Interpretación del sueño de Calisto

CUYO SESO ES SEXO


sé que este hombre --si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe-- fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir. SAN PABLO

Sueño, luego existo. Calisto, según confesión propia, veía a Melibea en sueños muchas noches hasta el punto de poder tocarla:

En sueños la veo tantas noches ... le confesaría a Celestina. Para Fernando de Rojas aquella primera escena no había sido sino un ejemplo de los repetidos y obsesivos sueños del joven amante. En su bello ensayo sobre el héroe trágico dice María Zambrano: Toda tragedia poética lleva en su centro un sueño que se viene arrastrando desde lejos, y que al fin se hace visible. La visibilidad es la acción propia del autor trágico y del sueño mismo trágico. Todo en principio está ahí, en darse a ver ...
Y así el protagonista de tragedia está apegado a lo que sucede, apegado a su sueño. Que sueño es, aunque le suceda en vigilia. Le ha pasado algo, una visión. Ha visto algo de lo que no puede desprenderse. Todo ver es también un suceder (664).

El ver de Calisto era un suceder. Su sueño o entresueño había sido de alta calidad visual y contemplativa. Más que ningún otro sentido, más que ningún otro orificio, se cierra al exterior el de nuestra vista, el de nuestros ojos cuando dormimos; más que ningún otro sentido, es la vista, cuando soñamos, la más activa en recrear los estímulos de nuestro interior; de ahí lo acertado de nuestra expresión "ver visiones."1 Tras aquella visión inicial Calisto sería incapaz de distinguir con claridad dónde terminaba su fantasía, su ilusión, su sueño, y dónde daba comienzo la realidad.2

Tal soñador era Calisto que su visión le merecería tanto crédito en la primera escena, como su encuentro en el primer trance. A Calisto ni se le ocurrió relatar a su criado qué o con quién había soñado, pues equivaldría a relatarle lo que aquél había presenciado, días antes, en la huerta. Tan bien plasmado quedó ya en la primera escena este fenómeno de la fusión sueño-realidad, que no sólo Calisto, sino incluso los más avisados lectores, desde aquel primer caso redactor de los SUMARIOS añadidos hasta los críticos de nuestros días, han venido hablando de aquella visión como si se hubiera tratado de una entrevista real. Fenómeno comprensible porque, como reconocía Descartes, no existen señales ciertas por las que podamos distinguir el estado de vigilia del sueño; éstos pueden ser a veces tan vívidos, que no es difícil confundirlos con sucesos reales;

estoy casi persuadido de que ahora mismo estoy soñando

decía el metódico filósofo, " (citado en W. Wolff, 27).

Sueño, luego existo, podía habernos asegurado Calisto. Sólo en el sueño o entre sueños pudo él haber visto aquella hermosa grandeza o gran hermosura, de glorificada corporeidad, llena de santos y puros espíritus, tan inefable, tan cercana al tipo de éxtasis de que hablaba Plotino: Con frecuencia me despierto a mí mismo escapándome de mi cuerpo, ajeno a toda otra cosa, en la intimidad de mí mismo, y veo una belleza todo lo maravillosa posible" (Eneadas 4,8,1).

Esa visión, que transcendía toda realidad, sólo podía realizarse en la oscuridad.

Cuyo seso es sexo. La mujer de la descripción que en vigilia haría Calisto a Sempronio, fue la mujer física objeto de su percepción, mujer de carne y hueso, sus cabellos como madexas de oro delgado, ojos verdes, rasgados, los labrios colorados y grosezuelos, pequeñas tetas, redonditas y bien formadas; pues bien, la mujer del diálogo inicial era una proyección, una imagen (imago), que define Jung como existente al margen de todas las percepciones, y sin embargo basada en todas ellas" (Energética 126).

Esa imagen de la hermosura de Dios, que Calisto proyectaba en su sueño, recibió un nombre, nombre lleno de melodía y dulzura: MELIBEA. Calisto divinizó a Melibea en sueños; en ellos oía él, como nosotros, la voz del misterio,3 del mito cultural; confiaba el amante que fuera su amada como una de aquellas bellas y legendarias diosas, de las que él había leído --o soñado, que es lo mismo--, que no habían tenido reparo alguno en casarse, en unirse carnalmente con mortales.4

El lenguaje ordinario de poco le servía a Calisto para expresar su inmensa felicidad, la inefable belleza de su amada. ¿Blasfemaba Calisto en la primera escena? Mediante la fantasía simbólica de una visión beatífica trató Calisto de "captar la dimensión perdida" del sentido y el valor de una experiencia anteriormente sentida. (W. Wolff, 171). Calisto logró en su sueño lo que nunca podría conseguir en su lenguaje de vigilia, aquello que los psicólogos llaman la "participación mística" que en el quehacer diario se nos hace inaccesible. El oyó en su sueño el inveterado lenguaje de los símbolos, el lenguaje religioso que los hombres habían creado para expresar lo inefable y que pasó de generación en generación como tesoro colectivo. Dice Jung: Hay muchos símbolos (entre ellos el más importante) que no son individuales sino colectivos en su naturaleza y origen. El creyente admite que son de origen divino, que han sido revelados al hombre. El escéptico dice rotundamente que han sido inventados. Ambos están equivocados. Es cierto como dice el escéptico, que son símbolos religiosos y los conceptos fueron durante siglos objeto de elaboración cuidadosa y plenamente consciente. Es por igual cierto, como lo es para el creyente, que su origen está tan enterrado en el misterio del remoto pasado que no parecen tener origen humano. Pero de hecho, son "representaciones colectivas" emanadas de los sueños de edades primitivas y de fantasías creadoras. Como tales, esas imágenes son manifestaciones involuntariamente espontáneas y en modo alguno invenciones intencionadas ("Acercamiento..." 49).

Se complace el hombre en expresar su amor inalcanzable con símbolos de un amor que por definición no es experimentable en la tierra.5 Se complace el hombre en sublimar en lenguaje de "condensación," de infinitud polisémica, el campo lingüístico de lo sexual. La crítica psicoanalista se ha esforzado por enseñarnos a desentrañar los contenidos sexuales de esa condensación literaria, de sus eufemismos, de sus imágenes, y de esos vocablos que, bajo una sublime cobertura de símbolos poéticos y de significados intelectuales, suelen ir cargados de ansiedad, de apetencias carnales, de lujuria.6

El sueño de poco vale sin su interpretación. Dada su rica capacidad de inspiración y evocación, decir que sólo una manera de interpretar sea la válida, equivale a desflorarlo. Cabrán, hay que admitir pues, muchas interpretaciones.7 Como vamos a ver, sin salirnos del propio sueño, oiríamos a a Calisto que sacaba una conclusión:

¡O bienuenturadas orejas mias

mientras, Melibea, intentando penetrar en la intención, el intento,8 de las palabras de Calisto, corregía a soñante:

Mas desauenturadas,

El lenguaje de Calisto es vaporoso; la primera reacción de Melibea, como va a ser la mía a lo largo de este análisis --con pretensiones a veces de psico-análisis-- es preguntar por la intención, por el significado más correcto, por una más correcta interpretación. Entre los personajes del drama, Celestina, la del Antiguo Auctor, alardearía, a su manera, de su poder de interpretar --psicoanalizar-- el sentido latente del lenguaje y el comportamiento de Calisto: Al le sueño; Díxele el sueño y la soltura. Databa de muy atrás en la literatura castellana el oficio de la interpretación de los sueños de los señores. En el viejo "Romance de Doña Alda," aparecía la camarera experta en "soltar" el sueño de su señora

Aqueste sueño, señora, bien os lo entiendo soltar

un sueño protagonizado por aves de rapiña, un azor y un águila, de la familia de aquel perdido neblí que ocasionó el primer trance de amores entre Calisto y Melibea. Leamos otra vez el comienzo:

CALISTO. En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.--¿En qué, Calisto?
CAL.--En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotasse e facer a mí inmérito tanta merced que verte alcançasse e en tan conueniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiesse.

La condensación del sueño. La virtud está ya en el nombre propio. En su interpretación etimológica, siguiendo el sentir del San Isidoro, radica la fuerza de la palabra: MELIBEA (L. mel = miel; beare = hacer feliz), la miel de la felicidad, felicidad en el dante y el recibiente.9 En las fantasías de los poetas, escritores, soñadores de muchas épocas y de muchas culturas, la miel es una de las metáforas favoritas del semen. En la densa miel se logró un alto grado de "condensación".10 De los hechizos de la miel, antes del simbólico García Lorca, a quien tanto le gustaba, nos han dejado constancia autores de pluma descocada, dichos del folclore popular, multicultural, y autorizados médicos de la antigüedad clásica: ¡Ay qué miel tan sabrosa! ¡No lo pensé!

suspiraba Lozana (La lozana andaluza, Mamo. XIV, 62). Y ¿qué otra miel es esa que destila la luna de los recién casados? La miel, mezclada con leche, era recomendada como afrodisíaco por el gran Hipócrates (Cela, II, 633).

Parecerán términos del escolasticismo, esos de natura, perfecta hermosura, inmérito, misto, etc. Veamos.

En el nombre Melibea parece haberse condensado el fenómeno de la sensualidad, la sexualidad y la procreación. No existiría esa condensación si el nombre estuviera aislado, si no estuviera relacionado con el tema y con otros muchos vocablos que contribuyen a enriquecer su ambigüedad, su significado latente de sexualidad; el significado del nombre, como el de los símbolos, no es absoluto sino que --como en nuestro texto-- viene determinado por el agregado de otros términos y otros símbolos afines que forman una secuencia en el contexto.

La primera ilusión que se forja en el sueño de Calisto arranca de la preocupación que más acucia al ser humano, la del origen de la vida. Pocos intereses aparecen más temprano o son más duraderos en el hombre que el de ver por dónde nació; los órganos de la vida le atraen y fascinan por un lado, y por otro, a causa de la fuerte represión cultural, le aterran a la mirada. Al estar prohibida la contemplación y el nombramiento directo de los genitales, al resultar éstos tan aterradores, se sustituyen en el sueño por místicos y espirituales objetos; los órganos reales quedan, así, desplazados por los que sólo son entes del pensamiento. Podríamos decir de este Calisto soñador lo que K. Abraham decía de uno de sus pacientes: "El deseo de ver sus pensamientos era particularmente pronunciado en él ... junto con el deseo de ver cosas espirituales."11

Los pensamientos de Calisto adquirieron formas espectrales con las que representar la razón de ser de Melibea, la creación, el nacer, el acto y órganos procreadores del hombre y de la mujer, esa mujer que era toda "miel." Desde el principio se nos revela la impresionabilidad infantil de todo soñador. El soñador Calisto se deja impresionar por la visión de la grandeza de Dios, del padre, ser verdaderamente gigantesco que, con diversidad de nombres, venía representado en las esculturas mitológicas desplegando, sin inhibición alguna, sus atributos sexuales, grandes, abrumadores. Ahora bien, en la tradición bíblica ese Dios era tan aterrador que escapaba a toda posibilidad de representación física. Algunos grandes del psicoanálisis han lanzado la teoría de que la falta de imágenes de Dios entre los hebreos respondía al terror ante el inmenso falo de Yavé; no es pues que les estuviera prohibida la representación, es que resultaba sencillamente imposible al pincel o cincel captar en cuadro o piedra los tributos de ese Dios que para Isaías llegaba del cielo a la tierra: "el firmamento era su trono y la tierra el escabel de sus pies."12

El lenguaje onírico. Más arriba hablé de cómo Calisto era el centro del sueño, centro conceptual y centro gramatical; y es que para Calisto, que se infantiliza en el sueño, no existe otra realidad que la que él experimenta, como no existe para el bebé otra realidad que la de la madre, esa madre que tan íntimamente le ha acogido y estrechado en el útero, la misma que más que nadie o nada se le acerca tras haber nacido, la que se empeña en darle a entender con exclusiva atención que solamente existe para él, para calmar y colmar sus necesidades. La hermosura es el atributo femenino, que combina la belleza y la forma, una dotación de natura; a lo largo del drama oiremos al amante hablarnos, admirado, de cuán grande y cuán hermosa era su amada. La conexión de grandeza/hermosura era un motivo frecuente en la poesía griega (Devereux, Dreams 9). En las fantasías oníricas la ecuación grande-hermoso son ecos de las imágines que para siempre se gravaron en el niño apetente de la madre --natura--, temeroso del padre --grandeza de Dios. Para el infante el padre es el ser grande que le protege en su debilidad, la madre el ser bello que satisface sus necesidades; nada satisface mejor esas necesidades que el pecho materno.

Son muchos los críticos que han notado la falta de acotación en la primera escena, la falta de un entorno espacial; el lugar del diálogo está vacío de cosas. Si por un lado ese espacio vacío no se parecía a los espacios físicos, por otro se correspondía con lo que el psicoanalista B. D. Lewin llamó "pantalla blanca" (Lapalanche 268), el telón de fondo, en blanco, sobre el que se proyecta el sueño de Calisto; esa pantalla simboliza, según el psicoanalista, el pecho materno, cuya imagen, blanca, desnuda, cercana y amable, queda grabada para siempre en el bebé. Para el soñador Calisto su visión transcendía cualquier dimensión y colmaba sus deseos de felicidad; carecía el espacio del soñador de contorno externo, como carece el del bebé que goza del pecho materno; el ardiente deseo de Calisto, su concentración, era la unión erótica, unión genital, grande y hermosa, con Melibea. Anhelaba que esa unión se lograra en el sueño, en el que, como otros legendarios antepasados,13 muchas otras noches soñó él que alcanzaba --en su terminología eufemística-- a la amada. Más arriba aludí al lenguaje desconcertante de este diálogo inicial, tan corto, y que contiene un considerable número de vocablos y expresiones que no vuelven a repetirse en toda La Celestina, entre ellos: grandeza de Dios, dar poder a natura, perfeta hermosura, secreto dolor, encomparablemente es mayor, cuerpo glorificado, visión diuina, puramente, misto, recelo del esquiuo tormento, silla sobre sus sanctos, indignamente ... haueys oído, bienauenturadas orejas ... desauenturadas, paga fiera, intento, ser de ingenio de, subido en coraçón humano, ylícito amor, aduersa fortuna, pone su estudio; podríamos añadir por su dificultad coueniente lugar, voluntad humana, coraçón humano, odio cruel. Como la pantalla blanca, como las imágenes, también el lenguaje es único, espectral, muy de acuerdo con la pantalla, las imágenes y el lenguaje de un somniloquio.

