"Yes, of course, if it′s fine tomorrow," said Mrs. Ramsay. "But you′ll have to be up with the lark," she added.
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Sí, mañana, por supuesto, si hace bueno -dijo Mrs. Ramsay-. Pero tendréis que levantaros con la alondra-agregó.
To her son these words conveyed an extraordinary joy, as if it were settled, the expedition were bound to take place, and the wonder to which he had looked forward, for years and years it seemed, was, after a night′s darkness and a day′s sail, within touch. Since he belonged, even at the age of six, to that great clan which cannot keep this feeling separate from that, but must let future prospects, with their joys and sorrows, cloud what is actually at hand, since to such people even in earliest childhood any turn in the wheel of sensation has the power to crystallise and transfix the moment upon which its gloom or radiance rests, James Ramsay, sitting on the floor cutting out pictures from the illustrated catalogue of the Army and Navy stores, endowed the picture of a refrigerator, as his mother spoke, with heavenly bliss. It was fringed with joy. The wheelbarrow, the lawnmower, the sound of poplar trees, leaves whitening before rain, rooks cawing, brooms knocking, dresses rustling--all these were so coloured and distinguished in his mind that he had already his private code, his secret language, though he appeared the image of stark and uncompromising severity, with his high forehead and his fierce blue eyes, impeccably candid and pure, frowning slightly at the sight of human frailty, so that his mother, watching him guide his scissors neatly round the refrigerator, imagined him all red and ermine on the Bench or directing a stern and momentous enterprise in some crisis of public affairs.
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Estas palabras proporcionaron a su hijo una alegría extraordinaria, como si la excursión fuera ya cosa hecha; como si toda la ilusión con la que había aguardado este momento, que parecía haber tardado años y años, estuviese, tras la oscuridad de la noche, tras un día de navegación, al alcance de la mano. Pero, puesto que, ya a los seis años, era miembro de ese gran grupo que no consigue mantener en orden los sentimientos, sino que consiente que las esperanzas futuras, con sus penas y alegrías, empañen lo que sí que está al alcance de la mano, y puesto que, para quienes son así, desde la más temprana infancia, cualquier movimiento de la rueda de las emociones tiene el poder de hacer cristalizar y detener el momento sobre el que recae ya la pena, ya la exaltación, James Ramsay, que, sentado en el suelo, recortaba estampas del catálogo ilustrado del economato de la armada y el ejército, mientras su madre hablaba, adomó el cromo del refrigerador con una bienaventuranza celestial. Rodeaba el dibujo un halo de complacencia. La carretilla, la cortadora de césped, el sonido de los álamos, las hojas que blanqueaban antes de la lluvia, el graznido de los grajos, los ruidos de las escobas, el rumor de los vestidos: todo esto tenía en su mente color y forma tan propios que les había dedicado un código personal, una lengua secreta; aunque él, por su parte, era la viva imagen del rigor, de la más inflexible seriedad: frente despejada, apasionados ojos azules, inmaculadamente inocentes y puros, ceño severo ante la fragilidad humana; todo esto hacía pensar a su madre (mientras observaba cómo las tijeras seguían con cuidado el contorno del refrigerador), en los estrados, en visiones de togas rojas y armiños′; o en la responsabilidad de algún asunto a la vez delicado y de gran importancia, algo relacionado con alguna grave crisis de los asuntos públicos.
"But," said his father, stopping in front of the drawing-room window, "it won′t be fine."
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-Pero no hará bueno -dijo su padre, parado ante la ventana del salón.
Had there been an axe handy, a poker, or any weapon that would have gashed a hole in his father′s breast and killed him, there and then, James would have seized it. Such were the extremes of emotion that Mr. Ramsay excited in his children′s breasts by his mere presence; standing, as now, lean as a knife, narrow as the blade of one, grinning sarcastically, not only with the pleasure of disillusioning his son and casting ridicule upon his wife, who was ten thousand times better in every way than he was (James thought), but also with some secret conceit at his own accuracy of judgement. What he said was true. It was always true. He was incapable of untruth; never tampered with a fact; never altered a disagreeable word to suit the pleasure or convenience of any mortal being, least of all of his own children, who, sprung from his loins, should be aware from childhood that life is difficult; facts uncompromising; and the passage to that fabled land where our brightest hopes are extinguished, our frail barks founder in darkness (here Mr. Ramsay would straighten his back and narrow his little blue eyes upon the horizon), one that needs, above all, courage, truth, and the power to endure. {{}"> "But it may be fine--I expect it will be fine," said Mrs. Ramsay, making some little twist of the reddish brown stocking she was knitting, impatiently. If she finished it tonight, if they did go to the Lighthouse after all, it was to be given to the Lighthouse keeper for his little boy, who was threatened with a tuberculous hip; together with a pile of old magazines, and some tobacco, indeed, whatever she could find lying about, not really wanted, but only littering the room, to give those poor fellows, who must be bored to death sitting all day with nothing to do but polish the lamp and trim the wick and rake about on their scrap of garden, something to amuse them. For how would you like to be shut up for a whole month at a time, and possibly more in stormy weather, upon a rock the size of a tennis lawn? she would ask; and to have no letters or newspapers, and to see nobody; if you were married, not to see your wife, not to know how your children were,--if they were ill, if they had fallen down and broken their legs or arms; to see the same dreary waves breaking week after week, and then a dreadful storm coming, and the windows covered with spray, and birds dashed against the lamp, and the whole place rocking, and not be able to put your nose out of doors for fear of being swept into the sea? How would you like that? she asked, addressing herself particularly to her daughters. So she added, rather differently, one must take them whatever comforts one can.
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Si hubiera tenido a mano un hacha, un espetón, o cualquier otra arma con la que hubiera podido atravesarle el pecho, y haberlo matado en aquel mismo momento, James habría echado mano de ella. Tan desmesuradas eran las emociones que Mr. Ramsay despertaba entre sus hijos con su sola presencia; ahí estaba: flaco como hoja de cuchillo, cortante, con su sonrisa sarcástica; contento no sólo por el placer de aguar la fiesta a su hijo, y de dejar en ridículo a su esposa, diez mil veces mejor que él en todos los sentidos (creía James), sino por poder exhibir además cierta secreta vanidad por la precisión de sus juicios. Decía la verdad. Siempre decía la verdad. No sabía mentir, nunca desfiguraba la naturaleza de un hecho cierto, jamás modificaría una palabra, por desagradable que fuera, para acomodarla a la conveniencia o el gusto de nadie; y menos aún la modificaría para complacer a sus propios hijos, de su carne y sangre, quienes debían saber desde la infancia que la vida es dificil, que con la realidad no se puede jugar, que para el viaje hacia esa tierra de fábula en la que se extinguen nuestras más ardientes esperanzas, donde naufragan nuestras frágiles barquillas en medio de las tinieblas (aquí Mr. Ramsay se erguía, los ojillos azules se convertían en rendijas dirigidas hacia el horizonte), lo que hace falta es, sobre todo, valor, sinceridad, fuerza para conllevar los padecimientos. -Pero puede que haga bueno, y confio en que haga bueno -dijo Mrs. Ramsay, tirando con un leve movimiento impaciente del hilo de lana castaño-rojiza del calcetín que estaba tejiendo. Si acabara esta tarde, y si, después de todo, fueran al Faro, podría regalarle los calcetines al torrero, para el niño, que tenía síntomas de coxalgia; también les llevaría un buen montón de revistas atrasadas, tabaco y, cómo no, cualquier otra cosa de la que pudiera echar mano, y que no fuera verdaderamente indispensable; cosas de esas que lo único que hacen es estorbar en casa; debían de estar, los pobres, aburridos hasta la desesperación, todo el día allí, de brazos cruzados, sin nada que hacer, excepto cuidar el Faro, atender la mecha, pasar el rastrillo por un jardín no más grande que un pañuelo: necesitaban entretenerse. Porque, se preguntaba, ¿a quién puede gustarle estar encerrado durante todo un mes, o acaso más (cuando había tormentas), en un peñón del tamaño de un campo de tenis?, ¿no recibir cartas ni periódicos?, ¿no ver a nadie?; si estuvieras casado, ¿no ver a tu esposa?, ¿ni saber dónde están tus hijos?, ¿si están enfermos, o si se han caído y se han roto piernas o brazos?; ¿ver siempre las mismas lúgubres olas rompiendo una semana tras otra?; ¿y después la llegada de una horrible tempestad, y las ventanas llenas de espuma, y las aves que se estrellan contra el farol, y el movimiento incesante, sin poder asomar la nariz por temor a que te arrastre la mar? ¿A quién puede gustarle eso?, se preguntaba, dirigiéndose de forma especial a sus hijas. A continuación, cambiando de actitud, añadía que era preciso llevarles todo lo que pudiera hacerles la vida algo más grata.
"It′s due west," said the atheist Tansley, holding his bony fingers spread so that the wind blew through them, for he was sharing Mr. Ramsay′s evening walk up and down, up and down the terrace. That is to say, the wind blew from the worst possible direction for landing at the Lighthouse. Yes, he did say disagreeable things, Mrs. Ramsay admitted; it was odious of him to rub this in, and make James still more disappointed; but at the same time, she would not let them laugh at him. "The atheist," they called him; "the little atheist." Rose mocked him; Prue mocked him; Andrew, Jasper, Roger mocked him; even old Badger without a tooth in his head had bit him, for being (as Nancy put it) the hundred and tenth young man to chase them all the way up to the Hebrides when it was ever so much nicer to be alone.
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-Sopla de poniente -dijo Tansley, el ateo, abriendo los dedos de forma que el viento pasara entre ellos; compartía con Mr. Ramsay el paseo vespertino por el jardín, de un lado para otro, y vuelta a empezar. Lo que quería decir es que el viento soplaba en la peor dirección posible para desembarcar en el Faro. Sí, hasta Mrs. Ramsay estaba de acuerdo, vaya si le gustaba decir cosas desagradables; era detestable que les refregara eso, y que hiciera que James se sintiera aún más desdichado; sin embargo, no les consentía que se rieran de él. «El ateo -lo llamaban-, el ateazo.» Rose se burlaba de él; Prue se burlaba de él; Andrew, Jasper, Roger se burlaban de él; hasta el viejo y desdentado Badger había intentado morderlo, porque era el joven número ciento diez (eso había dicho Nancy) que los había perseguido hasta las Hébridas, donde lo que de verdad les gustaba era estar solos.
"Nonsense," said Mrs. Ramsay, with great severity. Apart from the habit of exaggeration which they had from her, and from the implication (which was true) that she asked too many people to stay, and had to lodge some in the town, she could not bear incivility to her guests, to young men in particular, who were poor as churchmice, "exceptionally able," her husband said, his great admirers, and come there for a holiday. Indeed, she had the whole of the other sex under her protection; for reasons she could not explain, for their chivalry and valour, for the fact that they negotiated treaties, ruled India, controlled finance; finally for an attitude towards herself which no woman could fail to feel or to find agreeable, something trustful, childlike, reverential; which an old woman could take from a young man without loss of dignity, and woe betide the girl--pray Heaven it was none of her daughters!--who did not feel the worth of it, and all that it implied, to the marrow of her bones!
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-Bobadas -dijo Mrs. Ramsay, muy seria. Aparte de una muy general tendencia a exagerar, que habían heredado de ella, y aparte de la insinuación (era verdad) de que invitaba a demasiada gente a quedarse con ellos, y que tenía que hospedar a algunos en el pueblo, no podía soportar que nadie fuera descortés con los invitados, especialmente con los jóvenes, porque solían ser pobres de solemnidad; «qué gran talento», decía su marido; eran sus admiradores, e iban a pasar las vacaciones allí. A decir verdad, ella extendía su protección a todos los miembros del sexo opuesto; por razones que no sabría explicar, por su caballerosidad y valor, porque negociaban tratados, gobernaban la India, controlaban el mundo financiero, y, en fin, por una actitud hacia ella misma que no habría mujer que dejara de considerar halagüeña, una actitud que representaba algo en lo que confiar, algo infantil, reverencial; algo que una anciana podría aceptar por parte de un joven sin merma de su dignidad, y ay de la muchacha -¡al cielo rogaba que no fuera ninguna de sus hijas!- que, en lo más íntimo de su ser, no supiera apreciar esto en su verdadero valor, en todo lo que implicaba.
She turned with severity upon Nancy. He had not chased them, she said. He had been asked.
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Se volvió con severidad hacia Nancy. No los había perseguido, dijo, lo habían invitado.
