Gustavo Adolfo Bécquer
Rimas
-- Rima I --
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Yo sé un himno gigante y extraño |
que anuncia en la noche del alma una aurora, |
y estas páginas son de este himno |
cadencias que el aire dilata en la sombras. |
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Yo quisiera escribirlo, del hombre |
domando el rebelde, mezquino idioma, |
con palabras que fuesen a un tiempo |
suspiros y risas, colores y notas. |
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Pero en vano es luchar; que no hay cifra |
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa! |
pudiera al oído, contártelo a solas. |
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-- Rima II -- |
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Saeta que voladora |
cruza, arrojada al azar, |
sin adivinarse dónde |
temblando se clavará; |
|
hoja del árbol seca |
arrebata el vendaval, |
sin que nadie acierte el surco |
donde a caer volverá; |
|
gigante ola que el viento |
riza y empuja en el mar, |
y rueda y pasa, y no sabe |
qué playa buscando va; |
|
luz que en los cercos temblorosos |
brilla, próxima a expirar, |
ignorándose cuál de ellos |
el último brillará; |
|
eso soy yo, que al acaso |
cruzo el mundo, sin pensar |
de dónde vengo, ni a dónde |
mis pasos me llevarán. |
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-- Rima III -- |
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Sacudimiento extraño |
que agita las ideas, |
como huracán que empuja |
las olas en tropel; |
|
murmullo que en el alma |
se eleva y va creciendo |
como volcán que sordo |
anuncia que va a arder; |
|
deformes siluetas |
de seres imposibles; |
paisajes que aparecen |
como un través de un tul; |
|
colores que fundiéndose |
remedan en el aire |
los átomos del Iris |
que nadan en la luz |
|
ideas sin palabras |
palabras sin sentido; |
cadencias que no tienen |
ni ritmo ni compás; |
|
memorias y deseos |
de cosas que no existen; |
accesos de alegría |
impulsos de llorar; |
|
actividad nerviosa |
que no halla en qué emplearse; |
sin rienda que lo guíe |
caballo volador; |
|
locura que el espíritu |
exalta y enardece |
embriaguez divina |
del genio creador. |
¡Tal es la inspiración! |
|
gigante voz que el caos |
ordena en el cerebro, |
y entre las sombras hace |
la luz aparecer; |
|
brillante rienda de oro |
que poderosa enfrena |
de la exaltada mente |
el volador corcel; |
|
hilo de luz que en hace |
lo pensamientos ata; |
sol que las nubes rompe |
y toca en el cenit; |
|
inteligente mano |
que en un collar de perlas |
consigue las indóciles |
palabras reunir; |
|
armonioso ritmo |
que con cadencia y número |
las fugitivas notas |
encierra en el compás; |
|
cincel que el bloque muerde |
la estatua moldeando |
y la belleza plástica |
añade a la ideal; |
|
atmósfera en que giran |
con orden las ideas, |
cual átomos que agrupa |
recóndita atracción; |
|
raudal en cuyas ondas |
su sed la fiebre apaga; |
oasis que al espíritu |
devuelve con vigor. |
¡Tal es nuestra razón! |
|
Con ambas siempre en lucha |
y de ambas vencedor |
tan sólo el genio puede |
a un yugo atar las dos. |
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-- Rima IV -- |
|
No digáis que agotado su tesoro, |
de asuntos falta, enmudeció la lira: |
Podrá no haber poetas; pero siempre |
habrá poesía. |
|
Mientras las ondas de la luz al beso |
palpiten encendidas; |
mientras el sol las desgarradas nubes |
de fuego y oro vista; |
|
mientras el aire en su regazo lleve |
perfumes y armonías; |
mientras haya en el mundo primavera, |
¡habrá poesía! |
|
Mientras la ciencia a descubrir no alcance |
las fuentes de la vida, |
Y en el mar o en el cielo haya un abismo |
que al cálculo resista; |
|
mientras la humanidad siempre avanzando, |
no sepa a dó camina; |
mientras haya un misterio para el hombre, |
¡habrá poesía! |
|
Mientras sintamos que se alegra el alma |
sin que los labios rían; |
mientras se llora sin que el llanto acuda |
a nublar la pupila; |
|
mientras el corazón y la cabeza |
batallando prosigan; |
mientras haya esperanzas y recuerdos, |
¡Habrá poesía! |
|
Mientras haya unos ojos que reflejen |
los ojos que los miran; |
mientras responda el labio suspirando |
al labio que suspira; |
|
mientras sentirse puedan en un beso |
dos almas confundidas; |
mientras exista una mujer hermosa, |
¡Habrá poesía! |
|
|
-- Rima V -- |
|
Espíritu sin nombre, |
indefinible esencia, |
yo vivo con la vida |
sin formas de la idea. |
|
Yo nado en el vacío |
del sol tiemblo en la hoguera |
palpito entre las sombras |
y floto con las nieblas. |
|
Yo soy el fleco de oro |
de la lejana estrella, |
yo soy de la alta luna |
la luz tibia y serena. |
|
Yo soy la ardiente nube |
que en el ocaso ondea; |
yo soy del astro errante |
la luminosa estela. |
|
Yo soy nieve en las cumbre, |
soy fuego en las arenas, |
azul onda en los mares |
y espuma en las riberas. |
|
En el laúd soy nota, |
perfume en la violeta, |
fugas llama en las tumbas |
y en las ruinas hiedra. |
|
Yo atrueno en el torrente, |
y silbo en la centella |
y ciego en el relámpago |
y rujo en la tormenta. |
|
Yo río en los alcores |
susurro en la alta hierba, |
suspiro en la onda pura |
y lloro en la hoja seca. |
|
Yo ondulo con los átomos |
del el humo que se eleva |
y al cielo lento sube |
en espiral inmensa. |
|
Yo en los dorados hilos |
que los insectos cuelgan |
me mezclo entre los árboles |
en la ardorosa siesta. |
|
Yo corro tras las ninfas |
que en la corriente fresca |
del cristalino arrollo |
desnudas juguetean. |
|
Yo en bosque de corales, |
que alfombran blancas perlas, |
persigo en el océano |
las náyades ligeras. |
|
Yo, en las cavernas cóncavas, |
do el sol nunca penetra, |
mezclándome a los nomos |
contemplo sus riquezas. |
|
Yo busco de los siglos |
las ya borradas huellas, |
y sé de esos imperios |
de que ni el nombre queda. |
|
Yo sigo en raudo vértigo |
los mundos que voltean, |
y mi pupila abarca |
la creación entera. |
|
Yo sé de esas regiones |
a do rumor no llega, |
y donde los informes astros |
de vida y soplo esperan. |
|
Yo soy sobre el abismo |
el puente que atraviesa; |
yo soy la ignota escala |
que el cielo une a la tierra. |
|
Yo soy el invisible |
anillo que sujeta |
el mundo de la forma |
al mundo de la idea. |
|
Yo, en fin, soy el espíritu, |
desconocida esencia, |
perfume misterioso |
de que es vaso el poeta. |
|
|
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|
-- Rima VI -- |
|
Como la brisa que la sangre orea |
sobre el oscuro campo de batalla, |
cargada de perfumes y armonías |
en el silencio de la noche vaga; |
|
símbolo del dolor y la ternura, |
del bardo inglés en el horrible drama, |
la dulce Ofelia, la razón perdida |
cogiendo flores y cantando pasa. |
|
|
-- Rima VII -- |
|
Del salón en el ángulo oscuro, |
de su dueño tal vez olvidada, |
silenciosa y cubierta de polvo |
veíase el arpa. |
|
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas |
como el pájaro duerme en la rama |
esperando la mano de nieve |
que sabe arrancarlas! |
|
¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio |
así duerme en el fondo del alma, |
y una voz, como Lázaro, espera |
que le diga: "Levántate y anda"! |
|
