Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje del Parnaso

Capítulo primero del Viaje del Parnaso

   Un quídam Caporal italiano,
 de patria perusino, a lo que entiendo,
 de ingenio griego y de valor romano,
   llevado de un capricho reverendo,
 le vino en voluntad de ir a Parnaso, 5
 por huir de la Corte el vario estruendo.
   Solo y a pie partióse, y paso a paso
 llegó donde compró una mula antigua,
 de color parda y tartamudo paso.
   Nunca a medroso pareció estantigua 10
 mayor, ni menos buena para carga,
 grande en los huesos y en la fuerza exigua,
   corta de vista, aunque de cola larga,
 estrecha en los ijares, y en el cuero
 más dura que lo son los de una adarga. 15
 Era de ingenio cabalmente entero:
 caía en cualquier cosa fácilmente,
 así en abril como en el mes de enero.
   En fin, sobre ella el poetón valiente
 llegó al Parnaso, y fue del rubio Apolo 20
 agasajado con serena frente.
   Contó, cuando volvió el poeta solo
 y sin blanca a su patria, lo que en vuelo
 llevó la fama deste al otro polo.
   Yo, que siempre trabajo y me desvelo 25
 por parecer que tengo de poeta
 la gracia que no quiso darme el cielo,
   quisiera despachar a la estafeta
 mi alma, o por los aires, y ponella
 sobre las cumbres del nombrado Oeta, 30
   pues, descubriendo desde allí la bella
 corriente de Aganipe, en un saltico
 pudiera el labio remojar en ella,
   y quedar del licor suave y rico
 el pancho lleno, y ser de allí adelante 35
 poeta ilustre, o al menos magnifico.
   Mas mil inconvenientes al instante
 se me ofrecieron, y quedó el deseo
 en cierne, desvalido e ignorante.
  Porque [en] la piedra que en mis hombros veo, 40
 que la Fortuna me cargó pesada,
 mis mal logradas esperanzas leo.
   Las muchas leguas de la gran jornada
 se me representaron, que pudieran
 torcer la voluntad aficionada, 45
   si en aquel mesmo istante no acudieran
 los humos de la fama a socorrerme,
 y corto y fácil el camino hicieran.
   Dije entre mí:  si yo viniese a verme
 en la difícil cumbre deste monte, 50
 y una guirnalda de laurel ponerme,
   no envidiaría el bien decir de Aponte,
 ni del muerto Galarza la agudeza,
 en manos blando, en lengua Rodomonte .
   Mas, como de un error otro se empieza, 55
 creyendo a mi deseo, di al camino
 los pies, porque di al viento la cabeza.
  En fin, sobre las ancas del Destino,
 llevando a la Elección puesta en la silla,
 hacer el gran vïaje determino. 60
   Si esta cabalgadura maravilla,
 sepa el que no lo sabe que se usa
 por todo el mundo, no sólo en Castilla.
  Ninguno tiene o puede dar escusa
 de no oprimir desta gran bestia el lomo, 65
 ni mortal caminante lo rehúsa.
   Suele tal vez ser tan ligera como
 va por el aire el águila o saeta,
 y tal vez anda con los pies de plomo.
   Pero, para la carga de un poeta, 70
 siempre ligera, cualquier bestia puede
 llevarla, pues carece de maleta;
   que es caso ya infalible que, aunque herede
 riquezas un poeta, en poder suyo
 no aumentarlas, perderlas le sucede. 75
   Desta verdad ser la ocasión arguyo
 que tú, ¡oh gran padre Apolo!, les infundes
 en sus intentos el intento tuyo.
   Y, como no le mezclas ni confundes
 en cosas de agibílibus rateras, 80
 ni en el mar de ganancia vil le hundes,
  ellos, o traten burlas o sean veras,
 sin aspirar a la ganancia en cosa,
 sobre el convexo van de las esferas,
   pintando en la palestra rigurosa 85
 las acciones de Marte, o entre las flores
 las de Venus, más blanda y amorosa.
  Llorando guerras o cantando amores,
 la vida como en sueño se les pasa,
 o como suele el tiempo a jugadores. 90
  Son hechos los poetas de una masa
 dulce, suave, correosa y tierna,
 y amiga del hogar de ajena casa.
   El poeta más cuerdo se gobierna
 por su antojo baldío y regalado, 95
 de trazas lleno y de ignorancia eterna.
   Absorto en sus quimeras, y admirado
 de sus mismas acciones, no procura
 llegar a rico como a honroso estado.
   Vayan, pues, los leyentes con letura, 100
 cual dice el vulgo mal limado y bronco,
 que yo soy un poeta desta hechura:
   cisne en las canas, y en la voz un ronco
 y negro cuervo, sin que el tiempo pueda
 desbastar de mi ingenio el duro tronco; 105
   y que en la cumbre de la varia rueda
 jamás me pude ver sólo un momento,
 pues cuando subir quiero, se está queda.
   Pero, por ver si un alto pensamiento
 se puede prometer feliz suceso, 110
 seguí el viaje a paso tardo y lento.
  Un candeal con ocho mis de queso
 fue en mis alforjas mi repostería,
 útil al que camina y leve peso.
    Adiós , dije a la humilde choza mía; 115
  adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes,
 que manan néctar, llueven ambrosía;
   adiós, conversaciones suficientes
 a entretener un pecho cuidadoso
 y a dos mil desvalidos pretendientes; 120
   adiós, sitio agradable y mentiroso,
 do fueron dos gigantes abrasados
 con el rayo de Júpiter fogoso;
   adiós, teatros públicos, honrados
 por la ignorancia que ensalzada veo 125
 en cien mil disparates recitados;
  adiós, de San Felipe el gran paseo,
 donde si baja o sube el turco galgo,
 como en gaceta de Venecia leo;
   adiós, hambre sotil de algún hidalgo, 130
 que por no verme ante tus puertas muerto,
 hoy de mi patria y de mí mismo salgo .
   Con esto, poco a poco llegué al puerto
 a quien los de Cartago dieron nombre,
 cerrado a todos vientos y encubierto; 135
  a cuyo claro y sin igual renombre
 se postran cuantos puertos el mar baña,
 descubre el sol y ha navegado el hombre.
   Arrojóse mi vista a la campaña
 rasa del mar, que trujo a mi memoria 140
 del heroico don Juan la heroica hazaña;
   donde con alta de soldados gloria,
 y con propio valor y airado pecho
 tuve, aunque humilde, parte en la vitoria.
   Allí, con rabia y con mortal despecho, 145
 el otomano orgullo vio su brío
 hollado y reducido a pobre estrecho.
   Lleno, pues, de esperanzas y vacío
 de temor, busqué luego una fragata
 que efetuase el alto intento mío, 150
   cuando por la, aunque azul, líquida plata
 vi venir un bajel a vela y remo,
 que tomar tierra en el gran puerto trata.
   Del más gallardo y más vistoso estremo
 de cuantos las espaldas de Neptuno 155
 oprimieron jamás, ni más supremo,
   cual éste, nunca vio bajel alguno
 el mar, ni pudo verse en el armada
 que destruyó la vengativa Juno;
no fue del vellocino a la jornada 160
 Argos tan bien compuesta y tan pomposa,
 ni de tantas riquezas adornada.
   Cuando entraba en el puerto, la hermosa
 Aurora por las puertas del Oriente
 salía en trenza blanda y amorosa. 165
   Oyóse un estampido de repente,
 haciendo salva la real galera,
 que despertó y alborotó la gente.
   El son de los clarines la ribera
 llenaba de dulcísima armonía, 170
 y el de la chusma alegre y placentera.
   Entrábanse las horas por el día,
 a cuya luz, con distinción más clara,
 se vio del gran bajel la bizarría.
   Ancoras echa, y en el puerto para, 175
 y arroja un ancho esquife al mar tranquilo
 con música, con grita y algazara.
   Usan los marineros de su estilo:
 cubren la popa con tapetes tales,
 que es oro y sirgo de su trama el hilo. 180
   Tocan de la ribera los umbrales;
 sale del rico esquife un caballero
 en hombros de otros cuatro principales,
  en cuyo traje y ademán severo
 vi de Mercurio al vivo la figura, 185
 de los fingidos dioses mensajero;
   en el gallardo talle y compostura,
 en los alados pies, y el caduceo,
 símbolo de prudencia y de cordura,
   digo que al mismo paraninfo veo, 190
 que trujo mentirosas embajadas
 a la tierra del alto Coliseo.
   Vile, y apenas puso las aladas
 plantas en las arenas, venturosas
 por verse de divinos pies tocadas, 195
   cuando yo, revolviendo cien mil cosas
 en la imaginación, llegué a postrarme
 ante las plantas por adorno hermosas.
   Mandóme el dios parlero luego alzarme,
 y, con medidos versos y sonantes, 200
 desta manera comenzó a hablarme:
    ¡Oh Adán de los poetas, oh Cervantes!
 ¿:Qué alforjas y qué traje es éste, amigo,
 que así muestra discursos ignorantes  
   Yo, respondiendo a su demanda, digo: 205
  Señor: voy al Parnaso, y, como pobre,
 con este aliño mi jornada sigo .
  Y él a mí dijo:  ¡Oh sobrehumano y sobre
 espíritu cilenio levantado,
 toda abundancia y todo honor te sobre! 210
   Que, en fin, has respondido a ser soldado
 antiguo y valeroso, cual lo muestra
 la mano de que estás estropeado.
   Bien sé que en la naval dura palestra
 perdiste el movimiento de la mano 215
 izquierda, para gloria de la diestra;
   y sé que aquel instinto sobrehumano
 que de raro inventor tu pecho encierra
 no te le ha dado el padre Apolo en vano.
   Tus obras los rincones de la tierra, 220
 llevándola[s] en grupa Rocinante,
 descubren y a la envidia mueven guerra.
   Pasa, raro inventor, pasa adelante
 con tu sotil disinio, y presta ayuda
 a Apolo, que la tuya es importante, 225
   antes que el escuadrón vulgar acuda
 de más de veinte mil sietemesinos
 poetas que de serlo están en duda.
   Llenas van ya las sendas y caminos
 desta canalla inútil contra el monte, 230
 que aun de estar a su sombra no son dignos.
  Armate de tus versos luego, y ponte
 a punto de seguir este vïaje
 conmigo, y a la gran obra dispónte;
   conmigo, segurísimo pasaje 235
 tendrás, sin que te empaches, ni procures
 lo que suelen llamar matalotaje;
   y, porque esta verdad que digo apures,
 entra conmigo en mi galera y mira
 cosas con que te asombres y asegures . 240
   Yo, aunque pensé que todo era mentira,
 entré con él en la galera hermosa
 y vi lo que pensar en ello admira:
   de la quilla a la gavia, ¡oh estraña cosa!,
 toda de versos era fabricada, 245
 sin que se entremetiese alguna prosa;
   las ballesteras eran de ensalada
 de glosas, todas hechas a la boda
 de la que se llamó malmaridada;
   era la chusma de romances toda, 250
 gente atrevida, empero necesaria,
 pues a todas acciones se acomoda;
   la popa, de materia estraordinaria,
 bastarda, y de legítimos sonetos,
 de labor peregrina en todo y varia; 255
  eran dos valentísimos tercetos
 los espalderes de la izquierda y diestra,
 para dar boga larga muy perfectos;
   hecha ser la crujía se me muestra
 de una luenga y tristísima elegía, 260
 que no en cantar sino en llorar es diestra
   (por ésta entiendo yo que se diría
 lo que suele decirse a un desdichado
 cuando lo pasa mal:  pasó crujía );
   el árbol, hasta el cielo levantado, 265
 de una dura canción prolija estaba
 de canto de seis dedos embreado;
   él y la entena que por él cruzaba,
 de duros estrambotes la madera
 de que eran hechos claro se mostraba; 270
  la racamenta, que es siempre parlera,
 toda la componían redondillas,
 con que ella se mostraba más ligera;
   las jarcias parecían seguidillas
 de disparates mil y más compuestas, 275
 que suelen en el alma hacer cosquillas;
   las rumbadas, fortísimas y honestas
 estancias eran, tablas poderosas
 que llevan un poema y otro a cuestas.
  Era cosa de ver las bulliciosas 280
 banderillas que al aire tremolaban,
 de varias rimas algo licenciosas;
   los grumetes, que aquí y allí cruzaban,
 de encadenados versos parecían,
 puesto que como libres trabajaban. 285
   Todas las obras muertas componían
 o versos sueltos, o sestinas graves,
 que a la galera más gallarda hacían.
   En fin, con modos blandos y suaves,
 viendo Mercurio que yo visto había 290
 el bajel, que es razón, lector, que alabes,
   junto a sí me sentó, y su voz envía
 a mis oídos en razones claras
 y llenas de suavísima armonía,
   diciendo:  Entre las cosas que son raras 295
 y nuevas en el mundo y peregrinas,
 verás, si en ello adviertes y reparas,
   que es una este bajel de las más dignas
 de admiración, que llegue a ser espanto
 a naciones remotas y vecinas. 300
   No le formaron máquinas de encanto,
 sino el ingenio del divino Apolo,
 que puede, quiere y llega y sube a tanto.
  Formóle, ¡oh nuevo caso!, para sólo
 que yo llevase en él cuantos poetas 305
 hay desde el claro Tajo hasta Pactolo.
   De Malta el gran maestre, a quien secretas
 espías dan aviso que en Oriente
 se aperciben las bárbaras saetas,
   teme, y envía a convocar la gente 310
 que sella con la blanca cruz el pecho,
 porque en su fuerza su valor se aumente;
   a cuya imitación, Apolo ha hecho
 que los famosos vates al Parnaso
 acudan, que está puesto en duro estrecho. 315
   Yo, condolido del doliente caso,
 en el ligero casco, ya instruido
 de lo que he de hacer, aguijo el paso:
   de Italia las riberas he barrido;
 he visto las de Francia y no tocado, 320
 por venir sólo a España dirigido.
   Aquí, con dulce y con felice agrado,
 hará fin mi camino, a lo que creo,
 y seré fácilmente despachado.
   Tú, aunque en tus canas tu pereza veo, 325
 serás el paraninfo de mi asumpto
 y el solicitador de mi deseo.
  Parte, y no te detengas sólo un punto,
 y a los que en esta lista van escritos
 dirás de Apolo cuanto aquí yo apunto . 330
   Sacó un papel, y en él casi infinitos
 nombres vi de poetas, en que había
 yangüeses, vizcaínos y coritos.
   Allí famosos vi de Andalucía,
 y entre los castellanos vi unos hombres 335
 en quien vive de asiento la poesía.
   Dijo Mercurio:  Quiero que me nombres
 desta turba gentil, pues tú lo sabes,
 la alteza de su ingenio, con los nombres .
   Yo respondí:  De los que son más graves 340
 diré lo que supiere, por moverte
 a que ante Apolo su valor alabes .
 El escuchó. Yo dije desta suerte.  
 

