CUYO SESO ES SEXO:Interpretación del sueño de Calistopor Miguel Garci-Gomezsé que este hombre --si en el cuerpo o fuera del cuerpo,
no lo sé, Dios lo sabe-- fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir SAN PABLO Sueño, luego existo. Calisto, según confesión propia, veía a Melibea en sueños muchas noches hasta el punto de poder tocarla: En sueños la veo tantas noches ... le confesaría a Celestina. Para Fernando de Rojas aquella primera escena no había sido sino un ejemplo de los repetidos y obsesivos sueños del joven amante. En su bello ensayo sobre el héroe trágico dice María Zambrano:
El ver de Calisto era un suceder. Su sueño o entresueño había sido de alta calidad visual y contemplativa. Más que ningún otro sentido, más que ningún otro orificio, se cierra al exterior el de nuestra vista, el de nuestros ojos cuando dormimos; más que ningún otro sentido, es la vista, cuando soñamos, la más activa en recrear los estímulos de nuestro interior; de ahí lo acertado de nuestra expresión "ver visiones."1 Tras aquella visión inicial Calisto sería incapaz de distinguir con claridad dónde terminaba su fantasía, su ilusión, su sueño, y dónde daba comienzo la realidad.2 Tal soñador era Calisto que su visión le merecería tanto crédito en la primera escena, como su encuentro en el primer trance. A Calisto ni se le ocurrió relatar a su criado qué o con quién había soñado, pues equivaldría a relatarle lo que aquél había presenciado, días antes, en la huerta. Tan bien plasmado quedó ya en la primera escena este fenómeno de la fusión sueño-realidad, que no sólo Calisto, sino incluso los más avisados lectores, desde aquel primer redactor de los SUMARIOS añadidos hasta los críticos de nuestros días, han venido hablando de aquella visión como si se hubiera tratado de una entrevista real. Fenómeno comprensible porque, como reconocía Descartes, no existen señales ciertas por las que podamos distinguir el estado de vigilia del del sueño; éstos pueden ser a veces tan vívidos, que no es difícil confundirlos con sucesos reales;
decía el metódico filósofo, " (citado en W. Wolff, 27). Sueño, luego existo, podía habernos asegurado Calisto. Sólo en el sueño o entre sueños pudo él haber visto aquella hermosa grandeza o gran hermosura, de glorificada corporeidad, llena de santos y puros espíritus, tan inefable, tan cercana al tipo de éxtasis de que hablaba Plotino:
Esa visión, que transcendía toda realidad, sólo podía realizarse en la oscuridad. Cuyo seso es sexo. La mujer de la descripción que en vigilia haría Calisto a Sempronio, fue la mujer física objeto de su percepción, mujer de carne y hueso, sus cabellos como madexas de oro delgado, ojos verdes, rasgados, los labrios colorados y grosezuelos, pequeñas tetas, redonditas y bien formadas; pues bien, la mujer del diálogo inicial era una proyección, una imagen ( imago), que define Jung como
Esa imagen de la hermosura de Dios, que Calisto proyectaba en su sueño, recibió un nombre, nombre lleno de melodía y dulzura: MELIBEA. Calisto divinizó a Melibea en sueños; en ellos oía él, como nosotros, la voz del misterio,3 del mito cultural; confiaba el amante que fuera su amada como una de aquellas bellas y legendarias diosas, de las que él había leído --o soñado, que es lo mismo--, que no habían tenido reparo alguno en casarse, en unirse carnalmente con mortales.4 El lenguaje ordinario de poco le servía a Calisto para expresar su inmensa felicidad, la inefable belleza de su amada. ¿Blasfemaba Calisto en la primera escena? Mediante la fantasía simbólica de una visión beatífica trató Calisto de "captar la dimensión perdida" del sentido y el valor de una experiencia anteriormente sentida. (W. Wolff, 171). Calisto logró en su sueño lo que nunca podría conseguir en su lenguaje de vigilia, aquello que los psicólogos llaman la "participación mística" que en el quehacer diario se nos hace inaccesible. El oyó en su sueño el inveterado lenguaje de los símbolos, el lenguaje religioso que los hombres habían creado para expresar lo inefable y que pasó de generación en generación como tesoro colectivo. Dice Jung:
Se complace el hombre en expresar su amor inalcanzable con símbolos de un amor que por definición no es experimentable en la tierra.5 Se complace el hombre en sublimar en lenguaje de "condensación," de infinitud polisémica, el campo lingÜístico de lo sexual. La crítica psicoanalista se ha esforzado por enseñarnos a desentrañar los contenidos sexuales de esa condensación literaria, de sus eufemismos, de sus imágenes, y de esos vocablos que, bajo una sublime cobertura de símbolos poéticos y de significados intelectuales, suelen ir cargados de ansiedad, de apetencias carnales, de lujuria.6 El sueño de poco vale sin su interpretación. Dada su rica capacidad de inspiración y evocación, decir que sólo una manera de interpretar sea la válida, equivale a desflorarlo. Cabrán, hay que admitir pues, muchas interpretaciones.7 Como vamos a ver, sin salirnos del propio sueño, oiríamos a a Calisto que sacaba una conclusión:
mientras, Melibea, intentando penetrar en la intención, el intento,8 de las palabras de Calisto, corregía al soñante:
El lenguaje de Calisto es vaporoso; la primera reacción de Melibea, como va a ser la mía a lo largo de este análisis --con pretensiones a veces de psico-análisis-- es preguntar por la intención, por el significado más correcto, por una más correcta interpretación. Entre los personajes del drama, Celestina, la del Antiguo Auctor, alardearía, a su manera, de su poder de interpretar --psicoanalizar-- el sentido latente del lenguaje y el comportamiento de Calisto: Al le sueño; Díxele el sueño y la soltura. Databa de muy atrás en la literatura castellana el oficio de la interpretación de los sueños de los señores. En el viejo "Romance de Doña Alda," aparecía la camarera experta en "soltar" el sueño de su señora
un sueño protagonizado por aves de rapiña, un azor y un águila, de la familia de aquel perdido neblí que ocasionó el primer trance de amores entre Calisto y Melibea. Leamos otra vez el comienzo:
La condensación del sueño. La virtud está ya en el misterio e sustancia de los nombres, como quería Juan de Mena, a quien algunos han atribuido la autoría del AUTO (Coronación, ff. 30v y 31), o siguiendo el sentir del San Isidoro, en su etimogía: MELIBEA (L. mel = miel; beare = hacer feliz) destila miel de la felicidad, felicidad en el dante y el recibiente.9 En las fantasías de los poetas, escritores, soñadores de muchas épocas y de muchas culturas, la miel es una de las metáforas favoritas del semen. En la densa miel se logró un alto grado de "condensación".10 De los hechizos de la miel, antes del simbólico García Lorca, a quien tanto le gustaba, nos han dejado constancia autores de pluma descocada, dichos del folclore popular, multicultural, y autorizados médicos de la antigÜedad clásica:
suspiraba Lozana ( La lozana andaluza, Mamo. XIV, 62). Y ¿qué otra miel es esa que destila la luna de los recién casados? La miel, mezclada con leche, era recomendada como afrodisíaco por el gran Hipócrates (Cela, II, 633). Parecerán términos del escolasticismo, esos de natura, perfecta hermosura, inmérito, misto, etc. Veamos. En el nombre Melibea parece haberse condensado el fenómeno de la sensualidad, la sexualidad y la procreación. No existiría esa condensación si el nombre estuviera aislado, si no estuviera relacionado con el tema y con otros muchos vocablos que contribuyen a enriquecer su ambigÜedad, su significado latente de sexualidad; el significado del nombre, como el de los símbolos, no es absoluto sino que --como en nuestro texto-- viene determinado por el agregado de otros términos y otros símbolos afines que forman una secuencia en el contexto. La primera ilusión que se forja en el sueño de Calisto arranca de la preocupación que más acucia al ser humano, la del origen de la vida. Pocos intereses aparecen más temprano o son más duraderos en el hombre que el de ver por dónde nació; los órganos de la vida le atraen y fascinan por un lado, y por otro, a causa de la fuerte represión cultural, le aterran a la mirada. Al estar prohibida la contemplación y el nombramiento directo de los genitales, al resultar éstos tan aterradores, se sustituyen en el sueño por místicos y espirituales objetos; los órganos reales quedan, así, desplazados por los que sólo son entes del pensamiento. Podríamos decir de este Calisto soñador lo que K. Abraham decía de uno de sus pacientes: "El deseo de ver sus pensamientos era particularmente pronunciado en él ... junto con el deseo de ver cosas espirituales."11 Los pensamientos de Calisto adquirieron formas espectrales con las que representar la razón de ser de Melibea, la creación, el nacer, el acto y órganos procreadores del hombre y de la mujer, esa mujer que era toda "miel." Desde el principio se nos revela la impresionabilidad infantil de todo soñador. El soñador Calisto se deja impresionar por la visión de la grandeza de Dios, del padre, ser verdaderamente gigantesco que, con diversidad de nombres, venía representado en las esculturas mitológicas desplegando, sin inhibición alguna, sus atributos sexuales, grandes, abrumadores. Ahora bien, en la tradición bíblica ese Dios era tan aterrador que escapaba a toda posibilidad de representación física. Algunos grandes del psicoanálisis han lanzado la teoría de que la falta de imágenes de Dios entre los hebreos respondía al terror ante el inmenso falo de Yavé; no es pues que les estuviera prohibida la representación, es que resultaba sencillamente imposible al pincel o