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|
-- Rima VIII -- |
|
Cuando miro el azul horizonte |
perderse a lo lejos |
a través de una gasa de polvo |
dorado e inquieto, |
me parece posible arrancarme |
del mísero suelo, |
y flotar con la niebla dorada |
en átomos leves |
cual ella deshecho. |
|
Cuando miro de noche en el fondo |
obscuro del cielo |
las estrellas temblar, como ardientes |
. pupilas de fuego, |
me parece posible a do brillan |
subir en un vuelo, |
y anegarme en su luz, y con ella |
en lumbre encendido |
fundirme en un beso |
|
En el mar en la duda en que bogo |
ni aún se lo que creo: |
¡Sin embargo, estas ansias me dicen |
que yo llevo algo |
divino aquí dentro |
|
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|
-- Rima IX -- |
Besa el aura que gime blandamente |
las leves ondas que jugando riza |
el sol besa a la nube de occidente |
y de púrpura y oro la matiza. |
la llama en derredor del tronco ardiente |
por besar a otra llama se desliza. |
y hasta el sauce inclinándose a su peso |
al río que lo besa, vuelve un beso. |
|
|
|
-- Rima X -- |
Los invisibles átomos del aire |
en derredor palpitan y se inflaman |
el cielo se deshace en rayos de oro |
la tierra se estremece alborozada |
Oigo flotando en olas de armonía |
rumor de besos y batir de alas, |
mis párpados se cierran. ¿:Qué sucede |
¿:Dime. ¡Silencio!. ¿:Es el amor que pasa |
|
|
|
-- Rima XI -- |
|
- Yo soy ardiente, yo soy morena, |
yo soy el símbolo de la pasión; |
de ansia de goces mi alma está llena; |
¿:a mí me buscas -No es a ti; no |
|
- Mi frente es pálida; mis trenzas de oro |
puedo brindarte dichas sin fin; |
yo de ternura guardo un tesoro; |
¿:a mí me llamas -No; no es a ti. |
|
- Yo soy un sueño, un imposible, |
vano fantasma de niebla y luz; |
soy incorpórea, soy intangible; |
|
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú! |
|
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|
-- Rima XII -- |
|
Porque son niña, tus ojos |
verdes como el mar, te quejas; |
verdes los tienen las náyades, |
verdes los tuvo Minerva, |
y verdes son las pupilas |
de las huris del profeta. |
|
El verde es gala y ornato |
del bosque en la primavera; |
entre sus siete colores |
brillante el Iris lo ostenta. |
Las esmeraldas son verdes, |
verde el color del que espera, |
y las ondas del océano, |
y el laurel de los poetas. |
|
Es tu mejilla temprana |
rosa de escarcha cubierta |
en que el carmín de los pétalos |
se ve a través de las perlas |
Y, sin embargo, |
sé que te quejas, |
porque tus ojos |
crees que la afean: |
pues no lo creas; |
que parecen tus pupilas, |
húmedas, verdes e inquietas, |
tempranas hojas de almendro, |
que al soplo del aire tiemblan. |
|
Es tu boca de rubíes |
purpúrea granada abierta, |
que en el estío convida |
a apagar la sed en ella. |
|
Y, sin embargo, |
sé que te quejas, |
porque tus ojos |
crees que la afean: |
pues, no lo creas |
que parecen, si enojada |
tus pupilas centellean, |
las olas del mar que rompen |
en las cantábricas peñas. |
|
Es tu frente que corona |
crespo el oro en ancha trenza, |
nevada cumbre en que el día |
su postrera luz refleja. |
|
Y, sin embargo, |
sé que te quejas, |
porque tus ojos |
crees que la afean: |
pues, no lo creas |
Que, entre las rubias pestañas, |
junto a las sienes, semejan |
broches de esmeralda y oro, |
que un blanco armiño sujetan. |
|
|
|
-- Rima XIII -- |
|
Tu pupila es azul, y cuando ríes, |
su claridad suave me recuerda |
el trémulo fulgor de la mañana |
que en el mar se refleja. |
|
Tu pupila es azul, y cuando lloras, |
las transparentes lágrimas en ella |
se me figuran gotas de rocío |
sobre una violeta. |
|
Tu pupila es azul, y si en su fondo |
como un punto de luz radia una idea |
me parece, en el cielo de la tarde, |
¡una perdida estrella! |
|
|
|
-- Rima XIV -- |
|
Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos, |
la imagen de tus ojos se quedó, |
como la mancha obscura, orlada en el fuego, |
que flota y ciega si se mira al sol. |
|
Adondequiera que la vista fijo, |
torno a ver tus pupilas llamear; |
mas no te encuentro a ti; que es tu mirada: |
unos ojos, los tuyos, nada más. |
|
De mi alcoba en el ángulo los miro |
desasidos fantásticos lucir; |
cuando duermo los siento que se ciernen |
de par en par abiertos sobre mí. |
|
Yo sé que hay fuegos faustos que en la noche |
llevan al caminante a perecer: |
yo me siento arrastrado por mis ojos |
pero a donde me arrastran, no lo sé. |
|
|
|
-- Rima XV -- |
|
Cendal flotante de leve bruma, |
rizada cinta de blanca espuma, |
rumor sonoro |
de arpa de oro, |
beso del aura, onda de luz, |
eso eres tú. |
|
Tú, sombra aérea que cuantas veces |
voy a tocarte, te desvaneces |
como la llama, como el sonido, |
como la niebla, como un gemido |
del lago azul. |
|
En mar sin playas onda sonante, |
en el vacío cometa errante, |
largo lamento. |
|
Del ronco viento, |
ansia perpetua de algo mejor, |
Eso soy yo. |
|
¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía |
los ojos vuelvo de noche y día |
yo, que incansable como demente |
tras una sombra, tras la hija ardiente |
de una visión! |
|
|
|
-- Rima XVI -- |
|
Si al mecer las azules campanillas |
de tu balcón, |
crees que suspirando pasa el viento |
murmurador, |
sabe que, oculto entre las verdes hojas, |
suspiro yo. |
|
Si al resonar confuso a tus espaldas |
vago rumor, |
crees que por tu nombre te ha llamado |
lejana voz, |
sabe que, entre las sombras que te cercan |
te llamo yo. |
|
Si se turba medroso en la alta noche |
tu corazón, |
al sentir en tus labios un aliento |
abrasador, |
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo |
respiro yo. |
|
|
|
-- Rima XVII -- |
|
Hoy la tierra y los cielos me sonríen; |
hoy llega al fondo de mi alma el sol; |
hoy la he visto. , la he visto y me ha mirado. |
¡Hoy creo en Dios! |
|
|
|
-- Rima XVIII -- |
|
Fatigada del baile, |
encendido el color, breve el aliento, |
apoyada en mi brazo, |
del salón se detuvo en un extremo |
|
Entre la leve gasa |
que levantaba el palpitante seno, |
una flor se mecía |
en compasado y dulce movimiento. |
|
Como cuna de nácar |
que empuja al mar y que acaricia el céfiro |
tal vez allí dormía |
al soplo de sus labios entreabiertos. |
|
¡Oh! ¡Quién así, pensaba, |
dejar pudiera deslizarse el tiempo! |
¡Oh, si las flores duermen, |
qué dulcísimo sueño! |
|
|
|
-- Rima XIX -- |
|
Cuando sobre el pecho inclinas |
la melancólica frente, |
una azucena tronchada |
me preces. |
|
Porque al darte la pureza, |
de que es símbolo celeste, |
como a ella te hizo Dios |
de oro y de nieve. |
|
|
|
-- Rima XX -- |
|
Sabe, si alguna vez tus labios rojos |
quema invisible atmósfera abrasada, |
que al alma que hablar puede con los ojos, |
también puede besar con la mirada. |
|
|
|
-- Rima XXI -- |
|
¿:Qué es poesía, dices mientras clavas |
en mi pupila tu pupila azul. |
¿:Que es poesía, Y tú me lo preguntas |
Poesía. eres tú. |
|
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|
-- Rima XXII -- |
|
¿:Cómo vive esa rosa que has prendido |
junto a tu corazón |
Nunca hasta ahora contemple en la tierra |
sobre el volcán la flor. |
|
|
|
-- Rima XXIII -- |
|
Por una mirada, un mundo, |
por una sonrisa, un cielo, |
por un beso. ¡yo no sé |
que te diera por un beso! |
