Nathaniel Hawthorne

The Great Stone Face

[El gran rostro de piedra]


One afternoon, when the sun was going down, a mother and her little boy sat at the door of their cottage, talking about the Great Stone Face. They had but to lift their eyes, and there it was plainly to be seen, though miles away, with the sunshine brightening all its features. Una tarde, mientras se ponía el sol, una madre y su pequeño hijo se hallaban sentados a la puerta de su cabaña, conversando acerca del Gran Rostro de Piedra. Les bastaba levantar los ojos para verlo nítidamente, aunque estaba a muchas millas de distancia, con todos sus rasgos iluminados por el sol.
And what was the Great Stone Face? ¿Y qué era el Gran Rostro de Piedra?
Embosomed amongst a family of lofty mountains, there was a valley so spacious that it contained many thousand inhabitants. Some of these good people dwelt in log-huts, with the black forest all around them, on the steep and difficult hill-sides. Others had their homes in comfortable farm-houses, and cultivated the rich soil on the gentle slopes or level surfaces of the valley. Others, again, were congregated into populous villages, where some wild, highland rivulet, tumbling down from its birthplace in the upper mountain region, had been caught and tamed by human cunning, and compelled to turn the machinery of cotton-factories. The inhabitants of this valley, in short, were numerous, and of many modes of life. But all of them, grown people and children, had a kind of familiarity with the Great Stone Face, although some possessed the gift of distinguishing this grand natural phenomenon more perfectly than many of their neighbors. Acunado en el seno de una cordillera de altas montañas se extendía un valle tan vasto que albergaba varios miles de habitantes. Algunas de estas buenas gentes habitaban en chozas de troncos, con la negra selva en torno, sobre las escarpadas y casi inaccesibles laderas. Otras tenían sus hogares en cómodas granjas, y cultivaban la tierra fértil de las suaves colinas o de los terrenos llanos del valle. Otras más se congregaban en aldeas populosas, donde el ingenio humano había atrapado y domado a algún torrente impetuoso de los montes, que se despeñaba desde las cumbres, obligándolo a accionar las máquinas de las tejedurías de algodón. En síntesis, la población de este valle era numerosa y tenía muchos medios de vida. Pero todos los habitantes, ya fueran adultos o niños, estaban relativamente familiarizados con el Gran Rostro de Piedra, aunque algunos disponían de la facilidad de apreciar mejor que muchos otros de sus vecinos este majestuoso fenómeno natural.
The Great Stone Face, then, was a work of Nature in her mood of majestic playfulness, formed on the perpendicular side of a mountain by some immense rocks, which had been thrown together in such a position as, when viewed at a proper distance, precisely to resemble the features of the human countenance. It seemed as if an enormous giant, or a Titan, had sculptured his own likeness on the precipice. There was the broad arch of the forehead, a hundred feet in height; the nose, with its long bridge; and the vast lips, which, if they could have spoken, would have rolled their thunder accents from one end of the valley to the other. True it is, that if the spectator approached too near, he lost the outline of the gigantic visage, and could discern only a heap of ponderous and gigantic rocks, piled in chaotic ruin one upon another. Retracing his steps, however, the wondrous features would again be seen; and the farther he withdrew from them, the more like a human face, with all its original divinity intact, did they appear; until, as it grew dim in the distance, with the clouds and glorified vapor of the mountains clustering about it, the Great Stone Face seemed positively to be alive. El Gran Rostro de Piedra era, pues, una obra que la naturaleza había construido en sus juegos colosales sobre el farallón perpendicular de la montaña, conformado por unas rocas inmensas agrupadas de modo tal que cuando se las contemplaba desde lejos reproducían fielmente los rasgos del rostro de un hombre. Era como si un inmenso gigante, o un Titán, hubiera esculpido su propia imagen sobre el precipicio. Allí se veía el vasto arco de la frente, de treinta metros de altura; la nariz, con su largo caballete; y los enormes labios, que si hubieran podido hablar habrían hecho oír su acento clamoroso de un extremo a otro del valle. Cierto es que si el espectador se acercaba demasiado perdía la perspectiva del gigantesco semblante y solo podía distinguir una pila de rocas pesadas y enormes, acumuladas unas sobre otras en caótica confusión. Sin embargo, al volver sobre sus pasos, los maravillosos rasgos aparecían nuevamente y cuanto más se alejaba, mayor era su semejanza con un rostro humano, que exhibía intacta toda su divinidad originaria. Hasta que, al esfumarse en lontananza, ceñido por las nubes y el vapor sublimado de las alturas, el Gran Rostro de Piedra parecía cobrar realmente vida.
It was a happy lot for children to grow up to manhood or womanhood with the Great Stone Face before their eyes, for all the features were noble, and the expression was at once grand and sweet, as if it were the glow of a vast, warm heart, that embraced all mankind in its affections, and had room for more. It was an education only to look at it. According to the belief of many people, the valley owed much of its fertility to this benign aspect that was continually beaming over it, illuminating the clouds, and infusing its tenderness into the sunshine. Dichosos los niños y las niñas que maduraban a la vista del Gran Rostro de Piedra, porque todos sus rasgos eran nobles, y la expresión era a un mismo tiempo imponente y dulce, como si reflejara el sentir de un corazón descomunal y ardiente que abarcaba a toda la humanidad con su afecto y tenía capacidad para más. El solo hecho de contemplarlo era educativo. Según creían muchas personas, el valle debía mucha de su fertilidad a este semblante benigno que brillaba constantemente sobre él, iluminando las nubes e infundiendo su ternura al brillo del sol.
As we began with saying, a mother and her little boy sat at their cottage-door, gazing at the Great Stone Face, and talking about it. The child′s name was Ernest. Como decíamos al principio, una madre y su pequeño hijo estaban sentados a la puerta de su cabaña, contemplando el Gran Rostro de Piedra y conversando acerca de él. El niño se llamaba Ernest.
"Mother," said he, while the Titanic visage smiled on him, "I wish that it could speak, for it looks so very kindly that its voice must needs be pleasant. If I were to see a man with such a face, I should love him dearly." —Madre —dijo, mientras el rostro titánico sonreía en lo alto—, me gustaría que pudiese hablar, pues tiene una expresión tan afable que su voz sería seguramente muy dulce. Si encontrase a un hombre con esas facciones, lo querría mucho.
"If an old prophecy should come to pass," answered his mother, "we may see a man, some time or other, with exactly such a face as that." —Si se cumpliera una antigua profecía —respondió su madre—, probablemente veríamos alguna vez, a un hombre con un rostro exactamente como ése.
"What prophecy do you mean, dear mother?" eagerly inquired Ernest. "Pray tell me about it!" —¿A qué profecía te refieres, querida madre? —preguntó ansiosamente Ernest—. ¡Cuéntamela, te lo ruego!
So his mother told him a story that her own mother had told to her, when she herself was younger than little Ernest; a story, not of things that were past, but of what was yet to come; a story, nevertheless, so very old, that even the Indians, who formerly inhabited this valley, had heard it from their forefathers, to whom, as they affirmed, it had been murmured by the mountain streams, and whispered by the wind among the tree-tops. The purport was, that, at some future day, a child should be born hereabouts, who was destined to become the greatest and noblest personage of his time, and whose countenance, in manhood, should bear an exact resemblance to the Great Stone Face. Not a few old-fashioned people, and young ones likewise, in the ardor of their hopes, still cherished an enduring faith in this old prophecy. But others, who had seen more of the world, had watched and waited till they were weary, and had beheld no man with such a face, nor any man that proved to be much greater or nobler than his neighbors, concluded it to be nothing but an idle tale. At all events, the great man of the prophecy had not yet appeared. Así fue como ella le narró una historia que había oído de labios de su propia madre, cuando era aun más pequeña que Ernest, una historia que no se refería a cosas pasadas sino a cosas aun por venir, una historia, sin embargo, tan antigua, que incluso los indios, que antaño habitaban ese valle, la habían escuchado de sus antepasados, a los cuales, según afirmaban, se la habían susurrado los arroyos de la montaña y el viento que silbaba entre las copas de los árboles. La leyenda afirmaba que, en alguna época futura, un niño nacería allí, el cual estaría destinado a convertirse en el personaje más importante y noble de su tiempo, y cuyas facciones, en la edad adulta, serían idénticas a las del Gran Rostro de Piedra. Muchas personas apegadas a las viejas tradiciones, como también muchos jóvenes, continuaban sustentando, con apasionada esperanza, una fe perdurable en esta antigua profecía. Pero otras, que habían visto más mundo, que habían mirado y esperado hasta cansarse, y que no habían conocido a ningún hombre con esos rasgos, ni a nadie que demostrase ser más importante o más noble que sus vecinos, habían llegado a la conclusión de que solo se trataba de una fantasía.
"O mother, dear mother!" cried Ernest, clapping his hands above his head, "I do hope that I shall live to see him!" —¡Oh, madre, madre querida! —exclamó Ernest, batiendo palmas sobre su cabeza, ¡Espero que viviré para verlo!
His mother was an affectionate and thoughtful woman, and felt that it was wisest not to discourage the generous hopes of her little boy. So she only said to him, "Perhaps you may." Su madre era una mujer afectuosa y prudente y juzgó que lo más sensato sería no desalentar las esperanzas generosas de su hijo. De modo que se limitó a decirle: —Quizá lo veas.
