Ascendencia y trascendencia del neblí de Calisto



                                                Efficitur in avibus divina mens
                                                CICERON 
EL AVE GUIA

El animal guía, (1) un motivo que data de tiempos remotísimos en la tradición literaria, un motivo ininterrumpido hasta la edad moderna. Es el motivo de un animal, cuadrúpedo o alado, que en un estado de abandono, desorientación y zozobra orienta al protagonista de la leyenda, al hombre elegido, hacia el lugar o la situación en la que se fragua o corona una misión de importancia. En estas líneas quiero poner de relieve la ascendencia literaria del motivo del ave guía, ese ave que Rojas supo hacer revivir, de manera magistral, en el neblí que guio a Calisto hasta Melibea, un ave de rapiña que, por otra parte, trascendería en España los confines de La Celestina, para, bajo el plumaje de sacre, gavilán, halcón o azor, merodear de aquí para allá, de una época a otra, de un género literario a otro, buscando una presa amorosa en que poder cebar su voraz apetito.

En la tradición grecorromana los animales guías aparecían al lado de los fundadores de las más antiguas y famosas de las colonias y ciudades, Tebas, Troya y otras muchas. Parece como si esos animales se hubieran confabulado con los hombres en la primera gran empresa civilizadora, cuando éstos se decidieron a abandonar la selva para asociarse multitudinariamente con sus semejantes. Entre los guías de los fundadores abundaban los animales domésticos, claro está, los que se separaron de sus congéneres, buscando con sus amos la seguridad de los claustros amurallados. (2)  ¿A qué razones --podríamos preguntarnos-- respondía ese recurrir de las leyendas a los animales guías? Quizá, como algunos estudiosos han dado a entender, a creencias primitivas en la superioridad de los brutos sobre los racionales. (3) En los libros sagrados de la Biblia, por ejemplo, no faltan elogios a los conocimientos de las aves, como muy superiores a los de los hombres. (4)

  • En el cielo la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los tiempos de sus migraciones; pero mi pueblo no conoce los juicios de Dios (Jerem 8:7). 
Para los propósitos del estudio literario, bástenos apreciar que el recurso al animal guía es una manifestación más de la añoranza del hombre de letras, idealista y soñador, de una Edad Aurea de armonía y colaboración entre todos los seres del universo, cuando los brutos se ofrecían voluntariosos a servir a los hombres. El hombre, en el fondo de toda leyenda áurea, era el verdadero ser superior; los animales se comportaban como servidores humildes, sabios y solícitos, atentos a que se cumplieran con éxito los humanos intereses.

Toda ficción literaria se nutre preferentemente de lo incomprensible y lo irrealizable; si la mendacidad del escritor no raya en el absurdo, si en su falsedad la ficción no carece de sustento en la realidad, la ficción produce efectos deleitables. En esa realidad observable del hombre que desamparado en el campo tiende instintivamente a mirar hacia dónde corren los animales o vuelan los pájaros, surgió y se nutrió la ficción literaria del animal guía. (5)

En esa ficción se glorificó a aquellos que, guiados por tales animales, los siguieron por derroteros que les encaminaron a una eventual victoria. 

LA TRADICION ANTIGUA

Data de muy antiguo la creencia de que el vuelo de las aves auguraba algo trascendente. Qué fuera ello exactamente, no estaba claro del todo. Y de ahí se originó en tiempos remotísimos una respetabilísima profesión: la de los agoreros, los peritos en el arte de interpretar los mensajes de Júpiter, óptimo y máximo. (6) Qué significara el mensaje, era discutible; que procediera de los dioses, pocos lo dudaban.

Quiénes fueron aquellos hombres afortunados, favorecidos de las aves? Un sinnúmero de ellos, y de muy diverso talante, que dependía del talante literario del escritor, de la sensibilidad de cada época. En las leyendas épicas, los guerreros; en las hagiográficas, los santos; en las románticas, claro está, los apasionados amantes.

Alejandro Magno se narra que en cierta ocasión, vagando por el desierto, le salió al encuentro una bandada de cuervos, los cuales 

  • volando mansamente delante de los estandartes, ora se posaban en el suelo, cuando los soldados se demoraban en la marcha, ora levantaban el vuelo, como si fueran caudillos que les mostraban el camino. 
Y en otro lugar nos cuenta el mismo autor que esos cuervos, con sus graznidos, "reclamaban a los que se extraviaban en la oscuridad de la noche." (7)

Feliz agüero recibieron Fabio Valiente y sus soldados, cuando marchaban hacia el combate: 

  • El mismo día de la marcha un águila volaba mansamente delante de ellos como indicándoles el camino. Durante el largo trayecto, era tanta la calma de la alada, imperturbable en medio del enorme griterío de los soldados, que el fenómeno fue interpretado como augurio indudable de grande y próspera campaña. (8)
Al lírico y pius Eneas le envió su madre Venus dos palomas que le guiaran hasta el ramo de oro, la llave del infierno.  Así rogaba el desconsolado héroe: 
  • Oh si ahora en este extenso bosque se me mostrara en un árbol aquel ramo de oro 
Apenas había dicho esto, cuando he ahí que dos palomas llegaron volando del cielo ante los mismos ojos del varón y se posaron en el verde suelo. Al momento el héroe reconoce a las aves maternas y ruega feliz: 
  • Oh,  si algún   camino existe, sedme guía y dirigid vuestro  vuelo por los aires hacia el lugar del bosque, donde el  valioso ramo proyecta su sombra sobre el fértil suelo.Y tú, diosa madre, no me abandones en estos trances.
    Habiendo hablado así, contuvo su marcha para observar qué agüeros enviarían y hacia dónde dirigirían su vuelo. Ellas van comiendo y volando manteniéndose a una distancia que pudieran ser vistas por los ojos de los que las seguían. Así que llegaron a la entrada del maloliente Averno, levantaron vuelo veloces y resbalándose por el aire líquido, vinieron a posarse juntas en los ansiados rodales, en la copa del árbol entre cuyo ramaje refulgía el brillo del oro" (Eneida, 6, 190 sts.). 

