IV. EL MERCADO Y LOS MERCADERES DE BURGOS


Dixo Rachel y Vidas: No se faze así el Mercado (139)

            La investigación del nombre Rachel me llevó hasta los monasterios de Cataluña y de Francia; la de los mercaderes de la época del Cantar de mio Cid me condujo en la misma dirección: a los dominios de los francos. La misma palabra mercader , catalanismo terminaría por imponerse a la castellana mercadero , como indicadora de la preponderancia de los catalanes sobre el comercio peninsular allá por los años de la formación del idioma.

            Francos eran, de acuerdo con los documentos, los que corrían con el gran comercio de las ciudades sitas en la ruta jacobea, con el comercio de Burgos n1. El capricho de una Rachel, franca, casada con un Vidas, castellano, nos abre el alma a enormes posibilidades evocadoras y caritativas, como síntesis y armonización de las dos realidades que imperaban en el comercio del Norte de la Península Ibérica. Echense, pues, a volar los hombres de buena voluntad, cuyo espíritu no guste de regodearse en conflictos y prejuicios étnicos y raciales. A los que vuelen más alto les aguarda un cielo despejado, de raso optimismo, sobre un Burgos medieval crematístico y entusiasmado, eufórico y aperturista, donde al más desventurado de los guerreros castellanos se le cerraron, sí, las puertas de las casas, pero sólo para ponerle en ruta hacia su gloriosa aventura.

            Era el Burgos del siglo XII la gran posada del peregrino en su viaje a Santiago de Compostela, del peregrino religioso y del peregrino mercader, pues ambos viajaban inseparablemente. El Codex Calixtinus los clasificaba como pergrini cursorii y peregrini mercatores. Tanto los unos como los otros eran bien recibidos en Castilla, de manera que los soberanos les concedieron multitud de privilegios, para que pudieran circular libremente por sus reinos, «ellos e sus compañas con sus cosas» n2. Las razones de esos privilegios venían así epresadas en las Partidas: «las tierras et los logares en que usan los mercaderes a llevar sus mercancias son por ende más ricos, et más abondados, et mejor poblados, et por esta razón debe mucho placer a todos con ellos» n3.  Alfonso VI les eximinó del pago de portazgos sobre los productos que llevaban al pasar de una ciudad a otra.  El Canon IV del Concilio de León, ratificado en Santiago el mismo año de su promulgación, en 1114, establecía,junto a la libre circulación, la orden de que nadie pudiera poner mano en sus personas y bienes n4.

            En cierta medida los extranjeros gozaban de mayores privilegios que los naturales, lo que dio lugar a que algunos comerciantes se disfrazan de peregrinos, para infiltrarse entre ellos y aprovecharse de los beneficios que éstos gozaban, en especial la exención de portazgos. Fue la política de estos soberanos una política capitalista, de mercado libre, que abonó el terreno para la afloración del mercader rico, especialmente el mercader extranjero. Se lee en las Crónicas de Sahagún, de a fines del siglo XI: «los burgueses de San Fagun vsauan pacíficamente de sus mercadurias e negociauan en gran tranquilidad, por eso benian e traian de todas partes mercadurias, así de oro como de plata, y aún de muchas vestiduras de diversas façiones, de manera que los dichos burgueses e mercadores eran mucho rricos e de muchos deleites abastados» n5.

            Echemos ahora una mirada al texto del Cantar de mio Cid y encuadremos en ese escenario de privilegios de salvoconducto aquel interés y aquella confianza de los personajes en que las arcas habían de ser puestas a salvo,  expresión y concepto que se repiten con insistencia. ¿Gozaban los judíos de semejante salvoconducto? L. Suárez Fernández nos hace la siguiente observación: «Cuando, en 1137, el mismo Rey [Alfonso VII] eximió a mozárabes, castellanos y francos del diezmo de sus mercadurías, se olvidó significativamente de los judíos» n6.

            Señalan los historiadores cómo a lo largo del camino francés se fueron estableciendo nutridas colonias de extranjeros. Su influencia fue vital en las tareas de repoblación, recristianización y reestructuración económica de la España reconquistada. Tales colonias se aglomeraron en las afueras de las ciudades, en los lugares donde se desarrolló el mercado. De Santiago de Compostela nos dice el Codex Calixtinus que los cambiadores, los hospitales y los mercaderes se establecieron en la vía francigena n7. En Burgos los documentos se refieren a la rúa de San Lorente como lugar donde moraban los mercaderes. Hacia fines del siglo XI se daría en Burgos un lento desplazamiento de las zonas altas del cerro, del Castillo, hacia la vera del camino francés, más cerca del río, más cerca del mercado, lo que motivaría el llamamiento de Alfonso VI a repoblar la villa del Castillo, quo quotidie deserebatur . En León, de igual modo, la colonia de los francos se había establecido en las afueras de la ciudad, en la zona del mercado n8.

