AS I WAS rambling one day about the Moorish halls, my attention was, for the first time, attracted to a door in a remote gallery, communicating apparently with some part of the Alhambra which I had not yet explored. I attempted to open it, but it was locked. I knocked, but no one answered, and the sound seemed to reverberate through empty chambers. Here then was a mystery. Here was the haunted wing of the castle. How was I to get at the dark secrets here shut up from the public eye? Should I come privately at night with lamp and sword, according to the prying custom of heroes of romance; or should I endeavor to draw the secret from Pepe the stuttering gardener; or the ingenuous Dolores, or the loquacious Mateo? Or should I go frankly and openly to Dame Antonia the chatelaine, and ask her all about it? I chose the latter course, as being the simplest though the least romantic; and found, somewhat to my disappointment, that there was no mystery in the case. I was welcome to explore the apartment, and there was the key.
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Un día que vagaba por los salones moriscos, despertó mi curiosidad, por primera vez, la puerta de una apartada galería que, al parecer, comunicaba con algún rincón de la Alhambra no explorado todavía por mi. Intenté abrirla, pero estaba cerrada. Llamé, mas nadie contestó, y el ruido pareció repercutir a través de las desiertas cámaras. Se trataba, pues, de un misterio. Esta era el ala encantada del castillo. ¿De qué medios me valdría para penetrar en los oscuros secretos aquí ocultos al común de los mortales? ¿Vendría furtivamente por la noche, con linterna y espada, según la costumbre observada por los héroes de novela, o trataría de arrancar su secreto a Pepe, el tartamudo jardinero, a la ingenua Dolores o al locuaz Mateo? O ¿iría franca y abiertamente a doña Antonia la castellana y le preguntaría todo? Elegí este último procedimiento, porque, aunque menos romántico, es, sin embargo, el más sencillo, y supe, con el natural desencanto, que no había allí misterio alguno. No pusieron inconveniente a que explorase aquellos departamentos, y me entregaron la llave.
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Thus provided, I returned forthwith to the door. It opened, as I had surmised, to a range of vacant chambers; but they were quite different from the rest of the palace. The architecture, though rich and antiquated, was European. There was nothing Moorish about it. The first two rooms were lofty; the ceilings, broken in many places, were of cedar, deeply panelled and skilfully carved with fruits and flowers, intermingled with grotesque masks or faces.
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Con ella en mis manos, regresé en seguida a la puerta. Comprobé, como había supuesto, que daba paso a una serie de estancias desiertas, aunque muy diferentes a las del resto del palacio. Su arquitectura, a pesar de su riqueza y antigüedad, era europea. No se observaba en ella el más mínimo vestigio de arte moro. Las dos primeras habitaciones eran altas; sus techos, rotos por varios sitios, eran de cedro, muy artesonados y artificiosamente tallados con frutas y flores, entremezcladas con mascarones grotescos.
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The walls had evidently in ancient times been hung with damask; but now were naked, and scrawled over by that class of aspiring travellers who defile noble monuments with their worthless names. The windows, dismantled and open to wind and weather, looked out into a charming little secluded garden, where an alabaster fountain sparkled among roses and myrtles, and was surrounded by orange and citron trees, some of which flung their branches into the chambers. Beyond these rooms were two saloons, longer but less lofty, looking also into the garden. In the compartments of the panelled ceilings were baskets of fruit and garlands of flowers, painted by no mean hand, and in tolerable preservation. The walls also had been painted in fresco in the Italian style, but the paintings were nearly obliterated; the windows were in the same shattered state with those of the other chambers. This fanciful suite of rooms terminated in an open gallery with balustrades, running at right angles along another side of the garden. The whole apartment, so delicate and elegant in its decorations, so choice and sequestered in its situation along this retired little garden, and so different in architecture from the neighboring halls, awakened an interest in its history. I found on inquiry that it was an apartment fitted up by Italian artists in the early part of the last century, at the time when Philip V and his second wife, the beautiful Elizabetta of Farnese, daughter of the Duke of Parma, were expected at the Alhambra. It was destined for the queen and the ladies of her train. One of the loftiest chambers had been her sleeping room. A narrow staircase, now walled up, led up to a delightful belvidere, originally a mirador of the Moorish sultanas, communicating with the harem; but which was fitted up as a boudoir for the fair Elizabetta, and still retains the name of el tocador de la Reyna, or the queen’s toilette.
