Antonio
Mira de Amescua El caballero sin nombre |
Personas que hablan en ella:
ACTO
PRIMERO
Salen don GONZALO y don SANCHO, riñendo sin echar mano SANCHO: ¿:No soy tu hermano mayor, villano? GONZALO: Ni soy villano, don Sancho, ni soy menor sino sólo en ser tu hermano, pues es mi razón mayor. Sola la honra es nuestra madre y tú quieres que te cuadre el ser caballero honrado. El valor nos ha engendrado. El valor es nuestro padre. Y así preferirme quiero que cuanto el valor a ti; pues, aunque eres caballero, de la honra y valor nací con ser el valor primero. Dos veces hemos nacido. Dos madres nos han parido: doña Elvira es la primera y la honra es la postrera. Ilustres las dos han sido. Mas, desengañarte quiero; que si naciste en el mundo fue, aunque noble y caballero, de la segunda el segundo, de la primera el primero. Y así trátame mejor, don Sancho, que si menor de la primer madre fui, de la segunda nací primero. Soy el mayor. SANCHO: Rapaz, hablador sin rienda, ¿:luego estoy por ser primero sin honra, valor ni prenda? GONZALO: No, pero fuiste el postrero aunque primero en hacienda; que no porque me ganaste la mano en nacer llevaste el valor con que me quedo, que yo, Sancho, la honra heredo si tú la hacienda heredaste. Nuestro padre es noble y rico y de su hacienda y valor dos mayorazgos publico: de la honra es el mayor, y de la hacienda el más chico. De éstos el uno heredas, concediéndote que puedas escoger por ser mayor. Luego yo heredo el valor pues con la hacienda te quedas. SANCHO: Di, bachiller atrevido, antes que tú, ¿:no he salido? ¿:No has de comer por mi mano? GONZALO: Trátame como a tu hermano. SANCHO: No lo eres, desconocido. GONZALO: ¡Vive Dios, si me provocas! ¡Si hablas, don Sancho, en mi mengua! Mas esas palabras locas haré arrancando tu lengua... ¡Te abra esta espada mil bocas! SANCHO: Espera, hablador grosero. Castigaráte mi acero. GONZALO: Si no te mata mi mano. SANCHO: No me tengo por tu hermano. GONZALO: Ni lo estimo ni lo quiero. Sale don RAMIRO, padre de los dos RAMIRO: ¿:Qué es esto? ¿:Qué enojo vano incita vuestro furor, don Gonzalo, con tu hermano? ¿:Contra tu hermano mayor? GONZALO: ¿:He de sufrir que villano me llame? ¡No! Que me fundo aunque la hacienda perdí por salir postrero al mundo, que de tu valor nací tan honrado aunque segundo. Y no es justo que mi hermano, que por cualquier ocasión, [de su nacimiento ufano] con razón y sin razón, me llame infame y villano. SANCHO: ¿:Qué te parece el humillo del rapaz? GONZALO: Trátame bien --que ya no puedo sufrillo-- si no quieres que te de[n] hoy sepultura en Trujillo. RAMIRO: Loco, ¿:a tu hermano mayor...? ¿:No basta que estoy yo aquí? GONZALO: Pues, porque yo sea menor, ¿:soy de menos valor? RAMIRO: Sí, en todo sois inferior. Al mayorazgo, ¿:no es llano que cualquier menor hermano tiene de estarle sujeto y tratarle con respeto? GONZALO: ¡No, padre, no! ¡Qué eso es vano! Lo que al hermano heredero obedecer sólo es no porque nació primero sino por el interés de su hacienda y su dinero. Y como no estimo aqueso, por más rico le confieso no por más noble o mejor porque estimo mi valor más que el tesoro de Creso. La sangre que honra a mi hermano, ésa propia me honra a mí. El valor que gana, gano. Tan noble como él nací. Como él soy Altamirano. Como Altamirano [tiro] al valor por quien suspiro; que es lo que ennoblece a un hombre. Altamirano es mi nombre y, por aquesto, alto miro. Y así el valor me destierra donde con hartas ventajas le ganaré por la guerra [contra los moros alhajas si ya de aquí me destierra]. RAMIRO: Vete, atrevido villano, a la guerra. ¿:Adónde vas, pues, alto? ¡Qué altivo [y] vano! ¡Qué de tu altivez caerás aunque eres Altamirano! En la guerra ese furor, mezclándole con valor, honroso te será allí y no despreciando aquí tu propio hermano mayor. Vete de mi casa, inquieto, [vete a conquistar los moros] pues no quiés vivir sujeto; que el que hereda mis tesoros ha de guardarme respeto. Don Sancho es de mi valor, de mi hacienda el sucesor; y, pues, me ha de suceder, le tienes de obedecer como a tu hermano mayor. O te vede la [encomienda], o con debida humildad pon en tu soberbia enmienda; porque a quien dejo mi hacienda le dejo mi libertad. GONZALO: Honra, padre, tu heredero; que por no ver mi deshonra, partirme a la guerra quiero donde pienso ganar honra por mi brazo y por mi acero. Que aunque dejes tu [riqueza] a don Sancho que es cabeza de tu linaje y estado, yo voy muy bien heredado, pues heredo tu nobleza. Ésta es hacienda estimada y la que en mis armas pinto, pues como tanto me agrada me mejora en tercio y quinto con darme sólo esta espada. Que aunque es yerro en los combates, cuanto tú, don Sancho, trates de tu hacienda y tu regalo, la volverá don Gonzalo oro de dos mil quilates. Goza de tu hacienda y tierra y adiós, riguroso padre, cuyo enojo me destierra; que, pues la honra es mi madre, mi herencia ha de ser la guerra. RAMIRO: Hágate el cielo piadoso en las armas venturoso, en las hazañas un sol, en la lealtad español, en las victorias famoso, y de suerte te aventaje de la honra al dulce vuelo, que el moro a tus pies abaje, y con apellido nuevo fundes un nuevo linaje; que si mi enojo importuno te destierra, sabe Dios que no es por odio ninguno, pero riñendo los dos tengo de perder el uno. Vase [don GONZALO] Así, pues, ninguno os doma. Éste por remedio toma mi amor, Sancho, porque temo que seréis Rómulo y Remo aunque no es mi hacienda Roma. SANCHO: Pierda el amor a la tierra, señor; que sus desvaríos le darán seso si yerra; que otros más soberbios bríos sabe dominar la guerra. Allí le harán humillarse. RAMIRO: En Burgos han de juntarse los que ricoshombres son de Castilla y de León donde parte a coronarse Alfonso el rey, sexto [agora], por ser él el sucesor de don Sancho, al que en Zamora mató Vellido traidor, y por quien Castilla [llora]. Tu hermano va allá, sin duda. Bien es que cual padre acuda a sus cosas, y así quiero proveerle de dinero. Ven, don Sancho, la ira muda en fraterno amor. SANCHO: Tu gusto es el mío. RAMIRO: Ya has tardado en consolar mi disgusto. Ricote, aquese crïado que se parta a Burgos gusto para que busque a tu hermano; que, pues va a ser cortesano, y a ver este riguroso, quiero vaya como hijo y al fin como Altamirano. ¿:Qué te parece? SANCHO: Muy bien. No le fea yo presente, y cuanto tengo le den. RAMIRO: Ricote, pues, diligente le buscará. Sancho, ven. Vanse y gritan dentro como que andan cazando doña BLANCA, SANDO y MENDO, cazadores SANDO: Ataja, Mendo, el jabalí cerdoso primero que le esconda el bosque espeso. MENDO: La red ha roto y huye presuroso hacia ti, Sando. ¡Va, suelta el sabueso! BLANCA: Tira el venablo, Sando valeroso. MENDO: Espada tienes, rompe espalda y hueso; que si hacia mí su suerte le encamina, el pecho le abrirá mi jabalina. Hermosa doña Blanca, hacia ti parte. BLANCA: Morirá si mi brazo no le yerra. SANDO: ¡Oh, bella esposa del famoso Marte, cosióle su venablo con la tierra. Salen todos tres, doña BLANCA con vaquero y daga en la cinta, y SANDO y MENDO, cazadores BLANCA: Pásale el corazón de parte a parte. MENDO: Deja estos cerros; parte a la sierra, casta Dïana, Palas española, pues para el moro vil tú bastas sola. BLANCA: A mi padre Ricardo le presenta, pues por matarle yo, le daré gusto; que mientras su calor la siesta asienta, herida con la luz de sol augusto, en esta sombra dormiré contenta al son de aquesta fuente. SANDO: Todo es justo cuanto pide tu boca soberana. Selva, guarda el sueño a vuestra Dïana. Vanse los dos y queda doña BLANCA BLANCA: ¡Oh, santa soledad, esposa activa del gusto, del descanso y del sosiego, a ti las llaves de mi pecho entrego porque [co]n libertad [en] tu corte viva! Hanme dicho que Amor tus gustos priva, que acierta a ceñir las armas, aunque ciego, que tira flechas de amoroso fuego, y que a quien más resiste, más cautiva. Mientras tuviere ser, tú eres mi dueño. Sirva al Amor quien ama en hora buena; que no he de desobedecer a quien desdeño. Con libertad en esta selva amena libre del fiero Amor gozaré el sueño; porque el amante, aun cuando duerme, pena. Échase. Salen don GONZALO, de camino, y RICOTE, criado RICOTE: Al fin, señor, he venido en tu seguimiento al trote. GONZALO: Agora, amigo Ricote, tu lealtad he conocido. Como enojado dejé a mi padre y a mi gente y me partí de repente, de llamarte me olvidé. Y aunque, cual ves, me partí solo y desapercibido, ninguna cosa he sentido sino caminar sin ti. RICOTE: Vivas mil años, señor, por merced tan señalada; que a fe que no vales nada sin mis enredos y humor, y que me estimes el gusto, pues cuando estás estrecho, mis trazas te dan provecho y mis disparates gusto. Juntos nos hemos crïado desde niños, y me empeño y te reconozco dueño, pues tu pan me ha sustentado. No ha de haber quien nos divida sino la muerte, señor, porque el verdadero amor es un juro de por vida. En fin, con abrazos ciegos tu regalo me encargó y al despedirme me dio una alforja de consejos: que delante la honra lleves, que acrecientes tu valor, y aunque gruña el acreedor que siempre seas el que debes. Y eso a mi cargo lo deja, que no ha de quedar ropero, mercader, sastre o platero que no tenga de ti queja. GONZALO: Ya en tus disparates das. RICOTE: Haré trampas de mil modos, y cuando debas a todos, serás el que deberás. Díjome, al fin, que a tu tierra no vuelvas más a sus ojos si no lleno de despojos y victorias de la guerra. GONZALO: No haré, Ricote; que aspiro a la honra que me asalta. Alta está la fama y alta mi suerte y ventura miro; mas, dejando esto, ¿:no hablaste a mi doña Elvira al partirte? RICOTE: Aqueso quiero decirte: de tal suerte la enojaste por no despedirte de ella, que con notable rigor de tu mal fundado amor e inconstancia se querella. Díjome, que a no ser vano tu amor, en esta ocasión sufrieras la condición por su causa de tu hermano. Mas, pues que así de su tierra te has desterrado, también al Argel de su desdén doña Elvira te destierra, que sirvas al rey Alfonso como valiente soldado, porque su amor te ha cantado como afinado un responso, y en fe de que ya tu trato le enfada y busca otro amor, para olvidarte mejor, te vuelve a dar tu retrato. Vesle aquí. Dale el retrato GONZALO: Amigo leal, gusto en traerle me has dado; que es bien que vaya el traslado donde va el original. Como lo dejé en mi tierra, aunque de vida incapaz, sintió quedarse en la paz partiéndome yo a la guerra. Y aun se debió de correr cuando vio que me ausentaba, y en el poder lo dejaba de tan mudable mujer. Que me olvide y dé la mano no es causa que me acobarde, que lo que habré de hacer tarde más vale hacerlo temprano. Venid, retrato sencillo, libre del amor doblado de una mujer; que aun pintado no quiero estar en Trujillo; que si en las dulces marañas del juvenil gusto y trato fuisteis de mi amor retrato, lo seréis de mis hazañas. RICOTE: Pues, ¿:dónde hemos de parar? GONZALO: Ricote, en Burgos se apresta el rey Alfonso gran fiesta porque se va a coronar en ella su real persona, por sucesor de su hermano que en el cerco zamorano perdió la vida y corona. Allí, según la razón se juntarán brevemente los ricoshombres y gente de Castilla y de León. Al fin, la corte encierra como mapa el mundo largo [y allí pienso buscar cargo] con que partirme a la guerra. No por mi linaje y nombre, que aunque él no merezca amor, el propio esfuerzo y valor es el que ennoblece a un hombre; y tengo esto por tan llano que hasta hacer alguna hazaña famosa, no sabrá España que me llamo Altamirano; porque para que te asombre lo que me ves intentar, desde aquí me has de llamar el Caballero Sin Nombre. RICOTE: Mientras no falta el dinero, no habrá, señor, que te iguale; que lo que el dinero vale eso vale un caballero; mas si la pobreza tosca a tu faltriquera llama, ni tendrá nombre ni fama porque no hay nombre sin mosca. Haz tú como caballero que no te falte el honor; que yo haré trampas, señor, como no falte el dinero. Pero, escúchate, que he visto allí una persona echada. GONZALO: Espera. RICOTE: Tienta la espada. ¡Mujer es, por Jesucristo! GONZALO: ¡Qué hermoso rostro, Ricote! RICOTE: ¿:No escuchan? ¡Qué remilgado que lo dice! ¿:Hate picado del dios machín el virote? GONZALO: No sé. RICOTE: Vestida viene de caza, y hame parecido bien; que por casarte Cupido te ha puesto aquesta añagaza. GONZALO: No hay quien su poder resista. Venga y coja mis despojos. RICOTE: ¿:Qué hiciera abiertos los ojos pues que te vence sin vista? Pero quizá a estar despierta no te hiciera suspender. GONZALO: ¿:Por qué? RICOTE: Porque puede ser esta niña vieja o tuerta. Gritan dentro VOZ 1: ¡Guarda el oso que furioso le derriba al colmenar! VOZ 2: ¡Silvio, acógete al pinar! VOZ 1: [¡Baja al valle!] ¡Guarda el oso! Sale el oso RICOTE: ¿:Oso hay por aquí? ¡Malo! GONZALO: ¿:Qué temes? ¿:Qué hay que te asombre? RICOTE: ¡Una bestia que no es hombre! ¿:Quién no teme, don Gonzalo? Hele aquí, por Dios, no aguardes. GONZALO: Saca la espada, lebrel. Echa mano RICOTE: [........................ -el]. El huír no es de cobardes. Vase GONZALO: Huye, que yo basto y sobro para tan chica conquista; que tengo un sol a la vista con cuya luz valor cobro. Adórola por mi dueño y así quiero castigar a quien pretende inquietar su hermoso descanso y sueño. Solo, tu sueño defiendo, Dafne cazadora y casta, que para mí sólo basta el verlo aunque esté durmiendo. Durmiendo harás que se asombre el oso más temeroso; que mejor rendirá un oso quien durmiendo rinde un hombre. Ya la luz de tu belleza le hace huír y retirar; mas aunque huya, ha de quedar a tus plantas su cabeza. Tras él iré aunque sin mí; aunque de parte es mi muerte que temo que he de perderte en partiéndome de aquí. Mas en este breve rato que de tu vista me alejo despertaréis; que --¡ay!-- os dejo el alma en este retrato,. Él te dirá quién yo soy; que pues el alma te he dado. Yo sólo seré el pintado pues sin alma y vida voy. Vase [GONZALO tras el oso] y déjale el retrato en las faldas, y despierta doña BLANCA BLANCA: Extrañamente he dormido y extraños sueños han sido cuidados a mi cuidado, desvelos a mi sentido. Soñaba que amor airado por burlarme de su fuego, salió verdad y el sosiego durmiendo me había robado y que, con una pintura sin dueño, en el corazón tomaba la posesión su llama y mi desventura. Despertóme el alboroto tocando el alma a rebato; mas, --¡ay!-- que éste es el retrato que el pecho y alma me ha roto. ¿:Cuyo, Amor rapaz, pequeño? No diré en esta ocasión que los sueños sueños son porque este sueño no es sueño. ¡Qué hermoso talle! ¡Qué rostro! ¡Válgame Dios! ¿:Quién dejó para que muriese yo en mi poder este rostro? ¿:Pintóte acaso mi sueño, agradable y dulce tabla? ¿:Quién eres? ¿:Dónde vas? Habla. ¿:Cómo se llama tu dueño? ¿:Dónde está el original de quien eres el traslado? Que quien aquí te ha dejado contigo se hallaba mal, no sin causa, en un desierto. ¿:Quién te trajo o te dejó? Pero, ¿:qué pregunto yo si en un instante me has muerto? Temo en mirarle. Recelo, adoro, quiero, ¡ay de mí! ¿:Quién fue el que te trujo aquí? ¿:Llueve retratos el cielo? Pero si con testimonio de que del cielo caíste, belleza de ángel trujiste pero fuego del demonio. Lástima, Amor, de mí ten. Dime a quién amo siquiera; pues soy la mujer primera que amó sin saber a quién. Salen RICARDO, viejo, MENDO y SANDO, cazadores RICARDO: Del rey Alfonso es hermana. MENDO: ¿:Qué? ¿:No es hija suya? RICARDO: No. Don Fernando la engendró en una hermosa bretaña y el rey, su hermano, me escribe que se la lleve a la corte. SANDO: No habrá quien su gusto acorte si aquesas nuevas recibe. Oye; que despierta está. MENDO: Y de suerte divertida que no vio nuestra venida. RICARDO: El corazón le dirá, para que el gusto reporte, que trocará ya de espacio, el verse allá en el palacio y la caza por la corte. SANDO: No sé qué en la mano mira; que con la vista elevada está, señor, transportada. RICARDO: A esta parte te retira; que entre esta zarza escondido quiero ver qué novedad entristece su beldad y suspende su sentido. [Escóndense] BLANCA: ¿:No estaba durmiendo yo libre del Amor ingrato? Pues, ¿:quién, tirano retrato, en mis faldas te dejó? Mas por quitarme la vida viniste, esto es cosa cierta, y por temerme despierta me acometiste dormida. Mas aunque presa en tus lazos hoy mi libertad rendiste, pues a matarme viniste te tengo de hacer pedazos. Toma una piedra Con aquesta muda piedra hoy a deshacerte acudo, castigaréte por mudo que quien no habla no medra. Pues que en tu vista me abraso, el fuego es bien que así apague, ¡quien tal hace que tal pague! Quiere darle Mas --¡ay!-- que yo lo paso y ese mi enojo y rigor y el brazo y piedra retiro; que sacaré más si tiro: tú la herida y yo el dolor. ¡Has de pagarme tributo! No es bien maltratarte así; que si piedras siembro en ti, de piedras cogeré el fruto. Ya el alma te ha retratado; que eres Campaspe de Apeles. Amor puso los pinceles, el pecho la tabla ha dado. Pues que de paz te recibo, haya paz; que es desconcierto romper un retrato muerto que ya está en el alma vivo. Métele en el pecho. [Salen los tres] RICARDO: Mala caza es ésta, Mendo. No es de Dïana ese trato. ¡Doña Blanca con retrato y extremos de loca haciendo! MENDO: Aquí, Sando, hay algún dolo, ésta es la Dafne crüel; mas por no verse laurel querrá ser dama de Apolo. RICARDO: Ahora bien, decirla quiero de su prosapia el valor porque se resfríe su amor a los principios primero que posesión venga a darle en el alma a donde ha entrado; porque el amor arriesgado no hay fuerzas para arrancarle. Hija, de las sombras echada entre las flores y yerba, cuando la medrosa cierva paciendo está descuidada, ¿:de cuándo acá perezosa? Blanca, ¿:la caza te cansa y a la sombra fresca y mansa duermes segura y ociosa? Huye del sitio florido pues tu ejercicio es mejor; que debajo de la flor está el áspid escondido. Mas si te hubiese picado alguno, el pecho dormida, cuya ponzoñosa herida te hubiese así transformado, el pecho te he de mirar. Enseña; que la experiencia de ensalmos me ha dado ciencia con que te pueda curar. BLANCA: Pues, ¿:por descansar un rato está la caza ofendida? RICARDO: Sí, que ya he visto la herida, doña Blanca, y el retrato. Sácale el retrato del pecho No en balde a dormir te trajo a la sombra, campo y flor, que es amigo de ocio Amor y enemigo del trabajo. Un retrato te embaraza el alma y la voluntad. ¿:La caza no es castidad? Di, ¿:por qué dejas la caza? Mas, pues al Amor ingrato, hija, tan rendida estás, Venus en Chipre serás y Adonis en el retrato. Deja esa vana afición y si el amor te acongoja, ¡arroja el retrato, arroja! Haz cuenta que es Acteón y que castigas los yerros de su amor loco y protervo; porque convertido en ciervo le despedacen tus perros. ¿:Qué es de su original de aquese retrato? Dí. BLANCA: No temas, señor, que aquí después que un sueño mortal me tuvo afligida un rato, lo hallé en mi regazo solo. No juzguéis que en mí haya dolo, ni que el dueño del retrato le conozco ni he deshecho la deshonra que tú me has dado. RICARDO: Retrato tan bien guardado que le escondas en el pecho, [................. -ego]. ¡No, Blanca, no puede ser! ¿:Cómo no te ha de encender si traes en el pecho fuego? Si en él tu fe no idolatra, arrójale en testimonio de aunque él sea Marco Antonio, tú no quieras ser Cleopatra. En la bella Ingalaterra, la Gran Bretaña primero cuyas antiguas hazañas viven a pesar del tiempo, tuvo tu abuelo infelice patria, honra, hacienda, esfuerzo; mas faltóle la ventura sin la cual es todo viento. Su antigua estirpe y linaje fue del ilustre Roberto, capitán del [rey] Artús, rey de Bretaña supremo. El gran Jacobo de Escocia dio a Mengarda en casamiento, hermana suya tan bella que fue Adonis y Venus. Rico, pues, tu abuelo ilustre con tal esposa y contento gozaba su alegre estado a quien duró poco tiempo. Fue, pues, el caso que el rey de Ingalaterra, Guillermo, se enamoró de Mengarda, y buscando a su amor medios, servíala, ya con promesas, ya con presentes, con ruegos, con amenazas, con cartas, con mensajes, con terceros; mas saliendo todo en vano y arreciando más el fuego, hizo fácil su imposible que no hay imposible a un cetro. Fue así que envió a llamar, a media noche, fingiendo que para grandes negocios le importaba su consejo. Vino descuidado y solo. Metióle en el aposento donde a la reina su esposa dejó segura, durmiendo. Estaba oscura la sala por orden del rey, diciendo que importaba que guardase sin luz aquel aposento. [Quedó] ignorando que allí la reina durmiese, y cierto que el rey allí le dejaba para algún caso de peso. Oyó a deshora que el rey, con alboroto y estruendo, "Matad al traidor," decía, "que mancha mi honor y cetro." Aquel adúltero crüel cuyo hollar, con paso presto, a la luz, voces y grita salió desnudo el acero. Y apenas los de la guarda de aquesta suerte le vieron cuando... BLANCA: ¿:Matáronle? RICARDO: Al punto. Quedó allí pedazos hecho. Prendió a la reina inocente el rey. BLANCA: ¡Lastimoso exceso! RICARDO: Y sin admitir descargos, lágrimas, conjuros, ruegos, él mismo le dio garrote siendo cordel el cabello. De tan grande desventura murió al fin. BLANCA: ¡Tirano fiero! RICARDO: Este golpe de Fortuna, aunque de tropel vinieron, no pudieron derribar de Mengarda el casto pecho. Viendo que del rey lascivo los infames pensamientos tiraban a su deshonra, menospreció el casamiento que Guillermo le ofrecía con la corona y el cetro. Huyendo se vino a España cual la viuda de Siqueo. Vino tu abuela preñada de tu madre y parió luego que a España llegó un retrato de un ángel hermoso y bello. Dióle por nombre Garciunda después que el bautismo excelso le dio la gracia excelente del primero sacramento. Fuése a los pies de Bermudo, el rey de León, pequeño en estado aunque en valor tan grande que llegó al cielo. Contóle su historia triste y sus trabajos sintiendo, le hizo merced de estos valles y señora de estos cerros. Quedó tu madre Garciunda en mi tutela y gobierno, y criéla aunque serrano, doña Blanca, como viejo. Su ejercicio era la caza diversas veces midiendo los montes que el Betis ciñe con las flechas de los ciervos. Encontróla el rey perdida, que habiendo un venado muerto, las perlas de su sudor depositaba en un lienzo. Dióle cuenta de su amor con los ojos lenguas hechos, que son las puertas del alma y plumas del pensamiento. Supe que era el rey y supo lo que era amor, pero luego que su gentileza vio, su libertad rindió al cuello. Los robles fueron testigos de sus amorosos yerros; aunque yerros por amores, y con un rey pesan menos. Dióme aparte larga cuenta de su amoroso suceso, y encargóme su regalo mil mercedes prometiendo. Fuése. Al fin llegó del parto el tanto temido tiempo, y cuando saliste al mundo, salió de él tu madre al cielo. Murió de parto y dejóme de llanto y tristeza lleno el cargo de tu crïanza, y de tu hacienda el gobierno. Avisé al rey de su muerte, al cual hallé tan enfermo que ya en el último trance daba a sus hijos sus reinos. [A] Alfonso, rey de Aragón, apartándole en secreto, tu crïanza le encargó debajo de juramento; mas no pudo el rey Alfonso cumplir con su mandamiento por estorbarlo don Sancho, rey de Castilla soberbio. Sucedió, pues, que a don Sancho en el zamorano cerco dio muerte Vellido Dolfos, y no habiendo otro heredero volvióse Alfonso a Castilla. Y agora en Burgos ha hecho que se junten cortes reales de todo su estado y reino. Acordóse que su padre le encomendó que tu aumento y tu honra procurase, y envïándome este pliego me manda llevarte a Burgos a donde sus caballeros y grandes se juntan todos y querrá con uno de ellos, el más famoso, casarte; éste es, Blanca, tu suceso. Por madre vienes de reyes, tu padre fue rey supremo, mira pues si es justa cosa que el valor que heredas de ellos te le manche ese retrato. Levanta los pensamientos hasta Burgos, doña Blanca, que allí te guardan los cielos un esposo cuyos ojos hagan tu renombre eterno. BLANCA: Extraña historia me tenías guardada, Ricardo amigo, a quien por padre tuve, y extrañamente me has dejado alegre aunque en parte me has dejado triste, con la tragedia que Fortuna hizo con mis abuelos y de mi muerta madre. ¿:Al fin que soy del magno Fernando hija? RICARDO: Y del famoso Alfonso eres hermana. BLANCA: (Adiós, árboles, selvas, bosques, ríos, Aparte arroyos, prados, cerros, valles, montes; adiós, caza querida, que me fuerzan a que vuestra quietud y gusto trueque por el desasosiego de la corte; adiós, retrato, que si aquí te dejo es por cumplir con tus perseguidores, y porque llevo el vivo acá en el alma. Del alta rama de este roble duro quiero colgarte no por la dureza que en mí has hallado, pues de cera he sido, sino para que quedes por trofeo de mi primero amor y porque digas a su original y luz si la tienes que a Burgos parte quien con él se queda). RICARDO: ¿:Qué haces, doña Blanca? BLANCA: Doy, Ricardo, satisfacción a tus paternas quejas, y a mi extendida libertad venganza, y a esta imagen ejemplar castigo. RICARDO: Eres Fénix en discreción como en belleza. Vamos, y prevendremos el camino para Burgos que si serrana has sido ya de hoy más serás hija cortesana. BLANCA: Vamos. (¡Ay, bella imagen de mi vida, Aparte siendo tu dueño el rey de mi esperanza, en la corte de Amor me verá alegre, y aquesta soledad mi corte fuera si a tu vista pagara mi alma parte porque a donde está el rey está la corte. Vanse y sale con GONZALO con la cabeza del oso GONZALO: Aunque corté la cabeza de este animal atrevido, una hora ha que ando perdido por esta inculta maleza. Salud de aquella belleza, corte de mi pensamiento, era el sol de mi contento que durmiendo me alumbró. ¿:qué mucho si el sol faltó que como ciego ando a tiento? Pero, ¿:cúya es esta sombra? ¿:No sirvió a mi bien de cama? Su pabellón fue esta rama y esta yerba fue su alfombra. Pues quien mi esperanza asombra ¿:adónde fue? ¿:Quién me ha hurtado el tesoro que había hallado? ¿:Durmiendo no quedó aquí? Mas yo he sido el que dormí y el tesoro fue el soñado. Árboles, que de mi esperanza, mi bien durmiendo quedó. ¿:Dónde está quién os le hurtó? ¿:Qué es de vuestra confïanza? Partióse; mas la venganza... ¡Qué os despedaza y despoja! Con justa razón se enoja; pues bien pudiérades ser Argos hoy de una mujer poniendo un ojo [en] cada hoja. Pues la perdisteis de vista, a desnudaros acudo, Derriba con la espada las ramas que quien me dejó desnudo no es bien que de hojas se vista. No hay roble que me resista cuando de vengarme trato; pero --¡cielos!