DRAMATIS PERSONAE
EL CABALLERO DON JUAN MANUEL MONTENEGRO
SUS HIJOS: DON PEDRITO, DON ROSENDO, DON MAURO, DON GONZALITO Y
DON FARRUQUIÑO
SUS CRIADOS: DON GALÁN, LA ROJA, EL ZAGAL DE LAS VACAS, ANDREIÑA,
LA REBOLA Y LA RECOGIDA
DON MANUELITO: SU CAPELLÁN
ABELARDO PATRÓN DE LA BARCA, LOS MARINEROS Y EL RAPAZ
DOÑA MONCHA Y BENITA LA COSTURERA, FAMILIARES DE LA CASA
LA HUESTE DE MENDIGOS DONDE VAN EL POBRE DE SAN LAZARO,
DOMINGA DE GOMEZ,
EL MANCO LEONES,
EL MANCO DE GONDAR,
PAULA LA REINA QUE DA EL PECHO A
UN NIÑO,
ANDREIÑA LA SORDA Y EL MORCEGO CON SU COIMA
ARTEMISA LA DEL CASAL,
BASTARDA DEL CABALLERO, CON UN HIJO PEQUEÑO A QUIEN LLAMAN FLORIANO
EL CIEGO DE GONDAR CON SU LAZARILLO
FUSO NEGRO, LOCO
UNA TROPA DE SIETE CHALANES: SON MANUEL TOVIO, MANUEL FONSECA,
PEDRO ABUIN, SEBASTIAN DE XOGAS Y RAMIRO DE BEALO CON SUS DOS HIJOS: DOÑA ISABELITA, QUE FUE BARRAGANA DEL CABALLERO
UNA VIUDA CON SUS CUATRO HUERFANOS
LA SANTA COMPAÑA DE LAS ANIMAS EN PENA
@§
JORNADA PRIMERA
ESCENA PRIMERA
Un camino. A lo lejos, el verde y
oloroso cementerio de una aldea. Es de noche, y la luna naciente brilla entre
los cipreses. Don Juan Manuel Montenegro, que vuelve borracho de la feria, cruza
por el camino, jinete en un potro que se muestra inquieto y no acostumbrado a la
silla. El hidalgo, que se tambalea de borrén a borrén, le gobierna sin cordura,
y tan pronto le castiga con la espuela como le recoge las riendas. Cuando el
caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un
condenado.
EL CABALLERO: __ ¡Maldecido animal!… ¡Tiene todos los demonios en el cuerpo!… ¡Un
rayo me parta y me confunda!
UNA VOZ ¡No maldigas, pecador!
OTRA VOZ: __ ¡Tu alma es negra como un tizón del Infierno, pecador!
OTRA VOZ: __ ¡Piensa en la hora de la muerte, pecador!
OTRA VOZ: __ ¡Siete diablos hierven aceite en una gran caldera para achicharrar
tu cuerpo mortal, pecador!
EL CABALLERO: __ ¿:Quién me habla? ¿:Sois voces del otro mundo? ¿:Sois almas en pena,
o sois hijos de puta?
Retiembla un gran trueno en el aire, y
el potro se encabrita, con amenaza de desarzonar al jinete. Entre los maizales
brillan las luces de la Santa Compaña. El Caballero siente erizarse los cabellos
en su frente, y disipados los vapores del mosto. Se oyen gemidos de agonía y
herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche oscura, las ánimas en pena
que vienen al mundo para cumplir penitencia. La blanca procesión pasa como una
niebla sobre los maizales.
UNA VOZ: __ ¡Sigue con nosotros, pecador!
OTRA VOZ: __ ¡Toma un cirio encendido, pecador!
OTRA VOZ: __ ¡Alumbra el camino del camposanto, pecador!
El caballero siente el escalofrío de la
muerte, viendo en su mano oscilar la llama de un cirio. La procesión de las
ánimas le rodea, y un aire frío, aliento de sepultura, le arrastra en el giro de
los blancos fantasmas que marchan al son de cadenas y salmodian en
latín.
UNA VOZ: __ ¡Reza con los muertos por los que van a morir! ¡Reza, pecador!
OTRA VOZ: __ ¡Sigue con las ánimas hasta que cante el gallo negro!
OTRA VOZ: __ ¡Eres nuestro hermano, y todos somos hijos de Satanás!
OTRA VOZ: __ ¡El pecado es sangre, y hace hermanos a los hombres como la sangre
de los padres!
OTRA VOZ: __ ¡A todos nos dió la leche de sus tetas peludas, la Madre
Diablesa!
MUCHAS VOCES: __ … ¡La madre coja, coja y bisoja, que rompe los pucheros! ¡La madre
morueca, que hila en su rueca los cordones de los frailes putañeros, y la cuerda
del ajusticiado que nació de un bandullo embrujado! ¡La madre bisoja, bisoja
corneja, que se espioja con los dientes de una vieja! ¡La madre tiñosa, tiñosa
raposa, que se mea en la hoguera y guarda el cuerno del carnero en la
faltriquera, y del cuerno hizo un alfiletero! Madre bruja, que con la aguja que
lleva en el cuerno, cose los virgos en el Infierno y los calzones de los maridos
cabrones!
El caballero siente que una ráfaga le
arrebata de la silla, y ve desaparecer a su caballo en una carrera infernal.
Mira temblar la luz del cirio sobre su puño cerrado, y advierte con espanto que
sólo oprime un hueso de muerto. Cierra los ojos, y la tierra le falta bajo el
pie y se siente llevado por los aires. Cuando de nuevo se atreve a mirar, la
procesión se detiene a la orilla de un río donde las brujas departen sentadas en
rueda. Por la otra orilla va un entierro. Canta un gallo.
LAS BRUJAS: __ ¡Cantó el gallo blanco, pico al canto!
Los fantasmas han desaparecido en una
niebla, las brujas comienzan a levantar un puente y parecen murciélagos
revoloteando sobre el río, ancho como un mar. En la orilla opuesta está detenido
el entierro. Canta otro gallo.
LAS BRUJAS: __ ¡Canta el gallo pinto, ande el pico!
Al través de una humareda espesa los
arcos del puente comienzan a surgir en la noche. Las aguas, negras y siniestras,
espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno. Ya sólo falta
colocar una piedra, y las brujas se apresuran, porque se acerca el día. Inmóvil,
en la orilla opuesta, el entierro espera el puente para pasar. Canta otro
gallo.
LAS BRUJAS: __ ¡Canta el gallo negro, pico quedo!
El corro de las brujas deja caer en el
fondo de la corriente, la piedra que todas en un remolino llevaban por el aire,
y huyen convertidas en murciélagos. El entierro se vuelve hacia la aldea y
desaparece en una niebla. El Caballero, como si despertase de un sueño, se halla
tendido en medio de la vereda. La luna ha trasmontado los cipreses del
cementerio y los nimba de oro. El caballo pace la yerba lozana y olorosa que
crece en el rocío de la tapia. El Caballero vuelve a montar y emprende el camino
de su casa.
@§
JORNADA PRIMERA
ESCENA SEGUNDA
Don Juan Manuel Montenegro, llama con
grandes voces ante el portón de su casa. Ladran los perros atados en el huerto,
bajo la parra. Una ventana se abre en lo alto de la torre, sobre la cabeza del
hidalgo, y asoma la figura grotesca de una vieja en camisa, con un candil en la
mano.
EL CABALLERO: __ Apaga esa luz ....
LA ROJA: __ Agora bajo a franquealle la puerta.
EL CABALLERO: __ Apaga esa luz ....
El Caballero se ha cubierto los ojos
con la mano, y de esta suerte espera a que la vieja se retire de la ventana. El
caballo piafa ante el portón, y Don Juan Manuel no descabalga hasta que siente
rechinar el cerrojo. La vieja criada aparece con el candil.
EL CABALLERO: __ ¡Sopla esa luz, grandísima bruja!
LA ROJA: __ ¡Ave María! ¡Qué fieros! ¡Ni que le hubiera salido un lobo al
camino!
EL CABALLERO: __ ¡He visto La Hueste!
LA ROJA: __ ¡Brujas fuera! ¡Arreniégote, Demonio!
Sopla la vieja el candil y se santigua
medrosa. Cierra el portón y corre a tientas por juntarse con su amo, que ya
comienza a subir la escalera.
EL CABALLERO Después de haber visto las luces de la muerte, no
quiero ver otras luces, si debo ser de Ella ....
LA ROJA: __ Hace como cristiano.
EL CABALLERO: __ Y si he de vivir, quiero estar ciego hasta que nazca la luz del
sol.
LA ROJA: __ ¡Amén!
EL CABALLERO: __ Mi corazón me anuncia algo, y no sé lo que me anuncia… Siento que
un murciélago revolotea sobre mi cabeza, y el eco de mis pasos, en esta escalera
oscura, me infunde miedo, Roja.
LA ROJA: __ ¡Arreniégote, Demonio! ¡Arreniégote, Demonio!
Al oir un largo relincho acompañado de
golpes en el portón, Don Juan Manuel se detiene en lo alto de la
escalera.
EL CABALLERO: __ ¿:Has oído, Roja?
LA ROJA: __ Sí, mi amo.
EL CABALLERO: __ ¿:Qué rayos será?
LA ROJA: __ No jure, mi amo.
EL CABALLERO: __ ¡El Demonio me lleve!… ¡Se ha quedado la bestia fuera!
LA ROJA: __ ¡La bestia del trasgo!…
EL CABALLERO: __ ¡La bestia que yo montaba! Despierta a Don Galán para que la meta
en la cuadra.
LA ROJA: __ Denantes llamándole estuve porque bajare a abrir, y no hubo modo
de despertarlo. ¡Con perdón de mi amo, hasta le di con el zueco!
El caballero se sienta en un sillón de
la antesala, y la vieja se acurruca en el quicio de la puerta. Se oye de tiempo
en tiempo el largo relincho y golpear del casco en el portón.
EL CABALLERO: __ Prueba otra vez a despertarle.
LA ROJA: __ Tiene el sueño de una piedra.
EL CABALLERO: __ Vuelve a darle con el zueco.
LA ROJA: __ Ni que le dé en la croca.
EL CABALLERO: __ Pues le arrimas el candil a las pajas del jergón.
LA ROJA: __ ¡Ave María!
Sale la vieja andando a tientas. Canta
un gallo, y el hidalgo, hundido en su sillón de la antesala, espera con la mano
sobre los ojos. De pronto se estremece. Ha creído oír un grito, uno de esos
gritos de la noche, inarticulados y por demás medrosos. En actitud de
incorporarse, escucha. El viento se retuerce en el hueco de las ventanas, la
lluvia azota los cristales, las puertas cerradas tiemblan en sus goznes.
¡Toc-toc!… ¡Toc-toc!… Aquellas puertas de vieja tracería y floreado cerrojo,
sienten en la oscuridad manos invisibles que las empujan. ¡Toc-toc!… ¡Toc-toc!…
De pronto pasa una ráfaga de silencio y la casa es como un sepulcro. Después,
pisadas y rosmar de voces en el corredor: Llegan rifando la vieja criada y Don
Galán.
LA ROJA: __ Ya dejamos al caballo en su cuadra. ¡Qué noche Madre
Santísima!
DON GALÁN: __ Truena y lostrega que pone miedo.
LA ROJA: __ ¡Y no poder encender un anaco de cirio bendito! ....
DON GALÁN: __ ¿:No lo tienes?
LA ROJA: __ Sí que lo tengo, mas no puede ser encendido en esta noche tan
fiera.
Tengo dos medias velas que alumbraron en el velorio de mi curmana
la
Celana.
EL CABALLERO: __ ¿:Habéis oído?
LA ROJA: __ ¿:Qué, mi amo?
EL CABALLERO: __ Una voz ....
DON GALÁN: __ Son las risadas del trasgo del viento ....
Suenan en la puerta grandes aldabonazos
que despiertan un eco en la oscuridad de la casona. El Caballero se pone en
pie.
EL CABALLERO: __ Dame la escopeta, Don Galán. ¡Voy a dejar cojo al trasgo!
DON GALÁN: __ Oiga su risada.
LA ROJA: __ Lo verá que se hace humo o que se hace aire ....
Abre la ventana Don Juan Manuel, y el
viento entra en la estancia con un aleteo tempestuoso que todo lo toca y lo
estremece. Los relámpagos alumbran la plaza desierta, los cipreses que cabecean
desesperados, y la figura de un marinero con sudeste y traje de aguas, que alza
el aldabón de la puerta. La lluvia moja el rostro de Don Juan Manuel
Montenegro.
EL CABALLERO
¿:Quién es?
EL MARINERO: __ Un marinero de la barca de Abelardo.
EL CABALLERO: __ ¿:Ocurre algo?
EL MARINERO: __ Una carta del señor capellán. Cayó muy enferma Dama María.
EL CABALLERO: __ ¡Ha muerto!… ¡Ha muerto!… ¡Pobre rusa!
Retírase de la ventana, que el viento
bate locamente con un fracaso de cristales, y entenebrecido recorre la antesala
de uno a otro testero. La vieja, y el bufón, hablando quedo y suspirantes, bajan
a franquear la puerta al marinero. En la antesala el viento se retuerce ululante
y soturno. Las vidrieras, tan pronto se cierran estrelladas sobre el alféizar,
como se abren de golpe, trágicas y violentas. El marinero llega acompañado de
los criados y se detiene en la puerta, sin aventurarse a dar un paso por la
estancia oscura. Don Juan Manuel le interroga, y de tiempo en tiempo un
relámpago les alumbra y se ven las caras lívidas.
EL CABALLERO: __ ¿:Traes una carta?
EL MARINERO: __ Sí, señor.
EL CABALLERO: __ Ahora no puedo leerla… Dime tú qué desgracia es esa… ¿:Ha
muerto?
EL MARINERO: __ No, señor.
EL CABALLERO: __ ¿:Hace muchos días que está enferma?
EL MARINERO: __ Lo de agora fué un repente… Mas dicen que todo este tiempo ya
venía muy acabada.
EL CABALLERO: __ ¡Ha muerto! ¡Esta noche he visto su entierro, y lo que juzgué un
río era el mar que nos separaba!
Calla entenebrecido. Nadie osa
responder a sus palabras, y sólo se oye el murmullo apagado de un rezo. El
caballero distingue en la oscuridad una sombra arrodillada a su lado, y se
estremece.
EL CABALLERO: __ ¿:Eres tú, Roja?
LA ROJA: __ Yo soy, mi amo.
EL CABALLERO: __ Dale a ese hombre algo con que se conforte, para poder salir
inmediatamente. ¡Ay, muerte negra!
@§
JORNADA PRIMERA
ESCENA TERCERA
Noche de tormenta en una playa. Algunas
mujerucas apenadas, inmóviles sobre las rocas y cubiertas con negros manteos,
esperan el retorno de las barcas pescadoras. El mar ululante y negro, al
estrellarse en las restingas moja aquellos pies descalzos y mendigos. Las
gaviotas revolotean en la playa, y su incesante graznar y el lloro de algún
niño, que la madre cobija bajo el manto, son voces de susto que agrandan la voz
extraordinaria del viento y del mar. Entre las tinieblas brilla la luz de un
farol. Don Juan Manuel y el marinero bajan hacia la playa.
EL MARINERO: __ ¡Ya alcanza mi amo cómo no está la sazón para hacerse a la
mar!
EL CABALLERO: __ ¿:Dónde tenéis atracada la barca?
EL MARINERO: __ A sotavento del Castelo.
EL CABALLERO: __ Como habéis venido, podemos ir ....
EL MARINERO: __ Era día claro, y tampoco reinaba este viento, cuando largamos de
Flavia-Longa. Aun así nos comía la mar. Vea cómo lostrega por la banda de
Sudeste. ¡Hay mucha cerrazón!
EL CABALLERO: __ ¡Hay otra cosa!… ¡Miedo!
EL MARINERO: __ El mar es muy diferente de la tierra, y de otro respeto, Señor Don
Juan
Manuel.
EL CABALLERO: __ ¡No sois marineros, sino mujeres!
EL MARINERO: __ Somos marineros, y por eso miramos los peligros que apareja la
travesía. Al mar, cuanto más se le conoce más se le teme. No le temen los que no
le conocen.
EL CABALLERO: __ Yo le conozco y no le temo.
EL MARINERO: __ No le teme, porque usted no teme ninguna cosa, si no es a
Dios.
EL CABALLERO: __ ¿:Cuántos marineros sois?
EL MARINERO: __ Cinco y el rapaz, que no merece ser contado. Hemos venido con los
cuatro rizos, y aínda hubimos de arriar la vela al pasar La Bensa.
EL CABALLERO: __ ¡Qué noche fiera!
EL MARINERO: __ No se ve ni una estrella.
EL CABALLERO: __ ¡Ni hace falta! Si fueseis gente de mar, os gustaría este tiempo
bravo.
EL MARINERO: __ ¡Es mucho tiempo!
EL CABALLERO: __ Siempre preferible a la calma.
Han llegado al atracadero donde se
abriga la barca. Grandes peñascales coronados por las ruinas de un castillo. El
marinero se adelanta, y con el farol explora el camino para bajar a la orilla.
Es peligroso el paso de aquellas rocas cubiertas de limo, donde los pies
resbalaban. En el abrigo se adivina la forma de la barca. Un farol cuelga del
palo, y lo demás es una mancha oscura. El marinero da una gran voz.
EL MARINERO: __ ¡Abelardo!
EL CABALLERO: __ ¿:Es el patrón?
EL MARINERO: __ Sí, señor.
EL CABALLERO: __ ¿:Abelardo, el hijo de Peregrino el Rau?
EL MARINERO: __ Sí, señor.
EL CABALLERO: __ Su padre era un lobo para la mar.
EL MARINERO: __ Pues el hijo le gana … ¡Abelardo!
UNA VOZ EN LAS TINIEBLAS: __ ¿:Quién va?
EL MARINERO: __ Sube para darle una mano al Señor Don Juan Manuel… Yo mal puedo
con el farol.
EL CABALLERO: __ ¡No te muevas, Abelardo! Me basto solo.
Bajan a la orilla del mar. Se oye el
vuelo de las gaviotas, convocadas por el viento y la noche. Una sombra se
acerca: Sus pasos fosforecen en la arena mojada. Los relámpagos tiemblan con
brevedad quimérica sobre el mar montañoso, y se distingue la barca negra,
cabeceando atracada al socaire de los roquedos.
EL CABALLERO: __ ¿:Eres tú Abelardo?
EL PATRÓN: __ Para servirle, Señor Don Juan Manuel.
EL CABALLERO: __ A ti no te conozco… A tu padre le he conocido mucho… Me acuerdo de
una apuesta que ganó: Era ir nadando hasta la Isla.
EL PATRÓN: __ ¡De poco le ha servido al pobre aquella destreza!
EL CABALLERO: __ ¿:Murió ahogado?
EL PATRÓN: __ Murió, sí, señor.
EL CABALLERO: __ ¿:Cuándo embarcamos?
EL PATRÓN: __ Cuando el tiempo lo permita.
EL CABALLERO: __ ¡Tú no morirás como tu padre! Tú tienes que pedir permiso al
tiempo para hacerte a la mar. Cuando lleguemos estará fría aquella santa. ¡La
muerte no tiene tu espera, hijo de Peregrino el Rau!
A la luz de los relámpagos se columbra
al viejo linajudo erguido sobre las piedras, con la barba revuelta y tendida
sobre un hombro. Su voz de dolor y desdén vuela deshecha en las ráfagas del
viento. El hijo de Peregrino el Rau hace bocina con las manos.
EL PATRÓN: __ Muchachos, vamos a largar.
UN MARINERO: __ El viento es contrario y no llegaremos en toda la noche. Si no
ocurre avería mayor.
OTRO MARINERO: __ Más valía esperar.
OTRO MARINERO: __ Al nacer el día acaso salte el viento.
EL CABALLERO: __ ¿:En qué año nacisteis?¡Un rayo me parta si no habéis nacido en el
año del miedo!