LA TRADICION CRISTIANA

Entre los cristianos, los Santos Padres con sus enseñanzas conseguirían eventualmente desplazar del todo a los dioses de la mitología y sus oráculos; sin embargo no les fue tan fácil despedir a los agoreros o extirpar los agüeros. Con gesto comprensivo de sincretismo se admitió que el Dios de Israel podía, si así convenía, valerse de los animales como mensajeros. Así fue que poco a poco los neófitos cristianos, equipados de su Biblia, subieron al tren cultural de los gentiles y, para mayor tranquilidad y comodidad, cambiaron de nombre al maquinista. En materias de agüeros, como en tantas otras, infundieron nueva vida a los animales: los bautizaron.

Constantino, el emperador converso, no tuvo que envidiar en nada a los antiguos fundadores de su anterior cultura pagana, pues a él, en la reedificación de Bizancio, le indicó su caballo por dónde debían erigirse los muros de Constantinopla. (9)

Otros muchos buenos y famosos cristianos después de él se vieron asimismo beneficiados de la guía de animales y aves. Entre ellos, al norte de los Pirineos, conviene destacar aquí a los héroes de las epopeyas carolingias, que se vieron con frecuencia favorecidos por ciervos guías en sus marchas contra los sarracenos. (10)

En Castilla, también su gran héroe se vio asistido del favor de los animales guías. Un ave, con plumaje de corneja, voló de derecha a izquierda ante el Cid del Cantar, tras una breve invocación, en momentos de gran zozobra y desorientación, para darle esperanzas y señalarle el camino hacia oriente, hacia Valencia. Tras observar el fenómeno, exclamó el héroe castellano:

  • ¡Albriçias, Alvar Fáñez, ca echados somos de tierra!" (v. 14). 
Se alegró el Campeador de ser desterrado. Se alegró el Campeador de haber recibido de Dios la señal que tantos héroes y santos antes de él habían visto e interpretado como garantía de elección divina. Al destierro, sí, pero ya sin miedo, pues se sentía cobijado bajo las alas de la Providencia. 

Se ha dicho que los santos del cristianismo sustituyeron a los dioses y semidioses de los paganos. Dentro del cristianismo, en épocas de cruzadas, el guerrero sustituiría al santo. En época posterior, el caballero galante sustituiría a su vez al guerrero, y, como éste, se vería favorecido del favor de las aves en la ruta hacia sus encuentros amorosos.

En Inglaterra, en 1440, estando aún en boga aquellos romances carolingios con sus ciervos guías de serio y trascendental talante bélico, se reelaboró el motivo, revistiendo al animal de marcado erotismo. Se lee de cierto rey, a quien su esposa le era infiel, que yendo un día de cacería con varios de sus vasallos, se alejó de ellos en pos de un ciervo y se perdió. Encontró una casa, llamó a la puerta, y una hermosa doncella, tras darle una cordial bienvenida, le invitó a entrar con estas palabras: "Esta noche entre nosotros engendraremos un hijo que algún día obrará maravillas. Con ese fin el ciervo te ha guiado hasta aquí." (11)

LA TRADICION CASTELLANA

En Castilla, en 1499, se editó la edición más antigua que conocemos de La comedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas. Dice el autor en su CARTA que un buen día se encontró unos papeles anónimos que le llamaron grandemente la atención y le inspiraron tan altamente, que decidió darles continuación. Aquellos papeles comenzaban de esta manera:

  1. CAL.__ En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
  2. MEL.__ ¿En qué, Calisto? 
  3. CAL.__ En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotasse e facer a mí inmérito tanta merced que verte alcançasse e en tan conueniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudies se. Sin dubda encomparablemente es mayor tal galardón, que el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías, que por este lugar alcançar tengo yo a Dios ofrescido, ni otro poder mi voluntad humana puede conplir. ¿Quién has vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como agora el mío? (I, 31-32).
¿Que dónde, cómo y cuándo se habían conocido por vez primera Calisto y Melibea? Esa debió ser la pregunta que primero que ningún otro se hiciera Fernando de Rojas al leer aquellos papeles, "sin firma de su auctor," que parecían comenzar in medias res. Preocupado por encontrarle una conveniente respuesta a esa pregunta y lograr con ella una adecuada motivación dramática a la escena, encargó a Pármeno, en el Acto II, el primero de su continuación, la explicación de cómo fue que se encontraron por primera vez Calisto y Melibea:
  • Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma e hazienda. E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada (I, 121). 
El neblí, perdido, guio a Calisto hasta Melibea. 

Grande se nos muestra el genio literario de Rojas. Con el motivo del ave guía se sumaba Calisto a las filas de eminentes predecesores, héroes y santos, y su encuentro se revestía, en el contexto de la escena, de indudable favor providencial. Lo que para Pármeno había de ser la causa de la pérdida del cuerpo, el alma y la hacienda de Calisto--admirable técnica de insinuación del tema dramático--, para éste le había supuesto abrirle la ruta hacia su visión divina, en el AUTO, su gustoso banquete en el TRATADO DE CENTURIO.

Las fuentes del motivo literario del neblí como ave guía eran, como se deduce de lo hasta aquí dicho, infinitas. Asignarle una fuente determinada es como presumir de haber descubierto el lago del que procede esa gota de rocío que tiembla en nuestro rosal.

El neblí de Calisto, según Rojas, puso a su amo en contacto con Melibea con clarividencia y rapidez, las proverbiales características con que dicha ave acostumbra a caer sobre su presa. 

