El ximio [mono] de la abuela y el cuchillo del abuelo de Calisto: porradas
de Sempronio. por
|
SEMP.
__ . . . desesperas [Calisto] de alcançar vna muger,
muchas de las quales en grandes estados constituydas se
sometieron a los pechos y resollos de viles azemileros
y otras a brutos animales. ¿No has leydo de Pasifé con
el toro, de Minerua con el
can? |
Es importante considerar la vaguedad de Sempronio por miedo a
posibles represalias, sobre todo en referencia a la abuela de
Calisto --más adelante insistiremos en ello--; tras comentario
inicial, no establece o afirma nada en concreto; no acusa a nadie;
se reduce a hacer meras preguntas, que provocan la creación de
fuertes imágenes de zoofilia en la mente de su amo y lectores, eso
sí, quedándose él mismo aparte, exculpado y dejando exculpado al
autor. En cuanto a lo literario, se explicará el recurso
del eufemismo; en cuanto a
lo histórico, se comparará lo dicho o sugerido por el criado, con lo
que sabemos por los documentos, y trataremos de explicar por qué el
autor escogió a determinados animales, qué es lo que tienen éstos en
común y peculiar en su anatomía sexual, por ejemplo, en la anatomía
del pene del toro, del perro, del "ximio"; comparación de la abuela
de Calisto con diosas mitológicas en sus preferencias zoofílicas;
ambigüedad producida por significados directos y traslaticios
--eufemísticos-- de múltiples vocablos, elementos literarios que
caracterizan la farsa, con sus ingredientes literarios
de ironía, sarcasmo, sátira que, en su suma, constituyen una juerga
retórica, que a veces puede causar alegría, a veces molestias o
azoramiento, siempre, al lector irónico, dotado de sentido del
humor, admiración y entretenimiento. Entre los interlocutores, Sempronio,
el criado, se mueve en un plano lingüístico y semántico de
significados directos, convencido de su verdad; Calisto, su amo, o
lo duda o no lo cree.
Al
criado, le confía el autor el papel de director de este desfile de
máscaras --toro, can, ximio, cuchillo, porradas--, entes incorpóreos
de esta corta e intensamente mordaz "carajifarsa" (permítaseme el
paródico neologismo al estilo de la contemporánea
Carajicomedia), que, como fuego fatuo, producen
imágenes fugaces y caricaturescas, para el entretenimiento del
lector o auditorio. Será tarea del lector y especialmente del
crítico --o auditorio de la representación-- desenmascarar a esos
actores incorpóreos y descubrir el doble sentido del lenguaje
fársico, cuya "sustancia" se sustenta. Concluí que lo de burlas, ironía y sátira,
con el propósito de ser "provocantes a risa," como reza el título del
conocido Cancionero de
la época:
EXPLICACION
DEL TEXTO
Cualquier
explicación, en cualquier texto literario, para ser valiosa y
enriquecedora, ha de reunir ciertas virtudes:
a situarla
en el ambiente histórico de su época y lugar; aquí, la segunda mitad
del siglo XV en Castilla, reinado de Enrique IV, "considerado por
algunos cronistas como uno de los más calamitosos de su historia," y
en el ambiente literario y cultural: aquí, el prerrenacimiento
español, los Cancioneros, Cancionero de
Baena, Coplas de Mingo Revulgo, Coplas del
Provincial, etc.[3];
b) en
el tono --
aquí, una imaginería de burla de diosas clásicas, sarcasmo, las
múltiples connotaciones sexuales que puedan provocar la
risa;
c) en
la congruencia o
incongruencia entre tono y vocabulario-- aquí,
significado literal y el traslaticio de los vocablos--;.
d) en
la individualidad de los
personajes -- aquí, contraste inesperado entre la
agresividad del criado, Sempronio, y la condescendiente reacción de su
amo, Calisto--;
e) en la cronología - - aquí, a la pregunta del porqué de la acusación;
f) la de
esclarecer el contexto más amplio, razonar sobre la elección de
determinados animales, lenguaje u objetos --aquí, toro, can, ximio,
cuchillo, porradas-- e ilustrar la semblanza literaria de los
interlocutores -- aquí, que Calisto era de
claro ingenio, de gentil disposición, de linda criança, dotado de
muchas gracias, como se establece en el Argumento
General, y el perfil de Sempronio como bestia,
según Calisto, o bruto, según
Pármeno;
g) la de ser
verosímil en su marco histórico.
h) la de
contribuir a encumbrar, en nuestro caso particular, la genialidad del
autor.
Pasemos
a la explicación de nuestro texto parte por
parte.
SEMP.
__ . . . desesperas [Calisto] de alcançar vna
muger
La
juerga retórica de esta carajifarsa, el juego con el
sentido literal y figurado comienza ya en esta primera palabra,
este verbo alcançar: bajo su acepción usual
--literalmente lograr tocar o coger con la mano--, aparentemente
comprensible en el contexto, se camufla la traslaticia aquí
pretendida por el hablante: realizar el acto sexual. En
las primeras líneas del AUTO emplea la expresión
Calisto: facer a mi inmérito tanta merced que verte [a
Melibea] alcançasse. En las diatribas citadas más arriba encontramos varios usos
de alcanzar que sin duda parecen encerrar connotaciones sexuales:
CAL.__ Porque amo a aquélla, ante quien tan indigno me hallo,
que no la espero alcançar.
...
SEMP.__ Dixe que tú, que tienes más coraçón que Nembrot ni Alexandre,
desesperas de alcançar vna muger...
PARM.
__ ¿Pues qué es todo el plazer que traygo, sino hauerla
alcançado?
SEMP. __ ¡Cómo se lo dice el bouo! ¡De risa no puede
hablar! ¿A qué llamas hauerla alcançado? ¿Estaua a
alguna ventana o qué es esso?
PARM. __ A ponerla en duda
si queda preñada o no.
La
primera escena de La Celestina, en la que se nos relata
el somniloquio de Calisto y Melibea, contiene gran número de
complicadas construcciones sintácticas, como corresponde a una
escena de carácter de ensueño de dos jóvenes amantes, de tono
idealista. En contraste, nuestro texto presenta, bajo un marcado
ritmo en su prosa y gran claridad lingüística en su significación
directa, unas misteriosas referencias de difícil interpretación;
hay en él un continuo hilo que borda conceptos, imágenes y símbolos
fálicos, que no deberán trocearse en hebras
aisladas.
