Galatea {Preliminares }
{L-0}

{L-1} Galatea

Preliminares

De Luis Gálvez de Montalvo al autor

SONETO {F-2R.JPG}
{L-2}    Mientra del yugo sarracino anduvo

{L-3} tu cuello, preso y tu cerviz, domada,
{L-4} y allí tu alma, al de la fe amarrada,
{L-5} a más rigor, mayor firmeza tuvo,
 
{L-6}    gozóse el Cielo; mas la tierra estuvo 5
{L-7} casi viuda sin ti, y, desamparada
{L-8} de nuestras musas, la real morada,
{L-9} tristeza, llanto, soledad mantuvo.
 
{L-10}    Pero después que diste al patrio suelo
{L-11} tu alma sana y tu garganta, suelta 10
{L-12} de entre las fuerzas bárbaras confusas,
 
{L-13}    descubre claro tu valor el Cielo;
{L-14} gózase el mundo en tu felice vuelta,
{L-15} y cobra España las perdidas musas.

 

De don Luis de Vargas Manrique
 

SONETO {F-2v.JPG}
{L-16}    Hicieron muestra en vos de su grandeza,

{L-17} gran Cervantes, los dioses celestiales,
{L-18} y cual primera, dones inmortales
{L-19} sin tasa os repartió Naturaleza.
 
{L-20}    Jove su rayo os dio, que es la viveza 5
{L-21} de palabras que mueven pedernales;
{L-22} Dïana, en exceder a los mortales
{L-23} en castidad de estilo con pureza;
 
{L-24}    Mercurio, las historias marañadas;
{L-25} Marte, el fuerte vigor que el brazo os mueve; 10
{L-26} Cupido y Venus, todos sus amores;
 
{L-27}    Apolo, las canciones concertadas;
{L-28} su ciencia, las hermanas todas nueve;
{L-29} y, al fin, el dios silvestre, sus pastores.

 

De López Maldonado
 

SONETO
{L-30}    Salen del mar y vuelven a sus senos

{L-31} después de una veloz, larga carrera,
{L-32} como a su madre universal primera,
{L-33} los hijos de ella largo tiempo ajenos.
 
{L-34}    Con su partida no la hacen menos, 5
{L-35} ni con su vuelta, más soberbia y fiera,
{L-36} porque tiene, quedándose ella entera,
{L-37} de su humor siempre sus estanques llenos.
 
{L-38}    La mar sois vos, ¡oh Galatea extremada!;
{L-39} los ríos, los loores, premio y fruto 10
{L-40} con que ensalzáis la más ilustre vida.
 
{L-41}    Por más que deis, jamás seréis menguada;
{L-42} y menos, cuando os den todos tributo,
{L-43} con él vendréis a veros más crecida.

{L-44> { Primero libro}

 

Primero libro de Galatea

{L-45}    Mientras que al triste, lamentable acento
{L-46} del mal acorde son del canto mío,
{L-47} en Eco amarga, de cansado aliento,
{L-48} responde el monte, el prado, el llano, el río,
{L-49} demos al sordo y presuroso viento 5
{L-50} las quejas que del pecho ardiente y frío
{L-51} salen a mi pesar, pidiendo en vano
{L-52} ayuda al río, al monte, al prado, al llano,
 
{L-53}    Crece el humor de mis cansados ojos
{L-54} las aguas de este río, y deste prado 10
{L-55} las variadas flores son abrojos
{L-56} y espinas que en el alma se han entrado;
{L-57} no escucha el alto monte mis enojos,
{L-58} y el llano de escucharlos se ha cansado;
{L-59} y así, un pequeño alivio al dolor mío 15
{L-60} no hallo en monte, en llano, en prado, en río.
 
{L-61}    Creí que el fuego que en el {L-62} alma enciende
{L-63} el niño alado, el lazo con que aprieta,
{L-64} la red sotil con que a los dioses prende,
{L-65} y la furia y rigor de su saeta, 20
{L-66} que así ofendiera como a mí me ofende
{L-67} al sujeto sin par que me sujeta;
{L-68} mas contra un alma que es de mármol hecha,
{L-69} la red no puede, el fuego, el lazo y flecha.
 
{L-70}    Yo sí que al fuego me consumo y quemo, 25
{L-71} y al lazo pongo humilde la garganta,
{L-72} y a la red invisible poco temo,
{L-73} y el rigor de la flecha no me espanta.
{L-74} Por esto soy llegado a tal extremo,
{L-75} a tanto daño, a desventura tanta, 30
{L-76} que tengo por mi gloria y mi sosiego
{L-77} la saeta, la red, el lazo, el fuego.

{L-78}      Esto cantaba Elicio, pastor en las riberas {L-79} de Tajo, con quien Naturaleza se mostró tan liberal cuanto la Fortuna {L-80} y el Amor, escasos; aunque los discursos del tiempo, consumidor y renovador {L-81} de las humanas obras, le trujeron a términos que tuvo por dichosos {L-82} los infinitos y desdichados en que se había visto, y en los que {L-83} su deseo le había puesto, por la incomparable belleza de la sin {L-84} par Galatea, pastora en las mesmas riberas nacida; y, aunque en el pastoral {L-85} y rústico ejercicio criada, fue de tan alto y subido entendimiento {L-86} que las discretas damas, en los reales palacios crecidas y al discreto {L-87} trato de la corte acostumbradas, se tuvieran por dichosas de parecerla {L-88} en algo, así en la discreción como en la hermosura. Por los {L-89} infinitos y ricos dones con que el Cielo a Galatea había adornado, {L-90} fue querida y con entrañable ahínco amada de muchos pastores {L-91} y ganaderos que por las riberas de Tajo su ganado apacentaban; entre los {L-92} cuales se atrevió a quererla el gallardo Elicio con tan puro y sincero {L-93} amor cuanto la virtud y honestidad de Galatea permitía.

{L-94}      De Galatea no se entiende que aborreciese a {L-95} Elicio, ni menos que le amase, porque a veces, casi como convencida y obligada {L-96} a los muchos servicios de Elicio, con algún honesto favor le subía {L-97} al cielo, y otras veces, sin tener cuenta con esto, de tal manera le desdeñaba {L-98} que el enamorado pastor la suerte de su estado apenas conocía.

{L-99}      No eran las buenas partes y virtudes de Elicio {L-100} para aborrecerse, ni la hermosura, gracia y bondad de Galatea para no amarse. {L-101} Por lo uno, Galatea no desechaba de todo punto a Elicio; por lo otro, Elicio {L-102} no podía, ni debía, ni quería olvidar a Galatea. Parecíale {L-103} a Galatea que, pues Elicio con tanto miramiento de su honra la amaba, que {L-104} sería demasiada ingratitud no pagarle con algún honesto favor {L-105} sus honestos pensamientos. Imaginábase Elicio que, pues Galatea {L-106} no desdeñaba sus servicios, que tendrían buen suceso sus {L-107} deseos; y cuando estas imaginaciones le avivan la esperanza, hallábase {L-108} tan contento y atrevido que mil veces quiso descubrir a Galatea lo que {L-109} con tanta dificultad encubría. Pero la discreción de Galatea {L-110} conocía bien, en los movimientos del rostro, lo que Elicio en el {L-111} alma traía; y tal el suyo mostraba, que al enamorado pastor se le {L-112} helaban las palabras en la boca, y quedábase solamente con el gusto {L-113} de aquel primer movimiento, por parecerle que a la honestidad de Galatea {L-114} se le hacía agravio en tratarle de cosas que en alguna manera pudiesen {L-115} tener sombra de no ser honestas que la misma honestidad en ellas se transformase.

{L-116}      Con estos altibajos de su vida, la pasaba el {L-117} pastor tan mala que a veces tuviera por bien el mal de perderla, a trueco {L-118} de no sentir el que le causaba no acabarla. Y así, un día, {L-119} puesta la consideración en la variedad de sus pensamientos, hallándose {L-120} en medio de un deleitoso prado, convidado de la soledad y del murmurio {L-121} de un deleitoso arroyuelo que por el llano corría, sacando de un {L-122} zurrón un polido rabel, al son del cual sus querellas con el cielo {L-123} cantando comunicaba, con voz en extremo buena cantó los siguientes {L-124} versos:
 

  {L-125}    Amoroso pensamiento,
{L-126} si te precias de ser mío,
{L-127} camina con tan buen tiento
{L-128} que ni te humille el desvío,
{L-129} ni ensoberbezca el contento. 5
{L-130} Ten un medio -si se acierta
{L-131} a tenerse en tal porfía-:
{L-132} no huyas el alegría,
{L-133} ni menos cierres la puerta
{L-134} al llanto que amor envía. 10
 
{L-135}    Si quieres que de mi vida
{L-136} no se acabe la carrera,
{L-137} no la lleves tan corrida,
{L-138} ni subas do no se espera,
{L-139} sino muerte en la caída. 15
{L-140} Esa vana presunción
{L-141} en dos cosas parará:
{L-142} la una, en tu perdición;
{L-143} la otra, en que pagará
{L-144} tus deudas el corazón. 20
 
{L-145}    De él naciste, y, en naciendo,
{L-146} pecaste, y págalo él;
{L-147} huyes de él, y, si pretendo
{L-148} recogerte un poco en él,
{L-149} ni te alcanzo ni te entiendo. 25
{L-150} Ese vuelo peligroso
{L-151} con que te subes al cielo,
{L-152} si no fueres venturoso,
{L-153} ha de poner por el suelo
{L-154} mi descanso y tu reposo. 30
 
{L-155}    Dirás que quien bien se emplea
{L-156} y se ofrece a la ventura,
{L-157} que no es posible que sea
{L-158} el tal, juzgado a locura
{L-159} el brío de que se arrea. 35
{L-160} Y que, en tan alta ocasión,
{L-161} es gloria que par no tiene
{L-162} tener tanta presunción,
{L-163} cuanto más si le conviene
{L-164} al alma y al corazón. 40
 
{L-165}    Yo lo tengo así entendido;
{L-166} mas quiero desengañarte,
{L-167} que es señal ser atrevido
{L-168} tener de amor menos parte
{L-169} que el humilde y encogido. 45
{L-170} Subes tras una beldad
{L-171} que no puede ser mayor;
{L-172} no entiendo tu calidad,
{L-173} que puedas tener amor
{L-174} con tanta desigualdad. 50
 
{L-175}    Que si el pensamiento mira
{L-176} un sujeto levantado,
{L-177} contémplalo, y se retira,
{L-178} por no ser caso acertado
{L-179} poner tan alta la mira. 55
{L-180} Cuanto más que el amor nace
{L-181} junto con la confianza,
{L-182} y en ella se ceba y pace;
{L-183} y, en faltando la esperanza,
{L-184} como niebla se deshace. 60
 
{L-185}    Pues tú, que vees tan distante
{L-186} el medio del fin que quieres,
{L-187} sin esperanza y constante
{L-188} si en el camino murieres,
{L-189} morirás como ignorante. 65
{L-190} Pero no se te dé nada,
{L-191} que en esta empresa amorosa,
{L-192} do la causa es sublimada,
{L-193} el morir es vida honrosa;
{L-194} la pena, gloria extremada. 70


 

{L-195}      No dejara tan presto el agradable canto el {L-196} enamorado Elicio si no sonaran a su derecha mano las voces de Erastro, {L-197} que, con el rebaño de sus cabras, hacia el lugar donde él {L-198} estaba se venía. Era Erastro un rústico ganadero, pero no {L-199} le valió tanto su rústica y selvática suerte que defendiese {L-200} que de su robusto pecho el blando amor no tomase entera posesión, {L-201} haciéndole querer más que a su vida a la hermosa Galatea, {L-202} a la cual sus querellas, cuando ocasión se le ofrecía, declaraba. {L-203} Y, aunque rústico, era, como verdadero enamorado, en las cosas del {L-204} amor tan discreto que cuando en ellas hablaba, parecía que el mesmo {L-205} amor se las mostraba y por su lengua las profería; pero, con todo {L-206} eso, puesto que de Galatea eran escuchadas, eran en aquella cuenta tenidas {L-207} en que las cosas de burla se tienen. No le daba a Elicio pena la competencia {L-208} de Erastro porque entendía del ingenio de Galatea que a cosas más {L-209} altas la inclinaba; antes tenía lástima y envidia a Erastro: {L-210} lástima, en ver que al fin amaba, y en parte donde era imposible {L-211} coger el fruto de sus deseos; envidia, por parecerle que quizá no {L-212} era tal su entendimiento que diese lugar al alma a que sintiese los desdenes {L-213} o favores de Galatea, de suerte, o que los unos le acabasen, o los otros {L-214} lo enloqueciesen.

{L-215}      Venía Erastro acompañado de sus {L-216} mastines, fieles guardadores de las simples ovejuelas (que debajo de su {L-217} amparo están seguras de los carniceros dientes de los hambrientos {L-218} lobos), holgándose con ellos; y por sus nombres los llamaba, dando {L-219} a cada uno el título que su condición y ánimo merecía: {L-220} a quién llamaba León, a quién Gavilán, a quién Robusto, a quién Manchado; y ellos, {L-221} como si de entendimiento fueran dotados, con el mover las cabezas, viniéndose {L-222} para él, daban a entender el gusto que de su gusto sentían. {L-223} De esta manera llegó Erastro adonde de Elicio fue agradablemente {L-224} recibido y aun rogado que, si en otra parte no había determinado {L-225} de pasar el sol de la calurosa siesta, pues aquella en que estaban era {L-226} tan aparejada para ello, no le fuese enojoso pasarla en su compañía.

{L-227}      -Con nadie -respondió Erastro- la podría {L-228} yo tener mejor que contigo, Elicio, si ya no fuese con aquella que está {L-229} tan enrobrecida a mis demandas, cuan hecha la encina a tus continuos quejidos.

{L-230}      Luego los dos se sentaron sobre la menuda hierba, {L-231} dejando andar a sus anchuras el ganado despuntando con los rumiadores dientes {L-232} las tiernas hierbezuelas del herboso llano.

{L-233}      Y como Erastro, por muchas y descubiertas señales, {L-234} conocía claramente que Elicio a Galatea amaba, y que el merecimiento {L-235} de Elicio era de mayores quilates que el suyo, en señal de que reconocía {L-236} esta verdad, en medio de sus pláticas, entre otras razones, le dijo {L-237} las siguientes:

{L-238}      -No sé, gallardo y enamorado Elicio, {L-239} si habrá sido causa de darte pesadumbre el amor que a Galatea tengo; {L-240} y, si lo ha sido, debes perdonarme, porque jamás imaginé {L-241} de enojarte, ni de Galatea quise otra cosa que servirla. Mala rabia o cruda {L-242} roña consuma y acabe mis retozadores chivatos; y mis ternezuelos {L-243} corderillos, cuando dejaren las tetas de las queridas madres, no hallen {L-244} en el verde prado para sustentarse sino amargos tueros y ponzoñosas {L-245} adelfas, si no he procurado mil veces quitarla de la memoria; y si otras {L-246} tantas no he andado a los médicos y curas del lugar a que me diesen {L-247} remedio para las ansias que por su causa padezco. Los unos me mandan que {L-248} tome no sé qué bebedizos de paciencia; los otros dicen que {L-249} me encomiende a Dios, que todo lo cura, o que todo es locura. Permíteme, {L-250} buen Elicio, que yo la quiera, pues puedes estar seguro que, si tú, {L-251} con tus habilidades y extremadas gracias y razones, no la ablandas, mal {L-252} podré yo con mis simplezas enternecerla. Esta licencia te pido, {L-253} por lo que estoy obligado a tu merecimiento; que, puesto que no me la dieses, {L-254} tan imposible sería dejar de amarla como hacer que estas aguas no {L-255} mojasen, ni el sol con sus peinados cabellos no nos alumbrase.

{L-256}      No pudo dejar de reírse Elicio de las {L-257} razones de Erastro y del comedimiento con que la licencia de amar a Galatea {L-258} le pedía; y así le respondió:

{L-259}      -No me pesa a mí, Erastro, que tú {L-260} ames a Galatea; pésame bien de entender de su condición que {L-261} podrán poco para con ella tus verdaderas razones y no fingidas palabras; {L-262} déte Dios tan buen suceso en tus deseos, cuanto merece la sinceridad {L-263} de tus pensamientos. Y de aquí adelante no dejes por mi respeto {L-264} de querer a Galatea, que no soy de tan ruin condición que, ya que {L-265} a mí me falte ventura, huelgue de que otros no la tengan; antes {L-266} te ruego, por lo que debes a la voluntad que te muestro, que no me niegues {L-267} tu conversación y amistad, pues de la mía puedes estar tan {L-268} seguro como te he certificado. Anden nuestros ganados juntos, pues andan {L-269} nuestros pensamientos apareados. Tú, al son de tu zampoña, {L-270} publicarás el contento o pena que el alegre o triste rostro de Galatea {L-271} te causare; yo, al de mi rabel, en el silencio de las sosegadas noches {L-272} o en el calor de las ardientes siestas, a la fresca sombra de los verdes {L-273} árboles de que esta nuestra ribera está tan adornada, te {L-274} ayudaré a llevar la pesada carga de tus trabajos, dando noticia {L-275} al Cielo de los míos. Y, para señal de nuestro buen propósito {L-276} y verdadera amistad, en tanto que se hacen mayores las sombras de estos {L-277} árboles y el sol hacia el occidente se declina, acordemos nuestros {L-278} instrumentos y demos principio al ejercicio que de aquí adelante {L-279} hemos de tener.

{L-280}      No se hizo de rogar Erastro; antes, con muestras {L-281} de extraño contento por verse en tanta amistad con Elicio, sacó {L-282} su zampoña y Elicio su rabel, y, comenzando el uno y replicando {L-283} el otro, cantaron lo que sigue:
 

    ELICIO
{L-284}    Blanda, suave, reposadamente,
{L-285} ingrato Amor, me sujetaste el día
{L-286} que los cabellos de oro y bella frente
{L-287} miré del sol que al sol escurecía.
{L-288} Tu tósigo cruel, cual de serpiente, 5
{L-289} en las rubias madejas se escondía:
{L-290} yo, por mirar el sol en los manojos,
{L-291} todo vine a beberle por los ojos.
ERASTRO
{L-292}    Atónito quedé y embelesado,
{L-293} como estatua sin voz de piedra dura, 10
{L-294} cuando de Galatea el extremado
{L-295} donaire vi, la gracia y hermosura.
{L-296} Amor me estala en el siniestro lado,
{L-297} con las saetas de oro -¡ay, muerte dura!-
{L-298} haciéndome una puerta por do entrase 15
{L-299} Galatea, y el alma me robase.
ELICIO
{L-300}    ¿Con qué milagro, Amor, abres {L-301} el pecho
{L-302} del miserable amante que te sigue,
{L-303} y de la llaga interna que le has hecho
{L-304} crecida gloria muestra que consigue? 20
{L-305} ¿Cómo el daño que haces es provecho?
{L-306} ¿Cómo en tu muerte alegre vida vive?
{L-307} La alma que prueba estos efectos todos
{L-308} la causa sabe, pero no los modos.
ERASTRO
{L-309}    No se ven tantos rostros figurados 25
{L-310} en roto espejo o hecho por tal arte
{L-311} que, si uno en él se mira, retratados
{L-312} se ve una multitud en cada parte,
{L-313} cuantos nacen cuidados y cuidados
{L-314} de un cuidado cruel que no se parte 30
{L-315} del alma mía, a su rigor vencida,
{L-316} hasta apartarse junto con la vida.
ELICIO
{L-317}    La blanca nieve y colorada rosa,
{L-318} que el verano no gasta, ni el invierno;
{L-319} el sol de dos luceros, do reposa 35
{L-320} el blando amor, y a do estará in eterno;
{L-321} la voz, cual la de Orfeo poderosa
{L-322} de suspender las furias del infierno,
{L-323} y otras cosas que vi quedando ciego,
{L-324} yesca me han hecho al invisible fuego. 40
ERASTRO
{L-325}    Dos hermosas manzanas coloradas,
{L-326} que tales me semejan dos mejillas;
{L-327} y el arco de dos cejas levantadas,
{L-328} que el de Iris no llegó a sus maravillas;
{L-329} dos rayos, dos hileras extremadas 45
{L-330} de perlas entre grana; y si hay decillas,
{L-331} mil gracias que no tienen par ni cuento,
{L-332} niebla me han hecho al amoroso viento.
ELICIO
{L-333}    Yo ardo y no me abraso, vivo y muero;
{L-334} estoy lejos y cerca de mí mismo; 50
{L-335} espero en solo un punto y desespero;
{L-336} súbome al cielo, bájome al abismo;
{L-337} quiero lo que aborrezco, blando y fiero;
{L-338} me ponen el amaros parasismo:
{L-339} y, con estos contrarios, paso a paso, 55
{L-340} cerca estoy ya del último traspaso.
ERASTRO
{L-341}    Yo te prometo, Elicio, que le diera
{L-342} todo cuanto en la vida me ha quedado
{L-343} a Galatea, porque me volviera
{L-344} el alma y corazón que me ha robado; 60
{L-345} y, después del ganado, le añadiera
{L-346} mi perro Gavilán con el Manchado;
{L-347} pero, como ella debe de ser diosa,
{L-348} el alma querrá más que no otra cosa.
ELICIO
{L-349}    Erastro, el corazón, que en alta parte 65
{L-350} es puesto por el hado, suerte o signo,
{L-351} quererle derribar por fuerza o arte
{L-352} o diligencia humana es desatino;
{L-353} debes de su ventura contentarte,
{L-354} que, aunque mueras sin ella, yo imagino 70
{L-355} que no hay vida en el mundo más dichosa
{L-356} como el morir por causa tan honrosa.

{L-357}      Ya se aparejaba Erastro para seguir adelante {L-358} en su canto cuando sintieron, por un espeso montecillo que a sus espaldas {L-359} estaba, un no pequeño estruendo y ruido; y levantándose los {L-360} dos en pie por ver lo que era, vieron que del monte salía un pastor {L-361} corriendo a la mayor priesa del mundo, con un cuchillo desnudo en la mano, {L-362} y la color del rostro mudada; y que tras él venía otro ligero {L-363} pastor, que a pocos pasos alcanzó al primero, y, asiéndole {L-364} por el cabezón del pellico, levantó el brazo en el aire cuanto {L-365} pudo, y un agudo puñal que sin vaina traía se le escondió {L-366} dos veces en el cuerpo, diciendo:

{L-367}      -Recibe, ¡oh mal lograda Leonida!, la {L-368} vida de este traidor, que en venganza de tu muerte sacrifico.

{L-369}      Y esto fue con tanta presteza hecho que no {L-370} tuvieron lugar Elicio y Erastro de estorbárselo, porque llegaron {L-371} a tiempo que ya el herido pastor daba el último aliento, envuelto {L-372} en estas pocas y mal formadas palabras:

{L-373}      -Dejárasme, Lisandro, satisfacer al {L-374} Cielo con más largo arrepentimiento el agravio que te hice, y después {L-375} quitárasme la vida, que agora, por la causa que he dicho, mal contenta {L-376} de estas carnes se aparta.

{L-377}      Y, sin poder decir más, cerró {L-378} los ojos en sempiterna noche.

{L-379}      Por las cuales palabras imaginaron Elicio y {L-380} Erastro que no con pequeña causa había el otro pastor ejecutado {L-381} con él tan cruda y violenta muerte. Y por mejor informarse de todo {L-382} el suceso, quisieran preguntárselo al pastor homicida, pero él, {L-383} con tirado paso, dejando al pastor muerto y a los dos admirados, se tomó {L-384} a entrar por el montecillo adelante. Y queriendo Elicio seguirle y saber {L-385} de él lo que deseaba, le vieron tomar a salir del bosque, y, estando {L-386} por buen espacio desviado de ellos, en alta voz les dijo:

{L-387}      -Perdonadme, comedidos pastores, si yo no lo {L-388} he sido en haber hecho en vuestra presencia lo que habéis visto, {L-389} porque la justa y mortal ira que contra ese traidor tenía concebida {L-390} no me dio lugar a más moderados discursos. Lo que os aviso es que, {L-391} si no queréis enojar a la deidad que en el alto Cielo mora, no hagáis {L-392} las obsequias ni plegarias acostumbradas por el alma traidora de ese cuerpo {L-393} que delante tenéis, ni a él deis sepultura, si ya aquí {L-394} en vuestra tierra no se acostumbra darla a los traidores.

{L-395}      Y, diciendo esto, a todo correr se volvió {L-396} a entrar por el monte, con tanta priesa que quitó la esperanza a {L-397} Elicio de alcanzarle aunque le siguiese; y así, se volvieron los {L-398} dos con tiernas entrañas a hacer el piadoso oficio, y dar sepultura {L-399} como mejor pudiesen al miserable cuerpo que tan repentinamente había {L-400} acabado el curso de sus cortos días. Erastro fue a su cabaña {L-401} que no lejos estaba, y trayendo suficiente aderezo hizo una sepultura en {L-402} el mesmo lugar do el cuerpo estaba; y, dándole el último vale pusieron en ella.

{L-403}      Y, no sin compasión de su desdichado {L-404} caso, se volvieron a sus ganados, y, recogiéndolos con alguna priesa, {L-405} porque ya el sol se entraba a más andar por las puertas de occidente, {L-406} se recogieron a sus acostumbrados albergues, donde no su sosiego de ellos, {L-407} ni el poco que sus cuidados le concedían, podían apartar {L-408} a Elicio de pensar qué causas habían movido a los dos pastores {L-409} para venir a tan desesperado trance; y ya le pesaba de no haber seguido {L-410} al pastor homicida, y saber de él, si fuera posible, lo que deseaba.

{L-411}      Con este pensamiento, y con los muchos que {L-412} sus amores le causaban, después de haber dejado en segura parte {L-413} su rebaño, se salió de su cabaña como otras veces {L-414} solía, y, con la luz de la hermosa Diana, que resplandeciente en {L-415} el cielo se mostraba, se entró por la espesura de un espeso bosque {L-416} adelante, buscando algún solitario lugar adonde en el silencio de {L-417} la noche con más quietud pudiese soltar la rienda a sus amorosas {L-418} imaginaciones, por ser cosa ya averiguada que, a los tristes, imaginativos {L-419} corazones, ninguna cosa les es de mayor gusto que la soledad, despertadora {L-420} de memorias tristes o alegres. Y así, yéndose poco a poco {L-421} gustando de un templado céfiro que en el rostro le hería, {L-422} lleno del suavísimo olor que de las olorosas flores de que el verde {L-423} suelo estaba colmado, al pasar por ellas blandamente robaba envuelto en {L-424} el aire delicado, oyó una voz como de persona que dolorosamente {L-425} se quejaba, y, recogiendo por un poco en sí mismo el aliento, por {L-426} que el ruido no le estorbase de oír lo que era, sintió que {L-427} le unas apretadas zarzas, que poco desviadas de él estaban, la entristecida {L-428} voz salía; y, aunque interrota de infinitos sospiros, entendió {L-429} que estas tristes razones pronunciaba:

{L-430}      -Cobarde y temeroso brazo, enemigo mortal de {L-431} lo que a ti mesmo debes: mira que ya no queda de quién tomar venganza, {L-432} sino de ti mesmo. ¿De qué te sirve alargar la vida que tan {L-433} aborrecida tengo? Si piensas que es nuestro mal de los que el tiempo suele {L-434} curar, vives engañado, o que no hay cosa más fuera de remedio {L-435} que nuestra desventura; pues quien la pudiera hacer buena, la tuvo tan {L-436} corta que, en los verdes años de su alegre juventud, ofreció {L-437} la vida al carnicero cuchillo, que se la quitase por la traición {L-438} del malvado Carino, que hoy, con perder la suya, habrá aplacado {L-439} en parte a aquella venturosa alma de Leonida, si en la celeste parte donde {L-440} mora puede caber deseo de venganza alguna. Ah, Carino, Carino. Ruego yo {L-441} a los altos Cielos, si de ellos las justas plegarias son oídas, {L-442} que no admitan la disculpa, si alguna dieres, de la traición que {L-443} me heciste, y que permitan que tu cuerpo carezca de sepultura, así {L-444} como tu alma careció de misericordia. Y tú, hermosa y mal {L-445} lograda Leonida, recibe, en muestra del amor que en vida te tuve, las lágrimas {L-446} que en tu muerte derramo, y no atribuyas a poco sentimiento el no acabar {L-447} la vida con el que de tu muerte recibo, pues sería poca recompensa {L-448} a lo que debo y deseo sentir el dolor que tan presto se acabase. Tú {L-449} verás, si de las cosas de acá tienes cuenta, cómo {L-450} este miserable cuerpo quedará un día consumido del dolor {L-451} poco a poco, para mayor pena y sentimiento, bien así como la mojada {L-452} y encendida pólvora, que, sin hacer estrépito ni levantar {L-453} llama en alto, entre sí mesma se consume, sin dejar de sí {L-454} sino el rastro de las consumidas cenizas. Duéleme cuanto puede dolerme, {L-455} oh alma del alma mía, que, ya que no pude gozarte en la vida, en {L-456} la muerte no puedo hacerte las obsequias y honras que a tu bondad y virtud {L-457} se convenían; pero yo te prometo y juro que el poco tiempo (que {L-458} será bien poco) que esta apasionada ánima mía rigiere {L-459} la pesada carga de este miserable cuerpo, y la voz cansada tuviere aliento {L-460} que la forme, de no tratar otra cosa en mis tristes y amargas canciones {L-461} que de tus alabanzas y merecimientos.

{L-462}      A este punto cesó la voz, por la cual {L-463} Elicio conoció claramente que aquel era el pastor homicida, de que {L-464} recibió mucho gusto por parecerle que estaba en parte donde podría {L-465} saber de él lo que deseaba. Y queriéndose llegar más {L-466} cerca, hubo de tomarse a parar, porque le pareció que el pastor {L-467} templaba un rabel, y quiso escuchar primero si al son de él alguna {L-468} cosa diría; y no tardó mucho que con suave y acordada voz {L-469} oyó que de esta manera cantaba:
 

  LISANDRO
{L-470}    ¡Oh, alma venturosa,
{L-471} que del humano velo
{L-472} libre al alta región viva volaste,
{L-473} dejando en tenebrosa
{L-474} cárcel de desconsuelo 5
{L-475} mi vida, aunque contigo la llevaste!
{L-476} Sin ti, escura dejaste
{L-477} la luz clara del día;
{L-478} por tierra, derribada
{L-479} la esperanza fundada 10
{L-480} en el más firme asiento de alegría;
{L-481} en fin, con tu partida,
{L-482} quedó vivo el dolor, muerta la vida.
{L-483}    Envuelto en tus despojos
{L-484} la muerte se ha llevado 15
{L-485} el más subido extremo de belleza,
{L-486} la luz de aquellos ojos
{L-487} que en haberte mirado
{L-488} tenían encerrada su riqueza.
{L-489} Con presta ligereza, 20
{L-490} del alto pensamiento
{L-491} y enamorado pecho
{L-492} la gloria se ha deshecho,
{L-493} como la cera al sol o niebla al viento;
{L-494} y toda mi ventura 25
{L-495} cierra la piedra de tu sepultura.
{L-496}    ¿Cómo pudo la mano
{L-497} inexorable y cruda,
{L-498} y el intento cruel, facinoroso,
{L-499} del vengativo hermano, 30
{L-500} dejar libre y desnuda
{L-501} tu alma del mortal velo hermoso?
{L-502} ¿Por qué turbó el reposo
{L-503} de nuestros corazones?
{L-504} Que, si no se acabaran, 35
{L-505} en uno se juntaran
{L-506} con honestas y santas condiciones.
{L-507} ¡Ay, fiera mano esquiva!
{L-508} ¿Cómo ordenaste que muriendo viva?
{L-509}    En llanto sempiterno 40
{L-510} mi ánima mezquina
{L-511} los años pasará, meses y días;
{L-512} la tuya, en gozo eterno
{L-513} y edad firme y contina,
{L-514} no temerá el tiempo las porfías. 45
{L-515} Con dulces alegrías
{L-516} verás firme la gloria
{L-517} que tu loable vida
{L-518} te tuvo merecida;
{L-519} y, si puede caber en tu memoria 50
{L-520} del suelo no perderla,
{L-521} de quien tanto te amó, debes tenerla.
{L-522}    Mas, ¡oh, cuán simple he sido,
{L-523} alma bendita y bella,
{L-524} de pedir que te acuerdes, ni aun burlando, 55
{L-525} de mí, que te he querido,
{L-526} pues sé que mi querella
{L-527} se irá con tal favor eternizando!
{L-528} Mejor es que, pensando
{L-529} que soy de ti olvidado, 60
{L-530} me apriete con mi llaga,
{L-531} hasta que se deshaga
{L-532} con el dolor la vida que ha quedado
{L-533} en tan extraña suerte,
{L-534} que no tiene por mal el de la muerte. 65
{L-535}    Goza en el santo coro
{L-536} con otras almas santas,
{L-537} alma, de aquel seguro bien entero,
{L-538} alto, rico tesoro,
{L-539} mercedes, gracias tantas 70
{L-540} que goza el que no huye el buen sendero.
{L-541} Allí gozar espero,
{L-542} si por tus pasos guío,
{L-543} contigo en paz entera
{L-544} de eterna primavera, 75
{L-545} sin temor, sobresalto ni desvío;
{L-546} a esto me encamina,
{L-547} pues será hazaña de tus obras dina.
{L-548}    Y pues vosotras, celestiales almas,
{L-549} veis el bien que deseo, 80
{L-550} creced las alas a tan buen deseo.


{L-551}      Aquí cesó la voz, pero {L-552} no los sospiros del desdichado que cantado había; y lo uno y {L-553} lo otro fue parte de acrecentar en Elicio la gana de saber quién {L-554} era. Y, rompiendo por las espinosas zarzas por llegar más presto {L-555} a do la voz salía, salió a un pequeño prado, que, {L-556} todo en redondo, a manera de teatro, de espesísimas e intrincadas {L-557} matas estaba ceñido, en el cual vio un pastor que, con extremado {L-558} brío, estaba con el pie derecho delante y el izquierdo atrás, {L-559} y el diestro brazo levantado, a guisa de quien esperaba hacer algún {L-560} recio tiro. Y así era la verdad, porque, con el ruido que Elicio {L-561} al romper por las matas había hecho, pensando ser alguna fiera de {L-562} la cual convenía defenderse, el pastor del bosque se había {L-563} puesto a punto de arrojarle una pesada piedra que en la mano tenía. {L-564} Elicio, conociendo por su postura su intento, antes que le efectuase, le {L-565} dijo:

{L-566}      -Sosiega el pecho, lastimado pastor, que el {L-567} que aquí viene trae el suyo aparejado a lo que mandarle quisieres, {L-568} y quien el deseo de saber tu ventura le ha hecho romper tus lágrimas {L-569} y turbar el alivio que de estar solo se te podría seguir.

{L-570}      Con estas blandas y comedidas palabras de Elicio, {L-571} se sosegó el pastor y con no menos blandura le respondió {L-572} diciendo:

{L-573}      -Tu buen ofrecimiento agradezco, cualquiera {L-574} que tú seas, comedido pastor, pero si por ventura quieres saber {L-575} de mí, que nunca la tuve, mal podrás ser satis echo.

{L-576}      -Verdad dices -respondió Elicio-, pues {L-577} por las palabras y quejas que esta noche te he oído, muestras bien {L-578} claro la poca o ninguna que tienes; pero no menos satisfarás mi {L-579} deseo con decirme tus trabajos, que con declararme tus contentos. Y así {L-580} la Fortuna te los dé en lo que deseas, que no me niegues lo que {L-581} te suplico, si ya el no conocerme no lo impide, aunque, para asegurarte {L-582} y moverte, te hago saber que no tengo el alma tan contenta que no sienta {L-583} en el punto que es razón las miserias que me contares. Esto te digo, {L-584} porque sé que no hay cosa más excusada y aun perdida que {L-585} contar el miserable sus desdichas a quien tiene el pecho colmo de contentos.

{L-586}      -Tus buenas razones me obligan -respondió {L-587} el pastoR.JPG} a que te satisfaga en lo que me pides, así porque no {L-588} imagines que de poco y acobardado ánimo nacen las quejas y lamentaciones {L-589} que dices que de mí has oído, como porque conozcas que aún {L-590} es muy poco el sentimiento que muestro a la causa que tengo de mostrarlo.

{L-591}      Elicio se lo agradeció mucho, y, después {L-592} de haber pasado entre los dos más palabras de comedimiento, dando {L-593} señales Elicio de ser verdadero amigo del pastor del bosque y conociendo {L-594} él que no eran fingidos ofrecimientos, vino a conceder lo que Elicio {L-595} rogaba. Y sentándose los dos sobre la verde hierba, cubiertos con {L-596} el resplandor de la hermosa Diana, que en claridad aquella noche con su {L-597} hermano podía, el pastor del bosque, con muestras de un interno {L-598} dolor, comenzó a decir de esta manera:

{L-599}      -En las riberas de Betis, caudalosísimo {L-600} río que la gran Vandalia enriquece, nació Lisandro -que este {L-601} es el nombre desdichado mío-, y de tan nobles padres cual pluguiera {L-602} al soberano Dios que en más baja fortuna fuera engendrado, porque {L-603} muchas veces la nobleza del linaje pone alas y esfuerza el ánimo {L-604} a levantar los ojos adonde la humilde suerte no osara jamás levantarlos. {L-605} Y de tales atrevimientos suelen suceder a menudo semejantes calamidades {L-606} como las que de mí oirás si con atención me escuchas. {L-607} Nació asimesmo en mi aldea una pastora, cuyo nombre era Leonida, {L-608} suma de toda la hermosura que en gran parte de la tierra (según {L-609} yo imagino) pudiera hallarse; de no menos nobles y ricos padres nacida {L-610} que su hermosura y virtud merecían. De do nació que, por {L-611} ser los parientes de entrambos de los más principales del lugar {L-612} y estar en ellos el mando y gobernación del pueblo, la envidia, {L-613} enemiga mortal de la sosegada vida, sobre algunas diferencias del gobierno {L-614} del pueblo vino a poner entre ellos cizaña y mortalísima {L-615} discordia; de manera que el pueblo fue dividido en dos parcialidades: la {L-616} una seguía la de mis parientes; la otra, la de los de Leonida, con {L-617} tan arraigado rencor y mal ánimo que no ha sido parte para ponerlos {L-618} en paz ninguna humana diligencia. Ordenó, pues, la suerte, para {L-619} echar de todo punto el sello a nuestra enemistad, que yo me enamorase de {L-620} la hermosa Leonida, hija de Parmindro, principal cabeza del bando contrario; {L-621} y fue mi amor tan de veras que, aunque procuré con infinitos medios {L-622} quitarle de mis entrañas, el fin de todos venía a parar a {L-623} quedar más vencido y sujeto. Poníaseme delante un monte de {L-624} dificultades que conseguir el fin de mi deseo me estorbaban, como eran: {L-625} el mucho valor de Leonida, la endurecida enemistad de nuestros padres, {L-626} las pocas coyunturas (o ninguna) que se me ofrecían para descubrirle {L-627} mi pensamiento; y, con todo esto, cuando ponía los ojos de la imaginación {L-628} en la singular belleza de Leonida, cualquiera dificultad se allanaba, de {L-629} suerte que me parecía poco romper por entre agudas puntas de diamantes {L-630} para llegar al fin de mis amorosos y honestos pensamientos. Habiendo, pues, {L-631} por muchos días combatido conmigo mesmo por ver si podría {L-632} apartar el alma de tan ardua empresa y, viendo ser imposible, recogí {L-633} toda mi industria a considerar con cuál podría dar a entender {L-634} a Leonida el secreto amor de mi pecho. Y como los principios en cualquier {L-635} negocio sean siempre dificultosos, en los que tratan de amor son, por la {L-636} mayor parte, dificultosísimos, hasta que el mesmo Amor, cuando se {L-637} quiere mostrar favorable, abre las puertas del remedio donde parece que {L-638} están más cerradas. Y así se pareció en mi, {L-639} pues, guiado por su pensamiento el mío, vine a imaginar que ningún {L-640} medio se ofrecía mejor a mi deseo que hacerme amigo de los padres {L-641} de Silvia, una pastora que era en extremo amiga de Leonida, y muchas veces {L-642} la una y la otra, en compañía de sus padres, en sus casas {L-643} se visitaban. Tenía Silvia un pariente que se llamaba Carino, compañero {L-644} familiar de Crisalvo, hermano de la hermosa Leonida, cuya bizarría {L-645} y aspereza de costumbres le habían dado renombre de cruel, y así {L-646} de todos los que le conocían « el cruel Crisalvo » era {L-647} llamado. Y ni más ni menos a Carino, el pariente de Silvia y compañero {L-648} de Crisalvo, por ser entremetido y agudo de ingenio, « el astuto Carino » {L-649} le llamaban. Del cual y de Silvia, por parecerme que me convenía, {L-650} con el medio de muchos presentes y dádivas forjé la amistad, {L-651} al parecer posible; a lo menos, de parte de Silvia fue más firme {L-652} de lo que yo quisiera, pues los regalos y favores que ella con limpias {L-653} entrañas me hacía, obligada de mis continuos servicios, tomó {L-654} por instrumentos mi Fortuna para ponerme en la desdicha en que agora me {L-655} veo. Era Silvia hermosa en extremo, y de tantas gracias adornada que la {L-656} dureza del crudo corazón de Crisalvo se movió a amarla. Y {L-657} esto yo no lo supe sino con mi daño, y de allí a muchos días; {L-658} y ya que con la larga experiencia estuve seguro de la voluntad de Silvia, {L-659} un día, ofreciéndoseme comodidad, con las más tiernas {L-660} palabras que pude le descubrí la llaga de mi lastimado pecho diciéndole {L-661} que, aunque era tan profunda y peligrosa, no la sentía tanto, sólo {L-662} por imaginar que en su solicitud estaba el remedio de ella; advirtiéndole {L-663} asimesmo el honesto fin a que mis pensamientos se encaminaban, que era {L-664} a juntarme por legítimo matrimonio con la bella Leonida; y que, {L-665} pues era causa tan justa y buena, no se había de desdeñar {L-666} de tomarla a su cargo. En fin, por no serte prolijo, el amor me ministró {L-667} tales palabras que le dijese, que ella, vencida de ellas, y más {L-668} por la pena que ella, como discreta, por las señales de mi rostro {L-669} conoció que en mi alma moraba, se determinó de tomar a su {L-670} cargo mi remedio y decir a Leonida lo que yo por ella sentía, prometiendo {L-671} de hacer por mí todo cuanto su fuerza e industria alcanzase, puesto {L-672} que se le hacía dificultosa tal empresa por la inimicicia grande {L-673} que entre nuestros padres conocía, aunque, por otra parte, imaginaba {L-674} poder dar principio al fin de sus discordias si Leonida conmigo se casase. {L-675} Movida, pues, con esta buena intención y enternecida de las lágrimas {L-676} que yo derramaba, como ya he dicho, se aventuró a ser intercesora {L-677} de mi contento; y discurriendo consigo qué entrada tendría {L-678} para con Leonida, me mandó que le escribiese una carta, la cual {L-679} ella se ofrecía a darle cuando tiempo le pareciese. Parecióme {L-680} a mí bien su parecer, y aquel mesmo día le envié una {L-681} que, por haber sido principio del contento que por su respuesta sentí, {L-682} siempre la he tenido en la memoria, puesto que fuera mejor no acordarme {L-683} de cosas alegres en tiempo tan triste como es el en que agora me hallo. {L-684} Recibió la carta Silvia, y aguardaba ocasión de ponerla en {L-685} las manos de Leonida.

{L-686}      -No -dijo Elicio atajando las razones de Lisandro-, {L-687} no es justo que me dejes de decir la carta que a Leonida enviaste, que, {L-688} por ser la primera y por hallarte tan enamorado en aquella sazón, {L-689} sin duda debe de ser discreta. Y pues me has dicho que la tienes en la {L-690} memoria y el gusto que por ella granjeaste, no me lo niegues agora en no {L-691} decírmela.

{L-692}      -Bien dices, amigo -respondió Lisandro-, {L-693} que yo estaba entonces tan enamorado y temeroso como agora descontento {L-694} y desesperado; y por esta razón me parece que no acerté a {L-695} decir alguna, aunque fue harto acertamiento que Leonida las creyese, las {L-696} que en la carta iban. Ya que tanto deseas saberlas, decía de esta {L-697} manera:
 

 
LISANDRO A LEONIDA
{L-698} « Mientras que he podido, aunque con grandísimo dolor mío, {L-699} resistir con las propias fuerzas a la amorosa llama que por ti, oh hermosa {L-700} Leonida me abrasa, jamás he tenido ardimiento, temeroso del subido {L-701} valor que en ti conozco, de descubrirte el amor que te tengo; mas ya que {L-702} es consumida aquella virtud que hasta aquí me ha hecho fuerte, hame {L-703} sido forzoso, descubriendo la llaga de mi pecho, tentar con escrebirte {L-704} su primero y último remedio: que sea el primero, tú lo sabes; {L-705} y de ser el último está en tu mano, de la cual espero la {L-706} misericordia que tu hermosura promete y mis honestos deseos merecen. Los {L-707} cuales y el fin adonde se encaminan conocerás de Silvia que esta {L-708} te dará; y pues ella se ha atrevido, con ser quien es, a llevártela, {L-709} entiende que son tan justos cuanto a tu merecimiento se deben. »

{L-710}      No le parecieron mal a Elicio las razones de {L-711} la carta de Lisandro, el cual, prosiguiendo la historia de sus amores, {L-712} dijo:

{L-713}      -No pasaron muchos días sin que esta {L-714} carta viniese a las hermosas manos de Leonida, por medio de las piadosas {L-715} de Silvia, mi verdadera amiga, la cual, junto con dársela, le dijo {L-716} tales cosas que con ellas templó en gran parte la ira y alteración {L-717} que con mi carta Leonida había recebido; como fue decirle cuánto {L-718} bien se siguiría si por nuestro casamiento la enemistad de nuestros {L-719} padres se acababa; y que el fin de tan buena intención la había {L-720} de mover a no desechar mis deseos, cuanto más que no se debía {L-721} compadecer con su hermosura dejar morir sin más respeto a quien {L-722} tanto como yo la amaba, añadiendo a estas, otras razones que Leonida {L-723} conoció que lo eran. Pero, por no mostrarse al primer encuentro {L-724} rendida y a los primeros pasos alcanzada, no dio tan agradable respuesta {L-725} a Silvia como ella quisiera. Pero con todo esto, por intercesión {L-726} de Silvia, que a ello le forzó, respondió con esta carta {L-727} que agora te diré:
 

 
LEONIDA A LISANDRO
{L-728} « Si entendiera, Lisandro, que tu mucho atrevimiento había {L-729} nacido de mi poca honestidad, en mí mesma ejecutara la pena que {L-730} tu culpa merece, pero por asegurarme de esto lo que yo de mí conozco, {L-731} vengo a conocer que más ha procedido tu osadía de pensamientos {L-732} ociosos que de enamorados. Y aunque ellos sean de la manera que dices, {L-733} no pienses que me has de mover a mi para remediarlos como a Silvia para {L-734} creerlos, de la cual tengo más queja por haberme forzado a responderte {L-735} que de ti que te atreviste a escrebirme, pues el callar fuera digna respuesta {L-736} a tu locura. Si te retraes de lo comenzado, harás como discreto, {L-737} porque te hago saber que pienso tener más cuenta con mi honra que {L-738} con tus vanidades. »

{L-739}      Esta fue la respuesta de Leonida, la {L-740} cual, junto con las esperanzas que Silvia me dio, aunque ella parecía {L-741} algo áspera, me hizo tener por el más bien afortunado del {L-742} mundo. Mientras estas cosas entre nosotros pasaban, no se descuidaba Crisalvo {L-743} de solicitar a Silvia con infinitos mensajes, presentes y servicios, mas {L-744} era tan fuerte y desabrida la condición de Crisalvo, que jamás {L-745} pudo mover a la de Silvia a que un pequeño favor le diese, de lo {L-746} cual estaba tan desesperado e impaciente como un agarrochado y vencido {L-747} toro.

{L-748}      Por causa de sus amores había tomado {L-749} amistad con el astuto Carino, pariente de Silvia, habiendo los dos sido {L-750} primero mortales enemigos, porque en cierta lucha que un día de {L-751} una grande fiesta delante de todo el pueblo los zagales más diestros {L-752} del lugar tuvieron, Carino fue vencido por Crisalvo y maltratado; de manera {L-753} que concibió en su corazón odio perpetuo contra Crisalvo, {L-754} y no menos lo tenía contra otro hermano mío por haberle sido {L-755} contrario en unos amores, de los cuales mi hermano llevó el fruto {L-756} que Carino esperaba. Este rancor y mala voluntad tuvo Carino secreta hasta {L-757} que el tiempo le descubrió ocasión como a un mesmo punto {L-758} se vengase de entrambos por el más cruel estilo que imaginarse puede.

{L-759}      Yo le tenía por amigo porque la entrada {L-760} en casa de Silvia no se me impidiese; Crisalvo le adoraba porque favoreciese {L-761} sus pensamientos con Silvia; y era de suerte su amistad que todas las veces {L-762} que Leonida venía a casa de Silvia, Carino la acompañaba, {L-763} por la cual causa le pareció bien a Silvia darle cuenta, pues era {L-764} mi amigo, de los amores que yo con Leonida trataba, que en aquella sazón {L-765} andaban ya tan vivos y venturosos por la buena intercesión de Silvia, {L-766} que ya no esperábamos sino tiempo y lugar donde coger el honesto {L-767} fruto de nuestros limpios deseos; los cuales, sabidos de Carino, tomó {L-768} por instrumento para hacer la mayor traición del mundo. Porque un {L-769} día, haciendo del leal con Crisalvo y dándole a entender {L-770} que tenía en más su amistad que la honra de su parienta, {L-771} le dijo que la principal causa por que Silvia no le amaba ni favorecía {L-772} era por estar de mí enamorada, y que él lo sabía inefaliblemente, {L-773} y que ya nuestros amores iban tan al descubierto, que si él no hubiera {L-774} estado ciego de la pasión amorosa, en mil señales lo hubiera {L-775} ya conocido; y que para certificarse más de la verdad que le decía, {L-776} que de allí adelante mirase en ello, porque vería claramente {L-777} cómo, sin empacho alguno, Silvia me daba extraordinarios favores. {L-778} Con estas nuevas debió de quedar tan fuera de sí Crisalvo, {L-779} como pareció por lo que de ellas sucedió.

{L-780}      De allí adelante Crisalvo traía {L-781} espías por ver lo que yo con Silvia pasaba; y como yo muchas veces {L-782} procurase hallarme solo con ella para tratar no de los amores que él {L-783} pensaba, sino de lo que a los míos convenía, éranle {L-784} a Crisalvo referidas, con otros favores que, de limpia amistad procedidos, {L-785} Silvia a cada paso me hacía; por lo que vino Crisalvo a términos {L-786} tan desesperados que muchas veces procuró matarme, aunque yo no {L-787} pensaba que era por semejante ocasión, sino por lo de la antigua {L-788} enemistad de nuestros padres. Mas por ser el hermano de Leonida, tenía {L-789} yo más cuenta con guardarme que con ofenderle, teniendo por cierto {L-790} que si yo con su hermana me casaba, tendrían fin nuestras enemistades. {L-791} De lo que él estaba bien ajeno; antes se pensaba que, por serle {L-792} yo enemigo, había procurado tratar amores con Silvia, y no porque {L-793} yo bien la quisiese, y esto le acrecentaba la cólera y enojo de {L-794} manera que le sacaba de juicio, aunque el tenía tan poco que poco {L-795} era menester para acabárselo. Y pudo tanto en él este mal {L-796} pensamiento, que vino a aborrecer a Silvia tanto cuanto la había {L-797} querido, sólo porque a mí me favorecía, no con la {L-798} voluntad que él pensaba, sino como Carino le decía; y así, {L-799} en cualesquier corrillos y juntas que se hallaba, decía mal de Silvia {L-800} dándole títulos y renombres deshonestos; pero como todos {L-801} conocían su terrible condición y la bondad de Silvia, daban {L-802} poco o ningún crédito a sus palabras.      {L-803} En este medio, había concertado Silvia con Leonida que los dos nos {L-804} desposásemos, y que, para que más a nuestro salvo se hiciese, {L-805} sería bien que un día que con Carino Leonida viniese a su {L-806} casa, no volviese por aquella noche a la de sus padres, sino que desde {L-807} allí, en compañía de Carino, se fuese a una aldea {L-808} que media legua de la nuestra estaba, donde unos ricos parientes míos {L-809} vivían, en cuya casa, con mas quietud, podíamos poner en {L-810} efecto nuestras intenciones; porque si del suceso de ellas los padres de {L-811} Leonida no fuesen contentos, a lo menos, estando ella ausente, sería {L-812} más fácil el concertarse. Tomado, pues, este apuntamiento {L-813} y dada cuenta de él a Carino, se ofreció, con muestras de {L-814} grandísimo ánimo, que llevaría a Leonida a la otra {L-815} aldea como ella fuese contenta. Los servicios que yo hice a Carino por {L-816} la buena voluntad que mostraba, las palabras de ofrecimiento que le dije, {L-817} los abrazos que le di, me parece que bastaran a deshacer en un corazón {L-818} de acero cualquiera mala intención que contra mí tuviera. {L-819} Pero el traidor de Carino, echando a las espaldas mis palabras, obras y {L-820} promesas, sin tener cuenta con la que a sí mesmo debía, ordenó {L-821} la traición que agora oirás.

{L-822}      Informado Carino de la voluntad de Leonida {L-823} y viendo ser conforme a la que Silvia le había dicho, ordenó {L-824} que la primera noche que por las muestras del día entendiesen que {L-825} había de ser escura, se pusiese por obra la ida de Leonida, ofreciéndose {L-826} de nuevo a guardar el secreto y lealtad posible. Después de hecho {L-827} este concierto que has oído, se fue a Crisalvo, según después {L-828} acá he sabido, y le dijo que su parienta Silvia iba tan adelante {L-829} en los amores que conmigo traía, que en una cierta noche había {L-830} determinado de sacarla de casa de sus padres y llevarla a la otra aldea, {L-831} do mis parientes moraban, donde se le ofrecía coyuntura de vengar {L-832} su corazón en entrambos: en Silvia, por la poca cuenta que de sus {L-833} servicios había hecho; en mí, por nuestra vieja enemistad {L-834} y por el enojo que le había hecho en quitarle a Silvia, pues por {L-835} sólo mi respeto le dejaba. De tal manera le supo encarecer y decir {L-836} Carino lo que quiso, que con mucho menos a otro corazón no tan cruel {L-837} como el suyo moviera a cualquier mal pensamiento.

{L-838}      Llegado, pues, ya el día que yo pensé {L-839} que fuera el de mi mayor contento, dejando dicho a Carino no lo que hizo, {L-840} sino lo que había de hacer, me fui a la otra aldea a dar orden cómo {L-841} recebir a Leonida. Y fue el dejarla encomendada a Carino, como quien deja {L-842} a la simple corderuela en poder de los hambrientos lobos o a la mansa paloma {L-843} entre las uñas del fiero gavilán que la despedace. ¡Ay, {L-844} amigo, que, llegando a este paso con la imaginación, no sé {L-845} cómo tengo fuerzas para sostener la vida, ni pensamiento para pensarlo, {L-846} cuanto más lengua para decirlo! ¡Ay, mal aconsejado Lisandro! {L-847} ¿Cómo, y no sabías tu las condiciones dobladas de {L-848} Carino? Mas ¿quién no se fiara de sus palabras, aventurando {L-849} el tan poco en hacerlas verdaderas con las obras? ¡Ay, mal lograda {L-850} Leonida, cuán mal supe gozar de la merced que me heciste en escogerme {L-851} por tuyo! En fin, por concluir con la tragedia de mi desgracia, sabrás, {L-852} discreto pastor, que la noche que Carino había de traer consigo {L-853} a Leonida a la aldea donde yo la esperaba, él llamó a otro {L-854} pastor, que debía de tener por enemigo, aunque él se lo encubría {L-855} debajo de su falsa acostumbrada disimulación, el cual Libeo se llamaba, {L-856} y le rogó que aquella noche le hiciese compañía, porque {L-857} determinaba llevar una pastora, su aficionada, a la aldea que te he dicho, {L-858} donde pensaba desposarse con ella. Libeo, que era gallardo y enamorado, {L-859} con facilidad le ofreció su compañía. Despidióse {L-860} Leonida de Silvia con estrechos abrazos y amorosas lágrimas, como {L-861} presaga que había de ser la última despedida. Debía {L-862} de considerar entonces la sin ventura la traición que a sus padres {L-863} hacía, y no la que a ella Carino le ordenaba, y cuán mala {L-864} cuenta daba de la buena opinión que de ella en el pueblo se tenía. {L-865} Mas, pasando de paso por todos estos pensamientos, forzado del enamorado {L-866} que la vencía, se entregó a la guardia de Carino, que adonde {L-867} yo la aguardaba la trujese. ¡Cuántas veces se me viene a la {L-868} memoria, llegando a este punto, lo que soñé el día {L-869} que le tuviera yo por dichoso, si en él feneciera la cuenta de los {L-870} de mi vida! Acuérdome que, saliendo del aldea un poco antes que {L-871} el sol acabase de quitar sus rayos de nuestro horizonte, me senté {L-872} al pie de un alto fresno en el mesmo camino por donde Leonida había {L-873} de venir, esperando que cerrase algo más la noche para adelantarme {L-874} y recebirla, y, sin saber cómo y sin yo quererlo, me quedé {L-875} dormido. Y apenas hube entregado los ojos al sueño, cuando me pareció {L-876} que el árbol donde estaba arrimado, rindiéndose a la furia {L-877} de un recísimo viento que soplaba desarraigando las hondas raíces {L-878} de la tierra, sobre mi cuerpo se caía; y que, procurando yo evadirme {L-879} del grave peso, a una y otra parte me revolvía; y, estando en esta {L-880} pesadumbre, me pareció ver una blanca cierva junto a mí, {L-881} a la cual yo ahincadamente suplicaba que, como mejor pudiese, apartase {L-882} de mis hombros la pesada carga; y que queriendo ella, movida de compasión, {L-883} hacerlo, al mismo instante salió un fiero león del bosque, {L-884} y, cogiéndola entre sus agudas uñas, se metía con {L-885} ella por e bosque adelante; y que, después que con gran trabajo {L-886} me había escapado del grave peso, la iba a buscar al monte, y la {L-887} hallaba despedazada y herida por mil partes; de lo cual tanto dolor sentía {L-888} que el alma se me arrancaba sólo por la compasión que ella {L-889} había mostrado de mi trabajo. Y así, comencé a llorar {L-890} entre sueños, de manera que las mismas lágrimas me despertaron, {L-891} y hallando las mejillas bañadas en llanto, quedé fuera de {L-892} mí considerando lo que había soñado; pero, con la {L-893} alegría que esperaba tener de ver a mi Leonida, no eché de {L-894} ver entonces que la Fortuna en sueños me mostraba lo que allí {L-895} a poco rato despierto me había de suceder.

{L-896}      A la sazón que yo desperté, acababa {L-897} de cerrar la noche, con tanta escuridad, con tan espantosos truenos y relámpagos, {L-898} como convenía para cometerse con más facilidad la crueldad {L-899} que en ella se cometió. Así como Carino salió de casa {L-900} de Silvia con Leonida, se la entregó a Libeo diciéndole que {L-901} se fuese con ella por el camino de la aldea que he dicho; y aunque Leonida {L-902} se alteró de ver a Libeo, Carino la aseguro que no era menor amigo {L-903} mío Libeo que él propio, y que con toda seguridad podía {L-904} ir con él poco a poco, en tanto que él se adelantaba a darme {L-905} a mí las nuevas de su llegada. Creyó la simple (en fin, como {L-906} enamorada) las palabras del falso Carino, y, con menor recelo del que convenía, {L-907} guiada del comedido Libeo, tendía los temerosos pasos para venir {L-908} a buscar el último de su vida, pensando hallar el mejor de su contento.

{L-909}      Adelantóse Carino de los dos, como ya {L-910} te he dicho, y vino a dar aviso a Crisalvo de lo que pasaba, el cual, con {L-911} otros cuatro parientes suyos, en el mesmo camino por donde habían {L-912} de pasar, que todo era cerrado de bosque, de una y otra parte, escondidos {L-913} estaban, y díjoles cómo Silvia venía, y sólo {L-914} yo que la acompañaba, y que se alegrasen de la buena ocasión {L-915} que la suerte les ponía en las manos para vengarse de la injuria {L-916} que los dos les habíamos hecho, y que él sería el {L-917} primero que en Silvia, aunque era pariente suya, probase los filos de su {L-918} cuchillo. Apercibiéronse luego los cinco crueles carniceros para {L-919} colorarse en la inocente sangre de los dos que tan sin cuidado de traición {L-920} semejante por el camino se venían, los cuales, llegados a do la {L-921} celada estaba, al instante fueron con ellos los pérfidos homicidas {L-922} y cerráronlos en medio. Crisalvo se llegó a Leonida, pensando {L-923} ser Silvia, y con injuriosas y turbadas palabras, con la infernal cólera {L-924} que le señoreaba, con seis mortales heridas la dejó tendida {L-925} en el suelo, a tiempo que ya Libeo, por los otros cuatro y creyendo que {L-926} a mí me las daban, con infinitas puñaladas se revolcaba por {L-927} la tierra. Carino, que vio cuán bien había salido el traidor {L-928} intento suyo, sin aguardar razones se les quitó delante, y los cinco {L-929} traidores, contentísimos, como si hubieran hecho alguna famosa hazaña, {L-930} se volvieron a su aldea, y Crisalvo se fue a casa de Silvia a dar él {L-931} mesmo a sus padres la nueva de lo que había hecho, por acrecentarles {L-932} el pesar y sentimiento, diciéndoles que fuesen a dar sepultura a {L-933} su hija Silvia, a quien él había quitado la vida por haber {L-934} hecho más caudal de la fría voluntad de Lisandro, su enemigo, {L-935} que no de los continuos sirvicios suyos. Silvia, que sintió lo que {L-936} Crisalvo decía, dándole el alma lo que había sido, {L-937} le dijo cómo ella estaba viva, y aun libre de todo lo que la imputaba, {L-938} y que mirase no hubiese muerto a quien le doliese más su muerte {L-939} que perder él mismo la vida. Y con esto le dijo que su hermana Leonida {L-940} se había partido aquella noche de su casa en traje no acostumbrado. {L-941} Atónito quedó Crisalvo de ver a Silvia viva, teniendo él {L-942} por cierto que la dejaba ya muerta, y con no pequeño sobresalto {L-943} acudió luego a su casa; y no hallando en ella a su hermana, con {L-944} grandísima confusión y furia volvió él solo {L-945} a ver quién era la que había muerto, pues Silvia estaba viva.

{L-946}      Mientras todas estas cosas pasaban, estaba {L-947} yo con una ansia extraña esperando a Carino y Leonida, y pareciéndome {L-948} que ya tardaban más de lo que debían, quise ir a encontrarlos {L-949} o a saber si por algún caso aquella noche se habían detenido. {L-950} Y no anduve mucho por el camino, cuando oí una lastimada voz que {L-951} decía: « ¡Oh soberano Hacedor del cielo, encoge la mano {L-952} de tu justicia y abre la de tu misericordia para tenerla de esta alma que {L-953} presto te dará cuenta de las ofensas que te ha hecho! ¡Ay, {L-954} Lisandro, Lisandro, y cómo la amistad de Carino te costará {L-955} la vida, pues no es posible sino que te la acabe el dolor de haberla yo {L-956} por ti perdido! ¡Ay, cruel hermano! ¿Es posible que, sin oír {L-957} mis disculpas, tan presto men quisiste dar la pena de mi yerro? » {L-958} Cuando estas razones oí en la voz y en ellas conocí luego {L-959} ser Leonida la que las decía, y, presago de mi desventura, con el {L-960} sentido turbado fui a tiento a dar adonde Leonida estaba envuelta en su {L-961} propia sangre; y habiéndola conocido luego, dejándome caer {L-962} sobre el herido cuerpo, haciendo los extremos de dolor posible, le dije: {L-963} « ¿Qué desdicha es esta, bien mío? Anima {L-964} mía, ¿cuál fue la cruel mano que no ha tenido respeto {L-965} a tanta hermosura? » En estas palabras fui conocido de Leonida y levantando {L-966} con gran trabajo los cansados brazos, los echó por cima de mi cuello {L-967} y, apretando con la mayor fuerza que pudo, juntando su boca con la mía, {L-968} con flacas y mal pronunciadas razones, me dijo solas estas: « Mi hermano {L-969} me ha muerto; Carino, vendido; Libeo está sin vida, la cual te dé {L-970} Dios a ti, Lisandro mío, largos y felices años, y a mí {L-971} me deje gozar en la otra del reposo que aquí me ha negado. » {L-972} Y juntando más su boca con la mía, habiendo cerrado los labios {L-973} para darme el primero y último beso, al abrirlos se le salió {L-974} el alma y quedó muerta en mis brazos. Cuando yo lo sentí, {L-975} abandonándome sobre el helado cuerpo, quedé sin ningún {L-976} sentido; y si como era yo el vivo, fuera el muerto, quien en aquel trance {L-977} nos viera, el lamentable de Píramo y Tisbe trujera a la memoria. {L-978} Mas, después que volví en mí, abriendo ya la boca {L-979} para llenar el aire de voces y sospiros, sentí que hacia donde yo {L-980} estaba venía uno con apresurados pasos y llegándose cerca, {L-981} aunque la noche hacía escura, los ojos del alma me dieron a conocer {L-982} que el que allí venía era Crisalvo, como era la verdad, porque {L-983} él tomaba a certificarse si por ventura era su hermana Leonida la {L-984} que había muerto; y como yo le conocí, sin que de mí {L-985} se guardase, llegué a él como sañudo león y, {L-986} dándole dos heridas, di con él en tierra; y antes que acabase {L-987} de expirar, le llevé arrastrando adonde Leonida estaba y, puniendo {L-988} en la mano muerta de Leonida el puñal que su hermano traía, {L-989} que era el mesmo con que él la había muerto, ayudándole {L-990} yo a ello, tres veces se le hinqué por el corazón. Y consolado {L-991} en algo el mío con la muerte de Crisalvo, sin más detenerme {L-992} tomé sobre mis hombros el cuerpo de Leonida y llevéle al {L-993} aldea donde mis parientes vivían, y, contándoles el caso, {L-994} les rogué le diesen honrada sepultura. Y luego puse por obra y determiné {L-995} de tomar en Carino la venganza que en Crisalvo; la cual, por haberse él {L-996} ausentado de nuestra aldea, se ha tardado hasta hoy, que le hallé {L-997} a la salida de este bosque, después de haber seis meses que ando {L-998} en su demanda. El ha hecho ya el fin que su traición merecía, {L-999} y a mí no me queda ya de quien tomar venganza si no es de la vida {L-1000} que tan contra mi voluntad sostengo. Esta es, pastor, la causa de do proceden {L-1001} los lamentos que me has oído. Si te parece que es bastante para {L-1002} causar mayores sentimientos, a tu buena discreción dejo que lo considere.

{L-1003}      Y con esto dio fin a su plática y principio {L-1004} a tantas lágrimas que no pudo dejar Elicio de tenerle compañía {L-1005} en ellas; pero, después que por largo espacio habían desfogado {L-1006} con tiernos sospiros, el uno la pena que sentía, el otro la compasión {L-1007} que de ella tomaba, Elicio comenzó con las mejores razones que supo {L-1008} a consolar a Lisandro, aunque era su mal tan sin consuelo como por el suceso {L-1009} de él había visto. Y entre otras cosas que le dijo, y la {L-1010} que a Lisandro más le cuadró, fue decirle que, en los males {L-1011} sin remedio, el mejor era no esperarles ninguno; y que, pues de la honestidad {L-1012} y noble condición de Leonida se podría creer, según {L-1013} él decía, que de dulce vida gozaba; antes debía alegrarse {L-1014} del bien que ella había ganado que no entristecerse por el que él {L-1015} había perdido. A lo cual respondió Lisandro:

{L-1016}      -Bien conozco, amigo, que tienen fuerza tus {L-1017} razones para hacerme creer que son verdaderas, pero no que la tienen ni {L-1018} la tendrán las que todo el mundo decirme pudiere, para darme consuelo {L-1019} alguno. En la muerte de Leonida comenzó mi desventura, la cual se {L-1020} acabará cuando yo la torne a ver; y pues esto no puede ser sin que {L-1021} yo muera, al que me induciere a procurar la muerte tendré yo por {L-1022} más amigo de mi vida.

{L-1023}      No quiso Elicio darle más pesadumbre {L-1024} con sus consuelos, pues él no los tenía por tales; sólo {L-1025} le rogó que se viniese con él a su cabaña, en la cual {L-1026} estaría todo el tiempo que gusto le diese, ofreciéndole su {L-1027} amistad en todo aquello que podía ser buena para servirle. Lisandro {L-1028} se lo agradeció cuanto fue posible, y, aunque no quería aceptar {L-1029} el venir con Elicio, todavía lo hubo de hacer forzado de su importunación, {L-1030} y así los dos se levantaron y se vinieron a la cabaña de {L-1031} Elicio, donde reposaron lo poco que de la noche quedaba.

{L-1032}      Pero ya que la blanca Aurora dejaba el lecho {L-1033} del celoso marido y comenzaba a dar muestras del venidero día, levantándose {L-1034} Erastro, comenzó a poner en orden el ganado de Elicio y suyo para {L-1035} sacarle al pasto acostumbrado. Elicio convidó a Lisandro a que con {L-1036} él se viniese, y así, viniendo los tres pastores con el manso {L-1037} rebaño de sus ovejas por una cañada abajo, al subir de una {L-1038} ladera oyeron el sonido de una suave zampoña que luego por Elicio {L-1039} y Erastro fue conocido que era Galatea quien la sonaba. Y no tardó {L-1040} mucho que por la cumbre de la cuesta se comenzaron a descubrir algunas {L-1041} ovejas; y luego, tras ellas, Galatea, cuya hermosura era tanta que sería {L-1042} mejor dejarla en su punto, pues faltan palabras para encarecerla. Venía {L-1043} vestida a la serrana, con los luengos cabellos sueltos al viento, de quien {L-1044} el mesmo sol parecía tener envidia, porque, hiriéndoles con {L-1045} sus rayos, procuraba quitarles la luz si pudiera, mas la que la salía {L-1046} de la vislumbre de ellos otro nuevo sol semejaba. Estaba Erastro fuera {L-1047} de sí mirándola, y Elicio no podía apartar los ojos {L-1048} de verla.

{L-1049}      Cuando Galatea vio que el rebaño de {L-1050} Elicio y Erastro con el suyo se juntaba, mostrando no gustar de tenerles {L-1051} aquel día compañía, llamó a la borrega mansa {L-1052} de su manada, a la cual siguieron las demás, y encaminóla {L-1053} a otra parte diferente de la que los pastores llevaban. Viendo Elicio lo {L-1054} que Galatea hacía, sin poder sufrir tan notorio desdén, llegándose {L-1055} a do la pastora estaba, le dijo:

{L-1056}      -Deja, hermosa Galatea, que tu rebaño {L-1057} venga con el nuestro; y si no gustas de nuestra compañía, {L-1058} escoge la que más te agradare, que no por tu ausencia dejarán {L-1059} tus ovejas de ser bien apacentadas, pues yo, que nací para servirte, {L-1060} tendré más cuenta de ellas que de las mías propias. {L-1061} Y no quieras tan a la clara desdeñarme, pues no lo merece la limpia {L-1062} voluntad que te tengo, que, según el viaje que traías, a {L-1063} la fuente de las Pizarras le encaminabas, y agora que me has visto quieres {L-1064} torcer el camino; y si esto es así, como pienso, dime adónde {L-1065} quieres hoy y siempre apacentar tu ganado, que yo te juro de no llevar {L-1066} allí jamás el mío.

{L-1067}      -Yo te prometo, Elicio -respondió Galatea-, {L-1068} que no por huir de tu compañía ni de la de Erastro he vuelto {L-1069} del camino que tú imaginas que llevaba, porque mi intención {L-1070} es pasar hoy la siesta en el arroyo de las Palmas, en compañía {L-1071} de mi amiga Florisa, que allá me aguarda, porque desde ayer concertamos {L-1072} las dos de apacentar hoy allí nuestros ganados; y como yo venía {L-1073} descuidada sonando mi zampoña, la mansa borrega tomó el camino {L-1074} de las Pizarras, como de ella más acostumbrado. La voluntad que {L-1075} me tienes y ofrecimientos que me haces te agradezco; y no tengas en poco {L-1076} haber dado yo disculpa a tu sospecha.

{L-1077}      -¡Ay, Galatea -replicó Elicio-, {L-1078} y cuán bien que finges lo que te parece, teniendo tan poca necesidad {L-1079} de usar conmigo artificio, pues al cabo no tengo de querer más de {L-1080} lo que tú quisieres! Ora vayas al arroyo de las Palmas, al soto {L-1081} del Concejo o a la fuente de las Pizarras, ten por cierto que no has de {L-1082} ir sola, que siempre mi alma te acompaña; y si tú no la ves, {L-1083} es porque no quieres verla, por no obligarte a remediarla.

{L-1084}      -Hasta agora -respondió Galatea- tengo {L-1085} por ver la primera alma; y así no tengo culpa si no he remediado {L-1086} a ninguna.

{L-1087}      -No sé cómo puedes decir eso {L-1088} -respondió Elicio-, hermosa Galatea, que las veas para herirlas {L-1089} y no para curarlas.

{L-1090}      -Testimonio me levantas -replicó Galatea- {L-1091} en decir que yo, sin armas, pues a mujeres no son concedidas, haya herido {L-1092} a nadie.

{L-1093}      -¡Ay, discreta Galatea -dijo Elicio-, {L-1094} cómo te burlas con lo que de mi alma sientes, a la cual invisiblemente {L-1095} has llagado, y no con otras armas que con las de tu hermosura! Y no me {L-1096} quejo yo tanto del daño que me has hecho, como de que, le tengas {L-1097} en poco.

{L-1098}      -En menos me tendría yo -dijo Galatea- {L-1099} si en más le tuviese.

{L-1100}      A esta sazón llegó Erastro y, {L-1101} viendo que Galatea se iba y los dejaba, le dijo:

{L-1102}      -¿Adónde vas o de quién {L-1103} huyes, hermosa Galatea? Si de nosotros, que te adoramos, te alejas, ¿quién {L-1104} esperará de ti compañía? ¡Ay, enemiga, cuán {L-1105} al desgaire te vas, triunfando de nuestras voluntades! El Cielo destruya {L-1106} la buena que te tengo, si no deseo verte enamorada de quien estime tus {L-1107} quejas en el grado que tú estimas las mías. ¿Ríeste {L-1108} de lo que digo, Galatea? Pues yo lloro de lo que tú haces.

{L-1109}      No pudo Galatea responder a Erastro, porque {L-1110} andaba guiando su ganado hacia el arroyo de las Palmas y, abajando desde {L-1111} lejos la cabeza en señal de despedirse, los dejó; y como {L-1112} se vio sola, en tanto que llegaba adonde su amiga Florisa creyó {L-1113} que estaría, con la extremada voz que al Cielo plugo darle, fue {L-1114} cantando este soneto:
 

    GALATEA
{L-1115}    Afuera el fuego, el lazo, el hielo y flecha
{L-1116} de Amor, que abrasa, aprieta, enfría y hiere;
{L-1117} que tal llama mi alma no la quiere,
{L-1118} ni queda de tal ñudo satisfecha.
 
{L-1119}    Consuma, ciña, hiele, mate, estrecha 5
{L-1120} tenga otra la voluntad cuanto quisiere;
{L-1121} que por dardo o por nieve o red no espere
{L-1122} tener la mía en su calor deshecha.
 
{L-1123}    Su fuego enfriará mi casto intento,
{L-1124} el ñudo romperé por fuerza o arte, 10
{L-1125} la nieve deshará mi ardiente celo,
 
{L-1126}    la flecha embotará mi pensamiento,
{L-1127} y así, no temeré en segura parte
{L-1128} de Amor el fuego, el lazo, el dardo, el hielo.

     Con más justa causa se pudieran {L-1129} parar los brutos, mover los árboles y juntar las piedras a escuchar {L-1130} el suave canto y dulce armonía de Galatea, que cuando a la cítara {L-1131} de Orfeo, lira de Apolo y música de Anfión los muros de Troya {L-1132} y Tebas por sí mismos se fundaron, sin que artífice alguno {L-1133} pusiese en ellos las manos, y las hermanas, negras moradoras del hondo {L-1134} caos, a la extremada voz del incauto amante se ablandaron. El acabar el {L-1135} canto Galatea y llegar adonde Florisa estaba fue todo a un tiempo, de la {L-1136} cual fue con alegre rostro recebida como aquella que era su amiga verdadera {L-1137} y con quien Galatea sus pensamientos comunicaba. Y después que las {L-1138} dos dejaron ir a su albedrío a sus ganados a que de la verde hierba {L-1139} paciesen, convidadas de la claridad del agua de un arroyo que allí {L-1140} corría, determinaron de lavarse los hermosos rostros, pues no era {L-1141} menester para acrecentarles hermosura el vano y enfadoso artificio con {L-1142} que los suyos martirizan las damas que en las grandes ciudades se tienen {L-1143} por más hermosas. Tan hermosas quedaron después de lavadas {L-1144} como antes lo estaban, excepto que, por haber llegado las manos con movimiento {L-1145} al rostro, quedaron sus mejillas encendidas y sonroseadas, de modo que {L-1146} un no sé qué de hermosura les acrecentaba, especialmente {L-1147} a Galatea, en quien se vieron juntas las tres Gracias, a quien los antiguos {L-1148} griegos pintaban desnudas por mostrar, entre otros efectos, que eran señoras {L-1149} de la belleza. Comenzaron luego a coger diversas flores del verde prado {L-1150} con intención de hacer sendas guirnaldas con que recoger los desordenados {L-1151} cabellos que sueltos por las espaldas traían.

{L-1152}      En este ejercicio andaban ocupadas las dos {L-1153} hermosas pastoras cuando por el arroyo abajo vieron al improviso venir {L-1154} una pastora de gentil donaire y apostura, de que no poco se admiraron, {L-1155} porque les pareció que no era pastora de su aldea ni de las otras {L-1156} comarcanas a ella, a cuya causa con más atención la miraron, {L-1157} y vieron que venía poco a poco hacia donde ellas estaban; y aunque {L-1158} estaban bien cerca, ella venía tan embebida y transportada en sus {L-1159} pensamientos, que nunca las vio hasta que ellas quisieron mostrarse; de {L-1160} trecho en trecho se paraba y, vueltos los ojos al cielo, daba unos sospiros {L-1161} tan dolorosos que de lo más íntimo de sus entrañas {L-1162} parecían arrancados; torcía asimesmo sus blancas manos, y {L-1163} dejaba correr por sus mejillas algunas lágrimas, que líquidas {L-1164} perlas semejaban. Por los extremos de dolor que la pastora hacía, {L-1165} conocieron Galatea y Florisa que de algún interno dolor traía {L-1166} el alma ocupada, y por ver en qué paraban sus sentimientos, entrambas {L-1167} se escondieron entre unos cerrados mirtos y desde allí con curiosos {L-1168} ojos miraban lo que la pastora hacía; la cual, llegándose {L-1169} al margen del arroyo, con atentos ojos se paró a mirar el agua que {L-1170} por él corría y, dejándose caer a la orilla de él {L-1171} como persona cansada, corvando una de sus hermosas manos, cogió {L-1172} en ella del agua clara, con la cual lavándose los húmidos {L-1173} ojos, con voz baja y debilitada dijo:

{L-1174}      -¡Ay, claras y frescas aguas! ¡Cuán {L-1175} poca parte es vuestra frialdad para templar el fuego que en mis entrañas {L-1176} siento! Mal podré esperar de vosotras, ni aun de todas las que contiene {L-1177} el gran mar Océano, el remedio que he menester, pues aplicadas todas {L-1178} al ardor que me consume, haríades el mesmo efecto que suele hacerla {L-1179} pequeña cantidad en la ardiente fragua, que más su llama {L-1180} acrecienta. ¡Ay, tristes ojos, causadores de mi perdición, {L-1181} y en qué fuerte punto os alce para tan gran caída! ¡Ay, {L-1182} Fortuna, enemiga de mi descanso, con cuánta velocidad me derribaste {L-1183} de la cumbre de mis contentos al abismo de la miseria en que me hallo! {L-1184} ¡Ay, cruda hermana! ¿Cómo no aplacó la ira de {L-1185} tu desamorado pecho la humilde y amorosa presencia de Artidoro?  ¿Qué palabras {L-1186} te pudo decir él para que le dieses tan aceda y cruel respuesta? {L-1187} Bien parece, hermana, que tú no le tenías en la cuenta que {L-1188} yo le tengo; que, si así fuera, a fe que tú te mostraras {L-1189} tan humilde cuanto él a ti sujeto.

{L-1190}      Todo esto que la pastora decía mezclaba {L-1191} con tantas lágrimas que no hubiera corazón que, escuchándola, {L-1192} no se enterneciera; y después que por algún espacio hubo {L-1193} sosegado el afligido pecho, al son del agua que mansamente corría, {L-1194} acomodando a su propósito una copla antigua, con suave y delicada {L-1195} voz cantó esta glosa:
 

  {L-1196}    Ya la esperanza es perdida,
{L-1197} y un solo bien me consuela:
{L-1198} que el tiempo, que pasa y vuela,
{L-1199} llevará presto la vida.
 
{L-1200}    Dos cosas hay en amor 5
{L-1201} con que su gusto se alcanza:
{L-1202} deseo de lo mejor,
{L-1203} es la otra la esperanza
{L-1204} que pone esfuerzo al temor.
{L-1205}    Las dos hicieron manida 10
{L-1206} en mi pecho, y no las veo;
{L-1207} antes en la alma afligida,
{L-1208} porque me acabe el deseo,
{L-1209} ya la esperanza es perdida.
 
{L-1210}    Si el deseo desfallece 15
{L-1211} cuando la esperanza mengua,
{L-1212} al contrario en mí parece,
{L-1213} pues cuanto ella más desmengua
{L-1214} tanto más él se engrandece.
{L-1215}    Y no hay usar de cautela 20
{L-1216} con las llagas que me atizan:
{L-1217} que, en esta amorosa escuela,
{L-1218} mil males me martirizan,
{L-1219} y un solo bien me consuela.
 
{L-1220}    Apenas hubo llegado 25
{L-1221} el bien a mi pensamiento,
{L-1222} cuando el Cielo, suerte y hado,
{L-1223} con ligero movimiento
{L-1224} le han del alma arrebatado.
{L-1225}    Y si alguno hay que se duela 30
{L-1226} de mi mal tan lastimero,
{L-1227} al mal amaina la vela,
{L-1228} y al bien pasa más ligero
{L-1229} que el tiempo, que pasa y vuela.
 
{L-1230}    ¿Quién hay que no se consuma 35
{L-1231} con estas ansias que tomo,
{L-1232} pues en ellas se ve en suma
{L-1233} ser los cuidados, de plomo,
{L-1234} y los placeres, de pluma?
{L-1235}    Y aunque va tan de caída 40
{L-1236} mi dichosa buena andanza,
{L-1237} en ella este bien se anida:
{L-1238} que quien llevó la esperanza
{L-1239} llevará presto la vida

{L-1240}      Presto acabó el canto la pastora, pero {L-1241} no las lágrimas con que lo solemnizaba, de las cuales, movidas a {L-1242} compasión Galatea y Florisa, salieron de do escondidas estaban, {L-1243} y con amorosas y corteses palabras a la triste pastora saludaron diciéndole, {L-1244} entre otras razones:

{L-1245}      -Así los Cielos, hermosa pastora, se {L-1246} muestren favorables a lo que pedirles quisieres, y de ellos alcances lo {L-1247} que deseas, que nos digas, si no te es enojoso, qué ventura o que {L-1248} destino te ha traído por esta tierra, que, según la plática {L-1249} que nosotras tenemos de ella, jamás por estas riberas te habemos {L-1250} visto. Y por haber oído lo que poco ha cantaste, y entender por {L-1251} ello que no tiene tu corazón el sosiego que ha menester, y por las {L-1252} lágrimas que has derramado, de que dan indicio tus húmidos {L-1253} y hermosos ojos, en ley de buen comedimiento estamos obligadas a procurarte {L-1254} el consuelo que de nuestra parte fuere posible; y si fuere tu mal de los {L-1255} que no sufren ser consolados, a lo menos conocerás en nosotras una {L-1256} buena voluntad de servirte.

{L-1257}      -No sé con qué poder pagaros {L-1258} -respondió la forastera pastora-, hermosas zagalas, los corteses {L-1259} ofrecimientos que me hacéis si no es con callar y agradecerlo, y {L-1260} estimarlos en el punto que merecen, y con no negaros lo que de mí {L-1261} saber quisiéredes, puesto que me sería mejor pasar en silencio {L-1262} los sucesos de mi ventura, que no, con decirlos, daros indicios para que {L-1263} me tengáis por liviana.

{L-1264}      -No muestra tu rostro y gentil apostura, hermosa {L-1265} pastora -respondió Galatea-, que el Cielo te ha dado tan grosero {L-1266} entendimiento que con él hicieses cosa que después hubieses {L-1267} de perder reputación en decirla; y pues tu vista y palabras en tan {L-1268} poco ha hecho esta impresión en nosotras, que ya te tenemos por {L-1269} discreta, muéstranos, con contarnos tu vida, si llega a tu discreción {L-1270} tu ventura.

{L-1271}      -A lo que yo creo -respondió la pastora-, {L-1272} en un igual andan entrambas, si ya no me ha dado la suerte más juicio {L-1273} para que sienta más los dolores que se ofrecen; pero yo estoy bien {L-1274} cierta que sobrepujan tanto mis males a mi discreción cuanto de {L-1275} ellos es vencida toda mi habilidad, pues no tengo ninguna para saber remediarlos. {L-1276} Y porque la experiencia os desengañe, si quisiéredes oírme, {L-1277} bellas zagalas, yo os contaré, con las más breves razones {L-1278} que pudiere, cómo, del mucho entendimiento que juzgáis que {L-1279} tengo, ha nacido el mal que le hace ventaja.

{L-1280}      -Con ninguna cosa, discreta zagala, satisfarás {L-1281} más nuestros deseos -respondió Florisa- que con darnos cuenta {L-1282} de lo que te hemos rogado.

{L-1283}      -Apartémonos, pues -dijo la pastora-, {L-1284} de este lugar y busquemos otro donde, sin ser vistas ni estorbadas, pueda {L-1285} deciros lo que me pesa de haberos prometido, porque adivino que no estará {L-1286} más en perderse la buena opinión que con vosotras he cobrado, {L-1287} que cuanto tarde en descubriros mis pensamientos, si acaso los vuestros {L-1288} no han sido tocados de la enfermedad que yo padezco.

{L-1289}      Deseosas de que la pastora cumpliese lo que {L-1290} prometía, se levantaron luego las tres y se fueron a un lugar secreto {L-1291} y apartado que ya Galatea y Florisa sabían, donde, debajo de la {L-1292} agradable sombra de unos acopados mirtos, sin ser vistas de alguno, podían {L-1293} todas tres estar sentadas; y luego, con extremado donaire y gracia, la {L-1294} forastera pastora comenzó a decir de esta manera:

{L-1295}      -En las riberas del famoso Henares, que al {L-1296} vuestro dorado Tajo, hermosísimas pastoras, a siempre fresco y agradable {L-1297} tributo, fui yo nacida y criada, y no en tan baja fortuna que me tuviese {L-1298} por la peor de mi aldea. Mis padres son labradores y a la labranza del {L-1299} campo acostumbrados, en cuyo ejercicio les imitaba trayendo yo una manada {L-1300} de simples ovejas por las dehesas concejiles de nuestra aldea, acomodando {L-1301} tanto mis pensamientos al estado en que mi suerte me había puesto, {L-1302} que ninguna cosa me daba más gusto que ver multiplicar y crecer {L-1303} mi ganado, sin tener cuenta con más que con procurarle los más {L-1304} fructíferos y abundosos pastos, claras y frescas aguas que hallar {L-1305} pudiese. No tenía ni podía tener más cuidados que {L-1306} los que podían nacer del pastoral oficio en que me ocupaba. Las {L-1307} selvas eran mis compañeras, en cuya soledad muchas veces, convidada {L-1308} de la suave armonía de los dulces pajarillos, despedía la {L-1309} voz a mil honestos cantares, sin que en ellos mezclase sospiros ni razones {L-1310} que de enamorado pecho diesen indicio alguno. ¡Ay, cuántas {L-1311} veces, sólo por contentarme a mí mesma y por dar lugar al {L-1312} tiempo que se pasase, andaba de ribera en ribera, de valle en valle, cogiendo {L-1313} aquí la blanca azucena, allí el cárdeno lirio, acá {L-1314} la colorada rosa, acullá la olorosa clavellina, haciendo de todas {L-1315} suertes de odoríferas flores una tejida guirnalda, con que adornaba {L-1316} y recogía mis cabellos; y después, mirándome en las {L-1317} claras y reposadas aguas de alguna fuente, quedaba tan gozosa de haberme {L-1318} visto que no trocara mi contento por otro alguno! ¡Y cuántas {L-1319} hice burla de algunas zagalas que, pensando hallar en mi pecho alguna manera {L-1320} de compasión del mal que los suyos sentían, con abundancia {L-1321} de lágrimas y sospiros, los secretos enamorados de su alma me descubrían!

{L-1322}      Acuérdome agora, hermosas pastoras, {L-1323} que llegó a mí un día una zagala amiga mía, {L-1324} echándome los brazos al cuello y juntando su rostro con el mío, {L-1325} hechos sus ojos fuentes, me dijo: « ¡Ay, hermana Teolinda (que {L-1326} este es el nombre de esta desdichada), y cómo creo que el fin de {L-1327} mis días es llegado, pues amor no ha tenido la cuenta conmigo que {L-1328} mis deseos merecían! » Yo entonces, admirada de los extremos {L-1329} que la veía hacer, creyendo que algún gran mal le había {L-1330} sucedido de pérdida de ganado o de muerte de padre o hermano, limpiándole {L-1331} los ojos con la manga de mi camisa, le rogué que me dijese qué {L-1332} mal era el que tanto la aquejaba. Ella, prosiguiendo en sus lágrimas {L-1333} y no dando tregua a sus sospiros, me dijo: « ¿Qué mayor {L-1334} mal quieres, oh Teolinda, que me haya sucedido que el haberse ausentado {L-1335} sin decirme nada el hijo del mayoral de nuestra aldea, a quien yo quiero {L-1336} más que a los propios ojos de la cara, y haber visto esta mañana {L-1337} en poder de Leocadia, la hija del rabadán Lisalco, una cinta encarnada {L-1338} que yo había dado a aquel fementido de Eugenio, por donde se me {L-1339} ha confirmado la sospecha que yo tenía de los amores que el traidor {L-1340} con ella trataba? » Cuando yo acabé de entender sus quejas, {L-1341} os juro, amigas y señoras mías, que no pude acabar conmigo {L-1342} de no reírme y decirle: « Mía fe, Lidia (que así {L-1343} se llamaba la sin ventura), pensé que de otra mayor llaga venías {L-1344} herida, según te quejabas; pero agora conozco cuán fuera {L-1345} de sentido andáis vosotras, las que presumís de enamoradas, {L-1346} en hacer caso de semejantes niñerías. Dime, por tu vida, {L-1347} Lidia amiga: ¿cuánto vale una cinta encarnada para que te {L-1348} duela de verla en poder de Leocadia, ni de que se la haya dado Eugenio? {L-1349} Mejor harías de tener cuenta con tu honra y con lo que conviene {L-1350} al pasto de tus ovejas, y no entremeterte en estas burlerías de {L-1351} amor, pues no se saca de ellas, según veo, sino menoscabo de nuestras {L-1352} honras y sosiego. » Cuando Lidia oyó de mi boca tan contraria {L-1353} respuesta de la que esperaba de mi piadosa condición, no hizo otra {L-1354} cosa sino abajar la cabeza, y, acrecentando lágrimas a lágrimas {L-1355} y sollozos a sollozos, se apartó de mí, y, volviendo a cabo {L-1356} de poco trecho el rostro, me dijo: « Ruego yo a Dios, Teolinda, que {L-1357} presto te veas en estado que tengas por dichoso el mío, y que el {L-1358} amor te trate de manera que cuentes tu pena a quien la estime y sienta {L-1359} en el grado que tú has hecho la mía. » Y con esto se {L-1360} fue y yo me quedé riendo de sus desvaríos. Mas, ¡ay, {L-1361} desdichada, y cómo a cada paso conozco que me va alcanzando bien {L-1362} su maldición, pues aún agora temo que estoy contando mi pena {L-1363} a quien se dolerá poco de haberla sabido!

{L-1364}      A esto respondió Galatea:

{L-1365}      -Pluguiera a Dios, discreta Teolinda, que, {L-1366} así como hallarás en nosotras compasión de tu daño, {L-1367} pudieras hallar el remedio de él; que presto perdieras la sospecha {L-1368} que de nuestro conocimiento tienes.

{L-1369}      -Vuestra hermosa presencia y agradable conversación, {L-1370} dulces pastoras -respondió Teolinda-, me hace esperar eso, pero {L-1371} mi corta ventura me fuerza a tener esto otro. Mas suceda lo que sucediere, {L-1372} que al fin habré de contaros lo que os he prometido. Con la libertad {L-1373} que os he dicho y en los ejercicios que os he contado, pasaba yo mi vida {L-1374} tan alegre y sosegadamente que no sabía qué pedirme el deseo, {L-1375} lasta que el vengativo Amor me vino a tomar estrecha cuenta de la poca {L-1376} que con él tenía; y alcanzóme en ella de manera que, {L-1377} con quedar su esclava, creo que aún no está pagado ni satisfecho.

