ASCENDENCIA Y TRASCENDENCIA DEL NEBLI DE CALISTO

por Miguel Garci-Gomez



                                                Efficitur in avibus divina mens
                                                CICERON 
EL AVE GUIA

El animal guía, (1) un motivo que data de tiempos remotísimos en la tradición literaria, un motivo ininterrumpido hasta la edad moderna. Es el motivo de un animal, cuadrúpedo o alado, que en un estado de abandono, desorientación y zozobra orienta al protagonista de la leyenda, al hombre elegido, hacia el lugar o la situación en la que se fragua o corona una misión de importancia. En estas líneas quiero poner de relieve la ascendencia literaria del motivo del ave guía, ese ave que Rojas supo hacer revivir, de manera magistral, en el neblí que guió a Calisto hasta Melibea, un ave de rapiña que, por otra parte, trascendería en España los confines de La Celestina, para, bajo el plumaje de sacre, gavilán, halcón o azor, merodear de aquí para allá, de una época a otra, de un género literario a otro, buscando una presa amorosa en que poder cebar su voraz apetito.

En la tradición grecorromana los animales guías aparecían al lado de los fundadores de las más antiguas y famosas de las colonias y ciudades, Tebas, Troya y otras muchas. Parece como si esos animales se hubieran confabulado con los hombres en la primera gran empresa civilizadora, cuando éstos se decidieron a abandonar la selva para asociarse multitudinariamente con sus semejantes. Entre los guías de los fundadores abundaban los animales domésticos, claro está, los que se separaron de sus congéneres, buscando con sus amos la seguridad de los claustros amurallados. (2)  ¿A qué razones --podríamos preguntarnos-- respondía ese recurrir de las leyendas a los animales guías? Quizá, como algunos estudiosos han dado a entender, a creencias primitivas en la superioridad de los brutos sobre los racionales. (3) En los libros sagrados de la Biblia, por ejemplo, no faltan elogios a los conocimientos de las aves, como muy superiores a los de los hombres. (4)

  • En el cielo la cigÜeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los tiempos de sus migraciones; pero mi pueblo no conoce los juicios de Dios (Jerem 8:7). 
Para los propósitos del estudio literario, bástenos apreciar que el recurso al animal guía es una manifestación más de la añoranza del hombre de letras, idealista y soñador, de una Edad Aurea de armonía y colaboración entre todos los seres del universo, cuando los brutos se ofrecían voluntariosos a servir a los hombres. El hombre, en el fondo de toda leyenda áurea, era el verdadero ser superior; los animales se comportaban como servidores humildes, sabios y solícitos, atentos a que se cumplieran con éxito los humanos intereses.

Toda ficción literaria se nutre preferentemente de lo incomprensible y lo irrealizable; si la mendacidad del escritor no raya en el absurdo, si en su falsedad la ficción no carece de sustento en la realidad, la ficción produce efectos deleitables. En esa realidad observable del hombre que desamparado en el campo tiende instintivamente a mirar hacia dónde corren los animales o vuelan los pájaros, surgió y se nutrió la ficción literaria del animal guía. (5)

En esa ficción se glorificó a aquellos que, guiados por tales animales, los siguieron por derroteros que les encaminaron a una eventual victoria. 

LA TRADICION ANTIGUA

Data de muy antiguo la creencia de que el vuelo de las aves auguraba algo trascendente. Qué fuera ello exactamente, no estaba claro del todo. Y de ahí se originó en tiempos remotísimos una respetabilísima profesión: la de los agoreros, los peritos en el arte de interpretar los mensajes de Júpiter, óptimo y máximo. (6) Qué significara el mensaje, era discutible; que procediera de los dioses, pocos lo dudaban.

Quiénes fueron aquellos hombres afortunados, favorecidos de las aves? Un sinnúmero de ellos, y de muy diverso talante, que dependía del talante literario del escritor, de la sensibilidad de cada época. En las leyendas épicas, los guerreros; en las hagiográficas, los santos; en las románticas, claro está, los apasionados amantes.

Alejandro Magno se narra que en cierta ocasión, vagando por el desierto, le salió al encuentro una bandada de cuervos, los cuales 

  • volando mansamente delante de los estandartes, ora se posaban en el suelo, cuando los soldados se demoraban en la marcha, ora levantaban el vuelo, como si fueran caudillos que les mostraban el camino. 
Y en otro lugar nos cuenta el mismo autor que esos cuervos, con sus graznidos, "reclamaban a los que se extraviaban en la oscuridad de la noche." (7)

Feliz agÜero recibieron Fabio Valiente y sus soldados, cuando marchaban hacia el combate: 

  • El mismo día de la marcha un águila volaba mansamente delante de ellos como indicándoles el camino. Durante el largo trayecto, era tanta la calma de la alada, imperturbable en medio del enorme griterío de los soldados, que el fenómeno fue interpretado como augurio indudable de grande y próspera campaña. (8)
Al lírico y pius Eneas le envió su madre Venus dos palomas que le guiaran hasta el ramo de oro, la llave del infierno.  Así rogaba el desconsolado héroe: 
  • Oh si ahora en este extenso bosque se me mostrara en un árbol aquel ramo de oro 
Apenas había dicho esto, cuando he ahí que dos palomas llegaron volando del cielo ante los mismos ojos del varón y se posaron en el verde suelo. Al momento el héroe reconoce a las aves maternas y ruega feliz: 
  • Oh,  si algún   camino existe, sedme guía y dirigid vuestro  vuelo por los aires hacia el lugar del bosque, donde el  valioso ramo proyecta su sombra sobre el fártil suelo.Y tú, diosa madre, no me abandones en estos trances.
    Habiendo hablado así, contuvo su marcha para observar qué agÜeros enviarían y hacia dónde dirigirían su vuelo. Ellas van comiendo y volando manteniéndose a una distancia que pudieran ser vistas por los ojos de los que las seguían. Así que llegaron a la entrada del maloliente Averno, levantaron vuelo veloces y resbalándose por el aire líquido, vinieron a posarse juntas en los ansiados rodales, en la copa del árbol entre cuyo ramaje refulgía el brillo del oro" (Eneida, 6, 190 sts.). 