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U Las paredes estuvieron, evidentemente, tapizadas de damasco en otro tiempo, pero ahora aparecían desnudas y garrapateadas por esa clase de viajeros novatos que profanan con sus despreciables nombres los más nobles monumentos. Las ventanas, desmanteladas y abiertas al viento y a los temporales, daban a un encantador y recoleto jardinillo, donde una fuente de alabastro refulgía entre rosas y mirtos, rodeada de naranjos y limoneros, alguno de los cuales doblaba sus ramas hasta las habitaciones. Más allá de estos cuartos había dos salones más amplios, pero de menos altura, que daban también al jardín. En los tableros de sus artesonados techos había cestas de frutas y guirnaldas de flores, pintadas por mano nada inhábil, y en un tolerable estado de conservación. Las paredes también es taban pintadas al fresco, según el estilo italiano, pero sus pinturas se encontraban casi borradas; sus ventanas ofrecían el mismo lamentable estado que las de otras estancias. Esta caprichosa serie de habitaciones terminaba en una espaciosa galería con balaustrada que seguía en ángulo recto con otro lado del jardín. Todo el departamento, tan delicado y elegante en sus decoraciones, tan bien elegido por su situación en este apartado jardincillo, y tan distinto en su arquitectura a las salas vecinas, despertó mi curiosidad por conocer su historia. Averigüé en mis pesquisas que era un departamento decorado por artistas italianos a principios del pasado siglo, en la época en que Felipe V y su segunda esposa, la bella Isabel de Farnesio, hermana del duque de Parma, eran esperados en la Alhambra. Estaba destinado a la reina y a las damas de su séquito. Su dormitorio fue una de las estancias más elevadas. Una estrecha escalera, hoy tapiada, conducía a un delicioso mirador, que lo fue en su origen de las sultanas moras, y que comunicaba con el harén, pero que fue habilitado para tocador de la hechicera Isabel, y que todavía conserva el nombre de Tocador de la Reina.
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One window of the royal sleeping-room commanded a prospect of the Generalife and its embowered terraces, another looked out into the little secluded garden I have mentioned, which was decidedly Moorish in its character, and also had its history. It was in fact the garden of Lindaraxa, so often mentioned in descriptions of the Alhambra; but who this Lindaraxa was I have never heard explained. A little research gave me the few particulars known about her. She was a Moorish beauty who flourished in the court of Muhamed the Left-handed, and was the daughter of his loyal adherent, the alcayde of Malaga, who sheltered him in his city when driven from the throne. On regaining his crown, the alcayde was rewarded for his fidelity. His daughter had her apartment in the Alhambra, and was given by the king in marriage to Nasar, a young Cetimerien prince descended from Aben Hud the Just. Their espousals were doubtless celebrated in the royal palace, and their honeymoon may have passed among these very bowers.
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Una ventana del dormitorio real domina la perspectiva del Generalife y de sus enramadas terrazas; otra, da al jardincillo apartado ya dicho, de carácter moro sin duda, y que también tenía su historia. Era, en efecto, el jardín de Lindaraja, tantas veces mencionado en las descripciones de la Alhambra, aunque no conseguí que me explicasen quién fuera esta Lindaraja. Algunas indagaciones me proporcionaron los pocos datos conocidos acerca de ella. Fue una bella mora que floreció en la Corte de Mohamed el «Zurdo» e hija de su leal adicto el alcaide de Málaga, que le dio asilo en su ciudad cuando fue expulsado del trono. Al restacar su corona, el alcaide fue recompensado por su fidelidad. Su hija tenía su aposento en la Alhambra, y el rey la entregó en matrimonio a Nasar, joven de la alcurnia de Cetti-Merien, descendiente de Aben Hud el «Justo». Sus esponsales se celebraron, sin duda, en el real palacio, y su luna de miel pudo muy bien transcurrir entre estas mismas glorietas .
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Four centuries had elapsed since the fair Lindaraxa passed away, yet how much of the fragile beauty of the scenes she inhabited remained! The garden still bloomed in which she delighted; the fountain still presented the crystal mirror in which her charms may once have been reflected; the alabaster, it is true, had lost its whiteness; the basin beneath, overrun with weeds, had become the lurking-place of the lizard, but there was something in the very decay that enhanced the interest of the scene, speaking as it did of that mutability, the irrevocable lot of man and all his works.