They must find a way out of it all. There might be some simpler way, some less laborious way, she sighed. When she looked in the glass and saw her hair grey, her cheek sunk, at fifty, she thought, possibly she might have managed things better--her husband; money; his books. But for her own part she would never for a single second regret her decision, evade difficulties, or slur over duties. She was now formidable to behold, and it was only in silence, looking up from their plates, after she had spoken so severely about Charles Tansley, that her daughters, Prue, Nancy, Rose--could sport with infidel ideas which they had brewed for themselves of a life different from hers; in Paris, perhaps; a wilder life; not always taking care of some man or other; for there was in all their minds a mute questioning of deference and chivalry, of the Bank of England and the Indian Empire, of ringed fingers and lace, though to them all there was something in this of the essence of beauty, which called out the manliness in their girlish hearts, and made them, as they sat at table beneath their mother′s eyes, honour her strange severity, her extreme courtesy, like a queen′s raising from the mud to wash a beggar′s dirty foot, when she admonished them so very severely about that wretched atheist who had chased them--or, speaking accurately, been invited to stay with them--in the Isle of Skye.
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Tenía que haber alguna forma de escaparse de todo esto. Tendría que haber algo más sencillo, algo menos laborioso; suspiró. Cuando se miraba en el espejo, y se veía el pelo gris, las mejillas hundidas, los cincuenta años, pensaba en que quizá podía haber hecho las cosas mejor: su marido, el dinero, los libros de él. Pero, por su parte, ni por un segundo se arrepentía de las decisiones que había tomado, tampoco eludía las dificultades, ni se demoraba en el cumplimiento de su deber. El aspecto que tenía era formidable; y sólo en la intimidad de su conciencia, levantando la mirada de los platos, después de que ella hubiera hablado con tanta seriedad acerca de Charles Tansley, se atrevían sus hijas -Prue, Nancy, Rose- a entretenerse con ideas heréticas, de las que eran responsables exclusivas, acerca de una vida enteramente diferente de la de ella; quizá en París; una vida más animada; no ocupándose siempre del hombre que fuera; porque en todas sus mentes habían brotado dudas inexpresadas acerca de la deferencia, la caballerosidad, el Banco de Inglaterra y el Imperio de la India, las sortijas y los encajes; aunque para todas ellas había en todo esto algún componente fundamental de la belleza, algo que despertaba la admiración por la virilidad en sus corazones infantiles, y que, sentadas a la mesa bajo la mirada de su madre, les hacía honrar aquella extraña severidad, aquella cortesía tan perfecta (como la de una reina que alzara del barro el sucio pie de un pobre para lavarlo), cuando las amonestaba con tanto rigor por lo del desdichado ateo que los había perseguido -hablando con propiedad, a quien habían invitado- hasta la isla de Skye.
"There′ll be no landing at the Lighthouse tomorrow," said Charles Tansley, clapping his hands together as he stood at the window with her husband. Surely, he had said enough. She wished they would both leave her and James alone and go on talking. She looked at him. He was such a miserable specimen, the children said, all humps and hollows. He couldn′t play cricket; he poked; he shuffled. He was a sarcastic brute, Andrew said. They knew what he liked best--to be for ever walking up and down, up and down, with Mr. Ramsay, and saying who had won this, who had won that, who was a "first rate man" at Latin verses, who was "brilliant but I think fundamentally unsound," who was undoubtedly the "ablest fellow in Balliol," who had buried his light temporarily at Bristol or Bedford, but was bound to be heard of later when his Prolegomena, of which Mr. Tansley had the first pages in proof with him if Mr. Ramsay would like to see them, to some branch of mathematics or philosophy saw the light of day. That was what they talked about.
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-Mañana no se podrá desembarcar donde el Faro -dijo Charles Tansley, dando palmadas, parado ante la ventana, junto a Mr. Ramsay. Vaya si había hablado más de la cuenta. Habría deseado que ambos los hubieran dejado en paz, a ella y a James, y que hubieran seguido hablando de sus cosas. Se le quedó mirando. Según los niños era un espécimen poco afortunado, un escaparate de irregularidades; no sabía jugar al críquet, era gruñón, arrastraba los pies. Un animal insolente, había dicho Ándrew. Sabían muy bien qué era lo que de verdad le gustaba: pasear eternamente, de acá para allá, de allá para acá, con Mr. Ramsay, y hablar de quién había ganado esto, y quién había ganado aquello; quién era un talento «de primera» para la composición poética en latín; quién era «brillante, pero, en el fondo, superficial»; quién era, sin ninguna duda, el «individuo con más talento de Balliol»; quién había sepultado su genio, por poco tiempo, en Bristol o Bedford, pero de quien no se iba a dejar de hablar en cuanto vieran la luz sus Prolegoma dedicados a alguna rama de las ciencias matemáticas o la filosofía, y de los que Mr. Tansley tenía ya las galeradas de las primeras páginas, por si Mr. Ramsay quería leerlas. De cosas como éstas es de lo que hablaban.
She could not help laughing herself sometimes. She said, the other day, something about "waves mountains high." Yes, said Charles Tansley, it was a little rough.
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A veces ni ella podía contener la risa. Algo había dicho ella acerca de «unas olas como montañas». Sí, estaba algo borrascoso, había respondido Charles Tansley.
"Aren′t you drenched to the skin?" she had said.
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-¡No se ha calado hasta los huesos? -había dicho ella.
"Damp, not wet through," said Mr. Tansley, pinching his sleeve, feeling his socks.
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-Algo húmedo, no calado -había respondido Mr. Tansley, pellizcando la manga, tocando los calcetines.
But it was not that they minded, the children said. It was not his face; it was not his manners. It was him--his point of view. When they talked about something interesting, people, music, history, anything, even said it was a fine evening so why not sit out of doors, then what they complained of about Charles Tansley was that until he had turned the whole thing round and made it somehow reflect himself and disparage them--he was not satisfied. And he would go to picture galleries they said, and he would ask one, did one like his tie? God knows, said Rose, one did not.
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Pero no era eso lo que les preocupaba, decían los niños. No era la cara, ni los modales. Era él, eran sus opiniones. Cuando hablaban de algo interesante, gente, música, historia, cualquier cosa, incluso cuando decían que hacía una buena tarde, y que querían salir a sentarse afuera, lo que les molestaba de Charles Tansley es que no se sentía satisfecho si no daba un rodeo para que fuera lo que fuera lo reflejara a él, y les hiciera sentirse conscientes de su superioridad, hasta conseguir irritarlos con su agria forma de exterminar tanto las flaquezas como la grandeza de la humanidad. Si iba a una exposición de pintura, lo primero que hacía era preguntar por la opinión que les merecía su corbata. Bien sabe Dios, decía Rose, que no era precisamente una corbata que pudiera gustar a cualquiera.
Disappearing as stealthily as stags from the dinner-table directly the meal was over, the eight sons and daughters of Mr. and Mrs. Ramsay sought their bedrooms, their fastness in a house where there was no other privacy to debate anything, everything; Tansley′s tie; the passing of the Reform Bill; sea birds and butterflies; people; while the sun poured into those attics, which a plank alone separated from each other so that every footstep could be plainly heard and the Swiss girl sobbing for her father who was dying of cancer in a valley of the Grisons, and lit up bats, flannels, straw hats, ink-pots, paint-pots, beetles, and the skulls of small birds, while it drew from the long frilled strips of seaweed pinned to the wall a smell of salt and weeds, which was in the towels too, gritty with sand from bathing.
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Desaparecían de la mesa tan sigilosamente como ciervos, en cuanto terminaban de comer; los ocho hijos e hijas de Mr. y Mrs. Ramsay se dirigían a sus dormitorios, sus fortalezas en una casa en la que no había ninguna otra intimidad para hablar de nada o de todo: de la corbata de Tansley, de la aprobación de la Ley de Reforma′, de las aves marinas y de las mariposas, de la gente; allí caía el sol sobre las habitaciones de los áticos, separadas por una delgada pared que permitía oír las pisadas con toda claridad, y permitía oír también los sollozos de la muchacha suiza cuyo padre agonizaba de cáncer en un valle de los Grisones; caía el sol e iluminaba los palos de críquet, los pantalones de franela, los sombreros de paja, los tinteros, los frascos de pintura, los escarabajos, los cráneos de pajarillos; y extraía el sol de las largas tiras de algas adornadas como con puntillas, pegadas a las paredes, cierto olor a sal y algas, que también se hallaba en las toallas, ásperas de la arena de la playa.
Strife, divisions, difference of opinion, prejudices twisted into the very fibre of being, oh, that they should begin so early, Mrs. Ramsay deplored. They were so critical, her children. They talked such nonsense. She went from the dining-room, holding James by the hand, since he would not go with the others. It seemed to her such nonsense--inventing differences, when people, heaven knows, were different enough without that. The real differences, she thought, standing by the drawing-room window, are enough, quite enough. She had in mind at the moment, rich and poor, high and low; the great in birth receiving from her, half grudging, some respect, for had she not in her veins the blood of that very noble, if slightly mythical, Italian house, whose daughters, scattered about English drawing-rooms in the nineteenth century, had lisped so charmingly, had stormed so wildly, and all her wit and her bearing and her temper came from them, and not from the sluggish English, or the cold Scotch; but more profoundly, she ruminated the other problem, of rich and poor, and the things she saw with her own eyes, weekly, daily, here or in London, when she visited this widow, or that struggling wife in person with a bag on her arm, and a note-book and pencil with which she wrote down in columns carefully ruled for the purpose wages and spendings, employment and unemployment, in the hope that thus she would cease to be a private woman whose charity was half a sop to her own indignation, half a relief to her own curiosity, and become what with her untrained mind she greatly admired, an investigator, elucidating the social problem.
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Porfías, divisiones, diferencias de opiniones, prejuicios arraigados en lo más íntimo de cado uno; qué pena que se manifestaran tan pronto, se lamentaba Mrs. Ramsay. ¡Sus hijos!, eran tan críticos. Decían tantas tonterías. Salió del comedor, llevaba a James de la mano, porque no quería ir con los demás. Eso de inventarse diferencias, le parecía una tontería muy, muy grande; ya era bastante diferente la gente sin necesidad de hacer más grandes las diferencias de lo que eran. Las diferencias de verdad, pensaba, junto a la ventana del salón, ya son pero que muy profundas, demasiado. En aquel momento pensaba en las diferencias entre ricos y pobres, superiores e inferiores; los de alta cuna recibían de ella, medio a contrapelo, su respeto, porque también corría por sus venas sangre de aquella noble, aunque algo legendaria, casa italiana, cuyas hijas, repartidas por los salones ingleses a lo largo del siglo XIX, habían ceceado con tanto encanto, y se habían divertido tan alocadamente; y todo su ingenio, aspecto y temperamento procedían de ellas, y no de las indolentes inglesas, ni de las frías escocesas; pero el otro problema lo rumiaba con más detenimiento: ricos y pobres; lo que veía con sus propios ojos, todas las semanas, a diario, aquí o en Londres, cuando visitaba a esa viuda, o iba en persona a ver a aquella esposa luchadora, con la cesta bajo el brazo, con el cuaderno y ese lapicero con el que anotaba en columnas cuidadosamente trazadas los ingresos y los gastos, el empleo y el paro, con la esperanza de dejar de ser una ciudadana particular cuya caridad fuese un ejercicio sentimental para justificarse ante sí misma, o fuese un remedio que curase su curiosidad, y se convirtiese en aquello que su mente nada adiestrada más admiraba: en una investigadora, en alguien que se ocupara de resolver en serio los problemas sociales.
Insoluble questions they were, it seemed to her, standing there, holding James by the hand. He had followed her into the drawing-room, that young man they laughed at; he was standing by the table, fidgeting with something, awkwardly, feeling himself out of things, as she knew without looking round. They had all gone--the children; Minta Doyle and Paul Rayley; Augustus Carmichael; her husband--they had all gone. So she turned with a sigh and said, "Would it bore you to come with me, Mr. Tansley?"
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Problemas irresolubles, se le antojaban, allí, en pie, mientras llevaba a James de la mano. La había seguido hasta el salón, el joven ese del que se reían; estaba junto a la mesa, enredando con algo, torpe, se sentía extraño; sabía todo eso sin necesidad de mirar. Se habían ido todos -los niños, Minta Doyle y Paul Rayley, Augustus Carmichael, Mr. Ramsay-, se habían ido todos. De forma que se volvió con un suspiro, y dijo: «No se aburrirá si le pido que me acompañe, ¿verdad, Mr. Tansley?»
She had a dull errand in the town; she had a letter or two to write; she would be ten minutes perhaps; she would put on her hat. And, with her basket and her parasol, there she was again, ten minutes later, giving out a sense of being ready, of being equipped for a jaunt, which, however, she must interrupt for a moment, as they passed the tennis lawn, to ask Mr. Carmichael, who was basking with his yellow cat′s eyes ajar, so that like a cat′s they seemed to reflect the branches moving or the clouds passing, but to give no inkling of any inner thoughts or emotion whatsoever, if he wanted anything.
