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Fantasmagoría erótica en la lírica castellana (otros)

por Miguel Garci-Gomez


Esposo y esposa
son clavel y rosa.

I. DESPLAZAMIENTO Y SUBLIMACION. Desde los escritores de las jarchas hasta Federico García Lorca la lírica tradicional ha ejercido sobre el alma hispánica una fascinación inagotablemente vivificadora. Tan vivificadora e inagotable como el amor que inspira toda esa lírica y la traspasa. Amor sensual, amor sexual. Amor que engendra y, con la alegría, trae a veces el dolor; un amor que de continuo se hace y se deshace, y que al hacerse y deshacerse se siente tan intensamente que obliga a gritar muy alto. Ahora bien, la represión cultural de ese amor ha sido tal, que nos vemos obligados a amortiguar el grito. De sus órganos y operaciones, en la conversación del buen gusto, no se puede o no se debe hablar, si no es con circunlocuciones y eufemismos, con metáforas y símbolos.1 Modelo de ese buen gusto, por ejemplo, es esta letrilla en que madre e hijita hablan de la ruptura del himen, la pérdida de la virginidad:

--Decidme, hija garrida,
¿quién os manchó la camisa?
--Madre, las moras del zarzal.
--Mentir, hija, mas no tanto,
que no pica la zarza tan alto.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 553
NUÑEZ, Refranes, fol. 76 LIRICA 553

Hablamos con naturalidad, con candidez y obviedad de las operaciones de nuestros sentidos: de nuestra vista y tacto, de nuestros gustos, de la música y los perfumes, y del placer que nos producen. Abrimos nuestras manos y las extendemos a los demás para estrechárnoslas con efusividad. No descansa ni un momento nuestro olfato, y nuestro oído se mantiene siempre abierto. Cruzamos con nuestro prójimo la mirada sin tener que ruborizarnos. Se afeitan los hombres y hasta se depilan; se hacen trasplantes de cabello o se colocan cuidadosamente su peluquín. Las mujeres embellecen sus ojos y labios, o siliconan sus pechos para atraer, seducir y cautivar. De todas estas operaciones hablamos con propiedad de lenguaje, con directez de expresión. Pero hay ciertas partes en nuestro cuerpo, hay operaciones de ciertos órganos y ciertos sentimientos de nuestro espíritu que se estiman en gran valor, sí, pero que ni se deben mostrar ni nombrar directamente. Se usan en su lugar metonimias y metáforas:

Esta parva de trigo
vale un tesoro:
paja como la seda,
granos de oro.
Andalucía, Molina, p. 142 CUMMINS 202

¿Y por qué será así? Quizás porque se nos dijo hace mucho tiempo que nuestros antepasados hicieron algo tan reprobable y nefando que se les "abrieron sus ojos y, viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones" (Gen. 3, 7). Movidos del pudor, (nota sobre el pudor en José Cela, Enciclopedia del erotismo. Barcelona: Destino, 1982-, vl. IV, 983) cubrieron nuestros antepasados sus genitales, ocultando a la vista su apariencia y a los oídos su apelativo.

¡Ay, mezquina,
que se me hincó una espina!
¡Desdichada,
que temo quedar preñada! 2 (DEVOTO p. 45 nota)
MS. 17,698, no. 76. CUMMINS 72

No se mermó la potencia de tales órganos, pero se dejó de ver su realidad y se dejó de oír su nombre propio. Se velaron celosamente los orificios inferiores de nuestro tronco, pene o vulva y ano, y se imposibilitó su cándida exposición a la mirada y la mención sin ambages en la conversación.

