@@Los ojos verdes rasgados de Melibea.

Su retrato en el marco europeo (N)


Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
García Lorca. (Romancero Gitano)

verdes los tienen las Náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las huríes del Profeta
.
Bécquer. ("Porque son, niña, tus ojos")
 

Dos obras magistrales del Medievo español nos detallan un canon de belleza bastante completo de la mujer: el Libro de buen Amor del Arcipreste de Hita, siglo XIV, y La Celestina, siglo XV. Mientras en aquella el canon parece atenerse, en la descripción de los ojos --Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes-- a los modelos de tradición latina, clásica y medieval, en ésta se introduce dos elemento novedosos, verdes, rasgados con que describe Calisto los ojos de Melibea. Vamos a repasar aquí la ascendencia y trascendencia de los ojos verdes. (2)

Si hemos de creer a Bécquer --y los poetas no mienten--, habremos de incluir a Melibea entre los seres celestiales con quienes comparte el color verde de sus ojos. En la preciosa Rima, arriba citada, los ojos verdes son propios de las Náyades, las ninfas protectoras de la naturaleza verde y fértil, bosques, prados y ríos; son propios de las Huríes, seres celestiales, doncellas eternamente jóvenes y vírgenes, prometidas en el Corán a los buenos tras su muerte.

Y ¿qué de verdes los tuvo Minerva?

Cuenta la leyenda que en tiempos muy remotos Atenea (Minerva entre los latinos) compitió con Poseidón para ver quién de los dos lograba granjearse el mayor afecto entre los griegos. Poseidón les ofreció en don el caballo, y Atenea, el olivo. Ganó Atenea, que fue inmortalizada dándole el nombre a la gran ciudad de Atenas. Se la solía representar con una lechuza, para significar su sabiduría en eterna vigilancia, día y noche. Era la diosa conocida por muchos epítetos, destacándose entre los escogidos por Homero, glaukopis, que suele traducirse como de ojos glaucos o grises, de un verde claro, lucientes; entre traductores al español, ojos verdes y ojos de lechuza. (3) Glauco se define en el Diccionario de la Real Academia como verde claro. El color verde es el color de la primavera, de la esperanza, del siempre verde claro olivo, donado por Minerva.(4)

Los ojos verdes son relativamente raros entre las poblaciones, son ojos verdaderamente exóticos, y por ello bellísimos, inolvidables para aquellos que hayan tenido la suerte de cruzar con ellos la mirada. Algunas estadísticas dicen que este tipo de ojos se da sólo en el 2% de la población mundial. La niña de Bécquer quien, como niña, preferiría ser como las demás, creía que sus ojos "diferentes" la afeaban.

El verdor de los ojos, por otro lado, es difícil de determinar. El hecho de que glaukopis de Homero haya ocasionado entre los traductores divergencias de interpretación se debía a parecerles duro el calificar como verdes (en sentido literal) los ojos de la diosa. Verdes suelen llamarse los ojos de algunos felinos y aves rapaces. Los ojos de los humanos son más propiamente negros, castaños (marrones) o azules, incluso grises, pero ¿verdes?

Predicado de humanos, el color que algunos poetas y novelistas atribuyen a los ojos de las damas de su admiración indica más que un color en sentido literal, un atributo ya altamente valorado, una valoración, un alto aprecio, como cuando Dante asocia las miradas de Beatrice con las esmeraldas, donde el verdor e sí palidece frente el brillo de la piedra preciosa. Hay culturas, como la anglosajona y algunas de las nórdicas, donde verde es el color del vicio de la envidia; en éstas el atributo ojos verdes ha de resultar menos espontáneo y apreciado, naturalmente, que en otras en las que verde es color litúrgico, es el color de la virtud de la esperanza, de la primavera, de la fertilidad. Es el caso de la cultura española.

¿Por qué dijo Bécquer ser verde el color de los ojos de las Náyades, Huríes, y Minerva, la reina de los dioses? Porque en la tradición de la cutura, y de ahí la literatura española, había quedado establecido, emblematizado, que esos ojos eran ojos excepcionales, bellísimos, ojos míticos, divinos. Veamos.

Nuestro texto

SEMP. CAL. __ Los ojos verdes, rasgados; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labrios colorados y grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿ Quién te la podría figurar ? ¡ Que se despereza el hombre quando las mira ! La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue; la color mezclada, qual ella la escogió para sí.


Mi tarea de documentar los primeros ejemplos de "verde" como el color de los ojos de una mujer me llevó a una cantiga de mediados del siglo XIII, del trovador portugués João Garcia de Guilhade que dice así:

Amigos, non poss′eu negar
a gran coita que d′amor ei,
ca me vejo sandeu andar,
e con sandece o direi:
Os olhos verdes que eu vi
me fazen ora andar assi.

Podría datarse de la misma época --mientras no se demuestre lo contrario-- el texto de mayor interés, sin duda, para nuestro propósito, hallado en un viejo romance, "Requiebros a una hermosa con ojuelos verdes." En él los ojos verdes adquieren el esplendor literario de la personificación, lo cual nos revela una valoración y aprecio ya establecidos en el pueblo y ese toque de cariño que acompañaría a esos ojos en la literatura española al través de los siglos.

¡Ay, ojuelos verdes!
¡Ay, los mis ojuelos!
¡Ay, hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!,(5)

Los ojos verdes estaban arraigados en la psique española como exponentes de la hermosura de quien los poseía. El verde dotaba a la descripción de los ojos de colores retóricos, sentimientos, afectos, atractivo, emotividad, en una palabra, poesía. Hasta el punto, diríamos, que de tener que traducir el glaukopis de Homero al español hoy día, ningún autor hesitaría en decir, con Bécquer y Rubén Darío, Atenea, la de ojos verdes. Era el mayor requiebro que estos poetas podían dirigir a la reina de los dioses, pues en su literatura era ése el color con el que los más distinguidos escritores habían engalanado los ojos de sus más hermosas damas.

Verdes , así, a secas, sin necesidad de abrillantamiento, brotó en nuestra poesía con connotaciones de ternura; son unos ojos emotivos, más sentidos, más íntimos y humanos, y más fogosos y atractivos, diría yo, que las miradas de Beatrice, las que Dante ponía entre las esmeraldas :

Disser: " Fa che le viste non risparmi;
posto t′avem dinanzi a li smeraldi
ond′Amor gia` ti trasse le sue armi ",

     Purgatorio, Canto XXXI
Me dijeron: «No ahorres tus miradas;
ante las esmeraldas te hemos puesto
desde donde el Amor lanzó sus flechas.»

En la época conocida como Prerrenacimiento, época de La Celestina, se cultivaron las llamadas Serranillas, en muchas de las cuales se describen rasgos femeninos. A veces las serranas son de clase elevada, disfrazadas de pastoras, como en las que el Marqués de Santillana dedica a sus hijas (volveremos a éstas más adelante). Pues bien, el poeta Carvajales escribió una serranilla, en línea con las del Marqués, su contemporáneo, dedicada a una pastora de las cercanías de Roma, que tenía los ojos verdes et rasgados:

     ACERCA ROMA

... vi pastora muy lozana
que el ganado recogía.
Cabellos rubios pintados,
los beços gordos bermeios,
los oios verdes et rasgados,
dientes blancos et pareios.

Guirlanda traya de rama;
cantando alegre venía,
et si bien era villana,
fijadalgo parescia.
(6)

De todos, el más celebrado ejemplo, el de mayor trascendencia es, por razones obvias, el de los ojos verdes de Melibea. En la literatura española, seguida más tarde de todas las literaturas hispánicas, aparecerían de vez en cuando, en las más hermosas damas --incluso algunos caballeros-- ojos verdes que miramos y nos miran desde poemas, novelas y canciones de alta calidad artística, de gran contenido emocional y gran favor popular.

En el Siglo de Oro, tres grandes de nuestra literatura recogen para la perpetuidad la tradición española de los ojos verdes. Don Quijote se imaginaba a su Dulcinea con unos ojos tan bellos como los de Melibea y Beatrice juntas:

a lo que yo creo, los [ojos] de Dulcinea deben ser de verdes esmeraldas, rasgados, con dos celestiales arcos que les sirven de cejas (DQ, I, 11).(7)

Y es también Cervantes quien en El celoso extremeño recalca la fórmula, ya hecha canónica:

¡Ay, qué ojos tan grandes y tan rasgados! Y, por el siglo de mi madre, que son verdes; que no parecen sino que son de esmeraldas!

Nos cuentan los biógrafos de Lope de Vega que, corto tiempo después de haberse ordenado sacerdote, se enamoró locamente de Marta Nevares, mujer bellisima de ojos verdes; en su "Egloga a Amarilis," como él llama a Marta, la evoca con ternura tras su muerte:

Cuando yo vi mis luces eclipsarse,
cuando yo vi mi sol oscurecerse
mis verdes esmeraldas enlutarse
y mis puras estrellas esconderse,
...
así en mis verdes ojos eclipsada
Dentro la luz, que Fabia le despoja ...

Los ojos, "mis verdes esmeraldas," "mis verdes ojos," personifican a su amada, a semejanza de los ojuelos del viejo romance, que el mismo autor rememora en La Dorotea:

Madre, unos ojuelos vi,
verdes, alegres y bellos.
y ellos se burlan de mí!
Las dos niñas de sus cielos...

Francisco de Quevedo pone en boca de Pablo esta descripción de la niña más linda que jamás había visto:

no he visto desde que Dios me crio tan linda cosa como aquella en quien yo tenía asestado el matrimonio: blanca, rubia, colorada, boca pequeña, dientes menudos y espesos, buena nariz, ojos rasgados y verdes ( El Buscón, I, VII).

Desde que Homero llamó a Atenea glaukopis, la de ojos glaucos, de un verde claro, esos ojos adquirieron entre los escritores un tono de inefabilidad, "color imposible" lo llamó Bécquer en su leyenda. Para Calisto era un color divino; Melibea era su dios; "por Dios la creo, por Dios la confieso y no creo que ay otro soberano en el cielo," declaró. Pues bien, Cristóbal Lozano y Sánchez, 1609-1667, autor de historias sagradas, atribuye ojos verdes a la Madre de Dios y muestra su aprecio por el color por ser el del perenne olivo y la "primavera deleitosa:"

Ojos verdes tenía la Madre de Dios, que así los pintó San Lucas en un retrato que hoy se guarda en Roma, porque son símbolo de esperanza y misericordia, y por eso comparados a la oliva, que siempre está verde y nunca se marchita, porque el socorro de aquellos ojos nunca se agosta para los fieles. Así son, Lucía, vuestros ojos verdes, y semejantes a la oliva, pues vemos que nunca se han marchitado en la Iglesia, sino que en todo tiempo son la primavera deleitosa. (De su obra El Grande Hijo de David mas perseguido: Jesu-Christo Nuestro Señor ).

En Estados Unidos, el siglo XIX, el del Romanticismo, el del entusiasmo y la revitalización de lo medieval, dos escritores, poetas, sucumbieron al hechizo de los ojuelos verdes. William Cullen Bryant, (1794-1878), hizo una traducción de El Romancero, donde recoge el villancico Ojuelos verdes completo. En una nota al verso "These eyes shall not recall thee," de su traducción de El Alcayde de Molina, hace una observación crítica, muy perspicaz, sobre la excepcionalidad y hermosura que se atribuía en España desde muy antiguo, a los ojos verdes , hasta el punto que la amada se identifica con ellos y a ellos, personificados, se dirige el amante: "The Spanish poets early adopted the practice of calling a lady by the name of the most expressive feature of her countenance, her eyes. The lover styled his mistress "ojos bellos," beautiful eyes; "ojos serenos," serene eyes. Green eyes seem to have been anciently thought a great beauty in Spain, and there is a very pretty ballad by an absent lover, in which he addressed his lady by the title of "green eyes;" supplicating that he may remain in her remembrance:

¡Ay, ojuelos verdes!
¡Ay, los mis ojuelos!
¡Ay, hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!"

