Amor altanero, amor caníbal


Chorro de venas verdes 
le brota de la garganta.
Su sexo tiembla enredado 
como un pájaro entre zarzas.
                 GARCIA LORCA
LA GRAN ALEGORIA VENATORIA

La gran alegoría venatoria(1) es la figura más ambiciosa de la a Celestina. Alegoría cuyo seso, en la multitud de sus metáforas individuales, es sexo. Las múltiples metáforas venatorias se suceden entretejidas de una amplia gama de motivos que a la vez que se refieren al mundo de la actividad cinegética, le evocan al lector, a cada uno en su manera, la ansiedad de la búsqueda, la persecución, la conquista, la captura amorosa. La mayor virtud del genio artístico radica en saber salpicar su obra de pequeños espacios vacíos que la fantasía del lector pueda rellenar. El arte de Rojas era de veras de un genio superior. Para poder apreciar en su amplia dimensión esta alegoría, he agrupado los innumerables términos que la definen relacionados en varios grupos semánticos. Como remate y coronación de la búsqueda y captura de la presa se añade a la imaginería cinegética, como su remate y coronación el grupo semántico, la preparación culinaria, para concluir con el banquete. Si el amor cortés se sostenía en el viejo esquema convencional del servicio del hombre a la mujer, de la mujer al hombre, el amor altanero se nutriría con una rica imaginería venatoria, en un ambiente universal de tensión, contienda, conflicto, y con sus elementos constituyentes de búsqueda, persecución, captura, muerte e ingestión de la presa. El amante literario, siempre en un plano que trasciende la realidad, se distingue por saber proyectar sobre su amada aquellas cualidades y virtudes que él más desea, que él estima más valiosas; de esa manera la deseada unión se hace más enriquecedora, más íntima y gozosa. El Calisto del Antiguo Auctor, amante cortesano, todo él zurcido de retazos de literatura religiosa, proyectaba sobre Melibea la belleza suma, atributo de Dios, para lograr una unión semejante a la beatífica. La esencialidad del amor es la unión, la incorporación, la asimilación mutua de los amantes. En el amor cortés del Antiguo Auctor, la amada, endiosada, era incorporada por los ojos, como Dios lo es en la visión beatífica y en la contemplación mística:

  • CALISTO.-- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
En el amor altanero de Rojas, amor caníbal, (2)  la amada, hecha presa, de irresistible carne tierna, apetitosa, es incorparada por la boca, la ingestión: 
  • CAL.-- Señora, el que quiere comer el aue, quita primero las plumas(3)  (XIX, 181).
La visión de la grandeza de Dios fue el galardón del seruicio que por algún tiempo llevaba ofreciendo el Calisto del Antiguo Auctor a Dios. La caza y la ingestión del ave sería el remedio al fuerte dolor de muela, la ansiedad que venía atormentando al Calisto de Rojas durante más de ocho días. En esas dos escenas amorosas, la del comienzo y la del desenlace, como en los fenómenos que las precedieron, vemos cómo se contraponen, muy gráficamente, la retórica del amor reverencial, amor de un devoto a su diosa inaccesible, que mira y adora, y el lenguaje crudo del amor como apetito carnal, apetito de la carne y apetito de carne, el amor que un ave de rapiña siente por la presa capturada.(4)

Rojas comprendió muy bien que la extremada divinización de Melibea no podía tender a otro resultado que la impotencia --inmérito-- de Calisto y la consecuente frustración de su amada. (5)

Por eso que poco a poco iría rescatando a su protagonista de las abstracciones provenzales y los pasatiempos palaciegos de reprimidas damas y galanes elegantes, para exponerlo al realismo del bardo y el pueblo castellano, lanzándolo al campo de batalla de las pasiones desordenadas. 

El Antiguo Auctor había hecho sólo una fugaz alusión a la cetrería, cuando Sempronio mencionó al gerifalte que Sempronio enderezó en la percha (I, 34); y ahí empezó y terminó su alusión al mundo de la caza. Rojas, ya en el mismo comienzo de su continuación introdujo la gran metáfora de la altanería en aquel neblí perdido que condujo a Calisto a la presencia de Melibea, poniendo en marcha con ello toda la acción dramática: 

  • Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma e hazienda (II, 121).
Para el Antiguo Auctor las obras pías habían transportado a Calisto a la visión divina de los gloriosos sanctos, en una ecuación amor-beatificación. Rojas, que en el primer acto de su continuación introdujo al neblí como guía de Calisto, daría en el siguiente un paso más hacia la ecuación amor-muerte, mediante las ecuaciones alegóricas Calisto-ave rapaz, amor-cetrería, señuelo -mujer; por fin el Interpolador expresaría sin reparos ni remilgos la conclusión de la contienda en la ecuación comida-muerte. Ya en los umbrales del drama Celestina caracterizó al joven protagonista como uno de esos 
  • nouicios, que contra cualquiera señuelo buelan sin deliberación, sin pensar el daño, que el ceuo de su desseo trae mezclado en su exercicio e negociación para sus personas e siruientes (III, 128).
El neblí, perdido, guió cetrera y certeramente a Calisto hasta Melibea. El amante cortesano se volvería progresivamente amante altanero en el sentido pleno de la palabra. El Calisto de la primera escena se había dejado guiar por su seruicio; con la retórica sublimada de su alma cortesana no sólo superó Calisto a todos amantes que le precedieron, sino que dejó a la misma Melibea estupefacta sobre el alcance y la intención --intento-- de tan fervorosas palabras. El Calisto del Antiguo Auctor fue engendrado con vocación servicial y reverencial; el de Rojas nacería con vocación narcisista. La retórica del amor servicial comenzó a evaporarse bajo el simbolismo del neblí perdido, ave donosa y cruel, ave indiferente a los sentimientos de los humanos, ave de las de rapiña, a las que junto con los felinos consideraba Freud como máximos símbolos del amor narcisista. Calisto se iría contagiando progresivamente del lenguaje venatorio de los personajes que le rodeaban, (6) y de tal manera, que al final el caballero no sólo dejaría chiquitos a todos sus sirvientes y criados con la crudeza de la citada frase --comer el ave--, sino que dejó a la misma Melibea un tanto estupefacta, en esta ocasión ante el apetito de su amante:
  • MELIB.__ ¿Señor mio, quieres que mande a Lucrecia traer alguna colación? (XIX, 182).
El amante Calisto, con aquella frase corolario con que culminaba en el huerto la alegoría venatoria, se desenmascaró hasta descubrirnos su verdadera naturaleza. El Interpolador, autor de este pasaje, nos demostraba la manera magistral con que supo captar la alegoría cetrera de Rojas. No sólo fue él quien logró cerrarla magistralmente con este broche de oro, fue también él quien la abrió en el PROLOGO y la puso de relieve en un pasaje entre sugestivo y vistoso:
  • Hasta los grosseros milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos pollos e debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar" (PROLOGO 21-22).
Rojas y el Interpolador volaban en alas de una misma fantasía. El neblí se perdió en la huerta de Melibea, para ceder el paso a Calisto, pájaro de cuenta, que ansiaba la carne de su amada. Como reminiscencias de los destrozos del neblí que se perdió, nos queda a lo largo de la obra la gran alegoría venatoria, en la que se sostiene un gran tinglado de actividades afines con su correspondiente terminología lingüística. En los varios subgrupos semánticos podrá apreciarse la gran riqueza de recursos de que disponían los dos continuadores del AUTO. En los diversos subgrupos apreciará el lector la abundancia de vocablos relacionados con la zootecnia, particularmente la captura de animales, que son exclusivos o casi exclusivos de los actos II-XXI. A veces se notará que en una cita textual determinada he destacado términos que, aunque no pertenecen en estricta propiedad al apartado individual, guardan con el grupo global una singular afinidad y valen para integrar y reforzar la gran metáfora de la caza y la captura; valen últimamente para darnos a conocer qué tipo de imágenes hacían vibrar la vena artística de los autores.
 

AGRESIVIDAD

Agresividad. En la ideología cortés el caballero había de controlar, dominar sus instintos de fiereza y encauzar sus hazañas guerreras en servicio de su dama. En la estética del amor altanero, por el contrario, parecen desbordarse, saliéndose de madre, los impulsos primarios de sexualidad y agresividad. Se preguntaba Freud, admirado, por qué los psicoanalistas habrían tardado tanto tiempo en reconocer la existencia de una pulsión agresiva (Laplanche, 13). Lo que había tardado tanto en hacer entrada en la ciencia, había sido ya ampliamente explotado en la literatura por los autores de La Celestina. La naturaleza toda se presenta como una especie de caos, como señala gráficamente el autor del PROLOGO, en el que chocan desbocados los instintos primarios del sexo, bullentes todos ellos sobre su substrato pulsional de agresividad y muerte: 

  • La bíuora, reptilia o serpiente enconada, al tiempo del concebir, por la boca de la hembra metida la cabeça del macho y el con el gran dulçor apriétale tanto que le mata e, quedando preñada, el primer hijo rompe las yjares de la madre, por do todos salen y ¿Qué mayor lid, qué mayor conquista ni guerra que engendrar en su cuerpo quien coma sus entrañas? (20).
En la cría de la víbora que rompe al nacer los ijares de la madre se representa lo que los psicoanalistas llaman esos impulsos primarios de agresividad infantil que se dirigen principalmente contra los padres, y sobre todo contra la madre, esa madre que engendra en su cuerpo quien un día destruirá sus entrañas (Jones, I, 211). En la fantasía del amor de Rojas Calisto seguiría siendo víctima de un complejo de inferioridad, seguiría creyéndose tan inmérito como el Calisto del Antiguo Auctor, y como éste se creería incapaz de hacer frente a los sentimientos de culpabilidad y los impulsos de agresividad; eran esos impulsos los que le inducirían a depender de seres más fuertes que le defendieran de sus tendencias masoquistas de autodestrucción (Jones, I, 305). Recuérdese cómo desde un principio se nos mostraba Calisto acariciando la idea del suicidio:
  • ¡O piedad de silencio, inspira en el Plebérico coraçón, porque sin esperança de salud no embíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo e de la desdichada Tisbe! (I, 36).
En los continuadores --reflejándose primero en los criados para contaminar después al protagonista--, se agudiza ese instinto de muerte que se va progresivamente modelando como pulsión agresiva, encauzada hacia el mundo exterior, en busca de un objeto, el objeto del impulso erótico, con finalidad de destruirlo. El lenguaje de los continuadores, en agudo contraste con el del Antiguo Auctor, está lleno de términos de violencia, de contienda, todos ellos portadores de una intensa carga de agresividad, de ansiedad, de agitación, de riesgo: acuchillar, azotado, azote, aduerso, aduersario, aduersidad, alevoso, alteración, alterar, amenaza, amenazar, apalear, apuñear, aquejar, argüir, batalla, bofetada, combate, combatir, cuchillada, cuestión, debate, denostar, desconcertar, desconcierto, despedazar, destrozar, enojar, estiércol, harpar (el gesto), ira, maldecir (etc.), ofender, ofensa, ofendedor, pelón, querella, querellar, questioncilla, renzilla, reñir, rixoso, tahur, vellaco, vengador, venganza, vengar, vituperador, vituperio, zahareño. En un total de 193 casos de términos de violencia, sólo se encuentran tres en el AUTO.