LA TRADICION CRISTIANA

Entre los cristianos, los Santos Padres con sus enseñanzas conseguirían eventualmente desplazar del todo a los dioses de la mitología y sus oráculos; sin embargo no les fue tan fácil despedir a los agoreros o extirpar los agÜeros. Con gesto comprensivo de sincretismo se admitió que el Dios de Israel podía, si así convenía, valerse de los animales como mensajeros. Así fue que poco a poco los neófitos cristianos, equipados de su Biblia, subieron al tren cultural de los gentiles y, para mayor tranquilidad y comodidad, cambiaron de nombre al maquinista. En materias de agÜeros, como en tantas otras, infundieron nueva vida a los animales: los bautizaron.

Constantino, el emperador converso, no tuvo que envidiar en nada a los antiguos fundadores de su anterior cultura pagana, pues a él, en la reedificación de Bizancio, le indicó su caballo por dónde debían erigirse los muros de Constantinopla. (9)

Otros muchos buenos y famosos cristianos después de él se vieron asimismo beneficiados de la guía de animales y aves. Entre ellos, al norte de los Pirineos, conviene destacar aquí a los héroes de las epopeyas carolingias, que se vieron con frecuencia favorecidos por ciervos guías en sus marchas contra los sarracenos. (10)

En Castilla, también su gran héroe se vio asistido del favor de los animales guías. Un ave, con plumaje de corneja, voló de derecha a izquierda ante el Cid del Cantar, tras una breve invocación, en momentos de gran zozobra y desorientación, para darle esperanzas y señalarle el camino hacia oriente, hacia Valencia. Tras observar el fenómeno, exclamó el héroe castellano:

  • ¡Albriçias, Alvar Fáñez, ca echados somos de tierra!" (v. 14). 
Se alegró el Campeador de ser desterrado. Se alegró el Campeador de haber recibido de Dios la señal que tantos héroes y santos antes de él habían visto e interpretado como garantía de elección divina. Al destierro, sí, pero ya sin miedo, pues se sentía cobijado bajo las alas de la Providencia. 

Se ha dicho que los santos del cristianismo sustituyeron a los dioses y semidioses de los paganos. Dentro del cristianismo, en épocas de cruzadas, el guerrero sustituiría al santo. En época posterior, el caballero galante sustituiría a su vez al guerrero, y, como éste, se vería favorecido del favor de las aves en la ruta hacia sus encuentros amorosos.

En Inglaterra, en 1440, estando aún en boga aquellos romances carolingios con sus ciervos guías de serio y trascendental talante bélico, se reelaboró el motivo, revistiendo al animal de marcado erotismo. Se lee de cierto rey, a quien su esposa le era infiel, que yendo un día de cacería con varios de sus vasallos, se alejó de ellos en pos de un ciervo y se perdió. Encontró una casa, llamó a la puerta, y una hermosa doncella, tras darle una cordial bienvenida, le invitó a entrar con estas palabras: "Esta noche entre nosotros engendraremos un hijo que algún día obrará maravillas. Con ese fin el ciervo te ha guiado hasta aquí." (11)

LA TRADICION CASTELLANA

En Castilla, en 1499, se editó la edición más antigua que conocemos de La comedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas. Dice el autor en su CARTA que un buen día se encontró unos papeles anónimos que le llamaron grandemente la atención y le inspiraron tan altamente, que decidió darles continuación. Aquellos papeles comenzaban de esta manera:

  1. CAL.__ En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
  2. MEL.__ ¿En qué, Calisto? 
  3. CAL.__ En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotasse e facer a mí inmérito tanta merced que verte alcançasse e en tan conueniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudies se. Sin dubda encomparablemente es mayor tal galardón, que el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías, que por este lugar alcançar tengo yo a Dios ofrescido, ni otro poder mi voluntad humana puede conplir. ¿Quién has vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como agora el mío? (I, 31-32).
¿Que dónde, cómo y cuándo se habían conocido por vez primera Calisto y Melibea? Esa debió ser la pregunta que primero que ningún otro se hiciera Fernando de Rojas al leer aquellos papeles, "sin firma de su auctor," que parecían comenzar in medias res. Preocupado por encontrarle una conveniente respuesta a esa pregunta y lograr con ella una adecuada motivación dramática a la escena, encargó a Parmeno, en el Acto II, el primero de su continuación, la explicación de cómo fue que se encontraron por primera vez Calisto y Melibea:
  • Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma e hazienda. E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada (I, 121). 
El neblí, perdido, guió a Calisto hasta Melibea. 

Grande se nos muestra el genio literario de Rojas. Con el motivo del ave guía se sumaba Calisto a las filas de eminentes predecesores, héroes y santos, y su encuentro se revestía, en el contexto de la escena, de indudable favor providencial. Lo que para Pármeno había de ser la causa de la pérdida del cuerpo, el alma y la hacienda de Calisto--admirable técnica de insinuación del tema dramático--, para éste le había supuesto abrirle la ruta hacia su visión divina, en el AUTO, su gustoso banquete en el TRATADO DE CENTURIO.