And Ernest never forgot the story that his mother told him. It was always in his mind, whenever he looked upon the Great Stone Face. He spent his childhood in the log-cottage where he was born, and was dutiful to his mother, and help ful to her in many things, assisting her much with his little hands, and more with his loving heart. In this manner, from a happy yet often pensive child, he grew up to be a mild, quiet, unobtrusive boy, and sun-browned with labor in the fields, but with more intelligence brightening his aspect than is seen in many lads who have been taught at famous schools. Yet Ernest had had no teacher, save only that the Great Stone Face became one to him. When the toil of the day was over, he would gaze at it for hours, until he began to imagine that those vast features recognized him, and gave him a smile of kindness and encouragement, responsive to his own look of veneration. We must not take upon us to affirm that this was a mistake, although the Face may have looked no more kindly at Ernest than at all the world besides. But the secret was that the boy′s tender and confiding simplicity discerned what other people could not see; and thus the love, which was meant for all, became his peculiar portion. Y Ernest nunca olvidó la historia que su madre le había narrado. Siempre estaba presente en su espíritu, cada vez que contemplaba el Gran Rostro de Piedra. Pasó la infancia en la cabaña de troncos donde había nacido y fue obediente con su madre y la auxilió en muchos aspectos, ayudándola en gran medida con sus manecitas y aún más con su corazón amante. En esta forma, el que había sido un niño feliz, aunque a menudo melancólico, se convirtió en un muchacho manso, callado, retraído v tostado por las faenas del campo, pero iluminado por una inteligencia mayor que la que se observa en muchos jóvenes que han asistido a famosos colegios. Sin embargo, Ernest no había tenido maestros, salvo el Gran Rostro de Piedra que llegó a cumplir esa función en su vida. Cuando terminaba las tareas del día, Ernest lo contemplaba durante horas, hasta que empezó a imaginar que esas facciones colosales lo reconocían y le dedicaban una sonrisa benévola y reconfortante respondiendo a su propia mirada de veneración. No nos atreveríamos a afirmar que estaba equivocado, aunque es posible que el Rostro no haya contemplado a Ernest con más simpatía que a todo el mundo que lo rodeaba. Pero el secreto consistía en que la tierna y confiada simplicidad del muchacho descubría lo que otras personas no alcanzaban a ver y de este modo el amor que estaba destinado a todos se convirtió en su patrimonio exclusivo.
About this time there went a rumor throughout the valley, that the great man, foretold from ages long ago, who was to bear a resemblance to the Great Stone Face, had appeared at last. It seems that, many years before, a young man had migrated from the valley and settled at a distant seaport, where, after getting together a little money, he had set up as a shopkeeper. His name--but I could never learn whether it was his real one, or a nickname that had grown out of his habits and success in life--was Gathergold. Being shrewd and active, and endowed by Providence with that inscrutable faculty which develops itself in what the world calls luck, he became an exceedingly rich merchant, and owner of a whole fleet of bulky-bottomed ships. All the countries of the globe appeared to join hands for the mere purpose of adding heap after heap to the mountainous accumulation of this one man′s wealth. The cold regions of the north, almost within the gloom and shadow of the Arctic Circle, sent him their tribute in the shape of furs; hot Africa sifted for him the golden sands of her rivers, and gathered up the ivory tusks of her great elephants out of the forests; the East came bringing him the rich shawls, and spices, and teas, and the effulgence of diamonds, and the gleaming purity of large pearls. The ocean, not to be behindhand with the earth, yielded up her mighty whales, that Mr. Gathergold might sell their oil, and make a profit of it. Be the original commodity what it might, it was gold within his grasp. It might be said of him, as of Midas in the fable, that whatever he touched with his finger immediately glistened, and grew yellow, and was changed at once into sterling metal, or, which suited him still better, into piles of coin. And, when Mr. Gathergold had become so very rich that it would have taken him a hundred years only to count his wealth, he bethought himself of his native valley, and resolved to go back thither, and end his days where he was born. With this purpose in view, he sent a skilful architect to build him such a palace as should be fit for a man of his vast wealth to live in. Aproximadamente en esa época circuló por el valle el rumor de que al fin había aparecido el gran hombre que, según se pronosticaba desde épocas remotas, tendría un semblante parecido al Gran Rostro de Piedra. Hacía muchos años, se comentaba, un joven había emigrado del valle y se había radicado en un puerto lejano donde, después de ahorrar un poco de dinero, se instaló como comerciante. Su nombre —aunque jamás lograré saber si era el auténtico o solo un apodo que había derivado de sus costumbres y de su éxito en la vida— era Gathergold. Como era sagaz y activo, y la Providencia lo había dotado con esa facultad inescrutable que el mundo llama suerte, se convirtió en un comerciante fabulosamente rico y propietario de toda una flota de barcos de gran calado. Todos los países del orbe parecían ponerse de acuerdo con el solo fin de apilar más y más riquezas sobre la cuantiosa fortuna de este hombre singular. Las frías regiones del norte, casi perdidas en la lobreguez y las sombras del Círculo Ártico, le pagaban tributo en forma de pieles; La cálida África cernía para él las arenas auríferas de sus ríos y extraía de los bosques los ebúrneos colmillos de sus gigantescos elefantes; el Oriente le ofrecía los ricos chales, las especias, los tés, el fulgor de los diamantes y la resplandeciente pureza de las grandes perlas. El océano, para no quedar a la zaga de la tierra, le concedía enormes ballenas, para que el señor Gathergold pudiera vender su aceite y aumentar sus ganancias. Cualquiera fuese la mercadería originaria, sus manos la trasformaban en oro. De él se podría haber dicho, como del Midas de la Fábula, que todo lo que su dedo tocaba refulgía inmediatamente, y se tornaba amarillo, y se convertía en seguida en oro puro o, para su mayor comodidad, en pilas de monedas. Y cuando el señor Gathergold se hubo enriquecido tanto que habría necesitado un siglo solo para contar su fortuna, recordó su valle nativo y resolvió regresar a él y terminar sus días allí donde había visto la luz por primera vez. Con esta intención, despachó a un experto arquitecto para que construyera un palacio digno de un hombre tan opulento como él.
As I have said above, it had already been rumored in the valley that Mr. Gathergold had turned out to be the prophetic personage so long and vainly looked for, and that his visage was the perfect and undeniable similitude of the Great Stone Face. People were the more ready to believe that this must needs be the fact, when they beheld the splendid edifice that rose, as if by enchantment, on the site of his father′s old weatherbeaten farm-house. The exterior was of marble, so dazzlingly white that it seemed as though the whole structure might melt away in the sunshine, like those humbler ones which Mr. Gathergold, in his young play-days, before his fingers were gifted with the touch of transmutation, had been accustomed to build of snow. It had a richly ornamented portico, supported by tall pillars, beneath which was a lofty door, studded with silver knobs, and made of a kind of variegated wood that had been brought from beyond the sea. The windows, from the floor to the ceiling of each stately apartment, were composed, respectively, of but one enormous pane of glass, so transparently pure that it was said to be a finer medium than even the vacant atmosphere. Hardly anybody had been permitted to see the interior of this palace; but it was reported, and with good semblance of truth, to be far more gorgeous than the outside, insomuch that whatever was iron or brass in other houses was silver or gold in this; and Mr. Gathergold′s bedchamber, especially, made such a glittering appearance that no ordinary man would have been able to close his eyes there. But, on the other hand, Mr. Gathergold was now so inured to wealth, that perhaps he could not have closed his eyes unless where the gleam of it was certain to find its way beneath his eyelids. Como ya dije, circuló por el valle el rumor de que el señor Gathergold era el personaje profético que en vano haH blan aguardado durante tanto tiempo, y que sus facciones tenían una semejanza perfecta e incontrovertible con las del Gran Rostro de Piedra. Las gentes se sintieron aun más dispuestas a creer que así debía ser cuando vieron el magnífico edificio que se levantó, como por arte de magia, en el solar que antaño había ocupado la vieja granja de su padre castigada por los elementos. Su exterior era de mármol, tan resplandecientemente blanco que producía la impresión de que toda la estructura se disolvería bajo el sol, como aquellas otras más humildes que el señor Gathergold solía construir con nieve en los días de sus juegos infantiles, antes de que sus dedos estuvieran dotados con la virtud de la transmutación. Tenía un atrio ricamente ornamentado, sostenido por altas columnas, y en él se elevaba un portal majestuoso, tachonado con clavos de plata, y confeccionado con una especie de madera jaspeada traída de allende los mares. Las ventanas, que se abrían desde el piso hasta el cielo raso de cada soberbio aposento, constaban, cada una de ellas, de una sola lámina altísima de cristal, tan translúcidamente puro que se decía que era un medio más claro aún que el vacío. Muy pocos habían recibido autorización para visitar el interior del palacio, pero se rumoreaba, con bastante verosimilitud, que era mucho más bello que el exterior, por cuanto todo aquello que en las otras casas era de hierro o de bronce, era en ésta de plata o de oro; y, en particular, la alcoba del señor Gathergold tenía un aspecto tan relumbrante que ningún hombre común habría atinado a cerrar sus ojos en ella. Pero, al mismo tiempo, el señor Gathergold ya estaba tan inmunizado contra la riqueza, que quizás él no habría podido cerrar sus ojos excepto allí donde su resplandor se colara inevitablemente debajo de sus párpados.
In due time, the mansion was finished; next came the upholsterers, with magnificent furniture; then, a whole troop of black and white servants, the harbingers of Mr. Gathergold, who, in his own majestic person, was expected to arrive at sunset. Our friend Ernest, meanwhile, had been deeply stirred by the idea that the great man, the noble man, the man of prophecy, after so many ages of delay, was at length to be made manifest to his native valley. He knew, boy as he was, that there were a thousand ways in which Mr. Gathergold, with his vast wealth, might transform himself into an angel of beneficence, and assume a control over human affairs as wide and benignant as the smile of the Great Stone Face. Full of faith and hope, Ernest doubted not that what the people said was true, and that now he was to behold the living likeness of those wondrous features on the mountain-side. While the boy was still gazing up the valley, and fancying, as he always did, that the Great Stone Face returned his gaze and looked kindly at him, the rumbling of wheels was heard, approaching swiftly along the winding road. La mansión quedó concluida a su debido tiempo y en seguida llegaron los tapiceros, con muebles fastuosos. Vino luego, un ejército íntegro de sirvientes negros y blancos, que eran los heraldos del señor Gathergold, cuya majestuosa persona arribaría a la hora del crepúsculo. Mientras tanto, nuestro amigo Ernest estaba profundamente conmovido por la idea de que el gran hombre, el noble caballero, el protagonista de la profecía, aparecería por fin en su valle natal, después de tantos siglos de demora. Aunque era muy joven, sabía que, con su inmensa fortuna, el señor Gathergold podría trasformarse, de mil formas distintas, en un ángel bienhechor y asumir sobre las cuestiones humanas un control tan vasto y benigno como la sonrisa del Gran Rostro de Piedra. Desbordante de fe y esperanza, Ernest no dudaba de lo que decía la gente, y de que vería la reproducción viviente de los maravillosos rasgos dibujados sobre la ladera de la montaña. Mientras el muchacho escrutaba las alturas del valle, imaginando como siempre que el Gran Rostro de Piedra le devolvía la mirada y le sonreía bondadosamente, se oyó el estrépito de las ruedas que se acercaban a toda velocidad por el sinuoso camino.
