Gabriel García Márquez: El amor en los tiempos del cólera --
[Love in the Time of Cholera] Edición bilingüe, español- inglés, de Miguel Garci-Gomez. Dept. Romance Stydies. Duke. U.
Translated From The Spanish By Edith Grossman -- --
Para Mercedes, por supuesto.
En adelanto van estos lugares:
ya tienen su diosa coronada.
Leandro Díaz
For Mercedes, of course
The words I am about to express:
They now have their own crowned goddess.
Leandro Díaz
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CHAPTER ONE
Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro.
IT WAS INEVITABLE: the scent of bitter almonds always reminded him of the fate of unrequited love. Dr. Juvenal Urbino noticed it as soon as he entered the still darkened house where he had hurried on an urgent call to attend a case that for him had lost all urgency many years before. The Antillean refugee Jeremiah de Saint-Amour, disabled war veteran, photographer of children, and his most sympathetic opponent in chess, had escaped the torments of memory with the aromatic fumes of gold cyanide.
Encontró el cadáver cubierto con una manta en el catre de campaña donde había dormido siempre, cerca de un taburete con la cubeta que había servido para vaporizar el veneno. En el suelo, amarrado de la pata del catre, estaba el cuerpo tendido de un gran danés negro de pecho nevado, y junto a él estaban las muletas. El cuarto sofocante y abigarrado que hacía al mismo tiempo de alcoba y laboratorio, empezaba a iluminarse apenas con el resplandor del amanecer en la ventana abierta, pero era luz bastante para reconocer de inmediato la autoridad de la muerte. Las otras ventanas, así como cualquier resquicio de la habitación, estaban amordazadas con trapos o selladas con cartones negros, y eso aumentaba su densidad opresiva. Había un mesón atiborrado de frascos y pomos sin rótulos, y dos cubetas de peltre descascarado bajo un foco ordinario cubierto de papel rojo. La tercera cubeta, la del líquido fijador, era la que estaba junto al cadáver. Había revistas y periódicos viejos por todas partes, pilas de negativos en placas de vidrio, muebles rotos, pero todo estaba preservado del polvo por una mano diligente. Aunque el aire de la ventana había purificado el ámbito, aún quedaba para quien supiera identificarlo el rescoldo tibio de los amores sin ventura de las almendras amargas. El doctor Juvenal Urbino había pensado más de una vez, sin ánimo premonitorio, que aquel no era un lugar propicio para morir en gracia de Dios. Pero con el tiempo terminó por suponer que su desorden obedecía tal vez a una determinación cifrada de la Divina Providencia.
He found the corpse covered with a blanket on the campaign cot where he had always slept, and beside it was a stool with the developing tray he had used to vaporize the poison. On the floor, tied to a leg of the cot, lay the body of a black Great Dane with a snow-white chest, and next to him were the crutches. At one window the splendor of dawn was just beginning to illuminate the stifling, crowded room that served as both bedroom and laboratory, but there was enough light for him to recognize at once the authority of death. The other windows, as well as every other chink in the room, were muffled with rags or sealed with black cardboard, which increased the oppressive heaviness. A counter was crammed with jars and bottles without labels and two crumbling pewter trays under an ordinary light bulb covered with red paper. The third tray, the one for the fixative solution, was next to the body. There were old magazines and newspapers everywhere, piles of negatives on glass plates, broken furniture, but everything was kept free of dust by a diligent hand. Although the air coming through the window had purified the atmosphere, there still remained for the one who could identify it the dying embers of hapless love in the bitter almonds. Dr. Juvenal Urbino had often thought, with no premonitory intention, that this would not be a propitious place for dying in a state of grace. But in time he came to suppose that perhaps its disorder obeyed an obscure determination of Divine Providence.
Un comisario de policía se había adelantado con un estudiante de medicina muy joven que hacía su práctica forense en el dispensario municipal, y eran ellos quienes habían ventilado la habitación y cubierto el cadáver mientras llegaba el doctor Urbino. Ambos lo saludaron con una solemnidad que esa vez tenía más de condolencia que de veneración, pues nadie ignoraba el grado de su amistad con Jeremiah de Saint-Amour. El maestro eminente estrechó la mano de ambos, como lo hacía desde siempre con cada uno de sus alumnos antes de empezar la clase diaria de clínica general, y luego agarró el borde de la manta con las yemas del índice y el pulgar, como si fuera una flor, y descubrió el cadáver palmo a palmo con una parsimonia sacramental. Estaba desnudo por completo, tieso y torcido, con los ojos abiertos y el cuerpo azul, y como cincuenta años más viejo que la noche anterior. Tenía las pupilas diáfanas, la barba y los cabellos amarillentos, y el vientre atravesado por una cicatriz antigua cosida con nudos de enfardelar. Su torso y sus brazos tenían una envergadura de galeote por el trabajo de las muletas, pero sus piernas inermes parecían de huérfano. El doctor Juvenal Urbino lo contempló un instante con el corazón adolorido como muy pocas veces en los largos años de su contienda estéril contra la muerte.
A police inspector had come forward with a very young medical student who was completing his forensic training at the municipal dispensary, and it was they who had ventilated the room and covered the body while waiting for Dr. Urbino to arrive. They greeted him with a solemnity that on this occasion had more of condolence than veneration, for no one was unaware of the degree of his friendship with Jeremiah de Saint-Amour. The eminent teacher shook hands with each of them, as he always did with every one of his pupils before beginning the daily class in general clinical medicine, and then, as if it were a flower, he grasped the hem of the blanket with the tips of his index finger and his thumb, and slowly uncovered the body with sacramental circumspection. Jeremiah de Saint-Amour was completely naked, stiff and twisted, eyes open, body blue, looking fifty years older than he had the night before. He had luminous pupils, yellowish beard and hair, and an old scar sewn with baling knots across his stomach. The use of crutches had made his torso and arms as broad as a galley slave′s, but his defenseless legs looked like an orphan′s. Dr. Juvenal Urbino studied him for a moment, his heart aching as it rarely had in the long years of his futile struggle against death.
-Pendejo -le dijo-. Ya lo peor había pasado.
“Damn fool, he said. “The worst was over.
Volvió a cubrirlo con la manta y recobró su prestancia académica. En el año anterior había celebrado los ochenta con un jubileo oficial de tres días, y en el discurso de agradecimiento se resistió una vez más a la tentación de retirarse. Había dicho: "Ya me sobrará tiempo para descansar cuando me muera pero esta eventualidad no está todavía en mis proyectos". Aunque oía cada vez menos con el oído derecho y se apoyaba en un bastón con empuñadura de plata para disimular la incertidumbre de sus pasos, seguía llevando con la compostura de sus años mozos el vestido entero de lino con el chaleco atravesado por la leontina de oro. La barba de Pasteur, color de nácar, y el cabello del mismo color, muy bien aplanchado y con la raya neta en el centro, eran expresiones fieles de su carácter. La erosión de la memoria cada vez más inquietante la compensaba hasta donde le era posible con notas escritas de prisa en papelitos sueltos, que terminaban por confundirse en todos sus bolsillos, al igual que los instrumentos, los frascos de medicinas, y otras tantas cosas revueltas en el maletín atiborrado. No sólo era el médico más antiguo y esclarecido de la ciudad, sino el hombre más atildado. Sin embargo, su sapiencia demasiado ostensible y el modo nada ingenuo de manejar el poder de su nombre le habían valido menos afectos de los que merecía.
He covered him again with the blanket and regained his academic dignity. His eightieth birthday had been celebrated the year before with an official three-day jubilee, and in his thank-you speech he had once again resisted the temptation to retire. He had said: “I′ll have plenty of time to rest when I die, but this eventuality is not yet part of my plans. Although he heard less and less with his right ear, and leaned on a silver-handled cane to conceal his faltering steps, he continued to wear a linen suit, with a gold watch chain across his vest, as smartly as he had in his younger years. His Pasteur beard, the color of mother-of-pearl, and his hair, the same color, carefully combed back and with a neat part in the middle, were faithful expressions of his character. He compensated as much as he could for an increasingly disturbing erosion of memory by scribbling hurried notes on scraps of paper that ended in confusion in each of his pockets, as did the instruments, the bottles of medicine, and all the other things jumbled together in his crowded medical bag. He was not only the city′s oldest and most illustrious physician, he was also its most fastidious man. Still, his too obvious display of learning and the dis ingenuous manner in which he used the power of his name had won him less affection than he deserved.
Las instrucciones al comisario y al practicante fueron precisas y rápidas. No había que hacer autopsia. El olor de la casa bastaba para determinar que la causa de la muerte habían sido las emanaciones del cianuro activado en la cubeta por algún ácido de fotografía, y Jeremiah de Saint-Amour sabía mucho de eso para no hacerlo por accidente. Ante una reticencia del comisario, lo paró con una estocada típica de su modo de ser: "No se olvide que soy yo el que firma el certificado de defunción". El médico joven quedó desencantado: nunca había tenido la suerte de estudiar los efectos del cianuro de oro en un cadáver. El doctor Juvenal Urbino se había sorprendido de no haberlo visto en la Escuela de Medicina, pero lo entendió de inmediato por su rubor fácil y su dicción andina: tal vez era un recién llegado a la ciudad. Dijo: "No va a faltarle aquí algún loco de amor que le dé la oportunidad un día de estos". Y sólo al decirlo cayó en la cuenta de que entre los incontables suicidios que recordaba, aquel era el primero con cianuro que no había sido causado por un infortunio de amores. Algo cambió entonces en los hábitos de su voz.
His instructions to the inspector and the intern were precise and rapid. There was no need for an autopsy; the odor in the house was sufficient proof that the cause of death had been the cyanide vapors activated in the tray by some photographic acid, and Jeremiah de Saint-Amour knew too much about those matters for it to have been an accident. When the inspector showed some hesitation, he cut him off with the kind of remark that was typical of his manner: “Don′t forget that I am the one who signs the death certificate. The young doctor was disappointed: he had never had the opportunity to study the effects of gold cyanide on a cadaver. Dr. Juvenal Urbino had been surprised that he had not seen him at the Medical School, but he understood in an instant from the young man′s easy blush and Andean accent that he was probably a recent arrival to the city. He said: “There is bound to be someone driven mad by love who will give you the chance one of these days. And only after he said it did he realize that among the countless suicides he could remember, this was the first with cyanide that had not been caused by the sufferings of love. Then something changed in the tone of his voice.
-Cuando lo encuentre, fíjese bien -le dijo al practicante, -suelen tener arena en el corazón.
“And when you do find one, observe with care, he said to the intern: “they almost always have crystals in their heart.
Luego habló con el comisario como lo hubiera hecho con un subalterno. Le ordenó que sortearan todas las instancias para que el entierro se hiciera esa misma tarde y con el mayor sigilo. Dijo: "Yo hablaré después con el alcalde". Sabía que Jeremiah de Saint-Amour era de una austeridad primitiva, y que ganaba con su arte mucho más de lo que le hacía falta para vivir, de modo que en alguna de las gavetas de la casa debía haber dinero de sobra para los gastos del entierro.
Then he spoke to the inspector as he would have to a subordinate. He ordered him to circumvent all the legal procedures so that the burial could take place that same afternoon and with the greatest discretion. He said: “I will speak to the Mayor later. He knew that Jeremiah de Saint-Amour lived in primitive austerity and that he earned much more with his art than he needed, so that in one of the drawers in the house there was bound to be more than enough money for the funeral expenses.
-Pero si no lo encuentran, no importa -dijo-. Yo me hago cargo de todo.
“But if you do not find it, it does not matter, he said. “I will take care of everything.
Ordenó decir a los periódicos que el fotógrafo había muerto de muerte natural, aunque pensaba que la noticia no les interesaba de ningún modo. Dijo: "Si es necesario, yo hablaré con el gobernador". El comisario, un empleado serio y humilde, sabía que el rigor cívico del maestro exasperaba hasta a sus amigos más próximos, y estaba sorprendido por la facilidad con que saltaba por encima de los trámites legales para apresurar el entierro. A lo único que no accedió fue a hablar con el arzobispo para que Jeremiah de Saint-Amour fuera sepultado en tierra sagrada. El comisario, disgustado con su propia impertinencia, trató de excusarse.
He ordered him to tell the press that the photographer had died of natural causes, although he thought the news would in no way interest them. He said: “If it is necessary, I will speak to the Governor. The inspector, a serious and humble civil servant, knew that the Doctor′s sense of civic duty exasperated even his closest friends, and he was surprised at the ease with which he skipped over legal formalities in order to expedite the burial. The only thing he was not willing to do was speak to the Archbishop so that Jeremiah de Saint-Amour could be buried in holy ground. The inspector, astonished at his own impertinence, attempted to make excuses for him.
-Tenía entendido que este hombre era un santo -dijo.
“I understood this man was a saint, he said.
-Algo todavía más raro --dijo el doctor Urbino-: un santo ateo. Pero esos son asuntos de Dios.
“Something even rarer, said Dr. Urbino. “An atheistic saint. But those are matters for God to decide.
Remotas, al otro lado de la ciudad colonial, se escucharon las campanas de la catedral llamando a la misa mayor. El doctor Urbino se puso los lentes de media luna con montura de oro, y consultó el relojito de la leontina, que era cuadrado y fino, y su tapa se abría con un resorte: estaba a punto de perder la misa de Pentecostés.
In the distance, on the other side of the colonial city, the bells of the Cathedral were ringing for High Mass. Dr. Urbino put on his half-moon glasses with the gold rims and consulted the watch on its chain, slim, elegant, with the cover that opened at a touch: he was about to miss Pentecost Mass.
En la sala había una enorme cámara fotográfica sobre ruedas como las de los parques públicos, y el telón de un crepúsculo marino pintado con pinturas artesanales, y las paredes estaban tapizadas de retratos de niños en sus fechas memorables: la primera comunión, el disfraz de conejo, el cumpleaños feliz. El doctor Urbino había visto el recubrimiento paulatino de los muros, año tras año, durante las cavilaciones absortas de las tardes de ajedrez, y había pensado muchas veces con un palpito de desolación que en esa galería de retratos casuales estaba el germen de la ciudad futura, gobernada y pervertida por aquellos niños inciertos, y en la cual no quedarían ya ni las cenizas de su gloria.
In the parlor was a huge camera on wheels like the ones used in public parks, and the backdrop of a marine twilight, painted with homemade paints, and the walls papered with pictures of children at memorable moments: the first Communion, the bunny costume, the happy birthday. Year after year, during contemplative pauses on afternoons of chess, Dr. Urbino had seen the gradual covering over of the walls, and he had often thought with a shudder of sorrow that in the gallery of casual portraits lay the germ of the future city, governed and corrupted by those unknown children, where not even the ashes of his glory would remain.
En el escritorio, junto a un tarro con varias cachimbas de lobo de mar, estaba el tablero de ajedrez con una partida inconclusa. A pesar de su prisa y de su ánimo sombrío, el doctor Urbino no resistió la tentación de estudiarla. Sabía que era la partida de la noche anterior, pues Jeremiah de SaintAmour jugaba todas las tardes de la semana y por lo menos con tres adversarios distintos, pero llegaba siempre hasta el final y guardaba después el tablero y las fichas en su caja, y guardaba la caja en una gaveta del escritorio. Sabía que jugaba con las piezas blancas, y aquella vez era evidente que iba a ser derrotado sin salvación en cuatro jugadas más. "Si hubiera sido un crimen, aquí habría una buena pista -se dijo-. Sólo conozco un hombre capaz de componer esta emboscada maestra." No hubiera podido vivir sin averiguar más tarde por qué aquel soldado indómito, acostumbrado a batirse hasta la última sangre, había dejado sin terminar la guerra final de su vida.
On the desk, next to a jar that held several old sea dog′s pipes, was the chessboard with an unfinished game. Despite his haste and his somber mood, Dr. Urbino could not resist the temptation to study it. He knew it was the previous night′s game, for Jeremiah de Saint-Amour played at dusk every day of the week with at least three different opponents, but he always finished every game and then placed the board and chessmen in their box and stored the box in a desk drawer. The Doctor knew he played with the white pieces and that this time it was evident he was going to be defeated without mercy in four moves. “If there had been a crime, this would be a good clue, Urbino said to himself. “I know only one man capable of devising this masterful trap. If his life depended on it, he had to find out later why that indomitable soldier, accustomed to fighting to the last drop of blood, had left the final battle of his life unfinished.
A las seis de la mañana, cuando hacía la última ronda, el sereno había visto el letrero clavado en la puerta de la calle: Entre sin tocar y avise a la policía. Poco después acudió el comisario con el practicante, y ambos habían hecho un registro de la casa en busca de alguna evidencia contra el aliento inconfundible de las almendras amargas. Pero en los breves minutos que demoró el análisis de la partida inconclusa, el comisario descubrió entre los papeles del escritorio un sobre dirigido al doctor Juvenal Urbino, y protegido con tantos sellos de lacre que fue necesario despedazarlo para sacar la carta. El médico apartó la cortina negra de la ventana para tener mejor luz, echó primero una mirada rápida a los once pliegos escritos por ambos lados con una caligrafía servicial, y desde que leyó el primer párrafo comprendió que había perdido la comunión de Pentecostés. Leyó con el aliento agitado, volviendo atrás en varias páginas para retomar el hilo perdido, y cuando terminó parecía regresar de muy lejos y de mucho tiempo. Su abatimiento era visible a pesar del esfuerzo por impedirlo: tenía en los labios la misma coloración azul del cadáver, y no pudo dominar el temblor de los dedos cuando volvió a doblar la carta y se la guardó en el bolsillo del chaleco. Entonces se acordó del comisario y del médico joven, y les sonrió desde las brumas de la pesadumbre.
At six that morning, as he was making his last rounds, the night watchman had seen the note nailed to the street door: Come in without knocking and inform the police. A short while later the inspector arrived with the intern, and the two of them had searched the house for some evidence that might contradict the unmistakable breath of bitter almonds. But in the brief minutes the Doctor needed to study the unfinished game, the inspector discovered an envelope among the papers on the desk, addressed to Dr. Juvenal Urbino and sealed with so much sealing wax that it had to be ripped to pieces to get the letter out. The Doctor opened the black curtain over the window to have more light, gave a quick glance at the eleven sheets covered on both sides by a diligent handwriting, and when he had read the first paragraph he knew that he would miss Pentecost Communion. He read with agitated breath, turning back on several pages to find the thread he had lost, and when he finished he seemed to return from very far away and very long ago. His despondency was obvious despite his effort to control it: his lips were as blue as the corpse and he could not stop the trembling of his fingers as he refolded the letter and placed it in his vest pocket. Then he remembered the inspector and the young doctor, and he smiled at them through the mists of grief.
-Nada de particular -dijo-. Son sus últimas instrucciones.
“Nothing in particular, he said. “His final instructions.
Era una verdad a medias, pero ellos la creyeron completa porque él les ordenó levantar una baldosa suelta del piso y allí encontraron una libreta de cuentas muy usada donde estaban las claves para abrir la caja fuerte. No había tanto dinero como pensaban, pero lo había de sobra para los gastos del entierro y para saldar otros compromisos menores. El doctor Urbino era entonces consciente de que no alcanzaría a llegar a la catedral antes del Evangelio.
It was a half-truth, but they thought it complete because he ordered them to lift a loose tile from the floor, where they found a worn account book that contained the combination to the strongbox. There was not as much money as they expected, but it was more than enough for the funeral expenses and to meet other minor obligations. Then Dr. Urbino realized that he could not get to the Cathedral before the Gospel reading.
-Es la tercera vez que pierdo la misa del domingo desde que tengo uso de razón -dijo-. Pero Dios entiende.
“It′s the third time I′ve missed Sunday Mass since I′ve had the use of my reason, he said. “But God understands.
Así que prefirió demorarse unos minutos más para dejar todos los pormenores resueltos, aunque apenas si podía soportar la ansiedad de compartir con su esposa las confidencias de la carta. Se comprometió a avisar a los numerosos refugiados del Caribe que vivían en la ciudad, por si querían rendir los últimos honores a quien se había comportado como el más respetable de todos, el más activo y radical, aun después de que fue demasiado evidente que había sucumbido a la rémora del desencanto. También avisaría a sus compinches de ajedrez, entre los cuales había desde profesionales insignes hasta menestrales sin nombre, y a otros amigos menos asiduos, pero que tal vez quisieran asistir al entierro. Antes de conocer la carta póstuma había resuelto ser el primero, pero después de leerla no estaba seguro de nada. De todos modos iba a mandar una corona de gardenias, por si acaso Jeremiah de Saint-Amour había tenido un último minuto de arrepentimiento. El entierro sería a las cinco, que era la hora propicia en los meses de más calor. Si lo necesitaban estaría desde las doce en la casa de campo del doctor Lácides Olivella, su discípulo amado, que aquel día celebraba con un almuerzo de gala las bodas de plata profesionales.
So he chose to spend a few minutes more and attend to all the details, although he could hardly bear his intense longing to share the secrets of the letter with his wife. He promised to notify the numerous Caribbean refugees who lived in the city in case they wanted to pay their last respects to the man who had conducted himself as if he were the most respectable of them all, the most active and the most radical, even after it had become all too clear that he had been overwhelmed by the burden of disillusion. He would also inform his chess partners, who ranged from distinguished professional men to nameless laborers, as well as other, less intimate acquaintances who might perhaps wish to attend the funeral. Before he read the posthumous letter he had resolved to be first among them, but afterward he was not certain of anything. In any case, he was going to send a wreath of gardenias in the event that Jeremiah de Saint-Amour had repented at the last moment. The burial would be at five, which was the most suitable hour during the hottest months. If they needed him, from noon on he would be at the country house of Dr. Lácides Olivella, his beloved disciple, who was celebrating his silver anniversary in the profession with a formal luncheon that day.
El doctor Juvenal Urbino tenía una rutina fácil de seguir, desde que quedaron atrás los años tormentosos de las primeras armas, y logró una respetabilidad y un prestigio que no tenían igual en la provincia. Se levantaba con los primeros gallos, y a esa hora empezaba a tomar sus medicinas secretas: bromuro de potasio para levantarse el ánimo, salicilatos para los dolores de los huesos en tiempo de lluvia, gotas de cornezuelo de centeno para los vahídos, belladona para el buen dormir. Tomaba algo a cada hora, siempre a escondidas, porque en su larga vida de médico y maestro fue siempre contrario a recetar paliativos para la vejez: le era más fácil soportar los dolores ajenos que los propios. En el bolsillo llevaba siempre una almohadilla de alcanfor que aspiraba a fondo cuando nadie lo estaba viendo, para quitarse el miedo de tantas medicinas revueltas.
Once the stormy years of his early struggles were over, Dr. Juvenal Urbino had followed a set routine and achieved a respectability and prestige that had no equal in the province. He arose at the crack of dawn, when he began to take his secret medicines: potassium bromide to raise his spirits, salicylates for the ache in his bones when it rained, ergosterol drops for vertigo, belladonna for sound sleep. He took something every hour, always in secret, because in his long life as a doctor and teacher he had always opposed prescribing palliatives for old age: it was easier for him to bear other people′s pains than his own. In his pocket he always carried a little pad of camphor that he inhaled deeply when no one was watching to calm his fear of so many medicines mixed together.
Permanecía una hora en su estudio, preparando la clase de clínica general que dictó en la Escuela de Medicina todos los días de lunes a sábado, a las ocho en punto, hasta la víspera de su muerte. Era también un lector atento de las novedades literarias que le mandaba por correo su librero de París, o las que le encargaba de Barcelona su librero local, aunque no seguía la literatura de lengua castellana con tanta atención como la francesa. En todo caso, nunca las leía por la mañana, sino después de la siesta durante una hora, y por la noche antes de dormir. Terminado el estudio, hacía quince minutos de ejercicios respiratorios en el baño, frente a la ventana abierta, respirando siempre hacia el lado por donde cantaban los gallos, que era donde estaba el aire nuevo. Luego se bañaba, se arreglaba la barba y se engomaba el bigote en un ámbito saturado de agua de Colonia de la legítima de Fariña Gegenüber, y se vestía de lino blanco, con chaleco y sombrero flexible, y botines de cordobán. A los ochenta y un años conservaba los modales fáciles y el espíritu festivo de cuando volvió de París, poco después de la epidemia grande del cólera morbo, y el cabello bien peinado con la raya en el medio seguía siendo igual al de la juventud, salvo por el color metálico. Desayunaba en familia, pero con un régimen personal: una infusión de flores de ajenjo mayor, para el bienestar del estómago, y una cabeza de ajos cuyos dientes pelaba y se comía uno por uno masticándolos a conciencia con una hogaza de pan, para prevenir los ahogos del corazón. Raras veces no tenía después de la clase un compromiso relacionado con sus iniciativas cívicas, o con sus milicias católicas, o con sus invenciones artísticas y sociales.
He would spend an hour in his study preparing for the class in general clinical medicine that he taught at the Medical School every morning, Monday through Saturday, at eight o′clock, until the day before his death. He was also an avid reader of the latest books that his bookseller in Paris mailed to him, or the ones from Barcelona that his local bookseller ordered for him, although he did not follow Spanish literature as closely as French. In any case, he never read them in the morning, but only for an hour after his siesta and at night before he went to sleep. When he was finished in the study he did fifteen minutes of respiratory exercises in front of the open window in the bathroom, always breathing toward the side where the roosters were crowing, which was where the air was new. Then he bathed, arranged his beard and waxed his mustache in an atmosphere saturated with genuine cologne from Farina Gegenüber, and dressed in white linen, with a vest and a soft hat and cordovan boots. At eighty-one years of age he preserved the same easygoing manner and festive spirit that he had on his return from Paris soon after the great cholera epidemic, and except for the metallic color, his carefully combed hair with the center part was the same as it had been in his youth. He breakfasted en famille but followed his own personal regimen of an infusion of wormwood blossoms for his stomach and a head of garlic that he peeled and ate a clove at a time, chewing each one carefully with bread, to prevent heart failure. After class it was rare for him not to have an appointment related to his civic initiatives, or his Catholic service, or his artistic and social innovations.
Almorzaba casi siempre en su casa, hacía una siesta de diez minutos sentado en la terraza del patio, oyendo en sueños las canciones de las sirvientas bajo la fronda de los mangos, oyendo los pregones de la calle, el fragor de aceites y motores de la bahía, cuyos efluvios aleteaban por el ámbito de la casa en las tardes de calor como un ángel condenado a la podredumbre. Luego leía durante una hora los libros recientes, en especial novelas y estudios históricos, y le daba lecciones de francés y de canto al loro doméstico que desde hacía años era una atracción local. A las cuatro salía a visitar a sus enfermos, después de tomarse un jarro grande de limonada con hielo. A pesar de la edad se resistía a recibir a los pacientes en el consultorio, y seguía atendiéndolos en sus casas, como lo hizo siempre, desde que la ciudad era tan doméstica que podía irse caminando a cualquier parte.
He almost always ate lunch at home and had a ten- minute siesta on the terrace in the patio, hearing in his sleep the songs of the servant girls under the leaves of the mango trees, the cries of vendors on the street, the uproar of oil and motors from the bay whose exhaust fumes fluttered through the house on hot afternoons like an angel condemned to putrefaction. Then he read his new books for an hour, above all novels and works of history, and gave lessons in French and singing to the tame parrot who had been a local attraction for years. At four o′clock, after drinking a large glass of lemonade with ice, he left to call on his patients. In spite of his age he would not see patients in his office and continued to care for them in their homes as he always had, since the city was so domesticated that one could go anywhere in safety.
Desde que llegó de Europa por primera vez andaba en el lando familiar con dos alazanes dorados, pero cuando éste se hizo inservible lo cambió por una victoria de un solo caballo, y siguió usándola siempre con un cierto desdén por la moda, cuando ya los coches empezaban a desaparecer del mundo y los únicos que quedaban en la ciudad sólo servían para pasear a los turistas y llevar las coronas en los entierros. Aunque se negaba a retirarse, era consciente de que sólo lo llamaban para atender casos perdidos, pero él consideraba que también eso era una forma de especialización. Era capaz de saber lo que tenía un enfermo sólo por su aspecto, y cada vez desconfiaba más de los medicamentos de patente y veía con alarma la vulgarización de la cirugía. Decía: "El bisturí es la prueba mayor del fracaso de la medicina". Pensaba que con un criterio estricto todo medicamento era veneno, y que el setenta por ciento de los alimentos corrientes apresuraban la muerte. "En todo caso -solía decir en clase-, la poca medicina que se sabe sólo la saben algunos médicos." De sus entusiasmos juveniles había pasado a una posición que él mismo definía como un humanismo fatalista: "Cada quien es dueño de su ropia muerte, y lo único que podemos hacer, llegada la hora, es ayudarlo a morir sin miedo ni dolor". Pero a pesar de estas ideas extremas, que ya formaban parte del folclor médico local, sus antiguos alumnos seguían consultándolo aun cuando ya eran profesionales establecidos, pues le reconocían eso que entonces se llamaba ojo clínico. De todos modos fue siempre un médico caro y excluyente, y su clientela estuvo concentrada en las casas solariegas del barrio de los Virreyes.
After he returned from Europe the first time, he used the family landau, drawn by two golden chestnuts, but when this was no longer practical he changed it for a Victoria and a single horse, and he continued to use it, with a certain disdain for fashion, when carriages had already begun to disappear from the world and the only ones left in the city were for giving rides to tourists and carrying wreaths at funerals. Although he refused to retire, he was aware that he was called in only for hopeless cases, but he considered this a form of specialization too. He could tell what was wrong with a patient just by looking at him, he grew more and more distrustful of patent medicines, and he viewed with alarm the vulgarization of surgery. He would say: “The scalpel is the greatest proof of the failure of medicine. He thought that, in a strict sense, all medication was poison and that seventy percent of common foods hastened death. “In any case, he would say in class, “the little medicine we know is known only by a few doctors. From youthful enthusiasm he had moved to a position that he himself defined as fatalistic humanism: “Each man is master of his own death, and all that we can do when the time comes is to help him die without fear of pain. But despite these extreme ideas, which were already part of local medical folklore, his former pupils continued to consult him even after they were established in the profession, for they recognized in him what was called in those days a clinical eye. In any event, he was always an expensive and exclusive doctor, and his patients were concentrated in the ancestral homes in the District of the Viceroys.
Tenía una jornada tan metódica, que su esposa sabía dónde mandarle un recado si surgía algo urgente durante el recorrido de la tarde. De joven se demoraba en el Café de la Parroquia antes de volver a casa, y así perfeccionó su ajedrez con los cómplices de su suegro y con algunos refugiados del Caribe. Pero desde los albores del nuevo siglo no volvió al Café de la Parroquia y trató de organizar torneos nacionales patrocinados por el Club Social. Fue esa la época en que vino Jeremiah de SaintAmour, ya con sus rodillas muertas y todavía sin el oficio de fotógrafo de niños, y antes de tres meses era conocido de todo el que supiera mover un alfil en un tablero, porque nadie había logrado ganarle una partida. Para el doctor Juvenal Urbino fue un encuentro milagroso, en un momento en que el ajedrez se le había convertido en una pasión indomable y ya no le quedaban muchos adversarios para saciarla.
His daily schedule was so methodical that his wife knew where to send him a message if an emergency arose in the course of the afternoon. When he was a young man he would stop in the Parish Café before coming home, and this was where he perfected his chess game with his father- in- law′s cronies and some Caribbean refugees. But he had not returned to the Parish Café since the dawn of the new century, and he had attempted to organize national tournaments under the sponsorship of the Social Club. It was at this time that Jeremiah de Saint-Amour arrived, his knees already dead, not yet a photographer of children, yet in less than three months everyone who knew how to move a bishop across a chessboard knew who he was, because no one had been able to defeat him in a game. For Dr. Juvenal Urbino it was a miraculous meeting, at the very moment when chess had become an unconquerable passion for him and he no longer had many opponents who could satisfy it.
Gracias a él, Jeremiah de Saint-Amour pudo ser lo que fue entre nosotros. El doctor Urbino se convirtió en su protector incondicional, en su fiador de todo, sin tomarse siquiera el trabajo de averiguar quién era, ni qué hacía, ni de qué guerras sin gloria venía en aquel estado de invalidez y desconcierto. Por último le prestó el dinero para instalar el taller de fotógrafo, que Jeremiah de Saint-Amour le pagó con un rigor de cordonero, hasta el último cuartillo, desde que retrató al primer niño asustado por el relámpago de magnesio.
Thanks to him, Jeremiah de Saint-Amour could become what he was among us. Dr. Urbino made himself his unconditional protector, his guarantor in everything, without even taking the trouble to learn who he was or what he did or what inglorious Avars he had come from in his crippled, broken state. He eventually lent him the money to set up his photography studio, and from the time he took his first picture of a child startled by the magnesium flash, Jeremiah de Saint-Amour paid back every last penny with religious regularity.
Todo fue por el ajedrez. Al principio jugaban a las siete de la noche, después de la cena, con justas ventajas para el médico por la superioridad notable del adversario, pero con menos ventajas cada vez, hasta que estuvieron parejos. Más tarde, cuando don Galileo Daconte abrió el primer patio de cine, Jeremiah de Saint-Amour fue uno de sus clientes más puntuales, y las partidas de ajedrez quedaron reducidas a las noches que sobraban de las películas de estreno. Entonces se había hecho tan amigo del médico, que éste lo acompañaba al cine, pero siempre sin la esposa, en parte porque ella no tenía aciencia para seguir el hilo de los argumentos difíciles, y en parte porque siempre le pareció, por puro olfato, que Jeremiah. de Saint-Amour no era una buena compañía para nadie.
It was all for chess. At first they played after supper at seven o′clock, with a reasonable handicap for Jeremiah de Saint-Amour because of his notable superiority, but the handicap was reduced until at last they played as equals. Later, when Don Galileo Daconte opened the first outdoor cinema, Jeremiah de Saint-Amour was one of his most dependable customers, and the games of chess were limited to the nights when a new film was not being shown. By then he and the Doctor had become such good friends that they would go to see the films together, but never with the Doctor′s wife, in part because she did not have the patience to follow the complicated plot lines, and in part because it always seemed to her, through sheer intuition, that Jeremiah de Saint-Amour was not a good companion for anyone.
Su día diferente era el domingo. Asistía a la misa mayor en la catedral, y luego volvía a casa y permanecía allí descansando y leyendo en la terraza del patio. Pocas veces salía a ver un enfermo en un día de guardar, como no fuera de extrema urgencia, y desde hacía muchos años no aceptaba un compromiso social que no fuera muy obligante. Aquel día de Pentecostés, por una coincidencia excepcional, habían concurrido dos acontecimientos raros: la muerte de un amigo y las bodas de plata de un discípulo eminente. Sin embargo, en vez de regresar a casa sin rodeos, como lo tenía previsto después de certificar la muerte de Jeremiah de Saint-Amour, se dejó arrastrar por la curiosidad.
His Sundays were different. He would attend High Mass at the Cathedral and then return home to rest and read on the terrace in the patio. He seldom visited a patient on a holy day of obligation unless it was of extreme urgency, and for many years he had not accepted a social engage ment that was not obligatory. On this Pentecost, in a rare coincidence, two extraordinary events had occurred: the death of a friend and the silver anniversary of an eminent pupil. Yet instead of going straight home as he had intended after certifying the death of Jeremiah de Saint-Amour, he allowed himself to be carried along by curiosity.
Tan pronto como subió en el coche hizo un repaso urgente de la carta póstuma, y ordenó al cochero que lo llevara a una dirección difícil en el antiguo barrio de los esclavos. Aquella determinación era tan extraña a sus hábitos, que el cochero quiso asegurarse de que no había algún error. No lo había: la dirección era clara, y quien la había escrito tenía motivos de sobra para conocerla muy bien. El doctor Urbino volvió entonces a la primera hoja, y se sumergió otra vez en aquel manantial de revelaciones indeseables que habrían podido cambiarle la vida, aun a su edad, si hubiera logrado convencerse a sí mismo de que no eran los delirios de un desahuciado.
As soon as he was in his carriage, he again consulted the posthumous letter and told the coachman to take him to an obscure location in the old slave quarter. That decision was so foreign to his usual habits that the coachman wanted to make certain there was no mistake. No, no mistake: the address was clear and the man who had written it had more than enough reason to know it very well. Then Dr. Urbino returned to the first page of the letter and plunged once again into the flood of unsavory revelations that might have changed his life, even at his age, if he could have convinced himself that they were not the ravings of a dying man.
El humor del cielo había empezado a descomponerse desde muy temprano, y estaba nublado y fresco, pero no había riesgos de lluvia antes del mediodía. Tratando de encontrar un camino más corto, el cochero se metió por los vericuetos empedrados de la ciudad colonial, y tuvo que pararse muchas veces para que el caballo no se espantara con el desorden de los colegios y las congregaciones religiosas que regresaban de la liturgia de Pentecostés. Había guirnaldas de papel en las calles, músicas y flores, y muchachas con sombrillas de colores y volantes de muselina que veían pasar la fiesta desde los balcones. En la Plaza de la Catedral, donde apenas se distinguía la estatua de El Libertador entre las palmeras africanas y las nuevas farolas de globos, había un embotellamiento de automóviles por la salida de misa y no quedaba un lugar disponible en el venerable y ruidoso Café de la Parroquia. El único coche de caballos era el del doctor Urbino, y se distinguía de los muy escasos que iban quedando en la ciudad, porque mantuvo siempre el brillo de la capota de charol y tenía los herrajes de bronce para que no se los comiera el salitre, y las ruedas y las varas pintadas de rojo con ribetes dorados, como en las noches de gala de la ópera de Viena. Además, mientras las familias más remilgadas se conformaban con que sus cocheros tuvieran la camisa limpia, él seguía exigiéndole al suyo la librea de terciopelo mustio y la chistera de domador de circo, que además de ser anacrónicas se tenían como una falta de misericordia en la canícula del Caribe.
The sky had begun to threaten very early in the day and the weather was cloudy and cool, but there was no chance of rain before noon. In his effort to find a shorter route, the coachman braved the rough cobblestones of the colonial city and had to stop often to keep the horse from being frightened by the rowdiness of the religious societies and fraternities coming back from the Pentecost liturgy. The streets were full of paper garlands, music, flowers, and girls with colored parasols and muslin ruffles who watched the celebration from their balconies. In the Plaza of the Cathedral, where the statue of The Liberator was almost hidden among the African palm trees and the globes of the new streetlights, traffic was congested because Mass had ended, and not a seat was empty in the venerable and noisy Parish Café. Dr. Urbino′s was the only horse-drawn carriage; it was distinguishable from the handful left in the city because the patent- leather roof was always kept polished, and it had fittings of bronze that would not be corroded by salt, and wheels and poles painted red with gilt trimming like gala nights at the Vienna Opera. Furthermore, while the most demanding families were satisfied if their drivers had a clean shirt, he still required his coachman to wear livery of faded velvet and a top hat like a circus ringmaster′s, which, more than an anachronism, was thought to show a lack of compassion in the dog days of the Caribbean summer.
A pesar de su amor casi maniático por la ciudad, y de conocerla mejor que nadie, el doctor Juvenal Urbino había tenido muy pocas veces un motivo como el de aquel domingo para aventurarse sin reticencias en el fragor del antiguo barrio de los esclavos. El cochero tuvo que dar muchas vueltas y preguntar varias veces para encontrar la dirección. El doctor Urbino reconoció de cerca la pesadumbre de las ciénagas, su silencio fatídico, sus ventosidades de ahogado que tantas madrugadas de insomnio subían hasta su dormitorio revueltas con la fragancia de los jazmines del patio, y que él sentía pasar como un viento de ayer que nada tenía que ver con su vida. Pero aquella pestilencia tantas veces idealizada por la nostalgia se convirtió en una realidad insoportable cuando el coche empezó a dar saltos por el lodazal de las calles donde los gallinazos se disputaban los desperdicios del matadero arrastrados por el mar de leva. A diferencia de la ciudad virreinal, cuyas casas eran de mampostería, allí estaban hechas de maderas descoloridas y techos de cinc, y la mayoría se asentaban sobre pilotes para que no se metieran las crecientes de los albañales abiertos heredados de los españoles. Todo tenía un aspecto miserable y desamparado, pero de las cantinas sórdidas salía el trueno de música de la parranda sin Dios ni ley del Pentecostés de los pobres. Cuando por fin encontraron la dirección, el coche iba perseguido por pandillas de niños desnudos que se burlaban de los atavíos teatrales del cochero, y éste tenía que espantarlos con la fusta. El doctor Urbino, preparado para una visita confidencial, comprendió demasiado tarde que no había candidez más peligrosa que la de su edad.
Despite his almost maniacal love for the city and a knowledge of it superior to anyone′s, Dr. Juvenal Urbino had not often had reason as he did that Sunday to venture boldly into the tumult of the old slave quarter. The coachman had to make many turns and stop to ask directions several times in order to find the house. As they passed by the marshes, Dr. Urbino recognized their oppressive weight, their ominous silence, their suffocating gases, which on so many insomniac dawns had risen to his bedroom, blending with the fragrance of jasmine from the patio, and which he felt pass by him like a wind out of yesterday that had nothing to do with his life. But that pestilence so frequently idealized by nostalgia became an unbearable reality when the carriage began to lurch through the quagmire of the streets where buzzards fought over the slaughterhouse offal as it was swept along by the receding tide. Unlike the city of the Viceroys where the houses were made of masonry, here they were built of weathered boards and zinc roofs, and most of them rested on pilings to protect them from the flooding of the open sewers that had been inherited from the Spaniards. Everything looked wretched and desolate, but out of the sordid taverns came the thunder of riotous music, the godless drunken celebration of Pentecost by the poor. By the time they found the house, gangs of ragged children were chasing the carriage and ridiculing the theatrical finery of the coachman, who had to drive them away with his whip. Dr. Urbino, prepared for a confidential visit, realized too late that there was no innocence more dangerous than the innocence of age.
El exterior de la casa sin número no tenía nada que la distinguiera de las menos felices, salvo la ventana con cortinas de encajes y un portón desmontado de alguna iglesia antigua. El cochero hizo sonar la aldaba, y sólo cuando comprobó que era la dirección correcta ayudó al médico a descender del coche. El portón se había abierto sin ruido, y en la penumbra interior estaba una mujer madura, vestida de negro absoluto y con una rosa roja en la oreja. A pesar de sus años, que no eran menos de cuarenta, seguía siendo una mulata altiva, con los ojos dorados y crueles, y el cabello ajustado a la forma del cráneo como un casco de algodón de hierro. El doctor Urbino no la reconoció, aunque la había visto varias veces entre las nebulosas de las partidas de ajedrez en la oficina del fotógrafo, y en alguna ocasión le había recetado unas papeletas de quinina para las fiebres tercianas. Le tendió la mano, y ella se la tomó entre las suyas, menos para saludarlo que para ayudarlo a entrar. La sala tenía el clima y el murmullo invisible de una floresta, y estaba atiborrada de muebles y objetos primorosos, cada uno en su sitio natural. El doctor Urbino se acordó sin amargura de la botica de un anticuario de arís, un lunes de otoño del siglo anterior, en el número 26 de la calle de Montmartre. La mujer se sentó frente a él y le habló en un castellano difícil.
The exterior of the unnumbered house was in no way distinguishable from its less fortunate neighbors, except for the window with lace curtains and an imposing front door taken from some old church. The coachman pounded the door knocker, and only when he had made certain that it was the right house did he help the Doctor out of the carriage. The door opened without a sound, and in the shadowy interior stood a mature woman dressed in black, with a red rose behind her ear. Despite her age, which was no less than forty, she was still a haughty mulatta with cruel golden eyes and hair tight to her skull like a helmet of steel wool. Dr. Urbino did not recognize her, although he had seen her several times in the gloom of the chess games in the photographer′s studio, and he had once written her a prescription for tertian fever. He held out his hand and she took it between hers, less in greeting than to help him into the house. The parlor had the climate and invisible murmur of a forest glade and was crammed with fur niture and exquisite objects, each in its natural place. Dr. Urbino recalled without bitterness an antiquarian′s shop, No. 26 rue Montmartre in Paris, on an autumn Monday in the last century. The woman sat down across from him and spoke in accented Spanish.
-Esta es su casa, doctor -dijo-. No lo esperaba tan pronto.
“This is your house, Doctor, she said. “I did not expect you so soon.
El doctor Urbino se sintió delatado. Se fijó en ella con el corazón, se fijó en su luto intenso, en la dignidad de su congoja, y entonces comprendió que aquella era una visita inútil, porque ella sabía más que él de todo cuanto estaba dicho y justificado en la carta ostuma de Jeremiah de SaintAmour. Así era. Ella lo había acompañado hasta muy pocas horas antes de la muerte, como lo había acompañado durante casi veinte años con una devoción y una ternura sumisa que se parecían demasiado al amor, y sin que nadie lo supiera en esta soñolienta capital de provincia donde eran de dominio público hasta los secretos de estado. Se habían conocido en un hospital de caminantes de Port-au-Prince, donde ella había nacido y donde él había pasado sus primeros tiempos de fugitivo, y lo siguió hasta aquí un año después para una visita breve, aunque ambos sabían sin ponerse de acuerdo que venía a quedarse para siempre. Ella se ocupaba de mantener la limpieza y el orden del laboratorio una vez por semana, pero ni los vecinos peor pensados confundieron las apariencias con la verdad, porque suponían como todo el mundo que la invalidez de Jeremiah. de Saint-Amour no era sólo para caminar. El mismo doctor Urbino lo suponía por razones médicas bien fundadas, y nunca habría creído que tuviera una mujer si él mismo no se lo hubiera revelado en la carta. De todos modos le costaba trabajo entender que dos adultos libres y sin pasado, al margen de los prejuicios de una sociedad ensimismada, hubieran elegido el azar de los amores prohibidos. Ella se lo explicó: "Era su gusto". Además, la clandestinidad compartida con un hombre que nunca fue suyo por completo, y en la que más de una vez conocieron la explosión instantánea de la felicidad, no le pareció una condición indeseable. Al contrario: la vida le había demostrado que tal vez fuera ejemplar.
Dr. Urbino felt betrayed. He stared at her openly, at her intense mourning, at the dignity of her grief, and then he understood that this was a useless visit because she knew more than he did about everything stated and explained in Jeremiah de Saint-Amour′s posthumous letter. This was true. She had been with him until a very few hours before his death, as she had been with him for half his life, with a devotion and submissive tenderness that bore too close a resemblance to love, and without anyone knowing anything about it in this sleepy provincial capital where even state secrets were common knowledge. They had met in a convalescent home in Port-au-Prince, where she had been born and where he had spent his early years as a fugitive, and she had followed him here a year later for a brief visit, although both of them knew without agreeing to anything that she had come to stay forever. She cleaned and straightened the laboratory once a week, but not even the most evil-minded neighbors confused appearance with reality because they, like everyone else, supposed that Jeremiah de Saint-Amour′s disability affected more than his capacity to walk. Dr. Urbino himself supposed as much for solid medical reasons, and never would have believed his friend had a woman if he himself had not revealed it in the letter. In any event, it was difficult for him to comprehend that two free adults without a past and living on the fringes of a closed society′s prejudices had chosen the hazards of illicit love. She explained: “It was his wish. Moreover, a clandestine life shared with a man who was never completely hers, and in which they often knew the sudden explosion of happiness, did not seem to her a cond ition to be despised. On the contrary: life had shown her that perhaps it was exemplary.
La noche anterior habían ido al cine, cada uno por su cuenta y en asientos separados, como iban por lo menos dos veces al mes desde que el inmigrante italiano don Galileo Daconte instaló un salón a cielo abierto en las ruinas de un convento del siglo xvii. Vieron una película basada en un libro que había estado de moda el año anterior, y que el doctor Urbino había leído con el corazón desolado por la barbarie de la guerra: Sin novedad en el frente. Se reunieron luego en el laboratorio, y ella lo encontró disperso y nostálgico, y pensó que era por las escenas brutales de los heridos moribundos en el fango. Tratando de distraerlo lo invitó a jugar al ajedrez, y él había aceptado por complacerla, pero jugaba sin atención, con las piezas blancas, por supuesto, hasta que descubrió antes que ella que iba a ser derrotado en cuatro jugadas más, y se rindió sin honor. El médico comprendió entonces que el contendor de la partida final había sido ella y no el general Jerónimo Argote, como él lo había supuesto. Murmuró asombrado:
On the previous night they had gone to the cinema, each one separately, and had sat apart as they had done at least twice a month since the Italian immigrant, Don Galileo Daconte, had installed his open-air theater in the ruins of a seventeenth-century convent. They saw All Quiet on the Western Front, a film based on a book that had been popular the year before and that Dr. Urbino had read, his heart devastated by the barbarism of war. They met afterward in the laboratory, she found him brooding and nostalgic, and thought it was because of the brutal scenes of wounded men dying in the mud. In an attempt to distract him, she invited him to play chess and he accepted to please her, but he played inattentively, with the white pieces, of course, until he discovered before she did that he was going to be defeated in four moves and surrendered without honor. Then the Doctor realized that she had been his opponent in the final game, and not General Jerónimo Argote, as he had supposed. He murmured in astonishment:
-¡Era una partida maestra!
“It was masterful!
Ella insistió en que el mérito no era suyo, sino que Jeremiah de Saint-Amour, extraviado ya por las brumas de la muerte, movía las piezas sin amor. Cuando interrumpió la partida, como a las once y cuarto, pues ya se había acabado la música de los bailes públicos, él le pidió que lo dejara solo. Quería escribir una carta al doctor Juvenal Urbino, a quien consideraba el hombre más respetable que había conocido, y además un amigo del alma, como le gustaba decir, a pesar de que la única afinidad de ambos era el vicio del ajedrez entendido como un diálogo de la razón y no como una ciencia. Entonces ella supo que Jeremiah de Saint-Amour había llegado al término de la agonía, y que no le quedaba más tiempo de vida que el necesario para escribir la carta. El médico no podía creerlo.
She insisted that she deserved no praise, but rather that Jeremiah de Saint-Amour, already lost in the mists of death, had moved his pieces without love. When he stopped the game at about a quarter past eleven, for the music from the public dances had ended, he asked her to leave him. He wanted to write a letter to Dr. Juvenal Urbino, whom he considered the most honorable man he had ever known, and his soul′s friend, as he liked to say, despite the fact that the only affinity between the two was their addic tion to chess understood as a dialogue of reason and not as a science. And then she knew that Jeremiah de Saint-Amour had come to the end of his suffering and that he had only enough life left to write the letter. The Doctor could not believe it.
-¡De modo que usted lo sabía! -exclamó.
“So then you knew! he exclaimed.
No sólo lo sabía, confirmó ella, sino que lo había ayudado a sobrellevar la agonía con el mismo amor con que lo había ayudado a descubrir la dicha. Porque eso habían sido sus últimos once meses: una cruel agonía.
She not only knew, she agreed, but she had helped him to endure the suffering as lovingly as she had helped him to discover happiness. Because that was what his last eleven months had been: cruel suffering.
-Su deber era denunciarlo -dijo el médico.
“Your duty was to report him, said the Doctor.
-Yo no podía hacerle eso -dijo ella, escandalizada-: lo quería demasiado.
“I could not do that, she said, shocked. “I loved him too much.
El doctor Urbino, que creía haberlo oído todo, no había oído nunca nada igual, y dicho de un modo tan simple. La miró de frente con los cinco sentidos para fijarla en su memoria como era en aquel instante: parecía un ídolo fluvial, impávida dentro del vestido negro, con los ojos de culebra y la rosa en la oreja. Mucho tiempo atrás, en una laya solitaria de Haití donde ambos yacían desnudos después del amor, Jeremiah de Saint-Amour había suspirado de pronto: "Nunca seré viejo". Ella lo interpretó como un propósito heroico de luchar sin cuartel contra los estragos del tiempo, pero él fue más explícito: tenía la determinación irrevocable de quitarse la vida a los sesenta años.
Dr. Urbino, who thought he had heard everything, had never heard anything like that, and said with such simplicity. He looked straight at her and tried with all his senses to fix her in his memory as she was at that moment: she seemed like a river idol, undaunted in her black dress, with her serpent′s eyes and the rose behind her ear. A long time ago, on a deserted beach in Haiti where the two of them lay naked after love, Jeremiah de Saint- Amour had sighed: “I will never be old. She interpreted this as a heroic determination to struggle without quarter against the ravages of time, but he was more specific: he had made the irrevocable decision to take his own life when he was seventy years old.
Los había cumplido, en efecto, el 23 de enero de ese año, y entonces había fijado como plazo último la víspera de Pentecostés, que era la fiesta mayor de la ciudad consagrada al culto del Espíritu Santo. No había ningún detalle de la noche anterior que ella no hubiera conocido de antemano, y hablaban de eso con frecuencia, padeciendo juntos el torrente irreparable de los días que ya ni él ni ella podían detener. Jeremiah de Saint-Amour amaba la vida con una pasión sin sentido, amaba el mar y el amor, amaba a su perro y a ella, y a medida que la fecha se acercaba había ido sucumbiendo a la desesperación, como si su muerte no hubiera sido una resolución propia sino un destino inexorable.
He had turned seventy, in fact, on the twenty-third of January of that year, and then he had set the date as the night before Pentecost, the most important holiday in a city consecrated to the cult of the Holy Spirit. There was not a single detail of the previous night that she had not known about ahead of time, and they spoke of it often, suffering together the irreparable rush of days that neither of them could stop now. Jeremiah de Saint-Amour loved life with a senseless passion, he loved the sea and love, he loved his dog and her, and as the date approached he had gradually succumbed to despair as if his death had been not his own decision but an inexorable destiny.
-Anoche, cuando lo dejé solo, ya no era de este mundo -dijo ella.
“Last night, when I left him, he was no longer of this world, she said.
Había querido llevarse el perro, pero él lo contempló adormilado junto a las muletas y lo acarició con la punta de los dedos. Dijo: "Lo siento, pero Mister Woodrow Wilson se va conmigo". Le pidió a ella que lo amarrara en la pata del catre mientras él escribía, y ella lo hizo con un nudo falso para que pudiera soltarse. Aquel había sido su único acto de deslealtad, y estaba justificado por el deseo de seguir recordando al amo en los ojos invernales de su perro. Pero el doctor Urbino la interrumpió para contarle que el perro no se había soltado. Ella dijo: "Entonces fue porque no quiso". Y se alegró, porque prefería seguir evocando al amante muerto como él se lo había pedido la noche anterior, cuando interrumpió la carta que ya había comenzado y la miró por última vez.
She had wanted to take the dog with her, but he looked at the animal dozing beside the crutches and caressed him with the tips of his fingers. He said: “I′m sorry, but Mister Woodrow Wilson is coming with me. He asked her to tie him to the leg of the cot while he wrote, and she used a false knot so that he could free himself. That had been her only act of disloyalty, and it was justified by her desire to remember the master in the wintry eyes of his dog. But Dr. Urbino interrupted her to say that the dog had not freed himself. She said: “Then it was because he did not want to. And she was glad, because she preferred to evoke her dead lover as he had asked her to the night before, when he stopped writing the letter he had already begun and looked at her for the last time.
-Recuérdame con una rosa -le dijo.
“Remember me with a rose, he said to her.
Había llegado a su casa poco después de la medianoche. Se tendió a fumar en la cama, vestida, encendiendo un cigarrillo con la colilla del otro para dar tiempo a que él terminara la carta que ella sabía larga y difícil, y poco antes de las tres, cuando empezaron a aullar los perros, puso en el fogón el agua para el café, se vistió de luto cerrado y cortó en el patio la primera rosa de la madrugada. El doctor Urbino se había dado cuenta desde hacía rato de cuánto iba a repudiar el recuerdo de aquella mujer irredimible, y creía conocer el motivo: sólo una persona sin principios podía ser tan complaciente con el dolor.
She had returned home a little after midnight. She lay down fully dressed on her bed, to smoke one cigarette after another and give him time to finish what she knew was a long and difficult letter, and a little before three o′clock, when the dogs began to howl, she put the water for coffee on the stove, dressed in full mourning, and cut the first rose of dawn in the patio. Dr. Urbino already realized how completely he would repudiate the memory of that irredeemable woman, and he thought he knew why: only a person without principles could be so complaisant toward grief.
Ella le dio más argumentos hasta el final de la visita. No iría al entierro, pues así se lo había prometido al amante, aunque el doctor Urbino creyó entender lo contrario en un párrafo de la carta. No iba a derramar una lágrima, no iba a malgastar el resto de sus años cocinándose a fuego lento en el caldo de larvas de la memoria, no iba a sepultarse en vida a coser su mortaja dentro de estas cuatro paredes como era tan bien visto que lo hicieran las viudas nativas. Pensaba vender la casa de Jeremiah de Saint-Amour, que desde ahora era suya con todo lo que tenía dentro según estaba dispuesto en la carta, y seguiría viviendo como siempre y sin quejarse de nada en este moridero de pobres donde había sido feliz.
And for the remainder of the visit she gave him even more justification. She would not go to the funeral, for that is what she had promised her lover, although Dr. Urbino thought he had read just the opposite in one of the paragraphs of the letter. She would not shed a tear, she would not waste the rest of her years simmering in the maggot broth of memory, she would not bury herself alive inside these four walls to sew her shroud, as native widows were expected to do. She intended to sell Jeremiah de Saint-Amour′s house and all its contents, which, according to the letter, now belonged to her, and she would go on living as she always had, without complaining, in this death trap of the poor where she had been happy.
Aquella frase persiguió al doctor Juvenal Urbino en el camino de regreso a su casa: "Este moridero de pobres". No era una calificación gratuita. Pues la ciudad, la suya, seguía siendo igual al margen del tiempo: la misma ciudad ardiente y árida de sus terrores nocturnos y los placeres solitarios de la pubertad, donde se oxidaban las flores y se corrompía la sal, y a la cual no le había ocurrido nada en cuatro siglos, salvo el envejecer despacio entre laureles marchitos y ciénagas podridas. En invierno, unos aguaceros instantáneos y arrasadores desbordaban las letrinas y convertían las calles en lodazales nauseabundos. En verano, un polvo invisible, áspero como de tiza al rojo vivo, se metía hasta por los resquicios más protegidos de la imaginación, alborotado por unos vientos locos que desentechaban casas y se llevaban a los niños por los aires. Los sábados, la pobrería mulata abandonaba en tumulto los ranchos de cartones y latón de las orillas de las ciénagas, con sus animales domésticos y sus trastos de comer y beber, y se tomaban en un asalto de júbilo las playas pedregosas del sector colonial. Algunos, entre los más viejos, llevaban hasta hacía pocos años la marca real de los esclavos, impresa con hierros candentes en el pecho. Durante el fin de semana bailaban sin demencia, se emborrachaban a muerte con alcoholes de alambiques caseros, hacían amores libres entre los matorrales de ¡caco, y a la media noche del domingo desbarataban sus propios fandangos con trifulcas sangrientas de todos contra todos. Era la misma muchedumbre impetuosa que el resto de la semana se infiltraba en las plazas y callejuelas de los barrios antiguos, con ventorrillos de cuanto fuera posible comprar y vender, y le infundían a la ciudad muerta un frenesí de feria humana olorosa a pescado frito: una vida nueva.
The words pursued Dr. Juvenal Urbino on the drive home: “this death trap of the poor. It was not a gratuitous description. For the city, his city, stood unchanging on the edge of time: the same burning dry city of his nocturnal terrors and the solitary pleasures of puberty, where flowers rusted and salt corroded, where nothing had happened for four centuries except a slow aging among withered laurels and putrefying swamps. In winter sudden devastating downpours flooded the latrines and turned the streets into sickening bogs. In summer an invisible dust as harsh as red-hot chalk was blown into even the bestprotected corners of the imagination by mad winds that took the roofs off the houses and carried away children through the air. On Satur days the poor mulattoes, along with all their domestic animals and kitchen utensils, tumultuously abandoned their hovels of cardboard and tin on the edges of the swamps and in jubilant assault took over the rocky beaches of the colonial district. Until a few years ago, some of the older ones still bore the royal slave brand that had been burned onto their chests with flaming irons. During the weekend they danced without mercy, drank themselves blind on home-brewed alcohol, made wild love among the icaco plants, and on Sunday at midnight they broke up their own party with bloody free-for-alls. During the rest of the week the same impetuous mob swarmed into the plazas and alleys of the old neighborhoods with their stores of everything that could be bought and sold, and they infused the dead city with the frenzy of a human fair reeking of fried fish: a new life.
La independencia del dominio español, y luego la abolición de la esclavitud, recipitaron el estado de decadencia honorable en que nació y creció el doctor Juvenal Urbino. Las grandes familias de antaño se hundían en silencio dentro de sus alcázares desguarnecidos. En los vericuetos de las calles adoquinadas que tan eficaces habían sido en sorpresas de guerras y desembarcos de bucaneros, la maleza se descolgaba por los balcones y abría grietas en los muros de cal y canto aun en las mansiones mejor tenidas, y la única señal viva a las dos de la tarde eran los lánguidos ejercicios de piano en la enumbra de la siesta. Adentro, en los frescos dormitorios saturados de incienso, las mujeres se guardaban del sol como de un contagio indigno, y aun en las misas de madrugada se tapaban la cara con la mantilla. Sus amores eran lentos y difíciles, perturbados a menudo por presagios siniestros, y la vida les parecía interminable. Al anochecer, en el instante opresivo del tránsito, se alzaba de las ciénagas una tormenta de zancudos carniceros, y una tierna vaharada de mierda humana, cálida y triste, revolvía en el fondo del alma la certidumbre de la muerte.
Independence from Spain and then the abolition of slavery precipitated the conditions of honorable decadence in which Dr. Juvenal Urbino had been born and raised. The great old families sank into their ruined palaces in silence. Along the rough cobbled streets that had served so well in surprise attacks and buccaneer landings, weeds hung from the balconies and opened cracks in the whitewashed walls of even the best-kept mansions, and the only signs of life at two o′clock in the afternoon were languid piano exercises played in the dim light of siesta. Indoors, in the cool bedrooms saturated with incense, women protected themselves from the sun as if it were a shameful infection, and even at early Mass they hid their faces in their mantillas. Their love affairs were slow and difficult and were often disturbed by sinister omens, and life seemed interminable. At nightfall, at the oppressive moment of transition, a storm of carnivorous mosquitoes rose out of the swamps, and a tender breath of human shit, warm and sad, stirred the certainty of death in the depths of one′s soul.
Pues la vida propia de la ciudad colonial, que el joven Juvenal Urbino solía idealizar en sus melancolías de París, era entonces una ilusión de la memoria. Su comercio había sido el más próspero del Caribe en el siglo xvui, sobre todo por el privilegio ingrato de ser el más grande mercado de esclavos africanos en las Américas. Fue además la residencia habitual de los virreyes del Nuevo Reino de Granada, que referían gobernar desde aquí, frente al océano del mundo, y no en la capital distante y helada cuya llovizna de siglos les trastornaba el sentido de la realidad. Varias veces al año se concentraban en la bahía las flotas de galeones cargados con los caudales de otosí, de Quito, de Veracruz, y la ciudad vivía entonces los que fueron sus años de gloria. El viernes 8 de junio de 1708 a las cuatro de la tarde, el galeón San José que acababa de zarpar para Cádiz con un cargamento de piedras y metales preciosos por medio millón de millones de pesos de la época, fue hundido por una escuadra inglesa frente a la entrada del puerto, y dos siglos largos después no había sido aún rescatado. Aquella fortuna yacente en fondos de corales, con el cadáver del comandante flotando de medio lado en el puesto de mando, solía ser evocada por los historiadores como el emblema de la ciudad ahogada en los recuerdos.
And so the very life of the colonial city, which the young Juvenal Urbino tended to idealize in his Parisian melancholy, was an illusion of memory. In the eighteenth century, the commerce of the city had been the most prosperous in the Caribbean, owing in the main to the thankless privilege of its being the largest African slave market in the Americas. It was also the permanent residence of the Viceroys of the New Kingdom of Granada, who preferred to govern here on the shores of the world′s ocean rather than in the distant freezing capital under a centuries-old drizzle that disturbed their sense of reality. Several times a year, fleets of galleons carrying the treasures of Potosí, Quito, and Veracruz gathered in the bay, and the city lived its years of glory. On Friday, June 8, 1708, at four o′clock in the afternoon, the galleon San José set sail for Cádiz with a cargo of precious stones and metals valued at five hundred billion pesos in the currency of the day; it was sunk by an English squadron at the entrance to the port, and two long centuries later it had not yet been salvaged. That treasure lying in its bed of coral, and the corpse of the commander floating sideways on the bridge, were evoked by historians as an emblem of the city drowned in memories.
Al otro lado de la bahía, en el barrio residencial de La Manga, la casa del doctor Juvenal Urbino estaba en otro tiempo. Era grande y fresca, de una sola planta, y con un órtico de columnas dóricas en la terraza exterior, desde la cual se dominaba el estanque de miasmas y escombros de naufragios de la bahía. El piso estaba cubierto de baldosas ajedrezadas, blancas y negras, desde la puerta de entrada hasta la cocina, y esto se había atribuido más de una vez a la pasión dominante del doctor Urbino, sin recordar que era una debilidad común de los maestros de obra catalanes que construyeron a principios de este siglo aquel barrio de ricos recientes. La sala era amplia, de cielos muy altos como toda la casa, con seis ventanas de cuerpo entero sobre la calle, y estaba separada del comedor por una puerta vidriera, enorme e historiada, con ramazones de vides y racimos y doncellas seducidas por caramillos de faunos en una floresta de bronce. Los muebles de recibo, hasta el reloj de péndulo de la sala que tenía la presencia de un centinela vivo, eran todos originales ingleses de fines del siglo xix, y las lámparas colgadas eran de lágrimas de cristal de roca, y había por todas partes jarrones y floreros de Sévres y estatuillas de idilios paganos en alabastro. Pero aquella coherencia europea se acababa en el resto de la casa, donde las butacas de mimbre se confundían con mecedores vieneses y taburetes de cuero de artesanía local.
Across the bay, in the residential district of La Manga, Dr. Juvenal Urbino′s house stood in another time. One-story, spacious and cool, it had a portico with Doric columns on the outside terrace, which commanded a view of the still, miasmic water and the debris from sunken ships in the bay. From the entrance door to the kitchen, the floor was covered with black and white checkerboard tiles, a fact often attrib uted to Dr. Urbino′s ruling passion without taking into account that this was a weakness common to the Catalonian craftsmen who built this district for the nouveaux riches at the beginning of the century. The large drawing room had the very high ceilings found throughout the rest of the house, and six full- length windows facing the street, and it was separated from the dining room by an enormous, elaborate glass door covered with branching vines and bunches of grapes and maidens seduced by the pipes of fauns in a bronze grove. The furnishings in the reception rooms, including the pendulum clock that stood like a living sentinel in the drawing room, were all original English pieces from the late nineteenth century, and the lamps that hung from the walls were all teardrop crystal, and there were Sèvres vases and bowls everywhere and little alabaster statues of pagan idylls. But that European coherence vanished in the rest of the house, where wicker armchairs were jumbled together with Viennese rockers and leather footstools made by local craftsmen.
En los dormitorios, además de las camas, había espléndidas hamacas de San jacinto con el nombre del dueño bordado en letras góticas con hilos de seda y flecos de colores en las orillas. El espacio concebido en sus orígenes para las cenas de gala, a un lado del comedor, fue aprovechado para una equeña sala de música donde se daban conciertos íntimos cuando venían intérpretes notables. Las baldosas habían sido cubiertas con las alfombras turcas compradas en la Exposición Universal de París para mejorar el silencio del ámbito, había una ortofónica de modelo reciente junto a un estante con discos bien ordenados, y en un rincón, cubierto con un mantón de Manila, estaba el piano que el doctor Urbino no había vuelto a tocar en muchos años. En toda la casa se notaba el juicio y el recelo de una mujer con los pies bien plantados sobre la tierra.
Splendid hammocks from San Jacinto, with multicolored fringe along the sides and the owner′s name embroidered in Gothic letters with silk thread, hung in the bedrooms along with the beds. Next to the dining room, the space that had originally been designed for gala suppers was used as a small music room for intimate concerts when famous performers came to the city. In order to enhance the silence, the tiles had been covered with the Turkish rugs purchased at the World′s Fair in Paris; a recent model of a victrola stood next to a stand that held records arranged with care, and in a corner, draped with a Manila shawl, was the piano that Dr. Urbino had not played for many years. Throughout the house one could detect the good sense and care of a woman whose feet were planted firmly on the ground.
Sin embargo, ningún otro lugar revelaba la solemnidad meticulosa de la biblioteca, que fue el santuario del doctor Urbino antes que se lo llevara la vejez. Allí, alrededor del escritorio de nogal de su padre, y de las poltronas de cuero capitonado, hizo cubrir los muros y hasta las ventanas con anaqueles vidriados, y colocó en un orden casi demente tres mil libros idénticos empastados en piel de becerro y con sus iniciales doradas en el lomo. Al contrario de las otras estancias, que estaban a merced de los estropicios y los malos alientos del puerto, la biblioteca tuvo siempre el sigilo y el olor de una abadía. Nacidos y criados bajo la superstición caribe de abrir puertas y ventanas para convocar una fresca que no existía en la realidad, el doctor Urbino y su esposa se sintieron al rincipio con el corazón oprimido por el encierro. Pero terminaron por convencerse de las bondades del método romano contra el calor, que consistía en mantener las casas cerradas en el sopor de agosto para que no se metiera el aire ardiente de la calle, y abrirlas por completo para los vientos de la noche. La suya fue desde entonces la más fresca en el sol bravo de La Manga, y era una dicha hacer la siesta en la penumbra de los dormitorios, y sentarse por la tarde en el pórtico a ver pasar los cargueros de Nueva Orleans, pesados y cenicientos, y los buques fluviales de rueda de madera con las luces encendidas al atardecer, que iban purificando con un reguero de músicas el muladar estancado de la bahía. Era también la mejor protegida de diciembre a marzo, cuando los alisios del norte desbarataban los tejados, y se pasaban la noche dando vueltas como lobos hambrientos alrededor de la casa en busca de un resquicio para meterse. Nadie pensó nunca que el matrimonio afincado sobre aquellos cimientos pudiera tener algún motivo para no ser feliz.
But no other room displayed the meticulous solemnity of the library, the sanctuary of Dr. Urbino until old age carried him off. There, all around his father′s walnut desk and the tufted leather easy chairs, he had lined the walls and even the windows with shelves behind glass doors, and had arranged in an almost demented order the three thousand volumes bound in identical calfskin with his initials in gold on the spines. Unlike the other rooms, which were at the mercy of noise and foul winds from the port, the library always enjoyed the tranquillity and fragrance of an abbey. Born and raised in the Caribbean superstition that one opened doors and windows to summon a coolness that in fact did not exist, Dr. Urbino and his wife at first felt their hearts oppressed by enclosure. But in the end they were convinced of the merits of the Roman strategy against heat, which consists of closing houses during the lethargy of August in order to keep out the burning air from the street, and then opening them up completely to the night breezes. And from that time on theirs was the coolest house under the furious La Manga sun, and it was a delight to take a siesta in the darkened bedrooms and to sit on the portico in the afternoon to watch the heavy, ash-gray freighters from New Orleans pass by, and at dusk to see the wooden paddles of the riverboats with their shining lights, purifying the stagnant garbage heap of the bay with the wake of their music. It was also the best protected from December through March, when the northern winds tore away roofs and spent the night circling like hungry wolves looking for a crack where they could slip in. No one ever thought that a marriage rooted in such foundations could have any reason not to be happy.
En todo caso, el doctor Urbino no lo era aquella mañana, cuando volvió a su casa antes de las diez, trastornado por las dos visitas que no sólo le habían hecho perder la misa de Pentecostés, sino que amenazaban con volverlo distinto a una edad en que ya todo parecía consumado. Quería dormir una siesta de perro mientras llegaba la hora del almuerzo de gala del doctor Lácides Olivella, pero encontró la servidumbre alborotada, tratando de coger el loro que había volado hasta la rama más alta del palo de mango cuando lo sacaron de la jaula para cortarle las alas. Era un loro desplumado y maniático, que no hablaba cuando se lo pedían sino en las ocasiones menos pensadas, pero entonces lo hacía con una claridad y un uso de razón que no eran muy comunes en los seres humanos. Había sido amaestrado por el doctor Urbino en persona, y eso le había valido privilegios que nadie tuvo nunca en la familia, ni siquiera los hijos cuando eran niños.
In any case, Dr. Urbino was not when he returned home that morning before ten o′clock, shaken by the two visits that not only had obliged him to miss Pentecost Mass but also threatened to change him at an age when everything had seemed complete. He wanted a short siesta until it was time for Dr. Lácides Olivella′s gala luncheon, but he found the servants in an uproar as they attempted to catch the parrot, who had flown to the highest branches of the mango tree when they took him from his cage to clip his wings. He was a deplumed, maniacal parrot who did not speak when asked to but only when it was least expected, but then he did so with a clarity and rationality that were uncommon among human beings. He had been tutored by Dr. Urbino himself, which afforded him privileges that no one else in the family ever had, not even the children when they were young.
Estaba en la casa desde hacía más de veinte años, y nadie supo cuántos había vivido antes. Todas las tardes después de la siesta, el doctor Urbino se sentaba con él en la terraza del patio, que era el lugar más fresco de la casa, y había apelado a los recursos más arduos de su pasión pedagógica, hasta que el loro aprendió a hablar el francés como un académico. Después, por puro vicio de la virtud, le enseñó el acompañamiento de la misa en latín y algunos trozos escogidos del Evangelio según San Mateo, y trató sin fortuna de inculcarle una noción mecánica de las cuatro operaciones aritméticas. En uno de sus últimos viajes a Europa trajo el primer fonógrafo de bocina con muchos discos de moda y de sus compositores clásicos favoritos. Día tras día, una vez y otra vez durante varios meses, le hacía oír al loro las canciones de Yvette Gilbert y Aristide Bruan, que habían hecho las delicias de Francia en el siglo pasado, hasta que las aprendió de memoria. Las cantaba con voz de mujer, si eran las de ella, y con voz de tenor, si eran de él, y terminaba con unas carcajadas libertinas que eran el espejo magistral de las que soltaban las sirvientas cuando lo oían cantar en francés. La fama de sus gracias había llegado tan lejos, que a veces pedían permiso para verlo algunos visitantes distinguidos que venían del interior en los buques fluviales, y en una ocasión trataron de comprarlo a cualquier precio unos turistas ingleses de los muchos que pasaban por aquella época en los barcos bananeros de Nueva Orleans. Sin embargo, el día de su gloria mayor fue cuando el Presidente de la República, don Marco Fidel Suárez, con los ministros de su gabinete en pleno, vinieron a la casa a comprobar la verdad de su fama. Llegaron como a las tres de la tarde, sofocados por las chisteras y las levitas de paño que no se habían quitado en tres días de visita oficial bajo el cielo incandescente de agosto, y tuvieron que irse tan intrigados como vinieron, porque el loro se negó a decir ni este pico es mío durante dos horas de desesperación, a pesar de las súplicas y las amenazas y la vergüenza pública del doctor Urbino, que se había empecinado en aquella invitación temeraria contra las advertencias sabias de su esposa.
He had lived in the house for over twenty years, and no one knew how many years he had been alive before then. Every afternoon after his siesta, Dr. Urbino sat with him on the terrace in the patio, the coolest spot in the house, and he had summoned the most diligent reserves of his passion for pedagogy until the parrot learned to speak French like an academician. Then, just for love of the labor, he taught him the Latin accompaniment to the Mass and selected passages from the Gospel according to St. Matthew, and he tried without success to inculcate in him a working notion of the four arithmetic functions. On one of his last trips to Europe he brought back the first phonograph with a trumpet speaker, along with many of the latest popular records as well as those by his favorite classical composers. Day after day, over and over again for several months, he played the songs of Yvette Guilbert and Aristide Bruant, who had charmed France during the last century, unt il the parrot learned them by heart. He sang them in a woman′s voice if they were hers, in a tenor′s voice if they were his, and ended with impudent laughter that was a masterful imitation of the servant girls when they heard him singing in French. The fame of his accomplishments was so widespread that on occasion distinguished visitors who had traveled from the interior on the riverboats would ask permission to see him, and once some of the many English tourists, who in those days sailed the banana boats from New Orleans, would have bought him at any price. But the day of his greatest glory was when the President of the Republic, Don Marco Fidel Suárez, with his entourage of cabinet ministers, visited the house in order to confirm the truth of his reputation. They arrived at about three o′clock in the afternoon, suffocating in the top hats and frock coats they had worn during three days of official visits under the burning August sky, and they had to leave as curious as when they arrived, because for two desperate hours the parrot refused to say a single syllable, ignoring the pleas and threats and public humiliation of Dr. Urbino, who had insisted on that foolhardy invitation despite the sage warnings of his wife.
El hecho de que el loro hubiera mantenido sus privilegios después de ese desplante histórico había sido la prueba final de su fuero sagrado. Ningún otro animal estaba permitido en la casa, salvo la tortuga de tierra, que había vuelto a aparecer en la cocina después de tres o cuatro años en que se la creyó perdida para siempre. Pero ésta no se tenía como un ser vivo, sino más bien como un amuleto mineral para la buena suerte, del que nunca se sabía a ciencia cierta por dónde andaba. El doctor Urbino se resistía a admitir que odiaba a los animales, y lo disimulaba con toda clase de fábulas científicas y pretextos filosóficos que convencían a muchos, pero no a su esposa. Decía que quienes los amaban en exceso eran capaces de las peores crueldades con los seres humanos. Decía que los perros no eran fieles sino serviles, que los gatos eran oportunistas y traidores, que los pavorreales eran heraldos de muerte, que las guacamayas no eran más que estorbos ornamentales, que los conejos fomentaban la codicia, que los micos contagiaban la fiebre de la lujuria, y que los gallos estaban malditos porque se habían prestado para que a Cristo lo negaran tres veces.
The fact that the parrot could maintain his privileges after that historic act of defiance was the ultimate proof of his sacred rights. No other animal was permitted in the house, with the exception of the land turtle who had reappeared in the kitchen after three or four years, when everyone thought he was lost forever. He, however, was not considered a living being but rather a mineral good luck charm whose location one could never be certain of. Dr. Urbino was reluctant to confess his hatred of animals, which he disguised with all kinds of scientific inventions and philosophical pretexts that convinced many, but not his wife. He said that people who loved them to excess were capable of the worst cruelties toward human beings. He said that dogs were not loyal but servile, that cats were opportunists and traitors, that peacocks were heralds of death, that macaws were simply decorative annoyances, that rabbits fomented greed, that monkeys carried the fever of lust, and that roosters were damned because they had been complicit in the three denials of Christ.
En cambio Fermina Daza, su esposa, que entonces tenía setenta y dos años y había perdido ya la andadura de venada de otros tiempos, era una idólatra irracional de las flores ecuatoriales y los animales domésticos, y al principio del matrimonio se había aprovechado de la novedad del amor para tener en la casa muchos más de los que aconsejaba el buen juicio. Los primeros fueron tres dálmatas con nombres de emperadores romanos que se despedazaron entre sí por los favores de una hembra que hizo honor a su nombre de Mesalina, pues más demoraba en parir nueve cachorros que en concebir otros diez. Después fueron los gatos abisinios con perfil de águila y modales faraónicos, los siameses bizcos, los persas palaciegos de ojos anaranjados, que se aseaban por las alcobas como sombras fantasmales y alborotaban las noches con los alaridos de sus aquelarres de amor. Durante algunos años, encadenado por la cintura en el mango del patio, hubo un mico amazónico que suscitaba una cierta compasión porque tenía el semblante atribulado del arzobispo Obdulio y Rey, y el mismo candor de sus ojos y la elocuencia de sus manos, pero no fue por eso que Fermina Daza se deshizo de él, sino por su mala costumbre de complacerse en honor de las señoras.
On the other hand, Fermina Daza, his wife, who at that time was seventy-two years old and had already lost the doe′s gait of her younger days, was an irrational idolater of tropical flowers and domestic animals, and early in her marriage she had taken advantage of the novelty of love to keep many more of them in the house than good sense would allow. The first were three Dalmatians named after Roman emperors, who fought for the favors of a female who did honor to her name of Messalina, for it took her longer to give birth to nine pups than to conceive another ten. Then there were Abyssinian cats with the profiles of eagles and the manners of pharaohs, cross-eyed Siamese and palace Persians with orange eyes, who walked through the rooms like shadowy phantoms and shattered the night with the howling of their witches′ sabbaths of love. For several years an Amazonian monkey, chained by his waist to the mango tree in the patio, elicited a certain compassion because he had the sorrowful face of Archbishop Obdulio y Rey, the same candid eyes, the same elo quent hands; that, however, was not the reason Fermina got rid of him, but because he had the bad habit of pleasuring himself in honor of the ladies.
Había toda clase de pájaros de Guatemala en las jaulas de los corredores, y alcaravanes premonitorios y garzas de ciénaga de largas patas amarillas, y un ciervo juvenil que se asomaba por las ventanas por comerse los anturios de los floreros. Poco antes de la última guerra civil, cuando se habló por primera vez de una posible visita del apa, habían traído de Guatemala un ave del paraíso que más tardó en venir que en volver a su tierra, cuando se supo que el anuncio del viaje pontificio había sido un infundio del gobierno para asustar a los liberales confabulados. Otra vez compraron en los veleros de los contrabandistas de Curazao una jaula de alambre con seis cuervos erfumados, iguales a los que Fermina Daza había tenido de niña en la casa paterna, y que quería seguir teniendo de casada. Pero nadie pudo soportar los aleteos continuos que saturaban la casa con sus efluvios de coronas de muertos. También llevaron una anaconda de cuatro metros, cuyos suspiros de cazadora insomne perturbaban la oscuridad de los dormitorios, aunque lograron con ella lo que querían, que era espantar con su aliento mortal a los murciélagos y las salamandras, y a las numerosas especies de insectos dañinos que invadían la casa en los meses de lluvia. Al doctor Juvenal Urbino, tan solicitado entonces por sus obligaciones profesionales, y tan absorto en sus romociones cívicas y culturales, le bastaba con suponer que, en medio de tantas criaturas abominables, su mujer no era sólo la más hermosa en el ámbito del Caribe, sino también la más feliz. Pero una tarde de lluvias, al término de una jornada agotadora, encontró en la casa un desastre que lo puso en la realidad. Desde la sala de visitas hasta donde alcanzaba la vista, había un reguero de animales muertos flotando en una ciénaga de sangre. Las sirvientas, trepadas en las sillas sin saber qué hacer, no acababan de reponerse del pánico de la matanza.
There were all kinds of Guatemalan birds in cages along the passageways, and premonitory curlews, and swamp herons with long yellow legs, and a young stag who came in through the windows to eat the anthurium in the flowerpots. Shortly before the last civil war, when there was talk for the first time of a possible visit by the Pope, they had brought a bird of paradise from Guatemala, but it took longer to arrive than to return to its homeland when it was learned that the announcement of the pontifical visit had been a lie spread by the government to alarm the conspiratorial Liberals. Another time, on the smugglers′ ships from Curaçao, they bought a wicker cage with six perfumed crows identical to the ones that Fermina Daza had kept as a girl in her father′s house and that she still wanted to have as a married woman. But no one could bear the continual flapping of their wings that filled the house with the reek of funeral wreaths. They also brought in an anaconda, four meters long, whose insomniac hunter′s sighs disturbed the darkness in the bedrooms although it accomplished what they had wanted, which was to frighten with its mortal breath the bats and salamanders and countless species of harmful insects that invaded the house during the rainy months. Dr. Juvenal Urbino, so occupied at that time with his professional obligations and so absorbed in his civic and cultural enterprises, was content to assume that in the midst of so many abominable creatures his wife was not only the most beautiful woman in the Caribbean but also the happiest. But one rainy afternoon, at the end of an exhausting day, he encountered a disaster in the house that brought him to his senses. Out of the drawing room, and for as far as the eye could see, a stream of dead animals floated in a marsh of blood. The servant girls had climbed on the chairs, not knowing what to do, and they had not yet recovered from the panic of the slaughter.
El caso fue que uno de los mastines alemanes, enloquecido por un ataque súbito de mal de rabia, había despedazado a cuanto animal de cualquier clase encontró en su camino, hasta que el jardinero de la casa vecina tuvo el valor de enfrentarlo y lo despedazó a machetazos. No se sabía a cuántos había mordido, o contaminado con sus espumarajos verdes, así que el doctor Urbino ordenó matar a los sobrevivientes e incinerar los cuerpos en un campo apartado, y pidió a los servicios del Hospital de la Misericordia una desinfección a fondo de la casa. El único que se salvó, porque nadie se acordó de él, fue el morrocoyo macho de la buena suerte.
One of the German mastiffs, maddened by a sudden attack of rabies, had torn to pieces every animal of any kind that crossed its path, until the gardener from the house next door found the courage to face him and hack him to pieces with his machete. No one knew how many creatures he had bitten or contaminated with his green slaverings, and so Dr. Urbino ordered the survivors killed and their bodies burned in an isolated field, and he requested the services of Misericordia Hospital for a thorough disinfecting of the house. The only animal to escape, because nobody remembered him, was the giant lucky charm tortoise.
Fermina Daza le dio la razón a su marido por primera vez en algún asunto doméstico y se cuidó de no hablar más de animales por mucho tiempo. Se consolaba con las láminas de colores de la Historia Natural de Linneo, que hizo enmarcar y colgar en las aredes de la sala, y tal vez hubiera terminado por perder las esperanzas de ver otra vez un animal en la casa, de no haber sido porque una madrugada los ladrones forzaron una ventana del baño y se llevaron el servicio de plata heredado de cinco generaciones. El doctor Urbino puso candados dobles en las argollas de las ventanas, aseguró las puertas por dentro con trancas de hierro, guardó las cosas de más valor en la caja de caudales, y adquirió la tardía costumbre de guerra de dormir con el revólver debajo de la almohada. Pero se opuso a la compra de un perro bravo, vacunado o no, suelto o encadenado, aunque los ladrones los dejaran en cueros.
Fermina Daza admitted for the first time that her husband was right in a domestic matter, and for a long while afterward she was careful to say no more about animals. She consoled herself with color illustrations from Linnaeus′s Natural History, which she framed and hung on the drawing room walls, and perhaps she would eventually have lost all hope of ever seeing an animal in the house again if it had not been for the thieves who, early one morning, forced a bathroom window and made off with the silver service that had been in the family for five generations. Dr. Urbino put double padlocks on the window frames, secured the doors on the inside with iron crossbars, placed his most valuable possessions in the strongbox, and belatedly acquired the wartime habit of sleeping with a revolver under his pillow. But he opposed the purchase of a fierce dog, vaccinated or unvaccinated, running loose or chained up, even if thieves were to steal everything he owned.
-En esta casa no entrará nada que no hable -dijo.
“Nothing that does not speak will come into this house, he said.
Lo dijo para poner término a las argucias de su mujer, empecinada otra vez en comprar un perro, y sin imaginar siquiera que aquella generalización apresurada había de costarle la vida. Fermina Daza, cuyo carácter cerrero se había ido matizando con los años, agarró al vuelo la ligereza de lengua del marido: meses después del robo volvió a los veleros de Curazao y compró un loro real de Paramaribo que sólo sabía decir blasfemias de marineros, pero que las decía con una voz tan humana que bien valía su recio excesivo de doce centavos.
He said it to put an end to the specious arguments of his wife, who was once again determined to buy a dog, and he never imagined that his hasty generalization was to cost him his life. Fermina Daza, whose straightforward character had become more subtle with the years, seized on her husband′s casual words, and months after the robbery she returned to the ships from Curaçao and bought a royal Paramaribo parrot, who knew only the blasphemies of sailors but said them in a voice so human that he was well worth the extravagant price of twelve centavos.
Era de los buenos, más liviano de lo que parecía, y con la cabeza amarilla y la lengua negra, único modo de distinguirlo de los loros mangleros que no aprendían a hablar ni con supositorios de trementina. El doctor Urbino, buen perdedor, se inclinó ante el ingenio de su esposa, y él mismo se sorprendió de la gracia que le hacían los rogresos ¡el loro alborotado por las sirvientas. En las tardes te lluvia, cuando se le desataba la lengua por la alegría de las plumas ensopadas, decía frases de otros tiempos que no había podido aprender en la casa, y que permitían pensar que era también más viejo de lo que parecía. La última reticencia del médico se desmoronó una noche en que los ladrones trataron de meterse otra vez por una claraboya de la azotea, y el loro los espantó con unos ladridos de mastín que no habrían sido tan verosímiles si hubieran sido reales, y gritando rateros rateros rateros, dos gracias salvadoras que no había aprendido en la casa. Fue entonces cuando el doctor Urbino se hizo cargo de él, y mandó a construir debajo del mango una percha con un recipiente para el agua y otro para el guineo maduro, y además un trapecio para hacer maromas. De diciembre a marzo, cuando las noches se enfriaban y la intemperie se volvía invivible por las brisas del norte, lo llevaban a dormir en las alcobas dentro de una jaula tapada con una manta, a pesar de que el doctor Urbino sospechaba que su muermo crónico podía ser peligroso para la buena respiración de los humanos. Durante muchos años le cortaban las plumas de las alas y lo dejaban suelto, caminando a gusto con su andar cascorvo de jinete viejo. Pero un día se puso a hacer gracias de acróbata en los travesanos de la cocina y se cayó en la olla del san cocho en medio de su propia algarabía naval de sálvese quien pueda, y con tan buena fortuna que la cocinera alcanzó a sacarlo con el cucharón, escaldado y sin plumas, pero todavía vivo. Desde entonces lo dejaron en la jaula incluso durante el día, contra la creencia vulgar de que los loros enjaulados olvidan lo aprendido, y sólo lo sacaban con la fresca de las cuatro para las clases del doctor Urbino en la terraza del patio . Nadie advirtió a tiempo que tenía las alas demasiado largas, y aquella mañana se disponían a cortárselas cuando escapó hasta el cogollo del mango.
He was a fine parrot, lighter than he seemed, with a yellow head and a black tongue, the only way to distinguish him from mangrove parrots who did not learn to speak even with turpentine suppositories. Dr. Urbino, a good loser, bowed to the ingenuity of his wife and was even surprised at how amused he was by the advances the parrot made when he was excited by the servant girls. On rainy afternoons, his tongue loosened by the pleasure of having his feathers drenched, he uttered phrases from another time, which he could not have learned in the house and which led one to think that he was much older than he appeared. The Doctor′s final doubts collapsed one night when the thieves tried to get in again through a skylight in the attic, and the parrot frightened them with a mastiff′s barking that could not have been more realistic if it had been real, and with shouts of stop thief stop thief stop thief, two saving graces he had not learned in the house. It was then that Dr. Urbino took charge of him and ordered the construction of a perch under the mango tree with a container for water, another for ripe bananas, and a trapeze for acrobatics. From December through March, when the nights were cold and the north winds made living outdoors unbearable, he was taken ins ide to sleep in the bedrooms in a cage covered by a blanket, although Dr. Urbino suspected that his chronic swollen glands might be a threat to the healthy respiration of humans. For many years they clipped his wing feathers and let him wander wherever he chose to walk with his hulking old horseman′s gait. But one day he began to do acrobatic tricks on the beams in the kitchen and fell into the pot of stew with a sailor′s shout of every man for himself, and with such good luck that the cook managed to scoop him out with the ladle, scalded and deplumed but still alive. From then on he was kept in the cage even during the daytime, in defiance of the vulgar belief that caged parrots forget everything they have learned, and let out only in the four o′clock coolness for his classes with Dr. Urbino on the terrace in the patio. No one realized in time that his wings were too long, and they were about to clip them that morning when he escaped to the top of the mango tree.
No habían logrado alcanzarlo en tres horas. Las sirvientas, ayudadas por otras del vecindario, habían recurrido a toda suerte de engaños para hacerlo bajar, pero él continuaba empecinado en su sitio, gritando muerto de risa viva el partido liberal, viva el partido liberal carajo, un grito temerario que les había costado la vida a más de cuatro borrachitos felices. El doctor Urbino apenas alcanzaba a distinguirlo entre las frondas, y trató de convencerlo en español y francés, y aun en latín, y el loro le contestaba en los mismos idiomas y con el mismo énfasis y el mismo timbre de voz, pero no se movió del cogollo. Convencido de que nadie iba a conseguirlo por las buenas, el doctor Urbino ordenó que pidieran ayuda a los bomberos, que eran su juguete cívico más reciente.
And for three hours they had not been able to catch him. The servant girls, with the help of other maids in the neighborhood, had used all kinds of tricks to lure him down, but he insisted on staying where he was, laughing madly as he shouted long live the Liberal Party, long live the Liberal Party damn it, a reckless cry that had cost many a carefree drunk his life. Dr. Urbino could barely see him amid the leaves, and he tried to cajole him in Spanish and French and even in Latin, and the parrot responded in the same languages and with the same emphasis and timbre in his voice, but he did not move from his treetop. Convinced that no one was going to make him move voluntarily, Dr. Urbino had them send for the fire department, his most recent civic pastime.
Hasta hacía poco, en efecto, los incendios eran apagados por voluntarios con escaleras de albañiles y baldes de agua acarreados de donde se pudiera, y era tal el desorden de sus métodos, que éstos causaban a veces más estragos que los incendios. Pero desde el año anterior, gracias a una colecta promovida por la Sociedad de Mejoras úblicas, de la cual Juvenal Urbino era vresidente honorario, había un cuerpo de bomberos profesional y un camión cisterna con sirena y campana, y dos mangueras de alta presión. Estaban de moda, hasta el punto de que en las escuelas se suspendían las clases cuando se oían las campanas de las iglesias tocando a rebato, para que los niños fueran a verlos combatir el fuego. Al principio era lo único que hacían. Pero el doctor Urbino les contó a las autoridades municipales que en Hamburgo había visto a los bomberos resucitar a un niño que encontraron congelado en un sótano después de una nevada de tres días. También los había visto en una callejuela de Ñapóles, bajando un muerto dentro del ataúd desde el balcón de un décimo piso, pues las escaleras del edificio eran tan torcidas que la familia no había logrado sacarlo a la calle. Fue así como los bomberos locales aprendieron a prestar otros servicios de emergencia, como forzar cerraduras o matar culebras venenosas, y la Escuela de Medicina les impartió un curso especial de primeros auxilios en accidentes menores. De modo que no era un despropósito pedirles el favor de que bajaran del árbol a un loro distinguido con tantos méritos como un caballero. El doctor Urbino dijo: "Díganles que es de parte mía". Y se fue al dormitorio a vestirse para el almuerzo de gala. La verdad era que en ese momento, abrumado por la carta de Jeremiah de SaintAmour, la suerte del loro lo tenía sin cuidado.
Until just a short time before, in fact, fires had been put out by volunteers using brickmasons′ ladders and buckets of water carried in from wherever it could be found, and methods so disorderly that they sometimes caused more damage than the fires. But for the past year, thanks to a fund- organized by the Society for Public Improve ment, of which Juvenal Urbino was honorary president, there was a corps of professional firemen and a water truck with a siren and a bell and two high-pressure hoses. They were so popular that classes were suspended when the church bells were heard sounding the alarm, so that children could watch them fight the fire. At first that was all they did. But Dr. Urbino told the municipal authorities that in Hamburg he had seen firemen revive a boy found frozen in a basement after a three-day snowstorm. He had also seen them in a Neapolitan alley lowering a corpse in his coffin from a tenth- floor balcony because the stairway in the building had so many twists and turns that the family could not get him down to the street. That was how the local firemen learned to render other emergency services, such as forcing locks or killing poisonous snakes, and the Medical School offered them a special course in first aid for minor accidents. So it was in no way peculiar to ask them to please get a distinguished parrot, with all the qualities of a gentleman, out of a tree. Dr. Urbino said: “Tell them it′s for me. And he went to his bedroom to dress for the gala luncheon. The truth was that at that moment, devastated by the letter from Jeremiah de Saint-Amour, he did not really care about the fate of the parrot.
Fermina Daza se había puesto un camisero de seda, amplio y suelto, con el talle en las caderas, se había puesto un collar de perlas legítimas con seis vueltas largas y desiguales, y unos zapatos de raso con tacones altos que sólo usaba en ocasiones muy solemnes, pues ya los años no le daban para tantos abusos. Aquel atuendo de moda no parecía adecuado para una abuela venerable, pero le iba muy bien a su cuerpo de huesos largos, todavía delgado y recto, a sus manos elásticas sin un solo lunar de vejez, a su cabello de acero azul, cortado en diagonal a la altura de la mejilla. Lo único que le quedaba entonces de su retrato de bodas eran los ojos de almendras diáfanas y la altivez de nación, pero lo que le faltaba por la edad le alcanzaba por el carácter y le sobraba por la diligencia. Se sentía bien: lejos iban quedando los siglos de los corsés de hierro, las cinturas restringidas, las ancas alzadas con artificios de trapo. Los cuerpos liberados, respirando a gusto, se mostraban como eran. Aun a los setenta y dos años.
Fermina Daza had put on a loose-fitting silk dress belted at the hip, a necklace of real pearls with six long, uneven loops, and high-heeled satin shoes that she wore only on very solemn occasions, for by now she was too old for such abuses. Her stylish attire did not seem appropriate for a venerable grandmother, but it suited her figure--long-boned and still slender and erect, her resilient hands without a single age spot, her steel-blue hair bobbed on a slant at her cheek. Her clear almond eyes and her inborn haughtiness were all that were left to her from her wedding portrait, but what she had been deprived of by age she more than made up for in character and diligence. She felt very well: the time of iron corsets, bound waists, and bustles that exaggerated buttocks was receding into the past. Liberated bodies, breathing freely, showed themselves for what they were. Even at the age of seventy-two.
El doctor Urbino la encontró sentada frente al tocador, bajo las aspas lentas del ventilador eléctrico, poniéndose el sombrero de campana con un adorno de violetas de fieltro. El dormitorio era amplio y radiante, con una cama inglesa protegida por un mosquitero de punto rosado, y dos ventanas abiertas hacia los árboles del patio por donde se metía el estruendo de las chicharras aturdidas por presagios de lluvia. Desde el regreso del viaje de bodas, Fermina Daza escogía la ropa de su marido de acuerdo con el tiempo y la ocasión, y la ponía en orden sobre una silla desde la noche anterior para que la encontrara lista cuando saliera del baño. No recordaba desde cuándo empezó también a ayudarlo a vestirse, y por último a vestirlo, y era consciente de que al principio lo había hecho por amor, pero desde unos cinco años atrás tenía que hacerlo de todas maneras porque él no podía vestirse por sí solo. Acababan de celebrar las bodas de oro matrimoniales, y no sabían vivir ni un instante el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y lo sabían cada vez menos a medida que se recrudecía la vejez. Ni él ni ella podían decir si esa servidumbre recíproca se fundaba en el amor o en la comodidad, pero nunca se lo habían preguntado con la mano en el corazón, porque ambos preferían desde siempre ignorar la respuesta. Ella había ido descubriendo poco a poco la incertidumbre de los pasos de su marido, sus trastornos de humor, las fisuras de su memoria, su costumbre reciente de sollozar dormido, pero no los identificó como los signos inequívocos del óxido final, sino como una vuelta feliz a la infancia. Por eso no lo trataba como a un anciano difícil sino como a un niño senil, y aquel engaño fue providencial para ambos porque los puso a salvo de la compasión.
Dr. Urbino found her sitting at her dressing table under the slow blades of the electric fan, putting on her bell-shaped hat decorated with felt violets. The bedroom was large and bright, with an English bed protected by mosquito netting embroidered in pink, and two windows open to the trees in the patio, where one could hear the clamor of cicadas, giddy with premonitions of rain. Ever since their return from their honeymoon, Fermina Daza had chosen her husband′s clothes according to the weather and the occasion, and laid them out for him on a chair the night before so they would be ready for him when he came out of the bathroom. She could not remember when she had also begun to help him dress, and finally to dress him, and she was aware that at first she had done it for love, but for the past five years or so she had been obliged to do it regardless of the reason because he could not dress himself. They had just celebrated their golden wedding anniversary, and they were not capable of living for even an instant without the other, or without thinking about the other, and that capacity diminished as their age increased. Neither could have said if their mutual dependence was based on love or convenience, but they had never asked the question with their ha nds on their hearts because both had always preferred not to know the answer. Little by little she had been discovering the uncertainty of her husband′s step, his mood changes, the gaps in his memory, his recent habit of sobbing while he slept, but she did not identify these as the unequivocal signs of final decay but rather as a happy return to childhood. That was why she did not treat him like a difficult old man but as a senile baby, and that deception was providential for the two of them because it put them beyond the reach of pity.
Otra cosa bien distinta habría sido la vida para ambos, de haber sabido a tiempo que era más fácil sortear las grandes catástrofes matrimoniales que las miserias minúsculas de cada día. Pero si algo habían aprendido juntos era que la sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada. Fermina Daza había soportado de mal corazón, durante años, los amaneceres jubilosos del marido. Se aferraba a sus últimos hilos de sueño para no enfrentarse al fatalismo de una nueva mañana de presagios siniestros, mientras él despertaba con la inocencia de un recién nacido: cada nuevo día era un día más que se ganaba. Lo oía despertar con los gallos, y su primera señal de vida era una tos sin son ni ton que parecía a propósito para que también ella despertara. Lo oía rezongar, sólo por inquietarla, mientras buscaba a tientas las pantuflas que debían de estar junto a la cama. Lo oía abrirse paso hasta el baño tantaleando en la oscuridad. Al cabo de una hora en el estudio, cuando ella se había dormido de nuevo, lo oía regresar a vestirse todavía sin encender la luz. Alguna vez, en un juego de salón, le preguntaron cómo se definía a sí mismo, y él había dicho: "Soy un hombre que se viste en las tinieblas". Ella lo oía a sabiendas de que ninguno de aquellos ruidos era indispensable, y que él los hacía a propósito fingiendo lo contrario, así como ella estaba despierta fingiendo no estarlo. Los motivos de él eran ciertos: nunca la necesitaba tanto, viva y lúcida, como en esos minutos de zozobra.
Life would have been quite another matter for them both if they had learned in time that it was easier to avoid great matrimonial catastrophes than trivial everyday miseries. But if they had learned anything together, it was that wisdom comes to us when it can no longer do any good. For years Fermina Daza had endured her hus band′s jubilant dawns with a bitter heart. She clung to the last threads of sleep in order to avoid facing the fatality of another morning full of sinister premonitions, while he awoke with the innocence of a newborn: each new day was one more day he had won. She heard him awake with the roosters, and his first sign of life was a cough without rhyme or reason that seemed intended to awaken her too. She heard him grumble, just to annoy her, while he felt around for the slippers that were supposed to be next to the bed. She heard him make his way to the bathroom, groping in the dark. After an hour in his study, when she had fallen asleep again, he would come back to dress, still without turning on the light. Once, during a party game, he had been asked how he defined himself, and he had said: “I am a man who dresses in the dark. She heard him, knowing full well that not one of those noises was indispensable, and that he made them on purpose although he pretended not to, just as she was awake and pretended not to be. His motives were clear: he never needed her awake and lucid as much as he did during those fumbling moments.
No había nadie más elegante que ella para dormir, con un escorzo de danza y una mano sobre la frente, pero tampoco había nadie más feroz cuando le perturbaban la sensualidad de creerse dormida cuando ya no lo estaba. El doctor Urbino sabía que ella permanecía pendiente del menor ruido que él hiciera, y que inclusive se lo habría agradecido, para tener a quien echarle la culpa de despertarla a las cinco del amanecer. Tanto era así, que en las pocas ocasiones en que tenía que tantear en las tinieblas porque no encontraba las pantuflas en el lugar de siempre, ella decía de pronto con voz de entresueños: "Las dejaste anoche en el baño". Enseguida, con la voz despierta de rabia, maldecía:
There was no sleeper more elegant than she, with her curved body posed for a dance and her hand across her forehead, but there was also no one more ferocious when anyone disturbed the sensuality of her thinking she was still asleep when she no longer was. Dr. Urbino knew she was waiting for his slightest sound, that she even would be grateful for it, just so she could blame someone for waking her at five o′clock in the morning, so that on the few occasions when he had to feel around in the dark because he could not find his slippers in their customary place, she would suddenly say in a sleepy voice: “You left them in the bathroom last night. Then right after that, her voice fully awake with rage, she would curse:
-La peor desgracia de esta casa es que no se puede dormir.
“The worst misfortune in this house is that nobody lets you sleep.
Entonces se volteaba en la cama, encendía la luz sin la menor clemencia consigo misma, feliz con su primera victoria del día. En el fondo era un juego de ambos, mítico y erverso, pero por lo mismo reconfortante: uno de los tantos placeres peligrosos del amor domesticado. Pero fue por uno de esos juegos triviales que los primeros treinta años de vida en común estuvieron a punto de acabarse porque un día cualquiera no hubo jabón en el baño. Empezó con la simplicidad de rutina. El doctor Juvenal Urbino había regresado al dormitorio, en los tiempos en que todavía se bañaba sin ayuda, y empezó a vestirse sin encender la luz. Ella estaba como siempre a esa hora en su tibio estado fetal, los ojos cerrados, la respiración tenue, y ese brazo de danza sagrada sobre la cabeza. Pero estaba a medio sueño, como siempre, y él lo sabía. Al cabo de un largo rumor de almidones de linos en la oscuridad, el doctor Urbino habló consigo mismo:
Then she would roll over in bed and turn on the light without the least mercy for herself, content with her first victory of the day. The truth was they both played a game, mythical and perverse, but for all that comforting: it was one of the many dangerous pleasures of domestic love. But one of those trivial games almost ended the first thirty years of their life together, because one day there was no soap in the bathroom. It began with routine simplicity. Dr. Juvenal Urbino had returned to the bedroom, in the days when he still bathed without help, and begun to dress without turning on the light. As usual she was in her warm fetal state, her eyes closed, her breathing shallow, that arm from a sacred dance above her head. But she was only half asleep, as usual, and he knew it. After a prolonged sound of starched linen in the darkness, Dr. Urbino said to himself:
-Hace como una semana que me estoy bañando sin jabón -dijo.
“I′ve been bathing for almost a week without any soap.
Entonces ella acabó de despertar, recordó, y se revolvió de rabia contra el mundo, porque en efecto había olvidado reponer el jabón en el baño. Había notado la falta tres días antes, cuando ya estaba debajo de la regadera y pensó reponerlo después, pero después lo olvidó hasta el día siguiente. Al tercer día le había ocurrido lo mismo. En realidad no había transcurrido una semana, como él decía para agravarle la culpa, pero sí tres días imperdonables, y la furia de sentirse sorprendida en falta acabó de sacarla de quicio. Como siempre, se defendió atacando:
Then, fully awake, she remembered, and tossed and turned in fury with the world because in fact she had forgotten to replace the soap in the bathroom. She had noticed its absence three days earlier when she was already under the shower, and she had planned to replace it afterward, but then she forgot until the next day, and on the third day the same thing happened again. The truth was that a week had not gone by, as he said to make her feel more guilty, but three unpardonable days, and her anger at being found out in a mistake maddened her. As always, she defended herself by attacking.
Pues yo me he bañado todos estos días -gritó fuera de sí- y siempre ha habido jabón.
“Well I′ve bathed every day, she shouted, beside herself with rage, “and there′s always been soap.
Aunque él conocía de sobra sus métodos de guerra, esa vez no pudo soportarlos. Se fue a vivir con cualquier pretexto profesional en los cuartos de internos del Hospital de la Misericordia, y sólo aparecía en la casa para cambiarse de ropa al atardecer antes de las consultas a domicilio. Ella se iba para la cocina cuando lo oía llegar, fingiendo hacer cualquier cosa, y allí permanecía hasta sentir en la calle los pasos de los caballos del coche. Cada vez que trataron de resolver la discordia en los tres meses siguientes, lo único que lograron fue atizarla. Él no estaba dispuesto a volver mientras ella no admitiera que no había jabón en el baño, y ella no estaba dispuesta a recibirlo mientras él no reconociera haber mentido a conciencia para atormentarla.
Although he knew her battle tactics by heart, this time he could not abide them. On some professional pretext or other he went to live in the interns′ quarters at Misericordia Hospital, returning home only to change his clothes before making his evening house calls. She headed for the kitchen when she heard him come in, pretending that she had something to do, and stayed there until she heard his carriage in the street. For the next three months, each time they tried to resolve the conflict they only inflamed their feelings even more. He was not ready to come back as long as she refused to admit there had been no soap in the bathroom, and she was not prepared to have him back until he recognized that he had consciously lied to torment her.
El incidente, por supuesto, les dio oportunidad de evocar otros, muchos otros pleitos minúsculos de otros tantos amaneceres turbios. Unos resentimientos revolvieron los otros, reabrieron cicatrices antiguas, las volvieron heridas nuevas, y ambos se asustaron con la comprobación desoladora de que en tantos años de lidia conyugal no habían hecho mucho más que pastorear rencores. Él llegó a proponer que se sometieran juntos a una confesión abierta, con el señor arzobispo si era preciso, para que fuera Dios quien decidiera como árbitro final si había o no había jabón en la jabonera del baño. Entonces ella, que tan buenos estribos tenía, los perdió con un grito histórico:
The incident, of course, gave them the opportunity to evoke many other trivial quarrels from many other dim and turbulent dawns. Resentments stirred up other resentments, reopened old scars, turned them into fresh wounds, and both were dismayed at the desolating proof that in so many years of conjugal battling they had done little more than nurture their rancor. At last he proposed that they both submit to an open confession, with the Archbishop himself if necessary, so that God could decide once and for all whether or not there had been soap in the soap dish in the bathroom. Then, despite all her selfcontrol, she lost her temper with a historic cry:
-iA la mierda el señor arzobispo!
“To hell with the Archbishop!
El improperio estremeció los cimientos de la ciudad, dio origen a consejas que no fue fácil desmentir, y quedó incorporado al habla popular con aires de zarzuela: "¡A la mierda el señor arzobispo!". Consciente de que había rebasado la línea, ella se anticipó a la reacción que esperaba del esposo, y lo amenazó con mudarse sola a la antigua casa de su padre, que todavía era suya, aunque estaba alquilada para oficinas públicas. No era una bravata: quería irse de veras, sin importarle el escándalo social, y el marido se dio cuenta a tiempo. Él no tuvo valor para desafiar sus prejuicios: cedió. No en el sentido de admitir que había jabón en el baño, pues habría sido un agravio a la verdad, sino en el de seguir viviendo en la misma casa, pero en cuartos separados, y sin dirigirse la palabra. Así comían, sorteando la situación con tanta destreza que se mandaban recados con los hijos de un lado al otro de la mesa, sin que éstos se dieran cuenta de que no se hablaban.
The impropriety shook the very foundations of the city, gave rise to slanders that were not easy to disprove, and was preserved in popular tradition as if it were a line from an operetta: “To hell with the Archbishop! Realizing she had gone too far, she anticipated her husband′s predictable response and threatened to move back to her father′s old house, which still belonged to her although it had been rented out for public offices, and live there by herself. And it was not an idle threat: she really did want to leave and did not care about the scandal, and her husband realized this in time. He did not have the courage to defy his own prejudices, and he capitulated. Not in the sense that he admitted there had been soap in the bathroom, but insofar as he continued to live in the same house with her, although they slept in separate rooms, and he did not say a word to her. They ate in silence, sparring with so much skill that they sent each other messages across the table through the children, and the children never realized tha t they were not speaking to each other.
Como en el estudio no había baño, la fórmula resolvió el conflicto de los ruidos matinales, porque él entraba a bañarse después de haber preparado la clase, y tomaba precauciones reales para no despertar a la esposa. Muchas veces coincidían y se turnaban para cepillarse los dientes antes de dormir. Al cabo de cuatro meses, él se acostó a leer en la cama matrimonial mientras ella salía del baño, como ocurría a menudo, y se quedó dormido. Ella se acostó a su lado con bastante descuido para que despertara y se fuera. Él despertó a medias, en efecto, pero en vez de levantarse apagó la veladora y se acomodó en su almohada. Ella lo sacudió por el hombro para recordarle que debía irse al estudio, pero él se sentía tan bien otra vez en la cama de plumas de los bisabuelos, que prefirió capitular:
Since the study had no bathroom, the arrangement solved the problem of noise in the morning, because he came in to bathe after preparing his class and made a sincere effort not to awaken his wife. They would often arrive at the bathroom at the same time, and then they took turns brushing their teeth before going to sleep. After four months had gone by, he lay down on their double bed one night to read until she came out of the bathroom, as he often did, and he fell asleep. She lay down beside him in a rather careless way so that he would wake up and leave. And in fact he did stir, but instead of getting up he turned out the light and settled himself on the pillow. She shook him by the shoulder to remind him that he was supposed to go to the study, but it felt so comfortable to be back in his great- grandparents′ featherbed that he preferred to capitulate.
-Déjame aquí -dijo-. Sí había jabón.
“Let me stay here, he said. “There was soap.
Cuando recordaban este episodio, ya en el recodo de la vejez, ni él ni ella podían creer la verdad asombrosa de que aquel altercado fue el más grave de medio siglo de vida en común, y el único que les inspiró a ambos el deseo de claudicar, y empezar la vida de otro modo. Aun cuando ya eran viejos y apacibles se cuidaban de evocarlo, porque las heridas apenas cicatrizadas volvían a sangrar como si fueran de ayer.
When they recalled this episode, now they had rounded the corner of old age, neither could believe the astonishing truth that this had been the most serious argument in fifty years of living together, and the only one that had made them both want to abandon their responsibilities and begin a new life. Even when they were old and placid they were careful about bringing it up, for the barely healed wounds could begin to bleed again as if they had been inflicted only yesterday.
Él fue el primer hombre al que Fermina Daza oyó orinar. Lo oyó la noche de bodas en el camarote del barco que los llevaba a Francia, mientras estaba postrada por el mareo, y el ruido de su manantial de caballo le pareció tan potente e investido de tanta autoridad, que aumentó su terror por los estragos que temía. Aquel recuerdo volvía con frecuencia a su memoria, a medida que los años iban debilitando el manantial, porque nunca pudo resignarse a que él dejara mojado el borde de la taza cada vez que la usaba. El doctor Urbino trataba de convencerla, con argumentos fáciles de entender por quien quisiera entenderlos, de que aquel accidente no se repetía a diario por descuido suyo, como ella insistía, sino por una razón orgánica: su manantial de joven era tan definido y directo, que en el colegio había ganado torneos de puntería para llenar botellas, pero con los usos de la edad no sólo fue decayendo, sino que se hizo oblicuo, se ramificaba, y se volvió por fin una fuente de fantasía imposible de dirigir, a pesar de los muchos esfuerzos que él hacía por enderezarlo. Decía: "El inodoro tuvo que ser inventado por alguien que no sabía nada de hombres". Contribuía a la paz doméstica con un acto cotidiano que era más de humillación que de humildad: secaba con papel higiénico los bordes de la taza cada vez que la usaba. Ella lo sabía, pero nunca decía nada mientras no eran demasiado evidentes los vapores amoniacales dentro del baño, y entonces los proclamaba como el descubrimiento de un crimen: "Esto apesta a criadero de conejos". En vísperas de la vejez, el mismo estorbo del cuerpo le inspiró al doctor Urbino la solución final: orinaba sentado, como ella, lo cual dejaba la taza limpia, y además lo dejaba a él en estado de gracia.
He was the first man that Fermina Daza heard urinate. She heard him on their wedding night, while she lay prostrate with seasickness in the stateroom on the ship that was carrying them to France, and the sound of his stallion′s stream seemed so potent, so replete with authority, that it increased her terror of the devastation to come. That memory often returned to her as the years weakened the stream, for she never could resign herself to his wetting the rim of the toilet bowl each time he used it. Dr. Urbino tried to convince her, with arguments readily understandable to anyone who wished to understand them, that the mishap was not repeated every day through carelessness on his part, as she insisted, but because of organic reasons: as a young man his stream was so defined and so direct that when he was at school he won contests for marksmanship in filling bottles, but with the ravages of age it was not only decreasing, it was also becoming oblique and scattered, and had at last turned into a .fantastic fountain, impossible to control despite his many efforts to direct it. He would say: “The toilet must have been invented by someone who knew nothing about men. He contributed to domestic peace with a quotidian act that was more humiliating than humble: he wiped the rim of the bowl with toilet paper each time he used it. She knew, but never said anything as long as the ammoniac fumes were not too strong in the bathroom, and then she proclaimed, as if she had uncovered a crime: “This stinks like a rabbit hutch. On the eve of old age this physical difficulty inspired Dr. Urbino with the ultimate solution: he urinated sitting down, as she did, which kept the bowl clean and him in a state of grace.
Ya para entonces se bastaba muy mal de sí mismo, y un resbalón en el baño que pudo ser fatal lo puso en guardia contra la ducha. La casa, con ser de las modernas, carecía de la bañera de peltre con patas de león que era de uso ordinario en las mansiones de la ciudad antigua. Él la había hecho quitar con un argumento higiénico: la bañera era una de las tantas porquerías de los europeos, que sólo se bañaban el último viernes de cada mes, y lo hacían además dentro del caldo ensuciado por la misma suciedad que pretendían quitarse del cuerpo. De modo que mandaron a hacer una batea grande sobre medidas, de guayacán macizo, donde Fermina Daza bañaba al esposo con el mismo ritual de los hijos recién nacidos. El baño se prolongaba más de una hora, con aguas terciadas en las que habían hervido hojas de malva y cascaras de naranjas, y tenía para él un efecto tan sedante que a veces se quedaba dormido dentro de la infusión perfumada. Después de bañarlo, Fermina Daza lo ayudaba a vestirse, le echaba polvos de talco entre las piernas, le untaba manteca de cacao en las escaldaduras, le ponía los calzoncillos con tanto amor como si fueran un pañal, y seguía vistiéndolo pieza por pieza, desde las medias hasta el nudo de la corbata con el prendedor de topacio. Los amaneceres conyugales se apaciguaron, porque él volvió a asumir la niñez que le habían quitado sus hijos. Ella, por su parte, terminó en consonancia con el horario familiar, porque también para ella pasaban los años: dormía cada vez menos, y antes de cumplir los setenta despertaba primero que el esposo.
By this time he could do very little for himself, and the possibility of a fatal slip in the tub put him on his guard against the shower. The house was modern and did not have the pewter tub with lion′s-paw feet common in the mansions of the old city. He had had it removed for hygienic reasons: the bathtub was another piece of abominable junk invented by Europeans who bathed only on the last Friday of the month, and the n in the same water made filthy by the very dirt they tried to remove from their bodies. So he had ordered an outsized washtub made of solid lignum vitae, in which Fermina Daza bathed her husband just as if he were a newborn child. Waters boiled with mallow leaves and orange skins were mixed into the bath that lasted over an hour, and the effect on him was so sedative that he sometimes fell asleep in the perfumed infusion. After bathing him, Fermina Daza helped him to dress: she sprinkled talcum powder between his legs, she smoothed cocoa butter on his rashes, she helped him put on his undershorts with as much love as if they had been a diaper, and continued dressing him, item by item, from his socks to the knot in his tie with the topaz pin. Their conjugal dawns grew calm because he had returned to the childhood his children had taken away from him. And she, in turn, at last accepted the domestic schedule because the years were passing for her too; she slept less and less, and by the time she was seventy she was awake before her husband.
El domingo de Pentecostés, cuando levantó la manta para ver el cadáver de Jeremiah. de SaintAmour, el doctor Urbino tuvo la revelación de algo que le había sido negado hasta entonces en sus navegaciones más lúcidas de médico y de creyente. Fue como si después de tantos años de familiaridad con la muerte, después de tanto combatirla y manosearla por el derecho y el revés, aquella hubiera sido la primera vez en que se atrevió a mirarla a la cara, y también ella lo estaba mirando. No era el miedo de la muerte. No: el miedo estaba dentro de él desde hacía muchos años, convivía con él, era otra sombra sobre su sombra, desde una noche en que despertó turbado por un mal sueño y tomó conciencia de que la muerte no era sólo una probabilidad permanente, como lo había sentido siempre, sino una realidad inmediata. En cambio, lo que había visto aquel día era la presencia física de algo que hasta entonces no había pasado de ser una certidumbre de la imaginación. Se alegró de que el instrumento de la Divina rovidencia para aquella revelación sobrecogedora hubiera sido Jeremiah. de Saint-Amour, a quien siempre tuvo como un santo que ignoraba su propio estado de gracia. Pero cuando la carta le reveló su identidad verdadera, su pasado siniestro, su inconcebible poder de artificio, sintió que algo definitivo y sin regreso había ocurrido en su vida.
On Pentecost Sunday, when he lifted the blanket to look at Jeremiah de Saint-Amour′s body, Dr. Urbino experienced the revelation of something that had been denied him until then in his most lucid peregrinations as a physician and a believer. After so many years of familiarity with death, after battling it for so long, after so much turning it inside out and upside down, it was as if he had dared to look death in the face for the first time, and it had looked back at him. It was not the fear of death. No: that fear had been inside him for many years, it had lived with him, it had been another shadow cast over his own shadow ever since the night he awoke, shaken by a bad dream, and realized that death was not only a permanent probability, as he had always believed, but an immediate reality. What he had seen that day, however, was the physical presence of something that until that moment had been only an imagined certainty. He was very glad that the instrument used by Divine Providence for that overwhelming revelation had been Jeremiah de Saint- Amour, whom he had always considered a saint unaware of his own state of grace. But when the letter revealed his true identity, his sinister past, his inconceivable powers of deception, he felt that something definitive and irrevocable had occurred in his life.
Sin embargo, Fermina Daza no se dejó contagiar por su humor sombrío. Él lo intentó, desde luego, mientras ella lo ayudaba a meter las piernas en los pantalones y le cerraba la larga botonadura de la camisa. Pero no lo consiguió, porque Fermina Daza no era fácil de impresionar, y menos con la muerte de un hombre que no amaba. Sabía apenas que Jeremiah. de Saint-Amour era un inválido de muletas a quien nunca había visto, que había escapado a un pelotón de fusilamiento en alguna de las tantas insurrecciones de alguna de las tantas islas de las Antillas, que se había hecho fotógrafo de niños por necesidad y llegó a ser el más solicitado de la provincia, y que le había ganado una partida de ajedrez a alguien que ella recordaba como Torremolinos pero que en realidad se llamaba Capablanca.
Nevertheless Fermina Daza did not allow him to infect her with his somber mood. He tried, of course, while she helped him put his legs into his trousers and worked the long row of buttons on his shirt. But he failed because Fermina Daza was not easy to impress, least of all by the death of a man she did not care for. All she knew about him was that Jeremiah de Saint-Amour was a cripple on crutches whom she had never seen, that he had escaped the firing squad during one of many insurrections on one of many islands in the Antilles, that he had become a photographer of children out of necessity and had become the most successful one in the province, and that he had won a game of chess from someone she remembered as Torremolinos but in reality was named Capablanca.
-Pues no era más que un prófugo de Cayena condenado a cadena perpetua por un crimen atroz -dijo el doctor Urbino-. Imagínate que hasta había comido carne humana.
“But he was nothing more than a fugitive from Cayenne, condemned to life imprisonment for an atrocious crime, said Dr. Urbino. “Imagine, he had even eaten human flesh.
Le dio la carta cuyos secretos quería llevarse a la tumba, pero ella guardó los liegos doblados en el tocador, sin leerlos, y cerró la gaveta con llave. Estaba acostumbrada a la insondable capacidad de asombro de su esposo, a sus juicios excesivos que se volvían más enrevesados con los años, a una estrechez de criterio que no se compadecía con su imagen pública. Pero aquella vez había rebasado sus propios límites. Ella suponía que su esposo no apreciaba a Jeremiah de Saint-Amour por lo que había sido antes, sino por lo que empezó a ser desde que llegó sin más prendas encima que su mochila de exiliado, y no podía entender por qué lo consternaba de aquel modo la revelación tardía de su identidad. No comprendía por qué le parecía abominable que hubiera tenido una mujer escondida si ese era un hábito atávico de los hombres de su clase, incluido él en un momento ingrato, y además le parecía una desgarradora prueba de amor que ella lo hubiera ayudado a consumar su decisión de morir. Dijo: "Si tú también decidieras hacerlo por razones tan serias como las que él tenía, mi deber sería hacer lo mismo que ella". El doctor Urbino se encontró una vez más en la encrucijada de incomprensión simple que lo había exasperado durante medio siglo.
He handed her the letter whose secrets he wanted to carry with him to the grave, but she put the folded sheets in her dressing table without reading them and locked the drawer with a key. She was accustomed to her husband′s unfathomable capacity for astonishment, his exaggerated opinions that became more incomprehensible as the years went by, his narrowness of mind that was out of tune with his public image. But this time he had outdone himself. She had supposed that her husband held Jeremiah de Saint- Amour in esteem not for what he had once been but for what he began to be after he arrived here with only his exile′s rucksack, and she could not understand why he was so distressed by the disclosure of his true identity at this late date. She did not comprehend why he thought it an abomination that he had had a woman in secret, since that was an atavistic custom of a certain kind of man, himself included, yes even he in a moment of ingratitude, and besides, it seemed to her a heartbreaking proof of love that she had helped him carry out his decision to die. She said: “If you also decided to do that for reasons as serious as his, my duty would be to do what she did. Once again Dr. Urbino found himself face to face with the simple incomprehension that had exasperated him for a half a century.
-No entiendes nada -dijo-. Lo que me indigna no es lo que fue ni lo que hizo, sino el engaño en que nos mantuvo a todos durante tantos años.
“You don′t understand anything, he said. “What infuriates me is not what he was or what he did, but the deception he practiced on all of us for so many years.
Sus ojos empezaron a anegarse de lágrimas fáciles, pero ella fingió ignorarlo.
His eyes began to fill with easy tears, but she pretended not to see.
-Hizo bien -replicó-. Si hubiera dicho la verdad, ni tú ni esa pobre mujer, ni nadie en este pueblo lo hubiera querido tanto como lo quisieron.
“He did the right thing, she replied. “If he had told the truth, not you or that poor woman or anybody in this town would have loved him as much as they did.
Le abrochó el reloj de leontina en el ojal del chaleco. Le remató el nudo de la corbata y le puso el prendedor de topacio. Luego le secó las lágrimas y le limpió la barba llorada con el pañuelo húmedo de Agua Florida, y se lo puso en el bolsillo del pecho con las puntas abiertas como una magnolia. Las once campanadas del reloj de péndulo resonaron en el estanque de la casa.
She threaded his watch chain through the buttonhole in his vest. She put the finishing touches to the knot in his tie and pinned on his topaz tiepin. Then she dried his eyes and wiped his teary beard with the handkerchief sprinkled with florida water and put that in his breast pocket, its corners spread open like a magnolia. The eleven strokes of the pendulum clock sounded in the depths of the house.
-Apúrate -dijo ella, llevándolo del brazo-. Vamos a llegar tarde.
“Hurry, she said, taking him by the arm. “We′ll be late.
Aminta Dechamps, esposa del doctor Lácides Olivella, y sus siete hijas a cuál más diligente, lo habían previsto todo para que el almuerzo de las bodas de plata fuera el acontecimiento social del año. La residencia familiar en pleno centro histórico era la antigua Casa de la Moneda, desnaturalizada por un arquitecto florentino que pasó por aquí como un mal viento de renovación y convirtió en basílicas de Venecia a más de cuatro reliquias del siglo xvii. Tenía seis dormitorios y dos salones para comer y recibir, amplios y bien ventilados, pero no lo bastante para los invitados de la ciudad, además de los muy selectos que vendrían de fuera. El patio era igual al claustro de una abadía, con una fuente de piedra que cantaba en el centro y canteros de heliotropos que perfumaban la casa al atardecer, pero el espacio de las arcadas no era suficiente para tantos apellidos tan grandes. Así que decidieron hacer el almuerzo en la quinta campestre de la familia, a diez minutos en automóvil por el camino real, que tenía una fanegada de patio y enormes laureles de la India y nenúfares criollos en un río de aguas mansas. Los hombres del Mesón de don Sancho, dirigidos por la señora de Olivella, pusieron toldos de lona de colores en los espacios sin sombra, y armaron bajo los laureles un rectángulo con mesitas para ciento veintidós cubiertos, con manteles de lino para todos y ramos de rosas del día en la mesa de honor. Construyeron también una tarima para una banda de instrumentos de viento con un programa restringido de contradanzas y valses nacionales, y para un cuarteto de cuerda de la escuela de Bellas Artes, que era una sorpresa de la señora Olivella para el maestro venerable de su marido, que había de presidir el almuerzo. Aunque la fecha no correspondía en rigor con el aniversario de la graduación, escogieron el domingo de Pentecostés para magnificar el sentido de la fiesta.
Aminta Dechamps, Dr. Lácides Olivella′s wife, and her seven equally diligent daughters, had arranged every detail so that the silver anniversary luncheon would be the social event of the year. The family home, in the very center of the historic district, was the old mint, denatured by a Florentine architect who came through here like an ill wind blowing renovation and converted many seventeenth-century relics into Venetian basilicas. It had six bedrooms and two large, well- ventilated dining and reception rooms, but that was not enough space for the guests from the city, not to mention the very select few from out of town. The patio was like an abbey cloister, with a stone fountain murmuring in the center and pots of heliotrope that perfumed the house at dusk, but the space among the arcades was inadequate for so many grand family names. So it was decided to hold the luncheon in their country house that was ten minutes away by automobile along the King′s Highway and, had over an acre of patio, and enormous Indian laurels, and local water lilies in a gently flowing river. The men from Don Sancho′s Inn, under the supervision of Señora de Olivella, hung colored canvas awnings in the sunny areas and raised a platform under the laurels with tables for one hundred twenty-two guests, with a linen tableclo th on each of them and bouquets of the day′s fresh roses for the table of honor. They also built a wooden dais for a woodwind band whose program was limited to contradances and national waltzes, and for a string quartet from the School of Fine Arts, which was Señora de Olivella′s surprise for her husband′s venerable teacher, who would preside over the luncheon. Although the date did not correspond exactly to the anniversary of his graduation, they chose Pentecost Sunday in order to magnify the significance of the celebration.
Los preparativos habían empezado tres meses antes, por temor de que algo indispensable se quedara sin hacer por falta de tiempo. Hicieron traer las gallinas vivas de la Ciénaga de Oro, famosas en todo el litoral no sólo por su tamaño y su delicia, sino porque en los tiempos de la Colonia picoteaban en tierras de aluvión, y les encontraban en la molleja piedrecitas de oro puro. La señora de Olivella en persona, acompañada por algunas de sus hijas y de la gente de su servicio, subía a bordo de los transatlánticos de lujo a escoger lo mejor de todas partes para honrar los méritos del esposo. Todo lo había revisto, salvo que la fiesta era un domingo de junio en un año de lluvias tardías. Cayó en la cuenta de semejante riesgo en la mañana del mismo día, cuando salió para la misa mayor y se asustó con la humedad del aire, y vio que el cielo estaba denso y bajo y no se alcanzaba a ver el horizonte del mar. A pesar de esos signos aciagos, el director del observatorio astronómico, con quien se encontró en la misa, le recordó que en la muy azarosa historia de la ciudad, aun en los inviernos más crueles, no había llovido nunca el día de Pentecostés. Sin embargo, al toque de las doce, cuando ya muchos de los invitados tomaban los aperitivos al aire libre, el estampido de un trueno solitario hizo temblar la tierra, y un viento de mala mar desbarató las mesas y se llevó los toldos por el aire, y el cielo se desplomó en un aguacero de desastre.
The preparations had begun three months earlier, for fear that something indispensable would be left undone for lack of time. They brought in live chickens from Ciénaga de Oro, famous all along the coast not only for their size and flavor but because in colonial times they had scratched for food in alluvial deposits and little nuggets of pure gold were found in their gizzards. Señora de Olivella herself, accompanied by some of her daughters and her domestic staff, boarded the luxury ocean liners and selected the best from everywhere to honor her husband′s achievements. She had anticipated everything except that the celebration would take place on a Sunday in June in a year when the rains were late. She realized the danger that very morning when she went to High Mass and was horrified by the humidity and saw that the sky was heavy and low and that one could not see to the ocean′s horizon. Despite these ominous signs, the Director of the Astronomical Observatory, whom she met at Mass, reminded her that in all the troubled history of the city, even during the crudest winters, it had never rained on Pentecost. Still, when the clocks struck twelve and many of the guests were already having an aperitif outdoors, a single crash of thunder made the earth tremble, and a turbulent wind from the sea knocked over the tables and blew down the canopies, and the sky collapsed in a catastrophic downpour.
El doctor Juvenal Urbino alcanzó a llegar a duras penas en el desorden de la tormenta, junto con los últimos invitados que encontró en el camino, y quería ir como ellos desde los coches hasta la casa saltando por las piedras a través del patio enchumbado, pero terminó por aceptar la humillación de que los hombres de Don Sancho lo llevaran en brazos bajo un palio de lonas amarillas. Las mesas separadas habían sido dispuestas de nuevo como mejor se pudo en el interior de la casa, hasta en los dormitorios, y los invitados no hacían ningún esfuerzo por disimular su humor de naufragio. Hacía un calor de caldera de barco, pues habían tenido que cerrar las ventanas para impedir que se metiera la lluvia sesgada por el viento. En el patio, cada lugar de la mesa tenía una tarjeta con el nombre del invitado, y estaba previsto un lado para los hombres y otro para las mujeres, como era la costumbre. Pero las tarjetas con los nombres se confundieron dentro de la casa, y cada quien se sentó como pudo, en una romiscuidad de fuerza mayor que al menos por una vez contrarió nuestras supersticiones sociales. En medio del cataclismo, Aminta de Olivella parecía estar en todas partes al mismo tiempo, con el cabello empapado y el vestido espléndido salpicado de fango, pero sobrellevaba la desgracia con la sonrisa invencible que había aprendido de su esposo para no darle gusto a la adversidad. Con la ayuda de las hijas, forjadas en la misma fragua, logró hasta donde fue posible preservar los lugares de la mesa de honor, con el doctor Juvenal Urbino en el centro y el arzobispo Obdulio y Rey a su derecha. Fermina Daza se sentó junto al esposo, como solía hacerlo, por temor de que se quedara dormido durante el almuerzo o se derramara la sopa en la solapa. El puesto de enfrente lo ocupó el doctor Lácides Olivella, un cincuentón con aires femeninos, muy bien conservado, cuyo espíritu festivo no tenía ninguna relación con sus diagnósticos certeros. El resto de la mesa quedó completo con las autoridades provinciales y municipales, y la reina de la belleza del año anterior, que el gobernador llevó del brazo para sentarla a su lado. Aunque no era costumbre exigir en las invitaciones un atuendo especial, y menos para un almuerzo campestre, las mujeres llevaban traje de noche con aderezos de iedras preciosas, y la mayoría de los hombres estaban vestidos de oscuro con corbata negra, y algunos con levitas de paño. Sólo los de mucho mundo, y entre ellos el doctor Urbino, llevaban sus trajes cotidianos. En cada puesto había una copia del menú, impreso en francés y con viñetas doradas.
In the chaos of the storm Dr. Juvenal Urbino, along with the other late guests whom he had met on the road, had great difficulty reaching the house, and like them he wanted to move from the carriage to the house by jumping from stone to stone across the muddy patio, but at last he had to accept the humiliation of being carried by Don Sancho′s men under a yellow canvas canopy. They did the best they could to set up the separate tables again inside the house--even in the bedrooms--and the guests made no effort to disguise their surly, shipwrecked mood. It was as hot as a ship′s boiler room, for the windows had to be closed to keep out the wind-driven rain. In the patio each place at the tables had been marked with a card bearing the name of the guest, one side reserved for men and the other for women, according to custom. But inside the house the name cards were in confusion and people sat where they could in an obligatory promiscuity that defied our social superstitions on at least this one occasion. In the midst of the cataclysm Aminta de Olivella seemed to be everywhere at once, her hair soaking wet and her splendid dress spattered with mud, but bearing up under the misfortune with the invincible smile, learned from her husband, that would give no quarter to adversity. With the help of her daughters, who were cut from the same cloth, she did everything possible to keep the places at the table of honor in order, with Dr. Juvenal Urbino in the center and Archbishop Obdulio y Rey on his right. Fermina Daza sat next to her husband, as she always did, for fear he would fall asleep during the meal or spill soup on his lapel. Across from him sat Dr. Lácides Olivella, a well-preserved man of about fifty with an effeminate air, whose festive spirit seemed in no way related to his accurate diagnoses. The rest of the table was occupied by provincial and municipal officials and last year′s beauty queen, whom the Governor escorted to the seat next to him. Although it was not customary for invitations to request special attire, least of all for a luncheon in the country, the women wore evening gowns and precious jewels and most of the men were dressed in dinner jackets with black ties, and some even wore frock coats. Only the most sophisticated, Dr. Urbino among them, wore their ordinary clothes. At each place was a menu printed in French, with golden vignettes.
La señora de Olivella, asustada por los estragos del calor, recorrió la casa suplicando que se quitaran las chaquetas para almorzar, pero nadie se atrevió a dar el ejemplo. El arzobispo le hizo notar al doctor Urbino que aquel era en cierto modo un almuerzo histórico: allí estaban por primera vez juntos en una misma mesa, cicatrizadas las heridas y disipados los rencores, los dos bandos de las guerras civiles que habían ensangrentado al país desde la independencia. Este pensamiento coincidía con el entusiasmo de los liberales, sobre todo los jóvenes, que habían logrado elegir un residente de su partido después de cuarenta y cinco años de hegemonía conservadora. El doctor Urbino no estaba de acuerdo: un presidente liberal no le parecía ni más ni menos que un presidente conservador, sólo que peor vestido. Sin embargo, no quiso contrariar al arzobispo. Aunque le habría gustado señalarle que nadie estaba en aquel almuerzo por lo que pensaba sino por los méritos de su alcurnia, y ésta había estado siempre por encima de los azares de la política y los horrores de la guerra. Visto así, en efecto, no faltaba nadie.
Señora de Olivella, horror-struck by the devastating heat, went through the house pleading with the men to take off their jackets during the luncheon, but no one dared to be the first. The Archbishop commented to Dr. Urbino that in a sense this was a historic luncheon: there, together for the first time at the same table, their wounds healed and their anger dissipated, sat the two opposing sides in the civil wars that had bloodied the country ever since Independence. This thought accorded with the enthusiasm of the Liberals, especially the younger ones, who had succeeded in electing a president from their party after forty- five years of Conservative he gemony. Dr. Urbino did not agree: in his opinion a Liberal president was exactly the same as a Conservative president, but not as well dressed. But he did not want to contradict the Archbishop, although he would have liked to point out to him that guests were at that luncheon not because of what they thought but because of the merits of their lineage, which was something that had always stood over and above the hazards of politics and the horrors of war. From this point of view, in fact, not a single person was missing.
El aguacero cesó de pronto como había empezado, y el sol se encendió de inmediato en el cielo sin nubes, pero la borrasca había sido tan violenta que arrancó de raíz algunos árboles, y el remanso desbordado convirtió el patio en un pantano. El desastre mayor había sido en la cocina. Varios fogones de leña habían sido armados con ladrillos en la parte de atrás de la casa, al aire libre, y apenas sí habían tenido tiempo los cocineros de poner los calderos a salvo de la lluvia. Perdieron un tiempo de urgencia achicando la cocina inundada e improvisando nuevos fogones en la galería posterior. Pero a la una de la tarde estaba resuelta la emergencia, y sólo faltaba el postre encomendado a las monjas de Santa Clara, que se habían comprometido a mandarlo antes de las once. Se temía que el arroyo del camino real se hubiera salido de madre, como ocurría en inviernos menos severos, y en ese caso no sería posible contar con el postre antes de dos horas. Tan pronto como escampó abrieron las ventanas, y la casa se refrescó con el aire purificado por el azufre de la tormenta. Luego ordenaron que la banda ejecutara el rograma de valses en la terraza del pórtico, pero sólo sirvió para aumentar la ansiedad, porque la resonancia de los cobres dentro de la casa obligaba a conversar a gritos. Cansada de esperar, sonriendo al borde de las lágrimas, Aminta de Olivella dio la orden de servir el almuerzo.
The downpour ended as suddenly as it had begun, and the sun began to shine in a cloudless sky, but the storm had been so violent that several trees were uprooted and the overflowing stream had turned the patio into a swamp. The greatest disaster had occurred in the kitchen. Wood fires had been built outdoors on bricks behind the house, and the cooks barely had time to rescue their pots from the rain. They lost precious time reorganizing the flooded kitchen and improvising new fires in the back gallery. But by one o′clock the crisis had been resolved and only the dessert was missing: the Sisters of St. Clare were in charge of that, and they had promised to send it before eleven. It was feared that the ditch along the King′s Highway had flooded, as it did even in less severe winters, and in that case it would be at least two hours before the dessert arrived. As soon as the weather cleared they opened the windows, and the house was cooled by air that had been purified by the sulfurous storm. Then the band was told to play its program of waltzes on the terrace of the portico, and that only heightened the confusion because everyone had to shout to be heard over the banging of copper pots inside the house. Tired of waiting, smiling even on the verge of tears, Aminta de Olivella ordered luncheon to be served.
El grupo de la escuela de Bellas Artes inició el concierto, en medio de un silencio formal que alcanzó para los compases iniciales de La Chasse de Mozart. A pesar de las voces cada vez más altas y confusas, y del estorbo de los criados negros de Don Sancho que apenas si cabían por entre las mesas con las fuentes humeantes, el doctor Urbino logró mantener un canal abierto para la música hasta el final del programa. Su poder de concentración disminuía año tras año, hasta el punto de que debía anotar en un papel cada jugada de ajedrez para saber por dónde iba. Sin embargo, todavía le era posible ocuparse de una conversación seria sin perder el hilo de un concierto, aunque sin llegar a los extremos magistrales de un director de orquesta alemán, grande amigo suyo en sus tiempos de Austria, que leía la partitura de Don Giovanni mientras escuchaba Tannhaüser.
The group from the School of Fine Arts began their concert in the formal silence achieved for the opening bars of Mozart′s “La Chasse. Despite the voices that grew louder and more confused and the intrusions of Don Sancho′s black servants, who could barely squeeze past the tables with their steaming serving dishes, Dr. Urbino managed to keep a channel open to the music until the program was over. His powers of concentration had decreased so much with the passing years that he had to write down each chess move in order to remember what he had planned. Yet he could still engage in serious conversation and follow a concert at the same time, although he never reached the masterful extremes of a German orchestra conductor, a great friend of his during his time in Austria, who read the score of Don Giovanni while listening to Tannhäuser.
La segunda pieza del programa, que fue La Muerte y la Doncella, de Schubert, le pareció ejecutada con un dramatismo fácil. Mientras la escuchaba a duras penas, a través del ruido nuevo de los cubiertos en los platos, mantenía la vista fija en un muchacho de rostro sonrosado que lo saludó con una inclinación de cabeza. Lo había visto en alguna parte, sin duda, pero no recordaba dónde. Le ocurría con frecuencia, sobre todo con los nombres de las personas, aun de las más conocidas, o con una melodía de otros tiempos, y esto le provocaba una angustia tan espantosa, que una noche hubiera preferido morir que soportarla hasta el amanecer. Estaba a punto de llegar a ese estado cuando un fogonazo caritativo le alumbró la memoria: el muchacho había sido alumno suyo el año anterior. Se sorprendió de verlo allí, en el reino de los elegidos, pero el doctor Olivella le recordó que era el hijo del Ministro de Higiene, que había venido a preparar una tesis de medicina forense. El doctor Juvenal Urbino le hizo un saludo alegre con la mano, y el joven médico se puso de pie y le respondió con una reverencia. Pero ni entonces ni nunca cayó en la cuenta de que era el practicante que había estado con él esa mañana en la casa de Jeremiah de Saint-Amour.
He thought that the second piece on the program, Schubert′s “Death and the Maiden, was played with facile theatricality. While he strained to listen through the clatter of covered dishes, he stared at a blushing boy who nodded to him in greeting. He had seen him somewhere, no doubt about that, but he could not remember where. This often happened to him, above all with people′s names, even those he knew well, or with a melody from other times, and it caused him such dreadful anguish that one night he would have preferred to die rather than endure it until dawn. He was on the verge of reaching that state now when a charitable flash illuminated his memory: the boy had been one of his students last year. He was surprised to see him there, in the kingdom of the elect, but Dr. Olivella reminded him that he was the son of the Minister of Health and was preparing a thesis in forensic medicine. Dr. Juvenal Urbino greeted him with a joyful wave of his hand and the young doctor stood up and responded with a bow. But not then, not ever, did he realize that this was the intern who had been with him that morning in the house of Jeremiah de Saint-Amour.
Aliviado por una victoria más sobre la vejez, se abandonó al lirismo diáfano y fluido de la última pieza del programa, que no pudo identificar. Más tarde, el joven chelista del conjunto, que acababa de regresar de Francia, le dijo que era el cuarteto para cuerdas de Gabriel Fauré, a quien el doctor Urbino no había oído nombrar siquiera a pesar de que siempre estuvo muy alerta a las novedades de Europa. Pendiente de él, como siempre, pero sobre todo cuando lo veía ensimismado en público, Fermina Daza dejó de comer y puso su mano terrestre sobre la suya. Le dijo: "Ya no pienses más en eso". El doctor Urbino le sonrió desde la otra orilla del éxtasis, y fue entonces cuando volvió a pensar en lo que ella temía. Se acordó de Jeremiah. de SaintAmour, expuesto a esa hora dentro del ataúd con su falso uniforme de guerrero y sus condecoraciones de utilería, bajo la mirada acusadora de los niños de los retratos. Se volvió hacia el arzobispo para darle la noticia del suicidio, pero ya la conocía. Se había hablado mucho de eso después de la misa mayor, e inclusive había recibido una solicitud del coronel Jerónimo Argote, en nombre de los refugiados del Caribe, para que fuera sepultado en tierra consagrada. Dijo: "La solicitud misma me pareció una falta de respeto". Luego, en un tono más humano, preguntó si se conocía la causa del suicidio. El doctor Urbino le contestó con una palabra correcta que creyó haber inventado en ese instante: gerontofobia. El doctor Olivella, pendiente de sus invitados más próximos, los desatendió un instante para terciar en el diálogo de su maestro. Dijo: "Es una lástima encontrarse todavía con un suicidio que no sea por amor". El doctor Urbino no se sorprendió de reconocer sus propios pensamientos en los del discípulo predilecto.
Comforted by yet another victory over old age, he surrendered to the diaphanous and fluid lyricism of the final piece on the program, which he could not identify. Later the young cellist, who had just returned from France, told him it was a quartet for strings by Gabriel Fauré, whom Dr. Urbino had not even heard of, although he was always very alert to the latest trends in Europe. Fermina Daza, who was keeping an eye on him as she always did, but most of all when she saw him becoming introspective in public, stopped eating and put her earthly hand on his. She said: “Don′t think about it anymore. Dr. Urbino smiled at her from the far shore of ecstasy, and it was then that he began to think again about what she had feared. He remembered Jeremiah de Saint-Amour, on view at that hour in his coffin, in his bogus military uniform with his fake decorations, under the accusing eyes of the children in the portraits. He turned to the Archbishop to tell him about the suicide, but he had already heard the news. There had been a good deal of talk after High Mass, and he had even received a request from General Jerónimo Argote, on behalf of the Caribbean refugees, that he be buried in holy ground. He said: “The request itself, it seemed to me, showed a lack of respect. Then, in a more humane tone, he asked if anyone knew the reason for the suicide. Dr. Urbino answered: “Gerontophobia, the proper word although he thought he had just invented it. Dr. Olivella, attentive to the guests who were sitting closest to him, stopped listening to them for a moment to take part in his teacher′s conversation. He said: “It is a pity to still find a suicide that is not for love. Dr. Urbino was not surprised to recognize his own thoughts in those of his favorite disciple.
-Y peor aún -dijo-: fue con cianuro de oro.
“And worse yet, he said, “with gold cyanide.
Al decirlo sintió que la compasión había vuelto a prevalecer sobre la amargura de la carta, y no se lo agradeció a su mujer sino a un milagro de la música. Entonces le habló al arzobispo del santo laico que él había conocido en sus lentos atardeceres de ajedrez, le habló de la consagración de su arte a la felicidad de los niños, de su rara erudición sobre todas las cosas del mundo, de sus hábitos espartanos, y él mismo se sorprendió de la limpieza de alma con que había logrado separarlo de pronto y por completo de su pasado. Le habló luego al alcalde de la conveniencia de comprar el archivo de placas fotográficas para conservar las imágenes de una generación que acaso no volviera a ser feliz fuera de sus retratos, y en cuyas manos estaba el porvenir de la ciudad. El arzobispo se había escandalizado de que un católico militante y culto se hubiera atrevido a pensar en la santidad de un suicida, pero estuvo de acuerdo con la iniciativa de archivar los negativos. El alcalde quiso saber a quién había que comprárselos. El doctor Urbino se quemó la lengua con la brasa del secreto, pero logró soportarlo sin delatar a la heredera clandestina de los archivos. Dijo: "Yo me encargo de eso". Y se sintió redimido por su propia lealtad con la mujer que había repudiado cinco horas antes. Fermina Daza lo notó, y le hizo prometer en voz baja que asistiría al entierro. Por supuesto que lo haría, dijo él, aliviado, ni más faltaba.
When he said that, he once again felt compassion prevailing over the bitterness caused by the letter, for which he thanked not his wife but rather a miracle of the music. Then he spoke to the Archbishop of the lay saint he had known in their long twilights of chess, he spoke of the dedication of his art to the happiness of children, his rare erudition in all things of this world, his Spartan habits, and he himself was surprised by the purity of soul with which Jeremiah de Saint-Amour had separated himself once and for all from his past. Then he spoke to the Mayor about the advantages of purchasing his files of photographic plates in order to preserve the images of a generation who might never again be happy outside their portraits and in whose hands lay the future of the city. The Archbishop was scandalized that a militant and educated Catholic would dare to think that a suicide was saintly, but he agreed with the plan to create an archive of the negatives. The Mayor wanted to know from whom they were to be purchased. Dr. Fermina Daza noticed it and in a low voice made him promise that he would attend the funeral. Relieved, he said that of course he would, that went without saying.
Los discursos fueron breves y fáciles. La banda de vientos inició un aire populachero, no previsto en el programa, y los invitados se paseaban por las terrazas en espera de que los hombres del Mesón de don Sancho acabaran de desaguar el patio, por si alguien se animaba a bailar. Los únicos que permanecían en la sala eran los invitados de la mesa de honor, celebrando que el doctor Urbino se había tomado de un golpe, en el brindis final, una media copita de brandy. Nadie recordaba que lo hubiera hecho antes, salvo con una copa de vino de gran clase para acompañar un plato muy especial, pero el corazón se lo había pedido aquella tarde, y su debilidad estaba bien recompensada: otra vez, al cabo de tantos y tantos años, tenía ganas de cantar. Lo hubiera hecho, sin duda, a instancias del joven chelista que se ofreció para acompañarlo, de no haber sido porque un automóvil de los nuevos atravesó de pronto el lodazal del patio, salpicando a los músicos y alborotando a los patos en los corrales con su corneta de pato, y se detuvo frente al pórtico de la casa. El doctor Marco Aurelio Urbino Daza y su esposa descendieron muertos de risa, llevando en cada mano una bandeja cubierta con paños de encaje. Otras bandejas iguales estaban en los asientos suplementarios, y hasta en el piso junto al chofer. Era el postre tardío. Cuando cesaron los aplausos y las rechiflas de burlas cordiales, el doctor Urbino Daza explicó en serio que las clarisas le habían pedido el favor de llevar el postre desde antes de la tormenta, pero se había devuelto del camino real porque alguien le dijo que se estaba incendiando la casa de sus padres. El doctor Juvenal Urbino alcanzó a asustarse sin esperar a que el hijo terminara el relato. Pero su esposa le recordó a tiempo que él mismo había ordenado llamar a los bomberos para que cogieran el loro. Aminta de Olivella, radiante, decidió servir el postre en las terrazas, aun después del café. Pero el doctor Juvenal Urbino y su esposa se fueron sin probarlo, porque apenas había tiempo para que él hiciera su siesta sagrada antes del entierro.
The speeches were brief and simple. The woodwind band began a popular tune that had not been announced on the program, and the guests strolled along the terraces, waiting for the men from Don Sancho′s Inn to finish drying the patio in case anyone felt inclined to dance. The only guests who stayed in the drawing room were those at the table of honor, who were celebrating the fact that Dr. Urbino had drunk half a glass of brandy in one swallow in a final toast. No one recalled that he had already done the same thing with a glass of grand cru wine as accompaniment to a very special dish, but his heart had demanded it of him that afternoon, and his self- indulgence was well repaid: once again, after so many long years, he felt like singing. And he would have, no doubt, on the urging of the young cellist who offered to accompany him, if one of those new automobiles had not suddenly driven across the mudhole of the patio, splashing the musicians and rousing the ducks in the barnyards with the quacking of its horn. It stopped in front of the portico and Dr. Marco Aurelio Urbino Daza and his wife emerged, laughing for all they were worth and carrying a tray covered with lace cloths in each hand. Other trays just like them were on the jump seats and even on the floor next to the chauffeur. It was the belated dessert. When the applause and the shouted cordial jokes had ended, Dr. Urbino Daza explained in all seriousness that before the storm broke, the Sisters of St. Clare had asked him to please bring the dessert, but he had left the King′s Highway because someone said that his parents′ house was on fire. Dr. Juvenal Urbino became upset before his son could finish the story, but his wife reminded him in time that he himself had called for the firemen to rescue the parrot. Aminta de Olivella was radiant as she decided to serve the dessert on the terraces even though they had already had their coffee. But Dr. Juvenal Urbino and his wife left without tasting it, for there was barely enough time for him to have his sacred siesta before the funeral.
La hizo, pero breve y mal, porque de regreso a casa encontró que los bomberos habían causado estragos casi tan graves como los del fuego. Tratando de asustar al loro habían desplumado un árbol con las mangueras de presión, y un chorro mal dirigido se metió por las ventanas del dormitorio principal y causó daños irreparables en los muebles y los retratos de abuelos ignotos colgados en las paredes. Los vecinos habían acudido cuando oyeron la campana del camión de bomberos, creyendo que era un incendio, y si no ocurrieron trastornos peores fue porque los colegios estaban cerrados en domingo.
And he did have it, although his sleep was brief and restless because he discovered when he returned home that the firemen had caused almost as much damage as a fire. In their efforts to frighten the parrot they had stripped a tree with the pressure hoses, and a misdirected jet of water through the windows of the master bedroom had caused irreparable damage to the furniture and to the portraits of unknown forebears hanging on the walls. Thinking that there really was a fire, the neighbors had hurried over when they heard the bell on the fire truck, and if the disturbance was no worse, it was because the schools were closed on Sundays.
Cuando se dieron cuenta de que no alcanzarían al loro ni con las escaleras añadidas, los bomberos habían empezado a destrozar las ramas a machetazos, y sólo la aparición oportuna del doctor Urbino Daza impidió que lo mutilaran hasta el tronco. Habían dejado dicho que volverían después de las cinco por si los autorizaban a podarlo, y de paso embarraron la terraza interior y la sala, y desgarraron una alfombra turca que era la preferida de Fermina Daza. Desastres inútiles, además, porque la impresión general era que el loro había aprovechado el desorden para escapar por los patios vecinos. En efecto, el doctor Urbino estuvo buscándolo entre las frondas, pero no tuvo respuesta en ningún idioma, ni con silbidos y canciones, así que lo dio por perdido y se fue a dormir casi a las tres. Antes disfrutó del placer instantáneo de la fragancia de jardín secreto de su orina purificada por los espárragos tibios.
When they realized they could not reach the parrot even with their extension ladders, the firemen began to chop at the branches with machetes, and only the opportune arrival of Dr. Urbino Daza prevented them from mutilating the tree all the way to the trunk. They left, saying they would return after five o′clock if they received permission to prune, and on their way out they muddied the interior terrace and the drawing room and ripped Fermina Daza′s favorite Turkish rug. Needless disasters, all of them, because the general impression was that the parrot had taken advantage of the chaos to escape through neighboring patios. And in fact Dr. Urbino looked for him in the foliage, but there was no response in any language, not even to whistles and songs, so he gave him up for lost and went to sleep when it was almost three o′clock. But first he enjoyed the immediate pleasure of smelling a secret garden in his urine that had been purified by lukewarm asparagus.
Lo despertó la tristeza. No la que había sentido en la mañana ante el cadáver del amigo, sino la niebla invisible que le saturaba el alma después de la siesta, y que él interpretaba como una notificación divina de que estaba viviendo sus últimos atardeceres. Hasta los cincuenta años no había sido consciente del tamaño y el peso y el estado de sus vísceras. Poco a poco, mientras yacía con los ojos cerrados después de la siesta diaria, había ido sintiéndolas dentro, una a una, sintiendo hasta la forma de su corazón insomne, su hígado misterioso, su páncreas hermético, y había ido descubriendo que hasta las personas más viejas eran menores que él, y que había terminado por ser el único sobreviviente de los legendarios retratos de grupo de su generación. Cuando se dio cuenta de sus primeros olvidos, apeló a un recurso que le había oído a uno de sus maestros en la Escuela de Medicina:
He was awakened by sadness. Not the sadness he had felt that morning when he stood before the corpse of his friend, but the invisible cloud that would saturate his soul after his siesta and which he interpreted as divine notification that he was living his final afternoons. Until the age of fifty he had not been conscious of the size and weight and condition of his organs. Little by little, as he lay with his eyes closed after his daily siesta, he had begun to feel them, one by one, inside his body, feel the shape of his insomniac heart, his mysterious liver, his hermetic pancreas, and he had slowly discovered that even the oldest people were younger than he was and that he had become the only survivor of his generation′s legendary group portraits. When he became aware of his first bouts of forgetfulness, he had recourse to a tactic he had heard about from one of his teachers at the Medical School:
"El que no tiene memoria se hace una de papel" Sin embargo, fue una ilusión efímera, pues había llegado al extremo de olvidar lo que querían decir las notas recordatorias que se metía en los bolsillos recorría la casa buscando los lentes que tenía puestos, volvía a darle vueltas a la llave después de haber cerrado las puertas, y perdía el hilo de la lectura porque olvidaba las premisas de los argumentos o la filiación de los personajes. Pero lo que más le inquietaba era la desconfianza que tenía en su propia razón: poco a poco, en un naufragio ineluctable, sentía que iba perdiendo el sentido de la justicia.
“The man who has no memory makes one out of paper. But this was a short- lived illusion, for he had reached the stage where he would forget what the written reminders in his pockets meant, search the entire house for the eye glasses he was wearing, turn the key again after locking the doors, and lose the sense of what he was reading because he forgot the premise of the argument or the relationships among the characters. But what disturbed him most was his lack of confidence in his own power of reason: little by little, as in an ineluctable shipwreck, he felt himself losing his good judgment.
Por pura experiencia, aunque sin fundamento científico, el doctor Juvenal Urbino sabía que la mayoría de las enfermedades mortales tenían un olor propio, pero ninguno era tan específico como el de la vejez. Lo percibía en los cadáveres abiertos en canal en la mesa de disección, lo reconocía hasta en los pacientes que mejor disimulaban la edad, y en el sudor de su propia ropa y en la respiración inerme de su esposa dormida. De no ser lo que era en esencia, un cristiano a la antigua, tal vez hubiera estado de acuerdo con Jeremiah de Saint-Amour en que la vejez era un estado indecente que debía impedirse a tiempo. El único consuelo, aun para alguien como él que había sido un buen hombre de cama, era la extinción lenta y piadosa del apetito venéreo: la paz sexual. A los ochenta y un años tenía bastante lucidez para darse cuenta de que estaba prendido a este mundo por unas hilachas tenues que podían romperse sin dolor con un simple cambio de posición durante el sueño, y si hacía lo posible para mantenerlas era por el terror de no encontrar a Dios en la oscuridad de la muerte.
With no scientific basis except his own experience, Dr. Juvenal Urbino knew that most fatal diseases had their own specific odor, but that none was as specific as old age. He detected it in the cadavers slit open from head to toe on the dissecting table, he even recognized it in patients who hid their age with the greatest success, he smelled it in the perspiration on his own clothing and in the unguarded breathing of his sleeping wife. If he had not been what he was--in essence an old-style Christian--perhaps he would have agreed with Jeremiah de Saint-Amour that old age was an indecent state that had to be ended before it was too late. The only consolation, even for someone like him who had been a good man in bed, was sexual peace: the slow, merciful extinction of his venereal appetite. At eighty-one years of age he had enough lucidity to realize that he was attached to this world by a few slender threads that could break painlessly with a simple change of position while he slept, and if he did all he could to keep those threads intact, it was because of his terror of not finding God in the darkness of death.
Fermina Daza se había ocupado de restablecer el dormitorio destruido por los bomberos, y un poco antes de las cuatro le hizo llevar al esposo el vaso diario de limonada con hielo picado, y le recordó que debía vestirse para ir al entierro. El doctor Urbino tenía esa tarde dos libros al alcance de la mano: La Incógnita del Hombre, de Alexis Carrell, y La Historia de San Michele, de Axel Munthe. Este último no estaba todavía abierto, y le pidió a Digna Pardo, la cocinera, que le llevara el cortapapeles de marfil que había olvidado en el dormitorio. Pero cuando se lo llevaron ya estaba leyendo La Incógnita del Hombre en la página marcada con el sobre de una carta: le faltaban muy pocas para terminarlo. Leyó despacio, abriéndose camino a través de los meandros de una punta de dolor de cabeza que atribuyó a la media copita de brandy del brindis final. En las pausas de la lectura tomaba un sorbo de limonada, o se demoraba ronzando un pedazo de hielo. Tenía las medias puestas, la camisa sin el cuello postizo y los tirantes elásticos de rayas verdes colgando a los lados de la cintura, y le molestaba la sola idea de tener que cambiarse para el entierro. Muy pronto dejó de leer, puso el libro sobre el otro, y empezó a balancearse muy despacio en el mecedor de mimbre, contemplando a través de la pesadumbre las matas de guineo en el pantano del patio, el mango desplumado, las hormigas voladoras de después de la lluvia, el esplendor efímero de otra tarde de menos que se iba para siempre. Había olvidado que una vez tuvo un loro de Paramaribo al que quería como a un ser humano, cuando lo oyó de pronto: "Lorito real". Lo oyó muy cerca, casi a su lado, y enseguida lo vio en la rama más baja del mango.
Fermina Daza had been busy straightening the bedroom that had been destroyed by the firemen, and a little before four she sent for her husband′s daily glass of lemonade with chipped ice and reminded him that he should dress for the funeral. That afternoon Dr. Urbino had two books by his hand: Man, the Unknown by Alexis Carrel and The Story ofSan Michele by Axel Munthe; the pages of the second book were still uncut, and he asked Digna Pardo, the cook, to bring him the marble paper cutter he had left in the bedroom. But when it was brought to him he was already reading Man, the Unknown at the place he had marked with an envelope: there were only a few pages left till the end. He read slowly, making his way through the meanderings of a slight headache that he attributed to the half glass of brandy at the final toast. When he paused in his reading he sipped the lemonade or took his time chewing on a piece of ice. He was wearing his socks, and his shirt without its starched collar; his elastic suspenders with the green stripes hung down from his waist. The mere idea of having to change for the funeral irritated him. Soon he stopped reading, placed one book on top of the other, and began to rock very slowly in the wicker rocking chair, contemplating with regret the banana plants in the mire of the patio, the stripped mango, the flying ants that came after the rain, the ephemeral splendor of another afternoon that would never return. He had forgotten that he ever owned a parrot from Paramaribo whom he loved as if he were a human being, when suddenly he heard him say: “Royal parrot. His voice sounded close by, almost next to him, and then he saw him in the lowest branch of the mango tree.
-Sinvergüenza -le gritó.
“You scoundrel! he shouted.
El loro replicó con una voz idéntica:
The parrot answered in an identical voice:
-Más sinvergüenza serás tú, doctor.
“You′re even more of a scoundrel, Doctor.
Siguió hablando con él sin perderlo de vista, mientras se puso los botines con mucho cuidado para no espantarlo, y metió los brazos en los tirantes, y bajó al patio todavía enlodado tanteando el suelo con el bastón para no tropezar con los tres escalones de la terraza. El loro no se movió. Estaba tan bajo, que le puso el bastón para que se parara en la empuñadura de plata, como era su costumbre, pero el loro lo esquivó. Saltó a una rama contigua, un poco más alta pero de acceso más fácil, donde estaba apoyada la escalera de la casa desde antes que vinieran los bomberos. El doctor Urbino calculó la altura, y pensó que con subir dos travesaños podía cogerlo. Subió el primero, cantando una canción de cómplice para distraer la atención del animal arisco que repetía las palabras sin la música, pero apartándose en la rama con pasos laterales. Subió el segundo travesaño sin dificultad, agarrado de la escalera con ambas manos, y el loro empezó a repetir la canción completa sin cambiar de lugar. Subió el tercer travesano, y el cuarto enseguida, pues había calculado mal la altura de la rama, y entonces se aferró a la escalera con la mano izquierda y trató de coger el loro con la derecha. Digna Pardo, la vieja sirvienta que venía a advertirle que se le estaba haciendo tarde para el entierro, vio de espaldas al hombre subido en la escalera y no podía creer que fuera quien era de no haber sido por las rayas verdes de los tirantes elásticos.
He continued to talk to him, keeping him in view while he put on his boots with great care so as not to frighten him and pulled his suspenders up over his arms and went down to the patio, which was still full of mud, testing the ground with his stick so that he would not trip on the three steps of the terrace. The parrot did not move, and perched so close to the ground that Dr. Urbino held out his walking stick for him so that he could sit on the silver handle, as was his custom, but the parrot sidestepped and jumped to the next branch, a little higher up but easier to reach since the house ladder had been leaning against it even before the arrival of the firemen. Dr. Urbino calculated the height and thought that if he climbed two rungs he would be able to catch him. He stepped onto the first, singing a disarming, friendly song to distract the attention of the churlish bird, who repeated the words without the music but sidled still farther out on the branch. He climbed to the second rung without difficulty, holding on to the ladder with both hands, and the parrot began to repeat the entire song without moving from the spot. He climbed to the third rung and then the fourth, for he had miscalculated the height of the branch, and then he grasped the ladder with his left hand and tried to seize the parrot with his right. Digna Pardo, the old servant, who was coming to remind him that he would be late for the funeral, saw the back of a man standing on the ladder, and she would not have believed that he was who he was if it had not been for the green stripes on the elastic suspenders.
-¡Santísimo Sacramento! -gritó-. ¡Se va a matar!
“Santísimo Sacramento! she shrieked. “You′ll kill yourself!
El doctor Urbino agarró el loro por el cuello con un suspiro de triunfo: ça y est. Pero lo soltó de inmediato, porque la escalera resbaló bajo sus pies y él se quedó un instante suspendido en el aire, y entonces alcanzó a darse cuenta de que se había muerto sin comunión, sin tiempo para arrepentirse de nada ni despedirse de nadie, a las cuatro y siete minutos de la tarde del domingo de Pentecostés.
Dr. Urbino caught the parrot around the neck with a triumphant sigh: ça y est. But he released him immediately because the ladder slipped from under his feet and for an instant he was suspended in air and then he realized that he had died without Communion, without time to repent of anything or to say goodbye to anyone, at seven minutes after four on Pentecost Sunday.
Fermina Daza estaba en la cocina probando la sopa para la cena, cuando oyó el grito de horror de Digna Pardo y el alboroto de la servidumbre de la casa y enseguida el del vecindario. Tiró la cuchara de probar y trató de correr como pudo con el peso invencible de su edad, gritando como una loca sin saber todavía lo que pasaba bajo las frondas del mango, y el corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido bocarriba en el lodo, ya muerto en vida, pero resistiéndose todavía un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:
Fermina Daza was in the kitchen tasting the soup for supper when she heard Digna Pardo′s horrified shriek and the shouting of the servants and then of the entire neighborhood. She dropped the tasting spoon and tried her best to run despite the invincible weight of her age, screaming like a madwoman without knowing yet what had happened under the mango leaves, and her heart jumped inside her ribs when she saw her man lying on his back in the mud, dead to this life but still resisting death′s final blow for one last minute so that she would have time to come to him. He recognized her despite the uproar, through his tears of unrepeatable sorrow at dying without her, and he looked at her for the last and final time with eyes more luminous, more grief-stricken, more grateful than she had ever seen them in half a century of a shared life, and he managed to say to her with his last breath:
-Sólo Dios sabe cuánto te quise.
“Only God knows how much I loved you.
Fue una muerte memorable, y no sin razón. Apenas terminados sus estudios de especialización en Francia, el doctor juvenal Urbino se dio a conocer en el país por haber conjurado a tiempo, con métodos novedosos y drásticos, la última epidemia de cólera morbo que padeció la provincia. La anterior, cuando él estaba todavía en Europa, había causado la muerte a la cuarta parte de la población urbana en menos de tres meses, inclusive a su padre, que fue también un médico muy apreciado. Con el prestigio inmediato y una buena contribución del patrimonio familiar fundó la Sociedad Médica, la primera y la única en las provincias del Caribe durante muchos años, y fue su presidente vitalicio. Logró la construcción del primer acueducto, del primer sistema de alcantarillas, y del mercado público cubierto que permitió sanear el pudridero de la bahía de las Ánimas. Fue además presidente de la Academia de la Lengua y de la Academia de Historia. El patriarca latino de Jerusalem lo hizo caballero de la Orden del Santo Sepulcro por sus servicios a la Iglesia, y el gobierno de Francia le concedió la Legión de Honor en el grado de comendador. Fue un animador activo de cuantas congregaciones confesionales y cívicas existieron en la ciudad, y en especial de la junta Patriótica, formada por ciudadanos influyentes sin intereses políticos, que presionaban a los gobiernos y al comercio local con ocurrencias progresistas demasiado audaces para la época. Entre éstas, la más memorable fue el ensayo de un globo aerostático que en el vuelo inaugural llevó una carta hasta San Juan de la Ciénaga, mucho antes de que se pensara en el correo aéreo como una posibilidad racional. También fue suya la idea del Centro Artístico, que fundó la Escuela de Bellas Artes en la misma casa donde todavía existe, y patrocinó durante muchos años los Juegos Florales de abril.
It was a memorable death, and not without reason. Soon after he had completed his course of specialized studies in France, Dr. Juvenal Urbino became known in his country for the drastic new methods he used to ward off the last cholera epidemic suffered by the province. While he was still in Europe, the previous one had caused the death of a quarter of the urban population in less than three months; among the victims was his father, who was also a highly esteemed physician. With his immediate prestige and a sizable contribution from his own inheritance, he founded the Medical Society, the first and for many years the only one in the Caribbean provinces, of which he was lifetime President. He organized the construction of the first aqueduct, the first sewer system, and the covered public market that permitted filth to be cleaned out of Las Ánimas Bay. He was also President of the Academy of the Language and the Academy of History. For his service to the Church, the Latin Patriarch of Jerusalem made him a Knight of the Order of the Holy Sepulcher, and the French Government conferred upon him the rank of Commander in the Legion of Honor. He gave active encouragement to every religious and civic society in the city and had a special interest in the Patriotic Junta, composed of politically disinterested influential citizens who urged governments and local businesses to adopt progressive ideas that were too daring for the time. The most memorable of them was the testing of an aerostatic balloon that on its inaugural flight carried a letter to San Juan de la Ciénaga, long before anyone had thought of airmail as a rational possibility.
Sólo él logró lo que había parecido imposible durante un siglo: la restauración del Teatro de la Comedia, convertido en gallera y criadero de gallos desde la Colonia. Fue la culminación de una campaña cívica espectacular que comprometió a todos los sectores de la ciudad sin excepción, en una movilización multitudinaria que muchos consideraron digna de mejor causa. Con todo, el nuevo Teatro de la Comedia se inauguró cuando todavía no tenía sillas ni lámparas, y los asistentes tenían que llevar en qué sentarse y con qué alumbrarse en los intermedios. Se impuso la misma etiqueta de los grandes estrenos de Europa, que las damas aprovechaban para lucir sus trajes largos y sus abrigos de pieles en la canícula del Caribe, pero fue necesario autorizar también la entrada de los criados para que llevaran las sillas y las lámparas, y cuantas cosas de comer se creyeran necesarias para resistir los programas interminables, alguno de los cuales se prolongó hasta la hora de la primera misa. La temporada se abrió con una compañía francesa de ópera cuya novedad era un arpa en la orquesta, y cuya gloria inolvidable era la voz inmaculada y el talento dramático de una soprano turca que cantaba descalza y con anillos de pedrerías preciosas en los dedos de los pies. A partir del primer acto apenas si se veía el escenario y los cantantes perdieron la voz por el humo de las tantas lámparas de aceite de corozo, pero los cronistas de la ciudad se cuidaron muy bien de borrar estos obstáculos menudos y de magnificar los memorables. Fue sin duda la iniciativa más contagiosa del doctor Urbino, pues la fiebre de la ópera contaminó hasta los sectores menos pensados de la ciudad, y dio origen a toda una generación de Isoldas y Otelos, y Aidas y Sigfridos. Sin embargo, nunca se llegó a los extremos que el doctor Urbino hubiera deseado, que era ver a italianizantes y wagnerianos enfrentados a bastonazo limpio en los intermedios.
The Center for the Arts, which was also his idea, established the School of Fine Arts in the same house where it is still located, and for many years he was a patron of the Poetic Festival in April. Only he achieved what had seemed impossible for at least a century: the restoration of the Dramatic Theater, which had been used as a henhouse and a breeding farm for game cocks since colonial times. It was the culmination of a spectacular civic campaign that involved every sector of the city in a multitudinous mobilization that many thought worthy of a better cause. In any event, the new Dramatic Theater was inaugurated when it still lacked seats or lights, and the audience had to bring their own chairs and their own lighting for the intermissions. The same protocol held sway as at the great performances in Europe, and the ladies used the occasion to show off their long dresses and their fur coats in the dog days of the Caribbean summer, but it was also necessary to authorize the admission of servants to carry the chairs and lamps and all the things to eat that were deemed necessary to survive the interminable programs, one of which did not end until it was time for early Mass. The season opened with a French opera company whose novelty was a harp in the orchestra and whose unforgettable glory was the impeccable voice and dramatic talent of a Turkish soprano who sang barefoot and wore rings set with precious stones on her toes. After the first act the stage could barely be seen and the singers lost their voices because of the smoke from so many palm oil lamps, but the chroniclers of the city were very careful to delete these minor inconveniences and to magnify the memorable events. Without a doubt it was Dr. Urbino′s most contagious initiative, for opera fever infected the most surprising elements in the city and gave rise to a whole generation of Isoldes and Otellos and As and Siegfrieds. But it never reached the extremes Dr. Urbino had hoped for, which was to see Italianizers and Wagnerians confronting each other with sticks and canes during the intermissions.
El doctor Juvenal Urbino no aceptó nunca puestos oficiales, que le ofrecieron a menudo y sin condiciones, y fue un crítico encarnizado de los médicos que se valían de su prestigio profesional para escalar posiciones políticas. Aunque siempre se le tuvo por liberal y solía votar en las elecciones por los candidatos de ese partido, lo era más por tradición que por convicción, y fue tal vez el último miembro de las grandes familias que se arrodillaba en la calle cuando pasaba la carroza del arzobispo. Se definía a sí mismo como un pacifista natural, partidario de la reconciliación definitiva entre liberales y conservadores para bien de la patria. Sin embargo, su conducta pública era tan autónoma que nadie lo tenía como suyo: los liberales lo consideraban un godo de las cavernas, los conservadores decían que sólo le faltaba ser masón, y los masones lo repudiaban como un clérigo emboscado al servicio de la Santa Sede. Sus críticos menos sangrientos pensaban que no era más que un aristócrata extasiado en las delicias de los juegos Florales, mientras la nación se desangraba en una guerra civil inacabable.
