" Lady Eleanore′s Mantle - [El manto de lady Eleanore] "









Nathaniel Hawthorne

Lady Eleanore′s Mantle
[El manto de lady Eleanore]


Not long after Colonel Shute had assumed the government of Massachusetts Bay, now nearly a hundred and twenty years ago, a young lady of rank and fortune arrived from England, to claim his protection as her guardian. He was her distant relative, but the nearest who had survived the gradual extinction of her family; so that no more eligible shelter could be found for the rich and high-born Lady Eleanore Rochcliffe than within the Province House of a transatlantic colony. The consort of Governor Shute, moreover, had been as a mother to her childhood, and was now anxious to receive her, in the hope that a beautiful young woman would be exposed to infinitely less peril from the primitive society of New England than amid the artifices and corruptions of a court. If either the Governor or his lady had especially consulted their own comfort, they would probably have sought to devolve the responsibility on other hands; since, with some noble and splendid traits of character, Lady Eleanore was remarkable for a harsh, unyielding pride, a haughty consciousness of her hereditary and personal advantages, which made her almost incapable of control. Judging from many traditionary anecdotes, this peculiar temper was hardly less than a monomania; or, if the acts which it inspired were those of a sane person, it seemed due from Providence that pride so sinful should be followed by as severe a retribution. That tinge of the marvellous, which is thrown over so many of these half-forgotten legends, has probably imparted an additional wildness to the strange story of Lady Eleanore Rochcliffe. No mucho después de que el coronel Shute hubo asumido la gobernación de Massachusetts Bay, hace ya casi ciento veinte años, una joven de rango y fortuna llegó de Inglaterra para pedirle a éste que la tomase a su cargo como pupila. El coronel era un pariente lejano de la joven, pero a la vez el más próximo que había sobrevivido a la gradual extinción de su familia; de modo que la rica y aristocrática Lady Eleanore Rochcliffe no podía aspirar a un amparo más digno que el que encontraría dentro de la Casa Provincial de una colonia transatlántica. La esposa del gobernador Shute, además, había sido como una madre para ella durante su infancia y ahora estaba ansiosa por recibirla, con la esperanza de que una joven encantadora como ella, estuviera expuesta a peligros infinitamente menores en la sociedad primitiva de Nueva Inglaterra que entre los artificios y la corrupción de una corte. Si el gobernador o su consorte se hubieran preocupado particularmente por su propia comodidad, quizás habrían procurado trasladar la responsabilidad a otras manos, pues, no obstante algunas cualidades nobles y espléndidas de su carácter, Lady Eleanore era famosa por su orgullo cerril e implacable y por una arrogante certidumbre de sus prerrogativas hereditarias y personales, lo que hacía que fuera casi imposible controlarla. A juzgar por muchas anécdotas tradicionales, este humor peculiar era poco menos que una monomanía; o, si los actos que el mismo inspiraba eran los de una persona cuerda, parecía justo que la Providencia castigara un orgullo tan pecaminoso con una pena igualmente severa. Ese toque de prodigio que se proyecta sobre tantas leyendas semiolvidadas ha impartido probablemente un estremecimiento adicional a la extraña historia de Lady Eleanore Rochcliffe.
The ship in which she came passenger had arrived at Newport, whence Lady Eleanore was conveyed to Boston in the Governor′s coach, attended by a small escort of gentlemen on horseback. The ponderous equipage, with its four black horses, attracted much notice as it rumbled through Cornhill, surrounded by the prancing steeds of half a dozen cavaliers, with swords dangling to their stirrups and pistols at their holsters. Through the large glass windows of the coach, as it rolled along, the people could discern the figure of Lady Eleanore, strangely combining an almost queenly stateliness with the grace and beauty of a maiden in her teens. A singular tale had gone abroad among the ladies of the province, that their fair rival was indebted for much of the irresistible charm of her appearance to a certain article of dress-an embroidered mantle-which had been wrought by the most skilful artist in London, and possessed even magical properties of adornment. On the present occasion, however, she owed nothing to the witchery of dress, being clad in a riding habit of velvet, which would have appeared stiff and ungraceful on any other form. La nave en que había viajado atracó en Newport, de donde Lady Eleanore fue trasportada a Boston en el carruaje del gobernador, con una reducida escolta de jinetes. El majestuoso vehículo, tirado por cuatro caballos negros, atrajo enormemente la atención al atravesar con estrépito las calles de Cornhill, rodeado por los briosos corceles de media docena de caballeros cuyos sables golpeaban contra los estribos y cuyas pistolas sobresalían de sus fundas. A través de los cristales de las amplias ventanillas del carruaje las gentes podían vislumbrar al paso la silueta de Lady Eleanore, quien combinaba extrañamente una solemnidad casi propia de una reina con la gracia y el donaire de una doncella adolescente. Entre las damas de la provincia había circulado una notable historia, según la cual su hermosa y nueva rival debía gran parte de su irresistible encanto a cierta prenda de vestir, un manto bordado, que había sido tejido por la artista más refinada de Londres y que poseía incluso propiedades mágicas de embellecimiento. Sin embargo, en esa ocasión, no debía nada a la hechicería de la indumentaria, pues estaba vestida con un traje de montar de terciopelo que habría resultado rígido y antiestético sobre cualquier otra figura.
The coachman reined in his four black steeds, and the whole cavalcade came to a pause in front of the contorted iron balustrade that fenced the Province House from the public street. It was an awkward coincidence that the bell of the Old South was just then tolling for a funeral; so that, instead of a gladsome peal with which it was customary to announce the arrival of distinguished strangers, Lady Eleanore Rochcliffe was ushered by a doleful clang, as if calamity had come embodied in her beautiful person. El auriga sofrenó sus cuatro potros negros y toda la comitiva se detuvo frente a la verja de hierros entrelazados que separaba la Casa Provincial de la calle pública. Una desagradable coincidencia quiso que la campana de Old South doblara a muerto precisamente en ese instante, de modo que Lady Eleanore Rochcliffe no fue recibida por el alegre tañido que anunciaba habitualmente el arribo de los forasteros eminentes, sino por un acongojado repique, como si la desgracia hubiera llegado encarnada en su bella persona.
"A very great disrespect!" exclaimed Captain Langford, an English officer, who had recently brought dispatches to Governor Shute. "The funeral should have been deferred, lest Lady Eleanore′s spirits be affected by such a dismal welcome." —¡Es una tremenda falta de respeto! —exclamó el capitán Langford, un oficial inglés que recientemente había traído unos mensajes al gobernador Shute—. Deberían haber postergado el funeral, para que el espíritu de Lady Eleanore no se sienta acongojado por una recepción tan lúgubre.
