Prólogo
Por cuanto estas canciones parecen ser escritas
con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es
tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría,
toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada
y movida en alguna manera, esa misma abundancia e ímpetu lleva en
él su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia
que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería
ignorancia pensar que los dichos de amor e inteligencia mística,
cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras
se pueden bien explicar; porque el Espíritu del Señor, que
ayuda a nuestra flaqueza, como dice San Pablo, morando en nosotros, pide
por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien entender
ni comprehender para lo manifestar: Spiritus adjuvat infirmitatem nostram...
ipse Spiritus postulat pro nobis gemitibus inerrabilibus
Porque, ¿quién podrá escribir lo que a las almas amorosas
donde él mora hace entender? ¿Y quién podrá
manifestar con palabras lo que las hace sentir? Y ¿quién,
finalmente, lo que las hace desear? Cierto, nadie lo puede; cierto, ni
aun ellas mismas, por quien pasa, lo pueden; porque ésta es la causa
por que con figuras, comparaciones y semejanzas, antes rebosan algo de
lo que sienten, y de la abundancia del espíritu vierten secretos
y misterios que con razones lo declaran. Las cuales semejanzas, no leídas
con la sencillez del espíritu de amor e inteligencia que ellas llevan,
antes parecen dislates que dichos puestos en razón, según
es de ver en los divinos Cantares de Salomón y en otros libros
de la divina Escritura, donde, no pudiéndose dar a entender la abundancia
de su sentido por términos vulgares y usados, habla el Espíritu
Santo misterios en extrañas figuras y semejanzas; de donde se sigue
que los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden
acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras
se pudo ello decir; y así lo que de ello se declara, ordinariamente
es lo menos que contiene en sí. Por haberse, pues, estas canciones
compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán
declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar
alguna luz en general; y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor
es mejor dejarlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche
según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un
sentido a que no se acomode todo paladar; y así, aunque en alguna
manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración;
porque la sabiduría mística, la cual es por amor, de que
las presentes canciones tratan, no ha menester distintamente entenderse
para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo
de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle claramente. Por tanto
seré bien breve, aunque no podrá ser menos de alargarme en
algunas partes donde lo pidiere la materia y se ofreciere la ocasión
de tratar y declarar algunos puntos y efectos de oración, que por
tocarse en las canciones muchos, no podrá ser menos de tratar algunos;
pero, dejando los más comunes, trataré brevemente los más
extraordinarios que pasan por los que con el favor de Dios han pasado de
principiantes, y esto por dos cosas: la una, porque para los principiantes
hay muchas cosas escritas; la otra, porque en ello hablo con personas a
las cuales nuestro Señor ha hecho merced de haberlas sacado de esos
principios y llevádolas más adentro al seno de su amor divino;
así, espero que aunque se escriban aquí algunos puntos de
teología escolástica acerca del trato interior del alma con
su Dios, no será en vano haber hablado algo a lo puro del espíritu
en tal manera; pues, aunque a algunas las falte el ejercicio de teología
escolástica con que se entienden las verdades divinas, no les falta
el de la mística, que se sabe por amor, en que, no solamente se
saben, mas juntamente se gustan.
Y porque lo que dijere (lo cual quiero sujetar
a mejor juicio, y totalmente al de la santa madre Iglesia) haga más
fe, no pienso afirmar cosa fiándome de experiencia que por mí
haya pasado, ni de lo que en otras personas espirituales haya conocido
o de ellas haya oído, aunque de lo uno y de lo otro me pienso aprovechar,
sino que con autoridades de la Escritura divina vaya confirmando, declarando
a lo menos lo que fuere más dificultoso de entender; en las cuales
llevaré este estilo, que primero pondré las sentencias de
su latín, y luego las declararé al propósito de lo
que se trajeren. Y pondré primero juntas todas las canciones, y
luego por su orden iré poniendo cada una de por sí para haberlas
de declarar; de las cuales declararé cada verso, poniéndole
al principio de su declaración.
Canciones entre el Alma y el Esposo
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ESPOSA
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1. ¿Adónde te escondiste, |
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Amado, y me dejaste con gemido? |
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Como el ciervo huiste, |
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Habiéndome herido; |
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Salí tras ti clamando, y ya eras ido. |
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2. Pastores, los que fuerdes |
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Allá por las majadas al otero, |
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Si por ventura vierdes |
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Aquel que yo más quiero, |
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Decidle que adolezco, peno y muero. |
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3. Buscando mis amores, |
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Iré por esos montes y riberas, |
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Ni cogeré las flores, |
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Ni temeré las fieras, |
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Y pasaré los fuertes y fronteras. |
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4. Oh bosques y espesuras, |
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Plantadas por mano del Amado, |
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Oh prado de verduras, |
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De flores esmaltado, |
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Decid si por vosotros ha pasado. |
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RESPUESTA DE LAS CRIATURAS
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5. Mil gracias derramando, |
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Pasó por estos sotos con presura, |
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Y yéndolos mirando, |
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Con sola su figura |
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Vestidos los dejó de su hermosura. |
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ESPOSA
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6. ¡Ay, quién podrá sanarme! |
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Acaba de entregarte ya de vero; |
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No quieras enviarme |
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De hoy más ya mensajero, |
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Que no saben decirme lo que quiero. |
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7. Y todos cuantos vagan, |
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De ti me van mil gracias refiriendo, |
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Y todos más me llagan, |
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Y déjame muriendo |
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Un no sé qué que quedan balbuciendo. |
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8. Mas ¿cómo perseveras, |
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Oh vida, no viviendo donde vives, |
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Y haciendo porque mueras, |
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Las flechas que recibes, |
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De lo que del Amado en ti concibes? |
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9. ¿Por qué, pues has llagado |
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Aqueste corazón, no le sanaste? |
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Y pues me le has robado, |
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¿Por qué así le dejaste, |
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Y no tomas el robo que robaste? |
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10. Apaga mis enojos, |
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Pues que ninguno basta a deshacellos, |
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Y véante mis ojos, |
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Pues eres lumbre de ellos, |
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Y sólo para ti quiero tenellos, |
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11. Descubre tu presencia, |
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Y máteme la vista y hermosura; |
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Mira que la dolencia |
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De amor, que no se cura |
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Sino con la presencia y la figura. |
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12. ¡Oh cristalina fuente, |
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Si en esos tus semblantes plateados, |
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Formases de repente |
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Los ojos deseados, |
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Que tengo en mis entrañas dibujados! |
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13. Apártalos, Amado, |
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Que voy de vuelo, |
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ESPOSO
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Vuélvete, paloma, |
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Que el ciervo vulnerado |
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Por el otero asoma, |
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Al aire de tu vuelo, y fresco toma. |
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ESPOSA
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14. Mi Amado, las montañas, |
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Los valles solitarios nemorosos, |
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Las ínsulas extrañas, |
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Los ríos sonorosos, |
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El silbo de los aires amorosos. |
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15. La noche sosegada |
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En par de los levantes de la aurora, |
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La música callada, |
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La soledad sonora, |
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La cena, que recrea y enamora. |
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16. Cazadnos las raposas, |
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Que está ya florecida nuestra viña, |
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En tanto que de rosas |
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Hacemos una piña, |
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Y no parezca nadie en la montiña. |
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17. Detente, cierzo muerto, |
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Ven, austro, que recuerdas los amores, |
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Aspira por mi huerto, |
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Y corran tus olores, |
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Y pacerá el Amado entre las flores. |
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18. Oh, ninfas de Judea, |
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En tanto que en las flores y rosales |
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El ámbar perfumea, |
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Morá en los arrabales, |
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Y no queráis tocar nuestros umbrales. |
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19. Escóndete, Carillo, |
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Y mira con tu haz a las montañas, |
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Y no quieras decillo; |
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Mas mira las campañas |
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De la que va por ínsulas extrañas. |
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ESPOSO
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20. A las aves ligeras, |
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Leones, ciervos, gamos saltadores, |
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Montes, valles, riberas, |
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Aguas, aires, ardores, |
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Y miedos de las noches veladores. |
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21. Por las amenas liras |
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Y cantos de Sirenas os conjuro |
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Que cesen vuestras iras, |
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Y no toquéis al muro, |
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Porque la Esposa duerma más seguro. |
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22. Entrádose ha la Esposa |
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En el ameno huerto deseado, |
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Y a su sabor reposa, |
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El cuello reclinado |
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Sobre los dulces brazos del Amado. |
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23. Debajo del manzano |
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Allí conmigo fuiste desposada, |