Las fuentes del motivo literario del neblí como ave guía eran, como se deduce de lo hasta aquí dicho, infinitas. Asignarle una fuente determinada es como presumir de haber descubierto el lago del que procede esa gota de rocío que tiembla en nuestro rosal.

El neblí de Calisto, según Rojas, puso a su amo en contacto con Melibea con clarividencia y rapidez, las proverbiales características con que dicha ave acostumbra a caer sobre su presa. 

Neblí llamaba Pármeno al ave de cetrería de Calisto, con terminología de procedencia arábiga. El autor del argumento al Acto I la llamó "halcón" (del L. falco), denominación dominante entre los escritores medievales. Entre los clásicos había abundado la denominación común de accipiter, nuestro azor. Eran las aves de esta familia aves "sagradas" para poetas de la talla de Homero y Virgilio, por estar consagradas a los dioses y ser portadoras de augurios. (12)

En la caza, en épocas anteriores al uso de las armas de fuego, es comprensible que estas aves de cetrería gozaran de una estima sin igual. Su alta reputación y su gran aprecio por su servicio al hombre en materias de cetrería se remonta a 200 años en China, 1700 años en Persia, antes de Jesucristo.

LA TRAYECTORIA DEL HALCON

En Europa, junto al aprecio y precio elevadísimos, gozaban estas aves de la protección de leyes especiales. El puesto de amigo servicial e inteligente que ha ocupado tradicionalmente el caballo entre los cuadrúpedos, le ha pertenecido entre las aves al halcón o azor. En Castilla, un caballo y un azor dieron impulso y vida a la historia de su independencia con Fernán González. La pérdida de los halcones y azores contribuyó a poner en marcha la Gesta de mio Cid. Por toda Europa, en sus ambientes cortesanos, vemos pulular tanto a caballeros valientes y galantes, como a tiernas y angelicales damas, ellos y ellas portadores, sobre su puño, de la insignia del halcón. Ambiente cultural que propiciaba el que el escritor de temas caballerescos, cortesanos y sentimentales, diera a estas maravillosas aves un papel muy destacado en sus narraciones. Así, por ejemplo, Chrétien de Toyes, en ligès (vv. 6425 sts.), cuenta cómo Bertrand perdió su halcón y, en su búsqueda, saltó unos muros, para descubrir a Fenice y Cligès, su esposo, durmiendo desnudos sobre la grama. (13)

El halcón de Bertrand, al contrario del neblí de Calisto, era un ave sin colores retóricos, sin vistosidad especial en su plumaje literario. Carecía ese halcón del atuendo típico del animal guía. Estaban ausentes de la narración de Chrétien de Troyes los efectos de zozobra, ansiedad, oración ferviente, esperanza; faltaban en su ambiente la sobrenaturalidad y el gozo triunfal que se respiraban en el espacio literario del neblí. (14)

No es propiamente ave guía aquella cuya presencia es meramente decorativa, sin funcionalidad, sin impacto vital en la acción subsiguiente. El halcón de Bertrand, que asomó hacia el final de la obra, carecía de trascendencia. El neblí de Calisto, por el contrario --y a semejanza con la corneja del Cid-- era un ser vivo, llovido del cielo al comienzo mismo de la acción dramática, con sentimiento y fuerza para ponerla en marcha. (15)

Es decir, atesoraba en sí aquel neblí perdido una poderosísima virtud sacramental, que imprimiría en la acción total del drama un carácter indeleble: toda la obra de Rojas se siente traspasada por su garra depredadora y su omnímoda hambre de carne, calidades y efectos que trascienden a todos los personajes, manteniéndolos presos en redes, engaños y asechanzas, ora sean los verdugos, ora las víctimas de sus primitivos instintos y sus carnales pasiones. La voracidad del neblí estaba latente, sin dejar de ser continua y consumidora, a lo largo de la obra de Rojas, bajo la cobertura, como veremos más adelante, de las múltiples y variadas imágenes de la caza: redes, tiros, cebo, anzuelo, calderuela, carne de buitrera, falsos boezuelos; pájaros, pollos, perdices y otras piezas de caza, que estudiaremos en el siguiente apartado. (16)

Neblí, ave de rapiña, de naturaleza contenciosa como las águilas, los gavilanes y aquellos "grosseros milanos" que, según el Interpolador, en el PROLOGO, "insultan dentro en nuestras moradas los domésticos pollos e debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar" (21-22). Por todo el cuerpo de la acción dramática, efectivamente, circula una espléndida imaginería que entronca con la mejor tradición alegórica y simbólica de la Biblia y los Santos Padres. La citada imagen del prólogo se corresponde con la tierna simbolización del evangelio de San Mateo (23:37): "[Jerusalén, Jerusalén, ...! [Cuántas veces quise reunir a tus hijos, a la manera que la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas ...!" Para los Padres de la Iglesia Dios quería proteger a sus pollos de los azores y milanos. "No nos apartemos de sus alas," decía San Agustín, "para que no rapte el aéreo azor los pollos aún implumes." (17)  Para San Agustín y San Jerónimo el diablo es como un azor o un milano. (18)

El simbolismo del ave de presa se mantiene sin interrupción en la simbología religiosa a lo largo del medievo. (19) Se ven fundidos en la larga ascendencia literaria del azor, uno al lado del otro, dos cualidades de muy diversa faz: es, por un lado, el buen amigo del hombre, sumiso y servicial, cuando se trata del azor amaestrado, encapirotado, obediente. Por otro, en su estado salvaje --el neblí perdido--, es un ave temida y odiada por su violenta voracidad. Oigamos a Ovidio:

  • Odimus accipitrem, quia vivit semper in armis (odiamos al azor porque siempre vive en armas) (Ars, 2, 147). 
Aves de rapiña, llamamos en castellano a toda la familia, y con razón. Ya Plauto (Persa, 406) llamaba al azor "ladrón avaro y envidioso." San Isidoro, con su peculiar análisis de profundización lingÜística, leía esa característica natural en el origen o etimología de su nombre propio, derivado de : accipiter (ab accipiendo [atrapar]. ... hoc est rapto [es decir, rapto]r, (Etymol., 12, 7, 55).