Dr. Juvenal Urbino never accepted the public positions that were offered to him with frequency and without conditions, and he was a pitiless critic of those physicians who used their professional prestige to attain political office. Although he was always considered a Liberal and was in the habit of voting for that party′s candidates, it was more a question of tradition than conviction, and he was perhaps the last member of the great families who still knelt in the street when the Archbishop′s carriage drove by. He defined himself as a natural pacifist, a partisan of definitive reconciliation between Liberals and Conservatives for the good of the nation. But his public conduct was so autonomous that no group claimed him for its own: the Liberals considered him a Gothic troglodyte, the Conservatives said he was almost a Mason, and the Masons repudiated him as a secret cleric in the service of the Holy See. His less savage critics thought he was just an aristocrat enraptured by the delights of the Poetic Festival while the nation bled to death in an endless civil war.
Sólo dos actos suyos no parecían acordes con esta imagen. El primero fue la mudanza a una casa nueva en un barrio de ricos recientes, a cambio del antiguo palacio del Marqués de Casalduero, que había sido la mansión familiar durante más de un siglo. El otro fue el matrimonio con una belleza de pueblo, sin nombre ni fortuna, de la cual se burlaban en secreto las señoras de apellidos largos hasta que se convencieron a la fuerza de que les daba siete vueltas a todas por su distinción y su carácter. El doctor Urbino tuvo siempre muy en cuenta esos y muchos otros tropiezos de su imagen pública, y nadie era tan consciente como él mismo de ser el último protagonista de un apellido en extinción. Sus hijos eran dos cabos de raza sin ningún brillo. Marco Aurelio, el varón, médico como él y como todos los primogénitos de cada generación, no había hecho nada notable, ni siquiera un hijo, pasados los cincuenta años. Ofelia, la única hija, casada con un buen empleado de banco de Nueva Orleans, había llegado al climaterio con tres hijas y ningún varón. Sin embargo, a pesar de que le dolía la interrupción de su sangre en el manantial de la historia, lo que más le preocupaba de la muerte al doctor Urbino era la vida solitaria de Fermina Daza sin él.
Only two of his actions did not seem to conform to this image. The first was his leaving the former palace of the Marquis de Casalduero, which had been the family mansion for over a century, and moving to a new house in a neighborhood of nouveauxriches. The other was his marriage to a beauty from the lower classes, without name or fortune, whom the ladies with long last name s ridiculed in secret until they were forced to admit that she outshone them all in distinction and character. Dr. Urbino was always acutely aware of these and many other cracks in his public image, and no one was as conscious as he of being the last to bear a family name on its way to extinction. His children were two undistinguished ends of a line. After fifty years, his son, Marco Aurelio, a doctor like himself and like all the family′s firstborn sons in every generation, had done nothing worthy of note--he had not even produced a child. Dr. Urbino′s only daughter, Ofelia, was married to a solid bank employee from New Orleans, and had reached the climacteric with three daughters and no son. But although stemming the flow of his blood into the tide of history caused him pain, what worried Dr. Urbino most about dying was the solitary life Fermina Daza would lead without him.
En todo caso, la tragedia fue una conmoción no sólo entre su gente, sino que afectó por contagio al pueblo raso, que se asomó a las calles con la ilusión de conocer aunque fuera el resplandor de la leyenda. Se proclamaron tres días de duelo, se puso la bandera a media asta en los establecimientos públicos, y las campanas de todas las iglesias doblaron sin pausas hasta que fue sellada la cripta en el mausoleo familiar. Un grupo de la Escuela de Bellas Artes hizo una mascarilla del cadáver que sirviera de molde para un busto de tamaño natural, pero se desistió del proyecto porque a nadie le pareció digna la fidelidad con que quedó plasmado el pavor del último instante. Un artista de renombre que estaba aquí por casualidad de paso para Europa, pintó un lienzo gigantesco de un realismo patético, en el que se veía al doctor Urbino subido en la escalera y en el instante mortal en que extendió la mano para atrapar al loro. Lo único que contrariaba la cruda verdad de su historia era que no llevaba en el cuadro la camisa sin cuello y los tirantes de rayas verdes, sino el sombrero hongo y la levita de paño negro de un grabado de prensa de los años del cólera. Este cuadro se exhibió pocos meses después de la tragedia, para que nadie se quedara sin verlo, en la vasta galería de El Alambre de Oro, una tienda de artículos importados por donde desfilaba la ciudad entera. Luego estuvo en las paredes de cuantas instituciones públicas y privadas se creyeron en el deber de rendir tributo a la memoria del patricio insigne, y por último fue colgado con un segundo funeral en la Escuela de Bellas Artes, de donde lo sacaron muchos años después los propios estudiantes de pintura para quemarlo en la Plaza de la Universidad como símbolo de una estética y unos tiempos aborrecidos.
In any event, the tragedy not only caused an uproar among his own household but spread to the common people as well. They thronged the streets in the hope of seeing something, even if it was only the brilliance of the legend. Three days of mourning were proclaimed, flags were flown at half mast in public buildings, and the bells in all the churches tolled without pause until the crypt in the family mausoleum was sealed. A group from the School of Fine Arts made a death mask that was to be used as the mold for a life-size bust, but the project was canceled because no one thought the faithful rendering of his final terror was decent. A reno wned artist who happened to be stopping here on his way to Europe painted, with pathos-laden realism, a gigantic canvas in which Dr. Urbino was depicted on the ladder at the fatal moment when he stretched out his hand to capture the parrot. The only element that contradicted the raw truth of the story was that in the painting he was wearing not the collarless shirt and the suspenders with green stripes, but rather a bowler hat and black frock coat copied from a rotogravure made during the years of the cholera epidemic. So that everyone would have the chance to see it, the painting was exhibited for a few months after the tragedy in the vast gallery of The Golden Wire, a shop that sold imported merchandise, and the entire city filed by. Then it was displayed on the walls of all the public and private institutions that felt obliged to pay tribute to the memory of their illustrious patron, and at last it was hung, after a second funeral, in the School of Fine Arts, where it was pulled down many years later by art students who burned it in the Plaza of the University as a symbol of an aesthetic and a time they despised.
Desde su primer instante de viuda se vio que Fermina Daza no estaba tan desvalida como lo había temido el esposo. Fue inflexible en la determinación de no permitir que se utilizara el cadáver en beneficio de ninguna causa, y lo fue inclusive con el telegrama de honores del Presidente de la República, que ordenaba exponerlo en cámara ardiente en la sala de actos de la gobernación provincial. Con la misma serenidad se opuso a que fuera velado en la catedral, como se lo pidió el arzobispo en persona, y sólo admitió que estuviera allí durante la misa de cuerpo presente de los oficios fúnebres. Aun ante la mediación de su hijo, aturdido por tantas solicitudes diversas, Fermina Daza se mantuvo firme en su noción rural de que los muertos no pertenecen a nadie más que a la familia, y que sería velado en casa con café cerrero y almojábanas, y con la libertad de cada quien para llorarlo como quisiera. No habría el velorio tradicional de nueve noches: las puertas se cerraron después del entierro y no volvieron a abrirse sino para visitas íntimas.
From her first moment as a widow, it was obvious that Fermina Daza was not as helpless as her husband had feared. She was adamant in her determination not to allow the body to be used for any cause, and she remained so even after the honorific telegram from the President of the Republic ordering it to lie in state for public viewing in the Assembly Chamber of the Provincial Government. With the same serenity she opposed a vigil in the Cathedral, which the Archbishop himself had requested, and she agreed to the body′s lying there only during the funeral Mass. Even after the mediation of her son, who was dumbfounded by so many different requests, Fermina Daza was firm in her rustic notion that the dead belong only to the family, and that the vigil would be kept at home, with mountain coffee and fritters and everyone free to weep for him in any way they chose. There would be no traditional nine-night wake: the doors were closed after the funeral and did not open again except for visits from intimate friends.
La casa quedó bajo el régimen de la muerte. Todo objeto de valor se había puesto a buen recaudo, y en las paredes desnudas no quedaban sino las huellas de los cuadros descolgados. Las sillas propias y las prestadas por los vecinos estaban puestas contra las paredes desde la sala hasta los dormitorios, y los espacios vacíos parecían inmensos y las voces tenían una resonancia espectral, porque los muebles grandes habían sido apartados, salvo el piano de concierto que yacía en su rincón bajo una sábana blanca. En el centro de la biblioteca, sobre el escritorio de su padre, estaba tendido sin ataúd el que fuera Juvenal Urbino de la Calle, con el último espanto petrificado en el rostro, y con la capa negra y la espada de guerra de los caballeros del Santo Sepulcro. A su lado, de luto íntegro, trémula pero muy dueña de sí, Fermina Daza recibió las condolencias sin dramatismo, sin moverse apenas, hasta las once de la mañana del día siguiente, cuando despidió al esposo desde el pórtico diciéndole adiós con un pañuelo.
The house was under the rule of death. Every object of value had been locked away with care for safekeeping, and on the bare walls there were only the outlines of the pictures that had been taken down. Chairs from the house, and those lent by the neighbors, were lined up against the walls from the drawing room to the bedrooms, and the empty spaces seemed immense and the voices had a ghostly resonance because the large pieces of furniture had been moved to one side, except for the concert piano which stood in its corner under a white sheet. In the middle of the library, on his father′s desk, what had once been Juvenal Urbino de la Calle was laid out with no coffin, with his final terror petrified on his face, and with the black cape and military sword of the Knights of the Holy Sepulcher. At his side, in complete mourning, tremulous, hardly moving, but very much in control of herself, Fermina Daza received condolences with no great display of feeling until eleven the following morning, when she bade farewell to her husband from the portico, waving goodbye with a handkerchief.
No le había sido fácil recobrar ese dominio desde que oyó el grito de Digna Pardo en el patio, y encontró al anciano de su vida agonizando en el lodazal. Su primera reacción fue de esperanza porque tenía los ojos abiertos y un brillo de luz radiante que no le había visto nunca en las pupilas. Le rogó a Dios que le concediera al menos un instante para que él no se fuera sin saber cuánto lo había querido por encima de las dudas de ambos, y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez desde el rincipio para decirse todo lo que se les quedó sin decir, y volver a hacer bien cualquier cosa que hubieran hecho mal en el pasado. Pero tuvo que rendirse ante la intransigencia de la muerte. Su dolor se descompuso en una cólera ciega contra el mundo, y aun contra ella misma, y eso le infundió el dominio y el valor para enfrentarse sola a su soledad. Desde entonces no tuvo una tregua, pero se cuidó de cualquier gesto que pareciera un alarde de su dolor. El único momento de un cierto patetismo, por lo demás involuntario, fue a las once de la noche del domingo, cuando llevaron el ataúd episcopal todavía oloroso a sapolín de barco, con manijas de cobre y forros de seda acolchonada. El doctor Urbino Daza ordenó cerrarlo de inmediato, pues la casa estaba enrarecida por el vapor de tantas flores en el calor insoportable, y él creía haber percibido las primeras sombras moradas en el cuello de su padre. Una voz distraída se oyó en el silencio: "A esa edad ya uno está medio podrido en vida". Antes que cerraran el ataúd, Fermina Daza se quitó el anillo matrimonial y se lo puso al marido muerto, y luego le cubrió la mano con la suya, como siempre lo hizo cuando lo sorprendía divagando en público.
It had not been easy for her to regain her self-control after she heard Digna Pardo′s shriek in the patio and found the old man of her life dying in the mud. Her first reaction was one of hope, because his eyes were open and shining with a radiant light she had never seen there before. She prayed to God to give him at least a moment so that he would not go without knowing how much she had loved him despite all their doubts, and she felt an irresistible longing to begin life with him over again so that they could say what they had left unsaid and do everything right that they had done badly in the past. But she had to give in to the intransigence of death. Her grief exploded into a blind rage against the world, even against herself, and that is what filled her with the control and the courage to face her solitude alone. From that time on she had no peace, but she was careful about any gesture that might seem to betray her grief. The only moment of pathos, although it was involuntary, occurred at eleven o′clock Sunday night when they brought in the episcopal coffin, still smelling of ship′s wax, with its copper handles and tufted silk lining. Dr. Urbino Daza ordered it closed without delay since the air in the house was already rarefied with the heady fragrance of so many flowers in the sweltering heat, and he thought he had seen the first purplish shadows on his father′s neck. An absent-minded voice was heard in the silence: “At that age you′re half decayed while you′re still alive. Before they closed the coffin Fermina Daza took off her wedding ring and put it on her dead husband′s finger, and then she covered his hand with hers, as she always did when she caught him digressing in public.
-Nos veremos muy pronto -le dijo.
“We will see each other very soon, she said to him.
Florentino Ariza, invisible entre la muchedumbre de notables, sintió una lanza en el costado. Fermina Daza no lo había distinguido en el tumulto de los primeros pésames, aunque nadie iba a estar más presente ni había de ser más útil que él en las urgencias de aquella noche. Fue él quien puso orden en las cocinas desbordadas para que no faltara el café. Consiguió sillas suplementarias cuando no fueron suficientes las de los vecinos, y ordenó poner en el patio las coronas sobrantes cuando ya no cabía una más en la casa. Se ocupó de que no faltara el brandy para los invitados del doctor Lácides Olivella, que habían conocido la mala noticia en el apogeo de las bodas de plata, y se vinieron en estampida a continuar la parranda sentados en círculo bajo el palo de mango. Fue el único que supo reaccionar a tiempo cuando el loro fugitivo apareció a media noche en el comedor con la cabeza alzada y las alas extendidas, lo que causó un escalofrío de estupor en la casa, pues parecía una manda de penitencia. Florentino Ariza lo agarró por el cuello sin darle tiempo de gritar alguna de sus consignas insensatas, y lo llevó a la caballeriza en la jaula cubierta. Así hizo todo, con tanta discreción y tal eficacia, que a nadie se le ocurrió pensar que fuera una intromisión en los asuntos ajenos, sino al contrario, una ayuda impagable en la mala hora de la casa.
Florentino Ariza, unseen in the crowd of notable personages, felt a piercing pain in his side. Fermina Daza had not recognized him in the confusion of the first condolences, although no one would be more ready to serve or more useful during the night′s urgent business. It was he who imposed order in the crowded kitchens so that there would be enough coffee. He found additional chairs when the neighbors′ proved insufficient, and he ordered the extra wreaths to be put in the patio when there was no more room in the house. He made certain there was enough brandy for Dr. Lácides Olivella′s guests, who had heard the bad news at the height of the silver anniversary celebration and had rushed in to continue the party, sitting in a circle under the mango tree. He was the only one who knew how to react when the fugitive parrot appeared in the dining room at midnight with his head high and his wings spread, which caused a stupefied shudder to run through the house, for it seemed a sign of repentance. Florentino Ariza seized him by the neck before he had time to shout any of his witless stock phrases, and he carried him to the stable in a covered cage. He did everything this way, with so much discretion and such efficiency that it did not even occur to anyone that it might be an intrusion in other people′s affairs; on the contrary, it seemed a priceless service when evil times had fallen on the house.
Era lo que parecía: un anciano servicial y serio. Tenía el cuerpo óseo y derecho, la piel parda y lampiña, los ojos ávidos detrás de los espejuelos redondos con monturas de metal blanco, y un bigote romántico de punteras engomadas, un poco tardío para la época. Tenía los últimos mechones de los aladares peinados hacia arriba y pegados con gomina en el centro del cráneo reluciente como solución final a una calvicie absoluta. Su gentileza natural y sus maneras lánguidas cautivaban de inmediato, pero también se tenían como dos virtudes sospechosas en un soltero empedernido. Había gastado mucho dinero, mucho ingenio y mucha fuerza de voluntad para que no se le notaran los setenta y seis años que había cumplido el último marzo, y estaba convencido en la soledad de su alma de haber amado en silencio mucho más que nadie jamás en este mundo.
He was what he seemed: a useful and serious old man. His body was bony and erect, his skin dark and clean-shaven, his eyes avid behind round spectacles in silver frames, and he wore a romantic, old-fashioned mustache with waxed tips. He combed the last tufts of hair at his temples upward and plastered them with brilliantine to the middle of his shining skull as a solution to total baldness. His natural gallantry and languid manner were immediately charming, but they were also considered suspect virtues in a confirmed bachelor. He had spent a great deal of money, ingenuity, and willpower to disguise the seventy-six years he had completed in March, and he was convinced in the solitude of his soul that he had loved in silence for a much longer time than anyone else in this world ever had.
La noche de la muerte del doctor Urbino estaba vestido como lo sorprendió la noticia, que era como estaba siempre a pesar de los calores infernales de junio: de paño oscuro con chaleco, un lazo de cinta de seda en el cuello de celuloide, un sombrero de fieltro, y un paraguas de raso negro que además le servía de bastón. Pero cuando empezó a clarear desapareció del velorio por dos horas, y regresó fresco con los primeros soles, bien afeitado y oloroso a lociones de tocador. Se había puesto una levita de paño negro de las que ya no se usaban sino para los entierros y los oficios de Semana Santa, un cuello de pajarita con la cinta de artista en lugar de la corbata, y un sombrero hongo. También llevaba el paraguas, y entonces no sólo por costumbre, pues estaba seguro de que iba a llover antes de las doce, y se lo hizo saber al doctor Urbino Daza por si le era posible anticipar el entierro. Lo intentaron, en efecto, porque Florentino Ariza pertenecía a una familia de navieros y él mismo era presidente de la Compañía Fluvial del Caribe, y esto permitía suponer que entendía de pronósticos atmosféricos. Pero no pudieron concertar a tiempo a las autoridades civiles y militares, las corporaciones públicas y privadas, la banda de guerra y la de Bellas Artes, y las escuelas y congregaciones religiosas que ya estaban de acuerdo para las once, de modo que el entierro previsto como un acontecimiento histórico terminó en desbandada por el aguacero arrasador. Fueron muy pocos los que llegaron chapaleando en el lodo hasta el mausoleo de la familia, protegido por una ceiba colonial cuya fronda continuaba por encima, del muro del cementerio. Bajo esa misma fronda, pero en la parcela exterior destinada a los suicidas, los refugiados del Caribe habían sepultado la tarde anterior a Jeremiah de Saint-Amour, y a su perro junto a él, de acuerdo con su voluntad.
The night of Dr. Urbino′s death, he was dressed just as he had been when he first heard the news, which was how he always dressed, even in the infernal heat of June: a dark suit with a vest, a silk bow tie and a celluloid collar, a felt hat, and a shiny black umbrella that he also used a walking stick. But when it began to grow light he left the vigil for two hours and returned as fresh as the rising sun, carefully shaven and fragrant with lotions from his dressing table. He had changed into a black frock coat of the kind worn only for funerals and the offices of Holy Week, a wing collar with an artist′s bow instead of a tie, and a bowler hat. He also carried his umbrella, not just out of habit but because he was certain that it would rain before noon, and he informed Dr. Urbino Daza of this in case the funeral could be held earlier. They tried to do so, in fact, because Florentino Ariza belonged to a shipping family and was himself President of the River Company of the Caribbean, which allowed one to suppose that he knew something about predicting the weather. But they could not alter the arrangements in time with the civil and military authorities, the public and private corporations, the military band, the School of Fine Arts orchestra, and the schools and religious fraternities, which were prepared for eleven o′clock, so the funeral that had been anticipated as a historic event turned into a rout because of a devastating downpour. Very few people splashed through the mud to the family mausoleum, protected by a colonial ceiba tree whose branches spread over the cemetery wall. On the previous afternoon, under those same branches but in the section on the other side of the wall reserved for suicides, the Caribbean refugees had buried Jeremiah de Saint-Amour with his dog beside him, as he had requested.
Florentino Ariza fue uno de los pocos que llegaron hasta el final del entierro. Quedó ensopado hasta la ropa interior, y llegó despavorido a su casa por el temor de contraer una pulmonía al cabo de tantos años de cuidados minuciosos y precauciones excesivas. Se hizo preparar una limonada caliente con un chorro de brandy, se la tomó en la cama con dos tabletas de fenaspirina y sudó a mares envuelto en una manta de lana hasta que recobró el buen clima del cuerpo. Cuando volvió al velorio se sentía con el ánimo entero. Fermina Daza había asumido de nuevo el mando de la casa, que estaba barrida y en estado de recibir, y había puesto en el altar de la biblioteca un retrato del esposo muerto pintado al pastel, con una banda de luto en el marco. A las ocho había tanta gente y el calor era tan intenso como la noche anterior, pero después del rosario alguien hizo circular la súplica de retirarse temprano para que la viuda descansara por primera vez desde la tarde del domingo.
Florentino Ariza was one of the few who stayed until the funeral was over. He was soaked to the skin and returned home terrified that he would catch pneumonia after so many years of meticulous care and excessive precautions. He prepared hot lemonade with a shot of brandy, drank it in bed with two aspirin tablets, and, wrapped in a wool blanket, sweated by the bucketful until the proper equilibrium had been reestablished in his body. When he returned to the wake he felt his vitality completely restored. Fermina Daza had once again assumed command of the house, which was cleaned and ready to receive visitors, and on the altar in the library she had placed a portrait in pastels of her dead husband, with a black border around the frame. By eight o′clock there were as many people and as intense a heat as the night before, but after the rosary someone circulated the request that everyone leave early so that the widow could rest for the first time since Sunday afternoon.
Fermina Daza despidió a la mayoría junto al altar, pero acompañó al último grupo de amigos íntimos hasta la puerta de la calle, para cerrarla ella misma, como lo había hecho siempre. Se disponía a hacerlo con el último aliento, cuando vio a Florentino Ariza vestido de luto en el centro de la sala desierta. Se alegró, porque hacía muchos años que lo había borrado de su vida, y era la primera vez que lo veía a conciencia depurado por el olvido. Pero antes de que pudiera agradecerle la visita, él se puso el sombrero en el sitio del corazón, trémulo y digno, y reventó el absceso que había sido el sustento de su vida.
Fermina Daza said goodbye to most of them at the altar, but she accompanied the last group of intimate friends to the street door so that she could lock it herself, as she had always done, as she was prepared to do with her final breath, when she saw Florentino Ariza, dressed in mourning and standing in the middle of the deserted drawing room. She was pleased, because for many years she had erased him from her life, and this was the first time she saw him clearly, purified by forgetfulness. But before she could thank him for the visit, he placed his hat over his heart, tremulous and dignified, and the abscess that had sustained his life finally burst.
-Fermina -le dijo-: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirle una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre.
“Fermina, he said, “I have waited for this opportunity for more than half a century, to repeat to you once again my vow of eternal fidelity and everlasting love.
Fermina Daza se habría creído frente a un loco, si no hubiera tenido motivos para pensar que Florentino Ariza estaba en aquel instante inspirado por la gracia del Espíritu Santo. Su impulso inmediato fue maldecirlo por la profanación de la casa cuando aún estaba caliente en la tumba el cadáver de su esposo. Pero se lo impidió la dignidad de la rabia. "Lárgate -le dijo-. Y no te dejes ver nunca más en los años que te queden de vida." Volvió a abrir por completo la puerta de la calle que había empezado a cerrar, y concluyó: -espero sean muy pocos.
Fermina Daza would have thought she was facing a madman if she had no t had reason to believe that at that moment Florentino Ariza was inspired by the grace of the Holy Spirit. Her first impulse was to curse him for profaning the house when the body of her husband was still warm in the grave. But the dignity of her fury held her back. “Get out of here, she said. “And don′t show your face again for the years of life that are left to you. She opened the street door, which she had begun to close, and concluded: “And I hope there are very few of them.
Cuando oyó apagarse los pasos en la calle solitaria, cerró la puerta muy despacio, con la tranca y los cerrojos, y se enfrentó sola a su destino. Nunca, hasta este momento, había tenido una conciencia plena del peso y el tamaño del drama que ella misma había provocado cuando apenas tenía dieciocho años, y que había de perseguirla hasta la muerte. Lloró por primera vez desde la tarde del desastre, sin testigos, que era su único modo de llorar. Lloró por la muerte del marido, por su soledad y su rabia, y cuando entró en el dormitorio vacío lloró por ella misma, porque muy pocas veces había dormido sola en esa cama desde que dejó de ser virgen. Todo lo que fue del esposo le atizaba el llanto: las pantuflas de borlas, la piyama debajo de la almohada, el espacio sin él en la luna del tocador, su olor personal en su propia piel. La estremeció un pensamiento vago: "La gente que uno quiere debería morirse con todas sus cosas". No quiso ayuda de nadie para acostarse, no quiso comer nada antes de dormir. Abrumada por la pesadumbre, le rogó a Dios que le mandara la muerte esta noche durante el sueño, y con esa ilusión se acostó, descalza pero vestida, y se durmió al instante. Durmió sin saberlo, pero sabiendo que continuaba viva en el sueño, que le sobraba la mitad de la cama, y que yacía de costado en la orilla izquierda, como siempre, pero que le hacía falta el contrapeso del otro cuerpo en la otra orilla. Pensando dormida pensó que nunca más podría dormir así, y empezó a sollozar dormida, y durmió sollozando sin cambiar de posición en su orilla, hasta mucho después de que acabaron de cantar los gallos y la despertó el sol indeseable de la mañana sin él. Sólo entonces se dio cuenta de que había dormido mucho sin morir, sollozando en el sueño, y que mientras dormía sollozando pensaba más en Florentino Ariza que en el esposo muerto.
When she heard his steps fade away in the deserted street she closed the door very slowly with the crossbar and the locks, and faced her destiny alone. Until that moment she had never been fully conscious of the weight and size of the drama that she had provoked when she was not yet eighteen, and that would pursue her until her death. She wept for the first time since the afternoon of the disaster, without witnesses, which was the only way she wept. She wept for the death of her husband, for her solitude and rage, and when she went into the empty bedroom she wept for herself because she had rarely slept alone in that bed since the loss of her virginity. Everything that belonged to her husband made her weep again: his tasseled slippers, his pajamas under the pillow, the space of his absence in the dressing table mirror, his own odor on her skin. A vague thought made her shudder: “The people one loves should take all their things with them when they die. She did not want anyone′s help to get ready for bed, she did not want to eat anything before she went to sleep. Crushed by grief, she prayed to God to send her death that night while she slept, and with that hope she lay down, barefoot but fully dressed, and fell asleep on the spot. She slept without realizing it, but she knew in her sleep that she was still alive, and that she had half a bed to spare, that she was lying on her left side on the left- hand side of the bed as she always did, but that she missed the weight of the other body on the other side. Thinking as she slept, she tho ught that she would never again be able to sleep this way, and she began to sob in her sleep, and she slept, sobbing, without changing position on her side of the bed, until long after the roosters crowed and she was awakened by the despised sun of the morning without him. Only then did she realize that she had slept a long time without dying, sobbing in her sleep, and that while she slept, sobbing, she had thought more about Florentino Ariza than about her dead husband.
CHAPTER TWO
Florentino Ariza, en cambio, no había dejado de pensar en ella un solo instante después de que Fermina Daza lo rechazó sin apelación después de unos amores largos y contrariados, y habían transcurrido desde entonces cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días. No había tenido que llevar la cuenta del olvido haciendo una raya diaria en los muros de un calabozo, porque no había pasado un día sin que ocurriera algo que lo hiciera acordarse de ella. En la época de la ruptura él tenía veintidós años y vivía solo con su madre, Tránsito Ariza, en una media casa alquilada de la Calle de las Ventanas, donde ella tuvo desde muy joven un negocio de mercería y donde además deshilachaba camisas y trapos viejos que vendía como algodón para los heridos de guerra. Fue su hijo único, habido de una alianza ocasional con el conocido naviero don Pío Quinto Loayza, el mayor de los tres hermanos que fundaron la Compañía Fluvial del Caribe, y le dieron con ella un impulso nuevo a la navegación a vapor en el río de la Magdalena.
FLORENTINO ARIZA, on the other hand, had not stopped thinking of her for a single moment since Fermina Daza had rejected him out of hand after a long and troubled love affair fifty-one years, nine months, and four days ago. He did not have to keep a running tally, drawing a line for each day on the walls of a cell, because not a day had passed that something did not happen to remind him of her. At the time of their separation he lived with his mother, Tránsito Ariza, in one half of a rented house on the Street of Windows, where she had kept a notions shop ever since she was a young woman, and where she also unraveled shirts and old rags to sell as bandages for the men wounded in the war. He was her only child, born of an occasional alliance with the well-known shipowner Don Pius V Loayza, one of the three brothers who had founded the River Company of the Caribbean and thereby given new impetus to steam navigation along the Magdalena River.
Don Pío Quinto Loayza murió cuando el hijo tenía diez años. Aunque siempre se había ocupado en secreto de sus gastos, nunca lo reconoció como suyo ante la ley ni le dejó resuelto el porvenir, de modo que Florentino Ariza se quedó con el único apellido de su madre, si bien su verdadera filiación fue siempre de dominio público. Después de la muerte del padre, Florentino Ariza tuvo que renunciar al colegio para emplearse como aprendiz en la Agencia Postal, donde lo encargaron de abrir las sacas y ordenar las cartas, y avisar al público que había llegado el correo izando en la puerta de la oficina la bandera del país de procedencia.
Don Pius V Loayza died when his son was ten years old. Although he always took care of his expenses in secret, he never recognized him as his son before the law, nor did he leave him with his future secure, so that Florentino Ariza used only his mother′s name even though his true parentage was always common knowledge. Florentino Ariza had to leave school after his father′s death, and he went to work as an apprentice in the Postal Agency, where he was in charge of opening sacks, sorting the letters, and notifying the public that mail had arrived by flying the flag of its country of origin over the office door.
Su buen juicio llamó la atención del telegrafista, el emigrado alemán Lotario Thugut, que además tocaba el órgano en las ceremonias mayores de la catedral y daba clases de música a domicilio. Lotario Thugut le enseñó el código Morse y el manejo del sistema telegráfico, y bastaron las primeras lecciones de violín para que Florentino Ariza siguiera tocándolo de oído como un profesional. Cuando conoció a Fermina Daza, a los dieciocho años, era el joven más solicitado de su medio social, el que mejor bailaba la música de moda y recitaba de memoria la poesía sentimental, y estaba siempre a disposición de sus amigos para llevar a sus novias serenatas de violín solo. Era escuálido desde entonces, con un cabello indio sometido con pomada de olor, y los espejuelos de miope que aumentaban su aspecto de desamparo. Aparte del defecto de la vista, sufría de un estreñimiento crónico que lo obligó a aplicarse lavativas purgantes toda la vida. Tenía una muda única de pontifical, heredada del padre muerto, pero Tránsito Ariza se la mantenía tan bien que cada domingo parecía nueva. A pesar de su aire desmirriado′ de su retraimiento y de su vestimenta sombría, las muchachas de su grupo hacían rifas secretas para jugar a quedarse con él, y él jugaba a quedarse con ellas, hasta el día en que conoció a Fermina Daza y se le acabó la inocencia.
His good sense attracted the attention of the telegraph operator, the German émigré Lotario Thugut, who also played the organ for important ceremonies in the Cathedral and gave music lessons in the home. Lotario Thugut taught him the Morse code and the workings of the telegraph system, and after only a few lessons on the violin Florentino Ariza could play by ear like a professional. When he met Fermina Daza he was the most sought-after young man in his social circle, the one who knew how to dance the latest dances and recite sentimental poetry by heart, and who was always willing to play violin serenades to his friends′ sweethearts. He was very thin, with Indian hair plastered down with scented pomade and eyeglasses for myopia, which added to his forlorn appearance. Aside from his defective vision, he suffered from chronic constipation, which forced him to take enemas throughout his life. He had one black suit, inherited from his dead father, but Tránsito Ariza took such good care of it that every Sunday it looked new. Despite his air of weakness, his reserve, and his somber clothes, the girls in his circle held secret lotteries to determine who would spend time with him, and he gambled on spending time with them until the day he met Fermina Daza and his innocence came to an end.
La había visto por primera vez una tarde en que Lotario Thugut lo encargó de llevar un telegrama a alguien sin domicilio conocido que se llamaba Lorenzo Daza. Lo encontró en el parquecito de los Evangelios, en una de las casas más antiguas, medio arruinada, cuyo patio interior parecía el claustro de una abadía, con malezas en los canteros y una fuente de piedra sin agua. Florentino Ariza no percibió ningún ruido humano cuando siguió a la criada descalza bajo los arcos del corredor, donde había cajones de mudanza todavía sin abrir, y útiles de albañiles entre restos de cal y bultos de cemento arrumados, pues la casa estaba sometida a una restauración radical. Al fondo del patio había una oficina provisional, donde dormía la siesta sentado frente al escritorio un hombre muy gordo de patillas rizadas que se confundían con los bigotes. Se llamaba, en efecto, Lorenzo Daza, y no era muy conocido en la ciudad porque había llegado hacía menos de dos años y no era hombre de muchos amigos.
He had seen her for the first time one afternoon when Lotario Thugut told him to deliver a telegram to someone named Lorenzo Daza, with no known place of residence. He found him in one of the oldest houses on the Park of the Evangels; it was half in ruins, and its interior patio, with weeds in the flowerpots and a stone fountain with no water, resembled an abbey cloister. Florentino Ariza heard no human sound as he followed the barefoot maid under the arches of the passageway, where unopened moving cartons and bricklayer′s tools lay among leftover lime and stacks of cement bags, for the house was undergoing drastic renovation. At the far end of the patio was a temporary office where a very fat man, whose curly sideburns grew into his mustache, sat behind a desk, taking his siesta. In fact his name was Lorenzo Daza, and he was not very well known in the city because he had arrived less than two years before and was not a man with many friends.
Recibió el telegrama como si fuera la continuación de un sueño aciago. Florentino Ariza observó los ojos lívidos con una especie de compasión oficial, observó los dedos inciertos tratando de romper la estampilla, el miedo del corazón que había visto tantas veces en tantos destinatarios que todavía no lograban pensar en los telegramas sin relacionarlos con la muerte. Cuando lo leyó recobró el dominio. Suspiró: "Buenas noticias". Y le entregó a Florentino Ariza los cinco reales de rigor, dándole a entender con una sonrisa de alivio que no se los habría dado si las noticias hubieran sido malas. Luego lo despidió con un apretón de manos, que no era de uso con un mensajero del telégrafo, y la criada lo acompañó hasta el portón de la calle, no tanto para conducirlo como para vigilarlo. Hicieron el mismo recorrido en sentido contrario por el corredor de arcadas, pero esta vez supo Florentino Ariza que había alguien más en la casa, porque la claridad del patio estaba ocupada por una voz de mujer que repetía una lección de lectura. Al pasar frente al cuarto de coser vio por la ventana a una mujer mayor y a una niña, sentadas en dos sillas muy juntas, y ambas siguiendo la lectura en el mismo libro que la mujer mantenía abierto en el regazo. Le pareció una visión rara: la hija enseñando a leer a la madre. La apreciación era incorrecta sólo en parte, porque la mujer era la tía y no la madre de la niña, aunque la había criado como si lo fuera. La lección no se interrumpió, pero la niña levantó la vista para ver quién pasaba por la ventana, y esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no había terminado.
He received the telegram as if it were the continuation of an ominous dream. Florentino Ariza observed his livid eyes with a kind of official compassion, he observed his uncertain fingers trying to break the seal, the heartfelt fear that he had seen so many times in so many addressees who still could not think about telegrams without connecting them with death. After reading it he regained his composure. He sighed: “Good news. And he handed Florentino Ariza the obligatory five reales, letting him know with a relieved smile that he would not have given them to him if the news had been bad. Then he said goodbye with a handshake, which was not the usual thing to do with a telegraph messenger, and the maid accompanied him to the street door, more to keep an eye on him than to lead the way. They retraced their steps along the arcaded passageway, but this time Florentino Ariza knew that there was someone else in the house, because the brightness in the patio was filled with the voice of a woman repeating a reading lesson. As he passed the sewing room, he saw through the window an older woman and a young girl sitting very close together on two chairs and following the reading in the book that the woman held open on her lap. It seemed a strange sight: the daughter teaching the mother to read. His interpretation was incorrect only in part, because the woman was the aunt, not the mother of the child, although she had raised her as if she were her own. The lesson was not interrupted, but the girl raised her eyes to see who was passing by the window, and that casual glance was the beginning of a cataclysm of love that still had not ended half a century later.
Lo único que Florentino Ariza pudo averiguar de Lorenzo Daza fue que había venido de San Juan de la Ciénaga con la hija única y la hermana soltera poco después de la peste del cólera, y quienes lo vieron desembarcar no dudaron de que venía para quedarse, pues traía todo lo necesario para una casa bien guarnecida. La esposa había muerto cuando la hija era muy niña. La hermana se llamaba Escolástica, tenía cuarenta años y estaba cumpliendo una manda con el hábito de San Francisco cuando salía a la calle, y sólo el cordón en la cintura cuando estaba en casa. La niña tenía trece años y se llamaba igual que la madre muerta: Fermina.
All that Florentino Ariza could learn about Lorenzo Daza was that he had come from San Juan de la Ciénaga with his only daughter and his unmarried sister soon after the cholera epidemic, and those who saw him disembark had no doubt that he had come to stay since he brought everything necessary for a well- furnished house. His wife had died when the girl was very young. His sister, named Escolástic a, was forty years old, and she was fulfilling a vow to wear the habit of St. Francis when she went out on the street and the penitent′s rope around her waist when she was at home. The girl was thirteen years old and had the same name as her dead mother: Fermina.
Se suponía que Lorenzo Daza era hombre de recursos porque vivía bien sin oficio conocido, y había comprado con dinero en rama la casa de Los Evangelios, cuya restauración debió costarle por lo menos el doble de los doscientos pesos oro que pagó por ella. La hija estaba estudiando en el colegio de la Presentación de la Santísima Virgen, donde las señoritas de sociedad aprendían desde hacía dos siglos el arte y el oficio de ser esposas diligentes y sumisas. Durante la Colonia y los primeros años de la República sólo recibían a las herederas de apellidos grandes. Pero las viejas familias arruinadas por la independencia tuvieron que someterse a las realidades de los nuevos tiempos, y el colegio abrió sus puertas a todas las aspirantes que pudieran pagarlo, sin preocuparse de sus pergaminos, pero con la condición esencial de que fueran hijas legítimas de matrimonios católicos. De todos modos era un colegio caro, y el hecho de que Fermina Daza estudiara allí era por sí solo un indicio de la situación económica de la familia, aunque no lo fuera de su condición social. Estas noticias alentaron a Florentino Ariza, pues le indicaban que la bella adolescente de ojos almendrados estaba al alcance de sus sueños. Sin embargo, el régimen estricto de su padre se reveló muy pronto como un inconveniente insalvable. Al contrario de las otras alumnas, que iban al colegio en grupos o acompañadas por una criada mayor, Fermina Daza iba siempre con la tía soltera, y su conducta indicaba que no le estaba permitida ninguna distracción.
It was supposed that Lorenzo Daza was a man of means, because he lived well with no known employment and had paid hard cash for the Park of the Evangels house, whose restoration must have cost him at least twice the purchase price of two hundred gold pesos. His daughter was studying at the Academy of the Presentation of the Blessed Virgin, where for two centuries young ladies of society had learned the art and technique of being diligent and submissive wives. During the colonial period and the early years of the Republic, the school had accepted only those students with great family names. But the old families, ruined by Independence, had to submit to the realities of a new time, and the Academy opened its doors to all applicants who could pay the tuition, regardless of the color of their blood, on the essential condition that they were legitimate daughters of Catholic marriages. In any event, it was an expensive school, and the fact that Fermina Daza studied there was sufficient indication of her family′s economic situation, if not of its social position. This news encouraged Florentino Ariza, since it indicated to him that the beautiful adolescent with the almond-shaped eyes was within reach of his dreams. But her father′s strict regime soon provided an irremediable difficulty. Unlike the other students, who walked to school in groups or accompanied by an older servant, Fermina Daza always walked with her spinster aunt, and her behavior indicated that she was permitted no distraction.
Fue de ese modo inocente como Florentino Ariza inició su vida sigilosa de cazador solitario. Desde las siete de la mañana se sentaba solo en el escaño menos visible del parquecito, fingiendo leer un libro de versos a la sombra de los almendros, hasta que veía pasar a la doncella imposible con el uniforme de rayas azules, las medias con ligas hasta las rodillas, los botines masculinos de cordones cruzados, y una sola trenza gruesa con un lazo en el extremo que le colgaba en la espalda hasta la cintura. Caminaba con una altivez natural, la cabeza erguida, la vista inmóvil, el paso rápido, la nariz afilada, con la cartera de los libros apretada con los brazos en cruz contra el pecho, y con un modo de andar de venada que la hacía parecer inmune a la gravedad. A su lado, marcando el paso a duras penas, la tía con el hábito pardo y el cordón
It was in this innocent way that Florentino Ariza began his secret life as a solitary hunter. From seven o′clock in the morning, he sat on the most hidden bench in the little park, pretending to read a book of verse in the shade of the almond trees, until he saw the impossible maiden walk by in her blue-striped uniform, stockings that reached to her knees, masculine laced oxfords, and a single thick braid with a bow at the end, which hung down her back to her waist. She walked with natural haughtiness, her head high, her eyes unmoving, her step rapid, her nose pointing straight ahead, her bag of books held against her chest with crossed arms, her doe′s gait making her seem immune to gravity.
de San Francisco no dejaba el menor resquicio para acercarse. Florentino Ariza las veía pasar de ida y regreso cuatro veces al día, y una vez los domingos a la salida de la misa mayor, y con ver a la niña le bastaba. Poco a poco fue idealizándola, atribuyéndole virtudes improbables, sentimientos imaginarios, y al cabo de dos semanas ya no pensaba más que en ella. Así que decidió mandarle una esquela simple escrita por ambos lados con su preciosa letra de escribano. Pero la tuvo varios días en el bolsillo, pensando cómo entregarla, y mientras lo pensaba escribía varios pliegos más antes de acostarse, de modo que la carta original fue convirtiéndose en un diccionario de requiebros, inspirados en los libros que había aprendido de memoria de tanto leerlos en las esperas del parque.
At her side, struggling to keep up with her, the aunt with the brown habit and rope of St. Francis did not allow him the slightest opportunity to approach. Florentino Ariza saw them pass back and forth four times a day and once on Sundays when they came out of High Mass, and just seeing the girl was enough for him. Little by little he idealized her, endowing her with improbable virtues and imaginary sentiments, and after two weeks he thought of nothing else but her. So he decided to send Fermina Daza a simple note written on both sides of the paper in his exquisite notary′s hand. But he kept it in his pocket for several days, thinking about how to hand it to her, and while he thought he wrote several more pages before going to bed, so that the original letter was turning into a dictionary of compliments, inspired by books he had learned by heart because he read them so often during his vigils in the park.
Buscando el modo de entregar la carta trató de conocer a algunas estudiantes de la Presentación, pero estaban demasiado lejos de su mundo. Además, al cabo de muchas vueltas no le pareció prudente que alguien se enterara de sus pretensiones. Sin embargo, logró saber que Fermina Daza había sido invitada a un baile de sábado unos días después de su llegada, y que el padre no le había permitido asistir con una frase terminante: "Cada cosa se hará a su debido tiempo". La carta tenía más de sesenta liegos escritos por ambos lados cuando Florentino Ariza no pudo resistir más la opresión de su secreto, y se abrió sin reservas a su madre, la única persona con quien se permitía algunas confidencias. Tránsito Ariza se conmovió hasta las lágrimas por el candor del hijo en asuntos de amores, y trató de orientarlo con sus luces. Empezó por convencerlo de que no entregara el mamotreto lírico, con el que sólo lograría asustar a la niña de sus sueños, a quien suponía tan verde como él en los negocios del corazón. El primer paso, le dijo, era lograr que ella se diera cuenta de su interés, para que su declaración no la fuera a tomar por sorpresa y tuviera tiempo de pensar.
Searching for a way to give her the letter, he tried to make the acquaintance of some of the other students at Presentation Academy, but they were too distant from his world. Besides, after much thought, it did not seem prudent to let anyone else know of his intentions. Still, he managed to find out that Fermina Daza had been invited to a Saturday dance a few days after their arrival in the city, and her father had not allowed her to go, with a conclusive: “Everything in due course. By the time the letter contained more than sixty pages written on both sides, Florentino Ariza could no longer endure the weight of his secret, and he unburdened himself to his mother, the only person with whom he allowed himself any confidences. Tránsito Ariza was moved to tears by her son′s innocence in matters of love, and she tried to guide him with her own knowledge. She began by convincing him not to deliver the lyrical sheaf of papers, since it would only frighten the girl of his dreams, who she supposed was as green as he in matters of the heart. The first step, she said, was to make her aware of his interest so that his declaration would not take her so much by surprise and she would have time to think.
-Pero sobre todo -le dijo-, a la primera que tienes que conquistar no es a ella sino a la tía.
“But above all, she said, “the first person you have to win over is not the girl but her aunt.
Ambos consejos eran sabios, sin duda, pero tardíos. En realidad, el día en que Fermina Daza descuidó un instante la lección de lectura que estaba dándole a la tía, y levantó la vista para ver quién pasaba por el corredor, Florentino Ariza la había impresionado por su aura de desamparo. Por la noche, durante la comida, su padre había hablado del telegrama, y fue así como ella supo qué había ido a hacer Florentino Ariza a la casa, y cuál era su oficio. Estas noticias aumentaron su interés, pues para ella, como para tanta gente de la época, el invento del telégrafo tenía algo que ver con la magia. Así que reconoció a Florentino Ariza desde la primera vez que lo vio leyendo bajo los árboles del parquecito, aunque no le dejó ninguna inquietud mientras la tía no la hizo caer en la cuenta de que había estado allí desde hacía varias semanas. Después, cuando lo vieron también los domingos a la salida de misa, la tía acabó de convencerse de que tantos encuentros no podían ser casuales. Dijo: "No será por mí que se toma semejante molestia". Pues a pesar de su conducta austera y su hábito de penitente, la tía Escolástica Daza tenía un instinto de la vida y una vocación de complicidad que eran sus mejores virtudes, y la sola idea de que un hombre se interesara por la sobrina le causaba una emoción irresistible. Sin embargo, Fermina Daza estaba todavía a salvo hasta de la simple curiosidad del amor, y lo único que le inspiraba Florentino Ariza era un poco de lástima, porque le pareció que estaba enfermo. Pero la tía le dijo que era necesario haber vivido mucho para conocer la índole verdadera de un hombre, y estaba convencida de que aquel que se sentaba en el parque para verlas pasar, sólo podía estar enfermo de amor.
Both pieces of advice were wise, no doubt, but they came too late. In reality, on the day when Fermina Daza let her mind wander for an instant from the reading lesson she was giving her aunt and raised her eyes to see who was walking along the passage way, Florentino Ariza had impressed her because of his air of vulnerability. That night, during supper, her father had mentioned the telegram, which was how she found out why Florentino Ariza had come to the house and what he did for a living. This information increased her interest, because for her, as for so many other people at that time, the invention of the telegraph had something magical about it. So that she recognized Florentino Ariza the first time she saw him reading under the trees in the little park, although it in no way disquieted her until her aunt told her he had been there for several weeks. Then, when they also saw him on Sundays as they came out of Mass, her aunt was convinced that all these meetings could not be casual. She said: “He is not going to all this trouble for me. For despite her austere conduct and penitential habit, Aunt Escolástica had an instinct for life and a vocation for complicity, which were her greatest virtues, and the mere idea that a man was interested in her niece awakened an irresistible emotion in her. Fermina Daza, however, was still safe from even simple curiosity about love, and the only feeling that Florentino Ariza inspired in her was a certain pity, because it seemed to her that he was sick. But her aunt told her that one had to live a long time to know a man′s true nature, and she was convinced that the one who sat in the park to watch them walk by could only be sick with love.
La tía Escolástica era un refugio de comprensión y afecto para la hija solitaria de un matrimonio sin amor. Ella la había criado desde la muerte de la madre, y en relación con Lorenzo Daza se comportaba más como cómplice que como tía. Así que la aparición de Florentino Ariza fue para ellas una más de las muchas diversiones íntimas que solían inventarse para entretener sus horas muertas. Cuatro veces al día, cuando pasaban por el parquecito de los Evangelios, ambas se apresuraban a buscar con una mirada instantánea al centinela escuálido, tímido, poquita cosa, casi siempre vestido de negro a pesar del calor, que fingía leer bajo los árboles. "Ahí está", decía la que lo descubría primero, reprimiendo la risa, antes de que él levantara la vista y viera a las dos mujeres rígidas, distantes de su vida, que atravesaban el parque sin mirarlo.
Aunt Escolástica was a refuge of understanding and affection for the only child of a loveless marriage. She had raised her since the death of her mother, and in her relations with Lorenzo Daza she behaved more like an accomplice than an aunt. So that the appearance of Florentino Ariza was for them another of the many intimate diversions they invented to pass the time. Four times a day, when they walked through the little Park of the Evangels, both hurried to look with a rapid glance at the thin, timid, unimpressive sentinel who was almost always dressed in black despite the heat and who pretended to read under the trees. “There he is, said the one who saw him first, suppressing her laughter, before he raised his eyes and saw the two rigid, aloof women of his life as they crossed the park without looking at him.
-Pobrecito -había dicho la tía---. No se atreve a acercarse porque voy contigo, pero un día lo intentará si sus intenciones son serias, y entonces te entregará una carta.
“Poor thing, her aunt had said. “He does not dare approach you because I am with you, but one day he will if his intentions are serious, and then he will give you a letter.
Previendo toda clase de adversidades le enseñó a comunicarse con letras de mano, que era un recurso indispensable de los amores prohibidos. Aquellas travesuras desprevenidas, casi pueriles, le causaban a Fermina Daza una curiosidad novedosa, pero no se le ocurrió durante varios meses que llegara más lejos. Nunca supo en qué momento la diversión se le convirtió en ansiedad, y la sangre se le volvía de espuma por la urgencia de verlo, y una noche despertó despavorida porque lo vio mirándola en la oscuridad a los pies de la cama. Entonces deseó con el alma que se cumplieran los ronósticos de la tía, y rogaba a Dios en sus oraciones que él tuviera valor para entregarle la carta, sólo por saber qué decía.
Foreseeing all kinds of adversities, she taught her to communicate in sign language, an indispensable strategy in forbidden love. These unexpected, almost childish antics caused an unfamiliar curiosity in Fermina Daza, but for several months it did not occur to her that it could go any further. She never knew when the diversion became a preoccupation and her blood frothed with the need to see him, and one night she awoke in terror because she saw him looking at her from the darkness at the foot of her bed. Then she longed with all her soul for her aunt′s predictions to come true, and in her prayers she begged God to give him the courage to hand her the letter just so she could know what it said.
Pero sus ruegos no fueron atendidos. Al contrario. Esto sucedía por la época en que Florentino Ariza se confesó con su madre y ésta lo disuadió de entregar los setenta folios de requiebros, así que Fermina Daza siguió esperando todo el resto del año. Su ansiedad se convertía en desesperación a medida que se acercaban las vacaciones de diciembre, pues se preguntaba sin sosiego qué iba a hacer para verlo, y para que él la viera, durante los tres meses en que no iría al colegio. Las dudas persistían sin solución la noche de Navidad, cuando la estremeció el presagio de que él estaba mirándola entre la muchedumbre de la misa del gallo, y esa inquietud le desbocó el corazón. No se atrevió a volver la cabeza, porque estaba sentada entre el padre y la tía, y tuvo que sobreponerse para que ellos no advirtieran su turbación. Pero en el desorden de la salida lo sintió tan inminente, tan nítido en el tumulto, que un poder irresistible la obligó a mirar por encima del hombro cuando abandonaba el templo por la nave central, y entonces vio a dos palmos de sus ojos los otros ojos de hielo, el rostro lívido, los labios etrificados por el susto del amor. Trastornada por su propia audacia, se agarró del brazo de la tía Escolástica para no caer, y ésta sintió el sudor glacial de la mano a través del mitón de encaje, y la reconfortó con una señal imperceptible de complicidad sin condiciones. En medio del estruendo de los cohetes y los tambores de nación, de las farolas de colores en los portales y el clamor de las muchedumbres ansiosas de paz, Florentino Ariza vagó como un sonámbulo hasta el amanecer viendo la fiesta a través de las lágrimas, aturdido por la alucinación de que era él y no Dios el que había nacido aquella noche.
But her prayers were not answered. On the contrary. This occurred at the time that Florentino Ariza made his confession to his mother, who dissuaded him from handing Fermina Daza his seventy pages of compliments, so that she continued to wait for the rest of the year. Her preoccupation turned into despair as the December vacation approached, and she asked herself over and over again how she would see him and let him see her during the three months when she would not be walking to school. Her doubts were still unresolved on Christmas Eve, when she was shaken by the presentiment that he was in the crowd at Midnight Mass, looking at her, and this uneasiness flooded her heart. She did not dare to turn her head, because she was sitting between her father and her aunt, and she had to control herself so that they would not notice her agitation. But in the crowd leaving the church she felt him so close, so clearly, that an irresistible power forced her to look over her shoulder as she walked along the central nave and then, a hand′s breadth from her eyes, she saw those icy eyes, that livid face, those lips petrified by the terror of love. Dismayed by her own audacity, she seized Aunt Escolástica′s arm so she would not fall, and her aunt felt the icy perspiration on her hand through the lace mitt, and she comforted her with an imperceptible sign of unconditional complicity. In the din of fireworks and native drums, of colored lights in the doorways and the clamor of the crowd yearning for peace, Florentino Ariza wandered like a sleepwalker until dawn, watching the fiesta through his tears, dazed by the hallucination that it was he and not God who had been born that night.
El delirio aumentó la semana siguiente, a la hora de la siesta, cuando pasó sin esperanzas por la casa de Fermina Daza, y vio que ella y la tía estaban sentadas bajo los almendros del portal. Era una repetición a la intemperie del cuadro que había visto la primera tarde en la alcoba del costurero: la niña tomándole la lección de lectura a la tía. Pero Fermina Daza estaba cambiada sin el uniforme escolar, pues llevaba una túnica de hilo con muchos pliegues que le caían desde los hombros como un peplo, y tenía en la cabeza una guirnalda de gardenias naturales que le daban la apariencia de una diosa coronada. Florentino Ariza se sentó en el parque, donde estaba seguro de ser visto, y entonces no apeló al recurso de la lectura fingida, sino que permaneció con el libro abierto y con los ojos fijos en la doncella ilusoria, que no le devolvió ni una mirada de caridad.
His delirium increased the following week, when he passed Fermina Daza′s house in despair at the siesta hour and saw that she and her aunt were sitting under the almond trees at the doorway. It was an open-air repetition of the scene he had witnessed the first afternoon in the sewing room: the girl giving a reading lesson to her aunt. But Fermina Daza seemed different without the school uniform, for she wore a narrow tunic with many folds that fell from her shoulders in the Greek style, and on her head she wore a garland of fresh gardenias that made her look like a crowned goddess. Florentino Ariza sat in the park where he was sure he would be seen, and then he did not have recourse to his feigned reading but sat with the book open and his eyes fixed on the illusory maiden, who did not even respond with a charitable glance.
Al principio pensó que la lección bajo los almendros era un cambio casual, debido tal vez a las reparaciones interminables de la casa, pero en los días siguientes comprendió que Fermina Daza estaría allí, al alcance de su vista, todas las tardes a la misma hora de los tres meses de las vacaciones, y esa certidumbre le infundió un aliento nuevo. No tuvo la impresión de ser visto, no advirtió ningún signo de interés o de repudio, pero en la indiferencia de ella había un resplandor distinto que lo animaba a ersistir. De pronto, una tarde de finales de enero, la tía puso la labor en la silla y dejó sola a la sobrina en el portal, entre el reguero de hojas amarillas caídas de los almendros. Animado por la suposición irreflexiva de que aquella había sido una oportunidad concertada, Florentino Ariza atravesó la calle y se plantó frente a Fermina Daza, y tan cerca de ella que percibió las grietas de su respiración y el hálito floral con que había de identificarla por el resto de su vida. Le habló con la cabeza alzada y con una determinación que sólo volvería a tener medio siglo después, y por la misma causa.
At first he thought that the lesson under the almond trees was a casual innovation due, perhaps, to the interminable repairs on the house, but in the days that followed he came to understand that Fermina Daza would be there, within view, every afternoon at the same time during the three months of vacation, and that certainty filled him with new hope. He did not have the impression that he was seen, he could not detect any sign of interest or rejection, but in her indifference there was a distinct radiance that encouraged him to persevere. Then, one afternoon toward the end of January, the aunt put her work on the chair and left her niece alone in the doorway under the shower of yellow leaves falling from the almond trees. Encouraged by the impetuous thought that this was an arranged opportunity, Florentino Ariza crossed the street and stopped in front of Fermina Daza, so close to her that he could detect the catches in her breathing and the floral scent that he would identify with her for the rest of his life. He spoke with his head high and with a determination that would be his again only half a century later, and for the same reason.
-Lo único que le pido es que me reciba una carta -le dijo.
“All I ask is that you accept a letter from me, he said.
No era la voz que Fermina Daza esperaba de él: era nítida, y con un dominio que no tenía nada que ver con sus maneras lánguidas. Sin apartar la vista del bordado, le contestó: "No puedo recibirla sin el permiso de mi padre". Florentino Ariza se estremeció con el calor de aquella voz, cuyos timbres apagados no iba a olvidar en el resto de su vida. Pero se mantuvo firme, y replicó de inmediato: "Consígalo". Luego dulcificó la orden con una súplica: "Es un asunto de vida o muerte". Fermina Daza no lo miró, no interrumpió el bordado, pero su decisión entreabrió una puerta por donde cabía el mundo entero.
It was not the voice that Fermina Daza had expected from him: it was sharp and clear, with a control that had nothing to do with his languid manner. Without lifting her eyes from her embroidery, she replied: “I cannot accept it without my father′s permission. Florentino Ariza shuddered at the warmth of that voice, whose hushed tones he was not to forget for the rest of his life. But he held himself steady and replied without hesitation: “Get it. Then he sweetened the command with a plea: “It is a matter of life and death. Fermina Daza did not look at him, she did not interrupt her embroidering, but her decision opened the door a crack, wide enough for the entire world to pass through.
-Vuelva todas las tardes -le dijo -y espere a que yo cambie de silla.
“Come back every afternoon, she said to him, “and wait until I change my seat.
Florentino Ariza no entendió lo que quiso decir, hasta el lunes de la semana siguiente, cuando vio desde el escaño del parquecito la misma escena de siempre con una sola variación: cuando la tía Escolástica entró en la casa, Fermina Daza se levantó y se sentó en la otra silla. Florentino Ariza, con una camelia blanca en el ojal de la levita, atravesó entonces la calle y se paró frente a ella. Dijo: "Esta es la ocasión más grande de mi vida". Fermina Daza no levantó la vista hacia él, sino que examinó el contorno con una mirada circular y vio las calles desiertas en el sopor de la sequía y un remolino de hojas muertas arrastradas por el viento.
Florentino Ariza did not understand what she meant until the following Monday when, from the bench in the little park, he saw the same scene with one variation: when Aunt Escolástica went into the house, Fermina Daza stood up and then sat in the other chair. Florentino Ariza, with a white camellia in his lapel, crossed the street and stood in front of her. He said: “This is the greatest moment of my life. Fermina Daza did not raise her eyes to him, but she looked all around her and saw the deserted streets in the heat of the dry season and a swirl of dead leaves pulled along by the wind.
-Démela -dijo.
“Give it to me, she said.
Florentino Ariza había pensado llevarle los setenta folios que entonces podía recitar de memoria de tanto leerlos, pero luego se decidió por media esquela sobria y explícita en la que sólo prometió lo esencial: su fidelidad a toda prueba y su amor para siempre. La sacó del bolsillo interno de la levita, y la puso frente a los ojos de la bordadora atribulada que aún no se había atrevido a mirarlo. Ella vio el sobre azul temblando en una mano petrificada de terror, y levantó el bastidor para que él pusiera la carta, pues no podía admitir que también a ella se le notara el temblor de los dedos. Entonces ocurrió: un pájaro se sacudió entre el follaje de los almendros, y su cagada cayó justo sobre el bordado. Fermina Daza apartó el bastidor, lo escondió detrás de la silla para que él no se diera cuenta de lo que había pasado, y lo miró por primera vez con la cara en llamas. Florentino Ariza, impasible con la carta en la mano, dijo: "Es de buena suerte". Ella se lo agradeció con su primera sonrisa, y casi le arrebató la carta, la dobló y se la escondió en el corpiño. Él le ofreció entonces la camelia que llevaba en el ojal. Ella la rechazó: "Es una flor de compromiso". Enseguida, consciente de que el tiempo se le agotaba, volvió a refugiarse en su compostura.
Florentino Ariza had intended to give her the seventy sheets he could recite from memory after reading them so often, but then he decided on a sober and explicit half page in which he promised only what was essential: his perfect fidelity and his everlasting love. He took the letter out of his inside jacket pocket and held it before the eyes of the troubled embroiderer, who had still not dared to look at him. She saw the blue envelope trembling in a hand petrified with terror, and she raised the embroidery frame so he could put the letter on it, for she could not admit that she had noticed the trembling of his fingers. Then it happened: a bird shook himself among the leaves of the almond trees, and his droppings fell right on the embroidery. Fermina Daza moved the frame out of the way, hid it behind the chair so that he would not notice what had happened, and looked at him for the first time, her face aflame. Florentino Ariza was impassive as he held the letter in his hand and said: “It′s good luck. She thanked him with her first smile and almost snatched the letter away from him, folded it, and hid it in her bodice. Then he offered her the camellia he wore in his lapel. She refused: “It is a flower of promises. Then, conscious that their time was almost over, she again took refuge in her composure.
-Ahora váyase -dijo- y no vuelva más hasta que yo le avise.
“Now go, she said, “and don′t come back until I tell you to.
Cuando Florentino Ariza la vio por primera vez, su madre lo había descubierto desde antes de que él se lo contara, porque perdió el habla y el apetito y se pasaba las noches en claro dando vueltas en la cama. Pero cuando empezó a esperar la respuesta a su primera carta, la ansiedad se le complicó con cagantinas y vómitos verdes, perdió el sentido de la orientación y sufría desmayos repentinos, y su madre se aterrorizó porque su estado no se parecía a los desórdenes del amor sino a los estragos del cólera. El padrino de Florentino Ariza, un anciano homeópata que había sido el confidente de Tránsito Ariza desde sus tiempos de amante escondida, se alarmó también a primera vista con el estado del enfermo, porque tenía el pulso tenue, la respiración arenosa y los sudores pálidos de los moribundos. Pero el examen le reveló que no tenía fiebre, ni dolor en ninguna parte, y lo único concreto que sentía era una necesidad urgente de morir. Le bastó con un interrogatorio insidioso, primero a él y después a la madre, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos del cólera. Prescribió infusiones de flores de tilo para entretener los nervios y sugirió un cambio de aires para buscar el consuelo en la distancia, pero lo que anhelaba Florentino Ariza era todo lo contrario: gozar de su martirio.
After Florentino Ariza saw her for the first time, his mother knew before he told her because he lost his voice and his appetite and spent the entire night tossing and turning in his bed. But when he began to wait for the answer to his first letter, his anguish was complicated by diarrhea and green vomit, he became disoriented and suffered from sudden fainting spells, and his mother was terrified because his condition did not resemble the turmoil of love so much as the devastation of cholera. Florentino Ariza′s godfather, an old homeopathic practitioner who had been Tránsito Ariza′s confidant ever since her days as a secret mistress, was also alarmed at first by the patient′s condition, because he had the weak pulse, the hoarse breathing, and the pale perspiration of a dying man. But his examination revealed that he had no fever, no pain anywhere, and that his only concrete feeling was an urgent desire to die. All that was needed was shrewd questioning, first of the patient and then of his mother, to conclude once again that the symptoms of love were the same as those of cholera. He prescribed infusions of linden blossoms to calm the nerves and suggested a change of air so he could find consolation in distance, but Florentino Ariza longed for just the opposite: to enjoy his martyrdom.
Tránsito Ariza era una cuarterona libre con un instinto de la felicidad malogrado por la pobreza, y se complacía en los sufrimientos del hijo como si fueran suyos. Le hacía beber las infusiones cuando lo sentía delirar y lo arropaba con mantas de lana para engañar a los escalofríos, pero al mismo tiempo le daba ánimos para que se solazara en su postración.
Tránsito Ariza was a freed quadroon whose instinct for happiness had been frustrated by poverty, and she took pleasure in her son′s suffering as if it were her own. She made him drink the infusions when he became delirious, and she smothered him in wool blankets to keep away the chills, but at the same time she encouraged him to enjoy his prostration.
-Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas -le decía-, que estas cosas no duran toda la vida.
“Take advantage of it now, while you are young, and suffer all you can, she said to him, “because these things don′t last your whole life.
En la Agencia Postal, por supuesto, no pensaban lo mismo. Florentino Ariza se había abandonado a la desidia, y andaba tan distraído que confundía las banderas con que anunciaba la llegada del correo, y un miércoles izaba la alemana cuando el barco que había llegado era el de la Compañía Leyland con el correo de Liverpool, y cualquier día izaba la de los Estados Unidos cuando el barco que llegaba era el de la Compagnie Genérale Transatlantique con el correo de Saint-Nazaire. Aquellas confusiones del amor ocasionaban tales trastornos en el reparto y provocaban tantas protestas del público, que si Florentino Ariza no se quedó sin empleo fue porque Lotario Thugut lo mantuvo en el telégrafo y lo llevó a tocar el violín en el coro de la catedral. Tenían una alianza difícil de entender por la diferencia de edades, pues podían haber sido abuelo y nieto, pero se llevaban tan bien en el trabajo como en las fondas del puerto, donde iban a parar los trasnochados, sin escrúpulos de clase, desde los borrachitos de caridad hasta los señoritos vestidos de etiqueta que se fugaban de las fiestas de gala del Club Social para comer lebranche frito con arroz de coco. Lotario Thugut solía irse por allí después del último turno del telégrafo, y muchas veces amanecía bebiendo ponche de Jamaica y tocando el acordeón con las tripulaciones de locos de las goletas de las Antillas. Era corpulento, atortugado, con una barba dorada y un gorro frigio que se ponía para salir de noche, y sólo le faltaba una ristra de campánulas para ser idéntico a San Nicolás. Al menos una vez por semana terminaba con una pájara de la noche, como él las llamaba, de las muchas que vendían amores de emergencia en un hotel de paso para marineros. Cuando conoció a Florentino Ariza, lo primero que hizo con un cierto deleite magistral fue iniciarlo en los secretos de su paraíso. Escogía para él las pájaras que le parecían mejores, discutía con ellas el precio y el modo, y le ofrecía pagar con dinero suyo el servicio adelantado. Pero Florentino Ariza no lo aceptaba: era virgen, y se había ropuesto no dejar de serlo mientras no fuera por amor.
In the Postal Agency, of course, they did not agree. Florentino Ariza had become negligent, and he was so distracted that he confused the flags that announced the arrival of the mail, and one Wednesday he hoisted the German flag when the ship was from the Leyland Company and carried the mail from Liverpool, and on another day he flew the flag of the United States when the ship was from the Compagnie Générale Transatlantique and carried the mail from Saint-Nazaire. These confusions of love caused such chaos in the distribution of the mail and provoked so many protests from the public that if Florentino Ariza did not lose his job it was because Lotario Thugut kept him at the telegraph and took him to play the violin in the Cathedral choir. They had a friendship difficult to understand because of the difference in their ages, for they might have been grandfather and grandson, but they got along at work as well as they did in the taverns around the port, which were frequented by everyone out for the evening regardless of social class, from drunken beggars to young gentlemen in tuxedos who fled the gala parties at the Social Club to eat fried mullet and coconut rice. Lotario Thugut was in the habit of going there after the last shift at the telegraph office, and dawn often found him drinking Jamaican punch and playing the accordion with the crews of madmen from the Antillean schooners. He was corpulent and bull- necked, with a golden beard and a liberty cap that he wore when he went out at night, and all he needed was a string of bells to look like St. Nicholas. At least once a week he ended the evening with a little night bird, as he called them, one of the many who sold emergency love in a transient hotel for sailors.When he met Florentino Ariza, the first thing he did, with a certain magisterial delight, was to initiate him into the secrets of his paradise. He chose for him the little birds he thought best, he discussed their price and style with them and offered to pay in advance with his own money for their services. But Florentino Ariza did not accept: he was a virgin, and he had decided not to lose his virginity unless it was for love.
El hotel era un palacio colonial venido a menos, y los grandes salones y los aposentos de mármol estaban divididos en cubículos de cartón con agujeros de alfileres, que lo mismo se alquilaban para hacer que para ver. Se hablaba de fisgones a quienes les habían vaciado un ojo con agujas de tejer, de otro que reconoció a su propia esposa en la que estaba espiando, y de caballeros de alcurnia que entraban disfrazados de verduleras para desfogarse con los contramaestres de paso, y de tantos otros percances de aguaitadores y aguaitados, que la sola idea de asomarse al cuarto contiguo le resultaba pavorosa a Florentino Ariza. Así que Lotario Thugut no logró persuadirlo de que ver y dejarse ver eran refinamientos de príncipes en Europa.
The hotel was a colonial palace that had seen better days, and its great marble salons and rooms were divided into plasterboard cubicles with peepholes, which were rented out as much for watching as for doing. There was talk of busybodies who had their eyes poked out with knitting needles, of a man who recognized his own wife as the woman he was spying on, of well-bred gentlemen who came dis guised as tarts to forget who they were with the boatswains on shore leave, and of so many other misadventures of observers and observed that the mere idea of going into the next room terrified Florentino Ariza. And so Lotario Thugut could never persuade him that watching and letting himself be watched were the refinements of European princes.
Al contrario de lo que hacía creer su corpulencia, Lotario Thugut tenía una perinola de querubín que parecía un capullo de rosa, pero éste debía ser un defecto afortunado, porque las pájaras más percudidas se disputaban la suerte de dormir con él, y sus alaridos de degolladas remecían los estribos del palacio y hacían temblar de espanto a sus fantasmas. Decían que usaba una pomada de veneno de víbora que enardecía la silla turca de las mujeres, pero él juraba no tener recursos distintos de los que Dios le había dado. Decía muerto de risa: "Es puro amor". Tuvieron que pasar muchos años para que Florentino Ariza entendiera que tal vez lo decía con razón. Acabó de convencerse en un tiempo más avanzado de su educación sentimental, cuando conoció a un hombre que se daba una vida de rey explotando a tres mujeres al mismo tiempo. Las tres le rendían cuentas al amanecer, humilladas a sus pies para hacerse perdonar sus recaudos exiguos, y la única gratificación que anhelaban era que él se acostara con la que le llevara más dinero. Florentino Ariza pensaba que sólo el terror podía inducir a semejante indignidad. Sin embargo, una de las tres muchachas lo sorprendió con la verdad contraria.
As opposed to what his corpulence might suggest, Lotario Thugut had the rosebud genitals of a cherub, but this must have been a fortunate defect, because the most tarnished birds argued over who would have the chance to go to bed with him, and then they shrieked as if their throats were being cut, shaking the buttresses of the palace and making its ghosts tremble in fear. They said he used an ointment made of snake venom that inflamed women′s loins, but he swore he had no resources other than those that God had given him. He would say with uproarious laughter: “It′s pure love. Many years had to pass before Florentino Ariza would understand that perhaps he was right. He was convinced at last, at a more advanced stage of his sentimental education, when he met a man who lived like a king by exploiting three women at the same time. The three of them rendered their accounts at dawn, prostrate at his feet to beg forgiveness for their meager profits, and the only gratification they sought was that he go to bed with the one who brought him the most money. Florentino Ariza thought that terror alone could induce such indignities, but one of the three girls surprised him with the contradictory truth.
-Estas cosas -le dijo- sólo pueden hacerse por amor.
“These are things, she said, “you do only for love.
No fue tanto por sus virtudes de fornicador como por su gracia personal, por lo que Lotario Thugut había llegado a ser uno de los clientes más apreciados del hotel. Florentino Ariza, con ser tan callado y escurridizo, se ganó también el aprecio del dueño, y en la época más ardua de sus quebrantos solía encerrarse a leer versos y folletines de lágrimas en los cuartitos sofocantes, y sus ensueños dejaban nidos de oscuras golondrinas en los balcones y rumores de besos y batir de alas en los marasmos de la siesta. Al atardecer, cuando bajaba el calor, era imposible no escuchar las conversaciones de los hombres que venían a desahogarse de la jornada con un amor de risa. Así se enteraba Florentino Ariza de muchas infidencias y aun de algunos secretos de estado que los clientes importantes y aun las autoridades locales les confiaban a sus amantes efímeras sin cuidarse de que no los oyeran en los cuartos vecinos. Fue también así como se enteró de que a cuatro leguas marinas al norte de Sotavento yacía hundido desde el siglo xvi un galeón español cargado con más de quinientos mil millones de pesos en oro puro y piedras preciosas. El relato lo asombró, pero no volvió a pensar en él hasta unos meses después, cuando su locura de amor le alborotó las ansias de rescatar la fortuna sumergida para que Fermina Daza se bañara en estanques de oro.
It was not so much for his talents as a fornicator as for his personal charm that Lotario Thugut had become one of the most esteemed clients of the hotel. Florentino Ariza, because he was so quiet and elusive, also earned the esteem of the owner, and during the most arduous period of his grief he would lock himself in the suffocating little rooms to read verses and tearful serialized love stories, and his reveries left nests of dark swallows on the balconies and the sound of kisses and the beating of wings in the stillness of siesta. At dusk, when it was cooler, it was impossible not to listen to the conversations of men who came to console themselves at the end of their day with hurried love. So that Florentino Ariza heard about many acts of disloyalty, and even some state secrets, which important clients and even local officials confided to their ephemeral lovers, not caring if they could be overheard in the adjoining rooms. This was also how he learned that four nautical leagues to the north of the Sotavento Archipelago, a Spanish galleon had been lying under water since the eighteenth century with its cargo of more than five hundred billion pesos in pure gold and precious stones. The story astounded him, but he did not think of it again until a few months later, when his love awakened in him an overwhelming desire to salvage the sunken treasure so that Fermina Daza could bathe in showers of gold.
Años más tarde, cuando trataba de recordar cómo era en la realidad la doncella idealizada con la alquimia de la poesía, no lograba distinguirla de los atardeceres desgarrados de aquellos tiempos. Aun cuando la atisbaba sin ser visto, por aquellos días de ansiedad en que esperaba la respuesta a su primera carta, la veía transfigurada en la reverberación de las dos de la tarde bajo la llovizna de azahares de los almendros, donde siempre era abril en cualquier tiempo del año. Por lo único que le interesaba entonces acompañar con el violín a Lotario Thugut en el mirador privilegiado del coro, era por ver cómo ondulaba la túnica de ella con la brisa de los cánticos. Pero su propio desvarío acabó por malograrle el placer, pues la música mística le resultaba tan inocua para su estado de alma, que trataba de enardecerla con valses de amor, y Lotario Thugut se vio obligado a despedirlo del coro. Fue esa la época en que cedió a las ansias de comerse las gardenias que Tránsito Ariza cultivaba en los canteros del patio, y de ese modo conoció el sabor de Fermina Daza. Fue también la época en que encontró por casualidad en un baúl de su madre un frasco de un litro del Agua de Colonia que vendían de contrabando los marineros de la Hamburg American Line y no resistió la tentación de probarla para buscar otros sabores de la mujer amada. Siguió bebiendo del frasco hasta el amanecer, emborrachándose de Fermina Daza con tragos abrasivos, primero en las fondas del puerto y después absorto en el mar desde las escolleras donde hacían amores de consolación los enamorados sin techo, hasta que sucumbió a la inconsciencia. Tránsito Ariza′ que lo había esperado hasta las seis de la mañana con el alma en un hilo, lo buscó en los escondites menos pensados, y poco después del mediodía lo encontró revolcándose en un charco de vómitos fragantes en un recodo de la bahía donde iban a recalar los ahogados.
Years later, when he tried to remember what the maiden idealized by the alchemy of poetry really was like, he could not distinguish her from the heartrending twilights of those times. Even when he observed her, unseen, during those days of longing when he waited for a reply to his first letter, he saw her transfigured in the afternoon shimmer of two o′clock in a shower of blossoms from the almond trees where it was always April regardless of the season of the year. The only reason he was interested in accompanying Lotario Thugut on his violin from the privileged vantage point in the choir was to see how her tunic fluttered in the breeze raised by the canticles. But his own delirium finally interfered with that pleasure, for the mystic music seemed so innocuous compared with the state of his soul that he attempted to make it more exciting with love waltzes, and Lotario Thugut found himself obliged to ask that he leave the choir. This was the time when he gave in to his desire to eat the gardenias that Tránsito Ariza grew in pots in the patio, so that he could know the taste of Fermina Daza. It was also the time when he happened to find in one of his mother′s trunks a liter bottle of the cologne that the sailors from the Hamburg-American Line sold as contraband, and he could not resist the temptation to sample it in order to discover other tastes of his beloved. He continued to drink from the bottle until dawn, and he became drunk on Fermina Daza in abrasive swallows, first in the taverns around the port and then as he stared out to sea from the jetties where lovers without a roof over their heads made consoling love, until at last he succumbed to unconsciousness. Tránsito Ariza, who had waited for him until six o′clock in the morning with her heart in her mouth, searched for him in the most improbable hiding places, and a short while after noon she found him wallowing in a pool of fragrant vomit in a cove of the bay where drowning victims washed ashore.
Aprovechó la pausa de la convalecencia para reprenderlo por la pasividad con que esperaba la contestación de la carta. Le recordó que los débiles no entrarían jamás en el reino del amor, que es un reino inclemente y mezquino, y que las mujeres sólo se entregan a los hombres de ánimo resuelto, porque les infunden la seguridad que tanto ansian para enfrentarse a la vida. Florentino Ariza asimiló la lección tal vez más de lo debido. Tránsito Ariza no pudo disimular un sentimiento de orgullo, más concupiscente que maternal, cuando lo vio salir de la mercería con el vestido de paño negro, el sombrero duro y el lazo lírico en el cuello de celuloide, y le preguntó en broma si iba para un entierro. Él contestó con las orejas encendidas: "Es casi lo mismo". Ella se dio cuenta de que apenas podía respirar de miedo, pero su determinación era invencible. Le hizo las advertencias finales, le echó la bendición, y le prometió muerta de risa otra botella deAgua de Colonia para celebrar juntos la conquista.
She took advantage of the hiatus of his convalescence to reproach him for his passivity as he waited for the answer to his letter. She reminded him that the weak would never enter the kingdom of love, which is a harsh and ungenerous kingdom, and that women give themselves only to men of resolute spirit, who provide the security they need in order to face life. Florentino Ariza learned the lesson, perhaps too well. Tránsito Ariza could not hide a feeling of pride, more carnal than maternal, when she saw him leave the notions shop in his black suit and stiff felt hat, his lyrical bow tie and celluloid collar, and she asked him as a joke if he was going to a funeral. He answered, his ears flaming: “It′s almost the same thing. She realized that he could hardly breathe with fear, but his determination was invincible. She gave him her final warnings and her blessing, and laughing for all she was worth, she promised him another bottle of cologne so they could celebrate his victory together.
Desde que entregó la carta, un mes antes, él había contrariado muchas veces la romesa de no volver al parquecito, pero había tenido buen cuidado de no dejarse ver. Todo seguía igual. La lección de lectura bajo los árboles terminaba hacia las dos de la tarde, cuando la ciudad despertaba de la siesta, y Fermina Daza seguía bordando con la tía hasta que declinaba el calor. Florentino Ariza no esperó a que la tía entrara en la casa, y entonces atravesó la calle con unos trancos marciales que le permitieron sobreponerse al desaliento de las rodillas. Pero no se dirigió a Fermina Daza sino a la tía.
He had given Fermina Daza the letter a month before, and since then he had often broken his promise not to return to the little park, but he had been very careful not to be seen. Nothing had changed. The reading lesson under the trees ended at about two o′clock, when the city was waking from its siesta, and Fermina Daza embroidered with her aunt until the day began to cool. Florentino Ariza did not wait for the aunt to go into the house, and he crossed the street with a martial stride that allowed him to overcome the weakness in his knees, but he spoke to her aunt, not to Fermina Daza.
-Hágame el favor de dejarme solo un momento con la señorita -le dijo-, tengo algo importante que decirle.
“Please be so kind as to leave me alone for a moment with the young lady, he said. “I have something important to tell her.
-¡Atrevido! -le dijo la tía-. No hay nada de ella que yo no pueda oír.
“What impertinence! her aunt said to him. “There is nothing that has to do with her that I cannot hear.
-Entonces no se lo digo -dijo él-, pero le advierto que usted será la responsable de lo que suceda.
“Then I will not say anything to her, he said, “but I warn you that you will be responsible for the consequences.
No era ese el modo que Escolástica Daza esperaba del novio ideal, pero se levantó asustada, porque tuvo por primera vez la impresión sobrecogedora de que Florentino Ariza estaba hablando por inspiración del Espíritu Santo. Así que entró en la casa para cambiar de agujas, y dejó solos a los dos jóvenes bajo los almendros del portal.
That was not the manner Escolástica Daza expected from the ideal sweetheart, but she stood up in alarm because for the first time she had the overwhelming impression that Florentino Ariza was speaking under the inspiration of the Holy Spirit. So she went into the house to change needles and left the two young people alone under the almond trees in the doorway.
En realidad, era muy poco lo que sabía Fermina Daza de aquel pretendiente taciturno que había aparecido en su vida como una golondrina de invierno, y del cual no hubiera conocido ni siquiera el nombre de no haber sido por la firma de la carta. Había averiguado desde entonces que era el hijo sin padre de una soltera laboriosa y seria, pero marcada sin remedio por el estigma de fuego de un único extravío juvenil. Se había enterado de que no era mensajero del telégrafo, como ella suponía, sino un asistente bien calificado con un futuro promisorio, y pensó que había llevado el telegrama a su padre sólo como un pretexto para verla a ella. Esa suposición la conmovió. También sabía que era uno de los músicos del coro, y aunque nunca se había atrevido a levantar la vista para comprobarlo durante la misa, un domingo tuvo la revelación de que mientras los otros instrumentos tocaban para todos, el violín tocaba sólo para ella. No era el tipo de hombre que hubiera escogido. Sus espejuelos de expósito, su atuendo clerical, sus recursos misteriosos le habían suscitado una curiosidad difícil de resistir, pero nunca había imaginado que la curiosidad fuera otra de las tantas celadas del amor.
In reality, Fermina Daza knew very little about this taciturn suitor who had appeared in her life like a winter swallow and whose name she would not even have known if it had not been for his signature on the letter. She had learned that he was the fatherless son of an unmarried woman who was hardworking and serious but forever marked by the fiery stigma of her single youthful mistake. She had learned that he was not a messenger, as she had supposed, but a well-qualified assistant with a promising future, and she thought that he had delivered the telegram to her father only as a pretext for seeing her. This idea moved her. She also knew that he was one of the musicians in the choir, and although she never dared raise her eyes to look at him during Mass, she had the revelation one Sunday that while the other instruments played for everyone, the violin played for her alone. He was not the kind of man she would have chosen. His found ling′s eyeglasses, his clerical garb, his mysterious resources had awakened in her a curiosity that was difficult to resist, but she had never imagined that curiosity was one of the many masks of love.
Ella misma no se explicaba por qué había aceptado la carta. No se lo reprochaba, pero el compromiso cada vez más apremiante de dar una respuesta se le había convertido en un estorbo para vivir. Cada palabra de su padre, cada mirada casual, sus gestos más triviales le parecían sembrados de trampas para descubrir su secreto. Era tal su estado de alarma, que evitaba hablar en la mesa por temor de que un descuido pudiera delatarla, y se volvió evasiva hasta con la tía Escolástica, a pesar de que ésta compartía su ansiedad reprimida como si fuera propia. Se encerraba en el baño a cualquier hora, sin necesidad, y volvía a leer la carta tratando de descubrir un código secreto, una fórmula mágica escondida en alguna de las trescientas catorce letras de sus cincuenta y ocho palabras, con la esperanza de que dijeran más de lo que decían. Pero no encontró nada más de lo que había entendido en la primera lectura, cuando corrió a encerrarse en el baño con el corazón enloquecido, y desgarró el sobre con la ilusión de que fuera una carta abundante y febril, y sólo se encontró con un billete perfumado cuya determinación la asustó.
She herself could not explain why she had accepted the letter. She did not reproach herself for doing so, but the ever- increasing pressure to respond complicated her life. Her father′s every word, his casual glances, his most trivial gestures, seemed set with traps to uncover her secret. Her state of alarm was such that she avoided speaking at the table for fear some slip might betray her, and she became evasive even with her Aunt Escolástica, who nonetheless shared her repressed anxiety as if it were her own. She would lock herself in the bathroom at odd hours and for no reason other than to reread the letter, attempting to discover a secret code, a magic formula hidden in one of the three hundred fourteen letters of its fifty-eight words, in the hope they would tell her more than they said. But all she found was what she had understood on first reading, when she ran to lock herself in the bathroom, her heart in a frenzy, and tore open the envelope hoping for a long, feverish letter, and found only a perfumed note whose determination frightened her.
Al principio no había pensado en serio que estuviera obligada a dar una respuesta, pero la carta era tan explícita que no había modo de sortearla. Mientras tanto, en la tormenta de las dudas, se sorprendió pensando en Florentino Ariza con más frecuencia y más interés de los que quería permitirse, y hasta se preguntaba atribulada por qué no estaba en el parquecito a la hora de siempre, sin recordar que era ella quien le había edido no volver mientras pensaba la respuesta. Así terminó pensando en él como nunca se hubiera imaginado que se podía pensar en alguien, presintiéndolo donde no estaba, deseándolo donde no podía estar, despertando de pronto con la sensación física de que él la contemplaba en la oscuridad mientras ella dormía, de modo que la tarde en que sintió sus pasos resueltos sobre el reguero de hojas amarillas del parquecito, le costó trabajo creer que no fuera otra burla de su fantasía. Pero cuando él le reclamó la respuesta con una autoridad que no tenía nada que ver con su languidez, ella logró sobreponerse al espanto y trató de evadirse por la verdad: no sabía qué contestarle.
At first she had not even thought seriously that she was obliged to respond, but the letter was so explicit that there was no way to avoid it. Meanwhile, in the torment of her doubts, she was surprised to find herself thinking about Florentino Ariza with more frequency and interest than she cared to allow, and she even asked herself in great distress why he was not in the little park at the usual hour, forgetting that it was she who had asked him not to return while she was preparing her reply. And so she thought about him as she never could have imagined thinking about anyone, having premonitions that he would be where he was not, wanting him to be where he could not be, awaking with a start, with the physical sensation that he was looking at her in the darkness while she slept, so that on the afternoon when she heard his resolute steps on the yellow leaves in the little park it was difficult for her not to think this was yet another trick of her imagination. But when he demanded her answer with an authority that was so different from his languor, she managed to overcome her fear and tried to dodge the issue with the truth: she did not know how to answer him.
Sin embargo, Florentino Ariza no había salvado un abismo para amedrentarse con los siguientes.
But Florentino Ariza had not leapt across an abyss only to be shooed away with such excuses.
-Si aceptó la carta -le dijo-, es de mala urbanidad no contestarla.
“If you accepted the letter, he said to her, “it shows a lack of courtesy not to answer it.
Ese fue el final del laberinto. Fermina Daza dueña de sí misma, se excusó por la demora, y le dio su palabra formal de que tendría una respuesta antes del término de las vacaciones. Cumplió. El último viernes de febrero, tres días antes de la reapertura de los colegios, la tía Escolástica fue a la oficina del telégrafo a preguntar cuánto costaba un telegrama para el pueblo de Piedras de Moler, que ni siquiera figuraba en la lista de servicios, y se dejó atender por Florentino Ariza como si nunca se hubieran visto, pero al salir fingió olvidar en el mostrador un breviario empastado en piel de lagartija dentro del cual había un sobre de papel de lino con viñetas doradas. Trastornado por la dicha, Florentino Ariza pasó el resto de la tarde comiendo rosas y leyendo la carta, repasándola letra por letra una y otra vez y comiendo más rosas cuanto más la leía, y a media noche la había leído tanto y había comido tantas rosas que su madre tuvo que barbearlo como a un ternero para que se tragara una pócima de aceite de ricino.
That was the end of the labyrinth. Fermina Daza regained her self- control, begged his pardon for the delay, and gave him her solemn word that he would have an answer before the end of the vacation. And he did. On the last Friday in February, three days before school reopened, Aunt Escolástica went to the telegraph office to ask how much it cost to send a telegram to Piedras de Moler, a village that did not even appear on the list of places served by the telegraph, and she allowed Florentino Ariza to attend her as if she had never seen him before, but when she left she pretended to forget a breviary covered in lizard skin, leaving it on the counter, and in it there was an envelope made of linen paper with golden vignettes. Delirious with joy, Florentino Ariza spent the rest of the afternoon eating roses and reading the note letter by letter, over and over again, and the more he read the more roses he ate, and by midnight he had read it so many times and had eaten so many roses that his mother had to hold his head as if he were a calf and force him to swallow a dose of castor oil.
Fue el año del enamoramiento encarnizado. Ni el uno ni el otro tenían vida para nada distinto de pensar en el otro, para soñar con el otro, para esperar las cartas con tanta ansiedad como las contestaban. Nunca en aquella primavera de delirio, ni en el año siguiente, tuvieron ocasión de comunicarse de viva voz. Más aún: desde que se vieron por primera vez hasta que él le reiteró su determinación medio siglo más tarde, no habían tenido nunca una oportunidad de verse a solas ni de hablar de su amor. Pero en los primeros tres meses no pasó un solo día sin que se escribieran, y en cierta época hasta dos veces diarias, hasta que la tía Escolástica se asustó con la voracidad de la hoguera que ella misma había ayudado a encender.
It was the year they fell into devastating love. Neither one could do anything except think about the other, dream about the other, and wait for letters with the same impatience they felt when they answered them. Never in that delirious spring, or in the following year, did they have the opportunity to speak to each other. Moreover, from the moment they saw each other for the first time until he reiterated his determination a half century later, they never had the opportunity to be alone or to talk of their love. But during the first three months not one day went by that they did not write to each other, and for a time they wrote twice a day, until Aunt Escolástica became frightened by the intensity of the blaze that she herself had helped to ignite.
Después de la primera carta, que llevó a la oficina del telégrafo con un rescoldo de venganza contra su propia suerte, había permitido el intercambio de mensajes casi diarios en encuentros callejeros que parecían casuales, pero no tuvo valor para atrocinar una conversación, por banal y momentánea que fuera. Sin embargo, al cabo de tres meses comprendió que la sobrina no estaba a merced de una ventolera juvenil, como le pareció al principio, y que su propia vida estaba amenazada por aquel incendio de amor. En verdad, Escolástica Daza no tenía otro modo de subsistencia que la caridad del hermano, y sabía que su carácter tiránico no le perdonaría jamás semejante burla a su confianza. Pero a la hora de la decisión final no tuvo corazón para causarle a la sobrina el mismo infortunio irreparable que ella había tenido que pastorear desde la juventud, y le permitió servirse de un recurso que le dejaba una ilusión de inocencia. Fue un método simple: Fermina Daza ponía su carta en algún escondite del recorrido diario entre la casa y el colegio, y en esa misma carta le indicaba a Florentino Ariza dónde esperaba encontrar la respuesta. Florentino Ariza hacía lo mismo. De ese modo, los conflictos de conciencia de la tía Escolástica les fueron transferidos por el resto del año a los bautisterios de las iglesias, los huecos de los árboles, las grietas de las fortalezas coloniales en ruinas. A veces encontraban las cartas empapadas de lluvia sucias de lodo, desgarradas por la adversidad, y algunas se perdieron por motivos diversos, pero siempre encontraron el modo de reanudar el contacto.
After the first letter that she carried to the telegraph office with an ember of revenge against her own destiny, she had allowed an almost daily exchange of messages in what appeared to be casual encounters on the street, but she did not have the courage to permit a conversation, no matter how banal and fleeting it might be. Still, after three months she realized that her niece was not the victim of a girlish fancy, as it had seemed at first, and that her own life was threatened by the fire of love. The truth was that Escolástica Daza had no other means of support except her brother′s charity, and she knew that his tyrannical nature would never forgive such a betrayal of his confidence. But when it was time for the final decision, she did not have the heart to cause her niece the same irreparable grief that she had been obliged to nurture ever since her youth, and she permitted her to use a strategy that allowed her the illusion of innocence. The method was simple: Fermina Daza would leave her letter in some hiding place along her daily route from the house to the Academy, and in that letter she would indicate to Florentino Ariza where she expected to find his answer. Florentino Ariza did the same. In this way, for the rest of the year, the conflicts in Aunt Escolástica′s conscience were transferred to baptisteries in churches, holes in trees, and crannies in ruined colonial fortresses. Sometimes their letters were soaked by rain, soiled by mud, torn by adversity, and some were lost for a variety of other reasons, but they always found a way to be in touch with each other again.
Florentino Ariza escribía todas las noches sin piedad para consigo mismo, envenenándose letra por letra con el humo de las lámparas de aceite de corozo en la trastienda de la mercería, y sus cartas iban haciéndose más extensas y lunáticas cuanto más se esforzaba por imitar a sus poetas preferidos de la Biblioteca Popular, que ya para esa época estaba llegando a los ochenta volúmenes. Su madre, que con tanto ardor lo había incitado a solazarse en su tormento, empezó a alarmarse por su salud. "Te vas a gastar el seso -le gritaba desde el dormitorio cuando oía cantar los primeros gallos-. No hay mujer que merezca tanto." Pues no recordaba haber conocido a nadie en semejante estado de perdición. Pero él no le hacía caso. A veces llegaba a la oficina sin dormir, con los cabellos alborotados de amor, después de haber dejado la carta en el escondite revisto para que Fermina Daza la encontrara de paso hacia el colegio. Ella, en cambio, sometida a la vigilancia del padre y a la acechanza viciosa de las monjas, apenas si lograba completar medio folio del cuaderno escolar encerrada en los baños o fingiendo tomar notas durante la clase. Pero no sólo por las prisas y sobresaltos, sino también por su carácter, las cartas de ella eludían cualquier escollo sentimental y se reducían a contar incidentes de su vida cotidiana con el estilo servicial de un diario de navegación. En realidad eran cartas de distracción, destinadas a mantener las brasas vivas pero sin poner la mano en el fuego, mientras que Florentino Ariza se incineraba en cada línea. Ansioso de contagiarla de su propia locura, le mandaba versos de miniaturista grabados con la punta de un alfiler en los pétalos de las camelias. Fue él y no ella quien tuvo la audacia de poner un mechón de su cabello dentro de una carta, pero no recibió nunca la respuesta anhelada, que era una hebra completa de la trenza de Fermina Daza. Consiguió al menos que diera un paso más, pues desde entonces ella empezó a mandarle nervaduras de hojas disecadas en diccionarios, alas de mariposas, plumas de pájaros mágicos, y le regaló de cumpleaños un centímetro cuadrado del hábito de San Pedro Claver, de los que se vendían a escondidas por aquellos días a un precio inalcanzable para una colegiala de su edad. Una noche, sin ningún anuncio, Fermina Daza despertó asustada por una serenata de violín solo con un valse solo. La estremeció la clarividencia de que cada nota era una acción de gracias por los pétalos de sus herbarios, por los tiempos robados a la aritmética para escribir sus cartas, por el susto de los exámenes pensando más en él que en las Ciencias Naturales, pero no se atrevió a creer que Florentino Ariza fuera capaz de semejante imprudencia.
Florentino Ariza wrote every night. Letter by letter, he had no mercy as he poisoned himself with the smoke from the palm oil lamps in the back room of the notions shop, and his letters became more discursive and more lunatic the more he tried to imitate his favorite poets from the Popular Library, which even at that time was approaching eighty volumes. His mother, who had urged him with so much fervor to enjoy his torment, became concerned for his health. “You are going to wear out your brains, she shouted at him from the bedroom when she heard the first roosters crow. “No woman is worth all that. She could not remember ever having known anyone in such a state of unbridled passion. But he paid no attention to her. Sometimes he went to the office without having slept, his hair in an uproar of love after leaving the letter in the prearranged hiding place so that Fermina Daza would find it on her way to school. She, on the other hand, under the watchful eye of her father and the vicious spying of the nuns, could barely manage to fill half a page from her notebook when she locked herself in the bathroom or pretended to take notes in class. But this was not only due to her limited time and the danger of being taken by surprise, it was also her nature that caused her letters to avoid emotional pitfalls and confine themselves to relating the events of her daily life in the utilitarian style of a ship′s log. In reality they were distracted letters, intended to keep the coals alive without putting her hand in the fire, while Florentino Ariza burned himself alive in every line. Desperate to infect her with his own madness, he sent her miniaturist′s verses inscribed with the point of a pin on camellia petals. It was he, not she, who had the audacity to enclose a lock of his hair in one letter, but he never received the response he longed for, which was an entire strand of Fermina Daza′s braid. He did move her at last to take one step further, and from that time on she began to send him the veins of leaves dried in dictionaries, the wings of butterflies, the feathers of magic birds, and for his birthday she gave him a square centimeter of St. Peter Clavier′s habit, which in those days was being sold in secret at a price far beyond the reach of a schoolgirl her age. One night, without any warning, Fermina Daza awoke with a start: a solo violin was serenading her, playing the same waltz over and over again. She shuddered when she realized that each note was an act of thanksgiving for the petals from her he rbarium, for the moments stolen from arithmetic to write her letters, for her fear of examinations when she was thinking more about him than about the natural sciences, but she did not dare believe that Florentino Ariza was capable of such imprudence.
La mañana siguiente, durante el desayuno, Lorenzo Daza no podía resistir la curiosidad. En primer término, porque no sabía qué significaba una sola pieza en el lenguaje de las serenatas, y en segundo término, porque a pesar de la atención con que la escuchó no había logrado precisar en qué casa había sido. La tía Escolástica, con una sangre fría que le devolvió el aliento a la sobrina, aseguró haber visto a través de los visillos del dormitorio que el violinista solitario estaba del otro lado del parque, y dijo que en todo caso una pieza sola era una notificación de ruptura. En su carta de ese día, Florentino Ariza confirmó que era él quien había llevado la serenata, y que el valse había sido compuesto por él y tenía el nombre con que conocía a Fermina Daza en su corazón: La Diosa Coronada. No volvió a tocarlo en el parque, pero solía hacerlo en noches de luna en sitios elegidos a propósito para que ella lo escuchara sin sobresaltos en la alcoba. Uno de sus sitios preferidos era el cementerio de los pobres, expuesto al sol y a la lluvia en una colina indigente donde dormían los gallinazos, y donde la música lograba resonancias sobrenaturales. Más tarde aprendió a conocer la dirección de los vientos, y así estuvo seguro de que su voz llegaba hasta donde debía.
The next morning at breakfast Lorenzo Daza could not contain his curiosity--first because he did not know what playing a single piece meant in the language of serenades, and second because, despite the attention with which he had listened, he could not determine which house it had been intended for. Aunt Escolástica, with a sangfroid that took her niece′s breath away, stated that she had seen through the bedroom curtains that the solitary violinist was standing on the other side of the park, and she said that in any event a single piece was notification of severed relations. In that day′s letter Florentino Ariza confirmed that he had played the serenade, that he had composed the waltz, and that it bore the name he called Fermina Daza in his heart: “The Crowned Goddess. He did not play it in the park again, but on moonlit nights in places chosen so that she could listen without fear in her bedroom. One of his favored spots was the paupers′ cemetery, exposed to the sun and the rain on an indigent hill, where turkey buzzards dozed and the music achieved a supernatural resonance. Later he learned to recognize the direction of the winds, and in this way he was certain that his melody carried as far as it had to.
En agosto de ese año, una nueva guerra civil de las tantas que asolaban el país desde hacía más de medio siglo amenazó con generalizarse, y el gobierno impuso la ley marcial y el toque de queda a las seis de la tarde en los estados del litoral caribe. Aunque ya habían ocurrido algunos disturbios y la tropa cometía toda clase de abusos de escarmiento, Florentino Ariza seguía tan perplejo que no se enteraba del estado del mundo, y una patrulla militar lo sorprendió una madrugada perturbando la castidad de los muertos con sus provocaciones de amor. Escapó por milagro de una ejecución sumaria acusado de ser un espía que mandaba mensajes en clave de sol a los buques liberales que merodeaban por las aguas vecinas.
In August of that year a new civil war, one of the many that had been devastating the country for over half a century, threatened to spread, and the government imposed martial law and a six o′clock curfew in the provinces along the Caribbean coast. Although some disturbances had already occurred, and the troops had committed all kinds of retaliatory abuses, Florentino Ariza was so befuddled that he was unaware of the state of the world, and a military patrol surprised him one dawn as he disturbed the chastity of the dead with his amorous provocations. By some miracle he escaped summary execution after he was accused of being a spy who sent messages in the key of G to the Liberal ships marauding in nearby waters.
-¡Qué espía ni qué carajo -dijo Florentino Ariza-, yo no soy más que un pobre enamorado.
“What the hell do you mean, a spy? said Florentino Ariza. “I′m nothing but a poor lover.
Durmió tres noches encadenado por los tobillos en los calabozos de la guarnición local. Pero cuando lo soltaron se sintió defraudado por la brevedad del cautiverio, y aun en los tiempos de su vejez, cuando otras tantas guerras se le confundían en la memoria, seguía pensando que era el único hombre de la ciudad, y tal vez del país, que había arrastrado grillos de cinco libras por una causa de amor.
For three nights he slept with irons around his ankles in the cells of the local garrison. But when he was released he felt defrauded by the brevity of his captivity, and even in the days of his old age, when so many other wars were confused in his memory, he still thought he was the only man in the city, and perhaps the country, who had dragged fivepound leg irons for the sake of love.
Iban a cumplirse dos años de correos frenéticos cuando Florentino Ariza, en una carta de un solo párrafo, le hizo a Fermina Daza la propuesta formal de matrimonio.
Their frenetic correspondence was almost two years old when Florentino Ariza, in a letter of only one paragraph, made a formal proposal of marriage to Fermina Daza.
En los seis meses anteriores le había enviado varias veces una camelia blanca, [pero ella se la devolvía en la carta siguiente, para que no dudara de que estaba dispuesta a seguirle escribiendo, pero sin la gravedad de un compromiso. La verdad es que siempre había tomado las idas y venidas de la camelia como un retozo de amores, y nunca se le ocurrió planteárselo como una encrucijada de su destino. Pero cuando llegó la propuesta formal se sintió desgarrada por el primer arañazo de la muerte. Presa de pánico se lo contó a la tía Escolástica, y ella asumió la consulta con la valentía y la lucidez que no había tenido a los veinte años cuando se vio forzada a decidir su propia suerte:
-Contéstale que sí -le dijo-. Aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no.
Sin embargo, Fermina Daza estaba tan confundida que pidió un plazo para pensarlo. Pidió primero un mes, luego otro y otro, y cuando se cumplió el cuarto mes sin respuesta volvió a recibir la camelia blanca, pero no sola dentro del sobre como las otras veces, sino con la notificación perentoria de que esa era la última: o hora o nunca. Entonces fue Florentino Ariza quien le vio la cara a la muerte, esa misma tarde, cuando recibió un sobre con una tira de papel arrancada del margen de un cuaderno de escuela, y con la respuesta escrita a lápiz en una sola línea: .Está bien, me caso con usted si me promete que no me hará comer berenjenas.]
On several occasions during the preceding six months he had sent her a white camellia, but she would return it to him in her next letter so that he would have no doubt that she was disposed to continue writing to him, but without the seriousness of an engagement. The truth is that she had always taken the comings and goings of the camellia as a lovers′ game, and it had never occurred to her to consider it as a crossroads in her destiny. But when the formal proposal arrived she felt herself wounded for the first time by the clawings of death. Panic-stricken, she told her Aunt Escolástica, who gave her advice with the courage and lucidity she had not had when she was twenty and was forced to decide her own fate.
“Tell him yes, she said. “Even if you are dying of fear, even if you are sorry later, because whatever you do, you will be sorry all the rest of your life if you say no.
Fermina Daza, however, was so confused that she asked for some time to think it over. First she asked for a month, then two, then three, and when the fourth month had ended and she had still not replied, she received a white camellia again, not alone in the envelope as on other occasions but with the peremptory notification that this was the last one: it was now or never. Then that same afternoon it was Florentino Ariza who saw the face of death when he received an envelope containing a strip of paper, torn from the margin of a school notebook, on which a one- line answer was written in pencil: Verywell, I will marry you if you promise not to make me eat eggplant.
Florentino Ariza no estaba preparado para esa respuesta, pero su madre lo estaba. Desde que él le habló por primera vez de la intención de casarse, seis meses antes, Tránsito Ariza había iniciado las gestiones para tomar en alquiler toda la casa que hasta entonces compartía con dos familias más. Era una construcción civil del siglo xvu, de dos plantas, donde estuvo el Estanco del Tabaco bajo el dominio español, y cuyos ropietarios arruinados habían tenido que alquilarla a pedazos por falta de recursos para mantenerla. Tenía una sección que daba a la calle, donde había estado el expendio, otra en el fondo de un patio adoquinado donde había estado la fábrica, y una caballeriza muy grande que los inquilinos actuales usaban en común para lavar la ropa y tenderla a secar. Tránsito Ariza ocupaba la primera parte, que era la más útil y mejor conservada, aunque también la más pequeña. En la antigua sala de expendio estaba la mercería, con un portón hacia la calle, y al lado el antiguo depósito sin más ventilación que una claraboya, donde dormía Tránsito Ariza. La trastienda era la mitad de la sala, dividida con un cancel de madera. Allí había una mesa con cuatro sillas que servía al mismo tiempo para comer y escribir, y era allí donde Florentino Ariza colgaba la hamaca cuando el amanecer no lo sorprendía escribiendo. Era un espacio bueno para los dos, pero insuficiente para una persona más, y menos para una señorita del Colegio de la presentación de la Santísima Virgen, cuyo padre había restaurado hasta dejarla como nueva una casa en escombros, mientras las familias de siete títulos se acostaban con el terror de que los techos de las mansiones se les desfondaran encima durante el sueño. De modo que Tránsito Ariza había conseguido que el propietario le permitiera ocupar también la galería del patio, a cambio de que mantuviera la casa en buen estado por cinco años.
Florentino Ariza was not prepared for that answer, but his mother was. Since he had first spoken to her six months earlier about his intention to marry, Tránsito Ariza had begun negotiations for renting the entire house which, until that time, she had shared with two other families. A two-story structure dating from the seventeenth century, it was the building where the tobacco monopoly had been located under Spanish rule, and its ruined owners had been obliged to rent it out in bits and pieces because they did not have the money to maintain it. It had one section facing the street, where the retail tobacco shop had been, another section at the rear of a paved patio, where the factory had been located, and a very large stable that the current tenants used in common for washing and drying their clothes. Tránsito Ariza occupied the first section, which was the most convenient and the best preserved, although it was also the smallest. The notions store was in the old tobacco shop, with a large door facing the street, and to one side was the former storeroom, with only a skylight for ventilation, where Tránsito Ariza slept. The stockroom took up half the space that was divided by a wooden partition. In it were a table and four chairs, used for both eating and writing, and it was there that Florentino Ariza hung his hammock when dawn did not find him writing. It was a good space for the two of them, but too small for a third person, least of all a young lady from the Academy of the Presentation of the Blessed Virgin whose father had restored a house in ruins until it was like new, while the families with seven titles went to bed with the fear that the roofs of their mansions would cave in on them while they slept. So Tránsito Ariza had arranged with the owner to let her also occupy the gallery in the patio, and in exchange she would keep the house in good condition for five years.
Tenía recursos para eso. Aparte de los ingresos reales de la mercería y de las hilachas hemostáticas, que le hubieran alcanzado para su vida modesta, había multiplicado los ahorros prestándolos a una clientela de nuevos pobres vergonzantes que aceptaban sus réditos excesivos en gracia de su discreción. Señoras con aires de reinas bajaban de las carrozas en el portón de la mercería, sin nodrizas ni criados incómodos, y fingiendo comprar encajes de Holanda y ribetes de pasamanería empeñaban entre dos sollozos los últimos oropeles de su paraíso perdido. Tránsito Ariza las sacaba de apuros con tanta consideración por su alcurnia, que muchas se iban más agradecidas por el honor que por el favor. En menos de diez años conocía como suyas las joyas tantas veces rescatadas y vueltas a empeñar con lágrimas, y las ganancias convertidas en oro de ley estaban enterradas en una mucura debajo de la cama cuando el hijo tomó la decisión de casarse. Entonces hizo las cuentas, y descubrió que no sólo podía hacer el negocio de mantener en pie la casa ajena durante cinco años, sino que con la misma astucia y un poco más de suerte podía quizás comprarla antes de morir para los doce nietos que deseaba tener. Florentino Ariza, por su parte, había sido nombrado ayudante primero del telégrafo, con carácter interino, y Lotario Thugut quería dejarlo como jefe de la oficina cuando él se fuera a dirigir la Escuela de Telegrafía y Magnetismo, prevista para el año siguiente.
She had the resources to do so. In addition to the cash income from the notions store and the hemostatic rags, which sufficed for her modest life, she had multiplied her savings by lending them to a clientele made up of the embarrassed new poor, who accepted her excessive interest rates for the sake of her discretion. Ladies with the airs of queens descended from their carriages at the entrance to the notions shop, unencumbered by nursemaids or servants, and as they pretended to buy Holland laces and passementerie trimmings, they pawned, between sobs, the last glittering ornaments of their lost paradise. Tránsito Ariza rescued them from difficulties with so much consideration for their lineage that many of them left more grateful for the honor than for the favor they had received. In less than ten years she knew the jewels, so often redeemed and then tearfully pawned again, as if they had been her own, and at the time her son decided to marry, the profits, converted into gold, lay hidden in a clay jar under her bed. Then she did her accounts and discovered not only that she could undertake to keep the rented house standing for five years, but that with the same shrewdness and a little more luck she could perhaps buy it, before she died, for the twelve grandchildren she hoped to have. Florentino Ariza, for his part, had received provisional appointment as First Assistant at the telegraph office, and Lotario Thugut wanted him to head the office when he left to direct the School of Telegraphy and Magnetism, which he expected to do the following year.
Así que el lado práctico del matrimonio estaba resuelto. Sin embargo, Tránsito Ariza creyó prudentes dos condiciones finales. La primera, averiguar quién era en realidad Lorenzo Daza, cuyo acento no dejaba ninguna duda sobre su origen, pero de cuya identidad y de cuyos medios de vida no tenía nadie una noticia cierta. La segunda, que el noviazgo fuera largo para que los novios se conocieran a fondo por el trato personal, y que se mantuviera la reserva más estricta hasta que ambos se sintieran muy seguros de sus afectos. Sugirió que esperaran hasta el final de la guerra. Florentino
So the practical side of the marriage was resolved. Still, Tránsito Ariza thought that two final conditions were prudent. The first was to find out who Lorenzo Daza really was, for though his accent left no doubt concerning his origins, no one had any certain information as to his identity and livelihood. The second was that the engagement be a long one so that the fiancés could come to know each other person to person, and that the strictest reserve be maintained until both felt very certain of their affections. She suggested they wait until the war was over.
Ariza estuvo de acuerdo con el secreto absoluto, tanto por las razones de su madre como por el hermetismo propio de su carácter. Estuvo también de acuerdo con la demora del noviazgo, pero el término le pareció irreal, pues en más de medio siglo de vida independiente no había tenido el país ni un día de paz civil.
Florentino Ariza agreed to absolute secrecy, not only for his mother′s reasons but because of the hermeticism of his own character. He also agreed to the delay, but its terms seemed unrealistic to him, since in over half a centur y of independent life the nation had not had a single day of civil peace.
-Nos volveremos viejos esperando -dijo.
“We′ll grow old waiting, he said.
Su padrino el homeópata, que participaba por casualidad en la conversación, no creyó que las guerras fueran un inconveniente. Pensaba que no eran más que pleitos de pobres arreados como bueyes por los señores de la tierra, contra soldados descalzos arreados por el gobierno.
His godfather, the homeopathic practitioner, who happened to be taking part in the conversation, did not believe that the wars were an obstacle. He thought they were nothing more than the struggles of the poor, driven like oxen by the landowners, against barefoot soldiers who were driven in turn by the government.
-La guerra está en el monte---dijo-— . Desde que yo soy yo, en las ciudades no nos matan con tiros sino con decretos.
“The war is in the mountains, he said. “For as long as I can remember, they have killed us in the cities with decrees, not with bullets.
En todo caso, los pormenores del noviazgo fueron resueltos en las cartas de la semana siguiente. Fermina Daza, aconsejada por la tía Escolástica, aceptó el plazo de dos años y su reserva absoluta, y sugirió que Florentino Ariza pidiera su mano cuando ella terminara la escuela secundaria en las vacaciones de Navidad. En su momento se ondrían de acuerdo sobre el modo de formalizar el compromiso según el grado de aceptación que ella hubiera logrado de su padre. Mientras tanto, siguieron escribiéndose con el mismo ardor y la misma frecuencia, pero sin los sobresaltos de antes, y las cartas fueron derivando hacia un tono familiar que ya parecía de esposos. Nada perturbaba sus ensueños.
In any case, the details of the engagement were settled in their letters during the weeks that followed. Fermina Daza, on the advice of her Aunt Escolástica, accepted both the two-year extension and the condition of absolute secrecy, and suggested that Florentino Ariza ask for her hand when she finished secondary school, during the Christmas vacation. When the time came they would decide on how the engagement was to be formalized, depending on the degree of approval she obtained from her father. In the meantime, they continued to write to each other with the same ardor and frequency, but free of the turmoil they had felt before, and their letters tended toward a domestic tone that seemed appropriate to husband and wife. Nothing disturbed their dreams.
La vida de Florentino Ariza había cambiado. El amor correspondido le había dado una seguridad y una fuerza que no había conocido nunca, y fue tan eficaz en el trabajo que Lotario Thugut consiguió sin esfuerzos que lo nombraran segundo suyo en ropiedad. Para entonces, el proyecto de la Escuela de Telegrafía y Magnetismo había fracasado, y el alemán consagró su tiempo libre a lo único que en realidad le gustaba, que era irse al puerto a tocar el acordeón y a tomar cerveza con los marineros, y todo terminaba en el hotel de paso. Transcurrió mucho tiempo antes de que Florentino Ariza se diera cuenta de que la influencia de Lotario Thugut en aquel sitio de placer se debía a quehabía terminado por ser el dueño del establecimiento, y además empresario de las ájaras del puerto. Lo había comprado poco a poco, con sus ahorros de muchos años, pero el que daba la cara por él era un hombrecillo flaco y tuerto, con una cabeza de cepillo, y un corazón tan manso que nadie entendía cómo podía ser tan buen gerente. Pero lo era. Al menos así le parecía a Florentino Ariza, cuando el gerente le dijo, sin que él se lo pidiera, que disponía de un cuarto permanente en el hotel, no sólo para resolver los problemas del bajo vientre, cuando se decidiera a tenerlos, sino para que dispusiera de un lugar más tranquilo para sus lecturas y sus cartas de amor. Así que mientras transcurrían los largos meses que faltaban para la formalización del compromiso estuvo más tiempo allí que en la oficina y en su casa, y hubo épocas en que Tránsito Ariza no lo vio sino cuando iba a cambiarse de ropa.
Florentino Ariza′s life had changed. Requited love had given him a confidence and strength he had never known before, and he was so efficient in his work that Lotario Thugut had no trouble having him named his permanent assistant. By that time his plans for the School of Telegraphy and Magnetism had failed, and the German dedicated his free time to the only thing he really enjoyed: going to the port to play the accordion and drink beer with the sailors, finishing the eve ning at the transient hotel. It was a long time before Florentino Ariza, realized that Lotario Thugut′s influence in the palace of pleasure was due to the fact that he had become the owner of the establishment as well as impresario for the birds in the port. He had bought it gradually with his savings of many years, but the person who ran it for him was a lean, one-eyed little man with a polished head and a heart so kind that no one understood how he could be such a good manager. But he was. At least it seemed that way to Florentino Ariza when the manager told him, without his requesting it, that he had the permanent use of a room in the hotel, not only to resolve problems of the lower belly whenever he decided to do so, but so that he could have at his disposal a quiet place for his reading and his love letters. And as the long months passed until the formalizing of the engagement, he spent more time there than at the office or his house, and there were periods when Tránsito Ariza saw him only when he came home to change his clothes.
La lectura se le convirtió en un vicio insaciable. Desde que lo enseñó a leer, su madre le compraba los libros ilustrados de los autores nórdicos, que se vendían como cuentos para niños, pero que en realidad eran los más crueles y perversos que podían leerse a cualquier edad. Florentino Ariza los recitaba de memoria a los cinco años, tanto en las clases como en las veladas de la escuela, pero la familiaridad con ellos no le alivió el terror. Al contrario, lo agudizaba. De allí que el paso a la poesía fue como un remanso. Ya en la pubertad había consumido por orden de aparición todos los volúmenes de la Biblioteca Popular que Tránsito Ariza les compraba a los libreros de lance del Portal de los Escribanos, y en los que había de todo, desde Homero hasta el menos meritorio de los poetas locales. Pero él no hacía distinción: leía el volumen que llegara, como una orden de la fatalidad, y no le alcanzaron todos sus años de lecturas para saber qué era bueno y qué no lo era en lo mucho que había leído. Lo único que tenía claro era que entre la rosa y los versos prefería los versos, y entre éstos prefería los de amor, que aprendía de memoria aun sin proponérselo desde la segunda lectura, con tanta más facilidad cuanto mejor rimados y medidos, y cuanto más desgarradores.
Reading had become his insatiable vice. Ever since she had taught him to read, his mother had bought him illustrated books by Nordic authors which were sold as stories for children but in reality were the crudest and most perverse that one could read at any age. When he was five years old, Florentino Ariza would recite them from memory, both in his classes and at literary evenings at school, but his familiarity with them did not alleviate the terror they caused. On the contrary, it became acute. So that when he began to read poetry, by comparison it was like finding an oasis. Even during his adolescence he had devoured, in the order of their appearance, all the volumes of the Popular Library that Tránsito Ariza bought from the bargain booksellers at the Arcade of the Scribes, where one could find everything from Homer to the least meritorious of the local poets. But he made no distinctions: he read whatever came his way, as if it had been ordained by fate, and despite his many years of reading, he still could not judge what was good and what was not in all that he had read. The only thing clear to him was that he preferred verse to prose, and in verse he preferred love poems that he memorized without even intending to after the second reading, and the better rhymed and metered they were, and the more heartrending, the more easily he learned them.
Esta fue la fuente original de las primeras cartas a Fermina Daza, en las cuales aparecían parrafadas enteras sin cocinar de los románticos españoles, y lo fueron hasta que la vida real lo obligó a ocuparse de asuntos más terrestres que los dolores del corazón. Ya para entonces había dado un paso más hacia los folletines de lágrimas y otras prosas aún más profanas de su tiempo. Había aprendido a llorar con su madre leyendo a los poetas locales que se vendían en plazas y portales en folletos de a dos centavos. Pero al mismo tiempo era capaz de recitar de memoria la poesía castellana más selecta del Siglo de Oro. En general leía todo lo que le cayera en las manos, y en el orden en que le caía, hasta el extremo de que mucho después de aquellos duros años de su primer amor, cuando ya no era joven, había de leer desde la primera página hasta la última los veinte tomos del Tesoro de la Juventud, el catálogo completo de los clásicos Carnier Hnos., traducidos, y las obras más fáciles que publicaba don Vicente Blasco Ibáñez en la colección Prometeo.
They were the original source of his first letters to Fermina Daza, those half-baked endearments taken whole from the Spanish romantics, and his letters continued in that vein until real life obliged him to concern himself with matters more mundane than heartache. By that time he had moved on to tearful serialized novels and other, even more profane prose of the day. He had learned to cry with his mother as they read the pamphlets by local poets that were sold in plazas and arcades for two centavos each. But at the same time he was able to recite from memory the most exquisite Castilian poetry of the Golden Age. In general, he read everything that fell into his hands in the order in which it fell, so that long after those hard years of his first love, when he was no longer young, he would read from first page to last the twenty volumes of the Young People′s Treasury, the complete catalogue of the Gamier Bros. Classics in translation, and the simplest works that Don Vicente Blasco Ibáñez published in the Prometeo collection.
En todo caso, sus mocedades en el hotel de paso no se redujeron a la lectura y la redacción de cartas febriles, sino que lo iniciaron en los secretos del amor sin amor. La vida de la casa empezaba después del mediodía, cuando sus amigas las pájaras se levantaban como sus madres las parieron, de modo que cuando Florentino Ariza llegaba del empleo se encontraba con un palacio poblado de ninfas en cueros, que comentaban a gritos los secretos de la ciudad, conocidos por las infidencias de los propios protagonistas. Muchas exhibían en sus desnudeces las huellas del pasado: cicatrices de uñaladas en el vientre, estrellas de balazos, surcos de cuchilladas de amor, costuras de cesáreas de carniceros. Algunas se hacían llevar durante el día a sus hijos menores, frutos infortunados de despechos o descuidos juveniles, y les quitaban las ropas tan ronto como entraban para que no se sintieran distintos en el paraíso de la desnudez. Cada una cocinaba lo suyo, y nadie comía mejor que Florentino Ariza cuando lo invitaban, porque escogía lo mejor de cada una. Era una fiesta diaria que duraba hasta el atardecer, cuando las desnudas desfilaban cantando hacia los baños, se pedían prestado el jabón, el cepillo de dientes, las tijeras, se cortaban el pelo unas a otras, se vestían con las ropas cambiadas, se pintorreteaban como payasas lúgubres, y salían a cazar sus primeras presas de la noche. A partir de entonces, la vida de la casa se volvía impersonal, deshumanizada, y era imposible compartirla sin pagar.
In any event, his youthful adventures in the transient hotel were not limited to reading and composing feverish letters but also included his initiation into the secrets of loveless love. Life in the house began after noon, when his friends the birds got up as bare as the day they were born, so that when Florentino Ariza arrived after work he found a palace populated by naked nymphs who shouted their commentaries on the secrets of the city, which they knew because of the faithlessness of the protagonists. Many displayed in their nudity traces of their past: scars of knife thrusts in the belly, starbursts of gunshot wounds, ridges of the razor cuts of love, Caesarean sections sewn up by butchers. Some of them had their young children with them dur ing the day, those unfortunate fruits of youthful defiance or carelessness, and they took off their children′s clothes as soon as they were brought in so they would not feel different in that paradise of nudity. Each one cooked her own food, and no one ate better than Florentino Ariza when they invited him for a meal, because he chose the best from each. It was a daily fiesta that lasted until dusk, when the naked women marched, singing, toward the bathrooms, asked to borrow soap, toothbrushes, scissors, cut each other′s hair, dressed in borrowed clothes, painted themselves like lugubrious clowns, and went out to hunt the first prey of the night. Then life in the house became impersonal and dehumanized, and it was impossible to share in it without paying.
No había un lugar donde Florentino Ariza estuviera mejor desde que conoció a Fermina Daza, porque era el único donde no se sentía solo. Más aún: terminó por ser el único donde se sentía con ella. Tal vez era por los mismos motivos que vivía allí una mujer mayor, elegante, de una hermosa cabeza plateada, que no participaba de la vida natural de las desnudas, y a quien éstas profesaban un respeto sacramental. Un novio prematuro la había llevado allí cuando era joven, y después de disfrutarla por un tiempo la abandonó a su suerte. Sin embargo, a pesar de su estigma, logró casarse bien. Ya muy mayor, cuando se quedó sola, dos hijos y tres hijas se disputaron el gusto de llevarla a vivir con ellos, pero a ella no se le ocurrió un lugar más digno para vivir que aquel hotel de perdularias tiernas. Su cuarto permanente era su única casa, y esto la identificó de inmediato con Florentino Ariza, del cual decía que llegaría a ser un sabio conocido en el mundo entero, porque era capaz de enriquecer su alma con la lectura en el paraíso de la salacidad. Florentino Ariza, por su parte, llegó a tenerle tanto afecto que la ayudaba en las compras del mercado, y solía pasar algunas tardes conversando con ella. Pensaba que era una mujer sabia en el amor, pues le dio muchas luces sobre el suyo, sin que él tuviera que revelarle su secreto.
Since he had known Fermina Daza, there was no place where Florentino Ariza felt more at ease, because it was the only place where he felt that he was with her. Perhaps it was for similar reasons that an elegant older woman with beautiful silvery hair lived there but did not participate in the uninhibited life of the naked women, who professed sacramental respect for her. A premature sweetheart had taken her there when she was young, and after enjoying her for a time, abandoned her to her fate. Nevertheless, despite the stigma, she had made a good marriage. When she was quite old and alone, two sons and three daughters argued over who would have the pleasure of taking her to live with them, but she could not think of a better place to live than that hotel of her youthful debaucheries. Her perma nent room was her only home, and this made for immediate communion with Florentino Ariza, who, she said, would become a wise man known throughout the world because he could enrich his soul with reading in a paradise of salaciousness. Florentino Ariza, for his part, developed so much affection for her that he helped her with her shopping and would spend the afternoons in conversation with her.
Si antes de conocer el amor de Fermina Daza no había caído en tantas tentaciones al alcance de la mano, mucho menos iba a hacerlo cuando ya era su prometida oficial. Así que Florentino Ariza convivía con las muchachas, compartía sus gozos y sus miserias, pero ni a él ni a ellas se les ocurría ir más lejos. Un hecho imprevisto demostró la severidad de su determinación. Cualquier día a las seis de la tarde, cuando las muchachas se vestían para recibir a los clientes de la noche, entró en su cuarto la encargada de la limpieza en el piso: una mujer joven pero envejecida y macilenta, como una penitente vestida en la gloria de las desnudas. Él la veía a diario sin sentirse visto: andaba por los cuartos con las escobas, con un cubo para la basura y un trapo especial para recoger del suelo los preservativos usados. Entró en el cubículo donde Florentino Ariza leía, como siempre, y como siempre barrió con un cuidado extremo para no perturbarlo. De pronto pasó cerca de la cama, y él sintió la mano tibia y tierna en la cruz de su vientre, la sintió buscándolo, la sintió encontrarlo, la sintió soltándole los botones mientras la respiración de ella iba colmando el cuarto. Él fingió leer hasta que no pudo más, y tuvo que esquivar el cuerpo.
He thought she was a woman wise in the ways of love, since she offered many insights into his affair without his having to reveal any secrets to her. If he had not given in to the many temptations at hand before he experienced Fermina Daza′s love, he certainly would not succumb now that she was his official betrothed. So Florentino Ariza lived with the girls and shared their pleasures and miseries, but it did not occur to him or them to go any further. An unforeseen event demonstrated the severity of his determination. One afternoon at six o′clock, when the girls were dressing to receive that evening′s clients, the woman who cleaned the rooms on his floor in the hotel came into his cubicle. She was young, but haggard and old before her time, like a fully dressed penitent surrounded by glorious nakedness. He saw her every day without feeling himself observed: she walked through the rooms with her brooms, a bucket for the trash, and a special rag for picking up used condoms from the floor. She came into the room where Florentino Ariza lay reading, and as always she cleaned with great care so as not to disturb him. Then she passed close to the bed, and he felt a warm and tender hand low on his belly, he felt it searching, he felt it finding, he felt it unbuttoning his trousers while her breathing filled the room. He pretended to read until he could not bear it any longer and had to move his body out of the way.
Ella se asustó, pues la primera advertencia que le hicieron para darle el empleo de barrendera fue que no intentara acostarse con los clientes. No tenían que decírselo, porque era de las que pensaban que la prostitución no era acostarse por dinero, sino acostarse con desconocidos. Tenía dos hijos, cada uno de un marido diferente, y no porque fueran aventuras casuales, sino porque no había conseguido amar a uno que volviera después de la tercera vez. Había sido hasta entonces una mujer sin urgencias, reparada por su naturaleza para esperar sin desesperar, pero la vida de aquella casa era más fuerte que sus virtudes. Entraba a trabajar a las seis de la tarde, y pasaba la noche entera de cuarto en cuarto, barriéndolos con cuatro escobazos, recogiendo los reservativos, cambiando las sábanas. No era fácil imaginar la cantidad de cosas que dejaban los hombres después del amor. Dejaban vómitos y lágrimas, lo cual le parecía comprensible, pero dejaban también muchos enigmas de la intimidad: charcos de sangre, parches de excrementos, ojos de vidrio, relojes de oro, dentaduras postizas, relicarios con rizos dorados, cartas de amor, de negocios, de pésame: cartas de todo. Algunos volvían por sus cosas perdidas, pero la mayoría se quedaban allí, y Lotario Thugut las guardaba bajo llave, pensando que tarde o temprano aquel palacio caído en desgracia, con los miles de objetos personales olvidados, sería un museo del amor.
She was dismayed, for the first thing they warned her about when they gave her the cleaning job was that she should not try to sleep with the clients. They did not have to tell her that, because she was one of those women who thought that prostitution did not mean going to bed for money but going to bed with a stranger. She had two children, each by a different father, not because they were casual adventures but because she could never love any man who came back after the third visit. Until that time she had been a woman without a sense of urgency, a woman whose nature prepared her to wait without despair, but life in that house proved stronger than her virtue. She came to work at six in the afternoon, and she spent the whole night going through the rooms, sweeping them out, picking up condoms, changing the sheets. It was difficult to imagine the number of things that men left after love. They left vomit and tears, which seemed understandable to her, but they also left many enigmas of intimacy: puddles of blood, patches of excrement, glass eyes, go ld watches, false teeth, lockets with golden curls, love letters, business letters, condolence letters--all kinds of letters. Some came back for the items they had lost, but most were unclaimed, and Lotario Thugut kept them under lock and key and thought that sooner or later the palace that had seen better days, with its thousands of forgotten belongings, would become a museum of love.
El trabajo era duro y mal pagado, pero ella lo hacía bien. Lo que no podía soportar eran los sollozos, los lamentos, los crujidos de los resortes de las camas que se le iban sedimentando en la sangre con tanto ardor y tanto dolor, que al amanecer no podía soportar la ansiedad de acostarse con el primer mendigo que encontrara en la calle, o con un borracho desperdigado que le hiciera el favor sin más pretensiones ni preguntas. La aparición de un hombre sin mujer como Florentino Ariza, joven y limpio, fue para ella un regalo del cielo, porque desde el primer momento se dio cuenta de que era igual que ella: un menesteroso de amor. Pero él fue insensible a sus apremios. Se había mantenido virgen para Fermina Daza, y no había fuerza ni razón en este mundo que pudiera torcerle el propósito.
The work was hard and the pay was low, but she did it well. What she could not endure were the sobs, the laments, the creaking of the bedsprings, which filled her blood with so much ardor and so much sorrow that by dawn she could not bear the desire to go to bed with the first beggar she met on the street, with any miserable drunk who would give her what she wanted with no pretensions and no questions. The appearance of a man like Florentino Ariza, young, clean, and without a woman, was for her a gift from heaven, because from the first moment she realized that he was just like her: someone in need of love. But he was unaware of her compelling desire. He had kept his virginity for Fermina Daza, and there was no force or argument in this world that could tur n him from his purpose.
Esa era su vida, cuatro meses antes de la fecha prevista para formalizar el compromiso, cuando Lorenzo Daza apareció a las siete de la mañana en la oficina del telégrafo, y preguntó por él. Como aún no había llegado, lo esperó sentado en la banca hasta las ocho y diez, quitándose de un dedo y poniéndose en otro el pesado anillo de oro coronado por un ópalo noble, y cuando lo vio entrar lo reconoció de inmediato como el empleado del telégrafo, y lo tomó del brazo.
That was his life, four months before the date set for formalizing the engagement, when Lorenzo Daza showed up at the telegraph office one morning at seven o′clock and asked for him. Since he had not yet arrived, Lorenzo Daza waited on the bench until ten minutes after eight, slipping a heavy gold ring with its noble opal stone from one finger to another, and as soon as Florentino Ariza came in, he recognized him as the employee who had delivered the telegram, and he took him by the arm.
-Venga conmigo, jovencito -le dijo-. Usted y yo tenemos que hablar cinco minutos, de hombre a hombre.
“Come with me, my boy, he said. “You and I have to talk for five minutes, man to man.
Florentino Ariza, verde como un muerto, se dejó llevar. No estaba preparado para ese encuentro, porque Fermina Daza no había encontrado la ocasión ni el modo de revenirlo. El caso era que el sábado anterior, la hermana Franca de la Luz, superiora del Colegio de la Presentación de la Santísima Virgen, había entrado en la clase de Nociones de Cosmogonía con el sigilo de una serpiente, y espiando a las alumnas por encima del hombro descubrió que Fermina Daza fingía tomar notas en el cuaderno cuando en realidad estaba escribiendo una carta de amor. La falta, de acuerdo con los reglamentos del colegio, era motivo de expulsión. Citado de urgencia a la rectoría, Lorenzo Daza descubrió la gotera por donde estaba escurriéndose su régimen de hierro. Fermina Daza, con su entereza congénita, admitió la culpa de la carta, pero se negó a revelar la identidad del novio secreto, y volvió a negarse ante el Tribunal de Orden, que por este motivo confirmó el veredicto de expulsión. Sin embargo, el padre hizo una requisa del dormitorio que hasta entonces había sido un santuario inviolable, y en un doble fondo del baúl encontró los paquetes de tres años de cartas, escondidas con tanto amor como habían sido escritas. La firma era inequívoca, pero Lorenzo Daza no pudo creer ni entonces ni nunca que la hija no supiera de su novio escondido nada más que el oficio de telegrafista y su afición por el violín.
Florentino Ariza, as green as a corpse, let himself be led. He was not prepared for this meeting, because Fermina Daza had not found either the occasion or the means to warn him. The fact was that on the previous Saturday, Sister Franca de la Luz, Superior of the Academy of the Presentation of the Blessed Virgin, had come into the class on Ideas of Cosmogony with the stealth of a serpent, and spying on the students over their shoulders, she discovered that Fermina Daza was pretending to take notes in her notebook when in reality she was writing a love letter. According to the rules of the Academy, that error was reason for expulsion. Lorenzo Daza received an urgent summons to the rectory, where he discovered the leak through which his iron regime was trickling. Fermina Daza, with her innate fortitude, confessed to the error of the letter, but refused to reveal the identity of her secret sweetheart and refused again before the Tribunal of the Order which, therefore, confirmed the verdict of expulsion. Her father, however, searched her room, until then an inviolate sanctuary, and in the false bottom of her trunk he found the packets of three years′ worth of letters hidden away with as much love as had inspired their writing. The signature was unequivocal, but Lorenzo Daza could not believe--not then, not ever--that his daughter knew nothing about her secret lover except that he worked as a telegraph operator and that he loved the violin.
Convencido de que una relación tan difícil sólo era comprensible por la complicidad de la hermana, no le concedió a ésta ni la gracia de una disculpa, sino que la embarcó sin apelación en la goleta de San Juan de la Ciénaga. Fermina Daza no se alivió nunca de su último recuerdo, la tarde en que la despidió en el portal ardiendo de fiebre dentro de su hábito pardo, ósea y cenicienta, y la vio desaparecer en la llovizna del parquecito con lo único que le quedaba en la vida: el petate de soltera, y el dinero para sobrevivir un mes, envuelto en un pañuelo dentro del puño. Tan pronto como se liberó de la autoridad de su padre la hizo buscar por las provincias del Caribe, averiguando por ella con todo el que pudiera conocerla, y no encontró noticia alguna de su rastro hasta casi treinta años después, cuando recibió una carta que había pasado por muchas manos durante mucho tiempo, y en la cual le informaron que había muerto casi centenaria en el lazareto de Agua de Dios. Lorenzo Daza no previo la ferocidad con que la hija había de reaccionar por el castigo injusto de que fue víctima la tía Escolástica, a quien había identificado siempre con la madre que apenas recordaba. Se encerró con tranca en el dormitorio, sin comer ni beber, y cuando él logró por fin que le abriera, primero con amenazas y luego con súplicas mal disimuladas, se encontró con una pantera herida que nunca más volvería a tener quince años.
Certain that such an intricate relationship was understandable only with the complicity of his sister, he did not grant her the grace of an excuse or the right of appeal, but shipped her on the schooner to San Juan de la Ciénaga. Fermina Daza never found relief from her last memory of her aunt on the afternoon when she said goodbye in the doorway, burning with fever inside her brown habit, bony and ashen, and then disappeared into the drizzle in the little park, carrying all that she owned in life: her spinster′s sleeping mat and enough money for a month, wrapped in a handkerchief that she clutched in her fist. As soon as she had freed herself from her father′s authority, Fermina Daza began a search for her in the Caribbean provinces, asking for information from everyone who might know her, and she could not find a trace of her until almost thirty years later when she received a letter that had taken a long time to pass through many hands, informing her that she had died in the Water of God leprosarium. Lorenzo Daza did not foresee the ferocity with which his daughter would react to the unjust punishment of her Aunt Escolástica, whom she had always identified with the mother she could barely remember.
Trató de seducirla con toda clase de halagos. Trató de hacerle entender que el amor a su edad era un espejismo, trató de convencerla por las buenas de que devolviera las cartas y regresara al colegio a pedir perdón de rodillas, y le dio su palabra de honor de que él sería el primero en ayudarla a ser feliz con un pretendiente digno. Pero era como hablarle a un muerto. Derrotado, terminó por perder los estribos en el almuerzo del lunes, y mientras se atragantaba de improperios y blasfemias al borde de la conmoción, ella se puso el cuchillo de la carne en el cuello, sin dramatismo pero con ulso firme, y con unos ojos atónitos que él no se atrevió a desafiar. Fue entonces cuando asumió el riesgo de hablar cinco minutos, de hombre a hombre, con el advenedizo infausto que no recordaba haber visto nunca, y que en tan mala hora se había puesto de través en su vida. Por pura costumbre cogió el revólver antes de salir, pero tuvo el cuidado de llevarlo escondido debajo de la camisa.
She locked herself in her room, refused to eat or drink, and when at last he persuaded her to open the door, first with threats and then with poorly dissimulated pleading, he found a wounded panther who would never be fifteen years old again. He tried to seduce her with all kinds of flattery. He tried to make her understand that love at her age was an illusion, he tried to convince her to send back the letters and return to the Academy and beg forgiveness on her knees, and he gave his word of honor that he would be the first to help her find happiness with a worthy suitor. But it was like talking to a corpse. Defeated, he at last lost his temper at lunch on Monday, and while he choked back insults and blasphemies and was about to explode, she put the meat knife to her throat, without dramatics but with a steady hand and eyes so aghast that he did not dare to challenge her. That was when he took the risk of talking for five minutes, man to man, with the accursed upstart whom he did not remember ever having seen, and who had come into his life to his great sorrow. By force of habit he picked up his revolver before he went out, but he was careful to hide it under his shirt.
Florentino Ariza no había recobrado el aliento cuando Lorenzo Daza lo llevó del brazo por la Plaza de la Catedral hasta la galería de arcos del Café de la Parroquia, y lo invitó a sentarse en la terraza. No había otros clientes a esa hora, y una matrona negra fregaba las baldosas del enorme salón con vitrales astillados y polvorientos, cuyas sillas estaban todavía puestas patas arriba sobre las mesas de mármol. Florentino Ariza había visto allí muchas veces a Lorenzo Daza jugando y tomando vino de barril con los asturianos del mercado público, mientras se peleaban a gritos por otras guerras crónicas que no eran las nuestras. Muchas veces, consciente del fatalismo del amor, se preguntaba cómo sería el encuentro que tarde o temprano iba a tener con él, y que ningún poder humano había de impedir, porque estaba inscrito desde siempre en el destino de ambos. Lo suponía como un altercado desigual, no sólo porque Fermina Daza lo había prevenido en las cartas sobre el carácter tempestuoso de su padre, sino porque él mismo había notado que sus ojos parecían coléricos hasta cuando reía a carcajadas en la mesa de juego. Todo él era un tributo a la ordinariez: la panza innoble, el habla enfática, las patillas de lince, las manos bastas con el anular sofocado por la montura de ópalo. Su único rasgo enternecedor, que Florentino Ariza reconoció desde la primera vez que lo vio caminar, era que tenía el mismo andar de venada de la hija. Sin embargo, cuando le indicó la silla para que se sentara no lo encontró tan áspero como parecía, y recobró el aliento cuando lo invitó a tomarse una copa de anisado. Florentino Ariza no lo había bebido nunca a las ocho de la mañana, pero aceptó agradecido, porque lo estaba necesitando con urgencia.
Florentino Ariza still had not recovered when Lorenzo Daza held him by the arm and steered him across the Plaza of the Cathedral to the arcaded gallery of the Parish Café and invited him to sit on the terrace. There were no other customers at that hour: a black woman was scrubbing the tiles in the enormous salon with its chipped and dusty stainedglass windows, and the chairs were still upside down on the marble tables. Florentino Ariza had often seen Lorenzo Daza gambling and drinking cask wine there with the Asturians from the public market, while they shouted and argued about other longstanding wars that had nothing to do with our own. Conscious of the fatality of love, he had often wondered how the meeting would be that he was bound to have with Lorenzo Daza sooner or later, the meeting that no human power could forestall because it had been inscribed in both their destinies forever. He had supposed it would be an unequal dispute, not only because Fermina Daza had warned him in her letters of her father′s stormy character, but because he himself had noted that his eyes seemed angry even when he was laughing at the gaming table. Everything about him was a testimony to crudeness: his ignoble belly, his emphatic speech, his lynx′s side-whiskers, his rough hands, the ring finger smothered by the opal setting. His only endearing trait, which Florentino Ariza recognized the first time he saw him walking, was that he had the same doe′s gait as his daughter. However, when he showed him the chair so that he could sit down, he did not find Lorenzo Daza as harsh as he appeared to be, and his courage revived when he invited him to have a glass of anisette. Florentino Ariza had never had a drink at eight o′clock in the morning, but he accepted with gratitude because his need for one was urgent.
Lorenzo Daza, en efecto, no tardó más de cinco minutos para dar sus razones, y lo hizo con una sinceridad desarmante que acabó de confundir a Florentino Ariza. A la muerte de su esposa se había impuesto el propósito único de hacer de la hija una gran dama. El camino era largo e incierto para un traficante de muías que no sabía leer ni escribir, y cuya reputación de cuatrero no estaba tan probada como bien difundida en la rovincia de San Juan de la Ciénaga. Encendió un tabaco de arriero, y se lamentó: "Lo único peor que la mala salud es la mala fama". Sin embargo, dijo, el verdadero secreto de su fortuna era que ninguna de sus muías trabajaba tanto y con tanta determinación como él mismo, aun en los tiempos más agrios de las guerras, cuando los pueblos amanecían en cenizas y los campos devastados. Aunque la hija no estuvo nunca al corriente de la premeditación de su destino, se comportaba como un cómplice entusiasta. Era inteligente y metódica, hasta el punto de que enseñó a leer al padre tan pronto como aprendió ella, y a los doce años tenía un dominio de la realidad que le hubiera bastado para llevar la casa sin necesidad de la tía Escolástica. Suspiró: "Es una muía de oro". Cuando la hija terminó la escuela primaria, con cinco en todo y mención de honor en el acto de clausura, él comprendió que el ámbito de San Juan de la Ciénaga le quedaba estrecho a sus ilusiones. Entonces liquidó tierras y animales, y se trasladó con ímpetus nuevos y setenta mil pesos oro a esta ciudad en ruinas y con sus glorias apolilladas, pero donde una mujer bella y educada a la antigua tenía aún la posibilidad de volver a nacer con un matrimonio de fortuna. La irrupción de Florentino Ariza había sido un tropiezo imprevisto en aquel plan encarnizado. "Así que he venido a hacerle una súplica", dijo Lorenzo Daza. Mojó el cabo del tabaco en el anisado, le dio una chupada sin humo, y concluyó con la voz afligida:
Lorenzo Daza, in fact, took no more than five minutes to say what he had to say, and he did so with a disarming sincerity that confounded Florentino Ariza. When his wife died he had set only one goal for himself: to turn his daughter into a great lady. The road was long and uncertain for a mule trader who did not know how to read or write and whose reputation as a horse thief was not so much proven as widespread in the province of San Juan de la Ciénaga. He lit a mule driver′s cigar and lamented: “The only thing worse than bad health is a bad name. He said, however, that the real secret of his fortune was that none of his mules worked as hard and with so much determination as he did himself, even during the bitterest days of the wars when the villages awoke in ashes and the fields in ruins. Although his daughter was never aware of the premeditation in her destiny, she behaved as if she were an enthusiastic accomplice. She was intelligent and methodical, to the point where she taught her father to read as soon as she herself learned to, and at the age of twelve she had a mastery of reality that would have allowed her to run the house without the help of her Aunt Escolástica. He sighed: “She′s a mule worth her weight in gold. When his daughter finished primary school with highest marks in every subject and honorable mention at graduation, he understood that San Juan de la Ciénaga was too narrow for his dreams. Then he liquidated lands and animals and moved with new impetus and seventy thousand gold pesos to this ruined city and its moth-eaten glories, where a beautiful woman with an old-fashioned upbringing still had the possibility of being reborn through a fortunate marriage. The sudden appearance of Florentino Ariza had been an unforeseen obstacle in his hard-fought plan. “So I have come to make a request of you, said Lorenzo Daza. He dipped the end of his cigar in the anisette, pulled on it and drew no smoke, then concluded in a sorrowful voice:
-Apártese de nuestro camino.
“Get out of our way.
Florentino Ariza lo había escuchado bebiendo a sorbos el aguardiente de anís, y tan absorto en la revelación del pasado de Fermina Daza que no se preguntó siquiera qué iba a decir cuando tuviera que hablar. Pero llegado el momento se dio cuenta de que cualquier cosa que dijera comprometía su destino.
Florentino Ariza had listened to him as he sipped his anisette, and was so absorbed in the disclosure of Fermina Daza′s past that he did not even ask himself what he was going to say when it was his turn to speak. But when the moment arrived, he realized that anything he might say would compromise his destiny.
-¿Usted habló con ella? -preguntó.
“Have you spoken to her? he asked.
-Eso no le incumbe a usted -dijo Lorenzo Daza.
“That doesn′t concern you, said Lorenzo Daza.
-Se lo pregunto -dijo Florentino Ariza- porque me parece que la que tiene que decidir es ella.
“I ask you the question, said Florentino Ariza, “because it seems to me that she is the one who has to decide.
-Nada de eso -dijo Lorenzo Daza-: esto es un asunto de hombres y se arregla entre hombres.
“None of that, said Lorenzo Daza. “This is a matter for men and it will be decided by men.
El tono se había vuelto amenazante, y un cliente de una mesa cercana se volvió a mirarlos. Florentino Ariza habló con la voz más tenue pero con la resolución más imperiosa de que fue capaz:
His tone had become threatening, and a customer who had just sat down at a nearby table turned to look at them. Florentino Ariza spoke in a most tenuous voice, but with the most imperious resolution of which he was capable:
-De todos modos -dijo- no puedo contestar nada sin saber qué piensa ella. Sería una traición.
“Be that as it may, I cannot answer without knowing what she thinks. It would be a betrayal.
Entonces Lorenzo Daza se echó hacia atrás en el asiento con los párpados enrojecidos y húmedos, y el ojo izquierdo giró en su órbita y quedó torcido hacia fuera. También bajó la voz.
Then Lorenzo Daza leaned back in his chair, his eyelids reddened and damp, and his left eye spun in its orbit and stayed twisted toward the outside. He, too, lowered his voice.
-No me fuerce a pegarle un tiro -dijo.
“Don′t force me to shoot you, he said.
Florentino Ariza sintió que las tripas se le llenaron de una espuma fría. Pero la voz no le tembló, porque también él se sintió iluminado por el Espíritu Santo.
Florentino Ariza felt his intestines filling with cold froth. But his voice did not tremble because he felt himself illuminated by the Holy Spirit.
-Pegúemelo -dijo, con la mano en el pecho-. No hay mayor gloria que morir por amor.
“Shoot me, he said, with his hand on his chest. “There is no greater glory than to die for love.
Lorenzo Daza tuvo que mirarlo de lado, como los loros, para encontrarlo con el ojo torcido. No pronunció las tres palabras sino que pareció escupirlas sílaba por sílaba:
Lorenzo Daza had to look at him sideways, like a parrot, to see him with his twisted eye. He did not pronounce the four words so much as spit them out, one by one: “Son of a bitch!
-¡Hi-jo-de-pu-ta!
That same week he took his daughter away on the journey that would make her forget.
Aquella misma semana se llevó a la hija al viaje del olvido. No le dio explicación alguna, sino que irrumpió en el dormitorio con los bigotes sucios por la cólera revuelta con el tabaco masticado, y le ordenó que hiciera el equipaje. Ella le preguntó para dónde iban, y él contestó: "Para la muerte". Asustada por aquella respuesta que se parecía demasiado a la verdad, trató de enfrentarlo con el coraje de los días anteriores, pero él se quitó el cinturón con la hebilla de cobre macizo, se la enroscó en el puño, y dio en la mesa un correazo que resonó en la casa como un disparo de rifle. Fermina Daza conocía muy bien el alcance y la ocasión de su propia fuerza, de modo que hizo un petate con dos esteras y una hamaca, y dos baúles grandes con todas sus ropas, segura de que era un viaje sin regreso. Antes de vestirse, se encerró en el baño y alcanzó a escribirle a Florentino Ariza una breve carta de adiós, en una hoja arrancada del cuadernillo de papel higiénico. Luego se cortó la trenza completa desde la nuca con las tijeras de podar, la enrolló dentro de un estuche de terciopelo bordado con hilos de oro, y la mandó junto con la carta.
He gave her no explanation at all, but burst into her bedroom, his mustache stained with fury and his chewed cigar, and ordered her to pack. She asked him where they were going, and he answered: “To our death. Frightened by a response that seemed too close to the truth, she tried to face him with the courage of a few days before, but he took off his belt with its hammered copper buckle, twisted it around his fist, and hit the table with a blow that resounded through the house like a rifle shot. Fermina Daza knew very well the extent and occasion of her own strength, and so she packed a bedroll with two straw mats and a hammock, and two large trunks with all her clothes, certain that this was a trip from which she would never return. Before she dressed, she locked herself in the bathroom and wrote a brief farewell letter to Florentino Ariza on a sheet torn from the pack of toilet paper. Then she cut off her entire braid at the nape of her neck with cuticle scissors, rolled it inside a velvet box embroidered with gold thread, and sent it along with the letter.
Fue un viaje demente. La sola etapa inicial en una caravana de arrieros andinos duró once jornadas a lomo de muía por las cornisas de la Sierra Nevada, embrutecidos por soles desnudos o ensopados por las lluvias horizontales de octubre, y casi siempre con el aliento petrificado por el vaho adormecedor de los precipicios. Al tercer día de camino, una muía enloquecida por los tábanos se desbarrancó con su jinete y arrastró consigo la cordada entera, y el alarido del hombre y su racimo de siete animales amarrados entre sí continuaba rebotando por cañadas y cantiles varias horas después del desastre, y siguió resonando durante años y años en la memoria de Fermina Daza. Todo su equipaje se despeñó con las muías, pero en el instante de siglos que duró la caída hasta que se extinguió en el fondo el alarido de pavor, ella no pensó en el pobre mulero muerto ni en la recua despedazada, sino en la desgracia de que su propia muía no estuviera también amarrada a las otras.
It was a demented trip. The first stage along the ridges of the Sierra Nevada, riding muleback in a caravan of Andean mule drivers, lasted eleven days, during which time they were stupefied by the naked sun or drenched by the horizontal October rains and almost always petrified by the numbing vapors rising from the precipices. On the third day a mule maddened by gadflies fell into a ravine with its rider, dragging along the entire line, and the screams of the man and his pack of seven animals tied to one another continued to rebound along the cliffs and gullies for several hours after the disaster, and continued to resound for years and years in the memory of Fermina Daza. All her baggage plunged over the side with the mules, but in the centuries- long instant of the fall until the scream of terror was extinguished at the bottom, she did not think of the poor dead mule driver or his mangled pack but of how unfortunate it was that the mule she was riding had not been tied to the others as well.
Era la primera vez que montaba, pero el terror y las penurias incontables del viaje no le hubieran parecido tan amargas de no haber sido por la certidumbre de que nunca más vería a Florentino Ariza ni tendría el consuelo de sus cartas. Desde el comienzo del viaje no había vuelto a dirigirle la palabra a su padre, y éste estaba tan confundido que apenas le hablaba en casos indispensables, o le mandaba recados con los muleros. Cuando tuvieron mejor suerte encontraron alguna fonda de vereda donde servían comidas de monte que ella se negaba a comer, y les alquilaban camas de lienzo ercudidas de sudores y orines rancios. Lo más frecuente, sin embargo, era pasar la noche en rancherías de indios, dormitorios públicos al aire libre construidos a la orilla de los caminos con hileras de horcones y techos de palma amarga, donde todo el que llegaba tenía derecho a quedarse hasta el amanecer. Fermina Daza no logró dormir una noche completa, sudando de miedo, sintiendo en la oscuridad el trajín de los viajeros sigilosos que amarraban sus bestias en los horcones y colgaban las hamacas donde podían.
It was the first time she had ever ridden, but the terror and unspeakable privations of the trip would not have seemed so bitter to her if it had not been for the certainty that she would never see Florentino Ariza again or have the consolation of his letters. She had not said a word to her father since the beginning of the trip, and he was so confounded that he hardly spoke to her even when it was an absolute necessity to do so, or he sent the mule drivers to her with messages. When their luck was good they found some roadside inn that served rustic food which she refused to eat, and rented them canvas cots stained with rancid perspiration and urine. But more often they spent the night in Indian settlements, in open-air public dormitories built at the side of the road, with their rows of wooden poles and roofs of bitter palm where every passerby had the right to stay until dawn. Fermina Daza could not sleep through a single night as she sweated in fear and listened in the darkness to the coming and going of silent travelers who tied their animals to the poles and hung their hammocks where they could.
Al atardecer, cuando llegaban los primeros, el lugar era despejado y tranquilo, pero amanecía transformado en una plaza de feria, con un hacinamiento de hamacas colgadas a distintos niveles, y aruacos de la sierra durmiendo en cuclillas, y el berrinche de los chivos amarrados y el alboroto de los gallos de pelea en sus guacales de faraones, y la mudez acezante de los perros montunos enseñados a no ladrar por los riesgos de la guerra. Aquellas penurias eran familiares a Lorenzo Daza, que había traficado por la región durante media vida, y casi siempre se encontraba con amigos viejos al amanecer. para la hija era una agonía perpetua. La hedentina de las cargas de bagre salado, sumada a la inapetencia propia de la añoranza, acabaron por estropearle el hábito de comer, y si no enloqueció de desesperación fue porque siempre encontró un alivio en el recuerdo de Florentino Ariza. No dudó de que aquella fuera la tierra del olvido.
At nightfall, when the first travelers would arrive, the place was uncrowded and peaceful, but by dawn it had been transformed into a fairground, with a mass of hammocks hanging at different levels and Aruac Indians from the mountains sleeping on their haunches, with the raging of the tethered goats, and the uproar of the fighting cocks in their pharaonic crates, and the panting silence of the mountain dogs, who had been taught not to bark because of the dangers of war. Those privations were familiar to Lorenzo Daza, who had trafficked through the region for half his life and almost always met up with old friends at dawn. For his daughter it was perpetual agony. The stench of the loads of salted catfish added to the loss of appetite caused by her grief, and eventually destroyed her habit of eating, and if she did not go mad with despair it was because she always found relief in the memory of Florentino Ariza. She did not doubt that this was the land of forgetting.
Otro terror constante era el de la guerra. Desde el principio del viaje se había hablado del peligro de encontrar patrullas desperdigadas, y los arrieros los habían instruido sobre los diversos modos de saber a qué bando pertenecían para que rocedieran en consecuencia. Era frecuente encontrar una partida de soldados de a caballo, al mando de un oficial, que hacía la leva de nuevos reclutas enlazándolos como novillos en plena carrera. Agobiada por tantos horrores, Fermina Daza se había olvidado de aquel que le parecía más legendario que inminente, hasta una noche en que una patrulla sin filiación conocida secuestró a dos viajeros de la caravana y los colgó de un campano a media legua de la ranchería. Lorenzo Daza no tenía nada que ver con ellos, pero los hizo descolgar y les dio cristiana sepultura en acción de gracias por no haber corrido igual suerte. No era para menos. Los asaltantes lo habían despertado con un cañón de escopeta en el vientre, y un comandante en harapos con la cara pintada de negro-humo, iluminándolo con una lámpara, le preguntó si era liberal o conservador.
Another constant terror was the war. Since the start of the journey there had been talk of the danger of running into scattered patrols, and the mule drivers had instructed them in the various ways of recognizing the two sides so that they could act accordingly. They often encountered squads of mounted soldiers under the command of an officer, who rounded up new recruits by roping them as if they were cattle on the hoof. Overwhelmed by so many horrors, Fermina Daza had forgotten about the one that seemed more legendary than imminent, until one night when a patrol of unknown affiliation captured two travelers from the caravan and hanged them from a campano tree half a league from the settlement. Lorenzo Daza did not even know them, but he had them taken down and he gave them a Christian burial in thanksgiving for not having met a similar fate. And he had reason: the assailants had awakened him with a rifle in his stomach, and a commander in rags, his face smeared with charcoal, had shone a light on him and asked him if he was Liberal or Conservative.
-Ni lo uno ni lo otro -dijo Lorenzo Daza-. Soy subdito español.
“Neither one or the other, said Lorenzo Daza. “I am a Spanish subject.
-¡Qué suerte! -dijo el comandante, y se despidió de él con la mano en alto-: ¡Viva el rey!
“What luck! said the commander, and he left with his hand raised in a salute. “Long live the King!
Dos días después bajaron a la llanura luminosa donde estaba asentada la alegre oblación de Valledupar. Había peleas de gallos en los patios, músicas de acordeones en las esquinas, jinetes en caballos de buena sangre, cohetes y campanas. Estaban armando un castillo de pirotecnia. Fermina Daza no se percató siquiera de la parranda. Se hospedaron en la casa del tío Lisímaco Sánchez, hermano de su madre, que había salido a recibirlos en el camino real al frente de una bulliciosa cabalgata de parientes juveniles montados en las bestias de mejor raza de toda la provincia, y los condujeron por las calles del pueblo en medio del fragor de los fuegos artificiales. La casa estaba en el marco de la Plaza Grande, junto a la iglesia colonial varias veces remendada, y parecía más bien una factoría de hacienda por los aposentos amplios y sombríos, y el corredor oloroso a guarapo caliente frente a un huerto de árboles frutales.
Two days later they descended to the luminous plain where the joyful town of Valledupar was located. There were cockfights in the patios, accordion music on the street corners, riders on thoroughbred horses, rockets and bells. A pyrotechnical castle was being assembled. Fermina Daza did not even notice the festivities. They stayed in the home of Uncle Lisímaco Sánchez, her mother′s brother, who had come out to receive them on the King′s Highway at the head of a noisy troop of young relatives riding the best-bred horses in the entire province, and they were led through the streets of the town to the accompaniment of exploding fireworks. The house was on the Grand Plaza, next to the colonial church that had been repaired several times, and it seemed more like the main house on a hacienda because of its large, somber rooms and its gallery that faced an orchard of fruit trees and smelled of hot sugarcane juice.
Tan pronto como desmontaron en las caballerizas, los salones de visita fueron desbordados por numerosos parientes desconocidos que hostigaban a Fermina Daza con sus efusiones insoportables, pues estaba impedida para querer a nadie más en este mundo, escaldada por la montura, muerta de sueño y con el vientre suelto, y lo único que ansiaba era un sitio solitario y quieto para llorar. Su prima Hildebranda Sánchez, dos años mayor que ella y con su misma altivez imperial, fue la única que comprendió su estado desde que la vio por primera vez, porque también ella se consumía en las brasas de un amor temerario. Al anochecer la llevó al dormitorio que había preparado para compartirlo con ella, y no pudo entender que estuviera viva con las úlceras de fuego de sus asentaderas. Ayudada por su madre, una mujer muy dulce y tan parecida al esposo como si fueran gemelos, le preparó un baño de asiento y le mitigó los ardores con compresas de árnica, mientras los truenos del castillo de pólvora estremecían los fundamentos de la casa.
No sooner had they dismounted in the stables than the reception rooms were overflowing with numerous unknown relatives whose unbearable effusiveness was a scourge to Fermina Daza, for she was incapable of ever loving anyone else in this world, she suffered from saddle burn, she was dying of fatigue and loose bowels, and all she longed for was a solitary and quiet place to cry. Her cousin Hildebranda Sánchez, two years older than she and with the same imperial haughtiness, was the only one who understood her condition as soon as she saw her, because she, too, was being consumed in the fiery coals of reckless love. When it grew dark she took her to the bedroom that she had prepared to share with her, and seeing the burning ulcers on her buttocks, she could not believe tha t she still lived. With the help of her mother, a very sweet woman who looked as much like her husband as if they were twins, she prepared a bath for her and cooled the burning with arnica compresses, while the thunder from the gunpowder castle shook the foundations of the house.
Hacia la medianoche se fueron las visitas, la fiesta pública se descompuso en varios rescoldos dispersos, y la prima Hildebranda le prestó a Fermina Daza un camisón de madapolán para dormir, y la ayudó a acostarse en una cama de sábanas tersas y almohadas de plumas que le infundieron de pronto el pánico instantáneo de la felicidad. Cuando por fin quedaron solas en el dormitorio, cerró la puerta con tranca y sacó de debajo de la estera de su cama un sobre de manila lacrado con los emblemas del Telégrafo Nacional. A Fermina Daza le bastó con ver la expresión de malicia radiante de la prima para que retoñara en la memoria de su corazón el olor pensativo de las gardenias blancas, antes de triturar el sello de lacre con los dientes y quedarse chapaleando hasta el amanecer en el pantano de lágrimas de los once telegramas desaforados.
At midnight the visitors left, the public fiesta scattered into smoldering embers, and Cousin Hildebranda lent Fermina Daza a madapollam nightgown and helped her to lie down in a bed with smooth sheets and feather pillows, and without warning she was filled with the instantaneous panic of happiness. When at last they were alone in the bedroom, Cousin Hildebranda bolted the door with a crossbar and from under the straw matting of her bed took out a manila envelope sealed in wax with the emblem of the national telegraph. It was enough for Fermina Daza to see her cousin′s expression of radiant malice for the pensive scent of white gardenias to grow again in her heart′s memory, and then she tore the red sealing wax with her teeth and drenched the eleven forbidden telegrams in a shower of tears until dawn.
Entonces lo supo. Antes de emprender el viaje, Lorenzo Daza había cometido el error de anunciarlo por telégrafo a su cuñado Lisímaco Sánchez, y éste a su vez había mandado la noticia a su vasta e intrincada parentela, diseminada en numerosos pueblos y veredas de la provincia. De modo que Florentino Ariza no sólo pudo averiguar el itinerario completo, sino que había establecido una larga hermandad de telegrafistas para seguir el rastro de Fermina Daza hasta la última ranchería del Cabo de la Vela. Esto le permitió mantener con ella una comunicación intensa desde que llegó a Valledupar, donde permaneció tres meses, hasta el término del viaje en Riohacha, un año y medio después, cuando Lorenzo Daza dio por hecho que la hija había por fin olvidado, y decidió volver a casa. Tal vez él mismo no era consciente de cuánto se había relajado su vigilancia, distraído como estaba con los halagos de los parientes políticos, que al cabo de tantos años habían depuesto sus prejuicios tribales y lo admitieron a corazón abierto como uno de los suyos. La visita fue una reconciliación tardía, aunque no hubiera sido ese el propósito. En efecto, la familia de Fermina Sánchez se había opuesto a toda costa a que ella se casara con un inmigrante sin origen, hablador y bruto, que siempre estaba de paso en todas partes, con un negocio de muías cerreras que parecía demasiado simple para ser limpio. Lorenzo Daza se jugaba a fondo, porque su pretendida era la más reciada de una familia típica de la región: una cábila intrincada de mujeres bravas y hombres de corazón tierno y gatillo fácil, perturbados hasta la demencia por el sentido del honor. Sin embargo, Fermina Sánchez se sentó en su capricho con la determinación ciega de los amores contrariados, y se casó con él a despecho de la familia, con tanta risa y tantos misterios, que pareció como si no lo hiciera por amor sino por cubrir con un manto sacramental algún descuido prematuro.
Then he knew. Before starting out on the journey, Lorenzo Daza had made the mistake of telegraphing the news to his brother- in-law Lisímaco Sánchez, and he in turn had sent the news to his vast and intricate network of kinfolk in numerous towns and villages throughout the province. So that Florentino Ariza not only learned the complete itinerary but also established an extensive brotherhood of telegraph operators who would follow the trail of Fermina Daza to the last settlement in Cabo de la Vela. This allowed him to maintain intensive communications with her from the time of her arrival in Valledupar, where she stayed three months, until the end of her journey in Riohacha, a year and a half later, when Lorenzo Daza took it for granted that his daughter had at last forgotten and he decided to return home. Perhaps he was not even aware of how much he had relaxed his vigilance, distracted as he was by the flattering words of the in-laws who after so many years had put aside their tribal prejudices and welcomed him with open arms as one of their own. The visit was a belated reconciliation, although that had not been its purpose. As a matter of fact, the family of Fermina Sánchez had been opposed in every way to her marrying an immigrant with no background who was a braggart and a boor and who was always traveling, trading his unbroken mules in a business that seemed too simple to be honest. Lorenzo Daza played for high stakes, because his sweetheart was the darling of a typical family of the region: an intricate tribe of wild women and softhearted men who were obsessed to the point of dementia with their sense of honor. Fermina Sánchez, however, settled on her desire with the blind determination of love when it is opposed, and she married him despite her family, with so much speed and so much secrecy that it seemed as if she had done so not for love but to cover over with a sacramental cloak some premature mistake.
Veinticinco años después, Lorenzo Daza no se daba cuenta de que su intransigencia con los amoríos de la hija era una repetición viciosa de su propia historia, y se dolía de su desgracia ante los mismos cuñados que se habían opuesto a él, como éstos se habían dolido en su momento ante los suyos. Sin embargo, el tiempo que él perdía en lamentos lo ganaba la hija en sus amores. Así, mientras él andaba castrando novillos y desbravando muías en las tierras venturosas de sus cuñados, ella se paseaba con la rienda suelta en un tropel de primas comandadas por Hildebranda Sánchez, la más bella y servicial, cuya pasión sin porvenir por un hombre veinte años mayor, casado y con hijos, se conformaba con miradas furtivas.
Twenty- five years later, Lorenzo Daza did not realize that his intransigence in his daughter′s love affair was a vicious repetition of his own past, and he complained of his misfortune to the same in-laws who had opposed him, as they had complained in their day to their own kin. Still, the time he spent in lamentation was time his daughter gained for her love affair. So that while he went about castrating calves and taming mules on the prosperous lands of his in- laws, she was free to spend time with a troop of female cousins under the command of Hildebranda Sánchez, the most beautiful and obliging of them all, whose hopeless passion for a married man, a father who was twenty years older than she, had to be satisfied with furtive glances.
Después de la prolongada estancia en Valledupar prosiguieron el viaje por las estribaciones de la sierra, a través de praderas floridas y mesetas de ensueño, y en todos los pueblos fueron recibidos como en el primero, con músicas y petardos, y con nuevas primas confabuladas y mensajes puntuales en las telegrafías. Bien pronto se dio cuenta Fermina Daza de que la tarde de su llegada a Valledupar no había sido distinta, sino que en aquella provincia feraz todos los días de la semana se vivían como si fueran de fiesta. Los visitantes dormían donde los sorprendiera la noche y comían donde los encontraba el hambre, pues eran casas de puertas abiertas donde siempre había una hamaca colgada y un sancocho de tres carnes hirviendo en el fogón, por si alguien llegaba antes que su telegrama de aviso, como ocurría casi siempre. Hildebranda Sánchez acompañó a la prima en el resto del viaje, guiándola con pulso alegre a través de las marañas de la sangre hasta sus fuentes de origen. Fermina Daza se reconoció, se sintió dueña de sí misma por primera vez, se sintió acompañada y protegida, con los ulmones colmados por un aire de libertad que le devolvió el sosiego y la voluntad de vivir. Aun en sus últimos años había de evocar aquel viaje, cada vez más reciente en la memoria, con la lucidez perversa de la nostalgia.
After their prolonged stay in Valledupar they continued their journey through the foothills of the mountains, crossing flowering meadows and dreamlike mesas, and in all the villages they were received as they had been in the first, with music and fireworks and new conspiratorial cousins and punctual messages in the telegraph offices. Fermina Daza soon realized that the afternoon of their arrival in Valledupar had not been unusual, but rather that in this fertile province every day of the week was lived as if it were a holiday. The visitors slept whereve r they happened to be at nightfall, and they ate wherever they happened to be hungry, for these were houses with open doors, where there was always a hammock hanging and a three-meat stew simmering on the stove in case guests arrived before the telegram announcing their arrival, as was almost always the case. Hildebranda Sánchez accompanied her cousin for the remainder of the trip, guiding her with joyful spirit through the tangled complexities of her blood to the very source of her origins. Fermina Daza learned about herself, she felt free for the first time, she felt herself befriended and protected, her lungs full of the air of liberty, which restored her tranquillity and her will to live. In her final years she would still recall the trip that, with the perverse lucidity of nostalgia, became more and more recent in her memory.
Una noche regresó del paseo diario aturdida por la revelación de que no sólo se podía ser feliz sin amor sino también contra el amor. La revelación la alarmó, porque una de sus primas había sorprendido una conversación de sus padres con Lorenzo Daza, en la que éste había sugerido la idea de concertar el matrimonio de su hija con el heredero único de la fortuna fabulosa de Cleofás Moscote. Fermina Daza lo conocía. Lo había visto caracoleando en las plazas sus caballos perfectos, con gualdrapas tan ricas que parecían ornamentos de misa, y era elegante y diestro, y tenía unas pestañas de soñador que hacían suspirar a las piedras, pero ella lo comparó con su recuerdo de Florentino Ariza sentado bajo los almendros del parquecito, pobre y escuálido, con el libro de versos en el regazo, y no encontró en su corazón ni una sombra de duda.
One night she came back from her daily walk stunned by the revelation that one could be happy not only without love, but despite it. The revelation alarmed her, because one of her cousins had sur prised her parents in conversation with Lorenzo Daza, who had suggested the idea of arranging the marriage of his daughter to the only heir to the fabulous fortune of Cleofás Moscote. Fermina Daza knew who he was. She had seen him in the plazas, pirouetting his perfect horses with trappings so rich they seemed ornaments used for the Mass, and he was elegant and clever and had a dreamer′s eyelashes that could make the stones sigh, but she compared him to her memory of poor emaciated Florentino Ariza sitting under the almond trees in the little park, with the book of verses on his lap, and she did not find even the shadow of a doubt in her heart.
Por aquellos días, Hildebranda Sánchez andaba delirando de ilusiones después de visitar a una pitonisa cuya clarividencia la había asombrado. Asustada por las intenciones de su padre, también Fermina Daza fue a consultarla. Las barajas le anunciaron que no había en su porvenir ningún obstáculo para un matrimonio largo y feliz, y aquel ronóstico le devolvió el aliento, porque no concebía que un destino tan venturoso pudiera ser con un hombre distinto del que amaba. Exaltada por esa certidumbre, asumió entonces el mando de su albedrío. Fue así como la correspondencia telegráfica con Florentino Ariza dejó de ser un concierto de intenciones y promesas ilusorias, y se volvió metódica y práctica, y más intensa que nunca. Fijaron fechas, establecieron modos, empeñaron sus vidas en la determinación común de casarse sin consultarlo con nadie, donde fuera y como fuera, tan pronto como volvieran a encontrarse. Fermina Daza consideraba tan severo este compromiso, que la noche en que su padre le dio permiso para que asistiera a su primer baile de adultos, en la población de Fonseca, a ella no le pareció decente aceptarlo sin el consentimiento de su prometido. Florentino Ariza estaba aquella noche en el hotel de paso, jugando barajas con Lotario Thugut, cuando le avisaron que tenía un llamado telegráfico urgente.
In those days Hildebranda Sánchez was delirious with hope after visiting a fortuneteller whose clairvoyance had astonished her. Dismayed by her father′s intentions, Fermina Daza also went to consult with her. The cards said there was no obstacle in her future to a long and happy marriage, and that prediction gave her back her courage because she could not conceive of such a fortunate destiny with any man other than the one she loved. Exalted by that certainty, she assumed command of her fate. That was how the telegraphic correspondence with Florentino Ariza stopped being a concerto of intentions and illusory promises and became methodical and practical and more intense than ever. They set dates, established means, pledged their lives to their mutual determination to marry without consulting anyone, wherever and however they could, as soon as they were together again. Fermina Daza considered this commitment so binding that the night her father gave her permission to attend her first adult dance in the town of Fonseca, she did not think it was decent to accept without the consent of her fiancé. Florentino Ariza was in the transient hotel that night, playing cards with Lotario Thugut, when he was told he had an urgent telegram on the line.
Era el telegrafista de Fonseca, que había enclavijado siete estaciones intermedias para que Fermina Daza pidiera el permiso de asistir al baile. Pero una vez que lo obtuvo, ella no se conformó con la simple respuesta afirmativa, sino que pidió una prueba de que en efecto era Florentino Ariza quien estaba operando el manipulador en el otro extremo de la línea. Más atónito que halagado, él compuso una frase de identificación: Dígale que se lo juro por la diosa coronada. Fermina Daza reconoció el santo y seña, y estuvo en su primer baile de adultos hasta las siete de la mañana, cuando debió cambiarse a las volandas para no llegar tarde a la misa. Para entonces tenía en el fondo del baúl más cartas y telegramas de cuantos le había quitado su padre, y había aprendido a comportarse con los modales de una mujer casada. Lorenzo Daza interpretó aquellos cambios de su modo de ser como una evidencia de que la distancia y el tiempo la habían restablecido de sus fantasías juveniles, pero nunca le planteó el proyecto del matrimonio concertado. Sus relaciones se hicieron fluidas, dentro de las reservas formales que ella le había impuesto desde la expulsión de la tía Escolástica, y esto les permitió una convivencia tan cómoda que nadie habría dudado de que estaba fundada en el cariño.
It was the telegraph operator from Fonseca, who had keyed in through seven intermediate stations so that Fermina Daza could ask permission to attend the dance. When she obtained it, however, she was not satisfied with the simple affirmative answer but asked for proof that in fact it was Florentino Ariza operating the telegraph key at the other end of the line. More astonished than flattered, he composed an identifying phrase: Tell her that I swear by the crowned goddess. Fermina Daza recognized the password and stayed at her first adult dance until seven in the morning, when she had to change in a rush in order not to be late for Mass. By then she had more letters and telegrams in the bottom of her trunk than her father had taken away from her, and she had learned to behave with the air of a married woman. Lorenzo Daza interpreted these changes in her manner as proof that distance and time had cured her of her juvenile fantasies, but he never spoke to her about his plans for the arranged marriage. Their relations had become fluid within the formal reserve that she had imposed since the expulsion of Aunt Escolástica, and this allowed them such a comfortable modus vivendi that no one would have doubted that it was based on affection.