Por los mismos años, el celebrado poeta Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), quien en sus viajes por España se familiarizó con Andalucía, prestó tributo a los ojos verdes de una gaditana y aprovechó para ubicarlos en la tradición de los ojuelos del villancico y de Lope de Vega:

Victorian._ How is that young and green-eyed Gaditana
That you both wot of [conociste]?

Don Carlos._ Ay, soft emerald eyes!"
Victorian._ A pretty girl: and in her tender eyes,
Just that soft shade of green we sometimes see
In evening skies."
( Longfellow, The Spanish Student , Act II. Sc. 3.) (8)

Muchos de nuestros novelistas del XIX, de gran talla, embellecen con ojos verdes a sus mujeres para acentuar su hermosura (a sus hombres o animales para resaltar otros atributos como su ira o fiereza). Entre aquellos se encuentra Benito Pérez Galdós:

aquella María, de ojos verdes y perfil helénico, Venus extraída de las ruinas de Grecia, soberana escultura viva ( La de Bringas, Cap. VII).

El hechizo de Amarilis sobre Lope de Vega se reencarnaría, en círculos eclesiástico, en la Pepita Jiménez de Juan Valera. Con su singular belleza, ojos verdes ... rasgados cautivó ésta al joven, tímido, seminarista:

Apenas si se atreve a decir a Pepita «buenos ojos tienes»; en verdad que si lo dijese no mentiría, porque los tiene grandes, verdes como los de Circe, hermosos y rasgados ( Pepita Jiménez , Cap. I).

En el Nuevo Mundo de habla hispana, Rubén Darío sabe traducir sin remilgos, como su contemporáneo Bécquer en España, el glaukopis de Homero:

Fija en mí, me inundaban de felicidad sus ojos de Minerva, ojos verdes, ojos que deben siempre gustar a los poetas (Azul, "Palomas blancas y garzas morenas").

Hay casos en que los ojos verdes se atribuyen a hombres, elogiándolos, como en el caso del cubano José Martí al hablar de Hidalgo:

Le veían lucir mucho de cuando en cuando los ojos verdes ( La edad de oro ).

Asimismo Federico García Lorca, el único, el incomparable, el gran tesorero de la cultura del pueblo poetizada, pone en boca de María esta descripción de su marido donde los ojos quedan absorbidos por la metáfora:

YERMA._ ¿Te quiere mucho?
MARÍA._No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan
como dos hojas verdes (Yerma , Acto I)
En realidad, cualquier ejemplo literario palidece al lado del himno triunfal al verde, "Verde que te quiero verde," citado al comienzo de este artículo y ofrecido aquí completo en edición bilingüe

Y para acentuar el orientalismo y magia de los ojos verdes, Azorín, en uno de sus cuentos, se los atribuye al Rey Gaspar:

El rey Gaspar ha depositado ya su regalo. Sus ojos verdes --no os he dicho antes que eran verdes-- brillan fosforescentes. ("Lo que lleva el rey Gaspar" Blanco y negro).

No falta la presencia de los ojos verdes en dos insignes escritores del boom latinoamericano. Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, se muestra embelesado ante una niña:

Remedios, de apenas nueve años, una preciosa niña can piel de lirio y ojos verdes.
En La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes hace esta descripción del moribundo Lorenzo, hijo de Artemio Cruz:
ya tu rostro sobre la tierra con tus ojos verdes y abiertos, y un sueño a medias, entre el sol y la noche.
* * * * *

Pasando al folclore, el fenómeno de mayor colorido en el siglo XX es la difusión de los ojos verdes a través de la canción popular, en la que se resalta la magia de esos ojos, que llegan a fascinar al amante. La de mayor éxito fue la copla de colaboración del famoso trío Valverde-Leon-Quiroga, es decir, el argentino Salvador Valverde y los sevillanos Rafael de León (escritores) y el Maestro Manuel López Quiroga (pianista y compositor). La copla está saturada de andalucismo, siendo creencia de muchos que es en Andalucía donde los ojos verdes son menos raros, fenómeno debido a la invasión y prolongado dominio de los árabes. La letra de la copla no carece de valor literario. Sus ojos verdes están lejos de ser las esmeraldas de Beatrice, para llenarse del verdor natural, auténtico, el de la albahaca, del trigo verde y del verde limón --recuérdense tan verdes como puerros de Shakespeare y las dos hojas verdes que decía Lorca--. En ella no nos hablan de doncellas sus locos enamorados. Lo hace una prostituta, en un arrebato de pasión por un hombre, con porte de señorito andaluz, una noche de mayo. La copla es un himno jubiloso, ardiente, a los ojos verdes , repetido una, y otra, y otra vez, a un amor loco, lleno de candela (fuego intenso) y con brillo de faca (que se clavan hiriendo), en un ambiente de nocturnidad. Su éxito, primero en las voces de Conchita Piquer y Miguel de Molina, fue verdaderamente rotundo, sensacional, que traspasó fronteras; más tarde seria propagado por las grandes tonadilleras Rocío Jurado e Isabel Pantoja, sin contar los numerosísimos otros, animadoras e intérpretes diversos, entre quienes no está ausente el máximo tenor Plácido Domingo pueden escucharse hoy en YouTube). Dice así:

Apoyá en el quicio de la mancebía,
miraba encenderse la noche de mayo,
pasaban los hombres y yo sonreía,
hasta que en mi puerta paraste el caballo.
¡Serrana! ¿me das candela?
Y yo te dije: ¡Gaché!,
ven y tómame mis labios
y yo fuego te daré.
Dejaste el caballo
y lumbre te di,
y fueron dos verdes
luceros de mayo

tus ojos pa′ mí.
Ojos verdes,
verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde,
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes,
con brillo de faca,
que se han clavaíto
en mi corazón.
Para mí no hay soles,
luceros ni luna...
sólo hay unos ojos
que mi vida son.
Ojos verdes, ...

Al tipismo de esta copla, su arrebatado fuego, le siguió un bolero de cariz sereno y dulce en Aquellos ojos verdes de los cubanos Adolfo Utrera, escritor, y Nilo Menéndez, compositor; es amor de enamorados, de caricias y dulzuras, con reflejos de quietas aguas:

Aquellos ojos verdes,
de mirada serena,
dejaron en mi alma
eterna sed de amar,
anhelos de caricias,
de besos y ternuras,
de todas las dulzuras
que sabían brindar.
Aquellos ojos verdes,
serenos como un lago,
en cuyas quietas aguas
un día me miré,
no saben las tristezas
que en mi alma han dejado
aquellos ojos verdes
que ya nunca olvidaré.

Valga recordar, por último y para destacar la extensión hispánica del tópico, el corrido mejicano, Aquellos ojitos verdes, muy alegre y festivo. Así pues el ciclo que se abrió con el villancico español, medieval, ¡ Ay, ojuelos verdes... , lo cierro aquí con un corrido mejicano, moderno, ¡ Ay, ojitos verdes ...

Ay, ay, ay, ay!...
Dónde andarán
esos ojitos que me hicieron
suspirar.

¡ Ay, ay, ay, ay!...
Dónde andarán
esos ojitos que no los puedo
olvidar.

He querido probar, con base en testimonios de autoridades literarias, la singularidad del atributo ojos verdes como elemento primordial de la hermosura de Melibea, nacido en el pueblo y legado en herencia a las generaciones venideras. Dentro del número considerable de citas, se ve claro que son ojos excepcionales; ojos que no se prodigan o, como dicen los portugueses, Olhos verdes, em poucos os veredes.. Quizás podríamos aventurar que, en línea con el porcentaje entre la población mundial, no sobrepasan el 2% entre la población literaria española.

Abrimos los ojos verdes con la "Rima XII" de Bécquer; cerrémoslos con su Leyenda que tan líricamente epitoma los sentimientos de misterio que a Fernando hacían soñar y a Iñigo, el montero, asustaban o rasgaban:
Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto... sí; porque los ojos de aquella mujer eran los que yo tenía clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos...
      -¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un salto en su asiento.

* * * * *

Los otros rasgos que siguen en la descripción de Melibea coinciden con el canon medieval europeo de la belleza según la documentación de algunos estudiosos de esta materia. He consultado para este estudio la obra de Havelock Ellis, Studies in the Psychology of Sex, en el que dedica el Capítulo Primero del Libro Cuarto, a exponer el concepto de belleza, principalmete de la mujer, en diversas culturas. Por cierto esta obra, dicho sea de paso, es paupérrima en lo que respecta al retrato femenino en la literatura española. Hay una sección curiosísima, de sumo interés para este estudio comparativo, en la que el autor expone y comenta el aprecio de la perfecta hermosura del cuerpo humano en la Alemania de los siglos XII y XIII. Su fuente es el estudio de A. Schultz, Quid de Perfecta Corporis Humani Pulchritudine Germani Soeculi XII et XIII Senserint , 1866. Voy a enumerar sucintamente en textos paralelos los diversos rasgos del retrato de Melibea y de la bella del Libro de Buen Amor, seguido, en inglés, del de las alemanas según A. Shultz, en aquellos casos en que se parecen.

RETRATO DE MELIBEA

LAS BELLAS DE JUAN RUIZ Y A. SHULTZ
CALISTO.- Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

cabellos amarillo no teñidos de alheña

Her hair must be fair, like gold;

Su longura hasta el postrero asiento de sus pies, después crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras.(9) [hair] long, bright, and curly;
Los ojos verdes, rasgados;(10) Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes

The eyes must be bright, clear, and sparkling, not too large or too small;

las pestañas luengas con largas pestañas, bien claras y rientes;

A. Shultz no menciona las pestañas(11) .

las cejas delgadas y alçadas; las cejas apartadas, largas, altas, en peña;

The eyebrows must be darker than the hair, arched, and not too broad,

la nariz mediana; La nariz afilada

The nose must be of medium size, straight, and not curved.

la boca pequeña; La su boca pequeña,

The mouth must be small;

los dientes menudos y blancos; los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,

The teeth must be small, white, and even.

los labrios colorados y grosezuelos; los labios de su boca bermejos, angostillos.

the lips full and red.

el torno del rostro poco más luengo que redondo; A Shultz no menciona la forma de la cara, sólo el color de las mejillas(12) .
el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas ¿ Quién te la podría figurar? the breasts high and rounded, like apples or pears, small and soft.(13)
¡Que se despereza el hombre quando las mira!(14)

La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue; la color mezclada, qual ella la escogió para sí.(15) su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa

The cheeks must be white, tinged with red; if the red was absent by nature women used rouge.

The color of the skin generally must be clear and of a tempered rosiness.

Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; the hands and fingers long;
las vñas en ellos largas y coloradas, que parescen rubíes entre perlas. the nails white and bright and well cared for.
Aquella proporción, que veer yo no pude, no sin duda, por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor que la que Paris juzgó entre las tres Deesas. (15a) conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

the regular curve of her flanks, justly proportioned, completed her beauty

* * * * *






N O T A S

N. Aclaración: Este trabajo se ha realizado a base de datos conseguidos, pudiéramos decir que en su totalidad, en Internet. Todos, pues, son fácilmente asequibles escribiendo el texto de interés en Google u otro buscador. Desde el ordenador, sin moverse de su asiento, puede cada cual convertirse en un auténtico "ratón de biblioteca", y husmear por segundos o investigar sin prisa y sin limite de horario multitud de bibliotecas virtuales alrededor del mundo.
Por ejemplo, para las literaturas hispánicas e inglesas, puede uno penetrar en cualquier colección y buscar cualquier palabra o frase, por ejemplo, "ojos verdes" o "green eyes," en mi Biblioteca de bibliotecas de Cibertextos En realidad puede extenderse la búsqueda de palabras o frases a cualquier colección dugital non la siguiente fórmula: "ojos verdes" site:people.duke.edu/~garci/cibertextos/, o sea, frase, site + nombre de la colección. <¡suerte!)