Bastante se ha repetido lo mucho que contrasta la vaguedad de esta escena primera con el realismo que impera en el resto de la obra; en la escena, como en el sueño, se refleja la energía pulsional, el afecto (Laplanche 10) del enamorado Calisto, es decir, su estado afectivo, entre penoso y agradable, presentado como tonalidad general. Lo examinaremos en detalles seguidamente. Su desconcierto es efecto de la distorsión de las imágenes bajo la fuerza de la represión sexual, que como consecuencia ha distorsionado el orden gramatical hasta darnos un lenguaje esotérico, con vocablos en los que se hacinan significados etimológicos y ronroneos del subconsciente, de un subconsciente a la vez individual y colectivo.

Abriga nuestra subconsciencia infinidad de términos de raíces muy profundas, en las que se mantiene el rescoldo de una sexualidad tan indescifrable como inextinguible. El uso, la acepción y explicación de tres grandes autoridades muy apartadas en tiempo y muy dispares en su talante cultural y religioso, un pagano, Cicerón, un apologeta cristiano, Tertuliano, y un judío contemporáneo, Freud, puede iluminarnos en nuestra senda mántica, en nuestra curiosidad por desentrañar el trasfondo de esas voces oníricas y el polisemia de sus signos de expresión. Natura es el pudendum muliebre para Cicerón y Tertuliano, el "sexo del hombre y la mujer" para los médicos de la época de Fernado de Rojas;14 Hermosura en boca de los hombres es, para Freud, la capacidad de excitar sexualmente.15 Unida la calidad grandeza/hermosura, al comienzo, a la de torpe, al final, podremos reconstruir un cuadro de evocación de una madre, una mujer apetecida y separada, próxima e inaccesible, cariñosa pero al mismo tiempo imponente. Si es verdad que el psicoanálisis trata de reducir todo a un conflicto (Mollinger 9), este sueño de Calisto se presta como pocos otros a ser psicoanalizado. De la proximidad y la separación de la madre, de la apetencia por alcanzarla y la impotencia para incorporarla del todo, se deriva el sentido de inmérito.

Omnipotencia / impotencia. Inmérito era el que no creía merecer a Melibea; es un eufemismo --"a lo bobo" según opinión del vulgo-- por "hoder, cabalgar, gozar, a una mujer".16 Algunos psicoanalistas han explorado lo que ellos llaman el sentimiento de omnipotencia (Fenichel 40 sts.), en el que tratamos de nutrir nuestro narcisismo y propia estima. La estima de sí mismo es tan apetecida, tan pronunciada en Calisto que se produce en él el desgarrón y desfallecimiento internos. Para vigorizar su yo, hubo de salir el personaje en busca de soportes externos, como fueron en los comienzos las el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías, y sería más adelante la ayuda de los criados y Celestina17 y, sobre todo, la ayuda, el asentimiento de Melibea. Hasta asegurarse esa ayuda y lograr el asentimiento de su amada, Calisto se sentiría impotente, inmérito, y de ahí que implorara más adelante, tras el despido, piedad e inspiración celestial para lo que en boca de Melibea era un coraçón humano, en sus propias palabras, un plebérico coraçón, un corazón mezquino, plebeyo (Garci-Gómez). Su íntimo complejo de impotencia le llevó a engrandecer y divinizar a su amada, para que su amor hacia ella le hiciera partícipe de misma grandeza y divinidad; pero con ello se agravaba el conflicto psicológico ante la irreconciliabilidad de la adoración con la lujuria, la divina visión con el alcançar sexual, irreconciliable conflicto que crea --y se crea-- el propio soñante. La primera escena del AUTO es verdaderamente el embrión del drama que en torno a él creó Rojas.18

Calisto se comía a Melibea con los ojos.19 El soñador creía haber alcanzado --visto y tocado-- a su amada. Para comprender el sentido sexual de la palabra alcançar no hay que salir de La Celestina, pues más adelante nos lo explicaría Pármeno:

PARM.-- ¿Pues qué es todo el plazer que traygo, sino hauerla alcançado?
SEM.-- ¡Cómo se lo dice el bouo! ¡De risa no puede hablar! ¿A qué llamas hauerla alcançado? ¿Estaua a alguna ventana o qué es esso?
PARM.-- A ponerla en duda si queda preñada o no (VIII, 14).

En el conflicto amoroso, en nuestra lírica tradicional, incluso en la divinizada, se popularizó alcanzar como terminología de los trances de amor.20 Calisto tocó a Melibea muchas noches, le diría él a Celestina más adelante en un lenguaje más directo. El Jesús resucitado, que invitaría al incrédulo Tomás a meter la mano en su costado (Juan 20:27), a la mujer más apasionada de los Evagelios, María Magdalena, le había advertido que no le tocara, Noli me tangere (Juan 20:17). Y es que tocamiento es, por antonomasia, el sexual (C. J. Cela II, 847-48). Lo que Calisto pudo ver y alcanzar en su sueño fue el tan conueniente lugar. ¿Lugar espacial o anatómico? Quizás, sin querer, tendamos a limitado más de la cuenta los comentaristas las acepciones de este lugar alcançar, al juzgarlo como una referencia al espacio. Es el lugar conueniente (L. cum + venire) donde convergen la madre y el bebé, amado y amada, en sentido latente es el lugar de ayuntamiento, donde Calisto puede manifestarle su secreto dolor, donde ambos amantes experimentan el orgasmo,21 expresiones todas ellas del mismo signo sexual que el que yace bajo el tul de Melibea, natura, inmérito, alcançar y otros que les siguen.

Para Calisto incomparablemente mayor galardón que el seruicio, sacrificio, deuoción y obras pías que tenía a Dios ofrecido, fue poder alcanzar aquel lugar donde o a través del cual, pudo manifestar a Melibea su secreto dolor, la secreta, vedada pasión, la secreta parte vedada. No era ese dolor otro que el de vna sola muela, que jamás cessa de quexar (IV, 186), como nos aclararía Celestina, es decir, el tormento del sexo (muela = falo, se explorará con más detención más adelante). En el fondo de toda manifestación, en su etimología, como en la de toda mas-turbación, se encuentra la mano, con la que Calisto alcanza, toca, causa y se causa el dolor. Es secreto lo que en secreto se hace y se siente; secreto era el dolor, y secreto el lugar; secreto o cubierto para los demás, manifiesto o desnudo para los amantes que se tocan.

Dolor es la pasión, de padecer. ¿Recibía Calisto placer en su dolor? El que antes se confesó inmérito llevaba en su personalidad y carácter una considerable dosis de masoquismo.22

Lenguaje esotérico. El lenguaje del somniloquio se va haciendo más nebuloso y esotérico, propio del que está a la puerta del éxtasis. CAL.--Ni otro poder mi voluntad humana puede conplir.

El sueño consiste en una suspensión de los sentidos bajo el imperio del inconsciente; si el inconsciente se siente libre de represiones, no debemos esperar que su lenguaje se someta a las estructuras gramaticales. El Antiguo Auctor da muestras de un portentoso genio literario, muy adelantado para su época, en el que a propósito desconcierta al lector con un habla llena de atolladeros sintácticos. Entendámoslo bien, no es que esos atolladeros fueran una cuestión de estilo personal, no, pues no se repiten fuera del somniloquio; los atolladeros sintácticos eran deformaciones (Laplanche, 93) propias del sueño. Si hasta ahora la ambigüedad atañía a los significados de los términos individuales, en esta frase la ambigüedad se extiende a la sintaxis. Algunos editores antiguos cortaron por lo sano y suprimieron la frase por completo;23 en las ediciones modernas se dan variaciones en la puntuación. Esta frase de Calisto es complicada, aunque sin llegar a ser tan ininteligible como el lenguaje que sigue de Melibea.24 Quizá nos preocupemos demasiado los críticos por la lógica, y ahí que nos sintamos desconcertados al chocar con la sinrazón sintáctica, con la ilógica del sueño. Por mi parte sugiero dos análisis sintácticos y tres posibilidades de interpretación. Puede tomarse otro poder como sujeto, con referencia al poder divino que siente experimentar Calisto: ni otro poder [que el poder divino por el que he alcanzado este lugar] mi voluntad humana puede conplir [puede satisfacerla, llenarla].

En esta interpretación se enriquece la alternancia constante entre la omnipotencia del objeto (grandeza, perfecta hermosura, aquí poder) y la impotencia del sujeto (...inmérito, misto, torpe, aquí humana voluntad).

Podríamos, por otra parte, considerar mi voluntad humana sujeto de una oración con la que cierra Calisto el período sobre el galardón: ni otro poder [que el de orar] mi voluntad humana puede conplir [puede llevar a cabo].

Es decir, el Calisto, mentecato amante al estilo cortesano, se creería impotente para llevar a cabo (conplir) otra misión que no fuera orar; sería más tarde cuando, por la intervención de Sempronio y Celestina --la voluntad de otros--, recurriría a otros medios.

Finalmente, a los que creemos en el sueño de Calisto se nos abre otra interesante interpretación, donde poder es también el complemento: ni otro poder [que éste de soñar] mi voluntad humana puede conplir.

Calisto se confesaba satisfecho con poder al menos soñar con su amada, y de poder tocarla, como llevaba haciendo noche tras noche. ¿Qué otras reverberaciones de subconsciencia pueden percibirse en la voluntad humana del soñador? Calisto vela a propósito sus vocablos y sus imágenes; en voluntad humana se condensa el deseo y el deleite; en el amasijo del sueño se dan la mano voluntad --facultad del alma-- y voluptuosidad --facultad del sexo-- (L. voluntas y voluptas).

La ambigüedad de la frase es incuestionable; merece nuestra admiración, y el mayor respeto por parte de los editores. Que se siga incluyendo en el texto, y que otros aporten sus pensamientos e interpretaciones de acuerdo con su propia voluntas y voluptas.

Todo el diálogo de los amantes carece de referencias a objetos físicos, ya lo he dicho. Del fondo en blanco parecen desprenderse únicamente las voces de los dos interlocutores. A continuación menciona Calisto su cuerpo, pero es cuerpo glorificado, cuerpo desnudo, como el de los gloriosos santos. Cuando Jesucristo resucitó, dejó detrás, en el sepulcro, los lienzos de la mortaja (Lucas 24, 12). En la gloria, en el mundo del sueño, no se precisa el vestido. Y Calisto, en tal estado, gozaba del acatamiento de Melibea, en el acatamiento tuyo. ¿Quién acataba a quién? Acatar proviene de un captare, que es, en su significado primario, tratar de coger, cautivar, frecuentativo de capere, coger, someter o someterse. Antes encontramos conueniente y alcanzar, ahora acatamiento o coger. El acatamiento era, naturalmente, mutuo. Más adelante volveremos a ver repetido este concepto de reciprocidad.

Calisto, ni aun en el gozo del mayor galardón, puede deshacerse del miedo a la impotencia, miedo a no poder satisfacer a la amada; se siente glorificado pero no sin temor de caer de tal bienauenturança, el fracaso de una buena aventura --como conveniente, compuesto de venire. La caída es la flaccidez. Se alegra sí, pero no puede deshacerse del todo de su temor, el temor del recelo que pueda causarle la ausencia de Melibea. En recelo --re-celo, L. celare, velar-- se dan cita los conceptos de temor y temeridad, celada y desasosiego, aprensión y libídine genital. La frase del esquiuo tormento es un genitivo de definición: el recelo es eso, esquivo tormento.

Ahora habla de tormento, antes habló de dolor, en ambos casos es una metonimia (Lausberg, II, 73-74), en relación causa-consecuencia, por el miembro genital, el miembro esquivo por antonomasia. Joan Corominas nos explica que esquivo procede de una raíz germánica (scheu), emparentada con la anglosajona del moderno shy, que aglutina en sí los conceptos de "tímido, asustadizo y desbocado" (252-53). Mucho sabía el Antiguo Auctor de la condensación del lenguaje en el trabajo del sueño.25 La alternancia impotencia-omnipotencia, timidez-desbocamiento, logran su expresión verbal en los contrapuestos galardón / inmérito; hermosura / torpe; visión diuina / ylícito amor; ellos puramente se glorifican / yo misto me alegro; sin temor a caer / tu absencia. Calisto muestra los síntomas de un neurótico obsesivo, necesitado de incertidumbres. Sus imágenes son imágenes pertenecientes a un mundo misterioso, incierto, fantasmagórico, expresadas en un lenguaje conveniente.26 La esquividad, en su polifonía de acepciones, es la propiedad íntima y esencial de toda poesía y de todo sueño. En el sueño de Calisto se ha realizado la "identidad o participación mística," sí, pero una también insegura.