"Here he comes!" cried a group of people who were assembled to witness the arrival. "Here comes the great Mr. Gathergold!" —¡Aquí llega! —gritó un grupo de personas que se habían reunido para presenciar el arribo—. ¡Aquí llega el gran señor Gathergold!
A carriage, drawn by four horses, dashed round the turn of the road. Within it, thrust partly out of the window, appeared the physiognomy of the old man, with a skin as yellow as if his own Midas-hand had transmuted it. He had a low forehead, small, sharp eyes, puckered about with innumerable wrinkles, and very thin lips, which he made still thinner by pressing them forcibly together. Un carruaje tirado por cuatro caballos apareció por el recodo del camino. En su interior, parcialmente asomada por la ventana, vieron la fisonomía de un hombrecillo enjuto, con una piel tan amarilla como si hubiera sido trasmutada por su propio toque de Midas. Tenía una frente estrecha, ojos pequeños y penetrantes, rodeados por incontables arrugas, y unos labios muy finos, que él afinaba aun más al apretarlos con fuerza.
"The very image of the Great Stone Face!" shouted the people. "Sure enough, the old prophecy is true; and here we have the great man come, at last!" —¡Es la fiel imagen del Gran Rostro de Piedra! —vociferaba la gente—. Ciertamente se ha cumplido la vieja profecía y aquí tenemos por fin al gran hombre.
And, what greatly perplexed Ernest, they seemed actually to believe that here was the likeness which they spoke of. By the roadside there chanced to be an old beggar-woman and two little beggar-children, stragglers from some far-off region, who, as the carriage rolled onward, held out their hands and lifted up their doleful voices, most piteously beseeching charity. A yellow claw--the very same that had clawed together so much wealth--poked itself out of the coach-window, and dropt some copper coins upon the ground; so that, though the great man′s name seems to have been Gathergold, he might just as suitably have been nicknamed Scattercopper. Still, nevertheless, with an earnest shout, and evidently with as much good faith as ever, the people bellowed, "He is the very image of the Great Stone Face!" Y, lo que desconcertó grandemente a Ernest, parecían creer realmente en esa semejanza de la que hablaban. A la vera del camino se hallaban casualmente una anciana mendiga y dos pequeños pordioseros, llegados de alguna región lejana, quienes, al ver pasar el carruaje, extendieron sus manos y elevaron sus lastimosas voces implorando tristemente una caridad. Una garra amarilla —la misma que había rapiñado tanta riqueza— apareció en la ventana y dejó caer sobre la tierra algunas monedas de cobre, de modo que aunque el nombre del ilustre personaje parecía ser Gathergold, se lo podría haber apodado con igual justicia Scattercopper. Sin embargo, a pesar de ello, la gente rugió aun con voz grave y evidentemente con tanta buena fe como antes: —¡Es la fiel imagen del Gran Rostro de Piedra!
But Ernest turned sadly from the wrinkled shrewdness of that sordid visage, and gazed up the valley, where, amid a gathering mist, gilded by the last sunbeams, he could still distinguish those glorious features which had impressed themselves into his soul. Their aspect cheered him. What did the benign lips seem to say? Pero Ernest volvió la espalda tristemente a la arrugada astucia de ese sórdido semblante y miró hacia las alturas del valle, donde, en medio de la creciente bruma, dorada por los últimos rayos del sol, aun podía distinguir esos rasgos maravillosos que se habían grabado en su alma. Su aspecto lo reconfortó. ¿Qué parecían decir sus labios benévolos?
"He will come! Fear not, Ernest; the man will come!" —¡Vendrá! No temas, Ernest, ¡el hombre vendrá!
The years went on, and Ernest ceased to be a boy. He had grown to be a young man now. He attracted little notice from the other inhabitants of the valley; for they saw nothing remarkable in his way of life save that, when the labor of the day was over, he still loved to go apart and gaze and meditate upon the Great Stone Face. According to their idea of the matter, it was a folly, indeed, but pardonable, inasmuch as Ernest was industrious, kind, and neighborly, and neglected no duty for the sake of indulging this idle habit. They knew not that the Great Stone Face had become a teacher to him, and that the sentiment which was expressed in it would enlarge the young man′s heart, and fill it with wider and deeper sympathies than other hearts. They knew not that thence would come a better wisdom than could be learned from books, and a better life than could be moulded on the defaced example of other human lives. Neither did Ernest know that the thoughts and affections which came to him so naturally, in the fields and at the fireside, and wherever he communed with himself, were of a higher tone than those which all men shared with him. A simple soul,--simple as when his mother first taught him the old prophecy,--he beheld the marvellous features beaming adown the valley, and still wondered that their human counterpart was so long in making his appearance. Pasaron los años y Ernest dejó de ser un muchachito. Ya se había convertido en un mozo. No llamaba la atención de los demás habitantes del valle, quienes no veían nada notable en su forma de vida, como no fuera que, cuando concluía el trabajo de la jornada, todavía le gustaba aislarse y contemplar el Gran Rostro de Piedra y meditar acerca de él. A juicio de todos ellos, era una extravagancia en verdad, pero perdonable, porque Ernest era laborioso, amable y cordial con sus vecinos, y no descuidaba sus deberes para consagrarse a ese hábito ocioso. No sabían que el Gran Rostro de Piedra había sido su maestro, y que el sentimiento que en él se expresaba ensancharía el corazón del joven y lo poblaría con simpatías más vastas y profundas que las que habitaban en otros corazones. Ignoraban que de allí emanaría una sabiduría superior a la que podía aprenderse en los libros, como también una existencia mejor que la que podía calcarse del mutilado ejemplo de otras vidas humanas. Ernest tampoco sabía que los pensamientos y los afectos que brotaban en él con tanta naturalidad, cuando estaba en los campos o junto a la chimenea, o en cualquier otro lugar donde platicara consigo mismo, eran más sublimes que los que los demás hombres compartían con él. Siendo un alma sencilla —tan sencilla como cuando su madre le había hecho conocer por primera vez la vieja profecía—, contemplaba las prodigiosas facciones que sonreían sobre el valle y continuaba preguntándose por qué la contraparte humana de aquella imagen tardaba tanto en aparecer.
By this time poor Mr. Gathergold was dead and buried; and the oddest part of the matter was, that his wealth, which was the body and spirit of his existence, had disappeared before his death, leaving nothing of him but a living skeleton, covered over with a wrinkled yellow skin. Since the melting away of his gold, it had been very generally conceded that there was no such striking resemblance, after all, betwixt the ignoble features of the ruined merchant and that majestic face upon the mountain-side. So the people ceased to honor him during his lifetime, and quietly consigned him to forgetfulness after his decease. Once in a while, it is true, his memory was brought up in connection with the magnificent palace which he had built, and which had long ago been turned into a hotel for the accommodation of strangers, multitudes of whom came, every summer, to visit that famous natural curiosity, the Great Stone Face. Thus, Mr. Gathergold being discredited and thrown into the shade, the man of prophecy was yet to come. Para ese entonces el buen señor Gathergold ya estaba muerto y sepultado, y lo más extraño de todo era que su fortuna, que había sido el cuerpo y el espíritu de su existencia, había desaparecido antes de su defunción, quedando de él solo un esqueleto viviente, cubierto por una piel arrugada y amarilla. Desde el momento en que se disipó su oro todos coincidieron en que, al fin y al cabo, no existía aquella notable semejanza entre los viles rasgos del mercader arruinado y el semblante majestuoso de la montaña. De modo que la gente dejó de honrarlo durante su vida y lo relegó apaciblemente al olvido después de su muerte. Es cierto que de vez en cuando se lo recordaba con motivo del magnífico palacio que se había hecho construir y que había sido transformado, ya hacía mucho, en un hotel para alojamiento de forasteros, los cuales llegaban en caravana, todos los veranos, para visitar esa famosa curiosidad natural que era el Gran Rostro de Piedra. Por consiguiente, una vez desacreditado y preterido el señor Gatliergold, se recordó que el hombre de la profecía aun no había aparecido.
It so happened that a native-born son of the valley, many years before, had enlisted as a soldier, and, after a great deal of hard fighting, had now become an illustrious commander. Whatever he may be called in history, he was known in camps and on the battle-field under the nickname of Old Blood-and-Thunder. This war-worn veteran being now infirm with age and wounds, and weary of the turmoil of a military life, and of the roll of the drum and the clangor of the trumpet, that had so long been ringing in his ears, had lately signified a purpose of returning to his native valley, hoping to find repose where he remembered to have left it. The inhabitants, his old neighbors and their grown-up children, were resolved to welcome the renowned warrior with a salute of cannon and a public dinner; and all the more enthusiastically, it being affirmed that now, at last, the likeness of the Great Stone Face had actually appeared. An aid-de-camp of Old Blood-and-Thunder, travelling through the valley, was said to have been struck with the resemblance. Moreover the schoolmates and early acquaintances of the general were ready to testify, on oath, that, to the best of their recollection, the aforesaid general had been exceedingly like the majestic image, even when a boy, only the idea had never occurred to them at that period. Great, therefore, was the excitement throughout the valley; and many people, who had never once thought of glancing at the Great Stone Face for years before, now spent their time in gazing at it, for the sake of knowing exactly how General Blood-and-Thunder looked. Resultó que, muchos años atrás, un hijo nativo del valle se había enrolado en el ejército y, después de tomar parte en cruentas batallas, se había convertido ahora en un ilustre comandante. Cualquiera haya sido el nombre con el que se inscribió en la historia, en las guarniciones y en los campos de batalla se lo conocía por el apodo de Old Blood—andH Thunder. Este veterano guerrero, ya desgastado por la edad y las heridas, y cansado de los trajines de la vida militar y del redoble del tambor y de los toques de trompeta que habían resonado durante tanto tiempo en sus oídos, había manifestado últimamente la intención de regresar a su valle natal, con la esperanza de hallar el reposo allí donde recordaba haberlo dejado. Los habitantes, sus viejos vecinos y los hijos ya crecidos de éstos, resolvieron recibir al famoso soldado con salvas de cañón y un banquete público, con tanto mayor entusiasmo todo ello cuanto que se afirmaba que ahora, por fin, había aparecido en verdad el gemelo del Gran Rostro de Piedra. Se decía que, al cruzar por el valle, un edecán del viejo Blood— and—Thunder había quedado atónito ante la semejanza. Además, los condiscípulos y antiguos amigos del general estaban dispuestos a atestiguar, bajo juramento, que, por lo que recordaban, el citado general se parecía extraordinariamente a la majestuosa imagen, incluso cuando era niño, aunque en esa época nunca se les había ocurrido pensarlo. De modo que fue muy grande la conmoción que se apoderó del valle y, muchas personas, que durante los últimos años nunca se habían dignado a echar una mirada al Gran Rostro de Piedra, pasaban ahora todo el tiempo contemplándolo, para saber exactamente cuál era el aspecto del general Blood— and—Thunder.