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1. Bécquer es autor también, entre sus Leyendas , de una muy conocida con el título "Los ojos verdes". El lector puede leer aquí la Rima XII completa.
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hurís del Profeta.
El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve a través de las perlas.

Y sin embargo,
sé que te quejas,
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.

Que parecen sus pupilas
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
a apagar la sed en ella.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.

Que entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
quizás si negros o azules
se tornasen, lo sintieras.

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2. Nicholas Ealy, en un artículo reciente, "Calisto′s Narcissistic Visions: A Reexamination of Melibea′s "Ojos Verdes" in Celestina", declara que la expresión "ojos verdes" no es del todo original en la obra de Rojas: "not entirely original to Rojas′s work." En primer lugar, el texto no es de Rojas sino del Antiguo Autor. No se nos ofrece documentación alguna, directa o indirecta, de ejemplos anteriores. Quiere argumentar que la expresión "ojos verdes" es de importación francesa, apoyándose en Bødtker. Ealy propone: "As the French language evolved during the thirteenth century though, the plural form of the adjective (vairs [L. varius ]) came to be pronounced identically to verts (green). Vairs and verts , having the same plural form in both speech and orthography, were confused with one another and what were once yeux vairs , "bright, shining eyes," became yeux verts , "green eyes. It is after this linguistic merging that green eyes begin to appear more frequently in French texts, whose influence is evident in the Iberian literature of the same period." O sea, si entiendo lo que dice, vairs en la evolución lingÜística del fracés se fusionó con verts , ergo los españoles empezaron a llamar verdes los ojos que antes habían sido de color gris(vairs). Uno esperaría encontrarse con una pluralidad de ejemplos y fechas de yeux verts y ojos verdes con que establecer tan ambicioso aserto. Sin embargo el único ejemplo que el autor cita de yeux verts bien pudiera servir como prueba en dirección contraria, pues es de Pierre de Ronsard (1524-1585) “ &dquo;yeux verts et beaux” (del mismo autor es tambíén "j′adore une femme aux yeux verts", del poema "Plutôt le bal de tant d′astres divers)." De la literatura española cita un solo un ejemplo adicional, el de Los ojos verdes del titulo de la leyenda de Bécquer. Dejo al arbitrio del lector decidir, si es acertado concluir de los ojos verdes de Melibea que Calisto, que en las primeras líneas del Acto Primero se confiesa inmérito , es en realidad un narcisista.

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3. Según su etimología, glaukopis, griego (γλαυκώπις), es vocablo compuesto de ops , "ojo" y glaukos ("glaukous" en inglés, "glauque" en francés, "glauco" en español) que indica un color lumisoso (gris, verde-azulado, verde marino). Por la caracteristica del brillo que acompaña a glaukos, se cree que derivó glaux (lechuza), por el brillo de sus ojos. El antiguo Universal vocabulario de latín en romance de Alfonso de Palencia define "glaucus" como "color puesto algunas vezes por verde". Don Miguel de Unamuno aludía a "la lechuza que acompaña en el Olimpo a Atena -la de los ojos glaucos, esto es, lechucinos," sin otra sinonimia del color ya definido por los diccionarios (Del sentimuiento trágico de la vida, "Concusión").
Existen en nuestra literatura ricos ejemplos de ojos glaucos, que el curioso lector puede encontrar de manera rápida, buscando en Cibertextos Interactivos.

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4. Entre todas estas asociaciones, valga añadir aquí la de mochuelo (y lechuza) y el olivo en las tradiciones populares. El Diccionario de la lengua castellana, vulgo de autoridades, (1726-1739), propone como etimología de lechuza Lecytusa del nombre griego Lecytus , que significa Aceitera, porque se bebe el aceite de las lámparas" de las iglesias, creencia ésta muy generalizada. Debemos recordar tambíén el refrán español cada mochuelo a su olivo.
El olivo ha alimentado a las comunidades mediterráneas, ofrecido el cobijo de su sombra y las ha alumbrado por miles de años. Se lee en Exodo (27:20) : "Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas para el alumbrado, para que la lámpara arda continuamente."
¿Cuál es el color de los ojos de la lechuza? Se trata de un ave nocturna, misteriosa, agorera. Sus ojos son igualmente misteriosos. Son muy relucientes, parece ser creencia común, por lo que pueden alumbrarse para cazar a sus presas en la oscuridad. Son sus "ojos grandes, brillantes y de iris amarillo," dice el Diccionario de la Real Academia. Otros dicen que de color naranja. En obras de ficción, hay quien habla de ellos como verdes , como Luis Chamizo, el querido poeta extremeño, en "La nacencia:"
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!
(De El miajón de los castúos).

Miguel Delibes, posiblemente inspirado en este pasaje, habla en El camino de Daniel a quien llamaban el Mochuelo por sus ojos verdes grades y redondos.

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5. Existen en las diferentes literaturas la figura denominada sinécdoque, por la que nombramos una parte, en lugar del todo como aquí los ojos verdes, un rasgo prominente que representa la persona total, hasta identificarla en algunos casos en los que el apodo se coviuerte en apellido; recordemos "aquel famoso cosario Barbarroja," ( Don Quijote , I, Cap. 39), ejemplo al que podrían añadirse Barbilampiño, Bocanegra, cejijunto y otros, entre los que abundan los que se refieren a las piernas, paticorto, patilargo, patizambo, patitieso, etc. Algunos a lo largo del tiempo pasarían de apodos a apellidos. Este detalle de la personificación en el villancico fue puesto de relieve por el poeta estadounidense del Romanticismo William Cullen Bryant (volveremos a él más adelante).
Ofrezco al lector el villancico completo:

Romancero castellano:
ó Colección de antiguos romances populares de los españoles


¡Ay ojuelos verdes!
¡Ay los mis ojuelos!
¡Ay hagan los cielos
Que de mí te acuerdes !

El último dia
Quedastes muy tristes,
Y os humidecistes
En ver que partía
Con el agonía
De tantos pesares.
Cuando te acostares,
Y cuando recuerdes,
¡Ay hagan los cielos etc.

Tengo confianza
De mis verdes ojos
Que de mis enojos
Parte les alcanza.
Ojos de esperanza
Y de buen agÜero,
Por quien amo y quiero
Los colores verdes,
¡Ay hagan los cielos etc.

¡Ay Dios, quien supiese
A que parte miras,
Y cuando suspiras,
La canon entendiese,
Y se te sintiese
Un cierto dolor
De que un servidor
Verdadero pierdes!
¡Ay hagan los cielos etc.

Un solo momento
Jamas vivir supe,
Sin que en tí se ocupe
Todo el pensamiento.
Mis ojos, sí miento,
Dios me de el castigo:
Y si verdad digo,
Mis ojuelos verdes,
¡Ay hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!

Partimos del supuesto de que los "Romances," como poesía de tipo tradicional, nos revelan una cultura ya asentada en el pueblo, lo cual podríamos predicar, en lo debido, a las "Cantigas" y a las "Serranillas," ambos géneros de fondo tradicional y forma artísticamente elaborada por poetas. Así pues, presumamos que el romance circulaba ya a finales del siglo XIII. En la Crónica troyana, en un códice gallego del siglo XIV, se describe a un personaje mítico, compañero y amigo de Aquiles, de esta manera: "Patroculos auya muy buen cuerpo, et era luengo et derecho et fermoso et cortes, et era muy sesudo et auya los oios uerdes."

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6. Al parecer este ejemplo precede a la descripción de Calisto, aunque su autor y el desconocido autor de Acto Primero de La Celestina --que algunos atribuyeron a Juan de Mena-- serían contemporáneos. Sobre la presunción de la cronología flota el presentimiento de que la expresión ojos verdes rasgados debía pertenecer ya al canon de la belleza femenina, como si se tratara de una fórmula lingÜística singular con la que se singulariza el rasgo distintivo de la bella hispana.
El epíteto "rasgados," predicado de ojos de mujer bella, condensa en sí, en castellano, valores muy íntimos, de hecho intraducibles con la debida plenitud a otros idiomas; en inglés suele decirse elongated, oval, almond o almond shaped eyes ("ojos almendrados" es usado en español). Los ojos rasgados de la bella hispana son ojos que a su vez rasgan al hombre que los mira; rasgados tiene una doble función, de atributo descriptivo de ojos y de participio con forma pasiva y significación activa, al estilo de los empleados en el Medievo español; hoy decimos aburrido, divertido, entretenido, entrometido en función activa: que aburre, que divierte, etc. En la poesía de Miguel Hernández leemos: dos cejas tiznadas y cortadas / de tiznar y cortar los corazones, (del poema El rayo que no cesa, cita que me envía el profesor Juan García Gutiérrez, de la Real Academia de Extremadura). Como el gran poeta diríamos, pues, "rasgados de rasgar" las entretelas del alma, como si dijéramos. El efecto emocional, sexual que produce en el hombre, es semejante al atractivo, con mezcla de temblor y desasosiego, de otros atributos femeninos, como los senos y el desnudo.

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7. Abundando en lo dicho en la nota anterior, merece la pena recordar, por la calidad del autor, que William Shakespeare, contemporáneo de Cervantes, en A Midsummer Night′s Dream, nos presenta a Tisbe exortando a todos los amantes a llorar por Píramo "cuyos ojos eran tan verdes como puerros" Lovers, moan and weep. / His eyes were as green as leeks. "As green as leeks" se convertiría más tarde en frase proverbial.

Dicho sea de paso, es improcedente aducir para estos conceptos castellanos de ojos verdes rasgados las traducciones de autores extranjeros. El muy citado Mabbe, en el siglo XVII, se mostraba aturdido ante ojos verdes, rasgados de Melibea; en una cultura en la que verde connotaba envidia y su prototipo era el verdor del puerro, . no atrevería a la traducción literal. y se decidió por decir Her eyes are quick, clear and full; (quick eyes es literalmente visión aguda, lo que, en términos más modernos, diríamos visión 20/20. La cultura cambiaría entre ingleses con el paso de los años, de manera de manera que otro traductor, J. M. Cohen, dice abiertamente her eyes are large and green La Celestina or The Spanish Bawsw. New York, 1966).

Hoy día los ojos verdes son altamente valorados. En un reciente artículo, ′Interesting Facts About Green Eyes" leemos algo de interés para nuestro caso:

"The proverb in English associating human vice jealousy with the color green is very old. But, the mentioning of this color in Shakespeare′s Merchant of Venice work through the phrases “ &dquo;Green-eyed jealousy” and “ &dquo;green-eyed monster” has immortalized the place of this eye color in literature. Surveys and Polls – North America′s most stylish speed dating service, Fastlife, carried out a survey in April 2007. The effort was intended to know the biggest turn-ons and turn-offs in single people. Most then 1000 men and women were part of this study. Eyes were agreed upon by both the genders as the most important feature in the face to look for in the potential partner and men preferred women with green-eyes more."

En Portugal, otro gran contemporáneo de ambos, Cervantes y Shakespeare, el gran poeta portugués Luis Vaz de Camões, recoge el estribillo de una vieja cantiga, Sois fermosa e tudo tendes, / senao que tendes os olhos verdes;" El poeta construye con él su rima "LOUVANDO E DESLOUVANDO DUMA DAMA." Al parecer el poeta abrigaba ciertas reservas sobre la beldad de los olhos verdes que, irónicamente, siglos atrás habían vuelto loco, como hemos visto, a su compatriota João García de Guilhade. En fin, como reza el antiguo refrán, De gustibus and coloribus non est disputandum o, en inglés, Beauty is in the eye of the beholder.