Del Viaje del Parnaso, capítulo segundo

 
   Colgado estaba de mi antigua boca
 el dios hablante, pero entonces mudo
 (que al que escucha, el guardar silencio toca),
  cuando di de improviso un estornudo,
 y, haciendo cruces por el mal agüero, 5
 del gran Mercurio al mandamiento acudo.
   Miré la lista, y vi que era el primero
 el licenciado JUAN DE OCHOA, amigo
 por poeta y cristiano verdadero;
   deste varón en su alabanza digo 10
 que puede acelerar y dar la muerte
 con su claro discurso al enemigo,
   y que si no se aparta y se divierte
 su ingenio en la gramática española,
 será de Apolo sin igual la suerte; 15
   pues de su poesía, al mundo sola,
 puede esperar poner el pie en la cumbre
 de la incostante rueda o varia bola.
   Este que de los cómicos es lumbre,
 que el licenciado POYO es su apellido, 20
 no hay nube que a su sol claro deslumbre;
   pero, como está siempre entretenido
 en trazas, en quimeras e invenciones,
 no ha de acudir a este marcial ruido.
   Este que en lista por tercero pones, 25
 que HIPOLITO se llama DE VERGARA,
 si llevarle al Parnaso te dispones,
  haz cuenta que en él llevas una jara,
 una saeta, un arcabuz, un rayo
 que contra la ignorancia se dispara. 30
   Este que tiene como mes de mayo
 florido ingenio, y que comienza ahora
 a hacer de sus comedias nuevo ensayo,
   GODINEZ es. Y estotro que enamora
 las almas con sus versos regalados, 35
 cuando de amor ternezas canta o llora,
   es uno que valdrá por mil soldados
 cuando a la estraña y nunca vista empresa
 fueren los escogidos y llamados;
 digo que es don FRANCISCO, el que profesa 40
 las armas y las letras con tal nombre,
 que por su igual Apolo le confiesa;
   es DE CALATAYUD su sobrenombre;
 con esto queda dicho todo cuanto
 puedo decir con que a la invidia asombre. 45
   Este que sigue es un poeta santo,
 digo famoso: MIGUEL CID se llama,
 que al coro de las Musas pone espanto.
   Estotro que sus versos encarama
 sobre los mismos hombros de Calisto, 50
 tan celebrado siempre de la fama,
  es aquel agradable, aquel bienquisto,
 aquel agudo, aquel sonoro y grave
 sobre cuantos poetas Febo ha visto;
   aquel que tiene de escribir la llave 55
 con gracia y agudeza en tanto estremo,
 que su igual en el orbe no se sabe:
   es don LUIS DE GONGORA, a quien temo
 agraviar en mis cortas alabanzas,
 aunque las suba al grado más supremo. 60
   ¡Oh tú, divino espíritu, que alcanzas
 ya el premio merecido a tus deseos
 y a tus bien colocadas esperanzas;
   ya en nuevos y justísimos empleos,
 divino HERRERA, tu caudal se aplica, 65
 aspirando del cielo a los trofeos!
   Ya de tu hermosa Luz, y clara, y rica,
 el bello resplandor miras seguro,
 en la que [el] alma tuya beatifica;
   y, arrimada tu yedra al fuerte muro 70
 de la inmortalidad, no estimas cuanto
 mora en las sombras deste mundo escuro.
   Y tú, don JUAN DE JAURIGUI, que a tanto
 el sabio curso de tu pluma aspira,
 que sobre las esferas le levanto, 75
  aunque Lucano por tu voz respira,
 déjale un rato y, con piadosos ojos,
 a la necesidad de Apolo mira;
   que te están esperando mil despojos
 de otros mil atrevidos, que procuran 80
 fértiles campos ser, siendo rastrojos.
   Y tú, por quien las Musas aseguran
 su partido, don FELIX ARIAS, siente
 que por su gentileza te conjuran
   y ruegan que defiendas desta gente 85
 non sancta su hermosura, y de Aganipe
 y de Hipocrene la inmortal corriente.
   ¿:Consentirás tú, a dicha, participe
 del licor suavísimo un poeta
 que al hacer de sus versos sude y hipe  90
   No lo consentirás, pues tu discreta
 vena, abundante y rica, no permite
 cosa que sombra tenga de imperfecta.
    Señor, éste que aquí viene se quite ,
 dije a Mercurio,  que es un chacho necio 95
 que juega, y es de sátiras su envite.
   Este sí que podrás tener en precio,
 que es ALONSO DE SALAS BARBADILLO,
 a quien me inclino y sin medida aprecio.
  Este que viene aquí, si he de decillo, 100
 no hay para qué le embarques; y así, puedes
 borrarle . Dijo el dios:  Gusto de oíllo .
    Es un cierto rapaz, que a Ganimedes
 quiere imitar, vistiéndose a lo godo;
 y así, aconsejo que sin él te quedes. 105
   No lo harás con éste dese modo,
 que es el gran LUIS CABRERA, que, pequeño,
 todo lo alcanza, pues lo sabe todo;
   es de la historia conocido dueño,
 y en discursos discretos tan discreto, 110
 que a Tácito verás si te le enseño.
   Este que viene es un galán sujeto
 de la varia fortuna a los vaivenes
 y del mudable tiempo al duro aprieto:
   un tiempo rico de caducos bienes, 115
 y ahora de los firmes e inmudables
 más rico, a tu mandar firme le tienes;
   pueden los altos riscos siempre estables
 ser tocados del mar, mas no movidos
 de sus ondas en cursos varïables; 120
   ni menos a la tierra trae rendidos
 los altos cedros Bóreas, cuando, airado,
 quiere humillar los más fortalecidos.
  Y éste que vivo ejemplo nos ha dado
 desta verdad con tal filosofía, 125
 don LORENZO RAMIREZ es DE PRADO.
   Déste que se le sigue aquí diría
 que es don ANTONIO DE MONROY, que veo
 en él lo que es ingenio y cortesía;
   satisfación al más alto deseo 130
 puede dar de valor heroico y ciencia,
 pues mil descubro en él y otras mil creo.
   Este es un caballero de presencia
 agradable y que tiene de Torcato
 el alma sin alguna diferencia; 135
   de don ANTONIO DE PAREDES trato,
 a quien dieron las Musas, sus amigas,
 en tierna edad anciano ingenio y trato.
   Este que por llevarle te fatigas,
 es don ANTONIO DE MENDOZA, y veo 140
 cuánto en llevarle al sacro Apolo obligas.
   Este que de las Musas es recreo,
 la gracia y el donaire y la cordura,
 que de la discreción lleva el trofeo,
   es PEDRO DE MORALES, propria hechura 145
 del gusto cortesano, y es asilo
 adonde se repara mi ventura.
  Este, aunque tiene parte de Zoílo,
 es el grande ESPINEL, que en la guitarra
 tiene la prima y en el raro estilo. 150
   Este que tanto allá tira la barra
 que las cumbres se deja atrás de Pindo,
 que jura, que vocea y que desgarra,
   tiene más de poeta que de lindo,
 y es JUSEPE DE VARGAS, cuyo astuto 155
 ingenio y rara condición deslindo.
   Este, a quien pueden dar justo tributo
 la gala y el ingenio que más pueda
 ofrecer a las Musas flor y fruto,
   es el famoso ANDRES DE BALMASEDA, 160
 de cuyo grave y dulce entendimiento
 el magno Apolo satisfecho queda.
   Este es ENCISO, gloria y ornamento
 del Tajo, y claro honor de Manzanares,
 que con tal hijo aumenta su contento. 165
   Este, que es escogido entre millares,
 de GUEVARA LUIS VELEZ es el bravo,
 que se puede llamar quitapesares;
   es poeta gigante, en quien alabo
 el verso numeroso, el peregrino 170
 ingenio, si un Gnatón nos pinta, o un Davo.
  Este es don JUAN DE ESPAÑA, que es más digno
 de alabanzas divinas que de humanas,
 pues en todos sus versos es divino.
   Este, por quien de Luso están ufanas 175
 las Musas, es SILVEIRA, aquel famoso
 que por llevarle con razón te afanas.
   Este que se le sigue es el curioso
 gran don PEDRO DE HERRERA, conocido
 por de ingenio elevado en punto honroso. 180
   Este que de la cárcel del olvido
 sacó otra vez a Proserpina hermosa,
 con que a España y al Dauro ha enriquecido,
   verásle, en la contienda rigurosa
 que se teme y se espera en nuestros días 185
 (culpa de nuestra edad poco dichosa),
   mostrar de su valor las lozanías;
 pero ¿:qué mucho, si es aquéste el docto
 y grave don FRANCISCO DE FARIAS 
   Este, de quien yo fui siempre devoto, 190
 oráculo y Apolo de Granada,
 y aun deste clima nuestro y del remoto,
   PEDRO RODRIGUEZ es. Este es TEJADA,
 de altitonantes versos y sonoros,
 con majestad en todo levantada. 195
     Este que brota versos por los poros
 y halla patria y amigos dondequiera,
 y tiene en los ajenos sus tesoros,
   es MEDINILLA, el que la vez primera
 cantó el Romance de la tumba escura, 200
 entre cipreses puestos en hilera.
   Este que en verdes años se apresura
 y corre al sacro lauro, es don FERNANDO
 BERMUDEZ, donde vive la cordura.
   Este es aquel poeta memorando 205
 que mostró de su ingenio la agudeza,
 en las selvas de Erífile cantando.
   Este que la coluna nueva empieza,
 con estos dos que con su ser convienen,
 nombrarlos aun lo tengo por bajeza. 210
   MIGUEL CEJUDO y MIGUEL SANCHEZ vienen
 juntos aquí, ¡oh par sin par!; en éstos
 las sacras Musas fuerte amparo tienen;
   que en los pies de sus versos bien compuestos,
 llenos de erudición rara y dotrina, 215
 al ir al grave caso serán prestos.
   Este gran caballero, que se inclina
 a la lección de los poetas buenos,
 y al sacro monte con su luz camina,
  don FRANCISCO DE SILVA es por lo menos; 220
 ¿:qué será por lo más ¡Oh edad madura
 en verdes años de cordura llenos!
   Don GABRIEL GOMEZ viene aquí; segura
 tiene con él Apolo la vitoria
 de la canalla siempre necia y dura. 225
   Para honor de su ingenio, para gloria
 de su florida edad, para que admire
 siempre de siglo en siglo su memoria,
   en este gran sujeto se retire
 y abrevie la esperanza deste hecho, 230
 y Febo al gran VALDES atento mire.
   Verá en él un gallardo y sabio pecho,
 un ingenio sutil y levantado,
 con que le deje en todo satisfecho.
   FIGUEROA es estotro, el doctorado, 235
 que cantó de Amarili la costancia
 en dulce prosa y verso regalado.
   Cuatro vienen aquí en poca distancia,
 con mayúsculas letras de oro escritos,
 que son del alto asumpto la importancia; 240
   de tales cuatro, siglos infinitos
 durará la memoria, sustentada
 en la alta gravedad de sus escritos;
     del claro Apolo la real morada,
 si viniere a caer de su grandeza, 245
 será por estos cuatro levantada;
   en ellos nos cifró Naturaleza
 el todo de las partes, que son dignas
 de gozar celsitud, que es más que alteza.
   Esta verdad, gran CONDE DE SALINAS, 250
 bien la acreditas con tus raras obras,
 que en los términos tocan de divinas.
   Tú, el de ESQUILACHE PRINCIPE, que cobras
 de día en día crédito tamaño,
 que te adelantas a ti mismo y sobras, 255
   serás escudo fuerte al grave daño
 que teme Apolo, con ventajas tantas,
 que no te espere el escuadrón tacaño.
   Tú, CONDE DE SALDAÑA, que con plantas
 tiernas pisas de Pindo la alta cumbre, 260
 y en alas de tu ingenio te levantas,
   hacha has de ser de inestinguible lumbre,
 que guíe al sacro monte al deseoso
 de verse en él, sin que la luz deslumbre.
   Tú, el de VILLAMEDIANA, el más famoso 265
 de cuantos entre griegos y latinos
 alcanzaron el lauro venturoso,
     cruzarás por las sendas y caminos
 que al monte guían, porque más seguros
 lleguen a él los simples peregrinos; 270
   a cuya vista destos cuatro muros
 de Parnaso, caerán las arrogancias
 de los mancebos, sobre necios, duros.
   ¡Oh cuántas y cuán graves circustancias
 dijera destos cuatro, que felices 275
 aseguran de Apolo las ganancias!
   Y más, si se les llega el DE ALCAÑICES
 MARQUES insigne, harán (puesto que hay una
 en el mundo no más) cinco fenices;
   cada cual de por sí será coluna 280
 que sustente y levante el idificio
 de Febo sobre el cerco de la luna.
   Este, puesto que acude al grave oficio
 en que se ocupa, el lauro [y] palma lleva,
 que Apolo da por honra y beneficio; 285
   en esta ciencia es maravilla nueva,
 y en la jurispericia único y raro:
 su nombre es don FRANCISCO DE LA CUEVA.
   Este, que con Homero le comparo,
 es el gran don RODRIGO DE HERRERA, 290
 insigne en letras y en virtudes raro.
     Este que se le sigue es el DE VERA
 DON JUAN, que por su espada y por su pluma
 le honran en la quinta y cuarta esfera.
   Este que el cuerpo y aun el alma bruma 295
 de mil, aunque no muestra ser cristiano,
 sus escritos el tiempo no consuma .
   Cayóseme la lista de la mano
 en este punto, y dijo el dios:  Con éstos
 que has referido está el negocio llano. 300
   Haz que con pies y pensamientos prestos
 vengan aquí, donde aguardando quedo
 la fuerza de tan válidos supuestos .
    Mal podrá don FRANCISCO DE QUEVEDO
 venir , dije yo entonces; y él me dijo: 305
  Pues partirme sin él de aquí no puedo.
   Ese es hijo de Apolo, ése es hijo
 de Calíope Musa; no podemos
 irnos sin él, y en esto estaré fijo;
   es el flagelo de poetas memos, 310
 y echará a puntillazos del Parnaso
 los malos que esperamos y tenemos .
    ¡Oh señor , repliqué,  que tiene el paso
 corto y no llegará en un siglo entero! 
  Deso , dijo Mercurio,  no hago caso, 315
     que el poeta que fuere caballero,
 sobre una nube entre pardilla y clara
 vendrá muy a su gusto caballero .
    Y el que no , pregunté,  ¿:qué le prepara
 Apolo ¿:Qué carrozas, o qué nubes  320
 ¿:Qué dromerio, o alfana en paso rara  
    Mucho , me respondió,  mucho te subes
 en tus preguntas; calla y obedece .
  Sí haré, pues no es infando lo que jubes .
   Esto le respondí, y él me parece 325
 que se turbó algún tanto; y en un punto
 el mar se turba, el viento sopla y crece.
   Mi rostro entonces, como el de un difunto
 se debió de poner; y sí haría,
 que soy medroso, a lo que yo barrunto. 330
   Vi la noche mezclarse con el día;
 las arenas del hondo mar alzarse
 a la región del aire, entonces fría.
   Todos los elementos vi turbarse:
 la tierra, el agua, el aire, y aun el fuego 335
 vi entre rompidas nubes azorarse.
   Y, en medio deste gran desasosiego,
 llovían nubes de poetas llenas
 sobre el bajel, que se anegara luego,
     si no acudieran más de mil sirenas 340
 a dar de azotes a la gran borrasca,
 que hacía el saltarel por las entenas.
   Una, que ser pensé Juana la Chasca,
 de dilatado vientre y luengo cuello,
 pintiparado a aquel de la tarasca, 345
   se llegó a mí, y me dijo:  De un cabello
 deste bajel estaba la esperanza
 colgada, a no venir a socorrello.
   Traemos, y no es burla, a la Bonanza,
 que estaba descuidada oyendo atenta 350
 los discursos de un cierto Sancho Panza .
   En esto, sosegóse la tormenta,
 volvió tranquilo el mar, serenó el cielo,
 que al regañón el céfiro le ahuyenta.
   Volví la vista, y vi en ligero vuelo 355
 una nube romper el aire claro,
 de la color del condensado yelo.
   ¡Oh maravilla nueva! ¡Oh caso raro!
 Vilo, y he de decillo, aunque se dude
 del hecho que por brújula declaro. 360
   Lo que yo pude ver, lo que yo pude
 notar fue que la nube, dividida
 en dos mitades, a llover acude.
     Quien ha visto la tierra prevenida
 con tal disposición que, cuando llueve 365
 (cosa ya averiguada y conocida),
   de cada gota en un instante breve
 del polvo se levanta o sapo o rana,
 que a saltos o despacio el paso mueve,
   tal se imagine ver, ¡oh soberana 370
 virtud!, de cada gota de la nube
 saltar un bulto, aunque con forma humana.
   Por no creer esta verdad estuve
 mil veces; pero vila con la vista,
 que entonces clara y sin legañas tuve. 375
   Eran aquestos bultos de la lista
 pasada los poetas referidos,
 a cuya fuerza no hay quien la resista.
   Unos por hombres buenos conocidos,
 otros de rumbo y hampo, y Dios es Cristo, 380
 poquitos bien y muchos mal vestidos.
   Entre ellos parecióme de haber visto
 a don ANTONIO DE GALARZA el bravo,
 gentilhombre de Apolo y muy bienquisto.
   El bajel se llenó de cabo a cabo, 385
 y su capacidad a nadie niega
 copioso asiento, que es lo más que alabo.
     Llovió otra nube al gran LOPE DE VEGA,
 poeta insigne, a cuyo verso o prosa
 ninguno le aventaja, ni aun le llega. 390
   Era cosa de ver maravillosa
 de los poetas la apretada enjambre,
 en recitar sus versos muy melosa:
   éste muerto de sed, aquél de hambre.
 Yo dije, viendo tantos, con voz alta: 395
  ¡Cuerpo de mí con tanta poetambre! 
   Por tantas sobras conoció una falta
 Mercurio, y, acudiendo a remedialla,
 ligero en la mitad del bajel salta;
   y con una zaranda que allí halla, 400
 no sé si antigua o si de nuevo hecha,
 zarandó mil poetas de gramalla.
   Los de capa y espada no desecha,
 y déstos zarandó dos mil y tantos;
 que fue de guilla entonces la cosecha: 405
   colábanse los buenos y los santos,
 y quedábanse arriba los granzones,
 más duros en sus versos que los cantos;
   y, sin que les valiesen las razones
 que en su disculpa daban, daba luego 410
 Mercurio al mar con ellos a montones.
 
 que murmurando entre las ondas iba
 de Apolo con un pésete y reniego.
   Un sastre, aunque en sus pies flojos estriba, 415
 abriendo con los brazos el camino,
 dijo:  ¡Sucio es Apolo, así yo viva! 
   Otro, que al parecer iba mohíno,
 con ser un zapatero de obra prima,
 dijo dos mil, no un solo desatino. 420
   Trabaja un tundidor, suda y se anima
 por verse a la ribera conducido,
 que más la vida que la honra estima.
   El escuadrón nadante, reducido
 a la marina, vuelve a la galera 425
 el rostro, con señales de ofendido;
   y [u]no por todos dijo:  Bien pudiera
 ese chocante embajador de Febo
 tratarnos bien, y no desta manera.
   Mas oigan lo que digo: yo me atrevo 430
 a profanar del monte la grandeza
 con libros nuevos y en estilo nuevo .
   Calló Mercurio, y a poner empieza
 con gran curiosidad seis camarines,
 dando a la gracia ilustre rancho y pieza. 435
 
 y así, Mercurio, lleno de contento,
 sin darle mal agüero los delfines,
 remos al agua dio, velas al viento.
                 

Del Viaje del Parnaso, capítulo tercero

 
   Eran los remos de la real galera
 de esdrújulos, y dellos compelida
 se deslizaba por el mar ligera.
   Hasta el tope la vela iba tendida,
 hecha de muy delgados pensamientos, 5
 de varios lizos por amor tejida.
   Soplaban dulces y amorosos vientos,
 todos en popa, y todos se mostraban
 al gran vïaje solamente atentos.
   Las sirenas en torno navegaban, 10
 dando empellones al bajel lozano,
 con cuya ayuda en vuelo le llevaban.
   Semejaban las aguas del mar cano
 colchas encarrujadas, y hacían
 azules visos por el verde llano. 15
 
Todos los del bajel se entretenían:
 unos glosando pies dificultosos,
 otros cantaban, otros componían;
   otros, de los tenidos por curiosos,
 referían sonetos, muchos hechos 20
 a diferentes casos amorosos;
   otros, alfeñicados y deshechos
 en puro azúcar, con la voz suave,
 de su melifluidad muy satisfechos,
   en tono blando, sosegado y grave, 25
 églogas pastorales recitaban,
 en quien la gala y la agudeza cabe;
   otros de sus señoras celebraban,
 en dulces versos, de la amada boca
 los escrementos que por ella echaban. 30
   Tal hubo a quien amor así le toca,
 que alabó los riñones de su dama
 con gusto grande y no elegancia poca.
   Uno cantó que la amorosa llama
 en mitad de las aguas le encendía, 35
 y como toro agarrochado brama.
   Desta manera andaba la Poesía
 de en uno en otro, haciendo que hablase
 éste latín, aquél algarabía.
  En esto, sesga la galera, vase 40
 rompiendo el mar con tanta ligereza,
 que el viento aun no consie[n]te que la pase;
   y, en esto, descubrióse la grandeza
 de la escombrada playa de Valencia,
 por arte hermosa y por naturaleza. 45
   Hizo luego de sí grata presencia
 el gran don LUIS FERRER, marcado el pecho
 de honor y el alma de divina ciencia;
   desembarcóse el dios, y fue derecho
 a darle cuatro mil y más abrazos, 50
 de su vista y su ayuda satisfecho.
   Volvió la vista, y reiteró los lazos
 en don GUILLEN DE CASTRO, que venía
 deseoso de verse en tales brazos.
   CRISTOBAL DE VIRUES se le seguía, 55
 con PEDRO DE AGUILAR, junta famosa
 de las que Turia en sus riberas cría.
   No le pudo llegar más valerosa
 escuadra al gran Mercurio, ni él pudiera
 desearla mejor ni más honrosa. 60
   Luego se descubrió por la ribera
 un tropel de gallardos valencianos,
 que a ver venían la sin par galera;
todos con instrumentos en las manos
 de estilos y librillos de memoria, 65
 por bizarría y por ingenio ufanos,
   codiciosos de hallarse en la vitoria,
 que ya tenían por segura y cierta,
 de las heces del mundo y de la escoria.
   Pero Mercurio les cerró la puerta, 70
 digo, no consintió que se embarcasen,
 y el porqué no lo dijo, aunque se acierta.
   Y fue, porque temió que no se alzasen,
 siendo tantos y tales, con Parnaso,
 y nuevo imperio y mando en él fundasen. 75
   En esto, viose con brïoso paso
 venir al magno ANDRES REY DE ARTIEDA,
 no por la edad descaecido o laso;
   hicieron todos espaciosa rueda,
 y, cogiéndole en medio, le embarcaron, 80
 más rico de valor que de moneda.
   Al momento las áncoras alzaron,
 y las velas, ligadas a la entena,
 los grumetes apriesa desataron.
   De nuevo por el aire claro suena 85
 el son de los clarines, y de nuevo
 vuelve a su oficio cada cual sirena.
   Miró el bajel por entre nubes Febo,
 y dijo en voz que pudo ser oída:
  Aquí mi gusto y mi esperanza llevo . 90
   De remos y sirenas impelida,
 la galera se deja atrás el viento,
 con milagrosa y próspera corrida.
   Leíase en los rostros el contento
 que llevaban los sabios pasajeros, 95
 durable por no ser nada violento.
   Unos por el calor iban en cueros;
 otros, por no tener godescas galas,
 en traje se vistieron de romeros.
   Hendía en tanto las neptúneas salas 100
 la galera, del modo como hiende
 la grulla el aire con tendidas alas.
   En fin, llegamos donde el mar se estiende
 y ensancha y forma el golfo de Narbona,
 que de ningunos vientos se defiende. 105
   Del gran Mercurio la cabal persona,
 sobre seis resmas de papel sentada,
 iba con cetro y con real corona;
   cuando una nube, al parecer preñada,
 parió cuatro poetas en crujía, 110
 o los llovió (razón más concertada).
 