            En tal escenario urbanístico se hacía imperante asociar la profesión de mercader a la nacionalidad extranjera, mientras no se demostrara lo contrario.  En la historia del mercado de la vieja Castilla –sin excluir otras comarcas europeas—anterior al siglo XIII, apenas si hubo participación activa de los judíos. Los documentos de la época, de mencionarlos, lo hacen en conexión con inmuebles, la artesanía y la agricultura, particularmente los viñedos. Ch. E. Dufourcq, en su Histoire économique et sociale de l’Espagne Chretienne du Moyen Age, ni los menciona en su capítulo «La Castille du Xle au XIIe siécle». Se extiende, en cambio, sobre los francos: «La plupart de ces francigeni son des artisans et des commerçanta. Leur arrivée a donné un coup de Vouet au developpement Urbain et accéleré la formation d’un Nouveau groupe social—la bourgeoise—mais Dans une aire géographiquement limitée. Certains d’entre eux trafiquaient avec l’Occident et l’Espagne musulmane, et dans leur villes passaien des merchands venus d’au delá des Pyrénées… A Sahagún, les francos apportaient des objects en or et en argent ainsi que des étoffes que provenaient sans doute d’al-Andalus » n9.

            El comercio de las ciudades de la ruta jacobea con el exterior era muy considerable. En la Historia compostelana se valora en 22.000 marcos de plata una mercancía que llegó a Santiago, procedente de Inglaterra y de Lorena, en 1130 n10. A la diócesis de Burgos pertenecían entonces los puertos de Portugalete, Castro Urdiales, Santander, Santoña y San Vicente de la Parquera. Por esos puertos salían para Europa las exportaciones castellanas, consistentes particularmente de materias primas: vinos, cueros, lanas, con algunas manufacturas de hierro, cobre y estaño n11. Entraban de Europa, principalmente, tejidos y paños de Flandes, de Francia y de Inglaterra.  Dice J. Gautier Dalché: «Los agentes de este gran mercado [importación de paños, exportación de materias primas] son frecuentemente extranjeros. No deja de ser interesante señalar que los nombres que figuran en los contratos comerciales que nos dan las Partidas no son castellanos» n12. L. Serrano nos ofrece largas listas de comerciantes de nombre extranjero, que entresacó de los documentos conservados en la Catedral de Burgos y otros monasterios de la época n13.

            En ese escenario de importación y exportación adquiere mayor relieve una Rachel, con su exótico nombre, importadora de paños finos de Flandes—a los que hacía referencia Gautier Dalché--, y la pareja Rachel y Vidas , como traficantes de oro y plata—a lo que aludía Ch. E. Dufourcq. Los lectores del Cantar comprendemos mejor, ahora, el interés y entusiasmo de la pareja por los ocultos tesoros del Cid, procedentes de Al-Andalus, y su préstamo en marcos de oro y plata. Y comprendemos mucho mejor que Rachel , individualmente, suplicara al Cid que le trajera de tierras de moros:  una piel vermeja, morisca y onrada (178).  Si de lo que abunda el corazón habla la boca y cada uno habla de su oficio, el oficio de Rachel y Vidas, como comerciantes en paños, les rebosa de los labios: a Martín Antolínez le dan una propina y le recomiendan que en tierra de moros se compre calças y rica piel y buen manto (195). Claro, como Rachel y Vidas son creaciones del autor, es la imaginación de éste y la de su público la que debía estar enteramente cautivada por el comercio de paños en Burgos, pieles y mantos árabes procedentes del Sur, sedas finas procedentes del Norte; en otra ocasión  se dejaría cautivar de nuevo por los mantos y pieles y buenos çendales de Adria (1971), cendales de importación n14.

            El historiador Ch. E. Dufourcq habló del grupo social que aflora en el siglo XII, refiriéndose a él como de burguesía. Finamente burgueses son los gustos del juglar de Burgos: marcos, mantos, pieles y finas sedas. Unos siglos antes del duodécimo, al guerrero que salía en busca de fortuna le hubiera bastado un caballo, una espada, una cruz. El crecimiento económico del siglo XII –en paráfrasis de Duby—hizo que los círculos sociales se volvieran cada vez más conscientes de las formas; formas que consistían en artículos de lujo, procedentes de regiones exóticas. La figura importante que podía suministrar tales lujos era el mercader, lo que contribuyó a darle gran categoría entre los círculos del refinamiento social n15. No cabe duda que el poeta de Burgos participaba de esa nueva sensibilidad burguesa.

