Del filosemitismo al antisemitismo en Mio Cid
¿Do sodes Rachel y Vidas, los mios amigos caros? (103)
El episodio de las arcas de arena es, sin duda, uno de los más interesantes
e inolvidables del Cantar de Mio Cid . Habrá lectores que
con el tiempo se hayan olvidado de los nombres de los personajes que con
el Cid intervienen en la acción, pero estoy seguro que en el recuerdo
de todos habrá quedado bien grabado que se trataba de unos usureros
judíos. Para muchísimos el hebraísmo de la pareja
Rachel y Vidas será mucho más obvio que su amistad con Martín
Antolínez y, sin embargo, en el Cantar no se menciona por
ninguna parte, ni una sola vez, que fueran judíos y, sí muy
expresamente, que eran "amigos caros" del emisario del Cid.
Influenciados por los perjuicios antisemitistas, los comentaristas,
naturalmente, han sentido cierta repugnancia entre el hebraísmo
de los personajes y la cara amistad, decidiéndose a tomar el supuesto
judaísmo por verdad, y la expresa amistad por ironía. Es
uso singular del autor del Cantar el caracterizar étnica
y religiosamente a los personajes, que son castellanos, leoneses, galicianos,
francos; moros o cristianos; de Vivar, de Aragón, de Navarra, de
Marruecos, de Oriente; etc. Ninguno de ellos es judío. Sobre la
condición social de Rachel y Vidas se nos da a entender que eran
empeñeros:
Por Rachel y Vidas vayádesme privado:
quando en Burgos me vedaron compra y el Rey me ha airado
no puedo traer el haber, ca mucho es pesado,
empeñar selo he por lo que fuere guisado (89-92). 27
Como tales, hacían préstamos sobre bienes muebles:
si no, serían ventadas,
el Campeador dexar las ha en vuestra mano,
y prestadle de haber lo que sea guisado (116- 18).
Se nos hace saber, también, que eran muy expertos en asuntos del
mercado:
sino
primero prendiendo. Y después dando (139-40)
Los dos mercaderes son localizados en el "castiello", tratando de negocios:
por Rachel
y Vidas apriessa demandaba,
Rachel y Vidas en uno estaban amos,
en cuenta de sus haberes, de los que habían ganados (98-101).
Hay una frase en el texto, repetida dos veces, que implica necesariamente
que el autor, al crear a Rachel y Vidas, no los creó hebreos. Dos
veces les amonesta Martín Antolínez que no le descubran las
arcas a moros ni a cristianos:
que no me descubrades a moros ni a cristianos (107), que no lo sepan moros ni cristianos (145).
¿Es que a los judíos, sus correligionarios, les era permitido
descubrírselo? La expresión moros y cristianos, de inclusión
universal en los otros muchos ejemplos, dejaría de serlo en estos
dos, lo que es inadmisible. (1) Rachel y Vidas quedaban perfectamente caracterizados
como los empeñeros, los mercaderes del "castiello" y, sobre todo,
los amigos caros .
En cuanto al hebraísmo, la posición del
autor es evidentemente asemítica. Asemítica fue asimismo
la interpretación de los primeros comentaristas del episodio de
las arcas, los prosificadores de la Primera Crónica General ,
un siglo después del Cantar. Muy en consonancia con el original,
a Rachel y Vidas se les caracterizaba repetidamente como mercaderos:
Et pues que el Çid ouo comido, apartosse con Martín
Antolínez et dixol como non tenie de que guisasse su companna, et
que querie mandar fazer con su conseio dos arcas cubiertas de guadamecí
et pregarlas et guarnirlas muy bien et enchirlas de arena; et aun dixol:
"leuarmelas edes uos a dos mercaderos que a aquí en Burgos, que
son muy ricos; all uno dizen Rachel et all otro Bipdas et dezirles edes
que yaze en elias muy grand auer en oro et en piedras preciosas, et que
gelas quiero empennar por alguna poca cosa, que non quiero leuar comigo
agora tan grand auer como esto, et que las quitare al mas tarde fasta un
anno, et demas darles e de ganancia quanto ellos quisieren; et si al cabo
del anno non ge las quitar, que las abran et que se entreguen de su auer,
et lo al que 10 guarden fasta que yo enuie por ello. Et bien sabe Dios
que esto que lo fago yo amidos; mas si Dios me diere conseio, yo gelo emendare
et gelo pechare todo (2)
Luego, el prosificador pone en boca de Rachel y Vidas una expresión
que nos indica claramente que estaba lejos de su imaginación el
judaísmo de los personajes, cuando dice que le desean éstos
al Cid
quel diesse Dios vida et salut con que ensanchasse en cristianismo,
ca ellos por pagados se tenien del. (3)
Así se expresan los textos. Si lo que nos interesa saber de verdad
es cómo pensaban el poeta de Burgos, su público y los primeros
comentaristas, ahí están sus palabras. En ellas se implica
claramente el cristianismo de los mercaderes. Habían transcurrido
ya muchos años desde la composición del Cantar , cuando
en la primera mitad del siglo XIV, en la Crónica de Castilla ,
surge la denominación de judíos para Rachel y Vidas:
Et estos eran judíos muy rricos con quel [el Cid] solia
faser sus manlievas. (4)
No sólo eran judíos, sino socios del Cid, a quien servían
en la recaudación de tributos --manlievas--, dos elementos
de caracterización completamente nuevos. En la Crónica Particular ,
muy endeudada con la de Castilla , se añadía que los dos judíos
se fiavan mucho en el Campeador, porque nunca fallaron mentira
en él por cosa que ellos huuiessen de dar y tomar con el.(5)
Está claro que los prosificadores se esforzaban por acentuar la
riqueza de los judíos, su asociación a las empresas del Cid
y la mutua confianza que entre ellos reinaba. En ningún momento
dan a entender los comentaristas que el Cid tratara de engañar a
los judíos --nunca fallaron mentira en él-- deteniéndose
a narrar, aunque el Cantar lo omita, cómo el Campeador les
pagó. En ningún momento se da a entender que los judíos
fueran merecedores de la estafa. La intención de los prosificadores
no nos es difícil de conjeturar, una vez que los textos son tan
claros. Estos no llevan otros fines que los de presentar a la consideración
de los lectores de su época a los judíos en el papel de amigos
del Cid, sus socios en la recaudación de impuestos, y aportando
con su préstamo un granito de arena a la labor de la Reconquista.
En el siglo XIV, cuando la Reconquista se sentía más próxima
a su triunfo total, algún prosificador judío aprovechó
la ocasión para congraciar a los de su religión con la pujante
comunidad cristiana; parece más lógica la atribución
del comentario a un prosificador judío, que a uno cristiano, pues
con él se favorecían los hebreos. De cualquier manera, aquí
también la religión del prosificador es una conjetura, la
finalidad del comentario de favorecer a los judíos es una verdad.
Rachel y Vidas, para los prosificadores, no eran unas víctimas propiciatorias,
sino todo lo contrario: unidos al Cid en su desamparo y sacándole
del apuro con sus riquezas, redimían en la mente popular a aquellos
otros judíos que se creyeron haber cooperado con los primeros invasores
ismaelitas.
El hebraísmo de Rachel y Vidas fue una invención del prosificador,
que respondía a los deseos y a la conciencia socio-político-religiosa
de su propia época; conciencia que, aunque la sigamos llamando medieval,
distaba mucho del complejo socio-político-religioso del siglo XII.