Fue por esa época cuando Florentino Ariza decidió contarle en sus cartas que estaba empeñado en rescatar para ella el tesoro del galeón sumergido. Era cierto, y se le había ocurrido como un soplo de inspiración, una tarde de luz en que el mar parecía empedrado de aluminio por la cantidad de peces sacados a flote por el barbasco. Todas las aves del cielo se habían alborotado con la matanza, y los pescadores tenían que espantarlas con los remos para que no les disputaran los frutos de aquel milagro prohibido. El uso del barbasco, que sólo adormecía a los peces, estaba sancionado por la ley desde los tiempos de la Colonia, pero siguió siendo una práctica común a pleno día entre los pescadores del Caribe, hasta que fue sustituido por la dinamita. Una de las diversiones de Florentino Ariza, mientras duraba el viaje de Fermina Daza, era ver desde las escolleras cómo los pescadores cargaban sus cayucos con los enormes chinchorros de eces dormidos. Al mismo tiempo, una pandilla de niños que nadaban como tiburones edían a los curiosos que les echaran monedas para rescatarlas del fondo del agua. Eran los mismos que salían nadando con igual propósito al encuentro de los transatlánticos, y sobre los cuales se habían escrito tantas crónicas de viaje en Estados Unidos y Europa, por su maestría en el arte de bucear. Florentino Ariza los conocía desde siempre, aun antes que al amor, pero nunca se le había ocurrido que tal vez fueran capaces de sacar a flote la fortuna del galeón. Se le ocurrió esa tarde, y desde el domingo siguiente hasta el regreso de Fermina Daza, casi un año después, tuvo un motivo adicional de delirio.
It was at this time that Florentino Ariza decided to tell her in his letters of his determination to salvage the treasure of the sunken galleon for her. It was true, and it had come to him in a flash of inspiration one sunlit afternoon when the sea seemed paved with aluminum because of the numbers of fish brought to the surface by mullein. All the birds of the air were in an uproar because of the kill, and the fishermen had to drive them away with their oars so they would not have to fight with them for the fruits of that prohibited miracle. The use of the mullein plant to put the fish to sleep had been prohibited by law since colonial times, but it continued to be a common practice- among the fishermen of the Caribbean until it was replaced by dynamite. One of Florentino Ariza′s pastimes during Fermina Daza′s journey was to watch from the jetties as the fishermen loaded their canoes with enormo us nets filled with sleeping fish. At the same time, a gang of boys who swam like sharks asked curious bystanders to toss coins into the water so they could dive to the bottom for them. They were the same boys who swam out to meet the ocean liners for that purpose, and whose skill in the art of diving had been the subject of so many tourist accounts written in the United States and Europe. Florentino Ariza had always known about them, even before he knew about love, but it had never occurred to him that perhaps they might be able to bring up the fortune from the galleon. It occurred to him that afternoon, and from the following Sunday until Fermina Daza′s return almost a year later, he had an additional motive for delirium.
Euclides, uno de los niños nadadores, se alborotó tanto como él con la idea de una exploración submarina, después de conversar no más de diez minutos. Florentino Ariza no le reveló la verdad de su empresa sino que se informó a fondo sobre sus facultades de buzo y navegante. Le preguntó si podría descender sin aire a veinte metros de rofundidad, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si estaba en condiciones de llevar él solo un cayuco de pescador por la mar abierta en medio de una borrasca, sin más instrumentos que su instinto, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si sería capaz de localizar un lugar exacto a dieciséis millas náuticas al noroeste de la isla mayor del archipiélago de Sotavento, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si era capaz de navegar de noche orientándose por las estrellas, y Euclides le dijo que sí. Le preguntó si estaba dispuesto a hacerlo por el mismo jornal que le pagaban los pescadores por ayudarlos a escar, y Euclides le dijo que sí, pero con un recargo de cinco reales los domingos. Le preguntó si sabía defenderse de los tiburones, y Euclides le dijo que sí, pues tenía artificios mágicos para espantarlos. Le preguntó si era capaz de guardar un secreto aunque lo pusieran en las máquinas de tormentos del palacio de la Inquisición, y Euclides le dijo que sí, pues a nada le decía que no, y sabía decir que sí con tanta propiedad que no había modo de ponerlo en duda. Al final le hizo la cuenta de los gastos: el alquiler del cayuco, el alquiler del canalete, el alquiler de un recado de pescar para que nadie sospechara la verdad de sus incursiones. Había que llevar además la comida, un garrafón de agua dulce, una lámpara de aceite, un mazo de velas de sebo y un cuerno de cazador para pedir auxilio en caso de emergencia.
After talking to him for only ten minutes, Euclides, one of the boy swimmers, became as excited as he was at the idea of an underwater exploration. Florentino Ariza did not reveal the whole truth of the enterprise, but he informed himself thoroughly regarding his abilities as a diver and navigator. He asked him if he could descend without air to a depth of twenty meters, and Euclides told him yes. He asked him if he was prepared to sail a fisherman′s canoe by himself in the open sea in the middle of a storm with no instruments other than his instinct, and Euclides told him yes. He asked him if he could find a specific spot sixteen nautical miles to the northwest of the largest island in the Sotavento Archipelago, and Euclides told him yes. He asked him if he was capable of navigating by the stars at night, and Euclides told him yes. He asked him if he was prepared to do so for the same wages the fishermen paid him for helping them to fish, and Euclides told him yes, but with an additional five reales on Sundays. He asked him if he knew how to defend himself against sharks, and Euclides told him yes, for he had magic tricks to frighten them away. He asked him if he was able to keep a secret even if they put him in the torture chambers of the Inquisition, and Euclides told him yes, in fact he did not say no to anything, and he knew how to say yes with so much conviction that there was no way to doubt him. Then the boy reckoned expenses: renting the canoe, renting the canoe paddle, renting fishing equipment so that no one would suspect the truth behind their incursions. It was also necessary to take along food, a demijohn of fresh water, an oil lamp, a pack of tallow candles, and a hunter′s horn to call for help in case of emergency.
Tenía unos doce años, y era rápido y astuto, y hablador sin descanso, con un cuerpo de anguila que parecía hecho para pasar reptando por un ojo de buey. La intemperie le había curtido la piel hasta un punto en que era imposible imaginar su color original, y esto hacía parecer más radiantes sus grandes ojos amarillos. Florentino Ariza decidió de inmediato que era el cómplice perfecto para una aventura de semejantes caudales, y la emprendieron sin más trámites el domingo siguiente.
Euclides was about twelve years old, and he was fast and clever and an incessant talker, with an eel′s body that could slither through a bull′s-eye. The weather had tanned his skin to such a degree that it was impossible to imagine his original color, and this made his big yellow eyes seem more radiant. Florentino Ariza decided on the spot that he was the perfect companion for an adventure of such magnitude, and they embarked without further delay the following Sunday.
Zarparon del puerto de los pescadores al amanecer, bien provistos y mejor dispuestos. Euclides casi desnudo, apenas con el taparrabos que llevaba siempre, y Florentino Ariza con la levita, el sombrero de tinieblas, los botines charolados y el lazo de oeta en el cuello, y un libro para entretenerse en la travesía hasta las islas. Desde el primer domingo se dio cuenta de que Euclides era un navegante tan diestro como buen buzo, y de que tenía una versación asombrosa sobre la naturaleza del mar y la chatarra de la bahía. Podía referir con sus pormenores menos pensados la historia de cada cascarón de buque carcomido por el óxido, sabía la edad de cada boya, el origen de cualquier escombro, el número de eslabones de la cadena con que los españoles cerraban la entrada de la bahía. Temiendo que supiera también cuál era el propósito de su expedición, Florentino Ariza le hizo algunas preguntas maliciosas, y así se dio cuenta de que Euclides no tenía la menor sospecha del galeón hundido.
They sailed out of the fishermen′s port at dawn, well provisioned and better disposed, Euclides almost naked, with only the loincloth that he always wore, and Florentino Ariza with his frock coat, his tenebrous hat, his patent- leather boots, the poet′s bow at his neck, and a book to pass the time during the crossing to the islands. From the very first Sunday he realized that Euclides was as good a navigator as he was a diver, and that he had astonishing knowledge of the character of the sea and the debris in the bay. He could recount in the most unexpected detail the history of each rusting hulk of a boat, he knew the age of each buoy, the origin of every piece of rubbish, the number of links in the chain with which the Spaniards closed off the entrance of the bay. Fearing that he might also know the real purpose of his expedition, Florentino Ariza asked him sly questions and in this way realized that Euclides did not have the slightest suspicion about the sunken galleon.
Desde que oyó por primera vez el cuento del tesoro en el hotel de paso, Florentino Ariza se había informado de cuanto era posible sobre los hábitos de los galeones. Aprendió que el San José no estaba solo en el fondo de corales. En efecto, era la nave insignia de la Flota de Tierra Firme, y había llegado aquí después de mayo de 1708, rocedente de la feria legendaria de Portobello, en Panamá, donde había cargado parte de su fortuna: trescientos baúles con plata del Perú y Veracruz, y ciento diez baúles de erlas reunidas y contadas en la isla de Contadora. Durante el mes largo que permaneció aquí, cuyos días y noches habían sido de fiestas populares, cargaron el resto del tesoro destinado a sacar de pobreza al reino de España: ciento dieciséis baúles de esmeraldas de Muzo y Somondoco, y treinta millones de monedas de oro.
Ever since he had first heard the story of the treasure in the transient hotel, Florentino Ariza had learned all he could about the habits of galleons. He learned that the San José was not the only ship in the coral depths. It was, in fact, the flagship of the Terra Firma fleet, and had arrived here after May 1708, having sailed from the legendary fair of Portobello in Panama where it had taken on part of its fortune: three hundred trunks of silver from Peru and Veracruz, and one hundred ten trunks of pearls gathered and counted on the island of Contadora. During the long month it had remained here, the days and nights had been devoted to popular fiestas, and the rest of the treasure intended to save the Kingdom of Spain from poverty had been taken aboard: one hundred sixteen trunks of emeralds from Muzo and Somondoco and thirty million gold coins.
La Flota de Tierra Firme estaba integrada por no menos de doce bastimentos de distintos tamaños, y zarpó de este puerto viajando en conserva con una escuadra francesa, muy bien armada, que sin embargo no pudo salvar la expedición frente a los cañonazos certeros de la escuadra inglesa, al mando del comandante Carlos Wager, que la esperó en el archipiélago de Sotavento, a la salida de la bahía. De modo que el San José no era la única nave hundida, aunque no había una certeza documental de cuántas habían sucumbido y cuántas lograron escapar al fuego de los ingleses. De lo que no había duda era de que la nave insignia había sido de las primeras en irse a pique, con la tripulación completa y el comandante inmóvil en su alcázar, y que ella sola llevaba el cargamento mayor.
The Terra Firma fleet was composed of no less than twelve supply ships of varying sizes, and it set sail from this port traveling in a convoy with a French squadron that was heavily armed but still incapable of protecting the expedition from the accurate cannon shot of the English squadron under Commander Charles Wager, who waited for it in the Sotavento Archipelago, at the entrance to the bay. So the San José was not the only sunken vessel, although there was no reliable documented record of how many had succumbed and how many had managed to escape the English fire. What was certain was that the flagship had been among the first to sink, along with the entire crew and the commander standing straight on the quarterdeck, and that she alone carried most of the cargo.
Florentino Ariza había conocido la ruta de los galeones en las cartas de marear de la época, y creía haber determinado el sitio del naufragio. Salieron de la bahía por entre las dos fortalezas de la Boca Chica, y al cabo de cuatro horas de navegación entraron en el estanque interior del archipiélago, en cuyo fondo de corales podían cogerse con la mano las langostas dormidas. El aire era tan tenue, y el mar era tan sereno y diáfano, que Florentino Ariza se sintió como si fuera su propio reflejo en el agua. Al final del remanso, a dos horas de la isla mayor, estaba el sitio del naufragio.
Florentino Ariza had learned the route of the galleons from the navigation charts of the period, and he thought he had determined the site of the shipwreck. They left the bay between the two fortresses of Boca Chica, and after four hours of sailing they entered the interior still waters of the archipelago in whose coral depths they could pick up sleeping lobsters with their hands. The air was so soft and the sea so calm and clear that Florentino Ariza felt as if he were his own reflection in the water. At the far end of the backwater, two hours from the largest island, was the site of the shipwreck.
Congestionado por el sol infernal dentro del atuendo fúnebre, Florentino Ariza le indicó a Euclides que tratara de descender a veinte metros y le trajera cualquier cosa que encontrara en el fondo. El agua era tan clara que lo vio moverse debajo, como un tiburón ercudido entre los tiburones azules que se cruzaban con él sin tocarlo. Luego lo vio desaparecer en un matorral de corales, y justo cuando pensaba que no podía tener más aire oyó la voz a sus espaldas. Euclides estaba parado en el fondo, con los brazos levantados y el agua a la cintura. Así que siguieron buscando sitios más profundos, siempre hacia el norte, navegando por encima de las mantarrayas tibias, los calamares tímidos, los rosales de las tinieblas, hasta que Euclides comprendió que estaban erdiendo el tiempo.
Suffocating in his formal clothes under the infernal sun, Florentino Ariza indicated to Euclides that he should try to dive to a depth of twenty meters and bring back anything he might find at the bottom. The water was so clear that he saw him moving below like a tarnished shark among the blue ones that crossed his path without touching him. Then he saw him disappear into a thicket of coral, and just when he thought that he could not possibly have any more air in his lungs, he heard his voice at his back. Euclides was standing on the bottom, with his arms raised and the water up to his waist. And so they continued exploring deeper sites, always moving toward the north, sailing over the indifferent manta rays, the timid squid, the rosebushes in the shadows, until Euclides concluded that they were wasting their time.
-Si no me dice lo que quiere que encuentre, no sé cómo lo voy a encontrar -le dijo.
“If you don′t tell me what you want me to find, I don′t know how I am going to find it, he said.
Pero él no se lo dijo. Entonces Euclides le propuso que se quitara la ropa y bajara con él, aunque sólo fuera para ver ese otro cielo debajo del mundo que eran los fondos de corales. Pero Florentino Ariza solía decir que Dios había hecho el mar sólo para verlo por la ventana, y nunca aprendió a nadar. Poco después se nubló la tarde, el aire se volvió frío y húmedo, y oscureció tan pronto que debieron guiarse por el faro para encontrar el puerto. Antes de entrar en la bahía, vieron pasar muy cerca de ellos el transatlántico de Francia con todas las luces encendidas, enorme y blanco, que iba dejando un rastro de guiso tierno y coliflores hervidas.
But he did not tell him. Then Euclides proposed to him that he take off his clothes and dive with him, even if it was only to see that other sky below the world, the coral depths. But Florentino Ariza always said that God had made the sea to look at through the window, and he had never learned to swim. A short while later, the afternoon grew cloudy and the air turned cold and damp, and it grew dark with so little warning that they had to navigate by the lighthouse to find the port. Before they entered the bay, the enormous white ocean liner from France passed very close to them, all its lights blazing as it trailed a wake of tender stew and boiled cauliflower.
Así perdieron tres domingos, y habrían seguido perdiéndolos todos, si Florentino Ariza no hubiera resuelto compartir su secreto con Euclides. Éste modificó entonces todo el plan de la búsqueda, y se fueron a navegar por el antiguo canal de los galeones, que estaba a más de veinte leguas náuticas al oriente del lugar previsto por Florentino Ariza. Antes de dos meses, una tarde de lluvia en el mar, Euclides permaneció mucho tiempo en el fondo, y el cayuco había derivado tanto que tuvo que nadar casi media hora para alcanzarlo, pues Florentino Ariza no consiguió acercarlo con los remos. Cuando por fin logró abordarlo, se sacó de la boca y mostró como un triunfo de la perseverancia dos aderezos de mujer.
They wasted three Sundays in this way, and they would have continued to waste them all if Florentino Ariza had not decided to share his secret with Euclides, who then modified the entire search plan, and they sailed along the old channel of the galleons, more than twenty nautical leagues to the east of the spot Florentino Ariza had decided on. Less than two months had gone by when, one rainy afternoon out at sea, Euclides spent considerable time down on the bottom and the canoe drifted so much that he had to swim almost half an hour to reach it because Florentino Ariza could not row it closer to him. When at last he climbed on board, he took two pieces of woman′s jewelry out of his mouth and displayed them as if they were the prize for his perseverance.
Lo que entonces contó era tan fascinante, que Florentino Ariza se prometió aprender a nadar, y a sumergirse hasta donde fuera posible, sólo por comprobarlo con sus ojos. Contó que en aquel sitio, a sólo dieciocho metros de profundidad, había tantos veleros antiguos acostados entre los corales, que era imposible calcular siquiera la cantidad, y estaban diseminados en un espacio tan extenso que se perdían de vista. Contó que lo más sorprendente era que de las tantas carcachas de barcos que se encontraban a flote en la bahía, ninguna estaba en tan buen estado como las naves sumergidas. Contó que había varias carabelas todavía con las velas intactas, y que las naves hundidas eran visibles en el fondo, pues parecía como si se hubieran hundido con su espacio y su tiempo, de modo que allí seguían alumbradas por el mismo sol de las once de la mañana del sábado 9 de junio en que se fueron a pique. Contó, ahogándose por el propio ímpetu de su imaginación, que el más fácil de distinguir era el galeón San José, cuyo nombre era visible en la popa con letras de oro, pero que al mismo tiempo era la nave más dañada por la artillería de los ingleses. Contó haber visto adentro un pulpo de más de tres siglos de viejo, cuyos tentáculos salían por los portillos de los cañones, pero había crecido tanto en el comedor que para liberarlo habría que desguazar la nave. Contó que había visto el cuerpo del comandante con su uniforme de guerra flotando de costado dentro del acuario del castillo, y que si no había descendido a las bodegas del tesoro fue porque el aire de los pulmones no le había alcanzado. Ahí estaban las ruebas: un arete con una esmeralda, y una medalla de la Virgen con su cadena carcomida por el salitre.
What he recounted then was so fascinating that Florentino Ariza promised himself that he would learn to swim and dive as far under water as possible just so he could see it with his own eyes. He said that in that spot, only eighteen meters down, there were so many old sailing ships lying among the coral reefs that it was impossible to even calculate the number, and they were spread over so extensive an area that you could not see to the end of them. He said that the most surprising thing was that none of the old wrecks afloat in the bay was in such good condition as the sunken vessels. He said that there were several caravelles with their sails still intact, and that the sunken ships were visible even on the bottom, for it seemed as if they had sunk along with their own space and time, so that they were still illumined by the same eleven o′clock sun that was shining on Saturday, June 9, when they went down. Choking on the driving force of his imagination, he said that the easiest one to distinguish was the galleon San José, for its name could be seen on the poop in gold letters, but it was also the ship most damaged by English artillery. He said he had seen an octopus inside, more than three centuries old, whose tentacles emerged through the openings in the cannon and who had grown to such a size in the dining room that one would have to destroy the ship to free him. He said he had seen the body of the commander, dressed for battle and floating sideways inside the aquarium of the forecastle, and that if he had not dived down to the hold with all its treasure, it was because he did not have enough air in his lungs. There were the proofs: an emerald earring and a medal of the Virgin, the chain corroded by salt.
Esa fue la primera mención del tesoro que Florentino Ariza le hizo a Fermina Daza en una carta que le mandó a Fonseca poco antes de su regreso. La historia del galeón hundido le era familiar, porque ella le había oído hablar de él muchas veces a Lorenzo Daza, quien perdió tiempo y dinero tratando de convencer a una compañía de buzos alemanes que se asociaran con él para rescatar el tesoro sumergido. Habría persistido en la empresa, de no haber sido porque varios miembros de la Academia de la Historia lo convencieron de que la leyenda del galeón náufrago era inventada por algún virrey bandolero, que de ese modo se había alzado con los caudales de la Corona. En todo caso, Fermina Daza sabía que el galeón estaba a una profundidad de doscientos metros, donde ningún ser humano podía alcanzarlo, y no a los veinte metros que decía Florentino Ariza. Pero estaba tan acostumbrada a sus excesos poéticos, que celebró la aventura del galeón como uno de los mejor logrados. Sin embargo, cuando siguió recibiendo otras cartas con pormenores todavía más fantásticos, y escritos con tanta seriedad como sus promesas de amor, tuvo que confesarle a Hildebranda su temor de que el novio alucinado hubiera perdido el juicio.
That was when Florentino Ariza first mentioned the treasure to Fermina Daza in a letter he sent to Fonseca a short while before her return. The history of the sunken galleon was familiar to her because she had heard it many times from Lorenzo Daza, who had lost both time and money trying to convince a company of German divers to join with him in salvaging the sunken treasure. He would have persevered in the enterprise if several members of the Academy of History had not convinced him that the legend of the shipwrecked galleon had been invented by some brigand of a viceroy to hide his theft of the treasures of the Crown. In any case, Fermina Daza knew that the galleon lay beyond the reach of any human being, at a depth of two hundred meters, not the twenty claimed by Florentino Ariza. But she was so accustomed to his poetic excesses that she celebrated the adventure of the galleon as one of his most successful. Still, when she continued to receive other letters with still more fantastic details, written with as much seriousness as his promises of love, she had to confess to Hildebranda Sánchez her fear that her bedazzled sweetheart must have lost his mind.
Por esos días, Euclides había salido a flote con tantas pruebas de su fábula, que ya no era asunto de seguir triscando aretes y anillos desperdigados entre los corales, sino de capitalizar una empresa grande para rescatar el medio centenar de naves con la fortuna babilónica que llevaban dentro. Entonces ocurrió lo que tarde o temprano había de ocurrir, y fue que Florentino Ariza le pidió ayuda a su madre para llevar a buen término su aventura. A ella le bastó morder el metal de las joyas, y mirar a contraluz las iedras de vidrio, para darse cuenta de que alguien estaba medrando con el candor de su hijo. Euclides le juró de rodillas a Florentino Ariza que no había nada turbio en su negocio, pero no volvió a dejarse ver el domingo siguiente en el puerto de los escadores, ni nunca más en ninguna parte.
During this time Euclides had surfaced with so many proofs of his tale that it was no longer a question of playing with earrings and rings scattered amid the coral but of financing a major enterprise to salvage the fifty ships with their cargo of Babylonian treasure. Then what had to happen sooner or later happened: Florentino Ariza asked his mother for help in bringing his adventure to a successful conclusion. All she had to do was bite the metal settings and look at the gems made of glass against the light to realize that someone was taking advantage of her son′s innocence. Euclides went down on his knees and swore to Florentino Ariza that he had done nothing wrong, but he was not seen the following Sunday in the fishermen′s port, or anywhere else ever again.
Lo único que le quedó de aquel descalabro a Florentino Ariza, fue el refugio de amor del faro. Había llegado hasta allí en el cayuco de Euclides, una noche en que los sorprendió la tormenta en mar abierto, y desde entonces solía ir por las tardes a conversar con el farero sobre las incontables maravillas de la tierra y del agua que el farero sabía. Ese fue el principio de una amistad que sobrevivió a los muchos cambios del mundo. Florentino Ariza aprendió a alimentar la luz, primero con cargas de leña y luego con tinajas de aceite, antes de que nos Uegara la energía eléctrica. Aprendió a dirigirla y a aumentarla con los espejos, y en varias ocasiones en que el farero no pudo hacerlo se quedó vigilando las noches del mar desde la torre. Aprendió a conocer los barcos por sus voces, por el tamaño de sus luces en el horizonte, y a percibir que algo de ellos le llegaba de regreso en los relámpagos del faro.
The only thing Florentino Ariza salvaged from that disaster was the loving shelter of the lighthouse. He had gone there in Euclides′ canoe one night when a storm at sea took them by surprise, and from that time on he would go there in the afternoons to talk to the lighthouse keeper about the innumerable marvels on land and water that the keeper had knowledge of. It was the beginning of a friendship that survived the many changes in the world. Florentino Ariza learned to feed the fire, first with loads of wood and then with large earthen jars of oil, before electrical energy came to us. He learned to direct the light and augment it with mirrors, and orí several occasions, when the lighthouse keeper could not do so, he stayed to keep watch over the night at sea from the tower. He learned to know the ships by their voices, by the size of their lights on the horizon, and to sense that something of them came back to him in the flashing beacon of the lighthouse.
Durante el día el placer era otro, sobre todo los domingos. En el barrio de Los Virreyes, donde vivían los ricos de la ciudad vieja, las playas de las mujeres estaban separadas de las de los hombres por un muro de argamasa: una a la derecha y otra a la izquierda del faro. Así que el farero había instalado un catalejo con el cual podía contemplarse, mediante el pago de un centavo, la playa de las mujeres. Sin saberse observadas, las señoritas de sociedad se mostraban lo mejor que podían dentro de sus trajes de baño de grandes volantes, con zapatillas y sombreros, que ocultaban los cuerpos casi tanto como la ropa de calle, y eran además menos atractivos. Las madres las vigilaban desde la orilla, sentadas a pleno sol en mecedoras de mimbre con los mismos vestidos, los mismos sombreros de plumas, las mismas sombrillas de organza con que habían ido a la misa mayor, por temor de que los hombres de las playas vecinas las sedujeran por debajo del agua. La realidad era que a través del catalejo no podía verse más ni nada más excitante de lo que podía verse en la calle, pero eran muchos los clientes que acudían cada domingo a disputarse el telescopio por el puro deleite de robar los frutos insípidos del cercado ajeno.
During the day, above all on Sundays, there was another kind of pleasure. In the District of the Viceroys, where the wealthy people of the old city lived, the women′s beaches were separated from those of the men by a plaster wall: one lay to the right and the other to the left of the lighthouse. And so the lighthouse keeper installed a spyglass through which one could contemplate the women′s beach by paying a centavo. Without knowing they were being observed, the young society ladies displayed themselves to the best of their ability in ruffled bathing suits and slippers and hats that hid their bodies almost as much as their street clothes did and were less attractive besides. Their mothers, sitting out in the sun in wicker rocking chairs, wearing the same dresses, the same feathered hats, and holding the same organdy parasols as they had at High Mass, watched over them from the shore, for fear the men from the neighboring beaches would seduce their daughters under the water. The reality was that one could not see anything more, or anything more exciting, through the spyglass than one could see on the street, but there were many clients who came every Sunday to wrangle over the telescope for the pure delight of tasting the insipid forbidden fruits of the walled area that was denied them.
Florentino Ariza era uno de ellos, más por aburrimiento que por placer, pero no fue por ese atractivo adicional por lo que se hizo tan buen amigo del farero. El motivo real fue que después del desaire de Fermina Daza, cuando contrajo la fiebre de los amores desperdigados para tratar de reemplazarla, en ningún otro sitio diferente del faro vivió las horas más felices ni encontró un mejor consuelo para sus desdichas. Fue su lugar más amado. Tanto, que durante años estuvo tratando de convencer a su madre, y más tarde al tío León XII, de que lo ayudaran a comprarlo. Pues los faros del Caribe eran entonces de propiedad privada, y sus dueños cobraban el derecho de paso hacia el puerto según el tamaño de los barcos. Florentino Ariza pensaba que esa era la única manera honorable de hacer un buen negocio con la poesía, pero ni la madre ni el tío pensaban lo mismo, y cuando él pudo hacerlo con sus recursos ya los faros habían pasado a ser de propiedad del estado.
Florentino Ariza was one of them, more from boredom than for pleasure, but it was not because of that additional attraction that he became a good friend of the lighthouse keeper. The real reason was that after Fermina Daza rejected him, when he contracted the fever of many disparate loves in his effort to replace her, it was in the lighthouse and nowhere else that he lived his happiest hours and found the best consolation for his misfortunes. It was the place he loved most, so much so that for years he tried to convince his mother, and later his Uncle Leo XII, to help him buy it. For in those days the lighthouses in the Caribbean were private property, and their owners charged ships according to their size for the right to enter the port. Florentino Ariza thought that it was the only honorable way to make a profit out of poetry, but neither his mother nor his uncle agreed with him, and by the time he had the resources to do it on his own, the lighthouses had become the property of the state.
Ninguna de esas ilusiones fue vana, sin embargo. La fábula del galeón, y luego la novedad del faro, le fueron aliviando la ausencia de Fermina Daza, y cuando menos lo resentía le llegó la noticia del regreso. En efecto, después de una estancia prolongada en Riohacha, Lorenzo Daza había decidido volver. No era la época más benigna del mar, debido a los alisios de diciembre, y la goleta histórica, la única que se arriesgaba a la travesía, podía amanecer de regreso en el puerto de origen arrastrada por un viento contrario. Así fue. Fermina Daza había pasado una noche de agonía, vomitando bilis, amarrada a la litera de un camarote que parecía un retrete de cantina, no sólo por la estrechez opresiva sino por la pestilencia y el calor. El movimiento era tan fuerte que varias veces tuvo la impresión de que iban a reventarse las correas de la cama, desde la cubierta le llegaban retazos de unos gritos doloridos que parecían de naufragio, y los ronquidos de tigre de su padre en la litera contigua eran un ingrediente más del terror. Por primera vez en casi tres años pasó una noche en claro sin pensar un instante en Florentino Ariza, y en cambio él permanecía insomne en la hamaca de la trastienda contando uno a uno los minutos eternos que faltaban para que ella volviera. Al amanecer, el viento cesó de pronto y el mar se volvió plácido, y Fermina Daza se dio cuenta de que había dormido a pesar de los estragos del mareo, porque la despertó el estrépito de las cadenas del ancla. Entonces se quitó las correas y se asomó por la claraboya con la ilusión de descubrir a Florentino Ariza en el tumulto del puerto, pero lo que vio fueron las bodegas de la aduana entre las palmeras doradas por los primeros soles, y el muelle de tablones podridos de Riohacha, de donde la goleta había zarpado la noche anterior.
None of these dreams was in vain, however. The tale of the galleon and the novelty of the lighthouse helped to alleviate the absence of Fermina Daza, and then, when he least expected it, he received the news of her return. And in fact, after a prolonged stay in Riohacha, Lorenzo Daza had decided to come home. It was not the most benign season on the ocean, due to the December trade winds, and the historic schooner, the only one that would risk the crossing, might find itself blown by a contrary wind back to the port where it had started. And that is what happened. Fermina Daza spent an agonized night vomiting bile, strapped to her bunk in a cabin that resembled a tavern latrine not only because of its oppressive narrowness but also because of the pestilential stench and the heat. The motion was so strong that she had the impression several times that the straps on the bed would fly apart; on the deck she heard fragments of shouted lamentations that sounded like a shipwreck, and her father′s tigerish snoring in the next bunk added yet another ingredient to her terror. For the first time in almost three years she spent an entire night awake without thinking for even one moment of Florentino Ariza, while he, on the other hand, lay sleepless in his hammock in the back room, counting the eternal minutes one by one until her return. At dawn the wind suddenly died down and the sea grew calm, and Fermina Daza realized that she had slept despite her devastating seasickness, because the noise of the anchor chains awakened her. Then she loosened the straps and went to the porthole, hoping to see Florentino Ariza in the tumult of the port, but all she saw were the customs sheds among the palm trees gilded by the first rays of the sun and the rotting boards of the dock in Riohacha, where the schooner had set sail the night before.
El resto del día fue como una alucinación, en la misma, casa donde había estado hasta ayer, recibiendo las mismas visitas que la habían despedido, hablando de lo mismo, y aturdida por la impresión de estar viviendo de nuevo un pedazo de vida ya vivido. Era una repetición tan fiel, que Fermina Daza temblaba con la sola idea de que lo fuera también el viaje de la goleta, cuyo solo recuerdo le causaba pavor. Sin embargo, la única posibilidad distinta de regresar a casa eran dos semanas de muía por las cornisas de la sierra, y en condiciones aún más peligrosas que la primera vez, pues una nueva guerra civil iniciada en el estado andino del Cauca estaba ramificándose por las rovincias del Caribe. Así que a las ocho de la noche fue acompañada otra vez hasta el puerto por el mismo cortejo de parientes bulliciosos, con las mismas lágrimas de adioses y los mismos bultos de matalotaje de regalos de última hora que no cabían en los camarotes. En el momento de zarpar, los hombres de la familia despidieron la goleta con una salva de disparos al aire, y Lorenzo Daza les correspondió desde la cubierta con los cinco tiros de su revólver. La ansiedad de Fermina Daza se disipó muy pronto, porque el viento fue favorable toda la noche, y el mar tenía un olor de flores que la ayudó a bien dormir sin las correas de seguridad. Soñó que volvía a ver a Florentino Ariza, y que éste se quitó la cara que ella le había visto siempre, porque en realidad era una máscara, pero la cara real era idéntica. Se levantó muy temprano, intrigada por el enigma del sueño, y encontró a su padre bebiendo café cerrero con brandy en la cantina del capitán, con el ojo torcido por el alcohol, pero sin el menor indicio de incertidumbre por el regreso.
The rest of the day was like a hallucination: she was in the same house where she had been until yesterday, receiving the same visitors who had said goodbye to her, talking about the same things, bewildered by the impression that she was reliving a piece of life she had already lived. It was such a faithful repetition that Fermina Daza trembled at the thought that the schooner trip would be a repetition, too, for the mere memory of it terrified her. However, the only other possible means of returning home was two weeks on muleback over the mountains in circumstances even more dangerous than the first time, since a new civil war that had begun in the Andean state of Cauca was spreading throughout the Caribbean provinces. And so at eight o′clock that night she was once again accompanied to the port by the same troop of noisy relatives shedding the same tears of farewell and with the same jumble of last- minute gifts and packages that did not fit in the cabins. When it was time to sail, the men in the family saluted the schooner with a volley of shots fired into the air, and Lorenzo Daza responded from the deck with five shots from his revolver. Fermina Daza′s fears dissipated because the wind was favorable all night, and there was a scent of flowers at sea that helped her to sleep soundly without the safety straps. She dreamed that she was seeing Florentino Ariza again, and that he took off the face that she had always seen on him because in fact it was a mask, but his real face was identical to the false one. She got up very early, intrigued by the enigma of the dream, and she found her father drinking mountain coffee with brandy in the captain′s bar, his eye twisted by alcohol, but he did not show the slightest hint of uncertainty regarding their return.
Estaban entrando en el puerto. La goleta se deslizaba en silencio por el laberinto de veleros anclados en la ensenada del mercado público, cuya pestilencia se percibía desde varias leguas en el mar, y el alba estaba saturada de una llovizna tersa que muy ronto se descompuso en un aguacero de los grandes. Apostado en el balcón de la telegrafía, Florentino Ariza reconoció la goleta cuando atravesaba la bahía de Las Ánimas con las velas desalentadas por la lluvia y ancló frente al embarcadero del mercado. Había esperado el día anterior hasta las once de la mañana, cuando se enteró por un telegrama casual del retraso de la goleta por los vientos contrarios, y había vuelto a esperar aquel día desde las cuatro de la madrugada. Siguió esperando sin apartar la vista de las chalupas que conducían hasta la orilla a los escasos pasajeros que decidían desembarcar a pesar de la tormenta. La mayoría de ellos tenían que abandonar a mitad de camino la chalupa varada, y alcanzaban el embarcadero chapaleando en el lodazal. A las ocho, después de esperar en vano a que escampara, un cargador negro con el agua a la cintura recibió a Fermina Daza en la borda de la goleta y la llevó en brazos hasta la orilla, pero estaba tan ensopada que Florentino Ariza no pudo reconocerla.
They were coming into port. The schooner slipped in silence through the labyrinth of sailing ships anchored in the cove of the public market whose stench could be smelled several leagues out to sea, and the dawn was saturated by a steady drizzle that soon broke into a full-fledged downpour. Standing watch on the balcony of the telegraph office, Florentino Ariza recognized the schooner, its sails disheartened by the rain, as it crossed Las Ánimas Bay and anchored at the market pier. The morning before, he had waited until eleven o′clock, when he learned through a casual telegram of the contrary winds that had delayed the schooner, and on this day he had returned to his vigil at four o′clock in the morning. He continued to wait, not taking his eyes off the launch that carried ashore the few passengers who had decided to disembark despite the storm. Halfway across, the launch ran aground, and most of them had to abandon ship and splash through the mud to the pier. At eight o′clock, after they had waited in vain for the rain to stop, a black stevedore in water up to his waist received Fermina Daza at the rail of the schooner and carried her ashore in his arms, but she was so drenched that Florentino Ariza did not recognize her.
Ella misma no fue consciente de cuánto había madurado en el viaje, hasta que entró en la casa cerrada y emprendió de inmediato la tarea heroica de volver a hacerla vivióle, con la ayuda de Gala Placidia, la sirvienta negra, que volvió de su antiguo alenque de esclavos tan pronto como le avisaron del regreso. Fermina Daza no era ya la hija única, a la vez consentida y tiranizada por el padre, sino la dueña y señora de un imperio de polvo y telarañas que sólo podía ser rescatado por la fuerza de un amor invencible. No se amilanó, porque se sentía inspirada por un aliento de levitación que le hubiera alcanzado para mover el mundo. La misma noche del regreso, mientras tomaban chocolate con almojábanas en el mesón de la cocina, su padre delegó en ella los poderes para el gobierno de la casa, y lo hizo con el formalismo de un acto sacramental.
She herself was not aware of how much she had matured during the trip until she walked into her closed house and at once undertook the heroic task of making it livable again with the help of Gala Placidia, the black servant who came back from her old slave quarters as soon as she was told of their return. Fermina Daza was no longer the only child, both spoiled and tyrannized by her father, but the lady and mistress of an empire of dust and cobwebs that could be saved only by the strength of invincible love. She was not intimidated because she felt herself inspired by an exalted courage that would have enabled her to move the world. The very night of their return, while they were having hot chocolate and crullers at the large kitchen table, her father delegated to her the authority to run the house, and he did so with as much formality as if it were a sacred rite.
Te entrego las llaves de tu vida -le dijo.
“I turn over to you the keys to your life, he said.
Ella, con diecisiete años cumplidos, la asumió con pulso firme, consciente de que cada palmo de la libertad ganada era para el amor. Al día siguiente, después de una noche de malos sueños, padeció por primera vez la desazón del regreso, cuando abrió la ventana del balcón y volvió a ver la llovizna triste del parquecito, la estatua del héroe decapitado, el escaño de mármol donde Florentino Ariza solía sentarse con el libro de versos. Ya no pensaba en él como el novio imposible, sino como el esposo cierto a quien se debía por entero. Sintió cuánto pesaba el tiempo malversado desde que se fue, cuánto costaba estar viva, cuánto amor le iba a hacer falta para amar a su hombre como Dios mandaba. Se sorprendió de que no estuviera en el parquecito, como lo había hecho tantas veces a pesar de la lluvia, y de no haber recibido ninguna señal suya por ningún medio, ni siquiera por un presagio, y de pronto la estremeció la idea de que había muerto. Pero en seguida descartó el mal pensamiento, porque en el frenesí de los telegramas de los últimos días, ante la inminencia del regreso, habían olvidado concertar un modo de seguir comunicándose cuando ella volviera.
She, with all of her seventeen years behind her, accepted with a firm hand, conscious that every inch of liberty she won was for the sake of love. The next day, after a night of bad dreams, she suffered her first sense of displeasure at being home when she opened the balcony window and saw again the sad drizzle in the little park, the statue of the decapitated hero, the marble bench where Florentino Ariza used to sit with his book of verses. She no longer thought of him as the impossible sweetheart but as the certain husband to whom she belonged heart and soul. She felt the heavy weight of the time they had lost while she was away, she felt how hard it was to be alive and how much love she was going to need to love her man as God demanded. She was surprised that he was not in the little park, as he had been so many times despite the rain, and that she had received no sign of any kind from him, not even a premonition, and she was shaken by the sudden idea that he had died. But she put aside the evil thought at once, for in the recent frenzy of telegrams regarding her imminent return they had forgotten to agree on a way to continue communicating once she was home.
La verdad es que Florentino Ariza estaba seguro de que no había regresado, hasta que el telegrafista de Riohacha, le confirmó que se había embarcado el viernes en la misma goleta que no llegó el día anterior por los vientos contrarios. Así que el fin de semana estuvo acechando cualquier señal de vida en su casa, y desde el anochecer del lunes vio por las ventanas una luz ambulante que poco después de las nueve se apagó en el dormitorio del balcón. No durmió, presa de las mismas ansiedades de náuseas que perturbaron sus primeras noches de amor. Tránsito Ariza se levantó con los primeros gallos, alarmada de que el hijo hubiera salido al patio y no hubiera vuelto a entrar desde la media noche, y no lo encontró en la casa. Se había ido a errar por las escolleras, y estuvo recitando versos de amor contra el viento, llorando de júbilo, hasta que acabó de amanecer. A las ocho estaba sentado bajo los arcos del Café de la Parroquia, alucinado por la vigilia, tratando de concebir un modo de hacerle llegar su bienvenida a Fermina Daza, cuando se sintió sacudido por un estremecimiento sísmico que le desgarró las entrañas.
The truth is that Florentino Ariza was sure she had not returned, until the telegraph operator in Riohacha confirmed that they had embarked on Friday aboard the very same schooner that did not arrive the day before because of contrary winds, so that during the weekend he watched for any sign of life in her house, and at dusk on Monday he saw through the windows a light that moved through the house and was extinguished, a little after nine, in the bedroom with the balcony. He did not sleep, victim to the same fearful nausea that had disturbed his first nights of love. Tránsito Ariza arose with the first roosters, alarmed that her son had gone out to the patio at midnight and had not yet come back inside, and she did not find him in the ho use. He had gone to wander along the jetties, reciting love poetry into the wind and crying with joy until daybreak. At eight o′clock he was sitting under the arches of the Parish Café, delirious with fatigue, trying to think of how to send his welcome to Fermina Daza, when he felt himself shaken by a seismic tremor that tore his heart.
Era ella. Atravesaba la Plaza de la Catedral acompañada por Gala Placidia, que llevaba los canastos para las compras, y por primera vez iba vestida sin el uniforme escolar. Estaba más alta que cuando se fue, más perfilada e intensa, y con la belleza depurada por un dominio de persona mayor. La trenza había vuelto a crecerle, pero no la llevaba suelta en la espalda sino terciada sobre el hombro izquierdo, y aquel cambio simple la había despojado de todo rastro infantil. Florentino Ariza se quedó atónito en su sitio, hasta que la criatura de aparición acabó de cruzar la plaza sin apartar la vista de su camino. Pero el mismo poder irresistible que lo paralizaba lo obligó después a recipitarse en pos de ella cuando dobló la esquina de la catedral y se perdió en el tumulto ensordecedor de los vericuetos del comercio.
It was she, crossing the Plaza of the Cathedral, accompanied by Gala Placidia who was carrying the baskets for their marketing, and for the first time she was not wearing her school uniform. She was taller than when she had left, more polished and intense, her beauty purified by the restraint of maturity. Her braid had grown in, but instead of letting it hang down her back she wore it twisted over her left shoulder, and that simple change had erased all girlish traces from her. Florentino Ariza sat bedazzled until the child of his vision had crossed the plaza, looking to neither the left nor the right. But then the same irresistible power that had paralyzed him obliged him to hurry after her when she turned the corner of the Cathedral and was lost in the deafening noise of the market′s rough cobblestones.
La siguió sin dejarse ver, descubriendo los gestos cotidianos, la gracia, la madurez prematura del ser que más amaba en el mundo y al que veía por primera vez en su estado natural. Le asombró la fluidez con que se abría paso en la muchedumbre. Mientras Gala Placidia se daba encontronazos, y se le enredaban los canastos y tenía que correr para no perderla, ella navegaba en el desorden de la calle con un ámbito propio y un tiempo distinto, sin tropezar con nadie, como un murciélago en las tinieblas. Había estado muchas veces en el comercio con la tía Escolástica, pero siempre fueron compras menudas, pues su padre en persona se encargaba de abastecer la casa, y no sólo de muebles y comida, sino inclusive de las ropas de mujer. Así que aquella primera salida fue para ella una aventura fascinante idealizada en sus sueños de niña.
He followed her without letting himself be seen, watching the ordinary gestures, the grace, the premature maturity of the being he loved most in the world and whom he was seeing for the first time in her natural state. He was amazed by the fluidity with which she made her way through the crowd. While Gala Placidia bumped into people and became entangled in her baskets and had to run to keep up with her, she navigated the disorder of the street in her own time and space, not colliding with anyone, like a bat in the darkness. She had often been to the market with her Aunt Escolástica, but they made only minor purchases, since her father himself took charge of provisioning the household, not only with furniture and food but even with women′s clothing. So this first excursion was for her a fascinating adventure idealized in her girlhood dreams.
No prestó atención a los apremios de los culebreros que le ofrecían el jarabe para el amor eterno, ni a las súplicas de los mendigos tirados en los zaguanes con sus Hagas humeantes, ni al indio falso que trataba de venderle un caimán amaestrado. Hizo un recorrido largo y minucioso, sin rumbo pensado, con demoras que no tenían otro motivo que el deleite sin prisa en el espíritu de las cosas. Entró en cada portal donde hubiera algo que vender, y en todas partes encontró algo que aumentaba sus ansias de vivir. Gozó con el hálito de vetiver de los paños en los arcones, se envolvió en sedas estampadas, se rió de su propia risa al verse disfrazada de manóla con una peineta y un abanico de flores pintadas frente al espejo de cuerpo entero de El Alambre de Oro. En la bodega de ultramarinos destapó un barril de arenques en salmuera que le recordó las noches de nordeste, muy niña, en San Juan de la Ciénaga. Le dieron a probar una morcilla de Alicante que tenía un sabor de regaliz, y compró dos para el desayuno del sábado, y además unas pencas de bacalao y un frasco de grosellas en aguardiente. En la tienda de especias, por el puro placer del olfato, estrujó hojas de salvia y orégano en las almas de las manos, y compró un puñado de clavos de olor, otro de anís estrellado, y otros dos de jengibre y de enebro, y salió bañada en lágrimas de risa de tanto estornudar por los vapores de la pimienta de Cayena. En la botica francesa, mientras compraba jabones de Reuter y agua de benjuí, le pusieron detrás de la oreja un toque del perfume que estaba de moda en París, y le dieron una tableta desodorante para después de fumar.
She paid no attention to the urgings of the snake charmers who offered her a syrup for eternal love, or to the pleas of the beggars lying in doorways with their running sores, or to the false Indian who tried to sell her a trained alligator. She made a long and detailed tour with no planned itinerary, stopping with no other motive than her unhurried delight in the spirit of things. She entered every doorway where there was something for sale, and everywhere she found something that increased her desire to live. She relished the aroma of vetiver in the cloth in the great chests, she wrapped herself in embossed silks, she laughed at her own laughter when she saw herself in the full-length mirror in The Golden Wire disguised as a woman from Madrid, with a comb in her hair and a fan painted with flowers. In the store that sold imported foods she lifted the lid of a barrel of pickled herring that reminded her of nights in the northeast when she was a very little girl in San Juan de la Ciénaga. She sampled an Alicante sausage that tasted of licorice, and she bought two for Saturday′s breakfast, as well as some slices of cod and a jar of red currants in aguardiente. In the spice shop she crushed leaves of sage and oregano in the palms of her hands for the pure pleasure of smelling them, and bought a hand ful of cloves, another of star anise, and one each of ginger root and juniper, and she walked away with tears of laughter in her eyes because the smell of the cayenne pepper made her sneeze so much. In the French cosmetics shop, as she was buying Reuter soaps and balsam water, they put a touch of the latest perfume from Paris behind her ear and gave her a breath tablet to use after smoking.
Jugaba a comprar, es cierto, pero lo que de veras le hacía falta lo compraba sin más vueltas, con una autoridad que no permitía pensar que lo hiciera por primera vez, pues era consciente de que no compraba sólo para ella sino también para él, doce yardas de lino para los manteles de la mesa de ambos, el percal para las sábanas de bodas con el relente de los humores de ambos al amanecer, lo más exquisito de cada cosa para disfrutarlo juntos en la casa del amor. Pedía rebaja y sabía hacerlo, discutía con gracia y dignidad hasta obtener lo mejor, y pagaba con piezas de oro que los tenderos probaban por el puro gusto de oírlas cantar en el mármol del mostrador.
She played at buying, it is true, but what she really needed she bought without hesitation, with an authority that allowed no one to think that she was doing so for the first time, for she was conscious that she was buying not only for herself but for him as well: twelve yards of linen for their table, percale for the marriage sheets that by dawn would be damp with moisture from both their bodies, the most exquisite of everything for both of them to enjoy in the house of love. She asked for discounts and she got them, she argued with grace and dignity until she obtained the best, and she paid with pieces of gold that the shopkeepers tested for the sheer pleasure of hearing them sing against the marble counters.
Florentino Ariza la espiaba maravillado, la perseguía sin aliento, tropezó varias veces con los canastos de la criada que respondió a sus excusas con una sonrisa, y ella le había pasado tan cerca que él alcanzó a percibir la brisa de su olor, y si entonces no lo vio no fue porque no pudiera sino por la altivez de su modo de andar. Le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desordenaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa, No había perdido un gesto suyo, ni un indicio de su carácter, pero no se atrevía a acercársele por el temor de malograr el encanto. Sin embargo, cuando ella se metió en la bullaranga del Portal de los Escribanos, él se dio cuenta de que estaba arriesgándose a erder la ocasión anhelada durante años.
Florentino Ariza spied on her in astonishment, he pursued her breathlessly, he tripped several times over the baskets of the maid who responded to his excuses with a smile, and she passed so close to him that he could smell her scent, and if she did not see him then it was not because she could not but because of the haughty manner in which she walked. To him she seemed so beautiful, so seductive, so different from ordinary people, that he could not understand why no one was as disturbed as he by the clicking of her heels on the paving stones, why no one else′s heart was wild with the breeze stirred by the sighs of her veils, why everyone did not go mad with the movements of her braid, the flight of her hands, the gold of her laughter. He had not missed a single one of her gestures, not one of the indications of her character, but he did not dare approach her for fear of destroying the spell. Nevertheless, when she entered the riotous noise of the Arcade of the Scribes, he realized that he might lose the moment he had craved for so many years.
Fermina Daza compartía con sus compañeras de colegio la idea peregrina de que El Portal de los Escribanos era un lugar de perdición, vedado, por su puesto, a las señoritas decentes. Era una galería de arcadas frente a una plazoleta donde se estacionaban los coches de alquiler y las carretas de carga tiradas por burros, y donde se volvía más denso y bullicioso el comercio popular. El nombre le venía de la Colonia, porque allí se sentaban desde entonces los calígrafos taciturnos de chalecos de paño y medias mangas postizas, que escribían por encargo toda clase de documentos a precios de pobre: memoriales de agravio o de súplica, alegatos jurídicos, tarjetas de congratulación o de duelo, esquelas de amor en cualquiera de sus edades. No era de ellos, desde luego, de quienes le venía la mala reputación a aquel mercado fragoroso, sino de mercachifles más recientes que ofrecían por debajo del mostrador cuantos artificios equívocos llegaban de contrabando en los barcos de Europa, desde postales obscenas y pomadas alentadoras, hasta los célebres preservativos catalanes con crestas de iguanas que aleteaban cuando era del caso, o con flores en el extremo para que desplegaran sus pétalos a voluntad del usuario. Fermina Daza, poco diestra en el uso de la calle, se metió en el portal sin fijarse por dónde andaba, buscando una sombra de alivio para el sol bravo de las once.
Fermina Daza shared with her schoolmates the singular idea that the Arcade of the Scribes was a place of perdition that was forbidden, of course, to decent young ladies. It was an arcaded gallery across from a little plaza where carriages and freight carts drawn by donkeys were for hire, where popular commerce became noisier and more dense. The name dated from colonial times, when the taciturn scribes in their vests and false cuffs first began to sit there, waiting for a poor man′s fee to write all kinds of documents: memoranda of complaints or petition, legal testimony, cards of congratulation or condolence, love letters appropriate to any stage in an affair. They, of course, were not the ones who had given that thundering market its bad reputation but more recent peddlers who made illegal sales of all kinds of questionable merchandise smuggled in on European ships, from obscene postcards and aphrodisiac ointments to the famous Catalonian condoms with iguana crests that fluttered when circumstances required or with flowers at the tip that would open their petals at the will of the user. Fermina Daza, somewhat unskilled in the customs of the street, went through the Arcade without noticing where she was going as she searched for a shady refuge from the fierce eleven o′clock sun.
Se sumergió en la algarabía caliente de los limpiabotas y los vendedores de ájaros, de los libreros de lance y los curanderos y las pregoneras de dulces que anunciaban a gritos por encima de la bulla las cocadas de pina para las niñas, las de coco para los locos, las de panela para Micaela. Pero ella fue indiferente al estruendo, cautivada de inmediato por un papelero que estaba haciendo demostraciones de tintas mágicas de escribir, tintas rojas con el clima de la sangre, tintas con visos tristes para recados fúnebres, tintas fosforescentes para leer en la oscuridad, tintas invisibles que se revelaban con el resplandor de la lumbre. Ella las quería todas para jugar con Florentino Ariza, para asustarlo con su ingenio, pero al cabo de varias pruebas se decidió por un frasquito de tinta de oro. Luego fue con las dulceras sentadas detrás de sus grandes redomas, y compró seis dulces de cada clase, señalándolos con el dedo a través del cristal porque no lograba hacerse oír en la gritería: seis cabellitos de ángel, seis conservitas de leche, seis ladrillos de ajonjolí, seis alfajores de yuca, seis diabolines, seis iononos, seis bocaditos de la reina, seis de esto y seis de lo otro, seis de todo, y los iba echando en los canastos de la criada con una gracia irresistible, ajena por completo al tormento de los nubarrones de moscas sobre el almíbar, ajena al estropicio continuo, ajena al vaho de sudores rancios que reverberaban en el calor mortal. La despertó del hechizo una negra feliz con un trapo de colores en la cabeza, redonda y hermosa, que le ofreció un triángulo de pina pensartado en la punta de un cuchillo de carnicero. Ella lo cogió, se lo metió entero en la boca, lo saboreó, y estaba saboreándolo con la vista errante en la muchedumbre, cuando una conmoción la sembró en su sitio. A sus espaldas, tan cerca de su oreja que sólo ella pudo escucharla en el tumulto, había oído la voz:
She sank into the hot clamor of the shoeshine boys and the bird sellers, the hawkers of cheap books and the witch doctors and the sellers of sweets who shouted over the din of the crowd: pineapple sweets for your sweetie, coconut candy is dandy, brown-sugar loaf for your sugar. But, indifferent to the uproar, she was captivated on the spot by a paper seller who was demonstrating magic inks, red inks with an ambience of blood, inks of sad aspect for messages of condolence, phosphorescent inks for reading in the dark, invisible inks that revealed themselves in the light. She wanted all of them so she could amuse Florentino Ariza and astound him with her wit, but after several trials she decided on a bottle of gold ink. Then she went to the candy sellers sitting behind their big round jars and she bought six of each kind, pointing at the glass because she could not make herself heard over all the shouting: six angel hair, six tinned milk, six sesame seed bars, six cassava pastries, six chocolate bars, six blancmanges, six tidbits of the queen, six of this and six of that, six of everything, and she tossed them into the maid′s baskets with an irresistible grace and a complete detachment from the stormclouds of flies on the syrup, from the continual hullabaloo and the vapor of rancid sweat that reverberated in the deadly heat. She was awakened from the spell by a good-natured black woman with a colored cloth around her head who was round and handsome and offered her a triangle of pineapple speared on the tip of a butcher′s knife. She took it, she put it whole into her mouth, she tasted it, and was chewing it as her eyes wandered over the crowd, when a sudden shock rooted her on the spot. Behind her, so close to her ear that only she could hear it in the tumult, she heard his voice:
-Este no es un buen lugar para una diosa coronada.
“This is not the place for a crowned goddess.
Ella volvió la cabeza y vio a dos palmos de sus ojos los otros ojos glaciales, el rostro lívido, los labios petrificados de miedo, tal como los había visto en el tumulto de la misa del gallo la primera vez que él estuvo tan cerca de ella, pero a diferencia de entonces no sintió la conmoción del amor sino el abismo del desencanto. En un instante se le reveló completa la magnitud de su propio engaño, y se preguntó aterrada cómo había podido incubar durante tanto tiempo y con tanta sevicia semejante quimera en el corazón. Apenas alcanzó a pensar: "¡Dios mío, pobre hombre!". Florentino Ariza sonrió, trató de decir algo, trató de seguirla, pero ella lo borró de su vida con un gesto de la mano.
She turned her head and saw, a hand′s breadth from her eyes, those other glacial eyes, that livid face, those lips petrified with fear, just as she had seen them in the crowd at Midnight Mass the first time he was so close to her, but now, instead of the commotion of love, she felt the abyss of disenchantment. In an instant the magnitude of her own mistake was revealed to her, and she asked herself, appalled, how she could have nurtured such a chimera in her heart for so long and with so much ferocity. She just managed to think: My God, poor man! Florentino Ariza smiled, tried to say something, tried to follow her, but she erased him from her life with a wave of her hand.
-No, por favor -le dijo-. Olvídelo.
“No, please, she said to him. “Forget it.
Esa tarde, mientras su padre dormía la siesta, le mandó con Gala Placidia una carta de dos líneas: Hoy, al verlo, me di cuenta que lo nuestro no es más que una ilusión. La criada le llevó también sus telegramas, sus versos, sus camelias secas, y le idió que devolviera las cartas y los regalos que ella le había mandado: el misal de la tía Escolástica, las nervaduras de hojas de sus herbarios, el centímetro cuadrado del hábito de San Pedro Claver, las medallas de santos, la trenza de sus quince años con el lazo de seda del uniforme escolar. En los días siguientes, al borde de la locura, él le escribió numerosas cartas de desesperación, y asedió a la criada para que las llevara, pero ésta cumplió las instrucciones terminantes de no recibir nada más que los regalos devueltos. Insistió con tanto ahínco, que Florentino Ariza los mandó todos, salvo la trenza, que no quería devolver mientras Fermina Daza no la recibiera en persona para conversar aunque fuera un instante. No lo consiguió. Temiendo una determinación fatal de su hijo, Tránsito Ariza se bajó de su orgullo y le pidió a Fermina Daza que le concediera a ella una gracia de cinco minutos, y Fermina Daza la atendió un instante en el zaguán de su casa, de pie, sin invitarla a entrar y sin un mínimo de flaqueza. Dos días después, al término de una disputa con su madre, Florentino Ariza descolgó del muro de su dormitorio el nicho de cristal polvoriento donde tenía expuesta la trenza como una reliquia sagrada, y la misma Tránsito Ariza la devolvió en el estuche de terciopelo bordado con hilos de oro. Florentino Ariza no tuvo nunca más una oportunidad de ver a solas a Fermina Daza, ni de hablar a solas con ella en los tantos encuentros de sus muy largas vidas, hasta cincuenta y un años y nueve meses y cuatro días después, cuando le reiteró el juramento de fidelidad eterna y amor para siempre en su primera noche de viuda.
That afternoon, while her father was taking his siesta, she sent Gala Placidia with a two- line letter: “Today, when I saw you, I realized that what is between us is nothing more than an illusion. The maid also returned his telegrams, his verses, his dry camellias, and asked him to send back her letters and gifts, Aunt Escolástica′s missal, the veins of leaves from her herbariums, the square centimeter of the habit of St. Peter Clavier, the saints′ medals, the braid of her fifteenth year tied with the silk ribbon of her school uniform. In the days that followed, on the verge of madness, he wrote her countless desperate letters and besieged the maid to take them to her, but she obeyed her unequivocal instructions not to accept anything but the returned gifts. She insisted with so much zeal that Florentino Ariza sent them all back except the braid, which he would return only to Fermina Daza in person so they could talk, if just for a moment. But she refused. Fearing a decision fatal to her son, Tránsito Ariza swallowed her pride and asked Fermina Daza to grant her the favor of five minutes of her time, and Fermina Daza received her for a moment in the doorway of her house, not asking her to sit down, not asking her to come in, and without the slightest trace of weakening. Two days later, after an argument with his mother, Florentino Ariza took down from the wall of his room the stained- glass case where he displayed the braid as if it were a holy relic, and Tránsito Ariza herself returned it in the velvet box embroidered with gold thread. Florentino Ariza never had another opportunity to see or talk to Fermina Daza alone in the many chance encounters of their very long lives until fifty-one years and nine months and four days later, when he repeated his vow of eternal fidelity and everlasting love on her first night as a widow.
CHAPTER THREE
El doctor Juvenal Urbino había sido el soltero más apetecido a los veintiocho años. Regresaba de una larga estancia en París, donde hizo estudios superiores de medicina y cirugía, y desde que pisó tierra firme dio muestras abrumadoras de que no había perdido un minuto de su tiempo. Volvió más atildado que cuando se fue, más dueño de su índole, y ninguno de sus compañeros de generación parecía tan severo y tan sabio como él en su ciencia, pero tampoco había ninguno que bailara mejor la música de moda ni improvisara mejor en el piano. Seducidas por sus gracias personales y por la certidumbre de su fortuna familiar, las muchachas de su medio hacían rifas secretas para jugar a quedarse con él, y él jugaba también a quedarse con ellas, pero logró mantenerse en estado de gracia, intacto y tentador, hasta que sucumbió sin resistencia a los encantos lebeyos de Fermina Daza.
AT THE AGE of twenty-eight, Dr. Juvenal Urbino had been the most desirable of bachelors. He had returned from a long stay in Paris, where he had completed advanced studies in medicine and surgery, and from the time he set foot on solid ground he gave overwhelming indications that he had not wasted a minute of his time. He returned more fastidious than when he left, more in control of his nature, and none of his contemporaries seemed as rigorous and as learned as he in his science, and none could dance better to the music of the day or improvise as well on the piano. Seduced by his personal charms and by the certainty of his family fortune, the girls in his circle held secret lotteries to determine who would spend time with him, and he gambled, too, on being with them, but he managed to keep himself in a state of grace, intact and tempting, until he succumbed without resistance to the plebeian charms of Fermina Daza.
Le gustaba decir que aquel amor había sido el fruto de una equivocación clínica. Él mismo no podía creer que hubiera ocurrido, y menos en aquel momento de su vida, cuando todas sus reservas pasionales estaban concentradas en la suerte de su ciudad, de la cual había dicho con demasiada frecuencia y sin pensarlo dos veces que no había otra igual en el mundo. En París, paseando del brazo de una novia casual en un otoño tardío, le parecía imposible concebir una dicha más pura que la de aquellas tardes doradas, con el olor montuno de las castañas en los braseros, los acordeones lánguidos, los enamorados insaciables que no acababan de besarse nunca en las terrazas abiertas, y sin embargo, él se había dicho con la mano en el corazón que no estaba dispuesto a cambiar por todo eso un solo instante de su Caribe en abril. Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado. Pero cuando volvió a ver desde la baranda del barco el promontorio blanco del barrio colonial, los gallinazos inmóviles sobre los tejados, las ropas de pobres tendidas a secar en los balcones, sólo entonces comprendió hasta qué punto había sido una víctima fácil de las trampas caritativas de la nostalgia.
He liked to say that this love was the result of a clinical error. He himself could not believe tha t it had happened, least of all at that time in his life when all his reserves of passion were concentrated on the destiny of his city which, he said with great frequency and no second thoughts, had no equal in the world. In Paris, strolling arm in arm with a casual sweetheart through a late autumn, it seemed impossible to imagine a purer happiness than those golden afternoons, with the woody odor of chestnuts on the braziers, the languid accordions, the insatiable lovers kissing on the open terraces, and still he had told himself with his hand on his heart that he was not prepared to exchange all that for a single instant of his Caribbean in April. He was still too young to know that the heart′s memory eliminates the bad and magnifies the good, and that thanks to this artifice we manage to endure the burden of the past. But when he stood at the railing of the ship and saw the white promontory of the colonial district again, the motionless buzzards on the roofs, the washing of the poor hung out to dry on the balconies, only then did he understand to what extent he had been an easy victim to the charitable deceptions of nostalgia.
El barco se abrió paso en la bahía a través de una colcha flotante de animales ahogados, y la mayoría de los pasajeros se refugiaron en los camarotes huyendo de la estilencia. El joven médico bajó por la pasarela vestido de alpaca perfecta, con chaleco y guardapolvos, con una barba de Pasteur juvenil y el cabello dividido por una raya neta y pálida, y con dominio bastante para disimular el nudo de la garganta que no era de tristeza sino de terror. En el muelle casi desierto, custodiado por soldados descalzos sin uniforme, lo esperaban las hermanas y la madre con sus amigos más queridos. Los encontró macilentos y sin porvenir, a pesar de sus aires mundanos, y hablaban de la crisis y de la guerra civil como algo remoto y ajeno, pero todos tenían un temblor evasivo en la voz y una incertidumbre en las pupilas que traicionaban a las palabras. La que más lo conmovió fue la madre, una mujer todavía joven que se había impuesto en la vida con su. elegancia y su ímpetu social, y que ahora se marchitaba a fuego lento en el aura de alcanfor de sus crespones de viuda. Ella debió reconocerse en la turbación del hijo, pues se anticipó a preguntarle en defensa propia por qué venía con esa piel traslúcida como de arafina.
The ship made its way across the bay through a floating blanket of drowned animals, and most of the passengers took refuge in their cabins to escape the stench. The young doctor walked down the gangplank dressed in perfect alpaca, wearing a vest and dustcoat, with the beard of a young Pasteur and his hair divided by a neat, pale part, and with enough self-control to hide the lump in his throat caused not by terror but by sadness. On the nearly deserted dock guarded by barefoot soldiers without uniforms, his sisters and mother were waiting for him, along with his closest friends, whom he found insipid and without expectations despite their sophisticated airs; they spoke about the crisis of the civil war as if it were remote and foreign, but they all had an evasive tremor in their voices and an uncertainty in their eyes that belied their words. His mother moved him most of all. She was still young, a woman who had made a mark on life with her elegance and social drive, but who was now slowly withering in the aroma of camphor that rose from her widow′s crepe. She must have seen herself in her son′s confusion, and she asked in immediate self-defense why his skin was as pale as wax.
-Es la vida, madre -dijo él-. Uno se vuelve verde en París.
“It′s life over there, Mother, he said. “You turn green in Paris.
Poco después, ahogándose de calor junto a ella en el coche cerrado, no pudo soportar más la inclemencia de la realidad que se metía a borbotones por la ventanilla. El mar parecía de ceniza, los antiguos palacios de marqueses estaban a punto de sucumbir a la proliferación de los mendigos, y era imposible encontrar la fragancia ardiente de los jazmines detrás de los sahumerios de muerte de los albañales abiertos. Todo le pareció más pequeño que cuando se fue, más indigente y lúgubre, y había tantas ratas hambrientas en el muladar de las calles que los caballos del coche trastabillaban asustados. En el largo camino desde el puerto hasta su casa en el corazón del barrio de Los Virreyes, no encontró nada que le pareciera digno de sus nostalgias. Derrotado, volvió la cabeza para que no lo viera su madre, y se soltó a llorar en silencio.
A short while later, suffocating with the heat as he sat next to her in the closed carriage, he could no longer endure the unmerciful reality that came pouring in through the window. The ocean looked like ashes, the old palaces of the marquises were about to succumb to a proliferation of beggars, and it was impossible to discern the ardent scent of jasmine behind the vapors of death from the open sewers. Everything seemed smaller to him than when he left, poorer and sadder, and there were so many hungry rats in the rubbish heaps of the streets that the carriage horses stumbled in fright. On the long trip from the port to his house, located in the heart of the District of the Viceroys, he found nothing that seemed worthy of his nostalgia. Defeated, he turned his head away so that his mother would not see, and he began to cry in silence.
El antiguo palacio del Marqués de Casalduero, residencia histórica de los Urbino de la Calle, no era el que se mantenía más altivo en medio del naufragio. El doctor Juvenal Urbino lo descubrió con el corazón hecho trizas desde que entró por el zaguán tenebroso y vio la fuente polvorienta del jardín interior, y la maraña de monte sin flores por donde andaban las iguanas, y se dio cuenta de que faltaban muchas losas de mármol, y que otras estaban rotas, en la vasta escalera con barandales de cobre que conducía a las estancias principales. Su padre, un médico más abnegado que eminente, había muerto en la epidemia de cólera asiático que asoló a la población seis años antes, y con él había muerto el espíritu de la casa. Doña Blanca, la madre, sofocada por un luto previsto para ser eterno, había sustituido con novenarios vespertinos las célebres veladas líricas y los conciertos de cámara del marido muerto. Las dos hermanas, contra sus gracias naturales y su vocación festiva, eran carne de convento.
The former palace of the Marquis de Casalduero, historic residence of the Urbino de la Calle family, had not escaped the surround ing wreckage. Dr. Juvenal Urbino discovered this with a broken heart when he entered the house through the gloomy portico and saw the dusty fountain in the interior garden and the wild brambles in flower beds where iguanas wandered, and he realized that many marble flagstones were missing and others were broken on the huge stairway with its copper railings that led to the principal rooms. His father, a physician who was more self-sacrificing than eminent, had died in the epidemic of Asian cholera that had devastated the population six years earlier, and with him had died the spirit of the house. Doña Blanca, his mother, smothered by mourning that was considered eternal, had substituted evening novenas for her dead husband′s celebrated lyrical soirées and chamber concerts. His two sisters, despite their natural inclinations and festive vocation, were fodder for the convent.
El doctor Juvenal Urbino no durmió ni un instante la noche de su llegada, asustado por la oscuridad y el silencio, y rezó tres rosarios al Espíritu Santo y cuantas oraciones recordaba para conjurar calamidades y naufragios y toda clase de acechanzas de la noche, mientras un alcaraván que se metió por la puerta mal cerrada cantaba cada hora, a la hora en punto, dentro del dormitorio. Lo atormentaron los gritos alucinados de las locas en el vecino manicomio de la Divina Pastora, la gota inclemente del tinajero en el lebrillo cuya resonancia colmaba el ámbito de la casa, los pasos zancudos del alcaraván perdido en el dormitorio, su miedo congénito a la oscuridad, la presencia invisible del padre muerto en la vasta mansión dormida. Cuando el alcaraván cantó las cinco, junto con los gallos del vecindario, el doctor Juvenal Urbino se encomendó en cuerpo y alma a la Divina Providencia, porque no se sentía con ánimos para vivir un día más en su patria de escombros. Sin embargo, el afecto de los suyos, los domingos campestres, los halagos codiciosos de las solteras de su clase terminaron por mitigar las amarguras de la primera impresión. Fue habituándose poco a poco a los bochornos de octubre, a los olores excesivos, a los juicios prematuros de sus amigos, al mañana veremos, doctor, no se preocupe, hasta que terminó por rendirse a los hechizos de la costumbre. No tardó en concebir una justificación fácil para su abandono. Aquel era su mundo, se dijo, el mundo triste y opresivo que Dios le había deparado, y a él se debía.
Dr. Juvenal Urbino did not sleep at all on the night of his return; he was frightened by the darkness and the silence, and he said three rosaries to the Holy Spirit and all the prayers he could remember to ward off calamities and shipwrecks and all manner of night terrors, while a curlew that had come in through a half-closed door sang every hour on the hour in his bedroom. He was tormented by the hallucinating screams of the madwomen in the Divine Shepherdess Asylum next door, the harsh dripping from the water jar into the washbasin which resonated throughout the house, the long- legged steps of the curlew wandering in his bedroom, his congenital fear of the dark, and the invisible presence of his dead father in the vast, sleeping mansion. When the curlew sang five o′clock along with the local roosters, Dr. Juvenal Urbino commend ed himself body and soul to Divine Providence because he did not have the heart to live another day in his rubble-strewn homeland. But in time the affection of his family, the Sundays in the country, and the covetous attentions of the unmarried women of his class mitigated the bitterness of his first impression. Little by little he grew accustomed to the sultry heat of October, to the excessive odors, to the hasty judgments of his friends, to the We′ll see tomorrow, Doctor, don′t worry, and at last he gave in to the spell of habit. It did not take him long to invent an easy justification for his surrender. This was his world, he said to himself, the sad, oppressive world that God had provided for him, and he was responsible to it.
Lo primero que hizo fue tomar posesión del consultorio de su padre. Conservó en su sitio los muebles ingleses, duros y serios, cuyas maderas suspiraban con los hielos del amanecer, pero mandó para el desván los tratados de la ciencia virreinal y de la medicina romántica, y puso en los anaqueles vidriados los de la nueva escuela de Francia. Descolgó los cromos descoloridos, salvo el del médico disputándole a la muerte una enferma desnuda, y el juramento hipocrático impreso en letras góticas, y colgó en su lugar, junto al diploma único de su padre, los muchos y muy variados que él había obtenido con calificaciones óptimas en distintas escuelas de Europa.
The first thing he did was to take possession of his father′s office. He kept in place the hard, somber English furniture made of wood that sighed in the icy cold of dawn, but he consigned to the attic the treatises on viceregal science and romantic medicine and filled the bookshelves behind their glass doors with the writings of the new French school. He took down the faded pictures, except for the one of the physician arguing with Death for the nude body of a female patient, and the Hippocratic Oath printed in Gothic letters, and he hung in their place, next to his father′s only diploma, the many diverse ones he himself had received with highest honors from various schools in Europe.
Trató de imponer criterios novedosos en el Hospital de la Misericordia, pero no le fue tan fácil como le había parecido en sus entusiasmos juveniles, pues la rancia casa de salud se empecinaba en sus supersticiones atávicas, como la de poner las patas de las camas en potes con agua para impedir que se subieran las enfermedades, o la de exigir ropa de etiqueta y guantes de gamuza en la sala de cirugía, porque se daba por sentado que la elegancia era una condición esencial de la asepsia. No podían soportar que el joven recién llegado saboreara la orina del enfermo para descubrir la presencia de azúcar, que citara a Charcot y a Trousseau como si fueran sus compañeros de cuarto, que hacía en clase severas advertencias sobre los riesgos mortales de las vacunas y en cambio tenía una fe sospechosa en el nuevo invento de los supositorios. Tropezaba con todo: su espíritu renovador, su civismo maniático, su sentido del humor retardado en una tierra de guasones inmortales, todo lo que era en realidad sus virtudes más apreciables suscitaba el recelo de sus colegas mayores y las burlas solapadas de los jóvenes.
He tried to impose the latest ideas at Misericordia Hospital, but this was not as easy as it had seemed in his youthful enthusiasm, for the antiquated house of health was stubborn in its attachment to atavistic superstitions, such as standing beds in pots of water to prevent disease from climbing up the legs, or requiring evening wear and chamois gloves in the operating room because it was taken for granted that elegance was an essential condition for asepsis. They could not tolerate the young newcomer′s tasting a patient′s urine to determine the presence of sugar, quoting Charcot and Trousseau as if they were his roommates, issuing severe warnings in class against the mortal risks of vaccines while maintaining a suspicious faith in the recent invention of suppositories. He was in conflict with everything: his renovating spirit, his maniacal sense of civic duty, his slow humor in a land of immortal pranksters--everything, in fact, that constituted his most estimable virtues provoked the resentment of his older colleagues and the sly jokes of the younger ones.
Su obsesión era el peligroso estado sanitario de la ciudad. Apeló a las instancias más altas para que cegaran los albañales españoles, que eran un inmenso vivero de ratas, y se construyeran en su lugar alcantarillas cerradas cuyos desechos no desembocaran en la ensenada del mercado, como ocurría desde siempre, sino en algún vertedero distante. Las casas coloniales bien dotadas tenían letrinas con pozas sépticas, pero las dos terceras partes de la población hacinada en barracas a la orilla de las ciénagas hacía sus necesidades al aire libre. Las heces se secaban al sol, se convertían en polvo, y eran respiradas por todos con regocijos de pascua en las frescas y venturosas brisas de diciembre. El doctor juvenal Urbino trató de imponer en el Cabildo un curso obligatorio de capacitación para que los pobres aprendieran a construir sus propias letrinas. Luchó en vano para que las basuras no se botaran en los manglares, convertidos desde hacía siglos en estanques de putrefacción, y para que se recogieran por lo menos dos veces por semana y se incineraran en despoblado.
His obsession was the dangerous lack of sanitation in the city. He appealed to the highest authorities to fill in the Spanish sewers that were an immense breeding ground for rats, and to build in their place a closed sewage system whose contents would not empty into the cove at the market, as had always been the case, but into some distant drainage area instead. The well-equipped colonial houses had latrines with septic tanks, but two thirds of the population lived in shanties at the edge of the swamps and relieved themselves in the open air. The excrement dried in the sun, turned to dust, and was inhaled by everyone along with the joys of Christmas in the cool, gentle breezes of December. Dr. Juvenal Urbino attempted to force the City Council to impose an obligatory training course so that the poor could learn how to build their own latrines. He fought in vain to stop them from tossing garbage into the mangrove thickets that over the centuries had become swamps of putrefaction, and to have them collect it instead at least twice a week and incinerate it in some uninhabited area.
Era consciente de la acechanza mortal de las aguas de beber. La sola idea de construir un acueducto parecía fantástica, pues quienes hubieran podido impulsarla disponían de aljibes subterráneos donde se almacenaban bajo una espesa nata de verdín las aguas llovidas durante años. Entre los muebles más preciados de la época estaban los tinajeros de madera labrada cuyos filtros de piedra goteaban día y noche dentro de las tinajas. Para impedir que alguien bebiera en el mismo jarro de aluminio con que se sacaba el agua, éste tenía los bordes dentados como la corona de un rey de burlas. El agua era vidriada y fresca en la penumbra de la arcilla cocida, y dejaba un regusto de floresta. Pero el doctor Juvenal Urbino no incurría en estos engaños de purificación, pues sabía que a despecho de tantas precauciones el fondo de las tinajas era un santuario de gusarapos. Había pasado las lentas horas de su infancia contemplándolos con un asombro casi místico, convencido como tanta gente de entonces que los gusarapos eran los animes, unas criaturas sobrenaturales que cortejaban a las doncellas desde los sedimentos de las aguas pasmadas, y eran capaces de furiosas venganzas de amor. Había visto de niño los destrozos en la casa de Lazara Conde, una maestra de escuela que se atrevió a desairar a los animes, y había visto el reguero de vidrios en la calle y el montón de piedras que tiraron durante tres días y tres noches contra las ventanas. De modo que pasó mucho tiempo antes de que aprendiera que los gusarapos eran en realidad las larvas de los zancudos, pero lo aprendió para no olvidarlo jamás, porque desde entonces se dio cuenta de que no sólo ellos sino otros muchos animes malignos podían pasar intactos a través de nuestros candidos filtros de piedra.
He was aware of the mortal threat of the drinking water. The mere idea of building an aqueduct seemed fantastic, since those who might have supported it had underground cisterns at their disposal, where water rained down over the years was collected under a thick layer of scum. Among the most valued household articles of the time were carved wooden water collectors whose stone filters dripped day and night into large earthen water jars. To prevent anyone from drinking from the aluminum cup used to dip out the water, its edges were as jagged as the crown of a mock king. The water was crystalline and cool in the dark clay, and it tasted of the forest. But Dr. Juvenal Urbino was not taken in by these appearances of purity, for he knew that despite all precautions, the bottom of each earthen jar was a sanctuary for waterworms. He had spent the slow hours of his childhood watching them with an almost mystical astonishment, convinced along with so many other people at the time that waterworms were animes, supernatural creatures who, from the sediment in still water, courted young maidens and could inflict furious vengeance because of love. As a boy he had seen the havoc they had wreaked in the house of Lázara Conde, a schoolteacher who dared to rebuff the animes, and he had seen the watery trail of glass in the street and the mountain of stones they had thrown at her windows for three days and three nights. And so it was a long while before he learned that waterworms were in reality the larvae of mosquitoes, but once he learned it he never forgot it, because from that moment on he realized that they and many other evil animes could pass through our simple stone filters intact.
Al agua de los aljibes se atribuyó durante mucho tiempo, y a mucha honra, la hernia del escroto que tantos hombres de la ciudad soportaban no sólo sin pudor sino inclusive con una cierta insolencia patriótica. Cuando juvenal Urbino iba a la escuela primaria no lograba evitar un palpito de horror al ver a los potrosos sentados a la puerta de sus casas en las tardes de calor, abanicándose el testículo enorme como si fuera un niño dormido entre las piernas. Se decía que la hernia emitía un silbido de pájaro lúgubre en las noches de tormenta y se torcía con un dolor insoportable cuando quemaban cerca una pluma de gallinazo, pero nadie se quejaba de aquellos percances, porque una potra grande y bien llevada se lucía por encima de todo como un honor de hombre. Cuando el doctor Juvenal Urbino regresó de Europa ya conocía muy bien la falacia científica de estas creencias, pero estaban tan arraigadas en la superstición local que muchos se oponían al enriquecimiento mineral del agua de los aljibes por temor de que le quitaran su virtud de causar una potra honorable.
For a long time the water in the cisterns had been honored as the cause of the scrotal hernia that so many men in the city endured not only without embarrassment but with a certain patriotic insolence. When Juvenal Urbino was in elementary school, he could not avoid a spasm of horror at the sight of men with ruptures sitting in their doorways on hot afternoons, fanning their enormous testicle as if it were a child sleeping between their legs. It was said that the hernia whistled like a lugubrious bird on stormy nights and twisted in unbearable pain when a buzzard feather was burned nearby, but no one complained about those discomforts because a large, well-carried rupture was, more than anything else, a display of masculine honor. When Dr. Juvenal Urbino returned from Europe he was already well aware of the scientific fallacy in these beliefs, but they were so rooted in local superstition that many people opposed the mineral enrichment of the water in the cisterns for fear of destroying its ability to cause an honorable rupture.
Tanto como las impurezas del agua, al doctor Juvenal Urbino lo mantenía alarmado el estado higiénico del mercado público, una vasta extensión en descampado frente a la bahía de Las Ánimas, donde atracaban los veleros de las Antillas. Un viajero ilustre de la época lo describió como uno de los más variados del mundo. Era rico, en efecto, profuso y bullicioso, pero quizás también el más alarmante. Estaba asentado en su propio muladar, a merced de las veleidades del mar de leva, y era allí donde los eructos de la bahía devolvían a tierra las inmundicias de los albañales. También se arrojaban allí los desperdicios del matadero contiguo, cabezas destazadas, visceras odridas, basuras de animales que se quedaban flotando a sol y sereno en un pantano de sangre. Los gallinazos se los disputaban con las ratas y los perros en una rebatiña erpetua, entre los venados y los capones sabrosos de Sotavento colgados en los aleros de los barracones, y las legumbres primaverales de Arjona expuestas sobre esteras en el suelo. El doctor juvenal Urbino quería sanear el lugar, quería que hicieran el matadero en otra parte, que construyeran un mercado cubierto con cúpulas de vitrales como el que había conocido en las antiguas boquerías de Barcelona, donde las provisiones eran tan rozagantes y limpias que daba lástima comérselas. Pero aun los más complacientes de sus amigos notables se compadecían de su pasión ilusoria. Así eran: se pasaban la vida roclamando el orgullo de su origen, los méritos históricos de la ciudad, el precio de sus reliquias, su heroísmo y su belleza, pero eran ciegos a la carcoma de los años. El doctor Juvenal Urbino, en cambio, le tenía bastante amor para verla con los ojos de la verdad.
Impure water was not all that alarmed Dr. Juvenal Urbino. He was just as concerned with the lack of hygiene at the public market, a vast extension of cleared land along Las Ánimas Bay where the sailing ships from the Antilles would dock. An illustrious traveler of the period described the market as one of the most varied in the world. It was rich, in fact, and profuse and noisy, but also, perhaps, the most alarming of markets. Set on its own garbage heap, at the mercy of capricious tides, it was the spot where the bay belched filth from the sewers back onto land. The offal from the adjoining slaughterhouse was also thrown away there--severed heads, rotting viscera, animal refuse that floated, in sunshine and starshine, in a swamp of blood. The buzzards fought for it with the rats and the dogs in a perpetual scramble among the deer and succulent capons from Sotavento hanging from the eaves of the market stalls, and the spring vegetables from Arjona displayed on straw mats spread over the ground. Dr. Urbino wanted to make the place sanitary, he wanted a slaughterhouse built somewhere else and a covered market constructed with stained-glass turrets, like the one he had seen in the old boquerías in Barcelona, where the provisions looked so splendid and clean that it seemed a shame to eat them. But even the most complaisant of his notable friends pitied his illusory passion. That is how they were: they spent their lives proclaiming their proud origins, the historic merits of the city, the value of its relics, its heroism, its beauty, but they were blind to the decay of the years. Dr. Juvenal Urbino, on the other hand, loved it enough to see it with the eyes of truth.
-Cómo será de noble esta ciudad -decía- que tenemos cuatrocientos años de estar tratando de acabar con ella, y todavía no lo logramos.
“How noble this city must be, he would say, “for we have spent four hundred years trying to finish it off and we still have not succeeded,
Estaban a punto, sin embargo. La epidemia de cólera morbo, cuyas primeras víctimas cayeron fulminadas en los charcos del mercado, había causado en once semanas la más grande mortandad de nuestra historia. Hasta entonces, algunos muertos insignes eran sepultados bajo las losas de las iglesias, en la vecindad esquiva de los arzobispos y los capitulares, y los otros menos ricos eran enterrados en los patios de los conventos. Los pobres iban al cementerio colonial, en una colina de vientos separada de la ciudad por un canal de aguas áridas, cuyo puente de argamasa tenía una marquesina con un letrero esculpido por orden de algún alcalde clarividente: Lasciate ogni speranza voi Mentrate. En las dos primeras semanas del cólera el cementerio fue desbordado, y no quedó un sitio disponible en las iglesias, a pesar de que habían pasado al osario común los restos carcomidos de numerosos proceres sin nombre. El aire de la catedral se enrareció con los vapores de las criptas mal selladas, y sus puertas no volvieron a abrirse hasta tres años después, por la época en que Fermina Daza vio de cerca por primera vez a Florentino Ariza en la misa del gallo. El claustro del convento de Santa Clara quedó colmado hasta sus alamedas en la tercera semana, y fue necesario habilitar como cementerio el huerto de la comunidad, que era dos veces más grande. Allí excavaron sepulturas profundas para enterrar a tres niveles, de prisa y sin ataúdes, pero hubo que desistir de ellas porque el suelo rebosado se volvió como una esponja que rezumaba bajo las pisadas una sanguaza nauseabunda. Entonces se dispuso continuar los enterramientos en La Mano de Dios, una hacienda de ganado de engorde a menos de una legua de la ciudad, que más tarde fue consagrada como Cementerio Universal.
They almost had, however. The epidemic of cholera morbus, whose first victims were struck down in the standing water of the market, had, in eleven weeks, been responsible for the greatest death toll in our history. Until that time the eminent dead were interred under the flagstones in the churches, in the exclusive vicinity of archbishops and capitulars, while the less wealthy were buried in the patios of convents. The poor were sent to the colonial cemetery, located on a windy hill that was separated from the city by a dry canal whose mortar bridge bore the legend carved there by order of some clairvoyant mayor: Lasciate ogni speranza voi ch′entrate. After the first two weeks of the cholera epidemic, the cemetery was overflowing and there was no room left in the churches despite the fact that they had dispatched the decayed remains of many nameless civic heroes to the communal ossuary. The air in the Cathedral grew thin with the vapors from badly sealed crypts, and its doors did not open again until three years later, at the time that Fermina Daza saw Florentino Ariza at close quarters as she left Midnight Mass. By the third week the cloister of the Convent of St. Clare was full all the way to its poplar-lined walks, and it was necessary to use the Community′s orchard, which was twice as large, as a cemetery. There graves were dug deep enough to bury the dead on three levels, without delay and without coffins, but this had to be stopped because the brimming ground turned into a sponge that oozed sickening, infected blood at every step. Then arrangements were made to continue burying in The Hand of God, a cattle ranch less than a league from the city, which was later consecrated as the Universal Cemetery.
Desde que se proclamó el bando del cólera, en el alcázar de la guarnición local se disparó un cañonazo cada cuarto de hora, de día y de noche, de acuerdo con la superstición cívica de que la pólvora purificaba el ambiente. El cólera fue mucho más encarnizado con la población negra, por ser la más numerosa y pobre, pero en realidad no tuvo miramientos de colores ni linajes. Cesó de pronto como había empezado, y nunca se conoció el número de sus estragos, no porque fuera imposible establecerlo, sino porque una de nuestras virtudes más usuales era el pudor de las desgracias propias.
From the time the cholera proclamation was issued, the local garrison shot a cannon from the fortress every quarter hour, day and night, in accordance with the local superstition that gunpowder purified the atmosphere. The cholera was much more devastating to the black population, which was larger and poorer, but in reality it had no regard for color or background. It ended as suddenly as it had begun, and the extent of its ravages was never known, not because this was impossible to establish but because one of our most widespread virtues was a certain reticence concerning personal misfortune.
El doctor Marco Aurelio Urbino, padre de Juvenal, fue un héroe civil de aquellas jornadas infaustas, y también su víctima más notable. Por determinación oficial concibió y dirigió en persona la estrategia sanitaria, pero de su propia iniciativa acabó por intervenir en todos los asuntos del orden social, hasta el punto de que en los instantes más críticos de la peste no parecía existir ninguna autoridad por encima de la suya. Años después, revisando la crónica de aquellos días, el doctor Juvenal Urbino comprobó que el método de su padre había sido más caritativo que científico, y que de muchos modos era contrario a la razón, así que había favorecido en gran medida la voracidad de la peste. Lo comprobó con la compasión de los hijos a quienes la vida ha ido convirtiendo poco a poco en padres de sus padres, y por primera vez se dolió de no haber estado con el suyo en la soledad de sus errores. Pero no le regateó sus méritos: la diligencia y la abnegación, y sobre todo su valentía personal, le merecieron los muchos honores que le fueron rendidos cuando la ciudad se restableció del desastre, y su nombre quedó con justicia entre los de otros tantos proceres de otras guerras menos honorables.
Dr. Marco Aurelio Urbino, the father of Juvenal, was a civic hero during that dreadful time, as well as its most distinguished victim. By official decree he personally designed and directed public health measures, but on his own initiative he intervened to such an extent in every social question that during the most critical moments of the plague no higher authority seemed to exist. Years later, reviewing the chronicle of those days, Dr. Juvenal Urbino confirmed that his father′s methodology had been more charitable than scientific and, in many ways, contrary to reason, so that in large measure it had fostered the voraciousness of the plague. He confirmed this with the compassion of sons whom life has turned, little by little, into the fathers of their fathers, and for the first time he regretted not having stood with his father in the solitude of his errors. But he did not dispute his merits: his diligence and his self-sacrifice and above all his personal courage deserved the many honors rendered him when the city recovered from the disaster, and it was with justice that his name was found among those of so many other heroes of less honorable wars.
No vivió su gloria. Cuando reconoció en sí mismo los trastornos irreparables que había visto y compadecido en los otros, no intentó siquiera una batalla inútil, sino que se apartó del mundo para no contaminar a nadie. Encerrado solo en un cuarto de servicio del Hospital de la Misericordia, sordo al llamado de sus colegas y a la súplica de los suyos, ajeno al horror de los pestíferos que agonizaban por los suelos de los corredores desbordados, escribió para la esposa y los hijos una carta de amor febril, de gratitud por haber existido, en la cual se revelaba cuánto y con cuánta avidez había amado la vida. Fue un adiós de veintle pliegos desgarrados en los que se notaban los progresos del mal por el deterioro de la escritura, y no era necesario haber conocido a quien los había escrito para saber que la firma fue puesta con el último aliento. De acuerdo con sus disposiciones, el cuerpo ceniciento se confundió en el cementerio común, y no fue visto por nadie que lo amara.
He did not live to see his own glory. When he recognized in himself the irreversible symptoms that he had seen and pitied in others, he did not even attempt a useless struggle but withdrew from the world so as not to infect anyone else. Locked in a utility room at Misericordia Hospital, deaf to the calls of his colleagues and the pleas of his family, removed from the horror of the plague victims dying on the floor in the packed corridors, he wrote a letter of feverish love to his wife and children, a letter of gratitude for his existence in which he revealed how much and with how much fervor he had loved life. It was a farewell of twenty heartrending pages in which the progress of the disease could be observed in the deteriorating script, and it was not necessary to know the writer to realize that he had signed his name with his last breath. In accordance with his instructions, his ashen body was mingled with others in the communal cemetery and was not seen by anyone who loved him.
El doctor Juvenal Urbino recibió el telegrama tres días después en París, durante una cena de amigos, e hizo un brindis con champaña por la memoria de su padre. Dijo: "Era un hombre bueno". Más tarde había de reprocharse a sí mismo su falta de madurez: eludía la realidad para no llorar. Pero tres semanas después recibió una copia de la carta ostuma, y entonces se rindió a la verdad. De un golpe se le reveló a fondo la imagen del hombre al que había conocido antes que a otro ninguno, que lo había criado e instruido y había dormido y fornicado treinta y dos años con su madre, y sin embargo, nunca antes de esa carta se le había mostrado tal como era en cuerpo y alma, por pura y simple timidez. Hasta entonces, el doctor Juvenal Urbino y su familia habían concebido la muerte como un percance que les ocurría a los otros, a los padres de los otros, a los hermanos y los cónyuges ajenos, pero no a los suyos. Eran gentes de vidas lentas, a las cuales no se les veía volverse viejas, ni enfermarse ni morir, sino que iban desvaneciéndose poco a poco en su tiempo, volviéndose recuerdos, brumas de otra época, hasta que los asimilaba el olvido. La carta postuma de su padre, más que el telegrama con la mala noticia, lo mandó de bruces contra la certidumbre de la muerte. Y sin embargo, uno de sus recuerdos más antiguos, quizás a los nueve años, a los once años quizás, era en cierto modo una señal prematura de la muerte a través de su padre. Ambos se habían quedado en la oficina de la casa una tarde de lluvias, él dibujando alondras y girasoles con tizas de colores en las baldosas del piso, y su padre leyendo contra el resplandor de la ventana, con el chaleco desabotonado y ligas de caucho en las mangas de la camisa. De pronto interrumpió la lectura para rascarse la espalda con un rascador de mango largo que tenía una manita de plata en el extremo. Como no pudo, le idió al hijo que lo rascara con sus uñas, y él lo hizo con la rara sensación de no sentir su ropio cuerpo al ser rascado. Al final su padre lo miró por encima del hombro con una sonrisa triste.
Three days later, in Paris, Dr. Juvenal Urbino received a telegram during supper with friends, and he toasted the memory of his father with champagne. He said: “He was a good man. Later he would reproach himself for his lack of maturity: he had avoided reality in order not to cry. But three weeks later he received a copy of the posthumous letter, and then he surrendered to the truth. All at once the image of the man he had known before he knew any other was revealed to him in all its profundity, the man who had raised him and taught him and had slept and fornicated with his mother for thirty-two years and yet who, before that letter, had never revealed himself body and soul because of timidity, pure and simple. Until then Dr. Juvenal Urbino and his family had conceived of death as a misfortune that befell others, other people′s fathers and mothers, other people′s brothers and sisters and husbands and wives, but not theirs. They were people whose lives were slow, who did not see themselves growing old, or falling sick, or dying, but who disappeared little by little in their own time, turning into memories, mists from other days, until they were absorbed into oblivion. His father′s posthumous letter, more than the telegram with the bad news, hurled him headlong against the certainty of death. And yet one of his oldest memories, when he was nine years old perhaps, perhaps when he was eleven, was in a way an early sign of death in the person of his father. One rainy afternoon the two of them were in the office his father kept in the house; he was drawing larks and sunflowers with colored chalk on the tiled floor, and his father was reading by the light shining through the window, his vest unbuttoned and elastic armbands on his shirt sleeves. Suddenly he stopped reading to scratch his back with a long-handled back scratcher that had a little silver hand on the end. Since he could not reach the spot that itched, he asked his son to scratch him with his nails, and as the boy did so he had the strange sensation of not feeling his own body. At last his father looked at him over his shoulder with a sad smile.
-Si yo me muero ahora -le dijo- apenas si te acordarás de mí cuando tengas mi edad.
“If I died now, he said, “you would hardly remember me when you are my age.
Lo dijo sin ningún motivo visible, y el ángel de la muerte flotó un instante en la penumbra fresca de la oficina, y volvió a salir por la ventana dejando a su paso un reguero de plumas, pero el niño no las vio. Habían pasado más de veinte años desde entonces y Juvenal Urbino iba a tener muy pronto la edad que había tenido su padre aquella tarde. Se sabía idéntico a él, y a la conciencia de serlo se había sumado ahora la conciencia sobrecogedora de ser tan mortal como él.
He said it for no apparent reason, and the angel of death hovered for a moment in the cool shadows of the office and flew out again through the window, leaving a trail of feathers fluttering in his wake, but the boy did not see them. More than twenty years had gone by since then, and Juvenal Urbino would very soon be as old as his father was that afternoon. He knew he was identical to him, and to that awareness had now been added the awful consciousness that he was also as mortal.
El cólera se le convirtió en una obsesión. No sabía de él mucho más de lo aprendido de rutina en algún curso marginal, y le había parecido inverosímil que sólo treinta años antes hubiera causado en Francia, inclusive en París, más de ciento cuarenta mil muertos. Pero después de la muerte de su padre aprendió todo cuanto se podía aprender sobre las diversas formas del cólera, casi como una penitencia para apaciguar su memoria, y fue alumno del epidemiólogo más destacado de su tiempo y creador de los cordones sanitarios, el profesor Adrien Proust, padre del grande novelista. De modo que cuando volvió a su tierra y sintió desde el mar la pestilencia del mercado, y vio las ratas en los albañales y los niños revolcándose desnudos en los charcos de las calles, no sólo comprendió que la desgracia hubiera ocurrido, sino que tuvo la certeza de que iba a repetirse en cualquier momento.
Cholera became an obsession for him. He did not know much more about it than he had learned in a routine manner in some marginal course, when he had found it difficult to believe that only thirty years before, it had been responsible for more than one hundred forty thousand deaths in France, including Paris. But after the death of his father he learned all there was to know about the different forms of cholera, almost as a penance to appease his memory, and he studied with the most outstanding epidemiologist of his time and the creator of the cordons sanitaires, Professor Adrien Proust, father of the great novelist. So that when he returned to his country and smelled the stench of the market while he was still out at sea and saw the rats in the sewers and the children rolling naked in the puddles on the streets, he not only understood how the tragedy had occurred but was certain that it would be repeated at any moment.
No pasó mucho tiempo. Antes de un año, sus alumnos del Hospital de la Misericordia le pidieron que los ayudara con un enfermo de caridad que tenía una rara coloración azul en todo el cuerpo. Al doctor Juvenal Urbino le bastó con verlo desde la puert para reconocer al enemigo. Pero hubo suerte: el enfermo había llegado tres días antes en una goleta de Curazao y había ido a la consulta externa del hospital por sus ropios medios, y no parecía probable que hubiera contagiado a nadie. En todo caso, el doctor Juvenal Urbino previno a sus colegas, consiguió que las autoridades dieran la alarma a los puertos vecinos para que se localizara y se pusiera en cuarentena a la goleta contaminada, y tuvo que moderar al jefe militar de la plaza, que quería decretar la ley marcial y aplicar de inmediato la terapéutica del cañonazo cada cuarto de hora.
The moment was not long in coming. In less than a year his students at Misericordia Hospital asked for his help in treating a charity patient with a strange blue coloration all over his body. Dr. Juvenal Urbino had only to see him from the doorway to recognize the enemy. But they were in luck: the patient had arrived three days earlier on a schooner from Curaçao and had come to the hospital clinic by himself, and it did not seem probable that he had infected anyone else. In any event, Dr. Juvenal Urbino alerted his colleagues and had the authorities warn the neighboring ports so that they could locate and quarantine the contaminated schooner, and he had to restrain the military commander of the city who wanted to declare martial law and initiate the therapeutic strategy of firing the cannon every quarter hour.
-Economice esa pólvora para cuando vengan los liberales -le dijo de buen talante-. Ya no estamos en la Edad Media.
“Save that powder for when the Liberals come, he said with good humor. “We are no longer in the Middle Ages.
El enfermo murió a los cuatro días, ahogado por un vómito blanco y granuloso, pero en las semanas siguientes no fue descubierto ningún otro caso a pesar de la alerta constante. Poco después, el Diario del Comercio publicó la noticia de que dos niños habían muerto de cólera en distintos lugares de la ciudad. Se comprobó que uno de ellos tenía disentería común, pero el otro, una niña de cinco años, parecía haber sido, en efecto, víctima del cólera. Sus padres y tres hermanos fueron separados y puestos en cuarentena individual, y todo el barrio fue sometido a una vigilancia médica estricta. Uno de los niños contrajo el cólera y se recuperó muy pronto, y toda la familia volvió a casa cuando pasó el peligro. Once casos más se registraron en el curso de tres meses, y al quinto hubo un recrudecimiento alarmante, pero al término del año se consideró que los riesgos de una epidemia habían sido conjurados. Nadie puso en duda que el rigor sanitario del doctor Juvenal Urbino, más que la suficiencia de sus pregones, había hecho posible el prodigio. Desde entonces, y hasta muy avanzado este siglo, el cólera fue endémico no sólo en la ciudad sino en casi todo el litoral del Caribe y la cuenca de La Magdalena, pero no volvió a recrudecerse como epidemia. La alarma sirvió para que las advertencias del doctor Juvenal Urbino fueran atendidas con más seriedad por el poder úblico. Se impuso la cátedra obligatoria del cólera y la fiebre amarilla en la Escuela de Medicina, y se entendió la urgencia de cerrar los albañales y construir un mercado distante del muladar. Sin embargo, el doctor Urbino no se preocupó entonces por reclamar su victoria ni se sintió con ánimos para perseverar en sus misiones sociales, porque él mismo estaba entonces con un ala rota, atolondrado y disperso, y decidido a cambiarlo todo y a olvidarse de todo lo demás en la vida por el relámpago de amor de Fermina Daza.
The patient died in four days, choked by a grainy white vomit, but in the following weeks no other case was discovered despite constant vigilance. A short while later, TheCommercial Daily published the news that two children had died of cholera in different locations in the city. It was learned that one of them had had common dysentery, but the other, a girl of five, appeared to have been, in fact, a victim of cholera. Her parents and three brothers were separated and placed under individual quarantine, and the entire neighborhood was subjected to strict medical supervision. One of the children contracted cholera but recovered very soon, and the entire family returned home when the danger was over. Eleven more cases were reported in the next three months, and in the fifth there was an alarming outbreak, but by the end of the year it was believed that the danger of an epidemic had been averted. No one doubted that the sanitary rigor of Dr. Juvenal Urbino, more than the efficacy of his pronouncements, had made the miracle possible. From that time on, and well into this century, cholera was endemic not only in the city but along most of the Caribbean coast and the valley of the Magdalena, but it never again flared into an epidemic. The crisis meant that Dr. Juvenal Urbino′s warnings were heard with greater serious ness by public officials. They established an obligatory Chair of Cholera and Yellow Fever in the Medical School, and realized the urgency of closing up the sewers and building a market far from the garbage dump. By that time, however, Dr. Urbino was not concerned with proclaiming victory, nor was he moved to persevere in his social mission, for at that moment one of his wings was broken, he was distracted and in disarray and ready to forget everything else in life, because he had been struck by the lightning of his love for Fermina Daza.
Fue, en efecto, el fruto de una equivocación clínica. Un médico amigo, que creyó vislumbrar los síntomas premonitorios del cólera en una paciente de dieciocho años, le idió al doctor Juvenal Urbino que fuera a visitarla. Fue esa misma tarde, alarmado por la posibilidad de que la peste hubiera entrado en el santuario de la ciudad vieja, pues todos los casos hasta entonces habían sido en los barrios marginales, y casi todos entre la oblación negra. Encontró otras sorpresas menos ingratas. La casa, a la sombra de los almendros del parque de Los Evangelios, parecía desde fuera tan destruida como las otras del recinto colonial, pero adentro había un orden de belleza y una luz atónita que parecía de otra edad del mundo. El zaguán daba directo sobre un patio sevillano, cuadrado y blanco de cal reciente, con naranjos florecidos y el piso empedrado con los mismos azulejos de las paredes. Había un rumor invisible de agua continua, macetas de claveles en las cornisas y jaulas de pájaros raros en las arcadas. Los más raros, en una jaula muy grande, eran tres cuervos que al sacudir las alas saturaban el patio de un erfume equívoco. Varios perros encadenados en algún lugar de la casa empezaron a ladrar de pronto, enloquecidos por el olor del extraño, pero un grito de mujer los hizo callar en seco, y numerosos gatos saltaron de todas partes y se escondieron entre las flores, asustados por la autoridad de la voz. Entonces se hizo un silencio tan diáfano, que a través del desorden de los pájaros y las sílabas del agua en la piedra se percibía el aliento desolado del mar.
It was, in fact, the result of a clinical error. A physician who was a friend of his thought he detected the warning symptoms of cholera in an eighteen-year-old patient, and he asked Dr. Juvenal Urbino to see her. He called that very afternoon, alarmed at the possibility that the plague had entered the sanctuary of the old city, for all the cases until that time had occurred in the poor neighborhoods, and almost all of those among the black population. He encountered other, less unpleasant, surprises. From the outside, the house, shaded by the almond trees in the Park of the Evangels, appeared to be in ruins, as did the others in the colonial district, but inside there was a harmony of beauty and an astonishing light that seemed to come from another age. The entrance opened directly into a square Sevillian patio that was white with a recent coat of lime and had flowering orange trees and the same tiles on the floor as on the walls. There was an invisible sound of running water, and pots with carnations on the cornices, and cages of strange birds in the arcades. The strangest of all were three crows in a very large cage, who filled the patio with an ambiguous perfume every time they flapped their wings. Several dogs, chained elsewhere in the house, began to bark, maddened by the scent of a stranger, but a woman′s shout stopped them dead, and numerous cats leapt all around the patio and hid among the flowers, frightened by the authority in the voice. Then there was such a diaphanous silence that despite the disorder of the birds and the syllables of water on stone, one could hear the desolate breath of the sea.
Estremecido por la certidumbre de la presencia física de Dios, el doctor Juvenal Urbino pensó que una casa como aquella era inmune a la peste. Siguió a Gala Placidia por el corredor de arcos, pasó frente a la ventana del costurero donde Florentino Ariza vio por primera vez a Fermina Daza cuando el patio estaba todavía en escombros, subió por las escaleras de mármoles nuevos hasta el segundo piso, y esperó a ser anunciado antes de entrar en el dormitorio de la enferma. Pero Gala Placidia volvió a salir con un recado:
Shaken by the conviction that God was present, Dr. Juvenal Urbino thought that such a house was immune to the plague. He followed Gala Placidia along the arcaded corridor, passed by the window of the sewing room where Florentino Ariza had seen Fermina Daza for the first time, when the patio was still a shambles, climbed the new marble stairs to the second floor, and waited to be announced before going into the patient′s bedroom. But Gala Placidia came out again with a message:
-La señorita dice que no puede entrar ahora porque su papá no está en la casa.
“The señorita says you cannot come in now because her papa is not at home.
Así que volvió a las cinco de la tarde, de acuerdo con la indicación de la criada ′ y Lorenzo Daza en persona le abrió el portón y lo condujo hasta el dormitorio de la hija. Permaneció sentado en la penumbra del rincón, con los brazos cruzados y haciendo esfuerzos vanos por dominar la respiración farragosa, mientras duró el examen. No era fácil saber quién estaba más cohibido, si el médico con su tacto púdico o la enferma con su recato de virgen dentro del camisón de seda, pero ninguno miró al otro a los ojos, sino que él preguntaba con voz impersonal y ella respondía con voz trémula, ambos endientes del hombre sentado en la penumbra. Al final, el doctor Juvenal Urbino le pidió a la enferma que se sentara, y le abrió la camisa de dormir hasta la cintura con un cuidado exquisito: el pecho intacto y altivo, de pezones infantiles, resplandeció un instante como un fogonazo en las sombras de la alcoba, antes de que ella se apresurara a ocultarlo con los brazos cruzados. Imperturbable, el médico le apartó los brazos sin mirarla, y le hizo la auscultación directa con la oreja contra la piel, primero el pecho y luego la espalda.
And so he returned at five in the afternoon, in accordance with the maid′s instructions, and Lorenzo Daza himself opened the street door and led him to his daughter′s bedroom. There he remained, sitting in a dark corner with his arms folded, and making futile efforts to control his ragged breathing during the examination. It was not easy to know who was more constrained, the doctor with his chaste touch or the patient in the silk chemise with her virgin′s modesty, but neither one looked the other in the eye; instead, he asked questions in an impersonal voice and she responded in a tremulous voice, both of them very conscious of the man sitting in the shadows. At last Dr. Juvenal Urbino asked the patient to sit up, and with exquisite care he opened her nightdress down to the waist; her pure high breasts with the childish nipples shone for an instant in the darkness of the bedroom, like a flash of gunpowder, before she hurried to cover them with crossed arms. Imperturbable, the physician opened her arms without looking at her and examined her by direct auscultation, his ear against her skin, first the chest and then the back.
El doctor Juvenal Urbino solía contar que no experimentó ninguna emoción cuando conoció a la mujer con quien había de vivir hasta el día de la muerte. Recordaba el camisón celeste con bordes de encaje, los ojos febriles, el largo cabello suelto sobre los hombros, pero estaba tan obnubilado por la irrupción de la peste en el recinto colonial, que no se fijó en nada de lo mucho que ella tenía de adolescente floral, sino en lo más ínfimo que pudiera tener de apestada. Ella fue más explícita: el joven médico de quien tanto había oído hablar a propósito del cólera le pareció un pedante incapaz de querer a nadie distinto de sí mismo. El diagnóstico fue una infección intestinal de origen alimenticio que cedió con un tratamiento casero de tres días. Aliviado con la comprobación de que la hija no había contraído el cólera, Lorenzo Daza acompañó al doctor Juvenal Urbino hasta el estribo del coche, le pagó el peso oro de la visita que le pareció excesivo aun para un médico de ricos, pero lo despidió con muestras inmoderadas de gratitud. Estaba deslumbrado por el resplandor de sus apellidos, y no sólo no lo disimulaba, sino que hubiera hecho cualquier cosa para verlo otra vez, y en circunstancias menos formales.
Dr. Juvenal Urbino used to say that he experienced no emotion when he met the woman with whom he would live until the day of his death. He remembered the sky-blue chemise edged in lace, the feverish eyes, the long hair hanging loose over her shoulders, but he was so concerned with the outbreak of cholera in the colonial district that he took no notice of her flowering adolescence: he had eyes only for the slightest hint that she might be a victim of the plague. She was more explicit: the young doctor she had heard so much about in connection with the cholera epidemic seemed a pedant incapable of loving anyone but himself. The diagnosis was an intestinal infection of alimentary origin, which was cured by three days of treatment at home. Relieved by this proof that his daughter had not contracted cholera, Lorenzo Daza accompanied Dr. Juvenal Urbino to the door of his carriage, paid him a gold peso for the visit, a fee that seemed excessive even for a physician to the rich, and he said goodbye with immoderate expressions of gratitude. He was overwhelmed by the splendor of the Doctor′s family names, and he not only did not hide it but would have done anything to see him again, under less formal circumstances.
El caso debió darse por terminado. Sin embargo, el martes de la semana siguiente, sin ser llamado y sin anuncio alguno, el doctor Juvenal Urbino volvió a la casa a la hora inoportuna de las tres de la tarde. Fermina Daza estaba en el costurero, tomando una lección de pintura al óleo junto con dos amigas, cuando él apareció en la ventana con la levita blanca, intachable, y el sombrero también blanco, de copa alta, y le hizo una seña de que se acercara. Ella puso el bastidor en la silla y se dirigió a la ventana caminando en puntas de pies con la falda de volantes alzada hasta los tobillos para impedir que arrastrara. Llevaba una diadema con un dije que le colgaba en la frente, cuya piedra luminosa tenía el mismo color esquivo de sus ojos, y todo en ella exhalaba un aura de frescura. Al médico le llamó la atención que se vistiera para pintar en casa como si fuera para una fiesta. Le tomó el pulso desde el exterior de la ventana, le hizo sacar la lengua, le examinó la garganta con una espátula de aluminio, le miró por dentro el párpado inferior, y cada vez hizo un gesto aprobatorio. Estaba menos cohibido que en la visita anterior, pero ella lo estaba más porque no entendía la razón de aquel examen imprevisto, si él mismo había dicho que no volvería a menos que lo llamaran por alguna novedad. Más aún: no quería volver a verlo jamás. Cuando terminó el examen, el médico guardó la espátula en el maletín atiborrado de instrumentos y frascos de medicinas, y lo cerró con un golpe seco.
The case should have been considered closed. But on Tuesday of the following week, without being called and with no prior announcement, Dr. Juvenal Urbino returned to the house at the inconvenient hour of three in the afternoon. Fermina Daza was in the sewing room, having a lesson in oil painting with two of her friends, when he appeared at the window in his spotless white frock coat and his white top hat and signaled to her to come over to him. She put her palette down on a chair and tiptoed to the window, her ruffled skirt raised to keep it from dragging on the floor. She wore a diadem with a jewel that hung on her forehead, and the luminous stone was the same aloof color as her eyes, and everything in her breathed an aura of coolness. The Doctor was struck by the fact that she was dressed for painting at home as if she were going to a party. He took her pulse through the open window, he had her stick out her tongue, he examined her throat with an aluminum tongue depressor, he looked inside her lower eyelids, and each time he nodded in approval. He was less inhibited than on the previous visit, but she was more so, because she could not understand the reason for the unexpected examination if he himself had said that he would not come back unless they called him because of some change. And even more important: she did not ever want to see him again. When he finished his examination, the Doctor put the tongue depressor back into his bag, crowded with instruments and bottles of medicine, and closed it with a resounding snap.
-Está como una rosa recién nacida -dijo él.
“You are like a new-sprung rose, he said.
-Gracias.
“Thank you.
-A Dios -dijo él, y citó mal a Santo Tomás-: Recuerde que todo lo que es bueno, venga de donde viniere, proviene del Espíritu Santo. ¿Le gusta la música?
“Thank God, he said, and he misquoted St. Thomas: “Remember that everything that is good, whatever its origin, comes from the Holy Spirit. Do you like music?
Lo preguntó con una sonrisa encantadora, de un modo casual, pero ella no le correspondió.
-¿A qué viene la pregunta? -preguntó a su vez.
“What is the point of that question? she asked in turn.
-La música es importante para la salud -dijo
“Music is important for one′s health, he said.
Lo creía de veras, y ella iba a saber muy pronto y por el resto de su vida que el tema de la música era casi una fórmula mágica que él usaba para proponer una amistad, pero en aquel momento lo interpretó como una burla. Además, las dos amigas que habían fingido pintar mientras ellos conversaban en la ventana emitieron unas risitas de ratas y se taparon la cara con los bastidores, y esto acabó de ofuscar a Fermina Daza. Ciega de furia cerró la ventana con golpe seco. El médico, perplejo frente a los visillos de encaje, trató de encontrar el camino del portón, pero se equivocó de rumbo, y en su turbación tropezó con la jaula de los cuervos perfumados. Éstos lanzaron un chillido sórdido, aletearon asustados, y las ropas del médico quedaron impregnadas de una fragancia de mujer. El trueno de la voz de Lorenzo Daza lo fijó en su sitio.
He really thought it was, and she was going to know very soon, and for the rest of her life, that the topic of music was almost a magic formula that he used to propose friendship, but at that moment she interpreted it as a joke. Besides, her two friends, who had pretended to paint while she and Dr. Juvenal Urbino were talking at the window, tittered and hid their faces behind their palettes, and this made Fermina Daza lose her self-control. Blind with fury, she slammed the window shut. The Doctor stared at the sheer lace curtains in bewilderment, he tried to find the street door but lost his way, and in his confusion he knocked into the cage with the perfumed crows. They broke into sordid shrieking, flapped their wings in fright, and saturated the Doctor′s clothing with a feminine fragrance. The thundering voice of Lorenzo Daza rooted him to the spot:
-Doctor: espéreme ahí.
“Doctor--wait for me there.
Lo había visto todo desde el piso alto y bajaba las escaleras abotonándose la camisa, hinchado y cárdeno, y todavía con las patillas alborotadas por un mal sueño de la siesta. El médico intentó sobreponerse al bochorno.
He had seen everything from the upper floor and, swollen and livid, he came down the stairs buttoning his shirt, his side-whiskers still in an uproar after a restless siesta. The Doctor tried to overcome his embarrassment.
-Le he dicho a su hija que está como una rosa.
“I told your daughter that she is like a rose.
-Así es -dijo Lorenzo Daza---, pero con demasiadas espinas.
“True enough, said Lorenzo Daza, “but one with too many thorns.
Pasó junto al doctor Urbino sin saludarlo. Empujó las dos puertas de la ventana del costurero y le ordenó a la hija con un grito cerril:
He walked past Dr. Urbino without greeting him. He pushed open the sewing room window and shouted a rough command to his daughter:
-Ven a darle excusas al doctor.
“Come here and beg the Doctor′s pardon.
El médico trató de terciar para impedirlo, pero Lorenzo Daza no le prestó atención. Insistió: "Apúrate". Ella miró a las amigas con una súplica recóndita de comprensión, y le replicó a su padre que no tenía de qué excusarse, pues sólo había cerrado la ventana para impedir que siguiera entrando el sol. El doctor Urbino trató de dar por buenas sus razones, pero Lorenzo Daza persistió en la orden.
The Doctor tried to intervene and stop him, but Lorenzo Daza paid no attention to him. He insisted: “Hurry up. She looked at her friends with a secret plea for understanding, and she said to her father that she had nothing to beg pardon for, she had only closed the window to keep out the sun. Dr. Urbino, with good humor, tried to confirm her words, but Lorenzo Daza insisted that he be obeyed.
Entonces Fermina Daza volvió a la ventana, pálida de rabia, y adelantando el pie derecho mientras se alzaba la falda con la punta de los dedos, le hizo al médico una reverencia teatral.
Then Fermina Daza, pale with rage, turned toward the window, and extending her right foot as she raised her skirt with her fingertips, she made a theatrical curtsy to the Doctor.
-Le doy mis más rendidas excusas, caballero -dijo.
“I give you my most heartfelt apologies, sir, she said.
El doctor Juvenal Urbino la imitó de buen humor, haciendo con su sombrero de copa alta una gracia de mosquetero, pero no consiguió la sonrisa de piedad que esperaba. Lorenzo Daza lo invitó luego a tomar en la oficina un café de desagravio, y él aceptó complacido, para que no hubiera duda alguna de que no le quedaba en el alma ni un rescoldo de resentimiento.
Dr. Juvenal Urbino imitated her with good humor, making a cavalier′s flourish with his top hat, but he did not win the compassionate smile he had hoped for. Then Lorenzo Daza invited him to have a cup of coffee in his office to set things right, and he accepted with pleasure so that there would be no doubt whatsoever that he did not harbor a shred of resentment in his heart.
La verdad era que el doctor Juvenal Urbino no tomaba café, salvo una taza en ayunas. Tampoco tomaba alcohol, salvo una copa de vino con las comidas en ocasiones solemnes, pero no sólo se bebió el café que le ofreció Lorenzo Daza, sino que aceptó además una copa de anisado. Luego aceptó otro café con otra copa, y después otra y otra, a pesar de que aún tenía algunas visitas pendientes. Al principio escuchó con atención las disculpas que Lorenzo Daza seguía dándole en nombre de su hija, a quien definió como una niña inteligente y seria, digna de un príncipe de aquí o de cualquier arte, y cuyo único defecto, según dijo, era su carácter de muía. Pero después de la segunda copa creyó oír la voz de Fermina Daza en el fondo del patio, y su imaginación se fue detrás de ella, la persiguió por la noche reciente de la casa mientras encendía las luces del corredor, fumigaba los dormitorios con la bomba de insecticida, destapaba en el fogón la olla de la sopa que iba a tomarse esa noche con su padre, él y ella solos en la mesa, sin levantar la vista, sin sorber la sopa para no romper el encanto del rencor, hasta que él tuviera que rendirse y pedirle perdón por su rigor de esta tarde.
The truth was that Dr. Juvenal Urbino did not drink coffee, except for a cup first thing in the morning. He did not drink alcohol either, except for a glass of wine with meals on solemn occasions, but he not only drank down the coffee that Lorenzo Daza offered him, he also accepted a glass of anisette. Then he accepted another coffee with another anisette, and then another and another, even though he still had to make a few more calls. At first he listened with attention to the excuses that Lorenzo Daza continued to offer in the name of his daughter, whom he defined as an intelligent and serious girl, worthy of a prince whether he came from here or anywhere else, whose only defect, so he said, was her mulish character. But after the second anisette, the Doctor thought he heard Fermina Daza′s voice at the other end of the patio, and his imagination went after her, followed her through the night that had just descended in the house as she lit the lights in the corridor, fumigated the bedrooms with the insecticide bomb, uncovered the pot of soup on the stove, which she was going to share that night with her father, the two of them alone at the table, she not raising her eyes, not tasting the soup, not breaking the rancorous spell, until he was forced to give in and ask her to forgive his severity that afternoon.
El doctor Urbino conocía bastante a las mujeres para darse cuenta de que Fermina Daza no pasaría por la oficina mientras él no se fuera, pero se demoraba de todos modos, porque sentía que el orgullo herido no lo dejaría vivir en paz después de las afrentas de esa tarde. Lorenzo Daza, ya casi borracho, no parecía notar su falta de atención, pues se bastaba de sí mismo con su verba indomable. Hablaba a galope tendido, masticando la flor del tabaco apagado, tosiendo a gritos, esgarrando, acomodándose a duras penas en la poltrona giratoria cuyos resortes soltaban lamentos de animal en celo. Se había bebido tres copas por cada una de su invitado, y sólo hizo una pausa cuando se dio cuenta de que ya no se veían el uno al otro y se levantó a encender la lámpara. El doctor Juvenal Urbino lo miró de frente con la nueva luz, vio que tenía un ojo torcido como el de un pescado y que sus palabras no correspondían al movimiento de los labios, y pensó que eran alucinaciones suyas por abusar del alcohol. Entonces se levantó con la sensación fascinante de que estaba dentro de un cuerpo que no era el suyo, sino el de alguien que seguía sentado en el asiento donde él estaba, y tuvo que hacer un grande esfuerzo para no perder la razón.
Dr. Urbino knew enough about women to realize that Fermina Daza would not pass by the office until he left, but he stayed nevertheless because he felt that wounded pride would give him no peace after the humiliations of the afternoon. Lorenzo Daza, who by now was almost drunk, did not seem to notice his lack of attention, for he was satisfied with his own indomitable eloquence. He talked at full gallop, chewing the flower of his unlit cigar, coughing in shouts, trying to clear his throat, attempting with great difficulty to find a comfortable position in the swivel chair, whose springs wailed like an animal in heat. He had drunk three glasses of anisette to each one drunk by his guest, and he paused only when he realized that they could no longer see each other, and he stood up to light the lamp. Dr. Juvenal Urbino looked at him in the new light, he saw that one eye was twisted like a fish′s and that his words did not correspond to the movement of his lips, and he thought these were hallucinations brought on by his abuse of alcohol. Then he stood up, with the fascinating sensation that he was inside a body that belonged not to him but to someone who was still in the chair where he had been sitting, and he had to make a great effort not to lose his mind.
Eran más de las siete cuando salió de la oficina precedido por Lorenzo Daza. Había luna llena. El patio idealizado por el anís flotaba en el fondo de un acuario, y las jaulas cubiertas con trapos parecían fantasmas dormidos bajo el olor caliente de los azahares nuevos. La ventana del costurero estaba abierta, y había una lámpara encendida en la mesa de labor, y los cuadros sin terminar estaban en los atriles como en una exposición. "Dónde estás que no estás", dijo el doctor Urbino al pasar, pero Fermina Daza no lo oyó, no podía oírlo, porque estaba llorando de rabia en el dormitorio, tirada bocabajo en la cama y esperando a su padre para cobrarle la humillación de esa tarde. El médico no renunciaba a la ilusión de despedirse de ella, pero Lorenzo Daza no lo propuso. Añoró la inocencia de su pulso, su lengua de gata, sus amígdalas tiernas, pero lo desalentó la idea de que ella no quería verlo jamás ni había de permitir que él lo intentara.
It was after seven o′clock when he left the office, preceded by Lorenzo Daza. There was a full moon. The patio, idealized by anisette, floated at the bottom of an aquarium, and the cages covered with cloths looked like ghosts sleeping under the hot scent of new orange blossoms. The sewing room window was open, there was a lighted lamp on the worktable, and the unfinished paintings were on their easels as if they were on exhibit. “Where art thou that thou art not here, said Dr. Urbino as he passed by, but Fermina Daza did not hear him, she could not hear him, because she was crying with rage in her bedroom, lying face down on the bed and waiting for her father so that she could make him pay for the afternoon′s humiliation. The Doctor did not renounce his hope of saying goodbye to her, but Lorenzo Daza did not suggest it. He yearned for the innocence of her pulse, her cat′s tongue, her tender tonsils, but he was disheartened by the idea that she never wanted to see him again and would never permit him to try to see her.
Cuando Lorenzo Daza entró en el zaguán, los cuervos despiertos bajo las sábanas lanzaron un chillido fúnebre. "Te sacarán los ojos", dijo el médico en voz alta, pensando en ella, y Lorenzo Daza se volvió para preguntarle qué había dicho.
When Lorenzo Daza walked into the entryway, the crows, awake under their sheets, emitted a funereal shriek. “They will peck out your eyes, the Doctor said aloud, thinking of her, and Lorenzo Daza turned around to ask him what he had said.
-No fui yo -dijo él-. Fue el anís.
“It was not me, he said. “It was the anisette.
Lorenzo Daza lo acompañó hasta el coche tratando de que recibiera el peso oro de la segunda visita, pero él no lo aceptó. Dio instrucciones correctas al cochero para que lo llevara a casa de los dos enfermos que le faltaba por ver, y subió en el coche sin ayuda. Pero empezó a sentirse mal con los saltos en las calles empedradas, así que le ordenó al cochero cambiar de rumbo. Se miró por un instante en el espejo del coche y vio que también su imagen seguía pensando en Fermina Daza. Se encogió de hombros. Por último soltó un eructo arenoso, inclinó la cabeza contra el pecho y se quedó dormido, y en el sueño empezó a oír las campanas del duelo. Oyó primero las de la catedral, y después las de todas las iglesias, una tras otra hasta los tiestos rotos de San Julián el Hospitalario.
Lorenzo Daza accompanied him to his carriage, trying to force him to accept a gold peso for the second visit, but he would not take it. He gave the correct instructions to the driver for taking him to the houses of the two patients he still had to see, and he climbed into the carriage without help. But he began to feel sick as they bounced along the cobbled streets, so that he ordered the driver to take a different route. He looked at himself for a moment in the carriage mirror and saw that his image, too, was still thinking about Fermina Daza. He shrugged his shoulders. Then he belched, lowered his head to his chest, and fell asleep, and in his dream he began to hear funeral bells. First he heard those of the Cathedral and then he heard those of all the other churches, one after another, even the cracked pots of St. Julian the Hospitaler.
-Mierda -murmuró dormido-, se murieron los muertos.
“Shit, he murmured in his sleep, “the dead have died.
Su madre y sus hermanas estaban cenando café con leche y almojábanas en la mesa de ceremonias del comedor grande, cuando lo vieron aparecer en la puerta con el rostro transido y todo él deshonrado por el perfume de putas de los cuervos. La campana mayor de la catedral contigua resonaba en el estanque inmenso de la casa. Su madre le preguntó alarmada dónde se había metido, pues lo habían buscado por todas partes para que atendiera al general Ignacio María, último nieto del Marqués de jaraíz de la Vera, que había sido demolido esa tarde por una congestión cerebral: era por él por quien doblaban las campanas. El doctor Juvenal Urbino escuchó a su madre sin oírla, agarrado del marco de la puerta, y después dio media vuelta tratando de llegar a su dormitorio, pero se fue de bruces en una explosión de vómitos de anís estrellado.
His mother and sisters were having café con leche and crullers for supper at the formal table in the large dining room when they saw him appear in the door, his face haggard and his entire being dishonored by the whorish perfume of the crows. The largest bell of the adjacent Cathedral resounded in the immense empty space of the house. His mother asked him in alarm where in the world he had been, for they had looked everywhere for him so that he could attend General Ignacio María, the last grandson of the Marquis de Jaraíz de la Vera, who had been struck down that afternoon by a cerebral hemorrhage: it was for him that the bells were tolling. Dr. Juvenal Urbino listened to his mother without hearing her as he clutched the doorframe, and then he gave a half turn, trying to reach his bedroom, but he fell flat on his face in an explosion of star anise vomit.
-María Santísima -gritó su madre---. Algo muy raro debe haber sucedido para que te presentes a tu casa en ese estado.
“Mother of God, shouted his mother. “Something very strange must have happened for you to show up in your own house in this state.
Lo más raro, sin embargo, no había sucedido todavía. Aprovechando la visita del conocido pianista Romeo Lussich, quien tocó un ciclo de sonatas de Mozart tan pronto como la ciudad se repuso del duelo del general Ignacio María, el doctor Juvenal Urbino hizo subir el piano de la Escuela de Música en una carreta de muías, y le llevó a Fermina Daza una serenata que hizo época. Ella despertó con los primeros compases, y no tuvo que asomarse por los encajes del balcón para saber quién era el promotor de aquel homenaje insólito. Lo único que lamentó fue no tener el coraje de otras doncellas resabiadas que habían vaciado el retrete portátil sobre la cabeza del pretendiente indeseable. Lorenzo Daza, en cambio, se vistió de prisa en el transcurso de la serenata, y al final hizo entrar en la sala de visitas al doctor Juvenal Urbino y al pianista, todavía ataviados con la ropa de etiqueta del concierto, y les agradeció la serenata con una copa de buen brandy.
The strangest thing, however, had not yet occurred. Taking advantage of the visit of the famous pianist Romeo Lussich, who played a cycle of Mozart sonatas as soon as the city had recovered from mourning the death of General Ignacio María, Dr. Juvenal Urbino had the piano from the Music School placed in a mule-drawn wagon and brought a history-making serenade to Fermina Daza. She was awakened by the first measures, and she did not have to look out the grating on the balcony to know who was the sponsor of that uncommon tribute. The only thing she regretted was not having the courage of other harassed maidens, who emptied their chamber pots on the heads of unwanted suitors. Lorenzo Daza, on the other hand, dressed without delay as the serenade was playing, and when it was over he had Dr. Juvenal Urbino and the pianist, still wearing their formal concert clothes, come in to the visitors′ parlor, where he thanked them for the serenade with a glass of good brandy.
Fermina Daza se dio cuenta muy pronto de que su padre estaba tratando de ablandarle el corazón. Al día siguiente de la serenata le había dicho de un modo casual: "Imagínate cómo se sentiría tu madre si supiera que eres requerida por un Urbino de la Calle". Ella replicó en seco: "Se volvería a morir dentro del cajón". Las amigas que intaban con ella le contaron que Lorenzo Daza había sido invitado a almorzar en el Club Social por el doctor Juvenal Urbino, y que éste había sido objeto de una notificación severa por contrariar normas del reglamento. Sólo entonces se enteró también de que su padre había solicitado varias veces su ingreso al Club Social, y en todas había sido rechazado con una cantidad de bolas negras que no hacían posible una nueva tentativa. Pero Lorenzo Daza asimilaba las humillaciones con un hígado de buen cubero, y seguía haciendo suertes de ingenio para encontrarse por casualidad con Juvenal Urbino, sin darse cuenta de que era Juvenal Urbino quien hacía más que lo posible por dejarse encontrar. A veces pasaban horas conversando en la oficina, y la casa permanecía mientras tanto como suspendida al margen del tiempo, porque Fermina Daza no permitía que nada siguiera su curso en la vida mientras él no se fuera. El Café de la Parroquia fue un buen puerto intermedio. Fue allí donde Lorenzo Daza le enseñó a Juvenal Urbino las lecciones primarias del ajedrez, y él fue un alumno tan aplicado que el ajedrez se convirtió en una adicción incurable que lo atormentó hasta el día de su muerte.
Fermina Daza soon realized that her father was trying to soften her heart. The day after the serenade, he said to her in a casual manner: “Imagine how your mother would feel if she knew you were being courted by an Urbino de la Calle. Her dry response was: “She would turn over in her grave. The friends who painted with her told her that Lorenzo Daza had been invited to lunch at the Social Club by Dr. Juvenal Urbino, who had received a severe reprimand for breaking club rules. It was only then that she learned that her father had applied for membership in the Social Club on several occasions, and that each time he had been rejected with such a large number of black balls that another attempt was not possible. But Lorenzo Daza had an infinite capacity for assimilating humiliations, and he continued his ingenious strategies for arranging casual encounters with Juvenal Urbino, not realizing that it was Juvenal Urbino who went out of his way to let himself be encountered. At times they spent hours chatting in the office, while the house seemed suspended at the edge of time because Fermina Daza would not permit anything to run its normal course until he left. The Parish Café was a good intermediate haven. It was there that Lorenzo Daza gave Juvenal Urbino his first lessons in chess, and he was such a diligent pupil that chess became an incurable addiction that tormented him until the day of his death.
Una noche, poco después de la serenata de piano solo, Lorenzo Daza encontró una carta con el sobre lacrado en el zaguán de su casa, dirigido a su hija, y con el monograma de J. U. C. impreso en el lacre. Lo deslizó por debajo de la puerta al pasar frente al dormitorio de Fermina, y ella no pudo entender cómo había llegado hasta allí, pues le parecía inconcebible que su padre hubiera cambiado tanto como para llevarle una carta de un pretendiente. La dejó sobre la mesa de noche, sin saber de veras qué hacer con ella, y allí permaneció cerrada durante varios días, hasta una tarde de lluvias en que Fermina Daza soñó que Juvenal Urbino había vuelto a la casa para regalarle la espátula con que le había examinado la garganta. La espátula del sueño no era de aluminio sino de un metal apetitoso que ella había saboreado con deleite en otros sueños, de modo que la quebró en dos partes desiguales y le dio a él la más pequeña.
One night, a short while after the serenade by solo piano, Lorenzo Daza discovered a letter, its envelope sealed with wax, in the entryway to his house. It was addressed to his daughter and the monogram “J.U.C. was imprinted on the seal. He slipped it under the door as he passed Fermina′s bedroom, and she never understood how it had come there, since it was inconceivable to her that her father had changed so much that he would bring her a letter from a suitor. She left it on the night table, for the truth was she did not know what to do with it, and there it stayed, unopened, for several days, until one rainy afternoon when Fermina Daza dreamed that Juvenal Urbino had returned to the house to give her the tongue depressor he had used to examine her throat. In the dream, the tongue depressor was made not of aluminum but of a delicious metal that she had tasted with pleasure in other dreams, so that she broke it in two unequal pieces and gave him the smaller one.
Al despertar abrió la carta. Era breve y pulcra, y lo único que Juvenal Urbino le suplicaba era que le permitiera pedirle a su padre el permiso para visitarla. La impresionó su sencillez y su seriedad, y la rabia cultivada con tanto amor durante tantos días se apaciguó de pronto. Guardó la carta en un cofre fuera de servicio en el fondo del baúl, pero recordó que era allí donde había guardado también las cartas perfumadas de Florentino Ariza, y la sacó del cofre para cambiarla de lugar, estremecida por una ráfaga de vergüenza. Entonces le pareció que lo más decente era darla por no recibida, y la quemó en la lámpara, viendo cómo las gotas de lacre reventaban en burbujas azules sobre la llama. Suspiró: "Pobre hombre". De pronto cayó en la cuenta de que era la segunda vez que lo decía en poco más de un año, y por un instante pensó en Florentino Ariza, y ella misma se sorprendió de cuan lejos estaba de su vida: pobre hombre.
When she awoke she opened the letter. It was brief and proper, and all that Juvenal Urbino asked was permission to request her father′s permission to visit her. She was impressed by its simplicity and seriousness, and the rage she had cultivated with so much love for so many days faded away on the spot. She kept the letter in the bottom of her trunk, but she remembered that she had also kept Florentino Ariza′s perfumed letters there, and she took it out of the chest to find another place for it, shaken by a rush of shame. Then it seemed that the most decent thing to do was to pretend she had not received it, and she burned it in the lamp, watching how the drops of wax exploded into blue bubbles above the flame. She sighed: “Poor man. And then she realized that it was the second time she had said those words in little more than a year, and for a moment she thought about Florentino Ariza, and even she was surprised at how removed he was from her life: poor man.
En octubre, con las últimas lluvias, llegaron tres cartas más, acompañada la primera por una cajita de pastillas de violetas de la Abadía de Flavigny. Dos las había entregado en el portón de la casa el cochero del doctor Juvenal Urbino, y éste había saludado a Gala Placidia desde la ventana del coche, primero para que no hubiera duda de que las cartas eran suyas, y segundo para que nadie pudiera decirle que no habían sido recibidas. Además, ambas estaban selladas con el monograma de lacre, y escritas con los garabatos crípticos que ya Fermina Daza conocía: letra de médico. Ambas decían en sustancia lo mismo que la primera, y estaban concebidas con el mismo espíritu de sumisión, pero en el fondo de su decencia empezaba a vislumbrarse una ansiedad que nunca fue evidente en las cartas de parsimonia de Florentino Ariza. Fermina Daza las leyó tan pronto como fueron entregadas, con dos semanas de diferencia, y sin explicárselo a sí misma cambió de parecer cuando estaba a punto de echarlas al fuego. Sin embargo, nunca pensó en contestarlas.
Three more letters arrived with the last rains in October, the first of them accompanied by a little box of violet pastilles from Flavigny Abbey. Two had been delivered at the door by Dr. Juvenal Urbino′s coachman, and the Doctor had greeted Gala Placidia from the carriage window, first so that there would be no doubt that the letters were his, and second so that no one could tell him they had not been received. Moreover, both of them were sealed with his monogram in wax and written in the cryptic scrawl that Fermina Daza already recognized as a physician′s handwriting. Both of them said in substance what had been said in the first, and were conceived in the same submissive spirit, but underneath their propriety one could begin to detect an impatience that was never evident in the parsimonious letters of Florentino Ariza. Fermina Daza read them as soon as they were delivered, two weeks apart, and without knowing why, she changed her mind as she was about to throw them into the fire. But she never thought of answering them.
La tercera carta de octubre había sido deslizada por debajo del portón, y en todo era distinta de las anteriores. La escritura era tan pueril, que sin duda había sido hecha con la mano izquierda, pero Fermina Daza no cayó en la cuenta de eso sino cuando el texto mismo se reveló como un anónimo infame. Quien lo había escrito daba por hecho que Fermina Daza había encantado con sus filtros al doctor Juvenal Urbino, y de esa suposición sacaba conclusiones siniestras. Terminaba con una amenaza: si Fermina Daza no renunciaba a su pretensión de alzarse con el hombre más codiciado de la ciudad, sería expuesta a la vergüenza pública.
The third letter in October had been slipped under the street door, and was in every way different from the previous ones. The handwriting was so childish that there was no doubt it had been scrawled with the left hand, but Fermina Daza did not realize that until the text itself proved to be a poison pen letter. Whoever had written it took for granted that Fermina Daza had bewitched Dr. Juvenal Urbino with her love potions, and from that supposition sinister conclusions had been drawn. It ended with a threat: if Fermina Daza did not renounce her efforts to move up in the world by means of the most desirable man in the city, she would be exposed to public disgrace.
Se sintió víctima de una injusticia grave, pero su reacción no fue vindicativa, sino todo lo contrario: habría querido descubrir al autor del anónimo para disuadirlo de su error con cuantas explicaciones fueran pertinentes, pues se sentía segura de que nunca, por ningún motivo, sería sensible a los requiebros de juvenal Urbino. En los días siguientes recibió otras dos cartas sin firma, tan pérfidas como la primera, pero ninguna de las tres parecía escrita por la misma persona. O bien era víctima de una conjura, o la falsa versión de sus amores secretos había ido más lejos de lo que podía suponerse. Le inquietaba la idea de que todo aquello fuera consecuencia de una simple indiscreción de Juvenal Urbino. Se le ocurrió que tal vez era un hombre distinto de su apariencia digna, que tal vez se le iba la lengua en las visitas y hacía alarde de conquistas imaginarias, como tantos otros de su clase. Pensó escribirle para reprocharle el ultraje de su honra, pero luego desistió del propósito, porque quizás fuera eso lo que él quisiera. Trató de informarse por las amigas que iban a pintar con ella en el costurero, pero lo único que ellas habían oído eran comentarios benignos sobre la serenata de piano solo. Se sintió furiosa, impotente, humillada. Al contrario del principio, cuando hubiera querido encontrarse con el enemigo invisible para convencerlo de sus errores, ahora sólo quería hacerlo picadillo con las tijeras de podar. Pasaba las noches en claro, analizando detalles y expresiones de las cartas anónimas, con la ilusión de encontrar una pista de consuelo. Fue una ilusión vana: Fermina Daza era ajena por naturaleza al mundo interior de los Urbino de la Calle, y tenía armas para defenderse de sus buenas artes, pero no de las malas.
She felt herself the victim of a grave injustice, but her reaction was not vindictive. On the contrary: she would have liked to discover who the author of the anonymous letter was in order to convince him of his error with all the pertinent explanations, for she felt certain that neve r, for any reason, would she respond to the wooing of Juvenal Urbino. In the days that followed she received two more unsigned letters, as perfidious as the first, but none of the three seemed to be written by the same person. Either she was the victim of a plot, or the false version of her secret love affair had gone further than anyone could imagine. She was disturbed by the idea that it was all the result of a simple indiscretion on the part of Juvenal Urbino. It occurred to her that perhaps he was different from his worthy appearance, that perhaps he talked too much when he was making house calls and boasted of imaginary conquests, as did so many other men of his class. She thought about writing him a letter to reproach him for the insult to her honor, but then she decided against the idea because that might be just what he wanted. She tried to learn more from the friends who painted with her in the sewing room, but they had heard only benign comments concerning the serenade by solo piano. She felt furious, impotent, humiliated. In contrast to her initial feeling that she wanted to meet with her invisible enemy in order to convince him of his errors, now she only wanted to cut him to ribbons with the pruning shears. She spent sleepless nights analyzing details and phrases in the anonymous letters in the hope of finding some shred of comfort. It was a vain hope: Fermina Daza was, by nature, alien to the inner world of the Urbino de la Calle family, and she had weapons for defending herself from their good actions but not from their evil ones.
Esta convicción se hizo aún más amarga después del pavor de la muñeca negra que le llegó por aquellos días sin ninguna carta, pero cuyo origen le pareció fácil de imaginar: sólo el doctor Juvenal Urbino podía haberla mandado. Había sido comprada en la Martinica, de acuerdo con la etiqueta original, y llevaba un vestido primoroso y los cabellos rizados con filamentos de oro, y cerraba los ojos al ser acostada. A Fermina Daza le pareció tan divertida que se sobrepuso a sus escrúpulos, y la acostaba en su almohada durante el día. Se acostumbró a dormir con ella. Al cabo de un tiempo, sin embargo, después de un sueño agotador, descubrió que la muñeca estaba creciendo: la reciosa ropa original que llegó con ella le dejaba los muslos al descubierto, y los zapatos se habían reventado por la presión de los pies.
This conviction became even more bitter after the fear caused by the black doll that was sent to her without any letter, but whose origin seemed easy to imagine: only Dr. Juvenal Urbino could have sent it. It had been bought in Martinique, according to the original tag, and it was dressed in an exquisite gown, its hair rippled with gold threads, and it closed its eyes when it was laid down. It seemed so charming to Fermina Daza that she overcame her scruples and laid it on her pillow during the day and grew accustomed to sleeping with it at night. After a time, however, she discovered when she awoke from an exhausting dream that the doll was growing: the original exquisite dress she had arrived in was up above her thighs, and her shoes had burst from the pressure of her feet.
Fermina Daza había oído hablar de maleficios africanos, pero ninguno tan pavoroso como ese. Por otra parte, no podía concebir que un hombre como Juvenal Urbino fuera capaz de semejante atrocidad. Tenía razón: la muñeca no había sido llevada por el cochero, sino por un vendedor de camarones ocasional, del cual nadie había podido dar una razón cierta. Tratando de descifrar el enigma, Fermina Daza pensó por un momento en Florentino Ariza, cuya condición sombría la asustaba, pero la vida se encargó de convencerla de su error. Nunca se esclareció el misterio y su simple evocación le causaba un estremecimiento de pavor hasta mucho después de que se casó, y tuvo hijos, y se creyó la elegida del destino: la más feliz. La última tentativa del doctor Urbino fue la mediación de la hermana Franca de la Luz, superiora del colegio de la Presentación de la Santísima Virgen, quien no podía negarse a la solicitud de ufamilia que había favorecido a su comunidad desde que se estableció en las Américas. Apareció acompañada por una novicia a las nueve de la mañana, y ambas tuvieron que entretenerse media hora con las jaulas de pájaros mientras Fermina Daza terminaba de bañarse. Era una alemana viril con un acento metálico y una mirada imperativa que no tenían ninguna relación con sus pasiones pueriles.
Fermina Daza had heard of African spells, but none as frightening as this. On the other hand, she could not imagine that a man like Juvenal Urbino would be capable of such an atrocity. She was right: the doll had been brought not by his coachman but by an itinerant shrimpmonger whom no one knew. Trying to solve the enigma, Fermina Daza thought for a moment of Florentino Ariza, whose depressed condition caused her dismay, but life convinced her of her error. The mystery was never clarified, and just thinking about it made her shudder with fear long after she was married and had children and thought of herself as destiny′s darling: the happiest woman in the world. Dr. Urbino′s last resort was the mediation of Sister Franca de la Luz, Superior of the Academy of the Presentation of the Blessed Virgin, who could not deny the request of a family that had sup ported her Community since its establishment in the Americas. She appeared one morning at nine o′clock in the company of a novice, and for half an hour the two of them had to amuse themselves with the birdcages while Fermina Daza finished her bath. She was a masculine German with a metallic accent and an imperious gaze that had no relationship to her puerile passions.
No había nada en este mundo que Fermina Daza odiara más que a ella, y a cuanto tuviera que ver con ella, y el solo recuerdo de su falsa piedad le causaba un reconcomio de alacranes en las entrañas. Le bastó con reconocerla desde la puerta del baño para revivir de un golpe los suplicios del colegio, el sueño insoportable de la misa diaria, el terror de los exámenes, la diligencia servil de las novicias, la vida entera pervertida por el prisma de la pobreza de espíritu. La hermana Franca de la Luz, en cambio, la saludó con un júbilo que parecía sincero. Se sorprendió de cuánto había crecido y madurado, y alabó el juicio con que llevaba la casa, el buen gusto del patio, el brasero de los azahares.
Ella la invitó a la sala.
Fermina Daza hated her and everything that had to do with her more than anything in this world, and the mere memory of her false piety made scorpions crawl in her belly. Just the sight of her from the bathroom door was enough to revive the torture of school, the unbearable boredom of daily Mass, the terror of examinations, the servile diligence of the novices, all of that life distorted by the prism of spiritual poverty. Sister Franca de la Luz, on the other hand, greeted her with a joy that seemed sincere. She was surprised at how much she had grown and matured, and she praised the good judgment with which she managed the house, the good taste evident in the patio, the brazier filled with orange blossoms.
She ordered the novice to wait for her without getting too close to the crows, who in a careless moment might peck out her eyes, and she looked for a private spot where she could sit down and talk alone with Fermina, who invited her into the drawing room.
Fue una visita breve y áspera. La hermana Franca de la Luz, sin perder el tiempo en preámbulos′ le ofreció a Fermina Daza una rehabilitación honorable. La causa de la expulsión sería borrada no sólo de las actas sino de la memoria de la comunidad, y esto le permitiría terminar los estudios y obtener el diploma de Bachiller en Letras. Fermina Daza, perpleja, quiso conocer el motivo.
It was a brief and bitter visit. Sister Franca de la Luz, wasting no time on formalities, offered honorable reinstatement to Fermina Daza. The reason for her expulsion would be erased not only from the records but also from the memory of the Community, and this would allow her to finish her studies and receive her baccalaureate degree. Fermina Daza was perplexed and wanted to know why.
-Es la petición de alguien que lo merece todo, y cuyo único anhelo es hacerte feliz -dijo la monja-. ¿Sabes quién es?
“It is the request of someone who deserves everything he desires and whose only wish is to make you happy, said the nun. “Do you know who that is?
Entonces entendió. Se preguntó con qué autoridad servía como emisaria del amor una mujer que le había torcido la vida por una carta inocente, pero no se atrevió a decirlo. Dijo, en cambio, que sí, que ella conocía a ese hombre, y por lo mismo sabía que no tenía ningún derecho a inmiscuirse en su vida.
Then she understood. She asked herself with what authority a woman who had made her life miserable because of an innocent letter served as the emissary of love, but she did not dare to speak of it. Instead she said yes, she knew that man, and by the same token she also knew that he had no right to interfere in her life.
-Lo único que te suplica es que le permitas conversar contigo cinco minutos -dijo la monja-. Estoy segura de que tu padre estará de acuerdo.
“All he asks is that you allow him to speak with you for five minutes, said the nun. “I am certain your father will agree.
La rabia de Fermina Daza se hizo más intensa por la idea de que su padre fuera cómplice de aquella visita.
Fermina Daza′s anger grew more intense at the idea that her father was an accessory to the visit.
-Nos vimos dos veces cuando estuve enferma --dijo-. Ahora no hay ninguna razón.
“We saw each other twice when I was sick, she said. “Now there is no reason for us to see each other again.
-Para cualquier mujer con dos dedos de frente ese hombre es un regalo de la Divina Providencia -dijo la monja.
“For any woman with a shred of sense, that man is a gift from Divine Providence, said the nun.
Siguió hablando de sus virtudes, de su devoción, de su consagración al servicio de los doloridos. Mientras hablaba, se sacó de la manga una camándula de oro con el Cristo tallado en marfil, y la movió frente a los ojos de Fermina Daza. Era una reliquia de familia, antigua de más de cien años, tallada por un orfebre de Siena y bendecida por Clemente IV.
She continued to speak of his virtues, of his devotion, of his dedication to serving those in pain. As she spoke she pulled from her sleeve a gold rosary with Christ carved in marble, and dangled it in front of Fermina Daza′s eyes. It was a family heirloom, more than a hundred years old, carved by a goldsmith from Siena and blessed by Clement IV.
-Es tuya -dijo.
“It is yours, she said.
Fermina Daza sintió el torrente de sangre atropellado en sus venas, y entonces se atrevió.
Fermina Daza felt the blood pounding through her veins, and then she dared.
-No me explico cómo es que usted se presta para esto -dijo-, si le parece que el amor es pecado.
“I do not understand how you can lend yourself to this, she said, “if you think that love is a sin.
La hermana Franca de la Luz fingió pasar por alto la notificación, pero sus árpados se encendieron. Siguió moviendo el rosario frente a sus ojos.
Sister Franca de la Luz pretended not to notice the remark, but her eyelids flamed. She continued to dangle the rosary in front of Fermina Daza′s eyes.
-Es mejor que te entiendas conmigo -dijo-, porque después de mí puede venir el señor arzobispo, y con él las cosas son distintas.
“It would be better for you to come to an understanding with me, she said, “because after me comes His Grace the Archbishop, and it is a different story with him.
-Que venga -dijo Fermina Daza.
“Let him come, said Fermina Daza.
La hermana Franca de la Luz escondió el rosario de oro en la manga. Después sacó de la otra un pañuelo muy usado, hecho una bola, y lo mantuvo apretado en el uño, mirando a Fermina desde muy lejos con una sonrisa de conmiseración.
Sister Franca de la Luz tucked the gold rosary into her sleeve. Then from the other she took a well- used handkerchief squeezed into a ball and held it tight in her fist, looking at Fermina Daza from a great distance and with a smile of commiseration.
-Pobre hija mía -suspiró-, todavía sigues pensando en aquel hombre.
“My poor child, she sighed, “you are still thinking about that man.
Fermina Daza masticó la impertinencia mirando a la monja sin parpadear, la miró fijo a los ojos, sin hablar, masticando en silencio, hasta que vio con una complacencia infinita que sus ojos de hombre se anegaron de lágrimas. La hermana Franca de la Luz se las secó con la bola del pañuelo, y se puso de pie.
Fermina Daza chewed on the impertinence as she looked at the nun without blinking, looked her straight in the eye without speaking, chewing in silence, until she saw with infinite satisfaction that those masculine eyes had filled with tears. Sister Franca de la Luz dried them with the ball of the handkerchief and stood up.
-Bien dice tu padre que eres una muía --dijo.
“Your father is right when he says that you are a mule, she said.
El arzobispo no fue. De modo que el asedio hubiera terminado aquel día, de no haber sido porque Hildebranda Sánchez vino a pasar la Navidad con su prima, y la vida cambió para ambas. La recibieron en la goleta de Riohacha a las cinco de la mañana, en medio de una turba de pasajeros moribundos por el mareo, pero ella desembarcó radiante, muy mujer, y con el espíritu alborotado por la mala noche de mar. Vino cargada de guacales de pavos vivos y de cuantos frutos se daban en sus prósperas vegas, para que a nadie le faltara de comer durante su visita. Lisímaco Sánchez, su padre, mandaba a preguntar si hacían falta músicos para las fiestas de Pascua, pues él tenía los mejores a su disposición, y prometía mandar más adelante un cargamento de fuegos artificiales. Anunciaba además que no podía venir por la hija antes de marzo, así que había tiempo de sobra para vivir.
The Archbishop did not come. So the siege might have ended that day if Hildebranda Sánchez had not arrived to spend Christmas with her cousin, and life changed for both of them. They met her on the schooner from Riohacha at five o′clock in the morning, surrounded by a crowd of passengers half dead from seasickness, but she walked off the boat radiant, very much a woman, and excited after the bad night at sea. She arrived with crates of live turkeys and all the fruits of her fertile lands so that no one would lack for food during her visit. Lisímaco Sánchez, her father, sent a message asking if they needed musicians for their holiday parties, because he had the best at his disposal, and he promised to send a load of fireworks later on. He also announced that he could not come for his daughter before March, so there was plenty of time for them to enjoy life.
Las dos primas empezaron de inmediato. Se bañaron juntas desde la primera tarde, desnudas, haciéndose abluciones recíprocas con el agua de la alberca. Se ayudaban a jabonarse, se sacaban las liendres, comparaban sus nalgas, sus pechos inmóviles, la una mirándose en el espejo de la otra para apreciar con cuánta crueldad las había tratado el tiempo desde la última vez que se vieron desnudas. Hildebranda era grande y maciza, de piel dorada, pero todo el pelo de su cuerpo era de mulata, corto y enroscado como espuma de alambre.
The two cousins began at once. From the first afternoon they bathed together, naked, the two of them making their reciprocal ablutions with water from the cistern. They soaped each other, they removed each other′s nits, they compared their buttocks, their quiet breasts, each looking at herself in the other′s mirror to judge with what cruelty time had treated them since the last occasion when they had seen each other undressed. Hildebranda was large and solid, with golden skin, but all the hair on her body was like a mulatta′s, as short and curly as steel wool.
Fermina Daza, en cambio, tenía una desnudez pálida, de líneas largas, de piel serena, de vellos lacios. Gala Placidia les había hecho poner dos camas iguales en el dormitorio, pero a veces se acostaban en una y conversaban con las luces apagadas hasta el amanecer. Fumaban unas panetelas de salteadores que Hildebranda había llevado ocultas en los forros del baúl, y después tenían que quemar hojas de papel de Armenia para purificar el aire de tugurio que dejaban en el dormitorio. Fermina Daza lo había hecho por primera vez en Valledupar, y había seguido haciéndolo en Fonseca, en Riohacha, donde se encerraban hasta diez primas en un cuarto a hablar de hombres y a fumar a escondidas. Aprendió a fumar al revés, con el fuego dentro de la boca, como fumaban los hombres en las noches de las guerras para que no los delatara la brasa del tabaco. Pero nunca había fumado a solas. Con Hildebranda en su casa lo hizo todas las noches antes de dormir, y desde entonces adquirió el hábito de fumar, aunque siempre a escondidas, aun de su marido y de sus hijos, no sólo porque era mal visto que una mujer fumara en público, sino porque tenía el placer asociado a la clandestinidad.
Fermina Daza, on the other hand, had a pale nakedness, with long lines, serene skin, and straight hair. Gala Placidia had two identical beds placed in the bedroom, but at times they lay together in one and talked in the dark until dawn. They smoked long, thin highwaymen′s cigars that Hildebranda had hidden in the lining of her trunk, and afterward they had to burn Armenian paper to purify the rank smell they left behind in the bedroom. Fermina Daza had smoked for the first time in Valledupar, and had continued in Fonseca and Riohacha, where as many as ten cousins would lock themselves in a room to talk about men and to smoke. She learned to smoke backward, with the lit end in her mouth, the way men smoked at night during the wars so that the glow of their cigarettes would not betray them. But she had never smoked alone. With Hildebranda in her house, she smoked every night before going to sleep, and it was then that she acquired the habit although she always hid it, even from her husband and her children, not only because it was thought improper for a woman to smoke in public but because she associated the pleasure with secrecy.
También el viaje de Hildebranda había sido impuesto por sus padres para tratar de alejarla de su amor imposible, aunque le hicieron creer que era para ayudar a Fermina a decidirse por un buen partido. Hildebranda lo había aceptado con la ilusión de burlar el olvido, como lo hizo la prima en su momento, y había quedado de acuerdo con el telegrafista de Fonseca para que mandara sus mensajes con el mayor sigilo. Por eso fue tan amarga su desilusión cuando supo que Fermina Daza había repudiado a Florentino Ariza. Además, Hildebranda tenía una concepción universal del amor, y pensaba que cualquier cosa que le pasara a uno afectaba a todos los amores del mundo entero. Sin embargo, no renunció al proyecto. Con una audacia que le causó a Fermina Daza una crisis de espanto, fue sola a la oficina del telégrafo con la disposición de ganarse el favor de Florentino Ariza.
Hildebranda′s trip had also been imposed by her parents in an effort to put distance between her and her impossible love, although they wanted her to think that it was to help Fermina decide on a good match. Hildebranda had accepted, hoping to mock forgetfulness as her cousin had done before her, and she had arranged with the telegraph operator in Fonseca to send her messages with the greatest prudence. And that is why her disillusion was so bitter when she learned that Fermina Daza had rejected Florentino Ariza. Moreover, Hildebranda had a universal conception of love, and she believed that whatever happened to one love affected all other loves throughout the world. Still, she did not renounce her plan. With an audacity that caused a crisis of dismay in Fermina Daza, she went to the telegraph office alone, intending to win the favor of Florentino Ariza.
No lo hubiera reconocido, pues no tenía ni un rasgo que correspondiera a la imagen que ella se había formado a través de Fermina Daza. A primera vista le pareció imposible que su prima hubiera estado a punto de enloquecer por aquel empleado casi invisible, con aires de perro apaleado, cuyo atuendo de rabino en desgracia y cuyas maneras solemnes no podían alterar el corazón de nadie. Pero muy pronto se arrepintió de la primera impresión, pues Florentino Ariza se puso a su servicio incondicional sin saber quién era: no lo supo nunca. Nadie la hubiera entendido como él, así que no le exigió identificarse ni le pidió dirección alguna. Su solución fue muy simple: ella pasaría los miércoles en la tarde por la oficina del telégrafo para que él le entregara las respuestas en su mano, y nada más. Por otra parte, cuando él leyó el mensaje que Hildebranda llevaba escrito le preguntó si aceptaba una sugerencia, y ella estuvo de acuerdo. Florentino Ariza hizo primero unas correcciones entre líneas, las suprimió, las volvió a escribir, se quedó sin espacio, y al final rompió la hoja y escribió completo un mensaje distinto que a ella le pareció entemecedor. Cuando salió de la oficina del telégrafo, Hildebranda iba al borde de las lágrimas.
She would not have recognized him, for there was nothing about him that corresponded to the image she had formed from Fermina Daza. At first glance it seemed impossible that her cousin could have been on the verge of madness because of that almost invisible clerk with his air of a whipped dog, whose clothing, worthy of a rabbi in disgrace, and whose solemn manner could not perturb anyone′s heart. But she soon repented of her first impression, for Florentino Ariza placed himself at her unconditional service without knowing who she was: he never found out. No one could have understood her as he did, so that he did not ask for identification or even for her address. His solution was very simple: she would pass by the telegraph office on Wednesday afternoons so that he could place her lover′s answers in her hand, and nothing more. And yet when he read the written message that Hildebranda brought him, he asked if she would accept a suggestion, and she agreed. Florentino Ariza first made some corrections between the lines, erased them, rewrote them, had no more room, and at last tore up the page and wrote a completely new message that she thought very touching. When she left the telegraph office, Hildebranda was on the verge of tears.
-Es feo y triste -le dijo a Fermina Daza-, pero es todo amor.
“He is ugly and sad, she said to Fermina Daza, “but he is all love.
Lo que más llamó la atención de Hildebranda fue la soledad de la prima. Parecía, le dijo, una solterona de veinte años. Acostumbrada a una familia numerosa y dispersa, en casas donde nadie sabía a ciencia cierta cuántos vivían ni quienes iban a comer cada vez. Hildebranda no podía imaginarse a una muchacha de su edad reducida al claustro de la vida privada. Así era: desde que se levantaba a las seis de la mañana, hasta que apagaba la luz del dormitorio, se consagraba a la pérdida del tiempo. La vida se le imponía desde fuera. Primero, con los últimos gallos, el hombre de la leche la despertaba con la aldaba del portón. Después tocaba la pescadera con el cajón de pargos moribundos en un lecho de algas, las palenqueras suntuosas con las hortalizas de María la Baja y las frutas de San Jacinto. Y después, durante todo el día, tocaban todos: los mendigos, las muchachas de las rifas, las hermanas de la caridad, el afilador con el caramillo, el que compraba botellas, el que compraba oro quebrado^ el que compraba apel gaceta, las falsas gitanas que se ofrecían para leer el desfino en las barajas, en las líneas de la mano, en el asiento del café, en las aguas de los lebrillos. A Gala Placidia se le iba la semana abriendo y cerrando el portón para decir que no, vuelva otro día, o gritando desde el balcón con el humor revuelto que no molesten más, carajo, que ya compramos todo lo que hacía falta. Había reemplazado a la tía Escolástica con tanto fervor y tanta gracia, que Fermina la confundía con ella hasta para quererla. Tenía obsesiones de esclava. Tan pronto como encontraba un rato libre se iba al cuarto de oficios para planchar la ropa blanca, la dejaba perfecta, la guardaba en los armarios con flores de espliego, y no sólo planchaba y doblaba la que acababa de lavar sino también la que hubiera perdido su esplendor por falta de uso. Con el mismo cuidado seguía manteniendo el vestuario de Fermina Sánchez, la madre de Fermina, muerta catorce años antes. Pero era Fermina Daza la que tomaba las decisiones. Ordenaba lo que había que comer, lo que había que comprar, lo que tenía que hacerse en cada caso, y en esa forma determinaba la vida de una casa que en realidad no tenía nada que determinar. Cuando acababa de lavar las jaulas y poner la comida a los pájaros, y de cuidar que nada les hiciera falta a las flores, se quedaba sin rumbo.
What most struck Hildebranda was her cousin′s solitude. She seemed, she told her, an old maid of twenty. Accustomed to large scattered families in houses where no one was certain how many people were living or eating at any given time, Hildebranda could not imagine a girl her age reduced to the cloister of a private life. That was true: from the time she awoke at six in the morning until she turned out the light in the bedroom, Fermina Daza devoted herself to killing time. Life was imposed on her from outside. First, at the final rooster crow, the milkman woke her with his rapping on the door knocker. Then came the knock of the fishwife with her box of red snappers dying on a bed of algae, the sumptuous fruit sellers with vegetables from María la Baja and fruit from San Jacinto. And the n, for the rest of the day, everyone knocked at the door: beggars, girls with lottery tickets, the Sisters of Charity, the knife grinder with the gossip, the man who bought bottles, the man who bought old gold, the man who bought newspapers, the fake gypsies who offered to read one′s destiny in cards, in the lines of one′s palm, in coffee grounds, in the water in washbasins. Gala Placidia spent the week opening and closing the street door to say no, another day, or shouting from the balcony in a foul humor to stop bothering us, damn it, we already bought everything we need. She had replaced Aunt Escolástica with so much fervor and so much grace that Fermina confused them to the point of loving her. She had the obsessions of a slave. Whenever she had free time she would go to the workroom to iron the linens; she kept them perfect, she kept them in cupboards with lavender, and she ironed and folded not only what she had just washed but also what might have lost its brightness through disuse. With the same care she continued to maintain the wardrobe of Fermina Sánchez, Fermina′s mother, who had died fourteen years before. But Fermina Daza was the one who made the decisions. She ordered what they would eat, what they would buy, what had to be done in every circumstance, and in that way she determined the life in a house where in reality nothing had to be determined. When she finished washing the cages and feeding the birds, and making certain that the flowers wanted for nothing, she was at a loss.
Muchas veces, después de que fue expulsada del colegio, se quedó dormida en la siesta y no despertó hasta el día siguiente. Las clases de pintura no fueron más que una manera más entretenida de perder el tiempo. Las relaciones con su padre carecían de afectos desde el exilio de la tía Escolástica, aunque ambos habían encontrado el modo de vivir juntos sin estorbarse. Cuando ella se levantaba, ya él se había ¡do a sus negocios. Pocas veces faltaba al rito del almuerzo, aunque casi nunca comía, pues le bastaba con los aperitivos y los entremeses gallegos del Café de la Parroquia. Tampoco cenaba: le dejaban su ración en la mesa, toda en un solo plato y tapada con otro, aunque sabían que él no se la comería hasta el día siguiente recalentada en el desayuno. Una vez por semana le daba a la hija el dinero de los gastos, que él calculaba muy bien y que ella administraba con rigor, pero atendía con gusto cualquier pedido que ella le hiciera para gastos imprevistos. Nunca le regateaba un cuartillo, nunca le pedía cuentas, pero ella se comportaba como si tuviera que rendirlas ante el tribunal del Santo Oficio. Nunca le había hablado de la índole y el estado de sus negocios, ni nunca la había llevado a conocer sus oficinas del puerto, que estaban en un sitio vedado a señoritas decentes aunque fueran acompañadas por sus padres. Lorenzo Daza no llegaba a su casa antes de las diez de la noche, que era la hora de la queda en las épocas menos críticas de las guerras. Permanecía hasta entonces en el Café de la Parroquia, jugando lo que fuera, porque era especialista en todos los juegos de salón, y además buen maestro. Siempre llegó a su casa en su sano juicio, sin despertar a la hija, a pesar de que se tomaba el primer anisado al despertar y seguía masticando el cabo del tabaco apagado y bebiendo copas espaciadas durante el día. Una noche, sin embargo, Fermina lo sintió entrar. Oyó sus pasos de cosaco en las escaleras, su resuello enorme en el corredor del segundo piso, sus golpes con la palma-de la mano en la puerta del dormitorio. Ella le abrió, y por primera vez se asustó con su ojo torcido y el entorpecimiento de sus palabras.
Often, after she was expelled from school, she would fall asleep at siesta and not wake up until the next day. The painting classes were only a more amusing way to kill time. Her relationship with her father had lacked affection since the expulsion of Aunt Escolástica, although they had found the way to live together without bothering each other. When she awoke, he had already gone to his business. He rarely missed the ritual of lunch, although he almost never ate, for the aperitifs and Galician appetizers at the Parish Café satisfied him. He did not eat supper either: they left his meal on the table, everything on one plate covered by another, although they knew that he would not eat it until the next day when it was reheated for his breakfast. Once a week he gave his daughter money for expenses, which he calculated with care and she administered with rigor, but he listened with pleasure to any request she might make for unforeseen expenses. He never questioned a penny she spent, he never asked her for any explanations, but she behaved as if she had to make an accounting before the Tribunal of the Holy Office. He had never spoken to her about the nature or condition of his business, and he had never taken her to his offices in the port, which were in a location forbidden to decent young ladies even if accompanied by their fathers. Lorenzo Daza did not come home before ten o′clock at night, which was the curfew hour during the less critical periods of the wars. Until that time he would stay at the Parish Café, playing one game or another, for he was an expert in all salon games and a good teacher as well. He always came home sober, not disturbing his daughter, despite the fact that he had his first anisette when he awoke and continued chewing the end of his unlit cigar and drinking at regular intervals throughout the day. One night, however, Fermina heard him come in. She heard his cossack′s step on the stair, his heavy breathing in the second- floor hallway, his pounding with the flat of his hand on her bedroom door. She opened it, and for the first time she was frightened by his twisted eye and the slurring of his words.
-Estamos en la ruina -dijo él-. Ruina total, ya lo sabes.
“We are ruined, he said. “Total ruin, so now you know.
Fue todo lo que dijo, y nunca más lo volvió a decir ni sucedió nada que indicara si había dicho la verdad, pero después de aquella noche Fermina Daza tomó conciencia de que estaba sola en el mundo. Vivía en un limbo social. Sus antiguas compañeras de colegio estaban en un cielo prohibido para ella, y mucho más después de la deshonra de la expulsión, pero tampoco era vecina de sus vecinos, porque éstos la habían conocido sin pasado y con el uniforme de la Presentación de la Santísima Virgen. El mundo de su padre era de traficantes y estibadores, de refugiados de guerras en la guarida pública del Café de la Parroquia, de hombres solos. En el último año, las clases de pintura la habían aliviado un poco de su reclusión, porque la maestra prefería las clases colectivas y solía llevar a otras alumnas al costurero. Pero eran muchachas de condiciones sociales dispersas y mal definidas, y para Fermina Daza no eran más que amigas prestadas cuyo afecto terminaba con cada clase. Hildebranda quería abrir la casa, ventilarla, traer los músicos y los cohetes y castillos de pólvora de su padre y hacer un baile de carnaval cuyos ventarrones arrasaran con el ánimo apolillado de la prima, pero muy pronto se dio cuenta de que sus propósitos eran inútiles. Por una razón simple: no había con quién.
That was all he said, and he never said it again, and nothing happened to indicate whether he had told the truth, but after that night Fermina Daza knew that she was alone in the world. She lived in a social limbo. Her former schoolmates were in a heaven that was closed to her, above all after the dishonor of her expulsion, and she was not a neighbor to her neighbors, because they had known her without a past, in the uniform of the Academy of the Presentation of the Blessed Virgin. Her father′s world was one of traders and stevedores, of war refugees in the public shelter of the Parish Café, of solitary men. In the last year the painting classes had alleviated her seclusion somewhat, for the teacher preferred group classes and would bring the other pupils to the sewing room. But they were girls of varying and undefined social circumstances, and for Fermina Daza they were no more than borrowed friends whose affection ended with each class. Hildebranda wanted to open the house, air it, bring in her father′s musicians and fireworks and castles of gunpowder, and have a Carnival dance whose gale winds would clear out her cousin′s moth-eaten spirit, but she soon realized that her proposals were to no avail, and for a very simple reason: there was no one to invite.
En todo caso, fue ella quien la puso en la vida. Por las tardes, después de las clases de pintura, se hacía llevar a la calle para conocer la ciudad. Fermina Daza le enseñó el camino que hacía a diario con la tía Escolástica, el escaño del parquecito donde Florentino Ariza fingía leer para esperarla, las callejuelas por donde la seguía, los escondrijos de las cartas, el palacio siniestro donde estuvo la cárcel del Santo Oficio, y que luego había sido restaurado y convertido en el colegio de la Presentación de la Santísima Virgen, que ella odiaba con toda su alma. Subieron a la colina del cementerio de los pobres, donde Florentino Ariza tocaba el violín según el rumbo de los vientos para que ella lo escuchara en la cama, y desde allí vieron entera la ciudad histórica, los tejados rotos y los muros carcomidos, los escombros de las fortalezas entre los matorrales, el reguero de islas de la bahía, las barracas de miseria alrededor de las ciénagas, el Caribe inmenso.
In any case, it was she who thrust Fermina Daza into life. In the afternoon, after the painting classes, she allowed herself to be taken out to see the city. Fermina Daza showed her the route she had taken every day with Aunt Escolástica, the bench in the little park where Florentino Ariza pretended to read while he waited for her, the narrow streets along which he followed her, the hiding places for their letters, the sinister palace where the prison of the Holy Office had been located, later restored and converted into the Academy of the Presentation of the Blessed Virgin, which she hated with all her soul. They climbed the hill of the paupers′ cemetery, where Florentino Ariza played the violin according to the direction of the winds so that she could listen to him in bed, and from there they viewed the entire historic city, the broken roofs and the decaying walls, the rubble of fortresses among the brambles, the trail of islands in the bay, the hovels of the poor around the swamps, the immense Caribbean.
La noche de Navidad fueron a la misa del gallo en la catedral. Fermina ocupó el lugar donde le llegaba mejor la música confidencial de Florentino Ariza, y le mostró a su rima el sitio exacto en que una noche como aquella había visto de cerca por primera vez sus ojos espantados. Se arriesgaron solas hasta el Portal de los Escribanos, compraron dulces, se entretuvieron en la tienda de papeles de fantasía, y Fermina Daza le señaló a la prima el lugar en que descubrió de golpe que su amor no era más que un espejismo.
On Christmas Eve they went to Midnight Mass in the Cathedral. Fermina sat where she used to hear Florent ino Ariza′s confidential music with greatest clarity, and she showed her cousin the exact spot where, on a night like this, she had seen his frightened eyes up close for the first time. They ventured alone as far as the Arcade of the Scribes, they bought sweets, they were amused in the shop that sold fancy paper, and Fermina Daza showed her cousin the place where she suddenly discovered that her love was nothing more than an illusion.
No se daba cuenta ella misma de que cada paso suyo desde la casa hasta el colegio, cada sitio de la ciudad, cada instante de su pasado reciente no parecían existir sino por gracia de Florentino Ariza. Hildebranda se lo hizo notar, pero ella no lo admitió, porque nunca hubiera admitido la realidad de que Florentino Ariza, para bien o para mal, era lo único que le había ocurrido en la vida.
She herself had not realized that every step she took from her house to school, every spot in the city, every moment of her recent past, did not seem to exist except by the grace of Florentino Ariza. Hildebranda pointed this out to her, but she did not admit it because she never would have admitted that Florentino Ariza, for better or for worse, was the only thing that had ever happened to her in her life.
Por esos días vino un fotógrafo belga que instaló su estudio en los altos del Portal de los Escribanos, y todo el que tuvo con qué pagarlo aprovechó la ocasión para hacerse un retrato. Fermina e Hildebranda fueron de las primeras. Vaciaron el ropero de Fermina Sánchez, se repartieron las ropas más vistosas, las sombrillas, los zapatos de fiesta, los sombreros, y se vistieron de damas del medio siglo. Gala Placidia las ayudó a ceñirse los corsés, las enseñó a moverse dentro de los armazones de alambre de los miriñaques, a calzarse los guantes, a abotonarse los botines de tacones altos. Hildebranda prefirió un sombrero de alas grandes con plumas de avestruz que le caían sobre la espalda. Fermina se puso uno más reciente, adornado con frutas de yeso pintado y flores de crinolina. Al final se burlaron de sí mismas cuando se vieron en el espejo tan parecidas a los daguerrotipos de las abuelas, y se fueron felices, muertas de risa, a que les hicieran la foto de sus vidas. Gala Placidia las vio desde el balcón atravesando el parque con las sombrillas abiertas, sosteniéndose como podían sobre los tacones y empujando los miriñaques con todo el cuerpo como andaderas de niños, y les echó la bendición para que Dios las ayudara en sus retratos.