Hilo de oro mana
la fontana,
hilo de oro mana.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 392
B.N.M. MS. 4257, fol. 13 LIRICA 392

Nuestros antepasados se horrorizaron y nos horrorizaron hasta la aberración; llegaron de tal manera a avergonzarse que llamaron vergüenzas a los órganos de la reproducción. Nuestros padres, por un lado, se cuidaban en ocultarnos los canales de la vida; algunos moralistas, por otro, nos enseñaban que nacíamos todos inter urinas et feces. Los poetas eran en cuestión de estilo mucho más finos y delicados, pero no más sinceros. Les encantaba a éstos ilusionarnos con la imagen de la cópula amorosa, rúbea y perfumada de una rosa y un clavel, o de una rosa y un lirio.

Esposo y esposa
son clavel y rosa.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 465
TIMONEDA Los desposorios de Cristo LIRICA 465

A la rosa del campo
la dijo el lirio:
--Quien pudiera esta noche
dormir contigo.
Castille (Torner, Lírica, 123 CUMMINS 85

¿Dónde vienes, Gerineldos,
tan mustio, descolorido?
Del jardín vengo, señor,
de coger flores y lirios,
y la rosa más fragante
mis colores ha comido.
¡Mientes, mientes, Gerineldos,
que con la infanta has dormido;
testigo dello mi espada
en su filo está el castigo!
COLLIN SMITH, p 184

Los manantiales de la vida y del gran placer, es natural, no podían permanecer ignorados y silenciados por completo, por mucho arte que se empleara en su embellecimiento o mucho ingenio que se derrochara en su denigración. ¿Quién podría frenar el amor? Ni siquiera el dolor.

¡Tanto amare, tanto amare,
habib, tanto amare!
Enfermaron olios nidios
e dolen tan male.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 9
Jarcha núm. 8 LIRICA 9

O anel do meu amigo          Perdi-o so lo verde pinho:
perdi-o so lo verde pinho,       por en chor' eu, dona-virgo.
e chor' eu, bela.       E chor' eu, bela.
O anel do meu amado         Perdi-o so lo verde ramo,
perdi-o so lo verde ramo,       por en chor' eu, dona d'algo.
e chor'eu, bela.           E chor' eu, bela.
Pero Gonçalez Portocarreiro; NUNES, 282

Con la censura y la prohibición del nombre propio de los genitales y sus operaciones, se le abrieron las puertas a la fantasía del bardo y a las fantasías de su público. Se evitó, sí, su apelativo, para provocar la referencia a esas partes y sus operaciones con una inmensa multitud de nombres traslaticios, de eufemismos, de imágenes y símbolos. El eufemista se volvió sutil en su expresión y el falo fue representado en sus fantasías y las de su público por una flor, un caracol, un pájaro,3

Clavelito encarnado,
rosa en capullo,
duérmete, vida mía,
mientras te arrullo.
Andalucía (Pohren, p. 118) CUMMINS, no. 217

Volava la pega y vai-se:
quem me la tomasse!
Andava la pega
no meu cercado,
olhos morenos,
pico dourado:
quem me la tomasse!
GIL VICENTE, fol. 170 CUMMINS no. 132

Por la cola las toma, toma,
Pedro a las palomas,
por la cola las toma, toma.
Tirso de Molina, CUMMINS, no. 589

Hasta tal punto, con motivo de las prohibiciones de los moralistas, se desbordaron las fantasías del poeta y de su público que, cabrá afirmar, no ha habido represión que haya originado mayor libertad --y libertinaje-- ni mayor fuerza creativa que la represión sexual4, al menos el ámbito de la producción lingüística y literaria. Sin la represión carecería de razón de ser, carecería de sublimación o sublimidad la poesía lírica llamada de tipo tradicional, la que tanto admiramos y apreciamos en nuestra cultura.