            El episodio de las arcas, en su múltiple perspectiva, está concebido y realizado en un ambiente de época; época en la que el mercado, el comercio acaparaba los ánimos de la comunidad burgalesa. Puede mantenerse que a partir del siglo XI se fue convirtiendo Burgos en el centro comercial más importante de la España reconquistada. González Sologaistua, en su artículo sobre la influencia económica de los peregrinos, nos asegura: «El centro comercial de las relaciones con Flandes fue Burgos, una de las etapas del camino francígeno; desde el siglo XI fue Burgos Cabeza de Castilla , Cabeza en lo político, en lo militar y en lo comercial n16.

            En importa tanto, pues, que el juglar de Burgos no dejara consignado expresamente quiénes fueran Rachel y Vidas; el público de su época sabía muy bien quiénes eran los mercaderes en el siglo XII, quiénes los traficantes de marcos, de oro y de plata, quiénes los que, al amparo de las leyes, podían poner las arcas en salvo . Y ésos, según los documentos de la época y las conclusiones de los historiadores, no eran los judíos.

            Las actividades de los hebreos, particularmente las sociales y económicas, debían de estar de veras reducidas al ámbito de sus pequeñas comunidades, marginadas, encerradas tras la fortificaciones; el barrio judío suele ser llamado castrum judaeorum . En el Burgos cristiano –en el Burgos del Cantar —que van descubriéndonos los historiadores de nuestros días, reinaba un poderoso ambiente de cosmopolitanismo, de expansionismo y viajes, latiendo fuertemente en su cuerpo urbano el alma de un europeísmo que imprimió en sus ciudadanos un carácter duradero, singular. En ese escenario expansionista, abierto a los caminos del mundo, a Flandes y a Al-Andalus, a Santiago y a Valencia, hace hermoso juego aquel verso sustancioso y abarcador de la Gesta: qui en un lugar mora siempre lo suyo puede menguar (948).  N. González escogió para la decoración del mismo escenario otro texto literario, un texto del Romance de Santa Gadea, que comentaba de esta manera: «El Romance de Santa Gadea, nacido en el ambiente humano de la ciudad del siglo XII, demuestra menosprecio por el hombre clavado como un árbol al surco de la tierra» n17.

            Hemos de figurarnos al burgalés de la época como individuo optimista, arriesgado y ansioso de viajar; un tipo así debía ser el autor anónimo de la Gesta de mio Cid . Consideremos, por ejemplo, aquella reacción primera del Campeador al ver volar la corneja de derecha a izquierda, que, viajando él de Norte a Sur, le indicaba la dirección de Oeste a Este. La corneja es una de esas aves agoreras, de gran tradición literaria, que se aparecían a los elegidos para señalarles el camino: eran guías de caminantes.  El Cid entendió inmediatamente que no le detendrían en Burgos, que su misión sería la de caminar y caminar hacia el Este, y, entonces, súbitamente, aquel hombre que acababa de contemplar lloroso los escombros de su casa y hacienda, gritó jubiloso a su acompañante: Albriças, Alvar Fáñez, ca echados somos de tierra (14); se alegró del destierro.

            La reputación del burgalés como espíritu inquieto y emprendedor perduraría durante siglos; en 1305 todavía se oía decir de ellos: «Porque los más de los omes que viven en dicha ciudad de Burgos viven por las mercaderías y andan por tierra de un lugar a otro». Y en 1337 había muchos en Burgos que viajaban a Flandes y Montpellier a vender sus mercancías n18. En el siglo XVII, Pedro Hurtado de la Vera se hacía eco de «los banqueros, mercaderes gruesos o burgaleses, que francamente pagan las obras y jornaleros» n19.  En el subconsciente del escritor perduraba la asociación del burgalés con la manera franca de pagar.

            Es hora de que los críticos literarios nos adelantemos a formar tándem con nuestros colindantes los historiadores, y salgamos de una vez del anquilosamiento de las ideas posrománticas, sujetivistas y oscurantistas, de hace cien años. Es hora de que reconstruyamos sobre la ciudad y el hombre históricos de hace cien mil años su auténtico cielo poético.

            Su gran auge comercial había llenado la ciudad de Burgos, la ladera meridional del cerro, de tiendas y bazares y bullicio multilingüe. El proverbial ir y venir de los mercaderes hace perfectamente inteligible el hecho de que Martín Antolínez, en sus prisas por localizar a Rachel y Vidas, los buscara primeramente en los barrios periféricos al del Castillo, preguntara aquí y allá, hasta encontrarlos por fin en el Castillo mismo, ocupados en negociaciones con sus clientes. La proverbial movilidad de los mercaderes justifica perfectamente su decisión y su positivo interés de hacer un viaje hasta Valencia, para devolver las arcas al Campeador y recibir la prometida tutela y protección, con la que abrir allí su negocio: Si no, dexaremos Burgos, ir lo hemos buscar (1438).               