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Allí te di la mano, |
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Y fuiste reparada |
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Donde tu madre fuera violada. |
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ESPOSA
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24. Nuestro lecho florido, |
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De cuevas de leones enlazado, |
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En púrpura tendido, |
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De paz edificado, |
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De mil escudos de oro coronado. |
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25. A zaga de tu huella |
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Los jóvenes discurren al camino |
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Al toque de centella, |
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Al adobado vino, |
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Emisiones de bálsamo divino. |
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26. En la interior bodega |
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De mi Amado bebí, y cuando salía |
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Por toda aquesta vega, |
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Ya cosa no sabía, |
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Y el ganado perdí que antes seguía. |
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27. Allí me dio su pecho, |
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Allí me enseñó ciencia muy sabrosa, |
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Y yo le dí de hecho |
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A mí, sin dejar cosa; |
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Allí le prometí de ser su esposa. |
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28. Mi alma se ha empleado, |
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Y todo mi caudal, en su servicio, |
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Ya no guardo ganado |
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Ni ya tengo otro oficio; |
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Que ya sólo en amar es mi ejercicio. |
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29. Pues ya si en el ejido |
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De hoy más no fuere vista ni hallada, |
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Diréis que me he perdido, |
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Que, andando enamorada, |
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Me hice perdidiza y fui ganada. |
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30. De flores y esmeraldas |
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En las frescas mañanas escogidas, |
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Haremos las guirnaldas, |
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En tu amor florecidas, |
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Y en un cabello mío entretejidas. |
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31. En solo aquel cabello |
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Que en mi cuello volar consideraste, |
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Mirástele en mi cuello, |
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Y en él preso quedaste, |
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Y en uno de mis ojos te llagaste. |
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32. Cuando tú me mirabas, |
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Su gracia en mí tus ojos imprimían; |
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Por eso me adamabas, |
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Y en eso merecían |
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Los míos adorar lo que en ti vían. |
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33. No quieras despreciarme, |
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Que si color moreno en mí hallaste, |
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Ya bien puedes mirarme, |
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Después que me miraste; |
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Que gracia y hermosura en mí dejaste. |
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ESPOSO
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34. La blanca palomica |
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Al arca con el ramo se ha tornado, |
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Y ya la tortolica |
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Al socio deseado |
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En las riberas verdes ha hallado. |
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35. En soledad vivía, |
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Y en soledad ha puesto ya su nido, |
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Y en soledad la guía |
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A solas su querido, |
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También en soledad de amor herido. |
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ESPOSA
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36. Gocémonos, Amado, |
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Y vámonos a ver en tu hermosura |
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Al monte y al collado, |
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Do mana el agua pura; |
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Entremos más adentro en la espesura. |
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37. Y luego a las subidas |
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Cavernas de las piedras nos iremos, |
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Que están bien escondidas, |
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Y allí nos entraremos, |
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Y el mosto de granadas gustaremos. |
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38. Allí me mostrarías |
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Aquello que mi alma pretendía, |
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Y luego me darías |
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Allí tú, vida mía, |
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Aquello que me diste el otro día. |
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39. El aspirar del aire, |
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El canto de la dulce Filomena, |
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El soto y su donaire, |
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En la noche serena |
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Con llama que consume y no da pena. |
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40. Que nadie lo miraba, |
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Aminadab tampoco parecía, |
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Y el cerco sosegaba, |
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Y la caballería |
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A vista de las aguas descendía. |
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Argumento
El orden que llevan estas canciones es desde
que un alma comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado
de perfección, que es matrimonio espiritual; y así, en ellas
se tocan los tres estados o vías del ejercicio espiritual por las
cuales pasa el alma hasta llegar al dicho estado, que son, purgativa, iluminativa
y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos
de ellas.
El principio de ellas trata de los principiantes,
que es la vía purgativa. Las de más adelante tratan de los
aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual, y ésta es
la vía iluminativa. Después de éstas, las que se siguen
tratan de la vía unitiva, que es la de los perfectos, donde se hace
el matrimonio espiritual. La cual vía unitiva y de perfectos se
sigue a la iluminativa, que es de los aprovechados; y las últimas
canciones tratan del estado beatífico, que sólo ya el alma
en aquel estado perfecto pretende.
Anotación a la canción siguiente, que es la primera
Cayendo el alma en la cuenta de lo que está
obligada a hacer; viendo que la vida es breve ,
la senda de la vida eterna estrecha;
que el justo apenas se salva, que las
,
que todo se acaba y falta, como el agua que corre; el tiempo incierto,
la cuenta estrecha, la perdición muy fácil, la salvación
muy dificultosa. Conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe
en haberla criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio
de toda su vida; y en haberla redimido solamente por sí mismo, por
lo cual le debe todo el resto y correspondencia del amor de su voluntad,
y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que
,
y que de todo esto ha de haber cuenta y razón, así de lo
,
,
y que ya es tarde y por ventura lo postrero del día: para remediar
tanto mal y daño, mayormente sintiendo a Dios muy enojado y escondido
por haberse ella querido olvidar tanto de él entre las criaturas,
tocada ella de dolor y pavor interior de corazón sobre tanta perdición
y peligro, renunciando todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin
dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón,
herida ya del amor de Dios, comienza a invocar a su Amado, y dice: |
CANCIÓN PRIMERA
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¿Adónde te escondiste, |
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Amado, y me dejaste con gemido? |
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Como el ciervo huiste, |
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habiéndome herido; |
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salí tras ti clamando, y ya eras ido. |
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DECLARACIÓN
En esta primera canción, el alma, enamorada
del Verbo, Hijo de Dios, su esposo, deseando unirse con él por clara
y esencial visión, propone sus ansias de amor, querellándose
a él de la ausencia, mayormente que, habiéndola él
herido y llagado de su amor (por el cual ha salido de todas las cosas criadas
y de sí misma), todavía haya de padecer la ausencia de su
Amado, no desatándola ya de la carne mortal para poder gozarle en
gloria de eternidad; y así, dice:
¿Adónde te escondiste?
Y es como si dijera: «Verbo, esposo mío,
muéstrame el lugar donde estás escondido. En lo cual
le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar adonde
está escondido el Hijo de Dios es, como dice San Juan, en el seno
del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena de todo ojo mortal
,
hablando con Dios, dijo: Vere tu es Deus absconditus; «
Verdaderamente tú eres Dios escondido. De donde es de
notar que por grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas noticias
de Dios que un alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios
ni tiene que ver con él; porque todavía a la verdad le está
al alma escondido, y por eso siempre le conviene al alma, sobre todas esas
grandezas, tenerle por escondido y buscarle escondido, diciendo: «¿Adónde
te escondiste? porque ni la alta comunicación ni presencia
sensible es cierto testimonio de su graciosa presencia, ni la sequedad
y carencia de todo eso en el alma lo es de su ausencia en ella; lo cual
dice: Si venerit ad me, non videbo eum: si abierit, non intelligam;
«Si viniere a mí no le veré, y si se fuere no lo entenderé.
En lo cual se da a entender, que si el alma sintiere gran comunicación
o sentimiento o noticia espiritual, no por eso se ha de persuadir a que
aquello que siente es poseer o ver clara y esencialmente a Dios, o que
aquello sea tener más a Dios o estar más en Dios, aunque
más ello sea; y que si todas esas comunicaciones sensibles y espirituales
le faltaren, quedando ella en sequedad, tiniebla y desamparo, no por eso
ha de pensar que le falta Dios más así que así, pues
que realmente, ni por lo uno puede saber de cierto estar en su gracia,
:
Nescit homo, utrum amore, an odio dignus sit; «Ninguno sabe
si es digno de amor o aborrecimiento delante de Dios. «De
manera que el intento principal del alma en este verso no es sólo
pedir la devoción afectiva y sensible, en que no hay certeza ni
claridad de la posesión del Esposo en esta vida, sino principalmente
la clara presencia y visión de su esencia, en que desea estar certificada
y satisfecha en la otra. Esto mismo quiso decir la Esposa en los Cantares
divinos cuando, deseando unirse con la divinidad del Verbo, esposo
suyo, la pidió al Padre, diciéndole: Indica mihi... ubi
;
«Muéstrame dónde te apacientas y dónde te recuestas
al medio día. Porque pedir le mostrase adónde
se apacentaba era pedir la esencia del Verbo divino, su Hijo, porque el
padre no se apacienta en otra cosa que en su Unigénito Hijo, pues
es la gloria del Padre; y en pedir le mostrase el lugar donde se recostaba
era pedirle lo mismo, porque el Hijo sólo es el deleite del Padre,
el cual no se recuesta en otro lugar ni cabe en otra cosa que en su amado
Hijo, en el cual todo él se recuesta, comunicándole toda
su esencia, al mediodía, que es la eternidad, donde siempre le engendra
y le tiene engendrado. Este pasto, pues, es el Verbo Esposo, donde el Padre
se apacienta en infinita gloria, y es el lecho florido donde con infinito
deleite de amor se recuesta escondido profundamente de todo ojo mortal
y de toda criatura; y esto pide aquí el alma esposa cuando dice:
¿Adónde te escondiste?
Y para que esta sedienta alma venga a hallar
a su Esposo y unirse con él por unión de amor en esta vida
(según se puede), y entretenga su sed con esta gota que de él
se puede gustar en esta vida, bueno será, pues lo pide a su Esposo,
tomando la mano por él, le respondamos, mostrándole el lugar
más cierto donde está escondido, para que allí lo
halle a lo cierto con la perfección y sabor que se puede en esta
vida, y así no comience a vaguear en vano tras las pisadas de las
compañías. Para lo cual es de notar que el Verbo, Hijo de
Dios, juntamente con el Padre y con el Espíritu Santo, esencial
y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma.