It was during this time that a Belgian photographer came to the city and set up his studio at the end of the Arcade of the Scribes, and all those with the money to pay took advantage of the opportunity to have their pictures taken. Fermina and Hildebranda were among the first. They emptied Fermina Sanchez′s clothes closet, they shared the finest dresses, the parasols, the party shoes, the hats, and they dressed as midcentury ladies. Gala Placidia helped them lace up the corsets, she showed them how to move inside the wire frames of the hoop skirts, how to wear the gloves, how to button the high-heeled boots. Hildebranda preferred a broad-brimmed hat with ostrich feathers that hung down over her shoulder. Fermina wore a more recent model decorated with painted plaster fruit and crinoline flowers. At last they giggled when they looked in the mirror and saw the resemblance to the daguerreotypes of their grandmothers, and they went off happy, laughing for all they were worth, to have the photograph of their lives taken. Gala Placidia watched from the balcony as they crossed the park with their parasols open, tottering on their high heels and pushing against the hoop skirts with their bodies as if they were children′s walkers, and she gave them her blessing so that God would help them in their portraits.
Había un tumulto frente al estudio del belga, porque estaban fotografiando a Beny Centeno, que por aquellos días había ganado el campeonato de boxeo en Panamá. Estaba en pantalones de pelea, con los guantes puestos y la corona en la cabeza, y no fue fácil fotografiarlo porque debía permanecer en posición de asalto durante un minuto y respirando lo menos posible, pero tan pronto como alzaba la guardia sus fanáticos rorrumpían en ovaciones, y él no podía resistir la tentación de complacerlos exhibiendo sus artes. Cuando llegó el turno de las primas el cielo se había nublado y la lluvia parecía inminente, pero ellas se dejaron empolvar las caras con almidón y se apoyaron con tal naturalidad en una columna de alabastro, que lograron permanecer inmóviles por más tiempo del que parecía racional. Fue un retrato eterno. Cuando Hildebranda murió, casi centenaria en su hacienda de Flores de María, encontraron su copia bajo llave en el armario del dormitorio, escondida entre los pliegues de las sábanas perfumadas, junto con el fósil de un pensamiento en una carta borrada por los años. Fermina Daza tuvo siempre la suya muchos años en la primera hoja de un álbum de familia, de donde desapareció sin que se supiera cómo, ni cuándo, y llegó a manos de Florentino Ariza por una serie de casualidades inverosímiles, cuando ya ambos pasaban de los sesenta años.
There was a mob in front of the Belgian′s studio because photographs were being taken of Beny Centeno, who had won the boxing champ ionship in Panama. He wore his boxing trunks and his boxing gloves and his crown, and it was not easy to photograph him because he had to hold a fighting stance for a whole minute and breathe as little as possible, but as soon as he put up his guard, his fans burst into cheers and he could not resist the temptation to please them by showing off his skill. When it was the cousins′ turn, the sky had clouded over and rain seemed imminent, but they allowed their faces to be powdered with starch and they leaned against an ala baster column with such ease that they remained motionless for more time than seemed reasonable. It was an immortal portrait. When Hildebranda died on her ranch at Flores de María, when she was almost one hundred years old, they found her copy locked in the bedroom closet, hidden among the folds of the perfumed sheets along with the fossil of a thought in a letter that had faded with time. For many years Fermina Daza kept hers on the first page of a family album, then it disappeared without anyone′s knowing how, or when, and came into the possession of Florentino Ariza, through a series of unbelievable coincidences, when they were both over sixty years old.
La plaza frente al Portal de los Escribanos estaba colmada hasta los balcones cuando Fermina e Hildebranda salieron del estudio del belga. Habían olvidado que tenían las caras blancas de almidón y los labios pintados de una pomada del color del chocolate, y que sus ropas no eran propias de la hora ni de la época. La calle las recibió con una rechifla de burla. Estaban arrinconadas, tratando de escapar al escarnio público, cuando se abrió paso por entre el tumulto el landó de los alazanes dorados. La rechifla cesó y los grupos hostiles se dispersaron. Hildebranda no había de olvidar jamás la primera visión del hombre que apareció en el estribo, su cubilete de raso, su chaleco de brocados, sus ademanes sabios, la dulzura de sus ojos, la autoridad de su presencia.
When Fermina and Hildebranda came out of the Belgian′s studio, there were so many people in the plaza across from the Arcade of the Scribes that even the balconies were crowded. They had forgotten that their faces were white with starch and that their lips were painted with a chocolate-colored salve and that their clothes were not appropriate to the time of day or the age. The street greeted them with catcalls and mockery. They were cornered, trying to escape public derision, when the landau drawn by the golden chestnuts opened a path through the crowd. The catcalls ceased and the hostile groups dispersed. Hildebranda was never to forget her first sight of the man who appeared on the footboard: his satin top hat, his brocaded vest, his knowing gestures, the sweetness in his eyes, the authority of his presence.
Aunque nunca lo había visto, lo reconoció de inmediato. Fermina Daza le había hablado de él, casi por casualidad y sin ningún interés, una tarde del mes anterior en que no quiso pasar por la casa del Marqués de Casalduero porque el landó de los caballos de oro estaba estacionado frente al portal. Le contó quién era el dueño y trató de explicarle las causas de su antipatía, aunque no le dijo una palabra de sus pretensiones. Hildebranda lo olvidó. Pero cuando lo identificó en la puerta del coche como una aparición de fábula, con un pie en tierra y otro en el estribo, no entendió los motivos de la prima.
Although she had never seen him before, she recognized him immediately. The previous month, Fermina Daza had spoken about him, in an offhand way and with no sign of interest, one afternoon when she did not want to pass by the house of the Marquis de Casalduero because the landau with the golden horses was stopped in front of the door. She told her who the owner was and attempted to explain the reasons for her antipathy, although she did not say a word about his courting her. Hildebranda thought no more about him. But when she identified him as a vision out of legend, standing in the carriage door with one foot on the ground and the other on the footboard, she could not understand her cousin′s motives.
-Háganme el favor de subir -les dijo el doctor Juvenal Urbino---. Las llevo adonde ordenen.
“Please get in, said Dr. Juvenal Urbino. “I will take you wherever you want to go.
Fermina Daza inició un gesto de reticencia, pero ya Hildebranda había aceptado. El doctor Juvenal Urbino echó pie a tierra, y con la punta de los dedos, casi sin tocarla, la ayudó a subir en el coche. Fermina, sin más alternativas, subió después de ella, con la cara encendida por el bochorno.
Fermina Daza began a gesture of refusal, but Hildebranda had already accepted. Dr. Juvenal Urbino jumped down, and with his fingertips, almost without touching her, he helped her into the carriage. Fermina had no alternative but to climb in after her, her face blazing with embarrassment.
La casa estaba a sólo tres cuadras. Las primas no se dieron cuenta de que el doctor Urbino se hubiera puesto de acuerdo con el cochero, pero debió ser así, porque el coche tardó más de media hora en llegar. Iban sentadas en el asiento principal, y él frente a ellas, de espaldas al sentido de la marcha del coche. Fermina volvió la cara hacia la ventana y se hundió en el vacío. Hildebranda, en cambio, estaba encantada, y el doctor Urbino más encantado aún con su encantamiento. Tan pronto como el coche se echó a andar, ella sintió el olor calido del cuero natural de los asientos, la intimidad del interior capitonado, y dijo que le parecía un lugar bueno para quedarse a vivir. Muy ronto empezaron a reír, a cruzarse bromas de viejos amigos, y derivaron hacia un juego de ingenio en una jerigonza fácil, que consistía en intercalar entre cada sílaba una sílaba convencional. Fingían creer que Fermina no les entendía, aunque no sólo sabían que entendía sino que estaba pendiente de ellos, y por eso lo hacían. Al cabo de un momento, después de mucho reír, Hildebranda confesó que no podía soportar más el suplicio de los botines.
The house was only three blocks away. The cousins did not realize that Dr. Urbino had given instructions to the coachman, but he must have done so, because it took the carriage almost half an hour to reach its destination. The girls were on the principal seat and he sat opposite them, facing, the back of the carriage. Fermina turned her head toward the window and was lost in the void. Hildebranda, on the other hand, was delighted, and Dr. Urbino was even more delighted by her delight. As soon as the carriage began to move, she sensed the warm odor of the leather seats, the intimacy of the padded interior, and she said that it seemed a nice place to spend the rest of one′s life. Very soon they began to laugh, to exchange jokes as if they were old friends, and they began to match wits in a simple word game that consisted of placing a nonsense syllable after every other syllable. They pretended that Fermina did not understand them, although they knew she not only understood but was listening as well, which is why they did it. After much laughter, Hildebranda confessed that she could no longer endure the torture of her boots.
-Nada más fácil -dijo el doctor Urbino-. Vamos a ver quién termina primero.
“Nothing could be simpler, said Dr. Urbino. “Let us see who finishes first.
Empezó a soltarse los cordones de las botas, e Hildebranda aceptó el reto. No le fue fácil, por el estorbo del corsé de varillas que no le permitía inclinarse, pero el doctor Urbino se demoró a propósito, hasta que ella sacó sus botines de debajo de la falda con una carcajada de triunfo, como si acabara de pescarlos en un estanque. Ambos miraron entonces a Fermina, y vieron su magnífico perfil de oropéndola más afilado que nunca contra el incendio del atardecer. Estaba tres veces furiosa: por lasituación inmerecida en que se encontraba, por la conducta libertina de Hildebranda, y por la certeza de que el coche daba vueltas sin sentido para retardar la llegada. Pero Hildebranda estaba suelta de madrina.
He began to unlace his own boots, and Hildebranda accepted the challenge. It was not easy for her to do because the stays in the corset did not allow her to bend, but Dr. Urbino dallied until she took her boots out from under her skirt with a triumphant laugh, as if she had just fished them out of a pond. Then both of them looked at Fermina and saw her magnificent golden oriole′s profile sharper than ever against the blaze of the setting sun. She was furious for three reasons: because of the undeserved situation in which she found herself, because of Hildebranda′s libertine behavior, and because she was certain that the carriage was driving in circles in order to postpone their arrival. But Hildebranda had lost all restraint.
-Ahora me doy cuenta -dijo- que lo que me estorbaba no eran los zapatos sino esta jaula de alambre.
“Now I realize, she said, “that what bothered me was not my shoes but this wire cage.
El doctor Urbino comprendió que se refería al miriñaque, y atrapó la ocasión al vuelo. "Nada más fácil -dijo-. Quíteselo." Con un rápido ademán de prestidigitador se sacó el pañuelo del bolsillo y se vendó los ojos.
Dr. Urbino understood that she was referring to her hoop skirt, and he seized the opportunity as it flew by. “Nothing could be simpler, he said. “Take it off. With the rapid movements of a prestidigitator, he removed his handkerchief from his pocket and covered his eyes with it.
-Yo no miro -dijo.
“I won′t look, he said.
La venda hizo resaltar la pureza de sus labios entre la barba redonda y negra y los bigotes de puntas afiladas, y ella se sintió sacudida por un ramalazo de pánico. Miró a Fermina, y esta vez no la vio furiosa, sino aterrorizada de que ella fuera capaz de quitarse la falda. Hildebranda se puso seria y le preguntó en letras de mano: "¿Qué hacemos?". Fermina Daza le contestó en el mismo código que si no iban directo a su casa se arrojaría del coche en marcha.
The blindfold emphasized the purity of his lips surrounded by his round black beard and his mustache with the waxed tips, and she felt herself shaken by a sudden surge of panic. She looked at Fermina, and now she saw that she was not furious but terrified that she might be capable of taking off her skirt. Hildebranda became serious and asked her in sign language: “What shall we do? Fermina answered in the same code that if they did not go straight home she would throw herself out of the moving carriage.
-Estoy esperando -dijo el médico.
“I am waiting, said the Doctor.
-Ya puede mirar -dijo Hildebranda.
“You can look now, said Hildebranda.
El doctor Juvenal Urbino la encontró distinta al quitarse la venda, y comprendió que el juego había terminado, y había terminado mal. A una señal suya el cochero hizo girar el coche en redondo, y entró en el parque de Los Evangelios en el momento en que el farolero encendía las lámparas públicas. Todas las iglesias dieron el Ángelus. Hildebranda descendió de prisa, un poco turbada por la idea de haber disgustado a la rima, y se despidió del médico con un apretón de manos sin ceremonias. Fermina la imitó, pero cuando trató de retirar la mano con el guante de raso, el doctor Urbino le apretó con fuerza el dedo del corazón.
When Dr. Juvenal Urbino removed the blindfold he found her changed, and he understood that the game had ended, and had not ended well. At a sign from him, the coachman turned the carriage around and drove into the Park of the Evangels, just as the lamplighter was making his rounds. All the churches were ringing the Angelus. Hildebranda hurried out of the carriage, somewhat disturbed at the idea that she had offended her cousin, and she said goodbye to the Doctor with a perfunctory handshake. Fermina did the same, but when she tried to withdraw her hand in its satin glove, Dr. Urbino squeezed her ring finger.
-Estoy esperando su respuesta -le dijo.
“I am waiting for your answer, he said.
Fermina dio entonces, un tirón más fuerte, y el′ guante vacío quedó colgando en la mano del médico, pero no esperó a recuperarlo. Se acostó sin comer. Hildebranda, como si nada hubiera pasado, entró en el dormitorio después de cenar con Gala Placidia en la cocina, y comentó con su gracia natural los incidentes de la tarde. No disimuló su entusiasmo por el doctor Urbino, por su elegancia y su simpatía, y Fermina no le correspondió con ningún comentario, pero estaba repuesta de la contrariedad. A un cierto momento, Hildebranda confesó: cuando el doctor Juvenal Urbino se vendó los ojos y ella vio el resplandor de sus dientes perfectos entre sus labios rosados, había sentido un deseo irresistible de comérselo a besos. Fermina Daza se revolvió contra la pared y uso término a la conversación sin ánimo de ofender, más bien sonriente, pero con todo el corazón.
Then Fermina pulled harder and her empty glove was left dangling in the Doctor′s hand, but she did not wait to retrieve it. She went to bed without eating. Hildebranda, as if nothing had happened, came into the bedroom after her supper with Gala Placidia in the kitchen, and with her inborn wit, commented on the events of the afternoon. She did not attempt to hide her enthusiasm for Dr. Urbino, for his elegance and charm, and Fermina refused to comment, but was brimming with anger. At one point Hildebranda confessed that when Dr. Juvenal Urbino covered his eyes and she saw the splendor of his perfect teeth between his rosy lips, she had felt an irresistible desire to devour him with kisses. Fermina Daza turned to the wall and with no wish to offend, but smiling and with all her heart, put an end to the conversation:
-¡Qué puta eres! -dijo.
“What a whore you are! she said.
Durmió a saltos, viendo al doctor Juvenal Urbino por todas partes, viéndolo reír, cantar, echando chispas de azufre por los dientes con los ojos vendados, burlándose de ella con una jerigonza sin reglas fijas en un coche distinto que subía hacia el cementerio de los pobres. Despertó mucho antes del amanecer, exhausta, y permaneció despierta con los ojos cerrados pensando en los años innumerables que todavía le faltaban por vivir. Después, mientras Hildebranda se bañaba, escribió una carta a toda prisa, la dobló a toda prisa, la metió a toda prisa en el sobre, y antes de que Hildebranda saliera del baño se la mandó con Gala Placidia al doctor Juvenal Urbino. Era una carta de las suyas, sin una letra de más ni de menos, en la cual sólo decía que sí, doctor, que hablara con su padre.
Her sleep was restless; she saw Dr. Juvenal Urbino everywhere, she saw him laughing, singing, emitting sulfurous sparks from between his teeth with his eyes blindfolded, mocking her with a word game that had no fixed rules, driving up to the paupers′ cemetery in a different carriage. She awoke long before dawn and lay exhausted and wakeful, with her eyes closed, thinking of the countless years she still had to live. Later, while Hildebranda was bathing, she wrote a letter as quickly as possible, folded it as quickly as possible, put it in an envelope as quickly as possible, and before Hildebranda came out of the bathroom she had Gala Placidia deliver it to Dr. Juvenal Urbino. It was one of her typical letters, not a syllable too many or too few, in which she told the Doctor yes, he could speak to her father.
Cuando Florentino Ariza supo que Fermina Daza iba a casarse con un médico de alcurnia y fortuna, educado en Europa y con una reputación insólita a su edad, no hubo poder capaz de levantarlo de su postración. Tránsito Ariza hizo más que lo posible por consolarlo con recursos de novia cuando se dio cuenta de que había perdido el habla y el apetito y se pasaba las noches en claro llorando sin sosiego, y al cabo de una semana consiguió que comiera otra vez. Habló entonces con don León XII Loayza, el único sobreviviente de los tres hermanos, y sin decirle el motivo le suplicó que le diera al sobrino un empleo para hacer cualquier cosa en la empresa de navegación, siempre que fuera en un puerto perdido en la manigua de La Magdalena, donde no hubiera correo ni telégrafo, ni viera a nadie que le contara nada de esta ciudad de perdición. El tío no le dio el empleo por consideración con la viuda del hermano, que no soportaba ni la existencia simple del bastardo, pero le consiguió el puesto de telegrafista en la Villa de Leyva, una ciudad de ensueño a más de veinte jornadas y a casi tres mil metros de altura sobre el nivel de la Calle de las Ventanas.
When Florentino Ariza learned that Fermina Daza was going to marry a physician with family and fortune, educated in Europe and with an extraordinary reputation for a man of his years, there was no power on earth that could raise him from his prostration. Tránsito Ariza did all she could and more, using all the stratagems of a sweetheart to console him when she realized that he had lost his speech and his appetite and was spending nights on end in constant weeping, and by the end of the week he was eating again. Then she spoke to Don Leo XII Loayza, the only one of the three brothers who was still alive, and without telling him the reason, she pleaded with him to give his nephew any job at all in the navigation company, as long as it was in a port lost in the jungle of the Magdalena, where there was no mail and no telegraph and no one who would tell him anything about this damnable city. His uncle did not give him the job out of deference to his brother′s widow, for she could not bear the very existence of her husband′s illegitimate son, but he did find him employment as a telegraph operator in Villa de Leyva, a dreamy city more than twenty days′ journey away and almost three thousand meters above the level of the Street of Windows.
Florentino Ariza no fue nunca muy consciente de aquel viaje medicinal. Había de recordarlo siempre, como todo lo que ocurrió en aquella época, a través de los cristales enrarecidos de su desventura. Cuando recibió el telegrama del nombramiento no pensó tomarlo siquiera en consideración, pero Lotario Thugut lo convenció con argumentos alemanes de que le esperaba un porvenir radiante en la administración pública. Le dijo: "El telégrafo es la profesión del futuro". Le regaló un par de guantes forrados por dentro con piel de conejo, un gorro estepario y un sobretodo con cuello de peluche probado en los eneros glaciales de Baviera. El tío León XII le regaló dos vestidos de paño y unas botas impermeables que habían sido del hermano mayor, y le dio un pasaje con camarote para el próximo buque. Tránsito Ariza redujo la ropa a las medidas de su hijo, que era menos corpulento que el padre y mucho más bajo que el alemán, y le compró medias de lana y calzoncillos de cuerpo entero para que no le faltara nada contra los rigores del páramo. Florentino Ariza, endurecido de tanto sufrir, asistía a los preparativos del viaje como hubiera asistido un muerto a los aprestos de sus honras fúnebres. No le dijo a nadie que se iba, no se despidió de nadie, con el hermetismo férreo con que sólo le reveló a la madre el secreto de su pasión reprimida, pero la víspera del viaje cometió a conciencia una locura última del corazón que bien pudo costarle la vida. Se puso a la media noche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el valse de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían, y que fue durante tres años el emblema de su complicidad contrariada. Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el valse terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violín en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que se iba la mañana siguiente, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás.
Florentino Ariza was never very conscious of that curative journey. He would remember it always, as he remembered everything that happened during that period, through the rarefied lenses of his misfortune. When he received the telegram informing him of his appointment, it did not even occur to him to consider it, but Lotario Thugut convinced him with Germanic arguments that a brilliant career awaited him in public administration. He told him: “The telegraph is the profession of the future. He gave him a pair of gloves lined with rabbit fur, a hat worthy of the steppes, and an overcoat with a plush collar, tried and proven in the icy winters of Bavaria. Uncle Leo XII gave him two serge suits and a pair of waterproof boots that had belonged to his older brother, and he also gave him cabin passage on the next boat. Tránsito Ariza altered the clothing and made it smaller for her son, who was less corpulent than his father and much shorter than the German, and she bought him woolen socks and long underwear so that he would have everything he needed to resist the rigors of the mountain wastelands. Florentino Ariza, hardened by so much suffering, attended to the preparations for his journey as if he were a dead man attending to the preparations for his own funeral. The same iron hermeticism with which he had revealed to no one but his mother the secret of his repressed passion meant that he did not tell anyone he was going away and did not say goodbye to anyone, but on the eve of his departure he committed, with full awareness, a final mad act of the heart that might well have cost him his life. At midnight he put on his Sunday suit and went to stand alone under Fermina Daza′s balcony to play the love waltz he had composed for her, which was known only to the two of them and which for three years had been the emblem of their frustrated complicity. He played, murmuring the words, his violin bathed in tears, with an inspiration so intense that with the first measures the dogs on the street and then the dogs all over the city began to howl, but then, little by little, they were quieted by the spell of the music, and the waltz ended in supernatural silence. The balcony did not open, and no one appeared on the street, not even the night watchman, who almost always came running with his oil lamp in an effort to profit in some small way from serenades. The act was an exorcism of relief for Florentino Ariza, for when he put the violin back into its case and walked down the dead streets without looking back, he no longer felt that he was leaving the next morning but that he had gone away many years before with the irrevocable determination never to return.
El buque, uno de los tres iguales de la Compañía Fluvial del Caribe, había sido rebautizado en homenaje al fundador: Pío Quinto Loayza. Era una casa flotante de dos isos de madera sobre un casco de hierro, ancho y plano, con un calado máximo de cinco ies que le permitía sortear mejor los fondos variables del río. Los buques más antiguos habían sido fabricados en Cincinnati a mediados del siglo, con el modelo legendario de los que hacían el tráfico del Ohio y el Mississippi, y tenían a cada lado una rueda de propulsión movida por una caldera de leña. Como éstos, los buques de la Compañía Fluvial del Caribe tenían en la cubierta inferior, casi a ras del agua, las máquinas de vapor y las cocinas, y los grandes corrales de gallinero donde las tripulaciones colgaban las hamacas, entrecruzadas a distintos niveles. Tenían en el piso superior la cabina de mando, los camarotes del capitán y sus oficiales, y una sala de recreo y un comedor, donde los pasajeros notables eran invitados por lo menos una vez a cenar y a jugar barajas. En el piso intermedio tenían seis camarotes de primera clase a ambos lados de un pasadizo que servía de comedor común, y en la proa una sala de estar abierta sobre el río con barandales de madera bordada y pilares de hierro, donde colgaban de noche sus hamacas los pasajeros del montón. Pero a diferencia de los más antiguos, estos buques no tenían las paletas de propulsión a los lados, sino una enorme rueda en la popa con paletas horizontales debajo de los excusados sofocantes de la cubierta de pasajeros. Florentino Ariza no se había tomado la molestia de explorar el buque tan pronto como subió a bordo, un domingo de julio a las siete de la mañana, como lo hacían casi por instinto los que viajaban por primera vez. Sólo tomó conciencia de su nueva realidad al atardecer, navegando frente al caserío de Calamar, cuando fue a orinar en la popa y vio por el hueco del excusado la gigantesca rueda de tablones girando bajo sus pies con un estruendo volcánico de espumas y vapores ardientes.
The boat, one of three identical vessels belonging to the River Company of the Caribbean, had been renamed in honor of the founder: Pius V Loayza. It was a floating two-story wooden house on a wide, level iron hull, and its maximum draft of five feet allowed it to negotiate the variable depths of the river. The older boats had been built in Cincinnati in midcentury on the legendary model of the vessels that traveled the Ohio and the Mississippi, with a wheel on each side powered by a wood- fed boiler. Like them, the boats of the River Company of the Caribbean had a lower deck almost level with the water, with the steam engines and the galleys and the sleeping quarters like henhouses where the crew hung their hammocks crisscrossed at different heights. On the upper deck were the bridge, the cabins of the Captain and his officers, and a recreation and dining room, where notable passengers were invited at least once to have dinner and play cards. On the middle deck were six first-class cabins on either side of a passage that served as a common dining room, and in the prow was a sitting room open to the river, with carved wood railings and iron columns, where most of the passengers hung their hammocks at night. Unlike the older boats, these did not have paddle wheels at the sides; instead, there was an enormous wheel with horizontal paddles at the stern, just underneath the suffocating toilets on the passenger deck. Florentino Ariza had not taken the trouble to explore the boat when he came aboard on a Sunday in July at seven o′clock in the morning, as those traveling for the first time did almost by instinct. He became aware of his new milieu only at dusk, as they were sailing past the hamlet of Calamar, when he went to the stern to urinate and saw, through the opening in the toilet, the gigantic paddle wheel turning under his feet with a volcanic display of foam and steam.
No había viajado nunca. Llevaba un baúl de hojalata con la ropa del páramo, las novelas ilustradas que compraba en folletines mensuales y que él mismo cosía con tapas de cartón, y los libros de versos de amor que recitaba de memoria y estaban a punto de convertirse en polvo de tanto ser releídos. Había dejado el violín, que se identificaba demasiado con su desgracia, pero su madre lo había obligado a llevar el petate, que era un recado de dormir muy popular y práctico: una almohada, una sábana, una bacinilla de peltre y un toldo de punto para los mosquitos, y todo eso envuelto en una estera amarrada con dos cabuyas para colgar una hamaca en caso de urgencia. Florentino Ariza no quería llevarlo, pues pensaba que sería inútil en un camarote donde había servicio de camas tendidas, pero desde la primera noche tuvo que agradecer una vez más el buen sentido de su madre. En efecto, a última hora subió a bordo un pasajero vestido de etiqueta que había llegado en un barco de Europa aquella madrugada, y estaba acompañado por el gobernador de la provincia en persona. Quería proseguir el viaje de inmediato con su esposa y su hija, y con el criado de librea y los siete baúles con ribetes dorados que cupieron a duras penas por las escaleras. El capitán, un gigante de Curazao, logró conmover el sentido patriótico de los criollos para acomodar a los viajeros imprevistos. A Florentino Ariza le explicó en una tortilla de castellano y papiamento que el hombre de etiqueta era el nuevo ministro plenipotenciario de Inglaterra en viaje hacia la capital de la república, le recordó que aquel reino había aportado recursos decisivos para nuestra independencia del dominio español, y en consecuencia cualquier sacrificio era poco para que una familia de tan alta dignidad se sintiera en nuestra casa mejor que en la propia. Florentino Ariza, por supuesto, renunció al camarote. Al principio no lo lamentó, pues el caudal del río era abundante en aquella época del año, y el buque navegó sin tropiezos las primeras dos noches. Después de la cena, a las cinco de la tarde, la tripulación repartía entre los pasajeros unos catres plegadizos con fondos de lona, y cada quien abría el suyo donde podía, lo arreglaba con los trapos de su petate y armaba encima el mosquitero de punto. Los que tenían hamacas las colgaban en el salón, y los que no tenían nada dormían sobre las mesas del comedor arropados con los manteles que no cambiaban más de dos veces durante el viaje. Florentino A-riza permanecía en vela la mayor parte de la noche, creyendo oír la voz de Fermina Daza en la brisa fresca del río, pastoreando la soledad con su recuerdo, oyéndola cantar en la respiración del buque que avanzaba con pasos de animal grande en las tinieblas, hasta que aparecían las primeras franjas rosadas en el horizonte y el nuevo día reventaba de pronto sobre pastizales desiertos y ciénagas de brumas. El viaje le parecía entonces una prueba más de la sabiduría de su madre, y se sintió con ánimos para sobrevivir al olvido.
He had never traveled before. He had with him a tin trunk with his clothes for the mountain wastelands, the illustrated novels that he bought in pamphlet form every month and that he himself sewed into cardboard covers, and the books of love poetry that he recited from memory and that were about to crumble into dust with so much reading. He had left behind his violin, for he identified it too closely with his misfortune, but his mother had obliged him to take his petate, a very popular and practical bedroll, with its pillow, sheet, small pewter chamber pot, and mosquito netting, all of this wrapped in straw matting tied with two hemp ropes for hanging a hammock in an emergency. Florentino Ariza had not wanted to take it, for he thought it would be useless in a cabin that provided bed and bedclothes, but from the very first night he had reason once again to be grateful for his mother′s good sense. At the last moment, a passenger dressed in evening clothes boarded the boat; he had arrived early that morning on a ship from Europe and was accompanied by the Provincial Governor himself. He wanted to continue his journey without delay, along with his wife and daughter and liveried servant and seven trunks with gold fittings, which were almost too bulky for the stair way. To accommodate the unexpected travelers, the Captain, a giant from Curaçao, called on the passengers′ indigenous sense of patriotism. In a jumble of Spanish and Curaçao patois, he explained to Florentino Ariza that the man in evening dress was the new plenipotentiary from England, on his way to the capital of the Republic; he reminded him of how that kingdom had provided us with decisive resources in our struggle for independence from Spanish rule, and that as a consequence no sacrifice was too great if it would allow a family of such distinction to feel more at home in our country than in their own. Florentino Ariza, of course, gave up his cabin. At first he did not regret it, for the river was high at that time of year and the boat navigated without any difficulty for the first two nights. After dinner, at five o′clock, the crew distributed folding canvas cots to the passengers, and each person opened his bed wherever he could find room, arranged it with the bedclothes from his petate, and set the mosquito netting over that. Those with hammocks hung them in the salon, and those who had nothing slept on the tables in the dining room, wrapped in the tablecloths that were not changed more than twice during the trip. Florentino Ariza was awake most of the night, thinking that he heard the voice of Fermina Daza in the fresh river breeze, ministering to his solitude with her memory, hearing her sing in the respiration of the boat as it moved like a great animal through the darkness, until the first rosy streaks appeared on the horizon and the new day suddenly broke over deserted pastureland and misty swamps. Then his journey seemed yet another proof of his mother′s wisdom, and he felt that he had the fortitude to endure forgetting.
Al cabo de tres días de buenas aguas, sin embargo, la navegación fue más difícil entre bancos de arena intempestivos y turbulencias engañosas. El río se volvió turbio y fue haciéndose cada vez más estrecho en una selva enmarañada de árboles colosales, donde sólo se encontraba de vez en cuando una choza de paja junto a las pilas de leña para la caldera de los buques. La algarabía de los loros y el escándalo de los micos invisibles parecían aumentar el bochorno del mediodía. Pero de noche había que amarrar el buque para dormir, y entonces se volvía insoportable hasta el hecho simple de estar vivo. Al calor y los zancudos se agregaba el tufo de las pencas de carne salada puestas a secar en los barandales. La mayoría de los pasajeros, sobre todo los europeos, abandonaban el pudridero de los camarotes y se pasaban la noche caminando por las cubiertas, espantando toda clase de alimañas con la misma toalla con que se secaban el sudor incesante, y amanecían exhaustos e hinchados por las picaduras.
After three days of favorable water, however, it became more difficult to navigate between inopportune sandbanks and deceptive rapids. The river turned muddy and grew narrower and narrower in a tangled jungle of colossal trees where there was only an occasional straw hut next to the piles of wood for the ship′s boilers. The screeching of the parrots and the chattering of the invisible monkeys seemed to intensify the midday heat. At night it was necessary to anchor the boat in order to sleep, and then the simple fact of being alive became unendurable. To the heat and the mosquitoes was added the reek of strips of salted meat hung to dry on the railings. Most of the passengers, above all the Europeans, abandoned the pestilential stench of their cabins and spent the night walking the decks, brushing away all sorts of predatory creatures with the same towel they used to dry their incessant perspiration, and at dawn they were exhausted and swollen with bites.
Además, aquel año había estallado un episodio más de la guerra civil intermitente entre liberales y conservadores, y el capitán había tomado precauciones muy severas para el orden interno y la seguridad de los pasajeros. Tratando de evitar equívocos y rovocaciones, prohibió la distracción favorita de los viajes de esos tiempos, que era disparar contra los caimanes que se asoleaban en los playones. Más adelante, cuando algunos pasajeros se dividieron en dos bandos enemigos en el curso de una discusión, hizo decomisar las armas de todos con el compromiso bajo palabra de devolverlas al término del viaje. Fue inflexible inclusive con el ministro británico, que desde el día siguiente de la partida amaneció vestido de cazador, con una carabina de precisión y una escopeta de dos cañones para matar tigres. Las restricciones se hicieron aún más drásticas arriba del puerto de Tenerife, donde se cruzaron con un buque que llevaba enarbolada la bandera amarilla de la peste. El capitán no pudo obtener ninguna información sobre aquel signo alarmante, porque el otro buque no respondió a sus señales. Pero ese mismo día encontraron otro que estaba cargando ganado para Jamaica, y éste informó que el buque con la bandera de la peste llevaba dos enfermos de cólera, y que la epidemia estaba haciendo estragos en el trayecto del río que aún les faltaba por navegar. Entonces se prohibió a los pasajeros abandonar el buque no sólo en los puertos siguientes, sino aun en los lugares despoblados donde arrimaba a cargar leña. De modo que el resto del viaje hasta el puerto final, que duró otros seis días, los pasajeros contrajeron hábitos carcelarios. Entre éstos, la contemplación perniciosa de un aquete de postales pornográficas holandesas que circuló de mano en mano sin que nadie supiera de dónde habían salido, aunque ningún veterano del río ignoraba que eran apenas un muestrario de la colección legendaria del capitán. Pero hasta esa distracción sin porvenir terminó por aumentar el hastío.
Moreover, another episode of the intermittent civil war between Liberals and Conservatives had broken out that year, and the Captain had taken very strict precautions to maintain internal order and protect the safety of the passengers. Trying to avoid misunderstandings and provocations, he prohibited the favorite pastime during river voyages in those days, which was to shoot the alligators sunning thems elves on the broad sandy banks. Later on, when some of the passengers divided into two opposing camps during an argument, he confiscated everyone′s weapons and gave his word of honor that they would be returned at the end of the journey. He was inflexible even with the British minister who, on the morning following their departure, appeared in a hunting outfit, with a precision carbine and a double-barreled rifle for killing tigers. The restrictions became even more drastic above the port of Tenerife, where they passed a boat flying the yellow plague flag. The Captain could not obtain any further information regarding that alarming sign because the other vessel did not respond to his signals. But that same day they encountered another boat, with a cargo of cattle for Jamaica, and were informed that the vessel with the plague flag was carrying two people sick with cholera, and that the epidemic was wreaking havoc along the portion of the river they still had to travel. Then the passengers were prohibited from leaving the boat, not only in the ports but even in the uninhabited places where they stopped to take on wood. So that until they reached the final port, a trip of six days, the passengers acquired the habits of prisoners, including the pernicious contemplation of a packet of pornographic Dutch postcards that circulated from hand to hand without anyone′s knowing where it came from, although no veteran of the river was unaware that this was only a tiny sampling of the Captain′s legendary collection. But, in the end, even that dis traction with no expectation only increased the tedium.
Florentino Ariza soportó los rigores del viaje con la paciencia mineral que desconsolaba a su madre y exasperaba a sus amigos. No alternó con nadie. Los días se le hacían fáciles sentado frente al barandal, viendo a los caimanes inmóviles asoleándose en los playones con las fauces abiertas para atrapar mariposas, viendo las bandadas de garzas asustadas que se alzaban de pronto en los pantanos, los manatíes que amamantaban sus crías con sus grandes tetas maternales y sorprendían a los pasajeros con sus llantos de mujer. En un mismo día vio pasar flotando tres cuerpos humanos, hinchados y verdes, con varios gallinazos encima. Pasaron primero los cuerpos de dos hombres, uno de ellos sin cabeza, y después el de una niña de pocos años cuyos cabellos de medusa se fueron ondulando en la estela del buque. Nunca supo, porque nunca se sabía, si eran víctimas del cólera o de la guerra, pero la tufarada nauseabunda contaminó en su memoria el recuerdo de Fermina Daza.
Florentino Ariza endured the hardships of the journey -with the mineral patience that had brought sorrow to his mother and exasperation to his friends. He spoke to no one. The days were easy for him as he sat at the rail, watching the motionless alligators sunning themselves on sandy banks, their mouths open to catch butterflies, watching the flocks of startled herons that rose without warning from the marshes, the manatees that nursed their young at large maternal teats and startled the passengers with their woman′s cries. On a single day he saw three bloated, green, human corpses float past, with buzzards sitting on them. First the bodies of two men went by, one of them without a head, and then a very young girl, whose medusan locks undulated in the boat′s wake. He never knew, because no one ever knew, if they were victims of the cholera or the war, but the nauseating stench contaminated his memory of Fermina Daza.
Siempre era así: cualquier acontecimiento, bueno o malo, tenía alguna relación con ella. De noche, cuando amarraban el buque y la mayoría de los pasajeros caminaban sin consuelo por las cubiertas, él repasaba casi de memoria los folletines ilustrados bajo la lámpara de carburo del comedor, que era la única encendida hasta el amanecer, y los dramas tantas veces releídos recobraban su magia original cuando él sustituía a los rotagonistas imaginarios por conocidos suyos de la vida real, y se reservaba para sí y para Fermina Daza los papeles de amores imposibles. Otras noches le escribía cartas de zozobra, cuyos fragmentos esparcía después en las aguas que corrían sin cesar hacia ella. Así se le iban las horas más duras, encarnado a veces en un príncipe tímido o en un aladín del amor, y otras veces en su propio pellejo escaldado de amante en el olvido, hasta que se alzaban las primeras brisas y se iba a dormitar sentado en las poltronas del barandal.
That was always the case: any event, good or bad, had some relationship to her. At night, when the boat was anchored and most of the passengers walked the decks in despair, he perused the illustrated novels he knew almost by heart under the carbide lamp in the dining room, which was the only one kept burning until dawn, and the dramas he had read so often regained their original magic when he replaced the imaginary protagonists with people he knew in real life, reserving for himself and Fermina Daza the roles of star-crossed lovers. On other nights he wrote anguished letters and then scattered their fragments over the water that flowed toward her without pause. And so the most difficult hours passed for him, at times in the person of a timid prince or a paladin of love, at other times in his own scalded hide of a lover in the middle of forgetting, until the first breezes began to blow and he went to doze in the lounge chairs by the railing.
Una noche que interrumpió la lectura más temprano que de costumbre, se dirigía distraído a los retretes cuando una puerta se abrió a su paso en el comedor desierto, y una mano de halcón lo agarró por la manga de la camisa y lo encerró en un camarote. Apenas si alcanzó a sentir el cuerpo sin edad de una mujer desnuda en las tinieblas, empapada en un sudor caliente y con la respiración desaforada, que lo empujó boca arriba en la litera, le abrió la hebilla del cinturón, le soltó los botones y se descuartizó a sí misma acaballada encima de él, y lo despojó sin gloria de la virginidad, Ambos cayeron agonizando en el vacío de un abismo sin fondo oloroso a marisma de camarones. Ella yació después un instante sobre él, resollando sin aire, y dejó de existir en la oscuridad.
One night when he stopped his reading earlier than usual and was walking, distracted, toward the toilets, a door opened as he passed through the dining room, and a hand like the talon of a hawk seized him by the shirt sleeve and pulled him into a cabin. In the darkness he could barely see the naked woman, her ageless body soaked in hot perspiration, her breathing heavy, who pushed him onto the bunk face up, unbuckled his belt, unbuttoned his trousers, impaled herself on him as if she were riding horseback, and stripped him, without glory, of his virginity. Both of them fell, in an agony of desire, into the void of a bottomless pit that smelled of a salt marsh full of prawns. Then she lay for a moment on top of him, gasping for breath, and she ceased to exist in the darkness.
-Ahora, vayase y olvídelo -le dijo-. Esto no sucedió nunca.
“Now go and forget all about it, she said. “This never happened.
El asalto había sido tan rápido y triunfal que no podía entenderse como una locura súbita del tedio, sino como el fruto de un plan elaborado con-todo su tiempo y hasta en sus pormenores minuciosos. Esta certidumbre halagadora aumentó la ansiedad de Florentino Ariza, que en la cúspide del gozo había sentido una revelación que no podía creer, que inclusive se negaba a admitir, y era que el amor ilusorio de Fermina Daza podía ser sustituido por una pasión terrenal. Fue así como se empeñó en descubrir la identidad de la violadora maestra en cuyo instinto de pantera encontraría quizás el remedio para su desventura. Pero no lo consiguió. Al contrario, cuanto más profundizaba en el escrutinio más lejos se sentía de la verdad.
The assault had been so rapid and so triumphant that it could only be understood not as a sudden madness caused by boredom but as the fruit of a plan elaborated over time and down to its smallest detail. This gratifying certainty increased Florentino Ariza′s eagerness, for at the height of pleasure he had experienced a revelation that he could not believe, that he even refused to admit, which was that his illusory love for Fermina Daza could be replaced by an earthly passion. And so it was that he felt compelled to discover the identity of the mistress of violation in whose panther′s instincts he might find the cure for his misfortune. But he was not successful. On the contrary, the more he delved into the search the further he felt from the truth.
El asalto había sido en el último camarote, pero éste estaba comunicado con el enúltimo por una puerta intermedia, de modo que los dos se convertían en un dormitorio familiar con cuatro literas. Allí viajaban dos mujeres jóvenes, otra bastante mayor pero de muy buen ver, y un niño de pocos meses. Se habían embarcado en Barranco de Loba, el puerto donde se recogía la carga y el pasaje de la ciudad de Mompox desde que ésta quedó al margen de los itinerarios de vapores por las veleidades del río, y Florentino Ariza se había fijado en ellas sólo porque llevaban al niño dormido dentro de una gran jaula de pájaros.
The assault had taken place in the last cabin, but this communicated with the one next to it by a door, so that the two rooms had been converted into family sleeping quarters with four bunks. The occupants were two young women, another who was rather mature but very attractive, and an infant a few months old. They had boarded in Barranco de Loba, the port where cargo and passengers from Mompox were picked up ever since that city had been excluded from the itineraries of the steamboats because of the river′s caprices, and Florentino Ariza had noticed them only because they carried the sleeping child in a large birdcage.
Viajaban vestidas como en los transatlánticos de moda, con polisones bajo las faldas de seda, con golas de encaje y sombreros de alas grandes adornadas con flores de crinolina, y las dos menores se cambiaban el atuendo completo varias veces al día, de modo que parecían llevar consigo su propio ámbito primaveral, mientras los otros pasajeros se ahogaban de calor. Las tres eran diestras en el manejo de las sombrillas y ios abanicos de plumas, pero con los propósitos indescifrables de las momposinas de la época. Florentino Ariza no logró precisar siquiera la relación entre ellas, aunque sin duda eran de una misma familia. Al principio pensó que la mayor podía ser la madre de las otras, pero luego cayó en la cuenta de que no tenía bastante edad para serlo, y además guardaba un medio luto que las otras no compartían. No concebía que una de ellas se hubiera atrevido a hacer lo que hizo mientras las otras durmieran en las literas contiguas, y la única suposición razonable era que aprovechara un momento casual, o quizás concertado, en que se quedó sola en el camarote. Comprobó que a veces salían dos a tomar el fresco hasta muy tarde mientras la tercera se quedaba cuidando al niño, pero una noche de más calor salieron las tres juntas con el niño dormido en la jaula de mimbre cubierta con un toldo de gasa.
They dressed as if they were traveling on a fashionable ocean liner, with bustles under their silk skirts and lace gorgets and broad-brimmed hats trimmed with crinoline flowers, and the two younger women changed their entire outfits several times a day, so that they seemed to carry with them their own springlike ambience while the other passengers were suffocating in the heat. All three were skilled in the use of parasols and feathered fans, but their intentions were as indecipherable as those of other women from Mompox. Florentino Anza could not even determine their relationship to one another, although he had no doubt they came from the same family. At first he thought that the older one might be the mother of the other two, but then he realized she was not old enough for that, and that she also wore partial mourning that the others did not share. He could not imagine that one of them would have dared to do what she did while the others were sleeping in the nearby bunks, and the only reasonable supposition was that she had taken advantage of a fortuitous, or perhaps prearranged, moment when she was alone in the cabin. He observed that at times two of them stayed out for a breath of cool air until very late, while the third remained behind, caring for the infant, but one night when it was very hot all three of them left the cabin, carrying the baby, who was asleep in the wicker cage covered with gauze.
A pesar de aquel embrollo de indicios, Florentino Ariza se apresuró a descartar la posibilidad de que la mayor de las tres fuera la autora del asalto, y en seguida absolvió también a la menor, que era la más bella y atrevida. Lo hizo sin razones válidas, sólo porque la vigilancia ansiosa de las tres lo había inducido a dar por cierto su deseo entrañable de que la amante instantánea fuera la madre del niño enjaulado. Tanto lo sedujo esa suposición, que empezó a pensar en ella con más intensidad que en Fermina Daza, sin importarle la evidencia de que aquella madre reciente sólo vivía para el niño. No tenía más de veinticinco años, y era esbelta y dorada, con unos párpados portugueses que la hacían más distante, y a cualquier hombre le hubiera bastado con sólo las migajas de la ternura que ella le prodigaba al hijo. Desde el desayuno hasta la hora de acostarse se ocupaba de él en el salón, mientras las otras jugaban damas chinas, y cuando lograba dormirlo colgaba del techo la jaula de mimbre en el lado más fresco del barandal. Pero ni aun cuando estaba dormido se desentendía de él, sino que mecía la jaula cantando entre dientes canciones de novia, mientras sus pensamientos volaban por encima de las enurias del viaje. Florentino Ariza se aferró a la ilusión de que tarde o temprano sería delatada aunque fuera por un gesto. Vigilaba hasta los cambios de su respiración en el ritmo del relicario que llevaba colgado sobre la blusa de batista, mirándola sin disimulos por encima del libro que fingía leer, e incurrió en la impertinencia calculada de cambiar de sitio en el comedor para quedar frente a ella. Pero no consiguió ni un indicio ínfimo de que fuera en realidad la depositaría de la otra mitad de su secreto. Lo único que le quedó de ella, porque su compañera menor la llamó, fue el nombre sin apellido: Rosalba.
Despite the tangle of clues, Florentino Ariza soon rejected the possibility that the oldest had been the perpetrator of the assault, and with as much dispatch he also absolved the youngest, who was the most beautiful and the boldest of the three. He did so without valid reasons, but only because his avid observations of the three women had persuaded him to accept as truth the profound hope that his sudden lover was in fact the mother of the caged infant. That supposition was so seductive that he began to think about her with more intensity than he thought about Fermina Daza, ignoring the evidence that this recent mother lived only for her child. She was no more than twenty- five, she was slender and golden, she had Portuguese eyelids that made her seem even more aloof, and any man would have been satisfied with only the crumbs of the tenderness that she lavished on her son. From breakfast until bedtime she was busy with him in the salon, while the other two played Chinese checkers, and whe n at last she managed to put him to sleep she would hang the wicker cage from the ceiling on the cooler side of the railing. She did not ignore him, however, even when he was asleep, but would rock the cage, singing love songs under her breath while her thoughts flew high above the miseries of the journey. Florentino Ariza clung to the illusion that sooner or later she would betray herself, if only with a gesture. He even observed the changes in her breathing, watching the reliquary that hung on her batiste blouse as he looked at her without dissimulation over the book he pretended to read, and he committed the calculated impertinence of changing his seat in the dining room so that he would face her. But he could not find the slightest hint that she was in fact the repository of the other half of his secret. The only thing of hers he had, and that only because her younger companion called to her, was her first name: Rosalba.
Al octavo día el buque navegó a duras penas por un estrecho turbulento encajonado entre cantiles de mármol, y después del almuerzo amarró en Puerto Nare. Allí debían quedarse los pasajeros que seguirían el viaje hacia el interior de la provincia de Antioquia, una de las más afectadas por la nueva guerra civil. El puerto estaba formado por media docena de chozas de palma y una bodega de madera con techo de cinc, y estaba protegido por varias patrullas de soldados descalzos y mal armados, porque se tenían noticias de un plan de los insurrectos para saquear los buques. Detrás de las casas se alzaba hasta el cielo un promontorio de montañas agrestes con una cornisa de herradura tallada a la orilla del precipicio. Nadie durmió tranquilo a bordo, pero el ataque no se produjo durante la noche, y el puerto amaneció transformado en una feria dominical, con indios que vendían amuletos de tagua y bebedizos de amor, en medio de las recuas preparadas para emprender el ascenso de seis días hasta las selvas de orquídeas de la cordillera central.
On the eighth day, the boat navigated with great difficulty through a turbulent strait squeezed between marble cliffs, and after lunch it anchored in Puerto Nare. This was the disembarkation point for those passengers who would continue their journey into Antioquia, one of the provinces most affected by the new civil war. The port consisted of half a dozen palm huts and a store made of wood, with a zinc roof, and it was protected by several squads of barefoot and ill-armed soldiers because there-had been rumors of a plan by the insurrectionists to plunder the boats. Behind the houses, reaching to the sky, rose a promontory of uncultivated highland with a wrought- iron cornice at the edge of the precipice. No one on board slept well that night, but the attack did not materialize, and in the morning the port was transformed into a Sunday fair, with Indians selling Tagua amulets and love potions amid packs of animals ready to begin the six-day ascent to the orchid jungles of the central mountain range.
Florentino Ariza se había entretenido viendo el descargue del buque a lomo de negro, había visto bajar los guacales de loza china, los pianos de cola para las solteras de Envigado, y sólo advirtió demasiado tarde que entre los pasajeros que se quedaban estaba el grupo de Rosalba. Las vio cuando ya iban montadas de medio lado, con botas de amazonas y sombrillas de colores ecuatoriales, y entonces dio el paso que no se había atrevido a dar en los días anteriores: le hizo a Rosalba un adiós con la mano, y las tres le contestaron del mismo modo, con una familiaridad que le dolió en las entrañas por su audacia tardía. Las vio dar la vuelta por detrás de la bodega, seguidas por las muías cargadas con los baúles, las cajas de sombreros y la jaula del niño, y poco después las vio trepando como una fila de hormiguitas arrieras al borde del abismo, y desaparecieron de su vida. Entonces se sintió solo en el mundo, y el recuerdo de Fermina Daza, que había permanecido al acecho en los últimos días, le asestó el zarpazo mortal.
Florentino Ariza passed the time watching black men unload the boat onto their backs, he watched them carry off crates of china, and pianos for the spinsters of Envigado, and he did not realize until it was too late that Rosalba and her party were among the passengers who had stayed on shore. He saw them when they were already sitting sidesaddle, with their Amazons′ boots and their parasols in equatorial colors, and then he took the step he had not dared to take during, the preceding days: he waved goodbye to Rosalba, and the three women responded in kind, with a familiarity that cut him to the quick because his boldness came too late. He saw them round the corner of the store, followed by the mules carrying their trunks, their hatboxes, and the baby′s cage, and soon afterward he saw them ascend along the edge of the precipice like a line of ants and disappear from his life. Then he felt alone in the world, and the memory of Fermina Daza, lying in ambush in recent days, dealt him a mortal blow.
Sabía que iba a casarse el sábado siguiente, en una boda de estruendo, y el ser que más la amaba y había de amarla hasta siempre no tendría ni siquiera el derecho de morirse por ella. Los celos, hasta entonces ahogados en llanto, se hicieron dueños de su alma. Rogaba a Dios que la centella de la justicia divina fulminara a Fermina Daza cuando se dispusiera a jurar amor y obediencia a un hombre que sólo la quería para esposa como un adorno social, y se extasiaba en la visión de la novia, suya o de nadie, tendida bocarriba sobre las losas de la catedral con los azahares nevados por el rocío de la muerte, y el torrente de espuma del velo sobre los mármoles funerarios de catorce obispos sepultados frente al altar mayor. Sin embargo, una vez consumada la venganza, se arrepentía de su propia maldad, y entonces veía a Fermina Daza levantándose con el aliento intacto, ajena pero viva, porque no le era posible imaginarse el mundo sin ella. No volvió a dormir, y si a veces se sentaba a picar cualquier cosa era por la ilusión de que Fermina Daza estuviera en la mesa, o al contrario, para negarle el homenaje de ayunar por ella. A veces se consolaba con la certidumbre de que en la embriaguez de la fiesta de bodas, y aun en las noches febriles de la luna de miel, Fermina Daza había de adecer un instante, uno al menos, pero uno de todos modos, en que se alzara en su conciencia el fantasma del novio burlado, humillado, escupido, y le echara a perder la felicidad.
He knew that she was to have an elaborate wedding, and then the being who loved her most, who would love her forever, would not even have the right to die for her. Jealousy, which until that time had been drowned in weeping, took possession of his soul. He prayed to God that the lightning of divine justice would strike Fermina Daza as she was about to give her vow of love and obedience to a man who wanted her for his wife only as a social adornment, and he went into rapture at the vision of the bride, his bride or no one′s, lying face up on the flagstones of the Cathedral, her orange blossoms laden with the dew of death, and the foaming torrent of her veil covering the funerary marbles of the fourteen bishops who were buried in front of the main altar. Once his revenge was consummated, however, he repented of his own wickedness, and then he saw Fermina Daza rising from the ground, her spirit intact, distant but alive, because it was not possible for him to imagine the world without her. He did not sleep again, and if at times he sat down to pick at food, it was in the hope that Fermina Daza would be at the table or, conversely, to deny her the homage of fasting for her sake. At times his solace was the certainty that during the intoxication of her wedding celebration, even during the feverish nights of her honeymoon, Fermina Daza would suffer one moment, one at least but one in any event, when the phantom of the sweetheart she had scorned, humiliated, and insulted would appear in her thoughts, and all her happiness would be destroyed.
La víspera de la llegada al puerto de Caracoli, que era el término del viaje, el capitán ofreció la fiesta tradicional de despedida, con una orquesta de viento conformada por los miembros de la tripulación, y fuegos de artificios de colores desde la cabina de mando. El ministro de la Gran Bretaña había sobrevivido a la odisea con un estoicismo ejemplar, cazando con la cámara fotográfica los animales que no le permitían matar con escopetas, y no hubo una noche en que no se le viera de etiqueta en el comedor. Pero en la fiesta final apareció con el traje escocés del clan MacTavish, y tocó la gaita a placer y enseñó a todo el que quiso a bailar sus danzas nacionales, y antes del amanecer tuvieron que llevarlo casi a rastras al camarote. Florentino Ariza, postrado de dolor, se había ido al rincón más apartado de la cubierta donde no le llegaran ni las noticias de la parranda, y se echó encima el abrigo de Lotario Thugut tratando de resistir el escalofrío de los huesos. Había despertado a las cinco de la mañana, como despierta el condenado a muerte en la madrugada de la ejecución, y en todo el sábado no había hecho nada más que imaginar minuto a minuto cada una de las instancias de la boda de Fermina Daza. Más tarde, cuando regresó a casa, se dio cuenta de que había equivocado las horas y de que todo había sido distinto de como él se lo imaginaba, y hasta tuvo el buen sentido de reírse de su fantasía.
The night before they reached the port of Caracolí, which was the end of the journey, the Captain gave the traditional farewell party, with a woodwind orchestra composed of crew members, and fireworks from the bridge. The minister from Great Britain had survived the odyssey with exemplary stoicism, shooting with his camera the animals they would not allow him to kill with his rifles, and not a night went by that he was not seen in evening dress in the dining room. But he came to the final party wearing the tartans of the MacTavish clan, and he played the bagpipe for everyone′s entertainment and taught those who were interested how to dance his national dances, and before daybreak he almost had to be carried to his cabin. Florentino Ariza, prostrate with grief, had gone to the farthest corner of the deck where the noise of the revelry could not reach him, and he put on Lotario Thugut′s overcoat in an effort to overcome the shivering in his bones. He had awakened at five that morning, as the condemned man awakens at dawn on the day of his execution, and for that entire day he had done nothing but imagine, minute by minute, each of the events at Fermina Daza′s wedding. Later, when he returned home, he realized that he had made a mistake in the time and that everything had been different from what he had imagined, and he even had the good sense to laugh at his fantasy.
Pero en todo caso fue un sábado de pasión que culminó con una nueva crisis de fiebre, cuando le pareció que era el momento en que los recién casados se estaban fugando en secreto por una puerta falsa para entregarse a las delicias de la primera noche. Alguien que lo vio tiritando de calentura le dio el aviso al capitán, y éste abandonó la fiesta con el médico de a bordo temiendo que fuera un caso de cólera, y el médico lo mandó por precaución al camarote de cuarentena con una buena carga de bromuros. Al día siguiente, sin embargo, cuando avistaron los farallones de Caracoli, la fiebre había desaparecido y tenía el ánimo exaltado, porque en el marasmo de los sedantes había resuelto de una vez y sin más trámites que mandaba al carajo el radiante porvenir del telégrafo y regresaba en el mismo buque a su vieja Calle de Las Ventanas.
But in any case, it was a Saturday of passion, which culminated in a new crisis of fever when he thought the moment had come for the newlyweds to flee in secret through a false door to give themselves over to the delights of their first night. Someone saw him shivering with fever and informed the Captain, who, fearing a case of cholera, left the party with the ship′s doctor, and the doctor took the precaution of sending Florentino to the quarantine cabin with a dose of bromides. The next day, however, when they sighted the cliffs of Caracolí, his fever had disappeared and his spirits were elated, because in the marasmus of the sedatives he had resolved once and for all that he did not give a damn about the brilliant future of the telegraph and that he would take this very same boat back to his old Street of Windows.
No le fue difícil que lo llevaran de regreso a cambio del camarote que él había cedido al representante de la reina Victoria. El capitán trató de disuadirlo también con el argumento de que el telégrafo era la ciencia del futuro. Tanto era así, le dijo, que ya se estaba inventando un sistema para instalarlo en los buques. Pero él resistió a todo argumento, y el capitán terminó por llevarlo de regreso, no por la deuda del camarote, sino porque conocía sus vínculos reales con la Compañía Fluvial del Caribe.
It was not difficult to persuade them to give him return passage in exchange for the cabin he had surrendered to the representative of Queen Victoria. The Captain also attempted to dissuade him, arguing that the telegraph was the science of the future. So much so, he said, that they were already devising a system for installing it on boats. But he resisted all arguments, and in the end the Captain took him home, not because he owed him the price of the cabin but because he knew of his excellent connections to the River Company of the Caribbean.
El viaje de bajada se hizo en menos de seis días, y Florentino Ariza se sintió de nuevo en casa propia desde que entraron de madrugada en la laguna de las Mercedes, y vio el reguero de luces de las canoas pesqueras ondulando en la resaca del buque. Era todavía noche cuando atracaron en la ensenada del Niño Perdido, que era el último puerto de los vapores fluviales, a nueve leguas de la bahía, antes de que dragaran y pusieran en servicio el antiguo paso español. Los pasajeros tendrían que esperar hasta las seis de la mañana para abordar la flotilla de chalupas de alquiler que habían de llevarlos hasta su destino final. Pero Florentino Ariza estaba tan ansioso que se fue desde mucho antes en la chalupa del correo, cuyos empleados lo reconocían como uno de los suyos. Antes de abandonar el buque cedió a la tentación de un acto simbólico: tiró al agua el petate, y lo siguió con la mirada por entre las antorchas de los pescadores invisibles, hasta que salió de la laguna y desapareció en el océano. Estaba seguro de que no iba a necesitarlo en el resto de sus días. Nunca más, porque nunca más había de abandonar la ciudad de Fermina Daza.
The trip downriver took less than six days, and Florentino Ariza felt that he was home again from the moment they entered Mercedes Lagoon at dawn and he saw the trail of lights on the fishing canoes undulating in the wake of the boat. It was still dark when they docked in Niño Perdido Cove, nine leagues from the bay and the last port for riverboats until the old Spanish channel was dredged and put back into service. The passengers would have to wait until six o′clock in the morning to board the fleet of sloops for hire that would carry them to their final destination. But Florentino Ariza was so eager that he sailed much earlier on the mail sloop, whose crew acknowledged him as one of their own. Before he left the boat he succumbed to the temptation of a symbolic act: he threw his petate into the water, and followed it with his eyes as it floated past the beacon lights of the invisible fishermen, left the lagoon, and disappeared in the ocean. He was sure he would not need it again for all the rest of his days. Never again, because never again would he abandon the city of Fermina Daza.
La bahía era un remanso al amanecer. Por encima de la bruma flotante, Florentino Ariza vio la cúpula de la catedral dorada por las primeras luces, vio los palomares en las azoteas, y orientándose por ellos localizó el balcón del palacio del Marqués de Casalduero, donde suponía que la mujer de su desventura dormitaba todavía apoyada sobre el hombro del esposo saciado. Esa suposición lo desgarró, pero no hizo nada por reprimirla, sino todo lo contrario: se complació en el dolor. El sol empezaba a calentar cuando la chalupa del correo se abrió paso por entre el laberinto de veleros anclados, donde los olores innumerables del mercado público, revueltos con la podredumbre del fondo, se confundían en una sola pestilencia. La goleta de Riohacha acababa de llegar, y las cuadrillas de estibadores con el agua a la cintura recibían a los pasajeros en la borda y los llevaban cargados hasta la orilla. Florentino Ariza fue el primero en saltar a tierra desde la chalupa del correo, y desde entonces no sintió más la fetidez de la bahía sino el olor personal de Fermina Daza en el ámbito de la ciudad. Todo olía a ella.
The bay was calm at daybreak. Above the floating mist Florentino Ariza saw the dome of the Cathedral, gilded by the first light of dawn, he saw the dovecotes on the flat roofs, and orienting himself by them, he located the balcony of the palace of the Marquis de Casalduero, where he supposed that the lady of his misfortune was still dozing, her head on the shoulder of her satiated husband. That idea broke his heart, but he did nothing to suppress it; on the contrary, he took pleasure in his pain. The sun was beginning to grow hot as the mail sloop made its way through the labyrinth of sailing ships that lay at anchor where the countless odors from the public market and the decaying matter on the bottom of the bay blended into one pestilential stench. The schooner from Riohacha had just arrived, and gangs of stevedores in water up to their waists lifted the passengers over the side and carried them to shore. Florentino Ariza was the first to jump on land from the mail sloop, and from that time on he no longer detected the fetid reek of the bay in the city, but was aware only of the personal fragrance of Fermina Daza. Everything smelled of her.
No volvió a la oficina del telégrafo. Su preocupación única parecían ser los folletines de amor y los volúmenes de la Biblioteca Popular que su madre seguía comprándole, y que él leía y volvía a leer tumbado en una hamaca hasta aprenderlos de memoria. No preguntó siquiera dónde estaba el violín. Reanudó los contactos con sus amigos más cercanos, y a veces jugaban al billar o conversaban en los cafés al aire libre bajo los arcos de la Plaza de la Catedral, pero no volvió a los bailes de los sábados: no podía concebirlos sin ella.
He did not return to the telegraph office. His only interest seemed to be the serialized love novels and the volumes of the Popular Library that his mother continued to buy for him and that he continued to read again and again, lying in his hammock, until he learned them by heart. He did not even ask for his violin. He reestablished relations with his closest friends, and sometimes they played billiards or conversed in the outdoor cafés under the arches around the Plaza of the Cathedral, but he did not go back to the Saturday night dances: he could not conceive of them without her.
La misma mañana en que regresó del viaje inconcluso se enteró de que Fermina Daza estaba pasando la luna de miel en Europa, y su corazón aturdido dio por hecho que se quedaría a vivir allá, si no para siempre, sí por muchos años. Esta certidumbre le infundió las primeras esperanzas de olvido. Pensaba en Rosalba, cuyo recuerdo se hacía más ardiente a medida que se apaciguaban los otros. Fue por esa época que se dejó crecer el bigote de punteras engomadas que no había de quitarse en el resto de su vida, y le cambió el modo de ser, y la idea de la sustitución del amor lo metió por caminos imprevistos. El olor de Fermina Daza se fue haciendo poco a poco menos frecuente e intenso, y por último sólo quedó en las gardenias blancas.
On the morning of his return from his inconclusive journey, he learned that Fermina Daza was spending her honeymoon in Europe, and his agitated heart took it for granted that she would live there, if not forever then for many years to come. This certainty filled him with his first hope of forgetting. He thought of Rosalba, whose memory burned brighter as the other′s dimmed. It was during this time that he grew the mustache with the waxed tips that he would keep for the rest of his life and that changed his entire being, and the idea of substituting one love for another carried him along surprising paths. Little by little the fragrance of Fermina Daza became less frequent and less intense, and at last it remained only in white gardenias.
Andaba al garete, sin saber por dónde continuar la vida, una noche de guerra en que la célebre viuda de Nazaret se refugió aterrada en su casa, porque la suya había sido destruida por un cañonazo, durante el sitio del general rebelde Ricardo Gaitán Obeso. Fue Tránsito Ariza la que agarró la ocasión al vuelo y mandó a la viuda para el dormitorio del hijo, con el pretexto de que en el suyo no había lugar, pero en realidad con la esperanza de que otro amor lo curara del que no lo dejaba vivir. Florentino Ariza no había vuelto a hacer el amor desde que fue desvirginizado por Rosalba en el camarote del buque, y le pareció natural, en una noche de emergencia, que la viuda durmiera en la cama y él en la hamaca. Pero ya ella había decidido por él. Sentada en el borde de la cama donde Florentino Ariza estaba acostado sin saber qué hacer, empezó a hablarle de su dolor inconsolable por el marido muerto tres años antes, y mientras tanto iba quitándose de encima y arrojando por los aires los crespones de la viudez, hasta que no le quedó puesto ni el anillo de bodas. Se quitó la blusa de tafetán con bordados de mostacilla, y la arrojó a través del cuarto en la poltrona del rincón, tiró el corpiño por encima del hombro hasta el otro lado de la cama, se quitó de un solo tirón la falda talar con el pollerín de volantes, la faja de raso del liguero y las fúnebres medias de seda, y lo esparció todo por el piso, hasta que el cuarto quedó tapizado con las últimas piltrafas de su duelo. Lo hizo con tanto alborozo, y con unas pausas tan bien medidas, que cada gesto suyo parecía celebrado por los cañonazos de las tropas de asalto, que estremecían la ciudad hasta los cimientos. Florentino Ariza trató de ayudarla a soltar el broche del ajustador, pero ella se le anticipó con una maniobra diestra, pues en cinco años de devoción matrimonial había aprendido a bastarse de sí misma en todos los trámites del amor, incluso sus preámbulos, sin ayuda de nadie. Por último se quitó los calzones de encaje, haciéndolos resbalar por las piernas con un movimiento rápido de nadadora, y se quedó en carne viva.
One night during the war, when he was drifting, not knowing what direction his life should take, the celebrated Widow Nazaret took refuge in his house because hers had been destroyed by cannon fire during the siege by the rebel general Ricardo Gaitán Obeso. It was Tránsito Ariza who took control of the situation and sent the widow to her son′s bedroom on the pretext that there was no space in hers, but actually in the hope that another love would cure him of the one that did not allow him to live. Florentino Ariza had not made love since he lost his virginity to Rosalba in the cabin on the boat, and in this emergency it seemed natural to him that the widow should sleep in the bed and he in the hammock. But she had already made the decision for him. She sat on the edge of the bed where Florentino Ariza was lying, not knowing what to do, and she began to speak to him of her inconsolable grief for the husband who had died three years earlier, and in the meantime she removed her widow′s weeds and tossed them in the air until she was not even wearing her wedding ring. She took off the taffeta blouse with the beaded embroidery and threw it across the room onto the easy chair in the corner, she tossed her bodice over her shoulder to the other side of the bed, with one pull she removed her long ruffled skirt, her satin garter belt and funereal stockings, and she threw everything on the floor until the room was carpeted with the last remnants of her mourning. She did it with so much joy, and with such well- measured pauses, that each of her gestures seemed to be saluted by the cannon of the attacking troops, which shook the city down to its foundations. Florentino Ariza tried to help her unfasten her stays, but she anticipated him with a deft maneuver, for in five years of matrimonial devotion she learned to depend on herself in all phases of love, even the preliminary stages, with no help from anyone. Then she removed her lace panties, sliding them down her legs with the rapid movements of a swimmer, and at last she was naked.
Tenía veintiocho años y había parido tres veces, pero su desnudez conservaba intacto el vértigo de soltera. Florentino Ariza no había de entender nunca cómo unas ropas de penitente habían podido disimular los ímpetus de aquella potranca cerrera que lo desnudó sofocada por su propia fiebre, como no podía hacerlo con el esposo para que no la creyera una corrompida, y que trató de saciar en un solo asalto la abstinencia férrea del duelo, con el aturdimiento y la inocencia de cinco años de fidelidad conyugal. Antes de esa noche, y desde la hora de gracia en que su madre la parió, no había estado nunca ni siquiera en la misma cama con un hombre distinto del esposo muerto.
She was twenty-eight years old and had given birth three times, but her naked body preserved intact the giddy excitement of an unmarried woman. Florentino Ariza was never to understand how a few articles of penitential clothing could have hidden the drives of that wild mare who, choking on her own feverish desire, undressed him as she had never been able to undress her husband, who would have thought her perverse, and tried, with the confusion and innocence of five years of conjugal fidelity, to satisfy in a single assault the iron abstinence of her mourning. Before that night, and from the hour of grace when her mother gave birth to her, she had never even been in the same bed with any man other than her dead husband.
No se permitió el mal gusto de un remordimiento. Al contrario. Desvelada por las bolas de candela que pasaban zumbando sobre los tejados, siguió evocando hasta el amanecer las excelencias del marido, sin reprocharle otra deslealtad que la de haberse muerto sin ella, y redimida por la certidumbre de que nunca había sido tan suyo como lo era entonces, dentro de un cajón clavado con doce clavos de tres pulgadas, y a dos metros debajo de la tierra.
She did not permit herself the vulgarity of remorse. On the contrary. Kept awake by the gunfire whizzing over the roofs, she continued to evoke her husband′s excellent qualities until daybreak, not reproaching him for any disloyalty other than his having died without her, which was mitigated by her conviction that he had never belonged to her as much as he did now that he was in the coffin nailed shut with a dozen three- inch nails and two meters under the ground.
-Soy feliz -dijo- porque sólo ahora sé con seguridad dónde está cuando no está en la casa.
“I am happy, she said, “because only now do I know for certain where he is when he is not at home.
Aquella noche se quitó el luto, de un solo golpe, sin pasar por el intermedio ocioso de las blusas de florecitas grises, y su vida se llenó de canciones de amor y trajes provocativos de guacamayas y mariposas pintadas, y empezó a repartir el cuerpo a todo el que quisiera pedírselo. Derrotadas las tropas del general Gaitán Obeso, al cabo de sesenta y tres días de sitio, ella reconstruyó la casa desfondada por el cañonazo, y le hizo una hermosa terraza de mar sobre las escolleras, donde en tiempos de borrasca se ensañaba la furia del oleaje. Ese fue su nido de amor, como ella lo llamaba sin ironía, donde sólo recibió a quien fue de su gusto, cuando quiso y como quiso, y sin cobrar a nadie ni un cuartillo, porque consideraba que eran los hombres los que le hacían el favor. En casos muy contados aceptaba un regalo, siempre que no fuera de oro, y era de manejos tan hábiles que nadie hubiera podido mostrar una evidencia terminante de su conducta impropia. Sólo en una ocasión estuvo al borde del escándalo público, cuando corrió el rumor de que el arzobispo Dante de Luna no había muerto por accidente con un lato de hongos equivocados, sino que se los comió a conciencia, porque ella lo amenazó con degollarse si él persistía en sus asedios sacrílegos. Nadie le preguntó si era cierto, ni nunca habló de eso, ni cambió nada en su vida. Era, según ella decía muerta de risa, la única mujer libre de la provincia.
That night she stopped wearing mourning once and for all, without passing through the useless intermediate stage of blouses with little gray flowers, and her life was filled with love songs and provocative dresses decorated with macaws and spotted butterflies, and she began to share her body with anyone who cared to ask for it. When the troops of General Gaitán Obeso were defeated after a sixty-three-day siege, she rebuilt the house that had been damaged by cannon fire, adding a beautiful sea terrace that overlooked the breakwater where the surf would vent its fury during the stormy season. That was her love nest, as she called it without irony, where she would receive only men she liked, when she liked, how she liked, and without charging one red cent, because in her opinion it was the men who were doing her the favor. In a very few cases she would accept a gift, as long as it was not made of gold, and she managed everything with so much skill that no one could have presented conclusive evidence of improper conduct. On only one occasion did she hover on the edge of public scandal, when the rumor circulated that Archbishop Dante de Luna had not died by accident after eating a plate of poisonous mushrooms but had eaten them intentionally because she threatened to expose him if he persisted in his sacrilegious solicitations. As she used to say between peals of laughter, she was the only free woman in the province.
La viuda de Nazaret no faltó nunca a las citas ocasionales de Florentino Ariza, ni aun en sus tiempos más atareados, y siempre fue sin pretensiones de amar ni ser amada, aunque siempre con la esperanza de encontrar algo que fuera como el amor, pero sin los problemas del amor. Algunas veces era él quien iba a su casa, y entonces les gustaba quedarse empapados de espuma de salitre en la terraza del mar, contemplando el amanecer del mundo entero en el horizonte. Él puso todo su empeño en enseñarle las trapisondas que había visto hacer a otros por los agujeros del hotel de paso, así como las fórmulas teóricas pregonadas por Lotario Thugut en sus noches de juerga. La incitó a dejarse ver mientras hacían el amor, a cambiar la posición convencional del misionero por la de la bicicleta de mar, o del pollo a la parrilla, o del ángel descuartizado, y estuvieron a punto de romperse la vida al reventarse los hicos cuando trataban de inventar algo distinto en una hamaca. Fueron lecciones estériles. Pues la verdad es que ella era una aprendiza temeraria, pero carecía del talento mínimo para la fornicación dirigida. Nunca entendió los encantos de la serenidad en la cama, ni tuvo un instante de inspiración, y sus orgasmos eran inoportunos y epidérmicos: un polvo triste. Florentino Ariza vivió mucho tiempo en el engaño de ser el único, y ella se complacía en que lo creyera, hasta que tuvo la mala suerte de hablar dormida. Poco a poco, oyéndola dormir, él fue recomponiendo a pedazos la carta de navegación de sus sueños, y se metió por entre las islas numerosas de su vida secreta. Así se enteró de que ella no pretendía casarse con él, pero se sentía ligada a su vida por la gratitud inmensa de que la hubiera pervertido. Muchas veces se lo dijo:
The Widow Nazaret never missed her occasional appointments with Florentino Ariza, not even during her busiest times, and it was always without pretensions of loving or being loved, although always in the hope of finding something that resembled love, but without the problems of love. Sometimes he went to her house, and then they liked to sit on the sea terrace, drenched by salt spray, watching the dawn of the whole world on the horizon. With all his perseverance, he tried to teach her the tricks he had seen others perform through the peepholes in the transient hotel, along with the theoretical formulations preached by Lotario Thugut on his nights of debauchery. He persuaded her to let themselves be observed while they made love, to replace the conventional missionary position with the bicycle on the sea, or the chicken on the grill, or the drawnand- quartered angel, and they almost broke their necks when the cords snapped as they were trying to devise something new in a hammock. The lessons were to no avail. The truth is that she was a fearless apprentice but lacked all talent for guided fornication. She never understood the charm of serenity in bed, never had a moment of invention, and her orgasms were inopportune and epidermic: an uninspired lay. For a long time Florentino Ariza lived with the deception that he was the only one, and she humored him in that belief until she had the bad luck to talk in her sleep. Little by little, listening to her sleep, he pieced together the navigation chart of her dreams and sailed among the countless islands of her secret life. In this way he learned that she did not want to marry him, but did feel joined to his life because of her immense gratitude to him for having corrupted her. She often said to him:
-Te adoro porque me volviste puta.
“I adore you because you made me a whore.
Dicho de otro modo, no le faltaba razón. Florentino Ariza la había despojado de la virginidad de un matrimonio convencional, que era más perniciosa que la virginidad congénita y la abstinencia de la viudez. Le había enseñado que nada de lo que se haga en la cama es inmoral si contribuye a perpetuar el amor. Y algo que había de ser desde entonces la razón de su vida: la convenció de que uno viene al mundo con sus polvos contados, y los que no se usan por cualquier causa, propia o ajena, voluntaria o forzosa, se pierden para siempre. El mérito de ella fue tomarlo al pie de la letra. Sin embargo, porque creía conocerla mejor que nadie, Florentino Ariza no podía entender por qué era tan solicitada una mujer de recursos tan pueriles, que además no paraba de hablar en la cama de su congoja por el esposo muerto. La única explicación que se le ocurrió, y que nadie pudo desmentir, fue que a la viuda de Nazaret le sobraba en ternura lo que le faltaba en artes marciales. Empezaron a verse con menos frecuencia a medida que ella ensanchaba sus dominios, y a medida que él exploraba los suyos tratando de encontrar alivio a sus viejas dolencias en otros corazones desperdigados, y por fin se olvidaron sin dolor.
Said in another way, she was right. Florentino Ariza had stripped her of the virginity of a conventional marriage, more pernicious than congenital virginity or the abstinence of widowhood. He had taught her that nothing one does in bed is immoral if it helps to perpetuate love. And something else that from that time on would be her reason for living: he convinced her that one comes into the world with a predetermined allotment of lays, and whoever does not use them for whatever reason, one′s own or someone else′s, willingly or unwillingly, loses them forever. It was to her credit that she took him at his word. Still, because he thought he knew her better than anyone else, Florentino Ariza could not understand why a woman of such puerile resources should be so popular--a woman, moreover, who never stopped talking in bed about the grief she felt for her dead husband. The only explanation he could think of, one that could not be denied, was that the Widow Nazaret had enough tenderness to make up for what she lacked in the marital arts. They began to see each other with less frequency as she widened her horizons and he exploited his, trying to find solace in other hearts for his pain, and at last, with no sorrow, they forgot each other.
Fue el primer amor de cama de Florentino Ariza. Pero en vez de haber hecho con ella una unión estable, como su madre lo soñaba, ambos lo aprovecharon para lanzarse a la vida. Florentino Ariza desarrolló métodos que parecían inverosímiles en un hombre como él, taciturno y escuálido, y además vestido como un anciano de otro tiempo. Sin embargo, tenía dos ventajas a su favor. Una era un ojo certero para conocer de inmediato a la mujer que lo esperaba, así fuera en medio de una muchedumbre, y aun así la cortejaba con cautela, pues sentía que nada causaba más vergüenza ni era más humillante que una negativa. La otra ventaja era que ellas lo identificaban de inmediato como un solitario necesitado de amor, un menesteroso de la calle con una humildad de erro apaleado que las rendía sin condiciones, sin pedir nada, sin esperar nada de él, aparte de la tranquilidad de conciencia de haberle hecho el favor. Eran sus únicas armas, y con ellas libró batallas históricas pero de un secreto absoluto, que fue registrando con un rigor de notario en un cuaderno cifrado, reconocible entre muchos con un título que lo decía todo: Ellas. La primera anotación la hizo con la viuda de Nazaret. Cincuenta años más tarde, cuando Fermina Daza quedó libre de su condena sacramental, tenía unos veinticinco cuadernos con seiscientos veintidós registros de amores continuados, aparte de las incontables aventuras fugaces que no merecieron ni una nota de caridad.
That was Florentino Ariza′s first bedroom love. But instead of their forming a permanent union, of the kind his mother dreamed about, both used it to embark on a profligate way of life. Florentino Ariza developed methods that seemed incredible in someone like him, taciturn and thin and dressed like an old man from another time. He had two advantages working in his favor, however. One was an unerring eye that promptly spotted the woman, even in a crowd, who was waiting for him, though even then he courted her with caution, for he felt that nothing was more embarrassing or more demeaning than a refusal. The other was that women promptly identified him as a solitary man in need of love, a street beggar as humble as a whipped dog, who made them yield without conditions, without asking him for anything, without hoping for anything from him except the tranquillity of knowing they had done him a favor. These were his only weapons, and with them he joined in historic battles of absolute secrecy, which he recorded with the rigor of a notary in a coded book, recognizable among many others by the title that said everything: Women. His first notation was the Widow Nazaret. Fifty years later, when Fermina Daza was freed from her sacramental sentence, he had some twenty-five notebooks, with six hundred twenty-two entries of long-term liaisons, apart from the countless fleeting adventures that did not even deserve a charitable note.
El propio Florentino Ariza estaba convencido al cabo de seis meses de amores desaforados con la viuda de Nazaret, de que había logrado sobrevivir al tormento de Fermina Daza. No sólo lo creyó, sino que lo comentó varias veces con Tránsito Ariza durante los casi dos años que duró el viaje de bodas, y siguió creyéndolo con un sentimiento de liberación sin fronteras, hasta un domingo de su mala estrella en que la vio de pronto sin ningún anuncio del corazón, cuando salía de la misa mayor del brazo de su marido y asediada por la curiosidad y los halagos de su nuevo mundo. Las mismas damas de alcurnia que al principio la menospreciaban y se burlaban de ella por ser una advenediza sin nombre, se desvivían porque se sintiera como una de las suyas, y ella las embriagaba con su encanto. Había asumido con tanta propiedad su condición de esposa mundana, que Florentino Ariza necesitó un instante de reflexión para reconocerla. Era otra: la compostura de persona mayor, los botines altos, el sombrero de velillo con una luma de colores de algún pájaro oriental, todo en ella era distinto y fácil, como si todo fuera suyo desde su origen. La encontró más bella y juvenil que nunca, pero irrecuperable, como nunca, aunque no comprendió la razón hasta no ver la curva de su vientre bajo la túnica de seda: estaba encinta de seis meses. Sin embargo, lo que más lo impresionó fue que ella y su marido formaban una pareja admirable, y ambos manejaban el mundo con tanta fluidez que parecían flotar por encima de los escollos de la realidad. Florentino Ariza no sintió celos ni rabia, sino un gran desprecio de sí mismo. Se sintió obre, feo, inferior, y no sólo indigno de ella sino de cualquier otra mujer sobre la tierra.
After six months of furious lovemaking with the Widow Nazaret, Florentino Ariza himself was convinced that he had survived the torment of Fermina Daza. He not only believed it, he also discussed it several times with Tránsito Ariza during the two years of Fermina Daza′s wedding trip, and he continued to believe it with a feeling of boundless freedom until one fateful Sunday when, with no warning and no presentiments, he saw her leaving High Mass on her husband′s arm, besieged by the curiosity and flattery of her new world. The same ladies from fine families who at first had scorned and ridiculed her for being an upstart without a name went out of their way to make her feel like one of them, and she intoxicated them with her charm. She had assumed the condition of woman of the world to such perfection that Florentino Ariza needed a moment of reflection to recognize her. She was another person: the composure of an older woman, the high boots, the hat with the veil and colored plume from some Oriental bird--everything about her was distinctive and confident, as if it had been hers from birth. He found her more beautiful and youthful than ever, but more lost to him than she had ever been, although he did not understand why until he saw the curve of her belly under the silk tunic: she was in her sixth month of pregnancy. But what impressed him most was that she and her husband made an admirable couple, and both of them negotiated the world with so much fluidity that they seemed to float above the pitfalls of reality. Florentino Ariza did not feel either jealousy or rage--only great contempt for himself. He felt poor, ugly, inferior, and unworthy not only of her but of any other woman on the face of the earth.
Así que había vuelto. Regresaba sin ningún motivo para arrepentirse del vuelco que le había dado a su vida. Al contrario: cada vez tuvo menos, sobre todo después de sobrevivir a la cuesta de los primeros años. Más meritorio aún en el caso de ella, que había llegado a la noche de bodas todavía con las brumas de la inocencia. Había empezado a perderla en el curso de su viaje por la provincia de la prima Hildebranda. En Valledupar entendió por fin por qué los gallos correteaban a las gallinas, presenció la ceremonia brutal de los burros, vio nacer los terneros, y oyó hablar a las primas con naturalidad de cuáles parejas de la familia seguían haciendo el amor y cuáles y cuándo y por qué habían dejado de hacerlo aunque siguieran viviendo juntas. Fue entonces cuando se inició en los amores solitarios, con la rara sensación de estar descubriendo algo que sus instintos sabían desde siempre, primero en la cama, con el aliento amordazado para no delatarse en el dormitorio compartido con media docena de primas, y después a dos manos tumbada a la bartola en el piso del baño, con el pelo suelto y fumando sus primeras colillas de arriero. Siempre lo hizo con unas dudas de conciencia que sólo logró superar después de casada, y siempre en un secreto absoluto, mientras que las primas alardeaban entre ellas no sólo de la cantidad de veces en un día, sino incluso de la forma y el tamaño de sus orgasmos. Sin embargo, a pesar del embrujo de aquellos ritos iniciales, siguió arrastrando la creencia de que la pérdida de la virginidad era un sacrificio sangriento.
So she had returned. She came back without any reason to repent of the sudden change she had made in her life. On the contrary, she had fewer and fewer such reasons, above all after surviving the difficulties of the early years, which was especially admirable in her case, for she had come to her wedding night still trailing clouds of innocence. She had begun to lose them during her journey through Cousin Hildebranda′s province. In Valledupar she realized at last why the roosters chase the hens, she witnessed the brutal ceremony of the burros, she watched the birth of calves, and she listened to her cousins talking with great naturalness about which couples in the family still made love and which ones had stopped, and when, and why, even though they continued to live together. That was when she was initiated into solitary love, with the strange sensation of discovering something that her instincts had always known, first in bed, holding her breath so she would not give herself away in the bedroom she shared with half a dozen cousins, and then, with eagerness and unconcern, sprawling on the bathroom floor, her hair loose, smoking her first mule drivers′ cigarette. She always did it with certain pangs of conscience, which she could overcome only after she was married, and always in absolute secrecy, although her cousins boasted to each other not only about the number of orgasms they had in one day but even about their form and size. But despite those bewitching first rites, she was still burdened by the belief that the loss of virginity was a bloody sacrifice.
De modo que su fiesta de bodas, una de las más ruidosas de las postrimerías del siglo pasado, transcurrió para ella en las vísperas del horror. La angustia de la luna de miel la afectó mucho más que el escándalo social por el matrimonio con un galán como no había dos en esos años. Desde que empezaron a correr las amonestaciones en la misa mayor de la catedral, Fermina Daza volvió a recibir esquelas anónimas, algunas con amenazas de muerte, pero apenas si las veía pasar, pues todo el miedo de que era capaz lo tenía ocupado por la inminencia de la violación. Era el modo correcto de tratar los anónimos, aunque ella no lo hiciera a propósito, en una clase acostumbrada por las burlas históricas a bajar la cabeza ante los hechos cumplidos. Así que todo cuanto le era adverso se iba poniendo de parte suya a medida que la boda se sabía irrevocable. Ella lo notaba en los cambios graduales del cortejo de mujeres lívidas, degradadas por la artritis y los resentimientos, que un día se convencían de la vanidad de sus intrigas y aparecían sin anunciarse en el parquecito de Los Evangelios, como si fuera en la propia casa, cargadas de recetas de cocina y de regalos augúrales.
So that her wedding, one of the most spectacular of the final years of the last century, was for her the prelude to horror. The anguish of the honeymoon affected her much more than the social uproar caused by her marriage to the most incomparably elegant young man of the day. When the banns were announced at High Mass in the Cathedral, Fermina Daza received anonymous letters again, some of them containing death threats, but she took scant notice of them because all the fear of which she was capable was centered on her imminent violation. Although that was not her intention, it was the correct way to respond to anonymous letters from a class accustomed by the affronts of history to bow before faits accomplis. So that little by little they swallowed their opposition as it became clear that the marriage was irrevocable. She noticed the gradual changes in the attention paid her by livid women, degraded by arthritis and resentment, who one day were convinced of the uselessness of their intrigues and appeared unannounced in the little Park of the Evangels as if it were their own home, bearing recipes and engagement gifts.
Tránsito Ariza conocía aquel mundo, aunque sólo esa vez lo sufrió en carne propia, y sabía que sus dientas reaparecían en vísperas de las fiestas grandes a pedirle el favor de que desenterrara sus múcuras y les prestara las joyas empeñadas, por sólo veinticuatro horas, mediante el pago de un interés adicional. Hacía mucho tiempo que no ocurría como esa vez, que las múcuras se quedaron vacías para que las señoras de apellidos largos abandonaran sus santuarios de sombras y aparecieran radiantes, con sus propias joyas prestadas, en una boda como no se vio otra de tanto esplendor en el resto del siglo, y cuya gloria final fue el padrinazgo del doctor Rafael Núñez, tres veces presidente de la república, filósofo, poeta y autor de la letra del Himno Nacional, según podía aprenderse desde entonces en algunos diccionarios recientes. Fermina Daza llegó al altar mayor de la catedral del brazo de su padre, a quien el traje de etiqueta le infundió por un día un aire equívoco de respetabilidad. Se casó para siempre frente al altar mayor de la catedral en una misa concelebrada por tres obispos, a las once de la mañana del viernes de gloria de la Santísima Trinidad, y sin un pensamiento de caridad para Florentino Ariza, que a esa hora deliraba de fiebre, muriéndose por ella, en la intemperie de un buque que no había de llevarlo al olvido. Durante la ceremonia, y después en la fiesta, mantuvo una sonrisa que parecía fijada con albayalde, un gesto sin alma que algunos interpretaron como la sonrisa de burla de la victoria, pero que en realidad era un pobre recurso para disimular su terror de virgen recién casada.
Tránsito Ariza knew that world, although this was the only time it caused her suffering in her own person, and she knew that her clients always reappeared on the eve of great parties to ask her please to dig down into her jars and lend them their pawned jewels for only twenty- four hours in exchange for the payment of additional interest. It had been a long while since this had occurred to the extent it did now, the jars emp tied so that the ladies with long last names could emerge from their shadowy sanctuaries and, radiant in their own borrowed jewels, appear at a wedding more splendid than any that would be seen for the rest of the century and whose ultimate glory was the sponsorship of Dr. Rafael Núñez, three times President of the Republic, philosopher, poet, and author of the words to the national anthem, as anyone could learn, from that time on, in some of the more recent dictionaries. Fermina Daza came to the main altar of the Cathedral on the arm of her father, whose formal dress lent him, for the day, an ambiguous air of respectability. She was married forever after at the main altar of the Cathedral, with a Mass at which three bishops officiated, at eleven o′clock in the morning on the day of the Holy Trinity, and without a single charitable thought for Florentino Ariza, who at that hour was delirious with fever, dying because of her, lying without shelter on a boat that was not to carry him to forgetting. During the ceremony, and later at the reception, she wore a smile that seemed painted on with white lead, a soulless grimace that some interpreted as a mocking smile of victory, but in reality was her poor attempt at disguising the terror of a virgin bride.
Por fortuna, las circunstancias imprevistas, junto con la comprensión del marido, resolvieron sus tres primeras noches sin dolor. Fue providencial. El barco de la Compagnie Genérale Transatlantique, con el itinerario trastornado por el mal tiempo del Caribe, anunció con sólo tres días de anticipación que adelantaba la salida en veinticuatro horas, de modo que no zarparía para La Rochelle al día siguiente de la boda, como estaba previsto desde hacía seis meses, sino la misma noche. Nadie creyó que aquel cambio no fuera una más de las tantas sorpresas elegantes de la boda, pues la fiesta terminó después de la medianoche a bordo del transatlántico iluminado, con una orquesta de Viena que estrenaba en aquel viaje los valses más recientes de Johann Strauss. De modo que los varios padrinos ensopados en champaña fueron arrastrados a tierra por sus esposas atribuladas, cuando ya andaban preguntando a los camareros si no habría camarotes disponibles para seguir la parranda hasta París. Los últimos que desembarcaron vieron a Lorenzo Daza frente a las cantinas del puerto, sentado en el suelo en plena calle y con el traje de etiqueta en piltrafas. Lloraba a grito pelado, como lloran los árabes a sus muertos, sentado sobre un reguero de aguas podridas que bien pudo haber sido un charco de lágrimas.
It was fortunate that unforeseen circumstances, combined with her husband′s understanding, resolved the first three nights without pain. It was providential. The ship of the Compagnie Générale Transatlantique, its itinerary upset by bad weather in the Caribbean, announced only three days in advance that its departure had been moved ahead by twenty- four hours, so that it would not sail for La Rochelle on the day following the wedding, as had been planned for the past six months, but on that same night. No one believed that the change was not another of the many elegant surprises the wedding had to offer, for the reception ended after midnight on board the brightly lit ocean liner, with a Viennese orchestra that was premiering the most recent waltzes by Johann Strauss on this voyage. So that various members of the wedding party, soggy with champagne, had to be dragged ashore by their long-suffering wives when they began to ask the stewards if there were any free cabins so they could continue the celebration all the way to Paris. The last to leave saw Lorenzo Daza outside the port taverns, sitting on the ground in the middle of the street, his tuxedo in ruins. He was crying with tremendous loud wails, the way Arabs cry for their dead, sitting in a trickle of fouled water that might well have been a pool of tears.
Ni en la primera noche de mala mar, ni en las siguientes de navegación apacible, ni nunca en su muy larga vida matrimonial ocurrieron los actos de barbarie que temía Fermina Daza. La primera, a pesar del tamaño del barco y los lujos del camarote, fue una repetición horrible de la goleta de Riohacha, y su marido fue un médico servicial que no durmió un instante para consolarla, que era lo único que un médico demasiado eminente sabía hacer contra el mareo. Pero la borrasca amainó al tercer día, después del puerto de la Guayra, y ya para entonces habían estado juntos tanto tiempo y habían hablado tanto que se sentían amigos antiguos. La cuarta noche, cuando ambos reanudaron sus hábitos ordinarios, el doctor Juvenal Urbino se sorprendió de que su joven esposa no rezara antes de dormir. Ella le fue sincera: la doblez de las monjas le había provocado una resistencia contra los ritos, pero su fe estaba intacta, y había aprendido a mantenerla en silencio. Dijo: "Prefiero entenderme directo con Dios". Él comprendió sus razones, y desde entonces cada cual practicó la misma religión a su manera. Habían tenido un noviazgo breve, pero bastante informal para la época, pues el doctor Urbino la visitaba en su casa, sin vigilancia, todos los días al atardecer. Ella no hubiera permitido que él le tocara ni la yema de los dedos antes de la bendición episcopal, pero tampoco él lo había intentado. Fue en la primera noche de buena mar, ya en la cama pero todavía vestidos, cuando él inició las primeras caricias, y lo hizo con tanto cuidado, que a ella le pareció natural la sugerencia de que se pusiera la camisa de dormir. Fue a cambiarse en el baño, pero antes apagó las luces del camarote, y cuando salió con el camisón embutió trapos en las rendijas de la puerta, para volver a la cama en la oscuridad absoluta. Mientras lo hacía, dijo de buen humor:
Not on the first night on rough seas, or on the following nights of smooth sailing, or ever in her very long married life did the barbarous acts occur that Fermina Daza had feared. Despite the size of the ship and the luxuries of their stateroom, the first night was a horrible repetition of the schooner trip from Riohacha, and her husband, a diligent physician, did not sleep at all so he could comfort her, which was all that an overly distinguished physician knew how to do for seasickness. But the storm abated on the third day, after the port of Guayra, and by that time they had spent so much time together and had talked so much that they felt like old friends. On the fourth night, when both resumed their ordinary habits, Dr. Juvenal Urbino was surprised that his young wife did not pray before going to sleep. She was frank with him: the duplicity of the nuns had provoked in her a certain resistance to rituals, but her faith was intact, and she had learned to maintain it in silence. She said: “I prefer direct communication with God. He understood her reasoning, and from then on they each practiced the same religion in their own way. They had had a brief engage ment, but a rather informal one for that time: Dr. Urbino had visited her in her house, without a chaperone, every day at sunset. She would not have permitted him to touch even her fingertips before the episcopal blessing, but he had not attempted to. It was on the first calm night, when they were in bed but still dressed, that he began his first caresses with so much care that his suggestion that she put on her nightdress seemed natural to her. She went into the bathroom to change, but first she turned out the lights in the stateroom, and when she came out in her chemise she covered the cracks around the door with articles of clothing so she could return to bed in absolute darkness. As she did so, she said with good humor:
— Quéquieres, doctor. Es la primera vez que duermo con un desconocido.
“What do you expect, Doctor? This is the first time I have slept with a stranger.
El doctor Juvenal Urbino la sintió deslizarse junto a él como un animalito azorado, tratando de quedar lo más lejos posible en una litera donde era difícil estar dos sin tocarse. Le cogió la mano, fría y crispada de terror, le entrelazó los dedos, y casi con un susurro empezó a contarle sus recuerdos de otros viajes de mar. Ella estaba tensa otra vez, porque al volver a la cama se dio cuenta de que él se había desnudado por completo mientras ella estaba en el baño, y esto le revivió el terror del paso siguiente. Pero el paso siguiente demoró varias horas, pues el doctor Urbino siguió hablando muy despacio, mientras se iba apoderando milímetro a milímetro de la confianza de su cuerpo. Le habló de París, del amor en París, de los enamorados de París que se besaban en la calle, en el ómnibus, en las terrazas floridas de los cafés abiertos al aliento de fuego y los acordeones lánguidos del verano, y hacían el amor de pie en los muelles del Sena sin que nadie los molestara. Mientras hablaba en las sombras, le acarició la curva del cuello con la yema de los dedos, le acarició las pelusas de seda de los brazos, el vientre evasivo, y cuando sintió que la tensión había cedido hizo un primer intento por levantarle el camisón de dormir, pero ella se lo impidió con un impulso típico de su carácter. Dijo: "Yo lo sé hacer sola". Se lo quitó, en efecto, y luego se quedó tan inmóvil, que el doctor Urbino hubiera creído que ya no estaba ahí, de no haber sido por la resolana de su cuerpo en las tinieblas.
Dr. Urbino felt her slide in next to him like a startled little animal, trying to keep as far away as possible in a bunk where it was difficult for two people to be together without touching. He took her hand, cold and twitching with terror, he entwined his fingers with hers, and almost in a whisper he began to recount his recollections of other ocean voyages. She was tense again because when she came back to bed she realized that he had taken off all his clothes while she was in the bathroom, which revived her terror of what was to come. But what was to come took several hours, for Dr. Urbino continued talking very slowly as he won her body′s confidence millimeter by millimeter. He spoke to her of Paris, of love in Paris, of the lovers in Paris who kissed on the street, on the omnibus, on the flowering terraces of the cafés opened to the burning winds and languid accordions of summer, who made love standing up on the quays of the Seine without anyone disturbing them. As he spoke in the darkness he caressed the curve of her neck with his fingertips, he caressed the fine silky hair on her arms, her evasive belly, and when he felt that her tension had given way he made his first attempt to raise her nightgown, but she stopped him with an impulse typical of her character. She said: “I know how to do it myself. She took it off, in fact, and then she was so still that Dr. Urbino might have thought she was no longer there if it had not been for the glint of her body in the darkness.
Al cabo de un rato volvió a agarrarle la mano, y entonces la sintió tibia y suelta, pero húmeda todavía de un rocío tierno. Permanecieron otro rato callados e inmóviles, él acechando la ocasión para el paso siguiente, y ella esperándolo sin saber por dónde, mientras la oscuridad iba ensanchándose con su respiración cada vez más intensa. Él la soltó de pronto y dio el salto en el vacío: se humedeció en la lengua la yema del cordial y le tocó apenas el pezón desprevenido y ella sintió una descarga de muerte, como si le hubiera tocado un nervio vivo.
After a while he took her hand again, and this time it was warm and relaxed but still moist with a tender dew. They were silent and unmoving for a while longer, he looking for the opportunity to take the next step and she waiting for it without knowing where it would come from, while the darkness expanded as their breathing grew more and more intense. Without warning he let go of her hand and made his leap into the void: he wet the tip of his forefinger with his tongue and grazed her nipple when it was caught off guard, and she felt a mortal explosion as if he had touched a raw nerve.
Se alegró de estar a oscuras para que él no le viera el rubor abrasante que la estremeció hasta las raíces del cráneo. "Calma -le dijo él, muy calmado-. No se te olvide que las conozco." La sintió sonreír, y su voz fue dulce y nueva en las tinieblas.
She was glad of the darkness so he could not see the searing blush that shook her all the way to the base of her skull. “Don′t worry, he said with great calm. “Don′t forget that I′ve met them already. He felt her smile, and her voice was sweet and new in the darkness.
-Lo recuerdo muy bien -dijo-, y todavía no se me pasa la rabia.
“I remember it very well, she said, “and I′m still angry.
Entonces él supo que habían doblado el cabo de la buena esperanza, y le volvió a coger la mano grande y mullida, y se la cubrió de besitos huérfanos, primero el metacarpo áspero, los largos dedos clarividentes, las uñas diáfanas, y luego el jeroglífico de su destino en la palma sudada. Ella no supo cómo fue que su mano llegó hasta el pecho de él, y tropezó con algo que no pudo descifrar. Él le dijo: "Es un escapulario". Ella le acarició los vellos del pecho, y luego agarró el matorral completo con los cinco dedos para arrancarlo de raíz. "Más fuerte", dijo él. Ella lo intentó, hasta donde sabía que no lo lastimaba, y después fue su mano la que buscó la mano de él perdida en las tinieblas. Pero él no se dejó entrelazar los dedos sino que la agarró por la muñeca y le fue llevando la mano a lo largo de su cuerpo con una fuerza invisible pero muy bien dirigida, hasta que ella sintió el soplo ardiente de un animal en carne viva, sin forma corporal, pero ansioso y enarbolado. Al contrario de lo que él imaginó, incluso al contrario de lo que ella misma hubiera imaginado, no retiró la mano, ni la dejó inerte donde él la puso, sino que se encomendó en cuerpo y alma a la Santísima Virgen, apretó los dientes por miedo de reírse de su propia locura, y empezó a identificar con el tacto al enemigo encabritado, conociendo su tamaño, la fuerza de su vástago, la extensión de sus alas, asustada de su determinación pero compadecida de su soledad, haciéndolo suyo con una curiosidad minuciosa que alguien menos experto que su esposo hubiera confundido con las caricias. Él apeló a sus últimas fuerzas para resistir el vértigo del escrutinio mortal, hasta que ella lo soltó con una gracia infantil, como si lo hubiera tirado en la basura.
Then he knew that they had rounded the cape of good hope, and he took her large, soft hand again and covered it with forlorn little kisses, first the hard metacarpus, the long, discerning fingers, the diaphanous nails, and then the hieroglyphics of her destiny on her perspiring palm. She never knew how her hand came to his chest and felt something it could not decipher. He said: “It is a scapular. She caressed the hairs on his chest one by one and then seized all the hair in her fist to pull it out by the roots. “Harder, he said. She tried, until she knew she was not hurting him, and then it was her hand that sought his, lost in the darkness. But he did not allow their fingers to intertwine; instead he grasped her by the wrist and moved her hand along his body with an invisible but well-directed strength until she felt the ardent breath of a naked animal without bodily form, but eager and erect. Contrary to what he had imagined, even contrary to what she herself had imagined, she did not withdraw her hand or let it lie inert where he placed it, but instead she commended herself body and soul to the Blessed Virgin, clenched her teeth for fear she would laugh out loud at her own madness, and began to identify her rearing adversary by touch, discovering its size, the strength of its shaft, the extension of its wings, amazed by its determination but pitying its solitude, making it her own with a detailed curiosity that someone less experienced than her husband might have confused with caresses. He summoned all his reserves of strength to overcome the vertigo of her implacable scrutiny, until she released it with childish unconcern as if she were tossing it into the trash.
-Nunca he podido entender cómo es ese aparato -dijo.
“I have never been able to understand how that thing works, she said.
Entonces él se lo explicó en serio con su método magistral, mientras le llevaba la mano por los sitios que mencionaba, y ella se la dejaba llevar con una obediencia de alumna ejemplar. Él sugirió en un momento propicio que todo aquello era más fácil con la luz encendida, iba a encenderla, pero ella le detuvo el brazo, diciendo: "Yo veo mejor con las manos". En realidad quería encender la luz, pero quería hacerlo ella y sin que nadie se lo ordenara, y así fue. Él la vio entonces en posición fetal, y además cubierta con la sábana, bajo la claridad repentina. Pero la vio agarrar otra vez sin remilgos el animal de su curiosidad, lo volteó al derecho y al revés, lo observó con un interés que ya empezaba a parecer más que científico, y dijo en conclusión: "Cómo será de feo, que es más feo que lo de las mujeres". Él estuvo de acuerdo, y señaló otros inconvenientes más graves que la fealdad. Dijo: "Es como el hijo mayor, que uno se pasa la vida trabajando para él, sacrificándolo todo por él, y a la hora de la verdad termina haciendo lo que le da la gana". Ella siguió examinándolo, preguntando para qué servía esto, y para qué servía aquello, y cuando se consideró bien informada lo sopesó con las dos manos, para probarse que ni siquiera por el peso valía la pena, y lo dejó caer con un esguince de menosprecio.
Then, with authoritative methodology, he explained it to her in all seriousness while he moved her hand to the places he mentioned and she allowed it to be moved with the obedience of an exemplary pupil. At a propitious moment he suggested that all of this was easier in the light. He was going to turn it on, but she held his arm, saying: “I see better with my hands. In reality she wanted to turn on the light as well, but she wanted to be the one to do it, without anyone′s ordering her to, and she had her way. Then he saw her in the sudden brightness, huddled in the fetal position beneath the sheet. But he watched as she grasped the animal under study without hesitation, turned it this way and that, observed it with an interest that was beginning to seem more than scientific, and said when she was finished: “How ugly it is, even uglier than a woman′s thing. He agreed, and pointed out other disadvantages more serious than ugliness. He said: “It is like a firstborn son: you spend your life working for him, sacrificing everything for him, and at the moment of truth he does just as he pleases. She continued to examine it, asking what this was for and what that was for, and when she felt satisfied with her information she hefted it in both hands to confirm that it did not weigh enough to bother with, and let it drop with a gesture of disdain.
-Además, creo que le sobran demasiadas cosas-dijo.
“Besides, I think it has too many things on it, she said.
El se quedó perplejo. La propuesta original para su tesis de grado había sido esa: la conveniencia de simplificar el organismo humano. Le parecía anticuado, con muchas funciones inútiles o repetidas que fueron imprescindibles para otras edades del género humano, pero no para la nuestra. Sí: podía ser más simple y por lo mismo menos vulnerable. Concluyó: "Es algo que sólo puede hacer Dios, por supuesto, pero de todos modos sería bueno dejarlo establecido en términos teóricos". Ella se rió divertida, de un modo tan natural, que él aprovechó la ocasión para abrazarla y le dio el primer beso en la boca. Ella le correspondió, y él siguió dándole besos muy suaves en las mejillas, en la nariz, en los párpados, mientras deslizaba la mano por debajo de la sábana, y le acarició el pubis redondo y lacio: un pubis de japonesa. Ella no le apartó la mano, pero mantuvo la suya en estado de alerta, por si él avanzaba un paso más.
He was astounded. The original thesis of his dissertation had been just that: the advantage of simplifying the human organism. It seemed antiquated to him, with many useless or duplicated functions that had been essential in other stages of the human race but were not in ours. Yes: it could be more simple and by the same token less vulnerable. He concluded: “It is something that only God can do, of course, but in any event it would be good to have it established in theoretical terms. She laughed with amusement and so much naturalness that he took advantage of the opportunity to embrace her and kiss her for the first time on the mouth. She responded, and he continued giving her very soft kisses on her cheeks, her nose, her eyelids, while he slipped his hand under the sheet and caressed her flat, straight pubic hair: the pubic hair of a Japanese. She did not move his hand away, but she kept hers on the alert in the event that he took one step further.
-No vamos a seguir con la clase de medicina-dijo.
“Let′s not go on with the medical lesson, she said.
-No -dijo él-. Esta va a ser de amor.
“No, he said. “This is going to be a lesson in love.
Entonces le quitó la sábana de encima, y ella no sólo no se opuso, sino que la mandó lejos de la litera con un golpe rápido de los pies, porque ya no soportaba el calor. Su cuerpo era ondulante y elástico, mucho más serio de lo que parecía vestida, y con un olor propio de animal de monte que permitía distinguirla entre todas las mujeres del mundo. Indefensa a plena luz, un golpe de sangre hirviendo se le subió a la cara, y lo único que se le ocurrió para disimularlo fue colgarse del cuello de su hombre, y besarlo a fondo, muy fuerte, hasta que se gastaron en el beso todo el aire de respirar.
Then he pulled down the sheet and she not only did not object but kicked it away from the bunk with a rapid movement of her feet because she could no longer bear the heat. Her body was undulant and elastic, much more serious than it appeared when dressed, with its own scent of a forest animal, which distinguished her from all the other women in the world. Defenseless in the light, she felt a rush of blood surge up to her face, and the only way she could think of to hide it was to throw her arms around her husband′s neck and give him a hard, thorough kiss that lasted until they were both gasping for breath.
Él era consciente de que no la amaba. Se había casado porque le gustaba su altivez, su seriedad, su fuerza, y también por una pizca de vanidad suya, pero mientras ella lo besaba por primera vez estaba seguro de que no habría ningún obstáculo para inventar un buen amor. No lo hablaron esa primera noche en que hablaron de todo hasta el amanecer, ni habían de hablarlo nunca. Pero a la larga, ninguno de los dos se equivocó.
He was aware that he did not love her. He had married her because he liked her haughtiness, her seriousness, her strength, and also because of some vanity on his part, but as she kissed him for the first time he was sure there would be no obstacle to their inventing true love. They did not speak of it that first night, when they spoke of everything until dawn, nor would they ever speak of it. But in the long run, neither of them had made a mistake.
Al amanecer, cuando se durmieron, ella seguía siendo virgen, pero no habría de serlo por mucho tiempo. La noche siguiente, en efecto, después de que él le enseñó a bailar los valses de Viena bajo el cielo sideral del Caribe, él tuvo que ir al baño después que ella, y cuando regresó al camarote la encontró esperándolo desnuda en la cama. Entonces fue ella quien tomó la iniciativa, y se le entregó sin miedo, sin dolor, con la alegría de una aventura de alta mar, y sin más vestigios de ceremonia sangrienta que la rosa del honor en la sábana. Ambos lo hicieron bien, casi como un milagro, y siguieron haciéndolo bien de noche y de día y cada vez mejor en el resto del viaje, y cuando llegaron a La Rochelle se entendían como amantes antiguos.
At dawn, when they fell asleep, she was still a virgin, but she would not be one much longer. The following night, in fact, after he taught her how to dance Viennese waltzes under the starry Caribbean sky, he went to the bathroom after she did, and when he returned to the stateroom he found her waiting for him naked in the bed. Then it was she who took the initiative, and gave herself without fear, without regret, with the joy of an adventure on the high seas, and with no traces of bloody ceremony except for the rose of honor on the sheet. They both made love well, almost as if by miracle, and they continued to make love well, night and day and better each time for the rest of the voyage, and when they reached La Rochelle they got along as if they were old lovers.
Permanecieron dieciséis meses en Europa, con base en París, y haciendo viajes cortos por los países vecinos. Durante ese tiempo hicieron el amor todos los días, y más de una vez los domingos de invierno, cuando se quedaban hasta la hora del almuerzo retozando en la cama. Él era un hombre de buenos ímpetus, y además bien entrenado, y ella no estaba hecha para dejarse tomar ventaja de nadie, de modo que tuvieron que conformarse con el poder compartido en la cama. Después de tres meses de amores febriles él comprendió que uno de los dos era estéril, y ambos se sometieron a exámenes severos en el Hospital de la Salpétriére donde él había hecho su internado. Fue una diligencia ardua pero infructuosa. Sin embargo cuando menos lo esperaban, y sin ninguna media, acción científica, ocurrió el milagro. A fines del año siguiente, cuando regresaron a casa, Fermina estaba encinta de seis meses, y se creía la mujer más feliz de la tierra. El hijo tan deseado por ambos, que nació sin novedad bajo el signo de Acuario, fue bautizado en honor del abuelo muerto del cólera.
They stayed in Europe, with Paris as their base, and made short trips to neighboring countries. During that time they made love every day, more than once on winter Sundays when they frolicked in bed until it was time for lunch. He was a man of strong impulses, and well disciplined besides, and she was not one to let anyone take advantage of her, so they had to be content with sharing power in bed. After three months of feverish lovemaking he concluded that one of the m was sterile, and they both submitted to rigorous examinations at the Hôpital de la Salpêtrière, where he had been an intern. It was an arduous but fruitless effort. However, when they least expected it, and with no scientific intervention, the miracle occurred. When they returned home, Fermina was in the sixth month of her pregnancy and thought herself the happiest woman on earth. The child they had both longed for was born without incident under the sign of Aquarius and baptized in honor of the grandfather who had died of cholera.
Era imposible saber si fue Europa o el amor lo que los hizo distintos, pues las dos cosas ocurrieron al mismo tiempo. Ambos lo eran, y a fondo, no sólo con ellos mismos sino con todo el mundo, como lo percibió Florentino Ariza cuando los vio a la salida de misa dos semanas después del regreso, aquel domingo de su desgracia. Volvieron con una concepción nueva de la vida, cargados de novedades del mundo, y listos para mandar. Él con las novedades de la literatura, de la música, y sobre todo las de su ciencia. Trajo una suscripción de Le Figaro, para no perder el hilo de la realidad, y otra de la Revue des Deux Mondes para no perder el hilo de la poesía. Había hecho además un acuerdo con su librero de París para recibir las novedades de los escritores más leídos, entre ellos Anatole France y Pierre Loti, y de los que más le gustaban, entre ellos Remy de Gourmont y Paul Bourget, pero en ningún caso Émile Zola, que le parecía insoportable, a pesar de su valiente irrupción en el juicio de Dreyfus. El mismo librero se comprometió a mandarle por correo las novedades más seductoras del catálogo de Ricordi, sobre todo de música de cámara, para mantener el título bien ganado por su padre de primer promotor de conciertos en la ciudad.
It was impossible to know if it was Europe or love that changed them, for both occurred at the same time. They were, in essence, not only between themselves but with everyone else, just as Florentino Ariza perceived them when he saw them leaving Mass two weeks after their return on that Sunday of his misfortune. They came back with a new conception of life, bringing with them the latest trends in the world and ready to lead, he with the most recent developments in literature, music, and above all in his science. He had a subscription to Le Figaro, so he would not lose touch with reality, and another to the Revue des Deux Mondes, so that he would not lose touch with poetry. He had also arranged with his bookseller in Paris to receive works by the most widely read authors, among them Anatole France and Pierre Loti, and by those he liked best, including Rémy de Gourmont and Paul Bourget, but under no circumstances anything by Emile Zola, whom he found intolerable despite his valiant intervention in the Dreyfus affair. The same bookseller agreed to mail him the most attractive scores from the Ricordi catalogue, chamber music above all, so that he could maintain the well-deserved title earned by his father as the greatest friend of concerts in the city.
Fermina Daza, siempre contraria a los rigores de la moda, trajo seis baúles con ropas de tiempos diversos, pues no la convencieron las grandes marcas. Había estado en las Tullerías, en pleno invierno, para el lanzamiento de la colección de Worth, el ineludible tirano de la alta costura, y lo único que consiguió fue una bronquitis que la tumbó cinco días en la cama. Laferriére le pareció menos pretencioso y voraz, pero su decisión sabia fue arrasar con lo que más le gustaba en las tiendas de saldos, a pesar de que el esposo juraba aterrado que eran ropas de muertos. Así mismo, trajo cantidades de zapatos italianos sin marca, que prefirió a los renombrados y extravagantes de Ferry, y trajo una sombrilla de Dupuy, roja como los fuegos del infierno, que dio mucho de qué escribir a nuestros asustadizos cronistas sociales. Sólo compró un sombrero de Madame Reboux, pero en cambio llenó un baúl de racimos de cerezas artificiales, ramilletes de cuantas flores de fieltro le fue posible encontrar, ramazones de plumas de avestruz, morriones de pavorreales, colas de gallos asiáticos, faisanes enteros, colibríes, y una variedad innumerable de pájaros exóticos disecados en pleno vuelo, en pleno grito, en plena agonía: todo cuanto había servido en los últimos veinte años para que los mismos sombreros parecieran otros. Trajo una colección de abanicos de diversos países del mundo, y uno distinto y apropiado para cada ocasión. Trajo una esencia perturbadora escogida entre muchas en la perfumería del Bazar de la Charité, antes de que los vientos de primavera arrasaran con sus cenizas, pero la usó una sola vez, porque se desconoció a sí misma con el perfume cambiado. Trajo también un estuche de cosméticos que era la última novedad en el mercado de la seducción, y fue la primera mujer que lo llevó a las fiestas, cuando el acto simple de retocarse en público se consideraba indecente.
Fermina Daza, always resistant to the demands of fashion, brought back six trunks of clothing from different periods, for the great labels did not convince her. She had been in the Tuileries in the middle of winter for the launching of the collection by Worth, the indisputable tyrant of haute couture, and the only thing she got was a case of bronchitis that kept her in bed for five days. Laferrière seemed less pretentious and voracious to her, but her wise decision was to buy her fill of what she liked best in the secondhand shops, although her hus band swore in dismay that it was corpses′ clothing. In the same way she brought back quantities of Italian shoes without brand names, which she preferred to the renowned and famous shoes by Ferry, and she brought back a parasol from Dupuy, as red as the fires of hell, which gave our alarmed social chroniclers much to write about. She bought only one hat from Madame Reboux, but on the other hand she filled a trunk with sprigs of artificial cherrie s, stalks of all the felt flowers she could find, branches of ostrich plumes, crests of peacocks, tailfeathers of Asiatic roosters, entire pheasants, hummingbirds, and a countless variety of exotic birds preserved in midflight, midcall, midagony: everything that had been used in the past twenty years to change the appearance of hats. She brought back a collection of fans from countries all over the world, each one appropriate to a different occasion. She brought back a disturbing fragrance chosen from many at the perfume shop in the Bazar de la Charité, before the spring winds leveled everything with ashes, but she used it only once because she did not recognize herself in the new scent. She also brought back a cosmetic case that was the latest thing in seductiveness, and she took it to parties at a time when the simple act of checking one′s makeup in public was considered indecent.
Llevaban, además, tres recuerdos imborrables: el estreno sin precedentes de Los Cuentos de Hoffmann, en París, el incendio pavoroso de casi todas las góndolas de Venecia frente a la Plaza de San Marcos, que ellos habían presenciado con el corazón dolorido desde la ventana de su hotel, y la visión fugaz de Osear Wilde en la primera nevada de enero. Pero en medio de esos y tantos otros recuerdos, el doctor Juvenal Urbino conservaba uno que siempre lamentó no compartir con su esposa, pues venía de sus tiempos de estudiante soltero en París. Era el recuerdo de Víctor Hugo, quien disfrutaba aquí de una celebridad conmovedora al margen de sus libros, porque alguien dijo que había dicho, sin que nadie lo hubiera oído en realidad, que nuestra Constitución no era para un país de hombres sino de ángeles. Desde entonces se le rindió un culto especial, y la mayoría de los numerosos compatriotas que viajaban a Francia se desvivían por verlo. Una media docena de estudiantes, entre ellos Juvenal Urbino, montaron guardia por un tiempo frente a su residencia de la avenida Eyleau, y en los cafés donde se decía que iba a llegar sin falta y nunca llegó, y por último habían solicitado por escrito una audiencia privada, en nombre de los ángeles de la Constitución de Rionegro. Nunca recibieron respuesta. Un día cualquiera, Juvenal Urbino pasó por casualidad frente al Jardín del Luxemburgo y lo vio salir del Senado con una mujer joven que lo llevaba del brazo. Lo vio muy viejo, moviéndose a duras penas, con la barba y el cabello menos radiantes que en sus retratos, y dentro de un abrigo que parecía de alguien más corpulento. No quiso estropear el recuerdo con un saludo impertinente: le bastaba con esa visión casi irreal que había de alcanzarle para toda la vida. Cuando volvió casado a París, en condiciones de verlo de un modo más formal, ya Víctor Hugo había muerto.
They also brought back three indelible memories: the unprecedented opening of TheTales of Hoffmann in Paris, the terrifying blaze that destroyed almost all the gondolas off St. Mark′s Square in Venice, which they witnessed with grieving hearts from the window of their hotel, and their fleeting glimpse of Oscar Wilde during the first snowfall in January. But amid these and so many other memories, Dr. Juvenal Urbino had one that he always regretted not sharing with his wife, for it came from his days as a bachelor student in Paris. It was the memory of Victor Hugo, who enjoyed an impassioned fame here that had nothing to do with his books, because someone said that he had said, although no one actually heard him say it, that our Constitution was meant for a nation not of men but of angels. From that time on, special homage was paid to him, and most of our many compatriots who trave led to France went out of their way to see him. A half-dozen students, among them Juvenal Urbino, stood guard for a time outside his residence on Avenue Eylau, and at the cafés where it was said he came without fail and never came, and at last they sent a written request for a private audience in the name of the angels of the Constitution of Rionegro. They never received a reply. One day, when Juvenal Urbino happened to be passing the Luxembourg Gardens, he saw him come out of the Senate with a young woman on his arm. He seemed very old, he walked with difficulty, his beard and hair were less brilliant than in his pictures, and he wore an overcoat that seemed to belong to a larger man. He did not want to ruin the memory with an impertinent greeting: he was satisfied with the almost unreal vision that he would keep for the rest of his life. When he returned to Paris as a married man, in a position to see him under more formal circumstances, Victor Hugo had already died.
Como consuelo, Juvenal y Fermina llevaban el recuerdo compartido de una tarde de nieves en que los intrigó un grupo que desafiaba la tormenta frente a una pequeña librería del bulevar de los Capuchinos, y era que Osear Wilde estaba dentro. Cuando por fin salió, elegante de veras, pero tal vez demasiado consciente de serlo, el grupo lo rodeó para pedirle firmas en sus libros. El doctor Urbino se había detenido sólo para verlo, pero su impulsiva esposa quiso atravesar el bulevar para que le firmara lo único que le pareció apropiado a falta de un libro: su hermoso guante de gacela, largo, liso, suave, y del mismo color de su piel de recién casada. Estaba segura de que un hombre tan refinado iba a apreciar aquel gesto. Pero el marido se opuso con firmeza, y cuando ella trató de hacerlo a pesar de sus razones, él no se sintió capaz de sobrevivir a la vergüenza.
As a consolation, Juvenal Urbino and Fermina Daza brought back the shared memory of a snowy afternoon when they were intrigued by a crowd that defied the storm outside a small bookshop on the Boulevard des Capucines because Oscar Wilde was inside. When he came out at last, elegant indeed but perhaps too conscious of being so, the group surrounded him, asking that he sign their books. Dr. Urbino had stopped just to watch him, but his impulsive wife wanted to cross the boulevard so that he could sign the only thing she thought appropriate, given the fact that she did not have a book: her beautiful gazelle-skin glove, long, smooth, soft, the same color as her newlywed′s skin. She was sure that a man as refined as he would appreciate the gesture. But her husband objected with firmness, and when she tried to go despite his arguments, he did not feel he could survive the embarrassment.
-Si tú atraviesas esa calle -le dijo-, cuando regreses aquí me encontrarás muerto.
“If you cross that street, he said to her, “when you get back here you will find me dead.
Era algo natural en ella. Antes de un año de casada se movía por el mundo con la misma soltura con que lo hacía desde niña en el moridero de San Juan de la Ciénaga, como si hubiera nacido sabiéndolo, y tenía una facilidad de trato con los desconocidos que dejaba perplejo al marido, y un talento misterioso para entenderse en castellano con quien fuera y en cualquier parte. "Los idiomas hay que saberlos cuando uno va a vender algo -decía con risas de burla---. Pero cuando uno va a comprar, todo el mundo le entiende como sea." Era difícil imaginar a alguien que hubiera asimilado tan rápido y con tanto alborozo la vida cotidiana de París, que aprendió a querer en el recuerdo a pesar de sus lluvias eternas. Sin embargo, cuando regresó a casa abrumada por tantas experiencias juntas, cansada de viajar y medio adormecida por el embarazo, lo primero que le preguntaron en el puerto fue cómo le habían parecido las maravillas de Europa, y ella resolvió dieciséis meses de dicha con cuatro palabras de su jerga caribe:
It was something natural in her. Before she had been married a year, she moved through the world with the same assurance that had been hers as a little girl in the wilds of San Juan de la Ciénaga, as if she had been born with it, and she had a facility for dealing with strangers that left her husband dumbfounded, and a mysterious talent for making herself understood in Spanish with anyone, anywhere. “You have to know languages when you go to sell something, she said with mocking laughter. “But when you go to buy, everyone does what he must to understand you. It was difficult to imagine anyone who could have assimilated the daily life of Paris with so much speed and so much joy, and who learned to love her memory of it despite the eternal rain. Nevertheless, when she returned home overwhelmed by so many experiences, tired of traveling, drowsy with her pregnancy, the first thing she was asked in the port was what she thought of the marvels of Europe, and she summed up many months of bliss with four words of Caribbean slang:
-Más es la bulla.
“It′s not so much.
CHAPTER FOUR
El día que Florentino Ariza vio a Fermina Daza en el atrio de la catedral encinta de seis meses y con pleno dominio de su nueva condición de mujer de mundo, tomó la determinación feroz de ganar nombre y fortuna para merecerla. Ni siquiera se puso a pensar en el inconveniente de que fuera casada, porque al mismo tiempo decidió, como si dependiera de él, que el doctor Juvenal Urbino tenía que morir. No sabía ni cuándo ni cómo, pero se lo planteó como un acontecimiento ineluctable, que estaba resuelto a esperar sin prisas ni arrebatos, así fuera hasta el fin de los siglos.
THE DAY THAT Florentino Ariza saw Fermina Daza in the atrium of the Cathedral, in the sixth month of her pregnancy and in full command of her new condition as a woman of the world, he made a fierce decision to win fame and fortune in order to deserve her. He did not even stop to think about the obstacle of her being married, because at the same time he decided, as if it depended on himself alone, that Dr. Juvenal Urbino had to die. He did not know when or how, but he considered it an ineluctable event that he was resolved to wait for without impatience or violence, even till the end of time.
Empezó por el principio. Se presentó sin anuncio en la oficina del tío León XII, residente de la junta Directiva y Director General de la Compañía Fluvial del Caribe, y le manifestó la disposición de someterse a sus designios. El tío estaba resentido con él por la manera como malbarató el buen empleo de telegrafista en la Villa de Leyva, pero se dejó llevar por su convicción de que los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos. Además, la viuda del hermano había muerto el año anterior, con los rencores en carne viva pero sin dejar herederos. Así que le dio el empleo al sobrino errante.
He began at the beginning. He presented himself unannounced in the office of Uncle Leo XII, President of the Board of Directors and General Manager of the River Company of the Caribbean, and expressed his willingness to yield to his plans. His uncle was angry with him because of the manner in which he had thrown away the good position of telegraph operator in Villa de Leyva, but he allowed himself to be swayed by his conviction that human beings are not born once and for all on the day their mothers give birth to them, but that life obliges them over and over again to give birth to themselves.
Era una decisión típica de don León XII Loayza. Dentro del cascarón de traficante sin alma, llevaba escondido un lunático genial, que lo mismo hacía brotar un manantial de limonada en el desierto de la Guajira, que inundaba de llanto un funeral de cruz alta con su canto desgarrador de In questa tomba oscura. Con su cabeza rizada y sus belfos de fauno no le faltaban sino la lira y la corona de laureles para ser idéntico al Nerón incendiario de la mitología cristiana. Las horas que le quedaban libres entre la administración de sus buques decrépitos, todavía a flote por pura distracción de la fatalidad, y los problemas cada día más críticos de la navegación fluvial, las consagraba a enriquecer su repertorio lírico. Nada le gustaba más que cantar en los entierros. Tenía una voz de galeote, sin ningún orden académico, pero capaz de registros impresionantes. Alguien le había contado que Enrico Caruso podía romper un florero en pedazos con el solo poder de su voz, y durante años estuvo tratando de imitarlo hasta con los vidrios de las ventanas. Sus amigos traían los floreros más tenues que encontraban en sus viajes por el mundo, y organizaban fiestas especiales para que él lograra por fin la culminación de su sueño. Nunca lo consiguió. Sin embargo, en el fondo de su trueno había una lucecita de ternura que agrietaba el corazón de sus oyentes como a las ánforas de cristal del gran Caruso, y era esto lo que lo hacía tan venerable en los entierros. Salvo en uno, en el que tuvo la buena idea de cantar When wake up in Glory, un canto funerario de la Luisiana, hermoso y estremecedor, y fue hecho callar por el capellán que no pudo entender aquella intromisión luterana dentro de su iglesia.
Besides, his brother′s widow had died the year before, still smarting from rancor but without any heirs. And so he gave the job to his errant nephew. It was a decision typical of Don Leo XII Loayza. Inside the shell of a soulless merchant was hidden a genial lunatic, as willing to bring forth a spring of lemonade in the Guajira Desert as to flood a solemn funeral with weeping at his heartbreaking rendition of “In Questa Tomba Oscura. His head was covered with curls, he had the lips of a faun, and all he needed was a lyre and a laurel wreath to be the image of the incendiary Nero of Christian mythology. When he was not occupied with the administration of his decrepit vessels, still afloat out of sheer distraction on the part of fate, or with the problems of river navigation, which grew more and more critical every day, he devoted his free time to the enrichment of his lyric repertoire. He liked nothing better than to sing at funerals. He had the voice of a galley slave, untrained but capable of impressive registers. Someone had told him that Enrico Caruso could shatter a vase with the power of his voice, and he had spent years trying to imitate him, even with the windowpanes. His friends brought him the most delicate vases they had come across in their travels through the world, and they organized special parties so that he might at last achieve the culmination of his dream. He never succeeded. Still, in the depth of his thundering there was a glimmer of tenderness that broke the hearts of his listeners as if they were the crystal vases of the great Caruso, and it was this that made him so revered at funerals. Except at one, when he thought it a good idea to sing “When I Wake Up in Glory, a beautiful and moving funeral song from Louisiana, and he was told to be quiet by the priest, who could not understand that Protestant intrusion in his church.
Así, entre ancores de óperas y serenatas napolitanas, su talento creativo y su invencible espíritu de empresa lo convirtieron en el prócer de la navegación fluvial en su época de mayor esplendor. Había salido de la nada, como los dos hermanos muertos, y todos llegaron hasta donde quisieron a pesar del estigma de ser hijos naturales, y con el remate de que nunca fueron reconocidos. Eran la flor de lo que entonces se llamaba la aristocracia de mostrador, cuyo santuario era el Club del Comercio. Sin embargo, aun cuando dispuso de recursos para vivir como el emperador romano que parecía ser, el tío León XII vivía en la ciudad vieja por comodidad de trabajo, con su esposa y tres hijos, y de un modo tan austero y en una casa tan escueta, que nunca se quitó de encima una injusta reputación de avaro. Pero su único lujo era todavía más simple: una casa de mar, a dos leguas de las oficinas, sin más muebles que seis taburetes artesanales, un tinajero, y una hamaca en la terraza para acostarse a pensar los domingos. Nadie lo definió mejor que él cuando alguien lo acusó de ser rico.
And so, between operatic encores and Neapolitan serenades, his creative talent and his invincible entrepreneurial spirit made him the hero of river navigation during the time of its greatest splendor. He had come from nothing, like his dead brothers, and all of them went as far as they wished despite the stigma of being illegitimate children and, even worse, illegitimate children who had never been recognized. They were the cream of what in those days was called the “shop-counter aristocracy, whose sanctuary was the Commercial Club. And yet, even when he had the resources to live like the Roman emperor he resembled, Uncle Leo XII lived in the old city because it was convenient to his business, in such an austere manner and in such a plain house that he could never shake off an unmerited reputation for miserliness. His only luxury was even simpler: a house by the sea, two leagues from his offices, furnished only with six handmade stools, a stand for earthenware jars, and a hammock on the terrace where he could lie down to think on Sundays. No one described him better than he did when someone accused him of being rich.
-Rico no -dijo-: soy un pobre con plata, que no es lo mismo.
“No, not rich, he said. “I am a poor man with money, which is not the same thing.
Ese raro modo de ser, que alguien elogió alguna vez en un discurso como una demencia lúcida, le permitió ver al instante lo que nadie veía ni antes ni después en Florentino Ariza. Desde el día en que éste se presentó a solicitar empleo en sus oficinas, con su aspecto lúgubre y sus veintisiete años inútiles, lo puso a prueba con la dureza de un régimen de cuartel capaz de doblegar al más bragado. Pero no logró amedrentarlo. Lo que nunca sospechó el tío León XII fue que ese temple del sobrino no le venía de la necesidad de subsistir, ni de una cachaza de bruto heredada del padre, sino de una ambición de amor que ninguna contrariedad de este mundo ni del otro lograría quebrantar.
His strange nature, which someone once praised in a speech as lucid dementia, allowed him to see in an instant what no one else ever saw in Florentino Ariza. From the day he came to his office to ask for work, with his doleful appearance and his twenty-six useless years behind him, he had tested him with the severity of a barracks training that could have broken the hardest man. But he did not intimidate him. What Uncle Leo XII never suspected was that his nephew′s courage did not come from the need to survive or from a brute indifference inherited from his father, but from a driving need for love, which no obstacle in this world or the next would ever break.
Los peores años fueron los primeros, cuando lo nombraron escribiente de la Dirección General, que parecía un oficio inventado sobre medida para él. Lotario Thugut, antiguo maestro de música del tío León XII, fue el que le aconsejó a éste que nombrara al sobrino en un empleo de escribir, porque era un consumidor incansable de literatura al por mayor, aunque no tanto de la buena como de la peor. El tío León XII no le hizo caso a la precisión sobre la mala clase de las lecturas del sobrino, pues también de él decía Lotario Thugut que había sido su peor alumno de canto, y sin embargo hacía llorar hasta las lápidas de los cementerios. En todo caso, el alemán tuvo razón en lo que menos había pensado, y era que Florentino Ariza escribía cualquier cosa con tanta pasión, que hasta los documentos oficiales parecían de amor. Los manifiestos de embarque le salían rimados por mucho que se esforzara en evitarlo, y las cartas comerciales de rutina tenían un aliento lírico que les restaba autoridad. El tío en persona se le apareció un día en la oficina con un paquete de correspondencia que no había tenido el valor de firmar como suya, y le dio la última oportunidad de salvar el alma.
The worst years were the early ones, when he was appointed clerk to the Board of Directors, which seemed a position made to order for him. Lotario Thugut, Unc le Leo XII′s old music teacher, was the one who advised him to give his nephew a writing job because he was a voracious wholesale consumer of literature, although he preferred the worst to the best. Uncle Leo XII disregarded what he said concerning his nephew′s bad taste in reading, for Lotario Thugut would also say of him that he had been his worst voice student, and still he could make even tombstones cry. In any case, the German was correct in regard to what he had thought about least, which was that Florentino Ariza wrote everything with so much passion that even official documents seemed to be about love. His bills of lading were rhymed no matter how he tried to avoid it, and routine business letters had a lyrical spirit that diminished their authority. His uncle himself came to his office one day with a packet of correspondence that he had not dared put his name to, and he gave him his last chance to save his soul.
-Si no eres capaz de escribir una carta comercial te vas a recoger la basura del muelle -le dijo.
“If you cannot write a business letter you will pick up the trash on the dock, he said.
Florentino Ariza aceptó el desafío. Hizo un esfuerzo supremo por aprender la simpleza terrestre de la prosa mercantil, imitando modelos de archivos notariales con tanta aplicación como antes lo hacía con los poetas de moda. Era esa la época en que pasaba sus horas libres en el Portal de los Escribanos, ayudando a los enamorados implumes a escribir sus esquelas perfumadas, para descargar el corazón de tantas alabras de amor que se le quedaban sin usar en los informes de aduana. Pero al cabo de seis meses, por muchas vueltas que le daba, no había logrado torcerle el cuello a su cisne empedernido. Así que cuando el tío León XII lo reprendió por segunda vez, él se dio por vencido, pero con una cierta altanería.
Florentino Ariza accepted the challenge. He made a supreme effort to learn the mundane simplicity of mercantile prose, imitating models from notarial files with the same diligence he had once used for popular poets. This was the period when he spent his free time in the Arcade of the Scribes, helping unlettered lovers to write their scented love notes, in order to unburden his heart of all the words of love that he could not use in customs reports. But at the end of six months, no matter how hard he twis ted, he could not wring the neck of his die hard swan. So that when Uncle Leo XII reproached him a second time, he admitted defeat, but with a certain haughtiness.
-Lo único que me interesa es el amor -dijo.
“Love is the only thing that interests me, he said.
-Lo malo -le dijo el tío- es que sin navegación fluvial no hay amor.
“The trouble, his uncle said to him, “is that without river navigation there is no love.
Cumplió la amenaza de mandarlo a recoger la basura en el muelle, pero le dio su palabra de que lo subiría paso a paso por la escalera del buen servicio hasta que encontrara su lugar. Así fue. Ninguna clase de trabajo logró derrotarlo, por duro o humillante que fuera, ni lo desmoralizó la miseria del sueldo, ni perdió un instante su impavidez esencial ante las insolencias de sus superiores. Pero tampoco fue inocente: todo el que se atravesó en su camino sufrió las consecuencias de una determinación arrasadora, capaz de cualquier cosa, detrás de una apariencia desvalida. Tal como el tío León XII lo había previsto y deseado para que no se le quedara sin conocer ningún secreto de la empresa, pasó por todos los cargos en treinta años de consagración y tenacidad a toda prueba. Los desempeñó todos con una capacidad admirable, estudiando cada hilo de aquella urdimbre misteriosa que tanto tenía que ver con los oficios de la poesía, pero sin lograr la medalla de guerra más anhelada por él, que era escribir una carta comercial aceptable: una sola. Sin proponérselo, sin saberlo siquiera, demostró con su vida la razón de su padre, quien repitió hasta el último aliento que no había nadie con más sentido práctico, ni picapedreros más empecinados ni gerentes más lúcidos y peligrosos que los poetas. Eso, al menos, fue lo que le contó el tío León XII, que solía hablarle de su padre durante los ocios del corazón, y que le dio de él una idea más parecida a la de un soñador que a la de un hombre de empresa.
He kept his threat to have him pick up trash on the dock, but he gave him his word that he would promote him, step by step, up the ladder of faithful service until he found his place. And he did. No work could defeat him, no matter how hard or humiliating it was, no salary, no matter how miserable, could demoralize him, and he never lost his essential fearlessness when faced with the insolence of his superiors. But he was not an innocent, either: everyone who crossed his path suffered the consequences of the overwhelming determination, capable of anything, that lay behind his helpless appearance. Just as Uncle Leo XII had foreseen, and according to his desire that his nephew not be ignorant of any secret in the business, Florentino Ariza moved through every post during thirty years of dedication and tenacity in the face of every trial. He fulfilled all his duties with admirable skill, studying every thread in that mysterious warp that had so much to do with the offices of poetry, but he never won the honor he most desired, which was to write one, just one, acceptable business letter. Without intending to, without even knowing it, he demonstrated with his life that his father had been right when he repeated until his dying day that there was no one with more common sense, no stonecutter more obstinate, no manager more lucid or dangerous, than a poet. That, at least, is what he was told by Uncle Leo XII, who talked to him about his father during moments of sentimental leisure and created an image that resembled a dreamer more than it did a businessman.
Le contó que Pío Quinto Loayza le daba a las oficinas un uso más placentero que el de trabajar, y se las arregló siempre para salir de la casa los domingos, con el pretexto de que tenía que recibir o despachar un buque. Más aún: había hecho instalar en el patio de las bodegas una caldera inservible, con una sirena de vapor que alguien hacía sonar con claves de navegación, por si su esposa estaba pendiente. Haciendo cuentas, el tío León XII estaba seguro de que Florentino Ariza había sido concebido sobre el escritorio de alguna oficina mal cerrada en una tarde de bochorno dominical, mientras la esposa de su padre oía en su casa los adioses de un buque que nunca se fue. Cuando ella lo descubrió ya era tarde para cobrarle la infamia, porque el marido había muerto. Le sobrevivió muchos años, destruida por la amargura de no tener un hijo, y pidiéndole a Dios en sus oraciones la maldición eterna para el bastardo.
He told him that Pius V Loayza used the offices for matters more pleasant than work, and that he always arranged to leave the house on Sundays, with the excuse that he had to meet or dispatch a boat. What is more, he had an old boiler installed in the warehouse patio, with a steam whistle that someone would sound with navigation signals in the event his wife became suspicious. According to his calculations, Uncle Leo XII was certain that Florentino Ariza had been conceived on a desk in some unlocked office on a hot Sunday afternoon, while from her house his father′s wife heard the farewells of a boat that never sailed. By the time she learned the truth it was too late to accuse him of infamy because her husband was already dead. She survived him by many years, destroyed by the bitterness of not having a child and asking God in her prayers for the eternal damnation of his bastard son.
La imagen del padre conturbaba a Florentino Ariza. Su madre le hablaba de él como de un gran hombre sin vocación comercial, que terminó en los negocios del río porque su hermano mayor había sido un colaborador muy cercano del comodoro alemán Juan B. Elbers, precursor de la navegación fluvial. Eran hijos naturales de una misma madre, cocinera de oficio, que los había tenido con hombres distintos, y todos llevaban el apellido de ella detrás del nombre de un Papa escogido al azar en el santoral, salvo el del tío León XII, que era el nombre del que reinaba cuando él nació. El que se llamaba Florentino era el abuelo materno de todos, así que el nombre había llegado hasta el hijo de Tránsito Ariza saltando por encima de toda una generación de pontífices.
The image of his father disturbed Florentino Ariza. His mother had spoken of him as a great man with no commercial vocation, who had at last gone into the river business because his older brother had been a very close collaborator of the German commodore Johann B. Elbers, the father of river navigation. They were the illegitimate sons of the same mother, a cook by trade, who had them by different men, and all bore her surname and the name of a pope chosen at random from the calendar of saints′ days, except for Uncle Leo XII, named after the Pope in office when he was born. The man called Florentino was their maternal grandfather, so that the name had come down to the son of Tránsito Ariza after skipping over an entire generation of pontiffs.
Florentino conservó siempre un cuaderno en el que su padre escribía versos de amor, algunos inspirados por Tránsito Ariza, y los folios estaban adornados con dibujos de corazones heridos. Dos cosas lo sorprendieron. Una era la personalidad de la caligrafía del padre, idéntica a la suya, a pesar de que él la había escogido por ser la que más le gustaba entre muchas de un manual. La otra fue encontrarse con una sentencia que él creía suya, y que su padre había escrito en un cuaderno mucho antes de que él naciera: Lo único que me duele de morir es que no sea de amor.
Florentino always kept the notebook in which his father wrote love poems, some of them inspired by Tránsito Ariza, its pages decorated with drawings of broken hearts. Two things surprised him. One was the character of his father′s handwriting, identical to his own although he had chosen his because it was the one he liked best of the many he saw in a manual. The other was finding a sentence that he thought he had composed but that his father had written in the notebook long before he was born: The only regret I willhave in dying is if it is not for love.
Había visto también los dos únicos retratos de su padre. Uno tomado en Santa Fe, muy joven, a la edad que él tenía cuando lo vio por primera vez, con un abrigo que era como estar metido dentro de un oso, y recostado en un pedestal de cuya estatua sólo quedaban las polainas destroncadas. El pequeño que estaba a su lado era el tío León XII con una gorrita de capitán de buque. En la otra fotografía estaba su padre con un grupo de guerreros, en quién sabe cuál de tantas guerras, y tenía la escopeta más larga y unos bigotes cuyo olor a pólvora trascendía de la imagen. Era liberal y masón, lo mismo que los hermanos, y sin embargo quería que el hijo ingresara en el seminario. Florentino Ariza no sentía el parecido que les atribuían, pero según el decir del tío León XII, también a Pío Quinto le reprochaban el lirismo de sus documentos. En todo caso, ni en los retratos se parecía a él, ni concordaba con sus recuerdos, ni con la imagen que pintaba su madre, transfigurada por el amor, ni con la que despintaba el tío León XII con su graciosa crueldad. Sin embargo, Florentino Ariza descubrió ese parecido muchos años después, mientras se peinaba frente al espejo, y sólo entonces había comprendido que un nombre sabe cuando empieza a envejecer porque empieza a parecerse a su padre.
He had also seen the only two pictures of his father. One had been taken in Santa Fe, when he was very young, the same age as Florentino Ariza when he saw the photograph for the first time, and in it he was wearing an overcoat that made him look as if he were stuffed inside a bear, and he was leaning against a pedestal that supported the decapitated gaiters of a statue. The little boy beside him was Uncle Leo XII, wearing a ship captain′s hat. In the other photograph, his father was with a group of soldiers in God knows which of so many wars, and he held the longest rifle, and his mustache had a gunpowder smell that wafted out of the picture. He was a Liberal and a Mason, just like his brothers, and yet he wanted his son to go to the seminary. Florentino Ariza did not see the resemblance that people observed, but according to his Uncle Leo XII, Pius V was also reprimanded for the lyricism of his documents. In any case, he did not resemble him in the pictures, or in his memories of him, or in the image trans figured by love that his mother painted, or in the one unpainted by his Uncle Leo XII with his cruel wit. Nevertheless, Florentino Ariza discovered the resemblance many years later, as he was combing his hair in front of the mirror, and only then did he understand that a man knows when he is growing old because he begins to look like his father.
No lo recordaba en la Calle de las Ventanas. Creía saber que en un tiempo durmió allí, muy al principio de sus amores con Tránsito Ariza, pero que no volvió a visitarla después de su nacimiento. La partida de bautismo fue durante muchos años nuestro único instrumento válido de identificación, y la de Florentino Ariza, asentada en la parroquia de Santo Toribio, sólo decía que era hijo natural de otra hija natural soltera que se llamaba Tránsito Ariza. No aparecía en ella el nombre del padre, que sin embargo atendió en secreto a las necesidades del hijo hasta el último día. Esta condición social le cerró a Florentino Ariza las puertas del seminario, pero también escapó al servicio militar en la época más sangrienta de nuestras guerras, por ser el hijo único de una soltera.
He had no memory of him on the Street of Windows. He thought he knew that at one time his father slept there, very early in his love affair with Tránsito Ariza, but that he did not visit her again after the birth of Florentino. For many years the baptismal certificate was our only valid means of identification, and Florentino Ariza′s, recorded in the parish church of St. Tiburtius, said only that he was the natural son of an unwed natural daughter called Tránsito Ariza. The name of his father did not appear on it, although Pius V took care of his son′s needs in secret until the day he died. This social condition closed the doors of the seminary to Florentino Ariza, but he also escaped military service during the bloodiest period of our wars because he was the only son of an unmarried woman.
Todos los viernes después de la escuela se sentaba frente a las oficinas de la Compañía Fluvial del Caribe, repasando un libro de láminas de animales tantas veces repasado que se caía a pedazos. El padre entraba sin mirarlo, vestido con las levitas de año que Tránsito Ariza debía adaptar después para él, y con una cara idéntica a la del San Juan Evangelista de los altares. Cuando salía, después de muchas horas y cuidando de que no lo viera ni su cochero, le daba la plata para los gastos de una semana. No hablaban, no sólo porque el padre no lo intentaba, sino porque él le tenía terror. Un día, después de esperar mucho más que de costumbre, el padre le dio las monedas, diciéndole:
Every Friday after school he sat across from the offices of the River Company of the Caribbean, looking at pictures of animals in a book that was falling apart because he had looked at it so often. His father would walk into the building without looking at him, wearing the frock coats that Tránsito Ariza later had to alter for him, and with a face identical to that of St. John the Evangelist on the altars. When he came out, many hours later, he would make certain that no one saw him, not even his coachman, and he would give him money for the week′s expenses. They did not speak, not only because his father made no effort to, but because he was terrified of him. One day, after he waited much longer than usual, his father gave him the coins and said:
-Tome y no vuelva más.
“Take them and do not come back again.
Fue la última vez que lo vio. Pero con el tiempo había de saber que el tío León XII, que era como diez años menor, siguió llevándole la plata a Tránsito Ariza, y fue quien se ocupó de ella cuando Pío Quinto murió de un cólico mal atendido, sin dejar nada escrito, y sin tiempo para tomar ninguna providencia en favor del hijo único: un hijo de la calle.
It was the last time he saw him. But in time he was to learn that Uncle Leo XII, who was some ten years younger, continued to bring money to Tránsito Ariza, and was the one who took care of her after Pius V died of an untreated colic without leaving anything in writing and without the time to make any provisions for his only child: a child of the streets.
El drama de Florentino Ariza mientras fue calígrafo de la Compañía Fluvial del Caribe, era que no podía eludir su lirismo porque no dejaba de pensar en Fermina Daza, y nunca aprendió a escribir sin pensar en ella. Después, cuando lo pasaron a otros cargos, le sobraba tanto amor por dentro que no sabía qué hacer con él, y se lo regalaba a los enamorados implumes escribiendo para ellos cartas de amor gratuitas en el Portal de los Escribanos. Para allá se iba después del trabajo. Se quitaba la levita con sus ademanes parsimoniosos y la colgaba en el espaldar de la silla, se ponía las medias mangas para no ensuciar las de la camisa, se desabotonaba el chaleco para pensar mejor, y a veces hasta muy tarde en la noche reanimaba a los desvalidos con unas cartas enloquecedoras. De vez en cuando encontraba una pobre mujer que tenía un problema con un hijo, un veterano de guerra que insistía en reclamar el pago de su pensión, alguien a quien le habían robado algo y quería quejarse ante el gobierno, pero por más que se esmeraba no podía complacerlos, porque con lo único que lograba convencer a alguien era con cartas de amor. Ni siquiera les hacía preguntas a los clientes nuevos, pues le bastaba con verles el blanco del ojo para hacerse cargo de su estado, y escribía folio tras folio de amores desaforados, mediante la fórmula infalible de escribir pensando siempre en Fermina Daza, y nada más que en ella. Al cabo del primer mes tuvo que establecer un orden de reservaciones anticipadas, para que no lo desbordaran las ansias de los enamorados.
The drama of Florentino Ariza while he was a clerk for the River Company of the Caribbean was that he could not avoid lyricism because he was always thinking about Fermina Daza, and he had never learned to write without thinking about her. Later, when he was moved to other posts, he had so much love left over inside that he did not know what to do with it, and he offered it to unlettered lovers free of charge, writing their love missives for them in the Arcade of the Scribes. That is where he went after work. He would take off his frock coat with his circumspect gestures and hang it over the back of the chair, he would put on the cuffs so he would not dirty his shirt sleeves, he would unbutton his vest so he could think better, and sometimes until very late at night he would encourage the hopeless with letters of mad adoration. From time to time he would be approached by a poor woman who had a problem with one of her children, a war veteran who persisted in demanding payment of his pension, someone who had been robbed and wanted to file a complaint with the government, but no matter how he tried, he could not satisfy them, because the only convincing document he could write was a love letter. He did not even ask his new clients any questions, because all he had to do was look at the whites of their eyes to know what their problem was, and he would write page after page of uncontrolled love, following the infallible formula of writing as he thought about Fermina Daza and nothing but Fermina Daza. After the first month he had to establish a system of appointments made in advance so that he would not be swamped by yearning lovers.
Su recuerdo más grato de aquella época fue el de una muchachita muy tímida, casi una niña, que le pidió temblando escribirle una respuesta para una carta irresistible que acababa de recibir, y que Florentino Ariza reconoció como escrita por él la tarde anterior. La contestó con un estilo distinto, acorde con la emoción y la edad de la niña, y con una letra que también pareciera de ella, pues sabía fingir una escritura para cada ocasión según el carácter de cada quien. La escribió imaginándose lo que Fermina Daza le hubiera contestado a él si lo quisiera tanto como aquella criatura desamparada quería a su pretendiente. Dos días después, desde luego, tuvo que escribir también la réplica del novio con la caligrafía, el estilo y la clase de amor que le había atribuido en la primera carta, y fue así como terminó comprometido en una correspondencia febril consigo mismo. Antes de un mes, ambos fueron por separado a darle las gracias por lo que él mismo había propuesto en la carta del novio y aceptado con devoción en la respuesta de la chica: iban a casarse.
His most pleasant memory of that time was of a very timid young girl, almost a child, who trembled as she asked him to write an answer to an irresistible letter that she had just received, and that Florentino Ariza recognized as one he had written on the previous afternoon. He answered it in a different style, one that was in tune with the emotions and the age of the girl, and in a hand that also seemed to be hers, for he knew how to create a handwriting for every occasion, according to the character of each person. He wrote, imagining to himself what Fermina Daza would have said to him if she had loved him as much as that helpless child loved her suitor. Two days later, of course, he had to write the boy′s reply with the same hand, style, and kind of love that he had attributed to him in the first letter, and so it was that he became involved in a feverish correspondence with himself. Before a month had passed, each came to him separately to thank him for what he himself had proposed in the boy′s letter and accepted with devotion in the girl′s response: they were going to marry.
Sólo cuando tuvieron el primer hijo se dieron cuenta, por una conversación casual, de que las cartas de ambos habían sido escritas por el mismo escribano, y por primera vez fueron juntos al portal para nombrarlo padrino del niño. Florentino Ariza se entusiasmó tanto con la evidencia práctica de sus ensueños, que sacó tiempo de donde no lo tenía para escribir un Secretario de los Enamorados más poético y amplio que el que hasta entonces se vendía por veinte centavos en los portales, y que media ciudad conocía de memoria. Puso en orden las situaciones imaginables en que pudieran encontrarse Fermina Daza y él, y para todas escribió tantos modelos cuantas alternativas de ida y vuelta le parecieron posibles. Al final tuvo unas mil cartas en tres tomos tan cuadrados como el diccionario de Covarrubias, pero ningún impresor de la ciudad se arriesgó a publicarlos, y terminaron en algún desván de la casa, con otros papeles del pasado, pues Tránsito Ariza se negó de plano a desenterrar las múcuras para malbaratar sus ahorros de toda la vida en una locura editorial. Años después, cuando Florentino Ariza tuvo recursos propios para publicar el libro, le costó trabajo admitir la realidad de que ya las cartas de amor habían pasado de moda.
Only when they had their first child did they realize, after a casual conversation, that their letters had been written by the same scribe, and for the first time they went together to the Arcade to ask him to be the child′s godfather. Florentino Ariza was so enraptured by the practical evidence of his dreams that he used time he did not have to write a Lovers′ Companion that was more poetic and extensive than the one sold in doorways for twenty centavos and that half the city knew by heart. He categorized all the imaginable situations in which he and Fermina Daza might find themselves, and for all of them he wrote as many models and alternatives as he could think of. When he finished, he had some thousand letters in three volumes as complete as the Covarrubias Dictionary, but no printer in the city would take the risk of publishing them, and they ended up in an attic along with other papers from the past, for Tránsito Ariza flatly refused to dig out the earthenware jars and squander the savings of a lifetime on a mad publishing venture. Years later, when Florentino Ariza had the resources to publish the book himself, it was difficult for him to accept the reality that love letters had gone out of fashion.
Mientras él daba los primeros pasos en la Compañía Fluvial del Caribe y escribía cartas gratis en el Portal de los Escribanos, los amigos de juventud de Florentino Ariza tenían la certidumbre de que estaban perdiéndolo poco a poco y sin regreso. Así era. Todavía cuando regresó del viaje por el río veía a algunos de ellos con la esperanza de atenuar los recuerdos de Fermina Daza, jugaba al billar con ellos, fue a sus últimos bailes, se prestaba al azar de ser rifado entre las muchachas, se prestaba a todo lo que le pareciera bueno para volver a ser el que fue. Después, cuando el tío León XII lo acreditó como empleado, jugaba al dominó con sus compañeros de oficina en el Club del Comercio, y éstos empezaron a reconocerlo como uno de los suyos cuando ya no les hablaba sino de la empresa de navegación, que no mencionaba con su nombre completo sino con sus iniciales: la C.F.C. Cambió hasta el modo de comer. De indiferente e irregular que había sido hasta entonces en la mesa, se volvió igual y austero hasta el fin de sus días: una taza grande de café negro al desayuno, una posta de pescado hervido con arroz blanco, al almuerzo, y una taza de café con leche con un pedazo de queso antes de acostarse. Bebía café negro a toda hora, en cualquier parte y en cualquier circunstancia, y hasta treinta tacitas dianas: una infusión igual al petróleo crudo que refería prepararse él mismo, y que siempre tenía en un termo al alcance de la mano. Era otro, en contra de su propósito firme y sus esfuerzos ansiosos de seguir siendo el mismo que había sido antes del tropezón mortal del amor.
As he was starting out in the River Company of the Caribbean and writing letters free of charge in the Arcade of the Scribes, the friends of Florentino Ariza′s youth were certain that they were slowly losing him beyond recall. And they were right. When he returned from his voyage along the river, he still saw some of them in the hope of dimming the memory of Fermina Daza, he played billiards with them, he went to their dances, he allowed himself to be raffled off among the girls, he allowed himself to do everything he thought would help him to become the man he had once been. Later, when Uncle Leo XII took him on as an employee, he played dominoes with his officemates in the Commercial Club, and they began to accept him as one of their own when he spoke to them of nothing but the navigation company, which he did not call by its complete name but by its initials: the R C.C. He even changed the way he ate. As indifferent and irregular as he had been until then regarding food, that was how habitual and austere he became until the end of his days: a large cup of black coffee for breakfast, a slice of poached fish with white rice for lunch, a cup of café con leche and a piece of cheese before going to bed. He drank black coffee at any hour, anywhere, under any circumstances, as many as thirty little cups a day: a brew like crude oil which he preferred to prepare himself and which he always kept near at hand in a thermos. He was another person, despite his firm decision and anguished efforts to continue to be the same man he had been before his mortal encounter with love.
La verdad es que nunca volvería a serlo. La recuperación de Fermina Daza fue el objetivo único de su vida, y estaba tan seguro de lograrla tarde o temprano, que convenció a Tránsito Ariza de proseguir la restauración de la casa para que estuviera en estado de recibirla en cualquier momento en que ocurriera el milagro. A diferencia de su reacción ante la propuesta editorial del Secretario de los Enamorados, Tránsito Ariza fue entonces mucho más lejos: compró la casa de contado, y emprendió la renovación completa. Hicieron una sala de recibo en la que había sido la alcoba, construyeron en la planta alta un dormitorio para los esposos y otro para los hijos que iban a tener, ambos muy amplios y bien iluminados, y en el espacio de la antigua factoría de tabaco hicieron un extenso jardín de toda clase de rosas, al que Florentino Ariza en persona consagró sus ocios del amanecer. Lo único que quedó intacto, como un testimonio de gratitud con el pasado, fue el local de la mercería. La trastienda donde dormía Florentino Ariza la dejaron como estuvo siempre, con la hamaca colgada y el mesón de escribir atiborrado de libros en desorden, pero él se fue al cuarto previsto como alcoba matrimonial en la planta alta. Éste era el más amplio y fresco de la casa, y tenía una terraza interior donde era agradable estar de noche por la brisa del mar y el vapor de los rosales, pero era también el que correspondía mejor al rigor trapense de Florentino Ariza. Los muros eran lisos y ásperos, de cal viva, y no tenía más muebles que una cama de presidiario, una mesita de noche con una vela en el pico de una botella, un ropero antiguo y un aguamanil con su platón y su jofaina.
The truth is that he was never the same again. Winning back Fermina Daza was the sole purpose of his life, and he was so certain of achieving it sooner or later that he convinced Tránsito Ariza to continue with the restoration of the house so that it would be ready to receive her whenever the miracle took place. In contrast to her reaction to the proposed publication of the Lovers′ Companion, Tránsito Ariza went much further: she bought the house at once and undertook a complete renovation. They made a reception room where the bedroom had been, on the upper floor they built two spacious, bright bedrooms, one for the married couple and another for the children they were going to have, and in the space where the old tobacco factory had been they put in an extensive garden with all kinds of roses, which Florentino Ariza himself tended during his free time at dawn. The only thing they left intact, as a kind of testimony of gratitude to the past, was the notions shop. The back room where Florentino Ariza had slept they left as it had always been, with the hammock hanging and the writing table covered with untidy piles of books, but he moved to the room planned as the conjugal bedroom on the upper floor. This was the largest and airiest in the house, and it had an interior terrace where it was pleasant to sit at night because of the sea breeze and the scent of the rosebushes, but it was also the room that best reflected Florentino Ariza′s Trappist severity. The plain whitewashed walls were rough and unadorned, and the only furniture was a prison cot, a night table with a candle in a bottle, an old wardrobe, and a washstand with its basin and bowl.
Los trabajos duraron casi tres años, y coincidieron con un restablecimiento momentáneo de la ciudad, debido al auge de la navegación fluvial y el comercio de paso, los mismos factores que habían sustentado su grandeza durante la Colonia y la convirtieron durante más de dos siglos en la puerta de América. Pero también fue esa la época en que Tránsito Ariza manifestó los primeros síntomas de su enfermedad sin remedio. Sus dientas de siempre venían cada vez más viejas a la mercería, más pálidas y escurridizas, y ella no las reconocía después de haberlas tratado durante media vida, o confundía los asuntos de unas con los de otras. Lo cual era muy grave en negocios como el suyo, en los que no se firmaban papeles para proteger la honra, la propia y la ajena, y la palabra de honor se daba y se aceptaba como garantía suficiente. Al principio pareció que se estaba quedando sorda, pero pronto fue evidente que era la memoria la que se le escurría por las goteras. De modo que liquidó el negocio de empeño, y con el tesoro de las múcuras alcanzó para terminar y amueblar la casa, y aún quedaron sobrando muchas de las joyas antiguas más preciadas de la ciudad, cuyos dueños no tuvieron recursos para rescatarlas.
The work took almost three years, and it coincided with a brief civic revival owing to the boom in river navigation and trade, the same factors that had maintained the city′s greatness during colonial times and for more than two centuries had made her the gateway to America. But that was also the period when Tránsito Ariza manifested the first symptoms of her incurable disease. Her regular clients were older, paler, and more faded each time they came to the notions shop, and she did not recognize them after dealing with them for half a lifetime, or she confused the affairs of one with those of another, which was a very grave matter in a business like hers, in which no papers were signed to protect her honor or theirs, and one′s word of honor was given and accepted as sufficient guarantee. At first it seemed she was growing deaf, but it soon became evident that her memory was trickling away. And so she liquidated her pawn business, the treasure in the jars paid for completing and furnishing the house, and still left over were many of the most valuable old jewels in the city, whose owners did not have funds to redeem them.
Florentino Ariza tenía que atender entonces a demasiados compromisos al mismo tiempo, pero nunca le flaquearon los ánimos para acrecentar sus negocios de cazador furtivo. Después de la experiencia errática con la viuda de Nazaret, que le abrió el camino de los amores callejeros, siguió cazando las pajaritas huérfanas de la noche durante varios años, todavía con la ilusión de encontrar un alivio para el dolor de Fermina Daza. Pero después ya no pudo decir si su costumbre de fornicar sin esperanzas era una necesidad de la conciencia o un simple vicio del cuerpo. Iba cada vez menos al hotel de paso, no sólo porque sus intereses andaban por otros rumbos, sino porque no le gustaba que lo vieran allí en andanzas distintas de las muy domésticas y castas que ya le conocían. Sin embargo, en tres casos de apuro apeló al recurso fácil de una época que él no había vivido: disfrazaba de hombres a las amigas temerosas de ser reconocidas, y entraban juntos en el hotel con ínfulas de parranderos trasnochados. No faltó quien se diera cuenta por lo menos en dos ocasiones de que él y el acompañante supuesto no iban a la cantina sino al cuarto, y la reputación ya bastante quebrantada de Florentino Ariza sufrió el golpe de gracia. Por último dejó de ir, y las muy pocas veces en que lo hizo no era para ponerse al día en los retrasos, sino todo lo contrario: buscando un refugio para reponerse de los excesos.
During this period Florentino Ariza had to attend to too many responsibilities at the same time, but his spirits never flagged as he sought to expand his work as a furtive hunter. After his erratic experience with the Widow Nazaret, which opened the door to street love, he continued to hunt the abandoned little birds of the night for several years, still hoping to find a cure for the pain of Fermina Daza. But by then he could no longer tell if his habit of fornicating without hope was a mental necessity or a simple vice of the body. His visits to the trans ient hotel became less frequent, not only because his interests lay elsewhere but because he did not like them to see him there under circumstances that were different from the chaste domesticity of the past. Nevertheless, in three emergency situations he had recourse to the simple strategy of an era before his time: he dis guised his friends, who were afraid of being recognized, as men, and they walked into the hotel together as if they were two gentlemen out on the town. Yet on two of these occasions someone realized that he and his presumptive male companion did not go to the bar but to a room, and the already tarnished reputation of Florentino Ariza received the coup de grace. At last he stopped going there, except for the very few times he did so not to catch up on what he had missed but for just the opposite reason: to find a refuge where he could recuperate from his excesses.
No era para menos. No bien abandonaba la oficina, hacia las cinco de la tarde, y ya andaba en sus volaterías de gavilán pollero. Al principio se conformaba con lo que le deparaba la noche. Levantaba sirvientas en los parques, negras en el mercado, cachacas en las playas, gringas en los barcos de Nueva Orleans. Las llevaba a las escolleras donde media ciudad hacía lo mismo desde la puesta del sol, las llevaba adonde podía, y a veces hasta donde no podía, pues no fueron pocas las ocasiones en que tuvo que meterse de risa en un zaguán oscuro y hacer lo que se pudiera de cualquier modo detrás del portón.
And it was just as well. No sooner did he leave his office at five in the afternoon than he began to hunt like a chicken hawk. At first he was content with what the night provided. He picked up serving girls in the parks, black women in the market, sophisticated young ladies from the interior on the beaches, gringas on the boats from New Orleans. He took them to the jetties where half the city also went after nightfall, he took them wherever he could, and sometimes even where he could not, and not infrequently he had to hurry into a dark entryway and do what he could, however he could do it, behind the gate.
La torre del faro fue siempre un refugio afortunado que él evocaba con nostalgia cuando ya tenía todo resuelto en los albores de la vejez, porque era un sitio bueno para ser feliz, sobre todo de noche, y pensaba que algo de sus amores de aquella época les llegaba a los navegantes en cada vuelta de los destellos. De modo que siguió yendo allí, más que a cualquier otra parte, mientras su amigo el farero lo recibió encantado, con una cara de bobo que era la mejor prenda de discreción para las pajaritas asustadas. Había una casa abajo, junto al estruendo de las olas desbaratándose contra los cantiles, donde el amor era más intenso porque tenía algo de naufragio. Pero Florentino Ariza refería la torre de la luz después de la prima noche, porque se divisaba la ciudad entera y el reguero de luces de los pescadores del mar, y aun de las ciénagas distantes.
The lighthouse was always a blessed refuge in a storm, which he evoked with nostalgia in the dawn of his old age when he had everything settled, because it was a good place to be happy, above all at night, and he thought that something of his loves from that time flashed out to the sailors with every turn of the light. So that he continued to go there more than to any other spot, while his friend the lighthouse keeper was delighted to receive him with a simpleminded expression on his face that was the best guarantee of discretion for the frightened little birds. There was a house at the foot of the tower, close to the thunder of the waves breaking against the cliffs, where love was more intense because it seemed like a shipwreck. But Florentino Ariza preferred the light tower itself, late at night, because one could see the entire city and the trail of lights on the fishing boats at sea, and even in the distant swamps.
De esa época venían sus teorías más bien simplistas sobre la relación entre el físico de las mujeres y sus aptitudes para el amor. Desconfiaba del tipo sensual, las que parecían capaces de comerse crudo a un caimán de aguja, y que solían ser las más asivas en la cama. Su tipo era el contrario: esas ranitas escuálidas por las que nadie se tomaba el trabajo de volverse a mirar en la calle, que parecían quedar en nada cuando se quitaban la ropa, que daban lástima por el crujido de los huesos al primer impacto, y sin embargo podían dejar listo para el cajón de la basura al más hablador de los machucantes. Había tomado notas de esas observaciones prematuras con la intención de escribir un suplemento práctico del Secretario de los Enamorados, pero el proyecto sufrió la misma suerte del anterior después de que Ausencia Santander lo volteó al derecho y al revés con su sabiduría de perro viejo, lo paró de cabeza, lo subió y lo bajó, lo volvió a parir como nuevo, le hizo trizas sus virtuosismos teóricos, y le enseñó lo único que tenía que aprender para el amor: que a la vida no la enseña nadie.
It was in those days that he devised his rather simplistic theories concerning the relationship between a woman′s appearance and her aptitude for love. He distrusted the sensual type, the ones who looked as if they could eat an alligator raw and tended to be the most passive in bed. The type he preferred was just the opposite: those skinny little tadpoles that no one bothered to turn around and look at in the street, who seemed to disappear when they took off their clothes, who made you feel sorry for them when their bones cracked at the first impact, and yet who could leave the man who bragged the most about his virility ready for the trashcan. He had made notes of these premature observations, intending to write a practical supplement to the Lovers′ Companion, but the project met the same fate as the previous one after Ausencia Santander sent him tumbling with her old dog′s wisdom, stood him on his head, tossed him up and threw him down, made him as good as new, shattered all his virtuous theories, and taught him the only thing he had to learn about love: that nobody teaches life anything.
Ausencia Santander había tenido un matrimonio convencional durante veinte años, del cual le quedaron tres hijos que a su vez se habían casado y tenido hijos, de modo que ella se preciaba de ser la abuela con mejor cama de la ciudad. Nunca quedó claro si fue ella quien abandonó al esposo, o si fue éste el que la abandonó a ella, o si ambos se habían abandonado al mismo tiempo cuando él se fue a vivir con su amante de siempre, y ella se sintió libre para recibir a pleno día por la puerta principal a Rosendo de la Rosa, capitán de buque fluvial, al que había recibido de noche muchas veces por la puerta trasera. Fue él mismo sin pensarlo dos veces, quien llevó a Florentino Ariza.
Ausencia Santander had had a conventional marriage for twenty years, which left her with three children who had married and had children in turn, so that she boasted of being the grandmother with the best bed in the city. It was never clear if she had abandoned her husband, or if he had abandoned her, or if they had abandoned each other at the same time, but he went to live with his regular mistress, and then she felt free, in the middle of the day and at the front door, to receive Rosendo de la Rosa, a riverboat captain whom she had often received in the middle of the night at the back door. Without giving the matter a second thought, he brought Florentino Ariza to meet her.
Lo llevó a almorzar. Llevó además una damajuana de aguardiente casero y los ingredientes de la mejor calidad para hacer un sancocho épico, como sólo era posible con las gallinas de patio, la carne de hueso tierno, el cerdo de muladar y las legumbres y hortalizas de los pueblos de] río. Sin embargo, Florentino Ariza no se mostró tan entusiasmado desde el Primer momento con las excelencias de la cocina, ni con la exuberancia de la dueña, como con la belleza de la casa. Le gustaba por la casa misma, luminosa y fresca, con cuatro ventanas grandes hacia el mar, y al fondo la vista completa de la ciudad antigua. Le gustaba la cantidad y el esplendor de las cosas que le daban a la sala un aspecto confuso y a la vez riguroso, con toda clase de primores artesanales que el capitán Rosendo de la Rosa había ido trayendo de cada viaje, hasta que ya no hubo lugar para uno más. En la terraza del mar, parada en su aro privado, había una cacatúa de Malasia con un plumaje de una blancura inverosímil y una quietud pensativa que daba mucho que pensar: el animal más hermoso que Florentino Ariza había visto nunca.
He brought him for lunch. He also brought a demijohn of home made aguardiente and ingredients of the highest quality for an epic sancocho, the kind that was possible only with chickens from the patio, meat with tender bones, rubbish-heap pork, and greens and vegetables from the towns along the river. Nevertheless, from the very first, Florentino Ariza was not as enthusiastic about the excellence of the cuisine or the exuberance of the lady of the house as he was about the beauty of the house itself. He liked her because of her house, bright and cool, with four large windows facing the sea and beyond that a complete view of the old city. He liked the quantity and the splendor of the things that gave the living room a confused and at the same time rigorous appearance, with all kinds of handcrafted objects that Captain Rosendo de la Rosa brought back from each trip until there was no room left for another piece. On the sea terrace, sitting on his private ring, was a cockatoo from Malaya, with unbelievable white plumage and a pensive tranquillity that gave one much to think about: it was the most beautiful animal that Florentino Ariza had ever seen.
El capitán Rosendo de la Rosa se entusiasmó con el entusiasmo del invitado, y le contó en detalle la historia de cada cosa. Mientras lo hacía, bebía aguardiente a sorbos cortos pero sin tregua. Parecía de cemento armado: enorme, peludo de todo el cuerpo menos de la cabeza, con un bigote a brocha gorda y una voz de cabrestante que no podía ser sino suya, y de una gentileza exquisita. Pero no había cuerpo capaz de resistir su modo de beber.
Captain Rosendo de la Rosa was enthusiastic about his guest′s enthusiasm, and he told him in detail the history of each object. As he spoke he sipped aguardiente without pause. He seemed to be made of reinforced concrete: he was enormous, with hair all over his body except on his head, a mustache like a housepainter′s brush, a voice like a capstan, which would have been his alone, and an exquisite courtesy. But not even his body could resist the way he drank.
Antes de sentarse a la mesa había acabado con la mitad de la damajuana, y se fue de bruces sobre el platón de vasos y botellas con un lento estrépito de demolición. Ausencia Santander debió pedirle ayuda a Florentino Ariza Para arrastrar hasta la cama el cuerpo inerte de ballena encallada, y para desvestirlo dormido. Después, en un fogonazo de inspiración que los dos le agradecieron a la conjunción de sus astros, se desvistieron ambos en el cuarto de al lado sin Ponerse de acuerdo, Sin sugerirlo siquiera, sin Proponérselo Y siguieron desvistiéndose siempre que podían durante más de siete años, cuando el capitán estaba de viaje. No había riesgos de sorpresas, porque éste tenía la costumbre de buen navegante de avisar su llegada al puerto con la sirena del buque, aun en la madrugada, primero con tres bramidos largos para la esposa y sus nueve hijos, y después con dos entrecortados Y melancólicos para la amante.
Before they sat down to the table he had finished half of the demijohn, and he fell forward onto the tray of glasses and bottles with a slow sound of demolition. Ausencia Santander had to ask Florentino Ariza to help her drag the inert body of the beached whale to bed and undress him as he slept. Then, in a flash of inspiration that they attributed to a conjunction of their stars, the two of them undressed in the next room without agreeing to, without even suggesting it or proposing it to each other, and for more than seven years they continued undressing wherever they could while the Captain was on a trip. There was no danger of his surprising them, because he had the good sailor′s habit of advising the port of his arrival by sounding the ship′s horn, even at dawn, first with three long howls for his wife and nine children, and then with two short, melancholy ones for his mistress.