Los
autores de la época prerrenacentista, la de La
Celestina, eran aficionados a las etimologías en las que
se encerraba el misterio de los nombres. Su teoría de la educación
no era la de explicarles las referencias de sus escritos a los que
no las conocían, sino retarles a investigarlas por sí mismos:
El Marqués de Santillana, por ejemplo, se expresaba así a
este respecto:
Si
mi baxo estilo non es tan plano, (Defunssión,
10) |
Interpretemos
nuestro texto con el espíritu de la época, conscientes del
"misterio e sustancia de los nombres," que decía Juan de Mena
(Coronación ff. 30 y 31), tan admirado de
sus contemporáneos, y a quien algunos han atribuido la autoría del
Acto I.
Menciona Sempronio, sin mayor explicación, tres ejemplos de
aparente zoofilia, con tres distinguidos personajes femeninos y
sendos animales. Existe el peligro entre los críticos de prestar
demasiada atención a la adecuación de la narración de Sempronio con
la información mitológica. Nótese cómo eso es lo que más lejos está
de la atención del narrador, que no se para en dar detalle alguno.
Sus referencias no pueden ser más escuetas o vagas. Simplemente nos
dice: Pasefé con el toro y Minerva con el
can; lo mínimo y suficiente para que los lectores pudieran
forjar en su mente una imagen, al gusto particular de cada cual. Ni
siquiera se preocuparía de que sus animales se correspondieran, o
no, con lo que cuentan las leyendas, como veremos con el
caso el can. Bastaba con que sirvieran para generar una
fuerte imagen de mujeres,
SEMP.
__ muchas de las quales en grandes estados constituydas se sometieron a los... resollos... y otras a brutos animales.
Quiero aclarar que cuando hablo de connotaciones sexuales no quiero decir que el autor esté en todo momento de su creación pendiente de cada término como hacemos los comentaristas; sí estoy seguro, no obstante, de que en su mundo mental, de bruta sexualidad, se arracimaban las palabras más o menos conscientemente para dar entrada al lector en ese su mundo. Por ejemplo someter es un compuesto de "meter debajo" con su gran carga sexual. El ataque a tales mujeres en grandes estados constituydas puede ir dirigido, como sátira mordaz propia de la coyuntura histórica, a las clases altas, en particular a las señoras nobles de sus días, que usarían mascotas para entretener sus apetitos sexuales de baja catadura moral, como ejemplifica Sempronio en el inventado sometimiento al can de Minerva, la más ilustre y casta de las diosas romanas [4].
SEMP.
__ Pasifé con el toro
He
aquí el mito de la esposa del rey Minos, Pasifé, y cómo se sometió al toro: "El
dios Poseidón, para vengarse de la afrenta que le había hecho
Minos, hizo que Pasifé se enamorase del toro blanco que se había
librado del sacrificio. Ella confió su pasión zoofílica a Dédalo,
el famoso artífice ateniense que vivía desterrado en Cnosos
deleitando a Minos y a su familia con las muñecas de madera animadas
que construía para ellos. Dédalo prometió ayudarla y construyó una
vaca de madera hueca que cubrió con un cuero de vaca. Le puso
ruedas ocultas bajo las pezuñas y la llevó a la pradera de las
cercanías de Gortina donde el toro de Poseidón pacía bajo las
encinas entre las vacas de Minos. Luego de enseñar a Pasifé cómo se
abría la portezuela corrediza situada en la parte trasera de la vaca,
y de ayudarla a entrar con las piernas metidas en los cuartos traseros,
se retiró discretamente. El toro blanco no tardó en acercarse y
montar a la vaca de madera (de donde se deduce sin duda que Dédalo
también afirmó las ruedas al piso), de modo que Pasifé vio
satisfecho su deseo y a su tiempo dio a luz al Minotauro,
criatura con cabeza y cola de toro y cuerpo
humano" [5].
SEMP.
__ Minerva con el can
Es
curioso que de entre la multitud de dioses y animales mencionados
en la mitología clásica, con sus polifacéticas aberraciones, el
Anónimo Autor del AUTO de La Celestina, sin duda
humanista y buen conocedor de las leyendas míticas, solo encontrara
un caso de mujeres en grandes estados constituidas que se
sometieron a los pechos y resollos de ...brutos animales. Fuera
del caso de Pasifé y el toro, no hay otro ejemplo de zoofilia en
toda la mitología (el caso conocidísimo de Leda con el cisne pertenece
obviamente a otra categoría). El caso de Minerva con el
can está fabricado ad hoc, por lo que está tan
lleno de contradicciones y tan apartado de lo documentable, que
dificultó y retardó tremendamente su reconocimiento y explicación
entre los críticos.
Minerva,
nos dicen los escritores de leyendas míticas, vivió en virginidad,
era tenida entre los romanos como la diosa de las artes, la
sabiduría y guerra; nació armada, directamente de la cabeza de
Júpiter, el dios de los dioses. Bienvenidos a la farsa, nunca
respetuosa con la historia, siempre su
parodia.
Minerva es
un personaje que ha inspirado multitud de textos medievales; en
ninguna de tales referencias se da noticia alguna que diga o
sugiera que esta diosa hubiera tenido relaciones de ningún
tipo con el can. En tiempos de Calisto y Sempronio,
Alfonso de Palencia, contemporáneo del Anónimo Autor del AUTO, y al
que debemos la información sobre el ximio (como
veremos más adelante) dice de Minerva que le sacrificaban bueyes, "que nunca
fueron so el yugo puestos... : por que la virginidad no sabe que es
yugo de marido" [6].
Mientras
no se demuestre lo contrario, pues, habrá que creer que el autor
del AUTO era conocedor de tales leyendas y que se valió de Calisto
- -No lo creo, dijo éste-- para dar por dudosa la alegacíón
de Sempronio.
El profesor Otis Green propuso que hubo matrimonio entre Vulcano y su hermana Minerva, para de ahí concluir que con el can era una deturpación, "paleográficamente" explicable, de con Vulcán. [7] ¡Ingeniosa y exitosa interpretación! ¡Lástima que no sea documentable en las leyendas mitológicas de la época o anteriores!
Entre otas cosas, sabemos por la mitología que Vulcano (Hefesto entre los griegos), hijo de Júpiter, el "más feo de todos los dioses," tan feo era el niño que su madre, Hera, avergonzada lo arrojó del Olimpo, el Monte residencia de los dioses. Posteriormente lograría casarse no con Minerva, que era su hermana, sino con Venus "la diosa de la belleza." Con ella trataba el crítico de reconciliar la frase con el mito de un inexistente matrimonio ... de Minerva, justificar la confusión del criado, conservando el texto de el can. Al mismo tiempo abría con ella el paso a posibles interpretaciones rebuscadas, con base en leyendas externas al texto, de otros vocablos y elementos estilísticos de la narración.
En
la anterior versión de este artículo mi inclinación era la de aceptar la
teoría del profesor Green, aunque no sin salvedades. En la
investigación llevada a cabo para esta refundición, me detuve a leer
detenidamente el citado artículo de Green y a reflexionar sobre el hecho
de la gradación pretendida por Sempronio de las mujeres muchas de las
quales en grandes estados constituydas se sometieron a los pechos y
resollos de... brutos animales quedaba destruida. Y ¿con qué fin?