-- ¿:Mi retrato no es éste? ¿:Quién le colgó de este roble? ¿:En qué pecó para darle tan mal trato? Venid acá, mi traslado, ¿:por qué delito o malicia os ahorca la justicia? ¿:En qué hurto os han hallado? Pero de haberos dejado aquí, juzgó el juez ingrato, sin duda por desacato, pues a tal rigor le obliga quien la estatua me castiga ahorcándome el retrato. Harto caro os ha costado mi amorosa pretensión; pues estáis como Absalón de los cabellos colgado. Nació para el desdichado la horca, dice el refrán. Como a tal, colgado os han. Privar como Amán quisisteis, la ambición de Abnor tuvisteis, y el castigo como Amán. Descuelga el retrato y guárdalo en el pecho. Sale RICOTE con la espada desnuda, dando voces RICOTE: ¡Muera el oso, aparte, muera! ¡Afuera, que estoy furioso! GONZALO: ¡Borracho! ¿:Qué fiera u oso? RICOTE: El que te acometió era. [Yo quiero matarle agora]. ¡Muera! Y vámonos, que es tarde. GONZALO: Pues, baste huyendo, cobarde. Yo, ha que le maté una hora. ¿:Y agora sales con eso? RICOTE: ¿:Murió ya? GONZALO: Ya le maté. RICOTE: La cólera me dejé en Trujillo. GONZALO: Y aun el seso. RICOTE: Por esa ocasión huí hasta volverla a cobrar. Cobréla y vengo a matar agora el oso. Mas, dí, ¿:qué es de la ninfa dormida? GONZALO: ¡Ay, Ricote amigo, huyó! RICOTE: ¿:Y no sabes dónde? GONZALO: No, aunque la sig[o. Descuida]. RICOTE: Este monte está encantado. Vamos a Burgos, señor. Id a ver. Deja el amor; que eres en él desdichado. Las armas dan calidad; mas el amor honra poco. ¡Alto, a la guerra! GONZALO: Eres loco, y así dices la verdad. Vamos, que astuto te llamo, pues del amoroso golfo me sacas cual otro Astolfo; mas, ¿:cómo saldré si amo sin poder saber quién es? ¿:Quién durmiendo me ha vencido? RICOTE: En aqueste monte ha sido el conde Martín Velés. ACTO
SEGUNDO
Salen el REY don Alfonso y don DIEGO Ordóñez DIEGO: Desterraste al Cid, señor, y todos por varios modos, maldiciendo tu furor, se van con él. REY: ¡Vayan todos! Que solo quedo mejor. Dejadlos; que su arrogancia y mi enojo les destierra, que no será de importancia. Haciendo a los moros guerra hallan en ella ganancia. Allí pueden dar señal de su inquieto natural con belicosos efetos; que entre vasallos inquïetos peligra el respeto real, y cuando nadie quedara sino vos, bastante es don Diego Ordóñez de Lara para un rey. DIEGO: Beso tus pies. REY: Vuestra nobleza es bien clara. Sale don GONZALO acuchillándose con el CAPITÁN de la guarda y otros GONZALO: No hacéis, cobardes, si es cierto que vengando vuestra mengua tenéis manos como lengua. CAPITÁN: ¡Válgame Dios, que me ha muerto! Cae muerto a los pies del REY GONZALO: Vos érades el valiente. Sí, mas sólo en la apariencia. REY: ¿:Espada en mi presencia? ¡Aquí de mi guarda, gente! ¡El capitán de la guarda muerto delante de mí! ¡Ah, de mi guarda, acudí! ¿:Qué temor os acobarda? ¡Prended aquese traidor! GUARDA 1: Rinde las armas. GONZALO: ¿:A quién? GUARDA 2: A nosotros. GONZALO: ¡Harto bien! Llegad si os deja el temor. Sólo reconoce al rey el filo de esta cuchilla; que es quien mi servicio humilla como la coyunda el buey. A sólo el rey la he de dar; quitaos viles lisonjeros; que quien arma caballeros bien los puede desarmar. A esos reales pies la arrojo. Castiga mi honrada furia si el dar venganza a mi injuria te causa, señor, enojo. REY: ¿:Quién eres? GONZALO: No más de un hombre que, saliendo de su tierra, vino a servir a la guerra. REY: ¿:Cuál es tu nombre? GONZALO: El Sin Nombre. REY: ¿:Y el nombre propio? GONZALO: No intento decirlo, con tu licencia, que si quiere tu inclemencia castigar mi atrevimiento, y porque maté ese hombre manda hacerme algún ultraje, por no afrentar mi linaje no quiero decir mi nombre. REY: ¿:Por qué, siendo prohibido, a aqueste lugar entraste y a mi capitán mataste aquí? GONZALO: Por descomedido. Quiso intentar mi deshonra, pero nadie la intentó sin pagar como él pagó; que aunque sin nombre, tengo honra. REY: ¿:En qué te quiso agraviar? GONZALO: En que pidiendo licencia para entrar en tu presencia y tus reales pies besar no sólo me la negó sino que viendo la instancia que tuve, con arrogancia la mano para mí alzó. Darme intentó un bofetón mas di al intento importuno tal pago que fue todo uno el morir y su intención. REY: Y tú también morirás y tu loco atrevimiento será en mi corte escarmiento con que teman los demás. Lastímome de tu suerte que te he cobrado afición, pero no hallo razón con que librarte de muerte. No en vano fue establecida la ley, pues es caso llano que al que en palacio echa mano pierda por ella la vida. Y no sólo mano echaste sino en presencia del rey, menospreciando la ley, a su capitán mataste. Y agrava más el delito el ser hecho en ocasión que de mi coronación se alegra aqueste distrito; que temo, y con fundamento, pues que con sangre has manchado la corona que me han dado, mi fin ha de ser sangriento. Con todo aqueso, no sé lo que miro en tu persona que me vence y aficiona. Lástima te tengo a fe. Librarte el alma codicia pero siéntome acusar que cuando empiezo a reinar no empiezo a guardar justicia. Darte castigo es mejor; muere, amigo, y ten paciencia, que a veces es la clemencia más dañosa que el rigor. Pero por no aguar la fiesta no quiero que mueras hoy. Prendedle. GONZALO: La vida doy por la honra que me cuesta. REY: Llevad a aquese difunto cuya funesta memoria el descontento y la gloria del reinar ha puesto junto. [Llévanle preso a GONZALO]. Llevan el cuerpo del difunto y sale un PAJE y luego un MORO PAJE: Un moro quiere, gran señor, hablarte de parte de Jarife, rey de Mérida. REY: Déjale entrar. MORO: Alá guarde tu vida, aquésta me mandó dar en tu mano el rey de Badajoz, Baabdalí. REY: Muestra. Sale RICOTE RICOTE: (Entre la trulla que conduce el moro Aparte yo vengo; que me han dicho que mi dueño está en palacio condenado a muerte. De él pienso he de sacar alguna traza con que librarle de esta desventura). REY: Mirad, don Diego, lo que el rey me escribe. Lee DIEGO: "Hazén Jarife Baabdalí, rey de Mérida y Badajoz, a Alfonso, de este nombre rey de Castilla y de León: Sabed, pues, famoso rey, después de darte el parabién de los reinos que tan justamente heredas y mereces, y ofrecerme con perpetuas paces por tu amigo, te suplico no permitas dar amparo en tus reinos al Infante Suleimán, mi hijo; que queriéndole imposibilitar de la sucesión de mis estados, por ser el menor de tres que tengo, me ha intentado dar la muerte con una conjuración, que Alá ha descubierto, y con haber castigado los cómplices, sino es en él, que es la cabeza por haberse ido, a lo que me dicen, a favorecer- se de ti. Entrégamele preso y pagaréte tributo cada año y si no, desde aquí te publico la guerra y prometo de ir antes de un mes a cercar a Trujillo, que parte raya con mis reinos. Creo no despreciarás el tenerme por tributario. Alá guarde tu vida. De Badajoz a de junio del año [ ... ] según cuenta de los alarbes de y según la vuestra de los cristianos de [....]. Hazén Jarife Baabdalí REY: Dile a tu rey que estimo como es justo la amistad y tributo que me ofrece, que siento como propios sus trabajos, y que si viene Suleimán, su hijo a ampararse de mí, haré que mire lo que a su padre y [su] señor [se] debe, negándole el socorro, gente y armas que teme le han de despojar el reino; mas que prenderle y entregarle luego a su rigor y cólera no es justo lo haga un rey en cuyo amparo pone un príncipe su vida. Que yo espero sosegarle de suerte que le pida el debido perdón de su delito, y que pienso en la guerra que amenaza vencer escuadras y banderas moras. Aquesto le dirás por mi respuesta. MORO: Harélo así. Mahoma sea en tu guarda. RICOTE: (Este moro ha de ser motivo y causa Aparte de que mi industria libre a don Gonzalo). Sale RICARDO, de camino RICARDO: Da los pies, gran señor, a tu crïado, ayo de doña Blanca, hermana tuya, que como mandas vine yo a servirte y a traerte la infanta que entre peñas me tuvo por su padre tiempos muchos. REY: ¡Oh, mi Ricardo, alzad pues! Y mi hermana, ¿:dónde queda? RICARDO: Media legua sola, que quisiera volar con sus deseos a darte el parabién del nuevo reino. REY: Alto, pues, castellanos y leoneses. Salid a recibir a doña Blanca; salidla a recibir; que desde el muro de mi alcázar veré su hermosa entrada, y tendré por agüero felicísimo su venida si estaba temorosa por ver a mis pies muerto el de mi guarda. DIEGO: Vamos. RICARDO: Vamos [todos, que ella nos aguarda]. Vanse todos menos RICOTE RICOTE: Bravas quimeras tengo imaginadas después que aqueste moro a Burgos vino. Yo libraré a mi amo de la cárcel. Váyase el moro agora, que me importa. A consolar quiero ir a don Gonzalo; que tendrá ya tragada la escalera; mas yo le libraré. Que yo sé el modo; que soy Ulises griego y no Ricote. Vase. Sale don GONZALO, preso GONZALO: ¿:Qué importa que la bala disparada sobrepuje a las nubes con su vuelo si, al caer[se] con más golpe en el suelo, la he de postrar su indignación pesada? ¿:Qué importa que la nave ya engolfada en la borrasca con mortal recelo amaine, arroje al mar y pida al cielo, si al fin está a las olas condenada? ¿:Qué importa, pues, que mi ánimo engañado me prometa el valor en que me fundo, si al fin me ha puesto en este triste estado? ¿:Qué importa que por honra salga al mundo si todo le persigue al desdichado y yo soy en desdichas sin segundo? Sale RICOTE RICOTE: ¡Muy buen lance hemos [dado] en salir de nuestra tierra! ¡Bien podemos por la guerra fundar linaje y estado! Aquí estás, gracias a Cristo. En esto había de parar. Tus colores y el lugar donde has de morir he visto. En medio la plaza llana te tienen la horca puesta, y el rey sólo por su fiesta te da vida hasta mañana. ¡Muy bien te ha honrado Castilla! ¡Muy bien has vencido al moro! Ya, señor, tu muerte lloro. ¿:No escuchas la campanilla? Pues, no es aquella voz vana que dice, porque te asombre, "Den, por Dios, para un hombre que han de ajusticiar mañana." ¿:Qué hemos de hacer, don Gonzalo? GONZALO: Sufrir la muerte. No llores. RICOTE: Sin bubas tendrás sudores. Mañana tomas el palo. Estabas de seso falto cuando mataste aquel hombre. ¿:Altamirano es tu nombre? Mañana te pondrán alto. GONZALO: No en vano, Ricote amigo, cual ves, mi nombre encubrí, pues, muerto, mi nombre aquí no tendrá ningún testigo. Ni podrá el tiempo tirano, ya que con muerte me infama, afrentar jamás la fama ni el nombre de Altamirano. Sólo afrenta el hado un hombre que gusta de padecer esta muerte por tener por nombre el que está Sin Nombre. Venga el verdugo y cuchillo que en defensa de un agravio doy mi enojo por muy sabio. Vete, Ricote, a Trujillo, y di que aunque de mi tierra saliste para buscarme que ha sido imposible hallarme que me habré muerto en la guerra. Mas, pues que te has de ir intento, porque en algo me despenes, heredes mis pocos bienes; breve será el testamento. Esta cadena te doy y en cada eslabón quisiera que un sol engastado