Por tanto al alma que lo ha de hallar conviénele salir de todas
las cosas, según la afición y voluntad, y entrarse en sumo
recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas
como si no fuesen. Que por eso San Agustín, hablando en los Soliloquios
con Dios, decía: «No te hallaba, Señor, defuera, porque
mal te buscaba fuera; que estabas dentro. Está, pues, Dios
en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo,
diciendo:
¿Adónde te escondiste?
Oh, pues, alma hermosísima entre todas
las criaturas, que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado,
para buscarle y unirte con él, ya se te dice que tú misma
eres el aposento donde él mora, y el retrete y escondrijo donde
está escondido, que es cosa de grande contentamiento y alegría
para ti ver que todo tu bien y esperanza esté tan cerca de ti, que
:
Ecce enim regnum Dei intra vos est (dice el Esposo); «Cata
que el reino de Dios está dentro de vosotros. Y su siervo
:
Vos enim estis templum Dei; «Vosotros sois templo de Dios.
Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma,
aunque esté en pecado mortal, cuanto menos de la que está
en gracia. ¿Qué más quieres, oh alma, y qué
más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus
deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado,
a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en tu interior
recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le ama,
ahí le desea, ahí le adora, y no le vayas a buscar fuera
de ti, porque te distraerás y cansarás, y no le hallarás
ni gozarás más cierto ni más presto ni más
cerca que dentro de ti. Sólo hay una cosa, que aunque está
dentro de ti, está escondido; pero gran cosa es saber el lugar donde
está escondido, para buscarle allí a lo cierto, y esto es
lo que tú también aquí, alma, pides cuando con afecto
de amor dices:
¿Adónde te escondiste?
Pero todavía dices: pues está
en mí el que ama mi alma, ¿cómo no lo hallo ni le
siento? La causa es porque está escondido, y tú no te escondes
también para hallarle y sentirle; porque el que ha de hallar una
cosa escondida tan a lo escondido, y hasta lo escondido donde ella está
ha de entrar, y cuando la halla, él también está escondido
como ella. Como quiera, pues, que tu Esposo amado es el tesoro escondido
,
por el cual el sabio mercader dio todas sus cosas, convendrá que
para que tú le halles, olvidadas todas las tuyas y alejándote
,
te escondas en tu retrete interior del espíritu, y cerrando la puerta
sobre ti, (es a saber, tu voluntad a todas las cosas), ores a tu padre
en escondido; y así, quedando escondida con él, entonces
le sentirás en escondido, y le amarás y gozarás en
escondido, con él, es a saber, sobre todo lo que alcanza lengua
y sentido. Ea, pues, alma hermosa, pues ya sabes que tu deseado Amado mora
escondido en tu seno, procura estar bien con él escondida, y en
tu seno le abrazarás y sentirás con afición de amor;
,
diciendo: Vade... intra in cubicula tua, claude ostia tua super te,
abscondere modicum ad momentum; «Anda, entra en tus retretes,
cierra tus puertas sobre ti (esto es, todas tus potencias a todas las criaturas),
escóndete un poco hasta un momento; esto es, por este momento
de vida temporal; porque si en esta brevedad de vida guardares, oh alma,
,
sin duda ninguna te dará Dios lo que él adelante dice por
;
«Darete los tesoros escondidos, y descubrirete la sustancia y
misterios de los secretos; la cual sustancia de los secretos es
el mismo Dios, porque Dios es la sustancia de la fe, y el concepto de ella
y la fe es el secreto y el misterio; y cuando se revelare y manifestare
esto que nos tiene secreto y encubierto la fe, que es lo perfecto de Dios,
,
entonces se descubrirán al alma la sustancia y misterios de los
secretos; pero en esta vida mortal, aunque no llegará el alma tan
a lo puro de ellos como en la otra, por más que se esconda, todavía
en la caverna de piedra, que es la verdadera imitación de la perfección
de la vida del Hijo de Dios, esposo del alma, amparándola Dios con
su diestra, merecerá que le muestren las espaldas de Dios, que es
llegar en esta vida a tanta perfección, que se una y transforme
por amor en el dicho Hijo de Dios, su esposo; de manera que se sienta tan
junta con él, y tan instruida y sabia en sus misterios, que cuanto
a lo que toca a conocerle en esta vida no tenga necesidad de decir: «¿Adónde
te escondiste?
Dicho queda, oh alma, el modo que te conviene
tener para hallar al Esposo en tu escondrijo; pero si lo quieres volver
a oír, oye una palabra llena de sustancia y verdad inaccesible,
y es, búscale en fe y en amor sin querer satisfacerte de cosa, ni
gustarla ni entenderla más de lo que debes saber, que esos dos son
los mozos del ciego, que te guiarán por donde no sabes allá
a lo escondido de Dios, porque la fe, que es el secreto que habemos dicho,
son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que
la encamina, y andando ella tratando y manijando estos misterios y secretos
de fe, merecerá que el amor le descubra lo que en sí encierra
la fe, que es el Esposo que ella desea en esta vida por gracia espiritual
y divina unión con Dios, como habemos dicho, y en la otra por gloria
esencial, gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido;
pero entre tanto, aunque el alma llegue a esta dicha unión (que
es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida), por cuanto
al alma todavía le está escondido en el seno del Padre, como
habemos dicho, que es como ella le desea gozar en la otra, siempre dice:
¿Adónde te escondiste?
Muy bien haces, oh alma, en buscarle siempre
escondido, porque mucho ensalzas a Dios y mucho te llegas a él,
teniéndole por más alto y profundo que todo cuanto puedes
alcanzar; y por tanto, no repares en parte ni en todo de lo que tus potencias
pueden comprehender, quiero decir, que nunca te quieras satisfacer en lo
que entiendes de Dios, sino en lo que no entendieres de él; y nunca
pares en amar y deleitarte en eso que entendieres o sintieres de Dios,
sino ama y deléitate en lo que no puedes entender ni sentir de él;
que eso es, como habemos dicho, buscarle en fe; que pues es Dios inaccesible
y escondido; como también habemos dicho, aunque más te parezca
que le hallas y le sientes y le entiendes, siempre le has de tener por
escondido, y le has de servir escondido en escondido. Y no seas como muchos
insipientes, que piensan bajamente de Dios, entendiendo que cuando no le
entienden o no le gustan o no lo sienten está Dios más lejos
y más escondido; siendo más verdad lo contrario, que cuanto
menos le entienden más se llegan a él; pues, como dice el
«Puso por su escondrijo las tinieblas; y así, llegando
cerca de él, por fuerza has de sentir tinieblas en la flaqueza de
tus ojos; bien haces, pues, en todo tiempo, a hora de prosperidad o adversidad
espiritual o temporal, tener a Dios por escondido; y así, clamar
a él, diciendo:
Amado, y me dejaste con gemido.
Llámale amado para más moverle
e inclinarle a su ruego, porque cuando Dios es amado, con grande facilidad
acude a las peticiones de su amante; y así lo dice él por
San Juan, diciendo: Si manseritis in me... Quodcumque volueritis, petetis,
et fiet vobis; «Si permaneciéredes en mí;
.
De donde entonces le puede el alma de verdad llamar amado, cuando
ella está entera con él, no teniendo su corazón asido
a alguna cosa fuera de él; y así, de ordinario trae su pensamiento
en él. Que por falta de esto dijo Dalila a Sansón: Quomodo
«Que ¿cómo podía decir él que la amaba,
pues su ánimo no estaba con ella? En el cual ánimo
se incluye el pensamiento y la afición. De donde algunos llaman
al Esposo amado. Y no es su amado de veras, porque no tienen entero
con él su corazón. Y así, su petición no es
en la presencia de Dios de tanto valor; por lo cual no alcanzan luego su
petición hasta que, continuando la oración, vengan a tener
su ánimo más continuo con Dios y el corazón con él
más entero, con afección de amor, porque de Dios no se alcanza
nada si no es por amor.
En lo que dice luego: «Y me dejaste con
gemido, es de notar que el ausencia del amado causa continuo gemir
en el amante; porque, como fuera de él nada ama, en nada descansa
ni recibe alivio; de donde, en esto se conocerá el que de veras
ama a Dios, si con ninguna cosa menos que él se contenta; mas ¿qué
digo, se contenta? Pues aunque todas juntas las posea no estará
contento, antes cuantas más tuviere estará menos satisfecho;
porque la satisfacción del corazón no se halla en la posesión
de las cosas, sino en la desnudez de todas y pobreza de espíritu.