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Tenía que hacer un recado en el pueblo; tenía que escribir una o dos cartas, tardaría unos diez minutos; tenía que ponerse el sombrero. Diez minutos más tarde, con la cesta y el sombrero, ahí estaba de nuevo, daba la impresión de estar preparada, preparada para una excursión, que, no obstante, debía aplazar un momento, al pasar por el campo de tenis, para preguntar a Mr. Carmichael, que tomaba el sol con los ojos entomados, amarillos ojos de gato, que al igual que los de los gatos parecían reflejar el movimiento de las ramas o el paso de las nubes, pero no mostraban señal alguna de ninguna clase de pensamiento o de emoción, ni si quería algo.
For they were making the great expedition, she said, laughing. They were going to the town. "Stamps, writing-paper, tobacco?" she suggested, stopping by his side. But no, he wanted nothing. His hands clasped themselves over his capacious paunch, his eyes blinked, as if he would have liked to reply kindly to these blandishments (she was seductive but a little nervous) but could not, sunk as he was in a grey-green somnolence which embraced them all, without need of words, in a vast and benevolent lethargy of well-wishing; all the house; all the world; all the people in it, for he had slipped into his glass at lunch a few drops of something, which accounted, the children thought, for the vivid streak of canary-yellow in moustache and beard that were otherwise milk white. No, nothing, he murmured.
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Porque se trataba de una expedición de las de verdad, dijo ella, riéndose. Iban al pueblo. «¿Sellos, papel de cartas, tabaco?», dijo, detenida junto a él. Pero no, no necesitaba nada. Tenía las manos cruzadas sobre la espaciosa panza, parpadeó, como si hubiera querido corresponder a su amabilidad (era seductora, aunque algo nerviosa), pero fuera incapaz, hundido como estaba en una somnolencia verdegrís en la que incluía a todos, sin necesidad de palabras, en un vasto y benévolo letargo de buenas intenciones, y en el que cabía toda la casa, todo el mundo, porque había dejado caer en el vaso, a la hora del almuerzo, unas gotas de algo que, según los niños, explicaba la presencia de las brillantes hebras de color amarillo canario de la barba y el bigote, los cuales eran, si no se contaban esas hebras, blancos como la leche. No necesitaba nada, susurró.
He should have been a great philosopher, said Mrs. Ramsay, as they went down the road to the fishing village, but he had made an unfortunate marriage. Holding her black parasol very erect, and moving with an indescribable air of expectation, as if she were going to meet some one round the corner, she told the story; an affair at Oxford with some girl; an early marriage; poverty; going to India; translating a little poetry "very beautifully, I believe," being willing to teach the boys Persian or Hindustanee, but what really was the use of that?--and then lying, as they saw him, on the lawn.
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Habría sido un gran filósofo, decía Mrs. Ramsay, ya en la carretera, camino del pueblo pesquero, pero se había casado mal. Llevaba la negra sombrilla muy derecha, y se movía con el indescriptible aire de esperar algo, como si fuera a encontrarse con alguien a la vuelta de la esquina; le contó la historia: hubo algo con una muchacha en Oxford, se casó demasiado pronto, eran pobres, tuvo que irse a la India, tradujo algo de poesía, «algo muy hermoso, según creo», quería enseñar a los niños persa o hindi, pero ¿para qué?; después, ya lo había visto, tumbado ahí sobre la hierba.
It flattered him; snubbed as he had been, it soothed him that Mrs. Ramsay should tell him this. Charles Tansley revived. Insinuating, too, as she did the greatness of man′s intellect, even in its decay, the subjection of all wives--not that she blamed the girl, and the marriage had been happy enough, she believed--to their husband′s labours, she made him feel better pleased with himself than he had done yet, and he would have liked, had they taken a cab, for example, to have paid the fare. As for her little bag, might he not carry that? No, no, she said, she always carried THAT herself. She did too. Yes, he felt that in her. He felt many things, something in particular that excited him and disturbed him for reasons which he could not give. He would like her to see him, gowned and hooded, walking in a procession. A fellowship, a professorship, he felt capable of anything and saw himself--but what was she looking at? At a man pasting a bill. The vast flapping sheet flattened itself out, and each shove of the brush revealed fresh legs, hoops, horses, glistening reds and blues, beautifully smooth, until half the wall was covered with the advertisement of a circus; a hundred horsemen, twenty performing seals, lions, tigers ... Craning forwards, for she was short-sighted, she read it out ... "will visit this town," she read. It was terribly dangerous work for a one-armed man, she exclaimed, to stand on top of a ladder like that--his left arm had been cut off in a reaping machine two years ago.
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Se sentía halagado; acostumbrado a las humillaciones, le agradaba que Mrs. Ramsay le contara cosas como ésta. Charles Tansley revivió. Como había dado la impresión, además, de que consideraba favorablemente la grandeza de la inteligencia del personaje, incluso en su decadencia, y de que no le parecía mal la sumisión de toda esposa -no es que ella echara la culpa a la muchacha, había sido un matrimonio feliz, según ella- al trabajo de su marido, todo ello le había hecho sentirse más reconciliado consigo mismo que nunca anteriormente; y le habría gustado, si hubieran alquilado un carruaje, por ejemplo, haber pagado la carrera. Pero estaba esa bolsa tan pequeña, ¿le permitiría llevarla? No, de ninguna manera, había respondido, ¡siempre la llevaba ella! También ella estaba contenta. Sí, lo notaba. Sentía él muchas sensaciones, pero había algo que de forma particular lo agitaba y perturbaba, sin saber por qué: le gustaría que ella lo viera, con birrete y muceta, en una procesión académica. Un puesto de profesor, una cátedra... se sentía con fuerzas para cualquier cosa, se veía ya... pero ¿qué miraba? Un hombre que pegaba un cartel. La inmensa hoja que batía el viento se alisaba poco a poco, y cada golpe de la escobilla revelaba nuevas piernas, aros, caballos, deslumbrantes colores rojos y azules, todo perfecto; hasta que media pared estuvo cubierta con el anuncio del circo: un centenar de jinetes, veinte focas malabaristas, leones, tigres... Acercó la cabeza, era algo corta de vista; leyó que iban «a actuar en el pueblo». Es muy peligroso, exclamó, que un manco suba a una escalera de éstas; dos años antes le había amputado el brazo izquierdo una segadora mecánica.
"Let us all go!" she cried, moving on, as if all those riders and horses had filled her with childlike exultation and made her forget her pity.
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-¡Vayamos todos! -dijo, avanzando, como si tanto jinete y tanto caballo la hubieran llenado de gozo infantil, y le hubieran hecho olvidar su piedad.
"Let′s go," he said, repeating her words, clicking them out, however, with a self-consciousness that made her wince. "Let us all go to the circus." No. He could not say it right. He could not feel it right. But why not? she wondered. What was wrong with him then? She liked him warmly, at the moment. Had they not been taken, she asked, to circuses when they were children? Never, he answered, as if she asked the very thing he wanted; had been longing all these days to say, how they did not go to circuses. It was a large family, nine brothers and sisters, and his father was a working man. "My father is a chemist, Mrs. Ramsay. He keeps a shop." He himself had paid his own way since he was thirteen. Often he went without a greatcoat in winter. He could never "return hospitality" (those were his parched stiff words) at college. He had to make things last twice the time other people did; he smoked the cheapest tobacco; shag; the same the old men did in the quays. He worked hard--seven hours a day; his subject was now the influence of something upon somebody--they were walking on and Mrs. Ramsay did not quite catch the meaning, only the words, here and there ... dissertation ... fellowship ... readership ... lectureship. She could not follow the ugly academic jargon, that rattled itself off so glibly, but said to herself that she saw now why going to the circus had knocked him off his perch, poor little man, and why he came out, instantly, with all that about his father and mother and brothers and sisters, and she would see to it that they didn′t laugh at him any more; she would tell Prue about it. What he would have liked, she supposed, would have been to say how he had gone not to the circus but to Ibsen with the Ramsays. He was an awful prig--oh yes, an insufferable bore. For, though they had reached the town now and were in the main street, with carts grinding past on the cobbles, still he went on talking, about settlements, and teaching, and working men, and helping our own class, and lectures, till she gathered that he had got back entire self-confidence, had recovered from the circus, and was about (and now again she liked him warmly) to tell her--but here, the houses falling away on both sides, they came out on the quay, and the whole bay spread before them and Mrs. Ramsay could not help exclaiming, "Oh, how beautiful!" For the great plateful of blue water was before her; the hoary Lighthouse, distant, austere, in the midst; and on the right, as far as the eye could see, fading and falling, in soft low pleats, the green sand dunes with the wild flowing grasses on them, which always seemed to be running away into some moon country, uninhabited of men.
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-Vayamos -dijo él, repitiendo las palabras, con un raro tartamudeo que le hizo mirar sorprendida. «Vayamos al circo». No. No lo decía bien. No sabía expresarlo de forma adecuada. Pero ¿por qué no?, se preguntaba, ¿qué le ocurría? En este momento a ella le caía muy bien. En su infancia, preguntó, ¿no lo habían llevado al circo? Nunca, respondió él, como si le hubieran hecho la pregunta a la que precisamente quena responder, como si durante todos estos días hubiera estado deseando decir que en su infancia no había ido nunca al circo. Su familia era muy grande: nueve, contando hermanos y hermanas; su padre era un trabajador. «Mi padre es farmacéutico, Mrs. Ramsay.» Tuvo que pagarse todo desde los trece años. En invierno, más de una vez había tenido que salir sin abrigo. En la universidad nunca pudo «corresponder a las invitaciones» (fueron éstas sus adustas y secas palabras). Todo lo suyo tenía que durar el doble que lo de los demás; fumaba el tabaco más barato, picadura, la que fumaban los viejos del puerto. Trabajaba mucho: siete horas al día; se dedicaba ahora a estudiar la influencia de algo sobre alguien; echaron a andar de nuevo; Mrs. Ramsay no seguía muy bien lo que decía, sólo algunas palabras de vez en cuando... tesis... puesto de profesor... profesor agregado... catedrático. Ella no conocía la fea jerga académica, que tenía tan cadenciosas resonancias, pero se dijo que ahora sí que se daba cuenta de por qué lo de ir al circo lo había abatido tanto, pobrecito, y por qué había salido al momento con lo de su padre, su madre, hermanos y hermanas; ya se encargaría ella de que no se rieran más de él, tenía que decírselo a Prue. Lo que de verdad le habría gustado a él, se imaginó, quizá sería poder decir que había ido a ver a Ibsen con los Ramsay. Era un pedantón, un pelmazo insoportable. Estaban ya en la calle mayor del pueblo, los carros traqueteaban sobre el adoquinado, pero él seguía hablando sobre becas, la enseñanza, los obreros, lo de ayudar a los de nuestra propia clase, y sobre las clases en la universidad, hasta que ella calculó que ya había recobrado toda la confianza en sí mismo, y se le había olvidado lo del circo, y (volvía a gustarle) estaba a punto de decirle... Pero las casas se alejaban en direcciones opuestas, salieron al muelle, y se extendió la bahía ante su mirada; Mrs. Ramsay, ante el enorme cuadro de agua azul, no pudo evitar exclamar: «¡Ah, qué hermoso!» El blanco Faro, lejano, austero, se hallaba en medio; a la derecha, hasta donde alcanzaba la mirada, desvaídas e incesantes, con delicados pliegues, se veían las dunas de verde arena, con sus flores silvestres sobrevolándolas, que parecían correr perpetuamente hacia algún deshabitado país lunar.
That was the view, she said, stopping, growing greyer-eyed, that her husband loved.
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Ésta era la vista que su marido amaba, dijo, deteniéndose, mientras sus ojos se volvían aún más grises.
She paused a moment. But now, she said, artists had come here. There indeed, only a few paces off, stood one of them, in Panama hat and yellow boots, seriously, softly, absorbedly, for all that he was watched by ten little boys, with an air of profound contentment on his round red face gazing, and then, when he had gazed, dipping; imbuing the tip of his brush in some soft mound of green or pink. Since Mr. Paunceforte had been there, three years before, all the pictures were like that, she said, green and grey, with lemon-coloured sailing-boats, and pink women on the beach.
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Hizo una breve pausa. Pero ahora, esto estaba lleno de artistas. A decir verdad, a pocos pasos había uno de ellos, con sombrero de paja, zapatos amarillos, grave, tranquilo, absorto; diez niños lo contemplaban; la cara redonda y roja expresaba un íntimo contento, miraba fijamente, y, después de mirar, mojaba el pincel, introducía la punta en una blanda protuberancia verde o rosa. Desde que Mr. Paunceforte estuvo allí, hacía tres años, todos los dibujos eran así, dijo ella, verde y gris, con barcas de pesca de color limón, y con mujeres vestidas de rosa en la playa.
But her grandmother′s friends, she said, glancing discreetly as they passed, took the greatest pains; first they mixed their own colours, and then they ground them, and then they put damp cloths to keep them moist.
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Pero los amigos de su abuela, dijo ella, mirando con discreción al pasar, tenían más dificultades: para empezar, tenían que mezclar ellos mismos los colores, y los molían, después los colocaban bajo paños húmedos, para mantenerlos frescos.