|
|
|
-- Rima XXIV -- |
|
Dos rojas lenguas de fuego |
que a un mismo tronco enlazadas |
se aproximan, y al besarse |
forman una sola llama. |
|
Dos notas que del laúd |
a un tiempo la mano arranca, |
y en el espacio se encuentran |
y armoniosas se abrazan. |
|
Dos olas que vienen juntas |
a morir sobre una playa |
y que al romper se coronan |
con un penacho de plata. |
|
Dos jirones de vapor |
que del lago se levantan, |
y al reunirse en el cielo |
forman una nube blanca. |
|
Dos ideas que al par brotan, |
dos besos que a un tiempo estallan, |
dos ecos que se confunden, |
eso son nuestras dos almas. |
|
|
|
-- Rima XXV -- |
|
Cuando en la noche te envuelven |
las alas de tul del sueño |
y tus tendidas pestañas |
semejan arcos de ébano, |
por escuchar los latidos |
de tu corazón inquieto |
y reclinar tu dormida |
cabeza sobre mi pecho, |
diera, alma mía, |
cuanto poseo, |
la luz, el aire |
y el pensamiento! |
|
Cuanto se clavan tus ojos |
en un invisible objeto |
y tus labios ilumina |
de una sonrisa el reflejo, |
por leer sobre tu frente |
el callado pensamiento |
que pasa como la nube |
del mar sobre el ancho espejo, |
diera, alma mía, |
cuanto deseo, |
la fama, el oro, |
la gloria, el genio! |
|
Cuanto enmudece tu lengua |
y se apresura tu aliento |
y tus mejillas se encienden |
y entornas tus ojos negros, |
por ver entre sus pestañas |
brillar con húmedo fuego |
la ardiente chispa que brota |
del volcán de los deseos, |
diera, alma mía, |
por cuanto espero, |
la fe, el espíritu, |
la tierra, el cielo. |
|
|
|
-- Rima XXVI -- |
|
Voy contra mi interés al confesarlo; |
no obstante, amada mía, |
pienso cual tú que una oda solo es buena |
de un billete del banco al dorso escrita. |
No faltará algún necio que al oírlo |
se haga cruces y diga: |
Mujer al fin del siglo diez y nueve |
material y prosaica. ¡Boberías! |
¡Voces que hacen correr cuatro poetas |
que en invierno se embozan con la lira! |
¡Ladridos de los perros a la luna! |
Tú sabes y yo se que en esta vida, |
con genio es muy contado el que la escribe, |
y con oro cualquiera hace poesía. |
|
|
|
-- Rima XXVII -- |
|
Despierta, tiemblo al mirarte: |
dormida, me atrevo a verte; |
por eso, alma de mi alma, |
yo velo cuando tú duermes. |
|
Despierta, ríes y al reír tus labios |
inquietos me parecen |
relámpagos de grana que serpean |
sobre un cielo de nieve. |
|
Dormida, los extremos de tu boca |
pliega sonrisa leve, |
suave como el rastro luminoso |
que deja en sol que muere. |
"Duerme!" |
|
Despierta miras y al mirar tus ojos |
húmedos resplandecen, |
como la onda azul en cuya cresta |
chispeando el sol hiere. |
|
Al través de tus párpados, dormida; |
tranquilo fulgor vierten |
cual derrama de luz templado rayo |
lámpara transparente. |
"Duerme!" |
|
Despierta hablas, y al hablar vibrantes |
tus palabras parecen |
lluvia de perlas que en dorada copa |
se derrama a torrentes. |
|
Dormida, en el murmullo de tu aliento |
acompasado y tenue, |
escucho yo un poema que mi alma |
enamorada entiende. |
"Duerme!" |
|
Sobre el corazón la mano |
me he puesto porque no suene |
su latido y en la noche |
turbe la calma solemne: |
|
De tu balcón las persianas |
cerré ya porque no entre |
el resplandor enojoso |
de la aurora y te despierte. |
"Duerme!" |
|
|
|
-- Rima XXVIII -- |
|
Cuando entre la sombra oscura |
perdida una voz murmura |
turbando su triste calma, |
si en el fondo de mi alma |
la oigo dulce resonar, |
dime: ¿:es que el viento en sus giros |
se queja, o que tus suspiros |
me hablan de amor al pasar |
|
Cuando el sol en mi ventana |
rojo brilla a la mañana |
y mi amor tu sombra evoca, |
si en mi boca de otra boca |
sentir creo la impresión, |
dime: ¿:es que ciego deliro, |
o que un beso en un suspiro |
me envía tu corazón |
|
Y en el luminoso día |
y en la alta noche sombría, |
si en todo cuanto rodea |
al alma que te desea |
te creo sentir y ver, |
dime: ¿:es que toco y respiro |
soñando, o que en un suspiro |
me das tu aliento a beber |
|
|
|
-- Rima XXIX -- |
|
Sobre la falda tenía |
el libro abierto, |
en mi mejilla tocaban |
sus rizos negros: |
no veíamos las letras |
ninguno, creo, |
mas guardábamos entrambos |
hondo silencio. |
|
¿:Cuánto duró Ni aun entonces |
pude saberlo; |
sólo se que no se oía |
más que el aliento, |
que apresurado escapaba |
del labio seco. |
Sólo sé que nos volvimos |
los dos a un tiempo |
y nuestros ojos se hallaron |
y sonó un beso. |
|
Creación de Dante era el libro, |
era su Infierno. |
|
Cuando a él bajamos los ojos |
yo dije trémulo: |
"¿:Comprendes ya que un poema |
cabe en un verso" |
Y ella respondió encendida: |
"¡Ya lo comprendo!" |
|
|
|
-- Rima XXX -- |
|
Asomaba a sus ojos una lágrima |
y a mis labios una frase de perdón. |
habló el orgullo y se enjugó su llanto, |
y la frase en mis labios expiró. |
|
Yo voy por un camino, ella por otro; |
pero al pensar en nuestro mutuo amor, |
yo digo aún: "¿:Por que callé aquél día" |
y ella dirá. "¿:Por qué no lloré yo" |
|
|
|
-- Rima XXXI -- |
|
Nuestra pasión fue un trágico sainete |
en cuya absurda fábula |
lo cómico y lo grave confundidos |
risas y llanto arrancan. |
|
Pero fue lo peor de aquella historia |
que al fin de la jornada |
a ella tocaron lágrimas y risas |
y a mí, sólo las lágrimas. |
|
|
|
-- Rima XXXII -- |
|
Pasaba arrolladora en su hermosura |
y el paso le dejé, |
ni aun mirarla me volví, y no obstante |
algo en mi oído murmuró "Esa es". |
|
¿:Quién reunió la tarde a la mañana |
Lo ignoro; sólo sé |
que en una breve noche de verano |
se unieron los crepúsculos y. "fue". |
|
|
|
-- Rima XXXIII -- |
|
Es cuestión de palabras, y, no obstante, |
ni tú ni yo jamás, |
después de lo pasado, convendremos |
en quién la culpa está. |
|
¡Lástima que el amor un diccionario |
no tenga dónde hallar |
cuando el orgullo es simplemente orgullo |
y cuando es dignidad! |
|
|
|
-- Rima XXXIV -- |
|
Cruza callada y son sus movimientos |
silenciosa armonía; |
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan |
del himno alado la cadencia rítmica. |
|
Los entreabre, aquellos ojos |
tan claros como el día, |
y la tierra y el cielo, cuando abarcan, |
arden con nueva luz en sus pupilas. |
|
Ríe, y su carcajada tiene notas |
del agua fugitiva; |
llora, y es cada lágrima un poema |
de ternura infinita. |
|
Ella tiene la luz, tiene el perfume, |
el color y la línea, |
la forma, engendradora de deseos, |
la expresión, fuente eterna de poesía. |
|
¿:Que es estúpida. ¡Bah!, mientras, callando |
guarde obscuro el enigma, |
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla |
más que lo que cualquiera otra me lo diga. |
|
|
|
-- Rima XXXV -- |
|
No me admiró tu olvido! Aunque de un día, |
me admiró tu cariño mucho más; |
porque lo que hay en mí que vale algo |
eso. ¡ni lo pudiste sospechar!. |
|
|
|
-- Rima XXXVI -- |
|
Si de nuestros agravios en un libro |
se escribiese la historia, |
y se borrase en nuestras almas cuanto |
se borrase en sus hojas; |
|
Te quiero tanto aún: dejó en mi pecho |
tu amor huellas tan hondas, |
que sólo con que tú borrases una, |
¡las borraba yo todas! |
|
|
|
-- Rima XXXVII -- |
|
Antes que tú me moriré: escondido |
en las entrañas ya |
el hierro llevo con que abrió tu mano |
la ancha herida mortal. |
|