Neblí llamaba Pármeno al ave de cetrería de Calisto, con terminología de procedencia arábiga. El autor del argumento al Acto I la llamó "halcón" (del L. falco), denominación dominante entre los escritores medievales. Entre los clásicos había abundado la denominación común de accipiter, nuestro azor. Eran las aves de esta familia aves "sagradas" para poetas de la talla de Homero y Virgilio, por estar consagradas a los dioses y ser portadoras de augurios. (12)

En la caza, en épocas anteriores al uso de las armas de fuego, es comprensible que estas aves de cetrería gozaran de una estima sin igual. Su alta reputación y su gran aprecio por su servicio al hombre en materias de cetrería se remonta a 200 años en China, 1700 años en Persia, antes de Jesucristo.

LA TRAYECTORIA DEL HALCON

En Europa, junto al aprecio y precio elevadísimos, gozaban estas aves de la protección de leyes especiales. El puesto de amigo servicial e inteligente que ha ocupado tradicionalmente el caballo entre los cuadrúpedos, le ha pertenecido entre las aves al halcón o azor. En Castilla, un caballo y un azor dieron impulso y vida a la historia de su independencia con Fernán González. La pérdida de los halcones y azores contribuyó a poner en marcha la Gesta de mio Cid. Por toda Europa, en sus ambientes cortesanos, vemos pulular tanto a caballeros valientes y galantes, como a tiernas y angelicales damas, ellos y ellas portadores, sobre su puño, de la insignia del halcón. Ambiente cultural que propiciaba el que el escritor de temas caballerescos, cortesanos y sentimentales, diera a estas maravillosas aves un papel muy destacado en sus narraciones. Así, por ejemplo, Chrétien de Toyes, en ligès (vv. 6425 sts.), cuenta cómo Bertrand perdió su halcón y, en su búsqueda, saltó unos muros, para descubrir a Fenice y Cligès, su esposo, durmiendo desnudos sobre la grama. (13)

El halcón de Bertrand, al contrario del neblí de Calisto, era un ave sin colores retóricos, sin vistosidad especial en su plumaje literario. Carecía ese halcón del atuendo típico del animal guía. Estaban ausentes de la narración de Chrétien de Troyes los efectos de zozobra, ansiedad, oración ferviente, esperanza; faltaban en su ambiente la sobrenaturalidad y el gozo triunfal que se respiraban en el espacio literario del neblí. (14)

No es propiamente ave guía aquella cuya presencia es meramente decorativa, sin funcionalidad, sin impacto vital en la acción subsiguiente. El halcón de Bertrand, que asomó hacia el final de la obra, carecía de trascendencia. El neblí de Calisto, por el contrario --y a semejanza con la corneja del Cid-- era un ser vivo, llovido del cielo al comienzo mismo de la acción dramática, con sentimiento y fuerza para ponerla en marcha. (15)

Es decir, atesoraba en sí aquel neblí perdido una poderosísima virtud sacramental, que imprimiría en la acción total del drama un carácter indeleble: toda la obra de Rojas se siente traspasada por su garra depredadora y su omnímoda hambre de carne, calidades y efectos que trascienden a todos los personajes, manteniéndolos presos en redes, engaños y asechanzas, ora sean los verdugos, ora las víctimas de sus primitivos instintos y sus carnales pasiones. La voracidad del neblí estaba latente, sin dejar de ser continua y consumidora, a lo largo de la obra de Rojas, bajo la cobertura, como veremos más adelante, de las múltiples y variadas imágenes de la caza: redes, tiros, cebo, anzuelo, calderuela, carne de buitrera, falsos boezuelos; pájaros, pollos, perdices y otras piezas de caza, que estudiaremos en el siguiente apartado. (16)

Neblí, ave de rapiña, de naturaleza contenciosa como las águilas, los gavilanes y aquellos "grosseros milanos" que, según el Interpolador, en el PROLOGO, "insultan dentro en nuestras moradas los domésticos pollos e debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar" (21-22). Por todo el cuerpo de la acción dramática, efectivamente, circula una espléndida imaginería que entronca con la mejor tradición alegórica y simbólica de la Biblia y los Santos Padres. La citada imagen del prólogo se corresponde con la tierna simbolización del evangelio de San Mateo (23:37): "[Jerusalén, Jerusalén, ...! [Cuántas veces quise reunir a tus hijos, a la manera que la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas ...!" Para los Padres de la Iglesia Dios quería proteger a sus pollos de los azores y milanos. "No nos apartemos de sus alas," decía San Agustín, "para que no rapte el aéreo azor los pollos aún implumes." (17)  Para San Agustín y San Jerónimo el diablo es como un azor o un milano. (18)

El simbolismo del ave de presa se mantiene sin interrupción en la simbología religiosa a lo largo del medievo. (19) Se ven fundidos en la larga ascendencia literaria del azor, uno al lado del otro, dos cualidades de muy diversa faz: es, por un lado, el buen amigo del hombre, sumiso y servicial, cuando se trata del azor amaestrado, encapirotado, obediente. Por otro, en su estado salvaje --el neblí perdido--, es un ave temida y odiada por su violenta voracidad. Oigamos a Ovidio:

  • Odimus accipitrem, quia vivit semper in armis (odiamos al azor porque siempre vive en armas) (Ars, 2, 147). 
Aves de rapiña, llamamos en castellano a toda la familia, y con razón. Ya Plauto (Persa, 406) llamaba al azor "ladrón avaro y envidioso." San Isidoro, con su peculiar análisis de profundización lingüística, leía esa característica natural en el origen o etimología de su nombre propio, derivado de : accipiter (ab accipiendo [atrapar]. ... hoc est rapto [es decir, rapto]r, (Etymol., 12, 7, 55).