{L-1378}      Acaeció, pues, que un día (que {L-1379} fuera para mí el más venturoso de los de mi vida, si el tiempo {L-1380} y las ocasiones no hubieran traído tal descuento a mis alegrías), {L-1381} viniendo yo con otras pastoras de nuestra aldea a cortar ramos y a coger {L-1382} juncia y flores y verdes espadañas para adornar el templo y calles {L-1383} de nuestro lugar, por ser el siguiente día solemnísima fiesta {L-1384} y estar obligados los moradores de nuestro pueblo por promesa y voto a {L-1385} guardalla, acertamos a pasar todas juntas por un deleitoso bosque que entre {L-1386} el aldea y el río está puesto, adonde hallamos una junta {L-1387} de agraciados pastores que a la sombra de los verdes árboles pasaban {L-1388} el ardor de la caliente siesta; los cuales, como nos vieron, al punto fuimos {L-1389} de ellos conocidas, por ser todos, cuál primo, y cuál hermano, {L-1390} y cuál pariente nuestro; y saliéndonos al encuentro, y entendido {L-1391} de nosotras el intento que llevábamos, con corteses palabras nos {L-1392} persuadieron y forzaron a que adelante no pasásemos, porque algunos {L-1393} de ellos tomarían el trabajo de traer hasta allí los ramos {L-1394} y flores por que íbamos. Y así, vencidas de sus ruegos, por {L-1395} ser ellos tales, hubimos de conceder lo que querían, y luego seis {L-1396} de los más mozos, apercebidos de sus hocinos, se partieron con gran {L-1397} contento a traernos los verdes despojos que buscábamos. Nosotras, {L-1398} que seis éramos, nos juntamos donde los demás pastores estaban, {L-1399} los cuales nos recibieron con el comedimiento posible, especialmente de {L-1400} un pastor forastero que allí estaba, que de ninguna de nosotras {L-1401} fue conocido, el cual era de tan gentil donaire y brío que quedaron {L-1402} todas admiradas en verle, pero yo quedé admirada y rendida. No sé {L-1403} qué os diga, pastoras, sino que, así como mis ojos le vieron, {L-1404} sentí enternecérseme el corazón y comenzó a {L-1405} discurrir por todas mis venas un hielo que me encendía; y, sin saber {L-1406} cómo, sentí que mi alma se alegraba de tener puestos los {L-1407} ojos en el hermoso rostro del no conocido pastor. Y en un punto, sin ser {L-1408} en los casos de amor experimentada, vine a conocer que era Amor el que {L-1409} salteado me había; y luego quisiera quejarme de él si el {L-1410} tiempo y la ocasión me dieran lugar a ello.

{L-1411}      En fin, yo quedé cual ahora estoy, vencida {L-1412} y enamorada, aunque con más confianza de salud que la que ahora {L-1413} tengo. ¡Ay, cuántas veces en aquella sazón me quise {L-1414} llegar a Lidia, que con nosotras estaba, y decirle: « Perdóname, {L-1415} Lidia hermana, de la desabrida respuesta que te di el otro día, {L-1416} porque te hago saber que ya tengo más experiencia del mal de que {L-1417} te quejabas que tú mesma. » Una cosa me tiene maravillada: {L-1418} de cómo cuantas allí estaban no conocieron, por los movimientos {L-1419} de mi rostro, los secretos de mi corazón; y debiólo de causar {L-1420} que todos los pastores se volvieron al forastero, y le rogaron que acabase {L-1421} de cantar una canción que había comenzado antes que nosotros {L-1422} llegásemos; el cual, sin hacerse de rogar, siguió su comenzado {L-1423} canto con tan extremada y maravillosa voz que todos los que la escuchaban {L-1424} estaban transportados en oírla. Entonces acabé yo de entregarme {L-1425} de todo en todo a todo lo que el Amor quiso, sin quedar en mí más {L-1426} voluntad que si no la hubiera tenido para cosa alguna en mi vida. Y puesto {L-1427} que yo estaba más suspensa que todos escuchando la suave armonía {L-1428} del pastor, no por eso dejé de poner grandísima atención {L-1429} a lo que en sus versos cantaba, porque me tenía ya el Amor puesta {L-1430} en tal extremo que me llegara al alma sí le oyera cantar cosas de {L-1431} enamorado, que imaginara que ya tenía ocupados sus pensamientos {L-1432} y quizá en parte que no tuviesen alguna los míos en lo que {L-1433} deseaban. Mas lo que él entonces cantó no fueron sino ciertas {L-1434} alabanzas del pastoral estado y de la sosegada vida del campo, y algunos {L-1435} avisos útiles a la conservación del ganado, de que no poco {L-1436} quedé yo contenta, pareciéndome que, si el pastor estuviera {L-1437} enamorado, que de ninguna cosa tratara que de sus amores, por su condición {L-1438} de los amantes parecerles mal gastado el tiempo que en otra cosa que en {L-1439} ensalzar y alabar la causa de sus tristezas o contentos se gasta. ¡Ved, {L-1440} amigas, en cuán poco espacio estaba ya maestra en la escuela de {L-1441} amor!

{L-1442}      El acabar el pastor su canto y el descubrir {L-1443} los que con los ramos venían fue todo a un tiempo, los cuales, a {L-1444} quien de lejos los miraba, no parecían sino un pequeño montecillo {L-1445} que con todos sus árboles se movía, según venían {L-1446} pomposos y enramados; y llegando ya cerca de nosotras, todos seis entonaron {L-1447} sus voces, y comenzando el uno y respondiendo todos, con muestras de grandísimo {L-1448} contento, y con muchos placenteros alaridos, dieron principio a un gracioso {L-1449} villancico. Con este contento y alegría llegaron más presto {L-1450} de lo que yo quisiera, porque me quitaron la que yo sentía de la {L-1451} vista del pastor. Descargados, pues, de la verde carga, vimos que traía {L-1452} cada uno una hermosa guirnalda enroscada en el brazo, compuesta de diversas {L-1453} y agradables flores, las cuales con graciosas palabras a cada una de nosotras {L-1454} la suya presentaron, y se ofrecieron de llevar los ramos hasta el aldea. {L-1455} Mas, agradeciéndoles nosotras su buen comedimiento, llenas de alegría, {L-1456} queríamos dar la vuelta al lugar cuando Eleuco, un anciano pastor {L-1457} que allí estaba, nos dijo: « Bien será, hermosas pastoras, {L-1458} que nos paguéis lo que por vosotras nuestros zagales han hecho, {L-1459} con dejarnos las guirnaldas, que demasiadas lleváis de lo que a {L-1460} buscar veníades; pero ha de ser con condición que de vuestra {L-1461} mano las deis a quien os pareciere. » « Si con tan pequeña {L-1462} paga quedaréis de nosotras satisfechos -respondió la una-, {L-1463} yo por mí soy contenta. » Y tomando la guirnalda con ambas {L-1464} manos, la puso en la cabeza de un gallardo primo suyo. Las otras, guiadas {L-1465} de este ejemplo, dieron las suyas a diferentes zagales que allí {L-1466} estaban, que todos sus parientes eran. Yo, que a lo último quedaba {L-1467} y que allí deudo alguno no tenía, mostrando hacer de la desenvuelta, {L-1468} me llegué al forastero pastor y puniéndole la guirnalda en {L-1469} la cabeza, le dije: « Esta te doy, buen zagal, por dos cosas: {L-1470} la una, por el contento que a todos nos has dado con tu agradable canto; {L-1471} la otra, porque en nuestra aldea se usa honrar a los extranjeros ». {L-1472} Todos los circunstantes recibieron gusto de lo que yo hacía; pero {L-1473} ¿qué os diré yo de lo que mi alma sintió viéndome {L-1474} tan cerca de quien me la tenía robada, sino que diera cualquiera {L-1475} otro bien que acertara a desear en aquel punto, fuera de quererle, por {L-1476} poder ceñirle con mis brazos al cuello, como le ceñí {L-1477} las sienes con la guirnalda? El pastor se me humilló y con discretas {L-1478} palabras me agradeció la merced que le hacía; y, al despedirse {L-1479} de mí, con voz baja, hurtando la ocasión a los muchos ojos {L-1480} que allí había, me dijo: « Mejor te he pagado de lo {L-1481} que piensas, hermosa pastora, la guirnalda que me has dado: prenda llevas {L-1482} contigo que, si la sabes estimar, conocerás que me quedas deudora. » {L-1483} Bien quisiera yo responderle, pero la priesa que mis compañeras {L-1484} me daban era tanta que no tuve lugar de replicarle. De esta manera me volví {L-1485} al aldea, con tan diferente corazón del con que había salido {L-1486} que yo mesma de mí mesma me maravillaba. La compañía {L-1487} me era enojosa, y cualquiera pensamiento que me viniese que a pensar en {L-1488} mi pastor no se encaminase, con gran presteza procuraba luego de desecharle {L-1489} de mi memoria, como indigno de ocupar el lugar que de amorosos cuidados {L-1490} estaba lleno. Yo no sé cómo en tan pequeño espacio {L-1491} de tiempo me transformé en otro ser del que tenía, porque {L-1492} yo ya no vivía en mí, sino en Artidoro (que así se {L-1493} llama la mitad de mi alma que ando buscando); do quiera que volvía {L-1494} los ojos, me parecía ver su figura; cualquiera cosa que escuchaba, {L-1495} luego sonaba en mis oídos su suave música y armonía; {L-1496} a ninguna parte movía los pies que no diera por hallarle en ella {L-1497} mi vida, si él la quisiera; en los manjares no hallaba el acostumbrado {L-1498} gusto, ni las manos acertaban a tocar cosa que se le diese. En fin, todos {L-1499} mis sentidos estaban trocados del ser que primero tenían, ni el {L-1500} alma obraba por ellos como era acostumbrada.

{L-1501}      En considerar la nueva Teolinda que en mí {L-1502} había nacido, y en contemplar las gracias del pastor, que impresas {L-1503} en el alma me quedaron, se me pasó todo aquel día y la noche {L-1504} antes de la solemne fiesta, la cual venida fue con grandísimo regocijo {L-1505} y aplauso de todos los moradores de nuestra aldea y de los circunvecinos {L-1506} lugares solemnizada. Y, después de acabadas en el templo las sacras {L-1507} oblaciones y cumplidas las debidas ceremonias, en una ancha plaza que delante {L-1508} del templo se hacía, a la sombra de cuatro antiguos y frondosos {L-1509} álamos que en ella estaban, se juntó casi la más gente {L-1510} del pueblo, y haciéndose todos un corro, dieron lugar a que los {L-1511} zagales vecinos y forasteros se ejercitasen, por honra de la fiesta, en {L-1512} algunos pastoriles ejercicios. Luego en el instante se mostraron en la {L-1513} plaza un buen número de dispuestos y gallardos pastores, los cuales, {L-1514} dando alegres muestras de su juventud y destreza, dieron principios a mil {L-1515} graciosos juegos, ora tirando la pesada barra, ora mostrando la ligereza {L-1516} de sus sueltos miembros en los desusados saltos, ora descubriendo su crecida {L-1517} fuerza e industriosa maña en las intricadas luchas, ora enseñando {L-1518} la velocidad de sus pies en las largas carreras, procurando cada uno de {L-1519} ser tal en todo, que el primero premio alcanzase de muchos que los mayorales {L-1520} del pueblo tenían puestos para los mejores que en tales ejercicios {L-1521} se aventajasen. Pero en estos que he contado, ni en otros muchos que callo {L-1522} por no ser prolija, ningunos de cuantos allí estaban, vecinos y {L-1523} comarcanos, llegó al punto que mi Artidoro, el cual con su presencia {L-1524} quiso honrar y alegrar nuestra fiesta y llevarse el primero honor y premio {L-1525} de todos los juegos que se hicieron; tal era, pastoras, su destreza y gallardía. {L-1526} Las alabanzas que todas le daban eran tantas, que yo mesma me ensoberbecía, {L-1527} y un desusado contento en el pecho me retozaba sólo en considerar {L-1528} cuán bien había sabido ocupar mis pensamientos. Pero, con {L-1529} todo esto, me daba grandísima pesadumbre que Artidoro, como forastero, {L-1530} se había de partir presto de nuestra aldea, y que si él se {L-1531} iba sin saber, a lo menos, lo que de mí llevaba, que era el alma, {L-1532} ¿que qué vida sería la mía en su ausencia, {L-1533} o cómo podría yo aliviar mi pena siquiera con quejarme, pues {L-1534} no tenía de quien, sino de mí mesma? Estando yo, pues, en {L-1535} estas imaginaciones, se acabó la fiesta y regocijo; y queriendo {L-1536} Artidoro despedirse de los pastores sus amigos, todos ellos juntos le rogaron {L-1537} que, por los días que había de durar el octavario de la fiesta, {L-1538} fuese contento de pasarlos con ellos, si otra cosa de más gusto {L-1539} no se lo impidía. « Ninguna me la puede dar a mí mayor, {L-1540} graciosos pastores -respondió Artidoro-, que serviros en esto y {L-1541} en todo lo que más fuere vuestra voluntad; que, puesto que la mía {L-1542} era por agora querer buscar a un hermano mío que pocos días {L-1543} ha falta de nuestra aldea, cumpliré vuestro deseo, por ser yo el {L-1544} que gano en ello. » Todos se lo agradecieron mucho y quedaron contentos {L-1545} de su quedada; pero más lo quedé yo, considerando que en {L-1546} aquellos ocho días no podía dejar de ofrecérseme ocasión {L-1547} donde le descubriese lo que ya encubrir no podía. Toda aquella noche {L-1548} casi se nos pasó en bailes y juegos, y en contar unas a otras las {L-1549} pruebas que habíamos visto hacer a los pastores aquel día, {L-1550} diciendo: « Fulano bailó mejor que Fulano, puesto que el tal {L-1551} sabía más mudanzas que el tal; Mingo derribó a Bras, {L-1552} pero Bras corrió más que Mingo. » Y al fin, fin, todas {L-1553} concluían que Artidoro, el pastor forastero, había llevado {L-1554} la ventaja a todos, loándole cada una en particular sus particulares {L-1555} gracias; las cuales alabanzas, como ya he dicho, todas en mi contento redundaban. {L-1556} Venida la mañana del día después de la fiesta, antes {L-1557} que la fresca Aurora perdiese el rocío aljofarado de sus hermosos {L-1558} cabellos y que el sol acabase de descubrir sus rayos por las cumbres de {L-1559} los vecinos montes, nos juntamos hasta una docena de pastoras de las más {L-1560} miradas del pueblo; y, asidas unas de otras de las manos, al son de una {L-1561} gaita y de una zampoña, haciendo y deshaciendo intricadas vueltas {L-1562} y bailes, nos salimos de la aldea a un verde prado que no lejos de ella {L-1563} estaba, dando gran contento a todos los que nuestra enmarañada danza {L-1564} miraban. Y la ventura, que hasta entonces mis cosas de bien en mejor iba {L-1565} guiando, ordenó que en aquel mesmo prado hallásemos todos {L-1566} los pastores del lugar, y con ellos a Artidoro, los cuales, como nos vieron, {L-1567} acordando luego el son de un tamborino suyo con el de nuestras zampoñas, {L-1568} con el mesmo compás y baile nos salieron a recebir, mezclándonos {L-1569} unos con otros confusa y concertadamente, y, mudando los instrumentos el {L-1570} son, mudamos el baile, de manera que fue menester que las pastoras nos {L-1571} desasiésemos y diésemos las manos a los pastores; y quiso {L-1572} mi buena dicha que acerté yo a dar la mía a Artidoro. No {L-1573} sé cómo os encarezca, amigas, lo que en tal punto sentí, {L-1574} si no es deciros que me turbé de manera que no acertaba a dar paso {L-1575} concertado en el baile; tanto que le convenía a Artidoro llevarme {L-1576} con fuerza tras sí, porque no rompiese, soltándome, el hilo {L-1577} de la concertada danza. Y tomando de ello ocasión, le dije: « ¿En {L-1578} qué te ha ofendido mi mano, Artidoro, que así la aprietas? » {L-1579} El me respondió, con voz que de ninguno pudo ser oída: {L-1580} « Mas, ¿qué te ha hecho a ti mi alma, que así {L-1581} la maltratas? » « Mi ofensa es clara -respondí yo mansamente-, {L-1582} mas la tuya, ni la veo ni podrá verse. » « Y aun ahí {L-1583} está el daño -replico Artidoro-: que tengas vista para hacer {L-1584} el mal y te falte para sanarle. » En esto cesaron nuestras razones, {L-1585} porque los bailes cesaron, quedando yo contenta y pensativa de lo que Artidoro {L-1586} me había dicho; y, aunque consideraba que eran razones enamoradas, {L-1587} no me aseguraban si eran de enamorado. Luego nos sentamos todos los pastores {L-1588} y pastoras sobre la verde hierba y, habiendo reposado un poco del cansancio {L-1589} de los bailes pasados, el viejo Eleuco, acordando su instrumento, que un {L-1590} rabel era, con la zampoña de otro pastor, rogó a Artidoro {L-1591} que alguna cosa cantase pues él más que otro alguno lo debía {L-1592} hacer, por haberle dado el Cielo tal gracia que sería ingrato si {L-1593} encubrirla quisiese. Artidoro, agradeciendo a Eleuco las alabanzas que {L-1594} le daba, comenzó luego a cantar unos versos que, por haberme puesto {L-1595} en mí sospecha aquellas palabras que antes me había dicho, {L-1596} los tomé tan en la memoria, que aun hasta agora no se me han olvidado; {L-1597} los cuales, aunque os dé pesadumbre oírlos, sólo porque {L-1598} hacen al caso para que entendáis punto por punto por los que me {L-1599} ha traído el amor al desdichado en que me hallo, os los habré {L-1600} de decir, que son estos:
 

  {L-1601}    En áspera, cerrada, escura noche,
{L-1602} sin ver jamás el esperado día,
{L-1603} y en contino crecido, amargo llanto,
{L-1604} ajeno de placer, contento y risa,
{L-1605} merece estar, y en una viva muerte, 5
{L-1606} aquel que sin amor pasa la vida.
 
{L-1607}    ¿Qué puede ser la más {L-1608} alegre vida
{L-1609} sino una sombra de una breve noche,
{L-1610} o natural retrato de la muerte,
{L-1611} si en todas cuantas horas tiene el día, 10
{L-1612} puesto silencio al congojoso llanto,
{L-1613} no admite del amor la dulce risa?
 
{L-1614}    Do vive el blando amor, vive la risa,
{L-1615} y adonde muere, muere nuestra vida,
{L-1616} y el sabroso placer se vuelve en llanto, 15
{L-1617} y en tenebrosa, sempiterna noche
{L-1618} la clara luz del sosegado día;
{L-1619} y es el vivir sin él, amarga muerte.
 
{L-1620}    Los rigurosos trances de la muerte
{L-1621} no huye el amador; antes con risa 20
{L-1622} desea la ocasión y espera el día
{L-1623} donde pueda ofrecer la cara vida
{L-1624} hasta ver la tranquila, última noche,
{L-1625} al amoroso fuego, al dulce llanto.
 
{L-1626}    No se llama de amor el llanto, llanto, 25
{L-1627} ni su muerte llamarse debe muerte
{L-1628} ni a su noche dar título de noche:
{L-1629} que su risa llamarse debe risa,
{L-1630} y su vida tener por cierta vida,
{L-1631} y sólo festejar su alegre día. 30
 
{L-1632}    ¡Oh venturoso para mí {L-1633} este día,
{L-1634} do pude poner freno al triste llanto,
{L-1635} y alegrarme de haber dado mi vida
{L-1636} a quien dármela puede, o darme muerte!
{L-1637} ¿Mas qué puede esperarse, si no es risa, 35
{L-1638} de un rostro que al sol vence y vuelve en noche?
 
{L-1639}    Vuelto ha mi escura noche en {L-1640} claro día
{L-1641} amor, y en risa mi crecido llanto,
{L-1642} y mi cercana muerte en larga vida.

     {L-1643} Estos fueron los versos, hermosas pastoras, {L-1644} que con maravillosa gracia y no menos satisfacción de los que le {L-1645} escuchaban aquel día cantó mi Artidoro, de los cuales y de {L-1646} las razones que antes me había dicho, tomé yo ocasión {L-1647} de imaginar si por ventura mi vista algún nuevo accidente amoroso {L-1648} en el pecho de Artidoro había causado; y no me salió tan {L-1649} vana mi sospecha que él mesmo no me la certificase al volvernos {L-1650} al aldea.

{L-1651}      A este punto del cuento de sus amores llegaba {L-1652} Teolinda cuando las pastoras sintieron grandísimo estruendo de voces {L-1653} de pastores y ladridos de perros, que fue causa para que dejasen la comenzada {L-1654} plática y se parasen a mirar por entre las ramas lo que era. Y así {L-1655} vieron que por un verde llano que a su mano derecha estaba, atravesaban {L-1656} una multitud e perros, los cuales venían siguiendo una temerosa {L-1657} liebre que, a toda furia, a las espesas matas venía a guarecerse; {L-1658} y no tardó mucho que por el mesmo lugar donde las pastoras estaban, {L-1659} la vieron entrar e irse derecha al lado de Galatea; y allí, vencida {L-1660} del cansancio de la larga carrera y casi como segura del cercano peligro, {L-1661} se dejó caer en el suelo con tan cansado aliento que parecía {L-1662} que faltaba poco para dar el espíritu. Los perros, por el olor y {L-1663} rastro, la siguieron hasta entrar adonde estaban las pastoras, mas Galatea, {L-1664} tomando la temerosa liebre en los brazos, estorbó su vengativo intento {L-1665} a los codiciosos perros, por parecerle no ser bien si dejaba de defender {L-1666} a quien de ella había querido valerse. De allí a poco llegaron {L-1667} al nos pastores, que en seguimiento de los perros y de la liebre venían, {L-1668} entre los cuales venía el padre de Galatea, por cuyo respeto ella, {L-1669} Florisa y Teolinda le salieron a recebir con la debida cortesía. {L-1670} El y los pastores quedaron admirados de la hermosura de Teolinda, {L-1671} y con deseo de saber quién fuese, porque bien conocieron que era {L-1672} forastera. No poco les pesó de esta llegada a Galatea y Florisa, {L-1673} por el gusto que les había quitado de saber el suceso de los amores {L-1674} de Teolinda, a la cual rogaron fuese servida de no partirse por algunos {L-1675} días de su compañía si en ello no se estorbaba acaso {L-1676} el cumplimiento de sus deseos.

{L-1677}      -Antes, por ver si pueden cumplirse -respondió {L-1678} Teolinda-, me conviene estar algún día en esta ribera; y {L-1679} así por esto, como por no dejar imperfecto mi comenzado cuento, {L-1680} habré de hacer lo que me mandáis.

{L-1681}      Galatea y Florisa la abrazaron y le ofrecieron {L-1682} de nuevo su amistad y de servirla en cuanto sus fuerzas alcanzasen. En {L-1683} este entretanto, habiendo el padre de Galatea y los otros pastores en el {L-1684} margen del claro arroyo tendido sus gabanes y sacado de sus zurrones algunos {L-1685} rústicos manjares, convidaron a Galatea y a sus compañeras {L-1686} a que con ellos comiesen. Aceptaron ellas el convite, y sentándose {L-1687} luego, desecharon la hambre, que, por ser ya subido el día, comenzaba {L-1688} a fatigarles. En estos y en algunos cuentos que, por entretener el tiempo, {L-1689} los pastores contaron, se llegó la hora acostumbrada de recogerse {L-1690} al aldea. Y luego Galatea y Florisa, dando vuelta a sus rebaños, {L-1691} los recogieron, y en compañía de Teolinda y de los otros {L-1692} pastores hacia el lugar poco a poco se encaminaron. Y al quebrar de la {L-1693} cuesta, donde aquella mañana habían topado a Elicio, oyeron {L-1694} todos la zampoña del desamorado Lenio, el cual era un pastor en {L-1695} cuyo pecho jamás el amor pudo hacer morada; y de esto vivía {L-1696} él tan alegre y satisfecho que, en cualquiera conversación {L-1697} y junta de pastores que se hallaba, no era otro su intento sino decir mal {L-1698} de amor y de los enamorados, y todos sus cantares a este fin se encaminaban; {L-1699} y por esta tan extraña condición que tenía, era de {L-1700} los pastores de todas aquellas comarcas conocido, y de unos aborrecido {L-1701} y de otros estimado. Galatea y los que allí venían se pararon {L-1702} a escuchar por ver si Lenio, como de costumbre tenía, alguna cosa {L-1703} cantaba; y luego vieron que, dando su zampoña a otro compañero {L-1704} suyo, al son de ella comenzó a cantar lo que se sigue:
 

    LENIO
{L-1705}    En vano, descuidado pensamiento,
{L-1706} una loca altanera fantasía,
{L-1707} un no sé qué que la memoria cría,
{L-1708} sin ser, sin calidad, sin fundamento;
 
{L-1709}    una esperanza que se lleva el viento, 5
{L-1710} un dolor con renombre de alegría,
{L-1711} una noche confusa do no hay día,
{L-1712} un ciego error de nuestro entendimiento,
 
{L-1713}    son las raíces propias de do nace
{L-1714} esta quimera antigua celebrada 10
{L-1715} que amor tiene por nombre en todo el suelo.
 
{L-1716}    Y el alma que en amor tal se complace,
{L-1717} merece ser del suelo desterrada,
{L-1718} y que no la recojan en el Cielo.

{L-1719}      A la sazón que Lenio cantaba lo que {L-1720} habéis oído, habían ya llegado con sus rebaños {L-1721} Elicio y Erastro, en compañía del lastimado Lisandro; y pareciéndole {L-1722} a Elicio que la lengua de Lenio en decir mal de amor a más de lo {L-1723} que era razón se extendía, quiso mostrarle a la clara su {L-1724} engaño, y, aprovechándose del mesmo concepto de los versos {L-1725} que él había cantado, al tiempo que ya llegaban Galatea, {L-1726} Florisa y Teolinda y los demás pastores, al son de la zampoña {L-1727} de Erastro, comenzó a cantar de esta manera:
 

    ELICIO
{L-1728} Merece quien en el suelo
{L-1729} en su pecho a amor no encierra,
{L-1730} que lo desechen del Cielo
{L-1731} y no le sufra la tierra.
 
{L-1732}    Amor, que es virtud entera, 5
{L-1733} con otras muchas que alcanza,
{L-1734} de una en otra semejanza
{L-1735} sube a la causa primera;
{L-1736} y merece el que su celo
{L-1737} de tal amor le destierra, 10
{L-1738} que le desechen del Cielo
{L-1739} y no le acoja la tierra.
 
{L-1740}    Un bello rostro y figura,
{L-1741} aunque caduca y mortal,
{L-1742} es un traslado y señal 15
{L-1743} de la divina hermosura;
{L-1744} y el que lo hermoso en el suelo
{L-1745} desama y echa por tierra,
{L-1746} desechado sea del Cielo
{L-1747} y no le sufra la tierra. 20
 
{L-1748}    Amor tomado en sí solo,
{L-1749} sin mezcla de otro accidente,
{L-1750} es al suelo conviniente,
{L-1751} como los rayos de Apolo;
{L-1752} y el que tuviere recelo 25
{L-1753} de amor que tal bien encierra
{L-1754} merece no ver el Cielo
{L-1755} y que le trague la tierra.
 
{L-1756}    Bien se conoce que amor
{L-1757} está de mil bienes lleno, 30
{L-1758} pues hace del malo bueno,
{L-1759} y del que es bueno, mejor;
{L-1760} y así el que discrepa un pelo
{L-1761} en limpia amorosa guerra,
{L-1762} ni merece ver el Cielo, 35
{L-1763} ni sustentarse en la tierra.
 
{L-1764}    El amor es infinito
{L-1765} si se funda en ser honesto,
{L-1766} y aquel que se acaba presto
{L-1767} no es amor, sino apetito; 40
{L-1768} y al que, sin alzar el vuelo,
{L-1769} con su voluntad se cierra,
{L-1770} mátele rayo del Cielo
{L-1771} y no le cubra la tierra.


  {L-1772}      No recibieron poco gusto los enamorados pastores {L-1773} de ver cuán bien Elicio su parte defendía, pero no por esto {L-1774} el desamorado Lenio dejó de estar firme en su opinión; antes {L-1775} quería de nuevo volver a cantar, y a mostrar en lo que cantase de {L-1776} cuán poco momento eran las razones de Elicio para escurecer la verdad {L-1777} tan clara que él a su parecer sustentaba, mas el padre de Galatea, {L-1778} que Aurelio « el Venerable » se llamaba, le dijo:

{L-1779}      -No te fatigues por agora, discreto Lenio, {L-1780} en querernos mostrar en tu canto lo que en tu corazón sientes, que {L-1781} el camino de aquí al aldea es breve, y me parece que es menester {L-1782} más tiempo del que piensas para defenderte de los muchos que tienen {L-1783} tu contrario parecer. Guarda tus razones para lugar más oportuno, {L-1784} que algún día te juntarás tú y Elicio con otros {L-1785} pastores en la fuente de las Pizarras o arroyo de las Palmas, donde con {L-1786} más comodidad y sosiego podáis argÜir y aclarar vuestras {L-1787} diferentes opiniones.

{L-1788}      -La que Elicio tiene es opinión -respondió {L-1789} Lenio-, que la mía no es sino ciencia averiguada, la cual en breve {L-1790} o en largo tiempo, por traer ella consigo la verdad, me obligó a {L-1791} sustentarla; pero no faltará tiempo, como dices, más aparejado {L-1792} para este efecto.

{L-1793}      -Ese procuraré yo -respondió {L-1794} Elicio-, porque me pesa que tan subido ingenio como el tuyo, amigo Lenio, {L-1795} le falte quien le pueda requintar y subir de punto cómo es el limpio {L-1796} y verdadero amor, de quien te muestras tan enemigo.

{L-1797}      -Engañado estás, oh Elicio -replicó {L-1798} Lenio-, si piensas con afeitadas y sofísticas palabras hacerme mudar {L-1799} de lo que no me tendría por hombre si me mudase.

{L-1800}      -Tan malo es -dijo Elicio- ser pertinaz en {L-1801} el mal como bueno perseverar en el bien; y siempre he oído decir {L-1802} a mis mayores que de sabios es mudar consejo.

{L-1803}      -No niego yo eso -respondió Lenio- cuando {L-1804} yo entendiese que mi parecer no es justo, pero en tanto que la experiencia {L-1805} y la razón no me mostraren el contrario de lo que hasta aquí {L-1806} me han mostrado, yo creo que mi opinión es tan verdadera cuanto {L-1807} la tuya falsa.

{L-1808}      -Si se castigasen los herejes de amor -dijo {L-1809} a esta sazón Erastro-, desde agora comenzara yo, amigo Lenio, a {L-1810} cortar leña con que te abrasaran por el mayor hereje y enemigo que {L-1811} el amor tiene.

{L-1812}      -Y aun si yo no viera otra cosa del amor, sino {L-1813} que tú, Erastro, le sigues y eres del bando de los enamorados -respondió {L-1814} Lenio-, sola ella me bastara a renegar de él con cien mil lenguas, {L-1815} si cien mil lenguas tuviera.

{L-1816}      Pues ¿parécete, Lenio -replicó {L-1817} Erastro-, que no soy bueno para enamorado?

{L-1818}      -Antes me parece -respondió Lenio- que {L-1819} los que fueren de tu condición y entendimiento son propios para {L-1820} ser ministros suyos, porque quien es cojo, con el más mínimo {L-1821} traspié da de ojos, y el que tiene poco discurso, poco ha menester {L-1822} para que le pierda del todo. Y los que siguen la bandera de este vuestro {L-1823} valeroso capitán, yo tengo para mi que no son los más sabios {L-1824} del mundo; y si lo han sido, en el punto que se enamoraron dejaron de serlo.

{L-1825}      Grande fue el enojo que Erastro recibió {L-1826} de lo que Lenio le dijo, y así le respondió:

{L-1827}      -Paréceme, Lenio, que tus desvariadas {L-1828} razones merecen otro castigo que palabras; mas yo espero que algún {L-1829} día pagarás lo que agora has dicho, sin que te valga lo que {L-1830} en tu defensa dijeres.

{L-1831}      -Si yo entendiese de ti, Erastro -respondió {L-1832} Lenio-, que fueses tan valiente como enamorado, no dejarían de darme {L-1833} temor tus amenazas; mas como sé que te quedas tan atrás en {L-1834} lo uno como vas adelante en lo otro, antes me causan risa que espanto.

{L-1835}      Aquí acabó de perder la paciencia {L-1836} Erastro; y si no fuera por Lisandro y por Elicio, que en medio se pusieron, {L-1837} él respondiera a Lenio con las manos, porque ya su lengua, turbada {L-1838} con la cólera, apenas podía usar su oficio. Grande fue el {L-1839} gusto que todos recibieron de la graciosa pendencia de los pastores; y {L-1840} más de la cólera y enojo que Erastro mostraba, que fue menester {L-1841} que el padre de Galatea hiciese las amistades de Lenio y suyas, aunque {L-1842} Erastro, si no fuera por no perder el respeto al padre de su señora, {L-1843} en ninguna manera las hiciera. Luego que la cuestión fue acabada, {L-1844} todos con regocijo se encaminaron al aldea, y, en tanto que llegaban, la {L-1845} hermosa Florisa, al son de la zampoña de Galatea, cantó este {L-1846} soneto:
 

    FLORISA
{L-1847}    Crezcan las simples ovejuelas mías
{L-1848} en el cerrado bosque y verde prado,
{L-1849} y el caluroso estío e invierno helado
{L-1850} abunde en hierbas verdes y aguas frías.
 
{L-1851}    Pase en sueños las noches y los días 5
{L-1852} en lo que toca al pastoral estado,
{L-1853} sin que de amor un mínimo cuidado
{L-1854} sienta, ni sus ancianas niñerías.
 
{L-1855}    Este mil bienes del amor pregona;
{L-1856} aquél publica de él vanos cuidados; 10
{L-1857} yo no sé si los dos andan perdidos,
{L-1858}    ni sabré al vencedor dar la corona:
{L-1859} sé bien que son de amor los escogidos
{L-1860} tan pocos, cuanto muchos los llamados.
{L-1861}      Breve se les hizo a los pastores el camino, {L-1862} engañados y entretenidos con la graciosa voz de Florisa, la cual {L-1863} no dejó el canto hasta que estuvieron bien cerca del aldea y de {L-1864} las cabañas de Elicio y Erastro, que con Lisandro se quedaron en {L-1865} ellas, despidiéndose primero del venerable Aurelio, de Galatea y {L-1866} Florisa, que con Teolinda al aldea se fueron, y los demás pastores, {L-1867} cada cual adonde tenía su cabaña. Aquella mesma noche pidió {L-1868} el lastimado Lisandro licencia a Elicio para volverse a su tierra o a donde {L-1869} pudiese, conforme a sus deseos, acabar lo poco que a su parecer le quedaba {L-1870} de vida. Elicio, con todas las razones que supo decirle, y con infinitos {L-1871} ofrecimientos de verdadera amistad que le ofreció, jamás {L-1872} pudo acabar con él que en su compañía, siquiera algunos {L-1873} días, se quedase; y así, el sin ventura pastor, abrazandonos {L-1874} a Elicio, con abundantes lágrimas y sospiros se despidió {L-1875} de él prometiendo de avisarle de su estado dondequiera que estuviese. {L-1876} Y habiéndole acompañado Elicio hasta media legua de su cabaña, {L-1877} le tomó a abrazar estrechamente; y tornándose a hacer de {L-1878} nuevo nuevos ofrecimientos, se apartaron, quedando Elicio con harto pesar {L-1879} del que Lisandro llevaba. Y así, se volvió a su cabaña {L-1880} a pasar lo más de la noche en sus amorosas imaginaciones, y a esperar {L-1881} el venidero día para gozar el bien que de ver a Galatea se le causaba. {L-1882} La cual, después que llegó a su aldea, deseando saber el {L-1883} suceso de los amores de Teolinda, procuró hacer de manera que aquella {L-1884} noche estuviesen solas ella y Florisa y Teolinda; y hallando la comodidad {L-1885} que deseaba, la enamorada pastora prosiguió su cuento, como se verá {L-1886} en el segundo libro.

Fin del primer libro de galatea

{Segundo libro}

{L-1887}

Segundo libro

{L-1888}      Libres ya y desembarazadas de lo que aquella noche {L-1889} con sus ganados habían de hacer, procuraron recogerse y apartarse {L-1890} con Teolinda en parte donde, sin ser de nadie impedidas, pudiesen oír {L-1891} lo que del suceso de sus amores le faltaba. Y así se fueron a un {L-1892} pequeño jardín que estaba en casa de Galatea, y sentándose {L-1893} las tres debajo de una verde y pomposa parra que entricadamente por unas {L-1894} redes de palo se entretejía, tomando a repetir Teolinda algunas {L-1895} palabras de lo que antes había dicho, prosiguió diciendo:

{L-1896}      -Después de acabado nuestro baile y {L-1897} el canto de Artidoro, como ya os he dicho, bellas pastoras, a todos nos {L-1898} pareció volvemos al aldea a hacer en el templo los solemnes sacrificios, {L-1899} y por parecemos asimesmo que la solemnidad de la fiesta daba en alguna {L-1900} manera licencia para que, no teniendo cuenta tan a punto con el recogimiento, {L-1901} con mas libertad nos holgásemos; y por esto todos los pastores y {L-1902} pastoras, en montón confuso, alegre y regocijadamente al aldea nos {L-1903} volvimos, hablando cada uno con quien más gusto le daba. Ordenó, {L-1904} pues, la suerte y mi diligencia, y aun la solicitud de Artidoro, que, sin {L-1905} mostrar artificio en ello, los dos nos apareamos, de manera que a nuestro {L-1906} salvo pudiéramos hablar en aquel camino más de lo que hablamos, {L-1907} si cada uno por sí no tuviera respeto a lo que a sí mesmo {L-1908} y al otro debía. En fin, yo, por sacarle a barrera, como decirse {L-1909} suele, le dije: « Años se te harán, Artidoro, los días {L-1910} que en nuestra aldea estuvieres, pues debes de tener en la tuya cosas en {L-1911} que ocuparte que te deben de dar más gusto. » « Todo el {L-1912} que yo puedo esperar en mi vida trocara yo -respondió Artidoro- {L-1913} porque fueran, no años, sino siglos los días que aquí {L-1914} tengo de estar, pues, en acabándose, no espero tener otros que más {L-1915} contento me hagan. » « ¿Tanto es el que recibes -respondí {L-1916} yo- en mirar nuestras fiestas? » « No nace de ahí -respondió {L-1917} él-, sino de contemplar la hermosura de las pastoras de esta vuestra {L-1918} aldea. » « Es verdad -replique yo-, ¡que deben de faltar {L-1919} hermosas zagalas en la tuya! » « Verdad es que allá no {L-1920} faltan -respondió él-, pero aquí sobran, de manera {L-1921} que una sola que yo he visto basta para que, en su comparación, {L-1922} las de allá se tengan por feas. » « Tu cortesía {L-1923} te hace decir eso, oh Artidoro -respondí yo-; porque bien sé {L-1924} que en este pueblo no hay ninguna que tanto se aventaje como dices. » {L-1925} « Mejor sé yo ser verdad lo que digo -respondió él-, {L-1926} pues he visto la una y mirado las otras. » « Quizá la {L-1927} miraste de lejos, y la distancia del lugar -dije yo- te hizo parecer otra {L-1928} cosa de lo que debe de ser ». « De la mesma manera -respondió {L-1929} él- que a ti te veo y estoy mirando agora, la he mirado y visto {L-1930} a ella; y yo me holgaría de haberme engañado si no conforma {L-1931} su condición con su hermosura. » « No me pesara a mí {L-1932} ser la que dices por el gusto que debe sentir la que se vee pregonada y {L-1933} tenida por hermosa ». « Harto más -respondió Artidoro- {L-1934} quisiera yo que tú no fueras. » « Pues ¿que perdieras {L-1935} tú -respondí yo- si, como yo no soy la que dices, lo fuera? » {L-1936} « Lo que he ganado -respondió él bien lo sé; {L-1937} de lo que he de perder estoy incierto y temeroso. » « Bien sabes {L-1938} hacer del enamorado -dije yo-, oh Artidoro. » « Mejor sabes tú {L-1939} enamorar, oh Teolinda » -respondió él. A esto le dije: {L-1940} « No sé si te diga, Artidoro, que deseo que ninguno de los {L-1941} dos sea el engañado. » A lo que él respondió: {L-1942} « De que yo no me engaño, estoy bien seguro, y de querer tú {L-1943} desengañarte, está en tu mano todas las veces que quisieres {L-1944} hacer experiencia de la limpia voluntad que tengo que servirte. » {L-1945} « Esa te pagaré yo con a mesma que yo-, por parecerme que no {L-1946} sería bien a tan poca costa quedar en deuda con alguno. » A {L-1947} esta sazón, sin que él tuviese lugar de responderme, llegó {L-1948} Eleuco, el mayoral, y dijo con voz alta: « Ea, gallardos pastores {L-1949} y hermosas pastoras: haced que sientan en el aldea nuestra venida entonando {L-1950} vosotras, zagalas, algún villancico, de modo que nosotros os respondamos, {L-1951} porque vean los del pueblo cuanto hacemos al caso los que aquí vamos {L-1952} para alegrar nuestra fiesta. » Y porque en ninguna cosa que Eleuco {L-1953} mandaba, dejaba de ser obedecido, luego los pastores me dieron a mí {L-1954} la mano para que comenzase; y así yo, sirviéndome de la ocasión {L-1955} y aprovechándome de lo que con Artidoro había pasado, di {L-1956} principio a este villancico:
 

  En los estados de amor
{L-1957} nadie llega a ser perfeto,
{L-1958} sino el honesto y secreto.
 
{L-1959} Para llegar al suave
{L-1960} gusto de amor, si se acierta 5
{L-1961} es el secreto la puerta,
{L-1962} y la honestidad, la llave;
{L-1963} y esta entrada no la sabe
{L-1964} quien presume de discreto,
{L-1965} sino el honesto y secreto. 10
 
{L-1966} Amar humana beldad
{L-1967} suele ser reprehendido
{L-1968} si tal amor no es medido
{L-1969} con razón y honestidad;
{L-1970} y amor de tal calidad 15
{L-1971} luego le alcanza, en efeto,
{L-1972} el que es honesto y secreto.
 
{L-1973} Es ya caso averiguado,
{L-1974} que no se puede negar,
{L-1975} que a veces pierde el hablar 20
{L-1976} lo que el callar ha ganado;
{L-1977} y, el que fuere enamorado
{L-1978} jamás se verá en aprieto,
{L-1979} si fuere honesto y secreto.
 
{L-1980} Cuando una parlera lengua 25
{L-1981} y unos atrevidos ojos
{L-1982} suelen causar mil enojos
{L-1983} y poner al alma en mengua,
{L-1984} tanto este dolor desmengua
{L-1985} y se libra de este aprieto 30
{L-1986} el que es honesto y secreto.

{L-1987}      No sé si acerté, hermosas pastoras, {L-1988} en cantar lo que habéis oído, pero sé bien que se {L-1989} supo aprovechar de ello Artidoro, pues en todo el tiempo que en nuestra {L-1990} aldea estuvo, puesto que me habló muchas veces, fue con tanto recato, {L-1991} secreto y honestidad, que los ociosos ojos y lenguas parleras ni tuvieron {L-1992} ni vieron qué decir cosa que a nuestra honra perjudicase. Mas con {L-1993} el temor que yo tenía que, acabado el término que Artidoro {L-1994} había prometido de estar en nuestra aldea, se había de ir {L-1995} a la suya, procuré, aunque a costa de mi vergÜenza, que no {L-1996} quedase mi corazón con lástima de haber callado lo que después {L-1997} fuera excusado decirse estando Artidoro ausente. Y así, después {L-1998} que mis ojos dieron licencia que los suyos amorosamente me mirasen, no {L-1999} estuvieron quedas las lenguas ni dejaron de mostrar con palabras lo que {L-2000} hasta entonces por señas los ojos habían bien claramente {L-2001} manifestado.

{L-2002}      En fin, sabréis, amigas mías, {L-2003} que un día, hallándome acaso sola con Artidoro, con señales {L-2004} de un encendido amor y comedimiento, me descubrió el verdadero y {L-2005} honesto amor que me tenía; y, aunque yo quisiera entonces hacer {L-2006} de la retirada y melindrosa, porque temía, como ya os he dicho, {L-2007} que él se partiese, no quise desdeñarle ni despedirle; y {L-2008} también por parecerme que los sinsabores que se dan y sienten en {L-2009} el principio de los amores son causa de que abandonen y dejen la comenzada {L-2010} empresa los que en sus sucesos no son muy experimentados. Y por esto le {L-2011} di respuesta tal cual yo deseaba dársela, quedando, en resolución, {L-2012} concertados en que él se fuese a su aldea, y que, de allí {L-2013} a pocos días, con alguna honrosa tercería me enviase a pedir {L-2014} por esposa a mis padres; de lo que él fue tan contento y satisfecho {L-2015} que no acababa de llamar venturoso el día en que sus ojos me miraron. {L-2016} De mí os sé decir que no trocara mi contento por ningún {L-2017} otro que imaginar pudiera, por estar segura que el valor y calidad de Artidoro {L-2018} era tal que mi padre sería contento de recebirle por yerno.

{L-2019}      En el dichoso punto que habéis oído, {L-2020} pastoras, estaba el de nuestros amores, que no quedaban sino dos o tres {L-2021} días a la partida de Artidoro, cuando la Fortuna, como aquella que {L-2022} jamás tuvo término en sus cosas, ordenó que una hermana {L-2023} mía de poco menos edad que yo a nuestra aldea tornase de otra donde {L-2024} algunos días había estado en casa de una tía nuestra {L-2025} que mal dispuesta se hallaba. Y por que consideréis, señoras, {L-2026} cuán extraños y no pensados casos en el mundo suceden, quiero {L-2027} que entendáis una cosa que creo no os dejará de causar alguna {L-2028} admiración extraña; y es que esta hermana mía que {L-2029} os he dicho, que hasta entonces había estado ausente, me parece {L-2030} tanto en el rostro, estatura, donaire y brío, si alguno tengo, que {L-2031} no sólo los de nuestro lugar, sino nuestros mismos padres muchas {L-2032} veces nos han desconocido, y a la una por la otra hablado; de manera que, {L-2033} para no caer en este engaño, por la diferencia de los vestidos, {L-2034} que diferentes eran, nos diferenciaban. En una cosa sola, a lo que yo creo, {L-2035} nos hizo bien diferentes la Naturaleza, que fue en las condiciones, por {L-2036} ser la de mi hermana más áspera de lo que mi contento había {L-2037} menester, pues por ser ella menos piadosa que advertida, tendré {L-2038} yo que llorar todo el tiempo que la vida me durare.

{L-2039}      Sucedió, pues, que luego que mi hermana {L-2040} vino al aldea, con el deseo que tenía de volver al agradable pastoral {L-2041} ejercicio suyo, madrugó luego otro día más de lo que {L-2042} yo quisiera, y, con las ovejas propias que yo solía llevar, se fue {L-2043} al prado, y aunque yo quise seguirla, por el contento que se me seguía {L-2044} de la vista de mi Artidoro, con no sé qué ocasión {L-2045} mi padre me detuvo todo aquel día en casa, que fue el último {L-2046} de mis alegrías. Porque aquella noche, habiendo mi hermana recogido {L-2047} su ganado, me dijo, como en secreto, que tenía necesidad de decirme {L-2048} una cosa que mucho me importaba. Yo, que cualquiera otra pudiera pensar {L-2049} de la que me dijo, procuré que presto a solas nos viésemos, {L-2050} adonde ella, con rostro algo alterado, estando yo colgada de sus palabras, {L-2051} me comenzó a decir: « No sé, hermana mía, lo {L-2052} que piense de tu honestidad, ni menos sé si calle lo que no puedo {L-2053} dejar de decirte, por ver si me das alguna disculpa de la culpa que imagino {L-2054} que tienes; y aunque yo, como hermana menor, estaba obligada a hablarte {L-2055} con más respeto, debes perdonarme, porque en lo que hoy he visto {L-2056} hallarás la disculpa de lo que te dijere. » Cuando yo de esta {L-2057} manera la oí hablar, no sabía qué responderle, sino {L-2058} decirle que pasase adelante con su plática. « Has de saber, {L-2059} hermana -siguió ella-, que esta mañana, saliendo con nuestras {L-2060} ovejas al prado y yendo sola con ellas por la ribera de nuestro fresco {L-2061} Henares, al pasar por el alameda del Concejo, salió a mí {L-2062} un pastor que con verdad osaré jurar que jamás le he visto {L-2063} en estos nuestros contornos, y, con una extraña desenvoltura, me {L-2064} comenzó a hacer tan amorosas salutaciones que yo estaba con vergÜenza {L-2065} confusa, sin saber qué responderle; y él, no escarmentado {L-2066} del enojo que, a lo que yo creo, en mi rostro mostraba, se llegó {L-2067} a mí, diciéndome: « ¿Qué silencio es este, {L-2068} hermosa Teolinda, último refugio de esta ánima que os adora? » {L-2069} Y faltó poco que no me tomó las manos, añadiendo a {L-2070} lo que he dicho un catálogo que parecía que los traía {L-2071} estudiados. Luego di yo en la cuenta, considerando que él daba en {L-2072} el error en que otros muchos han dado, y que pensaba que con vos estaba {L-2073} hablando; de donde me nació sospecha que si vos, hermana, jamás {L-2074} le hubiérades visto, ni familiarmente tratado, no fuera posible {L-2075} tener el atrevimiento de hablaros de aquella manera. De lo cual tomé {L-2076} tanto enojo que apenas podía formar palabra para responderle, pero {L-2077} al fin respondí de la suerte que su atrevimiento merecía, {L-2078} y cual a mí me pareció que estábades vos, hermana, {L-2079} obligada a responder a quien con tanta libertad os hablara. Y si no fuera {L-2080} porque en aquel instante llegó la pastora Licea, yo le añadiera {L-2081} tales razones que fuera bien arrepentido de haberme dicho las suyas. Y {L-2082} es lo bueno que nunca le quise decir el engaño en que estaba, sino {L-2083} que así creyó el que yo era Teolinda como si con vos mesma {L-2084} estuviera hablando. En fin, el se fue llamándome ingrata, desagradecida {L-2085} y de poco conocimiento; y, a lo que yo puedo juzgar del semblante que él {L-2086} llevaba, a fe, hermana, que otra vez no ose hablaros, aunque más {L-2087} sola os encuentre. Lo que deseo saber es quién es este pastor y {L-2088} qué conversación ha sido la de entrambos, de dó nace {L-2089} que con tanta desenvoltura él se atreviese a hablaros. »

{L-2090}      A vuestra mucha discreción dejo, discretas {L-2091} pastoras, lo que mi alma sintiría oyendo lo que mi hermana me contaba, {L-2092} pero, al fin, disimulando lo mejor que pude, le dije: « La mayor merced {L-2093} del mundo me has hecho, hermana Leonarda, que así se llama la turbadora {L-2094} de mi descanso, en haberme quitado con tus ásperas razones el fastidio {L-2095} y desasosiego que me daban las importunas de ese pastor que dices, el cual {L-2096} es un forastero que habrá ocho días que está en nuestra {L-2097} aldea, en cuyo pensamiento ha cabido tanta arrogancia y locura, que, doquiera {L-2098} que me vee, me trata de la manera que has visto, dándose a entender {L-2099} que tiene granjeada mi voluntad. Y aunque yo le he desengañado quizá {L-2100} con más ásperas palabras de las que tú le dijiste, {L-2101} no por eso deja él de proseguir en su vano propósito; y a {L-2102} fe, hermana, que deseo que venga ya el nuevo día para ir a decirle {L-2103} que, si no se aparta de su vanidad, que espere el fin de ella que mis palabras {L-2104} siempre le han significado. » Y así era la verdad, dulces amigas, {L-2105} que diera yo por que ya fuera el alba cuanto pedírseme pudiera, {L-2106} sólo por ir a ver a mi Artidoro y desengañarle del error {L-2107} en que había caído, temerosa que, con la aceda y desabrida {L-2108} respuesta que mi hermana le había dado, él no se desdeñase {L-2109} e hiciese alguna cosa que en perjuicio de nuestro concierto viniese.

{L-2110}      Las largas noches del escabroso deciembre no {L-2111} dieron más pesadumbre al amante que del venidero día algún {L-2112} contento esperase, cuanto a mí me dio disgusto aquella, puesto que {L-2113} era de las cortas del verano, según deseaba la nueva luz, para ir {L-2114} a ver a la luz por quien mis ojos veían. Y así, antes que {L-2115} las estrellas perdiesen del todo la claridad, estando aún en duda {L-2116} si era de noche o de día, forzada de mi deseo, con la ocasión {L-2117} de ir a apacentar las ovejas, salí del aldea, y dando más {L-2118} priesa al ganado de la acostumbrada para que caminase, llegué al {L-2119} lugar adonde otras veces solía hallar a Artidoro, el cual hallé {L-2120} solo y sin ninguno que de él noticia me diese, de que no pocos saltos {L-2121} me dio el corazón, que casi adevinó el mal que le estaba {L-2122} guardado. ¡Cuántas veces, viendo que no le hallaba, quise {L-2123} con mi voz herir el aire, llamando el amado nombre de mi Artidoro, y decir: {L-2124} « Ven, bien mío, que yo soy la verdadera Teolinda, que más {L-2125} que a sí te quiere y ama! », sino que el temor que de otro {L-2126} que de él fuesen mis palabras oídas, me hizo tener más {L-2127} silencio del que quisiera. Y así, después que hube rodeado {L-2128} una y otra vez toda la ribera y el soto del manso Henares, me senté {L-2129} cansada al pie de un verde sauce, esperando que del todo el claro sol sus {L-2130} rayos por la faz de la Tierra extendiese, para que con su claridad no quedase {L-2131} mata, cueva, espesura, choza ni cabaña que de mí mi bien {L-2132} no fuese buscado. Mas apenas había dado la nueva luz lugar para {L-2133} discernir las colores, cuando luego se me ofreció a los ojos un {L-2134} cortecido álamo blanco, que delante de mí estaba, en el cual {L-2135} y en otros muchos vi escritas unas letras, que luego conocí ser {L-2136} de la mano de Artidoro, allí fijadas, y levantándome con {L-2137} priesa a ver lo que decían, vi, hermosas pastoras, que era esto:
 

  {L-2138}    Pastora en quien la belleza
{L-2139} en tanto extremo se halla,
{L-2140} que no hay a quien comparalla
{L-2141} sino a tu mesma crueza:
{L-2142} mi firmeza y tu mudanza 5
{L-2143} se han sembrado a mano llena
{L-2144} tus promesas en la arena,
{L-2145} y en el viento mi esperanza.
 
{L-2146}    Nunca imaginara yo
{L-2147} que cupiera en lo que vi, 10
{L-2148} tras un dulce alegre ,
{L-2149} tan amargo y triste no;
{L-2150} mas yo no fuera engañado
{L-2151} si pusiera en mi ventura,
{L-2152} así como en tu hermosura, 15
{L-2153} los ojos que te han mirado.
 
{L-2154}    Pues cuanto tu gracia extraña
{L-2155} promete, alegra y concierta,
{L-2156} tanto turba y desconcierta
{L-2157} mi desdicha, y enmaraña. 20
{L-2158} Unos ojos me engañaron,
{L-2159} al parecer pïadosos.
{L-2160} ¡Ay, ojos falsos, hermosos!
{L-2161} Los que os ven, ¿en qué pecaron?
 
{L-2162}    Dime, pastora cruel: 25
{L-2163} ¿a quién no podrá engañar
{L-2164} tu sabio, honesto mirar
{L-2165} y tus palabras de miel?
{L-2166} De mí ya está conocido,
{L-2167} que, con menos que hicieras, 30
{L-2168} días ha que me tuvieras
{L-2169} preso, engañado y rendido.
 
{L-2170}    Las letras que fijaré
{L-2171} en esta áspera corteza
{L-2172} crecerán con más firmeza 35
{L-2173} que no ha crecido tu fe;
{L-2174} la cual pusiste en la boca
{L-2175} y en vanos prometimientos,
{L-2176} no firme al mar y a los vientos
{L-2177} como bien fundada roca. 40
 
{L-2178}    Tan terrible y rigurosa
{L-2179} como víbora pisada,
{L-2180} tan cruel como agraciada,
{L-2181} tan falsa como hermosa:
{L-2182} lo que manda tu crueldad 45
{L-2183} cumpliré sin más rodeo,
{L-2184} pues nunca fue mi deseo
{L-2185} contrario a tu voluntad.
 
{L-2186}    Yo moriré desterrado
{L-2187} porque tú vivas contenta; 50
{L-2188} mas mira que amor no sienta
{L-2189} del modo que me has tratado;
{L-2190} porque, en la amorosa danza,
{L-2191} aunque amor ponga estrecheza,
{L-2192} sobre el compás de firmeza 55
{L-2193} no se sufre hacer mudanza.
 
{L-2194}    Así como en la belleza
{L-2195} pasas cualquiera mujer,
{L-2196} creí yo que en el querer
{L-2197} fueras de mayor firmeza; 60
{L-2198} mas ya sé, por mi pasión,
{L-2199} que quiso pintar Natura
{L-2200} un ángel en tu figura,
{L-2201} y el tiempo en tu condición.
 
{L-2202}    Si quieres saber do voy 65
{L-2203} y el fin de mi triste vida,
{L-2204} la sangre por mí vertida
{L-2205} te llevará donde estoy;
{L-2206} y aunque nada no te cale
{L-2207} de nuestro amor y concierto, 70
{L-2208} no niegues al cuerpo muerto
{L-2209} el triste y último vale.
 
{L-2210}    Que bien serás rigurosa,
{L-2211} y más que un diamante dura,
{L-2212} si el cuerpo y la sepultura 75
{L-2213} no te vuelven piadosa;
{L-2214} y, en caso tan desdichado,
{L-2215} tendré por dulce partido,
{L-2216} si fui vivo aborrecido,
{L-2217} ser muerto y por ti llorado. 80

¿Qué palabras {L-2218} serán bastantes, pastoras, para daros a entender el extremo de dolor {L-2219} que ocupó mi corazón cuando claramente entendí que {L-2220} los versos que había leído eran de mi querido Artidoro? Mas {L-2221} no hay para qué encarecérosle, pues no llegó al punto {L-2222} que era menester para acabarme la vida, la cual desde entonces acá {L-2223} tengo tan aborrecida que no sentiría ni me podría venir mayor {L-2224} gusto que perderla. Los sospiros que entonces di, las lágrimas que {L-2225} derramé, las lástimas que hice fueron tantas y tales, que {L-2226} ninguno me oyera que por loca no me juzgara.

{L-2227}      En fin, yo quedé tal que, sin acordarme {L-2228} de lo que a mi honra debía, propuse de desamparar la cara patria, {L-2229} amados padres y queridos hermanos, y dejar con la guardia de sí {L-2230} mesmo al simple ganado mío. Y, sin entremeterme en otras cuentas, {L-2231} más de en aquellas que para mi gusto entendí ser necesarias, {L-2232} aquella mesma mañana, abrazando mil veces la corteza donde las manos {L-2233} de mi Artidoro habían llegado, me partí de aquel lugar con {L-2234} intención de venir a estas riberas, donde sé que Artidoro {L-2235} tiene y hace su habitación, por ver si ha sido tan inconsiderado {L-2236} y cruel consigo que haya puesto en ejecución lo que en los últimos {L-2237} versos dejó escrito. Que, si así fuese, desde aquí {L-2238} os prometo, amigas mías, que no sea menos el deseo y presteza con {L-2239} que le siga en la muerte, que ha sido la voluntad con que le he amado en {L-2240} la vida. Mas, ¡ay de mí, y cómo creo que no hay sospecha {L-2241} que en mi daño sea que no salga verdadera! Pues ha ya nueve días {L-2242} que a estas frescas riberas he llegado, y en todos ellos no he sabido nuevas {L-2243} de lo que deseo; y quiera Dios que, cuando las sepa, no sean las últimas {L-2244} que sospecho. Veis aquí, discretas zagalas, el lamentable suceso {L-2245} de mi enamorada vida. Ya os he dicho quién soy y lo que busco; si {L-2246} algunas nuevas sabéis de mi contento, así la Fortuna os conceda {L-2247} el mayor que deseáis que no me las neguéis.

{L-2248}      Con tantas lágrimas acompañaba {L-2249} la enamorada pastora las palabras que decía, que bien tuviera corazón {L-2250} de acero quien de ellas no se doliera. Galatea y Florisa, que naturalmente {L-2251} eran de condición piadosa, no pudieron detener las suyas, ni menos {L-2252} dejaron, con las más blandas y eficaces razones que pudieron, de {L-2253} consolarla, dándole por consejo que se estuviese algunos días {L-2254} en su compañía; quizá haría la Fortuna que {L-2255} en ellos algunas nuevas de Artidoro supiese, pues no permitiría {L-2256} el Cielo que por tan extraño engaño acabase un pastor tan {L-2257} discreto como ella le pintaba el curso de sus verdes años, y que {L-2258} podría ser que Artidoro, habiendo con el discurso del tiempo vuelto {L-2259} a mejor discurso y propósito su pensamiento, volviese a ver la deseada {L-2260} patria y dulces amigos; y que, por esto, allí mejor que en otra {L-2261} parte podía tener esperanza de hallarle. Con estas y otras razones, {L-2262} la pastora, algo consolada, holgó de quedarse con ellas, agradeciéndoles {L-2263} la merced que le hacían y el deseo que mostraban de procurar su {L-2264} contento. A esta sazón la serena noche, aguijando por el cielo el {L-2265} estrellado carro, daba señal que el nuevo día se acercaba; {L-2266} y las pastoras, con el deseo y necesidad de reposo, se levantaron y del {L-2267} fresco jardín a sus estancias se fueron. Mas apenas el claro sol {L-2268} había con sus calientes rayos deshecho y consumido la cerrada niebla {L-2269} que en las frescas mañanas por el aire suele extenderse, cuando {L-2270} las tres pastoras, dejando los ociosos lechos, al usado ejercicio de apacentar {L-2271} su ganado se volvieron, con harto diferentes pensamientos Galatea y Florisa {L-2272} del que la hermosa Teolinda llevaba, la cual iba tan triste y pensativa {L-2273} que era maravilla. Y a esta causa, Galatea, por ver si podría en {L-2274} algo divertirla, le rogó que, puesta aparte un poco la melancolía, {L-2275} fuese servida de cantar algunos versos al son de la zampoña de Florisa. {L-2276} A esto respondió Teolinda:

{L-2277}      -Si la mucha causa que tengo de llorar, con {L-2278} la poca que de cantar tengo, entendiera que en algo se menguara, bien pudieras, {L-2279} hermosa Galatea, perdonarme porque no hiciera lo que me mandas; pero por {L-2280} saber ya por experiencia que lo que mi lengua cantando pronuncia mi corazón {L-2281} llorando lo solemniza, haré lo que quieres, pues en ello, sin ir {L-2282} contra mi deseo, satisfaré el tuyo.

{L-2283}      Y luego la pastora Florisa tocó su zampoña, {L-2284} a cuyo son Teolinda cantó este soneto:
 

    TEOLINDA
{L-2285}    Sabido he por mi mal adónde llega
{L-2286} la cruda fuerza de un notorio engaño,
{L-2287} y cómo Amor procura, con mi daño,
{L-2288} darme la vida que el temor me niega.
 
{L-2289}    Mi alma de las carnes se despega 5
{L-2290} siguiendo aquella que, por halo extraño,
{L-2291} la tiene puesta en pena, en mal tamaño,
{L-2292} que el bien la turba y el dolor sosiega.
 
{L-2293}    Si vivo, vivo en fe de la esperanza,
{L-2294} que, aunque es pequeña y débil, se sustenta 10
{L-2295} siendo a la fuerza de mi amor asida.
 
{L-2296}    ¡Oh firme comenzar, frágil mudanza,
{L-2297} amarga suma de una dulce cuenta,
{L-2298} cómo acabáis por términos la vida!

{L-2299}      No había bien acabado de cantar Teolinda {L-2300} el soneto que habéis oído, cuando las tres pastoras sintieron {L-2301} a su mano derecha, por la ladera de un fresco valle, el son de una zampoña, {L-2302} cuya suavidad era de suerte que todas se suspendieron y pararon para con {L-2303} más atención gozar de la suave armonía. Y de allí {L-2304} a poco oyeron que al son de la zampoña el de un pequeño rabel {L-2305} se acordaba, con tanta gracia y destreza que las dos pastoras, Galatea {L-2306} y Florisa, estaban suspensas, imaginando qué pastores podrían {L-2307} ser los que tan acordadamente sonaban, porque bien vieron que ninguno de {L-2308} los que ellas conocían, si Elicio no, era en la música tan {L-2309} diestro. A esta sazón dijo Teolinda:

{L-2310}      -Si los oídos no me engañan, {L-2311} hermosas pastoras, yo creo que tenéis hoy en vuestras riberas a {L-2312} los nombrados y famosos pastores Tirsi y Damón, naturales de mi {L-2313} patria; a lo menos Tirsi, que en la famosa Cómpluto, villa fundada {L-2314} en las riberas de nuestro Henares, fue nacido; y Damón, su íntimo {L-2315} y perfecto amigo, si no estoy mal informada, de las montañas de {L-2316} León trae su origen y en la nombrada Mantua Carpentanea fue criado; {L-2317} tan aventajados los dos en todo género de discreción, ciencia {L-2318} y loables ejercicios que no sólo en el circuito de nuestra comarca {L-2319} son conocidos, pero por todo el de la tierra conocidos y estimados. Y no {L-2320} penséis, pastoras, que el ingenio de estos dos pastores sólo {L-2321} se extiende en saber lo que al pastoral estado se conviene; porque pasa {L-2322} tan adelante que lo escondido del cielo y lo no sabido de la tierra por {L-2323} términos y modos concertados enseñan y disputan; y estoy {L-2324} confusa en pensar qué causa les habrá movido a dejar Tirsi {L-2325} su dulce y querida Fili, y Damón su hermosa y honesta Amarili: Fili {L-2326} de Tirsi, Amarili de Damón, tan amadas que no hay en nuestra aldea {L-2327} ni en los contornos de ella persona, ni en la campaña bosque, prado, {L-2328} fuente o río, que de sus encendidos y honestos amores no tengan {L-2329} entera noticia.

{L-2330}      -Deja por agora, Teolinda -dijo Florisa-, de {L-2331} alabarnos estos pastores, que más nos importa escuchar lo que vienen {L-2332} cantando, pues no menor gracia me parece que tienen en la voz que en la {L-2333} música de los instrumentos.

{L-2334}      -Pues ¿qué diréis -replicó {L-2335} Teolinda- cuando veáis que a todo eso sobrepuja la excelencia de {L-2336} su poesía, la cual es de manera que al uno ya le ha dado renombre {L-2337} de « divino », y al otro de « más que humano »?

{L-2338}      Estando en estas razones las pastoras vieron {L-2339} se, por la ladera del valle por donde ellas mesmas iban, se descubrían {L-2340} dos pastores de gallarda dispusición y extremado brío, de {L-2341} poca más edad el uno que el otro, tan bien vestidos, aunque pastorilmente, {L-2342} que más parecían en su talle y apostura bizarros cortesanos {L-2343} que serranos ganaderos. Traía cada uno un bien tallado pellico de {L-2344} blanca y finísima lana, guarnecidos de leonado y pardo, colores {L-2345} a quien más sus pastoras eran aficionadas; pendían de sus {L-2346} hombros sendos zurrones, no menos vistosos y adornados que los pellicos; {L-2347} venían de verde laurel y fresca hierba coronados, con los retorcidos {L-2348} cayados debajo del brazo puestos. No traían compañía {L-2349} alguna, y tan embebecidos en su música venían que estuvieron {L-2350} gran espacio sin ver a las pastoras, que por la mesma ladera iban caminando {L-2351} no poco admiradas del gentil donaire y gracia de los pastores, los cuales, {L-2352} con concertadas voces, comenzando el uno y replicando el otro, esto que {L-2353} se sigue cantaban:
 

DAMON
  {L-2354}    Tirsi, que el solitario cuerpo alejas
{L-2355} con atrevido paso, aunque forzoso,
{L-2356} de aquella luz con quien al alma dejas:
 
{L-2357}    ¿cómo en son no te dueles doloroso,
{L-2358} pues hay tanta razón para quejarte 5
{L-2359} del fiero turbador de tu reposo?
TIRSI
{L-2360}    Damón, si el cuerpo miserable parte
{L-2361} sin la mitad del alma en la partida,
{L-2362} dejando de ella la más alta parte,
 
{L-2363}    ¿de qué virtud o ser será movida 10
{L-2364} mi lengua, que por muerta ya la cuento,
{L-2365} pues con el alma se quedó la vida?
 
{L-2366}    Y aunque muestro que veo, oigo y siento,
{L-2367} fantasma soy por el amor formada,
{L-2368} que con sola esperanza me sustento. 15
DAMON
{L-2369}    ¡Oh Tirsi venturoso, y qué invidiada
{L-2370} es tu suerte de mí con causa justa,
{L-2371} por ser de las de amor más extremada!
 
{L-2372}    A ti sola la ausencia te disgusta,
{L-2373} y tienes el arrimo de esperanza, 20
{L-2374} con quien el alma en sus desdichas gusta.
 
{L-2375}    Pero, ¡ay de mí, que adonde voy {L-2376} me alcanza
{L-2377} la fría mano del temor esquiva
{L-2378} y del desdén la rigurosa lanza!
 
{L-2379}    Ten la vida por muerta, aunque más viva 25
{L-2380} se te muestre, pastor, que es cual la vela,
{L-2381} que, cuando muere, más su luz aviva.
 
{L-2382}    Ni con el tiempo que ligero vuela,
{L-2383} ni con los medios que la ausencia ofrece,
{L-2384} mi alma fatigada se consuela. 30
TIRSI
{L-2385}    El firme y puro amor jamás decrece
{L-2386} en el discurso de la ausencia amarga;
{L-2387} antes en fe de la memoria crece.
 
{L-2388}    Así que, en el ausencia, corta o larga,
{L-2389} no vee remedio el amador perfecto 35
{L-2390} de dar alivio a la amorosa carga.
 
{L-2391}    Que la memoria puesta en el objeto
{L-2392} que amor puso en el alma representa
{L-2393} la amada imagen viva al intelecto.
 
{L-2394}    Y allí en blando silencio le da cuenta 40
{L-2395} de su bien o su mal, según la mira
{L-2396} amorosa, o de amor libre y exenta.
 
{L-2397}    Y si ves que mi alma no sospira,
{L-2398} es porque veo a Fili acá en mi pecho,
{L-2399} de modo que a cantar me llama y tira. 45
DAMON
{L-2400}    Si en el hermoso rostro algún despecho
{L-2401} vieras de Fili, cuando te partiste
{L-2402} del bien que así te tiene satisfecho,
 
{L-2403}    yo sé, discreto Tirsi, que tan triste
{L-2404} vinieras como yo, cuitado, vengo, 50
{L-2405} que vi al contrario de lo que tú viste.
TIRSI
{L-2406}    Damón, con lo que he dicho me entretengo,
{L-2407} y el extremo del mal de ausencia tiemplo,
{L-2408} y alegre voy, si voy, si quedo o vengo.
 
{L-2409}    Que aquella que nació por vivo ejemplo 55
{L-2410} de la inmortal belleza acá en el suelo,
{L-2411} digna de mármol, de corona y templo,
 
{L-2412}    con su rara virtud y honesto celo
{L-2413} así los ojos codiciosos ciega,
{L-2414} que de ningún contrario me recelo. 60
 
{L-2415}    La estrecha sujeción que no le niega
{L-2416} mi alma al alma suya, el alto intento,
{L-2417} que sólo en la adorar para y sosiega,
 
{L-2418}    el tener de este amor conocimiento
{L-2419} Fili, y corresponder a fe tan pura, 65
{L-2420} destierran el dolor, traen el contento.
DAMON
{L-2421}    ¡Dichoso Tirsi, Tirsi con ventura,
{L-2422} de la cual goces siglos prolongados,
{L-2423} en amoroso gusto, en paz segura!
 
{L-2424}    Yo, a quien los cortos, implacables hados 70
{L-2425} trujeron a un estado tan incierto,
{L-2426} pobre en el merecer, rico en cuidados,
 
{L-2427}    bien es que muera, pues estando muerto
{L-2428} no temeré a Amarili rigurosa,
{L-2429} ni del ingrato amor el desconcierto. 75
 
{L-2430}    ¡Oh más que el cielo, oh más {L-2431} que el sol hermosa,
{L-2432} y para mí más dura que un diamante,
{L-2433} presta a mi mal, y al bien muy perezosa!
 
{L-2434}    ¿Cuál ábrego, cuál {L-2435} cierzo, cuál levante
{L-2436} te sopló de aspereza, que así ordenas 80
{L-2437} que huiga el paso y no te esté delante?
 
{L-2438}    Yo moriré, pastora, en las ajenas
{L-2439} tierras, pues tú lo mandas, condenado
{L-2440} a hierros, muertes, yugos y cadenas.
TIRSI
{L-2441}    Pues con tantas ventajas te ha dotado, 85
{L-2442} Damón amigo, el pïadoso Cielo
{L-2443} de un ingenio tan vivo y levantado,
 
{L-2444}    tiempla con él el llanto, tiempla el {L-2445} duelo,
{L-2446} considerando bien que no contino
{L-2447} nos quema el sol ni nos enfría el hielo. 90
 
{L-2448}    Quiero decir que no sigue un camino
{L-2449} siempre con pasos llanos, reposados
{L-2450} para darnos el bien nuestro destino:
{L-2451}    que alguna vez, por trances no pensados,
{L-2452} lejos al parecer de gusto y gloria, 95
{L-2453} nos lleva a mil contentos regalados.
 
{L-2454}    Revuelve, dulce amigo, la memoria
{L-2455} por los honestos gustos que algún tiempo
{L-2456} Amor te dio por prendas de victoria;
 
{L-2457}    y, si es posible busca un pasatiempo 100
{L-2458} que al alma engañe, en tanto que se pasa
{L-2459} este desamorado airado tiempo.
DAMON
{L-2460}    Al hielo que por términos me abrasa,
{L-2461} y al fuego que sin término me hiela,
{L-2462} ¿quién le pondrá, pastor, término o tasa? 105
 
{L-2463}    En vano cansa, en vano se desvela
{L-2464} el desfavorecido que procura
{L-2465} a su gusto cortar de amor la tela,
{L-2466} que, si sobra en amor, falta en ventura.

{L-2467}      Aquí cesó el extremado canto {L-2468} de los agraciados pastores, pero no el gusto que las pastoras habían {L-2469} recebido en escucharle; antes quisieran que tan presto no se acabara, por {L-2470} ser de aquellos que no todas veces suelen oírse. A esta sazón, {L-2471} los dos gallardos pastores encaminaban sus pasos hacia donde las pastoras {L-2472} estaban, de que pesó a Teolinda, porque temió ser de ellos {L-2473} conocida; y por esta causa rogó a Galatea que de aquel lugar se {L-2474} desviasen. Ella lo hizo y ellos pasaron y, al pasar, oyó Galatea {L-2475} que Tirsi a Damón decía:

{L-2476}      -Estas riberas, amigo Damón, son en {L-2477} las que la hermosa Galatea apacienta su ganado, y adonde trae el suyo el {L-2478} enamorado Elicio, íntimo y particular amigo tuyo, a quien dé {L-2479} la ventura tal suceso en sus amores cuanto merecen sus honestos y buenos {L-2480} deseos. Yo ha muchos días que no se en qué términos {L-2481} le trae su suerte, pero, según he oído decir de la recatada {L-2482} condición de la discreta Galatea, por quien él muere, temo {L-2483} que más aína debe de estar quejoso que satisfecho.

{L-2484}      -No me maravillaría yo de eso -respondió {L-2485} Damón-, porque con cuantas gracias y particulares dones que el Cielo {L-2486} enriqueció a Galatea, al fin la hizo mujer, en cuyo frágil {L-2487} sujeto no se halla todas veces el conocimiento que se debe y el que ha {L-2488} menester el que por ellas lo menos que aventura es la vida. Lo que yo he {L-2489} oído decir de los amores de Elicio es que él adora a Galatea {L-2490} sin salir del término que a su honestidad se debe; que la discreción {L-2491} de Galatea es tanta que no da muestras de querer ni de aborrecer a Elicio. {L-2492} Y así debe de andar el desdichado, sujeto a mil contrarios accidentes, {L-2493} esperando en el tiempo y la Fortuna medios harto perdidos, que le alarguen {L-2494} o acorten la vida, de los cuales está más cierto el acortarla {L-2495} que el entretenerla.

{L-2496}      Hasta aquí pudo oír Galatea de {L-2497} lo que de ella y de Elicio los pastores tratando iban, de que no recibió {L-2498} poco contento, por entender que lo que la fama de sus cosas publicaba era {L-2499} lo que a su limpia intención se debía; y desde aquel punto {L-2500} le terminó de no hacer por Elicio cosa que diese ocasión {L-2501} a que la fama no saliese verdadera en lo que de sus pensamientos publicaba.

{L-2502}      A este tiempo los dos bizarros pastores, con {L-2503} vagarosos pasos, poco a poco hacia el aldea se encaminaban con deseo de {L-2504} hallarse a las bodas del venturoso pastor Daranio, que con Silveria, de {L-2505} los verdes ojos, se casaba; y esta fue una de las causas por que ellos {L-2506} habían dejado sus rebaños y al lugar de Galatea se venían. {L-2507} Pero, ya que les faltaba poco del camino, a la mano derecha de él {L-2508} sintieron el son de un rabel que acordada y suavemente sonaba y, parándose {L-2509} Damón, trabó a Tirsi del brazo diciéndole:

{L-2510}      -Espera y escucha un poco, Tirsi, que, si los {L-2511} oídos no me mienten, el son que a ellos llega es el del rabel de {L-2512} mi buen amigo Elicio, a quien dio Naturaleza tanta gracia en muchas y diversas {L-2513} habilidades, cuanto las oirás si le escuchas y conocerás {L-2514} si le tratas.

{L-2515}      -No creas, Damón -respondió Tirsi-, {L-2516} que hasta agora estoy por conocer las buenas partes de Elicio, que días {L-2517} ha que la fama me las tiene bien manifiestas. Pero calla agora y escuchemos {L-2518} si canta alguna cosa que del estado de su vida nos dé algún {L-2519} manifiesto indicio.

{L-2520}      -Bien dices -replicó Damón-, {L-2521} mas será menester, para que mejor le oigamos, que nos lleguemos {L-2522} por entre estas ramas, de modo que, sin ser vistos de él, de más {L-2523} cerca le escuchemos.

{L-2524}      Hiciéronlo así, y pusiéronse {L-2525} en parte tan buena que ninguna palabra que Elicio dijo o cantó dejó {L-2526} de ser de ellos oída y aun notada. Estaba Elicio en compañía {L-2527} de su amigo Erastro, de quien pocas veces se apartaba por el entretenimiento {L-2528} y gusto que de su buena conversación recibía, y todos o los {L-2529} más ratos del día en cantar y tañer se les pasaba. {L-2530} Y a este punto, tocando su rabel Elicio y su zampona Erastro, a estos versos {L-2531} dio principio Elicio:
 

    ELICIO
{L-2532}    Rendido a un amoroso pensamiento,
{L-2533} con mi dolor contento,
{L-2534} sin esperar más gloria,
{L-2535} sigo la que persigue mi memoria,
{L-2536} porque contino en ella se presenta 5
{L-2537} de los lazos de amor, libre y exenta.
 
{L-2538}    Con los ojos del alma aun no es posible
{L-2539} ver el rostro apacible
{L-2540} de la enemiga mía,
{L-2541} gloria y honor de cuanto el Cielo cría; 10
{L-2542} y los del cuerpo quedan, sólo en vella,
{L-2543} ciegos, por haber visto el sol en ella.
 
{L-2544}    ¡Oh dura servidumbre, aunque gustosa!
{L-2545} ¡Oh mano poderosa
{L-2546} de Amor, que así pudiste 15
{L-2547} quitarme, ingrato, el bien que prometiste
{L-2548} de hacerme, cuando libre me burlaba
{L-2549} de ti, del arco tuyo y de tu aljaba!
 
{L-2550}    ¡Cuánta belleza, cuánta {L-2551} blanca mano
{L-2552} me mostraste, tirano! 20
{L-2553} ¡Cuánto te fatigaste
{L-2554} primero, que a mi cuello el lazo echaste!
{L-2555} Y aun quedaras vencido en la pelea,
{L-2556} si no hubiera en el mundo Galatea.
 
{L-2557}    Ella fue sola la que sola pudo 25
{L-2558} rendir al golpe crudo
{L-2559} el corazón exento
{L-2560} y avasallar el libre pensamiento,
{L-2561} el cual, si a su querer no se rindiera,
{L-2562} por de mármol o acero le tuviera. 30
 
{L-2563}    ¿Qué libertad puede mostrar {L-2564} su fuero
{L-2565} ante el rostro severo,
{L-2566} y más que el sol hermoso,
{L-2567} de la que turba y cansa mi reposo?
{L-2568} ¡Ay, rostro, que en el suelo 35
{L-2569} descubres cuanto bien encierra el Cielo!.
 
{L-2570}    ¿Cómo pudo juntar Naturaleza
{L-2571} tal rigor y aspereza
{L-2572} con tanta hermosura,
{L-2573} tanto valor y condición tan dura? 40
{L-2574} Mas mi dicha consiente
{L-2575} en mi daño juntar lo diferente.
 
{L-2576}    Esle tan fácil a mi corta suerte
{L-2577} ver con la amarga muerte
{L-2578} junta la dulce vida, 45
{L-2579} y estar su mal a do su bien se anida,
{L-2580} que entre contrarios veo
{L-2581} que mengua la esperanza, y no el deseo.

{L-2582}      No cantó más el enamorado pastor, {L-2583} ni quisieron más detenerse Tirsi y Damón, antes, haciendo {L-2584} de sí gallarda e improvisa muestra, hacia donde estaba Elicio se {L-2585} fueron, el cual, como los vio, conociendo a su amigo Damón, con {L-2586} increíble alegría le salió a recebir diciéndole:

{L-2587}      -¿Qué ventura ha ordenado, discreto {L-2588} Damón, que la des tan buena con tu presencia a estas riberas, que {L-2589} grandes tiempos ha que te desean?

{L-2590}      -No puede ser sino buena -respondió {L-2591} Damón-, pues me ha traído a verte, oh Elicio, cosa que yo {L-2592} estimo en tanto, cuanto es el deseo que de ello tenía, y la larga {L-2593} ausencia y la amistad que te tengo me obligaba; pero si por alguna cosa {L-2594} puedes decir lo que has dicho, es porque tienes delante al famoso Tirsi, {L-2595} gloria y honor del castellano suelo.

{L-2596}      Cuando Elicio oyó decir que aquel era {L-2597} Tirsi, de él solamente por fama conocido, recibiéndole con {L-2598} mucha cortesía le dijo:

{L-2599}      -Bien conforma tu agradable semblante, nombrado {L-2600} Tirsi, con lo que de tu valor y discreción en las cercanas y apartadas {L-2601} tierras la parlera fama pregona; y así, a mí, a quien tus {L-2602} escritos han admirado e inclinado a desear conocerte y servirte, puedes {L-2603} de hoy más tener y tratar como verdadero amigo.

{L-2604}      -Es tan conocido lo que yo gano en eso -respondió {L-2605} Tirsi-, que en vano pregonaría la fama lo que la afición {L-2606} que me tienes te hace decir que de mí pregona, si no conociese la {L-2607} merced que me haces en querer ponerme en el número de tus amigos; {L-2608} y porque, entre los que lo son, las palabras de comedimiento han de ser {L-2609} excusadas, cesen las nuestras en este caso y den las obras testimonio de {L-2610} nuestras voluntades.

{L-2611}      -La mía será contino de servirte {L-2612} -replicó Elicio-, como lo verás, oh Tirsi, si el tiempo o {L-2613} la Fortuna me ponen en estado que valga algo para ello; por que el que {L-2614} agora tengo, puesto que no le trocaría con otro de mayores ventajas, {L-2615} es al que apenas me deja con libertad de ofrecer el deseo.

{L-2616}      -Tiniendo como tienes el tuyo en lugar tan {L-2617} alto -dijo Damón-, por locura tendría procurar bajarle a {L-2618} cosa que menos fuese; y así, amigo Elicio, no digas mal del estado {L-2619} en que te hallas, porque yo te prometo que, cuando se comparase con el {L-2620} mío, hallaría yo ocasión de tenerte más envidia {L-2621} que lástima.

{L-2622}      -Bien parece, Damón -dijo Elicio-, que {L-2623} ha muchos días que faltas de estas riberas, pues no sabes lo que {L-2624} en ellas amor me hace sentir; y si esto no es, no debes conocer ni tener {L-2625} experiencia de la condición de Galatea, que si de ella tuvieses {L-2626} noticia, trocarías en lástima la envidia que de mí {L-2627} tendrías.

{L-2628}      -Quien ha gustado de la condición de {L-2629} Amarili, ¿qué cosa nueva puede esperar de la de Galatea? {L-2630} -respondió Damón.

{L-2631}      -Si la estada tuya en estas riberas -replicó {L-2632} Elicio fuere tan larga como yo deseo, tú, Damón, conocerás {L-2633} y verás en ella, y oirás en otros, cómo andan en igual {L-2634} balanza su crueldad y gentileza, extremos que acaban la vida al que su {L-2635} desventura trujo a términos de adorarla.

{L-2636}      -En las riberas de nuestro Henares -dijo a {L-2637} esta sazón Tirsi- más fama tiene Galatea de hermosa que de {L-2638} cruel; pero, sobre todo, se dice que es discreta; y si esta es la verdad, {L-2639} como lo debe ser, de su discreción nace conocerse, y de conocerse {L-2640} estimarse, y de estimarse no querer perderse, y del no querer perderse {L-2641} viene el no querer contentarte; y viendo tú, Elicio, cuán {L-2642} mal corresponde a tus deseos, das nombre de crueldad a lo que deberías {L-2643} llamar honroso recato; y no me maravillo, que, en fin, es condición {L-2644} propia de los enamorados poco favorecidos.

{L-2645}      -Razón tendrías en lo que has {L-2646} dicho, oh, Tirsi -replicó Elicio-, cuando mis deseos se desviaran {L-2647} del camino que a su honra y honestidad conviene, pero si van tan medidos {L-2648} como a su valor y crédito se debe, ¿de qué sirve tanto {L-2649} desdén, tan amargas y desabridas respuestas, y tan a la clara esconder {L-2650} el rostro al que tiene puesta toda su gloria en sólo verle? ¡Ay {L-2651} Tirsi, Tirsi -respondió Elicio-, y cómo te debe tener el {L-2652} amor puesto en lo alto de sus contentos, pues con tan sosegado espíritu {L-2653} hablas de sus efectos! No sé yo cómo viene bien lo que tú {L-2654} agora dices con lo que un tiempo decías cuando cantabas:
 

  {L-2655} ¡Ay, de cuán ricas esperanzas vengo
{L-2656} al deseo más pobre y encogido...!

{L-2657} con lo demás que a esto añadiste.

{L-2658}      Hasta este punto había estado callando {L-2659} Erastro, mirando lo que entre los pastores pasaba, admirado de ver su gentil {L-2660} donaire y apostura, con las muestras que cada uno de la mucha discreción {L-2661} que tenía. Pero viendo que, de lance en lance, a razonar de casos {L-2662} de amor se habían reducido, como aquel que tan experimentado en {L-2663} ellos estaba, rompió el silencio y dijo:

{L-2664}      -Bien creo, discretos pastores, que la larga {L-2665} experiencia os habrá mostrado que no se puede reducir a continuado {L-2666} término la condición de los enamorados corazones, los cuales, {L-2667} como se gobiernan por voluntad ajena, a mil contrarios accidentes están {L-2668} sujetos; y así, tú, famoso Tirsi, no tienes de que maravillarte {L-2669} de lo que Elicio ha dicho, ni él tampoco de lo que tú dices, {L-2670} ni traer por ejemplo aquello que él dice que cantabas, ni menos {L-2671} lo que yo sé que cantaste cuando dijiste:
 

  {L-2672}
La amarillez y la flaqueza mía...

{L-2673} donde claramente mostrabas el afligido estado que entonces poseías, {L-2674} porque de allí a poco llegaron a nuestras cabañas las nuevas {L-2675} de tu contento, solemnizadas en aquellos versos tan nombrados tuyos, que, {L-2676} si mal no me acuerdo, comenzaban:
 

  {L-2677} Sale el aurora, y de su fértil manto...

{L-2678} Por do claro se conoce la diferencia que hay de tiempos a tiempos, y {L-2679} cómo con ellos suele mudar amor los estados, haciendo que hoy se {L-2680} ría el que ayer lloraba, y mañana llore el que hoy ríe. {L-2681} Y, por tener yo tan conocida esta su condición, no puede la aspereza {L-2682} y desdén zahareño de Galatea acabar de derribar mis esperanzas, {L-2683} puesto que yo no espero de ella otra cosa si no es que se contente de que {L-2684} yo la quiera.

{L-2685}      -El que no esperase buen suceso de un tan enamorado {L-2686} y medio deseo como el que has mostrado, oh, pastor -respondió Damón-, {L-2687} renombre más que de desesperado merecía. Por cierto que es {L-2688} gran cosa la que de Galatea pretendes. Pero, dime, pastor: así ella {L-2689} te la conceda, ¿es posible que tan a regla tienes tu deseo, que {L-2690} no se adelanta a desear más de lo que has dicho?

{L-2691}      -Bien puedes creerle, amigo Damón -dijo {L-2692} Elicio-, porque el valor de Galatea no da lugar a que de ella otra cosa {L-2693} se desee ni se espere; y aun esta es tan difícil de obtenerse que {L-2694} a veces a Erastro se entibia la esperanza y a mí se enfría, {L-2695} de manera que él tiene por cierto, y yo por averiguado, que primero {L-2696} ha de llegar la muerte que el cumplimiento de ella. Mas porque no es razón {L-2697} recebir tan honrados huéspedes con los amargos cuentos de nuestras {L-2698} miserias, quédense ellas aquí, y recojámonos al aldea, {L-2699} donde descansaréis del pesado trabajo del camino; y con más {L-2700} sosiego, si de ello gustáredes, entenderéis el desasosiego {L-2701} nuestro.

{L-2702}      Holgaron todos de acomodarse a la voluntad {L-2703} de Elicio, el cual y Erastro, recogiendo sus ganados, puesto que era algunas {L-2704} horas antes de lo acostumbrado, en compañía de los dos pastores, {L-2705} hablando en diversas cosas, aunque todas enamoradas, hacia el aldea se {L-2706} encaminaron.

{L-2707}      Mas como todo el pasatiempo de Erastro era {L-2708} tañer y cantar, así por esto como por el deseo que tenía {L-2709} de saber si los dos nuevos pastores lo hacían tan bien como de ellos {L-2710} se sonaba, por moverlos y convidarlos a que otro tanto hiciesen, rogó {L-2711} a Elicio que su rabel tocase, al son del cual así comenzó {L-2712} a cantar:
 

    ERASTRO
{L-2713}    Ante la luz de unos serenos ojos
{L-2714} que al sol dan luz con que da luz al suelo,
{L-2715} mi alma así se enciende, que recelo
{L-2716} que presto tendrá muerte sus despojos.
 
{L-2717}    Con la luz se conciertan los manojos 5
{L-2718} de aquellos rayos del señor de Delo:
{L-2719} tales son los cabellos de quien suelo
{L-2720} adorar su beldad, puesto de hinojos.
 
{L-2721}    ¡Oh clara luz, oh rayos del sol claro,
{L-2722} antes el mesmo sol! De vos espero 10
{L-2723} sólo que consintáis que Erastro os quiera.
 
{L-2724}    Si en esto el Cielo se me muestra avaro,
{L-2725} antes que acabe del dolor que muero,
{L-2726} haced, oh rayos, que de un rayo muera.

{L-2727}      No les pareció mal el soneto a los pastores, {L-2728} ni les descontentó la voz de Erastro, que, puesto que no era de {L-2729} las muy extremadas, no dejaba de ser de las acordadas; y luego Elicio, {L-2730} movido del ejemplo de Erastro, le hizo que tocase su zampoña, al {L-2731} son de la cual este soneto dijo:
 

    ELICIO
{L-2732}    ¡Ay, que al alto designio que se cría
{L-2733} en mi amoroso firme pensamiento
{L-2734} contradicen el cielo, el fuego, el viento
{L-2735} la agua, la tierra y la enemiga mía!
 
{L-2736}    Contrarios son de quien temer debría, 5
{L-2737} y abandonar la empresa el sano intento;
{L-2738} mas ¿quién podrá estorbar lo que el {L-2739} violento
{L-2740} hado implacable quiere, amor porfía?
 
{L-2741}    El alto cielo, amor, el viento, el fuego
{L-2742} la agua, la tierra y mi enemiga bella, 10
{L-2743} cada cual con fuerza, y con mi hado,
 
{L-2744}    mi bien estorbe, esparza, abrase y luego
{L-2745} deshaga mi esperanza; que, aun sin ella,
{L-2746} imposible es dejar lo comenzado.

{L-2747}      En acabando Elicio, luego Damón, al {L-2748} son de la mesma zampoña de Erastro, de esta manera comenzó {L-2749} a cantar:
 

    DAMON
{L-2750}    Más blando fui que no la blanda cera
{L-2751} cuando imprimí en mi alma la figura
{L-2752} de la bella Amarili, esquiva y dura
{L-2753} cual duro mármol o silvestre fiera.
 
{L-2754}    Amor me puso entonces en la esfera 5
{L-2755} más alta de su bien y su ventura;
{L-2756} y agora temo que la sepultura
{L-2757} ha de acabar mi presunción primera.
 
{L-2758}    Arrimóse el amor a la esperanza
{L-2759} cual vid al olmo, y fue subiendo apriesa; 10
{L-2760} mas faltóle el humor, y cesó el vuelo;
 
{L-2761}    no el de mis ojos, que, por larga usanza,
{L-2762} Fortuna sabe bien que jamás cesa
{L-2763} de dar tributo al rostro, al pecho, al suelo.