Este vocabulario de los continuadores es un reflejo de su visión del mundo y de cómo concebían y conceptuaban ellos las relaciones sociales entre los personajes del drama, relaciones que se desarrollaban en un marco global más que de servicial dependencia, de irreconciliable pendencia, de violencia, agresión, venganza, insultos. El Interpolador se dio perfectamente cuenta del ambiente de tensión y malentendidos entre los personajes que creó Rojas, lo que le llevó a formular la ambiciosa enunciación al comienzo mismo del PROLOGO: 

  • Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla.(7)


ANIMALES DE CAZA
Animales de caza. En el AUTO no están ausentes del todo los animales en contexto de alusión sexual. En su alusión se nos mostraba el Antiguo Auctor bastante obsesionado por la sexualidad contra naturam, el ayuntamiento con ángeles y la bestialidad. (8)

Los continuadores, por otra parte, se olvidan por completo de este desorden de sexualidad animal, para dar relieve a animales relacionados con las actividades de caza, captura y muerte. En honor al neblí, en deferencia a su instinto primario de caza y destrucción, dan lugar prominente a las aves, cazadoras o cazadas. (9)

Se destacan las aves de rapiña (neblí), de carroña (cuervo), mal agüero (ave negra, tordo), o mitológicas (harpías) y de magia negra (morciélago, drago, cabrón), sin que falten las aves, animales o reptiles de gran simbolismo fálico (cigüeña, raposa --compárese con zorra--), y sobre todo serpientes, como aquellas que le comían el corazón a Melibea; (10) añádanse en este grupo galgo, guzque, pelicano, picaças, monteses puercos, loba.
 

ave negra, aves nocturnas, cuervo:

Ni perro me ha ladrado ni aue negra he visto, tordo ni cueruo ni otras noturnas (IV, 158).
galgo
con ese galgo no tomarás, si yo puedo, más liebres (XII, 101).

guzque:
los guzques labradores a los pobres peregrinos aquexabn con mayor ímpetu (XII, 103)

neblí
perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar (I, 121).

pelicano
El pelicano rompe el pecho por dar a sus hijos a comer de sus entrañas (IV, 176).

puercos monteses, sabuesos
Aquella cara, señor, que suelen ... mostrar ... los monteses puercos contra los sabuesos, que mucho los aquexan (VI, 206)

raposa
avnque muda el pelo la raposa, su natural no despoja (XII, 94).
si sabe mucho la raposa, más el que la toma (XIX, 176).

serpiente
hecho serpiente, que huye la boz del encantador? (VI,210 
Madre mia, que comen este coraçón serpientes dentro de mi cuerpo (X, 52).

ARMAS

Armas. En la alegoría venatoria no podían faltar las armas como instrumentos de la captura de la presa y de su muerte, fin al que tiende la pulsión agresiva:(11)

  • Estas son sus armas. Con éstas mata e vence, con éstas me catiuó, con estas me tiene ligado e puesto en dura cadena. (VI, 228).
"Odiamos al azor," había dicho Ovidio, "porque siempre vive en armas" (Ars 2, 147). Explican los psicoanalistas que los instrumentos de guerra, las armas, en su gran variedad, son símbolos primariamente del miembro viril, como la herida o llaga lo es de la apertura genital de la hembra. Así lo creía Freud,(12) y no es que él lo hubiera inventado. Así lo había creído Fernando de Rojas ya en el primer acto de su continuación introduce la flecha y la llaga, inseparables del agua que rocía y alivia su dolor: (13)
  • Si tú sintiesses mi dolor, con otra agua rociarías aquella ardiente llaga, que la cruel frecha de Cupido me ha causado (II, 122).
Las letras obscenas de erotología clásica hablan del pene como sable, puñal, machete, martillo, etc.

No todos los términos que denominan algún tipo de arma están cargados de tensión sexual, pero todos los ejemplos contribuyen a sostener el andamio celestinesco de la violencia, el sexo y la muerte: la frecha (como las de Cupido) que hiere (VI, 213), las saetas que echan los ojos de la amada (VI, 221). El Antiguo Auctor --más cortés-- debía sentir una casi total repugnancia por toda clase de armamento; sólo se dan en el AUTO dos referencias --frente a 10 en el resto--, pero las dos relacionadas con el pecado: una a la mujer, arma del diablo (49), y otra en el conocidísimo pasaje del ximio y cuchillo del abuelo de Calisto, referencia, según Menéndez Pelayo, a "alguna monstruosa y nefaria historia" (Cejador, nota):

  • SEM.__ Lo de tu abuela con el ximio, ¿hablilla fue? Testigo es el cuchillo de tu abuelo (46).(14)
Como los instintos del neblí, las fantasías del amor de Rojas y del Interpolador emanaban de los impulsos y la vehemencia de sus personajes, dotados por los autores de una febril angustia sexual. El vuelo rápido, el tino certero e irracional del neblí se expresa en las saetas o las  frechas (que hieren retorciendo el cuerpo, VI,214) y en el tiro a tiento. En otros vocablos se expresa la eficacia de las garras que atrapan y sujetan a la presa, como el lazo, la pegajosa liga, la telaraña y sobre todo, las redes:(15)

arco:

  • vn arco para andarte de casa en casa tirando a páxaros (V, 197).
  • Ciego te pintan, pobre e moço. Pónente vn arco en la mano, con que tiras a tiento (XXI, 211).
  • Que no ay mejor alcahuete para ellas que vn arco, que se puede entrar cada vno hecho moxtrenco (V, 197).

flecha: 

  • la ardiente llaga, que la cruel frecha de Cupido me ha causado (II, 122).
  • toros ... contra los que lançan las agudas frechas en el coso (VI, 206).
  • herida de aquella dorada frecha, que del sonido de tu nombre le tocó, retorciendo el cuerpo, las manos enclauijadas (VI, 214).
lazo:
  • ¡Ay cuytada de mí! ¡En qué lazo me he metido! (IV, 154).
  • que yo le haré armar vn lazo con que Melibea llore quanto agora goza (XV, 141).
liga:
  • liga en que se trauan los hombres (XVII, 155).
redes: 
  • ¿Cómo me mandas quedar en ti, conosciendo tus falacias, tus lazos, tus cadenas e redes, con que pescas nuestras flacas voluntades? (XXI, 209).
  • la hago escriuir en mi registro, para saber quantas se me salen de la red (III, 133).
  • Darnos a lugar a tender las redes sin embaraço por aquellas doblas de Calisto (III, 137).
  • el manso boyzuelo trae las perdizes a la red; el canto de la serena engaña los simples marineros (XI, 72).
saeta:
  • vnos ojos tiene con que echa saetas, (VI, 221).
telaraña: 
  • No seas la telaraña, que no muestra su fuerça sino contra los flacos animales (IV, 183).
El señuelo. El gerifalte del Calisto del AUTO, del todo domesticado, mansamente aderezado en la percha, se volvió en la COMEDIA neblí perdido, es decir, çahareño, por usar la terminología propia de la cetrería y propia de Rojas. El neblí dejó tras perderse un recuerdo permanente de su habilidad de cazador, al que no le faltaban ni armas ni astucia; su presa era impotente para evitar el ardid y no caer en el señuelo. De veras que solamente con haber leído a Rojas podría haber concluido Gil Vicente que La caza del amor / es de altanería. El amor cortés del Calisto del Antiguo Auctor, amor de importación provenzal, tras pasar por la etapa del amor descortés de Pármeno, se hizo, por obra y gracia de Fernando de Rojas y del Interpolador, amor altanero, amor del más alto vuelo, amor de la más pura cepa castellana. A todo buen cazador, si ha de tener éxito, se le exige saber cómo "seguir el rastro":

rastro:

  • yo les caygo en el rastro, quándo se veen e cómo, por dónde e a qué hora (XV, 140);
Ha de saber el cazador inteligente cómo valerse para atraer la presa valiéndose de artificios, siendo el más propio de la altanería el señuelo:

señuelo:

  • Mayormente estos nouicios, que contra cualquiera señuelo buelan sin deliberación, sin pensar el daño, que el ceuo de su desseo trae (III, 128).
El grupo completo de estos artificios de atracción lo integran anzuelo, buytrera, ceuo, rastro, señuelo, serena.
  • anzuelo, buitrera, cebo: esta donzella ha de ser para él ceuo de anzuelo o carne de buytrera, que suelen pagar bien el escote los que a comerla vienen (XII, 80).
sirena:
  • acuéstate e métete debaxo de la ropa, que paresce serena (VII, 248).
  • el canto de la serena engaña los simples marineros con su dulçor (XI, 72).
EL ARDID
El ardid. En la caza se une al elemento de la seducción el del engaño y el disimulo, el engaño y el disimulo del amor, amor tramposo y lisonjero, cuyos residuos se deslizan por los bajos y tenebrosos albañales de nuestro subconsciente:
  • alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas (VI, 167).
Bajo estos conceptos se clasifican aquellos términos que implican una alta dosis de racionalidad, un arte un tanto sofisticado, que abarca desde el ardid hasta el halago, con gran dosis de veneno,(16)como el de las çaraças o la pozoña de víboras,  incluyendo asechanças, acechar, astucia, boyzuelo, calderuela, cautela, celada, conjurar, çaraças, encantador, falacias, falsario, fraude, hechizo, lisonja, maña, ronces, serpentino azeyte, sofísticos, trama, trayción, vrdir. Este grupo semántico contiene muchos elementos que algunos comentaristas de La Celestina han estudiado separadamente como elementos de magia y brujería; en una visión integradora, si se ha de admitir magia, será una magia que no representa un valor supremo, ideológico o estético en Rojas, sino una faceta más de su gran alegoría venatoria en particular, y en general de su visión del mundo como caos de contienda; la magia es un instrumento más, de los más eficaces, de atracción y captura de la presa.
  • ardid, astucia: todas estas eran mis fuerças, saber e esfuerço, ardid e ofrecimiento, astucia e solicitud... ¿que pensará; sino que ay nueuo engaño (IV, 155).
  • !O serpentino azeyte! ¡O blanco filado! (V, 194).
  • ¡O marauillosa astucia! ¡ ¡O cautelosa hembra! (VI, 215).
acechar, acechanza: 
  • De día los acechaua, de noche los desterraua (VII, 238).
  • otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas (IV, 167).
celada:
  • yo he descubierto la celada, por hauer más prouecho desta otra parte, como sofística preuaricadora (IV, 155).
  • sin proueer los engaños e celadas, se vino a meter por las puertas de tu seguridad (XII, 83).
conjurar:
  • CEL.__ Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal (III, 148).
  • En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! (IV, 178). 
fraude: 
  • ¡Fraude ay! ¡Más le querrá dar, que lo dicho! (IV, 189).
halago:
  • Con tus ronces e halagos hasme robado quanto tengo (V, 132).
hechizo: 
  • ¡Assí te arrastren, traydora! ¿Tú no sabes qué es? Haze la vieja falsa sus hechizos (IX, 49).
  • Lo que la vieja traydora con sus pestíferos hechizos ha rodeado e fecho (XII, 88).
  • SEM.__ No sea ruydo hechizo, que nos quieran tomar a manos a todos ... assí se suelen dar las çaracas en pan embueltas (XI, 72).
lisonja:
  • otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas (IV, 167).
ponzoña: 
  • la áspera ponçoña de las bíuoras, de que este azeyte fue hecho (III, 151).
  • lastimándome tan cruelmente el ponçoñoso bocado, que la vista de su presencia de aquel cauallero me dio (X, 51).
  • ¿Tan mal nomre es el suyo, que en sólo ser nombrado trae consigo ponçoña su sonido (X, 55).
mañas:
  • Por cierto, tantos e tales loores me han dicho de tus mañas, que no sé si crea que pedías oración. (IV, 184) 
  • onoscía a Celestina e sus mañas. Auisáuate como a señor (XII, 93).
  • El manso boyzuelo con su blando cencerrar trae las perdizes a la red ... la serena engaña los simples marineros (XI, 72).
zaraza: 
  • SEM.__ No sea ruydo hechizo, que nos quieran tomar a manos a todos ... assí se suelen dar las çaracas en pan embueltas (XI, 72).
  • ¡O arufianada, muger, e con qué blanco pan te daua çaraças! (XIX, 175).
LA CAPTURA
La caza(17) en sí culmina en la captura de la presa, que se consigue por el uso de las armas propiamente dichas, especialmente el lazo, las redes, y otros muchos instrumentos. La captura y atadura de la presa evoca el concepto de la posesión del objeto externo de la pulsión sexual, el objeto de la agresividad y del instinto de muerte. Una presa capturada es una presa cazada o pescada:

cazar: 

  • Vender vn poco de hilado, con que tengo caçadas más de treynta de su estado ... e algunas mayores (VI, 210).
  • con la mucha gente que tiene, podrá caçar a padres e hijos en vna nidada (XI, 73).
pescar: 
  • conosciendo ... tus lazos ... e redes, con que pescas nuestras flacas voluntades (XXI, 209).
En todos estos ejemplos son claras las connotaciones de actividad agresiva. Aparte de estos verbos más propios, como cazarpescar el objeto que ha de ingerirse y destruirse, encontramos también enclavijar, asegurar con clavos (sentido fálico), y amanojar, que es envolver con las manos, en manojos (mano = ma[no]sturbar), objetos de consumo, la mercaduría:

enclavijar: 

  • herida de aquella dorada frecha, que del sonido de tu nombre le tocó, retorciendo el cuerpo, las manos enclauijadas (VI, 214).
amanojar: 
  • Quisieras tú ayer que te traxeran a la primera habla amanojada e embuelta en su cordón a Melibea, como si houieras embiado por otra qualquiera mercaduría a la plaça (VIII, 21).
Añádase emplumar (pluma = pene), que implica --en el hilo de la metáfora pajaril-- haber cazado a la bruja, a la que luego se castigaba, paseándola disfrazaba de pájaro: 

emplumar:

  • venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada ... Cumpla comigo e emplúmenla la quarta (II, 121).
Entre estos conceptos de captura caben también los de dejar pasmado e inerte el objeto del deseo, el ave, bien por la acción de encandilar --el deslumbramiento amoroso--, o de aojar --la fascinación:

encandilar: 

  • SEM.__ Oluida, señor, vn poco a Melibea e verás la claridad. Que con la mucha, que en su gesto contemplas, no puedes ver de encandelado, como perdiz con la calderuela (VIII, 19).
aojar:
  • [Rojas] vn arco para andarte de casa en casa tirando a páxaros e aojando páxaras a las ventanas! [Amplía el Interpolador] Mochachas digo, bouo, de las que saben bolar, que bien me entiendes. Que no ay mejor alcahuete 
  • para ellas que vn arco (COMEDIA y TRATADO V, 197)(18)
La fantasía de Rojas, vemos claramente, estaba rellena de plumas. El Interpolador quedó impresionado por ese mundo de aves y cinegética.(19)

Las garras opresoras del neblí se ven evocadas en un abundante empleo de términos e imáges de captura y aprisionamiento, cuyo seso es sexo, que refuerzan admirablemente el concepto de captura y prisión: el arremango, las cadenas, el ceñidero, el cordón, el hilado, los lazos, la pegajosa liga, la malla, los ñudos, las redes, la telaraña

arremango:

  • protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu arremango (IX, 36).
cadena:
  • le deuo fidelidad ... que es la mayor cadena, que el amor del seruidor al seruicio del señor prende (I, 96).
  • Estas son sus armas. Con éstas mata e vence, con éstas me catiuó, con estas me tiene ligado e puesto en dura cadena. (VI, 228).
ceñidero: 
  • ceñidero de aquella angélica cintura! Yo te veo e no lo creo. ¡O cordón, cordón (VI, 222).
cordón: 
  • ¡Ay cordón, cordón! Yo te faré traer por fuerça, si viuo, a la que no quiso darme su buena habla de grado (V, 195).
  • ¡O bienauenturado cordón, que tanto poder ... touiste de ceñir aquel cuerpo ...O ñudos de mi pasión, vosotros enlazastes mis desseos¡ (VI, 220).
  • ¡O mi gloria y ceñidero de aquella angélica cintura! Yo te veo e no lo creo. ¡O cordón, cordón (VI, 222).
  • Quisieras tu ayer que te traxeran ... amanojada e embuelta en su cordón a 
  • Melibea (VIII, 21).
  • En mi cordón le lleuaste embuelta la posesión de mi libertad (X, 61).
hilado: 
  • Aquí lleuo vn poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos, que comigo siempre traygo (III, 139).
  • de que este azeyte fue hecho, con el qual vnto este hilado: ... e en ello te embueluas (III, 151).
  • E assí confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te lleuo ya embuelto (III, 152).
  • CEL.__ Vender vn poco de hilado, con que tengo caçadas más de treynta de su estado (VI, 210).
ligadura :
  • haz para tus manos e pies vna ligadura de sosiego, para tus ojos vna cobertura de piedad, para tu lengua vn freno de silencio (X, 56). 
nudos: 
  • ¡O bienauenturado cordón, que tanto poder ... touiste de ceñir aquel cuerpo ...O ñudos de mi pasión, vosotros enlazastes mis desseos¡ (VI, 220).
Carnes varias. La caza de la alegoría rojiana no es el mero deporte o pasatiempo; su finalidad es, como la del amor, capturar la presa para ingerirla, destruirla, comérsela, incorporarla, transformarla y transformarse. La virtud de la alegoría venatoria no se centra sólo en la vistosidad del neblí, su señorío, su plácido planeo o su feroz lanzamiento; es sobre todo su carnivoracidad. Los personajes de Rojas se ven afectados de una machacona hambre que se afanan por saciar. Abunda la mención de aves, animales y otros alimentos, en muchísimos casos relacionados con la ceremonia del banquete (de los 47 casos, hay sólo 3 en el Auto): anadones, ansarones, aue, carne, carnero, corderica, cordero, gallina, gallo, gamo, lechones, liebres, perdiz, pernil, sardina, tocino, tórtolas, truchas, vianda
  • CEL.__ Tan presto, señora, se va el  cordero como el carnero (IV, 170).
  • SEM.__ No digo mal en esto; sino que se eche otra sardina para el moço de cauallos, pues tú tienes amiga (VII, 11).
  • anadones, perdizes, tórtolas, perniles de  tocino, tortas de trigo,  lechones. Cada qual, como lo recebía de aquellos diezmos de Dios, assí lo venían luego a registrar, para que  comiese (IX, 46).
  • cierto que esta donzella ha de ser para él  ceuo de anzuelo o  carne de buytrera, que suelen pagar bien el escote los que a  comerla vienen (XII, 80).
  • como  corderica mansa que mama su madre e la ajena, ella con su segurar tomará la vengança de Calisto (XI, 73).
Otros alimentos.  Hay otros alimentos complementarios (19 casos, ninguno de ellos en el AUTO), alimentos de extremada dulzura -- miel y xarope, o la  salsa de amores, o los  higos-- cuyo seso es indiscutiblemente sexo; lo es convencionalmente el pan en la literatura erótica:
 