Todos sabemos que los prosificadores de las Crónicas no trataban
de interpretar críticamente la mente del poeta de Burgos; ellos
se dirigían a su propio público, en su propio ambiente, con
su problemática particular; público al que querían,
a su vez, instruir, persuadir y mover.
Para el lector de las Crónicas del siglo XIV, Rachel y Vidas
eran judíos ricos, pero judíos amables, tanto como los "amigos
caros" del original. Quiero decir que el elemento del hebraísmo
se alumbró identificado con el sentimiento de filosemitismo. Tan
fuerte fue el poder persuasivo de la Crónica de Castilla
y la Particular , que el Romancero, caudal de la conciencia popular,
se hizo pregonero entusiasmado del sentimiento filosemita. La finalidad
del comentario del prosificador se logró con plenitud, al menos
literariamente.
El Romancero propagó la designación de judíos para
Rachel y Vidas, con tono y sentimiento de auténtico filosemitismo.
En uno de los romances se celebra la amistad:
A dos judíos convida
y sentados a la mesa
con amigables caricias
mil florines les pidiera.
En otro romance se acentúa la honradez de los judíos y
el cumplimiento de la promesa que el Campeador les hiciera:
A los honrados judíos Rachel y Vidas
llevá doscientos marcos de oro,
tantos de plata, y non más,
que me endonaron prestados,
cuando me partí a lidiar,
sobre los cofres de arena,
debajo de mi verdad (6)
Han hablado los documentos. En su interpretación multisecular no
se barrunta el menor asomo de antisemitismo. En las leyendas del Siglo
de Oro se daba el nombre de Raquel a una amante judía del Rey Alfonso
VIII; así la llama Lope de Vega, en 1609, en su Jerusalén
conquistada , y en 1650, Luis de Ulloa y Pereira escribió el
poema La Raquel , celebrando aquellos amores. (7) En 1719, don Francisco
de Bardanza, en sus Antigüedades de España , mantenía
el judaísmo de Rachel y Vidas, pero excluyó de su narración
el elemento del engaño por parte del Cid, al decir que las arcas
que éste empeñó, contenían oro, plata y piedras
preciosas:
Trató el Cid disponer su viaje, y encargó a Martín
Antolínez su sobrino pasasse a estar con Rachel, y Vidas, judíos
tratantes en Burgos, para que a ganancia le acomodassen una suma de dinero;
y que para su resguardo les dexaría dos cofres, en que tenían
diferentes alhajas de oro, plata y piedras preciosas, que había
cogido a los moros. Los judíos considerando que la ganancia era
segura, le dieron trescientos marcos de oro, y otros tantos de plata, y
por el seguro se quedaron con los cofres, que hoy día se conservan,
el uno en la iglesia de Santa Agueda de Burgos, y el otro en nuestra Iglesia
de Cardeña. (8)
Con anterioridad al siglo XIX podemos decir que no hay sospecha de antisemitismo
entre los comentaristas del episodio de las arcas. A mediados del XIX,
Amador de los Ríos, historiador de los judíos en España,
participa del sentimiento de los romances, a la vez que incorpora el concepto
de usureros. (9) Sismondi, por la misma época, sostenía que
el Cid había pagado debidamente a sus acreedores. Fue en los años
de la segunda mitad del XIX cuando se incubó la idea del antisemitismo.
Al Norte de los Pirineos, Dozy se encargó de descubrir la faz perjura
del Cid histórico. (10) en el hemisferio occidental, Andrés
Bello, que en Inglaterra había leído las Crónicas
medievales y sin duda había aprendido mucho sobre la historia de
los judíos, relacionó el episodio de las arcas con el odio
hacia los hebreos:
Esta historieta de las arcas de arena fue inventada sin duda
para ridiculizar a los judíos, clase entonces mui rica, poderosa
y odiada. Se creía que era meritorio hacerles todo el mal posible.
...Se miraba como cosa lícita defraudar a los judíos. (11)
Con el perjuro Cid de un lado, y los odiados judíos del otro, no
se hizo esperar el cambio de rumbo de la crítica miocidiana. Esta,
aceptando sin reservas el judaísmo de Rachel y Vidas, se avezaría
en la polémica sobre la honradez o inmoralidad del Cid, sobre si
acusarle o no de antisemitismo, incluso sobre si los judíos se merecieron
bien merecida la estafa, o si la estafa a los judíos era una marca
de heroísmo. El antisemitismo era una seria acusación, pero
resultaba muy atractiva. Ahora ya podían los críticos, muchos
de ellos con vocación de novelistas, prescindir del texto del Cantar
y
ensayarse en la historia de la inveterada enemistad entre cristianos y
judíos. La polémica sobre el antisemitismo se revestía
de sustancia, dejaba de ser meramente literaria, semántica, bizantina,
para lanzar a la palestra las modernas pesadillas del subconsciente étnico
colectivo, la del complejo de culpabilidad que afecta por igual al ofensor
y a la víctima, ambos a la zaga de algún tipo de catarsis.
Que el tema resulte interesante, atractivo, deseable, si se quiere,
en el Cantar , ni que dudar tiene; basta ojear el derroche de ingeniosidad
de los comentarios. Ello no quiere decir que sea justo o auténtico.
En realidad, no puede considerarse más auténtico el moderno
sambenito del antisemitismo, que el viejo requiebro del filosemitismo.
Aunque este último era, sí, más caritativo y edificante.
Tanto el uno como el otro iban encaminados a persuadir al lector, a darle
a rumiar el alimento que el comentarista con más placer saboreaba.
De su desear no se seguía el ser.
Quien considere mi opinión excéntrica y heterodoxa por
querer remontarme al sentir del siglo XII, menospreciando los tres cuartos
de siglo de crítica miocidiana, que piense en la excentricidad y
heterodoxia de la innovación de Andrés Bello y Bardana, que
contradecían el sentir de setecientos cincuenta años. Era
innovador el concepto del ridículo, como lo era el concepto de judíos
como clase poderosa, que daba pie al de odiada; y es completamente erróneo
el que fuera meritorio, en la época del Cantar , hacerles
a los judíos todo el mal posible, y lícito, defraudarles.
R. Menéndez Padal juzgó inaceptable el antisemitismo recién
nacido:
No creo que deba mirarse este episodio como una manifestación
del antisemitismo medieval, según hacen Bello y Bardana. (12)
La declaración del gran filólogo fue sorprendentemente tímida.
En el fondo, aceptaba las bases de Bello y Bardana. En sus comentarios
defendió, sin ningún género de duda, el hebraísmo
de la pareja. Lo dije más arriba: el término judío
va acompañado en nuestra cultura europea de tantas implicaciones
y oscuros impulsos, que uno no puede pronunciarlo y permanecer indiferente.
Los prosificadores que lo inventaron para Rachel y Vidas, lo hicieron con
un palpable fin filosemitista; Bello y Bardana, al reafirmarlo, inventaron
un propósito antisemitista. Menéndez Pidal mantuvo el judaísmo
y quiso permanecer indiferente, lo cual le llevó a la contradicción:
al tiempo que consideró el préstamo de 600 marcos "pequeño",
creyó que los judíos quedaron arruinados "desfechos". ¿Cómo
pudo el Cid arruinar a unos judíos y ser absuelto de antisemitismo?
Estoy seguro que de no haber mantenido don Ramón el hebraísmo
de Rachel y Vidas, el antisemitismo, recién concebido, hubiera nacido
muerto.
