Dos obras en Mio Cid: la Gesta y la Razónpor Miguel Garci-GomezLA GESTA Y LA RAZON.Como he venido repitiendo hasta aquÃ, me refiero siempre a la obra entera como Cantar de Mio Cid, a veces simplemente como Cantar o como Mio Cid. A la Primera Parte, la que acaba en los versos 2276-2277,
la denomino, Gesta, guiado por el texto explÃcito en el momento crucial de la narración:
A la Segunda Parte, la continuación, la denomino Razón, guiado asà mismo por el texto en la despedida final. Era al concluir su obra, según la costumbre de la época --algunos preferÃan el comienzo--, donde los autores solÃan dar tÃtulo a sus escritos. Nuestro autor evidentemente siguió esa costumbre con fidelidad, cuando dijo:
Mucho se ha discutido el sentido del escriuio del verso del explicit que seguÃa, como hemos visto más arriba. PoquÃsima atención sin embargo ha recibido el tÃtulo que le dio a su obra el propio autor. E. von Richtho fen, tras protestar sobre la anarquÃa epigráfica, llamó la atención sobre los tÃtulos que se sugerÃan en la obra misma. Menéndez Pidal da a razón en el verso final (3730) el significado de "composición literaria, poema," (Cantar II, 820). I. Michael define la razón de este mismo verso como "poema" e invita a comparar el término con el de la bien conocida Razón de amor, siglo XIII, titulada asà por su autor al comienzo: "Qui triste tiene su coraçon / benga oyr esta razon" (ed. 310), tÃtulo en el que insiste al final: "Mi razón aquà la fino / e mandat nos dar vino." J. Horrent sugiere darle a esta parte el tÃtulo de "Cantar de las nuevas de Mio Cid Campeador" (ed. 350). El término "nuevas" es ubicuo en el Cantar, por lo que no nos vale para diferenciar una sección de otra, ni nos sirve como término literario. Razón, por el contrario, no sólo se emplea con más abundancia en la Segunda Parte que en la Primera, sino que re viste en aquélla connotaciones propias y exclusivas, y es un término que está ya consagrado en nuestra literatura como tÃtulo y como género: género que se extiende a otras literaturas europeas; género que denota conflictos intelectuales y psicológicos; género que se caracteriza por su contenido de intenciones, argumentación, disputas, debates, denuestos, pleitos, es decir, todos los elementos, todo el material de que está confeccionada la Razón.2 La Gesta de Mio Cid. Se expresa con este término un género literario ampliamente reconocido y magistralmente adecuado al de la acción y su discurso; en él se condensa el asunto o tema central del argumento, que es la gesta por antonomasia, la conquista de Valencia por el Cid Campeador y los suyos. La Gesta de Mio Cid es una fábula heroica versificada; fábula en el sentido técnico de imitación poética de una acción histórica de marcada trascendencia, a la que se subordinan varias acciones parciales, una que la causan, otras que de ella resultan. La acción histórica de gran trascendencia en la Gesta es, claro, la conquista de Valencia; las acciones parciales que la preparan y motivan son, principalmente, el destierro del Cid, su consecuente pobreza, el empeño de las arcas de arena, las tomas de Castejón y Alcocer, la victoria sobre el Conde de Barcelona. Acciones parciales de resultado y coronación del héroe son su progresivo enriquecimiento, su señorÃo sobre Valencia, la reintegración de su familia, su solemne reconciliación con el Rey, las bodas de sus hijas con los Infantes de Carrión. La acción cuenta pues en la Gesta con un comienzo, un nudo y un desenlace en mutua relación, en mutua reclamación, en mutua causación y motivación. De tal manera se completa en la Gesta su movimiento narrativo que, de no existir una continuación en el manuscrito, juzgarÃamos la obra como terminada, concluida, del todo acabada. Para comprenderla y apreciar la no es necesaria la Razón. Epopeya patética. Esta Primera Parte del Cantar encaja perfectamente dentro del género medieval de gesta; es esencialmente una epopeya, la narración de la triunfal marcha de un guerrero, de un héroe valeroso, con sus mesnadas, en circunstancias adversas, con la derrota de un enemigo común, los moros, y con la consecución de una meta, Valencia, de la que se beneficiarÃa toda la cristiandad. Es una "epopeya patética" de acuerdo con la terminologÃa de Aristóteles, en la que la acción es más importante que la delineación del carácter de los personajes (cuando la penetración psÃquica es más importante, como en la Razón, tendremos una "epopeya ética" (ver Lausberg, II, 460). En los comienzos de la Gesta la ambientación es lágrimas y tristeza:
Ambientación de vacÃo, de ausencias: sin... sin... sin... sin... sin... nada:
Ambientación de suspiros, de enemistades, de plegarias y presagios miste riosos:
Ambientación de inseguridad, de soledad, de repulsa de los burgaleses, desde la niña de nueve años hasta el rey Alfonso;
Ambientación de amenazas terribles que se cernÃan sobre toda la comunidad:
Ambientación de nocturnidad, de bajeza, de abuso de la confianza de unos "amigos caros" en el enfadoso y obligado empeño de las arcas de arena; ambientación de orfandad, de separación de los seres queridos. Todas esas negaciones que el autor de la Gesta evoca a lo largo de su composición en su leit motif del destierro, ira del rey, la falta de pan, con virtud de fuerza centrÃpeta que mantiene los diversos elementos narrativos girando sobre su centro temático. La acción central, la gesta por antonomasia, punto medio de la narración está marcado con claridad, con un grito de satisfacción y esperanza:
En la ambientación del final el autor entreteje el envés del comienzo casi detalle por detalle. Contrástense, por ejemplo, el primer verso y el último de la narración, que demuestra la esmerada técnica del artista y la plena conciencia del escritor que da comienzo y desenlace a su obra:
La ambientación del final serÃa de largueza: el que salió de Castilla despojado de sus mantos, sus pieles y sus halcones, pobre y mÃsero, has ta más no poder --(yo más no puedo, 95)--, despide a los castellanos que vinieron a visitarle a Valencia colmándoles de caballos, mantos y pelliçones, más haberes sin cuento (no fueron en cuenta):
La ambientación del final serÃa de plenitud: aquellos burgaleses que al despedir al Cid de Burgos habÃan temido perder, en palabras de la niña de nueve años, sus haberes y sus casas, e incluso los ojos de la cara,
se despiden del Cid en Valencia para retornar a Burgos, abastado cada uno con tantos bienes como hubiera querido:
La ambientación de enemistad con la nobleza, hasta conseguir ésta que fuera el Cid desterrado de Castilla, sin demora de tiempo, y la ambientación de separación de los seres queridos,
se torna al final en el desplazamiento de esa nobleza hasta Valencia para quedarse allÃ, honrarle con su presencia, con su parentesco y con su amor:
De veras, desde el punto de vista estructural, en el verso 2278 y no antes se terminaba el ciclo narrativo de la acción épica; de veras, permÃtaseme repetir, tenÃa razón el autor, cuando decÃa,
Si tiene razón el autor, no la tienen los que quieren dividir el Cantar de Mio Cid en tres cantares parciales. Dividir el Cantar en tres es deshilvanar una Gesta que es coherente e indivisible desde su primer verso hasta este último. Organización de los motivos. La acción narrativa está vertebrada, desde el primer verso hasta el último, por una serie de submotivos que, a su vez, van progresivamente creciendo de la bajeza y miseria a la grande za y plenitud. Crecimiento. Si hubiéramos de escoger los motivos literarios que mejor expresan la dinámica del crecimiento o ascensión de los más bajos principios al más alto fin, escogerÃamos los del pan (con agua y vino), la ganançia, la riqueza.3 Libro Casos %Real %Esperado Diferencia ------------------------------------------ pan4 GESTA 14 100% 61% 39% RAZON 0 0% 39% -39% ------------------------------------------ pan, agua,5 GESTA 25 93% 61% 32% vino RAZON 2 7% 39% -32% ------------------------------------------ Libro Casos %Real %Esperado Diferencia ------------------------------------------ ganançia6 GESTA 42 88% 61% 27% RAZON 6 13% 39% -26% ------------------------------------------ riqueza7 GESTA 10 77% 61% 16% RAZON 3 23% 39% -16% ------------------------------------------Crecen los haberes. En la mengua o abundancia de haberes materia les, como elementos tangibles o conmensurables, se representa el fracaso y deshonra, o el éxito y honra. El autor desplegó al comienzo ante sus oyentes o lectores un escenario del todo vacÃo: sin...sin...sin...sin...sin, expresión polisindética, macha cona, que al acentuar la presente carencia evocaba la anterior abundancia. Paso a paso se encargarÃa el artista de amueblar el vacÃo escenario con ricos y diversos haberes, marcos, tierras, casas, castillos, caballos, esclavos, mucho oro y mucha plata. Lo primero fueron los seiscientos marcos del préstamo; al crecer las riquezas aumentaron, también en progreso ascensional, los regalos al rey, hasta el punto de atraer la atención del monarca y su corte, hasta el punto de conseguir la restitución de los bienes incautados, hasta el punto de lograr casar a sus hijas con los Infantes de Carrión con cuyo matrimonio se enriquecÃan todos, tanto los Infantes,