El neblí de Calisto era, como decía Pármeno, un neblí perdido, devuelto a los hábitos de su prístina naturaleza. El neblí era el prototipo del pájaro, y pájaro en el lenguaje vulgar y la literatura erótica era eufemismo por pene. (20)

El perdido era Calisto, un intruso en el huerto de Melibea, un "saltaparedes" (IV, 179), como ésta le llamaría. Asaltaría el huerto una y otra vez hasta efectuar la ingestión de Melibea, tras haberla cazado, como los groseros milanos a los domésticos pollos, de debajo las alas de su madre. Efectivamente, al final de la obra, en el Acto XIX, al vehemente enamorado se le vería el plumero:

  • MEL.__ Holguemos e burlemos de otros mill modos que yo te mostraré; no me destroces ni maltrates como sueles. ¿Qué provecho te trae dañar mis vestiduras? 
  • CAL.__ Señora, el que quiere comer el aue, quita primero las plumas (XIX, 181).
El perdido neblí de Calisto desparramó por toda la obra su abigarrado plumaje con el silencio y esplendor de un cartucho de pirotecnia. Por un momento quedaría el espectador en suspenso, deslumbrado y fascinado, para presenciar cómo todo explotaría al final, dejándole sumido entre el humo y las tinieblas. Desapareció el neblí, como ave rapaz de incontrolable carnivoracidad, para ceder el paso a Calisto, pájaro de cuenta, hambriento de la carne de Melibea. (21)

sapareció el neblí, como medianero celestial, para ceder el paso a Celestina, la alcahueta de pueblo, más de una vez emplumada. Lo había predicho Pármeno:

  • E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada (I, 121). 
Celestina era, ¿qué duda cabe?, gavilán, milano, neblí, halcón, cualquiera de aquellas groseras aves del prólogo. Con ella el halcón, como deseable ave guía, devino aborrecible pájara. (22) Curiosa metamorfosis, experimentada en Castilla, por obra y gracia de Fernando de Rojas.

No faltan estudios críticos en los que se ha tratado el tema del neblí y su simbolismo en La Celestina. Para F. M. Weinberg el neblí representaba a Celestina, la encarnación de la rapiña y la lujuria, que se cebaba en la juventud, especialmente las tiernas doncellas de la ciudad. (23)

. E. Barbera veía en el neblí no sólo la lujuria de los propósitos de Calisto, sino también una anticipación de la pobreza espiritual y la destrucción definitiva. Más recientemente se ha sumado a los estudiosos del simbolismo del halcón en la literatura medieval, aportando nuevos documentos, E. Michael Gerli; nos dice entre sus conclusiones que la interpretación que Rojas hace del halcón está íntimamente relacionada con el uso de la imaginería erótica que despliega a lo largo de su obra; Rojas conocía la tradición literaria cortesana y el lugar del halcón como símbolo lujurioso y fatídico, y lo explotó para burlarse de la tradición del amor idealizado y para destacar las catastróficas consecuencias del deseo desenfrenado. (24)

Antes de Gerli, Charles B. Faulhaber pareció expresar ciertas reservas sobre el valor simbólico que propusieron los anteriores articulistas. (25)

¿Insinuaba Faulhaber que en la cultura española no era evidente el simbolismo del halcón? En Castilla, como recordé más arriba, se nos dice en elogio y ennoblecimiento de su fundador, el Conde Fernán González, que solía montar en su caballo y llevar un halcón en su puño, como símbolo de su señoría y prestancia. En los primeros versos del Cantar de mio Cid nos movemos a piedad por aquel héroe que en el saqueo de casa y hacienda había perdido sus halcones y azores mudados, símbolos de sus muchas riquezas y su indiscutible dignidad. No cabe duda que Rojas intentó sustituir al neblí por Celestina, pájara de diverso plumaje; el neblí perdido le había hecho venir a manos de Celestina, la trotaconventos, después de tres vezes emplumada. Y hay más.

Los psicoanalistas reconocen unánimemente en los pájaros un símbolo fálico. En la cultura clásica abundaban las representaciones de penes alados. En la mitología no cabe disputar que el simbolismo fálico de aquel águila sobre la que volaba Ganimedes; se cuenta que mientras éste, el más guapo de los jóvenes de Frigia, cazaba --otros dicen que pastoreaba los ganados de su padre--, le arrebató un águila que le condujo a Júpiter, que ardía en amores del joven y en deseos de satisfacer con él sus torpes y nefandos deseos. 

Ahora bien, en ninguna otra cultura se revistió el halcón del plumaje simbólico con que se engalanó en España. (26)

El simbolismo del halcón cautivó de tal manera a la comunidad castellana, que su imagen quedó acuñada en el elemento primario y esencial de la expresión: la palabra. Que hoy no lo recordemos, es culpa de nuestra mala memoria. Pero, como avisaba Antonio Machado, "Bueno es recordar / las palabras viejas / que han de volver a sonar." El significado metafórico y alegórico de halcón está documentado en el siglo XVI y recogido en el Diccionario de Autoridades y otros diccionarios de la lengua. HALCONERA: "dícese de la ramera o de la mujer que halconea y de sus acciones y gestos deshonestos." HALCONEAR: "dar muestras de deshonestidad la mujer para atraer a los hombre." 

Halcón, es evidente, recibió en castellano una acepción traslaticia, simbólica, perfectamente asimilada y explotada, con sus mejores efectos, en el arte de Rojas. Celestina, la de Rojas, se nos presenta como la halconera por antonomasia, a quien mejor que a nadie le cae aquello que dice Lope de Rueda en La comedia de los engaños: "Quiere que me ande yo de calle en calle halconeando" (Dic. Autorid., v. "halcón"). 