  • SOS.__ Para con tal joya quienquiera se ternía manos; pero con su  pan se la coma, que bien caro le cuesta: dos moços entraron en la  salsa destos amores (XIV, 118).
  • ¡O arufianada, muger, e con qué  blanco pan te daua çaraças! Quería vender su cuerpo a trueco de contienda (XIX, 175).
¡Qué hermosa la cobertura de Rojas! Aquella Celestina, de joven, comía  pan con corteza, el pan de dureza semejante al del joven y ardiente Pármeno a quien habla:
  • ¡Avn si quisieses auisar a Celestina en su oficio! Pues quando tú nasciste ya comía yo  pan con corteza (III, 140). 
Aquella Celestina, de vieja, ya botas sus encías, fláccida su vulva, se veía sumida en el lamentable estado de sentir dentera sin tener dientes; concepto que, para su mayor relieve, convendrá asociar con nuestras expresiones castellanas "alargársele a uno los dientes" o "ponerle los dientes largos," indicadoras ambas de un deseo muy ardiente. Celestina se veía obligada a su edad a conformarse con mirar cómo retozaban las jóvenes parejas a la mesa, a conformarse con el simple  sabor del recuerdo y con las  migajas de los manteles:
  • voyme porque me hazés  dentera con vuestro besar e retoçar. Que avn el  sabor en las  enzías me quedó: no le perdí con las  muelas (VI, 260).
  • la vieja Celestina mascará de dentera con sus botas enzías las  migajas de los  manteles (IX, 40).
Todos los términos --aunque su seso, como en los demás apartados, no en todos los casos individuales sea sexo-- contribuyen a alargar y engrandecer la visión global de los autores de la  Tragicomedia, y sirven como de entremeses o aperitivos que ambientan el espacio y estimulan el estómago para el manjar principal, la Melibea-ave de la última cena del huerto. Entre esos alimentos encontramos, además de los mencionados,  tortas, sopa, col, lechuga, tostada, conserua, pastellera, saluados.
  • Jamás me acosté sin comer vna  tostada en vino e dos dozenas de  soruos ... tras cada  sopa (IV, 173).
  • Todo su rigor traygo conuertido en  miel, su yra en mansedumbre (VI, 207) .
  • Porque quien la  miel trata, siempre se le pega dello (IX, 28).
  • dos moços entraron en la  salsa destos amores (XIV, 118).
  • tostadas higos passados (IX, 32).
  • yo te les daré tan amargo  xarope a beuer, qual ellos a ti han dado (XV, 142).
EL APETITO CARNAL

El apetito carnal. El amor cortés se nutría de conceptos de un mundo utópico de pleitesía, vasallaje y humildad, y de un mundo religioso de bienaventuranzas y postrimerías; en su retórica el hombre se renunciaba a sí mismo, se desprendía de sí para subir y ser asimilado por un poder superior. 

  • ¿Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como agora el mío? Por cierto los gloriosos sanctos, que se deleytan en la visión diuina, no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo. Mas ¡o triste! que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienauenturança e yo misto me alegro con recelo del esquiuo tormento, que tu absencia me ha de causar (I, 32-33). 

El amor altanero pertenecía, por el contrario, a un mundo en el que, en palabras del autor del PROLOGO, "Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla" (15). El escenario en que el Antiguo Auctor presenta la declaración de amor es un espacio onírico, es como una túnica inconsútil, vestida para entrar en la gloria y alcanzar la unión de bienaventuranza. La unión que persiguen los personajes de Rojas y el Interpolador, por el contrario, era la más estrecha unión carnal en el sentido más directo y más auténtico, en el sentido más completo e íntimo de la asimilación total mediante la ingestión. De modo semejante al símil venatorio que se sostenía en toda una gama de actividades, el símil alimenticio se estructura en sus varias etapas. 

LA COCINA.

La cocina. El estudio de la alegoría del amor caníbal nos va acercando progresivamente a la ceremonia del banquete. Los alimentos, antes de su ingestión, han de someterse a un proceso culinario, proceso que en el campo traslaticio de lo romántico representa el flirtear, pollear o "pelar la pava." Esa preparación de la vianda es la pretendida por Calisto cuando trataba de  quitar las plumas antes de comer el ave.(20) Hay pollitas, como se suele decir, duras de pelar, y de esas era Melibea. 

He agrupado aquí los diversos elementos que integran, con la cocina, el escenario del comedor: el bodegón o la taberna, la mesa, el mantel, la vajilla y los diversos recipientes. Los amantes se reúnen con frecuencia a comer, en esa  cena que recrea y enamora, como diría de la suya San Juan de la Cruz, tras haber dado él también a la  caza alcance. La  mesa es un elemento integral de la alegoría alimenticia, del mobiliario del refectorio del amor. En ella reposan, se echan, una vez preparados, los alimentos;  poner la mesa es frase proverbial de sentido erótico, como en nuestro chascarrilo popular:

Teresa, pon la mesa 
que viene tu marido 
con la pata tiesa 
(Garci-Gómez, "La abadesa").

No cabe duda que las situaciones de los diversos personajes reunidos para comer, con las imágenes de la vajilla y otros utensilios, y el jugueteo frívolo a la mesa, contribuye a la edificación de ese mundo de correspondencias entre las varias actividades gratificantes y placenteras, sean alimenticias, sean amorosas. Esas correspondencias corren paralelas a lo largo del drama para confluir al final en el banquete erótico del huerto.

También se entrecruza en la alegoría culinaria la taberna y el  mesón, con recipientes y utensilios varios. En una intervención de Sempronio, en el espacio de pocas líneas, a Calisto le aconseja que se aparte de amar a Melibea,  hecho tablilla de mesón

  • Más maltratas tú a Calisto, aconsejando a él lo que para ti huyes, diziendo que se aparte de amar a Melibea, hecho  tablilla de mesón, que para sí no tiene abrigo e dale a todos (VIII, 12).
Y a Pármeno, que en el acto anterior se había acostado con Areusa, le hace notar cómo ya tenía él también su escudilla:
  • E d'aquí adelante veremos cómo te has, pues ya tienes tu  escudilla como cada qual (VIII, 12).(21)
Cuando llegó Calisto la primera noche a la puerta del huerto de Melibea, fue Lucrecia la que a la puerta se acercó y habló primero con el joven, tras lo cual le aseguró a la señorita que efectivamente era su amante quien llamaba. Al ruido se despertó Pleberio, quien preguntó a su hija quien hacía tanto ruido. Melibea con evocadora inocencia le respondió:
  • Señor, Lucrecia es, que salió por vn  jarro de  agua para mí, que había gran  sed (IX, 92).
Entre los recipientes en  La Celestina encontramos  escudilla, bote, jarro, plato, taza, etc.;(22)  términos son que velan --con buen o mal gusto-- las vergüenzas --los recipientes del agua-- y la ansia --hambre y sed. La  sed de Malibea, aunque expresada con mayor delicadeza, no era menos acuciante que la de aquella madre del libro de Aloisia que decía: Liquidum ego bibam hominem, algo así "me beberé al hombre hecho líquido" (Forberg, 234); es digna de notarse su afinidad con nuestra expresión castellana de "estar potable." Las fantasías del nuestro bardo popular están atiborradas de recipientes fálicos:
  • Dame el mi moreno la olla al revés:
    la carne primero y el caldo después (Alzieu, 266, 28)
Ventura de la Vega recoge una rima que no deja de tener cierto encanto:
  • Muda de intento, necio: ¡una vaina! ¡una vaina!
    y deja que tu leche recoja yo en mi taza (Cela, 838)
En la disimulada fantasía del Interpolador esa taza con leche no es otra que  taça de plata, la taza de la madre de Pármeno, quien  jamás boluía sin ocho o diez gustaduras (lo que a la gran ramera más le gustaba, y de lo que llevaba un azumbre --dos litros-- en el cuerpo); era la taza sobre la que le fiaban los hombres dos o tres arrobas:
  • Allá la combidauan, según el amor todos le tenían. Que jamás boluía sin ocho o diez gostaduras, vn açumbre en el  jarro e otro en el cuerpo. Ansí le fiauan dos o tres arrobas en vezes, como sobre vna taça de plata (III, 136).
He aquí otros ejemplos de lugares y recipientes con los que el lector puede dar pábulo a su imaginación:
  • Que, a la mi fe, la vejez no es sino  mesón de enfermedades,  posada de pensamientos (IV, 164).
  • más necessidad tienen los viejos que los moços, mayormente tú que vas a  mesa puesta (V, 197).
  • buena  tauerna para  comer beuer. ¿Qué dirás, loquillo, a todo esto? (VII, 233).
  • Sabe que, como la hez de la  tauerna despide a los borrachos, así la aduersidad o necessidad al fingido (VIII, 12).
  • Ternemos manera cómo a él no haga mal lo que dellas comiere e nuestra  mesa esté como es razón (VIII, 17) .
  • ¡Assí! ¡Para assentar a  comer, muy diligente! ¡A  mesa puesta con tus manos lauadas e poca vergüença! 
  • SEM.__ Después reñiremos;  comamos agora (IX, 27).
  • porné cabo mí este  jarro taça, que no es más mi vida de quanto con ello hablo (IX, 28).
  • Que con dos  jarrillos destos, que beua, quando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche (IX, 28)
  • Mientra a la  mesa estays, de la cinta arriba todo se perdona. Quando seays aparte, no quiero poner tassa (IX, 39) .
  • Yo vi, mi amor a esta  mesa ... nueue moças de tus días (IX, 43).
  • Alcese la  mesa. Yrnos hemos a holgar e tú darás respuesta a essa donzella, que aquí es venida (IX, 48). 
  • ¿A la cama a dormir o a la  cozina almorzar? (XII, 94).
  • Desgreñado viene el vellaco. En alguna  tauerna se deue hauer rebolcado (XIII, 107).
  • Si yo traya el  pan, ella la  carne. Si yo ponía la  mesa, ella los  manteles (III, 135).
  • las alhajas que tengo es ... vn  jarro desbocado, vn assador sin punta (XVIII, 166).
LA BOCA