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8. En una nota aclara el poeta que los españoles tenían razón en considerar bello ese color de los ojos: "The Spaniards, with good reason, consider this colour of the eye as beautiful, and celebrate it in a song; as, for example, in the well-known Villancico:

¡Ay, ojuelos verdes!
¡Ay, los mis ojuelos!
¡Ay, hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!"
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9. Remito al lector a mi estudio extenso de este rasgo: El cabello de Melibea (Medusa). Entre la petrificación y emborricamiento. Havelock Ellis recoge esta cita de Allan de Lille (s. XII): “ &dquo;Her hair was divided into a double tress ... which was long enough to kiss the ground; the parting, white as the lily and obliquely traced, separated the hair, and this want of symmetry, far from hurting her face, was one of the elements of her beauty. A golden comb maintained that abundant hair whose brilliance rivaled it, so that the fascinated eye could scarce distinguish the gold of the hair from the gold of the comb".

El Marqués de Santillana contribuyó al canon de la belleza en sus "Sonetos fechos al italico modo" y "Serranillas"

Non es el rayo del Febo luciente,
nin los filos de Arabia más fermosos
que los vuestros cabellos luminosos,
nin gemma de topaza tan fulgente.
("Soneto" IX)

Dos serranas he trovado
a pié de áspera montaña,
segund es su gesto e maña
non vezadas de ganado.

De espinas trahen los velos
e de oro las crespinas,
senbradas de perlas finas,
que le aprietan sus cabellos;
e las trufas bien posadas,
a más, de oro arracadas,
rruvios, largos cabellos
segund doncellas d′estado.

Fruentes claras e luzientes,
las çejas en arco alçadas,
las narizes afiladas,
chica boca e blancos dientes,
ojos prietos e rientes,
las mexillas como rosas,
gargantas maravillosas,
altas, lindas al mi grado.

Carnoso, blanco e liso
cada cual en los sus pechos,
porque Dios todos sus fechos
dexó quando fer las quiso;
dos pumas [pomas] de paraíso
las sus tetas ygualadas,
en la su çinta delgadas
con aseo adonado.

Blancas manos e pulidas,
e los dedos no espigados,
a las juntas no afeados,
uñas de argent guarnidas,
rrubíes e margaridas,
çafires e diamantes,
axorcas ricas, sonantes,
todas de oro labrado.

Ropas trahen a sus guisas
todas fendidas por rrayas,
do les paresçen sus sayas
forradas en peñas grisas;
sus ropas bien asentadas,
de azeytuní quartonadas,
de filo de oro brocado.

Yo las vi, si Dios me vala,
posadas en sus tapetes,
en sus faldas los blanchetes,
que demuestran mayor gala.
Los finojos he fincado,
segund es acostumbrado
a dueñas de grand altura:
ellas por la su mesura
en los pies m′an levantado.
("Canción que fizo el Marqués de Santillana a sus fijas loando la su fermosura")

Para información adicional y documentos puede consultarse, en Internet, entre otros, "El canon de belleza femenina en tiempos de la Celestina a través de textos de la época," de Alvaro Llosa Sanz, Universidad de Szeged (Hungría).

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10. Sobre la forma "rasgados", informa Havelock Ellis que el canon turco destacaba los ojos negros, estrechos y alargados: "the narrow, elongated eye of Turkish beauties;" el árabe, los ojos almendrados: "The eyes of the Arab beauty are intensely black, large, and long, of the form of an almond."

En el informe de Havelock Ellis no se menciona el color verde. Los autores franceses hablan de ojos vairs : "eyes, bright and well cut, seemed to me vairs and full of caresses." En otras dos ocasiones cita vairs y lo traduce como grises, "her eyes were gray ( vairs ) and smiling". Algunos traductores encuentran dificultades en su traducción, tal vez porque lo consideran participio de "rasgar," cuya traducción literal es difícil de aplicar a los ojos. A. Germond de Lavigne, en su versión de La Celestina traduce rasgados como bien fendus, calificativo que es frecuente aplicado a ojos.

No cabe duda que la imagen de los ojos Melibea es la de una bella de nuestros días. Son ojos bellísimos, que tantas mujeres tratan de imitar con un maquillaje que da a sus ojos una sensación de alargados o almendrados. Hoy "rasgar los ojos," "rasgado de ojos" se consigue mediante una cantopexia, practicado en la cirugía plástica, estética.

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11. El canon persa, dice Havelock Ellis, prefiere pestañas oscuras que como flechas salen del arco de las cejas: "The eyelashes also must be dark, and like arrows from the bow of the eyebrows".

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12. The cheeks must be white, tinged with red; if the red was absent by nature women used rouge.

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13. En general, menciona Havelock Ellis, los escritores de la Edad Media se distinguen por su modestia; raramente mencionan las partes inferiores del cuerpo y muchos poetas ni mencionan los pechos: "The lower parts of the body are very seldom mentioned, and many poets are even too modest to mention the breasts". Es curioso que entre éstos se encuentre Juan Ruiz, quien no se caracteriza precisamente por esa virtud.

La comparación de los pechos con la fruta en muy socorrida. En el Cantar de los Cantares (7:8) los pechos son "racimos de vid." El Marqués de Santillina habla de los pechos de sus hijas como de dos pomas del paraíso terrenal, simétricas ("dos pumas [pomas] de paraíso / las sus tetas ygualadas").
Juan del Encina prefería: "las tetas tiestas [tiesas] y agudas."

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14. Como he defendido en otros contextos, el autor del Acto Primero de La Celestina es muy ducho en el arte de la insinuación, en el empleo de un lenguaje eufemístico "cuyo seso es sexo." Tenemos aquí en "despereza" un ejemplo modélico. Cualquier hombre al mirar los pechos de Melibea se desperezaría, se estiraría, pasaría de un estado de entumecimiento a uno de tiesura, de erección. No necesitaba Calisto más explicación. La modestia del medieval quedaba a salvo; el autor al tiempo que la mantenía, exhibía su acumen literario.

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15. "qual ella le escogió para sí" debe referirse al arte de dar retoques cosméticos apropiados a su rostro para embellecerse --v.Nota 12, "women used rouge"--, es decir, lo que a partir del siglo XIX se llamaría maquillarse. Así pues el texto español se corresponde con el de A. Shultz y otros muchos autores, de todas la épocas.

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15a.

Juicio de Paris

Tres modelos del siglo XX con rasgos que comparten con nuestra Melibea del siglo XV:













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"Romance sonámbulo" (Romacero gitano) himno triunfal a un universo lorquiano todo de verde

 

Verde que te quiero verde.    

Green, how I want you green.

Verde viento. Verdes ramas.

Green wind. Green branches.

El barco sobre la mar

The ship out on the sea

y el caballo en la montaña.

and the horse on the mountain.

Con la sombra en la cintura

With the shade around her waist

ella sueña en su baranda,

she dreams on her balcony,

verde carne, pelo verde,

green flesh, her hair green,

con ojos de fría plata.

with eyes of cold silver.

Verde que te quiero verde.

Green, how I want you green.

Bajo la luna gitana,

Under the gypsy moon,

las cosas le están mirando

all things are watching her

y ella no puede mirarlas.

and she cannot see them.


*


*

Verde que te quiero verde.

Green, how I want you green.

Grandes estrellas de escarcha,

Big hoarfrost stars

vienen con el pez de sombra

come with the fish of shadow

que abre el camino del alba.

that opens the road of dawn.

La higuera frota su viento

The fig tree rubs its wind

con la lija de sus ramas,

with the sandpaper of its branches,

y el monte, gato garduño,

and the forest, cunning cat,

eriza sus pitas agrias.

bristles its brittle fibers.

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?

But who will come? And from where?

Ella sigue en su baranda,

She is still on her balcony

verde carne, pelo verde,

green flesh, her hair green,

soñando en la mar amarga.

dreaming in the bitter sea.


*


*

Compadre, quiero cambiar

—My friend, I want to trade

mi caballo por su casa,

my horse for her house,

mi montura por su espejo,

my saddle for her mirror,

mi cuchillo por su manta.

my knife for her blanket.

Compadre, vengo sangrando,

My friend, I come bleeding

desde los montes de Cabra.

from the gates of Cabra.

Si yo pudiera, mocito,

—If it were possible, my boy,

ese trato se cerraba.

I’d help you fix that trade.

Pero yo ya no soy yo,

But now I am not I,

ni mi casa es ya mi casa.

nor is my house now my house.

Compadre, quiero morir

—My friend, I want to die

decentemente en mi cama.

decently in my bed.

De acero, si puede ser,

Of iron, if that’s possible,

con las sábanas de holanda.

with blankets of fine chambray.

¿No ves la herida que tengo

Don’t you see the wound I have

desde el pecho a la garganta?

from my chest up to my throat?

Trescientas rosas morenas

—Your white shirt has grown

lleva tu pechera blanca.

thirsty dark brown roses.

Tu sangre rezuma y huele

Your blood oozes and flees a

alrededor de tu faja.

round the corners of your sash.

Pero yo ya no soy yo,

But now I am not I,

ni mi casa es ya mi casa.

nor is my house now my house.

Dejadme subir al menos

—Let me climb up, at least,

hasta las altas barandas,

up to the high balconies;

dejadme subir, dejadme,

Let me climb up! Let me,

hasta las verdes barandas.

up to the green balconies.

Barandales de la luna

Railings of the moon

por donde retumba el agua.

through which the water rumbles.


*


*

Ya suben los dos compadres

Now the two friends climb up,

hacia las altas barandas.

up to the high balconies.

Dejando un rastro de sangre.

Leaving a trail of blood.

Dejando un rastro de lágrimas.

Leaving a trail of teardrops.

Temblaban en los tejados

Tin bell vines

farolillos de hojalata.

were trembling on the roofs.

Mil panderos de cristal,

A thousand crystal tambourines

herían la madrugada.

struck at the dawn light.


*


*

Verde que te quiero verde,

Green, how I want you green,

verde viento, verdes ramas.

green wind, green branches.

Los dos compadres subieron.

The two friends climbed up.

El largo viento, dejaba

The stiff wind left

en la boca un raro gusto

in their mouths, a strange taste

de hiel, de menta y de albahaca.

of bile, of mint, and of basil

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?

My friend, where is she—tell me—

¿Dónde está mi niña amarga?

where is your bitter girl?

¡Cuántas veces te esperó!

How many times she waited for you!

¡Cuántas veces te esperara,

How many times would she wait for you,

cara fresca, negro pelo,

cool face, black hair,

en esta verde baranda!

on this green balcony!


*


*

Sobre el rostro del aljibe

Over the mouth of the cistern

se mecía la gitana.

the gypsy girl was swinging,

Verde carne, pelo verde,

green flesh, her hair green,

con ojos de fría plata.

with eyes of cold silver.

Un carámbano de luna

An icicle of moon

la sostiene sobre el agua.

holds her up above the water.

La noche su puso íntima

The night became intimate

como una pequeña plaza.

like a little plaza.

Guardias civiles borrachos,

Drunken “Guardias Civiles”

en la puerta golpeaban.

were pounding on the door.

Verde que te quiero verde.

Green, how I want you green.

Verde viento. Verdes ramas.

Green wind. Green branches.

El barco sobre la mar.

The ship out on the sea.

Y el caballo en la montaña.

And the horse on the mountain

 

 

 

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Miguel Garci-Gomez
Professor Emeritus
Duke University
Durham, North Carolina (USA)
Julio 2012.