Calisto es halconero, milano grosero a los que alude el PROLOGO, que saltaría las paredes del huerto para desplumar y comerse el ave. También se llamaba en Castilla halconero al galán rico y fanfarrón que se portaba groseramente, como en este pasage de La pobreza estimada (30 vto) de Lope de Vega: 

  • ISAB.__ ¿Qué siente de la invención / deste galán halconero?
  • DOR.__ Que no ha sido muy grossero / para rico fanfarrón 
En ninguna otra lengua tiene la palabra halcón connotaciones sexuales de tamaña inherencia. En ninguna otra literatura fueron celebradas las aves de rapiña como símbolo del amor de altanería, con la frecuencia, variedad y vistosidad con que lo fueron en la literatura castellana. El halcón cortés ilusoriamente casto de los provenzales devino salvaje realmente lujurioso entre los castellanos, por obra y gracia de Fernando de Rojas. Gracias a él la imaginería venatoria como alegoría del amor ocupa un lugar prominente, central, en la Tragedia de Calisto y Melibea

EL AMOR DE ALTANERIA EN LA TRADICION CASTELLANA

Supo Rojas, con gran acierto, contrastar la retórica del amor cortés, importado de las viejas cortes de Provenza, con el lenguaje terreño de las calles y plazas castellanas del siglo XV. En esas calles y en esas plazas hacía tiempo que se venía cantado al amor con un lenguaje desplazado, sí, pero a un plano familiar y emocionante, natural y cruel, con salpicones de sangre y de ternura. En el romance de Doña Lambra, catalogado entre los llamados viejos, se ve bien arraigada la imagen del halcón que gusta meterse por debajo del brial y cebarse dentro del palomar --sentido sexual de forzar las damas--, (27)   en un ambiente de obvia violencia, odio y venganza, con tintes de sangre y sexo, con tirones de falda, hasta exponer las vergüenzas. Como en a Celestina, las imágenes venatorias van reforzadas con la de redes --telilla les tengo ordida-- y con la de un guiso sexual --matáronme un cocinero / so faldas de mi brial

  • Los hijos de Doña Sancha yo mora me iré tornar." 
  • mal amenazado me han Allí habló don Rodrigo,
  • que me cortarían las faldas bien oiréis lo que dirá: 
  • or vergonzoso lugar, --Calledes, la mi señora, 
  • y cebarían sus halcones vos no digades atal. 
  • dentro de mi palomar, De los infantes de Lara 
  •  me forzarían mis damas yo vos pienso de vengar; 
  • casadas y por casar. telilla les tengo ordida, 
  • Matáronme un cocinero bien gela la cuido tramar 
  • so faldas de mi brial. que nacidos y por nacer 
  • Si desto no me vengáis dello tengan que contar. 
  •                     Menéndez Pidal, Primavera núm. 19
En este otro romance viejo, oímos a Doña Jimena pidiendo al rey venganza de los agravios del Cid, por haber cebado éste el gavilán en su palomar; otra vez aquí se nos dice que la ropa interior, el brial de Doña Jimena, quedó manchado de la sangre de las palomas:
  • --Con mancilla vivo, rey, por hacerme más despecho 
  • con ella murió mi madre; cébalo en mi palomar, 
  • cada día que amanece mátame mis palomillas 
  • veo al que mató a mi padre criadas y por criar; 
  • caballero en un caballo la sangre que sale de ellas 
  • y en su mano un gavilán; teñido me ha mi brial 
  •                                  Primavera 30a
Doña Alda tuvo un sueño, entre sexual y violento, como la naturaleza de ese azor que busca refugio bajo el brial, que cuenta así a sus doncellas en busca de interpretación:
  • --"Un sueño soñé, doncellas, --Aquese sueño, señora, 
  • que me ha dado gran pesar; bien os lo entiendo soltar; 
  • que me veía en un monte el azor es vuestro esposo, 
  • en un desierto lugar: que viene de allén la mar; 
  • de so los montes muy altos el águila sodes vos, 
  • un azor vide volar, con la cual ha de casar, 
  • tras d'él viene un aguililla y aquel monte es la iglesia 
  • que lo ahinca muy mal. donde os van a velar. 
  • El azor con grande cuita --Si así es, mi camarera, 
  • metióse so mi brial; bien te lo entiendo pagar. 
  • l aguililla con grande ira Otro día de mañana 
  • e allí lo iba a sacar; cartas de fuera le traen; 
  • con las uñas lo despluma, tintas venían de dentro, 
  • con el pico lo deshace. de fuera escritas con sangre, 
  • Allí habló su camarera, que su Roldán era muerto 
  • bien oiréis lo que dirá: en caza de Roncesvalles. 
  •                                                    Primavera 184
La extensión y la belleza de los temas de la caza del amor y amor cetrero o altanero en la poesía lírica española han sido ampliamente expuestas por nuestros críticos. El hombre es el ave de rapiña; la mujer es la presa. Cuando el poeta quería acentuar el concepto de lucha seleccionaba como víctima a la garza "de mirar gentil" que, teniendo un tamaño de mayor grandeza y volando a alturas superiores, ofrecía al halcón más difícil combate. Ese combate estremecía a Gil Vicente:
  • Halcón que se atreve 
  • con garza guerrera
  • peligros espera.
Juan del Encina reflexionaba sobre el alto vuelo y la dificultad del alcance -- alcance, como se ha explicado, sexual-- de la garza montesina:
  • Montesina era la garza
  • y de muy alto volar:
  • no hay quien la pueda alcanzar. 
En uno de los poemas tradicionales contempla el poeta a varios halcones combatiendo a una garza y ruega a Dios que la maten para librarla de tantos sufrimientos:
 
