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Washington Irving

Tales of the Alhambra



The Generalife



El Generalife

HIGH ABOVE the Alhambra, on the breast of the mountain, amidst embowered gardens and stately terraces, rise the lofty towers and white walls of the Generalife; a fairy palace, full of storied recollections. Here is still to be seen the famous cypresses of enormous size which flourished in the time of the Moors, and which tradition has connected with the fabulous story of Boabdil and his sultana.  POR encima de la Alhambra y en el seno de la montaña, entre floridos jardines y suntuosas terrazas, se elevan las altas torres y los blancos muros del Generalife, palacio de ensueño, cargado de recuerdos históricos. Todavía pueden verse en él los famosos grandes cipreses que florecieron en tiempo de los árabes, relacionados por la tradición con la fabulosa historia de Boabdil y la sultana, su esposa.
Here are preserved the portraits of many who figured in the romantic drama of the Conquest. Ferdinand and Isabella, Ponce de Leon, the gallant marquis of Cadiz, and Garcilaso de la Vega, who slew in desperate fight Tarfe the Moor, a champion of Herculean strength. Here too hangs a portrait which has long passed for that of the unfortunate Boabdil, but which is said to be that of Aben Hud, the Moorish king from whom descended the princes of Almeria. From one of these princes, who joined the standard of Ferdinand and Isabella towards the close of the Conquest, and was christianized by the name of Don Pedro de Granada Venegas, was descended the present proprietor of the palace, the marquis of Campotejar. The proprietor, however, dwells in a foreign land, and the palace has no longer a princely inhabitant.  Aquí se conservan los retratos de muchos de los actores del romántico drama de la conquista de Granada. Fernando e Isabel, Ponce de León, el valiente marqués de Cádiz y Garcilaso de la Vega, que dio muerte en singular combate al moro Tarfe, paladín de fuerzas hercúleas. También se puede ver en el Generalife un retrato que ha pasado desde hace mucho tiempo por ser del infortunado Boabdil, pero que se dice es de Aben Hud, rey moro de quien descendían los príncipes de Almería. De uno de estos príncipes, que se unió a las banderas de Fernando e Isabel al final de la conquista, y que fue bautizado con el nombre de Don Pedro de Granada Venegas, desciende el actual propietario de este palacio, el marqués de Campotéjar, residente en el extranjero, por cuya razón no tiene el Generalife en la actualidad ningún huésped aristocrático.
Yet here is every thing to delight a southern voluptuary: fruits, flowers, fragrance, green arbors and myrtle hedges, delicate air and gushing waters. Here I had an opportunity of witnessing those scenes which painters are fond of depicting about southern palaces and gardens. It was the saint’s day of the count’s daughter, and she had brought up several of her youthful companions from Granada, to sport away a long summer’s day among the breezy halls and bowers of the Moorish palaces. A visit to the Generalife was the morning’s entertainment. Here some of the gay company dispersed itself in groups about the green walks, the bright fountains, the flights of Italian steps, the noble terraces and marble balustrades. Others, among whom I was one, took their seats in an open gallery or colonnade commanding a vast prospect, with the Alhambra, the city, and the Vega, far below, and the distant horizon of mountains—a dreamy world, all glimmering to the eye in summer sunshine. While thus seated, the all-pervading tinkling of the guitar and click of the castanets came stealing up from the valley of the Darro, and half way down the mountain we descried a festive party under the trees enjoying themselves in true Andalusian style, some lying on the grass, others dancing to the music.  Y sin embargo, hay todo cuanto puede deleitar al más exigente sibarita meridional: frutas, flores, fragancia, verdes glorietas y macizos de arrayán, suave brisa y aguas cristalinas. He tenido aquí ocasión de contemplar esos paisajes que ponen los pintores como fondo de sus lienzos cuando representan palacios y jardines andaluces. Celebrábamos la onomástica de la hija del conde, y Carmencita había hecho venir de Granada a varias de sus jóvenes amigas para pasar un alegre día de verano entre los aireados salones y glorietas de los palacios moriscos. La distracción de la mañana consistía en una visita al Generalife. Algunos de los que componían aquella alegre reunión se dispersaron en grupos por entre las verdes alamedas, las claras fuentes, las escalinatas italianas y las magníficas terrazas y balaustradas de mármol. Otros, entre los que me contaba yo mismo, tomaron asiento en una espaciosa galería o columnata, que dominaba un amplio panorama: la Alhambra, la ciudad y la vega, y al fondo, un lejano horizonte de montañas —mundo resplandeciente y fantástico que brillaba bajo el sol estival—. Mientras permanecíamos sentados, llegó a nuestros oídos, llenando todo el ambiente, el rasguear de una guitarra y el repiqueteo de las castañuelas que subía desde el valle del Darro, al mismo tiempo que divisábamos, en medio de la falda de la colina, un alegre grupo que se divertía debajo de los árboles, a la verdadera usanza andaluza; unos, tendidos sobre la hierba, y otros, bailando al son de la música.
All these sights and sounds, together with the princely seclusion of the place, the sweet quiet which prevailed around, and the delicious serenity of the weather had a witching effect upon the mind, and drew from some of the company, versed in local story, several of the popular fancies and traditions connected with this old Moorish palace; they were “such stuff as dreams are made of, ” but out of them I have shaped the following legend, which I hope may have the good fortune to prove acceptable to the reader.  Todas estas escenas y bullicio, unidos a la solemne soledad del lugar, a la apacible quietud reinante en torno a nosotros y a la deliciosa serenidad del ambiente, ejercían un mágico influjo sobre la imaginación y dio motivo para que algunos de la reunión, conocedores de la historia del lugar, contasen varios relatos y tradiciones populares relacionadas con este viejo palacio moro; era «como un tejido fabricado de sueños». Con ellas he compuesto yo la siguiente leyenda, que espero tenga la buena fortuna de serle grata al lector.