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Los ojos verdes de Melibea. Su retrato en el marco europeo


Los ojos verdes rasgados de Melibea.

Su retrato en el marco europeo (N)


Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
García Lorca. (Romancero Gitano)

verdes los tienen las Náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las huríes del Profeta
.
Bécquer. ("Porque son, niña, tus ojos")
 

Dos obras magistrales del Medievo español nos detallan un canon de belleza bastante completo de la mujer: el Libro de buen Amor del Arcipreste de Hita, siglo XIV, y La Celestina, siglo XV. Mientras en aquella el canon parece atenerse, en la descripción de los ojos --Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes-- a los modelos de tradición latina, clásica y medieval, en ésta se introduce dos elemento novedosos, verdes, rasgados con que describe Calisto los ojos de Melibea. Vamos a repasar aquí la ascendencia y trascendencia de los ojos verdes. (2)

Si hemos de creer a Bécquer --y los poetas no mienten--, habremos de incluir a Melibea entre los seres celestiales con quienes comparte el color verde de sus ojos. En la preciosa Rima, arriba citada, los ojos verdes son propios de las Náyades, las ninfas protectoras de la naturaleza verde y fértil, bosques, prados y ríos; son propios de las Huríes, seres celestiales, doncellas eternamente jóvenes y vírgenes, prometidas en el Corán a los buenos tras su muerte.

Y ¿qué de verdes los tuvo Minerva?

Cuenta la leyenda que en tiempos muy remotos Atenea (Minerva entre los latinos) compitió con Poseidón para ver quién de los dos lograba granjearse el mayor afecto entre los griegos. Poseidón les ofreció en don el caballo, y Atenea, el olivo. Ganó Atenea, que fue inmortalizada dándole el nombre a la gran ciudad de Atenas. Se la solía representar con una lechuza, para significar su sabiduría en eterna vigilancia, día y noche. Era la diosa conocida por muchos epítetos, destacándose entre los escogidos por Homero, glaukopis, que suele traducirse como de ojos glaucos o grises, de un verde claro, lucientes; entre traductores al español, ojos verdes y ojos de lechuza. (3) Glauco se define en el Diccionario de la Real Academia como verde claro. El color verde es el color de la primavera, de la esperanza, del siempre verde claro olivo, donado por Minerva.(4)

Los ojos verdes son relativamente raros entre las poblaciones, son ojos verdaderamente exóticos, y por ello bellísimos, inolvidables para aquellos que hayan tenido la suerte de cruzar con ellos la mirada. Algunas estadísticas dicen que este tipo de ojos se da sólo en el 2% de la población mundial. La niña de Bécquer quien, como niña, preferiría ser como las demás, creía que sus ojos "diferentes" la afeaban.

El verdor de los ojos, por otro lado, es difícil de determinar. El hecho de que glaukopis de Homero haya ocasionado entre los traductores divergencias de interpretación se debía a parecerles duro el calificar como verdes (en sentido literal) los ojos de la diosa. Verdes suelen llamarse los ojos de algunos felinos y aves rapaces. Los ojos de los humanos son más propiamente negros, castaños (marrones) o azules, incluso grises, pero ¿verdes?

Predicado de humanos, el color que algunos poetas y novelistas atribuyen a los ojos de las damas de su admiración indica más que un color en sentido literal, un atributo ya altamente valorado, un valoración, un alto aprecio, como cuando Dante asocia las miradas de Beatrice con las esmeraldas, donde el verdor e sí palidece frente el brillo de la piedra preciosa. Hay culturas, como la anglosajona y algunas de las nórdicas, donde verde es el color del vicio de la envidia; en éstas el atributo ojos verdes ha de resultar menos espontáneo y apreciado, naturalmente, que en otras en las que verde es color litúrgico, es el color de la virtud de la esperanza, de la primavera, de la fertilidad. Es el caso de la cultura española.

¿Por qué dijo Bécquer ser verde el color de los ojos de las Náyades, Huríes, y Minerva, la reina de los dioses? Porque en la tradición de la cutura, y de ahí la literatura española, había quedado establecido, emblematizado, que esos ojos eran ojos excepcionales, bellísimos, ojos míticos, divinos. Veamos.

Nuestro texto

SEMP. CAL. __ Los ojos verdes, rasgados; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labrios colorados y grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿ Quién te la podría figurar ? ¡ Que se despereza el hombre quando las mira ! La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue; la color mezclada, qual ella la escogió para sí.


Mi tarea de documentar los primeros ejemplos de "verde" como el color de los ojos de una mujer me llevó a una cantiga de mediados del siglo XIII, del trovador portugués João Garcia de Guilhade que dice así:

Amigos, non poss′eu negar
a gran coita que d′amor ei,
ca me vejo sandeu andar,
e con sandece o direi:
Os olhos verdes que eu vi
me fazen ora andar assi.

Podría datarse de la misma época --mientras no se demuestre lo contrario-- el texto de mayor interés, sin duda, para nuestro propósito, hallado en un viejo romance, "Requiebros a una hermosa con ojuelos verdes." En él los ojos verdes adquieren el esplendor literario de la personificación, lo cual nos revela una valoración y aprecio ya establecidos en el pueblo y ese toque de cariño que acompañaría a esos ojos en la literatura española al través de los siglos.

¡Ay, ojuelos verdes!
¡Ay, los mis ojuelos!
¡Ay, hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!,(5)

Los ojos verdes estaban arraigados en la psique española como exponentes de la hermosura de quien los poseía. El verde dotaba a la descripción de los ojos de colores retóricos, sentimientos, afectos, atractivo, emotividad, en una palabra, poesía. Hasta el punto, diríamos, que de tener que traducir el glaukopis de Homero al español hoy día, ningún autor hesitaría en decir, con Bécquer y Rubén Darío, Atenea, la de ojos verdes. Era el mayor requiebro que estos poetas podían dirigir a la reina de los dioses, pues en su literatura era ése el color con el que los más distinguidos escritores habían engalanado los ojos de sus más hermosas damas.

Verdes , así, a secas, sin necesidad de abrillantamiento, brotó en nuestra poesía con connotaciones de ternura; son unos ojos emotivos, más sentidos, más íntimos y humanos, y más fogosos y atractivos, diría yo, que las miradas de Beatrice, las que Dante ponía entre las esmeraldas :

Disser: " Fa che le viste non risparmi;
posto t′avem dinanzi a li smeraldi
ond′Amor gia` ti trasse le sue armi ",

     Purgatorio, Canto XXXI
Me dijeron: «No ahorres tus miradas;
ante las esmeraldas te hemos puesto
desde donde el Amor lanzó sus flechas.»

En la época conocida como Prerrenacimiento, época de La Celestina, se cultivaron las llamadas Serranillas, en muchas de las cuales se describen rasgos femeninos. A veces las serranas son de clase elevada, disfrazadas de pastoras, como en las que el Marqués de Santillana dedica a sus hijas (volveremos a éstas más adelante). Pues bien, el poeta Carvajales escribió una serranilla, en línea con las del Marqués, su contemporáneo, dedicada a una pastora de las cercanías de Roma, que tenía los ojos verdes et rasgados:

     ACERCA ROMA

... vi pastora muy lozana
que el ganado recogía.
Cabellos rubios pintados,
los beços gordos bermeios,
los oios verdes et rasgados,
dientes blancos et pareios.

Guirlanda traya de rama;
cantando alegre venía,
et si bien era villana,
fijadalgo parescia.
(6)

De todos, el más celebrado ejemplo, el de mayor trascendencia es, por razones obvias, el de los ojos verdes de Melibea. En la literatura española, seguida más tarde de todas las literaturas hispánicas, aparecerían de vez en cuando, en las más hermosas damas --incluso algunos caballeros-- ojos verdes que miramos y nos miran desde poemas, novelas y canciones de alta calidad artística, de gran contenido emocional y gran favor popular.

En el Siglo de Oro, tres grandes de nuestra literatura recogen para la perpetuidad la tradición española de los ojos verdes. Don Quijote se imaginaba a su Dulcinea con unos ojos tan bellos como los de Melibea y Beatrice juntas:

a lo que yo creo, los [ojos] de Dulcinea deben ser de verdes esmeraldas, rasgados, con dos celestiales arcos que les sirven de cejas (DQ, I, 11).(7)

Y es también Cervantes quien en El celoso extremeño recalca la fórmula, ya hecha canónica:

¡Ay, qué ojos tan grandes y tan rasgados! Y, por el siglo de mi madre, que son verdes; que no parecen sino que son de esmeraldas!

Nos cuentan los biógrafos de Lope de Vega que, corto tiempo después de haberse ordenado sacerdote, se enamoró locamente de Marta Nevares, mujer bellisima de ojos verdes; en su "Egloga a Amarilis," como él llama a Marta, la evoca con ternura tras su muerte:

Cuando yo vi mis luces eclipsarse,
cuando yo vi mi sol oscurecerse
mis verdes esmeraldas enlutarse
y mis puras estrellas esconderse,
...
así en mis verdes ojos eclipsada
Dentro la luz, que Fabia le despoja ...

Los ojos, "mis verdes esmeraldas," "mis verdes ojos," personifican a su amada, a semejanza de los ojuelos del viejo romance, que el mismo autor rememora en La Dorotea:

Madre, unos ojuelos vi,
verdes, alegres y bellos.
y ellos se burlan de mí!
Las dos niñas de sus cielos...

Francisco de Quevedo pone en boca de Pablo esta descripción de la niña más linda que jamás había visto:

no he visto desde que Dios me crio tan linda cosa como aquella en quien yo tenía asestado el matrimonio: blanca, rubia, colorada, boca pequeña, dientes menudos y espesos, buena nariz, ojos rasgados y verdes ( El Buscón, I, VII).

Desde que Homero llamó a Atenea glaukopis, la de ojos glaucos, de un verde claro, esos ojos adquirieron entre los escritores un tono de inefabilidad, "color imposible" lo llamó Bécquer en su leyenda. Para Calisto era un color divino; Melibea era su dios; "por Dios la creo, por Dios la confieso y no creo que ay otro soberano en el cielo," declaró. Pues bien, Cristóbal Lozano y Sánchez, 1609-1667, autor de historias sagradas, atribuye ojos verdes a la Madre de Dios y muestra su aprecio por el color por ser el del perenne olivo y la "primavera deleitosa:"

Ojos verdes tenía la Madre de Dios, que así los pintó San Lucas en un retrato que hoy se guarda en Roma, porque son símbolo de esperanza y misericordia, y por eso comparados a la oliva, que siempre está verde y nunca se marchita, porque el socorro de aquellos ojos nunca se agosta para los fieles. Así son, Lucía, vuestros ojos verdes, y semejantes a la oliva, pues vemos que nunca se han marchitado en la Iglesia, sino que en todo tiempo son la primavera deleitosa. (De su obra El Grande Hijo de David mas perseguido: Jesu-Christo Nuestro Señor ).

En Estados Unidos, el siglo XIX, el del Romanticismo, el del entusiasmo y la revitalización de lo medieval, dos escritores, poetas, sucumbieron al hechizo de los ojuelos verdes. William Cullen Bryant, (1794-1878), hizo una traducción de El Romancero, donde recoge el villancico Ojuelos verdes completo. En una nota al verso "These eyes shall not recall thee," de su traducción de El Alcayde de Molina, hace una observación crítica, muy perspicaz, sobre la excepcionalidad y hermosura que se atribuía en España desde muy antiguo, a los ojos verdes , hasta el punto que la amada se identifica con ellos y a ellos, personificados, se dirige el amante: "The Spanish poets early adopted the practice of calling a lady by the name of the most expressive feature of her countenance, her eyes. The lover styled his mistress "ojos bellos," beautiful eyes; "ojos serenos," serene eyes. Green eyes seem to have been anciently thought a great beauty in Spain, and there is a very pretty ballad by an absent lover, in which he addressed his lady by the title of "green eyes;" supplicating that he may remain in her remembrance:

¡Ay, ojuelos verdes!
¡Ay, los mis ojuelos!
¡Ay, hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!"