  • Si tantos halcones
  • la garza combaten,
  • por Dios que la maten.
El Conde de Ayala en el Libro de la caza llama altanero al halcón que persigue a la garza. Como explicaba Dámaso Alonso "esta imagen del amor profano es llevada en seguida, atrevidamente, a las regiones del amor divino: Dios es... como una garza, perseguido y cobrado por el amor del hombre (277). En un poema de 1590 la garza es la Virgen María, ("garza bella"), Dios es el neblí ("de gran vuelo"):
  • Salió un neblí de gran vuelo
  • tras aquella garza bella,
  • y tanto se cebó en ella,
  • que dio con ella en el suelo.
os dice también Dámaso Alonso: 
  • El tema de la 'caza cetrera del amor' estaba tan metido en la sensibilidad del español del siglo XVI que hasta sucesos reales tienen una consecuencia lírica entre las ramificaciones de la veta que estudiamos. El príncipe don Carlos se hirió cayendo por una escalera de mármol, en Alcalá, cuando iba en persecución de doña Mariana de Garcetas. Era el domingo 19 de abril de 1562, tenía el mozo 17 años. El apellido Garcetas suscitó enseguida un comentario lírico:
    • Bajóse el sacre real
    • a la garza, por asilla,
    • y hirióse sin herilla" (279-80).
    ¡Qué lejos nos sitúan estas imágenes de la estética caballeresca! Tan lejos que ni siquiera es posible reconocerla. Incluso en los poemas místicos es el hombre el que persigue, conquista y domina --alcanza-- por la fuerza. En San Juan de la Cruz domina el sujeto de primera persona, elemento activo de toda la acción:
    • Tras una moroso lance,
    • y no de esperanza falto,
    • volé tan alto, tan alto,
    • que le di a la caza alcance. 
    Es decir, incluso Dios ha quedado sometido estéticamente al DOMINIUM del hombre. Ni siquiera el escritor místico se emociona con la lírica de la pasividad y la contemplación beatífica al modo del Calisto de la primera escena. Una vez más nos encontramos con que la lírica religiosa se modela según la lírica secular, de la que recoge la imaginería y convenciones lingüísticas. (28)

    Estoy de acuerdo con los críticos que defienden que la lírica medieval en honor a la Virgen María se regía por los modelos del amor cortés, y no viceversa. De aquí que tan estupenda nos resulte la caracterización castellana "a lo divino," que lógicamente presupone la pre-existencia de los modelos humanos. Las alabanzas medievales de la Virgen eran alabanzas de amor cortés a lo divino, la búsqueda de nuestros poetas místicos del renacimiento están ambientadas en el estilo del amor altanero a lo divino. Podríamos decir que la comida del ave en el huerto fue la Ultima Cena de Calisto. 

    N O T A S 


     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     









    1 Para mayor documentación sobre este tema, particularmente con relación a la disparidad de empleo entre los tres autores, véase mi obra Tres autores en "La Celestina."  
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    2. Laplanche define así "canibalístico": "Término utilizado para calificar las relaciones de objeto y las fantasías correlativas a la actividad oral, aludiendo al canibalismo practicado por ciertas poblaciones. La palabra expresa, en forma figurada, las distintas dimensiones de la incorporación oral: amor, destrucción, conservación en el interior de sí mismo y apropiación de las cualidades del objeto" (48). Para los psicoanalistas mamar --la mayor expresión de amor en el infante-- es una especie de canibalización de la madre (comentarios y bibliografía en G. Devereux, Dreams 193). Una imagen de esta canibalización nos la da también el Interpolador que intercambia "mamar" y "caçar": Assí como corderica mansa que mama su madre e la ajena, ella con su segurar tomará la vengança de Calisto en todos nosotros, de manera que, con la mucha gente que tiene, podrá caçar a padres e hijos en vna nidada (XI, 73). 
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    3. Habrá que tomar como irónico el juicio de Marciales: "Frase de un amor completamente espiritual" (II, 248n). C. Morón-Arroyo la caracteriza como "frase canallesca" (49), en cuyo sentido diríamos que el amor cortés devino canallesco, es decir, Calisto se volvió un canalla, un mal bicho. Siglos más tarde, en la literatura española, seguirían los ecos del ave y el amor caníbal, con un canibalismo sublimado por el sinigual estilo de García Lorca: Thamar estaba soñando / pájaros en su garganta ("Thamar y Amnón") y me buscas como cuando te quieres comer una paloma, que le dice Yerma a Juan (Obras completas 1259). Ver "pájaro" en C. J. Cela. Comentando sobre la selección de vocablos en el sueño de Menelaos comentaba G. Devereux cómo la selección de la palabra, que puede a veces no corresponderse con la realidad, nos revela la disposición de ánimo del hablante, su reacción ante la realidad (Dreams 117), y nos refiere la anécdota de una joven que se lamentaba de que su amante, esquizofrénico y deprimido, manoseaba su cuerpo como si se tratase de un trozo de carne ("meat" not flesh). En uno de los comentarios de Rougemont, a los que hice alusión más arriba, se lee que cuando a la mujer se la considera a par con el hombre deja de constituir el colmo de sus aspiraciones, pero al mismo tiempo se la libra del bestial abatimiento que más tarde o más temprano ha de ser el precio de haber divinizado a una criatura (313). El "ave" por antonomasia es la pollita. Recuérdese que la asociación de 'mocita' con 'polla' (no por otra virtud, quizá, que la de estimular ambas el apetito) data, según Cela, de 754 (Diccionario, II, 742, donde se explican otras acepciones). 
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    4. Los psicoanlistas ha hablado de la genitalización del ojo y de la ecuación inconsciente mirar=comer, como dos formas de introyección (O. Fenichel 208, 227). Los que gusten de estas teorías no podrán menos de admirar la realización artística de esa ecuación en La Celestina
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    5. G. Devereux habla de los casos de hombres que han saciado sus necesidades libidinosas con depravadas rameras por haberse sentido impotentes con sus esposas a las que han idealizado sobre manera (Dreams .. 136, n296, con la referencia al estudiode S. Freud Ön the Universal Tendency of debasement in the Sphere of Love") . Sin duda que la explicación de los psicoanalistas es mucho más interesante que la de aquellos que creen "ironía" literaria que el amante cortesano ame sexualmente sin llegar al coito (J. F. Benton, en F. Newman, The meaning 28). 
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    6   El Calisto de la primera escena iba a la iglesia para ofrecer a Dios seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías; Pármeno se expresaría de esta manera ante Celestina: fue a la maldición, echando fuego, desesperado, perdido, medio loco a missa a la Magdalena, a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas bien roer los huessos destos pollos e protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu arremango (IX:36). 
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    7   Mientras que la CARTA pudiera muy bien ser del autor de la Comedia, el PROLOGO no cabe duda que es del autor de las Interpolaciones, según se deduce de su regusto en enumerar lo más sobresaliente de la lucha entre los diversos seres de la naturaleza (ver J. Stamm 24). La inspiración inmediata del Interpolador arranca de Rojas, adornando aquí su estilo con frases proverbiales de Heráclito y Petrarca. 
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    8. Quizás este mundo de referencias está también relacionado con la concepción del amor cortés, propio sólo de espíritus nobles. Para Andreas Capellanus el "amor natural," como el de los caballos y las mulas, era propio de los plebeyos (Bumke 375). 
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      0. La imaginería de las aves es de gran predominio a lo largo de la Tragicomedia; a su enriquecimiento contribuyen todos estos términos y conceptos desconocidos al Antiguo Auctor: agüeros, bolar, buche, buela, buelan, emplumada, emplúmenla, nidada, pluma, plumas (16 casos). 
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    10. G. Devereux dice que la mordida de una serpiente significa la defloración (Dreams 193). Ver en C. J. Cela (Enciclopedia I, 218 y IV, 1061) las voces "bicha," "boa," "serpiente" y "sierpe." S. Freud consideraba la serpiente como uno de los símbolos más importantes del inconsciente por el órgano sexual masculino (más sobre esto en E. Gutheil).  
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    11   Sobre armar, armaarmadura y su simbolismo fálico, véanse las voces en C. J. Cela, donde se ofrecen interesantes ejemplos y bibliografía. 
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    12. "Todas las complicadas maquinarias y aparatos de los sueños son, probablemente, genitales --casi siempre masculinos--, en cuya descripción muestra el simbolismo onírico tan inagotable riqueza como chistoso ingenio. Las armas y herramientas más diversas --arados, martillos, pistolas, revólveres, puñales, sables, etc.-- son también empleados como símbolos del miembro masculino" (La interpretación 2, 194). 
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    13  Llaga, en singular y plural, aparece 3 veces en el AUTO, 16 en la COMEDIA, y 1 en el TRATADO. En Rojas aparece en contextos eróticos en la proximidad de la frecha, o del caxquillo ... en su aguda punta (VI, 224), incluso en la proximidad de una flor cuyo nombre era, según Celestina, Calisto: Que, quando el alto Dios da la llaga, tras ella embía el remedio. Mayormente que sé yo al mundo nascida vna flor que de todo esto te dé libre (X, 60). 
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    14   En La Celestina hay 72 referencias a las armas, de las que sólo se encuentran dos casos en el AUTO. Remito al lector mi estudio interpretativo del pasaje del ximio y el cuchillo
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    15 García Lorca sabe asociar en su incomparable, condensado, estilo el sexo, la garganta, el pájaro y la red:

    • Su sexo tiempla enredado
      como pájaro entre zarzas.
    •  Martiro de Santa Olalla 387.

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    16 G. Devereux relaciona veneno con semen al referirse al sentido fálico de serpiente en los sueños de la tragedia griega (Dreams 175. Compárese con la referencia de Pármeno a su "cola de alacrán," sobre lo que apostilla Celestina: la tuya hincha por nueue meses (I:96). 
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    17. La casa era metáfora convencional de la búsqueda erótica. En las letras descocadas se hace referencias a la caza del hurón: "Pues hago's saber que esse hurón no sabe cazar en esta floresta" (La lozana Andaluza, Mamo. 14, 71); "y con el gran calor de allá debajo / seis veces fue el hurón a buscar caza" (P. Alzieu núm. 44). 
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    18 En este pasaje se nota la labor del Interpolador con su tendencia a ampliar y explicar el texto; quería el segundo continuador que el lector se fijara bien, comprendiera en lo debido, hasta qué punto había él mismo captado el sentido de la metáfora de la caza (arco = alcahuete, páxaras = mochachas) que había esbozado Rojas.  
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    19   La imaginería de las aves es de gran predominio a lo largo de la COMEDIA y el TRATADO; a su enriquecimiento contribuyen todos estos términos y conceptos, del todo ausentes en el Auto: agüeros, bolar, buche, buela, buelan, emplumada, emplúmenla, nidada, pluma, plumas (16 casos). 
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    20. Góngora habla de las "desplumadas delicias de el paxaro": Io le ofrezco en su muslo / Desplumadas la delicias / De el páxaro de Catulo (II, 299).  
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    21 Compárese con esta letrilla erótica en Floresta de poesias eróticas del Siglo de Oro, 133