"With your pardon, sir," replied Doctor Clarke, a physician, and a famous champion of the popular party, "whatever the heralds may pretend, a dead beggar must have precedence of a living queen. King Death confers high privileges." —Con su perdón, señor —respondió el doctor Clarke, un médico que era a la vez el célebre adalid del partido popularcualesquiera sean los argumentos de los heraldos, un mendigo muerto debe tener preferencia sobre una reina viva. Su Majestad la Muerte confiere grandes privilegios.
These remarks were interchanged while the speakers waited a passage through the crowd, which had gathered on each side of the gateway, leaving an open avenue to the portal of the Province House. A black slave in livery now leaped from behind the coach, and threw open the door; while at the same moment Governor Shute descended the flight of steps from his mansion, to assist Lady Eleanore in alighting. But the Governor′s stately approach was anticipated in a manner that excited general astonishment. A pale young man, with his black hair all in disorder, rushed from the throng, and prostrated himself beside the coach, thus offering his person as a footstool for Lady Eleanore Rochcliffe to tread upon. She held back an instant, yet with an expression as if doubting whether the young man were worthy to bear the weight of her footstep, rather than dissatisfied to receive such awful reverence from a fellow-mortal. Los dos personajes intercambiaron tales comentarios mientras esperaban que se abriera un claro entre la multitud que se había congregado a ambos costados de la calzada, dejando sólo un camino expedido hasta el portón de la Casa Provincial. Un esclavo negro de librea saltó de la parte posterior del carruaje y abrió de par en par el portón, en el mismo momento en que el gobernador Shute descendía por la escalinata de la mansión para ayudar a Lady Eleanore a apearse. Pero la llegada solemne del gobernador tuvo una alternativa que despertó la sorpresa general. Un joven pálido, con sus negros cabellos totalmente alborotados, se separó corriendo de la multitud y se postró junto al carruaje, ofreciendo así su cuerpo a modo de escabel para que Lady Rochcliffe lo pisara. Ella vaciló un momento, aunque a juzgar por su expresión más bien parecía dudar si el joven era digno de soportar el peso de su pie, que sentirse disgustada por el hecho de recibir un homenaje tan servil de otro ser humano.
"Up, sir," said the Governor, sternly, at the same time lifting his cane over the intruder. "What means the Bedlamite by this freak?" —Arriba, señor dijo el gobernador, con severidad, al mismo tiempo que levantaba su bastón sobre el intruso, ¿Qué significa esta extravagancia?
"Nay," answered Lady Eleanore playfully, but with more scorn than pity in her tone, "your Excellency shall not strike him. When men seek only to be trampled upon, it were a pity to deny them a favor so easily granted-and so well deserved!" —No —intervino Lady Eleanore jovialmente, aunque con más desprecio que compasión en su voz—. Su Excelencia no debe pegarle. Cuando los hombres sólo buscan que los pisoteen, sería lamentable negarles un favor tan fácil de conceder... ¡y tan merecido!
Then, though as lightly as a sunbeam on a cloud, she placed her foot upon the cowering form, and extended her hand to meet that of the Governor. There was a brief interval, during which Lady Eleanore retained this attitude; and never, surely, was there an apter emblem of aristocracy and hereditary pride trampling on human sympathies and the kindred of nature, than these two figures presented at that moment. Yet the spectators were so smitten with her beauty, and so essential did pride seem to the existence of such a creature, that they gave a simultaneous acclamation of applause. Entonces, aunque con la suavidad de un rayo de sol que ilumina una nube, ella apoyó su pie sobre la figura postrada y extendió la mano al encuentro de la del gobernador. Hubo un breve intervalo durante el cual Lady Eleanore conservó esta postura; y en verdad nunca hubo un símbolo más apropiado de la aristocracia y el orgullo hereditarios arrollando las simpatías humanas y la fraternidad natural, que el que esos dos seres configuraron en aquel momento. Sin embargo, los espectadores se hallaban tan impresionados por la belleza de Lady Eleanore, y la soberbia parecía tan esencial para la existencia de semejante criatura, que todos lanzaron una unánime exclamación de aprobación.
"Who is this insolent young fellow?" inquired Captain Langford, who still remained beside Doctor Clarke. "If he be in his senses, his impertinence demands the bastinado. If mad, Lady Eleanore should be secured from further inconvenience, by his confinement." —¿Quién es ese joven insolente? —preguntó el capitán Langford, quien permanecía aún junto al doctor Clarke—. Si está en sus cabales, su impertinencia merece una lluvia de azotes. Si está loco, habría que encerrarlo para impedir que vuelva a fastidiar a Lady Eleanore.
"His name is Jervase Helwyse," answered the Doctor; "a youth of no birth or fortune, or other advantages, save the mind and soul that nature gave him; and being secretary to our colonial agent in London, it was his misfortune to meet this Lady Eleanore Rochcliffe. He loved her-and her scorn has driven him mad." —Su nombre es Jervase Helwyse —respondió el médico—; es un joven sin linaje ni fortuna, ni otras ventajas, con excepción de la inteligencia y el alma que le concedió la naturaleza. Y siendo secretario de nuestro agente colonial en Londres, tuvo la desgracia de conocer a esta Lady Eleanore Rochcliffe. La amó... y su desprecio lo enloqueció.
"He was mad so to aspire," observed the English officer. —Su locura consistió en pretenderla —observó el oficial inglés.
"It may be so," said Doctor Clarke, frowning as he spoke. "But I tell you, sir, I could well-nigh doubt the justice of the Heaven above us if no signal humiliation overtake this lady, who now treads so haughtily into yonder mansion. She seeks to place herself above the sympathies of our common nature, which envelops all human souls. See, if that nature do not assert its claim over her in some mode that shall bring her level with the lowest!" —Quizá fuera así —dijo el doctor Clarke, frunciendo el ceño mientras hablaba—. Pero le digo, señor, que tendría motivos para dudar de la justicia del Cielo si ningún signo de humillación abatiera a esta dama, que ahora entra con tanta altivez en aquella mansión. Ella pretende colocarse por encima de los sentimientos de nuestra naturaleza común, que abarca a todas las almas humanas. Veremos si esa naturaleza no reivindica sus derechos sobre ella en alguna forma que la coloque al nivel de los más viles.
"Never!" cried Captain Langford indignantly-"neither in life, nor when they lay her with her ancestors." —¡Jamás! —vociferó el capitán Langford, indignado—. Ni en este mundo ni cuando la acuesten con sus antepasados.