On the day of the great festival, Ernest, with all the other people of the valley, left their work, and proceeded to the spot where the sylvan banquet was prepared. As he approached, the loud voice of the Rev. Dr. Battleblast was heard, beseeching a blessing on the good things set before them, and on the distinguished friend of peace in whose honor they were assembled. The tables were arranged in a cleared space of the woods, shut in by the surrounding trees, except where a vista opened eastward, and afforded a distant view of the Great Stone Face. Over the general′s chair, which was a relic from the home of Washington, there was an arch of verdant boughs, with the laurel profusely intermixed, and surmounted by his country′s banner, beneath which he had won his victories. Our friend Ernest raised himself on his tiptoes, in hopes to get a glimpse of the celebrated guest; but there was a mighty crowd about the tables anxious to hear the toasts and speeches, and to catch any word that might fall from the general in reply; and a volunteer company, doing duty as a guard, pricked ruthlessly with their bayonets at any particularly quiet person among the throng. So Ernest, being of an unobtrusive character, was thrust quite into the background, where he could see no more of Old Blood-and-Thunder′s physiognomy than if it had been still blazing on the battle-field. To console himself, he turned towards the Great Stone Face, which, like a faithful and long remembered friend, looked back and smiled upon him through the vista of the forest. Meantime, however, he could overhear the remarks of various individuals, who were comparing the features of the hero with the face on the distant mountain-side. Cuando llegó el día del gran festival, Ernest abandonó su trabajo junto con el resto de la población del valle, y se trasladó al lugar donde había sido organizado el banquete rural. Al aproximarse, oyó el vozarrón del reverendo doctor Battleblast, imploraba la bendición para las buenas cosas distribuidas sobre la mesa y para el distinguido amigo de la paz en cuyo honor se habían congregado. Las mesas estaban instaladas en un claro del bosque, circundado de árboles, salvo allí donde se abría hacia el este una perspectiva que permitía ver, a lo lejos, el Gran Rostro de Piedra. Sobre la silla del general, que era una reliquia de la casa de Washington, se elevaba un arco de ramas verdeantes, profusamente entrelazadas con laureles, y rematado por el lábaro de la patria, a cuyo amparo había conquistado sus victorias. Nuestro amigo Ernest se empinó en puntas do pies, con la esperanza de ver al célebre huésped, pero en torno de las mesas se apiñaba una abigarrada multitud ávida por escuchar los brindis y los discursos y por captar cualquier palabra que el general pronunciara a modo de respuesta, y un destacamento de voluntarios, además, que montaba guardia en el lugar, pinchaba despiadadamente con sus bayonetas a cualquier persona demasiado indiferente que se destacara entre la muchedumbre. De modo que Ernest, que era un individuo apacible, fue arrojado a las últimas filas, desde donde le resultaba tan difícil distinguir la fisonomía del vicio Blood— and—Thunder como si éste hubiese estado todavía en medio del fragor de alguna batalla. Para consolarse, Ernest se volvió hacia el Gran Rostro de Piedra, que lo mismo que un fiel y añorado amigo, le devolvió la mirada y le sonrió a través de la perspectiva del bosque. Sin embargo, en el ínterin, alcanzó a escuchar los comentarios de varias personas que comparaban los rasgos del héroe con el rostro de la lejana montaña.
" ′Tis the same face, to a hair!" cried one man, cutting a caper for joy. —¡Es la misma cara, hasta el último pelo! —exclamó un hombre, dando un brinco de júbilo.
"Wonderfully like, that′s a fact!" responded another. —¡Fantásticamente parecidos, en verdad! —respondió otro.
"Like! why, I call it Old Blood-and-Thunder himself, in a monstrous looking-glass!" cried a third. "And why not? He′s the greatest man of this or any other age, beyond a doubt." —¡Parecidos! Vaya, yo diría que es el viejo Bloodand— Thunder en persona, visto a través de una lupa monstruosa —afirmó un tercero—. ¡Y por qué no! Sin duda es el hombre más extraordinario de esta o de cualquier otra época.
And then all three of the speakers gave a great shout, which communicated electricity to the crowd, and called forth a roar from a thousand voices, that went reverberating for miles among the mountains, until you might have supposed that the Great Stone Face had poured its thunderbreath into the cry. All these comments, and this vast enthusiasm, served the more to interest our friend; nor did he think of questioning that now, at length, the mountain-visage had found its human counterpart. It is true, Ernest had imagined that this long-looked-for personage would appear in the character of a man of peace, uttering wisdom, and doing good, and making people happy. But, taking an habitual breadth of view, with all his simplicity, he contended that Providence should choose its own method of blessing mankind, and could conceive that this great end might be effected even by a warrior and a bloody sword, should inscrutable wisdom see fit to order matters so. Y entonces los tres platicantes lanzaron un grito colosal, que electrizó a la multitud, y desencadenó un clamor de mil voces que reverberó millas y millas a lo largo de las montañas, hasta que se podría haber pensado que el Gran Rostro de Piedra había sumado al grito su acento de trueno. Todos estos comentarios, y la magnitud del entusiasmo, no hicieron más que aguzar el interés de nuestro amigo, al que no se le ocurrió dudar de que ahora sí, por fin, el rostro de la montaña había encontrado su contraparte humana. Es cierto que Ernest había imaginado que el largamente esperado personaje aparecería como un hombre de paz, impartiendo sabiduría, predicando el bien y haciendo feliz a la gente. Pero, con su habitual amplitud de concepto, y toda su simplicidad, se dijo que la Providencia debía elegir su propio método para bendecir a la humanidad y pensó que este sublime objetivo podía ser alcanzado incluso por intermedio de un guerrero y de una espada tinta en sangre, si así lo disponía la insondable sapiencia.
"The general! the general!" was now the cry. "Hush! silence! Old Blood-and-Thunder′s going to make a speech." —¡El general! ¡El general! —decía ahora el clamor—. ¡Shhh! ¡Silencio! El viejo Blood—and—Thunder va a pronunciar un discurso.
Even so; for, the cloth being removed, the general′s health had been drunk, amid shouts of applause, and he now stood upon his feet to thank the company. Ernest saw him. There he was, over the shoulders of the crowd, from the two glittering epaulets and embroidered collar upward, beneath the arch of green boughs with intertwined laurel, and the banner drooping as if to shade his brow! And there, too, visible in the same glance, through the vista of the forest, appeared the Great Stone Face! And was there, indeed, such a resemblance as the crowd had testified? Alas, Ernest could not recognize it! He beheld a war-worn and weatherbeaten countenance, full of energy, and expressive of an iron will; but the gentle wisdom, the deep, broad, tender sympathies, were altogether wanting in Old Blood-and-Thunder′s visage; and even if the Great Stone Face had assumed his look of stern command, the milder traits would still have tempered it. Una vez retirado el mantel, se había brindado por la salud del general en medio de salvas de aplausos y, a continuación, el prócer se irguió para dar las gracias a la concurrencia. Ernest lo vio. Allí estaba, asomando la cabeza sobre los hombros de la multitud, a partir de las dos relucientes charreteras y el cuello recamado del uniforme, debajo del arco de ramas verdes entrelazadas con laurel, y con la bandera caída como si quisiera proteger su frente del sol. Y con la misma mirada podía abarcar, en el fondo de la perspectiva del bosque, el Gran Rostro de Piedra. ¿Existía, en verdad, la semejanza que la multitud había señalado? Ay, Ernest no la encontraba. Él veía un semblante curtido por la guerra y los elementos, desbordante de energía y trasuntando una voluntad de hierro. Pero sus facciones carecían totalmente de esa dulce sabiduría, de esos sentimientos profundos, vastos y tiernos, que se apreciaban en el Gran Rostro de Piedra. Aunque éste hubiera asumido su expresión de autoridad severa, sus rasgos más apacibles la habrían atemperado.
"This is not the man of prophecy," sighed Ernest to himself, as he made his way out of the throng. "And must the world wait longer yet?" "Este no es el hombre de la profecía", se dijo Ernest, mientras se abría paso entre la muchedumbre. "¿Es que el mundo deberá continuar esperando?"