Guíseme caracoles,
señora madre,
qu'el caldillo del cuerno
bueno me sabe.
Foulche'-Delbosc, "Séguidilles," no. 211; CUMMINS 91

La represión obligó al poeta que hablaba del amor y la pasión a inventar una "fermosa cobertura." Aquellos escritores que desecharon esa cobertura, si por un lado omitían en su lenguaje la expresión prohibida, por otro privaron a sus composiciones de la sublimación, cayendo irremediablemente en la obscenidad o el mal gusto, con unos cantares que servían poco más que para alegrar a las gentes de baja y servil condición. Rayano con el mal gusto es el lenguaje de la copla que sigue --y dejemos al lado las tono un tanto procaz, carentes de la "fermosa cobertura":

A la media noche
pidió la niña
unos tragos de caldo
sin escudilla.
Dame el mi moreno
la olla al revés:
la carne primero
y el caldo después.
Seguidillas anónimas, "Toda me has mojado," en Floresta de poesias eróticas del Siglo de Oro, 133 (ENCICLOPEDIA DEL EROTISMO, 262

“Debajo del delantal
tienes un puchero nuevo,
te lo tengo que llenar
de leche, chorizo y huevos”.
Comunicación de J. García Gutierrez (consúltense variaciones en Google).

La "fermosa cobertura", por el contrario, alumbraba la creación de aquellos que nuestro primer teórico de la poesía, el Marqués de Santillana, caracterizaba como "ánimos gentiles, claros ingenios y elevados espíritus;" poesía que en nuestra lírica de tipo tradicional consistía en un fingimiento entretejido de pájaros, zarzas, caracoles, flores, cuernos, paja, parva, con la función de cubrir y velar lo feo, al modo de aquellas hojas de higuera del Génesis.

E fueron las flores
de cabe Espinama
los encobridores.
Marqués de Santillana, Serranillas, 9,5

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
SAN JUAN DE LA CRUZ Noche oscura del alma

Por razón de la represión lo innombrable e invisible logró su imagen expresiva mediante el desplazamiento6 a lo nombrable o visible que se le asemejaba en el cuerpo o en el universo. En retórica esta sustitución de un nombre por otro se conoce como metonimia. El ingenio y la sutilidad en el decir del escritor exigiría ingenio y sutilidad en la interpretación del lector.

Pela ribeira do rio
cantando va la virgo
d'amor:
"Quen amores à
como dormirá?
Ai, bela frol!"
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 23
Arias Nunes, LIRICA 23

Las censuras y prohibiciones pusieron en marcha, en el poeta y en su público, un proceso imaginativo y fantástico tan ubérrimo e inagotable como los manantiales de frescura, los caños de energía que lo revitalizaban sin cesar.

Aquellas sierras, madre,
altas son de sobir;
corrían los caños,
daban en el toronjil.

Madre, aquellas sierras
llenas son de flores;
encima de ellas
tengo mis amores.

Corrían los caños,
daban en el toronjil.7
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 94
PISADOR, fol. 13-14 LIRICA, 94

Cuando en un desplazamiento estético los elementos o las pulsiones sexuales son remplazados por otros no sexuales, valorados además en alto grado por la sociedad, tenemos lo que puede entenderse como desplazamiento sublimante. En nuestra lírica tradicional, en la gran mayoría de sus ejemplos y en los mejores, el proceso de la sublimación afecta no sólo a los elementos individuales, los objetos o las actividades que en el texto se mencionan, sino a todo el nivel o plano poético.

El plano poético de nuestra lírica tradicional nos llena y satisface con sus imágenes realistas, que en sí y de por sí, sin necesidad de la interpretación traslaticia, tienen consistencia, valor y belleza propios. Los objetos y las imágenes que integran esa lírica son objetos e imágenes de una realidad en sí bella, querida y altamente valorada por la comunidad. La lírica tradicional es poesía en estado de sublimación, y en ella lo sexual permanece velado, lo masculino y lo femenino, pasa como desapercibido, pero allí está, sin duda inconscientemente sentido.

Alta estaba la peña,
nace la malva en ella.
Alta estaba la peña
riberas del río;
nace la malva en ella
y el trébol florido.