Ausencia Santander tenía casi cincuenta años y se le notaban, pero también tenía un instinto tan personal para el amor, que no había teorías artesanales ni científicas capaces de entorpecerlo. Florentino Ariza sabía por los itinerarios de los buques cuándo podía visitarla, Y siempre iba sin anunciarse a la hora que quisiera del día o de la noche, y no hubo una sola vez en que ella no estuviera esperándolo. Le abría la puerta como su madre la crió hasta los siete años: desnuda Por completo, pero con un lazo de organza en la cabeza. No lo dejaba dar un paso mas antes de quitarle la ropa, porque siempre pensó que era de mala suerte tener un hombre vestido dentro de la casa. Esto fue causa de discordia constante con el capitán Rosendo de la Rosa, porque él tenía la superstición de que fumar desnudo era de mal agüero, y a veces Prefería demorar el amor que apagar su infalible cigarro cubano. En cambio, Florentino Ariza era muy dado a los encantos de la desnudez, Y ella le quitaba la ropa con un deleite cierto tan Pronto como cerraba la puerta, sin darle tiempo siquiera de saludarla, ni de quitarse el Sombrero ni los lentes, besándolo y dejándose besar con besos desgranados, Y soltándole los botones de abajo hacia arriba, primero los de la bragueta, uno por uno después de cada beso, luego la hebilla de] cinturón, y por último el chaleco y la camisa, hasta dejarlo como un pescado vivo abierto en canal. Después lo sentaba en la sala y le quitaba las botas, le tiraba de los pantalones por los perniles para quitárselos al mismo tiempo que los calzoncillos largos hasta los tobillos y por último le desabrochaba las ligas elásticas de las pantorrillas y le quitaba las medias. Florentino Ariza dejaba entonces de besarla y de dejarse besar, para hacer lo único que le correspondía en aquella ceremonia puntual. Soltaba el reloj de leontina de] ojal de] chaleco y se quitaba los lentes, y metía ambas cosas en las botas para estar seguro de no olvidarlas. Siempre tomó esa precaución, siempre sin falta, cuando se desnudaba en casa ajena.
Ausencia Santander was almost fifty years old and looked it, but she had such a personal instinc t for love that no homegrown or scientific theories could interfere with it. Florentino Ariza knew from the ship′s itineraries when he could visit her, and he always went unannounced, whenever he wanted to, at any hour of the day or night, and never once was she not waiting for him. She would open the door as her mother had raised her until she was seven years old: stark naked, with an organdy ribbon in her hair. She would not let him take another step until she had undressed him, because she thought it was bad luck to have a clothed man in the house. This was the cause of constant discord with Captain Rosendo de la Rosa, because he had the superstitious belief that smoking naked brought bad luck, and at times he preferred to put off love rather than put out his inevitable Cuban cigar. On the other hand, Florentino Ariza was very taken with the charms of nudity, and she removed his clothes with sure delight as soon as she closed the door, not even giving him time to greet her, or to take off his hat or his glasses, kissing him and letting him kiss her with sharp-toothed kisses, unfastening his clothes from bottom to top, first the buttons of his fly, one by one after each kiss, then his belt buckle, and at the last his vest and shirt, until he was like a live fish that had been slit open from head to tail. Then she sat him in the living room and took off his boots, pulled on his trouser cuffs so that she could take off his pants while she removed his long underwear, and at last she undid the garters around his calves and took off his socks. Then Florentino Ariza stopped kissing her and letting her kiss him so that he could do the only thing he was responsible for in that precise ceremony: he took his watch and chain out of the buttonhole in his vest and took off his glasses and put them in his boots so he would be sure not to forget them. He always took that precaution, always without fail, whenever he undressed in someone else′s house.
No bien acababa de hacerlo cuando ella lo asaltaba sin darle tiempo de nada ya fuera en el mismo sofá donde acababa de desnudarlo, Y sólo de vez en cuando en la cama. Se le metía debajo y se apoderaba de todo él para toda ella, encerrada dentro de sí misma, tanteando con los Ojos cerrados en su absoluta oscuridad interior, avanzando por aquí, retrocediendo, corrigiendo su rumbo invisible, intentando otra vía más intensa, Otra forma de andar sin naufragar en la marisma de mucílago que fluía de su vientre, preguntándose y contestándose a sí misma con un zumbido de moscardón en su jerga nativa dónde estaba ese algo en las tinieblas que sólo ella conocía y ansiaba sólo para ella, hasta que sucumbía sin esperar a nadie, se desbarrancaba sola en su abismo con una explosión jubilosa de victoria total que hacía temblar el mundo. Florentino Ariza se quedaba exhausto, incompleto, flotando en el charco de sudores de ambos, pero con la impresión de no ser más que un instrumento de gozo. Decía:
As soon as he had done that, she attacked him without giving him time for anything else, there on the same sofa where she had just undressed him, and only on rare occasions in the bed. She mounted him and took control of all of him for all of her, absorbed in herself, her eyes closed, gauging the situation in her absolute inner darkness, advancing here, retreating there, correcting her invisible route, trying another, more intense path, another means of proceeding without drowning in the slimy marsh that flowed from her womb, droning like a horsefly as she asked herself questions and answered in her native jargon; where was that something in the shadows that only she knew about and that she longed for just for herself, until she suc cumbed without waiting for anybody, she fell alone into her abyss with a jubilant explosion of total victory that made the world tremble. Florentino Ariza was left exhausted, incomplete, floating in a puddle of their perspiration, but with the impression of being no more than an instrument of pleasure. He would say:
"Me tratas como si fuera uno más".
“You treat me as if I were just anybody.
Ella soltaba Una risa de hembra libre, Y decía: "Al contrario, como si fueras uno menos". Pues él quedaba con la impresión de que todo se lo llevaba ella con una voracidad Mezquina, y se le revolvía el orgullo Y salía de la casa con la determinación de no volver. Pero de pronto despertaba sin causa, con la lucidez tremenda de la soledad en medio de la noche, y el recuerdo del amor ensimismado de Ausencia Santander se le revelaba como lo que era: una trampa de la felicidad que él aborrecía y anhelaba al mismo tiempo, pero de la cual era imposible escapar.
She would roar with the laughter of a free female and say: “Not at all: as if you were nobody. He was left with the impression that she took away everything with mean-spirited greed, and his pride would rebel and he would leave the house determined never to return. But then he would wake for no reason in the middle of the night, and the memory of the self-absorbed love of Ausencia Santander was revealed to him for what it was: a pitfall of happiness that he despised and desired at the same time, but from which it was impossible to escape.
Un domingo cualquiera, dos años después de conocerse, lo Primero que ella hizo cuando él llegó, en vez de desvestirlo, fue quitarle los lentes para besarlo mejor, y de ese modo supo Florentino Ariza que ella, había comenzado a quererlo. A pesar de que se sintió tan bien desde el primer día en aquella casa que ya amaba como suya, no había permanecido nunca más de dos horas cada vez, ni nunca se quedó a dormir, y sólo una vez a comer, porque ella le había hecho una invitación formal. No iba en realidad sino a lo que iba, llevando siempre el regalo único de una rosa solitaria, y desaparecía hasta la siguiente ocasión imprevisible. Pero el domingo en que ella le quitó los lentes para besarlo, en parte por eso, y en parte porque se quedaron dormidos después de un amor reposado, pasaron la tarde desnudos en la enorme cama del capitán. Al despertar de la siesta, Florentino Ariza conservaba todavía el recuerdo de los chillidos de la cacatúa, cuyos cobres estridentes iban en sentido contrario de su belleza. Pero el silencio era diáfano en el calor de las cuatro, y por la ventana del dormitorio se veía el perfil de la ciudad antigua con el sol de la tarde en las espaldas, sus cúpulas doradas, su mar en llamas hasta Jamaica. Ausencia Santander extendió la mano aventurera buscando a tientas el animal yacente, pero Florentino Ariza se la apartó. Dijo: "Ahora no: siento una cosa rara, como si estuvieran viéndonos". Ella volvió a alborotar la cacatúa con su risa feliz. Dijo: "Ese pretexto no se lo traga ni la mujer de Jonás". Tampoco ella, desde luego, pero lo admitió como bueno, y ambos se amaron durante un largo rato en silencio sin repetir el amor. A las cinco, todavía con el sol alto, ella saltó de la cama, desnuda hasta la eternidad y con el lazo de organza en la cabeza, y fue a buscar algo de beber en la cocina. Pero no alcanzó a dar un paso fuera del dormitorio cuando lanzó un grito de espanto.
One Sunday, two years after they met, the first thing she did when he arrived was to take off his glasses instead of undressing him, so that she could kiss him with greater ease, and this was how Florentino Ariza learned that she had begun to love him. Despite the fact that from the first day he had felt very comfortable in the house that he now loved as if it were his own, he had never stayed longer than two hours, and he had never slept there, and he had eaten there only once because she had given him a formal invitation. He went there, in fact, only for what he had come for, always bringing his only gift, a single rose, and then he would disappear until the next unforeseeable time. But on the Sunday when she took off his glasses to kiss him, in part because of that and in part because they fell asleep after gentle love-making, they spent the afternoon naked in the Captain′s enormous bed. When he awoke from his nap, Florentino Ariza still remembered the shrieking of the cockatoo, whose strident calls belied his beauty. But the silence was diaphanous in the four o′clock heat, and through the bedroom window one could see the outline of the old city with the afternoon sun at its back, its golden domes, its sea in flames all the way to Jamaica. Ausencia Santander stretched out an adventurous hand, seeking the sleeping beast, but Florentino Ariza moved it away. He said: “Not now. I feel something strange, as if someone were watching us. She aroused the cockatoo again with her joyous laughter. She said: “Not even Jonah′s wife would swallow that story. Neither did she, of course, but she admitted it was a good one, and the two of them loved each other for a long time in silence without making love again. At five o′clock, with the sun still high, she jumped out of bed, naked as always and with the organdy ribbon in her hair, and went to find something to drink in the kitchen. But she had not taken a single step out of the bedroom when she screamed in horror.
No podía creerlo. Los únicos objetos que quedaban en la casa eran las lámparas colgadas. Lo demás, los muebles firmados, las alfombras indias, las estatuas y los gobelinos, las chucherías innumerables de pedrerías y metales preciosos, todo cuanto había hecho de su casa una de las más gratas y mejor guarnecidas de la ciudad, todo, hasta la cacatúa sagrada, todo se había evaporado. Se los llevaron por la terraza del mar sin perturbar al amor. Sólo quedaban los salones desiertos con las cuatro ventanas abiertas, y un letrero a brocha gorda en la pared del fondo: Esto les pasa por andar tirando. El capitán Rosendo de la Rosa no pudo entender nunca por qué Ausencia Santander no denunció el despojo, ni intentó contacto alguno con los traficantes de cosas robadas, ni permitió que se volviera a hablar de su desgracia.
She could not believe it. The only objects left in the house were the lamps attached to the walls. All the rest, the signed furniture, the Indian rugs, the statues and the handwoven tapestries, the countless trinkets made of precious stones and metals, everything that had made hers one of the most pleasant and best decorated houses in the city, everything, even the sacred cockatoo, everything had vanished. It had been carried out through the sea terrace without disturbing their love. All that was left were empty rooms with the four open windows, and a message painted on the rear wall: This is what you getfor fucking around. Captain Rosendo de la Rosa could never understand why Ausencia Santander did not report the robbery, or try to get in touch with the dealers in stolen goods, or permit her misfortune to be mentioned again.
Florentino Ariza siguió visitándola en la casa saqueada, cuyo mobiliario se redujo a tres taburetes de cuero que los ladrones olvidaron en la cocina, y el dormitorio donde ellos estaban. Pero la visitó con menos frecuencia que antes, no por la desolación de la casa, como ella suponía y se lo dijo, sino por la novedad del tranvía de muías a principios del nuevo siglo, que fue para él un nido pródigo y original de pajaritas sueltas. Lo tomaba cuatro veces al día, dos para ir a la oficina y dos para regresar a casa, y a veces mientras leía de veras y la mayoría de las veces fingiendo leer, lograba hacer al menos los primeros contactos para una cita posterior. Más tarde, cuando el tío León XII puso a su disposición un coche tirado por dos mulitas pardas de gualdrapas doradas, iguales a las del presidente Rafael Núñez, había de añorar los tiempos del tranvía como los más fructíferos de sus andanzas de halconero. Tenía razón: no había peor enemigo de los amores secretos que un coche esperando en la puerta. Tanto, que casi siempre lo dejaba escondido en su casa y se iba a pie a sus rondas de altanería, para que no quedaran ni los surcos de las ruedas en el polvo. Por eso evocaba con tanta nostalgia el viejo tranvía con sus muías macilentas, plagadas de peladuras, dentro del cual bastaba una mirada de sesgo para saber dónde estaba el amor. Sin embargo, en medio de tantos recuerdos enternecedores, no lograba sortear el de una pajarita desamparada cuyo nombre no conoció y con la que apenas alcanzó a vivir media noche frenética, pero que había bastado para amargarle por el resto de la vida los desórdenes inocentes del carnaval.
Florentino Ariza continued to visit her in the looted house, whose furnishings were reduced to three leather stools that the thieves forgot in the kitchen, and the contents of the bedroom where the two of them had been. But he did not visit her as often as before, not because of the desolation in the house, as she supposed and as she said to him, but because of the novelty of a mule-drawn trolley at the turn of the new century, which proved to be a prodigious and original nest of free- flying little birds. He rode it four times a day, twice to go to the office, twice to return home, and sometimes when his reading was real, and most of the time when it was pretense, he would take the first steps, at least, toward a future tryst. Later, when Uncle Leo XII put at his disposal a carriage drawn by two little gray mules with golden trappings, just like the one that belonged to President Rafael Núñez, he would long for those times on the trolley as the most fruitful of all his adventures in falconry. He was right: there is no worse enemy of secret love than a carriage waiting at the door. In fact, he almost always left it hidden at his house and made his hawkish rounds On foot so that he would not leave wheel marks in the dust. That is why he evoked with such great nostalgia the old trolley with its emaciated mules covered with sores, in which a sideways glance was all one needed to know where love was. However, in the midst of so many tender memories, he could not elude his recollection of a helpless little bird whose name he never knew and with whom he spent no more than half a frenetic night, but that had been enough to ruin the innocent rowdiness of Carnival for him for the rest of his life.
Le había llamado la atención en el tranvía por la impavidez con que viajaba en medio del escándalo de la parranda pública. No debía tener más de veinte años, y no parecía con ánimos de carnaval, a no ser que estuviera disfrazada de inválida: tenía el cabello muy claro, largo Y liso, suelto al natural sobre los hombros, y una túnica de lienzo ordinario sin ningún adorno. Era ajena por completo al revoltijo de músicas de las calles, los puñados de polvos de arroz, los chorros de anilina que les tiraban a los pasajeros al paso del tranvía, cuyas muías iban blancas de almidón y con sombreros de flores durante aquellos tres días de locura. Aprovechándose de la confusión, Florentino Ariza la invitó a tomar un helado, porque no pensó que diera para más. Ella lo miró sin sorpresa. Dijo: "Acepto con mucho gusto, pero le advierto que estoy loca". Él se rió de la ocurrencia, y la llevó a ver el desfile de carrozas desde el balcón de la heladería. Luego se puso un capuchón alquilado, y ambos se metieron en la ronda de bailes de la Plaza de la Aduana, y gozaron juntos como novios acabados de nacer, pues la indiferencia de ella se fue al extremo contrario con el fragor de la noche: bailaba como una profesional, y era imaginativa y audaz para la parranda, y de un encanto arrasador.
She had attracted his attention on the trolley for the fearlessness with which she traveled through the riotous public celebration. She could not have been more than twenty years old, and she did not seem to share the spirit of Carnival, unless she was disguised as an invalid: her hair was very light, long, and straight, hanging loose over her shoulders, and she wore a tunic of plain, unadorned linen. She was completely removed from the confusion of music in the streets, the handfuls of rice powder, the showers of aniline thrown at the passengers on the trolley, whose mules were whitened with cornstarch and wore flowered hats during those three days of madness. Taking advantage of the confusion, Florentino Ariza invited her to have an ice with him, because he did not think he could ask for anything more. She looked at him without surprise. She said: “I am happy to accept, but I warn you that I am crazy. He laughed at her witticism, and took her to see the parade of floats from the balcony of the ice cream shop. Then he put on a rented cape, and the two of them joined the dancing in the Plaza of the Customhouse, and enjoyed themselves like newborn sweethearts, for her indifference went to the opposite extreme in the uproar of the night: she danced like a professional, she was imaginative and daring in her revelry, and she had devastating charm.
-No sabes la vaina en que te has metido conmigo -gritaba muerta de risa en la fiebre del carnaval-. Soy una loca de manicomio.
“You don′t know the trouble you′ve gotten into with me, she shouted, laughing in the fever of Carnival. “I′m a crazy woman from the insane asylum.
Para Florentino Ariza, aquella era una noche de regreso a los desmanes cándidos de la adolescencia, cuando aún no lo había desgraciado el amor. Pero sabía, más por escarmiento que por experiencia, que una felicidad tan fácil no podía durar mucho tiempo. Así que antes de que la noche empezara a decaer, como ocurría siempre después de la repartición de los premios a los mejores disfraces, le propuso a la muchacha que se fueran a contemplar el amanecer desde el faro. Ella aceptó complacida, pero después que acabaran de repartir los premios.
For Florentino Ariza, that night was a return to the innocent unruliness of adolescence, when he had not yet been wounded by love. But he knew, more from hearsay than from personal experience, that such easy happiness could not last very long. And so before the night began to degenerate, as it always did after prizes were distributed for the best costumes, he suggested to the girl that they go to the lighthouse to watch the sunrise. She accepted with pleasure, but she wanted to wait until after they had given out the prizes.
A Florentino Ariza le quedó la certeza de que aquella demora le salvó la vida. En efecto, la Muchacha le había hecho una seña de que se fueran para el faro, cuando dos cancerberos y una enfermera del manicomio de la Divina Pastora le cayeron encima. La buscaban desde que se escapó, a las tres de la tarde, no sólo ellos sino toda la fuerza pública. Había decapitado a un guardián y herido mal a otros dos con un machete que le arrebató al jardinero, porque quería salir a bailar en el carnaval. Pero a nadie se le había ocurrido que estuviera bailando en la calle, sino escondida en alguna de las tantas casas que habían registrado hasta en las cisternas.
Florentino Ariza was certain that the delay saved his life. In fact, the girl had indicated to him that they should leave for the lighthouse, when she was seized by two guards and a nurse from Divine Shepherdess Asylum. They had been looking for her since her escape at three o′clock that afternoon--they and the entire police force. She had decapitated a guard and seriously wounded two others with a machete that she had snatched away from the gardener because she wanted to go dancing at Carnival. It had not occurred to anyone that she might be dancing in the streets; they thought she would be hiding in one of the many houses where they had searched even the cisterns.
No fue fácil llevársela. Se defendió con unas tijeras de podar que tenía ocultas en el corpiño, y se necesitaron seis hombres para ponerle la camisa de fuerza, mientras la muchedumbre atascada en la Plaza de la Aduana aplaudía y rechiflaba de júbilo, creyendo que la captura sangrienta era una de las tantas farsas del carnaval. Florentino Ariza quedó desgarrado, y desde el Miércoles de Ceniza pasaba por la calle de la Divina astora con una caja de chocolates ingleses para ella. Se quedaba viendo a las reclusas que le gritaban toda clase de improperios y piropos por las ventanas, las alborotaba con la caja de chocolates, por si acaso tenía la suerte de que también se asomara ella por entre las barras de hierro. Pero nunca la vio. Meses después, al bajarse del tranvía de muías, una niñita que iba con su padre le pidió una bolita de chocolate de la caja que él llevaba en la mano. El padre la regañó y le pidió excusas a Florentino Ariza. Pero él le dio la caja completa a la niña pensando que aquel gesto lo redimía de toda amargura, y calmó al papá con una palmadita en el hombro.
It was not easy to take her away. She defended herself with a pair of gardening shears that she had hidden in her bodice, and six men were needed to put her in the strait jacket while the crowd jammed into the Plaza of the Customhouse applauded and whistled with glee in the belief that the bloody capture was one of many Carnival farces. Florentino Ariza was heartbroken, and beginning on Ash Wednesday he would walk down Divine Shepherdess Street with a box of English chocolates for her. He would stand and look at the inmates, who shouted all kinds of profanities and compliments at him through the windows, and he would show them the box of chocolates in case luck would have it that she, too, might look out at him through the iron bars. But he never saw her. Months later, as he was getting off the mule-drawn trolley, a little girl walking with her father asked him for a piece of chocolate from the box he was carrying in his hand. Her father reprimanded her and begged Florentino Ariza′s pardon. But he gave the whole box to the child, thinking that the action would redeem him from all bitterness, and he soothed the father with a pat on the back.
-Eran para un amor que se lo llevó el carajo -le dijo.
“They were for a love that has gone all to hell, he said.
Como una compensación del destino, también fue en el tranvía de muías donde Florentino Ariza conoció a Leona Cassiani, que fue la verdadera mujer de su vida, aunque ni él ni ella lo supieron nunca, ni nunca hicieron el amor. Él la había sentido antes de verla cuando iba de regreso a casa en el tranvía de las cinco: fue una mirada material que lo tocó como si fuera un dedo. Levantó la vista y la vio, en el extremo opuesto, pero muy bien definida entre los otros pasajeros. Ella no apartó la mirada. Al contrario: la sostuvo con tanto descaro que él no podía pensar sino lo que pensó: negra, joven y bonita, pero puta sin lugar a dudas. La descartó de su vida, porque no podía concebir nada más indigno que pagar el amor: no lo hizo nunca.
As a kind of compensation from fate, it was also in the mule-drawn trolley that Florentino Ariza met Leona Cassiani, who was the true woman in his life although neither of them ever knew it and they never made love. He had sensed her before he saw her as he was going home on the trolley at five o′clock; it was a tangible look that touched him as if it were a finger. He raised his eyes and saw her, at the far end of the trolley, but standing out with great clarity from the other passengers. She did not look away. On the contrary: she continued to look at him with such boldness that he could not help thinking what he thought: black, young, pretty, but a whore beyond the shadow of a doubt. He rejected her from his life, because he could not conceive of anything more contemptible than paying for love: he had never done it.
Florentino Ariza se bajó en La Plaza de los Coches, que era la terminal del tranvía, se escabulló a toda prisa por el laberinto del comercio porque su madre lo esperaba a las seis, y cuando salió al otro lado de la muchedumbre oyó el taconeo de mujer alegre en los adoquines, y se volvió a mirar para convencerse de lo que ya sabía: era ella. Estaba vestida como las esclavas de los grabados, con una pollera de volantes que se levantaba con un ademán de baile para pasar sobre los charcos de las calles, un descote que le dejaba los hombros descubiertos, un mazo de collares de colores y un turbante blanco. Él las conocía en el hotel de paso. Sucedía a menudo que a las seis de la tarde estaban todavía con el desayuno, y entonces no les quedaba más recurso que usar el sexo como un cuchillo de salteador de vereda, y se lo ponían en la garganta al primero que encontraban en la calle: la pinga o la vida. En busca de una prueba final, Florentino Ariza cambió de sentido, se metió por el callejón desierto de El Candilejo, y ella lo siguió cada vez más de cerca. Entonces él se detuvo, se volvió, le cerró el paso en la acera apoyado en el paraguas con las dos manos. Ella se le plantó enfrente.
Florentino Ariza got off at the Plaza of the Carriages, which was the end of the line, hurried through the labyrinth of commerce because his mother was expecting him at six, and when he emerged on the other side of the crowd, he heard the tapping heels of a loose woman on the paving stones and turned around so that he would be certain of what he already knew: it was she, dressed like the slave girls in engravings, with a skirt of veils that was raised with the gesture of a dancer when she stepped over the puddles in the streets, a low-cut top that left her shoulders bare, a handful of colored necklaces, and a white turban. He knew them from the transient hotel. It often happened that at six in the afternoon they were still eating breakfast, and then all they could do was to use sex as if it were a bandit′s knife and put it to the throat of the first man they passed on the street: your prick or your life. As a final test, Florentino Ariza changed direction and went down the deserted Oil Lamp Alley, and she followed, coming closer and closer to him. Then he stopped, turned around, blocked her way on the sidewalk, and leaned on his umbrella with both hands. She stood facing him.
-Estás equivocada, linda -dijo él-: yo no lo doy.
“You made a mistake, good- looking, he said. “I don′t do that.
-Claro que sí -dijo ella-: se te ve en la cara.
“Of course you do, she said. “One can see it in your face.
Florentino Ariza se acordó de una frase que le oyó de niño al médico de la familia, su padrino, a propósito de su estreñimiento crónico: "El mundo está dividido entre los que cagan bien y los que cagan mal". Sobre ese dogma, el médico había elaborado toda una teoría del carácter, que consideraba más certera que la astrología. Pero con las lecciones de los años, Florentino Ariza la planteó de otro modo: "El mundo está dividido entre los que tiran y los que no tiran". Desconfiaba de estos últimos: cuando se salían del carril, era para ellos algo tan insólito, que alardeaban del amor como si acabaran de inventarlo. Los que lo hacían a menudo, en cambio, vivían sólo para eso. Se sentían tan bien que se portaban como sepulcros sellados, porque sabían que de la discreción dependía su vida. NO hablaban jamás de sus proezas, no se confiaban a nadie, se hacían los distraídos hasta el punto de que ganaban fama de impotentes, de frígidos, y sobre todo de maricas tímidos, como era el caso de Florentino Ariza. Pero se complacían con el equivoco, porque también el equívoco los protegía. Eran una logia hermética, cuyos socios se reconocían entre sí en el mundo entero, sin necesidad de un idioma común. De ahí que Florentino Ariza no se sorprendiera de la respuesta de la muchacha: era una de los suyos, y por tanto sabía que él sabía que ella sabía.
Florentino Ariza remembered a phrase from his childhood, some thing that the family doctor, his godfather, had said regarding his chronic constipation: “The world is divided into those who can shit and those who cannot. On the basis of this dogma the Doctor had elaborated an entire theory of character, which he considered more accurate than astrology. But with what he had learned over the years, Florentino Ariza stated it another way: “The world is divided into those who screw and those who do not. He distrusted those who did not: when they strayed from the straight and narrow, it was something so unusual for them that they bragged about love as if they had just invented it. Those who did it often, on the other hand, lived for that alone. They felt so good that their lips were sealed as if they were tombs, because the y knew that their lives depended on their discretion. They never spoke of their exploits, they confided in no one, they feigned indifference to the point where they earned the reputation of being impotent, or frigid, or above all timid fairies, as in the case of Florentino Ariza. But they took pleasure in the error because the error protected them. They formed a secret society, whose members recognized each other all over the world without need of a common language, which is why Florentino Ariza was not surprised by the girl′s reply: she was one of them, and therefore she knew that he knew that she knew.
Fue el error de su vida, tal como su conciencia iba a recordárselo a cada hora de cada día, hasta el último día. Lo que ella quería suplicarle no era amor, y menos amor agado, sino un empleo de lo que fuera, como fuera y con el sueldo que fuera, en la Compañía Fluvial del Caribe. Florentino Ariza se sintió tan avergonzado de su propia conducta que la llevó con el jefe de personal, y éste le dio un puesto de ínfima categoría en la sección general, que ella desempeñó con seriedad, modestia y consagración durante tres años.
It was the great mistake of his life, as his conscience was to remind him every hour of every day until the final day of his life. What she wanted from him was not love, least of all love that was paid for, but a job, any kind of job, at any salary, in the River Company of the Caribbean. Florentino Ariza felt so ashamed of his own conduct that he took her to the head of Personnel, who gave her the lowest- level job in the General Section, which she performed with seriousness, modesty, and dedication for three years.
Las oficinas de la C.F.C. estaban desde su fundación frente al muelle fluvial, sin nada en común con el puerto de los transatlánticos en el lado opuesto de la bahía, ni con el atracadero del mercado en la bahía de Las Ánimas. Era un edificio de madera con techo de cinc de dos aguas, un solo balcón largo con pilares en la fachada, y varias ventanas con mallas de alambre en los cuatro costados, desde las cuales se veían completos los buques en el muelle como cuadros colgados en la pared. Cuando lo construyeron los precursores alemanes, pintaron de rojo el cinc de los techos y de blanco brillante los tabiques de madera, de modo que el mismo edificio tenía algo de buque fluvial. Después lo pintaron todo de azul, y por los tiempos en que Florentino Ariza entró a trabajar en la empresa era un galpón polvoriento sin color definido, y en los techos oxidados había parches de láminas nuevas sobre las láminas originales. Detrás del edificio, en un patio de caliche cercado con alambre de gallinero, había dos bodegas grandes de construcción más reciente, y al fondo había un caño cerrado, sucio y maloliente, donde se pudrían los desechos de medio siglo de navegación fluvial: escombros de buques históricos, desde los primitivos de una sola chimenea, inaugurados por Simón Bolívar, hasta algunos tan recientes que ya tenían ventiladores eléctricos en los camarotes. La mayoría de ellos habían sido desmantelados para utilizar los materiales en otros buques, pero muchos estaban en tan buen estado que parecía posible darles una mano de pintura y echarlos a navegar, sin espantar las iguanas ni desmontar las frondas de grandes flores amarillas que los hacían más nostálgicos.
Ever since its founding, the R.C.C. had had its offices across from the river dock, and it had nothing in common with the port for ocean liners on the opposite side of the bay, or with the market pier on Las Ánimas Bay. The building was of wood, with a sloping tin roof, a single long balcony with columns at the front, and windows, covered with wire mesh, on all four sides through which one had complete views of the boats at the dock as if they were paintings hanging on the wall. When the German founders built it, they painted the tin roof red and the wooden walls a brilliant white, so that the building itself bore some resemblance to a riverboat. Later it was painted all blue, and at the time that Florentino Ariza began to work for the company it was a dusty shed of no definite color, and on the rusting roof there were patches of new tin plates over the original ones. Behind the building, in a gravel patio surrounded by chicken wire, stood two large warehouses of more recent construction, and at the back there was a closed sewer pipe, dirty and foul-smelling, where the refuse of a half a century of river navigation lay rotting: the debris of historic boats, from the early one with a single smokestack, christened by Simón Bolívar, to some so recent that they had electric fans in the cabins Most of them had been dismantled for materials to be used in building other boats, but many were in such good condition that it seemed possible to give them a coat of paint and launch them without frightening away the iguanas or disturbing the foliage of the large yellow flowers that made them even more nostalgic.
En la planta alta del edificio estaba la sección administrativa, en oficinas pequeñas pero cómodas y bien dotadas, como los camarotes de los buques, pues no habían sido hechas por arquitectos civiles sino por ingenieros navales. Al final del corredor, como un empleado más, despachaba el tío León XII en una oficina igual a todas, con la única diferencia de que él encontraba por las mañanas en su escritorio un florero de vidrio con cualquier clase de flores de buen olor. En la planta baja estaba la sección de pasajeros, con una sala de espera de bancas rústicas y un mostrador para el expendio de tiquetes y el manejo de los equipajes. Al final de todo estaba la confusa sección general, cuyo solo nombre daba una idea de la vaguedad de sus atributos, y adonde iban a morir de mala muerte los problemas que se quedaban sin resolver en el resto de la empresa. Allí estaba Leona Cassiani, perdida detrás de una mesita escolar entre un montón de bultos de maíz arrumados y papeles sin solución, el día en que el tío León XII en persona fue a ver qué diablos se le ocurría para que la sección general sirviera de algo. Al cabo de tres horas de preguntas, de suposiciones teóricas y de averiguaciones concretas con todos los empleados en sala plena, volvió a su oficina atormentado por la certidumbre de no haber encontrado ninguna solución para tantos problemas, sino todo lo contrario: nuevos y variados problemas para ninguna solución.
The Administrative Section was on the upper floor of the building, in small but comfortable and well-appointed offices similar to the cabins on the boats, for they had been built not by civil architects but by naval engineers. At the end of the corridor, like any employee, Uncle Leo XII dispatched his business in an office similar to all the others, the one exception being that every morning he found a glass vase filled with sweet-smelling flowers on his desk. On the ground floor was the Passenger Section, with a waiting room that had rustic benches and a count er for selling tickets and handling baggage. Last of all was the confusing General Section, its name alone suggesting the vagueness of its functions, where problems that had not been solved elsewhere in the company went to die an ignominious death. There sat Leona Cassiani, lost behind a student′s desk surrounded by corn stacked for shipping and unresolved papers, on the day that Uncle Leo XII himself went to see what the devil he could think of to make the General Section good for something. After three ho urs of questions, theoretical assumptions, and concrete evidence, with all the employees in the middle of the room, he returned to his office tormented by the certainty that instead of a solution to so many problems, he had found just the opposite: new and different problems with no solution.
Al día siguiente, cuando Florentino Ariza entró en su oficina, encontró un memorando de Leona Cassiani, con la súplica de que lo estudiara y se lo mostrara luego a su tío, si le parecía pertinente. Era la única que no había dicho una palabra durante la inspección de la tarde anterior. Se había mantenido a conciencia en su digna condición de empleada de caridad, pero en el memorando hacía notar que no lo había hecho por negligencia sino por respeto a las jerarquías de la sección. Era de una sencillez alarmante. El tío León XII se había propuesto una reorganización a fondo, pero Leona Cassiani pensaba en sentido contrario, por la lógica simple de que la sección general no existía en la realidad: era el basurero de los problemas engorrosos pero insignificantes que las_otras secciones se quitaban de encima. La solución, en consecuencia, era eliminar la sección general, y devolver los problemas para que fueran resueltos en sus secciones de origen.
The next day, when Florentino Ariza came into his office, he found a memorandum from Leona Cassiani, with the request that he study it and then show it to his uncle if he thought it appropriate. She was the only one who had not said a word during the inspection the previous afternoon. She had remained silent in full awareness of the worth of her position as a charity employee, but in the memorandum she noted that she had said nothing not because of negligence but out of respect for the hierarchies in the section. It had an alarming simplicity. Uncle Leo XII had proposed a thorough reorganization, but Leona Cassiani did not agree, for the simple reason that in reality the General Section did not exist: it was the dumping ground for annoying but minor problems that the other sections wanted to get rid of. As a consequence, the solution was to eliminate the General Section and return the problems to the sections where they had originated, to be solved there.
El tío León XII no tenía la menor idea de quién era Leona Cassiani ni recordaba haber visto a alguien que pudiera serlo en la reunión de la tarde anterior, pero cuando leyó el memorando la llamó a su oficina y conversó con ella a puerta cerrada durante dos horas. Hablaron un poco de todo, de acuerdo con el método que él usaba para conocer a la gente. El memorando era de simple sentido común, y la solución, en efecto, dio el resultado apetecido, Pero al tío León XII no le importaba eso: le importaba ella. Lo que más le llamó la atención fue que sus únicos estudios después de la primaria habían sido en la Escuela de Sombrerería. Además, estaba aprendiendo inglés en su casa con un método rápido sin maestro, y desde hacía tres meses tomaba clases nocturnas de mecanografía, un oficio novedoso de gran porvenir, como antes se decía del telégrafo y se había dicho antes de las máquinas de vapor.
Uncle Leo XII did not have the slightest idea who Leona Cassiani was, and he could not remember having seen anyone who could be Leona Cassiani at the meeting on the previous afternoon, but when he read the memorandum he called her to his office and talked with her behind closed doors for two hours. They spoke about everything, in accordance with the method he used to learn about people. The memorandum showed simple common sense, and her suggestion, in fact, would produce the desired result. But Uncle Leo XII was not interested in that: he was interested in her. What most attracted his attention was that her only education after elementary school had been in the School of Millinery. Moreover, she was learning English at home, using an accelerated method with no teacher, and for the past three months she had been taking evening classes in typing, a new kind of work with a wonderful future, as they used to say about the telegraph and before that the steam engine.
Cuando salió de la entrevista ya el tío León XII había empezado a llamarla como la llamaría siempre: tocaya Leona. Había decidido eliminar de una plumada la sección conflictiva y repartir los problemas para que fueran resueltos por los mismos que los creaban, de acuerdo con la sugerencia de Leona Cassiani, y había inventado para ella un puesto sin nombre y sin funciones específicas, que en la práctica era el de asistente personal suya. Esa tarde, después del entierro sin honores de la sección general, el tío León XII le preguntó a Florentino Ariza de dónde había sacado a Leona Cassiani, y él le contestó la verdad.
When she left the meeting, Uncle Leo XII had already begun to call her what he would always call her: my namesake Leona. He had decided to eliminate with the stroke of a pen the troublesome section and distribute the problems so that they could be solved by the people who had created them, in accordance with Leona Cassiani′s suggestion, and he had created a new position for her, which had no title or specific duties but in effect was his Personal Assistant. That afternoon, after the inglorious burial of the General Section, Uncle Leo XII asked Florentino Ariza where he had found Leona Cassiani, and he answered with the truth.
-Pues vuelve al tranvía y tráeme a todas las que encuentres como esa -le dijo el tío-. Con dos o tres más así sacamos a flote tu galeón.
“Well, then, go back to the trolley and bring me every girl like her that you find, his uncle said. “With two or three more, we′ll salvage your galleon.
Florentino Ariza lo entendió como una broma típica del tío León XII, pero al día siguiente se encontró sin el coche que le habían asignado seis meses antes, y que ahora le quitaban para que siguiera buscando talentos ocultos en los tranvías. A Leona Cassiani, por su parte, se le acabaron muy pronto los escrúpulos iniciales, y se sacó de adentro todo lo que tuvo guardado con tanta astucia los primeros tres años. En tres más había abarcado el control de todo, y en los cuatro siguientes llegó a las puertas de la secretaría general, pero se negó a entrar porque estaba a sólo un escalón por debajo de Florentino Ariza. Hasta entonces había estado a órdenes suyas, y quería seguir estándolo, aunque la realidad era distinta: el mismo Florentino Ariza no se daba cuenta de que era él quien estaba bajo las órdenes de ella. Así era: él no había hecho más que cumplir lo que ella sugería en la Dirección General para ayudarlo a subir contra las trampas de sus enemigos ocultos.
Florentino Ariza took this as one of Uncle Leo XII′s typical jokes, but the next day he found himself without the carriage that had been assigned to him six months earlier, and that was taken back now so that he could continue to look for hidden talent on the trolleys. Leona Cassiani, for her part, soon overcame her initial scruples, and she revealed what she had kept hidden with so much astuteness during her first three years. In three more years she had taken control of everything, and in the next four she stood on the threshold of the General Secretaryship, but she refused to cross it because it was only one step below Florentino Ariza. Until then she had taken orders from him, and she wanted to continue to do so, although the fact of the matter was that Florentino himself did not realize that he took orders from her. Indeed, he had done nothing more on the Board of Directors than follow her suggestions, which helped him to move up despite the traps set by his secret enemies.
Leona Cassiani tenía un talento diabólico para manejar los secretos, y siempre sabía estar donde debía en el momento justo. Era dinámica, silenciosa, de una dulzura sabia. Pero cuando era indispensable, con el dolor de su alma, le soltaba las riendas a un carácter de hierro macizo. Sin embargo, nunca lo usó para ella. Su único objetivo fue barrer la escalera a cualquier precio, con sangre si no había otro modo, para que Florentino Ariza subiera hasta donde él se lo había propuesto sin calcular muy bien su ropia fuerza. Ella lo hubiera hecho de todos modos, desde luego, por una indomable vocación de poder, pero la verdad fue que lo hizo a conciencia por pura gratitud. Era tal su determinación, que el mismo Florentino Ariza se perdió en sus manejos, y en un momento sin fortuna trató de cerrarle el paso a ella creyendo que ella trataba de cerrárselo a él. Leona Cassiani lo puso en su puesto.
Leona Cassiani had a diabolical talent for handling secrets, and she always knew how to be where she had to be at the right time. She was dynamic and quiet, with a wise sweetness. But when it was indispensable she would, with sorrow in her heart, give free rein to a character of solid iron. However, she never did that for herself. Her only objective was to clear the ladder at any cost, with blood if necessary, so that Florentino Ariza could move up to the position he had proposed for himself without calculating his own strength very well. She would have done this in any event, of course, because she had an indomitable will to power, but the truth was that she did it consciously, out of simple gratitude. Her determination was so great that Florentino Ariza himself lost his way in her schemes, and on one unfortunate occasion he attempted to block her, thinking that she was trying to do the same to him. Leona Cassiani put him in his place.
-No se equivoque -le dijo-. Yo me aparto de todo esto cuando usted quiera, pero iénselo bien.
“Make no mistake, she said to him. “I will withdraw from all this whenever you wish, but think it over carefully.
Florentino Ariza, que en efecto no lo había pensado, lo pensó entonces tan bien como pudo, y le entregó sus armas. Lo cierto es que en medio de aquella guerra sórdida dentro de una empresa en crisis perpetua, en medio de sus desastres de halconero sin sosiego y la ilusión cada vez más incierta de Fermina Daza, el impasible Florentino Ariza no había tenido un instante de paz interior frente al espectáculo fascinante de aquella negra brava embadurnada de mierda y de amor en la fiebre de la pelea. Tanto, que muchas veces se dolió en secreto de que ella no hubiera sido en realidad lo que él creía que era la tarde en que la conoció, para haberse limpiado el trasero con sus principios y haber hecho el amor con ella aunque fuera pagado con pepas de oro vivo. Pues Leona Cassiani seguía siendo igual que aquella tarde en el tranvía, con sus mismos vestidos de cimarrona alborotada, sus turbantes locos, sus arracadas y pulseras de hueso, su mazo de collares y sus anillos de piedras falsas en todos los dedos: una leona de la calle. Lo muy poco que los años le habían añadido por fuera era para su bien. Navegaba en una madurez espléndida, sus encantos de mujer eran más inquietantes, y su ardoroso cuerpo de africana se iba haciendo más denso con la madurez. Florentino Ariza no se le había vuelto a insinuar en diez años, pagando así la dura penitencia de su error original, y ella lo había ayudado en todo, salvo en eso.
Florentino Ariza, who in fact had never thought about it, thought about it then, as well as he could, and he surrendered his weapons. The truth is that in the midst of that sordid internecine battle in a company in perpetual crisis, in the midst of his disasters as a tireless falconer and the more and more uncertain dream of Fermina Daza, the impassive Florentino Ariza had not had a moment of inner peace as he confronted the fascinating spectacle of that fierce black woman smeared with shit and love in the fever of battle. Many times he regretted in secret that she had not been in fact what he thought she was on the afternoon he met her, so that he could wipe his ass with his principles and make love to her even if it cost nuggets of shining gold. For Leona Cassiani was still the woman she had been that afternoon on the trolley, with the same clothes, worthy of an impetuous runaway slave, her mad turbans, her earrings and bracelets made of bone, her necklaces, her rings with fake stones on every finger: a lioness in the streets. The years had changed her appearance very little, and that little became her very well. She moved in splendid maturity, her feminine charms were even more exciting, and her ardent African body was becoming more compact. Florentino Ariza had made no propositions to her in ten years, a hard penance for his original error, and she had helped him in everything except that.
Una noche en que se quedó trabajando hasta muy tarde, como lo hizo con frecuencia después de la muerte de su madre, Florentino Ariza iba de salida cuando vio que había luz en la oficina de Leona Cassiani. Abrió la puerta sin tocar, y allí estaba: sola en el escritorio, absorta, seria, con unas gafas nuevas que le hacían un semblante académico. Florentino Ariza se dio cuenta con un pavor dichoso de que estaban los dos solos en la casa, estaban los muelles desiertos, la ciudad dormida, la noche eterna en la mar tenebrosa, el bramido triste de un barco que tardaría más de una hora en llegar. Florentino Ariza se apoyó en el paraguas con las dos manos, tal como lo había hecho en el callejón de El Candilejo para cerrarle el paso, solo que ahora lo hizo para que no se le notara la desarticulación de las rodillas.
One night when he had worked late, something he did often after his mother′s death, Florentino Ariza was about to leave when he saw a light burning in Leona Cassiani′s office. He opened the door without knocking, and there she was: alone at her desk, absorbed, serious, with the new eyeglasses that gave her an academic air. Florentino Ariza realized with joyful fear tha t the two of them were alone in the building, the piers were deserted, the city asleep, the night eternal over the dark sea, and the horn mournful on the ship that would not dock for another hour. Florentino Ariza leaned both hands on his umbrella, just as he had done in Oil Lamp Alley when he barred her way, only now he did it to hide the trembling in his knees.
-Dime una cosa, leona de mi alma -dijo-: ¿cuándo es que vamos a salir de esto?
“Tell me something, lionlady of my soul, he said. “When are we ever going to stop this?
Ella se quitó los lentes sin sorpresa, con un dominio absoluto, y lo encandiló con su risa solar. Nunca lo había tuteado.
She took off her glasses without surprise, with absolute self-control, and dazzled him with her solar laugh. It was the first time she used the familiar form of address with him.
-Ay, Florentino Ariza -le dijo-, llevo diez años sentada aquí esperando que me lo preguntes.
“Ay, Florentino Ariza, she said, “I′ve been sitting here for ten years waiting for you to ask me that.
Ya era tarde: la ocasión iba con ella en el tranvía de muías, había estado siempre con ella en la misma silla en que estaba sentada, pero ahora se había ido para siempre. La verdad era que después de tantas perrerías soterradas que había hecho por él, después de tanta sordidez soportada para él, ella se le había adelantado en la vida y estaba mucho más allá de los veinte años de edad que él le llevaba de ventaja: había envejecido para él. Lo quería tanto, que en vez de engañarlo prefirió seguir amándolo aunque tuviera que hacérselo saber de un modo brutal.
It was too late: the opportunity had been there with her in the mule-drawn trolley, it had always been with her there on the chair where she was sitting, but now it was gone forever. The truth was that after all the dirty tricks she had done for him, after so much sordidness endured for him, she had moved on in life and was far beyond his twenty-year advantage in age: she had grown too old for him. She loved him so much that instead of deceiving him she preferred to continue loving him, although she had to let him know in a brutal manner.
-No -le dijo-. Me sentiría como acostándome con el hijo que nunca tuve.
“No, she said to him. “I would feel as if I were going to bed with the son I never had.
Florentino Ariza se quedó con la espina de que no hubiera sido suya la última réplica. Pensaba que cuando una mujer dice que no, se queda esperando que le insistan antes de tomar la decisión final, pero con ella era distinto: no podía jugar con el riesgo de equivocarse por segunda vez. Se retiró de buen talante, y hasta con una cierta gracia que no le era fácil. Desde esa noche, cualquier sombra que pudo haber entre ellos se disipó sin amarguras, y Florentino Ariza entendió por fin que se puede ser amigo de una mujer sin acostarse con ella.
Florentino Ariza was left with the nagging suspicion that this was not her last word. He believed that when a woman says no, she is waiting to be urged before making her final decision, but with her he could not risk making the same mistake twice. He withdrew without protest, and even with a certain grace, which was not easy for him. From that night on, any cloud there might have been between them was dissipated without bitterness, and Florentino Ariza understood at last that it is possible to be a woman′s friend and not go to bed with her.
Leona Cassiani fue el único ser humano a quien Florentino Ariza estuvo tentado de revelarle el secreto de Fermina Daza. Las pocas personas que lo sabían empezaban a olvidarlo por motivos de fuerza mayor. Tres de ellas se lo habían llevado a la tumba sin ninguna duda: su madre, que desde mucho antes de morir ya lo tenía borrado en la memoria; Gala Placidia, muerta de buena vejez al servicio de la que fue casi una hija, y la inolvidable Escolástica Daza, la que le había llevado dentro de un misal la primera carta de amor que recibió en la vida, y que no podía seguir viva después de tantos años. Lorenzo Daza, de quien entonces no sabía si estaba vivo o muerto, podía habérselo revelado a la hermana Franca de la Luz tratando de evitar la expulsión, pero era poco probable que lo hubieran divulgado. Quedaban por contar once telegrafistas de la provincia lejana de Hildebranda Sánchez, que manejaron telegramas con sus nombres completos y direcciones exactas, y luego Hildebranda Sánchez y su corte de primas indómitas.
Leona Cassiani was the only human being to whom Florentino Ariza was tempted to reveal the secret of Fermina Daza. The few people who had known were beginning to forget for reasons over which they had no control. Three of them were, beyond the shadow of any doubt, in the grave: his mother, whose memory had been erased long before she died; Gala Placidia, who had died of old age in the service of one who had been like a daughter to her; and the unforgettable Escolástica Daza, the woman who had brought him the first love letter he had ever received in his life, hidden in her prayerbook, and who could not still be alive after so many years. Lorenzo Daza (no one knew if he was alive or dead) might have revealed the secret to Sister Franca de la Luz when he was trying to stop Fermina Daza′s expulsion, but it was unlikely that it had gone any further. That left the eleven telegraph operators in Hildebranda Sanchez′s province who had handled telegrams with their complete names and exact addresses, and Hildebranda Sánchez herself, and her court of indomitable cousins.
Lo que ignoraba Florentino Ariza era que el doctor Juvenal Urbino debía ser incluido en la cuenta. Hildebranda Sánchez le había revelado el secreto en alguna de sus tantas visitas de los primeros años. Pero lo hizo de un modo tan casual y en un momento tan inoportuno, que al doctor Urbino no le entró por un oído y le salió por el otro, como ella pensó, sino que no le entró por ninguno. Hildebranda, en efecto, había mencionado a Florentino Ariza como uno de los poetas escondidos que según ella tenían posibilidades de ganar los Juegos Florales. Al doctor Urbino le costó trabajo recordar quién era, y ella le dijo sin que fuera indispensable pero sin un ápice de malicia que fue el único novio que Fermina Daza había tenido antes de casarse. Se lo dijo convencida de que había sido algo tan inocente y efímero, que más bien resultaba conmovedor. El doctor Urbino le replicó sin mirarla: "No sabía que ese tipo fuera poeta". Y lo borró de la memoria al instante, entre otras cosas porque su profesión lo tenía acostumbrado a un manejo ético del olvido.
What Florentino Ariza did not know was that Dr. Juvenal Urbino should have been included on the list. Hildebranda Sánchez had revealed the secret to him during one of her many visits in the early years. But she did so in such a casual way and at such an inopportune moment that it did not go in one of Dr. Urbino′s ears and out the other, as she thought; it did not go in at all. Hildebranda had mentioned Florentino Ariza as one of the secret poets who, in her opinion, might win the Poetic Festival. Dr. Urbino could not remember who he was, and she told him--she did not need to, but there was no hint of malice in it--that he was Fermina Daza′s only sweetheart before she married. She told him, convinced that it had been something so innocent and ephemeral that in fact it was rather touching. Dr. Urbino replied without looking at her: “I did not know that fellow was a poet. And then he wiped him from his memory, because among other things, his profession had accustomed him to the ethical management of forgetfulness.
Florentino Ariza observó que los depositarios del secreto, a excepción de su madre, pertenecían al mundo de Fermina Daza. En el suyo estaba sólo él, solo con el eso abrumador de una carga que muchas veces había necesitado compartir, pero nadie hasta entonces le había merecido tanta confianza. Leona Cassiani era la única posible, y sólo le hacían falta el modo y la ocasión. Estaba pensándolo, justo la tarde de bochorno estival en que el doctor Juvenal Urbino subió las escaleras empinadas de la C.F.C., con una pausa en cada peldaño para sobrevivir al calor de las tres, y apareció acezante en la oficina de Florentino Ariza empapado en sudor hasta los pantalones, y dijo con el último aliento: "Creo que se nos viene encima un ciclón". Florentino Ariza lo había visto allí muchas veces, en busca del tío León XII, pero nunca como entonces había tenido la impresión tan nítida de que aquella aparición indeseable tenía algo que ver con su vida.
Florentino Ariza observed that, with the exception of his mothe r, the keepers of the secret belonged to Fermina Daza′s world. In his, he was alone with the crushing weight of a burden that he had often needed to share, but until then there had been no one worthy of so much trust. Leona Cassiani was the only one, and all he needed was the opportunity and the means. This was what he was thinking on the hot summer afternoon when Dr. Juvenal Urbino climbed the steep stairs of the R.C.C., paused on each step in order to survive the three o′clock heat, appeared in Florentino Ariza′s office, panting and soaked with perspiration down to his trousers, and gasped with his last breath: “I believe a cyclone is coming. Florentino Ariza had seen him there many times, asking for Uncle Leo XII, but never until now had it seemed so clear to him that this uninvited guest had something to do with his life.
Era la época en que también el doctor Juvenal Urbino había superado los escollos de la profesión, y andaba casi de puerta en puerta como un pordiosero con el sombrero en la mano, buscando contribuciones para sus promociones artísticas. Uno de sus contribuyentes más asiduos y pródigos lo fue siempre el tío León XII, quien en aquel momento justo había empezado a hacer su siesta diaria de diez minutos, sentado en la poltrona de resortes del escritorio. Florentino Ariza le pidió al doctor Juvenal Urbino el favor de esperar en su oficina, que era contigua a la del tío León XII, y en cierto modo le servía de antesala.
This was during the time that Dr. Juvenal Urbino had overcome the pitfalls of his profession, and was going from door to door, almost like a beggar with his hat in his hand, asking for contributions to his artistic enterprises. Uncle Leo XII had always been one of his most faithful and generous contributors, but just at that moment he had begun his daily ten- minute siesta, sitting in the swivel chair at his desk. Florentino Ariza asked Dr. Juvenal Urbino to please wait in his office, which was next to Uncle Leo XII′s and, in a certain sense, served as his waiting room.
Se habían visto en diversas ocasiones, pero nunca habían estado así, frente a frente, y Florentino Ariza padeció una vez más la náusea de sentirse inferior. Fueron diez minutos eternos, en los cuales se levantó tres veces con la esperanza de que el tío hubiera despertado antes de tiempo, y se tomó un termo entero de café negro. El doctor Urbino no aceptó ni una taza. Dijo: "El café es veneno". Y siguió encadenando un tema con otro sin preocuparse siquiera por ser escuchado. Florentino Ariza no podía soportar su distinción natural, la fluidez y precisión de sus palabras, su hálito recóndito de alcanfor, su encanto personal, la manera tan fácil y elegante como lograba que hasta las frases más frivolas, sólo porque él las decía, parecieran esenciales. De pronto, el médico cambió de tema de un modo abrupto.
They had seen each other on various occasions, but they had never before been face to face as they were now, and once again Florentino Ariza experienced the nausea of feeling himself inferior. The ten minutes were an eternity, during which he stood up three times in the hope that his uncle had awakened early, and he drank an entire thermos of black coffee. Dr. Urbino refused to drink even a single cup. He said: “Coffee is poison. And he continued to chat about one thing and another and did not even care if anyone was listening to him. Florentino Ariza could not bear his natural distinction, the fluidity and precision of his words, his faint scent of camphor, his personal charm, the easy and elegant manner in which he made his most frivolous sentences seem essential only because he had said them. Then, without warning, the Doctor changed the subject.
-¿Le gusta la música?
“Do you like music?
Lo tomó por sorpresa. En realidad, Florentino Ariza asistía a cuanto concierto o representación de ópera se daban en la ciudad, pero no se sentía capaz de sostener una conversación crítica o bien informada. Tenía la sangre dulce para la música de moda, sobre todo los valses sentimentales, cuya afinidad con los que él mismo hacía de adolescente, o con sus versos secretos, no era posible negar. Le bastaba con oírlos una vez de pasada, para que luego no hubiera poder de Dios que le sacara de la cabeza el hilo de la melodía durante noches enteras. Pero esa no sería una respuesta seria para una pregunta tan seria de un especialista.
He was taken by surprise. In reality, Florentino Ariza attended every concert and opera performed in the city, but he did not feel capable of engaging in a critical or wellinformed discussion. He had a weakness for popular music, above all sentimental waltzes, whose similarity to the ones he had composed as an adolescent, or to his secret verses, could not be denied. He had only to hear them once, and then for nights on end there was no power in heaven or earth that could shake the melody out of his head. But that would not be a serious answer to a serious question put to him by a specialist.
-Me gusta Gardel -dijo.
“I like Gardel, he said.
El doctor Urbino lo entendió. "Ya veo -dijo-. Está de moda." Y se escabulló por el recuento de sus nuevos y numerosos proyectos, que había de realizar como siempre sin subsidio oficial. Le hizo notar la inferioridad descorazonadora de los espectáculos que era posible traer ahora y los espléndidos del siglo anterior. Así era: tenía un año de estar vendiendo abonos para traer el trío Cortot-CasalsThibaud al Teatro de la Comedia, y no había nadie en el gobierno que supiera quiénes eran, mientras aquel mismo mes estaban agotadas las localidades para la compañía de dramas policiales Ramón Caralt, para la Compañía de Operetas y Zarzuelas de don Manolo de la Presa, para Los Santanelas, inefables transformistas mímico-fantásticos que se cambiaban de ropa en pleno escenario en el instante de un relámpago fosforescente, para Danyse D′Altaine, que se anunciaba como antigua bailarina del Folies Bergére, y hasta para el abominable Ursus, un energúmeno vasco que peleaba cuerpo a cuerpo con un toro de lidia. No era para quejarse, sin embargo, si los mismos europeos estaban dando una vez más el mal ejemplo de una guerra bárbara, cuando nosotros empezábamos a vivir en paz después de nueve guerras civiles en medio siglo, que bien contadas podían ser una sola: siempre la misma. Lo que más le llamó la atención a Florentino Ariza de aquel discurso cautivador, fue la posibilidad de revivir los Juegos Florales, la más resonante y erdurable de las iniciativas que el doctor Juvenal Urbino había concebido en el pasado. Tuvo que morderse la lengua para no contarle que él había sido un participante asiduo de aquel concurso anual que llegó a interesar a poetas de grandes nombres, no sólo en el resto del país sino también en otros del Caribe.
Dr. Urbino understood. “I see, he said. “He is popular. And he slipped into a recounting of his many new projects which, as always, had to be realized without official backing. He called to his attention the disheartening inferiority of the performances that could be heard here now, compared with the splendid ones of the previous century. That was true: he had spent a year selling subscriptions to bring the Cortot-Casals-Thibaud trio to the Dramatic Theater, and there was no one in the government who even knew who they were, while this very month there were no seats left for the Ramón Caralt company that performed detective dramas, for the Operetta and Zarzuela Company of Don Manolo de la Presa, for the Santanelas, ineffable mimics, illusionists, and artistes, who could change their clothes on stage in the wink of an eye, for Danyse D′Altaine, advertised as a former dancer with the Folies-Bergère, and even for the abominable Ursus, a Basque madman who took on a fighting bull all by himself. There was no reason to complain, however, if the Europeans themselves were once again setting the bad example of a barbaric war when we had begun to live in peace after nine civil wars in half a century, which, if the truth were told, were all one war: always the same war. What most attracted Florentino Ariza′s attention in that intriguing speech was the possibility of reviving the Poetic Festival, the most renowned and long- lasting of the enterprises that Dr. Juvenal Urbino had conceived in the past. He had to bite his tongue to keep from telling him that he had been an assiduous participant in the annual competition that had eventually interested famous poets, not only in the rest of the country but in other nations of the Caribbean as well.
Apenas empezada la conversación, el vapor caliente del aire se enfrió de pronto, y una tormenta de vientos cruzados sacudió puertas y ventanas con fuertes estampidos, y la oficina crujió hasta los cimientos como un velero al garete. El doctor Juvenal Urbino no pareció advertirlo. Hizo alguna referencia casual a los ciclones lunáticos de junio, y de ronto, sin que viniera a cuento, habló de su esposa. No sólo la tenía como su colaboradora más entusiasta, sino como el alma misma de sus iniciativas. Dijo: "Yo no sería nadie sin ella". Florentino Ariza lo escuchó impasible, aprobándolo todo con un movimiento leve de la cabeza, sin atreverse a decir nada por miedo de que lo traicionara la voz. Sin embargo, dos o tres frases más le bastaron para comprender que al doctor Juvenal Urbino, en medio de tantos compromisos absorbentes, todavía le sobraba tiempo para adorar a su esposa casi tanto como él, y esa verdad lo aturdió. Pero no pudo reaccionar como hubiera querido, porque el corazón le hizo entonces una de esas trastadas de putas que sólo se le ocurren al corazón: le reveló que él y aquel hombre que había tenido siempre como el enemigo personal, eran víctimas de un mismo destino y compartían el azar de una pasión común: dos animales de yunta uncidos al mismo yugo, por primera vez en los veintisiete años interminables que llevaba esperando, Florentino Ariza no pudo resistir la punzada de dolor de que aquel hombre admirable tuviera que morirse para que él fuera feliz.
No sooner had the conversation begun than the hot, steamy air suddenly cooled and a storm of crosswinds shook doors and windows with great blasts, while the office groaned down to its foundations like a sailing ship set adrift. Dr. Juvenal Urbino did not seem to notice. He made some casual reference to the lunatic cyclones of June and then, out of the blue, he began to speak of his wife. He considered her not only his most enthusiastic collaborator, but the very soul of his endeavors. He said: “Without her I would be nothing. Florentino Ariza listened to him, impassive, nodding his agreement with a slight motion of his head, not daring to say anything for fear his voice would betray him. Two or three sentences more, however, were enough for him to understand that Dr. Juvenal Urbino, in the midst of so many absorbing commitments, still had more than enough time to adore his wife almost as much as he did, and that truth stunned him. But he could not respond as he would have liked, because then his heart played one of those whorish tricks that only hearts can play: it revealed to him that he and this man, whom he had always considered his personal enemy, were victims of the same fate and shared the hazards of a common passion; they were two animals yoked together. For the first time in the interminable twenty-seven years that he had been waiting, Florentino Ariza could not endure the pangs of grief at the thought that this admirable man would have to die in order for him to be happy.
El ciclón pasó de largo, pero sus galernas desbarataron en quince minutos los barrios de las ciénagas y causaron destrozos en media ciudad. El doctor Juvenal Urbino, satisfecho una vez más con la generosidad del tío León XII, no esperó a que escampara por completo, y se llevó por distracción el paraguas personal que Florentino Ariza le restó para llegar hasta el coche. Pero a éste no le importó. Al contrario: se alegró de pensar en lo que Fermina Daza iba a pensar cuando supiera quién era el dueño del paraguas. Estaba todavía turbado por la conmoción de la entrevista cuando Leona Cassiani pasó por su oficina, y le pareció una ocasión única para revelarle el secreto sin más vueltas, como reventar un nudo de golondrinos que no lo dejaba vivir: ahora o nunca. Empezó por preguntarle qué pensaba del doctor Juvenal Urbino. Ella le contestó casi sin pensarlo: "Es un hombre que hace muchas cosas, demasiadas quizás, pero creo que nadie sabe lo que piensa". Luego reflexionó, despedazando el borrador del lápiz con sus dientes afilados y grandes, de negra grande, y al final se encogió de hombros para liquidar un asunto que la tenía sin cuidado.
The cyclone passed by at last, but in fifteen minutes its gusting northwest winds had devastated the neighborhoods by the swamps and caused severe damage in half the city. Dr. Juvenal Urbino, gratified once again by the generosity of Uncle Leo XII, did not wait for the weather to clear, and without thinking he accepted the umbrella that Florentino Ariza lent him for walking to his carriage. But he did not mind. On the contrary: he was happy thinking about what Fermina Daza would think when she learned who the owner of the umbrella was. He was still troubled by the unsettling interview when Leona Cassiani came into his office, and this seemed to him a unique opportunity to stop beating about the bush and to reveal his secret, as if he were squeezing a boil that would not leave him in peace: it was now or never. He began by asking her what she thought of Dr. Juvenal Urbino. She answered almost without thinking: “He is a man who does many things, too many perhaps, but I believe that no one knows what he thinks. Then she reflected, shredding the eraser on a pencil with her long, sharp, black woman′s teeth, and at last she shrugged her shoulders to put an end to a matter that did not concern her.
-A lo mejor es por eso que hace tantas cosas --dijo-: para no tener que pensar.
“That may be the reason he does so many things, she said, “so that he will not have to think.
Florentino Ariza intentó retenerla.
Florentino Ariza tried to keep her with him.
-Lo que me duele es que se tiene que morir --dijo.
“What hurts me is that he has to die, he said.
-Todo el mundo tiene que morirse -dijo ella.
“Everybody has to die, she said.
-Sí -dijo él-, pero éste más que todo el mundo.
“Yes, he said, “but he more than anyone else.
Ella no entendió nada: volvió a encogerse de hombros sin hablar, y se fue. Entonces supo Florentino Ariza que en alguna noche incierta del futuro, en una cama feliz con Fermina Daza, iba a contarle que no había revelado el secreto de su amor ni siquiera a la única persona que se había ganado el derecho de saberlo. No: no había de revelarlo jamás, ni a la misma Leona Cassiani, no porque no quisiera abrir para ella el cofre donde lo había tenido tan bien guardado a lo largo de media vida, sino porque sólo entonces se dio cuenta de que había perdido la llave.
She understood none of it: she shrugged her shoulders again without speaking and left. Then Florentino Ariza knew that some night, sometime in the future, in a joyous bed with Fermina Daza, he was going to tell her that he had not revealed the secret of his love, not even to the one person who had earned the right to know it. No: he would never reveal it, not even to Leona Cassiani, not because he did not want to open the chest where he had kept it so carefully hidden for half his life, but because he realized only then that he had lost the key.
No era eso, sin embargo, lo más estremecedor de aquella tarde. Le quedaba la nostalgia de sus tiempos jóvenes, el recuerdo vivido de los Juegos Florales, cuyo estruendo resonaba cada 15 de abril en el ámbito de las Antillas. Él fue siempre uno de sus protagonistas, pero siempre, como en casi todo, un protagonista secreto. Había participado varias veces desde el concurso inaugural, veinticuatro años antes, y nunca obtuvo ni la última mención. Pero no le importaba, pues no lo hacía por la ambición del premio, sino porque el certamen tenía para él una atracción adicional: Fermina Daza fue la encargada de abrir los sobres lacrados y proclamar los nombres de los ganadores en la primera sesión, y desde entonces quedó establecido que siguiera haciéndolo en los años siguientes.
That, however, was not the most staggering event of the afternoon. He still had the nostalgic memory of his youth, his vivid recollection of the Poetic Festival, whose thunder sounded throughout the Antilles every April 15. He was always one of the protagonists, but always, as in almost everything he did, a secret protagonist. He had participated several times since the inaugural competition, and he had never received even honorable mention. But that did not matter to him, for he did compete not out of ambition for the prize but because the contest held an additional attraction for him: in the first session Fermina Daza had opened the sealed envelopes and announced the names of the winners, and then it was established that she would continue to do so in the years that followed.
Escondido en la penumbra de las lunetas, con una camelia viva latiéndole en el ojal de la solapa por la fuerza del anhelo, Florentino Ariza vio a Fermina Daza abriendo los tres sobres lacrados en el escenario del antiguo Teatro Nacional, la noche del primer concurso. Se preguntó qué iba a suceder en el corazón de ella cuando descubriera que él era el ganador de la Orquídea de Oro. Estaba seguro de que reconocería la letra, y que en aquel instante había de evocar las tardes de bordados bajo los almendros del parquecito, el olor de las gardenias mustias en las cartas, el valse confidencial de la diosa coronada en las madrugadas de viento. No sucedió. Peor aún: la Orquídea de Oro, el galardón más codiciado de la poesía nacional, le fue adjudicada a un inmigrante chino. El escándalo público que provocó aquella decisión insólita puso en duda la seriedad del certamen. Pero el fallo fue justo, y la unanimidad del jurado tenía una justificación en la excelencia del soneto.
Hidden in the darkness of an orchestra seat, a fresh camellia in the buttonhole of his lapel throbbing with the strength of his desire, Florentino Ariza saw Fermina Daza open the three sealed envelopes on the stage of the old National Theater on the night of the first Festival. He asked himself what was going to happen in her heart when she discovered that he was the winner of the Golden Orchid. He was certain she would recognize his handwriting, and that then she would evoke the afternoons of embroidery under the almond trees in the little park, the scent of faded gardenias in his letters, the private Waltz of the Crowned Goddess at windblown daybreak. It did not happen. Even worse, the Golden Orchid, the most sought-after prize among the nation′s poets, was awarded to a Chinese immigrant. The public scandal provoked by that unheard-of decision threw doubts on the seriousness of the competition. But the decision was correct, and the unanimity of the judges had its justification in the excellence of the sonnet.
Nadie creyó que el autor fuera el chino premiado. Había llegado a fines del siglo anterior huyendo del flagelo de fiebre amarilla que asoló a Panamá durante la construcción del ferrocarril de los dos océanos, junto con muchos otros que aquí se quedaron hasta morir, viviendo en chino, proliferando en chino, y tan parecidos los unos a los otros que nadie podía distinguirlos. Al principio no eran más de diez, algunos de ellos con sus mujeres y sus niños y sus perros de comer, pero en pocos años desbordaron cuatro callejones de los arrabales del puerto con nuevos chinos intempestivos que entraban en el país sin dejar rastro en los registros de aduana. Algunos de los jóvenes se convirtieron en patriarcas venerables con tanta premura, que nadie se explicaba cómo habían tenido tiempo de envejecer. La intuición popular los dividió en dos clases: los chinos malos y los chinos buenos. Los malos eran los de las fondas lúgubres del puerto, donde lo mismo se comía como un rey o se moría de repente en la mesa frente a un plato de rata con girasoles, y de las cuales se sospechaba que no eran sino mamparas de la trata de blancas y el tráfico de todo. Los buenos eran los chinos de las lavanderías, herederos de una ciencia sagrada, que devolvían las camisas más limpias que si fueran nuevas, con los cuellos y los puños como hostias recién aplanchadas. Fue uno de estos chinos buenos el que derrotó en los Juegos Florales a setenta y dos rivales bien apertrechados.
No one believed that the author was the Chinese who received the prize. At the end of the last century, fleeing the scourge of yellow fever that devastated Panama during the constructio n of the railroad between the two oceans, he had arrived along with many others who stayed here until they died, living in Chinese, reproducing in Chinese, and looking so much alike that no one could tell one from the other. At first there were no more than ten, some of them with their wives and children and edible dogs, but in a few years four narrow streets in the slums along the port were overflowing with other, unexpected Chinese, who came into the country without leaving a trace in the customs records. Some of the young ones turned into venerable patriarchs with so much haste that no one could explain how they had time to grow old. In the popular view they were divided into two kinds: bad Chinese and good Chinese. The bad ones were those in the lugubrious restaurants along the waterfront, where one was as likely to eat like a king as to die a sudden death at the table, sitting before a plate of rat meat with sunflowers, and which were thought to be nothing more than fronts for white slavery and many other kinds of traffic. The good ones were the Chinese in the laundries, heirs of a sacred knowledge, who returned one′s shirts cleaner than new, with collars and cuffs like recently ironed Communion wafers. The man who defeated seventy-two well-prepared rivals in the Poetic Festival was one of these good Chinese.
Nadie entendió el nombre cuando Fermina Daza lo leyó ofuscada. No sólo porque era un nombre insólito, sino porque de todos modos nadie sabía a ciencia cierta cómo se llamaban los chinos. Pero no hubo que pensarlo mucho, porque el chino premiado surgió del fondo de la platea con esa sonrisa celestial que tienen los chinos cuando llegan temprano a su casa. Había ido tan seguro de la victoria que llevaba puesta para recibir el premio la camisola de seda amarilla de los ritos de primavera. Recibió la Orquídea de Oro de dieciocho quilates, y la besó de dicha en medio de las burlas atronadoras de los incrédulos. No se inmutó. Esperó en el centro del escenario, imperturbable como el apóstol de una Divina Providencia menos dramática que la nuestra, y en el primer silencio leyó el poema premiado. Nadie lo entendió. Pero cuando pasó la nueva andanada de rechiflas, Fermina Daza volvió a leerlo impasible, con su afónica voz insinuante, y el asombro se impuso desde el primer verso. Era un soneto de la más pura estirpe parnasiana, perfecto, atravesado por una brisa de inspiración que delataba la complicidad de una mano maestra. La única explicación posible era que algún poeta de los grandes hubiera concebido aquella broma para burlarse de los Juegos Florales, y que el chino se había prestado a ella con la determinación --de guardar el secreto hasta la muerte. El Diario del Comercio, nuestro periódico tradicional, trató de remendar la honra civil con un ensayo erudito y más bien indigesto sobre la antigüedad y la influencia cultural de los chinos en el Caribe, y su derecho merecido a participar en los Juegos Florales. El que escribió el ensayo no dudaba de que el autor del soneto fuera en realidad el que decía serlo, y lo justificaba sin rodeos desde el título: Todos los chinos son poetas. Los promotores de la conjura, si la hubo, se pudrieron en sus sepulcros con el secreto. Por su arte, el chino premiado se murió sin confesión a una edad oriental, y fue enterrado con la Orquídea de Oro dentro del ataúd, pero con la amargura de no haber logrado en vida lo único que anhelaba, que era su crédito de poeta. Con motivo de la muerte se evocó en la prensa el incidente olvidado de los Juegos Florales, se reprodujo el soneto con una viñeta modernista de doncellas turgentes con cornucopias de oro, y los dioses custodios de la poesía se valieron de la ocasión para poner las cosas en su puesto: el soneto le pareció tan malo a la nueva generación, que ya nadie puso en duda que en realidad fuera escrito por el chino muerto.
When a bewildered Fermina Daza read out the name, no one understood it, not only because it was an unusual name but because no one knew for certain what Chinese were called. But it was not necessary to think about it very much, because the victorious Chinese walked from the back of the theater with that celestial smile Chinese wear when they come home early. He had been so sure of victory that he had put on a yellow silk robe, appropriate to the rites of spring, in order to accept the prize. He received the eighteen-carat Golden Orchid and kissed it with joy in the midst of the thundering jeers of the incredulous. He did not react. He waited in the middle of the stage, as imperturbable as the apostle of a Divine Providence less dramatic than ours, and as soon as it was quiet he read the winning poem. No one understood him. But when the new round of jeers and whistles was over, an impassive Fermina Daza read it again, in her hoarse, suggestive voice, and amazement reigned after the first line. It was a perfect sonnet in the purest Parnassian tradition, and through it there wafted a breath of inspiration that revealed the involvement of a master hand. The only possible explanation was that one of the great poets had devised the joke in order to ridicule the Poetic Festival, and that the Chinese had been a party to it and was determined to keep the secret until the day he died. The Commercial Daily, our traditional newspaper, tried to save our civic honor with an erudite and rather confused essay concerning the antiquity and cultural influence of the Chinese in the Caribbean, and the right they had earned to participate in Poetic Festivals. The author of the essay did not doubt that the writer of the sonnet was in fact who he said he was, and he defended him in a straightforward manner, beginning with the title itself: “All Chinese Are Poets. The instigators of the plot, if there was one, rotted in their graves along with the secret. For his part, the Chinese who had won died without confession at an Oriental age and was buried with the Golden Orchid in his coffin, but also with the bitterness of never having achieved the only thing he wanted in his life, which was recognition as a poet. On his death, the press recalled the forgotten incident of the Poetic Festival and reprinted the sonnet with a Modernist vignette of fleshy maidens and gold cornucopias, and the guardian angels of poetry took advantage of the opportunity to clarify matters: the sonnet seemed so bad to the younger generation that no one could doubt any longer that it had, in fact, been composed by the dead Chinese.
Florentino Ariza tuvo siempre aquel escándalo asociado al recuerdo de una desconocida opulenta que estaba sentada a su lado. Se había fijado en ella al principio del acto, pero después la había olvidado por el susto de la espera. Le llamó la atención por su blancura de nácar, su fragancia de gorda feliz, su inmensa pechuga de soprano coronada por una magnolia artificial. Tenía un vestido de terciopelo negro muy ceñido, tan negro como los ojos ansiosos y cálidos, y tenía el cabello más negro aún, estirado en la nuca con una peineta de gitana. Tenía aretes colgantes, un collar del mismo estilo y anillos iguales en varios dedos, todos de estoperoles brillantes, y un lunar pintado con lápiz en la mejilla derecha. En la confusión de los aplausos finales, miró a Florentino Ariza con una aflicción sincera.
Florentino Ariza always associated that scandalous event with the memory of an opulent stranger who sat beside him. He had noticed her at the beginning of the ceremony, but then he had forgotten her in the frightful suspense of anticipation. She attracted his attention because of her mother-of-pearl whiteness, her happy plump woman′s scent, her immense soprano′s bosom crowned by an artificial magnolia. She wore a very close-fitting black velvet dress, as black as her eager warm eyes, and her hair, caught at the nape of her neck with a gypsy comb, was blacker still. She wore pendant earrings, a matching necklace, and identical rings, shaped like sparkling roses, on several fingers. A beauty mark had been drawn with pencil on her right cheek. In the din of the final applause, she looked at Florentino Ariza with sincere grief.
-Créame que lo siento en el alma -le dijo.
“Believe me, my heart goes out to you, she said to him.
Florentino Ariza se impresionó, no por las con dolencias que en realidad merecía, sino por el asombro de que alguien conociera su secreto. Ella se lo aclaró: "Me di cuenta por la manera como le temblaba la flor de la solapa mientras abrían los sobres". Le mostró la magnolia de peluche que tenía en la mano, y le abrió el corazón:
Florentino Ariza was amazed, not because of the condolences, which he in fact deserved, but because of his overwhelming astonishment that anyone knew his secret. She explained: “I knew because of how the flower trembled in your lapel as they opened the envelopes. She showed him the velvet magnolia in her hand, and she opened her heart to him.
-Yo por eso me quité la mía -dijo.
“That is why I took off mine, she said.
Estaba a punto de llorar por la derrota, pero Florentino Ariza le cambió el ánimo con su instinto de cazador nocturno.
She was on the verge of tears because of his defeat, but Florentino Ariza raised her spirits with his instincts of a nocturnal hunter.
-Vamonos a alguna parte a llorar juntos -le dijo.
“Let us go someplace where we can cry together, he said.
La acompañó a su casa. Ya en la puerta, y en vista de que era casi medianoche y no había nadie en la calle, la convenció de que lo invitara a un brandy mientras veían los álbumes de recortes y fotografías de más de diez años de acontecimientos públicos, que ella decía tener. El truco era ya viejo desde entonces, pero por esa vez fue involuntario, porque era ella la que había hablado de sus álbumes mientras iban caminando desde el Teatro Nacional. Entraron. Lo primero que observó Florentino Ariza desde la sala fue que la puerta del dormitorio único estaba abierta, y que la cama era vasta y suntuosa, con una colcha de brocados y cabeceras con frondas de bronce. Esa visión lo turbó. Ella debió darse cuenta, pues se adelantó a través de la sala y cerró la puerta del dormitorio. Luego lo invitó a sentarse en un canapé de cretona florida donde había un gato dormido, y le uso en la mesa de centro su colección de álbumes. Florentino Ariza empezó a hojearlos sin prisa, pensando más en sus pasos siguientes que en lo que estaba viendo, y de pronto alzó la mirada y vio que ella tenía los ojos llenos de lágrimas. Le aconsejó que llorara cuanto quisiera, sin pudor, pues nada aliviaba como el llanto, pero le sugirió que se aflojara el corpiño para llorar. Él se apresuró a ayudarla, porque el corpiño estaba ajustado a la fuerza en la espalda con una larga costura de cordones cruzados. No tuvo que terminar, pues el corpiño acabó de soltarse solo por la presión interna, y la tetamenta astronómica respiró a sus anchas.
He accompanied her to her house. At the door, since it was almost midnight and there was no one on the street, he persuaded her to invite him in for a brandy while they looked at the scrapbooks and photograph albums, containing over ten years of public events, which she had told him she owned. It was an old trick even then, but this time it was guileless, because she was the one who had talked about her albums as they walked from the National Theater. They went in. The first thing Florentino Ariza observed in the living room was that the door to the only bedroom was open, and that the bed was huge and luxurious with a brocaded quilt and a headboard with brass foliage. That disturbed him. She must have realized it, for she crossed the living room and closed the bedroom door. Then she invited him to sit down on a flowered cretonne sofa where a sleeping cat was lying, and she placed her collection of albums on the coffee table. Florentino Ariza began to leaf through them in an unhurried way, thinking more about his next step than about what he was seeing, and then he looked up and saw that her eyes were full of tears. He advised her to cry to her heart′s content, and to feel no shame, for there was no greater relief than weeping, but he suggested that she loosen her bodice first. He hurried to help her, because her bodice was tightly fastened in the back with a long closure of crossed laces. He did not have to unlace them all, for the bodice burst open from sheer internal pressure, and her astronomical bosom was able to breathe freely.
Florentino Ariza, que no perdió nunca el susto de la primera vez, aun en las ocasiones más fáciles, se arriesgó a una caricia epidérmica en el cuello con la yema de los dedos, y ella se retorció con un gemido de niña consentida sin dejar de llorar. Entonces él la besó en el mismo sitio, muy suave, como lo había hecho con los dedos, y no pudo hacerlo por segunda vez porque ella se volvió hacia él con todo su cuerpo monumental, ávido y caliente, y ambos rodaron abrazados por el suelo. El gato despertó en el sofá con un chillido, y les saltó encima. Ellos se buscaron a tientas como primerizos apurados y se encontraron de cualquier modo, revolcándose sobre los álbumes descuadernados, vestidos, ensopados de sudor, y más pendientes de esquivar los zarpazos furiosos del gato que del de sastre de amor que estaban cometiendo. Pero desde la noche siguiente, con las heridas todavía sangrantes, continuaron haciéndolo por varios años.
Florentino Ariza, who had never lost the timidity of a novice even in comfortable circumstances, risked a superficial caress on her neck with the tips of his fingers, and she writhed and moaned like a spoiled child and did not stop crying. Then he kissed her on the same spot, just as softly, and he could not kiss her a second time because she turned toward him with all her monumental body, eager and warm, and they rolled in an embrace on the floor. The cat on the sofa awoke with a screech and jumped on top of them. They groped like desperate virgins and found each other any way they could, wallowing in the torn albums, fully dressed, soaked with sweat, and more concerned with avoiding the furious claws of the cat than with the disastrous love they were making. But beginning the following night, their scratches still bleeding, they continued to make love for several years.
Cuando se dio cuenta de que había empezado a amarla, ella estaba ya en la lentitud de los cuarenta, y él iba a cumplir treinta. Se llamaba Sara Noriega, y había tenido un cuarto de hora de celebridad en su juventud, por ganarse un concurso con un libro de versos sobre el amor de los pobres, que nunca fue publicado. Era maestra de Urbanidad e Instrucción Cívica en escuelas oficiales, y vivía de su sueldo en una casa alquilada del abigarrado Pasaje de los Novios, en el antiguo barrio de Getsemaní. Había tenido varios amantes de ocasión, pero ninguno con ilusiones matrimoniales, porque era difícil que un hombre de su medio y de su tiempo desposara a una mujer con quien se hubiera acostado. Tampoco ella volvió a alimentar esa ilusión después de que su primer novio formal, al que amó con la pasión casi demente de que era capaz a los dieciocho años, escapó a su compromiso una semana antes de la fecha prevista para la boda, y la dejó perdida en un limbo de novia burlada. O de soltera usada, como se decía entonces. Sin embargo, aquella primera experiencia, aunque cruel y efímera, no le dejó ninguna amargura, sino la convicción deslumbrante de que con matrimonio o sin él, sin Dios o sin ley, no valía la pena vivir si no era para tener un hombre en la cama. Lo que más le gustaba de ella a Florentino Ariza era que mientras hacía el amor tenía que succionar un chupón de niño para alcanzar la gloria plena. Llegaron a tener una ristra de cuantos tamaños, formas y colores se encontraban en el mercado, y Sara Noriega los colgaba en la cabecera de la cama para encontrarlos a ciegas en sus momentos de extrema urgencia.
When he realized that he had begun to love her, she was in the fullness of her years, and he was approaching his thirtieth birthday. Her name was Sara Noriega, and she had enjoyed fifteen minutes of fame in her youth when she won a competition with a collection of poems about love among the poor, a book that was never published. She was a teacher of deportment and civics in the public schools, and she lived on her salary in a rented flat in the motley Sweethearts′ Mews in the old Gethsemane District. She had had several occasional lovers, but none with intentions of matrimony, because it was difficult for a man of her time and place to marry a woman he had taken to bed. Nor did she cherish that dream again after her first formal fiancé, whom she loved with the almost demented passion of which one is capable at the age of eighteen, broke the engagement one week before the date they had set for the wedding, and left her to wander the limbo of abandoned brides. Or of used goods, as they used to say in those days. And yet that first experience, although cruel and short-lived, did not leave her bitter; rather, she had the overwhelming conviction that with or without marriage, or God, or the law, life was not worth living without a man in her bed. What Florentino Ariza liked best about her was that in order to reach the heights of glory, she had to suck on an infant′s pacifier while they made love. Eventually they had a string of them, in every size, shape, and color they could find in the market, and Sara Noriega hung them on the headboard so she could reach them without looking in her moments of extreme urgency.
Aunque ella era tan libre como él, y tal vez no se hubiera opuesto a que sus relaciones fueran públicas, Florentino Ariza las planteó desde el principio como una aventura clandestina. Se deslizaba por la puerta de servicio, casi siempre muy tarde en la noche, y escapaba en puntillas poco antes del amanecer. Tanto él como ella sabían que en una casa repartida y populosa como aquella, a fin de cuentas los vecinos debían estar más enterados de lo que fingían. Pero aunque fuera una simple fórmula, Florentino Ariza era así, como lo iba a ser con todas por el resto de su vida. Nunca cometió un error, ni con ella ni con ninguna otra, nunca incurrió en una infidencia. No exageraba: sólo en una ocasión dejó un rastro comprometedor o una evidencia escrita, y habrían podido costarle la vida. En realidad se comportó siempre como si fuera el esposo eterno de Fermina Daza, un esposo infiel pero tenaz, que luchaba sin tregua por liberarse de su servidumbre, pero sin causarle el disgusto de una traición.
Although she was as free as he was, and perhaps would not have been opposed to making their relationship public, from the very first Florentino Ariza considered it a clandestine adventure. He would slip in by the back door, almost always very late at night, and sneak away on tiptoe just before dawn. He knew as well as she that in a crowded and subdivided building like hers the neighbors had to know more than they pretended. But although it was a mere formality, that was how Florentino Ariza was, how he would be with all women for the rest of his life. He never made a slip, with her or with any other woman; he never betrayed their confidence. He did not exaggerate: on only one occasion did he leave a compromising trace or written evidence, and this might have cost him his life. In truth, he always behaved as if he were the eternal husband of Fermina Daza, an unfaithful husband but a tenacious one, who fought endlessly to free himself from his servitude without causing her the displeasure of a betrayal.
Semejante hermetismo no podía prosperar sin equívocos. La propia Tránsito Ariza se murió convencida de que el hijo concebido por amor y criado para el amor estaba inmunizado contra toda forma de amor por su primera adversidad juvenil. Sin embargo, muchas personas menos benévolas que estuvieron muy cerca de él, que conocían su carácter misterioso y su afición por los atuendos místicos y las lociones raras, compartían la sospecha de que no era inmune al amor sino a la mujer. Florentino Ariza lo sabía y nunca hizo nada por desmentirlo. Tampoco le preocupó a Sara Noriega. Al igual que las otras mujeres incontables que él amó, y aun las que lo complacían y se complacían con él sin amarlo, lo aceptó como lo que era en realidad: un hombre de paso.
Such secretiveness could not flourish without misapprehensions. Tránsito Ariza died in the conviction that the son she had conceived in love and raised for love was immune to any kind of love because of his first youthful misfortune. But many less benevolent people who were very close to him, who were familiar with his mysterious character and his fondness for mystic ceremonies and strange lotions, shared the suspicion that he was immune not to love but only to women. Florentino Ariza knew it and never did anything to disprove it. It did not worry Sara Noriega either. Like the countless other women who loved him, and even those who gave and received pleasure without loving him, she accepted him for what he really was: a man passing through.
Terminó por aparecer en su casa a cualquier hora, sobre todo en las mañanas de los domingos, que eran las más apacibles. Ella abandonaba lo que estuviera haciendo, fuera lo que fuera, y se consagraba de cuerpo entero a tratar de hacerlo feliz en la enorme cama historiada que siempre estuvo dispuesta para él, y en la que nunca permitió que se incurriera en formalismos litúrgicos. Florentino Ariza no entendía cómo una soltera sin pasado podía ser tan sabia en asuntos de hombres, ni cómo podía manejar su dulce cuerpo de marsopa con tanta ligereza y tanta ternura como si se moviera por debajo del agua. Ella se defendía diciendo que el amor, antes que nada, era un talento natural. Decía: "O se nace sabiendo o no se sabe nunca". Florentino Ariza se retorcía de celos regresivos pensando que tal vez ella fuera más paseada de lo que fingía, pero tenía que tragárselos enteros, porque también él le decía, como les dijo a todas, que ella había sido su única amante. Entre otras muchas cosas que le gustaban menos, tuvo que resignarse a tener en la cama al gato enfurecido, al que Sara Noriega le embotaba las garras para que no los despedazara a zarpazos mientras hacían el amor.
He eventually showed up at her house at any hour, above all on Sunday mornings, the most peaceful time. She would leave whatever she was doing, no matter what it was, and devote her entire body to trying to make him happy in the enormous mythic bed that was always ready for him, and in which she never permitted the invocation of liturgical formalisms. Florentino Ariza did not understand how a single woman without a past could be so wise in the ways of men, or how she could move her sweet porpoise body with as much lightness and tenderness as if she were moving under water. She would defend herself, saying that love, no matter what else it might be, was a natural talent. She would say: “You are either born knowing how, or you never know. Florentino Ariza writhed with retrogressive jealousy, thinking that perhaps she had more of a past than she pretended, but he had to swallow everything she said because he told her, as he told them all, that she had been his only lover. Among many other things that he did not like, he had to resign himself to having the furious cat in bed with them, although Sara Noriega had his claws removed so he would not tear them apart while they made love.
Sin embargo, casi tanto como retozar en la cama hasta el agotamiento, a ella le gustaba consagrar las fatigas del amor al culto de la poesía. No sólo tenía una memoria asombrosa para los versos sentimentales de su tiempo, cuyas novedades se vendían en folletos callejeros de a dos centavos, sino que clavaba con alfileres en las paredes los oemas que más le gustaban, para leerlos de viva voz a cualquier hora. Había hecho una versión en endecasílabos pares de los textos de Urbanidad e Instrucción Cívica, como los que se usaban para la ortografía, pero no pudo conseguir la aprobación oficial. Era tal su arrebato declamatorio que a veces seguía recitando a gritos mientras hacía el amor, y Florentino Ariza tenía que ponerle el chupón en la boca a viva fuerza, como se hacía con los niños para que dejaran de llorar.
However, almost as much as rolling in bed until they were exhausted, she liked to devote the aftermath of love to the cult of poetry. She had an astonishing memory for the sentimental verses of her own time, which were sold in the street in pamphlet form for two centavos as soon as they were written, and she also pinned on the walls the poems she liked most, so that she could read them aloud whenever she wished. She had written versions of the deportment and civics texts in hendecasyllabic couplets, like those used for spelling, but she could not obtain official approval for them. Her declamatory passion was such that at times she continued to shout her recitation as they made love, and Florentino Ariza had to force a pacifier into her mouth, as one did with children to make them stop crying.
En la plenitud de sus relaciones, Florentino Ariza se había preguntado cuál de los dos estados sería el amor, el de la cama turbulenta o el de las tardes apacibles de los domingos, y Sara Noriega lo tranquilizó con el argumento sencillo de que todo lo que hicieran desnudos era amor. Dijo: "Amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo". Esta definición le pareció buena a Sara Noriega para un oema sobre el amor dividido, que escribieron a cuatro manos, y que ella presentó en los quintos Juegos Florales, convencida de que nadie había participado hasta entonces con un poema tan original. Pero volvió a perder.
In the plenitude of their relationship, Florentino Ariza had asked himself which of the two was love: the turbulent bed or the peaceful Sunday afternoons, and Sara Noriega calmed him with the simple argument that love was everything they did naked. She said: “Spiritual love from the waist up and physical love from the waist down. Sara Noriega thought this definition would be good for a poem about divided love, which they wrote together and which she submitted to the Fifth Poetic Festival, convinced that no participant had ever presented such an original poem. But she lost again.
Estaba furibunda mientras Florentino Ariza la acompañaba a su casa. Por algo que no sabía explicar, tenía la convicción de que la maniobra había sido urdida contra ella por Fermina Daza, para no premiar su poema. Florentino Ariza no le prestó atención. Estaba de un humor sombrío desde la entrega de los premios, pues no había visto a Fermina Daza en mucho tiempo, y aquella noche tuvo la impresión de que había sufrido un cambio profundo: por primera vez se le notaba a simple vista su condición de madre. No era una novedad para él, pues sabía que el hijo ya iba a la escuela. Sin embargo, su edad maternal no le había parecido antes tan evidente como aquella noche, tanto por el diámetro de su cintura y su andar un poco acezante, como por los escollos de la voz cuando leyó la lista de los premios.
She was in a rage as Florentino Ariza accompanied her to her house. For some reason she could not explain, she was convinced that Fermina Daza had plotted against her so that her poem would not win first prize. Florentino Ariza paid no attention to her. He had been in a somber mood ever since the awarding of the prizes, for he had not seen Fermina Daza in a long time, and that night he had the impression that she had undergone a profound change: for the first time one could tell just by looking at her that she was a mother. This came as no surprise to him, for he knew that her son was already in school. However, her maternal age had never seemed so apparent to him as it did that night, as much for the size of her waist and the slight shortness of breath when she walked as for the break in her voice when she read the list of prizewinners.
Tratando de documentar sus recuerdos, volvió a hojear los álbumes de los Juegos Florales mientras Sara Noriega preparaba algo de comer. Vio cromos de revistas, postales amarillentas de las que se vendían como recuerdo en los portales, y fue como un repaso fantasmal a la falacia de su propia vida. Hasta entonces lo había sostenido la ficción de que el mundo era el que pasaba, pasaban las costumbres, la moda: todo menos ella. Pero aquella noche vio por primera vez de un modo consciente cómo se le estaba pasando la vida a Fermina Daza, y cómo pasaba la suya propia, mientras él no hacía nada más que esperar. Nunca había hablado de ella con nadie, porque se sabía incapaz de decir el nombre sin que se le notara la palidez de los labios. Pero esa noche, mientras hojeaba los álbumes como en tantas otras veladas de tedio dominical, Sara Noriega tuvo uno de esos aciertos casuales que helaban la sangre.
In an attempt to document his memories, he leafed through the albums of the Poetic Festivals while Sara Noriega prepared something to eat. He saw magazine photographs in color, yellowing postcards of the sort sold in arcades for souvenirs, and it was a kind of ghostly review of the fallacy of his own life. Until that time he had maintained the fiction that it was the world that was changing, and its customs and styles: everything but her. But that night he saw for the first time in a conscious way how Fermina Daza′s life was passing, and how his was passing, while he did nothing more than wait. He had never spoken about her to anyone, because he knew he was incapable or saying her name without everyone′s noticing the pallor of his lips. But that night, as he looked through the albums as he had done on so many other evenings of Sunday tedium, Sara Noriega made one of those casual observations that freeze the blood.
-Es una puta -dijo.
“She′s a whore, she said.
Lo dijo al pasar, viendo un grabado de Fermina Daza disfrazada de pantera negra en un baile de máscaras, y no tuvo que mencionar a nadie para que Florentino Ariza supiera de quién hablaba. Temiendo una revelación que lo perturbara de por vida, éste apresuró una defensa cautelosa. Advirtió que sólo conocía de lejos a Fermina Daza, que nunca habían pasado de los saludos formales y no tenía ninguna noticia de su intimidad, pero daba por cierto que era una mujer admirable, surgida de la nada y enaltecida por sus méritos propios.
She said it as she walked past him and saw a print of Fermina Daza disguised as a black panther at a masquerade ball, and she did not have to mention anyone by name for Florentino Ariza to know whom she was talking about. Fearing a revelation that would shake his very life, he hurried to a cautious defense. He objected that he knew Fermina Daza only from a distance, that they had never gone further than formal greetings, that he had no information about her private life, but was certain she was an admirable woman who had come out of nowhere and risen to the top by virtue of her own merits.
-Por obra y gracia de un matrimonio de interés con un hombre que no quiere -lo interrumpió Sara Noriega---. Es la manera más baja de ser puta.
“By virtue of marrying a man she does not love for money, interrupted Sara Noriega.
Con menos crudeza, pero con igual rigidez moral, su madre le había dicho lo mismo a Florentino Ariza tratando de consolarlo de sus desventuras. Turbado hasta los tuétanos, no encontró una réplica oportuna para la inclemencia de Sara Noriega, y trató de fugarse del tema. Pero Sara Noriega no se lo permitió hasta que no acabó de desahogarse contra Fermina Daza. Por un golpe de intuición que no hubiera podido explicar, estaba convencida de que había sido ella la autora de la conspiración para escamotearle el premio. No había ninguna razón para creerlo: no se conocían, no se habían visto nunca, y Fermina Daza no tenía nada que ver con las decisiones del concurso, si bien estaba al corriente de sus secretos. Sara Noriega dijo de un modo terminante: "Las mujeres somos adivinas". Y le puso término a la discusión.
“That′s the lowest kind of whore. His mother had told Florentino Ariza the same thing, with less crudeness but with the same moral rigidity, when she tried to console him for his misfortunes. Shaken to the very core, he could find no appropriate response to Sara Noriega′s harshness, and he attempted to change the subject. But Sara Noriega would not allow that to happen until she had given vent to her feelings. In a flash of inspiration that she could not have explained, she was convinced that Fermina Daza had been the one behind the conspiracy to cheat her of the prize. There was no reason to think so: they did not know each other, they had never met, and Fermina Daza had nothing to do with the decision of the judges even though she was privy to their secrets. Sara Noriega said in a categorical manner: “We women intuit these things. And that ended the discussion.
Desde ese momento, Florentino Ariza la vio con otros ojos. También para ella pasaban los años. Su naturaleza feraz se marchitaba sin gloria, su amor se demoraba en sollozos, y sus párpados empezaban a mostrar la sombra de las viejas amarguras. Era una flor de ayer. Además, en la furia de la derrota había descuidado la cuenta de sus brandis. No estaba en su noche: mientras comían el arroz de coco recalentado, trató de establecer cuál había sido la contribución de cada uno en el poema derrotado′ para saber cuántos pétalos de la Orquídea de Oro les habría correspondido a cada quien. No era la primera vez que se entretenían en torneos bizantinos, pero él aprovechó la ocasión para respirar por la herida recién abierta, y se enredaron en una disputa mezquina que les revolvió a ambos los rencores de casi cinco años de amor dividido.
From that moment on, Florentino Ariza began to see her with different eyes. The years were passing for her too. Her abundant sexuality was withering without glory, her lovemaking was slowed by her sobbing, and her eyelids were beginning to darken with old bitterness. She was yesterday′s flower. Besides, in her fury at the defeat, she had lost count of her brandies. It was not her night: while they were eating their reheated coconut rice, she tried to establish how much each of them had contributed to the losing poem, in order to determine how many petals of the Golden Orchid would have gone to each one. This was not the first time they had amused themselves with Byzantine competitions, but he took advantage of the opportunity to speak through his own newly opened wound, and they became entangled in a mean-spirited argument that stirred up in both of them the rancor of almost five years of divided love.
Cuando faltaban diez minutos para las doce, Sara Noriega se subió en una silla para darle cuerda al reloj de péndulo, y lo había puesto de memoria en la hora, tal vez queriendo decir sin decirlo que era hora de irse. Florentino Aríza sintió entonces la urgencia de cortar de raíz aquella relación sin amor, y buscó la ocasión de ser él quien tomara la iniciativa: como lo haría siempre. Rogando a Dios que Sara Noriega le permitiera quedarse en su cama para decirle que no, que todo había terminado entre ellos, le pidió que se sentara a su lado cuando acabó de darle cuerda al reloj. Pero ella refirió mantenerse a distancia en la poltrona de las visitas. Florentino Ariza le tendió entonces el índice empapado de brandy para que ella lo chupara, como le gustaba hacerlo en los preámbulos del amor de otra época. Ella lo esquivó.
At ten minutes before twelve, Sara Noriega climbed up on a chair to wind the pendulum clock, and she reset it on the hour, perhaps trying to tell him without saying so that it was time to leave. Then Florentino Ariza felt an urgent need to put a definitive end to that loveless relationship, and he looked for the opportunity to be the one to take the initiative: as he would always do. Praying that Sara Noriega would let him into her bed so that he could tell her no, that everything was over, he asked her to sit next to him when she finished winding the clock. But she preferred to keep her distance in the visitor′s easy chair. Then Florentino Ariza extended his index finger, wet with brandy, so that she could suck it, as she had liked to do in the past during their preambles to love. She refused.
-Ahora no -dijo-. Estoy esperando a alguien.
“Not now, she said. “I′m expecting someone.
Desde que fue rechazado por Fermina Daza, Florentino Ariza había aprendido a reservarse siempre la última decisión. En circunstancias menos amargas hubiera persistido en los asedios a Sara Noriega, seguro de terminar la noche revolcándose con ella en la cama, pues estaba convencido de que una mujer que se acuesta con un hombre una vez seguirá acostándose con él cada vez que él lo quiera, siempre que sepa enternecerla cada vez. Lo había soportado todo por esa convicción, había pasado por encima de todo aun en los negocios más sucios del amor, con tal de no concederle a ninguna mujer nacida de mujer la oportunidad de tomar la decisión final. Pero aquella noche se sintió tan humillado, que se tomó el brandy de un golpe, haciendo todo lo que pudo para que se le notara el rencor, y se fue sin despedirse. Nunca más volvieron a verse.
Ever since his rejection by Fermina Daza, Florentino Ariza had learned to always keep the final decision for himself. In less bitter circumstances he would have persisted in his pursuit of Sara Noriega, certain of ending the evening rolling in bed with her, for he was convinced that once a woman goes to bed with a man, she will continue to go to bed with him whenever he desires, as long as he knows how to move her to passion each time. He had endured everything because of that conviction, he had overlooked everything, even the dirtiest dealings in love, so that he would not have to grant to any woman born of woman the opportunity to make the final decision. But that night he felt so humiliated that he gulped down the brandy in a single swallow, doing all he could to display anger, and left without saying goodbye. They never saw each other again.
La relación con Sara Noriega fue una de las más largas y estables de Florentino Ariza, aunque no fue la única que él mantuvo en aquellos cinco años. Cuando comprendió que se sentía bien con ella, sobre todo en la cama, pero que nunca lograría sustituir con ella a Fermina Daza, se recrudecieron sus noches de cazador solitario, y se las arreglaba para repartir su tiempo y sus fuerzas hasta donde le alcanzaran. Sin embargo, Sara Noriega logró el milagro de aliviarlo por un tiempo. Al menos pudo vivir sin ver a Fermina Daza, a diferencia de antes, cuando interrumpía a cualquier hora lo que estuviera haciendo para buscarla por los rumbos inciertos de sus presagios, en las calles menos pensadas, en sitios irreales donde era imposible que estuviera, vagando sin sentido con unas ansias del pecho que no le daban tregua mientras no la veía siquiera un instante. La ruptura con Sara Noriega, por el contrario, le alborotó de nuevo las añoranzas dormidas, y se sintió otra vez como en las tardes del parquecito y las lecturas interminables, pero esta vez agravadas por la urgencia de que el doctor Juvenal Urbino tenía que morir.
The relationship with Sara Noriega was one of Florentino Ariza′s longest and most stable affairs, although it was not his only one dur ing those five years. When he realized that he felt happy with her, above all in bed, but that she would never replace Fermina Daza, he had another outbreak of his nights as a solitary hunter, and he arranged matters so that he could portion out his time and strength as far as they would go. Sara Noriega, however, achieved the miracle of curing him for a time. At least now he could live without seeing Fermina Daza, instead of interrupting whatever he was doing at any hour of the day to search for her along the uncertain pathways of his presentiments, on the most unlikely streets, in unreal places where she could not possibly be, wandering without reason, with a longing in his breast that gave him no rest until he saw her, even for an instant. The break with Sara Noriega, however, revived his dormant grief, and once again he felt as he did on those afternoons of endless reading in the little park, but this time it was exacerbated by his urgent need for Dr. Juvenal Urbino to die.
Sabía desde hacía tiempo que estaba predestinado a hacer feliz a una viuda, y a que ella lo hiciera feliz, y eso no le preocupaba. Al contrario: estaba preparado. De tanto conocerlas en sus incursiones de cazador solitario, Florentino Ariza terminaría por saber que el mundo estaba lleno de viudas felices. Las había visto enloquecer de dolor ante el cadáver del esposo, suplicando que las enterraran vivas dentro del mismo ataúd para no afrontar sin él los azares del porvenir, pero a medida que se iban reconciliando con la realidad de su nuevo estado se las veía surgir de las cenizas con una vitalidad reverdecida. Empezaban viviendo como parásitas de sombras en los caserones desiertos, se volvían confidentes de sus sirvientas, amantes de sus almohadas, sin nada que hacer después de tantos años de cautiverio estéril. Malgastaban las horas sobrantes cosiendo en la ropa del muerto los botones que nunca habían tenido tiempo de reponer, lanchaban y volvían a planchar sus camisas de puños y cuellos de parafina para que siempre estuvieran perfectas. Seguían poniendo su jabón en el baño, la funda con sus iniciales en la cama, el plato y los cubiertos en su lugar de la mesa, por si acaso volvían de la muerte sin avisar, como solían hacerlo en vida. Pero en aquellas misas de soledad iban tomando conciencia de que otra vez eran dueñas de su albedrío, después de haber renunciado no sólo a su nombre de familia sino a la propia identidad, y todo eso a cambio de una seguridad que no fue más que una más de sus tantas ilusiones de novias. Sólo ellas sabían cuánto pesaba el hombre que amaban con locura, y que quizás las amaba, pero al que habían tenido que seguir criando hasta el último suspiro, dándole de mamar, cambiándole los pañales embarrados, distrayéndolo con engañifas de madre para aliviarle el terror de salir por las mañanas a verle la cara a la realidad. Y sin embargo, cuando lo veían salir de la casa instigado por ellas mismas a tragarse el mundo, entonces eran ellas las que se quedaban con el terror de que el hombre no volviera nunca. Eso era la vida. El amor, si lo había, era una cosa aparte: otra vida.
He had known for a long time that he was predestined to make a widow happy, and that she would make him happy, and that did not worry him. On the contrary: he was prepared. After having known so many of them during his incursions as a solitary hunter, Florentino Ariza had come to realize that the world was full of happy widows. He had seen them go mad with grief at the sight of their husband′s corpse, pleading to be buried alive in the same coffin so they would not have to face the future without him, but as they grew reconciled to the reality of their new condition he had seen them rise up from the ashes with renewed vitality. They began by living like parasites of gloom in their big empty houses, they became the confidantes of their servants, lovers of their pillows, with nothing to do after so many years of sterile captivity. They wasted their overabundant hours doing what they had not had time for before, sewing the buttons on the dead man′s clothes, ironing and reironing the shirts with stiff collar and cuffs so that they would always be in perfect condition. They continued to put his soap in the bathroom, his monogrammed pillowcase on the bed; his place was always set at the table, in case he returned from the dead without warning, as he tended to do in life. But in those solitary Masses they began to be aware that once again they were mistresses of their fate, after having renounced not only their family name but their own identity in exchange for a security that was no more than another of a bride′s many illusions. They alone knew how tiresome was the man they loved to distraction, who perhaps loved them but whom they had to continue nurturing until his last breath as if he were a child, suckling him, changing his soiled diapers, distracting him with a mother′s tricks to ease his terror at going out each morning to face reality. And nevertheless, when they watched him leave the house, this man they themselves had urged to conquer the world, then they were the ones left with the terror that he would never return. That was their life. Love, if it existed, was something separate: another life.
En el ocio reparador de la soledad, en cambio, las viudas descubrían que la forma honrada de vivir era a merced del cuerpo, comiendo sólo por hambre, amando sin mentir, durmiendo sin tener que fingirse dormidas para escapar a la indecencia del amor oficial, dueñas por fin del derecho a una cama entera para ellas solas en la que nadie les disputaba la mitad de su sábana, la mitad de su aire de respirar, la mitad de su noche, hasta que el cuerpo se saciaba de soñar con sus sueños propios, y despertaba solo. En sus amaneceres de cazador furtivo, Florentino Ariza las encontraba a la salida de la misa de cinco, amortajadas de negro y con el cuervo del destino en el hombro. Desde que lo vislumbraban en la claridad del alba atravesaban la calle y cambiaban de acera con pasos menudos y entrecortados, pasos de pajarito, pues el solo pasar cerca de un hombre podía mancillarles la honra. Sin embargo, él estaba convencido de que una viuda desconsolada, más que cualquier otra mujer, podía llevar adentro la semilla de la felicidad.
In the restorative idleness of solitude, on the other hand, the wid ows discovered that the honorable way to live was at the body′s bidding, eating only when one was hungry, loving without lies, sleeping without having to feign sleep in order to escape the indecency of official love, possessed at last of the right to an entire bed to themselves, where no one fought them for half of the sheet, half of the air they breathed, half of their night, until their bodies were satisfied with dreaming their own dreams, and they woke alone. In the dawns of his furtive hunting, Florentino Ariza would see them coming out of five o′clock Mass, shrouded in black and with the raven of destiny on their shoulder. As soon as they spotted him in the light of dawn, they would cross the street to walk on the other side with their small, hesitant steps, the steps of a little bird, for just walking near a man might stain their honor. And yet he was convinced that a dis consolate widow, more than any other woman, might carry within her the seed of happiness.
Tantas viudas de su vida, desde la viuda de Nazaret, habían hecho posible que él vislumbrara cómo eran las casadas felices después de la muerte de sus maridos. Lo que hasta entonces había sido para él una mera ilusión se convirtió gracias a ellas en una posibilidad que se podía coger con las manos. No encontraba razones para que Fermina Daza no fuera una viuda igual, preparada por la vida para aceptarlo a él tal como era, sin fantasías de culpa por el marido muerto, resuelta a descubrir con él la otra felicidad de ser feliz dos veces, con un amor de uso cotidiano que convirtiera cada instante en un milagro de vivir, y con otro amor de ella sola preservado de todo contagio por la inmunidad de la muerte.
So many widows in his life, since the Widow Nazaret, had made it possible for him to discern how happy they were after the death of their husbands. What had been only a dream until then was changed, thanks to them, into a possibility that he could seize with both hands. He saw no reason why Fermina Daza should not be a widow like them, prepared by life to accept him just as he was, without fantasies of guilt because of her dead husband, resolved to dis cover with him the other happiness of being happy twice, with one love for everyday use which would become, more and more, a miracle of being alive, and the other love that belonged to her alone, the love immunized by death against all contagion.
Tal vez no habría sido tan entusiasta si hubiera sospechado siquiera qué lejos estaba Fermina Daza de aquellos cálculos ilusorios, cuando apenas empezaba a vislumbrar el horizonte de un mundo en el que todo estaba previsto, menos la adversidad. Ser rico en aquel tiempo tenía muchas ventajas, y también muchas desventajas, por supuesto, pero medio mundo lo anhelaba como la posibilidad más probable de ser eterno. Fermina Daza había rechazado a Florentino Ariza en un destello de madurez que pagó de inmediato con una crisis de lástima, pero nunca dudó de que su decisión había sido certera. En su momento no pudo explicarse qué causas ocultas de la razón le habían dado aquella clarividencia, pero muchos años más tarde, ya en las vísperas de la vejez, las descubrió de pronto y sin saber cómo en una conversación casual sobre Florentino Ariza. Todos los contertulios conocían su condición de delfín de la Compañía Fluvial del Caribe en su época culminante, todos estaban seguros de haberlo visto muchas veces, inclusive de haber estado en tratos con él, pero ninguno lograba identificarlo en la memoria. Fue entonces cuando Fermina Daza tuvo la revelación de los motivos inconscientes que le impidieron amarlo. Dijo: "Es como si no fuera una persona sino una sombra". Así era: la sombra de alguien a quien nadie conoció nunca. Pero mientras resistía los asedios del doctor Juvenal Urbino, que era el hombre contrario, se sentía atormentada por el fantasma de la culpa: el único sentimiento que era incapaz de soportar. Cuando lo sentía venir se apoderaba de ella una especie de pánico que sólo lograba controlar cuando encontraba alguien que le aliviara la conciencia. Desde muy niña, cuando se rompía un plato en la cocina, cuando alguien se caía, cuando ella misma se prensaba un dedo con una puerta, se volvía asustada hacia el adulto que estuviera más cerca, y se apresuraba a acusarlo: "Fue culpa tuya". Aunque en realidad no le importaba quien fuera el culpable ni convencerse de su propia inocencia: le bastaba con dejarla establecida.
Perhaps he would not have been as enthusiastic if he had even suspected how far Fermina Daza was from those illusory calculations, at a time when she was just beginning to perceive the horizon of a world in which everything was foreseen except adversity. In those days, being rich had many advantages, and many disadvantages as well, of course, but half the world longed for it as the most probable way to live forever. Fermina Daza had rejected Florentino Ariza in a lightning flash of maturity which she paid for immediately with a crisis of pity, but she never doubted that her decision had been correct. At the time she could not explain what hidden impulses of her reason had allowed her that clairvoyance, but many years later, on the eve of old age, she uncovered them suddenly and without knowing how during a casual conversation about Florentino Ariza. Everyone knew that he was heir apparent to the River Company of the Caribbean during its greatest period; they were all sure they had seen him many times, and had even had dealings with him, but no one could remember what he was like. It was then that Fermina Daza experienced the reve lation of the unconscious motives that had kept her from loving him. She said: “It is as if he were not a person but only a shadow. That is what he was: the shadow of someone whom no one had ever known. But while she resisted the siege of Dr. Juvenal Urbino, who was just the opposite, she felt herself tormented by the phantom of guilt: the only emotion she could not bear. When she felt it coming on, a kind of panic overtook her which she could control only if she found someone to soothe her conscience. Ever since she was a little girl, when a plate broke in the kitchen, when someone fell, when she herself caught her finger in the door, she would turn in dismay to the nearest adult and make her accusation: “It was your fault. Although in reality she was not concerned with who was responsible or with convincing herself of her own innocence: she was satisfied at having established it.
Era un fantasma tan notorio, que el doctor Urbino se dio cuenta a tiempo de hasta qué punto amenazaba la armonía de su casa, y tan pronto como lo vislumbraba se apresuraba a decirle a la esposa: "No te preocupes, mi amor, fue culpa mía". Pues a nada le temía tanto como a las decisiones súbitas y definitivas de su esposa, y estaba convencido de que siempre tenían origen en un sentimiento de culpa. Sin embargo, la confusión por el rechazo de Florentino Ariza no se resolvió con una frase de consuelo. Fermina Daza siguió abriendo el balcón por las mañanas durante varios meses, y siempre echaba de menos el fantasma solitario que la acechaba en el parquecito desierto, veía el árbol que fue suyo, el banco menos visible donde se sentaba a leer pensando en ella, a sufrir por ella, y tenía que volver a cerrar la ventana, suspirando: "Pobre hombre". Sufrió incluso el desencanto de que él no fuera tan pertinaz como ella lo había supuesto, cuando ya era demasiado tarde para remendar el pasado, y no dejó de sentir alguna vez la ansiedad tardía de una carta que nunca llegó. Pero cuando tuvo que enfrentar la decisión de casarse con Juvenal Urbino sucumbió en una crisis mayor, al darse cuenta de que no tenía razones válidas para preferirlo después de haber rechazado sin razones válidas a Florentino Ariza.
The specter was so notorious that Dr. Urbino realized how much it threatened the harmony of his home, and as soon as he detected it he hastened to tell his wife: “Don′t worry, my love, it was my fault. For he feared nothing so much as his wife′s sudden categorical decisions, and he was convinced that they always originated in a feeling of guilt. The confusion caused by her rejection of Florentino Ariza, however, had not been resolved with comforting words. For several months Fermina Daza continued to open up the balcony in the morning, and she always missed the solitary phantom watching her from the deserted little park; she saw the tree that had been his, the most obscure bench where he would sit to read as he thought about her, suffered for her, and she would have to close the window again, sighing: “Poor man. When it was already too late to make up for the past, she even suffered the disillusionment of knowing that he was not as tenacious as she had supposed, and from time to time she would still feel a belated longing for a letter that never arrived. But when she had to face the decision of marrying Juvenal Urbino, she succumbed, in a major crisis, when she realized that she had no valid reasons for preferring him after she had rejected Florentino Ariza without valid reasons.
En realidad, lo quería tan poco como al otro, pero además lo conocía mucho menos, y sus cartas no tenían la fiebre de las cartas del otro, ni le había dado tantas pruebas conmovedoras de su determinación. La verdad es que las pretensiones de Juvenal Urbino no habían sido nunca planteadas en términos de amor, y era por lo menos curioso que un militante católico como él sólo le ofreciera bienes terrenales: la seguridad, el orden, la felicidad, cifras inmediatas que una vez sumadas odrían tal vez parecerse al amor: casi el amor. Pero no lo eran, y estas dudas aumentaban su confusión, porque tampoco estaba convencida de que el amor fuera en realidad lo que más falta le hacía para vivir.
In fact, she loved him as little as she had loved the other one, but knew much less about him, and his letters did not have the fervor of the other one′s, nor had he given her so many moving proofs of his determination. The truth is that Juvenal Urbino′s suit had never been undertaken in the name of love, and it was curious, to say the least, that a militant Catholic like him would offer her only worldly goods: security, order, happiness, contiguous numbers that, once they were added together, might resemble love, almost be love. But they were not love, and these doubts increased her confusion, because she was also not convinced that love was really what she most needed to live.
En todo caso, el factor principal contra el doctor Juvenal Urbino era su parecido más que sospechoso con el hombre ideal que Lorenzo Daza había deseado con tanta ansiedad para su hija. Era imposible no verlo como la criatura de una confabulación paterna, aunque en realidad no lo fuera, y Fermina Daza estaba convencida de que lo era desde que lo vio entrar en su casa por segunda vez para una visita médica no solicitada. Las conversaciones con la prima Hildebranda acabaron de confundirla. Por su propia situación de víctima, ésta tendía a identificarse con Florentino Ariza, olvidándose incluso de que quizás Lorenzo Daza la había hecho venir para que influyera en favor del doctor Urbino. Dios conocía el esfuerzo que hizo Fermina Daza para no acompañarla cuando la rima fue a conocer a Florentino Ariza en la oficina del telégrafo. También ella hubiera querido verlo otra vez para confrontarlo con sus dudas, hablar con él a solas, conocerlo a fondo para estar segura de que su decisión impulsiva no iba a precipitarla a otra más grave, que era capitular en la guerra personal contra su padre. Pero lo hizo, en el minuto crucial de su vida, sin tomar en cuenta para nada la belleza viril del pretendiente, ni su riqueza legendaria, ni su gloria temprana, ni ninguno de sus tantos méritos reales, sino aturdida por el miedo de la oportunidad que se le iba y la inminencia de los veintiún años, que era su límite confidencial para rendirse al destino. Le bastó ese minuto único para asumir la decisión como estaba previsto en las leyes de Dios y de los hombres: hasta la muerte. Entonces se disiparon todas las dudas, y pudo hacer sin remordimientos lo que la razón le indicó como lo más decente: pasó una esponja sin lágrimas por encima del recuerdo de Florentino Ariza, lo borró por completo, y en el espacio que él ocupaba en su memoria dejó que floreciera una pradera de amapolas. Lo único que se permitió fue un suspiro más hondo que de costumbre, el último: "¡Pobre hombre!".
In any case, the principal factor operating against Dr. Juvenal Urbino was his more than suspect resemblance to the ideal man that Lorenzo Daza had so wanted for his daughter. It was impossible not to see him as the creature of a paternal plot, even if in reality he was not, but Fermina Daza became convinced that he was from the time she saw him come to her house for a second, unsolicited medical call. In the end, her conversations with Cousin Hildebranda only confused her. Because of Cousin Hildebranda′s own situation as a victim, she tended to identify with Florentino Ariza, forgetting that perhaps Lorenzo Daza had arranged her visit so that she could use her influence in favor of Dr. Urbino. God alone knows what it cost Fermina Daza not to accompany her cousin when she went to meet Florentino Ariza in the telegraph office. She would have liked to see him again to present him with her doubts, to speak with him alone, to learn to kno w him well so that she could be certain that her impulsive decision would not precipitate her into another, more serious one: capitulation in her personal war against her father. But that is what she did at a crucial moment in her life, giving no importance whatsoever to the handsomeness of her suitor, or his legendary wealth, or his youthful glory, or any of his numerous virtues; rather, she was stunned by the fear of an opportunity slipping away, and by the imminence of her twenty-first birthday, which was her private time limit for surrendering to fate. That one moment was enough for her to make the decision that was foreseen in the laws of God and man: until death do you part. Then all her doubts vanished, and she could accomplish without remorse what reason indicated as the most decent thing to do: with no tears, she wiped away the memory of Florentino Ariza, she erased him completely, and in the space that he had occupied in her memory she allowed a field of poppies to bloom. All that she permitted herself was one final sigh that was deeper than usual: “Poor man!
Las dudas más temibles, sin embargo, empezaron tan pronto como regresó del viaje de bodas. No bien acabaron de abrir los baúles, desempacar los muebles y desocupar las once cajas que trajo para tomar posesión de ama y señora del antiguo palacio del Marqués de Casalduero, y ya se había dado cuenta con un vahído mortal que estaba prisionera en la casa equivocada, y peor aún, con el hombre que no era. Necesitó seis años para salir. Los peores de su vida, desesperada por la amargura de doña Blanca, su suegra, y el retraso mental de las cuñadas, que si no habían ido a pudrirse vivas en una celda de clausura era porque ya la llevaban dentro.
The most fearful doubts began, however, when she returned from her honeymoon. As soon as they opened the trunks, unpacked the furniture, and emptied the eleven chests she had brought in order to take possession as lady and mistress of the former palace of the Marquis de Casalduero, she realized with mortal vertigo that she was a prisoner in the wrong house and, even worse, with a man who was not. It took her six years to leave, the worst years of her life, when she was in despair because of the bitterness of Doña Blanca, her mother- in- law, and the mental lethargy of her sisters- in- law, who did not go to rot in a convent cell only because they already carried one inside themselves.
El doctor Urbino, resignado a rendir los tributos de la estirpe, se hizo sordo a sus súplicas, confiando en que la sabiduría de Dios y la infinita capacidad de adaptación de la esposa habían de poner las cosas en su puesto. Le dolía el deterioro de su madre, cuya alegría de vivir infundía en otro tiempo el deseo de estar vivos hasta en los más incrédulos. Era cierto: aquella mujer hermosa, inteligente, de una sensibilidad humana nada común en su medio, había sido durante casi cuarenta años el alma y el cuerpo de su paraíso social. La viudez la había amargado hasta el punto de no creerse que fuera la misma, y la había vuelto fofa y agria, y enemiga del mundo. La única explicación posible de su degradación era el rencor de que el esposo se hubiera sacrificado a conciencia por una montonera de negros, como ella decía, cuando el único sacrificio justo hubiera sido el de sobrevivir para ella. En todo caso, el matrimonio feliz de Fermina Daza había durado lo que el viaje de bodas, y el único que podía ayudarla a impedir el naufragio final estaba paralizado de terror ante la potestad de la madre. Era a él, y no a las cuñadas imbéciles y a la suegra medio loca, a quien Fermina Daza atribuía la culpa de la trampa de muerte en que estaba atrapada. Demasiado tarde sospechaba que detrás de su autoridad profesional y su fascinación mundana, el hombre con quien se había casado era un débil sin redención: un pobre diablo envalentonado por el peso social de sus apellidos.
Dr. Urbino, resigned to paying homage to his lineage, turned a deaf ear to her pleas, confident that the wisdom of God and his wife′s infinite capacity to adapt would resolve the situation. He was pained by the deterioration of his mother, whose joy in living had, at one time, sparked the desire to live in even the most skeptical. It was true: that beautiful, intelligent woman, with a human sensibility not at all common in her milieu, had been the soul and body of her social paradise for almost forty years. Widowhood had so embittered her that she did not seem the same person; it had made her flabby and sour and the enemy of the world. The only possible explanation for her decline was the rancor she felt because her husband had knowingly sacrificed himself for a black rabble, as she used to say, when the only fitting sacrifice would have been to survive for her sake. In any case, Fermina Daza′s happy marriage lasted as long as the honeymoon, and the only person who could help her to prevent its final wreckage was paralyzed by terror in the presence of his mother′s power. It was he, and not her imbecilic sisters- in-law and her half-mad mother- in-law, whom Fermina Daza blamed for the death trap that held her. She suspected too late that behind his professional authority and worldly charm, the man she had married was a hopeless weakling: a poor devil made bold by the social weight of his family names.
Se refugió en el hijo recién nacido. Ella lo había sentido salir de su cuerpo con el alivio de liberarse de algo que no era suyo, y había sufrido el espanto de sí misma al comprobar que no sentía el menor afecto por aquel ternero de vientre que la patrona le mostró en carne viva, sucio de sebo y de sangre, y con la tripa umbilical enrollada en el cuello. Pero en la soledad del palacio aprendió a conocerlo, se conocieron, y descubrió con un grande alborozo que los hijos no se quieren por ser hijos sino por la amistad de la crianza. Terminó por no soportar nada ni a nadie distinto de él en la casa de su desventura. La deprimía la soledad, el jardín de cementerio, la desidia del tiempo en los enormes aposentos sin ventanas. Se sentía enloquecer en las noches dilatadas por los gritos de las locas en el manicomio vecino. La avergonzaba la costumbre de poner la mesa de banquetes todos los días, con manteles bordados, servicios de plata y candelabros de funeral, para que cinco fantasmas cenaran con una taza de café con leche y almojábanas. Detestaba el rosario al atardecer, los remilgos en la mesa, las críticas constantes a su manera de coger los cubiertos, de caminar con esos trancos místicos de mujer de la calle, de vestirse como en el circo, y hasta de su método ranchero de tratar al esposo y de darle de mamar al niño sin cubrirse el seno con la mantilla. Cuando hizo las primeras invitaciones para tomar el té a las cinco de la tarde, con galletitas imperiales y confituras de flores, de acuerdo con una moda reciente en Inglaterra, doña Blanca se opuso a que en su casa se bebieran medicinas para sudar la fiebre en vez del chocolate con queso fundido y ruedas de pan de yuca. No se le escaparon ni los sueños. Una mañana en que Fermina Daza contó que había soñado con un desconocido que se aseaba desnudo regando puñados de ceniza por los salones del palacio, doña Blanca la cortó en seco:
She took refuge in her newborn son. She had felt him leave her body with a sensation of relief at freeing herself from something that did not belong to her, and she had been horrified at herself when she confirmed that she did not feel the slightest affection for that calf from her womb the midwife showed her in the raw, smeared with grease and blood and with the umbilical cord rolled around his neck. But in her loneliness in the palace she learned to know him, they learned to know each other, and she discovered with great delight that one does not love one′s children just because they are one′s children but because of the friendship formed while raising them. She came to despise anything and anyone who was not him in the house of her misfortune. She was depressed by the solitude, the cemetery garden, the squandering of time in the enormous, windowless rooms. During the endless nights she felt herself losing her mind, as the madwomen screamed in the asylum next door. She was ashamed of their custom of setting the banquet table every day with embroidered tablecloths, silver service, and funereal candelabra so that five phantoms could dine on café con leche and crullers. She detested the rosary at dusk, the affected table etiquette, the constant criticism of the way she held her silverware, the way she walked in mystical strides like a woman of the streets, the way she dressed as if she were in the circus, and even the rustic way she treated her husband and nursed her child without covering her breast with her mantilla. When she issued her first invitations to five o′clock tea, with little imperial cakes and candied flowers, in accordance with recent English fashion, Doña Blanca objected to serving remedies for sweating out a fever in her house instead of chocolate with aged cheese and rounded loaves of cassava bread. Not even dreams escaped her notice. One morning when Fermina Daza said she had dreamed about a naked stranger who walked through the salons of the palace scattering fistfuls of ashes, Doña Blanca cut her off:
-Una mujer decente no puede tener esa clase de sueños.
“A decent woman cannot have that kind of dream.
A la sensación de estar siempre en casa ajena, se sumaron dos desgracias mayores. Una era la dieta casi diaria de berenjenas en todas sus formas, que doña Blanca se negaba a variar por respeto al esposo muerto, y que Fermina Daza se resistía a comer. Detestaba las berenjenas desde niña, antes de haberlas probado, porque siempre le pareció que tenían color de veneno. Sólo que esa vez tuvo que admitir de todos modos que algo había cambiado para bien en su vida, porque a los cinco años había dicho lo mismo en la mesa, y su padre la obligó a comerse completa la cazuela revista para seis personas. Creyó que iba a morir, primero por los vómitos de la berenjena molida, y después por el tazón de aceite de castor que le hicieron tomar a la fuerza para curarla del castigo. Las dos cosas se le quedaron revueltas en la memoria como un solo purgante, tanto por el sabor como por el terror del veneno, y en los almuerzos abominables del palacio del Marqués de Casalduero tenía que apartar la vista para no devolver las atenciones por la náusea glacial del aceite de castor.
Along with the feeling of always being in someone else′s house came two even greater misfortunes. One was the almost daily diet of eggplant in all its forms, which Doña Blanca refused to vary out of respect for her dead husband, and which Fermina Daza refused to eat. She had despised eggplants ever since she was a little girl, even before she had tasted them, because it always seemed to her that they were the color of poison. Only now she had to admit that in this case something had changed for the better in her life, because at the age of five she had said the same thing at the table, and her father had forced her to eat the entire casserole intended for six people. She thought she was going to die, first because she vomited pulverized eggplant and then because of the cupful of castor oil she had to take as a cure for the punishment. Both things were confused in her memory as a single purgative, as much for the taste as for her terror of the poison, and at the abominable lunches in the palace of the Marquis de Casalduero she had to look away so as not to repay their kindness with the icy nausea of castor oil.
La otra desgracia fue el arpa. Un día, muy consciente de lo que quería decir, doña Blanca había dicho: "No creo en mujeres decentes que no sepan tocar el piano". Fue una orden que hasta su hijo trató de discutir, pues los mejores años de su infancia habían transcurrido en las galeras de las clases de piano, aunque ya de adulto lo hubiera agradecido. No podía concebir a su esposa sometida a la misma condena, a los veinticinco años y con un carácter como el suyo. Pero lo único que obtuvo de su madre fue que cambiara el piano por el arpa, con el argumento pueril de que era el instrumento de los ángeles. Así fue como trajeron de Viena el arpa magnífica, que parecía de oro y que sonaba como si lo fuera, y que fue una de las reliquias más preciadas del Museo de la Ciudad, hasta que lo consumieron las llamas con todo lo que tenía dentro. Fermina Daza se sometió a esa condena de lujo tratando de impedir el naufragio con un sacrificio final. Empezó con un maestro de maestros que trajeron a propósito de la ciudad de Mompox, y que murió de repente a los quince días, y siguió por varios años con el músico mayor del seminario, cuyo aliento de sepulturero distorsionaba los arpegios.
The other misfortune was the harp. One day, very conscious of what she meant, Doña Blanca had said: “I do not believe in decent women who do not know how to play the piano. It was an order that even her son tried to dispute, for the best years of his childhood had been spent in the galley slavery of piano lessons, although as an adult he would be grateful for them. He could not imagine his wife, with her character, subjected to the same punishment at the age of twenty- five. But the only concession he could wring from his mother, with the puerile argument that it was the instrument of the angels, was to substitute the harp for the piano. And so it was that they brought a magnificent harp from Vienna that seemed to be gold and sounded as if it were, and that was one of the most valued heirlooms in the Museum of the City until it and all it contained were consumed in flames. Fermina Daza submitted to this deluxe prison sentence in an attempt to avoid catastrophe with one final sacrifice. She began to study with a teacher of teachers, whom they brought for that pur pose from the city of Mompox, and who died unexpectedly two weeks later, and she continued for several years with the best musician at the seminary, whose gravedigger′s breath distorted her arpeggios.
Ella misma estaba sorprendida de su obediencia. Pues aunque no lo admitía en su fuero interno, ni en los pleitos sordos que tenía con su marido en las horas que antes consagraban al amor, se había enredado más pronto de lo que ella creía en la maraña de convenciones y prejuicios de su nuevo mundo. Al principio tenía una frase ritual para afirmar su libertad de criterio: "A la mierda abanico que es tiempo de brisa". Pero después, celosa de sus privilegios bien ganados, temerosa de la vergüenza y el escarnio, se mostraba dispuesta a soportar hasta la humillación, con la esperanza de que Dios se apiadara por fin de doña Blanca, quien no se cansaba de suplicarle en sus oraciones que le mandara la muerte.
She herself was surprised at her obedience. For although she did not admit it in her innermost thoughts, or in the silent arguments she had with her husband during the hours they had once devoted to love, she had been caught up more quickly than she had believed in the tangle of conventions and prejudices of her new world. At first she had a ritual phrase that affirmed her freedom of thought: “To hell with a fan when the wind is blowing. But later, jealous of her carefully won privileges, fearful of embarrassment and scorn, she demonstrated her willingness to endure even humiliation in the hope that God would at last take pity on Doña Blanca, who never tired of begging Him in her prayers to send her death.
El doctor Urbino justificaba su propia debilidad con argumentos de crisis, sin preguntarse siquiera si no estaban en contra de su iglesia. No admitía que los conflictos con la esposa tuvieran origen en el aire enrarecido de la casa, sino en la naturaleza misma del matrimonio: una invención absurda que sólo podía existir por la gracia infinita de Dios. Estaba contra toda razón científica que dos personas apenas conocidas, sin parentesco alguno entre sí, con caracteres distintos, con culturas distintas, y hasta con sexos distintos, se vieran comprometidas de golpe a vivir juntas, a dormir en la misma cama, a compartir dos destinos que tal vez estuvieran determinados en sentidos divergentes. Decía: "El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno". Peor aún el de ellos, decía, surgido de dos clases antagónicas, y en una ciudad que todavía seguía soñando con el regreso de los virreyes. La única argamasa posible era algo tan improbable y voluble como el amor, si lo había, y en el caso de ellos no lo había cuando se casaron, y el destino no había hecho nada más que enfrentarlos a la realidad cuando estaban a punto de inventarlo.
Dr. Urbino justified his own weakness with grave arguments, not even asking himself if they were in conflict with the Church. He would not admit that the difficulties with his wife had their origin in the rarefied air of the house, but blamed them on the very nature of matrimony: an absurd invention that could exist only by the infinite grace of God. It was against all scientific reason for two people who hardly knew each other, with no ties at all between them, with different characters, different upbringings, and even different genders, to suddenly find themselves committed to living together, to sleeping in the same bed, to sharing two destinies that perhaps were fated to go in opposite directions. He would say: “The problem with marriage is that it ends every night after making love, and it must be rebuilt every morning before breakfast. And worst of all was theirs, arising out of two opposing classes, in a city that still dreamed of the return of the Viceroys. The only possible bond was something as improbable and fickle as love, if there was any, and in their case there was none when they married, and when they were on the verge of invent ing it, fate had done nothing more than confront them with reality.
Ese era el estado de sus vidas en la época del arpa. Habían quedado atrás las casualidades deliciosas de que ella entrara mientras él se bañaba, y a pesar de los pleitos, de las berenjenas venenosas, y a pesar de las hermanas dementes y de la madre que las parió, él tenía todavía bastante amor para pedirle que lo jabonara. Ella empezaba a hacerlo con las migajas de amor que todavía le sobraban de Europa, y ambos se iban dejando traicionar por los recuerdos, ablandándose sin quererlo, queriéndose sin decirlo, y terminaban muñéndose de amor por el suelo, embadurnados de espumas fragantes, mientras oían a las criadas hablando de ellos en el lavadero: "Si no tienen más hijos es porque no tiran". De vez en cuando, al regreso de una fiesta loca, la nostalgia agazapada detrás de la puerta los tumbaba de un zarpazo, y entonces ocurría una explosión maravillosa en la que todo era otra vez como antes, y por cinco minutos volvían a ser los amantes desbraguetados de la luna de miel.
That was the condition of their lives during the period of the harp. They had left behind the delicious coincidences of her coming in while he was taking a bath, when, despite the arguments and the poisonous eggplant, and despite his demented sisters and the mother who bore them, he still had enough love to ask her to soap him. She began to do it with the crumbs of love that still remained from Europe, and both allowed themselves to be betrayed by memories, softening without wanting to, desiring each other without saying so, and at last they would die of love on the floor, spattered with fragrant suds, as they heard the maids talking about them in the laundry room: “If they don′t have more children it′s because they don′t fuck. From time to time, when they came home from a wild fiesta, the nostalgia crouching behind the door would knock them down with one blow of its paw, and then there would be a marvelous explosion in which everything was the way it used to be and for five minutes they were once again the uninhibited lovers of their honeymoon.
Pero aparte de esas ocasiones raras, uno de los dos estaba siempre más cansado que el otro a la hora de acostarse. Ella se demoraba en el baño enrollando sus cigarrillos de papel perfumado, fumando sola, reincidiendo en sus amores de consolación como cuando era joven y libre en su casa, dueña única de su cuerpo. Siempre le dolía la cabeza, o hacía demasiado calor, siempre, o se hacía la dormida, o tenía la regla otra vez, la regla, siempre la regla. Tanto, que el doctor Urbino se había atrevido a decir-en clase, sólo por el alivio de un desahogo sin confesión, que después de diez años de casadas las mujeres tenían la regla hasta tres veces por semana.
But except for those rare occasions, one of them was always more tired than the other when it was time to go to bed. She would dawdle in the bathroom, rolling her cigarettes in perfumed paper, smoking alone, relapsing into her consolatory love as she did when she was young and free in her own house, mistress of her own body. She always had a headache, or it was too hot, always, or she pretended to be asleep, or she had her period again, her period, always her period. So much so that Dr. Urbino had dared to say in class, only for the relief of unburdening himself without confession, that after ten years of marriage women had their periods as often as three times a week.
Desgracias sobre desgracias, Fermina Daza tuvo que afrontar en el peor de sus años lo que había de ocurrir tarde o temprano sin remedio: la verdad de los negocios fabulosos y nunca conocidos de su padre. El gobernador provincial que citó a Juvenal Urbino en su despacho para ponerlo al corriente de los desmanes del suegro, los resumió en una frase: "No hay ley divina ni humana que ese tipo no se haya llevado por delante". Algunas de sus trapisondas más graves las había hecho a la sombra del poder del yerno, y habría sido difícil no pensar que éste y su esposa no estuvieran al corriente. Sabiendo que la única reputación para proteger era la suya, por ser la única que quedaba en pie, el doctor Juvenal Urbino interpuso todo el peso de su poder, y logró cubrir el escándalo con su palabra de honor. Así que Lorenzo Daza salió del país en el primer barco para no regresar jamás. Volvió a su tierra de origen como si fuera uno de esos viajecitos que se hacen de vez en cuando para engañar a la nostalgia, y en el fondo de esa apariencia había algo de verdad: desde hacía un tiempo subía a los barcos de su patria sólo por tomarse un vaso del agua de las cisternas abastecidas en los manantiales de su pueblo natal. Se fue sin dar el brazo a torcer, protestando inocencia, y todavía tratando de convencer al yerno de que había sido víctima de una confabulación política. Se fue llorando por la niña, como llamaba a Fermina Daza desde que se casó, llorando por el nieto, por la tierra en que se hizo rico y libre, y donde logró la proeza de convertir a la hija en una dama exquisita a base de negocios turbios. Se fue envejecido y enfermo, pero todavía vivió mucho más de lo que ninguna de sus víctimas hubiera deseado. Fermina Daza no pudo reprimir un suspiro de alivio cuando le llegó la noticia de la muerte, y no le guardó luto para evitar preguntas, pero durante varios meses lloraba con una rabia sorda sin saber por qué cuando se encerraba a fumar en el baño, y era que lloraba por él.
Misfortune piled on misfortune, and in the worst of those years Fermina Daza had to face what was bound to come sooner or later: the truth of her father′s fabulous and always mysterious dealings. The Governor of the Province made an appointment with Juvenal Urbino in his office to bring him up to date on the excesses of his father- in-law, which he summed up in a single sentence: “There is no law, human or divine, that this man has not ignored. Some of his most serious schemes had been carried out in the shadow of his son- in- law′s prestige, and it would have been difficult to believe that he and his wife knew nothing about them. Realizing that the only reputation to protect was his own, because it was the only one still stand ing, Dr. Juvenal Urbino intervened with all the weight of his prestige, and he succeeded in covering up the scandal with his word of honor. So that Lorenzo Daza left the country on the first boat, never to return. He went back to his native country as if it were one of those little trips one takes from time to time to ward off nostalgia, and at the bottom of that appearance there was some truth: for a long time he had boarded ships from his country just to drink a glass of water from the cisterns filled with the rains of the village where he was born. He left without having his arm twisted, protesting his inno cence, and still trying to convince his son-in- law that he had been the victim of a political conspiracy. He left crying for his girl, as he had called Fermina Daza since her marriage, crying for his grandson, for the land in which he had become rich and free and where, on the basis of his shady dealings, he had won the power to turn his daughter into an exquisite lady. He left old and sick, but still he lived much longer than any of his victims might have desired. Fermina Daza could not repress a sigh of relief when she received the ne ws of his death, and in order to avoid questions she did not wear mourning, but for several months she wept with mute fury without knowing why when she locked herself in the bathroom to smoke, and it was because she was crying for him.
Lo más absurdo de la situación de ambos era que nunca parecieron tan felices en público como en aquellos años de infortunio. Pues en realidad fueron los años de sus victorias mayores sobre la hostilidad soterrada de un medio que no se resignaba a admitirlos como eran: distintos y novedosos, y por tanto transgresores del orden tradicional. Sin embargo, esa había sido la parte fácil para Fermina Daza. La vida mundana, que tantas incertidumbres le causaba antes de conocerla, no era más que un sistema de pactos atávicos, de ceremonias banales, de palabras previstas, con el cual se entretenían en sociedad unos a otros para no asesinarse. El signo dominante de ese paraíso de la frivolidad provinciana era el miedo a lo desconocido. Ella lo había definido de un modo más simple: "El problema de la vida pública es aprender a dominar el terror, el problema de la vida conyugal es aprender a dominar el tedio". Ella lo había descubierto de pronto con la nitidez de una revelación desde que entró arrastrando la interminable cola de novia en el vasto salón del Club Social, enrarecido por los vapores revueltos de tantas flores, el brillo de los valses, el tumulto de hombres sudorosos y mujeres trémulas que la miraban sin saber todavía cómo iban a conjurar aquella amenaza deslumbrante que les mandaba el mundo exterior. Acababa de cumplir los veintiún años y apenas si había salido de su casa para el colegio, pero le bastó con una mirada circular para comprender que sus adversarios no estaban sobrecogidos de odio sino paralizados por el miedo. En vez de asustarlos más, como lo estaba ella, les hizo la candad de ayudarlos a conocerla. Nadie fue distinto de como ella quiso que fuera, tal como le ocurría con las ciudades, que no le parecían mejores ni peores, sino como ella las hizo en su corazón. A París, a pesar de su lluvia perpetua, de sus tenderos sórdidos y la grosería homérica de sus cocheros, había de recordarla siempre como la ciudad más hermosa del mundo, no porque en realidad lo fuera o no lo fuera, sino porque se quedó vinculada a la nostalgia de sus años más felices. El doctor Urbino, por su parte, se impuso con armas iguales a las que usaban contra él, sólo que manejadas con más inteligencia, y con una solemnidad calculada. Nada ocurría sin ellos: los paseos cívicos, los Juegos Florales, los acontecimientos artísticos, las tómbolas de caridad, los actos patrióticos, el primer viaje en globo. En todo estaban ellos, y casi siempre en el origen y al frente de todo. Nadie podía imaginarse, en sus años de desgracias, que pudiera haber alguien más feliz que ellos ni un matrimonio tan armónico como el suyo
The most absurd element in their situation was that they never seemed so happy in public as during those years of misery. For this was the time of their greatest victories over the subterranean hostility of a milieu that resisted accepting them as they were: different and modern, and for that reason transgressors against the traditional order. That, however, had been the easy part for Fermina Daza. Life in the world, which had caused her so much uncertainty before she was familiar with it, was nothing more than a system of atavistic contracts, banal ceremonies, preordained words, with which people entertained each other in society in order not to commit murder. The dominant sign in that paradise of provincial frivolity was fear of the unknown. She had defined it in a simpler way: “The problem in public life is learning to overcome terror; the problem in married life is learning to overcome boredom. She had made this sudden dis covery with the clarity of a revelation when, trailing her endless bridal train behind her, she had entered the vast salon of the Social Club, where the air was thin with the mingled scent of so many flowers, the brilliance of the waltzes, the tumult of perspiring men and tremulous women who looked at her not knowing how they were going to exorcise the dazzling menace that had come to them from the outside world. She had just turned twenty-one and had done little more than leave her house to go to school, but with one look around her she understood that her adversaries were not convulsed with hatred but paralyzed by fear. Instead of frightening them even more, as she was already doing, she had the compassion to help them learn to know her. They were no different from what she wanted them to be, just as in the case of cities, which did not seem better or worse to her, but only as she made them in her heart. Despite the perpetual rain, the sordid merchants, and the Homeric vulgarity of its carriage drivers, she would always remember Paris as the most beautiful city in the world, not because of what it was or was not in reality, but because it was linked to the memory of her happiest years. Dr. Urbino, for his part, commanded respect with the same weapons that were used against him, except that his were wielded with more intelligence and with calculated solemnity. Nothing happened without them: civic exhibitions, the Poetic Festival, artistic events, charity raffles, patriotic ceremonies, the first journey in a balloon. They were there for everything, and almost always from its inception and at the forefront. During those unfortunate years no one could have imagined anyone happier than they or a marriage more harmonious than theirs.
La casa abandonada por el padre le dio a Fermina Daza un refugio propio contra la asfixia del palacio familiar. Tan pronto como escapaba a la vista pública, se iba a escondidas al parque de Los Evangelios, y allí recibía las amigas nuevas y algunas antiguas del colegio o de las clases de pintura: un sustituto inocente de la infidelidad. Vivía horas apacibles de madre soltera con lo mucho que aún le quedaba de sus recuerdos de niña. Volvió a comprar los cuervos perfumados, recogió gatos de la calle y los puso al cuidado de Gala Placidia, ya vieja y un poco impedida por el reumatismo, pero todavía con ánimos para resucitar la casa. Volvió a abrir el costurero donde Florentino Ariza la vio por primera vez, donde el doctor Juvenal Urbino le hizo sacar la lengua para tratar de conocerle el corazón, y lo convirtió en un santuario del pasado. Una tarde invernal fue a cerrar el balcón, antes de que se desempedrara la tormenta, y vio a Florentino Ariza en su escaño bajo los almendros del parquecito, con el traje de su padre reducido para él y el libro abierto en el regazo, pero, no lo vio como entonces lo había visto por casualidad varias veces, sino a la edad con que se le quedó en la memoria. Tuvo el temor de que aquella visión fuera un aviso de la muerte, y le dolió. Se atrevió a decirse que tal vez hubiera sido feliz con él, sola con él en aquella casa que ella había restaurado para él con tanto amor como él había restaurado la suya para ella, y la simple suposición la asustó, porque le permitió darse cuenta de los extremos de desdicha a que había llegado. Entonces apeló a sus últimas fuerzas y obligó al marido a discutir sin evasivas, a enfrentarse con ella, a pelear con ella, a llorar juntos de rabia por la pérdida del paraíso, hasta que oyeron cantar los últimos gallos, y se hizo la luz por entre los encajes del palacio, y se encendió el sol, y el marido abotagado de tanto hablar, agotado de no dormir, con el corazón fortalecido de tanto llorar, se apretó los cordones de los botines, se apretó el cinturón, se apretó todo lo que todavía le quedaba de hombre, y le dijo que sí, mi amor, que se iban a buscar el amor que se les había perdido en Europa: mañana mismo y para siempre. Fue una decisión tan cierta, que acordó con el Banco del Tesoro, su administrador universal, la liquidación inmediata de la vasta fortuna familiar, desperdigada desde sus orígenes en toda clase de negocios, inversiones y papeles sagrados y lentos, y de la cual sólo sabía él a ciencia cierta que no era tan desmedida como decía la leyenda: apenas lo justo para no tener que pensar en ella. Lo que fuera, convertido en oro sellado, debía ser girado poco a poco a sus bancos del exterior, hasta que no les quedara a él y a su esposa en esta patria inclemente ni un palmo de tierra donde caerse muertos.
The house left by her father gave Fermina Daza a refuge from the asphyxiation of the family palace. As soon as she could escape from public view, she would go in secret to the Park of the Evangels, and there she would visit with new friends and some old ones from school or the painting classes: an innocent substitute for infidelity. She spent tranquil hours as a single mother, surrounded by what remained of her girlhood memories. She replaced the perfumed crows, found cats on the street and placed them in the care of Gala Placidia, who by this time was old and somewhat slowed by rheumatism but still willing to bring the house back to life. She opened the sewing room where Florentino Ariza saw her for the first time, where Dr. Juvenal Urbino had her stick out her tongue so that he could try to read her heart, and she turned it into a sanctuary of the past. One winter afternoon she went to close the balcony because a heavy storm was threatening, and she saw Florentino Ariza on his bench under the almond trees in the little park, with his father′s suit altered to fit him and his book open on his lap, but this time she did not see him as she had seen him by accident on various occasions, but at the age at which he remained in her memory. She was afraid that the vision was an omen of death, and she was grief-stricken. She dared to tell herself that perhaps she would have been happier with him, alone with him in that house she had restored for him with as much love as he had felt when he restored his house for her, and that simple hypothesis dismayed her because it permitted her to realize the extreme of unhappiness she had reached. Then she summoned her last strength and obliged her husband to talk to her without evasion, to confront her, to argue with her, to cry with her in rage at the loss of paradise, until they heard the last rooster crow, and the light filtered in through the lace curtains of the palace, and the sun rose, and her husband, puffy with so much talk, exhausted with lack of sleep, his heart fortified with so much weeping, laced his shoes, tightened his belt, fastened everything that remained to him of his manhood, and told her yes, my love, they were going to look for the love they had lost in Europe: starting tomorrow and forever after. It was such a firm decision that he arranged with the Treasury Bank, his general administrator, for the immediate liquidation of the vast fa mily fortune, which was dispersed, and had been from the very beginning, in all kinds of businesses, investments, and long-term, sacred bonds, and which only he knew was not as excessive as legend would have it: just large enough so one did not need to think about it. What there was of it was converted into stamped gold, to be invested little by little in his foreign bank accounts until he and his wife would own nothing in this harsh country, not even a plot of ground to die on.
Pues Florentino Ariza existía, en efecto, al contrario de lo que ella se había propuesto creer. Estaba en el muelle del transatlántico de Francia cuando ella llegó con el marido y el hijo en el landó ′de los caballos de oro, y los vio bajar como tantas veces los había visto en los actos públicos: perfectos. Iban con el hijo, educado de un modo que ya permitía saber cómo sería de adulto: tal como fue. Juvenal Urbino saludó a Florentino Ariza con un sombrero alegre: "Nos vamos a la conquista de Flandes". Fermina Daza le hizo una inclinación de cabeza, y Florentino Ariza se descubrió, hizo una reverencia leve, y ella se fijó en él sin un gesto de compasión por los estragos prematuros de su calvicie. Era él, tal como ella lo veía: la sombra de alguien a quien nunca conoció.
And yet Florentino Ariza actually existed, contrary to what she had decided to believe. He was on the pier where the French ocean liner was docked when she arrived with her husband and child in the landau drawn by the golden horses, and he saw them emerge as he had so often seen the m at public ceremonies: perfect. They were leaving with their son, raised in such a way that one could already see what he would be like as an adult: and so he was. Juvenal Urbino greeted Florentino Ariza with a joyous wave of his hat: “We′re off to conquer Flanders. Fermina Daza nodded, and Florentino Ariza took off his hat and made a slight bow, and she looked at him without the slightest compassion for the premature ravages of baldness. There he was, just as she saw him: the shadow of someone she had never met.
Tampoco Florentino Ariza estaba en su mejor momento. Al trabajo cada día más intenso, a sus hastíos de cazador furtivo, a la calma chicha de los años, se había agregado la crisis final de Tránsito Ariza, cuya memoria había terminado sin recuerdos: casi en blanco. Hasta el punto de que a veces se volvía hacia él, lo veía leyendo en el sillón de siempre, y le preguntaba sorprendida: "¿Y tú eres hijo de quién?". El le contestaba siempre la verdad, pero ella volvía a interrumpirlo en seguida.
These were not the best times for Florentino Ariza either. In addition to his work, which grew more and more intense, and the tedium of his furtive hunting, and the dead calm of the years, there was also the final crisis of Tránsito Ariza, whose mind had been left almost without memories, almost a blank, to the point where she would turn to him at times, see him reading in the armchair he always sat in, and ask him in surprise: “And whose son are you? He would always reply with the truth, but she would interrupt him again without delay:
-Y dime una cosa, hijo -le preguntaba-: ¿yo quién soy?
“And tell me something, my boy, she would ask. “Who am I?
Había engordado tanto que no podía moverse′ y se pasaba el día en la mercería donde ya no quedaba nada que vender, acicalándose desde que se levantaba con los primeros gallos hasta la madrugada del día siguiente, pues dormía muy pocas horas. Se onía guirnaldas de flores en la cabeza, se pintaba los labios, se empolvaba la cara y los brazos, y al final le preguntaba a quien estuviera con ella cómo había quedado. Los vecinos sabían que esperaba siempre la misma respuesta: "Eres la Cucarachita
She had grown so fat that she could not move, and she spent the day in the notions shop, where there was no longer anything to sell, primping and dressing in finery from the time she awoke with the first roosters until the following dawn, for she slept very little. She would put garlands of flowers on her head, paint her lips, powder her face and arms, and at last she would ask whoever was with her, “Who am I now? The neighbors knew that she always expected the same reply: “You are Little Roachie Martínez. This identity, stolen from a character in a children′s story, was the only one that satisfied her.
Martínez". Esta identidad, usurpada al personaje de un cuento para niños, era la única que la dejaba conforme. Seguía meciéndose, abanicándose con el ramillete de grandes plumas rosadas, hasta que volvía a empezar de nuevo: la corona de flores de papel, el almizcle en los párpados, el carmín en los labios, la costra de albayalde en la cara. Y otra vez la pregunta a quien estuviera cerca: "¿Cómo quedé?". Cuando se convirtió en la reina de burlas del vecindario, Florentino Ariza hizo desmontar en una noche el mostrador y los armarios de gavetas de la antigua mercería, clausuró la puerta de la calle, arregló el local como le había oído a ella describir el dormitorio de Cucarachita Martínez, y nunca más volvió a preguntar quién era.
She continued to rock and to fan herself with long pink feathers, until she began all over again: the crown of paper flowers, violet on her eyelids, red on her lips, dead white on her face. And again the question to whoever was nearby: “Who am I now? When she became the laughingstock of the neighborhood, Florentino Ariza had the counter and the storage drawers of the old notions shop dismantled in one night, and the street door sealed, and the space arranged just as he had heard her describe Roachie Martínez′s bedroom, and she never asked again who she was.
Por sugerencia del tío León XII había buscado una mujer mayor que se ocupara de ella, pero la pobre andaba siempre más dormida que despierta, y a veces daba la impresión de que también ella se olvidaba de quién era. De modo que Florentino Ariza se quedaba en casa desde que salía de la oficina hasta que lograba dormir a la madre. No volvió a jugar dominó en el Club del Comercio, ni volvió a ver en mucho tiempo las pocas amigas antiguas que había seguido frecuentando, pues algo muy profundo había cambiado en su corazón después de su encuentro de horror con Olimpia Zuleta.
At the suggestion of Uncle Leo XII, he found an older woman to take care of her, but the poor thing was always more asleep than awake, and at times she gave the impression that she, too, forgot who she was. So that Florentino Ariza would stay home from the time he left the office until he managed to put his mother to sleep. He no longer played dominoes at the Commercial Club, and for a long time he did not visit the few women friends he had continued to see, for something very profound had changed in his heart after his dreadful meeting with Olimpia Zuleta.
Había sido fulminante. Florentino Ariza acababa de llevar al tío León XII hasta su casa, en medio de una de aquellas tormentas de octubre que nos dejaban en convalecencia, cuando vio desde el coche una muchacha menuda, muy ágil, con un traje lleno de volantes de organza que más bien parecía un vestido de novia. La vio corriendo azorada de un lado para otro, porque el viento le había arrebatado la sombrilla y se la había llevado volando por el mar. Él la rescató en el coche y se desvió de su camino para llevarla hasta su casa, una antigua ermita adaptada para vivir frente al mar abierto, cuyo patio lleno de casitas de palomas se veía desde la calle. Ella le contó en el camino que se había casado hacía menos de un año con un cacharrero del mercado que Florentino Ariza había visto muchas veces en los buques de su empresa, desembarcando cajones con toda clase de cherembecos para vender, y con un mundo de palomas en una jaula de mimbre como la que usaban las madres en los buques fluviales para llevar a los niños recién nacidos. Olimpia Zuleta parecía ser de la familia de las avispas, no sólo por las ancas alzadas y el busto exiguo, sino por toda ella, el cabello de alambre de cobre, las pecas de sol, los ojos redondos y vivos más separados de lo normal, y una voz afinada que sólo usaba para decir cosas inteligentes y divertidas. A Florentino Ariza le pareció mas graciosa que atractiva y la olvidó tan pronto como la dejó en su casa, donde vivía con el marido, y con el padre de éste y otros miembros de la familia.
It was as if he had been struck by lightning. Florentino Ariza had just taken Uncle Leo XII home during one of those October storms that would leave us reeling, when he saw from his carriage a slight, very agile girl in a dress covered with organza ruffles that looked like a bridal gown. He saw her running in alarm from one side of the street to the other, because the wind had snatched away her parasol and was blowing it out to sea. He rescued her in his carriage and went out of his way to take her to her house, an old converted hermitage that faced the open sea and whose patio, visible from the street, was full of pigeon coops. On the way, she told him that she had been married less than a year to a man who sold trinkets in the market, whom Florentino Ariza had often seen on his company′s boats unloading cartons of all kinds of salable merchandise and with a multitude of pigeons in a wicker cage of the sort mothers used on riverboats for carrying infants. Olimpia Zuleta seemed to belong to the wasp family, not only because of her high buttocks and meager bosom, but because of everything about her: her hair like copper wire, her freckles, her round, animated eyes that were farther apart than normal, and her melodious voice that she used only for saying intelligent and amusing things. Florentino Ariza thought she was more witty than attractive, and he forgot her as soon as he left her at her house, where she lived with her husband, his father, and other members of his family.
Unos días después, volvió a ver al marido en el puerto, embarcando mercancía en vez de desembarcarla, y cuando el buque zarpó, Florentino Ariza oyó muy clara en el oído la voz del diablo. Esa tarde, después de acompañar al tío León XII, pasó como por casualidad por la casa de Olimpia Zuleta, y la vio por encima de la cerca dándoles de comer a las palomas alborotadas. Le gritó desde el coche por encima de la cerca: "¿Cuánto cuesta una paloma?". Ella lo reconoció y le contestó con voz alegre: "No se venden". Él le preguntó: "¿Entonces cómo se hace para tener una?". Sin dejar de echarles comida a las palomas, ella le contestó: "Se lleva en coche a la palomera cuando se la encuentra perdida en el aguacero". Así que Florentino Ariza llegó a su casa aquella noche con un regalo de gratitud de Olimpia Zuleta: una paloma mensajera con un anillo de metal en la canilla.
A few days later he saw her husband at the port, loading merchandise instead of unloading it, and when the ship weighed anchor Florentino heard, with great clarity, the voice of the devil in his ear. That afternoon, after taking Uncle Leo XII home, he passed by Olimpia Zuleta′s house as if by accident, and he saw her over the fence, feeding the noisy pigeons. He called to her from his carriage: “How much for a pigeon? She recognized him and answered in a merry voice: “They are not for sale. He asked: “Then what must I do to get one? Still feeding the pigeons, she replied: “You drive her back to the coop when you find her lost in a storm. So that Florentino Ariza arrived home that night with a thank-you gift from Olimpia Zuleta: a carrier pigeon with a metal ring around its leg.
La tarde siguiente, a la misma hora de la comida, la bella palomera vio la paloma regalada de regreso en el palomar, y pensó que se había escapado. Pero cuando la cogió para examinarla se dio cuenta de que tenía un papelito enrollado en el anillo: una declaración de amor. Era la primera vez que Florentino Ariza dejaba una huella escrita, y no sería la última, aunque en esta ocasión había tenido la prudencia de no firmar. Iba entrando en su casa la tarde siguiente, miércoles, cuando un niño de la calle le entregó la misma paloma dentro de una jaula, con el recado de memoria de que aquí le manda esto la señora de las palomas, y le manda a decir que por favor la guarde bien en la jaula cerrada porque si no se le vuelve a volar y esta es la última vez que se la devuelve. No supo cómo interpretarlo: o bien la paloma había perdido la carta en el camino, o la palomera había resuelto hacerse la tonta, o mandaba la paloma para que él volviera a mandarla. En este último caso, sin embargo, lo natural hubiera sido que ella devolviera la aloma con una respuesta.
The next afternoon, just at dinnertime, the beautiful pigeon fancier saw the gift carrier pigeon in the dovecote and thought it had escaped. But when she picked it up to examine it, she realized that there was a slip of paper inside the ring: a declaration of love. It was the first time that Florentino Ariza had left a written trace, and it would not be the last, although on this occasion he had been prudent enough not to sign his name. He was going into his house the following afternoon, a Wednesday, when a street boy handed him the same pigeon in a cage, with a memorized message that the pigeon lady hereby sends you this, and says to tell you to please keep the cage locked because if not it will fly away again and this is the last time she will send it back. He had no idea how to interpret this: either the pigeon had lost the note en route, or the pigeonkeeper had decided to play innocent, or she had returned the pigeon so that he could send it back to her again. If that was true, however, the natural thing would have been for her to return the pigeon with a reply.
El sábado por la mañana, después de mucho pensarlo, Florentino Ariza volvió a mandar la paloma con otra carta sin firma. Esa vez no tuvo que esperar al día siguiente. Por la tarde, el mismo niño volvió a llevársela en otra jaula, con el recado de que aquí le manda otra vez la paloma que se le volvió a volar, que antier se la devolvió por buena educación y que esta se la devuelve por lástima, pero que ahora sí es verdad que no se la manda más si se le vuelve a volar. Tránsito Ariza se entretuvo hasta muy tarde con la aloma, la sacó de la jaula, la arrulló en los brazos, trató de dormirla con canciones de niños, y de pronto se dio cuenta de que tenía en el anillo de la pata un papelito con una sola línea: No acepto anónimos. Florentino Ariza lo leyó con el corazón enloquecido, como si fuera la culminación de su primera aventura, y apenas si pudo dormir esa noche dando saltos de impaciencia. Al día siguiente muy temprano, antes de irse a la oficina, soltó otra vez la paloma con un papel de amor firmado con su nombre muy claro, y le uso además en el anillo la rosa más fresca, más encendida y fragante de su jardín.
On Saturday morning, after much thought, Florentino Ariza sent back the pigeon with another unsigned letter. This time he did not have to wait until the next day. In the afternoon the same boy brought it back in another cage, with a message that said she hereby sends back the pigeon that flew away again, and that the day before yesterday she returned it out of courtesy and this time she returns it out of pity, but that now it is really true that she will not return it again if it flies away another time. Tránsito Ariza played with the pigeon until very late, she took it out of the cage, she rocked it in her arms, she tried to lull it to sleep with children′s songs, and then suddenly Florentino Ariza realized that in the ring around its leg was a little piece of paper with one line written on it: I donot accept anonymous letters. Florentino Ariza read it, his heart wild with joy as if this were the culmination of his first adventure, and he did not sleep a wink that night as he tossed and turned with impatience. Very early the next day, before he left for the office, he once again set the pigeon free, carrying a love note that bore his clear signature, and he also put in the ring the freshest, reddest, and most fragrant rose from his garden.
No fue tan fácil. Al cabo de tres meses de asedios, la bella palomera seguía contestando lo mismo: "Yo no soy de esas". Pero nunca dejó de recibir los mensajes o de acudir a las citas que Florentino Ariza arreglaba de manera que parecieran encuentros casuales. Estaba desconocido: el amante que nunca dio la cara, el más ávido de amor pero también el más mezquino, el que no daba nada y todo lo quería, el que no permitió que nadie le dejara en el corazón una huella de su paso, el cazador agazapado se echó por la calle de en medio en un arrebato de cartas firmadas, de regalos galantes, de rondas imprudentes a la casa de la palomera, aun en dos ocasiones en que el marido no andaba de viaje ni estaba en el mercado. Fue la única vez, desde los primeros tiempos del primer amor, en que se sintió atravesado por una lanza.
It was not that easy. After three months of pursuit, the beautiful pigeon fancier was still sending the same answer: I am not one of those women. But she never refused to accept his messages or broke any of the dates that Florentino Ariza arranged so that they would seem to be casual encounters. He was a different person: the lover who never showed his face, the man most avid for love as well as most niggardly with it, the man who gave nothing and wanted everything, the man who did not allow anyone to leave a trace of her passing in his heart, the hunter lying in ambush--this man went out on the street in the midst of ecstatic signed letters, gallant gifts, imprudent vigils at the pigeonkeeper′s house, even on two occasions when her husband was not on a trip or at the market. It was the only time, since his youngest days, when he felt himself run through by the lance of love.
Seis meses después del primer encuentro, se vieron por fin en el camarote de un buque fluvial que estaba en reparación de pintura en los muelles fluviales. Fue una tarde maravillosa. Olimpia Zuleta tenía un amor alegre, de palomera alborotada, y le gustaba permanecer desnuda por varias horas, en un reposo lento que tenía para ella tanto amor como el amor. El camarote estaba desmantelado, pintado a medias, y el olor de la trementina era bueno para llevárselo en el recuerdo de una tarde feliz. De pronto, a instancias de una inspiración insólita, Florentino Ariza destapó un tarro de pintura roja que estaba al alcance de la litera, se mojó el índice, y pintó en el pubis de la bella palomera una flecha de sangre dirigida hacia el sur′ y le escribió un letrero en el vientre: Esta cuca es mía. Esa misma noche, Olimpia Zuleta se desnudó delante del marido sin acordarse del letrero, y él no dijo una palabra, ni siquiera le cambió el aliento, nada, sino que fue al baño por la navaja barbera mientras ella se ponía la camisa de dormir, y la degolló de un tajo.
Six months after their first meeting, they found themselves at last in a cabin on a riverboat that was being painted at the docks. It was a marvelous afternoon. Olimpia Zuleta had the joyous love of a startled pigeon fancier, and she preferred to remain naked for several hours in a slow-moving repose that was, for her, as loving as love itself. The cabin was dismantled, half painted, and they would take the odor of turpentine away with them in the memory of a happy afternoon. In a sudden inspiration, Florentino Ariza opened a can of red paint that was within reach of the bunk, wet his index finger, and painted the pubis of the beautiful pigeon fancier with an arrow of blood pointing south, and on her belly the words: This pussy is mine. That same night, Olimpia Zuleta undressed in front of her husband, having forgotten what was scrawled there, and he did not say a word, his breathing did not even change, nothing, but he went to the bathroom for his razor while she was putting on her nightgown, and in a single slash he cut her throat.
Florentino Ariza no lo supo hasta muchos días después, cuando el esposo fugitivo fue capturado y relató a los periódicos las razones y la forma del crimen. Durante muchos años pensó con temor en las cartas firmadas, llevó la cuenta de los años de cárcel del asesino que lo conocía muy bien por sus negocios en los buques, pero no le temía tanto al navajazo en el cuello, ni al escándalo público, como a la mala suerte de que Fermina Daza se enterara de su deslealtad. En los años de espera, la mujer que cuidaba a Tránsito Ariza tuvo que demorarse en el mercado más de lo previsto por causa de un aguacero fuera de estación, y cuando volvió a la casa la encontró muerta. Estaba sentada en el mecedor, pintorreteada y floral, como siempre, y con los ojos tan vivos y una sonrisa tan maliciosa que su guardiana no se dio cuenta de que estaba muerta sino al cabo de dos horas. Poco antes había repartido entre los niños del vecindario la fortuna en oros y pedrerías de las múcuras enterradas debajo de la cama, diciéndoles que se podían comer como caramelos, y no fue posible recuperar algunas de las más valiosas. Florentino Ariza la enterró en la antigua hacienda de La Mano de Dios, que todavía era conocida como el Cementerio del Cólera, y le sembró sobre la tumba una mata de rosas.
Florentino did no t find out until many days later, when the fugitive husband was captured and told the newspapers the reasons for the crime and how he had committed it. For many years he thought with terror about the signed letters, he kept track of the prison term of the murderer, who knew him because of his dealings with the boat company, but it was not so much fear of a knife at his throat or a public scandal as the misfortune of Fermina Daza′s learning about his infidelity. One day during his years of waiting, the woman who took care of Tránsito Ariza had to stay at the market longer than expected because of an unseasonable downpour, and when she returned to the house she found her sitting in the rocking chair, painted and bedecked as always, and with eyes so animated and a smile so mischievous that her caretaker did not realize she was dead until two hours later. Shortly before her death she had distributed to the neighborhood children the fortune in gold and jewels hidden in the jars buried under her bed, saying they could eat them like candy, and some of the most valuable were impossible to recover. Florentino Ariza buried her in the former Hand of God ranch, which was still known as the Cholera Cemetery, and he planted a rosebush on her grave.
Desde las primeras visitas al cementerio, Florentino Ariza descubrió que muy cerca de allí estaba enterrada Olimpia Zuleta, sin lápida, pero con el nombre y la fecha escritos con el dedo en el cemento fresco de la cripta, y pensó horrorizado que era una burla sangrienta del esposo. Cuando el rosal floreció le dejaba una rosa en la tumba, si no había nadie a la vista, y más tarde le plantó una cepa cortada del rosal de la madre. Ambos rosales proliferaban con tanto alborozo, que Florentino Ariza tenía que llevar las cizallas y otros hierros de jardín para mantenerlos en orden. Pero fue superior a sus fuerzas: a la vuelta de unos años los dos rosales se habían extendido como maleza por entre las tumbas, y el buen cementerio de la peste se llamó desde entonces el Cementerio de las Rosas, hasta que algún alcalde menos realista que la sabiduría popular arrasó en una noche con los rosales y le colgó un letrero republicano en el arco de la entrada: Cementerio Universal.
After his first few visits to the cemetery, Florentino Ariza discovered that Olimpia Zuleta was buried very close by, without a tombstone but with her name and the date scrawled in the fresh cement of the crypt, and he thought in horror that this was one of her husband′s sanguinary jokes. When the roses bloomed he would place a flower on her grave if there was no one in sight, and later he planted a cutting taken from his mother′s rosebush. Both bloomed in such profusion that Florentino Ariza had to bring shears and other garden tools to keep them under control. But the task was beyond him: after a few years the two rosebushes had spread like weeds among the graves, and from then on, the unadorned cemetery of the plague was called the Cemetery of Roses, until some mayor who was less realistic than popular wisdom cleared out the roses one night and hung a republican sign from the arch of the entrance gate: Universal Cemetery.
La muerte de la madre dejó a Florentino Ariza condenado otra vez a sus compromisos maniáticos: la oficina, los encuentros por turnos estrictos con las amantes crónicas, las partidas de dominó en el Club del Comercio, los mismos libros de amor, las visitas dominicales al cementerio. Era el óxido de la rutina, tan denigrado y tan temido, pero que a él lo había protegido de la conciencia de la edad. Sin embargo, un domingo de diciembre, cuando ya los rosales de las tumbas les habían ganado a las cizallas, vio las golondrinas en los cables de la luz eléctrica recién instalada, y se dio cuenta de golpe de cuánto tiempo había pasado desde la muerte de su madre, y cuánto desde el asesinato de Olimpia Zuleta, y tantos cuántos desde aquella otra tarde del diciembre lejano en que Fermina Daza le mandó una carta diciéndole que sí, que lo amaría hasta siempre. Hasta entonces se había comportado como si el tiempo no pasara para él sino para los otros. Apenas la semana anterior se había encontrado en la calle con una de las tantas parejas que se casaron gracias a las cartas escritas por él, y no reconoció al hijo mayor, que era su ahijado. Resolvió el bochorno con el aspaviento convencional: "¡Carajo, si ya es un hombre!". Seguía siendo así, aun después de que el cuerpo empezó a mandarle las primeras señales de alarma, porque siempre había tenido la salud de piedra de los enfermizos. Tránsito Ariza solía decir: "De lo único que mi hijo ha estado enfermo es del cólera". Confundía el cólera con el amor, por supuesto, desde mucho antes de que se le embrollara la memoria. Pero de todos modos se equivocaba, porque el hijo había tenido en secreto seis blenorragias, si bien el médico decía que no eran seis sino la misma y única que volvía a aparecer después de cada batalla perdida. Había tenido además un incordio, cuatro crestas y seis empeines, pero ni a él ni a ningún hombre se le hubiera ocurrido contarlos como enfermedades sino como trofeos de guerra.
The death of his mother left Florentino Ariza condemned once again to his maniacal pursuits: the office, his meetings in strict rotation with his regular mistresses, the domino games at the Commercial Club, the same books of love, the Sunday visits to the cemetery. It was the rust of routine, which he had despised and feared so much, but which had protected him from an awareness of his age. However, one Sunday in December, when the rosebushes on the tombs had already defeated the garden shears, he saw the swallows on the recently installed electric wires and he suddenly realized how much time had gone by since the death of his mother, and how much since the murder of Olimpia Zuleta, and how very much since that other distant December afternoon when Fermina Daza sent him a letter saying yes, she would love him always. Until then he had behaved as if time would not pass for him but only for others. Just the week before, he happened to meet on the street one of the many couples who had married because of the letters he had written, and he did not recognize their oldest child, who was his godson. He smoothed over his embarrassment with the conventional exclamation: “I′ll be damned, he′s a man already! And he continued in the same way even after his body began sending him the first warning signals, because he had always had the iron constitution of the sickly. Tránsito Ariza used to say: “The only disease my son ever had was cholera. She had confused cholera with love, of course, long before her memory failed. But in any event she was mistaken, because her son had suffered from six blennorrhagias, although the doctor had said they were not six but the same one that reappeared after each lost battle. He had also had a swollen lymph gland, four warts, and six cases of impetigo in the groin, but it would not have occurred to him or any man to think of these as diseases; they were only the spoils of war.
Apenas cumplidos los cuarenta años había tenido que acudir al médico con dolores indefinidos en distintas partes del cuerpo. Después de muchos exámenes, el médico le había dicho: "Son cosas de la edad". Él volvía siempre a casa sin preguntarse siquiera si todo eso tenía algo que ver con él. Pues el único punto de referencia de su pasado eran sus amores efímeros con Fermina Daza, y sólo lo que tuviera algo que ver con ella tenía algo que ver con las cuentas de su vida. De modo que la tarde en que vio las golondrinas en los cables de luz repasó su pasado desde el recuerdo más antiguo, repasó sus amores de ocasión, los incontables escollos que había tenido que sortear para alcanzar un puesto de mando, los incidentes sin cuento que le había causado su determinación encarnizada de que Fermina Daza fuera suya, y él de ella por encima de todo y contra todo, y sólo entonces descubrió que se le estaba pasando la vida. Lo estremeció un escalofrío de las visceras que lo dejó sin luz, y tuvo que soltar las herramientas de jardín y apoyarse en el muro del cementerio para que no lo derribara el primer zarpazo de la vejez.