The mists had congregated about the distant mountain-side, and there were seen the grand and awful features of the Great Stone Face, awful but benignant, as if a mighty angel were sitting among the hills, and enrobing himself in a cloud-vesture of gold and purple. As he looked, Ernest could hardly believe but that a smile beamed over the whole visage, with a radiance still brightening, although without motion of the lips. It was probably the effect of the western sunshine, melting through the thinly diffused vapors that had swept between him and the object that he gazed at. But--as it always did--the aspect of his marvellous friend made Ernest as hopeful as if he had never hoped in vain. La bruma se había acumulado sobre la ladera distante, y a través de ella se veían las facciones del Gran Rostro de Piedra, impresionantes pero benévolas, como si un ángel podeH roso se hubiera sentado entre las montañas y se hubiera arrebujado en un manto de nubes doradas y purpúreas. Mientras lo contemplaba, a Ernest le resultó difícil convencerse de que una sonrisa lucía sobre aquel semblante, con un resplandor todavía refulgente aunque sus labios no se movieran. Quizás era el efecto del sol poniente, que se desvanecía entre los vapores finamente diluidos que se habían deslizado entre él y el objeto que contemplaba. Pero —como siempre le sucedía— la expresión de su prodigioso amigo le infundió tantas esperanzas como si nunca hubiera aguardado en vano.
"Fear not, Ernest," said his heart, even as if the Great Face were whispering him,--fear not, Ernest; he will come." "No temas, Ernest —le decía su corazón, casi como si el mismo Gran Rostro de Piedra se lo susurrara—, no temas, Ernest; vendrá."
More years sped swiftly and tranquilly away. Ernest still dwelt in his native valley, and was now a man of middle age. By imperceptible degrees, he had become known among the people. Now, as heretofore, he labored for his bread, and was the same simple-hearted man that he had always been. But he had thought and felt so much, he had given so many of the best hours of his life to unworldly hopes for some great good to mankind, that it seemed as though he had been talking with the angels, and had imbibed a portion of their wisdom unawares. It was visible in the calm and well-considered beneficence of his daily life, the quiet stream of which had made a wide green margin all along its course. Not a day passed by, that the world was not the better because this man, humble as he was, had lived. He never stepped aside from his own path, yet would always reach a blessing to his neighbor. Almost involuntarily too, he had become a preacher. The pure and high simplicity of his thought, which, as one of its manifestations, took shape in the good deeds that dropped silently from his hand, flowed also forth in speech. He uttered truths that wrought upon and moulded the lives of those who heard him. His auditors, it may be, never suspected that Ernest, their own neighbor and familiar friend, was more than an ordinary man; least of all did Ernest himself suspect it; but, inevitably as the murmur of a rivulet, came thoughts out of his mouth that no other human lips had spoken. Algunos otros años transcurrieron rápida y apaciblemente. Ernest vivía aún en su valle nativo y ya era un hombre de edad mediana. Poco a poco, imperceptiblemente, se había hecho conocer entre la gente. Ahora, como antes, trabajaba para ganarse el pan, y era el mismo hombre de corazón sencillo que había sido siempre. Pero había pensado y sentido tanto, había consagrado tantas de las mejores horas de su vida a la fantástica esperanza de una dicha extraordinaria para la humanidad, que parecía haber estado dialogando con los ángeles y haber asimilado inconscientemente una dosis de su sabiduría. Se advertía en el sereno y reflexivo beneficio que producía su vida cotidiana, cuyo plácido fluir había fecundado una ancha y verde ribera a lo largo de su curso. No pasaba un día sin que el mundo no mejorara por el hecho de que este hombre, no obstante su humildad, huH biese nacido. Nunca se apartaba de su propia senda, y, sin embargo, siempre echaba una bendición a su prójimo. También casi involuntariamente se había convertido en predicador. La pura y sublime sencillez de su pensamiento que, como una de sus manifestaciones, se materializaba en las buenas acciones que brotaban silenciosamente de sus manos, también brotaba de su verbo. Enunciaba verdades que incidían sobre las vidas de quienes lo escuchaban, modificándolas. Es posible que sus oyentes no sospecharan que Ernest, su propio vecino y amigo de todos los días, fuese algo más que un hombre común; y Ernest era quien menos lo creía; pero de sus labios brotaban, inevitablemente, como de un arroyo los murmullos, pensamientos que ningunos otros labios humanos habían formulado antes.
When the people′s minds had had a little time to cool, they were ready enough to acknowledge their mistake in imagining a similarity between General Blood-and-Thunder′s truculent physiognomy and the benign visage on the mountain-side. But now, again, there were reports and many paragraphs in the newspapers, affirming that the likeness of the Great Stone Face had appeared upon the broad shoulders of a certain eminent statesman. He, like Mr. Gathergold and Old Blood-and-Thunder, was a native of the valley, but had left it in his early days, and taken up the trades of law and politics. Instead of the rich man′s wealth and the warrior′s sword, he had but a tongue, and it was mightier than both together. So wonderfully eloquent was he, that whatever he might choose to say, his auditors had no choice but to believe him; wrong looked like right, and right like wrong; for when it pleased him, he could make a kind of illuminated fog with his mere breath, and obscure the natural daylight with it. His tongue, indeed, was a magic instrument: sometimes it rumbled like the thunder; sometimes it warbled like the sweetest music. It was the blast of war, the song of peace; and it seemed to have a heart in it, when there was no such matter. In good truth, he was a wondrous man; and when his tongue had acquired him all other imaginable success,--when it had been heard in halls of state, and in the courts of princes and potentates,--after it had made him known all over the world, even as a voice crying from shore to shore,--it finally persuaded his countrymen to select him for the Presidency. Before this time,--indeed, as soon as he began to grow celebrated,--his admirers had found out the resemblance between him and the Great Stone Face; and so much were they struck by it, that throughout the country this distinguished gentleman was known by the name of Old Stony Phiz. The phrase was considered as giving a highly favorable aspect to his political prospects; for, as is likewise the case with the Popedom, nobody ever becomes President without taking a name other than his own. Cuando el ánimo de la gente, con el paso del tiempo, pudo calmarse, todos accedieron a reconocer el error que habían cometido al imaginar que existía un parecido entre la truculenta fisonomía del general Blood—and—Thunder y el benévolo semblante de la montaña. Pero ahora, una vez más, los rumores y ciertas noticias de los diarios afirmaban que la imagen del Gran Rostro de Piedra había aparecido sobre los anchos hombros de cierto eminente estadista. Este, lo mismo que el señor Gathergold y que el viejo Blood—and—Thunder, era oriundo del valle, pero lo había abandonado siendo un niño y luego se había internado en los avatares del derecho y la política. No contaba ni con la fortuna del rico ni con la espada del guerrero, sino solo con su lengua, y ésta era más poderosa que las otras dos juntas. Era tan maravillosamente elocuente que su público no podía sino creer todo lo que él optaba por decirle. Lo malo parecía bueno y lo bueno, malo. Pues cuando él lo deseaba podía engendrar una especie de bruma luminosa con su solo aliento, o también oscurecer la luz natural del día. Su lengua era en verdad un instrumento mágico: a veces retumbaba como el trueno; a veces susurraba como la melodía más dulce. Era el redoble de la guerra o el himno de la paz, y parecía poseer un corazón, cuando no existía nada por el estilo. Para ser veraces, era un hombre prodigioso; y cuando su lengua le hubo concedido todas las victorias imaginables, cuando se hubo hecho oír en las cámaras del Estado y en las cortes de príncipes y potentados, cuando le hubo procurado fama en todo el mundo, incluso como una voz que clamaba de un continente a otro, finalmente persuadió a sus conciudadanos para que lo encumbraran a la presidencia. Antes de esto, en realidad, apenas empezó a hacerse célebre sus admiradores habían descubierto su gran semejanza con el Gran Rostro de Piedra, y esto los impresionó tanto que a tan distinguido caballero se lo conocía en todo el país por el nombre de Old Stony Phiz. Se pensó que el mote favorecería sus perspectivas políticas, porque tal como sucede en el caso del Papado, nadie conquista la presidencia si antes no adopta un nombre distinto del propio.
While his friends were doing their best to make him President, Old Stony Phiz, as he was called, set out on a visit to the valley where he was born. Of course, he had no other object than to shake hands with his fellow-citizens and neither thought nor cared about any effect which his progress through the country might have upon the election. Magnificent preparations were made to receive the illustrious statesman; a cavalcade of horsemen set forth to meet him at the boundary line of the State, and all the people left their business and gathered along the wayside to see him pass. Among these was Ernest. Though more than once disappointed, as we have seen, he had such a hopeful and confiding nature, that he was always ready to believe in whatever seemed beautiful and good. He kept his heart continually open, and thus was sure to catch the blessing from on high when it should come. So now again, as buoyantly as ever, he went forth to behold the likeness of the Great Stone Face. Mientras sus amigos hacían todo lo posible por elevarlo a presidente, Old Stony Phiz, como lo llamaban, emprendió un viaje de visita al valle donde había nacido. Naturalmente, no lo animaba otro propósito que el de estrechar las manos de sus conciudadanos, sin que lo preocupara ni le interesara el efecto que su paso a través del país podría tener sobre la elección. Se hicieron grandes preparativos para recibir al ilustre estadista; una legión de jinetes fue a esperarlo en el límite del Estado, y todos los pobladores abandonaron sus tareas y se apiñaron a la vera del camino para verlo pasar. Entre ellos estaba Ernest. Aunque había sufrido más de una desilusión, como ya sabemos, tenía un carácter tan confiado y optimista que siempre estaba dispuesto a creer en todo aquello que pareciera hermoso y bueno. Mantenía su corazón constantemente abierto y así estaba seguro de que recibiría la bienaventuranza del cielo, cuando ésta llegara. De modo que una vez más, acudió tan entusiasmado como siempre a contemplar al sosías del Gran Rostro de Piedra.