Y el trébol florido:
nace la malva en ella.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 340
C. Upsala, no. xix LIRICA 340

Cuando a esa bella estampa de la realidad le añadimos la interpretación de sus elementos como símbolos eróticos, como recursos de desplazamiento y sublimación, logramos que la simple belleza se enriquezca de profundidad significativa y psicológica. La morena garrida del texto que sigue, promete, en el nivel realista --sublimado-- entablar amistad cuando llegue la primavera. En el nivel erótico sugiere que su entrega al amor se realizará cuando alcance la madurez de la pubertad: cuando su monte de Venus --la peña-- se cubra de prieto y frondoso vello --florida de flor morena.

--Digas, morena garrida,
¿cuándo serás mi amiga?

--Cuando esté florida la peña
de una flor morena.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 281
VILA, Madrigales. LIRICA 281

Plega a Dios que nazca
el perejil en el ascua.
ALATORRE, p. 159

Prometió mi madre de me dar marido
hasta que el perejil estuviese florido.
ALATORRE, p. 135

Trompa de lirio por las verdes ingles
GARCIA LORCA, Sánchez Mejia

Hay una difícil facilidad en nuestra lírica tradicional; su erotismo pasa desapercibido, estando como está todo él entretejido de símbolos. Pero ahí está. Desde la aparición del psicolanálisis se nos ha despertado la conciencia y han aflorado a la superficie símbolos fálicos que nos asaltan y sobresaltan por doquier en nuestros sueños y lecturas: viento, agua, fuego, árboles, plantas, hierbas, flores, frutas, reptiles, peces, aves, picos, alas. Lo invisible, lo infando e incatable se ha querido ver reflejado en todo objeto visible que de alguna manera, en la consciencia o en la subconsciencia, se le parecía o lo evocaba. La evocación no es ciencia exacta, y los símbolos confieren a la composición una inenarrable plurivalencia semántica.

Pretender haber encontrado la verdadera explicación del poema, la válida, es un intento de mutilación de su virtuosidad polifónica. Al interpretar el significado erótico de la "peña" y la "flor morena," sólo traté de hacer una sugerencia; sin destruir la melodía del original, traté de hacer un ligero arreglo orquestral en el que di realce a ciertos instrumentos de fondo. Hay, claro está, muchos otros sonidos. Las metáforas y símbolos, y más si son sexuales, tienen por virtud la de poder suscitar variedad de emociones, de acuerdo con el ingenio y la sutilidad del interpretador, de acuerdo, en una palabra, con la capacidad de cada lector de soñar, fantasear, poetizar u orquestar él mismo: capacidad de desplazar y sublimar.

¡Ay, qué tomillito,
ay, qué tomillar!
¡Ah, qué suavecito
que está de arrancar!
ALATORRE, p. 102

La interpretación, en los detalles más sutiles, es clave para la apreciación de nuestra lírica tradicional como poetización de las fuentes del amor y de la vida humanos. Como poesía tradicional, hecha y rehecha en el pueblo, por el pueblo y para el pueblo, el proceso de censura y depuración, las técnicas de desplazamiento y sublimación de los elementos eróticos no han podido ser más esmerados. Como resultado nos encontramos con una lírica que sin dejar de ser poesía de fondo erótico, no ha cesado de ser considerada, generación tras generación, no sólo apta, sino también recomendable para todos los públicos, para todas las ocasiones.

--Dime, pajarito, que estás en el nido:
la dama besada, ¿pierde marido?
--No, la mi señora, si fue en escondido.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 144
CORREAS, Vocabulario, pág. 324 LIRICA 144

Apañar aceituna,
dicen que es vicio;
qué poco la apañaba
la que lo dijo.
Valverde del Fresno, Cáceres. CUMMINS 210

Conceptualmente, dados esos cuidadosos procesos de desplazamiento, no en todos y en cada uno de los casos concretos es igualmente obvio el simbolismo fálico de un objeto determinado, de una imagen determinada, de una determinada situación. Pero es ese simbolismo, no cabe duda, el que ha dado a una determinada cancioncilla su razón de ser, su pervivencia y gran estima en la tradición, tanto entre nuestros más humildes lectores y como entre nuestros más sofisticados poetas.