Que por consistir en ésta la perfección de amor en que se
posee Dios, con muy conjunta y particular gracia vive en el alma en esta
vida cuando ha llegado a ella con alguna satisfacción, aunque no
con hartura; pues que David, con toda su perfección, la esperaba
;
«Cuando pareciere tu gloria, me hartaré. Y así,
no le basta la paz y tranquilidad y satisfacción de corazón
a que puede llegar el alma en esta vida, para que deje de tener dentro
de sí gemido (aunque pacífico y no penoso) en la esperanza
de lo que falta. Porque el gemido es anejo a la esperanza. Como el que
decía el Apóstol que tenían él y los demás,
aunque perfectos, diciendo: Nos ipsi primitias Spiritus habentes, et
;
«Nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu dentro
de nosotros mismos, gemimos, esperando la adopción de hijos de Dios.
Este gemido, pues, tiene aquí el alma dentro de sí en el
corazón enamorado, porque donde hiere el amor, allí está
el gemido de la herida, clamando siempre con el sentimiento de la ausencia;
mayormente cuando, habiendo ella gustado alguna dulce y sabrosa comunicación
del Esposo, ausentándose, se quedó sola y seca de repente;
que por eso dice luego:
Como el ciervo huiste.
Donde es de notar que en los Cantares compara
la Esposa al Esposo al ciervo y cabra montañesa, diciendo: Similis
«Semejante es mi Amado a la cabra y al hijo de los ciervos.
Y esto no es sólo por ser extraño y solitario, y huir de
las compañías, como el ciervo, sino también por la
presteza de esconderse y mostrarse, cual suele hacer en las visitas que
hace a las devotas almas para regalarlas y animarlas, y en los desvíos
y ausencias que las hace sentir después de las tales visitas, para
probarlas y humillarlas y enseñarlas; por lo cual las hace sentir
con mayor dolor la ausencia, según ahora da aquí a entender
en lo que se sigue, diciendo:
Habiéndome herido.
Que es como si dijera: No sólo no me
basta la pena y el dolor que ordinariamente padezco en tu ausencia, sino
que, hiriéndome más de amor con tu flecha, y aumentando la
pasión y apetito de tu vista, huyes con ligereza de ciervo y no
te dejas comprehender algún tanto.
Para más declaración de este
verso es de saber que, allende de otras muchas diferencias de visitas que
Dios hace al alma, con que la llaga de amor, suele hacer unos escondidos
toques de amor, que, a manera de saeta de fuego, hieren y traspasan el
alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor; y éstas propiamente
se llaman heridas de amor, de las cuales habla aquí el alma. Inflaman
tanto éstas la voluntad en afición, que se está el
alma abrasando en llamas de amor; tanto, que parece consumirse de aquella
llama y la hace salir fuera de sí, y renovar toda y pasar a nueva
manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace
de nuevo. De lo cual, hablando David, dice: Inflammatum est cor meum,
;
«Fue inflamado mi corazón, y las renes se mudaron, y yo me
resolví en nada, y no supe. Los apetitos y afectos (que aquí
entiende el Profeta por renes) todos se conmueven y mudan en divinos en
aquella inflamación del corazón, y el alma por amor se resuelve
en nada, nada sabiendo sino amor. Y a este tiempo es la conmutación
de estas renes en grande manera de tormento y ansia por ver a Dios; tanto,
que le parece al alma intolerable el rigor de que con ella usa el amor,
no porque la hubo herido (porque antes tiene ella las tales heridas por
salud suya), sino porque la dejó así penando en amor, y no
la hirió más valerosamente, acabándola de matar para
unirse y juntarse con él en vida de amor perfecto. Por tanto, encareciendo
o declarando ella su dolor, dice:
Habiéndome herido.
Es a saber, dejándome así herida,
muriendo con herida de amor de ti, te escondiste con tanta ligereza como
ciervo. Este sentimiento acaece así tan grande porque en aquella
herida de amor que hace Dios al alma levántase el afecto de la voluntad
con súbita presteza a la posesión del Amado, cuyo toque sintió,
y con esa misma presteza siente el ausencia y el no poder poseer aquí
como desea; y así, luego juntamente siente el gemido de la tal ausencia,
porque estas visitas tales no son como otras en que Dios recrea y satisface
al alma, porque éstas sólo las hace más para herir
que para sanar, y más para lastimar que para satisfacer, pues sirven
para avivar la noticia y aumentar el apetito, y por consiguiente el dolor
y ansia de ver a Dios. Estas se llaman heridas espirituales de amor, las
cuales son al alma sabrosísimas y deseables; por lo cual querría
ella estar siempre muriendo mil muertes de estas lanzadas, porque la hacen
salir de sí y entrar en Dios; lo cual da ella a entender en el verso
siguiente, diciendo:
Salí tras ti clamando, ya eras ido.
En las heridas de amor no puede haber medicina,
sino de parte del que hirió. Y por eso esta herida alma salió
con la fuerza del fuego que causa la herida tras de su Amado, que la había
herido, clamando a él pasa que la sanase; es a saber, que este salir
espiritualmente se entiende aquí de dos maneras para ir tras Dios:
la una, saliendo de todas las cosas, lo cual se hace por aborrecimiento
y desprecio de ellas; la otra, saliendo de sí misma por olvido de
sí, lo cual se hace por el amor de Dios; porque, cuando éste
toca al alma con las veras que se va diciendo aquí, de tal manera
la levanta, que no sólo la hace salir de sí misma por el
olvido de sí, pero aun de sus quicios y modos e inclinaciones naturales
la saca, clamando por Dios; y así, es como si le dijera: Esposo
mío, en aquel toque tuyo y herida de amor sacaste mi alma, no sólo
de todas las cosas, mas también la sacaste e hiciste salir de sí
(porque a la verdad, y aun de las carnes parece la saca), y levantástela
a ti clamando por ti, ya desasida de todo para asirse a ti.
Ya eras ido.
Como si dijera: Al tiempo que quise comprehender
tu presencia no te hallé, y quedéme desasida de lo uno sin
asir lo otro, penando en los aires de amor sin arrimo de ti ni de mí.
Esto que aquí llama el alma salir para ir a buscar el Amado, llama
la Esposa en los Cantares levantar, diciendo: Surgam, et circuibo
Civitatem: per vicos, et plateas quaeram, quem diligit anima mea: quaesivi
;
«Levantaréme y buscaré al que ama mi alma, rodeando
la ciudad por los arrabales y plazas; busquéle, dice, y no le hallé,
y llagáronme. Levantarse el alma esposa se entiende allí
(hablando espiritualmente) de lo bajo a lo alto, que es lo mismo que aquí
dice el alma salir; esto es, de su modo y amor bajo al alto amor
de Dios. Pero dice allí la Esposa que quedó llagada porque
no le halló. Y aquí el alma también dice que está
herida de amor y la dejó así; y esto es porque el enamorado
vive siempre penado en la ausencia, porque él está ya entregado
al que ama, esperando la paga de la entrega que ha hecho, que es la entrega
del Amado a él, y todavía no se le da; y estando ya perdido
a todas las cosas, y asimismo por el Amado, no ha hallado la ganancia de
su pérdida, pues carece de la posesión del que ama su alma.
Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios
suele ser tan grande a los que van llegando al estado de perfección,
al tiempo de estas divinas heridas, que si no proveyese el Señor,
morirían; porque, como tienen el paladar de la voluntad sano y el
espíritu limpio y bien dispuesto para Dios, y en lo que está
dicho se les da a gustar algo de la dulzura del amor divino, que ellos
sobre todo modo apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por resquicios
se les muestra un inmenso bien, y no se les concede, es inefable la pena
y el tormento. |
CANCIÓN II
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Pastores, los que fuerdes |
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Allá por las majadas al otero, |
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Si por ventura vierdes. |
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A aquel que yo más quiero, |
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Decidle que adolezco, peno y muero. |
DECLARACIÓN
En esta canción el alma se quiere aprovechar
de terceros y medianeros para con su Amado, pidiéndoles le den parte
de su dolor y pena; porque propiedad es del amante, ya que por la presencia
no puede comunicarse con el Amado, de hacerlo con los mejores medios que
puede. Y así, el alma de sus afectos, deseos y gemidos se quiere
aquí aprovechar como de mensajeros que tan bien saben manifestar
lo secreto del corazón a su Amado; y así, los requiere que
vayan diciendo:
Pastores, los que fuerdes.
Llamando pastores a sus deseos, afectos y gemidos,
por cuanto ellos apacientan al alma de bienes espirituales, porque pastor
quiere decir apacentador; y mediante ellos se comunica Dios a ella
y le da divino pasto, porque sin ellos poco se le comunica; y dice:
Los que fuerdes.
Que es como decir: Los que de puro amor
saliéredes. Porque no todos los afectos y deseos van hasta él,
sino los que salen de verdadero amor.
Allá por majadas al otero.