The cavalcade came prancing along the road, with a great clattering of hoofs and a mighty cloud of dust, which rose up so dense and high that the visage of the mountain-side was completely hidden from Ernest′s eyes. All the great men of the neighborhood were there on horseback; militia officers, in uniform; the member of Congress; the sheriff of the county; the editors of newspapers; and many a farmer, too, had mounted his patient steed, with his Sunday coat upon his back. It really was a very brilliant spectacle, especially as there were numerous banners flaunting over the cavalcade, on some of which were gorgeous portraits of the illustrious statesman and the Great Stone Face, smiling familiarly at one another, like two brothers. If the pictures were to be trusted, the mutual resemblance, it must be confessed, was marvellous. We must not forget to mention that there was a band of music, which made the echoes of the mountains ring and reverberate with the loud triumph of its strains; so that airy and soul-thrilling melodies broke out among all the heights and hollows, as if every nook of his native valley had found a voice, to welcome the distinguished guest. But the grandest effect was when the far-off mountain precipice flung back the music; for then the Great Stone Face itself seemed to be swelling the triumphant chorus, in acknowledgment that, at length, the man of prophecy was come. Los jinetes llegaron al trote por la carretera, con gran repique de cascos y en medio de una inmensa nube de polvo tan espesa y alta que ocultaba por completo de la vista de Ernest el rostro de la montaña. Todos los próceres de la comarca estaban allí, a caballo: los oficiales de la milicia, uniformados; el diputado local; el sheriff del condado; los directores de los diarios; y muchos granjeros, también, habían montado sobre sus pacientes jamelgos, con el saco dominguero a la espalda. Era, realmente, un espectáculo brillante, en particular porque sobre los jinetes flotaban innumerables banderolas, en algunas de las cuales se veían hermosos retratos del ilustre estadista y del Gran Rostro de Piedra, que intercambiaban familiares sonrisas, como dos hermanos. A juzgar por los retratos, forzoso es confesarlo, el parecido era extraordinario. No debemos omitir la mención de la banda de música, que hacía vibrar y retumbar los ecos de las montañas con la marcial estridencia de sus acorde, de modo que las melodías vivaces y estimulantes estallaban entre todas las cumbres y hondonadas como si cada rincón del valle nativo hubiera encontrado una voz para dar la bienvenida al distinguido huésped. Pero el efecto más solemne se logró cuando el lejano farallón de la montaña devolvió la música, porque entonces el Gran Rostro de Piedra pareció reforzar personalmente el coro triunfal, reconociendo que, por fin, había llegado el hombre de la profecía.
All this while the people were throwing up their hats and shouting with enthusiasm so contagious that the heart of Ernest kindled up, and he likewise threw up his hat, and shouted, as loudly as the loudest, "Huzza for the great man! Huzza for Old Stony Phiz!" But as yet he had not seen him. Todo esto sucedía mientras la gente arrojaba sus sombreros al aire y gritaba con una vehemencia tan contagiosa que a Ernest se le inflamó el corazón, y él también arrojó su sombrero y vociferó, tan estentóreamente como el que más: —¡Hurra por el gran hombre! ¡Hurra por Old Stony Phiz!
"Here he is, now!" cried those who stood near Ernest. "There! There! Look at Old Stony Phiz and then at the Old Man of the Mountain, and see if they are not as like as two twin-brothers!" Pero todavía no lo había visto. —¡Ya está aquí! —exclamaron los que se hallaban cerca de Ernest—. ¡Atención! ¡Atención! ¡Miren a Old Stony Phiz y luego al Viejo de la Montaña, y digan si no se parecen como hermanos gemelos!
In the midst of all this gallant array came an open barouche, drawn by four white horses; and in the barouche, with his massive head uncovered, sat the illustrious statesman, Old Stony Phiz himself. En medio de este gallardo despliegue avanzaba un birlocho abierto tirado por cuatro caballos blancos, y dentro del carruaje, con su enorme cabeza descubierta, venía sentado el ilustre político, Old Stony Phiz en persona.
"Confess it," said one of Ernest′s neighbors to him, "the Great Stone Face has met its match at last!" —Confiese que por fin el Gran Rostro de Piedra ha encontrado su contraparte —le dijo a Ernest uno de sus vecinos.
Now, it must be owned that, at his first glimpse of the countenance which was bowing and smiling from the barouche, Ernest did fancy that there was a resemblance between it and the old familiar face upon the mountain-side. The brow, with its massive depth and loftiness, and all the other features, indeed, were boldly and strongly hewn, as if in emulation of a more than heroic, of a Titanic model. But the sublimity and stateliness, the grand expression of a divine sympathy, that illuminated the mountain visage and etherealized its ponderous granite substance into spirit, might here be sought in vain. Something had been originally left out, or had departed. And therefore the marvellously gifted statesman had always a weary gloom in the deep caverns of his eyes, as of a child that has outgrown its playthings or a man of mighty faculties and little aims, whose life, with all its high performances, was vague and empty, because no high purpose had endowed it with reality. Ahora bien, hay que admitir que al dirigir su primera mirada al rostro que hacía zalemas y sonreía desde el birlocho, Ernest tuvo la impresión de que guardaba alguna semejanza con el viejo y familiar semblante de la ladera de la montaña. La frente, con su inmensa gravedad y elevación, y todos los otros rasgos, en verdad, estaban audaz y vigorosamente tallados, como si quisieran emular un modelo titánico, más que heroico. Pero habría sido inútil buscar allí la sublimidad y la majestuosidad, la colosal expresión de divina comprensión que iluminaban el rostro de la montaña y trasmutaban su pesada sustancia granítica en espíritu. Algo había sido omitido originariamente, o había desaparecido. Y por ende el estadista maravillosamente dotado tenía siempre en las profundas cavernas de sus ojos una cansada tristeza, como la de un niño que ha superado en edad a sus juguetes, o como la de un hombre de prodigiosas facultades y objetivos pequeños, cuya vida, no obstante sus grandes logros, era vaga y vacía, porque ningún propósito elevado le había impartido autenticidad.
Still, Ernest′s neighbor was thrusting his elbow into his side, and pressing him for an answer. El vecino de Ernest seguía dándole con el codo y reclamándole una respuesta:
"Confess! confess! Is not he the very picture of your Old Man of the Mountain?" —¡Confiese! ¡Confiese! ¿No es la imagen misma de su Viejo de la Montaña?
"No!" said Ernest bluntly, "I see little or no likeness." —No —respondió Ernest, tajantemente—. Veo poca o ninguna semejanza.
"Then so much the worse for the Great Stone Face!" answered his neighbor; and again he set up a shout for Old Stony Phiz. —¡Tanto peor para el Gran Rostro de Piedra! —exclamó su vecino, y continuó aclamando a Old Stony Phiz.
But Ernest turned away, melancholy, and almost despondent: for this was the saddest of his disappointments, to behold a man who might have fulfilled the prophecy, and had not willed to do so. Meantime, the cavalcade, the banners, the music, and the barouches swept past him, with the vociferous crowd in the rear, leaving the dust to settle down, and the Great Stone Face to be revealed again, with the grandeur that it had worn for untold centuries. Pero Ernest se volvió, melancólico y casi desalentado, pues ésta era la más triste de sus desilusiones: ver a un hombre que podría haber cumplido la profecía y no había querido hacerlo. Mientras tanto el desfile, los gallardetes, los acordes musicales y los birlochos pasaban frente a él, seguidos por la multitud vociferante, y detrás de ellos el polvo volvió a asentarse para dejar a la vista el Gran Rostro de Piedra, con la majestuosidad que había lucido durante incontables siglos.
"Lo, here I am, Ernest!" the benign lips seemed to say. "I have waited longer than thou, and am not yet weary. Fear not; the man will come." —¡Oh, aquí estoy, Ernest! —parecieron decir los bondadosos labios—. He esperado más que tú y todavía no estoy cansado. No temas, el hombre vendrá.
The years hurried onward, treading in their haste on one another′s heels. And now they began to bring white hairs, and scatter them over the head of Ernest; they made reverend wrinkles across his forehead, and furrows in his cheeks. He was an aged man. But not in vain had he grown old: more than the white hairs on his head were the sage thoughts in his mind; his wrinkles and furrows were inscriptions that Time had graved, and in which he had written legends of wisdom that had been tested by the tenor of a life. And Ernest had ceased to be obscure. Unsought for, undesired, had come the fame which so many seek, and made him known in the great world, beyond the limits of the valley in which he had dwelt so quietly. College professors, and even the active men of cities, came from far to see and converse with Ernest; for the report had gone abroad that this simple husbandman had ideas unlike those of other men, not gained from books, but of a higher tone,--a tranquil and familiar majesty, as if he had been talking with the angels as his daily friends. Whether it were sage, statesman, or philanthropist, Ernest received these visitors with the gentle sincerity that had characterized him from boyhood, and spoke freely with them of whatever came uppermost, or lay deepest in his heart or their own. While they talked together, his face would kindle, unawares, and shine upon them, as with a mild evening light. Pensive with the fulness of such discourse, his guests took leave and went their way; and passing up the valley, paused to look at the Great Stone Face, imagining that they had seen its likeness in a human countenance, but could not remember where. Los años pasaron de prisa, pisándose los talones unos a otros. Y empezaron a traer cabellos blancos y a diseminarlos sobre la cabeza de Ernest. Trazaron surcos venerables sobre su frente, y arrugas sobre sus mejillas. Era un hombre anciano. Pero no había envejecido en vano: sus pensamientos sensatos superaban en número a las canas de su cabeza; sus surcos y arrugas eran inscripciones que había grabado el Tiempo y en ellas él había estampado leyendas de sabiduría que habían sido puestas a prueba por la sustancia de una vida. Y Ernest ya no era un desconocido. Sin que él lo buscara o lo deseara había llegado el renombre que muchos anhelan, y lo había hecho conocer en el vasto mundo, allende los confines del valle donde había morado tan apaciblemente. Profesores universitarios e incluso los hombres activos de las ciudades llegaban desde lejos para ver a Ernest y conversar con él, porque había circulado en el extranjero la noticia de que este simple campesino tenía ideas distintas de las de los otros hombres, que no había obtenido en los libros sino que tenían un tono más elevado... una grandeza tranquila y familiar, como si hubiera platicado con los ángeles como con sus amigos cotidianos. Ya se tratara de eruditos, estadistas o filántropos, Ernest recibía a estos visitantes con la afable sinceridad que lo había caracterizado desde su infancia, y hablaba francamente con ellos acerca de lo que tenía prioridad o estaba más profundamente implantado en su corazón o en los de sus huéspedes. Mientras dialogaban juntos, su rostro se encendía, inconscientemente, y resplandecía sobre ellos, como una tenue luminaria crepuscular. Sus visitantes se retiraban y se alejaban por los caminos, impresionados por la madurez de semejante plática, y al pasar por el valle se detenían para contemplar el Gran Rostro de Piedra, creyendo que habían visto sus facciones en un semblante humano, pero sin poder recordar dónde.