fuera. Desterrado y preso estoy. Mal con prisiones y pena te pago, yo lo confieso; mas, ¿:qué puede dar un preso sino grillo y cadena? No ha querido el cielo ingrato darme más que darte pueda. Sólo el retrato me queda. Toma también mi retrato porque persuadido estoy de que el verle en mi poder señal que le pueda ser jamás de saber quién soy. Toma, que en él hallarás de desdichas un abismo; que pues me doy a mí mismo no tengo que darte más. Mas, déjale, que aun pintado debo ser al mundo odioso y nunca serás dichoso si vas con un desdichado. Sácale fuera de aquí y rásgale, que me fundo en que no quede en el mundo memoria alguna de mí. Dame un abrazo y adiós. RICOTE: ¿:Adiós dices de esa suerte? ¿:Luego ha de poder la muerte dividirnos a los dos? No tiene vida Ricote pues la vida te dará, ¡vive Dios!, o perderá la lengua por el cogote. Guarda allá tus eslabones, que aunque tu largueza alabo, sin cadena soy tu esclavo, mi amor sirve de prisiones. ¿:Yo dejarte por Trujillo? ¿:Eso habías de pensar? Piensa que te he de librar y toma tu cabestrillo; que a la lealtad que te muestro tiene el oro por [nuestra], que de mí doy grande muestra pues desprecio este cabestro, que sólo aqueste traslado por verte siempre recibo, pues basta estar preso vivo sin que estés preso pintado, y esa cara macilenta, sin miedo, al cielo levanta. GONZALO: La muerte no es quien me espanta. RICOTE: Pues, ¿:quién te espanta? GONZALO: La afrenta. RICOTE: Pues, ésa no te alborote; que con la vida te [brindo]. GONZALO: ¿:Qué? ¿:Has de librarme? RICOTE: ¡Qué lindo! Mal conoces a Ricote. Vanse. Salen el REY don Alfonso y doña BLANCA, de camino, don DIEGO, RICARDO y otros REY: Dos fiestas hacen cumplidas el reino en esta ocasión; que son, hermana querida, mi alegre coronación y vuestra alegre venida. Y con ser aquesto así, no sé, doña Blanca, aquí cuál es mayor de los dos; del veros venir a vos o el ver coronarme a mí. Pero mayor gusto siento en vuestra vista, pues ella hace cierto el pensamiento que sois, doña Blanca bella, el blanco de mi contento. BLANCA: Llenan la vista y caudal de su valor liberal los reyes como tu alteza el día que en su cabeza ponen corona real. Hoy quisiste coronarte y así no es mucho que heredes la largueza que ha de honrarte y que en día de mercedes me quepa tan grande parte. El de la mano horadada te llaman porque rasgada de hacer mercedes quedó, pero en ser tu hermana yo quedó la mejor librada. Esto me sobra, señor, no quieras con mano franca hacerme tanto favor, que soy Blanca y una blanca es de pequeño valor. REY: Sois hija del rey Fernando mi padre y señor, y cuando más de aquesto no os sublime, es razón de que os estime quien os estaba esperando. Fuera que vuestra persona por mí mismo, en confïanza, y de tal suerte os abona, que valéis aunque sois Blanca más que toda mi corona. Mi padre, cuando murió, vuestra honra me encargó, y así casándoos colijo dar muestras que buen hijo [de nuestro padre soy yo.] Id, hermana, a descansar; que pues dentro en mi palacio os [he] hecho aposentar; vuestros negocios de espacio podremos comunicar. BLANCA: Beso tus pies. Vase DIEGO: (¡Quién bastara Aparte a contentar mi ventura si su nombre sangre honr[ara], gozando aquesta hermosura, don Diego Ordóñez de Lara!) REY: Pues, don Diego, ¿:qué os parece de mi hermana? DIEGO: Que merece, --¡Qué sublime!-- vuestra alteza la discreción y belleza que en su valor resplandece. Hoy la octava maravilla en doña Blanca se encierra. REY: Aunque veis que así se humilla sangre real de Inglaterra junto con la de Castilla, por parte de madre es mujer del reino inglés. DIEGO: Cuando nada de eso fuera, por ser tu hermana pudiera ser de inmortal interés. Y cuando eso no bastara, tú ni tu ilustre ventura, está cierto que [acertara] solamente su hermosura a que el mundo la adorara. REY: ¡Extraño encarecimiento! ¿:Queréisla bien? DIEGO: A pensar que no fuera atrevimiento el poner en tal lugar mi atrevido pensamiento, no sé si Amor y su asalto viéndome de esfuerzo falto me sujetara a su ley, pero es hermana del rey y no oso subir tan alto. REY: Pues, don Diego, de mi mano os quiero honrar. Doña Blanca es vuestra. DIEGO: Por lo que gano hoy de aquesa mano franca, te quiero besar la mano. REY: Mi cuñado habéis de ser; que vuestro mucho valor no se puede engrandecer menos que con tal favor y con tan noble mujer. DIEGO: Beso tus pies. REY: Será igual este casamiento honroso, pues hoy da mi mano real a mi hermana noble esposo y a vos mujer principal. Sale una MUJER, cubierta de luto. Híncase de rodillas a los pies del REY MUJER: A tus pies, rey poderoso, como al más seguro puerto me acojo, porque es forzoso te acuerdes de que fue muerto a estos propios pies mi esposo. Tu capitán perdió aquí la vida, y yo el bien perdí a tus pies, y el atrevido aquí a tus pies han tenido a mí y a tu corte así. Cortó el hilo mi esperanza, y en uno cortó dos cuellos. Justicia a tus pies se alcanza y no me quitaré de ellos hasta que me des venganza. REY: ¿:Qué es lo que me pides pues? MUJER: Que la muerte, señor, des a quien mi esposo mató o muriendo con él yo será el sepulcro tus pies. REY: Si por tu ruego importuno, a tu esposo diera Dios la vida, fuera oportuno matarle. No mueran dos. Basta que ya es muerto el uno. Perdónale y de mi mano un esposo cortesano te daré con quien olvides la memoria del que pides venganza, mujer. MUJER: Es en vano. REY: ¿:No le quieres perdonar? MUJER: Mi lealtad es de tal ley que no es para sobornar. O haz justicia o no seas rey pues no mereces reinar. Tú quieres que el vulgo note tu piadosa remisión y por puntos se alborote. REY: ¡Hola, dadle en la prisión al homicida un garrote! MUJER: ¡Vivas mil años. Vase REY: La guerra más peligrosa que encierra en sus naciones el orbe, el mar que las naves sorbe, los temblores de la tierra, de un rayo la furia airada, el basilisco que mira o la víbora pisada no se iguala con la ira de una mujer agraviada. Sale RICOTE, lacayo RICOTE: ¿:Helo de decir afuera? Basta ya el disimular; que no es bien que por callar así el hijo de un rey muera. Mahoma, rey, sea contigo. DIEGO: ¿:Qué loco es éste? RICOTE: ¿:Yo, loco? Váyase muy poco a poco que yo sé lo que me digo. Yo soy moro de nación. Por tal desde hoy, rey, me ten, y aquel mancebo también que tienes en la prisión. Basta decir, que del rey su padre huyéndose vino por no sé qué desatino que quiso hacer en su ley. Se fingió y mudando el traje de moro, quiso, señor, valerse de tu favor y teniendo por ultraje que tu capitán quisiese impedirle así el entrar a hablarte y negociar antes que el moro viniese, [el] que su padre envïó, tan colérico le vi, que sin advertir que aquí estabas, muerte le dio. Pues, temiendo el furor de tu cólera y creyendo que ser tu ley mansa viendo que le entregáis al rigor de su padre, que es un hombre notablemente crüel, por librarse, señor, de él te negó su patria y nombre. Y que ampararse de ti y servirte pretendió; él es Suleimán y yo su moro Zaquizamí. No pretendas que le maten. REY: Suspenso oyéndote estoy; casi crédito te doy. ¡Hola, su muerte dilaten hasta que se sepa cierto lo que aquéste me ha contado. Muestras das de fiel crïado por si el príncipe no es muerto. Mucho estimo tu lealtad. Para moro mucho vales. RICOTE: Somos los moros leales. (¡Mamóla su majestad!) Aparte REY: Será Suleimán mi amigo. Del rey su padre el furor di que no le dé temor. Vanse RICOTE: ¡Mahoma vaya contigo! No hay quién mis trazas reporte cuando las he menester. ¡Por Dios, que he de revolver de esta vez toda la corte! Vase y sale doña BLANCA BLANCA: Si cuando dejé el bosque no dejara en él la libertad que estimo y quiero, y de la rama de un roble grosero con un retrato el alma do colgara, no pongo duda yo que me agradara la corte, el rey, el noble, el caballero; que en el palacio rico y lisonjero la caza y primer vida sepultara. Mas, --¡ay!-- que aquel retrato me ha robado cuanto gusto tenía y dame enojos, sin él, la corte, el rey y su estado. Atéla a un roble duro por despojos; mas, ¿:qué me sirvïó dejarle atado si está dentro las niñas de mis ojos? Sale RICOTE RICOTE: Sabe Dios, a lo que entiendo, que la forastera dama a quien hermana el rey llama es la que hallamos durmiendo. Extrañas quimeras trato si esto es verdad, pero aquí está sola. Es ella, sí, que ahorcado dejó el retrato. Y fue sin duda señal que quien colgaba el traslado supo estaba sentenciado [a] ahorcar el original. Échale Quiérole echar en el suelo y esconderé[me] después, y cuando pase a sus pies, que le vuelva [a] hallar recelo. De verle así de repente declarará en breve rato si ama al dueño del retrato o no. Traza es excelente. BLANCA: Extrañas melancolías me ha causado el ver la corte para que el contento acorte. Decid, locas fantasías, ¿:qué esperanza es la que entabla el amor que conserváis? Mis pensamientos, ¿:amáis acaso más de una tabla? ¿:Sólo amáis una pintura? Olvidadla un poco; pues ésta es la corte que es de memorias sepultura. Sepultad la vuestra un rato; que no hay quien la resucite; pues para que no os incite, ahorcado dejé el retrato. No vendrá. Pierde el recelo; que bien atado quedó. Mas, ¿:qué es lo que miro yo? ¿:No es éste que está en el suelo? RICOTE: (Con aquesto a mi señor Aparte le doy libertad doblada. ¡Oh, qué buena maquinada le he dado al maquín Amor! Ya vio el retrato. Creerá que ha venido por el viento por arte de encantamiento. ¡Oigan! ¡Qué elevada está!) BLANCA: ¡Válgame el cielo! ¿:Qué veo? ¿:No es la imagen a quien di las llaves del alma? Sí. Mas, ¿:si me burla el deseo? ¿:Podrá ser que [pasó acá] lo que adora el pensamiento? ¿:Suele retratar el viento si la empresa al caso va? Imagen, ¿:por qué me asombras o sombra conmigo vas? Un cuerpo tengo, no más. No puede tener dos sombras. ¿:Por qué solo te han dejado? ¿:No tienes dueño? ¿:Qué es de él? O es bárbaro o es crüel. Mas, ¿:sabes lo que he pensado? Que adrede aquí te dejó quien mis desvelos concierta como muchacho a la puerta para que te críe yo. ¡Qué lástima que me has hecho! De suerte me has de obligar que te tengo de crïar como a niño y darte el pecho. Otra vez te le di yo, cuando en el bosque te vi; mas apenas te le di cuando otro te destetó. Aunque eres grande, sospecho, para comida tan blanda; porque [a] niño que tanto anda, necedad es darle el pecho. [Sale RICOTE de su escondite] RICOTE: ¡Válgate el diablo el retrato! Escondióte alguna bruja; pues aunque fueras aguja te hallara. ¡Qué mentecato soy! Siempre sola la bota tengo cuidado en guardar; que siempre tengo de andar con la faltriquera rota. Mas, ¿:qué me canso en buscar si soy bestia desdichada? En mi vida perdí nada que la volviese a cobrar. BLANCA: (Un hombre busca en el suelo Aparte no sé qué) RICOTE: ¡Qu&eaccute; así perdiese el retrato! BLANCA: (Mas si fuese Aparte de aquéste el retrato, --¡cielo!