  Fue el uno aquél de quien Apolo fía
 su honra: JUAN LUIS DE CASANATE,
 poeta insigne de mayor cuantía;
   el mismo Apolo de su ingenio trate, 115
 él le alabe, él le premie y recompense,
 que el alabarle yo sería dislate.
   Al segundo llovido, el uticense
 Catón no le igualó, ni tiene Febo
 que tanto por él mire ni en él piense; 120
   del contador GASPAR DE BARRIONUEVO,
 mal podrá el corto flaco ingenio mío
 loar el suyo así como yo debo.
   Llenó del gran bajel el gran vacío
 el gran FRANCISCO DE RIOJA, al punto 125
 que saltó de la nube en el navío.
   A CRISTOBAL DE MESA vi allí junto
 a los pies de Mercurio, dando fama
 a Apolo, siendo dél propio trasumpto.
   A la gavia un grumete se encarama, 130
 y dijo a voces:  La ciudad se muestra
 que Génova, del dios Jano, se llama .
    Déjese la ciudad a la siniestra
 mano , dijo Mercurio;  el bajel vaya,
 y siga su derrota por la diestra . 135
 
   Hacer al Tíber vimos blanca raya
 dentro del mar, habiendo ya pasado
 la ancha, romana y peligrosa playa.
   De lejos viose el aire condensado
 del humo que el Estrómbalo vomita, 140
 de azufre y llamas y de horror formado.
   Huyen la isla infame, y solicita
 el suave poniente así el viaje,
 que lo acorta, lo allana y facilita.
   Vímonos en un punto en el paraje 145
 do la nutriz de Eneas pïadoso
 hizo el forzoso y último pasaje.
   Vimos desde allí a poco el más famoso
 monte que encierra en sí nuestro emisfero,
 más gallardo a la vista y más hermoso; 150
   las cenizas de Títiro y Sincero
 están en él, y puede ser por esto
 nombrado entre los montes por primero.
   Luego se descubrió donde echó el resto
 de su poder Naturaleza, amiga 155
 de formar de otros muchos un compuesto.
   Viose la pesadumbre sin fatiga
 de la bella Parténope, sentada
 a la orilla del mar, que sus pies liga,
{B} de castillos y torres coronada, 160
 por fuerte y por hermosa en igual grado
 tenida, conocida y estimada.
   Mandóme el del alígero calzado
 que me aprestase y fuese luego a tierra
 a dar a los LUPERCIOS un recado, 165
   en que les diese cuenta de la guerra
 temida, y que a venir les persuadiese
 al duro y fiero asalto, al ¡cierra, cierra!
    Señor , le respondí,  si acaso hubiese
 otro que la embajada les llevase, 170
 que más grato a los dos hermanos fuese
   que yo no soy, sé bien que negociase
 mejor . Dijo Mercurio:  No te entiendo,
 y has de ir antes que el tiempo más se pase .
    Que no me han de escuchar estoy temiendo , 175
 le repliqué;  y así, el ir yo no importa,
 puesto que en todo obedecer pretendo.
   Que no sé quién me dice y quién me exhorta
 que tienen para mí, a lo que imagino,
 la voluntad, como la vista, corta. 180
   Que si esto así no fuera, este camino
 con tan pobre recámara no hiciera,
 ni diera en un tan hondo desatino.
   Pues si alguna promesa se cumpliera
 de aquellas muchas que al partir me hicieron, 185
 lléveme Dios si entrara en tu galera.
   Mucho esperé, si mucho prometieron,
 mas podía ser que ocupaciones nuevas
 les obligue a olvidar lo que dijeron.
   Muchos, señor, en la galera llevas 190
 que te podrán sacar el pie del lodo:
 parte, y escusa de hacer más pruebas .
    Ninguno , dijo,  me hable dese modo,
 que si me desembarco y los embisto,
 voto a Dios, que me traiga al Conde y todo. 195
   Con estos dos famosos me enemisto,
 que, habiendo levantado a la Poesía
 al buen punto en que está, como se ha visto,
   quieren con perezosa tiranía
 alzarse, como dicen, a su mano 200
 con la ciencia que a ser divinos guía.
   ¡Por el solio de Apolo soberano
 juro...! Y no digo más . Y, ardiendo en ira,
 se echó a las barbas una y otra mano,
   y prosiguió diciendo:  El dotor MIRA, 205
 apostaré, si no lo manda el Conde,
 que también en sus puntos se retira.
   Señor galán, parezca: ¿:a qué se asconde 
 Pues a fee, por llevarle, si él no gusta,
 que ni le busque, aseche ni le ronde. 210
   ¿:Es esta empresa acaso tan injusta
 que se esquiven de hallar en ella cuantos
 tienen conciencia limitada y justa 
   ¿:Carece el cielo de poetas santos,
 puesto que brote a cada paso el suelo 215
 poetas, que lo son tantos y tantos 
   ¿:No se oyen sacros himnos en el cielo 
 ¿:La arpa de David allá no suena,
 causando nuevo acidental consuelo 
   ¡Fuera melindres! ¡Icese la entena, 220
 que llegue al tope! Y luego obedecido
 fue de la chusma, sobre buenas buena.
   Poco tiempo pasó, cuando un ruido
 se oyó, que los oídos atronaba,
 y era de perros áspero ladrido. 225
   Mercurio se turbó, la gente estaba
 suspensa al triste son, y en cada pecho
 el corazón más válido temblaba.
   En esto descubrióse el corto estrecho
 que Scila y que Caribdis espantosas 230
 tan temeroso con su furia han hecho.
    Estas olas que veis presunt[u]osas
 en visitar las nubes de contino,
 y aun de tocar el cielo codiciosas,
   venciólas el prudente peregrino 235
 amante de Calipso, al tiempo cuando
 hizo , dijo Mercurio,  este camino.
   Su prudencia nosotros imitando,
 echaremos al mar en qué se ocupen,
 en tanto que el bajel pasa volando, 240
   que en tanto que ellas tasquen, roan, chupen
 el mísero que al mar ha de entregarse,
 seguro estoy que el paso desocupen.
   Miren si puede en la galera hallarse
 algún poeta desdichado, acaso, 245
 que a las fieras gargantas pueda darse .
   Buscáronle y hallaron a LOFRASO,
 poeta militar, sardo, que estaba
 desmayado a un rincón, marchito y laso;
   que a sus Diez libros de Fortuna andaba 250
 añadiendo otros diez, y el tiempo escoge
 que más desocupado se mostraba.
   Gritó la chusma toda:  ¡Al mar se arroje;
 vaya Lofraso al mar sin resistencia! 
  Por Dios , dijo Mercurio,  que me enoje.
   ¿:Cómo, y no será cargo de conciencia,
 y grande, echar al mar tanta poesía,
 puesto que aquí nos hunda su inclemencia 
   Viva Lofraso, en tanto que dé al día
 Apolo luz, y en tanto que los hombres 260
 tengan discreta, alegre fantasía.
   Tócante a ti, ¡oh Lofraso!, los renombres
 y epítetos de agudo y de sincero,
 y gusto que mi cómitre te nombres .
   Esto dijo Mercurio al caballero, 265
 el cual en la crujía en pie se puso
 con un rebenque despiadado y fiero.
   Creo que de sus versos le compuso,
 y no sé cómo fue, que, en un momento
 (o ya el cielo, o Lofraso lo dispuso), 270
   salimos del estrecho a salvamento,
 sin arrojar al mar poeta alguno:
 ¡tanto del sardo fue el merecimiento!
   Mas luego otro peligro, otro importuno
 temor amenazó, si no gritara 275
 Mercurio cual jamás gritó ninguno,
   diciendo al timonero:  ¡A orza, para,
 amáinese de golpe! Y todo a un punto
 se hizo, y el peligro se repara.
    Estos montes que veis, que están tan junto 280
 son los que Acroceraunos son llamados,
 de infame nombre, como yo barrunto .
   Asieron de los remos los honrados,
 los tiernos, los melifluos, los godescos,
 y los de a cantimplora acostumbrados; 285
   los fríos los asieron y los frescos;
 asiéronlos también los calurosos,
 y los de calzas largas y greguescos;
   del sopraestante daño temerosos,
 todos a una la galera empujan 290
 con flacos y con brazos poderosos.
   Debajo del bajel se somurmujan
 las sirenas, que dél no se apartaron,
 y a sí mismas en fuerzas sobrepujan;
   y en un pequeño espacio la llevaron 295
 a vista de Corfú, y a mano diestra
 la isla inexpugnable se dejaron;
   y, dando la galera a la siniestra,
 discurría de Grecia las riberas,
 adonde el cielo su hermosura muestra. 300
   Mostrábanse las olas lisonjeras,
 impeliendo el bajel suavemente,
 como burlando con alegres veras.
     Y luego, al parecer por el Oriente
 rayando el rubio sol nuestro horizonte 305
 con rayas rojas, hebras de su frente,
   gritó un grumete y dijo:  El monte, el monte;
 el monte se descubre donde tiene
 su buen rocín el gran Belorofonte .
   Por el monte se arroja, y a pie viene 310
 Apolo a recebirnos.  Yo lo creo ,
 dijo Lofraso,  y llega a la Hipocrene.
   Yo desde aquí columbro, miro y veo
 que se andan solazando entre unas matas
 las Musas con dulcísimo recreo: 315
   unas antiguas son, otras novatas,
 y todas con ligero paso y tardo
 andan las cinco en pie, las cuatro a gatas .
    Si tú tal ves , dijo Mercurio,  ¡oh sardo
 poeta!, que me corten las orejas, 320
 o me tengan los hombres por bastardo.
   Dime: ¿:por qué algún tanto no te alejas
 de la ignorancia, pobretón, y adviertes
 lo que cantan tus rimas en tus quejas 
   ¿:Por qué con tus mentiras nos diviertes 325
 de recebir a Apolo cual se debe,
 por haber mejorado vuestras suertes  
    En esto, mucho más que el viento leve,
 bajó el lucido Apolo a la marina,
 a pie, porque en su carro no se atreve. 330
   Quitó los rayos de la faz divina,
 mostróse en calzas y en jubón vistoso,
 porque dar gusto a todos determina.
   Seguíale detrás un numeroso
 escuadrón de doncellas bailadoras, 335
 aunque pequeñas, de ademán brïoso.
   Supe poco después que estas señoras,
 sanas las más, las menos malparadas,
 las del tiempo y del sol eran las Horas:
   las medio rotas eran las menguadas; 340
 las sanas, las felices, y con esto
 eran todas en todo apresuradas.
   Apolo luego con alegre gesto
 abrazó a los soldados que esperaba
 para la alta ocasión que se ha propuesto; 345
   y no de un mismo modo acariciaba
 a todos, porque alguna diferencia
 hacía con los que él más se alegraba;
   que a los de señoría y excelencia
 nuevos abrazos dio, razones dijo, 350
 en que guardó decoro y preeminencia.
    Entre ellos abrazó a don JUAN DE ARGUIJO,
 que no sé en qué, o cómo, o cuándo hizo
 tan áspero viaje y tan prolijo;
   con él a su deseo satisfizo 355
 Apolo, y confirmó su pensamiento:
 mandó, vedó, quitó, hizo y deshizo.
   Hecho, pues, el sin par recebimiento,
 do se halló don LUIS DE BARAHONA,
 llevado allí por su merecimiento, 360
   del siempre verde lauro una corona
 le ofrece Apolo en su intención, y un vaso
 del agua de Castalia y de Helicona;
   y luego vuelve el majestoso paso,
 y el escuadrón pensado y de repente 365
 le sigue por las faldas del Parnaso.
   Llegóse, en fin, a la Castalia fuente,
 y, en viéndola, infinitos se arrojaron,
 sedientos, al cristal de su corriente:
   unos no solamente se hartaron, 370
 sino que pies y manos y otras cosas
 algo más indecentes se lavaron;
   otros, más advertidos, las sabrosas
 aguas gustaron poco a poco, dando
 espacio al gusto, a pausas melindrosas. 375
     El bríndez y el caraos se puso en bando,
 porque los más de bruces, y no a sorbos,
 el suave licor fueron gustando;
   de ambas manos hacían vasos corvos
 otros, y algunos de la boca al agua 380
 temían de hallar cien mil estorbos.
   Poco a poco la fuente se desagua,
 y pasa en los estómagos bebientes,
 y aún no se apaga de su sed la fragua.
   Mas díjoles Apolo:  Otras dos fuentes 385
 aún quedan, Aganipe e Hipocrene,
 ambas sabrosas, ambas excelentes;
   cada cual de licor dulce y perene,
 todas de calidad aumentativa
 del alto ingenio que a gustarlas viene . 390
   Beben, y suben por el monte arriba,
 por entre palmas y entre cedros altos
 y entre árboles pacíficos de oliva;
   de gusto llenos y de angustia faltos,
 siguiendo a Apolo el escuadrón camina, 395
 unos a pedicoj, otros a saltos.
   Al pie sentado de una antigua encina,
 vi a ALONSO DE LEDESMA, componiendo
 una canción angélica y divina;
     conocíle, y a él me fui corriendo 400
 con los brazos abiertos como amigo,
 pero no se movió con el estruendo.
    ¿:No ves , me dijo Apolo,  que consigo
 no está Ledesma agora ¿:No ves claro
 que está fuera de sí y está conmigo   405
   A la sombra de un mirto, al verde amparo,
 JERONIMO DE CASTRO sesteaba,
 varón de ingenio peregrino y raro;
   un motete imagino que cantaba
 con voz suave; yo quedé admirado 410
 de verle allí, porque en Madrid quedaba.
   Apolo me entendió y dijo:  Un soldado
 como éste no era bien que se quedara
 entre el ocio y el sueño sepultado.
   Yo le truje, y sé cómo, que a mi rara 415
 potencia no la impide otra ninguna,
 ni inconviniente alguno la repara .
   En esto, se llegaba la oportuna
 hora, a mi parecer, de dar sustento
 al estómago pobre, y más si ayuna. 420
   Pero no le pasó por pensamiento
 a Delio, que el ejército conduce,
 satisfacer al mísero hambriento.
    Primero a un jardín rico nos reduce,
 donde el poder de la Naturaleza 425
 y el de la industria más campea y luce.
   Tuvieron los Hespérides belleza
 menor; no le igualaron los Pensiles
 en sitio, en hermosura y en grandeza;
   en su comparación, se muestran viles 430
 los de Alcinoo, en cuyas alabanzas
 se han ocupado ingenios bien sotiles.
   No sujeto del tiempo a las mudanzas,
 que todo el año primavera ofrece
 frutos en posesión, no en esperanzas, 435
   Naturaleza y arte allí parece
 andar en competencia, y está en duda
 cuál vence de las dos, cuál más merece.
   Muéstrase balbuciente y casi muda,
 si le alaba, la lengua más experta, 440
 de adulación y de mentir desnuda.
   Junto con ser jardín, era una huerta,
 un soto, un bosque, un prado, un valle ameno,
 que en todos estos títulos concierta,
   de tanta gracia y hermosura lleno, 445
 que una parte del cielo parecía
 el todo del bellísimo terreno.
    Alto en el sitio alegre Apolo hacía,
 y allí mandó que todos se sentasen
 a tres horas después de mediodía; 450
   y porque los asientos señalasen
 el ingenio y valor de cada uno,
 y unos con otros no se embarazasen,
   a despecho y pesar del importuno
 ambicioso deseo, les dio asiento 455
 en el sitio y lugar más oportuno.
   Llegaban los laureles casi a ciento,
 a cuya sombra y troncos se sentaron
 algunos de aquel número contento;
   otros los de las palmas ocuparon; 460
 de los mirtos y yedras y los robles
 también varios poetas albergaron.
   Puesto que humildes, eran de los nobles
 los asientos cual tronos levantados,
 porque tú, ¡oh Envidia!, aquí tu rabia dobles. 465
   En fin, primero fueron ocupados
 los troncos de aquel ancho circuito,
 para honrar a poetas dedicados,
   antes que yo en el número infinito
 hallase asiento; y así, en pie quedéme, 470
 despechado, colérico y marchito.
     Dije entre mí:  ¿:Es posible que se estreme
 en perseguirme la Fortuna airada,
 que ofende a muchos y a ninguno teme  
   Y, volviéndome a Apolo, con turbada 475
 lengua le dije lo que oirá el que gusta
 saber, pues la tercera es acabada,
 la cuarta parte desta empresa justa.  
                                   