{L-2764}      Acabó Damón y comenzó {L-2765} Tirsi, al son de los instrumentos de los tres pastores, a cantar este soneto:
 

    TIRSI
{L-2766}    Por medio de los filos de la muerte
{L-2767} rompió mi fe, y a tal punto he llegado
{L-2768} que no envidio el más alto y rico estado
{L-2769} que encierra humana, venturosa suerte.
 
{L-2770}    Todo este bien nació de sólo {L-2771} verte, 5
{L-2772} hermosa Fili, oh Fili, a quien el hado
{L-2773} dotó de un ser tan raro y extremado,
{L-2774} que en risa el llanto, el mal en bien convierte.
 
{L-2775}    Como amansa el rigor de la sentencia
{L-2776} si el condenado el rostro del rey mira, 10
{L-2777} y es ley que nunca tuerce su derecho,
 
{L-2778}    así ante tu hermosísima presencia
{L-2779} la muerte huye, el daño se retira
{L-2780} y deja en su lugar vida y provecho.

{L-2781}      Al acabar de Tirsi, todos los instrumentos {L-2782} de los pastores formaron tan agradable música que causaba grande {L-2783} contento a quien la oía; y más ayudándoles de entre {L-2784} las espesas ramas mil suertes de pintados pajarillos que, con divina armonía, {L-2785} parece que como a coros les iban respondiendo. De esta suerte habían {L-2786} caminado un trecho cuando llegaron a una antigua ermita que en la ladera {L-2787} de un montecillo estaba, no tan desviada del camino que dejase de oírse {L-2788} el son de un arpa que dentro al parecer tañían, el cual oído {L-2789} por Erastro, dijo:

{L-2790}      -Deteneos, pastores, que, según pienso, {L-2791} hoy oiremos todos lo que ha días que yo deseo oír, que es {L-2792} la voz de un agraciado mozo que dentro de aquella ermita habrá doce {L-2793} o catorce días se ha venido a vivir una vida más áspera {L-2794} de lo que a mi me parece que puedan llevar sus pocos años; y algunas {L-2795} veces que por aquí he pasado, he sentido tocar un arpa y entonar {L-2796} una voz tan suave que me ha puesto en grandísimo deseo de escucharla, {L-2797} pero siempre he llegado a punto que él le ponía en su canto. {L-2798} Y aunque con hablarle he procurado hacerme su amigo, ofreciéndole {L-2799} a su servicio todo lo que valgo y puedo, nunca he podido acabar con él {L-2800} que me descubra quién es, y las causas que le han movido a venir {L-2801} de tan pocos años a ponerse en tanta soledad y estrecheza.

{L-2802}      Lo que Erastro decía del mozo y nuevo {L-2803} ermitaño puso en los pastores el mesmo deseo de conocerle que él {L-2804} tenía, y así acordaron de llegarse a la ermita de modo que, {L-2805} sin ser sentidos, pudiesen entender lo que cantaba antes que llegasen a {L-2806} hablarle; y haciéndolo así, les sucedió tan bien que {L-2807} se pusieron en parte donde, sin ser vistos ni sentidos, oyeron que, al {L-2808} son de la arpa, el que estaba dentro semejantes versos decía:
 

  {L-2809}    Si han sido el Cielo, Amor y la Fortuna,
{L-2810} sin ser de mí ofendidos,
{L-2811} contentos de ponerme en tal estado,
{L-2812} en vano al aire envío mis gemidos,
{L-2813} en vano hasta la luna 5
{L-2814} se vio mi pensamiento levantado.
{L-2815} ¡Oh riguroso hado!
{L-2816} ¡Por cuán extrañas, desusadas vías
{L-2817} mis dulces alegrías
{L-2818} han venido a parar en tal extremo 10
{L-2819} que estoy muriendo, y aun la vida temo!.
 
{L-2820}    Contra mí mesmo estoy ardiendo en ira,
{L-2821} por ver que sufro tanto
{L-2822} sin romper este pecho y dar al viento
{L-2823} esta alma, que en mitad del duro llanto 15
{L-2824} al corazón retira
{L-2825} las últimas reliquias del aliento.
{L-2826} Y allí de nuevo siento
{L-2827} que acude la esperanza a darme fuerza,
{L-2828} y, aunque fingida, a mi vivir esfuerza, 20
{L-2829} y no es piedad del Cielo, porque ordena
{L-2830} a larga vida dar más larga pena.
 
{L-2831}    Del caro amigo al lastimado pecho
{L-2832} enterneció este mío,
{L-2833} y la empresa difícil tomé a cargo. 25
{L-2834} ¡Oh discreto fingir de desvarío!
{L-2835} ¡Oh nunca visto hecho!
{L-2836} ¡Oh caso gustosísimo y amargo!
{L-2837} ¡Cuán dadivoso y largo
{L-2838} el Amor se mostró por bien ajeno, 30
{L-2839} y cuán avaro y lleno
{L-2840} de temor y lealtad para conmigo!
{L-2841} Pero a más nos obliga un firme amigo.
 
{L-2842}    Injusta paga a voluntades justas
{L-2843} a cada paso vemos, 35
{L-2844} dada por mano de Fortuna esquiva;
{L-2845} y de ti, falso Amor, de quien sabemos
{L-2846} que te alegras y gustas
{L-2847} de que un firme amador muriendo viva,
{L-2848} abrasadora y viva 40
{L-2849} llama se encienda en tus ligeras alas,
{L-2850} y las buenas y malas
{L-2851} saetas en ceniza se resuelvan,
{L-2852} o, al dispararlas, contra ti se vuelvan.
 
{L-2853}    ¿Por qué camino, con qué fraude y {L-2854} mañas, 45
{L-2855} por qué extraño rodeo
{L-2856} entera posesión de mí tomaste?
{L-2857} Y ¿cómo en mi piadoso, alto deseo
{L-2858} y en mis limpias entrañas
{L-2859} la sana voluntad, falso, trocaste? 50
{L-2860} ¿Juicio habrá que baste
{L-2861} a llevar en paciencia el ver, perjuro,
{L-2862} que entre libre y seguro
{L-2863} a tratar de tus glorias y tus penas,
{L-2864} y agora al cuello siento tus cadenas? 55
 
{L-2865}    Mas no de ti, sino de mí sería
{L-2866} razón que me quejase,
{L-2867} que a tu fuego no hice resistencia.
{L-2868} Yo me entregué, yo hice que soplase
{L-2869} el viento que dormía, 60
{L-2870} de la ocasión con furia y violencia.
{L-2871} Justísima sentencia
{L-2872} ha dado el Cielo contra mí que muera,
{L-2873} aunque sólo se espera
{L-2874} de mi infelice hado y desventura 65
{L-2875} que no acabe mi mal la sepultura.
 
{L-2876}    ¡Oh amigo dulce, oh dulce mi enemiga,
{L-2877} Timbrio y Nísida bella,
{L-2878} dichosos juntamente y desdichados!
{L-2879} ¿Cuál dura, inicua, inexorable estrella, 70
{L-2880} de mi daño enemiga;
{L-2881} cuál fuerza injusta de implacables hados
{L-2882} nos tiene así apartados?
{L-2883} ¡Oh miserable, humana, frágil suerte!
{L-2884} ¡Cuán presto se convierte 75
{L-2885} en súbito pesar un alegría
{L-2886} y sigue escura noche al claro día!
 
{L-2887}    De la inestabilidad, de la mudanza
{L-2888} de las humanas cosas,
{L-2889} ¿cuál será el atrevido que se fíe? 80
{L-2890} Con alas vuela el tiempo, presurosas,
{L-2891} y tras sí la esperanza
{L-2892} se lleva del que llora y del que ríe;
{L-2893} y ya que el Cielo envíe
{L-2894} su favor, sólo sirve al que con celo 85
{L-2895} santo levanta al Cielo
{L-2896} el alma, en fuego de su amor deshecha,
{L-2897} y, al que no, más le daña que aprovecha.
 
{L-2898}    Yo, como puedo, buen Señor, levanto
{L-2899} la una y otra palma, 90
{L-2900} los ojos, la intención al Cielo santo,
{L-2901} por quien espera el alma
{L-2902} ver vuelto en risa su contino llanto.

{L-2903}      Con un profundo sospiro dio fin al lastimado {L-2904} canto el recogido mozo que dentro en la ermita estaba; y, sintiendo los {L-2905} pastores que adelante no procedía, sin detenerse más, todos {L-2906} juntos entraron en ella, donde vieron a un cabo, sentado encima de una {L-2907} dura piedra, a un dispuesto y agraciado mancebo, al parecer de edad de {L-2908} veinte y dos años, vestido de un tosco buriel con los pies descalzos {L-2909} y una áspera soga ceñida al cuerpo, que de cordón {L-2910} le servía. Estaba con la cabeza inclinada a un lado, y la una mano {L-2911} asida de la parte de la túnica que sobre el corazón caía, {L-2912} y el otro brazo a la otra parte flojamente derribado; y, por verle de esta {L-2913} manera, y por no haber hecho movimiento al entrar de los pastores, claramente {L-2914} conocieron que desmayado estaba, como era la verdad, porque la profunda {L-2915} imaginación de sus miserias muchas veces a semejante término {L-2916} le conducía. Llegóse a él Erastro, y trabándole {L-2917} recio del brazo, le hizo volver en sí, aunque tan desacordado que {L-2918} de un pesado sueño recordaba, las cuales muestras de dolor no pequeño {L-2919} le causaron a los que le veían, y luego Erastro le dijo:

{L-2920}      -¿Qué es esto, señor? {L-2921} ¿Qué es lo que siente vuestro fatigado pecho? No dejéis {L-2922} de decirlo, que presentes tenéis quien no rehusará fatiga {L-2923} alguna por dar remedio a la vuestra.

{L-2924}      -No son esos -respondió el mancebo con {L-2925} voz algo desmayada- los primeros ofrecimientos, comedido pastor, que me {L-2926} has hecho, ni aun serían los últimos que yo acertase a servir {L-2927} si pudiese; pero hame traído la Fortuna a términos que ni {L-2928} ellos pueden aprovecharme ni yo satisfacerlos más que con el deseo. {L-2929} Este puedes tomar en cuenta del bueno que me ofreces; y si otra cosa de {L-2930} mí deseas saber, el tiempo, que no encubre nada, te dirá {L-2931} más de lo que yo quisiera.

{L-2932}      -Si al tiempo dejas que me satisfaga de lo {L-2933} que me dices -respondió Erastro-, poco debe agradecerse tal paga, {L-2934} pues él, a pesar nuestro, echa en las plazas lo más secreto {L-2935} de nuestros corazones.

{L-2936}      A este tiempo todos los demás pastores {L-2937} le rogaron que la ocasión de su tristeza les contase, especialmente {L-2938} Tirsi, que, con eficaces razones, le persuadió y dio a entender {L-2939} que no hay mal en esta vida que con ella su remedio no se alcanzase, si {L-2940} ya la muerte, atajadora de los humanos discursos, no se opone a ellos; {L-2941} y a esto añadió otras palabras que al obstinado mozo movieron {L-2942} a que con las suyas hiciese satisfechos a todos de lo que de él {L-2943} saber deseaban, así les dijo:

{L-2944}      -Puesto que a mí me fuera mejor, oh {L-2945} agradable compañía, vivir lo poco que me queda de vida sin {L-2946} ella, y haberme recogido a mayor soledad de la que tengo, todavía, {L-2947} por no mostrarme esquivo a la voluntad que me habéis mostrado, determino {L-2948} de contaros todo aquello que entiendo bastará; y los términos {L-2949} por donde la mudable Fortuna me ha traído al estrecho estado en {L-2950} que me hallo. Pero, porque me parece que es ya algo tarde, y según {L-2951} mis desventuras son muchas, sería posible que antes de contároslas {L-2952} la noche sobreviniese, será bien que todos juntos a la aldea nos {L-2953} vamos, pues a mí no me hace otra descomodidad de hacer el camino {L-2954} esta noche que mañana tenía determinado, y esto me es forzoso, {L-2955} pues de vuestra aldea soy proveído de lo que he menester para mi {L-2956} sustento; y por el camino, como mejor pudiere, os haré ciertos de {L-2957} mis desgracias.

{L-2958}      A todos pareció bien lo que el mozo {L-2959} ermitaño decía y, puniéndole en medio de ellos, con {L-2960} vagarosos pasos tomaron a seguir el camino de la aldea; y luego el lastimado {L-2961} ermitaño, con muestras de mucho dolor, de esta manera al cuento {L-2962} de sus miserias dio principio:

{L-2963}      -En la antigua y famosa ciudad de Jerez, cuyos {L-2964} moradores de Minerva y Marte son favorecidos, nació Timbrio, un {L-2965} valeroso caballero, del cual, si sus virtudes y generosidad de ánimo {L-2966} hubiese de contar, a difícil empresa me pondría. Basta saber {L-2967} que no sé si por la mucha bondad suya o por la fuerza de las estrellas, {L-2968} que a ello me inclinaban, yo procuré, por todas las vías {L-2969} que pude, serle particular amigo, y fueme el Cielo en esto tan favorable {L-2970} que, casi olvidándose a los que nos conocían el nombre de {L-2971} Timbrio y el de Silerio (que es el mío), solamente « los dos {L-2972} amigos » nos llamaban, haciendo nosotros, con nuestra continua conversación {L-2973} y amigables obras, que tal opinión no fuese vana. De esta suerte {L-2974} los dos, con increíble gusto y contento los mozos años pasábamos, {L-2975} ora en el campo en el ejercicio de la caza, ora en la ciudad en el del {L-2976} honroso Marte entreteniéndonos, hasta que un día, de los {L-2977} muchos aciagos que el enemigo tiempo en el discurso de mi vida me ha hecho {L-2978} ver, le sucedió a mi amigo Timbrio una pesada pendencia con un poderoso {L-2979} caballero, vecino de la mesma ciudad. Llegó a término la {L-2980} cuestión que el caballero quedó lastimado en la honra, y {L-2981} a Timbrio fue forzoso ausentarse por dar lugar a que la furiosa discordia {L-2982} cesase que entre los dos parentales, se comenzaba a encender, dejando escrita {L-2983} una carta a su enemigo, dándole aviso que le hallaría en {L-2984} Italia, en la ciudad de Milán o de Nápoles, todas las veces {L-2985} que, como caballero, de su agravio satisfacerse quisiese. Con esto cesaron {L-2986} los bandos entre los parientes de entrambos, y ordenóse que a igual {L-2987} y mortal batalla el ofendido caballero, que Pransiles se llamaba, a Timbrio {L-2988} desafiase, y que, en hallando campo seguro para la batalla, se avisase {L-2989} a Timbrio. Ordenó más mi suerte: que al tiempo que esto sucedió {L-2990} yo me hallase tan falto de salud que apenas del lecho levantarme podía; {L-2991} y por esta ocasión se me pasó la de seguir a mi amigo dondequiera {L-2992} que fuese, el cual al partir se despidió de mí con no pequeño {L-2993} descontento, encargándome que, en cobrando fuerzas, le buscase, {L-2994} que en la ciudad de Nápoles le hallaría; y así partió, {L-2995} dejándome con más pena que yo sabré agora significaros. {L-2996} Mas, al cabo de pocos días, pudiendo en mí más el {L-2997} deseo que de verle tenía, que no la flaqueza que me fatigaba, me {L-2998} puse luego en camino; y para que con más brevedad y más seguro {L-2999} le hiciese, la ventura me ofreció la comodidad de cuatro galeras {L-3000} que en la famosa Isla de Cádiz, de partida para Italia, prestas {L-3001} y aparejadas estaban. Embárqueme en una de ellas, y, con próspero {L-3002} viento, en breve, las riberas catalanas descubrimos; y habiendo dado fondo {L-3003} en un puerto de ellas, yo, que algo fatigado de la mar venía, asegurado {L-3004} primero de que por aquella noche las galeras de allí no partirían, {L-3005} me desembarqué con sólo un amigo y un criado mío; {L-3006} y no creo que debía de ser la media noche cuando los marineros y {L-3007} los que a cargo las galeras llevaban, viendo que la serenidad del cielo {L-3008} calma o próspero viento señalaba, por no perder la buena {L-3009} ocasión que se les ofrecía, a la segunda guardia hicieron {L-3010} la señal de partida y, zarpando las áncoras, dieron con mucha {L-3011} presteza los remos al sesgo mar y las velas al sosegado viento; y fue, {L-3012} como digo, con tanta diligencia hecho que, por mucha que yo use para volver {L-3013} a embarcarme, no fui a tiempo, y así me hube de quedar en la marina, {L-3014} con el enojo que podrá considerar quien por semejantes y ordinarios {L-3015} casos habrá pasado, porque quedaba mal acomodado de todas las cosas {L-3016} que, para seguir mi viaje por tierra, eran necesarias; mas considerando {L-3017} que, de quedarme allí, poco remedio se esperaba, acordé de {L-3018} volverme a Barcelona, adonde, como ciudad mas grande, podría ser {L-3019} hallar quien me acomodase de lo que me faltaba, correspondiendo a Jerez {L-3020} o a Sevilla con la paga de ello. Amanecióme en estos pensamientos, {L-3021} y, con determinación de ponerlos en efecto, aguardaba a que el día {L-3022} más se levantase y, estando apunto de partirme, sentí un {L-3023} grande estruendo por la tierra, y que toda la gente corría a la {L-3024} calle más principal del pueblo, y preguntando a uno qué era {L-3025} aquello, me respondió: « Llegaos, señor, al aquella {L-3026} esquina, que a voz de pregonero sabréis lo que deseáis. » {L-3027} Hícelo así, y lo primero en que puse los ojos fue en un alto {L-3028} crucifijo y en mucho tumulto de gente, señales que alguno sentenciado {L-3029} a muerte entre ellos venía, todo lo cual me certificó la {L-3030} voz del pregonero que declaraba que, por haber sido salteador y bandolero, {L-3031} la justicia mandaba ahorcar un hombre, que, como a mí llegó, {L-3032} luego conocí que era el mi buen amigo Timbrio, el cual venía {L-3033} a pie, con unas esposas a las manos y una soga a la garganta, los ojos {L-3034} enclavados en el crucifijo que delante llevaba, diciendo y protestando {L-3035} a los clérigos que con él iban que, por la estrecha cuenta {L-3036} que pensaba dar en breves horas al verdadero Dios, cuyo retrato delante {L-3037} los ojos tenía, que nunca en todo el discurso de su vida había {L-3038} cometido cosa por donde públicamente mereciese recebir tan ignominiosa {L-3039} muerte, y que a todos rogaba rogasen a los jueces le diesen algún {L-3040} término para probar cuán inocente estaba de lo que le acusaban. {L-3041} Considérese aquí, si tanto la consideración pudo levantarse, {L-3042} cuál quedaría yo al horrendo espectáculo que a los {L-3043} ojos se me ofrecía. No sé que os diga, señores, sino {L-3044} que quedé tan embelesado y fuera de mí, y de tal modo quedé {L-3045} ajeno de todos mis sentidos, que una estatua de mármol debiera de {L-3046} parecer a quien en aquel punto me miraba. Pero ya que el confuso rumor {L-3047} del pueblo, las levantadas voces de los pregoneros, las lastimosas palabras {L-3048} de Timbrio y las consoladoras de los sacerdotes y el verdadero conocimiento {L-3049} de mi buen amigo me hubieron vuelto de aquel embelesamiento primero, y {L-3050} la alterada sangre acudió a dar ayuda al desmayado corazón {L-3051} y despertado en él la cólera debida a la notoria venganza {L-3052} de la ofensa de Timbrio, sin mirar al peligro que me ponía, sino {L-3053} al de Timbrio, por ver si podía librarle o seguirle hasta la otra {L-3054} vida, con poco temor de perder la mía, eché mano a la espada, {L-3055} y con más que ordinaria furia entré por medio de la confusa {L-3056} turba hasta que llegué adonde Timbrio iba, el cual, no sabiendo {L-3057} si en provecho suyo tantas espadas se habían desenvainado, con perplejo {L-3058} y angustiado ánimo estaba mirando lo que pasaba, hasta que yo le {L-3059} dije: « ¿Adónde está, oh Timbrio, el esfuerzo {L-3060} de tu valeroso pecho? ¿Qué esperas, o qué aguardas? {L-3061} ¿Por qué no te favoreces de la ocasión presente? Procura, {L-3062} oh verdadero amigo, salvar tu vida, en tanto que esta mía hace escudo {L-3063} a la sinrazón que, según creo, aquí te es hecha. » {L-3064} Estas palabras mías y el conocerme Timbrio fue parte para que, olvidado {L-3065} todo temor, rompiese las ataduras o esposas de las manos; mas todo su ardimiento {L-3066} fuera poco si los sacerdotes, de compasión movidos, no ayudaran {L-3067} su deseo, los cuales, tomándole en peso, a pesar de los que estorbarlo {L-3068} querían, se entraron con él en una iglesia que allí {L-3069} junto estaba, dejándome a mí en medio de toda la justicia, {L-3070} que con grande instancia procuraba prenderme, como al fin lo hizo, pues {L-3071} a tantas fuerzas juntas no fue poderosa la sola mía de resistirlas. {L-3072} Y, con más ofensas que, a mi parecer, mi pecado merecía, {L-3073} a la cárcel pública, herido de los heridas, me llevaron. {L-3074} El atrevimiento mío y el haberse escapado Timbrio aumentó {L-3075} mi culpa y el enojo en los jueces, los cuales, condenando bien el exceso {L-3076} por mi cometido, pareciéndoles ser justo que yo muriese, luego, {L-3077} luego, la cruel sentencia pronunciaron, y para otro día guardaban {L-3078} la ejecución. Llegó a Timbrio esta triste nueva allá {L-3079} en la iglesia donde estaba y, según yo después supe, más {L-3080} alteración le dio mi sentencia que le había dado la de su {L-3081} muerte, y, por librarme de ella, de nuevo se ofrecía a entregarse {L-3082} otra vez en poder de la justicia; pero los sacerdotes le aconsejaron que {L-3083} servía de poco aquello: antes era añadir mal a mal y desgracia {L-3084} a desgracia, pues no sería parte el entregarse él para que {L-3085} yo fuese suelto, pues no lo podía ser sin ser castigado de la culpa {L-3086} cometida. No fueron menester pocas razones para persuadir a Timbrio no {L-3087} se diese a la justicia, pero sosegóse con proponer en su ánimo {L-3088} de hacer otro día por mí lo que yo por él había {L-3089} hecho, por pagarme en la mesma moneda o morir en la demanda. De toda su {L-3090} intención fui avisado por un clérigo que a confesarme vino, {L-3091} con el cual le envié a decir que el mejor remedio que mi desdicha {L-3092} podía tener era que él se salvase y procurase que, con toda {L-3093} brevedad, el virrey de Barcelona supiese todo el suceso antes que la justicia {L-3094} de aquel pueblo la ejecutase en él. Supe también la causa {L-3095} por que a mi amigo Timbrio llevaban al amargo suplicio, según me {L-3096} contó el mesmo sacerdote que os he dicho; y fue que, viniendo Timbro {L-3097} caminando por el reino de Cataluña, a la salida de Perpiñán {L-3098} dieron con él una cantidad de bandoleros, los cuales tenían {L-3099} por señor y cabeza a un valeroso caballero catalán, que por {L-3100} ciertas enemistades andaba en la compañía, como es ya antiguo {L-3101} uso de aquel reino, cuando los enemistados son personas de cuenta, salirse {L-3102} a ella y hacerse todo el mal que pueden, no solamente en las vidas, pero {L-3103} en las haciendas, cosa ajena de toda cristiandad y digna de toda lástima. {L-3104} Sucedió, pues, que al tiempo que los bandoleros estaban ocupados {L-3105} en quitar a Timbrio lo que llevaba, llegó en aquella sazón {L-3106} el señor y caudillo de ellos y como, en fin era caballero, no quiso {L-3107} que delante de sus ojos agravio alguno a Timbrio se hiciese; antes, pareciéndole {L-3108} hombre de valor y prendas, le hizo mil corteses ofrecimientos, rogándole {L-3109} que por aquella noche se quedase con él en un lugar allí {L-3110} cerca, que otro día por la mañana le daría una señal {L-3111} de seguro para que sin temor alguno pudiese seguir su camino hasta salir {L-3112} de aquella provincia. No pudo Timbrio dejar de hacer lo que el cortés {L-3113} caballero le pedía, obligado de las buenas obras de él recibidas. {L-3114} Fuéronse juntos y llegaron a un pequeño lugar, donde por {L-3115} los del pueblo alegremente recebidos fueron. Mas la Fortuna, que hasta {L-3116} entonces con Timbrio se había burlado, ordenó que aquella {L-3117} mesma noche diesen con los bandoleros una compañía de soldados {L-3118} sólo para este efecto juntada y, habiéndolos cogido de sobresalto, {L-3119} con facilidad los desbarataron; y puesto que no pudieron prender al caudillo {L-3120} prendieron y mataron a otros muchos, y uno de los presos fue Timbrio, a {L-3121} quien tuvieron por un famoso salteador que en aquella compañía {L-3122} andaba, y, según se debe imaginar, sin duda le debía de parecer {L-3123} mucho, pues con atestiguar los demás presos que aquel no era el {L-3124} que pensaban, contando la verdad de todo el caso, pudo tanto la malicia {L-3125} en el pecho de los jueces, que, sin más averiguaciones, le sentenciaron {L-3126} a muerte, la cual fuera puesta en efecto si el Cielo, favorecedor de los {L-3127} justos intentos, no ordenara que las galeras se fuesen y yo en tierra quedase {L-3128} para hacerlo que hasta agora os he contado que hice.

{L-3129}      Estábase Timbrio en la iglesia (y yo {L-3130} en la cárcel), ordenando de partirse aquella noche a Barcelona, {L-3131} y yo, que esperando estaba en qué pararía la furia de los {L-3132} ofendidos jueces, cuando con otra mayor desventura suya Timbrio y yo de {L-3133} la nuestra fuimos librados. Mas ¡ojalá fuera servido el cielo {L-3134} que en mí solo se ejecutara la furia de su ira, con tal que la alzaran {L-3135} de aquel pequeño y desventurado pueblo, que a los filos de mis bárbaras {L-3136} espadas tuvo puesto el miserable cuello! Poco más de media noche {L-3137} sería, ora acomodada a facinorosos insultos, y en la cual la trabajada {L-3138} gente suele entregar los trabajados miembros en brazos del dulce sueño, {L-3139} cuando improvisamente por todo el pueblo se levantó una confusa {L-3140} vocería diciendo: « ¡Al arna, al arma, que turcos hay {L-3141} en la tierra! » Los ecos de estas tristes voces ¿quién {L-3142} duda que no causaron espanto en los mujeriles pechos, y aun pusieron confusión {L-3143} en los fuertes ánimos de los varones? No sé qué os {L-3144} diga, señores, sino que en un punto la miserable tierra comenzó {L-3145} a arder con tanta gana que no parecía sino que las mesmas piedras {L-3146} con que las casas fabricadas estaban, ofrecían acomodada materia {L-3147} al encendido fuego que todo lo consumía. A la luz de las furiosas {L-3148} llamas se vieron relucir los bárbaros alfanjes y parecerse las blancas {L-3149} tocas de la turca gente, que, encendida, con sigures o hachas de duro acero {L-3150} las puertas de las casas derribaban y, entrando en ellas, de cristianos {L-3151} despojos salían cargados. Cuál llevaba la fatigada madre {L-3152} y cuál el pequeñuelo hijo que, con cansados y débiles {L-3153} gemidos, la madre por el hijo y el hijo por la madre preguntaba; y alguno {L-3154} sé que hubo que, con sacrílega mano, estorbó el cumplimiento {L-3155} de los justos deseos de la casta recién desposada virgen y del esposo {L-3156} desdichado, ante cuyos llorosos ojos quizá vio comer el fruto de {L-3157} que el sin ventura pensaba gozar en término breve. La confusión {L-3158} era tanta, tantos los gritos y mezclas de las voces tan diferentes que {L-3159} gran espanto ponían. La fiera y endiablada canalla, viendo cuán {L-3160} poca resistencia se les hacía, se atrevieron a entrar en los sagrados {L-3161} templos y poner las descomulgadas manos en las santas reliquias, poniendo {L-3162} en el seno el oro con que guarnecidas estaban, y arrojándolas en {L-3163} el suelo con asqueroso menosprecio. Poco le valía al sacerdote su {L-3164} santimonia, y al fraile su retraimiento, y al viejo sus nevadas canas, {L-3165} y al mozo su juventud gallarda, y al pequeño niño su inocencia {L-3166} simple, que de todos llevaban el saco aquellos descreídos perros, {L-3167} los cuales, después de abrasadas las casas, robado los templos, {L-3168} desflorado las vírgines, muertos los defensores, más cansados {L-3169} que satisfechos de lo hecho, al tiempo que el alba venía sin impedimento {L-3170} alguno se volvieron a sus bajeles, habiéndolos ya cargado de todo {L-3171} lo mejor que en el pueblo había, dejándole desolado y sin {L-3172} gente, porque toda la más gente se llevaban, y la otra a la montaña {L-3173} se había recogido.

{L-3174}      ¿Quién en tan triste espectáculo {L-3175} pudiera tener quedas las manos y enjutos los ojos? Mas, ay, que está {L-3176} tan llena de miserias nuestra vida que, en tan doloroso suceso como el {L-3177} que os he contado, hubo cristianos corazones que se alegraron, y estos {L-3178} fueron los de aquellos que en la cárcel estaban, que con la desdicha {L-3179} general cobraron la dicha propia, porque, en son de ir a defender el pueblo, {L-3180} rompieron las puertas de la prisión y en libertad se pusieron, procurando {L-3181} cada uno, no de ofender a los contrarios, sino de salvar a sí mesmos, {L-3182} entre los cuales yo gocé de la libertad tan caramente adquirida. {L-3183} Y, viendo que no había quien hiciese rostro a los enemigos, por {L-3184} no venir a su poder ni tomar al de la prisión, desamparando el consumido {L-3185} pueblo con no pequeño dolor de lo que había visto y con el {L-3186} que mis heridas me causaban, seguí a un hombre que me dijo que seguramente {L-3187} me llevaría a un monasterio que en aquellas montañas estaba, {L-3188} donde de mis llagas sería curado y aun defendido, si de nuevo prenderme {L-3189} quisiesen. Seguíle, en fin, como os he dicho, con deseo de saber {L-3190} qué habría hecho la Fortuna de mi amigo Timbrio, el cual, {L-3191} como después supe, con algunas heridas se había escapado, {L-3192} y, seguido por la montaña otro camino diferente del que yo llevaba, {L-3193} vino a parar al puerto de Rosas, donde estuvo algunos días, procurando {L-3194} saber qué suceso habría sido el mío, y que, en fin, {L-3195} sin saber nuevas algunas, se partió en una nave y con próspero {L-3196} viento a la gran ciudad de Nápoles. Yo volví a Barcelona, {L-3197} y allí me acomodé de lo que menester había, y después, {L-3198} ya sano de mis heridas, tomé a seguir mi viaje, y sin sucederme {L-3199} revés alguno llegué a Nápoles, donde hallé {L-3200} enfermo a Timbrio; y fue tal el contento que en vernos los dos recibimos, {L-3201} que no me siento con fuerzas para encarecérosle por agora.

{L-3202}      Allí nos dimos cuenta de nuestras vidas {L-3203} y de todo aquello que hasta aquel momento nos había sucedido, pero {L-3204} todo este placer mío se aguaba con el ver a Timbrio no tan bueno {L-3205} como yo quisiera, antes tan malo, y de una enfermedad tan extraña, {L-3206} que, si yo a aquella sazón no llegara, pudiera llegar a tiempo de {L-3207} hacerle las obsequias de su muerte y no solemnizar las alegrías {L-3208} de su vista. Después que él hubo sabido de mí todo {L-3209} lo que quiso, con lágrimas en los ojos me dijo: « ¡Ay, {L-3210} amigo Silerio, y cómo creo que el Cielo procura cargar la mano en {L-3211} mis desventuras, para que, dándome la salud por la vuestra, quede {L-3212} yo cada día con más obligación de serviros! » {L-3213} Palabras fueron estas de Timbrio que me enternecieron; mas, por parecerme {L-3214} de comedimientos tan poco usados entre nosotros, me admiraron. Y por no {L-3215} cansaros en deciros punto por punto lo que yo le respondí y lo que {L-3216} él más replicó sólo os diré que el desdichado {L-3217} de Timbrio estaba enamorado de una señora principal de aquella ciudad, {L-3218} cuyos padres eran españoles, aunque ella en Nápoles había {L-3219} nacido. Su nombre era Nísida, y su hermosura tanta que me atrevo {L-3220} a decir que la Naturaleza cifró en ella el extremo de sus perfecciones, {L-3221} y andaban tan a una en ella la honestidad y belleza, que lo que la una {L-3222} encendía la otra enfriaba; y los deseos que su gentileza hasta el {L-3223} más subido cielo levantaba, su honesta gravedad hasta lo más {L-3224} bajo de la tierra abatía. A esta causa estaba Timbrio tan pobre {L-3225} de esperanza, cuan rico de pensamientos y, sobre todo, falto de salud y {L-3226} en términos de acabar la vida sin descubrirlos; tal era el temor {L-3227} y reverencia que había cobrado a la hermosa Nísida. Pero {L-3228} después que tuve bien conocida su enfermedad, y hube visto a Nísida {L-3229} y considerando la calidad y nobleza de sus padres, determiné de {L-3230} posponer por él la hacienda, la vida y la honra, y más, si {L-3231} más tuviera y pudiera; y así usé de un artificio, {L-3232} el más extraño que hasta hoy se habrá oído {L-3233} ni leído, y fue que acordé de vestirme como truhán {L-3234} y con una guitarra entrarme en casa de Nísida, que, por ser, como {L-3235} ya he dicho, sus padres de los principales de la ciudad, de otros muchos {L-3236} truhanes era continuada. Parecióle bien este acuerdo a Timbrio, {L-3237} y resignó luego en las manos de mi industria todo su contento. Hice {L-3238} yo hacer luego muchas y diferentes galas y, en vistiéndome, comencé {L-3239} a ensayarme en el nuevo oficio delante de Timbrio, que no poco reía {L-3240} de verme tan truhanamente vestido; y, por ver si la habilidad correspondía {L-3241} al hábito, me dijo que, haciendo cuenta que él era un gran {L-3242} príncipe y que yo de nuevo venía a visitarle, le dijese algo. {L-3243} Y si yo no me acuerdo mal, y si vosotros, señores, no os cansáis {L-3244} de escucharme, diréos lo que entonces le canté, con ser la {L-3245} primera vez.

{L-3246}      Todos dijeron que ninguna cosa les daría {L-3247} más contento que saber, por extenso, todo el suceso de su negocio, {L-3248} y que así le rogaban que ninguna cosa, por de poco momento que fuese, {L-3249} dejase de contarles.

{L-3250}      -Pues esa licencia me dais -dijo el ermitaño-, {L-3251} no quiero dejaros de decir cómo comencé a dar muestras de {L-3252} mi locura, que fue con estos versos que a Timbrio canté, imaginando {L-3253} ser un gran señor a quien los decía:
 

    SILERIO
{L-3254}    De príncipe que en el suelo
{L-3255} va por tan justo nivel,
{L-3256} ¿qué se puede esperar de él
{L-3257} que no sean obras del Cielo?
 
{L-3258}    No se vee en la edad presente, 5
{L-3259} ni se vio en la edad pasada
{L-3260} república gobernada
{L-3261} de príncipe tan prudente.
{L-3262} Y del que mide su celo
{L-3263} por tan cristiano nivel, 10
{L-3264} ¿qué se puede esperar de él
{L-3265} que no sean obras del Cielo?
 
{L-3266}    Del que trae por bien ajeno
{L-3267} sin codiciar más despojos
{L-3268} misericordia en los ojos 15
{L-3269} y la justicia en el seno.
{L-3270} Del que lo más de este suelo
{L-3271} es lo menos que hay en él,
{L-3272} ¿qué se puede esperar de él
{L-3273} que no sean obras del Cielo? 20
 
{L-3274}    La liberal fama vuestra,
{L-3275} que hasta el cielo se levanta,
{L-3276} de que tenéis alma santa
{L-3277} nos da indicio y clara muestra.
{L-3278} Del que no discrepa un pelo, 25
{L-3279} de ser al Cielo fiel,
{L-3280} ¿qué se puede esperar de él
{L-3281} que no sean obras del Cielo?
 
{L-3282}    Del que con cristiano pecho
{L-3283} siempre en el rigor se tarda, 30
{L-3284} y a la justicia le guarda,
{L-3285} con clemencia, su derecho;
{L-3286} de aquel que levanta el vuelo
{L-3287} do ninguno llega a él.
{L-3288} ¿qué se puede esperar de él 35
{L-3289} que no sean obras del Cielo?

     {L-3290} Estas y otras cosas de más risa {L-3291} y juego canté entonces a Timbrio, procurando acomodar el brío {L-3292} y donaire del cuerpo a que en todo diese muestras de ejercitado truhán; {L-3293} y salí tan bien con ello que en pocos días fui conocido de {L-3294} toda la más gente principal de la ciudad; y la fama del truhán {L-3295} español por toda ella volaba hasta tanto que ya en casa del padre {L-3296} de Nísida me deseaban ver, el cual deseo les cumpliera yo con mucha {L-3297} facilidad si de industria no aguardara a ser rogado. Mas, en fin, no me {L-3298} pude excusar que un día de un banquete allá no fuese, donde {L-3299} vi más cerca la justa causa que Timbrio tenía de padecer, {L-3300} y la que el Cielo me dio para quitarme el contento todos los días {L-3301} que en esta vida durare. Vi a Nísida, a Nísida vi, para no {L-3302} ver más, ni hay más que ver después de haberla visto. {L-3303} ¡Oh fuerza poderosa de amor, contra quien valen poco las poderosas {L-3304} nuestras! ¿Y es posible que en un punto, en un momento, los reparos {L-3305} y pertrechos de mi lealtad pusieses en términos de dar con todos {L-3306} ellos por tierra? ¡Ay, que si se tardara un poco en socorrerme, la {L-3307} consideración de quien yo era, la amistad que a Timbrio debía, {L-3308} el mucho valor de Nísida, el afrentoso hábito en que me hallaba... {L-3309} Que todo era impedimento a que, con el nuevo y amoroso deseo que en mí {L-3310} había nacido, no naciese también la esperanza de alcanzarla, {L-3311} que es el arrimo con que el amor camina o vuelve atrás en los enamorados {L-3312} principios. En fin, vi la belleza que os he dicho, y porque me importaba {L-3313} tanto el verla, siempre procuré granjear la amistad de sus padres {L-3314} y de todos los de su casa; y esto con hacer del gracioso y bien criado, {L-3315} haciendo mi oficio con la mayor discreción y gracia a mí {L-3316} posible. Y rogándome un caballero que aquel día a la mesa {L-3317} estaba que alguna cosa en loor de la hermosura de Nísida cantase, {L-3318} quiso la ventura que me acordase de unos versos que muchos días {L-3319} antes, para otra ocasión casi semejante yo había hecho y, {L-3320} sirviéndome para la presente, los dije, que eran estos:
 

    SILERIO
{L-3321}    Nísida, con quien el Cielo
{L-3322} tan liberal se ha mostrado,
{L-3323} que, en daros a vos, dio al suelo
{L-3324} una imagen y traslado
{L-3325} de cuanto encubre su velo: 5
{L-3326} si él no tuvo más que os dar,
{L-3327} ni vos más que desear,
{L-3328} con facilidad se entiende
{L-3329} que lo imposible pretende
{L-3330} quien os pretende loar. 10
 
{L-3331}    De esa beldad peregrina
{L-3332} la perfección soberana
{L-3333} que al Cielo nos encamina,
{L-3334} pues no es posible la humana,
{L-3335} cante la lengua divina, 15
{L-3336} y diga: bien se conviene
{L-3337} que al alma que en sí contiene
{L-3338} ser tan alto y milagroso
{L-3339} se le diese el velo hermoso
{L-3340} más que el mundo tuvo o tiene. 20
 
{L-3341}    Tomó del sol los cabellos;
{L-3342} del sesgo cielo, la frente;
{L-3343} la luz, de los ojos bellos
{L-3344} de la estrella más luciente,
{L-3345} que ya no da luz ante ellos. 25
{L-3346} Como quien puede y se atreve,
{L-3347} a la grana y a la nieve
{L-3348} robó las colores bellas,
{L-3349} que lo más perfecto de ellas
{L-3350} a tus mejillas se debe. 30
 
{L-3351}    De marfil y de coral
{L-3352} formó los dientes y labios,
{L-3353} do sale rico caudal
{L-3354} de agudos dichos y sabios,
{L-3355} y armonía celestial. 35
{L-3356} De duro mármol ha hecho
{L-3357} el blanco y hermoso pecho,
{L-3358} y de tal obra ha quedado
{L-3359} tanto el suelo mejorado,
{L-3360} cuanto el Cielo satisfecho. 40

{L-3361}      Con estas y otras cosas que entonces canté, {L-3362} quedaron todos tan mis aficionados, especialmente los padres de Nísida, {L-3363} que me ofrecieron todo lo que menester hubiese y me rogaron que ningún {L-3364} día dejase de visitarlos; y así, sin descubrirse ni imaginarse {L-3365} mi industria, vine a salir con mi primero disignio, que era facilitar la {L-3366} entrada en casa de Nísida, a cual gustaba en extremo de mis desenvolturas. {L-3367} Pero, ya que los muchos días y la mucha conversación mía {L-3368} y la grande amistad que todos los de aquella casa me mostraban, hubieron {L-3369} quitado algunas sombras al demasiado temor que de descubrir mi intento {L-3370} a Nísida tenía, determiné ver a do llegaba la ventura {L-3371} de Timbrio, que sólo de mi solicitud la esperaba. Mas, ay de mí, {L-3372} que yo estaba entonces más para pedir medicina para mi llaga que {L-3373} salud para la ajena, porque el donaire, belleza, discreción, gravedad {L-3374} de Nísida habían hecho en mi alma tal efecto, que no estaba {L-3375} en menos extremo de dolor y de amor puesta que la del lastimado Timbrio. {L-3376} A vuestra consideración discreta dejo el imaginar lo que podía {L-3377} sentir un corazón a quien de una parte combatían las leyes {L-3378} de la amistad y de otra, las inviolables de Cupido; porque si las unas {L-3379} le obligaban a no salir de lo que ellas y a razón le pedían, {L-3380} las otras le forzaban que tuviese cuenta con lo que a su contento era obligado.

{L-3381}      Estos sobresaltos y combates me apretaban de {L-3382} manera que, sin procurar la salud ajena, comencé a dudar de la propia {L-3383} y a ponerme tan flaco y amarillo que causaba general compasión a {L-3384} todos los que me miraban. Y los que más la mostraban eran los padres {L-3385} de Nísida; y aun ella mesma, con limpias y cristianas entrañas, {L-3386} me rogó muchas veces que la causa de mi enfermedad le dijese, ofreciéndome {L-3387} todo lo necesario para el remedio de ella. « ¡Ay -decía {L-3388} yo entre mí cuando Nísida tales ofrecimientos me hacía {L-3389} y con cuanta facilidad, hermosa Nísida, podría remediar vuestra {L-3390} mano el mal que vuestra hermosura ha hecho! » Pero préciome {L-3391} tanto de buen amigo que, aunque tuviese tan cierto mi remedio como le tengo {L-3392} por imposible, imposible sería que le aceptase. Y como estas consideraciones {L-3393} en aquellos instantes me turbasen la fantasía, no acertaba a responder {L-3394} a Nísida cosa alguna, de lo cual ella y otra hermana suya, que Blanca {L-3395} se llamaba, de menos años, aunque no de menos discreción {L-3396} y hermosura que Nísida, estaban maravilladas. Y, con más {L-3397} deseo de saber el origen de mi tristeza, con muchas importunaciones me {L-3398} rogaban que nada de mi dolor les encubriese. Viendo, pues, yo que la ventura {L-3399} me ofrecía la comodidad de poner en efecto lo que hasta aquel punto {L-3400} mi industria había fabricado, una vez que acaso Nísida y {L-3401} su hermana solas se hallaban, tomando ellas de nuevo a pedirme lo que tantas {L-3402} veces, les dije: « No penséis, señoras, que el silencio {L-3403} que hasta agora he tenido en no deciros la causa de la pena que imagináis {L-3404} que siento, lo haya causado tener yo poco deseo de obedeceros, pues ya {L-3405} se sabe que, si algún bien mi abatido estado en esta vida tiene, {L-3406} es haber granjeado con el venir a términos de conoceros y como criado {L-3407} serviros; sólo ha sido la causa imaginar que, aunque la descubra, {L-3408} no servirá para daros lástima, viendo cuán lejos está {L-3409} el remedio de ella. Pero ya que me es forzoso satisfaceros en esto, sabréis, {L-3410} señoras, que en esta ciudad está un caballero, natural de {L-3411} mi mesma patria, a quien tengo por señor, por amparo y por amigo, {L-3412} el más liberal, discreto y gentil hombre que en gran parte hallar {L-3413} se pueda, el cual está aquí ausente de amada patria por ciertas {L-3414} cuestiones que allá le sucedieron, que le forzaron a venir a esta {L-3415} ciudad creyendo que si allá en la suya dejaba enemigos, acá {L-3416} en la ajena no le faltaran amigos; mas hale salido tan al revés {L-3417} su pensamiento que un solo enemigo que él mesmo, sin saber cómo, {L-3418} aquí se ha procurado, le tiene puesto en tal extremo que, si el {L-3419} cielo no le socorre, con acabar la vida acabará sus amistades y {L-3420} enemistades. Y como yo conozco el valor de Timbrio (que este es el nombre {L-3421} del caballero cuya desgracia os voy contando) y sé lo que perderá {L-3422} el mundo en perderle, y lo que yo perderé si le pierdo, doy las {L-3423} muestras e sentimiento que habéis visto, y aun son pocas, según {L-3424} a lo que me obliga el peligro en que Timbrio está puesto. Bien sé {L-3425} que desearéis saber, señoras, quién es el enemigo {L-3426} que a tan valeroso caballero, como es el que os he pintado, tiene puesto {L-3427} en tal extremo; pero también sé que, en diciéndoosle, {L-3428} no os maravillaréis sino de cómo ya no le tiene consumido {L-3429} y muerto. Su enemigo es Amor, universal destruidor de nuestros sosiegos {L-3430} y bienandanzas; este fiero enemigo tomó posesión de sus entrañas. {L-3431} En entrando en esta ciudad, vio Timbrio una hermosa dama, de singular valor {L-3432} y hermosura, mas tan principal y honesta que jamás el miserable {L-3433} se ha aventurado a descubrirle su pensamiento ».

{L-3434}      A este punto llegaba yo cuando Nísida {L-3435} me dijo: « Por cierto, Astor (que entonces era éste el nombre {L-3436} mío), que no se yo si crea que ese caballero sea tan valeroso y {L-3437} discreto como dices, pues tan fácilmente se ha dejado rendir a un {L-3438} mal deseo tan recién nacido, entregándose tan sin ocasión {L-3439} alguna en los brazos de la desesperación; y aunque a mí se {L-3440} me alcanza poco de estos amorosos efectos, todavía me parece que {L-3441} es simplicidad y flaqueza dejar, el que se vee fatigado de ellos, de descubrir {L-3442} su pensamiento a quien se le causa, puesto que sea del valor que imaginar {L-3443} se puede, porque ¿qué afrenta se le puede seguir a ella de {L-3444} saber que es bien querida, o a él qué mayor mal de su aceda {L-3445} y desabrida respuesta que la muerte que él mesmo se procura callando? {L-3446} Y no sería bien que, por tener un juez fama de riguroso, dejase {L-3447} al no de alegar de su derecho. Pero pongamos que sucede la muerte de un {L-3448} amante tan callado y temeroso como ese tu amigo; dime: ¿llamarías {L-3449} tú cruel a la dama de quien estaba enamorado? No, por cierto, que {L-3450} mal puede remediar nadie la necesidad que no llega a su noticia, ni cae {L-3451} en su obligación procurar saberla para remediarla. Así que, {L-3452} Astor, perdóname, que las obras de ese tu amigo no hacen muy verdaderas {L-3453} las alabanzas que le das. »

{L-3454}      Cuando yo oí a Nísida semejantes {L-3455} razones, luego luego quisiera con las mías descubrirle todo el secreto {L-3456} de mi pecho, mas, como yo entendía la bondad y llaneza con que ella {L-3457} las hablaba, hube de detenerme y esperar más sola y mejor coyuntura, {L-3458} y así le respondí: « Cuando los casos de amor, hermosa {L-3459} Nísida, con libres ojos se miran, tantos desatinos se veen en ellos {L-3460} que no menos de risa que de compasión son dignos; pero si de la {L-3461} sotil red amorosa se halla enlazada el alma, allí están los {L-3462} sentidos tan trabados y tan fuera de su propio ser que la memoria sólo {L-3463} sirve de tesorera y guardadora del objeto que los ojos miraron; y el entendimiento, {L-3464} en escudriñar y conocer el valor de la que bien ama; y la voluntad, {L-3465} de consentir de que la memoria y entendimiento en otra cosa no se ocupen. {L-3466} Y así, los ojos veen como por espejo de alinde, que todas las cosas {L-3467} se les hacen mayores: ora crece la esperanza, cuando son favorecidos, ora {L-3468} el temor cuando desechados; y así sucede a muchos lo que a Timbrio {L-3469} ha sucedido, que, pareciéndoles a los principios altísimo {L-3470} el objeto a quien los ojos levantaron, pierden la esperanza de alcanzarle; {L-3471} pero no de manera que no les diga Amor allá dentro en el alma: « ¡Quién {L-3472} sabe! Podría ser... »; y con esto anda la esperanza, como decirse {L-3473} suele, entre dos aguas, la cual, si del todo les desamparase, con ella {L-3474} huiría el amor. Y de aquí nace andar, entre el temor y osar, {L-3475} el corazón del amante tan afligido que, sin aventurarse a decirla, {L-3476} se recoge y aprieta en su llaga, y espera, aunque no sabe de quién, {L-3477} el remedio de que se vee tan apartado. En este mesmo extremo he yo hallado {L-3478} a Timbrio, aunque todavía, a persuasiones mías, ha escrito {L-3479} una carta a la dama por quien muere, la cual me dio para que la viese y {L-3480} mirase si en alguna manera se mostraba en ella descomedido, porque la enmendaría; {L-3481} encargóme asimesmo que buscase orden de ponerla en manos de su señora, {L-3482} que creo será imposible, no porque yo me aventure a ello, pues lo {L-3483} menos que aventuraré será la vida por servirle, mas porque {L-3484} me parece que no he de hallar ocasión para darla. » « Veámosla {L-3485} -dijo Nísida-, porque deseo ver cómo escriben los enamorados {L-3486} discretos. » Luego saque yo una carta del seno, que algunos días {L-3487} antes estaba escrita esperando ocasión de que Nísida la viese {L-3488} y, ofreciéndome la ventura esta, se la mostré; la cual, por {L-3489} haberla yo leído muchas veces, se me quedó en la memoria, {L-3490} cuyas razones eran estas:
 

 
TIMBRIO A NISIDA
{L-3491}    « Determinado había, hermosa señora, {L-3492} que el fin desastrado mío os diese noticia de quién yo era, {L-3493} pareciéndome ser mejor que alabárades mi silencio en la muerte {L-3494} que no que vituperárades mi atrevimiento en la vida; mas, porque {L-3495} imagino que a mi alma conviene partirse de este mundo en gracia vuestra, {L-3496} por que en el otro no le niegue Amor el premio de lo que ha padecido, os {L-3497} hago sabidora del estado en que vuestra rara beldad me tiene puesto, que {L-3498} es tal que, a poder significarle, no procurara su remedio, pues por pequeñas {L-3499} cosas nadie se ha de aventurar a ofender el valor extremado vuestro, del {L-3500} cual y de vuestra honesta liberalidad espero restaurar la vida para serviros {L-3501} o alcanzar la muerte para nunca más ofenderos. »

{L-3502}      Con mucha atención estuvo Nísida {L-3503} escuchando esta carta, y, en acabándola de oír, dijo: « No {L-3504} tiene de qué agraviarse la dama a quien esta carta se envía, {L-3505} si ya de puro grave no da en ser melindrosa, enfermedad de quien no se {L-3506} escapa la mayor parte de las damas de esta ciudad. Pero, con todo eso, {L-3507} no dejes, Astor, de dársela, pues, como ya te he dicho, no se puede {L-3508} esperar más mal de su respuesta que no sea peor el que agora dices {L-3509} que tu amigo padece. Y para más animarte, te quiero asegurar que {L-3510} no hay mujer tan recatada y tan puesta en atalaya para mirar por su honra, {L-3511} que le pese mucho de ver y saber que es querida, porque entonces conoce {L-3512} ella que no es vana la presunción que de sí tiene, lo cual {L-3513} sería al revés si viese que de nadie era solicitada. » {L-3514} « Bien sé, señora, que es verdad lo que dices -respondí {L-3515} yo-, mas tengo temor que el atreverme a darla, por poco menos me ha de {L-3516} costar negarme de allí adelante la entrada en aquella casa, de que {L-3517} no menor daño me vendría a mi que a Timbrio. » « No {L-3518} quieras, Astor -replicó Nísida-, confirmar tú la sentencia {L-3519} que aún el juez no tiene dada. Muestra buen ánimo, que no {L-3520} es riguroso trance de batalla este a que te aventuras. » « ¡Pluguiera {L-3521} al cielo, hermosa Nísida -respondí yo-, que en ese término {L-3522} me viera, que de mejor gana ofreciera el pecho al peligro y rigor de mil {L-3523} contrapuestas armas, que no la mano a dar esta amorosa carta a quien, siendo {L-3524} con ella ofendida, ha de arrojar sobre mis hombros la pena que la ajena {L-3525} culpa merece! Pero, con todos estos inconvinientes, pienso seguir, señora, {L-3526} el consejo que me has dado, puesto que aguardaré tiempo en que el {L-3527} temor no tenga tan ocupalos mis sentidos como agora; y en este entretanto, {L-3528} te suplico que, haciendo cuenta que tú eres a quien esta carta se {L-3529} envía, me des alguna respuesta que lleve a Timbrio, para que con {L-3530} este engaño él se entretenga un poco, y a mí el tiempo {L-3531} y las ocasiones me descubran lo que tengo de hacer. » « De mal {L-3532} artificio quieres usar -respondió Nísida-, porque, puesto {L-3533} caso que yo agora diese en nombre ajeno alguna blanda o esquiva respuesta, {L-3534} ¿no ves que el tiempo, descubridor de nuestros fines, aclarará {L-3535} el engaño, y Timbrio quedará de ti más quejoso que {L-3536} satisfecho? Cuanto más que, por no haber dado hasta ahora respuesta {L-3537} a semejantes cartas, no querría comenzar a darlas mentirosa y fingidamente; {L-3538} mas, aunque sepa ir contra lo que a mí mesma debo, si me prometes {L-3539} de decir quien es la ama, yo te diré qué digas a tu amigo, {L-3540} y cosa tal que él quede contento por agora; y puesto que después {L-3541} las cosas sucedan al revés de lo que él pensare, no por eso {L-3542} se averiguará la mentira. » « Eso no me lo mandes, oh {L-3543} Nísida -respondí yo-, porque en tanta confusión me {L-3544} pone decirte yo a ti su nombre, como me pondría el darle a ella {L-3545} la carta; basta saber que es principal y que, sin hacerte agravio alguno, {L-3546} no te debe nada en la hermosura, que con esto me parece que la encarezco {L-3547} sobre cuantas son nacidas. » « No me maravillo que digas eso {L-3548} de mí -dijo Nísida-, pues los hombres de vuestra condición {L-3549} y trato, lisonjear es su propio oficio. Mas, dejando todo esto a una parte, {L-3550} porque deseo que no pierdas la comodidad de un tan buen amigo, te aconsejo {L-3551} que le digas que fuiste a dar la carta a su dama, y que has pasado con {L-3552} ella todas las razones que conmigo, sin faltar punto, y cómo leyó {L-3553} tu carta, y el ánimo que te daba para que a su dama la llevases, {L-3554} pensando que no era ella a quien venía; y que, aunque no te atreviste {L-3555} a declarar del todo que has conocido de ella que, cuando sepa ser ella {L-3556} para quien la carta venía, no le causará el engaño {L-3557} y desengaño mucha pesadumbre. De esta suerte recibirá él {L-3558} algún alivio en su trabajo; y después, al descubrir tu intención {L-3559} a su dama, puedes responder a Timbrio lo que ella te respondiere, pues, {L-3560} hasta el punto que ella lo sepa, queda en fuerza esta mentira y la verdad {L-3561} de lo que sucediere, sin que haga al caso el engaño de agora ».

{L-3562}      Admirado quedé de la discreta traza {L-3563} de Nísida, y aun no sin sospecha de la verdad de mi artificio. Y {L-3564} así, besándole las manos por el buen aviso, y quedando con {L-3565} ella que, de cualquiera cosa que en este negocio sucediere, le había {L-3566} de dar particular cuenta, vine a contar a Timbrio todo lo que con Nísida {L-3567} me había sucedido, que fue parte para que la tuviese en su alma {L-3568} la esperanza y volviese le nuevo a sustentarle y a desterrar de su corazón {L-3569} los nublados del frío temor que hasta entonces le tenían {L-3570} ofuscado. Y todo este gusto se le acrecentaba el prometerle yo a cada paso {L-3571} que los míos no serían dados sino en servicio suyo, y que {L-3572} otra vez que con Nísida me hallase, sacaría el juego de maña {L-3573} con tan buen suceso como sus pensamientos merecían. Una cosa se {L-3574} me ha olvidado de deciros: que, en todo el tiempo que con Nísida {L-3575} y su hermana estuve hablando, jamás la menor hermana habló {L-3576} palabra, sino que, con un extraño silencio, estuvo siempre colgada {L-3577} de las mías. Y seos decir, señores, que, si callaba, no era {L-3578} por no saber hablar con toda discreción y donaire, porque en estas {L-3579} dos hermanas mostró Naturaleza todo lo que ella puede y vale; y, {L-3580} con todo esto, no sé si os diga que holgara que me hubiera negado {L-3581} el cielo la ventura de haberlas conocido, especialmente a Nísida, {L-3582} principio y fin de toda mi desdicha. Pero ¿qué puedo hacer {L-3583} si lo que los hados tienen ordenado no puede por discursos humanos estorbarse? {L-3584} Yo quise, quiero y querré bien a Nísida, tan sin ofensa de {L-3585} Timbrio, cuanto lo ha mostrado bien mi cansada lengua, que jamas la habló {L-3586} que en favor de Timbrio no fuese, encubriendo siempre, con más que {L-3587} ordinaria discreción, la pena propia por remediar la ajena.

{L-3588}      Sucedió, pues, que, como la belleza {L-3589} de Nísida tan esculpida en mi alma quedó desde el primer {L-3590} punto que mis ojos la vieron, no pudiendo tener mi pecho tan rico tesoro {L-3591} encubierto, cuando solo o apartado alguna vez me hallaba, con algunas amorosas {L-3592} y lamentables canciones le descubría con velo de fingido nombre. {L-3593} Y así una noche, pensando que ni Timbrio ni otro alguno me escuchaba, {L-3594} por dar alivio un poco al fatigado espíritu, en un retirado aposento, {L-3595} sólo de un laúd acompañado, canté unos versos {L-3596} que, por haberme puesto en una confusión gravísima, os los {L-3597} habré de decir, que eran estos:
 

    SILERIO
{L-3598}    ¿Qué laberinto es este do se {L-3599} encierra
{L-3600} mi loca, levantada fantasía?
{L-3601} ¿Quién ha vuelto mi paz en cruda guerra,
{L-3602} y en tal tristeza, toda mi alegría?
{L-3603} ¿O cuál hado me trujo a ver la tierra 5
{L-3604} que ha de servir de sepoltura mía,
{L-3605} o quién reducirá mi pensamiento
{L-3606} al término que pide un sano intento?
 
{L-3607}    Si por romper este mi frágil pecho
{L-3608} y despojarme de la dulce vida 10
{L-3609} quedase el suelo y cielo satisfecho
{L-3610} de que a Timbrio guardé la fe debida,
{L-3611} sin que me acobardara el crudo hecho,
{L-3612} yo fuera de mí mesmo el homicida;
{L-3613} mas, si yo acabo, en él acaba luego 15
{L-3614} la amorosa esperanza y crece el fuego.
 
{L-3615}    Lluevan y caigan las doradas flechas
{L-3616} del ciego dios, y con rigor insano
{L-3617} al triste corazón vengan derechas,
{L-3618} disparadas con fiera, airada mano; 20
{L-3619} que, aunque ceniza y polvo queden hechas
{L-3620} las heridas entrañas, lo que gano
{L-3621} en encubrir su dolorosa llaga
{L-3622} es rica, de mi mal, ilustre paga.
{L-3623}    Silencio eterno a mi cansada lengua 25
{L-3624} pondrá la ley de la amistad sincera,
{L-3625} Por cuya sin igual virtud desmengua
{L-3626} la pena que acabar jamás espera;
{L-3627} mas aunque nunca acabe y ponga en mengua
{L-3628} la honra y la salud, será cual era 30
{L-3629} mi limpia fe: más firme y contrastada
{L-3630} que roca en medio de la mar airada.
 
{L-3631}    Del humor que derraman estos ojos,
{L-3632} y de la lengua el piadoso oficio:
{L-3633} del bien que se le debe a mis enojos, 35
{L-3634} y de la voluntad el sacrificio,
{L-3635} lleve los dulces premios y despojos
{L-3636} el caro amigo, y muéstrese propicio
{L-3637} el cielo a mi deseo, que pretende
{L-3638} el bien ajeno y a sí mismo ofende. 40
 
{L-3639}    Socorre, oh blando Amor, levanta y guía
{L-3640} mi bajo ingenio en la ocasión dudosa;
{L-3641} y al esperado punto esfuerzo envía
{L-3642} al alma y a la lengua temerosa,
{L-3643} la cual podrá, si lleva tu osadía, 45
{L-3644} facilitar la más difícil cosa,
{L-3645} y romper contra el hado y desventura
{L-3646} hasta llegar a la mayor ventura.

{L-3647}      El estar tan transportado en mis continuas {L-3648} imaginaciones fue ocasión para que yo no tuviese cuenta en cantar {L-3649} estos versos que he dicho con tan baja voz como debiera; ni el lugar do {L-3650} estaba era tan escondido que estorbara que de Timbrio no fueran escuchados, {L-3651} el cual, así como los oyó, le vino al pensamiento que el {L-3652} mío no estaba libre de amor y que, si yo alguno tenía, era {L-3653} a Nísida, según se podía colegir de mi canto. Y aunque {L-3654} él alcanzó la verdad de mis pensamientos, no alcanzó {L-3655} la de mis deseos; antes, entendiendo ser al contrario de lo que yo pensaba, {L-3656} determinó de ausentarse aquella mesma noche e irse adonde de ninguno {L-3657} fuese hallado, sólo por dejarme comodidad de que solo a Nísida {L-3658} sirviese. Todo esto supe yo de un paje suyo, sabidor de todos sus secretos, {L-3659} el cual vino a mí muy angustiado y me dijo: « Acudid, señor {L-3660} Silerio, que Timbrio, mi señor y vuestro amigo, nos quiere dejar {L-3661} y partirse esta noche; y no me ha dicho a dónde, sino que le apareje {L-3662} no sé qué dineros, y que a nadie diga que se parte; principalmente, {L-3663} me dijo que a vos no lo dijese. Y este pensamiento le ha venido después {L-3664} que estuvo escuchando no sé qué versos que poco ha cantábades, {L-3665} y, según los extremos que le he visto hacer, creo que va a desesperarse; {L-3666} y por parecerme que debo antes acudir a su remedio que a obedecer su mandado, {L-3667} os lo vengo a decir, como a quien puede ser parte para que no ponga en {L-3668} efecto tan dañado propósito. »

{L-3669}      Con extraño sobresalto escuché {L-3670} lo que el paje me decía, y fui luego a ver a Timbrio a su aposento, {L-3671} y, antes que dentro entrase, me paré a ver lo que hacía, {L-3672} el cual estaba tendido encima de su lecho boca abajo, derramando infinitas {L-3673} lágrimas, acompañadas de profundos sospiros, y con baja voz {L-3674} y mal formadas razones me pareció que estas decía: « Procura, {L-3675} verdadero amigo Silerio, alcanzar el fruto que tu solicitud y trabajo tiene {L-3676} bien merecido, y no quieras, por lo que te parece que debes a mi amistad, {L-3677} dejar de dar gusto a tu deseo, que yo refrenaré el mío, aunque {L-3678} sea con el medio extremo de la muerte; que, pues tú de ella me libraste {L-3679} cuando con tanto amor y fortaleza al rigor de mil espadas te ofreciste, {L-3680} no es mucho que yo agora te pague en parte tan buena obra con dar lugar {L-3681} a que, sin el impedimento que mi presencia causarte puede, goces de aquella {L-3682} en quien cifró el cielo toda su belleza y puso el amor todo mi contento. {L-3683} De una sola cosa me pesa, dulce amigo, y es que no puedo despedirme de {L-3684} ti en esta amarga partida, mas admite por disculpa el ser tú la {L-3685} causa de ella. ¡Oh Nísida, Nísida, y cuán cierto {L-3686} está de tu hermosura, que se ha de pagar la culpa del que se atreve {L-3687} a mirarla con la pena de morir por ella! Silerio la vio, y si no quedara {L-3688} cual imagino que ha quedado, perdiera en gran parte conmigo la opinión {L-3689} que tiene de discreto. Mas, pues mi ventura así lo ha querido, sepa {L-3690} el cielo que no soy menos amigo de Silerio que él lo es mío; {L-3691} y, para muestras de esta verdad, apártese Timbrio de su gloria, {L-3692} destiérrese de su contento, vaya peregrino de tierra en tierra, {L-3693} ausente de Silerio y de Nísida, dos verdaderas y mejores mitades {L-3694} de su alma. » Y luego con mucha furia se levantó del lecho {L-3695} y abrió la puerta; y, hallándome allí, me dijo: « ¿Qué {L-3696} quieres, amigo, a tales horas? ¿Hay, por ventura, algo de nuevo? » {L-3697} « Hay tanto -le respondí yo-, que, aunque hubiera menos, no {L-3698} me pesara. » En fin, por no cansaros más, yo llegué {L-3699} a tales términos con él que le persuadí y di a entender {L-3700} ser su imaginación falsa, no en cuanto estaba yo enamorado, sino {L-3701} en el de quien, porque no era de Nísida, sino de su hermana Blanca; {L-3702} y súpelo decir esto de manera que él lo tuvo por verdadero, {L-3703} y porque más crédito a ello diese, la memoria me ofreció {L-3704} unas estancias que muchos días antes yo mesmo había hecho {L-3705} a otra dama del mesmo nombre, y díjele que para la hermana de Nísida {L-3706} las había compuesto, las cuales vinieron tan a proposito que, aunque {L-3707} sea fuera de él decirlas agora, no las quiero pasar en silencio, {L-3708} que fueron estas:
 

    SILERIO
{L-3709}    ¡Oh Blanca, a quien rendida está {L-3710} la nieve,
{L-3711} y en condición más que la nieve helada!
{L-3712} No presumáis ser mi dolor tan leve
{L-3713} que estéis de remediarle descuidada.
{L-3714} Mirad que si mi mal no ablanda y mueve 5
{L-3715} vuestra alma, en mi desdicha conjurada,
{L-3716} se volverá tan negra mi ventura
{L-3717} cuanta sois blanca en nombre y hermosura.
 
{L-3718}    ¡Blanca gentil, en cuyo blanco pecho
{L-3719} el contento de amor se anida y cierra! 10
{L-3720} Antes que el mío, en lágrimas deshecho,
{L-3721} se vuelva polvo y miserable tierra,
{L-3722} mostrad el vuestro en algo satisfecho
{L-3723} del amor y dolor que el mío encierra,
{L-3724} que esta será tan caudalosa paga, 15
{L-3725} que a cuanto mal padezco satisfaga.
 
{L-3726}    Blanca, sois vos por quien trocar querría
{L-3727} de oro el más finísimo ducado,
{L-3728} y por tan alta posesión tendría
{L-3729} por bien perder la del más alto estado. 20
{L-3730} Pues esto conocéis, oh Blanca mía,
{L-3731} dejad ese desdén desamorado,
{L-3732} y haced, oh Blanca, que el amor acierte
{L-3733} a sacar, si sois vos Blanca, mi suerte.
 
{L-3734}    Puesto que con pobreza tal me hallara 25
{L-3735} que tan sola una blanca poseyera,
{L-3736} si ella fuérades vos, no me trocara
{L-3737} por el más rico que en el mundo hubiera;
{L-3738} y si mi ser en aquel ser tornara
{L-3739} de « Juan Espera en Dios », dichoso fuera 30
{L-3740} si, al tiempo que las tres blancas buscase,
{L-3741} a vos, oh Blanca, entre ellas os hallase.

{L-3742}      Adelante pasara con su cuento Silerio, si no {L-3743} lo estorbara el son de muchas zampoñas y acordados caramillos que {L-3744} a sus espaldas se oía; y volviendo la cabeza, vieron venir hacia {L-3745} ellos hasta una docena de gallardos pastores puestos en dos hileras, y {L-3746} en medio venía un dispuesto pastor coronado con una guirnalda de {L-3747} madreselva y de otras diferentes flores. Traía un bastón {L-3748} en la una mano, y con grave paso poco a poco se movía, y los demás {L-3749} pastores, andando con el mesmo aplauso y tocando todos sus instrumentos, {L-3750} daban de sí agradable y extraña muestra. Luego que Elicio {L-3751} los vio, conoció ser Daranio el pastor que en medio traían, {L-3752} y los demás ser todos circunvecinos que a sus bodas querían {L-3753} hallarse, a las cuales asimesmo Tirsi y Damón vinieron, y por alegrar {L-3754} la fiesta del desposorio y honrar al nuevo desposado, de aquella manera {L-3755} hacia el aldea se encaminaban. Pero viendo Tirsi que su venida había {L-3756} puesto silencio al cuento de Silerio, le rogó que aquella noche {L-3757} juntos en la aldea la pasasen, donde sería servido con la voluntad {L-3758} posible, y haría satisfechas las suyas con acabar el comenzado suceso. {L-3759} Silerio lo prometió. Y a esta sazón llegó el montón {L-3760} alegre de pastores, los cuales, conociendo a Elicio y Daranio, a Tirsi {L-3761} y a Damón, sus amigos, con señales de grande alegría {L-3762} se recibieron y, renovando la música y renovando el contento, tomaron {L-3763} a proseguir el comenzado camino; y ya que llegaban junto al aldea, llegó {L-3764} a sus oídos el son de la zampoña del desamorado Lenio, de {L-3765} que no poco gusto recibieron todos porque ya conocían la extremada {L-3766} condición suya. Y así como Lenio los vio y conoció, {L-3767} sin interromper el suave canto, de esta manera cantando hacia ellos se {L-3768} vino:
 

    LENIO
{L-3769}    Por bienaventurada,
{L-3770} por llena de contento y alegría
{L-3771} será por mí juzgada
{L-3772} tan dulce compañía,
{L-3773} si no siente de Amor la tiranía. 5
 
{L-3774}    Y besaré la tierra
{L-3775} que pisa aquel que de su pensamiento
{L-3776} el falso amor destierra
{L-3777} y tiene el pecho exento
{L-3778} de esta furia cruel, de este tormento. 10
 
{L-3779}    Y llamaré dichoso
{L-3780} al rústico, advertido ganadero
{L-3781} que vive cuidadoso
{L-3782} el pobre, manso apero,
{L-3783} y muestra el rostro al crudo amor severo. 15
 
{L-3784}    De este tal las corderas,
{L-3785} antes que venga la sazón madura,
{L-3786} serán ya parideras,
{L-3787} y en la peña más dura
{L-3788} hallarán claras aguas y verdura. 20
 
{L-3789}    Si, estando Amor airado,
{L-3790} con él pusiere en su salud desvío,
{L-3791} llevaré su ganado
{L-3792} con el ganado mío
{L-3793} al abundoso pasto, al claro río. 25
 
{L-3794}    Y, en tanto, del encienso
{L-3795} el humo santo irá volando al Cielo,
{L-3796} a quien decirle pienso
{L-3797} con pío y justo celo,
{L-3798} las rodillas postradas por el suelo: 30
 
{L-3799}    « ¡Oh Cielo santo y justo,
{L-3800} pues eres protector del que pretende
{L-3801} hacer lo que es tu gusto,
{L-3802} a la salud atiende
{L-3803} de aquel que por servirte amor le ofende! 35
 
{L-3804}    No lleve este tirano
{L-3805} los despojos a ti sólo debidos;
{L-3806} antes, con larga mano
{L-3807} y premios merecidos,
{L-3808} restituye su fuerza a los sentidos. » 40

{L-3809}      En acabando de cantar Lenio fue de todos los {L-3810} pastores cortésmente recibido, el cual, como oyese nombrar a Damón {L-3811} y a Tirsi, a quien él sólo por fama conocía, quedó {L-3812} admirado en ver su extremada presencia, y así les dijo:

{L-3813}      -¿Qué encarecimientos bastarían, {L-3814} aunque fueran los mejores que en la elocuencia pudieran hallarse, a poder {L-3815} levantar y encarecer el valor vuestro, famosos pastores, si por ventura {L-3816} las niñerías de Amor no se mezclaran con las veras de vuestros {L-3817} celebrados escritos? Pero, pues ya estáis héticos de amor, {L-3818} enfermedad, al parecer, incurable, puesto que mi rudeza, con estimar y {L-3819} alabar vuestra rara discreción, os pague lo que os debe, imposible {L-3820} será que yo deje de vituperar vuestros pensamientos.

{L-3821}      -Si los tuyos tuvieras, discreto Lenio -respondió {L-3822} Tirsi-, sin las sombras de la vana opinión que los ocupa, vieras {L-3823} luego la claridad de los nuestros, y que, por ser amorosos, merecen más {L-3824} gloria y alabanza que por ninguna otra sutileza o discreción que {L-3825} encerrar pudieran.

{L-3826}      -No más, Tirsi, no más -replicó {L-3827} Lenio-, que bien sé que, contra tantos y tan obstinados enemigos, {L-3828} poca fuerza tendrán mis razones.

{L-3829}      -Si ellas lo fueran -respondió Elicio-, {L-3830} tan amigos son de la verdad los que aquí están, que ni aun {L-3831} burlando la contradijeran; y en esto podrás ver, Lenio, cuán {L-3832} fuera vas de ella, pues no hay ninguno que apruebe tus palabras ni aun {L-3833} tenga por buenas tus intenciones.

{L-3834}      -Pues, a fe -dijo Lenio- que no te salve a {L-3835} ti la tuya, oh Elicio. Si no, dígalo el aire, a quien contino acrecientas {L-3836} con sospiros, y la hierba de estos prados, que va creciendo con tus lágrimas, {L-3837} y los versos que el otro día en las hayas de aquel bosque escribiste, {L-3838} que en ellos se verá qué es lo que en ti alabas y en mí {L-3839} vituperas.

{L-3840}      No quedara Lenio sin respuesta si no vieran {L-3841} venir hacia donde ellos estaban a la hermosa Galatea con las discretas {L-3842} pastoras Florisa y Teolinda, la cual, por no ser conocida de Damón {L-3843} y Tirsi, se había puesto un blanco velo ante su hermoso rostro. {L-3844} Llegaron y fueron de los pastores con alegre acogimiento recebidas, principalmente {L-3845} de los enamorados Elicio y Erastro, que con la vista de Galatea tan extraño {L-3846} contento recibieron, que, no pudiendo Erastro disimularle, en señal {L-3847} de él, sin mandárselo alguno, hizo señas a Elicio {L-3848} que su zampoña tocase, al son de la cual, con alegres y suaves acentos, {L-3849} cantó los siguientes versos:
 

    ERASTRO
{L-3850}    Vea yo los ojos bellos
{L-3851} de este sol que estoy mirando,
{L-3852} y, si se van apartando,
{L-3853} váyase el alma tras ellos.
{L-3854} Sin ellos no hay claridad, 5
{L-3855} ni mi alma no la espere,
{L-3856} que, ausente de ellos, no quiere
{L-3857} luz, salud ni libertad.
 
{L-3858}    Mire quien puede estos ojos,
{L-3859} que no es posible alaballos; 10
{L-3860} mas ha de dar por mirallos
{L-3861} de la vida los despojos.
{L-3862} Yo los veo y yo los vi,
{L-3863} y cada vez que los veo,
{L-3864} les doy un nuevo deseo 15
{L-3865} tras el alma que les di.
 
{L-3866}    Ya no tengo más que dar,
{L-3867} ni imagino mas que dé,
{L-3868} si por premio de mi fe
{L-3869} no se admite el desear. 20
{L-3870} Cierta está mi perdición
{L-3871} si estos ojos do el bien sobra
{L-3872} los pusieren en la obra
{L-3873} y no en la sana intención.
 
{L-3874}    Aunque durase este día 25
{L-3875} mil siglos, como deseo,
{L-3876} a mí, que tanto bien veo,
{L-3877} un punto parecería.
{L-3878} No hace el tiempo ligero
{L-3879} curso en alterar mi edad 30
{L-3880} mientras miro la beldad
{L-3881} de la vida por quien muero.
 
{L-3882}    En esta vista reposa
{L-3883} mi alma, y halla sosiego,
{L-3884} y vive en el vivo fuego 35
{L-3885} de su luz pura, hermosa.
{L-3886} Y hace amor tan alta prueba
{L-3887} con ella, que, en esta llama,
{L-3888} a dulce vida la llama
{L-3889} y, cual fénix, la renueva. 40
 
{L-3890}    Salgo con mi pensamiento
{L-3891} buscando mi dulce gloria,
{L-3892} y al fin hallo en mi memoria
{L-3893} encerrado mi contento.
{L-3894} Allí está y allí se encierra, 45
{L-3895} no en mandos, no en poderíos,
{L-3896} no en pompas, no en señoríos
{L-3897} ni en riquezas de la tierra.

{L-3898}      Aquí acabó su canto Erastro y {L-3899} se acabó el camino de llegar a la aldea, adonde Tirsi y Damón {L-3900} y Silerio en casa de Elicio se recogieron, por no perder la ocasión {L-3901} de saber en qué paraba el comenzado cuento de Silerio. Las hermosas {L-3902} pastoras Galatea y Florisa, ofreciendo de hallarse el venidero día {L-3903} a las bodas de Daranio, dejaron a los pastores; y todos o los más {L-3904} con el desposado se quedaron, y ellas a sus casas se fueron. Y aquella {L-3905} mesma noche, solicitado Silerio de su amigo Erastro, y por el deseo que {L-3906} le fatigaba de volver a su ermita, dio fin al suceso de su historia como {L-3907} se verá en el siguiente libro.

Fin del segundo libro

{Tercero libro}

{L-3908}

Tercero libro

{L-3909}      El regocijado alboroto que, con la ocasión {L-3910} de las bodas de Daranio, aquella noche en el aldea había, no fue {L-3911} parte para que Elicio, Tirsi, Damón y Erastro dejasen de acomodarse {L-3912} en parte donde, sin ser de alguno estorbados, pudiese seguir Silerio su {L-3913} comenzada historia, el cual, después que todos juntos grato silencio {L-3914} le prestaron, siguió de esta manera:

{L-3915}      -Con las fingidas estancias de Blanca que os {L-3916} he dicho que a Timbrio dije, quedó él satisfecho de que mi {L-3917} pena procedía, no de amores de Nísida, sino de su hermana. {L-3918} Y, con este seguro, pidiéndome perdón de la falsa imaginación {L-3919} que de mí había tenido, me tomó a encargar su remedio. {L-3920} Y así yo, olvidado del mío, no me descuidé un punto {L-3921} de lo que al suyo tocaba. Algunos días se pasaron, en los cuales {L-3922} la Fortuna no me mostró tan abierta ocasión como yo quisiera {L-3923} para descubrir a Nísida la verdad de mis pensamientos, aunque ella {L-3924} siempre me preguntaba cómo a mi amigo en sus amores le iba, y si {L-3925} su dama tenía ya alguna noticia de ellos. A lo que yo le dije que {L-3926} todavía el temor de ofenderla no me dejaba aventurar a decirle cosa {L-3927} alguna; de lo cual Nísida se enojaba mucho y me llamaba cobarde {L-3928} y de poca discreción, añadiendo a esto que, pues yo me acobardaba, {L-3929} o que Timbrio no sentía el dolor que yo de él publicaba, {L-3930} o que yo no era tan verdadero amigo suyo como decía. Todo esto fue {L-3931} parte ara que me determinase y en la primera ocasión me descubriese, {L-3932} como lo hice un día que sola estaba, la cual escuchó con {L-3933} extraño silencio todo lo que decirle quise; y yo, como mejor pude, {L-3934} le encarecí el valor de Timbrio, el verdadero amor que le tenía, {L-3935} el cual era de suerte que me había movido a mí a tomar tan {L-3936} abatido ejercicio como era el de truhán, sólo por tener lugar {L-3937} de decirle lo que le decía, añadiendo a estas, otras razones {L-3938} que a Nísida le debió parecer que lo eran; mas no quiso mostrar {L-3939} entonces por palabras lo que después con obras no pudo tener cubierto: {L-3940} antes con gravedad y honestidad extraña reprendió mi atrevimiento, {L-3941} acusó mi osadía, afeó mis palabras y desmayó {L-3942} mi confianza, pero no de manera que me desterrase de su presencia, que {L-3943} era lo que yo más temía; sólo concluyó con {L-3944} decirme que de allí adelante tuviese más cuenta con lo que {L-3945} a su honestidad era obligado y procurase que el artificio de mi mentido {L-3946} hábito no se descubriese. Conclusión fue esta que cerró {L-3947} y acabó la tragedia de mi vida, pues por ella entendí que {L-3948} Nísida daría oído a las quejas de Timbrio.

{L-3949}      ¿En qué pecho pudo caber ni puede {L-3950} el extremo de dolor que entonces en el mío se encerraba, pues el {L-3951} fin de su mayor deseo era el remate y fin de su contento? Alegrábame {L-3952} el buen principio que al remedio de Timbrio había dado; y esta alegría {L-3953} en mi pesar redundaba, por parecerme, como era la verdad, que en viendo {L-3954} a Nísida en poder ajeno, el propio mío se acababa. ¡Oh {L-3955} fuerza poderosa de verdadera amistad, a cuánto te extiendes y a {L-3956} cuánto me obligaste, pues yo mismo, forzado de tu obligación, {L-3957} afilé con mi industria el cuchillo que había de degollar {L-3958} mis esperanzas, las cuales, muriendo en mi alma, vivieron y resucitaron {L-3959} en la de Timbrio cuando de mí supo todo lo que con Nísida {L-3960} pasado había! Pero ella andaba tan recatada con él y conmigo, {L-3961} que nunca de todo punto dio a entender que de la solicitud mía y {L-3962} amor de Timbrio se contentaba, ni menos se desdeñó de suerte {L-3963} que sus sinsabores y desvíos hiciesen a los dos abandonar la empresa, {L-3964} hasta que, habiendo llegado a noticia de Timbrio cómo su enemigo {L-3965} Pransiles, aquel caballero a quien él había agraviado en {L-3966} Jerez, deseoso de satisfacer su honra, le enviaba a desafiar, señalándole {L-3967} campo franco y seguro en una tierra del Estado del duque de Gravina, dándole {L-3968} término de seis meses, desde entonces hasta el día de la {L-3969} batalla. El cuidado de este aviso no fue parte para que se descuidase de {L-3970} lo que a sus amores convenía; antes, con nueva solicitud mía {L-3971} y servicios suyos, vino a estar Nísida de manera que no se mostraba {L-3972} esquiva aunque la mirase Timbrio y en casa de sus padres visitase, guardando {L-3973} en todo tan honesto decoro cuanto a su valor era obligada. Acercándose {L-3974} ya el término del desafío y viendo Timbrio serle inexcusable {L-3975} aquella jornada, determinó de partirse; y antes que lo hiciese escribió {L-3976} a Nísida un carta tal, que acabó con ella en un punto lo {L-3977} que yo en muchos meses atrás en muchas palabras no había {L-3978} comenzado. Tengo la carta en la memoria, y, por hacer al caso de mi cuento, {L-3979} no os dejaré de decir que así decía:
 

    TIMBRIO A NISIDA
{L-3980}    Salud te envía aquel que no la tiene,
{L-3981} Nísida, ni la espera en tiempo alguno
{L-3982} si por tus manos mismas no le viene.
 
{L-3983}    El nombre aborrecible de importuno
{L-3984} temo me adquirirán estos renglones, 5
{L-3985} escritos con mi sangre, de uno en uno.
 
{L-3986}    Mas la furia cruel de mis pasiones
{L-3987} de tal modo me turba, que no puedo
{L-3988} huir las amorosas sinrazones.
 
{L-3989}    Entre un ardiente osar y un frío miedo, 10
{L-3990} arrimado a mi fe y al valor tuyo,
{L-3991} mientras esta recibes, triste quedo
 
{L-3992}    por ver que en escrebirte me destruyo,
{L-3993} si tienes donaire lo que digo
{L-3994} y entregas al desdén lo que no es suyo. 15
 
{L-3995}    El Cielo verdadero me es testigo
{L-3996} si no te adoro desde el mesmo punto
{L-3997} que vi ese rostro hermoso y mi enemigo.
 
{L-3998}    El verte y adorarte llegó junto,
{L-3999} porque ¿quién fuera aquel que no adorara 20
{L-4000} de un ángel bello el sin igual trasunto?
 
{L-4001}    Mi alma tu belleza, al mundo rara,
{L-4002} vio tan curiosamente que no quiso
{L-4003} en el rostro parar la vista clara.
 
{L-4004}   Allá en el alma tuya un paraíso 25
{L-4005} fue descubriendo de bellezas tantas
{L-4006} que dan de nueva gloria cierto aviso.
 
{L-4007}    Con estas ricas alas te levantas
{L-4008} hasta llegar al Cielo, y en la tierra
{L-4009} al sabio admiras, y al que es simple espantas. 30
 
{L-4010}    Dichosa el alma que tal bien encierra,
{L-4011} y no menos dichoso el que por ella
{L-4012} la suya rinde a la amorosa guerra.
 
{L-4013}    En deuda soy a mi fatal estrella,
{L-4014} que me quiso rendir a quien encubre 35
{L-4015} en tan hermoso cuerpo alma tan bella.
 
{L-4016}    Tu condición, señora, me descubre
{L-4017} el desengaño de mi pensamiento,
{L-4018} y de temor a mi esperanza cubre.
 
{L-4019}    Pero en fe de mi justo, honroso intento, 40
{L-4020} hago buen rostro a la desconfianza
{L-4021} y cobro al postrer punto nuevo aliento.
 
{L-4022}    Dicen que no hay amor sin esperanza;
{L-4023} pienso que es opinión, que yo no espero,
{L-4024} y del amor la fuerza más me alcanza. 45
 
{L-4025}    Por sola tu bondad te adoro y quiero,
{L-4026} atraído también de tu belleza,
{L-4027} que fue la red que Amor tendió primero
 
{L-4028}    para atraer con rara sutileza
{L-4029} el alma descuidada, libre mía 50
{L-4030} al amoroso ñudo y su estrecheza.
 
{L-4031}    Sustenta Amor su mando y tiranía
{L-4032} con cualquiera belleza en algún pecho,
{L-4033} pero no en la curiosa fantasía,
 
{L-4034}    que mira, no de amor el lazo estrecho 55
{L-4035} que tiende en los cabellos de oro fino
{L-4036} dejando al que los mira satisfecho,
 
{L-4037}    ni en el pecho, a quien llama alabastrino
{L-4038} quien del pecho no pasa más adentro,
{L-4039} ni en el marfil del cuello peregrino, 60
 
{L-4040}    Sino del alma el escondido centro
{L-4041} mira y contempla mil bellezas puras
{L-4042} que le acuden y salen al encuentro.
 
{L-4043}    Mortales y caducas hermosuras
{L-4044} no satisfacen a la inmortal alma 65
{L-4045} si de la luz perfecta no anda a escuras.
 
{L-4046}    Tu sin igual virtud lleva la palma
{L-4047} y los despojos de mis pensamientos,
{L-4048} y a los torpes sentidos tiene en calma.
 
{L-4049}    Y en esta sujeción están contentos, 70
{L-4050} porque miden su dura, amarga pena
{L-4051} con el valor de tus merecimientos.
 
{L-4052}    Aro en el mar y siembro en el arena,
{L-4053} cuando la fuerza extraña del deseo
{L-4054} a más que a contemplarte me condena. 75
 
{L-4055}    Tu alteza entiendo, mi bajeza veo,
{L-4056} y, en extremos que son tan diferentes,
{L-4057} ni hay medio que esperar, ni le poseo.
 
{L-4058}    Ofrécense por esto inconvimentes
{L-4059} tantos a mi remedio, cuantas tiene 80
{L-4060} el cielo estrellas y la tierra gentes.
 
{L-4061}    Conozco lo que al alma le conviene;
{L-4062} sé lo mejor y a lo peor me atengo,
{L-4063} llevado del amor que me entretiene.
 
{L-4064}    Mas ya, Nísida bella, al paso vengo, 85
{L-4065} de mí con mortal ansia deseado,
{L-4066} do acabaré la pena que sostengo.
 
{L-4067}    El enemigo brazo levantado
{L-4068} me espera y la feroz, aguda espada,
{L-4069} contra mí con tu saña conjurado. 90
 
{L-4070}    Presto será tu voluntad vengada
{L-4071} del vano atrevimiento de esta mía,
{L-4072} de ti sin causa alguna desechada.
 
{L-4073}    Otro más duro trance, otra agonía,
{L-4074} aunque fuera mayor que de la muerte, 95
{L-4075} no turbara mi triste fantasía,
 
{L-4076}    si cupiera en mi corta amarga suerte
{L-4077} verte de mis deseos satisfecha,
{L-4078} así como al contrario puedo verte.
 
{L-4079}    La senda de mi bien hállola estrecha; 100
{L-4080} la de mi mal, tan ancha y espaciosa
{L-4081} cual de mi desventura ha sido hecha.
 
{L-4082}    Por esta corre airada y presurosa
{L-4083} la muerte, en tu desdén fortalecida,
{L-4084} de triunfar de mi vida deseosa. 105
 
{L-4085}    Por aquella mi bien va de vencida,
{L-4086} de tu rigor, señora, perseguido,
{L-4087} que es el que ha de acabar mi corta vida.
 
{L-4088}    A términos tan tristes conducido
{L-4089} me tiene mi ventura, que ya temo 110
{L-4090} al enemigo airado y ofendido,
 
{L-4091}    sólo por ver que el fuego en que me {L-4092} quemo
{L-4093} es hielo en ese pecho; esto es parte
{L-4094} para que yo acobarde al paso extremo.
 
{L-4095}    Que, si tú no te muestras de mi parte 115
{L-4096} ¿a quién no temerá mi flaca mano,
{L-4097} aunque más le acompañe esfuerzo y arte?
 
{L-4098}    Pero si me ayudaras, ¿qué romano
{L-4099} o griego capitán me contrastara,
{L-4100} que al fin su intento no saliera vano? 120
 
{L-4101}    Por el mayor peligro me arrojara,
{L-4102} y de las fieras manos de la muerte
{L-4103} los despojos seguro arrebatara.
 
{L-4104}    Tú sola puedes levantar mi suerte
{L-4105} sobre la humana pompa, o derribarla 125
{L-4106} al centro do no hay bien con que se acierte.
 
{L-4107}    Que, si como ha podido sublimarla
{L-4108} el puro amor, quisiera la Fortuna
{L-4109} en la difícil cumbre sustentarla,
 
{L-4110}    subida sobre el cielo de la luna 130
{L-4111} se viera mi esperanza, que agora yace
{L-4112} en lugar do no espera en cosa alguna.
 
{L-4113}    Tal estoy ya, que ya me satisface
{L-4114} el mal que tu desdén airado, esquivo,
{L-4115} por tan extraños términos me hace, 135
 
{L-4116}    sólo por ver que en tu memoria vivo
{L-4117} y que te acuerdas, Nísida, siquiera
{L-4118} de hacerme mal, que yo por bien recibo.
 
{L-4119}    Con más facilidad contar pudiera
{L-4120} del mar los granos de la blanca arena 140
{L-4121} y las estrellas de la octava esfera,
 
{L-4122}    que no las ansias, el dolor, la pena
{L-4123} a que el fiero rigor de tu aspereza,
{L-4124} sin haberte ofendido, me condena.
 
{L-4125}    No midas tu valor con mi bajeza, 145
{L-4126} que, al respecto de tu ser famoso,
{L-4127} por tierra quedará cualquiera alteza.
 
{L-4128}    Así cual soy te amo, y decir oso
{L-4129} que me adelanto en firme enamorado
{L-4130} al más subido término amoroso. 150
 
{L-4131}    Por esto no merezco ser tratado
{L-4132} como enemigo, antes me parece
{L-4133} que debría de ser remunerado.
 
{L-4134}    Mal con tanta beldad se compadece
{L-4135} tamaña crueldad, y mal asienta 155
{L-4136} ingratitud do tal valor florece.
 
{L-4137}    Quisiérate pedir, Nísida, cuenta
{L-4138} de un alma que te di: ¿dónde la echaste,
{L-4139} o cómo, estando ausente, me sustenta?
 
{L-4140}    Ser señora de un alma no aceptaste; 160
{L-4141} pues ¿qué te puede dar quien más te {L-4142} quiera?
{L-4143} ¡Cuán bien tu presunción aquí {L-4144} mostraste!
 
{L-4145}    Sin alma estoy desde la vez primera
{L-4146} que te vi, por mi mal y por bien mío,
{L-4147} que todo fuera mal si no te viera. 165
 
{L-4148}    Allí el freno te di de mi albedrío;
{L-4149} tú me gobiernas; por ti sola vivo,
{L-4150} y aun puede mucho más tu poderío.
 
{L-4151}    En el fuego de amor puro me avivo
{L-4152} y me deshago, pues, cual fénix, luego 170
{L-4153} de la muerte de amor vida recibo.
 
{L-4154}    En fe de esta mi fe, te pido y ruego
{L-4155} sólo que creas, Nísida, que es cierto
{L-4156} que vivo ardiendo en amoroso fuego,
 
{L-4157}    y que tú puedes ya, después {L-4158} de muerto, 175
{L-4159} reducirme a la vida, y, en un punto,
{L-4160} del mar airado conducirme al puerto.
 
