Luis Chamizo
El miajón de los castúos


COMPUERTA

Corre′l tren retumbando por los jierros
de la via. Retiemblan
los recios alcornoques qu′esparraman
al reor del troncón las hojas secas.
juyen las yuntas cuando′l bicho negro
silvando traquetea.
S′enmorona un terrón y el jumo riñe
con las ramas d′encinas que l′enrean...

Vusotros que′ajuís pa no sé aonde
no queando′n los jierros ni las juellas,
vusotros qu′asomaus a las ventanas
guipaís las foscas y arrogantes jesas
y las jondas colás con sus regachos
y la tierra e labor onjuta y seria
donde rumian su pan unos gañanes
del coló de la tierra.

Vusotros qu′atendéis a las lerturas
y séis tan sabijondos en las cencias
que quizás nus larguéis de carrerilla
y en romances jazañas extremeñas
que los nuestros ejarn sin contaglas
endispués de jaceglas.

Vusotros los que váis dendro del bicho
que juyendo retumba y traquetea,
¿no sentís al pasá junto por junto
al mesmo corazón de nuestras tierras
argo asín com′un juerte deseo
que s′eschanguen del chisme toas las rueas
pa queäros aquí, junt′a nusotros
pa endurzá una mijina nuestras penas,
pa rumiá nuestro pan y p′ampaparos
en la sal del süor que nus chorrea?

Vusotros corriendo, mu corriendo,
sin queär en los jierros ni las juellas,
qu′asina como ′l tren vais por la vida,
retumbando y depriesa...

Si n′os podéis pará, meté pal bolso
este cacho e libreta
y al pasá por aquí mirá pal cielo,
y endispués pa la tierra.
y endispués de miranos con cariño,
precipiar a leegla;
porqu′ella sus dirá nuestros quereles,
nuestros guapos jorgorios, nuestras penas,
ocurrencias mu juertes y mu jondas
y cosinas mu durces y mu tiernas.

Y sus dirá tamién como palramos
los hijos d′estas tierras,
porqu′icimos asina: - jierro, jumo
y la jacha y el jigo y la jiguera.

Y tamién sus dirá que semos güenos
que nuestra vida es güena
en la pas d′un viví lleno e trabajos
y al doló d′un viví lleno e miserias;
¡el miajón que llevamos los castüos
por bajo a la corteza!

Porque semos asina, semos pardos
del coló de la tierra
los nietos de aquellos machos que otros días
trunfaron en América.


CONSEJOS DEL TIO PERICO

No me jimples, no me jimples mocosina;
no t′enfusques, ni me fartes al respeto
no reguñas, Carnación, ni esparrataques
esos ojos cuando yo te dé un consejo.

Esos ojos qu′otros días me miraban
chiquininos, entornaos, zalameros
y hora miran rencorosos y asustaos
del sentir que llevas dentro
y de l′honra de tu casta que derrumbran
esa jambre que tú tienes de dinero
y ese orgullo mardecio, poque sabes
qu′eres guapa, más que toas las del pueblo.

Ya te ije qu′el noviajo s′ha eschangao
que no quiero yo jarones, que no quiero
ni las jesas, ni las yuntas, ni los miles
mal ganaos por el padre de Nocencio;
qu′el süor que nuestras frentes esparraman
pa ganar el cacho pan que nos comemos
jiede a sangre corrompía si es que güerve
a nusotros del arcón del usurero.

No me jimples, no reguñas, no te casas
con el hijo del tio Bruno, no consiento
qu′esa cara tan bonita qu′han bruñio
esos labios con la juerza de sus besos
jasta hacegla reluciente como el oro
de la tarde, cuando el sol se va del cielo,
te s′emprigue col el vaho de süores
ya podrios encerroas en el cuerpo
sin que chupen las esponjas del trebajo
la carroña creminal de su veneno.

Semos probes, hija mia, porque icen
que son probes los que no tienen dinero;
semos probes, semos probes, ¡qué sé yo!
eso icen de nusotros, icen eso.

Quiero un hombre de riaños, que te quiera,
quiero un hombre con agallas de los nuestros,
d′esos hombres que dispiertan las gallinas
cuando salen con los burros del cabresto,
y en el campo despabilan las alondras
agachás entre los surcos del barbecho,
qu′esparraman sus chirrios d′amor cuando
viene el sol agateändo por los cerros
y s′ajuyen las neblinas y s′apagan
las estrellas y la luna y los luceros.

Quiero un hombre sin fanfarrias que te iga
los sentires que se jinchan mu p′adentro,
jasta cuando que revientan en paliques
que los ojos arrebuscan en el suelo.

Quiero un hombre, quiero un hombre d′estos hombres
ya curtios por el frio del invierno,
y tostaos por el sol del meyodia,
y bañaos po las aguas de febrero,
y besaos po la luna cuando duermen
en las eras, junt′al trillo, cara′l cielo.
Qu′estos hombres son los machos de′una raza
de castüos labraores extremeños
que inorantes de las cencias de los sabios
las jonduras d′otras cencias descubrieron
cavilando trás las yuntas
en la paz de los barbechos.

Ellos saben que la tierra labrantía,
seria, llana y arrogante′n los recuestos,
es la jembra que mantiene muchos hijos
con la juerza de la savia de sus senos;
y es la madre, y es la novia y es la hermana
del gañán que, con calor de macho en celo,
la colmara de cudiaos,
la regara con süores de su cuerpo,
la labrara con cariño,
derramara por sus surcos el granero
y supiera coformase cual cristiano
cuando Dios, dende los cielos,
pa probá si eran mu jondas sus querencias,
malograra sus esfuerzos.

Qu′estos hombres qu′al amor de sus terruños
ayuntaron el sentir de sus adentros,
despreciando la pereza sin descanso
de los hijos poltronaos del dinero,
con la juerte calentura de la gloria
que manó del corazón a sus celebros
conquistaron pa los reyes de su Patria
los Peruses y los Méjicos,
y llenaron de pinturas sus iglesias,
y palraron su sentir en los Congresos,
y cantaron las bellezas de sus campos,
y elevaron sus plegarias a los cielos,
y murieron orgullosos por la causa
de las santas libertades de su pueblo...

