Jorge Luis Borges

Tres versiones de Judas -- [Three Versions of Judas*]
Translated by J. E. I.
Edición bilingüe, español- inglés, de Miguel Garci-Gomez. Dept. Romance Stydies
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There seemed a certainity in degradation.
T. E. Lawrence: Seven Pillars of Wisdom, ciii
En el Asia Menor o en Alejandría, en el segundo siglo de nuestra fe, cuando Basílides publicaba que el cosmos era una temeraria o malvada improvisación de ángeles deficientes, Niels Runeberg hubiera dirigido, con singular pasión intelectual, uno de los coventículos gnósticos. Dante le hubiera destinado, tal vez, un sepulcro de fuego; su nombre aumentaría los catálogos de heresiarcas menores, entre Satornilo y Carpócrates; algún fragmento de sus prédicas, exonerado de injurias, perduraría en el apócrifo Liber adversus omnes haereses o habría perecido cuando el incendio de una biblioteca monástica devoró el último ejemplar del Syntagma. En cambio, Dios le deparó el siglo veinte y la ciudad universitaria de Lund. Ahí, en 1904, publicó la primera edición de Kristus och Judas; ahí, en 1909, su libro capital Den hemlige Frälsaren. (Del último hay versión alemana, ejecutada en 1912 por Emili Schering; se llama Der heimliche Heiland.)  In Asia Minor or in Alexandria, in the second century of our faith (when Basilides was announcing that the cosmos was a rash and malevolent improvisation engineered by defective angels), Nils Runeberg might have directed, with a singular intellectual passion, one of the Gnostic monasteries. Dante would have destined him, perhaps, for a fiery sepulcher; his name might have augmented the catalogues of heresiarchs, between Satornibus and Carpocrates; some fragment of his preaching, embellished with invective, might have been preserved in the apocryphal Liber adversus omnes haereses or might have perished when the firing of a monastic library consumed the last example of the Syntagma. Instead, God assigned him to the twentieth century, and to the university city of Lund. There, in 1904, he published the first edition of Kristus och Judas; there, in 1909, his masterpiece Dem hemlige Frälsaren appeared. (Of this last mentioned work there exists a German version, Der heimliche Heiland, published in 1912 by Emil Schering.)
Antes de ensayar un examen de los precitados trabajos, urge repetir que Nils Runeberg, miembro de la Unión Evangélica Nacional, era hondamente religioso. En un cenáculo de París o aun en Buenos Aires, un literato podría muy bien redescubir las tesis de Runeberg; esas tesis, propuestas en un cenáculo, serían ligeros ejercicios inútiles de la negligencia o de la blasfemia. Para Runeberg, fueron la clave que descifra un misterio central de la teología; fueron materia de meditación y análisis, de controversia histórica y filológica, de soberbia, de júbilo y de terror. Justificaron y desbarataron su vida. Quienes recorran este artículo, deben asimismo considerar que no registra sino las conclusiones de Runeberg, no su dialéctica y sus pruebas. Alguien observará que la conclusión precedió sin duda a las “pruebas”. ¿Quién se resigna a buscar pruebas de algo no creído por él o cuya prédica no le importa? Before undertaking an examination of the foregoing works, it is necessary to repeat that Nils Runeberg, a member of the National Evangelical Union, was deeply religious. In some salon in Paris, or even in Buenos Aires, a literary person might well rediscover Runeberg′s theses; but these arguments, presented in such a setting, would seem like frivolous and idle exercises in irrelevance or blasphemy. To Runeberg they were the key with which to decipher a central mystery of theology; they were a matter of meditation and analysis, of historic and philologic controversy, of loftiness, of jubilation, and of terror. They justified, and destroyed, his life. Whoever peruses this essay should know that it states only Runeberg′s conclusions, not his dialectic or his proof. Someone may observe that no doubt the conclusion preceded the "proofs". For who gives himself up to looking for proofs of something he does not believe in or the predication of which he does not care about?