¿Con qué la lavaré
la flor de mi cara?

¿Con qué la lavaré
que vivo mal penada?

Lávanse las casadas
con aguas de limones;
lávome yo, cuitada,
con ansias y dolores.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 297
FUENLLANA, folio 138 LIRICA 297

¡Ay mis camisas de hilo
¡Ay mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
García Lorca, "Romance de la pena negra," OBRAS COMPLETAS, p. 365.

Nadie como García Lorca se ha sentido tan enredado y prendido entre las zarzas del simbolismo erótico tradicional, con símbolos, muchos de ellos, tan desplazados, tan cándidos, cálidos, sugerentes.

Un chorro de venas verdes
le brota de la garganta.
Su sexo tiempla enredado
como pájaro en las zarzas.
"Martiro de Santa Olalla," p. 3878 (NOTA 9)

Si no hubiera sido por esa capacidad de evocación al erotismo universal, atemporal y vivificante, esa lírica, limitada a su plano de realismo, habría sucumbido al desgaste de la civilización, como sucumbieron muchos de los objetos y artefactos que en ella se mencionan. Sucumbió hace tiempo, por ejemplo, la cetrería en la cinegética, pero aun en nuestros días no cesa de hacer estragos el apetito carnal de altos vuelos.9

Si tantos halcones
la garza combaten,
por Dios que la manten.
CUMMINS 99

Sucumbió hace tiempo en la agricultura de los países desarrollados el viejo arado, pero todavía y por doquier siguen surcándose los valles del monte de Venus.

Por el val que habéis de arar,
el desposado,
por el val que habéis de arar
ya estaba arado.10
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 562
LASSO DE LA VEGA, núm. 92. LIRICA 562

Nuestra lírica tradicional está hecha de las fibras de esos sueños en los que el subconsciente se desahoga, se acerca a la realización de un deseo reprimido, y lo expresa y elabora en términos que puedan eludir al censor, en términos aceptables, en términos misteriosos, sí, pero no exentos de evocación entre temblorosa e inefable. Aunque los símbolos son diversos, mantienen entre sí notable afinidad y muchos se repiten una y otra vez, hasta quedar consagrados. De manera parecida a como el psicoanalista interpreta los sueños, el crítico literario tiene como tarea legítima, incluso encomiable, si no obligada, la de buscar y rebuscar el sexo en el seso del texto, entre las fibras de la poesía, entre sus metáforas, símbolos y alegorías, las pulsaciones del sexo, la pasión, el juego y la actividad del amor, lo misterioso e innombrable.

No pueden dormir mis ojos,
no pueden dormir.
Y soñaba yo, mi madre,
dos horas antes del día
que me florecía la rosa,
el pino so el agua frida.

No pueden dormir.

Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 308
Cancionero musical de palacio, 114. LIRICA 308

A la sombra de mis cabellos
se adurmió:
¿si le recordaré yo?
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 111
CANCIONERO MUSICAL DE PALACIO 369 LIRICA, 111

En la peña, sobre la peña
duerme la niña y sueña.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 341
ANTONIO DE VILLEGAS, FOL. 68 LIRICA, 341

Ese amor omnipresente de nuestras cancioncillas es amor entre los sexos, que arrastra hacia la unión necesaria que engendra y perpetúa la vida. La unión innombrable y creadora del hombre y la mujer, al desplazarse, da entrada a los temas de la fertilidad del campo, sin duda el tema más reiterado y obvio en el cuerpo de nuestra lírica.

La mañana de San Juan
las flores florecerán.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 2
Aparico, fol. 2 LIRICA, 2

Ya florecen los árboles, Juan:
¡mala seré de guardar!
Ya florecen los almendros
y los amores con ellos, Juan,
mala seré de guardar.