Son asina los cachorros de la raza
de castüos labraores extremeños,
que, inorantes de las cencias d′hoy en día,
cavilando trás las yuntas descubrieron
que los campos de su Patris
y la madre de sus hijos, son lo mesmo.


EL NOVIAJO

Tocan las campanas
la gente s′alegra.
Unos güenos mozos, cantando flamenco,
jacen gorgoritos en una taberna.

Tocan las campanas,
tocan dando güertas,
qu′asin tocan siempre
los días de fiesta.

Hay riñas de gallos
en la resolana de las corraleras
y en el altozano, junt′a los ceviles
unos zagalones se juegan las perras.

Los viejos s′apiñan,
s′apiñan las viejas
jaciendo la bulra
de la gente nueva.

S′arriscan las mozas,
y van peripuestas
luciendo los guapos
pañuelos de sꟻ
goliendo a manzanas,
goliendo a camuesas.

Van en carrefilas, jaciendo pinitos,
camino e la iglesia...
Y yo, qu′era malo, más malo qu′un vendo,
me voy detrás d′ellas.

Me voy detrás d′ellas sin ver a los gallos
que riñen los mozos en las corraleras;
sin tomá las once,
sin jugá las perras.

Me voy tras las mozas
porque vá con ellas,
la que yo dinguelo,
la que me dinguela.
con sus ojos negros de mirás mu tristes
con sus ojos tristes de mirás mu negras.

Yo qu′era tan malo,
me voy pa l′iglesia
sin tomá las once,
sin jugá las perras,
sin dir... a las riñas
de las corraleras.

¡Que jormá te pones! - me icen los viejos,-
¡que güeno qu′eres! - me icen las viejas-
¡Chacho! ¿que t′ha dao? - me icen los mozos
dende la taberna.
M′ha dao la vía,
la vía qu′es güena
cuando se trebaja
por una querencia,
cuando por un argo, que llevamos drento
se sufre y se pena;
cuando, de roillas,
drento de la iglesia,
rezando, lloramos
sin danos verguenza.
La quiero y me quiere,
espero y espera
jasta que yo junte pa dale las donas,
jasta qu′ella s′haga′l ajuá con la hijuela.

Tocan las campanas,
la gente s′alegra.
Mi novia va a misa;
yo voy detrás d′ella,
y alli, mesmamente delante del Cristo,
jincao en la tierra,
rezando las cosas qu′a mi m′enseñaron
cund′iba a la escuela,
una vos me ice: ¡sé güeno y trebaja!;
y otra vos me ice: ¡trebaja y espera!


II

¡Qué güena y qué santa!
Qué santa y qué güena!...
Con lo que me quiere, ni siquiá me mira
drento de la iglesia.

Por eso me icen
qu′a mí me disprecia
porque no me mira
drento de l′iglesia.

¡Juy, que cacho e brutos!
¡Juy, que mal que piensan!
Si mesmitamente
lo qu′a mí m′alegra
es que no se istraiga,
es que no m′atienda,
pa qu′asin la Virgen mus dé de seguía
lo qu′ella la pie ca ves que la reza.


III

Cariños mu jondos son dambos cariños,
querencias mu jondas son dambas querencias.

Cuando con la jacha
descuajo en la jesa,
las ramas se runden,
la jacha se mella,
y yo, que soy juerte,
me queo sin juerzas...

Cuando yo la vide
po la ves primera,
preciìó la cosa de nuestro noviajo
con nuestros quereles y nuestras querencias.

Yo sé qu′el cariño d′ella no se runde,
ni el mio se mella,
que semos más duros que los arcornoques
y más que los jierros de las jerramientas.

¡Qué juerza más grande llevamos por drento!
¡que juerza, qué juerza!

Cuando con el burro salgo mu templano
camino e la jesa,
siempre me la encuentro
barriendo la puerta;
y siempre me ice: - ¡Anda con Dios hombre!-
y siempre le igo: - ¡ Quéate con Dios Petra!-
y le doy al burro pa qu′ande más listo,
y ella barre, barre, mucho más depriesa...

Y si, ya mu lejos,
güervo la cabeza,
me mira y se rie
con esa risina que tanto m′alegra...

¡Qué trebajaora!
¡Qué guapa y qué güena!
¡Si paece mentira
que tanto me quiera!

Tocan las campanas
tocan dando güertas...

Unos güenos mozos, cantando flamenco,
jacen gorgoritos en una taberna.

Hay riñas de gallos
en la resolana de las corraleras;
y en el artozano, junt′a los ceviles,
unos zagalones se juegan las perras...

¡Juy, que cacho e brutos!
¡Juy, que mal que piensan
creyendo que asina son las diversiones
de la gente nueva!

Y ¡es claro!, por eso, ¡qué corcio!, me icen
qu′ella me disprecia
porque no me mira
drento de la iglesia
con sus ojos negros de mirás mu tristes,
con sus ojos tristes de mirás mu negras.


LA EXPERENCIA

Ven p′acá hija mia
que yo soy ya vieja
y ya dí ese paso que tú das agora
y viví esa vida que llamamos güena,
y estrujé mis ojos pa secame el llanto,
que a juerza de llanto m′entro la experencia.

Mi Juan mesmamente paece un chiquillo,
y tú eres mu nueva,
y sus queréis mucho, y tenéis ajorros,
y estáis mu solitos dambos en la tierra...
¡y este pícaro mundo es tan güeno
con los que así empiezan...!
Con cosinas durces sus va engatusando,
sus tapia los ojos,
sus jace promesas,
y aluego se rie,
dispués que sus ceba
y sus eja solos erramando jielis
por el sumiero de vuestra concencia.