cincel captar en cuadro o piedra los tributos de ese Dios que para Isaías llegaba del cielo a la tierra: "el firmamento era su trono y la tierra el escabel de sus pies."12 El lenguaje onírico. Más arriba hablé de cómo Calisto era el centro del sueño, centro conceptual y centro gramatical; y es que para Calisto, que se infantiliza en el sueño, no existe otra realidad que la que él experimenta, como no existe para el bebé otra realidad que la de la madre, esa madre que tan íntimamente le ha acogido y estrechado en el útero, la misma que más que nadie o nada se le acerca tras haber nacido, la que se empeña en darle a entender con exclusiva atención que solamente existe para él, para calmar y colmar sus necesidades. La hermosura es el atributo femenino, que combina la belleza y la forma, una dotación de natura; a lo largo del drama oiremos al amante hablarnos, admirado, de cuán grande y cuán hermosa era su amada. La conexión de grandeza/hermosura era un motivo frecuente en la poesía griega (Devereux, Dreams 9). En las fantasías oníricas la ecuación grande-hermoso son ecos de las imágines que para siempre se gravaron en el niño apetente de la madre -- natura--, temeroso del padre -- grandeza de Dios. Para el infante el padre es el ser grande que le protege en su debilidad, la madre el ser bello que satisface sus necesidades; nada satisface mejor esas necesidades que el pecho materno. Son muchos los críticos que han notado la falta de acotación en la primera escena, la falta de un entorno espacial; el lugar del diálogo está vacío de cosas. Si por un lado ese espacio vacío no se parecía a los espacios físicos, por otro se correspondía con lo que el psicoanalista B. D. Lewin llamó "pantalla blanca" (Lapalanche 268), el telón de fondo, en blanco, sobre el que se proyecta el sueño de Calisto; esa pantalla simboliza, según el psicoanalista, el pecho materno, cuya imagen, blanca, desnuda, cercana y amable, queda grabada para siempre en el bebé. Para el soñador Calisto su visión transcendía cualquier dimensión y colmaba sus deseos de felicidad; carecía el espacio del soñador de contorno externo, como carece el del bebé que goza del pecho materno; el ardiente deseo de Calisto, su concentración, era la unión erótica, unión genital, grande y hermosa, con Melibea. Anhelaba que esa unión se lograra en el sueño, en el que, como otros legendarios antepasados,13 muchas otras noches soñó él que alcanzaba --en su terminología eufemística-- a la amada. Más arriba aludí al lenguaje desconcertante de este diálogo inicial, tan corto, y que contiene un considerable número de vocablos y expresiones que no vuelven a repetirse en toda La Celestina, entre ellos: grandeza de Dios, dar poder a natura, perfeta hermosura, secreto dolor, encomparablemente es mayor, cuerpo glorificado, visión diuina, puramente, misto, recelo del esquiuo tormento, silla sobre sus sanctos, indignamente ... haueys oído, bienauenturadas orejas ... desauenturadas, paga fiera, intento, ser de ingenio de, subido en coraçón humano, ylícito amor, aduersa fortuna, pone su estudio; podríamos añadir por su dificultad coueniente lugar, voluntad humana, coraçón humano, odio cruel. Como la pantalla blanca, como las imágenes, también el lenguaje es único, espectral, muy de acuerdo con la pantalla, las imágenes y el lenguaje de un somniloquio. Bastante se ha repetido lo mucho que contrasta la vaguedad de esta escena primera con el realismo que impera en el resto de la obra; en la escena, como en el sueño, se refleja la energía pulsional, el afecto (Laplanche 10) del enamorado Calisto, es decir, su estado afectivo, entre penoso y agradable, presentado como tonalidad general. Lo examinaremos en detalles seguidamente. Su desconcierto es efecto de la distorsión de las imágenes bajo la fuerza de la represión sexual, que como consecuencia ha distorsionado el orden gramatical hasta darnos un lenguaje esotérico, con vocablos en los que se hacinan significados etimológicos y ronroneos del subconsciente, de un subconsciente a la vez individual y colectivo. Abriga nuestra subconsciencia infinidad de términos de raíces muy profundas, en las que se mantiene el rescoldo de una sexualidad tan indescifrable como inextinguible. El uso, la acepción y explicación de tres grandes autoridades muy apartadas en tiempo y muy dispares en su talante cultural y religioso, un pagano, Cicerón, un apologeta cristiano, Tertuliano, y un judío contemporáneo, Freud, puede iluminarnos en nuestra senda mántica, en nuestra curiosidad por desentrañar el trasfondo de esas voces oníricas y la polisemia de sus signos de expresión. Natura es el pudendum muliebre para Cicerón y Tertuliano, el "sexo del hombre y la mujer" para los médicos de la época de Fernando de Rojas;14 Hermosura en boca de los hombres