EL PATRÓN: __ ¡A embarcar, rediós! Meter a bordo el rizón.
A la voz del patrón los cuatro hombres
que tripulan la barca, uno tras otro, van saltando a bordo con un rosmar de
protesta. El patrón manda aparejar la vela y se inclina sobre la borda de popa
para armar la caña del timón. Después se santigua. La barca se columpia en la
cresta espumosa de una ola. Comienza la travesía.
@§
JORNADA PRIMERA
ESCENA CUARTA
Sala desmantelada en una casa hidalga,
a la entrada de Flavia-Longa. Llegan hasta allí, desde otra estancia, las voces
de los criados, que rinden el planto a la señora, que acaba de morir. Los hijos
han hecho campaña en la sala, y rifan al son que se reparten lo que afanaron al
saquear la casa. Allí están Don Pedrito, Don Rosendo, Don Gonzalito, Don Mauro y
Don Farruquiño. Los cinco hermanos se parecen: Altos, cenceños, apuestos, con
los ojos duros y el corvar de la nariz soberbio. Don Farruquiño se distingue de
los otros en que lleva tonsura y alzacuello.
DON ROSENDO: __ ¡Creéis que en casa de mi madre se comía con cucharas de
madera!
DON FARRUQUIÑO: __ Eso parece.
DON ROSENDO: __ Yo no paso por ello. ¿:Quién es el ladrón de la plata que siempre
hubo aquí?
DON FARRUQUIÑO: __ Ahora no la hay, y fuerza es conformarse.
DON ROSENDO: __ Pues la había.
DON PEDRITO: __ Sílbale, a ver si acude.
DON FARRUQUIÑO: __ El capellán se la llevó machacada, cuando estuvo en la facción.
Creo recordar eso.
DON ROSENDO: __ ¡Mentira! Yo la he visto después, y comí con ella. ¡Y no hace
mucho!
DON MAURO: __ Yo también.
DON GONZALITO: __ Toda la plata ha desaparecido hoy mismo, y el ladrón no es el
capellán.
DON ROSENDO: __ ¿:Quién de vosotros llegó el primero?
DON PEDRITO: __ Yo llegué el primero. ¿:Qué hay?
DON ROSENDO: __ Pues tú eres el ladrón.
DON PEDRITO: __ ¡Y tú un hijo de puta!
Don Pedrito y Don Rosendo se abalanzan
y se agarran. Los otros hermanos se interponen con gran vocerío. El capellán
asoma en la puerta: Es un viejo seco, membrudo de cuerpo y velludo de manos,
vestido con una sotana verdeante que se le enreda en los calcañares.
EL CAPELLÁN: __ ¡Aún está caliente el cuerpo de vuestra madre, y ya peleáis como
Caínes! ¡Respetad el sueño de la muerte, sacrílegos! Esperad a que llegue
vuestro padre, y él dará a cada uno lo que en herencia le corresponda. No seáis
como los cuervos, que caen en bandada sobre los muertos para comérselos.
¡Cuervos! ¡Caínes!
Los cinco hermanos, revueltos en un
tropel, siguen gritando en el centro de la estancia, y los brazos se levantan
sobre las cabezas amenazadores y coléricos.
DON FARRUQUIÑO: __ Don Manuelito, esto no se arregla con sermones.
EL CAPELLÁN: __ ¡También has manchado en este saqueo tus manos que consagran a
Dios! Esperad a que llegue vuestro padre y él dará a cada uno lo suyo. ¡Los
lobos en el monte tienen más hermandad que vosotros! ¡Nacidos sois de un mismo
vientre, y peleáis como fieras que por acaso se hallan en un camino!
DON FARRUQUIÑO: __ ¿:Quién avisó a Don Juan Manuel?
EL CAPELLÁN: __ Yo le avisé. Esta tarde salió con una carta mía, la barca de
Abelardo.
DON PEDRITO: __ ¡Esa es una conspiración!
DON MAURO: __ ¡Qué se pretende con avisar a mi padre!
DON GONZALITO: __ Debió respetarse la voluntad de mi madre, que no le llamó cuando
estaba moribunda.
EL CAPELLÁN: __ Porque vosotros lo habéis estorbado. Pero harto sabéis que su
último suspiro fué para él. ¡Cuervos! ¡Lobos!
DON PEDRITO: __ ¡Basta de insultos, que la paciencia se me acaba!
EL CAPELLÁN: __ ¡Y tú el mayor cuervo! ¡Y tú el mayor lobo!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Qué valor da el vino!
DON MAURO: __ ¡Un rayo te parta, Don Manuelito!
EL CAPELLÁN: __ Guardad esos fieros para las mujeres y para los rapaces, que a mí
no se me asusta con ellos. ¡Sacrílegos! Vendrá Don Juan Manuel y os arrojará de
esta casa que estáis profanando con vuestras concupiscencias.
DON PEDRITO: __ ¡Un rayo me parta! ¡Me da el corazón que hoy ceno lengua de
clérigo!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Adobada en vino!
EL CAPELLÁN: __ ¡Sacrílegos! ¡Seríais capaces de poner las manos sobre esta
corona!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡No lo consentiría yo!
EL CAPELLÁN: __ ¡Tú eres el peor de todos!… Ya tendréis el castigo, si no en esta
vida, en la otra… Os dejo, os dejo entregados a este latrocinio impío… ¿:Oís esa
campana: Llama por mí y llama también por vosotros… Voy a decir la primera misa
por el descanso de nuestra madre, mi protectora, mi madre. Vosotros, Caínes,
bien hacéis en no oírla. ¡Sería un escarnio! Sois como los perros, que no pueden
entrar en la casa de Dios.
El capellán sale, y el doble de la
campana que resuena en la sala desmantelada, detiene por un momento aquel
expolio a que se entregan desde el comienzo de la noche los cinco
bigardos.
@§
JORNADA PRIMERA
ESCENA QUINTA
La alcoba donde murió Doña María. Es el
amanecer, uno de esos amaneceres adustos e invernales en que aúlla el viento
como un lobo y se arremolina la llovizna. En la alcoba, la luz del día naciente
batalla con la luz de los cirios que arden a la cabecera de la muerta, y pasa
por las paredes de la estancia como la sombra de un pájaro. La lluvia azota los
cristales de la ventana y se ahíla en un lloro terco y frío, de una tristeza
monótona, que parece exprimir toda la tristeza del invierno y de la vida. La
ventana se abre sobre el mar, un vasto mar verdoso y temeroso. Es aquella una de
esas angostas ventanas de montante, labradas como confesionarios en lo hondo de
un muro, y flanqueadas por poyos de piedra donde duerme el gato y suele la
abuela hilar su copo. Dos mujeres velan el cadáver: La una, alta y seca, con los
cabellos en mechones blancos y los ojos en llamas negras, es sobrina de la
muerta y se llama Doña Moncha. La otra, menuda, compungida y melosa, con gracia
especial para cortar mortajas, es blanca, con una blancura rancia de viejo
marfil, que destaca con cierta expresión devota sobre un hábito nazareno: Se
llama Benita la Costurera.
BENITA LA COSTURERA: __ ¿:Quiere que amortajemos a la señora?
DOÑA MONCHA: __ ¿:Terminaste el hábito?
BENITA LA COSTURERA: __ Mírelo aquí… No le rematé los hilos de las costuras, porque, mi
verdad, una mortaja tampoco requiere aquel cuidado que una falda para ir al
baile. ¡Doña Monchiña de mi vida, mire qué guapa le va esta esterilla
dorada!
Doña Moncha aprueba con un gesto.
Benita la Costurera dobla la mortaja y espabila los cirios con las tijeras que
lleva pendientes de la cintura, y se balancean al extremo de una cinta azul que
llaman hospiciana.
DOÑA MONCHA: __ ¡Pobre tía, parece que se ha dormido!
BENITA LA COSTURERA: __ Quedóse como un pájaro… ¡Ni agonía tuvo!
DOÑA MONCHA: __ Dios nos libre de tenerla igual… ¡Su agonía duró treinta años!
BENITA LA COSTURERA: __ Me parece que aún la estoy viendo el día que se casó, con su
mantilla de casco… fué el mismo año y el mismo día que vino la reina… ¡Qué cosas
tiene el mundo!… ¡Ayudé a coserle el vestido de novia, y ahora tócame hilvanarle
la mortaja!
DOÑA MONCHA: __ Dos veces le has cosido la mortaja… Todo lo que tú coses son
mortajas ....
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Doña Moncha de mi alma, no diga eso! ¡Santísima Virgen de
la
Pastoriza, hay mucha gente mala, y si la oyen y dan en repetirlo!
¡Doña
Moncha de mi vida, no me eche esa fama!
DOÑA MONCHA: __ Yo no me pondría una hilacha que hubiesen cosido tus manos…
¡Tienen la sal!
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Ay!… ¡No diga eso, Doña Monchiña!… Contésteme ahora: ¿:Le parece
que antes de vestirle el hábito lavemos y peinemos a la muerta?
DOÑA MONCHA: __ A mí esa costumbre me parece un sacrilegio.
BENITA LA COSTURERA: __ ¿:Por qué? ¿:No va a comparecer en la presencia de Dios Nuestro
Señor? Pues natural es que acuda a ella como a una fiesta, bien lavada y
aromada. Nunca debimos haber dejado que el cuerpo se enfriase, Doña Monchiña. Ya
verá cómo ahora cuesta más trabajo aviarle… Y conforme pase tiempo, más y más…
Voy por agua templada, Doña Monchiña.
Sale la costurera con un andar leve,
como si temiese que la muerta se despertase. Doña Moncha reza en voz baja todo
el tiempo que permanece sola, y la estancia oscura se llena de misterio con
aquel vago murmullo de rezo que se junta al chisporroteo con que los cirios se
derraman sobre los candeleros de bronce. Un gato empuja la puerta y llega
sigiloso hasta la cama de la muerta, donde comienza a maullar tristemente, con
largos intervalos. Tras el gato entra Benita la Costurera.
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Doña Monchiña, ni agua caliente había! Tuve que encender unas
pajas… Parece talmente que entraron aquí los facciosos. Como cinco lobos, los
cinco hijos se están repartiendo cuanto hay en la casona, y los criados, a
escondidas, también apañan lo que pueden. Dios me perdone el mal pensamiento,
pero mismo parece que deseaban la muerte de la pobre santiña.
DOÑA MONCHA: __ Aún no había cerrado los ojos y estaban ya descerrajando roperos y
alhacenas. Cayeron aquí como cuervos que ventean la muerte.
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Mire que es de judíos lo que hicieron con Doña Sabelita! ¡De la
misma cabecera de la difunta la echaron a la calle arrastrándola por los
cabellos! ¡Y con qué palabras, Madre de Dios! ¡Ni siquiera la dejaron abrir el
arca de su ropa para ponerse una pañoleta de luto! ¡Como no se halló nada en la
casona, sospechaban que la ahijada tuviese escondido dinero y alhajas! ....
DOÑA MONCHA: __ No se halló nada, porque ellos ya se lo habían repartido todo
antes de morir su madre.
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Y sin venir el Señor Don Juan Manuel! Dicen que los hijos juraban
contra el capellán, porque hubo de mandarle un aviso. ¿:Verdad que parece
mentira, Doña Monchiña?
DOÑA MONCHA: __ A mí, todo cuanto se diga de esos malvados, me parece verdad.
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Jesús, qué Caínes!
Benita la costurera moja una toalla en
la jofaina que trajo llena de agua caliente, y comienza a lavar el rostro de la
muerta. Entre los labios azulencos renace siempre una saliva ensangreNtada, bajo
la toalla con que los refriegan aquellas manos irreverentes, picoteadas de la
aguja, y la cabeza lívida rueda en el hoyo de la almohada.
BENITA LA COSTURERA: __ Ya empieza a hincharse… ¿:Doña Moncha, no tiene un pañuelo que le
atemos a la cara para sujetarle la barbeta, que mire cómo se le cae desencajada?
¡Jesús, si parece que nos hace una mueca!
DOÑA MONCHA: __ ¡Pobre tía!
BENITA LA COSTURERA: __ Luego que le hayamos vestido el hábito le pondremos un salero
sobre la barriguiña.
DOÑA MONCHA: __ ¿:Para qué eso?
BENITA LA COSTURERA: __ Siempre contiene esta hidropesía de la muerte. Mire cómo tiene las
piernas, Doña Monchiña.
DOÑA MONCHA: __ No la laves más.
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Si se ha ciscado toda! ¿:Quiere que vaya así a la presencia de
Dios? ¡Y qué cuerpo blanco¡ ¡Cuántas mozas quisieran este pecho de paloma!
DOÑA MONCHA: __ Déjala… Yo le vestiré el hábito.
Seria y brusca, coge la mortaja y se
acerca, apartando a Benita la Costurera. Con un brazo quiere incorporar a la
muerta, y aquellas manos frías, cruzadas sobre el pecho, se desenredan torpes y
caen flojas a lo largo del cuerpo, en tanto que la cabeza ya rueda sobre los
hombros, ya se hunde en el pecho.
BENITA LA COSTURERA: __ Yo le ayudaré, Doña Monchiña. Apártese.
DOÑA MONCHA: __ Corta la mortaja por detrás. Es lo mejor.
BENITA LA COSTURERA: __ No será preciso… Déjeme a mí. Apártese.
MONCHA: __ ¡Acabemos, que ya no puedo más! ¡Córtala!
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Y no es un dolor, Doña Monchiña!
DOÑA MONCHA: __ Córtala, te digo. ¿:Dónde tienes las tijeras?
BENITA LA COSTURERA: __ A su gusto. ¡Lástima de tiempo y de puntadas!
Benita la costurera obedece con un
gesto compungido, y después, graves y silenciosas, las dos mujeres amortajan el
cuerpo de Doña María.
@§
JORNADA PRIMERA
ESCENA SEXTA
Una playa de pinares: En aquella
vastedad desierta, el viento y el mar juntan sus voces en un son oscuro y
terrible. La barca, con el velamen roto, ha dado de través en los arrecifes de
la orilla, y un marinero salta a reconocer la tierra. El patrón habla desde a
bordo.
EL PATRÓN: __ Este arenal paréceme que debe ser el arenal de Las Inas. Busca a
ver si descubres el Con del Frade.
EL MARINERO: __ Ni aun las manos alcanzo a verme. Los pinares se me figuran los
Pinares del Rey.
EL CABALLERO: __ Entonces nos hallamos entre Campelos y Ricoy.
EL MARINERO: __ Es una playa de arena gorda.
EL PATRÓN: __ Hasta que amanezca no señalaremos adónde arribamos.
EL MARINERO: __ Con tal noche, era sabido. Suerte que no naufragamos.
EL CABALLERO: __ Suerte para nosotros, que no dirán lo mismo los delfines.
Se oye a lo lejos una campana, una de
esas campanas de aldea, familiares como la voz de las abuelas. Tañe con el toque
del nublado.
EL CABALLERO: __ Debemos hallarnos cerca de San Lorenzo de András. Conozco la
campana.
EL PATRÓN: __ ¡Pues no hicimos poca deriva! Hasta que amanezca no podemos
navegar, y aun así veremos… Habrá que ir achicando agua toda la travesía.
EL CABALLERO: __ Os iréis solos, porque a mí se me acaba la paciencia y no
espero.
EL PATRÓN: __ Pues no hay más vivo remedio, Señor Don Juan Manuel.
EL CABALLERO: __ Para vosotros, que yo me voy a pie desde aquí a Flavia-Longa.
EL PATRÓN: __ ¿:Con esta noche?
EL CABALLERO: __ ¡Qué me importa la noche!
EL PATRÓN: __ Son tres leguas, cerca de cuatro.
EL CABALLERO: __ Tres horas de camino.
EL PATRÓN: __ Tres horas si fuera día claro, pero con tanta oscuridad ....
EL CABALLERO: __ Yo veo de noche como los lobos, y con tal que la avenida no se
haya llevado ninguna puente ....
Salta a tierra el Caballero. En las
ráfagas del viento llega la voz de la campana, informe y deshecha por la
distancia. Don Juan Manuel procura orientarse, y guiado por aquel son, se aleja
hacia los pinares donde se queja el viento con un largo ulular.
EL CABALLERO: __ Dios me ordena que me arrepienta de mis pecados… ¡Toda una vida!
¡Toda una vida!… ¡Qué lejos suena la campana, apenas se la distingue! He sido
siempre un hereje. ¡El mejor amigo del Demonio!… Me habré equivocado y no será
la campana de András. A estas horas habrá muerto aquella santa .... En el cielo la
pobre abogará por mí … ¡Por mí, que fui su verdugo! … Sin embargo, la quería y
si vuelvo los ojos al pasado no encuentro en mi vida otro pecado que haber hecho
una mártir de mi pobre mujer … Debí haberla ocultado que tenía otras mujeres.
Pero yo no sé engañar, yo no sé mentir .... ¡Cuántos pecados! ¡Mi alma está negra
de ellos! .... La religión es seca como una vieja … ¡Como las canillas de una
vieja! … Tiene cara de beata y cuerpo de galga … Como el hombre necesita muchas
mujeres y le dan una sola, tiene que buscarlas fuera. Si a mi me hubieran dado
diez mujeres, habría sido como un patriarca … Las habría querido a todas, y a
los hijos de ellas y a los hijos de mis hijos .... Sin eso, mi vida aparece como un
gran pecado. Tengo hijos en todas estas aldeas, a quienes no he podido dar mi
nombre … ¡Yo mismo no puedo contarlos! .... Y los otros bandidos, temerosos de
verse sin herencia por mi amor a los bastardos, han tratado de robarme, de
matarme … Pero yo tengo siete vidas. ¡Todo lo pagó con sus lágrimas aquella
santa!… ¿:Dónde estaré? ¡Ya no se oye la campana!…
El fragor del viento entre los pinos
apaga todos los demás ruidos de las noche: Es una marejada sorda y fiera, un son
ronco y oscuro, de cuyo seno parecen salir los relámpagos. Don Juan Manuel, de
tiempo en tiempo, se detiene desorientado e intenta aprovechar aquel resplandor,
que inesperado y convulso se abre en la negrura de la noche, para descubrir el
camino. De pronto ve surgir unas canteras que semejan las ruinas de un castillo:
El eco de los truenos rueda encantado entre ellas. Al acercarse oye ladrar un
perro, y otro relámpago le descubre una hueste de mendigos que han buscado
cobijo en tal paraje. Tienen la vaguedad de un sueño aquellas figuras
entrevistas a la luz del relámpago: Patriarcas haraposos, mujeres escuálidas,
mozos lisiados hablan en las tinieblas, y sus voces, contrahechas por el viento,
son de una oscuridad embrujada y grotesca, saliendo de aquel roquedo que finge
ruinas de quimera, donde hubiese por carcelero un alado dragón.
UNA VOZ: __ ¿:A quién ladras, Carmelo?
OTRA VOZ: __ Alguien ronda.
OTRA VOZ: __ Será un caminante extraviado.
OTRA VOZ: __ Será algún can sin dueño.
EL CABALLERO: __ ¿:Este pinar, es el Pinar del Rey?
UNA VOZ: __ Así le dicen… Mas agora es de nosotros, los que aquí nos
procuramos guarida en una noche tan fiera.
EL CABALLERO: __ ¿:Habrá sitio para mí?
UNA VOZ: __ ¡Y holgado!
EL CABALLERO: __ ¿:La campana que tocaba poco hace, era la de András?
UNA VOZ: __ La campana choca de András.
El Caballero se guarece con aquellos
mendigos que van en caravana a una romería. Racimo de gusanos que se arrastra
por el polvo de los caminos y se desgrana en los mercados y feriales de las
villas, salmodiando cuitas y padrenuestros. En todos los casales los conocen, y
ellos conocen todas las puertas de caridad: Son siempre los mismos: El Manco de
Gondar; el Tullido de Céltigos; Paula la Reina, que da de mamar a un niño;
Andreíña la Sorda; Dominga de Gómez; el Manco Leonés; el Señor Cidrán el
Morcego, y la Mujer del Morcego. Se oye muy lejos otra campana.