Los impulsos y anhelos de Calisto entretejen en el sueño una elaborada red de imágenes de alto contenido sexual. Calisto llama a su placer placer de ver, por consistir en la visión el deleite de los bienaventurados de haber incorporado a Dios; si la visión de los santos era sobrenatural, divina, pura, omnipotente, la de Calisto, nos irá aclarando el texto, era la del hombre misto, confuso --mixed up, que se diría en inglés--. También es misto un término muy ambiguo, con el que el soñante expresa la tortura que le ocasiona su planteamiento, en el que mezcla cielo y tierra, alma y cuerpo, los gloriosos santos con los pecadores, en una escandalosa promiscuidad. En términos del amor cortés, según los dictados de Andrés Capellanus, Calisto parecía deslizarse por vías del "amor puro" --puramente se glorifican-- hacia el "amor mixto." Del amor puro de los cuerpos desnudos que se besan y abrazan sin llegar al placer último, al amor mixto de los que quieren consumar su venérea pasión, amor de cortísima duración.27

La intención del sueño. La soñada Melibea, también ella un tanto confusa --mixta--, se nos mostraría muy pronto preocupada por descifrar el intento de las palabras de Calisto; de su ver la grandeza de Dios. Sempronio más adelante comprendería muy bien cuál fuera la intención y la ansiedad de su señor, al prometerle el deleite del "amor mixto," trayéndole a Melibea hasta la cama, donde la podría alcanzar y ver con otros ojos (I, 57). Su ver es la operación del ojo --por etimología oc-culus--, con las asociaciones inevitables en nuestro idioma, en el coloquio y el folclore, de ojo de culo u ojete. Son múltiples, como vamos a ver, las asociaciones que se dan cita en el amasijo del lenguaje del sueño, en el que funcionan como metonimias, desplazamientos, eufemismos de la copulación.28 Toda esta confusión, toda esta algarabía perturbaba a Melibea, quien no pudo menos de preguntar:

MEL.-- ¿Por grand premio tienes esto, Calisto?

¿A qué se refiere esto? Calisto terminó su intervención en un tono un tanto melancólico: ¡o triste!, misto, tormento. El discurso de Calisto era tan ambiguo, tan lleno de fluctuaciones, de altibajos, que Melibea no puede menos que preguntar, entre admirada y socarrona, si eso era tan gran premio. Para Calisto estaba bien claro: su gloria parecía nutrirse de un secreto dolor; tenía él en más alta estima el esquivo tormento que la silla sobre sus sanctos:

CAL.-- ... aunque Dios me diesse en el cielo la silla sobre sus sanctos, no lo ternía por tanta felicidad.

En el cielo la silla es el lugar de reposo y bienaventuranza --Cristo está sentado a la diestra del Padre--, como lo es la cama en la tierra. En la cama del sueño, el secreto y conveniente lugar en que alcanzar a Melibea, se sentía Calisto omnipotente --otra vez la alternancia--, se identificaba en el sueño con Cristo, el que preside sobre los santos. Ahora bien, silla sobre sus santos hace pensar en una colocada en alto, sobre otra cosa, como un trono o una silla de montar. Si en el acatamiento y el caer se insinuaba la idea de someterse y estar debajo, en silla sobre se insinúa la de estar arriba --de nuevo la alternancia de altibajos. Más adelante nos daría a entender Rojas, por la interpretación de Celestina, que esa silla sobre sus sanctos, en el sueño, se correspondía en la vigilia con la silla en el enués del lomo de Melibea:

avnque esté braua Melibea, no es ésta, si a Dios ha plazido, la primera a quien yo he hecho perder el cacarear. Cozquillosicas son todas; mas, después que vna vez consienten la silla en el enués del lomo, nunca querrían folgar. Por ellas queda el campo. Muertas sí; cansadas no (III, 138).29

¿Habría entendido el intento la soñada Melibea? Interviene ésta:

MEL.-- Pues avn más ygual galardón te daré yo, si perseveras.

¿Cómo hemos de leer: ¿avn más, ygual galardón ... ? o ¿avn más ygual galardón ... ? ¿Galardón igual a, o más igual que cuál? ¿Te daré yo comparado al que te dio o pueda darte o te ha dado quién? Pero especialmente convendrá preguntarse: ¿perseveras en qué? Escurridizo el lenguaje del sueño. La condicional si perseveras repite el motivo de las íntimas dudas --y los deseos-- sobre la potencia de Calisto, sobre su perseverancia en el amor.30 Calisto sigue fluctuando entre la bienaventuranza y la indignidad, entre el galardón y sus méritos. Exclama Calisto:

CAL.-- ¡O bienauenturadas orejas mías, que indignamente tan gran palabra hauéys oydo!

¿A qué gran palabra se refiere? Concedamos que a ygual galardón. Un galardón que --se repite de mil maneras-- no trae bienaventuranza sin malaventuranza, no trae gozo sin dolor, gloria sin tormento, premio sin paga fiera. El galardón a que se refiere es el que Calisto más estima: el del esquivo tormento. Las últimas palabras de Melibea se ofrecían a ser interpretadas de esta manera: ygual significa equitativo, el que te corresponde y mereces, es decir, igual o más igual que el que tú me des. Amor con amor se paga, tanto monta, monta tanto; el goce de Calisto estaría en proporción al que de él recibiera Melibea. Como hace observar C. J. Cela

en el coito ambos [hombre o mujer] pueden montar o ser montados (II, 644)

otra vez el motivo de arriba y abajo.31 Del ver se ha pasado al oír, de la operación --imagen erótica-- del ojo a la de la oreja penetrada por la palabra --que indignamente tan gran palabra haueis oydo. La oreja es el receptáculo de la palabra y la palabra tiene un gran poder de captar, de incorporar, es decir, de empreñar. La palabra del arcángel Gabriel penetró por la oreja de la Virgen María y ésta concibió, bienaventuradamente --benedicta tu in mulieribus--, al Mesías.32 Entre los autores españoles Tirso de Molina tiene una vaga alusión, entre seria y festiva al poder empreñador de la palabra. Margarita, conocedora del poder del viento de empreñar a las yeguas y temiendo que fuera más eficaz el poder de las palabras, máxime las españolas, pregunta a Luis:

¿qué harán palabras con alma,
y más si españolas son?"

A lo que le responde él:

No corre ese riesgo en vos,
que os hizo de bronce Dios (296).

Y otra María, la de Yerma de García Lorca, nos conmueve y nos deslumbra con sus reminiscencias de subconsciente atávico:

la noche que nos casamos me lo decía [él] constantemente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja (1191).33

Al parecer Melibea conocía bien el intento de las palabras del atrevido Calisto:

MEL.-- Mas desauenturadas de que me acabes de oyr. Porque la paga será tan fiera, qual la meresce tu loco atreuimiento e el intento de tus palabras.

¿A qué se ha atrevido Calisto? A la simple lectura, Calisto se ha portado con bastante comedimiento; incluso toda la imaginería es tan espiritual y teológica que el soñador tendría la seguridad de alcanzar y cautivar --acatamiento-- a su amada, ya por él divinizada. Pero la soñada Melibea había leído más allá de las palabras --contenido manifiesto--, había interpretado la intención, el intento --contenido latente--, que yacía bajo lo que Freud denominaba el "enmascaramiento" del sueño. No es difícil detectar en el transcurso del diálogo un sutíl progreso hacia la penetración: veo, acción germinal, conueniente, mutuo encuentro, alcançar, hacer contacto, acatamiento, someter, orejas, acción receptiva, intento, calar, y más abajo, ingenio, relacionado con engendrar.

En el sueño se le revela a todo soñador su subconsciencia y, como vamos a ver, a Calisto incluso se le rebeló. Falló la imaginería de Calisto, no porque no pudiera engañar a Melibea, sino porque no pudo el soñante engañarse a sí mismo.

Glosolalia. En este sueño, a manera que progresa, se enrevesa el lenguaje que, si hasta aquí no ha pasado de ser ambiguo, polisémico, a partir de este punto, se vuelve cabalístico,34 con enunciaciones que emanan como de una experiencia altamente religiosa, el balbuceo del éxtasis o del clímax. Dado que la sintaxis es tan enrevesada, los editores difieren entre sí en la puntuación, cada uno tratando de dar sentido lógico a la frase. En vano; el lenguaje es poético, infinitamente ambiguo, onírico, "incomprensible" al lógico lector!35

MEL. La paga será tan fiera qual la meresce tu loco atreuimiento e el intento de tus palabras, Calisto. Ha seydo de ingenio de tal hombre como tú, hauer de salir para se perder en la virtud de tal muger como yo. ¡Vete! ¡vete de ay, torpe!

Cejador decidió puntuar de esta manera: atrevimiento. E el intento .... Otros editores han cerrado la oración detrás de ha seydo, dándonos el resto como exclamación. Yo me he inclinado a una solución media, con la que pretendo no tanto solucionar por fin el problema, como poner de relieve cuán maleable y escurridizo es el lenguaje de este sueño; tan elusivo, tan insustancial, tan intangible "como el pálido centelleo de las estrellas durante un eclipse total del sol," según el texto de Jung citado en la nota anterior.36 Venía a decir Melibea:

Ha seydo de ingenio [propio] de tal hombre como tú [sólo a un hombre como tú se le ha podido ocurrir] hauer de salir para se perder en la virtud de tal muger como yo.

¿Salir de dónde? Calisto ni ha salido ni ha entrado. La fuerza está otra vez en la raíz etimológica. Ingenio procede del latín gignere, engendrar, con sus acepciones psicológicas de gracia y talento, cacumen y astucia, y con las acepciones mecánicas --fálicas-- de "arma arrojadiza," "instrumentos para echar fuego," documentado en textos del s XV (M. Alonso, II, 1260). Salió sin duda el ingenio de sí. ¿Para qúe?; eso está claro: para se perder en en la virtud. No carecía virtud de acepciones fálicas en la época de Rojas, atestigua Patrón en La lozana andaluza (Mamo. 37, 138), y nos consta por la poesía erótica (Alzieu, 20, 6) y por los usos en algunas zonas del Nuevo Mundo (Cela, II, 879). Aunque referido primariamente al órgano masculino, sabemos que en el lenguaje del subconsciente lo masculino y lo femenino se intercambian. Simultáneamente con la alternancia de omnipotencia impotencia fluye, a lo largo del somniloquio, la de masculino femenino, Calisto y Melibea: Dios ... natura; poder ... volutad humana; gloriosos sanctos ... visión diuina; galardón ... bienauenturadas orejas; paga fiera ... loco attreuimiento; ingenio ... virtud; mi paciencia ... su deleyte; aduersa fortuna ... odio cruel.

En el antiguo castellano salir --del latino salire-- se empleaba a veces en su valor etimológico de 'saltar hacia afuera'; mayormente se empleaba como sinónimo de exir, del latino exire, 'ir fuera', verbo que no tardó en caer en desuso. De salire, en su acepción original, permanece su participio saltus, nuestro 'salto'. Pues bien, en textos latinos se empleaba salire para significar el acto de cubrir el macho a la hembra, entre animales, significado que se mantuvo en el francés saillir y en nuestro castellano 'salto': el asalto de la cópula carnal.37 En la nuestra poesía erótica se registra también salir con el significado de coitum incipere, según Alzieu (348), y en el lenguaje popular salida se dice de la hembra en celo. A Melibea le parecía cada vez más claro que lo que Calisto pretendía era el asalto del ylícito amor:

MEL.-- ... Que no puede mi paciencia tollerar que aya subido en coraçón humano comigo el ylícito amor comunicar su deleyte.

El soñador es siempre el centro del sueño. La voz de Melibea no es otra que el ronroneo de la subconsciencia de Calisto. Como tal, el lenguaje es muy oscuro. De ahí que mientras el lenguaje de Calisto, dentro de la ambigüedad general, es, salvo en un caso, bastante gramatical, el de Melibea nos ofrece problemas sintácticos y semánticos insolubles. Así lo reconocía Cejador y Frauca quien, buen conocedor del idioma castellano, se daba por vencido con respecto a esta últimas palabras de Melibea:

El hipérbaton y la construcción latina revuelta con la castellana del infinitivo comunicar, hace dificultosísima la frase (I, 34, n2)

Como San Pablo, cuando fue arrebatado al tercer cielo, oyó Calisto "palabras inefables que el hombre no puede decir."

Esta dificultad de las frases de Melibea es otra característica interesante del sueño, en el que mientras las imágenes visuales y el fluir del pensamiento del soñante le son a éste más fácilmente discernibles, las palabras que oye apenas son más que un balbuceo.38 Por otro lado, aunque la construcción sintáctica de Melibea es más enrevesada, su terminología expresa mayor acumen, mayor actividad mental, como de quien trata de interpretar una intención: lo que para Calisto había sido ver, conueniente, inmérito, galardón, alcançar, manifestar, visión diuina, bienauenturadas orejas, silla sobre sus santos, se traduce en el vocabulario de Melibea como ingenio, loco atreuimiento, salir, se perder en la virtud, irse, subir, ylícito amor, comunicar deleyte. Consecuentemente, descubierta la intención de Calisto, aquella grandeza de Dios deviene en aduersa fortuna; el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías se tornaron ylicito amor y dio cruel, entre las perpetuas cadenas de eslabones que alternan entre el odi et amo.

El censor del sueño. A la soñada Melibea le preocupaba, más que perder su propia virtud, el que Calisto se perdiera en ella. Ahora bien, una vez que es el soñador, no el personaje con quien se sueña, el centro de las preocupaciones latentes o manifiestas del sueño, la preocupación de Melibea no es otra que la preocupación del propio Calisto, puesta en labios de la amada. Si la aparición de Melibea fue una fabricación de los deseos de Calisto, también lo fue el rechazo.39 Calisto o se había perdido o estaba a punto de perderse, y es entonces, en esa encrucijada, cuando se deja oír la voz del superyó, del escrúpulo de conciencia, del censor onírico que en el sueño ayuda a reprimir los deseos inadmisibles.40 Calisto, que se había dejado arrastrar por unos deseos carnales poco de acuerdo con los principios de la moral, oye una dura reprensión:

¡Vete! ¡vete de ay, torpe!