Irónicamente Menéndez Pidal abastecería a los antisemitistas
que le sucedieron de los más preciados pertrechos. Volveremos a
ello, en detalles, más adelante. Ni Menéndez Padal ni ningún
otro comentarista posterior ha puesto en tela de juicio las bases en que
se apoyaba el antisemitismo de Bello. ¿Eran judíos Rachel
y Vidas? De serlo, ¿eran los judíos tan ricos, tan poderosos
y tan odiados en Burgos, en Castilla, en Europa, como Bello pretendía?
A estas preguntas trataremos de encontrarles respuestas adecuadas, con
base en la documentación que sobre estos lugares poseemos.
Volvamos a la evolución de la crítica. En lo que va de
siglo, la generalización de Bello se aceptó sin reparos,
y el antisemitismo se constituyó en ortodoxia. Tanto la naturaleza
hebrea de Rachel y Vidas, como el carácter burlesco del ardid, son
defendidos por todos los comentaristas miocidianos, tanto por los que abogan
por el antisemitismo, como por los que se retraen de aceptarlo; tanto por
los que recriminan al Cid por su acción, como por los que piensan
que los judíos se lo tenían bien merecido; tanto por los
comentaristas judíos, como por los que éstos llaman gentiles;
tanto por los críticos españoles, como por los extranjeros.
Si hacemos una exposición con los comentarios de los críticos
del siglo XX, nos encontraremos con una abigarrada galería de caprichos
a la goyesca, que cubren desde el chiste o la picardía inofensivos,
hasta el contorsionado caricaturismo, pasando por el rito catártico.
Por todas partes se lee sobre el humorismo del pasaje; los comentaristas
extraen el episodio de su contexto, se olvidan del Cid; un Cid que no estaba
para bromas, que ya no podía más, y que lo que hacía,
lo hacía contra su voluntad ¿Es eso chistoso? Los críticos
no se ponen de acuerdo sobre qué rasgos constituyen el humorismo
del pasaje; cada cual, pues, hace su propia caricatura. Si hay cierta comicidad,
es ésta de alta calidad estética, que mueve más a
lástima que a risa, al mostrar "al héroe sometido a la dura
ley de la necesidad prosaica", como decía Menéndez y Pelayo.
(13)
Entre los críticos amables se sitúa Dámaso Alonso
que, con su pluma singular, nos pinta el episodio como un
admirable trozo, tan lleno de rincones, de malicia, de agudeza
psicológica, de movimiento, de idas y venidas, de personajes, de
apartes, con ritmo y gracia de 'ballet'.
Especialmente le cautivaba al crítico poeta el tejemaneje de Martín
Antolínez:
En sus ojos brilla la malicia y en su boca rebullen las chanzas.
(14)
Bella y cariñosa exposición, que nos enseña a leer
y a apreciar; le falta haber ahondado en los problemas de conciencia de
Martín Antolínez, cuyas chanzas sólo querían
disimular y paliar sus zozobras. Y es que ni la crítica amable,
ni la cáustica, ha sido formulada sobre la base de una creencia
y un convencimiento de que el Cid se encontrara sumido en un verdadero
valle de lágrimas, en la máxima indigencia. No estaba de
ello convencido Bowra, quien sin el menor disimulo propuso que la función
del episodio de las arcas era de alivio cómico, pues el Cid pudo
fácilmente salir para el destierro sin dinero. (15)
¡Qué sería de la literatura toda, si nos propusiéramos
buscarles alternativas cínicas a los héroes, santos y amantes!
Con el Catar de Mio Cid se está intentando todo. El bondadoso
tratamiento de Dámaso Alonso debió causar a Spitzer no dulce
desasosiego; el ballet que el comentarista español corografió
con tanta jovialidad y estilo, se convirtió bajo la dirección
del alemán en pantomima grotesca y metálica:
los judíos no son caracteres, sino fantoches caricaturescos
que bailan mecánicamente el ballet de don Dinero. (16)
¡Qué lejos nos ha situado el comentarista del siglo XX de
la cara amistad del Cantar y el Romancero ! Producto de otra
sensibilidad, otros gustos o disgustos, otro público a quien complacer.
No muy cerca de la amistad nos situaba E. García Gómez, quien
no veía extraño que el Cid, "en un apuro y a la fuerza, explotara,
como sus colegas beduinos, a unos miserables sedentarios "de bárbaro
linaje" (17) . Américo Castro no eximía de responsabilidad
al Cid cuando de él decía: "engaña como un estafador
profesional a los judíos que confían en su palabra honrada."
(18)
Sigamos en nuestra galería de caprichos. Los de J. Casalduero
presentan un nuevo cariz. Los judíos no son ya en el siglo XX los
hombres honrados del Romancero, son los engañadores engañados,
y muchas más cosas:
La astuta avidez de los usureros, su deseo de engañar,
ciega a Raquel y Vidas. Están prontos a creer todo lo malo del hombre;
por eso la astucia de guerrero del Cid sabe cómo ha de acercarse
a ellos. No basta con construir dos arcas pesadas y grandes; es necesario
recordar la acusación calumniosa. Es esa acusación la que
hace caer en la trampa a los dos usureros; ellos, tan acostumbrados a engañar,
son engañados; su astucia torcida y de mala fe resalta sobre la
astucia de buena calidad del Cid. Por eso nunca serán pagados...
No, no hay olvido por parte del juglar; lo que sucede es que ni moral ni
estéticamente debían ser pagados... Si el Cid no paga a Rachel
y Vidas no es por avaricia o mezquindad, es porque no quiere; no devuelve
el dinero para dar una lección moral a estos dos hombres viles que
han creído que el Cid podía haberse quedado con las parias.
(19)
Es indudable que el episodio, en los caprichos de los comentaristas modernos,
es para partirse de risa. Indudable, asimismo, es que entre los personajes
del Cantar y los antiguos lectores, no se ve a ninguno riéndose.
¿Qué chiste era ese que había de esperar 750 años
para hacer reír? Muy interesante e, igualmente, "ben trovato", es
el ensayito de R. Barbera, para quien el ridículo de los judíos
era como un rito de purificación, de catarsis. Como otros comentaristas
del episodio, traspasa sus emociones propias al público del siglo
XII, sin haber podido documentar hechos que llevaran a creer que aquel
público estuviera ansioso de sacrificar al pharmacos en aras
de la representación dramática. (20)
Todas estas interpretaciones son sumamente ingeniosas y meritorias,
pero más que como ensayos críticos de búsqueda de
la verdad del poeta de Burgos, de su héroe y de su público,
como recreaciones o adaptaciones del episodio para un escenario y público
de nuestros días. Es pura fantasía, y no poco descaro, imaginarse,
sin documentación alguna, a un auditorio del siglo XII con las emociones
y la sensibilidad del crítico posinquisitorial y posnazi. El crítico
manipulador de términos y contexto se asemeja al general demagogo
que trata de convencer a sus soldados de que Dios ha creado la mano para
que se ajuste a las armas de fuego. El más destacado entre los antisemitistas
de nuestros días es Colín Smith, que tanto tiempo y tanto
estudio viene dedicando desde hace tiempo a esclarecer el valor artístico
del Cantar . Algunos de sus estudios me dieron fuerza para orientar
mi propia investigación hacia la esencialidad literaria de la obra.
Es con respeto y aprecio que expreso mi desacuerdo con su posición
antisemitista, planteada en su artículo "Did the Cid repay the Jews?".
Trata mi estimado amigo de persuadir al lector de que bajo la apariencia
jovial del episodio yace un fondo de cáustico antisemitismo. Para
demostrarlo, nos presenta a Rachel y Vidas retirados y sumidos en la sórdida
contemplación de su riqueza. (21) Cuando hablan éstos con Martín
Antolínez, gesticulan con los dedos y le amonestan duramente; para
Smith, las relaciones distarían de ser las de los "amigos caros".