¡Hia de mi arma, si paice mentira
que ya estéis casaos dambos po la Iglesia;
si a mí me paece que sois dos muñecos
entavía, Teresa,
pa dirse con tiento pa gastá los cuartos,
p′atendé a los gorpes de las desigencias,
pa jacé, jormales, el troncón robusto
d′una nueva casta que dé castas nuevas;
unos chirivines que páescan d′azogue,
qu′estrujen, qu′arañen, que muerdan la teta,
que lloren con genio, qu′estrocen, que chillen,
que jagan pucheros al jacegle fiestas...

¡Míala cómo jimpla la recandongona
cuando se le palra de cosinas tiernas!

Ejate de mimos
y delica겡s,
¡si ya estáis casaos
dambos, po la Iglesia!

Ascucha hija mía,
y no t′encapriches con tu comenencia,
que la vida es corta,
mu corta y mu güena
pa los que vivimos de nuestro trebajo
y estamos contentos con nuestra pobreza.

Hay que ver y cómo refalan los días,
y pasan los años,
y s′hace una vieja,
rebuscando siempre lo desconocío,
siempre suspirando por cosinas nuevas.

Primero la noche d′estar dambos solos
con nuestras querencias,
y endispués los hijos, y endispués los nietos,
y endispués el pago de nuestra concencia.

Mi Juan es un santo;
tié sus cosiquillas como tié cualquiera;
pero le tiés ley y tiés mucha labia
y sabrás llevagle por güena verea;
porque miá tú, hija, aquí pa nusotras,
toitos los hombres son como si jueran
unos muñequinos d′esos bailarines
qu′un jilillo jace danzar, en la feria;
nusotras los vemos, mus encaprichamos
y mercamos uno, a tontas y ciegas,
sin que mus endilguen los revendeores
de los chismecitos, qu′enganchan la cuerda.

Y es claro, qu′aluego
¡que si quíes, morena!
qu′icen que no bailan,
que no se menean,
que t′andas espacio pa dir a enterate,
y que ya se jueron los tíos de la feria...
y anda, ponte moños,
¡buscale el risorte
de la bailaera!

Tamién las mujeres semus como semus,
mu dás a los lujos de las vestimentas,
desajeraoras y amigas de chismes
y de requilorios y de cuchufletas.

Tú, hija mia, precura
seguir las leciones que da ña experencia,
que yo te iré iciendo lo qu′has de jacete
pa que vos resulte la vida mu güena.
Amos a ver, mía: esta mesma noche,
asín qu′arrematen los mozos la fiesta,
sus diréis pal cuarto, pus bien...

¡Ay qué contra, y qué mimosina
t′has güerto, Teresa;
¡si ya estáis casaos
dambos, po la Iglesia!


EL PORQUE DE LA COSA

Miá, Celipe, ¡que gusto!, tres manojos
déspigas repañás en un instante;
dende misa mayor al meyodía,
tres manojos lo mesmo que tres jaces.

Y ná más. Tú trebaja,
que yo barro p′alantre
y presto jorraremos pa la suerte
los cuatro mil riales.

Y ná más. Que rechiflen y reguñan,
cavilando burrás los jolgazanes,
iciendo que los probes mueren jartos
de trebajo y de jambre;
¡ellos si que revientan de su rabia
lo mesmito qu′estrumpe un triquitraque!

¿Pero qué refunfuñas entre dientes?
¿Qué concojas te anúan el gaznate
que ni me palras, ni siquiá, Celipe,
te güerves pa mirame?

D′un periquete voy a ve′l puchero
y atrancar el postigo de la calle,
pa dispués que me siente en tus roillas
que no mus cija naide,
iciirte yo las cortas ocurrencias
de mis cortos arcances.

¡Ajajá! Celipillo, tú tiés argo,
tú no pués engañarme,
o el amo te miró con mala cara,
o bajó el manijero los jornales;
pero tú tienes argo, Celipillo,
argo que yo no pueo devinate
por más que me caliento la mollera
rebuscando el porqué de tus pesares.

Pero dame la cara, ¡por Dios hombre!;
dam′un beso y abrázame,
y dame un estrujon juerte, mu juerte,
pa ve si al estrujame
quié reventá de gorpe la vejiga
de jieles qu′avinagra tu caraite.

¿Es que gorvemos otra ves, Celipe,
a las mesmas junciones d′andenantes,
por qu′eres orgulloso y no te gusta
que tu mujé trebaje?

Es qu′aún no juyó de tu caletre
el resquemor que tiés que m′asolane
por dir a rebuscar a los rastrojos
las espigas de trigo? ¡Qué diantre!
Pos si es asín, t′amuelas, Celipillo,
que n′hay más qu′aguantase.

Descurre una mijina tan siquiera
pensando en esa cosa que tú sabes.
¡Ay, Celipillo, Celipillo tonto,
que p′al mes de Los Santos semos padres,
qu′hay que jorrar, ¡recontra!, pa la suerte
los cuatro mil riales,
qu′el corazón me ice qu′es un macho
lo que yo voy a dalte.

Un macho mu jorzúo, con agallas,
con genio, con reaños, con coraje;
más vivo que los vientos,
más listo que los frailes,
más duro que las piedras,
más güeno que los ángeles,
qu′ha de saber podar como su agüelo
y ha de saber segar como su padre.
Y será campusino mu castüo,
y será labraor, ¡que duda cabe!
pa labrar esa suerte que mercamos
con la yunta qu′habemus de mercale.

Päece que ya no gruñes, Celipillo,
páece que ya t′atreves a mirame,
y me jaces cosquillas con las barbas
de tanto como quieres arrimate...

¡Mi feuchillo! Si tú eres mu candongo,
dame un beso y abrázame,
pero a vel, cuidaito y no m′estrujes
que ya me tiés breá de cardenales,
y de fijo que via las estrellas
si mu juerte llegaras a estrujame.

Amos a ver, prencipia... ¡No seas burro!
¡Mia que chillo!... Prencipia cuanto antes.

- Yo te voy a jundir en una urnia,
cacho e cielo dorao de la tarde;
yo te voy a jundir en una urnia
pa que no te de′l aire.