¿Qué había dicho Calisto para recibir tan duro dicterio? Torpe aglutina en sí el concepto de depravación intelectual, moral y física, un Calisto feo y innoble, lascivo y blasfemo. ¿Irse de dónde? Sin duda que de ese conueniente lugar que había logrado alcanzar con el intento de comunicarle a Melibea el deleite del ilícito amor. Calisto, en su subconsciencia, en su sueño, quiere oír, necesita oír que Melibea era alta y virtuosa.41 Pudiera decirse que la voz del superyó responde simultáneamente a un deseo latente de guardar la virtud de Melibea, al parecer contrario al manifiesto de comunicar el deleite del ilícito amor. La diosa del comienzo de su sueño permanecería diosa hasta el final; Calisto es al final el coraçón humano lleno de ilícito amor que ella no puede tolerar. A Melibea la quería Calisto virgen y buena consejera de la recta moral, honesta doncella. A lo largo del drama sería esta altísima reputación y dureza de Melibea la que originaría y sostendría el conflicto en la mente y el ánimo del joven amante.42

Aparece una vez más la alternancia de omnipotencia e impotencia, esperanza y frustración. Las palabras que escucha a continuación de Melibea --la censura-- reflejan la inhibición sexual de Calisto y su complejo de culpabilidad, al tiempo que implican la exoneración de la amada. Por fin sus bienaventuradas orejas se tornan desventuradas. El galardón ha recibido su paga fiera. El sacrificio, devoción y obras pías parecen no haber sido más que un loco atrevimiento. Melibea, que ha empleado con anterioridad el futuro, te daré yo, la paga será tan fiera, hace al llegar aquí uso del pasado, ha seydo, haya subido, procedente del latín sub-ire, como señala Cejador, deslizarse ocultamente. Para Cela (II, 825) es montar, copular. Para Alzieu, equivalente a salire, (349). La voz del censor --vete, vete-- equivalía a la detumescencia. ¿Quedó frustrado el sueño erótico de Calisto? Tan frustrado como lo es el estado del que tras haber soñado dulce sueño se encuentra con la cama vacía.43

La expulsión del paraíso. Comienza el sueño con un movimiento de venida y alcance: conueniente, bienauenturadas; seguidos del de ascensión, salto y subida: salió Calisto, y subió; para culminar en el de ida y alejamiento: se fue --yré. Estos verbos están enraizados, entre sí en el latín ire, como lo está coitus --co-ire--, que es irse en compañía de otro.44 Comenzó Calisto con el sentimiento de galardón y merced, para terminar con el de turpitud y asco. El de Calisto había sido un caso claro de tumescencia y detumescencia. Hubo de despertar el que había sido amonestado por la voz del censor onírico, y de ello culpó a la adversa fortuna.

En el santuario de la alcoba de Calisto se había librado un combate amoroso entre él y la dama de sus sueños. Como en el caso de otros ilustres soñadores, Calisto logró alcançar, tocar a su amada. Como tantos otros combates, terminó éste en el rechazo y el despertar desconsolador. Tras el despertar, la sensación del chasco, de la decepción ante un lecho vacío y descompuesto. Calisto, tras el sueño, se hundiría en un estado de lamentación y melancolía, pero no de ira ni maldición hacia la compañera que le había burlado. La quería demasiado para culparla. Se culpa a sí mismo, culpa su torpeza, llevado por sus instintos de autodenigración o masoquismo. El que en el subconsciente del sueño veló por la virtud de su amada, al borde de la vigilia lamenta su ausencia y, rehecho su yo, culpó no a ella, sino a la adversa, obstinada, odiosa y cruel fortuna.

CAL.-- Yré como aquel contra quien solamente la aduersa fortuna pone su estudio con odio cruel.45

Fortuna había enfocado su ateción (studium ponere) contra él, él solo, con odio cruel. Culpando a la adversa fortuna, Calisto, a la vez que exculpa a su compañera, deja abierta la posibilidad de ser aceptado la próxima vez, en la realidad y en el sueño --una misma cosa--, con el favor de una fortuna que, al ser tan mudable, pueda volvérsele propicia. En espera de ese cambio de fortuna, el Calisto de la vigilia seguiría insistiendo, y aun con mayor intensidad, en la divinización, sí, pero mucho más en la sensualidad de su amada.

Al llegar aquí es cuando Calisto cambia de pronto de interlocutor, y habla en tono muy airado, en un tono de odio cruel:

CAL. ... ¡Sempronio, Sempronio, Sempronio! ¿Dónde está este maldito?

Los críticos literarios, que se inventaron una primera escena en la huerta de Melibea, han notado, claro está, un cambio de escena demasiado brusco, inexplicable, cuando a continuación Calisto, sin más ni más, increpa a Sempronio, aparentemente a grandes voces. Para los que comprendemos que Calisto está en su casa, en la alcoba, y acaba de despertarse de un amoroso y turbulento sueño, el texto que a continuación sigue resulta ser una transición muy natural del sueño a la vigilia. Calisto se despertó, como otros muchos soñadores celebrados en textos medievales, dando voces (Golberg, 30).

Gracias al arte esmerado de condensación del Antiguo Auctor la transición se facilita desde el punto de vista psicológico y simbólico. Existe una íntima relación entre lo que estaba experimentando Calisto y lo que está haciendo el criado. Tras decir que había estado cuidando de los caballos, en plural, --símbolos interculturales de la sexualidad-- mencionó al abatido gerifalte, en singular:45b

SEM.-- Abatióse el girifalte e vínele endereçar en el alcándara.

Dedicaré mucho espacio a hablar en otro ensayo sobre el simbolismo del gerifalte, halcón o neblí. Baste indicar ahora cómo a Calisto le acabábamos de ver como gerifalte abatido, caído y humillado, ante la despedida de Melibea. La alternancia entre tumescencia y detumescencia del sueño se refleja en el abatimiento y enderezamiento del gerifalte. Se abatió el gerifalte de la alcándara, se abatió el Calisto de la cama. Sempronio enderezó en el alcándara al ave y acto seguido le tocaría enderezar a su señor, por de pronto la cama, más tarde le prometería traerle hasta allí a Melibea (I, 58).46

La reacción de Calisto, tras el sueño, había sido consecuente con la de aquél que se despierta frustrado; su sueño fue un sueño de inhibición, cuyo fin, el de comunicar a su compañera de sueño el deleite del ilícito amor, no fue logrado;47 No fue logrado porque ella, en realidad, no participó.

Es cierto que en el sueño Calisto no se muestra preocupado en lo más mínimo, hasta el momento de despertar; la razón es que en el sueño impera el principio del placer; al despertar, Calisto se torna impaciente porque en la vigilia ha de respetar el principio de la realidad, respetar las normas de la moral y la costumbre (Devereux, Dreams 49). Calisto se da cuenta que el sueño fue ilusión, alucinación. La realidad es la adversa fortuna, encarnada en el maldito Sempronio, que andaba cerca de la alcoba haciendo ruido, cuidando de los caballos y de las aves de caza.48 La transición, pues, manteniene una secuencia verosímil en su contenido dramátido: de la bendición de la diosa se pasa a la maldición de la fortuna; la compañera del sueño se ausenta ante el ruido del criado; y todo dentro de un espacio físico muy circunscrito: la alcoba y sus alrededores inmediatos.

El amor de Calisto a Melibea era un amor --como luego se revelaría sin ambages-- brutalmente sexual, cuyo seso era el sexo. En el trabajo onírico el deseo del ello trata de enmascararse, de disfrazarse con simbolismos para eludir al

censor onírico, que es el representante del superyó mientras se duerme (La Barre, "El sueño" 453)

Cuando Melibea descubrió el intento de las palabras, se frustró el simbolismo y, acto seguido, apareció el censor.

Bajo un lenguaje poderosamente hiperbólico se expresaba una libídine que buscaba fervorosamente su fin natural y adecuado en la excitante unión con el otro sexo. Y su sueño, en su contenido, era un sueño muy normal: sueño en el que recibían expresión conceptual e imaginativa los deseos eróticos del soñador; ese tipo de sueño que es compartido por la mayoría de los adultos de la época de Calisto, los de épocas anteriores, inmemoriales, y los de la nuestra.49

Calisto en sí, todo él, existe porque hubo un hombre que le soñó, como se dijo más arriba. Tanta consistencia tenía el sueño de aquel soñador original, el Antiguo Auctor, que se hizo a su vez sueño de Rojas, y de otros muchos después de él que hemos leído y hemos soñado su obra.

Fernando de Rojas, movido por un peculiar interés por actuar como continuador racional y reflexivo, sustituyó a las Musas, las clásicas embargadoras del poeta, por aquellos papeles del anónimo autor que casualmente llegaron a sus manos y que, a la manera de aquéllas, le enajenaron, le sacaron de sí mismo, tentándole de manera irresistible a escribir: echando --dice Rojas en la CARTA-- mis sentidos por ventores e mi juyzio a bolar.

El refugio del sueño. Tan preso quedó Rojas de la cámara y del personaje soñador de la primera escena del AUTO, en la que se recreaba en su sueño la experiencia de un trance anterior, que no pudo menos de reproducir la situación, a su manera, en la primera escena de su Acto XIII, la que sigue a la primera cita de Calisto a Melibea:

CAL. ¡O cómo he dormido tan a mi plazer, después de aquel açucarado rato, después de aquel angélico razonamiento! Gran reposo he tenido. El sossiego e descanso ¿proceden de mi alegría o causó el trabajo corporal mi mucho dormir o la gloria e plazer del ánimo? E no me marauillo que lo vno e lo otro se juntassen a cerrar los candados de mis ojos, pues trabajé con el cuerpo e persona e holgué con el espíritu e sentido la passada noche. Muy cierto es que la tristeza acarrea pensamiento e el mucho pensar impide el sueño, como a mí estos días es acaesci do con la desconfiança, que tenía, de la mayor gloria, que ya poseo. ¡O señora e amor mío, Melibea! ¿Qué piensas agora? ¿Si duermes o estás despierta? ¿Si piensas en mí o en otro? ¿Si estás leuantada o acostada? ¡O dichoso e bienan dante Calisto, si verdad es que no ha sido sueño lo pasado! ¿Soñélo o no? ¿Fue fantaseado o passó de verdad? Pues no estuue solo; mis criados me acompañaron . . .

El arte de Rojas, claro, como parafraseador y amplificador, era más reflexivo, más elocuente, mucho más explícito y, al mismo tiempo, mucho más inquisitivo. Es que, claro, su Calisto estaba despierto, y empleaba el lenguaje de la vigilia. Rojas dejó a Calisto, su criatura, abandonado en un mundo conflictivo entre la "reflexión" y la "sexualidad"; como diría W Wolff, "entre los dos mundos de la razón y la emoción" (214), esos dos mundos que representan las reflexiones de Pármeno y a veces Sempronio, y la emoción de Calisto, enardecida por las artes de Celestina.

De muchos héroes, santos y enamorados se nos dice que vieron y hablaron con sus compañeros en el sueño. A nadie deberá parecerle exagerado que el Calisto del Antiguo Auctor viera a Melibea y hablara con ella en el suyo. El Calisto de Rojas iría más allá. Rojas nos entretiene y deleita con un protagonista que se refugia en el sueño en busca de alivio al conflicto y el sufrimiento amorosos (W. Wolff, 114). El Calisto de Rojas no sólo vería a su amada Melibea y hablaría con ella: todos sus sentidos conspirarían hasta ver cuál de ellos lograba lastimar más dulcemente su corazón:

CAL. . . . los ojos en vella, los oydos en oylla, las manos en tocalla.
CEL.__ ¿Que la has tocado dizes? Mucho me espantas.
CAL.__ Entre sueños, digo.
CEL.__ ¿En sueños?
CAL.__ En sueños la veo tantas noches, que temo me acontezca como a Alcibíades o a Sócrates, que el uno soñó que se veya envuelto en el manto de su amiga e otro día matáronle, e no houo quien le alçasse de la calle ni cubriesse, sino ella con su manto (VI 219-20).

Años más tarde a Don Quijote, dotado de una capacidad de sueños tan realistas y sensoriales como los de Calisto, le oiríamos referir su visión en la cueva de Montesinos:

lo que he contado, lo vi por mis propios ojos y lo toqué con mis mismas manos (II, cap. 23).

Calisto, a quien María Rosa Lida caracterizaba como débil, quejumbroso, sentimental, egoísta, le concibió Rojas como soñador: todo él entretejido de sueños. Como criatura de Fernando de Rojas, sus sueños, a los lectores, intrigados, nos estimulan a interesarnos por el futuro del personaje. Al personaje en sí, se le acumulaban tan tupidamente, que apenas le permitían entrever la realidad y mucho menos valorarla. El niño era el padre del hombre. Tras aquella primera escena, Calisto sucumbiría a los efectos de una profunda psicosis, "una pesadilla que persiste mientras estamos por lo demás completamente despiertos" (La Barre, 454).

Desde su nacimiento al drama, el soñador no confiaba, no podía confiar en la realidad de lo que veía o lo que oía, por mucho que lo intentara. De poco le valdría la ayuda que él buscara o la que trataran de prestarle los que estaban a su alrededor:

CAL. ¿Moços, estó yo aquí? ¿Moços, oygo yo esto? Moços, mirá si estoy despierto. ¿Es de día o de noche? ¡O señor Dios, padre celestial! ¡Ruégote que esto no sea sueño! ¡Despierto, pues, estoy! Si burlas, señora, por me pagar en pala bras, no temas, di verdad, que para lo que tú de mí has recebido, más merecen tus [de Celestina] passos.

¡Qué inútil que hiciera preguntas quien estaba condenado a no saber, no querer, no poder apreciar las respuestas! Y cuando estaba solo, solo consigo mismo, su transportación llegaba al paroxismo, como supo captar muy bien el Interpolador:

CAL ...¿Pero qué digo? ¿Con quién hablo? ¿Estoy en mi seso? ¿Qué es esto, Calisto? ¿Soñabas, duermes o velas? ¿Estás en pie o acostado? Cata que estás en tu cámara.