{L-4161}    Que está para conmigo en ti tan junto
{L-4162} el querer y el poder, que es todo uno,
{L-4163} sin discrepar y sin faltar un punto; 180
{L-4164} y acabo, por no ser más importuno.

{L-4165}      No sé si las razones de esta carta, {L-4166} o las muchas que yo antes a Nísida había dicho, asegurándole {L-4167} el verdadero amor que Timbrio la tenía, o los continuos servicios {L-4168} de Timbrio, o los Cielos, que así lo tenían ordenado, movieron {L-4169} las entrañas de Nísida para que, en el punto que la acabó {L-4170} de leer, me llamase, y con lágrimas en los ojos me dijese: « ¡Ay, {L-4171} Sileno, Sileno, y cómo creo que a costa de la salud mía has {L-4172} querido granjear la de tu amigo! Hagan los hados, que a este punto me han {L-4173} traído, con las obras de Timbrio verdaderas tus palabras; y si las {L-4174} unas y las otras me han engañado, tome de mi ofensa venganza el {L-4175} Cielo, al cual pongo por testigo de la fuerza que el deseo me hace para {L-4176} que no le tenga más encubierto. Mas ¡ay, cuán liviano {L-4177} descargo es este para tan pesada culpa, pues debiera yo primero morir callando {L-4178} porque mi honra viviera, que, con decir lo que agora quiero decirte, enterrarla {L-4179} a ella y acabar mi vida! » Confuso me tenían estas palabras {L-4180} de Nísida, y más, el sobresalto con que las decía; {L-4181} y, queriendo con las mías animarla a que sin temor alguno se declarase, {L-4182} no fue menester importunarla mucho, que al fin me dijo que no sólo {L-4183} amaba, pero que adoraba a Timbrio, y que aquella voluntad tuviera ella {L-4184} cubierta siempre, si la forzosa ocasión de la partida de Timbrio {L-4185} no la forzara a descubrirla.

{L-4186}      Cuál yo quedé, pastores, oyendo {L-4187} lo que Nísida decía y la voluntad amorosa que tener a Timbrio {L-4188} mostraba, no es posible encarecerlo; y aun es bien que carezca de encarecimiento {L-4189} dolor que a tanto se extiende, no porque me pesase de ver a Timbrio querido, {L-4190} sino de verme a mí imposibilitado de tener jamás contento, {L-4191} pues estaba y está claro que ni podía ni puedo vivir sin {L-4192} Nísida, a la cual, como otras veces he dicho, viéndola en {L-4193} ajenas manos puesta, era enajenarme de todo gusto. Y si alguno la suerte {L-4194} en este trance me concedía, era considerar el bien de mi amigo Timbrio, {L-4195} y esto fue parte para que no llegase a un mesmo punto mi muerte. Y la declaración {L-4196} de la voluntad de Nísida escuchéla como pude, y aseguréla {L-4197} como supe de la entereza del echo de Timbrio, a lo cual ella me respondió {L-4198} que ya no había necesidad de asegurarle aquello, porque estaba de {L-4199} manera que no podía ni le convenía dejar de creerme, y que {L-4200} a sólo me rogaba, si fuese posible, procurase de persuadir a Timbrio {L-4201} buscase algún medio honroso para no venir a batalla con su enemigo. {L-4202} Y respondiéndole yo ser esto imposible sin quedar deshonrado, se {L-4203} sosegó y, quitándose del cuello unas preciosas reliquias, {L-4204} me las dio para que a Timbrio de su parte las diese. Quedó asimesmo {L-4205} concertado entre los dos que ella sabía que sus padres habían {L-4206} de ir a ver el combate de Timbrio, y que llevarían a ella y a su {L-4207} hermana consigo; mas, porque no le bastaría el ánimo de estar {L-4208} presente al riguroso trance de Timbrio, que ella fingiría estar {L-4209} mal dispuesta, con la cual ocasión se quedaría en una casa {L-4210} de placer donde sus padres habían de posar, que media legua estaba {L-4211} de la villa donde se había de hacer el combate; y que allí {L-4212} esperaría su buena o mala suerte, según la tuviese Timbrio. {L-4213} Mandóme también que, para acortar el deseo que tendría {L-4214} de saber el suceso de Timbrio, que llevase yo conmigo una toca blanca que {L-4215} ella me dio, y que si Timbrio venciese, me la atase al brazo y volviese {L-4216} a darle las nuevas; y si fuese vencido, que no la atase, y así ella {L-4217} sabría por la señal de la toca, desde lejos, el principio {L-4218} de su contento o el fin de su vida.

{L-4219}      Prometíle de hacer todo lo que me mandaba {L-4220} y, tomando las reliquias y la toca, me despedí de ella con la mayor {L-4221} tristeza y el mayor contento que jamás tuve; mi poca ventura causaba {L-4222} la tristeza, y la mucha de Timbrio la alegría. El supo de {L-4223} mí lo que de parte de Nísida le llevaba, y quedó con {L-4224} ello tan lozano, contento y orgulloso que el peligro de la batalla que {L-4225} esperaba por ninguno le tenía, pareciéndole que, en ser favorecido {L-4226} de su señora, aun la mesma muerte contrastar no le podría. {L-4227} Paso agora en silencio los encarecimientos que Timbrio hizo para mostrarse {L-4228} agradecido a lo que a mi solicitud debía, porque fueron tales que {L-4229} mostraba estar fuera de seso tratando en ello.

{L-4230}      Esforzado, pues, y animado con esta buena nueva, {L-4231} comenzó a aparejar su partida, llevando por padrinos un principal {L-4232} caballero español y otro napolitano. Y, a la fama de este particular {L-4233} duelo, se movió a verlo infinita gente del reino y yendo también {L-4234} allá los padres de Nísida, levando con ellos a ella y a su {L-4235} hermana Blanca. Y como a Timbrio tocaba escoger las armas, quiso mostrar {L-4236} que no en la ventaja de ellas, sino en la razón que tenía, {L-4237} fundaba su derecho; y así las que escogió fueron espada y {L-4238} daga, sin otra arma defensiva alguna. Pocos días faltaban al término {L-4239} señalado cuando de la ciudad de Nápoles se partieron, con {L-4240} otros muchos caballeros, Nísida y sus padres, habiendo llegado primero {L-4241} ella, acordándome muchas veces que no se olvidase nuestro concierto. {L-4242} Pero mi cansada memoria, que jamás sirvió sino de acordarme {L-4243} solas las cosas de mi desgusto, por no mudar su condición se olvidó {L-4244} tanto de lo que Nísida me había dicho, cuanto vio que convenía {L-4245} para quitarme la vida, o, a lo menos, para ponerme en el miserable estado {L-4246} en que agora me veo.

{L-4247}      Con grande atención estaban los pastores {L-4248} escuchando lo que Sileno contaba, cuando interrumpió el hilo de {L-4249} su cuento la voz de un lastimado pastor que entre unos árboles cantando {L-4250} estaba; y no tan lejos de las ventanas de la estancia donde ellos estaban, {L-4251} que dejase de oírse todo lo que decía. La voz era de suerte {L-4252} que puso silencio a Silerio, el cual en ninguna manera quiso pasar adelante, {L-4253} antes rogó a los demás pastores que la escuchasen pues, para {L-4254} lo poco que de su cuento quedaba, tiempo habría de acabarlo. Hiciéraseles {L-4255} de mal esto a Tirsi y Damón, si no les dijera Elicio:

{L-4256}      -Poco se perderá, pastores, en escuchar {L-4257} al desdichado Mireno, que, sin duda, es el pastor que canta; y a quien {L-4258} ha traído la Fortuna a términos que imagino que no espera {L-4259} él ninguno en su contento.

{L-4260}      -¿Cómo le ha de esperar -dijo {L-4261} Erastro-, si mañana se desposa Daranio con la pastora Silveria, {L-4262} con quien él pensaba casarse? Pero, en fin, han podido más {L-4263} con los padres de Silveria las riquezas de Daranio que las habilidades {L-4264} de Mireno.

{L-4265}      -Verdad dices -replicó Elicio-, pero {L-4266} con Silveria más había de poder la voluntad que de Mireno {L-4267} tenía conocida, que otro tesoro alguno; cuanto más que no {L-4268} es Mireno tan pobre que, aunque Silveria se casara con él, fuera {L-4269} su necesidad notada.

{L-4270}      Por estas razones que Elicio y Erastro dijeron, {L-4271} creció el deseo en los pastores de escuchar lo que Mireno cantaba.

{L-4272}      Y así, rogó Silerio que más {L-4273} no se hablase; y todos con atento oído se pararon a escucharle, {L-4274} el cual, afligido de la ingratitud de Silveria, viendo que otro día {L-4275} con Daranio se desposaba, con la rabia y dolor que le causaba este hecho {L-4276} se había salido de su casa acompañado de sólo su rabel; {L-4277} y convidándole la soledad y silencio de un pequeño pradecillo {L-4278} que junto a las paredes de la aldea estaba, y confiado que en tan sosegada {L-4279} noche ninguno le escucharía, se sentó al pie de un árbol, {L-4280} y, templando su rabel, de esta manera cantando estaba:
 

    MIRENO
{L-4281}    Cielo sereno, que con tantos ojos
{L-4282} los dulces, amorosos hurtos miras,
{L-4283} y con tu curso alegras o entristeces
{L-4284} a aquel que en tu silencio sus enojos
{L-4285} a quien los causa dice, o al que retiras 5
{L-4286} de gusto tal y espacio no le ofreces:
{L-4287} si acaso no careces
{L-4288} de tu benignidad para conmigo,
{L-4289} pues ya con sólo hablar me satisfago
{L-4290} y sabes cuanto hago, 10
{L-4291} no es mucho que ahora escuches lo que digo,
{L-4292} que mi voz lastimera
{L-4293} saldrá con la doliente ánima fuera.
 
{L-4294}    Ya mi cansada voz; ya mis lamentos
{L-4295} bien poco ofenderán al aire vano, 15
{L-4296} pues a término tal soy reducido
{L-4297} que ofrece Amor a los airados vientos
{L-4298} mis esperanzas, y en ajena mano
{L-4299} ha puesto el bien que tuve merecido.
{L-4300} Será el fruto cogido 20
{L-4301} que sembró mi amoroso pensamiento
{L-4302} y regaron mis lágrimas cansadas,
{L-4303} por las afortunadas
{L-4304} manos a quien faltó merecimiento
{L-4305} y sobró la ventura, 25
{L-4306} que allana lo difícil y asegura.
 
{L-4307}    Pues el que vee su gloria convertida
{L-4308} en tan amarga, dolorosa pena
{L-4309} y tomando su bien cualquier camino,
{L-4310} ¿por qué no acaba la enojosa vida? 30
{L-4311} ¿Por qué no rompe la vital cadena
{L-4312} contra todas las fuerzas del Destino?
{L-4313} Poco a poco camino
{L-4314} al dulce trance de la amarga muerte;
{L-4315} y así, atrevido aunque cansado brazo, 35
{L-4316} sufrid el embarazo
{L-4317} del vivir, pues ensalza nuestra suerte
{L-4318} saber que a Amor le place
{L-4319} que el dolor haga lo que el hierro hace.
 
{L-4320}    Cierta mi muerte está, pues no es posible 40
{L-4321} que viva aquel que tiene la esperanza
{L-4322} tan muerta y tan ajeno está de gloria;
{L-4323} pero temo que amor haga imposible
{L-4324} mi muerte, y que una falsa confianza
{L-4325} dé vida, a mi pesar, a la memoria. 45
{L-4326} Mas ¿qué? Si por la historia
{L-4327} de mis pasados bienes la poseo,
{L-4328} y miro bien que todos son pasados,
{L-4329} y los graves cuidados
{L-4330} que triste agora en su lugar poseo, 50
{L-4331} ella será más parte
{L-4332} para que de ella y del vivir me aparte.
 
{L-4333}    ¡Ay, bien único y solo al alma {L-4334} mía,
{L-4335} sol que mi tempestad aserenaste,
{L-4336} término del valor que se desea! 55
{L-4337} ¿Será posible que se llega el día
{L-4338} donde he de conocer que me olvidaste,
{L-4339} y que permita Amor que yo le vea?
{L-4340} Primero que esto sea,
{L-4341} primero que tu blanco, hermoso cuello 60
{L-4342} esté de ajenos brazos rodeado,
{L-4343} primero que el dorado
{L-4344} -oro es mejor deciR.JPG} de tu cabello
{L-4345} a Daranio enriquezca,
{L-4346} con fenecer mi vida el mal fenezca. 65
 
{L-4347}    Nadie por fe te tuvo merecida
{L-4348} mejor que yo, mas veo que es fe muerta
{L-4349} la que con obras no se manifiesta.
{L-4350} Si se estimara el entregar la vida
{L-4351} al dolor cierto y a la gloria incierta, 70
{L-4352} pudiera yo esperar alegre fiesta;
{L-4353} mas no se admite en esta
{L-4354} cruda ley que Amor usa el buen deseo,
{L-4355} pues es proverbio antiguo entre amadores
{L-4356} que son obras amores; 75
{L-4357} y yo, que por mi mal, sólo poseo
{L-4358} la voluntad de hacellas,
{L-4359} ¿qué no me ha de falta, faltando en ellas?
 
{L-4360}    En ti pensaba yo que se rompiera
{L-4361} esta ley del avaro Amor usada, 80
{L-4362} pastora, y que los ojos levantaras
{L-4363} a una alma de la tuya prisionera
{L-4364} y a tu propio querer tan ajustada,
{L-4365} que, si la conocieras, la estimaras.
{L-4366} Pensé que no trocaras 85
{L-4367} una fe que dio muestras de tan buena
{L-4368} por una que quilata sus deseos
{L-4369} con los vanos arreos
{L-4370} de la riqueza, de cuidados llena:
{L-4371} entregástete al oro 90
{L-4372} por entregarme a mí contino al lloro.
 
{L-4373}    ¡Abatida pobreza, causadora
{L-4374} de este dolor que me atormenta el alma,
{L-4375} aquel te loa que jamás te mira!
{L-4376} Turbóse en ver tu rostro mi pastora, 95
{L-4377} a su amor tu aspereza puso en calma,
{L-4378} y así, por no encontrarte, el pie retira.
{L-4379} Mal contigo se aspira
{L-4380} a conseguir intentos amorosos:
{L-4381} tú derribas las altas esperanzas, 100
{L-4382} y siembras mil mudanzas
{L-4383} en mujeriles pechos codiciosos;
{L-4384} tú jamás perfeccionas
{L-4385} con amor el valor de las personas.
 
{L-4386}    Sol es el oro, cuyos rayos ciegan 105
{L-4387} la vista más aguda, si se ceba
{L-4388} en la vana apariencia del provecho.
{L-4389} A liberales manos no se niegan
{L-4390} las que gustan de hacer notoria prueba
{L-4391} de un blando, codicioso, hermoso pecho. 110
{L-4392} Oro tuerce el derecho
{L-4393} de la limpia intención y fe sincera,
{L-4394} y, más que la firmeza de un amante,
{L-4395} acaba un diamante,
{L-4396} pues su dureza vuelve un pecho cera 115
{L-4397} por más duro que sea,
{L-4398} pues se le da con él lo que desea.
 
{L-4399}    De ti me pesa, dulce mi enemiga,
{L-4400} que tantas tuyas puras perfecciones
{L-4401} con un avara muestra has afeado. 120
{L-4402} Tanto del oro te mostraste amiga,
{L-4403} que echaste a las espaldas mis pasiones
{L-4404} y al olvido entregaste mi cuidado.
{L-4405} En fin, ¡que te has casado!
{L-4406} ¡Casado te has, pastora! El Cielo haga 125
{L-4407} tan buena tu elección como querrías,
{L-4408} y de las penas mías
{L-4409} injustas no recibas justa paga;
{L-4410} mas, ¡ay!, que el Cielo amigo
{L-4411} da premio a la virtud, y al mal, castigo. 130

{L-4412}      Aquí dio fin a su canto el lastimado {L-4413} Mireno, con muestras de tanto dolor que le causó a todos los que {L-4414} escuchándole estaban, principalmente a los que le conocían {L-4415} y sabían de sus virtudes, gallarda dispusición y honroso {L-4416} trato. Y, después de haber dicho entre los pastores algunos discursos {L-4417} sobre la extraña condición de las mujeres, en especial sobre {L-4418} el casamiento de Silveria, que, olvidada del amor y bondad de Mireno, a {L-4419} las riquezas de Daranio se había entregado, deseosos de que Silerio {L-4420} diese fin a su cuento, puesto silencio a todo sin ser menester pedírselo, {L-4421} él comenzó a seguir, diciendo:

{L-4422}      -Llegado, pues, el día del riguroso {L-4423} trance, habiéndose quedado Nísida media legua antes de la {L-4424} villa en unos jardines como conmigo había concertado, con excusa {L-4425} que dio a sus padres de no hallarse bien dispuesta, al partirme de ella {L-4426} me encargó la brevedad de mi tornada con la señal de la toca, {L-4427} porque, en traerla o no, ella entendiese el bueno o el mal suceso de Timbrio. {L-4428} Toméselo yo a prometer, agraviándome de que tanto me lo encargase; {L-4429} y con esto me despedí de ella y de su hermana, que con ella se quedaba. {L-4430} Y llegado al puesto del combate y llegada la hora de comenzarle, después {L-4431} de haber hecho los padrinos de entrambos las ceremonias y amonestaciones {L-4432} que en tal caso se requieren, puestos los dos caballeros en el estacado, {L-4433} al temeroso son de una ronca trompeta se acometieron con tanta destreza {L-4434} y arte que causaba admiración en quien los miraba. Pero el Amor {L-4435} (o la razón, que es lo más cierto) que a Timbrio favorecía, {L-4436} le dio tal esfuerzo que, aunque a costa de algunas heridas, en poco espacio {L-4437} puso a su contrario de suerte que, tiniéndole a sus pies herido {L-4438} y desangrado, le importunaba que, si quería salvar la vida, se rindiese. {L-4439} Pero el desdichado Pransiles le persuadía que le acabase de matar, {L-4440} pues le era más fácil a él, y de menos daño, {L-4441} pasar por mil muertes que rendirse una. Mas el generoso ánimo de {L-4442} Timbrio es de manera que ni quiso matar a su enemigo, ni menos que se confesase {L-4443} por rendido; sólo se contentó con que dijese y conociese {L-4444} que era tan bueno Timbrio como él, lo cual Pransiles confesó {L-4445} de buena gana, pues hacía en esto tan poco que, sin verse en aquel {L-4446} término, pudiera muy bien decirlo.

{L-4447}      Todos los circunstantes, que entendieron lo {L-4448} que Timbrio con su enemigo había pasado, lo alabaron y estimaron {L-4449} en mucho. Y apenas hube yo visto el feliz suceso de mi amigo, cuando, con {L-4450} alegría increíble y presta ligereza, volví a dar las {L-4451} nuevas a Nísida. Pero, ay de mí, que el descuido de entonces {L-4452} me ha puesto en el cuidado de agora. ¡Oh memoria, memoria mía! {L-4453} ¿Por qué no la tuviste para lo que tanto me importaba? Mas {L-4454} creo que estaba ordenado en mi ventura que el principio de aquella alegría {L-4455} fuese el remate y fin de todos mis contentos: yo volví a ver a Nísida {L-4456} con la presteza que he dicho, pero volví sin ponerme la blanca toca {L-4457} al brazo. Nísida, que con crecido deseo estaba esperando y mirando {L-4458} desde unos altos corredores mi tornada, viéndome volver sin la toca, {L-4459} entendió que algún siniestro revés a Timbrio había {L-4460} sucedido, y creyólo y sintiólo de manera que, sin ser parte {L-4461} otra cosa, faltándole todos los espíritus, cayó en {L-4462} el suelo con tan extraño desmayo que todos por muerta la tuvieron. {L-4463} Cuando ya yo llegué, hallé a toda la gente de su casa alborotada, {L-4464} y a su hermana haciendo mil extremos de dolor sobre el cuerpo de la triste {L-4465} Nísida. Cuando yo la vi en tal estado, creyendo firmemente que era {L-4466} muerta y viendo que la fuerza del dolor me iba sacando de sentido, temeroso {L-4467} que, estando fuera de él, no diese o descubriese algunas muestras {L-4468} de mis pensamientos, me salí de la casa, y poco a poco volvía {L-4469} a dar las desdichadas nuevas al desdichado Timbrio. Pero como me hubiesen {L-4470} privado las ansias de mi fatiga las fuerzas de cuerpo y alma, no fueron {L-4471} tan ligeros mis pasos que no lo hubiesen sido más otros que la triste {L-4472} nueva a los padres de Nísida llevasen, certificándoles cierto {L-4473} que de un agudo paracismo había quedado muerta. Debió de {L-4474} oír esto Timbrio y debió de quedar cual yo quedé, {L-4475} si no quedo peor: sólo sé decir que, cuando llegué {L-4476} a do pensaba hallarle, era ya algo anochecido y supe de uno de sus padrinos {L-4477} que, con el otro y por la posta, se había partido a Nápoles {L-4478} con muestras de tanto descontento, como si de la contienda vencido y deshonrado {L-4479} salido hubiera. Luego imaginé yo lo que ser podía, y púseme {L-4480} luego en camino para seguirle; y, antes que a Nápoles llegase, tuve {L-4481} nuevas ciertas de que Nísida no era muerta, sino que le había {L-4482} dado un desmayo que le duró veinte y cuatro horas, al cabo de las {L-4483} cuales había vuelto en sí con muchas lágrimas y sospiros. {L-4484} Con la certidumbre de esta nueva me consolé, y con más contento {L-4485} llegué a Nápoles pensando hallar allí a Timbrio, pero {L-4486} no fue así, porque el caballero con quien él había {L-4487} venido me certificó que, en llegando a Nápoles, se partió {L-4488} sin decir cosa alguna, y que no sabía a qué parte; sólo {L-4489} imaginaba que, según le vio triste y malencólico después {L-4490} de la batalla, que no podía creer sino que a desesperarse hubiese {L-4491} ido.

{L-4492}      Nuevas fueron éstas que me tornaron {L-4493} a mis primeras lágrimas, y aun no contenta mi ventura con esto, {L-4494} ordenó que, al cabo de pocos días, llegasen a Nápoles {L-4495} los padres de Nísida sin ella y sin su hermana, las cuales, según {L-4496} supe y según era pública voz, entrambas a dos se habían {L-4497} ausentado una noche viniendo con sus padres a Nápoles, sin que se {L-4498} supiese de ellas nueva alguna. Tan confuso quedé con esto que no {L-4499} sabía qué hacerme ni decirme; y, estando puesto en esta confusión {L-4500} tan extraña, vine a saber, aunque no muy cierto, que Timbrio, en {L-4501} el puerto de Gaeta, en una gruesa nave que para España iba, se había {L-4502} embarcado; y pensando que podría ser verdad, me vine luego a España, {L-4503} y en Jerez y en todas las partes que imaginé que podría estar, {L-4504} le he buscado, sin hallar de él rastro alguno. Finalmente he venido {L-4505} a la ciudad de Toledo, donde están todos los parientes de los padres {L-4506} de Nísida, y lo que he alcanzado a saber es que ellos se vuelven {L-4507} a Toledo sin haber sabido nuevas de sus hijas. Viéndome, pues, yo {L-4508} ausente de Timbrio, ajeno de Nísida, y considerando que, ya que {L-4509} los hallase ha de ser para gusto suyo y perdición mía, cansado {L-4510} ya y desengañado de las cosas de este falso mundo en que vivimos, {L-4511} he acordado de volver el pensamiento a mejor norte y gastar lo poco que {L-4512} de vivir me queda en servicio del que estima los deseos y las obras en {L-4513} punto que merecen. Y así, he escogido este hábito que veis {L-4514} y la ermita que habéis visto, adonde en dulce soledad reprima mis {L-4515} deseos y encamine mis obras a mejor paradero, puesto que, como viene de {L-4516} tan atrás la corrida de las malas inclinaciones que hasta aquí {L-4517} he tenido, no son tan fáciles de parar que no trascorran algo y {L-4518} vuelva la memoria a combatirme representándome las pasadas cosas. {L-4519} Y cuando en estos puntos me veo, al son de aquella arpa que escogí {L-4520} por compañera en mi soledad, procuro aliviar la pesada carga de {L-4521} mis cuidados, hasta que el Cielo le tenga y se acuerde de llamarme a mejor {L-4522} vida. Este es, pastores, el suceso de mi desventura; y si he sido largo {L-4523} en contárosle, es porque no ha sido ella corta en fatigarme. Lo {L-4524} que os ruego es me dejéis volver a mi ermita, porque, aunque vuestra {L-4525} compañía me es agradable, he llegado a términos que {L-4526} ninguna cosa me da más gusto que a soledad; y de aquí entenderéis {L-4527} la vida que paso y el mal que sostengo.

{L-4528}      Acabó con esto Silerio su cuento, pero {L-4529} no las lágrimas con que muchas veces le había acompañado. {L-4530} Los pastores le consolaron en ellas lo mejor que pudieron, especialmente {L-4531} Damón y Tirsi, los cuales con muchas razones le persuadieron a no {L-4532} perder la esperanza de ver a su amigo Timbrio con más contento que {L-4533} él sabría imaginar, pues no era posible sino que tras tanta {L-4534} fortuna aserenase el cielo, del cual se debía esperar que no consintiría {L-4535} que la falsa nueva de la muerte de Nísida a noticia de Timbrio con {L-4536} más verdadera relación no viniese antes que la desesperación {L-4537} le acabase. Y que de Nísida se podía creer y conjeturar que, {L-4538} por ver a Timbrio ausente, se habría partido en su busca y que si {L-4539} entonces la Fortuna por tan extraños accidentes los había {L-4540} apartado, agora por otros no menos extraños sabría juntarlos. {L-4541} Todas estas razones y otras muchas que le dijeron le consolaron algo, pero {L-4542} no de manera que despertase en él la esperanza de verse en vida {L-4543} más contenta, ni aun él la procuraba, por parecerle que la {L-4544} que había escogido era la que más le convenía.

{L-4545}      Gran parte era ya pasada de la noche, cuando {L-4546} los pastores acordaron de reposar el poco tiempo que hasta el día {L-4547} quedaba, en el cual se habían de celebrar las bodas de Daranio y {L-4548} Silveria. Mas apenas había dejado la blanca aurora el enfadoso lecho {L-4549} del celoso marido, cuando dejaron los suyos todos los más pastores {L-4550} de la aldea; y cada cual, como mejor pudo, comenzó por su parte {L-4551} a regocijar la fiesta, cuál trayendo verdes ramos para adornar la {L-4552} puerta de los desposados, y cuál con su tamborino y flauta les daba {L-4553} la madrugada; acullá se oía la regocijada gaita; acá {L-4554} sonaba el acordado rabel; allí, el antiguo salterio; aquí, {L-4555} los cursados albogues; quien con coloradas cintas adornaba sus castañetas {L-4556} para los esperados bailes; quien pulía y repulía sus rústicos {L-4557} aderezos para mostrarse galán a los ojos de alguna su querida pastorcilla: {L-4558} de modo que, por cualquier parte de la aldea que se fuese, todo sabía {L-4559} a contento, placer y fiesta. Sólo el triste y desdichado Mireno {L-4560} era aquel a quien todas estas alegrías causaban suma tristeza, el {L-4561} cual, habiéndose salido de la aldea por no ver hacer sacrificio {L-4562} de su gloria, se subió en una costezuela que junto al aldea estaba; {L-4563} y allí, sentándose al pie de un antiguo fresno, puesta la {L-4564} mano en la mejilla y la caperuza encajada hasta los ojos, que en el suelo {L-4565} tenía clavados, comenzó a imaginar el desdichado punto en {L-4566} que se hallaba, y cuán, sin poderlo estorbar, ante sus ojos había {L-4567} de ver coger el fruto de sus deseos. Y esta consideración le tenía {L-4568} de suerte que lloraba tan tierna y amargamente que ninguno en tal trance {L-4569} le viera, que con lágrimas no le acompañara. A esta sazón, {L-4570} Damón y Tirsi, Elicio y Erastro se levantaron y asomándose {L-4571} a una ventana que al campo salía, lo primero en quien pusieron los {L-4572} ojos fue en el lastimado Mireno; y en verle de la suerte que estaba, conocieron {L-4573} bien el dolor que padecía, y, movidos a compasión, determinaron {L-4574} todos de ir a consolarle, como lo hicieran si Elicio no les rogara que {L-4575} le dejaran ir a él solo, porque imaginaba que, por ser Mireno tan {L-4576} amigo suyo, con él más abiertamente que con otro su dolor {L-4577} comunicaría. Los pastores se lo concedieron; y yendo allá {L-4578} Elicio, hallóle tan fuera de sí y tan en su dolor transportado, {L-4579} que ni le conoció Mireno ni le habló palabra, lo cual visto {L-4580} por Elicio, hizo señal a los demás pastores que viniesen, {L-4581} los cuales, temiendo algún extraño accidente a Mireno sucedido, {L-4582} pues Elicio con priesa los llamaba, fueron luego allá; y vieron {L-4583} que estaba Mireno con los ojos tan fijos en el suelo y tan sin hacer movimiento {L-4584} alguno, que una estatua semejaba, pues, con la llegada de Elicio, ni con {L-4585} la de Tirsi, Damón y Erastro, no volvió de su extraño {L-4586} embelesamiento, sino fue que, a cabo de un buen espacio de tiempo, casi {L-4587} como entre dientes, comenzó a decir:

{L-4588}      -¿Tú eres Silveria, Silveria? {L-4589} Si tú lo eres, yo no soy Mireno; y si soy Mireno, tú no eres {L-4590} Silveria, porque no es posible que esté Silveria sin Mireno, o Mireno {L-4591} sin Silveria. Pues ¿quién soy yo, desdichado? O ¿quién {L-4592} eres tú, desconocida? Yo bien se que no soy Mireno, porque tú {L-4593} no has querido ser Silveria; a lo menos, la Silveria que ser debías {L-4594} y yo pensaba que fueras.

{L-4595}      A esta sazón alzó los ojos, y {L-4596} como vio alrededor de sí los cuatro pastores y conoció entre {L-4597} ellos a Elicio, se levantó, y sin dejar su amargo llanto le echó {L-4598} los brazos al cuello diciéndole:

{L-4599}      -¡Ay, verdadero amigo mío, y cómo {L-4600} agora no tendrás ocasión de envidiar mi estado, como le envidiabas {L-4601} cuando de Silveria me veías favorecido! Pues si entonces me llamaste {L-4602} venturoso, agora puedes llamarme desdichado y trocar todos los títulos {L-4603} alegres que en aquel tiempo me dabas en los de pesar que ahora puedes darme. {L-4604} Yo sí que te podré llamar dichoso, Elicio, pues te consuela {L-4605} más la esperanza que tienes de ser querido, que no te fatiga el {L-4606} verdadero temor de ser olvidado.

{L-4607}      -Confuso me tienes, oh Mireno -respondió {L-4608} Elicio-, de ver los extremos que haces por lo que Silveria ha hecho, sabiendo {L-4609} que tiene padres a quien ha sido justo haber obedecido.

{L-4610}      -Si ella tuviera amor -replicó Mireno-, {L-4611} poco inconviniente era la obligación de ros padres para dejar de {L-4612} cumplir con lo que al amor debía; de do vengo a considerar, oh Elicio, {L-4613} que si me quiso bien, hizo mal en casarse, y si fue fingido el amor que {L-4614} me mostraba, hizo peor en engañarme; y ofréceme el desengaño {L-4615} a tiempo que no puede aprovecharme si no es con dejar en sus manos la vida.

{L-4616}      -No está en términos la tuya, {L-4617} Mireno -replicó Elicio-, que tengas por remedio el acabarla, pues {L-4618} podría ser que la mudanza de Silveria no estuviese en la voluntad, {L-4619} sino en la fuerza de la obediencia de sus padres; y si tú la quisiste {L-4620} limpia y honestamente doncella, también la puedes querer ahora casada, {L-4621} correspondiendo ella ahora como entonces a tus buenos y honestos deseos.

{L-4622}      -Mal conoces a Silveria, Elicio -respondió {L-4623} Mireno-, pues imaginas de ella que ha de hacer cosa de que pueda ser notada.

{L-4624}      -Esta mesma razón que has dicho te condena {L-4625} -respondió Elicio-, pues si tú, Mireno, sabes de Silveria {L-4626} que no hará cosa que mal le esté, en la que ha hecho no debe {L-4627} de haber errado.

{L-4628}      -Si no ha errado -respondió Mireno-, {L-4629} ha acertado a quitarme todo el buen suceso que de mis buenos pensamientos {L-4630} esperaba, y sólo en esto la culpo: que nunca me advirtió {L-4631} de este daño, antes, temiéndome de él, con firme juramento {L-4632} me aseguraba que eran imaginaciones mías y que nunca a la suya había {L-4633} llegado pensar con Daranio casarse, ni se casaría, si conmigo no, {L-4634} con él ni con otro alguno, aunque aventurara en ello quedar en perpetua {L-4635} desgracia con sus padres y parientes; y debajo de este siguro y prometimiento, {L-4636} faltar y romper la fe agora de la manera que has visto, ¿qué {L-4637} razón hay que tal consienta, o qué corazón que tal {L-4638} sufra?

{L-4639}      Aquí tomó Mireno a renovar su {L-4640} llanto y aquí de nuevo le tuvieron lástima los pastores. {L-4641} A este instante llegaron dos zagales adonde ellos estaban, que el uno era {L-4642} pariente de Mireno y el otro criado de Daranio, que a llamar a Elicio, {L-4643} Tirsi, Damón y Erastro venía, porque las fiestas de su desposorio {L-4644} querían comenzarse. Pesábales a los pastores de dejar solo {L-4645} a Mireno, pero aquel pastor su pariente se ofreció a quedar con {L-4646} él. Y aun Mireno dijo a Elicio que se quería ausentar de {L-4647} aquella tierra por no ver cada día a los ojos la causa de su desventura. {L-4648} Elicio le loó su determinación y le encargó que, doquiera {L-4649} que estuviese, le avisase de cómo le iba. Mireno se lo prometió {L-4650} y, sacando del seno un papel, le rogó que, en hallando comodidad, {L-4651} se le diese a Silveria; y con esto se despidió de todos los pastores, {L-4652} no sin muestras de mucho dolor y tristeza. El cual no se hubo bien apartado {L-4653} de su presencia cuando Elicio, deseoso de saber lo que en el papel venía, {L-4654} viendo que, pues estaba abierto importaba poco leerle, le descogió {L-4655} y, convidando a los otros pastores a escucharle, vio que en él venían {L-4656} escritos estos versos:
 

    MIRENO A SILVERIA
{L-4657}    El pastor que te ha entregado
{L-4658} lo más de cuanto tenía,
{L-4659} pastora, agora te envía
{L-4660} lo menos que le ha quedado,
{L-4661} que es este pobre papel, 5
{L-4662} adonde claro verás
{L-4663} la fe que en ti no hallarás
{L-4664} y el dolor que queda en él.
 
{L-4665}    Pero poco al caso hace
{L-4666} darte de esto cuenta estrecha, 10
{L-4667} si mi fe no me aprovecha
{L-4668} y mi mal te satisface.
{L-4669} No pienses que es mi intención
{L-4670} quejarme porque me dejas,
{L-4671} que llegan tarde las quejas 15
{L-4672} de mi temprana pasión.
 
{L-4673}    Tiempo fue ya que escucharas
{L-4674} el cuento de mis enojos
{L-4675} y aun, si lloraran mis ojos,
{L-4676} las lágrimas enjugaras. 20
{L-4677} Entonces era Mireno
{L-4678} el que era de ti mirado;
{L-4679} mas ¡ay, cómo te has trocado,
{L-4680} tiempo bueno, tiempo bueno!
 
{L-4681}    Si durara aquel engaño, 25
{L-4682} templárase mi desgusto,
{L-4683} pues más vale un falso gusto
{L-4684} que un notorio y cierto daño.
{L-4685} Pero tú, por quien se ordena
{L-4686} mi terrible malandanza, 30
{L-4687} has hecho con tu mudanza
{L-4688} falso el bien, cierta la pena.
 
{L-4689}    Tus palabras lisonjeras
{L-4690} y mis crédulos oídos
{L-4691} me han dado bienes fingidos 35
{L-4692} y males que son de veras.
{L-4693} Los bienes, con su aparencia,
{L-4694} crecieron mi sanidad;
{L-4695} los males, con su verdad,
{L-4696} han doblado mi dolencia. 40
 
{L-4697}    Por esto juzgo y discierno
{L-4698} por cosa cierta y notoria
{L-4699} que tiene el Amor su gloria
{L-4700} a las puertas del infierno;
{L-4701} y que un desdén acarrea 45
{L-4702} y un olvido en un momento
{L-4703} desde la gloria al tormento
{L-4704} al que en amar no se emplea.
 
{L-4705}    este mudamiento extraño, 50
{L-4706} que estoy ya dentro del daño
{L-4707} y no salgo del provecho;
{L-4708} porque imagino que ayer
{L-4709} era cuando me querías,
{L-4710} o, a lo menos, lo fingías, 55
{L-4711} que es lo que se ha de creer.
 
{L-4712}    Y el agradable sonido
{L-4713} de tus palabras sabrosas
{L-4714} y razones amorosas
{L-4715} aún me suena en el oído. 60
{L-4716} Estas memorias suaves
{L-4717} al fin me dan más tormento,
{L-4718} pues tus palabras el viento
{L-4719} llevó, y las obras, quien sabes.
 
{L-4720}    ¿Eras tú la que jurabas 65
{L-4721} que se acabasen tus días
{L-4722} si a Mireno no querías
{L-4723} sobre todo cuanto amabas?
{L-4724} ¿Eres tú, Silveria, quien
{L-4725} hizo de mí tal caudal 70
{L-4726} que, siendo todo tu mal,
{L-4727} me tenías por tu bien?
 
{L-4728}    ¡Oh, qué títulos te diera
{L-4729} de ingrata, como mereces,
{L-4730} si, como tú me aborreces, 75
{L-4731} también yo te aborreciera!
{L-4732} Mas no puedo aprovecharme
{L-4733} del medio de aborrecerte,
{L-4734} que estimo más el quererte
{L-4735} que tú has hecho el olvidarme. 80
 
{L-4736}    Triste gemido a mi canto
{L-4737} ha dado tu mano fiera;
{L-4738} invierno, a mi primavera,
{L-4739} y a mi risa, amargo llanto.
{L-4740} Mi gasajo ha vuelto en luto, 85
{L-4741} y de mis blandos amores
{L-4742} cambió en abrojos las flores
{L-4743} y en veneno, el dulce fruto.
 
{L-4744}    Y aun, dirás, y esto me daña,
{L-4745} que es el haberte casado 90
{L-4746} y el haberme así olvidado
{L-4747} una honesta, honrosa hazaña.
{L-4748} ¡Disculpa fuera admitida
{L-4749} si no te fuera notorio
{L-4750} que estaba en tu desposorio 95
{L-4751} el fin de mi triste vida!
 
{L-4752}    Mas, en fin, tu gusto fue
{L-4753} gusto, pero no fue justo,
{L-4754} pues con premio tan injusto
{L-4755} pagó mi inviolable fe; 100
{L-4756} a cual, por ver que se ofrece
{L-4757} de mostrar la fe que alcanza,
{L-4758} ni la muda tu mudanza,
{L-4759} ni mi mal la desfallece.
 
{L-4760}    Quien esto vendrá a entender, 105
{L-4761} cierto estoy que no se asombre,
{L-4762} viendo al fin que yo soy hombre,
{L-4763} y tú, Silveria, mujer;
{L-4764} adonde la ligereza
{L-4765} hace de contino asiento, 110
{L-4766} y adonde en mí el sufrimiento
{L-4767} es otra naturaleza.
 
{L-4768}    Ya te contemplo casada,
{L-4769} y de serlo arrepentida,
{L-4770} porque ya es cosa sabida 115
{L-4771} que no estarás firme en nada.
{L-4772} Procura alegre llevallo
{L-4773} el yugo que echaste al cuello,
{L-4774} que podrás aborrecello
{L-4775} y no podrás desechallo. 120
 
{L-4776}    Mas eres tan inhumana
{L-4777} y de tan mudable ser,
{L-4778} que lo que quisiste ayer
{L-4779} has de aborrecer mañana.
{L-4780} Y así, por extraña cosa, 125
{L-4781} dirá aquel que de ti hable:
{L-4782} « Hermosa, pero mudable;
{L-4783} mudable, pero hermosa ».

{L-4784}      No parecieron mal los versos de Mireno a los {L-4785} pastores, sino la ocasión a que se habían hecho, considerando {L-4786} con cuánta presteza la mudanza de Silveria le había traído {L-4787} a punto de desamparar la amada patria y queridos amigos, temeroso cada {L-4788} uno que en el suceso de sus pretensiones lo mesmo le sucediese. Entrados, {L-4789} pues, en el aldea, y llegados adonde Daranio y Silveria estaban, la fiesta {L-4790} se comenzó tan alegre y regocijadamente, cuanto en las riberas de {L-4791} Tajo en muchos tiempos se había visto: que, por ser Daranio uno {L-4792} de los más ricos pastores de toda aquella comarca, y Silveria de {L-4793} las hermosas pastoras de toda la ribera, acudieron a sus bodas toda o la {L-4794} más pastoría de aquellos contornos. Y así se hizo {L-4795} una célebre junta de discretos pastores y hermosas pastoras; y entre {L-4796} los que a los demás en muchas y diversas habilidades se aventajaron, {L-4797} fueron el triste Orompo, el celoso Orfenio, el ausente Crisio y el desamado {L-4798} Marsilio, mancebos todos y todos enamorados, aunque de diferentes pasiones {L-4799} oprimidos: porque al triste Orompo fatigaba la temprana muerte de su querida {L-4800} Listea; y al celoso Orfenio, la insufrible rabia de los celos, siendo enamorado {L-4801} de la hermosa pastora Eandra; al ausente Crisio, el verse apartado de Claraura, {L-4802} bella y discreta pastora, a quien el por único bien suyo tenía; {L-4803} y al desesperado Marsilio, el desamor que para con él en el pecho {L-4804} de Belisa se encerraba. Eran todos amigos y de una mesma aldea, y la pasión {L-4805} de uno el otro no la ignoraba, antes en dolorosa competencia muchas veces {L-4806} se habían juntado a encarecer cada cual la causa de su tormento, {L-4807} procurando cada uno mostrar como mejor podía que su dolor a cualquier {L-4808} otro se aventajaba, tiniendo por suma gloria ser en la pena mejorado; y {L-4809} tenían todos tal ingenio (o, por mejor decir, tal dolor padecían) {L-4810} que, como quiera que le significasen, mostraban ser el mayor que imaginarse {L-4811} podía. Por estas disputas y competencias eran famosos y conocidos {L-4812} en todas las riberas de Tajo, y habían puesto deseo a Tirsi y a {L-4813} Damón de conocerlos; y, viéndolos allí juntos, unos {L-4814} a otros se hicieron corteses y agradables recibimientos; principalmente, {L-4815} todos con admiración miraban a los dos pastores Tirsi y Damón, {L-4816} hasta allí de ellos solamente por fama conocidos.

{L-4817}      A esta sazón salió el rico pastor {L-4818} Daranio a la serrana vestido: traía camisa alta de cuello plegado, {L-4819} almilla de frisa, sayo verde escotado, zaragÜelles de delgado lienzo, {L-4820} antiparas azules, zapato redondo, cinto tachonado, y de la color del sayo, {L-4821} una cuarteada caperuza. No menos salió bien aderezada su esposa {L-4822} Silveria, porque venía con saya y cuerpos leonados guarnecidos de {L-4823} raso blanco, camisa de pechos labrada de azul y verde, gorguera de hilo {L-4824} amarillo sembrado de argentería, invención de Galatea y Florisa, {L-4825} que la vistieron; garbín turquesado con flecos de encarnada seda, {L-4826} alcorque dorado, zapatillas justas, corales ricos y sortija de oro, y, {L-4827} sobre todo, su belleza, que más que todo la adornaba. Salió {L-4828} luego tras ella la sin par Galatea, como sol tras el aurora, y su amiga {L-4829} Florisa, con otras muchas y hermosas pastoras que por honrar las bodas {L-4830} a ellas habían venido, entre las cuales también iba Teolinda, {L-4831} con cuidado de hurtar el rostro a los ojos de Damón y Tirsi por {L-4832} no ser de ellos conocida. Y luego las pastoras, siguiendo a los pastores {L-4833} que guiaban, al son de muchos pastoriles instrumentos, hacia el templo {L-4834} se encaminaron, en el cual espacio le tuvieron Elicio y Erastro de cebar {L-4835} los ojos en el hermoso rostro de Galatea, deseando que durara aquel camino {L-4836} más que la larga peregrinación de Ulises. Y, con el contento {L-4837} de verla, iba tan fuera de sí Erastro que, hablando con Elicio, {L-4838} le dijo:

{L-4839}      -¿Qué miras, pastor, si a Galatea {L-4840} no miras? Pero ¿cómo podrás mirar el sol de sus cabellos, {L-4841} el cielo de su frente, las estrellas de sus ojos, la nieve de su rostro, {L-4842} la grana de sus mejillas, el color de sus labios, el marfil de sus dientes, {L-4843} el cristal de su cuello, el mármol de su pecho?

{L-4844}      -Todo eso he podido ver, oh Erastro -respondió {L-4845} Elicio-, y ninguna cosa de cuantas has dicho es causa de mi tormento, sino {L-4846} es la aspereza de su condición, que, si no fuera tal como tú {L-4847} sabes, todas las gracias y bellezas que en Galatea conoces fueran ocasión {L-4848} de mayor gloria nuestra.

{L-4849}      -Bien dices -dijo Erastro-, pero toda no me {L-4850} podrás negar que, a no ser Galatea tan hermosa, no fuera tan deseada {L-4851} y, a no ser tan deseada, no fuera tanta nuestra pena, pues toda ella nace {L-4852} del deseo.

{L-4853}      -No te puedo yo negar, Erastro -respondió {L-4854} Elicio-, que todo cualquier dolor y pesadumbre no nazca de la privación {L-4855} y falta de lo que deseamos, mas juntamente con esto te quiero decir que {L-4856} ha perdido conmigo mucho la calidad el amor con que yo pensé que {L-4857} a Galatea querías; porque si solamente la quieres por ser hermosa, {L-4858} muy poco tiene que agradecerte, pues no habrá ningún hombre, {L-4859} por rústico que sea, que la mire que no la desea, porque la belleza, {L-4860} donde quiera que está, trae consigo el hacer desear. Así {L-4861} que a este simple deseo, por ser tan natural, ningún premio se le {L-4862} debe, porque si se le debiera, con sólo desear el Cielo, le tuviéramos {L-4863} merecido, mas ya ves, Erastro, ser esto tan al revés como nuestra {L-4864} verdadera ley nos lo tiene mostrado. Y puesto caso que la hermosura y belleza {L-4865} sea una principal parte para atraernos a desearla y a procurar gozarla, {L-4866} el que fuere verdadero enamorado no ha de tener tal gozo por último {L-4867} fin suyo, sino que, aunque la belleza le acarree este deseo, la ha de querer {L-4868} solamente por ser bueno, sin que otro algún interese le mueva; y {L-4869} este se puede llamar, aun en las cosas de acá, perfecto y verdadero {L-4870} amor, y es digno de ser agradecido y premiado, como vemos que premia conocida {L-4871} y aventajadamente el Hacedor de todas las cosas a aquellos que, sin moverles {L-4872} otro interese alguno de temor, de pena o de esperanza de gloria, le quieren, {L-4873} le aman y le sirven, solamente por ser bueno y digno de ser amado. Y esta {L-4874} es la última y mayor perfección que en el amor divino se {L-4875} encierra, y en el humano también, cuando no se quiere más {L-4876} de por ser bueno lo que se ama, sin haber error de entendimiento; porque {L-4877} muchas veces lo malo nos parece bueno y lo bueno, malo, y así amamos {L-4878} lo uno y aborrecemos lo otro; y este tal amor no merece premio, sino castigo. {L-4879} Quiero inferir de todo lo que he dicho, oh Erastro, que si tú quieres {L-4880} y amas la hermosura de Galatea con intención de gozarla, y en esto {L-4881} para el fin de tu deseo, sin pasar adelante a querer su virtud, su acrecentamiento {L-4882} de fama, su salud, su vida y bienes, entiende que no amas como debes, ni {L-4883} debes ser remunerado como quieres.

{L-4884}      Quisiera Erastro replicar a Elicio y darle {L-4885} a entender cómo no entendía bien del amor con que a Galatea {L-4886} amaba, pero estorbólo el son de la zampoña del desamorado {L-4887} Lenio, el cual quiso también hallarse a las bodas de Daranio y regocijar {L-4888} la fiesta con su canto. Y así, puesto delante de los desposados, {L-4889} en tanto que al templo llegaban, al son del rabel de Eugenio estos versos {L-4890} fue cantando:
 

    LENIO
{L-4891}    ¡Desconocido, ingrato Amor, que asombras
{L-4892} a veces los gallardos corazones,
{L-4893} y con vanas figuras, vanas sombras,
{L-4894} pones al alma libre mil prisiones!
{L-4895} Si de ser dios te precias y te nombras 5
{L-4896} con tan subido nombre, no perdones
{L-4897} al que, rendido el lazo de Himineo,
{L-4898} rindiere a nuevo ñudo su deseo.
 
{L-4899}    En conservar la ley pura y sincera
{L-4900} del santo matrimonio pon tu fuerza; 10
{L-4901} descoge en este campo tu bandera;
{L-4902} haz a tu condición en esto fuerza,
{L-4903} que bella flor, que dulce fruto espera,
{L-4904} por pequeño trabajo, el que se esfuerza
{L-4905} a llevar este yugo como debe, 15
{L-4906} que, aunque parece carga, es carga leve.
 
{L-4907}    Tú puedes, si te olvidas de tus hechos
{L-4908} y de tu condición tan desabrida,
{L-4909} hacer alegres tálamos y lechos
{L-4910} do el yugo conyugal a dos anida. 20
{L-4911} Enciérrate en sus almas y en sus pechos
{L-4912} hasta que acabe el curso de su vida
{L-4913} y vayan a gozar, como se espera,
{L-4914} de la agradable, eterna primavera.
 
{L-4915}    Deja las pastoriles cabañuelas 25
{L-4916} y al libre pastorcillo hacer su oficio;
{L-4917} vuela más alto ya, pues tanto vuelas,
{L-4918} y aspira a mejor grado y ejercicio.
{L-4919} En vano te fatigas y desvelas
{L-4920} en hacer de las almas sacrificio, 30
{L-4921} si no las rindes con mejor intento
{L-4922} al dulce de Himineo ayuntamiento.
 
{L-4923}    Aquí puedes mostrar la poderosa
{L-4924} mano de tu poder maravilloso,
{L-4925} haciendo que la nueva tierna esposa 35
{L-4926} quiera, y que sea querida de su esposo,
{L-4927} sin que aquella infernal rabia celosa
{L-4928} les turbe su contento y su reposo,
{L-4929} ni el desdén sacudido y zahareño
{L-4930} les prive del sabroso y dulce sueño. 40
 
{L-4931}    Mas si, pérfido Amor, nunca escuchadas
{L-4932} fueron de ti plegarias de tu amigo,
{L-4933} bien serán estas mías desechadas,
{L-4934} que te soy y seré siempre enemigo.
{L-4935} Tu condición, tus obras mal miradas, 45
{L-4936} de quien es todo el mundo buen testigo,
{L-4937} hacen que yo no espere de tu mano
{L-4938} contento alegre, venturoso y sano.

{L-4939}      Ya se maravillaban los que al desamorado Lenio {L-4940} escuchando iban, de ver con cuánta mansedumbre las cosas de amor {L-4941} trataba, llamándole dios y de mano poderosa, cosa que jamás {L-4942} le habían oído decir. Mas, habiendo oído los versos {L-4943} con que acabó su canto, no pudieron dejar de reírse, porque {L-4944} ya les pareció que se iba colerizando y que si adelante en su canto {L-4945} pasara, él pusiera al Amor como otras veces solía, pero faltóle {L-4946} el tiempo porque se acabó el camino. Y así, llegados al templo {L-4947} y hechas en él por los sacerdotes las acostumbradas ceremonias, {L-4948} Daranio y Silveria quedaron en perpetuo y estrecho ñudo ligados, {L-4949} no sin envidia de muchos que los miraban, ni sin dolor de algunos que la {L-4950} hermosura de Silveria codiciaban, pero a todo dolor sobrepujara el que {L-4951} sintiera el sin ventura Mireno si a ese espectáculo se hallara presente. {L-4952} Vueltos, pues, los desposados del templo con la mesma compañía {L-4953} que habían llevado, llegaron a la plaza de la aldea, donde hallaron {L-4954} las mesas puestas, y adonde quiso Daranio hacer públicamente demostración {L-4955} de sus riquezas haciendo a todo el pueblo un generoso y suntuoso convite. {L-4956} Estaba la plaza tan enramada que una hermosa verde floresta parecía, {L-4957} entretejidas las ramas por cima de tal modo que los agudos rayos del sol {L-4958} en todo aquel circuito no hallaban entrada para calentar el fresco suelo, {L-4959} que cubierto con muchas espadañas y con mucha diversidad de flores {L-4960} se mostraba.

{L-4961}      Allí, pues, con general contento de {L-4962} todos, se solemnizó el generoso banquete al son de muchos pastorales {L-4963} instrumentos, sin que diesen menos gusto que el que suelen dar las acordadas {L-4964} músicas que en los reales palacios se acostumbran. Pero lo que más {L-4965} autorizó la fiesta fue ver que, en alzándose las mesas, en {L-4966} el mesmo lugar con mucha presteza hicieron un tablado, para efecto de que {L-4967} los cuatro discretos y lastimados pastores Orompo, Marsilio, Crisio y Orfenio, {L-4968} por honrar las bodas de su amigo Daranio satisfacer el deseo que Tirsi {L-4969} y Damón tenían de escucharles, querían allí {L-4970} en público recitar una égloga que ellos mesmos de la ocasión {L-4971} de sus mesmos dolores habían compuesto. Acomodados, pues, en sus {L-4972} asientos todos los pastores y pastoras que allí estaban, después {L-4973} que la zampoña de Erastro y la lira de Lenio y los otros instrumentos {L-4974} hicieron prestar a los presentes un sosegado y maravilloso silencio, el {L-4975} primero que se mostró en el humilde teatro fue el triste Orompo {L-4976} con un pellico negro vestido y un cayado de amarillo boj en la mano, el {L-4977} remate del cual era una fea figura de la muerte; venía con hojas {L-4978} de funesto ciprés coronado, insignias todas de la tristeza que en {L-4979} él reinaba por la inmadura muerte de su querida Listea; y, después {L-4980} que con triste semblante los llorosos ojos a una y a otra parte hubo tendido, {L-4981} con muestras de infinito dolor y amargura, rompió el silencio con {L-4982} semejantes razones:
 

  {L-4983} OROMPO
{L-4984}    Salid de lo hondo del pecho cuitado,
{L-4985} palabras sangrientas, con muerte mezcladas;
{L-4986} y si los sospiros os tienen atadas,
{L-4987} abrid y romped el siniestro costado.
{L-4988} El aire os impide, que está ya inflamado 5
{L-4989} del fiero veneno de vuestros acentos;
{L-4990} salid, y siquiera os lleven los vientos,
{L-4991} que todo mi bien también me han llevado.
 
{L-4992}    Poco perdéis en veros perdidas,
{L-4993} pues ya os ha faltado el alto sujeto 10
{L-4994} por quien en estilo grave y perfecto
{L-4995} hablábades cosas de punto subidas;
{L-4996} notadas un tiempo y bien conocidas
{L-4997} fuistes por dulces, alegres, sabrosas;
{L-4998} ahora por tristes, amargas, llorosas, 15
{L-4999} seréis de la tierra y del cielo tenidas.
 
{L-5000}    Pero aunque salgáis, palabras, temblando,
{L-5001} ¿con cuáles podréis decir lo que siento
{L-5002} si es incapaz mi fiero tormento
{L-5003} de irse cual es, al vivo pintando? 20
{L-5004} Mas ya que me falta el cómo y el cuándo
{L-5005} de significar mi pena y mi mengua,
{L-5006} aquello que falta y no puede la lengua,
{L-5007} suplan mis ojos, contino llorando.
 
{L-5008}    ¡Oh muerte, que atajas y cortas el hilo 25
{L-5009} de mil pretensiones gustosas humanas,
{L-5010} y en un volver de ojos las sierras allanas
{L-5011} y haces iguales a Henares y al Nilo!
{L-5012} ¿Por qué no templaste, traidora, el estilo
{L-5013} tuyo cruel? ¿Por qué, a mi despecho, 30
{L-5014} probaste en el blanco y más lindo pecho
{L-5015} de tu fiero alfanje la furia y el filo?
 
{L-5016}    ¿En qué te ofendían, {L-5017} oh falsa, los años
{L-5018} tan tiernos y verdes de aquella cordera?
{L-5019} ¿Por qué te mostraste con ella tan fiera? 35
{L-5020} ¿Por qué en el suyo creciste mis daños?
{L-5021} ¡Oh mi enemiga, y amiga de engaños!
{L-5022} De mí, que te busco, te escondes y ausentas,
{L-5023} y quieres y trabas razones y cuentas
{L-5024} con el que más teme tus males tamaños. 40
 
{L-5025}    En años maduros, tu ley, tan injusta,
{L-5026} pudiera mostrar su fuerza crecida,
{L-5027} y no descargar la dura herida
{L-5028} en quien del vivir ha poco que gusta.
{L-5029} Mas esa tu hoz, que todo lo ajusta 45
{L-5030} y mando ni ruego jamás la doblega,
{L-5031} así con rigor la flor tierna siega
{L-5032} como la caña ñudosa y robusta.
 
{L-5033}    Cuando a Listea del suelo quitaste,
{L-5034} tu ser, tu valor, tu fuerza, tu brío, 50
{L-5035} tu ira, tu mando y tu señorío,
{L-5036} con sólo aquel triunfo al mundo mostraste.
{L-5037} Llevando a Listea, también te llevaste
{L-5038} la gracia, el donaire, belleza y cordura
{L-5039} mayor de la tierra, y en su sepultura 55
{L-5040} este bien todo con ella encerraste.
 
{L-5041}    Sin ella en tiniebla perpetua ha quedado
{L-5042} mi vida penosa, que tanto se alarga
{L-5043} que es insufrible a mis hombros su carga:
{L-5044} que es muerte la vida del que es desdichado. 60
{L-5045} Ni espero en Fortuna, ni espero en el hado,
{L-5046} ni espero en el tiempo, ni espero en el Cielo,
{L-5047} ni tengo de quien espere consuelo,
{L-5048} ni es bien que se espere en mal tan sobrado.
 
{L-5049}    ¡Oh vos, que sentís qué {L-5050} cosa es dolores! 65
{L-5051} Venid y tomad consuelo en los míos,
{L-5052} que, en viendo su ahínco, sus fuerzas, sus bríos,
{L-5053} veréis que los vuestros son mucho menores.
{L-5054} ¿Do estáis agora, gallardos pastores?
{L-5055} Crisio, Marsilio y Orfenio, ¿qué hacéis? 70
{L-5056} ¿Por qué no venís? ¿Por qué {L-5057} no tenéis
{L-5058} por más que los vuestros mis daños mayores?
 
{L-5059}    Mas ¿quién es aquel que asoma {L-5060} y que quiebra
{L-5061} por la encrucijada de aqueste sendero?
{L-5062} Marsilio es, sin duda, de Amor prisionero. 75
{L-5063} Belisa es la causa, a quien siempre celebra.
{L-5064} A este le roe la fiera culebra
{L-5065} del crudo desdén el pecho y el alma;
{L-5066} y pasa su vida en tormenta sin calma,
{L-5067} y aun no es, cual la mía, su suerte tan negra. 80
 
{L-5068}    El piensa que el mal que el alma le {L-5069} aqueja
{L-5070} es más que el dolor de mi desventura.
{L-5071} Aquí será bien que entre esta espesura
{L-5072} me esconda, por ver si acaso se queja.
{L-5073} Mas, ay, que a la pena que nunca me deja 85
{L-5074} pensar igualarla es gran desatino,
{L-5075} pues abre la senda y cierra el camino
{L-5076} al mal que se acerca y al bien que se aleja.
{L-5077} MARSILIO
{L-5078}    ¡Pasos que al de la muerte
{L-5079} me lleváis paso a paso, 90
{L-5080} forzoso he de acusar vuestra pereza!
{L-5081} Seguid tan dulce suerte,
{L-5082} que en este amargo paso
{L-5083} está mi bien, y en vuestra ligereza.
{L-5084} Mirad que la dureza 95
{L-5085} de la enemiga mía
{L-5086} en el airado pecho,
{L-5087} contrario a mi provecho,
{L-5088} en su entereza está, cual ser solía;
{L-5089} huigamos, si es posible 100
{L-5090} del áspero rigor suyo terrible.
 
{L-5091}    ¿A qué apartado clima,
{L-5092} a qué región incierta
{L-5093} iré a vivir que pueda asegurarme
{L-5094} del mal que me lastima, 105
{L-5095} del ansia triste y cierta
{L-5096} que no se ha de acabar hasta acabarme?
{L-5097} Ni estar quedo, o mudarme
{L-5098} a la arenosa Libia,
{L-5099} o al lugar donde habita 110
{L-5100} el fiero y blanco escita,
{L-5101} un solo punto mi dolor alivia:
{L-5102} que no está mi contento
{L-5103} en hacer de lugares mudamiento.
 
{L-5104}    Aquí y allí me alcanza 115
{L-5105} el desdén riguroso
{L-5106} de la sin par, cruel pastora mía,
{L-5107} sin que amor ni esperanza
{L-5108} un término dichoso
{L-5109} me puedan prometer en tal porfía. 120
{L-5110} ¡Belisa, luz del día,
{L-5111} gloria de la edad nuestra:
{L-5112} si valen ya contigo
{L-5113} ruegos de un firme amigo,
{L-5114} tiempla el rigor airado de tu diestra, 125
{L-5115} y el fuego de este mío
{L-5116} pueda en tu pecho deshacer el frío!
 
{L-5117}    Más sorda a mi lamento,
{L-5118} más implacable y fiera
{L-5119} que a la voz del cansado marinero 130
{L-5120} el riguroso viento
{L-5121} que el mar turba y altera
{L-5122} y amenaza a la vida el fin postrero;
{L-5123} mármol, diamante, acero,
{L-5124} alpestre y dura roca, 135
{L-5125} robusta, antigua encina,
{L-5126} roble que nunca inclina
{L-5127} la altiva rama al cierzo que le toca:
{L-5128} todo es blando y suave
{L-5129} comparado al rigor que en tu alma cabe. 140
 
{L-5130}    Mi duro, amargo hado,
{L-5131} mi inexorable estrella,
{L-5132} mi voluntad, que todo lo consiente,
{L-5133} me tienen condenado,
{L-5134} Belisa, ingrata y bella, 145
{L-5135} a que te sirva y ame eternamente.
{L-5136} Y aunque tu hermosa frente,
{L-5137} con riguroso ceño,
{L-5138} y tus serenos ojos
{L-5139} me anuncien mil enojos, 150
{L-5140} serás de esta alma conocida dueño,
{L-5141} en tanto que en el suelo
{L-5142} la cubriere mortal, corpóreo velo.
 
{L-5143}    ¿Hay bien que se le iguale
{L-5144} al mal que me atormenta? 155
{L-5145} ¿Y hay mal en todo el mundo tan esquivo?
{L-5146} El uno y otro sale
{L-5147} de toda humana cuenta,
{L-5148} y aun yo sin ella en viva muerte vivo.
{L-5149} En el desdén avivo 160
{L-5150} mi fe, y allí se enciende
{L-5151} con el helado frío;
{L-5152} mirad qué desvarío,
{L-5153} y el dolor desusado que me ofende,
{L-5154} y si podrá igualarse 165
{L-5155} al mal que más quisiere aventajarse.
 
{L-5156}    Mas, ¿quién es el que mueve
{L-5157} las ramas intricadas
{L-5158} de este acopado mirto y verde asiento?
      {L-5159} OROMPO
{L-5160}    Un pastor que se atreve, 170
{L-5161} con razones fundadas
{L-5162} en la pura verdad de su tormento,
{L-5163} mostrar que el sentimiento
{L-5164} de su dolor crecido
{L-5165} al tuyo se aventaja, 175
{L-5166} por más que tú le estimes,
{L-5167} levantes y sublimes.
      {L-5168} MARSILIO
{L-5169}    Vencido quedarás en tal baraja,
{L-5170} Orompo, fiel amigo,
{L-5171} y tú mesmo serás de ello testigo. 180
 
{L-5172}    Si de las ansias mías,
{L-5173} si de mi mal insano
{L-5174} la más mínima parte conocieras,
{L-5175} cesaran tus porfías,
{L-5176} Orompo, viendo llano 185
{L-5177} que tú penas de burla, y yo de veras.
{L-5178} OROMPO
{L-5179}    Haz, Marsilio, quimeras
{L-5180} de tu dolor extraño,
{L-5181} y al mío menoscaba,
{L-5182} que la vida me acaba, 190
{L-5183} que yo espero sacarte de ese engaño,
{L-5184} mostrando al descubierto
{L-5185} que el tuyo es sombra de mi mal, que es cierto.
{L-5186} Pero la voz sonora
{L-5187} de Crisio oigo que suena, 195
{L-5188} pastor que en la opinión se te parece;
{L-5189} escuchémosle ahora,
{L-5190} que su cansada pena
{L-5191} no menos que la tuya la engrandece.
      {L-5192} MARSILIO
{L-5193}    Hoy el tiempo me ofrece 200
{L-5194} lugar y coyuntura
{L-5195} donde pueda mostraros
{L-5196} a entrambos y enteraros
{L-5197} de que sola la mía es desventura.
      {L-5198} OROMPO
{L-5199}    Atiende ahora, Marsilio, 205
{L-5200} la voz de Crisio y lamentable estilo.
      {L-5201} CRISIO
{L-5202}    ¡Ay dura, ay importuna, ay triste ausencia!
{L-5203} ¡Cuán fuera debió estar de conocerte
{L-5204} el que igualó tu fuerza y violencia
{L-5205} al poder invencible de la muerte! 210
{L-5206} Que, cuando con mayor rigor sentencia,
{L-5207} ¿qué puede más su limitada suerte
{L-5208} que deshacer el ñudo y recia liga
{L-5209} que a cuerpo y alma estrechamente liga?
 
{L-5210}    Tu duro alfanje a mayor mal se extiende, 215
{L-5211} pues un espíritu en dos mitades parte.
{L-5212} ¡Oh milagros de amor que nadie entiende,
{L-5213} ni se alcanzan por ciencia ni por arte!
{L-5214} ¡Que deje su mitad con quien la enciende
{L-5215} allá mi alma, y traiga acá la parte 220
{L-5216} más frágil, con la cual más mal se {L-5217} siente
{L-5218} que estar mil veces de la vida ausente!
 
{L-5219}    Ausente estoy de aquellos ojos {L-5220} bellos
{L-5221} que serenaban la tormenta mía;
{L-5222} ojos, vida de aquel que pudo vellos, 225
{L-5223} si de allí no pasó la fantasía:
{L-5224} que verlos y pensar de merecellos
{L-5225} es loco atrevimiento y demasía.
{L-5226} Yo los vi, desdichado, y no los veo,
{L-5227} y mátame de verlos el deseo. 230
 
{L-5228}    Deseo, y con razón, ver {L-5229} dividida,
{L-5230} por acortar el término a mi daño,
{L-5231} esta antigua amistad, que tiene unida
{L-5232} mi alma al cuerpo con amor tamaño
{L-5233} que, siendo tus carnes despedida, 235
{L-5234} con ligereza presta y vuelo extraño,
{L-5235} podrá tomar a ver aquellos ojos,
{L-5236} que son descanso y gloria a sus enojos.
 
{L-5237}    Enojos son la paga y recompensa
{L-5238} que Amor concede al amador ausente, 240
{L-5239} en quien se cifra el mayor mal y ofensa
{L-5240} que en los males de amor se encierra y siente.
{L-5241} Ni poner discreción a la defensa,
{L-5242} ni un querer firme, levantado, ardiente,
{L-5243} aprovecha a templar de este tormento 245
{L-5244} la dura pena y el furor violento.
 
{L-5245}    Violento es el rigor de esta {L-5246} dolencia;
{L-5247} pero, junto con esto, es tan durable
{L-5248} que se acaba primero la paciencia,
{L-5249} y aun de la vida el curso miserable. 250
{L-5250} Muertes, desvíos, celos, inclemencia
{L-5251} de airado pecho, condición mudable,
{L-5252} no atormentan así ni dañan tanto
{L-5253} como este mal, que el nombre aun pone espanto.
 
{L-5254}    Espanto fuera si dolor tan fiero 255
{L-5255} dolores tan mortales no causara;
{L-5256} pero todos son flacos, pues no muero,
{L-5257} ausente de mi vida dulce y cara.
{L-5258} Mas cese aquí mi canto lastimero,
{L-5259} que a compañía tan discreta y rara 260
{L-5260} como es la que allí veo será justo
{L-5261} que muestre al verla más sabroso el gusto.
      {L-5262} OROMPO
{L-5263}    Gusto nos da, buen Crisio, tu presencia,
{L-5264} y más viniendo a tiempo que podremos
{L-5265} acabar nuestra antigua diferencia. 265
      {L-5266} CRISIO
{L-5267}    Orompo, si es tu gusto, comencemos,
{L-5268} pues que juez de la contienda nuestra
{L-5269} tan recto aquí en Marsilio le tendremos.
      {L-5270} MARSILIO
{L-5271}    Indicio dais y conocida muestra
{L-5272} del error en que os trae tan embebidos 270
{L-5273} esa vana opinión notoria vuestra,
{L-5274}    pues queréis que a los míos {L-5275} preferidos
{L-5276} vuestros dolores tan pequeños sean,
{L-5277} harto llorados más que conocidos.
{L-5278}    Mas porque el suelo y cielo juntos vean 275
{L-5279} cuánto vuestro dolor es menos grave
{L-5280} que las ansias que el alma me rodean,
{L-5281}    la más pequeña que en mi pecho {L-5282} cabe
{L-5283} pienso mostrar en vuestra competencia,
{L-5284} así como mi ingenio torpe sabe; 280
{L-5285}    y dejaré a vosotros la sentencia
{L-5286} y el juzgar si mi mal es muy más fuerte
{L-5287} que el riguroso de la larga ausencia
{L-5288}    o el amargo, espantoso de la muerte,
{L-5289} de quien entrambos os quejáis sin tiento 285
{L-5290} llamando dura y corta a vuestra suerte.
      {L-5291} OROMPO
{L-5292}    De eso yo soy, Marsilio, muy contento,
{L-5293} pues la razón que tengo de mi parte
{L-5294} el triunfo le asegura a mi tormento.
      {L-5295} CRISIO
{L-5296}    Aunque de exagerar me falta el arte, 290
{L-5297} veréis, cuando yo os muestre mi tristeza,
{L-5298} cómo quedan las vuestras a una parte.
      {L-5299} MARSILIO
{L-5300}    ¿Qué ausencia llega a la inmortal {L-5301} dureza
{L-5302} de mi pastora, que es, con ser tan dura,
{L-5303} señora universal de la belleza? 295
      {L-5304} OROMPO
{L-5305}    ¡Oh, a qué buen tiempo llega {L-5306} y coyuntura
{L-5307} Orfenio! ¿Veisle? Asoma. Estad atentos;
{L-5308} oiréisle ponderar su desventura.
{L-5309}    Celos es la ocasión de sus tormentos:
{L-5310} celos, cuchillo y ciertos turbadores  300
{L-5311} de las paces de amor y los contentos.
      {L-5312} CRISIO
{L-5313}    Escuchad, que ya canta sus dolores.
      {L-5314} ORFENIO
{L-5315}    ¡Oh sombra escura que contino sigues
{L-5316} a mi confusa, triste fantasía;
{L-5317} enfadosa tiniebla, siempre fría, 305
{L-5318} que a mi contento y a mi luz persigues!
 
{L-5319}    ¿Cuándo será que tu rigor {L-5320} mitigues,
{L-5321} monstruo cruel y rigurosa arpía?
{L-5322} ¿Qué ganas en turbarme la alegría,
{L-5323} o qué bien en quitármele consigues? 310
 
{L-5324}    Mas si la condición de que te arreas
{L-5325} se extiende a pretender quitar la vida
{L-5326} al que te dio la tuya y te ha engendrado,
 
{L-5327}    no me debe admirar que de mí seas,
{L-5328} y de todo mi bien, fiero homicida, 315
{L-5329} sino de verme vivo en tal estado.
      {L-5330} OROMPO
{L-5331}    Si el prado deleitoso,
{L-5332} Orfenio, te es alegre, cual solía
{L-5333} en tiempo más dichoso,
{L-5334} ven, pasarás el día 320
{L-5335} en nuestra lastimada compañía.
 
{L-5336}    Con los tristes el triste
{L-5337} bien ves que se acomoda fácilmente;
{L-5338} ven, que aquí se resiste,
{L-5339} par de esta clara fuente, 325
{L-5340} del levantado sol el rayo ardiente.
 
{L-5341}    Ven, y el usado estilo
{L-5342} levanta, y como sueles te defiende
{L-5343} de Crisio y de Marsilio,
{L-5344} que cada cual pretende 330
{L-5345} mostrar que sólo es mal el que le ofende.
 
{L-5346}    Yo solo en este caso
{L-5347} contrario habré de ser a ti y a ellos,
{L-5348} pues los males que paso
{L-5349} bien podré encarecellos, 335
{L-5350} mas no mostrar la menor parte de ellos.
      {L-5351} ORFENIO
{L-5352}    No al gusto le es sabrosa
{L-5353} así a la corderuela deshambrida
{L-5354} la hierba, ni gustosa
{L-5355} salud restituida 340
{L-5356} a aquel que ya la tuvo por perdida,
 
{L-5357}    como es a mí sabroso
{L-5358} mostrar en la contienda que se ofrece
{L-5359} que el dolor riguroso
{L-5360} que el corazón padece 345
{L-5361} sobre el mayor del suelo se engrandece.
 
{L-5362}    Calle su mal sobrado
{L-5363} Orompo; encubra Crisio su dolencia;
{L-5364} Marsilio esté callado:
{L-5365} muerte, desdén ni ausencia 350
{L-5366} no tengan con los celos competencia.
 
{L-5367}    Pero si el Cielo quiere
{L-5368} que hoy salga a campo la contienda nuestra,
{L-5369} comience el que quisiere,
{L-5370} y dé a los otros muestra 355
{L-5371} de su dolor con torpe lengua o diestra:
 
{L-5372}    que no está en la elegancia
{L-5373} y modo de decir el fundamento
{L-5374} y principal sustancia
{L-5375} del verdadero cuento, 360
{L-5376} que en la pura verdad tiene su asiento.
      {L-5377} CRISIO
{L-5378}    Siento, pastor, que tu arrogancia mucha
{L-5379} en esta lucha de pasiones nuestras
{L-5380} dará mil muestras de tu desvarío.
      {L-5381} ORFENIO
{L-5382}    Tiempla ese brío o muéstralo {L-5383} a su tiempo, 365
{L-5384} que es pasatiempo, Crisio, tu congoja:
{L-5385} que el que mal afloja con volver el paso
{L-5386} no hay que hacer caso de su sentimiento.
      {L-5387} CRISIO
{L-5388}    Es mi tormento tan extraño y fiero,
{L-5389} que presto espero que tú mesmo digas 370
{L-5390} que a mis fatigas no se iguala alguna.
      {L-5391} MARSILIO
{L-5392}    Desde la cuna soy yo desdichado.
      {L-5393} OROMPO
{L-5394}    Aun engendrado creo que no estaba,
{L-5395} cuando sobraba en mí la desventura.
      {L-5396} ORFENIO
{L-5397}    En mí se apura la mayor desdicha. 375
      {L-5398} CRISIO
{L-5399}    Tu mal es dicha comparado al mío.
{L-5400} MARSILIO
{L-5401}    Opuesto al brío de mi mal extraño,
{L-5402} es gloria el daño que a vosotros daña.
     

{L-5403} OROMPO
{L-5404}    Esta maraña quedará muy {L-5405} clara
{L-5406} cuando a la clara mi dolor descubra. 380
{L-5407} Ninguno encubra ahora su tormento,
{L-5408} que yo del mío doy principio al cuento:
 
  {L-5409}    Mis esperanzas, que fueron
{L-5410} sembradas en parte buena,
{L-5411} dulce fruto prometieron, 385
{L-5412} y, cuando darle quisieron,
{L-5413} convirtióle el Cielo en pena.
{L-5414} Vi su flor maravillosa
{L-5415} en mil muestras deseosa
{L-5416} de darme una rica suerte, 390
{L-5417} y en aquel punto la muerte
{L-5418} cortómela de envidiosa.
 
{L-5419}    Yo quedé cual labrador
{L-5420} que del trabajo contino
{L-5421} de su espaciosa labor 395
{L-5422} fruto amargo de dolor
{L-5423} le concede su destino;
{L-5424} y aun le quita la esperanza
{L-5425} de otra nueva buena andanza,
{L-5426} porque cubrió con la tierra 400
{L-5427} el Cielo donde se encierra
{L-5428} de su bien la confianza.
 
{L-5429} Pues si a término he llegado
{L-5430} que de tener gusto o gloria
{L-5431} vivo ya desesperado, 405
{L-5432} de que yo soy más penado
{L-5433} es cosa cierta y notoria:
{L-5434} que la esperanza asegura
{L-5435} en la mayor desventura
{L-5436} un dichoso fin que viene; 410
{L-5437} mas ¡ay de aquel que la tiene
{L-5438} cerrada en la sepultura!
            {L-5439} MARSILIO
{L-5440}    Yo, que el humor de mis ojos
{L-5441} siempre derramado ha sido
{L-5442} en lugar donde han nacido 415
{L-5443} cien mil espinas y abrojos
{L-5444} que el corazón me han herido;
{L-5445} yo sí soy el desdichado,
{L-5446} pues con nunca haber mostrado
{L-5447} un momento el rostro enjuto, 420
{L-5448} ni hoja, ni flor, ni fruto
{L-5449} he del trabajo sacado.
 
{L-5450}    Que si alguna muestra viera
{L-5451} de algún pequeño provecho,
{L-5452} sosegárase mi pecho, 425
{L-5453} y, aunque nunca se cumpliera,
{L-5454} quedara al fin satisfecho,
{L-5455} por que viera que valía
{L-5456} mi enamorada porfía
{L-5457} con quien es tan desabrida, 430
{L-5458} que a mi hielo está encendida
{L-5459} y a mi fuego, helada y fría.
   
{L-5460}    Pues si es el trabajo vano
{L-5461} de mi llanto y sospirar,
{L-5462} y de él no pienso cesar, 435
{L-5463} a mi dolor inhumano,
{L-5464} ¿cuál se le podrá igualar?
{L-5465} Lo que tu dolor concierta
{L-5466} es que está la causa muerta,
{L-5467} Orompo, de tu tristeza; 440
{L-5468} la mía, en más entereza,
{L-5469} cuanto más me {L-5470} desconcierta.
               {L-5471} CRISIO
{L-5472}    Yo, que tiniendo en sazón
{L-5473} el fruto que se desvía
{L-5474} a mi contina pasión, 445
{L-5475} una súbita ocasión
{L-5476} de gozarle me desvía,
{L-5477} muy bien podré ser llamado
{L-5478} sobre todos desdichado,
{L-5479} pues que vendré a perecer, 450
{L-5480} pues no puedo parecer
{L-5481} adonde el alma he dejado.
 
{L-5482}    Del bien que lleva la muerte
{L-5483} el no poder recobrallo
{L-5484} en alivio se convierte, 455
{L-5485} y un corazón duro y fuerte
{L-5486} el tiempo suele ablandallo.
{L-5487} Mas en ausencia se siente,
{L-5488} con un extraño accidente,
{L-5489} sin sombra de ningún bien, 460
{L-5490} celos, muertes y desdén,
{L-5491} que esto y más teme el ausente.
 
{L-5492}    Cuanto tarda el cumplimiento
{L-5493} de la cercana esperanza,
{L-5494} aflige más el tormento, 465
{L-5495} y allí llega el sufrimiento
{L-5496} adonde ella nunca alcanza.
{L-5497} En las ansias desiguales,
{L-5498} el remedio de los males
{L-5499} es el no esperar remedio; 470
{L-5500} mas carecen de este medio
{L-5501} las de ausencias, {L-5502} más mortales.
               {L-5503} ORFENIO
{L-5504}    El fruto que fue sembrado
{L-5505} por mi trabajo contino,
{L-5506} a dulce sazón llegado, 475
{L-5507} fue con próspero destino
{L-5508} en mi poder entregado.
{L-5509} Y apenas pude llegar
{L-5510} a términos tan sin par,
{L-5511} cuando vine a conocer 480
{L-5512} la ocasión de aquel placer
{L-5513} ser para mí de pesar.
 
{L-5514}    Yo tengo el fruto en la mano,
{L-5515} y el tenerle me fatiga,
{L-5516} porque en mi mal inhumano, 485
{L-5517} a la más granada espiga
{L-5518} la roe un fiero gusano.
{L-5519} Aborrezco lo que quiero,
{L-5520} y por lo que vivo muero,
{L-5521} y yo me fabrico y pinto 490
{L-5522} un revuelto laberinto
{L-5523} de do salir nunca espero.
 
{L-5524}    Busco la muerte en mi daño,
{L-5525} que ella es Vida a mi dolencia;
{L-5526} con la verdad más me engaño, 495
{L-5527} y en ausencia y en presencia
{L-5528} va creciendo un mal tamaño.
{L-5529} No hay esperanza que acierte
{L-5530} a remediar mal tan fuerte,
{L-5531} ni por estar ni alejarme 500
{L-5532} es imposible apartarme
{L-5533} de esta triste, viva muerte.
            {L-5534} OROMPO
{L-5535}    ¿No es error conocido
{L-5536} decir que el daño que la muerte hace,
{L-5537} por ser tan extendido, 505
{L-5538} en parte satisface,
{L-5539} pues la esperanza quita
{L-5540} que el dolor administra y solicita?
 
{L-5541}    Si de la gloria muerta
{L-5542} no se quedara viva la memoria 510
{L-5543} que el gusto desconcierta,
{L-5544} es cosa ya notoria
{L-5545} que, el no esperar tenella,
{L-5546} tiempla el dolor en parte de perdella.
 
{L-5547}    Pero si está presente 515
{L-5548} la memoria del bien ya fenecido,
{L-5549} más viva y más ardiente
{L-5550} que cuando poseído,
{L-5551} ¿quién duda que esta pena
{L-5552} no está más que otras, de miserias llena? 520
            {L-5553} MARSILIO
{L-5554}    Si a un pobre caminante
{L-5555} le sucediese, por extraña vía,
{L-5556} huírsele delante,
{L-5557} al fenecer del día,
{L-5558} el albergue esperado 525
{L-5559} y con vana presteza procurado,
{L-5560} quedaría, sin duda,
{L-5561} confuso del temor que allí le ofrece.
{L-5562} la escura noche y muda;
{L-5563} y más si no amanece, 530
{L-5564} que el cielo a su ventura
{L-5565} no concede la luz serena y pura.
 
{L-5566}    Yo soy el que camino
{L-5567} para llegar a un albergue venturoso,
{L-5568} y, cuando más vecino 535
{L-5569} pienso estar del reposo,
{L-5570} cual fugitiva sombra,
{L-5571} el bien me huye y el dolor me asombra.
            {L-5572} CRISIO
{L-5573}    Cual raudo y hondo río
{L-5574} suele impedir al caminante el paso, 540
{L-5575} y al viento, nieve y frío
{L-5576} le tiene en campo raso,
{L-5577} y el albergue delante
{L-5578} se le muestra de allí poco distante,
{L-5579} tal mi contento un impide 545
{L-5580} esta penosa y tan prolija ausencia,
{L-5581} que nunca se comide
{L-5582} a aliviar su dolencia,
{L-5583} y casi ante mis ojos
{L-5584} veo quien remediara mis enojos. 100%
 
{L-5585}    Y el ver de mis dolores
{L-5586} tan cerca la salud, tanto me aprieta
{L-5587} que los hace mayores,
{L-5588} pues por causa secreta,
{L-5589} cuando el bien es cercano, 555
{L-5590} tanto más lejos huye de mi mano.
            {L-5591} ORFENIO
{L-5592}    Mostróseme a la vista
{L-5593} un rico albergue, de mil bienes lleno;
{L-5594} triunfé de su conquista,
{L-5595} y cuando más sereno 560
{L-5596} se me mostraba el hado,
{L-5597} vilo en escuridad negra cambiado.
 
{L-5598}    Allí donde consiste
{L-5599} el bien de los amantes bien queridos,
{L-5600} allí mi mal asiste; 565
{L-5601} allí se ven unidos
{L-5602} los males y desdenes,
{L-5603} donde suelen estar todos los bienes.
 
{L-5604}    Dentro de esta morada
{L-5605} estoy, de do salir nunca procuro, 570
{L-5606} por mi dolor fundada
{L-5607} de tan extraño muro,
{L-5608} que pienso que le abaten
{L-5609} cuantos le quieren, miran y combaten.
            {L-5610} OROMPO
{L-5611}    Antes el sol acabará el camino 575
{L-5612} que es propio suyo, dando vuelta al cielo
{L-5613} después de haber tocado en cada signo,
 
{L-5614}    que la parte menor de nuestro duelo
{L-5615} podamos declarar como se siente,
{L-5616} por más que bien hablar levante el vuelo. 580
 
{L-5617}    Tú dices, Crisio, que el que vive ausente
{L-5618} muere; yo, que estoy muerto, pues mi vida
{L-5619} a muerte la entregó el hado inclemente.
 
{L-5620}    Y tú, Marsilio, afirmas que perdida
{L-5621} tienes de gusto y bien toda esperanza, 585
{L-5622} pues un fiero desdén es tu homicida.
 
{L-5623}    Tú repites, Orfenio, que la lanza
{L-5624} aguda de los celos te transpasa,
{L-5625} no sólo el pecho, que hasta el alma alcanza.
 
{L-5626}    Y como el uno lo que el otro pasa 590
{L-5627} no siente, su dolor so o exagera,
{L-5628} y piensa que al rigor del otro pasa.
 
{L-5629}    Y, por nuestra contienda lastimera,
{L-5630} de tristes argumentos está llena
{L-5631} del caudaloso Tajo la ribera. 595
 
{L-5632}    Ni por esto desmengua nuestra pena;
{L-5633} antes, por el tratar la llaga tanto,
{L-5634} a mayor sentimiento nos condena.
 
{L-5635}    Cuanto puede decir la lengua, y cuanto
{L-5636} pueden pensar los tristes pensamientos, 600
{L-5637} es ocasión de renovar el llanto.
 
{L-5638}    Cesen, pues, los agudos argumentos,
{L-5639} que en fin no hay mal que no fatigue y pene,
{L-5640} ni bien que dé siguros los contentos.
 
{L-5641}    ¡Harto mal tiene quien su vida tiene 605
{L-5642} cerrada en una estrecha sepultura,
{L-5643} y en soledad amarga se mantiene!
 
{L-5644}    ¡Desdichado del triste sin ventura
{L-5645} que padece de celos la dolencia,
{L-5646} con quien no valen fuerzas ni cordura! 610
 
{L-5647}    ¡Y aquel que en el rigor de larga ausencia
{L-5648} pasa los tristes, miserables días,
{L-5649} llegado al flaco arrimo de paciencia!
 
{L-5650}    ¡Y no menos aquel que en sus porfías
{L-5651} siente, cuando más arde, en su pastora 615
{L-5652} entrañas duras e intenciones frías!
            {L-5653} CRISIO
{L-5654}    Hágase lo que pide Orompo agora,
{L-5655} pues ya de recoger nuestro ganado
{L-5656} se va llegando a más andar a hora.
 
{L-5657}    Y, en tanto que al albergue acostumbrado  620
{L-5658} llegamos, y que el sol claro se aleja,
{L-5659} escondiendo su faz del verde prado,
 
{L-5660}    con voz amarga y lamentable queja,
{L-5661} al son de los acordes instrumentos,
{L-5662} cantemos el dolor que nos aqueja. 625
            {L-5663} MARSILIO
{L-5664}    Comienza, pues, oh Crisio, y tus acentos
{L-5665} lleguen a los oídos de Claraura,
llevados mansamente de los vientos,
{L-5666} como a quien todo tu dolor restaura.
            {L-5667} CRISIO
{L-5668}    Al que ausencia viene a dar 630
{L-5669} su cáliz triste a beber,
{L-5670} no tiene mal que temer,
{L-5671} ni ningún bien que esperar.
 
{L-5672}    En esta amarga dolencia
{L-5673} no hay mal que no esté cifrado: 635
{L-5674} temor de ser olvidado,
{L-5675} celos de ajena presencia.
 
{L-5676}    Quien la viniere a probar,
{L-5677} luego vendrá a conocer
{L-5678} que no hay mal de que temer, 640
{L-5679} ni menos bien que esperar.
            {L-5680} OROMPO
{L-5681}    Ved si es mal el que me aqueja
{L-5682} más que muerte conocida,
{L-5683} pues forma quejas la vida
{L-5684} de que la muerte la deja. 645
 
{L-5685}    Cuando la muerte llevó
{L-5686} toda mi gloria y contento,
{L-5687} por darme mayor tormento
{L-5688} con la vida me dejó.
 
{L-5689}    El mal viene, el bien se aleja 650
{L-5690} con tan ligera corrida
{L-5691} que forma quejas la vida
{L-5692} de que la muerte la deja.
            {L-5693} MARSILIO
{L-5694}    En mi terrible pesar
{L-5695} ya faltan, por más enojos, 655
{L-5696} las lágrimas a los ojos
{L-5697} y el aliento al sospirar.
 
{L-5698}    La ingratitud y desdén
{L-5699} me tienen ya de tal suerte,
{L-5700} que espero y llamo a la muerte 660
{L-5701} por más vida y por más bien.
 
{L-5702}    Poco se podrá tardar,
{L-5703} pues faltan en mis enojos
{L-5704} las lágrimas a los ojos
{L-5705} y el aliento al sospirar. 665
            {L-5706} ORFENIO
{L-5707}    Celos, a fe, si pudiera,
{L-5708} que yo hiciera por mejor
{L-5709} que fueran celos, amor
{L-5710} y que el amor, celos fuera.
 
{L-5711}    De este trueco granjeara 670
{L-5712} tanto bien y tanta gloria
{L-5713} que la palma y la victoria
{L-5714} de enamorado llevara.
 
{L-5715}    Y aun fueran de tal manera
{L-5716} los celos en mi favor, 675
{L-5717} que, a ser los celos amor,
{L-5718} el amor yo solo fuera.

{L-5719}      Con esta última canción del celoso {L-5720} Orfenio dieron fin a su égloga los discretos pastores, dejando satisfechos {L-5721} de su discreción a todos los que escuchado los habían, especialmente {L-5722} a Damón y a Tirsi, que gran contento en oírlos recibieron, {L-5723} pareciéndoles que más que de pastoril ingenio parecían {L-5724} las razones y argumentos que para salir con su propósito los cuatro {L-5725} pastores habían propuesto. Pero habiéndose movido contienda {L-5726} entre muchos de los circunstantes sobre cuál de los cuatro había {L-5727} alegado mejor de su derecho, en fin se vino a conformar el parecer de todos {L-5728} con el que dio el discreto Damón diciéndoles que él {L-5729} para sí tenía que, entre todos los disgustos y sinsabores {L-5730} que el amor trae consigo, ninguno fatiga tanto al enamorado pecho como {L-5731} la incurable pestilencia de los celos, y que no se podían igualar {L-5732} a ella la pérdida de Orompo, ausencia de Crisio ni la desconfianza {L-5733} de Marsilio.

{L-5734}      -La causa es -dijo- que no cabe en razón {L-5735} natural que las cosas que están imposibilitadas de alcanzarse puedan {L-5736} por largo tiempo apremiar la voluntad a quererlas ni fatigar al deseo por {L-5737} alcanzarlas, porque el que tuviese voluntad y deseo de alcanzar lo imposible, {L-5738} claro está que cuanto más el deseo le sobrase, tanto más {L-5739} el entendimiento le faltaría. Y por esta mesma razón digo {L-5740} que la pena que Orompo padece no es sino una lástima y compasión {L-5741} del bien perdido; y por haberle perdido de manera que no es posible tomarle {L-5742} a cobrar, esta imposibilidad ha de ser causa para que su dolor se acabe, {L-5743} que, puesto que el humano entendimiento no puede estar tan unido siempre {L-5744} con la razón que deje de sentir la pérdida del bien que cobrar {L-5745} no se puede; y que, en efecto, ha de dar muestras de su sentimiento con {L-5746} tiernas lágrimas, ardientes sospiros y lastimosas palabras, so pena {L-5747} de que quien esto no hiciese antes por bruto que por hombre racional sería {L-5748} tenido; en fin, fin: el discurso del tiempo cura esta dolencia, la razón {L-5749} la mitiga y las nuevas ocasiones tienen mucha parte para borrarla de la {L-5750} memoria.

{L-5751}      Todo esto es al revés en el ausencia, {L-5752} como apuntó bien Crisio en sus versos, que, como la esperanza en {L-5753} el ausente ande tan junta con el deseo, dale terrible fatiga la dilación {L-5754} de la tornada, porque, como no le impide otra cosa el gozar su bien sino {L-5755} algún brazo de mar o alguna distancia de tierra, parécele {L-5756} que, tiniendo lo principal, que es la voluntad de la persona amada, que {L-5757} se hace notorio agravio a su gusto que cosas que son tan menos como un {L-5758} poco de agua o tierra le impidan su felicidad y gloria. Júntase {L-5759} asimesmo a esta pena el temor de ser olvidado, las mudanzas de los humanos {L-5760} corazones; y, en tanto que la ausencia dura, sin duda alguna que es extraño {L-5761} el rigor y aspereza con que trata al alma del desdichado ausente, pero {L-5762} como tiene tan cerca el remedio, que consiste en la tomada, puédese {L-5763} llevar con algún alivio su tormento; y si sucediere ser la ausencia {L-5764} de manera que sea imposible volver a la presencia deseada, aquella imposibilidad {L-5765} viene a ser el remedio, como en el de la muerte.