- Güeno, las manos quietas, Celipillo;
amos a ser jormales.

- Yo te voy a comer esa boquina
una ves que t′arrimes pa besame,
y endispués de comía m′entapono
pa que no me s′escape.

- Mia, Celipe, si sigues burreando,
esta noche m′acuesto con mi madre.

- Porqu′eres tú lo mesmo de preciosa
que la Virgen del Carmen.

- Pos si tanto te gusto, venga, dime,
¿por qué refunfuñabas andenantes?
¿Por qué no me mirabas?
¿Qué ajogos agriaban tu caraite?

- Mis ajogos, mujé, no son pa dichos,
que no puén esplicase
manque yo m′embuchara más palraos
que tos los sacamuelas chalratanes.
Mis ajogos se cuajan aquí dentro
con negros cuajarones de mi sangre
que me′enturbian los ojos y me jieren
lo mesmo que si jueran dos puñales.
Y tú te tiés la curpa, ya lo ije.
Y tú por nuestro mozo, ya lo sabes.

Tú vas a espurgá las rastrojeras,
y entres días ajuntas cuatro jaces,
y contenta me vienes y me ices
que tú barres p′alantre.

Yo, que soy segaor, sé bien de cierto
que mu pocas espigas se me caen,
y yo duo si espurgas los rastrojos
o las cargas que pillas por delante.

Y eso ya no pué ser, esta es la jonra
que al muchacho tenemos que dejagle
más limpia que la cara de la Virgen,
más branca que la flo de los jarales,
y al que quiera manchala me lo jundo
manque sea su madre.

Y no jimples, que son feguraciones
y no jué mi decir pa molestase,
que bien pudo segar en esa suerte
por argún casual un prencipiante.

Y asín y tó no quiero qu′arrebusques
las migajas qu′algunos se le caen,
siquiera mientras lleves ahí metio
nuestro mozo, porqu′eso es enseñale
desde chico a doblar el espinazo
y a viví de las sobras de los grandes;
y asín saldrá sin juerzas, sin agallas,
sin brios, sin coraje
pa pescar el jocino y dir al corte
pa llevase a los hombres por delante.

Ya no güerves a di pa los rastrojos.
Ya no juntas más jaces,
qu′el muchacho no viene pa escurrajas
y me lo pués torcer con agachate.

Porque, mira, mujé, con esas cosas,
¿sabes tú lo que jaces?
Pos le plantas el jierro de los probes
que no lo borra naide.


LA NACENCIA

I


Bruñó los recios nubarrones pardos
la luz del sol que s′agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d′un coló de naranjas se tiñeron.

A bocanás el aire nos traía
los ruídos d′alla lejos
y el toque d′oración de las campanas
de l′iglesia del pueblo.

Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirriando por el cielo,
y volaban pál sol qu′en los canchales
daba relumbres d′espejuelos.

Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.

¡Qué tarde más bonita!
Qu′anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de prisa con la agüela,
la comadre o el méico...

Y bajó de la burra poco a poco,
s′arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p′arriba,
pa los bruñios nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com′un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d′arriba d′un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola;
pero yo de qué sirvo si me queo!

La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamientos!

Me juí junt′a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m′enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p′hacé memoria de los rezos...
¡Quién podrá socorrregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!

Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu′otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!

No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s′aplacaron,
s′asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M′arrimé más pa ella;
l′abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la lus de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.

Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d′un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Que bonita y que güena,
quién pudiera sé méico!

Señó, tú que lo sabes
lo ucho que la quiero.
Tú que sabes qu′estamos bien casaos,
Señó, tú qu′eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu′echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...

¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!


II

toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu′estaba
llorando y sonriyendo!

Venía clareando;
s′oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d′agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj′una encina
del camino nuevo.

Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.

Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d′estas cosas
los señores aquellos!

Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo dios un milagro en el camino;
¡no podía por menos!


EL CHIRIVEJE

Pimpollo, rey de tu madre,
miagirrina de la groria mesma
que cayó de los cielos desprendía
del botón reluciente d′una estrella:
no me jagas pucherinos
cuando yo te jaga fiestas;
ponme los ojillos tunos,
relámbiate con la lengua.
jame′l angó, muchachete,
que voy a dalte la teta.

Míala, túmbate a la larga,
chachino, chuperretera
jasta qu′el cholro del pezón rebose
los bujerinos de tus tragaeras.

Asín, con genio, mu juerte,
manque t′aplastes las narices mientras
y endispués, de muchacho, se te note
que las tiés porrillúas y retuertas,
qu′a esos que tienen la naris picúa,
sus madres ajuyéronle las tetas.

Lucer, pan y condío,
espiguina de carne de mis eras,
suerbe p′adentro remetiendo juncia,
larga chupones atizando yesca
pa que aluego, cuando mozo,
naide te moje la oreja.

Rempuja tú con genio, chiriveje,
chupo jondo y bochinchea,
chiquinino de tu casa,
muñequino jormao de miel y cera
que derritió ′l aliento de tu padre,
que yo cuajé con sangre de mis venas,
que Dios jizo al igual que semos dambos
pa que tós devinaran tu nacencia;
remete′l jociquino bien p′adentro,
empuja con to tu juerza,
que asín el chipitón saldrá seguío
con dos gorpes tan solo qu′arremetas.

Descudia tú, preciosino,
no te acagaces y aprieta,
mamque se ringuen tus narices guapas
y te se pongan retuertas,
que por esas señales se conocen
los muchachos castüos de tu tierra,
los hijos de las madres que son madres
tan a que Dios las jace jembras;
porque aquí, pa nusotros, tós sabemos,
com′una cosa mu cierta,
qu′a esos que tienen la narís picúa,
sus madres ajuyéronle las tetas.