-- sería fácil conocer su querido original). RICOTE: ¡Qué desdichado animal! ¡Las barbas he de perder una vez yo! ¡Voto a...! BLANCA: ¡Hola! ¿:Qué buscáis? RICOTE: Lo que no hallo. Para jumento o caballo me falta sólo la cola. ¡Oh, infelice! BLANCA: ¿:Qué buscáis? RICOTE: Al diablo. Un retrato busco, y buscándolo me ofusco. Pero vos lo preguntáis, señora. Perdón os pido; que no miré quién me hablaba con el enojo que estaba. BLANCA: Pues, ¿:cómo aquí habéis perdido dentro [en] palacio el retrato? RICOTE: Entré para dar un pliego de importancia aquí a don Diego, y en sólo un momento y rato que estuve, [yo] le perdí. BLANCA: ¿:Y cuyo era? ¡Por mi cuidado! RICOTE: Persona es, bien conocida. BLANCA: ¿:Conocida aquí? RICOTE: No aquí. BLANCA: Pues, ¿:dónde? RICOTE: En su natural. BLANCA: ¿:Quién es? RICOTE: Un hombre encubierto que por temor de ser muerto anda así. BLANCA: ¿:Y es principal? RICOTE: Tan principal como vos. BLANCA: ¿:Cómo yo? RICOTE: ¡Cómo vos, pues! BLANCA: ¿:Y no me diréis quién es? RICOTE: Muy bien lo hiciera, por Dios. Dijo que andar [al recato] le importa la vida. BLANCA: ¿:Así? Pues, si me decís a mí quién es [os] daré el retrato. RICOTE: Mas... No, nada. BLANCA: Yo os prometo de dárosle. RICOTE: ¿:Callaréislo? BLANCA: Callarélo [si diréislo], con un inmortal secreto. RICOTE: Pues, yo os daré noticia, aunque ser mudo me dijo. Del rey don García es hijo. BLANCA: ¿:Del rey? RICOTE: Del rey de Galicia. Don Alfonso, el rey tu hermano, traza verle despojado del reino que le ha quitado, no sé si como tirano. Le tiene preso de suerte que el verle causa dolor, y al príncipe, mi señor, busca para darle muerte; que como a Galicia hereda, le quiere quitar la vida porque el reino no le pida ni moverle guerra pueda. Él fue quien durmiendo os vio, y a quien sentisteis dormida. Por defender vuestra vida de una fiera que os salió a daros muerte crüel, le fue el ausentarse grato dejándoos allí el retrato y toda su vida en él y en pago del pecho noble con que a la fiera mató. Vuelto a buscaros halló su imagen colgada a un roble. Hasta Burgos ha venido por vos con peligro cierto y por no ser descubierto nunca a hablaros se ha atrevido. Aunque lo aflige el dolor y pena de no saber si le habéis de aborrecer o estimar su firme amor. Teme que con pecho ingrato premiáis el amor que os digo, y en pena de su castigo le ahorcasteis el retrato. Este temor y recelo le da pena tan crüel que para sacarle de él yo eché el retrato en el suelo. Pues su original os ama no hagáis que su bien se acorte si asiste más en la corte peligra su vida y fama. Esta noche ha de robaros por el jardín del palacio consideradlo de espacio y podréis determinaros. No puedo aguardar respuesta porque mi señor me aguarda; si el terror os acobarda amor el camino apresta. Vase BLANCA: Espérate, aguarda, escucha. Fuése. ¿:Qué haré? Que el temor, honra, venganza y amor andan en confusa lucha. Si me voy quedo sin fama, si se va quedo sin vida, es forzosa su partida y es insufrible mi llama. ¿:Iréme? No; que es deshonra. Pues, ¿:he de morirme aquí sin verle jamás? No. Sí. Viva amor; mas viva mi honra. Cualquier cosa me convence; ya el deseo, ya el honor; pero puede más amor. Iréme. Viva quien vence. Vase. Salen don GONZALO y dos GUARDAS GUARDA 1: El rey quien sois ha sabido, Suleimán de Badajoz, y aunque el delito es atroz la vida os ha concedido. Dice que aunque de otra ley, se os tendrá siempre el decoro en su corte que al rey moro, Jarife. GONZALO: ¿:Qué moro rey? La persona habéis errado. ¿:A quién el rey os mandó decir eso? Porque yo soy cristiano bautizado, errados venís. GUARDA 2: Señor, en balde disimuláis. Ya sé que quién sois negáis, persuadido del temor que a vuestro padre tenéis, creyendo que en su poder el rey os ha de poner; mas, porque os alegréis de aquese peligro vano, os promete nuestro rey que como toméis la ley de Cristo y seáis cristiano, os dará bastante gente para cobrar vuestra tierra y hacer a Jarife guerra. GONZALO: (¿:No es la maraña excelente? Aparte Ahora bien quiero admitirlo; pues, en que moro han dado o es sueño o está encantado el mundo si no es Trujillo). Sale RICOTE RICOTE: (Aquí los guardas están. Aparte Mi amor estará espantado de ver lo que he marañado). ¡Oh, mi señor Suleimán, guárdate Mahoma, amén! Al rey he dicho tu nombre y quién eres. No te asombre; que yo miro por tu bien y era grande necedad, y en mí culpa conocida, que te quitasen la vida por no decir la verdad. GONZALO: (Ricote anda por aquí. Aparte Ya no hay porque me alborote). ¿:Qué enredo es éste, Ricote? RICOTE: Tu moro Zaquizamí soy. Basta el disimular, y ven a besar la mano del rey; mas no seas cristiano que es lo que te he de rogar porque, si dejas la ley de Mahoma, desde hoy al rey tu padre me voy. Esto quiere Alfonso el rey. Sé buen moro. GONZALO: Ya no puedo disimular; mas fingí mi estado porque temí mi deshonra; mas, pues quedo seguro y en libertad, al rey invencible iré y los pies le besaré por su liberalidad. Que soy Suleimán confieso. Si al contrario de esto dije, fue por temor que a Jarife no me envïase el rey, preso. GUARDA 1: Pues, infante, ya no estáis preso. El rey os quiere ver, y por extenso saber si en esto os determináis de ser cristiano. GONZALO: De espacio en todo lo miraré, y en mi propio traje iré de mañana a su palacio. Decidle que las prisiones, que me quitan este puesto, me las ha en el alma puesto en tantas obligaciones. Y que, aunque el cuerpo confiesa librarse de estas paredes, entre sus largas mercedes mi libertad queda presa. RICOTE: Bien se traza. GUARDA 2: Pues, nosotros nos vamos. GUARDA 1: De aquí adelante nos mandad, famoso infante. Vanse GONZALO: Alá vaya con vosotros. Mi Ulises encantador, dame aquesos fieles brazos. RICOTE: Dejémonos de lampazos y huyamos de aquí, señor. GONZALO: La vida te debo, amigo. RICOTE: Otra maraña hay urdida, que querrás más que la vida. GONZALO: ¿:Más que la vida? RICOTE: Sí, digo. GONZALO: ¿:Qué cosa hay que más importe? RICOTE: Yo te lo contaré agora; que la ninfa cazadora que adoras está en la corte. GONZALO: ¿:Aquí en Burgos? RICOTE: Aquí. GONZALO: Calla. ¿:La dormida? RICOTE: La dormida, y está por tu amor manida. GONZALO: ¿:Por mí? ¡Jesús! RICOTE: ¡Santa Olalla! Por ti, pues, y la has de hablar esta noche, aunque es hermana del rey, por una ventana y aun la tienes de robar antes de una hora. GONZALO: ¿:De una hora? RICOTE: De una hora, pues. GONZALO: ¿:Cómo? Di. RICOTE: ¿:No serán las doce? GONZALO: Sí. RICOTE: Pues ven y sabráslo agora. Ven, y sabrás la maraña que tengo de nuevo urdida. GONZALO: Deudor te soy de la vida. No hay tal lacayo en España. RICOTE: Soy, al menos, tu Ricote. GONZALO: Vamos, que no tienes par. RICOTE: A fe, que se ha de acordar Burgos y el rey de Ricote. Vanse y sale doña BLANCA a una ventana BLANCA: Noche, por ser oscura, a amor propicia, si acaso tus estrellas hechas ojos vieren que un hombre roba mis despojos, de aqueste yerro calla su justicia. Cintia divina, así de la avaricia de tu esposo Plutón y sus enojos, libren los cielos tus cabellos rojos, que calles si me roba el de Galicia. Paredes altas, no digáis las quejas que me hace dar el ciego amor que encierro si acaso tenéis lengua como orejas. Jardín, si de tus flores me destierro, no lo digáis a nadie. Duras rejas, callad mis yerros, pues que [yo] soy hierro. Salen don GONZALO y RICOTE como de noche RICOTE: Aquesto le dije al fin, y sin aguardar respuesta me partí. La puerta es ésta. Ésta es la cerca y jardín. Aquesta reja imagino que cae a su propia cuadra, [................... -adra] El cielo te abra el camino para gozar a tu dama y si no, ¡alto de aquí! GONZALO: ¿:Ella no me quiere? RICOTE: Sí. GONZALO: Pues si de veras me ama, no será el miedo o temor bastantes a detenella que por todo esto atropella cuando es necesario Amor. Tira una piedra, Ricote. RICOTE: Adiós ya. Ventura va. Una peladilla piedra como la que da Torote. ¡Ah, de la reja! ¿:Sois vos la infanta, señora? BLANCA: Sí; mas no, pues no vuelvo en mí. RICOTE: Aquí venimos los dos, el príncipe y el crïado. GONZALO: ¿:Qué príncipe? RICOTE: ¿:Quiés callar? Que venimos a llevar respuesta de aquel recado. GONZALO: Enredador, ¿:de qué rey me has hecho hijo de nuevo? RICOTE: Del de Galicia, y me atrevo a hacerte nieto de un rey. Calla y sirve estos potages; que así tu amor se remedia haciendo en esta comedia diferentes personajes, y habla si has de roballa. GONZALO: Es de manera el temor que tiene a vuestro rigor mi lengua, que tiembla y calla. Sólo sé decir que es cierta mi nueva ventura y vida si como rendís dormida admitís mi amor despierta. Y que si a mi fe leal pagáis con desdén ingrato, lo que hicisteis del retrato haréis del original. Que de estas rejas colgado, siendo verdugo el cordel, de una Anajarte crüel seré un Ifis desdichado. BLANCA: Aunque me impide el amor y me ataja la vergüenza a esforzarme ya comienza, príncipe, vuestro valor. Mi pecho os estima y ama; la voluntad está ciega que mucho entregue su fama a quien el alma le entrega. Con sólo veros recibo contento y gusto doblado; que si enamoráis pintado en vos idolatro vivo. Vuestra soy, negarlo es vano, y pues es cierto mi amor, mi fama, mi ser y honor está puesta en vuestra mano. RICOTE: Dejemos los cumplimientos, y pues hay lugar agora, bajad primero, señora, que se sepan mis intentos. Porque está de nuestra vida la muerte pared en medio. GONZALO: Al fin es ya sin remedio sin vos es muerte la vida. O venid o me matad, o quedad, señora, a Dios. BLANCA: Mal podrá vivir sin vos quien os dio la voluntad. Perdone el mundo tirano que lo contrario dispone el rey, mi hermano. Perdone que lo que aquí pierdo, gano. [.................. -enda] en ir, principe, con vos. RICOTE: Por el hombre, dijo Dios, su padre, madre y hacienda dejar tiene la mujer. BLANCA: Que os he de seguir al fin. RICOTE: La puerta está del jardín abierta, no hay que temer. Con la punta de la daga arranqué la cerradura. BLANCA: Ya bajo. GONZALO: Dio a mi ventura, Amor niño, justa paga. BLANCA: Ya estoy en vuestro poder. GONZALO: Y yo en la gloria mayor que me pudo dar amor. RICOTE: ¡Ofreceos a Lucifer! Dejaos de aquesos requiebros y salgamos de palacio. Os los diréis más despacio; que entre tomillos y enebros [..................... -oso] GONZALO: Dadme aquesa blanca mano, mi doña Blanca, pues gano tal dicha en ser vuestro esposo. BLANCA: Esta palma os da la palma de mi ya rendida fe, pues es justicia que os dé la mano quien os da el alma; mas aunque la mano ofrezco, estoy algo temerosa no estorbe el ser vuestra esposa vuestro deudo y parentesco. Sois hijo de don García, rey de Galicia, mi hermano, y temo daros la mano. RICOTE: ¡Buen temor por vida mía! Para que no te alborote agora ese impedimento, en aquese casamiento o[s] dispensará Ricote. Vamos de aquí. Salen el REY don Alfonso, disfrazado como de noche y don DIEGO Ordóñez delante REY: Soy rey mozo y así, don Diego, confieso que soy, aunque rey, travieso. RICOTE: ¡Nuestro gozo está en el pozo! No habéis querido salir de este lugar en una hora hasta que ha venido agora quien nos hará descubrir. Señor, ¿:qué habemos de hacer? ¡No más si el cielo me escapa de este peligro. GONZALO: Mi capa, sé, Ricote defender cuánto y más a quien adoro. RICOTE: Mira por tu vida pues, que no nos valdrá después fingirte gitano o moro para librarte de muerte. REY: Vive hacia aquí una mujer que lo es de un mercader y es su belleza de suerte que cual Elena es hermosa, y cual Penélope casta. Ni mi poder la contrasta ni mi persuasión la acosa, y de suerte me aficiona que al mercader le daría por tan bella mercancía no sé si cetro y corona. DIEGO: No creyera jamás yo, señor, que en el mundo hubiera Penélope que dijera a medio sí, de un rey, no. El intento de ésta es claro, pues como tu amor entiende si por Lucrecia se venda es por vender siempre caro. ¿:Cómo se llama? REY: Belisa. DIEGO: Volvámonos a palacio que si la olvidas de espacio ella te rogará a prisa. Ellas las lecciones dan. REY: Rondarla quiero; que es ley que quien no sirve por rey, sirva al menos de galán. BLANCA: ¡El rey es, mi hermano! ¡Ay, cielo! ¿:Qué he de hacer? GONZALO: No hayas temor; que yo os guardaré. DIEGO: Señor, que suena gente recelo. REY: Dices verdad. Allí están hablando no sé qué gente. Quiero ver si soy valiente una vez, que soy galán. ¡Ah, caballeros! GONZALO: ¿:Quién llama? REY: Quien en aquesta ocasión pretende saber quién son. RICOTE: Son dos hombres y una dama. REY: ¿:Dama? RICOTE: Dama y cortesana. GONZALO: ¿:Quieres callar? RICOTE: No, por Dios. REY: ¿:Quién es ella, quién los dos? RICOTE: Ella del rey es hermana. REY: ¿:Del rey? DIEGO: ¡Lindo disparate! GONZALO: ¿:Qué es lo que dices Ricote? REY: ¿:Y ellos, quién son? RICOTE: Don Quijote, y yo soy don Alpargate. REY: ¡Por Dios, que se fisgan de [mí]! Digan, ¿:quién es? GONZALO: Un hombre. REY: ¿:Cómo se llama? Echan mano GONZALO: El Sin Nombre. REY: ¿:Sin Nombre se llama? GONZALO: Sí. REY: Pues, quien aun nombre no tiene, no es bien que lleve mujer. O la dama ha de perder o la vida. GONZALO: A prueba [viene]. DIEGO: ¡Dos son! ¡Bien puedo ayudarte! GONZALO: El que Sin Nombre se llama sabe defender su dama. DIEGO: Luz viene por esta parte. GONZALO: Pues huyes, miedo me cobras. REY: ¡Por Dios, que es valiente el hombre! Aunque dice que es Sin Nombre, no diremos que es sin obras. Vanse el REY y don DIEGO RICOTE: Ya se han retirado. [Vamos]. ¿:No alabas mi habilidad? Hoy con la misma verdad al rey, tu hermano, burlamos. ¿:Qué te parece el valor de tu esposo? BLANCA: Que le dan por valiente y por galán el premio Marte y Amor. A Alcides su fuerza igualo. RICOTE: Un don Gonzalo te quiere, que al que agraviar te quisiere, le dará un pasagonzalo. ACTO
TERCERO