como las hijas del Cid, según lo expresan en aquella única ocasión en que se les da la palabra en la Gesta, Cuando vos nos casáredes bien seremos ricas (2195).8 Crecen las mesnadas. Con las riquezas, mucho creçen las nuevas (1373), y con las nuevas, las mesnadas del Cid. Cuando entró en Burgos llevaba pocos más de sesenta hombres, pero ya en Cardeña contaba con ciento quince; en la sierra de Miedes, trescientos; en Valencia tres mil seiscientos. Igualmente habÃan crecido las tropas enemigas, hasta llegar a cincuenta mil los moros que los del Cid Campeador derrotaron en Valencia. Con el número crecido de los enemigos vencidos se daba a entender el crecido valor y poder de los vencedores. A las victoriosas mesnadas del Cid, como he explicado en otro lugar (Burgos 128-29), se sumarÃan en Valencia su mujer, sus hijas y las damas de su séquito, asà como los mercaderes Raquel y Vidas,9 el obispo don Jerónimo y los Infantes de Carrión. El mensaje literario y propagandÃstico, si se quiere, del autor, es el del expansionismo de Castilla en la progresiva castellanización de Valencia: el Campeador y sus menadas expandÃan las estructuras y la organización militar de Castilla; los mercaderes Raquel y Vidas la organización del comercio; el obispo don Jerónimo la organización eclesiástica; los Infantes la organización de la nobleza, de la corte cristiana. Entre los tres fines de la literatura de instruir, mover y deleitar, se destaca el de mover en la Gesta. Crecen la estrategia y el espacio. Con las mesnadas progresaba ascensionalmente en la narración el arte de la estrategia del Cid, su habilidad en dirigir los asuntos que le apremiaban, desde el empeño de las arcas de arena hasta las estratagemas de diversa Ãndole, que a su vez progresa ban desde la çelada (v. 441) de Castejón, y el arte y çelada de Alcocer (vv. 575 y 579), con las corridas (passim) por tierras del Conde de Barcelona, hasta culminar en la gesta de Valencia. A la par que las riquezas y las mesnadas ascendÃa el espacio residencial. En los comienzos es la aldeÃta de Vivar y el hogar saqueado, reducido a escombros; luego la glera, los caminos llanos y montañosos, desiertos y poblados; por ellos avanzarÃa el Cid para, tras detenerse brevemente en Cardeña, llegar y conquistar los castillos de Castejón y Alcocer. Por fin se instalarÃa definitivamente en Valencia, su heredad, señor de todas sus villas y de su huerta que espessa es y grande (1615). Crecen los regalos y la amistad. Progresaba sin pausa a lo largo de la narración en lÃnea ascensional la misión diplomática de Minaya hasta llegar al perdón del rey. El autor se esmera de manera particular en el arte de la preparación del ánimo del monarca, para irle acercando gradual mente, y de acuerdo con el proceder legalÃstico, al amor del Cid. Todo empezó con una vaga sugerencia de Minaya apenas recogieron los frutos del primer botÃn (v. 495). Siguió la primera embajada de Minaya, que lleva al rey los primeros presentes de parte del Campeador: treinta caballos. El rey se mueve a perdonar, por lo pronto, a Minaya con el fin que, reconciliado éste con el monarca, pueda en el futuro servir de intercesor, de hombre bueno, amigo de ambas partes. Le sugiere el rey al emisario del Cid que en tres semanas --tras la tercera embajada-- estarÃa dispuesto a perdonar al Cid. Nueva embajada de Minaya, ahora con cien caballos, quien consigue la devolución al Cid de los bienes confiscados a la vez que se lleva a Valencia a la mujer y a las hijas del Campeador con las damas de su séquito. Tercera embajada de Minaya, con el doble de caballos, en la que consigue finalmente el perdón real para el Campeador. Pronto el rey de Castilla y el señor de Valencia se reconciliarÃan en ceremonia pública y solemne. El progreso ascensional, sin retrocesos, de enemistad a amor, de guerra a paz, se bordaba también en episodios parciales, como en el de aquellos moros vencidos que terminaban bendiciendo al Cid y, sobre todo, en el del Conde de Barcelona que, desconfiando en un principio de las intenciones del Campeador --habÃa desconfiado de éste su propio rey-- le presentó batalla; tras ser vencido, fue tratado con benevolencia y generosidad, puesto en libertad y colmado de obsequios; el conde pues terminó, como el rey, por maravillarse de la bondad del Campeador. Rechazo al inmovilismo. La Gesta es un canto épico, de epopeya de acción; es un canto de rechazo al inmovilismo, con condena al que permanece siempre en un mismo lugar:
Rechazo al inmovilismo geográfico, como he destacado, con esa salida de Burgos y ese constante correr a marcha forzada; rechazo al inmovilismo económico, con esas operaciones financieras de empeños, de venta de castillos y preferencia del dinero a los bienes inmuebles, de regalos al rey bajo la visión del que sabe que "quien regala bien vende." Rechazo interesante y claro, como culmen de la acción, al inmovilismo social. La frecuencia de los vocablos rey, condes, infantes, infanzones, vasallos, caballeros, peones, dueñas, nos habla en la epopeya de una sociedad muy consciente de clases jerarquizadas y, por lo común, estratificadas. A la reconciliación del rey y el héroe quiso el autor añadir una nota de ascensión y glorificación mayor: la elevación de clase social al casarse las hijas del infanzón con los infantes. Se entroncaba de esta manera la casa de Vivar con la casa de Carrrión y se integraba el señorÃo de Valencia dentro de la corte de Burgos. Todos esos elementos en la carrera ascensional, sin retrocesos, venÃan empalmados en la Gesta en sucesión fluida de episodios de diversa Ãndole, unidos unos con otros en suave gradación y motivación lógica: siempre por razón de necesidades básicas, de valores conmensurables y humanos. La Razón de Mio Cid. Es verdad que la Gesta es histórica en el sentido de que unos sucesos humanos dan origen a otros sucesos humanos. En la narración ha imperado la causalidad, sin caÃdas ni retrocesos, sin saltos bruscos ni sobresaltos. Ahora bien, serÃa con un gran sobresalto, un suceso no humano, el incidente inesperado de la aparición súbita de un león fantasmagórico, con unos motivos que sólo el animal conocerÃa, con los que daba comienzo la Razón:
Los motivos humanos del pan, la ganancia y la riqueza ceden el paso en la Razón a los motivos del animal mágico, y a aquellos valores tangibles les suceden los conceptos inconmensurables de justicia e injusticia (derecho y tuerto), honra y deshonra. Libro Casos %Real %Esperado Diferencia ------------------------------------------ lo del león10 GESTA 0 0% 61% -61% RAZON 11 100% 39% 61% ------------------------------------------ derecho11 GESTA 2 9% 61% -52% RAZON 20 91% 39% 52% ------------------------------------------ deshondra12 GESTA 0 0% 61% -61% RAZON 5 100% 39% 61% ------------------------------------------ tuerto13 GESTA 0 0% 61% -61% RAZON 5 100% 39% 61% ------------------------------------------Rethorica ad Herennium. La Razón es una novelita corta, una novelita psicológica. En la Rhetorica ad Herennium, de gran uso en las escuelas medievales, ya directo ya indirecto, se señalaba entre las técnicas del discurso literario una denomidada genus narrationis, quod in personis positum est, "arte literario de la caracterización" o, como traduce Lausberg --que no estaba pensando en el Cantar de Mio Cid--, "novela psicológica" (II, 456). 14 Arte de la caracterización. He aquà en cuadro esquemático las caracterÃsticas que asignaba la retórica a este género literario, con respecto al estilo, a la caracterización y a los sucesos. ESTILO: lenguaje festivo. Se distingue la Razón por la gracia especial, el desenfado, el donaire, el humor y la ironÃa que se traslucen en las situaciones, la conversación de los personajes y en las acotaciones del narrador. Tan pronto comienza, saltan a la vista sus tonos humorÃsticos y burlescos, tanto más chocantes por proyectarse sobre un fondo de con traste entre la calma y el terror; mientras el Campeador duerme tranquilamente, los suyos se sienten aterrados, unos huyen y se esconden, otros corren a defender a su señor. El autor es consciente del juego de sus personajes, de su estilo jocoso:
En servicio del humor hace alarde el autor de figuras apropiadas, como la caricatura del obispo fanfarrón, quien tras apurar el cáliz de la misa, no paladeaba otro sabor que el de matar moros, y en eso cifraba él su misión en Valencia.
En las solemnÃsimas Cortes de Toledo, episodio central de la Razón, convocadas para ajustarles las cuentas a los Infantes de Carrión por la afrenta doña Elvira y doña Sol, el Cid y Don GarcÃa, jefes respectivos de los bandos en litigio, se ven enredados en el pleito de los pelos. Don GarcÃa caricaturizaba al Cid por su luenga y espantosa barba:
El Cid ante este ataque personal se muestra más interesado en defender su barba que a sus hijas, y aprovecha para arremeter contra la barba de Don GarcÃa, por lo rala y desigual: [CRONISTA] [CID] En una ocasión anterior habÃa sido el propio Cid el primero en caricaturizarse a sà mismo, cuando con su barba trataba de amedrentar al rey Búcar:
Caricatura era y caricatura extravagante la de Ansur González que entraba en el palacio apestando con sus eructos y arrastrando su brial:
Además de la caricatura, contribuyen a este juego estilÃstico el sarcasmo, las expresiones intencionadamente despectivas y zahirientes. Pero la nota más alta del estilo de la Razón es, sin duda, la ironÃa, que mucho tiene de juego en las incongruencias que se dan entre el fondo y la forma, entre las esperanzas y el resultado, entre las oraciones a Dios y la realidad de la vida, entre la realidad y la apariencia, entre las palabras y la intención, como bien se trasluce de este comentario del narrador sobre los Infantes:
PERSONAJES:
El contraste entre los personajes se hace patente, como la festividad del estilo, en el pórtico mismo de la Razón. Ante el león que se escapa de la red los Infantes de Carrión huyen y se esconden; los vasallos, por el contrario, acuden a proteger a su señor; mientras todos corren, sin mirar a vestirse, sobresaltados, el Cid duerme plácidamente y, tras despertarse, se viste tranquilo y se adelanta hacia la fiera. El león que habÃa aterrado a todos, envergonçó ante el Campeador. Apenas repuestos del susto del león, les llegan noticias de que Búcar habÃa sitiado a Valencia. Ante la amenaza de los moros los Infantes de Carrión no se muestran menos pusilánimes que ante la fiereza del león. El autor aprovecha el episodio de Búcar más que como acción de epopeya, como bastidor en el que denunciar la frivolidad y turbación de los de Carrión. Para lograrglo los compara y