EL CABALLERO: __ Parece la Monja de Belvis.
EL MORCEGO: __ ¡Cómo la ha conocido!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Muy fácil que sea de allí. Dispense la pregunta: ¿:Usted es de
allí?
EL CABALLERO: __ ¿:No me conocéis? Soy Don Juan Manuel Montenegro.
EL MORCEGO: __ Por muchos años.
EL TULLIDO DE CÉLTIGOS: __ Estábamelo pareciendo.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Yo, dende que habló le conocí.
EL CABALLERO: __ ¿:A qué distancia estamos de Flavia-Longa?
EL MORCEGO: __ Cosa de una legua.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Di también tres, Morcego.
EL CABALLERO: __ La noche es tan oscura que no reconozco el camino.
EL MANCO DE GONDAR: __ Ya cantó el cuco, y pronto amanecerá Dios.
EL MANCO LEONÉS: __ Noble Caballero, aquí tiene acomodo donde estará más resguardado
del viento y de la lluvia.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Apártate, Andreíña, y deja sitio al Señor Don Juan Manuel.
ANDREÍÑA LA SORDA: __ ¿:Quién dices?
LA MUJER DEL MORCEGO: __ El señor de la casa grande de Flavia-Longa.
ANDREÍÑA LA SORDA: __ Ayer, por el camino de Bealo, iban diciendo que la señora
entregará el alma a Dios.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¡Ave María!… Si aquí está presente el señor.
EL CABALLERO: __ Voy a su entierro… Con la esperanza de verla aún con vida, acabo
de desembarcar en esa playa.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Y con vida la encontrará, señor. ¡Muy bien puede salir engaño
cuanto cuenta Andreíña!
EL MORCEGO: __ Como es sorda nunca está al cabo de lo que pasa por el mundo.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡Y hay mucha gente divertida que le dice engaños porque luego ella
los vaya pregonando!
ANDREÍÑA LA SORDA: __ El Ciego de Gondar díjome que tenía pensado llegarse a
Flavia-Longa.
EL MORCEGO: __ Si es cuento del Ciego de Gondar, será mentira.
ANDREÍÑA LA SORDA: __ Habrá reparto de limosna en la casa grande, y más atrapará un
pobre allí que en Santa Baya. Yo también hago pensamiento de llegarme por
aquellas puertas, que siempre fueron de mucha caridad.
EL CABALLERO: __ Y seguirán siéndolo. Habrá limosna para todos los que lleguen a
ellas.
ANDREÍÑA LA SORDA: __ Lo ha dejado en una manda la difunta señora, porque sus culpas le
sean perdonadas.
EL CABALLERO: __ ¡No son sus culpas las que necesitan perdón, son las mías! Todo el
maíz que haya en la troje se repartirá entre vosotros. Es una restitución que os
hago, ya que sois tan miserables que no sabéis recobrar lo que debía ser
vuestro. Tenéis marcada el alma con el hierro de los esclavos, y sois mendigos
porque debéis serlo. El día en que los pobres se juntasen para quemar las
siembras, para envenenar las fuentes, sería el día de la gran justicia… Ese día
llegará, y el sol, sol de incendio y de sangre, tendrá la faz de Dios. Las casas
en llamas serán hornos mejores para vuestra hambre que hornos de pan. ¡Y las
mujeres, y los niños, y los viejos, y los enfermos, gritarán entre el fuego, y
vosotros cantaréis y yo también, porque seré yo quien os guíe! Nacisteis pobres,
y no podréis rebelaros nunca contra vuestro destino. La redención de los
humildes hemos de hacerla los que nacimos con ímpetu de señores cuando se haga
la luz en nuestras conciencias. ¡En la mía se hace esa luz de tempestad! Ahora,
entre vosotros, me figuro que soy vuestro hermano y que debo ir por el mundo con
la mano extendida, y como nací señor, me encuentro con más ánimo de bandolero
que de mendigo, ¡Pobres miserables, almas resignadas, hijos de esclavos, los
señores os salvaremos cuando nos hagamos cristianos!
La hueste de mendigos se conmueve con
un largo murmullo semejante al murmullo del rezo con que pide limosna por las
puertas. Cuando el rumor se aquieta, alza su voz un mendigo gigantesco que tiene
los ojos llagados por la lepra, y en aquella voz gangosa y oscura se arrastra
como una larva la tristeza milenaria de su alma de siervo.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Dios Nuestro Señor nos dará en el Cielo su recompensa a todos los
que aquí pasamos trabajos. Es su ley que unos sean pobres y otros ricos. Dios
Nuestro Señor a los pobres nos manda tener paciencia para pedir la limosna, y a
los ricos les manda tener caridad, y el rico que parte su pan trigo con el
pobre, tiene el Cielo más ganado que el pobre que lo recibe y no lo agradece.
¡Es la ley de Nuestro Señor!
El caballero se estremece. Hasta su
rostro llega el aliento podre de aquella voz gangosa, y apenas puede dominar el
impulso de apartarse. A la lívida claridad del amanecer, la figura gigantesca
del mendigo leproso, se destaca en la oquedad de las canteras. El caballero
siente una emoción cristiana.
EL CABALLERO: __ ¿:Eres el pobre de San Lázaro?
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Sí, señor.
EL CABALLERO: __ ¿:Y tus hijos?
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Los cinco están recogidos en el Hospital.
EL CABALLERO: __ ¿:Tienen tu mismo mal?
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Sí, señor… Yo, como nací labrador, no puedo estar preso en el
Hospital. Si no veo los campos y los caminos, muérome de tristeza. El Hospital
es como una cárcel, y allí encerrado moríame de pena… No me mata este mal tan
triste, y matábame el no ver las eras, y los viñedos y los castañares.
EL CABALLERO: __ ¡Ya amanece!… Job, si puedes andar, ven conmigo ....
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Vamos, Carmelo! Hoy encontraste ya un hueso que roer.
Carmelo, un perro viejo y feo que
dormita a los pies del leproso, se endereza y sacude. Don Juan Manuel sale al
camino, y la hueste de mendigos se mueve tras él con un clamor de
planto.
LOS MENDIGOS: __ ¡Era Doña María la madre de los pobres! ¡Nunca hubo puerta de más
caridad! ¡Dios Nuestro Señor la llamó para sí y la tiene en el Cielo, al lado de
la Virgen Santísima! ¡Era la madre de los pobres!
EL CABALLERO: __ ¿:Por qué no camináis en silencio? ¡Era mi madre también, era todo
cuanto tenía en el mundo, y no lloro!
La voz del viejo linajudo, desmintiendo
sus palabras, se rompe en un sollozo. La hueste de mendigos comienza a rezar un
padrenuestro que guía el Pobre de San Lázaro.
@§
JORNADA SEGUNDA
@§
JORNADA SEGUNDA
ESCENA PRIMERA
Una sala con tribuna sobre la capilla,
en la casona de Flavia-Longa. Están cerradas todas las ventanas, el sol mañanero
ilumina los resquicios, y las rayolas del polvo tiemblan en impalpables escalas:
El olor de la cera y del incienso ha quedado flotando en la estancia. La capilla
yace desierta y oscura después del funeral de Doña María. Dos de sus hijos han
entrado recatándose, en la sala.
DON FARRUQUIÑO: __ Cierra la puerta.
DON PEDRITO: __ ¿:De qué se trata?
DON FARRUQUIÑO: __ Ahora lo sabrás.
DON PEDRITO: __ ¡Cuánto misterio!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Pues si los otros llegan a enterarse!… Han olvidado las alhajas
de la capilla, y antes de que acuerden nos las vamos a repartir tú y yo.
DON PEDRITO: __ Había pensado en ello, pero tiene las llaves el capellán.
DON FARRUQUIÑO: __ Por eso vamos a descolgarnos por la tribuna.
DON PEDRITO: __ ¿:Y esos no sospecharán?… El Demonio me lleve si hemos conseguido
engañarlos en lo otro… La verdad es que, por mi parte, tampoco lo pretendí. Yo
me alegro de que lo sepan.
DON FARRUQUIÑO: __ Esa plata que nos hemos repartido es una miseria… ¿:Pero y el
trigo, y el maíz, y el centeno? Las trojes hoy están vacías, y no hace una
semana estaban llenas, porque mi madre había cobrado los forales de András y de
Corón. ¿:Quién la ha robado? ¡Ellos y solo ellos!
DON PEDRITO: __ ¿:Los tres?
DON FARRUQUIÑO: __ O uno solo… ¿:Qué más da?
DON PEDRITO: __ Si fuese uno solo, le obligaríamos a que lo devolviese.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Creo que han sido los tres!
DON PEDRITO: __ ¡Bandidos!… ¿:Y habrá llegado mi padre?
DOS FARRUQUIÑO: __ No sé.
DON PEDRITO: __ Hace poco he oído rumor de voces ....
DON FARRUQUIÑO: __ Yo nada oí ....
DON PEDRITO: __ Temo el momento de verme frente a frente.
DON FARRUQUIÑO: __ Yo también.
DON PEDRITO: __ ¿:Habrá llegado?
DON FARRUQUIÑO: __ Sospecho que no, porque hay demasiado silencio en la casa… Don
Juan
Manuel no vendrá tan sin ruido como la muerte.
DON PEDRITO: __ ¡Pobre madre!… Entre todos la hemos enterrado.
DON FARRUQUIÑO: __ Buenos sepultureros estamos… ¿:Oye, me romperé una pierna si me
dejo caer desde la tribuna al otro lado?
DON PEDRITO: __ Creo que no.
Cabalga sobre el barandal Don
Farruquiño y se descuelga hacia el oscuro presbiterio de la capilla, donde aún
flota el humo de la cera y del incienso. Se balancea un momento y se deja
caer.
DON PEDRITO: __ Ahora voy yo.
DON FARRUQUIÑO: __ Tú me esperas arriba. Tienes que darme los brazos para que suba.
Si saltas nos quedamos sin poder salir, porque están todas las puertas
cerradas.
Sube las gradas del presbiterio Don
Farruquiño, y luego de hacer una genuflexión ante el altar, abre el sagrario, de
donde saca el copón y la patena, que tienen en sus manos el áureo brillo de un
tesoro. Con religioso respeto los contempla, colocándose bajo la
lámpara.
DON FARRUQUIÑO: __ Por fortuna, no tiene ninguna sagrada forma el copón. ¡Dios ha
hecho que los otros bandidos perdiesen la memoria, porque hubieran entrado aquí
y todo lo hubieran profanado para venderlo!… Pedro, tú te llevarás la lámpara,
que es de plata, y yo conservaré los vasos sagrados para dedicarlos al culto.
Hay que salvar el sacrilegio.
DON PEDRITO: __ Ya arreglaremos eso… Ahora lo que cumple es esconderlo todo en el
cuarto de la criada vieja.
DON FARRUQUIÑO: __ Lo enterraremos en la bodega.
DON PEDRITO: __ De enterrarlo, sería mejor debajo del altar. Ahí estaba seguro…
Cuando el capellán ocultó el alijo de armas para la facción nadie dió con
él.
DON FARRUQUIÑO: __ ¿:Y luego cómo lo sacábamos? Porque estas puertas se cierran para
nosotros apenas asome Don Juan Manuel.
DON PEDRITO: __ Lo mejor es el arca de la criada, y nadie sospechará ....
Mientras habla el primogénito, el
tonsurado vuelve a subir las gradas del presbiterio y apaga la lámpara, que por
fundación debe arder noche y día. Helado y sobrecogido, oye en la oscuridad la
voz de su hermano que le habla con el cuerpo fuera de la tribuna y los ojos
lucientes de fiebre, como un poseído.
DON PEDRITO: __ No pises sobre la sepultura de mi madre… ¡Ladrón!
DON FARRUQUIÑO: __ ¿:Qué estás diciendo?
DON PEDRITO: __ No pises sobre la sepultura. Está enterrada delante del altar. No
pises sobre ella… ¡Puede levantarse! ....
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Tú estás borracho, ladrón!
El primogénito recoge el cuerpo,
doblado sobre el barandal de la tribuna, y sonríe desvanecido, pasándose una
mano por los ojos.
DON PEDRITO: __ Es verdad, estoy borracho sin haber bebido… ¡Ojalá estuviese
borracho!… No olvides que las despabiladeras también son de plata.
DON FARRUQUIÑO: __ Si dejo algo serán las campanas, ladrón.
DON PEDRITO: __ ¡Alabado seas!
Don Farruquiño se encarama en el
retablo y despoja de su espada de plata al tutelar de la capilla. Los ojos del
tiñoso Satanás ríen encarnizados bajo las plantas del Arcángel.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Dispensa, pero para eso estás encima, Glorioso San Miguel!
DON PEDRITO: __ Ya lo tienes estrujado como la uva, y no necesitas de la
espada,
Santiño Bienaventurado.
El otro bigardo posa familiarmente una
mano sobre aquella cabeza de moro negro, que saca la lengua de sierpe al ser
aplastada por las angélicas plantas, y sonríe con la malicia del tonsurado que
sabe cómo todas las astucias del rebelde son juegos ante el poder de los
exorcismos. Siempre con la misma sonrisa, le arranca un cuerno.
DON FARRUQUIÑO: __ Te quedas a media asta, Lucifer.
DON PEDRITO: __ ¿:También son de plata?
DON FARRUQUIÑO: __ En la duda ....
DON PEDRITO: __ Arráncale el otro cuerno.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡No grites, ladrón! El otro se lo dejo para que se defienda, ya
que cayó debajo.
Salta al presbiterio desde la mesa del
altar, y otra vez su hermano se alza despavorido, y otra vez grita echando el
cuerpo fuera de la tribuna, con los ojos ardidos y visionarios.
DON PEDRITO: __ ¡No pises sobre la sepultura!… ¡Que se levanta!… ¡Que se
levanta! ....
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Tú quieres asustarme, gran ladrón!
DON PEDRITO: __ Le has puesto el pie sobre el pecho. Yo la ví levantarse en la
caja, con las dos manos apretadas sobre el corazón, y lo tiene lleno de espadas
como la Virgen de los Dolores. También son de plata, Farruquiño. ¡No las dejes!
¡No las dejes! ¡No las dejes!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Ladrón, calla, que me estás asustando! ¡Si se me han puesto los
pelos de punta! ¡Callarás, ladrón!
DON PEDRITO: __ ¿:Qué fué?… ¿:Por qué has apagado la lámpara si en la oscuridad los
ojos están llenos de luces?
DON FARRUQUIÑO: __ Ciérralos y no hables, que son desvaríos del vino.
DON PEDRITO: __ ¡Apenas lo caté! ....
DON FARRUQUIÑO: __ Entonces son burlas del amigo a quien hemos dejado sin un
cuerno.
DON PEDRITO: __ Devuélveselo, Farruquiño.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Una higa! Bastará con que reces un Credo.
DON PEDRITO: __ Me pareció ver la sombra de mi madre y hasta entender su voz. ¡No
pises sobre la sepultura, porque se levanta, Farruquiño!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Estás loco!
DON PEDRITO: __ ¿:Qué le dolerá más, sentir las espadas clavadas en el corazón o el
arrancárselas? ¡Son siete, y no cabe mentir!… ¡Son siete, como las espadas de la
Virgen!… Siete de espadas, te jugaré, Farruquiño, y también el as, la espadona
de San Miguel… Todo lo guardas en la sepultura… Es mejor que el arca de
Andreíña.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Tú quieres asustarme, y voy a abrirte la cabeza, ladrón!
Se vuelve buscando en la sombra del
retablo algo que arrojar a su hermano para ahuyentarle de la tribuna, y alcanza
el perro clavado en las andas de San Roque. Don Pedrito recibe el golpe en mitad
de la frente, y con el rostro atravesado por un hilo de sangre se pone en pie,
pálido y sereno.
DON PEDRITO: __ ¡Hermano, yo nada quiero de toda esa plata! Llega te daré los
brazos para que subas. Pero vuelve a encender la lámpara y déjalo todo como
estaba. A San Miguel dale la espada y su cuerno a Satanás.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Un rayo te parta!
DON PEDRITO: __ Hermano, sal de ese pozo negro. Llega, y te daré los brazos. Pero
no pises sobre la sepultura. ¡Que se levanta!… ¡Que se levanta!… ¡Que se
levanta! ....
Sale de la estancia andando hacia
atrás. Despavorido bajó a la cuadra, donde tiene su caballo, le puso la silla y
se lanzó al camino, aquel camino aldeano de verdes orillas, que cruza por
delante de la casona hidalga. Uno de esos caminos humildes, que guían a todas
partes.
@§
JORNADA SEGUNDA
ESCENA SEGUNDA
Un poco más adelante, siguiendo por
aquel camino humilde de verdes orillas, un paraje de álamos y de agua. El
primogénito encuentra a su padre, que viene a pie entre la hueste de mendigos, y
refrena el caballo haciéndose a un lado para dejar paso a todos. Don Juan Manuel
no le reconoce hasta cruzar por su lado. Entonces le mira con altivez, pero sin
cólera, desengañado, desdeñoso, triste.
EL CABALLERO: __ ¡Ah!… Eres tú, bandido.
DON PEDRITO: __ ¡Yo soy!
EL CABALLERO: __ Al fin nos encontramos. ¿:Te han dicho que tienes mi maldición?
DON PEDRITO: __ Sí, señor.
EL CABALLERO: __ ¿:Y no te importa?
DON PEDRITO: __ No, señor.
EL CABALLERO: __ La verdad es que una maldición no mata ni espanta.
El caballero se coge la barba
estremecida por la risa, una risa extraña, de viejo loco, desengañado y burlón.
Don Pedrito requiere las riendas.
DON PEDRITO: __ ¡Déjeme pasar, padre!
EL CABALLERO: __ Antes dirás por qué no te importa mi maldición. ¿:Te hace reir?
DON PEDRITO: __ No me hace reir ....
EL CABALLERO: __ Pues a mí me hace llorar de risa verme lanzando excomuniones como
el
Papa.
DON PEDRITO: __ ¡Deje paso, señor!
EL CABALLERO: __ A un hijo tan bandido como tú no se le maldice, se le abre la
cabeza.
DON PEDRITO: __ Yo no soy su hijo, Don Juan Manuel.
El Caballero aferra con una mano las
riendas, mientras con la otra enarbola el bastón. El primogénito, doblándose
sobre el borrén y corriendo espuelas encabrita el caballo, y el padre, sin
soltar el rendaje, le apalea.
EL CABALLERO: __ A un hijo tan bandido se le abre la cabeza. ¡Se le mata! ¡Se le
entierra!
DON PEDRITO: __ ¡No me encienda la sangre, que si me vuelvo lobo, lo como!
EL CABALLERO: __ Apéate del caballo, y verás quién tiene más fieros
dientes.
DON PEDRITO
¡No me tiente, señor!
EL CABALLERO: __ ¡Apéate, para que sepas quién es el lobo!
Trémulo, con los ojos ardientes, salta
a tierra el primogénito y va contra su padre, que le espera en medio del camino
con el bastón enarbolado. Detrás se extiende la hueste de mendigos, que tiemblan
de miedo y de frío bajo sus harapos, al intentar interponerse.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Señor Don Pedrito, considere que es su padre, y que le ha dado la
vida, y que puede quitársela. ¡El padre es como el Dios del Cielo!
EL MANCO LEONÉS: __ Muestre su noble sangre volviéndose atrás por el camino que traía,
joven caballero.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Con un padre no hay que tener valentía.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Un padre nos da disciplinazos, y cuando corra la sangre hemos de
besarle las manos.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Quisiera yo, cuitada de mí, ver alzarse a mi padre de la cueva,
aunque fuera para arrastrarme de los cabellos, que no tengo.
Don Pedrito queda un momento suspenso
en medio del camino, y siempre trémulo, mira cómo su caballo se huye al galope
por una siembra, pisándose las bridas.
EL CABALLERO: __ ¿:Por qué te detienes, mal hijo?
DON PEDRITO: __ Por ver si entre tanto misionero había alguno que fuese para
alcanzarme el caballo.