Ya florecen los árboles, Juan:
¡mala seré de guadar!
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 72
JUAN VASQUEZ, Recopilación, II, 14 LIRICA 72

Trébol florido, trébol,
trébol florido.
Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 355

Las fantasmagorías del bardo (escritor) castellano continúan en los siguientes ensayos:


  • La abadesa embargada por el pie

  • El viento hombrón: ascendencia y transcendecia de un erótioco fantasma

  • El cabello de Melibea (Medusa). Entre la petrificación y emborricamiento.

    La inveterada costumbre de tomar el pelo (en preparación)



















  • 1. El lector encontrará a lo largo de este estudio una selección variada de poemitas en los que no le resultará difícil detectar los recursos de amortiguación del grito del amor. He salpicado los ejemplos a lo largo del estudio sin un criterio rígido de querer probar con cada ejemplo particular lo expuesto en el párrafo que le precede. El efecto que se pretende es de carácter global, de valor cumulativo y antológico. Acudiré con gran frecuencia a las explicaciones del psicoanálisis con el fin de dilucidar la psicogénesis de los símbolos eróticos. Entiendo aquí psicoanálisis en el sentido que los entendía George Devereux: la rama del saber humano que se interesa no tanto en las neurosis como en los procesos artísticos o psicogénesis de la sublimación, o sea, en la trasformación de lo "malo" (feo) en "bueno" (bello) (Dreams in Greek Tragedy [Berkeley and Los Angeles: U. of California Press, 1976], pág. xix). Los textos seleccionados proceden de recopilaciones modernas, y se citará simplemente el nombre del autor con el número o página: José María Alín, El cancionero español de tipo tradicional (Madrid: Taurus, 1968); Pierre Alzieu, Robert Jammes, Yvan Lissorgues, Floresta de poesías eróticas del Siglo de Oro (Tolouse: U. de Tolouse-Le Mirail, 1975); John G. Cummins, The Traditional Spanish Lyric (Oxford: Pergamon, 1977); Margit Frenk Alatorre, Lírica española de tipo tradicional (Madrid: Cátedra, 1977) y Estudios sobre lírica antigua (Madrid: Castalia, 1978); Santiago Magariños, Canciones populares de la Edad de Oro (Madrid: Ed. Lauro, 1944); Marcelino Menéndez y Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días (Madrid: Vda. de Hernando y Cía., 1890-1908) 13 vols; Francisco Rodríguez Marín, El alma de Andalucía en sus mejores coplas amorosas (Madrid, 1929); Eduardo M. Torner, Lírica hispánica (Madrid: Castalia, 1966).





    2. Daniel Devoto, en su curioso e interesante estudio sobre el texto de Berceo, "Pisó yerba enconada" (Textos y contextos [Madrid: Gredos, 1974], págs. 11-46), aporta una estupenda bibliografía y abundancia de textos castellanos en los que se rememoran las viejas creencias en el embarazo como efecto de haber pisado la mujer algún tipo de sustancia vegetal. En esta cancioncilla de mi ejemplo, como puede apreciarse, las viejas creencias en la concepción por el pie o por el contacto con una yerba (cf. nota siguiente) han sufrido una ulterior elaboración estética, en la que la simbolozación fálica se ha hecho más obvia con la sustitución de pisar por hincar y de yerba por espina. Sobre las leyendas relacionadas con la paternidad en diversas civilizaciones de la antigüedad existe una abundantísima bibliografía entre la que merece destacarse, Hyacinthe Charencey, Le Folklore dans les deux mondes (Paris: Klincksieck, 1894); Paul Saintyves (pseud. de mile Nourrit), Les Vierges méres et les naissances miraculeuses (Paris: Nourry, 1908); Arnold van Gennep, Religions, moeurs et légendes: essais d'ethnographie et de linguistique (Paris: Mercure de France, 1933); Edwin S. Hartland, Primitive Paternity. The Myth of Supernatural Birth in Relation to the History of the Family (London: David Nutt, 1909) 2 vols; Bronislav Malinowski, The Father in Primitive Psychology (New York: W. W. Norton, 1927); Charles R. Aldrich, The Primitive Mind and Modern Civilization (New York: Greenwood Press, 1970); Ashley Montagu, Coming into Being among the Australian Aborigines; A Study of the Procreative Beliefs of the Native Tribes of Australia (London-Boston: Routledge, 1974). De gran interés por su aportación a las relaciones entre estética y religión dentro de la perspectiva psicoanalítica, es el trabajo de Ernest Jones, "The Madonna's Conception through the Ear," en Essays in Applied Psycho-Analysis (Londres: Hogarth, 1951) t. II, págs. 266-357.