Not many days afterwards the Governor gave a ball in honor of Lady Eleanore Rochcliffe. The principal gentry of the colony received invitations, which were distributed to their residences, far and near, by messengers on horseback, bearing missives sealed with all the formality of official dispatches. In obedience to the summons, there was a general gathering of rank, wealth, and beauty; and the wide door of the Province House had seldom given admittance to more numerous and honorable guests than on the evening of Lady Eleanore′s ball. Without much extravagance of eulogy, the spectacle might even be termed splendid; for, according to the fashion of the times, the ladies shone in rich silks and satins, outspread over wide-projecting hoops; and the gentlemen glittered in gold embroidery, laid unsparingly upon the purple, or scarlet, or sky-blue velvet, which was the material of their coats and waistcoats. The latter article of dress was of great importance, since it enveloped the wearer′s body nearly to the knees, and was perhaps bedizened with the amount of his whole year′s income, in golden flowers and foliage. The altered taste of the present day-a taste symbolic of a deep change in the whole system of society-would look upon almost any of those gorgeous figures as ridiculous; although that evening the guests sought their reflections in the pierglasses, and rejoiced to catch their own glitter amid the glittering crowd. What a pity that one of the stately mirrors has not preserved a picture of the scene, which, by the very traits that were so transitory, might have taught us much that would be worth knowing and remembering! No muchos días después el gobernador organizó un baile en honor de Lady Eleanore Rochcliffe. Los principales personajes de la colonia recibieron invitaciones, que les fueron enviadas a sus residencias, próximas o lejanas, por mensajeros de a caballo, portadores de misivas selladas con toda la formalidad de los despachos oficiales. Obedeciendo la convocatoria hubo una general afluencia de títulos, fortunas y bellezas; y la ancha puerta de la Casa Provincial pocas veces se abrió para dar paso a una concurrencia tan numerosa y distinguida como la que se congregó allí en la velada del baile de Lady Eleanore. Sin exagerar los elogios, el espectáculo se podría definir incluso como espléndido; pues, de acuerdo con la moda de la época, las damas lucían deslumbrantes sedas y rasos que se expandían sobre anchos miriñaques; en tanto que los caballeros refulgían con sus bordados de oro pródigamente aplicados sobre el terciopelo púrpura, o escarlata o celeste, que era la tela de sus chaquetas y chupas. Esta última prenda revestía la mayor importancia, porque ceñía el cuerpo de quien la llevaba casi hasta las rodillas, y generalmente estaba ornamentada con la renta de todo el año en forma de flores y follajes dorados. El gusto diferente de nuestros días —un gusto que refleja un cambio profundo producido en todo el sistema social— calificaría de ridículas a casi todas aquellas seductoras figuras, a pesar de que esa noche los invitados buscaban sus imágenes en los espejos de pared y se regocijaban al descubrir sus propios destellos en medio de la multitud resplandeciente. ¡Es deplorable que uno de esos colosales espejos no haya conservado un retrato de la escena que, por los mismos rasgos que eran tan transitorios, podría habernos enseñado muchas cosas dignas de ser sabidas y recordadas!
Would, at least, that either painter or mirror could convey to us some faint idea of a garment, already noticed in this legend-the Lady Eleanore′s embroidered mantle-which the gossips whispered was invested with magic properties, so as to lend a new and untried grace to her figure each time that she put it on! Idle fancy as it is, this mysterious mantle has thrown an awe around my image of her, partly from its fabled virtues, and partly because it was the handiwork of a dying woman, and, perchance, owed the fantastic grace of its conception to the delirium of approaching death. ¡Si por lo menos un pintor o un espejo hubiera podido transmitirnos una vaga idea de la prenda ya citada en esta narración, el manto bordado de Lady Eleanore, que según susurraban los chismosos estaba dotado de propiedades mágicas, lo que prestaba una nueva y desconocida gracia a su figura cada vez que ella se lo calaba! Aunque se trate de una fantasía absurda, este enigmático manto ha proyectado, en torno de la imagen que me he hecho de ella una atmósfera inquietante, en parte por sus legendarias virtudes y en parte porque era obra de una mujer moribunda y quizá debía la delicadeza fabulosa de su concepción al delirio producido por una muerte cercana.
After the ceremonial greetings had been paid, Lady Eleanore Rochcliffe stood apart from the mob of guests, insulating herself within a small and distinguished circle, to whom she accorded a more cordial favor than to the general throng. The waxen torches threw their radiance vividly over the scene, bringing out its brilliant points in strong relief; but she gazed carelessly, and with now and then an expression of weariness or scorn, tempered with such feminine grace that her auditors scarcely perceived the moral deformity of which it was the utterance. She beheld the spectacle not with vulgar ridicule, as disdaining to be pleased with the provincial mockery of a court festival, but with the deeper scorn of one whose spirit held itself too high to participate in the enjoyment of other human souls. Whether or no the recollections of those who saw her that evening were influenced by the strange events with which she was subsequently connected, so it was that her figure ever after recurred to them as marked by something wild and unnatural-although, at the time, the general whisper was of her exceeding beauty, and of the indescribable charm which her mantle threw around her. Some close observers, indeed, detected a feverish flush and alternate paleness of countenance, with a corresponding flow and revulsion of spirits, and once or twice a painful and help less betrayal of lassitude, as if she were on the point of sinking to the ground. Then, with a nervous shudder, she seemed to arouse her energies and threw some bright and playful yet half-wicked sarcasm into the conversation. There was so strange a characteristic in her manners and sentiments that it astonished every right-minded listener; till looking in her face, a lurking and incomprehensible glance and smile perplexed them with doubts both as to her seriousness and sanity. Gradually, Lady Eleanore Rochcliffe′s circle grew smaller, till only four gentlemen remained in it. These were Captain Langford, the English officer before mentioned; a Virginian planter, who had come to Massachusetts on some political errand; a young Episcopal clergyman, the grandson of a British earl; and, lastly, the private secretary of Governor Shute, whose obsequiousness had won a sort of tolerance from Lady Eleanore. Después de cumplir con los saludos rituales, Lady Eleanore Rochcliffe se apartó de la multitud de invitados, aislándose dentro de un círculo pequeño y distinguido al que acordó una atención más cordial que al resto de la concurrencia. Las antorchas de cera irradiaban su vívido resplandor sobre la escena, destacando con marcado relieve sus puntos notables; pero ella paseaba su vista por encima con indiferencia, y por momentos con una expresión de hastío o de desdén, atemperada sin embargo con gracia tan femenina que sus contertulios apenas percibían la deformidad moral de la que era producto. Lady Eleanore no contemplaba el espectáculo con vulgar suficiencia, como si se resistiera a conformarse con la imitación provinciana de un festival de la corte, sino con el desprecio más profundo de un ser cuyo espíritu se cree demasiado encumbrado para participar en los goces de otras almas humanas. Sea debido o no a que los recuerdos de quienes la vieron esa noche fueron influidos por los extraños acontecimientos a los que ella se encontró ulteriormente ligada, lo cierto es que su figura siempre se les representó a partir de entonces signada por algo desorbitado y antinatural, pese a que en ese momento el rumor general tan solo se refería a su extraordinaria belleza y a la indescriptible seducción que su manto ejercía a su alrededor. Algunos observadores próximos, por cierto, pudieron advertir que en su semblante se alternaban el sonrojo afiebrado y la más extrema palidez, con un correspondiente flujo y reflujo del ánimo, y en una o dos oportunidades con un doloroso e inevitable despliegue de lasitud, como si la joven estuviera a punto de desplomarse sobre el piso. Luego, con un estremecimiento nervioso, parecía recomponer sus energías e intercalaba en la conversación un sarcasmo ingenioso y burlón aunque parcialmente maligno. Sus modales y sentimientos denotaban una característica tan extraña que desconcertaba a todos los que la escuchaban atentos; y cuando escrutaban su rostro una mirada y una sonrisa acechantes e incomprensibles los llenaban de dudas tanto acerca de su seriedad como de su cordura. El grupo en que se hallaba Lady Eleanore Rochcliffe se redujo progresivamente, hasta que solo quedaron en él cuatro caballeH ros. Estos eran el capitán Langford, el oficial inglés al que ya nos hemos referido; un plantador de Virginia, que había viajado a Massachusetts por razones políticas; un joven pastor episcopal, nieto de un conde británico; y finalmente, el secretario privado del gobernador Shute, cuya obsequiosidad había conseguido de Lady Eleanore una especie de tolerancia.