La fase oral. El neblí salía, subía y se lanzaba en busca de su presa (variedad de aves) para asirla, incorporarla, asimilarla, comiéndosela; de ahí su esencial canibalismo; de ahí la abundancia de términos en los actos II-XXI (6 en el Auto frente 119 en el resto), unos en sentido directo, otros en sentido figurado y metafórico, como los relacionados con una actividad bucal, tanto la operación de comer, como el objeto de la comida, incluyendo la masticación, la sed, el sabor, o el dulzor, incluso la sensación de dentera y el ayuno, etc.:  asco, boca, bocado, dentera, dientes, dulçor, enzías, golosa, lengua, muela, paladar, sabor, sed

El tono realista que parece reinar en la COMEDIA y el TRATADO es del todo engañoso. Es un realismo cuyo seso es sexo. Es como el realismo de las fantasías e imaginaciones eróticas, ni más objetivas, ni más palpables que la realidad de esos sueños que requieren, para su aclaración y su comprensión, la interpretación del psicoanalista. Si acudimos al psicoanálisis, descubriremos que las fantasías eróticas de Rojas y del Interpolador pertenecen a la fase oral del desarrollo de la sexualidad, a la misma fase que pertenecen chuparse el pulgar, mamar, besar, fumar y ciertos hábitos del comer y beber. La boca fue en todos nuestra primera zona erotógena, la primera zona de placer o, como se refleja en nuestra palabra más apropiada, la primera zona del "gusto," de donde nuestro "me gusta," "no me gusta." La primera gratificación que sentimos en nuestra vida fue la que calmó nuestra hambre o nuestra sed.(23)

El ave de presa, las serpientes que a Melibea le comían el interior de su corazón (X, 52), (24)  la voraz boca de Calisto y su comida lasciva era cosas tan estupendas como las que habían dejado atónito y estupefacto al bíblico Agur de  Proverbios (30:18-20): 

  • Tres cosas me son estupendas y una cuarta no llego a entenderla: El rastro del águila en los aires, el rastro de la serpiente sobre la roca, el rastro de la nave en medio del mar y el rastro del hombre en la doncella. Este es el obrar de la mujer adúltera: Después de haber comido se limpia la boca y dice: 'Nada de mal he hecho'. (25)
¿Se limpiaba la boca? La boca erotizada. Como en otros casos presento aquí los datos globales de los usos, tanto propios como figurativos, de los vocablos relacionados con la actividad bucal, incluyendo las sensaciones,  sabordulzor; MELIBEA era toda ella miel: sabor y dulzor. En los ejemplos me limito a algunos de los relacionados más de cerca con las fantasías eróticas.
  • No te sabré dezir lo mucho que obra en ellas aquel dulçor, que les queda de los primeros besos (III, 138).
  • el canto de las  serena engaña los simples marineros con su  dulçor (XI, 72).
  • ¡O breue deleyte mundano! ¡Cómo duran poco e cuestan mucho tus  dulçores! (XIV, 123).
  • ¡Mal fin ayan vuestros amores, en mal  sabor se conuiertan vuestros  dulces plazeres! (XV, 139).
  • Regisvos [los mozos] a  sabor de paladar. Nunca pensays que os puede faltar esta florezilla de juuentud (VII, 232).
  • Céuasnos, mundo falso, con el  manjar de tus deleytes; al mejor  sabor nos descubres el  anzuelo: no lo podemos huyr, que nos tiene ya  caçadas las voluntades (XXI, 205).
  • LUCR.__ Alegre es la fuente clara
    a quien con gran  sed la vea;
    mas muy más  dulce es la cara
    de Calisto a Melibea (XIX, 178).
  • CAL.__ Vencido me tiene el  dulçor de tu suaue canto (XIX, 179).
Parece claro que en las fantasías de nuestros dos escritores, Rojas y el Interpolador, no hay imágenes eróticas comparables en número o fuerza expresiva con las relacionadas con la zona oral. Por eso Celestina sabía bien que Sempronio prefería el  sabor al simple  olor:
  • Ya lo veo en ti, que querrías más estar al  sabor, que al olor deste negocio (V, 200).
De ahí también que, en correspondencia, el disgusto y la repulsa se exprese como  asco o vómito: 
  • no me viera agora entre dos paredes sola, que de  asco ya no ay quien me vea (XVII, 154).
  • Por mi alma,  reuesar quiero quanto tengo en el cuerpo, de  asco (IX, 31).
  • Dios me lo demande, si en  ayunas la topasses, si aquel día pudieses comer de  asco (IX, 32).
Más arriba hemos visto la importancia de las armas en la alegoría venatoria del amor de altanería, energizada por las pulsiones de agresividad y muerte. Esa armas de destrucción del objeto son en la boca los dientes y las muelas. Lo que Calisto quería de Melibea era que le calmara el dolor de muelas (26)  ( vna sola muela) que le tenía derribado: 
  • Vna oración ... que sabías de sancta Polonia para el dolor de las  muelas (IV, 181).
  • Agora, señora, tiénele derribado vna sola  muela que jamás cessa de quexar (IV, 186).
  • Dixe que tu pena era mal de  muelas e que la palabra, que della quería, era vna oración (VI, 215).
  • ya sabes que lo hizo por amor de Dios, para guarecer tus muelas (VI, 225).
Comer gallillos con  cresta, roer los huesos, expresiones son que velan, desvelándonos, el ayuntamiento sexual, vaginal u oral. Nótese este lenguaje de Celestina en una escena entre Pármeno y Areusa:
  • CEL.-- (a Pármeno) ... Retóçala en esta cama.
  • AREU.--No será él tan descortés, que entre en lo vedado sin licencia.
  • CEL.--¿En cortesías e licencias estás? No espero más aquí yo, fiadora que tú amanezcas sin dolor e él sin color. Mas como es vn putillo,  gallillo, barbiponiente, entiendo que en tres noches no se le demude la  cresta. Destos me mandauan a mi  comer en mi tiempo los médicos de mi tierra, quando tenía mejores  dientes (VII, 258-59).
Oímos a Celestina relatar cómo Calisto llevaba ocho días con dolor de muelas, ocho días hambreando por la pollita Melibea. Ese mal de muelas no era otro que el popularmente conocido, fuera y dentro de Castilla, como el mal de amores. (27)

¿Qué muela era ésa sino el falo? (28) ¿Qué dolor, sino la pasión? Se le alargan a uno los dientes, cuando desea una cosa con vehemencia. Ver besar y retozar provocaba dentera en los personajes de la Tragicomedia:

  • voyme porque me hazés  dentera con vuestro besar e retoçar. Que avn el  sabor en las  enzías me quedó: no le perdí con las  muelas (VII, 260).
  • la vieja Celestina mascará de  dentera con sus botas enzías las migajas de los manteles (IX, 40).
  • ¿Vida es ésta? ¡Que me esté yo deshaziendo de dentera y ella esquiuándose porque la rueguen! (XIX, 181).
La  dentera como metáfora de la pulsión sexual está metida en la médula misma de nuestros eufemismos, partiendo de la Biblia. Apenas si tiene otro sentido que el metafórico aquella creencia de los israelitas de que "Los padres comieron agraces y los dientes de los hijos tienen la dentera" (Ezeq. 18:2). Celestina, con la picardía de la sabia por antonomasia del pueblo castellano, le dijo muy claro a Melibea que era  vna sola muela la que le dolía. Era esa sola muela el centro radiador de la pasión carnal, el dolor, el ansia y la pulsiones del sexo que el triste mancebo trataría de aliviar ciñéndose --mordiendo, quizás-- el cordón --cinturón de castidad--(29) de su amada en la soledad de la alcoba; era el dolor que no curaría hasta clavarle el diente --su dolorida muela-- al ave, masticarla, comérsela por fin en el huerto. 

AMAR ES COMER

Amar es comer. La represión sexual ha impedido la formación y el desarrollo de un lenguaje directo con que expresar el amor. Se nos dijo hace mucho tiempo que el género humano fue castigado porque sus primeros padres comieron una fruta sabrosa, fruta prohibida; una manzana, creen algunos, y de ahí que muchos en Hispanoamérica, inspirados en la expresión inglesa  Adam's apple, designen como "manzana" la "nuez" de los hombres. También las nueces se comen, y se atragantan. ¡Y aquella Manzana de la Discordia! Paris fue el encargado de adjudicar la "manzana de oro" a la más bella de las diosas que ante él desfilaban desnudas. Juno le prometió al juez un reino; Minerva, gloria militar; Venus le prometió amor y pasión; fue ésta quien se llevó el premio. Fuera manzana la fruta prohibida, fueran uvas agraces, creía el pueblo de Israel, y se hizo creer a toda nuestra civilización, que el efecto de la ingestión de esa fruta fue lamentabilísimo para toda la humanidad. De ahí procedió el pecado original de herencia universal. De la masticación de esa fruta de Adán, fruta agraz, procedía esa dentera con que todos sus hijos nacían. Ese comer de Adán y Eva fue una acción tan reprobable y nefanda que, tras la comida, se les "abrieron sus ojos y, viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones" (Gén 3, 7). 

