, se sobrepuso al calor con un abanico de palma trenzada y honró con su dignidad suprema los funerales más grandes del mundo.
In her coffin draped in purple, separated from reality by eight copper turnbuckles, Big Mama was at the moment too absorbed in her formaldehyde eternity to realize the magnitude of her grandeur. All the splendor which she had dreamed of on the balcony of her house during her heat-induced insomnia was fulfilled by those forty-eight glorious hours during which all the symbols of the age paid homage to her memory. The Supreme Pontiff himself, whom she in her delirium imagined floating above the gardens of the Vatican in a resplendent carriage, conquered the heat with a plaited palm fan, and honored with his Supreme Dignity the greatest funeral in the world.
Obnubilado por el espectáculo del poder, el populacho no determinó el ávido aleteo que ocurrió en el caballete de la casa cuando se impuso el acuerdo en la disputa de los ilustres, y se sacó el catafalco a la calle en hombros de los más ilustres. Nadie vio la vigilante sombra de gallinazos que siguió al cortejo por las ardientes callecitas de Macondo, ni reparó que al paso de los ilustres éstas se iban cubriendo de un pestilente rastro de desperdicios. Nadie advirtió que los sobrinos, ahijados, sirvientes y protegidos de la Mamá Grande cerraron las puertas tan pronto como sacaron el cadáver, y desmontaron las puertas, desenclavaron las tablas y desenterraron los cimientos para repartirse la casa. Lo único que para nadie pasó inadvertido en el fragor de aquel entierro, fue el estruendoso suspiro de descanso que exhalaron las muchedumbres cuando se cumplieron los catorce días de plegarias, exaltaciones y ditirambos, y la tumba fue sellada con una plataforma de plomo. Algunos de los allí presentes dispusieron de la suficiente clarividencia para comprender que estaban asistiendo al nacimiento de una nueva época. Ahora podía el Sumo Pontífice subir al Cielo en cuerpo y alma, cumplida su misión en la tierra, y podía el presidente de la república sentarse a gobernar según su buen criterio, y podían las reinas de todo lo habido y por haber casarse y ser felices y engendrar y parir muchos hijos, y podían las muchedumbres colgar sus toldos según su leal modo de saber y entender en los desmesurados dominios de la Mamá Grande, porque la única que podía oponerse a ello y tenía suficiente poder para hacerlo había empezado a pudrirse bajo una plataforma de plomo. Sólo faltaba entonces que alguien recostara un taburete en la puerta para contar esta historia, lección y escarmiento de las generaciones futuras, y que ninguno de los incrédulos del mundo se quedara sin conocer la noticia de la Mamá Grande, que mañana miércoles vendrán los barrenderos y barrerán la basura de sus funerales, por todos los siglos de los siglos.
Dazzled by the show of power, the common people did not discern the covetous bustling which occurred on the rooftree of the house when agreement was imposed on the town grandees′ wrangling and the catafalque was taken into the street on the shoulders of the grandest of them all. No one saw the vigilant shadow of the buzzards which followed the cortege through the sweltering little streets of Macondo, nor did they notice that as the grandees passed they left a pestilential train of garbage in the street. No one noticed that the nephews, god-children, servants, and proteges of Big Mama closed the doors as soon as the body was taken out, and dismantled the doors, pulled the nails out of the planks, and dug up the foundations to divide up the house. The only thing which was not missed by anyone amid the noise of that funeral was the thunderous sigh of relief which the crowd let loose when fourteen days of supplications, exaltations, and dithyrambs were over, and the tomb was sealed with a lead plinth. Some of those present were sufficiently aware as to understand that they were witnessing the birth of a new era. Now the Supreme Pontiff could ascent to Heaven in body and soul, his mission on earth fulfilled, and the President of the Republic could sit down and govern according to his good judgment, and the queens of all thing that have been or ever will be could marry and be happy and conceive and give birth to many sons, and the common people could set up their tents where they damn well pleased in the limitless domains of Big Mama, because the only one who could oppose them and had sufficient power to do so had begun to rot beneath a lead plinth. The only thing left then was for someone to lean a stool against the doorway to tell this story, lesson and example for future generations, so that not one of the world′s disbelievers would be left who did no know the story of Big Mama, because tomorrow, Wednesday, the garbage men will come and will sweep up the garbage from her funeral, forever and ever.