El Calisto del Antiguo Auctor no se supo hacer tal reflexión: Cata que estás en tu cámara. No pudo hacer esa reflexión el que acababa de nacer al drama, el que nació de un sueño. La reflexión es una operación de la razón, la razón del Calisto de los últimos actos de la Tragicomedia, un Calisto que había ya experimentado el contraste entre el sueño y la vigilia, la fantasía y la realidad, el que aquí, en el Acto XVI, propiamente había consumado su amor, con lo que había declinado la fogosidad de su fantasía, de su curiosidad y anhelo, la intensidad de su soñar como única válvula de escape a su hirviente pasión. Sus deseos se habían cumplido. Está ya despierto el que se pregunta si sueña, duerme o vela. En aquella primera escena del drama, evidentemente, Calisto, como más sencillo, más ilusionado, más autónomo y vidente, como ente de sus deseos, se había encontrado enteramente embargado por la fuerza y la magia del sueño, la fuerza y la magia del éxtasis. Para él no había, no debía haber, diferencia entre las experiencias del sueño y la vigilia; su misma existencia, todo sus ser era un soñar.

Extasis había llamado el austero Tertuliano a esa fuerza del sueño, en que parece perderse la razón, para asemejarse a la locura, y comentaba sobre el sentimiento y la ansiedad con que en sueños nos deleitamos, entristecemos o aterramos. San Pablo se sentía fuera de sí, transportado al tercer cielo o paraíso, donde oyó palabras inefables:

Sé de un hombre en Cristo que hace catorce años--si en el cuerpo no lo sé, si fuera del cuerpo tampoco lo sé, Dios lo sabe-- fue arrebatado hasta el tercer cielo; y sé que este hombre--si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe--fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir (2Cor 20:2-4).

Y San Agustín reflexionaba de esta manera en Las Confesiones:

aun viven en mi memoria ... las imágenes de tales cosas, que mi costumbre fijó en ella, y me salen al encuentro cuando estoy despierto, apenas ya sin fuerzas; pero en sueños llegan no sólo a la delectación, sino también al consentimiento y a una acción en todo semejante a la real. Y tanto puede la ilusión de aquella imagen en mi alma, en mi carne, que estando durmiendo llegan estas falsas visiones a per suadirme de lo que estando despierto no logran las cosas verdaderas" (513, 515).

El Calisto, personaje soñado, es él mismo, como era de esperar, un soñador, adornado de un atuendo de larga ascendencia literaria. Sueña Calisto al amanecer, por eso eran sus sueños más realistas; sueña en el interior de su cámara, en su cama, por eso eran mucho más sensuales. Lope Barrientos, de la época e Rojas, nos da testimonio del saber y las creencias de aquel entonces sobre los sueños: los que se tenían al amanecer y causaban gran pesar al durmiente --el caso de Calisto-- eran tenidos por fidedig nos.50


El embrión del drama. Verdaderamente este sueño de Calisto fue el embrión del drama. La cama, como era de esperar, llevaba siempre connotaciones sexuales en Esquilo y en mucho de los autores griegos y romanos. Los sueños eróticos de los personajes griegos solían tener lugar --como los de Calisto-- en la cama y dentro de la casa o edificio, y casi nunca al aire libre (Devereux, Dreams 81 y 82).

Los sueños requieren soledad, oscuridad, silencio. Que es lo que apetecía Calisto. El "bullicio del día," es tan fuerte que no nos deja oír el murmullo persistente de los complejos, hacía notar Jung. El murmullo de los complejos apenas se dejan oír en la vigilia y entre el quehacer diario, ensordecidos como estamos por los gritos de los sentidos.51

¿Habría rechazado Melibea a Calisto en aquel primer encuentro en la huerta? En el sueño se sintió Calisto duramente rechazado de su amada. Ahora bien, la Melibea de Rojas le hizo saber a Celestina que en que en el encuentro con Calisto -- el primer trance-- no le había rechazado con la debida resolución y dureza:

-holgué más de consentir sus necedades, que castigar su yerro

Quiere decir que Calisto, al haber consentido la amada sus necedades, no habría salido de aquel primer trance del todo desesperanzado; lucharía en lo sucesivo entre la esperanza por alcanzarla y el recelo de ser castigado. El recuerdo de aquel blando rechazo de la joven le haría hervir la sangre, con un gran tormento. Decía Bergson:

envasamos nuestros recuerdos bajo presión como el vapor en la caldera, en la que el sueño actúa como válvula de escape" (citado por Ratcliff, 99).

El recelo y el temor se desataron en el sueño y condujeron al amante al borde de la desesperación y suicidio. Pero no más allá del borde, porque el soñador no desistiría en la búsqueda y conquista de su amada; como si el sueño le hubiera servido de inspiración e aliciente para perseverar en la búsqueda.

En aquel primer trance en la huerta no habría sucedido otra cosa que lo que a Melibea le había parecido un gesto de tolerancia, según declaración propia. En la primera escena del drama, por el contrario, salió de su boca un rechazo muy duro:

¡ Vete! ¡vete de ay, torpe!

Es decir, que en el rechazo del sueño escuchó Calisto más que la voz de Melibea, la de su propio miedo: ese temor que tan claramente se deja oír mientras soñamos.52 Podría catalogarse el sueño de Calisto entre aquellos que consideran los psicólogos como

la expresión de un arraigado deseo de torturarse a sí mismo

Petrarca, que tan marcada influencia ejerció en la estética de la época, tuvo necesidad de un sueño milagroso que viniera a reforzar en su ánimo lo que ya por propia experiencia conocía.53 Había enseñado Macrobio que

El paciente suele experimentar en el sueño vejación semejante a la que le atosiga durante el día" (en Spearing, 9).

El papel de los complejos. El sueño no actúa independiente del control del consciente o subconsciente del sujeto. El rechazo de la amada en el sueño, pues, fue un producto de los complejos de Calisto que en el sueño se desataban y entraban en juego. Según Jung, "Toda génesis del sueño es esencialmente subjetiva; el sueño es el teatro donde el soñador es a la vez escena, actor, apuntador, director, autor, público y crítico ( Energética 120); en otro lugar dice que "a un sueño se le puede comparar con una obra teatral y a los complejos con los actores."54 En aquel sueño hubo varios actores: Dios, natura, inmérito, los gloriosos santos, torpe, humano coraçón y la aduersa fortuna, etc., todos ellos representando los complejos del soñador. Como actores desempeñaban un papel que les había sido asignado por el inconsciente. Calisto contemplaba su sueño, y nosotros contemplamos su drama.

Calisto soñó con Melibea porque, consciente o inconscientemente, quería soñar con ella. Si el desarrollo del sueño pues responde a un interés o deseo del soñador, habríamos de concluir que el rechazo de Melibea respondía de alguna manera a un deseo de Calisto. Podrá parecer una contrasentido, pero así de contradictorio, irresoluto y atormentado es el Calisto de la Tragicomedia. En su sueño se detectan los elementos de contradicción que G. Devereux descifraba en el conflictivo e indeciso Menelaos de Esquilo, quien soñó con su deseada Helena en respuesta a sus deseos, y en sueños fue de ella rechazado:

El sueño que Esquilo le atribuye le cuadra perfectamente a su personalidad. Comienza con un cumplimiento casi completo de su deseo consciente de tener a Helena en sus brazos, pero concluye con el cumplimiento de su deseo incons ciente y airado de arrojar a Helena de su vida ( Dreams 140).

Una y otra vez oiríamos a Calisto confesarse indigno o inmérito del amor de Melibea. Trata de creerte indigno, y terminarás sin dignidad. Calisto se creyó inmérito; el que había subido hasta su amada, terminaría por irse, perderse, cayéndose -- caer de tal bienauenturança-- de la escalera. El que había buscado a su amada revolviendo cielo y tierra, huiría de ella aquella noche triste con la excusa de ayudar a su criado (XIX, 183).

La función prospectiva del sueño. No hay mejor recurso en el drama que el sueño para combinar el temor con la esperanza. Temía Calisto, pero al mismo tiempo, como había leído mucho sobre famosos soñadores de la antigua Grecia, entre todos sus temores se abrigaban también las esperanzas de llegar a tocar a su amada, esperanzas de que aquel fuera un sueño profético, de los que había dicho Sinesio:

por medio de ellos y en ellos hacemos lo que, de conformidad con la armonía cósmica, nos sucederá más tarde de cualquier modo. Son los preludios de los acontecimientos y pueden sintonizarnos con ellos... surgen del alma, que contiene las imágenes de las cosas futuras."55

Jung ha tratado con detención y profundidad la función prospectiva del sueño que es para él

una anticipación de las futuras acciones conscientes, que se presenta en lo inconsciente, algo así como un ensayo previo, o como un esbozo o plan proyectado con anterioridad. Su contenido simbólico es, en ocasiones, el bosquejo de la solución de un conflicto ( Energética 109).55b

El sueño de la primera escena es, como sueño literario, un claro esbozo del plan de toda la obra. Su contenido simbólico es de complicación y solución de un conflicto psíquico del soñante. Al loco enamorado no se le cerraron todas las puertas. En las palabras de Melibea pudo vislumbrar un rayito de esperanza: ygual galardón te daré yo, si perseueras, a lo que él respondió ilusionado:

¡O bienauenturadas orejas mías, que indignamente tan gran palabra hauéis oydo.

En los sueños, como en los oráculos, como en las profecías, los mesajes no son nunca de clara significación. Calisto, en busca del galardón, iba a perseverar con prisa y sin pausa. El atormentado Calisto había soñado aquella primera noche un sueño que pareció acrecentar su desdicha, pero hacía mucho tiempo Artemidoro había enseñado que tales sueños auguraban buena suerte (C. A. Meier, "El sueño" 172). Hacía también mucho tiempo, antes de escribirse La Celestina, que Acio había dicho:

Los sueños son por lo común imágenes reflejas
De cosas que los hombres conocen en su vigilia;
Pero a veces los sueños de más alto vuelo
Surgen en el alma extasiada, inspirados por Júpiter,
como profecía del futuro (citado en Ratcliff, 38).

El galardón a su perseverancia le sería entregado una futura noche, en el huerto de su amada, entre las flores, a la luz de una luna llena, en una auténtica luna de miel, una luna melibeana; al caer de la escala, a la salida del paraíso, volvería a ser víctima del odio cruel de la adversa fortuna.

Hay quienes han elaborado una explicación más racionalista del valor profético de los sueños; en ella explican que todo sueño, en el que un fuerte y arraigado deseo ha logrado visualización, genera una fuerza impulsiva que moverá al soñador a luchar con gran ánimo y afán porque ese sueño se haga realidad. Santo Tomás, apoyándose en el sentir de Aristóteles, aceptaba la idea de que los sueños pudieran ser causa de futuros acontecimientos, por la razón que se acaba de indicar (ver Wolff, 25). Esa fuerza impulsora de la acción se expresa muy apropiadamente en lengua castellana con el verbo soñar y la acción acompañante en infinitivo: soñar con ser misionero, con ser torero, o futbolista, o millonario. Es decir, nadie llega a ser misionero o torero, si no ha soñado antes con serlo.

Del sueño de Calisto, podríamos decir --a mi entender-- algo semejante a lo que Devereux decía de los sueños de los personajes trágicos griegos; en esos sueños, sacados fuera del contexto, puede uno apreciar sus aspectos estilísticos; ahora bien, examinados contextualmente, uno de sus aspectos más sobresalientes es el de impeler al sujeto a ponerlo en práctica.56 Freud, por otra parte, no rechazaba la posibilidad del mensaje telepático que puede percibir el durmiente en su sueño.

¿Verdad o mentira, todo esto con relación a La Celestina? Para Jung era verdadera una interpretación si encajaba y era significativa con respecto al individuo. Todo esto es verdad literaria dentro de las varias posibilidades interpretativas que con todas estas teorías y apreciaciones se abren al que cree. En cuanto al valor telepático del sueño es posible --es sin duda muy interesante y tentador-- pensar que las palabras de Melibea actuaran como mensaje transmitido telepáticamente a una doncella enamorada y confusa; al igual que algunos han creído en el poder de la magia de Celestina, podrán creer otros --y los mismos-- en el poder de telepatía (Wolff, 223). Como mencioné más arriba, Melibea quedó herida del amor de Calisto -- cuya vista me cautiuó, confesaría ella (X, 50)-- en el primer trance de amores en la huerta; la irradiación telepática del sueño de Calisto serviría para acrecentar aquella incipiente pasión. Por irradiación telepática se le aparecía de noche aquel a quien ella llama

saltaparedes, fantasma de noche, luengo como cigüeña

En fin, telepatía o no, en La Celestina esa retransmisión de afectos era propiciada por conducto del escritor, el creador de los afectos en cada una de sus criaturas.

En muchas culturas, viejas y contemporáneas, se ha solido practicar el rito de la incubación. El sueño divino -- somnium a deo missum-- les era regalado a aquellos que lo deseaban con ansiedad, usando como medios

el retiro, la oración, el ayuno, la mutilación, dormir sobre la piel de un animal sacrificado o en contacto con algún objeto sagrado, y finalmente la incubación (i.e., dormir en un lugar sagrado), o alguna combinación de estos elementos" (Dodds 110)

En nuestro siglo de incredulidad, explicaríamos que

el interesado ayuna y vela hasta que las alucinaciones toman el aspecto de las proyecciones de su deseo.57

Para Calisto su cámara se convirtió en algo más sagrado que la iglesia que imaginaba Martín de Riquer: fue el lugar de su visión beatífica. Parece claro que el anónimo autor quiso imitar (o parodiar) una escena de incubación, donde su seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías le habían hecho posible a Calisto el poder ver y alcanzar a (dormir con) su diosa, en el recinto sagrado de su cámara. La admirable ironía del escritor castellano, a mucha distancia de los ritos de incubación de los griegos, es que su diosa en lugar de curar a Calisto, le acrecentó su secreto dolor, le hizo sentirse más enfermo de amor: esa enfermedad que sentían los tocados del "amor heroico," según la designación en el diagnóstico de los médicos de la época. La cura que aquellos pacientes anhelaban era la del mayor recrudecimiento de su dolorosa pasión.

