EL SUEÑO EN LA TRADICION LITERARIApor Miguel Garci-Gomez
Immissit ergo Dominus Deus soporem in Adam
El sueño en la antigÜedad. En el principio fue el sueño que Dios infundió en Adán. Este, al despertar, encontró que Dios le había dado una compañera, hueso de sus huesos, carne de su carne, es decir, sueño de sus sueños, origen y madre de los vivientes. Así empezó la humanidad, se nos ha venido enseñando. Muchos oyeron en sueño la voz de Dios. Los creyentes lectores de las Sagradas Escrituras leían una y otra vez que las apariciones, en sueño o entre sueños, in visione o per somnium, era un medio ordinario de comunicación divina en materias muchas de ellas de relaciones sexuales entre el hombre y la mujer; recordaban los creyentes la concepción de Isabel, estéril, siendo además ella y su marido, Zacarías, de avanzada edad; y sobre todo, la concepción de la virgen María, en la aparición del arcángel, seguida del sueño en que a su marido, José, se le anuncia que todo ha sido obra del Espíritu Santo (Lucas 1, 5-25; 26-38; Mateo 1, 18-25). San Pablo fue arrebatado al tercer cielo y --como Calisto-- no sabía si estaba en su cuerpo o fuera de él; allí, en el paraíso --como Calisto-- oyó palabras inefables: Sé de un hombre en Cristo que hace catorce años --si en el cuerpo no lo sé, si fuera del cuerpo tampoco lo sé, Dios lo sabe-- fue arrebatado hasta el tercer cielo; y sé que este hombre --si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe-- fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir (2Cor 12:2-4).En las leyendas heroicas de los griegos, Penélope, en sueño, logró hacer el amor con su deseado Ulises ( Odisea, 20, 87ss). El sueño es más que una reliquia sagrada de libros venerables; el sueño es la experiencia colectiva, cotidiana de la humanidad. En la tradición religiosa y literaria, desde los clásicos, el sueño era tenido por un don divino ( a deo missum); para Calisto el suyo era el galardón a su devoción y sus obras pías, y según Rojas sucedió por disposición de la aduersa fortuna. En la tradición medieval, literaria y religiosa, el sueño era aceptado y explotado, según la explicación de Kruger (150) "como medio de predecir el futuro, como escape a la constricción temporal y como posible acceso a una esfera preternatural." En el sueño de Calisto se cumplen perfectamente su propósito de escapar la constricción temporal, con su cuerpo glorificado; y de acceso a una esfera preternatural, con la visión de la grandeza de Dios. Más adelante explicaré cómo el sueño inicial funciona como el embrión del drama, predicción del futuro. En la épica castellana, en su primer monumento conocido, del gran Cid Campeador se nos dice que al comienzo de su expedición, de su Gesta, El ángel Gabriel a él vino en sueño (406). (1) Nótese cómo en el sueño es la persona soñada la que viene, la que se presenta ante el soñante. En la literatura religiosa, Gonzalo de Berceo, Yaziendo a la sombra perdió todos sus cuidados, y tuvo la esplendorosa visión del comienzo de Los Milagros de Nuestra Señora; los santos de sus obras, Domingo y Oria, soñaron. En la literatura caballeresca soñó Amadís y se despertó atormentado. En la lírica narrativa amorosa al protagonista de la Razón de amor, al comienzo, se le presentó una doncella, con la que dialoga en sueño. (2) En la poesía elegíaca el Marqués de Santillana, predecesor inmediato del Antiguo Auctor --si no su contemporáneo--, en su Defunssión de Don Enrique de Villena tuvo, al comienzo, una gran visión alegórica, en la que encontramos algunos elementos de interés para el caso de Calisto y para la posible armonización de los textos del ARGUMENTO y el SUMARIO; el Marqués no sabía si el incidente de su visión, al amanecer, fue dispuesto fatalmente o si por fortuna (IVc); y al final, se encuentra de repente en el lecho -- E vime en el lecho tan encontinente. En su