Antes que tú me moriré: y mi espíritu, |
en su empeño tenaz, |
sentándose a las puertas de la muerte, |
allí te esperará. |
|
Con las horas los días, con los días |
los años volarán, |
y a aquella puerta llamarás al cabo. |
¿:Quién deja de llamar |
|
Entonces que tu culpa y tus despojos |
la tierra guardará, |
lavándote en las ondas de la muerte |
como en otro Jordán. |
|
Allí, donde el murmullo de la vida |
temblando a morir va, |
como la ola que a la playa viene |
silenciosa a expirar. |
|
Allí donde el sepulcro que se cierra |
abre una eternidad. |
¡ Todo lo que los dos hemos callado |
lo tenemos que hablar ! |
|
|
-- Rima XXXVIII -- |
|
Los suspiros son aire y van al aire! |
Las lágrimas son agua y van al mar! |
Dime, mujer, cuando el amor se olvida |
¿:sabes tú adónde va |
|
|
|
-- Rima XXXIX -- |
|
Lo que el salvaje que con torpe mano |
hace de un tronco a su capricho un dios, |
y luego ante su obra se arrodilla, |
eso hicimos tu y yo. |
|
Dimos formas reales a un fantasma, |
de la mente ridícula invención, |
y hecho el ídolo ya, sacrificamos |
en su altar nuestro amor. |
|
|
|
-- Rima XL -- |
|
Su mano entre mis manos, |
sus ojos en mis ojos, |
la amorosa cabeza |
apoyada en mi hombro, |
|
¡Dios sabe cuántas veces, |
con paso perezoso, |
hemos vagado juntos |
bajo los altos olmos |
que de su casa prestan |
misterio y sombra al pórtico! |
Y ayer. un año apenas, |
pasando como un soplo |
con qué exquisita gracia |
con qué admirable aplomo, |
me dijo al presentarnos |
un amigo oficioso: |
"Creo que alguna parte |
he visto a usted" ¡Ah, bobos |
que sois de los salones |
comadres de buen tono, |
y andáis por allí a caza |
de galantes embrollos. |
¡Qué historía habéis perdido! |
¡Qué manjar tan sabroso! |
para ser devorado |
"soto voce" en un corro, |
detrás de abanico |
de plumas de oro! |
|
¡Discreta y casta luna, |
copudos y altos olmos, |
paredes de su casa, |
umbrales de su pórtico, |
callad, y que en secreto |
no salga con vosotros! |
Callad; que por mi parte |
lo he vivido todo: |
y ella. , ella. , ¡no hay máscara |
semejante a su rostro! |
|
|
|
-- Rima XLI -- |
|
Tú eras el huracán y yo la alta |
torre que desafía su poder: |
¡tenías que estrellarte o que abatirme! |
¡No pudo ser! |
|
Tú eras el océano y yo la enhiesta |
roca que firme aguarda su vaivén: |
¡tenías que romperte o que arrancarme!. |
¡No pudo ser! |
|
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados |
uno a arrollar, el otro a no ceder: |
la senda estrecha, inevitable el choque. |
¡No pudo ser! |
|
|
|
-- Rima XLII -- |
|
Cuando me lo contaron sentí el frío |
de una hoja de acero en las entrañas, |
me apoyé contra el muro, y un instante |
la conciencia perdí de donde estaba. |
|
Cayó sobre mi espíritu la noche, |
en ira y en piedad se anegó el alma, |
¡Y se me revelo por qué se llora, |
Y comprendí una vez por qué se mata! |
|
Pasó la nube de dolor. , con pena |
logré balbucear breves palabras. |
¿:Quién me dio la noticia. Un fiel amigo |
¡Me hacia un gran favor!. Le di las gracias. |
|
|
|
-- Rima XLIII -- |
|
Dejé la luz a un lado, y en el borde |
de la revuelta cama me senté, |
Mudo, sombrío, la pupila inmóvil |
clavada en la pared. |
|
¿:Qué tiempo estuve así No sé: al dejarme |
la embriaguez horrible de dolor, |
expiraba la luz y en mis balcones |
reía el sol. |
|
Ni sé tampoco en tan terribles horas |
en qué pensaba o que pasó por mí; |
solo recuerdo que lloré y maldije, |
y que en aquella noche envejecí. |
|
|
|
-- Rima XLIV -- |
|
Como en un libro abierto |
leo de tus pupilas en el fondo; |
¿:a qué fingir el labio |
risas que se desmienten con los ojos |
|
¡Llora! No te avergüences |
de confesar que me quisiste un poco. |
¡Llora! Nadie nos mira! |
Ya ves: soy un hombre. ¡y también lloro! |
|
|
|
-- Rima XLV -- |
|
En la clave del arco ruinoso |
cuyas piedras el tiempo enrojeció, |
obra de un cincel rudo campeaba |
el gótico blasón. |
|
Penacho de su yelmo de granito, |
la yedra que colgaba en derredor |
daba sombra al escudo en que una mano |
tenía un corazón. |
|
A contemplarle en la desierta plaza |
nos paramos los dos: |
Y, "ése, me dijo, es el cabal emblema |
de mi constante amor". |
|
¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces: |
Verdad que el corazón |
lo llevará en la mano. , en cualquier parte. |
pero en el pecho, no. |
|
|
|
-- Rima XLVI -- |
|
Tu aliento es el aliento de las flores, |
tu voz es de los cisnes la armonía; |
es tu mirada el esplendor del día, |
y el color de la rosa es tu color. |
Tú prestas nueva vida y esperanza |
a un corazón para el amor ya muerto: |
tú creces de mi vida en el desierto |
como crece en un páramo la flor. |
|
|
|
-- Rima XLVII -- |
|
Yo me he asomado a las profundas simas |
de la tierra y del cielo |
y les he visto el fin con los ojos |
o con el pensamiento. |
|
Mas, ¡ay! de un corazón llegué al abismo, |
y me incliné por verlo, |
y mi alma y mis ojos se turbaron: |
¡tan hondo era y tan negro! |
|
|
|
-- Rima XLVIII -- |
|
Alguna vez la encuentro por el mundo |
y pasa junto a mí: |
y pasa sonriéndose y yo digo |
¿:Cómo puede re&iiacute;r |
|
Luego asoma a mi labio otra sonrisa |
máscara del dolor, |
y entonces pienso: "¡Acaso ella se ríe, |
como me río yo!" |
|
|
|
-- Rima XLIX -- |
|
¿:A qué me lo decís Lo sé: es mudable, |
es altanera y vana y caprichosa: |
antes que el sentimiento de su alma |
brotará el agua de la estéril roca. |
|
Sé que en su corazón, nido de sierpes, |
no hay una fibra que al amor responda; |
que es una estatua inanimada. ; pero. |
¡es tan hermosa! |
|
|
|
-- L -- |
|
De lo poco de vida que me resta |
diera con gusto los mejores años, |
por saber lo que a otros |
de mí has hablado. |
|
Y esta vida mortal. y de la eterna |
lo que me toque, si me toca algo, |
por saber lo que a solas |
de mí has pensado. |
|
|
|
|
|
De lo poco de vida que me resta |
diera con gusto los mejores años, |
por saber lo que a otros |
de mí has hablado. |
|
Y esta vida mortal. y de la eterna |
lo que me toque, si me toca algo, |
por saber lo que a solas |
de mí has pensado. |
|
|
Rima LI-LX |
|
-- LI -- |
|
Olas gigantes que os rompéis bramando |
en las playas desiertas y remotas, |
envuelto entre la sábana de espumas, |
¡llevadme con vosotras! |
|
Ráfagas de huracán que arrebatáis |
del alto bosque las marchitas hojas, |
arrastrado en el ciego torbellino, |
¡llevadme con vosotras! |
|
Nubes de tempestad que rompe el rayo |
y en fuego encienden las sangrientas orlas, |
arrebatado entre la niebla oscura, |
¡llevadme con vosotras! |
|
Llevadme por piedad a donde el vértigo |
con la razón me arranque la memoria. |
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme |
con mi dolor a solas! |
|
|
|
-- Rima LII -- |
|
Volverán las oscuras golondrinas |
en tu balcón sus nidos a colgar, |
y otra vez con el ala a sus cristales |
jugando llamarán. |
|
Pero aquellas que el vuelo refrenaban |
tu hermosura y mi dicha a contemplar, |
aquellas que aprendieron nuestros nombres, |
ésas. ¡no volverán! |
|
Volverán las tupidas madreselvas |
de tu jardín las tapias a escalar |
y otra vez a la tarde aún más hermosas |
sus flores se abrirán. |
|
Pero aquellas cuajadas de rocío |
cuyas gotas mirábamos temblar |
y caer como lágrimas del día. |