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Cuatro siglos han pasado desde que desapareciera la bella Lindaraja, y ¡cuánto queda todavía de la frágil belleza de los lugares que habitó! Aún florece el jardín donde se deleitara; todavía ofrece la fuente el claro espejo de sus aguas** que algún día reflejaron quizá sus encantos; el alabastro, ciertamente ha perdido su blancura; la taza de abajo, cubierta de maleza, se ha convertido en escondrijo del lagarto; pero hay algo en esta misma decadencia que realza el interés de este rincón, al hablarnos, como lo hace, de la mutabilidad, destino irrevocable del hombre y de todas sus obras.
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The desolation too of these chambers, once the abode of the proud and elegant Elizabetta, had a more touching charm for me than if I had beheld them in their pristine splendor, glittering with the pageantry of a court.
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También ofrece para mí la desolación de estas cámaras, morada un día de la altiva y elegante Isabel, un encanto más delicioso que si las hubiese contemplado en su prístino esplendor, cuando brillaban con el fausto de la Corte.
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When I returned to my quarters, in the governor’s apartment, every thing seemed tame and common-place after the poetic region I had left. The thought suggested itself: Why could I not change my quarters to these vacant chambers? that would indeed be living in the Alhambra, surrounded by its gardens and fountains, as in the time of the Moorish sovereigns. I proposed the change to Dame Antonia and her family, and it occasioned vast surprise. They could not conceive any rational inducement for the choice of an apartment so forlorn, remote and solitary. Dolores exclaimed at its frightful loneliness; nothing but bats and owls flitting about—and then a fox and wild-cat, kept in the vaults of the neighboring baths, roamed about at night. The good Tia had more reasonable objections. The neighborhood was infested by vagrants; gipsies swarmed in the caverns of the adjacent hills; the palace was ruinous and easy to be entered in many places; the rumor of a stranger quartered alone in one of the remote and ruined apartments, out of the hearing of the rest of the inhabitants, might tempt unwelcome visitors in the night, especially as foreigners were always supposed to be well stocked with money. I was not to be diverted from my humor, however, and my will was law with these good people. So, calling in the assistance of a carpenter, and the ever officious Mateo Ximenes, the doors and windows were soon placed in a state of tolerable security, and the sleeping-room of the stately Elizabetta prepared for my reception. Mateo kindly volunteered as a body-guard to sleep in my antechamber; but I did not think it worth while to put his valor to the proof.
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Cuando regresé a mi residencia, en el departamento del gobernador, todo se me aparecía vulgar e insípido, luego de la poética región que había abandonado. Una idea se insinuó en mí mente: ¿Por qué no cambiar mi domicilio a estas cámaras vacías? Así viviría realmente en la Alhambra, rodeado de sus jardines y fuentes, como en la época de los reyes moros. Propuse el cambio a doña Antonia y a su familia, y les produjo gran sorpresa. No podían concebir ningún razonable atractivo que me indujese a la elección de un departamento tan abandonado, lejano y solitario. Dolores insistió sobre su espantosa soledad, y habló de que sólo volaban por allí murciélagos y lechuzas, además de una zorra y un gato montés ocultos en las bóvedas de los baños vecinos, que solían merodear durante la noche. La buena tía Antonio presentó objeciones más razonables; la vecindad estaba infestada de vagabundos y gitanos que bullían en las cuevas de las colinas próximas; el palacio estaba en ruinas y era fácil entrar por algunos sitios. Además, el rumor de que un extranjero vivía solo en una de las más apartadas y ruinosas habitaciones, podría ser una tentación para los inoportunos visitantes de la noche, sobre todo porque siempre se supone que los extranjeros están bien surtidos de dinero. A la vista de estos informes, buscando la ayuda de un carpintero y la del siempre servicial Mateo Jiménez, pronto quedaron puertas y ventanas en un tolerable estado de seguridad, y preparado para mi recepción el dormitorio de la augusta Isabel. Mateo se ofreció amable y graciosamente como guardia de corps para dormir en mi antecámara, aunque no creí conveniente poner a prueba su valentía.
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With all the hardihood I had assumed and all the precautions I had taken, I must confess the first night passed in these quarters was inexpressibly dreary. I do not think it was so much the apprehension of dangers from without that affected me, as the character of the place itself, with all its strange associations: the deeds of violence committed there; the tragical ends of many of those who had once reigned there in splendor. As I passed beneath the fated halls of the Tower of Comares on the way to my chamber, I called to mind a quotation, that used to thrill me in the days of boyhood:
Fate sits on these dark battlements and frowns;
And, as the portal opens to receive me,
A voice in sullen echoes through the courts
Tells of a nameless deed!