Llama majadas a las jerarquías
y coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestro
gemidos y oraciones a Dios. Al cual aquí llama otero, por ser él
la suma alteza, y porque en él, como el otero, se otean y ven todas
las cosas y las majadas superiores e inferiores. Al cual van nuestras
oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como habemos dicho,
según lo dijo el ángel a Tobías, diciendo: Quando
orabas cum lacrymis, et sepeliebas mortus... ego obtuli orationem tuam
;
«Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecía
tus oraciones a Dios. También se pueden entender estos pastores
del alma por los mismos ángeles; porque, no sólo llevan a
Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras
almas, apacentándolas, como buenos pastores, de dulces comunicaciones
e inspiraciones de Dios, por cuyo medio Dios también las hace, y
ellos nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios. Ahora,
pues, entienda estos pastores por los afectos, ahora por los ángeles,
todos desea el alma que le sean parte y medios para con su Amado; y así,
a todos les dice:
Si por ventura vierdes.
Y es tanto como decir: Si por mi buena dicha
y ventura llegáredes a su presencia, de manera que él os
vea y oiga donde es de notar que (aunque es verdad que Dios todo lo sabe
y entiende, y hasta los mismos pensamientos del alma ve y nota, como dice
Moisés) entonces se dice ver nuestras necesidades y oraciones, u
oírlas, cuando las remedia o las cumple; porque, no cualesquier
necesidades y peticiones llegan al colmo que las oiga Dios para cumplirlas,
hasta que en sus ojos lleguen a bastante sazón y tiempo y número,
y entonces se dice verlo y oírlo, según es de ver en el Éxodo,
que, después de cuatrocientos años que los hijos de Israel
habían estado afligidos en la servidumbre de Egipto, dice Dios a
:
Vidi aflictionem Populi mei... et descendi, ut liberem eum; Vi la
aflicción de mi pueblo, y he bajado para librarlos. Como quiera
que siempre la hubiese visto; y también dijo San Gabriel a Zacarías
que no temiese, porque ya Dios había oído su oración,
de darle el hijo que muchos años le había andado pidiendo,
como quiera que siempre le hubiese oído; y así, ha de entender
cualquier alma que, aunque Dios no acuda luego a su necesidad y ruego,
que no por eso dejará de acudir en el tiempo oportuno; porque él
es ayudador, como dice David, en las oportunidades y en la tribulación,
si ella no desmayare y cesare. Esto, pues, quiere decir aquí el
alma cuando dice:
Si por ventura vierdes.
Es a saber: Si por ventura es llegado el tiempo
en que tenga por bien de otorgar mis peticiones.
Aquel que yo más quiero.
Es a saber, más que a todas las cosas.
Lo cual es verdad cuando al alma no se le pone nada delante que la acobarde
hacer y padecer por él cualquiera cosa de su servicio; y cuando
el alma también puede con verdad decir lo que en el verso siguiente
se dice, es señal que le ama sobre todas las cosas.
Decidle que adolezco, peno y muero.
En el cual representa el alma tres necesidades,
conviene a saber, dolencia, pena y muerte; porque el alma que de veras
ama a Dios con amor de alguna perfección, en la ausencia padece
ordinariamente de tres maneras, según las tres potencias del alma,
que son entendimiento, voluntad y memoria. Acerca del entendimiento, dice
que adolece, porque no ve a Dios, que es la salud del entendimiento, según
diciendo: Salus tua ego sum; «Yo soy tu salud. Acerca
de la voluntad, dice que pena, porque no posee a Dios, que es el refrigerio,
diciendo: Torrente voluptatis tuae potabis eos; «Con el torrente
de tu deleite nos hartarás. Acerca de la memoria, dice que
muere, porque, acordándose que carece de todos los bienes del entendimiento,
que es ver a Dios, y de los deleites de la voluntad, que es poseerle, y
que también es muy posible carecer de él para siempre entre
los peligros y ocasiones de esta vida, padece en esta memoria sentimiento
a manera de muerte, porque echa de ver que carece de la cierta y perfecta
posesión de Dios, el cual es vida del alma, según lo dice
,
diciendo: Ipse est enim vita tua; «Él ciertamente es
tu vida.
Estas tres maneras de necesidades representa
diciendo: Recordare paupertatis... absynthii, et felli; «Recuérdate
de mi pobreza y del absintio y de la hiel. La pobreza se refiere
al entendimiento, porque a él pertenecen las riquezas de la sabiduría
,
están encerrados todos sus tesoros: In quo sunt omnes thesauri
sapientiae, et scientiae absconditi. El absintio, que es yerba amarguísima,
se refiere a la voluntad, porque a esta potencia pertenece la dulzura de
la posesión de Dios, de la cual, careciendo, se queda con amargura;
y que la amargura pertenezca a la voluntad espiritualmente, se da a entender
,
cuando el ángel dijo a San Juan: Accipe librum; et devora illum,
et faciet amaricari ventrem tuum; que en comiendo aquel libro le había
de amargar el vientre, entendiendo allí por vientre la voluntad.
La hiel se refiere, no sólo a la memoria, sino a todas las potencias
y fuerzas del alma, porque la hiel significa la muerte del alma, según
diciendo: Fel draconum vinum eorum, et venenum aspidum insanabile;
«Hiel de dragones será el vino de ellos, y veneno de áspides
insanable. Lo cual significa allí el carecer de Dios, que
es muerte del alma.
Estas tres necesidades y penas están
fundadas en las tres virtudes teologales, que son fe, caridad y esperanza;
las cuales se refieren a las dichas tres potencias por el orden que aquí
se ponen, entendimiento, voluntad y memoria; y es de notar que el alma
en el dicho verso no hace más que representar su necesidad y pena
al Amado, porque el que discretamente ama no cura de pedir lo que le falta
y desea, sino de representar su necesidad para que el amado haga lo que
fuere servido, como cuando la bendita Virgen dijo a su amado Hijo en las
bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole directamente el vino,
.
Y las hermanas de Lázaro le enviaron a decir, no que sanase
a su hermano, sino que mirase que al que amaba estaba enfermo: Domine,
.
Y esto por tres cosas: la primera, porque mejor sabe el Señor lo
que nos conviene que nosotros; la segunda, porque más se compadece
el amado viendo la necesidad del que lo ama y su resignación; la
tercera, porque más seguridad lleva el alma acerca del amor propio
y propiedad en representar la falta que en pedir lo que a su parecer le
falta. Ni más ni menos hace acá ahora el alma representando
sus tres necesidades; y es como si dijera: Decid a mi Amado que adolezco
y él sólo es mi salud, que me dé mi salud, y que pues
peno y él sólo es mi gozo, que me dé mi gozo, y que
pues muero y él sólo es mi vida, que me dé vida. |
CANCIÓN III
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|
Buscando mis amores, |
|
Iré por esos montes y riberas, |
|
Ni cogeré las flores, |
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Ni temeré las fieras, |
|
Y pasaré los fuertes y fronteras. |
DECLARACIÓN
Viendo el alma que para hallar al Amado no
le bastaban gemidos ni oraciones, ni tampoco ayudarse de buenos terceros,
como ha hecho en la primera y segunda canción, por cuanto el deseo
con que le busca es verdadero y su amor grande, no quiere dejar de hacer
alguna diligencia de las que de su parte puede; porque el alma que de veras
ama a Dios no empereza hacer cuanto puede por hallar al Hijo de Dios, su
amado, y aun después que lo ha hecho todo no se satisface ni piensa
que ha hecho nada; y así, en esta tercera canción, ella misma
por la obra lo quiere buscar, y dice el modo que ha de tener en hallarlo,
conviene a saber, que ha de ir ejercitándose en las virtudes y ejercicios
espirituales de la vida activa y contemplativa, y que para esto no ha de
admitir deleites ni regalos algunos, ni bastarán a detenerla e impedirla
este camino todas las fuerzas y asechanzas de los tres enemigos del alma,
que son mundo, demonio y carne, diciendo:
Buscando mis amores.
Esto es, mi Amado. Bien da a entender aquí
el alma que para hallar a Dios de veras no basta sólo orar con el
corazón y con la lengua, ni tampoco ayudarse de beneficios ajenos,
sino que también, junto con eso, es menester obrar de su parte.
Lo que en sí es, porque más suele estimar Dios una obra de
la propia persona que muchas que otros hacen por ella; y por eso, acordándose
aquí el alma del dicho del Amado, que dice: Quaerite, et invenietis;
;
ella misma se determina a salir de la manera que habemos dicho a buscarle
por la obra, por no se quedar sin hallarle, como muchos, que no querrían
que les costase Dios más que hablar, y aun eso mal, y por él
no quieren hacer cosa que les cueste algo, y algunos aun no levantarse
de un lugar de su gusto y contento por él, sino que así se
les viniese el sabor de Dios a la boca y al corazón, sin dar paso
ni mortificarse en perder alguno de sus gustos, consuelos y quereres inútiles;
pero hasta que de ellos salgan a buscarle, aunque más voces den
a Dios, no le hallarán, porque así le buscaba la Esposa en
y no le halló hasta que salió a buscarle; y dícelo
por estas palabras: In lectulo meo per noctes quaesivi quem diligit
anima mea: quaesivi illum, et non inveni. Surgam, et circuibo Civitatem;
per vicos, et plateas quaeram quem, diligit anima mea; «En
mi lecho de noche busqué al que ama mi alma, busquéle y no
le hallé. Levantareme y rodearé la ciudad; por los arrabales
y las plazas buscaré al que ama mi alma. Y después
de haber pasado algunos trabajos, dice allí que lo halló.