Del Viaje del Parnaso, capítulo cuarto

 
   Suele la indignación componer versos;
 pero si el indignado es algún tonto,
 ellos tendrán su todo de perversos.
   De mí yo no sé más sino que prompto
 me hallé para decir en tercia rima 5
 lo que no dijo el desterrado a Ponto;
   y así le dije a Delio:  No se estima,
 señor, del vulgo vano el que te sigue
 y al árbol sacro del laurel se arrima;
  la envidia y la ignorancia le persigue, 10
 y así, envidiado siempre y perseguido,
 el bien que espera por jamás consigue.
   Yo corté con mi ingenio aquel vestido
 con que al mundo la hermosa Galatea
 salió para librarse del olvido. 15
   Soy por quien La Confusa, nada fea,
 pareció en los teatros admirable,
 si esto a su fama es justo se le crea.
   Yo, con estilo en parte razonable,
 he compuesto comedias que en su tiempo 20
 tuvieron de lo grave y de lo afable.
   Yo he dado en Don Quijote pasatiempo
 al pecho melancólico y mohíno,
 en cualquiera sazón, en todo tiempo.
   Yo he abierto en mis Novelas un camino 25
 por do la lengua castellana puede
 mostrar con propiedad un desatino.
   Yo soy aquel que en la invención excede
 a muchos; y al que falta en esta parte,
 es fuerza que su fama falta quede. 30
   Desde mis tiernos años amé el arte
 dulce de la agradable poesía,
 y en ella procuré siempre agradarte.  
    Nunca voló la pluma humilde mía
 por la región satírica: bajeza 35
 que a infames premios y desgracias guía.
   Yo el soneto compuse que así empieza,
 por honra principal de mis escritos:
 ¡Voto a Dios, que me espanta esta grandeza!
   Yo he compuesto romances infinitos, 40
 y el de Los celos es aquel que estimo,
 entre otros que los tengo por malditos.
   Por esto me congojo y me lastimo
 de verme solo en pie, sin que se aplique
 árbol que me conceda algún arrimo. 45
   Yo estoy, cual decir suelen, puesto a pique
 para dar a la estampa al gran Pirsiles,
 con que mi nombre y obras multiplique.
   Yo, en pensamientos castos y sotiles,
 dispuestos en soneto[s] de a docena, 50
 he honrado tres sujetos fregoniles.
   También, al par de Filis, mi Silena
 resonó por las selvas, que escucharon
 más de una y otra alegre cantilena,
   y en dulces varias rimas se llevaron 55
 mis esperanzas los ligeros vientos,
 que en ellos y en la arena se sembraron.  
     Tuve, tengo y tendré los pensamientos,
 merced al cielo que a tal bien me inclina,
 de toda adulación libres y esentos. 60
   Nunca pongo los pies por do camina
 la mentira, la fraude y el engaño,
 de la santa virtud total ruina.
   Con mi corta fortuna no me ensaño,
 aunque por verme en pie como me veo, 65
 y en tal lugar, pondero así mi daño.
   Con poco me contento, aunque deseo
 mucho . A cuyas razones enojadas,
 con estas blandas respondió Timbreo:
    Vienen las malas suertes atrasadas, 70
 y toman tan de lejos la corriente,
 que son temidas, pero no escusadas.
   El bien les viene a algunos de repente,
 a otros poco a poco y sin pensallo,
 y el mal no guarda estilo diferente. 75
   El bien que está adquerido, conservallo
 con maña, diligencia y con cordura,
 es no menor virtud que el granjeallo.
   Tú mismo te has forjado tu ventura,
 y yo te he visto alguna vez con ella, 80
 pero en el imprudente poco dura.
     Mas, si quieres salir de tu querella,
 alegre y no confuso, y consolado,
 dobla tu capa y siéntate sobre ella;
   que tal vez suele un venturoso estado, 85
 cuando le niega sin razón la suerte,
 honrar más merecido que alcanzado .
    Bien parece, señor, que no se advierte ,
 le respondí,  que yo no tengo capa .
 El dijo:  Aunque sea así, gusto de verte. 90
   La virtud es un manto con que tapa
 y cubre su indecencia la estrecheza,
 que esenta y libre de la envidia escapa .
   Incliné al gran consejo la cabeza;
 quedéme en pie, que no hay asiento bueno 95
 si el favor no le labra o la riqueza.
   Alguno murmuró, viéndome ajeno
 del honor que pensó se me debía,
 del planeta de luz y virtud lleno.
   En esto pareció que cobró el día 100
 un nuevo resplandor, y el aire oyóse
 herir de una dulcísima armonía.
   Y, en esto, por un lado descubrióse
 del sitio un escuadrón de ninfas bellas,
 con que infinito el rubio dios holgóse. 105
     Venía en fin y por remate dellas
 una resplandeciendo, como hace
 el sol ante la luz de las estrellas;
   la mayor hermosura se deshace
 ante ella, y ella sola resplandece 110
 sobre todas, y alegra y satisface.
   Bien así semejaba cual se ofrece
 entre líquidas perlas y entre rosas
 la Aurora que despunta y amanece;
   la rica vestidura, las preciosas 115
 joyas que la adornaban, competían
 con las que suelen ser maravillosas.
   Las ninfas que al querer suyo asistían,
 en el gallardo brío y bello aspecto,
 las artes liberales parecían; 120
   todas con amoroso y tierno afecto,
 con las ciencias más claras y escondidas,
 le guardaban santísimo respecto;
   mostraban que en servirla eran servidas,
 y que por su ocasión de todas gentes 125
 en más veneración eran tenidas.
   Su influjo y su reflujo las corrientes
 del mar y su profundo le mostraban,
 y el ser padre de ríos y de fuentes.  
     Las yerbas su virtud la presentaban; 130
 los árboles, sus frutos y sus flores;
 las piedras, el valor que en sí encerraban.
   El santo amor, castísimos amores;
 la dulce paz, su quïetud sabrosa;
 la guerra amarga, todos sus rigores. 135
   Mostrábasele clara la espaciosa
 vía por donde el sol hace contino
 su natural carrera y la forzosa.
   La inclinación o fuerza del destino,
 y de qué estrellas consta y se compone, 140
 y cómo influye este planeta o signo,
   todo lo sabe, todo lo dispone
 la santa y hermosísima doncella,
 que admiración como alegría pone.
   Preguntéle al parlero si en la bella 145
 ninfa alguna deidad se disfrazaba
 que fuese justo el adorar en ella;
   porque en el rico adorno que mostraba,
 y en el gallardo ser que descubría,
 del cielo y no del suelo semejaba. 150
    Descubres , respondió,  tu bobería;
 que ha que la tratas infinitos años,
 y no conoces que es la Poesía .
      Siempre la he visto envuelta en pobres paños ,
 le repliqué;  jamás la vi compuesta 155
 con adornos tan ricos y tamaños;
   parece que la he visto descompuesta,
 vestida de color de primavera
 en los días de cutio y los de fiesta .
    Esta, que es la Poesía verdadera, 160
 la grave, la discreta, la elegante ,
 dijo Mercurio,  la alta y la sincera,
   siempre con vestidura rozagante
 se muestra en cualquier acto que se halla,
 cuando a su profesión es importante. 165
   Nunca se inclina o sirve a la canalla
 trovadora, maligna y trafalmeja,
 que en lo que más ignora menos calla.
   Hay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja,
 amiga de sonaja y morteruelo, 170
 que ni tabanco ni taberna deja;
   no se alza dos ni aun un coto del suelo,
 grande amiga de bodas y bautismos,
 larga de manos, corta de cerbelo.
   Tómanla por momentos parasismos; 175
 no acierta a pronunciar, y si pronuncia,
 absurdos hace y forma solecismos.
     Baco, donde ella está, su gusto anuncia,
 y ella derrama en coplas el poleo,
 con pa y vereda, y el mastranzo y juncia. 180
   Pero aquesta que ves es el aseo,
 la [g]ala de los cielos y la tierra,
 con quien tienen las Musas su bureo;
   ella abre los secretos y los cierra,
 toca y apunta de cualquiera ciencia 185
 la superficie y lo mejor que encierra.
   Mira con más ahínco su presencia:
 verás cifrada en ella la abundancia
 de lo que en bueno tiene la excelencia;
   moran con ella en una misma estancia 190
 la divina y moral filosofía,
 el estilo más puro y la elegancia;
   puede pintar en la mitad del día
 la noche, y en la noche más escura
 el alba bella que las perlas cría; 195
   el curso de los ríos apresura,
 y le detiene; el pecho a furia incita,
 y le reduce luego a más blandura;
   por mitad del rigor se precipita
 de las lucientes armas contrapuestas, 200
 y da vitorias y vitorias quita.  
     Verás cómo le prestan las florestas
 sus sombras, y sus cantos los pastores,
 el mal sus lutos y el placer sus fiestas,
   perlas el Sur, Sabea sus olores, 205
 el oro Tíbar, Hibla su dulzura,
 galas Milán y Lusitania amores.
   En fin, ella es la cifra do se apura
 lo provechoso, honesto y deleitable,
 partes con quien se aumenta la ventura. 210
   Es de ingenio tan vivo y admirable,
 que a veces toca en puntos que suspenden,
 por tener no sé qué de inescrutable.
   Alábanse los buenos, y se ofenden
 los malos con su voz, y destos tales 215
 unos la adoran, otros no la entienden.
   Son sus obras heroicas inmortales;
 las líricas, suaves de manera
 que vuelven en divinas las mortales.
   Si alguna vez se muestra lisonjera, 220
 es con tanta elegancia y artificio,
 que no castigo sino premio espera.
   Gloria de la virtud, pena del vicio
 son sus acciones, dando al mundo en ellas
 de su alto ingenio y su bondad indicio . 225
     En esto estaba, cuando por las bellas
 ventanas de jazmines y de rosas
 (que Amor estaba, a lo que entiendo, en ellas),
   divisé seis personas religiosas,
 al parecer de honroso y grave aspecto, 230
 de luengas togas, limpias y pomposas.
   Preguntéle a Mercurio:  ¿:Por qué efecto
 aquéllos no parecen y se encubren,
 y muestran ser personas de respecto  
   A lo que él respondió:  No se descubren, 235
 por guardar el decoro al alto estado
 que tienen, y así el rostro todos cubren .
    ¿:Quién son , le repliqué,  si es que te es dado
 dicirlo  Respondióme:  No, por cierto,
 porque Apolo lo tiene así mandado . 240
    ¿:No son poetas   Sí .  Pues yo no acierto
 a pensar por qué causa se desprecian
 de salir con su ingenio a campo abierto.
   ¿:Para qué se embobecen y se anecian,
 escondiendo el talento que da el cielo 245
 a los que más de ser suyos se precian 
   ¡Aquí del rey! ¿:Qué es esto ¿:Qué recelo
 o celo les impele a no mostrarse
 sin miedo ante la turba vil del suelo 
     ¿:Puede ninguna ciencia compararse 250
 con esta universal de la Poesía,
 que límites no tiene do encerrarse 
   Pues, siendo esto verdad, saber querría,
 entre los de la carda, cómo se usa
 este miedo, o melindre, o hipocresía. 255
   Hace monseñor versos y rehúsa
 que no se sepan, y él los comunica
 con muchos, y a la lengua ajena acusa;
   y más que, siendo buenos, multiplica
 la fama su valor, y al dueño canta 260
 con voz de gloria y de alabanza rica.
   ¿:Qué mucho, pues, si no se le levanta
 testimonio a un pontífice poeta,
 que digan que lo es Por Dios, que espanta.
   Por vida de Lanfusa la discreta, 265
 que si no se me dice quién son estos
 togados de bonete y de muceta,
   que con trazas y modos descompuestos
 tengo de reducir a behetría
 estos tan sosegados y compuestos . 270
    Por Dios , dijo Mercurio,  y a fee mía,
 que no puedo decirlo, y si lo digo,
 tengo de dar la culpa a tu porfía .
      Dilo, señor, que desde aquí me obligo
 de no decir que tú me lo dijiste , 275
 le dije,  por la fe de buen amigo .
   El dijo:  No nos cayan en el chiste,
 llégate a mí, dirételo al oído,
 pero creo que hay más de los que viste:
   aquél que has visto allí del cuello erguido, 280
 lozano, rozagante y de buen talle,
 de honestidad y de valor vestido,
   es el doctor FRANCISCO SANCHEZ; dalle
 puede, cual debe, Apolo la alabanza,
 que pueda sobre el cielo levantalle; 285
   y aun a más su famoso ingenio alcanza,
 pues en las verdes hojas de sus días
 nos da de santos frutos esperanza.
   Aquél que en elevadas fantasías
 y en éstasis sabrosos se regala, 290
 y tanto imita las acciones mías,
   es el maestro HORTENSIO, que la gala
 se lleva de la más rara elocuencia
 que en las aulas de Atenas se señala;
   su natural ingenio con la ciencia 295
 y ciencias aprendidas le levanta
 al grado que le nombra la excelencia.
 
 que le encubre de lauro aquella rama
 y aquella hojosa y acopada planta, 300
   fray JUAN BAPTISTA CAPATAZ se llama:
 descalzo y pobre, pero bien vestido
 con el adorno que le da la fama.
   Aquél que del rigor fiero de olvido
 libra su nombre con eterno gozo, 305
 y es de Apolo y las Musas bien querido,
   anciano en el ingenio y nunca mozo,
 humanista divino, es, según pienso,
 el insigne doctor ANDRES DEL POZO.
   Un licenciado de un ingenio inmenso 310
 es aquél, y, aunque en traje mercenario,
 como a señor le dan las Musas censo;
   RAMON se llama, auxilio necesario
 con que Delio se esfuerza y ve rendidas
 las obstinadas fuerzas del contrario. 315
   El otro, cuyas sienes ves ceñidas
 con los brazos de Dafne en triunfo honroso,
 sus glorias tiene en Alcalá esculpidas;
   en su ilustre teatro vitorioso
 le nombra el cisne, en canto no funesto, 320
 siempre el primero, como a más famoso;
 
 con propriedades al gorrón debidas,
 por haberlos compuesto o descompuesto.
   Aquestas seis personas referidas, 325
 como están en divinos puestos puestas,
 y en sacra religión constituidas,
   tienen las alabanzas por molestas
 que les dan por poetas, y holgarían
 llevar la loa sin el nombre a cuestas . 330
    ¿:Por qué , le pregunté,  señor, porfían
 los tales a escribir y dar noticia
 de los versos que paren y que crían 
   También tiene el ingenio su codicia,
 y nunca la alabanza se desprecia 335
 que al bueno se le debe de justicia.
   Aquél que de poeta no se precia,
 ¿:para qué escribe versos y los dice 
 ¿:Por qué desdeña lo que más aprecia 
   Jamás me contenté ni satisfice 340
 de hipócritos melindres: llanamente
 quise alabanzas de lo que bien hice .
    Con todo, quiere Apolo que esta gente
 religiosa se tenga aquí secreta ,
 dijo el dios que presume de elocuente. 345
    Oyóse, en esto, el son de una corneta,
 y un  ¡trapa, trapa, aparta, afuera, afuera,
 que viene un gallardísimo poeta! 
   Volví la vista y vi por la ladera
 del monte un postillón y un caballero 350
 correr, como se dice, a la ligera;
   servía el postillón de pregonero,
 mucho más que de guía, a cuyas voces
 en pie se puso el escuadrón entero.
   Preguntóme Mercurio:  ¿:No conoces 355
 quién es este gallardo, este brïoso 
 Imagino que ya le reconoces .
    Bien sé , le respondí,  que es el famoso
 gran don SANCHO DE LEIVA, cuya espada
 y pluma harán a Delio venturoso; 360
   venceráse sin duda esta jornada
 con tal socorro . Y, en el mismo instante,
 cosa que parecía imaginada,
   otro favor no menos importante
 para el caso temido se nos muestra, 365
 de ingenio y fuerzas y valor bastante:
   una tropa gentil por la siniestra
 parte del monte se descubre, ¡oh cielos,
 que dais de vuestra providencia muestra!
     Aquel discreto JUAN DE VASCONCELOS 370
 venía delante en un caballo bayo,
 dando a las musas lusitanas celos.
   Tras él, el capitán PEDRO TAMAYO
 venía, y, aunque enfermo de la gota,
 fue al enemigo asombro, fue desmayo; 375
   que por él se vio en fuga y puesto en rota,
 que en los dudosos trances de la guerra
 su ingenio admira y su valor se nota.
   También llegaron a la rica tierra,
 puestos debajo de una blanca seña, 380
 por la parte derecha de la sierra,
   otros, de quien tomó luego reseña
 Apolo; y era dellos el primero
 el joven don FERNANDO DE LODEÑA,
   poeta primerizo, insigne empero, 385
 en cuyo ingenio Apolo deposita
 sus glorias para el tiempo venidero.
   Con majestad real, con inaudita
 pompa llegó, y al pie del monte para
 quien los bienes del monte solicita: 390
   el licenciado fue JUAN DE VERGARA
 el que llegó, con quien la turba ilustre
 en sus vecinos miedos se repara,
     de Esculapio y de Apolo gloria y lustre,
 si no, dígalo el santo bien partido, 395
 y su fama la misma envidia ilustre.
   Con él, fue con aplauso recebido
 el docto JUAN ANTONIO DE HERRERA,
 que puso en fil el desigual partido.
   ¡Oh, quién con lengua en nada lisonjera, 400
 sino con puro afecto en grande exceso,
 dos que llegaron alabar pudiera!
   Pero no es de mis hombros este peso:
 fueron los que llegaron los famosos,
 los dos maestros CALVO y VALDIVIESO. 405
   Luego se descubrió por los undosos
 llanos del mar una pequeña barca
 impelida de remos presurosos;
   llegó, y al punto della desembarca
 el gran don JUAN DE ARGOTE Y DE GAMBOA, 410
 en compañía de don DIEGO ABARCA,
   sujetos dignos de incesable loa;
 y don DIEGO JIMENEZ Y DE ANCISO
 dio un salto a tierra desde la alta proa.
   En estos tres la gala y el aviso 415
 cifró cuanto de gusto en sí contienen,
 como su ingenio y obras dan aviso.
     Con JUAN LOPEZ DEL VALLE otros dos vienen
 juntos allí, y es PAMONES el uno,
 con quien las Musas ojeriza tienen, 420
   porque pone sus pies por do ninguno
 los puso, y con sus nuevas fantasías
 mucho más que agradable es importuno.
   De lejas tierras por incultas vías
 llegó el bravo irlandés don JUAN BATEO, 425
 Jerjes nuevo en memoria en nuestros días.
   Vuelvo la vista, a MANTÜANO veo,
 que tiene al gran VELASCO por mecenas,
 y ha sido acertadísimo su empleo;
   dejarán estos dos en las ajenas 430
 tierras, como en las proprias, dilatados
 sus nombres, que tú, Apolo, así lo ordenas.
   Por entre dos fructíferos collados
 (¿:habrá quien esto crea, aunque lo entienda )
 de palmas y laureles coronados, 435
   el grave aspecto del abad MALUENDA
 pareció, dando al monte luz y gloria
 y esperanzas de triunfo en la contienda;
   pero, ¿:de qué enemigos la vitoria
 no alcanzará un ingenio tan florido 440
 y una bondad tan digna de memoria 
     Don ANTONIO GENTIL DE VARGAS, pido
 espacio para verte, que llegaste
 de gala y arte y de valor vestido;
   y, aunque de patria ginovés, mostraste 445
 ser en las musas castellanas docto,
 tanto, que al escuadrón todo admiraste.
   Desde el indio apartado del remoto
 mundo, llegó mi amigo MONTESDOCA,
 y el que anudó de Arauco el nudo roto; 450
   dijo Apolo a los dos:  A entrambos toca
 defender esta vuestra rica estancia
 de la canalla de vergüenza poca,
   la cual, de error armada y de arrogancia,
 quiere canonizar y dar renombre 455
 inmortal y divino a la ignorancia;
   que tanto puede la afición que un hombre
 tiene a sí mismo, que, ignorante siendo,
 de buen poeta quiere alcanzar nombre .
   En esto, otro milagro, otro estupendo 460
 prodigio se descubre en la marina,
 que en pocos versos declarar pretendo.
   Una nave a la tierra tan vecina
 llegó, que desde el sitio donde estaba
 se ve cuanto hay en ella y determina; 465
  de más de cuatro mil salmas pasaba
 (que otros suelen llamarlas toneladas),
 ancho de vientre y de estatura brava:
   así como las naves que cargadas
 llegan de la oriental India a Lisboa, 470
 que son por las mayores estimadas,
   ésta llegó desde la popa a proa
 cubierta de poetas, mercancía
 de quien hay saca en Calicut y en Goa.
   Tomóle al rojo dios alferecía 475
 por ver la muchedumbre impertinente
 que en socorro del monte le venía,
   y en silencio rogó devotamente
 que el vaso naufragase en un momento
 al que gobierna el húmido tridente. 480
   Uno de los del número hambriento
 se puso en esto al borde de la nave,
 al parecer mohíno y malcontento;
   y, en voz que ni de tierna ni suave
 tenía un solo adárame, gritando 485
 dijo, tal vez colérico y tal grave,
   lo que impaciente estuve yo escuchando,
 porque vi sus razones ser saetas
 que iban mi alma y corazón clavando.
      ¡Oh tú , dijo,  traidor, que los poetas 490
 canonizaste de la larga lista,
 por causas y por vías indirectas!
   ¿:Dónde tenías, magancés, la vista
 aguda de tu ingenio, que, así ciego,
 fuiste tan mentiroso coronista  495
   Yo te confieso, ¡oh bárbaro!, y no niego
 que algunos de los muchos que escogiste
 sin que el respeto te forzase o el ruego,
   en el debido punto los pusiste;
 pero con los demás, sin duda alguna, 500
 pródigo de alabanzas anduviste.
   Has alzado a los cielos la fortuna
 de muchos que en el centro del olvido,
 sin ver la luz del sol ni de la luna,
   yacían; ni llamado ni escogido 505
 fue el gran Pastor de Iberia, el gran BERNARDO
 que DE LA VEGA tiene el apellido.
   Fuiste envidioso, descuidado y tardo,
 y a las Ninfas de Henares y pastores
 como a enemigos les tiraste un dardo; 510
   y tienes tú poetas tan peores
 que éstos en tu rebaño, que imagino
 que han de sudar si quieren ser mejores;
  que si este agravio no me turba el tino,
 siete trovistas desde aquí diviso, 515
 a quien suelen llamar de torbellino,
   con quien la gala, discreción y aviso
 tienen poco que ver, y tú los pones
 dos leguas más allá del Paraíso.
   Estas quimeras, estas invenciones 520
 tuyas te han de salir al rostro un día
 si más no te mesuras y compones .
   Esta amenaza y gran descortesía
 mi blando corazón llenó de miedo
 y dio al través con la paciencia mía. 525
   Y, volviéndome a Apolo con denuedo
 mayor del que esperaba de mis años,
 con voz turbada y con semblante acedo
   le dije:  Con bien claros desengaños
 descubro que el servirte me granjea 530
 presentes miedos de futuros daños.
   Haz, ¡oh señor!, que en público se lea
 la lista que Cilenio llevó a España,
 porque mi culpa poca aquí se vea.
   Si tu deidad en escoger se engaña, 535
 y yo sólo aprobé lo que él me dijo,
 ¿:por qué este simple contra mí se ensaña 
     Con justa causa y con razón me aflijo
 de ver cómo estos bárbaros se inclinan
 a tenerme en temor duro y prolijo: 540
   unos, porque los puse me abominan;
 otros, porque he dejado de ponellos
 de darme pesadumbre determinan.
   Yo no sé cómo me avendré con ellos:
 los puestos se lamentan, los no puestos 545
 gritan, yo tiemblo déstos y de aquéllos.
   Tú, señor, que eres dios, dales los puestos
 que piden sus ingenios; llama y nombra
 los que fueren más hábiles y prestos.
   Y porque el turbio miedo que me asombra 550
 no me acabe, acabada esta contienda,
 cúbreme con tu mano y con tu sombra,
   o ponme una señal por do se entienda
 que soy hechura tuya y de tu casa,
 y así no habrá ninguno que me ofenda . 555
    Vuelve la vista y mira lo que pasa ,
 fue de Apolo enojado la respuesta,
 que ardiendo en ira el corazón se abrasa.
   Volvíla, y vi la más alegre fiesta,
 y la más desdichada y compasiva 560
 que el mundo vio, ni aun la verá cual ésta.
     Mas no se espere que yo aquí la escriba,
 sino en la parte quinta, en quien espero
 cantar con voz tan entonada y viva,
 que piensen que soy cisne y que me muero. 565
 