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Con toda mi presuntuosa audacia, y pese a todas las precauciones adoptadas, debo confesar que la primera noche pasada por mí en estas habitaciones no pudo ser más triste y monótona. Y no creo que fuese mi aprensión a los peligros exteriores lo que me afectaba tanto, sino el mismo carácter de aquel lugar con todos sus extraños recuerdos, los actos de violencias en él cometidos y el trágico final de muchos de los que en otro tiempo reinaron allí rodeados de pompa y esplendor. Cuando, camino de mi aposento, pasaba bajo los predes tinados salones de la torre de Comares, recordé un texto que solía emocionarme en los días de mi infancia:
«El destino se sienta en la triste y oscura almena;
y al abrirse la puerta para recibirme,
una voz en ecos sombríos a través de los patios,
va diciendo una hazaña sin nombre.»
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The whole family escorted me to my chamber, and took leave of me as of one engaged on a perilous enterprise; and when I heard their retreating steps die away along the waste antechambers and echoing galleries; and turned the key of my door, I was reminded of those hobgoblin stories, where the hero is left to accomplish the adventure of an enchanted house.
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Toda la familia me dio escolta hasta mis habitaciones y se despidió de mí como de alguien que estuviese comprometido en una atrevida empresa. Cuando oí sus pasos lejanos que se perdían en las espaciosas antecámaras y resonaban en las galerías, giré la llave de mi puerta y me acordé de aquellas historias de duendes y espectros en las que el héroe está empeñado en peligrosas aventuras dentro de una casa encantada.
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Even the thoughts of the fair Elizabetta and the beauties of her court, who had once graced these chambers, now, by a perversion of fancy, added to the gloom. Here was the scene of their transient gayety and loveliness; here were the very traces of their elegance and enjoyment; but what and where were they?—Dust and ashes! tenants of the tomb! phantoms of the memory!
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Hasta el recuerdo de la hermosa Isabel y de las bellezas de su Corte, que fueron un día la gala de estos salones, le añadían ahora, por un delirio de la fantasía, cierta melancólica lobreguez. Este fue el escenario de su efímera hermosura y alegría; aquí estaban las huellas de su elegancia y regocijo, pero ¿qué ha sido de ellas y dónde están? ¡Polvo y ceniza! ¡Moradores de la tumba! ¡Fantasmas del recuerdo!
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A vague and indescribable awe was creeping over me. I would fain have ascribed it to the thoughts of robbers awakened by the evening’s conversation, but I felt it was something more unreal and absurd. The long-buried superstitions of the nursery were reviving, and asserting their power over my imagination. Every thing began to be affected by the working of my mind. The whispering of the wind, among the citron-trees beneath my window, had something sinister. I cast my eyes into the garden of Lindaraxa; the groves presented a gulf of shadows; the thickets, indistinct and ghastly shapes. I was glad to close the window, but my chamber itself became infected. There was a slight rustling noise overhead; a bat suddenly emerged from a broken panel of the ceiling, flitting about the room and athwart my solitary lamp; and as the fateful bird almost flouted my face with his noiseless wing, the grotesque faces carved in high relief in the cedar ceiling, whence he had emerged, seemed to mope and mow at me.
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Un vago e indescriptible terror se apoderó de mí. Hubiera deseado atribuirlo a mi conversación de aquella noche acerca de los ladrones, pues comprendía que todo aquello era irreal y absurdo. Habían resucitado las supersticiones de mi niñez, tanto tiempo olvidadas, y se iban adueñando de mi imaginación. Todo comenzó a cambiar de forma y actitud por obra de mi fantasía. Los gemidos del viento entre los limoneros, bajo mi ventana, tenían algo de siniestro. Dirigí mis ojos al jardín de Lindaraja; los árboles se me ofrecieron como un abismo de sombras, y la espesura como un conjunto de confusas y horribles siluetas. Recobré la calma al cerrar la ventana, pero entonces fue mi propia habitación la que se pobló de fantasmas. Se oyó un ligero ruido, como un susurro, por encima de mi cabeza; de repente salió un murciélago de una de las carcomidas vigas del techo y revoloteó por la habitación y en torno a mi solitaria lámpara. Como el funesto pajarraco casi azotaba mi rostro con sus sordas alas, los grotescos mascarones tallados en relieve en el techo de cedro parecían abatirse sobre mí y hacerme horribles muecas.