Salen el REY don Alfonso con una carta en la mano, don DIEGO Ordóñez, y SULEIMÁN, moro DIEGO: ¡Engaño notable ha sido! REY: Muy bien burlado nos han. Seáis, infante, bien venido. ¡Qué el nombre de Suleimán libró a un Suleimán fingido! Cobré notable afición a aquel mancebo encubierto, y sentí en el corazón ver a la esposa del muerto pedirme satisfacción. Mucho me hubiera pesado si muerte le hubiera dado; mas mejor mi engaño fue, pues mi justicia está en pie él con vida y yo burlado. Dejando esto, digo, infante, que estaréis en esta tierra seguro de aquí adelante, sin que el enojo y la guerra de vuestro padre os espante. Vivid sin ningún temor. SULEIMÁN: Prospere Alá tu favor y el cielo tu fama abone. REY: Al que en mi poder se pone es justo hacerle favor. Escríbeme, pues, aquí el alcaide de Trujillo que el rey Hazén Baabdalí ha puesto cerco a un castillo que está [a] dos leguas de allí, y que sentido de ver que no os ponga en su poder, ni admita sus parias, jura que toda la Extremadura le tiene de obedecer. Pregona con mil blasones que en llegando a nuestros riscos trocarán sus escuadrones en estandartes moriscos las cruces de mis pendones. Yo tengo de ir en persona a ver con paso veloz el esfuerzo que pregona, y si al rey de Badajoz le viene bien mi corona. SULEIMÁN: Si vas, señor, de esa suerte, mi padre harás que se asombre y huya su campo con verte, pues solamente tu nombre basta para darle muerte. Sale RICARDO RICARDO: Inclito rey, gran mal hay en tu casa; gran daño aquesta noche ha sucedido. ¡Muriera yo primero! REY: Pues, ¿:qué pasa? RICARDO: Para tantas desdichas he venido, ¡pluguiera a Dios que en [una] edad escasa a los brazos del ama... REY: ¿:Qué ha habido? RICARDO: Tu hermana, doña Blanca... DIEGO: ¿:Qué es? RICARDO: Que un lobo doméstico la lleva. REY: ¡Triste robo! ¿:No se sabe quién es quien la ha robado? RICARDO: Sólo se dice que en la noche oscura por un postigo en tu jardín cerrado, arrancando su flaca cerradura, se fue, no sé con quién. Yo la he crïado. Yo la causa de esta desventura debo de ser; que es árbol la belleza que desde tierna [edad] tuerce o endereza. REY: ¡Vive el cielo, don Diego, que el que ha sido autor de aqueste robo fue aquel hombre que anoche, con esfuerzo nunca oído, de mí se resistió negando el nombre! DIEGO: A Burgos otra vez Ulises vino. REY: Él mismo confesó, porque te asombre, que era mi hermana la mujer cubierta que hizo mi pena y mi deshonra cierta. DIEGO: Con la misma verdad nos ha engañado. REY: El Sin Nombre se llama de do advierto que es éste el mismo a muerte condenado por quien mi guarda y capitán fue muerto. DIEGO: No en balde tantas veces ha negado su nombre. El Suleimán es encubierto. REY: Dos veces me engañó; mas en su daño ha de surtir este segundo engaño. Ya la afición que le cobré revoco. Parte, Ricardo, y haz despachar luego postas diversas tras de aqueste loco. ¡Ah, vil mujer! DIEGO: Estoy de pena ciego. REY: Anoche fue el delito, y en tan poco no puede estar muy lejos. Vos, don Diego, buscad a este Paris disfrazado que a Elena, vuestra esposa, os ha robado. DIEGO: Yo iré; mas, ¿:cómo he de ir de pena ciego? ¡Ah, tesoro soñado, flor marchita! Contento en sombra, cera puesta al fuego, sol que eclipsa su luz por ser finita, hacienda por el mar, dinero en fuego, palabra griega, ley de infame Scita, copos y vidrios de tesoros llenos, y esperanza en mujer que dura menos. Vase REY: Vamos a prevenir para la guerra, infante Suleimán, lo conveniente; que aunque la pena que en mi pecho encierra es mucha, no por eso negligente tengo de ser en defender mi tierra. Preso Hazén Baabdalí verá mi gente, y los blasones que conmigo gana. SULEIMÁN: Vencerás su arrogancia. REY: ¡Ah, loca hermana! Vanse. Salen BAABDALÍ, rey de Badajoz, BENZORAIQUE y FATIMÁN, infantes, y un soldado cristiano y otros moros BAABDALÍ: Hanse muy bien defendido; mas [el] hambre los asalta y como el socorro falta sé quien dar a partido, y aunque s[i] mis escuadrones piden el asalto fiero, dejarles las vidas quiero si con estas condiciones quisieren darme el castillo y que todos los soldados, saliendo en orden y armados, se pueden ir a Trujillo con sus escuadras armadas, al son de cajas marchando por mi ejército y llevando las banderas levantadas; y que nadie los ofenda mientras en mi campo estén; y que el castillo me den con las armas y la hacienda fuera de las personales, que se les doy por partido y en señal de estar rendido a mis moriscas señales. Cuando a mi presencia lleguen sus haces, cada soldado quite la espada del lado y desnuda me la entreguen. Y si no, daré el asalto y la muerte a todos hoy. SOLDADO: Con esa respuesta voy; mas será de seso falto y de vida afeminada quien tomare ese consejo, y yo dejaré el pellejo antes que deje la espada. Vase BAABDALÍ: Matad [a] aquese hablador. FATIMÁN: Huyendo se fue. BENZORAIQUE: ¡Qué extraña es la arrogancia de España! BAABDALÍ: Vea Alfonso mi valor; que si me da el de Sevilla socorro en esta ocasión, sobre el laurel de León me coronará Castilla; que si a Trujillo me acerco y como pienso lo allano, aunque le pese al cristiano, pondré sobre Burgos cerco, y sus vecinos sabrán, viendo sus fuerzas perdidas, que han de costarle sus vidas la que tiene Suleimán. Sale un MORO MORO: Ya el cristiano ha concedido la propuesta condición y salen. BAABDALÍ: Buena ocasión la Fortuna me ha ofrecido. Salen don SANCHO, don RAMIRO, el SOLDADO y otros con bandera y marchando y llegan al Rey [BAABDALI], desnudan las espadas. dánselas sin volverlas el rey BAABDALÍ: Eres tú el bravo, el Roldán, que trujiste la embajada pues, ¿:cómo rindes la espada? SOLDADO: Mándalo mi capitán, y doyla de mala gana por no perderle el decoro; que para tu campo todo basta el nombre de Orellana. BAABDALÍ: Tú, ¿:quién eres? SANCHO: Heredero del alcaide castellano, soy don Sancho Altamirano. BAABDALÍ: Basta. Desnuda el acero. SANCHO: ¡Ah, cielo ingrato! Toma. ¡Qué esto haga un caballero! ¡Qué un hombre rinda el acero! BAABDALÍ: ¡Bravo talle, por Mahoma! ¿:Eres tú alcaide? RAMIRO: Sí, y el que aunque con tal vejez, rinde [por] primera vez la espada al contrario. BAABDALÍ: Dí, ¿:no será ignorante el rey que, teniendo desarmado a su enemigo, fïado sólo en su palabra y ley, las armas le vuelve a dar para volverle a ofender, y pudiéndole prender, libre le mande soltar? ¿:Quién duda que será así? Luego imprudente fuera si las espadas os diera volviéndolas contra mí. Sed vosotros mismos jueces, y llamadme fementido; que habiendo una vez vencido, os quiera vencer dos veces. Aunque estáis de enojo llenos, yo sé que echáis bien de ver que es gran cordura tener de los contrarios los menos. Vayan presos al castillo; que mientras en él están, poco daño nos harán en el cerco de Trujillo. RAMIRO: ¡Ah, crüel! ¿:Tu pensamiento tan viles traiciones labra? ¿:Dónde está tu real palabra? BAABDALÍ: La palabra sólo es viento. ¿:Quién hay que los vientos guarde? ¡Llevadlos presos de aquí! RAMIRO: La palabra es viento en ti; que es palabra de cobarde. BAABDALÍ: ¡Prendedlos! RAMIRO: Esta prisión nuestro esfuerzo hace patente, pues no nos prende tu gente sino sólo tu traición. Con estos cabellos canos la flaca vejez me asalta; que si no, no hiciera falta la espada teniendo manos; que ya sabe don Ramiro... BAABDALÍ: ¡Llevad ese loco viejo! SOLDADO: ¡Ah, mal logrado consejo, que ya su provecho miro! ¿:Un hombre ha de dar la espada? La vida ha de dar primero. Moro, vuélveme el acero y salgan a la estacada toda tu gente africana, que aunque me ves desarmado con sólo el puño cerrado mata moros Orellana. BAABDALÍ: ¡Llevad aquese arrogante; Llévanlos todos que me enojan sus extremos, y dentro el castillo entremos. Pondré defensa bastante que al rey Alfonso resista si le intentare cercar, porque quiero comenzar de Trujillo la conquista, y si cual pienso la acabo, a Castilla marcharé y el orgullo amansaré del rey don Alfonso el Bravo. Vanse y salen don GONZALO y doña BLANCA GONZALO: Ésta es la comarca y tierra de mi patria natural, do el conde de Portugal hace al moro cruda guerra. En ella me ha parecido que le sirvamos los dos disfrazándoos, mi bien, vos, con el varonil vestido; que estando vos encubierta, aunque Alfonso envía después, las nuevas al Portugués y vuestro robo le advierta, y aunque yo, como soldado en público y libre ande, y el conde buscarme mande en su tierra con cuidado, el poco conocimiento que en Burgos de mí ha tenido, me hará no ser conocido. Éste, señora, es mi intento. Cerca Portugal está pues que Dios nos ha librado del rey, vuestro hermano airado, que tantas promesas da a quien nos hallare espero que nos librará adelante, mi doña Blanca constante, en los trabajos acero. Vuestro pesar se reporte; que por no ser descubiertos por montañas y desiertos de noche desde la corte hasta aquí habemos llegado comiendo tosco sustento. Perdonad mi atrevimiento que siendo un pobre soldado a engañaros me atreví. Hombre soy de pocas prendas si son las prendas haciendas, pero con valor nací, que [es] todo el caudal de un hombre, tal que no me da codicia ser príncipe de Galicia aunque le usurpé su nombre. No quiero otra vez volver a relataros mi vida, que estaréis arrepentida de veros en tal poder. Sólo os pido... BLANCA: Esposo, cesa; que en verte tratarme así sospecho que has visto en mí algún desdén o flaqueza. Déjate de persuadirme pues ves que el alma te doy, que por ser tu esposa estoy tan lejos de arrepentirme que a cos[t]a de tu valor menos quisiera que fueras; pues cuanto menos valieras, más se mostrara mi amor. Si a tu pintura y retrato, con ser una tabla muerta, abrió el corazón la puerta tocando el alma a rebato, y con tenerle presente, halló el alma su ganancia, ¿:qué harás tú, que eres sustancia de aquel pintado excelente? ¿:Qué trabajo, don Gonzalo, yendo contigo me asalta? ¿:Qué vida y gusto me falta? ¿:Qué soledad no es regalo? ¿:Qué corte hay que más importe que a tenerte amor por ley? ¿:No eres de mi gusto el rey? Donde está el rey, ¿:no es la corte? Pues si corte al campo haces, la corte en seguirte sigo. Pues tengo mi amor conmigo, hoy en hombre me disfraces. Hoy cual mujer me nombres, que si cual mujer te amé, en la constancia seré ejemplo para los hombres. Mi mal contigo disipo, mi bien, no te desconsueles. GONZALO: Píntete tablas Apeles, lábrete estatuas Lisipo. La Fama al mundo publique tus inmortales ejemplos, y el mundo altares y templos a tu constancia dedique; que yo en pago de quererte sola un alma puedo darte, tan rica por adorarte cuan pobre de merecerte. Sirva la florida alfombra de cama a vuestro descanso mientras que el céfiro manso rinda el sitio de esta sombra. Ricote fue, disfrazado, poniendo a riesgo su vida, por el sustento y comida que niega este despoblado. Y yo, en vuestro bellos brazos, soñando sueños süaves, envidiado de las aves, y a las veces con sus lazos... Échase BLANCA: Dormid, que el alma que vela en el amor que adquirís entretanto que dormís os hará la centinela; que para mirar si viene quien os da durmiendo enojos, pediré a las hojas ojos que todo este campo tiene. GONZALO: Eso no. Dormíos, mi bien, que el imitaros me agrada; que yo sé que estáis cansada. BLANCA: Sí, estoy. GONZALO: Y os dormís también. BLANCA: Vivo yo con vuestra vida, y así, esposo, es cosa cierta que si os imito despierta, os he de imitar dormida. Duermen y salen BAABDALÍ, BENZORAIQUE y FATIMÁN, moros BAABDALÍ: ¡Por Mahoma! ¡Qué son los de Trujillo valientes por extremo, y que el combate resistieron con ánimos de leones! FATIMÁN: No me espanto; que fue el primer asalto. BAABDALÍ: Ellos desmayarán si Alfonso tarda a socorrerlos aunque tengo aviso que viene aprisa a levantar el cerco. Vamos, hijos, que ya dejo en el campo centinelas y puestos repartidos, y quiero en el castillo poner orden; que nunca fío del cuidado ajeno sucesos de la guerra de importancia. BENZORAIQUE: Eres Rómulo en guerra y en paz Numa. BAABDALÍ: Quiero fortalecer este castillo, limpiar el foso, reparar los muros porque sin duda Alfonso ha de cercarlos. Porque levante el cerco a socorrerle, pienso hacerlo. BENZORAIQUE: Es gran cosa esta fortaleza que está a dos leguas de [s]us alojamientos, y en él puedes proseguir este cerco comenzado, estando en él como en tu propia casa. FATIMÁN: Escucha, Benzoraique, y habla paso; que una mujer y en su regazo un hombre durmiendo están debajo aquella encina. BAABDALÍ: Desarmadle y atadle aquesas manos. FATIMÁN: Date, cristiano. Átanle GONZALO: Ya, mi bien, te he dado la libertad y el alma; mas ¿:qué es esto? ¡Oh, perros, cual Sansón me habéis atado, durmiendo en brazos de hermosa Dalila! Aunque es leal si la otra fue traidora. ¡Cobardes, tres venís, para [uno] sólo! ¡Durmiendo atáis los brazos! Despierta [BLANCA] BLANCA: ¡Ay, cielos! Dulce esposo, ¡y qué mal sueño soñaba