La primera edición de Kristus och Judas lleva este categórico epígrafe, cuyo sentido, años después, monstruosamente dilataría el propio Nils Runeberg: No una cosa, todas las cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas (De Quincey, 1857). Precedido por algún alemán, De Quincey especuló que Judas entregó a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma; Runeberg sugiere una vindicación de índole metafísica. Hábilmente, empieza por destacar la superfluidad del acto de Judas. Observa (como Robertson) que para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol. Ello, sin embargo, ocurrió. Suponer un error en la Escritura es intolerable; no menos tolerable es admitir un hecho casual en el más precioso acontecimiento de la historia del mundo. Ergo, la traición de Judas no fue casual; fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención. Prosigue Runeberg: El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aun más la Reprobación. Así dilucidó Nils Runeberg el enigma de Judas.  The first edition of Kristus och Judas bears the following categorical epigraph, whose meaning, some years later, Nils Runeberg himself would monstrously dilate: Not one thing, but everything tradition attributes to Judas Iscariot is false. (De Quincey, 1857.) Preceded in his speculation by some German thinker, De Quincey opined that Judas had betrayed Jesus Christ in order to force him to declare his divinity and thus set off a vast rebellion against the yoke of Rome; Runeberg offers a metaphysical vindication. Skillfully, he begins by pointing out how superfluous was the act of Judas. He observes (as did Robertson) that in order to identify a master who daily preached in the synagogue and who performed miracles before gatherings of thousands, the treachery of an apostle is not necessary. This, nevertheless, occurred. To suppose an error in Scripture is intolerable; no less intolerable is it to admit that there was a single haphazard act in the most precious drama in the history of the world. Ergo, the treachery of Judas was not accidental; it was a predestined deed which has its mysterious place in the economy of the Redemption. Runeberg continues: The Word, when It was made flesh, passed from ubiquity into space, from eternity into history, from blessedness without limit to mutation and death; in order to correspond to such a sacrifice it was necessary that a man, as representative of all men, make a suitable sacrifice. Judas Iscariot was that man. Judas, alone among the apostles, intuited the secret divinity and the terrible purpose of Jesus. The Word had lowered Himself to be mortal; Judas, the disciple of the Word, could lower himself to the role of informer (the worst transgression dishonor abides), and welcome the fire which can not be extinguished. The lower order is a mirror of the superior order, the forms of the earth correspond to the forms of the heavens; the stains on the skin are a map of the incorruptible constellations; Judas in some way reflects Jesus. Thus the thirty pieces of silver and the kiss; thus deliberate self-destruction, in order to deserve damnation all the more. In this manner did Nils Runeberg elucidate the enigma of Judas.
Los teólogos de todas las confesiones lo refutaron. Lars Peter Engström lo acusó de ignorar, o de preterir, la unión hipostática; Axel Borelius, de renovar la herejía de los docetas, que negaron la humanidad de Jesús; el acerado obispo de Lund, de contradecir el tercer versículo del capítulo 22 del Evangelio de San Lucas. The theologians of all the confessions refuted him. Lars Peter Engström accused him of ignoring, or of confining to the past, the hypostatic union of the Divine Trinity; Axel Borelius charged him with renewing the heresy of the Docetists, who denied the humanity of Jesus; the sharp tongued bishop of Lund denounced him for contradicting the third verse of chapter twenty-two of the Gospel of St.Luke.