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Rousing myself, and half smiling at this temporary weakness, I resolved to brave it out in the true spirit of the hero of the enchanted house; so, taking lamp in hand, I sallied forth to make a tour of the palace. Notwithstanding every mental exertion the task was a severe one. I had to traverse waste halls and mysterious galleries, where the rays of the lamp extended but a short distance around me. I walked, as it were, in a mere halo of light, walled in by impenetrable darkness. The vaulted corridors were as caverns; the ceilings of the halls were lost in gloom. I recalled all that had been said of the danger from interlopers in these remote and ruined apartments. Might not some vagrant foe be lurking before or behind me, in the outer darkness? My own shadow, cast upon the wall, began to disturb me. The echoes of my own footsteps along the corridors made me pause and look round. I was traversing scenes fraught with dismal recollections. One dark passage led down to the mosque where Yusef, the Moorish monarch, the finisher of the Alhambra, had been basely murdered. In another place, I trod the gallery where another monarch had been struck down by the poniard of a relative whom he had thwarted in his love.
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Me sobrepuse casi sonriendo a esta momentánea flaqueza, y decidí desafiarla con el mismo denuedo que el de un héroe en una casa encantada; así, pues, cogí la lámpara y salí a dar una vuelta por el palacio. A pesar de todos los esfuerzos de mi mente, la empresa resultó bastante desagradable. Tuve que atravesar espaciosas salas y misteriosas galerías, donde los débiles destellos de mi lámpara apenas se extendían a corta distancia en torno mío. Caminaba, por decirlo así, como por una simple aureola de luz, rodeado de impenetrables tinieblas. Los abovedados corredores parecían cavernas y los techos de los salones se perdían en la negrura. Recordé entonces todo lo que había oído acerca del peligro de los intrusas en estos apartados departamentos. ¿Y si algún vagabundo enemigo me estuviese acechando, delante o detrás de mi, amparado en la oscuridad? Mi propia sombra, proyectada sobre el muro, comenzaba a turbarme. Los ecos de mis pasos a lo largo de los corredores me hacían detenerme y escudriñar en torno. Cruzaba lugares llenos de lúgubres recuerdos. Un oscuro corredor descendía a la mezquita donde Yusuf, el rey moro que terminó la Alhambra, había sido vilmente asesinado. Más adelante, anduve por la galería donde otro monarca fue derribado por el puñal de un deudo suyo a quien había estorbado en sus amores.
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A low murmuring sound, as of stifled voices and clanking chains, now reached me. It seemed to come from the Hall of the Abencerrages. I knew it to be the rush of water through subterranean channels, but it sounded strangely in the night, and reminded me of the dismal stories to which it had given rise.
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Un triste y melancólico susurro, como de voces ahogadas y rechinar de cadenas, llegaba ahora a mí. Parecía proceder de la sala de los Abencerrajes. Sabia que era producido por el correr del agua en los canales subterráneos, pero sonaba extrañamente en la quietud de la noche, y me recordó las tétricas historias a que había dado lugar.
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Soon, however, my ear was assailed by sounds too fearfully real to be the work of fancy. As I was crossing the Hall of Ambassadors, low moans and broken ejaculations rose, as it were, from beneath my feet. I paused and listened. They then appeared to be outside of the tower—then again within. Then broke forth howlings as of an animal—then stifled shrieks and inarticulate ravings. Heard in that dead hour and singular place, the effect was thrilling. I had no desire for further perambulation; but returned to my chamber with infinitely more alacrity than I had sallied forth, and drew my breath more freely when once more within its walls and the door bolted behind me. When I awoke in the morning, with the sun shining in at my window and lighting up every part of the building with his cheerful and truth-telling beams, I could scarcely recall the shadows and fancies conjured up by the gloom of the preceding night; or believe that the scenes around me, so naked and apparent, could have been clothed with such imaginary horrors.