EL CABALLERO: __ ¡Y tú te llamas lobo!
DON PEDRITO: __ Lobo seré si mi padre vuelve a levantar su brazo sobre mi
cabeza.
EL CABALLERO siente la amenaza y
adelanta hacia su primogénito. Don Pedrito ceja, se recoge, y con un salto
impensado, arranca su bordón al leproso. Armado y, apercibido, hace con él un
circulo en el aire que tiene un terrible zumbar. Cuando el padre y el hijo van a
encontrarse, se interpone entre ellos la figura gigante y trágica del Pobre de
San Lázaro.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ El palo que a mí me sostiene por los caminos no ha de alzarlo
contra su padre. Diómelo como una cruz Nuestro Señor Jesucristo.
DON PEDRITO: __ Apártate, leproso.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Antes vuélvame el palo con que voy por el mundo, que si no me lo
vuelve yo lo tomaré.
DON PEDRITO: __ ¡Ay de ti si me tocan tus manos podridas!
Con lento andar, de una humildad fuerte
y solemne, avanza el Pobre de San Lázaro. El capote de soldado que le cubre
parece aumentar la expresión trágica de aquella figura gigante y mendiga. Don
Pedrito retrocede estremecido, y arroja el bordón lejos de sí. Detrás del pobre
está la sombra de Doña María.
DON PEDRITO: __ ¡Ten tu cruz, hermano!
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Gracias, noble señor.
DON PEDRITO: __ ¿:Tú no sabes dónde hallaré yo la mía?
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ No sé .... Eso nadie lo sabe hasta que una vez en la noche, durmiendo
en un pajar o caminando solo por un camino, se aparece el ángel que nos habla en
nombre de Nuestro Señor.
EL CABALLERO: __ ¡Job, no digas tonterías!… Si te parece cambiaremos nuestras
cruces ....
Ofrece su bastón al leproso el viejo
linajudo, y recoge del sendero el palo del mendigo. El primogénito se aleja
hablando solo, y atraviesa la siembra por cobrar el caballo que pace allá en el
fondo arrastrando el rendaje. Monta, y al galope desaparece. El Caballero,
ceñudo y sombrío, sigue su peregrinación entre la hueste mendicante que renueva,
las voces de su planto cuando ve las torres de Flavia-Longa.
LOS MENDIGOS: __ ¡Era la madre de los pobres! ¡Nunca hubo puerta de más caridad!
¡Dios nuestro Señor la llamó para sí y la tiene en el Cielo al lado de la Virgen
Santísima! ¡Era la madre de los pobres!
@§
JORNADA SEGUNDA
ESCENA TERCERA
La cocina, en la casona de
Flavia-Longa. Don Rosendo, Don Mauro y Don Gonzalito, se desayunan con migas y
buen vino, al amor de la lumbre. Andreíña, la criada vieja y encubridora, trae
la nueva de que está llegando Don Juan Manuel.
ANDREÍÑA: __ Distínguesele por el alto de Las Tres Cruces.
DON GONZALITO: __ Nos da tiempo para acabar las migas.
DON ROSENDO: __ Mi plato que lo rebañen los galgos.
DON GONZALITO: __ Yo tengo mi caballo ensillado y llenas las alforjas.
DON MAURO: __ Yo también, no hay más que montar y poner espuelas.
DON ROSENDO: __ ¿:Dónde están las mías, Andreíña?
ANDREÍÑA: __ Mírelas colgadas de aquel clavo.
DON MAURO: __ ¿:Qué habrá sido de mis hermanos Don Pedro y Don Francisco?
ANDREÍÑA: __ ¡Fuéronse cuánto hace!
DON ROSENDO: __ ¿:Tú los has visto caminarse?
ANDREÍÑA: __ Así muerta, me entierren.
DON GONZALITO: __ ¿:No estarán escondidos?
ANDREÍÑA: __ ¿:Dónde quiere que se escondan, mi rey?
DON GONZALITO: __ Pues a fe que no hay sitios: En el pajar, en la torre, en la
capilla .... ¡Un rayo me parta! Nos hemos olvidado de las alhajas de la
capilla.
DON ROSENDO: __ ¡Maldita suerte!
DON MAURO: __ ¿:No habrá tiempo todavía?
ANDREÍÑA: __ Mismo está llegando el señor mi amo.
Don Mauro apura un vaso que, al
terminar de beber, estrella en las losas de la cocina, y volviéndose a la vieja
criada, con una mano la suspende del cuello y con la otra desnuda un puñal.
Andreíña clama despavorida.
DON MAURO: __ He de segarte la lengua si dices una sola palabra a mis hermanos.
Como lleguen a desaparecer las alhajas de la capilla ya puedes confesarte. Te
desuello, y clavo en la puerta de mi casa tu piel de bruja.
ANDREÍÑA: __ ¡En los días de mi vida hice a nadie una mala traición!
DON MAURO
Tú fuiste quien les entregó la plata, y es
inútil que lo niegues.
Se oye el confuso clamor de los
mendigos en la portalada de la casona, y la voz autoritaria y conmovida del
viejo linajudo, que sube la escalera.
EL CABALLERO: __ ¡Ya dieron tierra a tu cuerpo! ¿:Rusa, por qué me dejas tan solo?
¡Que al pie de tu sepultura caven la mía!… ¡Rusa! ¡Rusa! ¡Rusa!
LOS MENDIGOS: __ ¡Era la madre de los pobres! ¡Fruto de buen árbol! ¡Tierra de
carabeles!
Atropelladamente, los tres bigardos
salen de la cocina rosmando amenazas, y por el portón del huerto huyen a
caballo. La vieja, con la basquiña echada por la cabeza a guisa de capuz, se
acurruca al pie del hogar y comienza a gemir haciendo coro a la querella de los
mendigos. Entra otra criada, una moza negra y casi enana, con busto de giganta.
Tiene la fealdad de un ídolo y parece que anda sobre las rodillas. Le dicen por
mal nombre la Rebola.
LA REBOLA: __ ¡Qué susto grande!… Escuché una voz que salía de lo más fondo de
la capilla, al pasar por la sala de la tribuna.
ANDREÍÑA: __ ¡Calla, condenada!… Cúbrete la cabeza con el manteo, y llora
conmigo.
LA REBOLA: __ ¡Señora, mi ama! ¡Señora, mi ama!
ANDREÍÑA: __ ¡Qué poca gracia tienes, condenada! Adeprende cómo se hace un
planto. ¡Rosa de Jericó! Rosa sin espinas! ¡Mi reina de las manos blancas, que
hilaban para los pobres!…
LA REBOLA: __ ¡Paloma sin hiel! ¡Paloma de la Candelaria!
ANDREÍÑA: __ ¡Árbol que a todos dabas tu sombra!
LA REBOLA: __ ¡Peral de ricas peras!
Resuenan en la largura del corredor las
voces y los pasos de los mendigos, y en la puerta de la cocina está la prócer
figura del Caballero. Las dos mujeres, arrodilladas al pie del hogar y cubiertas
las cabezas, ponen más altos sus ayes.
EL CABALLERO: __ Alzaos del suelo y atended a mis huéspedes. Dadles a todos de
comer y beber. Vosotros entrad calentaos al amor de la lumbre.
ANDREÍÑA: __ Poco hay en la casa para tanto hambriento.
EL CABALLERO: __ ¡Calla, vieja sierpe!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Dejaime que llegue al hogar, pues vengo aterida.
EL MANCO LEONÉS: __ ¡Dios se lo premie al noble señor!
EL MORCEGO: __ ¡Qué gran cocina!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Parece la de un convento, Morcego.
EL MANCO DE GONDAR: __ Como corresponde a la grandeza de la casa.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Veinte criados caben a la redonda del hogar, y otro tiempo se
juntaban.
Yo también me senté con ellos, que aún no tenía este mal tan
triste.
EL CABALLERO: __ Ahora te sentarás conmigo para que yo pueda sentarme algún día al
lado de mi muerta. Bruja, abre el horno y repártenos el pan.
ANDREÍÑA: __ ¡Ay, señor mi amo, está vacío el horno!
EL CABALLERO: __ Enciéndele, y amasa la harina más blanca de la flor del trigo.
ANDREÍÑA: __ ¡Ay, señor mi amo, no hay harina, ni grano que llevar al
molino!
EL CABALLERO: __ ¿:Qué ha sido del trigo y el centeno que llenaba mis arcaces?
ANDREÍÑA: __ ¡Ay, señor mi amo, comiéronle las ratas.
EL CABALLERO: __ Enciende el horno .... Si no hay harina que cocer te quemaremos a ti
por bruja.
ANDREÍÑA: __ ¡Murióse aquella santa, que si ella no se muriese no recibiera yo
este trato! ¡Bruja! Nadie en el mundo me dijo ese texto, que vengo de muy buenos
padres, y no habrá cristiano que me haya visto escupir en la puerta de la
iglesia, ni hacer los cuernos en la misa mayor. ¡Ay, muerte negra, que te llevas
a los mejores y dejas a los más ruines!
El Caballero se sienta solo en un banco
que hay frontero al hogar, y permanece abatido y sombrío, con los ojos en la
hoguera de sarmientos que levanta sus lenguas de oro hacia el fondo negro y
brujo de la chimenea, donde resuenan las risas del viento. Los mendigos se
agrupan al otro lado, y hablan en voz baja.
EL CABALLERO: __ Calentaos, ya que sólo puedo ofreceros el techo y la lumbre. Don
Juan
Manuel Montenegro hoy es tan pobre como vosotros.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Es rico de caridad.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ En donde está el fuego, está Dios Nuestro Señor. El fuego es más
que el pan y que el agua y que la sal. Todo en el mundo, para ser, requiere una
chispa de lumbre. Lo mismo el vino que la sangre, y los ojos si han de tener
luz, y la tierra si ha de dar fruto. Yo llevo este mal tan triste porque un gran
frío me recorre el cuerpo, y me toca el fuego y no lo siento calentar mi carne
muerta. En la noche no se ve nada y se ve una hoguera, y del cielo ninguna cosa
baja a la tierra, si no es el agua y el fuego, que tienen una hermandad ....
En la cocina resuenan los lloros del
niño que mama en el pecho de Paula la Reina. La mendiga trata de acallarle con
el susurro de un canto, y, toda atenta, sigue las palabras del leproso, mientras
saca por encima del justillo el otro pezón, para ofrecérselo al niño, que llora
de hambre.
PAULA LA REINA: __ Eh, meniño, eh!.
Pra Santo Tomé ....
¿:Teu pai quen foy?
¿:Tua
nay quen e?…
¡Eh, meniño, eh!…
EL CABALLERO: __ ¿:Por qué no le retuerces el cuello a esa criatura, Paula? ¿:No ves
cómo llora?
PAULA LA REINA: __ ¡Hijo de mis entrañas?
El CABALLERO
¿:Qué derecho tienes para darle tu miseria? Guarda tus pechos, y
déjalo morir. ¿:Ves cómo llora de hambre? Pues así habrá de llorar toda la vida.
¿:No te da lástima, mujer? Retuércele el cuello para que deje de sufrir, y da
libertad a su alma de ángel .... ¡Ojalá nos retorciesen el cuello a todos cuando
nacemos! ¡Ojalá yo se lo hubiese retorcido a mis hijos… ¿:Han estado aquí esos
sepultureros, Andreíña?
ANDREÍÑA: __ Cuando entraba el señor mi amo, ellos salían fugitivos.
EL CABALLERO: __ ¿:Han cavado bien honda la sepultura de su madre?
ANDREÍÑA: __ Ellos no la cavaron.
EL CABALLERO: __ ¿:Bien honda, bien honda, que haya sitio para mí?
ANDREÍÑA.: __ ¡Asús, parecen palabras de fiebre!…
DOMINGA DE GÓMEZ: __ La pena que le cubre el corazón hácele decir esos textos.
El Caballero guarda silencio. Los
mendigos se agrupan en torno del fuego, y con los brazos apretados sobre sus
harapos se estremecen, con ese estremecimiento feliz de los vagabundos que saben
del albergue y del fuego. Entra el capellán.
EL CAPELLÁN: __ ¡Un resucitado!… ¡Le veo y no me parece Don Juan Manuel! ¡Vengo de
la playa, de esperar la barca de ese infeliz Abelardo!
EL CABALLERO: __ ¿:No habrá llegado?
EL CAPELLÁN: __ ¡Ni llegará!… Naufragaron ....
EL CABALLERO: __ ¿:Y han perecido todos?
EL CAPELLÁN: __ ¡Todos!… El cuerpo del patrón dicen que ha salido en la playa de
Rajoy .... Yo le hacía embarcado con ellos al Señor Don Juan Manuel. ¡Es
providencial!
EL CABALLERO: __ ¡Dios quiere darme tiempo para que me arrepienta de mis
pecados!
EL CAPELLÁN: __ ¡No lo olvide, Señor Don Juan Manuel!
EL CABALLERO: __ ¡Les forcé para que se hiciesen a la mar, y con ellos estuve
embarcado toda la noche!… La muerte estaba en acecho, y la sentí pasar por mi
lado. Estaba en aquella barca de pescadores y en esta casa mía .... Por donde voy
descubro las huellas de su paso. ¡He visto sus luces!
EL CAPELLÁN: __ La muerte va con nosotros desde que nacemos.
EL CABALLERO: __ Yo siento sus pasos en esta casa vacía .... Esta casa que parece
también estar muerta, toda silenciosa, toda fría, toda oscura, huérfana de la
pobre alma .... ¡Yo no cerré sus ojos, ni besé sus manos de cera! ¿:Por qué al menos
no me esperasteis para dar tierra a su cuerpo?
EL CAPELLÁN: __ Se corrompía todo, señor.
EL CABALLERO: __ ¡Miseria de la carne!
EL CAPELLÁN: __ Los gusanos le corrían. Formaban nido en la cabeza y bajo los
brazos.
EL CABALLERO: __ ¡Miseria de la vida!
EL CAPELLÁN: __ Dijeron que se le había abierto la madre de los gusanos, la
gusanera, como cuentan de un rey de las Españas.
EL CABALLERO: __ ¿:Dónde ha muerto? Quiero ver su alcoba. Allí estará su sombra,
esperándome .... Mis brazos de carne no podrán estrecharla… Pero las almas se
abrazan, porque también son de sombra, y los vivos oyen a los muertos.
El viejo linajudo sale seguido del
capellán. Después de un instante en torno del fuego, bajo la chimenea donde
resuenan las risas del viento, comienzan a despertarse las voces de los
mendigos, apagadas y llenas de misterio.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡En una casa tan rica no haber pan en el horno!… ¡Vísteislo
vosotros jamás de los jamases?
ANDREÍÑA: __ Comiólo quien tenía dientes.
EL MORCEGO: __ Entonces no fuiste tú.
ANDREÍÑA: __ Fué quien sabía agradecello.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ No te enciendas, criatura.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡Ni harina ni grano en una casa tan rica!
EL MANCO LEONÉS: __ No parece que haya pasado la muerte, sino un turbión.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Las casas más grandes se consumen como los cirios del velorio,
cuando los hijos se alzan contra los padres y pelean por las herencias.
EL MORCEGO: __ ¡Yo que esperaba comer compango!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ No la acertamos, Morcego.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ La Gloriosa Santa Baya, mándanos tal castigo porque dejamos su
romería.
EL MANCO LEONÉS: __ El señor amo, no olvidará la promesa que nos hizo.
EL MANCO DE GONDAR: __ Siempre fué muy liberal.
EL MORCEGO: __ ¿:No habrá nada que arrebañar por las alhacenas, Andreíña? ¿:Algo
habrán dejado los abades que cantaron el entierro?
ANDREÍÑA: __ Comiéronlo las ratas.
Asoman en la puerta de la cocina el
Ciego de Candar y el rapaz que le sirve de lazarillo. El ciego es un viejo de
perfil monástico, con una capa tabacosa, que le llega a los zuecos. La zampoña
que lleva a la espalda le hace el bulto de una joroba, bajo la luenga capa. El
lazarillo va cargado con las alforjas: Es un niño aldeano vestido de estameña,
con la guedeja trasquilada sobre la frente con tonsura casi medioeval.
EL CIEGO DE GONDAR: __ ¿:Hay licencia?
ANDREÍÑA: __ No la has menester.
EL CIEGO DE GONDAR: __ ¿:Y un sitio al amor de la lumbre?
ANDREÍÑA.: __ Si no es más que eso ....
EL CIEGO DE GONDAR: __ Y una fabla que he de tener contigo, Andreíña.
ANDREÍÑA: __ ¿:Una fabla?
EL CIEGO DE GONDAR: __ Y muy secreta.
EL MORCEGO: __ Así muerto me entierren, si no viene por pedirte promesa de
casamiento.
Darásnos los aguinaldos.
ANDREÍÑA: __ Vos daré asados los cuernos de una cabra.
La vieja criada llega adonde el ciego,
y aparta, con su diestra de bruja al lazarillo, empujándole hacia el hogar donde
se agrupa la hueste mendicante. El Ciego de Gondar y la vieja se enredan en una
plática que comienza en alta voz y acaba en susurro de secreto.
EL CIEGO DE GONDAR: __ Bien de mi corazón, allega si quieres, y si non non, que por el
mundo sobran mujeres.
ANDREÍÑA: __ ¡Valiente prosero!
EL CIEGO DE GONDAR: __ Allega tu pico, paloma real, allega tu pico, que no soy
gavilán.
ANDREÍÑA: __ Acaba de una vez, que se me va la lumbre.
EL CIEGO DE GONDAR: __ Hermana Rebola, sopla en el lar. Nos, tras de la puerta, hemos de
amasar, meter y sacar y dar de barriga. No riades, rapaces, que no hay
picardía.
Celebran los mendigos aquellas clásicas
burlas, y en tanto las glosan, la criada y el ciego hablan bajando la
voz.
ANDREÍÑA: __ ¿:Qué hay?
EL CIEGO DE GONDAR: __ Agora verás. Topábame sentado al abrigo de la capilla, en la misma
puerta, y oigo golpes por la banda de dentro, respondo batiendo con el zueco, y
escucho la voz de Don Farruquiño.
ANDREÍÑA: __ ¿:Tú dices verdad?
EL CIEGO DE GONDAR: __ Está allí como prisionero, y mandóme que llegase secretamente a
decírtelo para que vieses manera hablarle por la sala de la tribuna.
ANDREÍÑA: __ Toda estoy temblando. Los otros hermanos son capaces de
matarme.
EL CIEGO DE GONDAR: __ Yo cumplo con darte el aviso.
ANDREÍÑA: __ Agora mismo voy ver ....
Andreíña sale de la cocina, y el ciego,
tentando con el palo, se acerca al hogar, guiado por las voces de los mendigos
que ahora comentan el naufragio de la barca de Abelardo.
EL CIEGO DE GONDAR: __ ¿:Habláis de esos cinco mozos ahogados?
PAULA LA REINA: __ ¡Es una compasión de Dios!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Inda no se sabe si han perecido los cinco.
EL CIEGO DE GONDAR: __ En toda la largura de la playa solamente se oyen las voces de las
mujeres y de las criaturas.
PAULA LA REINA
¡Pobres almas, qué triste suerte les
espera!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ La misma que a todos nosotros. ¡Pedir una limosna por las
puertas!
EL CIEGO DE GONDAR: __ Por agora, la mar sólo ha echado el cuerpo del patrón y el del
rapaz.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¿:De quién era el rapaz?
EL CIEGO DE GONDAR: __ No sé decírvoslo.
LA REBOLA: __ Era el hijo más nuevo de la Garula.
EL MORCEGO: __ ¡Valiente borrachona está la madre!
EL MANCO LEONÉS: __ Hace bien. En el mucho beber no hay engaño, y el mejor amigo es el
jarro.
EL CIEGO DE GONDAR: __ Donde están todos los males es en el agua ¡Mira si no el hijo! Lo
que la madre no cató en toda la vida, lo achicó en una noche el cuitado.