            En algo hemos de darle la razón al profesor Smith , en que los judíos de aquella época eran «comfort-loving townsmen», apegados a la comunidad y seguridad que les ofrecían las murallas de su barrio. De aquellos judíos ha dicho con cierta dureza N. González: «Parásitos más que animadores de la economía burgalesa, su destino fue ir siempre contrapelo en la vida de la ciudad ». Sí es cierto que hacia fines del siglo XII, continuando en el XIII, fueron llegando e Burgos unos judíos más dinámicos atraídos por la ya lograda prosperidad de la ciudad, lo es más que, como el mismo González aclara, el judío, «contra lo que en otro tiempo se creyó, no llevó nunca la iniciativa económica de la ciudad medieval. En Burgos el negocio de amplios vuelos, con gesto de aristocracia, fue siempre monopolio de cristianos» ». (21. C. Sánchez Albornoz que, como veremos más adelante, fantaseó libremente en alguna ocasión sobre los judíos peninsulares, cuando se atenía los documentos no pude ir muy lejos con respecto a sus actividades económicas: «Tenemos auténticas noticias escriturarias de que los judíos poseían heredades, de que compraban y vendían libremente bienes raíces, de que plantaban viñas en sus campos… ». (22

            En mis lecturas sobre la economía del siglo XII he notado un cierto consenso entre los autores de que en el siglo XII se echaron las cimientos de la economía moderna, de un comercio liberalizado, de un mercado y una moneda abundante internacionalizada. No comprendo cómo Américo Castro lanzó el aldabonazo de que la economía española se ha alzado sobre la base de una economía judaica». (23 Tal afirmación carece de sentido pues la economía judaica, en cualquier país, careció siempre del menor síntoma de originalidad. En lo que respecta al siglo XII, en un trabajo muy sensato y muy reciente, ha dicho L. Suárez Fernández de la profesión de los judíos del entonces: «Los documentos examinados hasta ahora parecen demostrar que la agricultura continuaba siendo la ocupación principal y que, por tanto, parte de los capitales que los judíos salvaron en la persecución [en Al-Andalus] fue invertida en tierras; domina el viñedo, pero no excluye a los demás cultivos». Más adelante: «Hasta mediados del siglo XIII los judíos eran sobre todo agricultores». (24

            Quiere todo ello decir que, evidentemente, las judíos peninsulares no diferían de sus compañeros ultrapirenaicos. Poliakov se sirve precisamente del testimonio de Benjamín de Tudela (ca. 1165), judío peninsular y viajero, quien, siendo él financiero excepcional, describe a sus correligionarios como artesanos, pacíficos, que llevaban una vida de duro trabajo en sus comunidades». (25 S. Grayzel no discrepa mucho de Suárez Fernández, cuando nos dice que los documentos hablan directamente de los judíos que comerciaban en carnes y vinos. (26 Sobre los judíos de Italia, Gennaro nos dice que se dedicaban a las manufacturas textiles y que después del siglo XIII irían acaparando el empeño y la venta a crédito. (27

            En contraste con el marginado judío se erguía en Burgos la figura admirada y digna de emulación del franco que trillaba los caminos de Europa y surcaba sin cesar las aguas saladas del Cantábrico. Si es difícil creer que unos judíos se atreviesen a ir de Burgos a Valencia, es comprensible que tal viaje careciera de importancia para aquellos mercaderes que estaban acostumbrados a las distancias y escabrosidades de las rutas que unían a Santiago de Compostela con Francia, con Alemania, con Flandes y con Inglaterra, sin excluir a Italia y Grecia. Otra vez acudo directamente a N. González, que nos ayude a revivir el ambiente del burgalés del Cantar: « Al burgalés, el espectáculo constante de aquellos miles de hombres puestos en pie y lanzados a todos los caminos de Europa, le hizo viajero y cosmopolita. Aprendió en ellos el espíritu de riesgo y aventura y conoció las pingües ganancias de quienes englobados entre los peregrinos vendían productos que tal vez compraban en la ciudad con gran margen de ganancia ». (28

            Tan dominante y atrayente era la figura del extranjero, que de no ser Rachel franca, habría que hacerla; y no sería del todo descabellado imaginarse a un Vidas disfrazado él mismo de extranjero y peregrino, para poder beneficiarse de los privilegios de que éstos gozaban. La documentación no avala la asociación de mercader con judío, ni justifica la entrada de éstos en una Gesta que gira sobre los tres ejes en que se sostenía la máquina económica y bélica de entonces, castellanos, francos y moros. Por muy inspirados y tentados que se sientan los críticos literarios, no deben forzar los textos, exagerando el papel del judío en el escenario económico, político y religioso del Cantar, del Burgos del siglo XII. Terribles reproches, infamias y persecuciones han sufrido los judíos a lo largo de su historia; no se las acrecentemos violentando la poesía. De sobra tienen con las que atestiguan sin ambages los documentos.