ésas. ¡no volverán! |
|
Volverán del amor en tus oídos |
las palabras ardientes a sonar, |
tu corazón de su profundo sueño |
tal vez despertará. |
|
Pero mudo y absorto y de rodillas, |
como se adora a Dios ante su altar, |
como yo te he querido. , desengáñate, |
¡así no te querrán! |
|
|
|
-- Rima LIII -- |
|
Cuando volvemos las fugaces horas |
del pasado a evocar, |
temblando brilla en sus pestañas negras |
una lágrima pronta a resbalar. |
|
Y al fin resbala y cae como gota |
del rocío al pensar |
que cual hoy por ayer, por hoy mañana |
volveremos los dos a suspirar. |
|
|
|
-- Rima LIV -- |
|
Entre el discorde estruendo de la orgía |
acarició mi oído, |
como nota de lejana música, |
el eco de un suspiro. |
|
El eco de un suspiro que conozco, |
formado de un aliento que he bebido, |
perfume de una flor que oculta crece |
en un claustro sombrío. |
|
Mi adorada de un día, cariñosa, |
"¿:en qué piensas ", me dijo: |
"En nada. " "¿:En nada, y lloras" "Es que tienes |
alegre la tristeza y triste el vino". |
|
|
|
-- Rima LV -- |
|
Hoy como ayer, mañana como hoy |
¡y siempre igual! |
Un cielo gris, un horizonte eterno |
y andar. , andar. |
|
Moviéndose a compás como una estúpida |
máquina, el corazón; |
la torpe inteligencia del cerebro |
dormida en un rincón. |
|
El alma, que ambiciona un paraíso, |
buscándole sin fe; |
fatiga sin objeto, ola que rueda |
ignorando por qué. |
|
Voz que incesante con el mismo tono |
canta el mismo cantar; |
gota de agua monótona que cae, |
y cae sin cesar. |
|
Así van deslizándose los días |
unos de otros en pos, |
hoy lo mismo que ayer. , y todos ellos |
sin goce ni dolor. |
|
¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando |
del antiguo sufrir. |
Amargo es el dolor; ¡pero siquiera |
padecer es vivir! |
|
|
|
-- Rima LVI -- |
|
¿:Quieres que de ese néctar delicioso |
no te amargue la hez |
pues aspírale, acércale a tus labios |
y déjale después. |
|
¿:Quieres que conservemos una dulce |
memoria de este amor |
Pues amémonos hoy mucho y mañana |
digámonos ¡adiós! |
|
|
|
-- Rima LVII -- |
|
Yo sé cuál el objeto |
de tus suspiros es; |
yo conozco la causa de tu dulce |
secreta languidez. |
¿:Te ríes. Algún día |
sabrás, niña, por qué: |
tú lo sabes apenas |
y yo lo sé. |
|
Yo sé cuando tu sueñas, |
y lo que en sueños ves; |
como en un libro puedo lo que callas |
en tu frente leer. |
¿:Te ríes. Algún día |
sabrás, niña, por qué: |
tú lo sabes apenas |
y yo lo sé. |
|
Yo sé por qué sonríes |
y lloras a la vez. |
yo penetro en los senos misteriosos |
de tu alma de mujer. |
¿:Te ríes. Algún día |
sabrás, niña, por qué: |
mientras tu sientes mucho y nada sabes, |
yo que no siento ya, todo lo sé. |
|
|
|
-- Rima LVIII -- |
|
Al ver mis horas de fiebre |
e insomnio lentas pasar, |
a la orilla de mi lecho, |
¿:quién se sentará |
|
Cuando la trémula mano |
tienda próximo a expirar |
buscando una mano amiga, |
¿:quién la estrechará |
|
Cuando la muerte vidríe |
de mis ojos el cristal, |
mis párpados aún abiertos, |
¿:quién los cerrará |
|
Cuando la campana suene |
(si suena en mi funeral), |
una oración al oírla, |
¿:quién murmurará |
|
Cuando mis pálidos restos |
oprima la tierra ya, |
sobre la olvidada fosa. |
¿:quién vendar a llorar |
|
¿:Quién en fin al otro día, |
cuando el sol vuelva a brillar, |
de que pasé por el mundo, |
¿:quién se acordará |
|
|
|
-- Rima LIX -- |
|
Me ha herido recatándose en las sombras, |
sellando con un beso su traición. |
Los brazos me echó al cuello y por la espalda |
|
me partió a sangre fría el corazón. |
|
Y ella impávida sigue su camino, |
feliz, risueña, impávida, ¿:y por qué |
porque no brota sangre de la herida. |
¡porque el muerto esta en pie. |
|
|
|
-- Rima LX -- |
|
Como se arranca el hierro de una herida |
su amor de las entrañas me arranqué, |
aunque sentí al hacerlo que la vida |
me arrancaba con él! |
|
Del altar que le alcé en el alma mía |
la Voluntad su imagen arrojó, |
y la luz de la fe que en ella ardía |
ante el ara desierta se apagó. |
|
Aún turbando en la noche el firme empeño |
vive en la idea la visión tenaz. |
¡Cuándo podré dormir con ese sueño |
en que acaba el soñar! |
|
|
|
--Rima LXI -- |
|
Este armazón de huesos y pellejo |
de pasear una cabeza loca |
cansado se halla al fin, y no lo extraño; |
pues, aunque es la verdad que no soy viejo, |
|
de la parte de vida que me toca |
en la vida del mundo, por mi daño |
he hecho un uso tal, que juraría |
que he condensado un siglo en cada día. |
|
Así, aunque ahora muriera, |
no podría decir que no he vivido; |
que el sayo, al parecer nuevo por fuera, |
conozco que por dentro ha envejecido. |
|
Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!, |
harto lo dice ya mi afán doliente; |
que hay dolor que al pasar su horrible huella |
graba en el corazón, si no en la frente. |
|
|
|
-- Rima LXII -- |
|
|
Primero es un albor trémulo y vago, |
raya de inquieta luz que corta el mar; |
luego chispea y crece y se difunde |
en ardiente explosión de claridad. |
|
La brilladora lumbre es la alegría; |
la temerosa sombra es el pesar; |
¡Ay!, en la oscura noche de mi alma, |
¿:cuándo amanecerá |
|
|
|
-- Rima LXIII -- |
|
Como enjambre de abejas irritadas, |
de un obscuro rincón de la memoria |
salen a perseguirnos los recuerdos |
de las pasadas horas. |
|
Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil! |
Me rodean, me acosan, |
y unos tras otros a clavarme vienen |
el agudo aguijón que el alma encona. |
|
|
|
-- Rima LXIV -- |
|
Como guarda el avaro su tesoro, |
guardaba mi dolor; |
le quería probar que hay algo eterno |
a la que eterno me juró su amor. |
|
Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo |
que le agotó, decir: |
"¡Ah, barro miserable, eternamente |
no podrás ni aun sufrir! |
|
|
|
-- Rima LXV -- |
|
Llegó la noche y no encontré un asilo, |
¡y tuve sed. !, mis lágrimas bebí; |
¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos |
cerré para morir! |
¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oído |
de las turbas llegaba el ronco hervir, |
yo era huérfano y pobre. ¡El mundo estaba |
desierto. para mí! |
|
|
|
-- Rima LXVI -- |
|
¿:De dónde vengo. El más horrible y áspero |
de los senderos busca: |
Las huellas de unos pies ensangrentados |
sobre la roca dura, |
los despojos de un alma hecha jirones |
en las zarzas agudas, |
te dirán el camino |
que conduce a mi cuna. |
|
¿:A donde voy El más sombrío y triste |
de los páramos cruza, |
valle de eternas nieves y de eternas |
melancólicas brumas. |
|
En donde esté una piedra solitaria |
sin inscripción alguna, |
donde habite el olvido, |
allí estará mi tumba. |
|
|
|
-- Rima LXVII -- |
|
¡Qué hermoso es ver el día |
coronado de fuego levantarse, |
y a su beso de lumbre |
brillar las olas y encenderse el aire! |
|
¡Qué hermoso es tras la lluvia |
del triste otoño en la azulada tarde, |
de las húmedas flores |
el perfume beber hasta saciarse! |
|
¡Qué hermoso es cuando en copos |
la blanca nieve silenciosa cae, |
de las inquietas llamas |
ver las rojizas lenguas agitarse! |
|
¡Qué hermoso es cuando hay sueño |
dormir bien. y roncar como un sochantre. |
y comer. y engordar. y qué desgracia |
que esto solo no baste! |
|
|
|
-- Rima LXVIII -- |
|
No sé lo que he soñado |