PAULA LA REINA: __ ¡Ay, muerte negra!
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Mejor está que nos!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ El mundo solamente es para los ricos.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ El mundo no es para nadie. ¿:Qué hace un rico si arrastra la cadena
de una cativa enfermedad? El mundo es una cárcel escura por donde van las almas
hasta que se hacen luz. El Señor Mayorazgo cuando poco hace te decía que
torcieses el cuello a tu hijo, sin duda pensaba en todas las tribulaciones de su
vida.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡Miray que fué suerte la suya al desembarcar en aquella playa!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¡Naufragar todos y salvarse él solo!
EL CIEGO DE GONDAR: __ Al Señor Mayorazgo no lo quieren ni los arroases de la mar, ni
los
Demonios del Infierno.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Será para Dios Nuestro Señor!
Se oyen pasos en el corredor, y los
mendigos callan. La Rebola echa en el fuego un haz de sarmientos que ahuman y
chascan bajo las lenguas de la llama, y una gran hoguera irrumpe de pronto. La
hueste mendicante, con estremecimientos humildes, con un gesto sórdido, se
agrupa en torno del hogar. Benita la Costurera asoma en la puerta y murmura la
rancia salutación.
BENITA LA COSTURERA: __ ¡Alabado sea Dios!
MUCHAS VOCES: __ ¡Por siempre bendito y alabado!
BENITA LA COSTURERA: __ ¿:No está Andreíña?
LA REBOLA: __ Agora vuelve.
BENITA LA COSTURERA: __ ¿:Dónde anda?
LA REBOLA: __ Salió a un enredo.
BENITA LA COSTURERA: __ Lo mismo tiene que seas tú. En un vuelo vas al horno de la Curuja…
Es mandato del Señor Don Juan Manuel. Te llegas, y dices que toda la hornada la
traiga a la casona, que es para repartir entre los pobres… A luego, subiráse
vino de la bodega y mataránse doce palomas en el palomar.
Benita la Costurera se limpia los ojos
enfermos con un trapo de hilo que trasciende a estoraque, y sale de la cocina.
La hueste mendicante tiene un murmullo de gracias, en unas bocas triste, y en
otras bocas jocundo. Como un rezo en la boca llagada del leproso.
@§
JORNADA SEGUNDA
ESCENA CUARTA
La capilla. Don Farruquiño aparece en
el presbiterio, sentado en un escaño con espaldar de viejo y noble belludo,
orlado por grandes clavos de bronce. Enfrente se abre el arco de la tribuna,
donde se sume la figura negra y bruja de Andreíña.
ANDREÍÑA: __ ¡Toda estoy temblando, mi rey!
DON FARRUQUIÑO: __ ¿:Te dijo el ciego lo que habías de hacer?
ANDREÍÑA: __ Algo me dijo… ¡Mas los otros juraron segarme el cuello!
DON FARRUQUIÑO: __ Busca la llave, y me la echas ....
ANDREÍÑA: __ No sé cómo lograrlo, pues la tiene el señor capellán.
DON FARRUQUIÑO
Se la robas.
ANDREÍÑA: __ ¿:Mas con qué engaño?
DON FARRUQUIÑO: __ Cuando duerma. ¿:Él se acuesta con tigo o con la Rebola?
ANDREÍÑA: __ ¡Asús! ¡Qué picardías habla!… Ciego había de estar para condenarse
con la Rebola! ¡Y lo que es conmigo! ¡Asús! Llevo muchos años a cuestas, cuatro
onzas y un doblón, para que me tienten los Díaños .... No diga esas picardías, mi
rey, que un día le sale una avispa en la lengua .... Yo le serviré con toda
voluntad en aquello que pueda, y cuantas llaves hay en la casona veré de
traérselas, por si alguna abre.
DON FARRUQUIÑO: __ Si no, tendré que salir poniendo fuego a la puerta.
ANDREÍÑA: __ Yo veré de servirle .... Mas luego no olvide la promesa que me hizo
de tener a una de mis rapazas como su ama.
DON FARRUQUIÑO: __ Ya te dije que si alcanzo un curato, me llevo a las dos.
ANDREÍÑA: __ Tanto no pido, ¡Asús! ....
Se santigua la vieja encubridora, y el
tonsurado segundón se pone en pie, y avizora hacia la puerta que comunica con la
casona, una puerta pequeña en la sombra húmeda del muro de piedra, que rezuma.
Se oye el rechinar de la llave. Don Farruquiño se esconde en el rincón más
oscuro, y espera. La puerta se abre, y una sombra se aparta para dejar paso al
Caballero. Otra sombra negra y bruja, huye de la tribuna.
EL CABALLERO: __ ¡Señor capellán, por qué no está encendida la lámpara?
EL CAPELLÁN: __ Se habrá bebido el aceite alguna lechuza.
EL CABALLERO: __ Siento el volar de unas alas en esta oscuridad.
EL CAPELLÁN: __ Aquel ventanal tiene rotos los cristales, y como entra el viento
pudo entrar la lechuza.
EL CABALLERO: __ Las alas que yo siento se abren dentro de mí.
Avanzan las dos sombras hacia el
presbiterio. Sus pasos huecos, en la soledad de la capilla, tienen una vaga
resonancia, y las palabras un misterio de sombra.
EL CABALLERO: __ ¿:Dónde está enterrada?
EL CAPELLÁN: __ Esta losa la cubre, señor.
EL CABALLERO: __ Es preciso que la levantemos, Don Manuelito. ¡Quiero verla!
EL CAPELLÁN: __ Nuestras fuerzas no bastan, señor.
EL CABALLERO: __ ¡Piedra, piedra, levántate!
Don Juan Manuel se arrodilla ante la
sepultura, y entenebrecido, y suspirante, reza en voz baja. El capellán, en
tanto, escudriña en la sombra con recelosa previsión. De pronto da una gran voz,
grande y estentórea.
EL CAPELLÁN: __ ¡Falta la lámpara!
EL CABALLERO: __ ¡Trágame, tierra!
EL CAPELLÁN: __ ¡No han sido lechuzas las que entraron aquí, fueron lobos!
EL CABALLERO: __ ¡Ni una luz que alumbre tu sepultura, pobre Rusa! ¡Nada han
dejado! ¡Rusa, pide por mí y por esos ladrones que bebieron la leche de tus
pechos! ¡Son nuestros hijos, María Soledad!
El CAPELLÁN
¡Y no han temido la cólera divina!
EL CABALLERO: __ Y tampoco temen la mía, Don Manuelito!
EL CAPELLÁN: __ ¡El Señor pudo enviar sobre sus cabezas un rayo que los
aniquilase!
EL CABALLERO: __ Yo pude enviarles un tiro.
EL CAPELLÁN: __ ¡Son como fieras!
EL CABALLERO: __ Son lobeznos, hijos de lobo.
EL CAPELLÁN: __ El Señor Don Juan Manuel nunca ha sido como ellos.
EL CABALLERO: __ ¡Yo he sido siempre el peor hombre del mundo! Ahora siento que voy
a dejarlo, y quiero arrepentirme. La luz que ellos apagaron se enciende en las
tinieblas donde el alma vivía, y para que mi linaje, donde hubo santos y grandes
capitanes, no lo cubran mis hijos de oprobio, acabando en la horca por ladrones,
les repartiré mis bienes y quedaré pobre, pobre de pedir por las puertas .... Ahora
probemos entre los dos a levantar la sepultura .... ¡Quiero ver a mi muerta!…
¡Acaso me hable!
EL CAPELLÁN: __ Esos son delirios, Señor Don Juan Manuel.
EL CABALLERO: __ ¡Piedra, levántate!
EL CAPELLÁN: __ ¡Don Juan Manuel somos viejos! Somos viejos y la vejez no tiene
fuerzas. En otro tiempo no digo que no la hubiésemos levantado ....
EL CABALLERO: __ Y ahora también.
EL CAPELLÁN: __ Somos viejos.
EL CABALLERO: __ Mayor peso llevo sobre los hombros.
EL CAPELLÁN: __ Y el que nunca se dobló, se dobla.
EL CABALLERO: __ Sí, me doblo, y sólo anhelo dejar la vida, Don Manuelito.
EL CAPELLÁN: __ Ya tuvo el consuelo de rezar sobre la sepultura .... Vámonos de
aquí ....
¿:Mas, qué ruido fué ese? ....
EL CABALLERO: __ Conseguí mover la losa.
EL CAPELLÁN: __ ¡Tiene los brazos de hierro!
EL CABALLERO: __ ¡Me sangran las manos!
EL CAPELLÁN: __ Yo le ayudaré, señor. ¿:Dónde hallaríamos algo con qué
apalancar?
EL CABALLERO: __ En esta oscuridad, apenas se ve.
Recorre el capellán el presbiterio y la
capilla. En el fondo oscuro, sus ojos sagaces descubren de pronto un bulto
inmóvil, sin contorno ni faz, que simula la vieja escultura de algún santo. Se
acerca más. Alarga una mano en las tinieblas, y antes de haber palpado, va
siente como un fulgor de adivinación. Es Don Farruquiño.
EL CAPELLÁN: __ ¡Ah!… Sacrílego, te había reconocido.
DON FARRUQUIÑO: __ Silencio.
EL CAPELLÁN: __ ¡No bastaba el saqueo de la casa!
DON FARRUQUIÑO: __ Silencio .... Hablaremos donde no esté mi padre.
EL CAPELLÁN: __ ¿:Cómo osaste tan impío latrocinio? ¿:Cómo has entrado en este sacro
recinto? ¡Habla!
DON FARRUQUIÑO: __ Quise dar paz a mi conciencia.
EL CAPELLÁN: __ ¡Con un sacrilegio!
DON FARRUQUIÑO: __ Impidiendo que otros lo cometiesen. Sabía de cuánto mis hermanos
son capaces, y entré aquí para impedirlo ....
EL CAPELLÁN: __ ¿:Dónde están las alhajas de la capilla?
DON FARRUQUIÑO: __ Ya habían sido robadas ....
EL CAPELLÁN: __ ¡No mientas, perverso!
El Caballero desciende las gradas del
presbiterio y avanza algunos pasos en la oscuridad de la capilla. La prócer
figura, que tiene la vaguedad de un fantasma, parece crecer bajo la nave, y su
vos resuena impregnada de grave tristeza, de una tristeza de patriarca y de
guerrero. Los dos clérigos callan.
EL CABALLERO: __ ¿:Por qué te escondes, mal hijo?
DON FARRUQUIÑO: __ No me escondo, señor.
EL CABALLERO: __ ¿:Temes mi justicia?
DON FARRUQUIÑO: __ Quien está sin culpa, nada teme.
EL CABALLERO: __ ¡Has apagado la única luz que ardía sobre la sepultura de tu
madre!
DON FARRUQUIÑO: __ Si mi padre lo dice, será verdad.
EL CABALLERO: __ Eres solapado en las palabras como en las obras. ¡Defiéndete, al
menos!
DON FARRUQUIÑO: __ Dios Nuestro Señor ha elegido mi cabeza inocente para que sobre
ella caigan las culpas de otros.
EL CABALLERO: __ A mí no puedes engañarme… Llega y ayúdame a levantar la sepultura…
No tardaré en morir, y si tardase os faltaría paciencia para esperar… Porque no
acabéis en la horca he pensado repartiros mis bienes. Me heredaréis en vida…
Llega y ayúdame… Si tienes hijos, ellos me vengarán… Los votos no te impedirán
tenerlos. Llega para que podamos levantar la losa.
EL CAPELLÁN: __ Vamos, alma de Faraón.
DON FARRUQUIÑO: __ No reconozco a Don Juan Manuel.
EL CAPELLÁN: __ Tiene razón, cuando dice que va a morir.
Se llegan al presbiterio, se mueven
vagarosos alrededor de la sepultura, tantean, se encorvan, y en silencio, con
una rodilla en tierra, en un tácito acuerdo, comienzan a levantar la losa. Se
les oye jadear. Cuando aparece el hueco negro, pestilente, húmedo, el viejo
linajudo se inclina sobre él, y solloza con un sollozo sofocado y terrible de
león viejo. El hijo, con los ojos nublados de miedo, se aparta.
DON FARRUQUIÑO: __ ¡No puedo más!
EL CAPELLÁN: __ Temo que a tu padre le dé un arrebato de sangre.
EL CABALLERO: __ ¡María Soledad, aquí estoy! ¡Háblame!
EL CAPELLÁN: __ Basta ya, señor ....
EL CABALLERO: __ ¡Quiero ver su rostro por última vez!
El Caballero levanta la tapa del
féretro y en la oscuridad de la cueva albean las tocas del sudario y destella la
cruz colocada sobre el pecho, entre las manos yertas. El Caballero se inclina, y
un aire de húmeda pestilencia, que le hace sentir todo el horror de la muerte,
pone frío en su rostro.
EL CABALLERO: __ ¡María Soledad, espérame!… Tienes los ojos abiertos y siento que
me miras… Ahora me voy, pero vendré pronto y para siempre a tu lado… ¡Dios!…
¡Dios!… ¡Cativo Dios, por qué me llevaste a la Rusa! ....
El Capellán acude, y levanta el
desfallecido cuerpo del Caballero. El hijo, más tardo por miedo o desamor, se
acerca también y le ayuda. Casi en brazos le sacan de la capilla. Don Juan
Manuel, en la puerta los hace detener y se arrodilla.
EL CABALLERO: __ ¡Abierta queda mi sepultura!… ¡Maldito quien intente poner la losa
antes de haber bajado yo a la cueva! ¡María Soledad, espérame!
@§
JORNADA SEGUNDA
ESCENA QUINTA
La alcoba donde murió Doña María.—En el
fondo, bajo los cortinajes de damasco carmesí, que tienen algo de litúrgico,
abandonada y fría aparece la cama antigua, de nogal tallado y lustroso. Don Juan
Manuel está en el umbral de la puerta. Su hijo y el capellán le sostienen. El
rostro pálido y la barba de plata se sumen en el pecho.
EL CABALLERO: __ Quiero morir aquí, en la misma cama donde murió aquella santa… He
vivido siempre como un hereje, sin pensar que hay otra vida, y ahora siento una
luz dentro de mí ....
EL CAPELLÁN: __ Es la luz de la Gracia.
EL CABALLERO: __ Señor capellán, necesito la absolución de mis pecados para
reunirme con mi mujer en el Cielo.
EL CAPELLÁN: __ Es menester que haga confesión de ellos.
EL CABALLERO: __ No tengo más que uno… ¡Uno solo que llena toda mi vida!…
Haré
Confesión pública… Llamad a los criados… Que acudan todos…
¡Criados
de mi casa!… ¡Hermanos que llegasteis aquí conmigo!…
¿:Dónde estáis? ¡Quiere
hacer confesión ante vosotros Don Juan Manuel
Montenegro! ¿:Dónde estáis?
¡Llegad todos!
El hijo y el capellán se interrogan con una mirada. En sus ojos
asoma el mismo pensamiento, y se dicen si no ha pasado sobre ellos, en aquellas
palabras, una ráfaga de locura. Los criados y los mendigos van llegando de la
cocina con un rumor lento, ojos de susto, gesto de misterio, y se detienen sobre
el umbral de la puerta.
ALGUNAS VOCES: __ ¡Ave María Purísima!
EL CABALLERO: __ ¡Cavada tengo la sepultura! He visto en mi camino a la muerte y
están marcadas mis horas… Cuando echéis el cuerpo a la tierra, volved a poner la
losa que han alzado mis manos, pero antes no. ¡Maldito sea quien lo intente!…
Tú, mal hijo, no finjas dolor… Lleva a los otros la noticia, y celebradla juntos
en la cueva de los ladrones, en el cubil de un lobo, donde nadie os vea. Cuanto
era mío, mañana será vuestro, y el cuerpo que será de los gusanos, tendrá más
noble destino… No lloréis vosotros, criados y hermanos míos, que estas puertas
las hallaréis siempre francas, y, aunque fría, siempre sentiréis mi mano tendida
hacia vosotros. ¡No dejo otra manda para que mis crímenes me sean perdonados, y
he de alzarme de la sepultura si no fuese cumplida! No lloréis, y haced
silencio, que quiero confesar mis pecados al señor capellán de mi casa. No tengo
más que un pecado… ¡Uno sólo que llena toda mi vida!… He sido el verdugo de
aquella santa con la impiedad, con la crueldad de un centurión romano en los
tiempos del emperador Nerón… Un pecado de todos los días, de todas las horas, de
todos los momentos… No tengo otro pecado que confesar… La afición a las mujeres
y al vino, y al juego, eso nace con el hombre… Pecado grande es haber sido
verdugo de un alma y haber puesto en ella garfios encendidos en las hogueras del
Infierno. ¡Los garfios que en las carnes de los condenados clava Satanás!… Y
ahora me arrodillo para recibir la absolución… Señor capellán, la absolución, y
la tuya también, mal hijo, ya que tienen esa gracia tus manos impuras.
Absolvedme y después clavad esa ventana, clavad esa puerta, dejadme aquí como en
un pozo, solo, para morir.
El Capellán traza una cruz con su
diestra sobre la cabeza del viejo linajudo, y el murmullo de los rostros
aldeanos y mendigos, resplandeciente de fe, se eleva en una grave onda.
@§
JORNADA SEGUNDA
ESCENA SEXTA
Sobre la encrucijada de dos caminos
aldeanos, un campo de yerba humilde salpicada de manzanilla, donde hay un
retablo de ánimas entre cuatro cipreses. Es paraje en que hacen huelgo los
caminantes, y rezan las viejas, anochecido. Don Rosendo, Don Mauro y Don
Gonzalito, descansan al pie de los cipreses, con los caballos del diestro. Más
lejos un mozo aldeano deja pacer la yunta de sus vacas, y a lo largo de los
caminos, que se pierden entre verdes y sonoros maizales, trotan cabalgadas de
chalanes que van de feria, y cruzan graves y procesionales, viejos vestidos de
estameña, con sus grandes bueyes de cobre luciente, hermosos como ídolos, con
verdes ramos de roble en las testas.
DON MAURO: __ ¿:Dónde se habrá metido el clérigo?
DON ROSENDO: __ En casa de alguna moza.
DON MAURO: __ A Pedro son muchos los que le han visto pasar solo. ¿:Cómo se
habrán separado?
DON GONZALITO: __ Reñirían al repartirse lo que nos robaron.
DON ROSENDO: __ ¡Lástima que no se matasen!
DON MAURO: __ Hay que volver por allá ....
DON GONZALITO: __ Si ellos no nos ganan la mano.
DON MAURO: __ ¡Haber olvidado la capilla!
DON ROSENDO: __ Cuando se tiene una pena no se está para recordar ....
DON GONZALITO: __ ¡Pobre madre! Ella acudía a todos, y teníamos un amparo .... ¿:Pero
ahora, qué será de nosotros?… Hemos amargado sus últimos momentos con nuestras
disputas. ¡Somos como fieras!
DON MAURO: __ Lo hicimos de obligados. Si no lo hacemos, los otros bandidos nos
dejan sin una hilacha.
DON GONZALITO: __ Pero es triste.
DON MAURO: __ Si, lo es.
Por un momento los tres hermanos quedan
silenciosos. Una tropa de chalanes llega y descabalga para descansar a la sombra
de los cipreses, dejando libres los jacos en el verde y oloroso campo, que
cruzan aquellos caminos aldeanos por donde se pierden huestes de mujerucas,
viejas y mozas, que van al molino con maíz y con centeno. Los chalanes son
siete: Manuel Tovío, Manuel Fonseca, Pedro Abuín, Sebastián de Xogas y Ramiro de
Bealo con sus dos hijos. Oliveros, el mayor, tiene el noble y varonil tipo suevo
de un hidalgo montañés. La barba de cobre, los ojos de esmeralda y el corvar de
la nariz soberbio, algo que evoca, con un vago recuerdo, la juventud putañera de
Don Juan Manuel Montenegro. Allá, en su aldea, la madre y el hijo suelen
enorgullecerse de aquella honrosa semejanza con el Señor Mayorazgo. Y Ramiro de
Bealo ha conseguido por ello que el viejo linajudo le diese en parcería cuatro
yuntas, y en aforo las tierras de Lantañón.