When he had just turned forty, he had gone to the doctor because of vague pains in various parts of his body. After many tests, the doctor had said: “It′s age. He had returned home without even wondering if any of that had anything to do with him. For his only point of reference in his own past was the ephemeral love affair with Fermina Daza, and only what concerned her had anything to do with reckoning his life. So that on the afternoon when he saw the swallows on the electric wires, he reviewed the past from his earliest memory, he reviewed his chance loves, the countless pitfalls he had been obliged to avoid in order to reach a position of authority, the events without number that had given rise to his bitter determination that Fermina Daza would be his and he would be hers despite everything, in the face of everything, and only then did he realize that his life was passing. He was shaken by a visceral shudder that left his mind blank, and he had to drop the garden tools and lean against the cemetery wall so that the first blow of old age would not knock him down.
-¡Carajo -se dijo aterrado-, todo hace treinta años!
“Damn it, he said, appalled, “that all happened thirty years ago!
Así era. Treinta años que habían pasado también para Fermina Daza, desde luego, pero que habían sido para ella los mas gratos y reparadores de su vida. Los días de horror del Palacio de Casalduero estaban relegados en el basurero de la memoria. Vivía en su nueva casa de La Manga, dueña absoluta de su destino, con un marido que volvería a preferir entre todos los hombres del mundo si hubiera tenido que escoger otra vez, con un hijo que prolongaba la tradición de la estirpe en la Escuela de Medicina, y una hija tan parecida a ella cuando tenía su edad, que a veces la perturbaba la impresión de sentirse repetida. Había vuelto tres veces a Europa después del viaje desgraciado que había previsto para no volver jamás por no vivir en el espanto perpetuo.
And it had. Thirty years that had also gone by for Fermina Daza, of course, but had been for her the most pleasant and exhilarating years of her life. The days of horror in the Palace of Casalduero were relegated to the trash heap of memory. She was living in her new house in La Manga, absolute mistress of her own destiny, with a hus band she would have preferred to all the men in the world if she had to choose again, a son who was continuing the family tradition in the Medical School, and a daughter so much like her when she was her age that at times she was disturbed by the impression of feeling herself duplicated. She had returned to Europe three times after the unfortunate trip from which she had intended never to return so that she would not have to live in perpetual turmoil.
Dios debió escuchar por fin las oraciones de alguien: a los dos años de estancia en París, cuando Fermina Daza y Juvenal Urbino empezaban apenas a buscar lo que quedara del amor entre los escombros, un telegrama de media noche los despertó con la noticia de que doña Blanca de Urbino estaba enferma de gravedad, y fue casi alcanzado por otro con la noticia de la muerte. Regresaron de inmediato. Fermina Daza desembarcó con una túnica de luto cuya amplitud no alcanzaba a disimular su estado. Estaba encinta otra vez, en efecto, y la noticia dio origen a una canción popular más maliciosa que maligna, cuyo estribillo estuvo de moda el resto del año: Qué será lo que tiene la bella en Pans, que siempre que va regresa a parir. A pesar de la ordinariez de la letra, el doctor Juvenal Urbino la ordenaba hasta muchos años después en las fiestas del Club Social como una prueba de su buen talante.
God must have finally listened to someone′s prayers: after two years in Paris, when Fermina Daza and Juvenal Urbino were just beginning to find what remained of their love in the ruins, a midnight telegram awoke them with the news that Doña Blanca de Urbino was gravely ill, and almost on its heels came another with the news of her death. They returned without delay. Fermina Daza walked off the ship wearing a black tunic whose fullness could not hide her condition. In fact she was pregnant again, and this news gave rise to a popular song, more mischievous than malicious, whose chorus was heard for the rest of the year: What d′you think she does over there, this beauty from ourearth? Whenever she comes back from Paris, she′s ready to give birth. Despite the vulgarity of the words, for many years afterward Dr. Juvenal Urbino would request it at Social Club dances to prove he was a good sport.
El noble palacio del Marqués de Casalduero, de cuya existencia y blasones no se encontró nunca una noticia cierta, fue vendido primero a la Tesorería Municipal por un recio adecuado, y más tarde revendido por una fortuna al gobierno central, cuando un investigador holandés estuvo haciendo excavaciones para probar que allí estaba la tumba verdadera de Cristóbal Colón: la quinta. Las hermanas del doctor Urbino se fueron a vivir en el convento de las Salesianas, en reclusión sin votos, y Fermina Daza permaneció en la antigua casa de su padre hasta que estuvo terminada la quinta de La Manga. Entró en ella pisando firme, entró a mandar, con los muebles ingleses traídos desde el viaje de bodas y los complementarios que hizo venir después del viaje de reconciliación, y desde el primer día empezó a llenarla de toda clase de animales exóticos que ella misma iba a comprar en las goletas de las Antillas. Entró con el esposo recuperado, con el hijo bien criado, con la hija que nació a los cuatro meses del regreso y a la cual bautizaron con el nombre de Ofelia. El doctor Urbino, por su parte, entendió que era imposible recuperar a la esposa de un modo tan completo como la tuvo en el viaje de bodas, porque la parte de amor que él quería era la que ella le había dado a los hijos con lo mejor de su tiempo, pero aprendió a vivir y a ser feliz con los residuos. La armonía tan anhelada culminó por donde menos lo esperaban en una cena de gala en que sirvieron un plato delicioso que Fermina Daza no logró identificar. Empezó con una buena ración, pero le gustó tanto que repitió con otra igual, y estaba lamentando no servirse la tercera por remilgos de urbanidad, cuando se enteró de que acababa de comerse con un placer insospechado dos latos rebosantes de puré de berenjena. Perdió con galanura: a partir de entonces, en la quinta de La Manga se sirvieron berenjenas en todas sus formas casi con tanta frecuencia como en el Palacio de Casalduero, y eran tan apetecidas por todos que el doctor Juvenal Urbino alegraba los ratos libres de la vejez repitiendo que quería tener otra hija para ponerle el nombre bien amado en la casa: Berenjena Urbino.
The noble palace of the Marquis de Casalduero, whose existence and coat of arms had never been documented, was sold to the municipal treasury for a decent price, and then resold for a fortune to the central government when a Dutch researcher began excavations to prove that the real grave of Christopher Columbus was located there: the fifth one so far. The sisters of Dr. Urbino, without taking vows, went to live in seclusion in the Convent of the Salesians, and Fermina Daza stayed in her father′s old house until the villa in La Manga was completed. She walked in with a firm step, she walked in prepared to command, with the English furniture brought back on their honeymoon and the complementary furnishings they sent for after their reconciliation trip, and from the first day she began to fill it with exotic animals that she herself went to buy on the schooners from the Antilles. She walked in with the husband she had won back, the son she had raised with propriety, the daughter who was born four months after their return and whom they baptized Ofelia. Dr. Urbino, for his part, understood that it was impossible to possess his wife as completely as he had on their honeymoon, because the part of love he wanted was what she had given, along with her best hours, to her children, but he learned to live and be happy with what was left over. The harmony they had longed for reached its culmination when they least expected it, at a gala dinner at which a delicious food was served that Fermina Daza could not identify. She began with a good portion, but she liked it so much that she took another of the same size, and she was lamenting the fact that urbane etiquette did not permit her to help herself to a third, when she learned that she had just eaten, with unsuspected pleasure, two heaping plates of pureed eggplant. She accepted defeat with good grace, and from that time on, eggplant in all its forms was served at the villa in La Manga with almost as much frequency as at the Palace of Casalduero, and it was enjoyed so much by everyone that Dr. Juvenal Urbino would lighten the idle hours of his old age by insisting that he wanted to have another daughter so that he could give her the best- loved word in the house as a name: Eggplant Urbino.
Fermina Daza sabía entonces que la vida privada, al contrario de la vida pública, era tornadiza e imprevisible. No le era fácil establecer diferencias reales entre los niños y los adultos, pero en último análisis prefería a los niños, porque tenían criterios más ciertos. Apenas doblado el cabo de la madurez, desprovista por fin de cualquier espejismo, empezó a vislumbrar el desencanto de no haber sido nunca lo que soñaba ser cuando era joven, en el parque de Los Evangelios, sino algo que nunca se atrevió a decirse ni siquiera a sí misma: una sirvienta de lujo. En sociedad terminó por ser la más amada, la más complacida, y por lo mismo la más temida, pero en nada se le exigía con más rigor ni se le perdonaba menos que en el gobierno de la casa. Siempre se sintió viviendo una vida prestada por el esposo: soberana absoluta de un vasto imperio de felicidad edificado por él y sólo para él. Sabía que él la amaba más allá de todo, más que a nadie en el mundo, pero sólo para él: a su santo servicio.
Fermina Daza knew then that private life, unlike public life, was fickle and unpredictable. It was not easy for her to establish real differences between children and adults, but in the last analysis she preferred children, because their judgment was more reliable. She had barely turned the corner into maturity, free at last of illusions, when she began to detect the disillusionment of never having been what she had dreamed of being when she was young, in the Park of the Evangels. Instead, she was something she never dared admit even to herself: a deluxe servant. In society she came to be the woman most loved, most catered to, and by the same token most feared, but in nothing was she more demanding or less forgiving than in the management of her house. She always felt as if her life had been lent to her by her husband: she was absolute monarch of a vast empire of happiness, which had been built by him and for him alone. She knew that he loved her above all else, more than anyone else in the world, but only for his own sake: she was in his holy service.
Si algo la mortificaba era la cadena perpetua de las comidas diarias. Pues no sólo tenían que estar a tiempo: tenían que ser perfectas, y tenían que ser justo lo que él quería comer sin preguntárselo. Si ella lo hacía alguna vez, como una de las tantas ceremonias inútiles del ritual doméstico, él ni siquiera levantaba la vista del periódico para contestar: "Cualquier cosa". Lo decía de verdad, con su modo amable, porque no podía concebirse un marido menos despótico. Pero a la hora de comer no podía ser cualquier cosa, sino justo lo que él quería, y sin la mínima falla: que la carne no supiera a carne, que el pescado no supiera a pescado, que el cerdo no supiera a sama, que el pollo no supiera a plumas. Aun cuando no era tiempo de espárragos había que encontrarlos a cualquier precio, para que él pudiera solazarse en el vapor de su propia orina fragante. No lo culpaba a él: culpaba a la vida. Pero él era un protagonista implacable de la vida. Bastaba el tropiezo de una duda para que apartara el plato en la mesa, diciendo: "Esta comida está hecha sin amor". En ese sentido lograba estados fantásticos de inspiración. Alguna vez probó apenas una tisana de manzanilla, y la devolvió con una sola frase: "Esta vaina sabe a ventana". Tanto ella como las criadas se sorprendieron, porque nadie sabía de alguien que se hubiera bebido una ventana hervida, pero cuando probaron la tisana tratando de entender, entendieron: sabía a ventana.
If anything vexed her, it was the perpetual chain of daily meals. For they not only had to be served on time: they had to be perfect, and they had to be just what he wanted to eat, without his having to be asked. If she ever did ask, in one of the innumerable useless ceremonies of their domestic ritual, he would not even look up from the newspaper and would reply: “Anything. In his amiable way he was telling the truth, because one could not imagine a less despotic hus band. But when it was time to eat, it could not be anything, but just what he wanted, and with no defects: the meat should not taste of meat, and the fish should not taste of fish, and the pork should not taste of mange, and the chicken should not taste of feathers. Even when it was not the season for asparagus, it had to be found regardless of cost, so that he could take pleasure in the vapors of his own fragrant urine. She did not blame him: she blamed life. But he was an implacable protagonist in that life. At the mere hint of a doubt, he would push aside his plate and say: “This meal has been prepared without love. In that sphere he would achieve moments of fantastic inspiration. Once he tasted some chamomile tea and sent it back, saying only: “This stuff tastes of window. Both she and the servants were surprised because they had never heard of anyone who had drunk boiled window, but when they tried the tea in an effort to understand, they understood: it did taste of window.
Era un marido perfecto: nunca recogía nada del suelo, ni apagaba la luz, ni cerraba una puerta. En la oscuridad de la mañana, cuando faltaba un botón en la ropa, ella le oía decir: "Uno necesitaría dos esposas, una para quererla, y otra para que le pegue los botones". Todos los días, al primer trago de café, y a la primera cucharada de sopa humeante, lanzaba un aullido desgarrador que ya no asustaba a nadie, y en seguida un desahogo: "El día que me largue de esta casa′ ya sabrán que ha sido porque me aburrí de andar siempre con la boca quemada". Decía que nunca se hacían almuerzos tan apetitosos y distintos como los días en que él no podía comerlos por haberse tomado un purgante, y estaba tan convencido de que era una perfidia de la esposa, que terminó por no purgarse si ella no se purgaba con él.
He was a perfect husband: he never picked up anything from the floor, or turned out a light, or closed a door. In the morning darkness, when he found a button missing from his clothes, she would hear him say: “A man should have two wives: one to love and one to sew on his buttons. Every day, at his first swallow of coffee and at his first spoonful of soup, he would break into a heartrending howl that no longer frightened anyone, and then unburden himself: “The day I leave this house, you will know it is because I grew tired of always having a burned mouth. He would say that they never prepared lunches as appetizing and unusual as on the days when he could not eat because he had taken a laxative, and he was so convinced that this was treachery on the part of his wife that in the end he refused to take a purgative unless she took one with him.
Hastiada de su incomprensión, ella le pidió un regalo insólito en su cumpleaños: que hiciera él por un día los oficios domésticos. Él aceptó divertido, y en efecto tomó posesión de la casa desde el amanecer. Sirvió un desayuno espléndido, pero olvidó que a ella le caían mal los huevos fritos y no tomaba café con leche. Luego impartió las instrucciones para el almuerzo de cumpleaños con ocho invitados y dispuso el arreglo de la casa, y tanto se esforzó por hacer un gobierno mejor que el de ella, que antes del mediodía tuvo que capitular sin un gesto de vergüenza. Desde el primer momento se dio cuenta de no tener la menor idea de dónde estaba nada, sobre todo en la cocina, y las sirvientas le dejaron revolverlo todo para buscar cada cosa, pues también ellas jugaron el juego. A las diez no se habían tomado decisiones para el almuerzo porque todavía no estaba terminada la limpieza de la casa ni el arreglo del dormitorio, el baño se quedó sin lavar, olvidó poner el papel higiénico, cambiar las sábanas, y mandar al cochero a buscar los hijos, y confundió los oficios de las criadas: ordenó a la cocinera que arreglara las camas y puso a cocinar a las camareras. A las once, cuando ya estaban a punto de llegar los invitados, era tal el caos en la casa, que Fermina Daza reasumió el mando, muerta de risa, pero no con la actitud triunfal que hubiera querido, sino estremecida de compasión por la inutilidad doméstica del esposo. Él respiró por la herida con el argumento de siempre: "Al menos no me fue tan mal como te iría a ti tratando de curar enfermos". Pero la lección fue útil, y no sólo para él. En el curso de los años ambos llegaron por distintos caminos a la conclusión sabia de que no era posible vivir juntos de otro modo, ni amarse de otro modo: nada en este mundo era más difícil que el amor.
Tired of his lack of understanding, she asked him for an unusual birthday gift: that for one day he would take care of the domestic chores. He accepted in amusement, and indeed took charge of the house at dawn. He served a splendid breakfast, but he forgot that fried eggs did not agree with her and that she did not drink café con leche. Then he ordered a birthday luncheon for eight guests and gave instructions for tidying the house, and he tried so hard to manage better than she did that before noon he had to capitulate without a trace of embarrassment. From the first moment he realized he did not have the slightest idea where anything was, above all in the kitchen, and the servants let him upset everything to find each item, for they were playing the game too. At ten o′clock no decisions had been made regarding lunch because the housecleaning was not finished yet, the bedroom was not straightened, the bathroom was not scrubbed; he forgot to replace the toilet paper, change the sheets, and send the coachmen for the children, and he confused the servants′ duties: he told the cook to make the beds and set the chambermaids to cooking. At eleven o′clock, when the guests were about to arrive, the chaos in the house was such that Fermina Daza resumed command, laughing out loud, not with the triumphant attitude she would have liked but shaken instead with compassion for the domestic helplessness of her husband. He was bitter as he offered the argument he always used: “Things did not go as badly for me as they would for you if you tried to cure the sick. But it was a useful lesson, and not for him alone. Over the years they both reached the same wise conclusion by different paths: it was not possible to live together in any other way, or love in any other way, and nothing in this world was more difficult than love.
En la plenitud de su nueva vida, Fermina Daza veía a Florentino Ariza en diversas ocasiones públicas, y con tanta más frecuencia cuanto más ascendía él en su trabajo, pero aprendió a verlo con tanta naturalidad que más de una vez se olvidó de saludarlo por distracción. Oía hablar de él a menudo, porque en el mundo de los negocios era un tema constante su escalada cautelosa pero incontenible en la C.F.C. Lo veía mejorar sus modales, su timidez se decantaba como una cierta lejanía enigmática, le sentaba bien un ligero aumento de peso, le convenía la lentitud de la edad, y había sabido resolver con dignidad la calvicie arrasadora. Lo único que siguió desafiando hasta siempre al tiempo y a la moda fueron sus atuendos sombríos, las levitas anacrónicas, el sombrero único, las corbatas de cintas de poeta de la mercería de su madre, el paraguas siniestro. Fermina Daza se fue acostumbrando a verlo de otro modo, y terminó por no relacionarlo con el adolescente lánguido que se sentaba a suspirar por ella bajo los ventarrones de hojas amarillas del parque de Los Evangelios. En todo caso, nunca lo vio con indiferencia, y siempre se alegró con las buenas noticias que le daban sobre él, porque poco a poco la iban aliviando de su culpa.
In the fullness of her new life, Fermina Daza would see Florentino Ariza on various public occasions, with more frequency as he improved his position, but she learned to see him with so much naturalness that more than once, in sheer distraction, she forgot to greet him. She heard about him often, because in the world of business his cautious but inexorable advance in the R.C.C. was a constant topic of conversation. She saw him improve his manners, his timidity was passed off as a certain enigmatic distance, a slight increase in weight suited him, as did the slowness of age, and he had known how to handle his absolute baldness with dignity. The only area in which he persisted in defying time and fashion was in his somber attire, his anachronistic frock coats, his unique hat, the poet′s string ties from his mother′s notions shop, his sinister umbrella. Fermina Daza grew accustomed to seeing him with other eyes, and in the end she did not connect him to the languid adolescent who would sit and sigh for her under the gusts of yellow leaves in the Park of the Evangels. In any case, she never saw him with indifference, and she was always pleased by the good news she heard about him, because that helped to alleviate her guilt.
Sin embargo, cuando ya lo creía borrado por completo de la memoria, reapareció por donde menos lo esperaba convertido en un fantasma de sus nostalgias. Fueron las primeras auras de la vejez, cuando empezó a sentir que algo irreparable había ocurrido en su vida siempre que oía tronar antes de la lluvia. Era la herida incurable del trueno solitario, pedregoso y puntual, que retumbaba todos los días de octubre a las tres de la tarde en la sierra de Villanueva, y cuyo recuerdo se iba haciendo más reciente con los años. Mientras que los recuerdos nuevos se confundían en la memoria a los pocos días, los del viaje legendario por la provincia de la prima Hildebranda se iban volviendo tan vividos que parecían de ayer, con la nitidez perversa de la nostalgia. Se acordaba de Manaure, el de la sierra, su calle única, recta y verde, sus pájaros de buen agüero, la casa de los espantos donde despertaba con la camisa empapada por las lágrimas inagotables de Petra Morales, muerta de amor muchos años antes en la misma cama en que ella dormía. Se acordaba del sabor de las guayabas de entonces que nunca más había vuelto a ser el mismo, de los presagios tan intensos que su rumor se confundía con el de la lluvia, de las tardes de topacio de San Juan del César, cuando salía a pasear con su corte de primas alborotadas y llevaba los dientes apretados para que no se le saliera el corazón por la boca a medida que se acercaban a la telegrafía. Vendió de cualquier modo la casa de su padre porque no podía soportar el dolor de la adolescencia, la visión del parquecito desolado desde el balcón, la fragancia sibilina de las gardenias en las noches de calor, el susto del retrato de dama antigua la tarde de febrero en que se decidió su destino, y hacia dondequiera que se revolvía su memoria de aquellos tiempos tropezaba con el recuerdo de Florentino Ariza. Sin embargo, siempre tuvo bastante serenidad para darse cuenta de que no eran recuerdos de amor, ni de arrepentimiento, sino la imagen de un sinsabor que le dejaba un rastro de lágrimas. Sin saberlo, estaba amenazada por la misma trampa de compasión que había perdido a tantas víctimas desprevenidas de Florentino Ariza.
However, when she thought he was completely erased from her memory, he reappeared where she least expected him, a phantom of her nostalgia. It was during the first glimmering of old age, when she began to feel that something irreparable had occurred in her life whenever she heard thunder before the rain. It was the incurable wound of solitary, stony, punctual thunder that would sound every afternoon in October at three o′clock in the Sierra Villanueva, a memory that was becoming more vivid as the years went by. While more recent events blurred in just a few days, the memories of her legendary journey through Cous in Hildebranda′s province were as sharp as if they had happened yesterday, and they had the perverse clarity of nostalgia. She remembered Manaure, in the mountains, its one straight, green street, its birds of good omen, the haunted house where she would wake to find her nightgown soaked by the endless tears of Petra Morales, who had died of love many years before in the same bed where she lay sleeping. She remembered the taste of the guavas, which had never been the same again, the warning thunder, which had been so intense that its sound was confused with the sound of rain, the topaz afternoons in San Juan del César when she would go walking with her court of excited cousins and clench her teeth so that her heart would not leap out of her mouth as they approached the telegraph office. She had to sell her father′s house because she could not bear the pain of her adolescence, the view of the desolate little park from the balcony, the sibylline fragrance of gardenias on hot nights, the frightening face of an old lady on the February afternoon when her fate was decided, and regardless of where she turned her memory of those times, she would find herself face to face with Florentino Ariza. But she always had enough serenity to know that they were not memories of love or repentance, but the image of a sorrow that left a trail of tears on her cheeks. Without realizing it, she was menaced by the same trap of pity that had been the downfall of so many of Florentino Ariza′s defenseless victims.
Se aferró al esposo. Y justo por la época en que él la necesitaba más, porque iba delante de ella con diez años de desventaja tantaleando solo entre las nieblas de la vejez, y con las desventajas peores de ser hombre y más débil. Terminaron por conocerse tanto, que antes de los treinta años de casados eran como un mismo ser dividido, y se sentían incómodos por la frecuencia con que se adivinaban el pensamiento sin proponérselo, o por el accidente ridículo de que el uno se anticipara en público a lo que el otro iba a decir. Habían sorteado juntos las incomprensiones cotidianas, los odios instantáneos, las porquerías recíprocas y los fabulosos relámpagos de gloria de la complicidad conyugal. Fue la época en que se amaron mejor, sin prisa y sin excesos, y ambos fueron más conscientes y agradecidos de sus victorias inverosímiles contra la adversidad. La vida había de depararles todavía otras pruebas mortales, por supuesto, pero ya no importaba: estaban en la otra orilla.
She clung to her husband. And it was just at the time when he needed her most, because he suffered the disadvantage of being ten years ahead of her as he stumbled alone through the mists of old age, with the even greater disadvantage of being a man and weaker than she was. In the end they knew each other so well that by the time they had been married for thirty years they were like a single divided being, and they felt uncomfortable at the frequency with which they guessed each other′s thoughts without intending to, or the ridiculous accident of one of them anticipating in public what the other was going to say. Together they had overcome the daily incomprehension, the instantaneous hatred, the reciprocal nastiness and fabulous flashes of glory in the conjugal conspiracy. It was the time when they loved each other best, without hurry or excess, when both were most conscious of and grateful for their incredible victories over adversity. Life would still present them with other mortal trials, of course, but that no longer mattered: they were on the other shore.
CHAPTER FIVE
Con ocasión de las festividades del nuevo siglo hubo un novedoso programa de actos públicos, el más memorable de los cuales fue el primer viaje en globo, fruto de la iniciativa inagotable del doctor Juvenal Urbino. Media ciudad se concentró en la Playa del Arsenal para admirar la elevación del enorme balón de tafetán con los colores de la bandera, que llevó el primer correo aéreo a San Juan de la Ciénaga, unas treinta leguas al nordeste en línea recta. El doctor juvenal Urbino y su esposa, que habían conocido la emoción del vuelo en la Exposición Universal de París, fueron los primeros en subir a la barquilla de mimbre, con el ingeniero de vuelo y seis invitados notables. Llevaban una carta del gobernador provincial para las autoridades municipales de San Juan de la Ciénaga, en la cual se establecía para la historia que aquel era el primer correo transportado por los aires. Un cronista de El Diario del Comercio le preguntó al doctor Juvenal Urbino cuáles serían sus últimas palabras si pereciera en la aventura, y él no se demoró para pensar la respuesta que había de merecerle tantas injurias:
ON THE OCCASION of the celebration of the new century, there was an innovative program of public ceremonies, the most memorable of which was the first journey in a balloon, the fruit of the boundless initiative of Dr. Juvenal Urbino. Half the city gathered on the Arsenal Beach to express their wonderment at the ascent of the enormous balloon made of taffeta in the colors of the flag, which carried the first airmail to San Juan de la Ciénaga, some thirty leagues to the northeast as the crow flies. Dr. Juvenal Urbino and his wife, who had experienced the excitement of flight at the World′s Fair in Paris, were the first to climb into the wicker basket, followed by the pilot and six distinguished guests. They were carrying a letter from the Governor of the Province to the municipal officials of San Juan de la Ciénaga, in which it was documented for all time that this was the first mail transported through the air. A journalist from the Commercial Daily asked Dr. Juvenal Urbino for his final words in the event he perished during the adventure, and he did not even take the time to think about the answer that would earn him so much abuse.
-En mi opinión -dijo- el siglo xix cambia para todo el mundo, menos para nosotros.
“In my opinion, he said, “the nineteenth century is passing for everyone except us.
Perdido entre la cándida muchedumbre que cantaba el Himno Nacional mientras el globo ganaba altura, Florentino Ariza se sintió de acuerdo con alguien a quien le oyó comentar en el tumulto que aquélla no era una aventura propia de una mujer, y menos a la edad de Fermina Daza. Pero no fue tan peligrosa, después de todo. O al menos no tan peligrosa como depresiva. El globo llegó sin contratiempos a su destino, después de un viaje apacible por un cielo de un azul inverosímil. Volaron bien, muy bajo, con viento plácido y favorable, primero por las estribaciones de las crestas nevadas, y luego sobre el vasto piélago de la Ciénaga Grande.
Lost in the guileless crowd that sang the national anthem as the balloon gained altitude, Florentino Ariza felt himself in agreement with the person whose comments he heard over the din, to the effect that this was not a suitable exploit for a woman, least of all one as old as Fermina Daza. But it was not so dangerous after all. Or at least not so much dangerous as depressing. The balloon reached its destination without incident after a peaceful trip through an incredible blue sky. They flew well and very lo w, with a calm, favorable wind, first along the spurs of the snow-covered mountains and then over the vastness of the Great Swamp.
Desde el cielo, como las veía Dios, vieron las ruinas de la muy antigua y heroica ciudad de Cartagena de Indias, la más bella del mundo, abandonada de sus pobladores por el pánico del cólera, después de haber resistido a toda clase de asedios de ingleses y tropelías de bucaneros durante tres siglos. Vieron las murallas intactas, la maleza de las calles, las fortificaciones devoradas por las trinitarias, los palacios de mármoles y altares de oro con sus virreyes podridos de peste dentro de las armaduras.
From the sky they could see, just as God saw them, the ruins of the very old and heroic city of Cartagena de Indias, the most beautiful in the world, abandoned by its inhabitants because of the cholera panic after three centuries of resistance to the sieges of the English and the atrocities of the buccaneers. They saw the walls still intact, the brambles in the streets, the fortifications devoured by heartsease, the marble palaces and the golden altars and the Viceroys rotting with plague inside their armor.
Volaron sobre los palafitos de las Trojas de Cataca, pintados de colores de locos, con tambos para criar iguanas de comer, y colgajos de balsaminas y astromelias en los jardines lacustres. Cientos de niños desnudos se lanzaban al agua alborotados por la gritería de todos, se tiraban por las ventanas, se tiraban desde los techos de las casas y desde las canoas que conducían con una habilidad asombrosa, y se zambullían como sábalos para rescatar los bultos de ropa, los frascos de tabonucos para la tos, las comidas de beneficencia que la hermosa mujer del sombrero de plumas les arrojaba desde la barquilla del globo.
They flew over the lake dwellings of the Trojas in Cataca, painted in lunatic colors, with pens holding iguanas raised for food and balsam apples and crepe myrtle hanging in the lacustrine gardens. Excited by everyone′s shouting, hundreds of naked children plunged into the water, jumping out of windows, jumping from the roofs of the houses and from the canoes that they handled with astonishing skill, and diving like shad to recover the bundles of clothing, the bottles of cough syrup, the beneficent food that the beautiful lady with the feathered hat threw to them from the basket of the balloon.
Volaron sobre el océano de sombras de los plantíos de banano, cuyo silencio se elevaba hasta ellos como un vapor letal, y Fermina Daza se acordó de ella misma a los tres años, a los cuatro quizás, paseando por la floresta sombría de la mano de su madre, que también era casi una niña en medio de otras mujeres vestidas de muselina, igual que ella, con sombrillas blancas y sombreros de gasa. El ingeniero del globo, que iba observando el mundo con un catalejo, dijo: "Parecen muertos". Le pasó el catalejo al doctor Juvenal Urbino, y éste vio las carretas de bueyes entre los sembrados, las guardarrayas de la línea del tren, las acequias heladas, y dondequiera que fijó sus ojos encontró cuerpos humanos esparcidos. Alguien dijo saber que el cólera estaba haciendo estragos en los pueblos de la Ciénaga Grande. El doctor Urbino, mientras hablaba, no dejó de mirar por el catalejo.
They flew over the dark ocean of the banana plantations, whose silence reached them like a lethal vapor, and Fermina Daza remembered herself at the age of three, perhaps four, walking through the shadowy forest holding the hand of her mother, who was almost a girl herself, surrounded by other women dressed in muslin, just like her mother, with white parasols and hats made of gauze. The pilot, who was observing the world through a spyglass, said: “They seem dead. He passed the spyglass to Dr. Juvenal Urbino, who saw the oxcarts in the cultivated fields, the boundary lines of the railroad tracks, the blighted irrigation ditches, and wherever he looked he saw human bodies. Someone said that the cholera was ravaging the villages of the Great Swamp. Dr. Urbino, as he spoke, continued to look through the spyglass.
-Pues debe ser una modalidad muy especial del cólera -dijo-, porque cada muerto tiene su tiro de gracia en la nuca.
“Well, it must be a very special form of cholera, he said, “because every single corpse has received the coup de grace through the back of the neck.
Poco después volaron sobre un mar de espumas, y descendieron sin novedad en un playón ardiente, cuyo suelo agrietado de salitre quemaba como fuego vivo. Allí estaban las autoridades sin más protección contra el sol que los paraguas de diario, estaban las escuelas primarias agitando banderitas al compás de los himnos, las reinas de la belleza con flores achicharradas y coronas de cartón de oro, y la papayera de la próspera población de Gayra, que era por aquellos tiempos la mejor de la costa caribe. Lo único que quería Fermina Daza era ver otra vez su pueblo natal, para confrontarlo con sus recuerdos más antiguos, pero no se lo permitieron a nadie por los riesgos de la este. El doctor Juvenal Urbino entregó la carta histórica, que luego se traspapeló y nunca más se supo de ella, y la comitiva en pleno estuvo a punto de asfixiarse en el sopor de los discursos. Al final los llevaron en muías hasta el embarcadero de Pueblo Viejo, donde la ciénaga se juntaba con el mar, porque el ingeniero no consiguió que el globo volviera a elevarse. Fermina Daza estaba segura de haber pasado por ahí con su madre, muy niña, en una carreta tirada por una yunta de bueyes. Ya siendo mayor se lo había contado varias veces a su padre, y él murió empecinado en que no era posible que ella lo recordara.
A short while later they flew over a foaming sea, and they landed without incident on a broad, hot beach whose surface, cracked with niter burned like fire. The officials were there with no more protection against the sun than ordinary umbrellas, the elementary schools were there waving little flags in time to the music, and the beauty queens with scorched flowers and crowns made of gold cardboard, and the brass band of the prosperous town of Gayra, which in those days was the best along the Caribbean coast. All that Fermina Daza wanted was to see her birthplace again, to confront it with her earliest memories, but no one was allowed to go there because of the dangers of the plague. Dr. Juvenal Urbino delivered the historic letter, which was then mislaid among other papers and never seen again, and the entire delegation almost suffocated in the tedium of the speeches. The pilot could not make the balloon ascend again, and at last they were led on muleback to the dock at Pueblo Viejo, where the swamp met the sea. Fermina Daza was sure she had passed through there with her mother when she was very young, in a cart drawn by a team of oxen. When she was older, she had repeated the story several times to her father, who died insisting that she could not possibly recall that.
-Recuerdo muy bien ese viaje, y fue exacto -le dijo él-, pero sucedió por lo menos cinco años antes que tú nacieras.
“I remember the trip very well, and what you say is accurate, he told her, “but it happened at least five years before you were born.
Los miembros de la expedición en globo regresaron tres días después al puerto de origen, estragados por una mala noche de tormenta, y fueron recibidos como héroes. Perdido en la muchedumbre, desde luego, estaba Florentino Ariza, quien reconoció en el semblante de Fermina Daza las huellas del pavor. Sin embargo, esa misma tarde volvió a verla en una exhibición de ciclismo, también patrocinada por el esposo, y no le quedaba ningún vestigio de cansancio. Manejaba un velocípedo insólito que más bien parecía un aparato de circo, con una rueda delantera muy alta sobre la cual iba sentada, y una posterior muy pequeña que apenas le servía de apoyo. Iba vestida con unos calzones bombachos de cenefas coloradas que provocaron el escándalo de las señoras mayores y el desconcierto de los caballeros, pero nadie fue indiferente a su destreza.
Three days later the members of the balloon expedition, devastated by a bad night of storms, returned to their port of origin, where they received a heroes′ welcome. Lost in the crowd, of course, was Florentino Ariza, who recognized the traces of terror on Fermina Daza′s face. Nevertheless he saw her again that same afternoon in a cycling exhibition that was also sponsored by her husband, and she showed no sign of fatigue. She rode an uncommon velocipede that resembled something from a circus, with a very high front wheel, over which she was seated, and a very small back wheel that gave almost no support. She wore a pair of loose trousers trimmed in red, which scandalized the older ladies and disconcerted the gentlemen, but no one was indifferent to her skill.
Esa, y tantas otras a lo largo de tantos años, eran imágenes efímeras que se le aparecían de pronto a Florentino Ariza, cuando le daba la gana al azar, y volvían a desaparecer del mismo modo dejando en su corazón una trilla de ansiedad. Pero marcaban la pauta de su vida, pues él había conocido la sevicia del tiempo no tanto en carne propia como en los cambios imperceptibles que notaba en Fermina Daza cada vez que la veía. Cierta noche entró en el Mesón de don Sancho, un restaurante colonial de alto vuelo, y ocupó el rincón más apartado, como solía hacerlo cuando se sentaba solo a comer sus meriendas de pajarito. De pronto vio a Fermina Daza en el gran espejo del fondo, sentada a la mesa con el marido y dos parejas más, y en un ángulo en que él podía verla reflejada en todo su esplendor. Estaba indefensa, conduciendo la conversación con una gracia y una risa que estallaban como fuegos de artificio, y su belleza era más radiante bajo las enormes arañas de lágrimas: Alicia había vuelto a atravesar el espejo.
That, along with so many other ephemeral images in the course of so many years, would suddenly appear to Florentino Ariza at the whim of fate, and disappear again in the same way, leaving behind a throb of longing in his heart. Taken together, they marked the passage of his life, for he experienced the cruelty of time not so much in his own flesh as in the imperceptible changes he discerned in Fermina Daza each time he saw her. One night he went to Don Sancho′s Inn, an elegant colonial restaurant, and sat in the most remote corner, as was his custom when he ate his frugal meals alone. All at once, in the large mirror on the back wall, he caught a glimpse of Fermina Daza sitting at a table with her husband and two other couples, at an angle that allowed him to see her reflected in all her splendor. She was unguarded, she engaged in conversation with grace and laughter that exploded like fireworks, and her beauty was more radiant under the enormous teardrop chandeliers: once again, Alice had gone through the looking glass.
Florentino Ariza la observó a su gusto con el aliento en vilo, la vio comer, la vio probar apenas el vino, la vio bromear con el cuarto don Sancho de la estirpe, vivió con ella un instante de su vida desde su mesa solitaria, y durante más de una hora se paseó sin ser visto en el recinto vedado de su intimidad. Luego se tomó cuatro tazas más de café para hacer tiempo, hasta que la vio salir confundida con el grupo. Pasaron tan cerca, que él distinguió el olor de ella entre las ráfagas de otros perfumes de sus acompañantes.
Holding his breath, Florentino Ariza observed her at his pleasure: he saw her eat, he saw her hardly touch her wine, he saw her joke with the fourth in the line of Don Sanchos; from his solitary table he shared a moment of her life, and for more than an hour he lingered, unseen, in the forbidden precincts of her intimacy. Then he drank four more cups of coffee to pass the time until he saw her leave with the rest of the group. They passed so close to him that he could distinguish her scent among the clouds of other perfumes worn by her companions.
Desde esa noche, y durante casi un año, mantuvo un asedio tenaz al propietario del mesón, ofreciéndole lo que quisiera, en dinero o en favores, en lo que más hubiera ansiado en la vida, para que le vendiera el espejo. No fue fácil, pues el viejo don Sancho creía en la leyenda de que aquel precioso marco tallado por ebanistas vieneses era gemelo de otro que perteneció a María Antonieta, y que había desaparecido sin dejar rastros: dos joyas únicas. Cuando por fin cedió, Florentino Ariza colgó el espejo en la sala de su casa, no por los primores del marco, sino por el espacio interior, que había sido ocupado durante dos horas por la imagen amada.
From that night on, and for almost a year afterward, he laid unrelenting siege to the owner of the inn, offering him whatever he wanted, money or favors or whatever he desired most in life, if he would sell him the mirror. It was not easy, because old Don Sancho believed the legend that the beautiful frame, carved by Viennese cabinetmakers, was the twin of another, which had belonged to Marie Antoinette and had disappeared without a trace: a pair of unique jewels. When at last he surrendered, Florentino Ariza hung the mirror in his house, not for the exquisite frame but because of the place inside that for two hours had been occupied by her beloved reflection.
Casi siempre que vio a Fermina Daza, iba del brazo de su esposo, en un concierto perfecto, moviéndose ambos dentro de un ámbito propio, con una asombrosa fluidez de siameses que sólo discordaba cuando lo saludaban a él. En efecto, el doctor juvenal Urbino le estrechaba la mano con un afecto cálido, y hasta se permitía en ocasiones una palmada en el hombro. Ella, en cambio, lo mantenía condenado al régimen impersonal de los formalismos, y nunca hizo un gesto mínimo que le permitiera sospechar que lo recordaba desde sus tiempos de soltera. Vivían en dos mundos divergentes, pero mientras él hacía toda clase de esfuerzos por reducir la distancia, ella no dio un solo paso que no fuera en sentido contrario. Pasó mucho tiempo antes de que él se atreviera a ensar que aquella indiferencia no era más que una coraza contra el miedo. Se le ocurrió de pronto, en el bautizo del primer buque de agua dulce construido en los astilleros locales, que fue también la primera ocasión oficial en que Florentino Ariza representó al tío León XII como primer vicepresidente de la C.F.C. Esta coincidencia revistió el acto de una solemnidad especial, y no faltó nadie que tuviera alguna significación en la vida de la ciudad.
When he saw Fermina Daza she was almost always on her husband′s arm, the two of them in perfect harmony, moving through their own space with the astonishing fluidity of Siamese cats, which was broken only when they stopped to greet him. Dr. Juvenal Urbino, in fact, shook his hand with warm cordiality, and on occasion even permitted himself a pat on the shoulder. She, on the other hand, kept him relegated to an impersonal regime of formalities and never made the slightest gesture that might allow him to suspect that she remembered him from her unmarried days. They lived in two different worlds, but while he made every effort to reduce the distance between them, every step she took was in the opposite direction. It was a long time before he dared to think that her indifference was no more than a shield for her timidity. This occurred to him suddenly, at the christening of the first freshwater vessel built in the local shipyards, which was also the first official occasion at which Florentino Ariza, as First Vice President of the R.C.C., represented Uncle Leo XII. This coincidence imbued the ceremony with special solemnity, and everyone of any significance in the life of the city was present.
Florentino Ariza estaba ocupándose de sus invitados en el salón principal del buque, todavía oloroso a pintura reciente y alquitrán derretido, cuando una salva de aplausos estalló en los muelles y la banda atacó una marcha triunfal. Tuvo que reprimir el estremecimiento ya casi tan antiguo como él mismo cuando vio a la hermosa mujer de sus sueños del brazo del esposo, espléndida en su madurez, desfilando como una reina de otro tiempo por entre la guardia de honor en uniforme de parada, bajo una tormenta de serpentinas y pétalos naturales que le arrojaban desde las ventanas. Ambos respondían con la mano a las ovaciones, pero ella era tan deslumbrante que parecía ser la única en medio de la muchedumbre, vestida toda de un dorado imperial, desde las zapatillas de tacones altos y las colas de zorros en el cuello, hasta el sombrero de campana.
Florentino Ariza was looking after his guests in the main salon of the ship, still redolent of fresh paint and tar, when there was a burst of applause on the docks, and the band struck up a triumphal march. He had to repress the trembling that was almost as old as he was when he saw the beautiful woman of his dreams on her husband′s arm, splendid in her maturity, striding like a queen from another time past the honor guard in parade uniform, under the shower of paper streamers and flower petals tossed at them from the windows. Both responded to the ovation with a wave of the hand, but she was so dazzling, dressed in imperial gold from her high- heeled slippers and the foxtails at her throat to her bell-shaped hat, that she seemed to be alone in the midst of the crowd.
Florentino Ariza los esperó en el puente, junto con las autoridades provinciales, en medio del estruendo de la música y los cohetes y los tres bramidos densos del buque que dejaron el muelle empapado de vapor. Juvenal Urbino saludó a la fila de recepción con aquella naturalidad tan suya que hacía pensar a cada uno que le tenía un afecto especial: primero el capitán del buque en uniforme de gala, después el arzobispo, después el gobernador con su esposa y el alcalde con la suya, y después el jefe militar de la plaza, que era un andino recién Regado. A continuación de las autoridades estaba Florentino Ariza, vestido de paño oscuro, casi invisible entre tantos notables. Luego de saludar al comandante de la plaza, Fermina pareció vacilar ante la mano tendida de Florentino Ariza. El militar, dispuesto a presentarlos, le preguntó a ella si no se conocían. Ella no dijo ni que sí ni que no, sino que le tendió la mano a Florentino Ariza con una sonrisa de salón. Aquello había ocurrido en dos ocasiones del pasado, y había de ocurrir otras veces, y Florentino Ariza lo asimiló siempre como un comportamiento propio del carácter de Fermina Daza. Pero aquella tarde se preguntó con su infinita capacidad de ilusión si una indiferencia tan encarnizada no sería un subterfugio para disimular un tormento de amor.
Florentino Ariza waited for them on the bridge with the provincial officials, surrounded by the crash of the music and the fireworks and the three heavy screams from the ship, which enveloped the dock in steam. Juvenal Urbino greeted the members of the reception line with that naturalness so typical of him, which made everyone think the Doctor bore him a special fondness: first the ship′s captain in his dress uniform, then the Archbishop, then the Governor with his and the Mayor with his, and then the military commander, who was a newcomer from the Andes. Beyond the officials stood Florentino Ariza, dressed in dark clothing and almost invisible among so many eminent people. After greeting the military commander, Fermina seemed to hesitate before Florentino Ariza′s outstretched hand. The military man, prepared to introduce them, asked her if they did not know each other. She did not say yes and she did not say no, but she held out her hand to Florentino Ariza with a salon smile. The same thing had occurred twice in the past, and would occur again, and Florentino Ariza always accepted these occasions with a strength of character worthy of Fermina Daza. But that afternoon he asked himself, with his infinite capacity for illusion, if such pitiless indifference might not be a subterfuge for hiding the torments of love.
La sola idea le alborotó las querencias. Volvió a rondar la quinta de Fermina Daza con las mismas ansias con que lo hacía tantos años antes en el parquecito de Los Evangelios, pero no con la intención calculada de que ella lo viera, sino con la única de verla para saber que continuaba en el mundo. Sólo que entonces le era difícil pasar inadvertido. El barrio de La Manga estaba en una isla semidesértica, separada de la ciudad histórica por un canal de aguas verdes, y cubierta por matorrales de ¡caco que habían sido guaridas de enamorados dominicales durante la Colonia. En años recientes habían demolido el viejo puente de piedra de los españoles, y construyeron uno de material con globos de luces, para dar paso a los nuevos tranvías de muías. Al principio, los habitantes de La Manga tenían que soportar un suplicio que no se tuvo en cuenta en el proyecto, y era dormir tan cerca de la primera planta eléctrica que tuvo la ciudad, cuya trepidación era un temblor de tierra continuo. Ni el doctor Juvenal Urbino con todo su poder había logrado que la mudaran para donde no estorbara, hasta que intercedió en favor suyo su comprobada complicidad con la Divina Providencia. Una noche estalló la caldera de la planta con una explosión pavorosa, voló por encima de las casas nuevas, atravesó media ciudad por los aires y desbarató la galería mayor del antiguo convento de San Julián el Hospitalario. El viejo edificio en ruinas había sido abandonado a principios de aquel año, pero la caldera les causó la muerte a cuatro presos que se habían fugado a rima noche de la cárcel local y estaban escondidos en la capilla.
The mere idea excited his youthful desires. Once again he haunted Fermina Daza′s villa, filled with the same longings he had felt when he was on duty in the little Park of the Evangels, but his calculated intention was not that she see him, but rather that he see her and know that she was still in the world. Now, however, it was difficult for him to escape notice. The District of La Manga was on a semi-deserted island, separated from the historic city by a canal of green water and covered by thickets of icaco plum, which had sheltered Sunday lovers in colonial times. In recent years, the old stone bridge built by the Spaniards had been torn down, and in its stead was one made of brick and lined with streetlamps for the new mule-drawn trolleys. At first the residents of La Manga had to endure a torture that had not been anticipated during construction, which was sleeping so close to the city′s first electrical plant whose vibration was a constant earthquake. Not even Dr. Juvenal Urbino, with all his prestige, could persuade them to move it where it would not disturb anyone, until his proven complicity with Divine Providence interceded on his behalf. One night the boiler in the plant blew up in a fearful explosion, flew over the new houses, sailed across half the city, and destroyed the largest gallery in the former convent of St. Julian the Hospitaler. The old ruined building had been abandoned at the beginning of the year, but the boiler caused the deaths of four prisoners who had escaped from the local jail earlier that night and were hiding in the chapel.
Aquel suburbio apacible, con tan bellas tradiciones de amor, no fue en cambio muy propicio para los amores contrariados cuando se convirtió en barrio de lujo. Las calles eran polvorientas en verano, pantanosas en invierno y desoladas durante todo el año, y las casas escasas estaban escondidas entre jardines frondosos, con terrazas de mosaicos en vez de los balcones volados de antaño, como hechas a propósito para desalentar a los enamorados furtivos. Menos mal que en aquella época se impuso la moda de pasear por las tardes en las viejas victorias de alquiler arregladas para un solo caballo, y el recorrido terminaba en una eminencia desde donde se apreciaban los crepúsculos desgarrados de octubre mejor que desde la torre del faro, y se veían los tiburones sigilosos acechando la playa de los seminaristas, y el transatlántico de los jueves, inmenso y blanco, que casi podía tocarse con las manos cuando pasaba por el canal del puerto. Florentino Ariza solía alquilar una victoria después de una jomada dura en la oficina, pero no le plegaba la capota como era la costumbre en los meses de calor, sino que permanecía escondido en el fondo del asiento, invisible en la sombra, siempre solo, y ordenando rumbos imprevistos para no alborotar los malos pensamientos del cochero. Lo único que en realidad le interesaba del paseo era el Partenón de mármol rosado medio oculto entre matas de plátano y mangos frondosos, réplica sin fortuna de las mansiones idílicas de los algodonales de Luisiana. Los hijos de Fermina Daza volvían a casa poco antes de las cinco. Florentino Ariza los veía llegar en el coche de la familia, y veía salir después al doctor juvenal Urbino para sus visitas médicas de rutina, pero en casi un año de rondas no pudo ver ni siquiera el celaje que anhelaba.
The peaceful suburb with its beautiful tradition of love was, however, not the most propitious for unrequited love when it became a luxury neighborhood. The streets were dusty in summer, swamp- like in winter, and desolate all year round, and the scattered houses were hidden behind leafy gardens and had mosaic tile terraces instead of oldfashioned projecting balconies, as if they had been built for the purpose of discouraging furtive lovers. It was just as well that at this time it became fashionable to drive out in the afternoon in hired old Victorias that had been converted to one- horse carriages, and that the excursion ended on a hill where one could appreciate the heartbreaking twilights of October better than from the lighthouse, and observe the watchful sharks lurking at the seminarians′ beach, and see the Thursday ocean liner, huge and white, that could almost be touched with one′s hands as it passed through the harbor channel. Florentino Ariza would hire a Victoria after a hard day at the office, but instead of folding down the top, as was customary during the hot months, he would stay hidden in the depths of the seat, invisible in the darkness, always alone, and requesting unexpected routes so as not to arouse the evil thoughts of the driver. In reality, the only thing that interested him on the drive was the pink marble Parthenon half hidden among leafy banana and mango trees, a luckless replica of the idyllic mansions on Louisiana cotton plantations. Fermina Daza′s children returned home a little before five. Florentino Ariza would see them arrive in the family carriage, and then he would see Dr. Juvenal Urbino leave for his routine house calls, but in almost a year of vigilance he never even caught the glimpse he so desired.
Una tarde en que insistió en el paseo solitario a pesar de que estaba cayendo el primer aguacero devastador de junio, el caballo resbaló en el fango y se fue de bruces. Florentino Ariza se dio cuenta con horror de que estaban justo frente a la quinta de Fermina Daza, y le hizo una súplica al cochero, sin pensar que su consternación podía delatarlo.
One afternoon when he insisted on his solitary drive despite the first devastating rains of June, the horse slipped and fell in the mud. Florentino Ariza realized with horror that they were just in front of Fermina Daza′s villa, and he pleaded with the driver, not thinking that his consternation might betray him.
-Aquí no, por favor -le gritó---. En cualquier parte menos aquí.
“Not here, please, he shouted. “Anywhere but here.
Ofuscado por el apremio, el cochero trató de levantar el caballo sin desengancharlo, y el eje del coche se rompió. Florentino Ariza salió como pudo, y soportó la vergüenza bajo el rigor de la lluvia hasta que otros paseantes se ofrecieron para llevarlo a su casa. Mientras esperaba, una criada de la familia Urbino lo había visto con la ropa ensopada y chapaleando en el fango hasta las rodillas, y le llevó un paraguas para que se guareciera en la terraza. Florentino Ariza no había soñado con tanta fortuna en el más desaforado de sus delirios, pero aquella tarde hubiera preferido morir a dejarse ver por Fermina Daza en semejante estado.
Bewildered by his urgency, the driver tried to raise the horse without unharnessing him, and the axle of the carriage broke. Florentino Ariza managed to climb out of the coach in the driving rain and endure his embarrassment until passersby in other carriages offered to take him home. While he was waiting, a servant of the Urbino family “ad seen him, his clothes soaked through, standing in mud up to his Knees, and she brought him an umbrella so that he could take refuge on the terrace. In the wildest of his deliriums Florentino Ariza had never dreamed of such good fortune, but on that afternoon he would have died rather than allow Fermina Daza to see him in that condition.
Cuando vivían en la ciudad vieja, Juvenal Urbino y su familia iban los domingos a ie desde su casa hasta la catedral, a la misa de ocho, que era más un acto mundano que religioso. Más tarde, cuando cambiaron de casa, siguieron yendo en el coche durante varios años, y a veces se demoraban en tertulias de amigos bajo las palmeras del arque. Pero cuando construyeron el templo del seminario conciliar en La Manga, con laya privada y cementerio propio, ya no volvieron a la catedral sino en ocasiones muy solemnes. Ignorante de estos cambios, Florentino Ariza esperó varios domingos en la terraza del Café de la Parroquia, vigilando la salida de las tres misas. Luego cayó en la cuenta de su error y fue a la iglesia nueva, que estuvo de moda hasta hace pocos años, y allí encontró al doctor Juvenal Urbino con sus hijos, puntuales a las ocho en los cuatro domingos de agosto, pero Fermina Daza no estuvo con ellos. Uno de esos domingos visitó el nuevo cementerio contiguo, donde los residentes del barrio de La Manga estaban construyendo sus panteones suntuosos, y el corazón le dio un salto cuando encontró a la sombra de las grandes ceibas el más suntuoso de todos, ya terminado, con vitrales góticos y ángeles de mármol, y con las lápidas doradas para toda la familia en letras doradas. Entre ellas, desde luego, la de doña Fermina Daza de Urbino de la Calle, y a continuación la del esposo, con un epitafio común: juntos también en la paz del Señor.
When they lived in the old city, Juvenal Urbino and his family would walk on Sundays from their house to the Cathedral for eight o′clock Mass, which for them was more a secular ceremony than a religious one. Then, when they moved, they continued to drive there for several years, and at times they visited with friends under the palm trees in the park. But when the temple of the theological seminary was built in La Manga, with a private beach and its own cemetery, they no longer went to the Cathedral except on very solemn occasions. Ignorant of these changes, Florentino Ariza waited Sunday after Sunday on the terrace of the Parish Café, watching the people coming out of all three Masses. Then he realized his mistake and went to the new church, which was fashionable until just a few years ago, and there, at eight o′clock sharp on four Sundays in August, he saw Dr. Juvenal Urbino with his children, but Fermina Daza was not with them. On one of those Sundays he visited the new cemetery adjacent to the church, where the residents of La Manga were building their sumptuous pantheons, and his heart skipped a beat when he discovered the most sumptuous of all in the shade of the great ceiba trees. It was already complete, with Gothic stained-glass windows and marble angels and gravestones with gold lettering for the entire family. Among them, of course, was that of Doña Fermina Daza de Urbino de la Calle, and next to it her husband′s, with a common epitaph: Together still in the peace of the Lord.
En el resto del año, Fermina Daza no asistió a ninguno de los actos cívicos ni sociales, ni siquiera los de Navidad, en los cuales ella y su marido solían ser protagonistas de lujo. Pero donde más se notó su ausencia fue en la sesión inaugural de la temporada de ópera. En el intermedio, Florentino Ariza sorprendió un grupo en el que sin duda hablaban de ella sin mencionarla. Decían que alguien la vio subir una medianoche del junio anterior en el transatlántico de la Cunard, rumbo a Panamá, y que llevaba un velo oscuro para que no se le notaran los estragos de la enfermedad vergonzosa que la iba consumiendo. Alguien preguntó qué mal tan terrible podía ser para atreverse con una mujer de tantos poderes, y la respuesta que recibió estaba saturada de una bilis negra:
For the rest of the year, Fermina Daza did not attend any civic or social ceremonies, not even the Christmas celebrations, in which she and her husband had always been illustrious protagonists. But her absence was most notable on the opening night of the opera season. During intermission, Florentino Ariza happened on a group that, beyond any doubt, was discussing her without mentioning her name. They said that one midnight the previous June someone had seen her boarding the Cunard ocean liner en route to Panama, and that she wore a dark veil to hide the ravages of the shameful disease that was consuming her. Someone asked what terrible illness would dare to attack a woman with so much power, and the answer he received was saturated with black bile:
-Una dama tan distinguida no puede tener sino la tisis.
“A lady so distinguished could suffer only from consumption.
Florentino Ariza sabía que los ricos de su tierra no tenían enfermedades cortas. O se morían de repente, casi siempre en vísperas de una fiesta mayor que se echaba a perder por el duelo, o se iban apagando en enfermedades lentas y abominables, cuyas intimidades acababan por ser de dominio público. La reclusión en Panamá era casi una penitencia obligada en la vida de los ricos. Se sometían a lo que Dios quisiera en el Hospital de los Adventistas, un inmenso galpón blanco extraviado en los aguaceros prehistóricos del Darién, donde los enfermos perdían la cuenta de la poca vida que les quedaba, y en cuyos cuartos solitarios con ventanas de anjeo nadie podía saber con certeza si el olor del ácido fénico era de la salud o de la muerte. Los que se restablecían regresaban cargados de regalos espléndidos que repartían a manos llenas con una cierta angustia por hacerse perdonar la indiscreción de seguir vivos. Algunos volvían con el abdomen atravesado de costuras bárbaras que parecían hechas con cáñamo de zapatero, se alzaban la camisa para mostrarlas en las visitas, las comparaban con las de otros que habían muerto sofocados por los excesos de la felicidad, y por el resto de sus días seguían contando y volviendo a contar las apariciones angélicas que habían visto bajo los efectos del cloroformo. En cambio, nadie conoció nunca la visión de los que no regresaron, y entre éstos los más tristes: los que murieron desterrados en el pabellón de los tísicos, más por la tristeza de la lluvia que por las molestias de la enfermedad.
Florentino Ariza knew that the wealthy of his country did not contract short-term diseases. Either they died without warning, almost always on the eve of a major holiday that could not be celebrated because of the period of mourning, or they faded away in long, abominable illnesses whose most intimate details eventually became public knowledge. Seclusion in Panama was almost an obligatory penance in the life of the rich. They submitted to God′s will in the Adventist Hospital, an immense white warehouse lost in the prehistoric downpours of Darién, where the sick lost track of the little life that was left to them, and in whose solitary rooms with their burlap windows no one could tell with certainty if the smell of carbolic acid was the odor of health or of death. Those who recovered came back bearing splendid gifts that they would distribute with a free hand and a kind of agonized longing to be pardoned for their indiscretion in still being alive. Some returned with their abdomens crisscrossed by barbarous stitches that seemed to have been sewn with cobbler′s hemp; they would raise their shirts to display them when people came to visit, they compared them with those of others who had suffocated from excesses of joy, and for the rest of their days they would describe and describe again the angelic visions they had seen under the influence of chloroform. On the other hand, no one ever learned about the visions of those who did not return, including the saddest of them all: those who had died as exiles in the tuberculosis pavilion, more from the sadness of the rain than because of the complications of their disease.
Puesto a escoger, Florentino Ariza no sabía qué hubiera preferido para Fermina Daza. Pero antes que nada prefería la verdad, así fuera insoportable, y por mucho que la buscó no dio con ella. Le resultaba inconcebible que nadie pudiera darle al menos un indicio para confirmar la versión. En el mundo de los buques fluviales, que era el suyo, no había misterio que pudiera conservarse ni confidencia que se pudiera guardar. Sin embargo, nadie había oído hablar de la mujer del velo negro. Nadie sabía nada, en una ciudad donde todo se sabía, y donde muchas cosas se sabían inclusive antes de que ocurrieran. Sobre todo las cosas de los ricos. Pero tampoco nadie tenía explicación alguna para la desaparición de Fermina Daza. Florentino Ariza seguía rodando La Manga, oyendo misas sin devoción en la basílica del seminario, asistiendo a actos cívicos que nunca le hubieran interesado en otro estado de ánimo, pero el paso del tiempo no hacía sino aumentar el crédito de la versión. Todo parecía normal en la casa de los Urbino, salvo la falta de la madre.
If he had been forced to choose, Florentino Ariza did not know which fate he would have wanted for Fermina Daza. More than anything else he wanted the truth, but no matter how unbearable, and regardless of how he searched, he could not find it. It was inconceivable to him that no one could even give him a hint that would confirm the story he had heard. In the world of riverboats, which was his world, no mystery could be maintained, no secret could be kept. And yet no one had heard anything about the woman in the black veil. No one knew anything in a city where everything was known, and where many things were known even before they happened, above all if they concerned the rich. But no one had any explanation for the disappearance of Fermina Daza. Florentino Ariza continued to patrol La Manga, continued to hear Mass without devotion in the basilica of the seminary, continued to attend civic ceremonies that never would have interested him in another state of mind, but the passage of time only increased the credibility of the story he had heard. Everything seemed normal in the Urbino household, except for the mother′s absence.
En medio de tantas averiguaciones encontró otras noticias que no conocía, o que no andaba buscando, y entre ellas la de la muerte de Lorenzo Daza en la aldea cantábrica donde había nacido. Recordaba haberlo visto durante muchos años en las bulliciosas guerras de ajedrez del Café de la Parroquia, con la voz estragada de tanto hablar, y más gordo y áspero a medida que sucumbía en las arenas movedizas de una mala vejez. No habían vuelto a dirigirse la palabra desde el ingrato desayuno de anisado del siglo anterior, y Florentino Ariza estaba seguro de que Lorenzo Daza seguía recordándolo con tanto rencor como él, aun después de conseguir para la hija el matrimonio de fortuna que se le había convertido en la única razón de estar vivo. Pero seguía tan decidido a encontrar una información inequívoca sobre la salud de Fermina Daza, que había vuelto al Café de la Parroquia para obtenerla de su padre, por la época en que se celebró allí el torneo histórico en que Jeremiah de Saint-Amour se enfrentó solo a cuarenta y dos adversarios. Fue así como se enteró de que Lorenzo Daza había muerto, y se alegró de todo corazón, aun a sabiendas de que el precio de aquella alegría podía ser el seguir viviendo sin la verdad. Al final admitió como cierta la versión del hospital de desahuciados, sin más consuelo que un refrán conocido: Mujer enferma, mujer eterna. En sus días de desaliento, se conformaba con la idea de que la noticia de la muerte de Fermina Daza, en caso de que ocurriera, le llegaría de todos modos sin buscarla.
As he carried on his investigation, he learned about other events he had not known of or into which he had made no inquiries, including the death of Lorenzo Daza in the Cantabrian village where he had been born. He remembered seeing him for many years in the rowdy chess wars at the Parish Café, hoarse with so much talking, and growing fatter and rougher as he sank into the quicksand of an unfortunate old age. They had never exchanged another word since their disagreeable breakfast of anise in the previous century, and Florentino Ariza was certain that even after he had obtained for his daughter the successful marriage that had become his only reason for living, Lorenzo Daza remembered him with as much rancor as he felt toward Lorenzo Daza. But he was so determined to find out the unequivocal facts regarding Fermina Daza′s health that he returned to the Parish Café to learn them from her father, just at the time of the historic tournament in which Jeremiah de Saint-Amour alone confronted forty-two opponents. This was how he discovered that Lorenzo Daza had died, and he rejoiced with all his heart, although the price of his joy might be having to live without the truth. At last he accepted as true the story of the hospital for the terminally ill, and his only consolation was the old saying: Sick women live forever. On the days when he felt disheartened, he resigned himself to the notion that the news of Fermina Daza′s death, if it should occur, would find him without his having to look for it.
No iba a llegarle nunca. Pues Fermina Daza estaba viva y saludable en la hacienda donde su prima Hildebranda′ Sánchez vivía olvidada del mundo, a media legua del pueblo de Flores de María. Se había ido sin escándalo, de común acuerdo con el esposo, embrollados ambos como adolescentes con la única crisis seria que habían sufrido en veinticinco años de un matrimonio estable. Los había sorprendido en el reposo de la madurez, cuando ya se sentían a salvo de cualquier emboscada de la adversidad, con los hijos grandes y bien criados, y con el porvenir abierto para aprender a ser viejos sin amarguras. Había sido algo tan imprevisto para ambos, que no quisieron resolverlo a gritos, con lágrimas y mediadores, como era de uso natural en el Caribe, sino con la sabiduría de las naciones de Europa, y de tanto no ser ni de aquí ni de allá terminaron chapaleando en una situación pueril que no era de ninguna parte. Por último, ella había decidido irse, sin saber siquiera por qué, ni para qué, por pura rabia, y él no había sido capaz de persuadirla, impedido por su conciencia de culpa.
It never did, for Fermina Daza was alive and well on the ranch, half a league from the village of Flores de María, where her Cousin Hildebranda Sánchez was living, forgotten by the world. She had left with no scandal, by mutual agreement with her husband, both of them as entangled as adolescents in the only serious crisis they had suffered during so many years of stable matrimony. It had taken them by surprise in the repose of their maturity, when they felt themselves safe from misfortune′s sneak attacks, their children grown and well-behaved, and the future ready for them to learn how to be old without bitterness. It had been something so unexpected for them both that they wanted to resolve it not with shouts, tears, and intermediaries, as was the custom in the Caribbean, but with the wisdom of the nations of Europe, and there was so much vacillation as to whether their loyalties lay here or over there that they ended up mired in a puerile situation that did not belong anywhere. At last she decided to leave, not even knowing why or to what purpose, out of sheer fury, and he, inhibited by his sense of guilt, had not been able to dissuade her.
Fermina Daza, en efecto, se había embarcado a media noche dentro del mayor sigilo y con la cara cubierta con una mantilla de luto, pero no en un transatlántico de la Cunard con destino a Panamá, sino en el buquecito regular de San Juan de la Ciénaga, la ciudad donde nació y vivió hasta la pubertad, y cuya nostalgia se iba haciendo insoportable con los años. Contra la voluntad del marido y las costumbres de la época, no llevó más acompañante que una ahijada de quince años que se había criado con la servidumbre de su casa, pero habían dado aviso de su viaje a los capitanes de los barcos y a las autoridades de cada puerto. Cuando tomó la determinación irreflexiva, les anunció a los hijos que se iba a temperar por tres meses donde la tía Hildebranda, pero estaba decidida a quedarse. El doctor Juvenal Urbino conocía muy bien la entereza de su carácter, y estaba tan atribulado que lo aceptó con humildad como un castigo de Dios por la gravedad de sus culpas. Pero no se habían perdido de vista las luces del barco cuando ya ambos estaban arrepentidos de sus flaquezas.
Fermina Daza, in fact, had sailed at midnight in the greatest secrecy and with her face covered by a black mantilla, not on a Cunard liner bound for Panama, however, but on the regular boat to San Juan de la Ciénaga, the city where she had been born and had lived until her adolescence, and for which she felt a growing homesickness that became more and more difficult to bear as the years went by. In defiance of her husband′s will, and of the customs of the day, her only companion was a fifteen-year-old goddaughter who had been raised as a family servant, but the ship captains and the officials at each port had been notified of her journey. When she made her rash decision, she told her children that she was going to have a change of scene for three months or so with Aunt Hildebranda, but her determination was not to return. Dr. Juvenal Urbino knew the strength of her character very well, and he was so troubled that he accepted her decision with humility as God′s punishment for the gravity of his sins. But the lights on the boat had not yet been lost to view when they both repented of their weakness.
A pesar de que mantuvieron una correspondencia formal sobre el estado de los hijos y otros asuntos de la casa, transcurrieron casi dos años sin que ni el uno ni el otro encontrara un camino de regreso que no estuviera minado por el orgullo. Los hijos fueron a pasar en Flores de María las vacaciones escolares del segundo año, y Fermina Daza hizo lo imposible por parecer conforme con su nueva vida. Esa fue al menos la conclusión que sacó juvenal Urbino de las cartas del hijo. Además, en esos días estuvo por allí en gira pastoral el obispo de Riohacha, montado bajo palio en su célebre muía blanca con gualdrapas bordadas de oro. Detrás vinieron peregrinos de comarcas remotas, músicos de acordeones, vendedores ambulantes de comidas y amuletos, y la hacienda estuvo tres días desbordada de inválidos y desahuciados, que en realidad no venían por los sermones doctos y las indulgencias plenarias, sino por los favores de la muía, de la cual se decía que hacía milagros a escondidas del dueño. El obispo había sido muy de la casa de los Urbino de la Calle desde sus años de cura raso, y un mediodía se escapó de su feria para almorzar en la hacienda de Hildebranda. Después del almuerzo, en el cual sólo se habló de asuntos terrenales, llevó aparte a Fermina Daza y quiso oírla en confesión. Ella se negó, de un modo amable pero firme, con el argumento explícito de que no tenía nada de que arrepentirse. Aunque no fue ese su propósito, al menos consciente, se quedó con la idea de que su respuesta iba a llegar adonde debía.
Although they maintained a formal correspondence concerning their children and other household matters, almost two years went by before either one could find a way back that was not mined with pride. During the second year, the children went to spend their school vacation in Flores de María, and Fermina Daza did the impossible and appeared content with her new life. That at least was the conclusion drawn by Juvenal Urbino from his son′s letters. Moreover, at that time the Bishop of Riohacha went there on a pastoral visit, riding under the pallium on his celebrated white mule with the trappings embroidered in gold. Behind him came pilgrims from remote regions, musicians playing accordions, peddlers selling food and amulets; and for three days the ranch was overflowing with the crippled and the hopeless, who in reality did not come for the learned sermons and the plenary indulgences but for the favors of the mule who, it was said, performed miracles behind his master′s back. The Bishop had frequented the home of the Urbino de la Calle family ever since his days as an ordinary priest, and one afternoon he escaped from the public festivities to have lunch at Hildebranda′s ranch. After the meal, during which they spoke only of earthly matters, he took Fermina Daza aside and asked to hear her confession. She refused in an amiable but firm manner, with the explicit argument that she had nothing to repent of. Although it was not her purpose, at least not her conscious purpose, she was certain that her answer would reach the appropriate ears.
El doctor Juvenal Urbino solía decir, no sin cierto cinismo, que aquellos dos años amargos de su vida no fueron culpa suya, sino de la mala costumbre que tenía su esposa de oler la ropa que se quitaba la familia, y la que se quitaba ella misma, para saber por el olor si había que mandarla a lavar, aunque pareciera limpia a primera vista. Lo hacía desde niña, y nunca creyó que se notara tanto, hasta que su marido se dio cuenta la misma noche de bodas. Se dio cuenta también de que fumaba por lo menos tres veces al día encerrada en el baño, pero esto no le llamó la atención, pues las mujeres de su clase solían encerrarse en grupos a hablar de hombres y a fumar, y aun a beber aguardiente de a dos cuartillos hasta quedar tiradas por los suelos con una marimonda de albañil. Pero la costumbre de husmear cuanta ropa encontraba a su paso, no sólo le pareció improcedente, sino peligrosa para la salud. Ella lo tomaba a broma, como tomaba todo lo que no quería discutir, y decía que no era por simple adorno por lo que Dios le había puesto en la cara aquella acuciosa nariz de oropéndola. Una mañana, mientras ella andaba de compras, la servidumbre alborotó el vecindario buscando al hijo de tres años que no habían podido encontrar en ningún escondite de la casa. Ella llegó en medio del pánico, dio dos o tres vueltas de mastín rastreador, y encontró al hijo dormido dentro de un ropero, donde nadie pensó que pudiera esconderse. Cuando el marido atónito le preguntó cómo lo había encontrado, ella le contestó:
Dr. Juvenal Urbino used to say, not without a certain cynicism, that it was not he who was to blame for those two bitter years of his life but his wife′s bad habit of smelling the clothes her family took off, and the clothes that she herself took off, so that she could tell by the odor if they needed to be laundered even though they might appear to be clean. She had done this ever since she was a girl, and she never thought it worthy of comment until her husband realized what she was doing on their wedding night. He also knew that she locked herself in the bathroom at least three times a day to smoke, but this did not attract his attention because the women of his class were in the habit of locking themselves away in groups to talk about men and smoke, and even to drink as much as two liters of aguardiente until they had passed out on the floor in a brickmason′s drunken stupor. But her habit of sniffing at all the clothing she happened across seemed to him not only inappropriate but unhealthy as well. She took it as a joke, which is what she did with everything she did not care to discuss, and she said that God had not put that diligent oriole′s beak on her face just for decoration. One morning, while she was at the market, the servants aroused the entire neighborhood in their search for her three- year-old son, who was not to be found anywhere in the house. She arrived in the middle of the panic, turned around two or three times like a tracking mastiff, and found the boy asleep in an armoire where no one thought he could possibly be hiding. When her astonished husband asked her how she had found him, she replied:
-Por el olor a caca.
“By the smell of caca.
La verdad es que el olfato no le servía sólo para lavar la ropa o para encontrar niños perdidos: era su sentido de orientación en todos los órdenes de la vida, y sobre todo de la vida social. Juvenal Urbino lo había observado a lo largo de su matrimonio, sobre todo al principio, cuando ella era la advenediza en un ambiente predispuesto en contra suya desde hacía trecientos años, y sin embargo braceaba por entre frondas de corales acuchillados sin tropezar con nadie, con un dominio del mundo que no podía ser sino un instinto sobrenatural. Esa facultad temible, que lo mismo podía tener origen en una sabiduría milenaria que en un corazón de pedernal, tuvo su hora de desgracia un mal domingo antes de la misa, cuando Fermina Daza olfateó por pura rutina la ropa que había usado su marido la tarde anterior, y padeció la sensación perturbadora de haber tenido a un hombre distinto en la cama.
The truth is that her sense of smell not only served her in regard to washing clothes or finding lost children: it was the sense that oriented her in all areas of life, above all in her social life. Juvenal Urbino had observed this throughout his marriage, in particular at the beginning, when she was the parvenu in a milieu that had been prejudiced against her for three hundred years, and yet she had made her way through coral reefs as sharp as knives, not colliding with anyone, with a power over the world that could only be a supernatural instinct. That frightening faculty, which could just as well have had its origin in a millenarian wisdom as in a heart of stone, met its moment of misfortune one ill-fated Sunday before Mass when, out of simple habit, Fermina Daza sniffed the clothing her husband had worn the evening before and experienced the disturbing sensation that she had been in bed with another man.
Olfateó primero el saco y el chaleco mientras quitaba del ojal el reloj de leontina y sacaba el lapicero y la billetera y las pocas monedas sueltas de los bolsillos y lo iba poniendo todo sobre el tocador, y después olfateó la camisa abastillada mientras quitaba el pisacorbatas y las mancornas de topacio de los puños y el botón de oro del cuello postizo, y después olfateó los pantalones mientras sacaba el llavero con once llaves y el cortaplumas con cachas de nácar, y olfateó por último los calzoncillos y las medias y el pañuelo de hilo con su monograma bordado. No había la menor sombra de duda: en cada una de las prendas había un olor que no había estado en ellas en tantos años de vida en común, un olor imposible de definir, porque no era de flores ni de esencias artificiales, sino de algo propio de la naturaleza humana. No dijo nada, ni volvió a encontrar el olor todos los días, pero ya no husmeaba la ropa del marido con la curiosidad de saber si estaba de lavar, sino con una ansiedad insoportable que le iba carcomiendo las entrañas.
First she smelled the jacket and the vest while she took the watch chain out of the buttonhole and removed the pencil holder and the billfold and the loose change from the pockets and placed everything on the dresser, and then she smelled the hemmed shirt as she removed the tiepin and the topaz cuff links and the gold collar button, and then she smelled the trousers as she removed the keyholder with its eleven keys and the penknife with its mother-of-pearl handle, and finally she smelled the underwear and the socks and the linen handkerchief with the embroidered monogram. Beyond any shadow of a doubt there was an odor in each of the articles that had not been there in all their years of life together, an odor impossible to define because it was not the scent of flowers or of artificial essences but of something peculiar to human nature. She said nothing, and she did not notice the odor every day, but she now sniffed at her husband′s clothing not to decide if it was ready to launder but with an unbearable anxiety that gnawed at her innermost being.
Fermina Daza no supo dónde situar el olor de la ropa dentro de la rutina del esposo. No podía ser entre la clase matinal y el almuerzo, pues suponía que ninguna mujer en su sano juicio iba a hacer un amor apurado a semejantes horas, y menos con una visita, mientras estaba pendiente de barrer la casa, arreglar las camas, hacer el mercado, preparar el almuerzo y tal vez con la angustia de que a uno de los niños lo mandaran de la escuela antes de tiempo descalabrado de una pedrada, y la encontrara desnuda a las once de la mañana en el cuarto sin hacer, y para colmo de vainas con un médico encima. Sabía, por otra parte, que el doctor Juvenal Urbino sólo hacía el amor de noche, y mejor aún en la oscuridad absoluta, y en último caso antes del desayuno al arrullo de los primeros pájaros. Después de esa hora, según él decía, era más el trabajo de quitarse la ropa y volver a ponérsela, que el placer de un amor de gallo. De modo que la contaminación de la ropa sólo podía ocurrir en alguna de las visitas médicas, o en cualquier momento escamoteado a sus noches de ajedrez y de cine. Esto último era difícil de esclarecer, porque al contrario de tantas amigas suyas, Fermina Daza era demasiado orgullosa para espiar al marido, o para pedirle a alguien que lo hiciera por ella. El horario de las visitas, que parecía el más apropiado para la infidelidad, era además el más fácil de vigilar, porque el doctor Juvenal Urbino llevaba una relación minuciosa de cada uno de sus clientes, inclusive con el estado de cuentas de los honorarios, desde que los visitaba por primera vez hasta que los despedía de este mundo con una cruz final y una frase por el bienestar de su alma.
Fermina Daza did not know where to locate the odor of his clothing in her husband′s routine. It could not be placed between his morning class and lunch, for she supposed that no woman in her right mind would make hurried love at that time of day, least of all with a visitor, when the house still had to be cleaned, and the beds made, and the marketing done, and lunch prepared, and perhaps with the added worry that one of the children would be sent home early from school because somebody threw a stone at him and hurt his head and he would find her at eleven o′clock in the morning, naked in the unmade bed and, to make matters worse, with a doctor on top of her. She also knew that Dr. Juvenal Urbino made love only at night, better yet in absolute darkness, and as a last resort before breakfast when the first birds began to chirp. After that time, as he would say, it was more work than the pleasure of daytime love was worth to take off one′s clothes and put them back on again. So that the contamination of his clothing could occur only during one of his house calls or during some moment stolen from his nights of chess and films. This last possibility was difficult to prove, because unlike so many of her friends, Fermina Daza was too proud to spy on her husband or to ask someone else to do it for her. His schedule of house calls, which seemed best suited to infidelity, was also the easiest to keep an eye on, because Dr. Juvenal Urbino kept a detailed record of each of his patients, including the payment of his fees, from the first time he visited them until he ushered them out of this world with a final sign of the cross and some words for the salvation of their souls.
Al cabo de tres semanas, Fermina Daza no había encontrado el olor en la ropa durante varios días, había vuelto a encontrarlo de pronto cuando menos lo esperaba, y lo había encontrado luego más descarnado que nunca por varios días consecutivos, aunque uno de ellos había sido un domingo de fiesta familiar en que ella y él no se separaron ni un instante. Una tarde se encontró en la oficina del esposo, contra su costumbre y aun contra sus deseos, como si no fuera ella sino otra la que estuviera haciendo algo que ella no haría jamás, descifrando con una primorosa lupa de Bengala las intrincadas notas de visitas de los últimos meses. Era la primera vez que entraba sola en esa oficina saturada de relentes de creosota, atiborrada de libros empastados en pieles de animales ignotos, de grabados turbios de grupos escolares, de pergaminos de honor, de astrolabios y puñales de fantasía coleccionados durante años. Un santuario secreto que tuvo siempre como la única parte de la vida privada de su marido a la que ella no tenía acceso porque no estaba incluida en el amor, así que las pocas veces en que estuvo allí había sido con él, siempre para asuntos fugaces. No se sentía con derecho a entrar sola, y menos para hacer escrutinios que no le parecían decentes. Pero allí estaba. Quería encontrar la verdad, y la buscaba con unas ansias apenas comparables al terrible temor de encontrarla, impulsada por un ventarrón incontrolable más imperioso que su altivez congénita, más imperioso aún que su dignidad: un suplicio fascinante.
In the three weeks that followed, Fermina Daza did not find the odor in his clothing for a few days, she found it again when she least expected it, and then she found it, stronger than ever, for several days in a row, although one of those days was a Sunday when there had been a family gathering and the two of them had not been apart for even a moment. Contrary to her normal custom and even her own desires, she found herself in her husband′s office one afternoon as if she were someone else, doing something that she would never do, deciphering with an exquisite Bengalese magnifying glass his intricate notes on the house calls he had made during the last few months. It was the first time she had gone alone into that office, saturated with showers of creosote and crammed with books bound in the hides of unknown animals, blurred school pictures, honorary degrees, astrolabes, and elaborately worked daggers collected over the years: a secret sanctuary that she always considered the only part of her husband′s private life to which she had no access because it was not part of love, so that the few times she had been there she had gone with him, and the visits had always been very brief. She did not feel she had the right to go in alone, much less to engage in what seemed to be indecent prying. But there she was. She wanted to find the truth, and she searched for it with an anguish almost as great as her terrible fear of finding it, and she was driven by an irresistible wind even stronger than her innate haughtiness, even stronger than her dignity: an agony that bewitched her.
No pudo sacar nada en claro, porque los pacientes de su marido, salvo los amigos comunes, eran también parte de su dominio estanco, gentes sin identidad que no se conocían por su cara sino por sus dolores, no por el color de sus ojos o las evasiones de su corazón, sino por el tamaño de su hígado, el sarro de su lengua, los grumos de su orina, las alucinaciones de sus noches de fiebre. Gentes que creían en su esposo, que creían vivir por él cuando en realidad vivían para él, y terminaban reducidas a una frase escrita por él de su puño y letra al calce del expediente médico: Tranquilo, Dios te está esperando en la puerta. Fermina Daza abandonó el estudio al cabo de dos horas inútiles con la sensación de haberse dejado tentar por la indecencia.
She was able to draw no conclusions, because her husband′s patients, except for mutual friends, were part of his private domain; they were people without identity, known not by their faces but by their pains, not by the color of their eyes or the evasions of their hearts but by the size of their livers, the coating on their tongues, the blood in their urine, the hallucinations of their feverish nights. They were people who believed in her husband, who believed they lived because of him when in reality they lived for him, and who in the end were reduced to a phrase written in his own hand at the bottom of the medical file: Be calm. God awaits you at the door. Fermina Daza left his study after two fruitless hours, with the feeling that she had allowed herself to be seduced by indecency.
Azuzada por su fantasía, empezó a descubrir los cambios del marido. Lo encontraba evasivo, inapetente en la mesa y en la cama, propenso a la exasperación y a las réplicas irónicas, y cuando estaba en la casa ya no era el hombre tranquilo de antes, sino un león enjaulado. Por primera vez desde que se casaron vigiló sus tardanzas, las controló al minuto, y le decía mentiras para sacarle verdades, pero luego se sentía herida de muerte por sus contradicciones. Una noche despertó sobresaltada por un estado fantasmal, y era que su marido la estaba mirando en la oscuridad con unos ojos que le parecieron cargados de odio. Había sufrido un estremecimiento semejante en la flor de la juventud, cuando veía a Florentino Ariza a los pies de la cama, sólo que su aparición no era de odio sino de amor. Además, esta vez no era una fantasía: su marido estaba despierto a las dos de la madrugada, y se había incorporado en la cama para mirarla dormida, pero cuando ella le preguntó por qué lo hacía, él lo negó. Volvió a poner la cabeza en la almohada, y dijo:
Urged on by her imagination, she began to discover changes in her husband. She found him evasive, without appetite at the table or in bed, prone to exasperation and ironic answers, and whe n he was at home he was no longer the tranquil man he had once been but a caged lion. For the first time since their marriage, she began to monitor the times he was late, to keep track of them to the minute, to tell him lies in order to learn the truth, but then she felt wounded to the quick by the contradictions. One night she awoke with a start, terrified by a vision of her husband staring at her in the darkness with eyes that seemed full of hatred. She had suffered a similar fright in her youth, when she had seen Florentino Ariza at the foot of her bed, but that apparition had been full of love, not hate. Besides, this time it was not fantasy: her husband was awake at two in the morning, sitting up in bed to watch her while she slept, but when she asked him why, he denied it. He lay back on the pillow and said:
-Debió ser que lo soñaste.
“You must have been dreaming.
Después de esa noche, y por otros episodios similares de esa época en que Fermina Daza no sabía a ciencia cierta dónde terminaba la realidad y dónde empezaba el ensueño, tuvo la revelación deslumbrante de que se estaba volviendo loca. Por último cayó en la cuenta de que el esposo no comulgó el jueves de Corpus Christi, ni tampoco en ningún domingo de las últimas semanas, y no encontró tiempo para los retiros espirituales de aquel año. Cuando ella le preguntó a qué se debían esos cambios insólitos en su salud espiritual, recibió una respuesta ofuscada. Ésta fue la clave decisiva, porque él no había dejado de comulgar en una fecha tan importante desde que hizo la primera comunión a los ocho años. De este modo se dio cuenta no sólo de que su marido estaba en pecado mortal, sino que había resuelto persistir en él, puesto que no acudía a los auxilios de su confesor. Nunca había imaginado que pudiera sufrirse tanto por algo que parecía ser todo lo contrario del amor, pero en esas estaba, y resolvió que el único recurso para no morirse era meterle fuego al cubil de víboras que le emponzoñaba las entrañas. Así fue. Una tarde se puso a zurcir talones de medias en la terraza, mientras su esposo terminaba su lectura diaria después de la siesta. De pronto, interrumpió la labor, se levantó las gafas hasta la frente, y lo interpeló sin un mínimo signo de dureza:
After that night, and after similar episodes that occurred during that time, when Fermina Daza could not tell for certain where reality ended and where illusion began, she had the overwhelming revelation that she was losing her mind. At last she realized that her husband had not taken Communion on the Thursday of Corpus Christi or on any Sunday in recent weeks, and he had not found time for that year′s retreats. When she asked him the reason for those unusual changes in his spiritual health, she received an evasive answer. This was the decisive clue, because he had not failed to take Communion on an important feast day since he had made his first Communion, at the age of eight. In this way she realized not only that her husband was in a state of mortal sin but that he had resolved to persist in it, since he did not go to his confessor for help. She had never imagined that she could suffer so much for something that seemed to be the absolute opposite of love, but she was suffering, and she resolved that the only way she could keep from dying was to burn out the nest of vipers that was poisoning her soul. And that is what she did. One afternoon she began to darn socks on the terrace while her husband was reading, as he did every day after his siesta. Suddenly she interrupted her work, pushed her eyeglasses up onto her forehead, and without any trace of harshness, she asked for an explanation:
-Doctor.
“Doctor.
Él estaba sumergido en la lectura de Ole des pingouíns, la novela que todo el mundo estaba leyendo por aquellos días, y le contestó sin salir a flote: Oui. Ella insistió:
He was immersed in L′Ile des pingouins, the novel that everyone was reading in those days, and he answered without surfacing: “Oui. She insisted:
-Mírame a la cara.
“Look at me.
Él lo hizo, mirándola sin verla en la bruma de los lentes de leer, pero no tuvo que quitárselos para quemarse en la brasa de su mirada.
He did so, looking without seeing her through the fog of his reading glasses, but he did not have to take them off to feel burned by the raging fire in her eyes.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó.
“What is going on? he asked.
-Tú lo sabes mejor que yo -dijo ella.
“You know better than I, she said.
No dijo nada más. Volvió a bajarse los lentes y siguió zurciendo las medias. El doctor Juvenal Urbino supo entonces que las largas horas de ansiedad habían terminado. Al contrario de la forma en que él prefiguraba aquel instante, no fue un sacudimiento sísmico del corazón, sino un golpe de paz. Era el grande alivio de que hubiera sucedido más temprano que tarde lo que tarde o temprano tenía que suceder: el fantasma de la señorita Bárbara Lynch había entrado por fin en la casa.
That was all she said. She lowered her glasses and continued darning socks. Dr. Juvenal Urbino knew then that the long hours of anguish were over. The moment had not been as he had foreseen it; rather than a seismic tremor in his heart, it was a calming blow, and a great relief that what was bound to happen sooner or later had happened sooner rather than later: the ghost of Miss Barbara Lynch had entered his house at last.
El doctor Juvenal Urbino la había conocido cuatro meses antes, esperando el turno en la consulta extema del Hospital de la Misericordia, y se dio cuenta al instante de que algo irreparable acababa de ocurrir en su destino. Era una mulata alta, elegante, de huesos grandes, con la piel del mismo color y la misma naturaleza tierna de la melaza, vestida aquella mañana con un traje rojo de lunares blancos y un sombrero del mismo género con unas alas muy amplias que le daban sombra hasta los párpados. Parecía de un sexo más definido que el del resto de los humanos. El doctor juvenal Urbino no atendía en el servicio externo, pero siempre que pasaba por allí con tiempo de sobra entraba a recordarles a sus alumnos mayores que no hay mejor medicina que un buen diagnóstico. De modo que se las arregló para estar presente en el examen de la mulata imprevista, cuidándose de que sus discípulos no le notaran un gesto que no pareciera casual, y apenas sin fijarse en ella, pero anotó muy bien en la memoria los datos de su identidad. Esa tarde, después de la última visita, hizo pasar el coche por la dirección que ella había dado en la consulta, y allí estaba, en efecto, tomando el fresco de marzo en la terraza.
Dr. Juvenal Urbino had met her four months earlier as she waited her turn in the clinic of Misericordia Hospital, and he knew immediately that something irreparable had just occurred in his destiny. She was a tall, elegant, large-boned mulatta, with skin the color and softness of molasses, and that morning she wore a red dress with white polka dots and a broad-brimmed hat of the same fabric, which shaded her face down to her eyelids. Her sex seemed more pronounced than that of other human beings. Dr. Juvenal Urbino did not attend patients in the clinic, but whenever he passed by and had time to spare, he would go in to remind his more advanced students that there is no medicine better than a good diagnosis. So that he arranged to be present at the examination of the unforeseen mulatta, making certain that his pupils would not notice any gesture of his that did not appear to be casua l and barely looking at her, but fixing her name and address with care in his memory. That afternoon, after his last house call, he had his carriage pass by the address that she had given in the consulting room, and in fact there she was, enjoying the coolness on her terrace.
Era una típica casa antillana pintada toda de amarillo hasta el techo de cinc, con ventanas de anjeo y tiestos de claveles y helechos colgados en el portal, y asentada sobre pilotes de madera en la marisma de la Mala Crianza. Un turpial cantaba en la jaula colgada en el alero. En la acera de enfrente había una escuela primaria, y los niños que salían en tropel obligaron al cochero a mantener las riendas firmes para impedir que se espantara el caballo. Fue una suerte, pues la señorita Bárbara Lynch tuvo tiempo de reconocer al doctor. Lo saludó con un ademán de viejos conocidos, lo invitó a tomarse un café mientras pasaba el desorden, y él se lo tomó encantado, en contra de su costumbre, oyéndola hablar de ella misma, que era lo único que le interesaba desde aquella mañana y lo único que iba a interesarle, sin un minuto de paz, en los próximos meses. En alguna ocasión, recién casado, un amigo le había dicho delante de su esposa, que tarde o temprano tendría que enfrentarse a una pasión enloquecedora, capaz de poner en riesgo la estabilidad de su matrimonio. Él, que creía conocerse a sí mismo, que conocía la fortaleza de sus raíces morales, se había reído del pronóstico. Pues bien: ahí estaba.
It was a typical Antillean house, painted yellow even to the tin roof, with burlap windows and pots of carnations and ferns hanging in the doorway. It rested on wooden pilings in the salt marshes of Mala Crianza. A troupial sang in the cage that hung from the eaves. Across the street was a primary school, and the children rushing out obliged the coachman to keep a tight hold on the reins so that the horse would not shy. It was a stroke of luck, for Miss Barbara Lynch had time to recognize the Doctor. She waved to him as if they were old friends, she invited him to have coffee while the confusion abated, and he was delighted to accept (although it was not his custom to drink coffee) and to listen to her talk about herself, which was the only thing that had interested him since the morning and the only thing that was going to interest him, without a moment′s respite, during the months to follow. Once, soon after he had married, a friend told him, with his wife present, that sooner or later he would have to confront a mad passion that could endanger the stability of his marriage. He, who thought he knew himself, knew the strength of his moral roots, had laughed at the prediction. And now it had come true.
La señorita Bárbara Lynch, doctora en teología, era la hija única del reverendo Jonathan B. Lynch, un pastor protestante, negro y enjuto, que andaba en una muía por los caseríos indigentes de la marisma, predicando la palabra de uno de los tantos dioses que el doctor Juvenal Urbino escribía con minúscula para distinguirlos del suyo. Hablaba un buen castellano, con una piedrecita en la sintaxis cuyos tropiezos frecuentes aumentaban su gracia. Iba a cumplir veintiocho años en diciembre, se había divorciado poco antes de otro pastor, discípulo de su padre, con el que estuvo mal casada dos años, y no le habían quedado deseos de reincidir. Dijo: "No tengo más amor que mi turpial". Pero el doctor Urbino era demasiado serio para pensar que lo dijera con intención. Al contrario: se preguntó confundido si tantas facilidades juntas no serían una trampa de Dios para después cobrarlas con creces, pero en seguida lo apartó de su mente como un disparate teológico debido a su estado de confusión.
Miss Barbara Lynch, Doctor of Theology, was the only child of the Reverend Jonathan B. Lynch, a lean black Protestant minister who rode on a mule through the povertystricken settlements in the salt marshes, preaching the word of one of the many gods that Dr. Juvenal Urbino wrote with a small g to distinguish them from his. She spoke good Spanish, with a certain roughness in the syntax, and her frequent slips heightened her charm. She would be twenty-eight years old in December, not long ago she had divorced another minister, who was a student of her father′s and to whom she had been unhappily married for two years, and she had no desire to repeat the offense. She said: “I have no more love than my troupial. But Dr. Urbino was too serious to think that she said it with hidden intentions. On the contrary: he asked himself in bewilderment if so many opportunities coming together might not be one of God′s pitfalls, which he would then have to pay for dearly, but he dismissed the thought without delay as a piece of theological nonsense resulting from his state of confusion.
Ya para despedirse, hizo un comentario casual sobre la consulta médica de la mañana, sabiendo que nada le gusta más a un enfermo que hablar de sus dolencias, y ella fue tan espléndida hablando de las suyas, que él le prometió volver al día siguiente, a las cuatro en punto, para hacerle un examen más detenido. Ella se asustó: sabía que un médico de esa clase estaba muy por encima de sus posibilidades, pero él la tranquilizó: "En esta profesión tratamos de que los ricos paguen por los pobres". Luego hizo la nota en su cuaderno de bolsillo: señorita Bárbara Lynch, marisma de la Mala Crianza, sábado, 4 p.m. Meses después, Fermina Daza había de leer aquella ficha aumentada con los pormenores del diagnóstico y del tratamiento, y con la evolución de la enfermedad. El nombre le llamó la atención, y de pronto se le ocurrió que era una de esas artistas descarriadas de los barcos fruteros de Nueva Orleans, pero la dirección le hizo pensar que más bien debía ser de Jamaica, y negra, por supuesto, y la descartó sin dolor de los gustos de su marido.
As he was about to leave, he made a casual remark about that morning′s medical consultation, knowing that nothing pleases patients more than talking about their ailments, and she was so splendid talking about hers that he promised he would return the next day, at four o′clock sharp, to examine her with greater care. She was dis mayed: she knew that a doctor of his qualifications was far above her ability to pay, but he reassured her: “In this profession we try to have the rich pay for the poor. Then he marked in his notebook: Miss Barbara Lynch, Mala Crianza Salt Marsh, Saturday, 4 p.m. Months later, Fermina Daza was to read that notation, augmented by details of the diagnosis, treatment, and evolution of the disease. The name attracted her attention, and it suddenly occurred to her that she was one of those dissolute artists from the New Orleans fruit boats, but the address made her think that she must come from Jamaica, a black woman, of course, and she eliminated her without a second thought as not being to her husband′s taste.
El doctor Juvenal Urbino llegó a la cita del sábado con diez minutos de adelanto, cuando la señorita Lynch no había acabado de vestirse para recibirlo. Desde sus tiempos de París, cuando tenía que presentarse a un examen oral, no había sentido una tensión semejante. Tendida en la cama de lienzo, con una tenue combinación de seda, la señorita Lynch, era de una belleza interminable. Todo en ella era grande e intenso: sus muslos de sirena, su piel a fuego lento, sus senos atónitos, sus encías diáfanas de dientes perfectos, y todo su cuerpo irradiaba un vapor de buena salud que era el olor humano que Fermina Daza encontraba en la ropa del esposo. Había ido a la consulta externa porque sufría de algo que ella llamaba con mucha gracia cólicos torcidos, y el doctor Urbino pensaba que era un síntoma de no tomar a la ligera. De modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado por el desorden de los instintos. Sólo una vez le había ocurrido algo así en su severa vida profesional, y había sido su día de mayor vergüenza, porque la paciente, indignada, le apartó la mano, se sentó en la cama, y le dijo: "Lo que usted quiere puede suceder, pero así no será". La señorita Lynch, en cambio, se abandonó en sus manos, y cuando no tuvo ninguna duda de que el médico ya no estaba pensando en su ciencia, dijo:
Dr. J uvenal Urbino came ten minutes early for the Saturday appointment, and Miss Lynch had not finished dressing to receive him. He had not felt so much tension since his days in Paris when he had to present himself for an oral examination. As she lay on her canvas bed, wearing a thin silk slip, Miss Lynch′s beauty was endless. Everything about her was large and intense: her siren′s thighs, her slow-burning skin, her astonished breasts, her diaphanous gums with their perfect teeth, her whole body radiating a vapor of good health that was the human odor Fermina Daza had discovered in her husband′s clothing. She had gone to the clinic because she suffered from something that she, with much charm, called "twisted colons," and Dr. Urbino thought that it was a symptom that should not be ignored. So he palpated her internal organs with more intention than attention, and as he did so he discovered in amazement that this marvelous creature was as beautiful inside as out, and then he gave himself over to the delights of touch, no longer the best-qualified physician along the Caribbean coastline but a poor soul tormented by his tumultuous instincts. Only once before in his austere professional life had something similar happened to him, and that had been the day of his greatest shame, because the indignant patient had moved his hand away, sat up in bed, and said to him: "What you want may happen, but it will not be like this." Miss Lynch, on the other hand, abandoned herself to his hands, and when she was certain that the Doctor was no longer thinking about his science, she said:
-Yo creía que esto era no permitido por la ética.
"I thought this not permitted by your ethics."
Él estaba tan ensopado de sudor como si saliera vestido de un estanque, y se secó las manos y la cara con una toalla.
He was as drenched by perspiration as if he had just stepped out of a pool wearing all his clothes, and he dried his hands and face with a towel.
-La ética --dijo- se imagina que los médicos somos de palo.
"Our code of ethics supposes," he said, "that we doctors are made of wood."
Ella le tendió una mano agradecida.
“I have not stopped thinking about you for an instant, he said.
-El hecho de que yo lo creía no quiere decir que no se pueda hacer -dijo-. Imagínate lo que será para una pobre negra como yo que se fije en mí un hombre con tanto ruido
"The fact I thought so does not mean you cannot do," she said. "Just think what it mean for poor black woman like me to have such a famous man notice her."
-No he dejado de pensar en usted un solo instante -dijo él.
"I have not stopped thinking about you for an instant," he said.
Fue una confesión tan trémula que hubiera sido digna de lástima. Pero ella lo puso a salvo de todo mal con una carcajada que iluminó el dormitorio.
It was so tremulous a confession that it might have inspired pity. But she saved him from all harm with a laugh that lit up the bedroom.
-Lo sé desde que te vi en la hospital, doctor -dijo-. Negra soy, pero no bruta.
“I know since I saw you in hospital, Doctor, she said. “Black I am but not a fool.
No fue nada fácil. La señorita Lynch quería su honra limpia, quería seguridad y amor, en ese orden, y creía merecerlos. Le dio al doctor Urbino la oportunidad de seducirla, pero sin entrar en el cuarto aun estando ella sola en la casa. Lo más lejos que llegó fue a permitir que él repitiera la ceremonia de palpación y auscultación con todas las violaciones éticas que quisiera, pero sin quitarle la ropa. Él, por su parte, no pudo soltar la carnada una vez mordida, y perseveró en sus asedios casi diarios. Por razones de orden práctico, la relación continuada con la señorita Lynch le era casi imposible, pero él era demasiado débil para detenerse a tiempo, como luego había de serlo también para seguir adelante. Fue su límite.
It was far from easy. Miss Lynch wanted her honor protected, she wanted security and love, in that order, and she believed that she deserved them. She gave Dr. Urbino the opportunity to seduce he r but not to penetrate her inner sanctum, even when she was alone in the house. She would go no further than allowing him to repeat the ceremony of palpation and auscultation with all the ethical violations he could desire, but without taking off her clothes. For his part, he could not let go of the bait once he had bitten, and he continued his almost daily incursions. For reasons of a practical nature, it was close to impossible for him to maintain a continuing relationship with Miss Lynch, but he was too weak to stop, as he would later be too weak to go any further. This was his limit.
El reverendo Lynch no tenía una vida regular, se iba en cualquier momento en su muía cargada por un lado de biblias y folletos de propaganda evangélica, y cargada de provisiones por el otro lado, y volvía cuando menos se pensaba. Otro inconveniente era la escuela de enfrente, pues los niños cantaban sus lecciones mirando hacia la calle por las ventanas, y lo que veían mejor era la casa de la acera opuesta, con las puertas y las ventanas de par en par desde las seis de la mañana, y veían a la señorita Lynch colgando la jaula en el alero para que el turpial aprendiera las lecciones cantadas, la veían con un turbante de colores cantándolas ella también con su brillante voz caribe mientras hacía los oficios de la casa, y la veían después sentada en el porche cantando sola en inglés los salmos de la tarde.
The Reverend Lynch did not lead a regular life, for he would ride away on his mule on the spur of the moment, carrying Bibles and evangelical pamphlets on one side and provisions on the other, and he would return when least expected. Another difficulty was the school across the street, for the children would recite their lessons as they looked out the windows, and what they saw with greatest clarity was the house across the way, with its doors and windows open wide from six o′clock in the morning, they saw Miss Lynch hanging the birdcage from the eaves so that the troupial could learn the recited lessons, they saw her wearing a bright-colored turban and going about her househo ld tasks as she recited along with them in her brilliant Caribbean voice, and later they saw her sitting on the porch, reciting the afternoon psalms by herself in English.
Tenían que escoger una hora en que no estuvieran los niños, y sólo había dos posibilidades: en la pausa del almuerzo, entre las doce y las dos, que era cuando también el doctor almorzaba, o al final de la tarde, cuando los niños se iban a sus casas. Esta última fue siempre la mejor hora, pero ya para entonces el doctor había terminado sus visitas y disponía de pocos minutos para llegar a comer en familia. El tercer problema, y el más grave para él, era su propia condición. No le era posible ir sin el coche, que era muy conocido y debía estar siempre en la puerta. Hubiera podido hacer cómplice al cochero, como casi todos sus amigos del Club Social, pero eso estaba fuera del alcance de sus costumbres. Tanto, que cuando las visitas a la señorita Lynch se hicieron demasiado evidentes, el propio cochero familiar de librea se atrevió a preguntarle si no sería mejor que volviera a buscarlo más tarde para que el coche no estuviera tanto tiempo estacionado en la puerta. El doctor Urbino, en una reacción extraña a su modo de ser, lo cortó de un tajo:
They had to choose a time when the children were not there, and there were only two possibilities: the afternoon recess for lunch, between twelve and two, which was also when the Doctor had his lunch, or late in the afternoon, after the children had gone home. This was always the best time, although by then the Doctor had made his rounds and had only a few minutes to spare before it was time for him to eat with his family. The third problem, and the most serious for him, was his own situation. It was not possible for him to go there without his carriage, which was very well known and always had to wait outside her door. He could have made an accomplice of his coachman, as did most of his friends at the Social Club, but that was not in his nature. In fact, when his visits to Miss Lynch became too obvious, the liveried family coachman himself dared to ask if it would not be better for him to come back later so that the carriage would not spend so much time at her door. Dr. Urbino, in a sharp response that was not typical of him, cut him off.
-Desde que te conozco es la primera vez que te oigo decir algo que no debías -le dijo-. Pues bien: lo doy por no dicho.
“This is the first time since I know you that I have heard you say something you should not have, he said. “Well, then: I will assume it was never said.
No había solución. En una ciudad como ésta era imposible ocultar una enfermedad mientras el coche del médico estuviera en la puerta. A veces el propio médico tomaba la iniciativa de ir a pie, si la distancia lo permitía, o iba en un coche de alquiler, para evitar suposiciones malignas o prematuras. Sin embargo, semejantes engaños no servían de mucho, pues las recetas que se ordenaban en las farmacias permitían descifrar la verdad, a tal punto que el doctor Urbino prescribía medicinas falsas junto con las correctas, para preservar el derecho sagrado de los enfermos a morirse en paz con el secreto de sus enfermedades. También podía justificar de diversos modos honestos la presencia de su coche frente a la casa de la señorita Lynch, pero no habría podido ser por mucho tiempo, y menos por tanto como él hubiera deseado: toda la vida.
There was no solution. In a city like this, it was impossible to hide an illness when the Doctor′s carriage stood at the door. At times the Doctor himself took the initiative and went on foot, if distance permitted, or in a hired carriage, to avoid malicious or premature assumptions. Such deceptions, however, were to little avail. Since the prescriptions ordered in pharmacies revealed the truth, Dr. Urbino would always prescribe counterfeit medicines along with the correct ones in order to preserve the sacred right of the sick to die in peace along with the secret of their illness. Similarly, he was able in various truthful ways to account for the presence of his carriage outside the house of Miss Lynch, but he could not allow it to stay there too long, least of all for the amount of time he would have desired, which was the rest of his life.
El mundo se le volvió un infierno. Pues una vez saciada la locura inicial, ambos tomaron conciencia de los riesgos, y el doctor Juvenal Urbino no tuvo nunca la decisión de afrontar el escándalo. En los delirios de la fiebre lo prometía todo, pero después que todo pasaba todo volvía a quedar para después. En cambio, a medida que aumentaban las ansias de estar con ella aumentaba también el temor de perderla, de modo que los encuentros fueron siendo cada vez más apresurados y difíciles. No pensaba en otra cosa. Esperaba las tardes con una ansiedad insoportable, se le olvidaban los otros compromisos, se le olvidaba todo menos ella, pero a-medida que el coche se acercaba a la marisma de la Mala Crianza iba rogando a Dios que un inconveniente de última hora lo obligara a pasar de largo. Iba en tal estado de angustia, que a veces se alegraba de ver desde la esquina la cabeza algodonada del reverendo Lynch leyendo en la terraza, y a la hija en la sala, catequizando a los niños del barrio con los Evangelios cantados. Entonces se iba feliz a su casa para no seguir desafiando al azar, pero después se sentía enloquecer de ansiedad porque volvieran a ser todo el día las cinco de la tarde de todos los días.
The world became a hell for him. For once the initial madness was sated, they both became aware of the risks involved, and Dr. Juvenal Urbino never had the resolve to face a scandal. In the deliriums of passion he promised everything, but when it was over, everything was left for later. On the other hand, as his desire to be with her grew, so did his fear of losing her, so that their meetings became more and more hurried and problematic. He thought about nothing else. He waited for the afternoons with unbearable longing, he forgot his other commitments, he forgot everything but her, but as his carriage approached the Mala Crianza salt marsh he prayed to God that an unforeseen obstacle would force it to drive past. He went to her in a state of such anguish that at times as he turned the corner he was glad to catch a glimpse of the woolly head of the Reverend Lynch, who read on the terrace while his daughter catechized neighborhood children in the living room with recited passages of scripture. Then he would go home relieved that he was not defying fate again, but later he would feel himself going mad with the desire for it to be five o′clock in the afternoon all day, every day.
De modo que los amores se volvieron imposibles cuando el coche se hizo demasiado notorio en la puerta, y al cabo de tres meses ya no fueron nada más que ridículos. Sin tiempo para decirse nada, la señorita Lynch se metía en el dormitorio tan pronto como veía entrar al amante aturdido. Había adoptado la precaución de ponerse una falda ancha los días en que lo esperaba, una preciosa pollera de Jamaica con volantes de flores coloradas, pero sin ropa interior, sin nada, creyendo que la facilidad iba a ayudarlo contra el miedo. Pero él malgastaba todo cuanto ella hacía por hacerlo feliz. La seguía jadeando hasta el dormitorio, empapado de sudor, y entraba en estampida tirándolo todo por el suelo, el bastón, el maletín de médico, el sombrero Panamá, y hacía un amor de pánico con los pantalones enrollados en las corvas, con el saco abotonado para que le estorbara menos, con la leontina de oro en el chaleco, con los zapatos puestos, con todo, y más pendiente de irse cuanto antes que de cumplir con su placer. Ella se quedaba en ayunas, entrando apenas en su túnel de soledad, cuando ya él estaba abotonándose de nuevo, exhausto, como si hubiera hecho el amor absoluto en la línea divisoria de la vida y la muerte, cuando en realidad no había hecho sino lo mucho que el acto de amor tiene de hazaña física. Pero estaba en su ley: el tiempo justo para aplicar una inyección intravenosa en un tratamiento de rutina. Entonces regresaba a la casa avergonzado de su debilidad, con ganas de morirse, maldiciéndose por su falta de valor para pedirle a Fermina Daza que le bajara los pantalones y lo sentara de culo en un brasero.
So their love became impossible when the carriage at her door became too conspicuous, and after three months it became nothing less than ridiculous. Without time to say anything, Miss Lynch would go to the bedroom as soon as she saw her agitated lover walk in the door. She took the precaution of wearing a full skirt on the days she expected him, a charming skirt from Jamaica with red flowered ruffles, but with no underwear, nothing, in the belief that this convenience was going to help him ward off his fear. But he squandered everything she did to make him happy. Panting and drenched with perspiration, he rushed after her into the bedroom, throwing everything on the floor, his walking stick, his medical bag, his Panama hat, and he made panic-stricken love with his trousers down around his knees, with his jacket buttoned so that it would not get in his way, with his gold watch chain across his vest, with his shoes on, with everything on, and more concerned with leaving as soon as possible than with achieving pleasure. She was left dangling, barely at the entrance of her tunnel of solitude, while he was already buttoning up again, as exhausted as if he had made absolute love on the dividing line between life and death, when in reality he had accomplished no more than the physical act that is only a part of the feat of love. But he had finished in time: the exact time needed to give an injection during a routine visit. Then he returned home ashamed of his weakness, longing for death, cursing himself for the lack of courage that kept him from asking Fermina Daza to pull down his trousers and burn his ass on the brazier.
No cenaba, rezaba sin convicción, fingía continuar en la cama la lectura de la siesta mientras su esposa daba vueltas y vueltas por la casa poniendo el mundo en orden antes de acostarse. A medida que cabeceaba sobre el libro iba hundiéndose poco a poco en el manglar inevitable de la señorita Lynch, en su vaho de floresta yacente, su cama de morir, y entonces no lograba pensar en nada más que en las cinco menos cinco de la tarde de mañana, y ella esperándolo en la cama sin nada más que su monte de estropajo oscuro bajo la falda de loca de Jamaica: el círculo infernal.
He did not eat, he said his prayers without conviction, in bed he pretended to continue his siesta reading while his wife walked round and round the house putting the world in order before going to bed. As he nodded over his book, he began to sink down into the inevitable mangrove swamp of Miss Lynch, into her air of a recumbent forest glade, his deathbed, and then he could think of nothing except tomorrow′s five minutes to five o′clock in the afternoon and her waiting for him in bed with nothing but the mound of her dark bush under her madwoman′s skirt from Jamaica: the hellish circle.
Hacía ya unos años que había empezado a tener conciencia del peso de su propio cuerpo. Reconocía los síntomas. Los había leído en los textos, los había visto confirmados en la vida real, en pacientes mayores sin antecedentes graves que de pronto empezaban a describir síndromes perfectos que parecían sacados de los libros de medicina, y que sin embargo resultaban ser imaginarios. Su maestro de clínica infantil de La Salpétriére le había aconsejado la pediatría como la especialidad más honesta, porque los niños sólo se enferman cuando en realidad están enfermos, y no pueden comunicarse con el médico con palabras convencionales sino con síntomas concretos de enfermedades reales. Los adultos, en cambio, a partir de cierta edad, o bien tenían los síntomas sin las enfermedades, o algo peor: enfermedades graves con síntomas de otras inofensivas. Él los entretenía con paliativos, dándole tiempo al tiempo, hasta que aprendían a no sentir sus achaques a fuerza de convivir con ellos en el basurero de la vejez. Lo que nunca pensó el doctor Juvenal Urbino era que un médico de su edad, que creía haberlo visto todo, no pudiera superar la inquietud de sentirse enfermo cuando no lo estaba. O peor: no creer que lo estaba, por puro prejuicio científico, cuando tal vez lo estaba en realidad. Ya a los cuarenta años, medio en serio y medio en broma, había dicho en la cátedra: "Lo único que necesito en la vida es alguien que me entienda". Pero cuando se encontró perdido en el laberinto de la señorita Lynch ya no lo pensó en broma.
In the past few years he had become conscious of the burden of his own body. He recognized the symptoms. He had read about them in textbooks, he had seen them confirmed in real life, in older patients with no history of serious ailments who suddenly began to describe perfect syndromes that seemed to come straight from medical texts and yet turned out to be imaginary. His professor of children′s clinical medicine at La Salpêtrière had recommended pediatrics as the most honest specialization, because children become sick only when in fact they are sick, and they cannot communicate with the physician using conventional words but only with concrete symptoms of real diseases. After a certain age, however, adults either had the symptoms without the diseases or, what was worse, serious diseases with the symptoms of minor ones. He distracted them with palliatives, giving time enough time to teach them not to feel their ailments, so that they could live with them in the rubbish heap of old age. Dr. Juvenal Urbino never thought that a physician his age, who believed he had seen everything, would not be able to overcome the uneasy feeling that he was ill when he was not. Or what was worse, not believe he was, out of pure scientific prejudice, when perhaps he really was. At the age of forty, half in earnest and half in jest, he had said in class: “All I need in life is someone who understands me. But when he found himself lost in the labyr inth of Miss Lynch, he no longer was jesting.
Todos los síntomas reales o imaginarios de sus pacientes mayores se acumularon en su cuerpo. Sentía la forma del hígado con tal nitidez, que podía decir su tamaño sin tocárselo. Sentía el gruñido de gato dormido de sus riñones, sentía el brillo tornasolado de su vesícula, sentía el zumbido de la sangre en sus arterias. A veces amanecía como un pez sin aire para respirar. Tenía agua en el corazón. Lo sentía perder el paso un instante, lo sentía retrasarse un latido como en las marchas militares del colegio, una vez y otra vez, y al fin lo sentía recuperarse porque Dios es grande. Pero en vez de apelar a los mismos remedios de distracción que les daba a sus enfermos, estaba ofuscado de terror. Era cierto: lo único que necesitaba en la vida, también a los cincuenta y ocho años, era alguien que lo entendiera. De modo que acudió a Fermina Daza, el ser que más lo amaba y al que más amaba en este mundo, y con la que acababa de poner en paz su conciencia.
All the real or imaginary symptoms of his older patients made their appearance in his body. He felt the shape of his liver with such clarity that he could tell its size without touching it. He felt the dozing cat′s purr of his kidneys, he felt the iridescent brilliance of his vesicles, he felt the humming blood in his arteries. At times he awoke at dawn gasping for air, like a fish out of water. He had fluid in his heart. He felt it lose the beat for a moment, he felt it syncopate like a school marching band, once, twice, and then, because God is good, he felt it recover at last. But instead of having recourse to the same distracting remedies he gave to his patients, he went mad with terror. It was true: all he needed in life, even at the age of fifty-eight, was someone who understood him. So he turned to Fermina Daza, the person who loved him best and whom he loved best in the world, and with whom he had just eased his conscience.
Pues esto ocurrió después de que ella lo interrumpió en su lectura de la tarde para pedirle que la mirara a la cara, y él tuvo el primer indicio de que su círculo infernal había sido descubierto. No entendía cómo, sin embargo, porque le habría sido imposible imaginar que Fermina Daza hubiera encontrado la verdad por puro olfato. De todos modos, y desde mucho antes, esta no era una ciudad buena para tener secretos. Al poco tiempo de instalados los primeros teléfonos domésticos, varios matrimonios que parecían estables se acabaron por chismes de llamadas anónimas, y muchas familias atemorizadas suspendieron el servicio o se negaron a tenerlo durante años. El doctor Urbino sabía que su esposa se respetaba tanto a sí misma como para no permitir siquiera un intento de infidencia anónima por teléfono, y no podía imaginarse a nadie tan atrevido como para hacérsela en nombre propio. En cambio, le temía al método antiguo: un papel deslizado por debajo de la puerta por una mano desconocida podía ser eficaz, no sólo porque garantizaba el doble anónimo del remitente y el destinatario, sino porque su estirpe legendaria permitía atribuirle alguna relación metafísica con los designios de la Divina Providencia.
For this occurred after she interrupted his afternoon reading to ask him to look at her, and he had the first indication that his hellish circle had been discovered. But he did not know how, because it would have been impossible for him to conceive of Fermina Daza′s learning the truth by smell alone. In any case, for a long time this had not been a good city for keeping secrets. Soon after the first home telephones were installed, several marriages that seemed stable were destroyed by anonymous tale-bearing calls, and a number of frightened families either canceled their service or refused to have a telephone for many years. Dr. Urbino knew that his wife had too much self- respect to allow so much as an attempt at anonymous betrayal by telephone, and he could not imagine anyone daring to try it under his own name. But he feared the old method: a note slipped under the door by an unknown hand could be effective, not only because it guaranteed the double anonymity of sender and receiver, but because its time-honored ancestry permitted one to attribute to it some kind of metaphysical connection to the designs of Divine Providence.
Los celos no conocían su casa: durante más de treinta años de paz conyugal, el doctor Urbino se había preciado en público muchas veces, y hasta entonces había sido cierto, de ser como los fósforos suecos, que sólo encienden en su propia caja. Pero ignoraba cuál podía ser la reacción de una mujer con tanto orgullo como la suya, con tanta dignidad y con un carácter tan fuerte, frente a una infidelidad comprobada. De modo que después de mirarla a la cara como ella se lo había pedido, no se le ocurrió nada más que bajar otra vez la mirada para disimular la turbación, y siguió fingiéndose extraviado en los dulces meandros de la isla de Alca, mientras se le ocurría qué hacer. Fermina Daza, por su parte, tampoco dijo nada más. Cuando terminó de zurcir las medias echó las cosas sin ningún orden dentro del costurero, dio en la cocina instrucciones para la cena, y se fue al dormitorio.
Jealousy was unknown in his house: during more than thirty years of conjugal peace, Dr. Urbino had often boasted in public--and until now it had been true--that he was like those Swedish matches that light only with their own box. But he did not know how a woman with as much pride, dignity, and strength of character as his wife would react in the face of proven infidelity. So that after looking at her as she had asked, nothing occurred to him but to lower his eyes again in order to hide his embarrassment and continue the pretense of being lost among the sweet, meandering rivers of Alca Island until he could think of something else. Fermina Daza, for her part, said nothing more either. When she finished darning the socks, she tossed everything into the sewing basket in no particular order, gave instructions in the kitchen for supper, and went to the bedroom.
Entonces él tenía su determinación tan bien tomada que a las cinco de la tarde no asó por la casa de la señorita Lynch. Las promesas de amor eterno, la ilusión de una casa discreta para ella sola donde él pudiera visitarla sin sobresaltos, la felicidad sin prisa hasta la muerte, todo cuanto él había prometido en las llamaradas del amor quedó cancelado por siempre jamás. Lo último que la señorita Lynch tuvo de él fue una diadema de esmeraldas que el cochero le entregó sin comentarios, sin un recado, sin una nota escrita, y dentro de una cajita envuelta con papel de farmacia para que el mismo cochero la creyera una medicina de urgencia. No volvió a verla ni por casualidad en el resto de su vida, y sólo Dios supo cuánto dolor le costó esta resolución heroica, y cuántas lágrimas de hiel tuvo que derramar encerrado en el retrete para sobrevivir a su desastre íntimo. A las cinco, en vez de ir con ella, hizo ante su confesor un acto de contrición profunda, y el domingo siguiente comulgó con el corazón hecho pedazos, pero con el alma tranquila.
Then he reached the admirable decision not to go to Miss Lynch′s house at five o′clock in the afternoon. The vows of eternal love, the dream of a discreet house for her alone where he could visit her with no unexpected interruptions, their unhurried happiness for as long as they lived--everything he had promised in the blazing heat of love was canceled forever after. The last thing Miss Lynch received from him was an emerald tiara in a little box wrapped in paper from the pharmacy, so that the coachman himself thought it was an emergency prescription and handed it to her with no comment, no message, nothing in writing. Dr. Urbino never saw her again, not even by accident, and God alone knows how much grief his heroic resolve cost him or how many bitter tears he had to shed behind the locked lavatory door in order to sur vive this private catastrophe. At five o′clock, instead of going to see her, he made a profound act of contrition before his confessor, and on the following Sunday he took Communion, his heart broken but his soul at peace.
La misma noche de la renuncia, mientras se desvestía para dormir, le repitió a Fermina Daza la amarga letanía de sus insomnios matinales, las punzadas súbitas, las ganas de llorar al atardecer, los síntomas cifrados del amor escondido que él le contaba entonces como si fueran las miserias de la vejez. Tenía que hacerlo con alguien para no morirse, para no tener que contar la verdad, y al fin y al cabo aquellos desahogos estaban consagrados en los ritos domésticos del amor. Ella lo oyó con atención, pero sin mirarlo, sin decir nada, mientras iba recibiendo la ropa que él se quitaba. Olía cada pieza sin ningún gesto que delatara su rabia, la enrollaba de cualquier modo, y la tiraba en el canasto de mimbre de la ropa sucia. No encontró el olor, pero daba lo mismo: mañana será otro día. Antes de arrodillarse a rezar frente al altarcito del dormitorio, él concluyó el recuento de sus penurias con un suspiro triste, y sincero, además: "Creo que me voy a morir". Ella no parpadeó siquiera para replicarle.
That night, following his renunciation, as he was undressing for bed, he recited for Fermina Daza the bitter litany of his early morning insomnia, his sudden stabbing pains, his desire to weep in the afternoon, the encoded symptoms of secret love, which he recounted as if they were the miseries of old age. He had to tell someone or die, or else tell the truth, and so the relief he obtained was sanctified within the domestic rituals of love. She listened to him with close attention, but without looking at him, without saying anything as she picked up every article of clothing he removed, sniffed it with no gesture or change of expression that might betray her wrath, then crumpled it and tossed it into the wicker basket for dirty clothes. She did not find the odor, but it was all the same: tomorrow was another day. Before he knelt down to pray before the altar in the bedroom, he ended the recital of his misery with a sigh as mournful as it was sincere: “I think I am going to die. She did not even blink when she replied.
-Sería lo mejor -dijo-. Así estaremos los dos más tranquilos.
“That would be best, she said. “Then we could both have some peace.
Años antes, en la crisis de una enfermedad peligrosa, él había hablado de la posibilidad de morir, y ella le había dado con la misma réplica brutal. El doctor Urbino la atribuyó a la inclemencia propia de las mujeres, gracias a la cual es posible que la Tierra siga girando alrededor del Sol, porque entonces ignoraba que ella interponía siempre una barrera de rabia para que no se le notara el miedo. Y en ese caso, el más terrible de todos, que era el miedo de quedarse sin él.
Years before, during the crisis of a dangerous illness, he had spoken of the possibility of dying, and she had made the same brutal reply. Dr. Urbino attributed it to the natural hardheartedness of women, which allows the earth to continue revolving around the sun, because at that time he did not know that she always erected a barrier of wrath to hide her fear. And in this case it was the most terrible one of all, the fear of losing him.
Aquella noche, en cambio, le había deseado la muerte con todo el ímpetu de su corazón, y esa certidumbre lo alarmó. Después la sintió sollozar en la oscuridad, muy despacio, mordiendo la almohada para que él no la sintiera. Esto acabó de ofuscarlo, porque sabía que ella no lloraba con facilidad por ningún dolor del cuerpo o del alma. Sólo lloraba por una rabia grande, más aún si ésta tenía origen de algún modo en su terror de la culpa, y entonces le daba más rabia cuanto más lloraba, porque no lograba perdonarse la debilidad de llorar. Él no se atrevió a consolarla, sabiendo que habría sido como consolar una tigra atravesada por una lanza, ni tuvo valor para decirle que los motivos de su llanto habían desaparecido esa tarde, y habían sido arrancados de raíz y para siempre hasta de su memoria.
That night, on the other hand, she wished him dead with all her heart, and this certainty alarmed him. Then he heard her slow sobbing in the darkness as she bit the pillow so he would not hear. He was puzzled, because he knew that she did not cry easily for any affliction of body or soul. She cried only in rage, above all if it had its origins in her terror of culpability, and then the more she cried the more enraged she became, because she could never forgive her weakness in crying. He did not dare to console her, knowing that it would have been like consoling a tiger run through by a spear, and he did not have the courage to tell her that the reason for her weeping had disappeared that afternoon, had been pulled out by the roots, forever, even from his memory.
El cansancio lo venció unos minutos. Cuando despertó, ella había encendido su veladora tenue y seguía con los ojos abiertos pero sin llorar. Algo definitivo le ocurrió mientras él dormía: los sedimentos acumulados en el fondo de su edad a través de tantos años habían sido rebullidos por el suplicio de los celos, y habían salido a flote, y la habían envejecido en un instante. Impresionado por sus arrugas instantáneas, sus labios mustios, las cenizas de su cabello, él se arriesgó a decirle que tratara de dormir: eran más de las dos. Ella le habló sin mirarlo, pero ya sin un rastro de rabia en la voz, casi con mansedumbre.
Fatigue overcame him for a few minutes. When he awoke, she had lit her dim bedside lamp and lay there with her eyes open, but without crying. Something definitive had happened to her while he slept: the sediment that had accumulated at the bottom of her life over the course of so many years had been stirred up by the torment of her jealousy and had floated to the surface, and it had aged her all at once. Shocked by her sudden wrinkles, her faded lips, the ashes in her hair, he risked telling her that she should try to sleep: it was after two o′clock. She spoke, not looking at him but with no trace of rage in her voice, almost with gentleness.
-Tengo derecho a saber quién es -dijo.
“I have a right to know who she is, she said.
Y entonces él se lo contó todo, sintiendo que se quitaba de encima el peso del mundo, porque estaba convencido de que ella lo sabía y sólo le faltaba confirmar los pormenores. Pero no era así, por supuesto, de modo que mientras él hablaba ella volvió a llorar, y no con sollozos tímidos como al principio, sino con unas lágrimas sueltas y salobres que se le escurrían por la cara, y le ardían en el camisón de dormir y le inflamaban la vida, porque él no había hecho lo que ella esperaba con el alma en un hilo, y era que lo negara todo hasta la muerte, que se indignara por la calumnia, que se cagara a gritos en esta sociedad de mala madre que no tenía el menor reparo en pisotear la honra ajena, y que se hubiera mantenido imperturbable aun frente a las pruebas demoledoras de su deslealtad: como un hombre. Luego, cuando él le contó que había estado esa tarde con su confesor, temió quedarse ciega de rabia. Desde el colegio tenía la convicción de que la gente de iglesia carecía de cualquier virtud inspirada por Dios. Esta era una discrepancia esencial en la armonía de la casa, que habían logrado sortear sin tropiezos. Pero que su esposo le hubiera permitido al confesor inmiscuirse hasta ese punto en una intimidad que no era sólo la suya, sino también la de ella, era algo que iba más allá de todo.
And then he told her everything, feeling as if he were lifting the weight of the world from his shoulders, because he was convinced that she already knew and only needed to confirm the details. But she did not, of course, so that as he spoke she began to cry again, not with her earlier timid sobs but with abundant salty tears that ran down her cheeks and burned her nightdress and inflamed her life, because he had not done what she, with her heart in her mouth, had hoped he would do, which was to be a man: deny everything, and swear on his life it was not true, and grow indignant at the false accusation, and shout curses at this ill-begotten society that did not hesitate to trample on one′s honor, and remain imperturbable even when faced with crushing proofs of his disloyalty. Then, when he told her that he had been with his confessor that afternoon, she feared she would go blind with rage. Ever since her days at the Academy she had been convinced that the men and women of the Church lacked any virtue inspired by God. This was a discordant note in the harmony of the house, which they had managed to overlook without mishap. But her husband′s allowing his confessor to be privy to an intimacy that was not only his but hers as well was more than she could bear.
-Es como contárselo a un culebrero de los portales -dijo.
“You might as well have told a snake charmer in the market, she said.
Para ella era el final. Estaba segura de que su honra andaba de boca en boca desde antes de que el marido terminara de cumplir la penitencia, y el sentimiento de humillación que eso le causaba era mucho menos soportable que la vergüenza y la rabia y la injusticia de la infidelidad. Y lo peor de todo, carajo: con una negra. Él corrigió: "Mulata". Pero entonces toda precisión salía sobrando: ella había terminado.
For her it was the end of everything. She was sure that her honor was the subject of gossip even before her husband had finished his penance, and the feeling of humiliation that this produced in her was much less tolerable than the shame and anger and injustice caused by his infidelity. And worst of all, damn it: with a black woman. He corrected her: “With a mulatta. But by then it was too late for accuracy: she had finished.
-Es la misma vaina -dijo-, y sólo ahora lo entiendo: era un olor de negra.
“Just as bad, she said, “and only now I understand: it was the smell of a black woman.
Esto sucedió un lunes. El viernes a las siete de la noche, Fermina Daza se embarcó en el buquecito regular de San Juan de la Ciénaga, sólo con un baúl, en compañía de la ahijada y con la cara cubierta con una mantilla para evitar preguntas y para evitárselas al marido. El doctor Juvenal Urbino no estuvo en el puerto, por acuerdo de ambos, después de una conversación agotadora de tres días, en la que decidieron que ella se fuera a la hacienda de la prima Hildebranda Sánchez, en la población de Flores de María, con tiempo bastante para reflexionar antes de tomar una determinación final. Los hijos lo entendieron, sin conocer los motivos, como un viaje muchas veces aplazado que ellos mismos deseaban desde hacía tiempo. El doctor Urbino se las arregló para que nadie en su mundillo pérfido pudiera hacer especulaciones maliciosas, y lo hizo tan bien que si Florentino Ariza no encontró ninguna pista de la desaparición de Fermina Daza fue porque en realidad no las había, y no porque le faltaran medios de averiguación. El marido no tenía dudas de que ella volvería a casa tan pronto como se le pasara la rabia. Pero ella se fue segura de que la rabia no se le pasaría jamás.
This happened on a Monday. On Friday at seven o′clock in the evening, Fermina Daza sailed away on the regular boat to San Juan de la Ciénaga with only one trunk, in the company of her goddaughter, her face covered by a mantilla to avoid questions for herself and her husband. Dr. Juvenal Urbino was not at the dock, by mutual agreement, following an exhausting three-day discussion in which they decided that she should go to Cousin Hildebranda Sanchez′s ranch in Flores de María for as long a time as she needed to think before coming to a final decision. Without knowing her reasons, the children understood it as a trip she had often put off and that they themselves had wanted her to make for a long time. Dr. Urbino arranged matters so that no one in his perfidious circle could engage in malicious speculation, and he did it so well that if Florentino Ariza could find no clue to Fermina Daza′s disappearance it was because in fact there was none, not because he lacked the means to investigate. Her husband had no doubts tha t she would come home as soon as she got over her rage. But she left certain that her rage would never end.
Sin embargo, muy pronto iba a aprender que esa determinación excesiva no era tanto el fruto del resentimiento como de la nostalgia. Después del viaje de luna de miel había vuelto varias veces a Europa, a pesar de los diez días de mar, y siempre lo había hecho con tiempo de sobra para ser feliz. Conocía el mundo, había aprendido a vivir y a ensar de otro modo, pero nunca había vuelto a San Juan de la Ciénaga después del frustrado vuelo en globo. El regreso a la provincia de la prima Hildebranda tenía para ella algo de redención, así fuera tardía. No lo pensó a propósito de su desastre matrimonial: venía de mucho antes. Así que la sola idea de rescatar sus querencias de adolescente la consolaba de su desdicha.
However, she was going to learn very soon that her drastic decision was not so much the fruit of resentment as of nostalgia. After their honeymoon she had returned several times to Europe, despite the ten days at sea, and she had always made the trip with more than enough time to enjoy it. She knew the world, she had learned to live and think in new ways, but she had never gone back to San Juan de la Ciénaga after the aborted flight in the balloon. To her mind there was an element of redemption in the return to Cousin Hildebranda′s province, no matter how belated. This was not her response to her marital catastrophe: the idea was much older than that. So the mere thought of revisiting her adolescent haunts consoled her in her unhappiness.
Cuando desembarcó con la ahijada en San Juan de la Ciénaga, apeló a las grandes reservas de su carácter y reconoció la ciudad contra todas las advertencias. El jefe civil y militar de la plaza, al cual iba recomendada, la invitó en la victoria oficial mientras salía el tren para San Pedro Alejandrino, adonde quiso ir para comprobar lo que le habían dicho, que la cama en que murió El Libertador era tan pequeña como la de un niño. Entonces Fermina Daza volvió a ver su pueblo grande en el marasmo de las dos de la tarde. Volvió a ver las calles que más bien parecían playones con charcos cubiertos de verdín, y volvió a ver las mansiones de los portugueses con sus escudos heráldicos tallados en el pórtico y celosías de bronce en las ventanas, en cuyos salones umbríos se repetían sin compasión los mismos ejercicios de piano, titubeantes y tristes, que su madre recién casada les había enseñado a las niñas de las casas ricas. Vio la plaza desierta sin un árbol en las brasas de caliche, la hilera de coches de capotas fúnebres con los caballos dormidos de pie, el tren amarillo de San Pedro Alejandrino, y en la esquina de la iglesia mayor vio la casa más grande, la más bella, con un corredor de arcadas de piedra verdecida y un portón de monasterio, y la ventana del dormitorio donde iba a nacer Alvaro muchos años después, cuando ya ella no tuviera memoria para recordarlo. pensó en la tía Escolástica, a quien seguía buscando sin esperanzas por cielo y tierra, y pensando en ella se encontró pensando en Florentino Ariza, en su vestido de literato y su libro de versos bajo los almendros del parquecito, como muy pocas veces le ocurría cuando evocaba sus años ingratos del colegio. Después de muchas vueltas no pudo reconocer la antigua casa familiar, pues donde suponía que estaba no había sino un criadero de cerdos, y a la vuelta de la esquina la calle de los burdeles, con putas del mundo entero haciendo la siesta en los portales, por si acaso pasaba el correo con algo para ellas. No era su pueblo.
When she disembarked with her goddaughter in San Juan de la Ciénaga, she called on the great reserves of her character and recognized the town despite all the evidence to the contrary. The Civil and Military Commander of the city, who had been advised of her arrival, invited her for a drive in the official Victoria while the train was preparing to leave for San Pedro Alejandrino, which she wanted to visit in order to see for herself if what they said was true, that the bed in which The Liberator had died was as small as a child′s. Then Fermina Daza saw her town again in the somnolence of two o′clock in the afternoon. She saw the streets that seemed more like beaches with scum-covered pools, and she saw the mansions of the Portuguese, with their coats of arms carved over the entrance and bronze jalousies at the windows, where the same hesitant, sad piano exercises that her recently married mother had taught to the daughters of the wealthy houses were repeated without mercy in the gloom of the salons. She saw the deserted plaza, with no trees growing in the burning lumps of sodium nitrate, the line of carriages with their funereal tops and their horses asleep where they stood, the yellow train to San Pedro Alejandrino, and on the corner next to the largest church she saw the biggest and most beautiful of the houses, with an arcaded passageway of greenish stone, and its great monastery door, and the window of the bedroom where Álvaro would be born many years later when she no longer had the memory to remember it. She thought of Aunt Escolástica, for whom she continued her hopeless search in heaven and on earth, and thinking of her, she found herself thinking of Florentino Ariza with his literary clothes and his book of poems under the almond trees in the little park, as she did on rare occasions when she recalled her unpleasant days at the Academy. She drove around and around, but she could not recognize the old family house, for where she supposed it to be she found only a pigsty, and around the corner was a street lined with brothels where whores from all over the world took their siestas in the doorways in case there was something for them in the mail. It was not the same town.
Desde el principio del paseo, Fermina Daza se había tapado media cara con la mantilla, no por miedo de ser reconocida donde nadie podía conocerla, sino por la visión de los muertos que se hinchaban al sol por todas partes, desde la estación del tren hasta el cementerio. El jefe civil y militar de la plaza le dijo: "Es el cólera". Ella lo sabía, porque había visto los grumos blancos en la boca de los cadáveres achicharrados, pero notó que ninguno tenía el tiro de gracia en la nuca, como en la época del globo.
When they began their drive, Fermina Daza had covered the lower half of her face with her mantilla, not for fear of being recognized in a place where no one could know her but because of the dead bodies she saw everywhere, from the railroad station to the cemetery, bloating in the sun. The Civil and Military Commander of the city told her: “It′s cholera. She knew it was, because she had seen the white lumps in the mouths of the sweltering corpses, but she noted that none of them had the coup de grace in the back of the neck as they had at the time of the balloon.
-Así es -le dijo el oficial-. También Dios mejora sus métodos.
“That is true, said the officer. “Even God improves His methods.
La distancia de San Juan de la Ciénaga al antiguo ingenio de San Pedro Alejandrino era de sólo nueve leguas, pero el tren amarillo tardaba el día completo, porque el maquinista era amigo de los pasajeros habituales y éstos le pedían el favor de arar a cada rato para estirar las piernas caminando por los prados de golf de la compañía bananera, y los hombres se bañaban desnudos en los ríos diáfanos y helados que se precipitaban desde la sierra, y cuando sentían hambre se bajaban a ordeñar las vacas sueltas en los potreros. Fermina Daza llegó aterrorizada, y apenas se dio tiempo para admirar los tamarindos homéricos donde El Libertador colgaba su hamaca de moribundo, y para comprobar que la cama donde murió, tal como se lo habían dicho, no sólo era pequeña para un hombre de tanta gloria, sino inclusive para un sietemesino. Sin embargo, otro visitante que parecía saberlo todo dijo que la cama era una reliquia falsa, pues la verdad era que ai Padre de la Patria lo habían dejado morir tirado por los suelos. Fermina Daza estaba tan deprimida con lo que vio y oyó desde que salió de su casa, que en el resto del viaje no se complació en el recuerdo del viaje anterior, como tanto lo había añorado, sino que evitaba el paso por los pueblos de sus nostalgias. Así los preservó y se preservó ella misma de la desilusión. Oía los acordeones desde los atajos por donde se escapaba del desencanto, oía los gritos de la gallera, las salvas de plomo que lo mismo podían ser de guerra que de parranda, y cuando no había más recurso que atravesar el pueblo, se tapaba la cara con la mantilla para seguir evocándolo como era antes.
The distance from San Juan de la Ciénaga to the old plantation of San Pedro Alejandrino was only nine leagues, but the yellow train took the entire day to make the trip because the engineer was a friend of the regular passengers, who were always asking him to please stop so they could stretch their legs by strolling across the golf courses of the banana company, and the men bathed naked in the clear cold rivers that rushed down from the mountains, and when they were hungry they got off the train to milk the cows wandering in the pastures. Fermina Daza was terrified when they reached their destination, and she just had time to marvel at the Homeric tamarinds where The Liberator had hung his dying man′s hammock and to confirm that the bed where he had died, just as they had said, was small not only for so glorious a man but even for a sevenmonth- old infant. Another visitor, however, who seemed very well informed, said that the bed was a false relic, for the truth was that the father of his country had been left to die on the floor. Fermina Daza was so depressed by what she had seen and heard since she left her house that for the rest of the trip she took no pleasure in the memory of her earlier trip, as she had longed to do, but instead she avoided passing through the villages of her nostalgia. In this way she could still keep them, and keep herself from disillusionment. She heard the accordions in her detours around disenchantment, she heard the shouts from the cockfighting pits, the bursts of gunfire that could just as well signal war as revelry, and when she had no other recourse and had to pass through a village, she covered her face with her mantilla so that she could remember it as it once had been.
Una noche, después de mucho eludir el pasado, llegó a la hacienda de la prima Hildebranda, y cuando la vio esperando en la puerta estuvo a punto de desfallecer: era como verse a sí misma en el espejo de la verdad. Estaba gorda y decrépita, y cargada de hijos indómitos que no eran del hombre que seguía amando sin esperanzas, sino de un militar en uso de buen retiro con el que se casó por despecho y que la amó con locura. Pero por dentro del cuerpo devastado seguía siendo la misma. Fermina Daza se recuperó de la impresión con pocos días de campo y buenos recuerdos, pero no salió de la hacienda sino para ir a misa los domingos con los nietos de sus cómplices díscolas de antaño, chalanes en caballos magníficos, y muchachas bellas y bien vestidas, como sus madres a la misma edad, que iban de pie en las carretas de bueyes, cantando a coro, hasta la iglesia de la misión en el fondo del valle. Sólo pasó por el pueblo de Flores de María, donde no había estado en el viaje anterior porque no pensaba que pudiera gustarle, pero cuando lo conoció se quedó fascinada. Su desgracia, o la del pueblo, fue que después no logró recordarlo jamás como era en realidad, sino como se lo imaginaba antes de conocerlo.
One night, after so much avoidance of the past, she arrived at Cousin Hildebranda′s ranch, and when she saw her waiting at the door she almost fainted: it was as if she were seeing herself in the mirror of truth. She was fat and old, burdened with unruly children whose father was not the man she still loved without hope but a soldier living on his pension whom she had married out of spite and who loved her to distraction. But she was still the same person inside her ruined body. Fermina Daza recovered from her shock after just a few days of country living and pleasant memories, but she did not leave the ranch except to go to Mass on Sundays with the grandchildren of her wayward conspirators of long ago, cowboys on magnificent horses and beautiful, well-dressed girls who were just like their mothers at their age and who rode standing in oxcarts and singing in chorus until they reached the mission church at the end of the valley. She only passed through the village of Flores de María, where she had not gone on her earlier trip because she had not thought she would like it, but when she saw it she was fascinated. Her misfortune, or the village′s, was that she could never remember it afterward as it was in reality, but only as she had imagined it before she had been there.
El doctor Juvenal Urbino tomó la decisión de ir por ella después de recibir el informe del obispo de Riohacha. Su conclusión fue que la demora de la esposa no se debía a que no quisiera volver sino a que no encontraba cómo sortear el orgullo. Así que se fue sin avisarle, después de un intercambio de cartas con Hildebranda, de las cuales sacó en claro que a la esposa se le habían invertido las nostalgias: ahora sólo pensaba en su casa. Fermina Daza estaba en la cocina a las once de la mañana, preparando berenjenas rellenas, cuando oyó los gritos de los peones, los relinchos, los disparos al aire, y después los pasos resueltos en el zaguán, y la voz del hombre:
Dr. Juvenal Urbino made the decision to come for her after receiving a report from the Bishop of Riohacha, who had concluded that his wife′s long stay was caused not by her unwillingness to return but by her inability to find a way around her pride. So he went without notifying her after an exchange of letters with Hildebranda, in which it was made clear that his wife was filled with nostalgia: now she thought only of home. At eleven o′clock in the morning, Fermina Daza was in the kitchen preparing stuffed eggplant when she heard the shouts of the peons, the neighing of the horses, the shooting of guns into the air, then the resolute steps in the courtyard and the man′s voice:
-Más vale llegar a tiempo que ser invitado.
“It is better to arrive in time than to be invited.
Creyó morir de alegría. Sin tiempo para pensarlo, se lavó las manos de cualquier modo, murmurando: "Gracias, Dios mío, gracias, qué bueno eres", pensando que todavía no se había bañado por las malditas berenjenas que le había pedido Hildebranda sin decirle quién era el que venía a almorzar, pensando que estaba tan vieja y fea, y con la cara tan despellejada por el sol, que él iba a arrepentirse de haber venido cuando la viera en este estado, maldita sea. Pero se secó las manos como pudo con el delantal, se arregló la apariencia como pudo, apeló a toda la altivez con que su madre la echó al mundo para ponerle orden al corazón enloquecido, y fue al encuentro del hombre con su dulce andar de venada, la cabeza erguida, la mirada lúcida, la nariz de guerra, y agradecida con su destino por el alivio inmenso de volver a casa, aunque no tan fácil como él creía, desde luego, porque se iba feliz con él, desde luego, pero también resuelta a cobrarle en silencio los sufrimientos amargos que le habían acabado la vida.
She thought she would die of joy. Without time to think about it, she washed her hands as well as she could while she murmured: “Thank you, God, thank you, how good you are, thinking that she had not yet bathed because of the damned eggplant that Hildebranda had asked her to prepare without telling her who was coming to lunch, thinking that she looked so old and ugly and that her face was so raw from the sun that he would regret having come when he saw her like this, damn it. But she dried her hands the best she could on her apron, arranged her appearance the best she could, called on all the haughtiness she had been born with to calm her maddened heart, and went to meet the man with her sweet doe′s gait, her head high, her eyes shining, her nose ready for battle, and grateful to her fate for the immense relief of going home, but not as pliant as he thought, of course, because she would be happy to leave with him, of course, but she was also determined to make him pay with her silence for the bitter suffering that had ended her life.
Casi dos años después de la desaparición de Fermina Daza, ocurrió una de esas casualidades imposibles que Tránsito Ariza habría calificado como una burla de Dios. Florentino Ariza no se había dejado impresionar de un modo especial por el invento del cine, pero Leona Cassiani lo llevó sin resistencia al estreno espectacular de Cabiria, cuya publicidad se fundaba en los diálogos escritos por el poeta Gabriele D′Annunzio. El gran patio a cielo abierto de don Galileo Daconte, donde algunas noches se disfrutaba más del esplendor de las estrellas que de los amores mudos de la pantalla, había sido desbordado por una clientela selecta. Leona Cassiani seguía las peripecias de la historia con el alma en un hilo. Florentino Ariza, en cambio, cabeceaba de sueño por el peso abrumador del drama. A sus espaldas, una voz de mujer pareció adivinarle el pensamiento:
Almost two years after the disappearance of Fermina Daza, an impossible coincidence occurred, the sort that Tránsito Ariza would have characterized as one of God′s jokes. Florentino Ariza had not been impressed in any special way by the invention of moving pictures, but Leona Cassiani took him, unresisting, to the spectacular opening of Cabiria, whose reputation was based on the dialogues written by the poet Gabriele D′Annunzio. The great open-air patio of Don Galileo Daconte, where on some nights one enjoyed the splendor of the stars more than the silent lovemaking on the screen, was filled to overflowing with a select public. Leona Cassiani followed the wandering plot with her heart in her mouth. Florentino Ariza, on the other hand, was nodding his head in sleep because of the overwhelming tedium of the drama. At his back, a woman′s voice seemed to read his thoughts:
-¡Dios mío, esto es más largo que un dolor!
“My God, this is longer than sorrow!
Fue lo único que dijo, cohibida tal vez por la resonancia de su voz en la penumbra, pues aún no se había impuesto aquí la costumbre de adornar las películas mudas con acompañamiento de piano, y en la platea en penumbra sólo se escuchaba el susurro de lluvia del proyector. Florentino Ariza no se acordaba de Dios sino en las situaciones más difíciles, pero esa vez le dio gracias con toda su alma. Pues aun a veinte brazas debajo de la tierra habría reconocido de inmediato aquella voz de metales sordos que llevaba en el alma desde la tarde en que le oyó decir en el reguero de hojas amarillas de un parque solitario: "Ahora vayase, y no vuelva hasta que yo le avise". Sabía que estaba sentada en el asiento detrás del suyo, junto al esposo inevitable, y percibía su respiración cálida y bien medida, y aspiraba con amor el aire purificado por la buena salud de su aliento. No la sintió socavada por la polilla de la muerte, como solía imaginársela en el abatimiento de los últimos meses, sino que la evocó otra vez en su edad radiante y feliz, con el vientre curvado por la semilla del primer hijo bajo la túnica de Minerva. La imaginaba como si la estuviera viendo sin mirar hacia atrás, ajeno por completo a los desastres históricos que desbordaban la pantalla. Se deleitaba con los hálitos del perfume de almendras que le llegaba de regreso de su intimidad, ansioso de saber cómo pensaba ella que debían enamorarse las mujeres del cine para que sus amores dolieran menos que los de la vida. Poco antes del final, con un destello de júbilo, se dio cuenta de pronto de que nunca había estado tanto tiempo tan cerca de alguien a quien amaba tanto.
That was all she said, inhibited perhaps by the resonance of her voice in the darkness, for the custom of embellishing silent films with piano accompaniment had not yet been established here, and in the darkened enclosure all that one could hear was the projector murmuring like rain. Florentino Ariza did not think of God except in the most extreme circumstances, but now he thanked Him with all his heart. For even twenty fathoms underground he would instantly have recognized the husky voice he had carried in his soul ever since the afternoon when he heard her say in a swirl of yellow leaves in a solitary park: “Now go, and don′t come back until I tell you to. He knew that she was sitting in the seat behind his, next to her inevitable husband, and he could detect her warm, even breathing, and he inhaled with love the air purified by the health of her breath. Instead of imagining her under attack by the devouring worms of death, as he had in his despondency of recent months, he recalled her at a radiant and joyful age, her belly rounded under the Minervan tunic with the seed of her first child. In utter detachment from the historical disasters that were crowding the screen, he did not need to turn around to see her in his imagination. He delighted in the scent of almonds that came wafting back to him from his innermost being, and he longed to know how she thought women in films should fall in love so that their loves would cause less pain than they did in life. Just before the film ended, he realized in a flash of exultation that he had never been so close, so long, to the one he loved so much.
Esperó a que los otros se levantaran cuando se encendieron las luces. Luego se levantó sin prisa, se volvió distraído abotonándose el chaleco que siempre se soltaba durante la función, y los cuatro se encontraron tan cerca que habrían tenido que saludarse de todos modos, aunque alguno de ellos no lo hubiera querido. Juvenal Urbino saludó primero a Leona Cassiani, a quien conocía bien, y luego le estrechó la mano a Florentino Ariza con la gentileza habitual. Fermina Daza les dirigió a ambos una sonrisa cortés, nada más que cortés, pero de todos modos una sonrisa de alguien que los había visto muchas veces, que sabía quiénes eran, y que por tanto no tenían que serle presentados. Leona Cassiani le correspondió con su gracia mulata. En cambio, Florentino Ariza no supo qué hacer, porque se quedó atónito de verla.
When the lights went on, he waited for the others to stand up. Then he stood, unhurried, and turned around in a distracted way as he buttoned his vest that he always opened during a performance, and the four of them found themselves so close to one another that they would have been obliged to exchange greetings even if one of them had not wanted to. First Juvenal Urbino greeted Leona Cassiani, whom he knew well, and then he shook Florentino Ariza′s hand with his customary gallantry. Fermina Daza smiled at both of them with courtesy, only courtesy, but in any event with the smile of someone who had seen them often, who knew who they were, and who therefore did not need an introduction. Leona Cassiani responded with her mulatta grace. But Florentino Ariza did not know what to do, because he was flabbergasted at the sight of her.
Era otra. No había en su rostro ningún indicio de la terrible enfermedad de moda, ni de otra ninguna, y su cuerpo conservaba todavía el peso y la esbeltez de sus tiempos mejores, pero era evidente que los dos últimos años habían pasado por ella con el rigor de diez mal vividos. El cabello corto le sentaba bien, con una curva de ala en las mejillas, pero ya no era de color de miel sino de aluminio, y los hermosos ojos lanceolados habían perdido media vida de luz detrás de las antiparras de abuela. Florentino Ariza la vio alejarse del brazo del esposo entre la muchedumbre que abandonaba el cine, y se sorprendió de que estuviera en un sitio público con una mantilla de pobre y unas chinelas de andar por casa. Pero lo que más lo conmovió fue que el esposo tuvo que agarrarla por el brazo para indicarle el buen camino de la salida, y aun así calculó mal la altura y estuvo a punto de caerse en el escalón de la puerta.
She was another person. There was no sign in her face of the terrible disease that was in fashion, or of any other illness, and her body had kept the proportion and slenderness of her better days, but it was evident that the last two years had been as hard on her as ten difficult ones. Her short hair was becoming, with a curved wing on each cheek, but it was the color of aluminum, not honey, and behind her grandmother′s spectacles her beautiful lanceolate eyes had lost half a lifetime of light. Florentino Ariza saw her move away from her husband′s arm in the crowd that was leaving the theater, and he was surprised that she was in a public place wearing a poor woman′s mantilla and house slippers. But what moved him most was that her husband had to take her arm to help her at the exit, and even then she miscalculated the height of the step and almost tripped on the stairs at the door.
Florentino Ariza era muy sensible a esos tropiezos de la edad. Siendo todavía joven, interrumpía la lectura de versos en los parques para observar a las parejas de ancianos que se ayudaban a atravesar la calle, y eran lecciones de vida que le habían servido para vislumbrar las leyes de su propia vejez. A la edad del doctor Juvenal -Urbino aquella noche en el cine, los hombres florecían en una especie de juventud otoñal, parecían más dignos con las primeras canas, se volvían ingeniosos y seductores, sobre todo a los ojos de las mujeres jóvenes, mientras que sus esposas marchitas tenían que aferrarse de su brazo para no tropezar hasta con la propia sombra. Pocos años después, sin embargo, los maridos se desbarrancaban de pronto en el precipicio de una vejez infame del cuerpo y del alma, y entonces eran sus esposas establecidas las que tenían que llevarlos del brazo como ciegos de caridad, susurrándoles al oído, para no herir su orgullo de hombres, que se fijaran bien que eran tres y no dos escalones, que había un charco en mitad de la calle, que ese bulto tirado de través en la acera era un mendigo muerto, y ayudándolos a duras penas a atravesar la calle como si fuera el único vado en el último río de la vida. Florentino Ariza se había visto tantas veces en ese espejo, que no le tuvo nunca tanto miedo a la muerte como a la edad infame en que tuviera que ser llevado del brazo por una mujer. Sabía que ese día, y sólo ese, tendría que renunciar a la esperanza de Fermina Daza.
Florentino Ariza was very sensitive to the faltering steps of age. Even as a young man he would interrupt his reading of poetry in the park to observe elderly couples who helped each other across the street, and they were lessons in life that had aided him in detecting the laws of his own aging. At Dr. Juvenal Urbino′s time of life, that night at the film, men blossomed in a kind of autumnal youth, they seemed more dignified with their first gray hairs, they became witty and seductive, above all in the eyes of young women, while their withered wives had to clutch at their arms so as not to trip over their own shadows. A few years later, however, the husbands fell without warning down the precipice of a humiliating aging in body and soul, and then it was their wives who recovered and had to lead them by the arm as if they were blind men on charity, whispering in their ear, in order not to wound their masculine pride, that they should be careful, that there were three steps, not two, that there was a puddle in the middle of the street, that the shape lying across the sidewalk was a dead beggar, and with great difficulty helped them to cross the street as if it were the only ford across the last of life′s rivers. Florentino Ariza had seen himself reflected so often in that mirror that he was never as afraid of death as he was of reaching that humiliating age when he would have to be led on a woman′s arm. On that day, and only on that day, he knew he would have to renounce his hope of Fermina Daza.
El encuentro le espantó el sueño. En vez de llevar a Leona Cassiani en el coche, la acompañó a pie a través de la ciudad vieja, donde sus pasos resonaban como herraduras de caballería sobre los adoquines. A veces se escapaban retazos de voces fugitivas por los balcones abiertos, confidencias de alcobas, sollozos de amor magnificados por la acústica fantasmal y la fragancia caliente de los jazmines en las callejuelas dormidas. Una vez más, Florentino Ariza tuvo que apelar a todas sus fuerzas para no revelarle a Leona Cassiani su amor reprimido por Fermina Daza. Caminaban juntos, con sus pasos contados, amándose sin prisa como novios viejos, ella pensando en las gracias de Cabiria, y él pensando en su propia desgracia. Un hombre estaba cantando en un balcón de la Plaza de la Aduana, y su canto fue repitiéndose por todo el recinto en ecos encadenados: Cuando yo cruzaba por las olas inmensas del mar. En la calle de los Santos de Piedra, justo cuando debía despedirla frente a su casa, Florentino Ariza le pidió a Leona Cassiani que lo invitara a un brandy. Era la segunda vez que lo solicitaba en circunstancias similares. La primera, diez años antes, ella le había dicho: "Si subes a esta hora tendrás que quedarte para siempre". Él no subió. Pero ahora habría subido de todos modos, aunque después tuviera que violar su palabra. No obstante, Leona Cassiani lo invitó a subir sin compromisos.
The meeting frightened away sleep. Instead of driving Leona Cassiani in the carriage, he walked with her through the old city, where their footsteps echoed like horses′ hooves on the cobblestones. From time to time, fragments of fugitive voices escaped through the open balconies, bedroom confidences, sobs of love magnified by phantasmal acoustics and the hot fragrance of jasmine in the narrow, sleeping streets. Once again Florentino Ariza had to summon all his strength not to reveal to Leona Cassiani his repressed love for Fermina Daza. They walked together with measured steps, loving each other like unhurried old sweethearts, she thinking about the charms of Cabiria and he thinking about his own misfortune. A man was singing on a balcony in the Plaza of the Customhouse, and his song was repeated throughout the area in a chain of echoes: When Iwas sailing across the immense waves of the sea. On Saints of Stone Street, just when he should have said good night at her door, Florentino Ariza asked Leona Cassiani to invite him in for a brandy. It was the second time he had made such a request to her under comparable circumstances. The first time, ten years before, she had said to him: “If you come in at this hour you will have to stay forever. He did not go in. But he would do so now, even if he had to break his word afterward. Nevertheless, Leona Cassiani invited him in and asked for no promises.
Fue así como se encontró cuando menos lo pensaba en el santuario de un amor extinguido antes de nacer. Los padres de ella habían muerto, su único hermano había hecho fortuna en Curazao, y ella vivía sola en la antigua casa familiar. Años antes, cuando aún no había renunciado a la esperanza de hacerla su amante, Florentino Ariza solía visitarla los domingos con el consentimiento de sus padres, y a veces por las noches hasta muy tarde, y había hecho tantos aportes a los arreglos de la casa que terminó por reconocerla como suya. Sin embargo, aquella noche después del cine tuvo la sensación de que la sala de visitas había sido purificada de sus recuerdos. Los muebles estaban en lugares distintos, había otros cromos colgados en las paredes, y él pensó que tantos cambios encarnizados habían sido hechos a propósito para perpetuar la certidumbre de que él no había existido jamás. El gato no lo reconoció. Asustado por la saña del olvido, dijo: "Ya no se acuerda de mí". Pero ella le replicó de espaldas, mientras servía los brandis, que si eso le preocupaba podía dormir tranquilo, porque los gatos no se acuerdan de nadie.
That was how he found himself, when he least expected it, in the sanctuary of a love that had been ext inguished before it was born. Her parents had died, her only brother had made his fortune in Curaçao, and she was living alone in the old family house. Years before, when he had still not renounced the hope of making her his lover, with the consent of her parents Florentino Ariza would visit her on Sundays, and sometimes until very late at night, and he had contributed so much to the household that he came to consider it his own. But that night after the film he had the feeling that his memory had been erased from the drawing room. The furniture had been moved, there were new prints hanging on the walls, and he thought that so many heartless changes had been made in order to perpetuate the certainty that he had never lived. The cat did not recognize him. Dismayed by the cruelty of oblivion, he said: “He does not remember me anymore. But she replied over her shoulder, as she was fixing the brandies, that if he was bothered by that he could rest easy, because cats do not remember anyone.
Recostados en el sofá, muy juntos, hablaron de ellos, de lo que fueron antes de conocerse una tarde de quién sabe cuándo en el tranvía de muías. Sus vidas transcurrían en oficinas contiguas, y nunca hasta entonces habían hablado de nada distinto del trabajo diario. Mientras conversaban, Florentino Ariza le puso la mano en el muslo, empezó a acariciarlo con su suave tacto de seductor curtido, y ella lo dejó hacer, pero no le devolvió ni un estremecimiento de cortesía. Sólo cuando él trató de ir más lejos le cogió la mano exploradora y le dio un beso en la palma.
Leaning back as they sat close together on the sofa, they spoke about themselves, about what they had been before they met one afternoon who knows how long ago on the muledrawn trolley. Their lives were spent in adjacent offices, and until now they had never spoken of anything except their daily work. As they talked, Florentino Ariza put his hand on her thigh, he began to caress her with the gentle touch of an experienced seducer, and she did not stop him, but she did not respond either, not even with a shudder for courtesy′s sake. Only when he tried to go further did she grasp his exploratory hand and kiss him on the palm.
-Pórtate bien -le dijo-. Hace mucho tiempo me di cuenta que no eres el hombre que busco.
“Behave yourself, she said. “I realized a long time ago that you are not the man I am looking for.
Siendo muy joven, un hombre fuerte y diestro, al que nunca le vio la cara, la había tumbado por sorpresa en las escolleras, la había desnudado a zarpazos, y le había hecho un amor instantáneo y frenético. Tirada sobre las piedras, llena de cortaduras por todo el cuerpo, ella hubiera querido que ese hombre se quedara allí para siempre, para morirse de amor en sus brazos. No le había visto la cara, no le había oído la voz, pero estaba segura de reconocerlo entre miles por su forma y su medida y su modo de hacer el amor. Desde entonces, a todo el que quiso oírla le decía: "Si alguna vez sabes de un tipo grande y fuerte que violó a una pobre negra de la calle en la Escollera de los Ahogados, un quince de octubre como a las once y media de la noche, dile dónde puede encontrarme". Lo decía por puro hábito, y se lo había dicho a tantos que ya no le quedaban esperanzas. Florentino Ariza le había escuchado muchas veces ese relato como hubiera oído los adioses de un barco en la noche. Cuando dieron las dos de la madrugada se habían tomado tres brandis cada uno, y él sabía, en efecto, que no era el hombre que ella esperaba, y se alegró de saberlo.
While she was still very young, a strong, able man whose face she never saw took her by surprise, threw her down on the jetty, ripped her clothes off, and made instantaneous and frenetic love to her. Lying there on the rocks, her body covered with cuts and bruises, she had wanted that man to stay forever so that she could die of love in his arms. She had not seen his face, she had not heard his voice, but she was sure she would have known him in a crowd of a thousand men because of his shape and size and his way of making love. From that time on, she would say to anyone who would listen to her: “If you ever hear of a big, strong fellow who raped a poor black girl from the street on Drowned Men′s Jetty, one October fifteenth at about half-past eleven at night, tell him where he can find me. She said it out of habit, and she had said it to so many people that she no longer had any hope. Florentino Ariza had heard the story as many times as he had heard a boat sailing away in the night. By two o′clock in the morning they had each drunk three brandies and he knew, in truth, that he was not the man she was waiting for, and he was glad to know it.
-Bravo, leona -le dijo al marcharse-, hemos matado el tigre.
“Bravo, lionlady, he said when he left. “We have killed the tiger.
No fue lo único que terminó aquella noche. El infundio maligno del pabellón de tísicos le había estropeado el ensueño, porque le infundió la sospecha inconcebible de que Fermina Daza era mortal, y por tanto podía morir antes que el esposo. Pero cuando la vio tropezar a la salida del cine, dio por su propia cuenta un paso más hacia el abismo, con la revelación súbita de que era él y no ella el que podía morir primero. Fue un presagio, y de los más temibles, porque estaba sustentado en la realidad. Detrás habían quedado los años de la espera inmóvil, de las esperanzas venturosas, pero en el horizonte no se vislumbraba nada más que el piélago insondable de las enfermedades imaginarias, las micciones gota a gota en las madrugadas de insomnio, la muerte diaria al atardecer. Pensó que cada uno de los instantes del día, que antes habían sido más que sus aliados sus cómplices juramentados, empezaban a conspirar en contra suya. Pocos años antes había acudido a una cita aventurada con el corazón oprimido por el terror del azar, había encontrado la puerta sin cerrojo y los goznes acabados de aceitar para que él entrara sin ruido, pero se arrepintió en el último instante, por temor de causarle a una mujer ajena y servicial el perjuicio irreparable de morirse en su cama. De modo que era razonable pensar que la mujer más amada sobre la tierra, a la que había esperado desde un siglo hasta el otro sin un suspiro de desencanto, apenas tendría tiempo de tomarlo del brazo a través de una calle de túmulos lunares y canteros de amapolas desordenadas por el viento, para ayudarlo a llegar sano y salvo a la otra acera de la muerte.
It was not the only thing that came to an end that night. The evil lie about the pavilion of consumptives had ruined his sleep, for it had instilled in him the inconceivable idea that Fermina Daza was mortal and as a consequence might die before her husband. But when he saw her stumble at the door of the movie theater, by his own volition he took another step toward the abyss with the sudden realization that he, and not she, might be the one to die first. It was the most fearful kind of presentiment, because it was based on reality. The years of immobilized waiting, of hoping for good luck, were behind him, but on the horizon he could see nothing more than the unfathomable sea of imaginary illnesses, the drop-by-drop urinations of sleepless nights, the daily death at twilight. He thought that all the moments in the day, which had once been his allies and sworn accomplices, were beginning to conspire against him. A few years before he had gone to a dangerous assignation, his heart heavy with terror of what might happen, and he had found the door unlocked and the hinges recently oiled so that he could come in witho ut a sound, but he repented at the last moment for fear of causing a decent married woman irreparable harm by dying in her bed. So that it was reasonable to think that the woman he loved most on earth, the one he had waited for from one century to the next without a sigh of disenchantment, might not have the opportunity to lead him by the arm across a street full of lunar grave mounds and beds of wind blown poppies in order to help him reach the other side of death in safety.
La verdad es que para los criterios de su época, Florentino Ariza había pasado de largo por los linderos de la vejez. Tenía cincuenta y seis años, muy bien cumplidos, y pensaba que eran también los mejor vividos, porque fueron años de amor. Pero ningún hombre de la época hubiera afrontado el ridículo de parecer joven a su edad, así lo fuera o lo creyera, ni todos se hubieran atrevido a confesar sin vergüenza que aún lloraban a escondidas por un desaire del siglo anterior. Era una mala época para ser joven: había un modo de vestirse para cada edad, pero el modo de la vejez empezaba poco después de la adolescencia, y duraba hasta la tumba. Era, más que una edad, una dignidad social. Los jóvenes se vestían como sus abuelos, se hacían más respetables con los lentes prematuros, y el bastón era muy bien visto desde los treinta años. Para las mujeres sólo había dos edades: la edad de casarse, que no iba más allá de los veintidós años, y la edad de ser solteras eternas: las quedadas. Las otras, las casadas, las madres, las viudas, las abuelas, eran una especie distinta que no llevaba la cuenta de su edad en relación con los años vividos, sino en relación con el tiempo que les faltaba para morir.
The truth is that by the standards of his time, Florentino Ariza had crossed the line into old age. He was fifty-six well-preserved years old, and he thought them well lived because they were years of love. But no man of the time would have braved the ridicule of looking young at his age, even if he did or thought he did, and none would have dared to confess without shame that he still wept in secret over a rebuff received in the previous century. It was a bad time for being young: there was a style of dress for each age, but the style of old age began soon after adolescence, and lasted until the grave. More than age, it was a matter of social dignity. The young men dressed like their grandfathers, they made themselves more respectable with premature spectacles, and a walking stick was looked upon with favor after the age of thirty. For women there were only two ages: the age for marrying, which did not go past twenty-two, and the age for being eternal spinsters: the ones left behind. The others, the married women, the mothers, the widows, the grandmothers, were a race apart who tallied their age not in relation to the number of years they had lived but in relation to the time left to them before they died.
Florentino Ariza, en cambio, se enfrentó a las insidias de la vejez con una temeridad encarnizada, aun a sabiendas de que tenía la extraña suerte de parecer viejo desde muy niño. Al principio fue una necesidad. Tránsito Ariza desbarataba y volvía a coser para él las ropas que su padre decidía botar en la basura, así que iba a la escuela primaria con unas levitas que le arrastraban cuando se sentaba, y unos sombreros ministeriales que se le hundían hasta las orejas, a pesar de que tenían el cerco disminuido con relleno de algodón. Como además usaba lentes de miope desde los cinco años, y tenía el mismo cabello indio de su madre, que era herizado y grueso como cerdas de caballo, su aspecto no dejaba nada en claro. Por fortuna, después de tantos desórdenes de gobierno por tantas guerras civiles superpuestas, los criterios escolares eran menos selectivos que antes, y había, un revoltijo de orígenes y condiciones sociales en las escuelas públicas. Niños todavía no acabados de criar llegaban a las clases apestando a pólvora de barricada, con insignias y uniformes de oficiales rebeldes ganados a plomo en combates inciertos, y con sus armas de reglamento bien visibles en el cinto. Se enfrentaban a tiros por cualquier pleito de recreo, amenazaban a los maestros si los calificaban mal en los exámenes, y uno de ellos, estudiante de tercer grado en el colegio La Salle y coronel de milicias en retiro, mató de un balazo al hermano Juan Eremita, prefecto de la comunidad, porque dijo en la clase de catecismo que Dios era miembro de número del partido conservador.
Florentino Ariza, on the other hand, faced the insidious snares of old age with savage temerity, even though he knew that his peculiar fate had been to look like an old man from the time he was a boy. At first it was a matter of necessity. Tránsito Ariza pulled apart and then sewed together again for him the clothes that his father decided to discard, so that he went to primary school wearing frock coats that dragged on the ground when he sat down, and ministerial hats that came down over his ears despite the cotton batting on the inside to make them smaller. Since he had also worn glasses for myopia from the age of five, and had his mother′s Indian hair, as bristly and coarse as horsehair, his appearance clarified nothing. It was fortunate that after so much governmental instability because of so many superimposed civil wars, academic standards were less selective than they had been, and there was a jumble of backgrounds and social positions in the public schools. Half-grown children would come to class from the barricades, smelling of gunpowder, wearing the insignias and uniforms of rebel officers captured at gunpoint in inconclusive battles, and carrying their regulation weapons in full view at their waists. They shot each other over disagreements in the playground, they threatened the teachers if they received low grades on examinations, and one of them, a third-year student at La Salle Academy and a retired colonel in the militia, shot and killed Brother Juan Eremita, Prefect of the Community, because he said in catechism class that God was a full-fledged member of the Conservative Party.
Por otra parte, los niños de las grandes familias en desgracia andaban vestidos de príncipes antiguos, y algunos muy pobres andaban descalzos. Entre tantas rarezas venidas de todas partes, Florentino Ariza estaba de todos modos entre los más raros, pero no tanto como para llamar demasiado la atención. Lo más duro que oyó fue que alguien le gritara en la calle: "Al pobre y al feo, todo se les va en deseo". De cualquier modo, aquel atuendo impuesto por la necesidad, era ya desde entonces, y lo fue por el resto de su vida, el más adecuado a su índole enigmática y su carácter sombrío. Cuando le dieron su primer cargo importante en la C.F.C., mandó hacer ropas sobre medida con el mismo estilo que tenían las de su padre, a quien él evocaba como un anciano que había muerto a la venerable edad de Cristo: treinta y tres años. Así que Florentino Ariza pareció siempre mucho mayor de lo que era. Tanto, que la deslenguada Brígida Zuleta, una amante fugaz que le servía las verdades sin pasarlas por agua, le dijo desde el primer día que le gustaba más cuando se quitaba la ropa, porque desnudo tenía veinte años menos. Sin embargo, nunca supo cómo remediarlo, primero porque su gusto personal no le daba para vestirse de otro modo, y segundo porque nadie sabía cómo vestirse de más joven a los veinte años, a menos que sacara otra vez del ropero sus pantalones cortos y la gorra de grumete. Por otra parte, a él mismo no le era posible escapar a la noción de vejez de su tiempo, así que era apenas natural que cuando vio tropezar a Fermina Daza a la salida del cine, lo hubiera estremecido el relámpago pánico de que la puta muerte iba a ganarle sin remedio su encarnizada guerra de amor.
On the other hand, the sons of the great ruined families were dressed like old-fashioned princes, and some very poor boys went barefoot. Among so many oddities originating in so many places, Florentino Ariza was certainly among the oddest, but not to the point of attracting undue attention. The harshest thing he heard was when someone shouted to him on the street: “When you′re ugly and poor, you can only want more. In any event, the apparel imposed by necessity became, from that time on and for the rest of his life, the kind best suited to his enigmatic nature and solemn character. When he was promoted to his first important position in the R.C.C., he had clothes made to order in the same style as those of his father, whom he recalled as an old man who had died at Christ′s venerable age of thirty-three. So that Florentino Ariza always looked much older than he was. As a matter of fact, the loose-tongued Brígida Zuleta, a brief love who dished up unwashed truths, told him on the very first day that she liked him better without his clothes because he looked twenty years younger when he was naked. However, he never knew how to remedy that, first because his personal taste would not allow him to dress in any other way, and second because at the age of twenty no one knew how to dress like a younger man, unless he were to take his short pants and sailor hat out of the closet again. On the other hand, he himself could not escape the notion of old age current in his day, so it was to be expected that when he saw Fermina Daza stumble at the door of the movie theater he would be shaken by a thunderbolt of panic that death, the son of a bitch, would win an irreparable victory in his fierce war of love.
Hasta entonces, su gran batalla librada a brazo partido y perdida sin gloria, había sido la de la calvicie. Desde que vio los primeros cabellos que se quedaban enredados en la peinilla, se dio cuenta de que estaba condenado a un infierno cuyo suplicio es inimaginable para quienes no lo padecen. Resistió durante años. No hubo glostoras ni tricóferos que no probara, ni creencia que no creyera, ni sacrificio que no soportara para defender de la devastación voraz cada pulgada de su cabeza. Se aprendió de memoria las instrucciones del Almanaque Bristol para la agricultura, porque le oyó decir a alguien que el crecimiento del cabello tenía una relación directa con los ciclos de las cosechas. Abandonó a su peluquero de toda la vida, que era calvo de solemnidad, y lo cambió por un foráneo recién llegado que sólo cortaba el cabello cuando la luna entraba en cuarto creciente. El nuevo peluquero había empezado a demostrar que en realidad tenía la mano fértil, cuando se descubrió que era un violador de novicias buscado por varias policías de las Antillas, y se lo llevaron arrastrando cadenas.
Until that time his greatest battle, fought tooth and nail and lost without glory, was against baldness. From the moment he saw the first hairs tangled in his comb, he knew that he was condemned to a hell whose torments cannot be imagined by those who do not suffer them. He struggled for years. There was not a pomade or lotion he did not try, a belief he did not accept, a sacrifice he did not endure, in order to defend every inch of his head against the ravages of that devastation. He memorized the agricultural informa tion in the Bristol Almanac because he had heard tha t there was a direct relationship between the growth of hair and the harvesting cycles. He left the totally bald barber he had used all his life for a foreign newcomer who cut hair only when the moon was in the first quarter. The new barber had begun to demonstrate that in fact he had a fertile hand, when it was discovered that he was wanted by several Antillean police forces for raping novices, and he was taken away in chains.