Vulcano sería muy feo, pero no un "bruto animal;" era el dios del fuego, de la forja, de los herreros, los artesanos, los escultores,
la metalurgia ... y de los volcanes.
correcto pues será respetar el original y llamar al can can[8].
El
texto, 'nuestro texto," debe permanecer intacto, como es laudable
costumbre entre los editores. La acusación de zoofilia a la
inmaculada Minerva revelaba una vez más incultura e irreverencia de
Sempronio [9].
La selección de el can, precisamente, de entre muchos
otros animales, respondía a una fuerza asociativa en la mente de
Sempronio con el toro de Pasifé, y a las exigencias
conceptuales y estilísticas de la "carajifarsa," dentro de su tono
sexual. Ambos animales, toro y perro, están dotados de algo que
siendo universal entre mamíferos, en ellos es peculiar y
excepcional: "el pene." Sin pene no hay sexo, sería la creencia de Sempronio, como era la de los antiguos que
encargaban a los eunucos la custodia de las mujeres de sus harenes. El pene del toro es el más largo entre todos los
animales domesticados (entre 1 y 1.30 metros),
el del perro, el animal impúdico por antonomasia, estrafalario, que
asusta por su prolongado apareamiento (entre 30 y 60 minutos) con
bloqueo y tortura de macho y hembra, seguido, tras despegarse, de
una lamedura de lo más asquerosa y repugnante de
observar. Más adelante se explicará la peculiaridad del pene del "ximio," que es la que motiva la selección del toro y del can.
Sempronio
debió creer que la imagen fársica del perro con Minerva le había
salido muy bien, de manera que cuando Calisto le respondió al
criado que lo narrado eran hablillas, fabulillas en las
que él no creía, el criado se picó y, como resentido de la
incredulidad de su amo, se volvió muy personal, con un tono
argumentativo, insultante, ad hominem; y envalentonado
porque creía tener testigo, le preguntó sobre su abuela
con el ximio:
SEMP.
__ Lo de tu abuela con el ximio, ¿Hablilla
fué?
Como he dicho más arriba, prefiero llamar al can can y, si hay que buscar algún referente
mitológico que pudiera explicar la asociación de Sempronio, valga,
como se me ocurrió en mi primera lectura de La
Celestina, tomarlo como referido al Can Cerbero, criatura
auténticamente mitológica, y que permite sostener la acusación de bestialismo y, lo
que importa más, el rechazo de la enmienda de el
can como sustituto, por "deturpación," de "uul can". Es verdad que
no encontramos noticia alguna sobre relaciones de la diosa con
Cerbero; tampoco encontramos documentación fiable sobre el matrimonio Minerva-Vulcano. Ahora bien, Lo de tu abuela con el ximio, representa un
salto gigantesco en la gradación en cuanto a la cronología --de
tiempos inmemorables a la contemporaneidad--, en la ubicación-- de
tierras exóticas y míticas al vecindario de los actores--, pero
sobre todo, en su índole -- de personajes mitológicos a ancestros
de Calisto, amo de Sempronio. Constituye este tercer ejemplo,
retóricamente, el ápice de una gradación ascendente de mujeres y
animales; en él se cifra el propósito del autor. Poco le
afectaba a Calisto la veracidad de los mitos de Pasifé y Minerva, o
las otras aberraciones de Sempronio; poco les afectaba a vivos o a
muertos; pero lo de la "aparente" acusación tu abuela con
el ximio, aunque sumamente vaga --lo de-- debió cogerle
a Calisto -- como a todos los lectores-- de
sopetón. [10] Se
cumplió la intencionalidad de Sempronio -- y del autor.
La
alusión a la abuela con el ximio, como era de esperar,
ha traído de cabeza a la crítica que, empeñada en sostener el
sentido literal de ximio y juzgándola, más o
menos, en paralelo con los ejemplos previos de Pasifé y Minerva, se
encuentra hace tiempo en un atolladero. Entre los muchos
comentaristas [11] que
creen en la acusación a la abuela de "bestialismo," abundan quienes
tomando ximio en su significado literal, salen del
contexto a la caza de algún ximio legendario, de cualquier época y
en cualquier lugar del planeta, que pudiera haber inspirado el
pasaje de "bestialismo." Se han aportado muchos
datos sueltos, de diferentes siglos y lugares, muchas alusiones
inconexas, pero no se ha aportado documento alguno que nos valga
para explicar y esclarecer las palabras de Sempronio en el contexto
del pasaje; tampoco les ha preocupado la inverosimilitud
cronológica o geográfica.
Menéndez Pelayo se separó de la
crítica preocupada por lo legendario de cualquier lugar y época, y
del bestialismo --es decir, del significado literal
de ximio-- para apuntar a un significado de
contemporaneidad y figurativo; el gran crítico desenmascaraba al
animal para dejarnos ver a un hombre; otro punto flaco del ilustre crítico
es el de atribuirle a Rojas (como hizo Green) la autoría Auto,
al sugerir que la acusación a la abuela fuera un acto de "venganza del judío converso [que]
se cebó en la difamación de la limpia sangre de algún mancebo de claro linaje, parecido a Calisto."
Aquellas
horribles palabras de Sempronio a Calisto en el aucto I: «Lo de tu
abuela con el ximio, ¿hablilla fué? testigo es el cuchillo de tu
abuelo», ocultan probablemente alguna monstruosa y nefanda
historia en que no conviene insistir más. Acaso la venganza del
judío converso se cebó en la difamación de la limpia sangre de
algún mancebo de claro linaje, parecido a Calisto. También tiene
visos de cosa no inventada ... (Acto I)."
|
Ahora bien, habría,
por necesidad, que encontrarle a la acusación de tu abuela
con el ximio, la más directa, descarada y deshonrosa del
criado, un sentido que explique el hecho de que fuera recibida por
el amo con cierta condescendencia. Éste ni monta en cólera ni va
más allá de tildar de necio o "porro" al criado; y esto, con el uso de la tercera persona, estilo poco usado acepción literal, y el Calisto condescendiente de qué
porradas dice, en su acepción literal, son personajes
irreconocibles e irreconciliables consigo mismos, a no ser, claro,
que la interpretación el ximio se tome no como una
acusación de zoofilia, sino, como Calisto dice, una "porrada,"
una tontería, una chorrada, "una carajada" propia de la
época y, sobre todo y más en consonancia con el contexto y la
etimología de la palabra, un golpe de "porra' (que se aclarará más
adelante). En el aparte Calisto parece dirigirse al público y pedirles
que perdonaran al criado, porque no sabía lo que decía (¿o
sí?).
