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Washington Irving

Tales of the Alhambra



The Balcony



El balcón

I HAVE spoken of a balcony of the central window of the Hall of Ambassadors. It served as a kind of observatory, where I used often to take my seat, and consider not merely the heaven above but the earth beneath. Besides the magnificent prospect which it commanded of mountain, valley, and vega, there was a little busy scene of human life laid open to inspection immediately below. At the foot of the hill was an alameda, or public walk, which, though not so fashionable as the more modern and splendid paseo of the Xenil, still boasted a varied and picturesque concourse. Hither resorted the small gentry of the suburbs, together with priests and friars, who walked for appetite and digestion; majos and majas, the beaux and belles of the lower classes, in their Andalusian dresses; swaggering contrabandistas, and sometimes half-muffled and mysterious loungers of the higher ranks, on some secret assignation.  He hablado de un balcón en el hueco central del salón de Embajadores, que me servía de observatorio y donde solía sentarme con frecuencia, contemplando no sólo el cielo por encima, sino también la tierra que tenía debajo. Además de la magnífica perspectiva de montaña, vega y valle que desde él se domina, se ofrecía a mi consideración un pequeño y animado cuadro de la vida humana que se desarrolla al fondo. Al pie de la colina hay una alameda, que aunque no posee la elegancia del paseo del Genil, más moderno y espléndido, atrae sin embargo, una variada y pintoresca concurrencia. Aquí acude la gen’ te de los barrios, junto con los curas y frailes que pasean para abrir el apetito o hacer la digestión; majos y majas—esto es, los guapos y guapas de la gente del pueblo, vestidos con sus típicos trajes andaluces—; contrabandistas fanfarrones, y algún que otro embozado y misterioso personaje de alto rango que acude a una secreta cita.
It was a moving picture of Spanish life and character, which I delighted to study; and as the astronomer has his grand telescope with which to sweep the skies, and, as it were, bring the stars nearer for his inspection, so I had a smaller one, of pocket size, for the use of my observatory, with which I could sweep the regions below, and bring the countenances of the motley groups so close as almost, at times, to make me think I could divine their conversation by the play and expression of their features. I was thus, in a manner, an invisible observer, and, without quitting my solitude, could throw myself in an instant into the midst of society—a rare advantage to one of somewhat shy and quiet habits, and fond, like myself, of observing the drama of life without becoming an actor in the scene.  Es un animado cuadro de la vida y carácter españoles que me deleita estudiar; y a semejanza de un astrónomo que dispone de un gran telescopio con el que recorre los cielos y, por decirlo así, acerca más las estrellas para poderlas observar, también yo disponía de uno más pequeño, de bolsillo, para el uso particular de mi observatorio, con el que poder analizar el mundo de abajo; y me aproximaba tan cerca los rostros de los abigarrados grupos, que algunas veces creía adivinar sus conversaciones por los ademanes y la expresión de sus caras. Era, en cierto modo, un observador invisible que, sin abando- H nar mi soledad, me encontraba en un instante en medio de la gente; rara ventaja para quien goza de costumbres tranquilas y algo reservadas y es aficionado, como yo, a observar el drama de la vida sin intervenir como actor en la escena.
There was a considerable suburb lying below the Alhambra, filling the narrow gorge of the valley, and extending up the opposite hill of the Albaycin. Many of the houses were built in the Moorish style, round patios, or courts, cooled by fountains and open to the sky; and as the inhabitants passed much of their time in these courts, and on the terraced roofs during the summer season, it follows that many a glance at their domestic life might be obtained by an aerial spectator like myself, who could look down on them from the clouds.  Hay una importante barriada debajo de la Alhambra, que comprende la estrecha garganta del valle y se extiende por la opuesta colina del Albaicín. Muchas de sus viviendas están construidas al estilo moro, en torno a los patios refrescados por las fuentes y abiertos al cielo raso; y como durante el estío pasan sus moradores la mayor parte del día en estos patios y en las azoteas, se comprende que más de un aspecto de su vida doméstica pueda ser observado por un espectador aéreo como yo, que puedo mirarlo desde las nubes.