De donde, el que busca a Dios queriéndose estar en su gusto y descanso,
de noche le busca, y así no le hallará; pero el que busca
por el ejercicio y obras de las virtudes, dejado aparte el lecho de su
gusto y deleites, éste le busca de día, y así le hallará;
porque lo que de noche no se halla, de día parece. Esto da bien
,
diciendo: Clara est, et quae numquam marcescit Sapientia, et facile
videtur ab his qui diligunt eam, et invenitur ab his qui quaerunt illam.
Praeoccupat qui se concupiscunt, ut illis se prior ostendat. Qui de luce
vigilaverit ad illam, non laborabit; asidentem enim illam foribus suis
inveniet; quiere decir: Clara es la sabiduría, y nunca se marchita
y fácilmente es vista de los que la aman y es hallada de los que
la buscan. Previene a los que la codician, para mostrarse primero a ellos.
El que por la mañana madrugare a ella no trabajará, porque
la hallará sentada a la puerta de su casa. En lo cual da a entender
que, en saliendo el alma de la casa de su propia voluntad y del lecho de
su propio gusto, acabada de salir, luego allí afuera hallará
a la dicha sabiduría divina, que es el Hijo de Dios, su esposo;
y por eso dice el alma aquí: «Buscando mis amores.
Iré por esos montes y riberas.
Por los montes, que son altos, entiende aquí
las virtudes. Lo uno por la alteza de ellas, lo otro por la dificultad
y trabajo que se pasa en subir a ellas, por las cuales dice que irá
ejercitando la vida contemplativa. Por las riberas, que son bajas, entiende
las mortificaciones, penitencias y ejercicios espirituales, por las cuales
también dice que irá en ellas ejercitando la vida activa,
junto con la contemplativa que ha dicho; porque para buscar a lo cierto
a Dios y adquirir las virtudes, la una y la otra son menester. Es, pues,
tanto como decir: Buscando a mi Amado, iré poniendo por obra las
altas virtudes, y humillándome en las bajas mortificaciones y ejercicios
humildes. Esto dice porque el camino de buscar a Dios es ir obrando en
Dios el bien y mortificando en sí el mal, de la manera que va diciendo
en los versos siguientes, es a saber:
Ni cogeré las flores.
Por cuanto para buscar a Dios es menester un
corazón desnudo y fuerte, y libre de todos los males y bienes que
puramente no son Dios, dice en el presente verso y en los siguientes el
alma la libertad y fortaleza que ha de tener para buscarle; y en éste
dice que no cogerá las flores que encontrare en este camino por
las cuales entiende todos los gustos y contentamientos y deleites que se
le pueden ofrecer en esta vida y le podrían impedir el camino, si
cogerlos y admitirlos quisiere.
Los cuales son en tres maneras, temporales,
sensuales y espirituales; y porque los unos y los otros ocupan el corazón
y le son impedimento para la desnudez espiritual, cual se requiere para
el derecho camino de Cristo, si reparase o hiciese asiento en ellos, dice
que para buscarle no cogerá todas estas cosas dichas; y así,
es como si dijera: Ni pondré mi corazón en las riquezas y
bienes que ofrece el mundo, ni admitiré los contentamientos y deleites
de mi carne, ni repararé en los gustos y consuelos de mi espíritu,
de suerte que me detenga en buscar a mis amores por los montes de las virtudes
a los que van por este camino, diciendo: Divitiae si affluant, nolite
cor apponere; esto es: Si se ofrecieren abundantes riquezas, no queráis
aplicar el corazón a ellas. Lo cual entiende así de los gustos
sensuales como de los demás bienes temporales y consuelos espirituales.
Donde es de notar que, no sólo los bienes temporales y deleites
corporales impiden y contradicen el camino de Dios, mas también
los consuelos y deleites espirituales, si se tienen con propiedad o se
buscan, impide al camino de la cruz del esposo Cristo; por tanto, el que
ha de ir adelante conviene que no se detenga a coger esas flores; y no
sólo eso, sino que también tenga ánimo y fortaleza
para decir: |
|
Ni temeré las fieras, |
|
Y pasaré los fuertes y fronteras. |
En los cuales versos pone los tres enemigos
del alma, mundo, demonio y carne, que son los que hacen guerra y dificultan
el camino. Por las fieras entiende el mundo, por los fuertes el demonio,
y por las fronteras la carne.
Al mundo llama fieras, porque al alma que comienza
el camino de Dios le parece que se le representa en la imaginación
el mundo como a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros,
y es principalmente en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el
favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valer, y aun la
hacienda; la segunda, que es otra fiera no menor, que ¿cómo
ha de sufrir no haber ya jamás de tener contentos y deleites del
mundo, y carecer de todos los regalos de él? La tercera es aún
mayor, conviene a saber, que se han de levantar contra ella las lenguas
y han de hacer burla, y ha de haber muchos dichos y mofas, y le han de
tener en poco; las cuales cosas, de tal manera se les suelen anteponer
a algunas almas, que se les hace dificultosísimo, no sólo
el perseverar contra estas fieras, más aún el poder comenzar
el camino.
Pero a algunas almas generosas se les suelen
poner otras fieras más interiores y espirituales de dificultades
y tentaciones, tribulaciones y trabajos de muchas maneras, porque les conviene
pasar; cuales los envía Dios a los que quiere levantar a alta perfección,
probándolos y examinándolos como al oro en el fuego, según
aquello de David: Multae tribulationes justorum; et de omnibus his liberavit
;
esto es: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas ellas
nos librará el Señor. Pero el alma bien enamorada, que estima
a su Amado más que a todas las cosas, confiada en el amor y favor
de él, no tiene en mucho decir: «Ni temeré las fieras.
Y pasaré los fuertes y fronteras.
A los demonios, que es el segundo enemigo,
llama fuertes, porque ellos, con grande fuerza, procuran tomar el paso
de este camino; y también porque sus tentaciones y astucias son
más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender
que las del mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos
otros dos enemigos, mundo y carne, para hacer al alma fuerte guerra. Y
,
los llama fuertes, diciendo: Fortes quaesierunt animam meam; es
a saber: «Los fuertes pretendieron mi alma. De cuya fortaleza
:
Non est super terram potestas, quae comparetur ei, qui factus est ut
nullum timeret; que no hay poder sobre la tierra que se compare a este
del demonio, que fue hecho de suerte que a ninguno temiese; esto es, ningún
poder humano se podrá comparar con el suyo; y así, solo el
divino basta para poderle vencer, y sola la luz divina para poderle entender
sus ardides; por lo cual, el alma que hubiere de vencer su fortaleza, no
podrá sin su oración, ni sus engaños podrá
entender sin humildad y mortificación; que por eso dice el apóstol
avisando
a los fieles, estas palabras: Induite vos armaturam Dei, ut possitis
stare adversus insidias diaboli; quoniam non est nobis colluctatio adversus
carnem et sanguinem; es a saber: «Vestíos de las armas
de Dios, para que podáis resistir a las astucias del enemigo, porque
esta lucha no es como contra la carne y sangre; entendiendo por la sangre
el mundo, y por las armas de Dios la oración y la cruz de Cristo,
en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.
Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales
se entienden, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente
la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice el apóstol
, codicia
contra el espíritu: Caro enim concupiscit adversus spiritum.
«Y se pone como en frontera, resistiendo al camino espiritual;
y estas fronteras ha de pasar el alma rompiendo las dificultades y echando
por tierra con la fuerza y determinación del espíritu todos
los apetitos sensuales y aficiones naturales; porque en tanto que los hubiere
en el alma, de tal manera está el espíritu impedido debajo
de ellas, que no puede pasar a verdadera vida y deleite espiritual; lo
,
diciendo: Si autem spiritu facta carnis mortificaveritis, vivetis;
esto es: Si mortificáredes las inclinaciones de la carne y apetitos
con el espíritu, viviréis. Éste, pues, es el estilo
que dice el alma en la dicha canción que le conviene tener para
en este camino buscar a su Amado; el cual, en suma, es tener constancia
y valor para no bajarse a coger las flores, y ánimo para
no temer las fieras, y fortaleza para los fuertes y fronteras;
sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes, de
la manera que está declarado. |
CANCIÓN IV
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¡Oh bosques y espesuras |
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plantadas por la mano del Amado! |
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¡Oh prado de verduras, |
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De flores esmaltado! |
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Decid si por vosotros ha pasado. |
DECLARACIÓN
Después que el alma ha dado a entender
la manera de disponerse para comenzar este camino, para no se andar ya
a deleites y gustos, y la fortaleza que ha de tener para vencerlas tentaciones
y dificultades, en lo cual consiste el ejercicio del conocimiento de sí,
que es lo primero que tiene de hacer el alma para ir al conocimiento de
Dios, ahora en esta canción comienza a caminar, por la consideración
y conocimiento de las criaturas, al conocimiento de su Amado, criador de
ellas, porque, después del ejercicio del conocimiento propio, esta
consideración de las criaturas es la primera por orden en este camino
espiritual para ir conociendo a Dios, considerando su grandeza y excelencia
por ellas, según aquello del Apóstol, que dice: Invisibilia
,
que es como si dijera: Las cosas invisibles de Dios son del alma conocidas
por las cosas criadas visibles e invisibles.