    • A la media noche / pidió la niña
      unos tragos de caldo / sin escudilla

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      22   Estos son los 54 términos controlados y distribuidos entre los tres autores de La Celestina --sólo un caso en el AUTO: asadores, bodegones, bote, cuero, cozina, escudilla, lienço, mesa, manteles, jarrillo, jarro, mesón, migajas, plato, sartén, tauerna, taça, tinagica
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      23   Cae fuera del propósito de estos datos teorizar sobre el psicoanálisis. El lector encontrará muy útil la obra la obra de O. Fenichel, 62 y 690. 
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      24   Constantino el Africano, en su tratado De melancolia, muy conocido entre los medievales, habla de las personas que tienen la imaginación y la razón corrompidas, y refiere cómo Galeno atestiguaba haber visto a una mujer que padecía pensando tener serpientes en su vientre (Alii corruptam habent imaginationem / et ratinem. sicut quaedam passa est in ventre habere autumans / serpentes. quam Galienus se vidisse testatur, en Della melancolia, trad.a cura di M. T. Malato - U. de Martini. Roma, 1959, pág. 61.) 
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      25   Sobre la relación amor-comer-beber en contextos religiosos puede serle de interés al lector la información y documentación de Huizinga. 
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      26. Desde el punto de vista psicoanalítico el dolor de muelas puede explicarse como desplazamiento de una emoción de autoreprensión (S. Freud, Standard Edition, II, 179). A lo largo de la obra es un motivo incesante el de un Calisto embargado por el sentimiento de inferioridad e indignidad. 
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      27   En el diario madrileño YA (21 de abril, 1984) apareció una curiosa nota de J. M. Bermejo sobre "Los presuntos restos de Juan de Mena ...", en la que decía: "El hombre cuyos restos hemos examinado debió sufrir mucho de los dientes y padecer frecuentes dolores de muelas. Tras examinar el maxilar superior derecho --el único que se conserva-- se puede asegurar que el hombre a quien corresponde perdió al menos tres molares a causa de caries y posibles abscesos alveolodentarios. Cabe recordar que al dolor de muelas se le conoce popularmente como "mal de amores." Por la biografía del poeta, sabemos que Juan de Mena se casó dos veces y escribió mucha poesía amorosa dirigida a un ideal femenino por influencia de la poesía italiana de la época." Sobre el simbolismo sexual del dolor de muelas puede consultarse también M. D. Legge. Marcial hace referencia al dolor de dientes en un pasaje erótico (XI, 41; citado en Forberg, 242). S. Freud hace mención de cómo la castración suele representarse simbólicamente por la "extracción o caída de una muela" (La interpretación 2, 195). 
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      28. La expresión "sacarse una muela" --que duele-- significa en el habla vulgar, recogida en la poesía erótica, futuere, como indica P. Alzieu 172, n.9). 
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      29. Con la entrega del cordón --cinturón de castidad-- a Calisto se representaba, en esa polifonía de acepciones fálicas, la renuncia de Melibea a la castidad y su disposición a entregarse a su amante. Véase el interesante artículo sobre "cinturón de castidad' en C. J. Cela. También convendrá recordar que en La lozana andaluza se equipara "cordón" y "cojón" (Mamo. 26, 110; ver C. J. Cela, I, 325). 
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      30   Sobre el desplazamiento de los genitales al pie en la tradición literaria y folclórica intercultural, véase mi artículo "La abadesa embargada por el pie." 
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      31. No se ha podido localizar este romance en la tradición escrita. El romance que ha llegado hasta nosotros dice:

      • >Respondió el buen rey Rodrigo: / la culebra me comía;
        cómeme ya por la parte / que todo lo merecía,
        por donde fue el principio / de la mi muy gran desdicha
         Primavera I, 7

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      32   Paralela a la tradición religiosa de la comunión ("comer a Dios") y el ayuno, corre la profana y folclórica del lobo de Caperucita, con los dientes largos: Para comerte. También las canciones de gran popularidad, como aquella más antigua "Muérdeme, morenita" y la del gran éxito de 1990, "Devórame otra vez." Morder (5 ejemplos), aparece en el Antiguo Auctor con connotaciones sexuales, 3 veces, frente a ninguna en COMEDIA (caso muy excepcional) y 2 en el Interpolador, con la proporción 45%, -64%, 19%, respectivamente:morder, muerde, mordían, mordido, mordió (5): AUTO 1:85, 96, 107; TRATADO 4:176; 14:115. 
      • PARM.-- ¡Como cola de alacrán!
      • CEL.-- E avn peor: que la otra muerde sin hinchar e la tuya hincha por nueue meses.
      • PARM.-- ¡Hy! ¡hy! ¡hy ! (I, 96).
      • de tal manera la tomé, assí la besé, assí me mordió, assí la abracé, assí se allegó (AUTO 107).

      En la composiciones de bajo erotismo de los latinos no faltan los usos traslaticios de vorare, devorare (oculis devorantibus = devorar con los ojos), y la alusión al llamado convivium culi y a las prácticas de los "cunnilinguos" (los de lingua futurix, impura, moecha, mala; ver voces latinas en Forberg, las castellanas en C. J. Cela). > voraredevorare (oculis devorantibus = devorar con los ojos), y la alusión al llamado convivium culi y a las prácticas de los "cunnilinguos" (los de lingua futurix, impura, moecha, mala; ver voces latinas en Forberg, las castellanas en C. J. Cela).

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    33. Quizá debiera anotar que de acuerdo con ciertas teorías psicoanalíticas hay un germen de inpulsos canibalísticos en la renuncia del melancólico Calisto a comer; según A. Abraham responde tal renuncia a la tendencia del meláncólico a castigarse a sí mismo, por sus impulsos canibalísticos ("Development of the libido," en Selected Papers 448).

    • CALISTO__ . ...Ni comeré hasta entonces; avnque primero sean los cauallos de Febo apacentados en aquellos verdes prados, que suelen, quando han dado fin a su jornada. 

    • SEMPRONIO __ Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesías, que no es habla conueniente la que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos entienden. Di: avnque se pond el sol, e sabrán todos o que dizes. E come alguna conserua, con que tanto esacio de tiempo te sostengas (II, 22)

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    34  Tras haber hecho un recorrido a través de la Tragicomedia y visto sus múltiples pasajes y referencias al mundo de la caza, apenas si comprendemos aquel aserto de M. R. Lida, de que "aparte del gerifalte ... nadie vuelve a acordarse de la cetrería de Calisto" (201). Sobre el motivo de la caza como preámbulo a la aventura amorosa --repito la información anterior-- cfr. D. Devoto. Para mayor ampliación del tema y bibliografía, cf. G. Armistead y J. H. Silverman.
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