Por los mismos años, el celebrado poeta Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), quien en sus viajes por España se familiarizó con Andalucía, prestó tributo a los ojos verdes de una gaditana y aprovechó para ubicarlos en la tradición de los ojuelos del villancico y de Lope de Vega:

Victorian._ How is that young and green-eyed Gaditana
That you both wot of [conociste]?

Don Carlos._ Ay, soft emerald eyes!"
Victorian._ A pretty girl: and in her tender eyes,
Just that soft shade of green we sometimes see
In evening skies."
( Longfellow, The Spanish Student , Act II. Sc. 3.) (8)

Muchos de nuestros novelistas del XIX, de gran talla, embellecen con ojos verdes a sus mujeres para acentuar su hermosura (a sus hombres o animales para resaltar otros atributos como su ira o fiereza). Entre aquellos se encuentra Benito Pérez Galdós:

aquella María, de ojos verdes y perfil helénico, Venus extraída de las ruinas de Grecia, soberana escultura viva ( La de Bringas, Cap. VII).

El hechizo de Amarilis sobre Lope de Vega se reencarnaría, en círculos eclesiástico, en la Pepita Jiménez de Juan Valera. Con su singular belleza, ojos verdes ... rasgados cautivó ésta al joven, tímido, seminarista:

Apenas si se atreve a decir a Pepita «buenos ojos tienes»; en verdad que si lo dijese no mentiría, porque los tiene grandes, verdes como los de Circe, hermosos y rasgados ( Pepita Jiménez , Cap. I).

En el Nuevo Mundo de habla hispana, Rubén Darío sabe traducir sin remilgos, como su contemporáneo Bécquer en España, el glaukopis de Homero:

Fija en mí, me inundaban de felicidad sus ojos de Minerva, ojos verdes, ojos que deben siempre gustar a los poetas (Azul, "Palomas blancas y garzas morenas").

Hay casos en que los ojos verdes se atribuyen a hombres, elogiándolos, como en el caso del cubano José Martí al hablar de Hidalgo:

Le veían lucir mucho de cuando en cuando los ojos verdes ( La edad de oro ).

Asimismo Federico García Lorca, el único, el incomparable, el gran tesorero de la cultura del pueblo poetizada, pone en boca de María esta descripción de su marido donde los ojos quedan absorbidos por la metáfora:

YERMA._ ¿Te quiere mucho?
MARÍA._No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan
como dos hojas verdes (Yerma , Acto I)
En realidad, cualquier ejemplo literario palidece al lado del himno triunfal al verde, "Verde que te quiero verde," citado al comienzo de este artículo y ofrecido aquí completo en edición bilingüe

Y para acentuar el orientalismo y magia de los ojos verdes, Azorín, en uno de sus cuentos, se los atribuye al Rey Gaspar:

El rey Gaspar ha depositado ya su regalo. Sus ojos verdes --no os he dicho antes que eran verdes-- brillan fosforescentes. ("Lo que lleva el rey Gaspar" Blanco y negro).

No falta la presencia de los ojos verdes en dos insignes escritores del boom latinoamericano. Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, se muestra embelesado ante una niña:

Remedios, de apenas nueve años, una preciosa niña can piel de lirio y ojos verdes.
En La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes hace esta descripción del moribundo Lorenzo, hijo de Artemio Cruz:
ya tu rostro sobre la tierra con tus ojos verdes y abiertos, y un sueño a medias, entre el sol y la noche.
* * * * *

Pasando al folclore, el fenómeno de mayor colorido en el siglo XX es la difusión de los ojos verdes a través de la canción popular, en la que se resalta la magia de esos ojos, que llegan a fascinar al amante. La de mayor éxito fue la copla de colaboración del famoso trío Valverde-Leon-Quiroga, es decir, el argentino Salvador Valverde y los sevillanos Rafael de León (escritores) y el Maestro Manuel López Quiroga (pianista y compositor). La copla está saturada de andalucismo, siendo creencia de muchos que es en Andalucía donde los ojos verdes son menos raros, fenómeno debido a la invasión y prolongado dominio de los árabes. La letra de la copla no carece de valor literario. Sus ojos verdes están lejos de ser las esmeraldas de Beatrice, para llenarse del verdor natural, auténtico, el de la albahaca, del trigo verde y del verde limón --recuérdense tan verdes como puerros de Shakespeare y las dos hojas verdes que decía Lorca--. En ella no nos hablan de doncellas sus locos enamorados. Lo hace una prostituta, en un arrebato de pasión por un hombre, con porte de señorito andaluz, una noche de mayo. La copla es un himno jubiloso, ardiente, a los ojos verdes , repetido una, y otra, y otra vez, a un amor loco, lleno de candela (fuego intenso) y con brillo de faca (que se clavan hiriendo), en un ambiente de nocturnidad. Su éxito, primero en las voces de Conchita Piquer y Miguel de Molina, fue verdaderamente rotundo, sensacional, que traspasó fronteras; más tarde seria propagado por las grandes tonadilleras Rocío Jurado e Isabel Pantoja, sin contar los numerosísimos otros, animadoras e intérpretes diversos, entre quienes no está ausente el máximo tenor Plácido Domingo pueden escucharse hoy en YouTube). Dice así:

Apoyá en el quicio de la mancebía,
miraba encenderse la noche de mayo,
pasaban los hombres y yo sonreía,
hasta que en mi puerta paraste el caballo.
¡Serrana! ¿me das candela?
Y yo te dije: ¡Gaché!,
ven y tómame mis labios
y yo fuego te daré.
Dejaste el caballo
y lumbre te di,
y fueron dos verdes
luceros de mayo

tus ojos pa′ mí.
Ojos verdes,
verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde,
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes,
con brillo de faca,
que se han clavaíto
en mi corazón.
Para mí no hay soles,
luceros ni luna...
sólo hay unos ojos
que mi vida son.
Ojos verdes, ...

Al tipismo de esta copla, su arrebatado fuego, le siguió un bolero de cariz sereno y dulce en Aquellos ojos verdes de los cubanos Adolfo Utrera, escritor, y Nilo Menéndez, compositor; es amor de enamorados, de caricias y dulzuras, con reflejos de quietas aguas:

Aquellos ojos verdes,
de mirada serena,
dejaron en mi alma
eterna sed de amar,
anhelos de caricias,
de besos y ternuras,
de todas las dulzuras
que sabían brindar.
Aquellos ojos verdes,
serenos como un lago,
en cuyas quietas aguas
un día me miré,
no saben las tristezas
que en mi alma han dejado
aquellos ojos verdes
que ya nunca olvidaré.

Valga recordar, por último y para destacar la extensión hispánica del tópico, el corrido mejicano, Aquellos ojitos verdes, muy alegre y festivo. Así pues el ciclo que se abrió con el villancico español, medieval, ¡ Ay, ojuelos verdes... , lo cierro aquí con un corrido mejicano, moderno, ¡ Ay, ojitos verdes ...

Ay, ay, ay, ay!...
Dónde andarán
esos ojitos que me hicieron
suspirar.

¡ Ay, ay, ay, ay!...
Dónde andarán
esos ojitos que no los puedo
olvidar.

He querido probar, con base en testimonios de autoridades literarias, la singularidad del atributo ojos verdes como elemento primordial de la hermosura de Melibea, nacido en el pueblo y legado en herencia a las generaciones venideras. Dentro del número considerable de citas, se ve claro que son ojos excepcionales; ojos que no se prodigan o, como dicen los portugueses, Olhos verdes, em poucos os veredes.. Quizás podríamos aventurar que, en línea con el porcentaje entre la población mundial, no sobrepasan el 2% entre la población literaria española.

Abrimos los ojos verdes con la "Rima XII" de Bécquer; cerrémoslos con su Leyenda que tan líricamente epitoma los sentimientos de misterio que a Fernando hacían soñar y a Iñigo, el montero, asustaban o rasgaban:
Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto... sí; porque los ojos de aquella mujer eran los que yo tenía clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos...
      -¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un salto en su asiento.

* * * * *

Los otros rasgos que siguen en la descripción de Melibea coinciden con el canon medieval europeo de la belleza según la documentación de algunos estudiosos de esta materia. He consultado para este estudio la obra de Havelock Ellis, Studies in the Psychology of Sex, en el que dedica el Capítulo Primero del Libro Cuarto, a exponer el concepto de belleza, principalmete de la mujer, en diversas culturas. Por cierto esta obra, dicho sea de paso, es paupérrima en lo que respecta al retrato femenino en la literatura española. Hay una sección curiosísima, de sumo interés para este estudio comparativo, en la que el autor expone y comenta el aprecio de la perfecta hermosura del cuerpo humano en la Alemania de los siglos XII y XIII. Su fuente es el estudio de A. Schultz, Quid de Perfecta Corporis Humani Pulchritudine Germani Soeculi XII et XIII Senserint , 1866. Voy a enumerar sucintamente en textos paralelos los diversos rasgos del retrato de Melibea y de la bella del Libro de Buen Amor, seguido, en inglés, del de las alemanas según A. Shultz, en aquellos casos en que se parecen.

RETRATO DE MELIBEA

LAS BELLAS DE JUAN RUIZ Y A. SHULTZ
CALISTO.- Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos.

cabellos amarillo no teñidos de alheña

Her hair must be fair, like gold;

Su longura hasta el postrero asiento de sus pies, después crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras.(9) [hair] long, bright, and curly;
Los ojos verdes, rasgados;(10) Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes

The eyes must be bright, clear, and sparkling, not too large or too small;

las pestañas luengas con largas pestañas, bien claras y rientes;

A. Shultz no menciona las pestañas(11) .

las cejas delgadas y alçadas; las cejas apartadas, largas, altas, en peña;

The eyebrows must be darker than the hair, arched, and not too broad,

la nariz mediana; La nariz afilada

The nose must be of medium size, straight, and not curved.

la boca pequeña; La su boca pequeña,

The mouth must be small;

los dientes menudos y blancos; los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,

The teeth must be small, white, and even.

los labrios colorados y grosezuelos; los labios de su boca bermejos, angostillos.

the lips full and red.

el torno del rostro poco más luengo que redondo; A Shultz no menciona la forma de la cara, sólo el color de las mejillas(12) .
el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas ¿ Quién te la podría figurar? the breasts high and rounded, like apples or pears, small and soft.(13)
¡Que se despereza el hombre quando las mira!(14)

La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue; la color mezclada, qual ella la escogió para sí.(15) su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa

The cheeks must be white, tinged with red; if the red was absent by nature women used rouge.

The color of the skin generally must be clear and of a tempered rosiness.

Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; the hands and fingers long;
las vñas en ellos largas y coloradas, que parescen rubíes entre perlas. the nails white and bright and well cared for.
Aquella proporción, que veer yo no pude, no sin duda, por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor que la que Paris juzgó entre las tres Deesas. (15a) conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

the regular curve of her flanks, justly proportioned, completed her beauty

* * * * *






N O T A S

N. Aclaración: Este trabajo se ha realizado a base de datos conseguidos, pudiéramos decir que en su totalidad, en Internet. Todos, pues, son fácilmente asequibles escribiendo el texto de interés en Google u otro buscador. Desde el ordenador, sin moverse de su asiento, puede cada cual convertirse en un auténtico "ratón de biblioteca", y husmear por segundos o investigar sin prisa y sin limite de horario multitud de bibliotecas virtuales alrededor del mundo.
Por ejemplo, para las literaturas hispánicas e inglesas, puede uno penetrar en cualquier colección y buscar cualquier palabra o frase, por ejemplo, "ojos verdes" o "green eyes," en mi Biblioteca de bibliotecas de Cibertextos En realidad puede extenderse la búsqueda de palabras o frases a cualquier colección dugital non la siguiente fórmula: "ojos verdes" site:people.duke.edu/~garci/cibertextos/, o sea, frase, site + nombre de la colección. <¡suerte!)