contrasta con la voluntariedad de Muño Gustioz (2337); con el arrojo de Pero Bermúdez (2358); con la fogosidad del obispo (2371); con el Ãmpetu de los vasallos, los de mio Cid (2402); con la matanza de moros a manos de Minaya (2454). No solamente contrasta la actitud de los Infantes con la de las mesnadas, sino también con el sentimiento de los cristianos en general, aquellos que maravillados se llegaban a incrementar las filas del libertador de Valencia; de lo único que se maravillaban los Infantes es de que tantos cristianos acudieran a Valencia a servir al Campeador, cuando ellos, no pudiendo aguantar allà más, añoraban el retorno a Carrión (2344-49). El viaje de vuelta a Carrión lo aprovecha el autor para denunciar la avaricia de los Condes frente a la hospitalidad y la generosidad del moro Abengalbón, y para contraponer la alevosÃa de los nobles a la fidelidad del moro latinado, que velaba por la seguridad y los intereses de su señor. No sólo pues eran los vasallos del Cid y los cristianos todos personas más decentes que los Infantes de Carrión, sino también los moros. En el robledal de Corpes la crueldad sádica de los dos hermanos rayarÃa en monstruosidad al cebarse sobre la tierna debilidad de sus esposas, tan blancas como el sol. Llevado a cabo el atropello, ambos se jactarÃan de su fechorÃa, siendo aquella la primera vez que se alegraban de algo (2762). El escarnecimiento que a ellos les llenó de alegrÃa, llenó de dolor al Cid y a los suyos, causó gran consternación a los vecinos de San Esteban (2821) y pesar sincero al rey Alfonso (2825). La afrenta del robledal constituÃa literariamente una auténtica peripecia15 dramática, a partir de la cual la desemejanza de los caracteres se enriquecerÃa con un nuevo rasgo: la desemejanza del personaje consigo mismo, el de antes y el de después de la afrenta. Los Infantes, antes del escarnio, habÃan mostrado preocupación por sus esposas, porque pudieran quedar viudas (2323); más adelante se referirÃa a ellas como mugieres que habemos a bendiçiones (2562); más adelante las despreciarÃan por no servirles ni como barraganas (2759). Con respecto al Cid, su suegro, habÃan declarado: por vos habemos hondra (2529-30); después de la afrenta se sentirÃan honrados por haber roto definitivamente los lazos del parentesco: porque las dexamos hondrados somos nos (3360). También el rey, conocida la infamia, cambiarÃa de parecer (2956-58). En cuando al Campeador y Minaya, su anterior amor y su admiración se trocarÃan en rencor (2916, 3437). En la Rhetorica ad Herennium se enumeraban las cualidades de una buena caracterización con designaciones antitéticas, de manera que cada una de ellas se robusteciera al contacto con su opuesta. Véanse algunas, en relación breve, según se realizan en la Razón: Gravedad / lenidad.
Esperanza / miedo. confianza de los vasallos / pánico de los Infantes (2285-90). esperanza del botÃn / miedo de no poder volver a Carrión (2315-22). miedo de Elvira y Sol / esperanza que aparezca su padre (2741-42). anhelante esperanza de Félez Muñoz / su miedo a los de Carrión (2787-95). miedo tras el repudio / esperanza de mejores casamientos (2867, 2892-93). Sospecha / comezón. Bajos estas cualidades entra la actitud suspicaz de los personajes de la Razón. Los Infantes de Carrión sospechaban de que todo lo que en Valencia acontecÃa iba destinado para su mal (2322; 2464); estas sospechas produjeron el acuciante deseo de vengarse. Pero las sospechas no eran exclusivas de los Infantes; de una manera o de otra se encontraban éstos sometidos a una densa red de espionaje: cuando hablaban en secreto, se enteraba Muño Gustioz (2324-25) o el moro latinado; deducimos del texto que cuando huyó Fernando del ataque de un moro, presenció su cobardÃa Pero Bermúdez (3322-23). Cuando los Infantes partieron con sus esposas para Carrión, fueron grandes las sospechas del Cid, fundadas en ciertos agüeros (2615-16), por lo que comisionó a Félez Muñoz que les acompañara para traerle nuevas (2620-22). Cuando los Infantes en Corpes ordenaron a sus hombres a seguir adelante, Félez, sospechoso, volvió para atrás y se escondió para espiar (2769-70). Disimulo / error. El disimulo en unos personajes lleva a error a otros. En la Razón se encuentran términos exclusivos que apuntan a la disimulada maldad de los Infantes como traidores, alevosos, mientes. Como recurso artÃstico la cualidad disimulo / error es particularmente eficaz en la tragedia, en el drama y en la novela; sus efectos son los de impacientar y provocar la tensión nerviosa del público, que se agita y encona al ver a los buenos vÃctimas de la hipocresÃa y la simulación de los malos. La simulación puede ser a veces bien intencionada, como en el caso de Pero Bermúdez, quien al principio asintió a los alardes de valor de Fernando de Carrión (2340), por evitar las burlas de los demás vasallos, burlas vedadas por el Cid (2307). Con la prohibición a los vasallos de que hablaran mal de los Infantes --con el implÃcito consejo a que disimularan-- el error en la valoración de éstos se hizo inevitable, y en el error cayeron Minaya (2460- 63) y el mismo Campeador (2477). El público --el lector-- se impacienta más y más cuando, sabedores de la conspiración (2544, 2555), ven a los Infantes acercarse al Cid con mentidas promesas (2563-65), y a éste, crédulo (2569), que no sólo les entrega sus hijas sino que además les colma de dones. Misericordia. Se puede apreciar la misericordia del autor en el respeto a la vida: ni permite que mueran las hijas del Cid en Corpes, ni permite --por razón de la justicia poética que prescribÃa un castigo que no excediera el crimen-- que mueran los Infantes de Carrión en los duelos del final. Al narrar la afrentosa acción del robledal el autor gustaba de resaltar el dolor psicológico, de pasar por la piel para llegar al corazón. Otros cantares medievales sobresalen por sus sangrientas luchas y muertes, bien sean los enemigos, los moros, otros cristianos o incluso miembros de una misma familia. En la Razón el público es movido más a la ternura y compasión que al odio; se describe con mayor efecto el dolor de las almas buenas (los familiares, los vecinos de San Esteban, el buen rey Alfonso) que la acción misma del escarnecimiento. Tal moderación y mesura estilÃsticas, tal misericordia, responde no tanto a un concepto cristiano --cristianas eran las otras sangrientas epopeyas-- como a un refinamiento estético. Cuando Horacio se dirigÃa a los jóvenes escritores, interesados en el arte del drama y la tragedia, les amonestaba a que procuraran no presentar en escena, a la contemplación del público --coram populo--, ni a Medea descuartizando a sus hijos, ni a Anteo ocupado en cocer a las claras --palam-- las entrañas de los humanos (De arte poetica 185 ss.). Sucesos: variedad en los episodios". Mientras la Gesta se distingue por la repetición de sucesos --viajes, combates, embajadas, regalos-- la Razón se distingue por una singular variedad de escenas: vida en palacio y guerra en los campamentos; vida de corte y de familia; hospitalidad de cristianos y hospitalidad de moros; viaje y afrenta; bosque y noche; juicio y retos; vigilias, duelo y nupcias. Cambio de fortuna. Los episodios de la Gesta se sucedÃan unos tras otros en progreso y ascensión gradual, gobernada su ilación por un fino sentido de la motivación, de la causalidad; entre ellos el post hoc equivalÃa al propter hoc. En la Razón, por el contrario, impera el sobresalto y la casualidad, el cambio de una fortuna que rige caprichosamente los hechos y los acontecimientos de la vida. Está minada esta obrita de contratiempos inesperados, de los que no escaparÃa, más tarde o más temprano, ninguno de los personajes, ni los buenos, ni los malos. Nada más que abrirse el exordio acaece la mala sobrevienta:
contratiempo adverso para todos, pues aunque al parecer no afectó al Cid en su persona fÃsica, sà le afectarÃa Ãntimamente en las personas de sus hijas (2555-56). De ese contratiempo arranca y en él se fragua la obra, entretejida con el leit motif del león. Contratiempo inesperado a los Infantes fue el ataque de Búcar a Valencia (2320); el autor querÃa sugerir, con su caracterÃstico gracejo, que les fue inesperado a todos, pues nadie habÃa oÃdo hablar de tal rey --si le oiestes contar (2314). Y ¿qué contra tiempo más inesperado (2303-05), o más aciago para todos, que el de la afrenta de Corpes? Inesperado fue para el rey el fracaso de aquellos primeros casamientos:
Alegres sorpresas. En la Razón se logran contrarrestar los infortunios con las sorpresas de alegrÃa, como preceptuaba la retórica. El autor se deleita en un tira y afloja de la tensión. El pavor inesperado del león cedió ante la mano maravillosa del Cid:
A mayor peligro, mayor alegrÃa, como la que experimentó Félez Muñoz al ver que sus primas, medio muertas, abrieron sus ojos y le miraron (2777, 2790-91). La verdadera subita laetitia es la del final, cuando sin nadie esperarlos, como llovidos del cielo, como un deus ex machina, aparecen en las cortes los Infantes de Navarra y de Aragón a pedirle, en persona, al Cid sus hijas en casamiento;
Desenlace feliz. El malo recibe su merecido. Los que al comienzo de la Razón contaban con tantos bienes que no creÃan poder gastarlos en el resto de su vida:
al final, necesitaron del rey que les diera tres mil marcos para que poder pagar las deudas contraÃdas con el Campeador. Los Infantes de Carrión habÃan cometido un gran error, que consistÃa en lo que ellos mismo reconocieron:
Cataron la ganancia de las dos espadas, Colada y Tizona, sin saber que al final las habrÃan de devolver a los hombres del Cid, quienes con ellas los derrotarÃan. Los que habÃan dejado a sus esposas por muertas en el robledal de Corpes, a duras penas escaparon con vida de los duelos; la sed de justicia en el público se ve felizmente saciada. HabÃan dicho aquéllos, al maquinar la muerte de sus esposas: podremos casar con fijas de reyes o de emperadores (2553); serÃan sus mujeres las que llegarÃan a ser señoras de Navarra y Aragón. Entre los tres propósitos de la literatura, de instruir, mover y deleitar, se destaca en la Razón el de deleitar. El exitus rerum no pudo ser más iucundus, ni podrÃa expresarse mejor de como lo hizo el propio autor:
¿Composición unitaria o plural?. Desde el principio quiero establecer que nada tengo que alegar en contra de las semejanzas que los defensores de la unidad de la obra han encontrado entre sus diferentes partes. Sus hallazgos son pruebas magnÃficas, valiosÃsimas, en favor del valor artÃstico de la Segunda Parte como continuación de la Primera.16 Las dependencias léxicas y estilÃsticas necesariamente habrÃan de ser numerosas y notables entre dos composiciones en las que una es continuación de la otra, máxime habiendo sido ambas escritas en la misma época y en el mismo idioma, y tratándose de un idioma que, en nuestro caso concreto, se encontraba en su infancia, con limitados recursos lingüÃsticos y literarios que, consecuentemente, limitaban la originalidad creadora del escritor. Estoy de pleno acuerdo con las palabras ya referidas de I. Michael: "El tercer Cantar empieza bruscamente, como si hubiera sido un poema separado, pero con todo, mucho de lo que contiene no se comprenderá sin conocimiento de los Cantares anteriores" (ed. 37). En mi explicación de la estructura de la Gesta y de la Razón he querido demostrar que hay que hablar de cada una de ellas separadamente, con distinta terminologÃa literaria, por pertenecer cada una a distinto género. Las implicaciones inmediatas de la separación de Gesta y Razón, haciendo de esta última una "continuación tardÃa," como proponÃa von Richthofen, o "un poema separado," como parecÃa sospechar I. Michael (ed. 37), son las de interpretar Gesta, sus episodios y personajes, dentro de su propia unidad sin dejarnos llevar por lo que aprendamos en la Razón, sin viciar nuestra interpretación con una lectura retroactiva; debemos explicarnos y explicar el texto de la Gesta como si desconociéramos la Razón, pues su autor la desconocÃa.
Los que hablan de la composición unitaria se ven forzados a cada
momento a hacer salvedades en sus interpretaciones, pues lo que aplican a
una parte, poco o nada les vale para la otra. Menéndez Pidal se dio cuenta
de que el criterio de mayor fidelidad histórica --verismo-- del "Destierro"
y las "Bodas" no le servÃa para explicar el mayor grado de ficción --simple
verosimilitud-- de la "Afrenta." Verismo y simple verosimilitud eran para el
historiador Menéndez Pidal dos técnicas tan irreconciliables que hubo de
admitir la colaboración de dos autores en el Cantar, uno de Medinaceli otro
de San Esteban. J. Horrent defiende la composición unitaria, pero no deja
de reconocer su diversidad, los "Deux mouvements dramatiques" que la
animan. Tan grandes son la diferencias que --admite-- podrÃan servir de
"indicio para pensar en la existencia de dos autores de técnicas distintas",
aunque prefiere pensar que se deben a " la habilidad de un poeta en
adaptar su manera de narrar a lo que narra" (Historia 251).17 Michael, que
dividÃa la obra en tres cantares, advertÃa con su consabida sensatez, que
"la división tradicional del Poema en tres Cantares (seguida en esta
edición) no se conjuga bien con la estructura bipartita total" (ed. 34).
Ojalá este estudio contribuya a satisfacer esas apetencias más o menos
patentes de los crÃticos de unas pruebas robustas y concluyentes sobre la
división bipartita del Cantar de Mio Cid.
N O T A SLA GESTA Y LA RAZON
1. Para mà este verso es muy representativo, pues en él se establece un
momento crucial en el discurso de la acción. En este verso comienza la
gesta propiamente dicha del Campeador, que lleva como preámbulo el destierro y como coronación las bodas.
2. La división de Mio Cid en dos partes muy diferentes, escritas por
diferente autor, fue defendida por Anselmo Arenas y Mario Méndez Bejara
no, quienes además titularon la primera parte como Cantar y la segunda
como Razón (ver Fradejas Lebrero 275).
3. El concepto de ganançia viene reforzado con el del miedo a perder los
haberes, las casas, los ojos de la cara (vv. 27, 45). Asimismo en la litotes,
exclusiva de la Gesta, que nada pierda (1361), nada no perderá (1389), no
perderedes nada (1530).
4. pan (14): GESTA 66, 345, 581, 667, 673, 1025, 1032, 1104, 1173, 1175, 1178,
1643, 1682, 1691. Ver comer en la lista general del c. XII.
5. pan, agua, vino (27): GESTA 66, 66, 345, 345, 345, 526, 555, 581, 661,
667, 667, 673, 1025, 1025, 1032, 1049, 1104, 1104, 1173, 1175, 1178, 1229,
1643, 1682, 1691; RAZON 2798, 2801.
6. ganançia (48): GESTA 130, 165, 177, 447, 465, 474, 478, 480, 506, 520,
548, 584, 590, 598, 623, 800, 877, 885, 898, 943, 944, 973, 985, 999, 1016,
1031, 1084, 1149, 1153, 1198, 1231, 1273, 1334, 1341, 1434, 1617, 1733, 1738,
1751, 1822, 1852, 1977; RAZON 2316, 2320, 2429, 2465, 2482, 2492.