{L-5766}      El dolor de que Marsilio se queja, puesto que {L-5767} es como el mesmo que yo padezco, y por esta causa me había de parecer {L-5768} mayor que otro alguno, no por eso dejaré de decir lo que en él {L-5769} la razón me muestra, antes que aquello a que la pasión me {L-5770} incita: confieso que es terrible dolor querer y no ser querido, pero mayor {L-5771} sería amar y ser aborrecido. Y si los nuevos amadores nos guíasemos {L-5772} por lo que la razón y la experiencia nos enseñan, veríamos {L-5773} que todos los principios en cualquier cosa son dificultosos y que no padece {L-5774} esta regla excepción en los casos de amor, antes en ellos más {L-5775} se confirma y fortalece. Así que quejarse el nuevo amante de la {L-5776} dureza del rebelde pecho de su señora va fuera de todo razonable {L-5777} término, porque como el amor sea y ha de ser voluntario y no forzoso, {L-5778} no debo yo quejarme de no ser querido de quien quiero, ni debo hacer caudal {L-5779} del cargo que le hago diciéndole que está obligada a amarme {L-5780} porque yo la amo: que, puesto que la persona amada debe, en ley de Naturaleza {L-5781} y en buena cortesía, no mostrarse ingrata con quien bien la quiere, {L-5782} no por eso le ha de ser forzoso y de obligación que corresponda {L-5783} del todo y por todo a los deseos de su amante. Que si esto así fuese, {L-5784} mil enamorados importunos habría que por su solicitud alcanzasen {L-5785} lo que quizá no se les debría de derecho; y como el amor {L-5786} tenga por padre al conocimiento, puede ser que no halle en mí la {L-5787} que es de mí bien querida partes tan buenas que la muevan e inclinen {L-5788} a quererme; y así no está obligada, como ya he dicho, a amarme {L-5789} como yo estaré obligado a adorarla, porque hallé en ella {L-5790} lo que a mí me falta. Y por esta razón no debe el desdeñado {L-5791} quejarse de su amada, sino de su ventura, que le negó las gracias {L-5792} que al conocimiento de su señora pudieran mover a bien quererle; {L-5793} y así debe procurar con continos servicios, con amorosas razones, {L-5794} con la no importuna presencia, con las ejercitadas virtudes, adobar y enmendar {L-5795} en él la falta que Naturaleza hizo, que este es tan principal remedio {L-5796} que estoy por afirmar que será imposible dejar de ser amado el que {L-5797} con tan justos medios procurare granjear la voluntad de su señora. {L-5798} Y pues este mal del desdén tiene el bien de este remedio, consuélese {L-5799} Marsilio y tenga lástima al desdichado y celoso Orfenio, en cuya {L-5800} desventura se encierra la mayor que en las de amor imaginarse puede.

{L-5801}      ¡Oh celos, turbadores de la sosegada {L-5802} paz amorosa, celos, cuchillo de las más firmes esperanzas! No sé {L-5803} yo qué pudo saber de linajes el que a vosotros os hizo hijos del {L-5804} amor, siendo tan al revés que por el mesmo caso dejara el amor de {L-5805} serlo si tales hijos engendrara. ¡Oh celos, hipócritas y fementidos {L-5806} ladrones, pues para que se haga cuenta de vosotros en el mundo, en viendo {L-5807} nacer alguna centella de amor en algún pecho, luego procuráis {L-5808} mezclaros con ella volviéndoos de su color, y aun procuráis {L-5809} usurparle el mando y señorío que tiene! Y de aquí {L-5810} nace que, como os ven tan unidos con el amor, puesto que por vuestros efectos {L-5811} dais a conocer que no sois el mesmo amor, todavía procuráis {L-5812} que entienda el ignorante que sois sus hijos, siendo, como lo sois, de {L-5813} una baja sospecha, engendrados de un vil y desastrado temor, criados a {L-5814} los pechos de falsas imaginaciones, crecidos entre vilísimas envidias, {L-5815} sustentados de chismes y mentiras. Y porque se vea la destruición {L-5816} que hace en los enamorados pechos esta maldita dolencia de los rabiosos {L-5817} celos, en siendo el amante celoso, conviene, con paz sea dicho de los celosos {L-5818} enamorados, conviene, digo, que sea, como lo es, traidor, astuto, revoltoso, {L-5819} chismero, antojadizo y aun malcriado; y a tanto se extiende la celosa furia {L-5820} que le señorea, que a la persona que más quiere es a quien {L-5821} más mal desea. Querría el amante celoso que sólo para {L-5822} él su dama fuese hermosa, y fea para todo el mundo; desea que no {L-5823} tenga ojos para ver más de lo que él quisiere, ni ojos para {L-5824} oír ni lengua para hablar; que sea retirada, desabrida, soberbia {L-5825} y mal acondicionada; y aun a veces desea, apretado de esta pasión {L-5826} diabólica, que su dama se muera y que todo se acabe.      {L-5827} Todas estas pasiones engendran los celos en los ánimos de los amantes {L-5828} celosos, al revés de las virtudes que el puro y sencillo amor multiplica {L-5829} en los verdaderos y comedidos amadores, porque en el pecho de un buen enamorado {L-5830} se encierra discreción, valentía, liberalidad, comedimiento {L-5831} y todo aquello que le puede hacer loable a los ojos de las gentes. Tiene {L-5832} más, asimesmo, la fuerza de este crudo veneno: que no hay antídoto {L-5833} que le preserve, consejo que le valga, amigo que le ayude ni disculpa que {L-5834} le cuadre. Todo esto cabe en el enamorado celoso y más: que cualquiera {L-5835} sombra le espanta, cualquiera niñería le turba y cualquier {L-5836} sospecha, falsa o verdadera, le deshace; y a toda esta desventura se le {L-5837} añade otra: que, con las disculpas que le dan, piensa que le engañan. {L-5838} Y no habiendo para la enfermedad de los celos otra medicina que las disculpas, {L-5839} y no queriendo el enfermo celoso admitirlas, síguese que esta enfermedad {L-5840} es sin remedio, y que a todas las demás debe anteponerse. Y así, {L-5841} es mi parecer: que Orfenio es el más penado, pero no el más {L-5842} enamorado, porque no son los celos señales de mucho amor, sino de {L-5843} mucha curiosidad impertinentes. Y si son señales de amor, es como {L-5844} la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener {L-5845} vida, pero vida enferma y maldispuesta, y así el enamorado celoso {L-5846} tiene amor, mas es amor enfermo y mal acondicionado. Y también el {L-5847} ser celoso es señal de poca confianza del valor de sí mesmo; {L-5848} y que sea esto verdad nos lo muestra el discreto y firme enamorado, el {L-5849} cual, sin llegar a la escuridad de los celos, toca en las sombras del temor, {L-5850} pero no se entra tanto en ellas que le escurezcan el sol de su contento, {L-5851} ni de ellas se aparta tanto que le descuiden de andar solícito y {L-5852} temeroso. Que si este discreto temor faltase en el amante, yo le tendría {L-5853} por soberbio y demasiadamente confiado, porque, como dice un común {L-5854} proverbio nuestro: « quien bien ama, teme »; teme, y aun es razón {L-5855} que tema, el amante que, como la cosa que ama es en extremo buena, o a {L-5856} él le pareció serlo, no parezca lo mesmo a los ojos de quien {L-5857} la mirare y por la mesma causa se engendre el amor en otro que pueda y {L-5858} venga a turbar el suyo; teme, y tema el buen enamorado las mudanzas de {L-5859} los tiempos, de las nuevas ocasiones que en su daño podrían {L-5860} ofrecerse, de que con brevedad no se acabe el dichoso estado que goza; {L-5861} y este temor ha de ser tan secreto que no le salga a la lengua para decirle, {L-5862} ni aun a los ojos para significarle. Y hace tan contrarios efectos este {L-5863} temor del que los celos hacen en los pechos enamorados, que cría {L-5864} en ellos nuevos deseos de acrecentar más el amor, si pudiesen; de {L-5865} procurar con toda solicitud que los ojos de su amada no vean en ellos cosa {L-5866} que no sea digna de alabanza, mostrándose liberales, comedidos, {L-5867} galanes, limpios y bien criados; y tanto cuanto este virtuoso temor es {L-5868} justo se alabe, tanto y más es digno que los celos se vituperen.

{L-5869}      Calló en diciendo esto el famoso Damón {L-5870} y llevó tras la suya las contrarias opiniones de algunos que escuchado {L-5871} le habían, dejando a todos satisfechos de la verdad que con tanta {L-5872} llaneza les había mostrado. Pero no se quedara sin respuesta si {L-5873} los pastores Orompo, Crisio, Marsilio y Orfenio hubieran estado presentes {L-5874} a su plática, los cuales, cansados de la recitada égloga, {L-5875} se habían ido a casa de su amigo Daranio.

{L-5876}      Estando todos en esto, ya que los bailes y {L-5877} danzas querían renovarse, vieron que por una parte de la plaza entraban {L-5878} tres dispuestos pastores, que luego de todos fueron conocidos, los cuales {L-5879} eran el gentil Francenio, el libre Lauso y el anciano Arsindo, el cual {L-5880} venía en medio de los dos pastores con una hermosa guirnalda de {L-5881} verde lauro en las manos; y, atravesando por medio de la plaza, vinieron {L-5882} a parar adonde Tirsi, Damón, Elicio y Erastro y todos los más {L-5883} principales pastores estaban, a los cuales con corteses palabras saludaron, {L-5884} y con no menor cortesía fueron de ellos recebidos, especialmente {L-5885} Lauso de Damón, de quien era antiguo y verdadero amigo. Cesando {L-5886} los comedimientos, puestos los ojos Arsindo en Damón y en Tirsi, {L-5887} comenzó a hablar de esta manera:

{L-5888}      -La fama de vuestra sabiduría, que cerca {L-5889} y lejos se extiende, discretos y gallardos pastores, es la que a estos {L-5890} pastores y a mí nos trae a suplicaros queráis ser jueces {L-5891} de una graciosa contienda que entre estos dos pastores ha nacido; y es {L-5892} que, la fiesta pasada, Francenio y Lauso, que están presentes, se {L-5893} hallaron en una conversación de hermosas pastoras, entre las cuales, {L-5894} por pasar sin pesadumbre las horas ociosas del día, entre otros {L-5895} muchos juegos ordenaron el que se llama de los propósitos. Sucedió, {L-5896} pues, que, llegando la vez de proponer y comenzar a uno de estos pastores, {L-5897} quiso la suerte que la pastora que a su lado estaba y a la mano derecha {L-5898} tenía fuese, según él dice, la tesorera de los secretos {L-5899} de su alma, y la que por mas discreta y más enamorada en la opinión {L-5900} de todos estaba. Llegándosele, pues, al oído, le dijo: « Huyendo {L-5901} va la esperanza. » La pastora, sin detenerse en nada, prosiguió {L-5902} adelante, y al decir después cada uno en público lo que al {L-5903} otro había dicho en secreto, hallóse que la pastora había {L-5904} seguido el propósito diciendo: « Tenella con el deseo. » {L-5905} Fue celebrada por los que presentes estaban la agudeza de esta respuesta, {L-5906} pero el que más la solemnizó fue el pastor Lauso, y no menos {L-5907} le pareció bien a Francenio. Y así, cada uno, viendo que {L-5908} lo propuesto y respondido eran versos medidos, se ofreció de glosallos; {L-5909} y después de haberlo hecho, cada cual procura que su glosa a la {L-5910} del otro se aventaje, y, para asegurarse de esto, me quisieron hacer juez {L-5911} de ello. Pero como yo supe que vuestra presencia alegraba nuestras riberas, {L-5912} aconsejé es que a vosotros viniesen, de cuya extremada ciencia y {L-5913} sabiduría cuestiones de mayor importancia pueden bien fiarse. Han {L-5914} seguido ellos mi parecer, y yo he querido tomar trabajo de hacer esta guirnalda {L-5915} para que sea dada en premio al que vosotros, pastores, viéredes {L-5916} que mejor ha glosado.

{L-5917}      Calló Arsindo y esperó la respuesta {L-5918} de los pastores, que fue agradecerle la buena opinión que de ellos {L-5919} tenía, y ofrecerse de ser jueces desapasionados en aquella honrosa {L-5920} contienda. Con este seguro, luego Francenio tomó a repetir los versos {L-5921} y a decir su glosa, que era esta:
 

{L-5922} Huyendo va la esperanza;
{L-5923} tenella con el deseo.

  GLOSA
{L-5924}    Cuando me pienso salvar
{L-5925} en la fe de mi querer,
{L-5926} me vienen luego a espantar 5
{L-5927} las faltas del merecer
{L-5928} y las sobras del pesar.
 
{L-5929}    Muérese la confianza,
{L-5930} no tiene pulsos la vida,
{L-5931} pues se ve en mi mala andanza 10
{L-5932} que, del temor perseguida,
{L-5933} huyendo va la esperanza.
 
{L-5934}    Huye, y llévase consigo
{L-5935} todo el gusto de mi pena,
{L-5936} dejando, por más castigo, 15
{L-5937} las llaves de mi cadena
{L-5938} en poder de mi enemigo.
 
{L-5939}    Tanto se aleja que creo
{L-5940} que presto se hará invisible,
{L-5941} y en su ligereza veo 20
{L-5942} que ni puedo, ni es posible
{L-5943} tenella con el deseo.

     Dicha la glosa de Francenio, Lauso comenzó {L-5944} la suya, que así decía:
 

  {L-5945}    En el punto que os mire,
{L-5946} como tan hermosa os vi,
{L-5947} luego temí y esperé;
{L-5948} pero, en fin, tanto temí,
{L-5949} que con el temor quedé. 5
{L-5950}    De veros, esto se alcanza:
{L-5951} una flaca confianza
{L-5952} y un temor acobardado,
{L-5953} que por no verle a su lado,
{L-5954} huyendo va la esperanza. 10
 
{L-5955}    Y aunque me deja y se va
{L-5956} con tan extraña corrida,
{L-5957} por milagro se verá
{L-5958} que se acabará mi vida
{L-5959} y mi amor no acabará. 15
{L-5960}    Sin esperanza me veo;
{L-5961} mas por llevar el trofeo
{L-5962} de amador sin interese,
{L-5963} no querría, aunque pudiese,
{L-5964} tenella con el deseo. 20

     En acabando Lauso de decir su glosa, {L-5965} dijo Arsindo:

{L-5966}      -Veis aquí, famosos Damón y Tirsi, {L-5967} declarada la causa sobre que es la contienda de estos pastores; sólo {L-5968} resta agora que vosotros deis la guirnalda a quien viéredes que {L-5969} con más justo título la merece: que Lauso y Francenio son {L-5970} tan amigos (y vuestra sentencia será tan justa), que ellos tendrán {L-5971} por bien lo que por vosotros fuere juzgado.

{L-5972}      -No entiendas, Arsindo -respondió Tirsi-, {L-5973} que con tanta presteza, aunque nuestros ingenios fueran de la calidad que {L-5974} tú los imaginas, se puede ni debe juzgar la diferencia, si hay alguna, {L-5975} de estas discretas glosas. Lo que yo sé decir de ellas, y lo que {L-5976} Damón no querrá contradecirme, es que igualmente entrambas {L-5977} son buenas, y que la guirnalda se debe dar a la pastora que dio la ocasión {L-5978} a tan curiosa y loable contienda; y si de este parecer quedáis satisfechos, {L-5979} pagádnosle con honrar las bodas de nuestro amigo Daranio, alegrándolas {L-5980} con vuestras agradables canciones y autorizándolas con vuestra honrosa {L-5981} presencia.

{L-5982}      A todos pareció bien la sentencia de {L-5983} Tirsi; los dos pastores la consintieron y se ofrecieron de hacer lo que {L-5984} Tirsi les mandaba. Pero las pastoras y pastores que a Lauso conocían {L-5985} se maravillaban de ver la libre condición suya en la red amorosa {L-5986} envuelta, porque luego vieron en la amarillez de su rostro, en el silencio {L-5987} de su lengua y en la contienda que con Francenio había tomado, que {L-5988} no estaba su voluntad tan exenta como solía; y andaban entre sí {L-5989} imaginando quién podría ser la pastora que de su libre corazón {L-5990} triunfado había. Quién imaginaba que la discreta Belisa, {L-5991} y quién que la gallarda Leandra, y algunos que la sin par Arminda, {L-5992} moviéndoles a imaginar esto la ordinaria costumbre que Lauso tenía {L-5993} de visitar las cabañas de estas pastoras y ser cada una de ellas {L-5994} para sujetar con su gracia, valor y hermosura otros tan libres corazones {L-5995} como el de Lauso; y de esta duda tardaron muchos días en certificarse, {L-5996} porque el enamorado pastor apenas de sí mesmo fiaba el secreto de {L-5997} sus amores.

{L-5998}      Acabado esto, luego toda la joventud del pueblo {L-5999} renovó las danzas, y los pastoriles instrumentos formaron una agradable {L-6000} música, pero viendo que ya el sol apresuraba su carrera hacia el {L-6001} ocaso, cesaron las concertadas voces, y todos los que allí estaban {L-6002} determinaron de llevar a los desposados hasta su casa; y el anciano Arsindo, {L-6003} por cumplir lo que a Tirsi había prometido, en el espacio que había {L-6004} desde la plaza hasta la casa de Daranio, al son de la zampoña de {L-6005} Erastro, estos versos fue cantando:
 

    ARSINDO
{L-6006}    Haga señales el Cielo
{L-6007} de regocijo y contento
{L-6008} en tan venturoso día;
{L-6009} celébrese en todo el suelo
{L-6010} este alegre casamiento 5
{L-6011} con general alegría.
{L-6012} Cambiese de hoy más el llanto
{L-6013} en suave y dulce canto,
{L-6014} y en lugar de los pesares,
{L-6015} vengan gustos a millares 10
{L-6016} que destierren el quebranto.
 
{L-6017}    Todo el bien suceda en colmo
{L-6018} entre desposados tales,
{L-6019} tan para en uno nacidos;
{L-6020} peras les ofrezca el olmo, 15
{L-6021} cerezas los carrascales,
{L-6022} guindas los mirtos floridos,
{L-6023} hallen perlas en los riscos,
{L-6024} uvas les den los lentiscos,
{L-6025} manzanas los algarrobos, 20
{L-6026} y, sin temor de los lobos,
{L-6027} ensanchen más sus apriscos.
 
{L-6028}    Y sus machorras ovejas
{L-6029} vengan a ser parideras,
{L-6030} con que doblen su ganancia; 25
{L-6031} las solícitas abejas
{L-6032} en los surcos de sus eras
{L-6033} hagan miel en abundancia;
{L-6034} logren siempre su semilla
{L-6035} en el campo y en la villa, 30
{L-6036} cogida a tiempo y sazón;
{L-6037} no entre en sus viñas pulgón,
{L-6038} ni en su trigo la neguilla.
 
{L-6039}    Y dos hijos presto tengan,
{L-6040} tan hechos en paz y amor 35
{L-6041} cuanto pueden desear;
{L-6042} y, en siendo crecidos vengan
{L-6043} a ser el uno doctor,
{L-6044} y otro, cura del lugar.
{L-6045} Sean siempre los primeros 40
{L-6046} en virtudes y en dineros,
{L-6047} que sí serán, y aun señores,
{L-6048} si no salen fiadores
{L-6049} de agudos alcabaleros.
 
{L-6050}    Más años que Sarra vivan, 45
{L-6051} con salud tan confirmada,
{L-6052} que de ello pese al doctor;
{L-6053} y ningún pesar reciban,
{L-6054} ni por hija mal casada,
{L-6055} ni por hijo jugador. 50
{L-6056} Y cuando los dos estén
{L-6057} vicios cual Matusalén,
{L-6058} mueran sin temor de daño,
{L-6059} y háganles su cabo de año
{L-6060} por siempre jamás. Amén. 55

{L-6061}      Con grandísimo gusto fueron escuchados {L-6062} los rústicos versos de Arsindo, en los cuales más se alargara {L-6063} si no lo impidiera el llegar a la casa de Daranio, el cual, convidando {L-6064} a todos los que con él venían, se quedó en ella, sino {L-6065} fue que Galatea y Florisa, por temor que Teolinda de Tirsi y Damón {L-6066} no fuese conocida, no quisieron quedarse a la cena de los desposados. Bien {L-6067} quisieran Elicio y Erastro acompañar a Galatea hasta su casa, pero {L-6068} no fue posible que lo consintiese, y así se hubieron de quedar con {L-6069} sus amigos, y ellas se fueron cansadas de los bailes de aquel día; {L-6070} y Teolinda, con más pena que nunca, viendo que en las solemnes bodas {L-6071} de Daranio, donde tantos pastores habían acudido, sólo su {L-6072} Artidoro faltaba. Con esta penosa imaginación pasó aquella {L-6073} noche en compañía de Galatea y Florisa, que con mas libres {L-6074} y desapasionados corazones la pasaron, hasta que en el nuevo venidero día {L-6075} les sucedió lo que se dirá en el libro que se sigue.

FIN DEL TERCERO LIBRO

{Cuarto libro }

{L-6076}

Cuarto libro

{L-6077}      Con gran deseo esperaba la hermosa Teolinda el {L-6078} venidero día para despedirse de Galatea y Florisa y acabar de buscar {L-6079} por todas las riberas del Tajo a su querido Artidoro, con intención {L-6080} de fenecer la vida en triste y amarga soledad, si fuese tan corta de ventura {L-6081} que del amado pastor alguna nueva no supiese. Llegada, pues, la hora deseada, {L-6082} cuando el sol comenzaba a tender sus rayos por la faz de la tierra, ella {L-6083} se levantó y con lágrimas en sus ojos pidió licencia {L-6084} a las dos pastoras para proseguir su demanda, cuales con muchas razones {L-6085} la persuadieron que en su compañía algunos días más {L-6086} esperase, ofreciéndole Galatea de enviar algún pastor de {L-6087} los de su padre a buscar a Artidoro por todas las riberas del Tajo y por {L-6088} donde se imaginase que podría ser hallado. Teolinda agradeció {L-6089} sus ofrecimientos, pero no quiso hacer lo que le pedían; antes, {L-6090} después de haber mostrado, con las mejores palabras que supo, la {L-6091} obligación en que quedaba de servir todos los días de su {L-6092} vida las obras que de ellas había recebido, abrazándolas {L-6093} con tierno sentimiento, les rogaba que una sola hora no la detuviesen. {L-6094} Viendo, pues, Galatea y Florisa cuán en vano trabajaban en pensar {L-6095} detenerla, le encargaron que de cualquier suceso bueno o malo que en aquella {L-6096} amorosa demanda le sucediese, procurase de avisarlas, certificándola {L-6097} del gusto que de su contento o la pena que de su desgracia recibirían. {L-6098} Teolinda se ofreció ser ella mesma quien las nuevas de su buena {L-6099} dicha trujese, pues las malas no tendría sufrimiento la vida para {L-6100} resistirlas, y así sería excusado que de ella saberse pudiesen. {L-6101} Con esta promesa de Teolinda se satisficieron Galatea y Florisa y determinaron {L-6102} de acompañarla algún trecho fuera del lugar; y así, {L-6103} tomando las dos solos sus cayados y habiendo proveído el zurrón {L-6104} de Teolinda de algunos regalos para el trabajoso camino, se salieron con {L-6105} ella del aldea a tiempo que ya los rayos del sol más derechos y {L-6106} con más fuerzas comenzaban a herir la tierra.

{L-6107}      Y habiéndola acompañado casi {L-6108} media legua del lugar, al tiempo que ya querían volverse y dejarla, {L-6109} vieron atravesar por una quebrada que poco desviada de ellas estaba cuatro {L-6110} hombres de a caballo y algunos de a pie, que luego conocieron ser cazadores {L-6111} en el hábito y en los halcones y perros que llevaban. Y estándolos {L-6112} con atención mirando por ver si los conocían, vieron salir {L-6113} de entre unas espesas matas que cerca de la quebrada estaban dos pastoras {L-6114} de gallardo talle y brío. Traían los rostros rebozados con {L-6115} dos blancos lienzos; y alzando la una de ellas la voz, pidió a los {L-6116} cazadores que se detuviesen, los cuales así lo hicieron; y, llegándose {L-6117} entrambas a uno de ellos, que en su talle y postura el principal de todos {L-6118} parecía, le asieron las riendas del caballo y estuvieron un poco {L-6119} hablando con él sin que las tres pastoras pudiesen oír palabra {L-6120} de las que decían por la distancia del lugar, que lo estorbaba. {L-6121} Solamente vieron, que, a poco espacio que con él hablaron, el caballero {L-6122} se apeó, y habiendo, a lo que juzgarse pudo, mandado a los que le {L-6123} acompañaban que se volviesen, quedando sólo un mozo con el {L-6124} caballo, trabó a las dos pastoras de las manos y poco a poco comenzó {L-6125} a entrar con ellas por medio de un cerrado bosque que allí estaba; {L-6126} lo cual visto por las tres pastoras, Galatea, Florisa y Teolinda, determinaron {L-6127} de ver, si pudiesen, quién eran las disfrazadas pastoras y el caballero {L-6128} que las llevaba; y así acordaron de rodear por una parte del bosque, {L-6129} y mirar si podían ponerse en alguna que pudiese serlo para satisfacerles {L-6130} de lo que deseaban. Y haciéndolo así como pensado lo habían, {L-6131} atajaron al caballero y a las pastoras; y mirando Galatea por entre las {L-6132} ramas lo que hacían, vio que, torciendo sobre la mano derecha, se {L-6133} emboscaban en lo más espeso del bosque, y luego por sus mesmas pisadas {L-6134} les fueron siguiendo hasta que el caballero y las pastoras, pareciéndoles {L-6135} estar bien adentro del bosque, en medio de un estrecho pradecillo que de {L-6136} infinitas breñas estaba rodeado, se pararon. Galatea y sus compañeras {L-6137} se llegaron tan cerca que, sin ser vistas ni sentidas, veían todo {L-6138} lo que el caballero y las pastoras hacían y decían, las cuales, {L-6139} habiendo mirado a una y a otra parte por ver si podrían ser vistas {L-6140} de alguno, aseguradas de esto, la una se quitó el rebozo, y apenas {L-6141} se le hubo quitado cuando de Teolinda fue conocida y, llegándose {L-6142} al oído de Galatea, le dijo con la más baja voz que pudo:

{L-6143}      -Extrañísima ventura es esta, {L-6144} porque, si no es que con la pena que traigo he perdido el conocimiento, {L-6145} sin duda alguna aquella pastora que se ha quitado el rebozo es la bella {L-6146} Rosaura, hija de Roselio, señor de una aldea que a la nuestra está {L-6147} vecina; y no se qué pueda ser la causa que la haya movido a ponerse {L-6148} en tan extraño traje y a dejar su tierra, cosas que tan en perjuicio {L-6149} de su honestidad se declaran. Mas, ay, desdichada -añadió {L-6150} Teolinda-, que el caballero que con ella está es Grisaldo, hijo {L-6151} mayor del rico Laurencio, que junto a esta vuestra aldea tiene otras dos {L-6152} suyas.

{L-6153}      -Verdad dices, Teolinda -respondió Galatea-, {L-6154} que yo le conozco, pero calla y sosiégate, que presto veremos con {L-6155} qué intento ha sido aquí su venida.

{L-6156}      Quietóse con esto Teolinda y con atención {L-6157} se puso a mirar lo que Rosaura hacía, la cual, llegándose {L-6158} al caballero, que de edad de veinte años parecía, con voz {L-6159} turbada y airado semblante le comenzó a decir:

{L-6160}      -En parte estamos, fementido caballero, donde {L-6161} podré tomar de tu desamor y descuido la deseada venganza. Pero aunque {L-6162} yo la tomase de ti tal que la vida te costase, poca recompensa sería {L-6163} al daño que me tienes hecho. Vesme aquí, desconocido Grisaldo, {L-6164} desconocida por conocerte; ves aquí que ha mudado el traje por buscarte {L-6165} la que nunca mudó la voluntad de quererte. Considera, ingrato y {L-6166} desamorado que la que apenas en su casa y con sus criadas sabía {L-6167} mover el paso, agora por tu causa anda de valle en valle y de sierra en {L-6168} sierra con tanta soledad buscando tu compañía.

{L-6169}      Todas estas razones que la bella Rosaura decía {L-6170} las escuchaba el caballero con los ojos hincados en el suelo y haciendo {L-6171} rayas en la tierra con la punta de un cuchillo de monte que en la mano {L-6172} tenía. Pero no contenta Rosaura con lo dicho, con semejantes palabras {L-6173} prosiguió su plática:

{L-6174}      -Dime: ¿conoces, por ventura, conoces, {L-6175} Grisaldo, que yo soy aquella que no ha mucho tiempo que enjugó tus {L-6176} lágrimas, atajó tus sospiros, remedió tus penas y, {L-6177} sobretodo, la que creyó tus palabras? ¿O, por suerte, entiendes {L-6178} tú que eres aquel a quien parecían cortos y de ninguna fuerza {L-6179} todos los juramentos que imaginarse podían, para asegurarme la verdad {L-6180} con que me engañabas? ¿Eres tú acaso, Grisaldo, aquel {L-6181} cuyas infinitas lágrimas ablandaron la dureza del honesto corazón {L-6182} mío? Tú eres, que ya te veo, y yo soy, que ya me conozco. {L-6183} Pero si tú eres Grisaldo, el que yo creo, y yo soy Rosaura, la que {L-6184} tú imaginas, cúmpleme la palabra que me diste; darte he yo {L-6185} la promesa que nunca te he negado. Hanme dicho que te casas con Leopersia, {L-6186} la hija de Marcelio, tan a gusto tuyo que eres tú mesmo el que la {L-6187} procuras; si esta nueva me ha dado pesadumbre, bien se puede ver por lo {L-6188} que he hecho por venir a estorbar el cumplimiento de ella; y si tú {L-6189} la puedes hacer verdadera, a tu conciencia lo dejo. ¿Qué {L-6190} respondes a esto, enemigo mortal de mi descanso? ¿Otorgas, por ventura, {L-6191} callando lo que por el pensamiento sería justo que no te pasase? {L-6192} Alza los ojos ya y ponlos en estos que por su mal te miraron; levántalos {L-6193} y mira a quién engañas, a quién dejas y a quién {L-6194} olvidas. Verás que engañas, si bien lo consideras, a la que {L-6195} siempre te trató verdades, dejas a quien ha dejado a su honra y {L-6196} a sí mesma por seguirte, olvidas a la que jamás te apartó {L-6197} de su memoria. Considera, Grisaldo, que en nobleza no te debo nada, y que {L-6198} en riqueza no te soy desigual, y que te aventajo en la bondad de ánimo {L-6199} y en la firmeza de la fe. Cúmpleme, señor, la que me diste, {L-6200} si te precias de caballero y no te desprecias de cristiano. Mira que si {L-6201} no correspondes lo que me debes, que rogaré al Cielo que te castigue, {L-6202} al fuego que te consuma, al aire que te falte, al agua que te anegue, a {L-6203} la tierra que no te sufra y a mis parientes que me venguen. Mira que si {L-6204} faltas a la obligación que me tienes, que has de tener en mí {L-6205} una perpetua turbadora de tus gustos en cuanto la vida me durare, y aun {L-6206} después de muerta, si ser pudiere, con continuas sombras espantaré {L-6207} tu fementido espíritu y con espantosas visiones atormentaré {L-6208} tus engañadores ojos. Advierte que no pido sino lo que es mío, {L-6209} y que tú ganas en darlo lo que en negarlo pierdes. Mueve agora tu {L-6210} lengua para desengañarme de cuantas veces la has movido para ofenderme.

{L-6211}      Calló diciendo esto la hermosa dama {L-6212} y estuvo un poco esperando a ver lo que Grisaldo respondía, el cual, {L-6213} levantando el rostro, que hasta allí inclinado había tenido, {L-6214} encendido con la vergÜenza que las razones de Rosaura le habían {L-6215} causado, con sosegada voz le respondió de esta manera:

{L-6216}      -Si yo quisiese negar, oh, Rosaura, que no {L-6217} te soy deudor de más de lo que dices, negaría asimesmo que {L-6218} la luz del sol no es clara, y aun diría que el fuego es frío {L-6219} y el aire, duro. Así que en esta parte confieso lo que te debo y {L-6220} que estoy obligado a la paga. Pero que yo confiese que puedo pagarte como {L-6221} quieres, es imposible, porque el mandamiento de mi padre lo ha prohibido, {L-6222} y tu riguroso desdén, imposibilitado; y no quiero en esta verdad {L-6223} poner otro testigo que a ti mesma, como a quien también sabe cuántas {L-6224} veces y con cuántas lágrimas rogué que me aceptases {L-6225} por esposo, y que fueses servida que yo cumpliese la palabra que de serlo {L-6226} te había dado; y tú, por las causas que te imaginaste o por {L-6227} parecerte ser bien corresponder a las vanas promesas de Artandro, jamás {L-6228} quisiste que a tal ejecución se llegase; antes de día en {L-6229} día me ibas entretiniendo y haciendo pruebas de mi firmeza, pudiendo {L-6230} asegurarla de todo punto con admitirme por tuyo. También sabes, {L-6231} Rosaura, el deseo que mi padre tenía de ponerme en estado y la priesa {L-6232} que daba a ello trayendo los ricos, honrosos casamientos que tú {L-6233} sabes; y cómo yo con mil excusas me apartaba de sus importunaciones, {L-6234} dándotelas siempre a ti para que no dilatases más lo que {L-6235} tanto a ti convenía y yo deseaba. Y que, al cabo de todo esto, te {L-6236} dije un día que la voluntad de mi padre era que yo con Leopersia {L-6237} me casase; y tú, en oyendo el nombre de Leopersia, con una furia {L-6238} desesperada me dijiste que más no te hablase y que me casase norabuena {L-6239} con Leopersia o con quien más gusto me diese. Sabes también {L-6240} que te persuadí muchas veces que dejases aquellos celosos devaneos, {L-6241} que yo era tuyo y no de Leopersia, y que jamás quisiste admitir {L-6242} mis disculpas ni condescender con mis ruegos; antes, perseverando en tu {L-6243} obstinación y dureza y en favorecer a Artandro, me enviaste a decir {L-6244} que te daría gusto en que jamás te viese. Yo hice lo que {L-6245} me mandaste, y por no tener ocasión de quebrar tu mandamiento, viendo {L-6246} también que cumplía el de mi padre, determiné de desposarme {L-6247} con Leopersia, o, a lo menos, desposaréme mañana, que así {L-6248} está concertado entre sus parientes y los míos; porque veas, {L-6249} Rosaura, cuán disculpado estoy de la culpa que me pones; y cuán {L-6250} tarde has tú venido en conocimiento de la sinrazón que conmigo {L-6251} usabas. Mas por que no me juzgues de aquí adelante por tan ingrato {L-6252} como en tu imaginación me tienes pintado, mira bien si hay algo {L-6253} en que yo pueda satisfacer tu voluntad, que, como no sea casarme contigo, {L-6254} aventuraré por servirte la hacienda, la vida y la honra.

{L-6255}      En tanto que estas palabras Grisaldo decía, {L-6256} tenía la hermosa Rosaura los ojos clavados en su rostro, vertiendo {L-6257} por ellos tantas lágrimas que daban bien a entender el dolor que {L-6258} en el alma sentía; pero viendo ella que Grisaldo callaba, dando {L-6259} un profundo y doloroso sospiro le dijo:

{L-6260}      -Como no puede caber en tus verdes años {L-6261} tener, oh, Grisaldo, larga y conocida experiencia de los infinitos accidentes {L-6262} amorosos, no me maravillo que un pequeño desdén mío {L-6263} te haya puesto en la libertad que publicas, pero si tú conocieras {L-6264} que los celosos temores son espuelas que hacen salir al amor de su paso, {L-6265} vieras claramente que los que yo tuve de Leopersia, en que yo más {L-6266} te quisiese redundaban. Mas como tú tratabas tan de pasatiempo mis {L-6267} cosas, con la menor ocasión que te imaginaste, descubriste el poco {L-6268} amor de tu pecho y confirmaste las verdaderas sospechas mías; y {L-6269} en tal manera, que me dices que mañana te casas con Leopersia. Pero {L-6270} yo te certifico que antes que a ella lleves al tálamo me has de {L-6271} llevar a mí a la sepultura, si ya no eres tan cruel que niegues {L-6272} de darla al cuerpo de cuya alma fuiste siempre señor absoluto. Y {L-6273} porque claro conozcas y veas que la que perdió por ti su honestidad {L-6274} y puso en detrimento su honra tendrá en poco perder la vida, este {L-6275} agudo puñal que aquí traigo pondrá en efecto mi desesperado {L-6276} y honroso intento, y será testigo de la crueldad que en ese tu fementido {L-6277} pecho encierras.

{L-6278}      Y diciendo esto sacó del seno una desnuda {L-6279} daga, y con gran celeridad se iba a pasar el corazón con ella si {L-6280} con mayor presteza Grisaldo no le tuviera el brazo y la rebozada pastora {L-6281} su compañera no aguijara a abrazarse con ella. Gran rato estuvieron {L-6282} Grisaldo y la pastora primero que quitasen a Rosaura la daga de las manos, {L-6283} la cual a Grisaldo decía:

{L-6284}      -¡Déjame, traidor enemigo, acabar {L-6285} de una vez la tragedia de mi vida sin que tantas tu desamorado desdén {L-6286} me haga probar la muerte!

{L-6287}      -Esa no gustarás tú por mi ocasión {L-6288} -replicó Grisaldo-, pues quiero que mi padre falte antes la palabra {L-6289} que por mí a Leopersia tiene dada, que faltar yo un punto a lo que {L-6290} conozco que te debo. Sosiega el pecho, Rosaura, pues te aseguro que este {L-6291} mío no sabrá desear otra cosa que la que fuere de tu contento.

{L-6292}      Con estas enamoradas razones de Grisaldo resucitó {L-6293} Rosaura de la muerte de su tristeza a la vida de su alegría, y, {L-6294} sin cesar de llorar, se hincó de rodillas ante Grisaldo, pidiéndole {L-6295} las manos en señal de la merced que le hacía.

{L-6296}      Grisaldo hizo lo mesmo y, echándole {L-6297} los brazos al cuello, estuvieron gran rato sin poderse hablar el uno al {L-6298} otro palabra derramando entrambos cantidad de amorosas lágrimas. {L-6299} La pastora arrebozada, viendo el feliz suceso de su compañera, fatigada {L-6300} del cansancio que había tomado en ayudar a quitar la daga a Rosaura, {L-6301} no pudiendo más sufrir el velo, se le quitó, descubriendo {L-6302} un rostro tan parecido al de Teolinda, que quedaron admiradas de verle {L-6303} Galatea y Florisa, pero más lo fue Teolinda, pues, sin poderlo disimular, {L-6304} alzó al voz diciendo:

{L-6305}      -¡Oh, Cielos!, ¿y qué es {L-6306} lo que veo? No es, por ventura, esta mi hermana Leonarda, la turbadora {L-6307} de mi reposo? Ella es, sin duda alguna.

{L-6308}      Y, sin más detenerse, salió de {L-6309} donde estaba, y con ella Galatea y Florisa. Y como la otra pastora viese {L-6310} a Teolinda, luego la conoció y con abiertos brazos se fueron la {L-6311} una a la otra, admiradas de haberse hallado en tal lugar y en tal sazón {L-6312} y coyuntura. Viendo, pues, Grisaldo y Rosaura lo que Leonarda con Teolinda {L-6313} hacía y que habían sido descubiertos de las pastoras Galatea {L-6314} y Florisa, con no poca vergÜenza de que los hubiesen hallado de aquella {L-6315} suerte, se levantaron y, limpiándose las lágrimas, con disimulación {L-6316} y comedimiento recibieron a las pastoras, que luego de Grisaldo fueron {L-6317} conocidas. Mas la discreta Galatea, por volver en siguridad el disgusto {L-6318} que quizá de su vista los dos enamorados habían recibido, {L-6319} con aquel donaire con que ella todas las cosas decía, les dijo:

{L-6320}      -No os pese de nuestra venida, venturosos Grisaldo {L-6321} y Rosaura, pues sólo servirá de acrecentar vuestro contento, {L-6322} pues se ha comunicado con quien siempre le tendrá en serviros. Nuestra {L-6323} ventura ha ordenado que os viésemos, y en parte donde ninguna se {L-6324} nos ha encubierto de vuestros pensamientos; y pues el Cielo los ha traído {L-6325} a término tan dichoso, en satisfacción de ello, asegurad {L-6326} vuestros pechos y perdonad nuestro atrevimiento.

{L-6327}      -Nunca tu presencia, hermosa Galatea -respondió {L-6328} Grisaldo-, dejó de dar gusto do quiera que estuviese; y siendo esta {L-6329} verdad tan conocida, antes quedamos en obligación a tu vista que {L-6330} con desabrimiento de tu llegada.

{L-6331}      Con éstas pasaron otras algunas comedidas {L-6332} razones, harto diferentes de las que entre Leonarda y Teolinda pasaban, {L-6333} las cuales, después de haberse abrazado una y dos veces, con tiernas {L-6334} palabras mezcladas con amorosas lágrimas, la cuenta de su vida se {L-6335} demandaban, tiniendo suspensos mirándolas a todos los que allí {L-6336} estaban, porque se parecían tanto que casi no se podían decir {L-6337} semejantes, sino una mesma cosa; y si no fuera porque el traje de Teolinda {L-6338} era diferente del de Leonarda, sin duda alguna que Galatea y Florisa no {L-6339} supieran diferenciarlas, y entonces vieron con cuánta razón {L-6340} Artidoro se había engañado en pensar que Leonarda Teolinda {L-6341} fuese. Mas viendo Florisa que el sol estaba hacia la mitad del cielo y {L-6342} que sería bien buscar alguna sombra que de sus rayos las defendiese, {L-6343} o a lo menos volverse a la aldea, pues faltándoles la ocasión {L-6344} de apacentar sus ovejas, no debían estarse tanto en el prado, dijo {L-6345} a Teolinda y a Leonarda:

{L-6346}      -Tiempo habrá, pastoras, donde con más {L-6347} comodidad podáis satisfacer nuestros deseos y daros más larga {L-6348} cuenta de vuestros pensamientos; y por agora busquemos a do pasar el rigor {L-6349} de la siesta que nos amenaza: o en una fresca fuente que está a {L-6350} la salida del valle que atrás dejamos, o tornándonos a la {L-6351} aldea, donde será Leonarda tratada con la voluntad que tú, {L-6352} Teolinda, de Galatea y de mí conoces. Y si a vosotras, pastoras, {L-6353} hago sólo este ofrecimiento, no es porque me olvide de Grisaldo {L-6354} y Rosaura, sino porque me parece que a su valor y merecimiento no puedo {L-6355} ofrecerles más del deseo.

{L-6356}      -Este no faltará en mí mientras {L-6357} la vida me durare -respondió Grisaldo-, de hacer, pastora, lo que {L-6358} fuere en tu servicio, pues no se debe pagar con menos la voluntad que nos {L-6359} muestras. Mas, por parecerme que será bien hacer lo que dices y {L-6360} por tener entendido que no ignoráis lo que entre mí y Rosaura {L-6361} ha pasado, no quiero deteneros ni detenerme en referirlo. Sólo os {L-6362} ruego seáis servidas de llevar a Rosaura en vuestra compañía {L-6363} a vuestra aldea, en tanto que yo aparejo en la mía algunas cosas {L-6364} que son necesarias para concluir lo que nuestros corazones desean. Y porque {L-6365} Rosaura quede libre de sospecha, y no la pueda tener jamás de la {L-6366} fe de mi pensamiento, con voluntad considerada mía, siendo vosotras {L-6367} testigos de ella, le doy la mano de ser su verdadero esposo.

{L-6368}      Y diciendo esto tendió la suya y tomó {L-6369} la de la bella Rosaura. Y ella quedó tan fuera de sí de ver {L-6370} lo que Grisaldo hacía, que apenas pudo responderle palabra, sino {L-6371} que se dejó tomar la mano y de allí a un pequeño espacio {L-6372} dijo:

{L-6373}      -A términos me había traído {L-6374} el amor, Grisaldo, señor mío, que, con menos que por mí {L-6375} hicieras, te quedara perpetuamente obligada; pero pues tú has querido {L-6376} corresponder antes a ser quien eres que no a mi merecimiento, haré {L-6377} yo lo que en mí es, que es darte de nuevo el alma en recompensa {L-6378} de este beneficio. Y después, el Cielo, de tan agradecida voluntad, {L-6379} te dé la paga.

{L-6380}      -No más -dijo a esta sazón Galatea-, {L-6381} no más, señores, que, adonde andan las obras tan verdaderas, {L-6382} no han de tener lugar los demasiados comedimientos. Lo que resta es rogar {L-6383} al Cielo que traiga a dichoso fin estos principios, y que en larga y saludable {L-6384} paz gocéis vuestros amores. Y en lo que dices, Grisaldo, que Rosaura {L-6385} venga a nuestra aldea, es tanta la merced que en ello nos haces, que nosotras {L-6386} mesmas te lo suplicamos.

{L-6387}      -De tan buena gana iré en vuestra compañía {L-6388} -dijo Rosaura-, que no sé con qué la encarezca más {L-6389} que con deciros que no sentiré mucho el ausencia de Grisaldo estando {L-6390} en vuestra compañía.

{L-6391}      -Pues, ea -dijo Florisa-, que el aldea es lejos {L-6392} y el sol mucho, y nuestra tardanza de volver a ella notada. Vos, señor {L-6393} Grisaldo, podéis ir a hacer lo que os conviniere, que en casa de {L-6394} Galatea hallaréis a Rosaura, y a estas, una pastora, que no merecen {L-6395} ser llamadas dos las que tanto se parecen.

{L-6396}      -Sea como queréis -dijo Grisaldo.

{L-6397}      Y tomando a Rosaura de la mano, se salieron {L-6398} todos del bosque, quedando concertado entre ellos que otro día enviaría {L-6399} Grisaldo un pastor de los muchos de su padre a avisar a Rosaura de lo que {L-6400} había que hacer; y que, enviando aquel pastor, sin ser notado podría {L-6401} hablar a Galatea o a Florisa y dar la orden que más conviniese. {L-6402} A todas pareció bien este concierto y, habiendo salido del bosque, {L-6403} vio Grisaldo que le estaba esperando su criado con el caballo; y abrazando {L-6404} de nuevo a Rosaura y despidiéndose de las pastoras, se fue acompañado {L-6405} de lágrimas y de los ojos de Rosaura, que nunca de él se {L-6406} apartaron hasta que le perdieron de vista. Como las pastoras solas quedaron, {L-6407} luego Teolinda se apartó con Leonarda con deseo de saber la causa {L-6408} de su venida; y Rosaura, asimesmo, fue contando a Galatea y Florisa la {L-6409} ocasión que la había movido a tomar el hábito de pastora {L-6410} y a venir a buscar a Grisaldo, diciendo:

{L-6411}      -No os causará admiración, hermosas {L-6412} pastoras, el verme a mí en este traje si supiérades hasta {L-6413} do se extiende la poderosa fuerza de amor, la cual no sólo hace {L-6414} mudar el vestido a los que bien quieren, sino la voluntad y el alma de {L-6415} la manera que más es de su gusto; y hubiera yo perdido el mío {L-6416} eternamente si de la invención de este traje no me hubiera aprovechado; {L-6417} porque sabréis, amigas, que estando yo en el aldea de Leonarda, {L-6418} de quien mi padre es señor, vino a ella Grisaldo con intención {L-6419} de estarse allí algunos días ocupado en el sabroso ejercicio {L-6420} de la caza; y por ser mi padre amigo del suyo, ordenó de hospedarle {L-6421} en casa y de hacerle todos los regalos que pudiese. Hízolo así, {L-6422} y la venida de Grisaldo a mi casa fue para sacarme a mí de ella, {L-6423} porque, en efecto, aunque sea a costa de mi vergÜenza, os habré {L-6424} de decir que la vista, la conversación, el valor de Grisaldo hicieron {L-6425} tal impresión en mi alma que, sin saber cómo, a pocos días {L-6426} que él allí estuvo, yo no estuve mas en mí, ni quise {L-6427} ni pude estar sin hacerle señor de mi libertad; pero no fue tan {L-6428} arrebatadamente que primero no estuviese satisfecha que la voluntad de {L-6429} Grisaldo de la mía un punto no discrepaba, según él {L-6430} me lo dio a entender con muchas y muy verdaderas señales. Enterada, {L-6431} pues, yo en esta verdad y viendo cuán bien me estaba tener a Grisaldo {L-6432} por esposo, vine a condescender con sus deseos y a poner en efecto los {L-6433} míos. Y así, con la intercesión de una doncella mía, {L-6434} en un apartado corredor nos vimos Grisaldo y yo muchas veces, sin que nuestra {L-6435} estada solos a más se extendiese que a vernos y a darme él {L-6436} la palabra que hoy con más fuerza delante de vosotras me ha tomado {L-6437} a dar. Ordenó, pues, mi triste ventura que, en el tiempo que yo {L-6438} de tan dulce estado gozaba, vino asimesmo a visitar a mi padre un valeroso {L-6439} caballero aragonés que Artandro se llama, el cual, vencido, a lo {L-6440} que él mostró, de mi hermosura, si alguna tengo, con grandísima {L-6441} solicitud procuró que yo con él me casase sin que mi padre {L-6442} lo supiese. Había en este medio procurado Grisaldo traer a efecto {L-6443} su propósito y mostrándome algo más dura de lo que {L-6444} fuera menester, le iba entretiniendo con palabras, con intención {L-6445} que mi padre saliese al camino de casarme, y que entonces Grisaldo me pidiese {L-6446} por esposa; pero no quería él hacer esto, porque sabía {L-6447} que la voluntad de su padre era casarle con la rica y hermosa Leopersia, {L-6448} que bien debéis conocerla por la fama de su riqueza y hermosura. {L-6449} Vino esto a mi noticia y tomé ocasión de pedirle celos, aunque {L-6450} fingidos, sólo por hacer prueba de la entereza de su fe, y fui tan {L-6451} descuidada, o por mejor decir, tan simple, que, pensando que granjeaba {L-6452} algo en ello, comencé a hacer algunos favores a Artandro, lo cual {L-6453} visto por Grisaldo, muchas veces me significó la pena que recibía {L-6454} de lo que yo con Artandro pasaba, y aun me aviso que, si no era mi voluntad {L-6455} de que él me cumpliese la palabra que me había dado, que {L-6456} no podía dejar de obedecer a la de su padre. A todas estas amonestaciones {L-6457} y avisos respondí yo sin ninguno, llena de soberbia y arrogancia, {L-6458} confiada en que los lazos que mi hermosura habían echado al alma {L-6459} de Grisaldo no podían tan fácilmente ser rompidos ni aun {L-6460} tocados de otra cualquier belleza; mas salióme tan al revés {L-6461} mi confianza como me lo mostró presto Grisaldo, el cual, cansado {L-6462} de mis necios y esquivos desdenes, tuvo por bien de dejarme y venir obediente {L-6463} al mandado de su madre. Pero apenas se hubo él partido de mi aldea {L-6464} y apartado de mi presencia, cuando yo conocí el error en que había {L-6465} caído, y con tanto ahínco me comenzó a fatigar el {L-6466} ausencia de Grisaldo y los celos de Leopersia, que el ausencia de él {L-6467} me acababa y los celos de ella me consumían. Considerando, pues, {L-6468} que si mi remedio se dilataba había de dejar por fuerza en las manos {L-6469} del dolor la vida, determiné de aventurar a perder lo menos, que {L-6470} a mi parecer era la fama, por ganar lo más, que es a Grisaldo; y {L-6471} así, con excusa que di a mi padre de ir a ver una tía mía, {L-6472} señora de otra aldea a la nuestra cercana, salí de mi casa {L-6473} acompañada de muchos criados de mi padre, y llegada a casa de mi {L-6474} tía, le descubrí todo el secreto de mi pensamiento y le rogué {L-6475} fuese servida de que yo me pusiese en este hábito y viniese a hablar {L-6476} a Grisaldo, certificándole que si yo mesma no venía, que {L-6477} tendrían mal suceso mis negocios. Ella me lo concedió, con {L-6478} condición que trujese a Leonarda conmigo como persona de quien ella {L-6479} mucho se fiaba; y enviando por ella a nuestra aldea, y acomodándome {L-6480} de estos vestidos, y advirtiéndonos de algunas cosas que las dos {L-6481} habíamos de hacer, nos despedimos de ella habrá ocho días; {L-6482} y habiendo seis que llegamos a la aldea de Grisaldo, jamás hemos {L-6483} podido hallar lugar de hablarle a solas, como yo deseaba, hasta esta mañana, {L-6484} que supe que venía a caza y le aguardé en el mesmo lugar {L-6485} adonde él se despidió; y he pasado con él todo lo {L-6486} que vosotras, amigas, habéis visto, del cual venturoso suceso quedo {L-6487} tan contenta cuanto es razón lo quede la que tanto lo deseaba. Esta {L-6488} es, pastoras, la historia de mi vida; y si os he cansado en contárosla, {L-6489} echad la culpa al deseo que teníades de saberla, y al mío, {L-6490} que no pudo hacer menos de satisfaceros.

{L-6491}      -Antes quedamos tan obligadas -respondió {L-6492} Florisa a la merced que nos has hecho que, aunque siempre nos ocupemos {L-6493} en servirla, no saldremos de la deuda.

{L-6494}      -Yo soy la que quedo en ella -replicó {L-6495} Rosaura-, y la que procuraré pagarla como mis fuerzas alcanzaren. {L-6496} Pero dejando esto aparte, volved los ojos, pastoras, y veréis los {L-6497} de Teolinda y Leonarda tan llenos de lágrimas que moverán {L-6498} a los vuestros a no dejar de acompañarlos en ellas.

{L-6499}      Volvieron Galatea y Florisa a mirarlas y Vieron {L-6500} ser verdad lo que Rosaura decía; y lo que el llanto de las dos hermanas {L-6501} causaba era que, después de haberle dicho Leonarda a su hermana {L-6502} todo lo que Rosaura había contado a Galatea y a Florisa, le dijo:

{L-6503}      -Sabrás, hermana, que así como {L-6504} tú faltaste de nuestra aldea, se imaginó que te había {L-6505} llevado el pastor Artidoro, que aquel mismo día faltó él {L-6506} también, sin que de nadie se despidiera. Confirmé yo esta {L-6507} opinión en mis padres, porque les conté lo que con Artidoro {L-6508} había pasado en la floresta. Con este indicio creció la sospecha, {L-6509} y mi padre procuraba venir en tu busca y de Artidoro; y en efecto lo pusiera {L-6510} por obra si de allí a dos días no viniera a nuestra aldea {L-6511} un pastor que, al momento que fue visto, todos le tuvieron por Artidoro. {L-6512} Llegando estas nuevas a mi padre de que allí estaba el robador tuyo, {L-6513} luego vino con la justicia adonde el pastor estaba, al cual le preguntaron {L-6514} si te conocía o a dónde te había llevado. El pastor {L-6515} negó con juramento que en toda su vida te había visto, ni {L-6516} sabía qué era lo que le preguntaban. Todos los que estaban {L-6517} presentes se maravillaron de ver que el pastor negaba conocerte, habiendo {L-6518} estado diez días en el pueblo, y hablado y bailado contigo muchas {L-6519} veces; y sin duda alguna creyeron todos que Artidoro era culpado en lo {L-6520} que se le imputaba, y, sin querer admitir disculpa suya ni escucharle palabra, {L-6521} le llevaron a la prisión, donde estuvo algunos días sin que {L-6522} ninguno le hablase, al cabo de los cuales, yéndole a tomar su confesión, {L-6523} tomó a jurar que no te conocía y que en toda su vida había {L-6524} estado más de aquella vez en nuestra aldea, y que mirasen, y esto {L-6525} otras veces lo había dicho, que aquel Artidoro que ellos pensaban {L-6526} ser él por ventura no fuese un hermano suyo que le parecía {L-6527} en tanto extremo como descubriría la verdad cuando les mostrase {L-6528} que se habían engañado tiniendo a él por Artidoro, {L-6529} porque él se llamaba Galercio, hijo de Briseno, natural de la aldea {L-6530} de Grisaldo. Y, en efecto, tantas demostraciones dio y tantas pruebas hizo, {L-6531} que conocieron claramente todos que él no era Artidoro, de que quedaron {L-6532} más admirados; y decían que tal maravilla como la de parecemos {L-6533} yo a ti, y Galercio a Artidoro, no se había visto en el mundo. Esto {L-6534} que de Galercio se publicaba me movió a ir a verle muchas veces {L-6535} a do estaba preso, y fue la vista de suerte que quedé sin ella, {L-6536} a lo menos para mirar cosas que me den gusto en tanto que a Galercio no {L-6537} viere. Pero lo que más mal hay en esto, hermana, es que él {L-6538} se fue de la aldea sin que supiese que llevaba consigo mi libertad, ni {L-6539} yo tuve lugar jamás de decírselo; y así me quedé {L-6540} con la pena que imaginarse puede, hasta que la tía de Rosaura me {L-6541} envió a pedir a mi padre por algunos días, todo a fin de {L-6542} venir a acompañar a Rosaura, de lo que recebí sumo contento {L-6543} por saber que veníamos a la aldea de Galercio, y que allí {L-6544} le podría hacer sabidor de la deuda en que me estaba. Pero he sido {L-6545} tan corta de ventura que ha cuatro días que estamos en su aldea, {L-6546} y nunca le he visto, aunque he preguntado por él, y me dicen que {L-6547} está en el campo con su ganado. He preguntado también por {L-6548} Artidoro, y hanme dicho que, de unos días a esta parte, no parece {L-6549} en el aldea; y por no apartarme de Rosaura, no he tenido lugar de ir a {L-6550} buscar a Galercio, del cual podría ser saber nuevas de Artidoro. {L-6551} Esto es lo que a mí me ha sucedido, y lo demás que has visto, {L-6552} con Grisaldo, después que faltas, hermana, del aldea.

{L-6553}      Admirada quedó Teolinda de lo que su {L-6554} hermana le contaba; pero cuando llegó a saber que en el aldea de {L-6555} Artidoro no se sabía de él nueva alguna, no pudo tener las {L-6556} lágrimas, aunque en parte se consoló creyendo que Galercio {L-6557} sabría nuevas de su hermano; y así determinó ir otro {L-6558} día a buscar a Galercio, doquiera que estuviese. Y habiéndole {L-6559} contado con la más brevedad que pudo a Leonarda todo lo que le había {L-6560} sucedido después que en busca de Artidoro andaba, abrazándola {L-6561} otra vez, se volvió adonde las pastoras estaban, que, un poco desviadas {L-6562} del camino, iban por entre unos árboles que el calor del sol un {L-6563} poco las defendían; y en llegando a ellas, Teolinda les contó {L-6564} todo lo que su hermana le había dicho, con el suceso de sus amores {L-6565} y semejanza de Galercio y Artidoro, de que no poco se admiraron, aunque {L-6566} dijo Galatea:

{L-6567}      -Quien ve la semejanza tan extraña que {L-6568} hay entre ti, Teolinda, y tu hermana, no tiene de qué maravillarse {L-6569} aunque otras vea, pues ninguna, a lo que yo creo, a la vuestra iguala.

{L-6570}      -No hay duda -respondió Leonarda- sino {L-6571} que la que hay entre Artidoro y Galercio es tanta que, si a la nuestra {L-6572} no excede, a lo menos en ninguna cosa se queda atrás.

{L-6573}      -Quiera el Cielo -dijo Florisa- que así {L-6574} como los cuatro os semejáis unos a otros, así os acomodéis {L-6575} y parezcáis en la ventura, siendo tan buena la que la Fortuna conceda {L-6576} a vuestros deseos, que todo el mundo envidie vuestros contentos como admira {L-6577} vuestras semejanzas.

{L-6578}      Replicara a estas razones Teolinda si no lo {L-6579} estorbara una voz que oyeron, que de entre los árboles salía, {L-6580} y parándose todas a escucharla, luego conocieron ser del pastor {L-6581} Lauso, de que Galatea y Florisa grande contento recibieron, porque en extremo {L-6582} deseaban saber de quién andaba Lauso enamorado, y creyeron que de {L-6583} esta duda las sacaría lo que el pastor cantase; y por esta ocasión, {L-6584} sin moverse de donde estaban, con grandísimo silencio le escucharon. {L-6585} Estaba el pastor sentado al pie de un verde sauce, acompañado de {L-6586} solos sus pensamientos y de un pequeño rabel, al son del cual de {L-6587} esta manera cantaba:
 

    LAUSO
{L-6588}    Si yo dijere el bien del pensamiento,
{L-6589} en mal se vuelva cuanto bien poseo,
{L-6590} que no es para decirse el bien que siento.
 
{L-6591}    De mí mesmo se encubra mi deseo,
{L-6592} enmudezca la lengua en esta parte, 5
{L-6593} y en el silencio ponga su trofeo.
 
{L-6594}    Pare aquí el artificio, cese el arte
{L-6595} de exagerar el gusto que en una alma
{L-6596} con mano liberal Amor reparte.
 
{L-6597}    Baste decir que en sosegada calma 10
{L-6598} paso el mar amoroso, confiado
{L-6599} de honesto triunfo y vencedora palma.
 
{L-6600}    Sin saberse la causa, lo causado
{L-6601} se sepa, que es un bien tan sin medida
{L-6602} que sólo para el alma es reservado. 15
 
{L-6603}    Ya tengo nuevo ser, ya tengo vida,
{L-6604} ya puedo cobrar nombre en todo el suelo
{L-6605} de ilustre y clara fama conocida,
 
{L-6606}    que el limpio intento, el amoroso celo
{L-6607} que encierra el pecho enamorado mío, 20
{L-6608} alzarme puede al más subido cielo.
 
{L-6609}    En ti, Silena, espero; en ti confío,
{L-6610} Silena, gloria de mi pensamiento,
{L-6611} norte por quien se rige mi albedrío.
 
{L-6612}    Espero que el sin par entendimiento 25
{L-6613} tuyo levantes a entender que valgo
{L-6614} por fe lo que no está en merecimiento.
 
{L-6615}    Confío que tendrás, pastora, {L-6616} en algo,
{L-6617} después de hacerte cierta la experiencia,
{L-6618} la sana voluntad de un pecho hidalgo. 30
 
{L-6619}    ¿Qué bienes no asegura tu presencia?
{L-6620} ¿Qué males no destierra? ¿Y quién {L-6621} sin ella
{L-6622} sufrirá un punto la terrible ausencia?
 
{L-6623}    ¡Oh, más que la belleza misma {L-6624} bella,
{L-6625} más que la propia discreción discreta, 35
{L-6626} sol a mis ojos y a mi mar estrella!
 
{L-6627}    No la que fue de la nombrada Creta
{L-6628} robada por el falso, hermoso toro
{L-6629} igualó a tu hermosura tan perfeta;
 
{L-6630}    ni aquella que en sus faldas granos de oro 40
{L-6631} sintió llover, por quien después no pudo
{L-6632} guardar el virginal, rico tesoro;
 
{L-6633}    ni aquella que, con brazo airado y crudo,
{L-6634} en la sangre castísima del pecho
{L-6635} tiñó el puñal, en su limpieza, agudo; 45
 
{L-6636}    ni aquella a furor movió y despecho
{L-6637} contra Troya los griegos corazones,
{L-6638} por quien fue el Ilïon roto y deshecho;
 
{L-6639}    ni la que los latinos escuadrones
{L-6640} hizo mover contra la teucra gente, 50
{L-6641} a quien Juno causó tantas pasiones;
 
{L-6642}    ni menos la que tiene diferente
{L-6643} fama de la entereza y el trofeo
{L-6644} con que su honestidad guardó excelente:
 
{L-6645}    digo de aquella que lloró a Siqueo, 55
{L-6646} del mantuano Títiro notada
{L-6647} de vano antojo y no cabal deseo;
 
{L-6648}    no en cuantas tuvo hermosas la pasada
{L-6649} edad, ni la presente tiene agora,
{L-6650} ni en la de por venir será hallada 60
 
{L-6651}    quien llegase ni llegue a mi pastora
{L-6652} en valor, en saber, en hermosura,
{L-6653} en merecer del mundo ser señora.
 
{L-6654}    ¡Dichoso aquel que con firmeza pura
{L-6655} fuere de ti, Silena, bien querido, 65
{L-6656} sin gustar de los celos la amargura!
 
{L-6657}    ¡Amor, que a tanta alteza me has subido,
{L-6658} no me derribes con pesada mano
{L-6659} a la bajeza escura del olvido!
{L-6660} ¡Sé conmigo señor y no tirano! 70

{L-6661}      No cantó más el enamorado pastor {L-6662} ni, por lo que cantado había, pudieron las pastoras venir en conocimiento {L-6663} de lo que deseaban, que puesto que Lauso nombró a Silena en su canto, {L-6664} por este nombre no fue la pastora conocida; y así imaginaron que, {L-6665} como Lauso había andado por muchas partes de España, y aun {L-6666} de toda la Asia y Europa, que alguna pastora forastera sería la {L-6667} que había rendido la libre voluntad suya. Mas volviendo a considerar {L-6668} que le habían visto pocos días atrás triunfar de la {L-6669} libertad y hacer burla de los enamorados, sin duda alguna creyeron que {L-6670} con disfrazado nombre celebraba alguna conocida pastora a quien había {L-6671} hecho señora de sus pensamientos; y así, sin satisfacerse {L-6672} en su sospecha, se fueron hacia el aldea, dejando al pastor en el mesmo {L-6673} lugar do estaba. Mas no hubieran andado mucho, cuando vieron venir de lejos {L-6674} algunos pastores que luego fueron conocidos, porque eran Tirsi, Damón, {L-6675} Elicio, Erastro, Arsindo, Francenio, Crisio, Orompo, Daranio, Orfenio y {L-6676} Marsilio, con todos los más principales pastores de la aldea y, {L-6677} entre ellos, el desamorado Lenio con el lastimado Silerio, los cuales salían {L-6678} a tener la siesta a la fuente de las Pizarras, a la sombra que en aquel {L-6679} lugar hacían las entricadas ramas de los espesos y les árboles. {L-6680} Y antes que los pastores llegasen, tuvieron cuidado Teolinda, Leonarda {L-6681} y Rosaura de rebozarse cada una con un blanco lienzo porque de Tirsi y {L-6682} Damón no fuesen conocidas. Los pastores llegaron, haciendo cortés {L-6683} recibimiento a las pastoras, convidándolas que en su compañía {L-6684} la siesta pasar quisiesen, mas Galatea se excusó con decir que aquellas {L-6685} forasteras pastoras que con ella venían tenían necesidad {L-6686} de ir a la aldea. Con esto se despidió de ellos, llevando tras sí {L-6687} las almas de Elicio y Erastro, y aun las encubiertas pastoras los deseos {L-6688} de conocerlas de cuantos allí estaban.

{L-6689}      Ellas se fueron al aldea y los pastores a la {L-6690} fresca fuente, pero antes que allá llegasen, Silerio se despidió {L-6691} de todos pidiendo licencia para volverse a su ermita; y puesto que Tirsi, {L-6692} Damón, Elicio y Erastro le rogaron que por aquel día con {L-6693} ellos se quedase, jamás lo pudieron acabar con él, antes, {L-6694} abrazándolos a todos, se despidió, encargando y rogando a {L-6695} Erastro que no dejase de verle todas las veces que por su ermita pasase. {L-6696} Erastro se lo prometió; y con esto, torciendo el camino, acompañado {L-6697} de su continua pesadumbre, se volvió a la soledad de su ermita, {L-6698} dejando a los pastores no sin dolor de ver la estrecheza de vida que en {L-6699} tan verdes años había escogido, pero más se sentía {L-6700} entre aquellos que le conocían y sabían la calidad y valor {L-6701} de su persona.

{L-6702}      Llegados los pastores a la fuente, hallaron {L-6703} en ella a tres caballeros y a dos hermosas damas que de camino venían {L-6704} y, fatigados del cansancio y convidados del ameno y fresco lugar, les pareció {L-6705} ser bien dejar el camino que llevaban y pasar allí las calurosas {L-6706} horas de la siesta. Venían con ellos algunos criados, de manera {L-6707} que, en su apariencia, mostraban ser personas de calidad. Quisieron los {L-6708} pastores, así como los vieron, dejarles el lugar desocupado, pero {L-6709} uno de los caballeros, que el principal parecía, viendo que los {L-6710} pastores de comedidos se querían ir a otra parte, les dijo:

{L-6711}      -Si era por ventura vuestro contento, gallardos {L-6712} pastores, pasar la siesta en este deleitoso sitio, no os lo estorbe nuestra {L-6713} compañía, antes nos haced merced de que con la vuestra aumentéis {L-6714} nuestro contento, pues no promete menos vuestra gentil dispusición {L-6715} y manera. Y siendo el lugar, como lo es, tan acomodado para mayor cantidad {L-6716} de gente, haréis agravio a mí y a estas damas si no venís {L-6717} en lo que yo en su nombre y el mío os pido.

{L-6718}      -Con hacer, señor, lo que nos mandas {L-6719} -respondió Elicio-, cumpliremos nuestro deseo, que por agora no {L-6720} se extendía a más que venir a este lugar a pasar en él {L-6721} en buena conversación las enfadosas horas de la siesta; y, aunque {L-6722} fuera diferente nuestro intento, le torciéramos sólo por {L-6723} hacer lo que pides.

{L-6724}      -Obligado quedo -respondió el caballero- {L-6725} a muestras de tanta voluntad; y para más certificarme y obligarme {L-6726} con ella, sentaos, pastores, alrededor de esta fresca fuente, donde, con {L-6727} algunas cosas que estas damas traen para regalo del camino, podáis {L-6728} despertar la sed y mitigarla en fas frescas aguas que esta clara fuente {L-6729} nos ofrece.

{L-6730}      Todos lo hicieron así, obligados de {L-6731} su buen comedimiento. Hasta este punto habían tenido las damas cubiertos {L-6732} los rostros con dos ricos antifaces, pero, viendo que los pastores se quedaban, {L-6733} se descubrieron, descubriendo una belleza extraña que en gran admiración {L-6734} puso a todos los que la vieron, pareciéndoles que, después {L-6735} de la de Galatea, no podía haber en la tierra otra que se igualase. {L-6736} Eran las dos damas igualmente hermosas, aunque la una de ellas, que de {L-6737} más edad parecía, a la más pequeña en cierto {L-6738} donaire y brío se aventajaba. Sentados, pues, y acomodados todos, {L-6739} el segundo caballero, que hasta entonces ninguna cosa había hablado, {L-6740} dijo:

{L-6741}      -Cuando me paro a considerar, agradables pastores, {L-6742} la ventaja que hace al cortesano y soberbio trato el pastoral y humilde {L-6743} vuestro, no puedo dejar de tener lástima a mí mesmo y a vosotros, {L-6744} una honesta envidia.

{L-6745}      -¿Por qué dices eso, amigo Darinto? {L-6746} -dijo el otro caballero.

{L-6747}      -Dígolo, señor -replicó {L-6748} estotro-, porque veo con cuánta curiosidad vos y yo (y los que siguen {L-6749} el trato nuestro) procuramos adornar las personas, sustentar los cuerpos {L-6750} y aumentar las haciendas, y cuán poco viene a lucirnos, pues la {L-6751} púrpura, el oro, el brocado que sobre nuestros cuerpos echamos, {L-6752} como los rostros están marchitos de los mal degiridos manjares, {L-6753} comidos a deshoras, y tan costosos como mal gastados, ninguna cosa nos {L-6754} adornan ni pulen ni son parte para que más bien parezcamos a los {L-6755} ojos de quien nos mira; todo lo cual puedes ver diferente en los que siguen {L-6756} el rústico ejercicio del campo, haciendo experiencia en los que {L-6757} tienes delante, los cuales podría ser, y aun es así, que {L-6758} se hubiesen sustentado y sustentan de manjares simples y en todo contrarios {L-6759} de la vana compostura de los nuestros. Y, con todo eso, mira el moreno {L-6760} de sus rostros, que promete más entera salud que la blancura quebrada {L-6761} de los nuestros; y cuán bien les está a sus robustos y sueltos {L-6762} miembros un pellico de blanca lana, una caperuza parda y unas antiparas {L-6763} de cualquier color que sean. Y con esto a los ojos de sus pastoras deben {L-6764} de parecer más hermosos que los bizarros cortesanos a los de las {L-6765} retiradas damas. ¿Qué te diría, pues, si quisiese, {L-6766} de la sencillez de su vida, de la llaneza de su condición y de la {L-6767} honestidad de sus amores? No te digo más sino que conmigo puede {L-6768} tanto lo que de la vida pastoral conozco, que de buena gana trocaría {L-6769} la mía con ella.

{L-6770}      -En deuda te estamos los pastores -dijo Elicio {L-6771} - por la buena opinión que de nosotros tienes, pero, con todo eso, {L-6772} te sé decir que hay en la rústica vida nuestra tantos resbaladeros {L-6773} y trabajos como se encierran en la cortesana vuestra.

{L-6774}      -No podré yo dejar de venir en lo que {L-6775} dices, amigo -replicó Darinto-, porque ya se sabe bien que es una {L-6776} guerra nuestra vida sobre la tierra. Pero, en fin, en la pastoral hay menos {L-6777} que en la ciudadana por estar más libre de ocasiones que alteren {L-6778} y desasosieguen el espíritu.

{L-6779}      -¡Cuán bien se conforma con tu {L-6780} opinión, Darinto -dijo Damón-, la de un pastor amigo mío {L-6781} que Lauso se llama, el cual, después de haber gastado algunos años {L-6782} en cortesanos ejercicios y algunos otros, en los trabajosos del duro Marte, {L-6783} al fin se ha reducido a la pobreza de nuestra rústica vida! Y, antes {L-6784} que a ella viniese, mostró desearlo mucho, como parece por una canción {L-6785} que compuso y envió al famoso Larsileo, que en los negocios de la {L-6786} corte tiene larga y ejercitada experiencia; y por haberme a mi parecido {L-6787} bien la tomé toda en la memoria, y aun os la dijera, si imaginara {L-6788} que a ello me diera lugar el tiempo, y a vosotros no os cansara el escucharla.

{L-6789}      -Ninguna otra cosa nos dará más {L-6790} gusto que escucharte, discreto Damón -respondió Darinto, {L-6791} llamando a Damón por su nombre, que ya le sabía, por haberle {L-6792} oído nombrar a los otros pastores, sus amigos-; y así, yo {L-6793} de mi parte te ruego nos digas la canción de Lauso, que pues ella {L-6794} es hecha, como dices, a mi propósito, y tú la has tomado {L-6795} de memoria, imposible será que deje de ser buena.

{L-6796}      Comenzaba Damón a arrepentirse de lo {L-6797} que había dicho y procuraba excusarse de lo prometido, mas los caballeros {L-6798} y damas se lo rogaron tanto, y todos los pastores, que él no pudo {L-6799} excusar el decirla; y así, habiéndose sosegado un poco, con {L-6800} gentil donaire y gracia dijo de esta manera:
 

    DAMON
{L-6801}    El vano imaginar de nuestra mente,
{L-6802} de mil contrarios vientos arrojada
{L-6803} acá y allá con curso presuroso;
{L-6804} la humana condición, flaca, doliente,
{L-6805} en caducos placeres ocupada, 5
{L-6806} do busca, sin hallarle, algún reposo;
{L-6807} el falso, el mentiroso
{L-6808} mundo, prometedor de alegres gustos;
{L-6809} la voz de sus sirenas,
{L-6810} mal escuchada apenas 10
{L-6811} cuando cambia su gusto en mil disgustos;
{L-6812} la Babilonia, el caos que miro y leo
{L-6813} en todo cuanto veo;
{L-6814} el cauteloso trato cortesano,
{L-6815} junto con mi deseo, 15
{L-6816} puesto han la pluma en la cansada mano.
 
{L-6817}    Quisiera yo, señor, que allí {L-6818} llegara
{L-6819} do llega mi deseo, el corto vuelo
{L-6820} de mi grosera, mal cortada pluma,
{L-6821} sólo para que luego se ocupara 20
{L-6822} en levantar al más subido vuelo
{L-6823} vuestra rara bondad y virtud suma.
{L-6824} Mas ¿quién hay que presuma
{L-6825} echar sobre sus hombros tanta carga,
{L-6826} si no es un nuevo Adlante, 25
{L-6827} en fuerzas tan bastante
{L-6828} que poco el cielo le fatiga y carga?
{L-6829} Y aun le será forzoso que se ayude
{L-6830} y el grave peso mude
{L-6831} sobre los brazos de otro Alcides nuevo; 30
{L-6832} y, aunque se encorve y sude,
{L-6833} yo tal fatiga por descanso apruebo.
 
{L-6834}    Ya que a mis fuerzas esto es imposible
{L-6835} y el inútil deseo doy por muestra
{L-6836} de lo que encierra el justo pensamiento, 35
{L-6837} veamos si, quizá, será posible
{L-6838} mover la flaca, mal contenta diestra
{L-6839} a mostrar por enigma algún contento;
{L-6840} mas tan sin fuerzas siento
{L-6841} mi fuerza en esto, que será forzoso 40
{L-6842} que apliquéis los oídos
{L-6843} a los tristes gemidos
{L-6844} de un desdeñado pecho congojoso,
{L-6845} a quien el fuego, el aire, el mar, la tierra
{L-6846} hacen contino guerra, 45
{L-6847} todos en su desdicha conjurados,
{L-6848} que se remata y cierra
{L-6849} con la corta ventura de sus hados.
 
{L-6850}    Si esto no fuera, fácil cosa fuera
{L-6851} tender por la región del gusto el paso, 50
{L-6852} y reducir cien mil a la memoria,
{L-6853} pintando el monte, el río y la ribera
{L-6854} do amor, el hado, la Fortuna y caso
{L-6855} rindieron a un pastor toda su gloria.
{L-6856} Mas de esta dulce historia 55
{L-6857} el tiempo triunfa, y sólo queda de ella
{L-6858} una pequeña sombra,
{L-6859} que ahora espanta, asombra
{L-6860} al pensamiento que mas piensa en ella;
{L-6861} condición propia de la humana suerte, 60
{L-6862} que el gusto nos convierte
{L-6863} en pocas horas en mortal disgusto,
{L-6864} y nadie habrá que acierte
{L-6865} en muchos años con un firme gusto.
 
{L-6866}    Vuelva y revuelva; en alto suba o baje 65
{L-6867} el vano pensamiento al hondo abismo;
{L-6868} corra en un punto desde Tile a Batro,
{L-6869} que él dirá, cuanto más sude y trabaje,
{L-6870} y del término salga de sí mismo,
{L-6871} puesto en la esfera o en el cruel Baratro. 70
{L-6872} ¡Oh, una, y tres y cuatro,
{L-6873} cinco y seis y más veces venturoso
{L-6874} el simple ganadero,
{L-6875} que, con un pobre apero,
{L-6876} vive con más contento y más reposo 75
{L-6877} que el rico Craso o el avariento Mida,
{L-6878} pues con aquella vida
{L-6879} robusta, pastoral, sencilla y sana,
{L-6880} de todo punto olvida
{L-6881} esta mísera, falsa, cortesanal. 80
 
{L-6882}    En el rigor del erizado invierno,
{L-6883} al tronco entero de robusta encina,
{L-6884} de Vulcano abrazada, se calienta;
{L-6885} y allí en sosiego trata del gobierno
{L-6886} mejor de su ganado, y determina 85
{L-6887} dar de sí al Cielo no entricada cuenta.
{L-6888} Y cuando ya se ahuyenta
{L-6889} el encogido, estéril, yerto frío,
{L-6890} y el gran señor de Delo
{L-6891} abrasa el aire, el suelo, 90
{L-6892} en el margen sentado de algún río,
{L-6893} de verdes sauces y álamos cubierto,
{L-6894} con rústico concierto
{L-6895} suelta la voz o toca el caramillo,
{L-6896} y a veces se vee, cierto, 95
{L-6897} las aguas detenerse por oíllo.
 
{L-6898}    Poco allí le fatiga el rostro grave
{L-6899} del privado, que muestra en apariencia
{L-6900} mandar allí do no es obedecido,
{L-6901} ni el alto exagerar con voz suave 100
{L-6902} del falso adulador, que, en poca ausencia,
{L-6903} muda opinión, señor, bando y partido;
{L-6904} ni el desdén sacudido
{L-6905} del sotil secretario le fatiga,
{L-6906} ni la altivez honrada 105
{L-6907} de la llave dorada,
{L-6908} ni de los vanos príncipes la liga;
{L-6909} ni del manso ganado un punto parte,
{L-6910} porque el furor de Marte
{L-6911} a una y a otra parte suene airado, 110
{L-6912} regido por tal arte,
{L-6913} que apenas su secuaz se ve medrado.
 
{L-6914}    Reduce a poco espacio sus pisadas:
{L-6915} del alto monte al apacible llano,
{L-6916} desde la fresca fuente al claro río, 115
{L-6917} sin que por ver las tierras apartadas,
{L-6918} las movibles campañas de Oceano
{L-6919} are con loco, antiguo desvarío.
{L-6920} No le levanta el brío
{L-6921} saber que el gran monarca invicto vive 120
{L-6922} bien cerca de su aldea;
{L-6923} y, aunque su bien desea,
{L-6924} poco disgusto en no verle recibe;
{L-6925} no como el ambicioso entremetido,
{L-6926} que con seso perdido 125
{L-6927} anda tras el favor, tras la privanza,
{L-6928} sin nunca haber teñido,
{L-6929} en turca o en mora sangre, espada o lanza.
 
{L-6930}    No su semblante o su color se muda
{L-6931} porque mude color, mude semblante 130
{L-6932} el señor a quien sirve, pues no tiene
{L-6933} señor que fuerce a que con lengua muda
{L-6934} siga, cual Clicie a su dorado amante,
{L-6935} el dulce o amargo gusto que le viene.
{L-6936} No le veréis que pene 135
{L-6937} de temor que un descuido, una nonada,
{L-6938} en el ingrato echo
{L-6939} del señor el derecho
{L-6940} borre de sus servicios, y sea dada
{L-6941} de breve despedida la sentencia. 140
{L-6942} No muestra en apariencia
{L-6943} otro de lo que encierra el pecho sano,
{L-6944} que la rústica ciencia
{L-6945} no alcanza el falso trato cortesano.
 
{L-6946}    ¿Quién tendrá vida tal {L-6947} en menosprecio? 145
{L-6948} ¿Quien no dirá que aquella sola es vida
{L-6949} que al sosiego del alma se encamina?
{L-6950} El no tenerla el cortesano en precio
{L-6951} hace que su bondad sea conocida
{L-6952} de quien aspira al bien y al mal declina. 150
{L-6953} ¡Oh, vida, do se afina
{L-6954} en soledad el gusto acompañado!
{L-6955} ¡Oh, pastoral bajeza,
{L-6956} más alta que la alteza
{L-6957} del cetro más subido y levantado! 155
{L-6958} ¡Oh, flores olorosas, oh, sombríos
{L-6959} bosques, oh, claros ríos,
{L-6960} quién gozar os pudiera un breve tiempo,
{L-6961} sin que los males míos
{L-6962} turbasen tan honesto pasatiempo! 160
 
{L-6963}    ¡Canción, a parte vas do serán {L-6964} luego
{L-6965} conocidas tus faltas y tus obras!
{L-6966} Mas di, si aliento cobras,
{L-6967} con rostro humilde, enderezado a ruego:
{L-6968} « ¡Señor, perdón, porque, el que {L-6969} acá me envía, 165
{L-6970} en vos y en su deseo se confía! »


 

{L-6971}      -Esta es, señores, la canción {L-6972} de Lauso -dijo Damón en acabándola-, la cual fue tan celebrada {L-6973} de Larsileo, cuanto bien admitida de los que en aquel tiempo la vieron.

{L-6974}      -Con razón lo puedes decir -respondió {L-6975} Darinto- pues la verdad y artificio suyo son dignos de justas alabanzas.

{L-6976}      -Estas canciones son las de mi gusto -dijo {L-6977} a este punto el desamorado Lenio-, y no aquellas que a cada paso llegan {L-6978} a mis oídos, llenas de mil simples conceptos amorosos, tan mal dispuestos {L-6979} e intricados, que osaré jurar que hay algunas que ni las alcanza {L-6980} quien las oye, por discreto que sea, ni las entiende quien las hizo. Pero {L-6981} no menos fatigan otras que se enzarzan en dar alabanzas a Cupido y en exagerar {L-6982} su poder, su valor, sus maravillas y milagros, haciéndole señor {L-6983} del cielo y de la tierra, dándole otros mil atributos de potencia, {L-6984} de mando y señorío. Y lo que más me cansa de los que {L-6985} las hacen es que, cuando hablan de amor, entienden de un no sé quién {L-6986} que ellos llaman Cupido, que la mesma significación del nombre nos {L-6987} declara quién es él, que es un apetito sensual y vano, digno {L-6988} de todo vituperio.

{L-6989}      Habló el desamorado Lenio, y en fin {L-6990} hubo de parar en decir mal de amor, pero, como todos los más que {L-6991} allí estaban conocían su condición, no repararon mucho {L-6992} en sus razones, si no fue Erastro, que le dijo:

{L-6993}      -¿Piensas, Lenio, por ventura, que siempre {L-6994} estás hablando con el simple Erastro, que no sabe contradecir tus {L-6995} opiniones ni responder a tus argumentos? Pues quiérote advertir {L-6996} que te será sano el callar por agora o, a lo menos, tratar de otras {L-6997} cosas que de decir mal de amor, si ya no gustas que la discreción {L-6998} y ciencia de Tirsi y de Damón te alumbren en la ceguedad en que {L-6999} estás y te muestren a la clara lo que ellos entienden y lo que tú {L-7000} debes de entender del amor y de sus cosas.

{L-7001}      -¿Qué me podrán ellos {L-7002} decir que yo no sepa? -dijo Lenio-. ¿O qué les podré {L-7003} yo replicar que ellos no ignoren?

{L-7004}      -Soberbia es esa, Lenio -respondió Elicio-, {L-7005} y en ella muestras cuán fuera vas del camino de la verdad del amor, {L-7006} y que te riges más por el norte de tu parecer y antojo que no por {L-7007} el que te debías regir, que es el de la verdad y experiencia.

{L-7008}      -Antes por la mucha que yo tengo de sus obras, {L-7009} -respondió Lenio- le soy tan contrario como muestro y mostraré {L-7010} mientras la vida me durare.

{L-7011}      -¿En qué fundas tu razón? {L-7012} -dijo Tirsi.

{L-7013}      -¿En qué, pastor? -respondió {L-7014} Lenio-. En que por los efectos que hace, conozco cuán mala es la {L-7015} causa que los produce.

{L-7016}      -¿Cuáles son los efectos de amor {L-7017} que tú tienes por tan malos? -replicó Tirsi.

{L-7018}      -Yo te los diré, si con atención {L-7019} me escuchas -dijo Lenio-. Pero no querría que mi plática {L-7020} enfadase los oídos de los que están presentes, pudiendo pasar {L-7021} el tiempo en otra conversación de más gusto.

{L-7022}      -Ninguna cosa habrá que sea más {L-7023} del nuestro -dijo Darinto- que oír tratar de esta materia, especialmente {L-7024} entre personas que tan bien sabrán defender su opinión; y {L-7025} así, por mi parte, si la de estos pastores no lo estorba, te ruego, {L-7026} Lenio, que sigas adelante la comenzada plática.

{L-7027}      -Eso haré yo de buen grado -respondió {L-7028} Lenio-, porque pienso mostrar claramente en ella cuántas razones {L-7029} me fuerzan a seguir la opinión que sigo y a vituperar cualquiera {L-7030} otra que a la mía se opusiere.

{L-7031}      -Comienza, pues, oh Lenio -dijo Damón-, {L-7032} que no estarás más en ella de cuanto mi compañero {L-7033} Tirsi descubra la suya.

{L-7034}      A esta sazón, ya que Lenio se preparaba {L-7035} a decir los vituperios de amor, llegaron a la fuente el venerable Aurelio, {L-7036} padre de Galatea, con algunos pastores, y con él asimesmo venían {L-7037} Galatea y Florisa con las tres rebozadas pastoras Rosaura, Teolinda y Leonarda, {L-7038} a las cuales, habiéndolas topado a la entrada de la aldea y sabiendo {L-7039} de ellas la junta de pastores que en la fuente de las Pizarras quedaba, {L-7040} a ruego suyo las hizo volver, fiadas las forasteras pastoras en que, por {L-7041} sus rebozos, no serían de alguno conocidas. Levantáronse {L-7042} todos a recebir a Aurelio y a las pastoras, las cuales se sentaron con {L-7043} las damas, y Aurelio y los pastores con los demás pastores. Pero {L-7044} cuando las damas vieron la singular belleza e Galatea, quedaron tan admiradas {L-7045} que no podían apartar los ojos de mirarla. No lo fue menos Galatea {L-7046} de la hermosura de ellas, especialmente de la que de mayor edad parecía. {L-7047} Pasó entre ellas algunas palabras de comedimiento, pero todo cesó {L-7048} cuando supieron lo que entre el discreto Tirsi y el desamorado Lenio estaba {L-7049} concertado, de lo que se holgó infinito el venerable Aurelio, porque {L-7050} en extremo deseaba ver aquella junta y oír aquella disputa; y más {L-7051} entonces, donde tendría Lenio quien tan bien le supiese responder. {L-7052} Y así, sin mas esperar, sentándose Lenio en un tronco de {L-7053} un desmochado olmo, con voz al principio baja y después sonora, {L-7054} de esta manera comenzó a decir:

{L-7055} Disputa sobre el amor

- I -

{L-7056} Vituperio de amor, discurso de Lenio

{L-7057}      -Ya casi adivino, valerosa y discreta compañía, {L-7058} cómo ya en vuestro entendimiento me vais juzgando por atrevido y {L-7059} temerario, pues con el poco ingenio y menos experiencia que puede prometer {L-7060} la rústica vida en que yo algún tiempo me he criado, quiero {L-7061} tomar contienda en materia tan ardua como esta con el famoso Tirsi, cuya {L-7062} crianza en famosas academias y cuyos bien sabidos estudios no pueden asegurar {L-7063} en mi pretensión sino segura pérdida. Pero confiado que, {L-7064} a las veces, la fuerza del natural ingenio, adornado con algún tanto {L-7065} de experiencia, suele descubrir nuevas sendas con que facilitan las ciencias {L-7066} por largos años sabidas, quiero atreverme hoy a mostrar en público {L-7067} las razones que me han movido a ser tan enemigo de amor, que he merecido {L-7068} por ello alcanzar renombre de « desamorado ». Y aunque otra cosa {L-7069} no me moviera a hacer esto sino vuestro mandamiento, no me excusara de {L-7070} hacerla, cuanto más que no será pequeña la gloria {L-7071} que de aquí he de granjear, aunque pierda la empresa, pues al fin {L-7072} dirá la fama que tuve ánimo de competir con el nombrado Tirsi. {L-7073} Y así, con este presupuesto, sin querer ser favorecido si no es {L-7074} de la razón que tengo, a ella sola invoco y ruego dé tal {L-7075} fuerza a mis palabras y argumentos, que se muestre en ellas y en ellos {L-7076} la que tengo para ser tan enemigo del amor como publico.