El neblí de Calisto era, como decía Pármeno, un neblí perdido, devuelto a los hábitos de su prístina naturaleza. El neblí era el prototipo del pájaro, y pájaro en el lenguaje vulgar y la literatura erótica era eufemismo por pene. (20)

El perdido era Calisto, un intruso en el huerto de Melibea, un "saltaparedes" (IV, 179), como ésta le llamaría. Asaltaría el huerto una y otra vez hasta efectuar la ingestión de Melibea, tras haberla cazado, como los groseros milanos a los domésticos pollos, de debajo las alas de su madre. Efectivamente, al final de la obra, en el Acto XIX, al vehemente enamorado se le vería el plumero:

  • MEL.__ Holguemos e burlemos de otros mill modos que yo te mostraré; no me destroces ni maltrates como sueles. ¿Qué provecho te trae dañar mis vestiduras? 
  • CAL.__ Señora, el que quiere comer el aue, quita primero las plumas (XIX, 181).
El perdido neblí de Calisto desparramó por toda la obra su abigarrado plumaje con el silencio y esplendor de un cartucho de pirotecnia. Por un momento quedaría el espectador en suspenso, deslumbrado y fascinado, para presenciar cómo todo explotaría al final, dejándole sumido entre el humo y las tinieblas. Desapareció el neblí, como ave rapaz de incontrolable carnivoracidad, para ceder el paso a Calisto, pájaro de cuenta, hambriento de la carne de Melibea. (21)

sapareció el neblí, como medianero celestial, para ceder el paso a Celestina, la alcahueta de pueblo, más de una vez emplumada. Lo había predicho Pármeno:

  • E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada (I, 121). 
Celestina era, ¿qué duda cabe?, gavilán, milano, neblí, halcón, cualquiera de aquellas groseras aves del prólogo. Con ella el halcón, como deseable ave guía, devino aborrecible pájara. (22) Curiosa metamorfosis, experimentada en Castilla, por obra y gracia de Fernando de Rojas.

No faltan estudios críticos en los que se ha tratado el tema del neblí y su simbolismo en La Celestina. Para F. M. Weinberg el neblí representaba a Celestina, la encarnación de la rapiña y la lujuria, que se cebaba en la juventud, especialmente las tiernas doncellas de la ciudad. (23)

. E. Barbera veía en el neblí no sólo la lujuria de los propósitos de Calisto, sino también una anticipación de la pobreza espiritual y la destrucción definitiva. Más recientemente se ha sumado a los estudiosos del simbolismo del halcón en la literatura medieval, aportando nuevos documentos, E. Michael Gerli; nos dice entre sus conclusiones que la interpretación que Rojas hace del halcón está íntimamente relacionada con el uso de la imaginería erótica que despliega a lo largo de su obra; Rojas conocía la tradición literaria cortesana y el lugar del halcón como símbolo lujurioso y fatídico, y lo explotó para burlarse de la tradición del amor idealizado y para destacar las catastróficas conscuencias del deseo desenfrenado. (24)

Antes de Gerli, Charles B. Faulhaber pareció expresar ciertas reservas sobre el valor simbólico que propusieron los anteriores articulistas. (25)

¿Insinuaba Faulhaber que en la cultura española no era evidente el simbolismo del halcón? En Castilla, como recordé más arriba, se nos dice en elogio y ennoblecimiento de su fundador, el Conde Fernán González, que solía montar en su caballo y llevar un halcón en su puño, como símbolo de su señoría y prestancia. En los primeros versos del Cantar de mio Cid nos movemos a piedad por aquel héroe que en el saqueo de casa y hacienda había perdido sus halcones y azores mudados, símbolos de sus muchas riquezas y su indiscutible dignidad. No cabe duda que Rojas intentó sustituir al neblí por Celestina, pájara de diverso plumaje; el neblí perdido le había hecho venir a manos de Celestina, la trotaconventos, después de tres vezes emplumada. Y hay más.

Los psicoanalistas reconocen unánimemente en los pájaros un símbolo fálico. En la cultura clásica abundaban las representaciones de penes alados. En la mitología no cabe disputar que el simbolismo fálico de aquel águila sobre la que volaba Ganimedes; se cuenta que mientras éste, el más guapo de los jóvenes de Frigia, cazaba --otros dicen que pastoreaba los ganados de su padre--, le arrebató un águila que le condujo a Júpiter, que ardía en amores del joven y en deseos de satisfacer con él sus torpes y nefandos deseos. 