I enjoyed, in some degree, the advantages of the student in the famous old Spanish story, who beheld all Madrid unroofed for his inspection; and my gossiping squire, Mateo Ximenes, officiated occasionally as my Asmodeus, to give me anecdotes of the different mansions and their inhabitants.  Gozaba en sumo grado las ventajas de aquel estudiante de la famosa y vieja novela española *, que tenía a todo Madrid, sin tejados, bajo su mirada; y mi locuaz escudero Mateo Jiménez oficiaba en ocasiones de Asmodeo, narrándome anécdotas de las distintas casas y de sus moradores.
I preferred, however, to form conjectural histories for myself, and thus would sit for hours, weaving, from casual incidents and indications passing under my eye, a whole tissue of schemes, intrigues, and occupations of the busy mortals below. There was scarce a pretty face or a striking figure that I daily saw, about which I had not thus gradually framed a dramatic story, though some of my characters would occasionally act in direct opposition to the part assigned them, and disconcert the whole drama. Reconnoitering one day with my glass the streets of the Albaycin, I beheld the procession of a novice about to take the veil; and remarked several circumstances which excited the strongest sympathy in the fate of the youthful being thus about to be consigned to a living tomb. I ascertained to my satisfaction that she was beautiful; and, from the paleness of her cheek, that she was a victim, rather than a votary. She was arrayed in bridal garments, and decked with a chaplet of white flowers, but her heart evidently revolted at this mockery of a spiritual union, and yearned after its earthly loves. A tall, stern-looking man walked near her in the procession; it was, of course, the tyrannical father, who, from some bigoted or sordid motive, had compelled this sacrifice. Amid the crowd was a dark handsome youth, in Andalusian garb, who seemed to fix on her an eye of agony. It was doubtless the secret lover from whom she was for ever to be separated. My indignation rose as I noted the malignant expression painted on the countenances of the attendant monks and friars. The procession arrived at the chapel of the convent; the sun gleamed for the last time upon the chaplet of the poor novice, as she crossed the fatal threshold, and disappeared within the building. The throng poured in with cowl, and cross, and minstrelsy; the lover paused for a moment at the door. I could divine the tumult of his feelings; but he mastered them, and entered. There was a long interval—I pictured to myself the scene passing within; the poor novice despoiled of her transient finery, and clothed in the conventual garb; the bridal chaplet taken from her brow, and her beautiful head shorn of its long silken tresses. I heard her murmur the irrevocable vow. I saw her extended on a bier: the death-pall spread over her, the funeral service performed that proclaimed her dead to the world; her sighs were drowned in the deep tones of the organ, and the plaintive requiem of the nuns; the father looked on, unmoved, without a tear; the lover—no—my imagination refused to portray the anguish of the lover—there the picture remained a blank.  Sin embargo, prefería inventarme yo mismo historias supuestas, y de esta manera permanecía sentado horas y horas, urdiendo, con los incidentes ocasionales e indicaciones que pasaban ante mis ojos, una completa cadena de proyectos, intrigas y ocupaciones de los activos mortales de allá abajo. Apenas existía un bello rostro o una figura llamativa de las que a diario contemplaba, en torno a la cual no hubiese yo fraguado, poco a poco, una dramática historia, aunque a veces los caracteres creados por mí obraban en abierta oposición al papel que les había asignado, trastornando todo el drama. Un día que inspeccionaba con mi anteojo las callejuelas del Albaicín, vi la procesión de una novicia que iba a tomar el velo, y observé varias circunstancias que excitaron mi más viva compasión por el destino de la joven que estaba a punto de ser encerrada viva en una tumba. Observé con satisfacción que era hermosa y, por la palidez de sus mejillas, que era una víctima más bien que una profesa voluntaria. Iba ataviada con las galas nupciales y cubierta con una guirnalda de blancas flores; pero su corazón, sin duda, se rebelaba contra este remedo de unión espiritual y suspiraba por sus amores terrenales. Un hombre de torvo semblante caminaba junto a ella en la procesión; era, por supuesto, el tiránico padre que, por algún sórdido motivo o por fanatismo, la había arrastrado a este sacrificio. Mezclado entre el cortejo iba un joven moreno y elegante, con traje andaluz, que parecía fijar en ella miradas de angustia. Era, indudablemente, el amante secreto de quien ella iba a separarse para siempre. Creció mi indignación cuando advertí una maligna expresión pintada en los rostros de los monjes y frailes que la acompañaban. La procesión llegó a la capilla del convento; el sol brilló por última vez sobre la guirnalda de la pobre novicia, cuando cruzó el funesto umbral y desapareció dentro del edificio. Penetró el cortejo de gentes de hábito, con la cruz y el coro de cantores, y el enamorado se detuvo un momento en la puerta. Pude adivinar la agitación de sus sentimientos; pero logró dominarse y entrar. Transcurrió un largo intervalo. Me imaginaba la escena que pasaría dentro: a la pobre novicia, despojada de sus afímeras galas y vestida con el hábito conventual, le quitarían de sus sienes la corona nupcial y las largas y sedosas trenzas de su hermosa cabeza. Oí cómo musitaba su irrevocable voto. La vi tendida en un féretro, cubierta con una mortaja; se celebrarían los funerales que la proclamaban muerta para el mundo, mientras que sus sollozos se ahogaban entre las profundas voces del órgano y el plañidero requiem de las monjas. El padre contemplaría todo aquello impasible, sin una lágrima; el galán..., no. Mi imaginación se negó a pintar su angustia, y el cuadro quedó sin terminar.