            Juzgado con estricto criterio histórico es un anacronismo el retrato de la Crónica de Castilla y de la Particular, de Rachel y Vidas como judíos ricos y socios capitalistas del Cid Campeador. Mayor anacronismo fue el de Andrés Bello, cuando habló de toda la clase judía de los tiempos del Cantar como « rica, poderosa i odiada». En los siglos XI y XII, ni en la vieja Castilla ni en otro lugar de Europa he encontrado a esa clase judía; y la he buscado como Martin Antolínez a Rachel y Vidas de un sitio para otro, y, a diferencia de él, no tan « apriesa».

            En el texto de N. González, citado últimamente, se encuentran unos vocablos, cuyos conceptos quiero volver a destacar, pues nos ofrecen una clave mágica para la recreación del burgalés de la historia y el de la ficción, gemelos idénticos: riesgo, aventura y ganancias. Con esta clave podemos adentramos en el almario de los personajes del episodio de las arcas, en el que todos ansían ganar algo, en el que ninguno se retrae de operaciones ocultas y comprometidas. Ganancias es lo que rebosa de la boca de Rachel y Vidas, como ganancias era el móvil místico que hacía obrar a todos los personajes de la acción total, desde los Condes de Carrión hasta las hijas del Cid, desde los guerreros del Cid hasta el obispo de Valencia. Y por encima de todos ellos, el más arriesgado y el que más ganó, el propio Rodrigo Díaz de Vivar.

            En el episodio, como a lo largo de la narración, las ganancias se valoran en marcos, unidad pecuniaria por antonomasia, que sirve como medida universal de todas las cosas: todo lo que el hombre posee, decía San Agustín, se llama pecunia; en el Cantar, su autor individualiza el concepto genérico de pecunia, y lo llama marcos. (29

            ¿Quiénes podían disponer en Burgos de 600 marcos, 300 de plata y 300 de oro, para cambiárselos al Cid por los haberes monedados de las arcas? Veamos.

N O T A S































1. Sobre el significando de franco dice Lacarra: «La palabra franco se emplea desde muy antiguo en los documentos en dos acepciones diferentes. Franco es el hombre libre, exento, privilegiado, y franco es también el de estirpe francesa. A éstos se les designa en los documentos de los siglos XI y XII con la voz francigenae , voz que cobra en los diplomas un sentindo más general de ‘extranjero’, cualquiera que sea su procedencia. Exactamente lo mismo ocurre en Italia e Inglaterra, donde bajo el nombre de ‘francigenae’ se incluía todos los que no se demostrara eran ingleses o italianos…» ( Las peregrinaciones a Santiago de Compostela , I, p. 479). Puede consultarse también Du Cange, Glossarium mediae et infimae latinitatis, s. v. Francigenae.


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2. Fuero Real, lib. IV, tít. 24, ley 1, citado en Lacarra, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, I, p. 256; ahí también puede consultarse sobre las disposiciones del Fuero Real con respecto a la libertad de los peregrinos para escoger su alojamiento (I, p. 262) y otras leyes a favor de los mismos (I, p. 258), así como el castigo que se imponía a los que impidieran al peregrino hacer testamento (II, p. 273). Da la impresión que el autor del Codex Calixtinus debía ser él mismo parte peregrino religioso, parte peregrino mercader; de él nos dice el editor W. Muir Whitehill: «un publicista habilísmo del segundo tercio del siglo XII» (III, p. XXVIII).


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3, Partidas, 1. 4, tít. 7, p. 5. En la misma partida y título, leyes 1 y 2, se define al mercader y su oficio, cuyo fin era ganar algo en todas sus operaciones. Para una mayor exposición, cf. Lacarra, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela , I, pp. 255-56. En Castilla no es documentable el odio a los mercaderes, al que alude Spitzer en «Sobre el carácter histórico del Cantar de mio Cid », p. 109.


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4. «Negotiatores et peregrini et laboratores in pace sint, et secure per terras eant ut nemo in eos, vel eorum res manus mitat» (Tejada, Colección de cánones …, II, p. 233), citado en Lacarra, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela , I, p. 256. N. González, con referencia a los peregrini crusorli y los mercatores, nos dice: «La legislación de Castilla favoreció el mayor o menor interés comercial de ambos. Alfonso VII les concede que no paguen portazgos de los productos que llevaban al entrar en su reino y en las distintas ciudades de Castilla» ( Burgos, la ciudad marginal de Castilla, p. 113). En el ámbito europeo, Duby nos informa de que la exención de impuestos a los mercaderes estaba muy generalizada, viniendo de muy antiguo (en The Early Growth of the European Economy , pp. 60, 100 179, 240). B. Bolton nos asegura que la vieja idea de que el mercader raramente o nunca podía servir a Dios se pone en entredicho hacia fines del siglo XII, cuando al mercader se le considera el resorte principal del nuevo desarrollo económico (« Paupertas Christi: Old wealth and New Poverty in the Twelfth Century», p. 99).