yo! Mas, ¡ay, que ya es cumplido! Moros, dadme a mi esposo o esa espada; que amor me dará fuerzas con que pueda librarle y daros muerte. BAABDALÍ: ¿:Esposo suyo? ¿:Eres cristïana? De celos muero. Cautiv[a] te llevarán [al] castillo que ves delante. ¡Si el amor que tengo [a] aqueste ángel cristiano no me diera celos de verte cerca de quien amo! ¡Qué aunque preso, si allá vas me darás celos! Atadle, hijos, a esa encina dura pero no le matéis; que no es posible Átanle pueda morir el que durmiendo estuvo en brazos que los muertos resucita. Y vamos al castillo; que más precio esta belleza que el León de Alfonso, y los castillos de sus armas reales que tengo de ganar. GONZALO: ¡Perros! ¡Cobardes! ¿:Así me atáis? ¿:Qué es de mis fuerzas, cielos? Mas, ¡ay, que soy Sansón y hanme faltado! ¿:Cómo vivos os vais? ¿:Cómo no os matan los rayos que del pecho ardiendo arrojo? Mi doña Blanca bella, mi señora, tus brazos por los duros de esta encina trocarme han hecho. ¡Desdichado trueco! BLANCA: ¡Ay, dulce esposo! Yo me daré muerte si este pesar me deja con la vida. BAABDALÍ: Vamos, que cuando sepas que te amo, amansarás; que un rey amansa mucho. Casaréme contigo si me quieres y haré que reines en España, esposa. ¡En todo el mundo, en el cielo mismo aunque le quite el cielo al gran Mahoma! Vanse y dejan atado a don GONZALO GONZALO: Amor un ángel me dio después de sucesos tantos en guarda de mis contentos y en premio de mis trabajos. Como absoluto señor dentro en mi pecho se ha entrado a pedirme cuenta de él. ¿:Qué haré, que me le han robado? ¿:Qué diré, que no hay excusa? Llamando está. VOZ: ¡Ah, don Gonzalo! GONZALO: ¿:Quién da voces allá dentro? VOZ: Yo el Amor. GONZALO: Ya voy temblando. ¿:Qué mandas, gigante niño? VOZ: ¿:Dónde la infanta has dejado que por esposa te di? ¿:Qué le has hecho, esposo ingrato? GONZALO: Dormíme, Amor, y tus moros, cuando me dormí, llegaron y atándome a aquesta encina la luz del sol me robaron. VOZ: ¡Oh, amante indigno de serlo! Quien tiene amor, ¿:no es un Argos que cual vigilante lince tiene de dormir velando? ¿:Guardando la fortaleza, ha de dormirse el soldado? ¿:Dormirse tiene el piloto cuando hay borrasca y cosarios? ¡Prendedle, castigos crüeles! ¡Dadle tormentos, agravios! ¡Martirizadle, sospechas! ¡Rabias, matadle rabiando! Y para que se avergüence de verse a una encina atado, a la vergüenza le saque su arrepentimiento tardo. Infámela su memoria, verdugo de desdichados, por las calles de los bienes que por su causa cesaron. GONZALO: Ya me avergüenzan y azotan. ¡Paso, Amor! ¡Vergüenza, paso! VOZ: No hay paso. Matadle y diga el pregón en gritos altos; "Así castiga Amor a un desdichado, que por dormir su esposa le han robado. Grave es la culpa. Denle pena grave." GONZALO: ¡Ay, cielos! ¡Quién tal hace que tal pague! Sale RICOTE disfrazado de villano con unas alforjas y una bota RICOTE: A no buscar el sustento con el pastoral capote, ya hubiera dado Ricote cabrïolas en el viento. Aquí me había de aguardar don Gonzalo; que por señas estos robles y estas peñas certifican el lugar. Pero, ¿:qué es aquesto? ¡Cielos! Señor, ¿:Quién te ha puesto así? GONZALO: ¡Huye, Ricote, de aquí! RICOTE: ¿:Nunca han de faltarnos duelos? GONZALO: Huye de este fiero trance; que los moros han venido, y tras mi campo han salido y prosiguen el alcance. ¡Huye, Ricote! RICOTE: En que has dado de loco me das sospechas. GONZALO: Apártate, que traen flechas los moros que me han atado. ¡Huye, que te matarán! RICOTE: ¡Flechas! ¿:Dónde? ¿:Estás en ti? ¿:Qué moros o flechas? Di. ¿:Eres tú San Sebastián? Dime, ¿:quién es quien te ha atado? ¿:Qué es de la infanta, señor? GONZALO: Pregúntaselo al Amor que [también] me ha azotado. RICOTE: ¿:Azotado? ¿:Qué quimeras son ésas? Di, ¿:quién te ató? GONZALO: Amor, que me avergonzó y quiere echarme a galeras. RICOTE: ¡Cielos! ¿:Hay tan gran mudanza? GONZALO: A galeras voy, ¡paciencia! RICOTE: ¿:A qué galeras? GONZALO: De ausencia donde tema la esperanza. Desátale RICOTE: Don Gonzalo, señor mío, hagan tus quimeras pausa. Vuelve en ti. Dime la causa de este nuevo desvarío. Mira que me causas pena. ¿:Qué es de la infanta? GONZALO: ¡Ay, amigo! Durmiendo estaba conmigo y tragóla una ballena. Ella ha sido mi cuchillo. RICOTE: De verte sin seso lloro. GONZALO: ¿:No ves que es ballena el moro? El buche es aquel castillo. Allí está la esposa mía. Gozarla allí el moro ordena porque es su dicha ballena y mi desdicha vacía. Durmiendo me la robó; mas, pues me faltan escalas, pediré a los cielos alas. RICOTE: ¿:Para qué, viviendo yo? Si te libré de la muerte y por mi causa adquiriste la infanta que así perdiste, vuelve en ti. ¡Qué vivo, advierte! Y quien [por] la vez primera te la supo granjear, te la volverá a cobrar esta vez, y mil si hubiera. GONZALO: Pues la carroza de Apolo y sus rayos pisarás como me pongas no más en aquel castillo solo donde mi esposa está presa. Ricote, ¿:no lo harás? RICOTE: Sí. GONZALO: Dame esos pies. RICOTE: Vuelve en ti. GONZALO: [Y] cuenta con la promesa. RICOTE: [.................... -illa] Escucha y te la diré. Sale un MORO MORO: Para caminar a pie hasta aquí desde Sevilla, no he tardado mucho. Aquí, conforme me han informado los que a Trujillo han cercado, he de hallar a Baabdalí. De albricias dará un tesoro cuando sepa qué es, sin duda. [........................ -uda] GONZALO: ¡Ricote, Ricote, un moro! MORO: ¡Ésta sí es comida buena! Si me quieres sustentar, de estas liebres me has de dar a la comida y la cena. Agárrale GONZALO: Agora es razón que coma. Dame a doña Blanca. MORO: ¿:Quién? GONZALO: Mi esposa, perro, mi bien. MORO: ¡Ay, que me mata! ¡Mahoma! GONZALO: Dame mi esposa, villano, o el alma muriendo arranca. Perro, dame a doña Blanca. MORO: ¿:Qué doña Blanca, cristiano? GONZALO: Mi esposa. Hasla de volver o te he de matar a coces. MORO: Mira que no me conoces. Si quién soy quieres saber, déjame y sabráslo. GONZALO: Di. MORO: Del rey de Sevilla soy un correo que a dar voy nuevas al rey Baabdalí de que apreste armas y gente con que venir en persona para darle la corona de Castilla brevemente y quitarla a Alfonso el sexto. En estas cartas le escribe el socorro que apercibe. Agora llegué a este puesto sin saber qué infanta es ésa o qué diablo para mí. RICOTE: Dale la muerte, que así te cumplirá la promesa. Pues le trujo [aquí] su suerte, quédese aquí encastillado. GONZALO: Ya yo me tengo cuidado, Ricote, de darle muerte. Dale MORO: ¡Ay, que me has muerto, enemigo! GONZALO: Así mi rabia se doma. MORO: ¡Ay, conmigo sea Mahoma! GONZALO: Y doña Blanca conmigo. Ya murió. [Harémosle] luego, Ricote, lo prometido. RICOTE: Como cobres el sentido y vuelvas en tu sosiego, vamos; que llevarte quiero a donde vengues tu ultraje; que vestido en este traje y haciéndome mensajero del moro rey andaluz, conmigo te llevaré, y cuando el sol claro dé en los antípodas luz, a tu esposa libraremos, sacándola del castillo de noche por un portillo que los dos en él sabemos. Si el rey a la infanta hablare delante de ti, callar; que si te has de alborotar cuando a tus ojos llegare, lo pondrás todo de lodo. GONZALO: En seguirte estoy resuelto. En esperanzas me has vuelto el deseo, la vida y todo. RICOTE: Ten, pues, este cuerpo vil. Quitaréle este vestido y verásme convertido en un moro lacayil. GONZALO: Vamos, pues, restaurador de mi seso y libertad. RICOTE: Verás con la autoridad que me finjo embajador. Vanse y salen el REY don Alfonso, RICARDO, SULEIMÁN y SOLDADOS REY: Di que hagan alto. RICARDO: ¡Hagan alto! REY: ¿:Cuánto está de aquí Trujillo? RICARDO: Desde este ribazo alto podrás, señor, descubrillo y verás dar el asalto. REY: ¿:Es posible que hasta aquí hayamos llegado así, sin que nos haya impedido el paso ni haya sentido mi venida Baabdalí? Su descuido me ha espantado. SULEIMÁN: Ha sido tal la presteza con que la gente ha juntado del ejército tu alteza, y con tal prisa ha marchado que aun a mí, que estoy presente, se me hace dueño aparente el verte que en medio mes formes un campo y estés en Trujillo con tu gente. Creerá mi padre que estás con prevenciones astutas [.................... -ás] y que agora las condutas a tus capitanes das, y así, señor, persuadido que de Burgos no has salido ni saldrás en muchos días, no envía postas ni espías. REY: Buena mi presteza ha sido. No se disculpa con eso el moro, viendo que el peso de la guerra y su esperanza por una leve tardanza suele tener mal suceso. Supuesto que esté Trujillo hoy de soldados cercado, y que el morisco caudillo vive alegre y descuidado, porque ha ganado un castillo. De su descuido me quiero aprovechar, porque espero con un suceso gallardo que lo que él pierde por tardo he de ganar por ligero. Baabdalí piensa que lejos de su alojamiento asisto y que buscando aparejos de guerra, en Burgos, alisto de espacio soldados viejos. Conforme aquesto aunque cerca de Trujillo y de su cerca, cause su ejército espanto siendo su descuido tanto, me parece si se acerca mi campo sin ser sentido cuando Febo transparente que esté en el mar escondido, y doy sobre él de repente que está desapercibido, sin dificultad ninguna verá a sus pies la Fortuna, muerto y preso el campo moro, y eclipsar mis cruces de oro la plata vil de su luna. ¿:Qué te parece, Ricardo? RICARDO: Que eres rey [y capitán] sabio, valiente y gallardo. REY: ¿:Qué os parece, Suleimán? SULEIMAN: Que con fe y ardid aguardo ser rey mañana por ti. REY: ¡Sabrás quién es, Baabdalí, Alfonso el rey de León, cuando llegue la ocasión! A mis tropas advertí; que con silencio prudente, sin batir el ronco parche que al cobarde hace valiente a Trujillo el campo marche. RICARDO: Marche a Trujillo la gente. Vanse. Salen RICOTE y don GONZALO, de moros, y BAABDALÍ y otros MOROS BAABDALÍ: ¿:Cuánto habrá que saliste de Sevilla? RICOTE: Señor, el mismo día de la fecha que yo no sé cuál es, ni quién me mete en cuentos ni dibujos. BAABDALÍ: ¿:Qué tenía el rey cuando [tú] partiste, que me escribe que quedaba indispuesto? RICOTE: Sabañones, que le han puesto las manos como sapos. GONZALO: ¿:Qué dices? RICOTE: ¿:Qué quieres que se diga? Por tu ocasión me he puesto a emboque y cabe de acabar hoy con la vida. BAABDALÍ: En Sevilla que es tierra tan caliente que con África confina, ¿:puede darle sabañones? RICOTE: Así lo afirman, gran señor, los médicos, porque ha nevado mucho aqueste invierno; mas a mi cuenta lo que tiene es sarna porque se rasca mucho. GONZALO: ¿:Hay tal dislate? ¿:Qué dices, mentecato? ¿:Rey con sarna? RICOTE: Pues, ¿:no puede haber un rey sarnoso? BAABDALÍ: Al fin, ¿:casó ya Almanzor, [rey] de Córdoba, con la hija del rey? RICOTE: Hubo gran fiesta. BAABDALÍ: ¿:Quién jugó cañas? RICOTE: (¿:Quién? ¡Por vida mía Aparte con el morazo! ¡Perro interrogante! ¿:Qué tengo de decir? Aquí me coge y me manda empalar). BAABDALÍ: ¿:Quién jugó cañas? RICOTE: Fue para mí, señor, día de purga... (Y aún agora lo es) ... el de la boda, Aparte y soy poco curioso y no lo supe. BAABDALÍ: El príncipe de Fez y Marruecos, ¿:estáse en Sevilla? RICOTE: Aún no se ha ido. BAABDALÍ: Dicen que es muy valiente. RICOTE: Es un San Jorge. GONZALO: ¿:[No] quieres callar? RICOTE: Pues, ¿:no hay San Jorges moros? BAABDALÍ: ¿:Quién dices que es? RICOTE: San Jorge los cristianos llaman al que es valiente y a su modo llamarle yo San Jorge también quiero. BAABDALÍ: Al fin, ¿:qué dentro de cuarenta días el mismo rey vendrá con campo armado para darme socorro? RICOTE: Así se suena. BAABDALÍ: Es Sevilla muy grande, muy hermosa; sus edificios son muy celebrados. Dime los más notables que hay en ella. RICOTE: (En buena me he metido). Hay en Sevilla... Aparte GONZALO: (Él dirá disparates infinitos; Aparte que nunca estuvo en ella. Más seguro es ahorrar de palabras y a las obras remitir este enredo. Mas, ¿:qué es esto? Salen riñendo FATIMÁN y BENZORAIQUE con doña BLANCA FATIMÁN: No ha de haber resistencia. Será mía o perderé el respeto al gran Mahoma. Téngola de gozar, aunque sobre ello mate a mi padre; que mío es todo el mundo. BAABDALI: Yo quiero remediar los desvaríos de vuestra juventud liviana y loca. ¿:No es ésta la cristiana que os hechiza? Pues, muera, y ése vuestro amor muriendo. Saca el alfanje y quiérela dar, y detiénelo don GONZALO, y echa mano GONZALO: Tente, perro; que viene a defenderla quien aunque estará Sin Nombre, el de esposo le da valor para acabar tu vida. Yo soy a quien atasteis los tres juntos, durmiendo, que no osáredes despierto. A libertar mi cara esposa vengo