After a time the throng again poured forth, and dispersed various ways, to enjoy the light of the sun and mingle with the stirring scenes of life; but the victim, with her bridal chaplet, was no longer there. The door of the convent closed that severed her from the world for ever. I saw the father and the lover issue forth; they were in earnest conversation. The latter was vehement in his gesticulations; I expected some violent termination to my drama; but an angle of a building interfered and closed the scene. My eye afterwards was frequently turned to that convent with painful interest. I remarked late at night a solitary light twinkling from a remote lattice of one of its towers. “There, ” said I, “the unhappy nun sits weeping in her cell, while perhaps her lover paces the street below in unavailing anguish. ”  Al poco rato salía de nuevo el grupo de gentes y se dispersaban por varios sitios, para disfrutar de la luz del sol y mezclarse en el ajetreo de la vida; pero la víctima, con su corona nupcial, ya no estaba allí. Se había cerrado la puerta del convento que la separaba para siempre del mundo. Vi salir al padre y al joven conversando animadamente. Este último era muy vehemente en sus ademanes, por lo que supuse un violento final para mi drama; pero se interpuso una esquina del edificio y me ocultó la escena. Mis ojos se volvieron más tarde con afligido interés hacia aquel convento. Muy entrada la noche observé una solitaria luz que titilaba tras la lejana celosía de una de sus torres. «Allí —me dije— está la desgraciada monja, llorando en su celda, mientras que acaso ronda la calle su enamorado galán, sin ocultar su angustia.»
The officious Mateo interrupted my meditations and destroyed in an instant the cobweb tissue of my fancy. With his usual zeal he had gathered facts concerning the scene, which put my fictions all to flight. The heroine of my romance was neither young nor handsome; she had no lover; she had entered the convent of her own free will, as a respectable asylum, and was one of the most cheerful residents within its walls.  El solícito Mateo interrumpió mis reflexiones y destruyó en un instante la tela de araña de mi fantasía. Con su celo acostumbrado había recogido todos los datos relativos al asunto, que echaron por tierra todas mis deducciones. La heroína de mi novela no era ni joven ni hermosa; no tenía amante; había entrado en el convento por su propia y espontánea voluntad, como asilo para ella muy respetable, y era una de las más alegres moradoras dentro de sus paredes.
It was some little while before I could forgive the wrong done me by the nun in being thus happy in her cell, in contradiction to all the rules of romance; I diverted my spleen, however, by watching, for a day or two, the pretty coquetries of a dark-eyed brunette, who, from the covert of a balcony shrouded with flowering shrubs and a silken awning, was carrying on a mysterious correspondence with a handsome, dark, well-whiskered cavalier, who lurked frequently in the street beneath her window. Sometimes I saw him at an early hour, stealing forth wrapped to the eyes in a mantle. Sometimes he loitered at a corner, in various disguises, apparently waiting for a private signal to slip into the house. Then there was the tinkling of a guitar at night, and a lantern shifted from place to place in the balcony. I imagined another intrigue like that of Almaviva; but was again disconcerted in all my suppositions. The supposed lover turned out to be the husband of the lady, and a noted contrabandista; and all his mysterious signs and movements had doubtless some smuggling scheme in view.  Pasó algún tiempo antes de que yo pudiese perdonar la ofensa que me había inferido la monja al ser tan feliz en su celda, en flagrante contradicción con las normas establecidas en la novela. Me olvidé de ella, sin embargo, al contemplar durante unos días las lindas coqueterías de una trigueña de ojos negros que, a cubierto de un balcón oculto entre floridos arbustos y una cortina de seda, sostenía una misteriosa correspondencia con un elegante individuo moreno y de grandes patillas, que rondaba con frecuencia la calle y se detenía al pie de su ventana. Unas veces lo veía a una hora temprana deslizarse furtivamente, embozado hasta los ojos en su capa; otras, se paraba en una esquina, con disfraces distintos, esperando, al parecer, una señal convenida para entrar en la casa. Más tarde se oía en el silencio de la noche el rasgueo de una guitarra, mientras que una linterna pasaba de un sitio a otro en el balcón. Me imaginé otra intriga como la de Almaviva, pero otra vez me vi burlado en mis suposiciones. El supuesto amante resultó ser el marido de la dama, y era un famoso contrabandista; todas sus misteriosas señas y movimientos los justificaba algún proyecto de contrabando a la vista.