Florentino Ariza había recortado para entonces cuanto anuncio para calvos encontró en los periódicos de la cuenca del Caribe, en los cuales publicaban los dos retratos juntos del mismo hombre, primero pelado como un melón y luego más peludo que un león: antes y después de usar la medicina infalible. Al cabo de seis años había ensayado ciento setenta y dos, además de otros métodos complementarios que aparecían en la etiqueta de los frascos, y lo único que consiguió con uno de ellos fue una eccema del cráneo, urticante y fétida, llamada tifia boreal por los santones de la Martinica, porque irradiaba un resplandor fosforescente en la oscuridad. Recurrió por último a cuantas yerbas de indios pregonaban en el mercado público, y a cuantos específicos mágicos y pócimas orientales se vendían en el Portal de los Escribanos, pero cuando vino a darse cuenta de la estafa ya tenía una tonsura de santo. En el año cero, mientras la guerra civil de los Mil Días desangraba el país, pasó por la ciudad un italiano que fabricaba pelucas de cabello natural sobre medida. Costaban una fortuna, y el fabricante no se hacía responsable de nada al cabo de tres meses de uso, pero fueron pocos los calvos solventes que no cedieron a la tentación. Florentino Ariza fue uno de los primeros. Se probó una peluca tan parecida a su cabello original, que él mismo temía que se le erizara con los cambios de humor, pero no pudo asimilar la idea de llevar en la cabeza los cabellos de un muerto. Su único consuelo fue que la avidez de la calvicie no le dio tiempo de conocer el color de sus canas. Un día, uno de los borrachitos felices del muelle fluvial lo abrazó con más efusión que de costumbre cuando lo vio salir de la oficina, le quitó el sombrero ante las burlas de los estibadores, y le dio un beso sonoro en la crisma.
By then Florentino Ariza had cut out every advertisement concerning baldness that he found in the newspapers of the Caribbean basin, the ones in which they printed two pictures of the same man, first as bald as a melon and then with more hair than a lion: before and after using the infallible cure. After six years he had tried one hundred seventy-two of them, in addition to complementary treatments that appeared on the labels of the bottles, and all that he achieved was an itching, foul-smelling eczema of the scalp called ringworm borealis by the medicine men of Martinique because it emitted a phosphorescent glow in the dark. As a last resort he had recourse to all the herbs that the Indians hawked in the public market and to all the magical specifics and Oriental potions sold in the Arcade of the Scribes, but by the time he realized that he had been swindled, he already had the tonsure of a saint. In the year 1900, while the Civil War of a Thousand Days bled the country, an Italian who made custom- fitted wigs of human hair came to the city. The wigs cost a fortune, and the manufacturer took no responsibility after three months of use, but there were few solvent bald men who did not succumb to the temptation. Florentino Ariza was one of the first. He tried on a wig that was so similar to his own hair that he was afraid it would stand on end with his changes in mood, but he could not accept the idea of wearing a dead man′s hair on his head. His only consolation was that his raging baldness meant that he would not have to watch his hair turn gray. One day, one of the genial drunks on the river docks embraced him with more enthusiasm than usual when he saw him leave the office, and then he removed Florentino Ariza′s hat, to the mocking laughter of the stevedores, and gave him a resounding kiss on the head.
-¡Pelón divino! -gritó.
“Hairless wonder! he shouted.
Esa noche, a los cuarenta y ocho años, se hizo cortar las escasas pelusas que le quedaban en los lados y en la nuca, y asumió a fondo su destino de calvo absoluto. A tal punto, que todas las mañanas antes del baño se cubría de espuma no sólo el mentón, sino también las partes del cráneo donde empezaran a retoñar los cañones, y se dejaba todo como nalgas de niño con una navaja barbera. Hasta entonces no se quitaba el sombrero ni siquiera dentro de la oficina, pues la calvicie le causaba una sensación de desnudez que le parecía indecente. Pero cuando la asimiló a fondo le atribuyó virtudes varoniles de las cuales había oído hablar, y que él menospreciaba como puras fantasías de calvos. Más tarde se acogió a la nueva costumbre de cruzarse el cráneo con los cabellos largos de la crencha derecha, y nunca más la abandonó. Pero aun así siguió usando el sombrero, siempre del mismo estilo fúnebre, aun después de que se impuso la moda del sombrero de tartarita, que era el nombre local del canotié.
That night, at the age of forty-eight, he had the few downy strands left at his temples and the nape of his neck cut off, and he embraced with all his heart his destiny of total baldness. Every morning before his bath he lathered not only his chin but the areas on his scalp where stubble was beginning to reappear, and with a barber′s razor he left everything as smooth as a baby′s bottom. Until then he would not remove his hat even in the office, for his baldness produced a sensation of nakedness that seemed indecent to him. But when he accepted his baldness with all his heart, he attributed to it the masculine virtues that he had heard about and scorned as nothing but the fantasies of bald men. Later he took refuge in the new custom of combing long hairs from his part on the right all the way across his head, and this he never abandoned. But even so, he continued to wear his hat, always the same funereal style, even after the tartarita, the local name for the straw skimmer, came into fashion.
La pérdida de los dientes, en cambio, no había sido por una calamidad natural, sino por la chapucería de un dentista errante que decidió cortar por lo sano una infección ordinaria. El terror a las fresas de pedal le había impedido a Florentino Ariza visitar al dentista a pesar de sus continuos dolores de muelas, hasta que fue incapaz de soportarlos. Su madre se asustó al oír toda la noche los quejidos inconsolables en el cuarto contiguo, porque le pareció que eran los mismos de otros tiempos ya casi esfumados en las nieblas de su memoria, pero cuando le hizo abrir la boca para ver dónde era que le dolía el amor, descubrió que estaba postrado de postemillas.
The loss of his teeth, on the other hand, did not result from a natural calamity but from the shoddy work of an itinerant dentist who decided to eradicate a simple infection by drastic means. His terror of the drill had prevented Florentino Ariza from visiting a dentist, despite his constant toothaches, until the pain became unbearable. His mother was alarmed by a night of inconsolable moaning from the room next to hers, because these moans seemed to be the same as the ones from another time, which had almost disappeared in the mists of her memory, but when she made him open his mouth to see where love was hurting him, she discovered that he had fallen victim to abscesses.
El tío León XII le mandó al doctor Francis Adonay, un gigante negro de polainas y pantalones de montar que andaba en los buques fluviales con un gabinete dental completo dentro de unas alforjas de capataz, y parecía más bien un agente viajero del terror en los pueblos del río. Con una sola mirada dentro de la boca, determinó que a Florentino Ariza había que sacarle hasta los dientes y muelas que le quedaban sanos, para ponerlo de una vez a salvo de nuevos percances. Al contrario de la calvicie, aquella cura de burro no le causó ninguna preocupación, salvo el temor natural de la masacre sin anestesia. Tampoco le disgustó la idea de la dentadura postiza, primero porque una de las nostalgias de su infancia era el recuerdo de un mago de feria que se sacaba las dos mandíbulas y las dejaba hablando solas en una mesa, y segundo porque le ponía término a los dolores de muelas que lo habían atormentado desde niño, casi tanto y con tanta crueldad como los dolores de amor. No le pareció un zarpazo artero de la vejez, como había de parecerle la calvicie, porque estaba convencido de que a pesar del aliento acre del caucho vulcanizado, su apariencia sería más limpia con una sonrisa ortopédica. De modo que se sometió sin resistencia a las tenazas al rojo vivo del doctor Adonay, y sobrellevó la convalecencia con un estoicismo de un burro de carga.
Uncle Leo XII sent him to Dr. Francis Adonay, a black giant in gaiters and jodhpurs who traveled the river boats with complete dental equipment that he carried in a steward′s saddlebag, and who seemed to be more like a traveling salesman of terror in the villages along the river. With just one glance in his mouth, he decided that Florentino Ariza had to have even his healthy teeth and molars extracted in order to protect him once and for all from further misfortunes. In contrast to baldness, this radical treatment caused him no alarm at all, except for his natural fear of a bloodbath without anesthesia. The idea of false teeth did not disturb him either, first because one of his fondest childhood memories was of a carnival magician who removed his upper and lower teeth and left them chattering by themselves on a table, and second because it would end the toothaches that had tormented him, ever since he was a boy, with almost as much cruelty as the pains of love. Unlike baldness, it did not seem to him an underhanded attack by old age, because he was convinced that despite the bitter breath of vulcanized rubber, his appearance would be cleaner with an orthopedic smile. So he submitted without resistance to the red-hot forceps of Dr. Adonay, and he endured his convalescence with the stoicism of a pack mule.
El tío León XII se ocupó de los detalles de la operación como si hubiera sido en carne propia. Tenía un interés singular en las dentaduras postizas, contraído en una de sus primeras navegaciones por el río de La Magdalena, y por culpa de su afición maniática por el bel canto. Una noche de luna llena, a la altura del puerto de Gamarra, apostó con un agrimensor alemán que era capaz de despertar a las criaturas de la selva cantando una romanza napolitana desde la baranda del capitán. Por poco no ganó. En las tinieblas del río se sentían los aleteos de las garzas en los pantanos, el coletazo de los caimanes, el pavor de los sábalos tratando de saltar a tierra firme, pero en la nota culminante, cuando se temió que al cantor se le rompieran las arterias por la potencia del canto, la dentadura postiza se le salió de la boca con el aliento final, y se hundió en el agua.
Uncle Leo XII attended to the details of the operation as if it were being performed on his own flesh. His singular interest in false teeth had developed on one of his first trips along the Magdalena River and was the result of his maniacal love for bel canto. One night when the moon was full, at the entrance to the port of Gamarra, he made a wager with a German surveyor that he could awaken the creatures of the jungle by singing a Neapolitan romanza from the Captain′s balustrade. He almost lost the bet. In the river darkness one could hear the flapping wings of the cranes in the marshes, the thudding tails of the alligators, the terror of the shad as they tried to leap onto dry land, but on the final note, when it was feared that the singer would burst his arteries with the power of his song, his false teeth dropped out of his mouth with his last breath and fell into the water.
El buque tuvo que demorarse tres días en el puerto de Tenerife, mientras le hacían otra dentadura de emergencia. Quedó perfecta. Pero en la navegación de regreso tratando de explicarle al capitán cómo había perdido la dentadura anterior, el tío León XII aspiró a pleno pulmón el aire ardiente de la selva, dio la nota más alta de que fue capaz, la sostuvo hasta el último aliento tratando de espantar a los caimanes asoleados que contemplaban sin parpadbar el paso del buque, y también la dentadura nueva se hundió en la corriente. Desde entonces tuvo copias de dientes en todas partes, en distintos lugares de la casa, en la gaveta del escritorio, y una en cada uno de los tres buques de la empresa. Además, cuando comía fuera de casa solía llevar otra de repuesto en el bolsillo dentro de una cajita de pastillas para la tos, porque una se le había quebrado tratando de comerse un chicharrón en un almuerzo campestre. Temiendo que el sobrino fuera víctima de sobresaltos similares, el tío León XII le ordenó al doctor Adonay que le hiciera de una vez dos dentaduras: una de materiales baratos, para uso diario en la oficina, y otra para los domingos y días feriados, con una chispa de oro en la muela de la sonrisa, que le imprimiera un toque adicional de verdad. Por fin, un domingo de ramos alborotado por campanas de fiesta, Florentino Ariza volvió a la calle con una identidad nueva, cuya sonrisa sin errores le dejó la impresión de que alguien distinto de él había ocupado su lugar en el mundo.
The boat had to wait three days at the port of Tenerife while an emergency set was made for him. It was a perfect fit. But on the voyage home, trying to explain to the Captain how he had lost the first pair, Uncle Leo XII filled his lungs with the burning air of the jungle, sang the highest note he could, held it to his last breath as he tried to frighten the alligators that were sunning themselves and watching the passage of the boat with unblinking eyes, and the new set of false teeth sank into the current as well. From then on, he kept spare sets of teeth everywhere, in various places throughout his house, in his desk drawer, and on each of the three company boats. Moreover, when he ate out he would carry an extra pair in a cough drop box that he kept in his pocket, because he had once broken a pair trying to eat pork cracklings at a picnic. Fearing that his nephew might be the victim of similar unpleasant surprises, Uncle Leo XII told Dr. Adonay to make him two sets right from the start: one of cheap materials for daily use at the office, and the other for Sundays and holidays, with a gold chip in the first molar that would impart a touch of realism. At last, on a Palm Sunday ringing with the sound of holiday bells, Florentino Ariza returned to the street with a new identity, his perfect smile giving him the impression that someone else had taken his place in the world.
Esto fue por la época en que murió su madre y Florentino Ariza quedó solo en la casa. Era un rincón adecuado para su modo de amar, porque la calle era discreta a pesar de que las tantas ventanas de su nombre hicieran pensar en demasiados ojos detrás de los visillos. Pero todo eso había sido hecho para que Fermina Daza fuera feliz, y sólo ella lo sería, de modo que Florentino Ariza prefirió perder muchas oportunidades durante sus años más fructíferos, antes que mancillar su casa con otros amores. Por fortuna, cada peldaño que escalaba en la C.F.C. implicaba nuevos privilegios, sobre todo privilegios secretos, y uno de los más útiles para él fue la posibilidad de usar las oficinas durante la noche, o en domingos y días feriados, con la complacencia de los celadores. Una vez, siendo primer vicepresidente, estaba haciendo un amor de emergencia con una de las muchachas del servicio dominical, él sentado en una silla de escritorio y ella acaballada sobre él, cuando de pronto se abrió la puerta. El tío León XII asomó la cabeza, como si se hubiera equivocado de oficina, y se quedó mirando por encima de los lentes al sobrino aterrorizado. "¡Carajo! -dijo el tío sin el menor asombro-. ¡La misma vaina que tu papá!". Y antes de cerrar otra vez la puerta, con la vista perdida en el vacío, dijo:
This was at the time that his mother died and Florentino Ariza was left alone in his house. It was a haven that suited his way of loving, because the location was discreet despite the fact that the numerous windows that gave the street its name made one think of too many eyes behind the curtains. But the house had been built to make Fermina Daza, and no one but Fermina Daza, happy, so that Florentino Ariza preferred to lose a good many opportunities during his most fruitful years rather than soil his house with other loves. To his good fortune, every step he climbed in the R.C.C. brought new privileges, above all secret privileges, and one of the most practical was the possibility of using the offices at night, or on Sundays or holidays, with the complicity of the watchmen. Once, when he was First Vice President, he was making emergency love to one of the Sunday girls, sitting on a desk chair with her astride him, when the door opened without warning. Uncle Leo XII peered in, as if he had walked into the wrong office, and stared at his terrified nephew over his eyeglasses. “I′ll be damned! said his uncle, without the least sign of shock. “You screw just like your dad! And before he closed the door, he said, with his eyes looking off into the distance:
-Y usted, señorita, siga sin pena. Le juro por mi honor que no le he visto la cara.
“And you, Señorita, feel free to carry on. I swear by my honor that I have not seen your face.
No se volvió a hablar de eso, pero en la oficina de Florentino Ariza fue imposible trabajar la semana siguiente. Los electricistas entraron el lunes en tropne a instalar un ventilador de aspas en el cielo raso. Los cerrajeros llegaron sin anunciarse, y armaron un escándalo de guerra poniendo un cerrojo en la puerta para que pudiera cerrarse por dentro. Los carpinteros tomaron medidas sin decir para qué, los tapiceros llevaron muestras de cretonas para ver si concordaban con el color de las paredes, y la semana siguiente tuvieron que meter por la ventana, pues no cabía por las puertas, un enorme sofá matrimonial con estampados de flores dionisíacas. Trabajaban en las horas menos pensadas, con una impertinencia que no parecía casual, y para todo el que protestaba tenían la misma respuesta: "Orden de la dirección general". Florentino Ariza no supo nunca si semejante intromisión fue una amabilidad del tío, velando por sus amores descarriados, o si era una manera muy suya de hacerle ver su conducta abusiva. No se le ocurrió la verdad, y era que el tío León XII lo estimulaba, por que también a él le había llegado la voz de que el sobrino tenía costumbres distintas a las de la mayoría de los hombres, y esto lo había atormentado como un obstáculo para hacerlo su sucesor.
The matter was not mentioned again, but the following week it was impossible to work in Florentino Ariza′s office. On Monday the electricians burst in to install a rotating fan on the ceiling. The locksmiths arrived unannounced and with as much noise as if they were going to war, installed a lock on the door so that it could be bolted from the inside. The carpenters took measurements without saying why, the upholsterers brought swatches of cretonne to see if they matched the color of the walls, and the next week an enormous double couch covered in a Dionysian flowered print was delivered through the window because it was too big for the doors. They worked at the oddest hours, with an impertinence that did not seem unintentional, and they offered the same response to all his protests: “Orders from the head office. Florentino Ariza never knew if this sort of interference was a kindness on his uncle′s part or a very personal way of forcing him to face up to his abusive behavior. The truth neve r occurred to him, which was that Uncle Leo XII was encouraging his nephew, because he, too, had heard the rumors that his habits were different from those of most men, and this obstacle to naming him as his successor had caused him great distress.
Al contrario de su hermano, León XII Loayza había tenido un matrimonio estable que duró sesenta años, y siempre se preció de no haber trabajado en domingo. Había tenido cuatro hijos y una hija, y a todos los quiso preparar para herederos de su imperio, pero la vida le deparó una de esas casualidades que eran de uso corriente en las novelas de su tiempo, pero que nadie creía en la vida real: los cuatro hijos habían muerto, uno detrás del otro, a medida que escalaban posiciones de mando, y la hija carecía por completo de vocación fluvial, y prefirió morir contemplando los barcos del Hudson desde una ventana a cincuenta metros de altura. Tanto fue así, que no faltó quien diera por cierta la conseja de que Florentino Ariza, con su aspecta-Mniestro y su paraguas de vampiro, había hecho algo para que sucedieran tantas casualidades juntas.
Unlike his brother, Leo XII Loayza had enjoyed a stable marriage of sixty years′ duration, and he was always proud of not working on Sundays. He had four sons and a daughter, and he wanted to prepare all of them as heirs to his empire, but by a series of coincidences that were common in the novels of the day, but that no one believed in real life, his four sons died, one after the other, as they rose to positions of authority, and his daughter had no river vocation whatsoever and preferred to die watching the boats on the Hudson from a window fifty meters high. There were even those who accepted as true the tale that Florentino Ariza, with his sinister appearance and his vampire′s umbrella, had somehow been the cause of all those coincidences.
Cuando el tío se retiró contra su voluntad, por prescripción médica, Florentino Ariza empezó a sacrificar de buen grado algunos amores dominicales. Se iba a acompañarlo en su refugio campestre, a bordo de uno de los primeros automóviles que se vieron en la ciudad, cuya manivela de arranque tenía tal fuerza de retroceso que le había descuajado el brazo al primer conductor. Hablaban muchas horas, el viejo en la hamaca con su nombre bordado en hilos de seda, lejos de todo y de espaldas al mar, en una antigua hacienda de esclavos desde cuyas terrazas de astromelias se veían por la tarde las crestas nevadas de la sierra. Siempre había sido difícil que Florentino Ariza y su tío pudieran hablar de algo distinto de la navegación fluvial, y siguió siéndolo en aquellas tardes demoradas, en las cuales la muerte fue siempre un invitado invisible. Una de las preocupaciones recurrentes del tío León XII era que la navegación fluvial no pasara a manos de los empresarios del interior vinculados a los consorcios europeos. "Este ha sido siempre un negocio de matacongos -decía---. Si lo cogen los cachacos se lo vuelven a regalar a los alemanes". Su preocupación era consecuente con una convicción política que le gustaba repetir aun cuando no viniera al caso:
When doctor′s orders forced his uncle into retirement, Florentino Ariza began, with good grace, to sacrifice some of his Sunday loves. He accompanied his uncle to his country retreat in one of the city′s first automobiles, whose crank handle had such a powerful recoil that it had dislocated the shoulder of the first driver. They talked for many hours, the old man in the hammock with his name embroidered in silk thread, removed from everything and with his back to the sea, in the old slave plantation from whose terraces, filled with crepe myrtle, one could see the snow-covered peaks of the sierra in the afternoon. It had always been difficult for Florentino Ariza and his uncle to talk about anything other than river navigation, and it still was on those slow afternoons when death was always an unseen guest. One of Uncle Leo XII′s constant preoccupations was that river navigation not pass into the hands of entrepreneurs from the interior with connections to European corporations. “This has always been a business run by people from the coast, he would say. “If the inlanders get hold of it, they will give it back to the Germans. His preoccupation was consistent with a political conviction that he liked to repeat even when it was not to the point.
-Voy a cumplir cien años, y he visto cambiar todo, hasta la posición de los astros en el universo, pero todavía no he visto cambiar nada en este país -decía-—. Aquí se hacen nuevas constituciones, nuevas leyes, nuevas guerras cada tres meses, pero seguimos en la Colonia.
“I am almost one hundred years old, and I have seen everything change, even the position of the stars in the universe, but I have not seen anything change yet in this country, he would say. “Here they make new constitutions, new laws, new wars every three months, but we are still in colonial times.
A sus hermanos masones que atribuían todos los males al fracaso del federalismo, les replicaba siempre: "La guerra de los Mil Días se perdió veintitrés años antes, en la guerra del 76". Florentino Ariza, cuya indiferencia política rayaba los límites de lo absoluto, oía estas peroratas cada vez más frecuentes como quien oía el rumor del mar. En cambio, era un contradictor severo en cuanto a la política de la empresa. Contra el criterio del tío, pensaba que el retraso de la navegación fluvial, que siempre parecía al borde del desastre, sólo podía remediarse con la renuncia espontánea al monopolio de los buques de vapor, concedido por el Congreso Nacional a la Compañía Fluvial del Caribe por noventa y nueve años y un día. El tío protestaba: "Estas ideas te las mete en la cabeza mi tocaya Leona con sus novelerías de anarquista". Pero era cierto sólo a medias. Florentino Ariza fundaba sus razones en la experiencia del comodoro alemán Juan B. Elbers, que había estropeado su noble ingenio con la desmesura de su ambición personal. El tío pensaba, en cambio, que el fracaso de Elbers no se debió a sus privilegios, sino a los compromisos irreales que contrajo al mismo tiempo, y que habían sido casi como echarse encima la responsablidad de la geografía nacional: se hizo cargo de mantener la navegabilidad del río, las instalaciones portuarias, las vías terrestres de acceso, los medios de transporte. Además, decía, la oposición virulenta del presidente Simón Bolívar no fue un obstáculo para echarse a reír.
To his brother Masons, who attributed all evils to the failure of federalism, he would always reply: “The War of a Thousand Days was lost twenty-three years ago in the war of ′76. Florentino Ariza, whose indifference to politics hovered on the limits of the absolute, listened to these increasingly frequent and tiresome speeches as one listens to the sound of the sea. But he was a rigorous debater when it came to company policy. In opposition to his uncle′s opinion, he thought that the setbacks in river navigation, always on the edge of disaster, could be remedied only by a voluntary renunciation of the riverboat monopoly that the National Congress had granted to the River Company of the Caribbean for ninety-nine years and a day. His uncle protested: “My namesake Leona with her worthless anarchist theories has put those ideas in your head. But that was only half true. Florentino Ariza based his thinking on the experience of the German commodore Johann B. Elbers, whose noble intelligence had been destroyed by excessive personal ambition. His uncle, however, believed that the failure of Elbers was due not to privileges but to the unrealistic commitments he had contracted for, which had almost been tantamount to his assuming responsibility for the geography of the nation: he had taken charge of maintaining the navigability of the river, the port installations, the access routes on land, the means of transportation. Besides, he would say, the virulent opposition of President Simón Bolívar was no laughing matter.
La mayoría de los socios tomaban aquellas disputas como los pleitos matrimoniales, en los que ambas partes tienen la razón. La tozudez del viejo les parecía natural, no porque la vejez lo hubiera vuelto menos visionario de lo que fue siempre, como solía decirse con demasiada facilidad, sino porque la renuncia al monopolio debía parecerle como botar en la basura los trofeos de una batalla histórica que él y sus hermanos habían librado solos en los tiempos heroicos, contra adversarios poderosos del mundo entero. Así que nadie lo contrarió cuando amarró sus derechos de tal modo, que nadie podría tocarlos antes de su extinción legal. Pero de pronto, cuando ya Florentino Ariza había rendido sus armas en las tardes de meditación de la hacienda, el tío León XII dio su consentimiento para la renuncia del privilegio centenario, con la única condición honorable de que no se hiciera antes de su muerte.
Most of his business associates viewed those disputes as if they were matrimonial arguments, in which both parties are right. The old man′s obstinacy seemed natural to them, not because, as it was too easy to say, old age had made him less visionary than he had always been, but because renouncing the monopoly must have seemed to him like throwing away the victories of a historic battle that he and his brothers had waged unaided, back in heroic times, against powerful adversaries from all over the world. Which is why no one opposed him when he kept so tight a hold on his rights that no one could touch them before their legal expiration. But suddenly, when Florentino Ariza had already surrendered his weapons during those meditative afternoons on the plantation, Uncle Leo XII agreed to renounce the centenarian privilege, on the one honorable condition that it not take place before his death.
Fue su acto final. No volvió a hablar de negocios, ni permitió siquiera que se le hicieran consultas, ni perdió un solo rizo de su espléndida cabeza imperial, ni un átomo de su lucidez, pero hizo lo posible porque no lo viera nadie que pudiera compadecerlo. Los días se le iban contemplando las nieves perpetuas desde la terraza, meciéndose muy despacio en un mecedor vienes, junto a una mesita donde las criadas le mantenían siempre caliente una olla de café negro y un vaso de agua de bicarbonato con dos dentaduras postizas, que ya no se ponía sino para recibir visitas. Veía a muy pocos amigos, y sólo hablaba de un pasado tan remoto que era muy anterior a la navegación fluvial. Sin embargo, le quedó un tema nuevo: el deseo de que Florentino Ariza se casara. Se lo expresó varias veces, y siempre en la misma forma.
It was his final act. He did not speak of business again, he did not even allow anyone to consult with him, he did not lose a single ringlet from his splendid imperial head or an iota of his lucidity, but he did everything possible to keep anyone from seeing him who might pity him. He passed the days in contemplation of the perpetual snows from his terrace, rocking slowly in a Viennese rocker next to a table where the servants always kept a pot of black coffee hot for him, along with a glass of water with boric acid that contained two plates of false teeth, which he no longer used except to receive visitors. He saw very few friends, and he would speak only of a past so remote that it antedated river navigation. But he still had one new topic of conversation left: his desire that Florentino Ariza marry. He expressed his wish to him several times, and always in the same way:
-Si yo tuviera cincuenta años menos -le decía- me casaría con mi tocaya Leona. No puedo imaginarme una esposa mejor.
“If I were fifty years younger, he would say, “I would marry my namesake Leona. I cannot imagine a better wife.
Florentino Ariza temblaba con la idea de que su labor de tantos años se frustrara a última hora por esta condición imprevista. Hubiera preferido renunciar, echarlo todo por la borda, morirse, antes que fallarle a Fermina Daza. Por fortuna, el tío León XII no insistió. Cuando cumplió los noventa y dos años reconoció al sobrino como heredero único, y se retiró de la empresa.
Florentino Ariza trembled at the idea of his labor of so many years being frustrated at the last moment by this unforeseen circumstance. He would have preferred to renounce everything, throw it all away, die, rather than fail Fermina Daza. Fortunately, Uncle Leo XII did not insist. When he turned ninety-two, he recognized his nephew as sole heir and retired from the company.
Seis meses después, por acuerdo unánime de los socios, Florentino Ariza fue nombrado Presidente de la Junta Directiva y Director General. El día en que tomó posesión del cargo, después de la copa de champaña, el viejo león en retiro pidió excusas por hablar sin levantarse del mecedor, e improvisó un breve discurso que más bien pareció una elegía. Dijo que su vida había empezado y terminaba con dos acontecimientos providenciales. El primero fue que el Libertador lo había cargado en sus brazos, en la población de Turbaco, cuando iba en su viaje desdichado hacia la muerte. La otra había sido encontrar, contra todos los obstáculos que le había interpuesto el destino, un sucesor digno de su empresa. Al final, tratando de desdramatizar el drama, concluyó:
Six months later, by unanimous agreement, Florentino Ariza was named President of the Board of Directors and General Manager of the company. After the champagne toast on the day he took over the post, the old lion in retirement excused himself for speaking without getting up from the rocker, and he improvised a brief speech that seemed more like an elegy. He said that his life had begun and ended with two providential events. The first was that The Liberator had carried him in his arms in the village of Turbaco when he was making his ill- fated journey toward death. The other had been finding, despite all the obstacles that destiny had interposed, a successor worthy of the company. At last, trying to undramatize the drama, he concluded:
-La única frustración que me llevo de esta vida es la de haber cantado en tantos entierros, menos en el mío.
“The only frustration I carry away from this life is that of singing at so many funerals except my own.
Para cerrar el acto, cómo no, cantó el aria del Adiós a la Vida, de Tosca. La cantó a capella, como más le gustaba, y todavía con voz firme. Florentino Ariza se conmovió, pero apenas si lo dejó notar en el temblor de la voz con que dio las gracias. Tal como había hecho y pensado todo lo que había hecho y pensado en la vida, llegaba a la cumbre sin ninguna otra causa que la determinación encarnizada de estar vivo y en buen estado de salud en el momento de asumir su destino a la sombra de Fermina Daza.
It goes without saying that to close the ceremony he sang the “addio alla vita from Tosca. He sang it a capella, which was the style he preferred, in a voice that was still steady. Florentino Ariza was moved, but he showed it only in the slight tremor in his voice as he expressed his thanks. In just the same way that he had done and thought everything he had done and thought in life, he had scaled the heights only because of his fierce determination to be alive and in good health at the moment he would fulfill his destiny in the shadow of Fermina Daza.
Sin embargo, no sólo fue el recuerdo de ella el que lo acompañó aquella noche en la fiesta que le ofreció Leona Cassiani. Lo acompañó el recuerdo de todas: tanto las que dormían en los cementerios, pensando en él a través de las rosas que les sembraba encima, como las que todavía apoyaban la cabeza sobre la misma almohada en que dormía el marido con los cuernos dorados bajo la luna. A falta de una deseó estar con todas al mismo tiempo, como siempre que estaba asustado. Pues aun en sus épocas más difíciles y en sus momentos peores, había mantenido algún vínculo, por débil que fuera, con las incontables amantes de tantos años: siempre siguió el hilo de sus vidas.
However, it was not her memory alone that accompanied him to the party Leona Cassiani gave for him that night. The memory of them all was with him: those who slept in the cemeteries, thinking of him through the roses he planted over them, as well as those who still laid their heads on the pillow where their husbands slept, their horns golden in the moonlight. Deprived of one, he wanted to be with them all at the same time, which is what he always wanted whenever he was fearful. For even during his most difficult times and at his worst moments, he had maintained some link, no matter how weak, with his countless lovers of so many years: he always kept track of their lives.
Así que aquella noche se acordó de Rosalba, la más antigua de todas, la que se llevó el trofeo de su virginidad, cuyo recuerdo seguía doliéndole como el primer día. Le bastaba con cerrar los ojos para verla con el traje de muselina y el sombrero de largas cintas de seda, meciendo la jaula del niño en la borda del buque. Varias veces en los años numerosos de su edad lo tuvo todo listo para ir a buscarla sin saber ni siquiera dónde, sin conocer su apellido, sin saber si era ella la que buscaba, pero seguro de encontrarla en cualquier parte entre fflorestas de orquídeas. Cada vez, por un inconveniente real de última hora, o por una falla intempestiva de su voluntad, el viaje se aplazaba cuando ya estaban a punto de levar la tabla del buque: siempre por un motivo que tenía algo que ver con Fermina Daza.
And so that night he remembered Rosalba, the very first one, who had carried off the prize of his virginity and whose memory was still as painful as it had been the first day. He had only to close his eyes to see her in her muslin dress and her hat with the long silk ribbons, rocking her child′s cage on the deck of the boat. Several times in the course of the numerous years of his life he had been ready to set out in search of her, without knowing where, or her last name, or if she was the one he was looking for, but certain of finding her somewhere among groves of orchids. Each time, because of a real difficulty at the last minute or because of an ill- timed failure of his own will, his trip was postponed just as they were about to raise the gangplank: always for a reason that had something to do with Fermina Daza.
Se acordó de la viuda de Nazaret, la única con la que profanó la casa materna de la Calle de las Ventanas, aunque no hubiera sido él sino Tránsito Ariza quien la hizo entrar. A ella le consagró más comprensión que a otra ninguna, por ser la única que irradiaba ternura de sobra como para sustituir a Fermina Daza, aun siendo tan lerda en la cama. Pero su vocación de gata errante, más indómita que la misma fuerza de su ternura, los mantuvo a ambos condenados a la infidelidad. Sin embargo, lograron ser amantes intermitentes durante casi treinta años gracias a su divisa de mosqueteros: Infieles, pero no desleales. Fue además la única por la que Florentino Ariza dio la cara: cuando le avisaron que había muerto y que iba a ser enterrada de caridad, la enterró a sus expensas y asistió solo al entierro.
He remembered the Widow Nazaret, the only one with whom he had profaned his mother′s house on the Street of Windows, although it had been Tránsito Ariza and not he who had asked her in. He was more understanding of her than of any of the others, because she was the only one who radiated enough tenderness to compensate for Fermina Daza despite her sluggishness in bed. But she had the inclinations of an alleycat, which were more indomitable than the strength of her tenderness, and this meant that both of them were condemned to infidelity. Still, they continued to be intermittent lovers for almost thirty years, thanks to their musketeers′ motto: Unfaithful but not disloyal. She was also the only one for whom Florentino Ariza assumed any responsibility: when he heard that she had died and was going to a pauper′s grave, he buried her at his own expense and was the only mourner at the fune ral.
Se acordó de otras viudas amadas. De Prudencia Pitre, la más antigua de las sobrevivientes, conocida de todos como la Viuda de Dos, porque lo era dos veces. Y de la otra Prudencia, la viuda de Arellano, la amorosa, que le arrancaba los botones de la ropa para que él tuviera que demorarse en su casa mientras se los volvía a coser. Y de Josefa, la viuda de Zúñiga, loca de amor por él, que estuvo a punto de cortarle la perinola durante el sueño con las tijeras de podar, para que no fuera de nadie aunque no fuera de ella.
He remembered other widows he had loved. He remembered Prudencia Pitre, the oldest of those still alive, who was known to everyone as the Widow of Two because she had outlived both her husbands. And the other Prudencia, the Widow Arellano, the amorous one, who would rip the buttons from his clothes so that he would have to stay in her house while she sewed them back on. And Josefa, the Widow Zúñiga, mad with love for him, who was ready to cut off his penis with gardening shears while he slept, so that he would belong to no one else even if he could not belong to her.
Se acordó de Ángeles Alfaro, la efímera y la más amada de todas, que vino por seis meses a enseñar instrumentos de arco en la Escuela de Música y pasaba con él las noches de luna en la azotea de su casa, como su madre la echó al mundo, tocando las suites más bellas de toda la música en el violonchelo, cuya voz se volvía de hombre entre sus muslos dorados. Desde la primera noche de luna, ambos se hicieron trizas los corazones con un amor de principiantes feroces. Pero Ángeles Alfaro se fue como vino, con su sexo tierno y su violonchelo de pecadora, en un transatlántico abanderado por el olvido, y lo único que quedó de ella en las azoteas de luna fueron sus señas de adiós con un pañuelo blanco que parecía una paloma en el horizonte, solitaria y triste, como en los versos de los Juegos Florales. Con ella aprendió Florentino Ariza lo que ya había padecido muchas veces sin saberlo: que se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna. Solitario entre la muchedumbre del muelle, se había dicho con un golpe de rabia: "El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas". Estaba bañado en lágrimas por el dolor de los adioses. Sin embargo, no bien había desaparecido el barco en la línea del horizonte, cuando ya el recuerdo de Fermina Daza había vuelto a ocupar su espacio total.
He remembered Ángeles Alfaro, the most ephemeral and best loved of them all, who came for six months to teach string instruments at the Music School and who spent moonlit nights with him on the flat roof of her house, as naked as the day she was born, playing the most beautiful suites in all music on a cello whose voice became human between her golden thighs. From the first moonlit night, both of them broke their hearts in the fierce love of inexperience. But Ángeles Alfaro left as she had come, with her tender sex and her sinner′s cello, on an ocean liner that flew the flag of oblivion, and all that remained of her on the moonlit roofs was a fluttered farewell with a white handkerchief like a solitary sad dove on the horizon, as if she were a verse from the Poetic Festival. With her Florentino Ariza learned what he had already experienced many times without realizing it: that one can be in love with several people at the same time, feel the same sorrow with each, and not betray any of them. Alone in the midst of the crowd on the pier, he said to himself in a flash of anger: “My heart has more rooms than a whorehouse. He wept copious tears at the grief of parting. But as soon as the ship had disappeared over the horizon, the memory of Fermina Daza once again occupied all his space.
Se acordó de Andrea Varón, frente a cuya casa había pasado la semana anterior, pero la luz anaranjada en la ventana del baño le advirtió que no podía entrar: alguien se le había adelantado. Alguien: hombre o mujer, porque Andrea Varón no se detenía en minucias de esa índole en los desórdenes del amor. De todas las de la lista era la única que vivía de su cuerpo, pero lo administraba a su antojo, sin gerente de planta. En sus buenos años había hecho una carrera legendaria de cortesana clandestina, que le valió el nombre de guerra de Nuestra Señora la de Todos. Enloqueció a gobernadores y almirantes, vio llorar en su hombro a algunos proceres de las armas y las letras que no eran tan ilustres como se creían, y aun a algunos que lo eran. Fue verdad, en cambio, que el presidente Rafael Reyes, por sólo media hora apresurada entre dos visitas casuales a la ciudad, le asignó una pensión vitalicia por servicios distinguidos en el Ministerio del Tesoro, donde no había sido empleada ni un día. Repartió sus dádivas de placer hasta donde le alcanzó el cuerpo, y aunque su conducta impropia era de dominio úblico, nadie hubiera podido exhibir contra ella una prueba terminante, porque sus cómplices insignes la protegieron tanto como a sus propias vidas, conscientes de que no era ella sino ellos los que tenían más que perder con el escándalo. Florentino Ariza había violado por ella su principio sagrado de no pagar, y ella había violado el suyo de no hacerlo gratis ni con el esposo. Se habían puesto de acuerdo en el precio simbólico de un peso por cada vez, pero ella no lo recibía ni él se lo daba en la mano, sino que lo metían en el cochinito de alcancía hasta que fueran suficientes para comprar cualquier ingenio ultramarino en el Portal de los Escribanos. Fue ella la que atribuyó una sensualidad distinta a las lavativas que él usaba para las crisis de estreñimiento, y lo convenció de compartirlas, de aplicárselas juntos en el transcurso de sus tardes locas, tratando de inventar todavía más amor dentro del amor.
He remembered Andrea Varón, outside whose house he had spent the previous week, but the orange light in the bathroom had been a warning that he could not go in: someone had arrived before him. Someone: man or woman, because Andrea Varón did not hesitate over such details when it came to the follies of love. Of all those on the list, she was the only one who earned a living with her body, but she did so at her pleasure and without a business manager. In her day she had enjoyed a legendary career as a clandestine courtesan who deserved her nom de guerre, Our Lady of Everybody. She drove governors and admirals mad, she watched eminent heroes of arms and letters who were not as illustrious as they believed, and even some who were, as they wept on her shoulder. It was true, however, that President Rafael Reyes, after only a hurried half hour between appointments in the city, granted her a lifetime pension for distinguished service to the Ministry of Finance, where she had never worked a day of her life. She distributed her gifts of pleasure as far as her body could reach, and although her indecent conduct was public knowledge, no one could have made a definitive case against her, because her eminent accomplices gave her the same protection they gave themselves, knowing that they had more to lose in a scandal than she did. For her sake Florentino Ariza had violated his sacred principle of never paying, and she had violated he rs of never doing it free of charge, even with her husband. They had agreed upon a symbolic fee of one peso, which she did not take and he did not hand to her, but which they put in the piggy bank until enough of them had accumulated to buy something charming from overseas in the Arcade of the Scribes. It was she who attributed a distinctive sensuality to the enemas he used for his crises of constipation, who convinced him to share them with her, and they took them together in the course of their mad afternoons as they tried to create even more love within their love.
Consideraba una fortuna que en medio de tantos encuentros aventurados, la única que le hizo probar una gota de amargura fue la tortuosa Sara Noriega, que terminó sus días en el manicomio de la Divina Pastora, recitando versos seniles de tan desaforada obscenidad, que debieron aislarla para que no acabara de enloquecer a las otras locas. Sin embargo, cuando recibió entera la responsabilidad de la C.F.C. ya no tenía mucho tiempo ni demasiados ánimos para tratar de sustituir con nadie a Fermina Daza: la sabía insustituible. Poco a poco había ido cayendo en la rutina de visitar a las ya establecidas, acostándose con ellas hasta donde le sirvieran, hasta donde le fuera posible, hasta cuando tuvieran vida. El domingo de Pentecostés, cuando murió Juvenal Urbino, ya sólo le quedaba una, una sola, con catorce años apenas cumplidos, y con todo lo que ninguna otra había tenido hasta entonces para volverlo loco de amor.
He considered it a stroke of good fortune that among so many hazardous encounters, the only woman who had made him taste a drop of bitterness was the sinuous Sara Noriega, who ended her days in the Divine Shepherdess Asylum, reciting senile verses of such outrageous obscenity that they were forced to isolate her so that she would not drive the rest of the madwomen crazy. However, when he took over complete responsibility for the R.C.C., he no longer had much time or desire to attempt to replace Fermina Daza with anyone else: he knew that she was irreplaceable. Little by little he had fallen into the routine of visiting the ones who were already established, sleeping with them for as long as they pleased him, for as long as he could, for as long as they lived. On the Pentecost Sunday when Juvenal Urbino died, he had only one left, only one, who had just turned fourteen and had everything that no one else until then had had to make him mad with love.
Se llamaba América Vicuña. Había venido dos años antes de la localidad marítima de Puerto Padre encomendada por su familia a Florentino Ariza, su acudiente, con quien tenían un parentesco sanguíneo reconocido. La mandaban con una beca del gobierno para hacer los estudios de maestra superior, con su petate y su baulito de hojalata que parecía de una muñeca, y desde que bajó del barco con sus botines blancos y su trenza dorada, él tuvo el presentimiento atroz de que iban a hacer juntos la siesta de muchos domingos. Todavía era una niña en todo sentido, con sierras en los dientes y peladuras de la escuela primaria en las rodillas, pero él vislumbró de inmediato la clase de mujer que iba a ser muy pronto, y la cultivó para él en un lento año de sábados de circo, de domingos de parques con helados, de atardeceres infantiles con los que se ganó su confianza, se ganó su cariño, se la fue llevando de la mano con una suave astucia de abuelo bondadoso hacia su matadero clandestino. Para ella fue inmediato: se le abrieron las puertas del cielo. Estalló en una eclosión floral que la dejó flotando en un limbo de dicha, y fue un estímulo eficaz en sus estudios, pues se mantuvo siempre en el primer lugar de la clase para no perder la salida del fin de semana. Para él fue el rincón más abrigado en la ensenada de la vejez. Después de tantos años de amores calculados, el gusto desabrido de la inocencia tenía el encanto de una perversión renovadora.
Her name was América Vicuña. She had arrived two years before from the fishing village of Puerto Padre, entrusted by her family to Florentino Ariza as her guardian and recognized blood relative. They had sent her with a government scholarship to study secondary education, with her petate and her little tin trunk as small as a doll′s, and from the moment she walked off the boat, with her high white shoes and her golden braid, he had the awful presentiment that they were going to take many Sunday siestas together. She was still a child in every sense of the word, with braces on her teeth and the scrapes of elementary school on her knees, but he saw right away the kind of woman she was soon going to be, and he cultivated her during a slow year of Saturdays at the circus, Sundays in the park with ice cream, childish late afternoons, and he won her confidence, he won her affection, he led her by the hand, with the gentle astuteness of a kind grandfather, toward his secret slaughterhouse. For her it was immediate: the doors of heaven opened to her. All at once she burst into flower, which left her floating in a limbo of happiness and which motivated her studies, for she was always at the head of her class so that she would not lose the privilege of going out on weekends. For him it was the most sheltered inlet in the cove of his old age. After so many years of calculated loves, the mild pleasure of inno cence had the charm of a restorative perversion.
Coincidieron. Ella se comportaba como lo que era, una niña dispuesta a descubrir la vida bajo la guía de un hombre venerable que no se sorprendía de nada, y él se comportó a conciencia como lo que más había temido ser en la vida: un novio senil. Nunca la identificó con Fermina Daza, a pesar de que el parecido era más que fácil, no sólo por la edad, por el uniforme escolar, por la trenza, por su andar montuno, y hasta por su carácter altivo e imprevisible. Más aún: la idea de la sustitución, que tan buen aliciente había sido para su mendicidad de amor, se borró por completo. Le gustaba por lo que ella era, y terminó amándola por lo que ella era con una fiebre de delicias crepusculares. Fue la única con que tomó precauciones drásticas contra un embarazo accidental. Después de una media docena de encuentros, no había para ambos otro sueño que las tardes de los domingos.
They were in full agreement. She behaved like what she was, a girl ready to learn about life under the guidance of a venerable old man who was not shocked by anything, and he chose to behave like what he had most feared being in his life: a senile lover. He never identified her with the young Fermina Daza despite a resemblance that was more than casual and was not based only on their age, their school uniform, their braid, their untamed walk, and even their haughty and unpredictable character. Moreover, the idea of replacement, which had been so effective an inducement for his mendicancy of love, had been completely erased from his mind. He liked her for what she was, and he came to love her for what she was, in a fever of crepuscular delights. She was the only one with whom he took drastic precautions against accidental pregnancy. After half a dozen encounters, there was no dream for either of them except their Sunday afternoons.
Puesto que él era la única persona autorizada para sacarla del internado, iba a buscarla en el Hudson de seis cilindros de la C.F.C., y a veces le quitaban la capota en las tardes sin sol para pasear por la playa, él con el sombrero tétrico, y ella muerta de risa, sosteniéndose con las dos manos la gorra de marinero del uniforme escolar para que no se la llevara el viento. Alguien le había dicho que no anduviera con su acudiente más de lo indispensable, que no comiera nada que él hubiera probado ni se pusiera muy cerca de su aliento, porque la vejez era contagiosa. Pero a ella no le importaba. Ambos se mostraban indiferentes a lo que pudiera pensarse de ellos, porque el parentesco era bien conocido, y además sus edades extremas los ponían a salvo de toda suspicacia.
Since he was the only person authorized to take her out of the boarding school, he would call for her in the six-cylinder Hudson that belonged to the R.C.C., and sometimes they would lower the top if the afternoon ,was not sunny and drive along the beach, he with his somber hat and she, weak with laughter, holding the sailor hat of her school uniform with both hands so that the wind would not blow it off. Someone had told her not to spend more time with her guardian than necessary, not to eat anything he had tasted, and not to put her face too close to his, for old age was contagious. But she did not care. They were both indifferent to what people might think of them because their family kinship was well known, and what is more, the extreme difference in their ages placed them beyond all suspicion.
Acababan de hacer el amor el domingo de Pentecostés, a las cuatro de la tarde′ cuando empezaron los dobles. Florentino Ariza tuvo que sobreponerse al sobresalto del corazón. En su juventud, el ritual de los dobles estaba incluido en el precio de los funerales, y sólo se negaba a los pobres de solemnidad. Pero después de nuestra última guerra, en el puente de los dos siglos, el régimen conservador consolidó sus costumbres coloniales, y las pompas fúnebres se hicieron tan costosas que sólo los más ricos podían agarlos. Cuando murió el arzobispo Ercole de Luna, las campanas de toda la provincia doblaron sin tregua durante nueve días con sus noches, y fue tal el tormento público que el sucesor eliminó de los funerales el requisito de los dobles, y los dejó reservados para los muertos más ilustres. Por eso cuando Florentino Ariza oyó doblar en la catedral a las cuatro de la tarde de un domingo de Pentecostés, se sintió visitado por un fantasma de sus mocedades perdidas. Nunca imaginó que fueran los dobles que tanto había anhelado durante tantos y tantos años, desde el domingo en que vio a Fermina Daza encinta de seis meses, a la salida de la misa mayor.
They had just made love on Pentecost Sunday when the bells began to toll at four o′clock. Florentino Ariza had to overcome the wild beating of his heart. In his youth, the ritual of the tolling bells had been included in the price of the funeral and was denied only to the indigent. But after our last war, just at the turn of the century, the Conservative regime consolidated its colonial customs, and funeral rites became so expensive that only the wealthiest could pay for them. When Archbishop Dante de Luna died, bells all over the province tolled unceasingly for nine days and nine nights, and the public suffering was so great that his successor reserved the tolling of bells for the funeral services of the most illustrious of the dead. Therefore, when Florentino Ariza heard the Cathedral bells at four o′clock in the afternoon on a Pentecost Sunday, he felt as if he had been visited by a ghost from his lost youth. He never imagined they were the bells he had so longed to hear for so many years, ever since the Sunday when he saw Fermina Daza in her sixth month of pregnancy as she was leaving High Mass.
-Carajo -dijo en la penumbra—-. Tiene que ser un tiburón muy grande para que lo doblen en la catedral.
“Damn, he said in the darkness. “It must be a very big fish for them to ring the Cathedral bells.
América Vicuña, desnuda por completo, acabó de despertar.
América Vicuña, completely naked, had just awakened.
-Debe ser por el Pentecostés -dijo.
“It must be for Pentecost, she said.
Florentino Ariza no era experto ni mucho menos en los negocios de la iglesia, ni había vuelto a misa desde que tocaba el violín en el coro con un alemán que le enseñó además la ciencia del telégrafo, y de cuyo destino no se tuvo nunca una noticia cierta. Pero sabía sin duda que las campanas no doblaban por el Pentecostés. Había un duelo en la ciudad, por cierto, y él lo sabía. Una comisión de refugiados del Caribe había estado en su casa aquella mañana para informarle que Jeremiah de Saint-Amour había amanecido muerto en su taller de fotógrafo. Aunque Florentino Ariza no era su amigo cercano, lo era de otros muchos refugiados que siempre lo invitaban a sus actos públicos, y sobre todo a sus entierros. Pero estaba seguro de que las campanas no doblaban por Jeremiah de SaintAmour, que era un incrédulo militante y un anarquista empedernido, y que además había muerto por su propia mano.
Florentino Ariza was in no way expert in matters pertaining to the Church, and he had not gone to Mass again since he had played the violin in the choir with a German who also taught him the science of the telegraph and about whose fate he had never been able to obtain any definite news. But he knew beyond any doubt that the bells were not ringing for Pentecost. There was public mourning in the city, that was certain, and that is what he knew. A delegation of Caribbean refugees had come to his house that morning to inform him that Jeremiah de Saint-Amour had been found dead in his photography studio. Although Florentino Ariza was not an intimate friend of his, he was close to many other refugees who always invited him to their public ceremonies, above all to their funerals. But he was sure that the bells were not tolling for Jeremiah de Saint-Amour, who was a militant unbeliever and a committed anarchist and who had, moreover, died by his own hand.
-No -dijo-, unos dobles así sólo pueden ser de gobernador para arriba.
“No, he said, “tolling like that must be for a governor at least.
América Vicuña, con el pálido cuerpo atigrado por las rayas de luz de las persianas mal cerradas, no tenía edad para pensar en la muerte. Habían hecho el amor después del almuerzo y estaban acostados en la resaca de la siesta, ambos desnudos bajo el ventilador de aspas, cuyo zumbido no alcanzaba a ocultar la crepitación de granizo de los gallinazos caminando sobre el techo de cinc recalentado. Florentino Ariza la amaba como había amado a tantas otras mujeres casuales en su larga vida, pero a ésta la amaba con más angustia que a ninguna porque tenía la certidumbre de estar muerto de viejo cuando ella terminara la escuela superior.
América Vicuña, her pale body dappled by the light coming in through the carelessly drawn blinds, was not of an age to think about death. They had made love after lunch and they were lying together at the end of their siesta, both of them naked under the ceiling fan, whose humming could not hide the sound like falling hail that the buzzards made as they walked across the hot tin roof. Florentino Ariza loved her as he had loved so many other casual women in his long life, but he loved her with more anguish than any other, because he was certain he would be dead by the time she finished secondary school.
El cuarto parecía más bien un camarote de barco, con paredes de listones de madera muchas veces pintados encima de la pintura anterior, como los barcos, pero el calor era más intenso que el de los camarotes de los buques del río a las cuatro de la tarde, aun con el ventilador eléctrico colgado sobre la cama, por la reverberación del techo metálico. No era un dormitorio formal sino un camarote de tierra firme mandado construir por Florentino Ariza detrás de sus oficinas de la C.F.C., sin más propósitos ni retextos que los de tener una buena guarida para sus amores de viejo. En los días ordinarios era difícil dormir allí con los gritos de los estibadores y el estruendo de las grúas del puerto fluvial, y los bramidos enormes de los buques en el muelle. Sin embargo, para la niña era un paraíso dominical.
The room resembled a ship′s cabin, its walls made of wooden laths covered by many coats of paint, as were the walls of boats, but at four o′clock in the afternoon, even with the electric fan hanging over the bed, the heat was more intense than in the riverboat cabins because it reflected off the metal roof. It was not so much a formal bedroom as a cabin on dry land, which Florentino Ariza had built behind his office in the R.C.C. with no other purpose or pretext than to have a nice little refuge for his old man′s loves. On ordinary days it was difficult to sleep there, with the shouts of the stevedores, and the noise of the cranes from the river harbor, and the enormous bellowing of the ships moored at the dock. For the girl, however, it was a Sunday paradise.
El día de Pentecostés pensaban estar juntos hasta que ella tuviera que volver al internado, cinco minutos antes del Ángelus, pero los dobles le hicieron recordar a Florentino Ariza su promesa de asistir al entierro de Jeremiah de Saint-Amour, y se vistió más de prisa que de costumbre. Antes, como siempre, le tejió a la niña la trenza solitaria que él mismo le soltaba antes de hacer el amor, y la subió en la mesa para hacerle el lazo de los zapatos del uniforme, que ella siempre hacía mal. La ayudaba sin malicia, y ella lo ayudaba a ayudarla como si fuera un deber: ambos habían perdido la conciencia de sus edades desde los primeros encuentros, y se trataban con la confianza de dos esposos que se habían ocultado tantas cosas en esta vida que ya no les quedaba casi nada para decirse.
They had planned to be together on Pentecost until she had to return to school, five minutes before the Angelus, but the tolling of the bells reminded Florentino Ariza of his promise to attend the funeral of Jeremiah de Saint-Amour, and he dressed with more haste than usual. First, as always, he plaited her single braid that he himself had loosened before they made love, and he sat her on the table to tie the bow on her school shoes, which was something she never did well. He helped her without malice, and she helped him to help her, as if it were an obligation: after their first encounters they had both lost awareness of their ages, and they treated each other with the familiarity of a husband and wife who had hidden so many things in this life that there was almost nothing left for them to say to each other.
Las oficinas estaban cerradas y a oscuras por el día feriado, y en el muelle desierto había sólo un buque con las calderas apagadas. El bochorno anunciaba lluvias, las primeras del año, pero la transparencia del aire y el silencio dominical del puerto parecían de un mes benigno. Desde allí era más crudo el mundo que en la penumbra del camarote, y dolían más los dobles aun sin saber por quién eran. Florentino Ariza y la niña bajaron al patio de salitre que había servido de puerto negrero a los españoles y donde todavía quedaban restos de la pesa y otros fierros carcomidos del comercio de esclavos. El automóvil los esperaba a la sombra de las bodegas, y no despertaron al chofer dormido sobre el volante mientras no estuvieron instalados en los asientos. El automóvil dio la vuelta por detrás de las bodegas cercadas con alambre de gallinero, atravesó el espacio del antiguo mercado de la bahía de las Ánimas, donde había adultos casi desnudos jugando a la pelota, y salió del puerto fluvial entre una polvareda ardiente. Florentino Ariza estaba seguro de que las honras fúnebres no podían ser por Jeremiah. de Saint-Amour, pero la insistencia de los dobles lo hizo dudar. Le puso al chofer la mano en el hombro y le preguntó gritándole al oído por quién estaban doblando las campanas.
The offices were closed and dark because of the holiday, and at the deserted dock there was only one ship, its boilers damped. The sultry weather presaged the first rains of the year, but the transparent air and the Sunday silence in the harbor seemed to belong to a more benevolent month. The world was harsher here than in the shadowy cabin, and the bells caused greater grief, even if one did not know for whom the y tolled. Florentino Ariza and the girl went down to the patio of saltpeter, which the Spaniards had used as a port for blacks and where there were still the remains of weights and other rusted irons from the slave trade. The automobile was waiting for them in the shade of the warehouses, and they did not awaken the driver, asleep with his head on the steering wheel, until they were settled in their seats. The automobile turned around behind the warehouses enclosed by chicken wire, crossed the area of the old market on Las Ánimas Bay, where near-naked adults were playing ball, and drove out of the river harbor in a burning cloud of dust. Florentino Ariza was sure that the funerary honors could not be for Jeremiah de Saint-Amour, but the insistent tolling filled him with doubts. He put his hand on the driver′s shoulder and asked him, shouting into his ear, for whom the bells tolled.
-Es por el médico ese de la chivera -dijo el chofer-—. ¿Cómo se llama?
“It′s for that doctor with the goatee, said the driver. “What′s his name?
Florentino Ariza no tuvo que pensarlo para saber de quién hablaba. Sin embargo, cuando el chofer le contó cómo había muerto, la ilusión instantánea se desvaneció, porque no le pareció verosímil. Nada se parece tanto a una persona como la forma de su muerte, y ninguna podía parecerse menos que esta al hombre que él imaginaba. Pero era el mismo, aunque pareciera absurdo: el médico más viejo y mejor calificado de la ciudad, y uno de sus hombres insignes por otros muchos méritos, había muerto con la espina dorsal despedazada, a los ochenta y un años de edad, al caerse de un palo de mango cuando trataba de coger un loro.
Florentino Ariza did not have to wonder who that was. Nevertheless, when the driver told him how he had died, his instantaneous hope vanished because he could not believe what he heard. Nothing resembles a person as much as the way he dies, and no death could resemble the man he was thinking about less than this one. But it was he, although it seemed absurd: the oldest and best-qualified doctor in the city, and one of its illustrious men for many other meritorious reasons, had died of a broken spine, at the age of eightyone, when he fell from the branch of a mango tree as he tried to catch a parrot.
Todo lo que Florentino Ariza había hecho desde que Fermina Daza se casó, estaba fundado en la esperanza de esta noticia. Sin embargo, llegada la hora, no se sintió sacudido por la conmoción de triunfo que tantas veces había previsto en sus insomnios, sino por un zarpazo de terror: la lucidez fantástica de que lo mismo habría podido ser por él por quien tocaran a muerto. Sentada a su lado en el automóvil que rodaba a saltos por las calles de piedras, América Vicuña se asustó de su palidez y le preguntó qué le pasaba. Florentino Ariza le cogió la mano con su mano helada.
All that Florentino Ariza had done since Fermina Daza′s marriage had been based on his hope for this event. But now that it had come, he did not feel the thr ill of triumph he had imagined so often in his sleeplessness. Instead, he was seized by terror: the fantastic realization that it could just as well have been himself for whom the death knell was tolling. Sitting beside him in the automobile that jolted along the cobbled streets, América Vicuña was frightened by his pallor, and she asked him what was the matter. Florentino Ariza grasped her hand with his icy one.
-Ay, mi niña -suspiró-, me harían falta otros cincuenta años para contarte.
“Oh, my dear, he sighed, “I would need another fifty years to tell you about it.
Se olvidó del entierro de Jeremiah de Saint Amour. Dejó a la niña en la puerta del internado con la promesa apresurada de que volvería por ella el sábado siguiente, y ordenó al chofer que lo llevara a la casa del doctor Juvenal Urbino. Encontró un tumulto de automóviles y coches de alquiler en las calles contiguas, y una multitud de curiosos frente a la casa. Los invitados del doctor Lácides Olivella, que habían recibido la mala noticia en el apogeo de la fiesta, llegaban en tropel. No era fácil moverse dentro de la casa a causa de la muchedumbre, pero Florentino Ariza logró abrirse paso hasta el dormitorio principal, se empinó por encima de los grupos que bloqueaban la puerta, y vio a Juvenal Urbino en la cama matrimonial como había querido verlo desde que oyó hablar de él por primera vez, chapaleando en la indignidad de la muerte. El carpintero acababa de tomarle las medidas para el ataúd. A su lado, todavía con el mismo vestido de abuela recién casada que se había puesto para la fiesta, Fermina Daza estaba absorta y mustia.
He forgot Jeremiah de Saint-Amour′s funeral. He left the girl at the door of the school with a hurried promise that he would come back for her the following Saturday, and he told the driver to take him to the house of Dr. Juvenal Urbino. He was confronted by an uproar of automobiles and hired carriages in the surrounding streets and a multitude of curious onlookers outside the house. The guests of Dr. Lácides Olivella, who had received the bad news at the height of the celebration, came rushing in. It was not easy to move inside the house because of the crowd, but Florentino Ariza managed to make his way to the master bedroom, peered on tiptoe over the groups of people blocking the door, and saw Juvenal Urbino in the conjugal bed as he had wanted to see him since he had first heard of him--wallowing in the indignity of death. The carpenter had just taken his measurements for the coffin, and at his side, still wearing the dress of a newly-wed grandmother that she had put on for the party, Fermina Daza was introspective and dejected.
Florentino Ariza había prefigurado aquel momento hasta en sus detalles ínfimos desde los días de su juventud en que se consagró por completo a la causa de ese amor temerario. Por ella había ganado nombre y fortuna sin reparar demasiado en los métodos, por ella había cuidado de su salud y su apariencia personal con un rigor que no les parecía muy varonil a otros hombres de su tiempo, y había esperado aquel día como nadie hubiera podido esperar nada ni a nadie en este mundo: sin un instante de desaliento. La comprobación de que la muerte había intercedido por fin en favor suyo, le infundió el coraje que necesitaba para reiterarle a Fermina Daza, en su primera noche de viuda, el Juramento de su fidelidad eterna y su amor para siempre.
Florentino Ariza had imagined that moment down to the last detail since the days of his youth when he had devoted himself completely to the cause of his reckless love. For her sake he had won fame and fortune without too much concern for his methods, for her sake he had cared for his health and personal appearance with a rigor that did not seem very manly to other men of his time, and he had waited for this day as no one else could have waited for anything or anyone in this world: without an instant of discouragement. The proof that death had at last interceded on his behalf filled him with the courage he needed to repeat his vow of eternal fidelity and everlasting love to Fermina Daza on herfirst night of widowhood.
No le negaba a su conciencia que había sido un acto irreflexivo, sin el menor sentido del cómo ni del cuándo, y apresurado por el miedo de que la ocasión no se repitiera jamás. Él lo hubiera querido e incluso se lo había figurado muchas veces de un modo menos brutal, pero la suerte no le había dado para más. Había salido de la casa del duelo con el dolor de dejarla a ella en el mismo estado de conmoción en que él estaba, pero nada habría podido hacer por impedirlo, porque sentía que aquella noche bárbara estaba escrita desde siempre en el destino de ambos.
He did not deny the accusations of his conscience that it had been a thoughtless and inappropriate act, one he had rushed into for fear that the opportunity would never be repeated. He would have preferred something less brutal, something in the manner he had so often imagined, but fate had given him no choice. He left the house of mourning, full of sorrow at leaving her in the same state of upheaval in which he found himself, but there was nothing he could have done to prevent it because he felt that this barbarous night had been forever inscribed in both their destinies.
No volvió a dormir una noche completa en las dos semanas siguientes. Se preguntaba desesperado dónde estaría Fermina Daza sin él, qué estaría pensando, qué iba a hacer en los años que le quedaban por vivir con la carga de espanto que le había dejado en las manos. Sufrió una crisis de estreñimiento que le aventó el vientre como un tambor, y tuvo que recurrir a paliativos menos complacientes que las lavativas. Sus dolencias de viejo, que él soportaba mejor que sus contemporáneos porque las conocía desde joven, lo acometieron todas al mismo tiempo. El miércoles apareció por la oficina después de una semana de faltas, y Leona Cassiani se asustó de verlo en semejante estado de palidez y desidia. Pero él la tranquilizó: era otra vez el insomnio, como siempre, y se volvió a morder la lengua para que no se le saliera la verdad por las tantas goteras que tenía en el corazón. La lluvia no le dio una tregua de sol para pensar. Pasó otra semana irreal, sin poder concentrarse en nada, comiendo mal y durmiendo peor, tratando de percibir señales cifradas que le indicaran el camino de la salvación. Pero desde el viernes lo invadió una placidez sin motivos que interpretó como un anuncio de que nada nuevo iba a suceder, que todo cuanto había hecho en la vida había sido inútil y no tenía como seguir: era el final. El lunes, sin embargo, al llegar a su casa de la Calle de las Ventanas, tropezó con una carta que flotaba en el agua empozada dentro del zaguán, y reconoció de inmediato en el sobre mojado la caligrafía imperiosa que tantos cambios de la vida no habían logrado cambiar, y hasta creyó percibir el perfume nocturno de las gardenias marchitas, porque ya el corazón se lo había dicho todo desde el primer espanto: era la carta que había esperado, sin un instante de sosiego, durante más de medio siglo.
For the next two weeks he did not sleep through a single night. He asked himself in despair where Fermina Daza could be without him, what she could be thinking, what she would do, in the years of life remaining to her, with the burden of consternation he had left in her hands. He suffered a crisis of constipation that swelled his belly like a drum, and he had to resort to remedies less pleasant than enemas. The complaints of old age, which he endured better than his contemporaries because he had known them since his youth, all attacked at the same time. On Wednesday he appeared at the office after a week at home, and Leona Cassiani was horrified at seeing him so pale and enervated. But he reassured her: it was insomnia again, as always, and once more he bit his tongue to keep the truth from pouring out through the bleeding wounds in his heart. The rain did not allow him a moment of sun to think in. He spent another unreal week unable to concentrate on anything, eating badly and sleeping worse, trying to find the secret signs that would show him the road to salvation. But on Friday he was invaded by an unreasoning calm, which he interpreted as an omen that nothing new was going to happen, that everything he had done in his life had been in vain, that he could not go on: it was the end. On Monday, however, when he returned to his house on the Street of Windows, he discovered a letter floating in a puddle inside the entrance, and on the wet envelope he recognized at once the imperious handwriting that so many changes in life had not changed, and he even thought he could detect the nocturnal perfume of withered gardenias, because after the initial shock, his heart told him everything: it was the letter he had been waiting for, without a moment′s respite, for over half a century.
CHAPTER SIX
Fermina Daza no podía imaginarse que aquella carta suya, instigada por una rabia ciega, pudiera ser interpretada por Florentino Ariza como una carta de amor. Había puesto en ella toda la furia de que era capaz, sus palabras más crueles, los oprobios más hirientes, e injustos además, que sin embargo le parecían ínfimos frente al tamaño de la ofensa. Fue el último acto de un amargo exorcismo de dos semanas, con el cual trataba de lograr un pacto de conciliación con su nuevo estado. Quería ser otra vez ella misma, recuperar todo cuanto había tenido que ceder en medio siglo de una servidumbre que la había hecho feliz, sin duda′ pero que una vez muerto el esposo no le dejaba a ella ni los vestigios de su identidad. Era un fantasma en una casa ajena que de un día para otro se había vuelto inmensa y solitaria, y en la cual vagaba a la deriva, preguntándose angustiada quién estaba más muerto: el que había muerto o la que se había quedado.
FERMINA DAZA could not have imagined that her letter, inspired by blind rage, would have been interpreted by Florentino Ariza as a love letter. She had put into it all the fury of which she was capable, her crudest words, the most wounding, most unjust vilifications, which still seemed minuscule to her in light of the enormity of the offense. It was the final act in a bitter exorcism through which she was attempting to come to terms with her new situation. She wanted to be herself again, to recover all that she had been obliged to give up in half a century of servitude that had doubtless made her happy but which, once her husband was dead, did not leave her even the vestiges of her identity. She was a ghost in a strange house that overnight had become immense and solitary and through which she wandered without purpose, asking herself in anguish which of them was deader: the man who had died or the woman he had left behind.
No podía sortear un recóndito sentimiento de rencor contra el marido por haberla dejado sola en medio de la mar tenebrosa. Todo lo suyo le provocaba el llanto: la piyama debajo de la almohada, las pantuflas que siempre le parecieron de enfermo, el recuerdo de su imagen desvistiéndose en el fondo del espejo mientras ella se peinaba para dormir, el olor de su piel que había de persistir en la de ella mucho tiempo después de la muerte. Se detenía a mitad de cualquier cosa que estuviera haciendo y se daba una palmadita en la frente, porque de pronto se acordaba de algo que olvidó decirle. A cada instante le venían a la mente las tantas preguntas cotidianas que sólo él le podía contestar. Alguna vez él le había dicho algo que ella no podía concebir: los amputados sienten dolores, calambres, cosquillas, en la pierna que ya no tienen. Así se sentía ella sin él, sintiéndolo estar donde ya no estaba.
She could not avoid a profound feeling of rancor toward her hus band for having left her alone in the middle of the ocean. Everything of his made her cry: his pajamas under the pillow, his slippers that had always looked to her like an invalid′s, the memory of his image in the back of the mirror as he undressed while she combed her hair before bed, the odor of his skin, which was to linger on hers for a long time after his death. She would stop in the middle of whatever she was doing and slap herself on the forehead because she suddenly remembered something she had forgotten to tell him. At every moment countless ordinary questions would come to mind that he alone could answer for her. Once he had told her something that she could not imagine: that amputees suffer pains, cramps, itches, in the leg that is no longer there. That is how she felt without him, feeling his presence where he no longer was.
Al despertar en su primera mañana de viuda, se había dado vuelta en la cama, todavía sin abrir los ojos, en busca de una posición más cómoda para seguir durmiendo, y fue en ese momento cuando él murió para ella. Pues sólo entonces tomó conciencia de que él había pasado la noche por primera vez fuera de casa. La otra impresión fue en la mesa, no porque se sintiera sola, como en efecto lo estaba, sino por la certidumbre rara de estar comiendo con alguien que ya no existía. Esperó a que su hija Ofelia viniera de Nueva Orleans, con el esposo y las tres niñas, para sentarse otra vez a comer en la mesa, pero no en la de siempre, sino en una mesa improvisada, más pequeña, que hizo poner en el corredor. Hasta entonces no había hecho ninguna comida regular. Pasaba por la cocina a cualquier hora, cuando tenía hambre, y metía el tenedor en las ollas y comía un poco de todo sin ponerlo en un plato, de pie frente a la hornilla, hablando con las mujeres del servicio que eran las únicas con las que se sentía bien, y con las que mejor se entendía. Sin embargo, por mucho que lo intentara, no lograba eludir la presencia del marido muerto: por donde quiera que iba, por donde quiera que pasaba, en cualquier cosa que hacía tropezaba con algo suyo que se lo recordaba. Pues si bien le parecía honesto y justo que le doliera, también quería hacer todo lo posible por no regodearse en el dolor. Así que se impuso la determinación drástica de desterrar de la casa todo cuanto le recordara al marido muerto, como lo único que se le ocurría para seguir viviendo sin él.
When she awoke on her first morning as a widow, she turned over in bed without opening her eyes, searching for a more comfortable position so that she could continue sleeping, and that was the moment when he died for her. For only then did it become clear that he had spent the night away from home for the first time in years. The other place where this struck her was at the table, not because she felt alone, which in fact she was, but because of her strange belief that she was eating with someone who no longer existed. It was not until her daughter Ofelia came from New Orleans with her husband and the three girls that she sat at a table again to eat, but instead of the usual one, she ordered a smaller, improvised table set up in the corridor. Until then she did not take a regular meal. She would walk through the kitchen at any hour, whenever she was hungry, and put her fork in the pots and eat a little of everything without placing anything on a plate, standing in front of the stove, talking to the serving women, who were the only ones with whom she felt comfortable, the ones she got along with best. Still, no matter how hard she tried, she could not elude the presence of her dead husband: wherever she went, wherever she turned, no matter what she was doing, she would come across something of his that would remind her of him. For even though it seemed only decent and right to grieve for him, she also wanted to do everything possible not to wallow in her grief. And so she made the drastic decision to empty the house of everything that would remind her of her dead husband, which was the only way she could think of to go on living without him.
Fue una ceremonia de exterminio. El hijo aceptó llevarse la biblioteca para que ella pusiera en la oficina el costurero que nunca tuvo de casada. Por su parte, la hija se llevaría algunos muebles y numerosos objetos que le parecían muy apropiados para las subastas de antigüedades de Nueva Orleans. Todo esto fue un alivio para Fermina Daza, aunque no le hizo ninguna gracia comprobar que las cosas compradas por ella en su viaje de bodas eran ya reliquias de anticuarios. Contra el estupor callado de las sirvientas, de los vecinos, de las amigas cercanas que venían a acompañarla en aquellos días, hizo prender una hoguera en un solar vacío detrás de la casa, y allí quemó todo lo que le recordaba al esposo: las ropas más costosas y elegantes que se vieron en la ciudad desde el siglo anterior, los zapatos más finos, los sombreros que se parecían a él más que sus retratos, el mecedor de siesta del que se había levantado por última vez para morir, innumerables objetos tan ligados a su vida que ya formaban parte de su identidad. Lo hizo sin una sombra de duda, por la certidumbre plena de que su esposo lo habría aprobado, y no sólo por higiene. Pues él le había expresado muchas veces su deseo de ser incinerado, y no recluido en, la oscuridad sin resquicios de una caja de cedro. Su religión se lo impedía, desde luego: se había atrevido a sondear el criterio del arzobispo, por si acaso, y éste le había dado una negativa terminante. Era una pura ilusión, porque la Iglesia no permitía la existencia de hornos crematorios en nuestros cementerios, ni para uso de religiones distintas de la católica, y a nadie más que al mismo Juvenal Urbino se le hubiera ocurrido la conveniencia de construirlos. Fermina Daza no olvidó este terror del esposo, y aun en la confusión de las primeras horas se acordó de ordenar al carpintero que le dejara el consuelo de una brecha de luz en el ataúd.
It was a ritual of eradication. Her son agreed to take his library so that she could replace his office with the sewing room she had never had when she was married. And her daughter would take some furniture and countless objects that she thought were just right for the antique auctions in New Orleans. All of this was a relief for Fermina Daza, although she was not at all amused to learn that the things she had bought on her honeymoon were now relics for antiquarians. To the silent stupefaction of the servants, the neighbors, the women friends who came to visit her during that time, she had a bonfire built in a vacant lot behind the house, and there she burned everything that reminded her of her husband: the most expensive and elegant clothes seen in the city since the last century, the finest shoes, the hats that resembled him more than his portraits, the siesta rocking chair from which he had arisen for the last time to die, innumerable objects so tied to her life that by now they formed part of her identity. She did it without the shadow of a doubt, in the full certainty that her husband would have approved, and not only for reasons of hygiene. For he had often expressed his desire to be cremated and not shut away in the seamless dark of a cedar box. His religion would not permit it, of course: he had dared to broach the subject with the Archbishop, just in case, and his answer had been a categorical no. It was pure illusion, because the Church did not permit the existence of crematoriums in our cemeteries, not even for the use of religions other than Catholic, and the advantage of building them would not have occurred to anyone but Juvenal Urbino. Fermina Daza did not forget her husband′s terror, and even in the confusion of the first hours she remembered to order the carpenter to leave a chink where light could come into the coffin as a consolation to him.
De todos modos fue un holocausto inútil. Fermina Daza se dio cuenta muy pronto de que el recuerdo del esposo muerto era tan refractario al fuego como parecía serlo al paso de los días. Peor aún: después de la incineración de las ropas no sólo seguía añorando lo mucho que había amado de él, sino también, y por encima de todo, lo que más le molestaba: los ruidos que hacía al levantarse. Esos recuerdos la ayudaron a salir de los manglares del duelo. Por encima de todo, tomó la determinación firme de continuar la vida recordando al esposo como si no hubiera muerto. Sabía que el despertar de cada mañana seguiría siendo difícil, pero lo sería cada vez menos.
In any event, the holocaust was in vain. In a very short while Fermina Daza realized that the memory of her dead husband was as resistant to the fire as it seemed to be to the passage of time. Even worse: after the incineration of his clothing, she continued to miss not only the many things she had loved in him but also what had most annoyed her: the noises he made on arising. That memory he lped her to escape the mangrove swamps of grief. Above all else, she made the firm decision to go on with her life, remembering her husband as if he had not died. She knew that waking each morning would continue to be difficult, but it would become less and less so.
Al término de la tercera semana, en efecto, empezó a vislumbrar las primeras luces. Pero a medida que aumentaban y se hacían más claras, iba tomando conciencia de que había en su vida un fantasma atravesado que no le dejaba un instante de paz. No era el fantasma de lástima que la acechaba en el parquecito de Los Evangelios, y que ella solía evocar desde la vejez con una cierta ternura, sino el fantasma abominable de la levita de verdugo y el sombrero apoyado en el pecho, cuya impertinencia estúpida la había perturbado de tal modo que ya le era imposible no pensar en él. Siempre, desde que ella lo rechazó a los dieciocho años, le quedó la convicción de haber dejado en él una semilla de odio que el tiempo no haría sino aumentar. Había contado con ese odio en todo momento, lo sentía en el aire cuando el fantasma estaba cerca, su sola visión la perturbaba, la asustaba de tal modo que nunca encontró una manera natural de comportarse con él. La noche en que él le reiteró su amor, todavía con las flores del esposo muerto perfumando la casa, ella no pudo entender que aquel desplante no fuera el primer paso de quién sabe qué siniestro propósito de venganza.
At the end of the third week, in fact, she began to see the first light. But as it grew larger and brighter, she became aware that there was an evil phantom in her life who did not give her a moment′s peace. He was not the pitiable phantom who had haunted her in the Park of the Evangels and whom she had evoked with a certain tenderness after she had grown old, but the hateful phantom with his executioner′s frock coat and his hat held against his chest, whose thoughtless impertinence had disturbed her so much that she found it impossible not to think about him. Ever since her rejection of him at the age of eighteen, she had been convinced that she had left behind a seed of hatred in him that could only grow larger with time. She had always counted on that hatred, she had felt it in the air when the phantom was near, and the mere sight of him had upset and frightened her so that she never found a natural way to behave with him. On the night when he reiterated his love for her, while the flowers for her dead husband were still perfuming the house, she could not believe that his insolence was not the first step in God knows what sinister plan for revenge.
La persistencia de su recuerdo le aumentaba la rabia. Cuando despertó pensando en él, al día siguiente del entierro, logró quitárselo de la memoria con un simple gesto de la voluntad. Pero la rabia volvía siempre, y muy pronto se dio cuenta de que el deseo de olvidarlo era el más fuerte estímulo para recordarlo. Entonces se atrevió a evocar por primera vez, vencida por la nostalgia, los tiempos ilusorios de aquel amor irreal. Trataba de precisar cómo era el parquecito de entonces, los almendros rotos, el escaño donde él la amaba, porque nada de eso existía ya como entonces. Habían cambiado todo, se habían llevado los árboles con su alfombra de hojas amarillas, y en lugar de la estatua del héroe decapitado habían puesto la de otro en uniforme de gala, sin nombre, sin fechas, sin motivos que lo justificaran, sobre un pedestal aparatoso dentro del cual habían instalado los controles eléctricos del sector. Su casa, vendida por fin hacía muchos años, se desbarataba a pedazos entre las manos del gobierno provincial. No le resultaba fácil imaginarse a Florentino Ariza como era entonces, y mucho menos concebir que aquel muchacho taciturno, tan desvalido bajo la lluvia, fuera el mismo carcamal apolillado que se le había plantado enfrente sin ninguna consideración por su estado, sin el menor respeto por su dolor, y le había abrasado el alma con una injuria a fuego vivo que seguía estorbándole para respirar.
Her persistent memory of him increased her rage. When she awoke thinking about him on the day after the funeral, she succeeded in removing him from her thoughts by a simple act of will. But the rage always returned, and she realized very soon that the desire to forget him was the strongest inducement for remembering him. Then, overcome by nostalgia, she dared to recall for the first time the illusory days of that unreal love. She tried to remember just how the little park was then, and the shabby almond trees, and the bench where he had loved her, because none of it still existed as it had been then. They had changed everything, they had removed the trees with their carpet of yellow leaves and replaced the statue of the decapitated hero with that of another, who wore his dress uniform but had no name or dates or reasons to justify him, and who stood on an ostentatious pedestal in which they had installed the electrical controls for the district. Her house, sold many years before, had fallen into total ruin at the hands of the Provincial Government. It was not easy for her to imagine Florentino Ariza as he had been then, much less to believe that the taciturn boy, so vulnerable in the rain, was the moth-eaten old wreck who had stood in front of her with no consideration for her situation, or the slightest respect for her grief, and had seared her soul with a flaming insult that still made it difficult for her to breathe.
La prima Hildebranda Sánchez había venido a visitarla poco después de que ella estuviera en su hacienda de Flores de María reponiéndose de la mala hora de la señorita Lynch. Había llegado vieja, gorda, feliz, acompañada por el hijo mayor, que había sido coronel del ejército, como el padre, pero que fue repudiado por él a raíz de su actuación indigna en la matanza de los obreros del banano en San Juan de la Ciénaga. Las dos primas se habían visto muchas veces, y siempre se les iban las horas añorando la época en que se conocieron. En su última visita, Hildebranda estaba más nostálgica que nunca, y muy afectada por la carga de la vejez. Para mayor regodeo de la añoranza, trajo su copia del retrato de dama antigua que les había tomado el fotógrafo belga la tarde en que el joven Juvenal Urbino le dio la estocada de gracia a la voluntariosa Fermina Daza. La copia de ésta se había perdido, y la de Hildebranda era casi invisible, pero ambas se reconocieron a través de las brumas del desencanto: jóvenes y bellas como no volverían a serlo jamás.
Cousin Hildebranda Sánchez had come to visit a short while after Fermina Daza returned from the ranch in Flores de María, where she had gone to recuperate from the misfortune of Miss Lynch. Old, fat, and contented, she had arrived in the company of her oldest son who, like his father, had been a colonel in the army but had been repudiated by him because of his contemptible behavior during the massacre of the banana workers in San Juan de la Ciénaga. The two cousins saw each other often and spent endless hours feeling nostalgia for the time when they first met. On her last visit, Hildebranda was more nostalgic than ever, and very affected by the burden of old age. In order to add even greater poignancy to their memories, she had brought her copy of the portrait of them dressed as old-fashioned ladies, taken by the Belgian photographer on the afternoon that a young Juvenal Urbino had delivered the coup de grace to a willful Fermina Daza. Her copy of the photograph had been lost, and Hildebranda′s was almost invisible, but they could both recognize themselves through the mists of disenchantment: young and beautiful as they would never be again.
Para Hildebranda era imposible no hablar de Florentino Ariza, porque siempre identificó su suerte con la suya. Lo evocaba como el día en que puso su primer telegrama, y nunca consiguió quitarse del corazón su recuerdo de pajarito triste condenado al olvido. Por su parte, Fermina lo había visto muchas veces, sin conversar con él, desde luego, y no podía concebir que fuera el mismo de su primer amor. Siempre le habían llegado noticias de él, como tarde o temprano le llegaban las de todo el que significara algo en la ciudad. Se decía que no se había casado porque era de costumbres distintas, pero tampoco a esto le puso atención, en parte porque nunca hizo caso de rumores, y en parte porque de todos modos se decían cosas semejantes de muchos hombres insospechables. En cambio, le parecía extraño que Florentino Ariza persistiera en sus atuendos místicos, en sus lociones raras, y que siguiera siendo tan enigmático después de abrirse paso en la vida de un modo tan espectacular, y además tan honrado. No le era posible creer que fuera el mismo, y siempre se sorprendía cuando Hildebranda suspiraba: "¡Pobre hombre, cómo debe haber sufrido! ". Pues ella lo veía sin dolor desde hacía mucho tiempo: era una sombra borrada.
For Hildebranda it was impossible not to speak of Florentino Ariza, because she always identified his fate with her own. She evoked him as she evoked the day she had sent her first telegram, and she could never erase from her heart the memory of the sad little bird condemned to oblivion. For her part, Fermina had often seen him without speaking to him, of course, and she could not imagine that he had been her first love. She always heard news about him, as sooner or later she heard news about anyone of any significance in the city. It was said that he had not married because of his unusual habits, but she paid no attention to this, in part because she never paid attention to rumors, and in part because such things were said in any event about men who were above suspicion. On the other hand, it seemed strange to her that Florentino Ariza would persist in his mystic attire and his rare lotions, and that he would continue to be so enigmatic after making his way in life in so spectacular and honorable a manner. It was impossible for her to believe he was the same person, and she was always surprised when Hildebranda would sigh: “Poor man, how he must have suffered! For she had seen him without grief for a long time: a shadow that had been obliterated.
Sin embargo, la noche en que lo encontró en el cine, por los tiempos en que ella regresó de Flores de María, algo raro ocurrió en su corazón. No le sorprendió que estuviera con una mujer, y negra, además. Le sorprendió que estuviera tan bien conservado, que se comportara con mayor soltura, y no se le ocurrió pensar que tal vez fuera ella y no él quien había cambiado después de la irrupción perturbadora de la señorita Lynch en su vida privada. A partir de entonces, y durante más de veinte años, siguió viéndolo con ojos más compasivos. La noche de la velación del esposo, no sólo le pareció comprensible que estuviera allí, sino que inclusive lo entendió como el término natural del rencor: un acto de perdón y olvido. Por eso fue tan imprevista la reiteración dramática de un amor que para ella no había existido nunca, y a una edad en que a Florentino Ariza y a ella no les quedaba nada más que esperar de la vida.
Nevertheless, on the night she met him in the movie theater just after her return from Flores de María, something strange occurred in her heart. She was not surprised that he was with a woman, and a black woman at that. What did surprise her was that he was so well preserved, that he behaved with the greatest self-assurance, and it did not occur to her that perhaps it was she, not he, who had changed after the troubling explosion of Miss Lynch in her private life. From then on, and for more than twenty years, she saw him with more compassionate eyes. On the night of the vigil for her husband, it not only seemed reasonable for him to be there, but she even understood it as the natural end of rancor: an act of forgiving and forgetting. That was why she was so taken aback by his dramatic reiteration of a love that for her had never existed, at an age when Florentino Ariza and she could expect nothing more from life.
La rabia mortal del primer impacto seguía intacta después de la cremación simbólica del marido, y más crecía y se ramificaba cuanto menos capaz se sentía de dominarla. Peor aún: los espacios de la memoria donde lograba apaciguar los recuerdos del muerto iban siendo ocupados poco a poco pero de un modo inexorable por la pradera de amapolas donde estaban enterrados los recuerdos de Florentino Ariza. Así, pensaba en él sin quererlo, y cuanto más pensaba en él más rabia le daba, y cuanto más rabia le daba más pensaba en él, hasta que fue algo tan insoportable que le desbordó la razón. Entonces se sentó en el escritorio del marido muerto, y le escribió a Florentino Ariza una carta de tres pliegos irracionales, tan cargados de injurias y de provocaciones infames, que le dejaron el alivio de haber cometido a conciencia el acto más indigno de su larga vida.
The mortal rage of the first shock remained intact after the symbolic cremation of her husband, and it grew and spread as she felt herself less capable of controlling it. Even worse: the spaces in her mind where she managed to appease her memories of the dead man were slowly but inexorably being taken over by the field of poppies where she had buried her memories of Florentino Ariza. And so she thought about him without wanting to, and the more she thought about him the angrier she became, and the angrier she became the more she thought about him, until it was something so unbearable that her mind could no longer contain it. Then she sat down at her dead husband′s desk and wrote Florentino Ariza a letter consisting of three irrational pages so full of insults and base provocations that it brought her the consolation of consciously committing the vilest act of her long life.
También para Florentino Ariza aquellas tres semanas habían sido de agonía. La noche en que le reiteró su amor a Fermina Daza había vagado sin rumbo por calles desbaratadas por el diluvio de la tarde, preguntándose aterrado qué iba a hacer con la piel del tigre que acababa de matar después de haber resistido a su asedio durante más de medio siglo. La ciudad estaba en estado de emergencia por la violencia de las aguas. En algunas casas había hombres y mujeres medio desnudos tratando de salvar del diluvio lo que Dios quisiera, y Florentino Ariza tuvo la impresión de que aquel desastre de todos tenía algo que ver con el suyo. Pero el aire era manso y las estrellas del Caribe estaban quietas en su lugar. De pronto, en un silencio de las otras voces, Florentino Ariza reconoció la del hombre que Leona Cassiani y él habían oído cantar muchos años antes, a la misma hora y en la misma esquina: Del puente me devolví bañado en lágrimas. Una canción que de algún modo, aquella noche y sólo para él, tenía algo que ver con la muerte.
Those weeks had been agonizing for Florentino Ariza as well. The night he reiterated his love to Fermina Daza he had wandered aimlessly through streets that had been devastated by the afternoon flood, asking himself in terror what he was going to do with the skin of the tiger he had just killed after having resisted its attacks for more than half a century. The city was in a state of emergency because of the violent rains. In some houses, half-naked men and women were trying to salvage whatever God willed from the flood, and Florentino Ariza had the impression that everyone′s calamity had something to do with his own. But the wind was calm and the stars of the Caribbean were quiet in their places. In the sudden silence of other voices, Florentino Ariza recognized the voice of the man whom Leona Cassiani and he had heard singing many years before, at the same hour and on the same corner: I came back from the bridge bathed in tears. A song that in some way, on that night, for him alone, had something to do with death.
Nunca como entonces le hizo tanta falta Tránsito Ariza, su palabra sabia, su cabeza de reina de burlas adornada con flores de papel. No podía evitarlo: siempre que se encontraba al borde del cataclismo, le hacía falta el amparo de una mujer. De modo que pasó por la Escuela Normal buscando el rumbo de las alcanzables, y vio que había una luz en la larga fila de ventanas del dormitorio de América Vicuña. Tuvo que hacer un grande esfuerzo para no incurrir en la locura de abuelo de llevársela a las dos de la madrugada, tibia de sueño entre sus pañales, y todavía olorosa a berrenchín de cuna.
He needed Tránsito Ariza then as he never had before, he needed her wise words, her head of a mock queen adorned with paper flowers. He could not avoid it: whenever he found himself on the edge of catastrophe, he needed the help of a woman. So that he passed by the Normal School, seeking out those who were within reach, and he saw a light in the long row of windows in América Vicuña′s dormitory. He had to make a great effort not to fall into the grandfather′s madness of carrying her off at two o′clock in the morning, warm with sleep in her swaddling clothes and still smelling of the cradle′s tantrums.
En el otro extremo de la ciudad estaba Leona Cassiani, sola y libre, y dispuesta sin duda a depararle a las dos de la madrugada, a las tres, a cualquier hora y en cualquier circunstancia la compasión que le hacía falta. No hubiera sido la primera vez que él llamara a su puerta en el yermo de sus insomnios, pero comprendió que ella era demasiado inteligente, y se amaban demasiado, para que él fuera a llorar en su regazo sin revelarle el motivo. Al cabo de mucho pensar, sonámbulo por la ciudad desierta, se le ocurrió que con ninguna podía estar mejor que con Prudencia Pitre: la Viuda de Dos. Era diez años menor que él. Se habían conocido en el siglo anterior, y si dejaron de encontrarse fue porque ella se había empeñado en no dejarse ver como estaba′ medio ciega, y de veras al borde de la decrepitud. Tan pronto como se acordó de ella, Florentino Ariza volvió a la Calle de las Ventanas, metió en una bolsa de mercado dos botellas de oporto y un frasco de encurtidos, y se fue a verla sin saber siquiera si estaba en su casa de siempre, si estaba sola, o si estaba viva.
At the other end of the city was Leona Cassiani, alone and free and doubtless ready to provide him with the compassion he needed at two o′clock in the morning, at three o′clock, at any hour and under any circumstances. It would not be the first time he had knocked at her door in the wasteland of his sleepless nights, but he knew that she was too intelligent, and that they loved each other too much, for him to come crying to her lap and not tell her the reason. After a good deal of thought as he sleepwalked through the deserted city, it occurred to him that he could do no better than Prudencia Pitre, the Widow of Two, who was younger than he. They had first met in the last century, and if they stopped meeting it was because she refused to allow anyone to see her as she was, half blind and verging on decrepitude. As soon as he thought of her, Florentino Ariza returned to the Street of the Windows, put two bottles of port and a jar of pickles in a shopping bag, and went to visit her, not even knowing if she was still in her old house, if she was alone, or if she was alive.
Prudencia Pitre no había olvidado la clave de los rasguños en la puerta, con la que él se identificaba cuando todavía se creían jóvenes aunque ya no lo fueran, y le abrió sin preguntas. La calle estaba a oscuras y él era apenas visible con el vestido de paño negro, el sombrero duro y el paraguas de murciélago colgado del brazo, y ella no tenía ojos para verlo como no fuera a plena luz, pero lo reconoció por el destello del farol en la montura metálica de los espejuelos. Parecía un asesino con las manos todavía ensangrentadas.
Prudencia Pitre had not forgotten his scratching signal at the door, the one he had used to identify himself when they thought they were still young although they no longer were, and she opened the door without any questions. The street was dark, he was barely visible in his black suit, his stiff hat, and his bat′s umbrella hanging over his arm, and her eyes were too weak to see him except in full light, but she recognized him by the gleam of the streetlamp on the metal frame of his eyeglasses. He looked like a murderer with blood still on his hands.
-Asilo para un pobre huérfano -dijo.
“Sanctuary for a poor orphan, he said.
Fue lo único que acertó a decir, sólo por decir algo. Se sorprendió de cuánto había envejecido desde que la vio la última vez, y fue consciente de que ella lo veía de igual modo. Pero se consoló pensando que un momento después, cuando ambos se repusieran del golpe inicial, irían notándose menos el uno al otro las mataduras de la vida, y volverían a verse tan jóvenes como lo fueron el uno para el otro cuando se conocieron: cuarenta años antes.
It was the only thing he could think of to say, just to say some thing. He was surprised at how much she had aged since the last time he saw her, and he was aware that she saw him the same way. But he consoled himself by thinking that in a moment, when they had both recovered from the initial shock, they would notice fewer and fewer of the blows that life had dealt the other, and they would again seem as young as they had been when they first met.
-Estás como para un entierro -le dijo ella.
“You look as if you are going to a funeral, she said.
Así era. También ella había estado en la ventana desde las once, como casi toda la ciudad, contemplando el paso del cortejo más concurrido y suntuoso que se había visto desde la muerte del arzobispo De Luna. La habían despertado de la siesta los truenos de artillería que hacían temblar la tierra, la discordia de las bandas de guerra, el desorden de los cánticos fúnebres por encima del clamor de las campanas de todas las iglesias, que doblaban sin pausas desde el día anterior. Había visto desde el balcón los militares de a caballo en uniforme de parada, las comunidades religiosas, los colegios, las largas limusinas negras de la autoridad invisible, la carroza de caballos con morriones de plumas y gualdrapas de oro, el ataúd amarillo cubierto con la bandera en la cureña de un cañón histórico, y por último la fila de las viejas victorias descubiertas que seguían manteniéndose vivas para llevar las coronas. No bien acababan de pasar frente al balcón de Prudencia Pitre, poco después del medio día, cuando se desplomó el diluvio, y el cortejo se dispersó en estampida.
It was true. She, along with almost the entire city, had been at the window since eleven o′clock, watching the largest and most sumptuous funeral procession that had been seen here since the death of Archbishop De Luna. She had been awakened from her siesta by the thundering artillery that made the earth tremble, by the dissonances of the marching bands, the confusion of funeral hymns over the clamoring bells in all the churches, which had been ringing without pause since the previous day. From her balcony she had seen the cavalry in dress uniform, the religious communities, the schools, the long black limousines of an invisible officialdom, the carriage drawn by horses in feathered headdresses and gold trappings, the flag-draped yellow coffin on the gun carriage of a historic cannon, and at the very end a line of old open Victorias that kept themselves alive in order to carry funeral wreaths. As soon as they had passed by Prudencia Pitre′s balcony, a little after midday, the deluge came and the funeral procession dispersed in a wild stampede.
-Qué manera más absurda de morirse --dijo ella.
“What an absurd way to die, she said.
-La muerte no tiene sentido del ridículo -dijo él, y agregó con pena-: sobre todo a nuestra edad.
“Death has no sense of the ridiculous, he said, and added in sorrow: “above all at our age.
Estaban sentados en la terraza, frente al mar abierto, viendo la luna con un halo que ocupaba la mitad del cielo, viendo las luces de colores de los barcos en el horizonte, gozando de la brisa tibia y perfumada después de la tormenta. Bebían oporto y comían encurtidos sobre rebanadas de pan de monte que Prudencia Pitre cortaba de una hogaza en la cocina. Habían vivido muchas noches como esa, después que ella se quedó viuda y sin hijos a los treinta y cinco años. Florentino Ariza la encontró en una época en que habría recibido a cualquier hombre que quisiera acompañarla, aunque fuera alquilado por horas, y lograron establecer una relación más seria y prolongada de lo que parecía posible.
They were seated on the terrace, facing the open sea, looking at the ringed moon that took up half the sky, looking at the colored lights of the boats along the horizon, enjoying the mild, perfumed breeze after the storm. They drank port and ate pickles on slices of country bread that Prudencia Pitre cut from a loaf in the kitchen. They had spent many nights like this after she had been left a widow without children. Florentino Ariza had met her at a time when she would have received any man who wanted to be with her, even if he were hired by the hour, and they had established a relationship that was more serious and longer- lived than would have seemed possible.
Aunque nunca lo insinuó siquiera, ella le habría vendido el alma al diablo por casarse con él en segundas nupcias. Sabía que no era fácil someterse a su mezquindad, a sus necedades de viejo prematuro, a su orden maniático, a su ansiedad de pedirlo todo sin dar nada de nada, pero a cambio de eso no había un hombre que se dejara acompañar mejor que él, porque no podía haber otro en el mundo tan necesitado de amor. Pero tampoco había otro tan resbaladizo, de modo que el amor no pasó de donde siempre llegaba con él: hasta donde no interfiriera su determinación de conservarse libre para Fermina Daza. Sin embargo, se prolongó por muchos años, aun después que él arregló las cosas para que Prudencia Pitre volvieraa casarse con un agente de comercio que venía por tres meses y andaba de viaje otros tres, y con el que tuvo una hija y cuatro hijos, uno de los cuales, según ella juraba, era de Florentino Ariza.
Although she never even hinted at it, she would have sold her soul to the devil to marry him. She knew that it would not be easy to sub mit to his miserliness, or the foolishness of his premature appearance of age, or his maniacal sense of order, or his eagerness to ask for everything and give nothing at all in return, but despite all this, no man was better company because no other man in the world was so in need of love. But no other man was as elusive either, so that their love never went beyond the point it always reached for him: the point where it would not interfere with his determination to remain free for Fermina Daza. Nevertheless, it lasted many years, even after he had arranged for Prudencia Pitre to marry a salesman who was home for three months and traveled for the next three and with whom she had a daughter and four sons, one of whom, she swore, was Florentino Ariza′s.
Conversaron sin preocuparse de la hora, porque ambos estaban acostumbrados a compartir sus insomnios de jóvenes, y tenían mucho menos que perder en sus insomnios de viejos. Aunque casi nunca pasaba de la segunda copa, Florentino Ariza no había recobrado el aliento después de la tercera. Sudaba a chorros, y la Viuda de Dos le dijo que se quitara el saco, el chaleco, los pantalones, que se quitara todo si quería, qué caraj o, si al fin y al cabo ellos se conocían mejor desnudos que vestidos. Él dijo que lo haría si ella lo hacía, pero ella no quiso: hacía tiempo se había visto en la luna del ropero, y había comprendido de pronto que ya no tendría valor para dejarse ver desnuda ni de él ni de nadie.
They talked, not concerned about the hour, because both were accustomed to sharing the sleepless nights of their youth, and they had much less to lose in the sleeplessness of old age. Although he almost never had more than two glasses of wine, Florentino Ariza still had not caught his breath after the third. He was dripping with perspiration, and the Widow of Two told him to take off his jacket, his vest, his trousers, to take off everything if he liked, what the hell: after all, they knew each other better naked than dressed. He said he would if she did the same, but she refused: some time ago she had looked at herself in the wardrobe mirror and suddenly realized that she would no longer have the courage to allow anyone--not him, not anyone--to see her undressed.
Florentino Ariza, en un estado de exaltación que no había logrado apaciguar con cuatro copas de oporto, siguió hablando del pasado, de los buenos recuerdos del pasado que eran su tema único desde hacía tiempo, pero ansioso de encontrar en el pasado un camino secreto para desahogarse. Pues era eso lo que le hacía falta: echar el alma por la boca. Cuando percibió los primeros fulgores en el horizonte intentó una aproximación sesgada. Preguntó, de un modo que parecía casual: "¿Qué harías si alguien te propusiera matrimonio, así como estás, viuda y a tus años?". Ella se rió, con una arrugada risa de vieja, y preguntó a su vez:
Florentino Ariza, in a state of agitation that he could not calm with four glasses of port, talked at length about the same subject: the past, the good memories from the past, for he was desperate to find the hidden road in the past that would bring him relief. For that was what he needed: to let his soul escape through his mouth. When he saw the first light of dawn on the horizon, he attempted an indirect approach. He asked, in a way that seemed casual: “What would you do if someone proposed marriage to you, just as you are, a widow of your age? She laughed with a wrinkled old woman′s laugh, and asked in turn:
-¿Lo dices por la viuda de Urbino?
“Are you speaking of the Widow Urbino?
Florentino Ariza olvidaba siempre cuando menos debía que las mujeres piensan más en el sentido oculto de las preguntas que en las preguntas mismas, y Prudencia Pitre más que cualquier otra. Presa de un pavor súbito por su puntería escalofriante, se escabulló por la puerta falsa: "Lo digo por ti". Ella volvió a reír: "Anda a burlarte de tu puta madre, que en paz descanse". Luego lo instó a que dijera lo que quería decir, porque sabía que ni él ni ningún otro hombre la hubiera despertado a las tres de la madrugada, y después de tantos años de no verla, sólo para beber oporto y comer pan de monte con encurtidos. Dijo: "Eso sólo se hace cuando uno anda buscando alguien con quien llorar". Florentino Ariza se batió en retirada.
Florentino Ariza always forgot when he should not have that women, and Prudencia Pitre more than any other, always think about the hidden meanings of questions more than about the questions themselves. Filled with sudden terror because of her chilling marksmanship, he slipped through the back door: “I am speaking of you. She laughed again: “Go make fun of your bitch of a mother, may she rest in peace. Then she urged him to say what he meant to say, because she knew that he, or any other man, would not have awakened her at three o′clock in the morning after so many years of not seeing her just to drink port and eat country bread with pickles. She said: “You do that only “when you are looking for someone to cry with. Florentino Ariza withdrew in defeat.
-Por una vez te equivocas -le dijo-. Mis motivos de esta noche son más bien para cantar.
“For once you are wrong, he said. “My reasons tonight have more to do with singing.
-Entonces cantemos --dijo ella.
“Let′s sing, then, she said.
Empezó a entonar con muy buena voz la canción de moda: Ramona, sin ti no uedo ya vivir. Fue el final de la noche, pues él no se atrevió a jugar juegos prohibidos con una mujer que le había dado demasiadas pruebas de conocer el otro lado de la luna. Salió a una ciudad distinta, enrarecida por las últimas dalias de junio, y a una calle de su juventud por donde desfilaban las viudas de tinieblas de la misa de cinco. Pero entonces fue él y no ellas quien cambió de acera para que no le vieran las lágrimas que ya le era imposible soportar, no desde la′media noche, como él creía, porque estas eran otras: las que llevaba atragantadas desde hacía cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días.
And she began to sing, in a very good voice, the song that was popular then: Ramona, Icannot live without you. The night was over, for he did not dare to play forbidden games with a woman who had proven too many times that she knew the dark side of the moon. He walked out into a different city, one that was perfumed by the last dahlias of June, and onto a street out of his youth, where the shadowy widows from five o′clock Mass were filing by. But now it was he, not they, who crossed the street, so they would not see the tears he could no longer hold back, not his midnight tears, as he thought, but other tears: the ones he had been swallowing for fifty-one years, nine months and four days.
Había perdido la cuenta de su tiempo, cuando despertó sin saber dónde frente a un ventanal deslumbrante. La voz de América Vicuña jugando a la pelota en el jardín con las muchachas del servicio, lo puso en la realidad: estaba en la cama de su madre, cuya alcoba conservaba intacta, y donde solía dormir para sentirse menos solo en las pocas ocasiones en que lo inquietaba la soledad. Frente a la cama estaba el gran espejo del Mesón de don Sancho, y a él le bastaba con verlo al despertar para ver a Fermina Daza reflejada en el fondo. Supo que era sábado, porque era el día en que el chofer recogía en el internado a América Vicuña, y la llevaba a su casa. Se dio cuenta de que había dormido sin saberlo, soñando que no podía dormir, con un sueño perturbado por la cara de rabia de Fermina Daza. Se bañó pensando cuál debía ser el paso siguiente, se vistió muy despacio con sus ropas mejores, se perfumó y se engomó el bigote blanco de puntas afiladas, y al salir del dormitorio vio desde el corredor del segundo piso a la bella criatura de uniforme, que atrapaba la pelota en el aire con la gracia que tantos sábados lo había hecho estremecer, pero que esa mañana no le causó la menor turbación. Le indicó que fuera con él, y antes de subir en el automóvil le dijo sin necesidad: "Hoy no vamos a hacer cositas". La llevó a la Heladería Americana, desbordada a esa hora por los padres que comían helados con sus niños bajo los ventiladores de grandes aspas colgados del cielo raso. América Vicuña pidió un helado de varios pisos, cada uno de un color distinto en una copa gigantesca, que era su favorito y el más vendido porque exhalaba una humareda mágica. Florentino Ariza tomó un café negro, mirando a la niña sin hablar, mientras ella se comía el helado con una cuchara de mango muy largo para alcanzar el fondo de la copa. Sin dejar de mirarla, él le dijo de pronto:
He had lost all track of time, and did not know where he was when he awoke facing a large, dazzling window. The voice of América Vicuña playing ball in the garden with the servant girls brought him back to reality: he was in his mother′s bed. He had kept her bedroom intact, and he would sleep there to feel less alone on the few occasions when he was troubled by his solitude. Across from the bed hung the large mirror from Don Sancho′s Inn, and he had only to see it when he awoke to see Fermina Daza reflected in its depths. He knew that it was Saturday, because that was the day the chauffeur picked up América Vicuña at her boarding school and brought her back to his house. He realized that he had slept without knowing it, dreaming that he could not sleep, in a dream that had been disturbed by the wrathful face of Fermina Daza. He bathed, wondering what his next step should be, he dressed very slowly in his best clothing, he dabbed on cologne and waxed the ends of his white mustache, he left the bedroom, and from the secondfloor hallway he saw the beautiful child in her uniform catching the ball with the grace that had made him tremble on so many Saturdays but this morning did not disquiet him in the least. He indicated that she should come with him, and before he climbed into the automobile he said, although it was not necessary: “Today we are not going to do our things. He took her to the American Ice Cream Shop, filled at this hour with parents eating ice cream with their children under the long blades of the fans that hung from the smooth ceiling. América Vicuña ordered an enormous glass filled with layers of ice cream, each a different color, her favorite dish and the one that was the most popular because it gave off an aura of magic. Florentino Ariza drank black coffee and looked at the girl without speaking, while she ate the ice cream with a spoon that had a very long handle so that one could reach the bottom of the glass. Still looking at her, he said without warning:
-Me voy a casar.
“I am going to marry.
Ella lo miró a los ojos con un destello de incertidumbre, sosteniendo la cuchara en el aire, pero enseguida se repuso y sonrió.
She looked into his eyes with a flash of uncertainty, her spoon suspended in midair, but then she recovered and smiled.
-Es embuste -dijo-. Los viejitos no se casan.
“That′s a lie, she said. “Old men don′t marry.
Esa tarde la dejó en el internado al punto del Ángelus, bajo un aguacero obstinado, después de haber visto juntos los títeres del parque, de haber almorzado en los puestos de pescado frito de las escolleras, de haber visto las fieras enjauladas de un circo que acababa de llegar, de comprar en los portales toda clase de dulces para llevar al internado, y de haber repasado la ciudad varias veces en el automóvil descubierto para que ella se fuera acostumbrando a la idea de que él era su tutor, y ya no su amante. El domingo le mandó el automóvil por si quería pasear con sus amigas, pero no la quiso ver, porque desde la semana anterior había tomado conciencia plena de la edad de ambos. Esa noche tomó la determinación de escribirle a Fermina Daza una carta de disculpas, aunque sólo fuera para no capitular, pero la dejó para el día siguiente. El lunes, al cabo de tres semanas exactas de pasión, entró en su casa ensopado de lluvia, y encontró la carta de ella.
That afternoon he left her at her school under a steady downpour just as the Angelus was ringing, after the two of them had watched the puppet show in the park, had lunch at the fried- fish stands on the jetties, seen the caged animals in the circus that had just come to town, bought all kinds of candies at the outdoor stalls to take back to school, and driven around the city several times with the top down, so that she could become accustomed to the idea that he was her guardian and no longer her lover. On Sunday he sent the automobile for her in the event she wanted to take a drive with her friends, but he did not want to see her, because since the previous week he had come to full consciousness of both their ages. That night he decided to write a letter of apology to Fermina Daza, its only purpose to show that he had not given up, but he put it off until the next day. On Monday, after exactly three weeks of agony, he walked into his house, soaked by the rain, and found her letter.
Eran las ocho de la noche. Las dos muchachas del servicio estaban acostadas, y habían dejado en el pasillo la única luz permanente que le permitía a Florentino Ariza llegar hasta el dormitorio. Sabía que su cena desmirriada e insípida estaba en la mesa del comedor, pero el poco de hambre que llevaba después de tantos días comiendo de cualquier modo se le esfumó con la conmoción de la carta. Le costó trabajo encender la luz general del dormitorio por el temblor de las manos. Puso la carta mojada sobre la cama, encendió la veladora en la mesa de noche, y con una calma fingida que era un recurso muy suyo para serenarse, se quitó la chaqueta empapada y la colgó en el espaldar de la silla, se quitó el chaleco y lo puso muy bien doblado sobre la chaqueta, se quitó la cinta de seda negra y el cuello de celuloide que ya había pasado de moda en el mundo, se desabotonó la camisa hasta la cintura y se soltó la correa para respirar mejor, y por último se quitó el sombrero y lo puso a secar junto a la ventana. De pronto se estremeció porque no supo dónde estaba la carta, y era tal su nerviosismo que se sorprendió al encontrarla, pues no recordaba haberla puesto sobre la cama. Antes de abrirla secó el sobre con el pañuelo, cuidando de no correr la tinta con que estaba escrito su nombre, y mientras lo hacía cayó en la cuenta de que aquel secreto no estaba ya compartido entre dos, sino entre tres, por lo menos, pues a quienquiera que la hubiera llevado debió llamarle la atención que la viuda de Urbino le escribiera a alguien de fuera de su mundo apenas tres semanas después de muerto el esposo, con tanta premura que no mandó la carta por correo, y con tanto sigilo que ordenó no entregarla en mano sino deslizaría por debajo de la puerta como un billete anónimo. No tuvo que romper el sobre, pues la goma se había disuelto con el agua, pero la carta estaba seca: tres folios densos, sin encabezado, y firmados con las iniciales del nombre de casada.
It was eight o′clock at night. The two servant girls were in bed, and they had left on the light in the hallway that lit Florentino Ariza′s way to his bedroom. He knew that his Spartan, bland supper was on the table in the dining room, but the slight hunger he felt after so many days of haphazard eating vanished with the emotional upheaval of the letter. His hands were shaking so much that it was difficult for him to turn on the overhead light in the bedroom. He put the rain-soaked letter on the bed, lit the lamp on the night table, and with the feigned tranquillity that was his customary way of calming himself, he took off his wet jacket and hung it on the back of the chair, he took off his vest, folded it with care, and placed it on top of the jacket, he took off his black silk string tie and the celluloid collar that was no longer fashionable in the world, he unbuttoned his shirt down to his waist and loosened his belt so that he could breathe with greater ease, and at last he took off his hat and put it by the window to dry. Then he began to tremble because he did not know where the letter was, and his nervous excitement was so great that he was surprised when he found it, for he did not remember placing it on the bed. Before opening it, he dried the envelope with his handkerchief, taking care not to smear the ink in which his name was written, and as he did so it occurred to him that the secret was no longer shared by two people but by three, at least, for whoever had delivered it must have noticed that only three weeks after the death of her husband, the Widow Urbino was writing to someone who did not belong to her world, and with so much urgency that she did not use the regular mails and so much secretiveness that she had ordered that it not be handed to anyone but slipped under the door instead, as if it were an anonymous letter. He did not have to tear open the envelope, for the water had dissolved the glue, but the letter was dry: three closely written pages with no salutation, and signed with the initials of her married name.
La leyó una vez a toda prisa sentado en la cama, más intrigado por el tono que por el contenido, y antes de pasar al segundo folio ya sabía que era justo la carta de improperios que esperaba recibir. La puso abierta bajo el resplandor de la veladora, se quitó los zapatos y las medias mojadas, apagó junto a la puerta la luz general, y al final se puso la bigotera de gamuza y se acostó sin quitarse el pantalón y la camisa, con la cabeza en dos almohadones grandes que le servían de espaldar para leer. Así repasó la carta, esta vez letra por letra, escudriñando cada letra para que ninguna de sus intenciones ocultas se le quedara sin desentrañar, y la leyó después cuatro veces más, hasta que estuvo tan saturado que las palabras escritas empezaron a perder su sentido. por último la guardó sin el sobre en la gaveta de la mesa de noche, se acostó bocarriba con las manos entrelazadas en la nuca, y permaneció durante cuatro horas con la vista inmóvil en el espacio del espejo donde había estado ella, sin parpadear, respirando apenas, más muerto que un muerto. A la medianoche en punto fue a la cocina, preparó y llevó al cuarto un termo, de café espeso como el petróleo crudo, echó la dentadura postiza en el vaso de agua boricada que siempre encontraba listo para eso en la mesa de noche, volvió a acostarse en la misma posición de mármol yacente con variaciones instantáneas cada cierto tiempo para tomar un sorbo de café, hasta que la camarera entró a las seis con otro termo lleno.
He sat on the bed and read it through once as quickly as he could, more intrigued by the tone than by the content, and before he reached the second page he knew that it was in fact the insulting letter he had expected to receive. He laid it, unfolded, in the light shed by the bed-lamp, he took off his shoes and his wet socks, he turned out the overhead light, using the switch next to the door, and at last he put on his chamois mustache cover and lay down without removing his trousers and shirt, his head supported by two large pillows that he used as a backrest for reading. Now he read it again, this time syllable by syllable, scrutinizing each so that none of the letter′s secret intentions would be hidden from him, and then he read it four more times, until he was so full of the written words that they began to lose all meaning. At last he placed it, without the envelope, in the drawer of the night table, lay on his back with his hands behind his head, and for four hours he did not blink, he hardly breathed, he was more dead than a dead man, as he stared into the space in the mirror where she had been. Precisely at midnight he went to the kitchen and prepared a thermos of coffee as thick as crude oil, then he took it to his room, put his false teeth into the glass of boric acid solution that he always found ready for him on the night table, and resumed the posture of a recumbent marble statue, with momentary shifts in position when he took a sip of coffee, until the maid came in at six o′clock with a fresh thermos.
A esa hora, Florentino Ariza sabía cuál iba a ser cada uno de sus pasos siguientes. En realidad no le dolieron los insultos ni se preocupó por aclarar las imputaciones injustas, que podían haber sido peores conociendo el carácter de Fermina Daza y la gravedad del motivo. Lo único que le interesó fue que la carta por sí misma le daba la oportunidad y le reconocía el derecho de contestarla. Más aún: se lo exigía. Así que la vida estaba ahora en el límite adonde él quiso llevarla. Todo lo demás dependía de él, y tenía la convicción cierta de que su infierno privado de más de medio siglo le deparaba todavía muchas pruebas mortales que él estaba dispuesto a afrontar con más ardor y más dolor y más amor que todas las anteriores, porque serían las últimas.
Florentino Ariza knew by then what one of his next steps was going to be. In truth, the insults caused him no pain, and he was not concerned with rectifying the unjust accusations that could have been worse, considering Fermina Daza′s character and the gravity of the cause. All that interested him was that the letter, in and of itself, gave him the opportunity, and even recognized his right, to respond. Even more: it demanded that he respond. So that life was now at the point where he had wanted it to be. Everything else depended on him, and he was convinced that his private hell of over half a century′s duration would still present him with many mortal challenges, which he was prepared to confront with more ardor and more sorrow and more love than he had brought to any of them before now, because these would be the last.
Cinco días después de recibir la carta de Fermina Daza, cuando llegó a sus oficinas, se sintió flotando en el vacío abrupto e inusual de las máquinas de escribir, cuyo ruido de lluvia había terminado por notarse menos que su silencio. Era una pausa. Cuando el ruido empezó de nuevo, Florentino Ariza se asomó en el despacho de Leona Cassiani y la contempló sentada frente a su máquina personal, que obedecía a la yema de sus dedos como un instrumento humano. Ella se supo observada, y miró hacia la puerta con su terrible sonrisa solar, pero no dejó de escribir hasta el final del párrafo.
When he went to his office five days after receiving the letter from Fermina Daza, he felt as if he were floating in an abrupt and unusual absence of the noise of the typewriters, whose sound, like rain, had become less noticeable than silence. It was a moment of calm. When the sound began again, Florentino Ariza went to Leona Cas-siani′s office and watched her as she sat in front of her own personal typewriter, which responded to her fingertips as if it were human. She knew she was being observed, and she looked toward the door with her awesome solar smile, but she did not stop typing until the end of the paragraph.
-Dime una cosa, leona de mi alma -le preguntó Florentino Ariza-: ¿Cómo te sentirías si recibieras una carta de amor escrita en ese trasto?
“Tell me something, lionlady of my soul, asked Florentino Ariza. “How would you feel if you received a love letter written on that thing?
El gesto de ella, que ya no se sorprendía de nada, fue de sorpresa legítima.
Her expression--she who was no longer surprised at anything--was one of genuine surprise.
-¡Hombre! -exclamó-. Fíjate que nunca se me había ocurrido.
“My God, man! she exclaimed. “It never occurred to me.
Por lo mismo no tenía otra respuesta. Tampoco Florentino Ariza lo había pensado hasta entonces, y decidió correr el riesgo a fondo. Se llevó a su casa una de las máquinas de la oficina en medio de las burlas cordiales de los subalternos: "Loro viejo no aprende a hablar". Leona Cassiani, entusiasta de cualquier novedad, se ofreció para darle lecciones de mecanografía a domicilio. Pero él estaba contra los aprendizajes metódicos desde que Lotario Thugut quiso enseñarlo a tocar el violín por notas, con la amenaza de que iba a necesitar por lo menos un año para empezar, cinco para ser aceptable en una orquesta profesional, y toda la vida de seis horas diarias para tocarlo bien. Sin embargo, él consiguió que su madre le comprara un violín de ciego, y con las cinco reglas básicas que le dio Lotario Thugut se atrevió a tocarlo antes de un año en el coro de la catedral, y a mandarle serenatas a Fermina Daza desde el cementerio de los pobres según la dirección de los vientos. Si esto había sido a los veinte años con algo tan difícil como el violín, no veía por qué no podía serlo también a los setenta y seis con un instrumento de un solo dedo como la máquina de escribir.
For that very reason she could make no other reply. Florentino Ariza had not thought of it either until that moment, and he decided to risk it with no reservations. He took one of the office typewriters home, his subordinates joking good-naturedly: “You can′t teach an old dog new tricks. Leona Cassiani, enthusiastic about anything new, offered to give him typing lessons at home. But he had been opposed to methodical learning ever since Lotario Thugut had wanted to teach him to play the violin by reading notes and warned him that he would need at least a year to begin, five more to qualify for a professional orchestra, and six hours a day for the rest of his life in order to play well. And yet he had convinced his mother to buy him a blind man′s violin, and with the five basic rules given him by Lotario Thugut, in less than a year he had dared to play in the choir of the Cathedral and to serenade Fermina Daza from the paupers′ cemetery according to the direction of the winds. If that had been the case at the age of twenty, with something as difficult as the violin, he did not see why it could not also be the case at the age of seventy-six, with a one-finger instrument like the typewriter.
Así fue. Necesitó tres días para aprender la posición de las letras en el teclado, otros seis para aprender a pensar al mismo tiempo que escribía, y otros tres para terminar la primera carta sin errores, después de romper media resma de papel. Le puso un encabezado solemne: Señora, y la firmó con la inicial de su nombre, como solía hacerlo en las esquelas perfumadas de su juventud. La mandó por correo, en un sobre con viñetas de luto como era de rigor en una carta para una viuda reciente, y sin el nombre del remitente al dorso.
He was right. He needed three days to learn the position of the letters on the keyboard, another six to learn to think while he typed, and three more to complete the first letter without errors after tearing up half a ream of paper. He gave it a solemn salutation-- Señora--and signed it with his initial, as he had done in the perfumed love letters of his youth. He mailed it in an envelope with the mourning vignettes that were de rigueur for a letter to a recent widow, and with no return address on the back.
Era una carta de seis pliegos que no tenía nada que ver con ninguna otra que hubiera escrito alguna vez. No tenía ni el tono, ni el estilo, ni el soplo retórico de los primeros años del amor, y su argumento era tan racional y bien medido, que el perfume de una gardenia hubiera sido un exabrupto. En cierto modo, fue la aproximación más acertada de las cartas mercantiles que nunca pudo hacer. Años después, una carta personal escrita con medios mecánicos iba a considerarse casi ofensiva, pero todavía entonces la máquina de escribir era un animal de oficina, sin una ética propia, cuya domesticación para usos privados no estaba prevista en los manuales de urbanidad. parecía más bien de un modernismo audaz, y así debió entenderlo Fermina Daza, pues en la segunda carta que escribió a Florentino Ariza, después de recibir más de cuarenta suyas, empezaba excusándose de los escollos de su letra, por no disponer de medios de escritura más avanzados que la pluma de acero.
It was a six-page letter, unlike any he had ever written before. It did not have the tone, or the style, or the rhetorical air of his early years of love, and his argument was so rational and measured that the scent of a gardenia would have been out of place. In a certain sense it was his closest approximation to the business letters he had never been able to write. Years later, a typed personal letter would be considered almost an insult, but at that time the typewriter was still an office animal without its own code of ethics, and its domestication for personal use was not foreseen in the books on etiquette. It seemed more like bold modernity, which was how Fermina Daza must have understood it, for in her second letter to Florentino Ariza, she began by begging his pardon for any difficulties in reading her handwriting, since she did not have at her disposal any means more advanced than her steel pen.
Florentino Ariza no se refirió siquiera a la carta tremenda que ella le había mandado, sino que intentó desde el principio un método distinto de seducción, sin ninguna referencia a los amores del pasado, ni al pasado simple: borrón y cuenta nueva. Era más bien una extensa meditación sobre la vida, con base en sus ideas y experiencias de las relaciones entre hombre y mujer, que alguna vez había pensado escribir como complemento del Secretario de los Enamorados. Sólo que entonces la envolvió en un estilo patriarcal, de memorias de viejo, para que no se le notara demasiado que en realidad era un documento de amor. Antes escribió muchos borradores al modo antiguo, que más tardaban en ser leídos con cabeza fría que arrojados en la candela. Sabía que cualquier descuido convencional, la menor ligereza nostálgica podía remover en su corazón los resabios del pasado, y aunque tenía previsto que ella le devolviera cien cartas antes de atreverse a abrir la primera, prefería que no ocurriera ni una vez. Así que laneó hasta el último detalle como una guerra final: todo tenía que ser diferente para suscitar nuevas curiosidades, nuevas intrigas, nuevas esperanzas, en una mujer que ya había vivido a plenitud una vida completa. Tenía que ser una ilusión desatinada, capaz de darle el coraje que haría falta para tirar a la basura los prejuicios de una clase que no había sido la suya original, pero que había terminado por serlo más que de otra cualquiera. Tenía que enseñarle a pensar en el amor como un estado de gracia que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo.
Florentino Ariza did not even refer to the terrible letter that she had sent him, but from the very beginning he attempted a new method of seduction, without any reference to past loves or even to the past itself: a clean slate. Instead, he wrote an extensive meditation on life based on his ideas about, and experience of, relations between men and women, which at one time he had intended to write as a complement to the Lovers′Companion. Only now he disguised it in the patriarchal style of an old man′s memories so that it would not be too obvious that it was really a document of love. First he wrote many drafts in his old style, which took longer to read with a cool head than to throw into the fire. But he knew that any conventional slip, the slightest nostalgic indiscretion, could revive the unpleasant taste of the past in her heart, and although he foresaw her returning a hundred letters to him before she dared open the first, he preferred that it not happen even once. And so he planned everything down to the last detail, as if it were the final battle: new intrigues, new hopes in a woman who had already lived a full and complete life. It had to be a mad dream, one that would give her the courage she would need to discard the prejudices of a class that had not always been hers but had become hers more than anyone′s. It had to teach her to think of love as a state of grace: not the means to anything but the alpha and omega, an end in itself.
Tuvo el buen sentido de no esperar una contestación inmediata, pues le bastaba con que la carta no le fuera devuelta. No lo fue, como no lo fue ninguna de las siguientes, y a medida que pasaban los días se aceleraba su ansiedad, pues cuantos más días pasaran sin devoluciones más aumentaba la esperanza de una respuesta. La frecuencia de sus cartas empezó condicionada por la habilidad de sus dedos: primero una por semana, después dos, y por fin una diaria. Se alegró del progreso del correo desde sus tiempos de abanderado, pues no hubiera corrido el riesgo de dejarse ver a diario en la Agencia Postal poniendo una carta para una misma persona, ni de enviarla con alguien que pudiera contarlo. En cambio, era muy fácil mandar un empleado a comprar las estampillas para todo un mes, y después deslizar la carta en uno de los tres buzones repartidos en la ciudad vieja. Muy pronto incorporó aquel rito a su rutina: aprovechaba los insomnios para escribir, y al día siguiente, de paso para la oficina, le pedía al chofer que parara un minuto frente a un buzón de esquina y él mismo se bajaba a echar la carta. Nunca permitió que el chofer lo hiciera por él, como lo pretendió una mañana de lluvia, y a veces tomaba la precaución de no Revar una sino varias cartas al mismo tiempo para que pareciera más natural. El chofer no sabía, desde luego, que las cartas suplementarias eran hojas en blanco que Florentino Ariza se dirigía a sí mismo, pues nunca había mantenido correspondencia privada con nadie, salvo el informe de tutor que mandaba a fines de cada mes a los padres de América Vicuña con sus impresiones personales sobre la conducta, el ánimo y la salud de la niña, y la buena marcha de sus estudios.
He had the good sense not to expect an immediate reply, to be satisfied if the letter was not returned to him. It was not, nor were any of the ones that followed, and as the days passed, his excitement grew, for the more days that passed without her letters being returned, the greater his hope of a reply. In the beginning, the frequency of his letters was conditioned by the dexterity of his fingers: first one a week, then two, and at last one a day. He was happy about the progress made in the mail service since his days as a standard-bearer, for he would not have risked being seen every day in the post office mailing a letter to the same person, or sending it with someone who might talk. On the other hand, it was very easy to send an employee to buy enough stamps for a month, and then slip the letter into one of the three mailboxes located in the old city. He soon made that ritual a part of his routine: he took advantage of his insomnia to write, and the next day, on his way to the office, he -would ask the driver to stop for a moment at a corner box, and he would get out to mail the letter. He never allowed the chauffeur to do it for him, as he attempted to do one rainy morning, and at times he took the precaution of carrying several letters rather than just one, so that it would seem more natural. The chauffeur did not know, of course, that the additional letters were blank pages that Florentino Ariza addressed to himself, for he had never carried on a private correspondence with anyone, with the exception of the guardian′s report that he sent at the end of each month to the parents of América Vicuña, with his personal impressions of the girl′s conduct, her state of mind and health, and the progress she was making in her studies.
Empezó a numerar las cartas a partir del primer mes, y a encabezarlas con un resumen de las anteriores como los folletines en serie de los periódicos, por temor de que Fermina Daza no cayera en la cuenta de que tenían una cierta continuidad. Cuando se hicieron diarias, además, cambió los sobres con viñetas de luto por sobres blancos y alargados, y esto acabó de darles la impersonalidad cómplice de las cartas comerciales. Cuando empezó estaba dispuesto a someter su paciencia a una prueba mayor, al menos hasta no tener una evidencia de que estaba perdiendo su tiempo con el único método distinto que pudo concebir. Esperó, en efecto, sin los quebrantos de toda índole que le causaban las esperas de la juventud, sino con la tozudez de un anciano de cemento sin nada más en que pensar, sin nada más que hacer en una compañía fluvial que para entonces navegaba sola con vientos propicios, y además convencido de que estaría vivo y en perfecto dominio de sus facultades de hombre el día de mañana, de más tarde o de siempre en que Fermina Daza se convenciera al fin de que sus ansias de viuda solitaria no tenían más remedio que bajar para él sus puentes levadizos.
After the first month he began to number the letters and to head them with a synopsis of the previous ones, as in the serialized novels in the newspapers, for fear that Fermina Daza would not realize that they had a certain continuity. When they became daily letters, moreover, he replaced the envelopes that had mourning vignettes with long white envelopes, and this gave them the added impersonality of business letters. When he began, he was prepared to subject his patience to a crucial test, at least until he had proof that he was wasting his time with the only new approach he could think of. He waited, in fact, not with the many kinds of suffering that waiting had caused him in his youth, but with the stubbornness of an old man made of stone who had nothing else to think about, nothing else to do in a riverboat company that by this time was sailing without his help before favorable winds, and who was also convinced that he would be alive and in perfect possession of his male faculties the next day, or the day after that, or whenever Fermina Daza at last was convinced that there was no other remedy for her solitary widow′s yearnings than to lower the drawbridge for him.
Mientras tanto, continuó con su vida regular. Previendo una respuesta favorable, inició una segunda renovación de la casa para que fuera digna de quien habría podido considerarse su dueña y señora desde que fue comprada. Volvió a visitar varias veces a Prudencia Pitre, como se lo había prometido, para demostrarle que la amaba a pesar de los estragos de la edad, a pleno sol y con las puertas abiertas, y no sólo en sus noches de desamparo. Siguió pasando por la casa de Andrea Varón hasta que encontró apagada la luz del baño, y trató de embrutecerse con las locuras de su cama aunque fuera para no perder la regularidad del amor, de acuerdo con otra superstición suya, nunca desmentida hasta entonces, de que el cuerpo sigue mientras uno siga.
Meanwhile, he continued with his normal life. In anticipation of a favorable reply, he began a second renovation of his house so that it would be worthy of the woman who could have considered herself its lady and mistress from the day of its purchase. He visited Prudencia Pitre again several times, as he had promised, in order to prove to her that he loved her despite the devastation wrought by age, loved her in full sunlight and with the doors open, and not only on his nights of desolation. He continued to pass by Andrea Varón′s house until he found the bathroom light turned off, and he tried to lose himself in the wildness of her bed even though it was only so he would not lose the habit of love, in keeping with another of his superstitions, not disproved so far, that the body carries on for as long as you do.
El único tropiezo fue el estado de su relación con América Vicuña. Le había reiterado al chofer la orden de recogerla los sábados a las diez de la mañana en el internado, pero no sabía qué hacer con ella durante el fin de semana. Por primera vez no se ocupó de ella, y ella resentía el cambio. Se la encomendaba a las muchachas del servicio para que la llevaran al cine de la tarde, a las retretas del parque infantil, a las tómbolas de beneficencia, o le inventaba programas dominicales con otras compañeras del colegio para no tener que llevarla al paraíso escondido detrás de sus oficinas, donde ella quería volver siempre desde que la llevó por primera vez. No se daba cuenta, en las nebulosas de su nueva ilusión, de que las mujeres pueden volverse adultos en tres días, y eran tres años los que habían pasado desde que él la recibió en el motovelero de puerto Padre. Por mucho que él quiso dulcificarlo, el cambio para ella fue brutal, pero no pudo concebir el motivo. El día que él le dijo en la heladería que se iba a casar, revelándole una verdad, ella sufrió un impacto de pánico, pero luego le pareció una posibilidad tan absurda que lo olvidó por completo. Muy pronto comprendió, sin embargo, que él se comportaba como si fuera cierto, con evasivas inexplicadas, como si no tuviera sesenta años más que ella, sino sesenta años menos.
His relations with América Vicuña were the only difficulty. He had repeated the order to his chauffeur to pick her up on Saturdays at ten o′clock in the morning at the school, but he did not know what to do with her during the weekends. For the first time he did not concern himself with her, and she resented the change. He placed her in the care of the servant girls and had them take her to the afternoon film, to the band concerts in the children′s park, to the charity bazaars, or he arranged Sunday activities for her and her classmates so that he would not have to take her to the hidden paradise behind his offices, to which she had always wanted to return after the first time he took her there. In the fog of his new illusion, he did not realize that women can become adults in three days, and that three years had gone by since he had met her boat from Puerto Padre. No matter how he tried to soften the blow, it was a brutal change for her, and she could not imagine the reason for it. On the day in the ice cream parlor when he told her he was going to marry, when he revealed the truth to her, she had reeled with panic, but then the possibility seemed so absurd that she forgot about it. In a very short while, however, she realized that he was behaving with inexplicable evasiveness, as if it was true, as if he were not sixty years older than she, but sixty years younger.
Una tarde de sábado, Florentino Ariza la encontró tratando de escribir a máquina en su dormitorio, y lo hacía bastante bien, pues estudiaba mecanografía en el colegio. Había hecho más de media página de escritura automática, pero en ciertos trechos era fácil separar una frase reveladora de su estado de ánimo. Florentino Ariza se inclinó sobre su hombro para leer lo que escribía. Ella se turbó con su calor de hombre, su aliento entrecortado, el perfume de su ropa, que era el mismo de su almohada. Ya no era la niña recién llegada que él desnudaba pieza por pieza con engañifas de bebé: primero estos zapatitos para el osito, después esta camisita para el perrito, después estos calzoncitos de flores para el conejito, y ahora un besito en la cuquita rica de su papá. No: ahora era una mujer hecha y derecha a la que le gustaba llevar la iniciativa. Siguió escribiendo con un solo dedo de la mano derecha, y con la izquierda buscó a tientas la pierna de él, lo exploró, lo encontró, lo sintió revivir, crecer, suspirar de ansiedad, y su respiración de viejo se volvió pedregosa y difícil. Ella lo conocía: a partir de ese punto él iba a perder el dominio, se le desarticulaba la razón, quedaba a merced de ella, y no había de encontrar los caminos de regreso hasta no llegar al final. Lo fue llevando de la mano hasta la cama, como a un pobre ciego de la calle, y lo descuartizó presa por presa con una ternura maligna, le echó sal a su gusto, pimienta de olor, un diente de ajo, cebolla picada, el jugo de un limón, una hoja de laurel, hasta que lo tuvo sazonado en la fuente y el horno listo a la temperatura justa. No había nadie en la casa. Las sirvientas habían salido, y los albañiles y los carpinteros de la reconstrucción no trabajaban los sábados: tenían el mundo entero para ellos dos. Pero él salió del éxtasis al borde del abismo, le apartó la mano, se incorporó, dijo con voz trémula:
One Saturday afternoon, Florentino Ariza found her trying to type in his bedroom, and she was doing rather well, for she was studying typing at school. She had completed more than half a page of automatic writing, but it was not difficult to isolate an occasional phrase that revealed her state of mind. Florentino Ariza leaned over her shoulder to read what she had written. She was disturbed by his man′s heat, by his ragged breathing, by the scent on his clothes, which was the same as the scent on his pillow. She was no longer the little girl, the newcomer, whom he had undressed, one article of clothing at a time, with little baby games: first these little shoes for the little baby bear, then this little chemise for the little puppy dog, next these little flowered panties for the little bunny rabbit, and a little kiss on her papa′s delicious little dickey-bird. No: now she was a full- fledged woman, who liked to take the initiative. She continued typing with just one finger of her right hand, and with her left she felt for his leg, explored him, found him, felt him come to life, grow, heard him sigh with excitement, and his old man′s breathing became uneven and labored. She knew him: from that point on he was going to lose control, his speech would become disjointed, he would be at her mercy, and he would not find his way back until he had reached the end. She led him by the hand to the bed as if he were a blind beggar on the street, and she cut him into pieces with malicious tenderness; she added salt to taste, pepper, a clove of garlic, chopped onion, lemon juice, bay leaf, until he was seasoned and on the platter, and the oven was heated to the right temperature. There was no one in the house. The servant girls had gone out, and the masons and carpenters who were renovating the house did not work on Saturdays: they had the whole world to themselves. But on the edge of the abyss he came out of his ecstasy, moved her hand away, sat up, and said in a tremulous voice:
-Cuidado, no tenemos cauchitos.
“Be careful, we have no rubbers.
Ella permaneció bocarriba en la cama un largo rato, pensando, y cuando volvió al internado, con una hora de anticipación, estaba más allá de las ganas de llorar, y había afinado el olfato y se había afilado las uñas para encontrar las trazas de la liebre agazapada que le había trastornado la vida. Florentino Ariza, en cambio, incurrió una vez más en un error de hombre: pensó que ella se había convencido de la inutilidad de sus ropósitos y había resuelto olvidarlo.
She lay on her back in bed fo r a long time, thinking, and when she returned to school an hour early she was beyond all desire to cry, and she had sharpened her sense of smell along with her claws so that she could track down the miserable whore who had ruined her life. Florentino Ariza, on the other hand, made another masculine mis-judgment: he believed that she had been convinced of the futility of her desires and had resolved to forget him.
Estaba en lo suyo. Al cabo de seis meses, sin una mínima señal, se encontró dando vueltas en la cama hasta el amanecer, perdido en el desierto de un insomnio distinto. Pensaba que Fermina Daza había abierto la primera carta por su apariencia ingenua, había alcanzado a ver la inicial conocida de otras cartas de antaño, y la había echado en la hoguera de la basura sin tomarse siquiera el trabajo de romperla. Le habría bastado con ver el sobre de las siguientes para hacer lo mismo sin abrirlas, y así hasta el fin de los tiempos, mientras él llegaba al término de sus meditaciones escritas. No creía que existiera una mujer capaz de resistir la curiosidad de medio año de cartas cotidianas sin saber ni siquiera de qué color era la tinta con que estaban escritas. Pero si una existía, sólo podía ser ella.
He was back in his element. At the end of six months he had heard nothing at all, and he found himself tossing and turning in bed until dawn, lost in the wasteland of a new kind of insomnia. He thought that Fermina Daza had opened the first letter because of its appearance, had seen the initial she knew from the letters of long ago, and had thrown it out to be burned with the rest of the trash without even taking the trouble to tear it up. Just seeing the envelopes of those that followed would be enough for her to do the same thing without even opening them, and to continue to do so until the end of time, while he came at last to his final written meditation. He did not believe that the woman existed who could resist her curiosity about half a year of almost daily letters when she did not even know the color of ink they were written in, but if such a woman existed, it had to be her.
Florentino Ariza sentía que el tiempo de la vejez no era un torrente horizontal, sino una cisterna desfondada por donde se desaguaba la memoria. Su ingenio se agotaba. Después de rondar la quinta de La Manga durante varios días, comprendió que aquel método juvenil no lograría romper las puertas condenadas por el luto. Una mañana, buscando un número en el directorio de teléfonos, se encontró por casualidad con el de ella. Llamó. El timbre sonó muchas veces, y por fin reconoció la voz, seria y afónica: "¿A ver?". Colgó sin hablar, pero la distancia infinita de aquella voz inasible le resintió la moral.
Florentino Ariza felt that his old age was not a rushing torrent but a bottomless cistern where his memory drained away. His ingenuity was wearing thin. After patrolling the villa in La Manga for several days, he realized that this strategy from his youth would never break down the doors sealed by mourning. One morning, as he was looking for a number in the telephone directory, he happened to come across hers. He called. It rang many times, and at last he recognized her grave, husky voice: “Hello? He hung up without speaking, but the infinite distance of that unapproachable voice weakened his morale.
Por esos días, Leona Cassiani celebró su cumpleaños, e invitó un reducido grupo de amigos a su casa. Él estuvo distraído y se echó encima la salsa del pollo. Ella le limpió la solapa mojando la punta de la servilleta en el vaso de agua, y después se la puso de babero para impedir un accidente mayor: quedó como un bebé viejo. Notó que varias veces durante la comida se quitó los lentes para secarlos con el pañuelo, porque los ojos le lloraban. A la hora del café se durmió con la taza en la mano, y ella trató de quitársela sin despertarlo, pero él reaccionó avergonzado: "Sólo estaba reposando la vista". Leona Cassiani se acostó sorprendida de cuánto había empezado a notársele la vejez.
It was at this time that Leona Cassiani celebrated her birthday and invited a small group of friends to her house. He was distracted and spilled chicken gravy on himself. She cleaned his lapel with the corner of his napkin dampened in a glass of water, and then she tied it around his neck like a bib to avoid a more serious accident: he looked like an old baby. She noticed that several times during dinner he took off his eyeglasses and dried them with his handkerchief because his eyes were watering. During coffee he fell asleep holding his cup in his hand, and she tried to take it away without waking him, but his embarrassed response was: “I was just resting my eyes. Leona Cassiani went to bed astounded at how his age was beginning to show.
En el primer aniversario de la muerte de Juvenal Urbino, la familia envió esquelas de invitación a una misa conmemorativa en la catedral. Para entonces, Florentino Ariza había mandado la carta número ciento treinta y dos sin haber recibido de vuelta ninguna señal, y esto lo impulsó a la decisión audaz de asistir a la misa aunque no estuviera invitado. Fue un acontecimiento social más fastuoso que conmovedor. Los escaños de las primeras filas, reservados con carácter vitalicio y hereditario, tenían en el espaldar una placa de cobre con el nombre del dueño. Florentino Ariza llegó entre los primeros invitados para sentarse en un sitio por donde Fermina Daza no pudiera pasar sin verlo. Pensó que los mejores serían los de la nave central a continuación de los escaños reservados, pero era tanta la concurrencia que tampoco allí encontró un lugar libre, y tuvo que sentarse en la nave de los parientes pobres. Desde allí vio entrar a Fermina Daza del brazo de su hijo, vestida de terciopelo negro hasta los puños, sin ningún aderezo, con una botonadura continua desde el cuello hasta la punta de los pies, como una sotana de obispo, y una chalina de encaje castellano en vez del sombrero con velillo de las otras viudas, y aun de muchas señoras ansiosas de serlo. El rostro descubierto tenía un resplandor de alabastro, los ojos lanceolados vivían con vida propia bajo las enormes arañas de la nave central, y caminaba tan derecha, tan altiva, tan dueña de sí, que no parecía mayor que el hijo. Florentino Ariza, de pie, apoyó la punta de los dedos en el respaldo del escaño hasta que pasó de largo el vahído, porque sintió que él y ella no estaban a siete pasos de distancia sino en dos días diferentes.
On the first anniversary of the death of Juvenal Urbino, the family sent out invitations to a memorial Mass at the Cathedral. Florentino Ariza had still received no reply, and this was the driving force behind his bold decision to attend the Mass although he had not been invited. It was a social event more ostentatious than emotional. The first few rows of pews were reserved for their lifetime owners, whose names were engraved on copper nameplates on the backs of their seats. Florentino Ariza was among the first to arrive so that he might sit where Fermina Daza could not pass by without seeing him. He thought that the best seats would be in the central nave, behind the reserved pews, but there were so many people he could not find a seat there either, and he had to sit in the nave for poor relations. From there he saw Fermina Daza walk in on her son′s arm, dressed in an unadorned long-sleeved black velvet dress buttoned all the way from her neck to the tips of her shoes, like a bishop′s cassock, and a narrow scarf of Castilian lace instead of the veiled hat worn by other widows, and even by many other ladies who longed for that condition. Her uncovered face shone like alabaster, her lanceolate eyes had a life of their own under the enormous chandeliers of the central nave, and as she walked she was so erect, so haughty, so self-possessed, that she seemed no older than her son. As he stood, Florentino Ariza leaned the tips of his fingers against the back of the pew until his dizziness passed, for he felt that he and she were not separated by seven paces, but existed in two different times.
Fermina Daza soportó la ceremonia en el escaño familiar frente al altar mayor, de pie casi todo el tiempo, con la misma prestancia con que asistía a la ópera. Pero al final rompió las normas de la liturgia, y no permaneció en su lugar para recibir la renovación de las condolencias, de acuerdo con los usos vigentes, sino que se abrió paso para darle las gracias a cada uno de los invitados: un gesto renovador que iba muy de acuerdo con su modo de ser. Saludando a unos y a otros llegó hasta los escaños de los parientes pobres, y por último miró en torno suyo para asegurarse de que no le faltaba saludar a nadie conocido. Florentino Ariza sintió entonces que un viento sobrenatural lo sacó de su centro: ella lo había visto. Fermina Daza, en efecto, se apartó de sus acompañantes con la soltura con que hacía todo en sociedad, le tendió la mano, y le dijo con una sonrisa muy dulce:
Through almost the entire ceremony, Fermina Daza stood in the family pew in front of the main altar, as elegant as when she attended the opera. But when it was over, she broke with convention and did not stay in her seat, according to the custom of the day, to receive the spiritual renewal of condolences, but made her way instead through the crowd to thank each one of the guests: an innovative gesture that was very much in harmony with her style and character. Greeting one guest after another, she at last reached the pews of the poor relations, and then she looked around to make certain she had not missed anyone she knew. At that moment Florentino Ariza felt a supernatural wind lifting him out of himself: she had seen him. Fermina Daza moved away from her companions with the same assurance she brought to everything in society, held out her hand, and with a very sweet smile, said to him:
-Gracias por haber venido.
“Thank you for coming.
Pues no sólo había recibido las cartas, sino que las había leído con un grande interés, y había encontrado en ellas serios motivos de reflexión para seguir viviendo. Estaba en la mesa, desayunando con su hija, cuando recibió la primera. La abrió por la curiosidad de que estuviera escrita a máquina, y un rubor súbito le abrasó el rostro al reconocer la inicial de la firma. Pero lo asimiló al instante y se guardó la carta en el bolsillo del delantal. Dijo: "Es un pésame del gobierno". La hija se sorprendió: "Ya han llegado todos". Ella no se inmutó: "Este es otro". Su propósito era quemar la carta más tarde, lejos de las preguntas de la hija, pero no pudo resistir la tentación de echarle antes una ojeada. Esperaba una réplica merecida a su carta de injurias, que había empezado a pesarle en el momento mismo en que la mandó, pero desde el encabezado señorial y los propósitos del primer párrafo comprendió que algo había cambiado en el mundo. Quedó tan intrigada, que se encerró en el dormitorio para leerla con tranquilidad antes de quemarla, y la leyó tres veces sin tomar aliento.
For she had not only received his letters, she had read them with great interest and had found in them serious and thoughtful reasons to go on living. She had been at the table, having breakfast with her daughter, when she received the first one. She opened it because of the novelty of its being typewritten, and a sudden blush burned her face when she recognized the initial of the signature. But she immediately regained her selfpossession and put the letter in her apron pocket. She said: “It is a condolence letter from the government. Her daughter was surprised: “All of them came already. She was imperturbable: “This is another one. Her intention was to burn the letter later, when she was away from her daughter′s questions, but she could not resist the temptation of looking it over first. She expected the reply that her insulting letter deserved, a letter that she began to regret the very moment she sent it, but from the majestic salutation and the subject of the first paragraph, she realized that something had changed in the world. She was so intrigued that she locked herself in her bedroom to read it at her ease before she burned it, and she read it three times without pausing.
Eran meditaciones sobre la vida, el amor, la vejez, la muerte: ideas que habían pasado muchas veces aleteando como pájaros nocturnos sobre su cabeza, pero que se le desbarataban en un reguero de plumas cuando trataba de atraparlas. Allí estaban, nítidas, simples, tal como a ella le hubiera gustado decirlas, y una vez más se dolió de que su esposo no estuviera vivo para comentarlas con él, como solían comentar antes de dormir ciertos hechos de la jornada. De ese modo se le revelaba un Florentino Ariza desconocido, con una clarividencia que no correspondía a las esquelas febriles de su juventud ni a su conducta sombría de toda la vida. Eran más bien las palabras del hombre que a la tía Escolástica le pareció inspirado por el Espíritu Santo, y este pensamiento volvió a asustarla como la primera vez. En todo caso, lo que más contribuyó a calmar su ánimo fue la certidumbre de que aquella carta de viejo sabio no era una tentativa de reiterar la impertinencia de la noche del duelo, sino una manera muy noble de borrar el pasado.
It was a meditation on life, love, old age, death: ideas that had often fluttered around her head like nocturnal birds but dissolved into a trickle of feathers when she tried to catch hold of them. There they were, precise, simple, just as she would have liked to say them, and once again she grieved that her husband was not alive to discuss them with her as they used to discuss certain events of the day before going to sleep. In this way an unknown Florentino Ariza was revealed to he r, one possessed of a clear-sightedness that in no way corresponded to the feverish love letters of his youth or to the somber conduct of his entire life. They were, rather, the words of a man who, in the opinion of Aunt Escolástica, was inspired by the Ho ly Spirit, and this thought astounded her now as much as it had the first time. In any case, what most calmed her spirit was the certainty that this letter from a wise old man was not an attempt to repeat the impertinence of the night of the vigil over the body but a very noble way of erasing the past.
Las cartas siguientes acabaron de apaciguarla. Las quemó de todos modos, después de leerlas con un interés creciente, aunque a medida que las quemaba iba quedándole un sedimento de culpa que no conseguía disipar. Así que cuando empezó a recibirlas numeradas encontró una justificación moral que estaba deseando para no destruirlas. Su intención inicial, en todo caso, no era conservarlas para ella, sino esperar una ocasión de devolvérselas a Florentino Ariza para que no fuera a perderse algo que a ella le parecía de tanta utilidad humana. Lo malo fue que el tiempo pasó y las cartas siguieron llegando, una cada tres o cuatro días de todo el año, y ella no supo cómo devolverlas sin que pareciera un desaire que ya no quería hacer, y sin tener que explicarlo en una carta que su orgullo se negaba a escribir.
The letters that followed brought her complete calm. Still, she burned them after reading them with a growing interest, although burning them left her with a sense of guilt that she could not dissipate. So that when they began to be numbered, she found the moral justification she had been seeking for not destroying them. At any rate, her initial intention was not to keep them for herself but to wait for an opportunity to return them to Florentino Ariza so that something that seemed of such great human value would not be lost. The difficulty was that time passed and the letters continued to arrive, one every three or four days throughout the year, and she did not know how to return them without that appearing to be the rebuff she no longer wanted to give, and without having to explain everything in a letter that her pride would not permit her to write.
Le había bastado aquel primer año para asumir la viudez. El recuerdo purificado del marido dejó de ser un tropiezo en sus actos cotidianos, en sus pensamientos íntimos, en sus intenciones más simples, y se convirtió en una presencia vigilante que la guiaba sin estorbarla. A veces lo encontraba, no como una aparición, sino en carne y hueso, donde en verdad le hacía falta. La alentaba la certidumbre de que él estaba allí, todavía vivo pero sin sus caprichos de hombre, sin sus exigencias patriarcales, sin la necesidad agotadora de que ella lo amara con el mismo ritual de besos inoportunos y palabras tiernas con que él la amaba. Pues entonces lo entendía mejor que cuando estaba vivo, entendió la ansiedad de su amor, la urgencia de encontrar en ella la segundad que parecía ser el soporte de su vida pública, y que en realidad no tuvo nunca. Un día, en el colmo de la desesperación, ella le había gritado: "No te das cuenta de lo infeliz que soy". El se quitó los lentes con un gesto muy suyo, sin alterarse, la inundó con las aguas diáfanas de sus ojos pueriles, y en una sola frase le echó encima todo el peso de su sapiencia insoportable: "Recuerda siempre que lo más importante de un buen matrimonio no es la felicidad sino la estabilidad". Desde sus primeras soledades de viuda ella entendió que aquella frase no escondía la amenaza mezquina que le había atribuido en su tiempo, sino la piedra lunar que les había proporcionado a ambos tantas horas felices.
That first year had been enough time for her to adjust to her widowhood. The purified memory of her husband, no longer an obstacle in her daily actions, in her private thoughts, in her simplest intentions, became a watchful presence that guided but did not hinder her. On the occasions when she truly needed him she would see him, not as an apparition but as flesh and blood. She was encouraged by the certainty that he was there, still alive but without his masculine whims, his patriarchal demands, his consuming need for her to love him in the same ritual of inopportune kisses and tender words with which he loved her. For now she understood him better than when he was alive, she understood the yearning of his love, the urgent need he felt to find in her the security that seemed to be the mainstay of his public life and that in reality he never possessed. One day, at the height of desperation, she had shouted at him: “You don′t understand how unhappy I am. Unperturbed, he took off his eyeglasses with a characteristic gesture, he flooded her with the transparent waters of his childlike eyes, and in a single phrase he burdened her with the weight of his unbearable wisdom: “Always remember that the most important thing in a good marriage is not happiness, but stability. With the first loneliness of her widowhood she had understood that the phrase did not conceal the miserable threat that she had attributed to it at the time, but was the lodestone that had given them both so many happy hours.
En los tantos viajes por el mundo, Fermina Daza compraba todo lo que le llamaba la atención por su novedad. Las deseaba por un impulso primario que su esposo se complacía en racionalizar, y eran cosas bellas y útiles mientras estaban en su medio de origen, en las vitrinas de Roma, de París, de Londres, o en las de aquel Nueva York trepidante del charleston donde empezaban a crecer los rascacielos, pero no soportaban la prueba de los valses de Strauss con chicharrones y las batallas de flores a cuarenta grados a la sombra. Así que regresaba con media docena de baúles verticales, enormes, de metal charolado con cerraduras y esquinas de cobre como féretros de fantasía, dueña y señora de las últimas maravillas del mundo, que sin embargo no valían su precio en oro sino en el instante fugaz en que alguien de su mundo local las veía por una vez. Pues para eso habían sido compradas: para que los otros las vieran una vez. Ella había tomado conciencia de la vanidad de su imagen pública desde mucho antes de que empezara a envejecer, y a menudo se le oía decir en la casa: "Hay que salir de tantos chécheres que ya no dejan dónde vivir". El doctor Urbino se burlaba de sus propósitos estériles, pues sabía que los espacios liberados sólo iban a servir para llenarlos de nuevo. Pero ella insistía, porque en verdad no había sitio para una cosa más, ni había en ningún sitio una cosa que en realidad sirviera para algo, como camisas colgadas en las manijas de las puertas o abrigos de inviernos europeos apretujados en los armarios de la cocina. Así que una mañana en que se levantaba con el espíritu alzado echaba abajo los roperos, vaciaba los baúles, desmantelaba los desvanes, y armaba un desmadre de guerra con los montones de ropa demasiado vista, los sombreros que nunca se puso porque no hubo ocasión mientras estuvieron de moda, los zapatos copiados por los artistas de Europa de los que usaban las emperatrices para ser coronadas, y que aquí eran despreciados por las señoritas de alcurnia por ser idénticos a los que compraban las negras en el mercado para andar por casa. Durante toda la mañana la terraza interior permanecía en estado de emergencia, y costaba trabajo respirar en la casa por las ráfagas acres de las bolas de naftalina. Pero la calma se restablecía en pocas horas, pues al final ella se compadecía de tanta seda tirada por los suelos, tantos brocados sobrantes y desperdicios de pasamanería, tantas colas de zorros azules condenados a la hoguera.
On her many journeys through the world, Fermina Daza had bought every object that attracted her attention because of its novelty. She desired these things with a primitive impulse that her husband was happy to rationalize, and they were beautiful, useful objects as long as they remained in their original environment, in the show windows of Rome, Paris, London, or in the New York, vibrating to the Charleston, where skyscrapers were beginning to grow, but they could not withstand the test of Strauss waltzes with pork cracklings or Poetic Festivals when it was ninety degrees in the shade. And so she would return with half a dozen enormous standing trunks made of polished metal, with copper locks and corners like decorated coffins, lady and mistress of the world′s latest marvels, which were worth their price not in gold but in the fleeting moment when someone from her local world would see the m for the first time. For that is why they had been bought: so that others could see them. She became aware of her frivolous public image long before she began to grow old, and in the house she was often heard to say: “We have to get rid of all these trinkets; there′s no room to turn around. Dr. Urbino would laugh at her fruitless efforts, for he knew that the emptied spaces were only going to be filled again. But she persisted, because it was true that there was no room for anything else and nothing anywhere served any purpose, not the shirts hanging on the doorknobs or the overcoats for European winters squeezed into the kitchen cupboards. So that on a morning when she awoke in high spirits she would raze the clothes closets, empty the trunks, tear apart the attics, and wage a war of separation against the piles of clothing that had been seen once too often, the hats she had never worn because there had been no occasion to wear them while they were still in fashion, the shoes copied by European artists from those used by empresses for their coronations, and which were scorned here by highborn ladies because they were identical to the ones that black women bought at the market to wear in the house. For the entire morning the interior terrace would be in a state of crisis, and in the house it would be difficult to breathe because of bitter gusts from the mothballs. But in a few hours order would be reestablished because she at last took pity on so much silk strewn on the floor, so many leftover brocades and useless pieces of passementerie, so many silver fox tails, all condemned to the fire.
-Esto es pecado quemarlo -decía---, con tanta gente que no tiene ni que comer.
“It is a sin to burn this, she would say, “when so many people do not even have enough to eat.
Así que la quemazón se aplazaba, se aplazó siempre, y las cosas no hacían sino cambiar de lugar, de sus sitios de privilegio a las antiguas caballerizas transformadas en depósito de saldos, mientras los espacios liberados, tal como él lo decía, empezaban a llenarse de nuevo, a desbordarse de cosas que vivían un instante y se iban a morir en los roperos: hasta la siguiente quemazón. Ella decía: "Habría que inventar qué se hace con las cosas que no sirven para nada pero que tampoco se pueden botar". Así era: la aterrorizaba la voracidad con que los objetos iban invadiendo los espacios de vivir, desplazando a los humanos, arrinconándolos, hasta que Fermina Daza los ponía donde no se vieran. Pues no era tan ordenada como se creía, sino que tenía un método propio y desesperado para parecerlo: escondía el desorden. El día en que murió Juvenal Urbino tuvieron que desocupar la mitad del estudio y amontonar las cosas en los dormitorios para tener un espacio donde velarlo.
And so the burning was postponed, it was always postponed, and things were only shifted from their places of privilege to the stables that had been transformed into storage bins for remnants, while the spaces that had been cleared, just as he predicted, began to fill up again, to overflow with things that lived for a moment and then went to die in the closets: until the next time. She would say: “Someone should invent something to do with things you cannot use anymore but that you still cannot throw out. That was true: she was dismayed by the voracity with which objects kept invading living spaces, displacing the humans, forcing them back into the corners, until Fermina Daza pushed the objects out of sight. For she was not as ordered as people thought, but she did have her own desperate method for appearing to be so: she hid the disorder. The day that Juvenal Urbino died, they had to empty out half of his study and pile the things in the bedrooms so there would be space to lay out the body.
El paso de la muerte por la casa dejó la solución. Una vez que quemó la ropa del marido, Fermina Daza se dio cuenta de que el pulso no le había temblado, y con el mismo impulso siguió prendiendo la hoguera cada cierto tiempo, echándolo todo, lo viejo y lo nuevo, sin pensar en la envidia de los ricos ni en la retaliación de los pobres que se morían de hambre. Por último, hizo cortar de raíz el palo de mango hasta que no quedó ningún vestigio de la desgracia, y regaló el loro vivo al nuevo Museo de la Ciudad. Sólo entonces respiró a su gusto en una casa como siempre la había soñado: amplia, fácil y suya.
Death′s passage through the house brought the solution. Once she had burned her husband′s clothes, Fermina Daza realized that her hand had not trembled, and on the same impulse she continued to light the fire at regular intervals, throwing everything on it, old and new, not thinking about the envy of the rich or the vengeance of the poor who were dying of hunger. Finally, she had the mango tree cut back at the roots until there was nothing left of that misfortune, and she gave the live parrot to the new Museum of the City. Only then did she draw a free breath in the kind of house she had always dreamed of: large, easy, and all hers.
Ofelia, la hija, la acompañó tres meses y volvió a Nueva Orleans. El hijo traía a los suyos a almorzar en familia los domingos, y cada vez que podía durante la semana. Las amigas más cercanas de Fermina Daza empezaron a visitarla una vez superada la crisis del duelo, jugaban a las barajas frente al patio pelado, ensayaban nuevas recetas de cocina, la ponían al día sobre la vida secreta del mundo insaciable que seguía existiendo sin ella. Una de las más asiduas fue Lucrecia del Real del Obispo, una aristócrata a la antigua con quien siempre mantuvo una buena amistad, y que se acercó más a ella desde la muerte de Juvenal Urbino. Envarada por la artritis y arrepentida de su mal vivir, Lucrecia del Real le llevaba entonces no sólo la mejor compañía, sino que le consultaba los proyectos cívicos y mundanos que se preparaban en la ciudad, y esto la hacía sentirse útil por ella misma y no por la sombra protectora del marido. Sin embargo, nunca como entonces se le identificó tanto con él, pues le quitaron el nombre de soltera con el que siempre la habían llamado, y empezó a ser la viuda de Urbino.
Her daughter Ofelia spent three months with her and then returned to New Orleans. Her son brought his family to lunch on Sundays and as often as he could during the week. Fermina Daza′s closest friends began to visit her once she had overcome the crisis of her mourning, they played cards facing the bare patio, they tried out new recipes, they brought her up to date on the secret life of the insatiable world that continued to exist without her. One of the most faithful was Lucrecia del Real del Obispo, an aristocrat of the old school who had always been a good friend and who drew even closer after the death of Juvenal Urbino. Stiff with arthritis and repenting her wayward life, in those days Lucrecia del Real not only provided her with the best company, she also consulted with her regarding the civic and secular projects that were being arranged in the city, and this made her feel useful for her own sake and not because of the protective shadow of her husband. And yet she was never so closely identified with him as she was then, for she was no longer called by her maiden name, and she became known as the Widow Urbino.
Le parecía inconcebible, pero a medida que se aproximaba el primer aniversario de la muerte del esposo, Fermina Daza se sentía entrando en un ámbito sombreado, fresco, silencioso: la floresta de lo irremediable. No era muy consciente todavía, ni lo fue en varios años, de cuánto la ayudaron a recobrar la paz del espíritu las meditaciones escritas de Florentino Ariza. Fueron ellas, aplicadas a sus experiencias, lo que le permitió entender su propia vida, y a esperar con serenidad los designios de la vejez. El encuentro en la misa de conmemoración fue una ocasión providencial de darle a entender a Florentino Ariza que también ella, gracias a sus cartas de aliento, estaba dispuesta a borrar el pasado.
It seemed incredible, but as the first anniversary of her husband′s death approached, Fermina Daza felt herself entering a place that was shady, cool, quiet: the grove of the irremediable. She was not yet aware, and would not be for several months, of how much the written meditations of Florentino Ariza had helped her to recover her peace of mind. Applied to her own experiences, they were what allowed her to understand her own life and to await the designs of old age with serenity. Their meeting at the memorial Mass was a providential opportunity for her to let Florentino Ariza know that she, too, thanks to his letters of encouragement, was prepared to erase the past.
Dos días después recibió de él una carta distinta: escrita a mano, en papel de hilo, y con su nombre completo de remitente muy claro en el dorso del sobre. Era la misma letra florida de las primeras cartas, la misma voluntad lírica, pero aplicadas a un párrafo sencillo de gratitud por la deferencia del saludo en la catedral. Fermina Daza siguió pensando en ella con las nostalgias alborotadas varios días después de leerla, y con la conciencia tan limpia que el jueves siguiente le preguntó a Lucrecia del Real del Obispo, sin que viniera a cuento, si por casualidad conocía a Florentino Ariza, el dueño de los buques del río. Lucrecia contestó que sí: "Parece que es un súcubo perdido". Repitió la versión corriente de que nunca se le había conocido mujer, habiendo sido tan buen partido, y que tenía una oficina secreta para llevar a los niños que perseguía de noche por los muelles. Fermina Daza había oído esa leyenda desde que tenía memoria, y nunca la creyó ni le dio importancia. Pero cuando la oyó repetida con tanta convicción por Lucrecia del Real del Obispo, de quien también se había dicho en un tiempo que era de gustos raros, no pudo resistir el apremio de poner las cosas en su puesto. Le contó que conocía a Florentino Ariza desde niño. Le recordó que su madre tenía una mercería en la Calle de las Ventanas, y que además compraba camisas y sábanas viejas para deshilacliarlas y venderlas como algodón de emergencia durante las guerras civiles. Y concluyó con certeza: "Es gente honrada, hecha a puro pulso". Fue tan vehemente, que Lucrecia retiró lo dicho: "Al fin y al cabo, también de mí dicen lo mismo". Fermina Daza no tuvo la curiosidad de preguntarse por qué hacía una defensa tan apasionada de un hombre que sólo había sido una sombra en su vida. Siguió pensando en él, sobre todo cuando llegaba el correo sin una nueva carta suya. Habían trascurrido dos semanas de silencio, cuando una de las muchachas del servicio la despertó de la siesta con un susurro de alarma.
Two days later she received a different kind of letter from him: handwritten on linen paper and his complete name inscribed with great clarity on the back of the envelope. It was the same ornate ha ndwriting as in his earlier letters, the same will to lyricism, but applied to a simple paragraph of gratitude for the courtesy of her greeting in the Cathedral. For several days after she read the letter Fermina Daza continued to think about it with troub led memories, but with a conscience so clear that on the following Thursday she suddenly asked Lucrecia del Real del Obispo if she happened to know Florentino Ariza, the, owner of the riverboats. Lucrecia replied that she did: “He seems to be a wandering succubus. She repeated the common gossip that he had never had a woman although he was such a good catch, and that he had a secret office where he took the boys he pursued at night along the docks. Fermina Daza had heard that story for as long as she could remember, and she had never believed it or given it any importance. But when she heard it repeated with so much conviction by Lucrecia del Real del Obispo, who had also been rumored at one time to have strange tastes, she could not resist the urge to clarify matters. She said she had known Florentino Ariza since he was a boy. She reminded her that his mother had owned a notions shop on the Street of Windows and also bought old shirts and sheets, which she unraveled and sold as bandages during the civil wars. And she concluded with conviction: “He is an honorable man, and he is the soul of tact. She was so vehement that Lucrecia took back what she had said: “When all is said and done, they also say the same sort of thing about me. Fermina Daza was not curious enough to ask herself why she was making so passionate a defense of a man who had been no more than a shadow in her life. She continued to think about him, above all when the mail arrived without another letter from him. Two weeks of silence had gone by when one of the servant girls woke her during her siesta with a warning whisper:
-Señora -le dijo-, ahí está don Florentino.
“Señora, she said, “Don Florentino is here.
Ahí estaba. La primera reacción de Fermina Daza fue de pánico. Alcanzó a pensar que no, que volviera otro día a una hora más apropiada, que no estaba en condiciones de recibir visitas, que no había nada de que hablar. Pero se repuso enseguida, y ordenó que lo hicieran pasar a la sala y le llevaran un café mientras ella se arreglaba para atenderlo. Florentino Ariza había esperado en la puerta de la calle, ardiendo bajo el sol infernal de las tres, pero con las riendas en el puño. Estaba preparado para no ser recibido, así fuera con una excusa amable, y esa certidumbre lo mantenía tranquilo. Pero la decisión del recado lo estremeció hasta el tuétano, y al entrar en la sombra fresca de la sala no tuvo tiempo de pensar en el milagro que estaba viviendo, porque las entrañas se le llenaron de pronto con una explosión de espuma dolorosa. Se sentó sin respirar, asediado por el recuerdo maldito de la cagada de pájaro en su primera carta de amor, y permaneció inmóvil en la penumbra mientras pasaba la primera racha de escalofrío, resuelto a aceptar cualquier desgracia en ese momento, menos aquel percance injusto.
He was there. Fermina Daza′s first reaction was panic. She thought no, he should come back another day at a more appropriate ho ur, she was in no condition to receive visitors, there was nothing to talk about. But she recovered instantly and told her to show him into the drawing room and bring him coffee, while she tidied herself before seeing him. Florentino Ariza had waited at the street door, burning under the infernal three o′clock sun, but in full control of the situation. He was prepared not to be received, even with an amiable excuse, and that certainty kept him calm. But the decisiveness of her message shook him to his very marrow, and when he walked into the cool shadows of the drawing room he did not have time to think about the miracle he was experiencing because his intestines suddenly filled in an explosion of painful foam. He sat down, holding his breath, hounded by the damnable memory of the bird droppings on his first love letter, and he remained motionless in the shadowy darkness until the first attack of shivering had passed, resolved to accept any mishap at that moment except this unjust misfortune.
Se conocía bien: a pesar de su estreñimiento congénito, el vientre lo había traicionado en público tres o cuatro veces en sus muchos años, y las tres o cuatro veces había tenido que rendirse. Sólo en esas ocasiones, y en otras de tanta urgencia, se daba cuenta de la verdad de una frase que le gustaba repetir en broma: "No creo en Dios, pero le tengo miedo". No tuvo tiempo de ponerlo en duda: trató de rezar cualquier oración que recordara, pero no la encontró. Siendo niño, otro niño le había enseñado unas palabras mágicas para acertarle a un pájaro con una piedra: "Tino tino si no te pego te escarabino". La probó cuando fue al monte por primera vez, con una honda nueva, y el pájaro cayó fulminado. De un modo confuso, pensó que una cosa tenía algo que ver con la otra, y repitió la fórmula con fervor de oración, pero no surtió el mismo efecto.
He knew himself well: despite his congenital constipation, his belly had betrayed him in public three or four times in the course of his many years, and those three or four times he had been obliged to give in. Only on those occasions, and on others of equal urgency, did he realize the truth of the words that he liked to repeat in jest: “I do not believe in God, but I am afraid of Him. He did not have time for doubts: he tried to say any prayer he could remember, but he could not think of a single one. When he was a boy, another boy had taught him magic words for hitting a bird with a stone: “Aim, aim, got my aim-- if I miss you I′m not to blame. He used it when he went to the country for the first time with a new slingshot, and the bird fell down dead. In a confused way he thought that one thing had something to do with the other, and he repeated the formula now with the fervor of a prayer, but it did not have the desired effect.
Una torcedura de las tripas como un eje de espiral lo levantó en el asiento, la espuma de su vientre cada vez más espesa y dolorosa emitió un quejido, y lo dejó cubierto de un sudor helado. La criada que le llevaba el café se asustó de su semblante de muerto. Él suspiró: "Es el calor". Ella abrió la ventana, creyendo complacerlo, pero el sol de la tarde le dio de lleno en la cara, y tuvieron que cerrarla de nuevo. Él había comprendido que no soportaría un minuto más, cuando apareció Fermina Daza casi invisible en la penumbra, y se asustó de verlo en semejante estado.
A twisting in his guts like the coil of a spring lifted him from his seat, the foaming in his belly grew thicker and more painful, it grumbled a lament and left him covered with icy sweat. The maid who brought him the coffee was frightened by his corpse′s face. He sighed: “It′s the heat. She opened the window, thinking she would make him more comfortable, but the afternoon sun hit him full in the face and she had to close it again. He knew he could not hold out another moment, and then Fermina Daza came in, almost invisible in the darkness, dismayed at seeing him in such a state.
-Puede quitarse el saco -le dijo.
“You can take off your jacket, she said to him.
Más que la torcedura mortal, a él le hubiera dolido que ella alcanzara a oír el borboriteo de sus tripas. Pero logró sobrevivir un instante apenas para decir que no, que sólo había pasado a preguntarle cuándo podía recibirle una visita. Ella, de pie, desconcertada, le dijo: "Pues ya está aquí". Y lo invitó a seguir hasta la terraza del patio donde habría menos calor. Él se negó con una voz que a ella le pareció más bien un suspiro de lástima.
He suffered less from the deadly griping of his bowels than from the thought that she might hear them bubbling. But he managed to endure just an instant longer to say no, he had only passed by to ask her when he might visit. Still standing, she said to him in confusion: “Well, you are here now. And she invited him to the terrace in the patio, where it was cooler. He refused in a voice that seemed to her like a sigh of sorrow.
-Le ruego que sea mañana -dijo.
“I beg you, let it be tomorrow, he said.
Ella recordó que mañana era jueves, día de la visita puntual de Lucrecia del Real del Obispo, pero le dio una solución inapelable: "Pasado mañana a las cinco". Florentino Ariza se lo agradeció, le hizo una despedida de emergencia con el sombrero, y se fue sin probar el café. Ella permaneció perpleja en el centro de la sala, sin entender qué era lo que acababa de ocurrir, hasta que se extinguió en el fondo de la calle el petardeo del automóvil. Florentino Ariza buscó entonces la posición menos dolorida en el asiento posterior, cerró los ojos, aflojó los músculos, y se entregó a la voluntad del cuerpo. Fue como volver a nacer. El chofer, que después de tantos años a su servicio ya no se sorprendía de nada, se mantuvo impasible. Pero al abrirle la portezuela frente al portal de la casa, le dijo:
She remembered that tomorrow was Thursday, the day when Lucrecia del Real del Obispo made her regular visit, but she had the perfect solution: “The day after tomorrow at five o′clock. Florentino Ariza thanked her, bid an urgent farewell with his hat, and left without tasting the coffee. She stood in the middle of the drawing room, puzzled, not understanding what had just happened, until the sound of his automobile′s backfiring faded at the end of the street. Then Florentino Ariza shifted into a less painful position in the back seat, closed his eyes, relaxed his muscles, and surrendered to the will of his body. It was like being reborn. The driver, who after so many years in his service was no longer surprised at anything, remained impassive. But when he opened the door for him in front of his house, he said:
-Tenga cuidado, don Floro, eso parece el cólera.
“Be careful, Don Floro, that looks like cholera.
Pero era lo de siempre. Florentino Ariza se lo agradeció a Dios el viernes a las cinco en punto, cuando la criada lo condujo a través de la penumbra de la sala hasta la terraza del patio, y allí encontró a Fermina Daza junto a una mesita puesta para dos personas. Le ofreció té, chocolate o café. Florentino Ariza pidió café, muy caliente y muy fuerte, y ella ordenó a la criada: "Para mí lo de siempre". Lo de siempre era una infusión bien cargada de diversas clases de tés orientales, que le alzaban el ánimo después de la siesta. Cuando ella terminó con la marmita, y él con la jarra de café, ya ambos habían intentado e interrumpido varios temas, no tanto porque de veras les interesaran, como por eludir los otros que ni él ni ella se atrevían a tocar. Ambos estaban intimidados, sin entender qué hacían tan lejos de su juventud en la terraza ajedrezada de una casa de nadie todavía olorosa a flores de cementerio. Por primera vez estaban el uno frente al otro a tan corta distancia y con bastante tiempo para verse con serenidad después de medio siglo, y ambos se habían visto como eran: dos ancianos acechados por la muerte, sin nada en común, aparte del recuerdo de un pasado efímero que ya no era de ellos sino de dos jóvenes desaparecidos que habrían podido ser sus nietos. Ella pensó que él iba a convencerse por fin de la irrealidad de su sueño, y eso iba a redimirlo de su impertinencia.
