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Washington Irving

Tales of the Alhambra



The Tower of Las Infantas



La Torre de las Infantas

IN AN evening’s stroll up a narrow glen, overshadowed by fig trees, pomegranates, and myrtles, which divides the lands of the fortress from those of the Generalife, I was struck with the romantic appearance of a Moorish tower in the outer wall of the Alhambra, rising high above the tree-tops, and catching the ruddy rays of the setting sun. A solitary window at a great height commanded a view of the glen; and as I was regarding it, a young female looked out, with her head adorned with flowers. She was evidently superior to the usual class of people inhabiting the old towers of the fortress; and this sudden and picturesque glimpse of her reminded me of the descriptions of captive beauties in fairy tales. These fanciful associations were increased on being informed by my attendant Mateo, that this was the Tower of the Princesses (la Torre de las Infantas); so called, from having been, according to tradition, the residence of the daughters of the Moorish kings. I have since visited the tower. It is not generally shown to strangers, though well worthy attention, for the interior is equal, for beauty of architecture, and delicacy of ornament, to any part of the palace. The elegance of the central hall, with its marble fountain, its lofty arches, and richly fretted dome; the arabesques and stucco-work of the small but well-proportioned chambers, though injured by time and neglect, all accord with the story of its being anciently the abode of royal beauty.  CIERTA tarde que daba un paseo por el estrecho valle poblado de higueras, granados y mirtos, que separa las tierras de la fortaleza de las del Generalife, quedé sorprendido ante la romántica aparición de una torre morisca en la muralla exterior de la Alhambra, que se alzaba sobre las copas de los árboles y recibía los rojos reflejos del sol poniente. Una solitaria ventana a gran altura dominaba el panorama del valle, y cuando estaba mirándola, asomóse una joven con la cabeza adornada de flores. Era, sin duda, de una familia más distinguida que la de toda la gente que vive en las viejas torres de la fortaleza. Esta repentina y pintoresca aparición me recordó las descripciones de bellas cautivas en los cuentos de hadas. Mis caprichosos recuerdos crecieron más al informarme mi servicial Mateo que aquélla era la Torre de las Infantas, así llamada por haber sido —según la tradición— residencia de las hijas de los reyes moros. Visité más tarde esta torre que, por lo general, no se enseña a los extranjeros, aunque es muy digna de atención, pues su interior es semejante en belleza arquitectónica y en delicadeza ornamental a cualquier parte del palacio. La elegancia de su salón central, con su fuente de mármol, elevados arcos y cúpula primorosamente labrada, y los arabescos y variados estucos de sus reducidas y bien proporcionadas habitaciones, aunque maltratados por el tiempo y el abandono, todo concuerda con la historia que dice haber sido en otro tiempo morada de regias hermosuras.
The little old fairy queen who lives under the staircase of the Alhambra, and frequents the evening tertulias of Dame Antonia, tells some fanciful traditions about three Moorish princesses, who were once shut up in this tower by their father, a tyrant king of Granada, and were only permitted to ride out at night about the hills, when no one was permitted to come in their way under pain of death. They still, according to her account, may be seen occasionally when the moon is in the full, riding in lonely places along the mountain side, on palfreys richly caparisoned and sparkling with jewels, but they vanish on being spoken to.  La viejecita reina y bruja que vive debajo de las escaleras de la Alhambra y que asiste a las tertulias nocturnas de doña Antonia, cuenta unas fantásticas tradiciones acerca de tres princesas musulmanas que estuvieron encerradas cierta vez en esta torre por su padre, rey tirano de Granada, que únicamente les permitía pasear de noche a caballo por las colinas, prohibiendo bajo pena de muerte que nadie les saliera al encuentro. Todavía —según su relato—- se las suele ver de cuando en cuando en las noches de luna llena, cabalgando por sitios solitarios de la montaña en palafrenes ricamente enjaezados y resplandecientes de joyas; pero desaparecen apenas se les dirige la palabra.
But before I relate any thing further respecting these princesses, the reader may be anxious to know something about the fair inhabitant of the tower with her head dressed with flowers, who looked out from the lofty window. She proved to be the newly-married spouse of the worthy adjutant of invalids; who, though well stricken in years, had had the courage to take to his bosom a young and buxom Andalusian damsel. May the good old cavalier be happy in his choice, and find the Tower of the Princesses a more secure residence for female beauty than it seems to have proved in the time of the Moslems, if we may believe the following legend!  Más antes que narre alguna cosa acerca de estas princesas, el lector estará ansioso por saber algo de la bella moradora de la torre, la que con su cabeza adornada de flores se había asomado a la ventana. Supe que era la recién casada esposa del digno Ayudante de Inválidos, el cual, aunque bien entrado en años, había tenido el valor de compartir su lecho con una joven y vivaracha andaluza. Ojalá que el bueno y anciano Ayudante haya sido feliz en su elección y encuentre en la torre de las Infantas un refugio más seguro para la belleza femenina que lo fue, al parecer, en tiempos de los musulmanes, si hemos de dar crédito al siguiente relato.