en la noche pasada; |
triste muy triste debió ser el sueño, |
pues despierto la angustia me duraba. |
|
Noté al incorporarme |
húmeda la almohada, |
y por primera vez sentí al notarlo |
de un amargo placer henchirse el alma. |
|
Triste cosa es el sueño |
que llanto nos arranca, |
mas tengo en mi tristeza una alegría. |
sé que aún me quedan lágrimas. |
|
|
|
-- Rima LXIX -- |
|
Al brillar un relámpago nacemos |
y aún dura su fulgor cuando morimos; |
tan corto es el vivir. |
|
La gloria y el amor tras que corremos |
sombras de un sueño son que perseguimos: |
¡Despertar es morir! |
|
|
|
-- Rima LXX -- |
|
¡Cuántas veces al pie de las musgosas |
paredes que la guardan, |
oí la esquila que al mediar la noche |
a los maitines llama! |
|
¡Cuántas veces trazo mi silueta |
la luna plateada, |
junto a la del ciprés que de su huerto |
se asoma por las tapias! |
|
Cuando en sombras la iglesia se envolvía, |
de su ojiva calada, |
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios |
vi el fulgor de la lámpara! |
|
Aunque el viento en los ángulos oscuros |
de la torre silbara, |
del coro entre las voces percibía |
su voz vibrante y clara. |
|
En las noches de invierno, si un medroso |
por la desierta plaza |
se atrevía a cruzar, al divisarme, |
el paso aceleraba. |
|
Y no faltó una vieja que en el torno |
dijese a la mañana |
que de algún sacristán muerto en pecado |
era yo el alma. |
|
A oscuras conocía los rincones |
del atrio y la portada; |
de mis pies las ortigas que allí crecen |
las huellas tal vez guardan. |
|
Los búhos, que espantados me seguían |
con sus ojos de llamas, |
llegaron a mirarme con el tiempo |
como a un buen camarada. |
|
A mi lado sin miedo los reptiles |
se movían a rastras; |
¡hasta los mudos santos de granito |
creo que me saludaban! |
|
|
|
-- Rima LXXI -- |
|
No dormía; vagaba en ese limbo |
en que cambian de forma los objetos, |
misteriosos espacios que separan |
la vigilia del sueño. |
|
Las ideas que en ronda silenciosa |
daban vueltas en torno a mi cerebro, |
poco a poco en su danza se movían |
con un compás más lento. |
|
De la luz que entra al alma por los ojos |
los párpados velaban el reflejo; |
pero otra luz el mundo de visiones |
alumbraba por dentro. |
|
En este punto resonó en mi oído |
un rumor semejante al que en el templo |
vaga confuso al terminar los fieles |
con un amén sus rezos. |
|
Y oí como una voz delgada y triste |
que por mi nombre me llamo a lo lejos, |
y sentí olor de cirios apagados, |
de humedad y de incienso. |
. . . . . . . . . . |
|
Pasó la noche, y del olvido en brazos |
caí, cual piedra, en su profundo seno. |
No obstante al despertar exclamé: "¡Alguno |
que yo quería ha muerto!" |
|
|
|
-- Rima LXXII -- |
|
Primera voz |
|
Las ondas tienen vaga armonía, |
Las violetas suave olor, |
brumas de plata la noche fría, |
luz y oro el día; |
yo algo mejor: |
¡yo tengo Amor! |
|
Segunda voz |
|
Aura de aplausos, nube rabiosa, |
ola de envidia que besa el pie. |
isla de sueños donde reposa |
el alma ansiosa. |
¡dulce embriaguez |
la Gloria es! |
|
Tercera voz |
|
Ascua encendida es el tesoro, |
sombra que huye la vanidad, |
todo es mentira: la gloria, el oro. |
Lo que yo adoro |
sólo es verdad: |
¡la Libertad! |
|
Así los barqueros pasaban cantando |
la eterna canción, |
y al golpe del remo saltaba la espuma |
y heríala el sol. |
|
"¿:Te embarcas", gritaban, y yo sonriendo |
les dije al pasar: |
"ha tiempo lo hice, por cierto que aun tengo |
la ropa en la playa tendida a secar. |
|
|
|
-- Rima LXXXIII -- |
|
Cerraron sus ojos |
que aún tenía abiertos, |
taparon su cara |
con un blanco lienzo, |
y unos sollozando, |
otros en silencio, |
de la triste alcoba |
todos se salieron. |
|
La luz que en un vaso |
ardía en el suelo, |
al muro arrojaba |
la sombra del lecho, |
y entre aquella sombra |
veíase a intérvalos |
dibujarse rígida |
la forma del cuerpo. |
|
Despertaba el día |
y a su albor primero |
con sus mil ruidos |
despertaba el pueblo. |
Ante aquel contraste |
de vida y misterio, |
de luz y tinieblas, |
yo pensé un momento: |
"¡Dios mío, qué solos |
se quedan los muertos!" |
|
De la casa, en hombros, |
lleváronla al templo, |
y en una capilla |
dejaron el féretro. |
Allí rodearon |
sus pálidos restos |
de amarillas velas |
y de paños negros. |
|
Al dar de las ánimas |
el toque postrero, |
acabó una vieja |
sus últimos rezos, |
cruzó la ancha nave, |
las puertas gimieron |
y el santo recinto |
quedóse desierto. |
|
De un reloj se oía |
compasado el péndulo |
y de algunos cirios |
el chisporroteo. |
Tan medroso y triste, |
tan oscuro y yerto |
todo se encontraba |
que pensé un momento: |
"¡Dios mío, qué solos |
se quedan los muertos!" |
De la alta campana |
la lengua de hierro |
le dio volteando |
su adiós lastimero. |
El luto en las ropas, |
amigos y deudos |
cruzaron en fila, |
formando el cortejo. |
|
Del último asilo, |
oscuro y estrecho, |
abrió la piqueta |
el nicho a un extremo; |
allí la acostaron, |
tapiáronla luego, |
y con un saludo |
despidióse el duelo. |
|
La piqueta al hombro |
el sepulturero, |
cantando entre dientes, |
se perdió a lo lejos. |
La noche se entraba, |
el sol se había puesto: |
perdido en las sombras |
yo pensé un momento: |
"¡Dios mío, qué solos |
se quedan los muertos!" |
|
En las largas noches |
del helado invierno, |
cuando las maderas |
crujir hace el viento |
y azota los vidrios |
el fuerte aguacero, |
de la pobre niña |
a veces me acuerdo. |
|
Allí cae la lluvia |
con un son eterno; |
allí la combate |
el soplo del cierzo. |
Del húmedo muro |
tendida en el hueco, |
¡acaso de frío |
se hielan los huesos. ! |
|
. . . . . . . . . |
|
¿:Vuelve el polvo al polvo |
¿:Vuela el alma al cielo |
¿:Todo es, sin espíritu, |
podredumbre y cieno |
¡No sé; pero hay algo |
que explicar no puedo, |
que al par nos infunde |
repugnancia y duelo, |
a dejar tan tristes, |
tan solos los muertos. |
|
|
|
-- Rima LXXIV -- |
|
Las ropas desceñidas, |
desnudas las espadas, |
en el dintel de oro de la puerta |
dos ángeles velaban. |
|
Me aproximé a los hierros |
que defienden la entrada, |
y de las dobles rejas en el fondo |
la vi confusa y blanca. |
|
La vi como la imagen |
que en un ensueño pasa, |
como un rayo de luz tenue y difuso |
que entre tinieblas nada. |
|
Me sentí de un ardiente |
deseo llena el alma; |
¡como atrae un abismo, aquel misterio |
hacía si me arrastraba! |
|
Mas, ¡ay!, que de los ángeles |
parecían decirme las miradas: |
"¡El umbral de esta puerta |
sólo Dios lo traspasa!" |
|
|
|
-- Rima LXXV -- |
|
¿:Será verdad que cuando toca el sueño |
con sus dedos de rosa nuestros ojos, |
de la cárcel que habita huye el espíritu |
en vuelo presuroso |
|
¿:Será verdad que, huésped de las nieblas, |
de la brisa nocturna al tenue soplo, |
alado sube a la región vacía |
a encontrarse con otros |
|
¿:Y allí desnudo de la humana forma, |
allí los lazos terrenales rotos, |
breves horas habita de la idea |
el mundo silencioso |
|
¿:Y ríe y llora y aborrece y ama |
y guarda un rastro del dolor y el gozo, |
semejante al que deja cuando cruza |
el cielo un meteoro |
|
¡Yo no sé si ese mundo de visiones |
vive fuera o va dentro de nosotros: |
lo que sé es que conozco a muchas gentes |
a quienes no conozco! |
|
|
|