es, para Freud, la capacidad de excitar sexualmente.15 Unida la calidad grandeza/ hermosura, al comienzo, a la de torpe, al final, podremos reconstruir un cuadro de evocación de una madre, una mujer apetecida y separada, próxima e inaccesible, cariñosa pero al mismo tiempo imponente. Si es verdad que el psicoanálisis trata de reducir todo a un conflicto (Mollinger 9), este sueño de Calisto se presta como pocos otros a ser psicoanalizado. De la proximidad y la separación de la madre, de la apetencia por alcanzarla y la impotencia para incorporarla del todo, se deriva el sentido de inmérito. Omnipotencia / impotencia. Inmérito era el que no creía merecer a Melibea; merecer es un eufemismo --"a lo bobo" según opinión del vulgo-- por "hoder, cabalgar, gozar, a una mujer".16 Algunos psicoanalistas han explorado lo que ellos llaman el sentimiento de omnipotencia (Fenichel 40 sts.), en el que tratamos de nutrir nuestro narcisismo y propia estima. La estima de sí mismo es tan apetecida, tan pronunciada en Calisto que se produce en él el desgarrón y desfallecimiento internos. Para vigorizar su yo, hubo de salir el personaje en busca de soportes externos, como fueron en los comienzos el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías, y sería más adelante la ayuda de los criados y Celestina17 y, sobre todo, la ayuda, el asentimiento de Melibea. Hasta asegurarse esa ayuda y lograr el asentimiento de su amada, Calisto se sentiría impotente, inmérito, y de ahí que implorara más adelante, tras el despido, piedad e inspiración celestial para lo que en boca de Melibea era un coraçón humano, en sus propias palabras, un plebérico coraçón, un corazón mezquino, plebeyo (Garci-Gómez). Su íntimo complejo de impotencia le llevó a engrandecer y divinizar a su amada, para que su amor hacia ella le hiciera partícipe de misma grandeza y divinidad; pero con ello se agravaba el conflicto psicológico ante la irreconciliabilidad de la adoración con la lujuria, la divina visión con el alcançar sexual, irreconciliable conflicto que crea --y se crea-- el propio soñante. La primera escena del AUTO es verdaderamente el embrión del drama que en torno a él creó Rojas.18 Calisto se comía a Melibea con los ojos.19 El soñador creía haber alcanzado --visto y tocado-- a su amada. Para comprender el sentido sexual de la palabra alcançar no hay que salir de La Celestina, pues más adelante nos lo explicaría Pármeno:
En el conflicto amoroso, en nuestra lírica tradicional, incluso en la divinizada, se popularizó alcanzar como terminología de los trances de amor.20 Calisto tocó a Melibea muchas noches, le diría él a Celestina más adelante en un lenguaje más directo. El Jesús resucitado, que invitaría al incrédulo Tomás a meter la mano en su costado (Juan 20:27), y a la mujer más apasionada de los Evagelios, María Magdalena, le había advertido que no le tocara, Noli me tangere (Juan 20:17). Y es que tocamiento es, por antonomasia, el sexual (C. J. Cela II, 847-48). Lo que Calisto pudo ver y alcanzar en su sueño fue el tan conueniente lugar. ¿Lugar espacial o anatómico? Quizás, sin querer, tendamos los comentaristas a limitar más de la cuenta las acepciones de este lugar alcançar, al juzgarlo como una referencia al espacio. Es el lugar conueniente (L. cum + venire) donde convergen la madre y el bebé, amado y amada, en sentido latente es el lugar de ayuntamiento, donde Calisto puede manifestarle su secreto dolor, donde ambos amantes experimentan el orgasmo,21 expresiones todas ellas del mismo signo sexual que el que yace bajo el tul de Melibea, natura, inmérito, alcançar y otros términos que les siguen. Para Calisto, incomparablemente mayor galardón que el seruicio, sacrificio, deuoción y obras pías que tenía a Dios ofrecido, fue poder alcanzar aquel lugar donde o a través del cual, pudo manifestar a Melibea su secreto dolor, la secreta, vedada pasión, la secreta parte vedada. No era ese dolor otro que el de vna sola muela, que jamás cessa de quexar (IV, 186), como nos aclararía Celestina, es decir, el tormento del sexo (muela = falo, se explorará con más detención más adelante). En el fondo de toda manifestación, en su etimología, como en la de toda mas-turbación, se encuentra la mano, con la que Calisto alcanza, toca, causa y se causa el dolor. Es secreto lo que en secreto se hace y se siente; secreto era el dolor, y secreto el lugar; secreto o cubierto para los demás, manifiesto o desnudo para los amantes que se tocan. Dolor es la pasión, de padecer. ¿Recibía Calisto placer en su dolor? El que antes se confesó inmérito llevaba en su personalidad y carácter una considerable dosis de masoquismo.22 Lenguaje esotérico. El lenguaje del somniloquio se va haciendo más nebuloso y esotérico, propio del que está a la puerta del éxtasis.