Estos variados anatemas influyeron en Runeberg, que parcialmente reescribió el reprobado libro y modificó su doctrina. Abandonó a sus adversarios el terreno teológico y propuso oblicuas razones de orden moral. Admitió que Jesús, «que disponía de los considerables recursos que la Omnipotencia puede ofrecer», no necesitaba de un hombre para redimir a todos los hombres. Rebatió, luego, a quienes afirman que nada sabemos del inexplicable traidor; sabemos, dijo, que fue uno de los apóstoles, uno de los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanar enfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y para echar fuera demonios (Mateo 10: 7-8; Lucas 9: 1). Un varón a quien ha distinguido así el Redentor merece de nosotros la mejor interpretación de sus actos. Imputar su crimen a la codicia (como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12: 6) es resignarse al móvil más torpe. Nils Runeberg propone el móvil contrario: un hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el espíritu. Renunció al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer(n1) . Premeditó con lucidez terrible sus culpas. En el adulterio suelen participar la ternura y la abnegación; en el homicidio, el coraje; en las profanaciones y la blasfemia, cierto fulgor satánico. Judas eligió aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud: el abuso de confianza (Juan 12: 6) y la delación. Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno. Pablo ha escrito: El que se gloria, gloríese en el Señor (I Corintios 1: 31); Judas buscó el Infierno, porque la dicha del Señor le bastaba. Pensó que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres(n2) . These various anathemas influenced Runeberg, who partially rewrote the disapproved book and modified his doctrine. He abandoned the terrain of theology to his adversaries and postulated oblique arguments of a moral order. He admitted that Jesus, "who could count on the considerable resources which Omnipotence offers," did not need to make use of a man to redeem all men. Later, he refuted those who affirm that we know nothing of the inexplicable traitor; we know, he said, that he was one of the apostles, one of those chosen to announce the Kingdom of Heaven, to cure the sick, to cleanse the leprous, to resurrect the dead, and to cast out demons (Matthew 10:7-8; Luke 9:1). A man whom the Redeemer has thus distinguished deserves from us the best interpretations of his deeds. To impute his crime to cupidity (as some have done, citing John 12:6) is to resign oneself to the most torpid motive force. Nils Runeberg proposes an opposite moving force: an extravagant and even limitless asceticism. The ascetic, for the greater glory of God, degrades and mortifies the flesh; Judas did the same with the spirit. He renounced honor, good, peace, the Kingdom of Heaven, as others, less heroically, renounced pleasure.1 With a terrible lucidity he premeditated his offense. In adultery, there is usually tenderness and self-sacrifice; in murder, courage; in profanation and blasphemy, a certain satanic splendor. Judas elected those offenses unvisited by any virtues: abuse of confidence (John 12 :6) and informing. He labored with gigantic humility; he thought himself unworthy to be good. Paul has written: Whoever glorifieth himself, let him glorify himself in the Lord. (I Corinthians 1:31); Judas sought Hell because the felicity of the Lord sufficed him. He thought that happiness, like good, is a divine attribute and not to be usurped by men.2
Muchos han descubierto, post factum, que en los justificables comienzos de Runeberg está su extravagante fin y que Den hemlige Frälsaren es una mera perversión o exasperación de Kristus och Judas. A fines de 1907, Runeberg terminó y revisó el texto manuscrito; casi dos años transcurrieron sin que lo entregara a la imprenta. En octubre de 1909, el libro apareció con un prólogo (tibio hasta lo enigmático) del hebraísta dinamarqués Erik Erfjord y con este pérfido epígrafe: En el mundo estaba y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció (Juan 1: 10). El argumento general no es complejo, si bien la conclusión es monstruosa. Dios, arguye Nils Runeberg, se rebajó a ser hombre para la redención del género humano; cabe conjeturar que fue perfecto el sacrificio obrado por él, no invalidado o atenuado por omisiones. Limitar lo que padeció a la agonía de una tarde en la cruz es blasfematorio(n3) .. Afirmar que fue hombre y que fue incapaz de pecado encierra contradicción; los atributos de impeccabilitas y de humanitas no son compatibles. Kemnitz admite que el Redentor pudo sentir fatiga, frío, turbación, hambre y sed; también cabe admitir que pudo pecar y perderse. El famoso texto Brotará como raíz de tierra sedienta; no hay buen parecer en él, ni hermosura; despreciado y el último de los hombres; varón de dolores, experimentado en quebrantos (Isaías 53: 2-3), es para muchos una previsión del crucificado, en la hora de su muerte; para algunos (verbigracia, Hans Lassen Martensen), una refutación de la hermosura que el consenso vulgar atribuye a Cristo; para Runeberg, la puntual profecía no de un momento sino de todo el atroz porvenir, en el tiempo y en la eternidad, del Verbo hecho carne. Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas. Many have discovered post factum that in the justifiable beginnings of Runeberg lies his extravagant end and that Dem hemlige Frälsaren is a mere perversion or exacerbation of Kristus och Judas. Toward the end of 1907, Runeberg finished and revised the manuscript text; almost two years passed without his handing it to the printer. In October of 1909, the book appeared with a prologue (tepid to the point of being enigmatic) by the Danish Hebraist Erik Erfjord and bearing this perfidious epigraph: In the world he was, and the world was made by him, and the world knew him not (John 1:10). The general argument is not complex, even if the conclusion is monstrous. God, argues Nils Runeberg, lowered himself to be a man for the redemption of the human race; it is reasonable to assume that thesacrifice offered by him was perfect, not invalidated or attenuated by any omission. To limit all that happened to the agony of one afternoon on the cross is blasphemous.3 To affirm that he was a man and that he was incapable of sin contains a contradiction; the attributes of impeccabilitas and of humanitas are not compatible. Kemnitz admits that the Redeemer could feel fatigue, cold, confusion, hunger and thirst; it is reasonable to admit that he could also sin and be damned. The famous text "He will sprout like a root in a dry soil; there is not good mien to him, nor beauty; despised of men and the least of them; a man of sorrow, and experienced in heartbreaks" (Isaiah 53:2-3) is for many people a forecast of the Crucified in the hour of his death; for some (as for instance, Hans Lassen Martensen), it is a refutation of the beauty which the vulgar consensus attributes to Christ; for Runeberg, it is a precise prophecy, not of one moment, but of all the atrocious future, in time and eternity, of the Word made flesh. God became a man completely, a man to the point of infamy, a man to the point of being reprehensible - all the way to the abyss. In order to save us, He could have chosen any of the destinies which together weave the uncertain web of history; He could have been Alexander, or Pythagoras, or Rurik, or Jesus; He chose an infamous destiny: He was Judas.
En vano propusieron esa revelación las librerías de Estocolmo y de Lund. Los incrédulos la consideraron, a priori, un insípido y laborioso juego teológico; los teólogos la desdeñaron. Runeberg intuyó en esa indiferencia ecuménica una casi milagrosa confirmación. Dios ordenaba esa indiferencia; Dios no quería que se propalara en la tierra Su terrible secreto. Runeberg comprendió que no era llegada la hora: Sintió que estaban convergiendo sobre él antiguas maldiciones divinas; recordó a Elías y a Moisés, que en la montaña se taparon la cara para no ver a Dios; a Isaías, que se aterró cuando sus ojos vieron a Aquel cuya gloria llena la tierra; a Saúl, cuyos ojos quedaron ciegos en el camino de Damasco; al rabino Simeón ben Azaí, que vio el Paraíso y murió; al famoso hechicero Juan de Viterbo, que enloqueció cuando pudo ver a la Trinidad; a los Midrashim, que abominan de los impíos que pronuncian el Shem Hamephorash, el Secreto Nombre de Dios. ¿No era él, acaso, culpable de ese crimen oscuro? ¿No sería ésa la blasfemia contra el Espíritu, la que no será perdonada (Mateo 12: 31)? Valerio Sorano murió por haber divulgado el oculto nombre de Roma; ¿qué infinito castigo sería el suyo, por haber descubierto y divulgado el horrible nombre de Dios? In vain did the bookstores of Stockholm and Lund offer this revelation. The incredulous considered it, a priori, an insipid and laborious theological game; the theologians disdained it. Runeberg intuited from this universal indifference an almost miraculous confirmation. God had commanded this indifference; God did not wish His terrible secret propagated in the world. Runeberg understood that the hour had not yet come. He sensed ancient and divine curses converging upon him, he remembered Elijah and Moses, who covered their faces on the mountain top so as not to see God; he remembered Isaiah, who prostrated himself when his eyes saw That One whose glory fills the earth; Saul who was blinded on the road to Damascus; the rabbi Simon ben Azai, who saw Paradise and died; the famous soothsayer John of Viterbo, who went mad when he was able to see the Trinity; the Midrashim, abominating the impious who pronounce the Shem Hamephorash, the secret name of God. Wasn′t he, perchance, guilty of this dark crime? Might not this be the blasphemy against the Spirit, the sin which will not be pardoned (Matthew 12:3)? Valerius Soranus died for having revealed the occult name of Rome; what infinite punishment would be his for having discovered and divulged the terrible name of God?+
Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runeberg erró por las calles de Malmö, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir con el Redentor el Infierno. Intoxicated with insomnia and with vertiginous dialectic, Nils Runeberg wandered through the streets of Malmö, praying aloud that he be given the grace to share Hell with the Redeemer.