(22)
Con respecto al Cid, cuando éste dialoga con Rachel y Vidas,
nota Smith afectado y jocoso cariño, si no un obvio cinismo que
divertiría grandemente al público a costa de los judíos;
el cinismo del Cid llegaba al colmo, cuando, al solicitar Rachel que le
trajera de tierras de moros una piel bermeja, morisca y honrada (v. 176),
le contesta aquél: "contadla sobre las arcas" (v. 181) (23) En esa
misma línea, cuando Minaya promete a la pareja de mercaderes "cosimente"
(v. 1436), les promete, con mucha ironía, su merecido. (24)
En ese escenario de antagonismo entre los cristianos y los judíos
de Burgos, que el profesor Smith fabrica, su conclusión encaja adecuadamente:
la habilidad del Cid en su engaño a los judíos
era (en la mente del autor y de su público del siglo XII) justamente
otra faceta de su talla de héroe (25)
Tal antagonismo entre los grupos étnicos no es documentable en el
Burgos del siglo XII; es más, como vamos a demostrar en este estudio
bajo múltiples puntos de vista, los documentos tienden a probar
que el Burgos de Mio Cid era una comunidad dinámica, entusiasmada
y expansionista, donde los diversos grupos cooperaban entre sí.
Hace bastantes años que hice yo la primera llamada a la atención
de los críticos sobre la caracterización de Rachel y Vidas
como de "amigos caros", sobre el carácter altamente jurídico
del empeño, en contraposición a usura, y sobre la repugnancia
del antisemitismo en la dinámica de la narración, en las
exigencias del contexto, a la luz de la endocrítica. Un episodio
cómico, a costa de los judíos, carecía de justificación
en un escenario dominado por un Cid "fuertemientre llorando", y si respetamos
el texto del original, la palabra del autor; el episodio era una pieza
del engranaje de la acción total. Abogaba yo allí por un
retorno al asemitismo del poeta de Burgos y del prosificador de la Primera
Crónica General . En la temática y la dinámica
estructural del Cantar era inadmisible el hebraísmo de Rachel
y Vidas, como nota discordante que rompía la fijación de
la mente y el corazón en un Cid sumido en la miseria. El análisis
endocrítico reclamaba el retorno a la amistad, reclamaba el respeto
a la palabra de los personajes, la palabra del autor.(26)
Uno de los fenómenos más chocantes de cierta crítica
miocidiana, la crítica que podríamos llamar de los "antis":
los que creen en un Cid antirey, antinobles, antifrancos, antijudíos.
Formulan éstos sus teorías a sabiendas de que no favorecen
mucho al héroe que quiere ensalzar el protopoeta castellano. C.
Smith hacía al poeta de Burgos, a su héroe y a su publico
antisemitas, a sabiendas de que hoy nos es muy difícil aceptarlo
con nuestras ideas modernas de moralidad y moderno sentido de culpabilidad
con relación al antisemitismo. Recientemente G. West ha insistido
en el carácter burlón y ofensivo del tratamiento del Cid
a su prisionero el Conde de Barcelona, a sabiendas de que como caballero
cristiano, la acción del Cid era insultante.
Se preguntaba Solá Solé en su artículo sobre las
arcas de arena: "¿qué necesidad tenía el poeta del
Cantar de incluir un episodio que, por lo humorístico, rompe
un tanto la seriedad del poema y, por lo indigno y reprobable de la acción,
podía afectar negativamente la estatura del héroe cidiano,
a pesar de los recursos y excusas que ofrece?". (27) La pregunta debiera
ser: ¿qué necesidad tienen los críticos de caricaturizar?
En la atmósfera recargada del antisemitismo de la crítica
literaria se siente como brisa refrescante el juicio del historiador de
los judíos españoles, Y. Baer:
Algunos comentaristas modernos, tanto judíos como cristianos,
han tratado en vano de explicar el prejuicio antijudaico de este representativo
cantar, prejuicio revelado no sólo en el relato de los incidentes
individuales, sino también en la adhesión del autor a la
creencia popular en el judío más como comerciante engañoso
que como leal aliado político, función esta última
que sin duda ejerció en los círculos en que el Cid histórico
se movía. Por otro lado no hay en todo el Cantar ni una sola
palabra de fanatismo contra los judíos. (28)
Que escuchen los críticos literarios, los filólogos,
y noten la lealtad del historiador a la palabra del texto. Implica claramente
Baer que, aun concediendo que Rachel y Vidas fueran judíos, de acuerdo
con la palabra del Cantar y los datos históricos encajaría
mejor que una relación de antagonismo, una de amistad y colaboración
(como interpretaban las Crónicas). Desde la perspectiva histórica,
pues, el seguir defendiendo el antisemitismo es una marcha a contrapelo;
el antisemitismo en el Burgos del Cantar que nos están descubriendo
los historiadores, es un contrasentido. Otro historiador de los judíos,
Solo Baron, ha declarado que el antisemitismo del episodio no responde
a la verdadera estructura de clases de la judería española,
ni la del siglo XII ni después. Concedía, no atreviéndose
a contrariar a los críticos, que posiblemente el episodio respondiera
a los gustos literarios y al folklore de la época. El historiador,
bajo el lavado de cerebro de los críticos modernos, no debía
saber que el antisemitismo no es más que una hipótesis urdida
en el siglo XX, en respuesta a unos gustos literarios y un folklore de
nuestros días. (29)
El antisemitismo, desde el punto de vista histórico y documentable,
es un contrasentido en un Burgos y una Castilla que se adherían
a la política de mano tendida de Alfonso VIII. L. Suárez
Fernández se extiende en el estudio de este tema y, entre otras
cosas, dice:
Este monarca castellano fue considerado como favorable a los
judíos... Es evidente... que actuó en su Corte un elevado
número de israelitas, los cuales pudieron canalizar una parte del
poder del Rey en beneficio de su pueblo, (30)
En Castilla era precisamente donde se estaba abonando el terreno, hasta
hacerla refugio de los judíos perseguidos a su Sur y a su Norte:
Al- Andalus, Inglaterra, Francia y Alemania. Castilla no llegó a
inflamarse del fanatismo de algunos de los cruzados, los que fueron responsables
de las primeras explosiones de persecución a los judíos en
otros lugares de Europa, pocos años después del Cantar.
Otro historiador, F. Leer, ha ensalzado a Castilla por la tolerancia que
desplegaba en el siglo XII, cuyo paradigma encuentra él precisamente
en el trato que el Cid del Cantar dispensa a los moros vencidos.
(31)
Y mientras tanto y a contrapelo, los críticos literarios del
Cantar
de Mio Cid , los hispanistas por antonomasia, siguen explicando en sus
aulas lecciones que, además de no ser moralmente edificantes, son
históricamente insostenibles. Con la ayuda de la endocrítica
y de la historia, nos hemos puesto en la vereda del retorno a la verdad
del original, la verdad de los "amigos caros." Esperemos que la Babel de
los "antis" esté al borde de su derrumbamiento total. La crítica
de los "antis" tiene a los críticos engolfados en una algarabía
de prejuicios poco edificantes y contradictorios, que ellos mismos encuentran
difíciles de justificar bajo unos valores universales de lógica
y moralidad. (32)
Retornemos al Cantar de Mio Cid con una lectura en "estado de
gracia", sin meliorativos innecesarios, pero, sobre todo, sin peyorativos
lingüísticos ni ironías. Que donde falte la claridad
en el balbuceante idioma, abunde la caridad en la interpretación.