imaginación, en el sueño, se había visto al pie de un collado (IVd), y ante él habían desfilado fieras, seguidas de las musas que lamentaban con efusividad la muerte del sabio; al desparecer las musas, el soñador, De dolor pungido, maldice a Antropus y su crueldad -- la su crueça (XXIIe)-- y despierta, viéndose en el lecho, solo: Calisto, a quien se presentó Melibea por disposición de la adversa Fortuna al amanecer, en un lugar oportuno, se sentiría al desaparecer su visión, víctima del odio cruel de aquella misma Fortuna, y despertó. El Marqués se vio en el lecho tan "encontinente," es decir, del todo incapaz de reprimir sus deseos o pasiones; así se vería Calisto.Después del Aurora, el sueño passado En La Celestina, a Calisto --dichoso él-- se le presentó al comienzo, y le visitaría, muchas noches, la dama de sus sueños, su deseada Melibea. Aquella visión fue para él una visión divina, más beatificante que la de los bienaventurados en el cielo: se le había aparecido su diosa. Melibea se le presentó con el papel de aquellos dioses que, desde los tiempos de Homero, se solían aparecer a los escogidos, y, según decía Cicerón, parecía como si charlaran amigablemente con los que dormían: quod ipsi dii cum dormientibus colloquantur. (3) Apenas si es posible exigirle mayor naturalidad al Antiguo Auctor, la
auténtica naturalidad de darnos a conocer el sueño tal y
como se soñaba, en vivo, en transcripción fiel, con el fin
de facilitarnos el que con cada lectura todos soñemos.
El sueño en la comedia humanística. La localización de la primera escena en la cámara de Calisto y el acto de despertarse éste de un sueño, seguido inmediatamente de la imprecación al criado, no sólo encajan dentro de la tradición antigua y medieval, religiosa y profana, no sólo vienen reclamados por el texto y contexto, sino que además están muy a tono con la ambientación del comienzo de la comedia humanística, precedente literario inmediato de La Celestina, de innegable influencia en esta obra, como han probado ampliamente en sus estudios Marcelino Menéndez Pelayo y María Rosa Lida (29-78). Las semejanzas entre el comienzo de una de estas comedias, Paulus, escrito en el siglo XIV por Pedro Pablo Vergerio, y el comienzo del AUTO son dignas de notarse, como ya señalaron en parte Menéndez y Pelayo y Cejador y Frauca (27). (4) Ningún crítico, sin embargo, ha entrado en el análisis comparativo detallado entre el comienzo de Paulus y La Celestina. En el incipit coinciden las dos obras en la declaración de su intencionalidad moralizante, con palabras muy parecidas, como si ya Rojas se hubiera dado cuenta de las semejanzas del comienzo del PAULUS y del comienzo del AUTO: PAULUS: P.P. Vergerii Justinopolitani comoedia elegantissima Paulus LA CELESTINA: La comedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehension de los locos enamorados ...La condena de los " malos y lisonjeros criados siruientes" de Rojas se corresponde también con la de " malis servis ... servos infidos, sodales devios" del texto de Vergerio. Comienza Paulus, en su ambiente estudiantil, con su protagonista Paulus, que pregunta, muy alterado, quién le ha despertado; le contesta Herus, su criado, que fue él, él solo, que estaba ocupado en tareas domésticas, poniendo la mesa y las sillas. Le maldice Paulus duramente -- Te perdat Deus! = ¡Dios te pierda!