Murió de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de 1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al concepto del Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y del infortunio. He died of the rupture of an aneurysm, the first day of March 1912. The writers on heresy, the heresiologists, will no doubt remember him; he added to the concept of the Son, which seemed exhausted, the complexities of calamity and evil.





1. Borelius interroga con burla: ¿Por qué no renunció a renunciar? ¿Por qué no a renunciar a renunciar?
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1 Borelius mockingly interrogates: Why did he not renounce to renounce? Why not renounce renouncing?




2. Euclydes da Cunha, en un libro ignorado por Runeberg, anota que para el heresiarca de Canudos, Antonio Conselheiro, la virtud «era una casi impiedad». El lector argentino recordará pasajes análogos en la obra de Almafuerte. Runeberg publicó, en la hoja simbólica Sju insegel, un asiduo poema descriptivo, El agua secreta; las primeras estrofas narran los hechos de un tumultuoso día; las últimas, el hallazgo de un estanque glacial; el poeta sugiere que la perduración de esa agua silenciosa corrige nuestra inútil vio-lencia y de algún modo la permite y la absuelve. El poema concluye así:
El agua de la selva es feliz;
podemos ser malvados y dolorosos
.
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2 Euclydes da Cunha, in a book ignored by Runeberg, notes that for the heresiarch of Canudos, Antonio Conselheiro, virtue was "a kind of impiety almost." An Argentine reader could recall analogous passages in the work of Almafuerte. Runeberg published, in the symbolist sheet Sju insegel, an assiduously descriptive poem, "The Secret Water": the first stanzas narrate the events of one tumultuous day; the last, the finding of a glacial pool; the poet suggests that the eternalness of this silent water checks our useless violence, and in some way allows and absolves it. The poem concludes in this way:
The water of the forest is still and felicitous,
And we, we can be vicious and full of pain.



3. Maurice Abramowicz observa: “Jésus, d′aprés ce scandinave, a toujours le beau rôle; ses déboires, grâce à la science des typographes, jouissent d′une réputabon polyglotte; sa résidence de trente-trois ans parmi les humains ne fut en somme, qu′une villégiature”. Erfjord, en el tercer apéndice de la Christelige Dogmatik refuta ese pasaje. Anota que la crucifixión de Dios no ha cesado, porque lo acontecido una sola vez en el tiempo se repite sin tregua en la eternidad. Judas, ahora, sigue cobrando las monedas de plata; sigue besando a Jesucristo; sigue arrojando las monedas de plata en el templo; sigue anudando el lazo de la cuerda en el campo de sangre. (Erlord, para justificar esa afirmación, invoca el último capítulo del primer tomo de la Vindicación de la eternidad, de Jaromir Hladík).
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3 Maurice Abramowicz observes: "Jesus, d′apres ce scandinave, a toujours le beau role; ses deboires, grace a la science des typographes, jouissent d′une reputation polyglotte; sa residence de trente-trois ans parmis les humains ne fut, en somne, qu′une villegiature." Erfjord, in the third appendix to the Christelige Dogmatik, refutes this passage. He writes that the crucifying of God has not ceased, for anything which has happened once in time is repeated ceaselessly through all eternity. Judas, now, continues to receive the pieces of silver; he continues to hurl the pieces of silver in the temple; he continues to knot the hangman′s noose on the field of blood. (Erfjord, to justify this affirmation, invokes the last chapter of the first volume of the Vindication of Eternity, by Jaromir Hladlk.)

FIN