While Ernest had been growing up and growing old, a bountiful Providence had granted a new poet to this earth. He likewise, was a native of the valley, but had spent the greater part of his life at a distance from that romantic region, pouring out his sweet music amid the bustle and din of cities. Often, however, did the mountains which had been familiar to him in his childhood lift their snowy peaks into the clear atmosphere of his poetry. Neither was the Great Stone Face forgotten, for the poet had celebrated it in an ode, which was grand enough to have been uttered by its own majestic lips. This man of genius, we may say, had come down from heaven with wonderful endowments. If he sang of a mountain, the eyes of all mankind beheld a mightier grandeur reposing on its breast, or soaring to its summit, than had before been seen there. If his theme were a lovely lake, a celestial smile had now been thrown over it, to gleam forever on its surface. If it were the vast old sea, even the deep immensity of its dread bosom seemed to swell the higher, as if moved by the emotions of the song. Thus the world assumed another and a better aspect from the hour that the poet blessed it with his happy eyes. The Creator had bestowed him, as the last best touch to his own handiwork. Creation was not finished till the poet came to interpret, and so complete it. Mientras Ernest había ido creciendo y luego envejeciendo, la Providencia generosa había concedido un nuevo poeta al terruño. Era también nativo del valle pero había pasado la mayor parte de su vida lejos de esa romántica comarca, vertiendo su dulce música en medio del estrépito y la agitación de las ciudades. Sin embargo, las montañas que él había conocido en su infancia erguían frecuentemente sus picos nevados en la trasparente atmósfera de su poesía. Ni había olvidado tampoco el Gran Rostro de Piedra, pues el poeta lo había celebrado en una oda lo suficientemente colosal como para ser pronunciada por sus propios labios majestuosos. Tenemos derecho a decir que este genio —había descendido del cielo con magníficas dotes. Si cantaba a una montaña, los ojos de toda la humanidad veían reposar sobre su seno o desplegarse hasta su cima una grandiosidad mayor que la que anteriormente se había visto en ella. Si su tema era un hermoso lago, una sonrisa celestial fulguraba ahora sobre su superficie, y allí resplandecería eternamente. Si se trataba del viejo e inmenso mar, basta, la profunda inmensidad de su temido abismo parecía remontarse a más altura, como conmovida por los sentimientos de la canción. De modo que el mundo asumió un aspecto distinto y mejor desde el momento en que el poeta lo bendijo con sus ojos dichosos. El Creador lo había engendrado como el toque último y mejor de su propia obra. La creación no quedó concluida mientras el poeta no llegó para interpretarla y, de ese modo, completarla.
The effect was no less high and beautiful, when his human brethren were the subject of his verse. The man or woman, sordid with the common dust of life, who crossed his daily path, and the little child who played in it, were glorified if he beheld them in his mood of poetic faith. He showed the golden links of the great chain that intertwined them with an angelic kindred; he brought out the hidden traits of a celestial birth that made them worthy of such kin. Some, indeed, there were, who thought to show the soundness of their judgment by affirming that all the beauty and dignity of the natural world existed only in the poet′s fancy. Let such men speak for themselves, who undoubtedly appear to have been spawned forth by Nature with a contemptuous bitterness; she having plastered them up out of her refuse stuff, after all the swine were made. As respects all things else, the poet′s ideal was the truest truth. En efecto no era menos sublime y bello cuando el tema de sus versos giraba en torno de sus hermanos los hombres. El hombre o la mujer, ajado por el polvo vulgar de la vida, que cruzaba su sendero cotidiano, y el niño que jugaba en él, se enaltecían cuando él los contemplaba con su espíritu de fe poética. Revelaba los eslabones de oro de la gran cadena que los unía a una estirpe angelical y desentrañaba los rasgos ocultos de un nacimiento celestial que los hacía dignos de semejante parentesco. Había algunos, en verdad, que pretenH dían demostrar la solidez de su juicio afirmando que la belleza y la dignidad del mundo natural sólo existían en la fantasía del poeta. Pero dejemos que tales individuos hablen por sí mismos, pues indudablemente parecerían haber sido forjados por la Naturaleza con despectiva amargura, recubiertos por ella con sus inmundicias, luego de la creación de todos los cerdos. Por lo que concierne al resto, el ideal del poeta era la más auténtica de las verdades
The songs of this poet found their way to Ernest. He read them after his customary toil, seated on the bench before his cottage-door, where for such a length of time he had filled his repose with thought, by gazing at the Great Stone Face. And now as he read stanzas that caused the soul to thrill within him, he lifted his eyes to the vast countenance beaming on him so benignantly. . Los cánticos de este poeta llegaron al conocimiento de Ernest. Solía leerlos, después de su habitual faena, sentado en su banco junto a la puerta de la cabaña, allí donde durante tanto tiempo había poblado su reposo con pensamientos mientras contemplaba el Gran Rostro de Piedra. Y ahora, en tanto leía las estrofas que hacían vibrar su alma, elevó los ojos hacia el inmenso rostro que le sonreía con tanta benevolencia.
"O majestic friend," he murmured, addressing the Great Stone Face, "is not this man worthy to resemble thee?" —Oh, majestuoso amigo —murmuró, dirigiéndose al Gran Rostro de Piedra—. ¿No es éste hombre digno de parecerse a ti?
The Face seemed to smile, but answered not a word. El Rostro pareció sonreír, pero no contestó ni una palabra.
Now it happened that the poet, though he dwelt so far away, had not only heard of Ernest, but had meditated much upon his character, until he deemed nothing so desirable as to meet this man, whose untaught wisdom walked hand in hand with the noble simplicity of his life. One summer morning, therefore, he took passage by the railroad, and, in the decline of the afternoon, alighted from the cars at no great distance from Ernest′s cottage. The great hotel, which had formerly been the palace of Mr. Gathergold, was close at hand, but the poet, with his carpet-bag on his arm, inquired at once where Ernest dwelt, and was resolved to be accepted as his guest. Resultó que el poeta, si bien residía muy lejos de allí, no sólo había oído hablar de Ernest, sino que había meditado mucho acerca de su carácter, hasta que decidió que no había nada que anhelara tanto como entrevistar a ese hombre cuya callada sabiduría marchaba a la par de la noble sencillez de su vida. Por consiguiente, una mañana de verano, sacó un pasaje de ferrocarril y, al caer la tarde, se apeó de los vagones no lejos de la cabaña de Ernest. El gran hotel, que había sido antaño el palacio del señor Gathergold, estaba a pocos pasos de la estación, pero el poeta, con el bolso de viaje sobre el brazo, preguntó inmediatamente dónde vivía Ernest y decidió hacerse aceptar como huésped suyo.
Approaching the door, he there found the good old man, holding a volume in his hand, which alternately he read, and then, with a finger between the leaves, looked lovingly at the Great Stone Face. Cuando se aproximó a la puerta encontró allí al buen viejo, que sostenía en la mano un volumen, que a ratos leía, para mirar luego tiernamente hacila el Gran Rostro de Piedra, con un dedo marcando las hojas.
"Good evening," said the poet. "Can you give a traveller a night′s lodging?" —Buenas tardes —dijo el poeta—. ¿Puede alojar por una noche a un viajero?
"Willingly," answered Ernest; and then he added, smiling, "Methinks I never saw the Great Stone Face look so hospitably at a stranger." —Con mucho gusto —respondió Ernest, y luego agregó, sonriendo—: Creo que el Gran Rostro de Piedra nunca miró a un forastero con expresión tan hospitalaria.
The poet sat down on the bench beside him, and he and Ernest talked together. Often had the poet held intercourse with the wittiest and the wisest, but never before with a man like Ernest, whose thoughts and feelings gushed up with such a natural freedom, and who made great truths so familiar by his simple utterance of them. Angels, as had been so often said, seemed to have wrought with him at his labor in the fields; angels seemed to have sat with him by the fireside; and, dwelling with angels as friend with friends, he had imbibed the sublimity of their ideas, and imbued it with the sweet and lowly charm of household words. So thought the poet. And Ernest, on the other hand, was moved and agitated by the living images which the poet flung out of his mind, and which peopled all the air about the cottage-door with shapes of beauty, both gay and pensive. The sympathies of these two men instructed them with a profounder sense than either could have attained alone. Their minds accorded into one strain, and made delightful music which neither of them could have claimed as all his own, nor distinguished his own share from the other′s. They led one another, as it were, into a high pavilion of their thoughts, so remote, and hitherto so dim, that they had never entered it before, and so beautiful that they desired to be there always. El poeta se sentó sobre el banco, junto a Ernest, y, empezaron a conversar. El poeta había dialogado a menudo con los más ingeniosos y los más sabios, pero nunca con un hombre como Ernest, cuyas ideas y sentimientos brotaban con una libertad tan natural, y que confería un tono tan familiar a las grandes verdades por el solo hecho de enunciarlas. Como se había dicho frecuentemente, los ángeles parecían haber trabajado a su vera en las labores del campo; los ángeles parecían haberse sentado con él junto a la chimenea; y, luego de vivir con los ángeles como un amigo entre amigos, había asimilado la sublimidad de sus ideas, y les había infundido el dulce y vulgar encanto de las palabras hogareñas. Esto era lo que pensaba el poeta, y Ernest, por su parte, se sentía conmovido y agitado por las imágenes vivas que el poeta volcaba de su espíritu, las cuales poblaban toda la atmósfera que rodeaba la puerta de la cabaña con cuadros de belleza, tan alegres como profundos. Las simpatías de estos dos hombres les impartían una sensibilidad mucho más profunda que la que cualquiera de ellos podría haber logrado por sí solo. Sus mentes armonizaban en un mismo diapasón y componían una melodía deliciosa que ninguno de ellos podría haber reivindicado como propia, así como tampoco podría haber desglosado su propio aporte del ajeno. Se conducían el uno al otro, por así decir, a un pabellón eminente de sus pensamientos, tan remoto, y hasta entonces tan velado, que nunca habían entrado antes en él, y tan maravilloso que anhelaban permanecer eternamente en su interior.