Del Viaje del Parnaso, capítulo quinto

 
   Oyó el señor del húmido tridente
 las plegarias de Apolo, y escuchólas
 con alma tierna y corazón clemente;
   hizo de ojo y dio del pie a las olas,
 y, sin que lo entendiesen los poetas, 5
 en un punto hasta el cielo levantólas;
   y él, por ocultas vías y secretas,
 se agazapó debajo del navío,
 y usó con él de sus traidoras tretas.
   Hirió con el tridente en lo vacío 10
 del buco, y el estómago le llena
 de un copioso corriente amargo río.
     Advertido el peligro, al aire suena
 una confusa voz, la cual resulta
 de otras mil que el temor forma y la pena; 15
   poco a poco el bajel pobre se oculta
 en las entrañas del cerúleo y cano
 vientre, que tantas ánimas sepulta.
   Suben los llantos por el aire vano
 de aquellos miserables, que suspiran 20
 por ver su irreparable fin cercano;
   trepan y suben por las jarcias, miran
 cuál del navío es el lugar más alto,
 y en él muchos se apiñan y retiran.
   La confusión, el miedo, el sobresalto 25
 les turba los sentidos, que imaginan
 que desta a la otra vida es grande el salto;
   con ningún medio ni remedio atinan;
 pero, creyendo dilatar su muerte,
 algún tanto a nadar se determinan; 30
   saltan muchos al mar de aquella suerte,
 que al charco de la orilla saltan ranas
 cuando el miedo o el ruido las advierte.
   Hienden las olas, del romperse canas,
 menudean las piernas y los brazos, 35
 aunque enfermos están y ellas no sanas;
     y, en medio de tan grandes embarazos,
 la vista ponen en la amada orilla,
 deseosos de darla mil abrazos.
   Y sé yo bien que la fatal cuadrilla, 40
 antes que allí, holgara de hallarse
 en el Compás famoso de Sevilla;
   que no tienen por gusto el ahogarse
 (discreta gente al parecer en esto),
 pero valióles poco el esforzarse; 45
   que el padre de las aguas echó el resto
 de su rigor, mostrándose en su carro
 con rostro airado y ademán funesto.
   Cuatro delfines, cada cual bizarro,
 con cuerdas hechas de tejidas ovas 50
 le tiraban con furia y con desgarro.
   Las ninfas en sus húmidas alcobas
 sienten tu rabia, ¡oh vengativo nume!,
 y de sus rostros la color les robas.
   El nadante poeta que presume 55
 llegar a la ribera defendida,
 sus ayes pierde y su tesón consume;
   que su corta carrera es impedida
 de las agudas puntas del tridente,
 entonces fiero y áspero homicida. 60
     ¿:Quién ha visto muchacho diligente
 que en goloso a sí mesmo sobrepuja
 (que no hay comparación más conveniente),
   picar en el sombrero la granuja,
 que el hallazgo le puso allí, o la sisa, 65
 con punta alfileresca, o ya de aguja 
   Pues no con menor gana o menor prisa,
 poetas ensartaba el nume airado
 con gusto infame y con dudosa risa.
   En carro de cristal venía sentado, 70
 la barba luenga y llena de marisco,
 con dos gruesas lampreas coronado;
   hacían de sus barbas firme aprisco
 la almeja, el morsillón, pulpo y cangrejo,
 cual le suelen hacer en peña o risco. 75
   Era de aspecto venerable y viejo;
 de verde, azul y plata era el vestido,
 robusto al parecer y de buen rejo,
   aunque, como enojado, denegrido
 se mostraba en el rostro, que la saña 80
 así turba el color como el sentido.
   Airado, contra aquéllos más se ensaña
 que nadan más, y sáleles al paso,
 juzgando a gloria tan cobarde hazaña.
     En esto (¡oh nuevo y milagroso caso, 85
 digno de que se cuente poco a poco
 y con los versos de Torcato Taso!
   Hasta aquí no he invocado, ahora invoco
 vuestro favor, ¡oh Musas!, necesario
 para los altos puntos en que toco; 90
   descerrajad vuestro más rico almario,
 y el aliento me dad que el caso pide,
 no humilde, no ratero ni ordinario),
   las nubes hiende, el aire pisa y mide
 la hermosa Venus Acidalia, y baja 95
 del cielo, que ninguno se lo impide.
   Traía vestida de pardilla raja
 una gran saya entera, hecha al uso,
 que le dice muy bien, cuadra y encaja;
   luto que por su Adonis se le puso 100
 luego que el gran colmillo del berraco
 a atravesar sus ingles se dispuso.
   A fe que si el mocito fuera maco,
 que él guardara la cara al colmilludo,
 que dio a su vida y su belleza saco. 105
   ¡Oh valiente garzón, más que sesudo!,
 ¿:cómo, estando avisado, tu mal tomas,
 entrando en trance tan horrendo y crudo 
     En esto, las mansísimas palomas
 que el carro de la diosa conducían 110
 por el llano del mar y por las lomas,
   por unas y otras partes discurrían,
 hasta que con Neptuno se encontraron,
 que era lo que buscaban y querían.
   Los dioses, que se ven, se respetaron, 115
 y, haciendo sus zalemas a lo moro,
 de verse juntos en estremo holgaron.
   Guardáronse real grave decoro,
 y procuró Ciprinia en aquel punto
 mostrar de su belleza el gran tesoro: 120
   ensanchó el verdugado, y diole el punto
 con ciertos puntapiés, que fueron coces
 para el dios, que las vio y quedó difunto.
   Un poeta, llamado don Quincoces,
 andaba semivivo en las saladas 125
 ondas, dando gemidos y no voces;
   con todo, dijo en mal articuladas
 palabras:  ¡Oh señora, la de Pafo,
 y de las otras dos islas nombradas,
   muévate a compasión el verme gafo 130
 de pies y manos, y que ya me ahogo
 en otras linfas que las del garrafo.
     Aquí será mi pira, aquí mi rogo,
 aquí será Quincoces sepultado,
 que tuvo en su crianza pedagogo!  135
   Esto dijo el mezquino; esto escuchado
 fue de la diosa con ternura tanta,
 que volvió a componer el verdugado;
   y luego en pie y piadosa se levanta,
 y, poniendo los ojos en el viejo, 140
 desembudó la voz de la garganta,
   y, con cierto desdén y sobrecejo,
 entre enojada y grave y dulce, dijo
 lo que al húmido dios tuvo perplejo;
   y, aunque no fue su razonar prolijo, 145
 todavía le trujo a la memoria
 hermano de quién era y de quién hijo;
   representóle cuán pequeña gloria
 era llevar de aquellos miserables
 el triunfo infausto y la cruel vitoria. 150
   El dijo:  Si los hados inmudables
 no hubieran dado la fatal sentencia
 destos en su ignorancia siempre estables,
   una brizna no más de tu presencia
 que viera yo, bellísima señora, 155
 fuera de mi rigor la resistencia.
     Mas ya no puede ser, que ya la hora
 llegó donde mi blanda y mansa mano
 ha de mostrar que es dura y vencedora;
   que éstos, de proceder siempre inhumano, 160
 en sus versos han dicho cien mil veces:
  azotando las aguas del mar cano... 
    Ni azotado ni viejo me pareces ,
 replicó Venus. Y él le dijo a ella:
  Puesto que me enamoras, no enterneces; 165
   que de tal modo la fatal estrella
 influye destos tristes, que no puedo
 dar felice despacho a tu querella;
   del querer de los hados sólo un dedo
 no me puede apartar, ya tú lo sabes: 170
 ellos han de acabar, y ha de ser cedo .
    Primero acabarás que los acabes ,
 le respondió madama, la que tiene
 de tantas voluntades puerta y llaves;
    que, aunque el hado feroz su muerte ordene, 175
 el modo no ha de ser a tu contento,
 que muchas muertes el morir contiene .
   Turbóse en esto el líquido elemento,
 de nuevo renovóse la tormenta,
 sopló más vivo y más apriesa el viento; 180
     la hambrienta mesnada, y no sedienta,
 se rinde al huracán recién venido
 y, por más no penar, muere contenta.
   ¡Oh raro caso y por jamás oído
 ni visto! ¡Oh nuevas y admirables trazas 185
 de la gran reina obedecida en Nido!:
   en un instante, el mar de calabazas
 se vio cuajado, algunas tan potentes,
 que pasaban de dos y aun de tres brazas;
   también hinchados odres y valientes, 190
 sin deshacer del mar la blanca espuma,
 nadaban de mil talles diferentes.
   Esta trasmutación fue hecha, en suma,
 por Venus, de los lánguidos poetas,
 porque Neptuno hundirlos no presuma; 195
   el cual le pidió a Febo sus saetas,
 cuya arma, arrojadiza desde aparte,
 a Venus defraudara de sus tretas.
   Negóselas Apolo; y veis dó parte
 enojado el vejón, con su tridente 200
 pensándolos pasar de parte a parte.
   Mas éste se resbala, aquél no siente
 la herida, y dando esguince se desliza,
 y él queda de la cólera impaciente.
     En esto Bóreas su furor atiza, 205
 y lleva antecogida la manada,
 que con la de los Cerdas simboliza.
   Pidióselo la diosa, aficionada
 a que vivan poetas zarabandos
 de aquellos de la seta almidonada; 210
   de aquellos blancos, tiernos, dulces, blandos,
 de los que por momentos se dividen
 en varias setas y en contrarios bandos;
   los contrapuestos vientos se comiden
 a complacer la bella rogadora, 215
 y con un solo aliento la mar miden,
   llevando a la pïara gruñidora
 en calabazas y odres convertida,
 a los reinos contrarios del Aurora.
   Desta dulce semilla referida, 220
 España, verdad cierta, tanto abunda,
 que es por ella estimada y conocida;
   que, aunque en armas y en letras es fecunda
 más que cuantas provincias tiene el suelo,
 su gusto en parte en tal semilla funda. 225
   Después desta mudanza que hizo el cielo,
 o Venus, o quien fuese, que no importa
 guardar puntualidad como yo suelo,
     no veo calabaza, o luenga o corta,
 que no imagine que es algún poeta 230
 que allí se estrecha, encubre, encoge, acorta.
   Pues ¿:qué cuando veo un cuero ¡Oh mal discreta
 y vana fantasía, así engañada,
 que a tanta liviandad estás sujeta!:
   pienso que el piezgo de la boca atada 235
 es la faz del poeta, transformado
 en aquella figura mal hinchada;
   y cuando encuentro algún poeta honrado
 (digo poeta firme y valedero,
 hombre vestido bien y bien calzado), 240
   luego se me figura ver un cuero,
 o alguna calabaza, y desta suerte
 entre contrarios pensamientos muero.
   Y no sé si lo yerre o si lo acierte
 en que a las calabazas y a los cueros 245
 y a los poetas trate de una suerte.
   Cernícalos que son lagartijeros,
 no esperen de gozar las preeminencias
 que gozan gavilanes no pecheros.
   Puestas en paz, pues, ya las diferencias 250
 de Delio, y los poetas transformados
 en tan vanas y huecas apariencias,
     los mares y los vientos sosegados,
 sumergióse Neptuno malcontento
 en sus palacios de cristal labrados. 255
   Las mansísimas aves por el viento
 volaron, y a la bella Ciprïana
 pusieron en su reino a salvamento.
   Y, en señal que del triunfo quedó ufana
 (lo que hasta allí nadie acabó con ella), 260
 del luto se quitó la saboyana,
   quedando en cuezo, tan briosa y bella,
 que se supo después que Marte anduvo
 todo aquel día y otros dos tras ella.
   Todo el cual tiempo, el escuadrón estuvo 265
 mirando atento la fatal ruina
 que la canalla transformada tuvo;
   y, viendo despejada la marina,
 Apolo, del socorro mal venido,
 de dar fin al gran caso determina. 270
   Pero en aquel instante un gran ruido
 se oyó, con que la turba se alboroza
 y pone vista alerta y presto oído;
   y era quien le formaba una carroza
 rica, sobre la cual venía sentado 275
 el grave don LORENZO DE MENDOZA,
     de su felice ingenio acompañado,
 de su mucho valor y cortesía,
 joyas inestimables, adornado.
   PEDRO JUAN DE REJAULE le seguía 280
 en otro coche, insigne valenciano
 y grande defensor de la poesía.
   Sentado viene a su derecha mano
 JUAN DE SOLIS, mancebo generoso,
 de raro ingenio, en verdes años cano. 285
   Y JUAN DE CARVAJAL, doctor famoso,
 les hace tercio, y no por ser pesado
 dejan de hacer su curso presuroso,
   porque al divino ingenio, al levantado
 valor de aquestos tres que el coche encierra, 290
 no hay impedirle monte ni collado.
   Pasan volando la empinada sierra,
 las nubes tocan, llegan casi al cielo,
 y alegres pisan la famosa tierra.
   Con este mismo honroso y grave celo, 295
 BARTOLOME DE MOLA y GABRIEL LASO
 llegaron a tocar del monte el suelo.
   Honra las altas cimas de Parnaso
 don DIEGO, que DE SILVA tiene el nombre,
 y por ellas alegre tiende el paso. 300
     A cuyo ingenio y sin igual renombre
 toda ciencia se inclina y le obedece,
 y le levanta a ser más que de hombre.
   Dilátanse las sombras y descrece
 el día, y de la noche el negro manto 305
 guarnecido de estrellas aparece;
   y el escuadrón, que había esperado tanto
 en pie, se rinde al sueño perezoso
 de hambre y sed, y de mortal quebranto.
   Apolo, entonces poco luminoso, 310
 dando hasta los antípodas un brinco,
 siguió su occidental curso forzoso;
   pero primero licenció a los cinco
 poetas titulados, a su ruego,
 que lo pidieron con estraño ahínco, 315
   por parecerles risa, burla y juego
 empresas semejantes; y así, Apolo
 condecendió con sus deseos luego;
   que es el galán de Dafne único y solo
 en usar cortesía sobre cuantos 320
 descubre el nuestro y el contrario polo.
   Del lóbrego lugar de los espantos
 sacó su hisopo el lánguido Morfeo,
 con que ha rendido y embocado a tantos;
     y del licor que dicen que es leteo, 325
 que mana de la fuente del olvido,
 los párpados bañó a todos arreo.
   El más hambriento se quedó dormido;
 dos cosas repugnantes, hambre y sueño,
 privilegio a poetas concedido. 330
   Yo quedé, en fin, dormido como un leño,
 llena la fantasía de mil cosas,
 que de contallas mi palabra empeño,
 por más que sean en sí dificultosas.
  
 
 

Del Viaje del Parnaso, capítulo sexto

 
   De una de tres causas los ensueños
 se causan, o los sueños, que este nombre
 les dan los que del bien hablar son dueños;
   primera, de las cosas de que el hombre
 trata más de ordinario; la segunda 5
 quiere la medicina que se nombre
   del humor que en nosotros más abunda;
 toca en revelaciones la tercera,
 que en nu[e]stro bien más que las dos redunda.
     Dormí, y soñé, y el sueño la primera 10
 causa le dio principio suficiente
 a mezclar el ahíto y la dentera.
   Sueña el enfermo, a quien la fiebre ardiente
 abrasa las entrañas, que en la boca
 tiene de las que ha visto alguna fuente, 15
   y el labio al fugitivo cristal toca,
 y el dormido consuelo imaginado
 crece el deseo, y no la sed apoca.
   Pelea el valentísimo soldado
 dormido casi al modo que despierto 20
 se mostró en el combate fiero armado.
   Acude el tierno amante a su concierto,
 y en la imaginación, dormido, llega,
 sin padecer borrasca, a dulce puerto.
   El corazón el avariento entrega 25
 en la mitad del sueño a su tesoro,
 que el alma en todo tiempo no le niega.
   Yo, que siempre guardé el común decoro
 en las cosas dormidas y despiertas,
 pues no soy troglodita ni soy moro, 30
   de par en par del alma abrí las puertas,
 y dejé entrar al sueño por los ojos
 con premisas de gloria y gusto ciertas.
     Gocé durmiendo cuatro mil despojos
 (que los conté sin que faltase alguno) 35
 de gustos que acudieron a manojos;
   el tiempo, la ocasión, el oportuno
 lugar correspondían al efecto,
 juntos y por sí solo cada uno.
   Dos horas dormí y más a lo discreto, 40
 sin que imaginaciones ni vapores
 el celebro tuviesen inquïeto;
   la suelta fantasía entre mil flores
 me puso de un pradillo, que exhalaba
 de Pancaya y Sabea los olores; 45
   el agradable sitio se llevaba
 tras sí la vista, que, durmiendo, viva
 mucho más que despierta se mostraba.
   Palpable vi..., mas no sé si lo escriba,
 que a las cosas que tienen de imposibles 50
 siempre mi pluma se ha mostrado esquiva;
   las que tienen vislumbre de posibles,
 de dulces, de suaves y de ciertas,
 esplican mis borrones apacibles.
   Nunca a disparidad abre las puertas 55
 mi corto ingenio, y hállalas contino
 de par en par la consonancia abiertas.
     ¿:Cómo pueda agradar un desatino,
 si no es que de propósito se hace,
 mostrándole el donaire su camino  60
   Que entonces la mentira satisface
 cuando verdad parece y está escrita
 con gracia, que al discreto y simple aplace.
   Digo, volviendo al cuento, que infinita
 gente vi discurrir por aquel llano, 65
 con algazara placentera y grita;
   con hábito decente y cortesano
 algunos, a quien dio la hipocresía
 vestido pobre, pero limpio y sano;
   otros, de la color que tiene el día 70
 cuando la luz primera se aparece
 entre las trenzas de la Aurora fría.
   La varïada primavera ofrece
 de sus varias colores la abundancia,
 con que a la vista el gusto alegre crece; 75
   la prodigalidad, la exorbitancia
 campean juntas por el verde prado
 con galas que descubren su ignorancia.
   En un trono, del suelo levantado,
 do el arte a la materia se adelanta, 80
 puesto que de oro y de marfil labrado,
     una doncella vi, desde la planta
 del pie hasta la cabeza así adornada,
 que el verla admira y el oírla encanta.
   Estaba en él con majestad sentada, 85
 giganta al parecer en la estatura,
 pero, aunque grande, bien proporcionada;
   parecía mayor su hermosura
 mirada desde lejos, y no tanto
 si de cerca se ve su compostura. 90
   Lleno de admiración, colmo de espanto,
 puse en ella los ojos, y vi en ella
 lo que en mis versos desmayados canto.
   Yo no sabré afirmar si era doncella,
 aunque he dicho que sí, que en estos casos 95
 la vista más aguda se atropella:
   son, por la mayor parte, siempre escasos
 de razón los juïcios maliciosos
 en juzgar rotos los enteros vasos.
   Altaneros sus ojos y amorosos 100
 se mostraban con cierta mansedumbre,
 que los hacía en todo estremo hermosos;
   ora fuese artificio, ora costumbre,
 los rayos de su luz tal vez crecían,
 y tal vez daban encogida lumbre. 105
     Dos ninfas a sus lados asistían,
 de tan gentil donaire y apariencia,
 que, miradas, las almas suspendían;
   de la del alto trono en la presencia
 desplegaban sus labios en razones 110
 ricas en suavidad, pobres en ciencia;
   levantaban al cielo sus blasones,
 que estaban, por ser pocos o ningunos,
 escritos del olvido en los borrones;
   al dulce murmurar, al oportuno 115
 razonar de las dos, la del asiento
 que en belleza jamás le igualó alguno,
   luego se puso en pie, y en un momento,
 me pareció que dio con la cabeza
 más allá de las nubes, y no miento; 120
   y no perdió por esto su belleza;
 antes, mientras más grande, se mostraba
 igual su perfección a su grandeza;
   los brazos de tal modo dilataba,
 que de do nace a donde muere el día 125
 los opuestos estremos alcanzaba;
   la enfermedad llamada hidropesía
 así le hincha el vientre, que parece
 que todo el mar caber en él podía;
     al modo destas partes, así crece 130
 toda su compostura; y no por esto,
 cual dije, su hermosura desfallece.
   Yo, atónito, esperaba ver el resto
 de tan grande prodigio, y diera un dedo
 por saber la verdad segura y presto. 135
   Uno, y no sabré quién, bien claro y quedo
 al oído me habló, y me dijo:  Espera,
 que yo decirte lo que quieres puedo.
   Esta que vees, que crece de manera
 que apenas tiene ya lugar do quepa, 140
 y aspira en la grandeza a ser primera;
   ésta que por las nubes sube y trepa
 hasta llegar al cerco de la luna
 (puesto que el modo de subir no sepa),
   es la que, confiada en su fortuna, 145
 piensa tener de la inconstante rueda
 el eje quedo y sin mudanza alguna.
   Esta que no halla mal que le suceda,
 ni le teme, atrevida y arrogante,
 pródiga siempre, venturosa y leda, 150
   es la que con disignio extravagante
 dio en crecer poco a poco hasta ponerse,
 cual ves, en estatura de gigante.
     No deja de crecer por no atreverse
 a emprender las hazañas más notables, 155
 adonde puedan sus estremos verse.
   ¿:No has oído decir los memorables
 arcos, anfiteatros, templos, baños,
 termas, pórticos, muros admirables,
   que, a pesar y despecho de los años, 160
 aún duran sus reliquias y entereza,
 haciendo al tiempo y a la muerte engaños  
    Yo , respondí por mí,  ninguna pieza
 de esas que has dicho, dejo de tenella
 clavada y remachada en la cabeza: 165
   tengo el sepulcro de la viuda bella
 y el Coloso de Rodas allí junto,
 y la lanterna que sirvió de estrella.
   Pero vengamos de quién es al punto
 ésta, que lo deseo .  Haráse luego , 170
 me respondió la voz en bajo punto.
   Y prosiguió diciendo:  A no estar ciego,
 hubieras visto ya quién es la dama;
 pero, en fin, tienes el ingenio lego.
   Esta que hasta los cielos se encarama, 175
 preñada, sin saber cómo, del viento,
 es hija del Deseo y de la Fama.
     Esta fue la ocasión y el instrumento,
 el todo y parte de que el mundo viese
 no siete maravillas, sino ciento. 180
   (Corto número es ciento; aunque dijese
 cien mil y más millones, no imagines
 que en la cuenta del número excediese).
   Esta condujo a memorables fines
 edificios que asientan en la tierra 185
 y tocan de las nubes los confines.
   Esta tal vez ha levantado guerra
 donde la paz suave reposaba,
 que en límites estrechos no se encierra.
   Cuando Mucio en las llamas abrasaba 190
 el atrevido fuerte brazo y fiero,
 ésta el incendio horrible resfriaba;
   ésta arrojó al romano caballero
 en el abismo de la ardiente cueva,
 de limpio armado y de luciente acero; 195
   ésta tal vez con maravilla nueva,
 de su ambiciosa condición llevada,
 mil imposibles atrevida prueba.
   Desde la ardiente Libia hasta la helada
 Citia, lleva la fama su memoria, 200
 en grandïosas obras dilatada.
     En fin, ella es la altiva Vanagloria,
 que en aquellas hazañas se entremete
 que llevan de los siglos la vitoria.
   Ella misma a sí misma se promete 205
 triunfos y gustos, sin tener asida
 a la calva Ocasión por el copete.
   Su natural sustento, su bebida,
 es aire, y así crece en un instante
 tanto, que no hay medida a su medida. 210
   Aquellas dos del plácido semblante
 que tiene a sus dos lados, son aquellas
 que sirven a su máquina de Atlante.
   Su delicada voz, sus luces bellas,
 su humildad aparente, y las lozanas 215
 razones, que el amor se cifra en ellas,
   las hacen más divinas que no humanas,
 y son (con paz escucha y con paciencia)
 la Adulación y la Mentira, hermanas.
   Estas están contino en su presencia, 220
 palabras ministrándola al oído
 que tienen de prudentes apariencia.
   Y ella, cual ciega del mejor sentido,
 no ve que entre las flores de aquel gusto
 el áspid ponzoñoso está escondido. 225
     Y así, arrojada con deseo injusto,
 en cristalino vaso prueba y bebe
 el veneno mortal, sin ningún susto.
   Quien más presume de advertido, pr[u]ebe
 a dejarse adular, verá cuán presto 230
 pasa su gloria como el viento leve .
   Esto escuché, y en escuchando aquesto,
 dio un estampido tal la Gloria vana,
 que dio a mi sueño fin dulce y molesto.
   Y en esto descubrióse la mañana, 235
 vertiendo perlas y esparciendo flores,
 lozana en vista y en virtud lozana:
   los dulces pequeñuelos ruiseñores,
 con cantos no aprendidos, le decían,
 enamorados della, mil amores; 240
   los silgueros el canto repetían,
 y las diestras calandrias entonaban
 la música que todos componían.
   Unos del escuadrón priesa se daban
 porque no los hallase el dios del día 245
 en los forzosos actos en que estaban.
   Y luego se asomó su señoría,
 con una cara de tudesco roja,
 por los balcones de la Aurora fría,
     en parte gorda, en parte flaca y floja, 250
 como quien teme el esperado trance
 donde verse vencido se le antoja.
   En propio toledano y buen romance
 les dio los buenos días cortésmente,
 y luego se aprestó al forzoso lance; 255
   y encima de un peñasco puesto enfrente
 del escuadrón, con voz sonora y grave
 esta oración les hizo de repente:
    ¡Oh espíritus felices, donde cabe
 la gala del decir, la sutileza 260
 de la ciencia más docta que se sabe;
   donde en su propia natural belleza
 asiste la hermosa Poesía
 entera de los pies a la cabeza!
   No consintáis, por vida vuestra y mía 265
 (mirad con qué llaneza Apolo os habla),
 que triunfe esta canalla que porfía.
   Esta canalla, digo, que se endiabla,
 que, por darles calor su muchedumbre,
 ya su ruina, o ya la nuestra entabla. 270
   Vosotros, de mis ojos gloria y lumbre,
 faroles do mi luz de asiento mora,
 ya por naturaleza o por costumbre,
     ¿:habéis de consentir que esta embaidora,
 hipócrita gentalla se me atreva, 275
 de tantas necedades inventora 
   Haced famosa y memorable prueba
 de vuestro gran valor en este hecho,
 que a su castigo y vuestra gloria os lleva.
   De justa indignación armad el pecho, 280
 acometed intrépidos la turba,
 ociosa, vagamunda y sin provecho.
   No se os dé nada, no se os dé una burba
 (moneda berberisca, vil y baja)
 de aquesta gente que la paz nos turba. 285
   El son de más de una templada caja,
 y el del pífaro triste, y la trompeta,
 que la cólera sube y flema abaja,
   así os incite con virtud secreta,
 que despierte los ánimos dormidos 290
 en la fación que tanto nos aprieta.
   Ya retumba, ya llega a mis oídos
 del escuadrón contrario el rumor grande,
 formado de confusos alaridos;
   ya es menester, sin que os lo ruegue o mande, 295
 que cada cual, como guerrero experto,
 sin que por su capricho se desmande,
     la orden guarde y militar concierto,
 y acuda a su deber como valiente
 hasta quedar o vencedor o muerto. 300
   En esto, por la parte de poniente
 pareció el escuadrón casi infinito
 de la bárbara, ciega y pobre gente.
   Alzan los nuestros al momento un grito
 alegre, y no medroso; y gritan:  ¡Arma!  305
  ¡Arma! resuena todo aquel distrito;
 y, aunque mueran, correr quieren al arma.
 