At different periods of the evening the liveried servants of the Province House passed among the guests, bearing huge trays of refreshments and French and Spanish wines. Lady Eleanore Rochcliffe, who refused to wet her beautiful lips even with a bubble of Champagne, had sunk back into a large damask chair, apparently overwearied either with the excitement of the scene or its tedium, and while, for an instant, she was unconscious of voices, laughter, and music, a young man stole forward, and knelt down at her feet. He bore a salver in his hand, on which was a chased silver goblet, filled to the brim with wine, which he offered as reverentially as to a crowned queen, or rather with the awful devotion of a priest doing sacrifice to his idol. Conscious that someone touched her robe, Lady Eleanore started, and unclosed her eyes upon the pale, wild features and dishevelled hair of Jervase Helwyse. En diferentes períodos de la velada los sirvientes de librea de la Casa Provincial circularon entre los invitados, cargando enormes bandejas de refrigerios y vinos franceses y españoles. Lady Eleanore Rochcliffe, que se había negado a humedecer sus hermosos labios aunque solo fuera con una burbuja de champagne, se hallaba hundida en un amplio sillón damasquinado, abrumada fuese ya por la excitación de la escena o por el tedio, y en un momento en que se abstrajo de las voces, las risas y la música, un joven se aproximó a ella y se arrodilló a sus pies. Sostenía una bandeja, sobre la que reposaba una copa de plata cincelada llena de vino hasta el borde y que él le ofrecía con tanta veneración como si se tratara de una reina coronada, o más exactamente con la inmensa devoción de un sacerdote que hace un sacrificio a su ídolo. Consciente de que alguien había rozado su vestido, Lady Eleanore se sobresaltó y abrió los ojos para encontrarse con los rasgos pálidos y desencajados y la melena alborotada de Jervase Helwyse.
"Why do you haunt me thus?" said she, in a languid tone, but with a kindlier feeling than she ordinarily permitted herself to express. "They tell me that I have done you harm." —¿Por qué me perseguís así? —preguntó ella, con voz lánguida, pero con un sentimiento más afable que el que geneH ralmente se permitía expresar—. Me dicen que os he hecho daño.
"Heaven knows if that be so," replied the young man solemnly. "But, Lady Eleanore, in requital of that harm, if such there be, and for your own earthly and heavenly welfare, I pray you to take one sip of this holy wine, and then to pass the goblet round among the guests. And this shall be a symbol that you have not sought to withdraw yourself from the chain of human sympathies-which whoso would shake off must keep company with fallen angels." —El Cielo sabrá si es así —respondió el joven solemnemente—. Pero, Lady Eleanore, en compensación por ese daño, si es que existió, y por vuestro propio bien terrenal y celestial, os ruego que bebáis un sorbo de este santo vino, y que luego paséis la copa entre los invitados. Y éste será un símbolo de que no os habéis propuesto segregaros de la cadena de los sentimientos humanos... pues quien de ella se aparte deberá reunirse con los ángeles caídos.
"Where has this mad fellow stolen that sacramental vessel?" exclaimed the Episcopal clergyman. —¿De dónde ha robado este loco el cáliz sacramental? —exclamó el sacerdote episcopal.
This question drew the notice of the guests to the silver cup, which was recognized as appertaining to the communion plate of the Old South Church; and, for aught that could be known, it was brimming over with the consecrated wine. La pregunta atrajo la atención de los invitados hacia la copa de plata, que fue identificada como la que correspondía al plato de comunión de la iglesia de Old South y, por lo que parecía, estaba repleta de vino consagrado.
"Perhaps it is poisoned," half whispered the Governor′s secretary. —Quizá está envenenado —susurró por lo bajo el secretario del gobernador.
"Pour it down the villain′s throat!" cried the Virginian fiercely. —¡Hacédselo beber al villano! —rugió ferozmente el virginiano.
"Turn him out of the house!" cried Captain Langford, seizing Jervase Helwyse so roughly by the shoulder that the sacramental cup was overturned, and its contents sprinkled upon Lady Eleanore′s mantle. "Whether knave, fool, or Bedlamite, it is intolerable that the fellow should go at large." —¡Echadlo de la casa! —vociferó el capitán Langford, tomando a Jervase Helwyse por el hombro tan violentamente que el cáliz sacramental se volcó y su contenido salpicó el manto de Lady Elcanore—. Ya se trate de un bribón, de un tonto o de un loco, es intolerable que este individuo continúe en libertad
"Pray, gentlemen, do my poor admirer no harm," said Lady Eleanore, with a faint and weary smile. "Take him out of my sight, if such be your pleasure; for I can find in my heart to do nothing but laugh at him; whereas, in all decency and conscience, it would become me to weep for the mischief I have wrought!" . —Os ruego, caballeros, no hagáis daño a mi pobre admirador —intervino Lady Eleanore, con una sonrisa débil y fatigada—. Quitadlo de mi vista, si ello os place, pues sólo me inspira risa, en tanto que si prevalecieran la rectitud y la conciencia debería llorar por el mal que he causado.
But while the by-standers were attempting to lead away the unfortunate young man, he broke from them, and with a wild, impassioned earnestness, offered a new and equally strange petition to Lady Eleanore. It was no other than that she should throw off the mantle, which, while he pressed the silver cup of wine upon her, she had drawn more closely around her form, so as almost to shroud herself within it. Pero mientras los espectadores se esforzaban por sacar de allí al infortunado joven éste se desprendió de ellos y con una seriedad enajenada y apasionada le dirigió a Lady Eleanore una nueva súplica igualmente insólita. Le pidió que arrojara su manto, que ella había apretado aún más en torno de su cuerpo mientras su admirador le ofrecía la copa de vino, hasta quedar prácticamente envuelta por él.