El sueño consiste en una suspensión de los sentidos bajo el imperio del inconsciente; si el inconsciente se siente libre de represiones, no debemos esperar que su lenguaje se someta a las estructuras gramaticales. El Antiguo Auctor da muestras de un portentoso genio literario, muy adelantado para su época, en el que a propósito desconcierta al lector con un habla llena de atolladeros sintácticos. Entendámoslo bien, no es que esos atolladeros fueran una cuestión de estilo personal, no, pues no se repiten fuera del somniloquio; los atolladeros sintácticos eran deformaciones (Laplanche, 93) propias del sueño. Si hasta ahora la ambigÜedad atañía a los significados de los términos individuales, en esta frase la ambigÜedad se extiende a la sintaxis. Algunos editores antiguos cortaron por lo sano y suprimieron la frase por completo;23 en las ediciones modernas se dan variaciones en la puntuación. Esta frase de Calisto es complicada, aunque sin llegar a ser tan ininteligible como el lenguaje que sigue de Melibea.24 Quizá nos preocupemos demasiado los críticos por la lógica, y de ahí que nos sintamos desconcertados al chocar con la sinrazón sintáctica, con la ilógica del sueño. Por mi parte sugiero dos análisis sintácticos y tres posibilidades de interpretación. Puede tomarse otro poder como sujeto, con referencia al poder divino que siente experimentar Calisto:
En esta interpretación se enriquece la alternancia constante entre la omnipotencia del objeto ( grandeza, perfecta hermosura, aquí poder) y la impotencia del sujeto ( ...inmérito, misto, torpe, aquí humana voluntad). Podríamos, por otra parte, considerar mi voluntad humana sujeto de una oración con la que cierra Calisto el período sobre el galardón:
Es decir, el Calisto, mentecato amante al estilo cortesano, se creería impotente para llevar a cabo ( conplir) otra misión que no fuera orar; sería más tarde cuando, por la intervención de Sempronio y Celestina --la voluntad de otros--, recurriría a otros medios. Finalmente, a los que creemos en el sueño de Calisto se nos abre otra interesante interpretación, donde poder es también el complemento:
Calisto se confesaba satisfecho con poder al menos soñar con su amada, y de poder tocarla, como llevaba haciendo noche tras noche. ¿Qué otras reverberaciones de subconsciencia pueden percibirse en la voluntad humana del soñador? Calisto vela a propósito sus vocablos y sus imágenes; en voluntad humana se condensa el deseo y el deleite; en el amasijo del sueño se dan la mano voluntad --facultad del alma-- y voluptuosidad --facultad del sexo-- (L. voluntas y voluptas). La ambigÜedad de la frase es incuestionable; merece nuestra admiración, y el mayor respeto por parte de los editores. Que se siga incluyendo en el texto, y que otros aporten sus pensamientos e interpretaciones de acuerdo con su propia voluntas y voluptas. Todo el diálogo de los amantes carece de referencias a objetos físicos, ya lo he dicho. Del fondo en blanco parecen desprenderse únicamente las voces de los dos interlocutores. A continuación menciona Calisto su cuerpo, pero es cuerpo glorificado, cuerpo desnudo, como el de los gloriosos santos. Cuando Jesucristo resucitó, dejó detrás, en el sepulcro, los lienzos de la mortaja (Lucas 24, 12). En la gloria, en el mundo del sueño, no se precisa el vestido. Y Calisto, en tal estado, gozaba del acatamiento de Melibea: en el acatamiento tuyo. ¿Quién acataba a quién? Acatar proviene de un captare, que es, en su significado primario, tratar de coger, cautivar, frecuentativo de capere, coger, someter o someterse. Antes encontramos conueniente y alcanzar, ahora acatamiento o coger. El acatamiento era, naturalmente, mutuo. Más adelante volveremos a ver repetido este concepto de reciprocidad. Calisto, ni aun en el gozo del mayor galardón, puede deshacerse del miedo a la impotencia, miedo a no poder satisfacer a la amada; se siente glorificado pero no sin temor de caer de tal bienauenturança, el fracaso de una buena aventura --como conveniente, compuesto de venire. La caída es la flaccidez. Se alegra sí, pero no puede deshacerse del todo de su temor, el temor del recelo que pueda causarle la ausencia de Melibea. En recelo --re-celo, L. celare, velar-- se dan cita los conceptos de temor y temeridad, celada y desasosiego, aprensión y libídine genital. La frase del esquiuo tormento es un genitivo de definición: el recelo es eso, esquivo tormento. Ahora habla de tormento, antes habló de dolor, en ambos casos es una metonimia (Lausberg, II, 73-74), en relación causa-consecuencia, por el miembro genital, el miembro esquivo por antonomasia. Joan Corominas nos explica que esquivo procede de una raíz germánica ( scheu), emparentada con la anglosajona del moderno shy, que aglutina en sí los conceptos de "tímido, asustadizo y desbocado" (252-53). Mucho sabía el Antiguo Auctor de la condensación del lenguaje en el trabajo del sueño.25 La alternancia impotencia-omnipotencia, timidez-desbocamiento, logran su