Movidos del pudor, cubrieron nuestros antepasados sus genitales, ocultando a la vista su apariencia y a los oídos su apelativo. Relacionado con el semen, tenemos en castellano escupido, dicho de una persona que tiene mucho parecido con alguno de sus ascendientes directos; equivalente a la expresión inglesa, muy usada, spitting image. Con los apelativos, no se mermó la potencia de tales órganos, pero se dejó de ver su realidad y se dejó de oír su nombre propio. Se velaron celosamente los orificios inferiores de nuestro tronco, pene, vulva y ano, y se imposibilitó su cándida exposición a la mirada y la mención sin ambages en la conversación. Al comienzo de este apartado aludí al arte de esos espacios que el genio de poeta deja vacíos para que rellene el lector. A todos los lectores de habla hispana nos han intrigado, incitándonos a rellenarlos, tantos huequecitos que encontramos en tantos de nuestros romances. Que el lector los rellene en este delicioso Romance de Don Tristán;

Tan malo está don Tristán, que a Dios quiere dar el alma.
Valo a ver la reina Iseo, la su linda enamorada,
cubierta de un paño negro que de luto se llamaba.
Viéndole tan mal parado, dice así la triste dama:
--Quien vos hirió, don Tristán, heridas tenga de rabia,
que no hallase maestro que sopiese de sanallas.--
Tanto están de boca en boca como una misa rezada.
Llora el uno, llora el otro, toda la cama se baña.
El agua que de ellos sale una azucena regaba;
toda mujer que la bebe luego se siente preñada.
Así hice yo, mezquina, por la mi ventura mala.
Con la censura y la prohibición del nombre propio de los genitales y sus operaciones, se le abrieron las puertas a la fantasía del bardo y a las fantasías de su público. Se evitó, sí, el apelativo propio, para provocar la referencia a esas partes y sus operaciones con una inmensa multitud de nombres traslaticios, de imágenes y símbolos. El escritor se volvió sutil en su expresión y el falo fue representado en sus fantasías y las de su público por una azucena --como en el romance--, un caracol o, en la fantasías favoritas de Rojas y del Interpolador, como hemos visto, un pájaro. De las operaciones del amor, en la conversación de buen gusto, no se puede o no se debe hablar, si no es con circunlocuciones y eufemismos, con metáforas y símbolos. Los órganos del amor quedan desplazados y sustituidos por otros órganos del cuerpo, cuyas operaciones reemplazan a su vez a las de aquéllos. En  La lozana andaluza oiríamos un típico desplazamiento de los genitales al pie en la burda lengua de Sagüeso: "esta mañana me la hollé" [=follé] (Mamo. 52).(30)

Véase como se evita la vulgaridad de "hollar" en este eufemismo de  comer del fanfarrón Centurio:

  • CENT.__ Pues sea assí. Embiémosle a  comer [follar] al infierno sin confessión (XVIII, 168).
En la infancia experimentamos que el beber, cuando teníamos sed, era un placer sin igual; de una hermosa hembra dijimos, ya adultos y sedientos: está muy potable. Experimentamos también que no había insatisfacción más grande que la del hambre; más tarde, ya adultos y hambrientos, de uno que fracasaba amorosamente dijimos:  no se come una rosca. Experimentamos también en nuestra niñez que no existía gratificación comparable con la de comer; más tarde, de adultos, notamos la gran gratificación en hacer el amor, en saciar lo que se conocía como el apetito carnal:  ergo hacer el amor --saciarle-- era como comer. De ahí que comer sea copular (Cela I, 298).

Entre las circunlocuciones del amor la más convencional es la relacionada con aquella primera y permanente zona erotógena: la zona oral. En el desarrollo de la sexualidad el placer erótico de la estimulación de los labios, la lengua, las encías, los dientes y el paladar se extiende al gusto de la comida, la ingestión y la incorporación de objetos; cuando los objetos que deseamos comer, incorporar, pertenecen a nuestra misma especie, cabe denominar al fenómeno canibalismo; de ahí las referencias al amor caníbal de las parejas neblí-ave o Calisto-Melibea. Cuando exclamamos: "¡Qué niño tan rico! ¡Que te como!," no expresamos otra cosa que el amor como deseo de la comunión, que es el más íntimo de los acercamientos, que es la más alta realización de la internalización, de la identificación con el objeto de nuestro apetito.  Comer está tan metido en la médula de nuestras expresiones sexuales traslaticias que al universal apetito, se añadió la más peculiar  comezón (Cela I, 300). La  comezón por boca de serpientes era lo que sentía Melibea: 

  • MELIB.__ Madre mia, que  comen este coraçón serpientes dentro de mi cuerpo (X, 52).
El rey Rodrigo parece que lo que mas sentía es que le comieran los sapos, las culebras y los lagartos por donde él más pecado (¿comido?) había, según recoge Cervantes ( Don Quijote II, cap. 33):
  • un romance hay que dice, que metieron al rey Rodrigo vivo, vivo, en una tumba llena de sapos, culebras y lagartos, y ... de allí a dos días dijo el rey desde dentro de la tumba, con voz doliente y baja: 
  • Ya me comen, ya me comen / por do máspecado había.(31)
No cabe duda que el amor como apetito carnal, o comezón, era más abundante en el corazón de Rojas y del Interpolador que lo había sido en el del Antiguo Auctor. Nos hablaban los continuadores de unos personajes con un abundante vocabulario bucal en el que, como en el ordinario de nuestro pueblo, se concentran emociones de amor u odio ( ¡qué rico!, sorber el seso, no tragar a alguien, atragantársele a uno), con unas vidas en las que el amor se concibe como orgía, hasta el punto de configurar sus conversaciones casuales; abundan las referencias a comer, con los afines  cebarmascarroerbeber, etc., sin excluir el privativo ayunar e incluso el contrario reuesar. (32)

Integran este grupo 141 casos de los que sólo 6 pertenecen al Auto:  ahíto, almorzar, apetito, ayunar, ayunas, beuer, ceuar, colación, comer, comida, engullir, gana, hambre, mama, mascará, merendar, rebentar, reuesar, roer, soruos, tragar:

  • CEL.-- ... ¡Los huessos, que yo  roy, piensa este necio de tu amo de darme a  comer! (I, 91).
  • para  comer beuer, para negociar amores, juntos de compañía (I, 105).
  • Juntas  comíamos, juntas dormíamos, juntas auíamos nuestros solazes, nuestros plazeres (III, 134).
  • Pues quando tú nasciste ya  comía yo pan con corteza (III, 140).
  • allí verás callar todos los otros trabajos, quando sobra la  gana e falta la prouisión (IV, 166).
  • que me suelo estar vno e dos días negociando encomiendas agenas  ayuna (IV, 172).
  • ¿Pues las aues? Ninguna cosa el gallo  come, que no participe e llame las gallinas a comer dello (IV, 176).
  • Destos [gallillos] me mandauan a mi  comer en mi tiempo los médicos de mi tierra, quando tenía mejores dientes (VII, 259).
  • comer la combidé para casa de Celestina e, si te plaze, vamos todos allá (VIII, 15).
  • Comamos e holguemos, que nuestro amo ayunará por todos (VII, 16).
  • Que con dos jarrillos destos, que  beua, quando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche (IX, 28).
  • ¡Mal prouecho te haga lo que  comes!, tal me has dado. Por mi alma,  reuesar quiero quanto tengo en el cuerpo, de  asco de oyrte llamar aquella gentil (IX, 31).
  • a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas bien  roer los huessos destos pollos (IX, 36).
  • la vieja Celestina  mascará de dentera con sus botas enzías las  migajas de los manteles (IX, 40). 
  • MELIB.__ Madre mia, que  comen este coraçón serpientes dentro de mi cuerpo (X, 52).
  • SEM.__ Abrenos a Pármeno e Sempronio, que nos venimos acá  almorzar contigo (XII, 95).
  • Céuasnos, mundo falso, con el  manjar de tus deleytes; al mejor sabor nos descubres el anzuelo (XXI, 205).
  • descubrirle mill secretos de su liuiano e desuariado apetito (IV, 209).
  • como corderica mansa que  mama su madre e la ajena (XI, 73). 
  • Después a él e a su amo haré  reuessar el plazer comido (XV, 141).
Si hay un germen de este amor caníbal en el Acto I, en la retórica de Calisto o en el lenguaje de los otros personajes, yo no he podido apreciarlo. La pequeña y esporádica alusión, como en  ¡Los huessos, que yo roy, piensa este necio de tu amo de darme a comer! (I, 91), vendría ser como un granito de mostaza del que difícilmente podría esperarse tan frondosa selva. El germen verdadero no aparecería hasta la intervención de Rojas, en el acto II, en aquel neblí perdido que atesoraba en sí una poderosísima virtud sacramental que imprimiría en la acción total del drama un carácter indeleble:(33)

Toda la obra de Rojas se siente traspasada por su garra depredadora y su omnímoda hambre de carne, la cual afectaba a todos los personajes, a los que mantenía presos en redes, engaños y asechanzas, ora fueran los verdugos, ora las víctimas de sus primitivos instintos y sus indisciplinadas pasiones. La voracidad del neblí seguiría latiendo con ritmo ininterrumpido a lo largo de la  Tragicomedia bajo la cobertura de las múltiples y variadas imágenes venatorias. La metáfora de la voracidad del ave, con todo su esplendor, quedaría eclipsada por la realidad dramática, la de la carnivoracidad de los personajes.(34)

El Calisto del Antiguo Auctor sublimó a Melibea en el sueño de la primera escena; el de Rojas la seguía idealizando en sus horas de vigilia; el del Interpolador terminó por canibalizarla en la última cena del huerto. En el amor cortés alejaba, alienaba a la mujer al endiosarla; consistía en la sublimación de una fantasía; su lenguaje estaba repleto de verbosidad beatífica, sucedánea, producto de regurgitación teologal. El amante cortés buscaba el sentimiento de omnipotencia, omnipotencia que él pretendía lograr al ser absorbido por un ser superior, divino. A Rojas le hacía vibrar una estética diametralmente opuesta, una estética que arrancaba de un concepto del amor de internalización. El amante altanero buscaba con no menos ansiedad que el cortesano el sentimiento de omnipotencia, pero aquél quería lograrla mediante la conquista y la ingestión del objeto amado: asimilarle y ser por él asimilado. (ver Carl Jung,  El hombre, 142-43, sobre los ritos dionisíacos.