disfrazado cual veis. Pero, ¿:qué aguardo que no derramo la cobarde sangre que derramar la de mi esposa quiso? BAABDALÍ: ¡Estás loco, cristiano! ¡Ayudad, moros! FATIMÁN: ¿:Quién eres, diablo? GONZALO: Llámome el Sin Nombre y esta hazaña con mucho nombre y fama me conforme. BENZORAIQUE: [¡Ayudad], moros, ayudad! Que un infierno junto en su defensa viene. Vanse [riñendo] RICOTE: Aquí acaba tu vida, vil lacayo. ¿:Hay tal locura? ¡Qué contra tantos don Gonzalo solo se atreva! Él morirá y a mí me guisan con el cuzcuz los moros y me comen. ¡Ay, pobre y desdichada doña Blanca! ¡Ya no doy una blanca por tu vida! BLANCA: Si mi esposo la vida agora pierde, con él quiero morir. Adiós, Ricote. RICOTE: Muriendo pagaremos el escote. Vanse. Sálense acuchillando don GONZALO con BENZORAIQUE, y saca las cabezas de BAABDALÍ y FATIMÁN BENZORAIQUE: Detén, cristiano, el furor con que ese nombre has ganado de eterna fama y loor. Bastan las muertes que ha dado tu nunca visto valor. GONZALO: ¿:Moro que quiso forzar mi esposa había de vivir para poderse alabar que me quiso competir y del mismo sol gozar? ¡Muere, perro! BENZORAIQUE: ¿:Qué? ¿:Mi llanto no te mueva? GONZALO: Antes me espanto; que teniendo de hombre el ser, llores, moro, cual mujer. BENZORAIQUE: ¡Qué me matan, Alá santo! Vanse. Salen RICOTE, de moro, don SANCHO y don RAMIRO, en cuerpo RICOTE: Don Ramiro, señor mío, querido señor don Sancho, ya el alma alegro y ensancho y a tener vida confío; que a tan dichosa ocasión mi ventura me llevase, que sin saberlo os librase de tan áspera prisión. ¿:Que allí os tuviese el vil moro! ¡Qué en tal coyuntura os veo! Aquí estáis y aún no lo creo; casi de contento lloro. RAMIRO: Dame esos brazos, Ricote, pues de tu mucha lealtad nació nuestra libertad. El mundo tu ingenio note. ¿:Quién a tal parte te trujo? ¿:Qué enredo es éste? ¿:Qué ensayo? RICOTE: Soy moro injerto en lacayo. He dado, señor, en brujo. El venir de aquesta suerte decirte después colijo; que está a peligro tu hijo. Librémosle de la muerte sin dilación ni intervalo; que aunque me tardo en decillo, contra todo ese castillo solamente es don Gonzalo. Pelea por libertar una infanta que es su esposa. SANCHO: ¿:Infanta? RICOTE: Infanta. SANCHO: ¿:Hay tal cosa? RAMIRO: Vámosle luego a ayudar; que mil bienes juntos gano por tu causa, mi Ricote. RICOTE: ¡Muera el perrazo galgote! RAMIRO: Ven, Sancho, a librar tu hermano. RICOTE: Los moros que don Gonzalo muertos tiene, os armarán, y los vivos pagarán la prisión y el trato malo. SANCHO: Vamos. RICOTE: Y yo os sacaré a luz con mi traje lacayil burlándome de aquel vil Mahoma y de su alcuzcuz. Vanse. Sale doña BLANCA BLANCA: No ha dejado moro a vida mi valeroso español. Su carro le ofrezca el sol y sobre él el triunfo pida. Voy a darle el parabién de tan hermosa victoria. Sale don GONZALO GONZALO: Fuera mi dicha notoria si hallase mi dueño y bien. Pudiera hablar, pero temo que el moro desesperado la muerte no le haya dado que es mi desdicha en extremo. Y si esto es así, la vida dio a la muerte puerta franca. BLANCA: ¡Dulce esposo! GONZALO: ¡Dulce Blanca! BLANCA: ¡Mi bien! GONZALO: ¡Mi esposa querida! BLANCA: Sus verdes hojas y lazos el lauro a sus sienes dé. GONZALO: Laurel, mi bien, ¿:para qué si me coronan tus brazos? Sale RICOTE, de moro RICOTE: No hay en el castillo moro que herido no forme llantos. Pudiera dar muerte a tantos pero ya llega el que adoro. Salen don RAMIRO y don SANCHO GONZALO: Dame esos ilustres pies, noble padre, que yo en verte no tengo miedo a la muerte. RAMIRO: Mi Gonzalo, el interés de tu vida dio tal gusto al alma que te retrata, que si el gusto a veces mata, me ha de matar este gusto. GONZALO: Don Sancho, dame esos brazos; que eres mi hermano mayor. SANCHO: Mayor ha sido el valor, Gonzalo, con que pedazos los africanos has hecho. Dejemos las mayorías, [.................... -ías] tratarlas ya es sin provecho. GONZALO: Llega, padre, y a la infanta habla. RAMIRO: ¿:Qué infanta? GONZALO: Mi esposa, del rey hermana famosa. RAMIRO: Lo que te escucho me espanta. Dad a mi vejez prolija esos pies, y perdonad. Ignoro mi cortedad. BLANCA: Los brazos os doy de hija. RAMIRO: Han sido mis dichas tantas que casi imposibles son. RICOTE: Don Gonzalo dio en ladrón pues sabe robar infantas. Esto es cierto a toda ley. GONZALO: Después la historia sabrás. Sale un SOLDADO SOLDADO: Sal, don Ramiro, y verás que ya viene a verte el rey. Va llegando a tu castillo; que según dijo un soldado, al moro ha desbaratado que estaba sobre Trujillo y por gozar la victoria hoy cumplida, viene aquí en busca de Baabdalí y de sus hijos. GONZALO: La gloria de esta hazaña feneció. BLANCA: Ya alzó Fortuna la mano de mi dicha. El rey mi hermano que mil premios prometió a quien os diese la muerte cumplirá su gusto agora. GONZALO: Sosegá un poco, señora, y no lloréis de esa suerte; que ya la industria me ofrece el daño y vuestro pesar, y por podernos librar que nos vamos me parece, mientras sale a recibir mi padre al rey. RAMIRO: ¿:Qué temor os alborota? GONZALO: Señor, vamos si queréis oír la causa de este alboroto; que de tu prudencia espero remedio. RICOTE: Yo no lo quiero. A los pies, señor, me acojo. GONZALO: No, Ricote, que yo haré como te perdone el rey. RICOTE: El huír a toda ley. GONZALO: Espera. RICOTE: ¿:Cómo podré? ¡Si ha de llover todo en mí! GONZALO: Ven, señora. Padre, advierte la historia de aquesta suerte y el remedio escucha. RAMIRO: Di. Vanse todos y queda RICOTE RICOTE: Ya no hay enredo, Ricote, con que librarte esta vez. Hoy me apretarán la nuez hasta juntarla al cogote. Vase. Salen marchando soldados, el REY don Alfonso, don DIEGO Ordóñez y RICARDO REY: La victoria de esta noche cumplido del todo fuera a no morir Suleimán en la morisca refriega. Los moros desbaratados porque las espadas vuestras, castellanos y leoneses, hace[n] hazañas como éstas. Pero queda Baabdalí vivo, y vivirá la guerra mientras vive el principal, de aqueste cuerpo cabeza. Él está en este castillo. Aquí defenderse espera de vuestro español valor. Sin gente está ni defensa. Ya sé que no habéis comido desde ayer, y que las lenguas de los mordaces murmuran porque os traigo con tal priesa sin sosegar en Trujillo a ganar aquesta fuerza, que a matar el moro rey que defendérseme intenta. Pero también sé, soldados, que la española nobleza cuanto es mayor el trabajo tanto sus fuerzas renueva. Siete castillos ganáis. Si dais la muerte sangrienta al moro de baja ley, haréis vuestra fama eterna. Aquí tiene sus tesoros, aquí guarda sus riquezas, si el interés os anima. Y si el valor os alienta, arrimad al muro escalas, fuego poned a sus puertas, decid, ¡cierra España!, amigos y, pues, al moro encierra. Y alcanzada esta victoria, después, con triunfos y fiestas gozaréis de sus despojos. ¡Muera el moro! TODOS: ¡Muera, [muera]! REY: Detente, don Diego Ordóñez; amigo Ricardo, espera; que en señal de paz, el moro un blanco pendón nos muestra. DIEGO: Un cristiano de Castilla ha abierto, señor, la puerta, que de otros acompañado a tu real presencia llega. Sale don RAMIRO con una fuente y en ella unas llaves e híncase de rodillas RAMIRO: Déme los invictos pies, victorioso rey, su alteza, y tome la posesión hoy de aquesta fortaleza. Su alcaide, que soy yo mismo, con estas llaves le entrega libre del vil africano. REY: Alza, alcaide, de la tierra, y dime cómo es aqueso. ¿:Aqueste castillo y tierra no estaba por Baabdalí? RAMIRO: No ha mucho que estaba en ella con armas y municiones descuidado que pudiera un hombre sólo vencerle y echarle, gran señor, fuera. Yo, Alfonso, soy el alcaide que en este castillo y fuerza, Trujillo en tu nombre puso para tu guarda y defensa. Don Ramiro Altamirano es mi nombre, que en las guerras a la casa de Castilla serví desde mozo a prueba de leal y de valiente, y saliendo con empresas dignas de mi sangre y nombre vine a casarme a mi tierra. Dos hijos me dio mi dicha. Don Sancho el uno que hereda como el mayor de mi casa mi mayorazgo y hacienda. El menor que fue a servirte a Burgos y agora espera de tu magnífica mano el nombre y mercedes nuevas, es don Gonzalo, que solo, entrando en la fortaleza venció los moros que estaban para guardar su defensa, y matando los dos hijos de Baabdalí, darte intenta, aunque el moro [es] rey valiente, su coronado cabeza. Él está en su seguimiento. Mientras vuelve con él, entra en este castillo tuyo. Verás de su fortaleza los valerosos efectos, que no toparás apenas lugar que de sangre o moros no esté la tierra cubierta. REY: ¡Válgame el cielo! ¡Qué huyó Baabdalí! RAMIRO: De la refriega, aunque herido, salió huyendo. REY: Por su cabeza te diera premios de inmensa ganancia. Yo vine con la presteza, soldados que habéis visto, creyendo que feneciera con su muerte el alboroto de esta repentina guerra. Pero, pues, él se ha escapado y el valor a la destreza de don Gonzalo, vuestro hijo, le sigue y aquesta empresa alcanza, yo premiaré sus hazañas de manera que su nombre sea famoso. Regid esta fortaleza, valeroso don Ramiro. ¡A Trujillo el campo vuelva, que aquí no hay alojamiento, donde todos cobrar puedan del trabajo recibido el descanso que desean! ¡Marche el campo! RAMIRO: Gran señor, descansar primero intenta en este castillo tuyo que [ya] te aguarda. REY: Dos leguas está Trujillo de aquí. Allá con triunfos y fiestas nos aguardan. Marche el campo. RICARDO: Toma refresco siquiera. REY: Si le hubiera para todos, Ricardo amigo, sí hiciera; pero nunca el capitán es bien que descanse y duerma, y los soldados famosos, cuando él descansa, padezcan. Dame sólo un vaso de agua. RAMIRO: Yo voy, gran señor, por ella. (Bien mis intentos se trazan. Aparte De esta vez yo haré que sea don Gonzalo perdonado de quien el perdón espera). Vase REY: Ay, don Diego, esta victoria, ¡qué alegre me pareciera si viendo a mi hermana ingrata triunfara en Burgos con ella! Que siento con tal extremo en esta ocasión su ausencia, que de albricias de su vida perdón al robador diera. DIEGO: Sabe el cielo, gran señor, el cuidado y diligencia que he puesto en su busca. REY: Él mismo me la traiga en mi presencia... mas, ¡válgame Dios! ¿:Qué es esto? Salen doña BLANCA, don GONZALO y RICOTE, cada uno con una fuente y en ella una cabeza de moro, y don RAMIRO con una toalla sobre otra fuente RAMIRO: Para que tu alteza beba, poderoso rey, te traigo estos platos de conserva. Mata la sed de venganza en aquestas tres cabezas, y cuando sin ella estés mira que tus plantas besa doña Blanca, hermana tuya, y don Gonzalo, que espera en pago de aquesta hazaña el perdón de tu clemencia. El robar a doña Blanca bastante delito era [que] aquí mandaras quitarle de los hombros la cabeza; pero en pago de ésta suya, aquestas tres te presenta, del moro rey y sus hijos. Bebe, gran señor, ¿:qué esperas? REY: Sí. Beberé, que es razón que agua que tan cara cuesta un rey la compre. GONZALO: [Besar los pies], gran señor, nos deja. REY: Alzad, que ha sido el presente digno de la fortaleza del caballero Sin Nombre. GONZALO: Ya será justo le tenga, pues con mano liberal nombre y armas de tu alteza recibo en esta ocasión. REY: Vuestras armas desde hoy sean tres cabezas coronadas, en campo azul, porque tenga noticia de aquesta hazaña el mundo todo con verlas, y desde hoy os llamaréis Altamirano y Cabezas. Dadme, hermana, aquesos brazos que escogéis como discreta marido valiente y noble que os ampare y os defienda. Don Ramiro, desde aquí de Trujillo la Tenencia os doy a vos y a don Sancho por su vida y por la vuestra. RAMIRO: Tu vida prospere el cielo. REY: Don Gonzalo, a cargo queda de mi corona, pues es mi cuñado. El cargo tenga agora de Adelantado en toda aquesta frontera y Conde de Medellín. GONZALO: Déme sus pies, vuestra alteza. RICOTE: Y a Ricote que le trae, señor, esta fuente llena, rellenada de grosura, cabeza, sesos y lengua, ¿:qué le das? REY: Es tu lealtad digna de que mi largueza te premie. Desde hoy te doy mil maravedís de renta. RICOTE: ¡No trae más maravedís un demandador de iglesias! Desde hoy, con tanto dinero, ricos los Ricotes quedan. ¡Mil maravedís! ¡Jesús! Coche he de hacer y litera. Papagayo compro y mona. Voy a contar la moneda. REY: A lo menos a Trujillo marche el campo, porque vean a mi doña Blanca todos y alegren las bodas vuestras. GONZALO: El Caballero Sin Nombre fue don Gonzalo Cabezas. Ésta es, senado, su historia. Perdonad las faltas de ella. FIN
DE LA COMEDIA
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