I occasionally amused myself with noting from this balcony the gradual changes of the scenes below, according to the different stages of the day.  En ocasiones me distraía el observar desde este balcón los cambios graduales de las escenas que tenían lugar debajo, según las diferentes horas del día.
Scarce has the gray dawn streaked the sky, and the earliest cock crowed from the cottages of the hill-side, when the suburbs give sign of reviving animation; for the fresh hours of dawning are precious in the summer season in a sultry climate. All are anxious to get the start of the sun, in the business of the day. The muleteer drives forth his loaded train for the journey; the traveller slings his carbine behind his saddle, and mounts his steed at the gate of the hostel; the brown peasant from the country urges forward his loitering beasts, laden with panniers of sunny fruit and fresh dewy vegetables: for already the thrifty housewives are hastening to the market.  Apenas el alba gris había rayado el cielo y el gallo matutino cantaba en las casillas de la ladera, cuando las barriadas daban otra vez señales de animación. Las frescas horas del amanecer son preciosas en el verano de los climas cálidos. Todo el mundo se siente deseoso de tomarle la delantera al sol, en sus diarios afanes. El arriero con su cargada recua inicia las tareas cotidianas; cuelga el viajero su carabina detrás de la silla y monta su cabalgadura a la puerta del mesón; y el atezado y rústico labriego arrea sus cansinas bestias cargadas con cestos de soleadas frutas y verduras frescas de rocío, mientras que se dirigen al mercado las hacendosas amas de casa.
The sun is up and sparkles along the valley, tipping the transparent foliage of the groves. The matin bells resound melodiously through the pure bright air, announcing the hour of devotion. The muleteer halts his burdened animals before the chapel, thrusts his staff through his belt behind, and enters with hat in hand, smoothing his coal-black hair, to hear a mass, and put up a prayer for a prosperous wayfaring across the sierra. And now steals forth on fairy foot the gentle senora, in trim basquina, with restless fan in hand, and dark eye flashing from beneath the gracefully folded mantilla; she seeks some well-frequented church to offer up her morning orisons; but the nicely-adjusted dress, the dainty shoe and cobweb stocking, the raven tresses exquisitely braided, the fresh plucked rose, gleaming among them like a gem, show that earth divides with Heaven the empire of her thoughts. Keep an eye upon her, careful mother, or virgin aunt, or vigilant duenna, whichever you be, that walk behind.  Ha salido el sol y brilla a todo lo largo del valle, entre el transparente follaje del arbolado. Las campanas matutinas resuenan melodiosamente a través del fresco y puro aire, anunciando la hora de la devoción. El arriero detiene sus cargadas acémilas delante de la capilla, se coloca la vara detrás del cinturón y entra sombrero en mano, alisándose su cabellera negra como el carbón, a oír misa y a rezar una oración para que sea feliz su viaje por la sierra. Más tarde, sale con sus pies de hada la gentil señora, con su adornada basquiña, un inquieto abanico en la mano y negros ojos que brillan bajo la mantilla graciosamente plegada; busca una iglesia muy concurrida para elevar sus oraciones de la mañana; pero el bien ajustado vestido, el elegante calzado, las finísimas medias, los cabellos primorosamente trenzados y la fresca rosa recién cogida que brilla entre ellos como una perla, pregonan que la tierra comparte con el cielo el imperio de sus pensamientos. ¡Vigílala, madre prudente, tía solterona o dueña cautelosa, quienquiera que seas la que caminas tras ella!