De acuerdo con la investigación llevada Pasifé con el toro y Minerva con el can proceden de la mitología, esta referencia de Sempronio a la abuela con el ximio, aunque indocumentada hasta el presente, es al mismo tiempo "cosa no inventada" La caracterización de Calisto que nos hace el anónimo autor como de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda criança, dotado de muchas gracias, quedaba refutada en este solo pasaje así interpretado por Don Marcelino. El crítico y sus seguidores, a cinco siglos de distancia, y sin haber probado que el autor del Primer Acto de La Celestina fuera converso, ni para qué sirvió el cuchillo, se escandalizaban más de las deshonrosas palabras del criado que su propio amo. Para éste, si las referencias a las diosas mitológicas eran fabulillas, la referencia a su abuela con el ximio no pasaba de ser "porradas;" es decir, si fabulilla ponía en duda la verdad del aserto, porradas se limitaba a la caracterización del interlocutor
En 1973 los hispanistas Samuel G. Armistead y Joseph H. Silverman ), tras haber realizado meritorios esfuerzos por encontrarle al ximio fuentes de inspiración bastante fantásticas y exóticas, que a ellos mismos no les habrían convencido, clamaban sentidamente por el hallazgo de algún cuento quizá perdido:
"It stands as an isolated reference to some
tale, otherwise well known to contemporary
audiences, that has subsequently been lost",
en “ Algo más sobre Lo de tu abuela con el ximio (La Celestina, I): Antonio de Torquemada y Lope de Vega, Papeles de Son Armadans 205 (1973): 11-18. |
No ha de sacrificarse la virtud polisémica del lenguaje de Sempronio, su atractivo misterioso, burlesco, fársico. ¡Habría que restituírselo! Sigamos. Centrándose más en lo filológico y literario, en consonancia y paralelismo con el contexto de las diosas, hace algún tiempo (en 1983) el profesor Erich von Richthofen sugirió que el ximio era tergiversación de eximio, lo cual nos acerca evidentemente al homo sapiens [13]
Fue ésta una ingeniosa interpretación al estilo de la de O. Green, más plausible en mi opinión, aunque con menor fortuna entre los críticos. La interpretación de eximio encajaba, enriquecía y engalanaba la galería de los personajes del desfile de máscaras al tiempo que humanizaba al ximio confiriéndole distinción y dignidad. Las dos teorías tienen en común, y en su contra, la manipulación del texto, el rechazo de ximio como error.El
plausible equívoco ximio-eximio supuso un notable
progreso en la historia de la crítica de nuestro texto; ahora bien, necesitaba
para su aceptación entre los críticos algo más que la documentación
de su empleo en la época; el can no tuvo sentido
hasta encontrar la alusión al dios Ulcan, casado --que decía Green-- con Minerva; de
manera semejante, el ximio necesitaba la
identificación de un "ximio-eximio" personaje histórico o
legendario que "pudiera" haber tenido relaciones sexuales con la
abuela de Calisto, por contemporaneidad y ubicación de
ambos.
La
primera edición de este artículo, en 2006, representaba mi
exclamación de EUREKA; hoy, en esta refundición de 2019, quiero
proclamar el hallazgo de la leyenda "inverosímil" que inspiró la
anécdota de tu abuela con el ximio [mono];
referencia a un "eximio" personaje, "cosa no inventada", leyenda "bien conocida" a los lectores contemporáneos a La
Celestina y que aquí retomo con una explicación integral
de los múltiples y variopintos elementos del que he denominado
"nuestro texto".
¿El
rey Enrique IV, "mono", abuelo de Calisto?
Según
nos informa el más importante cronista de la época, Alfonso de
Palencia, en su Crónica de Enrique IV, este rey era tan
feo que sus contemporáneos (por los años en que se
escribió La Celestina) le apodaban
"mono;"
sus
ojos eran feroces, de un color que ya de por sí demostraba crueldad; siempre inquietos al mirar,
revelaban con su movilidad excesiva, la suspicacia o
la amenaza. La nariz bastante deforme, ancha y
remachada en su mitad a consecuencia de un accidente que
sufrió en su primera niñez, le daba gran semejanza con
el mono; ninguna gracia prestaban a la
boca sus delgados labios; afeaban el rostro los anchos
pómulos, y la barba larga y saliente, hacía parecer
cóncavo el perfil de la cara... [15]
|
A
la gente del pueblo les atrae el uso de apodos; ser "más feo que un
mono," aplicado al rey, debió nacer del pueblo, aquí representado
por Sempronio. No sería descabellado que entre la gente humilde
fuera el ximio o mono el apelativo que aplicaban a Enrique
IV, que pasaría a los anales de la historia como el "Impotente,"
adjetivo más refinado y que mejor servía para los objetivos
personales del rey, y políticos de sus detractores, como se
explicará. Enrique IV casó con una prima, Juana de Portugal. A los
siete años de estar casados, les nació una hija, bautizada Juana,
como su madre. Aquellos siete años sin descendencia (que habían
luchado por lograr por miles de medios) le valió al rey el apelativo de
"Impotente," apodo que el nacimiento de la niña no pudo borrar. Lo
que es peor, tan arraigada estaba la creencia que el rey era
"Impotente," que a la niña se la consideró "bastarda," hija del
apuesto conde Beltrán de la Vega --valido del rey y muy amigo de los
monarcas-- del que deriva el apodo de Juana "la Beltraneja." A falta de
pruebas del ADN, hasta hoy no se ha podido confirmar ni la bastardía
de Juana ni la impotencia de Enrique IV. Quiere decir que a
Sempronio le quedaba el campo abierto para atribuir al rey, de vida
tan libertina y promiscua, otros hijos desconocidos y otras
amantes, entre ellos la "abuela literaria" de Calisto. Después de
todo, la razón de la exclusiva concentración en la Beltraneja era
porque en mayo de 1462 fue proclamada heredera del trono de
Castilla, al que legítimamente aspiraba y más tarde conseguiría,
Isabel I, la hermana de Enrique con el mayor apoyo de la nobleza y
los detractores de éste. Isabel pasaría a la historia como "La
Católica." Del bulo (si de eso se trataba) de la "impotencia de Enrique
IV" devendría, pudiéramos decir, la unificación territorial de España
y el descubrimiento de América, más el expansionismo territorial y
cultural de Europa.
Cronológicamente
este rey encajaba a la perfección entre los abuelos de Calisto.