-- Rima LXXVI -- |
|
En la imponente nave |
del templo bizantino, |
vi la gótica tumba a la indecisa |
luz que temblaba en los pintados vidrios. |
|
Las manos sobre el pecho, |
y en las manos un libro, |
una mujer hermosa reposaba |
sobre la urna del cincel prodigio. |
|
Del cuerpo abandonado |
al dulce peso hundido, |
cual si de blanda pluma y raso fuera |
se plegaba su lecho de granito. |
|
De la sonrisa última |
el resplandor divino |
guardaba el rostro, como el cielo guarda |
del sol que muere el rayo fugitivo. |
|
Del cabezal de piedra |
sentados en el filo, |
dos ángeles, el dedo sobre el labio, |
imponían silencio en el recinto. |
|
No parecía muerta; |
de los arcos macizos |
parecía dormir en la penumbra |
y que en sueños veía el paraíso. |
|
Me acerqué de la nave |
al ángulo sombrío, |
con el callado paso que se llega |
junto a la cuna donde duerme un niño. |
|
La contemplé un momento |
y aquel resplandor tibio, |
aquel lecho de piedra que ofrecía |
próximo al muro otro lugar vacío. |
|
En el alma avivaron |
la sed de lo infinito, |
el ansia de esa vida de la muerte, |
para la que un instante son los siglos. |
. . . . . . . . . . . . |
|
Cansado del combate |
en que luchando vivo, |
alguna vez me acuerdo con envidia |
de aquel rincón oscuro y escondido. |
|
De aquella muda y pálida |
mujer me acuerdo y digo: |
"¡Oh, qué amor tan callado el de la muerte! |
¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!" |
|
|
|
-- Rima LXXVII -- |
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Es un sueño la vida, |
pero un sueño febril que dura un punto; |
Cuando de él se despierta, |
se ve que todo es vanidad y humo. |
¡Ojalá fuera un sueño |
muy largo y muy profundo, |
un sueño que durara hasta la muerte!. |
Yo soñaría con mi amor y el tuyo. |
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-- Rima LXXVIII -- |
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Podrá nublarse el sol eternamente; |
podrá secarse en un instante el mar; |
podrá romperse el eje de la tierra |
como un débil cristal. |
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¡Todo sucederá! Podrá la muerte |
cubrirme con su fúnebre crespón; |
pero jamás en mí podrá apagarse |
la llama de tu amor. |
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-- Rima LXXIX -- |
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Mi vida es un erial, |
flor que toco se deshoja; |
que en mi camino fatal |
alguien va sembrando el mal |
para que yo lo recoja. |
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-- Rima LXXX -- |
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Patriarcas que fuiste la semilla |
del árbol de la fe en siglos remotos: |
al vencedor divino de la muerte, |
rogadle por nosotros. |
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Profetas que rasgasteis inspirados |
del porvenir el velo misterioso: |
al que sacó la luz de las tinieblas, |
rogadle por nosotros. |
|
Almas cándidas, Santos Inocentes |
que aumentáis de los ángeles el coro: |
al que llamo a los niños a su lado, |
rogadle por nosotros. |
Apóstoles que echasteis por el mundo |
del la Iglesia el cimiento poderoso: |
al que es de verdad depositario, |
rogadle por nosotros. |
|
Mártires que ganasteis vuestra palma |
en la arena del circo, en sangre rojo: |
al que os dio fortaleza en los combates, |
rogadle por nosotros. |
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Vírgenes semejantes a azucenas, |
que el venado vistió de nieve y oro: |
al que es fuente de la vida hermosura, |
rogadle por nosotros. |
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Monjes que de la vida en el combate |
pedisteis paz al claustro silencioso: |
al que es iris de calma en las tormentas, |
rogadle por nosotros. |
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Doctores cuyas plumas nos legaron |
de virtud y saber rico tesoro: |
al que es raudal de ciencia inextinguible, |
rogadle por nosotros. |
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Soldados del ejercito de Cristo |
santas y santos todos: |
rogadle que perdone nuestras culpas |
a Aquel que vive y reina entre vosotros. |
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Rima LXXXI-XC |
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-- Rima LXXXI -- |
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Dices que tienes corazón, y solo |
lo dices porque sientes sus latidos; |
eso no es corazón. es una máquina |
que al compás que se mueve hace ruido. |
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-- Rima LXXXII -- |
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Fingiendo realidades |
con sombra vana, |
delante del deseo |
va la esperanza. |
y sus mentiras |
como el Fénix, renacen |
de sus cenizas. |
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-- Rima LXXXIII -- |
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Una mujer me ha envenenado el alma, |
otra mujer me ha envenenado el cuerpo; |
ninguna de las dos vino a buscarme, |
yo de ninguna de las dos me quejo. |
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Como el mundo es redondo, el mundo rueda. |
Si mañana, rodando, este veneno |
envenena a su vez, ¿:por qué acusarme |
¿:Puedo dar mas de lo que a mí me dieron |
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-- Rima LXXXIV -- |
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A CASTA |
|
Tu voz es el aliento de las flores, |
tu voz es de los cisnes la armonía; |
es tu mirada el esplendor del día, |
y el color de la rosa es tu color. |
|
Tú prestas nueva vida y esperanza |
a un corazón para el amor ya muerto: |
tú creces de mi vida en el desierto |
como crece en un páramo la flor. |
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-- Rima LXXXV -- |
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A ELISA |
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Para que los leas con tus ojos grises, |
para que los cantes con tu clara voz, |
para que se llenen de emoción tu pecho |
hice mis versos yo. |
|
Para que encuentres en tu pecho asilo |
y le des juventud, vida, calor, |
tres cosas que yo no puedo darles, |
hice mis versos yo. |
Para hacerte gozar con mi alegría, |
para que sufras tu con mi dolor, |
para que sientas palpitar mi vida, |
hice mis versos yo. |
|
Para poder poner antes tus plantas |
la ofrenda de mi vida y de mi amor, |
con alma, sueños rotos, risas, lágrimas |
hice mis versos yo. |
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-- Rima LXXXVI -- |
|
Flores tronchadas, marchitas hojas |
arrastra el viento; |
en los espacios, tristes gemidos |
repite el eco. |
. . . . . . . . |
En las nieblas de los pasado, |
en las regiones del pensamiento |
gemidos tristes, marchitas galas |
son mis recuerdos. |
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-- Rima LXXXVII -- |
|
Es el alba una sombra |
de tu sonrisa, |
y un rayo de tus ojos |
la luz del día; |
pero tu alma |
es la noche de invierno, |
negra y helada. |
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-- Rima LXXXVIII -- |
|
Errante por el mundo fui gritando: |
"La gloria ¿:dónde está" |
Y una voz misteriosa contestóme: |
"Más allá. más allá. " |
|
En pos de ella perseguí el camino |
que la voz me marcó; |