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1. Bécquer es autor también, entre sus Leyendas , de una muy conocida con el título "Los ojos verdes". El lector puede leer aquí la Rima XII completa.
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hurís del Profeta.
El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve a través de las perlas.

Y sin embargo,
sé que te quejas,
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.

Que parecen sus pupilas
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
a apagar la sed en ella.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.

Que entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
quizás si negros o azules
se tornasen, lo sintieras.

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2. Nicholas Ealy, en un artículo reciente, "Calisto′s Narcissistic Visions: A Reexamination of Melibea′s "Ojos Verdes" in Celestina", declara que la expresión "ojos verdes" no es del todo original en la obra de Rojas: "not entirely original to Rojas′s work." En primer lugar, el texto no es de Rojas sino del Antiguo Autor. No se nos ofrece documentación alguna, directa o indirecta, de ejemplos anteriores. Quiere argumentar que la expresión "ojos verdes" es de importación francesa, apoyándose en Bødtker. Ealy propone: "As the French language evolved during the thirteenth century though, the plural form of the adjective (vairs [L. varius ]) came to be pronounced identically to verts (green). Vairs and verts , having the same plural form in both speech and orthography, were confused with one another and what were once yeux vairs , "bright, shining eyes," became yeux verts , "green eyes. It is after this linguistic merging that green eyes begin to appear more frequently in French texts, whose influence is evident in the Iberian literature of the same period." O sea, si entiendo lo que dice, vairs en la evolución lingÜística del fracés se fusionó con verts , ergo los españoles empezaron a llamar verdes los ojos que antes habían sido de color gris(vairs). Uno esperaría encontrarse con una pluralidad de ejemplos y fechas de yeux verts y ojos verdes con que establecer tan ambicioso aserto. Sin embargo el único ejemplo que el autor cita de yeux verts bien pudiera servir como prueba en dirección contraria, pues es de Pierre de Ronsard (1524-1585) “ &dquo;yeux verts et beaux” (del mismo autor es tambíén "j′adore une femme aux yeux verts", del poema "Plutôt le bal de tant d′astres divers)." De la literatura española cita un solo un ejemplo adicional, el de Los ojos verdes del titulo de la leyenda de Bécquer. Dejo al arbitrio del lector decidir, si es acertado concluir de los ojos verdes de Melibea que Calisto, que en las primeras líneas del Acto Primero se confiesa inmérito , es en realidad un narcisista.

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3. Según su etimología, glaukopis, griego (γλαυκώπις), es vocablo compuesto de ops , "ojo" y glaukos ("glaukous" en inglés, "glauque" en francés, "glauco" en español) que indica un color lumisoso (gris, verde-azulado, verde marino). Por la caracteristica del brillo que acompaña a glaukos, se cree que derivó glaux (lechuza), por el brillo de sus ojos. El antiguo Universal vocabulario de latín en romance de Alfonso de Palencia define "glaucus" como "color puesto algunas vezes por verde". Don Miguel de Unamuno aludía a "la lechuza que acompaña en el Olimpo a Atena -la de los ojos glaucos, esto es, lechucinos," sin otra sinonimia del color ya definido por los diccionarios (Del sentimuiento trágico de la vida, "Concusión").
Existen en nuestra literatura ricos ejemplos de ojos glaucos, que el curioso lector puede encontrar de manera rápida, buscando en Cibertextos Interactivos.

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4. Entre todas estas asociaciones, valga añadir aquí la de mochuelo (y lechuza) y el olivo en las tradiciones populares. El Diccionario de la lengua castellana, vulgo de autoridades, (1726-1739), propone como etimología de lechuza Lecytusa del nombre griego Lecytus , que significa Aceitera, porque se bebe el aceite de las lámparas" de las iglesias, creencia ésta muy generalizada. Debemos recordar tambíén el refrán español cada mochuelo a su olivo.
El olivo ha alimentado a las comunidades mediterráneas, ofrecido el cobijo de su sombra y las ha alumbrado por miles de años. Se lee en Exodo (27:20) : "Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas para el alumbrado, para que la lámpara arda continuamente."
¿Cuál es el color de los ojos de la lechuza? Se trata de un ave nocturna, misteriosa, agorera. Sus ojos son igualmente misteriosos. Son muy relucientes, parece ser creencia común, por lo que pueden alumbrarse para cazar a sus presas en la oscuridad. Son sus "ojos grandes, brillantes y de iris amarillo," dice el Diccionario de la Real Academia. Otros dicen que de color naranja. En obras de ficción, hay quien habla de ellos como verdes , como Luis Chamizo, el querido poeta extremeño, en "La nacencia:"
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!
(De El miajón de los castúos).

Miguel Delibes, posiblemente inspirado en este pasaje, habla en El camino de Daniel a quien llamaban el Mochuelo por sus ojos verdes grades y redondos.

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5. Existen en las diferentes literaturas la figura denominada sinécdoque, por la que nombramos una parte, en lugar del todo como aquí los ojos verdes, un rasgo prominente que representa la persona total, hasta identificarla en algunos casos en los que el apodo se coviuerte en apellido; recordemos "aquel famoso cosario Barbarroja," ( Don Quijote , I, Cap. 39), ejemplo al que podrían añadirse Barbilampiño, Bocanegra, cejijunto y otros, entre los que abundan los que se refieren a las piernas, paticorto, patilargo, patizambo, patitieso, etc. Algunos a lo largo del tiempo pasarían de apodos a apellidos. Este detalle de la personificación en el villancico fue puesto de relieve por el poeta estadounidense del Romanticismo William Cullen Bryant (volveremos a él más adelante).
Ofrezco al lector el villancico completo:

Romancero castellano:
ó Colección de antiguos romances populares de los españoles


¡Ay ojuelos verdes!
¡Ay los mis ojuelos!
¡Ay hagan los cielos
Que de mí te acuerdes !

El último dia
Quedastes muy tristes,
Y os humidecistes
En ver que partía
Con el agonía
De tantos pesares.
Cuando te acostares,
Y cuando recuerdes,
¡Ay hagan los cielos etc.

Tengo confianza
De mis verdes ojos
Que de mis enojos
Parte les alcanza.
Ojos de esperanza
Y de buen agÜero,
Por quien amo y quiero
Los colores verdes,
¡Ay hagan los cielos etc.

¡Ay Dios, quien supiese
A que parte miras,
Y cuando suspiras,
La canon entendiese,
Y se te sintiese
Un cierto dolor
De que un servidor
Verdadero pierdes!
¡Ay hagan los cielos etc.

Un solo momento
Jamas vivir supe,
Sin que en tí se ocupe
Todo el pensamiento.
Mis ojos, sí miento,
Dios me de el castigo:
Y si verdad digo,
Mis ojuelos verdes,
¡Ay hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!

Partimos del supuesto de que los "Romances," como poesía de tipo tradicional, nos revelan una cultura ya asentada en el pueblo, lo cual podríamos predicar, en lo debido, a las "Cantigas" y a las "Serranillas," ambos géneros de fondo tradicional y forma artísticamente elaborada por poetas. Así pues, presumamos que el romance circulaba ya a finales del siglo XIII. En la Crónica troyana, en un códice gallego del siglo XIV, se describe a un personaje mítico, compañero y amigo de Aquiles, de esta manera: "Patroculos auya muy buen cuerpo, et era luengo et derecho et fermoso et cortes, et era muy sesudo et auya los oios uerdes."

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6. Al parecer este ejemplo precede a la descripción de Calisto, aunque su autor y el desconocido autor de Acto Primero de La Celestina --que algunos atribuyeron a Juan de Mena-- serían contemporáneos. Sobre la presunción de la cronología flota el presentimiento de que la expresión ojos verdes rasgados debía pertenecer ya al canon de la belleza femenina, como si se tratara de una fórmula lingÜística singular con la que se singulariza el rasgo distintivo de la bella hispana.
El epíteto "rasgados," predicado de ojos de mujer bella, condensa en sí, en castellano, valores muy íntimos, de hecho intraducibles con la debida plenitud a otros idiomas; en inglés suele decirse elongated, oval, almond o almond shaped eyes ("ojos almendrados" es usado en español). Los ojos rasgados de la bella hispana son ojos que a su vez rasgan al hombre que los mira; rasgados tiene una doble función, de atributo descriptivo de ojos y de participio con forma pasiva y significación activa, al estilo de los empleados en el Medievo español; hoy decimos aburrido, divertido, entretenido, entrometido en función activa: que aburre, que divierte, etc. En la poesía de Miguel Hernández leemos: dos cejas tiznadas y cortadas / de tiznar y cortar los corazones, (del poema El rayo que no cesa, cita que me envía el profesor Juan García Gutiérrez, de la Real Academia de Extremadura). Como el gran poeta diríamos, pues, "rasgados de rasgar" las entretelas del alma, como si dijéramos. El efecto emocional, sexual que produce en el hombre, es semejante al atractivo, con mezcla de temblor y desasosiego, de otros atributos femeninos, como los senos y el desnudo.

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7. Abundando en lo dicho en la nota anterior, merece la pena recordar, por la calidad del autor, que William Shakespeare, contemporáneo de Cervantes, en A Midsummer Night′s Dream, nos presenta a Tisbe exortando a todos los amantes a llorar por Píramo "cuyos ojos eran tan verdes como puerros" Lovers, moan and weep. / His eyes were as green as leeks. "As green as leeks" se convertiría más tarde en frase proverbial.

Dicho sea de paso, es improcedente aducir para estos conceptos castellanos de ojos verdes rasgados las traducciones de autores extranjeros. El muy citado Mabbe, en el siglo XVII, se mostraba aturdido ante ojos verdes, rasgados de Melibea; en una cultura en la que verde connotaba envidia y su prototipo era el verdor del puerro, . no atrevería a la traducción literal. y se decidió por decir Her eyes are quick, clear and full; (quick eyes es literalmente visión aguda, lo que, en términos más modernos, diríamos visión 20/20. La cultura cambiaría entre ingleses con el paso de los años, de manera de manera que otro traductor, J. M. Cohen, dice abiertamente her eyes are large and green La Celestina or The Spanish Bawsw. New York, 1966).

Hoy día los ojos verdes son altamente valorados. En un reciente artículo, ′Interesting Facts About Green Eyes" leemos algo de interés para nuestro caso:

"The proverb in English associating human vice jealousy with the color green is very old. But, the mentioning of this color in Shakespeare′s Merchant of Venice work through the phrases “ &dquo;Green-eyed jealousy” and “ &dquo;green-eyed monster” has immortalized the place of this eye color in literature. Surveys and Polls – North America′s most stylish speed dating service, Fastlife, carried out a survey in April 2007. The effort was intended to know the biggest turn-ons and turn-offs in single people. Most then 1000 men and women were part of this study. Eyes were agreed upon by both the genders as the most important feature in the face to look for in the potential partner and men preferred women with green-eyes more."

En Portugal, otro gran contemporáneo de ambos, Cervantes y Shakespeare, el gran poeta portugués Luis Vaz de Camões, recoge el estribillo de una vieja cantiga, Sois fermosa e tudo tendes, / senao que tendes os olhos verdes;" El poeta construye con él su rima "LOUVANDO E DESLOUVANDO DUMA DAMA." Al parecer el poeta abrigaba ciertas reservas sobre la beldad de los olhos verdes que, irónicamente, siglos atrás habían vuelto loco, como hemos visto, a su compatriota João García de Guilhade. En fin, como reza el antiguo refrán, De gustibus and coloribus non est disputandum o, en inglés, Beauty is in the eye of the beholder.