El hebraísmo de Rachel y Vidas es, hoy por hoy, indocumentable e
improbable. El filosemitismo de los críticos fue una corazonada
edificante; el antisemitismo es un sambenito y una sinrazón. En
otros ensayos voy a documentar y a detallar, en busca de la verdad histórica
sobre la que pueda apreciarse como es debido la verdad literaria.
N O T A S
1. Los
partidarios del judaísmo de Rachel y Vidas, o han hecho caso
omiso de la frase moros ni cristianos —repetida dos
veces en el pasaje de las arcas y muchas a lo largo del
Cantar —, o le han dado un significado especial para que no
contradiga dicho judaísmo. Dice C. Smith: «Cuando se les pide
a los judíos que prometan que non me descubrades a moros nin a
cristianos (107; 145), se dice llanamente a nadie, pues los moros
estaban a muchas leguas de Burgos y no existía posibilidad de
que los judíos fuesen a revelarles el secreto» (Estudios
cidianos , p. 182). En otro lugar de este trabajo voy a hablar de
la población mudéjar de Burgos, que posiblemente era
superior a la de los judíos y, sin duda, ocupaba un puesto
social más prominente que el de éstos. Es cierto que la
frase es de extensión universalista, con significado de a
nadie. De ir dirigida a una pareja de judíos, no dejaría
de resultar chocante, en cuanto que, como he dicho, excluiría de
la prohibición a sus correligionarios (cf. Menéndez
Pidal, Poema de mio Cid , p. 113).
VUELTA
AL TEXTO
2.
Primera crónica general , II, p. 523 b. Era
característico de los prosificadores ampliar con sus
explicaciones los pasajes concisos de Cantar . Así, por
ejemplo, el prosificador de la Crónica de veinte
reyes se alargaba en la exposición de los hechos
que precedieron y originaron la dilapidación de la hacienda del
Cid y motivaron sus fuertes lágrimas. Con relación al
préstamo, el prosificador de la Primera crónica
general explicaría con multitud de detalles
cómo el Cid resarció su deuda:
Et otrossi les mando [a Minaya y Antolínez] dar syscientos
marcos, los trezientos de oro et los CCC de plata, que diessen a Rachel
e Uidas los mercaderes de Burgos, los quales el auie tomados quando se
sallio de la tierra; et dixo a Martin Antolinez: «esso bien lo
sabedes uos, ca uos los ouiestes sacados sobre el mio omenaie; et
dezitles que me perdonem, ca el enganno de las arcas con cuyta lo
fiz» (p. 593 b ).
Es muy importante el detalle de que el Cid les mandó devolver
los seiscientos marcos del préstamo; con ello se olvidaba de
cumplir su promesa de recompensa, pero evitaba la temible sospecha de
trato usurario. Así fue que los emisarios del Campeador
entregaron justamente la cantidad prestada:
Aluar Fannez Minaya et Martin Antollinez expidiéronse del rey,
et salieronse de Paleçia et fueronse pora Burgos; et desque y
llegaron, enbiaron luego por Rachel et por Vidas, los mercadores que
prestaron el auer al
Çid, assy como el mando; et dixieronles el
mensaie que les el
Çid mando, et diéronles los
seyscientos marcos que prestaran al
Çid. Et ellos respondieron
quel perdonauan muy de coraçon, et quel diesse Dios vida et
salut con que ensanchasse en cristianismo, ca ellos por pagados se
tenien del. Et desque fue pregonado por la çibdat de Burgos el
bien et la mesura que el
Çid enbiara fazer a los mercadores, et
que tan bien se acordara en guardar su omenaie et en quitar las arcas
llenas de piedras et de arena, touieronlo por muy Grant marauilla; et
non ouo lugar en toda la çibdat de Burgos que no fablassen
daquella Grant mesura que el
Çid fiziera a aquellos mercadores,
et dauanle muchas bendiciones (p. 594 ab ).
VUELTA
AL TEXTO
3. Cf. texto
en la nota anterior. El profesor Smith, a propósito del deseo de
Rachel y Vidas de que el Cid ensanchasse en
cristianismo , comentaba que de haber llegado a oídos del
autor del Cantar semejante contrasentido en boca de dos
judíos, hubiera soltado tal carcajada que se hubiera estremecido
el Parnaso: «The poeta de Medinaceli at least must have
rocked Parnassus with his laghter if such nonsense as the Jews remark
about ensanchasse en christianismo ever came to his ear»
(«Did the Cid repay the Jews? », p. 535).
VUELTA
AL TEXTO
4. Citado
por Cejador y Frauca en «El Cantar de mio Cid y la epopeya
castellana», p. 77.
VUELTA
AL TEXTO
5. Citado por C. Smith en «Did the Cid repay the Jews», p. 533.
VUELTA
AL TEXTO
6. Los dos
romances se hallan en el Romancero general , ed. A.
Durán, p. 530, núm. 826, y p. 537, núm. 824,
respectivamente. Compárense con este otro que a Menéndez
Pidal le cercioraba de lo ajena que era la idea del antisemitismo (cf.
Poema de mio Cid , p. 31):
rogarles heis de mi parte
que me quieran perdonar,
que con acuita lo fice
de mi gran necesidad;
que aunque cuidan que es arena
lo que en los cofres esta,
quedó soterrado en ella
el oro de mi verdad.
Romancero del Cid , publicado por Carolina Michaelis, Leipzig,
1871, p. 225).
VUELTA
AL TEXTO
7.
Información en J. González, El reinado de Castilla
en la época de Alfonso VIII , I, pp. 31-32. Como
señala Suárez Fernández, Raquel es una
judía legendaria «cuya huella no aparece en ninguna fuente
fidedigna», pero que parece responder a la política de Alfonso
VIII de benevolencia hacia los judíos ( Judíos
españoles en la Edad Media , p. 94; insistiremos
más adelante sobre esta política de Alfonso VIII).
VUELTA
AL TEXTO
8.
Antigüedades de España , I, p. 444.
VUELTA
AL TEXTO
9.
Historia crítica de la literatura española ,
III, p. 185.
VUELTA
AL TEXTO
10.
Recherche sur lhistoire politique et litteraire de lEspagne
pendant le Moyen-Age, pp. 200 ss.).
VUELTA
AL TEXTO
11. Obras
completas , II, pp. 210-211. Añade el autor, como
comentario a Sismondi, que éste «atribuye al héroe o
más bien al autor (pues el hecho es una de las muchas
invenciones de los juglares) sentimientos demasiado caballerescos i
elevados para los siglos en que uno i otro vivieron». Nos sorprende
que Bello creyera que el siglo XII fuera una época de barbarie;
¿desconocería los sentimientos aún más
caballerescos que al Cid le atribuyen las Crónicas?
Se olvidó que en ese siglo floreció San Bernardo;
nació, en la provincia de Burgos, Santo Domingo de
Guzmán; y en Italia, vería la luz San Francisco de
Asís; en Portugal, San Antonio de Padua. Bello debió gran
parte de su formación al estudio realizado durante sus
años en Inglaterra. Es posible —y esto es opinión
personal— que extendiera a Castilla los movimientos
antisemíticos que hacia fines del siglo XII sacudieron algunas
comunidades inglesas. Téngase en cuenta que, mientras que en
Castilla los reyes se distinguieron por una política de mano
tendida hacia los hebreos, en Inglaterra tuvo lugar la horrorosa
matanza de 1190, instigada por las autoridades (cf. bibliografía
abundante en E. Baron, A Social and Religious History of the
Jews , IV, pp. 125 ss. y 302 ss.; sobre la formación de
Bello y su deuda a Inglaterra, cf. Rodolfo Oroz, «Andrés bello
y el Poema del Cid », passim .