Si el amor cortés giraba sobre abstracciones teológicas, al altanero se cimentaba en las más auténticas imágenes del ritual cristiano; se nutría su retórica de un lenguaje auténticamente entrañable, genuinamente conmovedor. Nada más conmovedor, atormentador, misterioso y trascendental en la cultura hebreo-cristiana que la leyenda de Adán que come del fruto prohibido. ¿Qué fruto sería ése con que se atragantó nuestro primer padre? Por la boca entró el pecado en la primera comida del Paraíso Terrenal. Eso en el Viejo Testamento. En el Nuevo, la originalidad del cristianismo, su identidad cultural como fenómeno religioso social, su emblema, era el amor; amor cuyo signo exterior, portador de la gracia, no era otro que el ágape, la comunión. Por la boca, por la que había entrado el primer pecado, se dio entrada a la redención en la Ultima Cena, se dio entrada al propio Redentor.  Comed mi cuerpo y  bebed mi sangre, era el lenguaje, era la práctica, era la herencia, es más, el mandamiento de Cristo, el mandamiento de su iglesia. En el comer amoroso, en la  cena que recrea y enamora, se expresaba al máximo la sensación y el deseo de ese amor que tanto quiere a su objeto que quiere hacerse carne de su carne, sangre de su sangre: llegar al máximo grado de identificación. 

Mucho antes que Freud hablara del concepto de internalización que expresan los símbolos de los alimentos --el comer, el beber y el gustar--, había escrito San Juan, el discípulo amado, un fenomenal tratadito de amor cristiano en el capítulo sexto de su evangelio, que revolucionó la cultura y la praxis religiosa de la humanidad. La nueva práctica era tan innovadora y extraña que un sector judío, reacio a reconocer al Mesías, se escandalizaría de las palabras de Jesús:

  • Disputaban entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: ... El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él (6:52,56).
Que no diga nadie que el comer no es el supremo y necesario signo del amor entre cristianos; que no niegue nadie que sea el comer una señal de amor de raíz más evangélica que la visión beatífica. Ninguna otra función corporal expresa mejor esa internalización --"está en mí y yo en él"-- del objeto amado que su ingestión. Como contraposición expresaba el mismo San Juan el odio, el rechazo de Dios, con la imagen del vómito, en el Apocalipsis:
  • Porque no eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca" (3:16). 
A Jesucristo, recuérdese, le escupían sus enemigos como expresión del mayor escarnio. 

La atracción y el rechazo se acrisolan en dos de nuestras expresiones castellanas, de gran fuerza por sus inseparables repercusiones gástricas: "gustar" y "dar asco." Mediante la ingestión se expresaba de la mejor manera la unión y la identificación de amante y amado. Jesucristo, Dios, en la Ultima Cena invitó a todos sus adoradores a comer su Cuerpo y beber su Sangre: "Comed y bebed todos." En la gran festividad del ágape de amor cristiano, fiesta de precepto, uno de los jueves que relumbran más que el sol, el día del Corpus, se lee en el himno al  Panis Angelicus:

  • ¡Qué cosa tan admirable!, que un pobre y humilde siervo pueda comer a su Señor. 
No es extraño que se escandalizaran de esa comida, de ese ágape, los que no creían en Jesús o, mejor dicho, los que no le amaban. Los que en él creían, le adoraban y le amaban, le comían.

El máximo signo de ortodoxia del cristiano era el de creer en Dios, esperar en Dios y amar a Dios. El primer Calisto, en el paroxismo de su amor al estilo cortesano, en vez de cristiano, se proclamó melibeo: 

  • SEM.__ ¿Tú no eres cristiano?
  • CAL.__ ¿Yo? Melibeo só e a Melibea adoro e en Melibea creo e a Melibea amo (I, 41).
El máximo signo del amor del cristiano consistía en la unión con Cristo, mediante la ingestión de su Dios; el máximo signo del amor del maduro melibeo consistiría en la unión con Melibea, mediante la ingestión de su diosa; "parece," comentaba Ciriaco Morón-Arroyo sobre la última escena del huerto, "como si Calisto viera la fusión sexual con Melibea como una comunión cristiana" (49):
  • CAL.-- Señora, el que quiere comer el aue, quita primero las plumas (XIX, 181).
Unas líneas más abajo oirímos reaccionar a Melibea:
  • MELIB.__ Señor, yo soy la que gozo, yo la que gano; tú, señor, el que me hazes con tu visitación incomparable merced (XIX, 182).
"Melibea recibe la penetración de Calisto como la entrada de la hostia en el alma piadosa" (49), añadía en su comentario Morón-Arroyo, quien por caminos muy distintos, parece haber venido a parar donde yo paro. Aquella Melibea que arrojó de su presencia como  torpe al que quiso adorarla como diosa --amor cortés--, que no pasaba más allá de comérsela con los ojos, se goza de ser devorada como ave desplumada --amor altanero. El Calisto de la primera escena, cortés, divinizó a su amada para, en visión de alma beatificada, identificarse con ella -- Melibeo so--, y adquirir así el anhelado sentimiento de omnipotencia. El Calisto de la última cena, neblí, brutaliza a Melibea para, en agresión de animal hambriento, canibalizarla, interiorizarla, transformar en sí el objeto de su libido y ser por él transformado. Amor tan altanero el de Calisto como el de Melibea. 

N O T A S


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 









1. Para mayor documentación sobre este tema, particularmente con relación a la disparidad de empleo entre los tres autores, véase mi obra Tres autores en "La Celestina."  
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2. Laplanche define así "canibalístico": "Término utilizado para calificar las relaciones de objeto y las fantasías correlativas a la actividad oral, aludiendo al canibalismo practicado por ciertas poblaciones. La palabra expresa, en forma figurada, las distintas dimensiones de la incorporación oral: amor, destrucción, conservación en el interior de sí mismo y apropiación de las cualidades del objeto" (48). Para los psicoanalistas mamar --la mayor expresión de amor en el infante-- es una especie de canibalización de la madre (comentarios y bibliografía en G. Devereux, Dreams 193). Una imagen de esta canibalización nos la da también el Interpolador que intercambia "mamar" y "caçar": Assí como corderica mansa que mama su madre e la ajena, ella con su segurar tomará la vengança de Calisto en todos nosotros, de manera que, con la mucha gente que tiene, podrá caçar a padres e hijos en vna nidada (XI, 73). 
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3. Habrá que tomar como irónico el juicio de Marciales: "Frase de un amor completamente espiritual" (II, 248n). C. Morón-Arroyo la caracteriza como "frase canallesca" (49), en cuyo sentido diríamos que el amor cortés devino canallesco, es decir, Calisto se volvió un canalla, un mal bicho. Siglos más tarde, en la literatura española, seguirían los ecos del ave y el amor caníbal, con un canibalismo sublimado por el sinigual estilo de García Lorca: Thamar estaba soñando / pájaros en su garganta ("Thamar y Amnón") y me buscas como cuando te quieres comer una paloma, que le dice Yerma a Juan (Obras completas 1259). Ver "pájaro" en C. J. Cela. Comentando sobre la selección de vocablos en el sueño de Menelaos comentaba G. Devereux cómo la selección de la palabra, que puede a veces no corresponderse con la realidad, nos revela la disposición de ánimo del hablante, su reacción ante la realidad (Dreams 117), y nos refiere la anécdota de una joven que se lamentaba de que su amante, esquizofrénico y deprimido, manoseaba su cuerpo como si se tratase de un trozo de carne ("meat" not flesh). En uno de los comentarios de Rougemont, a los que hice alusión más arriba, se lee que cuando a la mujer se la considera a par con el hombre deja de constituir el colmo de sus aspiraciones, pero al mismo tiempo se la libra del bestial abatimiento que más tarde o más temprano ha de ser el precio de haber divinizado a una criatura (313). El "ave" por antonomasia es la pollita. Recuérdese que la asociación de 'mocita' con 'polla' (no por otra virtud, quizá, que la de estimular ambas el apetito) data, según Cela, de 754 (Diccionario, II, 742, donde se explican otras acepciones). 
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4. Los psicoanlistas ha hablado de la genitalización del ojo y de la ecuación inconsciente mirar=comer, como dos formas de introyección (O. Fenichel 208, 227). Los que gusten de estas teorías no podrán menos de admirar la realización artística de esa ecuación en La Celestina
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5. G. Devereux habla de los casos de hombres que han saciado sus necesidades libidinosas con depravadas rameras por haberse sentido impotentes con sus esposas a las que han idealizado sobre manera (Dreams .. 136, n296, con la referencia al estudiode S. Freud Ön the Universal Tendency of debasement in the Sphere of Love") . Sin duda que la explicación de los psicoanalistas es mucho más interesante que la de aquellos que creen "ironía" literaria que el amante cortesano ame sexualmente sin llegar al coito (J. F. Benton, en F. Newman, The meaning 28). 
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6 . El Calisto de la primera escena iba a la iglesia para ofrecer a Dios seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías; Pármeno se expresaría de esta manera ante Celestina: fue a la maldición, echando fuego, desesperado, perdido, medio loco a missa a la Magdalena, a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas bien roer los huessos destos pollos e protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu arremango (IX:36). 
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7 . Mientras que la CARTA pudiera muy bien ser del autor de la Comedia, el PROLOGO no cabe duda que es del autor de las Interpolaciones, según se deduce de su regusto en enumerar lo más sobresaliente de la lucha entre los diversos seres de la naturaleza (ver J. Stamm 24). La inspiración inmediata del Interpolador arranca de Rojas, adornando aquí su estilo con frases proverbiales de Heráclito y Petrarca. 
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8. Quizás este mundo de referencias está también relacionado con la concepción del amor cortés, propio sólo de espíritus nobles. Para Andreas Capellanus el "amor natural," como el de los caballos y las mulas, era propio de los plebeyos (Bumke 375). 
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9. La imaginería de las aves es de gran predominio a lo largo de la Tragicomedia; a su enriquecimiento contribuyen todos estos términos y conceptos desconocidos al Antiguo Auctor: agüeros, bolar, buche, buela, buelan, emplumada, emplúmenla, nidada, pluma, plumas (16 casos). 
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10. G. Devereux dice que la mordida de una serpiente significa la defloración (Dreams 193). Ver en C. J. Cela (Enciclopedia I, 218 y IV, 1061) las voces "bicha," "boa," "serpiente" y "sierpe." S. Freud consideraba la serpiente como uno de los símbolos más importantes del inconsciente por el órgano sexual masculino (más sobre esto en E. Gutheil).  
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11 . Sobre armar, armaarmadura y su simbolismo fálico, véanse las voces en C. J. Cela, donde se ofrecen interesantes ejemplos y bibliografía. 
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12 . "Todas las complicadas maquinarias y aparatos de los sueños son, probablemente, genitales --casi siempre masculinos--, en cuya descripción muestra el simbolismo onírico tan inagotable riqueza como chistoso ingenio. Las armas y herramientas más diversas --arados, martillos, pistolas, revólveres, puñales, sables, etc.-- son también empleados como símbolos del miembro masculino" (La interpretación 2, 194). 
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13 . Llaga, en singular y plural, aparece 3 veces en el AUTO, 16 en la COMEDIA, y 1 en el TRATADO. En Rojas aparece en contextos eróticos en la proximidad de la frecha, o del caxquillo ... en su aguda punta (VI, 224), incluso en la proximidad de una flor cuyo nombre era, según Celestina, Calisto: Que, quando el alto Dios da la llaga, tras ella embía el remedio. Mayormente que sé yo al mundo nascida vna flor que de todo esto te dé libre (X, 60). 
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14 . En La Celestina hay 72 referencias a las armas, de las que sólo se encuentran dos casos en el AUTO. Remito al lector mi estudio interpretativo del pasaje del ximio y el cuchillo
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15 . García Lorca sabe asociar en su incomparable, condensado, estilo el sexo, la garganta, el pájaro y la red:

  • Su sexo tiempla enredado
    como pájaro entre zarzas.
  •   Martiro de Santa Olalla 387.

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16 . G. Devereux relaciona veneno con semen al referirse al sentido fálico de serpiente en los sueños de la tragedia griega (Dreams 175. Compárese con la referencia de Pármeno a su "cola de alacrán," sobre lo que apostilla Celestina: la tuya hincha por nueue meses (I:96). 
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17 . La casa era metáfora convencional de la búsqueda erótica. En las letras descocadas se hace referencias a la caza del hurón: "Pues hago's saber que esse hurón no sabe cazar en esta floresta" (La lozana Andaluza, Mamo. 14, 71); "y con el gran calor de allá debajo / seis veces fue el hurón a buscar caza" (P. Alzieu núm. 44). 
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18 . En este pasaje se nota la labor del Interpolador con su tendencia a ampliar y explicar el texto; quería el segundo continuador que el lector se fijara bien, comprendiera en lo debido, hasta qué punto había él mismo captado el sentido de la metáfora de la caza (arco = alcahuete, páxaras = mochachas) que había esbozado Rojas.  
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19 . La imaginería de las aves es de gran predominio a lo largo de la COMEDIA y el TRATADO; a su enriquecimiento contribuyen todos estos términos y conceptos, del todo ausentes en el Auto: agüeros, bolar, buche, buela, buelan, emplumada, emplúmenla, nidada, pluma, plumas (16 casos). 
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20 . Góngora habla de las "desplumadas delicias de el paxaro": Io le ofrezco en su muslo / Desplumadas la delicias / De el páxaro de Catulo (II, 299).  
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21 . Compárese con esta letrilla erótica en Floresta de poesias eróticas del Siglo de Oro, 133

  • A la media noche / pidió la niña
    unos tragos de caldo / sin escudilla
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    22 . Estos son los 54 términos controlados y distribuidos entre los tres autores de La Celestina --sólo un caso en el AUTO: asadores, bodegones, bote, cuero, cozina, escudilla, lienço, mesa, manteles, jarrillo, jarro, mesón, migajas, plato, sartén, tauerna, taça, tinagica
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    23 . Cae fuera del propósito de estos datos teorizar sobre el psicoanálisis. El lector encontrará muy útil la obra la obra de O. Fenichel, 62 y 690. 
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    24 . Constantino el Africano, en su tratado De melancolia, muy conocido entre los medievales, habla de las personas que tienen la imaginación y la razón corrompidas, y refiere cómo Galeno atestiguaba haber visto a una mujer que padecía pensando tener serpientes en su vientre (Alii corruptam habent imaginationem / et ratinem. sicut quaedam passa est in ventre habere autumans / serpentes. quam Galienus se vidisse testatur, en Della melancolia, trad.a cura di M. T. Malato - U. de Martini. Roma, 1959, pág. 61.) 
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    25 . Sobre la relación amor-comer-beber en contextos religiosos puede serle de interés al lector la información y documentación de Huizinga. 
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    26 . Desde el punto de vista psicoanalítico el dolor de muelas puede explicarse como desplazamiento de una emoción de autoreprensión (S. Freud, Standard Edition, II, 179). A lo largo de la obra es un motivo incesante el de un Calisto embargado por el sentimiento de inferioridad e indignidad. 
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    27 . En el diario madrileño YA (21 de abril, 1984) apareció una curiosa nota de J. M. Bermejo sobre "Los presuntos restos de Juan de Mena ...", en la que decía: "El hombre cuyos restos hemos examinado debió sufrir mucho de los dientes y padecer frecuentes dolores de muelas. Tras examinar el maxilar superior derecho --el único que se conserva-- se puede asegurar que el hombre a quien corresponde perdió al menos tres molares a causa de caries y posibles abscesos alveolodentarios. Cabe recordar que al dolor de muelas se le conoce popularmente como "mal de amores." Por la biografía del poeta, sabemos que Juan de Mena se casó dos veces y escribió mucha poesía amorosa dirigida a un ideal femenino por influencia de la poesía italiana de la época." Sobre el simbolismo sexual del dolor de muelas puede consultarse también M. D. Legge. Marcial hace referencia al dolor de dientes en un pasaje erótico (XI, 41; citado en Forberg, 242). S. Freud hace mención de cómo la castración suele representarse simbólicamente por la "extracción o caída de una muela" (La interpretación 2, 195). 
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    28 . La expresión "sacarse una muela" --que duele-- significa en el habla vulgar, recogida en la poesía erótica, futuere, como indica P. Alzieu 172, n.9). 
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    29 . Con la entrega del cordón --cinturón de castidad-- a Calisto se representaba, en esa polifonía de acepciones fálicas, la renuncia de Melibea a la castidad y su disposición a entregarse a su amante. Véase el interesante artículo sobre "cinturón de castidad' en C. J. Cela. También convendrá recordar que en La lozana andaluza se equipara "cordón" y "cojón" (Mamo. 26, 110; ver C. J. Cela, I, 325). 
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    30 . Sobre el desplazamiento de los genitales al pie en la tradición literaria y folclórica intercultural, véase mi artículo "La abadesa embargada por el pie." 
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    31 . No se ha podido localizar este romance en la tradición escrita. El romance que ha llegado hasta nosotros dice:

    • Respondió el buen rey Rodrigo: / la culebra me comía;
      cómeme ya por la parte / que todo lo merecía,
      por donde fue el principio / de la mi muy gran desdicha
        Primavera I, 7

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    32 . Paralela a la tradición religiosa de la comunión ("comer a Dios") y el ayuno, corre la profana y folclórica del lobo de Caperucita, con los dientes largos: Para comerte. También las canciones de gran popularidad, como aquella más antigua "Muérdeme, morenita" y la del gran éxito de 1990, "Devórame otra vez." Morder (5 ejemplos), aparece en el Antiguo Auctor con connotaciones sexuales, 3 veces, frente a ninguna en COMEDIA (caso muy excepcional) y 2 en el Interpolador, con la proporción 45%, -64%, 19%, respectivamente:morder, muerde, mordían, mordido, mordió (5): AUTO 1:85, 96, 107; TRATADO 4:176; 14:115. 
    • PARM.-- ¡Como cola de alacrán!
    • CEL.-- E avn peor: que la otra muerde sin hinchar e la tuya hincha por nueue meses.
    • PARM.-- ¡Hy! ¡hy! ¡hy ! (I, 96).
    • de tal manera la tomé, assí la besé, assí me mordió, assí la abracé, assí se allegó (AUTO 107).
    En la composiciones de bajo erotismo de los latinos no faltan los usos traslaticios de vorare, devorare (oculis devorantibus = devorar con los ojos), y la alusión al llamado convivium culi y a las prácticas de los "cunnilinguos" (los de lingua futurix, impura, moecha, mala; ver voces latinas en Forberg, las castellanas en C. J. Cela).  voraredevorare (oculis devorantibus = devorar con los ojos), y la alusión al llamado convivium culi y a las prácticas de los "cunnilinguos" (los de lingua futurix, impura, moecha, mala; ver voces latinas en Forberg, las castellanas en C. J. Cela).   VUELTA AL TEXTO

    
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     










    33 . Quizá debiera anotar que de acuerdo con ciertas teorías psicoanalíticas hay un germen de inpulsos canibalísticos en la renuncia del melancólico Calisto a comer; según A. Abraham responde tal renuncia a la tendencia del meláncólico a castigarse a sí mismo, por sus impulsos canibalísticos ("Development of the libido," en Selected Papers 448).

    • CALISTO__ . ...Ni comeré hasta entonces; avnque primero sean los cauallos de Febo apacentados en aquellos verdes prados, que suelen, quando han dado fin a su jornada. 
    • SEMPRONIO __ Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesías, que no es habla conueniente  la que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos entienden. Di: avnque se pond el sol, e sabrán todos o que dizes. E come alguna conserua, con que tanto esacio de tiempo te sostengas (II, 22)
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      34 . Tras haber hecho un recorrido a través de la Tragicomedia y visto sus múltiples pasajes y referencias al mundo de la caza, apenas si comprendemos aquel aserto de M. R. Lida, de que "aparte del gerifalte ... nadie vuelve a acordarse de la cetrería de Calisto" (201). Sobre el motivo de la caza como preámbulo a la aventura amorosa --repito la información anterior-- cfr. D. Devoto. Para mayor ampliación del tema y bibliografía, cf. G. Armistead y J. H. Silverman.
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