    3. Falo y símbolos fálicos son términos que se emplean aquí en las acepciones definidas por el psicoanálisis. Se trata de conceptos sumamente complejos que se refieren a objetos que evocan principalmente los genitales masculinos sin excluir (véase nota anterior) a los femeninos. Muchos de esos símbolos fálicos han sido identificados como tales por el psicoanálisis. En las cancioncillas que aquí se citan funcionan como símbolos fálicos almendro, aire, aceituna, álamo, cabello, capullo, caldo, caracol, carne, clavel, cedro, cuello, cuerno, espada, espina, garza, halcón, malva, olla, pájaro, peña, pino, rosa, soplo, tomillo, toronjil, trébol, valle, vendaval, viento, yerba, zarzal, zarzuela. Entre los verbos son portadores de evocaciones eróticas el muy frecuente florecer, asicomo arar, arrancar, arrullar, combatir, dormirse, hincar, llevar, menear, picar, pisar, quemar, revolear, soplar (cf. Cela, ob. cit., donde el lector encontrará, entre otras cosas de interés, gran riqueza de textos castellanos. //





    4. Para breves explicaciones sobre "represión," cf. Cela, ob. cit., tomo IV, pág. 114, y en Carroll B. Johnson, Madness and Lust. A Psychoanalytical Approach to Don Quijote, (Berkeley: University of California Press, 1983), págs. 42, 52 y otras. Para una exposición y evaluación de las teorías freudianas sobre la represión, cf. Charles Brenner, The Mind in Conflict (New York: International University Press. Inc., 1983), págs. 111-113.





    5. El lector habrá notado que he venido parafraseando al Marqués de Santillana, el primero en hablarnos en lengua romance de la naturaleza de la poesía, en su Prohemio e carta; cf. mi edición y estudio, Marqués de Santillana. Prohemios y cartas literarias (Madrid: Editora Nacional, 1984), págs. 44 sts.





    6. Para una breve explicación del concepto de desplazamiento y sublimación, cf. obras de Cela (t. II, pág. 520 y t. IV, pág. 1094) y Johnson (ibidem), mencionadas en la nota 3. Freud habla extensamente del desplazamiento en su obras "Interpretation of dreams (Standard Edition, tomos 4 y 5) y "Jokes and Its Relation to the Unconscious (S. E., t. 8).





    7. El toronjil deberá considerarse como una de las muchas yerbas misteriosas, encantadas, fálicas, que solían criarse junto a los caños del agua, y a cuyo contacto corrían el riesgo de quedar preñadas las mujeres; cf. D. Devoto, ob. cit., pág. 23 y J. Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española (Madrid: J. Rodríguez, 1861-1865), t. II, págs. 480-81, y t. VII, pág. 450. Entiéndanse toronjil, caño y agua como desplazamientos o, si se prefiere, metáforas del vello pubiano, pene o vulva, semen o exudación vaginal, respectivamente (cf. Cela, ob. cit., "agua" y "caño," t. I, págs. 42 y 279, y "perejil," t. IV, pág. 934). Otros ejemplos en poesía erótica no sublimada, en Alzieu, ob. cit., v. vocabulario.