"Cast it from you!" exclaimed Jervase Helwyse, clasping his hands in an agony of entreaty. "It may not yet be too late! Give the accursed garment to the flames!" —¡Despojaos del manto! —exclamó Jervase Helwyse, entrelazando sus manos en una actitud de ruego atormentado—. ¡Quizás aún no sea demasiado tarde! ¡Lanzad al fuego la maldita prenda!
But Lady Eleanore, with a laugh of scorn, drew the rich folds of the embroidered mantle over her head, in such a fashion as to give a completely new aspect to her beautiful face, which-half hidden, half revealed-seemed to belong to some being of mysterious character and purposes. Pero Lady Eleanore, con una risa desdeñosa, recogió sobre su cabeza los ricos pliegues del manto bordado, de modo que impartió un aspecto totalmente nuevo a su rostro maravilloso, el cual, parcialmente oculto y parcialmente descubierto, parecía pertenecer a un ser de carácter y propósitos misteriosos.
"Farewell, Jervase Helwyse!" said she. "Keep my image in your remembrance, as you behold it now." —¡Adiós, Jervase Helwyse! —dijo ella—. Guardad mi imagen en vuestra memoria tal como la veis ahora.
"Alas, lady!" he replied, in a tone no longer wild, but sad as a funeral bell. "We must meet shortly, when your face may wear another aspect-and that shall be the image that must abide within me." —¡Ay, señora! —respondió él, con un tono que ya no era vehemente, sino triste como un toque de difuntos—. Deberemos encontrarnos pronto, cuando vuestro rostro sea distinto... y ésa será la imagen que deberé conservar.
He made no more resistance to the violent efforts of the gentlemen and servants, who almost dragged him out of the apartment, and dismissed him roughly from the iron gate of the Province House. Captain Langford, who had been very active in this affair, was returning to the presence of Lady Eleanore Rochcliffe, when he encountered the physician, Doctor Clarke, with whom he had held some casual talk on the day of her arrival. The Doctor stood apart, separated from Lady Eleanore by the width of the room, but eying her with such keen sagacity that Captain Langford involuntarily gave him credit for the discovery of some deep secret. No ofreció ya ninguna resistencia a los violentos esfuerzos de los caballeros y los sirvientes, quienes prácticamente lo arrastraron fuera del salón y lo echaron afuera sin miramientos desde el portón de hierro de la Casa Provincial. El capitán Langford, que había tenido una participación muy activa en este incidente, volvía a reunirse con Lady Eleanore Rochcliffe, cuando se encontró con el doctor Clarke, el médico con el que había mantenido una fugaz conversación en el día de la llegada de la dama. El médico estaba solo, separado de Lady Eleanore por todo el ancho de la estancia, pero la observaba con tan aguda sagacidad que el capitán Langford le atribuyó involuntariamente el descubrimiento de algún hondo secreto.
"You appear to be smitten, after all, with the charms of this queenly maiden," said he, hoping thus to draw forth the physician′s hidden knowledge. —Después de todo, parece fascinado por los encantos de esta majestuosa doncella —comentó, con la esperanza de desentrañar el oculto conocimiento del médico.
"God forbid!" answered Doctor Clarke, with a grave smile; "and if you be wise you will put up the same prayer for yourself. Wo to those who shall be smitten by this beautiful Lady Eleanore! But yonder stands the Governor-and I have a word or two for his private ear. Good night!" —¡Que Dios no lo permita! —exclamó el doctor Clarke, con una adusta sonrisa—. Y si usted fuera prudente, elevaría la misma plegaria por su propio bien. Ay de aquellos que se dejen fascinar por esta bella Lady Eleanore. Pero allí está el gobernador, y debo decirle una o dos palabras en privado. ¡Buenas noches!
He accordingly advanced to Governor Shute, and addressed him in so low a tone that none of the by-standers could catch a word of what he said, although the sudden change of his Excellency′s hitherto cheerful visage betokened that the communication could be of no agreeable import. A very few moments afterwards it was announced to the guests that an unforeseen circumstance rendered it necessary to put a premature close to the festival. Se encaminó, en efecto, hacia el gobernador Shute y le habló con voz tan baja que ninguno de los contertulios pudo captar una sola palabra de lo que decía, aunque el cambio súbito que se produjo en el hasta entonces jocundo semblante de su Excelencia reveló que la información no era muy placentera. Pocos minutos después se comunicó a los invitados que una circunstancia imprevista obligaba a suspender la fiesta antes de lo previsto.
The ball at the Province House supplied a topic of conversation for the colonial metropolis for some days after its occurrence, and might still longer have been the general theme, only that a subject of all-engrossing interest thrust it, for a time, from the public recollection. This was the appearance of a dreadful epidemic, which, in that age and long before and afterwards, was wont to slay its hundreds and thousands on both sides of the Atlantic. On the occasion of which we speak, it was distinguished by a peculiar virulence, insomuch that it has left its traces-its pit-marks, to use an appropriate figure-on the history of the country, the affairs of which were thrown into confusion by its ravages. At first, unlike its ordinary course, the disease seemed to confine itself to the higher circles of society, selecting its victims from among the proud, the well-born, and the wealthy, entering unabashed into stately chambers, and lying down with the slumberers in silken beds. Some of the most distinguished guests of the Province House-even those whom the haughty Lady Eleanore Rochcliffe had deemed not unworthy of her favor-were stricken by this fatal scourge. It was noticed, with an ungenerous bitterness of feeling, that the four gentlemen-the Virginian, the British officer, the young clergyman, and the Governor′s secretary-who had been her most devoted attendants on the evening of the ball, were the foremost on whom the plague stroke fell. But the disease, pursuing its onward progress, soon ceased to be exclusively a prerogative of aristocracy. Its red brand was no longer conferred like a noble′s star, or an order of knighthood. It threaded its way through the narrow and crooked streets, and entered the low, mean, darksome dwellings, and laid its hand of death upon the artisans and laboring classes of the town. It compelled rich and poor to feel themselves brethren then; and stalking to and fro across the Three Hills, with a fierceness which made it almost a new pestilence, there was that mighty conqueror-that scourge and horror of our forefathers-the Small-Pox! El baile celebrado en la Casa Provincial se convirtió en el tema de conversación de la metrópoli colonial durante los primeros días posteriores al acontecimiento, y habría continuado siéndolo si otro problema de interés capital no lo hubiera desalojado, por un tiempo, de la atención pública. El problema consistió en la declaración de una terrible epidemia que, en esa época, y desde mucho tiempo antes y hasta mucho tiempo después, aniquiló a centenares y millares de víctimas a ambos lados del Atlántico. En la ocasión a la que nos referimos se distinguió por una peculiar virulencia, hasta el punto de que ha dejado sus huellas o, para emplear una metáfora apropiada, las marcas de sus picaduras en la historia del país, donde sus estragos sembraron la confusión. Al principio, la enfermedad no siguió su curso ordinario, y pareció circunscribirse a los círculos más elevados de la sociedad. Seleccionaba a sus víctimas entre los soberbios, los nacidos en cunas de abolengo y los acaudalados, entraba sin escrúpulos en los aposentos aristocráticos y se tendía junto a los que dormían sobre sus lechos de seda. Algunos de los huéspedes más distinguidos de la Casa Provincial —incluidos aquellos que la altiva Lady Eleanore Rochcliffe no había juzgado indignos de su atención— fueron azotados por este flagelo mortal. Se observó, con un espíritu despiadadamente cruel, que los cuatro caballeros que habían sido sus acompañantes más devotos durante la noche del baile —el virginiano, el oficial británico, el joven clérigo y el secretario del gobernador— fueron los primeros en caer bajo el ataque fulminante de la plaga. Pero la enfermedad continuó su marcha arrollaH dora, dejando de ser pronto un privilegio exclusivo de la aristocracia. Su marca roja ya no fue considerada como una estrella de nobleza o como una orden de caballería. Continuó su trayectoria a lo largo de las callejuelas estrechas y tortuosas, y entró en las moradas más ruines, pobres y oscuras, y depositó su sello de muerte sobre los artesanos y los trabajadores de la ciudad. Allí estaba esa poderosa conquistadora, el flagelo y el horror de nuestros antepasados, ¡la viruela!, que obligaba a ricos y pobres a sentirse momentáneamente hermanos y que iba y venía por las Tres Colinas, con una ferocidad que la convertía casi en una nueva peste.