LOS CHALANES: __ ¡Santos y buenos días!
LOS SEGUNDONES: __ ¡Santos y buenos!
RAMIRO DE BEALO: __ ¿:El Señor Don Mauro camina para su casa de Bealo?
DON MAURO: __ Para allá se camina.
RAMIRO DE BEALO: __ ¿:Tornan del entierro de la señora mi ama, que goce de Gloria?…
¡Dios les otorgue su santa conformidade!… ¿:Por allá verían a la parienta? Cuando
salimos para la feria, díjonos que tenía determinado acudir. ¡Por allá la
verían! Nos hubiéramos cumplido como ella, de no hallarnos con un buey
escordado, sin yunta para labrar la tierra .... Si Dios nos mantiene con vida y
salud, el domingo bajaremos a la villa para oír una misa y saludar al Señor Don
Juan Manuel.
DON MAURO: __ Pues yo os digo que en la casa de mi padre hacéis vosotros la
misma falta que los canes en la de Dios. Eso os digo.
DON GONZALITO: __ Harto habéis ordeñado esa vaca, y no penséis que por ser muerta mi
madre ....
OLIVEROS: __ Pues allá iremos, sin contar con su venia.
RAMIRO DE BEALO: __ ¡Calla, rapaz! No muevas pleitos.
OLIVEROS: __ Hablo aquello que bien me parece, mi padre.
DON ROSENDO: __ ¡Lo malo será que te arranquen la lengua!
OLIVEROS: __ La defienden los dientes.
RAMIRO DE BEALO: __ Ten miramiento, rapaz.
DON ROSENDO: __ Defensa de mujer.
OLIVEROS: __ Y de lobo.
DON MAURO: __ ¡No te los haga yo dejar clavados en la tierra!
OLIVEROS: __ ¡Mucho hablar es!…
DON GONZALITO: __ Si los quieres bien, no los saques al aire.
OLIVEROS: __ ¡Mírenlos!
Oliveros muestra los dientes albos,
jóvenes, fuertes, con un gesto lleno de violencia, que recoge los labios y los
estremece con sanguinaria y primitiva fiereza.
DON MAURO: __ ¡Dientes de hambre, no asustan!
OLIVEROS: __ ¡Hambre de morder!
DON GONZAITO: __ Un mendrugo.
DON ROSENDO: __ ¡Cadelo sarnoso!
OLIVEROS: __ De su sangre me vendrá la sarna.
RAMIRO DE BEALO: __ Rapaz, ten miramiento, que son más que tú.
OLIVEROS: __ A ustede, tócale callar, mi padre.
RAMIRO DE BEALO: __ Que ellos son caballeros, rapaz.
OLIVEROS: __ De la nobleza que vengan, vengo yo.
DON ROSENDO: __ Por detrás de la iglesia no hay nobleza, sino hijos de puta.
DON MAURO: __ Tú siempre serás el hijo de un cuerno de Ramiro de Bealo.
OLIVEROS: __ Ni de puta ni de cabrón soy nacido, ni nunca dos veces me lo
dijeron.
El Mozo chalan adelanta hacia los
segundones blandiendo la luenga pica con que acucia y guía su vacada por llanos
y veredas. Los otros chalanes, en bandería, se ponen a su lado, y la tropa de
villanos cerca a los segundones.
DON MAURO: __ ¡Para mí, tres!
SEBASTIÁN DE XOGAS: __ ¡Allá va uno con quien será bastante!
DON ROSENDO: __ ¡No cejes, Gonzalo!
OLIVEROS: __ ¡Miren estos dientes! ....
RAMIRO DE BEALO: __ ¡Rapaz, que me matan!… ¡Acude aquí! ....
DON MAURO: __ ¡Para mí, tres!
El segundón lanza su grito en medio del
campo, como un gigante antiguo, desnudo y vencedor. A sus pies, con la cabeza
abierta, muerden la yerba Sebastián de Xogas y Pedro Abuin. Los otros segundones
casi sucumben bajo la acometida de todos los chalanes unidos.
DON GONZALITO: __ ¡Siete contra tres!… ¡Miserables!
DON ROSENDO: __ ¡Como si fuesen setenta!
OLIVEROS: __ ¡Yo para uno solo!
El mozo, siempre blandiendo su pica, va
sobre Don Mauro. El bastardo y el segundón se miran frente a frente: Oliveros
pálido por el ansia de la pelea, estremecido con el deseo del vencimiento, y el
segúndon fuerte, soberbio, con la cabeza desnuda y las manos rojas de sangre,
como el héroe de un combate primitivo en un viejo romance de Castilla.
OLIVEROS: __ ¡Ahora verás si son buenos los hijos de puta!
DON MAURO: __ ¡Para mis galgos ha de ser tu lengua!
Se acometen los dos: El chalán blande
su pica, y el segundón, con arrogante brío, sigue clavándole los ojos, puestas
en alto las manos ensangrentadas, para guarnecer su cabeza desnuda. Restalla el
golpe. Entre las manos del segundón queda la pica, que vuela por los aires,
luego, partida en dos. La lucha continúa brava, bella, rugiente. Los caballos,
asustados, huyen arrastrando las riendas, y allá lejos, en medio de los caminos,
relinchan. Manuel Tovío, Manuel Fonseca, Ramiro de Bealo y el menor de sus hijos
acosan en cerco a Don Gonzalo y Don Rosendo. De pronto, entre el restallar de
las picas sobre los cráneos y el cóncavo tundir de los puños contra los pechos,
se levanta, como el claro canto de un gallo el grito de Don Manro.
DON MAURO: __ ¡Para mí, tres!
DON ROSENDO: __ ¡Ánimo, hermanos!
DON GONZALITO: __ ¡Ánimo!
Como una ráfaga, la hueste de chalanes
siente el triunfo de los segundones. En un tácito acuerdo comienzan a cejar, sin
vergüenza de ser vencidos por aquellos tres hidalgos.—¡Que para eso son hidalgos
y señores de torre!—Oliveros, en tierra, de cara contra la yerba, ruge, sofocado
por las manos del hercúleo segundón. El grito de Don Mauro es un claro
clarín.
DON MAURO: __ ¡Para mí, tres!
@§
JORNADA TERCERA
@§
JORNADA TERCERA
ESCENA PRIMERA
Una rincón en la iglesia de
Flavia-Longa. Lega como mosconeo, la voz desentonada y gangosa el abad, un
exclaustrado ordo, que guía las Cruces en la Capilla e Jesús Nazareno. Una
mujeruca del pueblo, que lleva el manteo a modo de capuz, suspira al terminar
sus rezos y besa la tierra con la lengua. Es muy vieja, toda arrugada, con ese
color oscuro y clásico que tienen las nueces de los nogales centenarios.
Atraviesa la nave, y el lento arrastrar de sus madreñas cuenta sus años. Aquella
mujeruca sirve desde niña en la casa de Don Juan Manuel Montenegro: Es Micaela
la Roja, que conoció a los difuntos señores cuando entró de rapaza de las vacas,
por el yantar y el vestido. Ahora camina apoyada en un palo. Renqueando entra en
una capilla con puerta de hierro, toda tristeza y herrumbre, y se acerca a una
mujer que reza. Es Sabelita, que fué otro tiempo barragana del Caballero. Con
las cabezas juntas hablan quedo en aquella sombra húmeda que parece destilar
oraciones, y dos velas se consumen en el altar, dos velas rizadas y pintadas
como dos madamas.
LA ROJA: __ ¡Dábame mi alma que aquí la toparía!
SABELITA.: __ No te ha engañado.
LA ROJA: __ Cuando remate sus obligaciones, tiene de venirse conmigo.
SABELITA: __ ¿:Adonde?
LA ROJA: __ A la casona.
SABELITA: __ Roja, no quiero verlos más, ni al padre ni a los hijos ....
LA ROJA: __ A los rapaces, no digo… Mas al señor mi amo fuerza es que le
vea.
Cordera, por ese mor vengo procurándola. Está el cuitado como
adolecido
desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la
Santa
Compaña.
SABELITA: __ ¿:Vió a la Santa Compaña?
LA ROJA: __ Sí la vió .... Era una hueste muy luenga de ánimas en pena, todas
vestidas de blanco. Pareciósele de noche en el Campo de la Iglesia.
SABELITA: __ ¡Allá, en Viana!
LA ROJA: __ ¡Y en la misma hora que dejaba el mundo Dama María!… El marinero
con la carta llegó después .... Don Galán bajó conmigo a franquealle la puerta.
SABELITA: __ ¿:Vosotros vinisteis con Don Juan Manuel?
LA ROJA: __ Nosotros vinimos por tierra. ¡Ay, cuidé de no llegar! El señor mi
amo, embarcó solo en la barca que luego fué náufraga.
SABELITA: __ ¡Qué desgracia tan grande! Recemos una Salve por el descanso de
esos pobres marineros ahogados.
LA ROJA: __ Estaba de Dios que ellos pereciesen y que el amo se salvase.
Las dos rezan a media voz, con un
bisbiseo devoto y confuso, que se junta en las sombras de la capilla al
chisporroteo de las velas. Las dos inclinan las cabezas y ponen en blanco los
ojos para poder alzarlos al altar, desde donde responde a su mirada, la mirada
extática de una Dolorosa. El parpadeo de las luces da una apariencia de vida al
cerco amoratado de aquellos ojos, a la boca dolorida, a las mejillas con dos
lágrimas de cristal. Sabelita y la vieja se santiguan al terminar su
rezo.
LA ROJA: __ Pronto cerrarán la iglesia. ¡Vámonos!
SABELITA: __ Yo, no ....
LA ROJA: __ Es una obra de caridad que acuda a llevarle un consuelo.
SABELITA: __ Tú sabes que no puede ser ....
LA ROJA: __ Agora es solamente un pecador arrepentido.
SABELITA: __ ¿:Qué dice?
LA ROJA: __ Con nadie habla y a nadie quiere ver. Encerrado en la alcoba donde
murió la santa, se oyen sus pasos, que vienen y que van .... Cuando alguien se
acerca requiere la escopeta y amenaza con matarle.
SABELITA: __ ¿:Tú no le has visto?
LA ROJA: __ No, cordera. Su pensamiento es dejarse morir de hambre.
SABELITA: __ ¿:Y qué puedo hacer?
LA ROJA: __ Venir a suplicarle.
SABELITA: __ No oirá mi voz.
LA ROJA: __ Es la sola que oirá .... ¡No puede ser que le deje morir solo, como
un can!
SABELITA: __ ¡Yo no sé qué hacer!
LA ROJA: __ ¿:Qué le dice su corazón?
SABELITA: __ ¡Me dice tantas cosas encontradas!
LA ROJA: __ ¿:Y ninguna grita más fuerte?
SABELITA: __ ¡Ah, sí!
LA ROJA: __ ¿:Por qué no obedece esa voz.
SABELITA: __ ¡Temo el pecado!…
Sabelita se santigua, y la rosa
marchita de su boca se estremece con el murmullo de mi rezo. Sus ojos se clavan
en el altar, y las dos velas que lloran sin consuelo sobre las arandelas de
cristal, al alma llena de supersticiones milenarias le fingen dos mujeres
desmidas que se consumen en llamas, no sabe si las del pecado, si las del
infierno. Un viejo de guedejas blancas cruza la iglesia agitando alunas llaves
en manojo.
LA ROJA: __ Vámonos, cordera, que ya San Pedro anda tocando los fierros.
SABELITA: __ Vámonos ....
LA ROJA: __ ¿:No le acordó una resolución la Santísima Virgen?
SABELITA: __ No.
LA ROJA: __ ¿:Sigue batallando con sus dudas?
SABELITA: __ ¡Ay, Jesús!
Salen de la iglesia. En el cancel
esperan las viudas de los náufragos para tratar del entierro con el señor abad.
Es un grupo de mujeres que huelen a marinada, con los ojos encendidos y las
greñas flojas, con los vestidos húmedos, pardos, de una tristeza salobre, restos
de otros lutos.
LA ROJA: __ El Señor Don Juan Manuel dispuso que se diese a cada viuda una
carga de maíz. ¡Fué la sola cosa que habló!
SABELITA: __ ¡Vamos allá!
LA ROJA: __ ¡Dios te lo premiará, mi hija!
@§
JORNADA TERCERA
ESCENA SEGUNDA
Una antesala en la casona. Andreíña
hila y otros criados desgranan maíz, a la redonda de una cesta colmada de
mazorcas. Hablan en voz baja, atentos a los pasos que vienen y van en la alcoba
donde murió la señora ama. La puerta está cerrada, y de tiempo en tiempo alguno
de los criados se acerca sin ruido y escucha. Los otros callan contemplándole, y
cuando se les junta, otra vez comienza el cálido susurro de la conversación. Y
el rumor de los pasos que vienen y van, parece marcar todos los gestos y todas
las actitudes de aquellos criados que desgranan mazorcas en la antesala
oscura.
ANDREÍÑA: __ ¡Tal como agora véis, de día y de noche!…
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ ¡Por la noche se oían sus lamentos!…
LA RECOGIDA: __ ¡Una voz de desespero que llenaba toda la casa!
ANDREÍÑA: __ ¡La voz del enemigo que tenía en el cuerpo, y turraba por
salir!…
LA REBOLA: __ ¡Ave María!
DON GALÁN: __ ¡Ahí lo tenéis arrepentido como un fraile, por lo mucho que hizo
sufrir a la señora ama!
LA REBOLA
¿:Y dejárase morir de hambre?
DON GALÁN: __ Antes rabiará.
LA REBOLA: __ ¡Ni que fuera can!
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ ¡Tengo dolidas las manos! ¿:Desgrana bien ese carozo, Rebola?
LA REBOLA: __ Hace él solo la labor.
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ Yo no atopo uno bueno.
LA REBOLA: __ Éste lo tuve en el lar, por mor que endureciese.
DON GALÁN: __ Si me lo regalas, te doy palabra de casamiento.
ANDREÍÑA: __ ¿:Y ha de ser ella quien te dé el carozo?
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ ¡Nunca tal ví, ser la mujer quien lleve el carozo!
DON GALÁN: __ Así juntábamos dos. ¡No tenéis oído que cuanto más, más gracia de
Dios!
ANDREÍÑA: __ ¡Gran maricallo!
Doña Moncha entra en la antesala, y los
criados al verla, callan, aparecen graves, con algo de sombras en la vastedad de
aquella antesala oscura. No se distinguen los rostros, son los ademanes de una
rara lentitud y las figuras parecen vestir túnicas de niebla.
DOÑA MONCHA: __ ¿:Se oyen sus pasos?
ANDREÍÑA: __ Sí, señora.
DOÑA MONCHA: __ ¡No descansa! ....
DON GALÁN: __ ¡Tiene un verme que le roe y no le deja!
ANDREÍÑA: __ ¡Como si estuviese ya difunto, róele un verme!
Se acerca Doña Moncha a la puerta y
escucha. Los pasos se alejan. Espera. Los pasos retornan ya. Doña Moncha pulsa
tímidamente en la puerta. Todos callan y esperan.
DOÑA MONCHA: __ ¡Tío!… ¡Tío!… ¡Que se está matando… ¡Tío!… ¡Tío!… ¡Que es un
pecado lo que hace! ¡Tío!… ¡Tío! ....
ANDREÍÑA: __ ¡No contestará!
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ ¡Hállase firme en dejarse morir de hambre!
DON GALÁN: __ ¡Está adolecido!… ¡Tiene el alma ausente! ....
Sin ruido, lentamente, Doña Moncha se
aparta de la puerta y se sienta entre los criados a desgranar espigas. Se oye
alguna voz apagada, y el alarido del viento y las pisadas que vienen y van.
Desgranada una cesta de mazorcas, traen otra. En la antesala vaga ahora una
sombra negra, la sombra del capellán.
EL CAPELLÁN: __ Los pasos no dejan de oírse ni de día ni de noche.
DOÑA MONCHA: __ ¡Ni de día ni de noche!
EL CAPELLÁN: __ ¡Concluirá por enloquecer!
DOÑA MONCHA: __ ¡Enloquecido está ya!
EL CAPELLÁN: __ ¡No debíamos dejarle!
DOÑA MONCHA: __ ¡Pobres de nosotros, qué podremos hacer!… Yo tiemblo cuando me
acerco a esa puerta.
DON GALÁN: __ ¡Tiene un verme que le roe!
ANDREÍÑA: __ ¡Como si estuviera ya difunto, cómele, cómele! ....
El capellán se acerca a la puerta y
pulsa con los artejos. Espera un momento, y como ninguna voz responde, vuelve a
pulsar. Les pasos vienen y van.
EL CAPELLÁN: __ ¡Señor Don Juan Manuel!… ¡Señor Don Juan Manuel!… ¡Dios nos manda
tener valor! Debemos conservar la existencia como un dón precioso, y amarla a
pesar de sus espinas ....
ANDREÍÑA: __ ¡No responderá!
LA RECOGIDA: __ ¡Es como un rey, y a nadie escucha!
La sombra del clérigo vuelve a vagar
por la antesala. Los criados comentan en voz baja, graves, lentos, reunidos a la
redonda de la cesta llena de mazorcas, y sus voces supersticiosas, parece que
van en la oscuridad, de un misterio hacia otro misterio. Y los pasos vienen y
van.
ANDREIÑA: __ ¡Y así día y noche!
LA RECOGIDA: __ ¡No descansa!
DON GALÁN: __ ¡Ya tendrá su descanso, y qué luengo será!
LA RECOGIDA: __ ¡Para siempre!
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ ¡No escucha ninguna voz!
ANDREÍÑA: __ ¡Ya escuchará la de Nuestro Señor!
LA RECOGIDA: __ ¡Esa todos los nacidos la escuchamos!
ANDREÍÑA: __ ¡Es más fuerte que el huracán!
EL RAPAZ DE LAS VACAS: __ ¡Y más que los truenos!
DON GALÁN: __ ¡Y más que el broar de la mar!
LA RECOGIDA
Esta noche no dejó de oírse la mar de Corrubedo.
LA REBOLA: __ ¡Dicen que se oye en la redondez de quince leguas!
ANDREÍÑA: __ ¡En toda la redondez del mundo óyese la voz de Nuestro Señor!
Cesa de pronto la glosa de los criados
que hacen rueda desgranando mazorcas. Artemisa la del Casal, moza blanca y
rubia, briosa y rozagante, con manteo cercado de velludo y capotillo mariñán,
acaba de aparecer en el umbral de la antesala. Se la tiene por hija bastarda del
Caballero. Trae de la mano a un niño de ojos picarescos, que se tambalea sobre
los zuecos blancos, que muestran no haber pisado la tierra. Un tirante amarillo
cruza el pecho del rapaz con la prosapia de una banda, y sujeta el calzón de
pana, que no llega a los zuecos. En una mano sostiene el gorro catalán, que aún
tocaba su cabeza al parecer en la antesala, y en la otra estruja una rana
viva.
ARTEMISA: __ ¡Santas y buenas noches! Saluda, Floriano.
EL NIÑO: __ ¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar! ....
ARTEMISA: __ Besa la mano al señor capellán. Besa también la mano a Doña
Moncha.
DOÑA MONCHA: __ ¿:Qué os trae?
ARTEMISA: __ Saber si ha tenido mudanza el señor.
EL CAPELLÁN: __ Parece resuelto a dejarse morir.
ARTEMISA: __ ¡La Santísima Virgen de Gundarín no lo permitirá!
ANDREÍÑA: __ ¿:Y si lo quiere así la Santísima Virgen?
DON GALÁN: __ ¡Tópanse con gana de pleitos en el Cielo!
ARTEMISA: __ Todo el día estuve con cuidado, y el pequeño, como sentíame
suspirar, habían de ver qué consuelos me daba. ¿:Y sigue de la misma conformidad
el señor?
DOÑA MONCHA: __ De la misma.