 

Del Viaje del Parnaso, capítulo sétimo

   
   Tú, belígera musa, tú, que tienes
 la voz de bronce y de metal la lengua,
 cuando a cantar del fiero Marte vienes;
   tú, por quien se aniquila siempre y mengua
 el gran género humano; tú, que puedes 5
 sacar mi pluma de ignorancia y mengua;
     tú, mano rota y larga de mercedes,
 digo en hacellas, una aquí te pido,
 que no hará que menos rica quedes.
   La soberbia y maldad, el atrevido 10
 intento de una gente malmirada,
 ya se descubre con mortal ruïdo.
   Dame una voz al caso acomodada,
 una sutil y bien cortada pluma,
 no de afición ni de pasión llevada, 15
   para que pueda referir en suma,
 con purísimo y nuevo sentimiento,
 con verdad clara y entereza suma,
   el contrapuesto y desigual intento
 de uno y otro escuadrón, que, ardiendo en ira, 20
 sus banderas descoge al vago viento.
   El del bando católico, que mira
 al falso y grande al pie del monte puesto,
 que de subir al alta cumbre aspira;
   con paso largo y ademán compuesto, 25
 todo el monte coronan, y se ponen
 a la furia, que en loca ha echado el resto;
   las ventajas tantean, y disponen
 los ánimos valientes al asalto,
 en quien su gloria y su venganza ponen; 30
     de rabia lleno y de paciencia falto,
 Apolo su bellísimo estandarte
 mandó al momento levantar en alto;
   arbolóle un marqués, que el proprio Marte
 su brïosa presencia representa 35
 naturalmente, sin industria y arte;
   poeta celebérrimo y de cuenta,
 por quien y en quien Apolo soberano
 su gloria y gusto y su valor aumenta.
   Era la insinia un cisne hermoso y cano, 40
 tan al vivo pintado, que dijeras
 la voz despide alegre al aire vano;
   siguen al estandarte sus banderas,
 de gallardos alféreces llevadas,
 honrosas por no estar todas enteras. 45
   Las cajas a lo bélico templadas
 al mílite más tardo vuelven presto,
 de voces de metal acompañadas.
   JERONIMO DE MORA llegó en esto,
 pintor excelentísimo y poeta: 50
 Apeles y Virgilio en un supuesto;
     y con la autoridad de una jineta
 (que de ser capitán le daba nombre)
 al caso acude y a la turba aprieta.
   Y, porque más se turbe y más se asombre, 55
 el enemigo desigual y fiero,
 llegó el gran BIEDMA, de inmortal renombre;
   y con él GASPAR DE AVILA, primero
 secuaz de Apolo, a cuyo verso y pluma
 ICIAR puede envidiar, temer Sincero. 60
   Llegó JUAN DE MESTANZA, cifra y suma
 de tanta erudición, donaire y gala,
 que no hay muerte ni edad que la consuma.
   Apolo le arrancó de Guatimala,
 y le trujo en su ayuda para ofensa 65
 de la canalla en todo estremo mala.
   Hacer milagros en el trance piensa
 CEPEDA, y acompáñale MEJIA,
 poetas dignos de alabanza inmensa.
   Clarísimo esplendor de Andalucía 70
 y de la Mancha, el sin igual GALINDO
 llegó con majestad y bizarría.
   De la alta cumbre del famoso Pindo
 bajaron tres bizarros lusitanos,
 a quien mis alabanzas todas rindo, 75
     con prestos pies y con valientes manos,
 con FERNANDO CORREA DE LA CERDA,
 pisó RODRIGUEZ LOBO monte y llanos;
   y porque Febo su razón no pierda,
 el grande don ANTONIO DE ATAIDE 80
 llegó con furia alborotada y cuerda.
   Las fuerzas del contrario ajusta y mide
 con las suyas Apolo, y determina
 dar la batalla, y la batalla pide.
   El ronco son de más de una bocina, 85
 instrumento de caza y de la guerra,
 de Febo a los oídos se avecina;
   tiembla debajo de los pies la tierra
 de infinitos poetas oprimida,
 que dan asalto a la sagrada sierra. 90
   El fiero general de la atrevida
 gente, que trae un cuervo en su estandarte,
 es ARBOLANCHEZ, muso por la vida.
   Puestos estaban en la baja parte
 y en la cima del monte, frente a frente, 95
 los campos, de quien tiembla el mismo Marte,
   cuando una al parecer discreta gente
 del católico bando al enemigo
 se pasó, como en número de veinte.
     Yo con los ojos su carrera sigo, 100
 y, viendo el paradero de su intento,
 con voz turbada al sacro Apolo digo:
    ¿:Qué prodigio es aquéste ¿:Qué portento 
 O, por mejor decir: ¿:qué mal agüero,
 que así me corta el brío y el aliento  105
   Aquel tránsfuga que partió primero,
 no sólo por poeta le tenía,
 pero también por bravo churrullero;
   aquel ligero que tras él corría,
 en mil corrillos en Madrid le he visto 110
 tiernamente hablar en la poesía;
   aquel tercero que partió tan listo,
 por satírico, necio y por pesado
 sé que de todos fue siempre malquisto.
   No puedo imaginar cómo ha llevado 115
 Mercurio estos poetas en su lista .
  Yo fui , respondió Apolo,  el engañado;
   que de su ingenio la primera vista
 indicios descubrió que serían buenos
 para facilitar esta conquista . 120
    Señor , repliqué yo,  creí que ajenos
 eran de las deidades los engaños;
 digo, engañarse en poco más ni menos;
     la prudencia, que nace de los años
 y tiene por maestra la esperiencia, 125
 es la deidad que advierte destos daños .
   Apolo respondió:  Por mi conciencia,
 que no te entiendo , algo turbado y triste
 por ver de aquellos veinte la insolencia.
   Tú, sardo militar, Lofraso, fuiste 130
 uno de aquellos bárbaros corrientes
 que del contrario el número creciste.
   Mas no por esta mengua los valientes
 del escuadrón católico temieron,
 poetas madrigados y excelentes; 135
   antes, tanto coraje concibieron
 contra los fugitivos corredores,
 que riza en ellos y matanza hicieron.
   ¡Oh falsos y malditos trovadores,
 que pasáis plaza de poetas sabios, 140
 siendo la hez de los que son peores:
   entre la lengua, paladar y labios
 anda contino vuestra poesía,
 haciendo a la virtud cien mil agravios!
   Poetas de atrevida hipocresía, 145
 esperad, que de vuestro acabamiento
 ya se ha llegado el temeroso día.
     De las confusas voces el concento
 confuso por el aire resonaba,
 de espesas nubes condensando el viento. 150
   Por la falda del monte gateaba
 una tropa poética, aspirando
 a la cumbre, que bien guardada estaba;
   hacían hincapié de cuando en cuando,
 y con hondas de estallo y con ballestas 155
 iban libros enteros disparando;
   no del plomo encendido las funestas
 balas pudieran ser dañosas tanto,
 ni al disparar pudieran ser más prestas.
   Un libro mucho más duro que un canto 160
 a JUSEPE DE VARGAS dio en las sienes,
 causándole terror, grima y espanto.
   Gritó, y dijo a un soneto:  Tú, que vienes
 de satírica pluma disparado,
 ¿:por qué el infame curso no detienes   165
   Y, cual perro con piedras irritado,
 que deja al que las tira y va tras ellas,
 cual si fueran la causa del pecado,
   entre los dedos de sus manos bellas
 hizo pedazos al soneto altivo, 170
 que amenazaba al sol y a las estrellas.
     Y díjole Cilenio:  ¡Oh rayo vivo
 donde la justa indignación se muestra
 en un grado y valor superlativo,
   la espada toma en la temida diestra, 175
 y arrójate valiente y temerario
 por esta parte, que el peligro adiestra! 
   En esto, del tamaño de un breviario
 volando un libro por el aire vino,
 de prosa y verso, que arrojó el contrario; 180
   de verso y prosa el puro desatino
 nos dio a entender que de ARBOLANCHES eran
 las Habidas, pesadas de contino.
   Unas Rimas llegaron que pudieran
 desbaratar el escuadrón cristiano 185
 si acaso vez segunda se imprimieran.
   Diole a Mercurio en la derecha mano
 una sátira antigua licenciosa,
 de estilo agudo, pero no muy sano.
   De una intricada y mal compuesta prosa, 190
 de un asumpto sin jugo y sin donaire,
 cuatro novelas disparó PEDROSA.
   Silbando recio y desgarrando el aire,
 otro libro llegó de Rimas solas,
 hechas al parecer como al desgaire. 195
     Violas Apolo, y dijo, cuando violas:
  Dios perdone a su autor, y a mí me guarde
 de algunas Rimas sueltas españolas .
   Llegó el Pastor de Iberia, aunque algo tarde,
 y derribó catorce de los nuestros 200
 haciendo de su ingenio y fuerza alarde;
   pero dos valerosos, dos maestros,
 dos lumbreras de Apolo, dos soldados,
 únicos en hablar y en obrar diestros,
   del monte puestos en opuestos lados, 205
 tanto apretaron a la turbamulta,
 que volvieron atrás los encumbrados.
   Es GREGORIO DE ANGULO el que sepulta
 la canalla, y con él PEDRO DE SOTO,
 de prodigioso ingenio y vena culta. 210
   Doctor aquél, estotro único y docto
 licenciado, de Apolo ambos secuaces,
 con raras obras y ánimo devoto.
   Las dos contrarias indignadas haces
 ya miden las espadas, ya se cierran, 215
 duras en su tesón y pertinaces;
   con los dientes se muerden, y se aferran
 con las garras, las fieras imitando,
 que toda pïedad de sí destierran.
     Haldeando venía y trasudando 220
 el autor de La Pícara Justina,
 capellán lego del contrario bando;
   y cual si fuera de una culebrina,
 disparó de sus manos su librazo,
 que fue de nuestro campo la ruina. 225
   Al buen TOMAS GRACIAN mancó de un brazo,
 a MEDINILLA derribó una muela
 y le llevó de un muslo un gran pedazo.
   Una despierta nuestra centinela
 gritó:  ¡Todos abajen la cabeza, 230
 que dispara el contrario otra novela! 
   Dos pelearon una larga pieza,
 y el uno al otro con instancia loca,
 de un envión, con arte y con destreza,
   seis seguidillas le encajó en la boca, 235
 con que le hizo vomitar el alma,
 que salió libre de su estrecha roca.
   De la furia el ardor, del sol la calma
 tenía en duda de una y otra parte
 la vencedora y pretendida palma. 240
   Del cuervo, en esto, el lóbrego estandarte
 cede al del cisne, porque vino al suelo,
 pasado el corazón de parte a parte;
     su alférez, que era un andaluz mozuelo,
 trovador repentista, que subía 245
 con la soberbia más allá del cielo;
   helósele la sangre que tenía;
 murióse, cuando vio que muerto estaba,
 la turba, pertinaz en su porfía.
   Puesto que ausente el gran LUPERCIO estaba, 250
 con un solo soneto suyo hizo
 lo que de su grandeza se esperaba:
   descuadernó, desencajó, deshizo
 del opuesto escuadrón catorce hileras,
 dos crïollos mató, hirió un mestizo. 255
   De sus sabrosas burlas y sus veras
 el magno cordobés un cartapacio
 disparó, y aterró cuatro banderas.
   Daba ya indicios de cansado y lacio
 el brío de la bárbara canalla, 260
 peleando más flojo y más despacio;
   mas renovóse la fatal batalla,
 mezclándose los unos con los otros;
 ni vale arnés, ni presta dura malla.
   Cinco melifluos sobre cinco potros 265
 llegaron, y embistieron por un lado,
 y lleváronse cinco de nosotros;
     cada cual como moro atavïado,
 con más letras y cifras que una carta
 de príncipe enemigo y recatado. 270
   De romances moriscos una sarta,
 cual si fuera de balas enramadas,
 llega con furia y con malicia harta;
   y, a no estar dos escuadras avisadas
 de las nuestras, del recio tiro y presto 275
 era fuerza quedar desbaratadas.
   Quiso Apolo, indignado, echar el resto
 de su poder y de su fuerza sola,
 y dar al enemigo fin molesto,
   y una sacra canción, donde acrisola 280
 su ingenio, gala, estilo y bizarría
 BARTOLOME LEONARDO DE ARGENSOLA,
   cual si fuera un petarte, Apolo envía
 adonde está el tesón más apretado,
 más dura y más furiosa la porfía. 285
   Cuando me paro a contemplar mi estado,
 comienza la canción que Apolo pone
 en el lugar más noble y levantado.
   Todo lo mira, todo lo dispone
 con ojos de Argos; manda, quita y veda, 290
 y del contrario a todo ardid se opone.
     Tan mezclados están, que no hay quien pueda
 discernir cuál es malo o cuál es bueno,
 cuál es garcilasista o timoneda.
   Pero un mancebo, de ignorancia ajeno, 295
 grande escudriñador de toda historia,
 rayo en la pluma y en la voz un trueno,
   llegó, tan rica el alma de memoria,
 de sana voluntad y entendimiento,
 que fue de Febo y de las Musas gloria; 300
   con éste aceleróse el vencimiento,
 porque supo decir:  Este merece
 gloria, pero aquél no, sino tormento .
   Y, como ya con distinción parece
 el justo y el injusto combatiente, 305
 el gusto al peso de la pena crece.
   Tú, PEDRO MANTÜANO el excelente,
 fuiste quien distinguió de la confusa
 máquina el que es cobarde del valiente.
   JULIAN DE ALMENDAREZ no rehúsa, 310
 puesto que llegó tarde, en dar socorro
 al rubio Delio con su ilustre musa.
   Por las rucias que peino, que me corro
 de ver que las comedias endiabladas
 por divinas se pongan en el corro; 315
     y, a pesar de las limpias y atildadas
 del cómico mejor de nuestra Hesperia,
 quieren ser conocidas y pagadas.
   Mas no ganaron mucho en esta feria,
 porque es discreto el vulgo de la Corte, 320
 aunque le toca la común miseria.
   De llano no le deis, dadle de corte,
 estancias polifemas, al poeta
 que no os tuviere por su guía y norte.
   Inimitables sois, y a la discreta 325
 gala que descubrís en lo escondido,
 toda elegancia puede estar sujeta.
   Con estas municiones el partido
 nuestro se mejoró de tal manera,
 que el contrario se tuvo por vencido. 330
   Cayó su presunción soberbia y fiera,
 derrúmbanse del monte abajo cuantos
 presumieron subir por la ladera.
   La voz prolija de sus roncos cantos
 el mal suceso con rigor la vuelve 335
 en interrotos y funestos llantos.
   Tal hubo, que cayendo se resuelve
 de asirse de una zarza o cabrahígo,
 y en llanto, a lo de Ovidio, se disuelve.
     Cuatro se arracimaron a un quejigo 340
 como enjambre de abejas desmandada,
 y le estimaron por el lauro amigo.
   Otra cuadrilla, virgen por la espada,
 y adúltera de lengua, dio la cura
 a sus pies, de su vida almidonada. 345
   BARTOLOME llamado DE SEGURA
 el toque casi fue del vencimiento:
 tal es su ingenio y tal es su cordura.
   Resonó en esto por el vago viento
 la voz de la vitoria, repetida 350
 del número escogido en claro acento.
   La miserable, la fatal caída,
 de las Musas del limpio TAGARETE
 fue largos siglos con dolor plañida;
   a la parte del llanto, ¡ay me!, se mete 355
 Zapardïel, famoso por su pesca,
 sin que un pequeño instante se quïete.
   La voz de la vitoria se refresca;
  ¡vitoria! suena aquí y allí, vitoria
 adquirida por nuestra soldadesca, 360
 que canta alegre la alcanzada gloria.  
 