So Mr. Tansley supposed she meant him to see that that man′s picture was skimpy, was that what one said? The colours weren′t solid? Was that what one said? Under the influence of that extraordinary emotion which had been growing all the walk, had begun in the garden when he had wanted to take her bag, had increased in the town when he had wanted to tell her everything about himself, he was coming to see himself, and everything he had ever known gone crooked a little. It was awfully strange.
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Supuso que quería que él se diera cuenta de que el dibujo de ese señor era convencional, ¿se decía así?; ¿que los colores no eran consistentes?, ¿es así como había que decirlo? Bajo la influencia de aquella extraordinaria emoción que había ido ganando fuerza durante el paseo, que había nacido cuando, todavía en el jardín, él le había pedido que le dejara llevar la bolsa, que había madurado en el pueblo, cuando quiso contarle toda su vida; bajo esa influencia estaba empezando a verse a sí mismo y a toda su sabiduría como si en el conjunto hubiera alguna leve imperfección. Era algo muy, muy extraño.
There he stood in the parlour of the poky little house where she had taken him, waiting for her, while she went upstairs a moment to see a woman. He heard her quick step above; heard her voice cheerful, then low; looked at the mats, tea-caddies, glass shades; waited quite impatiently; looked forward eagerly to the walk home; determined to carry her bag; then heard her come out; shut a door; say they must keep the windows open and the doors shut, ask at the house for anything they wanted (she must be talking to a child) when, suddenly, in she came, stood for a moment silent (as if she had been pretending up there, and for a moment let herself be now), stood quite motionless for a moment against a picture of Queen Victoria wearing the blue ribbon of the Garter; when all at once he realised that it was this: it was this:--she was the most beautiful person he had ever seen.
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Se quedó ahí en el salón de la casucha a la que lo había llevado, esperándola, mientras ella subía un momento, a visitar a una señora. Oyó los rápidos pasos que daba por arriba, oyó la voz alegre; luego, más apagada; se quedó mirando las esteras, la bandeja del servicio del té, las pantallas de cristal; esperaba con impaciencia; estaba ansioso por volver a casa caminando con ella, estaba decidido a llevarle la bolsa; después le oyó salir, cerrar una puerta, decir que debían cerrar las puertas y dejar las ventanas abiertas, preguntarles si necesitaban algo (debía de estar hablando con una niña); cuando, de repente, entró, se quedó inmóvil un instante (como si arriba hubiera estado fingiendo, y ahora se permitiera ser ella misma), estaba frente a un retrato de la reina Victoria, que llevaba la banda azul de la Orden de la Jarretera; de repente se dio cuenta, se dio cuenta: era la persona más hermosa que había visto jamás.
With stars in her eyes and veils in her hair, with cyclamen and wild violets--what nonsense was he thinking? She was fifty at least; she had eight children. Stepping through fields of flowers and taking to her breast buds that had broken and lambs that had fallen; with the stars in her eyes and the wind in her hair--He had hold of her bag.
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Estrellas en los ojos, velos sobre el cabello, ciclamen y violetas silvestres: ¿en qué tonterías estaba pensando? Por lo menos tenía cincuenta años, tenía ocho hijos. Caminaba por campos llenos de flores, y recogía contra el pecho los capullos derribados, los corderos que no podían andar; estrellas en los ojos, el cabello al viento... Le cogió la bolsa.
"Good-bye, Elsie," she said, and they walked up the street, she holding her parasol erect and walking as if she expected to meet some one round the corner, while for the first time in his life Charles Tansley felt an extraordinary pride; a man digging in a drain stopped digging and looked at her, let his arm fall down and looked at her; for the first time in his life Charles Tansley felt an extraordinary pride; felt the wind and the cyclamen and the violets for he was walking with a beautiful woman. He had hold of her bag.
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«Adiós, Elsie», dijo; salieron a la calle; llevaba la sombrilla derecha, se movía como si esperara encontrarse con alguien a la vuelta de la esquina; por primera vez en toda su vida, Charles Tansley se sintió extraordinariamente orgulloso; un hombre que cavaba en una zanja dejó de trabajar, se quedó mirándola; dejó caer los brazos, siguió mirando. Charles Tansley se sentía extraordinariamente orgulloso; notaba el viento, se daba cuenta de los ciclámenes y las violetas, porque caminaba junto a una mujer hermosa por primera vez en su vida. Le llevaba la bolsa.
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"No going to the Lighthouse, James," he said, as trying in deference to Mrs. Ramsay to soften his voice into some semblance of geniality at least.
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-No habrá viaje al Faro, James -dijo, en pie, junto a la ventana, pero intentando, como deferencia hacia Mrs. Ramsay, endulzar la voz, como si pretendiera hacer ver, al menos, que lo decía en broma.
Odious little man, thought Mrs. Ramsay, why go on saying that?
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Hombrecillo detestable, pensó Mrs. Ramsay, ¿es que no puede dejar de recordárselo?
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"Perhaps you will wake up and find the sun shining and the birds singing," she said compassionately, smoothing the little boy′s hair, for her husband, with his caustic saying that it would not be fine, had dashed his spirits she could see. This going to the Lighthouse was a passion of his, she saw, and then, as if her husband had not said enough, with his caustic saying that it would not be fine tomorrow, this odious little man went and rubbed it in all over again.
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-Cuando amanezca seguro que lucirá el sol y cantarán los pájaros -dijo, compasiva, alisando el cabello del niño, porque era consciente de que su marido, con el enojoso recordatorio de que no haría bueno, había matado la alegría del muchacho. Lo de ir al Faro era algo en lo que el niño había puesto mucha ilusión, y por si fuera poca la burla de su marido, lo de que no haría bueno, ahora venía este hombrecillo detestable a refregárselo de nuevo.
"Perhaps it will be fine tomorrow," she said, smoothing his hair.
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-Quizá sí que haga bueno -dijo, alisándole el cabello.
All she could do now was to admire the refrigerator, and turn the pages of the Stores list in the hope that she might come upon something like a rake, or a mowing-machine, which, with its prongs and its handles, would need the greatest skill and care in cutting out. All these young men parodied her husband, she reflected; he said it would rain; they said it would be a positive tornado.
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Lo único que podía hacer era admirar el refrigerador, y pasar las hojas del catálogo del economato para buscar algún rastrillo o alguna máquina de cortar el césped, con muchos dientes y mangos; algo que exigiese una gran atención para recortarlo. Todos estos jóvenes eran parodias de su mando, pensó: si él decía que iba a llover, ellos afirmaban a continuación que habría un huracán.
But here, as she turned the page, suddenly her search for the picture of a rake or a mowing-machine was interrupted. The gruff murmur, irregularly broken by the taking out of pipes and the putting in of pipes which had kept on assuring her, though she could not hear what was said (as she sat in the window which opened on the terrace), that the men were happily talking; this sound, which had lasted now half an hour and had taken its place soothingly in the scale of sounds pressing on top of her, such as the tap of balls upon bats, the sharp, sudden bark now and then, "How′s that? How′s that?" of the children playing cricket, had ceased; so that the monotonous fall of the waves on the beach, which for the most part beat a measured and soothing tattoo to her thoughts and seemed consolingly to repeat over and over again as she sat with the children the words of some old cradle song, murmured by nature, "I am guarding you--I am your support," but at other times suddenly and unexpectedly, especially when her mind raised itself slightly from the task actually in hand, had no such kindly meaning, but like a ghostly roll of drums remorselessly beat the measure of life, made one think of the destruction of the island and its engulfment in the sea, and warned her whose day had slipped past in one quick doing after another that it was all ephemeral as a rainbow--this sound which had been obscured and concealed under the other sounds suddenly thundered hollow in her ears and made her look up with an impulse of terror.
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Pero no, al pasar la hoja, algo interrumpió la búsqueda de la ilustración del rastrillo o de la máquina de cortar el césped. Aquel huraño rumor, interrumpido de forma irregular por los resoplidos de las pipas al llevarlas a la boca, y al quitarlas de la boca, que no había dejado de asegurarle que los hombres pasaban el tiempo charlando alegremente, aunque la verdad es que no se distinguían las palabras (estaba sentada junto a la ventana); este rumor, que se había prolongado durante una media hora, y que había ocupado su lugar plácidamente entre el surtido de ruidos -ruidos a los que no podía sustraerse: tales como el chocar de las pelotas en los palos de críquet, o los ladridos ocasionales, «¡árbitro!, ¡árbitro!», de los niños-, había cesado; de forma que el monótono romper de las olas en la playa, que en general sonaba como una marcha militar que meciera sus pensamientos, y que parecía repetir de forma consoladora una y otra vez, cuando estaba sentada con los niños, aquella vieja canción de cuna, murmurada en esta ocasión por la naturaleza: «Soy quien te guarda, soy quien te cuida»; pero otras veces, repentina e inesperadamente, en especial cuando su mente se elevaba por encima de la tarea que tuviera entre manos, no tenía un sentido tan grato, sino que era como un siniestro redoble de tambores que señalara sin piedad la caducidad de la vida, e hiciera pensar en la destrucción de la isla, a la que tragaba el mar, y que la avisara de esta forma, cuando el día se le había escurrido de las manos en medio de un sinfin de tareas, de que todo era efimero como un arco iris; este ruido, pues, desfigurado y oculto bajo otros sonidos, de repente atronaba en el interior de su cabeza, y le hacía levantar la mirada víctima de un acceso de terror.
They had ceased to talk; that was the explanation. Falling in one second from the tension which had gripped her to the other extreme which, as if to recoup her for her unnecessary expense of emotion, was cool, amused, and even faintly malicious, she concluded that poor Charles Tansley had been shed. That was of little account to her. If her husband required sacrifices (and indeed he did) she cheerfully offered up to him Charles Tansley, who had snubbed her little boy.
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La conversación había cesado, eso lo explicaba todo. Pasando, en un segundo, de la tensión que la había agarrotado, al otro extremo, como para indemnizarla por el gasto superfluo de emoción, se sintió tranquila, divertida, e incluso un algo maliciosa, pues pensó que habían plantado al pobre Charles Tansley. Poco le importaba. Si su marido necesitaba sacrificios (los necesitaba), le ofrecía con regocijo a Charles Tansley, por haber fastidiado a su niño.
One moment more, with her head raised, she listened, as if she waited for some habitual sound, some regular mechanical sound; and then, hearing something rhythmical, half said, half chanted, beginning in the garden, as her husband beat up and down the terrace, something between a croak and a song, she was soothed once more, assured again that all was well, and looking down at the book on her knee found the picture of a pocket knife with six blades which could only be cut out if James was very careful.
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Poco después, con la cabeza erguida, se quedaba atendiendo, como si esperara algún ruido familiar, algún sonido mecánico y regular; después, al oír algo rítmico, algo entre habla y canción, algo que procedía del jardín, mientras su marido seguía paseando de un lado a otro de la terraza, algo intermedio entre el croar y la canción, se persuadió de que todo estaba en orden, y al bajar la mirada al libro que reposaba en sus rodillas halló algo que, si ponía mucho cuidado en ello, podría recortar James: una ilustración de una navaja con seis hojas.
Suddenly a loud cry, as of a sleep-walker, half roused, something about
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De repente se oyó un grito, como de un sonámbulo, como de entresueño:
Stormed at with shot and shell
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Stormed at with shot and shell
sung out with the utmost intensity in her ear, made her turn apprehensively to see if anyone had heard him. Only Lily Briscoe, she was glad to find; and that did not matter. But the sight of the girl standing on the edge of the lawn painting reminded her; she was supposed to be keeping her head as much in the same position as possible for Lily′s picture. Lily′s picture! Mrs. Ramsay smiled. With her little Chinese eyes and her puckered-up face, she would never marry; one could not take her painting very seriously; she was an independent little creature, and Mrs. Ramsay liked her for it; so, remembering her promise, she bent her head.
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Lo oyó como si lo hubieran gritado junto a su oído, y se volvió como si temiera que alguien estuviera oyéndolo. Sólo estaba Lily Briscoe, no pasaba nada. Pero ver a la muchacha al otro lado del jardín, pintando, le hizo pensar en algo: recordó que tenía que mantener la cabeza en la misma posición para el retrato de Lily. ¡El retrato de Lily! Mrs. Ramsay se sonrió. Con esos ojillos rasgados, con tantas arrugas, no se casaría nunca; no había que tomarse muy en serio lo de su pintura; pero era una muchachita independiente, y por ese motivo le gustaba a Mrs. Ramsay, así que, al recordar la promesa, inclinó la cabeza.