Entre 1450-1460 pudo muy bien haber procreado a uno de sus padres;
veinte o veinticinco años más tarde (entre 1470-1480) habría nacido
nuestro protagonista. Cuando se escribió La Celestina,
a finales de última década del siglo XV, tendría éste "veynte y tres
años" (Acto IV) que le echaba Celestina. Literariamente, el
autor anónimo, con intención lúdica y no poca socarronería, nos da
una pista, no imposible de reconocer a muchos de sus
contemporáneos, de un noble progenitor literario del "ens rationis"
o "ser de ficción," Calisto. Éste no pareció ofenderse, como en
otras muchas ocasiones, de las palabras de Sempronio. ¡Cómo se iba
a ofender! (piénsese en los muchos y muy ilustres bastardos de las
monarquías europeas). ¿No era ximio el vituperio
en la apariencia, en el fondo una alabanza? (definición de ironía de
Enrique de Villena, contemporáneo) [16].
Si como animal, el can , en cuanto a sus relaciones
con Minerva, era "fabulilla,' también lo era el
ximio como antropoide. La porrada, en su significación
literal, consistía en la yuxtaposición y gradación de los nombres
de animales bien lograda por Sempronio, que, muy a lo bestia, creía
o daba a entender que de animales se trataba. Otra cosa pensaría
Calisto --y el lector irónico-- conocedor del equívoco y los dobles
matices de lo literal y lo lúdico, del nombre y del
apelativo.
SEMP.__Testigo
es el cuchillo de tu abuelo
He
aquí un elemento nuevo; un tercer elemento inexistente en los
ejemplos anteriores de la gradación. ¿Qué significa esto? ¿Un
cuchillo, testigo de qué? De tratarse de apuñalar a alguno de los
implicados, ¿a quién? El cuchillo parecería encerrar una
connotación violenta, una acción hiriente, mortífera, indicando que el abuelo
de Calisto le dio muerte al simio, o a la abuela; o que el abuelo
y/o la abuela se suicidara. ¿O fue el ximio el que usó el cuchillo
contra el abuelo y/o abuela? ¡Increíble la gama de conjeturas que no
han sabido contestarnos los que sostienen el significado literal de
cuchillo! Extraordinaria es la polisemia y ambigüedad
de la frase, y más, si se le añade una acepción que no tenga nada
que ver con la de matar, apuñalar; una acepción figurativa, un
"eufemismo" que dé lustre y esplendor a la sexualidad del contexto,
"cuyo seso sexo."
La
vida licenciosa del rey era de todos conocida, como es testigo la
multitud de documentos que se conservan. En ellos, se nos habla con
detalles de sus partes pudendas, de su impotencia, de su
promiscuidad. Se nos habla de las prostitutas de Segovia y la
publicidad que daban a las deformidades anatómicas de Enrique IV,
cuya publicidad, --se especula-- fomentaría el propio rey con el
fin de obtener la nulidad de su matrimonio, que al fin conseguiría.
La violencia es un tema totalmente ajeno a nuestro texto; es más,
totalmente ajeno a todo el AUTO. He dejado establecido que la razón
de la elección del toro y
el can se debía a la peculiaridad, entre los animales, de sus penes.
De modo semejante sobresalía, entre los humanos, la peculiaridad del pene de Enrique IV,
según los documentos de aquel entonces.
Buen testigo era el cuchillo; no se trataba de un cuchillo
cualquiera. No cabe pensar en un testigo mejor de las actividades sexuales del rey
que su "pene," representado aquí por el eufemismo "cuchillo,"
-- en una acepción eufemística no extraña en textos literarios como se verá--
acepción, por otra parte, que muy bien pertenecería a las chirigotas,
chácharas de las prostitutas para sugerir la facilidad con que las
penetraba, tratando de halagar al cliente sumamente importante y
--me imagino-- no manco en recompensas.
El
cuchillo del abuelo: "pene"
He
estudiado una larga selección de textos medievales, anteriores y
contemporáneos a La Celestina, y he comprobado que es
rarísima entre ellos[17] --hoy
no nos sería tan rara-- la predicación de un objeto
como testigo de algo; aquí, testigo de la acción u
operación del cuchillo. Testigo, en su misterio y sustancia, es un
derivado directo de testículo, del
latín testiculum [18]. El autor, en un contexto marcado
en su sentido literal por la sexualidad cruda, aunque disimulada, nos lleva del
sometimiento de la abuela al ximio y
al cuchillo del abuelo como
testigo. Cuchillo aparece en los diccionarios
importantes de la época, los de Palencia y Nebrija, como sinónimo de
espada y asociado en sus operaciones a la vaina o
vagina.
El cuchillo va asociado con su vaina, como el pene [19] a la vagina o "vaina" [20], palabras ambas provenientes de la latina VAGINA. En un Lexicon medicum del s. XVIII se define así la VAGINA del útero de la mujer: Est ineaatus ille, cui virilis in coitu penis inditur, non aliter quam vaginae gladius aut culter [21] [conducto por el que en el coito se introduce el pene viril no de otra manera que como por la vaina la espada o el cuchillo]. Tenemos, pues, que cuchillo, en su asociación mental con vagina, y en el contexto inmediato de testigo, se refería, más que a un objeto físico o utensilio de cortar del abuelo, a la parte anatómica, concretamente, a su pene.
Ello
nos llevaría a concluir, por sinécdoque, que Sempronio ponía por
testigo al propio abuelo de Calisto. El autor conseguía fortalecer
la ambigüedad de la frase y salvarse de cualquier tipo de
recriminación o represalia legal o religiosa. Sempronio contestaba
a la pregunta retórica que él mismo se hacía: Lo de
tu abuela con el ximio, ¿Hablilla fué? Que se lo pregunten
al "cuchillo" de tu abuelo, el más autorizado para sentir y
testificar si la mujer con quien copuló era o no era virgen, había
sido o no penetrada --valdría de pensar que fue su cuchillo el que
cortó el himen de su abuela--. El "bestia" de Sempronio dejaba así lo
de la abuela en el aire...
Propongo
pues que cuchillo debiera interpretarse como
"eufemismo," en la noble tradición de lo imaginativo, lo literario, lo
fálico, lo lúdico, sarcástico; o sea, en la línea del contexto más
amplio, en la línea de otros muchísimos textos, narrativos y
poéticos, sagrados y vulgares, serios y burlescos. El autor juega
con el lector en un juego de acertijos muy del gusto de la época.
Se asocia la abuela con el abuelo, la abuela sometida al "mono"
abuelo; el cuchillo (o lanza) del abuelo se asocia a la vaina (o
vagina) de la abuela. Sin duda, el "misterio y la sustancia" de
todos estos nombres ofrecen a nuestra imaginación un prisma de
reverberaciones verdaderamente fascinantes.