 Del Viaje del Parnaso, capítulo octavo

 
   Al caer de la máquina excesiva
 del escuadrón poético arrogante
 que en su no vista muchedumbre estriba,
   un poeta, mancebo y estudiante,
 dijo:  Caí, paciencia; que algún día 5
 será la nuestra, mi valor mediante.
   De nuevo afilaré la espada mía,
 digo mi pluma, y cortaré de suerte
 que dé nueva excelencia a la porfía;
   que ofrece la comedia, si se advierte, 10
 largo campo al ingenio, donde pueda
 librar su nombre del olvido y muerte.
   Fue desto ejemplo JUAN DE TIMONEDA,
 que, con sólo imprimir, se hizo eterno,
 las comedias del gran LOPE DE RUEDA. 15
   Cinco vuelcos daré en el propio infierno
 por hacer recitar una que tengo
 nombrada El gran bastardo de Salerno .
     ¡Guarda, Apolo, que baja (guarte, Rengo)
 el golpe de la mano más gallarda 20
 que ha visto el tiempo en su discurso luengo!
   En esto, el claro son de una bastarda
 alas pone en los pies de la vencida
 gente del mundo perezosa y tarda;
   con la esperanza del vencer perdida, 25
 no hay quien no atienda con ligero paso,
 si no a la honra, a conservar la vida.
   Desde las altas cumbres de Parnaso,
 de un salto uno se puso en Guadarrama,
 nuevo, no visto y verdadero caso; 30
   y al mismo paso la parlera Fama
 cundió del vencimiento la alta nueva,
 desde el claro Caístro hasta Jarama.
   Lloró la gran vitoria el turbio Esgueva,
 Pisuerga la rió, rióla Tajo, 35
 que en vez de arena granos de oro lleva.
   Del cansancio, del polvo y del trabajo
 las rubicundas hebras de Timbreo,
 del color se pararon de oro bajo;
   pero, viendo cumplido su deseo, 40
 al son de la guitarra mercuriesca
 hizo de la Gallarda un gran paseo,
 
 el rostro se lavó, y quedó luciente
 como de acero la segur turquesca. 45
   Pulióse luego, y adornó su frente
 de majestad mezclada con dulzura,
 indicios claros del placer que siente.
   Las reinas de la humana hermosura
 salieron de do estaban retiradas 50
 mientras duraba la contienda dura;
   del árbol siempre verde coro[na]das,
 y en medio la divina Poesía,
 todas de nuevas galas adornadas.
   Melpómene, Tersícore y Talía, 55
 Polimnia, Urania, Erato, Euterpe y Clío,
 y Calíope, hermosa en demasía,
   muestran ufanas su destreza y brío,
 tejiendo una entricada y nueva danza
 al dulce son de un instrumento mío. 60
   Mío, no dije bien; mentí a la usanza
 de aquel que dice propios los ajenos
 versos que son más dignos de alabanza.
   Los anchos prados y los campos llenos
 están de las escuadras vencedoras 65
 (que siempre van a más y nunca a menos),
 
 el colmo con los premios merecidos
 por el sudor y aprieto de seis horas,
   piensan ser los llamados escogidos, 70
 todos a premios de grandeza aspiran,
 tiénense en más de lo que son tenidos;
   ni a calidades ni a riquezas miran:
 a su ingenio se atiene cada uno,
 y si hay cuatro que acierten, mil deliran. 75
   Mas Febo, que no quiere que ninguno
 quede quejoso dél, mandó a la Aurora
 que vaya y coja in tempore oportuno,
   de las faldas floríferas de Flora
 cuatro tabaques de purpúreas rosas 80
 y seis de perlas de las que ella llora;
   y de las nueve por estremo hermosas
 las coronas pidió, y al darlas ellas
 en nada se mostraron perezosas.
   Tres, a mi parecer, de las más bellas 85
 a Parténope sé que se enviaron,
 y fue Mercurio el que partió con ellas;
   tres sujetos las otras coronaron,
 allí en el mesmo monte peregrinos,
 con que su patria y nombre eternizaron; 90
     tres cupieron a España, y tres divinos
 poetas se adornaron la cabeza,
 de tanta gloria justamente dignos.
   La Envidia, monstruo de naturaleza,
 maldita y carcomida, ardiendo en saña, 95
 a murmurar del sacro don empieza.
   Dijo:  ¿:Será posible que en España
 haya nueve poetas laureados 
 Alta es de Apolo, pero simple hazaña .
   Los demás de la turba, defraudados 100
 del esperado premio, repetían
 los himnos de la Envidia mal cantados;
   todos por laureados se tenían
 en su imaginación, antes del trance,
 y al cielo quejas de su agravio envían. 105
   Pero ciertos poetas de romance,
 del generoso premio hacer esperan,
 a despecho de Febo, presto alcance;
   otros, aunque latinos, desesperan
 de tocar del laurel sólo una hoja, 110
 aunque del caso en la demanda mueran.
   Véngase menos el que más se enoja,
 y alguno se tocó sienes y frente,
 que de estar coronado se le antoja.
     Pero todo deseo impertinente 115
 Apolo resfrió, premiando a cuantos
 poetas tuvo el escuadrón valiente;
   de rosas, de jazmines y amarantos
 Flora le presentó cinco cestones,
 y la Aurora, de perlas, otros tantos; 120
   éstos fueron, lector dulce, los dones
 que Delio repartió con larga mano
 entre los poetísimos varones,
   quedando alegre cada cual y ufano
 con un puño de perlas y una rosa, 125
 estimando el premio sobrehumano.
   Y porque fuese más maravillosa
 la fiesta y regocijo que se hacía
 por la vitoria insigne y prodigiosa,
   la buena, la importante Poesía 130
 mandó traer la bestia cuya pata
 abrió la fuente de Castalia fría;
   cubierta de finísima escarlata,
 un lacayo la trujo en un instante,
 tascando un freno de bruñida plata. 135
   Envidiarle pudiera Rocinante
 al gran Pegaso de presencia brava,
 y aun B[r]illadoro, el del señor de Anglante.
     Con no sé cuántas alas adornaba
 manos y pies, indicio manifiesto 140
 que en ligereza al viento aventajaba;
   y, por mostrar cuán ágil y cuán presto
 era, se alzó del suelo cuatro picas,
 con un denuedo y ademán compuesto.
   Tú, que me escuchas, si el oído aplicas 145
 al dulce cuento deste gran Vïaje,
 cosas nuevas oirás de gusto ricas.
   Era del bel trotón todo el herraje
 de durísima plata diamantina,
 que no recibe del pisar ultraje; 150
   de la color que llaman columbina
 de raso en una funda trae la cola,
 que, suelta, con el suelo se avecina;
   del color del carmín o de amapola
 eran sus clines, y su cola gruesa, 155
 ellas solas al mundo, y ella sola.
   Tal vez anda despacio, y tal apriesa,
 vuela tal vez, y tal hace corvetas,
 tal quiere relinchar, y luego cesa.
   Nueva felicidad de los poetas: 160
 unos sus escrementos recogían
 en dos de cuero grandes barjuletas.
     Pregunté para qué lo tal hacían.
 Respondióme Cilenio a lo bellaco,
 con no sé qué vislumbres de ironía: 165
    Esto que se recoge es el tabaco,
 que a los váguidos sirve de cabeza
 de algún poeta de celebro flaco;
   Urania de tal modo lo adereza,
 que, puesto a las narices del doliente, 170
 cobra salud y vuelve a su entereza .
   Un poco entonces arrugué la frente,
 ascos haciendo del remedio estraño,
 tan de los ordinarios diferente.
    Recibes , dijo Apolo,  amigo, engaño  175
 (leyóme el pensamiento).  Este remedio
 de los váguidos cura y sana el daño.
   No come este rocín lo que en asedio
 duro y penoso comen los soldados,
 que están entre la muerte y hambre en medio; 180
   son deste tal los piensos regalados
 ámbar y almizcle entre algodones puesto,
 y bebe del rocío de los prados;
   tal vez le damos de almidón un cesto,
 tal de algarrobas, con que el vientre llena, 185
 y no se estriñe ni se va por esto .
      Sea , le respondí,  muy norabuena;
 tieso estoy de celebro por ahora,
 vág[u]ido alguno no me causa pena .
   La nuestra, en esto, universal señora, 190
 digo la Poesía verdadera,
 que con Timbreo y con las Musas mora,
   en vestido subcinto, a la ligera,
 el monte discurrió y abrazó a todos,
 hermosa sobremodo y placentera. 195
    ¡Oh sangre vencedora de los godos! ,
 dijo,  de aquí adelante ser tratada
 con más suaves y discretos modos
   espero ser, y siempre [r]espectada
 del ignorante vulgo, que no alcanza 200
 que, puesto que soy pobre, soy honrada.
   Las riquezas os dejo en esperanza,
 pero no en posesión, premio seguro
 que al reino aspira de la inmensa holganza.
   Por la belleza deste monte os juro 205
 que quisiera al más mínimo entregalle
 un privilegio de cien mil de juro.
   Mas no produce minas este valle;
 aguas sí, salutíferas y buenas,
 y monas que de cisnes tienen talle. 210
     Volved a ver, ¡oh amigos!, las arenas
 del aurífero Tajo en paz segura
 y en dulces horas de pesar ajenas.
   Que esta inaudita hazaña os asegura
 eterno nombre en tanto que dé Febo 215
 al mundo aliento y luz serena y pura .
   ¡Oh maravilla nueva, oh caso nuevo,
 digno de admiración que cause espanto,
 cuya estrañeza me admiró de nuevo!
   Morfeo, el dios del sueño, por encanto 220
 allí se apareció, cuya corona
 era de ramos de beleño santo.
   Flojísimo de brío y de persona,
 de la Pereza torpe acompañado,
 que no le deja a vísperas ni a nona; 225
   traía al Silencio a su derecho lado,
 el Descuido al siniestro, y el vestido
 era de blanda lana fabricado.
   De las aguas que llaman del olvido
 traía un gran caldero, y de un hisopo 230
 venía como aposta prevenido.
   Asía a los poetas por el hopo,
 y, aunque el caso los rostros les volvía
 en color encendida de piropo,
  235
 causándonos un sueño de tal suerte,
 que dormimos un día y otro día.
   Tal es la fuerza del licor, tan fuerte
 es de las aguas la virtud, que pueden
 competir con los fueros de la muerte. 240
   Hace el ingenio alguna vez que queden
 las verdades sin crédito ninguno,
 por ver que a toda contingencia exceden.
   Al despertar del sueño así importuno,
 ni vi monte ni monta, dios ni diosa, 245
 ni de tanto poeta vide alguno.
   Por cierto, estraña y nunca vista cosa:
 despabilé la vista, y parecióme
 verme en medio de una ciudad famosa.
   Admiración y grima el caso diome; 250
 torné a mirar, porque el temor o engaño
 no de mi buen discurso el paso tome.
   Y díjeme a mí mismo:  No me engaño;
 esta ciudad es Nápoles la ilustre,
 que yo pisé sus rúas más de un año; 255
   de Italia gloria, y aun del mundo lustre,
 pues de cuantas ciudades él encierra,
 ninguna puede haber que así le ilustre:
 
 madre de la abundancia y la nobleza, 260
 de elíseos campos y agradable sierra.
   Si váguidos no tengo de cabeza,
 paréceme que está mudada, en parte,
 de sitio, aunque en aumento de belleza.
   ¿:Qué teatro es aquél, donde reparte 265
 con él cuanto contiene de hermosura
 la gala, la grandeza, industria y arte 
   Sin duda, el sueño en mis pálpebras dura,
 porque éste es edificio imaginado,
 que excede a toda humana compostura . 270
   Llegóse en esto a mí disimulado
 un mi amigo, llamado Promontorio,
 mancebo en días, pero gran soldado.
   Creció la admiración viendo notorio
 y palpable que en Nápoles estaba, 275
 espanto a los pasados acesorio.
   Mi amigo tiernamente me abrazaba,
 y, con tenerme entre sus brazos, dijo
 que del estar yo allí mucho dudaba;
   llamóme padre, y yo llaméle hijo; 280
 quedó con esto la verdad en punto,
 que aquí puede llamarse punto fijo.
     Díjome Promontorio:  Yo barrunto,
 padre, que algún gran caso a vuestras canas
 las trae tan lejos, ya semidifunto . 285
    En mis horas más frescas y tempranas
 esta tierra habité, hijo , le dije,
  con fuerzas más brïosas y lozanas.
   Pero la Voluntad, que a todos rige,
 digo el querer del cielo, me ha traído 290
 a parte que me alegra más que aflige .
   Dijera más, sino que un gran ruido
 de pífaros, clarines y tambores
 me azoró el alma y alegró el oído;
   volví la vista al son, vi los mayores 295
 aparatos de fiesta que vio Roma
 en sus felices tiempos y mejores.
   Dijo mi amigo:  Aquél que ves que asoma
 por aquella montaña contrahecha,
 cuyo brío al de Marte oprime y doma, 300
   es un alto sujeto que deshecha
 tiene a la Envidia en rabia, porque pisa
 de la virtud la senda más derecha;
   de gravedad y condición tan lisa,
 que suspende y alegra a un mesmo instante, 305
 y con su aviso al mismo aviso avisa.
     Mas quiero, antes que pases adelante
 en ver lo que verás, si estás atento,
 darte del caso relación bastante.
   Será Don JUAN DE TASIS de mi cuento 310
 principio, por que sea memorable,
 y lleguen mis palabras a mi intento.
   Este varón, en liberal notable,
 que una mediana villa le hace conde,
 siendo rey en sus obras admirable; 315
   éste, que sus haberes nunca esconde,
 pues siempre las reparte o las derrama,
 ya sepa adónde, o ya no sepa adónde;
   éste, a quien tiene tan en fil la fama
 puesta la alteza de su nombre claro, 320
 que liberal y pródigo le llama,
   quiso, pródigo aquí y allí no avaro,
 primer mantenedor ser de un torneo
 que a fiestas sobrehumanas le comparo.
   Responden sus grandezas al deseo 325
 que tiene de mostrarse alegre, viendo
 de España y Francia el regio himineo;
   y éste que escuchas, duro, alegre estruendo,
 es señal que el torneo se comienza,
 que admira por lo rico y estupendo. 330
     Arquímedes el grande se averg[u]enza
 de ver que este teatro milagroso
 su ingenio apoque y a sus trazas venza.
   Digo, pues, que el mancebo generoso
 que allí deciende, de encarnado y plata, 335
 sobre todo mortal curso brïoso,
   es el conde de Lemos, que dilata
 su fama con sus obras por el mundo,
 y que lleguen al cielo en tierra trata;
   y, aunque sale el primero, es el segundo 340
 mantenedor, y en buena cortesía
 esta ventaja califico y fundo.
   El duque de Nocera, luz y guía
 del arte militar, es el tercero
 mantenedor deste festivo día. 345
   El cuarto, que pudiera ser primero,
 es de Santelmo el fuerte castellano,
 que al mesmo Marte en el valor prefiero.
   El quinto es otro Eneas el troyano,
 Arrociolo, que gana en ser valiente 350
 al que fue verdadero, por la mano .
   El gran concurso y número de gente
 estorbó que adelante prosiguiese
 la comenzada relación prudente;
     por esto le pedí que me pusiese 355
 adonde sin ningún impedimento
 el gran progreso de las fiestas viese;
   porque luego me vino al pensamiento
 de ponerlas en verso numeroso,
 favorecido del febeo aliento. 360
   Hízolo así, y yo vi lo que no oso
 pensar, no que decir, que aquí se acorta
 la lengua y el ingenio más curioso.
   Que se pase en silencio es lo que importa,
 y que la admiración supla esta falta, 365
 el mesmo grandïoso caso exhorta,
   puesto que después supe que con alta
 magnífica elegancia y milagrosa,
 donde ni sobra punto ni le falta,
   el curioso Don Juan de Oquina en prosa 370
 la puso y dio a la estampa para gloria
 de nuestra edad, por esto venturosa.
   Ni en fabulosa o verdadera historia
 se halla que otras fiestas hayan sido
 ni puedan ser más dignas de memoria. 375
   Desde allí, y no sé cómo, fui traído
 adonde vi al gran duque de Pastrana
 mil parabienes dar de bienvenido,
     y que la fama, en la verdad ufana,
 contaba que agradó con su presencia 380
 y con su cortesía sobrehumana;
   que fue nuevo Alejandro en la excelencia
 del dar, que satisfizo a todo cuanto
 puede mostrar real magnificencia.
   Colmo de admiración, lleno de espanto, 385
 entré en Madrid en traje de romero,
 que es granjería el parecer ser santo;
   y desde lejos me quitó el sombrero
 el famoso ACEVEDO, y dijo:  A Dio,
 voi siate il ben venuto, cavaliero. 390
   So parlar zenoese, & tusco anch′io .
 Y respondí:  La vostra signoria
 sia la ben trovata, patron mio .
   Topé a LUIS VELEZ, lustre y alegría
 y discreción del trato cortesano, 395
 y abracéle en la calle a mediodía.
   El pecho, el alma, el corazón, la mano
 di a PEDRO DE MORALES, y un abrazo,
 y alegre recebí a JUSTINIANO.
   Al volver de una esquina sentí un brazo 400
 que el cuello me ceñía, miré cúyo,
 y más que gusto me causó embarazo,
     por ser uno de aquellos (no rehúyo
 decirlo) que al contrario se pasaron,
 llevados del cobarde intento suyo; 405
   otros dos al soslayo se llegaron,
 y con la risa falsa del conejo
 y con muchas zalemas me hablaron.
   Yo, socarrón; yo, poetón ya viejo,
 volvíles a lo tierno las saludes, 410
 sin mostrar mal talante o sobrecejo.
   No dudes, ¡oh lector caro!, no dudes,
 sino que suele el disimulo a veces
 servir de aumento a las demás virtudes;
   dínoslo tú, David, que, aunque pareces 415
 loco en poder de Aquís, de tu cordura,
 fingiendo el loco, la grandeza ofreces.
   Dejélos, esperando coyuntura
 y ocasión más secreta para dalles
 vejamen de su miedo o su locura. 420
   Si encontraba poetas por las calles,
 me ponía a pensar si eran de aquellos
 huidos, y pasaba sin hablalles.
   Poníanseme yertos los cabellos
 de temor no encontrase algún poeta, 425
 de tantos que no pude conocellos,
     que, con puñal buido o con secreta
 almarada me hiciese un abujero
 que fuese al corazón por vía recta,
   aunque no es éste el premio que yo espero 430
 de la fama que a tantos he adquerido
 con alma grata y corazón sincero.
   Un cierto mancebito cuellierg[u]ido,
 en profesión poeta, y en el traje
 a mil leguas por godo conocido, 435
   lleno de presunción y de coraje
 me dijo:  Bien sé yo, señor Cervantes,
 que puedo ser poeta, aunque soy paje.
   Cargastes de poetas ignorantes,
 y dejástesme a mí, que ver deseo 440
 del Parnaso las fuentes elegantes.
   Que caducáis sin duda alguna creo.
 ¿:Creo No digo bien; mejor diría
 que toco esta verdad y que la veo .
   Otro, que, al parecer, de argentería, 445
 de nácar, de cristal, de perlas y oro
 sus infinitos versos componía,
   me dijo, bravo cual corrido toro:
  No sé yo para qué nadie me puso
 en lista con tan bárbaro decoro . 450
      Así el discreto Apolo lo dispuso ,
 a los dos respondí,  y en este hecho,
 de ignorancia o malicia no me acuso .
   Fuime con esto, y, lleno de despecho,
 busqué mi antigua y lóbrega posada, 455
 y arrojéme molido sobre el lecho;
 que cansa, cuando es larga, una jornada.
 