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8. En una nota aclara el poeta que los españoles tenían razón en considerar bello ese color de los ojos: "The Spaniards, with good reason, consider this colour of the eye as beautiful, and celebrate it in a song; as, for example, in the well-known Villancico:

¡Ay, ojuelos verdes!
¡Ay, los mis ojuelos!
¡Ay, hagan los cielos
Que de mi te acuerdes!"
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9. Remito al lector a mi estudio extenso de este rasgo: El cabello de Melibea (Medusa). Entre la petrificación y emborricamiento. Havelock Ellis recoge esta cita de Allan de Lille (s. XII): “ &dquo;Her hair was divided into a double tress ... which was long enough to kiss the ground; the parting, white as the lily and obliquely traced, separated the hair, and this want of symmetry, far from hurting her face, was one of the elements of her beauty. A golden comb maintained that abundant hair whose brilliance rivaled it, so that the fascinated eye could scarce distinguish the gold of the hair from the gold of the comb".

El Marqués de Santillana contribuyó al canon de la belleza en sus "Sonetos fechos al italico modo" y "Serranillas"

Non es el rayo del Febo luciente,
nin los filos de Arabia más fermosos
que los vuestros cabellos luminosos,
nin gemma de topaza tan fulgente.
("Soneto" IX)

Dos serranas he trovado
a pié de áspera montaña,
segund es su gesto e maña
non vezadas de ganado.

De espinas trahen los velos
e de oro las crespinas,
senbradas de perlas finas,
que le aprietan sus cabellos;
e las trufas bien posadas,
a más, de oro arracadas,
rruvios, largos cabellos
segund doncellas d′estado.

Fruentes claras e luzientes,
las çejas en arco alçadas,
las narizes afiladas,
chica boca e blancos dientes,
ojos prietos e rientes,
las mexillas como rosas,
gargantas maravillosas,
altas, lindas al mi grado.

Carnoso, blanco e liso
cada cual en los sus pechos,
porque Dios todos sus fechos
dexó quando fer las quiso;
dos pumas [pomas] de paraíso
las sus tetas ygualadas,
en la su çinta delgadas
con aseo adonado.

Blancas manos e pulidas,
e los dedos no espigados,
a las juntas no afeados,
uñas de argent guarnidas,
rrubíes e margaridas,
çafires e diamantes,
axorcas ricas, sonantes,
todas de oro labrado.

Ropas trahen a sus guisas
todas fendidas por rrayas,
do les paresçen sus sayas
forradas en peñas grisas;
sus ropas bien asentadas,
de azeytuní quartonadas,
de filo de oro brocado.

Yo las vi, si Dios me vala,
posadas en sus tapetes,
en sus faldas los blanchetes,
que demuestran mayor gala.
Los finojos he fincado,
segund es acostumbrado
a dueñas de grand altura:
ellas por la su mesura
en los pies m′an levantado.
("Canción que fizo el Marqués de Santillana a sus fijas loando la su fermosura")

Para información adicional y documentos puede consultarse, en Internet, entre otros, "El canon de belleza femenina en tiempos de la Celestina a través de textos de la época," de Alvaro Llosa Sanz, Universidad de Szeged (Hungría).

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10. Sobre la forma "rasgados", informa Havelock Ellis que el canon turco destacaba los ojos negros, estrechos y alargados: "the narrow, elongated eye of Turkish beauties;" el árabe, los ojos almendrados: "The eyes of the Arab beauty are intensely black, large, and long, of the form of an almond."

En el informe de Havelock Ellis no se menciona el color verde. Los autores franceses hablan de ojos vairs : "eyes, bright and well cut, seemed to me vairs and full of caresses." En otras dos ocasiones cita vairs y lo traduce como grises, "her eyes were gray ( vairs ) and smiling". Algunos traductores encuentran dificultades en su traducción, tal vez porque lo consideran participio de "rasgar," cuya traducción literal es difícil de aplicar a los ojos. A. Germond de Lavigne, en su versión de La Celestina traduce rasgados como bien fendus, calificativo que es frecuente aplicado a ojos.

No cabe duda que la imagen de los ojos Melibea es la de una bella de nuestros días. Son ojos bellísimos, que tantas mujeres tratan de imitar con un maquillaje que da a sus ojos una sensación de alargados o almendrados. Hoy "rasgar los ojos," "rasgado de ojos" se consigue mediante una cantopexia, practicado en la cirugía plástica, estética.

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11. El canon persa, dice Havelock Ellis, prefiere pestañas oscuras que como flechas salen del arco de las cejas: "The eyelashes also must be dark, and like arrows from the bow of the eyebrows".

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12. The cheeks must be white, tinged with red; if the red was absent by nature women used rouge.

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13. En general, menciona Havelock Ellis, los escritores de la Edad Media se distinguen por su modestia; raramente mencionan las partes inferiores del cuerpo y muchos poetas ni mencionan los pechos: "The lower parts of the body are very seldom mentioned, and many poets are even too modest to mention the breasts". Es curioso que entre éstos se encuentre Juan Ruiz, quien no se caracteriza precisamente por esa virtud.

La comparación de los pechos con la fruta en muy socorrida. En el Cantar de los Cantares (7:8) los pechos son "racimos de vid." El Marqués de Santillina habla de los pechos de sus hijas como de dos pomas del paraíso terrenal, simétricas ("dos pumas [pomas] de paraíso / las sus tetas ygualadas").
Juan del Encina prefería: "las tetas tiestas [tiesas] y agudas."

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14. Como he defendido en otros contextos, el autor del Acto Primero de La Celestina es muy ducho en el arte de la insinuación, en el empleo de un lenguaje eufemístico "cuyo seso es sexo." Tenemos aquí en "despereza" un ejemplo modélico. Cualquier hombre al mirar los pechos de Melibea se desperezaría, se estiraría, pasaría de un estado de entumecimiento a uno de tiesura, de erección. No necesitaba Calisto más explicación. La modestia del medieval quedaba a salvo; el autor al tiempo que la mantenía, exhibía su acumen literario.

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15. "qual ella le escogió para sí" debe referirse al arte de dar retoques cosméticos apropiados a su rostro para embellecerse --v.Nota 12, "women used rouge"--, es decir, lo que a partir del siglo XIX se llamaría maquillarse. Así pues el texto español se corresponde con el de A. Shultz y otros muchos autores, de todas la épocas.

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15a.

Juicio de Paris

Tres modelos del siglo XX con rasgos que comparten con nuestra Melibea del siglo XV:













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"Romance sonámbulo" (Romacero gitano) himno triunfal a un universo lorquiano todo de verde

 

Verde que te quiero verde.    

Green, how I want you green.

Verde viento. Verdes ramas.

Green wind. Green branches.

El barco sobre la mar

The ship out on the sea

y el caballo en la montaña.

and the horse on the mountain.

Con la sombra en la cintura

With the shade around her waist

ella sueña en su baranda,

she dreams on her balcony,

verde carne, pelo verde,

green flesh, her hair green,

con ojos de fría plata.

with eyes of cold silver.

Verde que te quiero verde.

Green, how I want you green.

Bajo la luna gitana,

Under the gypsy moon,

las cosas le están mirando

all things are watching her

y ella no puede mirarlas.

and she cannot see them.


*


*

Verde que te quiero verde.

Green, how I want you green.

Grandes estrellas de escarcha,

Big hoarfrost stars

vienen con el pez de sombra

come with the fish of shadow

que abre el camino del alba.

that opens the road of dawn.

La higuera frota su viento

The fig tree rubs its wind

con la lija de sus ramas,

with the sandpaper of its branches,

y el monte, gato garduño,

and the forest, cunning cat,

eriza sus pitas agrias.

bristles its brittle fibers.

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?

But who will come? And from where?

Ella sigue en su baranda,

She is still on her balcony

verde carne, pelo verde,

green flesh, her hair green,

soñando en la mar amarga.

dreaming in the bitter sea.


*


*

Compadre, quiero cambiar

—My friend, I want to trade

mi caballo por su casa,

my horse for her house,

mi montura por su espejo,

my saddle for her mirror,

mi cuchillo por su manta.

my knife for her blanket.

Compadre, vengo sangrando,

My friend, I come bleeding

desde los montes de Cabra.

from the gates of Cabra.

Si yo pudiera, mocito,

—If it were possible, my boy,

ese trato se cerraba.

I’d help you fix that trade.

Pero yo ya no soy yo,

But now I am not I,

ni mi casa es ya mi casa.

nor is my house now my house.

Compadre, quiero morir

—My friend, I want to die

decentemente en mi cama.

decently in my bed.

De acero, si puede ser,

Of iron, if that’s possible,

con las sábanas de holanda.

with blankets of fine chambray.

¿No ves la herida que tengo

Don’t you see the wound I have

desde el pecho a la garganta?

from my chest up to my throat?

Trescientas rosas morenas

—Your white shirt has grown

lleva tu pechera blanca.

thirsty dark brown roses.

Tu sangre rezuma y huele

Your blood oozes and flees a

alrededor de tu faja.

round the corners of your sash.

Pero yo ya no soy yo,

But now I am not I,

ni mi casa es ya mi casa.

nor is my house now my house.

Dejadme subir al menos

—Let me climb up, at least,

hasta las altas barandas,

up to the high balconies;

dejadme subir, dejadme,

Let me climb up! Let me,

hasta las verdes barandas.

up to the green balconies.

Barandales de la luna

Railings of the moon

por donde retumba el agua.

through which the water rumbles.


*


*

Ya suben los dos compadres

Now the two friends climb up,

hacia las altas barandas.

up to the high balconies.

Dejando un rastro de sangre.

Leaving a trail of blood.

Dejando un rastro de lágrimas.

Leaving a trail of teardrops.

Temblaban en los tejados

Tin bell vines

farolillos de hojalata.

were trembling on the roofs.

Mil panderos de cristal,

A thousand crystal tambourines

herían la madrugada.

struck at the dawn light.


*


*

Verde que te quiero verde,

Green, how I want you green,

verde viento, verdes ramas.

green wind, green branches.

Los dos compadres subieron.

The two friends climbed up.

El largo viento, dejaba

The stiff wind left

en la boca un raro gusto

in their mouths, a strange taste

de hiel, de menta y de albahaca.

of bile, of mint, and of basil

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?

My friend, where is she—tell me—

¿Dónde está mi niña amarga?

where is your bitter girl?

¡Cuántas veces te esperó!

How many times she waited for you!

¡Cuántas veces te esperara,

How many times would she wait for you,

cara fresca, negro pelo,

cool face, black hair,

en esta verde baranda!

on this green balcony!


*


*

Sobre el rostro del aljibe

Over the mouth of the cistern

se mecía la gitana.

the gypsy girl was swinging,

Verde carne, pelo verde,

green flesh, her hair green,

con ojos de fría plata.

with eyes of cold silver.

Un carámbano de luna

An icicle of moon

la sostiene sobre el agua.

holds her up above the water.

La noche su puso íntima

The night became intimate

como una pequeña plaza.

like a little plaza.

Guardias civiles borrachos,

Drunken “Guardias Civiles”

en la puerta golpeaban.

were pounding on the door.

Verde que te quiero verde.

Green, how I want you green.

Verde viento. Verdes ramas.

Green wind. Green branches.

El barco sobre la mar.

The ship out on the sea.

Y el caballo en la montaña.

And the horse on the mountain

 

 

 

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Miguel Garci-Gomez
Professor Emeritus
Duke University
Durham, North Carolina (USA)
Julio 2012.

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