ARTEMISA: __ ¿:Por qué le dejan así? Acabará por subírsele toda la sangre a la
cabeza.
DOÑA MONCHA: __ Háblale tú a ver si te responde. ¡Yo tiemblo de acercarme a esa
puerta!
Artemisa la del Casal, se acerca a la
puerta con el niño de la mano. En la alcoba los pasos vienen y van obstinados y
extraños como el pensamiento de los locos. Artemisa atiende algunos
momentos.
ARTEMISA: __ ¡Pasea en la oscuridad!
EL CAPELLÁN: __ Al entrar en la alcoba, mandó clavar las ventanas.
ARTEMISA: __ ¡Señor!… ¡Señor!… ¿:Ya no me conoce? ¡Soy Artemisa!… ¡Señor,
franquee la puerta! ¡Por el alma de aquella santa! ¡Señor, que soy Artemisa!
Las pisadas que vienen y van dejan de
oírse y la puerta se abre con estrépito. En el umbral, sobre el fondo oscuro de
la alcoba, aparece la figura de Don Juan Manuel Montenegro. Tiene un fulgor de
cólera en las pupilas, en las manos de marfil añoso la escopeta, y su barba se
derrama sobre el pecho, trémula y blanca.
EL CABALLERO: __ ¡Será preciso que mate a uno! ¡No me dejaréis morir en paz!…
¡Malditos todos, que llegáis a esta puerta y no respetáis mi dolor! ¡Yo también
seré maldito, porque vosotros no me dejáis morir arrepentido! ¡Mis horas están
contadas!… ¡Tengo ya la sepultura abierta! ¡Dejadme! ¡Toda la noche han aullado
los perros!… ¡Cierro los ojos para morir, y vuestras voces me despiertan!… ¡Sois
como las hienas, que desentierran a los cadáveres!… ¡Tendré que mataros!…
¡Dejadme, hienas y lobos y escorpiones!… ¡Dejadme que muera y que la tierra
caiga a puñados sobre mis ojos!…
El viejo linajudo atraviesa la antesala
y huye por el largo corredor lleno de resonancias. Todos se miran en silencio,
con ojos de susto, y se acercan, uno a uno, al umbral de la alcoba que hiede a
muerte. Allí agrupados dudan de entrar, como si continuasen oyendo aquellos
pasos obsesos y viesen la sombra, en la sombra ir y venir.
ARTEMISA: __ ¡Espanto en el alma me pusieron sus palabras!
DOÑA MONCHA: __ ¡Son bien de espantar!
LA RECOGIDA: __ ¡Quiere morir!
ANDREÍÑA: __ ¡Y buscará la muerte!
ARTEMISA: __ ¡Y condenará su alma!
LA RECOGIDA: __ ¡Adonde irá!
DON GALÁN: __ ¡Si no le temiere, iría tras él!
El CAPELLÁN
¡No acosemos al león!… Si nuestros ojos no pueden seguirle, que le
sigan nuestras oraciones.
El capellán pasea la estancia de uno a
otro testero, con un murmullo de rezo, y los criados, reunidos a la redonda de
la cesta colmada de mazorcas, hablan en voz baja. De pronto se oyen pisadas de
caballos refrenados ante el portón.
DOÑA MONCHA: __ ¿:Qué será en tal hora?
EL CAPELLÁN: __ Los lobos que bajan del monte. ¿:Quiénes pueden ser sino los
hijos? ....
DON GALÁN: __ Llegan para repartirse la herencia.
ARTEMISA: __ ¡Pronto tuvieron noticia! ....
DON GALÁN: __ ¡Alguna bruja! ....
ANDREÍÑA: __ ¡De hoy son nuestros amos.
@§
JORNADA TERCERA
ESCENA TERCERA
Don Juan Manuel Montenegro cruza una y
otra calle, calles angostas asombradas por altas tapias, sobre las cuales ya se
derrama una higuera, ya descuella un ciprés. ¡Viejas calles de una vieja villa
feudal, con iglesias, con caserones, con huertos conventuales! De los negruzcos
aleros gotea la lluvia, y en las angostas ventanas que se abren debajo asoma el
contorno de un gato, alguna rara vez.
EL CABALLERO: __ ¿:Dónde esperar la muerte sin que me acosen con sus voces?… ¿:En qué
oscura cueva de lobo o de león iré a esconderme?… ¡No hallo paz en la vida!¡Fui
pastor de lobos y ahora mis ganados me comen ¡Engendré monstruos y estoy
maldito! ¿:Por qué de aquel vientre de mujer santa salieron demonios en vez de
ángeles con alas? ¡Estaba maldito el sembrador! ¡Estaba maldita la simiente!
¡Muerte, no tardes! ¡Sácame de este pozo de sierpes y dame a tus gusanos!… ¡Que
me coman tus hijos, pero no los míos! ¡Muerte, no tardes! ¡Dios, si por mis
pecados no me quieres, deja que me arrebate Satanás!
El Caballero cruza ante dos mujeres que
se asustan del encuentro. Pasa sin verlas y solamente se detiene cuando le
llaman con plañideros gritos. Entonces reconoce a la vieja criada y a
Sabelita.
LA ROJA: __ ¡Señor mi amo, adónde camina en esta hora?
SABELITA: __ ¡Don Juan Manuel! ¡Madre de Dios!
LA ROJA: __ ¡Señor, adónde camina con la blanca cabeza descubierta a la
lluvia?
EL CABALLERO: __ ¿:De qué infierno habéis salido? ¿:Por qué me detenéis? ¿:Por qué me
habláis cuando huyo de vuestras voces?… ¡Isabel, qué me quieres? ¡Me abandonaste
un día y ahora vuelves a mí, acompañada de una bruja! ¿:De qué infierno sales,
Isabel? ¿:Cuál es tu nombre ahora?
SABELITA: __ ¡Soy Isabel, señor! ....
EL CABALLERO: __ ¡El demonio no te llama Isabel!… ¡El demonio te llama voz de
mentira, cuervo de ingratitud, sierpe de hipocresía, brasa de lujuria!¡Sólo la
santa de quien fuimos verdugos te llama Isabel! ¡Ay, para ella todos éramos sus
hijos!… ¡Pero Satanás no tiene en los labios el amor de aquella boca ya muda!…
¡Isabel, tú para mi te llamas remordimiento, y esa bruja, bruja!
Desaparece el Caballero en la sombra.
Las dos mujeres, asustadas, no se atreven a seguirle. Por algunos momentos se
oyeron pasos en la soledad de la calle. ¡Huecos y resonantes pasos! El Caballero
baja a la playa. El viento bordonea en el mar.
EL CABALLERO: __ ¡Mar, tus olas no se abrieron para tragarme!… ¡Quisiste aquellas
vidas y no quisiste la mía!¡Si me tragases, mar, y no arrojases mi cuerpo a
ninguna playa!¡Si me sepultases en tu fondo y me guardases para ti!… ¡No me
quisiste aquella noche, y soy más náufrago que esos cuerpos desnudos que bailan
en tus olas!… ¡Tengo la pobreza y la desnudez y el frío de un náufrago! ¡No sé
adonde ir!… ¡Si la muerte tarda, pediré limosna por los caminos!… ¡Y el mar,
aquella noche, pudo caer sobre mi cuerpo, como la tierra de la sepultura, y no
me quiso!… ¡Ya soy pobre! ¡Todo lo he dado a los monstruos! ¡Mi alma en otra
vida, aquella vida de que huyo, también fué un mar, y tuvo tempestades, y noches
negras, y monstruos que habían nacido de mí! ¡Ya no soy más que un mendigo viejo
y miserable! ¡Todo lo he repartido entre mis hijos, y mientras ellos se
calientan ante el fuego encendido por mí, yo voy por los caminos del mundo, y un
día, si tú no me quieres, mar, moriré de frío al pie de un árbol tan viejo como
yo! ¡Las encinas que plantó mi mano no me negarán su sombra, como me niegan su
amor los monstruos de mi sangre! ....
A lo largo de la playa bajan tres
negras figuras. Sobre sus hombros se alarga un palo, que allá en su extremo
parece levantar hacia la luna en dos cuernos, la dentadura de una vieja. Las
tres figuras negras van delante del Caballero. De tiempo en tiempo se detienen,
y sobre las olas crestadas de espuma alargan sus varales, y los dientes de bruja
que se abren al extremo desaparecen sepultos en el mar. El Caballero pasa por
entre aquellas figuras que, asombradas, le reconocen. Son tres mendigos que en
las noches de resaca catean por la playa buscando los tesoros de un naufragio.
El viejo linajudo también reconoce aquellas sombras. El Morcego, la coima, y un
loco que se llama Fuso Negro.
EL CABALLERO: __ ¿:Qué trasgo o qué bruja os ha convocado aquí?
FUSO NEGRO: __ La luna ....
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Buscamos los tesoros de una gran nave que venía no se sabe de
dónde ....
EL MORCEGO: __ Un gran bergantín, que naufragó en la mar de Corrubedo.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Pudiera suceder que las olas tuviesen más caridad que algunos
corazones, y esta noche nos arrojasen alguna cosa, remedio de nuestra
pobreza.
EL CABALLERO: __ ¡Las olas no tienen caridad!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Para muchos la tuvieron ....
EL MORCEGO: __ Y no hay otra playa como esta, adonde salgan tantas tablas de
navíos.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Y por veces cosas de gran riqueza ....
FUSO NEGRO: __ Plata fina, y joyas ....
EL CABALLERO: __ ¡Y también algún ahogado comido de los peces!
FUSO NEGRO: __ Hace años salió el cuerpo de un rey con su corona de oro y
pedrería… Traíala tan bien puesta, que no se le pudo arrancar y fué menester
cortarle la cabeza ....
EL CABALLERO: __ ¡Con cuántos náufragos no habrá hecho lo mismo vuestra
codicia!
FUSO NEGRO: __ Aquel era un rey de morería. La sangre que le manaba del cuello
era negra.
EL CABALLERO: __ Si yo hubiera naufragado aquella noche, vosotros también habríais
segado mi cabeza, aun cuando no llevase una corona. Se la venderíais a mis hijos
y os la pagarían bien.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¡No diga, tal señor!
FUSO NEGRO: __ Se la presentaríamos en una fuente de plata cuando estuviesen
sentados a la mesa.
EL CABALLERO: __ Y se la comerían como un rico manjar.
FUSO NEGRO: __ Don Pedrito diría: ¡Yo quiero la lengua! Don Gonzalito diría: ¡Yo
quiero los ojos! ¡Y cómo le habían de chascar bajo los dientes!
EL CABALLERO: __ ¡Y se matarían disputándoselos!
FUSO NEGRO: __ Los huesos serían para los canes.
EL CABALLERO: __ Los canes no comen a los amos.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¿:Y pueden los hijos comer a los padres, mi señor?
EL CABALLERO: __ ¡A mí me comieron el corazón!
FUSO NEGRO: __ Aun cuando lo arrancaren del pecho con los dientes, vuelve otro a
nacer. Retoña como un verde laurel… ¡No hay que tener miedo!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Sólo lo come de raíz, el verme de la muerte. En tanto dure la
vida, es como una fontela donde todos acuden a beber y nadie la seca.
EL MORCEGO: __ Una fontela tiene agua para todas las sedes.
EL CABALLERO: __ ¿:Y no habéis visto fuentes secas?
EL MORCEGO: __ En tiempo de calores.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Mas aquéllas habíalas secado el sol, y no la boca de un
sediento.
FUSO NEGRO: __ Los lobos que quieren beberse toda el agua de las fuentes, mueren
como odres reventadas.
EL CABALLERO: __ ¿:Por qué habéis dicho que el corazón es como una fuente? En las
fuentes se envenenan las aguas y mueren los que beben de ellas ....
EL MORCEGO: __ ¡También el corazón tiene su ponzoña!
EL CABALLERO: __ Pero no la vierte en las bocas que le muerden, sino que las recibe
de ellas.
FUSO NEGRO: __ El corazón es como la niña del ojo. Adonde mira aquello tiene en
el fondo. Unas veces fuente, y otras roquedo… Unas veces los dientes arregañados
de un lobo, y otras un resplandor.
EL CABALLERO: __ ¿:Por qué dirán que estás loco, Fuso Negro?
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Dícelo él, por no trabajar.
FUSO NEGRO: __ Lo dicen los rapaces por poder tirarme piedras. En todas las
villas tiene de haber un loco y un mayorazgo.
EL MORCEGO: __ Ya baja la marea. Hoy las ondas no quisieron hacer nuestra
suerte.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¡Si la hace con una limosna el señor mayorazgo!…
EL CABALLERO: __ He llegado a ser tan pobre como vosotros. Si no tuviese abierta la
sepultura, tendría que ir en vuestra caravana por los caminos, mendigando el
pan. La muerte ya marcó mis horas, y para poder morir en paz, he abandonado a
mis hijos todo cuanto tenía.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¿:Y adónde va en esta noche?
EL CABALLERO: __ Ya os dije que voy a morir.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ La muerte viene sin que la llamen. ¡No la busque que es muy grande
pecado, señor!
EL CABALLERO: __ No la busco… ¡La espero porque me fué anunciada!… Un gran cirio,
todo de luz, se ha encendido dentro de mi y me guía y me alumbra. He visto en
abismos donde sólo se ve cuando se tiene cavada la fosa. He aprendido, al final
de mis días, que todos debemos traer por lecho de muerte un muladar, y voy a él.
La tierra ha de dármelo, mucho antes que el mar, a vosotros, esos tesoros de
naufragios que buscáis ....
El Caballero se aleja lentamente. Los
tres mendigos le miran desvanecerse entre los roquedos de la playa. La Luna
parece agigantar la figura del viejo hidalgo y poner un nimbo en su cabeza
blanca y desnuda.
@§
JORNADA TERCERA
ESCENA CUARTA
Una costa brava ante un mar verdoso y
temeroso. Lomas de arena, con pinares desmedrados en lo alto, y en la bajada un
charcal salobre, donde blanquean los huesos de una vaca. Larga bandada de
cuervos revolotea sobre aquella carroña, bajo un cielo gris de amanecer. En el
fondo de una caverna socavada por el mar, el viejo linajudo espera la muerte
como un viejo león. Ante sus ojos nublados ve aparecer la sombra de Fuso
Negro.
FUSO NEGRO: __ Tou! ¡Tou! ¡Tou!… Ya somos dos.
EL CABALLERO: __ ¡Tampoco aquí podré estar sólo para morir en paz!…
FUSO NEGRO: __ El señor mayorazgo tiene sus palacios y su cama con dosel… Aquí
haránsele llagas las costas .... Para el cuerpo de los señores es muy duro el cocho
de Fuso Negro.
EL CABALLERO: __ ¿:Duermes en esta cueva?
FUSO NEGRO: __ Unas veces duermo y otras veces velo.
EL CABALLERO: __ ¡Yo te pido que me dejes morir aquí!
FUSO NEGRO: __ ¿:Quiere hacerse ermitaño el señor mayorazgo? Iráse el loco a
reinar en sus palacios. Tendrá su manto de una sábana blanca y su corona
ribeteada de papel. Tendrá su mesa con pan de trigo y cuatro odres haciendo una
cruz. El uno de vino del Rivero, el otro de vino de la Ramallosa, el otro de
vino blanco Alvariño y el otro del buen vino que beben los abades en la misa, y
si parida, el ama en la cama. ¡Iráse el loco a los palacios del señor
mayorazgo!
EL CABALLERO: __ Ya no tengo palacios. Todo lo he repartido entre mis hijos para
que no acabasen en la horca y fuesen deshonra de mi linaje. ¡Todo lo di!
FUSO NEGRO: __ ¡Tou! ¡Tou! ¡Tou!… ¡Ya somos hermanos!
EL CABALLERO: __ Un ángel y un demonio me están abriendo la sepultura, a la luz de
un cirio. El ángel cava, el demonio cava… Uno a la cabecera, otro a los pies… El
demonio con una guadaña, el ángel con una concha de oro. ¿:No los ves, hermano
Fuso Negro? El ángel cava, el demonio cava .... Uno a la cabecera, otro a los
pies ....
FUSO NEGRO: __ El ángel cava, el demonio cava .... ¡Bien que los veo! El demonio
agora enciende un cigarro con un tizón que saca del rabo.
EL CABALLERO: __ ¿:Tú los ves, Fuso Negro?
FUSO NEGRO: __ ¡Si que los veo!
EL CABALLERO: __ ¿:Estás seguro?
FUSO NEGRO: __ ¡Sí que los veo!
EL CABALLERO: __ Yo dudaba que fuese delirio de mis sentidos .... Apenas distingo tu
sombra en esta cueva. He venido aquí para morir .... Fuí toda mi vida un lobo
rabioso, y como lobo rabioso quiero perecer de hambre en esta cueva .... Hermano
Fuso Negro, me cortarás la cabeza y se la llevarás a mis hijos. Verás cómo te
visten de seda esos monstruos nacidos de mi sangre.
FUSO NEGRO: __ ¿:Cuántos son?
EL CABALLERO: __ Cinco.
FUSO NEGRO: __ ¡Cinco cirios, cinco rabos, cinco demonios coronados!
EL CABALLERO: __ ¡Demonios son!
FUSO NEGRO: __ Hijos del Demonio Mayor, que cinco veces estuvo en la cama con
aquella que ya dejó el mundo.
EL CABALLERO: __ ¡No la nombres, boca miserable! ¡Boca de escorpión! ¡Boca de
serpiente!
FUSO NEGRO: __ ¿:Ya no somos hermanos? .... ¡Y todo porque le cuento las burlerías del
Demonio Mayor! Los cinco mancebos son hijos de su ciencia condenada.
¡Arreniégola! ¡Arreniégola! .... De la su mano derecha a cada cual dióle un dedo con
su uña, para que rabuñasen en el corazón de mi hermano el señor mayorazgo.
Hermano de este día, por parte de los caminos, y de pedir por las puertas, y de
la cueva para morir .... Hermano de este día .... ¡Tou! ¡Tou! .... Van por un camino toda la
vida los hermanos y no se reconocen .... Van por un camino. ¡Tou! ¡Tou! ¡Tou!
EL CABALLERO
¡Hermanos todos, todos hijos de Satanás!
¡Y no se reconocen!…
FUSO NEGRO: __ También hay los hijos de Dios Nuestro Señor ....
EL CABALLERO: __ Todos hermanos por parte de la tierra, que es nuestra madre. ¿:Tú
dices que mis hijos tienen un dedo de Satanás? Todos los tenemos para robar,
para matar, para hacer una higa ....
FUSO NEGRO: __ Los cinco mancebos son hijos del Demonio Mayor. A cada uno le hizo
un sábado, filo de media noche, que es cuando se calienta con las brujas, y todo
rijoso, aullando como un can, va por los tejados quebrando las tejas, y métese
por las chimeneas abajo para montar a las mujeres y empreñarlas con una trampa
que sabe .... Sin esa trampa, que el loco también sabe, no puede tener hijos .... Y las
mujeres conocen que tienen encima al enemigo, porque la flor de su sangre es
fría. El Demonio Mayor anda por las ferias y las vendimias, y las procesiones,
con la apariencia de una moza garrida, tentando a los hombres. Frailes y
vinculeros son los más tentados. ¡Ay, hermano, cuántas veces habremos estado con
una moza bajo las viñas sin cuidar que era el Demonio Mayor de los Infiernos! El
gran ladrón se hace moza para que le demos nuestra sangre encendida de lujuria,
y luego, dejándonos dormidos, vuela por los aires .... Con la misma apariencia del
marido se presenta a la mujer y se acuesta con ella. ¡Cata la trampa, porque
entonces tiene la calor del hombre la flor de su sangre y puede empreñar! Al
señor mayorazgo gustábanle las mozas, y por aquel gusto el Diablo hacíale cabrón
y se acostaba con Dama María.
EL CABALLERO: __ Yo no soy cabrón.
FUSO NEGRO: __ El Diablo púsole sus cuernos.
EL CABALLERO: __ Tendrían que ser cabrones todos los hombres para que lo fuese Don
Juan
Manuel Montenegro.