 

Adjunta al Parnaso

    Algunos días estuve reparándome de tan largo viaje, al cabo de los   cuales salí a ver y a ser visto, y a recebir parabienes de mis   amigos y malas vistas de mis enemigos; que, puesto que pienso que no   tengo ninguno, todavía no me aseguro de la común suerte.  
    Sucedió, pues, que saliendo una mañana del monesterio de Atocha, se   llegó a mí   un mancebo, al parecer de veinte y   cuatro años, poco más o menos, todo limpio, todo aseado y todo   crujiendo gorgaranes; pero con un cuello tan grande y tan   almidonado, que creí que para llevarle fueran menester los hombros   de otro Adlante. Hijos deste cuello eran dos puños chatos, que,   comenzando de las muñecas, subían y trepaban por las canillas del   brazo arriba, que parecía que iban a dar asalto a las barbas. No he   visto yo yedra tan codiciosa de subir desde el pie de la muralla   donde se arrima hasta las almenas, como el ahínco que llevaban estos   puños a ir a darse de puñadas con los codos. Finalmente, la   exorbitancia del cuello y puños era tal, que en el cuello se   escondía y sepultaba el rostro y en los puños los brazos.  
    Digo, pues, que el tal mancebo se llegó a mí, y con voz grave y   reposada me dijo:  
    -¿:Es, por ventura, vuesa merced el señor Miguel de Cervantes   Saavedra, el que ha pocos días que vino del Parnaso    A esta pregunta creo, sin duda, que perdí la color del rostro,   porque en un instante imaginé y dije entre mí:  ¿:Si es éste alguno     de los poetas que puse o dejé de poner en mi   Viaje, y viene ahora a darme el pago que él se imagina se me   debe  Pero, sacando fuerzas de flaqueza, le respondí:  
    -Yo, señor, soy el mesmo que vuesa merced dice; ¿:qué es lo que se me   manda    El, luego en oyendo esto, abrió los brazos y me los echó al cuello,   y sin duda me besara en la frente si la grandeza del cuello no lo   impidiera, y díjome:  
    -Vuesa merced, señor Cervantes, me tenga por su servidor y por su   amigo, porque ha muchos días que le soy muy aficionado, así por sus   obras como por la fama de su apacible condición.   Oyendo lo cual, respiré, y los espritus, que andaban alborotados, se   sosegaron; y, abrazándole yo también, con recato de no ahajarle el   cuello, le dije:  
    -Yo no conozco a vuesa merced si no es para servirle; pero por las   muestras bien se me trasluce que vuesa merced es muy discreto y muy   principal: calidades que obligan a tener en veneración a la persona   que las tiene.   Con estas pasamos otras corteses razones, y anduvieron por alto los   ofrecimientos,   y, de lance en lance, me dijo:  
    -Vuesa merced sabrá, señor Cervantes, que yo, por la gracia de   Apolo, soy poeta, o lo menos deseo serlo, y mi nombre es Pancracio   de Roncesvalles.  
    MIGUEL.-  Nunca tal creyera, si vuesa merced no me lo hubiera dicho   por su mesma boca.  
    PANCRACIO  Pues, ¿:por qué no lo creyera vuesa merced   
    MIGUEL.-  Porque los poetas por maravilla andan tan atildados como   vuesa merced, y es la causa que, como son de ingenio tan altaneros y   remontados, antes atienden a las cosas del espíritu que a las del   cuerpo.  
    -Yo, señor -dijo él-, soy mozo, soy rico y soy enamorado; partes que   deshacen en mí la flojedad que infunde la poesía. Por la mocedad,   tengo brío; con la riqueza, con qué mostrarle; y con el amor, con   qué no parecer descuidado.  
    -Las tres partes del camino -le dije yo- se tiene vuesa merced   andadas para llegar a ser buen poeta.  
    PANCRACIO  ¿:Cuáles son   
    MIGUEL.-  La de la riqueza y la del amor. Porque los partos de los   partos de la persona rica y enamorada son asombros de la avaricia y   estímulos de la liberalidad, y en el poeta pobre     la mitad de sus divinos partos y pensamientos se los llevan   los cuidados de buscar el ordinario sustento. Pero dígame vuesa   merced, por su vida: ¿:de qué suerte de menestra poética gasta o   gusta más    A lo que respondió:  
    -No entiendo eso de menestra poética.  
    MIGUEL.-  Quiero decir que a qué género de poesía es vuesa merced   más inclinado: ¿:al lírico, al heroico o al cómico    -A todos estilos me amaño -respondió él-; pero en el que más me   ocupo es en el cómico.  
    MIGUEL.-  Desa manera, habrá vuesa merced compuesto algunas   comedias.  
    PANCRACIO  Muchas; pero sola una se ha representado.  
    MIGUEL.-  ¿:Pareció bien   
    PANCRACIO  Al vulgo, no.  
    MIGUEL.-  ¿:Y a los discretos   
    PANCRACIO  Tampoco.  
    MIGUEL.-  ¿:La causa   
    PANCRACIO  La causa fue que la achacaron que era larga en los   razonamientos, no muy pura en los versos y desmayada en la   invención.  
    -Tachas son esas -respondí yo- que pudieran hacer parecer mal a las   del mesmo Plauto.         -Y más -dijo él-, que no pudieron juzgalla, porque no la dejaron   acabar, según la gritaron. Con todo esto, la echó el autor para otro   día; pero, porfiar que porfiar, cinco personas vinieron apenas.     -Créame vuesa merced -dije yo- que las comedias tienen días, como   algunas mujeres hermosas; y que esto de acertarlas bien va tanto en   la ventura como en el ingenio: comedia he visto yo apedreada en   Madrid que la han laureado en Toledo, y no por esta primer desgracia   deje vuesa merced de proseguir en componerlas, que podrá ser que,   cuando menos lo piense, acierte con alguna que le dé crédito y   dineros.  
    -De los dineros no hago caso -respondió él-: más preciaría la fama   que cuanto hay. Porque es cosa de grandísimo gusto y de no menos   importancia ver salir mucha gente de la comedia, todos contentos, y   estar el poeta que la compuso a la puerta del teatro recibiendo   parabienes de todos.  
    -Sus descuentos tienen esas alegrías -le dije yo-; que tal vez suele   ser la comedia tan pésima, que no hay quien alce los ojos a mirar al   poeta, ni aun él para cuatro calles del coliseo, ni aun los alzan   los que la recitaron, avergonzados y corridos de haberse engañado y   escogídola por buena.  
    -¿:Y vuesa merced, señor Cervantes -dijo él-, ha sido aficionado a la   carátula ¿:Ha   compuesto alguna comedia   
    -Sí -dije yo-, muchas; y, a no ser mías, me parecieran dignas de   alabanza, como lo fueron Los tratos de Argel, La   Numancia, La gran turquesca, La batalla naval,   La Jerusalem, La Amaranta o la del mayo, El bosque   amoroso, La única y La bizarra Arsinda, y otras   muchas de que no me acuerdo. Mas la que yo más estimo y de la que   más me precio fue y es de una llamada La confusa, la cual,   con paz sea dicho de cuantas comedias de capa y espada hasta hoy se   han representado, bien puede tener lugar señalado por buena entre   las mejores.  
    PANCRACIO  ¿:Y agora tiene vuesa merced algunas   
    MIGUEL.-  Seis tengo, con otros seis entremeses.  
    PANCRACIO  Pues, ¿:por qué no se representan   
    MIGUEL.-  Porque ni los autores me buscan, ni yo los voy a buscar a ellos  
    PANCRACIO  No deben de saber que vuesa merced las tiene.  
    MIGUEL.-  Sí saben; pero, como tienen sus poetas paniaguados y les   va bien con ellos, no buscan pan de trastrigo. Pero yo pienso darlas   a la estampa, para que se vea de espacio lo que pasa apriesa y se   disimula, o no se entiende, cuando las representan. Y las comedias   tienen sus sazones y tiempos,   como los   cantares.   Aquí llegábamos con nuestra plática, cuando Pancracio puso la mano   en el seno y sacó dél una carta con su cubierta, y, besándola, me la   puso en la mano. Leí el sobrescrito y vi que decía desta manera:  
A MIGUEL DE CERVANTES SAVEDRA,
EN LA CALLE DE LAS HUERTAS,
FRONTERO DE LAS CASAS DONDE SOLIA VIVIR
EL PRINCIPE DE MARRUECOS, EN MADRID.
AL PORTE, MEDIO REAL,
DIGO, DIECISIETE MARAVEDIS.
  Escandalizóme el porte, y de la declaración del medio real, digo   diecisiete; y, volviéndosela, le dije:  
    -Estando yo en Valladolid, llevaron una carta a mi casa para mí, con   un real de porte; recibióla y pagó el porte una sobrina mía, que   nunca ella le pagara; pero diome por disculpa que muchas veces me   había oído decir que en tres cosas era bien gastado el dinero: en   dar limosna, en pagar al buen médico y en el porte de las cartas,   ora sean de amigos o de enemigos; que las de los amigos avisan, y de   las de los enemigos se puede tomar algún indicio de sus   pensamientos.   Diéronmela, y venía en ella un   soneto malo, desmayado, sin garbo ni agudeza alguna, diciendo mal de   Don Quijote; y de lo que me pesó fue del real, y propuse   desde entonces de no tomar carta con porte. Así que, si vuesa merced   le quiere llevar desta, bien se la puede volver; que yo sé que no me         puede importar tanto como el medio real que se me pide.   Rióse muy de gana el señor Roncesvalles, y díjome:  
    -Aunque soy poeta, no soy tan mísero que me aficionen diez y siete   maravedís. Advierta vuesa merced, señor Cervantes, que esta carta   por lo menos es del mesmo Apolo: él la escribió no ha veinte días en   el Parnaso, y me la dio para que a vuesa merced la diese. Vuesa         merced la lea, que yo sé que le ha de dar gusto.  
    -Haré lo que vuesa merced me manda -respondí yo-, pero quiero que,   antes de leerla, vuesa merced me la haga de decirme cómo, cuándo y a   qué fue al Parnaso.   Y él respondió:  
    -Cómo fui, fue por mar, y en una fragata que yo y otros diez poetas   fletamos en Barcelona; cuándo fui, fue seis días después de la   batalla que se dio entre los buenos y los malos poetas; a qué fui,   fue a hallarme en ella, por   obligarme a ello   la profesión mía.   -A buen seguro -dije yo- que fueron vuesas mercedes bien recebidos   del señor Apolo.  
    PANCRACIO  Sí fuimos, aunque le hallamos muy ocupado a él y a las   señoras Piérides, arando y sembrando de sal todo aquel término del   campo donde se dio la batalla. Preguntéle para qué se hacía aquello,   y respondióme que, así como de los dientes de la serpiente de Cadmo   habían nacido hombres armados, y de cada cabeza cortada de la Hidra   que mató Hércules habían renacido otras siete, y de las gotas de la   sangre de la cabeza de Medusa se había llenado de serpientes toda la   Libia, de la mesma manera, de la sangre podrida de los malos poetas   que en aquel sitio habían sido muertos comenzaban a nacer, del   tamaño de ratones, otros poetillas rateros, que llevaban camino de   henchir toda la tierra de aquella mala simiente; y que por esto se   araba aquel lugar y se sembraba de sal, como si fuera casa de   traidores.   En oyendo esto, abrí luego la carta y vi que decía:
APOLO DELFICO
A MIGUEL DE CERVANTES SAVEDRA
SALUD
 
    El señor Pancracio Roncesvalles, llevador desta, dirá a vuesa   merced, señor Miguel de Cervantes, en qué me halló ocupado el día   que llegó a verme con sus amigos. Y yo digo que estoy muy quejoso de   la descortesía que conmigo se usó en partirse vuesa merced deste   monte sin despedirse de mí ni de mis hijas, sabiendo cuánto le soy   aficionado, y las Musas por el consiguiente; pero si se me da por   disculpa que le llevó el deseo de ver a su mecenas el gran conde de   Lemos, en las fiestas famosas de Nápoles, yo la acepto y le perdono.   Después que vuesa merced partió deste lugar, me han sucedido muchas   desgracias y me he visto en grandes aprietos, especialmente por   consumir y acabar los poetas que iban naciendo de la sangre de los     malos que aquí murieron; aunque ya, gracias al   cielo y a mi industria, este daño está remediado.   No sé si del ruido de la batalla o del vapor que arrojó de sí la   tierra empapada en la sangre de los contrarios, me han dado unos   váguidos de cabeza, que verdaderamente me tienen como tonto, y no   acierto a escribir cosa que sea de gusto ni de provecho; así, si   vuesa merced viere por allá que algunos poetas, aunque sean de los   más famosos, escriben y componen impertinencias y cosas de poco   fruto, no los culpe ni los tenga en menos, sino que disimule con   ellos; que, pues yo, que soy el padre y el inventor de la poesía,   deliro y parezco mentecato, no es mucho que lo parezcan ellos.   Envío a vuesa merced unos privilegios, ordenanzas y advertimientos   tocantes a los poetas; vuesa merced los haga guardar y cumplir al   pie de la letra, que para todo ello doy a vuesa merced mi poder   cumplido, cuanto de derecho se requiere.  
    Entre los poetas que aquí vinieron con el señor Pancracio   Roncesvalles, se quejaron algunos de que no iban en la lista de los   que Mercurio llevó a España, y que así, vuesa merced no los había   puesto en su Viaje. Yo les dije que la culpa era mía y no de   vuesa merced; pero que el remedio deste daño estaba en que   procurasen ellos ser famosos por sus obras, que ellas por sí mismas   les darían fama y claro renombre, sin andar mendigando ajenas   alabanzas.  
    De mano en mano, si se ofreciere ocasión de mensajero, iré enviando   más privilegios y avisando de lo que en este monte pasare. Vuesa   merced haga lo mesmo, avisándome de su salud y de la de todos los   amigos.   Al famoso VINCENTE ESPINEL dará vuesa merced mis encomiendas, como a   uno de los más antiguos y verdaderos amigos que yo tengo.   Si don FRANCISCO DE QUEVEDO no hubiere partido para venir a Sicilia,   donde le esperan, tóquele vuesa merced la mano, y dígale que no deje   de llegar a verme, pues estaremos tan cerca; que cuando aquí vino,   por la súbita partida, no tuve lugar de hablarle.    
    Si vuesa merced encontrare por allá algún tránsfuga de los veinte   que se pasaron al bando contrario, no les diga nada, ni los aflija;   que harta mala ventura tienen, pues son como demonios, que se llevan   la pena y la confusión con ellos mesmos doquiera que vayan.   Vuesa merced tenga cuenta con su salud, y mire por sí, y guárdese de   mí, especialmente en los caniculares; que, aunque le soy amigo, en   tales días no va en mi mano, ni miro en obligaciones ni en   amistades.  
    Al señor Pancracio Roncesvalles téngale vuesa merced por amigo, y   comuníquelo; y pues es rico, no se le dé nada que sea mal poeta.   Y con esto, nuestro Señor guarde a vuesa merced como puede y yo deseo  
    Del Parnaso, a 22 de julio, el día que me calzo las espuelas para   subirme sobre la Canícula, 1614.  
    Servidor de vuesa merced,  
   
    Apolo Lúcido.     En acabando la carta, vi que en un papel aparte venía escrito:  
PRIVILEGIOS, ORDENANZAS Y ADVERTENCIAS
QUE APOLO ENVIA A LOS POETAS
ESPAÑOLES
 
    Es el primero, que algunos poetas sean conocidos tanto por el   desaliño de sus personas como por la fama de sus versos.  
    Item, que si algún poeta dijere que es pobre, sea luego creído por   su simple palabra, sin otro juramento o averiguación alguna.  
    Ordénase que todo poeta sea de blanda y de suave condición, y que no   mire en puntos, aunque los traiga sueltos en sus medias.  
    Item, que si algún poeta llegare a casa de algún su amigo o   conocido, y estuvieren comiendo, y le convidare, que, aunque él jure   que ya ha comido, no se le crea en ninguna manera, sino que le hagan   comer por fuerza, que en tal caso no se le   hará muy grande.  
    Item, que el más pobre poeta del mundo, como no sea de los Adanes y   Matusalenes, pueda decir que es enamorado, aunque no lo esté, y   poner el nombre a su dama como más le viniere a cuento: ora   llamándola Amarili, ora Anarda, ora Clori, ora Filis, ora Fílida, o   ya Juana Téllez, o como más gustare, sin que desto se le pueda pedir   ni pida razón alguna.  
    Item, se ordena que todo poeta, de cualquiera calidad y condición   que sea, sea tenido y le tengan por hijodalgo, en razón del generoso   ejercicio en que se ocupa, como son tenidos por cristianos viejos   los niños que llaman de la piedra.  
    Item, se advierte que ningún poeta sea osado de escribir versos en   alabanzas de príncipes y señores, por ser mi intención y advertida   voluntad que la lisonja ni la adulación no atraviesen los umbrales   de mi casa.  
    Item, que todo poeta cómico que felizmente hubiere sacado a luz tres   comedias, pueda entrar sin pagar en los   teatros, si ya no fuere la limosna de la segunda puerta, y aun esta,   si pudiere ser, la escuse.  
    Item, se advierte que si algún poeta quisiere dar a la estampa algún   libro que él hubiere compuesto, no se dé a entender que por   dirigirle a algún monarca el tal libro ha de ser estimado, porque si   él no es bueno, no le adobará la dirección, aunque sea hecha al   prior de Guadalupe.  
    Item, se advierte que todo poeta no se desprecie de decir que lo es;   que si fuere bueno, será digno de alabanza; y si malo, no faltará   quien lo alabe; que cuando nace la escoba, etc.  
    Item, que todo buen poeta pueda disponer de mí y de lo que hay en el   cielo a su beneplácito; conviene a saber: que los rayos de mi   cabellera los pueda trasladar y aplicar a los cabellos de su dama, y   hacer dos soles sus ojos, que conmigo serán tres, y así andará el   mundo más alumbrado; y de las estrellas, signos y planetas puede   servirse de modo que, cuando menos lo piense, la tenga hecha una   esfera celeste.
    Item, que todo poeta a quien sus versos le hubieren dado a entender   que lo es, se estime y tenga en mucho, ateniéndose a aquel refrán:    Ruin sea el que por ruin se tiene .  
    Item, se ordena que ningún poeta grave haga corrillo en lugares   públicos recitando sus versos; que los que son buenos, en las aulas   de Atenas se habían de recitar, que no en las plazas.  
    Item, se da por aviso particular que si alguna madre tuviere hijos   pequeñuelos traviesos y llorones, los pueda amenazar y espantar con   el coco, diciéndoles:  Guardaos, niños, que viene el poeta fulano,   que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra o en el pozo   Airón .  
    Item, que los días de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el   poeta que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus   versos.  
    Item, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachín, valentón    y arrojado, por aquella parte de la valentía se le desagüe y vaya     la fama que podía alcanzar por sus buenos  versos.  
    Item, se advierte que no ha de ser tenido por ladrón el poeta que   hurtare algún verso ajeno y le encajare entre los suyos, como no sea   todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso tan ladrón   es como Caco.  
    Item, que todo buen poeta, aunque no haya compuesto poema heroico,   ni sacado al teatro del mundo obras grandes, con cualesquiera,   aunque sean pocas, pueda alcanzar renombre de divino, como le   alcanzaron Garcilaso de la Vega, Francisco de Figueroa, el capitán   Francisco de Aldana y Hernando de Herrera.  
    Item, se da aviso que si algún poeta fuere favorecido de algún   príncipe, ni le visite a menudo ni le pida nada, sino déjese llevar   de la corriente de su ventura; que el que tiene providencia de   sustentar las sabandijas de la tierra y los gusarapos del agua, la   tendrá de alimentar a un poeta, por sabandija que sea.    
    En suma, estos fueron los privilegios, advertencias y ordenanzas que   Apolo me envió y el señor Pancracio de Roncesvalles me trujo, con   quien quedé en mucha amistad; y los dos quedamos de concierto de   despachar un propio con la respuesta al señor Apolo, con las nuevas   desta Corte. Daráse noticia del día, para que todos sus aficionados   le escriban.