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Indeed, he almost knocked her easel over, coming down upon her with his hands waving shouting out, "Boldly we rode and well," but, mercifully, he turned sharp, and rode off, to die gloriously she supposed upon the heights of Balaclava. Never was anybody at once so ridiculous and so alarming. But so long as he kept like that, waving, shouting, she was safe; he would not stand still and look at her picture. And that was what Lily Briscoe could not have endured. Even while she looked at the mass, at the line, at the colour, at Mrs. Ramsay sitting in the window with James, she kept a feeler on her surroundings lest some one should creep up, and suddenly she should find her picture looked at. But now, with all her senses quickened as they were, looking, straining, till the colour of the wall and the jacmanna beyond burnt into her eyes, she was aware of someone coming out of the house, coming towards her; but somehow divined, from the footfall, William Bankes, so that though her brush quivered, she did not, as she would have done had it been Mr. Tansley, Paul Rayley, Minta Doyle, or practically anybody else, turn her canvas upon the grass, but let it stand. William Bankes stood beside her.
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A decir verdad, casi le derriba el caballete al acercarse gritando: «Pero seguimos cabalgando, valientes», aunque, misericordiosamente, hizo un quiebro, y se alejó galopando para morir de forma gloriosa, pensó ella, en los altos de Balaclava. No conocía ejemplo alguno de alguien a la vez tan ridículo y preocupante. Pero mientras sólo hiciera eso, gesticular, gritar, estaba tranquila; seguro que no se detendría a mirar el cuadro. Eso precisamente es lo único que Lily Briscoe no habría soportado. Incluso cuando consideraba el volumen, la línea, el color, a Mrs. Ramsay sentada en la ventana con James, mantenía una antena dirigida al entorno, no fuera a ser que se acercara alguien, y de repente hubiera alguien mirando el cuadro. Ahora, con los sentidos alerta, por decirlo de algún modo, mirando, esmerándose, hasta que conseguía que los colores de la pared y de la más lejana clemátide ardieran en sus ojos, advirtió que alguien había salido de la casa, y se acercaba a ella; pero supo, de alguna forma, por el modo de pisar, que era William Bankes, de manera que, aunque el pincel acusó un temblor, dejó el lienzo como estaba, no lo inclinó contra el césped, como habría hecho si hubiera sido Mr. Tansley, Paul Rayley, Minta Doyle, o prácticamente cualquier otro. William Bankes se detuvo ante ella.
They had rooms in the village, and so, walking in, walking out, parting late on door-mats, had said little things about the soup, about the children, about one thing and another which made them allies; so that when he stood beside her now in his judicial way (he was old enough to be her father too, a botanist, a widower, smelling of soap, very scrupulous and clean) she just stood there. He just stood there. Her shoes were excellent, he observed. They allowed the toes their natural expansion. Lodging in the same house with her, he had noticed too, how orderly she was, up before breakfast and off to paint, he believed, alone: poor, presumably, and without the complexion or the allurement of Miss Doyle certainly, but with a good sense which made her in his eyes superior to that young lady. Now, for instance, when Ramsay bore down on them, shouting, gesticulating, Miss Briscoe, he felt certain, understood.
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Se alojaban en el pueblo, de forma que, yendo y viniendo, despidiéndose ante la puerta, hablando de sopas, de los niños, de esto y aquello, se habían convertido en aliados; así, cuando se detuvo junto a ella, con aquel aire de juez (tenía edad como para poder ser su padre, dedicado a la botánica, viudo, olía a jabón, muy exacto y limpio), ella sencillamente no hizo nada. Lo único que hacía era quedarse junto a ella. Buenos zapatos calza, observó él. No son de los que aprietan los dedos de los pies. Como se alojaban en la misma casa, él había observado también que era una mujer muy ordenada; se levantaba antes de que los demás desayunaran, y salía, creía él que sola, a pintar. Era pobre, suponía; carecía de los rasgos o el encanto de Miss Doyle, ciertamente, pero estaba llena de sensatez, lo que a los ojos de él la hacía muy superior a aquella joven dama. Por ejemplo, ahora, cuando Mrs. Ramsay caía sobre ellos, gritando, gesticulando, Miss Briscoe, al menos eso creía él, era capaz de comprender.
Some one had blundered.
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Some one had blundered
Mr. Ramsay glared at them. He glared at them without seeming to see them. That did make them both vaguely uncomfortable. Together they had seen a thing they had not been meant to see. They had encroached upon a privacy. So, Lily thought, it was probably an excuse of his for moving, for getting out of earshot, that made Mr. Bankes almost immediately say something about its being chilly and suggested taking a stroll. She would come, yes. But it was with difficulty that she took her eyes off her picture.
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Mr. Ramsey los miraba enfadado. Era una mirada colérica, pero no los veía. Eso los hizo sentirse vagamente incómodos. Habían visto juntos algo que se supone que no deberían haber visto. Habían invadido la intimidad de alguien. Y eso obligó a Mr. Bankes a decir casi a continuación que estaba cogiendo frío, y le propuso que fueran a dar un paseo, pero Lily pensó que se trataba de una excusa para irse, para alejarse donde no se oyera a nadie. Sí, aceptó. Pero le costó separar la mirada del cuadro.
The jacmanna was bright violet; the wall staring white. She would not have considered it honest to tamper with the bright violet and the staring white, since she saw them like that, fashionable though it was, since Mr. Paunceforte′s visit, to see everything pale, elegant, semitransparent. Then beneath the colour there was the shape. She could see it all so clearly, so commandingly, when she looked: it was when she took her brush in hand that the whole thing changed. It was in that moment′s flight between the picture and her canvas that the demons set on her who often brought her to the verge of tears and made this passage from conception to work as dreadful as any down a dark passage for a child. Such she often felt herself--struggling against terrific odds to maintain her courage; to say: "But this is what I see; this is what I see," and so to clasp some miserable remnant of her vision to her breast, which a thousand forces did their best to pluck from her. And it was then too, in that chill and windy way, as she began to paint, that there forced themselves upon her other things, her own inadequacy, her insignificance, keeping house for her father off the Brompton Road, and had much ado to control her impulse to fling herself (thank Heaven she had always resisted so far) at Mrs. Ramsay′s knee and say to her--but what could one say to her? "I′m in love with you?" No, that was not true. "I′m in love with this all," waving her hand at the hedge, at the house, at the children. It was absurd, it was impossible. So now she laid her brushes neatly in the box, side by side, and said to William Bankes:
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La clemátide era de color violeta intenso, la pared era sorprendentemente blanca. Creía que era poco honrado no reflejar fielmente el violeta intenso y el blanco sorprendente, puesto que así los veía; aunque la moda era, desde la visita de Mr. Paunceforte, ver todo con matices pálidos, elegantes, semitransparentes. Y además del color estaba lo de la forma. Veía ella todo con tanta claridad, con tanta seguridad, cuando dirigía la mirada a la escena; pero todo cambiaba cuando cogía el pincel. Era en ese momento fugaz que se interponía entre la visión y el lienzo cuando la asaltaban los demonios, que, a menudo, la dejaban a punto de echarse a llorar, y convertían ese trayecto entre concepción y trabajo en algo tan horrible como un pasillo oscuro para un niño. Le sucedía con frecuencia: luchaba en inferioridad de condiciones para mantener el valor; tenía que decirse: «Lo veo así, lo veo así», para atesorar algún resto de la visión en el corazón, una visión que un millar de fuerzas se esforzaba en arrancarle. Así, de aquella forma desabrida y destemplada, cuando comenzaba a pintar, se apoderaban de ella estas fuerzas, y se le venían otras cosas a la mente: su propia incompetencia, su insignificancia, lo de cuidar a su padre en su casa cerca de Brompton Road; y tenía que hacer un gran esfuerzo para dominarse y para no arrojarse a los pies de Mrs. Ramsay (gracias a Dios que hasta el momento había sabido resistirse a estos impulsos) y decirle, ¿qué se le podría decir?: «¿Estoy enamorada de usted?» No, no era verdad. ¿«Estoy enamorada de todo esto», señalando con la mano el seto, la casa, los niños? Era absurdo, era imposible. No podía decirse lo que una quería decir. Dejó los pinceles con mucho cuidado en la caja, bien ordenados, y dijo a William Bankes:
"It suddenly gets cold. The sun seems to give less heat," she said, looking about her, for it was bright enough, the grass still a soft deep green, the house starred in its greenery with purple passion flowers, and rooks dropping cool cries from the high blue. But something moved, flashed, turned a silver wing in the air. It was September after all, the middle of September, and past six in the evening. So off they strolled down the garden in the usual direction, past the tennis lawn, past the pampas grass, to that break in the thick hedge, guarded by red hot pokers like brasiers of clear burning coal, between which the blue waters of the bay looked bluer than ever.
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-De repente hace frío. Parece como si el sol calentara menos -dijo, mientras examinaba los alrededores (porque todavía lucía el sol): la hierba que era todavía de un color verde oscuro, mate; el follaje de la casa en el que lucían estrellas de las flores de la pasión de color púrpura; los grajos que dejaban caer indiferentes graznidos desde el alto azul. Pero algo se movía, algo destellaba, algo movía un ala de plata en el aire. Después de todo, estaban en septiembre, a mediados de septiembre, y eran más de las seis de la tarde. Echaron a caminar por el jardín en la dirección de costumbre, cruzaron el campo de tenis, dejaron atrás la hierba de la pampa, llegaron a la abertura en el espeso seto, flanqueada por dos liliáceas como barras al rojo vivo que brillaran intensamente entre las que las aguas azules de la bahía parecían más azules que nunca.
They came there regularly every evening drawn by some need. It was as if the water floated off and set sailing thoughts which had grown stagnant on dry land, and gave to their bodies even some sort of physical relief. First, the pulse of colour flooded the bay with blue, and the heart expanded with it and the body swam, only the next instant to be checked and chilled by the prickly blackness on the ruffled waves. Then, up behind the great black rock, almost every evening spurted irregularly, so that one had to watch for it and it was a delight when it came, a fountain of white water; and then, while one waited for that, one watched, on the pale semicircular beach, wave after wave shedding again and again smoothly, a film of mother of pearl.
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Iban al mismo lugar casi todas las tardes, como si los moviera alguna necesidad. Era como si el agua se llevara flotando los pensamientos que se hubieran estancado en la tierra seca, y les pusiera velas, y otorgara a los cuerpos alguna suerte de alivio físico. En primer lugar, el rítmico latido del color inundaba la bahía de azul, y el corazón se ensanchaba con ello, y el cuerpo se echaba a nadar; sólo que al instante siguiente se arrepentía, se detenía y se volvía rígido ante el erizado color negro de las rugosas olas. Luego, tras el peñasco negro, casi todas las tardes se levantaba un chorro irregular, y sólo había que quedarse esperando para sentir la alegría de su presencia: un surtidor de agua blanca; y además, durante la espera, se quedaba uno mirando la llegada de las olas sobre la pálida playa semicircular, una tras otra, que dejaban tras de sí una delicada película de madreperla.
They both smiled, standing there. They both felt a common hilarity, excited by the moving waves; and then by the swift cutting race of a sailing boat, which, having sliced a curve in the bay, stopped; shivered; let its sails drop down; and then, with a natural instinct to complete the picture, after this swift movement, both of them looked at the dunes far away, and instead of merriment felt come over them some sadness--because the thing was completed partly, and partly because distant views seem to outlast by a million years (Lily thought) the gazer and to be communing already with a sky which beholds an earth entirely at rest.
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Se sonreían, allí en pie. Compartían cierta hilaridad, provocada por el movimiento de las olas; después era el nítido curso de un velero lo que provocaba la hilaridad: describía su trayecto una curva en la bahía, se detenía, se estremecía, amaba las velas; después, como si obedecieran una intuición propia para completar el cuadro, tras ese movimiento elegante, miraban a las lejanas dunas, y, en lugar de alegría, descendía sobre ellos cierta tristeza... porque las cosas estaban ya en parte completas, y en parte porque los paisajes lejanos parecen sobrevivir a los observadores un millón de años (pensaba Lily), y parecían estar ya en comunión con un cielo que contemplase la tierra en perfecto reposo.
Looking at the far sand hills, William Bankes thought of Ramsay: thought of a road in Westmorland, thought of Ramsay striding along a road by himself hung round with that solitude which seemed to be his natural air. But this was suddenly interrupted, William Bankes remembered (and this must refer to some actual incident), by a hen, straddling her wings out in protection of a covey of little chicks, upon which Ramsay, stopping, pointed his stick and said "Pretty--pretty," an odd illumination in to his heart, Bankes had thought it, which showed his simplicity, his sympathy with humble things; but it seemed to him as if their friendship had ceased, there, on that stretch of road. After that, Ramsay had married. After that, what with one thing and another, the pulp had gone out of their friendship. Whose fault it was he could not say, only, after a time, repetition had taken the place of newness. It was to repeat that they met. But in this dumb colloquy with the sand dunes he maintained that his affection for Ramsay had in no way diminished; but there, like the body of a young man laid up in peat for a century, with the red fresh on his lips, was his friendship, in its acuteness and reality, laid up across the bay among the sandhills.