El
cuchillo de mi interpretación seguiría encerrando la función de
objeto punzante, hiriente, pero en acepción traslaticia, fálica. Lo
saben muy bien los poetas. En Floresta de poesías del Siglo
de Oro se recoge puñaladas, clavar, enclavar,
herir con acepción, según los autores,
de fututio o acto sexual; espada, clavo, dardo,
lanza con acepción de pene. Rubén Soto Rivera ha propuesto
que la cuchillada, "el rasguño en la cara de Celestina no es
exclusivamente una representación fálica (por metonimia), sino,
además, una figuración de la vulva"[22]. Para
los psicoanalistas el cuchillo, como otras armas
puntiagudas, punzantes, puede ser símbolo del falo y
la vagina es como una herida abierta; herida de la
que, en el caso de la abuela de Calisto, fue testigo y causa el
cuchillo de su ximio abuelo.
Las
fantasmagorías eróticas de Sempronio no distan de las que desde
tiempos remotísimos se divinizaron en
las saetas de Cupido; se acercan a las de Ausonio
(s. IV), gran tratadista de lo lúdico, que parafraseaba con un
insuperable sentido del humor, con fuerza cómica no exenta de
calidad literaria, unos versos de Virgilio sobre el caballo de
Troya, para describir el momento en el que el novio traspasa el cuerpo de
la doncella con su asta; fantasmagorías que se expresan
como lanza y otras armas en las poesías eróticas
del Siglo de Oro; o como espada caliente que, en
el siglo XX, el poeta dominicano Franklin Mieses Burgos sentía
"entre sus ingles;" la misma espada con la que el viento-hombrón de
Lorca perseguía a Preciosa; y no falta en Lorca, gran tesorero de
símbolos fálicos, la mención del puñal y más claramente,
en Bodas de sangre, el cuchillo o
cuchillito ... "que penetra fino por las carnes
asombradas" [23].
En un terreno poco poético, relevante no obstante, puede añadirse
que la palabra chafarote o chafalote, del árabe, (cuchillo,
alfanje) se emplea en muchos lugares de América con el significado
de "pene."
Las fantasmagorías eróticas de Sempronio se acercan a las de otros escritores satíricos de su época y otras nacionalidades, entre los que adquirió fama Pietro Aretino (1492–1556), autor de Diálogos picarescos. Aventuras de monjas, casadas y Prostitutas;
En semejante vena
podemos incluir al autor, que viene más a nuestro caso de eufemismo pene-cuchillo, Heinrich Bebel (1472-1518), estudiante en la universidades de
Krakow and Basilea, profesor de poesía y retórica en la
Universidad de Tubinga, quien nos documenta cómo el uso del eufemismo
"cuchillo" por "pene" en ciertos contextos conducía a malentendidos
desafortunados, como en esta anécdota "carajifársica" entre curas y
monjas. Las monjitas no se atreverían a nombrar el "pene" en el confesionario por su
nombre propio y prefirieron usar el eufemismo
"cuchillo"; el confesor, cándidamente (como es fácil que les pase a otros), interpretó "cuchillo" en su significado
literal:
Tres
moniales confitebantur cuidam sacerdoti.
Prima
dixit alienum in vaginam suam cultellum imposuisse.
quod sacerdos non intellexit, nec etiam pensitavit.
ob huiusmodi quarundam muliercularum superstitiones,
quae res minimas pro peccato
habent. |
Tres
monjas fueron a confesarse con un sacerdote. La
primera se acusó de que el cuchillo de otra persoma había penetrado
su va[g]ina, lo que el sacerdote no entendió, y ni
siquiera recapacitó, por aquello de que algunas
mujercitas, llevadas de semejantes supersticiones,
consideran ser pecado cosas sin
importancia. |
Altera
dixit duos se cultellos imposuisse suae vaginae. quod
iterum neglexit. |
La
segunda le habló de dos cuchillos haberles penetrado
su va[g]ina, cosa que el cura volvió a
desestimar. |
Tertia
vero tres confessa est. Cui sacerdos Quid hoc
nocet? |
Una
tercera, por su parte, se confesó de tres. Entonces
el cura le preguntó: "¿Y qué hay de malo en eso?" |
Audite
meretrices pessimae, non estis absolutae. male enim
narrastis. quoniam penis et cultellus non sunt
idem.(Referencia) |
"Oidme, putas miserables, no estáis absueltas. Mal me informasteis, pues no es lo mismo "cuchillo" que "pene." |
|
Volviendo a las máscaras de el
toro que se distingue por su pene peculiar,
larguísimo, y el
del can estrafalario,
deforme, que ya expliqué, el Impotente de Enrique IV sufría
de una dolencia peneana con malformación de los
genitales. He aquí la descripción del miembro viril de
Enrique IV, según se nos describe en un manuscrito de
Hieronymus Münzer, Viaje por España
y Portugal, 1494-1495 (Versión del
latín, noticia preliminar y notas por Julio Puyol y Alonso, Madrid,
1924). La cita latina completa, con su traducción, dice
así:
Es este replanteamiento de correspondencia y congruencia interna de los textos, replanteamiento de endocrítica, que se pregunta no tanto el por qué dice algo un escritor (razones documentales, otros canes y ximios de las historias), como el para qué (su propósito, sus razones literarias, estéticas). Se intenta lograr, pues, con este replanteamiento una recreación en su doble sentido, el de entretenimiento o placer estético y el de aportación personal y emocional que en todo lector suele engendrar la lectura. La aportación inesperada de Calisto fue una benigna reacción. Pudiera decirse que aun más que la alusión del criado al ximio fue la del cuchillo de tu abuelo, como testigo, la que más gracia le hizo, por lo inesperado, por ser el colmo de la sarcástica farsa: ¡presentar al "impotente" como testigo de su propio acto sexual! Claro, lo que el autor pretendía es que les cayera en gracia a sus lectores; ¿de qué otro rey se podría decir --por él sancionado-- que su pene era el hazmerreír de todos en los corrillos y mentideros del reino? Sería difícil encontrar otro rey a cuyo pene se le dediquen tantas páginas web como al de Enrique IV de Castilla. He aludido a que la referencia al ximio de la abuela era el elemento de la gradación en el que se cifraba la atención del anónimo autor, como lo ha sido de la crítica. Pues bien; admitido que era Enrique IV el representado en el ximio y que la característica anatómica más relevante y peculiar era su pene, nos explicaremos porqué el autor eligió el mito del Pasifé con el Toro (con su enorme pene) y adulteró la leyenda de Minerva para dar entrada a el can (por su pene estrafalario y su prolongado apareamiento). Si leemos la gradación hacia atrás, se comprenderá mejor. Las porradas --carajadas, en este caso provocantes a carcajadas-- de Sempronio, van dirigidas a aquellos que pudieran captar el lenguaje críptico, el misterio de la alusión. De representarse en teatro o cine, Calisto podría pronunciar las palabras de su reacción con una mueca, un guiño, o tratando de contener la "carcajada" con el auditorio: ¡Enrique IV, un esperpento de rey! ¡Su pene, menudo churro!, según se nos describe: "en su origen... delgado y pequeño, pero luego hacia el extremo se alargaba y era grande, de manera que no podía enderezarlo." ¡Menuda porra! Calisto terminó por contagiarse del lenguaje "carajifársico." Esta frase final es el broche de oro con el que se cierra la sátira al pene del "Impotente," incapaz de erección. Si
ahondamos un poco más en el "misterio," comprenderemos
que porradas es un
derivado de porra, vulgarismo por pene, documentado por
escrito en las poesías eróticas del Siglo de Oro, y en
el habla del vulgo en los pueblos de habla hispana de
ayer y de hoy; compárense las expresiones
de ir o mandar
a la porra, al carajo, al coño, al cipote, sin
mencionar otras por mantener el decoro. Es decir, el
autor hace al protagonista sucumbir a los usos
plurivalentes de los vocablos, transcendiendo lo literal
y literario para acercarse a lo lúdico, incluso lo vulgar.