halléla al fin, pero en aquel instante |
el humo se troncó. |
|
Más el humo, formado denso velo, |
se empezó a remontar. |
Y penetrando en la azulada esfera |
al cielo fue a parar. |
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-- Rima LXXXIX -- |
|
Negros fantasmas, |
nubes sombrías, |
huyen ante el destello |
de la luz divina. |
Esa luz santa, |
niña de negros ojos, |
es la esperanza. |
|
Al calor de sus rayos |
mi fe gigante |
contra desdenes lucha |
sin amenguarse. |
en este empeño |
es, si grande el martirio, |
mayor el premio. |
|
Y si aún muestras esquiva |
alma de nieve, |
si aún no me quisieras, |
yo no he de quererte: |
mi amor es roca |
donde se estrellan tímidas |
del mal las olas. |
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|
-- Rima XC. |
|
Yo soy el rayo, la dulce brisa, |
lágrima ardiente, fresca sonrisa, |
flor peregrina, rama tronchada; |
yo soy quien vibra, flecha acerada. |
|
Hay en mi esencia, como en las flores |
mil perfumes, suaves vapores, |
y su fragancia fascinadora, |
trastorna el alma de quien adora. |
|
Yo mis aromas doquier prodigo |
ya el más horrible dolor mitigo, |
y en grato, dulce, tierno delirio |
cambio el más duro, cruel martirio. |
|
¡Ah!, yo encadeno los corazones, |
más son de flores los eslabones. |
Navego por los mares, |
voy por el viento |
alejo los pesares |
del pensamiento. |
yo, en dicha o pena, |
reparto a los mortales |
con faz serena. |
|
Poder terrible, que en mis antojos |
brota sonrisas o brota enojos; |
poder que abrasa un alma helada, |
si airado vibro flecha acerada. |
|
Doy las dulces sonrisas |
a las hermosas; |
coloro sus mejillas |
de nieve y rosas; |
humedezco sus labios, |
y sus miradas |
hago prometer dichas |
no imaginadas. |
|
Yo hago amable el reposo, |
grato, halagüeño, |
o alejo de los seres |
el dulce sueño, |
todo a mi poderío |
rinde homenaje; |
todo a mi corona |
dan vasallaje. |
|
Soy el amor, rey del mundo, |
niña tirana, |
ámame, y tú la reina |
serás mañana. |
|
|
|
|
|
Yo soy el rayo, la dulce brisa, |
lágrima ardiente, fresca sonrisa, |
flor peregrina, rama tronchada; |
yo soy quien vibra, flecha acerada. |
|
Hay en mi esencia, como en las flores |
mil perfumes, suaves vapores, |
y su fragancia fascinadora, |
trastorna el alma de quien adora. |
|
Yo mis aromas doquier prodigo |
ya el más horrible dolor mitigo, |
y en grato, dulce, tierno delirio |
cambio el más duro, cruel martirio. |
|
¡Ah!, yo encadeno los corazones, |
más son de flores los eslabones. |
Navego por los mares, |
voy por el viento |
alejo los pesares |
del pensamiento. |
yo, en dicha o pena, |
reparto a los mortales |
con faz serena. |
|
Poder terrible, que en mis antojos |
brota sonrisas o brota enojos; |
poder que abrasa un alma helada, |
si airado vibro flecha acerada. |
|
Doy las dulces sonrisas |
a las hermosas; |
coloro sus mejillas |
de nieve y rosas; |
humedezco sus labios, |
y sus miradas |
hago prometer dichas |
no imaginadas. |
|
Yo hago amable el reposo, |
grato, halagüeño, |
o alejo de los seres |
el dulce sueño, |
todo a mi poderío |
rinde homenaje; |
todo a mi corona |
dan vasallaje. |
|
Soy el amor, rey del mundo, |
niña tirana, |
ámame, y tú la reina |
serás mañana. |
|
|
Rima XCI-XCVIII |
|
--Rima XCI -- |
|
¿:No has sentido en la noche, |
cuando reina la sombra |
una voz apagada que canta |
y una inmensa tristeza que llora |
|
¿:No sentiste en tu oído de virgen |
las silentes y trágicas notas |
que mis dedos de muerto arrancaban |
a la lira rota |
|
¿:No sentiste una lágrima mía |
deslizarse en tu boca, |
ni sentiste mi mano de nieve |
estrechar a la tuya de rosa |
|
¿:No viste entre sueños |
por el aire vagar una sombra, |
ni sintieron tus labios un beso |
que estalló misterioso en la alcoba |
|
Pues yo juro por ti, vida mía, |
que te vi entre mis brazos, miedosa; |
que sentí tu aliento de jazmín y nardo |
y tu boca pegada a mi boca. |
|
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|
-- Rima XCII -- |
|
Apoyando mi frente calurosa |
en el frío cristal de la ventana, |
en el silencio de la oscura noche |
de su balcón mis ojos no apartaba. |
|
En medio de la sombra misteriosa |
su vidriera lucía iluminada, |
dejando que mi vista penetrase |
en el puro santuario de su estancia. |
|
Pálido como el mármol el semblante; |
la blonda cabellera destrenzada, |
acariciando sus sedosas ondas, |
sus hombros de alabastro y su garganta, |
mis ojos la veían, y mis ojos |
al verla tan hermosa, se turbaban. |
|
Mirábase al espejo; dulcemente |
sonreía a su bella imagen lánguida, |
y sus mudas lisonjas al espejo |
con un beso dulcísimo pagaba. |
|
Mas la luz se apagó; la visión pura |
desvanecióse como sombra vana, |
y dormido quedé, dándome celos |
el cristal que su boca acariciara. |
|
|
|
-- Rima XCIII -- |
|
Si copia tu frente |
del río cercano la pura corriente |
y miras tu rostro del amor encendido, |
soy yo, que me escondo |
del agua en el fondo |
y, loco de amores, a amar te convido; |
soy yo, que, en tu pecho buscada morada, |
envío a tus ojos mi ardiente mirada, |
mi blanca divina. |
y el fuego que siento la faz te ilumina. |
|
Si en medio del valle |
en tardo se trueca tu amor animado, |
vacila tu planta, se pliega tu talle. |
soy yo, dueño amado, |
que, en no vistos lazos |
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos; |
soy yo quien te teje la alfombra florida |
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida; |
soy yo, que te sigo |
en alas del viento soñando contigo. |
|
Si estando en tu lecho |
escuchas acaso celeste armonía |
que llena de goces tu cándido pecho, |
soy yo, vida mía. ; |
soy yo, que levanto |
al cielo tranquilo mi férvido canto; |
soy yo, que, los aires cruzando ligero |
por un ignorado, movible sendero, |
ansioso de calma, |
sediento de amores, penetro en tu alma. |
|
|
|
-- Rima XCIV -- |
|
¡Quién fuera luna, |
quién fuera brisa, |
quién fuera sol! |
. . . . . . . . |
¡Quién del crepúsculo |
fuera la hora, |
quién el instante |
de tu oración! |
¡Quién fuera parte |
de la plegaria |
que solitaria |
mandas a Dios! |
|
¡Quién fuera luna |
quién fuera brisa, |
quién fuera sol!. |
|
|
|
-- Rima XCV -- |
|
Yo me acogí, como perdido nauta, |
a una mujer, para pedirle amor, |
y fue su amor cansancio a mis sentidos, |
hielo a mi corazón. |
|
Y quedé, de mi vida en la carrera, |
que un mundo de esperanza ayer pobló, |
como queda un viandante en el desierto: |
¡A solas con Dios! |
|
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|
-- Rima XCVI -- |
|
Para encontrar tu rostro
miraba al cielo |
que no es bien que tu imagen |
se halle en el suelo; |
si de allí vino, |
él buscaba su origen |
no es desvarío. |
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|
|
-- Rima XCVII -- |
|
Esas quejas del piano |
a intervalos desprendidas, |
sirenas adormecidas |
que evoca tu blanca mano, |
no esparcen al aire en vano |
el melancólico son; |
pues de la oculta mansión |
en que mi pasión se esconde, |
a cada nota responde |
un eco del corazón. |
|
|
|
-- Rima XCVIII -- |
|
Nave que surca los mares, |
y que empuja el vendaval, |
y que acaricia la espuma, |
de los hombres es la vida; |
su puerto, la eternidad. |
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