But it was only his usual ailment. Florentino Ariza thanked God for that on Friday, at five o′clock sharp, when the maid led him through the darkness of the drawing room to the terrace in the patio, where he saw Fermina Daza sitting beside a small table set for two. She offered him tea, chocolate, or coffee. Florentino Ariza asked for coffee, very hot and very strong, and she told the maid: “The usual for me. The usual was a strong infusion of different kinds of Oriental teas, which raised her spirits after her siesta. By the time she had emptied the teapot and he the coffeepot, they had both attempted and then broken off several topics of conversation, not so much because they were really interested in them but in order to avoid others that neither dared to broach. They were both intimidated, they could not understand what they were doing so far from their youth on a terrace with checkerboard tiles in a house that belonged to no one and that was still redolent of cemetery flowers. It was the first time in half a century that they had been so close and had enough time to look at each other with some serenity, and they had seen each other for what they were: two old people, ambushed by death, who had nothing in common except the memory of an ephemeral past that was no longer theirs but belonged to two young people who had vanished and who could have been their grandchildren. She thought that he would at last be convinced of the unreality of his dream, and that this would redeem his insolence.
Para evitar silencios incómodos o temas indeseables, ella hizo preguntas obvias sobre los buques fluviales. Parecía mentira que él, siendo el dueño, sólo hubiera viajado una vez, hacía muchos años, cuando no tenía nada que ver con la empresa. Ella no sabía el motivo, y él hubiera dado el alma por decírselo. Tampoco ella conocía el río. Su marido compartía la aversión a los aires andinos, y la disimulaba con argumentos variados: los peligros de la altura para el corazón, el riesgo de una pulmonía, la doblez de la gente, las injusticias del centralismo. Así que conocían medio mundo pero no conocían su país. En la actualidad había un hidroavión Junkers que iba de pueblo en pueblo por la cuenca de La Magdalena, como un saltamontes de aluminio, con dos tripulantes, seis pasajeros y las sacas del correo. Florentino Ariza comentó: "Es como un cajón de muerto por el aire".
In order to avoid uncomfortable silences or undesirable subjects, she asked obvious questions about riverboats. It seemed incredible that he, the owner, had only traveled the river once, many years ago, before he had anything to do with the company. She did not know his reasons, and he would have been willing to sell his soul if he could have told them to her. She did not know the river either. Her husband had an aversion to the air of the Andes that he concealed with a variety of excuses: the dangers to the heart of the altitude, the risks of pneumonia, the duplicity of the people, the injustices of centralism. And so they knew half the world, but they did not know their own country. Nowadays there was a Junkers seaplane that flew from town to town along the basin of the Magdalena like an aluminum grasshopper, with two crew members, six passengers, and many sacks of mail. Florentino Ariza commented: “It is like a flying coffin.
Ella había estado en el primer viaje en globo, y no había sufrido ningún sobresalto, pero apenas si podía creer que fuera la misma que se atrevió a semejante aventura. Dijo: "Es distinto". Queriendo decir que era ella la que había cambiado, no los modos de viajar.
She had been on the first balloon flight and had experienced no fear, but she could hardly believe that she was the same person who had dared such an adventure. She said: “Things have changed. Meaning that she was the one who had changed, and not the means of transportation.
A veces la sorprendía el ruido de los aviones. Los había visto pasar muy bajos, haciendo maniobras acrobáticas, en el centenario de la muerte de El Libertador. Uno de ellos, negro como un gallinazo enorme, pasó rozando los techos de las casas de La Manga, dejó un pedazo de ala en un árbol vecino, y quedó colgado de los cables eléctricos. Pero ni aun así había asimilado Fermina Daza la existencia de los aviones. Ni siquiera había tenido la curiosidad de ir en los últimos años hasta la ensenada de Manzanillo, donde acuatizaban los hidroaviones después de que las lanchas del resguardo espantaban las canoas de pescadores y los botes de recreo, cada vez más numerosos. Así de vieja como estaba la habían escogido para recibir con un ramo de rosas a Charles Lindbergh cuando vino en su vuelo de buena voluntad, y no entendió cómo podía elevarse un hombre tan grande, tan rubio, tan guapo, dentro de un aparato que parecía de hojalata arrugada, y que dos mecánicos empujaron por la cola para ayudarlo a subir. La idea de que unos aviones que no eran mucho más grandes pudieran llevar ocho personas no le cabía en la cabeza. En cambio, había oído decir que los buques fluviales eran una delicia porque no se balanceaban como los de mar, pero tenían otros peligros más graves, como los bancos de arena y los asaltos de bandoleros.
At times the sound of airplanes took her by surprise. She had seen them flying very low and performing acrobatic maneuvers on the centenary of the death of The Liberator. One of them, as black as an enormous turkey buzzard, grazed the roofs of the houses in La Manga, left a piece of wing in a nearby tree, and was caught in the electrical wires. But not even that had convinced Fermina Daza of the existence of airplanes. In recent years she had not even had the curiosity to go to Manzanillo Bay, where seaplanes landed on the water after the police launches had warned away the fishermen′s canoes and the growing numbers of recreational boats. Because of her age, she had been chosen to greet Charles Lindbergh with a bouquet of roses when he came here on his goodwill flight, and she could not understand how a man who was so tall, so blond, so handsome, could go up in a contraption that looked as if it were made of corrugated tin and that two mechanics had to push by the tail to help lift it off the ground. She just could not get it through her head that airplanes not much larger than that one could carry eight people. On the other hand, she had heard that the riverboats were a delight because they did not roll like ocean liners, although there were other, more serious dangers, such as sandbars and attacks by bandits.
Florentino Ariza le explicó que todo eso eran leyendas de otros tiempos: los buques actuales tenían un salón de baile, camarotes tan amplios y lujosos como cuartos de hotel, con baño privado y ventiladores eléctricos, y desde la última guerra civil no había más asaltos armados. Le explicó además, con la satisfacción de un triunfo personal, que estos progresos se debían más que nada a la libertad de navegación propugnada por él, que había estimulado la competencia: en vez de una empresa única, como antes, había tres muy activas y prósperas. Sin embargo, el rápido progreso de la aviación era un peligro real para todos. Ella trató de consolarlo: los buques existirían siempre, porque no eran muchos los locos dispuestos a meterse en un aparato que parecía ser contra natura. Por último, Florentino Ariza habló de los avances del correo, tanto en el transporte como en el reparto, tratando de que ella le hablara de sus cartas. Pero no lo consiguió.
Florentino Ariza explained that those were all legends from another time: these days the riverboats had ballrooms and cabins as spacious and luxurious as hotel rooms, with private baths and electric fans, and there had been no armed attacks since the last civil war. He also explained, with the satisfaction of a personal triumph, that these advances were due more than anything else to the freedom of navigation that he had fought for and which had stimulated competition: instead of a single company, as in the past, there were now three, which were very active and prosperous. Nevertheless, the rapid progress of aviation was a real threat to all of them. She tried to console him: boats would always exist because there were not many people crazy enough to get into a contraption that seemed to go against nature. Then Florentino Ariza spoke of improvements in mail service, transportation as well as delivery, in an effort to have her talk about his letters. But he was not successful.
Poco después, sin embargo, la ocasión llegó sola. Se habían alejado mucho del tema, cuando una criada los interrumpió para entregarle a Fermina Daza una carta recibida en ese instante por el correo urbano especial, de creación reciente, que utilizaba el mismo sistema de reparto de los telegramas. Ella no pudo encontrar las gafas de leer, como le ocurría siempre. Florentino Ariza se mantuvo sereno.
Soon afterward, however, the occasion arose on its own. They had moved far afield of the subject when a maid interrupted them to hand Fermina Daza a letter that had just arrived by special urban mail, a recent creation that used the same method of distribution as telegrams. As always, she could not find her reading glasses. Florentino Ariza remained calm.
-No será necesario -dijo-: esa carta es mía.
“That will not be necessary, he said. “The letter is mine.
Así era. La había escrito el día anterior, en un terrible estado de depresión por no haber podido superar la vergüenza de su primera visita frustrada. En ella se excusaba por la impertinencia de querer visitarla sin permiso previo, y desistía del propósito de volver. La había echado en el buzón sin pensarlo dos veces, y cuando reflexionó ya era demasiado tarde para recuperarla. Sin embargo, no le parecieron necesarias tantas explicaciones, sino que le pidió a Fermina Daza el favor de no leer la carta.
And so it was. He had written it the day before, in a terrible state of depression because he could not overcome the embarrassment of his first frustrated visit. In it he begged her pardon for the impertinence of attempting to visit her without first obtaining her permission, and he promised never to return. He had mailed it without thinking, and when he did have second thoughts it was too late to retrieve it. But he did not believe so many explanations were necessary, and he simply asked Fermina Daza please not to read the letter.
-Claro -dijo ella-. Al fin y al cabo, las cartas son del que las escribe. ¿No es cierto?
“Of course, she said. “After all, letters belong to the person who writes them. Don′t you agree?
Él dio un paso firme.
He made a bold move.
-Así es -dijo-. Por eso es lo primero que se devuelve cuando hay una ruptura.
“I do, he said. “That is why they are the first things returned when an affair is ended.
Ella pasó por alto la intención y le devolvió la carta, diciendo: "Es una lástima que no pueda leerla, porque las otras me han servido mucho". Él respiró a fondo, sorprendido de que ella hubiera dicho de un modo tan espontáneo mucho más de lo que él esperaba, y le dijo: "No se imagina qué feliz me hace saberlo". Pero ella cambió el tema, y él no consiguió que lo reanudara en el resto de la tarde.
She ignored his hidden intentions and returned the letter to him, saying: “It is a shame that I cannot read it, because the others have helped me a great deal. He took a deep breath, astounded that she had said so much more than he had hoped for in so spontaneous a manner, and he said: “You cannot imagine how happy I am to know that. But she changed the subject, and he could not manage to bring it up again for the rest of the afternoon.
Se despidió pasadas las seis, cuando empezaron a encender las luces de la casa. Se sentía más seguro, pero sin demasiadas ilusiones, porque no olvidaba el carácter voluble y las reacciones imprevistas de Fermina Daza a los veinte años, y no tenía razones para pensar que hubiera cambiado. Por eso se atrevió a preguntarle con una humildad sincera si podía volver otro día, y la respuesta volvió a sorprenderlo.
He left well after six o′clock, as they were beginning to turn on the lights in the house. He felt more secure but did not have many illusions, because he could not forget Fermina Daza′s fickle character and unpredictable reactions at the age of twenty, and he had no reason to think that she had changed. Therefore he risked asking, with sincere humility, if he might return another day, and once again her reply took him by surprise.
-Vuelva cuando quiera -dijo ella-—. Casi siempre estoy sola.
“Come back whenever you like, she said. “I am almost always alone.
Cuatro días después, el martes, volvió sin anunciarse, y ella no esperó a que sirvieran el té para hablarle de cuánto le habían servido sus cartas. Él dijo que no eran cartas en un sentido estricto, sino hojas sueltas de un libro que le hubiera gustado escribir. También ella lo había entendido así. Tanto, que pensaba devolvérselas, si él no lo tomaba como un desaire′ para que les diera un mejor destino. Siguió hablando del bien que le habían hecho en el duro trance que estaba viviendo, y lo hacía con tanto entusiasmo, con tanta gratitud, tal vez con tanto afecto, que Florentino Ariza se atrevió a dar algo más que un paso en firme: un salto mortal.
Four days later, on Tuesday, he returned unannounced, and she did not wait for the tea to be served to tell him how much his letters had helped her. He said that they were not letters in the strict sense of the word, but pages from a book that he would like to write. She, too, had understood them in that way. In fact, she had intended to return them, if he would not take that as an insult, so that they could be put to better use. She continued speaking of how they had helped her during this difficult time, with so much enthusiasm, so much gratitude, perhaps with so much affection, that Florentino Ariza risked something more than a bold move: it was a somersault.
-Antes nos tuteábamos -dijo.
“We called each other tú before, he said.
Era una palabra prohibida: antes. Ella sintió pasar el ángel quimérico del pasado, y trató de eludirlo. Pero él fue más a fondo: "Quiero decir, en nuestras cartas de antes". Ella se disgustó, y tuvo que hacer un esfuerzo serio para que no se le notara. Pero él se dio cuenta, y comprendió que debía avanzar con más tacto, aunque el tropiezo le enseñó que ella seguía siendo tan arisca como cuando era joven, pero había aprendido a serlo con dulzura.
It was a forbidden word: “before. She felt the chimerical angel of the past flying overhead, and she tried to elude it. But he went even further: “Before, I mean, in our letters. She was annoyed, and she had to make a serious effort to conceal it. But he knew, and he realized that he had to move with more tact, although the blunder showed him that her temper was still as short as it had been in her youth although she had learned to soften it.
-Quiero decir — dijo él- que estas cartas son otra cosa muy distinta.
“I mean, he said, “that these letters are something very different.
-Todo ha cambiado en el mundo -dijo ella.
“Everything in the world has changed, she said.
-Yo no -dijo él-. ¿Y usted?
“I have not, he said. “Have you?
Ella se quedó con la segunda taza de té a mitad de camino y lo increpó con unos ojos que habían sobrevivido a la inclemencia.
She sat with her second cup of tea halfway to her mouth and rebuked him with eyes that had survived so many inclemencies.
-Ya da lo mismo -dijo-. Acabo de cumplir setenta y dos años.
“By now it does not matter, she said. “I have just turned seventy-two.
Florentino Ariza recibió el golpe en el centro del corazón. Hubiera querido encontrar una réplica con la rapidez y el instinto de una saeta, pero lo venció el peso de la edad: nunca se había sentido tan agotado con una conversación tan breve, le dolía el corazón, y cada golpe repercutía con una resonancia metálica en sus arterias. Se sintió viejo, triste, inútil, y con unos deseos de llorar tan urgentes que no pudo hablar más. Terminaron la segunda taza en un silencio surcado de presagios, y cuando ella volvió a hablar fue para pedirle a una criada que le llevara la carpeta de las cartas. Él estuvo a punto de pedirle que las guardara para ella, pues había dejado copias de papel carbón, pero pensó que esta precaución iba a parecer innoble. No había nada más que hablar. Antes de despedirse, él sugirió volver el otro martes a la misma hora. Ella se preguntó si debía ser tan condescendiente.
Florentino Ariza felt the blow in the very center of his heart. He would have liked to find a reply as rapid and well aimed as an arrow, but the burden of his age defeated him: he had never been so exhausted by so brief a conversation, he felt pain in his heart, and each beat echoed with a metallic resonance in his arteries. He felt old, forlorn, useless, and his desire to cry was so urgent that he could not speak. They finished their second cup in a silence furrowed by presentiments, and when she spoke again it was to ask a maid to bring her the folder of letters. He was on the verge of asking her to keep them for herself, since he had made carbon copies, but he thought this precaution would seem ignoble. There was nothing else to say. Before he left he suggested coming back on the following Tuesday at the same time. She asked herself whether she should be so acquiescent.
“I don′t see what sense so many visits would make, she said.
-Yo no había pensado que tuvieran ninguno -dijo él.
“I hadn′t thought they made any sense, he said.
De modo que volvió el martes a las cinco, y luego todos los martes siguientes, sin la convención del anuncio, porque las visitas semanales se habían incorporado a la rutina de ambos al final del segundo mes. Florentino Ariza llevaba galletitas inglesas para el té, castañas confitadas, aceitunas griegas, pequeñas delicias de salón que encontraba en los transatlánticos. Un martes le llevó la copia del retrato de ella e Hildebranda, tomado por el fotógrafo belga hacía más de medio siglo, que él había comprado por quince céntimos en un remate de tarjetas postales del Portal de los Escribanos. Fermina Daza no pudo entender cómo había llegado hasta allí, ni él pudo entenderlo sino como un milagro del amor. Una mañana, mientras cortaba rosas de su jardín, Florentino Ariza no pudo resistir la tentación de llevarle una en la próxima visita. Fue un problema difícil en el lenguaje de las flores por tratarse de una viuda reciente. Una rosa roja, símbolo de una pasión en llamas, podía ser ofensiva para su luto. Las rosas amarillas, que en otro lenguaje eran las flores de la buena suerte, eran una expresión de celos en el vocabulario común. Alguna vez le habían hablado de las rosas negras de Turquía, que tal vez fueran las mas indicadas, pero no había Podido conseguirlas para aclimatarlas en su patio.
And so he returned on Tuesday at five o′clock, and then every Tuesday after that, and he ignored the convention of notifying her, because by the end of the second month the weekly visits had been incorporated into both their routines. Florentino Ariza brought English biscuits for tea, candied chestnuts, Greek olives, little salon delicacies that he would find on the ocean liners. One Tuesday he brought her a copy of the picture of her and Hildebranda taken by the Belgian photographer more than half a century before, which he had bought for fifteen centavos at a postcard sale in the Arcade of the Scribes. Fermina Daza could not understand how it had come to be there, and he could only understand it as a miracle of love. One morning, as he was cutting roses in his garden, Florentino Ariza could not resist the temptation of taking one to her on his next visit. It was a difficult problem in the language of flowers because she was a recent widow. A red rose, symbol of flaming passion, might offend her mourning. Yellow roses, which in another language were the flowers of good fortune, were an expression of jealousy in the common vocabulary. He had heard of the black roses of Turkey, which were perhaps the most appropriate, but he had not been able to obtain any for acclimatization in his patio.
Después de mucho pensarlo se arriesgó con una rosa blanca, que le gustaban menos que las otras, por insípidas y mudas: no decían nada. A última hora, por si Fermina Daza tenía la malicia de darles algún sentido, le quitó las espinas.
After much thought he risked a white rose, which he liked less than the others because it was insipid and mute: it did not say anything. At the last minute, in case Fermina Daza was suspicious enough to attribute some meaning to it, he removed the thorns.
Fue bien recibida, como un regalo sin intenciones ocultas, y así se enriqueció el ritual de los martes. Tanto, que cuando él llegaba con la rosa blanca ya estaba preparado el florero con agua en el centro de la mesita del té. Un martes cualquiera, al poner la rosa, él dijo de un modo que pareciera casual:
It was well received as a gift with no hidden intentions, and the Tuesday ritual was enriched, so that when he would arrive with the white rose, the vase filled with water was ready in the center of the tea table. One Tuesday, as he placed the rose in the vase, he said in an apparently casual manner:
-En nuestros tiempos no se llevaban rosas sino camelias.
“In our day it was camellias, not roses.
-Es cierto -dijo ella-, pero la intención era otra, y usted lo sabe.
“That is true, she said, “but the intention was different, and you know it.
Así fue siempre: él intentaba avanzar y ella le cerraba el paso. Pero en esta ocasión, a pesar de la respuesta puntual, Florentino Ariza se dio cuenta de que había dado en el blanco, porque ella tuvo que volver la cara para que no se le notara el rubor. Un rubor ardiente, juvenil, con vida propia, cuya impertinencia le revolvió el disgusto contra sí misma. Florentino Ariza tuvo buen cuidado de derivar hacia otros temas menos ásperos, pero su gentileza fue tan evidente que ella se supo descubierta, y eso aumentó su rabia. Fue un mal martes. Ella estuvo a punto de pedirle que no volviera más, pero la idea de una pelea de novios le pareció tan ridicula a la edad y en la situación de ambos, que le causó una crisis de risa. El martes siguiente, cuando Florentino Ariza ponía la rosa en el florero, ella se escudriñó la conciencia y comprobó con alegría que no le quedaba de la semana anterior ni el menor vestigio de resentimiento.
That is how it always was: he would attempt to move forward, and she would block the way. But on this occasion, despite her ready answer, Florentino Ariza realized that he had hit the mark, because she had to turn her face so that he would not see her blush. A burning, childish blush, with a life of its own and an insolence that turned her vexation on herself. Florentino Ariza was very careful to move to other, less offensive topics, but his courtesy was so obvious that she knew she had been found out, and that increased her anger. It was an evil Tuesday. She was on the point of asking him not to return, but the idea of a lovers′ quarrel seemed so ridiculous at their age and in their circumstances that it provoked a fit of laughter. The following Tuesday, when Florentino Ariza was placing the rose in the vase, she examined her conscience and discovered to her joy that not a vestige of resentment was left over from the previous week.
Las visitas empezaron a adquirir muy pronto una incómoda amplitud familiar, pues el doctor Urbino Daza y su esposa aparecían a veces como por casualidad, y se quedaban jugando barajas. Florentino Ariza no sabía jugar, pero Fermina le enseñó en una sola visita, y ambos les mandaron a los esposos Urbino Daza un desafío escrito para el martes siguiente. Eran encuentros tan agradables para todos, que se oficializaron con tanta rapidez como las visitas, y se establecieron normas para los aportes de cada uno. El doctor Urbino Daza y su esposa, que era una repostera excelente, contribuían con tartas originales, cada vez distintas. Florentino Ariza siguió llevando las curiosidades que encontraba en los barcos de Europa, y Fermina Daza se las ingeniaba para procurarse cada semana una sorpresa nueva. Los torneos se jugaban el tercer martes de cada mes, y no se hacían apuestas en dinero, pero al perdedor se le imponía una contribución especial para la partida siguiente.
His visits soon began to acquire an awkward familial amplitude, for Dr. Urbino Daza and his wife would sometimes appear as if by accident, and they would stay to play cards. Florentino Ariza did not know how to play, but Fermina taught him in just one visit and they both sent a written challenge to the Urbino Dazas for the following Tuesday. The games were so pleasant for everyone that they soon became as official as his visits, and patterns were established for each person′s contribution. Dr. Urbino and his wife, who was an excellent confectioner, brought exquisite pastries, a different one each time. Florentino Ariza continued to bring delicacies from the European ships, and Fermina Daza found a way to contribute a new sur prise each time. They played on the third Tuesday of every month, and although they did not wager with money, the loser was obliged to contribute something special to the next game.
El doctor Urbino Daza correspondía a su imagen pública: era de recursos escasos, de maneras torpes, y sufría de unos sobresaltos súbitos, ya fueran de alegría o de disgusto, y de unos rubores inoportunos que hacían temer por su fortaleza mental. Pero era sin lugar a dudas, y se le notaba demasiado a primera vista, lo que Florentino Ariza temía más que se dijera de él: un hombre bueno. Su mujer, en cambio, era vivaz y con una chispa plebeya, oportuna y certera, que le daba un toque más humano a su elegancia. No podía desearse una pareja mejor para jugar a las cartas, y la insaciable necesidad de amor de Florentino Ariza quedó colmada con la ilusión de sentirse en familia.
There was no difference between Dr. Urbino Daza and his public image: his talents were limited, his manner awkward, and he suffered from sudden twitching, caused by either happiness or annoyance, and from inopportune blushing, which made one fear for his mental fortitude. But it was evident on first meeting him that he was, beyond the shadow of a doubt, what Florentino Ariza most feared people would call him: a good man. His wife, on the other hand, was vivacious and had a plebeian spark of sharp wit that gave a more human note to her elegance. One could not wish for a better couple to play cards with, and Florentino Ariza′s insatiable need for love overflowed with the illusion of feeling that he was part of a family.
Una noche, cuando salían juntos de la casa, el doctor Urbino Daza le pidió que almorzara con él: "Mañana, a las doce y media en punto, en el Club Social". Era un manjar exquisito con un vino envenenado: el Club Social se reservaba el derecho de admisión por motivos diversos, y uno de los más importantes era la condición de hijo natural. El tío León XII había tenido experiencias irritantes en ese sentido, y el mismo Florentino Ariza había sufrido la vergüenza de que lo hicieran salir cuando ya estaba sentado a la mesa, por invitación de un socio fundador. Éste, a quien Florentino Ariza le hacía favores difíciles en el comercio fluvial, no tuvo más recurso que llevarlo a comer a otra parte.
One night, as they were leaving the house together, Dr. Urbino Daza asked him to have lunch with him: “Tomorrow, at twelve-thirty, at the Social Club. It was an exquisite dish served with a poisonous wine: the Social Club reserved the right to refuse admission for any number of reasons, and one of the most important was illegitimate birth. Uncle Leo XII had experienced great annoyance in this regard, and Florentino Ariza himself had suffered the humiliation of being asked to leave when he was already sitting at the table as the guest of one of the founding members, fo r whom Florentino Ariza had performed complex favors in the area of river commerce, and who had no other choice but to take him elsewhere to eat.
-Los que hacemos los reglamentos somos los más obligados a cumplirlos -le dijo.
“Those of us who make the rules have the greatest obligation to abide by them, he had said to him.
No obstante, Florentino Ariza corrió el riesgo con el doctor Urbino Daza, y fue recibido con un tratamiento especial, aunque no le pidieron firmar el libro de oro de los invitados notables. El almuerzo fue breve, de los dos solos, y transcurrió en tono menor. Los temores que inquietaban a Florentino Ariza desde la tarde anterior en relación con aquel encuentro, se disiparon con la copa de oporto del aperitivo. El doctor Urbino Daza quería hablarle de su madre. Por lo mucho que le dijo, Florentino Ariza se dio cuenta de que ella le había hablado de él. Y algo todavía más sorprendente: le había mentido en favor suyo. Le contó que eran amigos desde niños, que jugaban juntos desde que ella llegó de San Juan de la Ciénaga, que era él quien le había iniciado en sus primeras lecturas, por lo cual le guardaba una vieja gratitud. Le había dicho además que a menudo, cuando ella salía de la escuela, pasaba muchas horas con Tránsito Ariza haciendo prodigios de bordado en la mercería, pues era una maestra notable, y que si no había seguido viendo a Florentino Ariza con la misma frecuencia no había sido por su gusto sino por la divergencia de sus vidas.
Nevertheless Florentino Ariza took the risk with Dr. Urbino Daza, and he was welcomed with special deference, although he was not asked to sign the gold book for notable guests. The lunch was brief, there were just the two of them, and its tone was subdued. The fears regarding the meeting that had troubled Florentino Ariza since the previous afternoon vanished with the port he had as an aperitif. Dr. Urbino Daza wanted to talk to him about his mother. Because of everything that he said, Florentino Ariza realized that she had spoken to her son about him. And something still more surprising: she had lied on his behalf. She told him that they had been childhood friends, playmates from the time of her arrival from San Juan de la Ciénaga, and that he had introduced her to reading, for which she was forever grateful. She also told him that after school she had often spent long hours in the notions shop with Tránsito Ariza, performing prodigious feats of embroidery, for she had been a notable teacher, and that if she had not continued seeing Florentino Ariza with the same frequency, it had not been through choice but because of how their lives had diverged.
Antes de llegar al fondo de sus propósitos, el doctor Urbino Daza hizo algunas divagaciones sobre la vejez. Pensaba que el mundo iría más rápido sin el estorbo de los ancianos. Dijo: "La humanidad, como los ejércitos en campaña, avanza a la velocidad del más lento". Preveía un futuro más humanitario, y por lo mismo más civilizado, en que los seres humanos fueran aislados en ciudades marginales desde las que no pudieran valerse de sí mismos, para evitarles la vergüenza, los sufrimientos, la soledad espantosa de la vejez. Desde el punto de vista médico, según él, el límite podían ser los sesenta años. Pero mientras se llegaba a ese grado de caridad, la única solución eran los asilos, donde los ancianos se consolaban los unos a los otros, se identificaban en sus gustos y sus aversiones, en sus resabios y sus tristezas, a salvo de las discordias naturales con las generaciones siguientes. Dijo: "Los viejos, entre viejos, son menos viejos". Pues bien: el doctor Urbino Daza quería agradecerle a Florentino Ariza la buena compañía que le daba a su madre en la soledad de la viudez, le suplicaba que siguiera haciéndolo para bien de ambos y comodidad de todos, y que tuviera paciencia con sus humores seniles. Florentino Ariza se sintió aliviado con la solución de la entrevista. "Esté tranquilo -le dijo-. Soy cuatro años mayor que ella, y no sólo ahora, sino desde antes, mucho antes que usted naciera." Luego cedió a la tentación de desahogarse con una puntada de ironía.
Before he came to the heart of his intentions, Dr. Urbino Daza made several digressions on the subject of aging. He thought that the world would make more rapid progress without the burden of old people. He said: “Humanity, like armies in the field, advances at the speed of the slowest. He foresaw a more humanitarian and by the same token a more civilized future in which men and women would be isolated in marginal cities when they could no longer take care of themselves so that they might be spared the humiliation, suffering, and frightful loneliness of old age. From the medical point of view, according to him, the proper age limit would be seventy. But until they reached that degree of charity, the only solution was nursing homes, where the old could console each other and share their likes and dislikes, their habits and sorrows, safe from their natural disagreements with the younger generation. He said: “Old people, with other old people, are not so old. Well, then: Dr. Urbino Daza wanted to thank Florentino Ariza for the good companionship he gave his mother in the solitude of her widowhood, he begged him to continue doing so for the good of them both and the convenience of all, and to have patience with her senile whims. Florentino Ariza was relieved with the outcome of their interview. “Don′t worry, he said. “I am now four years older than she is, and have been since long, long before you were born. Then he succumbed to the temptation of giving vent to his feelings with an ironic barb.
-En la sociedad del futuro -concluyó-, usted tendría que ir ahora al camposanto, a llevarnos a ella y a mí un ramo de anturios para el almuerzo.
“In the society of the future, he concluded, “you would have to visit the cemetery now to bring her and me a bouquet of arum lilies for lunch.
El doctor Urbino Daza no había reparado hasta entonces en la inconveniencia de su profecía, y se metió por un desfiladero de explicaciones que acabaron de enredarlo. Pero Florentino Ariza lo ayudó a salir. Estaba radiante, pues sabía que tarde o temprano iba a tener un encuentro como aquel con el doctor Urbino Daza, para cumplir con un requisito social ineludible: la petición formal de la mano de su madre. El almuerzo fue muy alentador, no sólo por el motivo mismo, sino porque le demostró qué fácil y bien recibida iba a ser aquella petición inexorable. Si hubiera contado con el consentimiento de Fermina Daza, ninguna ocasión hubiera sido más propicia. Más aún: después de lo que habían hablado en aquel almuerzo histórico, el formalismo de la solicitud salía sobrando.
Until that moment Dr. Urbino Daza had not noticed the inappropriateness of his prognostications, and he became enmeshed in a long series of explanations that only made matters worse. But Florentino Ariza helped him to extricate himself. He was radiant, for he knew that sooner or later he was going to have another meeting like this one with Dr. Urbino Daza in order to satisfy an unavoidable social convention: the formal request for his mother′s hand in marriage. The lunch had been very encouraging, not only in and of itself but because it showed him how simple and well received that inexorable request was going to be. If he could have counted on Fermina Daza′s consent, no occasion would have been more propitious. Moreover, after their conversation at this historic lunch, the formality of a request was almost de trop.
Florentino Ariza subía y bajaba las escaleras con un cuidado especial, aun siendo joven, porque siempre había pensado que la vejez empezaba con una primera caída sin importancia, y la muerte seguía con la segunda. Más peligrosa que todas las escaleras le parecía la de sus oficinas, por empinada y de espacios estrechos, y desde mucho antes que tuviera que forzarse para no arrastrar los pies la subía mirando bien los peldaños y agarrado del barandal con ambas manos. Muchas veces le sugirieron cambiarla por otra escalera menos arriesgada, pero la decisión quedaba siempre para el mes entrante, porque a él le parecía una concesión a la vejez. A medida que pasaban los años demoraba más para subir, no porque le costara más trabajo, como él se apresuraba a explicar, sino porque cada vez subía con más cuidado. Sin embargo, la tarde en que regresó del almuerzo con el doctor Urbino Daza, después de la copa de oporto del aperitivo y medio vaso de vino tinto con la comida, y sobre todo después de la conversación triunfal, trató de alcanzar el tercer peldaño con un paso de baile tan juvenil que se dobló el tobillo izquierdo, cayó de espaldas, y no se mató de milagro. En el momento en que caía tuvo bastante lucidez para pensar que no iba a morir de aquel tropiezo, porque no era posible en la lógica de la vida que dos hombres que habían amado tanto durante tantos años a la misma mujer, pudieran morir del mismo modo con sólo un año de diferencia. Tuvo razón. Le pusieron una coraza de yeso desde el pie hasta la pantorrilla, y lo obligaron a permanecer inmóvil en la cama, pero siguió más vivo que antes de la caída. Cuando el médico le ordenó los sesenta días de invalidez, no pudo creer en tanta desdicha.
Even in his youth Florentino Ariza climbed up and down stairs with special care, for he had always believed that old age began with one′s first minor fall and that death came with the second. The staircase in his offices seemed the most dangerous of all to him because it was so steep and narrow, and long before he had to make a special effort not to drag his feet, he would climb it with his eyes fixed on each step and both hands clutching the banister. It had often been suggested that he replace it with one that was less dangerous, but he always put off the decision until next month because he thought it was a concession to old age. As the years passed, it took him longer and longer to walk up the stairs, not because it was harder for him, as he himself hurried to explain, but because he used greater and greater care in the climb. Nevertheless, on the afternoon when he returned from lunch with Dr. Urbino Daza, after the aperitif of port and half a glass of red wine with the meal, and above all after their triumphal conversation, he tried to reach the third stair with so youthful a dance step that he twisted his left ankle, fell backward, and only by a miracle did not kill himself. As he was falling he had enough lucidity to think that he was not going to die of this accident because the logic of life would not allow two men, who had loved the same woman so much for so many years, to die in the same way within a year of each other. He was right. He was put into a plaster cast from his foot to his calf and forced to remain immobile in bed, but he was livelier than he had been before his fall. When the doctor ordered sixty days of convalescence, he could not believe his misfortune.
-No me haga esto, doctor -le imploró—-. Dos meses de los míos son como diez años de los suyos.
“Don′t do this to me, Doctor, he begged. “Two months for me are like ten years for you.
Varias veces trató de levantarse cargando la pierna de estatua con las dos manos, y siempre lo venció la realidad. Pero cuando por fin volvió a caminar con el tobillo todavía dolorido y la espalda en carne viva, tuvo motivos de sobra para creer que el destino había premiado su perseverancia con una caída providencial.
He tried to get up several times, holding his leg that was like a statue′s, with both hands, and reality always defeated him. But when at last he walked again, his ankle still painful and his back raw, he had more than enough reasons to believe that destiny had rewarded his perseverance with a providential fall.
Su día peor fue el primer lunes. El dolor había cedido, y el pronóstico médico era muy alentador, pero él se negaba a aceptar el fatalismo de no ver a Fermina Daza la tarde siguiente, por primera vez en cuatro meses. No obstante, después de una siesta de resignación se sometió a la realidad y le escribió una esquela de excusa. La escribió a mano, en papel perfumado y con tinta luminosa para leer en la oscuridad, y dramatizó sin pudores la gravedad del percance tratando de suscitar su compasión. Ella le contestó dos días más tarde, muy conmovida, muy amable, pero sin una palabra de más ni de menos, como en los grandes días del amor. Él atrapó al vuelo la ocasión y le volvió a escribir. Cuando ella le contestó por segunda vez, él decidió ir mucho más lejos que en las conversaciones cifradas de los martes, y se hizo instalar un teléfono junto a la cama con el pretexto de vigilar el curso diario de la empresa. Pidió a la operadora central que lo comunicara con el número de tres cifras que sabía de memoria desde que llamó por primera vez. La voz de timbres apagados, tensa por el misterio de la distancia, la voz amada contestó, reconoció la otra voz, y se despidió después de tres frases convencionales de saludo. Florentino Ariza quedó desconsolado por su indiferencia: estaban otra vez en el principio.
The first Monday was his worst day. The pain had eased and the medical prognosis was very encouraging, but he refused to accept the fatality of not seeing Fermina Daza the following afternoon for the first time in four months. Nevertheless, after a resigned siesta, he submitted to reality and wrote her a note excusing himself. He wrote it by hand on perfumed paper and in luminous ink so that it could be read in the dark, and with no sense of shame he dramatized the gravity of his accident in an effort to arouse her compassion. She answered him two days later, very sympathetic, very kind, without one word extra, just as in the great days of their love. He seized the opportunity as it flew by and wrote to her again. When she answered a second time, he decided to go much further than in their coded Tuesday conversations, and he had a telephone installed next to his bed on the pretext of keeping an eye on the company′s daily affairs. He asked the operator to connect him with the three-digit number that he had known by heart since the first time he dialed it. The quiet voice strained by the mystery of distance, the beloved voice answered, recognized the other voice, and said goodbye after three conventional phrases of greeting. Florentino Ariza was devastated by her indifference: they were back at the beginning.
Dos días después, sin embargo, recibió una carta de Fermina Daza en la cual le suplicaba no llamarla más. Sus razones eran válidas. Había tan pocos teléfonos en la ciudad, que la comunicación se hacía a través de una operadora que conocía a todos los abonados, su vida y sus milagros, y no importaba si no estaban en casa: los encontraba donde estuvieran. A cambio de tanta eficacia, se mantenía enterada de las conversaciones, descubría los secretos de la vida privada, los dramas mejor guardados, y no era raro que intercediera en un diálogo para introducir su punto de vista o apaciguar los ánimos. Por otra parte, en el curso de aquel año se había fundado La justicia, un diario vespertino cuya finalidad única era fustigar a las familias de apellidos largos, con nombres propios y sin consideraciones de ninguna índole, como represalia del propietario porque sus hijos no habían sido admitidos en el Club Social. A pesar de la limpieza de su vida, Fermina Daza se cuidaba entonces más que nunca de cuanto hablaba o hacía, aun con sus amistades íntimas. De modo que siguió ligada a Florentino Ariza por el hilo anacrónico de las cartas. La correspondencia de ida y vuelta llegó a ser tan frecuente e intensa, que él se olvidó de su pierna, del castigo de la cama, se olvidó de todo, y se consagró por completo a escribir en una mesita portátil de las que usaban en los hospitales para la comida de los enfermos.
Two days later, however, he received a letter from Fermina Daza in which she begged him not to call again. Her reasons were valid. There were so few telephones in the city that all communication took place through an operator who knew all the subscribers, their lives, their miracles, and it did not matter if they were not at home: she would find them wherever they might be. In return for such efficiency she kept herself informed of their conversations, she uncovered the secrets, the best-kept dramas of their private lives, and it was not unusual for her to interrupt a conversation in order to express her point of view or to calm tempers. Then, too, that year marked the founding of Justice, an evening newspaper whose sole purpose was to attack the families with long last names, inherited and unencumbered names, which was the publisher′s revenge because his sons had not been admitted to the Social Club. Despite her unimpeachable life, Fermina Daza was more careful now than ever of everything she said or did, even with her closest friends. So that she maintained her connection to Florentino Ariza by means of the anachronistic thread of letters. The correspondence back and forth became so frequent and intense that he forgot about his leg and the chastisement of the bed, he forgot about everything, and he dedicated himself totally to writing on the kind of portable table used in hospitals to serve meals to patients.
Volvieron a tutearse, volvieron a intercambiar comentarios sobre sus vidas como en las cartas de antes, pero Florentino Ariza trató de ir otra vez con demasiada prisa: escribió el nombre de ella con puntadas de alfiler en los pétalos de una camelia, y se la mandó en una carta. Dos días después la recibió de vuelta sin ningún comentario. Fermina Daza no podía evitarlo: todo aquello le parecían cosas de niños. Más aún cuando Florentino Ariza insistió en evocar sus tardes de versos melancólicos en el parquecito de Los Evangelios, los escondites de las cartas en el camino de la escuela, las clases de bordado bajo los almendros. Con el dolor de su alma, ella lo puso en su puesto con una pregunta que parecía casual en medio de otros comentarios triviales: "¿Por qué te empeñas en hablar de lo que no existe?". Más tarde le reprochó la terquedad estéril de no dejarse envejecer con naturalidad. Esa era, según ella, la causa de su precipitación y sus descalabros constantes en la evocación del pasado. No entendía cómo un hombre capaz de hacer las reflexiones que tanto apoyo le habían dado para sobrellevar la viudez, se enredaba de aquel modo infantil cuando trataba de aplicarlas a su propia vida.
They called each other tú again, again they exchanged commentaries on their lives as they had done once before in their letters, and again Florentino Ariza tried to mo ve too quickly: he wrote her name with the point of a pin on the petals of a camellia and sent it to her in a letter. Two days later it was returned with no message. Fermina Daza could not help it: all that seemed like children′s games to her, most of all when Florentino Ariza insisted on evoking the afternoons of melancholy verses in the Park of the Evangels, the letters hidden along her route to school, the embroidery lessons under the almond trees. With sorrowing heart she reprimanded him in what appeared to be a casual question in the midst of other trivial remarks: “Why do you insist on talking about what does not exist? Later she reproached him for his fruitless insistence on not permitting himself to grow old in a natural way. This was, according to her, the reason for his haste and constant blundering as he evoked the past. She could not understand how a man capable of the thoughts that had given her the strength to endure her widowhood could become entangled in so childish a manner when he attempted to apply them to his own life.
Los papeles se invirtieron. Entonces fue ella la que trató de darle ánimos nuevos para ver el futuro, con una frase que él, en su prisa atolondrada, no supo descifrar: Deja que el tiempo pase y ya veremos lo que trae. Pues nunca fue tan buen alumno como ella. La inmovilidad forzosa, la certidumbre cada día más lúcida de la fugacidad del tiempo, los deseos locos de verla, todo le demostraba que sus temores de la caída habían sido más certeros y trágicos de lo que había previsto. Por primera vez empezó a pensar de un modo racional en la realidad de la muerte.
Their roles were reversed. Now it was she who tried to give him new courage to face the future, with a phrase that he, in his reckless haste, could not decipher: Let time passand we will see what it brings. For he was never as good a student as she was. His forced immobility, the growing lucidity of his conviction that time was fleeting, his mad desire to see her, everything proved to him that his fear of falling had been more accurate and more tragic than he had foreseen. For the first time, he began to think in a reasoned way about the reality of death.
Leona Cassiani lo ayudaba a bañarse y a cambiarse de piyama cada dos días, le aplicaba las lavativas, le ponía el orinal portátil, le aplicaba compresas de árnica en las úlceras de la espalda, le daba masajes por consejo médico para evitar que la inmovilidad le causara otros males peores. Los sábados y domingos la relevaba América Vicuña, que en diciembre de aquel año debía recibir su grado de maestra. Él le había prometido mandarla a un curso superior en Alabama por cuenta de la compañía fluvial, en parte para amordazar la conciencia, y sobre todo para no enfrentarse a los reproches que ella no encontraba cómo hacer, ni a las explicaciones que él estaba debiéndole. Nunca se imaginó cuánto sufría ella en sus insomnios del internado, en sus fines de semana sin él, en su vida sin él, porque nunca se imaginó cuánto lo amaba. Sabía por una carta oficial del colegio que del primer lugar que ella ocupaba siempre había pasado al último, y estaba a punto de ser reprobada en los exámenes finales. Pero eludió su deber de acudiente: no les informó nada a los padres de América Vicuña, impedido por un sentimiento de culpa que trataba de escamotear, ni lo comentó tampoco con ella, por un temor bien fundado de que pretendiera implicarlo en su fracaso. Así que dejó las cosas como estaban. Sin darse cuenta, empezaba a diferir sus problemas con la esperanza de que los resolviera la muerte.
Leona Cassiani helped him to bathe and to change his pajamas every other day, she gave him his enemas, she held the portable urinal for him, she applied arnica compresses to the bedsores on his back, she gave him the massages recommended by the doctor so that his immobility would not cause other, more severe ailments. On Satur days and Sundays she was relieved by América Vicuña, who was to receive her teaching degree in December of that year. He had promised to send her to Alabama for further study, at the expense of the river company, in part to quiet his conscience and above all in order not to face either the reproaches that she did not know how to make to him or the explanations that he owed to her. He never imagined how much she suffered during her sleepless nights at school, during the weekends without him, during her life without him, because he never imagined how much she loved him. He had been informed in an official letter from the school that she had fallen from her perpetual first place in the class to last, and that she had almost failed her final examinations. But he ignored his duty as guardian: he said nothing to América Vicuña′s parents, restrained by a sense of guilt that he tried to elude, and he did not discuss it with her because of a well- founded fear that she would try to implicate him in her failure. And so he left things as they were. Without realizing it, he was beginning to defer his problems in the hope that death would resolve them.
No sólo las dos mujeres que se ocupaban de él, sino el mismo Florentino Ariza, se sorprendían de cuánto había cambiado. Apenas diez años antes había asaltado a una de sus criadas detrás de la escalera principal de la casa, vestida y de pie, y en menos tiempo que un gallo filipino la dejó en estado de gracia. Tuvo que regalarle una casa amueblada para que jurara que el autor de su deshonra fue un medio novio dominical que ni siquiera la había besado, y el padre y los tíos de ella, que eran buenos macheteros de zafra, los obligaron a casarse. No parecía posible que fuera el mismo hombre, aquel que manoseaban al derecho y al revés dos mujeres que hacía apenas unos meses lo hacían temblar de amor, que lo jabonaban por arriba y por debajo, lo secaban con toallas de algodón egipcio y le daban masajes de cuerpo entero, sin que soltara un suspiro de turbación. Cada quien tenía una explicación distinta para su inapetencia. Leona Cassiani pensaba que eran los preludios de la muerte. América Vicuña le atribuía un origen oculto cuya traza no acertaba a desentrañar. Sólo él sabía la verdad, y tenía nombre propio. De todos modos era injusto: más padecían ellas sirviéndole que él siendo tan bien servido.
The two women who took care of him, and Florentino Ariza himself, were surprised at how much he had changed. Less than ten years before, he had assaulted one of the maids behind the main staircase in the house, dressed and standing as she was, and in less time than a Filipino rooster he had left her in a family way. He had to give her a furnished house in exchange for her swearing that the author of her dishonor was a part-time, Sunday sweetheart who had never even kissed her, and her father and uncles, who were proficient sugarcane cutters, forced them to marry. It did not seem possible that this could be the same man, this man handled front and back by two women who just a few months earlier had made him tremble with love and who now soaped him above his waist and below, dried him with towels of Egyptian cotton, and massaged his entire body, while he did not emit a single sigh of passion. Each of them had a different explanation for his lack of desire. Leona Cassiani thought it was the prelude to death. América Vicuña attributed it to a hidden cause whose intricacies she could not decipher. He alone knew the truth, and it had its own name. In any case, it was unfair: they suffered more in serving him than he did in being so well served.
Sólo tres martes le bastaron a Fermina Daza para darse cuenta de la falta que le hacían las visitas de Florentino Ariza. Lo pasaba muy bien con las amigas asiduas, mejor aún a medida que el tiempo la alejaba de las costumbres del esposo. Lucrecia del Real del Obispo había ido a Panamá a hacerse ver de un dolor de oído que no cedía con nada, y regresó muy aliviada al cabo de un mes, pero oyendo menos que antes con una trompetita que se ponía en la oreja. Fermina Daza era la amiga que toleraba mejor sus confusiones de preguntas y respuestas, y esto estimulaba tanto a Lucrecia que casi no había día en que no apareciera por allí a cualquier hora. Pero Fermina Daza no pudo sustituir con nadie la tardes sedantes de Florentino Ariza.
Fermina Daza needed no more than three Tuesdays to realize how much she missed Florentino Ariza′s visits. She enjoyed the friends who were frequent visitors, and she enjoyed them even more as time distanced her from her husband′s habits. Lucrecia del Real del Obispo had gone to Panama to have her ear examined because of a pain that nothing could ease, and after a month she came back feeling much better, but hearing less than she had before and using an ear trumpet. Fermina Daza was the friend who was most tolerant of her confusions of questions and answers, and this was so encouraging to Lucrecia that hardly a day went by that she did not stop in at any hour. But for Fermina Daza no one could take the place of her calming afternoons with Florentino Ariza.
La memoria del pasado no redimía el futuro, como él se empeñaba en creer. Al contrario: fortalecía la convicción que Fermina Daza tuvo siempre de que aquel alboroto febril de los veinte años había sido cualquier cosa muy noble y muy bella, pero no fue amor. A pesar de su franqueza cruda no tenía intención de revelárselo a él ni por correo ni en persona, ni le alcanzaba el corazón para decirle qué falsos le sonaban los sentimentalismos de sus cartas después de haber conocido el prodigio de consolación de sus meditaciones escritas, cómo lo devaluaban sus mentiras líricas y cuánto perjudicaba a su causa la insistencia maniática de rescatar el pasado. No: ninguna línea de sus cartas de antaño ni ningún momento de su propia juventud aborrecida le habían hecho sentir que las tardes de un martes pudieran ser tan dilatadas como en realidad lo eran sin él, tan solitarias e irrepetibles sin él.
The memory of the past did not redeem the future, as he insisted on believing. On the contrary, it strengthened the conviction that Fermina Daza had always had, that the feverish excitement of twenty had been something very noble, very beautiful, but it had not been love. Despite her rough honesty she did not intend to disclose that to him, either by mail or in person, nor did she have it in her heart to tell him how false the sentimentalities of his letters sounded after the miraculous consolation of his written meditations, how his lyrical lies cheapened him, how detrimental his maniacal insistence on recapturing the past was to his cause. No: not one line of his letters of long ago, not a single moment of her own despised youth, had made her feel that Tuesday afternoons without him could be as tedious, as lonely, and as repetitious as they really were.
En uno de sus arranques de simplificación, ella había mandado para las caballerizas la radiola que su esposo le regaló en alguno de sus aniversarios, y que ambos habían pensado regalar al museo por haber sido la primera que llegó a la ciudad. En las sombras de su duelo había resuelto no volver a usarla, pues una viuda de sus apellidos no podía escuchar música de ninguna clase sin ofender la memoria del muerto, así fuera en la intimidad. Pero después del tercer martes de abandono la hizo llevar de nuevo a la sala, no para disfrutar de las canciones sentimentales de la emisora de Riobamba, como antes, sino para llenar sus horas muertas con las novelas de lágrimas de Santiago de Cuba. Fue un acierto, pues cuando nació la hija había empezado a perder el hábito de la lectura que su esposo le había inculcado con tanta aplicación desde el viaje de bodas, y con el cansancio progresivo de la vista lo perdió por completo, hasta el extremo de que pasaba meses sin saber dónde estaban los lentes.
In one of her attacks of simplification, she had relegated to the stables the radioconsole that her husband had given her as an anniversary gift, and which both of them had intended to present to the Museum as the first in the city. In the gloom of her mourning she had resolved not to use it again, for a widow bearing her family names could not listen to any kind of music without offending the memory of the dead, even if she did so in private. But after her third solitary Tuesday she had it brought back to the drawing room, not to enjoy the sentimental song on the Riobamba station, as she had done before, but to fill her idle hours with the soap operas from Santiago de Cuba. It was a good idea, for after the birth of her daughter she had begun to lose the habit of reading that her husband had inculcated with so much diligence ever since their honeymoon, and with the progressive fatigue of her eyes she had stopped altogether, so that months would go by without her knowing where she had left her reading glasses.
Se aficionó de tal modo a las novelas radiales de Santiago de Cuba, que esperaba con ansiedad los capítulos continuados de todos los días. De vez en cuando oía las noticias para saber lo que pasaba en el mundo, y en las pocas ocasiones en que se quedaba sola en la casa escuchaba con el volumen muy bajo, remotos y nítidos, los merengues de Santo Doomingo y las plenas de Puerto Rico. Una noche, en una estación desconocida que irrumpió de pronto con tanta fuerza y tanta claridad como si estuviera en la casa vecina, oyó una noticia desgarradora: una pareja de ancianos que repetía su luna de miel en el mismo lugar desde hacía cuarenta años, había sido asesinada a golpes de remo por el botero que los llevaba de paseo, para robarles el dinero que llevaban: catorce dólares. Su impresión fue mucho mayor cuando Lucrecia del Real le contó el relato completo publicado en un periódico local. La policía había descubierto que los ancianos muertos a garrotazos, ella de setenta y ocho años y él de ochenta y cuatro, eran dos amantes clandestinos que pasaban las vacaciones juntos desde hacía cuarenta años, pero ambos tenían sus matrimonios respectivos, estables y felices, y con familias numerosas. Fermina Daza, que nunca había llorado con los novelones radiales, tuvo que reprimir el nudo de lágrimas que se le atravesó en la garganta. En su carta siguiente, Florentino Ariza le mandó sin ningún comentario el recorte de periódico con la noticia.
She took such a liking to the soap operas from Santiago de Cuba that she waited with impatience for each day′s new episode. From time to time she listened to the news to find out what was going on in the world, and on the few occasions when she was alone in the house she would turn the volume very low and listen to distant, clear merengues from Santo Domingo and plenas from Puerto Rico. One night, on an unknown station that suddenly came in as strong and clear as if it were next door, she heard heartbreaking news: an elderly couple, who for forty years had been repeating their honeymoon every year in the same spot, had been murdered, bludgeoned to death with oars by the skipper of the boat they were riding in, who then robbed them of all the money they were carrying: fourteen dollars. The effect on her was even more devastating when Lucrecia del Real told her the complete story, which had been published in a local newspaper. The police had discovered that the elderly couple beaten to death were clandestine lovers who had taken their vacations together for forty years, but who each had a stable and happy marriage as well as very large families. Fermina Daza, who never cried over the soap operas on the radio, had to hold back the knot of tears that choked her. In his next letter, without any comment, Florentino Ariza sent her the news item that he had cut out of the paper.
No eran las últimas lágrimas que Fermina Daza iba a reprimir. Florentino Ariza no había cumplido los sesenta días de reclusión, cuando La justicia reveló a todo lo ancho de la primera plana y con fotos de los protagonistas, los supuestos amores ocultos del doctor Juvenal Urbino y Lucrecia del Real del Obispo. Se especulaba sobre los pormenores de la relación, su frecuencia y su modo, y sobre la complacencia del esposo, entregado a desafueros de sodomía con los negros de su ingenio azucarero. El relato publicado con enormes letras de madera en tinta de sangre retumbó como el trueno de un cataclismo en la desvencijada aristocracia local. Sin embargo, no había ni una línea cierta: Juvenal Urbino y Lucrecia del Real eran amigos íntimos desde sus años de solteros y siguieron siéndolo después de casados, pero nunca fueron amantes. En todo caso, no parecía que la publicación estuviera dirigida a mancillar el nombre del doctor Juvenal Urbino, cuya memoria gozaba del respeto unánime, sino a perjudicar al marido de Lucrecia del Real, elegido presidente del Club Social la semana anterior. El escándalo fue sofocado en pocas horas. Pero Lucrecia del Real no volvió a visitar a Fermina Daza, y ésta lo interpretó como un reconocimiento de la culpa.
These were not the last tears that Fermina Daza was going to hold back. Florentino Ariza had not yet finished his sixty days of seclusion when Justice published a front-page story, complete with photographs of the two protagonists, about the alleged secret love affair between Dr. Juvenal Urbino and Lucrecia del Real del Obispo. There was speculation on the details of their relationship, the frequency of their meetings and how they were arranged, and the complicity of her husband, who was given to excesses of sodomy with the blacks on his sugar plantation. The story, published in enormous block letters in an ink the color of blood, fell like a thundering cataclysm on the enfeebled local aristocracy. Not a line of it was true: Juvenal Urbino and Lucrecia del Real had been close friends in the days when they were both single, and they had continued their friendship after their marriages, but they had never been lovers. In any case, it did not seem that the purpose of the story was to sully the name of Dr. Juvenal Urbino, whose memory enjoyed universal respect, but to injure the husband of Lucrecia del Real, who had been elected President of the Social Club the week before. The scandalous story was suppressed in a few hours. But Lucrecia del Real did not visit Fermina Daza again, and Fermina Daza interpreted this as a confession of guilt.
Muy pronto quedó claro, sin embargo, que tampoco Fermina Daza estaba a salvo de los riesgos de su clase. La justicia se ensañó contra ella por su único flanco débil: los negocios del padre. Cuando éste tuvo que desterrarse a la fuerza, ella conoció un solo episodio de sus comercios turbios, tal como se lo contó Gala Placidia. Más tarde, cuando el doctor Urbino se lo confirmó después de la entrevista con el gobernador, quedó convencida de que su padre había sido víctima de una infamia. El hecho fue que dos agentes del gobierno se habían presentado con una orden de requisa en la casa del parque de Los Evangelios, la registraron de arriba abajo sin encontrar lo que buscaban, y al final ordenaron abrir el ropero con puertas de espejo de la antigua alcoba de Fermina Daza. Gala Placidia, sola en la casa y sin modos de prevenir a nadie, se negó a abrirlo con la excusa de que no tenía las llaves. Entonces uno de los agentes rompió el espejo de las puertas con la culata del revólver, y descubrió que entre el cristal y la madera había un espacio atiborrado de billetes falsos de cien dólares. Esta fue la culminación de una cadena de pistas que conducían hasta Lorenzo Daza como el eslabón último de una vasta operación internacional. Era un fraude maestro, pues los billetes tenían las marcas de agua del papel original: habían borrado billetes de un dólar por un procedimiento químico que parecía cosa de magia, y habían impreso en su lugar billetes de a cien. Lorenzo Daza alegó que el ropero había sido comprado mucho después del matrimonio de la hija, y que debió llegar a la casa con los billetes escondidos, pero la policía comprobó que estaba allí desde que Fermina Daza iba al colegio. Nadie sino él mismo hubiera podido esconder la falsa fortuna detrás de los espejos. Eso fue lo único que el doctor Urbino le contó a su esposa cuando se comprometió con el gobernador a mandar al suegro de regreso a su tierra para tapar el escándalo. Pero el diario contaba mucho más.
It was soon obvious, however, that Fermina Daza was not immune to the hazards of her class. Justice attacked her one weak flank: her father′s business. When he was forced into exile, she knew of only one instance of his shady dealings, which had been told to her by Gala Placidia. Later, when Dr. Urbino confirmed the story after his interview with the Governor, she was convinced that her father had been the victim of slander. The facts were that two government agents had come to the house on the Park of the Evangels with a warrant, searched it from top to bottom without finding what they were looking for, and at last ordered the wardrobe with the mirrored doors in Fermina Daza′s old bedroom to be opened. Gala Placidia, who was alone in the house and lacked the means to stop anyone from doing anything, refused to open it, with the excuse that she did not have the keys. Then one of the agents broke the mirror on the door with the butt of his revolver and found the space between the glass and the wood stuffed with counterfeit hundreddollar bills. This was the last in a chain of clues that led to Lorenzo Daza as the final link in a vast international operation. It was a masterful fraud, for the bills had the watermarks of the original paper: one-dollar bills had been erased by a chemical process that seemed to be magic, and reprinted as hundred-dollar notes. Lorenzo Daza claimed that the wardrobe had been purchased long after his daughter′s wedding, and that it must have come into the house with the bills already in it, but the police proved that it had been there since the days when Fermina Daza had been in school. He was the only one who could have hidden the counterfeit fortune behind the mirrors. This was all Dr. Urbino told his wife when he promised the Governor that he would send his father- in- law back to his own country in order to cover up the scandal. But the newspaper told much more.
Contaba que durante una de las tantas guerras civiles del siglo anterior, Lorenzo Daza había sido intermediario entre el gobierno del presidente liberal Aquileo Parra y un tal Joseph K. Korzeniowski, polaco de origen, que estuvo demorado aquí varios meses en la tripulación del mercante Saint Antoine, de bandera francesa, tratando de definir un confuso negocio de armas. Korzeniowski, que más tarde se haría célebre en el mundo con el nombre de Joseph Conrad, hizo contacto no se sabía cómo con Lorenzo Daza, quien le compró el cargamento de armas por cuenta del gobierno, con sus credenciales y sus recibos en regla, y pagado en oro de ley. Según la versión del periódico, Lorenzo Daza dio por desaparecidas las armas en un asalto improbable, y las volvió a vender por el doble de su precio real a los conservadores en guerra contra el gobierno.
It said that during one of the many civil wars of the last century, Lorenzo Daza had been the intermediary between the government of the Liberal President Aquileo Parra and one Joseph T. K. Korzeniowski, a native of Poland and a member of the crew of the merchant ship Saint Antoine, sailing under the French flag, who had spent several months here trying to conclude a complicated arms deal. Korzeniowski, who later became famous as Joseph Conrad, made contact somehow with Lorenzo Daza, who bought the shipment of arms from him on behalf of the government, with his credentials and his receipts in order and the purchase price in gold. According to the story in the newspaper, Lorenzo Daza claimed that the arms had been stolen in an improbable raid, and then he sold them again, for twice their value, to the Conservatives who were at war with the government.
También contaba La Justicia que Lorenzo Daza compró a muy bajo precio un cargamento de botas sobrantes del ejército inglés, por los tiempos en que el general Rafael Reyes fundó la Marina de Guerra, y con esa sola operación dobló su fortuna en seis meses. Según el diario, cuando el cargamento llegó a este puerto, Lorenzo Daza se negó a recibirlo porque sólo venían las botas del pie derecho, pero fue el único concurrente cuando la aduana lo sacó a remate de acuerdo con las leyes vigentes, y lo compró por una suma simbólica de cien pesos. Por esos mismos días, un cómplice suyo compró en iguales condiciones el cargamento de botas izquierdas, que había llegado por la aduana de Riohacha. Una vez puestas en orden, Lorenzo Daza se valió de su parentesco político con los Urbino de la Calle, y le vendió las botas a la nueva Marina de Guerra con una ganancia del dos mil por ciento.
Justice also said that at the time that General Rafael Reyes founded the navy, Lorenzo Daza bought a shipment of surplus boots at a very low price from the English army, and with that one deal he doubled his fortune in six months. According to the newspaper, when the shipment reached this port, Lorenzo Daza refused to accept it because it contained only boots for the right foot, but he was the sole bidder when Customs auctioned it according to the law, and he bought it for the token sum of one hundred pesos. At the same time, under similar circumstances, an accomplice purchased the shipment of boots for the left foot that had reached Riohacha. Once they were in pairs, Lorenzo Daza took advantage of his relationship by marriage to the Urbino de la Calle family and sold the boots to the new navy at a profit of two thousand percent.
La información de la justicia terminaba diciendo que Lorenzo Daza no abandonó a San Juan de la Ciénaga a fines del siglo anterior en busca de mejores aires para el porvenir de su hija, como a él le gustaba decir, sino por haber sido sorprendido en la próspera industria de mezclar tabaco de importación con papel picado, y de un modo tan hábil, que ni los fumadores refinados notaban el engaño. También se revelaban sus vínculos con una empresa clandestina internacional, cuya actividad más fructífera a fines del siglo anterior había sido la introducción ilegal de chinos desde Panamá. En cambio, el sospechoso negocio de muías, que tanto había dañado su reputación, parecía ser el único honesto que había tenido jamás.
The story in Justice concluded by saying that Lorenzo Daza did not leave San Juan de la Ciénaga at the end of the last century in search of better opportunities for his daughter′s future, as he liked to say, but because he had been found out in his prosperous business of adulterating imported tobacco with shredded paper, which he did with so much skill that not even the most sophisticated smokers noticed the deception. They also uncovered his links to a clandestine international enterprise whose most profitable business at the end of the last century had been the illegal smuggling of Chinese from Panama. On the other hand, his suspect mule trading, which had done so much harm to his reputation, seemed to be the only honest business he had ever engaged in.
Cuando Florentino Ariza abandonó la cama, con la espalda en ascuas y por primera vez con un bastón de carreto en lugar del paraguas, su primera salida fue a la casa de Fermina Daza. La encontró desconocida, con los estragos de la edad a flor de piel, y con un resentimiento que le había quitado los deseos de vivir. El doctor Urbino Daza, en dos visitas que le hizo a Florentino Ariza durante su exilio, le había hablado de la consternación que le causaron a su madre las dos publicaciones de La justicia. La primera le provocó una rabia tan insensata por la infidelidad del marido y la traición de la amiga, que renunció a la costumbre de visitar el mausoleo familiar un domingo de cada mes, porque la sacaba de quicio que él no pudiera oír dentro del cajón los improperios que quería gritarle: se peleó con el muerto. A Lucrecia del Real le mandó a decir, con quien quisiera decírselo, que se conformara con el consuelo de haber tenido al menos un hombre entre la tanta gente que pasó por su cama. De la publicación sobre Lorenzo Daza no era posible saber qué la afectaba más, si la publicación misma, o el descubrimiento tardío de la verdadera identidad de su padre. Pero una de las dos, o ambas, la habían aniquilado. El cabello color de acero limpio, que tanto ennoblecía su rostro, parecía entonces de hilachas amarillas de maíz, y los hermosos ojos de pantera no recobraban el brillo de antaño ni con el esplendor de la rabia. La decisión de no seguir viviendo se le notaba en cada gesto. Hacía mucho tiempo que había renunciado al hábito de fumar, encerrada en el baño o en cualquier otra forma, pero reincidió por primera vez en público y con una voracidad desenfrenada, al principio con cigarrillos que ella misma liaba, como le había gustado siempre, y luego con los más ordinarios que se encontraban en el comercio, porque ya no tuvo tiempo ni paciencia para enrollarlos. Un hombre que no fuera Florentino Ariza se hubiera preguntado qué podía depararles el porvenir a un anciano como él, cojo y con la espalda abrasada de peladuras de burro, y a una mujer que ya no ansiaba otra felicidad que la de la muerte. Pero él no. Él rescató una lucecita de esperanza entre los escombros del desastre, pues le pareció que la desgracia de Fermina Daza la magnificaba, la rabia la embellecía, el rencor contra el mundo le había devuelto el carácter cerril de los veinte años.
When Florentino Ariza left his bed, with his back on fire and carrying a walking stick for the first time instead of his umbrella, his first excursion was to Fermina Daza′s house. She was like a stranger, ravaged by age, whose resentment had destroyed her desire to live. Dr. Urbino Daza, in the two visits he had made to Florentino Ariza during his exile, had spoken to him of how disturbed his mother was by the two stories in Justice. The first provoked her to such irrational anger at her husband′s infidelity and her friend′s disloyalty that she renounced the custom of visiting the family mausoleum one Sunday each month, for it infuriated her that he, inside his coffin, could not hear the insults she wanted to shout at him: she had a quarrel with a dead man. She let Lucrecia del Real know, through anyone who would repeat it to her, that she should take comfort in having had at least one real man in the crowd of people who had passed through her bed. As for the story about Lorenzo Daza, there was no way to know which affected her more, the story itself or her belated discovery of her father′s true character. But one or the other, or both, had annihilated her. Her hair, the color of stainless steel, had ennobled her face, but now it looked like ragged yellow strands of corn silk, and her beautiful panther eyes did not recover their old sparkle even in the brilliant heat of her anger. Her decision not to go on living was evident in every gesture. She had long ago given up smoking, whether locked in the bathroom or anywhere else, but she took it up again, for the first time in public, and with an uncontrolled voracity, at first with cigarettes she rolled herself, as she had always liked to do, and then with ordinary ones sold in stores because she no longer had time or patience to do it herself. Anyone else would have asked himself what the future could hold for a lame old man whose back burned with a burro′s saddle sores and a woman who longed for no other happiness but death. But not Florentino Ariza. He found a glimmer of hope in the ruins of disaster, for it seemed to him that Fermina Daza′s misfortune glorified her, that her anger beautified her, and that her rancor with the world had given her back the untamed character she had displayed at the age of twenty.
Ella tenía un nuevo motivo de gratitud con Florentino Ariza, porque a raíz de las publicaciones infames él había mandado a La justicia una carta ejemplar sobre la responsabilidad ética de la prensa y el respeto de la honra ajena. No fue publicada, pero el autor mandó una copia al Diario del Comercio, el más antiguo y serio del litoral caribe, y éste la destacó en la página primera. Estaba firmada con el seudónimo de Júpiter, y era tan razonada, incisiva y bien escrita, que fue atribuida a algunos de los escritores más notables de la provincia. Fue una voz solitaria en medio del océano, pero se oyó muy hondo y muy lejos. Fermina Daza supo quién era el autor sin que nadie se lo dijera, porque reconoció algunas ideas y hasta una frase literal de las reflexiones morales de Florentino Ariza. De modo que lo recibió con un afecto reverdecido en el desorden de su abandono. Fue por esa época cuando América Vicuña se encontró sola una tarde de sábado en el dormitorio de la Calle de las Ventanas, y sin haberlas buscado, por pura casualidad, descubrió dentro de un armario sin llave las copias mecanográficas de las meditaciones de Florentino Ariza, y las cartas manuscritas de Fermina Daza.
She had new reasons for being grateful to Florentino Ariza, because in response to the infamous stories, he had written Justice an exemplary letter concerning the ethical responsibilities of the press and respect for other people′s honor. They did not publish it, but the author sent a copy to the Commercial Daily, the oldest and most serious newspaper along the Caribbean coast, which featured the letter on the front page. Signed with the pseudonym “Jupiter, it was so reasoned, incisive, and well written that it was attributed to some of the most notable writers in the province. It was a lone voice in the middle of the ocean, but it was heard at great depth and great distance. Fermina Daza knew who the author was without having to be told, because she recognized some of the ideas and even a sentence taken directly from Florentino Ariza′s moral reflections. And so she received him with renewed affection in the disarray of her solitude. It was at this time that América Vicuña found herself alone one Saturday afternoon in the bedroom on the Street of Windows, and without looking for them, by sheer accident, she found the typed copies of the meditations of Florentino Ariza and the handwritten letters of Fermina Daza, in a wardrobe without a key.
El doctor Urbino Daza se alegró de la reanudación de las visitas que tanto alentaban a su madre. Al contrario de Ofelia, su hermana, que volvió en el primer frutero de Nueva Orleans tan pronto como supo que Fermina Daza mantenía una amistad extraña con un hombre cuya calificación moral no era de las mejores. Su alarma hizo crisis desde la primera semana, cuando se dio cuenta del grado de familiaridad y dominio con que Florentino Ariza entraba en la casa, y de los cuchicheos y fugaces pleitos de novios con que transcurrían las visitas hasta muy entrada la noche. Lo que para el doctor Urbino Daza era una saludable afinidad de dos ancianos solitarios, para ella era una forma viciosa de concubinato secreto. Así fue siempre Ofelia Urbino, más parecida a doña Blanca, su abuela paterna, que si hubiera sido su hija. Era distinguida como ella, altanera como ella, y vivía como ella a merced de los prejuicios. No era capaz de concebir la inocencia de una amistad entre un hombre y una mujer ni a los cinco años de edad, y mucho menos a los ochenta. En una disputa aguerrida que tuvo con su hermano, dijo que lo único que faltaba para que Florentino Ariza acabara de consolar a su madre era que se metiera con ella en su cama de viuda. El doctor Urbino Daza no tenía agallas para enfrentársele, no las había tenido nunca frente a ella, pero su esposa intercedió con una justificación serena del amor a cualquier edad. Ofelia perdió los estribos.
Dr. Urbino Daza was happy about the resumption of the visits that gave so much encouragement to his mother. But Ofelia, his sister, came from New Orleans on the first fruit boat as soon as she heard that Fermina Daza had a strange friendship with a man whose moral qualifications were not the best. Her alarm grew to critical proportions during the first week, when she became aware of the familiarity and self-possession with which Florentino Ariza came into the house, and the whispers and fleeting lovers′ quarrels that filled their visits until all hours of the night. What for Dr. Urbino Daza was a healthy affection between two lonely old people was for her a vice-ridden form of secret concubinage. Ofelia Urbino had always been like that, resembling Doña Blanca, her paternal grandmother, more than if she had been her daughter. Like her she was distinguished, like her she was arrogant, and like her she lived at the mercy of her prejudices. Even at the age of five she had been incapable of imagining an innocent friendship between a man and a woman, least of all when they were eighty years old. In a bitter argument with her brother, she said that all Florentino Ariza needed to do to complete his consolation of their mother was to climb into her widow′s bed. Dr. Urbino Daza did not have the courage to face her, he had never had the courage to face her, but his wife intervened with a serene justification of love at any age. Ofelia lost her temper.
-El amor es ridículo a nuestra edad -le gritó-—, pero a la edad de ellos es una cochinada.
“Love is ridiculous at our age, she shouted, “but at theirs it is revolting.
Se empeñó con tales ímpetus en la determinación de ahuyentar de la casa a Florentino Ariza, que llegó a oídos de Fermina Daza. Ella la llamó al dormitorio, como siempre que quería hablar sin ser oída por las criadas, y le pidió repetir sus recriminaciones. Ofelia no se las endulzó: estaba segura de que Florentino Ariza, cuya fama de pervertido no la ignoraba nadie, perseguía una relación equívoca, más perjudicial para el buen nombre de la familia que las fechorías de Lorenzo Daza y las aventuras ingenuas de Juvenal Urbino. Fermina Daza la escuchó sin decir palabra, sin parpadear siquiera, pero cuando terminó de escuchar era otra: había vuelto a la vida.
She insisted with so much vehemence on her determination to drive Florentino Ariza out of the ho use that it reached Fermina Daza′s ears. She called her to her bedroom, as she always did when she wanted to talk without being heard by the servants, and she asked her to repeat her accusations. Ofelia did not soften them: she was certain that Florentino Ariza, whose reputation as a pervert was known to everyone, was carrying on an equivocal relationship that did more harm to the family′s good name than the villainies of Lorenzo Daza or the ingenuous adventures of Juvenal Urbino. Fermina Daza listened to her without saying a word, without even blinking, but when she finished, Fermina Daza was another person: she had come back to life.
-Lo único que me duele es no tener fuerzas para darte la cueriza que te mereces, por atrevida y mal pensada -le dijo-. Pero ahora mismo te vas de esta casa, y te juro por los restos de mi madre que no la volverás a pisar mientras yo esté viva.
“The only thing that hurts me is that I do not have the strength to give you the beating you deserve for being insolent and evil- minded, she said. “But you will leave this house right now, and I swear to you on my mother′s grave that you will not set foot in it again as long as I live.
No hubo poder capaz de disuadirla. Mientras tanto, Ofelia se fue a vivir a la casa del hermano, y desde allá mandó toda clase de súplicas con emisarios de altura. Pero fue inútil. Ni la mediación del hijo ni la intervención de sus amigas consiguieron quebrantarla. A la nuera, con quien mantuvo siempre una cierta complicidad populachera, le soltó por fin una confidencia con la verba florida de sus mejores años: "Hace un siglo me cagaron la vida con ese pobre hombre porque éramos demasiado jóvenes, y ahora nos lo quieren repetir porque somos demasiado viejos". Encendió un cigarrillo con la colilla del otro, y acabó de sacarse el veneno que le carcomía las entrañas.
There was no power that could dissuade her. Ofelia went to live in her brother′s house, and from there she sent all kinds of petitions with distinguished emissaries. But it was in vain. Neither the media tion of her son nor the intervention of her friends could break Fermina Daza′s resolve. At last, in the colorful language of her better days, she allowed herself to confide in her daughter-in-law, with whom she had always maintained a certain plebeian camaraderie. “A century ago, life screwed that poor man and me because we were too young, and now they want to do the same thing because we are too old. She lit a cigarette with the end of the one she was smoking, and then she gave vent to all the poison that was gnawing at her insides.
-¡Que se vayan a la mierda! -dijo-. Si alguna ventaja tenemos las viudas, es que ya no nos queda nadie que nos mande.
“They can all go to hell, she said. “If we widows have any advantage, it is that there is no one left to give us orders.
No hubo nada que hacer. Cuando por fin se convenció de que estaban agotadas todas las instancias, Ofelia volvió a Nueva Orleans. Lo único que logró de su madre fue que se despidiera de ella, y Fermina Daza aceptó después de muchas súplicas, pero sin permitirle que entrara en la casa: lo había jurado por los huesos de su madre, que para ella, por aquellos días de tinieblas, eran los únicos que quedaban limpios.
There was nothing to be done. When at last she was convinced that she had no more options, Ofelia returned to New Orleans. After much pleading, her mother would only agree to say goodbye to her, but she would not allow her in the house: she had sworn on her mother′s grave, and for her, during those dark days, that was the only thing left that was still pure.
En alguna de las primeras visitas, hablando de sus buques, Florentino Ariza le había hecho a Fermina Daza una invitación formal para que fuera en viaje de descanso por el río. Con un día más de tren podía ir hasta la capital de la república, que ellos, como la mayoría de los caribes de su generación, seguían llamando con el nombre que tuvo hasta el siglo anterior: Santa Fe. Pero ella conservaba los resabios del esposo y no quería conocer una ciudad helada y sombría donde las mujeres no salían de sus casas sino para la misa de cinco, y no podían entrar en las heladerías ni en las oficinas públicas, según le habían dicho, y donde había a toda hora embotellamientos de entierros en las calles y una llovizna menuda desde los años de la muía herrada: peor que en París. En cambio, sentía una atracción muy fuerte por el río, quería ver los caimanes asoleándose en los playones, quería ser despertada en medio de la noche por el llanto de mujer de los manatíes, pero la idea de un viaje tan difícil, a su edad, y además viuda y sola, le parecía irreal.
On one of his early visits, when he was talking about his ships, Florentino Ariza had given Fermina Daza a formal invitation to take a pleasure cruise along the river. With one more day of traveling by train she could visit the national capital, which they, like most Caribbeans of their generation, still called by the name it bore until the last century: Santa Fe. But she maintained the prejudices of her husband, and she did not want to visit a cold, dismal city where the women did not leave their houses except to attend five o′clock Mass and where, she had been told, they could not enter ice cream parlors or public offices, and where the funerals disrupted traffic at all hours of the day or night, and where it had been drizzling since the year one: worse than in Paris. On the other hand, she felt a very strong attraction to the river, she wanted to see the alligators sunning themselves on the sandy banks, she wanted to be awakened in the middle of the night by the woman′s cry of the manatees, but the idea of so arduous a journey at her age, and a lone widow besides, seemed unrealistic to her.
Florentino Ariza volvió a reiterarle la invitación más adelante, cuando se decidió a seguir viva sin el esposo, y entonces le pareció más probable. Pero después del pleito con la hija, amargada por las injurias a su padre, por el rencor contra el esposo muerto, por la rabia de las zalamerías hipócritas de Lucrecia del Real, a quien tuvo por tantos años como su mejor amiga, ella misma se sentía de sobra en su propia casa. Una tarde, mientras tomaba su infusión de hojas universales, miró hacia el pantano del patio donde no volvería a retoñar el árbol de su desventura.
Florentino Ariza repeated the invitation later on, when she had decided to go on living without her husband, and then it had seemed more plausible. But after her quarrel with her daughter, embittered by the insults to her father, by her rancor toward her dead husband, by her anger at the hypocritical duplicities of Lucrecia del Real, whom she had considered her best friend for so many years, she felt herself superfluous in her own house. One afternoon, while she was drinking her infusion of worldwide leaves, she looked toward the morass of the patio where the tree of her misfortune would never bloom again.
-Lo que quisiera es largarme de esta casa, caminando, derecho, derecho, derecho, y no volver más nunca -dijo.
“What I would like is to walk out of this house, and keep going, going, going, and never come back, she said.
-Vete en un buque -dijo Florentino Ariza.
“Take a boat, said Florentino Ariza.
Fermina Daza lo miró pensativa.
Fermina Daza looked at him thoughtfully.
-Pues fíjate que podría ser -dijo.
“Well, I might just do that, she said.
No se le había ocurrido un momento antes de decirlo, pero le bastó con admitir la posibilidad para darlo por hecho. El hijo y la nuera entendieron encantados. Florentino Ariza se apresuró a precisar que Fermina Daza sería un huésped de honor en sus buques, se tendría para ella un camarote dispuesto como su propia casa, un servicio perfecto, y el capitán en persona estaría consagrado a su seguridad y su bienestar. Llevó mapas de la ruta para entusiasmarla, tarjetas postales de atardeceres furibundos, poemas al paraíso primitivo de La Magdalena escritos por viajeros ilustres, o que habían llegado a serlo por la excelencia del poema. Ella les daba una ojeada cuando estaba de humor.
A moment before she said it, the thought had not even occurred to her, but all she had to do was admit the possibility for it to be considered a reality. Her son and daughter- inlaw were delighted when they heard the news. Florentino Ariza hastened to point out that on his vessels Fermina Daza would be a guest of honor, she would have a cabin to herself which would be just like home, she would enjoy perfect service, and the Captain himself would attend to her safety and well-being. He brought route maps to encourage her, picture postcards of furious sunsets, poems to the primitive paradise of the Magdalena written by illustrious travelers and by those who had become travelers by virtue of the poems. She would glance at them when she was in the mood.
-No tienes que engañarme como a una criatura -le decía-. Si me voy es porque lo he decidido, no por el interés del paisaje.
“You do not have to cajole me as if I were a baby, she told him. “If I go, it will be because I have decided to and not because the landscape is interesting.
Cuando el hijo sugirió que la acompañara su esposa, lo cortó por lo sano: "Ya estoy muy grande para que me cuide nadie". Ella misma arregló los pormenores del viaje. Sintió un inmenso descanso con la idea de vivir ocho días de subida y cinco de bajada sin nada más que lo indispensable: media docena de vestidos de algodón, sus cosas de tocador y aseo, un par de zapatos para embarcar y desembarcar y las babuchas caseras para el viaje, y nada más: el sueño de su vida.
When her son suggested that his wife accompany her, she cut him off abruptly: “I am too big to have anyone take care of me. She herself arranged the details of the trip. She felt immense relief at the thought of spending eight days traveling upriver and five on the return, with no more than the bare necessities: half a dozen cotton dresses, her toiletries, a pair of shoes for embarking and dis embarking, her house slippers for the journey, and nothing else: her lifetime dream.
En enero de 1824, el comodoro Juan Bernardo Elbers, fundador de la navegación fluvial, había abanderado el primer buque de vapor que surcó el río de La Magdalena, un trasto primitivo de cuarenta caballos de fuerza que se llamaba Fidelidad. Más de un siglo después, un 7 de julio a las seis de la tarde, el doctor Urbino Daza y su esposa acompañaron a Fermina Daza a tomar el buque que había de llevarla en su primer viaje por el río. Era el primero construido en los astilleros locales, que Florentino Ariza había bautizado en memoria de su antecesor glorioso: Nueva Fidelidad. Fermina Daza no pudo creer nunca que aquel nombre tan significativo para ellos fuera de veras una casualidad histórica, y no una gracia más del romanticismo crónico de Florentino Ariza.
In January 1824, Commodore Johann Bernard Elbers, the father of river navigation, had registered the first steamboat to sail the Magdalena River, a primitive old fortyhorsepower wreck named Fidelity. More than a century later, one seventh of July at six o′clock in the evening, Dr. Urbino Daza and his wife accompanied Fermina Daza as she boarded the boat that was to carry her on her first river voyage. It was the first vessel built in the local shipyards and had been christened New Fidelity in memory of its glorious ancestor. Fermina Daza could never believe that so significant a name for them both was indeed a historical coincidence and not another conceit born of Florentino Ariza′s chronic romanticism.
En todo caso, a diferencia de los otros buques fluviales, antiguos y modernos, el Nueva Fidelidad tenía junto al camarote del capitán un camarote suplementario, amplio y confortable: una sala de visitas con muebles de bambú de colores festivos, un dormitorio matrimonial decorado por completo con motivos chinos, un baño con bañera y ducha, un amplio mirador cubierto, muy amplio, con helechos colgados y una visión completa hacia el frente y los dos lados del buque, y un sistema de refrigeración silencioso que mantenía todo el ámbito a salvo del estruendo exterior y en un clima de primavera perpetua. Esta habitación de lujo, conocida como el Camarote Presidencial porque allí habían viajado hasta entonces tres presidentes de la república, no tenía un propósito comercial, sino que se reservaba para autoridades de categoría y para invitados muy especiales. Florentino Ariza la había hecho construir con esa finalidad de imagen pública tan pronto como fue nombrado presidente de la C.F.C., pero con la seguridad íntima de que tarde o temprano iba a ser el refugio feliz de su viaje de bodas con Fermina Daza.
In any case, unlike the other riverboats, ancient and modem, New Fidelity boasted a suite next to the Captain′s quarters that was spacious and comfortable: a sitting room with bamboo furniture covered in festive colors, a double bedroom decorated in Chinese motifs, a bathroom with tub and shower, a large, enclosed observaion deck with hanging ferns and an unobstructed view toward the front and both sides of the boat, and a silent cooling system that kept out external noises and maintained a climate of perpetual spring. These deluxe accommodations, known as the Presidential Suite because three Presidents of the Republic had already made the trip in them, had no commercial purpose but were reserved for high-ranking officials and very special guests. Florentino Ariza had ordered the suite built for that public purpose as soon as he was named President of the R.C.C., but his private conviction was that sooner or later it was going to be the joyous refuge of his wedding trip with Fermina Daza.
Llegado el día, en efecto, ella tomó posesión del Camarote Presidencial en su condición de dueña y señora. El capitán del buque hizo los honores de a bordo al doctor Urbino Daza y su esposa, y a Florentino Ariza, con champaña y salmón ahumado. Se llamaba Diego Samaritano, tenía un uniforme de lino blanco, de una corrección absoluta, desde la punta de los botines hasta la gorra con el escudo de la C.F.C. bordado en hilos dorados, y tenía en común con los otros capitanes del río una corpulencia de ceiba, una voz perentoria y unas maneras de cardenal florentino.
When in fact the day arrived, she took possession of the Presidential Suite as its lady and mistress. The ship′s Captain honored Dr. Urbino Daza and his wife, and Florentino Ariza, with champagne and smoked salmon. His name was Diego Samaritano, he wore a white linen uniform that was absolutely correct, from the tips of his boots to his cap with the R.C.C. insignia embroidered in gold thread, and he possessed, in common with other river captains, the stoutness of a ceiba tree, a peremptory voice, and the manners of a Florentine cardinal.
A las siete de la noche dieron la primera señal de partida, y Fermina Daza la sintió resonar con un dolor agudo dentro del oído izquierdo. La noche anterior había tenido sueños surcados de malos presagios que no se atrevió a descifrar. Muy temprano en la mañana se hizo llevar al cercano panteón del seminario, que entonces se llamaba el Cementerio de La Manga, y se reconcilió con el marido muerto, de pie frente a su cripta, en un monólogo en el que soltó los justos reproches que tenía atragantados. Luego le contó los pormenores del viaje, y se despidió hasta muy pronto. No quiso decirle a nadie más que se iba, como había hecho casi siempre que viajaba a Europa, para evitar las despedidas agotadoras. A pesar de sus tantos viajes se sentía como si este fuera el primero, y a medida que rodaba el día le aumentaba la zozobra. Una vez a bordo, se sintió abandonada y triste, y quería quedarse sola para llorar.
At seven o′clock the first departure warning was sounded, and Fermina Daza felt it resonate with a sharp pain in her left ear. The night before, her dreams had been furrowed with evil omens that she did not dare to decipher. Very early in the morning she had ordered the car to take her to the nearby seminary burial ground, which in those days was called La Manga Cemetery, and as she stood in front of his crypt, she made peace with her dead husband in a monologue in which she freely recounted all the just recriminations she had choked back. Then she told him the details of the trip and said goodbye for now. She refused to tell anyone anything except that she was going away, which is what she had done whenever she had gone to Europe, in order to avoid exhausting farewells. Despite all her travels, she felt as if this were her first trip, and as the day approached her agitation increased. Once she was on board she felt abandoned and sad, and she wanted to be alone to cry.
Cuando sonó la advertencia final, el doctor Urbino Daza y su esposa se despidieron de ella sin dramatismos, y Florentino Ariza los acompañó a la pasarela de desembarco. El doctor Urbino Daza trató de cederle el paso a continuación de su esposa, y sólo entonces cayó en la cuenta de que también Florentino Ariza se iba de viaje. El doctor Urbino Daza no pudo disimular el desconcierto.
When the final warning sounded, Dr. Urbino Daza and his wife bade her an undramatic goodbye, and Florentino Ariza accompanied them to the gangplank. Dr. Urbino Daza tried to stand aside so that Florentino Ariza could follow his wife, and only then did he realize that Florentino Ariza was also taking the trip. Dr. Urbino Daza could not hide his confusion.
-Pero de esto no habíamos hablado -dijo.
“But we did not discuss this, he said.
Florentino Ariza le mostró la llave de su camarote con una intención demasiado evidente: un camarote ordinario en la cubierta común. Pero al doctor Urbino Daza no le pareció una prueba bastante de inocencia. Dirigió a la esposa una mirada de náufrago, en busca de un punto de apoyo para su desconcierto, pero se encontró con unos ojos helados. Ella le dijo muy bajo, con voz severa: "¿Tú también?". Sí: él también, como su hermana Ofelia, pensaba que el amor tenía una edad en que empezaba a ser indecente. Pero supo reaccionar a tiempo, y se despidió de Florentino Ariza con un apretón de mano más resignado que agradecido.
Florentino Ariza showed him the key to his cabin with too evident an intention: an ordinary cabin on the common deck. But to Dr. Urbino Daza this did not seem sufficient proof of innocence. He glanced at his wife in consternation, with the eyes of a drowning man looking for support, but her eyes were ice. She said in a very low, harsh voice: “You too? Yes: he too, like his sister Ofelia, thought there was an age at which love began to be indecent. But he was able to recover in time, and he said goodbye to Florentino Ariza with a handshake that was more resigned than grateful.
Florentino Ariza los vio desembarcar desde la baranda del salón. Tal como lo esperaba y deseaba, el doctor Urbino Daza y su esposa se volvieron a mirarlo antes de entrar en el automóvil, y él los despidió con la mano. Ambos le correspondieron. Siguió en la baranda hasta que el automóvil desapareció en la polvareda del patio de carga, y luego fue a su camarote, a ponerse una ropa más adecuada para la primera cena a bordo, en el comedor privado del capitán.
From the railing of the salon, Florentino Ariza watched them disembark. Just as he had hoped and wished, Dr. Urbino Daza and his wife turned to look at him before climbing into their automobile, and he waved his hand in farewell. They both responded in kind. He remained at the railing until the automobile disappeared in the dust of the freight yard, and then he went to his cabin to change into clothing more suitable for his first dinner on board in the Captain′s private dining room.
Fue una noche espléndida, que el capitán Diego Samaritano condimentó con relatos suculentos de sus cuarenta años en el río, pero Fermina Daza tuvo que hacer un grande esfuerzo para parecer divertida. A pesar de que la última advertencia la dieron a las ocho y de que a esa hora hicieron bajar a los visitantes y levantaron la pasarela, el buque no zarpó mientras el capitán no terminó de comer y subió al puesto de mando a dirigir la maniobra. Fermina Daza y Florentino Ariza permanecieron asomados en el barandal de la sala común, confundidos con los pasajeros bulliciosos que jugaban a identificar las luces de la ciudad, hasta que el buque salió de la bahía, se metió por caños invisibles y ciénagas salpicadas por las luces ondulantes de los pescadores, y resolló por fin a pleno pulmón en el aire libre del río Grande de La Magdalena. Entonces la banda irrumpió con una pieza popular de moda, hubo una estampida de gozo de los pasajeros, y el baile se abrió en tropel.
It was a splendid evening, which Captain Diego Samaritano seasoned with succulent tales of his forty years on the river, but Fermina Daza had to make an enormous effort to appear amused. Despite the fact that the final warning had been sounded at eight o′clock, when visitors had been obliged to leave and the gangplank had been raised, the boat did not set sail until the Captain had finished eating and gone up to the bridge to direct the operation. Fermina Daza and Florentino Ariza stayed at the railing, surrounded by noisy passengers who made bets on how well they could identify the lights in the city, until the boat sailed out of the bay, moved along invisible channels and through swamps spattered with the undulating lights of the fishermen, and at last took a deep breath in the open air of the Great Magdalena River. Then the band burst into a popular tune, there was a joyous stampede of passengers, and in a mad rush, the dancing began.
Fermina Daza prefirió refugiarse en el camarote. No había dicho una palabra en toda la noche, y Florentino Ariza la había dejado perderse en sus cavilaciones. Sólo la interrumpió para despedirse frente al camarote, pero ella no tenía sueño, sólo un poco de frío, y sugirió que se sentaran un rato a ver el río desde el mirador privado. Florentino Ariza rodó dos poltronas de mimbre hasta la baranda, apagó las luces, le puso a ella sobre los hombros una manta de lana, y se sentó a su lado. Ella enrolló un cigarrillo de la cajita que él le llevaba de regalo, lo enrolló con una habilidad sorprendente, lo fumó despacio con el fuego dentro de la boca, sin hablar, y luego enrolló otros dos sucesivos y los fumó sin pausas. Florentino Ariza se tomó sorbo a sorbo dos termos de café cerrero.
Fermina Daza preferred to take refuge in her cabin. She had not said a word for the entire evening, and Florentino Ariza allowed her to remain lost in her thoughts. He interrupted her only to say good night outside her cabin, but she was not tired, just a little chilly, and she suggested that they sit for a while on her private deck to watch the river. Florentino Ariza wheeled two wicker easy chairs to the railing, turned off the lights, placed a woolen shawl around her shoulders, and sat down beside her. With surprising skill, she rolled a cigarette from the little box of tobacco that he had brought her. She smoked it slowly, with the lit end inside her mouth, not speaking, and then she rolled another two and smoked them one right after the other. Sip by sip, Florentino Ariza drank two thermoses of mountain coffee.
El resplandor de la ciudad había desaparecido en el horizonte. Vistos desde el mirador oscuro, el río liso y callado, y los pastizales de ambas orillas bajo la luna llena, se convirtieron en una llanura fosforescente. De vez en cuando se veía una choza de paja junto a las grandes hogueras con que anunciaban que allí se vendía leña para las calderas de los buques. Florentino Ariza conservaba recuerdos borrosos de su viaje de juventud, y la visión del río los hacía revivir por ráfagas deslumbrantes como si fueran de ayer. Le contó algunos a Fermina Daza, creyendo que podía animarla, pero ella fumaba en otro mundo. Florentino Ariza renunció a sus recuerdos y la dejó a ella sola con los suyos, y mientras tanto enrollaba cigarrillos y se los iba dando encendidos, hasta que se acabó la caja. La música cesó después de la media noche, el bullicio de los pasajeros se dispersó y se deshizo en susurros dormidos, y los dos corazones se quedaron solos en el mirador en sombras, viviendo al compás de los resuellos del buque.
The lights of the city had disappeared over the horizon. Seen from the darkened deck in the light of a full moon, the smooth, silent river and the pastureland on either bank became a phosphorescent plain. From time to time one could see a straw hut next to the great bonfires signaling that wood for the ships′ boilers was on sale. Florentino Ariza still had dim memories of the journey of his youth, and in dazzling flashes of lightning the sight of the river called them back to life as if they had happened yesterday. He recounted some of them to Fermina Daza in the belief that this might animate her, but she sat smoking in another world. Florentino Ariza renounced his memories and left her alone with hers, and in the meantime he rolled cigarettes and passed them to her already lit, until the box was empty. The music stopped after midnight, the voices of the passengers dispersed and broke into sleepy whispers, and two hearts, alone in the shadows on the deck, were beating in time to the breathing of the ship.
Al cabo de un largo rato, Florentino Ariza miró a Fermina Daza con el fulgor del río, la vio espectral, con el perfil de estatua dulcificado por un tenue resplandor azul, y se dio cuenta de que estaba llorando en silencio. Pero en vez de consolarla, o esperar que agotara sus lágrimas, como ella quería, se dejó invadir por el pánico.
After a long while, Florentino Ariza looked at Fermina Daza by the light of the river. She seemed ghostly, her sculptured profile softened by a tenuous blue light, and he realized that she was crying in silence. But instead of consoling her or waiting until all her tears had been shed, which is what she wanted, he allowed panic to overcome him.
-¿Quieres quedarte sola? -preguntó.
“Do you want to be alone? he asked.
-Si lo quisiera no te hubiera dicho que entraras --dijo ella.
“If I did, I would not have told you to come in, she said.
Entonces él extendió los dedos helados en la oscuridad, buscó a tientas la otra mano en la oscuridad, y la encontró esperándolo. Ambos fueron bastante lúcidos para darse cuenta, en un mismo instante fugaz, de que ninguna de las dos era la mano que habían imaginado antes de tocarse, sino dos manos de huesos viejos. Pero en el instante siguiente ya lo eran. Ella empezó a hablar del esposo muerto, en tiempo presente, como si estuviera vivo, y Florentino Ariza supo en ese momento que también a ella le había llegado la hora de preguntarse con dignidad, con grandeza, con unos deseos incontenibles de vivir, qué hacer con el amor que se le había quedado sin dueño.
Then he reached out with two icy fingers in the darkness, felt for the other hand in the darkness, and found it waiting for him. Both were lucid enough to realize, at the same fleeting instant, that the hands made of old bones were not the hands they had imagined before touching. In the next moment, however, they were. She began to speak of her dead husband in the present tense, as if he were alive, and Florentino Ariza knew then that for her, too, the time had come to ask herself with dignity, with majesty, with an irrepressible desire to live, what she should do with the love that had been left behind without a master.
Fermina Daza dejó de fumar por no soltar la mano que él mantenía en la suya. Estaba perdida en la ansiedad de entender. No podía concebir un marido mejor que el que había sido suyo, y sin embargo encontraba más tropiezos que complacencias en la evocación de su vida, demasiadas incomprensiones recíprocas, pleitos inútiles, rencores mal resueltos. Suspiró de pronto: "Es increíble cómo se puede ser tan feliz durante tantos años, en medio de tantas peloteras, de tantas vainas, carajo, sin saber en realidad si eso es amor o no". Cuando terminó de desahogarse, alguien había apagado la luna. El buque avanzaba con sus pasos contados, poniendo un pie antes de poner el otro: un inmenso animal en acecho. Fermina Daza había regresado de la ansiedad.
Fermina Daza stopped smoking in order not to let go of the hand that was still in hers. She was lost in her longing to understand. She could not conceive of a husband better than hers had been, and yet whe n she recalled their life she found more difficulties than pleasures, too many mutual misunderstandings, useless arguments, unresolved angers. Suddenly she sighed: “It is incredible how one can be happy for so many years in the midst of so many squabbles, so many problems, damn it, and not really know if it was love or not. By the time she finished unburdening herself, someone had turned off the moon. The boat moved ahead at its steady pace, one foot in front of the other: an immense, watchful animal. Fermina Daza had returned from her longing.
-Vete ahora -dijo.
“Go now, she said.
Florentino Ariza le apretó la mano, se inclinó hacia ella, y trató de besarla en la mejilla. Pero ella lo esquivó con su voz ronca y suave.
Florentino Ariza pressed her hand, bent toward her, and tried to kiss her on the cheek. But she refused, in her hoarse, soft voice.
-Ya no -le dijo-: huelo a vieja.
“Not now, she said to him. “I smell like an old woman.
Lo oyó salir en la oscuridad, oyó sus pasos en las escaleras, lo oyó dejar de ser hasta el día siguiente. Fermina Daza encendió otro cigarrillo, y mientras lo fumaba vio al doctor Juvenal Urbino con su atuendo de lino intachable, su rigor profesional, su simpatía deslumbrante, su amor oficial, que le hizo una seña de adiós con su sombrero blanco desde otro buque del pasado. "Los hombres somos unos pobres siervos de los prejuicios -le había dicho él alguna vez-. En cambio, cuando una mujer decide acostarse con un hombre, no hay talanquera que no salte, ni fortaleza que no derribe, ni consideración moral alguna que no esté dispuesta a pasarse por el fundamento: no hay Dios que valga." Fermina Daza siguió inmóvil hasta la madrugada, pensando en Florentino Ariza, no como el centinela desolado del parquecito de Los Evangelios cuyo recuerdo no le suscitaba ya ni una lucecita de nostalgia, sino como era entonces, decrépito y rengo, pero real: el hombre que estuvo siempre al alcance de su mano, y no supo reconocerlo. Mientras el buque la arrastraba resollando hacia el fulgor de las primeras rosas, lo único que ella le rogaba a Dios era que Florentino Ariza supiera por dónde empezar otra vez al día siguiente. Lo supo. Fermina Daza dio instrucciones al camarero de que la dejara dormir a su gusto, y cuando despertó había en la mesa de noche un florero con una rosa blanca, fresca, todavía sudada de rocío, y con ella una carta de Florentino Ariza con tantos pliegos como alcanzó a escribir desde que se despidió de ella. Era una carta tranquila, que no trataba más que expresar el estado de ánimo que lo embargaba desde la noche anterior: tan lírica como las otras, tan retórica como todas, pero estaba sustentada por la realidad. Fermina Daza la leyó con una cierta vergüenza consigo misma por los galopes descarados de su corazón. Terminaba con el pedido de que avisara al camarero cuando estuviera lista, pues el capitán los esperaba en el puesto de mando para mostrarles el funcionamiento del buque.
She heard him leave in the darkness, she heard his steps on the stairs, she heard him cease to exist until the next day. Fermina Daza lit another cigarette, and as she smoked she saw Dr. Juvenal Urbino in his immaculate linen suit, with his professional rigor, his dazzling charm, his official love, and he tipped his white hat in a gesture of farewell from another boat out of the past. “We men are the miserable slaves of prejudice, he had once said to her. “But when a woman decides to sleep with a man, there is no wall she will not scale, no fortress she will not destroy, no moral consideration she will not ignore at its very root: there is no God worth worrying about. Fermina Daza sat motionless until dawn, thinking about Florentino Ariza, not as the desolate sentinel in the little Park of the Evangels, whose memory did not awaken even a spark of nostalgia in her, but as he was now, old and lame, but real: the man who had always been within reach and whom she could never acknowledge. As the breathing boat carried her toward the splendor of the day′s first roses, all that she asked of God was that Florentino Ariza would know how to begin again the next day. He did. Fermina Daza instructed the steward to let her sleep as long as she wanted, and when she awoke there was a vase on the night table with a fresh white rose, drops of dew still on it, as well as a letter from Florentino Ariza with as many pages as he had written since his farewell to her. It was a calm letter that did not attempt to do more than express the state of mind that had held him captive since the previous night: it was as lyrical as the others, as rhetorical as all of them, but it had a foundation in reality. Fermina Daza read it with some embarrassment because of the shameless racing of her heart. It concluded with the request that she advise the steward when she was ready, for the Captain was waiting on the bridge to show them the operation of the ship.
Estuvo lista a las once, bañada y olorosa a jabón de flores, con un traje de viuda muy sencillo de etamina gris, y recuperada por completo de la tormenta de la noche. Ordenó un desayuno sobrio al camarero de blanco impecable, que estaba al servicio personal del capitán, pero no mandó el recado de que vinieran a buscarla. Subió sola, deslumbrada por el cielo sin nubes, y encontró a Florentino Ariza conversando con el capitán en el puesto de mando. Le pareció distinto, no sólo por que ella lo veía entonces con otros ojos, sino porque en realidad había cambiado. En lugar de los atuendos fúnebres de toda la vida llevaba unos zapatos blancos muy cómodos, pantalón y camisa de hilo con cuello abierto y manga corta y su monograma bordado en el bolsillo del pecho. Llevaba además una gorra escocesa, también blanca, y un dispositivo de lentes oscuros superpuesto a sus eternos espejuelos de miope. Era evidente que todo era de primer uso y acabado de comprar a propósito para el viaje, salvo el cinturón de cuero marrón, muy usado, que Fermina Daza notó al primer golpe de vista como una mosca en la sopa. Al verlo así, vestido para ella de un modo tan ostensible, no pudo impedir el rubor de fuego que le subió a la cara. Se ofuscó al saludarlo, y él se ofuscó más con la ofuscación de ella. La conciencia de que se comportaban como novios los ofuscó más aún, y la conciencia de que ambos estaban ofuscados acabó de ofuscarlos hasta el punto de que el capitán Samaritano lo advirtió con un trémolo de compasión. Los sacó del apuro explicándoles el manejo de los mandos y el mecanismo general del buque durante dos horas. Navegaban muy despacio por un no sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte. Pero al contrario de las aguas turbias de la desembocadura, aquellas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado. Fermina Daza tuvo la impresión de que era un delta poblado de islas de arena.
She was ready at eleven o′clock, bathed and smelling of flower-scented soap, wearing a very simple widow′s dress of gray etamine, and completely recovered from the night′s turmoil. She ordered a sober breakfast from the steward, who was dressed in impeccable white, and in the Captain′s personal service, but she did not send a message for anyone to come for her. She went up alone, dazzled by the cloudless sky, and she found Florentino Ariza talking to the Captain on the bridge. He looked different to her, not only because she saw him now with other eyes, but because in reality he had changed. Instead of the funereal clothing he had worn all his life, he was dressed in comfortable white shoes, slacks, and a linen shirt with an open collar, short sleeves, and his monogram embroidered on the breast pocket. He also had on a white Scottish cap and removable dark lenses over his perpetual eyeglasses for myopia. It was evident that everything was being used for the first time and had been bought just for the trip, with the exception of the well-worn belt of dark brown leather, which Fermina Daza noticed at first glance as if it were a fly in the soup. Seeing him like this, dressed just for her in so patent a manner, she could not hold back the fiery blush that rose to her face. She was embarrassed when she greeted him, and he was more embarrassed by her embarrassment. The knowledge that they were behaving as if they were sweethearts was even more embarrassing, and the knowledge that they were both embarrassed embarrassed them so much that Captain Samaritano noticed it with a tremor of compassion. He extricated them from their difficulty by spending the next two hours explaining the controls and the general operation of the ship. They were sailing very slowly up a river without banks that meandered between arid sand bars stretching to the horizon. But unlike the troubled waters at the mouth of the river, these were slow and clear and gleamed like metal under the merciless sun. Fermina Daza had the impression that it was a delta filled with islands of sand.
-Es lo poco que nos va quedando del río -le dijo el capitán.
“It is all the river we have left, said the Captain.
Florentino Ariza, en efecto, estaba sorprendido de los cambios, y lo estaría más al día siguiente, cuando la navegación se hizo más difícil, y se dio cuenta de que el río padre de La Magdalena, uno de los grandes del mundo, era sólo una ilusión de la memoria. El capitán Samaritano les explicó cómo la deforestación irracional había acabado con el río en cincuenta años: las calderas de los buques habían devorado la selva enmarañada de árboles colosales que Florentino Ariza sintió como una opresión en su primer viaje. Fermina Daza no vería los animales de sus sueños: los cazadores de pieles de las tenerías de Nueva Orleans habían exterminado los caimanes que se hacían los muertos con las fauces abiertas durante horas y horas en los barrancos de la orilla para sorprender a las mariposas; los loros con sus algarabías y los micos con sus gritos de locos se habían ido muriendo a medida que se les acababan las frondas, los manatíes de grandes tetas de madres que amamantaban a sus crías y lloraban con voces de mujer desolada en los playones eran una especie extinguida por las balas blindadas de los cazadores de placer.
Florentino Ariza, in fact, was surprised by the changes, and would be even more surprised the following day, when navigation became more difficult and he realized that the Magdalena, father of waters, one of the great rivers of the world, was only an illusion of memory. Captain Samaritano explained to them how fifty years of uncontrolled deforestation had destroyed the river: the boilers of the river-boats had consumed the thick forest of colossal trees that had oppressed Florentino Ariza on his first voyage. Fermina Daza would not see the animals of her dreams: the hunters for skins from the tanneries in New Orleans had exterminated the alligators that, with yawning mouths, had played dead for hours on end in the gullies along the shore as they lay in wait for butterflies, the parrots with their shrieking and the monkeys with their lunatic screams had died out as the foliage was destroyed, the manatees with their great breasts that had nursed their young and wept on the banks in a forlorn woman′s voice were an extinct species, annihilated by the armored bullets of hunters for sport.
El capitán Samaritano les tenía un afecto casi maternal a los manatíes, porque le parecían señoras condenadas por algún extravío de amor, y tenía por cierta la leyenda de que eran las únicas hembras sin machos en el reino animal. Siempre se opuso a que les dispararan desde la borda, como era la costumbre, a pesar de que había leyes que lo prohibían. Un cazador de Carolina del Norte, con su documentación en regla, había desobedecido sus órdenes y le había destrozado la cabeza a una madre de manatí con un disparo certero de su Springfíeld, y la cría había quedado enloquecida de dolor llorando a gritos sobre el cuerpo tendido. El capitán había hecho subir al huérfano para hacerse cargo de él, y dejó al cazador abandonado en el playón desierto junto al cadáver de la madre asesinada. Estuvo seis meses en la cárcel, por protestas diplomáticas, y a punto de perder su licencia de navegante, pero salió dispuesto a repetir lo hecho cuantas veces hubiera ocasión. Sin embargo, aquel había sido un episodio histórico: el manatí huérfano, que creció y vivió muchos años en el parque de animales raros de San Nicolás de las Barrancas, fue el último que se vio en el río.
Captain Samaritano had an almost maternal affection for the manatees, because they seemed to him like ladies damned by some extravagant love, and he believed the truth of the legend that they were the only females in the animal kingdom that had no mates. He had always opposed shooting at them from the ship, which was the custom despite the laws prohibiting it. Once, a hunter from North Carolina, his papers in order, had disobeyed him, and with a well-aimed bullet from his Springfield rifle had shattered the head of a manatee mother whose baby became frantic with grief as it wailed over the fallen body. The Captain had the orphan brought on board so that he could care for it, and left the hunter behind on the deserted bank, next to the corpse of the murdered mother. He spent six months in prison as the result of diplomatic protests and almost lost his navigator′s license, but he came out prepared to do it again, as often as the need arose. Still, that had been a historic episode: the orphaned manatee, which grew up and lived for many years in the rare-animal zoo in San Nicolás de las Barrancas, was the last of its kind seen along the river.
-Cada vez que paso por ese playón -dijo- le ruego a Dios que aquel gringo se vuelva a embarcar en mi buque, para volver a dejarlo.
“Each time I pass that bank, he said, “I pray to God that the gringo will board my ship so that I can leave him behind all over again.
Fermina Daza, que no le tenía simpatía, se conmovió de tal modo con aquel gigante tierno, que desde esa mañana lo puso en un lugar privilegiado de su corazón. Hizo bien: el viaje apenas comenzaba, y ya tendría ocasiones de sobra para darse cuenta de que no se había equivocado.
Fermina Daza, who had felt no fondness for the Captain, was so moved by the tenderhearted giant that from that morning on he occupied a privileged place in her heart. She was not wrong: the trip was just beginning, and she would have many occasions to realize that she had not been mistaken.
Fermina Daza y Florentino Ariza permanecieron en los puestos de mando hasta la hora del almuerzo, poco después de que pasaron frente a la población de Calamar, que apenas unos años antes tenía una fiesta perpetua, y ahora era un puerto en ruinas de calles desoladas. El único ser que se vio desde el buque, fue una mujer vestida de blanco que hacía señas con un pañuelo. Fermina Daza no entendió por qué no la recogían, si parecía tan afligida, pero el capitán le explicó que era la aparición de una ahogada que hacía señas de engaño para desviar los buques hacia los peligrosos remolinos de la otra orilla. Pasaron tan cerca de ella que Fermina Daza la vio con todos sus detalles, nítida bajo el sol, y no dudó de que en realidad no existiera, pero su cara le pareció conocida.
Fermina Daza and Florentino Ariza remained on the bridge until it was time for lunch. It was served a short while after they passed the town of Calamar on the opposite shore, which just a few years before had celebrated a perpetual fiesta and now was a ruined port with deserted streets. The only creature they saw from the boat was a woman dressed in white, signaling to them with a handkerchief. Fermina Daza could not understand why she was not picked up when she seemed so distressed, but the Captain explained that she was the ghost of a drowned woman whose deceptive signals were intended to lure ships off course into the dangerous whirlpools along the other bank. They passed so close that Fermina Daza saw her in sharp detail in the sunlight, and she had no doubt that she did not exist, but her face seemed familiar.
Fue un día largo y caluroso. Fermina Daza volvió al camarote después del almuerzo, para su siesta inevitable, pero no durmió bien por el dolor del oído, que se le hizo más intenso cuando el buque intercambió los saludos de rigor con otro de la C.F.C. con el que se cruzó unas leguas arriba de Barranca Vieja. Florentino Ariza descabezó un sueño instantáneo sentado en el salón principal, donde la mayoría de los pasajeros sin camarote dormían como a media noche, y soñó con Rosalba, muy cerca del lugar en que la había visto embarcarse. Viajaba sola, con su atuendo de momposina del siglo anterior, y era ella y no el niño la que dormía la siesta dentro de la jaula de mimbre colgada en el alero. Fue un sueño a la vez tan enigmático y divertido, que siguió con su regusto toda la tarde, mientras jugaba dominó con el capitán y dos pasajeros amigos.
It was a long, hot day. Fermina Daza returned to her cabin after lunch for her inevitable siesta, but she did not sleep well because of a pain in her ear, which became worse when the boat exchanged mandatory greetings with another R.C.C. vessel as they passed each other a few leagues above Barranca Vieja. Florentino Ariza fell into instantaneous sleep in the main salon, where most of the passengers without cabins were sleeping as if it were midnight, and close to the spot where he had seen her disembark, he dreamed of Rosalba. She was traveling alone, wearing her Mompox costume from the last century, and it was she and not the child who slept in the wicker cage that hung from the ceiling. It was a dream at once so enigmatic and so amusing that he enjoyed it for the rest of the afternoon as he played dominoes with the Captain and two of the passengers who were friends of his.
El calor cesaba a la caída del sol, y el buque revivía. Los pasajeros emergían como de un letargo, recién bañados y con ropas limpias, y ocupaban las poltronas de mimbre del salón a la espera de la cena, que era anunciada a las cinco en punto por un mesero que recorría la cubierta de un extremo al otro haciendo sonar entre aplausos de burlas una campana de sacristán. Mientras comían, empezaba la banda con música de fandango, y el baile seguía de largo hasta la media noche.
It grew cooler as the sun went down, and the ship came back to life. The passengers seemed to emerge from a trance; they had just bathed and changed into fresh clothing, and they sat in the wicker armchairs in the salon, waiting for supper, which was announced at exactly five o′clock by a waiter who walked the deck from one end to the other and rang a sacristan′s bell, to mocking applause. While they were eating, the band began to play fandangos, and the danc ing continued until midnight.
Fermina Daza no quiso cenar por la molestia del oído, y presenció el primer embarque de leña para las calderas, en una barranca pelada donde no había nada más que los troncos amontonados, y un hombre muy viejo que atendía el negocio. No parecía haber nadie más a muchas leguas. Para Fermina Daza fue una escala lenta y aburrida, impensable en los transatlánticos de Europa, y había tanto calor que se hacía sentir aun dentro del mirador refrigerado. Pero cuando el buque zarpó de nuevo soplaba un viento fresco oloroso a entrañas de la selva, y la música se hizo más alegre. En la población de Sitio Nuevo había una sola luz en una sola ventana de una sola casa, y en la oficina del puerto no hicieron la señal convenida de que había carga o pasajeros para el buque, de modo que éste pasó sin saludar.
Fermina Daza did not care to eat because of the pain in her ear, and she watched as the first load of wood for the boilers was taken on from a bare gully where there was nothing but stacked logs and a very old man who supervised the operation. There did not seem to be another person for many leagues around. For Fermina Daza it was a long, tedious stop that would have been unthinkable on the ocean liners to Europe, and the heat was so intense that she could feel it even on her cooled observation deck. But when the boat weighed anchor again there was a cool breeze scented with the heart of the forest, and the music became more lively. In the town of Sitio Nuevo there was only one light in only one window in only one house, and the port office did not signal either cargo or passengers, so the boat passed by without a greeting.
Fermina Daza había estado toda la tarde preguntándose de qué recursos iba a valerse Florentino Ariza para verla sin tocar en el camarote, y hacia las ocho no pudo soportar más las ansias de estar con él. Salió al corredor con la esperanza de encontrarlo de un modo que pareciera casual, y no tuvo que andar mucho: Florentino Ariza estaba sentado en un escaño del corredor, callado y triste como en el parquecito de Los Evangelios, y preguntándose desde hacía más de dos horas cómo iba a hacer para verla. Ambos hicieron el mismo gesto de sorpresa que ambos sabían fingido, y recorrieron juntos la cubierta de primera clase atiborrada de gente joven: la mayoría estudiantes bulliciosos que se agotaban con una cierta ansiedad en la última parranda de las vacaciones. En la cantina, Florentino Ariza y Fermina Daza se tomaron un refresco de botella sentados como estudiantes frente al mostrador, y ella se vio de pronto en una situación temida. Dijo: "¡Qué horror!". Florentino Ariza le preguntó en qué estaba pensando que le causaba semejante impresión.
Fermina Daza had spent the entire afternoon wondering what stratagems Florentino Ariza would use to see her without knocking at her cabin door, and by eight o′clock she could no longer bear the longing to be with him. She went out into the passageway, hoping to meet him in what would seem a casual encounter, and she did not have to go very far: Florentino Ariza was sitting on a bench in the passageway, as silent and forlorn as he had been in the Park of the Evangels, and for over two hours he had been asking himself how he was going to see her. They both made the same gesture of surprise that they both knew was feigned, and together they strolled the first-class deck, crowded with young people, most of them boisterous students who, with some eagerness, were exhausting themselves in the final fling of their vacation. In the lounge, Florentino Ariza and Fermina Daza sat at the bar as if they were students themselves and drank bottled soft drinks, and suddenly she saw herself in a frightening situation. She said: “How awful! Florentino Ariza asked her what she was thinking that caused her so much distress.
-En los pobres viejitos -dijo ella-. Los que mataron a remazos en el bote.
“The poor old couple, she said. “The ones who were beaten to death in the boat.
Ambos se fueron a dormir cuando se acabó la música, después de una larga conversación sin tropiezos en el mirador oscuro. No hubo luna, el cielo estaba encapotado, y en el horizonte estallaban relámpagos sin truenos que los iluminaban por un instante. Florentino Ariza enrolló los cigarrillos para ella, pero no se fumó más de cuatro, atormentada por el dolor que se aliviaba por momentos y se recrudecía cuando el barco bramaba al cruzarse con otro, o al pasar frente a un pueblo dormido, o cuando navegaba despacio para sondear el fondo del río. Él le contó con cuánta ansiedad la había visto siempre en los Juegos Florales, en el vuelo en globo, en el velocípedo de acróbata, y con cuánta ansiedad esperaba las fiestas públicas durante todo el año, sólo para verla. También ella lo había visto muchas veces, y nunca se hubiera imaginado que estuviera allí sólo para verla. Sin embargo, hacía apenas un año, cuando leyó sus cartas, se preguntó de pronto cómo era posible que él no hubiera competido nunca en los Juegos Florales: sin duda habría ganado. Florentino Ariza le mintió: sólo escribía para ella, versos para ella, y sólo él los leía. Entonces fue ella la que buscó su mano en la oscuridad, y no la encontró esperándola como ella había esperado la suya la noche anterior, sino que lo tomó de sorpresa. A Florentino Ariza se le heló el corazón.
They both decided to turn in when the music stopped, after a long, untroubled conversation on the dark observation deck. There was no moon, the sky was cloudy, and on the horizon flashes of lightning, with no claps of thunder, illuminated them for an instant. Florentino Ariza rolled cigarettes for her, but she did not smoke more than a few, for she was tormented by pain that would ease for a few moments and flare up again when the boat bellowed as it passed another ship or a sleeping village, or when it slowed to sound the depth of the river. He told her with what longing he had watched her at the Poetic Festival, on the balloon flight, on the acrobat′s velocipede, with what longing he had waited all year for public festivals just so he could see her. She had often seen him as well, and she had never imagined that he was there only to see her. However, it was less than a year since she had read his letters and wondered how it was possible that he had never competed in the Poetic Festival: there was no doubt he would have won. Florentino Ariza lied to her: he wrote only for her, verses for her, and only he read them. Then it was she who reached for his hand in the darkness, and she did not find it waiting for her as she had waited for his the night before. Instead, she took him by surprise, and Florentino Ariza′s heart froze.
— Quéraras son las mujeres -dijo.
“How strange women are, he said.
Ella soltó una risa profunda, de paloma joven, y volvió a pensar en los ancianos del bote. Estaba escrito: aquella imagen había de perseguirla siempre. Pero esa noche podía soportarla, porque se sentía tranquila y bien, como pocas veces en la vida: limpia de toda culpa. Se hubiera quedado así hasta el amanecer, callada, con la mano de él sudando hielo en su mano, pero no pudo soportar el tormento del oído. De modo que cuando se apagó la música, y luego cesó el trajín de los pasajeros del común colgando las hamacas en el salón, ella comprendió que su dolor era más fuerte que su deseo de estar con él. Sabía que el solo decírselo a él iba a aliviarla, pero no lo hizo para no preocuparlo. Pues entonces tenía la impresión de conocerlo como si hubiera vivido con él toda la vida, y lo creía capaz de dar la orden de que el buque regresara al puerto si eso pudiera quitarle el dolor.
She burst into laughter, a deep laugh like a young dove′s, and she thought again about the old couple in the boat. It was incised: the image would always pursue her. But that night she could bear it because she felt untroubled and calm, as she had few times in her life: free of all blame. She would have remained there until dawn, silent, with his hand perspiring ice into hers, but she could not endure the torment in her ear. So that when the music was over, and then the bustle of the ordinary passengers hanging their hammocks in the salon had ended, she realized that her pain was stronger than her desire to be with him. She knew that telling him about it would alleviate her suffering, but she did not because she did not want to worry him. For now it seemed to her that she knew him as well as if she had lived with him all her life, and she thought him capable of ordering the boat back to port if that would relieve her pain.
Florentino Ariza había previsto que esa noche ocurrirían las cosas así, y se retiró. Ya en la puerta del camarote trató de despedirse con un beso, pero ella le puso la mejilla izquierda. Él insistió, ya con la respiración entrecortada, y ella le ofreció la otra mejilla con una coquetería que él no le había conocido de colegiala. Entonces insistió por segunda vez, y ella lo recibió en los labios, lo recibió con un temblor profundo que trató de sofocar con una risa olvidada desde su noche de bodas.
Florentino Ariza had foreseen how things would be that night, and he withdrew. At the door of her cabin he tried to kiss her good night, but she offered him her left cheek. He insisted, with labored breath, and she offered him her other cheek, with a coquettishness that he had not known when she was a schoolgirl. Then he insisted again, and she offered him her lips, she offered her lips with a profound trembling that she tried to suppress with the laugh she had forgotten after her wedding night.
-¡Dios mío -dijo-, qué loca soy en los buques!
“My God, she said, “ships make me so crazy.
Florentino Ariza se estremeció: en efecto, como ella misma lo había dicho, tenía el olor agrio de la edad. Sin embargo, mientras caminaba hacia su camarote, abriéndose paso por entre el laberinto de hamacas dormidas, se consolaba con la idea de que él debía tener el mismo olor, sólo que cuatro años más viejo, y que ella debió haberlo sentido con la misma emoción. Era el olor de los fermentos humanos, que él había percibido en sus amantes más antiguas, y que ellas habían sentido en él. La viuda de Nazaret, que no se guardaba nada, se lo dijo de un modo más crudo: "Ya olemos a gallinazo". Ambos se lo soportaban el uno al otro, porque estaban a mano: mi olor contra el tuyo. En cambio, muchas veces se había cuidado de América Vicuña, cuyo olor de pañales le despertaba a él los instintos maternos y sin embargo lo inquietaba la idea de que ella no pudiera soportar el suyo: su olor de viejo verde. Pero todo eso pertenecía al pasado. Lo importante era que por primera vez desde aquella tarde en que la tía Escolástica dejó el misal en el mostrador de la telegrafía, Florentino Ariza no había vuelto a sentir una felicidad como la de esa noche: tan intensa que le causaba miedo.
Florentino Ariza shuddered: as she herself had said, she had the sour smell of old age. Still, as he walked to his cabin, making his way through the labyrinth of sleeping hammocks, he consoled himself with the thought that he must give off the same odor, except his was four years older, and she must have detected it on him, with the same emotion. It was the smell of human fermentation, which he had perceived in his oldest lovers and they had detected in him. The Widow Nazaret, who kept nothing to herself, had told him in a cruder way: “Now we stink like a henhouse. They tolerated each other because they were an even match: my odor against yours. On the other hand, he had often taken care of América Vicuña, whose diaper smell awakened maternal instincts in him, but he was disturbed at the idea that she had disliked his odor: the smell of a dirty old man. But all that belonged to the past. The important thing was that not since the afternoon when Aunt Escolástica left her missal on the counter in the telegraph office had Florentino Ariza felt the happiness he felt that night: so intense it frightened him.
Empezaba a dormirse, cuando el contador del buque lo despertó a las cinco en el puerto de Zambrano para entregarle un telegrama urgente. Estaba firmado por Leona Cassiani, con fecha del día anterior, y todo su horror cabía en una línea: América Vicuña muerta ayer motivos inexplicables. A las once de la mañana conoció los pormenores a través de una conferencia telegráfica con Leona Cassiani, en la que él mismo operó el equipo transmisor como no había vuelto a hacerlo desde sus años de telegrafista. América Vicuña, presa de una depresión mortal por haber sido reprobada en los exámenes finales, se había bebido un frasco de láudano que se robó en la enfermería del colegio. Florentino Ariza sabía en el fondo de su alma que aquella noticia estaba incompleta. Pero no: América Vicuña no había dejado ninguna nota explicativa que permitiera culpar a nadie de su determinación. La familia estaba llegando en ese momento desde Puerto Padre, avisada por Leona Cassiani, y el entierro sería esa tarde a las cinco. Florentino Ariza respiró. Lo único que podía hacer para seguir vivo era no permitirse el suplicio de aquel recuerdo. Lo borró de la memoria, aunque de vez en cuando en el resto de sus años iba a sentirlo revivir de pronto, sin que viniera a cuento, como la punzada instantánea de una cicatriz antigua.
At five o′clock he was beginning to doze off, when the ship′s purser woke him in the port of Zambrano to hand him an urgent telegram. It was signed by Leona Cassiani and dated the previous day, and all its horror was contained in a single line: América Vicuñadead yesterday reasons unknown. At eleven o′clock in the morning he learned the details from Leona Cassiani in a telegraphic conference during which he himself operated the transmitting equipment for the first time since his years as a telegraph operator. América Vicuña, in the grip of mortal depression because she had failed her final examinations, had drunk a flask of laudanum stolen from the school infirmary. Florentino Ariza knew in the depths of his soul that the story was incomplete. But no: América Vicuña had left no explana tory note that would have allowed anyone to be blamed for her decision. The family, informed by Leona Cassiani, was arriving now from Puerto Padre, and the funeral would take place that afternoon at five o′clock. Florentino Ariza took a breath. The only thing he could do to stay alive was not to allow himself the anguish of that memory. He erased it from his mind, although from time to time in the years that were left to him he would feel it revive, with no warning and for no reason, like the sudden pang of an old scar.
Los días siguientes fueron calurosos e interminables. El río se volvió turbio y se fue haciendo cada vez más estrecho, y en vez de la maraña de árboles colosales que había asombrado a Florentino Ariza en su primer viaje, había llanuras calcinadas, desechos de selvas enteras devoradas por las calderas de los buques, escombros de pueblos abandonados de Dios, cuyas calles continuaban inundadas aun en las épocas más crueles de la sequía. Por la noche no los despertaban los cantos de sirenas de los manatíes en los playones, sino la tufarada nauseabunda de los muertos que pasaban flotando hacia el mar. Pues ya no había guerras ni pestes pero los cuerpos hinchados seguían pasando. El capitán fue sobrio por una vez: "Tenemos órdenes de decir a los pasajeros que son ahogados accidentales". En lugar de la algarabía de los loros y el escándalo de los micos invisibles que en otro tiempo aumentaban el bochorno del medio día, sólo quedaba el vasto silencio de la tierra arrasada.
The days that followed were hot and interminable. The river became muddy and narrow, and instead of the tangle of colossal trees that had astonished Florentino Ariza on his first voyage, there were calcinated flatlands stripped of entire forests that had been devoured by the boilers of the riverboats, and the debris of godforsaken villages whose streets remained flooded even in the crudest droughts. At night they were awakened not by the siren songs of manatees on the sandy banks but by the nauseating stench of corpses floating down to the sea. For there were no more wars or epidemics, but the swollen bodies still floated by. The Captain, for once, was solemn: “We have orders to tell the passengers that they are accidental drowning victims. Instead of the screeching of the parrots and the riotous noise of invisible monkeys, which at one time had intensified the stifling midday heat, all that was left was the vast silence of the ravaged land.
Había tan pocos lugares donde leñatear, y estaban tan separados entre sí, que el Nueva Fidelidad se quedó sin combustible al cuarto día de viaje. Permaneció amarrado casi una semana, mientras sus cuadrillas se internaban por pantanos de cenizas en busca de los últimos árboles desperdigados. No había otros: los leñadores habían abandonado sus veredas huyendo de la ferocidad de los señores de la tierra, huyendo del cólera invisible, huyendo de las guerras larvadas que los gobiernos se empeñaban en ocultar con decretos de distracción. Mientras tanto, los pasajeros, aburridos, hacían torneos de natación, organizaban expediciones de caza, regresaban con iguanas vivas que abrían en canal y volvían a coser con agujas de enfardelar después de sacarles los racimos de huevos, traslúcidos y blandos, que ponían a secar en sartales en las barandas del buque. Las prostitutas pobres de los pueblos vecinos siguieron la traza de las expediciones, improvisaron tiendas de campaña en la barranca de la orilla, llevaron música y cantina, y plantaron la parranda frente al buque varado.
There were so few places for taking on wood, and they were so far apart from each other, that by the fourth day of the trip the New Fidelity had run out of fuel. She was stranded for almost a week while her crew searched bogs of ashes for the last scattered trees. There was no one else: the woodcutters had abandoned their trails, fleeing the ferocity of the lords of the earth, fleeing the invisible cholera, fleeing the larval wars that governments were bent on hiding with distracted decrees. In the meantime, the passengers in their boredom held swimming contests, organized hunting expeditions, and returned with live iguanas that they split open from top to bottom and sewed up again with baling needles after removing the clusters of soft, translucent eggs that they strung over the railings to dry. The poverty-stricken prostitutes from nearby villages followed in the path of the expeditions, improvised tents in the gullies along the shore, brought music and liquor with them, and caroused across the river from the stranded vessel.
Desde mucho antes de ser presidente de C.F.C., Florentino Ariza recibía informes alarmantes del estado del río, pero apenas si los leía. Tranquilizaba a sus socios: "No se preocupen, cuando la leña se acabe ya habrá buques de petróleo". Nunca se tomó el trabajo de pensarlo, obnubilado por la pasión de Fermina Daza, y cuando se dio cuenta de la verdad ya no había nada que hacer, como no fuera llevar otro río nuevo. Por la noche, aun en las épocas de mejores aguas, había que amarrar para dormir, y entonces se volvía insoportable hasta el hecho simple de estar vivo. La mayoría de los pasajeros, sobre todo los europeos, abandonaban el pudridero de los camarotes y se pasaban la noche caminando por las cubiertas, espantando toda clase de alimañas con la misma toalla con que se secaban el sudor incesante, y amanecían exhaustos e hinchados por las picaduras. Un viajero inglés de principios del siglo xix, refiriéndose al viaje combinado en canoa y en muía, que podía durar hasta cincuenta jornadas, había escrito: "Este es uno de los peregrinajes más malos e incómodos que un ser humano pueda realizar". Esto había dejado de ser cierto los primeros ochenta años de la navegación a vapor, y luego había vuelto a serlo para siempre, cuando los caimanes se comieron la última mariposa, y se acabaron los manatíes maternales, se acabaron los loros, los micos, los pueblos: se acabó todo.
Long before he became President of the R.C.C., Florentino Ariza had received alarming reports on the state of the river, but he barely read them. He would calm his associates: “Don′t worry, by the time the wood is gone there will be boats fueled by oil. With his mind clouded by his passion for Fermina Daza, he never took the trouble to think about it, and by the time he realized the truth, there was nothing anyone could do except bring in a new river. Even in the days when the waters were at their best, the boats had to anchor at night, and then even the simple fact of being alive became unendurable. Most of the passengers, above all the Europeans, abandoned the pestilential stench of their cabins and spent the night walking the decks, brushing away all sorts of predatory creatures with the same towel they used to dry their incessant perspiration, and at dawn they were exhausted and swollen with bites. An English traveler at the beginning of the nineteenth century, referring to the journey by canoe and mule that could last as long as fifty days, had written: “This is one of the most miserable and uncomfortable pilgrimages that a human being can make. This had no longer been true during the first eighty years of steam navigation, and then it became true again forever when the alligators ate the last butterfly and the ma ternal manatees were gone, the parrots, the monkeys, the villages were gone: everything was gone.
-No hay problema -reía el capitán-, dentro de unos años vendremos por el cauce seco en automóviles de lujo.
“There′s no problem, the Captain laughed. “In a few years, we′ll ride the dry riverbed in luxury automobiles.
Fermina Daza y Florentino Ariza estuvieron protegidos los tres primeros días por la suave primavera del mirador cerrado, pero cuando racionaron la leña y empezó a fallar el sistema de refrigeración, el Camarote Presidencial se convirtió en una cafetera de vapor. Ella sobrevivía a las noches con el viento fluvial que entraba por las ventanas abiertas, y espantaba los mosquitos con una toalla, pues la bomba de insecticida era inútil estando el buque varado. El dolor del oído se había vuelto insoportable, y una mañana al despertar cesó de pronto y por completo, como el canto de una chicharra reventada. Pero hasta la noche no cayó en la cuenta de que había perdido la audición del oído izquierdo, cuando Florentino Ariza le habló de ese lado, y ella tuvo que volver la cabeza para oír lo que decía. No se lo contó a nadie, resignada de que fuera uno más de los tantos defectos irremediables de la edad.
For the first three days Fermina Daza and Florentino Ariza were protected by the soft springtime of the enclosed observation deck, but when the wood was rationed and the cooling system began to fail, the Presidential Suite became a steam bath. She survived the nights because of the river breeze that came in through the open windows, and she frightened off the mosquitoes with a towel because the insecticide bomb was useless when the boat was anchored. Her earache had become unbearable, and one morning when she awoke it stopped suddenly and completely, like the sound of a smashed cicada. But she did not realize that she had lost the hearing in her left ear until that night, when Florentino Ariza spoke to her on that side and she had to turn her head to hear what he was saying. She did not tell anyone, for she was resigned to the fact that it was one of the many irremediable defects of old age.
Con todo, la demora del buque había sido para ellos un percance providencial. Florentino Ariza lo había leído alguna vez: "El amor se hace más grande y noble en la calamidad". La humedad del Camarote Presidencial los sumergió en un letargo irreal en el cual era más fácil amarse sin preguntas. Vivían horas inimaginables cogidos de la mano en las poltronas de la baranda, se besaban despacio, gozaban la embriaguez de las caricias sin el estorbo de la exasperación. La tercera noche de sopor ella lo esperó con una botella de anisado, del que bebía a escondidas con la pandilla de la prima Hildebranda, y más tarde, ya casada y con hijos, encerrada con las amigas de su mundo prestado. Necesitaba un poco de aturdimiento para no pensar en su suerte con demasiada lucidez, pero Florentino Ariza creyó que era para darse valor en el paso final. Animado por esa ilusión se atrevió a explorar con la yema de los dedos su cuello marchito, el pecho acorazado de varillas metálicas, las caderas de huesos carcomidos, los muslos de venada vieja. Ella lo aceptó complacida con los ojos cerrados, pero sin estremecimientos, fumando y bebiendo a sorbos espaciados. Al final, cuando las caricias se deslizaron por su vientre, tenía ya bastante anís en el corazón.
In spite of everything, the delay had been a providential accident for them. Florentino Ariza had once read: “Love becomes greater and nobler in calamity. The humidity in the Presidential Suite sub merged them in an unreal lethargy in which it was easier to love without questions. They spent unimaginable hours holding hands in the armchairs by the railing, they exchanged unhurried kisses, they enjoyed the rapture of caresses without the pitfalls of impatience. On the third stupefying night she waited for him with a bottle of anisette, which she used to drink in secret with Cousin Hildebranda′s band and later, after she was married and had children, behind closed doors with the friends from her borrowed world. She needed to be somewhat intoxicated in order not to think about her fate with too much lucidity, but Florentino Ariza thought it was to give herself courage for the final step. Encouraged by that illusion, he dared to explore her withered neck with his fingertips, her bosom armored in metal stays, her hips with their decaying bones, her thighs with their aging veins. She accepted with pleasure, her eyes closed, but she did not tremble, and she smoked and drank at regular intervals. At last, when his caresses slid over her belly, she had enough anisette in her heart.
-Si hemos de hacer pendejadas, hagámoslas -dijo-, pero que sea como la gente grande.
“If we′re going to do it, let′s do it, she said, “but let′s do it like grownups.
Lo llevó al dormitorio y empezó a desvestirse sin falsos pudores con las luces encendidas. Florentino Ariza se tendió bocarriba en la cama, tratando de recobrar el dominio, otra vez sin saber qué hacer con la piel del tigre que había matado. Ella le dijo: "No mires". Él preguntó por qué sin apartar la vista del cielo raso.
She took him to the bedroom and, with the lights on, began to undress without false modesty. Florentino Ariza was on the bed, lying on his back and trying to regain control, once again not knowing what to do with the skin of the tiger he had slain. She said: “Don′t look. He asked why without taking his eyes off the ceiling.
-Porque no te va a gustar -dijo ella.
“Because you won′t like it, she said.
Entonces él la miró, y la vio desnuda hasta la cintura, tal como la había imaginado. Tenía los hombros arrugados, los senos caídos y el costillar forrado de un pellejo pálido y frío como el de una rana. Ella se tapó el pecho con la blusa que acababa de quitarse, y apagó la luz. Entonces él se incorporó y empezó a desvestirse en la oscuridad, tirando sobre ella cada pieza que se quitaba, y ella se las devolvía muerta de risa.
Then he looked at her and saw her naked to her waist, just as he had imagined her. Her shoulders were wrinkled, her breasts sagged, her ribs were covered by a flabby skin as pale and cold as a frog′s. She covered her chest with the blouse she had just taken off, and she turned out the light. Then he sat up and began to undress in the darkness, throwing everything at her that he took off, while she tossed it back, dying of laughter.
Permanecieron acostados bocarriba un largo rato, él más y más aturdido a medida que lo abandonaba la embriaguez, y ella tranquila, casi abúlica, pero rogando a Dios que no le diera por reír sin sentido, como siempre que se le iba la mano con el anís. Conversaron para entretener el tiempo. Hablaron de ellos, de sus vidas distintas, de la casualidad inverosímil de estar desnudos en el camarote oscuro de un buque varado, cuando lo justo era pensar que ya no les quedaba tiempo sino para esperar a la muerte. Ella no había oído nunca decir que él tuviera una mujer, ni una siquiera, en una ciudad donde todo se sabía inclusive antes de que fuera cierto. Se lo dijo de un modo casual, y él le replicó de inmediato sin un temblor en la voz:
They lay on their backs for a long time, he more and more perturbed as his intoxication left him, and she peaceful, almost without will, but praying to God that she would not laugh like a fool, as she always did when she overindulged in anisette. They talked to pass the time. They spoke of themselves, of their divergent lives, of the incredible coincidence of their lying naked in a dark cabin on a stranded boat when reason told them they had time only for death. She had never heard of his having a woman, not even one, in that city where everything was known even before it happened. She spoke in a casual manner, and he replied without hesitation in a steady voice:
-Es que me he conservado virgen para ti.
“I′ve remained a virgin for you.
Ella no lo hubiera creído de todos modos, aunque fuera cierto, porque sus cartas de amor estaban hechas de frases como esa que no valían por su sentido sino por su poder de deslumbramiento. Pero le gustó el coraje con que lo dijo. Florentino Ariza, por su parte, se preguntó de pronto lo que nunca se hubiera atrevido a preguntarse: qué clase de vida oculta había hecho ella al margen del matrimonio. Nada le habría sorprendido, porque él sabía que las mujeres son iguales a los hombres en sus aventuras secretas: las mismas estratagemas, las mismas inspiraciones súbitas, las mismas traiciones sin remordimientos. Pero hizo bien en no preguntarlo. En una época en que sus relaciones con la Iglesia estaban ya bastante lastimadas, el confesor le preguntó sin que viniera a cuento si alguna vez le había sido infiel al esposo, y ella se levantó sin responder, sin terminar, sin despedirse, y nunca más volvió a confesarse con ese confesor ni con ningún otro. En cambio, la prudencia de Florentino Ariza tuvo una recompensa inesperada: ella extendió la mano en la oscuridad, le acarició el vientre, los flancos, el ubis casi lampiño. Dijo: "Tienes una piel de nene". Luego dio el paso final: lo buscó donde no estaba, lo volvió a buscar sin ilusiones, y lo encontró inerme.
She would not have believed it in any event, even if it had been true, because his love letters were composed of similar phrases whose meaning mattered less than their brilliance. But she liked the spirited way in which he said it. Florentino Ariza, for his part, suddenly asked himself what he would never have dared to ask himself before: what kind of secret life had she led outside of her marriage? Nothing would have surprised him, because he knew that women are just like men in their secret adventures: the same stratagems, the same sudden inspirations, the same betrayals without remorse. But he was wise not to ask the question. Once, when her relations with the Church were already strained, her confessor had asked her out of the blue if she had ever been unfaithful to her husband, and she had stood up without responding, without concluding, without saying goodbye, and had never gone to confession again, with that confessor or with any other. But Florentino Ariza′s prudence had an unexpected reward: she stretched out her hand in the darkness, caressed his belly, his flanks, his almost hairless pubis. She said: “You have skin like a baby′s. Then she took the final step: she searched for him where he was not, she searched again without hope, and she found him, unarmed.
-Está muerto -dijo él.
“It′s dead, he said.
Le ocurrió siempre la primera vez, con todas, desde siempre, de modo que había aprendido a convivir con aquel fantasma: cada vez había tenido que aprender otra vez, como si fuera la primera. Tomó la mano de ella y se la puso en el pecho: Fermina Daza sintió casi a flor de piel el viejo corazón incansable latiendo con la fuerza, la prisa y el desorden de un adolescente. Él dijo: "Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor". Pero lo dijo sin convicción: estaba avergonzado, furioso consigo mismo, ansiando un motivo para culparla a ella de su fracaso. Ella lo sabía, y empezó a provocar el cuerpo indefenso con caricias de burla, como una gata tierna regodeándose en la crueldad, hasta que él no pudo resistir más el martirio y se fue a su camarote. Ella siguió pensando en él hasta el amanecer, convencida por fin de su amor, y a medida que el anís la abandonaba en oleadas lentas la iba invadiendo la zozobra de que él se hubiera disgustado y no volviera nunca.
It had happened to him sometimes, and he had learned to live with the phantom: each time he had to learn again, as if it were the first time. He took her hand and laid it on his chest: Fermina Daza felt the old, untiring heart almost bursting through his skin, beating with the strength, the rapidity, the irregularity of an adolescent′s. He said: “Too much love is as bad for this as no love at all. But he said it without conviction: he was ashamed, furious with himself, longing for some reason to blame her for his failure. She knew it, and began to provoke his defenseless body with mock caresses, like a kitten delighting in cruelty, until he could no longer endure the martyrdom and he returned to his cabin. She thought about him until dawn, convinced at last of her love, and as the anisette left her in slow waves, she was invaded by the anguished fear that he was angry and would never return.
Pero volvió el mismo día, a la hora insólita de las once de la mañana, fresco y restaurado, y se desnudó frente a ella con una cierta ostentación. Ella se complació en verlo a plena luz tal como lo había imaginado en la oscuridad: un hombre sin edad, de piel oscura, lúcida y tensa como un paraguas abierto, sin más vellos que los muy escasos y lacios de las axilas y el pubis. Estaba con la guardia en alto, y ella se dio cuenta de que no se dejaba ver el arma por casualidad, sino que la exhibía como un trofeo de guerra para darse valor. Ni siquiera le dio tiempo de quitarse la camisa de dormir que se había puesto cuando empezó la brisa del amanecer, y su prisa de principiante le causó a ella un estremecimiento de compasión. Pero no le molestó, porque en casos como aquel no le era fácil distinguir entre la compasión y el amor. Al final, sin embargo, se sintió vacía.
But he returned the same day, refreshed and renewed, at the unusual hour of eleven o′clock, and he undressed in front of her with a certain ostentation. She was pleased to see him in the light just as she had imagined him in the darkness: an ageless man, with dark skin that was as shiny and tight as an opened umbrella, with no hair except for a few limp strands under his arms and at his groin. His guard was up, and she realized that he did not expose his weapon by accident, but displayed it as if it were a war trophy in order to give himself courage. He did not even give her time to take off the nightgown that she had put on when the dawn breeze began to blow, and his beginner′s haste made her shiver with compassion. But that did not disturb her, because in such cases it was not easy to distinguish between compassion and love. When it was over, however, she felt empty.
Era la primera vez que hacía el amor en más de veinte años, y lo había hecho embargada por la curiosidad de sentir cómo podía ser a su edad después de un receso tan prolongado. Pero él no le había dado tiempo de saber si también su cuerpo lo quería. Había sido rápido y triste, y ella pensó: "Ahora hemos jodido todo". Pero se equivocó: a pesar del desencanto de ambos, a pesar del arrepentimiento de él por su torpeza y del remordimiento de ella por la locura del anís, no se separaron un instante en los días siguientes. Apenas si salían del camarote para comer. El capitán Samaritano, que descubría por instinto cualquier misterio que quisiera guardarse en su buque, les mandaba la rosa blanca todas las mañanas, les puso una serenata de valses de su tiempo, les hacía preparar comidas de broma con ingredientes alentadores. No volvieron a intentar el amor hasta mucho después, cuando la inspiración les llegó sin que la buscaran. Les bastaba con la dicha simple de estar juntos.
It was the first time she had made love in over twenty years, and she had been held back by her curiosity concerning how it would feel at her age after so long a respite. But he had not given her time to find out if her body loved him too. It had been hurried and sad, and she thought: Now we′ve screwed up everything. But she was wrong: despite the disappointment that each of them felt, despite his regret for his clumsiness and her remorse for the madness of the anisette, they were not apart for a moment in the days that followed. Captain Samaritano, who uncovered by instinct any secret that anyone wanted to keep on his ship, sent them a white rose every morning, had them serenaded with old waltzes from their day, had meals prepared for them with aphrodisiac ingredients as a joke. They did not try to make love again until much later, when the inspiration came to them without their looking for it. They were satisfied with the simple joy of being together.
No hubieran pensado en salir del camarote de no haber sido porque el capitán les anunció en una nota que después del almuerzo llegarían a La Dorada, el puerto final, al cabo de once días de viaje. Fermina Daza y Florentino Ariza vieron desde el camarote el promontorio de casas iluminadas por un sol pálido, y creyeron entender la razón de su nombre, pero les pareció menos evidente cuando sintieron el calor que resollaba como las calderas, y vieron hervir el alquitrán de las calles. Además, el buque no atracó allí sino en la orilla opuesta, donde estaba la estación terminal del ferrocarril de Santa Fe.
They would not have thought of leaving the cabin if the Captain had not written them a note informing them that after lunch they would reach golden La Dorada, the last port on the eleven-day journey. From the cabin Fermina Daza and Florentino Ariza saw the promontory of houses lit by a pale sun, and they thought they understood the reason for its name, but it seemed less evident to them when they felt the heat that steamed like a caldron and saw the tar bubbling in the streets. Moreover, the boat did not dock there but on the opposite bank, where the terminal for the Santa Fe Railroad was located.
Abandonaron el refugio tan pronto como los pasajeros desembarcaron. Fermina Daza respiró el buen aire de la impunidad en el salón vacío, y ambos contemplaron desde la borda la muchedumbre alborotada que identificaba sus equipajes en los vagones de un tren que parecía de juguete. Podía pensarse que venían de Europa, sobre todo las mujeres, cuyos abrigos nórdicos y sombreros del siglo anterior eran un contrasentido en la canícula polvorienta. Algunas llevaban los cabellos adornados con hermosas flores de papa que empezaban a desfallecer con el calor. Acababan de llegar de la planicie andina después de una jornada de tren a través de una sabana de ensueño, y aún no habían tenido tiempo de cambiarse de ropa para el Caribe.
They left their refuge as soon as the passengers disembarked. Fermina Daza breathed the good air of impunity in the empty salon, and from the gunwale they both watched a noisy crowd of people gathering their luggage in the cars of a train that looked like a toy. One would have thought they had come from Europe, above all the women, in their Nordic coats and hats from the last century that made no sense in the sweltering, dusty heat. Some wore beautiful potato blossoms in their hair, but they had begun to wither in the heat. They had just come from the Andean plateau after a train trip through a dreamlike savannah, and they had not had time to change their clothes for the Caribbean.
En medio del bullicio de mercado, un hombre muy viejo de aspecto inconsolable se sacaba pollitos de los bolsillos de su abrigo de pordiosero. Había aparecido de repente, abriéndose paso por entre la muchedumbre con un sobretodo en piltrafas que había sido de alguien mucho más alto y corpulento. Se quitó el sombrero, lo puso bocarriba en el muelle por si quisieran echarle una moneda, y empezó a sacarse de los bolsillos puñados de pollitos tiernos y descoloridos que parecían proliferar entre sus dedos. En un momento el muelle parecía tapizado de pollitos inquietos piando por todas partes, entre los viajeros apresurados que los pisoteaban sin sentirlos. Fascinada por el espectáculo de maravilla que parecía ejecutado en su honor, pues sólo ella lo contemplaba, Fermina Daza no se dio cuenta en qué momento empezaron a subir en el buque los pasajeros del viaje de regreso. Se le acabó la fiesta: entre los que llegaban alcanzó a ver muchas caras conocidas, algunas de amigos que hasta hacía poco la habían acompañado en su duelo, y se apresuró a refugiarse otra vez en el camarote. Florentino Ariza la encontró consternada: prefería morir antes que ser descubierta por los suyos en un viaje de placer, transcurrido tan poco tiempo desde la muerte del esposo. A Florentino Ariza lo afectó tanto su abatimiento, que le prometió pensar en algún modo de protegerla, distinto de la cárcel del camarote.
In the middle of the bustling market, a very old man with an inconsolable expression on his face was pulling chicks out of the pockets of his beggar′s coat. He had appeared without warning, making his way through the crowd in a tattered overcoat that had belonged to someone much taller and heavier tha n he. He took off his hat, placed it brim up on the dock in case anyone wanted to throw him a coin, and began to empty his pockets of handfuls of pale baby chicks that seemed to proliferate in his fingers. In only a moment the dock appeared to be carpeted with cheeping chicks running everywhere among hurried travelers who trampled them without realizing it. Fascinated by the marvelous spectacle that seemed to be performed in her honor, for she was the only person watching it, Fermina Daza did not notice whe n the passengers for the return trip began to come on board. The party was over: among them she saw many faces she knew, some of them friends who until a short while ago had attended her in her grief, and she rushed to take refuge in her cabin. Florentino Ariza found her there, distraught: she would rather die than be seen on a pleasure trip, by people she knew, so soon after the death of her husband. Her preoccupation affected Florentino Ariza so much that he promised to think of some way to protect her other than keeping her in the cabin.
La idea se le ocurrió de pronto cuando cenaban en el comedor privado. El capitán estaba inquieto con un problema que hacía tiempo quería discutir con Florentino Ariza, pero que él esquivaba siempre con su argumento usual: "Esas vainas las arregla Leona Cassiani mejor que yo". Sin embargo, esta vez lo escuchó. El caso era que los buques llevaban carga de subida, pero bajaban vacíos, mientras que ocurría lo contrario con los pasajeros. "Con la ventaja para la carga, de que paga más y además no come", dijo. Fermina Daza cenaba de mala gana, aburrida con la enervada discusión de los dos hombres sobre la conveniencia de establecer tarifas diferenciales. Pero Florentino Ariza llegó hasta el final, y sólo entonces soltó una pregunta que al capitán le pareció el anuncio de una idea salvadora.
The idea came to him all at once as they were having supper in the private dining room. The Captain was troubled by a problem he had wanted to discuss for a long time with Florentino Ariza, who always evaded him with his usual answer: “Leona Cassiani can handle those problems better than I can. This time, however, he listened to him. The fact was that the boats carried cargo upriver, but came back empty, while the opposite occurred with passengers. “And the advantage of cargo is that it pays more and eats nothing, he said. Fermina Daza, bored with the men′s enervated discussion concerning the possibility of establishing differential fares, ate without will. But Florentino Ariza pursued the discussion to its end, and only then did he ask the question that the Captain thought was the prelude to a solution:
-Y hablando en hipótesis -dijo-: ¿sería posible hacer un viaje directo sin carga ni pasajeros, sin tocar en ningún puerto, sin nada?
“And speaking hypothetically, he said, “would it be possible to make a trip without stopping, without cargo or passengers, without coming into any port, without anything?
El capitán dijo que sólo era posible en hipótesis. La C.F.C. tenía compromisos laborales que Florentino Ariza conocía mejor que nadie, tenía contratos de carga, de pasajeros, de correo, y muchos más, ineludibles en su mayoría. Lo único que permitía saltar por encima de todo era un caso de peste a bordo. El buque se declaraba en cuarentena, se izaba la bandera amarilla y se navegaba en emergencia. El capitán Samaritano había tenido que hacerlo varias veces por los muchos casos de cólera que se presentaban en el río, aunque luego las autoridades sanitarias obligaban a los médicos a expedir certificados de disentería común. Además, muchas veces en la historia del río se izaba la bandera amarilla de la peste para burlar impuestos, para no recoger un pasajero indeseable, para impedir requisas inoportunas. Florentino Ariza encontró la mano de Fermina Daza por debajo de la mesa.
The Captain said that it was possible, but only hypothetically. The R.C.C. had business commitments that Florentino Ariza was more familiar with than he was, it had contracts for cargo, passengers, mail, and a great deal more, and most of them were unbreakable. The only thing that would allow them to bypass all that was a case of cholera on board. The ship would be quarantined, it would hoist the yellow flag and sail in a state of emergency. Captain Samaritano had needed to do just that on several occasions because of the many cases of cholera along the river, although later the health authorities had obliged the doctors to sign death certificates that called the cases common dysentery. Besides, many times in the history of the river the yellow plague flag had been flown in order to evade taxes, or to avoid picking up an undesirable passenger, or to elude inopportune inspections. Florentino Ariza reached for Fermina Daza′s hand under the table.
-Pues bien -dijo-: hagamos eso.
“Well, then, he said, “let′s do that.
El capitán se sorprendió, pero en seguida, con su instinto de zorro viejo, lo vio todo claro.
The Captain was taken by surprise, but then, with the instinct of an old fox, he saw everything clearly.
-Yo mando en este buque, pero usted manda en nosotros -dijo-. De modo que si está hablando en serio, déme la orden por escrito, y nos vamos ahora mismo.
“I command on this ship, but you command us, he said. “So if you are serious, give me the order in writing and we will leave right now.
Era en serio, por supuesto, y Florentino Ariza firmó la orden. Al fin y al cabo cualquiera sabía que los tiempos del cólera no habían terminado, a pesar de las cuentas alegres de las autoridades sanitarias. En cuanto al buque, no había problema. Se transfirió la poca carga embarcada, a los pasajeros se les dijo que había un percance de máquinas, y los mandaron esa madrugada en un buque de otra empresa. Si estas cosas se hacían por tantas razones inmorales, y hasta indignas, Florentino Ariza no veía por qué no sería lícito hacerlas por amor. Lo único que el capitán suplicaba era una escala en Puerto Nare, para recoger a alguien que lo acompañara en el viaje: también él tenía su corazón escondido.
Florentino Ariza was serious, of course, and he signed the order. After all, everyone knew that the time of cholera had not ended despite all the joyful statistics from the health officials. As for the ship, there was no problem. The little cargo they had taken on was transferred, they told the passengers there had been a mechanical failure, and early that morning they sent them on their way on a ship that belonged to another company. If such things were done for so many immoral, even contemptible reasons, Florentino Ariza could not see why it would not be legitimate to do them for love. All that the Captain asked was that they stop in Puerto Nare to pick up someone who would accompany him on the voyage: he, too, had his secret heart.
Así que el Nueva Fidelidad zarpó al amanecer del día siguiente, sin carga ni pasajeros, y con la bandera amarilla del cólera flotando de júbilo en el asta mayor. Al atardecer recogieron en Puerto Nare una mujer más alta y robusta que el capitán, de una belleza descomunal, a la cual sólo le faltaba la barba para ser contratada en un circo. Se llamaba Zenaida Neves, pero el capitán la llamaba Mi Energúmena: una antigua amiga suya, a la que solía recoger en un puerto para dejarla en otro, y que subió a bordo perseguida por el ventarrón de la dicha. En aquel moridero triste, donde Florentino Ariza revivió las nostalgias de Rosalba cuando vio el tren de Envigado subiendo a duras penas por la antigua cornisa de muías, se desplomó un aguacero amazónico que había de seguir con muy pocas pausas por el resto del viaje. Pero a nadie le importó: la fiesta navegante tenía su techo propio. Aquella noche, como una contribución personal a la parranda, Fermina Daza bajó a las cocinas, entre las ovaciones de la tripulación, y preparó para todos un plato inventado que Florentino Ariza bautizó para él: berenjenas al amor.
So the New Fidelity weighed anchor at dawn the next day, without cargo or passengers, and with the yellow cholera flag waving jubilantly from the mainmast. At dusk in Puerto Nare they picked up a woman who was even taller and stouter than the Captain, an uncommon beauty who needed only a beard to be hired by a circus. Her name was Zenaida Neves, but the Captain called her “my wild woman: an old friend whom he would pick up in one port and leave in another, and who came on board followed by the winds of joy. In that sad place of death, where Florentino Ariza relived his memories of Rosalba when he saw the train from Envigado struggling to climb the old mule trail, there was an Amazonian downpour that would continue with very few pauses for the rest of the trip. But no one cared: the floating fiesta had its own roof. That night, as a personal contribution to the revelry, Fermina Daza went down to the galley amid the ovations of the crew and prepared a dish for everyone that she created and that Florentino Ariza christened Eggplant al Amor.
Durante el día jugaban a las cartas, comían a reventar, hacían unas siestas de granito que los dejaban exhaustos, y apenas bajaba el sol soltaban la orquesta, y bebían anisado con salmón hasta más allá de la saciedad. Fue un viaje rápido, con el buque liviano y buenas aguas, mejoradas por las crecientes que se precipitaban desde las cabeceras, donde llovió tanto aquella semana como en todo el trayecto. Desde algunos pueblos les tiraban cañonazos de caridad para espantar el cólera, y ellos se lo agradecían con un bramido triste. Los buques de cualquier compañía que cruzaban en el camino les mandaban señales de condolencia. En la población de Magangué, donde nació Mercedes, cargaron leña para el resto del viaje.
During the day they played cards, ate until they were bursting, took gritty siestas that left them exhausted, and as soon as the sun was down the orchestra began to play, and they had anisette with salmon until they could eat and drink no more. It was a rapid journey: the boat was light and the currents favorable and even improved by the floods that rushed down from the headwaters, where it rained as much that week as it had during the entire voyage. Some villages fired charitable cannons for them to frighten away the cholera, and they expressed their gratitude with a mournful bellow. The ships they passed on the way, regardless of the company they belonged to, signaled their condolences. In the town of Magangué, where Mercedes was born, they took on enough wood for the rest of the trip.
Fermina Daza se asustó cuando empezó a sentir la sirena del buque dentro del oído sano, pero al segundo día de anís oía mejor con ambos. Descubrió que las rosas olían más que antes, que los pájaros cantaban al amanecer mucho mejor que antes, y que Dios había hecho un manatí y lo había puesto en el playón de Tamalameque sólo para que la despertara. El capitán lo oyó, hizo derivar el buque, y vieron por fin a la matrona enorme amamantando a su criatura en los brazos. Ni Florentino ni Fermina se dieron cuenta de cómo se compenetraron tanto: ella lo ayudaba a ponerse las lavativas, se levantaba antes que él para cepillarle la dentadura postiza que él dejaba en el vaso mientras dormía, y resolvió el problema de los lentes perdidos, pues los de él le servían para leer y zurcir. Una mañana, al despertar, lo vio en la penumbra pegando un botón de la camisa, y se apresuró a hacerlo ella, antes de que él repitiera la frase ritual de que necesitaba dos esposas. En cambio, lo único que ella necesitó de él fue que le pusiera una ventosa para un dolor en la espalda.
Fermina Daza was horrified when she heard the boat′s horn with her good ear, but by the second day of anisette she could hear better with both of them. She discovered that roses were more fragrant than before, that the birds sang at dawn much better than before, and that God had created a manatee and placed it on the bank at Tamalameque just so it could awaken her. The Captain heard it, had the boat change course, and at last they saw the enormous matron nursing the baby that she held in her arms. Neither Florentino nor Fermina was aware of how well they understood each other: she helped him to take his enemas, she got up before he did to brush the false teeth he kept in a glass while he slept, and she solved the problem of her misplaced spectacles, for she could use his for reading and mending. When she awoke one morning, she saw him sewing a button on his shirt in the darkness, and she hurried to do it for him before he could say the ritual phrase about needing two wives. On the other hand, the only thing she needed from him was that he cup a pain in her back.
Florentino Ariza, por su parte, se puso a rebullir nostalgias con el violín de la orquesta, y en medio día fue capaz de ejecutar para ella el valse de La Diosa Coronada, y lo tocó durante horas hasta que lo hicieron parar a la fuerza. Una noche, por primera vez en su vida, Fermina Daza despertó de pronto ahogada por un llanto que no era de rabia sino de pena, por el recuerdo de los ancianos del bote muertos a garrotazos por el remero. En cambio, la lluvia incesante no la conmovió, y pensó demasiado tarde que tal vez París no había sido tan lúgubre como ella lo sentía, ni Santa Fe hubiera tenido tantos entierros por la calle. El sueño de otros viajes futuros con Florentino Ariza se alzó en el horizonte: viajes locos, sin tantos baúles, sin compromisos sociales: viajes de amor.
Florentino Ariza, for his part, began to revive old memories with a violin borrowed from the orchestra, and in half a day he could play the waltz of “The Crowned Goddess for her, and he played it for hours until they forced him to stop. One night, for the first time in her life, Fermina Daza suddenly awoke choking on tears of sorrow, not of rage, at the memory of the old couple in the boat beaten to death by the boatman. On the other hand, the incessant rain did not affect her, and she thought too late that perhaps Paris was not as gloomy as it had seemed, that Santa Fe did not have so many funerals passing along the streets. The dream of other voyages with Florentino Ariza appeared on the horizon: mad voyages, free of trunks, free of social commitments: voyages of love.
La víspera de la llegada hicieron una fiesta grande, con guirnaldas de papel y focos de colores. Escampó al atardecer. El capitán y Zenaida bailaron muy juntos los primeros boleros que por esos años empezaban a astillar corazones. Florentino Ariza se atrevió a sugerirle a Fermina Daza que bailaran su valse confidencial, pero ella se negó. Sin embargo, toda la noche llevó el compás con la cabeza y los tacones, y hasta hubo un momento en que bailó sentada sin darse cuenta, mientras el capitán se confundía con su tierna energúmena en la penumbra del bolero. Tomó tanto anisado que tuvieron que ayudarla a subir las escaleras, y sufrió un ataque de risa con lágrimas que llegó a alarmarlos a todos. Sin embargo, cuando logró dominarlo en el remanso perfumado del camarote, hicieron un amor tranquilo y sano, de abuelos percudidos, que iba a fijarse en su memoria como el mejor recuerdo de aquel viaje lunático. No se sentían ya como novios recientes, al contrario de lo que el capitán y Zenaida suponían, y menos como amantes tardíos. Era como si se hubieran saltado el arduo calvario de la vida conyugal, y hubieran ido sin más vueltas al grano del amor. Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor. pues habían vivido juntos lo bastante para darse cuenta de que el amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte.
The night before their arrival they had a grand party with paper garlands and colored lights. The weather cleared at nightfall. Holding each other very close, the Captain and Zenaida danced the first boleros that were just beginning to break hearts in those days. Florentino Ariza dared to suggest to Fermina Daza that they dance their private waltz, but she refused. Nevertheless she kept time with her head and her heels all night, and there was even a moment when she danced sitting down without realizing it, while the Captain merged with his young wild woman in the shadows of the bolero. She drank so much anisette that she had to be helped up the stairs, and she suffered an attack of laughing until she cried, which alarmed everyone. However, when at last she recovered her selfpossession in the perfumed oasis of her cabin, they made the tranquil, wholesome love of experienced grandparents, which she would keep as her best memory of that lunatic voyage. Contrary to what the Captain and Zenaida supposed, they no longer felt like newlyweds, and even less like belated lovers. It was as if they had leapt over the arduous calvary of conjugal life and gone straight to the heart of love. They were together in silence like an old married couple wary of life, beyond the pitfalls of passion, beyond the brutal mockery of hope and the phantoms of disillusion: beyond love. For they had lived together long enough to know that lo ve was always love, anytime and anyplace, but it was more solid the closer it came to death.
Despertaron a las seis. Ella con el dolor de cabeza perfumado de anís, y con el corazón aturdido por la impresión de que el doctor juvenal Urbino había vuelto, más gordo y más joven que cuando resbaló del árbol, y estaba sentado en el mecedor, esperándola en la puerta de la casa. Sin embargo, estaba bastante lúcida para darse cuenta de que no era efecto del anís, sino de la inminencia del regreso.
They awoke at six o′clock. She had a headache scented with anisette, and her heart was stunned by the impression that Dr. Juvenal Urbino had come back, plumper and younger than when he had fallen from the tree, and that he was sitting in his rocking chair, waiting for her at the door of their house. She was, however, lucid enough to realize that this was the result not of the anisette but of her imminent return.
-Va a ser como morirse -dijo.
“It is going to be like dying, she said.
Florentino Ariza se sorprendió porque era la adivinación de un pensamiento que no lo dejaba vivir desde el inicio del regreso. Ni él ni ella podían concebirse en otra casa distinta del camarote, comiendo de otro modo que en el buque, incorporados a una vida que iba a serles ajena para siempre. Era, en efecto, como morirse. No pudo dormir más. Permaneció boca arriba en la cama, con las dos manos entrelazadas en la nuca. A un cierto momento, la punzada de América Vicuña lo hizo retorcerse de dolor, y no pudo aplazar más la verdad: se encerró en el baño y lloró a su gusto, sin prisa, hasta la última lágrima. Sólo entonces tuvo el valor de confesarse cuánto la había querido.
Florentino Ariza was startled, because her words read a thought that had given him no peace since the beginning of the voyage home. Neither one could imagine being in any other home but the cabin, or eating in any other way but on the ship, or living any other life, for that would be alien to them forever. It was, indeed, like dying. He could not go back to sleep. He lay on his back in bed, his hands crossed behind his head. At a certain moment, the pangs of grief for América Vicuña made him twist with pain, and he could not hold off the truth any longer: he locked himself in the bathroom and cried, slowly, until his last tear was shed. Only then did he have the courage to admit to himself how much he had loved her.
Cuando se levantaron ya vestidos para desembarcar, habían dejado atrás los caños y las ciénagas del antiguo paso español, y navegaban por entre los escombros de barcos y los estanques de aceites muertos de la bahía. Se alzaba un jueves radiante sobre las cúpulas doradas de la ciudad de los virreyes, pero Fermina Daza no pudo soportar desde la baranda la pestilencia de sus glorias, la arrogancia de sus baluartes profanados por las iguanas: el horror de la vida real. Ni él ni ella, sin decírselo, se sintieron capaces de rendirse de una manera tan fácil.
When they went up, already dressed for going ashore, the ship had left behind the narrow channels and marshes of the old Spanish passage and was navigating around the wrecks of boats and the platforms of oil wells in the bay. A radiant Thursday was breaking over the golden domes of the city of the Viceroys, but Fermina Daza, standing at the railing, could not bear the pestilential stink of its glories, the arrogance of its bulwarks profaned by iguanas: the horror of real life. They did not say anything, but neither one felt capable of capitulating so easily.
Encontraron al capitán en el comedor, en un estado de desorden que no estaba de acuerdo con la pulcritud de sus hábitos: sin afeitarse, los ojos inyectados por el insomnio, la ropa sudada de la noche anterior, el habla trastornada por los eructos de anís. Zenaida dormía. Empezaban a desayunar en silencio, cuando un bote de gasolina de la Sanidad del Puerto ordenó detener el barco.
They found the Captain in the dining room, in a disheveled condition that did not accord with his habitual neatness: he was unshaven, his eyes were bloodshot from lack of sleep, his clothing was still sweaty from the previous night, his speech was interrupted by belches of anisette. Zenaida was asleep. They were beginning to eat their breakfast in silence, when a motor launch from the Health Department ordered them to stop the ship.
El capitán, desde el puesto de mando, contestó a gritos a las preguntas de la patrulla armada. Querían saber qué clase de peste traían a bordo, cuántos pasajeros venían, cuántos estaban enfermos, qué posibilidades había de nuevos contagios. El capitán contestó que sólo traían tres pasajeros, y todos tenían el cólera, pero se mantenían en reclusión estricta. Ni los que debían subir en La Dorada, ni los veintisiete hombres de la tripulación, habían tenido ningún contacto con ellos. Pero el comandante de la patrulla no quedó satisfecho, y ordenó que salieran de la bahía y esperaran en la ciénaga de Las Mercedes hasta las dos de la tarde, mientras se preparaban los trámites para que el buque quedara en cuarentena. El capitán soltó un petardo de carretero, y con una señal de la mano le ordenó al práctico dar la vuelta en redondo y volver a las ciénagas.
The Captain, standing on the bridge, shouted his answers to the questions put to him by the armed patrol. They wanted to know what kind of pestilence they carried on board, how many passengers there were, how many of them were sick, what possibility there was for new infections. The Captain replied that they had only three passengers on board and all of them had cholera, but they were being kept in strict seclusion. Those who were to come on board in La Dorada, and the twenty-seven men of the crew, had not had any contact with the m. But the commander of the patrol was not satisfied, and he ordered them to leave the bay and wait in Las Mercedes Marsh until two o′clock in the afternoon, while the forms were prepared for placing the ship in quarantine. The Captain let loose with a wagon driver′s fart, and with a wave of his hand he ordered the pilot to turn around and go back to the marshes.
Fermina Daza y Florentino Ariza lo habían oído todo desde la mesa, pero al capitán no parecía importarle. Siguió comiendo en silencio, y el mal humor se le veía hasta en la manera en que violó las leyes de urbanidad que sustentaban la reputación legendaria de los capitanes del río. Reventó con la punta del cuchillo los cuatro huevos fritos, y los rebañó en el plato con patacones de plátano verde que se metía enteros en la boca y masticaba con un deleite salvaje. Fermina Daza y Florentino Ariza lo miraban sin hablar, esperando la lectura de las calificaciones finales en un banco de la escuela. No se habían cruzado una palabra mientras duró el diálogo con la patrulla sanitaria, ni tenían la menor idea de qué iba a ser de sus vidas, pero ambos sabían que el capitán estaba pensando por ellos: se le veía en el latido de las sienes.
Fermina Daza and Florentino Ariza had heard everything from their table, but that did not seem to matter to the Captain. He continued to eat in silence, and his bad humor was evident in the manner in which he breached the rules of etiquette that sustained the legendary reputation of the riverboat captains. He broke apart his four fried eggs with the tip of his knife, and he ate them with slices of green plantain, which he placed whole in his mouth and chewed with savage delight. Fermina Daza and Florentino Ariza looked at him without speaking, as if waiting on a school bench to hear their final grades. They had not exchanged a word during his conversation with the health patrol, nor did they have the slightest idea of what would become of their lives, but they both knew that the Captain was thinking for them: they could see it in the throbbing of his temples.
Mientras él despachaba la ración de huevos, la bandeja de patacones, la jarra de café con leche, el buque salió de la bahía con las calderas sosegadas, se abrió paso en los caños a través de las colchas de tarulla, lotos fluviales de flores moradas y grandes hojas en forma de corazón, y volvió a las ciénagas. El agua era tornasolada por el mundo de peces que flotaban de costado, muertos por la dinamita de los pescadores furtivos, y los pájaros de la tierra y del agua volaban en círculos sobre ellos con chillidos metálicos. El viento del Caribe se metió por las ventanas con la bullaranga de los pájaros, y Fermina Daza sintió en la sangre los latidos desordenados de su libre albedrío. A la derecha, turbio y parsimonioso, el estuario del río Grande de la Magdalena se explayaba hasta el otro lado del mundo.
While he finished off his portion of eggs, the tray of fried plantains, and the pot of cafécon leche, the ship left the bay with its boilers quiet, made its way along the channels through blankets of taruya, the river lotus with purple blossoms and large heart-shaped leaves, and returned to the marshes. The water was iridescent with the universe of fishes floating on their sides, killed by the dynamite of stealthy fishermen, and all the birds of the earth and the water circled above them with metallic cries. The wind from the Caribbean blew in the windows along with the racket made by the birds, and Fermina Daza felt in her blood the wild beating of her free will. To her right, the muddy, frugal estuary of the Great Magdalena River spread out to the other side of the world.
Cuando ya no quedó nada que comer en los platos, el capitán se limpió los labios con la esquina del mantel, y habló en una jerga procaz que acabó de una vez con el prestigio del buen decir de los capitanes del río. Pues no habló por ellos ni para nadie, sino tratando de ponerse de acuerdo con su propia rabia. Su conclusión, al cabo de una ristra de improperios bárbaros, fue que no encontraba cómo salir del embrollo en que se había metido con la bandera del cólera.
When there was nothing left to eat on the plates, the Captain wiped his lips with a corner of the tablecloth and broke into indecent slang that ended once and for all the reputation for fine speech enjoyed by the riverboat captains. For he was not speaking to them or to anyone else, but was trying instead to come to terms with his own rage. His conclusion, after a string of barbaric curses, was that he could find no way out of the mess he had gotten into with the cholera flag.
Florentino Ariza lo escuchó sin pestañear. Luego miró por las ventanas el círculo completo del cuadrante de la rosa náutica, el horizonte nítido, el cielo de diciembre sin una sola nube, las aguas navegables hasta siempre, y dijo:
Florentino Ariza listened to him without blinking. Then he looked through the windows at the complete circle of the quadrant on the mariner′s compass, the clear horizon, the December sky without a single cloud, the waters that could be navigated forever, and he said:
-Sigamos derecho, derecho, derecho, otra vez hasta La Dorada.
“Let us keep going, going, going, back to La Dorada.
Fermina Daza se estremeció, porque reconoció la antigua voz iluminada por la gracia del Espíritu Santo, y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no la vio, porque estaba anonadado por el tremendo poder de inspiración de Florentino Ariza.
Fermina Daza shuddered because she recognized his former voice, illuminated by the grace of the Holy Spirit, and she looked at the Captain: he was their destiny. But the Captain did not see her because he was stupefied by Florentino Ariza′s tremendous powers of inspiration.
-¿Lo dice en serio? -le preguntó.
“Do you mean what you say? he asked.
-Desde que nací -dijo Florentino Ariza-, no he dicho una sola cosa que no sea en serio.
“From the moment I was born, said Florentino Ariza, “I have never said anything I did not mean.
El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
The Captain looked at Fermina Daza and saw on her eyelashes the first glimmer of wintry frost. Then he looked at Florentino Ariza, his invincible power, his intrepid love, and he was overwhelmed by the belated suspicion that it is life, more than death, that has no limits.
-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ¡r y venir del carajo? -le preguntó.
“And how long do you think we can keep up this goddamn coming and going? he asked.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.
Florentino Ariza had kept his answer ready for fifty-three years, seven months, and eleven days and nights.