Este intercambio de "cuchillo," de Sempronio, y "porradas," de
Calisto, puede asociarse con el anterior
de piedra y
asno de otras diatribas. Es
significativo el hecho de que el amo, en esta ocasión,
hiciera uso excepcional de un aparte que, en honor a la
decencia y dignidad, el criado no debía oír de boca de
su amo. Si porradas, de
acuerdo con los documentos recogidos
en Corpus del
español de Mark Davis anteriores al siglo
XVI, se empleaba en el sentido de
"golpe", decir
porradas aparece por primera vez en nuestro
pasaje, lo que nos induce a sospechar que el autor
quisiera darle a la expresión una connotación críptica,
equivalente a "decir carajadas;" "decir o hacer una
carajada", se usa en Hispanoamérica, con diversos
matices de significado entre los países; "dar un coñazo"
significa en Venezuela dar un golpe fuerte (DRAE),
con otros matices en otros lugares. Carajo, palabra
repetida ad nauseam en
el Cancionero de obras de burlas
provocantes a risa (Valencia,
1519), inspira la
famosa No
era la primera vez que las ocurrencias
del maldito de
Sempronio le hacían reír a Calisto, mal que le pesara. En
realidad, todo el contexto que precede a nuestro pasaje es
un prolongado intercambio, un tanto distendido, entre
bromas y veras, "burlas provocantes a risa", de amo y
criado. Véase. CAL.__ ¿Muger? ¡O grossero! ¡Dios, Dios! SEMP.__ ¿Y assí lo crees? ¿O burlas? CAL.__ ¿Que burlo? Por Dios la creo, por Dios la confiesso y no creo que ay otro soberano en el cielo; avnque entre nosotros mora. SEMP.__ ¡Ha! ¡ha! ¡ha! ¿Oystes qué blasfemia? ¿Vistes qué ceguedad? CAL.__ ¿De qué te ríes? SEMP.__ Ríome, que no pensaua que hauía peor inuención de pecado que en Sodoma. CAL. . __ ¿Cómo? SEMP.__ Porque aquéllos procuraron abominable vso con los ángeles no conocidos y tú con el que confiessas ser Dios. CAL.__ ¡Maldito seas!, que fecho me has reyr, lo que no pensé ogaño. SEMP.__ ¿Pues qué? ¿Toda tu vida auías de llorar? CAL.__ Sí. SEMP.__ ¿Por qué? CAL.__ Porque amo a aquélla, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcançar. SEMP.__ ¡O pusilánimo! ¡O fideputa! ¡Qué Nembrot, qué magno Alexandre, los quales no sólo del señorío del mundo, mas del cielo se juzgaron ser dignos. CAL.__ No te oy bien esso que dixiste. Torna, dilo, no procedas. SEMP.__ Dixe que tú, que tienes más coraçón que Nembrot ni Alexandre, desesperas de alcançar vna muger... Parece como si cada personaje estuviera hablando a los de su clase social, con su punto de vista personal y lenguaje apropiado. El autor del AUTO, a lo largo de su obra y obviamente en el texto aquí analizado, juega con dos planos semánticos un tanto contrapuestos, el plano de Calisto, persona refinada, letrada, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda criança, que se mueve en una onda metafórica, y el plano del criado que, a lo bestia, no va más allá del significado directo, realista de las palabras. Entre sí no parecen entenderse. Sempronio no entiende las hipérboles amorosas de Calisto que, al ser preguntado si era cristiano, se confesaba melibeo, y creía que Melibea, más que mujer era dios, a quien adoraba y amaba; según aquél, el pecado de Calisto que buscaba la posesión de su dios, superaba en gravedad a los de Sodoma. Los cabellos de Melibea eran para Calisto madejas de oro delgado que podían convertir a los hombres en piedra; más bien en asnos, según el criado. No entendía éste que el fuego que atormentaba a Calisto pudiera ser mayor... que el que quemó tal cibdad [Roma] y tanta multitud de gente. [24] Abundaban las leyendas sobre ayuntamientos de mujeres con monos; criado y amo son personajes de leyenda; son meros portavoces de la imaginación y el arte, cautivos de las fantasmagorías eróticas de todos los tiempos. En esta juerga retórica abunda, como era de esperar, el juego de equívocos. [25 El escritor tenía derecho a jugar con los dobles planos, el literal y el traslaticio, y jugar con la polisemia de el ximio como animal y como mote del rey; y permítaseme añadir la interesantísima polisemia de porradas, un derivado de "porra", con que se cierra el pasaje y se completa este replanteamiento de tonalidades sexuales. [26] También tenía derecho el autor a jugar, junto a las etimologías populares, con las etimologías reales de testigo y asociaciones mentales de cuchillo y porradas, como jugaba en los pasajes citados con la mente de sus personajes, con su propia mente y con la de sus lectores; semejante derecho me concedo yo y concedo al lector. Hagamos nuestra aquella reacción de Calisto: ¡Maldito seas! Que fecho me has reyr, lo que no pensé ogaño.SEMP. __ ¿Escocióte? Lee los ystoriales...¿Escocióte?-- ¡Erre que erre! La "carajifarsa" se revela desde aquella primera palabra de Sempronio alcançar hasta esta última escocióte. El verbo "escocerse" parece el más apropiado y empleado para referirse a las molestias del pene (belanitis) y sus alrededores, el escozor que parece estar asociado, en las etapas del desarrollo a la niñez. Aquí, en la mente del autor, como explicamos más arriba, a los diminutivos testigo (cojoncillo) y cuchillo (colita), con sutil alusión a las partes pudendas del abuelo mediante la bisemia connotativa de cariño y pequeñez. En nuestra época, en contrate con los tiempos de Calisto, tras los grandes logros en el campo de la medicina y la higiene, el escozor en la zona de las partes pudendas se ha mitigado enormemente en cuanto a las molestias y reducido en cuanto al número de afectados. COROLARIOHe tratado de esclarecer el pasaje de manera integral, descifrar algunos de sus valores polisémicos con un criterio en consonancia con la sexualidad del contexto, y con ello acentuar la "vis cómica del texto" con el fin de estimular la imaginación del lector, su sensibilidad emotiva. El autor de nuestro texto lograba, en el misterio del pasaje, bajo una "aparente" recriminación de la abuela de Calisto, "ilustrar" el noble linaje de Calisto, a quien, en lenguaje críptico, satírico, grotesco si se quiere, siempre, sin