FUSO NEGRO: __ ¡Todos lo son, y por eso está lleno el mundo de hijos de
Satanás!
Aquí Fuso Negro saca un mendrugo de
entre la camisa y comienza a roerlo, con la mirada adusta y obstinada. El
Caballero cierra los ojos y se recuesta sobre las algas que sirven al loco de
camada. Se oye el bordón del viento y el tumbo de las olas en la playa. El
Caballero suspira sin abrir los ojos.
EL CABALLERO: __ ¿:Tienes hambre, hermano Fuso Negro?
FUSO NEGRO: __ Los vinculeros y los abades siéntanse a una mesa con siete
manteles, y llenan la andorga de pan trigo y chicharrones. Luego a dormir y que
amanezca. ¡Jureles asados! .... ¡Sartenes sin rabos! .... ¡Una vieja con los ojos
encarnados!… El loco tiene siempre hambre! ....
EL CABALLERO: __ ¡La furia de tus dientes me desvela!
FUSO NEGRO: __ ¡Es duro como un hueso este rebojo!
EL CABALLERO: __ ¡Yo hace dos días que no como, y toda el hambre dormida se
despierta oyéndote roer! ....
FUSO NEGRO: __ ¡Parezco un can!
EL CABALLERO: __ ¿:Es el mar o son tus dientes en el mendrugo?
FUSO NEGRO: __ ¡Cómo broa el mar!
EL CABALLERO: __ ¡No sé si el mar, si tus dientes, hacen ese gran ruido que no me
deja descansar y se agranda dentro de mí!
FUSO NEGRO: __ ¡Es la voz de la cueva!
El Caballero se tiende sobre las algas
que sirven de camada a Fuso Negro. En la concavidad del escabón parece aletear
un gran pájaro invisible que acordase su vuelo con la voz del viento y el tumbo
de las olas. La cortina cenicienta de la lluvia ondula en el claro de luz que
recorta la boca de la cueva. Algunas sombras llegan a cobijarse y se agrupan en
el umbral, alentando afanosas de la carrera. Aquellas figuras que huyen del
nublado se destacan por oscuro sobre el fondo del mar tendido de espuma. Son
cuatro niños descalzos, con los pelos crespos y una mujer de luto.
LA MUJER: __ ¡Tiempo de aguas! .... ¡Tiempo de tormentas! .... ¡Tiempo
maldito! .... ¡Miseria para los pobres! .... ¡Lutos y hambres! .... ¡Cúbrese el
sol! .... ¡Sentarvos en la tierra a descansar, mis hijos!…¡Aún hemos de ir mucho por
este arenal!…¡Vos dolerán los pies si no descansáis!… ¡Repartirvos ese
pan! .... ¡Tiempo de tormentas! .... ¡Tiempo de dolor!…
FUSO NEGRO: __ Si tuviésemos un amparo de leña encenderíamos una hoguera.
LA MUJER: __ No se distingue en esta oscuridad … ¿:Eres tú, Fuso Negro? Si
bajaste por este arenal de lobos, acaso sabrás en qué playa echaron las olas el
cuerpo de un ahogado. A la media noche llegaron a decírmelo. Batieron en la
ventana. No conocí quién era.
FUSO NEGRO: __ ¿:Inda la mar no quiso darte el cuerpo de Venturoso?
LA MUJER: __ Dijo la voz que en la playa de Campelos .... Allá voy por ver si le
reconozco. Las cuatro criaturas despertáronse llorando al oír petar en la
ventana .... ¡Creían que era el ánima de su padre! Esta mañana, rayando el día, fuí
a la casa grande por tener un socorro para este camino tan largo. ¡Echáronme los
canes! .... ¡Malditos sean todos los ricos!
FUSO NEGRO: __ Largo camino haces para las criaturas. Si les atares una cuerda,
podías descansadamente llevarlas por la mar y tú ir por la tierra.
LA MUJER: __ …¡Y tenían dicho que darían socorro a las viudas y a los
huérfanos! ¡El mayorazgo huyóse para no cumplirnos la manda! ¡Cinco lobos dejó
alrededor de su silla vacía! ¡Ay, Montenegro, negro de corazón! ¡Por tu imperio
se hicieron aquellos pobres a la mar, en una noche tan fiera! ¡Cuando seáis
mozos, reclamarle cuentas, mis hijos, que él os dejó sin padre! ¡Mal can le
arranque el corazón y lo lleve por este arenal! ¡Mal cuervo le coma los ojos!
¡Malas ortigas le broten en el pecho! ¡Mal avispero le nazca en la lengua!
EL CABALLERO: __ ¡Calla, mujer, que tus maldiciones ya se cumplen!
El Caballero se incorpora en el lecho
de algas, y la viuda y los cuatro niños tiemblan al reconocerle. En la oscuridad
de la cueva apenas se distingue la sombra del viejo linajudo, y su voz tiene una
resonancia oscura de caos y tinieblas como si saliese de la oquedad del
roquedo.
LA MUJER: __ ¡Tanta es la dolor de mi alma, que hablo sin sentido!… ¡Por estas
cuatro criaturas, no me haga mal, señor Vinculero!
EL CABALLERO: __ ¡Fuiste a mi casa y encontraste cerrada la puerta!
LA MUJER: __ ¡Me echaron los canes! .... ¡Pedía un bien de caridad para abrir una
cueva! ....
FUSO NEGRO: __ ¡Cinco cirios, cinco rabos, cinco demonios coronados!
EL CABALLERO: __ ¡Yo cavaré la cueva para tu marido! Si faltase azada, la cavaré
con mis manos .... Para la mortaja iré a pedir una limosna en la casa que fue mía, y
si hallo la puerta cerrada la derribaré para que entres tú con tus hijos ....
FUSO NEGRO: __ ¡Y el loco también!
EL CABALLERO: __ ¡Haré respetar mi voluntad! Los muertos serán sepultos y amparados
los vivos. Se cumplirán todas las mandas que ordené. Venid conmigo, y en el
umbral de mi Casa me veréis pedir una limosna para vosotros. Después, cúmplanse
tus maldiciones, y lleven los perros por este arenal mi corazón desesperado.
El Caballero sale de la cueva. La
lluvia moja su cabeza blanca y su barba patriarcal que aborrasca el viento,
llevándola de uno al otro hombro. La viuda, el loco y los niños le siguen como
sombras de su delirio. Van los niños atenazados a la falda de la madre, y
llorando de miedo. Todos parecen perdidos en la vastedad del páramo.
EL CABALLERO: __ ¡Desfallezco de hambre! .... ¡No veo!…¡Apenas puedo andar!… Esos niños
que me den un poco de su pan.
LA MUJER: __ ¡Ya nada les queda, señor!
EL CABALLERO: __ ¡Dios haga que no caiga muerto en medio del camino! ¡Vamos!
@§
JORNADA TERCERA
ESCENA QUINTA
La hueste de mendigos descansa al sol
ante el portal de la casona y se tiende por la orilla del camino aldeano. Sobre
la veleta del hórreo, el gallo clarinea, en el sol, dorado y soberbio.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡De toda la vida lo recuerdo! Al son de las doce repartíase el pan
y las berzas a los pobres que acudíamos a este portal. Era una caridad de
fundación. Venía desde los difuntos señores que levantaron la casona.
EL MANCO DE GONDAR: __ ¡Y esta puerta, que siempre estuvo franca para los desvalidos,
ciérrase agora!
EL MANCO LEONES: __ ¡No heredaron los hijos la honrada ley de los padres!
LA MUJER DEL MORCEGO: __ Catailos los amos. Murió la madre, y el padre fuese por el mundo,
dejándolo todo. En la ribera del mar lo topamos que iba con la cabeza
descubierta a la lluvia.
EL MORCEGO: __ ¡Clamaba por la muerte!
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Todo lo dejó para ser pobre como nosotros y tener su silla de oro
en el
Cielo.
EL MANCO LEONÉS: __ Los herederos la tendrán de espinas en el Infierno.
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Cierran su puerta a los pobres, que son hijos de Dios Nuestro
Señor.
ADEGA LA INOCENTE: __ El Divino Jesús también anduvo pidiendo por los caminos del mundo
con unas alforjinas a cuestas que le bordara la Virgen Madre.
EL MANCO LEONÉS: __ ¿:Y adónde se habrá retirado el noble Caballero?
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¡Y quién lo sabe!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ Para hacer penitencia iríase al monte, donde tiene un gran
pazo.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ Allí guarda cinco mozas, y no iría si está talmente
arrepentido.
LA MUJER DEL MORCEGO: __ ¡Escuchad la voz de los hijos en la casona!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡Vanse a matar!
EL MORCEGO: __ ¡Pelean haciendo las participaciones!
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡En la gran Jerusalén, hace cientos de años, oyéronse estas mismas
voces, que las daban los judíos, repartiéndose la túnica de Nuestro Señor
Jesucristo!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡Talmente son judíos!
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Como tales judíos obran, cerrando su puerta a los pobres y
echándolos al camino! ¡Las migajas de su mesa se las dan a los canes!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡La suerte de un pobre es más triste que la de un can!
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Porque un pobre sabe resignarse, y un can rabia!
Se abre un postigo en el gran portón de
la casona, y uno a uno van saliendo los criados: —La Roja, Don Galán, La
Recogida. —Tras ellos, el postigo vuelve a cerrarse.
LA ROJA: __ ¡Bien mala cosa es la vejez!
DON GALÁN: __ ¡Un hueso que nadie lo quiere roer, si no es la muerte!
LA RECOGIDA: __ ¿:Adonde iremos, señora Micaela?
LA ROJA: __ Tú eres moza, y en cualquier banda hallarás acomodo .... ¡Pero yo,
triste de mí, con tantos años a cuestas, que voy a cumplir el ciento!… ¿:Adonde
iré, despedida de esta casa, donde gané el pan toda mi vida?… ¡Bien se me
alcanza que no podía ya ganarlo!… ¡Y una boca, aun cuando no tenga dientes, es
una carga muy grande!… ¡Y lo mucho es poco, cuando se reparte! ¡Y si los reinos
se deshacen, qué no será las casas!… ¡Esta casa fué muy grande, mas agora
repartida no será nada!… ¡Por eso, si culpo, es a la muerte que tanto me
tarda!
LA RECOGIDA: __ Solamente tuvo suerte la señora Andreíña.
DON GALÁN: __ Porque tiene tres cabras que se acochan con los lobos.
LA ROJA: __ Moriré en un camino, al pie de un bardal.
LA RECOGIDA: __ ¡Juntas nos atrapó la tormenta, señora Micaela!
DON GALÁN: __ Iremónos los tres por luengas tierras pidiendo una limosna. A mí
llevaréisme en un carretón.
LA ROJA: __ ¡Pudiera yo como tú trabajar!
DON GALÁN: __ Pero no tengo voluntad.
LA ROJA: __ ¡Se me parte el corazón al separarme de estas piedras!… ¡Pierdo a
mis amos, piérdolos para siempre, yo que los vi nacer! ....
DON GALÁN: __ ¡Nosotros somos ovejas y ellos son lobos que nos enseñan los
dientes!
LA ROJA: __ ¡Son leones y de mucha nobleza!
Don Juan Manuel llega por aquel camino
aldeano, de verdes orillas. El loco, la viuda y los huérfanos le acompañan. El
Caballero camina entre ellos como un viejo patriarca entre su prole: Dolor,
Miseria y Locura.
DON GALÁN: __ ¡Catay, el amo que torna!
DOMINGA DE GÓMEZ: __ ¡Vuelve a su silla el rey de Castilla!
EL MANCO LEONÉS: __ ¡Vuelven los desvalidos a tener padre!
LA ROJA: __ ¡Con cuánta dolor camina!
LA RECOGIDA: __ ¡Nos topábamos como ovejas sin pastor, y cuidad que llega!
DON GALÁN: __ ¡No es el pastor, sino el mastín! ¡Veredes qué dientes le muestra
a los lobos!
El Caballero, con el andar
desfallecido, llega a la puerta y pulsa. Apoyado en la jamba, espera. Los
mendigos y los criados se agrupan detrás, todos en un gran silencio. El
Caballero vuelve a pulsar en la puerta, y acompaña con grandes voces los golpes
de su puño cerrado.
EL CABALLERO: __ ¡Abrid, hijos de Satanás! ¡Abrid estas puertas que cierra vuestra
codicia! ¡Abridlas de par en par, como tenéis abiertas las del Infierno!
¡Abridlas para que entren los que nunca tuvieron casa! ¡Soy yo quien después de
habéroslo dado todo, llego a pediros una limosna para ellos! ¡Soy yo, quien
pobre y miserable, golpea esta puerta cerrada! ¡Hijos de Satanás, no hagáis que
mi cólera la derribe y entre por ella, como quien es, Don Juan Manuel
Montenegro! ¡Abrid, hijos de Satanás!
Resuenan en el ancho zaguán los golpes
del Caballero. Ante la puerta hostil y cerrada se levanta, como un oleaje, el
vocerío de la hueste mendicante y los viejos criados despedidos de la
casona.
LA VOZ DE TODOS: __ ¡Abran a su padre! ¡Abran a su padre!
EL CABALLERO: __ ¡Derribad la puerta! ¡Mis verdaderos hijos sois vosotros!
LA VOZ DE TODOS: __ ¡Tengan caridad para su padre! ¡Caridad y respeto! ¡Caridad y
respeto!
EL CABALLERO: __ ¡Eso lo da sólo el amor!
Por las mejillas del viejo linajudo
ruedan dos lágrimas que se pierden en la nieve de su barba. Los mendigos y los
criados se arrojan sobre la puerta.
LA VOZ DE TODOS: __ ¡Tengan ley de Dios!
EL CABALLERO: __ ¡Dadme un hacha!
LA VOZ DE TODOS: __ ¡Tengan ley de Dios!
EL CABALLERO: __ ¡Poned fuego a la casa por sus cuatro esquinas! ¡Perezcan entre
llamas los hijos del Infierno!
LA VOZ DE TODOS: __ ¡No hay ley de Dios! ¡No hay ley de Dios!
De pronto cesa el clamor. Espantados de
sus voces, mendigos y criados oyen en un gran silencio descorrer los cerrojos de
la puerta: Se abre rechinando, y sobre el umbral, como una sombra de malas
artes, aparece Andreíña. Al mismo tiempo, asoman con bárbara violencia los
cuatro segundones en aquel balcón de piedra que remata con el escudo de armas:
¡Águilas y Lobos! Todos hablan en un son.
DON MAURO: __ ¡Ya tenéis franca la puerta!
DON ROSENDO: __ ¡Entrad, si os atrevéis!
DON MAURO: __ ¡El que cruce esos umbrales no vuelve a salir!
DON GONZALITO: __ ¡Atreveos, miserables!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Ya no gritáis, mal nacidos!
EL CABALLERO: __ ¡Entrad conmigo todos! ¡Mis verdaderos hijos sois vosotros!
¡Ayudadme para que pueda saciar vuestra hambre de pan y vuestra sed de justicia!
¡Ayudadme como hijos! ¡Ayudadme como animales hambrientos, como arcángeles o
como demonios! ¡Rabiad, ovejas!
Todos permanecen ante la puerta
cobardes, mudos y quietos. El Caballero entra solo, y sus voces bajo la bóveda
del zaguán, se alejan y se pierden. Los cuatro mancebos se retiran del balcón,
unánimes en el impulso violento y fiero. Andreiña empuja la puerta para
cerrarla, y en aquel momento adelántase la Figura gigante del pobre lazarado,
derriba por tierra a la bruja y penetra en el zaguán clamando, y todos le siguen
repitiendo sus voces.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Es nuestro padre! ¡Es nuestro padre!
LA VOZ DE TODOS: __ ¡Es nuestro padre!
@§
JORNADA TERCERA
ESCENA FINAL
La cocina de la casona. En el hogar
arde una gran fogata y las lenguas de la llama ponen reflejos de sangre en los
rostros. Los cuatro segundones aparecen sobre el fondo oscuro de una puerta,
cuando la cocina es invadida por la hueste clamorosa que sigue al
Caballero.
EL CABALLERO: __ ¡Soy un muerto que deja la sepultura para maldeciros!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡Padre, tengamos paz!
DON ROSENDO: __ ¡Fuera de aquí toda esa gente!
EL CABALLERO: __ ¡Son mis verdaderos hijos! ¡Para ellos os pedí una limosna y hallé
cerrada la puerta!
DON MAURO: __ ¡Ya la tiene franca!
EL CABALLERO: __ ¡Llego para hacer una gran justicia, porque vosotros no sois mis
hijos!… ¡Sois hijos de Satanás!
DON FARRUQUIÑO: __ Entonces somos bien hijos de Don Juan Manuel Montenegro.
EL CABALLERO: __ ¡Ay, yo he sido un gran pecador, y mi vida una noche negra de
rayos y de truenos!… ¡Por eso a mi vejez me veo tan castigado!… ¡Dios, para
humillar mi soberbia, quiso que en aquel vientre de mujer santa engendrase
monstruos Satanás!… ¡Siento que mis horas están contadas; pero aún tendré tiempo
para hacer una gran justicia. Vuelvo aquí para despojaros, como a ladrones, de
los bienes que disfrutáis por mí! ¡Dios me alarga la vida para que pueda
arrancarlos de vuestras manos infames y repartirlos entre mis verdaderos hijos!
¡Salid de esta casa, hijos de Satanás!
A las palabras del viejo linajudo, los
cuatro segundones responden con una carcajada, y la hueste que le sigue calla
suspensa y religiosa. El Caballero adelanta algunos pasos, y los cuatro mancebos
le rodean con bárbaro y cruel vocerío, y le cubren de lodo con sus
mofas.
DON MAURO: __ ¡Hay que dormirla, Señor Don Juan Manuel!
DON ROSENDO: __ ¿:Dónde la hemos cogido, padre?
DON GONZALITO: __ ¡Buen sermón para Cuaresma!
DON FARRUQUIÑO: __ ¡No mezclemos en estas burlas las cosas sagradas!
DON ROSENDO: __ ¿:Dónde hay una cama?
DON MAURO: __ Vosotros, los verdaderos hijos, salid, si no queréis que os eche
los perros. ¡Pronto! ¡Fuera de aquí! ¡A pedir por los caminos! ¡A robar en las
cercas! ¡A espiojarse al sol!
El segundón atropella por los mendigos
y los estruja contra la puerta con un impulso violento y fiero, que acompañan
voces de gigante. La hueste se arrecauda con una queja humilde: Pegada a los
quicios inicia la retirada, se dispersa con un murmullo de cobardes oraciones.
El Caballero interpone su figura resplandeciente de nobleza: Los ojos llenos de
furias y demencias, y en el rostro la altivez de un rey y la palidez de un
Cristo. Su mano abofetea la faz del segundón. Las llamas del hogar ponen su
reflejo sangriento, y el segundón, con un aullido, hunde la maza de su puño
sobre la frente del viejo vinculero, que cae con el rostro contra la tierra. La
hueste de siervos se yergue con un gemido y con él se abate, mientras los ojos
se hacen más sombríos en el grupo pálido de los mancebos. Y de pronto se ve
crecer la sombra del leproso, poner sus manos sobre la garganta del segundón,
luchar abrazados, y los albos dientes de lobo y la boca llagada, morderse, y
escupirse. Abrazados caen entre las llamas del hogar. Transfigurado, envuelto en
ellas, hermoso como un haz de fuego, se levanta el Pobre de San Lázaro.
EL POBRE DE SAN LÁZARO: __ ¡Era nuestro padre!
LA VOZ DE TODOS: __ ¡Era nuestro padre! ¡Era nuestro padre! ....
LA VOZ DE LOS HIJOS: __ ¡Malditos estamos! ¡Y metidos en un pleito para veinte años!
AGELUS VIBANCO
ORNAVIT: __
ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO
EN LA IMPRENTA DE SÁEZ HERMANOS
EN MADRID A XII DÍAS
DEL MES DE ABRIL
DE MCMXXII
AÑOS: __
|