Ahora bien, en ninguna otra cultura se revistió el halcón del plumaje simbólico con que se engalanó en España. (26)

El simbolismo del halcón cautivó de tal manera a la comunidad castellana, que su imagen quedó acuñada en el elemento primario y esencial de la expresión: la palabra. Que hoy no lo recordemos, es culpa de nuestra mala memoria. Pero, como avisaba Antonio Machado, "Bueno es recordar / las palabras viejas / que han de volver a sonar." El significado metafórico y alegórico de halcón está documentado en el siglo XVI y recogido en el Diccionario de Autoridades y otros diccionarios de la lengua. HALCONERA: "dícese de la ramera o de la mujer que halconea y de sus acciones y gestos deshonestos." HALCONEAR: "dar muestras de deshonestidad la mujer para atraer a los hombre." 

Halcón, es evidente, recibió en castellano una acepción traslaticia, simbólica, perfectamente asimilada y explotada, con sus mejores efectos, en el arte de Rojas. Celestina, la de Rojas, se nos presenta como la halconera por antonomasia, a quien mejor que a nadie le cae aquello que dice Lope de Rueda en La comedia de los engaños: "Quiere que me ande yo de calle en calle halconeando" (Dic. Autorid., v. "halcón"). 

Calisto es halconero, milano grosero a los que alude el PROLOGO, que saltaría las paredes del huerto para desplumar y comerse el ave. También se llamaba en Castilla halconero al galán rico y fanfarrón que se portaba groseramente, como en este pasage de La pobreza estimada (30 vto) de Lope de Vega: 

  • ISAB.__ ¿Qué siente de la invención / deste galán halconero?
  • DOR.__ Que no ha sido muy grossero / para rico fanfarrón 
En ninguna otra lengua tiene la palabra halcón connotaciones sexuales de tamaña inherencia. En ninguna otra literatura fueron celebradas las aves de rapiña como símbolo del amor de altanería, con la frecuencia, variedad y vistosidad con que lo fueron en la literatura castellana. El halcón cortés ilusoriamente casto de los provenzales devino salvaje realmente lujurioso entre los castellanos, por obra y gracia de Fernando de Rojas. Gracias a él la imaginería venatoria como alegoría del amor ocupa un lugar prominente, central, en la Tragedia de Calisto y Melibea

EL AMOR DE ALTANERIA EN LA TRADICION CASTELLANA

Supo Rojas, con gran acierto, contrastar la retórica del amor cortés, importado de las viejas cortes de Provenza, con el lenguaje terreño de las calles y plazas castellanas del siglo XV. En esas calles y en esas plazas hacía tiempo que se venía cantado al amor con un lenguaje desplazado, sí, pero a un plano familiar y emocionante, natural y cruel, con salpicones de sangre y de ternura. En el romance de Doña Lambra, catalogado entre los llamados viejos, se ve bien arraigada la imagen del halcón que gusta meterse por debajo del brial y cebarse dentro del palomar --sentido sexual de forzar las damas--, (27)   en un ambiente de obvia violencia, odio y venganza, con tintes de sangre y sexo, con tirones de falda, hasta exponer las vergÜenzas. Como en a Celestina, las imágenes venatorias van reforzadas con la de redes --telilla les tengo ordida-- y con la de un guiso sexual --matáronme un cocinero / so faldas de mi brial

  • Los hijos de Doña Sancha yo mora me iré tornar." 
  • mal amenazado me han Allí habló don Rodrigo,
  • que me cortarían las faldas bien oiréis lo que dirá: 
  • or vergonzoso lugar, --Calledes, la mi señora, 
  • y cebarían sus halcones vos no digades atal. 
  • dentro de mi palomar, De los infantes de Lara 
  •  me forzarían mis damas yo vos pienso de vengar; 
  • casadas y por casar. telilla les tengo ordida, 
  • Matáronme un cocinero bien gela la cuido tramar 
  • so faldas de mi brial. que nacidos y por nacer 
  • Si desto no me vengáis dello tengan que contar. 
  •                     Menéndez Pidal, Primavera núm. 19
En este otro romance viejo, oímos a Doña Jimena pidiendo al rey venganza de los agravios del Cid, por haber cebado éste el gavilán en su palomar; otra vez aquí se nos dice que la ropa interior, el brial de Doña Jimena, quedó manchado de la sangre de las palomas:
  • --Con mancilla vivo, rey, por hacerme más despecho 
  • on ella murió mi madre; cébalo en mi palomar, 
  • cada día que amanece mátame mis palomillas 
  • veo al que mató a mi padre criadas y por criar; 
  • caballero en un caballo la sangre que sale de ellas 
  • y en su mano un gavilán; teñido me ha mi brial 
  •                                  Primavera 30a
Doña Alda tuvo un sueño, entre sexual y violento, como la naturaleza de ese azor que busca refugio bajo el brial, que cuenta así a sus doncellas en busca de interpretación:
  • --"Un sueño soñé, doncellas, --Aquese sueño, señora, 
  • que me ha dado gran pesar; bien os lo entiendo soltar; 
  • que me veía en un monte el azor es vuestro esposo, 
  • en un desierto lugar: que viene de allén la mar; 
  • de so los montes muy altos el águila sodes vos, 
  • un azor vide volar, con la cual ha de casar, 
  • tras d′él viene un aguililla y aquel monte es la iglesia 
  • que lo ahinca muy mal. donde os van a velar. 
  • El azor con grande cuita --Si así es, mi camarera, 
  • metióse so mi brial; bien te lo entiendo pagar. 
  • l aguililla con grande ira Otro día de mañana 
  • e allí lo iba a sacar; cartas de fuera le traen; 
  • con las uñas lo despluma, tintas venían de dentro, 
  • con el pico lo deshace. de fuera escritas con sangre, 
  • Allí habló su camarera, que su Roldán era muerto 
  • bien oiréis lo que dirá: en caza de Roncesvalles. 
  •                                                    Primavera 184
La extensión y la belleza de los temas de la caza del amor y amor cetrero o altanero en la poesía lírica española han sido ampliamente expuestas por nuestros críticos. El hombre es el ave de rapiña; la mujer es la presa. Cuando el poeta quería acentuar el concepto de lucha seleccionaba como víctima a la garza "de mirar gentil" que, teniendo un tamaño de mayor grandeza y volando a alturas superiores, ofrecía al halcón más difícil combate. Ese combate estremecía a Gil Vicente:
  • Halcón que se atreve 
  • con garza guerrera
  • peligros espera.
Juan del Encina reflexionaba sobre el alto vuelo y la dificultad del alcance --alcance, como se ha explicado, sexual-- de la garza montesina:
  • Montesina era la garza
  • y de muy alto volar:
  • no hay quien la pueda alcanzar. 
En uno de los poemas tradicionales contempla el poeta a varios halcones combatiendo a una garza y ruega a Dios que la maten para librarla de tantos sufrimientos:
 