We cannot estimate the affright which this plague inspired of yore, by contemplating it as the fangless monster of the present day. We must remember, rather, with what awe we watched the gigantic footsteps of the Asiatic cholera, striding from shore to shore of the Atlantic, and marching like destiny upon cities far remote which flight had already half depopulated. There is no other fear so horrible and unhumanizing as that which makes man dread to breathe heaven′s vital air lest it be poison, or to grasp the hand of a brother or friend lest the gripe of the pestilence should clutch him. Such was the dismay that now followed in the track of the disease, or ran before it throughout the town. Graves were hastily dug, and the pestilential relics as hastily covered, because the dead were enemies of the living, and strove to draw them headlong, as it were, into their own dismal pit. The public councils were suspended, as if mortal wisdom might relinquish its devices, now that an unearthly usurper had found his way into the ruler′s mansion. Had an enemy′s fleet been hovering on the coast, or his armies trampling on our soil, the people would probably have committed their defence to that same direful conqueror who had wrought their own calamity, and would permit no interference with his sway. This conqueror had a symbol of his triumphs. It was a blood-red flag, that fluttered in the tainted air, over the door of every dwelling into which the Small-Pox had entered. No podemos imaginar hoy el espanto que esta plaga provocaba antaño, pues la vemos como un monstruo desdentado. Debemos recordar, en cambio, con cuánto pavor seguimos los pasos gigantescos del cólera asiático, que se desplazaba de una costa a otra del Atlántico, y que avanzaba como el destino sobre ciudades muy alejadas entre sí, ciudades que la fuga ya había despoblado a medias. No hay pánico más horrendo ni más deshumanizante que aquél que le hace temer al hombre el respirar el aire vital del cielo por el riesgo de que esté contaminado, o el tomar la mano de un hermano o un amigo por el peligro de que lo atrapen las garras de la peste. Tal era la desesperación que pisaba ahora los talones de la plaga, o que la precedía a través de la ciudad. Las tumbas se cavaban de prisa y los restos apestados se cubrían con igual premura, porque los muertos eran los enemigos de los vivos y forcejeaban por arrojarlos de cabeza, valga la expreH sión, en sus propias y lúgubres fosas. Se suspendieron las asambleas públicas, como si la prudencia de los mortales pudiera prescindir de sus instrumentos ahora que un usurpador inmaterial se había apoderado de la mansión del gobernante. Si una flota enemiga hubiera estado al acecho frente a la costa, o sus ejércitos hubieran hollado nuestro territorio, probablemente el pueblo habría confiado su defensa a ese mismo calamitoso conquistador que había forjado su propia desgracia y que no toleraría interferencias en sus dominios. Este conquistador tenía un emblema de sus victorias. Se trataba de una bandera de color rojo sangre que flameaba en la atmósfera viciada, sobre la puerta de cada una de las casas en que había entrado la viruela.
Such a banner was long since waving over the portal of the Province House; for thence, as was proved by tracking its footsteps back, had all this dreadful mischief issued. It had been traced back to a lady′s luxurious chamber-to the proudest of the proud-to her that was so delicate, and hardly owned herself of earthly mould-to the haughty one, who took her stand above human sympathies-to Lady Eleanore! There remained no room for doubt that the contagion had lurked in that gorgeous mantle, which threw so strange a grace around her at the festival. Its fantastic splendor had been conceived in the delirious brain of a woman on her death-bed, and was the last toil of her stiffening fingers, which had interwoven fate and misery with its golden threads. This dark tale, whispered at first, was now bruited far and wide. The people raved against the Lady Eleanore, and cried out that her pride and scorn had evoked a fiend, and that, between them both, this monstrous evil had been born. At times, their rage and despair took the semblance of grinning mirth; and whenever the red flag of the pestilence was hoisted over another and yet another door, they clapped their hands and shouted through the streets, in bitter mockery: "Behold a new triumph for the Lady Eleanore!" Hacía mucho tiempo que este pendón ondeaba sobre el pórtico de la Casa Provincial; pues de allí había surgido la terrible hecatombe, según se comprobó al seguir su pista hasta las fuentes. Había sido rastreada hasta el lujoso aposento de una dama— la más altiva entre las altivas—, aquella tan delicada que casi negaba ser de materia terrenal, la mujer arrogante que se elevaba por encima de los sentimientos humanos... ¡Lady Eleanore! No quedaban dudas de que el contagio se había agazapado en aquel maravilloso manto, que había esparcido a su alrededor una gracia tan extraña durante el festival. Su fantástico esplendor había sido concebido por el cerebro delirante de una mujer que yacía en su lecho de muerte, y había sido la última obra de sus dedos cada vez más rígidos, que entrelazaban la fatalidad y el infortunio con sus hilos de oro. Esta oscura historia, susurrada al principio, era ya proclamada a los cuatro vientos. El pueblo se indignaba contra Lady Eleanore, y clamaba que su orgullo y su desprecio habían evocado un demonio, y que entre ambos habían engendrado esa monstruosa desgracia. Ocasionalmente la ira y la desesperación asumían la forma de un sarcasmo sonriente, y cada vez que se izaba la bandera roja de la peste sobre una puerta, y otra más, la turba aplaudía y vociferaba por las calles, con mordaz ironía! —¡Ved un nuevo triunfo de Lady Eleanore!