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Pronto, sin embargo, sobresaltaron mis oídos unos pavorosos ruidos demasiado reales para ser producto de la fantasía. Cuando atravesaba el salón de Embajadores, unos tristes lamentos y confusas exclamaciones brotaron—por decirlo así— casi de mis pies. Me detuve y escuché. Me pareció entonces que venían de fuera de la torre; después, que del interior. Estallaron luego aullidos como de un animal, y más tarde gritos ahogados e inarticulados desvaríos; en el silencio de aquellas horas y en aquel extraño lugar, el efecto que producían era estremecedor. No sentí deseos de seguir adelante, sino que regresé a mi cuarto con mucha mayor presteza de la que había salido; y respiré mis libremente cuando me encontré seguro dentro de sus paredes y cerrada la puerta tras de mí. Cuando me desperté por la mañana con el sol brillando en mi ventana e iluminando todos los rincones del edificio con sus alegres y delatores rayos, apenas pude recordar las sombras y fantasías que la oscuridad había suscitado la noche anterior, ni creer que los lugares que me rodeaban, tan claros y reales, pudieran haberse revestido de horrores tan absurdos.
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Still, the dismal howlings and ejaculations I had heard were not ideal; they were soon accounted for, however, by my handmaid Dolores: being the ravings of a poor maniac, a brother of her aunt, who was subject to violent paroxysms, during which he was confined in a vaulted room beneath the Hall of Ambassadors.
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Y, sin embargo, los lúgubres aullidos y exclamaciones que había escuchado no eran producto de mi imaginación; pronto me fueron explicados por mi doncella Dolores. Eran los desvaríos de un pobre maniático, hermano de su tía, que padecía violentos paroxismos, durante los cuales le encerraban en un cuarto abovedado, debajo del salón de Embajadores.
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In the course of a few evenings a thorough change took place in the scene and its associations. The moon, which when I took possession of my new apartments was invisible, gradually gained each evening upon the darkness of the night, and at length rolled in full splendor above the towers, pouring a flood of tempered light into every court and hall. The garden beneath my window, before wrapped in gloom, was gently lighted up, the orange and citron trees were tipped with silver; the fountain sparkled in the moonbeams, and even the blush of the rose was faintly visible.
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En el transcurso de unas noches se operó un cambio completo en aquel sitio y en sus alrededores. La luna, que cuando tomé posesión de mi nuevo domicilio estaba invisible, avanzaba poco a poco en la oscuridad de la noche, y por último flotó en todo su esplendor sobre las torres y derramó una lluvia de suave luz sobre todos los patios y salones. El jardín situado debajo de mi ventana, que antes estaba envuelto en tinieblas, se iluminó dulcemente; se vistieron de plata los naranjos y limoneros; la fuente refulgió a los rayos de la luna, y hasta el rubor de la rosa se hizo tímidamente visible.
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I now felt the poetic merit of the Arabic inscription on the walls: “How beauteous is this garden, where the flowers of the earth vie with the stars of the heaven! What can compare with the vase of yon alabaster fountain filled with crystal water? Nothing but the moon in her fulness, shining in the midst of an unclouded sky! ”
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Percibí entonces el encanto poético de la inscripción árabe que hay en una de sus paredes: «¡Qué bello es este jardín, donde las flores de la tierra compiten con las estrellas del cielo! ¿Qué cosa se puede comparar a la taza de aquella fuente de alabastro, colmada de agua cristalina? Sólo la luna en su plenitud, brillando en medio de un cielo sin nubes! »
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On such heavenly nights I would sit for hours at my window inhaling the sweetness of the garden, and musing on the checkered fortunes of those whose history was dimly shadowed out in the elegant memorials around. Sometimes, when all was quiet, and the clock from the distant cathedral of Granada struck the midnight hour, I have sallied out on another tour and wandered over the whole building; but how different from my first tour! No longer dark and mysterious; no longer peopled with shadowy foes; no longer recalling scenes of violence and murder; all was open, spacious, beautiful; every thing called up pleasing and romantic fancies; Lindaraxa once more walked in her garden; the gay chivalry of Moslem Granada once more glittered about the Court of Lions! Who can do justice to a moonlight night in such a climate and such a place? The temperature of a summer midnight in Andalusia is perfectly ethereal. We seem lifted up into a purer atmosphere; we feel a serenity of soul, a buoyancy of spirits, an elasticity of frame, which render mere existence happiness. But when moonlight is added to all this, the effect is like enchantment. Under its plastic sway the Alhambra seems to regain its pristine glories. Every rent and chasm of time; every mouldering tint and weather-stain is gone; the marble resumes its original whiteness; the long colonnades brighten in the moonbeams; the halls are illuminated with a softened radiance—we tread the enchanted palace of an Arabian tale!