-- por haberle despertado con el ruido de los trípodes. En el ambiente caballeresco de La Celestina el criado, Sempronio, aparece solo, ocupado en las tareas domésticas de cuidar los caballos y las aves de caza, lo que conllevaría sin duda hacer ruido. La maldición de Calisto, Assí los diablos te ganen, parece el envés del emblema de Paulus: Te perdat Deus; como si dijéramos: "A quien Dios pierde, ganan los diablos": PAULUS: LA CELESTINA:Paulus pasa a relatarle al criado el delicioso sueño que acababa de tener, donde él, estudiante, un tanto engreído, se había visto coronado de un merecido -- merita-- laurel. En el suyo Calisto, amante de corte cortesano,sin merecerlo -- inmérito-- se había sentido galardonado con un cuerpo glorificado. La compañera del sueño de Paulus era una virgen de noble linaje -- spousam virginem Generosam--, que superaba al mismo sol en su esplendor. La compañera de Calisto, Melibea -- muy generosa, dice Rojas en el ARGUMENTO--, estaba dotada de la mayor hermosura que natura podía conferir a un mortal. Sigue Paulus: PAU. ... Videbar ipse mihiPaulus, el muy creído estudiante, se había visto presidiendo una asamblea de hombres letrados a los que él superaba en sabiduría, les daba consejos, les ayudaba a dictar juicios y a interpretar las leyes de los antepasados, y a la vez les daba leyes nuevas; entre ellos se había sentido como un rey. PAU. ... Quis aut conventus ad me optimatium!Calisto, el amante cortesano, se había encontrado en la gloria, rodeado de todos los santos a los que superaba en felicidad; su bienaventuranza era mayor que si sobre ellos presidiera desde un trono --como un rey--, en la silla sobre sus sanctos: El sueño en el género celestinesco. Los paralelismos, pues, entre los comienzos de estas obras son, no cabe duda, dignos de ponderación y estima. Con respecto a la tradición inmediata posterior, particularmente entre las obras de la tradición celestinesca de los siglos XVI y XVII, ha demostrado Ricardo Castells, de manera contundente por sus razonamientos y por la profusión de los ejemplos, que "este sueño inicial [de la Celestina] es un patrón que se repite una y otra vez en la novela dialogada española por más de un siglo" (25). Hemos de concluir, pues, ante los ejemplos de Castells, que difícilmente tantas de estas novelas dramáticas "celestinescas" --entre ellas La segunda Celestina de Feliciano de Silva, y Tercera parte de la tragicomedia de Celestina de Gaspar Gómez-- hubieran comenzado con un sueño de no haber interpretado sus autores como sueño el comienzo de la obra imitada. ¿Por qué comenzaron los imitadores con un sueño? Los defensores a ultranza del SUMARIO y la localización en el huerto de Melibea deberían preguntarse y saber responder: ¿por qué se desechó la huerta en las imitaciones? ¿Habríamos de negarle al Antiguo Auctor y a Rojas el recurso que era evidentemente convencional en el género literario dialogado de la época? ¿Habríamos de negarles los críticos a nuestros dos autores el recurso del sueño inicial, tan admirado entre sus contemporáneos e imitado por los sucesores? En vista de la tradición literaria el comienzo en la huerta habría de ser considerado como una rara avis; por el contrario, el comienzo con el sueño es un recurso generalizado, como si dijéramos, de obligación o necesidad. ¿Creería pues Rojas ser suficiente la mera alusión al sueño con la perífrasis a la presencia de Calisto se presentó la desseada Melibea? ¿De qué otra manera sino en sueño podía una deseada doncella presentarse a un caballero, en su casa de éste? Originalidad del Antiguo Auctor. Ni en el Paulus ni en otros modelos anteriores al AUTO se dejaba oír la voz de la compañera del sueño; sabemos del sueño sólo por el relato, la elaboración del soñador o el narrador. El Antiguo Auctor rompió con la tradición, y en lugar de hablarnos de un sueño, nos dejó oír el sonmiloquio. (5) He lamentado con frecuencia, bien con respecto al Marqués de Santillana o el Cantar de Mio Cid, esa mentalidad de "frutos tardíos" que aflige a los críticos hispanistas, "frutos tardíos" comercializados al máximo por los innumerables e ingeniosos indagadores de fuentes extranjeras. Esa mentalidad, como punto de partida, nos dificulta enormemente el reconocimiento de la originalidad de nuestros escritores, hasta el punto que, o no se acepta como válido lo que carece de precedentes, o se cree que nuestro