{L-7077}      Es, pues, amor, según he oído {L-7078} decir a mis mayores, un deseo de belleza; y esta difinición le dan, {L-7079} entre otras muchas, los que en esta cuestión han llegado más {L-7080} al cabo. Pues si se me concede que el amor es deseo de belleza, forzosamente {L-7081} se me ha de conceder que, cual fuere la belleza que se amare, tal será {L-7082} el amor con que se ama. Y porque la belleza es en dos maneras, corpórea {L-7083} e incorpórea, el amor que la belleza corporal amare como último {L-7084} fin suyo, este tal amor no puede ser bueno; y este es el amor de quien {L-7085} yo soy enemigo. Pero como la belleza corpórea se divide asimesmo {L-7086} en dos partes, que son en cuerpos vivos y en cuerpos muertos, también {L-7087} puede haber amor de belleza corporal que sea bueno. Muéstrase la {L-7088} una parte de la belleza corporal en cuerpos vivos de varones y de hembras; {L-7089} y esta consiste en que todas las partes del cuerpo sean de por sí {L-7090} buenas, y que todas juntas hagan un todo perfecto y formen un cuerpo proporcionado {L-7091} de miembros y suavidad de colores. La otra belleza de la parte corporal {L-7092} no viva consiste en pinturas, estatuas, edificios, la cual belleza puede {L-7093} amarse sin que el amor con que se amare se vitupere. La belleza incorpórea {L-7094} se divide también en dos partes, en las virtudes y ciencias del {L-7095} ánima; y el amor que a la virtud se tiene, necesariamente ha de {L-7096} ser bueno, y ni más ni menos el que se tiene a las virtuosas ciencias {L-7097} y agradables estudios. Pues como sean estas dos suertes de belleza la causa {L-7098} que engendra el amor en nuestros pechos, siguese que en el amar a una o {L-7099} la otra consista ser el amor bueno o malo. Pero como la belleza incorpórea {L-7100} se considera con los ojos del entendimiento limpios y claros, y la belleza {L-7101} corpórea se mire con los ojos corporales, en comparación {L-7102} de los incorpóreos, turbios y ciegos; y como sean más prestos {L-7103} los ojos el cuerpo a mirar la belleza presente corporal, que agrada, que {L-7104} no los del entendimiento a considerar la {L-7105} ausente incorpórea, que {L-7106} glorifica, síguese que más ordinariamente aman los mortales {L-7107} la caduca y mortal belleza, que los destruye, que no la singular y divina {L-7108} que los mejora. Pues de este amor o desear la corporal belleza han nacido, {L-7109} nacen y nacerán en el mundo asolación de ciudades, ruina {L-7110} de estados, destruición de imperios y muertes de amigos. Y cuando {L-7111} esto generalmente no suceda, ¿qué desdichas mayores, qué {L-7112} tormentos más graves, qué incendios, qué celos, qué {L-7113} penas, qué muertes puede imaginar el humano entendimiento que a {L-7114} las que padece el miserable amante puedan compararse? Y es la causa de {L-7115} esto que, como toda la felicidad del amante consista en gozar la belleza {L-7116} que desea, y esta belleza sea imposible poseerse y gozarse enteramente, {L-7117} aquel no poder llegar al fin que se desea engendra en él los sospiros, {L-7118} las lágrimas, las quejas y desabrimientos. Pues que sea verdad que {L-7119} la belleza de quien hablo no se puede gozar perfecta y enteramente, está {L-7120} manifiesto y claro, porque no está en mano del hombre gozar cumplidamente {L-7121} cosa que esté fuera de él y no sea toda suya, porque las {L-7122} extrañas conocida cosa es que están siempre debajo del arbitrio {L-7123} de la que llamamos Fortuna y caso, y no en poder de nuestro albedrío. {L-7124} Y así se concluye que, donde hay amor, hay dolor; y quien esto negase, {L-7125} negaría asimesmo que el sol es claro y que el fuego abrasa. Mas {L-7126} porque se venga con más facilidad en conocimiento de la amargura {L-7127} que amor encierra, por las pasiones del ánimo discurriendo, se verá {L-7128} clara la verdad que sigo. Son, pues, las pasiones del ánimo, como {L-7129} mejor vosotros sabéis, discretos caballeros y pastores, cuatro generales {L-7130} y no más: desear demasiado, alegrarse mucho, gran temor de las futuras {L-7131} miserias, gran dolor de las presentes calamidades; las cuales pasiones, {L-7132} por ser como vientos contrarios que la tranquilidad del ánima perturban, {L-7133} con mas propio vocablo perturbaciones son llamadas. Y de estas perturbaciones, {L-7134} la primera es propia del amor, pues el amor no es otra cosa que deseo; {L-7135} y así, es el deseo principio y origen de do todas nuestras pasiones {L-7136} proceden, como cualquier arroyo de su fuente. Y de aquí viene que {L-7137} todas las veces que el deseo de alguna cosa se enciende en nuestros corazones, {L-7138} luego nos mueve a seguirla y a buscarla, y buscándola y siguiéndola, {L-7139} a mil desordenados fines nos conduce. Este deseo es aquel que incita al {L-7140} hermano a procurar de la amada hermana los abominables abrazos, la madrastra {L-7141} de alnado, y, lo que peor es, el mesmo padre de la propia hija; este deseo {L-7142} es el que nuestros pensamientos a dolorosos peligros acarrea: ni aprovecha {L-7143} que le hagamos obstáculo con la razón, que, puesto que nuestro {L-7144} mal claramente conozcamos, no por eso sabemos retirarnos de él. {L-7145} Y no se contenta Amor de tenemos a una sola voluntad atentos, antes, como {L-7146} del deseo de las cosas (como ya está dicho) todas las pasiones nacen, {L-7147} así, del primer deseo que nace en nosotros, otros mil se derivan; {L-7148} y estos son en los enamorados no menos diversos que infinitos. Y aunque {L-7149} todas las más de las veces miren a un solo fin, con todo eso, como {L-7150} son diversos los objetos y diversa la Fortuna de cada uno de los amadores, {L-7151} sin duda alguna, diversamente se desea. Hay algunos que, por llegar a alcanzar {L-7152} lo que desean, ponen toda su fuerza en una carrera, en la cual ¡oh, {L-7153} cuántas y cuán duras cosas se encuentran, cuántas {L-7154} veces se caen y cuántas agudas espinas atormentan sus pies y cuantas {L-7155} veces primero se pierde la fuerza y el aliento, que den alcance a lo que {L-7156} procuran! Algunos otros hay que ya de la cosa amada son poseedores, y ninguna {L-7157} otra desean, ni piensan sino en mantenerse en aquel estado; y tiniendo {L-7158} en esto sólo ocupados sus pensamientos y en esto sólo todas {L-7159} sus obras y tiempo consumido, en la felicidad son míseros, en la {L-7160} riqueza, pobres y en la ventura, desventurados. Otros, que ya están {L-7161} fuera de la posesión de sus bienes, procuran tomar a ellos, usando {L-7162} para ello mil ruegos, mil promesas, mil condiciones, infinitas lágrimas {L-7163} y, al cabo, en estas miserias ocupándose, se ponen a términos {L-7164} de perder la vida. Mas no se ven estos tormentos en la entrada de los primeros {L-7165} deseos, porque entonces el engañoso Amor nos muestra una senda por {L-7166} do entremos, al parecer ancha y espaciosa, la cual después poco {L-7167} a poco se va cerrando, de manera que, para volver ni pasar adelante, ningún {L-7168} camino se ofrece. Y así, engañados y atraídos los {L-7169} míseros amantes con una dulce y falsa risa, con un solo volver de {L-7170} ojos, con dos mal formadas palabras que en sus pechos una falsa y flaca {L-7171} esperanza engendran, arrójanse luego a caminar tras ella, aguijados {L-7172} del deseo; y después, a poco trecho y a pocos días, hallando {L-7173} la senda de su remedio cerrada y el camino de su gusto impedido, acuden {L-7174} luego a regar su rostro con lágrimas, a turbar el aire con sospiros, {L-7175} a fatigar los oídos con lamentables quejas. Y lo peor es que, si {L-7176} acaso con las lágrimas, con los sospiros y con las quejas no pueden {L-7177} venir al fin de lo que desea n, luego muda n estilo y procuran alcanzar {L-7178} por malos medios lo que por buenos no pueden. De aquí nacen los {L-7179} odios, las iras, las muertes, así de amigos como de enemigos; por {L-7180} esta causa se han visto y se veen a cada paso que las tiernas y delicadas {L-7181} mujeres se ponen a hacer cosas tan extrañas y temerarias que aun {L-7182} sólo el imaginarlas pone espanto; por esta se ven los santos y conyugales {L-7183} lechos de roja sangre bañados, ora de la triste, mal advertida esposa, {L-7184} ora del incauto y descuidado marido. Por venir al fin de este deseo, es {L-7185} traidor el hermano al hermano, el padre al hijo y el amigo al amigo. Este {L-7186} rompe enemistades, atropella respetos, traspasa leyes, olvida obligaciones {L-7187} y solicita parientas. Mas porque claramente se vea cuánta es la {L-7188} miseria de los enamorados, ya se sabe que ningún apetito tiene tanta {L-7189} fuerza en nosotros, ni con tanto ímpetu al objeto propuesto nos {L-7190} lleva, como aquel que de las espuelas de Amor es solicitado; y de aquí {L-7191} viene que ninguna alegría o contento pasa tanto del debido término, {L-7192} como aquella del amante cuando viene a conseguir alguna cosa de las que {L-7193} desea. Y esto se vee porque ¿qué persona habrá de {L-7194} juicio, si no es el amante, que tenga a suma felicidad un tocar la mano {L-7195} de su amada, una sortijuela suya, un breve amoroso volver de ojos y otras {L-7196} cosas semejantes, de tan poco momento cual las considera un entendimiento {L-7197} desapasionado? Y no por estos gustos tan colmados que, a su parecer, los {L-7198} amantes consiguen, se ha de decir que son felices y bienaventurados, porque {L-7199} no hay ningún contento suyo que no venga acompañado de innumerables {L-7200} disgustos y sinsabores con que Amor se los agua y turba, y nunca llegó {L-7201} gloria amorosa adonde llega y alcanza la pena. Y es tan mala el alegría {L-7202} de los amantes, que los saca fuera de sí mesmos tomándolos {L-7203} descuidados y locos, porque, como ponen todo su intento y fuerzas en mantenerse {L-7204} en aquel gustoso estado que ellos se imaginan, de toda otra cosa se descuidan, {L-7205} de que no poco daño se les sigue así de hacienda como de {L-7206} honra y vida, pues, a trueco de lo que he dicho, se hacen ellos mesmos {L-7207} esclavos de mil congojas y enemigos de sí propios, pues que cuando {L-7208} sucede que en medio de la carrera de sus gustos les toca el hierro frío {L-7209} de la pesada lanza de los celos, allí se les escurece el cielo, {L-7210} se les turba el aire y todos los elementos se les vuelven contrarios. No {L-7211} tienen entonces de quien esperar contento, pues no se lo puede dar el conseguir {L-7212} el fin que desean; allí acude el temor contino, la desesperación {L-7213} ordinaria, las agudas sospechas, los pensamientos vanos, la solicitud sin {L-7214} provecho, la falsa risa y el verdadero llanto, con otros mil extraños {L-7215} y terribles accidentes que le consumen y atierran. Todas las ocasiones {L-7216} de la cosa amada les fatigan; si mira, si ríe, si toma, si vuelve, {L-7217} si calla, si habla; y, finalmente, todas las gracias que le movieron a {L-7218} querer bien son las mesmas que atormentan al amante celoso. ¿Y quién {L-7219} no sabe que si la ventura a manos llenas no favorece a los amorosos principios, {L-7220} y con presta diligencia a dulce fin los conduce, cuán costosos le {L-7221} son al amante cualesquier otros medios que el desdichado pone para conseguir {L-7222} su intento? ¿Qué de lágrimas derrama, qué de {L-7223} sospiros esparce, cuántas carta escribe, cuántas noches no {L-7224} duerme, cuántos y cuán contrarios pensamientos le combaten, {L-7225} cuántos recelos le fatigan y cuántos temores le sobresaltan? {L-7226} ¿Hay, por ventura, Tántalo que más fatiga tenga entre {L-7227} las aguas y el manzano puesto, que la que tiene el miserable amante entre {L-7228} el temor y la esperanza colocado? Son los servicios del amante no favorecido {L-7229} los cántaros de las hijas de Dánao, tan sin provecho derramados {L-7230} que jamás llegan a conseguir una mínima parte de su intento. {L-7231} ¿Hay águila que así destruya las entrañas de {L-7232} Ticio, como destruyen y roen los celos las del amante celoso? ¿Hay {L-7233} piedra que tanto cargue las espaldas de Sísifo, como carga el temor {L-7234} contino los pensamientos de los enamorados? ¿Hay rueda de Ixión {L-7235} que más presto se vuelva y atormente, que las prestas y vanas imaginaciones {L-7236} de los temerosos amantes? ¿Hay Minos ni Radamanto que así {L-7237} castiguen y apremien las desdichadas, condenadas almas como castiga y apremia {L-7238} el amor al enamorado pecho que al insufrible mando suyo está sujeto? {L-7239} No hay cruda Megera ni rabiosa Tesifón ni vengadora Alecto que así {L-7240} maltraten el ánima do se encierran, como maltrata esta furia, este {L-7241} deseo de los sin ventura que le reconocen por señor y se le humillan {L-7242} como vasallos, los cuales, por dar alguna disculpa de las locuras que hacen, {L-7243} dicen, o, a lo menos, dijeron os antiguos gentiles que aquel instinto que {L-7244} incita y mueve al enamorado para amar más que a su propia vida la {L-7245} ajena, era un dios a quien pusieron por nombre Cupido, y que así, {L-7246} forzados de su deidad, no podían dejar de seguir y caminar tras {L-7247} lo que él quería. Movióles a decir esto y a dar nombre {L-7248} de dios a este deseo el ver los efectos sobrenaturales que hace en los {L-7249} enamorados. Sin duda, parece que es sobrenatural cosa estar un amante en {L-7250} un instante mesmo temeroso y confiado, arder lejos de su amada y helarse {L-7251} cuando más cerca de ella, mudo cuando parlero, y parlero cuando {L-7252} mudo. Extraña cosa es asimesmo seguir a quien me huye, alabar a {L-7253} quien me vitupera, dar voces a quien no me escucha, servir a una ingrata {L-7254} y esperar en quien jamás promete ni puede dar cosa que buena sea.

{L-7255}      ¡Oh amarga dulzura; oh, venenosa medicina {L-7256} de los amantes no sanos; oh, triste alegría; oh, flor amorosa que {L-7257} ningún fruto señalas si no es de tardo arrepentimiento! Estos {L-7258} son los efectos de este dios imaginado, estas son sus hazañas y {L-7259} maravillosas obras. Y aun también puede verse en la pintura con {L-7260} que figuraban a este su vano dios cuán vanos ellos andaban: pintábanle {L-7261} niño desnudo, alado, vendados los ojos, con arco y saetas en las {L-7262} manos, por darnos a entender, entre otras cosas, que en siendo uno enamorado {L-7263} se vuelve de la condición de un niño simple y antojadizo, {L-7264} que es ciego en las pretensiones, ligero en los pensamientos, cruel en {L-7265} las obras, desnudo y pobre de las riquezas del entendimiento. Decían {L-7266} asimesmo que entre las saetas suyas tenía dos, la una de plomo y {L-7267} la otra de oro, con las cuales diferentes efectos hacía, porque {L-7268} la de plomo engendraba odio en los pechos que tocaba; y la de oro, crecido {L-7269} amor en los que hería, por sólo avisarnos que el oro rico {L-7270} es aquel que hace amar, y el plomo pobre aborrecer; y por esta ocasión {L-7271} no en balde cantan los poetas a Atalante vencida de tres hermosas manzanas {L-7272} de oro; y a la bella Dánae, preñada de la dorada lluvia; {L-7273} y al piadoso Eneas descender al infierno con el ramo de oro en la mano. {L-7274} En fin, el oro y la dádiva es una de las más fuertes saetas {L-7275} que el amor tiene y con la que más corazones sujeta; bien al revés {L-7276} de la de plomo, metal bajo y menospreciado, como lo es la pobreza, la cual {L-7277} antes engendra odio y aborrecimiento donde llega, que otra benevolencia {L-7278} alguna. Pero si las razones hasta agora por mí dichas no bastan {L-7279} a persuadir la que yo tengo de estar mal con este pérfido amor de {L-7280} quien trato, oí en algunos ejemplos verdaderos y pasados los efectos {L-7281} suyos, y veréis, como yo veo, que no vee ni tiene ojos de entendimiento {L-7282} el que no alcanza la verdad que sigo. Veamos, pues: ¿quién {L-7283} sino este amor es aquel que al justo Lot hizo romper el casto intento y {L-7284} violar a las propias hijas suyas? Este es, sin duda, el que hizo que el {L-7285} escogido David fuese adúltero y homicida, y el que forzó {L-7286} al libidinoso Amón a procurar el torpe ayuntamiento de Tamar, su {L-7287} querida hermana; y el que puso la cabeza del fuerte Sansón en las {L-7288} traidoras faldas de Dalida, por do, perdiendo él su fuerza, perdieron {L-7289} los suyos su amparo, y, a cabo, él y otros muchos la vida; este {L-7290} fue el que movió la lengua de Herodes para prometer a la bailadora {L-7291} niña la cabeza del precursor e la vida; este hace que se dude de {L-7292} la salvación del más sabio y rico rey de los reyes y aun {L-7293} de todos los hombres; este redujo los fuertes brazos del famoso Hércules, {L-7294} acostumbrados a regir la pesada maza, a torcer un pequeñuelo huso {L-7295} y a ejercitarse en mujeriles ejercicios; este hizo que la furiosa y enamorada {L-7296} Medea esparciese por el aire los tiernos miembros de su pequeño {L-7297} hermano; este cortó la lengua a Progne, arrastró a Hipólito, {L-7298} infamó a Pasífae, destruyó a Troya, mató a {L-7299} Egisto; este hizo cesar las comenzadas obras de la nueva Cartago, y que {L-7300} su primera reina pasase su casto pecho con la aguda espada; este puso en {L-7301} las manos de la nombrada y hermosa Sofonisba el vaso del mortífero {L-7302} veneno que le acabó la vida; este quitó la suya al valiente {L-7303} turno y el reino a Tarquino, el mando a Marco Antonio, y la vida y la honra {L-7304} a su amiga; este, en fin, entregó nuestras Españas a la bárbara {L-7305} furia agarena, llamada a la venganza del desordenado amor del miserable {L-7306} Rodrigo. Mas, porque pienso que primero nos cubriría la noche con {L-7307} su sombra, que yo acabase de traeros a la memoria los ejemplos que se ofrecen {L-7308} a la mía de las hazañas que el Amor ha hecho y cada día {L-7309} hace en el mundo, no quiero pasar más adelante en ellos, ni aún {L-7310} en la comenzada plática, por dar lugar a que el famoso Tirsi me {L-7311} responda, rogandoos primero, señores, no os enfade oír una {L-7312} canción que días ha tengo hecha en vituperio de este mi enemigo, {L-7313} la cual, si bien me acuerdo, dice de esta manera:
 

  {L-7314}    Sin que me pongan miedo el hielo y fuego,
{L-7315} el arco y flechas del Amor tirano,
{L-7316} en su deshonra he de mover mi lengua,
{L-7317} que ¿quién ha de temer a un niño ciego,
{L-7318} de vano antojo y de juicio insano, 5
{L-7319} aunque más amenace daño y mengua?
{L-7320} Mi gusto crece y el dolor desmengua
{L-7321} cuando la voz levanto
{L-7322} al verdadero canto
{L-7323} que en vituperio del amor se forma, 10
{L-7324} con tal verdad, con tal manera y forma,
{L-7325} que a todo el mundo su maldad descubre,
{L-7326} y claramente informa
{L-7327} del cierto daño que el amor encubre.
 
{L-7328}    Amor es fuego que consume al alma, 15
{L-7329} hielo que hiela, flecha que abre el pecho
{L-7330} que de sus mañas vive descuidado,
{L-7331} turbado mar do no se ha visto calma,
{L-7332} ministro de ira, padre del despecho,
{L-7333} enemigo en amigo disfrazado, 20
{L-7334} dador de escaso bien y mal colmado,
{L-7335} afable, lisonjero,
{L-7336} tirano, crudo y fiero,
{L-7337} y Circe engañadora que nos muda
{L-7338} en vanos monstruos, sin que humana ayuda 25
{L-7339} pueda al pasado ser nuestro volvemos,
{L-7340} aunque ligera acuda
{L-7341} la luz de la razón a socorremos.
 
{L-7342}    Yugo que humilla al más erguido cuello,
{L-7343} blanco a do se encaminan los deseos 30
{L-7344} del ocio blando sin razón nacidos,
{L-7345} red engañosa de sotil cabello
{L-7346} que cubre y prende en torpes actos feos
{L-7347} los que del mundo son en más tenidos,
{L-7348} sabroso mal de todos los sentidos, 35
{L-7349} ponzoña disfrazada,
{L-7350} cual píldora dorada,
{L-7351} rayo que adonde toca abrasa y hiende,
{L-7352} airado brazo que a traición ofende,
{L-7353} verdugo del cautivo pensamiento 40
{L-7354} y del que se defiende
{L-7355} del dulce halago de su falso intento.
 
{L-7356}    Daño que aplace en los principios, {L-7357} cuando
{L-7358} se regala la vista en el sujeto,
{L-7359} que, cual el cielo, bello le parece; 45
{L-7360} mas tanto cuanto más pasa mirando,
{L-7361} tanto más pena en público y secreto
{L-7362} el corazón, que todo lo padece.
{L-7363} Mudo, hablador, parlero que enmudece,
{L-7364} cuerdo que desatina, 50
{L-7365} pura, total ruina
{L-7366} de la más concertada, alegre vida,
{L-7367} sombra de bien en males convertida,
{L-7368} vuelo que nos levanta hasta la esfera,
{L-7369} para que en la caída 55
{L-7370} quede vivo el pesar y el gusto muera.
 
{L-7371}    Invisible ladrón que nos destruye
{L-7372} y roba lo mejor de nuestra hacienda
{L-7373} llevándonos el alma a cada paso;
{L-7374} ligereza que alcanza al que más huye, 60
{L-7375} enigma que ninguno hay que la entienda,
{L-7376} vida que de contino está en traspaso,
{L-7377} guerra elegida y que nace acaso
{L-7378} tregua que poco dura,
{L-7379} amada desventura, 65
{L-7380} preñez que por jamás a sazón llega,
{L-7381} enfermedad que al ánima se pega,
{L-7382} cobarde que se arroja al mal y atreve,
{L-7383} deudor que siempre niega
{L-7384} la deuda averiguada que nos debe. 70
 
{L-7385}    Cercado laberinto do se anida
{L-7386} una fiera cruel que se sustenta
{L-7387} de rendidos humanos corazones,
{L-7388} lazo donde se enlaza nuestra vida,
{L-7389} señor que al mayordomo pide cuenta 75
{L-7390} de las obras, palabras e intenciones;
{L-7391} codicia de mil varias pretensiones,
{L-7392} gusano que fabrica
{L-7393} estancia pobre o rica,
{L-7394} do poco espacio habita, y al fin muere; 80
{L-7395} querer que nunca sabe lo que quiere,
{L-7396} nube que los sentidos escurece,
{L-7397} cuchillo que nos hiere
{L-7398} Este es Amor. ¡Seguidle, si os parece!


 

{L-7399}      Con esta canción acabó su razonamiento {L-7400} el desamorado Lenio, y con ella y con él dejó admirados a {L-7401} algunos de los que presentes estaban, especialmente a los caballeros, pareciéndoles {L-7402} que lo que Lenio había dicho, de más caudal que de pastoril {L-7403} ingenio parecía; y con gran deseo y atención estaban esperando {L-7404} la respuesta de Tirsi, prometiéndose todos en su imaginación {L-7405} que, sin duda alguna, a la de Lenio haría ventaja, por la que Tirsi {L-7406} le hacía en la edad y en la experiencia y en los más acostumbrados {L-7407} estudios; y asimesmo les aseguraba esto porque deseaban que la opinión {L-7408} desamorada de Lenio no prevaleciese. Bien es verdad que la lastimada Teolinda, {L-7409} la enamorada Leonarda, la bella Rosaura y aun la dama que con Darinto y {L-7410} su compañero venía, claramente vieron figurado discurso de {L-7411} Lenio mil puntos de los sucesos de sus amores; y esto fue cuando llegó {L-7412} a tratar de lágrimas y sospiros y de cuán caros se compraban {L-7413} los contentos amorosos. Solas la hermosa Galatea y la discreta Florisa {L-7414} iban fuera de esta cuenta, porque hasta entonces no se la había {L-7415} tomado Amor de sus hermosos y rebeldes pechos; y así estaban atentas, {L-7416} no más de a escuchar la agudeza con que los dos famosos pastores {L-7417} disputaban, sin que de los efectos de amor que oían viesen alguno {L-7418} en sus libres voluntades. Pero siendo la de Tirsi reducir a mejor término {L-7419} la opinión del desamorado pastor, sin esperar ser rogado, tiniendo {L-7420} de su boca colgados los ánimos de los circunstantes, puniéndose {L-7421} frontero de Lenio, con suave y levantado tono, de esta manera comenzó {L-7422} a decir:

- I -

{L-7423} Defensa y alabanza del amor, discurso de Tirsi

{L-7424}      -Si la agudeza de tu buen ingenio, desamorado {L-7425} pastor, no me asegurara que con facilidad puede alcanzar la verdad, de {L-7426} quien tan lejos agora se halla, antes que ponerme en trabajo de contradecir {L-7427} tu opinión, te dejara con ella por castigo de tus sinrazones. Mas, {L-7428} porque me advierten las que en vituperio del amor has dicho los buenos {L-7429} principios que tienes para poder reducirte a mejor propósito, no {L-7430} quiero dejar con mi silencio, a los que nos oyen, escandalizados; al Amor, {L-7431} desfavorecido, y a ti, pertinaz y vanaglorioso. Y así, ayudado del {L-7432} Amor, a quien llamo, pienso en pocas palabras dar a entender cuán {L-7433} otras son sus obras y efectos de los que tú de él has publicado, {L-7434} hablando sólo del amor que tú entiendes, el cual tú {L-7435} definiste diciendo que era un deseo de belleza, declarando asimesmo qué {L-7436} cosa era belleza, y poco después desmenuzaste todos los efectos {L-7437} que el amor, de quien hablamos, hacía en los enamorados pechos, {L-7438} confirmándolo al cabo con vanos y desdichados sucesos por el amor {L-7439} causados. Y aunque la difinición que del amor hiciste sea la más {L-7440} general que se suele dar, todavía no lo es tanto que no se pueda {L-7441} contradecir, porque amor y deseo son dos cosas diferentes: que no todo {L-7442} lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. La razón {L-7443} está clara en todas las cosas que se poseen, que entonces no se {L-7444} podrá decir que se desean, sino que se aman, como el que tiene salud {L-7445} no dirá que desea la salud, sino que la ama; y el que tiene hijos {L-7446} no podrá decir que desea hijos, sino que ama los hijos; ni tampoco {L-7447} las cosas que se desean se pueden decir que se aman, como la muerte de {L-7448} los enemigos, que se desea y no se ama. Y así que, por esta razón, {L-7449} el amor y deseo vienen a ser diferentes afectos de la voluntad. Verdad {L-7450} es que amor es padre del deseo y, entre otras difiniciones que del amor {L-7451} se dan, esta es una: amor es aquella primera mutación que sentimos {L-7452} hacer en nuestra mente, por el apetito que nos conmueve y nos tira a sí, {L-7453} y nos deleita y aplace; y aquel placer engendra movimiento en el ánimo, {L-7454} el cual movimiento se llama deseo; y, en resolución, deseo es movimiento {L-7455} del apetito acerca de lo que se ama, y un querer de aquello que se posee {L-7456} y el objeto suyo es el bien. Y como se hallan diversas especies de deseos, {L-7457} el amor es una especie de deseo que atiende y mira al bien que se llama {L-7458} bello; pero para más clara difinición y diversión {L-7459} del amor, se ha de entender que en tres maneras se divide: en amor honesto, {L-7460} en amor útil y en amor deleitable. Y a estas tres suertes de amor {L-7461} se reducen cuantas maneras de amar y desear pueden caber en nuestra voluntad, {L-7462} porque el amor honesto mira a las cosas del Cielo, eternas y divinas; el {L-7463} útil, a las de la tierra, alegres y perecederas, como son las riquezas, {L-7464} mandos y señoríos; el deleitable, a las gustosas y placenteras, {L-7465} como son las bellezas corporales vivas que tú, Lenio, dijiste. Y {L-7466} cualquiera suerte de estos amores que he dicho no debe ser de ninguna lengua {L-7467} vituperada, porque el amor honesto siempre fue, es y ha de ser limpio, {L-7468} sencillo, puro y divino, y que sólo en Dios para y sosiega; el amor {L-7469} provechoso, por ser, como es, natural, no debe condenarse; ni menos el {L-7470} deleitable, por ser más natural que el provechoso. Que sean naturales {L-7471} estas dos suertes de amor en nosotros, la experiencia nos lo muestra claro, {L-7472} porque luego que el atrevido primer padre nuestro pasó el divino {L-7473} mandamiento, y de señor quedó hecho siervo, y de libre, esclavo, {L-7474} luego conoció la miseria en que había caído y la pobreza {L-7475} en que estaba; y así tomó en el momento las hojas de los {L-7476} árboles que le cubriesen, y sudó y trabajó rompiendo {L-7477} la tierra para sustentarse y vivir con la menos incomodidad que pudiese; {L-7478} y tras esto, obedeciendo mejor a su Dios en ello que en otra cosa, procuró {L-7479} tener hijos y perpetuar y dilatar en ellos la generación humana. {L-7480} Y así como por su inobediencia entró la muerte en él {L-7481} y por él en todos sus descendientes, así heredamos juntamente {L-7482} todos sus afectos y pasiones, como heredamos su mesma naturaleza; y procuró {L-7483} remediar su necesidad y pobreza, también nosotros no podemos dejar {L-7484} de procurar y desear remediar la nuestra. Y de aquí nace el amor {L-7485} que tenemos a las cosas útiles a la vida humana; y tanto cuanto {L-7486} más alcanzamos de ellas, tanto más nos parece que remediamos {L-7487} nuestra falta, y por el mesmo consiguiente heredamos el deseo de perpetuarnos {L-7488} en nuestros hijos; y de este deseo se sigue el que tenemos de gozar la {L-7489} belleza viva corporal, como solo y verdadero medio que tales deseos a dichoso {L-7490} fin conduce. Así que este amor deleitable, solo y sin mezcla de {L-7491} otro accidente, es digno antes de alabanza que de vituperio, y este es {L-7492} el amor que tú, Lenio, tienes por enemigo; y cáusalo que {L-7493} no le entiendes ni conoces, porque nunca le has visto solo y en su mesma {L-7494} figura, sino siempre acompañado de deseos perniciosos, lascivos {L-7495} y mal colocados. Y esto no es culpa de amor, que siempre es bueno, sino {L-7496} de los accidentes que se le llegan, como vemos que acaece en algún {L-7497} caudaloso río, el cual tiene su nacimiento de alguna líquida {L-7498} y clara fuente que siempre claras y frescas aguas le va ministrando, y, {L-7499} a poco espacio que de la limpia madre se aleja, sus dulces y cristalinas {L-7500} aguas en amargas y turbias son convertidas por los muchos y no limpios {L-7501} arroyos que de una y otra parte se le juntan. Así que este primer {L-7502} movimiento (amor o deseo, como llamarlo quisieres) no puede nacer sino {L-7503} de buen principio, y aun de ellos es el conocimiento de la belleza, la {L-7504} cual, conocida por tal, casi parece imposible que de amar se deje. Y tiene {L-7505} la belleza tanta fuerza para mover nuestros ánimos que ella sola {L-7506} fue parte para que los antiguos filósofos, ciegos y sin lumbre de {L-7507} fe que los encaminase, llevados de la razón natural y traídos {L-7508} de la belleza que en los estrellados cielos y en la máquina y redondez {L-7509} de la tierra contemplaban, admirados de tanto contento y hermosura, fueron {L-7510} con el entendimiento rastreando, haciendo escala por estas causas segundas, {L-7511} hasta llegar a la primera causa de las causas, y conocieron que había {L-7512} un solo principio sin principio de todas las cosas. Pero lo que más {L-7513} los admiró y levantó la consideración fue ver la compostura {L-7514} del hombre, tan ordenada, tan perfecta y tan hermosa, que le vinieron a {L-7515} llamar mundo abreviado; y así es verdad, que, en todas las obras {L-7516} hechas por el mayordomo de Dios, Naturaleza, ninguna es de tanto primor {L-7517} ni que más descubra la grandeza y sabiduría de su hacedor, {L-7518} porque en la figura y compostura del hombre se cifra y cierra la belleza {L-7519} que en todas las otras partes de ella se reparte, y de aquí nace {L-7520} que esta belleza conocida se ama; y como toda ella más se muestre {L-7521} y resplandezca en el rostro, luego como se ve un hermoso rostro, llama {L-7522} y tira la voluntad a amarle. De do se sigue que, como los rostros de las {L-7523} mujeres hagan tanta ventaja en hermosura al de los varones, ellas son las {L-7524} que son de nosotros más queridas, servidas y solicitadas, como a {L-7525} cosa en quien consiste la belleza que naturalmente más a nuestra {L-7526} vista contenta. Pero viendo el hacedor y criador nuestro que es propia {L-7527} naturaleza del ánima nuestra estar contino en perpetuo movimiento {L-7528} y deseo, por no poder ella parar sino en Dios, como en su propio centro, {L-7529} quiso, porque no se arrojase a rienda suelta a desear las cosas perecederas {L-7530} y vanas (y esto sin quitarle la libertad del libre albedrío), ponerle {L-7531} encima de sus tres potencias una despierta centinela que la avisase de {L-7532} los peligros que la contrastaban y de los enemigos que la perseguían, {L-7533} la cual fue la razón que corrige y enfrena nuestros desordenados {L-7534} deseos. Y viendo asimesmo que la belleza humana había de llevar {L-7535} tras sí nuestros afectos e inclinaciones, ya que no le pareció {L-7536} quitarnos este deseo, a lo menos quiso templarle y corregirle, ordenando {L-7537} el santo yugo del matrimonio, debajo del cual al varón y a la hembra {L-7538} los más de los gustos y contentos amorosos naturales les son lícitos {L-7539} y debidos. Con estos dos remedios, puestos por la divina mano, se viene {L-7540} a templar la demasía que puede haber en el amor natural que tú, {L-7541} Lenio, vituperas, el cual amor de sí es tan bueno que, si en nosotros {L-7542} faltase, el mundo y nosotros acabaríamos. En este mesmo amor de {L-7543} quien voy hablando están cifradas todas las virtudes, porque el {L-7544} amor es templanza que el amante, conforme la casta voluntad de la cosa {L-7545} amada, la suya tiempla; es fortaleza, porque el enamorado cualquier variedad {L-7546} puede sufrir por amor de quien ama; es justicia, porque con ella a la que {L-7547} bien quiere sirve, forzándole la mesma razón a ello; es prudencia, {L-7548} por que de toda sabiduría está el amor adornado. Mas yo te {L-7549} demando, oh, Lenio, tú que has dicho que el amor es causa de ruina {L-7550} de imperios, destruición de ciudades, de muertes de amigos, de sacrílegos {L-7551} hechos, inventor de traiciones, transgresor de leyes, digo que te demando {L-7552} que me digas: ¿Cuál loable cosa hay hoy en el mundo, por {L-7553} buena que sea, que el uso de ella no pueda en mal ser convertida? Condénese {L-7554} la filosofía, porque muchas veces nuestros defectos descubre, y {L-7555} muchos filósofos han sido malos; abrásense las obras de los {L-7556} heroicos poetas, porque con sus sátiras y versos los vicios reprehenden {L-7557} y vituperan; vitupérese la medicina, los venenos descubre; llámese {L-7558} inútil la elocuencia, porque algunas veces ha sido tan arrogante {L-7559} que ha puesto en duda la verdad conocida; no se forjen armas, porque los {L-7560} ladrones y los homicidas las usan; no se fabriquen casas, porque puedan {L-7561} caer sobre sus habitadores; prohíbanse la variedad de los manjares, {L-7562} porque suelen ser causa de enfermedad; ninguno procure tener hilos, porque {L-7563} Edipo, instigado de cruelísima furia, mató a su padre, y {L-7564} Oreste hirió el pecho de la madre propia; téngase por malo {L-7565} el fuego, porque suele abrasar las casas y consumir las ciudades; desdéñese {L-7566} el agua, porque con ella se anegó toda la tierra; condénense, {L-7567} en fin, los elementos, porque pueden ser de algunos perversos perversamente {L-7568} usados. Y de esta manera cualquier cosa buena puede ser en mala convertida, {L-7569} y proceder de ella efectos malos, si en las manos de aquellos son puestas {L-7570} que, como irracionales sin mediocridad, del apetito gobernar se dejan. {L-7571} Aquella antigua Cartago, émula del imperio romano, la belicosa Numancia, {L-7572} la adornada Corinto, la soberbia Tebas, la docta Atenas y la ciudad de {L-7573} Dios, Jerusalén, que fueron vencidas y asoladas: digamos por eso {L-7574} que el amor fue causa de su destruición y ruina. Así que {L-7575} debrían los que tienen por costumbre de decir mal de amor decirlo {L-7576} de ellos mesmos, porque los dones de amor, si con templanza se usan, son {L-7577} dignos de perpetua alabanza, pues siempre los medios fueron alabados en {L-7578} todas las cosas, como vituperados los extremos; que si abrazamos la virtud {L-7579} más de aquello que basta, el sabio granjeará nombre de loco, {L-7580} y el justo, de inicuo. Del antiguo Cremo trágico fue opinión {L-7581} que, como el vino mezclado con el agua es bueno, así el amor templado {L-7582} es provechoso, lo que es al revés en el inmoderado. La generación {L-7583} de los animales racionales y brutos sería ninguna si el amor no {L-7584} procediese, y, faltando en la tierra, quedaría desierta y vacua. {L-7585} Los antiguos creyeron que el amor era obra de los dioses, dada para conservación {L-7586} y cura de los hombres. Pero viniendo a lo que tú, Lenio, dijiste {L-7587} de los tristes y extraños efectos que el amor en los enamorados {L-7588} pechos hace, tiniéndolos siempre en continas lágrimas, profundos {L-7589} sospiros, desesperadas imaginaciones, sin concederles jamás una {L-7590} hora de reposo, veamos, por ventura, ¿qué cosa puede desearse {L-7591} en esta vida que el alcanzarla no cueste fatiga y trabajo? Y tanto cuanto {L-7592} más es de valor la cosa, tanto más se ha de padecer y se {L-7593} padece por ella, porque el deseo presupone falta de lo deseado, y hasta {L-7594} conseguirlo es forzosa la inquietud del ánimo nuestro; pues si todos {L-7595} los deseos humanos se pueden pagar y contentarse sin alcanzar de todo punto {L-7596} lo que desean, con que se les dé parte de ello, y con todo eso se {L-7597} padece por conseguirla, ¿qué mucho es que, por alcanzar aquello {L-7598} que no puede satisfacer ni contentar al deseo sino con ello mesmo, se padezca, {L-7599} se llore, se tema y se espere? El que desea señoríos, mandos, {L-7600} honras y riquezas, ya que ve que no puede subir al último grado {L-7601} que quisiera, como llegue a ponerse en algún buen punto, queda en {L-7602} parte satisfecho, porque la esperanza que le falta de no poder subir a {L-7603} más hace parar donde puede y como mejor puede, todo lo cual es contrario {L-7604} en el amor, porque el amor no tiene otra paga ni otra satisfacción {L-7605} sino el mesmo amor, y él propio es su propia y verdadera paga. Y {L-7606} por esta razón es imposible que el amante esté contento hasta {L-7607} que a la clara conozca que verdaderamente es amado, certificándole {L-7608} de esto las amorosas señales que ellos saben. Y así estiman {L-7609} en tanto un regalado volver de ojos y una prenda, cualquiera que sea, de {L-7610} su amada, un no sé qué de risa, de habla, de burlas, que {L-7611} ellos de veras toman como indicios que les van asegurando la paga que desean; {L-7612} y así todas las veces que ven señales en contrario de estas, {L-7613} esle fuerza al amante lamentarse y afligirse, sin tener medio en sus dolores, {L-7614} pues no le puede tener en sus contentos, cuando la favorable Fortuna y {L-7615} el blando amor se los concede. Y como sea hazaña de tanta dificultad {L-7616} reducir una voluntad ajena a que sea una propia con la mía y juntar {L-7617} dos diferentes almas en tan disoluble ñudo y estrecheza que de las {L-7618} dos sean uno los pensamientos y una todas las obras, no es mucho que, por {L-7619} conseguir tan alta empresa, se padezca más que por otra cosa alguna, {L-7620} pues después de conseguida satisface y alegra sobre todas las que {L-7621} en esta vida se desean. Y no todas veces son las lágrimas con razón {L-7622} y causa derramadas, ni esparcidos los sospiros de los enamorados, porque {L-7623} si todas sus lágrimas y sospiros se causaron de ver que no se responde {L-7624} a su voluntad como se debe y con la paga que se requiere habría {L-7625} de considerar primero adónde levantaron la fantasía; y si {L-7626} la subieron más arriba de lo que su merecimiento alcanza, no es {L-7627} maravilla que, cual nuevos Icaros, caigan abrasados en el río {L-7628} de las miserias, de las cuales no tendrá la culpa amor, sino su {L-7629} locura. Con todo eso, yo no niego, sino afirmo, que el deseo de alcanzar {L-7630} lo que se ama por fuerza ha de causar pesadumbre, por la razón de {L-7631} la carestía que presupone, como ya otras veces he dicho; pero también {L-7632} digo que el conseguirla sea de grandísimo gusto y contento, como {L-7633} lo es al cansado, el reposo, y la salud, al enfermo. Junto con esto confieso {L-7634} que si los amantes señalasen, como en el uso antiguo, con piedras {L-7635} blancas y negras sus tristes o dichosos días, sin duda alguna que {L-7636} serían más las infelices; más también conozco {L-7637} que la calidad de sola una blanca piedra haría ventaja a la cantidad {L-7638} de otras infinitas negras. Y por prueba de esta verdad, vemos que los enamorados {L-7639} jamás de serlo se arrepienten; antes, si alguno les prometiese librarles {L-7640} de la enfermedad amorosa, como a enemigo le desecharían, porque {L-7641} aun el sufrirla les es suave. Y por esto, oh, amadores, no os impida ningún {L-7642} temor para dejar de ofreceros y dedicaros a amar lo que más os pareciere {L-7643} dificultoso, ni os quejéis ni arrepintáis si a la grandeza {L-7644} vuestra las cosas bajas habéis levantado, que amor iguala lo pequeño {L-7645} a lo sublime, y lo menos a lo más; y con justo acuerdo tiempla las {L-7646} diversas condiciones de los amantes cuando con puro afecto la gracia suya {L-7647} en sus corazones recibe. No cedáis a los peligros, porque la gloria {L-7648} será tanta que quite el sentimiento de todo dolor. Y como a los {L-7649} antiguos capitanes y emperadores, en premio de sus trabajos y fatigas les {L-7650} eran, según la grandeza de sus victorias, aparejados triunfos, así {L-7651} a los amantes les están guardados muchedumbre de placeres y contentos, {L-7652} y como a aquellos, el glorioso recibimiento les hacía olvidar todos {L-7653} los incomodos y disgustos pasados, así al amante de la amada amado. {L-7654} Los espantosos sueños, el dormir no seguro, las veladas noches, {L-7655} los inquietos días, en suma tranquilidad y alegría se convierten. {L-7656} De manera, Lenio, que si por sus efectos tristes les condenas, por los {L-7657} gustosos y alegres les debes de absolver; y, a la interpretación {L-7658} que diste de la figura de Cupido, estoy, por decir que vas tan engañado {L-7659} en ella, como casi en las demás cosas que contra el Amor has dicho. {L-7660} Porque píntanle niño, ciego, desnudo, con alas y saetas; {L-7661} no quiere significar otra cosa sino que el amante ha de ser niño {L-7662} en no tener condición doblada, sino pura y sencilla; ha de ser ciego {L-7663} a todo cualquier otro objeto que se le ofreciere, sino es a aquel a quien {L-7664} ya supo mirar y entregarse; ha de ser desnudo, porque no ha de tener cosa {L-7665} que no sea de la que ama; ha de tener alas de ligereza, para estar pronto {L-7666} a todo lo que por su arte se le quisiere mandar; píntanle con saetas, {L-7667} porque la llaga del enamorado pecho ha de ser profunda y secreta y que {L-7668} apenas se descubra sino a la mesma causa que ha de remediarla. Que el amor {L-7669} hiera con dos saetas, las cuales obran en diferentes maneras, es darnos {L-7670} a entender que en el perfecto amor no ha de haber medio de querer y no {L-7671} querer en un mesmo punto, sino que el amantela de amar enteramente, sin {L-7672} mezcla de alguna tibieza. En fin, oh, Lenio, este amor es el que, si consumió {L-7673} a los troyanos, engrandeció a los griegos; si hizo cesar las obras {L-7674} de Cartago, hizo crecer los edificios de Roma; si quitó el reino {L-7675} a Tarquino, redujo a libertad la república. Y aunque pudiera traer {L-7676} aquí muchos ejemplos en contrario de los que tú trujiste {L-7677} de los efectos buenos que el amor hace, no me quiero ocupar en ellos, pues {L-7678} de sí son tan notorios; sólo quiero rogarte te dispongas {L-7679} a creer lo que he mostrado, y que tengas paciencia para oír una {L-7680} canción mía, que parece que en competencia de la tuya se {L-7681} hizo. Y si por ella y por lo que te he dicho, no quisieres reducirte a {L-7682} ser de la parte de amor y te pareciere que no quedas satisfecho de las {L-7683} verdades que de él he declarado, si el tiempo de agora lo concede {L-7684} (o en otro cualquiera que tú escogieres y señalares), te {L-7685} prometo de satisfacer a todas las réplicas y argumentos que en contrario {L-7686} de los míos decir quisieres; y, por agora, estáme atento {L-7687} y escucha:
 

 
{L-7688} CANCION DE TIRSI
 
{L-7689}    Salga del limpio, enamorado pecho
{L-7690} la voz sonora, y en suave acento
{L-7691} cante de amor las altas maravillas,
{L-7692} de modo que contento y satisfecho
{L-7693}    quede el más libre y suelto pensamiento, 5
{L-7694} sin que las sienta con no más de oíllas.
{L-7695} Tú, dulce amor, que puedes referillas
{L-7696} por mi lengua, si quieres,
{L-7697} tal gracia le concede,
{L-7698} que con la palma quede 10
{L-7699} de gusto y gloria por decir quien eres,
{L-7700} que, si me ayudas, como yo confío,
{L-7701} veráse en presto vuelo...
{L-7702} subir al cielo tu valor y el mío.
 
{L-7703}    Es el amor principio del bien nuestro, 15
{L-7704} medio por do se alcanza y se granjea
{L-7705} el mas dichoso fin que se pretende,
{L-7706} de todas ciencias sin igual maestro;
{L-7707} fuego que, aunque de hielo un pecho sea,
{L-7708} en claras llamas de virtud le enciende; 20
{L-7709} poder que al flaco ayuda, al fuerte ofende;
{L-7710} raíz de adonde nace
{L-7711} la venturosa planta
{L-7712} que al cielo nos levanta
{L-7713} con tal fruto que al alma satisface 25
{L-7714} de bondad, de valor, de honesto celo,
{L-7715} de gusto sin segundo,
{L-7716} que alegra al mundo y enamora al Cielo.
 
{L-7717}    Cortesano, galán, sabio, discreto,
{L-7718} callado, liberal, manso, esforzado; 30
{L-7719} de aguda vista, aunque de ciegos ojos;
{L-7720} guardador verdadero del respeto,
{L-7721} capitán que en la guerra do ha triunfado
{L-7722} sola la honra quiere por despojos;
{L-7723} flor que crece entre espinas y entre abrojos, 35
{L-7724} que a vida y alma adorna;
{L-7725} del temor, enemigo;
{L-7726} de la esperanza, amigo;
{L-7727} huésped que más alegra cuando toma;
{L-7728} instrumento de honrosos, ricos bienes, 40
{L-7729} por quien se mira y medra
{L-7730} la honrosa hiedra en las honradas sienes.
 
{L-7731}    Instinto natural que nos conmueve
{L-7732} a levantar los pensamientos, tanto
{L-7733} que apenas llega allí la vista humana; 45
{L-7734} escala por do sube, el que se atreve,
{L-7735} a la dulce región del Cielo santo;
{L-7736} sierra en su cumbre deleitosa y llana,
{L-7737} facilidad que lo intricado allana,
{L-7738} norte por quien se guía 50
{L-7739} en este mar insano
{L-7740} el pensamiento sano,
{L-7741} alivio de la triste fantasía,
{L-7742} padrino que no quiere nuestra afrenta;
{L-7743} farol que no se encubre, 55
{L-7744} mas nos descubre el puerto en la tormenta.
 
{L-7745}    Pintor que en nuestras ánimas retrata,
{L-7746} con apacibles sombras y colores,
{L-7747} ora mortal, ora inmortal belleza;
{L-7748} sol que todo ñublado desbarata; 60
{L-7749} gusto a quien son sabrosos los dolores;
{L-7750} espejo en quien se ve Naturaleza
{L-7751} liberal, que en su punto la franqueza
{L-7752} pone con justo medio;
{L-7753} espíritu de fuego 65
{L-7754} que alumbra al que es mas ciego,
{L-7755} el odio y del temor solo remedio;
{L-7756} Argos que nunca puede estar dormido
{L-7757} por mas que a sus orejas
{L-7758} lleguen consejas de algún dios fingido. 70
 
{L-7759}    Ejército de armada infantería
{L-7760} que atropella cien mil dificultades,
{L-7761} y siempre queda con victoria y palma;
{L-7762} morada adonde asiste el alegría;
{L-7763} rostro que nunca encubre las verdades, 75
{L-7764} mostrando claro lo que está en el alma;
{L-7765} mar donde la tormenta es dulce calma
{L-7766} con sólo que se espere
{L-7767} tenerla en tiempo alguno;
{L-7768} refrigerio oportuno 80
{L-7769} que cura al desdeñado cuando muere;
{L-7770} en fin, amor es vida, es gloria, es gusto,
{L-7771} almo, feliz sosiego.
{L-7772} ¡Seguilde luego, que el seguirle es justo!

{L-7773}      El fin del razonamiento y canción de {L-7774} Tirsi fue principio para confirmar de nuevo en todos la opinión {L-7775} que de discreto tenía, si no fue en el desamorado Lenio, a quien {L-7776} no pareció tan bien su respuesta que le satisficiese al entendimiento {L-7777} y le mudase de su primer propósito. Viose esto claro porque ya iba {L-7778} dando muestras de querer responder y replicar a Tirsi, si las alabanzas {L-7779} que a los dos daban Darinto y su compañero, y todos los pastores {L-7780} y pastoras presentes no lo estorbaran, porque tomando la mano el amigo {L-7781} de Darinto dijo:

{L-7782}      -En este punto acabo de conocer cómo {L-7783} la potencia y sabiduría de amor por todas las partes de la tierra {L-7784} se extiende, y que donde más se afina y apura es en los pastorales {L-7785} pechos, como nos lo ha mostrado lo que hemos oído al desamorado {L-7786} Lenio y al discreto Tirsi, cuyas razones y argumentos más parecen {L-7787} de ingenios entre libros y las aulas criados, que no de aquellos que entre {L-7788} pajizas cabañas son crecidos. Pero no me maravillaría yo {L-7789} tanto de esto si fuese de aquella opinión del que dijo que el saber {L-7790} de nuestras almas era acordarse de lo que ya sabían, presuponiendo {L-7791} que todas se crían enseñadas; mas cuando veo que debo seguir {L-7792} el otro mejor parecer del que afirmó que nuestra alma era como una {L-7793} tabla rasa, la cual no tenía ninguna cosa pintada no puedo dejar {L-7794} de admirarme de ver cómo haya sido posible que en la compañía {L-7795} de las ovejas, en la soledad de lo campos, se puedan aprender las ciencias {L-7796} que apenas saben disputarse en las nombradas universidades, si ya no quiero {L-7797} persuadirme a lo que primero dije: que el amor por todo se extiende y a {L-7798} todos se comunica, al caído levanta, al simple avisa y al avisado {L-7799} perfecciona.

{L-7800}      -Si conocieras, señor -respondió {L-7801} a esta sazón Elicio-, cómo la crianza del nombrado Tirsi {L-7802} no ha sido entre los árboles y florestas, como tú imaginas, {L-7803} sino en las reales cortes y conocidas escuelas, no te maravillaras de lo {L-7804} que ha dicho, sino de lo que ha dejado de decir. Y aunque el desamorado {L-7805} Lenio, por su humildad, ha confesado que la rusticidad de su vida pocas {L-7806} prendas de ingenio puede prometer, con todo eso, te aseguro que los más {L-7807} floridos años de su edad gastó, no en el ejercicio de guardar {L-7808} las cabras en los montes, sino en las riberas del claro Tormes, en loables {L-7809} estudios y discretas conversaciones. Así, que si la plática {L-7810} que los dos han tenido de más que de pastores te parece, contémplalos {L-7811} como fueron y no como agora son. Cuanto más, que hallarás {L-7812} pastores en estas nuestras riberas que no te causarán menos admiración {L-7813} si los oyes que los que ahora has oído, porque en ellas apacientan {L-7814} sus ganados los famosos y conocidos Eranio, Siralvo, Filardo, Silvano, {L-7815} Lisardo y los dos Matuntos, padre e hijo, uno en la lira y otro en la poesía {L-7816} sobre todo extremo extremados. Y, para remate de todo, vuelve los ojos {L-7817} y conoce al conocido Damón, que presente tienes, donde puede parar {L-7818} tu deseo, si deseas conocer el extremo de discreción y sabiduría.

{L-7819}      Responder quería el caballero a Elicio, {L-7820} cuando una de aquellas damas que con él venían dijo a la {L-7821} otra:

{L-7822}      -Paréceme, señora Nísida, {L-7823} que, pues el sol va ya declinando, que sería bien que nos fuésemos, {L-7824} si habemos de llegar mañana adonde dicen que está nuestro {L-7825} padre.

{L-7826}      No hubo bien dicho esto la dama, cuando Darinto {L-7827} y su compañero la miraron, mostrando que les había pesado {L-7828} de que hubiese llamado por su nombre a la otra. Pero así como Elicio {L-7829} oyó el nombre de Nísida, le dio el alma si era aquella Nísida {L-7830} de quien el ermitaño Silerio tantas cosas había contado, {L-7831} y el mismo pensamiento les vino a Tirsi, Damón y a Erastro; y, por {L-7832} certificarse Elicio de lo que sospechaba, dijo:

{L-7833}      -Pocos días ha, señor Darinto, {L-7834} que yo y algunos de los que aquí estamos oímos nombrar el {L-7835} nombre de Nísida, como aquella dama agora ha hecho, pero de más {L-7836} lágrimas acompañado y con más sobresaltos referido.

{L-7837}      -¿Por ventura -respondió Darinto- {L-7838} hay alguna pastora en vuestras riberas que se llame Nísida?

{L-7839}      -No -respondió Elicio-; pero esta que {L-7840} yo digo en ellas nasció, y en las apartadas del famoso Sebeto fue {L-7841} criada.

{L-7842}      -¿Qué es lo que dices, pastor? {L-7843} -replicó el otro caballero.

{L-7844}      -Lo que oyes -respondió Elicio-, y lo {L-7845} que más oirás, si me aseguras una sospecha que tengo.

{L-7846}      -Dímela -dijo el caballero-, que podría {L-7847} ser se te satisficiese.

{L-7848}      A esto replicó Elicio:

{L-7849}      -¿A dicha, señor, tu propio nombre {L-7850} es Timbrio?

{L-7851}      -No te puedo negar esa verdad -respondió {L-7852} el otro-, porque Timbrio me llamo, el cual nombre quisiera encubrir hasta {L-7853} otra sazón más oportuna; mas la voluntad que tengo de saber {L-7854} por qué sospechaste que así me llamaba, me fuerza a que no {L-7855} te encubra nada de lo que de mí saber quisieres.

{L-7856}      -Según eso, tampoco me negarás {L-7857} -dijo Elicio- que esta dama que contigo traes, se llame Nísida, {L-7858} y aun, por lo que yo puedo conjeturar, la otra se llama Blanca y es su {L-7859} hermana.

{L-7860}      -En todo has acertado -respondió Timbrio-; {L-7861} pero, pues yo no te he negado nada de lo que me has preguntado, no me niegues {L-7862} tú la causa que te ha movido a preguntármelo.

{L-7863}      -Ella es tan buena, y será tan de tu {L-7864} gusto -replicó Elicio- cual lo verás antes de muchas horas.

{L-7865}      Todos los que no sabían lo que el ermitaño {L-7866} Silerio a Elicio, Tirsi, Damón y Erastro había contado, estaban {L-7867} confusos oyendo lo que entre Timbrio y Elicio pasaba, mas a este punto {L-7868} dijo Damón, volviéndose a Elicio:

{L-7869}      -No entretengas, oh, Elicio, las buenas nuevas {L-7870} que puedes dar a Timbrio.

{L-7871}      -Y aún yo -dijo Erastro- no me detendré {L-7872} un punto de ir a dárselas al lastimado Silerio del hallazgo de Timbrio.

{L-7873}      -¡Santos cielos! ¿Y que es lo {L-7874} que oigo -dijo Timbrio-, y que es lo que dices, pastor? ¿Es por {L-7875} ventura ese Silerio que has nombrado el que es mi verdadero amigo, el que {L-7876} es la mitad de mi alma, el que yo deseo ver más que otra cosa que {L-7877} me pueda pedir el deseo? ¡Sácame de esta duda luego, así {L-7878} crezcan y multipliquen tus rebaños de manera que te tengan envidia {L-7879} todos los vecinos ganaderos!

{L-7880}      -No te fatigues tanto, Timbrio -dijo Damón-, {L-7881} que el Silerio que Erastro dice es el mesmo que tú dices y el que {L-7882} desea saber más de tu vida que sostener y aumentar la suya propia, {L-7883} porque, después que te partiste de Nápoles, según {L-7884} él nos ha contado, ha sentido tanto tu ausencia que la pena de ella, {L-7885} con la que le causaban otras pérdidas que él nos contó, {L-7886} le ha reducido a términos que en una pequeña ermita, que {L-7887} poco menos de una legua está de aquí distante, pasa la más {L-7888} estrecha vida que imaginarse puede, con determinación de esperar {L-7889} allí la muerte, pues de saber el suceso de tu vida no podía {L-7890} ser satisfecho. Esto sabemos cierto Tirsi, Elicio, Erastro y yo, porque {L-7891} él mesmo nos ha contado la amistad que contigo tenía, con {L-7892} toda la historia de los casos a entrambos sucedidos, hasta que la Fortuna {L-7893} por tan extraños accidentes os apartó para apartarle a él {L-7894} a vivir en tan extraña soledad que te causará admiración {L-7895} cuando le veas.

{L-7896}      -Véale yo, y llegue luego el último {L-7897} remate de mis días -dijo Timbrio-; y así os ruego, famosos {L-7898} pastores, por aquella cortesía que en vuestros pechos mora, que {L-7899} satisfagáis este mío con decirme adónde está {L-7900} esa ermita adonde Silerio vive.

{L-7901}      -Adonde muere, podrás mejor decir -dijo {L-7902} Erastro,-, pero de aquí adelante vivirá con las nuevas de {L-7903} tu venida. Y pues tanto su gusto y el tuyo deseas, levántate y vamos, {L-7904} que, antes que el sol se ponga, te pondré con Silerio; mas ha de {L-7905} ser con condición que en el camino nos cuentes todo lo que te ha {L-7906} sucedido después que de Nápoles te partiste, que de todo {L-7907} lo demás, hasta aquel punto, satisfechos están algunos de {L-7908} los presentes.

{L-7909}      -Poca paga me pides -respondió Timbrio- {L-7910} para tan gran cosa como me ofreces, porque, no digo yo contarte eso, pero {L-7911} todo aquello que de mí saber quisieres.

{L-7912}      Y más, volviéndose a las damas {L-7913} que con él venían, les dijo:

{L-7914}      -Pues con tan buena ocasión, querida {L-7915} y señora Nísida, se ha rompido el prosupuesto que traíamos {L-7916} de no decir nuestros propios nombre, con el alegría que requiere {L-7917} la buena nueva que nos han dado, os ruego que no nos detengamos, sino que {L-7918} luego vamos a ver a Silerio, a quien vos y yo debemos las vidas y el contento {L-7919} que poseemos.

{L-7920}      -Excusado es, señor Timbrio -respondió {L-7921} Nísida-, que vos me roguéis que haga cosa que tanto deseo {L-7922} y que tan bien me está el hacerla. Vamos enhorabuena, que ya cada {L-7923} momento que tardare de verle se me hará un siglo.

{L-7924}      Lo mesmo dijo la otra dama, que era su hermana {L-7925} Blanca, la mesma que Silerio había dicho y la que más muestras {L-7926} dio de contento. Sólo Darinto, con las nuevas de Silerio, se puso {L-7927} tal que los labios no movía; antes, con un extraño silencio, {L-7928} se levantó y, mandando a un su criado que le trujese el caballo {L-7929} en que allí había venido, sin despedirse de ninguno subió {L-7930} en él y, volviendo las riendas, a paso tirado se desvió de {L-7931} todos. Cuando esto vio Timbrio, subió en otro caballo y con mucha {L-7932} priesa siguió a Darinto hasta que le alcanzó y, trabando {L-7933} por las riendas del caballo, le hizo estar quedo, y allí estuvo {L-7934} con él hablando un buen rato, al cabo del cual Timbrio se volvió {L-7935} adonde los pastores estaban, y Darinto siguió su camino, enviando {L-7936} a disculparse con Timbrio del haberse partido sin despedirse de ellos.

{L-7937}      En este tiempo Galatea, Rosaura, Teolinda, {L-7938} Leonarda y Florisa a las hermosas Nísida y Blanca se llegaron y {L-7939} la discreta Nísida en breves razones les contó la amistad {L-7940} tan grande que entre Timbrio y Silerio había, con mucha parte de {L-7941} los sucesos por ellos pasados, pero con la vuelta de Timbrio todos quisieron {L-7942} ponerse en camino para la ermita de Silerio, sino que a la mesma sazón {L-7943} llegó a la fuente una hermosa pastorcilla de hasta edad de quince {L-7944} años, con su zurrón al hombro y cayado en la mano, la cual, {L-7945} como vio tanta y tan agradable compañía, con lágrimas {L-7946} en los ojos les dijo:

{L-7947}      -Si por ventura hay entre vosotros, señores, {L-7948} quien de los extraños efectos y casos de amor tenga alguna noticia, {L-7949} y las lágrimas y sospiros amorosos le suelen enternecer el pecho, {L-7950} acuda quien esto siente a ver si es posible remediar y detener las más {L-7951} amorosas lágrimas y profundos sospiros que jamás de ojos {L-7952} y pechos enamorados salieron. Acudid, pues, pastores, a lo que os digo; {L-7953} veréis cómo, con la experiencia de lo que os muestro, hago {L-7954} verdaderas mis palabras.

{L-7955}      Y, en diciendo esto, volvió las espaldas {L-7956} y todos cuantos allí estaban la siguieron. Viendo, pues, la pastora {L-7957} que la seguían, con presuroso paso se entró por entre unos {L-7958} árboles que a un lado de la fuente estaban, y no hubo andado mucho {L-7959} cuando, volviéndose a los que tras ella iban, les dijo:

{L-7960}      -Veis allí, señores, la causa {L-7961} de mis lágrimas, porque aquel pastor que allí parece es un {L-7962} hermano mío, que por aquella pastora ante quien está hincado {L-7963} de hinojos, sin duda alguna él dejará la vida en manos de {L-7964} su crueldad.

{L-7965}      Volvieron todos los ojos a la parte que la {L-7966} pastora señalaba y vieron que al pie de un verde sauce estaba arrimada {L-7967} una pastora vestida como cazadora ninfa, con una rica aljaba que del lado {L-7968} le pendía y un encorvado arco en las manos, con sus hermosos y rubios {L-7969} cabellos cogidos con una verde guirnalda. El pastor estaba ante ella de {L-7970} rodillas, con un cordel echado a la garganta y un cuchillo desenvainado {L-7971} en la derecha mano, y con la izquierda tenía asida a la pastora {L-7972} de un blanco cendal que encima de los vestidos traía. Mostraba la {L-7973} pastora ceño en su rostro y estar disgustada de que el pastor allí {L-7974} por fuerza la detuviese. Mas cuando ella vio que la estaban mirando, con {L-7975} grande ahínco procuraba desasirse de la mano del lastimado pastor, {L-7976} que con abundancia de lágrimas, tiernas y amorosas palabras, la estaba {L-7977} rogando que siquiera le diese lugar para poderle significar la pena que {L-7978} por ella padecía. Pero la pastora, desdeñosa y airada, se {L-7979} apartó de él, a tiempo que ya todos los pastores llegaban {L-7980} cerca, tanto que oyeron al enamorado mozo que en tal manera a la pastora {L-7981} hablaba:

{L-7982}      -¡Oh, ingrata y desconocida Gelasia, {L-7983} y con cuan justo título has alcanzado el renombre de cruel que tienes! {L-7984} Vuelve, endurecida, los ojos a mirar al que por mirarte está en {L-7985} el extremo de dolor que imaginarse puede. ¿Por qué huyes {L-7986} de quien te sigue? ¿Por qué no admites a quien te sirve? {L-7987} ¿Y por qué aborreces al que te adora? ¡Oh, sin razón, {L-7988} enemiga mía, dura cual levantado risco, airada cual ofendida sierpe, {L-7989} sorda cual muda selva, esquiva como rústica, rústica como {L-7990} fiera, fiera como tigre, tigre que en mis entrañas se ceba! ¿Será {L-7991} posible que mis lágrimas no te ablanden, que mis sospiros no te {L-7992} apiaden y que mis servicios no te muevan? Sí que será posible, {L-7993} pues así lo quiere mi corta y desdichada suerte, y aun será {L-7994} también posible que tú no quieras apretar este lazo que a {L-7995} la garganta tengo, ni atravesar este cuchillo por medio de este corazón {L-7996} que te adora. ¡Vuelve, pastora, vuelve, y acaba la tragedia de mi {L-7997} miserable vida, pues con tanta facilidad puedes añudar este cordel {L-7998} a mi garganta o ensangrentar este cuchillo en mi pecho!

{L-7999}      Estas y otras semejantes razones decía {L-8000} el lastimado pastor, acompañadas de tantos sollozos y lágrimas {L-8001} que movía a compasión a todos cuantos le escuchaban. Pero {L-8002} no por esto la cruel y desamorada pastora dejaba de seguir su camino sin {L-8003} querer aun volver los ojos a mirar al pastor que por ella en tal estado {L-8004} quedaba, de que no poco se admiraron todos los que su airado desdén {L-8005} conocieron; y fue de manera que hasta al desamorado Lenio le pareció {L-8006} mal la crueldad de la pastora. Y así, él, con el anciano {L-8007} Arsindo, se adelantaron a rogarla tuviese por bien de volver a escuchar {L-8008} las quejas del enamorado mozo, aunque nunca tuviese intención de {L-8009} remediarlas. Mas no fue posible mudarla de su propósito; antes les {L-8010} rogó que no la tuviesen por descomedida en no hacer lo que le mandaban, {L-8011} porque su intención era de ser enemiga mortal del amor y de todos {L-8012} los enamorados, por muchas razones que a ello la movían; y una de {L-8013} ellas era haberse desde su niñez dedicado a seguir el ejercicio {L-8014} de la casta Diana, añadiendo a estas tantas causas para no hacer {L-8015} el ruego de los pastores, que Arsindo tuvo por bien de dejarla y volverse, {L-8016} lo que no hizo el desamorado Lenio, el cual, como vio que la pastora era {L-8017} tan enemiga del amor como parecía y que tan de todo en todo con {L-8018} la condición desamorada suya se conformaba, determinó de {L-8019} saber quién era y de seguir su compañía por algunos {L-8020} días; y así le declaró cómo él era el {L-8021} mayor enemigo que el amor y los enamorados tenían, rogándole {L-8022} que, pues tanto en las opiniones se conformaban, tuviese por bien de no {L-8023} enfadarse con su compañía, que no sería mas de lo {L-8024} que ella quisiese.

{L-8025}      La pastora se holgó de saber la intención {L-8026} de Lenio, y le concedió que con ella viniese hasta su aldea, que {L-8027} dos leguas de la de Lenio era. Con esto se despidió Lenio de Arsindo, {L-8028} rogándole que le disculpase con todos sus amigos y les dijese la {L-8029} causa que le había movido a irse con aquella pastora; y, sin esperar {L-8030} mas, él y Gelasia alargaron el paso y en poco rato desaparecieron. {L-8031} Cuando Arsindo volvió a decir lo que con la pastora había {L-8032} pasado, halló que todos aquellos pastores habían llegado {L-8033} a consolar al enamorado pastor, y que las dos de las tres rebozadas pastoras, {L-8034} la una estaba desmayada en las faldas de la hermosa Galatea y la otra abrazada {L-8035} con la bella Rosaura, que asimesmo el rostro cubierto tenía. La {L-8036} que con Galatea estaba era Teolinda, y la otra, su hermana Leonarda, las {L-8037} cuales, así como vieron al desesperado pastor que con Gelasia hallaron, {L-8038} un celoso y enamorado desmayo les cubrió el corazón, porque {L-8039} Leonarda creyó que el pastor era su querido Galercio, y Teolinda {L-8040} tuvo por verdad que era su enamorado Artidoro; y como las dos le vieron {L-8041} tan rendido y perdido por la cruel Gelasia, llególes tan al alma {L-8042} el sentimiento que, sin sentido alguno, la una en las faldas de Galatea, {L-8043} la otra en los brazos de Rosaura, desmayadas cayeron. Pero de allí {L-8044} a poco rato, volviendo en sí Leonarda, a Rosaura dijo:

{L-8045}      -¡Ay, señora mía, y cómo {L-8046} creo que todos los pasos de mi remedio me tiene tomados la Fortuna, pues {L-8047} la voluntad de Galercio está tan ajena de ser mía, como se {L-8048} puede ver por las palabras que aquel pastor ha dicho a la desamorada Gelasia! {L-8049} Porque te hago saber, señora, que aquel es el que ha robado mi libertad, {L-8050} y aun el que ha de dar fin a mis días.

{L-8051}      Maravillada quedó Rosaura de lo que {L-8052} Leonarda decía, y más lo fue cuando, habiendo también {L-8053} vuelto en sí Teolinda, ella y Galatea la llamaron, y juntándose {L-8054} todas con Florisa y Leonarda, Teolinda dijo cómo aquel pastor era {L-8055} el de su deseado Artidoro. Pero aun no le hubo bien nombrado cuando su {L-8056} hermana le respondió que se engañaba, que no era sino Galercio, {L-8057} su hermano.

{L-8058}      -¡Ay, traidora Leonarda! -respondió {L-8059} Teolinda-. ¿Y no te basta haberme una vez apartado de mi bien, sino {L-8060} agora que le hallo quieres decir que es tuyo? Pues desengáñate, {L-8061} que en esto no te pienso ser hermana, sino declarada enemiga.

{L-8062}      -Sin duda que te engañas, hermana -respondió {L-8063} Leonarda-, y no me maravillo, que en ese mesmo error cayeron todos los {L-8064} de nuestra aldea, creyendo que este pastor era Artidoro, hasta que claramente {L-8065} vinieron a entender que no era sino su hermano Galercio, que tanto se parece {L-8066} el uno al otro como nosotras la una a la otra, y aún si puede haber {L-8067} mayor semejanza, mayor semejanza tienen.

{L-8068}      -No lo quiero creer -respondió Teolinda-, {L-8069} porque, aunque nosotras nos parecemos tanto, no tan fácilmente se {L-8070} hallan estos milagros en Naturaleza; y así te hago saber que, en {L-8071} tanto que la experiencia no me haga más cierta de la verdad que {L-8072} tus palabras me hacen, yo no pienso dejar de creer que aquel pastor que {L-8073} allí veo es Artidoro; y si alguna cosa me lo pudiera poner en duda, {L-8074} es no pensar que de la condición y firmeza que yo de Artidoro tengo {L-8075} conocida se puede esperar o temer que tan presto haya hecho mudanza y me {L-8076} olvide.

{L-8077}      -Sosegaos, pastoras -dijo entonces Rosaura-, {L-8078} que yo os sacaré presto de la duda en que estáis.

{L-8079}      Y, dejándolas a ellas, se fue adonde {L-8080} el pastor estaba dando a aquellos pastores cuenta de la extraña {L-8081} condición de Gelasia y de las infinitas sinrazones que con él {L-8082} usaba. A su lado tenía el pastor la hermosa pastorcilla que decía {L-8083} que era su hermano, a la cual llamó Rosaura; y, apartándose {L-8084} con ella a un cabo, la importunó y rogó le dijese cómo {L-8085} se llamaba su hermano, y si tenía otro alguno que le pareciese, {L-8086} a lo cual la pastora respondió que se llamaba Galercio y que tenía {L-8087} otro llamado Artidoro, que le parecía tanto que apenas se diferenciaban {L-8088} si no era por alguna señal de los vestidos o por el órgano {L-8089} de la voz, que en algo difería. Preguntóle también {L-8090} qué se había hecho Artidoro. Respondióle la pastora {L-8091} que andaba en unos montes algo de allí apartados, repastando parte {L-8092} del ganado de Grisaldo con otro rebaño de cabras suyas, y que nunca {L-8093} había querido entrar en el aldea ni tener conversación con {L-8094} hombre alguno después que de las riberas de Henares había {L-8095} venido; y con estas le dijo otras particularidades, tales que Rosaura quedó {L-8096} satisfecha de que aquel pastor no era Artidoro, sino Galercio, como Leonarda {L-8097} había dicho y aquella pastora decía, de la cual supo el nombre, {L-8098} que se llamaba Maurisa; y, trayéndola consigo adonde Galatea y las {L-8099} otras pastoras estaban, otra vez, en presencia de Teolinda y Leonarda, {L-8100} contó todo lo que de Artidoro y Galercio sabía, con lo que {L-8101} quedó Teolinda sosegada y Leonarda descontenta, viendo cuán {L-8102} descuidadas estaban las mientes de Galercio de pensar en cosas suyas. En {L-8103} las pláticas que las pastoras tenían, acertó que Leonarda {L-8104} llamó por su nombre a la encubierta Rosaura, y, oyéndolo {L-8105} Maurisa, dijo:

{L-8106}      -Si yo no me engaño, señora, {L-8107} por vuestra causa ha sido aquí mi venida y la de mi hermano.

{L-8108}      -¿En qué manera? -dijo Rosaura.

{L-8109}      -Yo os lo diré, si me dais licencia {L-8110} de que a solas os lo diga -respondió la pastora.

{L-8111}      -De buena gana -replicó Rosaura.

{L-8112}      Y, apartándose con ella, la pastora {L-8113} le dijo:

{L-8114}      -Sin duda alguna, hermosa señora, que {L-8115} a vos y a la pastora Galatea mi hermano y yo con un recado de nuestro amo {L-8116} Grisaldo venimos.

{L-8117}      -Así debe ser -respondió Rosaura.

{L-8118}      Y, llamando a Galatea, entrambas escucharon {L-8119} lo que Maurisa de Grisaldo decía, que fue a avisarles cómo {L-8120} de allí a dos días vendría con dos amigos suyos a {L-8121} llevarla en casa de su tía, adonde en secreto celebrarían {L-8122} sus bodas; y juntamente con esto dio de parte de Grisaldo a Galatea unas {L-8123} ricas joyas de oro, como en agradecimiento de la voluntad que de hospedar {L-8124} a Rosaura había mostrado. Rosaura y Galatea agradecieron a Maurisa {L-8125} el buen aviso, y, en pago de él, la discreta Galatea quería {L-8126} partir con ella el presente que Grisaldo le había enviado, pero {L-8127} nunca Maurisa quiso recebirlo. Allí de nuevo se tomó a informar {L-8128} Galatea de la semejanza extraña que entre Galercio y Artidoro había.

{L-8129}      Todo el tiempo que Galatea y Rosaura gastaban {L-8130} en hablar a Maurisa le entretenían Teolinda y Leonarda en mirar {L-8131} a Galercio, porque, cebados los ojos de Teolinda en el rostro de Galercio, {L-8132} que tanto al de Artidoro semejaba, no podían apartarlos de mirar; {L-8133} y como los de la enamorada Leonarda sabían lo que miraban, también {L-8134} le era imposible a otra parte volverlos. A esta sazón ya los pastores {L-8135} habían consolado a Galercio, aunque, para el mal que él padecía, {L-8136} cualesquier consejos y consuelos tenía por vanos y excusados, todo {L-8137} lo cual redundaba en daño de Leonarda. Rosaura y Galatea, viendo {L-8138} que los pastores hacia ellas se venían, despidieron a Maurisa diciéndole {L-8139} que dijese a Grisaldo cómo Rosaura estaría en casa de Galatea. {L-8140} Maurisa se despidió de ellas, y, llamando a su hermano en secreto, {L-8141} le contó lo que con Rosaura a Galatea pasado había, y así {L-8142} con buen comedimiento se despidió de ellas y de los pastores, y {L-8143} con su hermana dio la vuelta a su aldea. Pero las enamoradas hermanas Teolinda {L-8144} y Leonarda, que vieron que en irse Galercio se les iba la luz de sus ojos {L-8145} y la vida de su vida, entrambas a dos se llegaron a Galatea y a Rosaura {L-8146} y les rogaron les diesen licencia para seguir a Galercio, dando por excusa {L-8147} Teolinda que Galercio le diría adónde Artidoro estaba, y {L-8148} Leonarda que podría ser que la voluntad de Galercio se trocase, {L-8149} viendo a obligación en que la estaba. Las pastoras se la concedieron {L-8150} con la condición que antes Galatea a Teolinda había pedido, {L-8151} que era que de todo su bien o su mal la avisase. Tomóselo a prometer {L-8152} Teolinda de nuevo, y de nuevo despidiéndose siguió el camino {L-8153} que Galercio y Maurisa llevaban. Lo mesmo hicieron luego, aunque por diferente {L-8154} parte, Timbrio, Tirsi, Damón, Orompo, Crisio, Marsilio y Orfenio, {L-8155} que a la ermita de Silerio con las hermosas hermanas Nísida y Blanca {L-8156} se encaminaron, habiendo primero ellos y ellas despedídose del venerable {L-8157} Aurelio y de Galatea, Rosaura y Florisa, y asimesmo de Elicio y Erastro, {L-8158} que no quisieron dejar de volver con Galatea, ofreciéndose Aurelio {L-8159} que, en llegando a su aldea, iría luego con Elicio y Erastro a buscarlos {L-8160} a la ermita de Silerio y llevaría algo con que satisfacer la incomodidad {L-8161} que para agasajar tales huéspedes Silerio tendría.

{L-8162}      Con este prosupuesto, unos por una y otros {L-8163} por otra parte se apartaron, y echando al despedirse menos al anciano Arsindo, {L-8164} miraron por él y vieron que, sin despedirse de ninguno, iba ya lejos {L-8165} por el mesmo camino que Galercio y Maurisa y las rebozadas pastoras llevaban, {L-8166} de que se maravillaron. Y viendo que ya el sol apresuraba su carrera para {L-8167} entrarse por las puertas de occidente, no quisieron detenerse allí {L-8168} más, por llegar al aldea antes que las sombras de la noche.

{L-8169}      Viéndose, pues, Elicio y Erastro ante {L-8170} la señora de sus pensamientos, por mostrar en algo lo que encubrir {L-8171} no podían y por aligerar el cansancio del camino, y aun por cumplir {L-8172} el mandado de Florisa (que les mandó que, en tanto que a la aldea {L-8173} llegaban, algo cantasen al son de la zampoña de Florisa) de esta {L-8174} manera comenzó a cantar Elicio y a responderle Erastro:
 

ELICIO
{L-8175}    El que quisiere ver la hermosura
{L-8176} mayor que tuvo o tiene o terná el suelo;
{L-8177} el fuego y el crisol donde se apura
{L-8178} la blanca castidad, el limpio celo;
{L-8179} todo lo que el valor sea y cordura, 5
{L-8180} y cifrado en la tierra un nuevo cielo,
{L-8181} juntas en uno alteza y cortesía,
{L-8182} venga a mirar a la pastora mía.
ERASTRO
{L-8183}    Venga a mirar a la pastora mía
{L-8184} quien quisiere contar de gente en gente 10
{L-8185} que vio otro sol que daba luz al día,
{L-8186} más claro que el que sale del oriente.
{L-8187} Podrá decir cómo su fuego enfría
{L-8188} y abrasa al alma que tocar se siente
{L-8189} del vivo rayo de sus ojos bellos, 15
{L-8190} y que no hay más que ver después de vellos.
ELICIO
{L-8191}    Y que no hay más que ver después {L-8192} de vellos,
{L-8193} sábenlo bien estos cansados ojos,
{L-8194} ojos que, por mi mal, fueron tan bellos,
{L-8195} ocasión principal de mis enojos. 20
{L-8196} Vilos y vi que se abrasaba en ellos
{L-8197} mi alma, y que entregaba los despojos
{L-8198} de todas sus potencias a su llama,
{L-8199} que me abrasa y me hiela, arroja y llama.
ERASTRO
{L-8200}    Que me abrasa y me hiela, arroja y llama 25
{L-8201} esta dulce enemiga de mi gloria,
{L-8202} de cuyo ilustre ser puede la fama
{L-8203} hacer extraña y verdadera historia.
{L-8204} Sólo sus ojos, do el amor derrama
{L-8205} toda su gracia y fuerza más notoria, 30
{L-8206} darán materia que levante al cielo
{L-8207} la pluma del más bajo humilde vuelo.
ELICIO
{L-8208}    La pluma del más bajo humilde vuelo,
{L-8209} si quiere levantarse hasta la esfera,
{L-8210} cante la cortesía y justo celo 35
{L-8211} de esta fénix sin par, sola y primera,
{L-8212} gloria de nuestra edad, honra del suelo,
{L-8213} valor del claro Tajo y su ribera,
{L-8214} cordura sin igual, rara belleza
{L-8215} donde más se extremó Naturaleza. 40
ERASTRO
{L-8216}    Donde más se extremó Naturaleza,
{L-8217} donde ha igualado al pensamiento el arte,
{L-8218} donde juntó el valor y gentileza
{L-8219} que en diversos sujetos se reparte;
{L-8220} y adonde la humildad con la grandeza 45
{L-8221} ocupan solas una mesma parte,
{L-8222} y adonde tiene amor su albergue y nido,
{L-8223} la bella ingrata mi enemiga ha sido.
ELICIO
{L-8224}    La bella ingrata mi enemiga ha sido
{L-8225} quien quiso, pudo y supo en un momento 50
{L-8226} tenerme de un sotil cabello asido
{L-8227} el libre, vagaroso pensamiento.
{L-8228} Y aunque al estrecho lazo estoy rendido,
{L-8229} tal gusto y gloria en las prisiones siento,
{L-8230} que extiendo el pie y el cuello a las cadenas, 55
{L-8231} llamando dulces tan amargas penas.
ERASTRO
{L-8232}    Llamando dulces tan amargas penas
{L-8233} paso la corta, fatigada vida,
{L-8234} del alma triste sustentada apenas,
{L-8235} y aun apenas del cuerpo sostenida. 60
{L-8236} Ofrecióle Fortuna a manos llenas
{L-8237} a mi breve esperanza fe cumplida.
{L-8238} ¿Qué gusto, pues, qué gloria o bien {L-8239} se ofrece,
{L-8240} do mengua la esperanza y la fe crece?
ELICIO
{L-8241}    Do mengua la esperanza y la fe crece 65
{L-8242} se descubre y parece el alto intento
{L-8243} del firme pensamiento enamorado,
{L-8244} que, sólo confiado en amor puro,
{L-8245} vive cierto y seguro de una paga
{L-8246} que al alma satisfaga limpiamente. 70
ERASTRO
{L-8247}    El mísero doliente a quien sujeta
{L-8248} la enfermedad y aprieta, se contenta,
{L-8249} cuando más le atormenta el dolor fiero,
{L-8250} con cualquiera ligero, breve alivio;
{L-8251} mas, cuando ya más tibio el daño toca, 75
{L-8252} a la salud invoca y busca entera.
{L-8253} Así de esta manera el tierno pecho
{L-8254} del amador, deshecho en llanto triste,
{L-8255} dice que el bien consiste de su pena
{L-8256} en que la luz serena de los ojos, 80
{L-8257} a quien dio los despojos de su vida,
{L-8258} le mire con fingida o cierta muestra;
{L-8259} mas luego Amor le adiestra y le desmanda,
{L-8260} y más cosas demanda que primero.
ELICIO
{L-8261}    Ya traspone el otero el sol hermoso, 85
{L-8262} Erastro, y a reposo nos convida
{L-8263} la noche denegrida que se acerca.
ERASTRO
{L-8264}    Y el aldea está cerca y yo, {L-8265} cansado.
ELICIO
{L-8266}    Pongamos, pues, silencio al canto usado.

{Quinto libro }

Quinto libro

{L-8267}      Bien tomaran por partido los que escuchando {L-8268} a Elicio y a Erastro iban que más el camino se alargara, por gustar {L-8269} más del agradable canto de los enamorados pastores. Pero el cerrar {L-8270} de la noche y el llegar a la aldea hizo que de él cesasen y que {L-8271} Aurelio, Galatea, Rosaura y Florisa en su casa se recogiesen. Elicio y {L-8272} Erastro hicieron lo mesmo en las suyas, con intención de irse luego {L-8273} adonde Tirsi y Damón y los demás pastores estaban, que así {L-8274} quedó concertado entre ellos y el padre de Galatea. Sólo {L-8275} esperaban a que la blanca luna desterrase la escuridad de la noche; y así {L-8276} como ella mostró su hermoso rostro, ellos se fueron a buscar a Aurelio {L-8277} y todos juntos la vuelta de la ermita se encaminaron, donde les sucedió {L-8278} lo que se verá en el siguiente libro.

FIN DEL CUARTO LIBRO

{L-8279} Quinto libro de Galatea

{L-8280}      Era tanto el deseo que el enamorado Timbrio y {L-8281} las dos hermosas hermanas Nísida y Blanca llevaban de llegar a la {L-8282} ermita de Silerio, que la ligereza de los pasos, aunque era mucha, no era {L-8283} posible que a la de la voluntad llegase; y, por conocer esto, no quisieron {L-8284} Tirsi y Damón importunar a Timbrio cumpliese la palabra que había {L-8285} dado de contarles en el camino todo lo por él sucedido después {L-8286} que se apartó de Silerio. Pero todavía, llevados del deseo {L-8287} que tenían de saberlo, se lo iban ya a preguntar, si en aquel punto {L-8288} no hiriera en los oídos de todos una voz de un pastor que, un poco {L-8289} apartado del camino, entre unos verdes árboles cantando estaba, {L-8290} que luego, en el son no muy concertado de la voz, y en lo que cantaba, {L-8291} fue de los más que allí venían conocido, principalmente {L-8292} de su amigo Damón, porque era el pastor Lauso el que, al son de {L-8293} un pequeño rabel, unos versos decía; y por ser el pastor {L-8294} tan conocido y saber ya todos la mudanza que de su libre voluntad había {L-8295} hecho, de común parecer recogieron el paso y se pararon a escuchar {L-8296} lo que Lauso cantaba, que era esto:
 

    LAUSO
{L-8297}    ¿Quién mi libre pensamiento
{L-8298} me le vino a sujetar?
{L-8299} ¿Quién pudo en flaco cimiento
{L-8300} sin ventura fabricar
{L-8301} tan altas torres de viento? 5
{L-8302} ¿Quién rindió mi libertad
{L-8303} estando en seguridad
{L-8304} de mi vida satisfecho?
{L-8305} ¿Quién abrió y rompió mi pecho,
{L-8306} y robó mi voluntad? 10
 
{L-8307}    ¿Dónde está la fantasía
{L-8308} de mi esquiva condición?
{L-8309} ¿Dó el alma que ya fue mía,
{L-8310} y dónde mi corazón,
{L-8311} que no está donde solía? 15
{L-8312} Mas yo todo ¿dónde estoy,
{L-8313} dónde vengo o adónde voy?
{L-8314} A dicha, ¿sé yo de mí?
{L-8315} ¿Soy, por ventura, el que fui
{L-8316} o nunca he sido el que soy? 20
 
{L-8317}    Estrecha cuenta me pido,
{L-8318} sin poder averigualla,
{L-8319} pues a tal punto he venido,
{L-8320} que, aquello que en mí se halla,
{L-8321} es sobra de lo que he sido. 25
{L-8322} No me entiendo de entenderme,
{L-8323} ni me valgo por valerme,
{L-8324} y, en tan ciega confusión,
{L-8325} cierta está mi perdición,
{L-8326} y no pienso de perderme. 30
 
{L-8327}    La fuerza de mi cuidado,
{L-8328} y el amor que lo consiente
{L-8329} me tienen en tal estado,
{L-8330} que adoro el tiempo presente,
{L-8331} y lloro por el pasado. 35
{L-8332} Veome en este, morir,
{L-8333} y en el pasado, vivir;
{L-8334} y en este, adoro mi muerte,
{L-8335} y en el pasado, la suerte,
{L-8336} que ya no puede venir. 40
 
{L-8337}    En tan extraña agonía,
{L-8338} el sentido tengo ciego,
{L-8339} pues viendo que amor porfía
{L-8340} y que estoy dentro del fuego,
{L-8341} aborrezco el agua fría, 45
{L-8342} que si no es la de mis ojos,
{L-8343} (que el fuego aumenta, y despojos)
{L-8344} en esta amorosa fragua,
{L-8345} no quiero ni busco otro agua,
{L-8346} ni otro alivio a mis enojos. 50
 
{L-8347}    Todo mi bien comenzara,
{L-8348} todo mi mal feneciera,
{L-8349} si mi ventura ordenara
{L-8350} que de ser mi fe sincera
{L-8351} Silena. se asegurara. 55
{L-8352} Sospiros, aseguralda;
{L-8353} ojos míos, enteralda,
{L-8354} llorando en esta verdad;
{L-8355} pluma, lengua, voluntad,
{L-8356} en tal razón confirmalda. 60

{L-8357}      No pudo ni quiso el presuroso Timbrio aguardar {L-8358} a que más adelante el pastor Lauso con su canto pasase, porque, {L-8359} rogando a los pastores que el camino de la ermita le enseñasen, {L-8360} si ellos quedarse querían, hizo muestras de adelantarse; y así {L-8361} todos le siguieron y pasaron tan cerca de donde el enamorado Lauso estaba, {L-8362} que no pudo dejar de sentirlo y de salirles al encuentro, como lo hizo; {L-8363} con cuya compañía todos se holgaron, especialmente Damón, {L-8364} su verdadero amigo, con el cual se acompañó todo el camino {L-8365} que desde allí a la ermita había, razonando en diversos y {L-8366} vanos acaecimientos que a los dos habían sucedido después {L-8367} que dejaron de verse, que fue desde en tiempo que el valeroso y nombrado {L-8368} pastor Astraliano había dejado los cisalpinos pastos por ir a reducir {L-8369} aquellos que del famoso hermano y de la verdadera religión se habían {L-8370} rebelado; y al cabo vinieron a reducir su razonamiento a tratar de los {L-8371} amores de Lauso, preguntándole ahincadamente Damón que le {L-8372} dijese quien era la pastora que con tanta facilidad la libre voluntad le {L-8373} había rendido. Y cuando esto no pudo saber de Lauso, le rogó {L-8374} que, a lo menos, le dijese en qué estado se hallaba, si era de temor {L-8375} o de esperanza, si le fatigaba ingratitud o si le atormentaban celos. A {L-8376} todo lo cual le satisfizo bien Lauso contándole algunas cosas que {L-8377} con su pastora le habían sucedido; y, entre otras, le dijo cómo {L-8378} hallándose un día celoso y desfavorecido, había llegado {L-8379} a términos de desesperarse o de dar alguna muestra que en daño {L-8380} de su persona y en el del crédito y honra de su pastora redundase, {L-8381} pero que todo se remedió con haberla él hablado, y haberle {L-8382} ella asegurado ser falsa la sospecha que tenía, confirmando todo {L-8383} esto con darle un anillo de su mano, que fue parte para volver a mejor {L-8384} discurso su entendimiento y para solemnizar aquel favor con un soneto que, {L-8385} de algunos que le vieron, fue por bueno estimado. Pidió entonces {L-8386} Damón a Lauso que le dijese, y así, sin poder excusarse, {L-8387} le hubo de decir, que era este:
 

    LAUSO
{L-8388}    ¡Rica y dichosa prenda que adornaste
{L-8389} el precioso marfil, la nieve pura!
{L-8390} ¡Prenda que de la muerte y sombra escura
{L-8391} a nueva luz y vida me tornaste!
 
{L-8392}    El claro cielo de tu bien trocaste 5
{L-8393} con el infierno de mi desventura,
{L-8394} porque viviese en dulce paz segura
{L-8395} a esperanza que en mí resucitaste.
 
{L-8396}    Sabes cuánto me cuestas, dulce prenda:
{L-8397} el alma; y aún no quedo satisfecho, 10
{L-8398} pues menos doy de aquello que recibo.
 
{L-8399}    Mas porque el mundo tu valor entienda,
{L-8400} sé tú mi alma, enciérrate en mi pecho:
{L-8401} verán cómo por ti sin alma vivo.


 

{L-8402}      Dijo Lauso el soneto, y Damón le tomó {L-8403} a rogar que, si otra alguna cosa a su pastora había escrito, se {L-8404} la dijese, pues sabía de cuánto gusto le eran a él {L-8405} oír sus versos. A esto respondió Lauso:

{L-8406}      -Eso será, Damón, por haberme {L-8407} sido tú maestro en ellos, y el deseo que tienes de ver lo que en {L-8408} mí aprovechaste te hace desear oírlos; pero, sea lo que fuere, {L-8409} que ninguna cosa de las que yo pudiere te ha de ser negada. Y así {L-8410} te digo que, en estos mesmos días, cuando andaba celoso y mal seguro, {L-8411} envié estos versos a mi pastora:
 

 
LAUSO A SILENA

 
{L-8412}    En tan notoria simpleza,
{L-8413} nacida de intento sano,
{L-8414} el amor rige la mano,
{L-8415} y la intención, tu belleza.
{L-8416} El amor y tu hermosura, 5
{L-8417} Silena, en esta ocasión,
{L-8418} juzgarán a discreción
{L-8419} lo que tendrás tú a locura.
 
{L-8420}    El me fuerza y ella mueve
{L-8421} a que te adore y escriba; 10
{L-8422} y como en los dos estriba
{L-8423} mi fe, la mano se atreve.
{L-8424} Y aunque en esta grave culpa
{L-8425} me amenaza tu rigor,
{L-8426} mi fe, tu hermosura, amor, 15
{L-8427} darán del yerro disculpa.
 
{L-8428}    Pues con un arrimo tal,
{L-8429} puesto que culpa me den,
{L-8430} bien podré decir el bien
{L-8431} que ha nacido de mi mal. 20
{L-8432} El cual bien, según yo siento,
{L-8433} no es otra cosa, Silena,
{L-8434} sino que tenga en la pena
{L-8435} un extraño sufrimiento.
 
{L-8436}    Y no lo encarezco poco 25
{L-8437} este bien de ser sufrido,
{L-8438} que, si no lo hubiera sido,
{L-8439} ya el mal me tuviera loco.
{L-8440} Mas, mis sentidos de acuerdo
{L-8441} todos, han dado en decir 30
{L-8442} que, ya que haya de morir,
{L-8443} que muera sufrido y cuerdo.
 
{L-8444}    Pero, bien considerado,
{L-8445} mal podrá tener paciencia,
{L-8446} en la amorosa dolencia 35
{L-8447} un celoso y desamado.
{L-8448} Que, en el mal de mis enojos,
{L-8449} todo mi bien desconcierta
{L-8450} tener la esperanza muerta
{L-8451} y el enemigo, a los ojos. 40
 
{L-8452}    Goces, pastora, mil años
{L-8453} el bien de tu pensamiento,
{L-8454} que yo no quiero contento
{L-8455} granjeado con tus daños.
{L-8456} Sigue tu gusto, señora, 45
{L-8457} pues te parece tan bueno,
{L-8458} que yo por el bien ajeno
{L-8459} no pienso llorar agora.
 