7. riqueza, rictad (13): GESTA 481, 688, 811, 1189, 1200, 1245, 1269, 1399,
1648, 1792; RAZON 2580, 2659, 2663; rictad es exclusivo de la Gesta en sus
cuatro ejemplos (ver la lista general en el c. XII).
8. En otro lugar he comentado sobre el deseo de enriquecerse mediante
el casamiento, tanto en los Infantes de Carrión como en las hijas del Cid
(Mio Cid 133; El Burgos 92 y 100). Es injusto acusar de avaricia a los
Infantes, como hacen algunos crÃticos obsesionados por la malquerencia del
Cid hacia los nobles castellanos. El espÃritu crematÃstico que emana de los
personajes de la Gesta trasciende el marco castellano. Los Infantes
procedieron con un amor a la riqueza muy propio de su época (sin
que tratemos de excluir otras). Sobre el sentir europeo de la época con
respecto al matrimonio, señala Heer: "a man 'took' a wife` calculating her
value as an object for political and econominc ends" (21). Otro tanto
puede decirse de las mujeres, a quienes solÃa casar el padre. Sobre el
interés de las familias adineradas de emparentar con la aristocracia de
abolengo, con mención especÃfica de Francia, Inglaterra y Alemania, cf.
Duby, 260.
9. Cuando Minaya se entrevista con Raquel y Vidas y le oyen éstos decir
que el Cid tiene intención de galardonarles (por lo que habedes fecho
buen cosimente hy habrá 1436), leemos:
Dixo Rachel y Vidas: El Criador lo mande.
Si no, dexaremos Burgos, ir lo hemos buscar (1437-38).
Existe en la retórica una figura de carácter semántico-omasiológica que
consiste, según explica H. Lausberg, en "desechar una expresión acabada
y suplirla con otra expresión, más fuerte en el sentido de la utilidad de la
causa" (205-206). Después de haber dicho Raquel y Vidas con cierta
resignación El Criador lo mande, se corrigen con el Si no, que equivale a
.
un "mejor dicho." Es decir, los mercaderes se decidieron a unirse a doña
Jimena, sus hijas, las damas del cortejo, Minaya y otros muchos en el
viaje a Valencia. Acto seguido se nos dice en el texto:
Ido es para San Pedro Minaya Alvar Fáñez,
muchas gentes se le acogen, pensó de cabalgar (1439-40).
Entre esas muchas gentes irÃan Raquel y Vidas. El iremos buscar en
este contexto de los mercaderes no significa cosa distinta del vine vos
buscar del obispo don Jerónimo: por eso salà de mi tierra y vine vos
buscar (2371). Más sobre este texto en el contexto del Cantar y de la
filologÃa y la historia en mi obra El Burgos 129 y 133 n.25. Recientemente
McGrady (521), en un artÃculo aprobado por C. Smith, da muestras de no
haber entendido el Si no del verso.
10. león (animal 11): RAZON 2297, 2298, 2548, 2556, 2719, 2762, 3330, 3331,
3337, 3338, 3363.
11. derecho (22): GESTA 642, 1105; RAZON 2486, 2665, 2915, 2952, 2960,
2966, 2992, 3079, 3133, 3138, 3142, 3169, 3230, 3278, 3299, 3549, 3576, 3580,
3593, 3600.
12. deshondra (5): RAZON 2762, 2906, 2910, 3165, 3541.
13. tuerto (5): RAZON 3138, 3549, 3576, 3600, 3601. En estos datos se in
cluyen exclusivamente los usos de tuerto en cuanto opuesto a derecho,
según explica Menéndez Pidal (II, 871).
14. No pretendo afirmar que el autor de la Razón tuviera delante de sÃ
esta retórica --u otra semejante-- cuando componÃa su obra. Tampoco pretendo negarlo. Lo que sà es cierto es que la definición que de este género
nos da el manual clásico, puede ayudarnos admirablemente para explicar el
estilo y la estructura de la Razón.
15. Empleo "peripecia" en el sentido especializado de la retórica; Lausberg,
en su magnÃfico Manual de retórica literaria, la explica con palabras que
son muy adecuadas a la trama de la Razón, particularmente al escarnio de
Corpes: "giro de la acción ... en sentido contrario (de infortunio), giro y
cambio que nace de la acción precedente ... y, sin embargo, es súbito e
inesperado" ... "un cambio de los sentimientos de un personaje dramático
(principal), cambio que trae consigo la modificación sustancial del curso de
la acción. Este cambio de sentimientos está ocultamente motivado, a lo
largo de la acción anterior, por el carácter y las pasiones del personaje
correspondiente; sin embargo, produce en otro personaje (principal) un
efecto sorprendente, puesto que otro personaje no ha valorado debida
mente el carácter y las pasiones del primer personaje" (II, 488-89).
16. Abogan por la unidad de autor y obra, basándose en un análisis de
las coincidencias lexicales, sinonÃmicas o de fórmulas, Hermenegildo
Corbató, F. M. Waltman, ("Unity of Authorship"). Se inclinaba hacia la dualidad en un primer trabajo, con un argumento poderoso, Oliver T. Meyers
("Assonance).
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