  • Si tantos halcones
  • la garza combaten,
  • por Dios que la maten.
El Conde de Ayala en el Libro de la caza llama altanero al halcón que persigue a la garza. Como explicaba Dámaso Alonso "esta imagen del amor profano es llevada en seguida, atrevidamente, a las regiones del amor divino: Dios es... como una garza, perseguido y cobrado por el amor del hombre (277). En un poema de 1590 la garza es la Virgen María, ("garza bella"), Dios es el neblí ("de gran vuelo"):
  • Salió un neblí de gran vuelo
  • tras aquella garza bella,
  • y tanto se cebó en ella,
  • que dio con ella en el suelo.
os dice también Dámaso Alonso: 
  • El tema de la ′caza cetrera del amor′ estaba tan metido en la sensibilidad del español del siglo XVI que hasta sucesos reales tienen una consecuencia lírica entre las ramificaciones de la veta que estudiamos. El príncipe don Carlos se hirió cayendo por una escalera de mármol, en Alcalá, cuando iba en persecución de doña Mariana de Garcetas. Era el domingo 19 de abril de 1562, tenía el mozo 17 años. El apellido Garcetas suscitó enseguida un comentario lírico:
  • Bajóse el sacre real
  • a la garza, por asilla,
  • y hirióse sin herilla" (279-80).
¡Qué lejos nos sitúan estas imágenes de la estética caballeresca! Tan lejos que ni siquiera es posible reconocerla. Incluso en los poemas místicos es el hombre el que persigue, conquista y domina --alcanza-- por la fuerza. En San Juan de la Cruz domina el sujeto de primera persona, elemento activo de toda la acción:
  • Tras una moroso lance,
  • y no de esperanza falto,
  • volé tan alto, tan alto,
  • que le di a la caza alcance. 
Es decir, incluso Dios ha quedado sometido estéticamente al DOMINIUM del hombre. Ni siquiera el escritor místico se emociona con la lírica de la pasividad y la contemplación beatífica al modo del Calisto de la primera escena. Una vez más nos encontramos con que la lírica religiosa se modela según la lírica secular, de la que recoge la imaginería y convenciones lingÜísticas. (28)

Estoy de acuerdo con los críticos que defienden que la lírica medieval en honor a la Virgen María se regía por los modelos del amor cortés, y no viceversa. De aquí que tan estupenda nos resulte la caracterización castellana "a lo divino," que lógicamente presupone la pre-existencia de los modelos humanos. Las alabanzas medievales de la Virgen eran alabanzas de amor cortés a lo divino, la búsqueda de nuestros poetas místicos del renacimiento están ambientadas en el estilo del amor altanero a lo divino. Podríamos decir que la comida del ave en el huerto fue la Ultima Cena de Calisto. 

N O T A S 





 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

1. Esta sección es un arreglo de un artículo que publiqué hace tiempo. Repito aquí lo que he creído más importante y necesario para la armazón del argumento en favor del neblí. El tópico de los animales guías ha sido ya ampliamente investigado. Merecen destacarse la aportación de Jacob Grimm, Deutsche Mythologie, y el artículo fundamental de Alexander H. Krappe, "Guiding animals," Con frecuencia referiré al lector al artículo de Krappe y mío, mencionando solamente el autor y las páginas.



 
















2. Una vaca sirvió de guía a Cadmo, fundador de Tebas, la ciudad según Varrón (Rerum rust. III, 1) "más antigua del mundo". Igualmente están las vacas, en varios relatos, relacionadas con la fundación de Troya; en la de otras ciudades aparece una gran variedad de animales (cfr. Garci-Gómez, 43-44). 






















3. Defiende esta teoría Georges Boas. El autor habla de esas creencias como theriophilyanimalitarianism. Para una evaluación de la teriofilia (cfr. también James A. Gill).






















4. Edward A. Armstrong: "When a bird gets a reputation for being privy to information not available to men, its reputation may increase until it becomes a wizard, the messenger of a god, or god itself" (66). Reminiscencias de tales creencias se mantienen en ese "pajarito" del folclore popular, que sigue hasta nuestros días impartiendo misteriosa información a personas "privilegiadas" en multitud de culturas.






















5. El arte imita la naturaleza. Suelen señalar los folcloristas que la ficción popular parte de una experiencia observada. Por ejemplo, en el caso de la corneja delCantar de mio Cid, de la familia de los córvidos, aves que se alimentan de carroña, su elección al lado del guerrero fue muy acertada, pues es un hecho atestiguado por historiadores que tales aves suelen merodear por donde marchan los ejércitos, en espera del botín de carne, la humana y la equina, tras el combate. Referencias bibliográficas, en Garci-Gómez, p. 55, n. 31. A lo largo de este artículo se va a demostrar hasta qué punto fue acertada la elección del neblí como guía en una aventura erótica.






