As Ernest listened to the poet, he imagined that the Great Stone Face was bending forward to listen too. He gazed earnestly into the poet′s glowing eyes. Mientras Ernest escuchaba al poeta, imaginaba que el Gran Rostro de Piedra se inclinaba para escuchar también. Por fin miró con fijeza los ojos centelleantes del poeta:
"Who are you, my strangely gifted guest?" he said. —¿Quién eres, huésped de tan extrañas dotes? —Inquirió.
The poet laid his finger on the volume that Ernest had been reading. El poeta apoyó un dedo sobre el volumen que Ernest había estado leyendo.
"You have read these poems," said he. "You know me, then,--for I wrote them." —Tú has leído estos poemas —dijo—. Entonces me conoces... porque yo los escribí.
Again, and still more earnestly than before, Ernest examined the poet′s features; then turned towards the Great Stone Face; then back, with an uncertain aspect, to his guest. But his countenance fell; he shook his head, and sighed. Ernest examinó una vez más, y con mayor atención aún que antes, los rasgos del poeta. Luego se volvió hacia el Gran Rostro de Piedra y una vez más hacia su interlocutor, con expresión incierta. Pero el desaliento veló su semblante, sacudió la cabeza y suspiró.
"Wherefore are you sad?" inquired the poet. —¿Por qué estás triste? —preguntó el poeta.
"Because," replied Ernest, "all through life I have awaited the fulfilment of a prophecy; and, when I read these poems, I hoped that it might be fulfilled in you." —Porque durante toda mi vida aguardé que se cumpliera una profecía —respondió Ernest—, y cuando leí estos poemas concebí la esperanza de que se cumpliera en ti.
"You hoped," answered the poet, faintly smiling, "to find in me the likeness of the Great Stone Face. And you are disappointed, as formerly with Mr. Gathergold, and Old Blood-and-Thunder, and Old Stony Phiz. Yes, Ernest, it is my doom. You must add my name to the illustrious three, and record another failure of your hopes. For--in shame and sadness do I speak it, Ernest--I am not worthy to be typified by yonder benign and majestic image." —Tú esperabas encontrar en mí la imagen del Gran Rostro de Piedra —comentó el poeta, con una tenue sonrisa—. Y estás desilusionado, como lo estuviste antes con el señor Gathergold, y con el viejo Blood—and—Thunder, y con Old Stony Phiz. Sí, Ernest, éste es mi sino. Debes agregar mi nombre a los de los tres próceres, y registrar otro fracaso de tus esperanzas. Porque, y esto lo digo con vergÜenza y pesar, Ernest, no soy digno de que ese semblante benévolo y majestuoso me retrate.
"And why?" asked Ernest. He pointed to the volume. "Are not those thoughts divine?" —¿Y por qué? —preguntó Ernest. Señaló el volumen—. ¿Estos pensamientos no son divinos?
"They have a strain of the Divinity," replied the poet. "You can hear in them the far-off echo of a heavenly song. But my life, dear Ernest, has not corresponded with my thought. I have had grand dreams, but they have been only dreams, because I have lived--and that, too, by my own choice--among poor and mean realities. Sometimes even--shall I dare to say it?--I lack faith in the grandeur, the beauty, and the goodness, which my own words are said to have made more evident in nature and in human life. Why, then, pure seeker of the good and true, shouldst thou hope to find me, in yonder image of the divine?" —Tienen una veta de la Divinidad —contestó el poeta—. En ellos puedes percibir el eco lejano de un canto celestial. Pero mi vida, querido Ernest, no ha coincidido con mis pensamientos. He concebido grandes sueños, pero no han sido más que sueños, porque he vivido, y esto también por opción personal, en medio de realidades pobres y mezquinas. A veces, incluso, ¿me atreveré a confesarlo?, me falta fe en la grandeza, la hermosura y la bondad que, según se dice, mis obras han puesto aún más de relieve en la naturaleza y en la existencia humana. ¿Cómo, entonces, puro buscador del bien y la verdad, habrías de encontrarme en esa lejana imagen de la divinidad?
The poet spoke sadly, and his eyes were dim with tears. So, likewise, were those of Ernest. El poeta habló amargamente y sus ojos estaban empañados por las lágrimas. También lo estaban los de Ernest.
At the hour of sunset, as had long been his frequent custom, Ernest was to discourse to an assemblage of the neighboring inhabitants in the open air. He and the poet, arm in arm, still talking together as they went along, proceeded to the spot. It was a small nook among the hills, with a gray precipice behind, the stern front of which was relieved by the pleasant foliage of many creeping plants that made a tapestry for the naked rock, by hanging their festoons from all its rugged angles. At a small elevation above the ground, set in a rich framework of verdure, there appeared a niche, spacious enough to admit a human figure, with freedom for such gestures as spontaneously accompany earnest thought and genuine emotion. Into this natural pulpit Ernest ascended, and threw a look of familiar kindness around upon his audience. They stood, or sat, or reclined upon the grass, as seemed good to each, with the departing sunshine falling obliquely over them, and mingling its subdued cheerfulness with the solemnity of a grove of ancient trees, beneath and amid the boughs of which the golden rays were constrained to pass. In another direction was seen the Great Stone Face, with the same cheer, combined with the same solemnity, in its benignant aspect. A la hora del crepúsculo, Ernest debía arengar a una asamblea de vecinos, al aire libre, tal como acostumbraba hacerlo con frecuencia. Él y el poeta se dirigieron hacia el lugar de reunión, tomados del brazo y sin dejar de conversar. Se trataba de un pequeño rincón enclavado entre las colinas, que tenía un gris precipicio a las espaldas y cuyo agreste farallón anterior estaba animado por el grato follaje de muchas plantas trepadoras que tendían un tapiz sobre la roca desnuda, con sus festones que colgaban desde todas sus ásperas aristas. En una pequeña elevación rodeada por un rico marco de verdura había un nicho, suficientemente amplio para admitir la presencia de una figura humana con la libertad necesaria para aquellos ademanes que acompañan espontáneamente la expresión de los pensamientos graves y las emociones auténticas. Ernest ascendió a este púlpito natural y paseó sobre su auditorio una mirada de familiar benevolencia. Los oyentes estaban de pie, o sentados, o recostados sobre el césped, según las diversas preferencias, en tanto que el sol poniente los iluminaba oblicuamente y mezclaba su atenuado júbilo con la solemnidad de un monte de árboles vetustos, debajo y a través de cuyas ramas debían pasar los rayos dorados. En otra dirección se veía el Gran Rostro de Piedra, con el mismo júbilo —combinado con la misma solemnidad— en su semblante propicio.
Ernest began to speak, giving to the people of what was in his heart and mind. His words had power, because they accorded with his thoughts; and his thoughts had reality and depth, because they harmonized with the life which he had always lived. It was not mere breath that this preacher uttered; they were the words of life, because a life of good deeds and holy love was melted into them. Pearls, pure and rich, had been dissolved into this precious draught. The poet, as he listened, felt that the being and character of Ernest were a nobler strain of poetry than he had ever written. His eyes glistening with tears, he gazed reverentially at the venerable man, and said within himself that never was there an aspect so worthy of a prophet and a sage as that mild, sweet, thoughtful countenance, with the glory of white hair diffused about it. At a distance, but distinctly to be seen, high up in the golden light of the setting sun, appeared the Great Stone Face, with hoary mists around it, like the white hairs around the brow of Ernest. Its look of grand beneficence seemed to embrace the world. Ernest empezó a hablar, comunicando al pueblo lo que bullía en su corazón y su mente. Sus palabras eran vigorosas, porque concordaban con sus pensamientos, y éstos eran realistas y profundos, porque armonizaban con la existencia que siempre había vivido. Lo que emanaba de los labios de este predicador no era un simple aliento: eran palabras de vida, porque con ellas estaba fusionada una existencia de buenas acciones y santo amor. En esa corriente preciosa se habían disuelto puras y ricas perlas. A medida que escuchaba, el poeta comprendía que la esencia y el carácter de Ernest encerraban una veta poética más noble que la de cualquiera de sus obras escritas. Con los ojos iluminados por las lágrimas, contemplaba reverentemente al hombre venerable, y se decía para sus adentros que nunca había habido una imagen más digna de un poeta y un sabio que la de ese rostro apacible, dulce, inteligente, coronado por la aureola de su cabellera blanca. A lo lejos, aunque nítidamente visible, encumbrado en el resplandor dorado del sol poniente, se erguía el Gran Rostro de Piedra, circundado por níveas brumas semejantes a los cabellos blancos que enmarcaban la frente de Ernest. Su mirada de prodigiosa benevolencia parecía abarcar el mundo.
At that moment, in sympathy with a thought which he was about to utter, the face of Ernest assumed a grandeur of expression, so imbued with benevolence, that the poet, by an irresistible impulse, threw his arms aloft and shouted,"Behold! Behold! Ernest is himself the likeness of the Great Stone Face!" En ese momento, hermanándose con un pensamiento que iba a enunciar, el rostro de Ernest asumió una majestuosidad de expresión tan impregnada de bondad que el poeta, obedeciendo a un impulso irresistible, elevó los brazos al cielo y gritó: —¡Mirad! ¡Mirad! ¡Ernest mismo es el sosías del Gran Rostro de Piedra!
Then all the people looked, and saw that what the deep-sighted poet said was true. The prophecy was fulfilled. But Ernest, having finished what he had to say, took the poet′s arm, and walked slowly homeward, still hoping that some wiser and better man than himself would by and by appear, bearing a resemblance to the GREAT STONE FACE. Entonces todo el público miró y descubrió que lo que decía el sagaz poeta era cierto. La profecía se había cumplido. Pero Ernest, habiendo concluido su discurso, tomó el brazo del poeta y enfiló hacia su casa con paso lento, aguardando aún que algún día apareciera un hombre más sabio y mejor que él, un hombre cuyas facciones se asemejaran a las del GRAN ROSTRO DE PIEDRA.