EL DESCONCIERTO

Anda que güena t′espera;
′üeno está tu padre, güeno
p′arrimate tres zurrios
y no dejate i^pa′l pueblo
enjamás. ¿Onde has andao?
Dime ¿Qué diablos t′has jecho
toita la noche de Dió
sin acudir y sabiendo
que tós aquí t′aguardaban
como al santo venimiento
muertos de jambre?

- ¡Qué corcio!,
yo estuve en el desconcierto,
es decí, yo estuve juera,
que los que estaban por dentro
eran tós los señoracos,
la gente gorda der pueblo.

¡Vaya mozas peripuestas!
¡Vaya jembras de lo güeno!
¡vaya Marcos Reóndo
qu′estaba que pa coméselo!
Pos ¿y aquel del organillo?
¡no era naide con los deos!

Asín son las juegas, madre,
de los señores der pueblo,
asín da gusto, ¡qué contri!,
y no como aquí jacemos,
siempre empinando la bota,
cantando siempre lo mesmo.

Aquellos eran cantares
con tó lo suyo, por cierto
qu′a mi me páece mentira
qu′aquel mocino tan nuevo,
tan delgaino, cantara
tan juerte y con tanto genio.

¡Vaya un vozarrón, mi madre!,
retumbaba com′un trueno,
y endispués s′iba apagando
tiritando en el galguero,
jaciendo unos gorgoritos,
jormando un feligranero,
apretando y aflojando,
bajando y después subiendo,
destirajando la clopla
y queándose un momento
con un son d′esos mu juertes,
que los llaman dos de pecho,
lo mesmito que los mícales
jacen parás en el cielo.

¡Mecachi en dies, vaya un tio!
¿Onde l′enseñaron eso?
Pa mí que no es en España,
porque en España yo creo
que l′enseñan a uno
na más qu′a cantá flamenco.

Lo qu′a mí me da coraje
es qu′a lo mejó no entiendo
la letra de las tonás
que se canta con más genio.

Cúchili, fáchili, mochi
¡Anda, verigua tú eso!
Pos asín se las gastaban
las coplas del desconcierto.

Lo qu′es ′pa′l cante no hay otro
no pué ser que llegue haberlo
como ese Marcos, tan flaco,
tan delgaino, tan tieso,
que canta más qu′una máquina
cantaöra, ¡ya lo creo!

Y pa cuestíon de la música,
pa dal de prisa a los deos
no pué habel otro en el mundo
que maneje el estrumento
mejó, ni con tanto garbo,
con más gracia y más salero
como ese señor Echániz
qu′es un tio de cuerpo entero.

Y ya lo sabes tó, madre,
tó lo que pasa pol pueblo,
y da gracias a las gracias
que s′acabó el desconcierto,
que si no, manque m′hubiera
padre escachurroa los sesos
endispués, esta presona
no güerve pal rastrojeo,
no güerve con los avios,
ni güerve con los aperos,
y os saldrían relañas
en el estómago mesmo.

¡Vivan los Marcos Reóndos!
¡Vivan los músicos güenos!
¡Vivan las cars bonitas
de las muchachas del pueblo!

Y dile a padre que venga,
que no m′importa un pimiento
que m′atice tres zurrios
y me retuerza el pescuezo.


SEMANA SANTA EN GUAREÑA

Eja que lo cuente
como sé de maña,
qu′en jamás jue′l muchacho pal pueblo
po Semana Santa.
y endispués que lo iga, ya puedes
endigale en las cosas cristianas
y enseñale bien el Catecismo
pa que no barbarice a sus anchas.
Cuéntalo, muchacho, ¿qué pasa pol pueblo
por Semana Santa?

- Pos verá osté, padre, pasan muchas cosas;
yo no sé si sabré yo explicalas:
anti to, lo qu′a mí más me gusta
son las pruseciones: ¡qué cosa más maja!
unas parigüelas mu grandes, mu finas,
mu bien jatiadas,
y en lo arto una Virgen mu moza,
mu güena, mu santa,
qu′asín me lo ician tós los que pol pueblo
la prusecionaban.

Iba mucha gente,
con velas mu largas,
en dos carrefilas po los enceraos
pa dale compaña;
y en medio curas y tamién ceviles
con las escopetas a la funeraria,
por si alguno de mala nacencia
juera osao en llegar a insultala.

¡Qué Virgen más güena, qué Virgen más moza,
qué Virgen más santa!...

Al pasá po la casa e los ricos,
¡pumba!, s′encendían toás las luminarias,
y cantaban los mozos cantares,
esos cantarcinos que pol pueblo andan,
que agora es la móa,
que hacen gorgoritos y hacen mojigangas
como los triníos de las golondrinas
que mus espabilan cuando viene′l alba,
y al pasá po la casa e los probes,
tamién hab′ía luces dando luminaria:
luces de pitrolio qu′apagab el aire;
quinqueses, candiles en tóas las ventanas,
que paecían relamiase de gusto
al pasá la Virgen elante e su casa.

Y pa mí qu′a Ella no debía gustale
la lus elertrina pa que l′alumbrara;
¡la lus elertrina, tan seria, tan fosca,
con sus alambraos y sus maquinarias,
y con sus celipas y con sus tornillos
que d′un gorpe encienden y d′un gorpe apagan!

¡La Virgen, la Virgen!... Ella dende arriba
de las parigüelas que la porteaban,
lo mesmo a los ricos, lo mesmo a los probes,
a tós los miraba con la mesma cara;
y.., ¡qué corci! a mí me paecía
qu′a nusotrso mejó nos miraba,
paeciendo icirnos
con aquellos ojos cuajaos e lágrimas:
"¡Peirme, muchachos,
peirme con gana,
pa que Dios sus conceda a vusotros
lo que os jaga falta!"

Y yo l′he peBR> a esa Virgen tan güena y tan santa,
a esa virgen que ya no m′acuerdo
cómo la mentaban,
qu′aremate mu pronto esta guerra
y que pare e llover, porque′l agua,
que mus quita trebajo a los probes,
está jorobando toita la senara.

¡Yo no sé que será de nusotros
como siga metio′l tiempo en agua,
y en Melilla sigan los hombres mandones
trillando la ganacias...