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5.                   Las crónicas anónimas de Sahagún, cap. XIII, citado en Lacarra, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela , I, p. 476.


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6. Judíos españoles en la Edad Media, p. 71. Para información y documentos concretos, puede consultarse Gautier Dalché, Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII) , p. 67; Vallecillo de Avila, «Los judíos de Castilla en la Alta Edad Media», p. 56; Lacarra, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, I, pp. 474 y 475; también p. 260, donde el autor conjetura que muchos comerciantes se vestirían de peregrinos con el fin de verse libres de impuestos.


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7. Dice Gautier Dalché: «El oro y la plata musulmanes que el sistema de parias puso en manos de Fernando I y Alfonso VI les permitió financiar el acondicionamiento del camino y las construcciones que llevaron a la concentración de la población y atrajeron a los mercaderes» (Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XII) , p. 70). Añade que las grandes corrientes de intercambio fueron facilitadas por la holgura monetaria.


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8. Cf. n. 16 del cap. anterior. El Codex Calixtinus nos informa: «Camiatores uero et hospitales ceterique mercatores in uia Francigena habentur» (fol. 180 r ; IV, IX; vol. I, 380). Para Gautier Dalché los privilegios otorgados a los peregrinos por Sancho y sus sucesores facilitaron el crecimiento de aglomeraciones urbanas a lo largo del Camino de Santiago ( Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII) , 60). Lacarra nos informa: «En LEON, el Barrio de los francos estaba a la entrada de la ciudad desde Sahagún, donde radicaba también el mercado» ( Las peregrinaciones a Santiago de Compostela , I, pp. 476-77). Añadía más adelante el autor: «Acostumbraban estos francos a establecerse en las afueras de las poblaciones, donde solían celebrarse los mercados, pues ellos son fundamentalmente comerciantes» (p. 480).


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9. P. 69; en p. 112, habla de los mercaderes y los grandes negocios. Heer no hace mención de los judíos, cuando habla de los mercaderes, con una alusión, de pasada, a unos hebreos comerciantes del siglo XIV (cf. The Medieval World. Europe 1100-1350 , p. 58).


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10.               El dato está tomado de González Sologaistua, «Influencia económica de las peregrinaciones a Santiago de Galicia», p. 43. Más adelante (p. 51), nos traduce un comentario de Finot: «Se puede afirmar que desde el siglo XII si no antes, se establecieron relaciones comerciales bastante activas entre Flandes y las costas de España gracias a las cruzadas y a las peregrinaciones a Santiago de Compostela» (en «Relations comercials et maritimes entre la Flandre et l’Espagne au moyen-âge», s. p.).


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11.               Por el Codex Calixtinus sabemos en qué productos abundaba Castilla, según la opinión de los extranjeros: «Post terram illorum, transito nemore Oque, versus scilicet Burgas, sequitur tellus Yspanorum, Castella uidelicet et Campos. Hec est terra plena gazis, auro et argento, palleis et equis fortissimis felix, pane, uino, carne, piscibus, lacte et melle fertilis» (fol. 168 r ; IV, VII; I, p. 359). El 10 de julio, 1192, según nos informa J. González, «Alfonso VIII concede a la catedral y obispo de Burgos el diezmo del protazgo de Santander, Castro Urdiales y demás puertos enclavados en el obispado» ( El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII , III, núm. 603, pp. 72-73). Para ampliación, cf. N. González, Burgos, la ciudad marginal de Castilla , pp. 95 y 103. Sobre el comercio entre naciones, cf. de Roover, Business, Banking, and Economic Thought in Late Medieval and Early Modern Europe , p. 338.


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12.               Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII), p. 404. El mismo historiador nos habla de Burgos como de ciudad que a lo largo de la Edad Media no dejó de atraer y retener extranjeros (p. 78), y en cuyo gobierno urbano parece que participaron los grandes mercaderes (p. 404).


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13.               El Obispado de Burgos, II, pp. 153, 211, 213 y 214. En la Historia compostelana (p. XXXV de la trad. castellana), se alude a la influencia política de los franceses que vivían en Burgos.