6. Cicerón, De leg. 2, 20: "interpretes ... Jovis optumi maximi, publici augures." Más referencias en Garci-Gómez, "Corneja," 44 sts.






















7. Curcio, Hist. Alex. IV, 7, 15 y IV, 15, 26. La segunda cita es de Plutarco, Alex., 27, 3. Cfr. también Diodoro, 17, 49, 5. Arriano, Anab. 3, 3, 5-6. Estrabón, 17, 1, 43.






















8. Los testimonios proceden del gran historiador latino Tácito, Historias, I, 62, y Anales, II, 17. 






















9. Se nos cuenta que Constantino, a la vista de los ruinosos muros de la vieja Bizancio, recibió una orden del cielo: "Sube a tu caballo en el que bautizado entraste en Roma al amanecer y diste la vuelta a los lugares de los apóstoles. Montado en él, lleva el lábaro con la señal de Cristo, suelta las riendas, y donde le lleve el ángel del Señor, allá irá." El lábaro, arrastrado, marcó en el suelo por dónde habían de erigirse los nuevos muros que transformarían a la vieja y moribunda ciudad en "la reina del mundo" (Aldemi opera, ed. R. Ehwald, MGHAuct.ant. [Berolini, 1919], XV, 259).






















10. Como entre los griegos y romanos, los animales guías acudirían al auxilio de los medievales, tanto en asuntos religiosos como en los bélicos, por oriente y por occidente. En las viejas crónicas latinas--en Procopio de Cesaréa (fin s. V), en Jordanes (s. VI), en Gregorio de Tours (s. VI)--el motivo viene protagonizado por una cierva que indica al ejército por dónde atravesar un río. Otras veces el animal es un lobo, una fiera, una novilla o un halcón. En España se cuenta que la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe fue hallada por un pastor a quien guió una de sus vacas. El ciervo de las crónicas latinas hizo su entrada en las carolingias. El animal solía aparecer tras la oración del héroe, según señalaba Gaston Paris con relación a Karlamagnùs Saga: "Le roi se met en prières, et aussitôt on voit un cerf blanc qui passe le fleuve et indique ainsi à l′armée le gué que′ell doit suivre" (Histoire 250 y 261). Más referencias, incluida la anécdota de San Guillermo Firmato, contemporáneo del Cid, en Garci-Gómez, 47-48).
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11. Generydes, ed. W. A. Wright (EETS, o. s., nos. 55-77, [London, 1873-1878], vv. 108 sts. He dado la traducción castellana de la paráfrasis marginal del editor. Lo interesante del texto es que va más allá del tópico delanimal perdido en una excursión cinegética, y del mal cazador, pues el ciervo parece llevar una intencionalidad que reconoce el protagonista (más en Garci-Gómez).
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12. Homero, Odisea, 15, 125. Virgilio, Eneida, 11, 721 (y los comentarios de Servio a este verso). Cicerón, De natura deorum, 3, 47. Silvio Itálico, 7, 104. Estacio,Tebaida, 3, 503. Julio Valerio, DerebusgestAlex., 1, 4.
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13. M. de Riquer transcribe el pasage de Cligès y comenta: "es muy aventurado suponer que el escritor castellano conociera el Cligès de Crétien de Toyes, pero no inverosímil si tenemos en cuenta que Micer Francisco Imperial no lo ignoraba cuando escribió: Del que fiso a la Fenisa / quebrantar fe e omenaje (390-91).
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14. Abundaban en Castilla, desde antes de Rojas, las leyendas de aventuras que comienzan por ser cinegéticas y terminan siendo eróticas. En una prosificación del Cantar de Fernán González, en la Crónica de 1344, posiblemente el primer ejemplo en castellano, se lee: "acaescio ansi que un arçipreste de Najera andaua a su caça con su açor e lançolo a una perdiz, e fue dar con ella en aquel lugar dondellos hyazian, e cuando alli metio los podencos començaron a ladrar, e el arçipreste paro mientes a que ladravan, e vido los estar acostados en un valle, e conosçio luego la ynfante e al conde por los fierros que traya ... estonce se alongo con ella un poco, e desi el arcipreste descalço los paños menores e abraçola ..." (R. Menéndez Pidal, Reliquias 165). Lope García de Salazar cuenta de sí la siguiente anécdota: "vínose a tener una fiesta de nauidad con sus hermanos, e andando a caça con ellos perdieron un falcón, e andándolo a buscar, llegaron en la Cerca a donde viuía don Martín Ruyz ... E veyendo alli aquellos cavalleros de Salazar, convidólos a çenar por los fazer onrra, e la ventura que trae las cosas así como ordenadas de Dios, vna donzella fija de aquel Cauallero, enamoróse de aquel Lope de Salazar, que era de XIX años e mucho loçano e fermoso; e asi como se enamoró el della, ca era moça e fermosa, por manera que durmió con ella secretamente ..." (112, citado en M. R. Lida, 201.) 
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15. C. B. Faulhaber (435-450) ha tratado de probar que el incidente del neblí está inspirado en una anécdota relatada en la Rota Veneris de Boncompagno da Signa (s. XIII). Tanto el halcón de Chrétien de Troyes como el de Boncompagno da Signa preceden al de Rojas en tiempo, y se notan en las situaciones narradas por los tres escritores claras coincidencias eróticas. Ahora bien, al analizar nuestros textos y asignarles ascendencia literaria, hay que ir más allá de la vaga coincidencia. La cuestión de énfasis, grado, tono, ambiente, alegorías y, sobre todo, como en en el caso castellano, su valor funcional y no meramente decorativo, así como su transcendencia en la acción subsiguiente no pueden pasarse por alto en ninguna crítica responsable. 
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16. M. R. Lida destacó que "aparte del gerifalte ... nadie vuelve a acordarse de la cetrería de Calisto" (201). Nadie podrá negar, sin embargo, que es una constante en La Celestina la alusión a la caza en la multitud de imágenes, algunas de las cuales entresaco aquí. Sobre el motivo de la caza como preámbulo a la aventura amorosa, cfr. el artículo de Daniel Devoto. Tal motivo es periférico al caso de Calisto, según lo explica en sus líneas generales Devoto: "un cazador sale a cazar y no cobra pieza alguna; halla, en cambio, el amor, la muerte, o un tercer camino ascendente que lo saca--como los otros dos--de este mundo" (485). Para mayor ampliación del tema y bibliografía, cf. G. Armistead y J. H. Silverman).
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17. Enarr. in psalm., 88, en Migne PL, 30, 219. Otra cita del mismo autor: "Hilaresco in bonis operibus, quia super me est velamentum pennarum tuarum. Si me non protegas, quia pullus sum, milvus me rapiet" (Enarr. in psalm., 62, 16, en Migne, PL, 36, 757.
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18. Jerónimo, Epist. XXII, 4, en Migne, PL, 30, 219. Del mismo autor, In Zachariam, 5, 9: "Asidam Hebraei milvum putant, avem rapacissimam et semper domesticis avibus insidiantem." 
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19. En el siglo XII se encuentra en Reinero Leodiense: insidias accipitris, hoc est spiritus mendacii" (Vita Euracli Leo. Episc., 9, en Migne, PL, 204, 117) y Alano de Insulis: "milvus semper studet insidiari pullis: istae ergo mulieres alas habent quasi alae milvi, quia actiones earum procul dubio milvo sunt similes, quia insidiantur semper vitae parvulorum" (Distinc. Dict. Theolo., en Migne, PL, 210, 865).
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20. Véase C. J. Cela, II, 682. También P. Alzieu, 345, pájaro, pajarito, pardal.
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21. Otro pasage de Pármeno ilustra ese apetito carnal, depredador, de ese Calisto que en la primera escena había ofrecido sus oraciones y sacrificios por verse y gozar de la presencia de su amada; más tarde, "perdido" iría a misa a rogar que Celestina volviera de ver a Melibea con ella en su "arremango," como si ésta fuera un pollo que pudiera envolver y trasportar en su mandil arremangado: PAR. Allá fue a la maldición, echando fuego, desesperado, perdido, medio loco, a missa a la Magdalena, a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas bien roer los huessos destos pollos e protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu arremango (IX, 36). 