escritor ha maltratado el modelo, o incluso se corrigen sus textos, (6) con el fin que se parezcan más a unas rebuscadas, pretendidas fuentes. Eligió sin duda nuestro Antiguo Auctor una estética muy avanzada, muy sofisticada: la de dotar al sueño inicial de un protagonismo arrollador, irresistible. En lugar de confiar a Calisto la misión de contarlo al comienzo, ya secundariamente elaborado --como si dijéramos--, prefirió dramatizar ante la imaginación del lector la visión y el diálogo. Al dejarnos escuchar en directo no sólo la voz del soñante sino también la de la compañera del sueño, el sueño en sí ganaba en autenticidad, en credibilidad y en patetismo. En el AUTO el fenómeno del sueño inicial yace latente, a la manera que yacen latentes en el sueño sus mensajes, y es eso para mí lo que contribuye muy eficazmente a reforzar la originalidad del Antiguo Auctor y el valor artístico de su escrito. Nada puede concebirse como más interesante desde el punto de vista artístico que la "reticencia" con la que el artista nos invita a los lectores al juego del acertijo; nada más encomiable que la "naturalidad" con la que se nos da a oír en directo el diálogo entre soñante y soñada. ¿Para qué aclarar lo convencional? ¿Qué falta hacía ilustrar lo que Sempronio y todo buen lector --el caso de Rojas-- con pequeño esfuerzo y gran fruición podía concebir? Rojas fue el primero, y tras él fueron muchos los imitadores del AUTO que como sueño entendieron el diálogo inicial de Calisto y Melibea. Reconciliación de textos. En vista de la tradición inmediata anterior y posterior a La Celestina, tradición relacionada muy de cerca con esta obra, lo que de veras resulta muy extraño es que hayan sido tan pocos los críticos que han rechazado la huerta como lugar de la primera escena del drama. En vista de esa tradición, lo que de veras resulta más extraño aún es que el autor de los SUMARIOS no aludiera al sueño. Imputamos al impresor-autor que, además de las indicaciones del ARGUMENTO, desatendió las del contexto inmediato y las del texto global, e incluso se despreocupó por completo de las exigencias de la técnica teatral, haciendo prácticamente imposible la representación de esta primera escena --y sólo de esta escena-- ante el público. ¿No se daría cuenta del problema que le acarreaba el traslado de la huerta --tras tan brevísima estancia-- a la cámara? ¿No notaría que la primera escena --y sólo esta escena-- carecía de la característica acotación? Pensémoslo mejor; en vista de esa tradición y la indicación de Rojas en el ARGUMENTO sobre la presentación de Melibea, ¿no nos habremos equivocado los lectores al tomar las palabras del impresor-autor al pie de la letra, como indicadoras de un acontecimiento real? El autor de los SUMARIOS pudo equivocarse sobre quién se presentó a quién al comienzo, es posible; puede ser, por otro lado, que la equivocación sea nuestra, de sus lectores. Con un granito de benevolencia, ¿no podríamos creer a ambos, al autor del SUMARIO y al autor del ARGUMENTO? En vista de la tradición del comienzo de las obras literarias con un sueño, y un sueño en un huerto-- al estilo del de Berceo en la introducción a Los milagros y del popular poema Roman de la Rose--, nos sería lícito, si no obligatorio, suponer que el impresor-autor esperara del lector que, tras leer el ARGUMENTO, entendiera de esta manera el SUMARIO: "[Soñó Calisto que] entrando ... en una huerta empós ..." Calisto se presentó a Melibea en el primer trance; Melibea a Calisto en la primera escena del drama. Propongo aquí, pues, una reconciliación de textos mediante el enlace del SUMARIO y el ARGUMENTO, donde se respeten sus enunciados y se les dé la debida validez a ambos textos: al del SUMARIO como explicación de cómo se engendró el amor --la prehistoria--, al del ARGUMENTO como explicación del comienço del drama: Entrando Calisto en una