{L-8460}    Porque fuera liviandad
{L-8461} entregar mi alma al alma 50
{L-8462} que tiene por gloria y palma
{L-8463} el no tener libertad.
{L-8464} Mas, ay, que Fortuna quiere,
{L-8465} y el amor que viene en ello,
{L-8466} que no pueda huir el cuello 55
{L-8467} el cuchillo que me hiere.
 
{L-8468}    Conozco claro que voy
{L-8469} tras quien ha de condenarme,
{L-8470} y, cuando pienso apartarme,
{L-8471} más quedo y más firme estoy. 60
{L-8472} ¿Qué lazos, qué redes tienen,
{L-8473} Silena, tus ojos bellos,
{L-8474} que cuanto más huigo de ellos,
{L-8475} más me enlazan y detienen?
 
{L-8476}    ¡Ay, ojos, de quien recelo 65
{L-8477} que, si soy de vos mirado,
{L-8478} es por crecerme el cuidado
{L-8479} y por menguarme el consuelo!
{L-8480} Ser vuestras vistas fingidas
{L-8481} conmigo es pura verdad 70
{L-8482} pues pagan mi voluntad
{L-8483} con prendas aborrecidas.
 
{L-8484}    ¡Qué recelos, qué temores
{L-8485} persiguen mi pensamiento,
{L-8486} y qué de contrarios siento 75
{L-8487} en mis secretos amores!
{L-8488} Déjame, aguda memoria;
{L-8489} olvídate, no te acuerdes
{L-8490} del bien ajeno, pues pierdes
{L-8491} en ello tu propia gloria. 80
 
{L-8492}    Con tantas firmas afirmas
{L-8493} el amor que está en tu pecho,
{L-8494} Silena, que, a mi despecho,
{L-8495} siempre mis males confirmas.
{L-8496} ¡Oh, pérfido amor cruel! 85
{L-8497} ¿Cuál ley tuya me condena
{L-8498} que dé yo el alma a Silena
{L-8499} y que me niegue un papel?
 
{L-8500}    No más, Silena, que toco
{L-8501} en puntos de tal porfía, 90
{L-8502} que el menor de ellos podría
{L-8503} dejarme sin vida o loco.
{L-8504} No pase de aquí mi pluma,
{L-8505} pues tú la haces sentir
{L-8506} que no puede reducir 95
{L-8507} tanto mal a breve suma.

{L-8508}      En lo que se detuvo Lauso en decir estos versos {L-8509} y en alabar a singular hermosura, discreción, donaire, honestidad {L-8510} y valor de su pastora, a él y a Damón se les aligeró {L-8511} la pesadumbre del camino y se les pasó el tiempo sin ser sentido, {L-8512} hasta que llegaron junto de la ermita de Silerio, en la cual no querían {L-8513} entrar Timbrio, Nísida y Blanca por no sobresaltarle con su no pensada {L-8514} venida. Mas la suerte lo ordenó de otra manera, porque, habiéndose {L-8515} adelantado Tirsi y Damón a ver lo que Silerio hacía, hallaron {L-8516} la ermita abierta y sin ninguna persona dentro; y estando confusos, sin {L-8517} saber dónde podría estar Silerio a tales horas, llegó {L-8518} a sus oídos el son de su arpa, por do entendieron que él {L-8519} no debía estar lejos; y, saliendo a buscarle, guiados por el sonido {L-8520} de la arpa, con el resplandor claro de la luna vieron que estaba sentado {L-8521} en el tronco de un olivo, solo y sin otra compañía que la {L-8522} de su arpa, la cual tan dulcemente tocaba, que, por gozar de tan suave {L-8523} armonía, no quisieron los pastores llegar luego a hablarle, y más {L-8524} cuando oyeron que con extremada voz estos versos comenzó a cantar:
 

    SILERIO
{L-8525}    Ligeras horas del ligero tiempo,
{L-8526} para mí perezosas y cansadas:
{L-8527} si no estáis en mi daño conjuradas,
{L-8528} parézcaos ya que es de acabarme tiempo.
 
{L-8529}    Si agora me acabáis, haréislo a tiempo 5
{L-8530} que están mis desventuras más colmadas;
{L-8531} mirad que menguarán si sois pesadas,
{L-8532} que el mal se acaba si da tiempo al tiempo.
 
{L-8533}    No os pido que vengáis dulces, sabrosas,
{L-8534} pues no hallaréis camino, senda o paso 10
{L-8535} de reducirme al ser que ya he perdido.
 
{L-8536}    ¡Horas a cualquier otro venturosas!
{L-8537} ¡Aquella dulce del mortal traspaso,
{L-8538} aquella de mi muerte sola os pido!

{L-8539}      Después que los pastores escucharon {L-8540} lo que Silerio cantado había, sin que él los viese, se volvieron {L-8541} a encontrar los demás que allí venían, con intención {L-8542} que Timbrio hiciese lo que agora oiréis, que fue que, habiéndole {L-8543} dicho de la manera que habían hallado a Silerio y en el lugar do {L-8544} quedaba, le rogó Tirsi que, sin que ninguno de ellos se le diese {L-8545} a conocer, se fuesen llegando poco a poco hacia él, ora les viese {L-8546} o no, porque, aunque la noche hacía clara, no por eso sería {L-8547} alguno conocido, y que hiciese asimesmo que Nísida o él cantasen; {L-8548} y todo esto hacía por entretener el gusto que de su venida había {L-8549} de recibir Silerio. Contentóse Timbrio de ello y, diciéndoselo {L-8550} a Nísida, vino en su mesmo parecer. Y así, cuando a Tirsi {L-8551} le pareció que estaban ya tan cerca que de Silerio podían {L-8552} ser oídos, hizo a la bella Nísida que comenzase, la cual, {L-8553} al son del rabel del celoso Orfenio, de esta manera comenzó a cantar:
 

    NISIDA
{L-8554}    Aunque es el bien que poseo
{L-8555} tal que al alma satisface,
{L-8556} le turba en parte y deshace
{L-8557} otro bien que vi y no veo.
{L-8558} Que Amor y Fortuna escasa, 5
{L-8559} enemigos de mi vida,
{L-8560} me dan el bien por medida,
{L-8561} y el mal, sin término o tasa.
 
{L-8562}    En el amoroso estado,
{L-8563} aunque sobre el merecer, 10
{L-8564} tan sólo viene el placer
{L-8565} cuanto el mal, acompañado.
{L-8566} Andan los males unidos,
{L-8567} sin un momento apartarse;
{L-8568} los bienes, por acabarse, 15
{L-8569} en mil partes divididos.
 
{L-8570}    Lo que cuesta, si se alcanza,
{L-8571} del amor algún contento,
{L-8572} declárelo el sufrimiento,
{L-8573} el amor y la esperanza. 20
{L-8574} Mil penas cuesta una gloria;
{L-8575} un contento, mil enojos:
{L-8576} sábenlo bien estos ojos
{L-8577} y mi cansada memoria.
 
{L-8578}    La cual se acuerda contino 25
{L-8579} de quien pudo mejoralla,
{L-8580} y para hallarle no halla
{L-8581} alguna senda o camino.
{L-8582} ¡Ay, dulce amigo de aquel
{L-8583} que te tuvo por tan suyo, 30
{L-8584} cuanto él se tuvo por tuyo
{L-8585} y cuanto yo lo soy de él!
 
{L-8586}    Mejora con tu presencia
{L-8587} nuestra no pensada dicha,
{L-8588} y no la vuelva en desdicha 35
{L-8589} tu tan larga, esquiva ausencia.
{L-8590} A duro mal me provoca
{L-8591} la memoria, que me acuerda
{L-8592} que fuiste loco y yo cuerda,
{L-8593} y eres cuerdo y yo estoy loca. 40
 
{L-8594}    Aquel que, por buena suerte,
{L-8595} tú mesmo quisiste darme,
{L-8596} no ganó tanto en ganarme,
{L-8597} cuanto ha perdido en perderte.
{L-8598} Mitad de su alma fuiste, 45
{L-8599} y medio por quien la mía
{L-8600} pudo alcanzar la alegría
{L-8601} que tu ausencia tiene triste.

{L-8602}      Si la extremada gracia con que la hermosa Nísida {L-8603} cantaba causó admiración a los que con ella iban, ¿qué {L-8604} causaría en el pecho de Silerio, que, sin faltar punto, notó {L-8605} y escuchó todas las circunstancias de su canto? Y como tenía {L-8606} tan en el alma la voz de Nísida, apenas llegó a sus oídos {L-8607} el acento suyo, cuando él se comenzó a alborotar y a suspender {L-8608} y enajenar de sí mesmo, elevado en lo que escuchaba; y aunque verdaderamente {L-8609} le pareció que era la voz de Nísida aquella, tenía {L-8610} tan perdida la esperanza de verla (y más en semejante lugar) que {L-8611} en ninguna manera podía asegurar su sospecha. De esta suerte llegaron {L-8612} todos donde él estaba y, en saludándole, Tirsi le dijo:

{L-8613}      -Tan aficionados nos dejaste, amigo Silerio, {L-8614} de la condición y conversación tuya, que, atraídos {L-8615} Damón y yo de la experiencia, y toda esta compañía {L-8616} de la fama de ella, dejando el camino que llevábamos, te hemos venido {L-8617} a buscar a tu ermita, donde, no hallándote, como no te hallamos, {L-8618} quedara sin cumplirse nuestro deseo, si el son de tu arpa y el de tu estimado {L-8619} canto aquí no nos hubiera encaminado.

{L-8620}      -Harto mejor fuera, señores -respondió {L-8621} Silerio-, que no me hallárades, pues en mí no hallaréis {L-8622} sino ocasiones que a tristeza os mueva, pues la que yo padezco en el alma {L-8623} tiene cuidado el tiempo cada día renovarla, no sólo con la {L-8624} memoria del bien pasado, sino con las sombras del presente, que al fin {L-8625} lo serán, pues de mi ventura no se puede esperar otra cosa que bienes {L-8626} fingidos y temores ciertos.

{L-8627}      Lástima pusieron las razones de Silerio {L-8628} en todos los que le conocían, principalmente en Timbrio, Nísida {L-8629} y Blanca, que tanto le amaban; y luego quisieran dársele a conocer, {L-8630} si no fuera por no salir de lo que Tirsi les había rogado, el cual {L-8631} hizo que todos sobre la verde hierba se sentasen, y de manera que los rayos {L-8632} de la clara luna hiriesen de espaldas los rostros de Nísida y Blanca, {L-8633} porque Silerio no los conociese. Estando, pues, de esta suerte, y después {L-8634} que Damón a Silerio había dicho algunas palabras de consuelo, {L-8635} porque el tiempo no se pasase todo en tratar en cosas de tristeza, y por {L-8636} dar principio a que la de Silerio feneciese, le rogó que su arpa {L-8637} tocase, al son de la cual el mesmo Damón cantó este soneto:
 

    DAMON
{L-8638}    Si el áspero furor del mar airado
{L-8639} por largo tiempo en su rigor durase,
{L-8640} mal e podría hallar quien entregase
{L-8641} su flaca nave al piélago alterado.
 
{L-8642}    No permanece siempre en un estado  5
{L-8643} el bien ni el mal, que el uno y otro vase;
{L-8644} porque si huyese el bien y el mal quedase,
{L-8645} ya sería el mundo a confusión tornado.
 
{L-8646}    La noche al día, y el calor al frío,
{L-8647} la flor al fruto van en seguimiento, 10
{L-8648} formando de contrarios igual tela.
 
{L-8649}    La sujeción se cambia en señorío,
{L-8650} en placer el pesar, la gloria en viento,
{L-8651} chè per tal variar natura è bella.

     Acabó Damón de cantar, {L-8652} y luego hizo de señas a Timbrio que lo mesmo hiciese, el cual, al {L-8653} propio son de la arpa de Silerio, dio principio a un soneto que en el tiempo {L-8654} del hervor de sus amores había hecho, el cual de Silerio era tan {L-8655} sabido como del mesmo Timbrio:
 

    TIMBRIO
{L-8656}    Tan bien fundada tengo la esperanza,
{L-8657} que, aunque más sople riguroso viento,
{L-8658} no podrá desdecir de su cimiento:
{L-8659} tal fe, tal suerte y tal valor alcanza.

{L-8660}      No pudo acabar Timbrio el comenzado soneto, {L-8661} porque el oír Silerio su voz y el conocerle todo fue uno, y, sin {L-8662} ser parte a otra cosa, se levantó de do sentado estaba y se fue {L-8663} a abrazar del cuello de Timbrio, con muestras de tan extraño contento {L-8664} y sobresalto que, sin hablar palabra, se transpuso y estuvo un rato sin {L-8665} acuerdo, con tanto dolor de los presentes, temerosos de algún mal {L-8666} suceso, que ya condenaban por mala el astucia de Tirsi, pero quien más {L-8667} extremos de dolor hacía era la hermosa Blanca, como aquella que {L-8668} tiernamente le amaba. Acudió luego Nísida, y su hermana, {L-8669} a remediar el desmayo de Silerio, el cual, a cabo de poco espacio, volvió {L-8670} en sí diciendo:

{L-8671}      -¡Oh, poderoso Cielo! ¿Y es posible {L-8672} que el que tengo presente es mi verdadero amigo Timbrio? ¿Es Timbrio {L-8673} el que oigo? ¿Es Timbrio el que veo? Sí es, si no me burla {L-8674} mi ventura y mis ojos no me engañan.

{L-8675}      -Ni tu ventura te burla, ni tus ojos te engañan, {L-8676} dulce amigo mío -respondió Timbrio-, que yo soy el que sin {L-8677} ti no era, y el que no lo fuera jamás si el Cielo no permitiera {L-8678} que te hallara. Cesen ya tus lágrimas, Silerio amigo, si por mí {L-8679} las has derramado, pues ya me tienes presente, que yo atajaré las {L-8680} mías, pues te tengo delante, llamándome el más dichoso {L-8681} de cuantos viven en el mundo, pues mis desventuras y adversidades han traído {L-8682} tal descuento, que goza mi alma de la posesión de Nísida, {L-8683} y mis ojos de tu presencia.

{L-8684}      Por estas palabras de Timbrio entendió {L-8685} Silerio que la que cantado había y la que allí estaba era {L-8686} Nísida, pero certificóse más en ello cuando ella mesma {L-8687} le dijo:

{L-8688}      -¿Qué es esto, Silerio mío? {L-8689} ¿Qué soledad y qué hábito es este, que tantas {L-8690} muestras dan de tu descontento? ¿Qué falsas sospechas o que {L-8691} engaños te han conducido a tal extremo, para que Timbrio y yo le {L-8692} tuviésemos de dolor toda la vida, ausentes de ti, que nos la diste?

{L-8693}      -Engaños fueron, hermosa Nisída {L-8694} -respondió Sileno-, mas, por haber traído tales desengaños, {L-8695} serán celebrados de mi memoria el tiempo que ella me durare.

{L-8696}      Lo más de este tiempo tenía Blanca {L-8697} asida una mano de Silerio, mirándole atentamente al rostro, derramando {L-8698} algunas lágrimas que de la alegría y lástima de su {L-8699} corazón daban manifiesto indicio. Largo sería de contar las {L-8700} palabras de amor y contento que entre Silerio, Timbrio, Nísida y {L-8701} Blanca pasaron, que fueron tan tiernas y tales que todos los pastores que {L-8702} las escuchaban tenían los ojos bañados en lágrimas {L-8703} de alegría. Contó luego Silerio brevemente la ocasión {L-8704} que le había movido a retirarse en aquella ermita, con pensamiento {L-8705} de acabar en ella la vida, pues de la de ellos no había podido saber {L-8706} nueva alguna, y todo lo que dijo fue ocasión de avivar más {L-8707} en el pecho de Timbrio el amor y amistad que a Silerio tenía, y {L-8708} en el de Blanca, la lástima de su miseria. Y así como acabó {L-8709} de contar Silerio lo que después que partió de Nápoles {L-8710} le había sucedido, rogó a Timbrio que lo mesmo hiciese, porque {L-8711} en extremo lo deseaba, y que no se recelase de los pastores que estaban {L-8712} presentes, que todos ellos, o los más, sabían ya su mucha {L-8713} amistad y parte de sus sucesos. Holgóse Timbrio de hacer lo que {L-8714} Silerio pedía, y más se holgaron los pastores, que asimesmo {L-8715} lo deseaban, que ya porque Tirsi se lo había contado, todos sabían {L-8716} los amores de Timbrio y Nísida, y todo aquello que el mesmo Tirsi {L-8717} de Silerio había oído. Sentados, pues, todos, como ya he {L-8718} dicho, en la verde hierba, con maravillosa atención estaban esperando {L-8719} lo que Timbrio diría, el cual dijo:

{L-8720}      -Después que la Fortuna me fue tan favorable {L-8721} y tan adversa que me dejó vencer a mi enemigo y me venció {L-8722} con el sobresalto de la falsa nueva de la muerte de Nísida, con {L-8723} el dolor que pensar se puede, en aquel mesmo instante me partí para {L-8724} Nápoles, y confirmándose allí el desdichado suceso {L-8725} de Nísida, por no ver las casas de su padre, donde yo la había {L-8726} visto y porque las calles, ventanas y otras partes donde yo la solía {L-8727} ver no me renovasen continuamente la memoria de mi bien pasado, sin saber {L-8728} qué camino tomase y sin tener algún discurso mi albedrío, {L-8729} salí de la ciudad, y a cabo de dos días llegué a la {L-8730} fuerte Gaeta, donde hallé una nave que ya quería desplegar {L-8731} las velas al viento para partirse a España. Embarquéme en {L-8732} ella no más de por huir la odiosa tierra donde dejaba mi cielo; {L-8733} mas apenas los diligentes marineros zarparon los ferros y descogieron las {L-8734} velas, y al mar algún tanto se alargaron, cuando se levantó {L-8735} una no pensada y súbita borrasca, y una ráfiga de viento {L-8736} imbistió las velas del navío con tanta furia que rompió {L-8737} el árbol del trinquete, y la vela mesana abrió de arriba {L-8738} abajo. Acudieron luego los prestos marineros al remedio, y, con dificultad {L-8739} grandísima, amainaron todas las velas, porque la borrasca crecía {L-8740} y la mar comenzaba a alterarse, y el cielo daba señales de durable {L-8741} y espantosa fortuna. No fue volver al puerto posible, porque era maestral {L-8742} el viento que soplaba, y con tan grande violencia, que fue forzoso poner {L-8743} la vela de trinquete al árbol mayor y amollar, como dicen, en popa, {L-8744} dejándose llevar donde el viento quisiese. Y así comenzó {L-8745} la nave, llevada de su furia, a correr por el levantado mar con tanta ligereza {L-8746} que, en dos días que duró el maestral, discurrimos por todas {L-8747} las islas de aquel derecho, sin poder en ninguna tomar abrigo, pasando {L-8748} siempre a vista de ellas, sin que Estrómbalo nos abrigase, ni Lipar {L-8749} nos acogiese, ni el Címbalo, Lampadosa ni Pantanalea sirviesen para {L-8750} nuestro remedio; y pasamos tan cerca de Berbería, que los recién {L-8751} derribados muros de la Goleta se descubrían y las antiguas ruinas {L-8752} de Cartago se manifestaban. No fue pequeño el miedo de los que en {L-8753} la nave iban, temiendo que, si el viento algo más reforzaba, era {L-8754} forzoso embestir en la enemiga tierra, mas cuando de esto estaban más {L-8755} temerosos, la suerte, que mejor nos la tenía guardada, o el Cielo, {L-8756} que escuchó los votos y promesas que allí se hicieron, ordenó {L-8757} que el maestral se cambiase en un mediodía tan reforzado, y que {L-8758} tocaba en la cuarta del jaloque, que en otros dos días nos volvió {L-8759} al mesmo puerto de Gaeta, donde habíamos partido, con tanto consuelo {L-8760} de todos que algunos se partieron a cumplir las romerías y promesas {L-8761} que en el peligro pasado habían hecho.

{L-8762}      Estuvo allí la nave otros cuatro días {L-8763} reparándose de algunas cosas que le faltaban, al cabo de los cuales {L-8764} tomó a seguir su viaje con más sosegado mar y próspero {L-8765} viento, llevando a vista la hermosa ribera de Génova, llena de adornados {L-8766} jardines, blancas casas y relumbrantes chapiteles, que, heridos de los {L-8767} rayos del sol, reverberan con tan encendidos rayos que apenas dejan mirarse. {L-8768} Todas estas cosas que desde la nave se miraban pudieran causar contento, {L-8769} como le causaban a todos los que en la nave iban, sino a mi, que me era {L-8770} ocasión de más pesadumbre. Sólo el descanso que tenía {L-8771} era entretenerme lamentando mis penas, cantándolas o, por mejor {L-8772} decir, llorándolas al son de un laúd de uno de aquellos marineros. {L-8773} Y una noche me acuerdo (y aun es bien que me acuerde, pues en ella comenzó {L-8774} a amanecer mi día) que, estando sosegado el mar, quietos los vientos, {L-8775} las velas pegadas a los árboles, y los marineros, sin cuidado alguno, {L-8776} por diferentes partes del navío tendidos, y el timonero casi por {L-8777} la bonanza que había y por la que el cielo le aseguraba, en medio {L-8778} de este silencio y en medio de mis imaginaciones, como mis dolores no me {L-8779} dejaban entregar los ojos al sueño, sentado en el castillo de popa, {L-8780} tomé el laúd y comencé a cantar unos versos que habré {L-8781} de repetir agora, porque se advierta de qué extremo de tristeza {L-8782} y cuán sin pensarlo me pasó la suerte al mayor de alegría {L-8783} que imaginar supiera. Era, si no me acuerdo mal, lo que cantaba, esto:
 

    TIMBRIO
{L-8784}    Agora que calla el viento
{L-8785} y el sesgo mar está en calma,
{L-8786} no se calle mi tormento:
{L-8787} salga con la voz el alma,
{L-8788} para mayor sentimiento. 5
{L-8789} Que, para contar mis males,
{L-8790} mostrando en parte que son,
{L-8791} por fuerza han de dar señales
{L-8792} el alma y el corazón
{L-8793} de vivas ansias mortales. 10
 
{L-8794}    Llevóme el amor en vuelo
{L-8795} por uno y otro dolor
{L-8796} hasta ponerme en el Cielo,
{L-8797} y agora muerte y Amor
{L-8798} me han derribado en el suelo. 15
{L-8799} Amor y muerte ordenaron
{L-8800} una muerte y amor tal,
{L-8801} cual en Nísida causaron,
{L-8802} y de mi bien y su mal
{L-8803} eterna fama ganaron. 20
 
{L-8804}    Con nueva voz y terrible,
{L-8805} de hoy más, y en son espantoso,
{L-8806} hará la fama creíble
{L-8807} que el Amor es poderoso
{L-8808} y la muerte es invencible. 25
{L-8809} De su poder satisfecho
{L-8810} quedará el mundo, si advierte
{L-8811} qué hazaña los dos han hecho,
{L-8812} qué vida llenó la muerte,
{L-8813} qué tal tiene amor mi pecho. 30
 
{L-8814}    Mas creo, pues no he venido
{L-8815} a morir o estar más loco
{L-8816} con el daño que he sufrido,
{L-8817} o que muerte puede poco
{L-8818} o que no tengo sentido. 35
{L-8819} Que, si sentido tuviera,
{L-8820} según mis penas crecidas
{L-8821} me persiguen dondequiera,
{L-8822} aunque tuviera mil vidas,
{L-8823} cien mil veces muerto fuera. 40
 
{L-8824}    Mi victoria tan subida,
{L-8825} fue con muerte celebrada
{L-8826} de la más ilustre vida
{L-8827} que en la presente o pasada
{L-8828} edad fue ni es conocida. 45
{L-8829} De ella llevé por despojos
{L-8830} dolor en el corazón,
{L-8831} mil lágrimas en los ojos,
{L-8832} en el alma confusión
{L-8833} y en el firme pecho enojos. 50
 
{L-8834}    ¡Oh, fiera mano enemiga!
{L-8835} ¡Cómo, si allí me acabaras,
{L-8836} te tuviera por amiga,
{L-8837} pues, con matarme, estorbaras
{L-8838} las ansias de mi fatiga! 55
{L-8839} ¡Oh! ¡Cuán amargo descuento
{L-8840} trujo la victoria mía,
{L-8841} pues pagaré, según siento,
{L-8842} el gusto solo de un día
{L-8843} con mil siglos de tormento! 60
 
{L-8844}    ¡Tú, mar, que escuchas mi llanto;
{L-8845} tú, Cielo, que le ordenaste;
{L-8846} amor, por quien lloro tanto;
{L-8847} muerte, que mi bien llevaste,
{L-8848} acabad ya mi quebranto! 65
{L-8849} ¡Tu, mar, mi cuerpo recibe;
{L-8850} tú, Cielo, acoge mi alma;
{L-8851} tú, Amor, con la fama escribe
{L-8852} qué muerte llevó la palma
{L-8853} de esta vida que no vive! 70
 
{L-8854}    ¡No os descuidéis de ayudarme,
{L-8855} mar, Cielo, Amor y la muerte!
{L-8856} ¡Acabad ya de acabarme,
{L-8857} que será la mejor suerte
{L-8858} que yo espero y podréis darme! 75
{L-8859} Pues si no me anega el mar,
{L-8860} y no me recoge el Cielo,
{L-8861} y el amor ha de durar,
{L-8862} y de no morir recelo,
{L-8863} no sé en qué habré de parar. 80

{L-8864}      Acuérdome que llegaba a estos últimos {L-8865} versos que he dicho cuando, sin poder pasar adelante, interrompido de infinitos {L-8866} sospiros y sollozos que de mi lastimado pecho despedía, aquejado {L-8867} de la memoria de mis desventuras, del puro sentimiento de ellas, vine a {L-8868} perder el sentido, con un parasismo tal que me tuvo un buen rato fuera {L-8869} de todo acuerdo, pero ya, después que el amargo accidente hubo pasado, {L-8870} abrí mis cansados ojos, y halléme puesta la cabeza en las {L-8871} faldas de una mujer vestida en hábito de peregrina y a mi lado estaba {L-8872} otra con el mesmo traje adornada, la cual, estando de mis manos asida, {L-8873} la una y la otra tiernamente lloraban. Cuando yo me vi de aquella manera, {L-8874} quedé admirado y confuso; y estaba dudando si era sueño aquello {L-8875} que veía porque nunca tales mujeres había visto jamás {L-8876} en la nave después que en ella andaba, pero de esta confusión {L-8877} me sacó presto la hermosa Nísida, que aquí está, {L-8878} que era la peregrina que allá estaba, diciéndome: « ¡Ay, {L-8879} Timbrio, verdadero señor y amigo mío! ¿Qué {L-8880} falsas imaginaciones o qué desdichados accidentes han sido parte {L-8881} para poneros donde agora estáis, y para que yo y mi hermana tuviésemos {L-8882} tan poca cuenta con lo que a nuestras honras debíamos, y que, sin {L-8883} mirar en inconviniente alguno, hayamos querido dejar nuestros amados padres {L-8884} y nuestros usados trajes, con intención de buscaros y desengañaros {L-8885} de tan incierta muerte mía que pudiera causar la verdadera vuestra? » {L-8886} Cuando yo tales razones oí, de todo punto acabé de creer {L-8887} que sonaba, y que era alguna visión aquella que delante los ojos {L-8888} tenía, y que la continua imaginación, que de Nísida {L-8889} no se apartaba, era la causa que allí a los ojos viva la representase. {L-8890} Mil preguntas les hice y a todas ellas enteramente me satisficieron, primero {L-8891} que pudiese sosegar el entendimiento y enterarme que ellas eran Nísida {L-8892} y Blanca. Mas cuando yo fui conociendo la verdad, el gozo que sentí {L-8893} fue de manera que también me puso en condición de perder {L-8894} la vida, como el dolor pasado había hecho. Allí supe de Nísida {L-8895} cómo el engaño y descuido que tuviste, oh, Silerio, en hacer {L-8896} la señal de la toca fue la causa para que, creyendo algún {L-8897} mal suceso mío, le sucediese el parasismo y desmayo, tal que todos {L-8898} creyeron que era muerta, como yo lo pensé, y tú, Silerio, {L-8899} lo creíste. Díjome también cómo, después {L-8900} de vuelta en sí, supo la verdad de la victoria mía, junto {L-8901} con mi súbita y arrebatada partida, y la ausencia tuya, cuyas nuevas {L-8902} la pusieron en extremo de hacer verdaderas las de su muerte. Pero ya que {L-8903} al último término no la llegaron, hicieron con ella y con {L-8904} su hermana, por industria de una ama suya que con ellas venía, que, {L-8905} vistiéndose en hábitos de peregrinas, desconocidamente se {L-8906} saliesen de con sus padres una noche que llegaban junto a Gaeta, a la vuelta {L-8907} que a Nápoles se volvían; y fue a tiempo que la nave donde {L-8908} yo estaba embarcado, después de reparada de la pasada tormenta, {L-8909} estaba ya para partirse; y diciendo al capitán que querían {L-8910} pasar en España para ir a Santiago de Galicia, se concertaron con {L-8911} él y se embarcaron, con prosupuesto de venir a buscarme a Jerez, {L-8912} do pensaban hallarme o saber de mí nueva alguna; y en todo el tiempo {L-8913} que en la nave estuvieron, que sería cuatro días, no habían {L-8914} salido de un aposento que el capitán en la popa les había {L-8915} dado, hasta que, oyéndome cantar los versos que os he dicho, y conociéndome {L-8916} en la voz y en lo que en ellos decía, salieron al tiempo que os {L-8917} he contado, donde, solemnizando con alegres lágrimas el contento {L-8918} de habernos hallado, estábamos mirando los unos a los otros, sin {L-8919} saber con qué palabras engrandecer nuestra nueva y no pensada alegría, {L-8920} la cual se acrecentara más y llegara al término y punto que {L-8921} agora llega, si de ti, amigo Silerio, allí supiéramos nueva {L-8922} alguna; pero como no hay placer que venga tan entero que de todo en todo {L-8923} al corazón satisfaga, en el que entonces teníamos, no sólo {L-8924} nos faltó tu presencia, pero aun las nuevas de ella. La claridad {L-8925} de la noche, el fresco y agradable viento que en aquel instante comenzó {L-8926} a herir las velas próspera y blandamente, el mar tranquilo y desembarazado {L-8927} cielo, parece que todos juntos, y cada uno por si, ayudaban a solemnizar {L-8928} la alegría de nuestros corazones.

{L-8929}      Mas la Fortuna variable, de cuya condición {L-8930} no se puede prometer firmeza alguna, envidiosa de nuestra ventura, quiso {L-8931} turbarla con la mayor desventura que imaginarse pudiera, si el tiempo y {L-8932} los prósperos sucesos no la hubieran reducido a mejor término. {L-8933} Sucedió, pues, que a la sazón que el viento comenzaba a refrescar {L-8934} los solícitos marineros izaron más todas las velas, y con {L-8935} general alegría de todos, seguro y próspero viaje se aseguraban. {L-8936} Uno de ellos, que a una parte de la proa iba sentado, descubrió, {L-8937} con la claridad de los bajos rayos de la luna, que cuatro bajeles de remo, {L-8938} a larga y tirada boga, con gran celeridad y priesa hacia la nave se encaminaban, {L-8939} y al momento conoció ser de contrarios, y con grandes voces comenzó {L-8940} a gritar: « ¡Arma, arma, que bajeles turquescos se descubren! » {L-8941} Esta voz y súbito alarido puso tanto sobresalto en todos los de {L-8942} la nave que, sin saber darse maña en el cercano peligro, unos a {L-8943} otros se miraban, mas el capitán de ella, que en semejantes ocasiones {L-8944} algunas veces se había visto, viniéndose a la proa, procuró {L-8945} reconocer qué tamaño de bajeles y cuántos eran, y {L-8946} descubrió dos más que el marinero, y conoció que eran {L-8947} galeotas forzadas, de que no poco temor debió de recibir, pero, {L-8948} disimulando lo mejor que pudo, mandó luego alistar la artillería {L-8949} y cargar las velas todo lo más que se pudiese la vuelta de los contrarios {L-8950} bajeles, por ver si podría entrarse entre ellos y jugar de todas {L-8951} bandas la artillería. Acudieron luego todos a las armas, y, repartidos {L-8952} por sus postas como mejor se pudo, la venida de los enemigos esperaban.

{L-8953}      ¡Quién podrá significaros, {L-8954} señores, la pena que yo a esta sazón tenía, viendo {L-8955} con tanta celeridad turbado mi contento y tan cerca de poder perderle, {L-8956} y más cuando vi que Nísida y Blanca se miraban, sin hablarse {L-8957} palabra, confusas del estruendo y vocería que en la nave andaba {L-8958} y viéndome a mí rogarles que en su aposento se encerrasen {L-8959} y rogasen a Dios que de las enemigas manos nos librase! Paso y punto fue {L-8960} este que desmaya la imaginación cuando de él se acuerda la {L-8961} memoria. Sus descubiertas lágrimas y la fuerza que yo me hacía {L-8962} por no mostrar las mías me tenían de tal manera, que casi {L-8963} me olvidaba de lo que debía hacer, o quién era y a lo que {L-8964} el peligro obligaba. Mas, en fin, las hice retraer a su estancia casi desmayadas, {L-8965} y, cerrándolas por defuera, acudí a ver lo que el capitán {L-8966} ordenaba, el cual, con prudente solicitud, todas las cosas al caso necesarias {L-8967} estaba proveyendo; y dando cargo a Darinto, que es aquel caballero que {L-8968} hoy se partió de nosotros, de la guarda del castillo de proa, y {L-8969} encomendándome a mí el de popa, él, con algunos marineros {L-8970} y pasajeros, por todo el cuerpo de la nave a una y otra parte discurría. {L-8971} No tardaron mucho en llegar los enemigos, y tardó harto menos en {L-8972} calmar el viento, que fue la total causa de la perdición nuestra. {L-8973} No osaron los enemigos llegar a bordo, porque, viendo que el viento calmaba, {L-8974} les pareció mejor aguardar el día para embestimos. Hiciéronlo {L-8975} así, y, el día venido, aunque ya los habíamos contado, {L-8976} acabamos de ver que eran quince bajeles gruesos los que cercados nos tenían, {L-8977} y entonces se acabó de confirmar en nuestros pechos el temor de {L-8978} perdernos. Con todo eso, no desmayando el valeroso capitán ni alguno {L-8979} de los que con él estaban, esperó a ver lo que los contrarios {L-8980} harían, los cuales, luego como vino la mañana, echaron de {L-8981} su capitana una barquilla al agua, y con un renegado enviaron a decir a {L-8982} nuestro capitán que se rindiese, pues veía ser imposible {L-8983} defenderse de tantos bajeles, y más que eran todos los mejores de {L-8984} Argel, amenazándole de parte de Arnaut Mamí, su general, {L-8985} que, si disparaba alguna pieza el navío, que le había de {L-8986} colgar de una entena en cogiéndole, y añadiendo a estas, {L-8987} otras amenazas. El renegado le persuadía que se rindiese, mas, no {L-8988} quiriéndolo hacer el capitán, respondió al renegado {L-8989} que se alargase de la nave; si no, que le echaría a fondo con la {L-8990} artillería. Oyó Arnaute esta respuesta y luego, cebando el {L-8991} navío por todas partes, comenzó a jugar desde lejos el artillería {L-8992} con tanta priesa, furia y estruendo que era maravilla. Nuestra nave comenzó {L-8993} a hacer lo mesmo, tan venturosamente que a uno de los bajeles que por la {L-8994} popa la combatían echó a fondo, porque le acertó con {L-8995} una bala junto a la cinta, de modo que, sin ser socorrido, en breve espacio {L-8996} se le sorbió el mar. Viendo esto los turcos, apresuraron el combate, {L-8997} y en cuatro horas nos embistieron cuatro veces, y otras tantas se retiraron {L-8998} con mucho daño suyo y no con poco nuestro.

{L-8999}      Mas por no iros cansando contándoos {L-9000} particularmente las cosas sucedidas en este combate, sólo diré {L-9001} que, después de habernos combatido diez y seis horas y después {L-9002} de haber muerto nuestro capitán y toda la más gente del navío, {L-9003} a cabo de nueve asaltos que nos dieron, al último de ellos entraron {L-9004} furiosamente en el navío. Tampoco, aunque quiera, no podré {L-9005} encarecer el dolor que a mi alma llegó cuando vi que las amadas {L-9006} prendas mías, que ahora tengo delante, habían de ser entonces {L-9007} entregadas, y venidas a poder de aquellos crueles carniceros. Y así, {L-9008} llevado de la ira que este temor y consideración me causaba, con {L-9009} pecho desarmado me arrojé por medio de las bárbaras espadas, {L-9010} deseoso de morir al rigor de sus filos antes que ver a mis ojos lo que {L-9011} esperaba. Pero sucedióme al revés mi pensamiento, porque {L-9012} abrazándose conmigo tres membrudos turcos y yo forcejando con ellos, {L-9013} de tropel venimos a dar todos en la puerta de la cámara donde Nísida {L-9014} y Blanca estaban, y con el ímpetu del golpe se rompió y abrió {L-9015} la puerta, que hizo manifiesto el tesoro que allí estaba encerrado, {L-9016} del cual codiciosos los enemigos, el uno de ellos asió a Nísida {L-9017} y el otro a Blanca; y yo, que de los dos me vi libre, al otro que me tenía {L-9018} hice dejar la vida a mis pies, y de los dos pensaba hacer lo mesmo, si {L-9019} ellos, advertidos del peligro, no dejaran la presa de las damas, y con {L-9020} dos grandes heridas no me derribaran en el suelo; lo cual visto por Nísida, {L-9021} arrojándose sobre mi herido cuerpo, con lamentables voces pedía {L-9022} a los dos turcos que la acabasen.

{L-9023}      En este instante, atraído de las voces {L-9024} y lamento de Blanca y Nísida, acudió a aquella estancia Arnaute, {L-9025} el general de los bajeles e, informándose de los soldados de lo {L-9026} que pasaba, hizo llevar a Nísida y a Blanca a su galera, y a ruegos {L-9027} de Nísida mandó también que a mí me llevasen, {L-9028} pues no estaba aún muerto. De esta manera, sin tener yo sentido {L-9029} alguno, me llevaron a la enemiga galera capitana, donde fui luego curado {L-9030} con alguna diligencia, porque Nísida había dicho al capitán {L-9031} que yo era hombre principal y de gran rescate, con intención que, {L-9032} cebados de la codicia y del dinero que de mí podrían haber, {L-9033} con algo más recato mirasen por la salud mía. Sucedió, {L-9034} pues, que estando curándome las heridas, con el dolor de ellas volví {L-9035} en mi acuerdo y, volviendo los ojos a una parte y a otra, conocí {L-9036} que estaba en poder de mis enemigos y en el bajel contrario, pero ninguna {L-9037} cosa me llegó tan al alma como fue ver en la popa de la galera a {L-9038} Nísida y Blanca, sentadas a los pies del perro general, derramando {L-9039} por sus ojos infinitas lágrimas, indicios del interno dolor que {L-9040} padecían. No el temor de la afrentosa muerte que esperaba cuando {L-9041} tú de ella, buen amigo Silerio, en Cataluña, me libraste; {L-9042} no la falsa nueva de la muerte de Nísida, de mí por verdadera {L-9043} creída; no el dolor de mis mortales heridas ni otra cualquiera aflicción {L-9044} que imaginar pudiera me causó ni causará más sentimiento {L-9045} que el que me vino de ver a Nísida y Blanca en poder de aquel bárbaro {L-9046} descreído, donde a tan cercano y claro peligro estaban puestas sus {L-9047} honras. El dolor de este sentimiento hizo tal operación en mi alma, {L-9048} que tomé de nuevo a perder los sentidos y a quitar la esperanza {L-9049} de mi salud y vida al cirujano que me curaba, de tal modo que creyendo {L-9050} que era muerto paró en medio de la cura, certificando a todos que {L-9051} ya yo de esta vida había pasado. Oídas estas nuevas por las {L-9052} dos desdichadas hermanas, digan ellas lo que sintieron, si se atreven, {L-9053} que yo sólo sé decir que después supe que, levantándose {L-9054} las dos de do estaban, tirando de sus rubios cabellos y arañando {L-9055} sus hermosos rostros, sin que nadie pudiese detenerlas, vinieron adonde {L-9056} yo desmayado estaba, y allí comenzaron a hacer tan lastimero llanto {L-9057} que a los mesmos pechos de los crueles bárbaros enternecieron. Con {L-9058} las lágrimas de Nísida que en el rostro me caían, {L-9059} o por las ya frías y enconadas heridas que gran dolor me causaban, {L-9060} tomé a volver de nuevo en mi acuerdo para acordarme de mi nueva {L-9061} desventura. Pasaré en silencio agora las lastimeras y amorosas palabras {L-9062} que en aquel desdichado punto entre mí y Nísida pasaron, {L-9063} por no entristecer tanto el alegre en que ahora nos hallamos, ni quiero {L-9064} decir por extenso los trances que ella me contó que con el capitán {L-9065} había pasado, el cual, vencido de su hermosura, mil promesas, mil {L-9066} regalos, mil amenazas le hizo porque viniese a condescender con la desordenada {L-9067} voluntad suya; pero mostrándose ella con él tan esquiva como {L-9068} honrada, y tan honrada como esquiva, pudo todo aquel día y otra {L-9069} noche siguiente defenderse de las pesadas importunaciones del corsario. {L-9070} Mas como la continua presencia de Nísida iba creciendo en él {L-9071} por puntos el libidinoso deseo, sin duda alguna se pudiera temer, como {L-9072} yo temía, que, dejando los ruegos y usando la fuerza, Nísida {L-9073} perdiera su honra o la vida, que era lo más cierto que de su bondad {L-9074} se podía esperar.

{L-9075}      Pero cansada ya la Fortuna de habernos puesto {L-9076} en el más bajo estado de miseria, quiso darnos a entender ser verdad {L-9077} lo que de la instabilidad suya se pregona, por un medio que nos puso en {L-9078} términos de rogar al Cielo que en aquella desdichada suerte nos {L-9079} mantuviese, a trueco de no perder la vida sobre las hinchadas ondas del {L-9080} mar airado, el cual, a cabo de dos días que cautivos fuimos y a {L-9081} la sazón que llevábamos el derecho viaje de Berbería, {L-9082} movido de un furioso jaloque, comenzó a hacer montañas de {L-9083} agua y a azotar con tanta furia la corsaria armada, que, sin poder los {L-9084} cansados remeros aprovecharse de los remos, afrenillaron y acudieron al {L-9085} usado remedio de la vela del trinquete al árbol y a dejarse llevar {L-9086} por donde el viento y mar quisiesen. Y de tal manera creció la tormenta {L-9087} que en menos de media hora esparció y apartó a diferentes {L-9088} partes los bajeles, sin que ninguno pudiese tener cuenta con seguir su {L-9089} capitán; antes, en poco rato divididos todos, como he dicho, vino {L-9090} nuestro bajel a quedar solo y a ser el que más el peligro amenazaba, {L-9091} porque comenzó a hacer tanta agua por las costuras que, por mucho {L-9092} que por todas las cámaras de popa, proa y medianía le agotaban, {L-9093} siempre en la sentina llegaba el agua a la rodilla; y añadióse {L-9094} a toda esta desgracia sobrevenir la noche, que en semejantes casos, más {L-9095} que en otros algunos, el medroso temor acrecienta; y vino con tanta escuridad {L-9096} y nueva borrasca que de todo en todo todos desesperamos de remedio. No {L-9097} queráis más saber, señores, sino que los mesmos turcos {L-9098} rogaban a los cristianos que iban al remo cautivos que invocasen y llamasen {L-9099} a sus santos y a su Cristo para que de tal desventura los librase, y no {L-9100} fueron tan en vano las plegarias de los míseros cristianos que allí {L-9101} iban, que, movido el alto Cielo de ellas, dejase sosegar el viento; antes {L-9102} le creció con tanto ímpetu y furia que al amanecer del día, {L-9103} que sólo pudo conocerse por las horas del reloj de arena, por quien {L-9104} se rigen, se halló el mal gobernado bajel en la costa de Cataluña, {L-9105} tan cerca de tierra y tan sin poder apartarse de ella que fue forzoso alzar {L-9106} un poco más la vela para que con más furia embistiese en {L-9107} un ancha playa que delante se nos ofrecía, que el amor de la vida {L-9108} les hizo parecer dulce a los turcos la esclavitud que esperaban.

{L-9109}      Apenas hubo la galera embestido en tierra, {L-9110} cuando luego acudió a la playa mucha gente armada, cuyo traje y {L-9111} lengua dio a entender ser catalanes y ser de Cataluña aquella costa, {L-9112} y aun aquel mesmo lugar donde, a riesgo de la tuya, amigo Silerio, la vida {L-9113} mía escapaste. ¡Quién pudiera exagerar agora el gozo {L-9114} de los cristianos, que del insufrible y pesado yugo del amargo cautiverio {L-9115} veían libres y desembarazados sus cuellos, y las plegarias y ruegos {L-9116} que los turcos, poco antes libres y señores, hacían a sus {L-9117} mesmos esclavos, rogándoles fuesen parte para que de los indignados {L-9118} cristianos mal tratados no fuesen! Los cuales ya en la playa los esperaban {L-9119} con deseo de vengarse de la ofensa que estos mesmos turcos les habían {L-9120} hecho saqueándoles su lugar, como tú, Silerio, sabes. Y no {L-9121} les salió vano el temor que tenían porque, en entrando los {L-9122} del pueblo en la galera, que encallada en la arena estaba, hicieron tan {L-9123} cruel matanza en los cosarios que muy pocos quedaron con la vida; y si {L-9124} no fuera que los cegó la codicia de robar la galera, todos los turcos {L-9125} en aquel primero ímpetu fueran muertos. Finalmente, los turcos que {L-9126} quedaron y cristianos cautivos que allí veníamos, todos fuimos {L-9127} saqueados; y si los vestidos que yo traía no estuvieran sangrentados, {L-9128} creo que aun no me los dejaran. Darinto, que también allí {L-9129} venía, acudió luego a mirar por Nísida y Blanca y {L-9130} a procurar que me sacasen a tierra donde fuese curado.

{L-9131}      Cuando yo salí y reconocí el {L-9132} lugar donde estaba y consideré el peligro en que en él me {L-9133} había visto, no dejó de darme alguna pesadumbre, causada {L-9134} de temor no fuese conocido y castigado por lo que no debía; y así, {L-9135} rogué a Darinto que, sin poner dilación alguna, procurase {L-9136} que a Barcelona nos fuésemos, diciéndole la causa que me {L-9137} movía a ello; pero no fue posible porque mis heridas me fatigaban {L-9138} de manera que me forzaron a que allí algunos días estuviese, {L-9139} como estuve, sin ser de más de un cirujano visitado. En este entretanto {L-9140} fue Darinto a Barcelona, donde, proveyéndose de lo que menester {L-9141} habíamos, dio la vuelta y, hallándome mejor y con más {L-9142} fuerza, luego nos pusimos en camino para la ciudad de Toledo, por saber {L-9143} de los parientes de Nísida, que sí sabían de sus padres, {L-9144} a quien ya hemos escrito todo el suceso de nuestras vidas, pidiéndoles {L-9145} perdón de nuestros pasados yerros. Y todo el contento y color de {L-9146} estos buenos y malos sucesos lo ha acrecentado o diminuido la ausencia {L-9147} tuya, Silerio. Mas pues el Cielo agora con tantas ventajas ha dado remedio {L-9148} a nuestras calamidades, no resta otra cosa sino que, dándole las {L-9149} debidas gracias por ello, tú, Silerio amigo, deseches la tristeza {L-9150} pasada con la ocasión de la alegría presente y procures darla {L-9151} a quien ha muchos días que por tu causa vive sin ella, como lo sabrás {L-9152} cuando más a solas y contigo las comunique. Otras algunas cosas {L-9153} me quedan por decir que me han sucedido en el discurso de esta mi peregrinación, {L-9154} pero dejarlas he por agora por no dar con la prolijidad de ellas disgusto {L-9155} a estos pastores, que han sido el instrumento de todo mi placer y gusto. {L-9156} Este es, pues, Silerio amigo y amigos pastores, el suceso de mi vida; ved {L-9157} si, por la que he pasado y por la que agora paso, me puedo llamar el más {L-9158} lastimado y venturoso hombre que los que hoy viven.

{L-9159}      Con estas últimas palabras dio fin a {L-9160} su cuento el alegre Timbrio, y todos los que presentes estaban se alegraron {L-9161} del felice suceso que sus trabajos habían tenido, pasando el contento {L-9162} de Silerio a todo lo que decir se puede, el cual, tomando de nuevo a abrazar {L-9163} a Timbrio, forzado del deseo de saber quién era la persona que por {L-9164} su causa sin contento vivía, pidiendo licencia a los pastores, se {L-9165} apartó con Timbrio a una parte donde su o de él que la hermosa {L-9166} Blanca, hermana de Nísida, era a que más que a sí {L-9167} le amaba desde el mesmo día y punto que ella supo quién él {L-9168} era y el valor de su persona, y que jamás, por no ir contra aquello {L-9169} que a su honestidad estaba obligada, había querido descubrir este {L-9170} pensamiento sino a su hermana, por cuyo medio esperaba tenerle honrado {L-9171} en el cumplimiento de sus deseos. Díjole asimismo Timbrio cómo {L-9172} aquel caballero Darinto, que con él venía y de quien él {L-9173} había hecho mención en la plática pasada, conociendo {L-9174} quién era Blanca y llevado de su hermosura, se había enamorado {L-9175} de ella con tantas veras que la pidió por esposa a su hermana Nísida, {L-9176} la cual le desengañó que Blanca no lo haría en manera {L-9177} alguna, y que, agraviado de esto Darinto, creyendo que por el poco valor {L-9178} suyo le desechaban; y por sacarle de esta sospecha, le hubo de decir Nísida {L-9179} cómo Blanca tenía ocupados los pensamientos en Silerio, mas {L-9180} que no por esto Darinto había desmayado ni dejado la empresa. Porque {L-9181} como supo que de ti, Silerio, no se sabía nueva alguna, imaginó {L-9182} que los servicios que él pensaba hacer a Blanca y el tiempo la apartarían {L-9183} de su intención primera; y con este presupuesto jamás nos {L-9184} quiso dejar hasta que ayer, oyendo a los pastores las ciertas nuevas de {L-9185} tu vida y conociendo el contento que con ellas Blanca había recibido {L-9186} y considerando ser imposible que, pareciendo Silerio, pudiese Darinto alcanzar {L-9187} lo que deseaba, sin despedirse de ninguno, se había, con muestras {L-9188} de grandísimo dolor, apartado de todos. Junto con esto, aconsejó {L-9189} Timbrio a su amigo fuese contento de que Blanca le tuviese, escogiéndola {L-9190} y aceptándola por esposa, pues ya la conocía y no ignoraba {L-9191} su valor y honestidad, encareciéndole el gusto y placer que los {L-9192} dos tendrían viéndose con tales dos hermanas casados. Silerio {L-9193} le respondió que le diese espacio para pensar en aquel hecho, aunque {L-9194} él sabía que al cabo era imposible dejar de hacer lo que {L-9195} él le mandase.

{L-9196}      A esta sazón comenzaba ya la blanca {L-9197} aurora a dar señales de su nueva venida, y las estrellas poco a {L-9198} poco iban escondiendo la claridad suya; y a este mesmo punto llegó {L-9199} a los oídos de todos la voz del enamorado Lauso, el cual, como su {L-9200} amigo Damón, había sabido que aquella noche la habían {L-9201} de pasar en la ermita de Silerio, quiso venir a hallarse con él {L-9202} y con los demás pastores; y como todo su gusto y pasatiempo era {L-9203} cantar al son de su rabel los sucesos prósperos o adversos de sus {L-9204} amores, llevado de la condición suya; y convidado de la soledad {L-9205} del camino y de la sabrosa armonía de las aves, que ya comenzaban {L-9206} con su dulce y concertado canto a saludar el venidero día, con baja {L-9207} voz, semejantes versos venía cantando:
 

    LAUSO
{L-9208}    Alzo la vista a la más noble parte
{L-9209} que puede imaginar el pensamiento,
{L-9210} donde miro el valor, admiro el arte
{L-9211} que suspende el más alto entendimiento.
{L-9212} Mas, si queréis saber quién fue la parte 5
{L-9213} que puso fiero yugo al cuello exento,
{L-9214} quién me entregó, quién lleva mis {L-9215} despojos
{L-9216} mis ojos son, Silena, y son tus ojos.
 
{L-9217}    Tus ojos son, de cuya luz serena
{L-9218} me viene la que al Cielo me encamina: 10
{L-9219} luz de cualquiera escuridad ajena,
{L-9220} segura muestra de la luz divina.
{L-9221} Por ella el fuego, el yugo y la cadena
{L-9222} que me consume, carga y desatina,
{L-9223} es refrigerio, alivio, es gloria, es palma 15
{L-9224} al alma, y vida que te ha dado el alma.
 
{L-9225}    ¡Divinos ojos, bien del alma mía,
{L-9226} término y fin de todo mi deseo;
{L-9227} ojos que serenáis el turbio día,
{L-9228} ojos por quien yo veo si algo veo 20
{L-9229} En vuestra luz mi pena y mi alegría
{L-9230} ha puesto amor; en vos contemplo y leo
{L-9231} la dulce, amarga, verdadera historia
{L-9232} del cierto infierno, de mi incierta gloria.
 
{L-9233}    En ciega escuridad andaba cuando 25
{L-9234} vuestra luz me faltaba, oh bellos ojos,
{L-9235} acá y allá, sin ver el cielo, errando
{L-9236} entre agudas espinas y entre abrojos;
{L-9237} mas luego, en el momento que tocando
{L-9238} fueron al alma mía los manojos 30
{L-9239} de vuestros rayos claros, vi a la clara
{L-9240} la senda de mi bien abierta y clara.
 
{L-9241}    Vi que sois y seréis, ojos serenos,
{L-9242} quien me levanta y puede levantarme
{L-9243} a que entre el corto número de buenos 35
{L-9244} venga como mejor a señalarme.
{L-9245} Esto podréis hacer no siendo ajenos
{L-9246} y con pequeño acuerdo de mirarme,
{L-9247} que el gusto del más bien enamorado
{L-9248} consiste en el mirar y ser mirado. 40
 
{L-9249}    Si esto es verdad, Silena, ¿quién {L-9250} ha sido,
{L-9251} es ni será que, con firmeza pura,
{L-9252} cual yo te quiera ni te habrá querido,
{L-9253} por más que amor le ayude y la ventura?
{L-9254} La gloria de tu vista he merecido 45
{L-9255} por mi inviolable fe, mas es locura
{L-9256} pensar que pueda merecerse aquello
{L-9257} que apenas puede contemplarse en ello.

{L-9258}      El canto y el camino acabó a un mesmo {L-9259} punto el enamorado Lauso, el cual, de todos los que con Silerio estaban, {L-9260} fue amorosamente recibido, acrecentando con su presencia el alegría {L-9261} que todos tenían por el buen suceso que los trabajos de Silerio {L-9262} habían tenido. Y, estándoselos Damón contando, vieron {L-9263} asomar por junto a la ermita al venerable Aurelio, que, con algunos de {L-9264} sus pastores, traía algunos regalos con que regalar y satisfacer {L-9265} a los que allí estaban, como lo había prometido el día {L-9266} antes que de ellos se partió. Maravillados quedaron Tirsi y Damón {L-9267} de verle venir sin Elicio y Erastro, y más lo fueron cuando vinieron {L-9268} a entender la causa del haberse quedado. Llegó Aurelio y su llegada {L-9269} aumentara más el contento de todos, si no dijera encaminando su {L-9270} razón a Timbrio:

{L-9271}      -Si te precias, como es razón que te {L-9272} precies, valeroso Timbrio, de ser verdadero amigo del que lo es tuyo, agora {L-9273} es tiempo de mostrarlo, acudiendo a remediar a Darinto, que no lejos de {L-9274} aquí queda tan triste y apasionado, y tan fuera de admitir consuelo {L-9275} alguno en el dolor que padece, que algunos que yo le di no fueron parte {L-9276} para que él los tuviese por tales. Hallámosle Elicio, Erastro {L-9277} y yo habrá dos horas en medio de aquel monte que a esta mano derecha {L-9278} se descubre, el caballo arrendado a un pino, y él en el suelo, boca {L-9279} abajo tendido, dando tiernos y dolorosos sospiros; y de cuando en cuando {L-9280} decía algunas palabras que a maldecir su ventura se encaminaban, {L-9281} al son lastimero de las cuales llegamos a él; y, con el rayo de {L-9282} la luna, aunque con dificultad, fue de nosotros conocido e importunado {L-9283} que la causa de su mal nos dijese; díjonosla, y por ella entendimos {L-9284} el poco remedio que tenía. Con todo eso se han quedado con él {L-9285} Elicio y Erastro, y yo he venido a darte las nuevas del término {L-9286} en que le tienen sus pensamientos; y pues a ti te son tan manifiestos, {L-9287} procura remediarlos con obras o acude a consolarlos con palabras.

{L-9288}      -Palabras serán todas, buen Aurelio {L-9289} -respondió Timbrio-, las que yo en esto gastaré, si ya él {L-9290} no quiere aprovecharse de la ocasión del desengaño y disponer {L-9291} sus deseos a que el tiempo y la ausencia hagan en él sus acostumbrados {L-9292} efectos. Mas porque no se piense que no correspondo a lo que a su amistad {L-9293} estoy obligado, enséñame, Aurelio, a qué parte le {L-9294} dejaste, que yo quiero ir luego a verle.

{L-9295}      -Yo iré contigo -respondió Aurelio.

{L-9296}      Y luego al momento se levantaron todos los {L-9297} pastores para acompañar a Timbrio y saber la causa del mide Darinto, {L-9298} dejando a Silerio con Nísida y Blanca con tanto contento de los {L-9299} tres que no se acertaban a hablar palabra. En el camino que había {L-9300} desde allí adonde Aurelio a Darinto había dejado, contó {L-9301} Timbrio a los que con él iban la ocasión de la pena de Darinto {L-9302} y el poco remedio que de ella se podría esperar, pues la hermosa {L-9303} Blanca, por quien él penaba, tenía los sus deseos en su buen {L-9304} amigo Silerio; diciéndoles asimesmo que había de procurar {L-9305} con toda su industria y fuerzas que Silerio viniese en lo que Blanca deseaba, {L-9306} suplicándoles que todos fuesen en ayudar y favorecer su intención, {L-9307} porque, en dejando a Darinto, quería que todos a Silerio rogasen {L-9308} diese el sí de recibir a Blanca por su legítima esposa. Los {L-9309} pastores se ofrecieron de hacer lo que se les mandaba; y en estas pláticas {L-9310} llegaron adonde creyó Aurelio que Elicio, Darinto y Erastro estarían, {L-9311} pero no hallaron alguno, aunque rodearon y anduvieron gran parte de un {L-9312} pequeño bosque que allí estaba, de que no poco pesar recibieron {L-9313} todos. Pero, estando en esto, oyeron un tan doloroso sospiro que les puso {L-9314} en confusión y deseo de saber quién le había dado, {L-9315} mas sacóles presto de esta duda otro que oyeron no menos triste {L-9316} que el pasado; y, acudiendo todos a aquella parte adonde el sospiro venía, {L-9317} vieron estar no lejos de ellos, al pie de un crecido nogal, dos pastores, {L-9318} el uno sentado sobre la hierba verde, y el otro tendido en el suelo y la {L-9319} cabeza puesta sobre las rodillas del otro. Estaba el sentado con la cabeza {L-9320} inclinada, derramando lágrimas y mirando atentamente al que en las {L-9321} rodillas tenía; y así por esto, como por estar el otro con {L-9322} color perdida y rostro desmayado, no pudieron luego conocer quién {L-9323} era; mas cuando más cerca llegaron, luego conocieron que los pastores {L-9324} eran Elicio y Erastro: Elicio, el desmayado, y Erastro, el lloroso. Grande {L-9325} admiración y tristeza causó en todos los que allí {L-9326} venían la triste semblanza de los dos lastimados pastores, por ser {L-9327} tan amigos suyos y por ignorar la causa que de tal modo los tenía; {L-9328} pero el que más se maravilló fue Aurelio por ver que tan {L-9329} poco antes los había dejado en compañía de Darinto {L-9330} con muestras de todo placer y contento, como si él no hubiera sido {L-9331} la causa de toda su desdicha. Viendo, pues, Erastro que los pastores a {L-9332} él se llegaban, estremeció a Elicio diciéndole:

{L-9333}      -Vuelve en ti, lastimado pastor; levántate {L-9334} y busca lugar donde puedas a solas llorar tu desventura, que yo pienso {L-9335} hacer lo mesmo hasta acabar la vida.

{L-9336}      Y diciendo esto, cogió con las dos manos {L-9337} la cabeza de Elicio y, quitándola de sus rodillas, la puso en el {L-9338} suelo, sin que el pastor pudiese volver en su acuerdo; y levantándose {L-9339} Erastro, volvía las espaldas para irse, si Tirsi y Damón {L-9340} y los demás pastores no se lo impidieran. Llegó Damón {L-9341} a donde Elicio estaba, y, tomándole entre los brazos, le hizo volver {L-9342} en sí. Abrió Elicio los ojos, y porque conoció a todos {L-9343} los que allí estaban, tuvo cuenta con que su lengua, movida y forzada {L-9344} del dolor, no dijese algo que la causa de él manifestase. Y aunque {L-9345} esta le fue preguntada por todos los pastores, jamás respondió {L-9346} sino que no sabía otra cosa de sí mismo sino que, estando {L-9347} hablando con Erastro, le había tomado un recio desmayo. Lo propio {L-9348} decía Erastro; y a esta causa los pastores dejaron de preguntarle {L-9349} más la causa de su pasión, antes le rogaron que con ellos {L-9350} a la ermita de Silerio se volviese, y que desde allí le llevarían {L-9351} a la aldea o a su cabaña; mas no fue posible que con él esto {L-9352} se acabase, sino que le dejasen volver a la aldea. Viendo, pues, que esta {L-9353} era su voluntad, no quisieron contradecírsela, antes se ofrecieron {L-9354} de ir con él; pero de ninguno quiso compañía, ni la {L-9355} llevara si la porfía de su amigo Damón no le venciera, y {L-9356} así se hubo de partir con él, dejando concertado Damón {L-9357} con Tirsi que se viesen aquella noche en el aldea o cabaña de Elicio, {L-9358} para dar orden de volverse a la suya. Aurelio y Timbrio preguntaron a Erastro {L-9359} por Darinto, el cual les respondió que así como Aurelio se {L-9360} había apartado de ellos le tomó el desmayo a Elicio y que, {L-9361} entretanto que él le socorría, Darinto se había partido {L-9362} con toda priesa y que nunca más le habían visto. Viendo, {L-9363} pues, Timbrio y los que con él venían que a Darinto no hallaban, {L-9364} determinaron de volver a la ermita a rogar a Silerio aceptase a la hermosa {L-9365} Blanca por su esposa, y con esta intención se volvieron todos, excepto {L-9366} Erastro, que quiso seguir a su amigo Elicio; y así, despidiéndose {L-9367} de ellos, acompañado de sólo su rabel, se apartó por {L-9368} el mesmo camino que Elicio había ido, el cual, habiéndose {L-9369} un rato apartado con su amigo Damón de la demás compañía, {L-9370} con lágrimas en los ojos y con muestras de grandísima tristeza, {L-9371} así le comenzó a decir:

{L-9372}      -Bien sé, discreto Damón, que {L-9373} tienes de los efectos de amor tanta experiencia que no te maravillarás {L-9374} de los que agora pienso contarte, que son tales que, a la cuenta de mi {L-9375} opinión, los estimo y tengo por de los más desastrados que {L-9376} en el amor se hallan.

{L-9377}      Damón, que no deseaba otra cosa que {L-9378} saber la causa del desmayo y tristeza suya, le aseguró que ninguna {L-9379} cosa le sería a él nueva como tocase a los males que el amor {L-9380} suele hacer. Y así Elicio, con este seguro (y con el mayor que de {L-9381} su amistad tenía), prosiguió diciendo:

{L-9382}      -Ya sabes, amigo Damón, cómo {L-9383} la buena suerte mía (que este nombre de buena le daré siempre, {L-9384} aunque me cueste la vida el haberla tenido), digo, pues, que la buena suerte {L-9385} mía quiso, como todo el cielo y todas estas riberas saben, que yo {L-9386} amase, ¿qué digo amase?, que adorase a la sin par Galatea, {L-9387} limpio y verdadero amor, cual a su merecimiento se debe. Juntamente te {L-9388} confieso, amigo, que en todo el tiempo que ha que ella tiene noticia de {L-9389} mi cabal deseo no ha correspondido a él con otras muestras que las {L-9390} generales que suele y debe dar un casto y agradecido pecho; y así, {L-9391} ha algunos años que, sustentada mi esperanza con una honesta correspondencia {L-9392} amorosa, he vivido tan alegre y satisfecho de mis pensamientos, que me {L-9393} juzgaba por el más dichoso pastor que jamás apacentó {L-9394} ganado, contentándome sólo de mirar a Galatea y de ver que, {L-9395} si no me quería, no me aborrecía, y que otro ningún {L-9396} pastor no se podría alabar que aun de ella fuese mirado; que no {L-9397} era poca satisfacción de mi deseo tener puestos mis pensamientos {L-9398} en tan segura parte que de otros algunos no me recelaba, confirmándome {L-9399} en esta verdad la opinión que conmigo tiene el valor de Galatea, {L-9400} que es tal que no da lugar a que se le atreva el mesmo atrevimiento. Contra {L-9401} este bien que tan a poca costa el amor me daba, contra esta gloria tan {L-9402} sin ofensa de Galatea gozada, contra este gusto tan justamente de mi deseo {L-9403} merecido, se ha dado hoy irrevocable sentencia que el bien se acabe, que {L-9404} la gloria fenezca, que el gusto se cambie y que, finalmente, se concluya {L-9405} la tragedia de mi dolorosa vida. Porque sabrás, Damón, que {L-9406} esta mañana, viniendo con Aurelio, padre de Galatea, a buscaros {L-9407} a la ermita de Silerio, en el camino me dijo cómo tenía concertado {L-9408} de casar a Galatea con un pastor lusitano que en las riberas del blando {L-9409} Lima gran número de ganado apacienta. Pidióme que le dijese {L-9410} qué me parecía, porque, de la amistad que me tenía {L-9411} y de mi entendimiento, esperaba ser bien aconsejado. Lo que yo le respondí {L-9412} fue que me parecía cosa recia poder acabar con su voluntad privarse {L-9413} de la vista de tan hermosa hija desterrándola a tan apartadas tierras; {L-9414} y que si lo hacía llevado y cebado de las riquezas del extranjero {L-9415} pastor, que considerase que no carecía él tanto de ellas {L-9416} que no tuviese para vivir en su lugar mejor que cuantos en él de {L-9417} ricos presumían, y que ninguno de los mejores de cuantos habitan {L-9418} las riberas del Tajo dejaría de tenerse por venturoso cuando alcanzase {L-9419} a Galatea por esposa. No fueron mal admitidas mis razones del venerable {L-9420} Aurelio, pero, en fin, se resolvió diciendo que el rabadán {L-9421} mayor de todos los aperos se lo mandaba, y él era el que lo había {L-9422} concertado y tratado, y que era imposible deshacerse. Preguntéle {L-9423} con qué semblante Galatea había recibido las nuevas de su {L-9424} destierro; díjome que se había conformado con su voluntad {L-9425} y que disponía la suya a hacer todo lo que él quisiese, como {L-9426} obediente hija. Esto supe de Aurelio; y esta es, Damón, la causa {L-9427} de mi desmayo, y la que será de mi muerte, pues de ver a Galatea {L-9428} en poder ajeno y ajena de mi vista, no se puede esperar otra cosa que el {L-9429} fin de mis días.

{L-9430}      Acabó su razón el enamorado Elicio, {L-9431} y comenzaron sus lágrimas, derramadas en tanta abundancia, que, {L-9432} enternecido el pecho de su amigo Damón, no pudo lejar de acompañarle {L-9433} en ellas; mas, a cabo de poco espacio, comenzó, con las mejores {L-9434} razones que supo, a consolar a Elicio; pero todas sus palabras en ser palabras {L-9435} paraban, sin que ninguno otro efecto hiciesen. Todavía quedaron {L-9436} de acuerdo que Elicio a Galatea hablase, y supiese de ella si de su voluntad {L-9437} consintía en el casamiento que su padre le trataba; y que, cuando {L-9438} no fuese con el gusto suyo, se le ofreciese de librarla de aquella fuerza, {L-9439} pues para ello no le faltaría ayuda. Parecióle bien a Elicio {L-9440} lo que Damón decía, y determinó de ir a buscar a Galatea {L-9441} para declararle su voluntad y saber la que ella en su pecho encerraba. {L-9442} Y así, trocando el camino que de su cabaña llevaban, hacia {L-9443} el aldea se encaminaron; y llegando a una encrucijada que junto a ella {L-9444} cuatro caminos dividía, por uno de ellos vieron venir hasta ocho {L-9445} dispuestos pastores, todos con azagayas en las manos, excepto uno de ellos, {L-9446} que a caballo venía sobre una hermosa yegua, vestido con un gabán {L-9447} morado, y los demás a pie, y todos rebozados los rostros con unos {L-9448} pañizuelos. Damón y Elicio se pararon hasta que los pastores {L-9449} pasasen, los cuales, pasando junto a ellos, bajando las cabezas, cortésmente {L-9450} les saludaron, sin que alguno alguna palabra hablase. Maravillados quedaron {L-9451} los dos de ver la extrañeza de los ocho, y estuvieron quedos por {L-9452} ver que camino seguían, pero luego vieron que el de la aldea tomaban, {L-9453} aunque por otro diferente que por el que ellos iban. Dijo Damón {L-9454} a Elicio que los siguiesen; mas no quiso, diciendo que, por aquel camino {L-9455} que él quería seguir, junto a una fuente que no lejos de {L-9456} él estaba, solía estar muchas veces Galatea con algunas pastoras {L-9457} del lugar, y que sería bien ver si la dicha se la ofrecía {L-9458} tan buena que allí la hallasen. Contentóse Damón de {L-9459} lo que Elicio quería, y así le dijo que guiase por do quisiese. {L-9460} Y sucedióle la suerte como él mesmo se había imaginado, {L-9461} porque no anduvieron mucho cuando llegó a sus oídos la zampoña {L-9462} de Florisa, acompañada de la voz de la hermosa Galatea, que, como {L-9463} de los pastores fue oída, quedaron enajenados de sí mesmos. {L-9464} Entonces acabó de conocer Damón cuánta verdad decían {L-9465} todos los que las gracias de Galatea alababan, la cual estaba en compañía {L-9466} de Rosaura y Florisa, y de la hermosa y recién casada Silveria, {L-9467} con otras dos pastoras de la mesma aldea. Y puesto que Galatea vio venir {L-9468} a los pastores, no por eso quiso dejar su comenzado canto, antes pareció {L-9469} dar muestras de que recibía contento en que los pastores la escuchasen, {L-9470} los cuales así lo hicieron con toda la atención posible; {L-9471} y lo que alcanzaron a oír, de lo que la pastora cantaba, fue lo {L-9472} siguiente:
 

    GALATEA
{L-9473}    ¿A quién volveré los ojos
{L-9474} en el mal que se apareja,
{L-9475} si, cuanto mi bien se aleja,
{L-9476} se acercan más mis enojos?
{L-9477} ¿A duro mal me condena 5
{L-9478} el dolor que me destierra,
{L-9479} que, si me acaba en mi tierra,
{L-9480} qué bien me hará en el ajena?
 
{L-9481}    ¡Oh, justa, amarga obediencia,
{L-9482} que, por cumplirte, he de dar 10
{L-9483} el sí que ha de confirmar
{L-9484} de mi muerte la sentencia!
{L-9485} Puesta estoy en tanta mengua,
{L-9486} que por gran bien estimara
{L-9487} que la vida me faltara 15
{L-9488} o, por lo menos, la lengua.
 
{L-9489}    Breves horas y cansadas
{L-9490} fueron las de mi contento;
{L-9491} eternas las del tormento,
{L-9492} más, confusas y pesadas. 20
{L-9493} Gocé de mi libertad
{L-9494} en mi temprana sazón;
{L-9495} pero ya la sujeción
{L-9496} anda tras mi voluntad.
 
{L-9497}    Ved si es el combate fiero 25
{L-9498} que dan a mi fantasía,
{L-9499} si al cabo de su porfía
{L-9500} he de querer, y no quiero.
{L-9501} ¡Oh, fastidioso gobierno,
{L-9502} que a los respetos humanos 30
{L-9503} tengo de cruzar las manos
{L-9504} y abajar el cuello tierno!
 
{L-9505}    ¿Que tengo que despedirme
{L-9506} de ver el Tajo dorado?
{L-9507} ¿Que ha de quedar mi ganado, 35
{L-9508} y yo, triste, he de partirme?
{L-9509} ¿Que estos árboles sombríos
{L-9510} y estos anchos, verdes prados
{L-9511} no serán ya más mirados
{L-9512} de los tristes ojos míos? 40
 
{L-9513}    Severo padre, ¿qué haces?
{L-9514} Mira que es cosa sabida
{L-9515} que a mi me quitas la vida
{L-9516} con lo que a ti satisfaces.
{L-9517} Si mis sospiros no valen 45
{L-9518} a descubrirte mi mengua,
{L-9519} lo que no puede mi lengua,
{L-9520} mis ojos te lo señalen.
 
{L-9521}    Ya triste se me figura
{L-9522} el punto de mi partida, 50
{L-9523} la dulce gloria perdida
{L-9524} y la amarga sepultura.
{L-9525} El rostro que no se alegra
{L-9526} del no conocido esposo,
{L-9527} el camino trabajoso, 55
{L-9528} la antigua, enfadosa suegra.
 
{L-9529}    Y otros mil inconvinientes,
{L-9530} todos para mí contrarios,
{L-9531} los gustos extraordinarios
{L-9532} del esposo y sus parientes. 60
{L-9533} Mas todos estos temores
{L-9534} que me figura mi suerte,
{L-9535} se acabarán con la muerte,
{L-9536} que es el fin de los dolores.

{L-9537}      No cantó más Galatea, porque {L-9538} las lágrimas que derramaba le impidieron la voz, y aun el contento {L-9539} a todos los que escuchado la habían, porque luego supieron claramente {L-9540} lo que en confuso imaginaban del casamiento de Galatea con el lusitano {L-9541} pastor, y cuán contra su voluntad se hacía; pero a quien {L-9542} más sus lágrimas y sospiros lastimaron fue a Elicio, que {L-9543} diera él por remediarlas su vida, si en ella consistiera el remedio {L-9544} de ellas. Pero aprovechándose de su discreción, y disimulando {L-9545} el rostro el dolor que el alma sentía, él y Damón {L-9546} se llegaron adonde las pastoras estaban, a las cuales cortésmente {L-9547} saludaron, y con no menos cortesía fueron de ellas recibidos. Preguntó {L-9548} luego Galatea a Damón por su padre, y respondióle que en {L-9549} la ermita de Silerio quedaba, en compañía de Timbrio y Nísida {L-9550} y de todos los otros pastores que a Timbrio acompañaron; y asimesmo {L-9551} le dio cuenta del conocimiento de Silerio y Timbrio y de los amores de {L-9552} Darinto y Blanca, la hermana de Nísida, con todas las particularidades {L-9553} que Timbrio había contado de lo que en el discurso de sus amores {L-9554} le había sucedido, a lo cual Galatea dijo:

{L-9555}      -¡Dichoso Timbrio y dichosa Nísida, {L-9556} pues en tanta felicidad han parado los desasosiegos hasta aquí padecidos, {L-9557} con la cual pondréis en olvido los pasados desastres! Antes servirán {L-9558} ellos de acrecentar vuestra gloria, pues se suele decir que la memoria {L-9559} de las pasadas calamidades aumenta el contento en las alegrías presentes. {L-9560} Mas, ¡ay, del alma desdichada que se ve puesta en términos {L-9561} de acordarse del bien perdido, y con temor del mal que está por {L-9562} venir, sin que vea ni halle remedio ni medio alguno para estorbar la desventura {L-9563} que le está amenazando, pues tanto más fatigan los dolores, {L-9564} cuanto más se temen!

{L-9565}      -Verdad dices, hermosa Galatea -dijo Damón-, {L-9566} que no hay duda sino que el repentino y no esperado dolor que viene no {L-9567} fatiga tanto, aunque sobresalta, como el que con largo discurso de tiempo {L-9568} amenaza y quita todos los caminos de remediarse. Pero con todo eso, digo, {L-9569} Galatea, que no da el Cielo tan apurados los males que quite de todo en {L-9570} todo el remedio de ellos, principalmente cuando nos los deja ver primero, {L-9571} porque parece que entonces quiere dar lugar al discurso de nuestra razón {L-9572} para que se ejercite y ocupe en templar o desviar las venideras desdichas; {L-9573} y muchas veces se contenta de fatigamos con sólo tener ocupados {L-9574} nuestros ánimos con algún espacioso temor, sin que se venga {L-9575} a la ejecución del mal que se teme; y cuando a ella se viniese, {L-9576} como no acabe la vida, ninguno, por ningún mal que padezca, debe {L-9577} desesperar del remedio.

{L-9578}      -No dudo yo de eso -replicó Galatea-, {L-9579} si fuesen tan ligeros los males que se temen o se padecen, que dejasen {L-9580} libre y desembarazado el discurso de nuestro entendimiento; pero bien sabes, {L-9581} Damón, que cuando el mal es tal que se le puede dar este nombre, {L-9582} lo primero que hace es añublar nuestro sentido y aniquilar las fuerzas {L-9583} de nuestro albedrío, descaeciendo nuestra virtud de manera que apenas {L-9584} puede levantarse, aunque más la solicite la esperanza.

{L-9585}      -No sé yo Galatea -respondió {L-9586} Damón-, cómo en tus verdes años puede caber tanta {L-9587} experiencia de los males, si no es que quieres que entendamos que tu mucha {L-9588} discreción se extiende a hablar por ciencia de las cosas; que, por {L-9589} otra manera, ninguna noticia de ellas tienes.

{L-9590}      -Pluguiera al Cielo, discreto Damón {L-9591} -replicó Galatea-, que no pudiera contradecirte lo que dices, pues {L-9592} en ello granjeara dos cosas: quedar en la buena opinión que de mí {L-9593} tienes, y no sentir la pena que me hace hablar con tanta experiencia en {L-9594} ella.

{L-9595}      Hasta este punto estuvo callando Elicio, pero, {L-9596} no pudiendo sufrir más ver a Galatea dar muestras del amargo dolor {L-9597} que padecía, le dijo:

{L-9598}      -Si imaginas, por ventura, sin par Galatea, {L-9599} que la desdicha que te amenaza puede, por alguna ser remediada, por lo {L-9600} que debes a la voluntad que para servirte de mí tienes conocida, {L-9601} te ruego me la declares; y, si esto no quisieres, por cumplir con lo que {L-9602} a la paternal obediencia debes, dame, a lo menos, licencia para que yo {L-9603} me oponga contra quien quisiere llevarnos de estas riberas el tesoro de {L-9604} tu hermosura, que en ellas se ha criado. Y no entiendas, pastora, que presumo {L-9605} yo tanto de mí mesmo que sólo me atreva a cumplir con las {L-9606} obras lo que agora por palabras te ofrezco; que, puesto que el amor que {L-9607} te tengo para mayor empresa me da aliento, desconfío de mi ventura; {L-9608} y así la habré de poner en las manos de la razón y {L-9609} en las de todos los pastores que por estas riberas del Tajo apacientan {L-9610} sus ganados, los cuales no querrán consentir que se les arrebate {L-9611} y quite delante de sus ojos el sol que los alumbra, y la discreción {L-9612} que los admira, y la belleza que los incita y anima a mil honrosas competencias. {L-9613} Así que, hermosa Galatea, en fe de la razón que he dicho {L-9614} y decía que tengo de adorarte, te hago este ofrecimiento, el cual {L-9615} te ha de obligar a que tu voluntad me descubras, para que yo no caiga en {L-9616} error de ir contra ella en cosa alguna. Pero, considerando que la bondad {L-9617} y honestidad incomparable tuya te han de mover a que correspondan antes {L-9618} al querer de tu padre que al tuyo, no quiero, pastora, que me le declares, {L-9619} sino tomar a mi cargo hacer lo que me pareciere, con presupuesto de mirar {L-9620} por tu honra con el cuidado que tú mesma has mirado siempre por {L-9621} ella.

{L-9622}      Iba Galatea a responder a Elicio y a agradecerle {L-9623} su buen deseo, mas estorbólo la repentina llegada de los ocho rebozados {L-9624} pastores que Damón y Elicio habían visto pasar poco antes {L-9625} hacia el aldea. Llegaron todos donde las pastoras estaban, y, sin hablar {L-9626} palabra, los seis de ellos con increíble celeridad arremetieron {L-9627} a abrazarse con Damón y con Elicio, teniéndolos tan fuertemente {L-9628} apretados que en ninguna manera pudieron desasirse. En este entretanto, {L-9629} los otros dos, que era el uno el que a caballo venía, se fueron {L-9630} adonde Rosaura estaba dando gritos por la fuerza que a Damón y a {L-9631} Elicio se les hacía, pero sin aprovecharle defensa alguna, uno de {L-9632} los pastores la tomó en brazos y púsola sobre la yegua y {L-9633} en los del que en ella venía, el cual, quitándose el rebozo, {L-9634} se volvió a los pastores y pastoras diciendo:

{L-9635}      -No os maravilléis, buenos amigos, de {L-9636} la sinrazón que al parecer aquí se os ha hecho, porque la {L-9637} fuerza de amor y la ingratitud de esta dama han sido causa de ella; ruégoos {L-9638} me perdonéis, pues no está más en mi mano; y, si por {L-9639} estas partes llegare, como creo que presto llegará, el conocido {L-9640} Grisaldo, diréisle cómo Artandro se lleva a Rosaura, porque {L-9641} no pudo sufrir ser burlado de ella; y que si el amor y esta injuria le {L-9642} movieren a querer vengarse, que ya sabe que Aragón es mi patria {L-9643} y el lugar donde vivo.

{L-9644}      Estaba Rosaura desmayada sobre el arzón {L-9645} de la silla, y los demás pastores no querían dejar a Elicio {L-9646} ni a Damón hasta que Artandro mandó que los dejasen, los {L-9647} cuales, viéndose libres, con valeroso ánimo sacaron sus cuchillos {L-9648} y arremetieron contra los siete pastores, los cuales todos juntos les pusieron {L-9649} las azagayas que traían a los pechos, diciéndoles que se {L-9650} tuviesen, pues veían cuán poco podían ganar en la {L-9651} empresa que tomaban.

{L-9652}      -Harto menos podrá ganar Artandro -les {L-9653} respondió Elicio- en haber cometido tal traición.

{L-9654}      -No la llames traición -respondió {L-9655} uno de los otros-, esta señora ha dado la palabra de ser esposa {L-9656} de Artandro; y agora, por cumplir con la condición mudable de mujer, {L-9657} la ha negado y entregádose a Grisaldo, que es agravio tan manifiesto, {L-9658} y tal que, no pudo ser disimulado de nuestro amo Artandro. Por eso, sosegaos, {L-9659} pastores, y tenednos en mejor opinión que hasta aquí, pues {L-9660} el servir a nuestro amo en tan justa ocasión nos disculpa.

{L-9661}      Y sin decir más, volvieron las espaldas, {L-9662} recelándose todavía de los malos semblantes con que Elicio {L-9663} y Damón quedaron, los cuales estaban con tanto enojo por no poder {L-9664} deshacer aquella fuerza y for hallarse inhabilitados de vengarse de lo {L-9665} que a ellos se les hacía, que no sabían qué decirse {L-9666} ni qué hacerse. Pero los extremos que Galatea y Florisa hacían {L-9667} por ver llevar de aquella manera a Rosaura eran tales que movieron a Elicio {L-9668} a poner su vida en manifiesto peligro de perderla, porque sacando su honda, {L-9669} y haciendo Damón lo mesmo, a todo correr fue siguiendo a Artandro, {L-9670} y desde lejos, con mucho ánimo y destreza, comenzaron a tirarles {L-9671} tantas piedras que les hicieron detener y tomarse a poner en defensa. Pero, {L-9672} con todo esto, no dejara de sucederles mal a los dos atrevidos pastores, {L-9673} si Artandro no mandara a los suyos que se adelantaran y los dejaran, como {L-9674} lo hicieron, hasta entrarse por un espeso montezuelo que a un lado del {L-9675} camino estaba, y con la defensa de los árboles hacían poco {L-9676} efecto las hondas y piedras de los enojados pastores. Y con todo esto los {L-9677} siguieran, si no vieran que Galatea y Florisa y las otras dos pastoras {L-9678} a más andar hacia donde ellos estaban se venían, y por esto {L-9679} se detuvieron, haciendo fuerza al enojo que los incitaba y a la deseada {L-9680} venganza que pretendían, y, adelantándose a recebir a Galatea, {L-9681} ella les dijo:

{L-9682}      -Templad vuestra ira, gallardos pastores, pues {L-9683} a la ventaja de nuestros enemigos no puede igualar vuestra diligencia, {L-9684} aunque ha sido tal cual nos la ha mostrado el valor de vuestros ánimos.

{L-9685}      -El ver el tuyo descontento, Galatea -dijo {L-9686} Elicio-, creí yo que diera tales fuerzas al mío que no se {L-9687} alabaran aquellos descomedidos pastores de la que nos han hecho, pero en {L-9688} mi ventura cabe no tenerla en cuanto deseo.

{L-9689}      -El amoroso que Artandro tiene -dijo Galatea- {L-9690} fue el que le movió a tal descomedimiento, y así conmigo {L-9691} en parte queda desculpado.

{L-9692}      Y luego, punto por punto, les contó {L-9693} la historia de Rosaura, y cómo estaba esperando a Grisaldo para {L-9694} recebirle por esposo, lo cual podría haber llegado a noticia de {L-9695} Artandro y que la celosa rabia le hubiese movido a hacer lo que habían {L-9696} visto.

{L-9697}      -Si así pasa como dices, discreta Galatea {L-9698} -dijo Damón-, del descuido de Grisaldo y atrevimiento de Artandro {L-9699} y mudable condición de Rosaura, temo que han de nacer algunas pesadumbres {L-9700} y diferencias.

{L-9701}      -Eso fuera -respondió Galatea- cuando {L-9702} Artandro residiera en Castilla, pero si él se encierra en Aragón, {L-9703} que es su patria, quedarse ha Grisaldo con sólo el deseo de vengarse.

{L-9704}      -¿No hay quien le pueda avisar de este {L-9705} agravio? -dijo Elicio.

{L-9706}      -Sí -respondió Florisa-, que {L-9707} yo seguro que, antes que la noche llegue, él tenga de él {L-9708} noticia.

{L-9709}      -Si eso así fuese -respondió {L-9710} Damón-, podría ser cobrar su prenda antes que a Aragón {L-9711} llegasen, porque un pecho enamorado no suele ser perezoso.

{L-9712}      -No creo yo que lo será el de Grisaldo {L-9713} -dijo Florisa-; y porque no le falte tiempo y ocasión para mostrarlo, {L-9714} suplícote, Galatea, que al aldea nos volvamos, porque yo quiero {L-9715} enviar a avisar a Grisaldo de su desdicha.

{L-9716}      -Hágase como lo mandas, amiga -respondió {L-9717} Galatea-, que yo te daré un pastor que lleve la nueva.

{L-9718}      Y con esto se querían despedir de Damón {L-9719} y Elicio, si ellos no porfiaran a querer ir con ellas; y ya que se encaminaban {L-9720} al aldea, a su mano derecha sintieron la zampoña de Erastro, que {L-9721} luego de todos fue conocida, el cual venía en siguimiento de su {L-9722} amigo Elicio. Paráronse a escucharle, y oyeron que con muestras {L-9723} de tierno dolor esto venía cantando:
 

    ERASTRO
{L-9724}    Por ásperos caminos voy siguiendo
{L-9725} el fin dudoso de mi fantasía,
{L-9726} siempre en cerrada noche, escura y fría
{L-9727} las fuerzas de la vida consumiendo.
 
{L-9728}    Y, aunque morir me veo, no pretendo 5
{L-9729} salir un paso de la estrecha vía:
{L-9730} que, en fe de la alta fe sin igual mía,
{L-9731} mayores miedos contrastar entiendo.
 
{L-9732}    Mi fe es la luz que me señala el puerto
{L-9733} seguro a mi tormenta, y sola es ella 10
{L-9734} quien promete buen fin a mi viaje,
 
{L-9735}    por más que el medio se me muestre incierto,
{L-9736} por más que el claro rayo de mi estrella
{L-9737} me encubra amor, y el Cielo más me ultraje.

{L-9738}      Con un profundo sospiro acabó el enamorado {L-9739} canto el lastimado pastor y, creyendo que ninguno le oía, soltó {L-9740} la voz a semejantes razones:

{L-9741}      -¡Amor, cuya poderosa fuerza, sin hacer {L-9742} ninguna a mi alma, fue parte para que yo la tuviese de tener tan bien ocupados {L-9743} mis pensamientos! Ya que tanto bien me heciste, no quieras mostrarme agora, {L-9744} haciéndome el mal en que me amenazas, que es más mudable {L-9745} tu condición que la de la variable Fortuna. Mira, señor, {L-9746} cuán obediente he estado a tus leyes, cuán pronto a seguir {L-9747} tus mandamientos y cuán sujeta he tenido mi voluntad a la tuya. {L-9748} Págame esta obediencia con hacer lo que a ti tanto importa que hagas: {L-9749} no permitas que estas riberas nuestras queden desamparadas de aquella hermosura {L-9750} que la ponía y la daba a sus frescas y menudas hierbas, a sus humildes {L-9751} plantas y levantados árboles; no consientas, señor, que al {L-9752} claro Tajo se le quite la prenda que le enriquece por quien él tiene {L-9753} más fama que no por las arenas de oro que en su seno cría; {L-9754} no quites a los pastores de estos prados la luz de sus ojos, la gloria {L-9755} de sus pensamientos y su honroso estímulo que a mil honrosas y virtuosas {L-9756} empresas les incitaba. Considera bien que, si de esta a la ajena tierra {L-9757} consientes que Galatea sea llevada, que te despojas del dominio que en {L-9758} estas riberas tienes, pues por Galatea sola le usas; y si ella falta, ten {L-9759} por averiguado que no serás en todos estos prados conocido, que {L-9760} todos cuantos en ellos habitan te negarán la obediencia y no te {L-9761} acudirán con el usado tributo; advierte que lo que te suplico es {L-9762} tan conforme y llegado a razón, que irías de todo en todo {L-9763} fuera de ella, si no me lo concedieses. Porque ¿qué ley ordena {L-9764} o qué razón consiente que la hermosura que nosotros criamos, {L-9765} la discreción que en estas selvas y aldeas nuestras tuvo principio, {L-9766} el donaire por particular don del Cielo a nuestra patria concedido, agora {L-9767} que esperábamos coger el honesto fruto de tantos bienes y riquezas, {L-9768} se haya de llevar a extraños reinos, a ser poseído y tratado {L-9769} de ajenas y no conocidas manos? No, no quiera el Cielo piadoso hacemos {L-9770} tan notable daño. ¡Oh, verdes prados, que con su vista os {L-9771} alegrábades! ¡Oh, flores olorosas, que, de sus pies tocadas, {L-9772} de mayor fragancia érades llenas! ¡Oh, plantas! ¡Oh, {L-9773} árboles de esta deleitosa selva! ¡Haced todos, en la mejor {L-9774} forma que pudiéredes, aunque a vuestra naturaleza no se conceda {L-9775} algún género de sentimiento que mueva al Cielo a concederle {L-9776} lo que le suplico!

{L-9777}      Decía esto derramando tantas lágrimas {L-9778} el enamorado pastor, que no pudo Galatea disimular las suyas, ni menos {L-9779} ninguno de los que con ella iban, haciendo todos un tan notable sentimiento, {L-9780} como si lloraran en las obsequias de su muerte. Llegó a este punto {L-9781} a ellos Erastro, a quien recibieron con agradable comedimiento, el cual, {L-9782} como vio a Galatea con señales de haberle acompañado en las {L-9783} lágrimas, sin apartar los ojos de ella, la estuvo atento mirando {L-9784} por un rato, al cabo del cual dijo:

{L-9785}      -Agora acabo de conocer, Galatea, que ninguno {L-9786} de los humanos se escapa de los golpes de la variable Fortuna, pues tú, {L-9787} de quien yo entendía que por particular privilegio habías {L-9788} de estar exenta de ellos, veo que con mayor ímpetu te acometen y {L-9789} fatigan; de donde averiguo que ha querido el Cielo con un solo golpe lastimar {L-9790} a todos los que te conocen y a todos los que del valor tuyo tienen alguna {L-9791} noticia, pero con todo eso tengo esperanza que no se ha de extender tanto {L-9792} su rigor que lleve adelante la comenzada desgracia, viniendo tan en perjuicio {L-9793} de tu contento.

{L-9794}      -Antes por esa mesma razón -respondió {L-9795} Galatea- estoy yo menos segura de mi desdicha, pues jamás la tuve {L-9796} en lo que desease; mas por que no está bien a la honestidad de que {L-9797} me precio que tan clara descubra cuán por los cabellos lleva tras {L-9798} sí la obediencia que a mis padres debo, ruégote, Erastro, {L-9799} que no me des ocasión de renovar mi sentimiento, ni de ti ni de {L-9800} otro alguno se trate cosa que antes de tiempo despierte en mí la {L-9801} memoria del disgusto que temo. Y con esto, asimesmo, os ruego, pastores, {L-9802} me dejéis adelantar a la aldea, porque siendo avisado Grisaldo le {L-9803} quede tiempo para satisfacerse del agravio que Artandro le ha hecho.