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14.               El profesor Smith ha prestado gran atención a este verso, con el que ha tratado de fortalecer su teoría de que el Cantar fue escrito entrado ya el siglo XIII, basado en el posible plagio del verso francés:


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De pennes et de drais, de riches cendaus d’Andre! (451)

de la Chanson de Florence de Rome. Comenta Smith: «Los dos contextos difieren bastante; se trata simplemente de un verso que impresionó al poeta español por su forma y su nota exótica de lujo oriental. El público español habrá encontrado el verso totalmente misterioso; sería de esperar, quizás, una mención de las famosas sedas moras de Almería, pero de Andria, no. …Esta referencia nada debe a la realidad coetánea de la Península ni a la historia del Cid» ( Estudios cidianos , pp. 131-32). En primer lugar he de hacer notar que el original castellano no dice d’Andria sino d’Adria . No es lícito corregir la versión del poeta sin otra razón que la de asemejarla a la de las Chansons francesas, máxime cuando Adria (o Hadria) era una ciudad famosa y muy mencionada en documentos antiguos, por su puerto y su prosperidad — olim floridissima —, de la que derivó su nombre el Adriático (Facciolatus-Forcellinus, Lexicon totius latinitatis, V, s. v. Hadria ). Menéndez Pidal nos ha dado un documento latino de 1102 en el que se habla de Andria , famosa por sus manufacturas de scindalia . La deuda literaria del poeta castellano al francés me resulta tan hipotética como lo sería el presumir que este último se inspiró en el Cantar . En cuanto a la realidad histórica, hemos de tener presente que en Burgos, como en León y en Portugal, los paños orientales, los conocidos como greciscos o bizantinos, están datados con anterioridad al siglo XII, según nos ha informado ampliamente Sánchez Albornoz ( Una ciudad hispano-cristiana hace un milenio. pp. 32-33; Viejos y nuevos documentos sobre las instituciones medievales españolas , II. 818 y 830). Laguzzi nos informa sobre Portugal: «Los datos de los Portugaliae Monumenta Historica coinciden con los procedentes de otras regiones de la monarquía leonesa al acreditar la existencia de un importante comercio de importación de paños  greciscos o bizantinos, iraquíes o sirios, franciscos o franceses, cordobeses, etc.» ( «El precio de la vida en Portugal durante los siglos X y XI», p. 141).  La importación de esos paños podía correr a cargo de mercaderes francos, probablemente griegos, mencionados por el Codex Calixtinus entre los peregrinos que acudían a Santiago (fol. 78 v ; I, p. 149). Sánchez Albornoz presupuso que el mercado de paños, alhajas y preseas eclesiásticas debió correr a cargo de judíos, con lo que Rodríguez Fernández se ha declarado en desacuerdo en su estudio muy documentado sobre Las juderías de León (p. 246), donde dice que no ha encontrado prueba alguna en que apoyar tal actividad comercial entre los judíos de aquellas zonas y época. Finalmente, quiero añadir que en el mundo europeísta de Burgos los productos de Al-Andalus eran los más exóticos; de ahí que a Rachel, tan rica, se le antojara una piel morisca.


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15.                 G. Duby, The Early Growth of the European Economy, p. 234. Sobre el comercio de lujo, cf. también Gautier Dalché, Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media , p. 73. Dice González Sologaistua: «A virtud de tan intenso comercio y tráfico, el lujo de Compostela en los comienzos del siglo XII no tenía rival en el mundo», y nos traduce a continuación un largo pasaje del Codex Calixtinus , donde se describen las lujosísimas procesiones ( «Influencia econonómica de las peregrinaciones a Compostela», pp. 41 ss.). No tenemos que demorarnos en el lujo del Cantar, en las reuniones palaciegas y procesiones, sedas y otros finas telas, espadas, caballos, palafrenes y arreos; llega casi a lo escandaloso que Minaya, de los 1.000 marcos que el Cid le había dado para pagar al monasterio, empleara 500 en adobar a doña Jimena, sus hijas y las dueñas de los mejores guarnimientos que en Burgos pudo fallar (v. 1427).


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16.                   «Influencia económica de las peregrinaciones a Compostela», pp. 51-52. Sobre Burgos como cabeza de Castilla , título significativo, cf. N. González, Burgos, la ciudad marginal de Castilla , pp. 91-92.


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17.                 Burgos, la ciudad marginal de Castilla, p. 114. Shakespeare tiene un pasaje que nos viene muy bien como ilustación al verso del Cantar :

           Hor. And tell me now, sweet friend, what happy gale
              Blows to Padua here from old Verona.
           Pet.  Such wind as scatters young men, through the World
              To seek their fortunes farther than at home
              Where small experience grows.
                         ( The Taming of the Shrew, I, II, 48 ss.).

Castilla no se reducía a recibir extranjeros, también mandaba a sus hombres al exterior, sabiéndose que «en el siglo XII había comerciantes castellanos establecidos en Francia, Inglaterra y Brujas», de acuerdo con la información de Lacarra, en Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, I, p. 475, donde hace referencia a L. Serrano, El Obispado de Burgos , II, pp. 12 y 211. Sobre la fundación y participación española de la Orden Militar de Mont-joie en Tierra Santa, cf. Delaville Le Rouex, «L’Odre de Montjoye».