As the morning advances, the din of labor augments on every side; the streets are thronged with man, and steed, and beast of burden, and there is a hum and murmur, like the surges of the ocean. As the sun ascends to his meridian the hum and bustle gradually decline; at the height of noon there is a pause. The panting city sinks into lassitude, and for several hours there is a general repose. The windows are closed, the curtains drawn; the inhabitants retired into the coolest recesses of their mansions; the full-fed monk snores in his dormitory; the brawny porter lies stretched on the pavement beside his burden; the peasant and the laborer sleep beneath the trees of the Alameda, lulled by the sultry chirping of the locust. The streets are deserted, except by the water-carrier, who refreshes the ear by proclaiming the merits of his sparkling beverage, “colder than the mountain snow (mas fria que la nieve). ”  Al avanzar la mañana, aumenta por todas partes el ruido del trabajo; se pueblan las calles de hombres, corceles y bestias de carga, y se alza un murmullo y un rumor como de olas del océano. A medida que el sol asciende hasta su meridiano, se desvanece poco a poco el ruido y el bullicio y a eso del mediodía hay una pausa. La ciudad, jadeante, se sumerge en laxitud, y durante algunas horas reina un descanso general. Se cierran las ventanas, las cortinas se corren y los habitantes se retiran a los rincones más frescos de sus casas; el obeso fraile ronca en su dormitorio; el musculoso mozo de cuerda se tumba en el pavimento, al lado de su carga; el campesino y el labriego duermen bajo los árboles de la Alameda, arrullados por el estridente chirriar de la cigarra. Las calles estás desiertas, excepto cuando aparece algún aguador que refresca el oído pregonando las excelencias de su cristalina agua más fría que la nieve de la Sierra.
As the sun declines, there is again a gradual reviving, and when the vesper bell rings out his sinking knell, all nature seems to rejoice that the tyrant of the day has fallen. Now begins the bustle of enjoyment, when the citizens pour forth to breathe the evening air, and revel away the brief twilight in the walks and gardens of the Darro and Xenil.  A la puesta del sol sobreviene una gradual animación; y cuando todas las campanas de la tarde tañen su triste sonido, la Naturaleza entera parece alegrarse de que el tiránico día haya sucumbido. Entonces comienza la alegría y el bullicio, cuando salen los ciudadanos a respirar el aire del anochecer y gozar del breve crepúsculo en los paseos y jardines del Darro y del Genil.
As night closes, the capricious scene assumes new features. Light after light gradually twinkles forth; here a taper from a balconied window; there a votive lamp before the image of a Saint. Thus, by degrees, the city emerges from the pervading gloom, and sparkles with scattered lights, like the starry firmament. Now break forth from court and garden, and street and lane, the tinkling of innumerable guitars, and the clicking of castanets; blending, at this lofty height, in a faint but general concert. “Enjoy the moment, ” is the creed of the gay and amorous Andalusian, and at no time does he practise it more zealously than in the balmy nights of summer, wooing his mistress with the dance, the love ditty, and the passionate serenade.  Al cerrar la noche, el caprichoso escenario se reviste de nuevos aspectos. Una tras otra aparecen las luces: aquí, una vela en un balcón; allá, una lámpara votiva ante la imagen de un santo. De este modo, por grados, surge la ciudad de su penetrante lobreguez y resplandece con luces diversas, como el firmamento estrellado. Y ahora se levanta de patios y jardines, de calles y callejuelas, el resonar de numerosas guitarras y el repiqueteo de las castañuelas, fundiéndose en las alturas en un débil pero general concierto. « ¡Goza de esta hora!», es el credo del alegre y enamoradizo andaluz, y jamás lo practica con más intensidad que en las perfumadas noches del estío, cortejando a su dama con el baile, la cantinela amorosa o la apasionada serenata.
I was one evening seated in the balcony, enjoying the light breeze that came rustling along the side of the hill, among the tree-tops, when my humble historiographer Mateo, who was at my elbow, pointed out a spacious house, in an obscure street of the Albaycin, about which he related, as nearly as I can recollect, the following anecdote.  Una noche que estaba sentado en el balcón, gozando de la suave brisa que llegaba rumorosa de la ladera de la colina por entre las copas de los árboles, mi humilde cronista Mateo, que me acompañaba, me señaló una espaciosa casa en una oscura calle del Albaicín, acerca de la cual me refirió, casi como yo la recuerdo, la siguiente anécdota.