expresión verbal en los contrapuestos galardón / inmérito; hermosura / torpe; visión diuina / ylícito amor; ellos puramente se glorifican / yo misto me alegro; sin temor a caer / tu absencia. Calisto muestra los síntomas de un neurótico obsesivo, necesitado de incertidumbres. Sus imágenes son imágenes pertenecientes a un mundo misterioso, incierto, fantasmagórico, expresadas en un lenguaje conveniente.26 La esquividad, en su polifonía de acepciones, es la propiedad íntima y esencial de toda poesía y de todo sueño. En el sueño de Calisto se ha realizado la "identidad o participación mística," sí, pero una participación de por sí insegura. Los impulsos y anhelos de Calisto entretejen en el sueño una elaborada red de imágenes de alto contenido sexual. Calisto nos habla de su placer de ver, por consistir en la visión el deleite de los bienaventurados de haber incorporado a Dios; si la visión de los santos era sobrenatural, divina, pura, omnipotente, la de Calisto, nos irá aclarando el texto, era la del hombre misto, confuso -- mixed-up, que se diría en inglés--. También es misto un término muy ambiguo, con el que el soñante expresa la tortura que le ocasiona su planteamiento, en el que mezcla cielo y tierra, alma y cuerpo, los gloriosos santos con los pecadores, en una escandalosa promiscuidad. En términos del amor cortés, según los dictados de Andrés Capellanus, Calisto parecía deslizarse por vías del "amor puro" -- puramente se glorifican-- hacia el "amor mixto." Del amor puro de los cuerpos desnudos que se besan y abrazan sin llegar al placer último, al amor mixto de los que quieren consumar su venérea pasión, amor de cortísima duración.27
(2) Más elaboración sobre ello en R. Caillois 63; A. J. J. Ratcliff 19; W. Wolff 6. G. Devereux, Ethnopsychoanalysis, 251.
(3) Spearing (6) caracteriza el mundo de los sueños de la literarura del Mundo Occidental --hasta épocas más recientes--, no como mundo interior, espiritual ("internal world of the mind") sino como mundo exterior ("outer, public world of objective reality"); pasa a explicar que en las sociedades primitivas los poetas recibían su inspiración en estado de trance o éxtasis, lo que les permitía ver lo que de ordinario yacía oculto a los humanos. Este tipo de poesía se asemejaba más al tipo de dream-poem de los medievales. La unicidad del diálogo inicial de La Celestina sitúa esta obra de lleno dentro de un mundo interior, con el empleo de un lenguaje que aunque parece tener notas librescas --en común con las tendencias de la época-- es un lenguaje que transciende el significado directo y la sintaxis acostumbrada, para mejor dar a comunicar el éxtasis.
(4) G. Devereux, Dreams, 85 y 127 (sobre el placer sexual juzgado "bueno" entre los griegos). También, W. Wolff, 16 y 76.
(5) C. Spearing (28) advierte acertadamente que en la Edad Media el lenguaje empleado para expresar valores absolutos era el lenguaje religioso, lo que le hacía indispensable para comunicar la experiencia del enamoramiento; W. Wolff, 2-3.
(6) S. Freud, habló en La interpretación de los sueños por vez primera de la condensación como uno de los mecanismos fundamentales mediante los cuales se efectúa el "trabajo del sueño" (ver explicación y bibliografía en J. Laplanche y J-B. Pontalis 76-77); ver también R. N. Mollinger 121. En el sueño literario es preciso, según G. Devereux, descodificar los símbolos uno por uno, para lo cual puede bastar a veces un simple diccionario de símbolos ( Dreams, 5 y 47n94).
(7) Comentaba Castilla de Pino: "Si la obra de arte, como toda acción humana por lo demás, es en el fondo proyección de las instancias del autor, es también el objeto sobre el que el lector proyecta sus propias instancias. Conviene atender a este aspecto, por sí mismo tan problemático ... Cada lectura, cada interpretación supone el encuentro de dos subjetividades, y ello no puede olvidarse a la hora de la pretensión de objetividad. ¿Es lo que decimos acerca de lo que un texto dice lo que en realidad dice o lo que le hacemos decir?" (288). Como el autor insinuaba, no existe la realidad en la obra de arte, sino las "instancias," las "subjetividades." La realidad de la obra de arte es su verdad, y su verdad no es otra que la de sus palabras.
(8) En ese sentido se aproxima el sueño de Calisto a somnium o sueño enigmático, en contraposición a visio, o sueño profético, de acuerdo con la distinción que establece Spearing (10). Es enigmático el de Calisto por la ambigÜedad del significado de la información, velada y cubierta de palabras, frases e imágenes misteriosas y extrañas.
(9) Sobre las acepciones eróticas de miel, véase el Diccionario de C. J. Cela y la colección de P. Alzieu ( passim). No me cabe duda que Melibea le sirvió de modelo a Cervantes para su Dulcinea; en ambos casos hay un fuerte ingrediente de dulzura, lo dulce del derrame que dice el vulgar bardo de la colección de Díez Borque (115): aquel dalle los besos muy de prisa / al tiempo que lo dulce se derrama.