VUELTA
AL TEXTO
12. Poema de mio Cid, p. 30.
VUELTA
AL TEXTO
13.
Antología de poetas líricos castellanos, t.
17, p. 125. Desafortunadamente se ha perdido hoy la apreciación
de esa comicidad estética, en el sentido que la explicaba F.
Schlegel, quien, según el testimonio de Menéndez Pidal,
«considera el episodio de las arcas de arena como uno de los
frecuentes rasgos cómicos que se producen en las figuras
heroicas, por el choque de su ideal superioridad con los
obstáculos de la realidad ordinaria» (Poema de mio Cid,
p. 30, n. 2, con referencia a Geschichte der alten und
neuen Literatur , cap. VI).
VUELTA
AL TEXTO
14. Ensayos
sobre poesía española , pp. 79 y 100.
Menéndez Pidal no estaba de acuerdo con los que querían
ver en el episodio un anuncio de la novela picaresca: «No se trata
aquí de un episodio truhanesco que pudiera anunciar la novela
picaresca. No. La picardía y la comicidad están
pulcramente limitadas al preciso momento del engaño; antes y
después de este instante, el poeta reviste de gravedad heroica
el episodio» ( En torno al poema del Cid , p. 220). Asociar
el episodio con la novela picaresca es una excrecencia de la actitud
crítica que estudia el Cantar de mio Cid como si
éste, como aquélla, fuera de estructura episódica,
con partes divisibles, con pasajes por lo general independientes; de
ahí la tendencia de muchos de separar cada episodio, el de las
arcas, el del Conde de Barcelona, el del león, el de la afrenta,
etc., y comentar sobre cada uno como si fueran cuentecillos
folklóricos. Menéndez Pidal, a continuación,
hacía resaltar que el Cid «idea el engaño, forzado por
la extrema necesidad», elemento esencial de la temática, sobre
el que me extenderé en el capítulo IX. Permítaseme
añadir aquí que si el engaño de las arcas hubiera
sido idea y realización de un chiquillo como Lázaro, sin
duda reiríamos todos su gracia. Ahora bien, ideado por el Cid
Campeador y ejecutado por un hombre maduro, burgalés de la talla
de Martín Antolínez, el tejemaneje raya en el
ridículo. Juvenal (III, 153), hace mucho tiempo, había
comprendido que lo más arduo de la infausta pobreza es que
obliga a los hombres a hacer el ridículo. Un ridículo
que, en el pasaje de las arcas, está más cerca de lo
trágico que de lo cómico. Los recursos de la
narración tienden a suscitar, más que complacencia o
regocijo, el temor de que la operación pueda fracasar: temor de
que el Cid no pueda más , temor de que Rachel y Vidas no
acepten el trato, temor de ser descubiertos; temor que, como
enseñaba sobre la tragedia Aristóteles, engendraba en el
público lástima ( Retórica , 1386 c y
Etica , 1155 a ; cf. referencias con comentarios en
Shell, The Economy of Literature , p. 91).
VUELTA
AL TEXTO
15. Heroic
Poetry , p. 347. Llevando el comentario de lo épico a lo
romántico, es como si Bowra rehusara emocionarse ante la
pasión de Romeo, pues había otras muchas mujeres que pudo
cortejar.
VUELTA
AL TEXTO
16. «Sobre el
carácter histórico del Cantar de mio Cid »,
pp. 108-109. El contexto más extenso mostrará hasta
qué punto el concierto de Alonso se volvió desconcierto
en Spitzer: «si el cenit de la acción es el momento en que el
Cid llega a ser padre de las reinas, el nadir es sin duda la escena de
los judíos, muy ricamente desarrollada, y ficticia
también según Menéndez Pidal. Menéndez
Pidal se esfuerza en negar toda huella de antisemitismo medieval en su
héroe y subraya el hecho de que, en contra de las bulas papales
que declaraban nulas las deudas contraídas con los
judíos, el poeta anuncia que el Cid pagará largamente el
engaño. Después de este anuncio, poco importa que el
poeta no se acuerde más de decirnos cómo el Cid
recompensa a los judíos. Una de tantas omisiones del autor
. No
hagamos confusiones: la moralidad medieval no es la nuestra. Para un
aristócrata del siglo XI contaba la obligación de pagar
mil misas prometidas al abad de San Pedro; no tanto la de pagar 600
marcos a los judíos. Un engaño perpetrado contra
judíos, gentes sin tierra, era pecado venial, perdonable en
vista de la necesidad de ganarse el pan, tantas veces subrayada en
nuestro poema». Quiero avisar al lector que no se deje llevar a error
por la alusión a las bulas papeles que «declaraban nulas las
deudas contraídas con los judíos deberían ser
obligados a restituir las usuras (cf. comentarios en Nelson,
The Idea of Usury , p. 17). Lo que Spitzer no nos dijo
es que a los cristianos se les negaba absolución si no
restituían tales usuras e, incluso, de morir sin haberlo hecho,
se les negaba sepultura eclesiástica; y eso era
disposición solemne del Concilio Lateranense II (a. 1139), sobre
lo que volveré a insistir en el capítulo VI (cf. n. 22 de
dicho capítulo).
VUELTA
AL TEXTO
17. «Esos dos judíos de Burgos», p. 227.
VUELTA
AL TEXTO
18. La
realidad histórica de España, p. 279.
Nótese que el comentarista llama estafa lo que el poeta de
Burgos caracterizó como empeñar . Y no es que el
poeta no supiera de engaños y artimañas; cuando el Cid se
valió de algunos de ellos, no reparó el poeta en
llamarlos por su nombre — arte, çelada, corrida —,
como al apoderarse de los castillos de Alcocer y de Castejón o
en sus incursiones:
Quando vio mio
Çid que Alcocer no se le daba,
él fizo un arte y no lo retardaba (574-75).
Sacólo a çelada, el castiello ganado ha (611).
llegaron las nuevas al conde de Barçilona;
que mio
Çid Ruy Díaz le corríe la tierra toda (957-58).
Tanto arte, como çelada y
correr (éste con el sentido que le dan las
Partidas : «correr la tierra et robar lo que hi
fallaren», 1. 29, tít. 23, p. 2), son términos muy
propios dentro de un contexto de estrategia; empeñar
es aún más técnico, en un contexto de
transacción según disponían las muchas leyes que
lo regulaban. Sobre la función estructural de la
gradación en el uso de los términos, cf. Cantar de
mio Cid , ed. M. Garci-Gómez, pp. XX-XXI y 195.
VUELTA
AL TEXTO
19. «El Cid
echado de tierra», pp. 43-44. Los prejuicios de Casalduero son de
diverso cariz que los de Spitzer; pero, prejuicios. Ofrezco al lector
una cita de Coulton, a propósito de los prejuicios que suelen
embargar al historiador de la Iglesia medieval: «Therefore
medievalists are forced, in a sense, to write church history, and are
thus exponed to all the temptations of the ecclesiastical historian.
But the first step towards overcoming these besetting temptations is
frankly to recognize them. When we realize that here is a subject on
which every man must be more or less prejudiced (unless he be trying to
get through life without any even approximately clear working theory of
life in his head), then we can attach far less importante to a mans
prejudices, which are more or less inevitable, than at his attempts to
disguise, which are unnecessary» (Medieval Village, Manor, and
Monastery , p. 4).