Habla, pues, el alma en esta canción
con las criaturas, preguntándoles por su Amado. Y es de notar que,
como dice San Agustín, la pregunta que el alma hace a las criaturas
es la consideración que en ellas hace del Criador de ellas. Y así,
en esta canción se contiene la consideración de los elementos
y de las demás criaturas inferiores, y la consideración de
los cielos y de las demás criaturas y cosas materiales que Dios
crió en ellos; y también la consideración de los espíritus
celestiales, diciendo:
¡Oh bosques y espesuras!
Llama bosques a los elementos, que son
tierra, agua, aire y fuego; porque, así como los amenísimos
bosques están plantados y poblados de espesas plantas y arboledas,
así lo están los elementos de espesas criaturas, a las cuales
llama aquí espesuras, por el grande número y mucha
diferencia que hay de ellas en cada elemento: en la tierra inumerables
variedades de animales y plantas, en el agua inumerables diferencias de
peces, en el aire mucha diversidad de aves, y el elemento del fuego concurre
con todos para la animación y conservación de ellos; y así
cada suerte de animales vive en su elemento, y está puesta y plantada
en él como en su bosque y
región, donde nace y se cría;
y a la verdad, así lo mandó Dios en la creación de
, mandando
a la tierra que produjese las plantas y los animales, y a la mar y agua
los peces, y al aire hizo morada de las aves; y por eso, viendo el alma
que él así lo mandó y que así se hizo, dice
el verso siguiente:
Plantadas por la mano del Amado.
En el cual es esta la consideración,
es a saber, que estas diferencias y grandezas sola la mano del Amado,
Dios, pudo hacerlas y criarlas. Donde es de notar que advertidamente
dice por la mano del Amado; porque, aunque otras muchas cosas hace
Dios por mano ajena, como de los ángeles y de los hombres, ésta,
que es criar, nunca la hizo ni hace por otra que la suya propia; y así,
el alma mucho se mueve al amor de su Amado, Dios, por la consideración
de las criaturas, viendo que son cosas que por su propia mano fueron hechas;
y dice adelante:
¡Oh prado de verduras!
Esta es la consideración del cielo,
al cual llama prado de verduras, porque las cosas que hay en él
criadas, siempre están con verdura inmarcesible, que ni fenecen
ni se marchitan con el tiempo, y en ellas, como en frescas verduras, se
recrean los justos; en la cual consideración también se comprehende
toda la diferencia de las hermosas estrellas y otras plantas celestiales.
Este nombre de verduras pone también
la Iglesia a las cosas celestiales cuando, rogando a Dios por las ánimas
de los fieles difuntos, hablando con ellas, dice: Constituat te Christus
Filius Dei vivi intra Paradisi sui semper amoena virentia; que quiere
decir: «Constitúyaos Cristo, Hijo de Dios vivo, entre las
verduras siempre deleitables de su Paraíso. También
dice el alma que este prado de verduras está.
De flores esmaltado.
Por las cuales flores entiende los ángeles
y almas santas, con las cuales está adornado aquel lugar, y hermoseado
como un gracioso y subido esmalte en un vaso de oro excelente.
Decid si por vosotros ha pasado
Esta pregunta es la consideración que
arriba queda dicha, y es como si dijera: Decid qué excelencias en
vosotros ha criado. |
CANCIÓN V
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Mil gracias derramando |
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Pasó por estos sotos con presura, |
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Y yéndolos mirando, |
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Con sola su figura |
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Vestidos los dejó de su hermosura. |
DECLARACIÓN
En esta canción responden las criaturas
al alma, la cual respuesta, como también dice San Agustín
en aquel mismo lugar, es el testimonio que dan en sí de la grandeza
y excelencia de Dios al alma que por la consideración se lo pregunta;
y así, en esta canción lo que se contiene en sustancia es
que Dios crió todas las cosas con gran facilidad y brevedad, y en
ellas dejó algún rastro de quien él era, no sólo
dándoles el ser de nada, más aún, dotándolas
de inumerables gracias y virtudes, y hermoseándolas con el admirable
orden y dependencia indeficiente que tienen unas de otras, y esto todo
haciéndolo con su sabiduría, por quien las crió, que
es el Verbo, su unigénito Hijo. Dice, pues, así:
Mil gracias derramando.
Por estas mil gracias que dice
iba derramando se entiende la multitud de criaturas innumerable, que por
eso pone aquí el número mayor, que es mil, para dar a entender
la multitud de ellas, a las cuales llama gracias por las muchas gracias
de que dotó a las criaturas, las cuales derramó, es a saber,
todo el mundo poblando.
Pasó por estos sotos con presura.
Pasar por los sotos es criar los elementos,
que aquí llama sotos, por los cuales dice que pasaba derramando
mil gracias, porque los adornaba de todas las criaturas que son graciosas,
y allende de eso, en ellas derramaba las mil gracias, dándoles virtud
para poder concurrir con la generación y conservación de
todas ellas, y dice que pasó, porque las criaturas son como un rastro
del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría,
y otras virtudes divinas, y dice que este paso fue con presura, porque
las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso;
porque las mayores, en que más se mostró y en que él
más reparaba, eran las de la encarnación del Verbo y misterios
de la fe cristiana, en cuya comparación todas las más eran
hechas como de paso y con apresuramiento. |
|
Y yéndoles mirando, |
|
Con sola su figura |
|
Vestidos los dejó de su hermosura. |
,
el Hijo de Dios es resplandor de su gloria y figura de su sustancia: Qui
cum sit splendor gloriae, et figura substantiae ejus. Es, pues,
de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas
las cosas, que fue darles el ser natural, comunicándoles muchas
gracias y dones naturales, haciéndolas acabadas y perfectas, según
por estas palabras: Vidit Deus cuncta, quae fecerat, et erant valde
bona; «Miró Dios todas las cosas que había hecho,
y eran mucho buenas. El mirarlas mucho buenas era hacerlas mucho
buenas en el Verbo, su Hijo; y no sólo les comunicó el ser
y gracias naturales, como habemos dicho, mirándolas, mas también
con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura,
comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre,
ensalzándole en hermosura de Dios, y por consiguiente a todas las
criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas
:
Et ego si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum; esto
es: Si yo fuere ensalzado de la tierra, levantaré a mí todas
las cosas; y así, en este levantamiento de la encarnación
de su Hijo y de la gloria de su resurrección según la carne,
no solamente hermoseó el Padre las criaturas en parte, mas podemos
decir que del todo las dejó vestidas de hermosura y dignidad.
Anotación de la canción siguiente
Pero, demás de esto todo, hablando ahora
según el sentido y afecto de contemplación, es de saber que
en la viva contemplación y conocimiento de las criaturas echa de
ver el alma haber en ellas tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura,
de que Dios las dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable
hermosura y virtud sobrenatural, derivada y comunicada de aquella infinita
hermosura sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de alegría
y hermosura el mundo y a todos los cielos; así como también
,
llena todo animal de bendición: Aperis tu manum tuam: et imples
omne animal benedictione. Y por tanto, llagada el alma de amor por
este rastro que ha conocido en las criaturas de la hermosura de su Amado,
con ansias de ver aquella hermosura, que es causa de estotra hermosura
visible, dice la siguiente canción: |
CANCIÓN VI
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¡Ay, quién podrá sanarme! |
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Acaba de entregarte ya de vero, |
|
No quieras enviarme |
|
De hoy más ya mensajero, |
|
Que no saben decirme lo que quiero. |
DECLARACIÓN
Como las criaturas dieron al alma señas
de su Amado, mostrándole en sí rastro de su hermosura y excelencia,
aumentósele el amor, y por el consiguiente le creció el dolor
de la ausencia; porque, cuanto más el alma conoce a Dios, tanto
más le crece el apetito y pena por verle; y como ve que no hay cosa
que pueda curar su dolencia sino la presencia y vista de su Amado, desconfiada
de cualquiera otro remedio, pídele en esta canción le entregue
la posesión de su presencia, diciendo que no quiera de hoy más
entretenerla con otras cualesquier noticias y comunicaciones suyas y rastros
de su excelencia, porque éstas le aumentan las ansias y el dolor
de carecer de la presencia, que satisface su voluntad y deseo. La cual
voluntad no se contenta ni satisface con menos que con su vista; y por
tanto, u a él servido de entregarse a ella ya de veras en acabado
y perfecto amor; y así, dice:
¡Ay, quién podrá sanarme!
Como si dijera: En todos los deleites del mundo
y contentamiento de los sentidos y gustos, y suavidad del espíritu,
cierto nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme; y pues
así es,
Acaba de entregarte ya de vero.