Y el pan n′ha subio, gracias al alcarde,
qu′a los panaéros ha tenío a raya,
qu′es presona de mucha concencia,
que mus dió trebajo a tós en la praza.

¡Ay padre, qué güenos que son los señores
cuando icen a seglo con gana!

Tós los del casino de nuestro partio
le daron limosna a to′l que llegaba,
y sin destinciones, y sin miramientos,
juera gente suya o juera contraria.


II

Yo tamién me gusta
la Semana Santa,
por sus comilonas
llenas de durzainas.
Muchos platos, muchos,
ca uno de su casta,
porque pa estos días,
agüela Tomasa,
ha mercao unos peces mu grandes,
más grandes que carpas,
que se pescan mu lejos, mu lejos,
más allá e Zafra,
y que saben d′un modo más rico
que los que se pescan en el Guadiana.
¡Chacho!, què potingues y cuántos guisotes,
y cuántas cosinas, y cuántas durzainas
pa ponerse jartete y pa dirse
a los monumentos pa vé las muchachas.

¡Chacho!, qué jorgorio hay en las tinieblas
en cuanto las últimas candelas s′apagan.
Yo di matracazos
con la mi matraca,
y arrimé silbios
que naide arrimaba.
Y no era yo solo que tós los muchachos
jacían lo mesmo metiendo bullanga;
porque mus dijera la señá Colasa
qu′hay que meter bulla
pa que los diablillos del Santo se salgan,
porque tienen toavía la querencia
d′hacer perrerías con la gente santa
y atizá zurriagazos al Cristo
qu′en aquellos tiempos le crucificaran.


III

Yo tamién lo qu′a mí más me gusta
es cuando se juntan dambos en la praza,
la Virgen aquella y el Resucitao.
¡Chaco, qué estrumpicio cuando me la estapan!...
Al bori sin bori, prencipian los curas,
y tlon, tlon, tolón, tolón, toitas las campanas,
y tachinda, chinda, tós los del Pulío,
y las escopetas jarriando descargas,
y... estas cosas padre, no son pa contao,
no son pa explicalas,
tié osté qu′ir otro año pa velas,
tié osté qu′ir con mi madre y mi hermana,
pa enterase de toas las cosinas
que pasan pol pueblo por Semana Santa.


DEL FANDANGO EXTREMEÑO

I


Contentete me puse
y alborotao
al sabé que mi suegra
l′había diñao,
pero mi mujé quiso
que yo sufriera,
y al parir a mi hija
parió a mi suegra.

¡Que mala pata
tienen algunos hombres
cuando se casan!


II

- Si al pasá ′l arroyo
se junde′l carro,
dale bien a las mulas
y suerta un ajo,
que si t′andas con mimos
y con pamplinas,
tienes atollaero
pa toá tu vida...
Me dijo′l ama,
gorviendo de l′iglesia
l′otra mañana.


III

Yo no sé de lerturas
ni m′hace farta,
pa cudiar bien al amo
y a la senara.
Yo seré mu mendrugo,
mu calabazo,
y más listo qu′el cura
será mi amo;
¡pero es lo güeno,
que toitos las años
mus entendemos!


IV

Yo teng′un burro grande,
mu jaronazo,
y una burrina nana
qu′es com′un rayo.
Yo los miro y me igo
pa mis adentros,
¡con lo güeno de dambos,
que gran jumento!
Mi compadre me ijo
que los casara,
que dambas cosas güenas
pué que cuajaran.
Y en dispués de casalos
salió la cria
más nana y más jarona
que la familia.
Y a mi mujé le igo,
con desimulo.
a nusotros nos pasa
como a los burros.


LA JUERZA DUN QUERE

I

Jue′n la joya de las Torbiscas una siesta,
cuando′l sol achicharraba;
una sieta qu′entumía los sentios
el bochorno de la calda;
sin arrullos de las tórtolas
ni continos sonsonetes de chicharras,
sin triníos de cogutas
y sin roncos gurrapeos de las ranas;
una siesta pa dormía baj′un chopo,
paz′arriba, junt′al agua.

Tan siquiera
los oidos barruntaban,
con la zumba de los negros moscardones
y las negras telarañas,
chorrear los goterones derretios
de la pringue de las jaras.

En un claro de la joya las Torbiscas
está Blas, el de la Juana,
mesmamente, de cluquillas, currucao
al sombrajo d′unas matas,
con la boca mu abierta
y los ojos encendios como brasas.

Junt′a Blas están, cansinos y moörros,
los borregos que le jorman la piara,
y a la vera los borregos, dos mastines
con dos bocas que se páecen a dos fraguas
po su recio resoplá como los fuelles
y sus lenguas colorás como las llamas.

Blas recorta con cudiao
los canutos d′una caña,
porque Blas quiere jacé con los canutos
una flauta,
pa de noche, con la luna,
dir a dá su serenata
junt′al chozo donde duerme
Rosarillo, la zagala;
una moza con los ojos más oscuros
qu′una noche de borrasca,
más alegre que la risa
d′un regacho d′agua clara
y más güena que la Virgen de las Cruces,
la patrona de las fiestas de la Raza.


II

Con los pelos desgreñaos,
con los ojos escocíos po las lágrimas,
medio loca por el mieo,
revolando los jarones de las sayas,
trompezando, dando brincos, dando voces
que retumban en las sierras solitarias,
va corriendo pa la joya las Torbiscas
Rosarillo, la zagala,
y detrás de Rosarillo va la loba,
una loba echando babas,
con los ojos de carbuncos encendíos,
con el jopo entre las patas,
esgarrando a dentellás las chaparreras
po la juerte calentura de la rabia.

Naide acude de las sierras de l′umbria,
naide viene a socorrer a la zagala;
ya la probe, ni gañir pué tan siquiera
y s′ajoga bajo′l sol que l′achicharra.