(10) El trabajo de condensación produce la sobredeterminación --otro concepto del psicoanálisis-- que se da cuando aquélla produce unos efectos tan extraordinarios que "hace posible reunir en un sueño manifiesto dos series de ideas latentes totalmente diferentes, de forma que puede obtenerse una interpretación aparentemente manifiesta de un sueño sin darse cuenta de la posibilidad de una interpretación de segundo grado ... S. Freud compara el sueño con ciertos lenguajes arcaicos, en los que una palabra, una frase, comportan aparentemente numerosas interpretaciones; en estos lenguajes, es el contexto, la entonación o incluso los signos accesorios los que suprimen la ambigÜedad" (Lapranche 412). Al tratar de interpretar las palabras y las imágenes de este sueño de Calisto me he esforzado por no perder la visión del contexto: la trayectoria erótica de los protagonistas de La Celestina.
(11) Selected papers, 219 et passim. Estas páginas de Abraham me han sido muy útiles para comprender esta propensión de Calisto a ver.
(12) Haec dicit Dominus: Caelum sedes mea, terra autem scabellum pedum meorum (Is. 66:1; véanse los comentarios de K. Abraham, 222 y 225).
(13) El lector encontrará de gran utilidad los comentarios de G. Devereux, especialmente su obra Dreams in Greek Tragedy, a la que tantas veces hago alusión. La visualización de Calisto pude compararse a la de Menelaos y su erótica unión con Helena que comienza a darse en sueño (123).
(14) Cicerón, De divinatione, 1, 26; 2, 145. Tertuliano, De anima, 46, 5. Artemidorus, The interpretation 246; Epílogo de Medicina y Cirugía conueniente a la salud, Pamplona 1495, f. 15 (cit. en Martín Alonso, II, 1427). En los tiempos de Rojas, se empleaba "natura" para designar las partes genitales del hombre y la mujer, como en La lozana andaluza: "sé medicar la natura de la muger y la del hombre" (Mamo. 42, 151). Para éste y otros documentos castellanos, cfr. C. J. Cela, Diccionario , II, 663. He decidido hacer una interpretación sexual del sueño siguiendo unas pautas lingÜísticas y psicoanalísticas; espero que en estos horizontes sin fronteras otros estudiosos explorarán otras sendas. Sería interesante ver hasta qué punto la aparición de natura en lugar tan prominente no indique la influencia del muy conocido e influyente escrito de Alano, De planctu natarae, no exenta de fantasías del amor anormal que imperan en muchos sueños reales (más en Spearing, 23-24).
(15) S. Freud, Tres ensayos, 147, n 20; G. Devereux, Dreams, 116, n 213.
(16) La poesía erótica descocada nos puede guiar en la adivinación de los significados latentes de palabras al parecer tan ingenuas como inmérito, una manera "a lo bobo" de decir otra cosa, según una de las selecciones de P. Alzieu (213):
(17) Especialmente la ayuda de Celestina, claro. Los criados le obligarían a Calisto a expresar sus emociones en un lenguaje racional y lógico, que era un gran estorbo para comunicar la "participación mística" que entendía muy bien la bruja, figura númíca, ciudadana de un mundo de hechizos, de fantasmas, en el que la fórmula mágica impera sobre el discurso lógico (ver C. Jung, "Acercamineto" 92-93).
(18) En términos de la perspectiva histórica y el desarrollo de las actitudes críticas ante el sueño, esta visión de Calisto pertenece de lleno a la concepción medieval del sueño ambivalente o middle vision, que llama S. Kruger, quien lo explica con referencias a textos muy autorizados de Strabo ( Visio Wettini), Macrobio, San Gregorio, Roman de la rose y otros. En esa visión se suele reconocer un esfuerzo por conectar el mundo de una realidad que nos es difícil de escapar con el mundo de la transcendecia a que aspiramos ("Navigating a course between unambiguously upward- and downward-looking visions, the middle vision offers a way of exploring the connections between the world in which we find ourselves and the transcendent real for wich we yearn" 130).
(19) La expresión es un calco de la latina edere occulis. O. Fenichel (208) habla de la ecuación inconsciente comer- mirar ( looking-eating); como explicaré más adelante esta visión inicial de Calisto está llamada a terminar en la comida en el huerto. Nos habla también Fenichel, con abundantes referencias bibliográficas, del sentimiento de la estima propia y del narcisismo (40 sts.) y de la inconsciente genitalización del ojo (227).
(20) Una copla erótica, atribuida a Jerónimo Camargo de Zárate, lleva por título: A una dama que habiendo ocho días que un galán no la alcanzaba, una vez que llegó ... no pudo, (citado por C. J. Cela, II, 644). Entre los textos más velados con más fermosa cobertura nos encontramos con los que recoge Juan del Enzina: Montesina era la garza / y de muy alto volar: / no hay quien la pueda alcanzar. Añádase el estribillo de esta copla a lo divino de San Juan de la Cruz: Tras un amoroso lance, / y no de esperanzas falto, volé tan alto, tan alto, / que le di a la caza alcance. (Crisógono de Jesús, Vida y Obras de San Juan de la Cruz [Madrid: BAC, 1964] 943).