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Mientras miraba hacia las lejanas dunas, William Bankes pensaba en Ramsay: pensó en una carretera en Westmorland, pensó en Ramsay dando zancadas solo, en algún camino, rodeado de esa soledad que parecía serle natural. Pero de repente hubo una interrupción, recordaba William Bankes (un hecho real), una gallina, que extendía las alas para proteger a los polluelos, ante lo cual Ramsay se paró, señaló con el bastón, y dijo: «Bonito..., bonito.» Una rara luz de su corazón, eso es lo que había pensado Bankes, algo que demostraba su sencillez, su comprensión hacia lo humilde; pero le parecía como si su amistad hubiese terminado allí, en aquel camino. Después, Ramsay se había casado. Y todavía más tarde, con unas cosas y otras, la amistad se había quedado sin sustancia. De quién había sido la culpa, no sabría decirlo; sólo que, tras cierto tiempo, la repetición había ocupado el lugar de la novedad. Se reunían para repetir. Pero en este mudo coloquio que sostuvo con las dunas mantuvo que, por su parte, su afecto hacia Ramsay de ninguna manera había disminuido; pero allí, como el cuerpo de un joven que hubiera reposado en la turba durante un siglo, con los labios de color rojo vivo, estaba su amistad, con su intensidad y su realidad preservadas más allá de la bahía, entre las dunas.
He was anxious for the sake of this friendship and perhaps too in order to clear himself in his own mind from the imputation of having dried and shrunk--for Ramsay lived in a welter of children, whereas Bankes was childless and a widower--he was anxious that Lily Briscoe should not disparage Ramsay (a great man in his own way) yet should understand how things stood between them. Begun long years ago, their friendship had petered out on a Westmorland road, where the hen spread her wings before her chicks; after which Ramsay had married, and their paths lying different ways, there had been, certainly for no one′s fault, some tendency, when they met, to repeat.
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Le preocupaba esta amistad, y quizá estaba preocupado también porque quería descargar su conciencia de esa imputación que se le había hecho de que era un ser apagado y consumido -porque Ramsay vivía entre un perpetuo bullicio de chiquillos, mientras que Bankes no sólo no tenía hijos, sino que además era viudo-, y quería que Lily Briscoe no desdeñase a Ramsay (a su manera, un gran hombre), y que comprendiese cómo estaban las cosas entre ellos dos. Su amistad había comenzado hacía muchos años, pero se había esfumado en un camino de Westmorland, cuando la gallina extendió las alas sobre los polluelos; después Ramsay se había casado, y sus caminos se habían apartado; había habido, ciertamente, sin culpa de ninguno de los dos, una tendencia a la repetición en sus encuentros.
Yes. That was it. He finished. He turned from the view. And, turning to walk back the other way, up the drive, Mr. Bankes was alive to things which would not have struck him had not those sandhills revealed to him the body of his friendship lying with the red on its lips laid up in peat--for instance, Cam, the little girl, Ramsay′s youngest daughter. She was picking Sweet Alice on the bank. She was wild and fierce. She would not "give a flower to the gentleman" as the nursemaid told her. No! no! no! she would not! She clenched her fist. She stamped. And Mr. Bankes felt aged and saddened and somehow put into the wrong by her about his friendship. He must have dried and shrunk.
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Sí. Así había sido. Terminó. Volvió la espalda al paisaje. Al volverse, para regresar por el mismo camino, cuesta arriba, Mr. Bankes advirtió cosas que no le habrían llamado la atención si las dunas no le hubieran mostrado el cuerpo de su amistad, con los labios rojos, preservado entre la turba..., por ejemplo: Cam, la más joven, hija de Ramsay. Cogía flores de mastuerzo marítimo junto a la orilla. Era libre y valiente. Y no quería darle «una flor al señor», aunque se lo había pedido la niñera. ¡No, no y no!, ¡no quería! Cerraba el puño. Daba patadas en el suelo. Mr. Bankes se sintió viejo y triste, acaso eso le había hecho sentirse equivocado respecto a su amistad. Seguro que era un individuo apagado y consumido.
The Ramsays were not rich, and it was a wonder how they managed to contrive it all. Eight children! To feed eight children on philosophy! Here was another of them, Jasper this time, strolling past, to have a shot at a bird, he said, nonchalantly, swinging Lily′s hand like a pump-handle as he passed, which caused Mr. Bankes to say, bitterly, how SHE was a favourite. There was education now to be considered (true, Mrs. Ramsay had something of her own perhaps) let alone the daily wear and tear of shoes and stockings which those "great fellows," all well grown, angular, ruthless youngsters, must require. As for being sure which was which, or in what order they came, that was beyond him. He called them privately after the Kings and Queens of England; Cam the Wicked, James the Ruthless, Andrew the Just, Prue the Fair--for Prue would have beauty, he thought, how could she help it?--and Andrew brains. While he walked up the drive and Lily Briscoe said yes and no and capped his comments (for she was in love with them all, in love with this world) he weighed Ramsay′s case, commiserated him, envied him, as if he had seen him divest himself of all those glories of isolation and austerity which crowned him in youth to cumber himself definitely with fluttering wings and clucking domesticities. They gave him something--William Bankes acknowledged that; it would have been pleasant if Cam had stuck a flower in his coat or clambered over his shoulder, as over her father′s, to look at a picture of Vesuvius in eruption; but they had also, his old friends could not but feel, destroyed something. What would a stranger think now? What did this Lily Briscoe think? Could one help noticing that habits grew on him? eccentricities, weaknesses perhaps? It was astonishing that a man of his intellect could stoop so low as he did--but that was too harsh a phrase--could depend so much as he did upon people′s praise.
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Los Ramsay no eran ricos, y no era poca maravilla que pudieran arreglárselas. ¡Ocho hijos! ¡Alimentar a ocho hijos con los recursos de la filosofía! Aquí había otro, éste era Jasper, pasaba por allí, iba a disparar a los pájaros, dijo, indiferente; le dio la mano a Lily, se la estrechó como si fuera una manivela; esto movió a Mr. Bankes a decir, con amargura, que era ella la preferida. Y había que considerar lo de la educación (cierto: Mrs. Ramsay quizá tuviera algo que decir), por no hablar de cuántos zapatos y calcetines exigían estos «muchachotes»; todos eran de buena estatura, desgarbados, despreocupados. En cuanto a lo de saber quién era cada uno, y quién era mayor o más joven que los demás, eso sí que no sabría decirlo. En privado los llamaba como a los reyes y reinas de Inglaterra: Cam, La Malvada, James, El Despiadado; Andrew, El Justiciero; Prue, La Bella -porque Prue era hermosa, pensó, no podía evitarlo--; Andrew tenía talento. Mientras caminaba por el camino, y Lily Briscoe decía sí y no, y se mostraba de acuerdo con los comentarios (porque ella estaba enamorada de todos, estaba enamorada de este mundo), y él juzgaba el asunto de Ramsay, se apiadaba de él, lo envidiaba, como si lo hubiera visto desprenderse de todas aquellas glorias de aislamiento y austeridad que lo habían coronado en la juventud, y se hubiera cargado irrevocablemente de nerviosos cuidados y de cloqueantes costumbres hogareñas. Algo le daban, William Bankes lo reconocía; habría sido agradable que Cam le hubiera puesto una flor en el abrigo, o que se le hubiera acercado a mirar por encima del hombro una estampa de la erupción del Vesuvio, como hacía con su padre; pero también, los amigos de toda la vida no podían evitar pensarlo, lo habían destruido un poco. ¿Qué es lo que pensaría ahora un desconocido? ¿Qué pensaba esta Lily Briscoe? ¿Quién no se daba cuenta de que empezaba a tener manías, excentricidades, rarezas?, ¿quizá, incluso, flaquezas? Era sorprendente que un hombre de su inteligencia se rebajase de esa forma -quizá ésta era una forma muy grosera de decirlo-, que dependiera tanto de las alabanzas de los demás.
"Oh, but," said Lily, "think of his work!"
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-¡Ah -dijo Lily-, pero piense en su obra!
Whenever she "thought of his work" she always saw clearly before her a large kitchen table. It was Andrew′s doing. She asked him what his father′s books were about. "Subject and object and the nature of reality," Andrew had said. And when she said Heavens, she had no notion what that meant. "Think of a kitchen table then," he told her, "when you′re not there."
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Siempre que ella pensaba en su «obra» la veía ante sí, con toda claridad, representada por una enorme mesa de cocina. Andrew tenía la culpa. Una vez le había preguntado ella que de qué trataban los libros de su padre. «El sujeto, el objeto y la naturaleza de la realidad», había respondido Andrew. Y ella exclamó ¡Caramba!, pero no tenía m la menor noción de lo que eso quería decir. «Piense en una mesa de cocina -le había dicho-, cuando usted no está presente.»
So now she always saw, when she thought of Mr. Ramsay′s work, a scrubbed kitchen table. It lodged now in the fork of a pear tree, for they had reached the orchard. And with a painful effort of concentration, she focused her mind, not upon the silver-bossed bark of the tree, or upon its fish-shaped leaves, but upon a phantom kitchen table, one of those scrubbed board tables, grained and knotted, whose virtue seems to have been laid bare by years of muscular integrity, which stuck there, its four legs in air. Naturally, if one′s days were passed in this seeing of angular essences, this reducing of lovely evenings, with all their flamingo clouds and blue and silver to a white deal four-legged table (and it was a mark of the finest minds to do so), naturally one could not be judged like an ordinary person.
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De forma que, cuando pensaba en la obra de Mr. Ramsay, lo que veía era una mesa de cocina muy refregada. La veía ahora sobre una horquilla del peral, porque acababan de llegar donde los árboles frutales. Con un intenso dolor de concentración, pensó no en la rugosa corteza argentina del árbol, ni en las hojas en forma de pez, sino en una mesa de cocina fantasmal, un tablero de esos relucientemente limpios y refregados, ásperos y con nudos, cuya virtud parecían haber hecho pública los muchos años de vigor invertidos en su limpieza, que estaba allí en medio, con las cuatro patas al aire. Era natural que si alguien se pasaba toda la vida viendo las cosas en su esencia más geométrica, esto de reducir los adorables crepúsculos, las nubes con forma de flamencos y el azul y la plata, a una mesa de blanco pino con sus cuatro patas (esto es lo que convertía en algo aparte a las más refinadas mentes), era lo más natural que no se le pudiera juzgar como a los demás.
Mr. Bankes liked her for bidding him "think of his work." He had thought of it, often and often. Times without number, he had said, "Ramsay is one of those men who do their best work before they are forty." He had made a definite contribution to philosophy in one little book when he was only five and twenty; what came after was more or less amplification, repetition. But the number of men who make a definite contribution to anything whatsoever is very small, he said, pausing by the pear tree, well brushed, scrupulously exact, exquisitely judicial. Suddenly, as if the movement of his hand had released it, the load of her accumulated impressions of him tilted up, and down poured in a ponderous avalanche all she felt about him. That was one sensation. Then up rose in a fume the essence of his being. That was another. She felt herself transfixed by the intensity of her perception; it was his severity; his goodness. I respect you (she addressed silently him in person) in every atom; you are not vain; you are entirely impersonal; you are finer than Mr. Ramsay; you are the finest human being that I know; you have neither wife nor child (without any sexual feeling, she longed to cherish that loneliness), you live for science (involuntarily, sections of potatoes rose before her eyes); praise would be an insult to you; generous, pure-hearted, heroic man! But simultaneously, she remembered how he had brought a valet all the way up here; objected to dogs on chairs; would prose for hours (until Mr. Ramsay slammed out of the room) about salt in vegetables and the iniquity of English cooks.
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A Mr. Bankes le gustaba la orden que le había dado: «Piense en su obra.» Vaya si había pensado en ella. Eran incontables las veces que se había dicho: «Ramsay es de los que escriben lo más importante antes de los cuarenta.» Su aportación más importante a la filosofía consistía en un librito que había escrito a los veinticinco años; lo que había hecho después había sido más o menos amplificación, repetición. Pero el número de hombres que escriben algo relevante sobre cualquier materia es muy reducido, dijo él, deteniéndose junto al peral, bien peinado, minuciosamente exacto, exquisitamente ponderado. De repente, como si el movimiento de su mano lo hubiera liberado, la carga de impresiones que en ella se habían acumulado acerca de él se deslizó, y se derramó en un verdadero alud en el que afloró todo lo que ella pensaba. Ésa era una sensación. A continuación se elevó entre vapores la esencia del ser de él. Otra sensación. Se quedó inmóvil a causa de la intensidad de la emoción; era su severidad, su bondad. Respeto cada uno de sus átomos (dialogaba con él en silencio): usted no es vano, usted es completamente impersonal, usted es más refinado que Mr. Ramsay, usted es el ser humano más refinado que conozco; usted no tiene esposa ni hijos (aunque sin interés sexual, deseaba ella llevar alegría a esa soledad); usted vive para la ciencia (involuntariamente, aparecieron ante los ojos de ella montones de trozos de patatas); el elogio sería un insulto para usted; ¡hombre generoso, de corazón puro, heroico! Pero al momento recordó que se había traído un ayuda de cámara hasta este remoto lugar; no le gustaba que los perros se subieran a los sillones; durante horas, sabía dar la lata (hasta que Mr. Ramsay daba un portazo) con discursos sobre la sal que debían llevar las verduras, o sobre lo malas que eran las cocineras inglesas.