huerta empós de un falcón suyo, halló y a Melibea, de cuyo amor preso, començóle de hablar. De la qual rigorosamente despedido, fue para su casa muy sangustiado. [Otro día, para comienço de la obra, dispuso el aduersa fortuna que a la presencia de Calisto se presentara la desseada Melibea]. Habló [aquél] con un criado suyo, Sempronio, el qual, después de muchas razones, le endereçó a una vieja llamada Celestina ... (I, 31).Calisto vivió en una edad de creyentes. Hoy día, "estando todo tan secularizado entre nosotros, difícilmente hay epifanías divinas en nuestros sueños," nos hacía notar C. A. Meier ( Los sueños 167). Ahora bien, no nos escandalicemos tanto los escépticos críticos del AUTO, que lleguemos a negarles semejantes epifanías a los bienandantes como Calisto. Ni se las neguemos a Melibea, pues también ella era soñadora y creyente. Recapitulación. Seremos muchos, estoy seguro, los que le demos la razón a María Zambrano de que "fábula sin sueño no es posible. Puesto que los sueños son la sustancia de las fábulas" (1963, 31). (7) La Celestina es una fábula hecha de sustancias de sueños. El autor, el artista, es un auténtico soñador, que comparte su polifacético sueño con los diferentes personajes del drama. Entre éstos sobresale, naturalmente, el protagonista, Calisto, siendo sus sueños sueños de amor. Soñar con el amor --" recontar las cosas de amores e comunicarlas"-- es tarea de poetas y delectación de espíritus refinados, porque en hacer el amor, nadie, según la observación de la sabia Celestina, superaba al asno en la pradera: CEL. El deleyte es con los amigos en las cosas sensuales e especial en recontar las cosas de amores e comunicarlas ... Este es el deleyte; que lo al mejor lo fazen los asnos en el prado (I, 108).Todo sueño se caracteriza primordialmente por la representación de imágenes que giran, con alta dosis de egocentrismo, alrededor del soñador. A este respecto la obra de Rojas, podríamos decir, es la fábula del egocentrismo de Calisto, personaje central al que todos los demás ayudan en la realización de sus deseos, en el cumplimiento de sus sueños eróticos. Como en los mejores ejemplos de soñadores legendarios, transcendentales, no faltan en el caso de Calisto los ingredientes del ayuno y la inspiración divina. A cada momento afloran los complejos de inferioridad de Calisto junto a la divinización de la amada. El lector, crítico, analista o psicoanalista, encuentra en la fabulosa Tragicomedia un florido vergel de instintos sexuales. Sus flores y frutos son recuerdos percibidos como realidades, pensamientos expresados como visiones, en rica y mezclada gama de símbolos e imágenes. Recuerdos, realidades, pensamientos, visiones, símbolos e imágenes que eran, en realidad, el producto del trabajo onírico de un gran creador, el Antiguo Auctor, y de su continuador, un gran artista, de rica y poderosa pluma, Fernando de Rojas. En conclusión, en La Celestina se establecen dos incidentes diversos: el del primer trance y el de la primera escena, con sus respectivas características. Dos estados de consciencia en el protagonista: uno, en vigilia; el otro, en sueño. Dos autores: uno, Rojas; el otro, el Antiguo Auctor. Dos motivos: uno, la casual pérdida del ave; el otro, el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías. Dos factores, uno, el del halcón perdido; el otro, el de la adversa fortuna. Dos fechas: una, días antes del comienzo; la otra, el mismo día del comienzo del drama. Dos lugares: uno, un sitio ameno, la huerta de Melibea; el otro, un espacio preternatural, la cámara de Calisto. Dos sujetos: uno, el de la acción, Calisto que entra; otro, Melibea que se presenta. Dos grupos de testigos: uno, los criados, Sempronio, Pármeno y Lucrecia; el otro, Calisto y Melibea, solos. Dos tipos de visión: una, con ojos claros; la otra, con ojos de sueño o alinde. Dos resultados: uno, de engendro el amor; el otro, de comienzo del drama. Dos afecciones en Calisto, una, que le causó secreto dolor, petrificación --o emborricamiento--; la otra, que le transformó en cuerpo glorificado, presidiendo -- silla-- sobre los santos. Dos afecciones en Melibea: una, en el primer trance, que la dejó cautiva de un secreto amor, llaga, fuego, desasosiego; la otra, en la primera escena, que le provocó intolerancia, rechazo. Dos reacciones en Melibea: una, la llevó a consentir las necedades del galán; la otra, le hizo proferir insultos y el despido. Dos descripciones de Melibea: una, la de ojos verdes, pecho alto, pequeñas tetas; la otra, la de perfecta hermosura. Dos tonos narrativos: uno, muy realista y directo; el otro, idealista, con imágenes. Dos lenguajes: uno, descriptivo, espontáneo; el otro, difícil, ininteligible. Dos tipos de imágenes: unas, de gran sensualidad y lujuria; las otras, de alta espiritualidad y virtud. Con la información directa o implícita que nos ofrecen
el Antiguo Auctor y Rojas, y resumiendo lo que he venido explicando, podemos
reconstruir el siguiente esquema:
1. Me limito a una somera relación de ejemplos en la literatura castellana. Los que abriguen alguna duda sobre el socorrido recurso del sueño en los escritos castellanos anteriores a Rojas deberán consultar, para despejarla, el enriquecedor trabajo de Harriet Golberg; este trabajo me ha valido de pilar firme en que sostener mi interpretación de esa visión de la grandeza de Dios que embargó a Calisto la primera noche del drama. Para más amplios vuelos dentro de los horizontes literarios del medioevo europeo medieval deberán consultarse, entre otras, las obras de A. C. Spearing y S. F. Kruger, de la bibliografía. 2. La Razón de amor es poesía narrativa, y como tal se especifica quién habla Díx′le ... Diz ella. De querer dramatizar la obra, excluiríamos estas aclaraciones y nos quedaríamos con las palabras de él y de ella, del soñador y la compañera del sueño. El paso es fácil. 3. De divinatione, 1, 64. El sueño de Calisto corresponde al modelo cultural de esa literatura que pinta a la mujer como una criatura de ensoñación, soñada por el hombre. En la literatura sagrada, la escrita por Moisés, Eva nació de Adán, nació en su sueño ( Génesis 15, 21). En la literatura pagana también es la mujer divinizada para luego acceder a los deseos del hombre; por eso eran sólo las diosas las que casaban con mortales, entregándose a éstos del todo. Los dioses exigían fidelidad de sus amantes mortales, las violaban y con ellas fornicaban, pero no se casaban (v. G. Devereux, Dreams, 85 y 304, n. 175). 4. M. R. Lida ha dedicado muchas páginas al estudio de las relaciones de La Celestina con la comedia humanística (principalmente págs. 29-78). Para ella "el comienzo [del Paulus] --el estudiante que regaña al criado que le ha despertado y recapitula con delicia su sueño-- sugiere irresistiblemente el Calisto del acto XIII" (379). Como verá el lector, el comienzo del Paulus sugiere mucho más irresistiblemente el comienzo del AUTO. Como en otros casos, el creer que la primera escena tuvo lugar en la huerta de Melibea, le nubló a la sabia profesora su análisis comparativo. 5. Los tratadistas del sueño en la literatura medieval no tendrían dificultad en aceptar un poema o un pasaje como sueño, aunque el autor o el personaje no lo especifique. La divina comedia de Dante es para muchos un poema-ensueño, a dream-poem, aunque el narrador no dice que le hubiera estado durmiendo o que en el sueño se le revelaron los sucesos (véase para este punto tan interesante A. C. Spearing 2). 6. Entre los que sugieren que Rojas maltrató un pretendido modelo sobresalen A. Deyermond, O. Green, G. Trotter. Sobre las correcciones del texto, ver mi trabajo sobre "Eras y Crato". 7. El bello trabajo de María Zambrano, "Los sueños" citado en la bibliografía. |