    8. Federico García Lorca, Obras completas (Madrid: Aguilar, 1962), pág. 387. En adelante se citarán las páginas de esta edición. El profesor Juan Garcia Gutiérrez honra este ensayo con dos contribuciones (veáse también la nota 10) sobre la fantasmagoría de otro gran poeta: "El símil lorquiano del 'pájaro enredado en las zarzas' (los genitales femeninos escondidos entre el vello púbico) tiene cierto paralelismo con las metáforas florales y frutales a las que se equipara también el sexo de la mujer. Así, en el poema de Miguel Hernández Orillas de tu vientre, (poema 53 del Cancionero y romancero de ausencias) leemos:
    Clavellina del valle que provocan tus piernas.
    Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
    Trémula zarzamora suavemente dentada
    donde vivo arrojado (vv. 5-8)."






    9. Cf. mi artículo "Ascendencia y trascendencia del neblí de Calisto," de próxima aparición, donde estudio ampliamente el valor del simbolismo del halcón en La Celestina en la que, por obra y gracia de Fernando de Rojas, el tradicional amor cortés devino cetrero. Otras notas de interés sobre el halcón, en E. Morales Blouin, El ciervo y la fuente. Mito y folklore del agua en la lírica tradicional, (Madrid: Ediciones Porrúa), 1981, págs. 133-34 y passim. Podrá interesarle también al lector el trabajo, y la bibliografía de Daniel Devoto, "El halcón castigado," en ob. cit., págs. 138-149.





    10. Existe en nuestra cultura una amigable intercambiabilidad de metáforas referentes a la fertilidad o la esterilidad de la tierra y la mujer. Contrástese, por ejemplo, esta imagen de "mujer arada" con la expresión "tierra virgen." En Andalucía existe la expresión "mujé sembrá" (cf. Rodríguez Marín, ob. cit. pág. 90). Entre los sabios persas había una normativa que preceptuaba que "un hombre no podía hacer nada más agradable a la divinidad que labrar la tierra, plantar un árbol y engendrar un hijo" (Sadger, Heinrich von Kleist: Eine pathographisch-psychologische Studie, 1910, citado en Ernest Jones, ob. cit., t. I, pág. 12 y 62). Hoy se dice entre nosostros que las tres tareas más importantes de un hombre son plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Versión la nuestra un tanto cultista y ñoña, en la que se ha roto la alegoría persa del proceso, por desplazamiento al campo, de la generación humana. El arado es uno de los símbolos fálicos, enumerados por Freud entre aquellos que pertenecen a las armas e instrumentos. El surco del útero--sulcus muliebris, sulcus uteri--es metáfora empleada en los escritos eróticos del Aloisia Segaea de Nicolas Chorier, editado como Joannes Meursius, Elegantiae latini sermonis, Colloq. VI (citado en F. C. Forberg, Manual of Classical Erotology, [New York: Grove Press, 1966], t. I, págs. 68 y 69. Wallace Steven tiene un poema de pronunciado simbolismo erótico, "Ploughing on Sunday," comentado en ese sentido por Robert N. Mollinger en Psychoanalysis and Literature (Chicago: Nelson-Hall, 1945), págs. 123 sts. Añade García Gutiérrez sobre "nuestra" fantasmagoría: "Entre los poemas sueltos de Miguel Hernández, más arriba aludido (n. 8), está el titulado Vecino de la muerte, adscrito a El rayo que no cesa, con el nº 8 de los Poemas sueltos. Allí el poeta de Orihuela, con esa sabiduría de ecos ancestrales, traza su alegoría en la que los genitales masculinos son evocados por la imagen del arado y la yunta de bueyes. Implícitamente (en otras ocasiones de manera explícita) los genitales femeninos se representan por el surco donde se deposita la semilla:
    las niñas que expiraron de sed por la entrepierna
    donde jamás tuvieron un arado y dos bueyes (vv. 22-23).