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En estas noches divinas permanecía sentado horas y horas en mi ventana, aspirando el aroma del jardín y meditando sobre los azarosos destinos de aquellos cuya historia estaba vagamente bosquejada en los elegantes trofeos que me rodeaban. Algunas veces, cuando reinaba la quietud y el reloj de la lejana catedral daba las campanadas de la medianoche, salía a pasear y vagaba errante por todo el edificio; pero ¡ qué diferencia de mi primer paseo! Nada se ofrecía ya oscuro y misterioso, ni estaba poblado de sombríos enemigos, ni evocaba escenas de violencia y de crímenes; todo se me representaba abierto, espacioso, lleno de belleza; todo evocaba gratas y románticas imágenes. Lindaraja, una vez más, paseaba por su jardín, y la elegante caballerosidad de la Granada musulmana resplandecía de nuevo en el patio de los Leones. ¿Qué lengua hay que alabe en justicia una noche de luna en este clima y en estos parajes? Deliciosa en verdad es la temperatura de una noche estival en Andalucía. Nos sentimos elevados a una atmósfera más pura; experimentamos tal serenidad de alma, alegría de espíritu y elasticidad de miembros, que la misma existencia es una pura felicidad; pero si a todo esto se añade la luz de la luna, 4 efecto es como un mágico hechizo. Bajo su plástico influjo, la Alhambra parece recordar sus prístinas glorias. Todas las grietas y hendiduras del tiempo, los matices y colores borrosos y las manchas de la lluvia, desaparecen; el mármol recobra su primitiva blancura; las largas columnatas destellan a la luz de la luna, y un tenue resplandor ilumina los salones. Caminamos por el palacio encantado de una leyenda árabe!
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What a delight, at such a time, to ascend to the little airy pavilion of the queen’s toilet (el tocador de la Reyna), which, like a bird-cage, overhangs the valley of the Darro, and gaze from its light arcades upon the moonlight prospect! To the right, the swelling mountains of the Sierra Nevada, robbed of their ruggedness and softened into a fairy land, with their snowy summits gleaming like silver clouds against the deep blue sky. And then to lean over the parapet of the Tocador and gaze down upon Granada and the Albaycin spread out like a map below; all buried in deep repose; the white palaces and convents sleeping in the moonshine, and beyond all these the vapory Vega fading away like a dream-land in the distance.
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¡Qué placer, entonces, subir al aéreo pabelloncito del Tocador de la Reina que, como la jaula de un pájaro, se asoma al valle del Darro, y contemplar desde sus gráciles arcadas todo el paisaje bañado por el astro de la noche! A la derecha, las dilatadas montañas de Sierra Nevada, privadas de su aspereza y suavizadas por una límpida perspectiva, con sus nevadas cumbres que brillan como nubes de plata frente al oscuro azul de los cielos; y recostarse más tarde sobre el parapeto del Tocador, y contemplar Granada y el Albaicín al fondo como un mapa, sumido todo en la más absoluta quietud; dormidos en la noche los blancos palacios y conventos, y lejos, la vaporosa vega que, como un mundo de sueños, se esfuma en la distancia.
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Sometimes the faint click of castanets rises from the Alameda, where some gay Andalusians are dancing away the summer night. Sometimes the dubious tones of a guitar and the notes of an amorous voice, tell perchance the whereabout of some moon-struck lover serenading his lady’s window.
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De cuando en cuando, sube el apagado repiqueteo de unas castañuelas, desde la Alameda, donde los alegres andaluces pasan bailando las noches de verano. Otras veces, los indecisos rasgueos de una guitarra y los suspiros de una voz enamorada, que acaso revelan el lugar en que un lunático enamorado da una serenata bajo el balcón de su dama.
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Such is a faint picture of the moonlight nights I have passed loitering about the courts and halls and balconies of this most suggestive pile, “feeding my fancy with sugared suppositions, ” and enjoying that mixture of reverie and sensation which steal away existence in a southern climate; so that it has been almost morning before I have retired to bed, and been lulled to sleep by the falling waters of the fountain of Lindaraxa.
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Tal es la breve pintura de las noches que he pasado errante por los patios y balcones de este sugestivo edificio, alimentando mi fantasía con dulces quimeras y gozando esa mezcla de sueño y realidad que consume la existencia en un clima meridional. Poco antes de amanecer me retiré a mi lecho y fui arrullado en mi reposo por el murmullo de las cascadas de agua en la fuente de Lindaraja.
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