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18.               Quevedo, Las antiguas ordenanzas del Consulado de Castilla , pp. 17 y 21; citado en N. González, Burgos, la ciudad marginal de Castilla , p. 115.


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19.                 Comedia Doleria, III, 3. N.B.A.E., XIV, p. 346 b ; citado en M. Herrero García, Ideas de los españoles del siglo XVII , p. 133.


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20.               Dice Smith: «In the Jews’ parting words they show themselves up in a ludicrous position, threatening to seek out the Cid in Valencia; that is several hundred dangerous miles away across wild and mostly Moorish-held territory, and the Jews are not only elderly, but comfort-loving townsmen» ( «Did the Cid repay the Jews», p. 527).


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21.               Burgos, la ciudad marginal de Castilla, pp. 117 y 118. Convendrá hacer aquí una referencia, aunque breve, al florecimiento cultural que se dio en las comunidades hebreas, sobre lo que se ha escrito ampliamente (cf. D. Gonzalo Maeso, El legado del judaísmo español). Por la Chronica de Alfonso VII sabemos que los judíos se unieron a los cristianos para recobrar el castillo de Burgos: «castellum … a judaeis et christianis expugnatum est» (Flórez, España Sagrada , XXI, p. 323; citado en Menéndez Pidal, Cantar de mio Cid, II, p. 519).


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22.               «Los judíos en el reino asturleonés», p. 352. S. Baron dice: «most Jewish farmers seem to have devoted themselves to viticulture, the cultivation of the orchards, or dairy and truck farming, all of which required an initial investment of more capital and labor, but later yielded higher returns on limited areas. In the Arab countries, and specially in Muslim Spain, vineyards and orchards dotted the countryside and provided large sections of the population with daily food and much produce for exchange. It was easy for Jews inmigrating from Muslim lands to transplant the same methods especially to countrys of comparable climatic conditions such as northern Spain, Provence, and parts of Italy» ( A Social and Religious History of the Jews, IV, p. 162).


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23.               La realidad histórica de España, pp. 473-92; también Onega, Los judíos en el reino de Galicia, p. 161.


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24.               Los judíos españoles en la Edad Media (siglos IX-XIII), pp. 70 y 93. Rodríguez Fernández, en sus conclusiones sobre las juderías de Astorga, dice: «El mayor número de menciones hebreas documentadas nos da como actividad o negocio predominante su dedicación a las tareas de la tierra y a la constitución de modestos patrimonios territoriales» ( Las juderías de León , p. 91).


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25.               Jewish Bankers and the Holy See,pp. 8 ss.


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26.               The Church and the Jews in the XIIIth Century, p. 42.


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27.               Studi di storia creditizia pugliese dal Medioevo all’etá moderna, pp. 11 ss. En el reino de las Dos Sicilias también predominaban entre los judíos los artesanos (cf. Poliakov, Jewish Bankers and the Holy See, p. 9). Compárese con los oficios que desempeñaban en Burgos muchos años después de escribirse el Cantar , según unos documentos de ventas de la judería de 1388: «Paños e vinos e carnes e las heredades (objetos usados) e las ropas viejas e la zapatería e el pan e las joyas e la especería e los aljofareros e los ferreros e los carboneros … e las asaz de cosaz» (Cantera, «La judería de Burgos», p. 75; citado en N. González, Burgos, la ciudad marginal de Castilla , p. 117).


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28.               Burgos, la ciudad marginal de Castilla, p. 114. Sobre algunos ilustres europeos que viajaban en busca de inspiración a España, cf. Heer, The Medieval World. Europe 1100-1350, pp. 117 ss. Inspiración jacobea fue la que movió a los peregrinos a levantar en diversas comarcas de Europa multitud de iglesias a la advocación de Santiago Apóstol: 500 en Alemania, 400 en Inglaterra; otras varias en Italia, Suiza, Flandes, Dinamarca, Suecia y una importantísima en Rusia (cf. González Sologaistua, «Influencia económica de las peregrinaciones a Compostela», p. 78.


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29.               «Aurum, argentum, posesiones, breviter dicam, pecuniam, totum enim quidquid homines possident en [in] terra, omnia quorum domini sunt, pecunia vocatur: servus sit, vas, ager, pecus, quidquid horum est, pecunia dicitur. Et inde est primum vocata pecunia; ideo quia antiqui totum quod habebant, in pecudibus, pecoribus habebant, a pecore pecunia vocata» ( Sermon , 239; citado en Davanzati, ‘Notizia de’ cambi a M. Giulio del Caccia, dottor di Lege», pp. 26-27). Puede interesar, también, la información en Gennaro, Studi di storia creditizia pugliese dal Medioevo all’etá moderna , p.2

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