VUELTA
AL TEXTO
20. Barbera
llegaba a esta conclusión, textualmente: «The audience, in
search of catarsis, craves the presence of the pharmacos so that
in the spirit of play it may crucify its victim» («The
pharmacos in the Poema de mio Cid », p.
241). No se olvide que el concepto de judios
víctimas es de hace sólo un siglo;
posiblemente para este público moderno tengan los judíos
tal papel a su cargo.
VUELTA
AL TEXTO
21. La riqueza es
siempre objeto de admiración, de elogio y apetencia en todos los
casos del Cantar . El artículo de C. Smith peca de
graves exageraciones, condenando en Rachel y Vidas ese deseo universal
en el Cantar de ganar algo ; dice textualmente:
«in private they enuntiate their usurious business principle which
must have prejudiced the audience against them, Nos huebos avemos
en todo de ganar algo (123)» («Did the Cid Repay the
Jews? », p. 523). La intención de ganar algo
no es usura, es la intención que definía, según
las Partidas , a todo mercader: «Propiamente son llamados
mercaderes todos aquellos que compran las cosas con intención de
vender a otri por ganar en ellas» (1. 1, tít. 7, p. 5), y como
se nos informa en una nota (n. 2, 1. 13, tít. 10, p. 5), se
presuponía que un buen mercader ganara en todo, mientras no se
probara lo contrario. La intención de ganar es la que mueve al
mismo Campeador; la contemplación de sus enormes riquezas, la
que le llena de gozo. No debemos engañarnos, según nos
advierte Coulton, con pensar que, «porque hubiera comparativamente
menos dinero en la Edad Media, el dinero y lo que lo valía,
ejerciera menor influencia en aquella sociedad que en la de nuestros
días» ( Village , Manor, and Monastery , p.
30).
VUELTA
AL TEXTO
22.
Textualmente: «They reject Martin Antolinezs appeal for a quick
decision, shaking their fingers at him in admonishment: non se
face assí el mercado, / sinon primero prendiendo e
después dando (139-40)». Para mí que esta
expresión de Rachel y Vidas no es más que la simple
enunciación de la vieja fórmula contractual do ut
des , desde la perspectiva del empeñero: reciba antes de
dar. Como enseña Zalba, en el empeño la primera
obligación recae sobre el dueño de las prendas, y
consiste en hacer entrega de ellas (Theologlae moralis
summa, II, p. 691).
VUELTA
AL TEXTO
23.
Menéndez Pidal ( Poema de mio Cid , p. 115)
puntúa de la siguiente manera:
«Plazme», dixo el Cid, «daquí sea mandada».
Si vos la aduxier dallá; si non, contalda sobre las arcas (180-81).
Y explica: «Si esa piel morisca os la trajera del destierro, bien; si
no, descontadla del valor de las arcas». C. Smith, al omitir la
explicación de los versos en su edición, implica que
está de acuerdo con el maestro. I. Michael ( Poema de mio
Cid , p. 90) mantiene el mismo significado: «deduzca la
cantidad correspondiente», conservando el término
contar , pero cambiando sobre a contra:
«cuéntala contra las arcas». He de confesar que el verso 181
es difícil de interpretar; por otra parte, me parece inaceptable
volver contar del revés, para que signifique descontar,
que a su vez carece de sentido en el contexto. Lo que Rachel
quería era una piel morisca. Ahora bien, ¿cuánto
podía valer una piel morisca en aquella época? Si el
precio medio de un caballo en el siglo XI era de 100 sueldos (el marco
valía 30 sueldos) en León, Portugal y Francia, una piel
valdría bastante menos. Ridículo parece que el Cid le
respondiera a Rachel —que acababa de dar 30 marcos de propina a
Martín Antolínez— que descontara del valor de las arcas
un par de marcos. Inadmisible. Lo que Rachel quería era un
recuerdo, era un capricho. Consecuentemente el Cid, para complacerla,
le dice: Será un placer; eso está hecho.
¡Ojalá os la pueda traer de allá! Seguidamente se
corrige con el Si no = mejor dicho, contad con una que hay
en las arcas. El Cid acababa de ofrecer a Rachel un motivo más
para que cuidara bien de las arcas. Sobre otro ejemplo de Si
no como corrección de la expresión
hablaré en el capítulo VII (cf. notas 24 y 25). Otra
opción interpretativa del verso 181 en Garci-Gómez,
Cantar de mio Cid , pp. 23 y 184-85).
VUELTA
AL TEXTO
24. Más
adelante, capîtulo VII, n. 25, se ofrecen las debidas
explicaciones, con referencias bibliográficas, a
cosimente .
VUELTA
AL TEXTO
25. Textualmente:
«My conclusion is that, however difficult it may be for us to accept
in with our modern ideas of morality and our modern guilts about
antisemitism, the Cids ability to cheat the Jews was just another
faceto f his heroic character» («Did the Cid Repay the Jews? »,
p. 528).
VUELTA
AL TEXTO
26. «Don
Rachel e Vidas, amigos caros. Replanteamiento», refundido en
Mio Cid . Estudios de endocrítica , pp.
85-112. Entre otros vocablos clave del pasaje se estudia con particular
atención el don que, según Berganza
(Antigüedades de España , V, p. 370, n. 59), «se
daba a las personas de alguna excelencia». Efectivamente, en el
Cantar de mio Cid, parece seguirse ese criterio;
según Menéndez Pidal «el don se da
a los
eclesiásticos que en él figuran ( obispo don
leronimo, abbat don Sancho ), a todos los hidalgos, sean
señores o vasallos, que se nombran alguna vez sin apellidos (el
rey, los siete que llevan título de conde, el Cid, Martín
Antolínez, Pero Vermuez), salvo los infantes de Carrión y
el navarro Oiarra 3394, etc. Los moros nunca lo llevan (rey
Yúçef, Galve, Búcar, a secas); pero
sí los judíos, cuando les hablan los cristianos, acaso
queriéndoles halagar, 115, 189, aunque no siempre, 103, 106; en
la narración sólo una vez se les aplica el don
, 159, y habrá que borrarlo» ( Cantar de mio Cid ,
I, 311-12). Ese es el método de los criticos miocidianos; cuando
un vocablo contradice sus hipótesis, proceden a eliminarlo; en
este caso concreto, el empleo del don por el narrador
contradecía su propósito halagador; ¿se
dudó del hebraísmo de los personajes? No; en este caso,
como en otros varios, se prefirió enmendarle la página al
autor. Menéndez Pidal se extiende en el análisis del uso
del don . Con él, Horrent aboga por la supresión
del don del verso 159, pues «el don se explica en el
estilo directo, y no en la frase enunciativa, en la que el autor no la
emplea» ( Historia y poesía en torno al Cantar de mio
Cid , p. 220) La razón de Horrent es sorprendentemente
inexacta, y baste comparar el v. 159 con los vv. 185, 187, 199, dentro
de nuestro pasaje; los versos enunciativos en que se emplea el
don son muchísimos a lo largo del Cantar . El
lector no debe inferir de mis palabras que los judíos no
llevaran nunca el título don ; lo llevaban en muchos de
los documentos contractuales que han llegado a mi conocimiento. En el
caso del episodio es mi intención demostrar que su
aplicación a Rachel y Vidas no se hace con propósito
halagador, sino con el de resaltar la excelencia de los personajes. Si
otras razones no me hubieran llevado a rechazar el hebraísmo de
la pareja, el don seguiría impidiéndonos
aceptar el antisemitismo.