How then did it work out, all this? How did one judge people, think of them? How did one add up this and that and conclude that it was liking one felt or disliking? And to those words, what meaning attached, after all? Standing now, apparently transfixed, by the pear tree, impressions poured in upon her of those two men, and to follow her thought was like following a voice which speaks too quickly to be taken down by one′s pencil, and the voice was her own voice saying without prompting undeniable, everlasting, contradictory things, so that even the fissures and humps on the bark of the pear tree were irrevocably fixed there for eternity. You have greatness, she continued, but Mr. Ramsay has none of it. He is petty, selfish, vain, egotistical; he is spoilt; he is a tyrant; he wears Mrs. Ramsay to death; but he has what you (she addressed Mr. Bankes) have not; a fiery unworldliness; he knows nothing about trifles; he loves dogs and his children. He has eight. Mr. Bankes has none. Did he not come down in two coats the other night and let Mrs. Ramsay trim his hair into a pudding basin? All of this danced up and down, like a company of gnats, each separate but all marvellously controlled in an invisible elastic net--danced up and down in Lily′s mind, in and about the branches of the pear tree, where still hung in effigy the scrubbed kitchen table, symbol of her profound respect for Mr. Ramsay′s mind, until her thought which had spun quicker and quicker exploded of its own intensity; she felt released; a shot went off close at hand, and there came, flying from its fragments, frightened, effusive, tumultuous, a flock of starlings.
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¿Qué pensar?, ¿cómo juzgar a las personas?, ¿qué pensar de ellas?, ¿cómo se sumaba esto y aquello para llegar al resultado de si una persona te gustaba o no? Y en cuanto a esas palabras, después de todo, ¿qué sentido podía atribuírseles? En pie, inmóvil, junto al peral, se derramaban sobre ella las impresiones de esos dos hombres; y seguir sus propios pensamientos era como seguir una voz que hablara tan aprisa que el lapicero no pudiera seguir la palabra; pero la voz era la de ella, y decía, sin que nadie se lo apuntara, cosas evidentes, contradictorias y eternas; de forma que las grietas y rugosidades del árbol quedaban irrevocablemente definidas para toda la eternidad. Usted posee grandeza, pero Mr. Ramsay no. Él es ruin, egoísta, vano, egotista; lo han mimado; es un tirano; va a matar a Mrs. Ramsay; pero posee (se dirigía ahora a Mr. Bankes) lo que usted no tiene: una impertinente falta de tacto social, no se entretiene con bagatelas, ama a los perros y a sus hijos. Tiene ocho. Usted no tiene ninguno. ¿Pues no bajó el otro día con dos chaquetas para que Mrs. Ramsay le cortara el pelo con forma de tazón? Todo esto bailaba de un lado a otro, como una nube de mosquitos, todos separados, pero todos admirablemente controlados por una invisible red elástica: bailaban de un lado a otro en la mente de Lily, en tomo a las ramas del peral, donde todavía colgaba la representación de la refregada mesa de pino, el símbolo de su intenso respeto por la mente de Mr. Ramsay; esto duró hasta el punto en que el pensamiento, que se revolvía cada vez más y más aprisa, estalló a causa de su propia intensidad; se oyó un disparo, y apareció, huyendo de los perdigones, una tumultuosa banda de asustados y efusivos estorninos.
"Jasper!" said Mr. Bankes. They turned the way the starlings flew, over the terrace. Following the scatter of swift-flying birds in the sky they stepped through the gap in the high hedge straight into Mr. Ramsay, who boomed tragically at them, "Some one had blundered!"
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«¡Jasper!», exclamó Mr. Bankes. Se volvieron hacia donde volaban los estorninos, sobre la terraza. Siguiendo a los rápidos estominos, que se dispersaban en el cielo, se introdujeron por la abertura del seto, y se dieron de bruces con Mr. Ramsay, quien con trágica resonancia exclamó: «¡Alguien había cometido un error!»
His eyes, glazed with emotion, defiant with tragic intensity, met theirs for a second, and trembled on the verge of recognition; but then, raising his hand, half-way to his face as if to avert, to brush off, in an agony of peevish shame, their normal gaze, as if he begged them to withhold for a moment what he knew to be inevitable, as if he impressed upon them his own child-like resentment of interruption, yet even in the moment of discovery was not to be routed utterly, but was determined to hold fast to something of this delicious emotion, this impure rhapsody of which he was ashamed, but in which he revelled--he turned abruptly, slammed his private door on them; and, Lily Briscoe and Mr. Bankes, looking uneasily up into the sky, observed that the flock of starlings which Jasper had routed with his gun had settled on the tops of the elm trees.
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Aquellos ojos, velados por la emoción, con desafiante intensidad trágica, buscaron los suyos durante un segundo, y temblaron al borde del reconocimiento, pero entonces comenzó a llevarse la mano hacia la cara como para desviar, para rechazar, en la agonía de una mezquina vergüenza, la mirada de ellos, como si les suplicara que evitaran por un momento lo que él sabía que era inevitable, como si quisiera forzarlos a aceptar ese resentimiento infantil que le causaban las interrupciones, que incluso en el momento del descubrimiento no iba a ceder, sino que iba agarrarse a algo que era propio de esta deliciosa emoción, esta impura rapsodia que le avergonzaba, y entonces dio media vuelta ante ellos, como si diera un portazo para refugiarse en su intimidad; y Lily Briscoe y Mr. Bankes miraron algo inquietos hacia el cielo, y advirtieron que la bandada de pájaros que Jasper había alborotado con la carabina ya se había posado en las copas de los olmos.
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"And even if it isn′t fine tomorrow," said Mrs. Ramsay, raising her eyes to glance at William Bankes and Lily Briscoe as they passed, "it will be another day. And now," she said, thinking that Lily′s charm was her Chinese eyes, aslant in her white, puckered little face, but it would take a clever man to see it, "and now stand up, and let me measure your leg," for they might go to the Lighthouse after all, and she must see if the stocking did not need to be an inch or two longer in the leg.
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-E incluso si mañana no hiciera bueno -dijo Mrs. Ramsay, levantando la mirada cuando pasaban ante ella William Bankes y Lily Briscoe-, habrá más días. Y ahora -dijo, mientras pensaba en que lo que tenía bonito Lily eran los ojos orientales, rasgados, en aquella carita arrugada y pálida, pero que sólo un hombre inteligente se fijaría en ellos- estáte quieto, que voy a medir el calcetín. -Porque, después de todo, quizá podrían ir al Faro, y tenía que ver si el calcetín necesitaba una pulgada o dos más de largo.
Smiling, for it was an admirable idea, that had flashed upon her this very second--William and Lily should marry--she took the heather-mixture stocking, with its criss-cross of steel needles at the mouth of it, and measured it against James′s leg.
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Sonriendo, porque en ese mismo momento acababa de ocurrírsele una idea extraordinaria -que William y Lily podrían casarse-, cogió el calcetín de lana color de brezo, con sus agujas cruzadas en la parte superior, y lo midió sobre la pierna de james.
"My dear, stand still," she said, for in his jealousy, not liking to serve as measuring block for the Lighthouse keeper′s little boy, James fidgeted purposely; and if he did that, how could she see, was it too long, was it too short? she asked.
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-Cariño, estáte quieto -dijo, porque no quería hacer de maniquí para el niño del torrero, tenía celos, James no dejaba de moverse intencionadamente; y si no se estaba quieto, ¿cómo iba a medir?, ¿era corto?, ¿largo?, se preguntaba.
She looked up--what demon possessed him, her youngest, her cherished?--and saw the room, saw the chairs, thought them fearfully shabby. Their entrails, as Andrew said the other day, were all over the floor; but then what was the point, she asked, of buying good chairs to let them spoil up here all through the winter when the house, with only one old woman to see to it, positively dripped with wet? Never mind, the rent was precisely twopence half-penny; the children loved it; it did her husband good to be three thousand, or if she must be accurate, three hundred miles from his libraries and his lectures and his disciples; and there was room for visitors. Mats, camp beds, crazy ghosts of chairs and tables whose London life of service was done--they did well enough here; and a photograph or two, and books. Books, she thought, grew of themselves. She never had time to read them. Alas! even the books that had been given her and inscribed by the hand of the poet himself: "For her whose wishes must be obeyed" ... "The happier Helen of our days" ... disgraceful to say, she had never read them. And Croom on the Mind and Bates on the Savage Customs of Polynesia ("My dear, stand still," she said)--neither of those could one send to the Lighthouse. At a certain moment, she supposed, the house would become so shabby that something must be done. If they could be taught to wipe their feet and not bring the beach in with them--that would be something. Crabs, she had to allow, if Andrew really wished to dissect them, or if Jasper believed that one could make soup from seaweed, one could not prevent it; or Rose′s objects--shells, reeds, stones; for they were gifted, her children, but all in quite different ways. And the result of it was, she sighed, taking in the whole room from floor to ceiling, as she held the stocking against James′s leg, that things got shabbier and got shabbier summer after summer. The mat was fading; the wall-paper was flapping. You couldn′t tell any more that those were roses on it. Still, if every door in a house is left perpetually open, and no lockmaker in the whole of Scotland can mend a bolt, things must spoil. What was the use of flinging a green Cashemere shawl over the edge of a picture frame? In two weeks it would be the colour of pea soup. But it was the doors that annoyed her; every door was left open. She listened. The drawing-room door was open; the hall door was open; it sounded as if the bedroom doors were open; and certainly the window on the landing was open, for that she had opened herself. That windows should be open, and doors shut--simple as it was, could none of them remember it? She would go into the maids′ bedrooms at night and find them sealed like ovens, except for Marie′s, the Swiss girl, who would rather go without a bath than without fresh air, but then at home, she had said, "the mountains are so beautiful." She had said that last night looking out of the window with tears in her eyes. "The mountains are so beautiful." Her father was dying there, Mrs. Ramsay knew. He was leaving them fatherless. Scolding and demonstrating (how to make a bed, how to open a window, with hands that shut and spread like a Frenchwoman′s) all had folded itself quietly about her, when the girl spoke, as, after a flight through the sunshine the wings of a bird fold themselves quietly and the blue of its plumage changes from bright steel to soft purple. She had stood there silent for there was nothing to be said. He had cancer of the throat. At the recolection--how she had stood there, how the girl had said, "At home the mountains are so beautiful," and there was no hope, no hope whatever, she had a spasm of irritation, and speaking sharply, said to James:
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Levantó la mirada, ¿qué demonio se había apoderado de él, del benjamín, de su adorado?; se fijó en la habitación: las sillas, pensó que estaban francamente deterioradas. Las tripas, como había dicho Andrew unos días antes, estaban esparcidas por el suelo; pero ¿para qué, se preguntaba, comprar sillas buenas y dejarlas allí durante todo el invierno, al cargo de una anciana, cuando la casa entera rezumaba humedad? No importa, el alquiler era exactamente de dos peniques y medio; a los niños les encantaba; a su marido le venía muy bien estar a tres mil millas de distancia (trescientas millas, para ser precisa) de su biblioteca, de las clases y de los alumnos; y había sitio para los visitantes. Esteras, camas portátiles, inestables sillas fantasmales y mesas que ya habían cumplido una larga vida de servicio en Londres; todo esto podía volver a ser útil aquí; y una o dos fotografias, y los libros. Los libros, pensó, crecen solos. Nunca tenía tiempo para leer. ¡Ay!, incluso los libros que le habían regalado, y con dedicatoria autógrafa del poeta: «A aquella cuyos deseos son órdenes...» «A la feliz Helena de nuestros tiempos...» Era triste reconocer que no los había leído. Estaba el de Croom, su estudio sobre la Mente; y los estudios de Bates sobre las Costumbres Primitivas en Polinesia («Estáte quieto, cariño», dijo); no, no podía enviarlos al Faro. Llegará el momento, pensó, en que la casa se deterioraría tanto que habrá que hacer algo. Si por lo menos se limpiaran los pies, y no se trajeran con ellos toda la playa a casa, eso al menos ya sería algo. Los cangrejos estaba dispuesta a aceptarlos, si Andrew de verdad deseaba diseccionarlos; o si Jasper se empeñaba en hacer sopa con algas, eso ella no podía impedirlo; o los objetos de Rose: conchas, juncos, piedras; tenían talento, sus hijos, pero eran talentos diversos. El resultado era, suspiró, mientras incluía en el resultado toda la habitación, desde el techo hasta el suelo, sosteniendo el calcetín contra la pierna de James, que las cosas se deterioraban cada vez un poco más, un verano tras otro. La estera se descoloraba, el papel de las paredes se desprendía. Ya no se distinguía si el dibujo eran unas rosas. Más aún, si las puertas se quedaban siempre abiertas, y si no había ni un cerrajero en toda Escocia que supiera reparar una cerradura, entonces estaba claro que las cosas tenían que estropearse. ¿De qué servía poner un hermoso chal de lana de Cachemira por el borde de un marco? En dos semanas habría adquirido un color de sopa de guisantes. Pero lo que le fastidiaba eran las puertas, nadie cerraba una sola puerta. Prestó atención. La puerta del salón estaba abierta, se oía como si las puertas de las habitaciones estuvieran abiertas, y seguro que la ventana del rellano estaba abierta, porque ella misma la había abierto. Las ventanas tenían que estar abiertas; y las puertas, cerradas; era así de sencillo, ¿por qué no lo recordaría nadie? Por la noche entraba en las habitaciones de las criadas, y las encontraba cerradas a cal y canto como si fueran hornos, excepto la de Marie, la muchacha suiza, que antes prescindía del lavado que del aire fresco: en su patria, había dicho: «son tan hermosas las montañas». La noche anterior había dicho eso mientras miraba por la ventana con los ojos llenos de lágrimas. «Son tan hermosas las montañas.» Su padre agonizaba allí. Mrs. Ramsay lo sabía. Las dejaba huérfanas. Refunfuñando y enseñando a hacer las cosas (cómo hacer las camas, cómo abrir las ventanas, con manos que se abrían y cerraban con gestos de francesa), todo se había plegado en tomo a ella, cuando hablaba: como cuando tras un vuelo bajo el sol, las alas del pájaro se pliegan, y el azul de las plumas pasa del brillo del acero al púrpura claro. Se quedó callada, porque no había nada que decir. Tenía cáncer de garganta. Al recordarlo, cómo se había quedado allí, cómo la muchacha había dicho: «En mi patria, son tan hermosas las montañas», y que no había esperanza, ninguna, tuvo un gesto de irritación, y le dijo a James, con severidad:
"Stand still. Don′t be tiresome," so that he knew instantly that her severity was real, and straightened his leg and she measured it.