Páecen muertas las laéras de los cerros,
y las joyas d′al reor, y las barrancas.
Páecen muertos los pastores, los zagales,
los mastines y los burros y las cabras.

Jacezando va corriendo, ya cansina,
con los pelos desgreñaos, la zagala,
y, trotando detrás d′ella va la loba
con el jopo entre las patas.
Va la loba ya mu cerca, va tan cerca
que l′alcanza...

Al prencipio resonó com′un jiguero
qu′en la joya las Torbiscas canturrara,
y endispués como los trinos d′una mirla
que dijera sus quereles junt′al agua.
Era Blas que ya jormó con los canutos
una flauta,
y soplaba pa jacé con sus soníos
una durce serenata
pa qu′al son se le durmiera po las noches
Rosarillo, la zagala.

Algo asín como la vida que viniera
po los aires con el toque d′una flauta;
algo asín como la lumbre d′un relampago
qu′en la noche las negruras esgarrara
luminando las majás a los perdíos
en metá de la montaña,
jue la música de Blas pa la chiquilla
tan a punto que la loba l′alcanzaba.

D′un tirón saltó una peña;
y, al roar por la barranca,
dio un chillio; dio′l chillio de las tórtolas
bajo′l vuelo de las águilas;
un chillio qu′en la joya las Torbiscas
resonó com′l clarín d′una batalla.

Blas sintió qu′aquel chillio
l′esgarraba las entrañas,
y notó que de sus deos s′escurrían
poco a poco los canutos de su flauta.
Blas la vido, Blas la vido como loca
revolcase entre las zarzas,
y era ella, ¡era ella!,
Rosarillo, la zagala,
la que Blas tanto queria dende nuevo
sin icirle una palabra.

Lo mesmito qu′un jabato corralao
po los perros, entre medio de las jaras;
lo mesmito que la trompa d′un torrente
corre blas pa la barranca
donde viene ya la loba
con el jopo entre las patas.
Blas miró pa Rosarillo, de reojo,
y tiró por la navaja,
y se jue com′un alano pa la loba
qu′en un risco l′aguardaba.

Reguñendo como perros ajotaos
dieron güertas al reó de la retama,
y endispués de cada güerta
s′encogían, s′aplastaban,
se miraban con los ojos encendios
como puntas de carbuncos jechos ascuas.

Eran dos lobos iguales en la juerza;
eran dos juerzas iguales en la rabia.

A la par s′abalanzaron dambos juntos,
s′estrujaron, s′enrearon con tal gana,
qu′escupíos, y mordíos y abrazaos
se jundieron entre medio d′unas zarzas.

Sólo Dios que dende arriba ve las cosas
que suceden en las sierras solitarias,
sólo Dios vido la riña cuerpo a cuerpo,
sólo Dios vido la lucha tan extraña
de la juerza de la rabia d′una loba
con la juerza del queré d′una zagala.

Ya no hay mieo, ya no hay mieo, la he matao,
dijo Blas cuando salió d′entre las zarzas,
esgarraos los carzones,
jecha cisco la zamarra,
jecho un charco po la sangre
que del pecho y la ca깡 le manaba.
ya no hay mieo, ya no hay mieo de la loba
la maté con mi navaja.

Ella vino despacito, sollozando,
s′arrimó sin dá la cara;
con la punta del mandil, jecho jirones,
premcipió a secá sus lágrimas.

- Eres juerte dijo entonces Rosarillo -.
¡Gracias!, ¡gracias!:
eres juerte y eres güeno
como el Cristo de las Aguas. -

Con la juerza d′un queré jondo, nu jondo,
que s′ajoga dentro′l alma,
Rosarillo de repente, le dió un beso,
el primero qu′ella daba,
que tamién a Blas quería dende nueva
sin icirle una palabra.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Blas reía, se reía lleno e sangre
con la risa d′un regacho d′agua clara.


III

En las noches del verano,
en las durces noches claras,
cuando tiemblan las estrellas
entre medio d′una luna′zul y branca,
y s′escuchan a lo lejos los cantares
de los grillos y las ranas,
algo asín com′un jilguero
qu′en la joya las Torbiscas canturrara,
algo asín como los trinos d′una mirla
que dijera sus quereles junt′l agua,
se barrunta dende arriba de las sierras,
entre medio de los brezos y las jaras.

Es que Blas junt′a la choza donde duerme
Rosarillo, la zagala,
toca siempre, toás las noches,
los canutos de su flauta,
porque ice que se sueña su Rosario
toás las noches con la loba de la rabia,
y se duerme mu tranquila, poco a poco,
con el son d′aquella flauta;
y dormía se le rie, se le rie
con la risa d′un regacho d′agua clara.


LA VIÑA DEL TINAJERO

Dende arriba de la torre se diquela,
rellanao al meyodía y al socuello
de los jitos del jaral del Cerro Reondo,
el lucío plantonal del tinajero.

Endenantes jué la joya de los buitres
de los lobos y los cuervos
la colá que mus jormó Vardarenales
del regacho Laguadú pa más adentro;
más p′abajo de la sierra La Monea,
más p′arriba del llamao Colmenar Viejo,
más alante de El Porrillo
más atrás de Borrachuelo,
donde tos los cazaores acudían
con trompetas y con jacos y con perros
a la caza de cochinos jabalines,
de venaos y de cuervos.

Jue jorgorio bien sonao la ocurrencia,
jue la chufla de to′l pueblo;
era aquello esternillarse del risorio
al metese a labraor el tinajero
y queré plantá sus viñas
en la joya mesmamente de los cuervos.

Los redichos sabijondos se bulraron,
los catüos labraores sonriyeron
y alguien dijo que los lobos se reían,
ajullando dende lejos,
tan áina que guiparon los jañanes
qu′en presona derigía′l tinajero.

Precipiaron a cavar los azaónes,
las piquetas en los jitos se jundieron,
calajozos arrasaron los jarales,
retumbaron en la joya los barrenos
y las jachas gortearon a mordiscos
chaparreras, alcornoques y guaperos.