(21) C. J. Cela define "venir", en sentido erótico, como "experimentar el orgasmo, culminar la cópula" (II, 865), y cita algunos textos castellanos (ver también P. Alzieu, 198).
(22) Dice Fenichel de los masoquistas que son individuos cuya capacidad para lograr el orgasmo se encuentra mermada por la ansiedad y el sentimiento de culpabilidad "whose ability to achieve orgasm is obviously disturbed by anxiety and guilt feelings (359, con referencias bibliográficas).
(23) La frase fue suprimida en la edición de Valencia 1514, que es idéntica a la de Toledo 1502. Este es el primer caso entre los editores del rechazo completo de la lectio difficilior de la edición de Burgos 1499. Otras veces los editores simplemente enmendarían la "lectura más dificil" de esa primera edición para hacerla más fácilmente inteligible, como en el caso de "Eras y Crato," por ejemplo (Garci-Gómez). El hecho de que esta edición nos transmita la lección más difícil, garantiza su autenticidad y originalidad, a la vez que demuestra el gran respeto de Rojas por el texto de los "papeles" que encontró sin la firma del autor. En la continuación de Rojas, desde luego, no hay lenguaje semejante al de este diálogo. Con respecto a estos casos de supresiones y enmiendas de los copistas y de los impresores antiguos y editores modernos, me gustaría sugerir lo que G. Devereux dice sobre las enmiendas al texto de un sueño de Esquilo, que posiblemente se debieran al hecho de que el contenido latente del sueño perturbara a los propios copistas ( Dreams 72).
(24) M. de Riquer dice que Rojas hizo poquísimas enmiendas al Acto I, pero que a él se debió la supresión de esta frase a partir de las ediciones de 1502: "La frase suprimida parece significar que sólo el poder de Dios puede realizar el deseo de Calisto. Rojas borró estas palabras sin duda porque advirtió que no es precisamente el poder de Dios sino el maléfico poder de Celestina lo que, en la continuación que dará el acto primero, cumplirá la voluntad de Calisto" (387). M. R. Lida (17) se muestra en desacuerdo con la opinión de Riquer. Independientemente de lo que pase en la continuación, en esos momentos Calisto se siente satisfecho y feliz con lo que sus oraciones le han conseguido.
(25) No puedo menos de expresar mis propios recelos sobre el artículo de A. Deyermond, "The Textbook Mishandled: Andreas Capellanus and the Opening Scene of La Celestina." Ya el título en sí lleva una carga negativa; define el libro de Capellanus como textbook necesario, para concluir que Rojas no supo leerlo como debiera. A. Deyermond, tan encomiable en otros trabajos, se metió él mismo vio metido en un atolladero de su propia confección del que no pudo salir airoso. Para A. Deyermond Melibea no le respondía a Calisto de acuerdo con lo que prescribían los manuales; Calisto quedó desconcertado y los lectores (los que conocían el texto) no podrían aguantar la carcajada. Cuando los críticos investigan fuentes son ellos los que corren el gran riesgo de maltratar ( mishandle) todos los textos que comparan. En mi caso, cuando aduzco textos griegos, no son las fuentes librescas de La Celestina lo que he pretendido descubrir, sino las fuentes del corazón que compartimos todos los mortales, y que a todos, escritores y lectores, de hoy y de ayer, de modo semejante nos inspiran y mueven. A veces es difícil determinar si al investigar las fuentes no nos impele un interés más o menos latente de demostrar a nuestros alumnos o lectores, a) lo mucho que hemos leído nosotros; b) cómo hemos logrado cazar al autor; c) cómo éste no ha sabido leer las fuentes tan bien como nosotros. En mi caso concreto, confieso que a propósito de La Celestina he leído trabajos de psicoanalistas, movido -- a veces quizás peque yo como éstos de exageración-- por un deseo de aprender de la psique humana y de comprender mejor a Calisto, comprendiendo mejor al género humano; esto me ha llevado a admirar infinitamente al Antiguo Auctor, y a Rojas y a querer compartir mis conocimientos, admiración y entusiasmo, con otros lectores (ver a este propósito los comentarios de G. Devereux, Dreams 61).
(26) Sobre el fenómeno de las dudas e incertidumbre en este tipo de neuróticos, cfr. K. Abraham, 214 sts. (27) Et purus quidem amor est, qui omnimoda dilectionis affectione duorum amantium corda coniungit. Hic quidem in mentis contemplationis cordisque consistit affectu; procedit autem usque ad oris osculum lacertique amplexum et verecundum amantis nudae contactum, extremo praetermisso solatio; nam illud pure amare volentibus exercere non licet ... Mixtus vero amor dicitur ille, qui ... in extremo Veneris opere terminatur ... et parvo tempore durat (182-83).
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