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-Quieto, deja de moverte -de forma que el niño se dio cuenta al momento de que estaba enfadada de verdad, y estiró la pierna, y pudo medir el calcetín.
The stocking was too short by half an inch at least, making allowance for the fact that Sorley′s little boy would be less well grown than James.
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Al calcetín le faltaba, por lo menos, media pulgada, teniendo en cuenta que el niño de Sorley no estaría tan desarrollado como james.
"It′s too short," she said, "ever so much too short."
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-Muy corto -dijo-, demasiado.
Never did anybody look so sad. Bitter and black, half-way down, in the darkness, in the shaft which ran from the sunlight to the depths, perhaps a tear formed; a tear fell; the waters swayed this way and that, received it, and were at rest. Never did anybody look so sad.
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Nunca hubo otra cara con semejante expresión de tristeza. En la oscuridad, amarga y negra, a medio camino, en el rayo que cruzaba de la luz a la más profunda oscuridad, acaso brotó una lágrima, una lágrima cayó; las aguas, inestables, la recibieron, luego se calmaron. Nunca hubo una cara con semejante expresión de tristeza.
But was it nothing but looks, people said? What was there behind it--her beauty and splendour? Had he blown his brains out, they asked, had he died the week before they were married--some other, earlier lover, of whom rumours reached one? Or was there nothing? nothing but an incomparable beauty which she lived behind, and could do nothing to disturb? For easily though she might have said at some moment of intimacy when stories of great passion, of love foiled, of ambition thwarted came her way how she too had known or felt or been through it herself, she never spoke. She was silent always. She knew then--she knew without having learnt. Her simplicity fathomed what clever people falsified. Her singleness of mind made her drop plumb like a stone, alight exact as a bird, gave her, naturally, this swoop and fall of the spirit upon truth which delighted, eased, sustained--falsely perhaps.
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Pero ¿sólo era asunto del aspecto?, se preguntaba la gente. ¿Qué había detrás de ello, de su belleza, de su esplendor? ¿Se había volado la cabeza, había muerto una semana antes de casarse, aquel otro, aquel otro amante anterior, del que aún llegaban rumores? ¿O no era nada?, ¿nada excepto una belleza incomparable que había dejado atrás en una vida que ya no podía alterar? Porque aunque para ella habría sido muy fácil, cuando se hablaba ante ella en momentos de mucha intimidad de grandes amores, de amor no correspondido, de ambiciones frustradas, habría sido fácil decir que lo había conocido, que lo había sentido, pero invariablemente se callaba. Lo sabía, sabía todo sin haber estudiado. Su sencillez acertaba donde los inteligentes se confundían. La singularidad de su mente, que le hacía caer directa, a plomo, como una piedra, que le hacía aterrizar con la precisión de un ave, le otorgaba de forma natural esta caída, este descenso en picado del espíritu sobre la certeza; un descenso que complacía, tranquilizaba e inspiraba confianza, quizá falsamente.
("Nature has but little clay," said Mr. Bankes once, much moved by her voice on the telephone, though she was only telling him a fact about a train, "like that of which she moulded you." He saw her at the end of the line, Greek, blue-eyed, straight-nosed. How incongruous it seemed to be telephoning to a woman like that. The Graces assembling seemed to have joined hands in meadows of asphodel to compose that face. Yes, he would catch the 10:30 at Euston.
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(«Poco barro le ha quedado a la naturaleza -dijo Mr. Bankes, en una ocasión, mientras hablaba con ella por teléfono, y muy afectado por la conversación, aunque sólo le decía algo sobre un tren- del que utilizó para moldearla a usted.» Se la imaginaba al otro lado de la línea telefónica, griega, con los ojos azules, la nariz recta. Qué incongruente parecía eso de hablar por teléfono con una mujer así. Parecía como si las Gracias se hubieran reunido y hubieran trabajado juntas en campos de asfódelos para crear esa cara. Sí, claro, cogería el de las diez y media en Euston.
"But she′s no more aware of her beauty than a child," said Mr. Bankes, replacing the receiver and crossing the room to see what progress the workmen were making with an hotel which they were building at the back of his house. And he thought of Mrs. Ramsay as he looked at that stir among the unfinished walls. For always, he thought, there was something incongruous to be worked into the harmony of her face. She clapped a deer-stalker′s hat on her head; she ran across the lawn in galoshes to snatch a child from mischief. So that if it was her beauty merely that one thought of, one must remember the quivering thing, the living thing (they were carrying bricks up a little plank as he watched them), and work it into the picture; or if one thought of her simply as a woman, one must endow her with some freak of idiosyncrasy--she did not like admiration--or suppose some latent desire to doff her royalty of form as if her beauty bored her and all that men say of beauty, and she wanted only to be like other people, insignificant. He did not know. He did not know. He must go to his work.)
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«Pero tiene la conciencia de su belleza que tendría un niño», se dijo Mr. Bankes mientras colgaba el teléfono, y cruzaba la habitación para ver cómo avanzaban las obras de un hotel que estaban construyendo en la parte de atrás de su casa. Pensaba en Mrs. Ramsay mientras contemplaba cómo se afanaban en terminar el trabajo de las paredes. Siempre, pensó, había algo que luchaba de forma incongruente contra la armonía de su cara. Podía ponerse un sombrero como de cazador furtivo de ciervos, o echaba a correr en chanclos para rescatar a un niño que estaba en peligro en el otro extremo del jardín. De forma que si uno recordaba sólo su belleza, debía recordar asimismo aquel temblor, la propia vida -subían ladrillos sobre una tabla mientras observaba-, e introducirla en el cuadro; o si uno pensaba en ella sencillamente como mujer tenía que dotarla con cualquier extravagancia rara; o imaginarse algún deseo oculto, para despojarla de su regia forma, como si su propia belleza la aburriera, y todo lo que los hombres dicen de la belleza, y como si ella quisiera ser como el resto de la gente, insignificante. No lo sabía. No lo sabía. Tenía que volver al trabajo.)
Knitting her reddish-brown hairy stocking, with her head outlined absurdly by the gilt frame, the green shawl which she had tossed over the edge of the frame, and the authenticated masterpiece by Michael Angelo, Mrs. Ramsay smoothed out what had been harsh in her manner a moment before, raised his head, and kissed her little boy on the forehead. "Let us find another picture to cut out," she said.
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Todavía tejía el calcetín de lana de color castaño rojizo, con la cabeza perfilada absurdamente por el dorado del marco, por el chal verde que había extendido por el borde del marco, y la obra maestra auténtica de Miguel Ángel, cuando Mrs. Ramsay suavizó lo que hacía un momento había sido aspereza; levantó la cabeza, y besó al niño en la frente: « Vamos a buscar otra ilustración para recortar», dijo.
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But what had happened?
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Pero ¿qué es lo que había sucedido?
Some one had blundered.
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Alguien había cometido un error.
Starting from her musing she gave meaning to words which she had held meaningless in her mind for a long stretch of time. "Some one had blundered"--Fixing her short-sighted eyes upon her husband, who was now bearing down upon her, she gazed steadily until his closeness revealed to her (the jingle mated itself in her head) that something had happened, some one had blundered. But she could not for the life of her think what.
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Interrumpidas sus divagaciones, se sobresaltó y dio sentido a esas palabras que durante un rato le había parecido que no tenían sentido: «Alguien había cometido un error.» Fijó sus ojos miopes en su marido, que se acercaba ominosamente hacia ella; lo miró fijamente hasta que la proximidad le reveló (el estribillo se concertó en su mente) que algo había su- cedido, alguien había cometido un error. Pero ni en toda su vida habría averiguado ella de qué se trataba.
He shivered; he quivered. All his vanity, all his satisfaction in his own splendour, riding fell as a thunderbolt, fierce as a hawk at the head of his men through the valley of death, had been shattered, destroyed. Stormed at by shot and shell, boldly we rode and well, flashed through the valley of death, volleyed and thundered--straight into Lily Briscoe and William Bankes. He quivered; he shivered.
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Temblaba, se estremecía. Toda su vanidad, su satisfacción por el esplendor propio durante la cabalgada, mientras cargaba como un rayo destructor, fiero como un halcón a la cabeza de sus hombres, todo eso se había conmocionado, había sido destruido. Caían sobre ellos bombas y metralla, pero seguimos cabalgando valientes, rápidamente por el valle de la muerte, disparaban, atronaban los cañones, hasta encontrarnos con Lily Briscoe y William Bankes. Temblaba, se estremecía.
Not for the world would she have spoken to him, realising, from the familiar signs, his eyes averted, and some curious gathering together of his person, as if he wrapped himself about and needed privacy into which to regain his equilibrium, that he was outraged and anguished. She stroked James′s head; she transferred to him what she felt for her husband, and, as she watched him chalk yellow the white dress shirt of a gentleman in the Army and Navy Stores catalogue, thought what a delight it would be to her should he turn out a great artist; and why should he not? He had a splendid forehead. Then, looking up, as her husband passed her once more, she was relieved to find that the ruin was veiled; domesticity triumphed; custom crooned its soothing rhythm, so that when stopping deliberately, as his turn came round again, at the window he bent quizzically and whimsically to tickle James′s bare calf with a sprig of something, she twitted him for having dispatched "that poor young man," Charles Tansley. Tansley had had to go in and write his dissertation, he said.
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Por nada del mundo le habría dirigido la palabra, al darse cuenta, por las señales conocidas -la mirada desviada, y una impresión general, como si se ocultara, y necesitara intimidad, para recobrar el equilibrio-, de que se sentía ultrajado y ofendido. Acarició la cabeza de James, y le transmitió lo que sentía hacia su marido; y, mientras observaba cómo pintaba de color amarillo una blanca camisa de vestir de caballero del catálogo del economato de la armada y del ejército, pensaba en lo maravilloso que sería si se convirtiera en un gran artista, y, ¿por qué no? Tenía una hermosa frente. Luego, al levantar la mirada hacia su marido que pasaba junto a ella de nuevo, la alivió comprobar que un velo había ocultado la catástrofe; había triunfado el instinto hogareño; el hábito salmodiaba sus ritmos tranquilizadores, de forma que cuando se detuvo deliberadamente, cuando apareció de nuevo, junto a la ventana, y extraña y caprichosamente se inclinó para hacer cosquillas a James en la pantorrilla con una ramita que había cogido, ella le reprochó el haberse librado de «ese pobre joven», Charles Tansley. Tansley se había ido porque tenía que escribir su memoria, dijo él.
"James will have to write HIS dissertation one of these days," he added ironically, flicking his sprig.
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-Lo mismo que james tendrá que escribir la suya uno de estos días -agregó, irónicamente, moviendo la ramita.
Hating his father, James brushed away the tickling spray with which in a manner peculiar to him, compound of severity and humour, he teased his youngest son′s bare leg.
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Como odiaba a su padre, James apartó la ramita, con la que Mr. Ramsay con ese estilo peculiar, compuesto de severidad y humor, hacía cosquillas en la pierna desnuda de su hijo.
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