La negativa de Melibea, la repulsa que Calisto temió, en su subconsciente, que fuera irrevocable, destrozó su alma, la deshizo en mil retazos inconexos de experiencias y leyendas, de lejanías y contactos, de visiones y ruidos, de miedos y esperanzas, de fantasías y quimeras, de encumbramientos y humillaciones desmesuradas, devaneos, ilusiones, pesadillas y recelos: en retazos de sueños. Calisto se sintió rechazado de Melibea. Comprendió aquél que su seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías no habían producido el propósito deseado. En lo sucesivo sus ruegos y ofertas irían destinados a lograr la intercesión de cualquier otro poder, por ínfimo que éste fuera.

El regreso al paraíso. Si no logro que se compadezca el cielo, haré que se estremezcan los abismos infernales

Flectere si nequeo Superos, Acheronta movebo

Desde el tiempo de los griegos, se han exculpado los humanos con la idea de que los seres sobrenaturales les forzaban a obrar mal.58 Se fue Calisto --" yré", dijo él--, pero no terminaría todo allí. Calisto fue arrojado de su paraíso; la misión y propósito del personaje sería el regreso. El Calisto del Antiguo Auctor había ofrecido seruicio, deuoción e obras pías que no le habían logrado el propósito deseado --

¡ Vete! ¡vete de ay, torpe!

le había dicho Melibea. En lo sucesivo Calisto se decidiría a pactar con Celestina, quien, como vicaria, acudiría a granjearse los auxilios de Plutón:

triste Plutón, señor de la profundidad infernal

Desterrado de la presencia de su amada, de bienaventuranza, como Adán, conceptuaría su vida como un camino de regreso a su Edén. El Calisto de la primera escena se sentiría, como más tarde se sintió el Fausto de Goethe, con dos almas en su cuerpo: una que se sentía beatificada en la corte celestial, y la otra, derrumbada en los abismos de la "adversa fortuna." Como el decepcionado Calisto, Fausto terminaría haciendo un pacto con el demonio.

Más arriba, recordando a Petrarca, apunté cómo Calisto tuvo necesidad de aquella aparición primera, en la que el sueño reafirmaba su experiencia y avivaba su tormento. En los soliloquios de Calisto, como el del Acto XIV, por ejemplo, se nota cómo éste parece poner mayor confianza y fruición en el poder de su imaginación, y en sus fantasías, que en las experiencias reales. El que nació para soñar se vería obligado hasta el final de sus días a encontrar mayor deleite en la recreación de las imágenes, en su cámara, que en las propias vivencias. Como si éstas sólo le hubieran sucedido para ser después imaginadas y fantaseadas con mayor deleite. Pero tú, dulce ymaginación, tú que puedes, me acorre. Trae a mi fantasía la presencia angélica de aquella ymagen luziente; buelue a mis oydos el suaue son de sus palabras, aquellos desuíos sin gana, aquel apártate allá, señor no llegues a mí; aquel no seas descortés, que con sus rubicundos labrios vía sonar; aquel no quieras mi perdición, que de rato en rato proponía; aquellos amorosos abraços entre palabra e palabra, aquel soltarme e prenderme; aquel huyr e llegarse, aquel los açucarados besos, aquella final salutación con que se me despidió.

¡Con quánta pena salió de su boca! ¡Con quántos desperezos! ¡Con quántas lágrimas, que parescían granos de aljófar, que sin sentir se le cayan de aquellos claros e resplandecientes ojos! (XIV 129).

En el drama, a la hora de presentar un soliloquio, no hay recurso más útil que el sueño. En el sueño adquiere el soliloquio aceptación, credibilidad y naturalidad por muy íntimas, atormentadoras, exageradas o, incluso, sacrílegas que sean las reflexiones o fantasías del personaje. El lector o espectador del drama se hace la ilusión que el personaje que habla en sueño le va a descubrir intimidades secretas, ocultas; intimidades clave para comprender su valentía, su culpabilidad, sus tormentos, sus maquinaciones, etc. Como decía el médico en Macbeth (Wolff 42)

To their deaf pillows infected minds will discharge their secrets

La revelación en el sueño. Por una parte confiamos que la almohada no proclamará a los cuatro vientos nuestras miserias, por la otra estamos convencidos de que en los sueños se nos revela la verdad que yace en un misterio inescrutable a nosotros mismos. Y en el cine, en situaciones detectivescas, se explota al máximo esa revelación que ha hecho el que habla mientras duerme. Creemos, lo admitamos o no, en nuestros sueños, pues no podemos liberarnos de esa cultura que viene aconsejándonos desde tiempos inmemorables que los asuntos de importancia deben consultarse con la almohada. Ese sentir primario y popular es el que con la mayor candidez y lucidez de expresión reconocía el gran dramaturgo alemán Friedrich Hebbel, cuando comentaba que

el alma humana es un ser maravilloso y el punto central de todos sus secretos es el sueño" (W. Wolff, 116).

En el sueño pueden las emociones intensificarse sin medida, puede el personaje interpretar con seguridad y sin vacilaciones las acciones e incluso las intenciones de los otros personajes de la acción (Ratcliff, 223-24).

Creeríamos que después de la consumación de su amor aquella noche de luna llena, y amor consumado, en la huerta de Melibea, nuestro fogoso protagonista habría cesado de dudar; su actitud en ese soliloquio de más arriba parecía afirmativa y segura.

¡De qué distinta manera parecía interpretar ahora aquellos escrúpulos de Melibea, los que tan anonadado parecieron dejarle tras la primera escena! Los sueños son fenómenos llenos de irracionalidad e incoherencias, y el tiempo del reloj del cielo, en que tanto confiaba Calisto, era un tiempo muy efímero; efímero tanto en los tormentos como en las alegrías. Nuestro fogoso protagonista, un poco más adelante, volvería a sobresaltarse y volvería a sus temores, y preveía y temía que algún día, al despertarse, se pudiera encontrar, como tantos otros famosos soñadores que soñaban con comer, y se despertaban hambrientos, se soñaban con beber, y se despertaban sedientos (Isa 29:8); o aquellos otros que se soñaban con riquezas, y se despertaban con las manos vacías (Salmo 75, 6):

CAL. . . . dormieron su sueño los varones de las riquezas e ninguna cosa hallaron en sus manos (4, 168).

El mismo, en la primera escena, tras aquel sueño tan impresionante, aquella incomparable felicidad y aquel apasionado diálogo con su deseada Melibea, ninguna cosa había hallado que una cama vacía y deshecha. Tras el rechazo de Melibea Calisto se despertó.

¿Se despertó por los ruidos que procedieran de la sala, donde andaba Sempronio enderezando el gerifalte? Un análisis más íntimo y sofisticado nos lleva a pensar que Calisto se despertó por razones semejantes a las de algunos insignes personajes trágicos griegos: porque su compañera de sueño le eludió (Ratcliff, 223-214; Devereux, Dreams 128). Penélope, en la antigüedad homérica, se había sentido frustrada al despertar y darse cuenta que su unión erótica con Ulises había sido sólo un sueño. El esposo seguía ausente. Ahora bien, en el caso de Menelaos notamos que el personaje quedó frustrado en el sueño mismo, en el que no pudo llegar a la consumación de su unión (Devereux, Dreams, 127).

Algo así le pasó a Calisto, pues lo que empezó siendo unión beatificante, terminó en un despido brusco, un despido desafortunado, en el sentido pleno, en el sentido etimológico de la palabra. El despido, ya se ha dicho, es inteligible en el sueño como deseado por el subconsciente del soñador, el mismo subconsciente que fabricó la simbolización de la visión beatífica; la misma fantasía que fabricó el encontrarse con la diosa en el paraíso --el lugar conueniente-- fabricó el ser de ella arrojado -- vete, vete, torpe. Pretendido o no por Calisto, consciente o inconscientemente, en la simbolización hubo un fallo (Devereux, Dreams 274), fallo que provocó el rechazo; no podía menos de esperarse que la divinización de la amada produjera el efecto de culpabilidad en el que carnalmente la deseaba. La divinización de María estaba llamada a ilusionar a los monjes y clérigos con un amor concomitante con la virginidad, con la castidad;59 la divinización de la amada en la temática del amor cortés pretendía infundir a un mismo tiempo amor y admiración respetuosa. Melibea, divinizada, no pudo lógicamente tolerar que el coraçón humano de Calisto abrigara hacia ella ilícito amor. El inevitable rechazo de Melibea provocó el despertar, seguido del subsiguiente duelo, con el tradicional ritual de autodesprecio, de autodesvaloración (Devereux, Dreams 93-94; La Barre, 457). El placer estético que nos produce a los lectores el sueño coincide con el placer de Calisto, quien sintió una doble gratificación: la de la fantasía de un ilícito amor y la del control de esa fantasía (Mollinger 27), que le impuso la voz de Melibea.

El sueño de los críticos. ¿Fue negativo el sueño? Quizá no existan sueños de clara negatividad. Una manifestación verbal negativa suele equilibrase con un pensamiento positivo, de manera que lo negativo y positivo resulten dos entidades idénticas e intercambiables, como lo masculino y lo femenino. Se intercambian y confunden en los sueños los conceptos de débil y fuerte, viejo y joven, grande y pequeño. En el caso del sueño de Calisto parece darse un constante juego de intercambios y yuxtaposiciones de opuestos: Dios / natura; inmérito / tanta merced; secreto / manifestar; cuerpo / glorificado; se deleytan / no gozan; puramente / misto; se glorfican sin temor / me alegro con recelo; ingenio de tal hombre / virtud de tal mujer; se intercambiaban lo divino ( visión diuina) y lo humano ( acatamiento de Melibea) y, particularmente, las bienaventuradas con las desauenturadas orejas, como si fuera un idéntico, un ygual galardón. Refiere Ernest Jonhs, al hablar de esta intercambiabilidad de conceptos opuestos, cómo algunos filólogos han expuesto que en los niveles tempranos de las viejas lenguas (la egipcia, árabe, otras) se daba una identidad en la expresión de ideas opuestas.60

Observaban atónitos o despreciativos --desprecios de incrédulos e ignorantes-- el mal de su amo todos sus servidores. Sempronio, incapaz él de soñar, sólo observaba sinsentidos en la conducta de Calisto, cuyo solitario y dolorido cantar enamorado no le parecía otra cosa que devaneos:

PAR. ¿E qué haze el desesperado?
SEM. Allí está tendido en el estrado cabo la cama, donde le dexaste anoche. Que ni ha dormido ni está despierto. Si allá entro, ronca; si me salgo, canta o deua nea. No le tomo tiento, si con aquello pena o descansa.
SEM. Está deuaneando entre sueños.

¿Y Celestina? ¡Ah, aquella sí que sabía de sueños! Pero los suyos eran de otro tipo y de muy distinta calidad:

CEL. ¿Los huessos, que yo roy, piensa este necio de tu amo de darme a comer! Pues al le sueño

Los de Celestina más que sueños, eran maquinaciones. Y los sueños de los demás precisaban todos de la interpretación que ella mejor que nadie sabía darles:

CEL. Díxele el sueño e la soltura.

Hace mucho tiempo que vengo analizando nuestros viejos textos literarios por las vías de la congruencia interna de sus elementos lingüísticos y conceptuales. Denominé a ese tipo de estudios, estudios de endocrítica. Claro, los críticos, un tanto como los autores, tratamos al leer de soñar y en nuestros sueños descubrirle al creador la soltura de los suyos. Por medio de este ensayo, he tratado de decirles aquí a los lectores la soltura del sueño de Calisto, del sueño del desconocido autor, del sueño de Fernando de Rojas, que he querido hacer mi propio sueño. ¿Es que no se trata del mismo? Es la misma fábula la que nos hace a todos soñar; toda teoría crítica debe hacerse sueño, ese pájaro eterno, de todos los colores.

¿Es posible otra soltura, otra interpretación o comprensión? Si es que entendemos comprensión en la acepción kantiana de un conocimiento adecuado a nuestras intenciones (así hacía mucho tiempo había entendido Celestina la soltura), serán posibles tantas interpretaciones cuantas sean las intenciones.

Al le sueño, habrá quien piense al oír mi relato; bienvenido pues al mundo del buen espectador orteguiano, ese mundo en el que la realidad es una perspectiva individual, y la verdad es el punto de vista del individuo, punto de vista que está llamado a cambiar en cada relectura. En cada lectura hemos de hacer un análisis y una valoración; enseña A. Garrido que

el hecho literario es complejo y admite ser abordado desde diferentes perspectivas, siempre en un sistema equilibrado y metodológicamente justificado de análisis y valoración... arriesgarse a valorar, no sólo a describir, es función imprescindible de la crítica en su función orientadora y explicativa" (37)

"Basta, simplemente, una relectura ulterior para caer en la cuenta de cuánto hubimos de dejar de "ver", viendo, no obstante, anteriormente, y cuánto "vemos" ahora, que no asegura de lo que aún hemos de dejar de ver," nos dice C. Castilla de Pino (289).

Ser otro. Leer con la retina individual y propia. Soñar de otra manera. El que así sueña, ése es el que ha entrado en su propio mundo, dejando el numerosísimo mundo de los que velan. ¡Ah, y qué vigilancia ejercen algunos!