Donde es de notar que cualquier alma que ama
de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras
a Dios. Porque todas las demás cosas, no solamente no la satisfacen,
mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito de verlo
a él como es; y así, cada vista que el Amado recibe y el
conocimiento y sentimiento o otra cualquier comunicación (los cuales
son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticia de quien él
es), le aumentan y despiertan más el apetito, así como hacen
las migajas en grande hambre; y haciendósele pesado entretenerse
con tan poco, dice:
Acaba de entregarte ya de vero.
Porque todo lo que en esta vida de Dios se
puede conocer, por mucho que sea, no es conocimiento de vero, porque es
conocimiento en parte y muy remoto; mas conocerle esencialmente es conocimiento
de veras, el cual aquí pide el alma, no se contentando con esotras
comunicaciones; y por tanto, dice luego: |
|
No quieras enviarme |
|
De hoy más ya mensajero.
|
Como si dijera: No quieras que de aquí
adelante conozca tan a la tasa por estos mensajeros de las noticias y sentimientos
que se me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma,
porque los mensajeros a quien pena por la presencia bien sabes tú,
Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, por lo que renuevan la
llaga con la noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la
venida. Pues luego de hoy más no quieras enviarme estas noticias
remotas; porque, si hasta aquí podía pasar con ellas porque
no te conocía ni amaba mucho, ya la grandeza del amor que le tengo
no puede contentarse con estos recaudos; por tanto, acaba de entregarte.
Como si más claro dijera: Señor mío esposo, que andas;
dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto, que
andas mostrando como por resquicios acaba de mostrarlo a la clara; y esto,
que andas comunicando por medios, que es comunicarte como de burlas, acaba
de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo, que parece a veces
en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión, y cuando mi
alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es
como dar de burla. Entrégate, pues, ya de vero, dándote todo
al todo de mi alma, porque toda ella te tenga a ti todo; y no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero.
Que no saben decirme lo que quiero.
Como si dijera: Yo a ti todo quiero, y ellos
no me saben ni pueden decir a ti todo, porque ninguna cosa de la tierra
ni del cielo pueden darle al alma la noticia que ella desea tener de ti;
y así, no saben decirme lo que quiero. En lugar, pues, de estos
mensajeros, tú seas el mensajero y los mensajes. |
CANCIÓN VII
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Y todos cuantos vagan, |
|
De ti me van mil gracias refiriendo, |
|
Y todos más me llagan, |
|
Y déjame muriendo |
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Un no sé qué que quedan balbuciendo. |
DECLARACIÓN
En la canción pasada ha mostrado el
alma estar herida o enferma del amor de su Esposo, a causa de la noticia
que de él le dieron las criaturas irracionales; y en esta presente
da a entender estar llagada de amor a causa de otra noticia más
alta que del Amado recibe por medio de las criaturas racionales, que son
más nobles que las otras, las cuales son ángeles y hombres.
Y también dice que, no sólo esto, sino que también
está muriendo de amor a causa de una inmensidad admirable que por
medio de estas criaturas se le descubre, sin acabársele de descubrir,
lo cual aquí llama no sé qué, porque no se
sabe decir, porque ello es tal, que hace estar muriendo al alma. De donde
podemos inferir que en este negocio de amor hay tres maneras de penar por
el Amado acerca de tres maneras de noticias que de él se pueden
tener. La primera se llama herida, la cual es más remisa y más
brevemente pasa, bien así como herida, porque de la noticia que
el alma recibe de las criaturas le nace, que son las más bajas obras
de Dios; y de esta herida, que aquí también llamamos enfermedad,
diciendo: Adjuro vos, filiae Jerusalem, si inveneritis dilectum meum
ut nuncietis ei, quia amore langueo; que quiere decir: «Conjúroos,
hijas de Jerusalén, que si halláredes a mi Amado, le digáis
que estoy enferma de amor, entendiendo por las hijas de Jerusalén
las criaturas. La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento
en el alma que la herida, y por eso dura más, porque es como herida
ya vuelta en llaga, con la cual se siente el alma verdaderamente andar
llagada de amor; y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de
las obras de la encarnación del Verbo y misterios de la Fe; los
cuales, por ser mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran
que las de las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor. De manera
que si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga hecha,
que dura; de la cual, hablando el Esposo en los Cantares con el
alma, dice: Vulnerasti cor meum, soror mea sponsa: vulnerasti cor meum
in uno oculorum, et in uno crine colli tui. «Llagásteme
mi corazón, hermana mía, llagásteme mi corazón
con el uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello; porque el ojo significa
aquí la fe de la encarnación del Esposo, y el cabello significa
el amor de la misma encarnación. La tercera manera de penar en el
amor es como morir; lo cual es como tener ya la llaga afistolada, hecha
el alma ya toda afistolada; la cual vive muriendo hasta que, matándola
el amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor; y
este morir de amor se causa en el alma mediante un toque de noticia suya
de la Divinidad, que es el no sé qué que, dice en
esta canción que quedan balbuciendo; el cual toque no es continuo
ni mucho, porque se desataría el alma del cuerpo; mas pásase
en breve; y así, queda muriendo de amor, y más muere viendo
que no sea causa de morir de amor: éste se llama amor impaciente,
donde dice la Escritura que era tanto el amor que tenía Raquel de
:
Da mihi liberos, alioquin moriar; esto es: «Dame hijos; si
decía: Quis mihi det, ut qui coepit, ipse me conterat; que
es decir: «¿Quién me dará a mí que el
que me comenzó ése me acabe?
Estas dos maneras de penas de amor, es a saber,
la llaga y el morir, dice en esta canción que le causan estas criaturas
racionales: la llaga, en lo que dice que le van refiriendo mil gracias
del Amado en los misterios y sabiduría de Dios que le enseñan
de la fe; el morir, en aquello que dice que quedan balbuciendo, que es
el sentimiento y noticia de la Divinidad, que algunas veces en lo que el
alma oye decir de Dios se le descubre. Dice, pues:
A todos cuantos vagan.
A las criaturas racionales, como habemos dicho,
entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los
hombres; porque solos éstos, de todas las criaturas, vacan a Dios,
entendiendo en él, porque eso quiere decir este vocablo vagan,
el cual en latín se dice vacant. Y así, es tanto
como decir, todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole
en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros
amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.
Y porque por estas criaturas racionales más al vivo conoce a Dios
el alma, ahora por la consideración de la excelencia que tiene sobre
todas las cosas criadas, ahora por lo que ellas nos enseñan de Dios,
las unas interiormente por secretas inspiraciones, como lo hacen los ángeles;
las otras exteriormente, por las verdades de la Escritura, dice:
De ti me van mil gracias refiriendo.
Esto es: Dándome a entender admirables
cosas de gracia y misericordia tuya en las obras de la encarnación,
y verdades de fe que de ti me declaran y siempre me van más refiriendo;
porque, cuanto más quisieren decir, más gracias podrán
descubrir de ti.
Y todos más me llagan.
Porque cuanto los ángeles me inspiran,
y los hombres de ti me enseñan, de ti más me enamoran; y
así, todas de amor más me llagan. |
|
Y déjame muriendo |
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Un no sé qué que quedan balbuciendo. |
Como si dijera: Pero allende de lo que me
llagan estas criaturas en las mil gracias que me dan a entender de ti,
es tal un no sé qué que se siente quedar por
decir, y una cosa que no se conoce quedar por decir, y un subido rastro
que se descubre al alma de Dios, quedándose por rastrear y un altísimo
entender de Dios, que no se sabe decir, que por eso lo llama no
sé qué; que si lo otro que entiendo me llaga y hiere
de amor, esto que no acabo de entender, de que altamente siento, me mata.
Esto acaece a veces a las almas que están ya aprovechadas, a las
cuales hace Dios merced de dar en lo que oyen o ven o entienden, y a veces
sin eso y sin esotro, una subida noticia, en que se le da a entender o
sentir alteza de Dios y grandeza; y en aquel sentir siente tan alto de
Dios, que entiende claro se queda todo por entender; y en aquel entender
y sentir ser tan inmensa la divinidad, que no se puede entender acabadamente,
es muy subido entender. Y así, una de las grandes mercedes que en
esta vida hace Dios a un alma por vía de paso, es darle claramente
a entender y sentir tan altamente de Dios, que entienda claro que no se
puede entender ni sentir del todo. Porque es en alguna manera al modo de
los que lo ven el cielo, donde los que más lo conocen entienden
más distintamente lo infinito que les queda por entender; porque
aquellos que menos lo ven son a los que no les parece tan distintamente
lo que les queda por ver, como a los que más ven. Esto entiendo
que no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado;
pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender de
aquello que altamente siente, llámalo un no sé qué;
porque, así como no se entiende, así tampoco se sabe decir,
aunque, como he dicho, se sabe sentir. Por eso dice que le quedan las criaturas
balbuciendo, porque no lo acaban de dar a entender, que eso quiere decir
balbucir, que es el hablar de los niños, que es no acertar a decir
ni dar a entender lo que hay que decir.
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