De esa hambre de la carne de Melibea daría también testimonio Sosia, otro de sus criados; Calisto había de comérsela en salsa, y acompañada de pan: con pan se la coma, que bien caro le cuesta: dos moços entraron en la salsa destos amores (XIV, 118). 
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22. Es interesante el jugueteo de palabras y conceptos que se traían Pármeno y Sempronio para caracterizar a Celestina. Para Pármeno era trotaconventos, después de tres veces emplumada (II, 121). Sempronio, con su peculiar sorna, se temía de ella que, si iba por lana, regresara, no trasquilada, como cada quisque, sino sin pluma. ... O emplumada, madre, que es peor. A lo que Celestina refunfuñó, con picardía y sin salirse del terreno de lo pajaril, que le veía cargado de agÜeros (III, 140). 
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23. The bird further stands for Celestina, incarnation of rapine and lust, who preys upon young people, particularly on the tender maidens of the town (138).
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24. Roja′s interpretation of the falcon is, in the end, portentous and closely tied to the venery images he developes throughout the work. He was conscious of the bird′s symbolic connotations of lust and fatefulness, and aware of its pervasive use in courtly literature, employing it in order to introduce his manifold purpose of mocking the idealized love tradition and underscoring the catastrophic consequences of unrestrained desire (99-100).
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25. Neither Weinberg nor Barbera attemps to adduce Spanish evidence for the symbolic meaning of the hawk (437, n11).
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26. Comenta E. Phipson sobre lo curioso del hecho que en los escritores inmediatamente anteriores a Shakespeare, Peele, Greene y Marlowe, no se encuentra ni una ligera lusión a azores o halcones (The Animal-Lore of Shakespeare′s Times. London, 1883, 232).
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27. La paloma es el emblema de las diosas del amor en varias de las mitologías antiguas: Astarte y Semíramis entre los sirios o asirios, Afrodite entre los griegos, Venus entre los romanos. Zeus sedujo a Phthia, nimfa de Acaya, bajo la forma de paloma. Para mayor explicación y la afinidad del símbolo de la paloma del Espíritu Santo, véase Ernest Jones, "A Psycho-analytic Study of the Holy Ghost Concept," en Essays, 358-373. 
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28. G. Devereux ve que la moralidad sexual de herencia hebreo-cristiana es completamente diferente a la grecoromana. "La fuerte violencia del complejo de moralidad sexual hebreo-cristiano tiende a indicar que fue originalmente de formación reactiva en el estricto sentido freudiano de la expresión" (Ethnopsychoanalysis 240).
   
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