Los que están despiertos tienen un mundo común para todos, pero cuando duermen cada uno de ellos se aparta de él y entra en el suyo propio. HERACLITO
















(1)
G. Devereux hace la siguiente observación: "It is especially interesting that man's most reality-oriented sense: sight, should also be the sphere of his maximally unrealistic dream-experiences" (Dreams 294, n132). Particularmente en esta sección de mis ensayos acudiré a esta obra por su riqueza de información y por la magnitud y magnanimidad de sus análisis. Al mismo tiempo espero contribuir a enriquecer el carácter y la estatura de Fernando de Rojas y su protagonista al situarlos en la tradición hace tiempo delineada por los autores y caracteres de la tragedia griega.
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(2)
Más elaboración sobre ello en R. Caillois 63; A. J. J. Ratcliff 19; W. Wolff 6. G. Devereux, Ethnopsychoanalysis, 251.   VUELTA AL TEXTO

















(3)
Spearing (6) caracteriza el mundo de los sueños de la literarura del Mundo Occidental --hasta épocas más recientes--, no como mundo interior, espiritual ("internal world of the mind") sino como mundo exterior ("outer, public world of objective reality"); pasa a explicar que en las sociedades primitivas los poetas recibían su inspiración en estado de trance o éxtasis, lo que les permitía ver lo que de ordinario yacía oculto a los humanos. Este tipo de poesía se asemejaba más al tipo de dream-poem de los medievales. La unicidad del diálogo inicial de La Celestina sitúa esta obra de lleno dentro de un mundo interior, con el empleo de un lenguaje que aunque parece tener notas librescas --en común con las tendencias de la época-- es un lenguaje que transciende el significado directo y la sintaxis acostumbrada, para mejor dar a comunicar el éxtasis.   VUELTA AL TEXTO

















(4)
G. Devereux, Dreams, 85 y 127 (sobre el placer sexual juzgado "bueno" entre los griegos). También, W. Wolff, 16 y 76.
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(5)
C. Spearing (28) advierte acertadamente que en la Edad Media el lenguaje empleado para expresar valores absolutos era el lenguaje religioso, lo que le hacía indispensable para comunicar la experiencia del enamoramiento; W. Wolff, 2-3.
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(6)
S. Freud, habló en La interpretación de los sueños por vez primera de la condensación como uno de los mecanismos fundamentales mediante los cuales se efectúa el "trabajo del sueño" (ver explicación y bibliografía en J. Laplanche y J-B. Pontalis 76-77); ver también R. N. Mollinger 121. En el sueño literario es preciso, según G. Devereux, descodificar los símbolos uno por uno, para lo cual puede bastar a veces un simple diccionario de símbolos (Dreams, 5 y 47n94).
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(7)
Comentaba Castilla de Pino: "Si la obra de arte, como toda acción humana por lo demás, es en el fondo proyección de las instancias del autor, es también el objeto sobre el que el lector proyecta sus propias instancias. Conviene atender a este aspecto, por sí mismo tan problemático ... Cada lectura, cada interpretación supone el encuentro de dos subjetividades, y ello no puede olvidarse a la hora de la pretensión de objetividad. ¿Es lo que decimos acerca de lo que un texto dice lo que en realidad dice o lo que le hacemos decir?" (288). Como el autor insinuaba, no existe la realidad en la obra de arte, sino las "instancias," las "subjetividades." La realidad de la obra de arte es su verdad, y su verdad no es otra que la de sus palabras.
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(8)
En ese sentido se aproxima el sueño de Calisto a somnium o sueño enigmático, en contraposición a visio, o sueño profético, de acuerdo con la distinción que establece Spearing (10). Es enigmático el de Calisto por la ambigüedad del significado de la información, velada y cubierta de palabras, frases e imágenes misteriosas y extrañas.
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(9)
Sobre las acepciones eróticas de miel, véase el Diccionario de C. J. Cela y la colección de P. Alzieu (passim). No me cabe duda que Melibea le sirvió de modelo a Cervantes para su Dulcinea; en ambos casos hay un fuerte ingrediente de dulzura, lo dulce del derrame que dice el vulgar bardo de la colección de Díez Borque (115): aquel dalle los besos muy de prisa / al tiempo que lo dulce se derrama.
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(10)
El trabajo de condensación produce la sobredeterminación --otro concepto del psicoanálisis-- que se da cuando aquélla produce unos efectos tan extraordinarios que "hace posible reunir en un sueño manifiesto dos series de ideas latentes totalmente diferentes, de forma que puede obtenerse una interpretación aparentemente manifiesta de un sueño sin darse cuenta de la posibilidad de una interpretación de segundo grado ... S. Freud compara el sueño con ciertos lenguajes arcaicos, en los que una palabra, una frase, comportan aparentemente numerosas interpretaciones; en estos lenguajes, es el contexto, la entonación o incluso los signos accesorios los que suprimen la ambigüedad" (Lapranche 412). Al tratar de interpretar las palabras y las imágenes de este sueño de Calisto me he esforzado por no perder la visión del contexto: la trayectoria erótica de los protagonistas de La Celestina.
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(11)
Selected papers, 219 et passim. Estas páginas de Abraham me han sido muy útiles para comprender esta propensión de Calisto a ver.
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(12)
Haec dicit Dominus: Caelum sedes mea, terra autem scabellum pedum meorum (Is. 66:1; véanse los comentarios de K. Abraham, 222 y 225).
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(13)
El lector encontrará de gran utilidad los comentarios de G. Devereux, especialmente su obra Dreams in Greek Tragedy, a la que tantas veces hago alusión. La visualización de Calisto pude compararse a la de Menelaos y su erótica unión con Helena que comienza a darse en sueño (123).
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(14)
Cicerón, De divinatione, 1, 26; 2, 145. Tertuliano, De anima, 46, 5. Artemidorus, The interpretation 246; Epílogo de Medicina y Cirugía conueniente a la salud, Pamplona 1495, f. 15 (cit. en Martín Alonso, II, 1427). En los tiempos de Rojas, se empleaba "natura" para designar las partes genitales del hombre y la mujer, como en La lozana andaluza: "sé medicar la natura de la muger y la del hombre" (Mamo. 42, 151). Para éste y otros documentos castellanos, cfr. C. J. Cela, Diccionario , II, 663. He decidido hacer una interpretación sexual del sueño siguiendo unas pautas lingüísticas y psicoanalísticas; espero que en estos horizontes sin fronteras otros estudiosos explorarán otras sendas. Sería interesante ver hasta qué punto la aparición de natura en lugar tan prominente no indique la influencia del muy conocido e influyente escrito de Alano, De planctu natarae, no exenta de fantasías del amor anormal que imperan en muchos sueños reales (más en Spearing, 23-24).
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(15)
S. Freud, Tres ensayos, 147, n 20; G. Devereux, Dreams, 116, n 213.
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(16)
La poesía erótica descocada nos puede guiar en la adivinación de los significados latentes de palabras al parecer tan ingenuas como inmérito, una manera "a lo bobo" de decir otra cosa, según una de las selecciones de P. Alzieu (213):

__ ¿Qué me quiere, señor? __Niña, hoderte.
__ Dígalo más rodado. __ Cabalgarte.
__ Dígalo a lo cortés. __ Quiero gozarte.
__ Dígamelo a lo bobo. __ Merecerte.

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(17)
Especialmente la ayuda de Celestina, claro. Los criados le obligarían a Calisto a expresar sus emociones en un lenguaje racional y lógico, que era un gran estorbo para comunicar la "participación mística" que entendía muy bien la bruja, figura númica, ciudadana de un mundo de hechizos, de fantasmas, en el que la fórmula mágica impera sobre el discurso lógico (ver C. Jung, "Acercamineto" 92-93).
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(18)
En términos de la perspectiva histórica y el desarrollo de las actitudes críticas ante el sueño, esta visión de Calisto pertenece de lleno a la concepción medieval del sueño ambivalente o middle vision, que llama S. Kruger, quien lo explica con referencias a textos muy autorizados de Strabo (Visio Wettini), Macrobio, San Gregorio, Roman de la rose y otros. En esa visión se suele reconocer un esfuerzo por conectar el mundo de una realidad que nos es difícil de escapar con el mundo de la transcendecia a que aspiramos ("Navigating a course between unambiguously upward- and downward-looking visions, the middle vision offers a way of exploring the connections between the world in which we find ourselves and the transcendent real for wich we yearn" 130).
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(19)
La expresión es un calco de la latina edere occulis. O. Fenichel (208) habla de la ecuación inconsciente comer- mirar (looking-eating); como explicaré más adelante esta visión inicial de Calisto está llamada a terminar en la comida en el huerto. Nos habla también Fenichel, con abundantes referencias bibliográficas, del sentimiento de la estima propia y del narcisismo (40 sts.) y de la inconsciente genitalización del ojo (227).
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(20)
Una copla erótica, atribuida a Jerónimo Camargo de Zárate, lleva por título: A una dama que habiendo ocho días que un galán no la alcanzaba, una vez que llegó ... no pudo, (citado por C. J. Cela, II, 644). Entre los textos más velados con más fermosa cobertura nos encontramos con los que recoge Juan del Enzina:

"Montesina era la garza
y de muy alto volar:
no hay quien la pueda alcanzar."
Añádase el estribillo de esta copla a lo divino de San Juan de la Cruz:

"Tras un amoroso lance,
y no de esperanzas falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance."
(Crisógono de Jesús, Vida y Obras de San Juan de la Cruz [Madrid: BAC, 1964] 943).
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(21)
C. J. Cela define "venir", en sentido erótico, como "experimentar el orgasmo, culminar la cópula" (II, 865), y cita algunos textos castellanos (ver también P. Alzieu, 198).
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(22)
Dice Fenichel de los masoquistas que son individuos cuya capacidad para lograr el orgasmo se encuentra mermada por la ansiedad y el sentimiento de culpabilidad "whose ability to achieve orgasm is obviously disturbed by anxiety and guilt feelings (359, con referencias bibliográficas).
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(23)
La frase fue suprimida en la edición de Valencia 1514, que es idéntica a la de Toledo 1502. Este es el primer entre los editores del rechazo completo de la lectio difficilior de la edición de Burgos 1499. Otras veces los editores simplemente enmendarían la "lectura más díficil" de esa primera edición para hacerla más fácilmente inteligible, como en el caso de "Eras y Crato," por ejemplo (Garci-Gómez). El hecho de que esta edición nos transmita la lección más difícil, garantiza su autenticidad y originalidad, a la vez que demuestra el gran respeto de Rojas por el texto de los "papeles" que encontró sin la firma del autor. En la continuación de Rojas, desde luego, no hay lenguaje semejante al de este diálogo. Con respecto a estos casos de supresiones y enmiendas de los copistas y de los impresores antiguos y editores modernos, me gustaría sugerir lo que G. Devereux dice sobre las enmiendas al texto de un sueño de Esquilo, que posiblemente se debieran al hecho de que el contenido latente del sueño perturbara a los propios copistas (Dreams 72).
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(24)
M. de Riquer dice que Rojas hizo poquísimas enmiendas al Acto I, pero que a él se debió la supresión de esta frase a partir de las ediciones de 1502: "La frase suprimida parece significar que sólo el poder de Dios puede realizar el deseo de Calisto. Rojas borró estas palabras sin duda porque advirtió que no es precisamente el poder de Dios sino el maléfico poder de Celestina lo que, en la continuación que dará el acto primero, cumplirá la voluntad de Calisto" (387). M. R. Lida (17) se muestra en desacuerdo con la opinión de Riquer. Independientemente de lo que pase en la continuación, en esos momentos Calisto se siente satisfecho y feliz con lo que sus oraciones le han conseguido.
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(25)
No puedo menos de expresar mis propios recelos sobre el artículo de A. Deyermond, "The Textbook Mishandled: Andreas Capellanus and the Opening Scene of La Celestina." Ya el título en sí lleva una carga negativa; define el libro de Capellanus como textbook necesario, para concluir que Rojas no supo leerlo como debiera. A. Deyermond, tan encomiable en otros trabajos, se metió él mismo en éste en un atolladero de su propia confección del que no pudo salir airoso. Para A. Deyermond Melibea no le respondía a Calisto de acuerdo con lo que prescribían los manuales; Calisto quedó desconcertado y los lectores (los que conocían el texto) no podrían aguantar la carcajada. Cuando los críticos investigan fuentes son ellos los que corren el gran riesgo de maltratar (mishandle) todos los textos que comparan. En mi caso, cuando aduzco textos griegos, no son las fuentes librescas de La Celestina lo que he pretendido descubrir, sino las fuentes del corazón que compartimos todos los mortales, y que a todos, escritores y lectores, de hoy y de ayer, de modo semejante nos inspiran y mueven. A veces es difícil determinar si al investigar las fuentes no nos impele un interés más o menos latente de demostrar a nuestros alumnos o lectores, a) lo mucho que hemos leído nosotros; b) cómo hemos logrado cazar al autor; c) cómo éste no ha sabido leer las fuentes tan bien como nosotros. En mi caso concreto, confieso que a propósito de La Celestina he leído trabajos de psicoanalistas, movido -- a veces quizás peque yo como éstos de exageración-- por un deseo de aprender de la psique humana y de comprender mejor a Calisto, comprendiendo mejor al género humano; esto me ha llevado a admirar infinitamente al Antiguo Auctor, y a Rojas y a querer compartir mis conocimientos, admiración y entusiasmo, con otros lectores (ver a este propósito los comentarios de G. Devereux, Dreams 61).
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(26)
Sobre el fenómeno de las dudas e incertidumbre en este tipo de neuróticos, cfr. K. Abraham, 214 sts.
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(27)
Et purus quidem amor est, qui omnimoda dilectionis affectione duorum amantium corda coniungit. Hic quidem in mentis contemplationis cordisque consistit affectu; procedit autem usque ad oris osculum lacertique amplexum et verecundum amantis nudae contactum, extremo praetermisso solatio; nam illud pure amare volentibus exercere non licet ... Mixtus vero amor dicitur ille, qui ... in extremo Veneris opere terminatur ... et parvo tempore durat (182-83).
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(28)
Cfr. "ver" en C. J. Cela, II, 866. G. En la tradición cristiana a Dios, creador y conservador --la conservación se define como "creación continua"-- se le representa como un gran ojo centrado en un triángulo. G. Devereux, Dreams 33 sts., comentando sobre la frase "el deseo del ojo de Zeus" --para él su pene erecto--, pone de relieve entre otras cosas cómo en los monumentos de los griegos encontramos falos provistos de ojos y trae a colación la ecuación ojo = niño entre los griegos. Convendrá hacer notar, a este propósito, nuestra expresión "la niña del ojo" (popularización de pupila, del L. pupilla, diminutivo de pupa = niña). También alude el autor al autocegarse de Edipo y lo relaciona, con S. Freud, a autocastrarse. Entienden los psicoanalistas que el ojo puede ser símbolo indistintamente del órgano masculino o femenino. Ver K. Abraham, 180 et passim --en el índice "eye" y "scoptophilia"--, especialmente pág. 199, que puede ayudarnos a comprender cómo Calisto hasta cierto punto parece basar su anhelo o sentimiento de "omnipotencia" en el poder de su visión.
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(29)
Silla es un término que puede verse ligado a la terminología del erotismo. Sellaria, como indica su etimología, era un lugar amueblado con sillas, llamado también spintriae en la terminología erótica latina. Se empleaban estos lugares para la fornicación en cadena de tres o más individuos. Se llamaban éstos sellarii por las sillas que usaban; spintriae por la cadena que formaban entre sí (ver F. C. Forberg, II, 178-79. Sobre montar, ver C. J. Cela, II, 644.
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(30)
Otro elemento embrionario del drama: Calisto en el huerto, tras gozar de Melibea, se mostraría como acuciado por salir con la excusa inadmisible de ir a defender a Sosia (XIX, 183).
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(31)
Compárese con el famosísimo lema de los Reyes Católicos: "Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando."   VUELTA AL TEXTO