VUELTA
AL TEXTO
27. «De
nuevo sobre las arcas del Cid», p. 5. La comicidad burlona, como ya
he apuntado, es una invención de los críticos que, sin
resolverles ningún problema, les acarrea muchos y muy serios.
Les arrastra tan lejos que, no sabiendo cómo poder seguir
defendiendo al héroe (pues todos son hispanófilos y
cidófilos), se ven forzados a fabricarle al siglo XII unas
normas de moralidad y lógica a su medida, y que hoy, en nuestro
siglo XX, nos serían difícil de aceptar. Con ello, no
sólo dejan de aclarar el texto literario, sino que consiguen
oscurecer todo el escenario histórico, moral e intelectual, de
un siglo singularmente iluminado por su renacimiento literario y sus
ilustres moralistas. «No hagamos confusiones: la moralidad medieval
no es la nuestra», decía Spitzer, como para ponernos sobre
aviso con una expresión de lo más demagógica (cf.
n. 16, más arriba). Casalduero, Smith, Michael, Salvador Miguel
y otros no dejan de sentirse incómodos en su
reconciliación de antisemitismo y ejemplaridad.
Sala-Solé, en el artículo comentado, defiende el
judaísmo de la pareja, pero rechaza el antisemitismo, basado en
un criterio muy sólido históricamente: «en el momento
de composición del Cantar (es decir, según la
tesis pidaliana 1140), estamos en una época en que el
sentimiento antijudío en España apenas si se dejaba
sentir. La armonía entre las tres castas, como diría
Américo Castro, era bastante perfecta» (p. 11).
VUELTA
AL TEXTO
28.
History of the Jews in Christian Spain , I, p. 58 (la
traducción es mía).
VUELTA
AL TEXTO
29. Los
críticos literarios del Cantar y sus teorías
antisemíticas han causado no poca desorientación en los
historiadores que de ellos se han fiado. Dice Baron: «We shall see
that, unlike their correligionists of other European countries, Spanish
Jews permanently remained a highly differentiated economic group. The
story told in the famous Poem of the Cid , in which that
great nacional heroe of the Spanish legend
outwitted two Jewish
moneylenders of Burgos, is more descriptive of twelfth-century literary
tastes and folklore than of true class structure of Spanish Jewry, then
or later. More characteristic were the various localities called
mons Judeorum or villa judaica , and the
like, which probably reflected close Jewish agriculture settlements»
( A Social and Religious History of the Jews , IV, p. 29;
también p. 246). Más adelante el historiador nos
llamaría la atención sobre el hecho de que los documentos
españoles del siglo XII no nos hablan de judíos
prestamistas, ni siquiera los de Toledo, con su importante
judería (p. 206). Pero sobre estos temas tendré
ocasión de comentar y documentar extensamente en diversos
capítulos de este libro.
VUELTA
AL TEXTO
30. Judíos
españoles en la Edad Media , p. 94. Esta obra llegó
a mi poder cuando este trabajo se aproximaba a su conclusión. Su
lectura me ha brindado, desde el campo de la historiografía
española documentada, la debida seguridad en mi replanteamiento,
que data de 1973, y de las actuales conclusiones. Suárez
Fernández no se ha dejado alucinar del espejismo de la
crítica literaria y, sin tratar de invadir su parcela, implica
que el antisemitismo del episodio de las arcas es una mera
fantasía: «Ninguna mención de usura se encuentra [en la
documentación de la época]: los fantásticos
judíos burgaleses del Cantar de mio Cid no emplean nunca
la expresión logro que designa los intereses usurarios» (p.
74). Es buen historiador el que procede como el científico, el
que en palabras del monje Jean Mabillon, allá por el siglo XVII,
se obliga a «proclamar lo cierto como cierto, lo falso como falso y
lo incierto como dudoso» (citado en Coulton, Five Centuries of
Religion , II, p. VII). Quisiera hacer mías unas palabras
de Coulton: «He tratado de establecer la verdad en mi texto; ello me
sitúa en llana contradicción con otros que, en mi
opinión, no han tratado como es debido de llegar a los hechos
reales. El público, al enfrentarse con estos asertos llanamente
contradictorios, encontrará difícil tarea la de
decidir entre los que se contradicen. El presente trabajo va designado
a ayudarles a tomar una decisión» (Medieval Village, Manor,
and Monastery, p. 415).
VUELTA
AL TEXTO
31. F. Heer sabe
evocar como es debido el ambiente de convivencia que reinaba en la
España del siglo XII, ambiente que inspiró tolerancia en
el alma de algunos francos que la visitaron, comentando de esta manera:
«Next to these Frank intellectuals were those aristocratic, knightly
laymen who never lost sight of the humanity of their opponents, even in
the heat of battle. Two outstanding examples must suffice. The Spanish
epic, Cantar de mio Cid (composed between 1140 and
1160), relates the heroic deeds of the Cid, the Spanish nacional hero
of the Reconquista , a knight of the eleventh century. Based on
the day-to-day narrative of one of the Cids companions, the poem tells
its tale with innocent candour and an air of veracity. It describes the
Cids exquisite courtesy in his dealings with the Moorish nobility, his
gentle treatment of them and readiness to come to terms (he himself had
spent many years in his service). Thus, for example, alter taking a
castle he would entrust it on his departure to the defeated Moors; and
the Moors gave him their blessing as he left» (The Medieval
World . Europe 1100-1350 , p. 117). En otros lugares
de su obra el historiador destaca cómo Castilla fue un lugar de
refugio para los judíos perseguidos en Al-Andalus (p. 250), en
Inglaterra, Francia y Alemania (p. 257).
VUELTA
AL TEXTO
32. Me refiero a
las imágenes esbozadas por los que hablan de un Cid
anti-rey , olvidándose de los enormes y frecuentes regalos
que el héroe envió a Alfonso tras sus victorias; de un
Cid anti-nobles , no queriendo asistir a las nupcias —dos veces—
de doña Elvira y doña Sol con nobles de alto linaje; de
un Cid anti-franco , de los que no creen en la grandeza del
obispado de Valencia que el héroe confiere al don
Jerónimo, dOriente . Si en algo sorprende la
moralidad del Cantar es en lo que supera
a la de su época y a la nuestra. En la batalla contra el Conde
de Barcelona no hay mención de sangre enemiga; hecho prisionero
el Conde no es encarcelado en la tienda común, sino conducido a
la propia celda del Campeador; no le sirven la comida común de
los prisioneros, sino que le dan a probar del banquete de los
vencedores; tras unos días, es puesto en libertad (cosa que no
se hizo con ningún otro personaje). Hay quien ha visto estas
acciones burlonas, humillantes, crueles. C. Smith decía que el
Cid odiaba al Conde por su rango («Did the Cid Repay the Jews», p.
522). G. West cree que le odiaba por ser franco y que el Cid
representaba la malquerencia general de los castellanos hacia los
francos («A Proposed Literary Context for the Count of Barcelona
Episode of the Cantar de mio Cid», passim ). Es
irónica que mientras historiadores como Heer nos retratan la faz
compasiva, amable, ejemplar del protagonista del Cantar de mio
Cid , los profesionales de la literatura español, los
especialistas en el Cantar , derrochen tanto tiempo, tanta
energía, tantos talentudos esfuerzos en presentarnos la faz fea
de Castilla ya en su primer escritor, en su primer héroe, en su
primera gran ciudad (sobre la alianza entre castellanos y francos, cf.
Bishko, «Fernando I y los orígenes de la alianza castellano
leonesa con Cluny»).
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