One day, in the midst of these dismal times, a wild figure approached the portal of the Province House, and folding his arms, stood contemplating the scarlet banner which a passing breeze shook fitfully, as if to fling abroad the contagion that it typified. At length, climbing one of the pillars by means of the iron balustrade, he took down the flag and entered the mansion, waving it above his head. At the foot of the staircase he met the Governor, booted and spurred, with his cloak drawn around him, evidently on the point of setting forth upon a journey. Un día, al promediar ese trágico período, una figura delirante se acercó al portón de la Casa Provincial y, cruzando los brazos, se quedó contemplando la bandera escarlata que una brisa pasajera agitaba espasmódicamente, como si quisiera arrojar lejos de sí el contagio que simbolizaba. Por fin, trepó sobre una de las columnas apoyándose en la verja de hierro, arrió el estandarte y entró en la mansión, agitándolo sobre su cabeza. Al pie de la escalera se encontró con el gobernador, que calzaba sus botas y espuelas y se arrebujaba en su capa, evidentemente listo para iniciar un viaje.
"Wretched lunatic, what do you seek here?" exclaimed Shute, extending his cane to guard himself from contact. "There is nothing here but Death. Back-or you will meet him!" —¿Qué buscas aquí, maldito lunático? —exclamó Shute, extendiendo el bastón para protegerse de todo contacto—. En esta casa no queda nadie, salvo la Muerte. —¡Véte, o tropezarás con ella!
"Death will not touch me, the banner-bearer of the pestilence!" cried Jervase Helwyse, shaking the red flag aloft. "Death, and the Pestilence, who wears the aspect of the Lady Eleanore, will walk through the streets tonight, and I must march before them with this banner!" —La Muerte no me tocará, pues soy el portaestandarte de la peste —gritó Jervase Helwyse, haciendo ondear la bandera roja sobre su cabeza—. La Muerte, y la Plaga, que luce la figura de Lady Eleanore, desfilarán esta noche por las calles, y yo deberé marchar delante de ellas con este pabellón.
"Why do I waste words on the fellow?" muttered the Governor, drawing his cloak across his mouth. "What matters his miserable life, when none of us are sure of twelve hours′ breath? On, fool, to your own destruction!" —¿Por qué malgasto mi aliento hablando con este individuo? —masculló el gobernador, recogiendo la capa sobre su boca—. ¿Qué importa su miserable existencia, cuando ninguno de nosotros tiene aseguradas doce horas de vida? ¡Avanza, necio, hacia tu propia destrucción!
He made way for Jervase Helwyse, who immediately ascended the staircase, but, on the first landing-place, was arrested by the firm grasp of a hand upon his shoulder. Looking fiercely up, with a madman′s impulse to struggle with and rend asunder his opponent, he found himself powerless beneath a calm, stern eye, which possessed the mysterious property of quelling frenzy at its height. The person whom he had now encountered was the physician, Doctor Clarke, the duties of whose sad profession had led him to the Province House where he was an infrequent guest in more prosperous times. Dejó pasar a Jervase Helwyse, quien de inmediato subió por la escalera, pero en el primer rellano fue detenido por la firme presión de una mano que se cerró sobre su hombro. Levantó ansiosamente la vista, con el loco propósito de atacar al entrometido y despedazarlo si era necesario, pero se sintió desarmado por una mirada serena, adusta, que poseía la misteriosa virtud de frenar el delirio en su punto culminante. El hombre con el que acababa de encontrarse era el doctor Clarke, el médico, que había sido llevado por los deberes de su triste profesión a la Casa Provincial, donde en épocas más prósperas no era un huésped habitual.
"Young man, what is your purpose?" demanded he. —¿Cuál es tu intención, joven? —preguntó.
"I seek the Lady Eleanore," answered Jervase Helwyse, submissively. —Busco a Lady Eleanore —respondió Jervase Helwyse, con voz sumisa.
"All have fled from her," said the physician. "Why do you seek her now? I tell you, youth, her nurse fell death-stricken on the threshold of that fatal chamber. Know ye not, that never came such a curse to our shores as this lovely Lady Eleanore? that her breath has filled the air with poison? that she has shaken pestilence and death upon the land, from the folds of her accursed mantle?" —Todos han huido de ella —manifestó el médico—. ¿Por qué la buscas ahora? Te digo, joven, que su enfermera cayó muerta sobre el umbral de ese cuarto fatal. ¿Acaso no sabes que jamás llegó a nuestras playas una maldición como la que nos trajo esta bonita Lady Eleanore? ¿Que su aliento ha emponzoñado el aire? ¿Que ha esparcido la peste y la muerte sobre la comarca desde los pliegues de su maldito manto? —¡Dejad que yo la vea! —contestó el joven loco, con más pasión—.
"Let me look upon her!" rejoined the mad youth, more wildly. "Let me behold her, in her awful beauty, clad in the regal garments of the pestilence! She and Death sit on a throne together. Let me kneel down before them!" ¡Permitidme que la contemple, en su espantosa beH lleza, ataviada con la vestimenta regia de la peste! Ella y la Muerte se sientan en un mismo trono. ¡Dejad que me hinque de rodillas ante ambas!
"Poor youth!" said Doctor Clarke; and, moved by a deep sense of human weakness, a smile of caustic humor curled his lip even then. "Wilt thou still worship the destroyer and surround her image with fantasies the more magnificent, the more evil she has wrought? Thus man doth ever to his tyrants. Approach, then! Madness, as I have noted, has that good efficacy, that it will guard you from contagion-and perchance its own cure may be found in yonder chamber." —¡Pobre joven! —comentó el doctor Clarke, y movido por un hondo sentimiento de debilidad humana, dejó que aún en tales momentos una sonrisa de humor cáustico curvase sus labios—. ¿Quieres continuar venerando a la destructora y rodeando su imagen con fantasías tanto más magníficas cuanto mayor es el daño que causa? Así procede siempre el hombre con sus tiranos. ¡Acércate, pues! Según he observado, tu demencia tiene la ventaja de protegerte del contagio... y quizá su propia cura se encuentre en ese aposento.
Ascending another flight of stairs, he threw open a door and signed to Jervase Helwyse that he should enter. The poor lunatic, it seems probable, had cherished a delusion that his haughty mistress sat in state, unharmed herself by the pestilential influence, which, as by enchantment, she scattered round about her. He dreamed, no doubt, that her beauty was not dimmed, but brightened into superhuman splendor. With such anticipations, he stole reverentially to the door at which the physician stood, but paused upon the threshold gazing fearfully into the gloom of the darkened chamber. El médico subió otro tramo de escaleras, abrió una puerta y le hizo una seña a Jervase Helwyse para que entrara. Probablemente el pobre lunático había acariciado la ilusión de que su altiva señora estuviera sentada en medio de la pompa, inmune a la pestilente influencia que, como por encantamiento, había diseminado en torno de sí. Creía sin duda, que su belleza no se había visto disminuida sino que al contrario había sido realzada con un esplendor sobrehumano. Con estas presunciones se acercó reverentemente a la puerta junto a la cual esperaba el médico, pero se detuvo sobre el umbral escudriñando con miedo la oscuridad de la estancia en sombras.