(32)
"Dios hablaba por el ángel y la Virgen se empreñaba por la oreja," enseñaba San Agustín (Sermo de Tempore 22) y así lo creían firmemente los cristianos. Trata ampliamente este tema, bajo la visión del psicoanalista, Ernest Jones en su celebrado artículo "The Madonna's Conception through the Ear." Parte Jones del estudio de Edwin S. Hartland,Primitive Paternity 19-20) y lo amplía extensamente. De su estudio es fácil concluir que la historia de la concepción por la oreja no es una sublimación original de la teología de la Iglesia cristiana, sino un tema de significación humana en general (pág. 273). La documentación de textos eclesiásticos y de textos de otras similares leyendas es exhaustiva (sobre la equivalencia entre los indúes de Vâyu-soplo-palabra, cfr. también J. Chevalier y A. Gheerbrant; ver "vent," 791).
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(33)
También E. Jones se ocupa con cierta detención de los textos de la tradición sobre los símbolos de la paloma y del fuego, íntimamente conectados con el Espíritu Santo. La aportación del psicoanalista a este respecto será también de gran provecho al lector que quiera apreciar y admirar más el texto de García Lorca.
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(34)
Se aproxima este lenguaje a la "glosolalia," en cuanto que quiere expresar un sentimiento profundo, extático, inefable, con sonidos que son prácticamente ininteligibles. G. Devereux alude con frecuencia a este tipo de lenguaje (Dreams, 66, n19).
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(35)
No cabe duda que el propio lenguaje nos obliga a pensar en un sueño. A Carl Jung le preguntaban con frecuencia --y él se preguntaba a sí mismo-- por qué no se podía ver el sueño claro y directo, y podía explicarse sin ambigüedad. El gran maestro ofrece una serie de explicaciones. En el sueño la psique se halla en un estado sublimal que "retiene ideas e imágenes con un nivel de tensión mucho más bajo que el que tienen en la consciencia. En la situación sublimal pierden [las ideas e imágenes] claridad de líneas; las relaciones entre ellas son menos lógicas y más vagamente análogas, menos racionales, y por tanto más 'incomprensibles'. Sigue explicando "por qué los sueños se expresan frecuentemente en forma de analogías, por qué una forma onírica se introduce en otra y por qué ni nuestra lógica ni nuestra medida del tiempo de cuando estamos despiertos parecen tener aplicación... De ahí que los sueños parezcan omitir los puntos que, verdaderamente, son los más importantes para la mente consciente, como el pálido centelleo de las estrellas durante un eclipse total del sol" ("Acercamiento" 60-61).
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(36)
Sobre la sintaxis enrevesada, los loci desperati, en la narración de los sueños de los trágicos griegos, la reacción ante el fenómeno de los filólogos y de los psicólogos, cfr. G. Devereux, Dreams p. 126.
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(37)
Recuérdese que Melibea, en el acto IV, de Rojas, tildaría a Calisto de saltaparedes, acentuando con ello la idea de subir y bajar. G. Devereux advierte que el bajar de un salto es símbolo de la detumescencia: "leaping downward [recuérdese salir para se perder] in dreams is often a symbolic representation of detumescence" (Dreams, 340). Pueden verse también, del mismo autor, su comentarios en "Fantasy and Symbol" en R. H. Hook, Fantasy and Symbol 22-23; ver "salto" en C. J. Cela, II, 798.
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(38)
El lector que sienta curiosidad por la función del oído en el sueño, sonidos acústicos o palabras (las bienaventuradas o desauenturadas orejas) encontrará útil consultar G. Devereux, Dreams ..., 30-31; siguiendo su opinión, llegaríamos a la conclusión que Calisto más que oír la voz de otra persona, simplemente experimentó el mensaje onírico que le hacía saber lo que de hecho ya sabía o quería saber.
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(39)
Explica G. Devereux que las mismas fuerzas que invitan a presentarse a la compañera del sueño son las que la fuerzan a desaparecer (Dreams 130-31).
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(40)
De vez en cuando hago referencia a esas ondulaciones entre el placer y displacer a los largo del sueño; es un fenómeno típico de muchos sueños; según comenta S. Freud, las emisiones de "placer y displacer regulan automáticamente el curso de los procesos de carga" (La interpretación 198). En el mismo capítulo habla de la censura onírica (ver "censura" en J. Laplanche 53-54).
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(41)
Sobre la voz que se escucha en el sueño dice J. Jacobi: "Cuando en un sueño se oye una voz es un hecho muy significativo. El doctor Jung identifica la aparición de una voz en sueño con la intervención del 'sí-mismo'. Representa un conocimiento que tiene sus raíces en los fundamentos colectivos de la psique. Lo que dice la voz no puede discutirse" (290).
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(42)
Esa altísima reputación y dureza de Melibea, como se nos diría más adelante, era subjetiva. Melibea desde aquel primer trance de amores había quedado locamente enamorada y dispuesta para todo. Pero la mujer que se considera desdeñosa en la realidad suele presentarse como igualmente desdeñosa en el sueño, según explica G. Devereux (130).
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(43)
Más adelante oiríamos a Calisto comentar con melancolía sobre el estado de los que se ven frustrados tras su sueño: dormieron su sueño los varones de las riquezas e ninguna cosa hallaron en sus manos (VI, 168).
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(44)
Aunque Irse es expresión muy generalizada para la eyaculación (cfr. C. J. Cela, II, 556), podría interpretarse que Calisto se despertó antes de experimentarla, a deducir por los síntomas de frustración que muestra al enfrentarse a su criado.
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(45)
Nos encontramos aquí con un caso interno de representación e interpretación, en el que el autor muestra a los personajes reflexionando sobre la visión de un sueño que, como todos, se escapa al control de la conciencia del personaje (ver Spearing, 4-6). Kruger cita, entre otros, a Pascal Romano que aconsejaba en los sueños a ir más allá de la imagen y el cuerpo de la letra (ambigua, polisémica, 135), para escudriñar el espíritu y la verdad del significado ("compellimur ut non ymaginem et corpus litterae sed spiritum et significatam veritatem perscrutemur," 134).
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(45b)
Mi buen amigo Ramón Espejo, en conversación tenida hace algún tiempo, me sugería que "caballos" para él representaba los testículos, y "gerifalte," el pene; Sempronio pasaría a enderezar la "alcándara," la cama.
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(46)
Valdrá aquí, mutatis mutandis, la observación que a propósito de un sueño en Electra de Sófocles hacía G. Devereux: "Para el crítico literario, este detalle, mencionado inmediatamente después del sueño, es parte de su contexto; para el psicoanalista, es un tipo de 'asociación libre'. Sea contexto o asociación libre, tanto el crítico literario como el psicoanalista deben tenerlo en cuenta al tratar de determinar el significado del sueño" (Dreams ... 223).
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(47)
Es importante destacar el carácter interpersonal del sueño de Calisto, de esa comunicación de deleite, para comprender mejor el sentido de frustración al desvanecerse su compañera. La eyaculación, de haberse dado, de poco hubiera servido para aliviar la angustia del soñador. Lo que él buscaba era la complacencia de su amada. Entre las observaciones de Diógenes el Cínico está la de lamentarse que uno no pudiera satisfacer el hambre frotándose el estómago, a la manera que uno satisface la libídine con la masturbación (referido por G. Devereux, Dreams 73-74). Evidentemente no era ese tipo de satisfacción el que Calisto buscaba, el lugar que quería alcançar.
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(48)
¿Se irritó Calisto por haber despertado? Parafraseando a G. Devereux, creo yo que la frustración no es producida por el despertar. Lo que suele suceder en muchos casos, como en éste, es que el soñante despierta al verse abandonado de su acompañante (74). El despertar es provocado por un censor onírico demasiado escrupuloso, que funciona como una válvula de seguridad contra los afectos demasiado fuertes y desordenados. Habrá que añadir que el grado de frustración se agrava, una vez que este tipo de sueño fue repetitivo, de muchas noches, como nos diría más adelante.
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(49)
S. Freud advierte asimismo que "sólo aquellos investigadores que analizan verdaderamente los sueños, esto es, los que penetran desde el contenido manifiesto hasta el latente, pueden formarse un juicio sobre esta cuestión, nunca aquellos otros que se limitan a examinar el contenido manifiesto" (La interpretación II, 231). Ver también W. Wolff, 34).
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(50)
Puede verse R. Golberg (25-26). Sigue Lope Barrientos las enseñazas de Artemidoro (20, n20).
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(51)
G. Devereux, Dreams 93, 102, 107. W. Wolff, 223. 162. Sobre la opinión de Jung, cfr. M. Eliade, " Los sueños" 434.
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(52)
Bastante se ha hablado de la furia de Melibea, como si sus palabras fueran tuvieran un claro significado, como si la sintaxis no fuera sumamente enrevesada. O. Green atribuye su furia a que Calisto no se expresó de acuerdo con la preceptiva del amor cortés; compárese con la opinión de A. Deyermond, como ya expliqué, quien sostiene que no fue Calisto sino Melibea quien se apartó de tales reglas (cfr. también G. D. Trotter). Corremos el peligro, nosotros los muy letrados maestros y profesores, de tratar a nuestros grandes escritores como si fueran unos alumnos a los que les hemos impuesto la tarea de redactar una composición de acuerdo con un modelo; les damos luego la nota de acuerdo con el arte de la imitación asignada. Por mi parte prefiero contribuir a la interpretación del estado anímico de Calisto, y apartarme del aquellos que examinan el arte de la imitación de un modelo que le han asignado a sabiendas de que no supo imitarlo. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
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(53)
Castelvetro condenaría este recurrir de Petrarca al sueño en sus Trionfi (en Poetica d'Aristotele Vulgarizzata, et Sposta. Poetiken des Cinquecento 1, Viena, 1570; reimpresa en Munich, 1968, p. 261; citado con comentarios en J. Cope, 213, 312.
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(54)
S. Marjasch, 432. También, G. Devereux, Dreams XXIX y 133, n. 287.
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(55)
C. A. Meier, "El sueño" 168. Ver también J. I. Cope, 45, 281, 309-315.
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(55b)
Con ánimo de eclecticismo y reconciliación de las teorías de S. Freud y Jung admito al mismo tiempo la explicación de Freud de que el sueño es "el cumplimento de un deseo" y la de Jung quien, de acuerdo con A. Maeder, sostiene que "el sueño es una autorrepresentación espontánea de la situación actual de lo inconsciente expresada en forma simbólica" (Jung, Energética 117 et passim.
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(56)
G. Devereux, Dreams 296; W. Wolff, 223.
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(57)
R. Caillois, 42 sts. Compárese: "Cuando el místico as-Sah al-Kirmani (hacia 900), tras cuarenta años de vigilias nocturnas, sucumbió finalmente al sueño y vio a Dios, le preguntó por qué se le aparecía en sueños cuando durante tanto tiempo lo había buscado en la vigilia. Dios le contestó: "Gracias únicamente a tus vigilias se te ha concedido esto en sueño" (E. Meier, "Algunos aspectos" 308).
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(58)
Más información y referencias en G. Devereux, Dreams 91.
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(59)
E. Fromm hace con relación al amor idolátrico unas observaciones interesantes para comprender el carácter de las personas que se dejan arrebatar de ese amor, bien a la Virgen o a cualquier mujer idolatrada; para él es señal de falta de identidad, de "yoidad" en el adorador, de falta de confianza en sus propios poderes --confianza en el monje de conseguir la salvación, en Calisto de perseverar--: "Una forma de pseudoamor, que no es rara y suele experimentarse (y más frecuentemente describirse en las películas y las novelas) como el "gran amor", es el amor idolátrico. Si una persona no ha alcanzado el nivel correspondiente a una sensación de identidad, de yoidad, arraigada en el desenvolvimiento productivo de sus propios poderes, tiende a idolatrar a la persona amada. Está enajenada de sus propios poderes y los proyecta en la persona amada, a quien adora como al summum bonum, portadora de todo amor, toda luz y toda dicha" (98).
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(60)
Jones, Essays, II, 116-17. Se me ocurre pensar en hospes que, como "huésped" en castellano, se emplea para denominar al hospedador y al hospedado; altum mare del latín indica, como en su traducción literal a las lenguas modernas, la profundidad del océano; así como learn en el inglés más antiguo, y el correspondiente danés l履, con el significado de aprender y enseñar.
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