Rechinaban las vilortas del arao,
y chasquía del tirón el clavijero,
y las yuntas jacezaban ya cansinas,
y súaban las peonás en los repechos
y las piedras daban chispa tan siquiera
s′arrimaban a la punta de los jierros.

Las jugueras del descuaje rechiflaban
con ferós chisporroteo
de chaparros y charnecas y coscojas
y hojarascas y juargazos y jelechos,
y al bullicio de los ozos que talaban,
y al zarpazo qu′estrumpían los barrenos,
y al relincho de las yuntas,
y a la juerte bocaná de los jumeros
y al rabioso reguñí de los jañanes,
y al rúio y al estrépito
s′ajuían los jabatos y los lobos,
y los gatos y las zorras s′ajuyeron;
escamaos se largaban los cochinos,
asustaos daban güertas los conejos,
y los sapos barrigúos gqaiteaban
arrebusca d′un bujero
y hasta el jumo del descuaje, jecho un lio,
se subía en pelotones pa los cielos.

Los vilanos revolaban enfuscaos,
lobas madres acudian remetiendo,
tarantelas y ciempieses y alacranes
se cuadraban pa poner el rabo tieso,
y las víboras, colgás del azáuche
alargaban los pescuezos
pa jincale sus lengüetas jediondas
a los mozos qu′atizaban los jumeros.

Con la juerza de la juerza de reaños,
mu jinchaos al caló de sus adentros
po la jiel del jormiguillo de la rabia
qu′atizaban con sus chungas los del pueblo,
los peones descuajaban los jarales
de la joya de los cuervos.

Jue reñía la batalla con las lobas,
jue rabioso el rempujón del tinajero;
jue mu jonda l′arrañá de los araos,
jue soná la chamosquina por el pueblo.

Ya cedían los raigambres,
ya las lobas y las víboras cedieron,
ya mainó la cencerra del estrumpicio
y dejaron d′echar jumo los jumeros.

Otros mozos allegaron con cadenas
y rayaron el majuelo,
y plantaron los olivos,
y jincaron en las joyas los sarmientos.

Se bulraban los señores, se reían
los castüos labraores d′estos pueblos;
y eran sabios los que asina se bulraban,
y eran duchos los que asina se riyeron.

Endispués de que las yuntas reventaron,
las ovispas, los langostos, los conejos,
cigarrones, lagartijas y chicharras,
los murgaños y las liebres y los liebros
se cebaron en las cepas
y pelaron al arrape los sarmientos.
Los pastores que guardaban los ganaos,
mayorales, zagalillos y cabreros,
al notá la chiflaura d′aquel hombre,
le decían dende lejos:

- ¿Quién te jizo campusino, desgraciao?
¿Quién te trujo pa estos cerros?
Güervete pa tu Sanroque deseguía,
güervete pa tus tinajas, tinajero.

Ajogao po la farta de pesetas,
con la juerte polvorilla de su genio,
cabezúo como naide
replantó la jondoná sin titubeos.

Jizo un carro pa que fueran las gallinas
arrebusca de langostos po los cerros.
Trujo guardas con garrotes y escopetas
pa la caza de las zorras y los liebros.
Puso piedras trompezando los regachos
y atajando las vereas puso cepos.
Jizo un jorno pa cochuras de ladrillos
y una casa pa tener allí un socuello.

Y allegaban po la noche las gallinas
con el buche bien repleto,
y atestaos los zurrones de los guardas
endispués del tiroteo,
y trjían los jañanes mancornaos
los gazapos en en los dientes de los cepos.

No hay quien puea, se decían los pastores,
con el amo de la joya de los cuervos.

Los señores sabijondos,
labrores, mayorales y cabreros,
no contaron al prencipio del descuaje
con la juerte voluntá del tinajero.

El que jizo con el barro remojao,
en la ruea, sin más chismes que sus deos,
los pucheros, las botijas, los barriles,
los cacharros, las aczuelas, los barreños,
el que jizo las tinajas barrigúas
y endispués de cavilá tuvo el acuerdo
de los conos y los jornos encuadraos
y los chismes pa sacalos y metelos;
el que jizo que su nombre resonara
por la gran revolución de sus inventos
ondiquiera que las cepas dieran uvas,
muchas leguas en reondo de su pueblo,
no podía consentí que trompezara
su tesón qu′era más juerte que los jierros,
en los riscos, chaparreras y coscojas
de la joya de los cuervos.

Era sangre d′otras épocas su sangre;
sus agallas parecían d′otros tiempos;
era un hijo d′estas tierras, de la raza
de castüos veteranos extremeños.

Y trunfó de los que tanto se burlaron,
y trunfó de los que tanto se riyeron,
y las cepas dieron uvas
remojás con el súor del tinajero.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Lo mesmito que las mozas bien casaeras
s′arrebujan con el garbo del pañuelo
pa naide l′adivine los salientes
pimpollinos sonrosaos de los pechos,
pos asín entre los pámpanos de raso
se cobijan con las uvas los uveros
mamantaos po la leche de la savia
que le chupan a las cepas los sarmientos.

Los olivos ya mocean, ¡los mocosos!
en sus largas carrefilas por los medios;
delgainos rechonchetes verdiales,
desgarbaos panfilotes comezuelos,
ya se cargan del azahar como los grandes,
y presumen d′aceitunas como viejos.

El regacho Leguadú pasacantando
cantarcinos y tonás que yo no entiendo,
y pa mí que se relambia del arrope,
que chorrean los plantios del lindero.

Y hay en to Vardearenales alegría,
mimosinoscanturreos
de graciosos titilillos,
chorovitas y jilgueros
que se dicen sus quereles entre rosas
colorás y paliúchas de los güertos,
y entre azahares de naranjos
y entre flores del almendro.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Dende arriba de la torre se diquela,
más p′abajo del arroyo Borrachuelo,
más p′arriba de El Porrillo,
el lucío plantonal del tinajero,
qu′endenantes jue la joya de los buitres,
de los lobos y los cuervos.