"Where is the Lady Eleanore?" whispered he. —¿Dónde está Lady Eleanore? —susurró.
"Call her," replied the physician. —Llámala —respondió el médico.
"Lady Eleanore! Princess! Queen of Death!" cried Jervase Helwyse, advancing three steps into the chamber. "She is not here! There, on yonder table, I behold the sparkle of a diamond which once she wore upon her bosom. There"-and he shuddered-"there hangs her mantle, on which a dead woman embroidered a spell of dreadful potency. But where is the Lady Eleanore?" —¡Lady Eleanore! ¡Alteza! ¡Reina de la Muerte! —gritó Jervase Helwyse, avanzando tres pasos hacia el interior de la cámara—. ¡No está aquí! Encima de esa mesa veo el destello de un diamante que otrora lució sobre su pecho. Allí... allí cuelga su manto —agregó temblando—, en el que una muerta bordó un hechizo de horrorosa potencia. ¿Pero dónde está Lady Eleanore?
Something stirred within the silken curtains of a canopied bed; and a low moan was uttered, which, listening intently, Jervase Helwyse began to distinguish as a woman′s voice, complaining dolefully of thirst. He fancied, even, that he recognized its tones. Algo se agitó entre las cortinas de seda de un lecho doselado; y surgió un gemido débil que, al prestar atención, Jervase Helwyse empezó a distinguir como una voz de mujer, la cual se quejaba plañideramente pidiendo agua. Incluso le pareció reconocer sus acentos.
"My throat! my throat is scorched," murmured the voice. "A drop of water!" —¡Mi garganta! ¡Tengo la garganta abrasada! —murmuró la voz—. ¡Una gota de agua!
"What thing art thou?" said the brain-stricken youth, drawing near the bed and tearing asunder its curtains. "Whose voice hast thou stolen for thy murmurs and miserable petitions, as if Lady Eleanore could be conscious of mortal infirmity? Fie! Heap of diseased mortality, why lurkest thou in my lady′s chamber?" —¿Qué cosa eres? —preguntó el desequilibrado joven, acercándose al lecho y desgarrando las cortinas—. ¿Qué voz has robado para tus murmullos y miserables súplicas, como si Lady Eleanore pudiera tener conciencia de un mal fatal? ¡Atrás! ¿Por qué acechas en el aposento de mi dama, montón de despojos mortales?
"O Jervase Helwyse," said the voice-and as it spoke the figure contorted itself, struggling to hide its blasted face-"look not now on the woman you once loved! The curse of Heaven hath stricken me, because I would not call man my brother, nor woman sister. I wrapped myself in PRIDE as in a MANTLE, and scorned the sympathies of nature; and therefore has nature made this wretched body the medium of a dreadful sympathy. You are avenged-they are all avenged-Nature is avenged-for I am Eleanore Rochcliffe!" —¡Oh, Jervase Helwyse! —dijo la voz... y mientras hablaba la figura se agitó tratando de ocultar su cara llagada—. No miréis ahora a la mujer que antaño amasteis. La maldición del Cielo ha caído sobre mí, porque no quise aceptar por hermano al hombre, ni por hermana a la mujer. Me envolví en la vanidad como si fuera un MANTO, y desdeñé la compasión natural. Y por ello la naturaleza ha convertido este cuerpo desdichado en el vehículo de una terrible piedad... Vos habéis sido vengado... todos habéis sido vengados... La naturaleza ha sido vengada... ¡porque yo soy Eleanore Rochcliffe!
The malice of his mental disease, the bitterness lurking at the bottom of his heart, mad as he was, for a blighted and ruined life, and love that had been paid with cruel scorn, awoke within the breast of Jervase Helwyse. He shook his finger at the wretched girl, and the chamber echoed, the curtains of the bed were shaken, with his outburst of insane merriment. La perversidad de su dolencia mental; la amargura que se agazapaba en el fondo de su corazón, no obstante su insanía, por una vida frustrada y destruida; y el amor que había sido recompensado con un cruel desprecio, se despertaron dentro del pecho de Jervase Hehvyse. Sacudió el dedo índice señalando a la infeliz muchacha, y la habitación resonó y las cortinas del lecho se estremecieron con el estallido de su alegría demencial:
"Another triumph for the Lady Eleanore!" he cried. "All have been her victims! Who so worthy to be the final victim as herself?" —¡Otro triunfo para Lady Eleanore! —gritó—. ¡Todos han sido sus víctimas! ¿Quién es más digna de ser su última víctima que ella misma? Impulsado por alguna nueva fantasía de su mente alterada, se apoderó del manto fatal y salió corriendo de esa habitación y luego de la casa.
Impelled by some new fantasy of his crazed intellect, he snatched the fatal mantle and rushed from the chamber and the house. That night a procession passed, by torchlight, through the streets, bearing in the midst the figure of a woman, enveloped with a richly embroidered mantle; while in advance stalked Jervase Helwyse, waving the red flag of the pestilence. Arriving opposite the Province House, the mob burned the effigy, and a strong wind came and swept away the ashes. It was said that, from that very hour, the pestilence abated, as if its sway had some mysterious connection, from the first plague stroke to the last, with Lady Eleanore′s Mantle. A remarkable uncertainty broods over that unhappy lady′s fate. There is a belief, however, that in a certain chamber of this mansion a female form may sometimes be duskily discerned, shrinking into the darkest corner and muffling her face within an embroidered mantle. Supposing the legend true, can this be other than the once proud Lady Eleanore? Esa noche desfiló por las calles una procesión, iluminada con antorchas, que alzaba en su centro la efigie de una mujer envuelta con un manto ricamente bordado; en tanto que al frente marchaba Jervase Helwyse, agitando la bandera roja de la peste. Al llegar frente a la Casa Provincial la turba quemó el muñeco y un fuerte viento dispersó las cenizas. Se dice que a partir de ese mismo momento la peste amainó, como si su imperio hubiera tenido alguna misteriosa relación, desde el primer azote de la plaga hasta el último, con el Manto de Lady Eleanore. Una extraña incertidumbre flota sobre el destino de esta infortunada dama. Sin embargo, cuenta la leyenda que en un determinado aposento de esa mansión se puede vislumbrar, a veces, vagamente, una figura femenina que se acurruca en el rincón más oscuro y se cubre el rostro con un manto bordado. Si la leyenda fuera cierta ¿podría ser esta mujer otra que la anteriormente orgullosa Lady Eleanore?