duda, misterioso, parecía hacerle nieto del "Impotente." No ha sido mi propósito, como he señalado, el identificar a los abuelos biológicos de Calisto, pero me resulta obvio que Sempronio --en el empleo literal de su lenguaje-- sugería que su amo descendía del ayuntamiento de el ximio con su abuela. A lo largo de esta explicación he hecho referencias al bestialismo, todo para llegar a la conclusión en este corolario de que tal bestialismo se dio en el primer ejemplo, bien conocido como tal, de Pasifé con el Toro, y en el segundo, de la diosa Minerva con el can, caso inventado ad hoc por Sempronio. ¿Quién podría sostener que la abuela de Calisto fue la única de las tres mujeres en someterse a una bestia? ¿Y que Calisto permitiera al criado tal acusación, cara a cara, casi sin inmutarse? Nadie, sin duda. La abuela de Calisto se sometió a un mono, siendo "mono" simplemente un apelativo con el que muchos se referirían al rey Enrique IV, cuyas distorsionadas facciones, según la Crónica, le asemejaban al mono. Dada la promiscuidad del monarca con prostitutas de Segovia, con damas y caballeros de la corte (también se le acusaba de homosexual), y dados sus esfuerzos extraordinarios por vigorizar sus órganos sexuales con consultas con médicos italianos, considerados en la época como grandes expertos en cuestiones de erotismo, más exóticas expediciones a África en busca del cuerno de un unicornio (rinoceronte?), muy apreciado por sus virtudes afrodisíacas, más los experimentos de fecundación in vitro (FIV) con la "cánula de oro," literariamente quedaba el campo abierto para fantasear, en "hablillas," sobre las múltiples relaciones amorosas que el monarca pudo haber tenido, incluso, porqué no, con la abuela literaria del Calisto de noble linaje, de claro ingenio, etc. [27] El recital de Sempronio se acerca a un meritorio poema, entendido éste como un entrelazado de imágenes, relacionadas entre sí y capaces de infundir una emoción. El punto culminante de la gradación de imágenes de bestialismo lo ocupa la imagen del "cuchillo de tu abuelo;" esta gradación sigue una ruta de alternancia de claroscuros. Aquí, el claro del "toro blanco" de Pasifé y el oscuro de ésta, escondida en las lóbregas entrañas de la vaca a la espera de ser penetrada por el inmenso pene bovino. Añádase el " oscuro" del Minotauro, producto de esa cópula. El claro de "Minerva, entre los romanos, Atena, entre los griegos, la más bella y amable de las diosas, la siempre virgen, la que dio nombre a Atenas y nos dio a todos el olivo, y el oscuro de ésta sometida al can, en el más horroroso --y doloroso-- de los apareamientos con una hora de bloqueo y tortura. El claro de la querida abuela de Calisto "de noble linaje," y el oscuro de la fealdad del mono, tan cercano a los humanos y al mismo tiempo tan extraño, que nos infunde miedo, nos causa risa y nos da pena (como si en el subconsciente sintiéramos que tantos monos se quedaran a mitad del camino de la evolución a humanos). El cuchillo del abuelo es eufemismo que marca el final de la "carajifarsa" y el final de la sátira de la monarquía y el noble linaje. Cuando Su Majestad el Rey casó con Juana de Portugal, comenta un escritor, "Por los mentideros circulaban atrevidas palabras acerca de los encantos de la nueva reina, los cuales ′eran capaces de levantar a un muerto.′ Quizá a un muerto sí, pero no al miembro viril de Enrique." ¡Qué irónico Sempronio: llamar cuchillo a la piltrafa de pene de Enrique IV, que le convertía en "Impotente"! El claroscuro de esta imagen está bien esbozado en aquel refrán de Correas, aquí ligeramente parafraseado, poniendo de relieve los efectos retóricos del eufemismo y la metonimia: Sempronio cumplió perfectamente con su cometido, del que se había dado cuenta Rojas en su Carta: "El autor a vn su amigo" al comienzo de La Celestina.
Si se me permite parafrasear al estilo de Menéndez y Pelayo, yo despojaría su comentario de las connotaciones socio-religiosas, raciales, peculiares de su época, para encajarlo en un marco sociopolítico, de todos los tiempos, viendo en la presentación que hace el autor de la turpitud moral de tal nieto para tal abuelo, un propósito satírico de ridiculizar la veneración, la entronización, la idolatría de la pureza de sangre, de la monarquía y del noble linaje. O, si se prefiere evitar las peroratas moralizantes, puede que se trate "simplemente" del Anónimo Autor, de entre las pobladas filas de detractores de Enrique IV, que aprovecha la "juerga retórica" para lanzar un dardo envenenado contra el "Impotente" Rey. El autor del AUTO, siguiendo el viejo consejo de "tirar la piedra y esconder la mano," nos oculta su nombre para evitar represalias --son cuantiosas las obras satíricas anónimas de la época-- o, mejor, convenientemente se esconde bajo el nombre de Sempronio. Finalmente, en vista de toda esta información leamos hacia atrás y tratemos de reconstruir las imágenes del tríptico que nos ha pintado el autor del AUTO cuyo seso es sexo: a un lado, un toro con su enorme pene y la reina Pasifé, la más abyecta de las rameras, sometida en la barriga de la vaca de madera; al otro, el can, un inmenso e impúdico perro dispuesto a aparearse con la virgen Minerva, la más querida de las diosas, aquí vilmente sometida. En el panel del centro, con mayor relieve, se destaca un "ximio" [mono] vestido de rey y parecido a Enrique IV, de pene "peculiar" e "impotente," con un "ruin cuchillo" penetrando la "vaina" de la sometida abuela de Calisto. Y os pregunto con Horacio, spectatum admissi, risum teneatis, amici?Cada lector queda invitado a sacar sus propias ilustradas conclusiones y contribuir con su granito de arena o "mármol de Carrara." Durham, North Carolina, publicado por primera vez online en Abril 2006 (última revisión de refundición: Noviembre, 2019). Nota del
autor: se realizarán revisiones,
ampliaciones, con frecuencia; se agradecen los comentarios de los
lectores al
autor del
artículo.
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