{L-9804}      Ignorante estaba Erastro del suceso de Artandro, {L-9805} pero la pastora Florisa, en breves razones, se lo contó todo, de {L-9806} que se maravilló Erastro, estimando que no debía de ser poco {L-9807} el valor de Artandro, pues a tan dificultosa empresa se había puesto. {L-9808} Querían ya los pastores hacer lo que Galatea les mandaba, si en {L-9809} aquella sazón no descubrieran toda la compañía de {L-9810} caballeros, pastores y damas que la noche antes en la ermita de Silerio {L-9811} se quedaron, los cuales, en señal de grandísimo contento, {L-9812} a la aldea se venían, trayendo consigo a Silerio, con diferente {L-9813} traje y gusto que hasta allí había tenido, porque ya había {L-9814} dejado el de ermitaño, mudándole en el de alegre desposado, {L-9815} como ya lo era de la hermosa Blanca, con igual contento y satisfacción {L-9816} de entrambos y de sus buenos amigos Timbrio y Nísida, que se lo {L-9817} persuadieron, dando con aquel casamiento fin a todas sus miserias y quietud {L-9818} y reposo a los pensamientos que por Nísida le fatigaban. Y así, {L-9819} con el regocijo que tal suceso les causaba, venían todos dando muestras {L-9820} de él con agradable música y discretas y amorosas canciones, {L-9821} de las cuales cesaron cuando vieron a Galatea y a los demás que {L-9822} con ella estaban, recibiéndose unos a otros con mucho placer y comedimiento, {L-9823} dándole Galatea a Silerio el parabién de su suceso, y a la {L-9824} hermosa Blanca el de su desposorio; y lo mesmo hicieron los pastores Damón, {L-9825} Elicio y Erastro, que en extremo a Silerio estaban aficionados. Luego que {L-9826} cesaron entre ellos los parabienes y cortesías, acordaron de proseguir {L-9827} su camino al aldea, y para entretenerle rogó Tirsi a Timbrio que {L-9828} acabase el soneto que había comenzado a decir cuando de Silerio {L-9829} fue conocido; y no excusándose Timbrio de hacerlo, al son de la {L-9830} flauta del celoso Orfenio, con extremada y suave voz, le cantó y {L-9831} acabó, que era este:
 

    TIMBRIO
{L-9832}    Tan bien fundada tengo la esperanza,
{L-9833} que, aunque más sople riguroso viento,
{L-9834} no podrá desdecir de su cimiento:
{L-9835} tal fe, tal fuerza y tal valor alcanza.
 
{L-9836}    Tan lejos voy de consentir mudanza 5
{L-9837} en mi firme, amoroso pensamiento,
{L-9838} cuan cerca de acabar en mi tormento
{L-9839} antes la vida que la confianza.
 
{L-9840}    Que si al contraste del amor vacila
{L-9841} el pecho enamorado, no merece 10
{L-9842} de mesmo amor la dulce paz tranquila.
 
{L-9843}    Por esto el mío, que su fe engrandece,
{L-9844} rabie Caribdis o amenace Cila,
{L-9845} al mar se arroja y al amor se ofrece.


 

{L-9846}      Pareció bien el soneto de Timbrio a {L-9847} los pastores, y no menos la gracia con que cantado le había, y fue {L-9848} de manera que le rogaron que otra alguna cosa dijese; mas excusóse {L-9849} con decir a su amigo Silerio respondiese por él en aquella causa, {L-9850} como lo había hecho siempre en otras mas peligrosas. No pudo Silerio {L-9851} dejar de hacerlo que su amigo le mandaba, y así, con el gusto de {L-9852} verse en tan felice estado, al son de la mesma flauta de Orfenio cantó {L-9853} lo que se sigue:
 

    SILERIO
{L-9854}    Gracias al Cielo doy, pues he escapado
{L-9855} de los peligros de este mar incierto,
{L-9856} y al recogido, favorable puerto,
{L-9857} tan sin saber por dónde, he ya llegado.
 
{L-9858}    Recójanse las velas del cuidado; 5
{L-9859} repárese el navío pobre, abierto;
{L-9860} cumpla los votos quien con rostro muerto
{L-9861} hizo promesa en el mar airado.
 
{L-9862}    Beso la tierra, reverencio al Cielo,
{L-9863} mi suerte abrazo mejorada y buena, 10
{L-9864} llamo dichoso a mi fatal destino,
 
{L-9865}    y a la nueva, sin par, blanda cadena,
{L-9866} con nuevo intento y amoroso celo,
{L-9867} el lastimado cuello alegre inclino.

{L-9868}      Acabó Silerio y rogó a Nísida {L-9869} fuese servida de alegrar aquellos campos con su canto, la cual, mirando {L-9870} a su querido Timbrio, con los ojos le pidió licencia para cumplir {L-9871} lo que Silerio le pedía; y dándosela él asimesmo con {L-9872} la vista, ella, sin mas esperar, con mucho donaire y gracia, cesando el {L-9873} son de la flauta de Orfenio, al de la zampoña de Orompo cantó {L-9874} este soneto:
 

    NISIDA
{L-9875}    Voy contra la opinión de aquel que jura
{L-9876} que jamás del amor llegó el contento
{L-9877} a do llega el rigor de su tormento,
{L-9878} por más que al bien ayude la ventura.
 
{L-9879}    Yo sé qué es bien, yo sé qué es desventura, 5
{L-9880} y sé de sus efectos claro, y siento
{L-9881} que cuanto más destruye el pensamiento
{L-9882} el mal de amor, el bien más lo asegura.
 
{L-9883}    No el verme en brazos de la amarga muerte,
{L-9884} por la mal referida, triste nueva, 10
{L-9885} ni a los corsarios bárbaros rendida,
 
{L-9886}    fue dura pena, fue dolor tan fuerte,
{L-9887} que agora no conozca y haga prueba
{L-9888} que es más el gusto de mi alegre vida.

{L-9889}      Admiradas quedaron Galatea y Florisa de la {L-9890} extremada voz de la hermosa Nísida, la cual, por parecerle que por {L-9891} entonces en cantar Timbrio y los de su parte habían tomado la mano, {L-9892} no quiso que su hermana quedase sin hacerlo; y así, sin importunarle {L-9893} mucho, con no menos gracia que Nísida, haciendo señal a Orfenio {L-9894} que su flauta tocase, al son de ella cantó de esta manera:
 

    BLANCA
{L-9895}    Cual si estuviera en la arenosa Libia,
{L-9896} o en la apartada Scitia, siempre helada,
{L-9897} tal vez de frío temor me vi asaltada,
{L-9898} y tal del fuego que jamás se entibia.
 
{L-9899}    Mas la esperanza, que el dolor alivia, 5
{L-9900} en uno y otro extremo, disfrazada
{L-9901} tuvo la vida en su poder guardada,
{L-9902} cuándo con fuerzas, cuándo flaca y tibia.
 
{L-9903}    Pasó la furia del invierno helado,
{L-9904} y, aunque el fuego de amor quedó en su punto, 10
{L-9905} llegó la deseada primavera,
 
{L-9906}    donde, en un solo venturoso punto,
{L-9907} gozo del dulce fruto deseado,
{L-9908} con largas pruebas de una fe sincera.

{L-9909}      No menos contentó a los pastores la {L-9910} voz y lo que cantó Blanca, que todas las demás que habían {L-9911} oído. Y ya que ellos querían lar muestras de que no toda {L-9912} la habilidad se encerraba en los cortesanos caballeros, y para esto, casi {L-9913} de un mesmo pensamiento movidos, Orompo, Crisio, Orfenio y Marsilio comenzaban {L-9914} a templar sus instrumentos, les forzó a volver las cabezas un ruido {L-9915} que a sus espaldas sintieron, el cual causaba un pastor que con furia iba {L-9916} atravesando por las matas del verde bosque, el cual fue de todos conocido, {L-9917} que era el enamorado Lauso, de que se maravilló Tirsi, porque la {L-9918} noche antes se había despedido de él, diciendo que iba a {L-9919} un negocio que importaba el acabarle, acabar su pesar y comenzar su gusto, {L-9920} y que, sin decirle más, con otro pastor su amigo se había {L-9921} partido, y que no sabía qué podía haberle sucedido {L-9922} agora que con tanta priesa caminaba. Lo que Tirsi dijo movió a Damón {L-9923} a querer llamar a Lauso, y así le dio voces que viniese, mas viendo {L-9924} que no las oía y que ya a más andar iba traspuniendo un recuesto, {L-9925} con toda ligereza se adelantó y desde encima de otro collado le {L-9926} tomó a llamar con mayores voces, las cuales oídas por Lauso, {L-9927} y conociendo quién le llamaba, no pudo dejar de volver; y, en llegando {L-9928} a Damón, le abrazó con señales de extraño contento, {L-9929} y tanto, que admiraron a Damón las muestras que de estar alegre {L-9930} daba y así le dijo:

{L-9931}      -¿Qué es esto, amigo Lauso? ¿Has, {L-9932} por ventura, alcanzado el fin de tus deseos, o hante, desde ayer acá, {L-9933} correspondido a ellos de manera que halles con facilidad lo que pretendes?

{L-9934}      -Mucho mayor es el bien que traigo, Damón, {L-9935} verdadero amigo -respondió Lauso-, pues la causa que a otros suele {L-9936} ser desesperación y muerte, a mí me ha servido de esperanza {L-9937} y vida; y esta ha sido de un desdén y desengaño, acompañado {L-9938} de un melindroso donaire que en mi pastora he visto, que me ha restituido {L-9939} a mi ser primero. Ya, ya pastor, no siente mi trabajado cuello el pesado {L-9940} yugo amoroso, ya se han deshecho en mi sentido las encumbradas máquinas {L-9941} de pensamientos que desvanecido me traían; ya tornaré a la {L-9942} perdida conversación de mis amigos; ya me parecerán lo que {L-9943} son las verdes hierbas y olorosas flores de estos apacibles campos; ya {L-9944} tendrán treguas mis sospiros, vado mis lágrimas y quietud {L-9945} mis desasosiegos, porque consideres, Damón, si es causa esta bastante {L-9946} para mostrarme alegre y regocijado.

{L-9947}      -Sí es, Lauso -respondió Damón-, {L-9948} pero temo que alegría tan repentinamente nacida no ha de ser duradera; {L-9949} y tengo ya experiencia que todas las libertades que de desdenes son engendradas {L-9950} se deshacen como el humo, y toma luego la enamorada intención con {L-9951} mayor priesa a seguir sus intentos. Así que, amigo Lauso, plega {L-9952} al Cielo que sea más firme tu contento de lo que yo imagino, y goces {L-9953} largos tiempos la libertad que pregonas: que no sólo me holgaría {L-9954} porque debo a nuestra amistad, sino que ver un no acostumbrado milagro {L-9955} en los deseos amorosos.

{L-9956}      -Comoquiera que sea, Damón -respondió {L-9957} Lauso-, yo me siento agora libre y señor de mi voluntad; y porque {L-9958} se satisfaga la tuya de ser verdad lo que digo, mira que quieres que haga {L-9959} en prueba de ello. ¿Quieres que me ausente? ¿Quieres que {L-9960} no visite más las cabañas donde imaginas que puede estar {L-9961} la causa de mis pasadas penas y presentes alegrías? Cualquiera cosa {L-9962} haré por satisfacerte.

{L-9963}      -La importancia está en que tú, {L-9964} Lauso, estés satisfecho -respondió Damón-; y veré {L-9965} yo que lo estás cuando de aquí a seis días te vea {L-9966} en ese mesmo propósito. Y por ahora no quiero otra cosa de ti sino {L-9967} que dejes el camino que llevabas y te vengas conmigo adonde todos aquellos {L-9968} pastores y damas nos esperan, y que la alegría que traes la solemnices {L-9969} con entretenernos con tu canto mientras que al aldea llegamos.

{L-9970}      Fue contento Lauso de hacer lo que Damón {L-9971} le mandaba, y así volvió con él a tiempo que Tirsi {L-9972} estaba haciendo señas a Damón que se volviese, y, en llegando {L-9973} que él y Lauso llegaron, sin gastar palabras de comedimiento, Lauso {L-9974} dijo:

{L-9975}      -No vengo, señores, para menos que para {L-9976} fiestas y contentos; por eso, si le recibiréis de escucharme; suene {L-9977} Marsilio su zampoña y aparejaos a oír lo que jamás {L-9978} pensé que mi lengua tuviera ocasión de decirlo, ni aun mi {L-9979} pensamiento para imaginarlo.

{L-9980}      Todos los pastores respondieron a una que les {L-9981} sería de gran gusto el oírle; y luego Marsilio, con el deseo {L-9982} que tenía de escucharle, tocó su zampoña, al son de {L-9983} la cual Lauso comenzó a cantar de esta manera:
 

    LAUSO
{L-9984}    ¡Con las rodillas en el suelo hincadas,
{L-9985} las manos en humilde modo puestas
{L-9986} y el corazón de un justo celo lleno,
{L-9987} te adoro, desdén santo, en quien cifradas
{L-9988} están las causas de las dulces fiestas 5
{L-9989} que gozo en tiempo sosegado y bueno.
{L-9990} Tú del rigor del áspero veneno
{L-9991} que el mal de amor encierra,
{L-9992} fuiste la cierta y presta medicina;
{L-9993} tú, mi total ruina 10
{L-9994} volviste en bien, en sana paz mi guerra,
{L-9995} y así como a mi rico, almo tesoro,
{L-9996} no una vez sola, mas cien mil te adoro!
 
{L-9997}    Por ti la luz de mis cansados ojos,
{L-9998} tanto tiempo turbada y aun perdida, 15
{L-9999} al ser primero ha vuelto que tenía;
{L-10000} por ti torno a gozar de los despojos
{L-10001} que de mi voluntad y de mi vida
{L-10002} llevo de amor la antigua tiranía.
{L-10003} Por ti la noche de mi error en día 20
{L-10004} de sereno discurso
{L-10005} se ha vuelto; y la razón, que antes estaba
{L-10006} en posesión de esclava,
{L-10007} con sosegado y advertido curso,
{L-10008} siendo agora señora, me conduce 25
{L-10009} do el bien eterno más se muestra y luce.
 
{L-10010}    Mostrásteme, desdén, cuán engañosas,
{L-10011} cuán falsas y fingidas habían sido
{L-10012} las señales de amor que me mostraban,
{L-10013} y que aquellas palabras amorosas, 30
{L-10014} que tanto regalaban el oído
{L-10015} y al alma de sí mesma enajenaban,
{L-10016} en falsedad y burla se forjaban,
{L-10017} y el regalado y tierno
{L-10018} mirar de aquellos ojos sólo era 35
{L-10019} porque mi primavera
{L-10020} se convirtiese en desabrido invierno,
{L-10021} cuando llegase el claro desengaño;
{L-10022} mas tú, dulce desdén, curaste el daño.
 
{L-10023}    Desdén, que sueles ser espuela aguda 40
{L-10024} que hace caminar al pensamiento
{L-10025} tras la amorosa deseada empresa,
{L-10026} en mí tu efecto y condición se muda,
{L-10027} que yo por ti me aparto del intento
{L-10028} tras quien coma con no vista priesa, 45
{L-10029} y aunque contino el fino amor no cesa,
{L-10030} mal de mí satisfecho,
{L-10031} tender de nuevo el lazo por cogerme,
{L-10032} y, por más ofenderme,
{L-10033} encarar mil saetas a mi pecho, 50
{L-10034} tú, desdén, solo, sólo tú bien puedes
{L-10035} romper sus flechas y rasgar sus redes.
 
{L-10036}    No era mi amor tan flaco, aunque sencillo,
{L-10037} que pudiera un desdén echarle a tierra;
{L-10038} cien mil han sido menester primero: 55
{L-10039} que fue, cual suele, sin poder sufrillo,
{L-10040} venir al suelo el pino que le atierra,
{L-10041} en virtud de otros golpes, el postrero.
{L-10042} Grave desdén, de parecer severo,
{L-10043} en desamor fundado 60
{L-10044} y en poca estimación de ajena suerte:
{L-10045} dulce me ha sido el verte,
{L-10046} el oírte y tocarte, y que gustado
{L-10047} hayas sido del alma en coyuntura
{L-10048} que derribas y acabas mi locura. 65
 
{L-10049}    Derribas mi locura y das la mano
{L-10050} al ingenio, desdén, que se levante
{L-10051} y sacuda de sí el pesado sueño,
{L-10052} para que, con mejor intento sano,
{L-10053} nuevas grandezas, nuevos loores cante 70
{L-10054} de otro, si le halla, agradecido dueño.
{L-10055} Tú has quitado las fuerzas al beleño
{L-10056} con que el amor ingrato
{L-10057} adormecía a mi virtud doliente;
{L-10058} y, con la tuya ardiente, 75
{L-10059} soy reducido a nueva vida y trato:
{L-10060} que ahora entiendo que yo soy quien puedo
{L-10061} temer con tasa y esperar sin miedo.

{L-10062}      No cantó más Lauso, aunque bastó {L-10063} lo que cantado había para poner admiración en los presentes, {L-10064} que como todos sabían que el día antes estaba tan enamorado {L-10065} y tan contento de estarlo, maravillábales verle en tan pequeño {L-10066} espacio de tiempo tan mudado y tan otro del que solía. Y considerando {L-10067} bien esto, su amigo Tirsi le dijo:

{L-10068}      -No sé si te dé el parabién, {L-10069} amigo Lauso, del bien en tan breves horas alcanzado, porque temo que no {L-10070} debe de ser tan firme y seguro como tú imaginas; pero todavía {L-10071} me huelgo de que goces, aunque sea pequeño espacio, del gusto que {L-10072} acarrea al alma la libertad alcanzada, pues podría ser que, conociendo {L-10073} agora en lo que se debe estimar, aunque tomases de nuevo a las rotas cadenas {L-10074} y lazos, hicieses más fuerza para romperlos, atraído de la {L-10075} dulzura y regalo que goza un libre entendimiento y una voluntad desapasionada.

{L-10076}      -No tengas temor alguno, discreto Tirsi -respondió {L-10077} Lauso-, que ninguna otra nueva asechanza sea bastante a que yo tome a poner {L-10078} los pies en el cepo amoroso, ni me tengas por tan liviano y antojadizo {L-10079} que no me haya costado ponerme en el estado en que estoy infinitas consideraciones, {L-10080} mil averiguadas sospechas y mil cumplidas promesas hechas al Cielo porque {L-10081} a la perdida luz me tomase; y pues en ella veo agora cuán poco antes {L-10082} veía, yo procuraré conservarla en el mejor modo que pudiere.

{L-10083}      -Ninguno otro será tan bueno -dijo Tirsi- {L-10084} como no volver a mirar lo que atrás dejas, porque perderás, {L-10085} si vuelves, la libertad que tanto te ha costado, y quedarás, cual {L-10086} quedó aquel incauto amante, con nuevas ocasiones de perpetuo llanto; {L-10087} y ten por cierto, Lauso amigo, que no hay tan enamorado pecho en el mundo {L-10088} a quien los desdenes y arrogancias excusadas no entibien y aun le hagan {L-10089} retirar de sus mal colocados pensamientos. Y háceme creer más {L-10090} esta verdad saber yo quién es Silena, aunque tu jamás no {L-10091} me lo has dicho, saber asimesmo la mudable condición suya, sus acelerados {L-10092} ímpetus y la llaneza (por no darle otro nombre) de sus deseos; cosas {L-10093} que, a no templarlas y disfrazarlas con la sin igual hermosura de que el {L-10094} Cielo la ha dotado, fuera por ellas de todo el mundo aborrecida.

{L-10095}      -Verdad dices, Tirsi -respondió Lauso-, {L-10096} porque, sin duda alguna, la singular belleza suya y las apariencias de {L-10097} la incomparable honestidad de que se arrea son partes para que no sólo {L-10098} sea querida, sino adorada de todos cuantos la miraren; y así, no {L-10099} debe maravillarse alguno que la libre voluntad mía se haya rendido {L-10100} a tan fuertes y poderosos contrarios; sólo es justo que se maraville {L-10101} de cómo me he podido escapar de ellos, que, puesto que salgo de {L-10102} sus manos tan mal tratado, estragada la voluntad, turbado el entendimiento, {L-10103} descaecida la memoria, todavía me parece que puedo triunfar de la {L-10104} batalla.

{L-10105}      No pasaron más adelante en su plática {L-10106} los dos pastores, porque a este punto vieron que, por el mesmo camino que {L-10107} ellos iban, venía una hermosa pastora, y poco desviado de ella un {L-10108} pastor, que luego fue conocido que era el anciano Arsindo, y la pastora {L-10109} era la hermana de Galercio, Maurisa, la cual, como fue conocida de Galatea {L-10110} y de Florisa, entendieron que con algún recaudo de Grisaldo para {L-10111} Rosaura venía. Y adelantándose los dos a recebirla, Maurisa {L-10112} llegó a abrazar a Galatea, y el anciano Arsindo saludó a {L-10113} todos los pastores y abrazó a su amigo Lauso, el cual estaba con {L-10114} grande deseo de saber lo que Arsindo había hecho después {L-10115} que le dijeron que en seguimiento de Maurisa se había partido. Y {L-10116} viéndole agora volver con ella, luego comenzó a perder con {L-10117} él y con todos el crédito que sus blancas canas le habían {L-10118} adquirido; y aun le acabara de perder si los que allí venían {L-10119} no supieran tan de experiencia adónde y a cuánto la fuerza {L-10120} del amor se extendía, y así, en los mesmos que le culpaban {L-10121} halló la disculpa de su yerro. Y parece que, adivinando Arsindo {L-10122} lo que los pastores de él adivinaban, como en satisfacción {L-10123} y disculpa de su cuidado les dijo:

{L-10124}      -Oíd, pastores, uno de los más {L-10125} extraños sucesos amorosos que por largos años en estas nuestras {L-10126} riberas ni en las ajenas se habrá visto. Bien creo que conocéis {L-10127} y conocemos todos al nombrado pastor Lenio, aquel cuya desamorada condición {L-10128} le adquirió renombre de desamorado; aquel que no ha muchos días {L-10129} que, por sólo decir mal de amor, osó tomar competencia con {L-10130} el famoso Tirsi, que está presente; aquel, digo, que jamás {L-10131} supo mover la lengua que para decir mal de amor no fuese; aquel que con {L-10132} tantas veras reprehendía a los que de la amorosa dolencia veía {L-10133} lastimados. Este, pues, tan declarado enemigo del amor, ha venido a término {L-10134} que tengo por cierto que no tiene el Amor quien con más veras le {L-10135} siga, ni aun él tiene vasallo a quien más persiga, porque {L-10136} le ha hecho enamorar de la desamorada Gelasia, aquella cruel pastora que {L-10137} al hermano de esta -señalando a Maurisa-, que tanto en la condición {L-10138} se le parece, tuvo el otro día, como vistes, con el cordel a la {L-10139} garganta para fenecer a manos de su crueldad sus cortos y mal logrados {L-10140} días. Digo, en fin, pastores, que Lenio el desamorado muere por {L-10141} la endurecida Gelasia y por ella llena el aire de sospiros y la tierra, {L-10142} de lágrimas. Y lo que hay más malo en esto es que me parece {L-10143} que el amor ha querido vengarse del rebelde corazón de Lenio, rindiéndole {L-10144} a la más dura y esquiva pastora que se ha visto; y conociéndolo {L-10145} él, procura agora en cuanto dice y hace reconciliarse con el Amor, {L-10146} y, por los mesmos términos que antes le vituperaba, ahora le ensalza {L-10147} y honra. Y, con todo esto, ni el Amor se mueve a favorecerle ni Gelasia {L-10148} se inclina a remediarle, como lo he visto por los ojos, pues no ha muchas {L-10149} horas que, viniendo yo en compañía de esta pastora, le hallamos {L-10150} en la fuente de las Pizarras, tendido en el suelo, cubierto el rostro de {L-10151} un sudor frío y anhelando el pecho con una extraña priesa. {L-10152} Lleguéme a él y conocíle, y con el agua de la fuente {L-10153} le rocié el rostro, con que cobró los perdidos espíritus, {L-10154} y, sentándome junto a él, le pregunté la causa de {L-10155} su dolor, la cual él me dijo sin faltar punto, contándomela {L-10156} con tan tierno sentimiento que le puso en esta pastora, en quien creo que {L-10157} jamás cupo señal de compasión alguna. Encarecióme {L-10158} la crueldad de Gelasia y el Amor que la tenía, y la sospecha que {L-10159} en él reinaba de que el Amor le había traído a tal {L-10160} estado por vengarse en un solo punto de las muchas ofensas que le había {L-10161} hecho. Consoléle yo lo mejor que supe, y, dejándole libre {L-10162} del pasado parasismo, vengo acompañando a esta pastora y a buscarte {L-10163} a ti, Lauso, para que, si fueres servido, volvamos a nuestras cabañas, {L-10164} pues ha ya diez días que de ellas nos partimos y podrá ser {L-10165} que nuestros ganados sientan el ausencia nuestra más que nosotros {L-10166} la suya.

{L-10167}      -No sé si te responda, Arsindo -respondió {L-10168} Lauso-, que creo que más por cumplimiento que por otra cosa me convidas {L-10169} a que a nuestras cabañas nos volvamos, teniendo tanto que hacer {L-10170} en las ajenas, cuanto la ausencia que de mi has hecho estos días {L-10171} lo ha mostrado. Pero, dejando lo más que en esto te pudiera decir {L-10172} para mejor sazón y coyuntura, tómame a decir si es verdad {L-10173} lo que de Lenio dices, porque, si así es, podré yo afirmar {L-10174} que ha hecho amor en estos días de los mayores milagros que en todos {L-10175} los de su vida ha hecho, como son rendir y avasallar el duro corazón {L-10176} de Lenio y poner en libertad el tan sujeto mío.

{L-10177}      -Mira lo que dices -dijo entonces Orompo- amigo {L-10178} Lauso, que, si el amor te tenía sujeto, como hasta aquí has {L-10179} significado, ¿cómo el mesmo amor ahora te ha puesto en la {L-10180} libertad que publicas?

{L-10181}      -Si me quieres entender, Orompo -replicó {L-10182} Lauso-, verás que en nada me contradigo, porque digo (o quiero decir) {L-10183} que el amor que reinaba y reina en el pecho de aquella a quien yo tan en {L-10184} extremo quería, como se encamina a diferente intento que el mío, {L-10185} puesto que todo es amor, el efecto que en mí ha hecho es ponerme {L-10186} en libertad y a Lenio en servidumbre; y no me hagas, Orompo, que cuente {L-10187} con estos otros milagros.

{L-10188}      Y, diciendo esto, volvió los ojos a {L-10189} mirar al anciano Arsindo, y con ellos dijo lo que con la lengua callaba, {L-10190} porque todos entendieron que el tercero milagro que pudiera contar fuera {L-10191} ver enamoradas las canas de Arsindo de los pocos y verdes años de {L-10192} Maurisa, la cual todo este tiempo estuvo hablando aparte con Galatea y {L-10193} Florisa, diciéndoles cómo otro día sería Grisaldo {L-10194} en el aldea en hábito de pastor y que allí pensaba desposarse {L-10195} con Rosaura en secreto, porque en público no podía, a causa {L-10196} que los parientes de Leopersia, con quien su padre tenía concertado {L-10197} de casarle, habían sabido que Grisaldo quería faltar en la {L-10198} prometida palabra, y en ninguna manera querían que tal agravio se {L-10199} les hiciese; pero que, con todo esto, estaba Grisaldo determinado de corresponder {L-10200} antes a lo que a Rosaura debía que no a la obligación en {L-10201} que a su padre estaba.

{L-10202}      -Todo esto que os he dicho, pastoras -prosiguió {L-10203} Maurisa-, mi hermano Galercio me dijo que os lo dijese, el cual a vosotras {L-10204} con este recaudo venía; pero la cruel Gelasia, cuya hermosura lleva {L-10205} siempre tras sí el alma de mi desdichado hermano, fue la causa que {L-10206} él no pudiese venir a deciros lo que he dicho, pues, por seguir {L-10207} a ella, dejó de seguir el camino que traía, fiándose {L-10208} de mí como de hermana. Ya habéis entendido, pastoras, a lo {L-10209} que vengo; decidme do está Rosaura para decírselo o decídselo {L-10210} vosotras, porque la angustia en que mi hermano queda puesto no consiente {L-10211} que un punto más aquí me detenga.

{L-10212}      En tanto que la pastora esto decía, {L-10213} estaba Galatea considerando la amarga respuesta que pensaba darle y las {L-10214} tristes nuevas que habían de llegar a los oídos del desdichado {L-10215} Grisaldo; pero, viendo que no excusaba de darlas y que era peor detenerla, {L-10216} luego le contó que a Rosaura había sucedido, y cómo {L-10217} Artandro la llevaba, de que quedó maravillada Maurisa; y al instante {L-10218} quisiera dar la vuelta a avisar a Grisaldo si Galatea no la detuviera, {L-10219} preguntándole qué se habían hecho las dos pastoras {L-10220} que con ella y con Galercio se habían ido, a lo que respondió {L-10221} Maurisa:

{L-10222}      -Cosas te pudiera contar de ellas, Galatea, {L-10223} que te pusieran en mayor admiración que no es la en que a mí {L-10224} me ha puesto el suceso de Rosaura, pero el tiempo no me da lugar a ello; {L-10225} sólo te digo que la que se llamaba Leonarda se ha desposado con {L-10226} mi hermano Artidoro por el más sotil engaño que jamás {L-10227} se ha visto, y Teolinda, la otra, está en término de acabar {L-10228} la vida o de perder el juicio; y sólo la entretiene la vista de {L-10229} Galercio, que, como se parece tanto a la de mi hermano Artidoro, no se {L-10230} aparta un punto de su compañía, cosa que es a Galercio tan {L-10231} pesada y enojosa, cuanto cosa que es dulce y agradable la compañía {L-10232} de la cruel Gelasia. El modo como esto pasó te contaré más {L-10233} despacio, cuando otra vez nos veamos, porque no será razón {L-10234} que por mi tardanza se impida el remedio que Grisaldo puede tener en su {L-10235} desgracia, usando en remediarla la diligencia posible, porque, si no ha {L-10236} más que esta mañana que Artandro robó a Rosaura, no {L-10237} se podrá haber alejado tanto de estas riberas que quite la esperanza {L-10238} a Grisaldo de cobrarla; y más si yo aguijo los pies como pienso.

{L-10239}      Parecióle bien a Galatea lo que Maurisa {L-10240} decía, y así, no quiso más detenerla; sólo {L-10241} le rogó que fuese servida de tornarla a ver lo más presto {L-10242} que pudiese para contarle el suceso de Teolinda y lo que haría en {L-10243} el hecho de Rosaura. La pastora se lo prometió, y, sin más {L-10244} detenerse, despidiéndose de los que allí estaban, se volvió {L-10245} a su aldea, dejando a todos satisfechos de su donaire y hermosura; pero {L-10246} quien mas sintió su partida fue el anciano Arsindo, el cual, por {L-10247} no dar claras muestras de su deseo, se hubo de quedar tan solo sin Maurisa, {L-10248} cuanto acompañado de sus pensamientos. Quedaron también las {L-10249} pastoras suspensas de lo que de Teolinda habían oído, y en {L-10250} extremo deseaban saber su suceso. Y estando en esto oyeron el claro son {L-10251} de una bocina que a su diestra mano sonaba, y volviendo los ojos a aquella {L-10252} parte vieron encima de un recuesto algo levantado dos ancianos pastores {L-10253} que en medio tenían un antiguo sacerdote, que luego conocieron ser {L-10254} el anciano Telesio. Y habiendo uno de los pastores tocado otra vez la bocina, {L-10255} todos tres se bajaron del recuesto y se encaminaron hacia otro que allí {L-10256} junto estaba, donde, subidos, de nuevo tomaron a tocarla, a cuyo son de {L-10257} diferentes partes se comenzaron a mover muchos pastores para venir a ver {L-10258} lo que Telesio quería, porque con aquella señal solía {L-10259} él convocar todos los pastores de aquella ribera cuando quería {L-10260} hacerles algún provechoso razonamiento o decirles la muerte de algún {L-10261} conocido pastor de aquellos contornos o para traerles a la memoria el día {L-10262} de alguna solemne fiesta o el de algunas tristes obsequias. Teniendo, pues, {L-10263} Aurelio, y casi los más pastores que allí venían, {L-10264} conocida la costumbre y condición de Telesio, todos se fueron acercando {L-10265} adonde él estaba, y cuando llegaron ya se habían juntado; {L-10266} pero como Telesio vio venir tantas gentes y conoció cuán {L-10267} principales todos eran, bajando de la cuesta, los fue a recebir con mucho {L-10268} amor y cortesía, y con la mesma fue de todos recibido; y llegándose {L-10269} Aurelio a Telesio le dijo:

{L-10270}      -Cuéntanos, si fueres servido, honrado {L-10271} y venerable Telesio, que nueva causa te mueve a querer juntar los pastores {L-10272} de estos prados. ¿Es, por ventura, de alegres fiestas o de tristes {L-10273} y fúnebres sucesos? ¿O quiéresnos mostrar alguna cosa {L-10274} perteneciente al mejoramiento de nuestras vidas? Dinos, Telesio, lo que {L-10275} tu voluntad ordena, pues sabes que no saldrán las nuestras de todo {L-10276} aquello que la tuya quisiere.

{L-10277}      -Págueos el Cielo, pastores -respondió {L-10278} Telesio-, la sinceridad de vuestras intenciones, pues tanto se conforman {L-10279} con la de aquel que sólo vuestro bien y provecho pretende. Mas, {L-10280} por satisfacer al deseo que tenéis de saber lo que quiero, quiéroos {L-10281} traer a la memoria la que debéis tener perpetuamente del valor y {L-10282} fama del famoso y aventajado pastor Meliso, cuyas dolorosas obsequias se {L-10283} renuevan y se irán renovando de año en año tal día {L-10284} como mañana, en tanto que en nuestras riberas hubiere pastores y {L-10285} en nuestras almas no faltare el conocimiento de lo que se debe a la bondad {L-10286} y valor de Meliso. A lo menos, de mí os sé decir que, en {L-10287} tanto que la vida me durare, no dejaré de acordaros a su tiempo {L-10288} la obligación en que os tiene puestos la habilidad, cortesía {L-10289} y virtud del sin par Meliso; y así agora os la acuerdo y os advierto {L-10290} que mañana es el día en que se ha de renovar el desdichado, {L-10291} donde tanto bien perdimos, como fue perder la agradable presencia del prudente {L-10292} pastor Meliso. Por lo que a la bondad suya debéis y por lo que a {L-10293} la intención que tengo de serviros estáis obligados, os ruego, {L-10294} pastores, que mañana, al romper del día, os halléis {L-10295} todos en el valle de los Cipreses, donde está el sepulcro de las {L-10296} honradas cenizas de Meliso, para que allí, con tristes cantos y {L-10297} piadosos sacrificios, procuremos alegerar la pena, si alguna padece, a {L-10298} aquella venturosa alma que en tanta soledad nos ha dejado.

{L-10299}      Y diciendo esto, con el tierno sentimiento {L-10300} que la memoria de la muerte de Meliso le causaba, sus venerables ojos se {L-10301} llenaron de lágrimas, acompañándole en ellas casi {L-10302} los más de los circunstantes, los cuales, todos de una mesma conformidad, {L-10303} se ofrecieron de acudir otro día adonde Telesio les mandaba, y lo {L-10304} mesmo hicieron Timbrio y Silerio, Nísida y Blanca, por parecerles {L-10305} que no sería bien dejar de hallarse en ocasión tan piadosa {L-10306} y en junta de tan célebres pastores como allí imaginaron {L-10307} que se juntarían. Con esto se despidieron de Telesio y tomaron a {L-10308} seguir el comenzado camino de la aldea, mas no se habían apartado {L-10309} mucho de aquel lugar, cuando vieron venir hacia ellos al desamorado Lenio, {L-10310} con semblante tan triste y pensativo que puso admiración en todos; {L-10311} y tan transportado en sus imaginaciones venía, que pasó lado {L-10312} con lado de los pastores sin que los viese, antes, torciendo el camino {L-10313} a la izquierda mano, no hubo andado muchos pasos cuando se arrojó {L-10314} al pie de un verde sauce y, dando un recio y profundo sospiro, levantó {L-10315} la mano y puniéndola por el collar del pellico, tiró tan {L-10316} recio que le hizo pedazos hasta abajo, y luego se quitó el zurrón {L-10317} del lado, y, sacando de él un pulido rabel, con grande atención {L-10318} y sosiego se le puso a templar; y, a cabo de poco espacio, con lastimada {L-10319} y concertada voz comenzó a cantar de manera que forzó a todos {L-10320} los que habían visto a que se parasen a escucharle hasta el de su {L-10321} canto, que fue este:
 

    LENIO
{L-10322}    Dulce Amor, ya me arrepiento
{L-10323} de mis pasadas porfías;
{L-10324} ya de hoy más confieso y siento
{L-10325} que fue sobre burlerías
{L-10326} levantado su cimiento. 5
{L-10327} Ya el rebelde cuello erguido
{L-10328} humilde pongo y rendido
{L-10329} al yugo de tu obediencia;
{L-10330} ya conozco la potencia
{L-10331} de tu valor extendido. 10
 
{L-10332}    Sé que puedes cuanto quieres,
{L-10333} y que quieres lo imposible;
{L-10334} sé que muestras bien quién eres
{L-10335} en tu condición terrible,
{L-10336} en tus penas y placeres. 15
{L-10337} Y sé, en fin, que yo soy quien
{L-10338} tuvo siempre a mal tu bien,
{L-10339} tu engaño por desengaño,
{L-10340} tus certezas por engaño,
{L-10341} por caricias tu desdén. 20
 
{L-10342}    Estas cosas bien sabidas,
{L-10343} han agora descubierto
{L-10344} en mis entrañas rendidas
{L-10345} que tú solo eres el puerto
{L-10346} do descansan nuestras vidas. 25
{L-10347} Tú, la implacable tormenta
{L-10348} que al alma más atormenta,
{L-10349} vuelves en serena calma;
{L-10350} tú eres gusto y luz del alma,
{L-10351} y manjar que la sustenta. 30
 
{L-10352}    Pues esto juzgo y confieso,
{L-10353} aunque tarde vengo en ello,
{L-10354} tiempla tu rigor y exceso,
{L-10355} Amor, y del flaco cuello
{L-10356} aligera un poco el peso. 35
{L-10357} Al ya rendido enemigo
{L-10358} no se ha de dar el castigo
{L-10359} como a aquel que se defiende;
{L-10360} cuanto más que aquí se ofende
{L-10361} quien ya quiere ser tu amigo. 40
 
{L-10362}    Salgo de la pertinacia
{L-10363} do me tuvo mi malicia,
{L-10364} y el estar en tu desgracia,
{L-10365} y apelo de tu justicia
{L-10366} ante el rostro de tu gracia. 45
 
{L-10367}    Que, si a mi poco valor
{L-10368} no le quilata en favor
{L-10369} de tu gracia conocida,
{L-10370} presto dejaré la vida
{L-10371} en las manos del dolor. 50
 
{L-10372}    Las de Gelasia me han puesto
{L-10373} en tan extraña agonía,
{L-10374} que, si más porfía en esto,
{L-10375} mi dolor y su porfía
{L-10376} sé que acabarán bien presto. 55
{L-10377} ¡Oh, dura Gelasia, esquiva,
{L-10378} zahareña, dura, altiva!
{L-10379} ¿Por qué gustas, di, pastora,
{L-10380} que el corazón que te adora
{L-10381} en tantos tormentos viva? 60

{Sexto libro }

Sexto y último libro

{L-10382}      Poco fue lo que cantó Lenio, pero lo {L-10383} que lloró fue tanto que allí quedara deshecho en lágrimas {L-10384} si los pastores no acudieran a consolarle. Mas como él los vio venir {L-10385} y conoció entre ellos a Tirsi, sin más detenerse, se levantó {L-10386} y se fue a arrojar a sus pies, abrazándole estrechamente las rodillas {L-10387} y, sin dejar las lágrimas, le dijo:

{L-10388}      -Ahora puedes, famoso pastor, tomar justa venganza {L-10389} del atrevimiento que tuve de competir contigo, defendiendo la injusta causa {L-10390} que mi ignorancia me proponía. Ahora digo que puedes levantar el {L-10391} brazo, y con algún agudo cuchillo traspasar este corazón {L-10392} donde cupo tan notoria simpleza como era no tener al Amor por universal {L-10393} señor del mundo. Pero de una cosa te quiero advertir: que, si quieres {L-10394} tomar al justo la venganza de mi yerro, que me dejes con la vida que sostengo, {L-10395} que es tal que no hay muerte que se le com pare.

{L-10396}      Había ya Tirsi levantado del suelo al {L-10397} lastimado Lenio, y, teniéndole abrazado, con discretas y amorosas {L-10398} palabras procuraba consolarle diciéndole:

{L-10399}      -La mayor culpa que hay en las culpas, Lento {L-10400} amigo, es el estar pertinaces en ellas, porque es de condición de {L-10401} demonios el nunca arrepentirse de los yerros cometidos; y, asimesmo, una {L-10402} de las principales causas que mueve y fuerza a perdonar las ofensas es {L-10403} ver el ofendido arrepentimiento en el que ofende; y más cuando está {L-10404} el perdonar en manos de quien no hace nada en hacerlo, pues su noble condición {L-10405} le tira y compele a que lo haga, quedando más rico y satisfecho {L-10406} con el perdón que con la venganza, como se ve esto a cada paso en {L-10407} los grandes señores y reyes, que más gloria granjean en perdonar {L-10408} las injurias que en vengarlas. Y pues tú, Lenio, confiesas el error {L-10409} en que has estado y conoces agora las poderosas fuerzas del Amor, y entiendes {L-10410} de él que es señor universal de nuestros corazones, por este {L-10411} nuevo conocimiento y por el arrepentimiento que tienes, puedes estar confiado {L-10412} a vivir seguro que el generoso y blanco Amor te reducirá presto {L-10413} a sosegada y amorosa vida; que si ahora te castiga con darte la penosa {L-10414} que tienes, hácelo porque le conozcas y porque después tengas {L-10415} y estimes en más la alegra duda piensa darte.

{L-10416}      A estas razones añadieron otras muchas {L-10417} Elicio y los demás pastores que allí estaban, con las cuales {L-10418} pareció que quedó Lenio algo más consolado, y luego {L-10419} les contó cómo moría por la cruel pastora Gelasia, {L-10420} exagerándoles la esquiva y desamorada condición suya y cuán {L-10421} libre y exenta estaba de pensar en ningún efecto amoroso, encareciéndoles {L-10422} también el insufrible tormento que por ella el gentil pastor Galercio {L-10423} padecía, de quien ella hacía tan poco caso, que mil veces {L-10424} le había puesto en términos de desesperarse.

{L-10425}      Mas después que por un rato en estas {L-10426} cosas hubieron razonado, tomaron a seguir su camino, llevando consigo a {L-10427} Lenio y sin sucederles otra cosa, llegaron al aldea, llevándose {L-10428} consigo Elicio a Tirsi, Damón, Erastro, Lauso y Arsindo. Con Daranio {L-10429} se fueron Crisio, Orfenio, Marsilio y Orompo. Florisa y las otras pastoras {L-10430} se fueron con Galatea y con su padre, Aurelio, quedando primero concertado {L-10431} que otro día, al salir del alba, se juntasen para ir al valle de {L-10432} los Cipreses, como Telesio les había mandado, para celebrar las {L-10433} obsequias de Meliso, en las cuales, como ya está dicho, quisieron {L-10434} hallarse Timbrio, Silerio, Nísida y Blanca, que con el venerable {L-10435} Aurelio aquella noche se fueron.

FIN DEL LIBRO QUINTO

{L-10436} Sexto y último libro de Galatea

{L-10437}      Apenas habían los rayos del dorado Febo {L-10438} comenzado a dispuntar por la más baja línea de nuestro horizonte, {L-10439} cuando el anciano y venerable Telesio hizo llegar a los oídos de {L-10440} todos los que en el aldea estaban el lastimero son de su bocina, señal {L-10441} que movió a los que le escucharon a dejar el reposo de los pastorales {L-10442} lechos y acudir a lo que Telesio pedía. Pero los primeros que en {L-10443} esto tomaron la mano fueron Elicio, Aurelio, Daranio y todos los pastores {L-10444} y pastoras que con ellos estaban, no faltando las hermosas Nísida {L-10445} y Blanca los venturosos Timbrio y Silerio, con otra cantidad de gallardos {L-10446} pastores y bellas pastoras que a ellos se juntaron y al número de {L-10447} treinta llegarían, entre los cuales iban la sin par Galatea, nuevo {L-10448} milagro de hermosura, y la recién desposada Silveria, la cual llevaba {L-10449} consigo a la hermosa y zahareña Belisa, por quien el pastor Marsilio {L-10450} tan amorosas y mortales angustias padecía. Había venido Belisa {L-10451} a visitar a Silveria y darle el parabién del nuevo recibido estado, {L-10452} y quiso asimesmo hallarse en tan célebres obsequias como esperaba {L-10453} serían las que tantos y tan famosos pastores celebraban.

{L-10454}      Salieron, pues, todos juntos de la aldea, fuera {L-10455} de la cual hallaron a Telesio con otros muchos pastores que le acompañaban, {L-10456} todos vestidos y adornados de manera que bien mostraban que para triste {L-10457} y lamentable negocio habían sido juntados. Ordenó luego Telesio, {L-10458} porque con intenciones más puras y pensamientos más reposados {L-10459} se hiciesen aquel día los solemnes sacrificios, que todos los pastores {L-10460} fuesen juntos por su parte y desviados de las pastoras, y que ellas lo {L-10461} mesmo hiciesen, de que los menos quedaron contentos y los más, no {L-10462} muy satisfechos, especialmente el apasionado Marsilio, que ya había {L-10463} visto a la desamorada Belisa, con cuya vista quedó tan fuera de {L-10464} sí y tan suspenso, cual lo conocieron bien sus amigos Orompo, Crisio {L-10465} y Orfenio, los cuales, viéndole tal, se llegaron a él, y {L-10466} Orompo le dijo:

{L-10467}      -Esfuerza, amigo Marsilio, esfuerza y no des {L-10468} ocasión con tu desmayo a que se descubra el poco valor de tu pecho; {L-10469} ¿qué sabes si el Cielo, movido a compasión de tu pena, {L-10470} ha traído a tal tiempo a estas riberas a la pastora Belisa para {L-10471} que las remedie?

{L-10472}      -Antes para más acabarme, a lo que yo {L-10473} creo -respondió Marsilio-, habrá ella venido a este lugar, {L-10474} que de mi ventura esto y más se debe temer; pero yo haré, {L-10475} Orompo, lo que mandas, si acaso puede conmigo en este duro trance más {L-10476} la razón que mi sentimiento.

{L-10477}      Y con esto volvió algo más en {L-10478} sí Marsilio, y luego los pastores por una parte, y las pastoras {L-10479} por otra, como de Telesio estaba ordenado, se comenzaron a encaminar al {L-10480} valle de los Cipreses, llevando todos un maravilloso silencio, hasta que, {L-10481} admirado Timbrio de ver la frescura y belleza del claro Tajo, por do caminaba, {L-10482} vuelto a Elicio, que al lado le venía, le dijo:

{L-10483}      -No poca maravilla me causa, Elicio, la incomparable {L-10484} belleza de esas frescas riberas y no sin razón, porque quien ha {L-10485} visto, como yo, las espaciosas del nombrado Betis y las que visten y adornan {L-10486} el famoso Ebro y al conocido Pisuerga, y en las apartadas tierras ha paseado {L-10487} las del santo Tíber y las amenas del Po, celebrado por la caída {L-10488} del atrevido mozo, sin dejar de haber rodeado las frescuras del apacible {L-10489} Sebeto, grande ocasión había de ser la que a maravilla me {L-10490} moviese a ver otras algunas.

{L-10491}      -No vas tan fuera de camino en lo que dices, {L-10492} según yo creo, discreto Timbrio -respondió Elicio-, que con {L-10493} los ojos no veas la razón que de decirlo tienes; porque, sin duda, {L-10494} puedes creer que la amenidad y frescura de las riberas de este río {L-10495} hacen notoria y conocida ventaja a todas las que has nombrado, aunque entrase {L-10496} en ellas las del apartado Janto y del conocido Anfriso y el enamorado Alfeo, {L-10497} porque tiene y ha hecho cierto la experiencia que, casi por derecha línea, {L-10498} encima de la mayor parte de estas riberas, se muestra un cielo luciente {L-10499} y claro, que, con un largo movimiento y con vivo resplandor, parece que {L-10500} convida a regocijo y gusto al corazón que de él está {L-10501} más ajeno. Y si ello es verdad que las estrellas y el sol se mantienen, {L-10502} como algunos dicen, de las aguas de acá bajo, creo firmemente que {L-10503} las de este río sean en gran parte ocasión de causar la belleza {L-10504} del cielo que le cubre, o creeré que Dios, por la mesma razón {L-10505} que dicen que mora en los cielos, en esta parte haga lo más de su {L-10506} habitación. La tierra que lo abraza, vestida de mil verdes ornamentos, {L-10507} parece que hace fiesta y se alegra de poseer en sí un don tan raro {L-10508} y agradable; y el dorado río, como en cambio, en los abrazos de {L-10509} ella dulcemente entretejiéndose, forma como de industria mil entradas {L-10510} y salidas, que a cualquiera que las mira llenan el alma de placer maravilloso, {L-10511} de donde nace que, aunque los ojos tomen de nuevo muchas veces a mirarle, {L-10512} no por eso dejan de hallar en él cosas que les causen nuevo placer {L-10513} y nueva maravilla. Vuelve, pues, los ojos, valeroso Timbrio, y mira cuánto {L-10514} adornan sus riberas las muchas aldeas y ricas caserías que por ellas {L-10515} se ven fundadas. Aquí se ve en cualquiera sazón el año {L-10516} andar la risueña Primavera con la hermosa Venus en hábito {L-10517} sucinto y amoroso, y Céfiro, que la acompaña, con la madre {L-10518} Flora delante, esparciendo a manos llenas varias y odoríferas flores. {L-10519} Y la industria de sus moradores ha hecho tanto que la Naturaleza, encorporada {L-10520} con el Arte, es hecha artífice y connatural del Arte, y de entrambas {L-10521} a dos se ha hecho una tercia Naturaleza, a la cual no sabré dar {L-10522} nombre. De sus cultivados jardines, con quien los huertos Hespérides {L-10523} y de Alcino pueden callar; de los espesos bosques, de los pacíficos {L-10524} olivos, verdes laureles y acopados mirtos; de sus abundosos pastos, alegres {L-10525} valles y vestidos collados, arroyos y fuentes que en esta ribera se hallan, {L-10526} no se espere que yo diga más, sino que, si en alguna parte de la {L-10527} tierra los Campos Elíseos tienen asiento, es, sin duda, en ésta. {L-10528} ¿Qué diré de la industria de las altas ruedas, con {L-10529} cuyo continuo movimiento sacan las aguas del profundo río y humedecen {L-10530} abundosamente las eras que por largo espacio están apartadas? Añádese {L-10531} a todo esto criarse en estas riberas las más hermosas y discretas {L-10532} pastoras que en la redondez del suelo pueden hallarse, para cuyo testimonio, {L-10533} dejando aparte el que la experiencia nos muestra y lo que tú, Timbrio, {L-10534} ha que estás en ellas y has visto, bastará traer, por ejemplo, {L-10535} a aquella pastora que allí ves, ¡oh, Timbrio!

{L-10536}      Y, diciendo esto, señaló con {L-10537} el cayado a Galatea, y, sin decir más, dejó admirado a Timbrio {L-10538} de ver la discreción y palabras con que había alabado las {L-10539} riberas del Tajo y la hermosura de Galatea. Y respondiéndole que {L-10540} no se le podía contradecir ninguna cosa de las dichas, en aquellas {L-10541} y en otras entretenían la pesadumbre del camino, hasta que, llegados {L-10542} a vista del valle de los Cipreses, vieron que de él salían {L-10543} casi otros tantos pastores y pastoras como los que con ellos iban. Juntáronse {L-10544} todos y con sosegados pasos comenzaron a entrar por el sagrado valle, cuyo {L-10545} sitio era tan extraño y maravilloso, que, aun a los mesmos que muchas {L-10546} veces le habían visto, causaba nueva admiración y gusto. {L-10547} Levántanse en una parte de la ribera del famoso Tajo, en cuatro {L-10548} diferentes y contrapuestas partes, cuatro verdes y apacibles collados, {L-10549} como por muros y defensores de un hermoso valle que en medio contienen, {L-10550} cuya entrada en él por otros cuatro lugares es concedida, los cuales {L-10551} mesmos collados estrechan el modo, que vienen a formar cuatro largas y {L-10552} apacibles calles, a quien hacen pared de todos lados altos e infinitos {L-10553} cipreses, puestos por tal orden y concierto que hasta las mesmas ramas {L-10554} de los unos y de los otros parece que igualmente van creciendo, y que ninguna {L-10555} se atreve a pasar ni salir un punto más de la otra. Cierran y ocupan {L-10556} el espacio que entre ciprés y ciprés se hace mil olorosos {L-10557} rosales y suaves jazmines, tan juntos y entretejidos como suelen estar {L-10558} en los vallados de las guardadas viñas las espinosas zarzas y puntosas {L-10559} cambroneras. De trecho en trecho de estas apacibles entradas se ven correr {L-10560} por entre la verde y menuda hierba, claros y frescos arroyos de limpias {L-10561} y sabrosas aguas, que en las faldas de los mesmos collados tienen su nacimiento. {L-10562} Es el remate y fin de estas calles una ancha y redonda plaza que los recuestos {L-10563} y los cipreses forman, en medio de la cual está puesta una artificiosa {L-10564} fuente de blanco y precioso mármol fabricada, con tanta industria {L-10565} y artificio hecha, que las vistosas del conocido Tíbuli y las soberbias {L-10566} de la antigua Tinacria no le pueden ser comparadas. Con el agua de esta {L-10567} maravillosa fuente se humedecen y sustentan las frescas hierbas de la deleitosa {L-10568} plaza. Y lo que más hace a este agradable sitio digno de estimación {L-10569} y reverencia es ser previlegiado de las golosas bocas de los simples corderuelos {L-10570} y mansas ovejas, y de otra cualquier suerte de ganado: que sólo {L-10571} sirve de guardador y tesorero de los honrados huesos de algunos famosos {L-10572} pastores, que, por general decreto de todos los que quedan vivos en el {L-10573} contorno de aquellas riberas, se determina y ordena ser digno y merecedor {L-10574} de tener sepultura en este famoso valle. Por esto se veían entre {L-10575} los muchos y diversos árboles que por las espaldas de los cipreses {L-10576} estaban, en el lugar y distancia que había de ellos hasta las faldas {L-10577} de los collados, algunas sepulturas, cuál de las cuál de {L-10578} mármol fabricadas, en cuyas blancas piedras se leían los {L-10579} nombres de los que en ellas estaban sepultados. Pero la que más {L-10580} sobre todas resplandecía, y la que más a los ojos de todos {L-10581} se mostraba, era la del famoso pastor Meliso, la cual, apartada de las {L-10582} otras, a un lado de la ancha plaza, de lisas y negras pizarras y de blanco {L-10583} y bien labrado alabastro hecha parecía. Y, en el mesmo punto que {L-10584} los ojos de Telesio la miraron, volviendo el rostro a toda aquella agradable {L-10585} compañía, con sosegada voz y lamentables acentos les dijo:

{L-10586}      -Veis allí, gallardos pastores, discretas {L-10587} y hermosas pastoras; veis allí, digo, la triste sepultura donde {L-10588} reposan los honrados huesos del nombrado Meliso, honor y gloria de nuestras {L-10589} riberas. Comenzad, pues, a levantar al Cielo los humildes corazones, y {L-10590} con puros afectos, abundantes lágrimas y profundos sospiros, entonad {L-10591} los santos himnos y devotas oraciones, y rogalde tenga por bien de acoger {L-10592} en su estrellado asiento la bendita alma del cuerpo que allí yace.

{L-10593}      Y, en diciendo esto, se llegó a un ciprés {L-10594} de aquellos y, cortando algunas ramas, hizo de ellas una funesta guirnalda {L-10595} con que coronó sus blancas y veneradas sienes, haciendo señal {L-10596} a los demás que lo mesmo hiciesen, de cuyo ejemplo movidos todos, {L-10597} en un momento se coronaron de las tristes ramas; y, guiados de Telesio, {L-10598} llegaron a la sepultura, donde lo primero que Telesio hizo fue inclinar {L-10599} las rodillas y besar la dura piedra del sepulcro. Hicieron todos lo mesmo, {L-10600} y algunos hubo que, tiernos con la memoria de Meliso, dejaban regado con {L-10601} lágrimas el blanco mármol que besaban. Hecho esto, mandó {L-10602} Telesio encender el sacro fuego, y en un momento alrededor de la sepultura {L-10603} se hicieron muchas, aunque pequeñas, hogueras, en las cuales solas {L-10604} ramas de ciprés se quemaban; y el venerable Telesio, con graves {L-10605} y sosegados pasos, comenzó a rodear la pira y a echar en todos los {L-10606} ardientes fuegos alguna cantidad de sacro y oloroso incienso, diciendo {L-10607} cada vez que lo esparcía alguna breve y devota oración a {L-10608} rogar por el alma de Meliso encaminada, al fin de la cual levantaba la {L-10609} tremante voz y todos los circunstantes, con triste y piadoso acento, respondían: {L-10610} « Amén, amén », tres veces, a cuyo lamentable sonido {L-10611} resonaban los cercanos collados y apartados valles. Y las ramas de los {L-10612} altos cipreses y de los otros muchos árboles, de que el valle estaba {L-10613} lleno, heridas de un manso céfiro que soplaba, hacían y formaban {L-10614} un sordo y tristísimo susurro, casi como en señal de que {L-10615} por su parte ayudaban a la tristeza del funesto sacrificio.

{L-10616}      Tres veces rodeó Telesio la sepultura, {L-10617} y tres veces dijo las piadosas plegarias, y otras nueve se escucharon los {L-10618} llorosos acentos del « amén » que los pastores repetían. {L-10619} Acabada esta ceremonia, el anciano Telesio se arrimó a un subido {L-10620} ciprés que a la cabecera de la sepultura de Meliso se levantaba, {L-10621} y con volver el rostro a una y otra parte hizo que todos los circunstantes {L-10622} estuviesen atentos a lo que decir quería; y luego, levantando la {L-10623} voz todo lo que pudo conceder la antigÜedad de sus años, con {L-10624} maravillosa elocuencia comenzó a alabar las virtudes de Meliso, {L-10625} la integridad de su inculpable vida, la alteza de su ingenio, la entereza {L-10626} de su ánimo, la graciosa gravedad de su plática y la excelencia {L-10627} de su poesía y, sobre todo, la solicitud de su pecho en guardar {L-10628} y cumplir la santa religión que profesado había, juntando {L-10629} a estas otras tantas y tales virtudes de Meliso, que, aunque el pastor {L-10630} no fuera tan conocido de todos los que a Telesio escuchaban, sólo {L-10631} por lo que él decía quedaran aficionados a amarle si fuera {L-10632} vivo, y a reverenciarle después de muerto. Concluyó, pues, {L-10633} el viejo su plática diciendo:

{L-10634}      -Si a do llegaron, famosos pastores, las bondades {L-10635} de Meliso y adonde llega el deseo que tengo de alabarlas, llegara la bajeza {L-10636} de mi corto entendimiento, y las flacas y pocas fuerzas adquiridas de mis {L-10637} tantos y tan cansados años no me acortaran la voz y el aliento, {L-10638} primero este sol que nos alumbra le viérades bañar una y {L-10639} otra vez en el grande Océano, que yo cesara de la comenzada plática; {L-10640} mas, pues esto en mi marchita edad no se permite, suplid vosotros mi falta, {L-10641} y mostraos agradecidos a las frías cenizas de Meliso, celebrándolas {L-10642} en la muerte como os obliga el amor que él os tuvo en la vida. Y {L-10643} puesto que a todos en general nos toca y cabe parte de esta obligación, {L-10644} a quien en particular más obliga es a los famosos Tirsi y Damón, {L-10645} como a tan conocidos amigos y familiares suyos; y así les ruego {L-10646} cuan encarecidamente puedo, correspondan a esta deuda supliendo y cantando {L-10647} ellos, con más reposada y sonora voz, lo que yo he faltado llorando {L-10648} con la trabajosa mía.

{L-10649}      No dijo más Telesio, ni aun fuera menester {L-10650} decirlo para que los pastores se moviesen a hacer lo que se les rogaba, {L-10651} porque luego, sin replicar cosa alguna, Tirsi sacó su rabel e hizo {L-10652} señal a Damón que lo mesmo hiciese, a quien acompañaron {L-10653} luego Elicio y Lauso y todos los pastores que allí instrumentos {L-10654} tenían; y a poco espacio formaron una tan triste y agradable música, {L-10655} que, aunque regalaba los oídos, movía los corazones a dar {L-10656} señales de tristeza con lágrimas que los ojos derramaban. {L-10657} Juntábase a esto la dulce armonía de los pintados y muchos {L-10658} pajarillos que por los aires cruzaban, y algunos sollozos que las pastoras, {L-10659} ya tiernas y movidas con el razonamiento de Telesio y con lo que los pastores {L-10660} hacían, de cuando en cuando de sus hermosos pechos arrancaban; y {L-10661} era de suerte que, concordándose el son de la triste música {L-10662} y el de la alegre armonía de los jilguerillos, calandrias y ruiseñores, {L-10663} y el amargo de los profundos gemidos, formaba todo junto un tan extraño {L-10664} y lastimoso concerto que no hay lengua que encarecerlo pueda. De {L-10665} allí al poco espacio, cesando los demás instrumentos, solos {L-10666} los cuatro de Tirsi, Damón, Elicio y de Lauso se escucharon, los {L-10667} cuales, llegándose al sepulcro de Meliso, a los cuatro lados del {L-10668} sepulcro, señal por donde todos los presentes entendieron que alguna {L-10669} cosa cantar querían, y así lesrestaron un maravilloso y sosegado {L-10670} silencio; y luego el famoso Tirsi, con levantada, triste y sonora voz, {L-10671} ayudándole Elicio, Damón y Lauso, de esta manera comenzó {L-10672} a cantar:
 
        {L-10673} TIRSI
{L-10674}    Tal cual es la ocasión de nuestro llanto,
{L-10675} no sólo nuestro, mas de todo el suelo,
{L-10676} pastores, entonad el triste canto.
      {L-10677} DAMON
{L-10678}    El aire rompan, lleguen hasta el cielo
{L-10679} los sospiros dolientes, fabricados 5
{L-10680} entre justa piedad y justo duelo.
      {L-10681} ELICIO
{L-10682}    Serán de tierno humor siempre bañados
{L-10683} mis ojos, mientras viva la memoria,
{L-10684} Meliso, de tus hechos celebrados.
      {L-10685} LAUSO
{L-10686}    Meliso, digno de inmortal historia, 10
{L-10687} digno que goces en el Cielo santo
{L-10688} de alegre vida y de perpetua gloria.
      {L-10689} TIRSI
{L-10690}    Mientras que a las grandezas me levanto
{L-10691} de cantar sus hazañas, como pienso,
{L-10692} pastores, entonad el triste canto. 15
      {L-10693} DAMON
{L-10694}    Como puedo, Meliso, recompenso
{L-10695} a tu amistad: con lágrimas vertidas,
{L-10696} con ruegos píos y sagrado incienso.
      {L-10697} ELICIO
{L-10698}    Tu muerte tiene en llanto convertidas
{L-10699} nuestras dulces, pasadas alegrías, 20
{L-10700} y a tierno sentimiento reducidas.
      {L-10701} LAUSO
{L-10702}    Aquellos claros, venturosos días,
{L-10703} donde el mundo gozó de tu presencia,
{L-10704} se han vuelto en noches miserables, frías.
      {L-10705} TIRSI
{L-10706}    ¡Oh, muerte, que con presta violencia 25
{L-10707} tal vida en poca tierra reduciste!
{L-10708} ¿A quién no alcanzará tu diligencia?
      {L-10709} DAMON
{L-10710}    Después, oh, muerte, que aquel golpe {L-10711} diste
{L-10712} que echó por tierra nuestro fuerte arrimo,
{L-10713} de hierba el prado ni de flor se viste. 30
      {L-10714} ELICIO
{L-10715}    Con la memoria de este mal reprimo
{L-10716} el bien, si alguno llega a mi sentido,
{L-10717} y con nueva aspereza me lastimo.
      {L-10718} LAUSO
{L-10719}    ¿Cuándo suele cobrarse el bien {L-10720} perdido?
{L-10721} ¿Cuándo el mal sin buscarle no se halla? 35
{L-10722} ¿Cuándo hay quietud en el mortal ruido?
      {L-10723} TIRSI
{L-10724}    ¿Cuándo de la mortal, fiera {L-10725} batalla
{L-10726} triunfó la vida, y cuándo, contra el tiempo,
{L-10727} se opuso o fuerte arnés o dura malla?
      {L-10728} DAMON
{L-10729}    Es nuestra vida un sueño, un pasatiempo 40
{L-10730} un vano encanto, que desaparece
{L-10731} cuando más firme pareció en su tiempo.
      {L-10732} ELICIO
{L-10733}    Día que al medio curso se escurece,
{L-10734} y le sucede noche tenebrosa,
{L-10735} envuelta en sombras que el temor ofrece. 45
      {L-10736} LAUSO
{L-10737}    Mas tú, pastor famoso, en venturosa
{L-10738} hora pasaste de este mar insano
{L-10739} a la dulce región maravillosa,
      {L-10740} TIRSI
{L-10741}    después que en el aprisco veneciano
{L-10742} las causas y demandas decidiste 50
{L-10743} del gran pastor del ancho suelo hispano;
      {L-10744} DAMON
{L-10745}    después también que con valor {L-10746} sufriste
{L-10747} el trance de Fortuna acelerado,
{L-10748} que a Italia hizo, y aun a España, triste;
      {L-10749} ELICIO
{L-10750}    y después que, en sosiego reposado 55
{L-10751} con las nueve doncellas solamente
{L-10752} tanto tiempo estuviste retirado,
      {L-10753} LAUSO
{L-10754}    sin que las fieras armas del Oriente,
{L-10755} ni la francesa furia inquietase
{L-10756} tu levantada y sosegada mente; 60
      {L-10757} TIRSI
{L-10758}    entonces quiso el Cielo que llegase
{L-10759} la fría mano de la muerte airada,
{L-10760} y en tu vida el bien nuestro arrebatase.
      {L-10761} DAMON
{L-10762}    Quedó tu suerte entonces mejorada,
{L-10763} quedó la nuestra a un triste, amargo lloro 65
{L-10764} perpetua, eternamente condenada.
      {L-10765} ELICIO
{L-10766}    Vióse el sacro, virgíneo, hermoso {L-10767} coro
{L-10768} de aquellas moradoras de Parnaso
{L-10769} romper llorando sus cabellos de oro.
      {L-10770} LAUSO
{L-10771}    A lágrimas movió el doliente caso 70
{L-10772} el gran competidor del niño ciego,
{L-10773} que entonces de dar luz se mostró escaso.
      {L-10774} TIRSI
{L-10775}    No entre las armas y el ardiente fuego
{L-10776} los tristes teucros tanto se afligieron
{L-10777} con el engaño del astuto griego, 75
 
{L-10778}    como lloraron, como repitieron
{L-10779} el nombre de Meliso los pastores,
{L-10780} cuando informados de su muerte fueron.
      {L-10781} DAMON
{L-10782}    No de olorosas, variadas flores
{L-10783} adornaron sus frentes, ni cantaron 80
{L-10784} con voz suave algún cantar de amores.
 
{L-10785}    De funesto ciprés se coronaron,
{L-10786} y en triste, repetido, amargo llanto
{L-10787} lamentables canciones entonaron.
      {L-10788} ELICIO
{L-10789}    Y así, pues, hoy el áspero quebranto 85
{L-10790} y la memoria amarga se renueva,
{L-10791} pastores, entonad el triste canto,
 
{L-10792}    que el duro caso que a doler nos lleva
{L-10793} que tal, que será pecho de diamante
{L-10794} el que a llorar en él no se conmueva. 90
      {L-10795} LAUSO
{L-10796}    El firme pecho, el ánimo constante
{L-10797} que en las adversidades siempre tuvo
{L-10798} este pastor por mil lenguas se cante,
 
{L-10799}    como el desdén que de contino hubo
{L-10800} en el pecho de Filis indignado 95
{L-10801} cual firme roca contra el mar estuvo.
      {L-10802} TIRSI
{L-10803}    Repítanse los versos que ha cantado,
{L-10804} queden en la memoria de las gentes
{L-10805} por muestras de su ingenio levantado.
      {L-10806} DAMON
{L-10807}    Por tierras de las nuestras diferentes 100
{L-10808} lleve su nombre la parlera fama
{L-10809} con pasos prestos y alas diligentes.
      {L-10810} ELICIO
{L-10811}    Y de su casta y amorosa llama,
{L-10812} ejemplo tome el más lascivo pecho
{L-10813} y el que en ardor menos cabal se inflama. 105
      {L-10814} LAUSO
{L-10815}    ¡Venturoso Meliso, que, a despecho
{L-10816} de mil contrastes fieros de Fortuna,
{L-10817} vives ahora alegre y satisfecho!
      {L-10818} TIRSI
{L-10819}    Poco te cansa, poco te importuna
{L-10820} esta mortal bajeza que dejaste, 110
{L-10821} llena de más mudanzas que la luna.
      {L-10822} DAMON
{L-10823}    Por firme alteza la humildad trocaste,
{L-10824} por bien el mal, la muerte por la vida:
{L-10825} tan seguro temiste y esperaste.
      {L-10826} ELICIO
{L-10827}    De esta mortal, al parecer, caída, 115
{L-10828} quien vive bien, al cabo se levanta,
{L-10829} cual tú, Meliso, a la región florida,
 
{L-10830}    donde por más de una inmortal garganta
{L-10831} se despide la voz, que gloria suena,
{L-10832} gloria repite, dulce gloria canta; 120
 
{L-10833}    donde la hermosa, clara faz serena
{L-10834} se ve, en cuya visión se goza y mira
{L-10835} la suma gloria más perfecta y buena.
 
{L-10836}    Mi flaca voz a tu alabanza aspira
{L-10837} y tanto cuanto más crece el deseo, 125
{L-10838} tanto, Meliso, el miedo le retira.
 
{L-10839}    Que aquello que contemplo agora, y veo
{L-10840} con el entendimiento levantado,
{L-10841} del sacro tuyo, sobrehumano arreo,
 
{L-10842}    tiene mi entendimiento acobardado, 130
{L-10843} y solo paro en levantar las cejas
{L-10844} y en recoger los labios de admirado.
      {L-10845} LAUSO
{L-10846}    Con tu partida, en triste llanto dejas
{L-10847} cuantos con tu presencia se alegraban,
{L-10848} y el mal se acerca porque tú te alejas. 135
      {L-10849} TIRSI
{L-10850}    En tu sabiduría se enseñaban
{L-10851} los rústicos pastores, y, en un punto,
{L-10852} con nuevo ingenio y discreción quedaban.
 
{L-10853}    Pero llegóse aquel forzoso punto
{L-10854} donde tú te partiste y do quedamos 140
{L-10855} con poco ingenio y corazón difunto.
 
{L-10856}    Esta amarga memoria celebramos
{L-10857} los que en la vida te quisimos tanto,
{L-10858} cuanto ahora en la muerte te lloramos.
 
{L-10859}    Por esto, al son de tan confuso llanto, 145
{L-10860} cobrando de contino nuevo aliento,
{L-10861} pastores, entonad el triste canto.
 
{L-10862}    Lleguen do llega el duro sentimiento
{L-10863} las lágrimas vertidas y sospiros,
{L-10864} con quien se aumenta el presuroso viento. 150
 
{L-10865}    Poco os encargo, poco sé pediros;
{L-10866} más habéis de sentir que cuanto ahora
{L-10867} puede mi atada lengua referiros.
 
{L-10868}    Mas, pues Febo se ausenta y descolora
{L-10869} la tierra, que se cubre en negro manto, 155
{L-10870} hasta que venga la esperada aurora,
{L-10871} pastores, cesad ya del triste canto

{L-10872}      Tirsi, que comenzado había la triste y {L-10873} dolorosa elegía, fue el que la puso fin, sin que le pusiesen por {L-10874} un buen espacio a las lágrimas todos los que el lamentable canto {L-10875} escuchado habían. Mas, a esta sazón, el venerable Telesio {L-10876} les dijo:     -Pues habemos cumplido en parte, gallardos {L-10877} y comedidos pastores, con la obligación que al venturoso Meliso {L-10878} tenemos, poned por agora silencio a vuestras tiernas lágrimas y {L-10879} dad algún vado a vuestros dolientes sospiros, pues ni por ellas {L-10880} ni ellos podemos cobrar la pérdida que lloramos; y puesto que el {L-10881} humano sentimiento no pueda dejar de mostrarle en los adversos acaecimientos, {L-10882} todavía es menester templar la demasía de sus accidentes {L-10883} con la razón que al discreto acompaña; y, aunque las lágrimas {L-10884} y sospiros sean señales del amor que se tiene al que se llora, más {L-10885} provecho consiguen las almas por quien se derraman con los píos {L-10886} sacrificios y devotas oraciones que por ellas se hacen, que si todo el {L-10887} mar Oceano por los ojos de todo el mundo hecho lágrimas se destilase. {L-10888} Y por esta razón y por la que tenemos de dar algún alivio {L-10889} a nuestros cansados cuerpos, será bien que, dejando lo que nos resta {L-10890} de hacer para el venidero día, por agora, visitéis vuestros {L-10891} zurrones, y cumpláis con lo que Naturaleza os obliga.

{L-10892}      Y en diciendo esto, dio orden como todas las {L-10893} pastoras estuviesen a una parte del valle, junto a la sepultura de Meliso, {L-10894} dejando con ellas seis de los más ancianos pastores que allí {L-10895} había, y los demás, poco desviados de ellas, en otra parte {L-10896} se estuvieron; y luego, con lo que en los zurrones traían, y con {L-10897} el agua de la clara fuente, satisficieron a la común necesidad de {L-10898} la hambre, acabando a tiempo que ya la noche vestía de una mesma {L-10899} color todas las cosas debajo de nuestro horizonte contenidas, y la luciente {L-10900} luna mostraba su rostro hermoso y claro en toda la entereza que tiene cuando {L-10901} más el rubio hermano sus rayos le comunica. Pero, de allí {L-10902} a poco rato, levantándose un alterado viento, se comenzaron a ver {L-10903} algunas negras nubes que algún tanto la luz de la casta diosa encubrían, {L-10904} haciendo sombras en la tierra, señales por donde algunos pastores {L-10905} que allí estaban, en la rústica astrología maestros, {L-10906} algún venidero turbión y borrasca esperaban; mas todo paró {L-10907} en no más de quedar la noche parda y serena, y en acomodarse ellos {L-10908} a descansar sobre la fresca hierba entregando los ojos al dulce y reposado {L-10909} sueño, como lo hicieron todos, si no algunos que repartieron como {L-10910} en centinelas la guarda de las pastoras, y la de algunas antorchas que {L-10911} alrededor de la sepultura de Meliso ardiendo quedaban. Pero ya que el sosegado {L-10912} silencio se extendió por todo aquel sagrado valle, y ya que el perezoso {L-10913} Morfeo había con el bañado ramo tocado las sienes y párpados {L-10914} de todos los presentes, a tiempo que a la redonda de nuestro polo buena {L-10915} parte las errantes estrellas andado habían, señalando los {L-10916} puntuales cursos de la noche, en aquel instante, de la mesma sepultura {L-10917} de Meliso se levantó un grande y maravilloso fuego, tan luciente {L-10918} y claro, que en un momento todo el escuro valle quedó con tanta {L-10919} claridad como si el mesmo sol le alumbrara; por la cual improvisa maravilla, {L-10920} los pastores que despiertos junto a la sepultura estaban, cayeron atónitos {L-10921} en el suelo, deslumbrados y ciegos con la luz del transparente fuego, el {L-10922} cual hizo contrario efecto en los demás que durmiendo estaban, porque, {L-10923} heridos de sus rayos, huyó de ellos el pesado sueño, y, aunque {L-10924} con dificultad alguna, abrieron los dormidos ojos, y, viendo la extrañeza {L-10925} de la luz que se les mostraba, confusos y admirados quedaron; y así, {L-10926} cual en pie, cual recostado, y cual sobre las rodillas puesto, cada uno, {L-10927} con admiración y espanto, el claro fuego miraba. Todo lo cual visto {L-10928} por Telesio, adornándose en un punto de las sacras vestiduras, acompañado {L-10929} de Elicio, Tirsi, Damón, Lauso y de otros animosos pastores, poco {L-10930} a poco se comenzó a llegar al fuego, con intención de, con {L-10931} algunos lícitos y acomodados exorcismos, procurar deshacer o entender {L-10932} de dó procedía la extraña visión que se les {L-10933} mostraba. Pero, ya que llegaban cerca de las encendidas llamas, vieron {L-10934} que, dividiéndose en dos partes, en medio de ellas parecía {L-10935} una tan hermosa y agraciada ninfa, que en mayor admiración les puso {L-10936} que la vista del ardiente fuego. Mostraba estar vestida de una rica y sotil {L-10937} tela de plata, recogida y retirada a la cintura, de modo que la mitad de {L-10938} las piernas se descubrían, adornadas con unos coturnos, o calzado {L-10939} justo, dorados, llenos de infinitos lazos de listones de diferentes colores; {L-10940} sobre la tela de plata traía otra vestidura de verde y delicado {L-10941} cendal, que, llevado a una y a otra parte por un ventecillo que mansamente {L-10942} soplaba, extremadamente parecía; por las espaldas traía esparcidos {L-10943} los más luengos y rubios cabellos que jamás ojos humanos {L-10944} vieron, y sobre ellos, una guirnalda sólo de verde laurel compuesta; {L-10945} la mano derecha ocupaba con un alto ramo de amarilla y vencedora palma, {L-10946} y la izquierda con otro de verde y pacífica oliva, con los cuales {L-10947} ornamentos tan hermosa y admirable se mostraba, que a todos los que la {L-10948} miraban tenía colgados de su vista; de tal manera, que, desechando {L-10949} de sí el temor primero, con seguros pasos alrededor del fuego se {L-10950} llegaron, persuadiéndose que de tan hermosa visión ningún {L-10951} daño podía sucederles. Y estando, como se ha dicho, todos {L-10952} transportados en mirarla, la bella ninfa abrió los brazos a una {L-10953} y a otra parte, e hizo que las apartadas llamas más se apartasen {L-10954} y dividiesen, para dar lugar a que mejor pudiese ser mirada; y luego, levantando {L-10955} el sereno rostro, con gracia y gravedad extraña, a semejantes razones {L-10956} dio principio:

{L-10957}      -Por los efectos que mi improvisa vista ha {L-10958} causado en vuestros corazones, discreta y agradable compañía, {L-10959} podéis considerar que no en virtud de malignos espíritus {L-10960} ha sido formada esta figura mía que aquí se os presenta, {L-10961} porque una de las razones por do se conoce ser una visión buena {L-10962} o mala es por los efectos que hace en el ánimo de quien la mira; {L-10963} porque la buena, aunque cause en él admiración y sobresalto, {L-10964} el tal sobresalto y admiración viene mezclado con un gustoso alboroto, {L-10965} que a poco rato le sosiega y satisface; al revés de lo que causa {L-10966} la visión perversa, la cual sobresalta, descontenta, atemoriza y {L-10967} jamás asegura. Esta verdad os aclarará la experiencia cuando {L-10968} me conozcáis y yo os diga quién soy y la ocasión que {L-10969} me ha movido a venir de mis remotas moradas a visitaros. Y porque no quiero {L-10970} teneros colgados del deseo que tenéis de saber quién yo sea, {L-10971} sabed, discretos pastores y bellas pastoras, que yo soy una de las nueve {L-10972} doncellas que en las altas sagradas cumbres de Parnaso tienen su propia {L-10973} y conocida morada. Mi nombre es Calíope; mi oficio y condición {L-10974} es favorecer y ayudar a los divinos espíritus, cuyo loable ejercicio {L-10975} es ocuparse en la maravillosa y jamás como debe alabada ciencia {L-10976} de la Poesía: yo soy la que hice cobrar eterna fama al antiguo ciego {L-10977} natural de Esmirna, por él solamente famosa; la que hará {L-10978} vivir el mantuano Títiros por todos los siglos venideros, hasta {L-10979} que el tiempo se acabe; y la que hace que se tengan en cuenta, desde la {L-10980} pasada hasta la edad presente, los escritos tan ásperos como discretos {L-10981} del antiquísimo Enio. En fin, soy quien favoreció a Catulo, {L-10982} la que nombró a Horacio, eternizó a Propercio, y soy la que {L-10983} con inmortal fama tiene conservada la memoria del conocido Petrarca, y {L-10984} la que hizo bajar a los escuros infiernos y subir a los claros cielos al {L-10985} famoso Dante; soy la que ayudó a tejer al divino Ariosto la variada {L-10986} y hermosa tela que compuso; la que en esta patria vuestra tuvo familiar {L-10987} amistad con el agudo Boscán y con el famoso Garcilaso, con el docto {L-10988} y sabio Castillejo y el artificioso Torres Naharro, con cuyos ingenios, {L-10989} y con los frutos de ellos, quedó vuestra patria enriquecida y satisfecha; {L-10990} yo soy la que moví la pluma del celebrado Aldana, y la que no dejó {L-10991} jamás el lado de don Fernando de Acuña, y la que me precio {L-10992} de la estrecha amistad y conversación que siempre tuve con la bendita {L-10993} alma del cuerpo que en esta sepultura yace, cuyas obsequias, por vosotros {L-10994} celebradas, no sólo han alegrado su espíritu, que ya por {L-10995} la región eterna se pasea, sino que a mí me han satisfecho {L-10996} de suerte que, forzada, he venido a agradeceros tan loable y piadosa costumbre {L-10997} como es la que entre vosotros se usa. Y así, os prometo, con las {L-10998} veras que de mi virtud pueden esperarse, que, en pago del beneficio que {L-10999} a las cenizas de mi querido y amado Meliso habéis hecho, de hacer {L-11000} siempre que en vuestras riberas jamás falten pastores que en la {L-11001} alegre ciencia de la Poesía a todos los de las otras riberas se {L-11002} aventajen; favoreceré asimesmo siempre vuestros consejos y guiaré {L-11003} vuestros entendimientos, de manera que nunca déis torcido voto cuando {L-11004} decretéis quién es merecedor de enterrarse en este sagrado {L-11005} valle: porque no será bien que, de honra tan particular y señalada {L-11006} y que sólo es merecida de los blancos y canoros cisnes, la vengan {L-11007} a gozar los negros y roncos cuervos. Y así, me parece que será {L-11008} bien daros alguna noticia agora de algunos señalados varones que {L-11009} en esta vuestra España viven, y al nos en las apartadas Indias a {L-11010} ellas sujetas, los cuales, si todos o alguno de ellos su buena ventura {L-11011} le trujere a acabar el curso de sus días en estas riberas, sin duda {L-11012} alguna le podéis conceder sepultura en este famoso sitio junto con {L-11013} esto, os quiero advertir que no entendáis que los primeros que nombrare {L-11014} son dignos de más honra que los postreros, porque en esto no pienso {L-11015} guardar orden alguna. Que, puesto que yo alcanzo la diferencia que el uno {L-11016} al otro y los otros a los otros hacen, quiero dejar esta declaración {L-11017} en duda, porque vuestros ingenios en entender la diferencia de los suyos {L-11018} tengan en que ejercitarse, de los cuales darán testimonio sus obras. {L-11019} Irélos nombrando como se me vinieren a la memoria, sin que ninguno {L-11020} se atribuya a que ha sido favor que yo le he hecho en haberme acordado {L-11021} de él primero que de otro, porque, como digo, a vosotros, discretos {L-11022} pastores, dejo que después les déis el lugar que os pareciere {L-11023} que de justicia se les debe. Y para que con menos pesadumbre y trabajo {L-11024} a mi larga relación estéis atentos, haréla de suerte {L-11025} que sólo sintáis disgusto por la brevedad de ella.

{L-11026}      Calló diciendo esto la bella ninfa, {L-11027} y luego tomó una arpa que junto a sí tenía, que hasta {L-11028} entonces de ninguno había sido vista; y, en comenzándola {L-11029} a tocar, parece que comenzó a esclarecerse el cielo, y que la luna, {L-11030} con nuevo y no usado resplandor, alumbraba la tierra; los árboles, {L-11031} a despecho de un blando céfiro que soplaba, tuvieron quedas las {L-11032} ramas; y los ojos de todos los que allí estaban no se atrevían {L-11033} a abajar los párpados, porque, aquel breve punto que se tardaban {L-11034} en alzarlos, no se privasen de la gloria que en mirar la hermosura de la {L-11035} ninfa gozaban; y aun quisieran todos que todos sus cinco sentidos se convirtieran {L-11036} en el del oír solamente: con tal extrañeza, con tal dulzura, {L-11037} con tanta suavidad tocaba el arpa la bella musa, la cual, después {L-11038} de haber tañido un poco, con la más sonora voz que imaginarse {L-11039} puede, en semejantes versos dio principio:
 

CANTO DE CALIOPE
     Al dulce son de mi templada lira 1
{L-11040} prestad, pastores, el oído atento:
{L-11041} oiréis cómo en mi voz y en él respira
{L-11042} de mis hermanas el sagrado aliento.
{L-11043} Veréis como os suspende, y os admira
{L-11044} y colma vuestras almas de contento,
{L-11045} cuando os dé relación, aquí en el suelo,
{L-11046} de los ingenios que ya son del Cielo.
 
{L-11047}    Pienso cantar de aquellos solamente 2
{L-11048} a quien la Parca el hilo aún no ha cortado,
{L-11049} de aquellos que son dignos justamente
{L-11050} de en tal lugar tenerle señalado,
{L-11051} donde, a pesar del tiempo diligente,
{L-11052} por el laudable oficio acostumbrado
{L-11053} vuestro, vivan mil siglos sus renombres,
{L-11054} sus claras obras, sus famosos nombres.
 
{L-11055}    Y el que con justo título merece 3
{L-11056} gozar de alta y honrosa preeminencia,
{L-11057} un don Alonso es, en quien florece
{L-11058} del sacro Apolo la divina ciencia;
{L-11059} y en quien con alta lumbre resplandece
{L-11060} de Marte el brío y sin igual potencia,
{L-11061} de Leiva tiene el sobrenombre ilustre
{L-11062} que a Italia ha dado, y aun a España, lustre.
 
{L-11063}    Otro del mesmo nombre, que de Arauco 4
{L-11064} cantó las guerras y el valor de España
{L-11065} el cual los reinos donde habita Glauco
{L-11066} pasó y sintió la embravecida saña;
{L-11067} no fue su voz, no fue su acento rauco,
{L-11068} que uno y otro fue de gracia extraña,
{L-11069} y tal, que Ercillla, en este hermoso asiento,
{L-11070} merece eterno y sacro monumento.
 
{L-11071}    Del famoso don Juan de Silva os digo 5
{L-11072} que toda gloria y todo honor merece,
{L-11073} así por serle Febo tan amigo,
{L-11074} como por el valor que en él florece.
{L-11075} Serán de esto sus obras buen testigo,
{L-11076} en las cuales su ingenio resplandece
{L-11077} con claridad que al ignorante alumbra
{L-11078} y al sabio agudo a veces le deslumbra.
 
{L-11079}    Crezca el número rico de esta cuenta 6
{L-11080} aquel con quien la tiene tal el Cielo,
{L-11081} que con febeo aliento le sustenta,
{L-11082} y con valor de Marte, acá en el suelo.
{L-11083} A Homero iguala si a escrebir intenta,
{L-11084} y a tanto llega de su pluma el vuelo,
{L-11085} cuanto es verdad que a todos es notorio
{L-11086} el alto ingenio de don Diego Osorio.
 
{L-11087}    Por cuantas vías la parlera fama 7
{L-11088} puede loar un caballero ilustre,
{L-11089} por tantas su valor claro derrama,
{L-11090} dando sus hechos a su nombre lustre.
{L-11091} Su vivo ingenio, su virtud inflama
{L-11092} más de una lengua a que, de lustre en lustre
{L-11093} sin que cursos de tiempos las espanten,
{L-11094} de don Francisco de Mendoza canten.
 
{L-11095}    ¡Feliz don Diego de Sarmiento, ilustre, 8
{L-11096} y Carvajal famoso producido
{L-11097} de nuestro coro y e Hipocrene ilustre,
{L-11098} mozo en la edad, anciano en el sentido!
{L-11099} De siglo en siglo irá, de lustre en lustre,
{L-11100} a pesar de las aguas del olvido
{L-11101} tu nombre con tus obras excelentes,
{L-11102} de lengua en lengua y de gente en gentes.
 
{L-11103}    Quiéroos mostrar por cosa soberana, 9
{L-11104} en tierna edad, maduro entendimiento,
{L-11105} destreza y gallardía sobrehumana,
{L-11106} cortesía, valor, comedimiento;
{L-11107} y quien puede mostrar en la toscana
{L-11108} como en su propia lengua aquel talento
{L-11109} que mostró el que cantó la casa de Este:
{L-11110} un don Gutierre Carvajal es este.
 
{L-11111}    Tú, don Luis de Vargas, en quien veo 10
{L-11112} maduro ingenio en verdes, pocos días,
{L-11113} procura de alcanzar aquel trofeo
{L-11114} que te prometen las hermanas mías;
{L-11115} mas tan cerca estás de él, que, a lo que {L-11116} creo,
{L-11117} ya triunfas, pues procuras por mil vías
{L-11118} virtuosas y sabias que tu fama
{L-11119} resplandezca con viva y clara llama.
 
{L-11120}    Del claro Tajo la ribera hermosa 11
{L-11121} adornan mil espíritus divinos,
{L-11122} que hacen nuestra edad más venturosa
{L-11123} que aquella de los griegos y latinos.
{L-11124} De ellos pienso decir sola una cosa:
{L-11125} que son de vuestro valle y honra dignos
{L-11126} tanto cuanto sus obras nos lo muestran,
{L-11127} que al camino del Cielo nos adiestran.
 
{L-11128}    Dos famosos doctores, presidentes 12
{L-11129} en las ciencias de Apolo, se me ofrecen
{L-11130} que no más que en la edad son diferentes,
{L-11131} y en el trato e ingenio se parecen.
{L-11132} Admíranlos ausentes y presentes,
{L-11133} y entre unos y otros tanto resplandecen
{L-11134} con su saber altísimo y profundo,
{L-11135} que presto han de admirar a todo el mundo.
 
{L-11136}    Y el nombre que me viene más a mano 13
{L-11137} de estos dos que a loar aquí me atrevo
{L-11138} es del doctor famoso Campuzano,
{L-11139} a quien podéis llamar segundo Febo.
{L-11140} El alto ingenio suyo, el sobrehumano
{L-11141} discurso nos descubre un mundo nuevo,
{L-11142} de tan mejores Indias y excelencias,
{L-11143} cuánto mejor que el oro son las ciencias.
 
{L-11144}    Es el doctor Suárez, que de Sosa 14
{L-11145} el sobrenombre tiene, que se sigue,
{L-11146} que de una y otra lengua artificiosa
{L-11147} lo más cendrado y lo mejor consigue.
{L-11148} Cualquiera que en la fuente milagrosa,
{L-11149} cual él la mitigó, la sed mitigue,
{L-11150} no tendrá que envidiar al docto griego,
{L-11151} ni a aquel que nos cantó el troyano fuego.
 
{L-11152}    Del doctor Vaca si decir pudiera 15
{L-11153} lo que yo siento de él, sin duda creo
{L-11154} que cuantos aquí estáis os suspendiera:
{L-11155} tal es su ciencia, su virtud y arreo.
{L-11156} Yo he sido en ensalzarle la primera
{L-11157} del sacro coro, y soy la que deseo
{L-11158} eternizar su nombre en cuanto al suelo
{L-11159} diere su luz el gran señor de Delo.
 
{L-11160}    Si la fama os trujere a los oídos, 16
{L-11161} de algún famoso ingenio maravillas,
{L-11162} conceptos bien dispuestos y subidos,
{L-11163} y ciencias que os asombren en oíllas,
{L-11164} cosas que paran sólo en los sentidos
{L-11165} y la lengua no puede referillas,
{L-11166} el dar salida a todo dubio y traza,
{L-11167} sabed que es el licenciado Daza.
 
{L-11168}    Del maestro Garay las dulces obras 17
{L-11169} me incitan sobre todos a alabarle;
{L-11170} tú, Fama, que al ligero tiempo sobras,
{L-11171} ten por heroica empresa el celebrarle.
{L-11172} Verás cómo en él más fama cobras,
{L-11173} Fama, que está la tuya en ensalzarle,
{L-11174} que hablando de esta fama, en verdadera
{L-11175} has de trocar la fama de parlera.
 
{L-11176}    Aquel ingenio que al mayor humano 18
{L-11177} se deja atrás, y aspira al que es divino,
{L-11178} y, dejando a una parte el castellano,
{L-11179} sigue el heroico verso del latino;
{L-11180} el nuevo Homero, el nuevo mantuano,
{L-11181} es el maestro Córdoba, que es digno
{L-11182} de celebrarse en la dichosa España,
{L-11183} y en cuanto el sol alumbra y el mar baña.
 
{L-11184}    De ti, el doctor Francisco Díaz, puedo 19
{L-11185} asegurar a estos mis pastores
{L-11186} que, con seguro corazón y ledo,
{L-11187} pueden aventajarse en tus loores.
{L-11188} Y si en ellos yo agora corta quedo,
{L-11189} debiéndose a tu ingenio los mayores,
{L-11190} es porque el tiempo es breve, y no me atrevo
{L-11191} a poderte pagar lo que te debo.
 
{L-11192}    Luján, que con la toga merecida 20
{L-11193} honras el propio y el ajeno suelo,
{L-11194} y con tu dulce musa conocida
{L-11195} subes tu fama hasta el más alto cielo,
{L-11196} yo te daré después de muerto vida,
{L-11197} haciendo que, en ligero y presto vuelo,
{L-11198} la fama de tu ingenio único, solo,
{L-11199} vaya del nuestro hasta el contrario polo.
 
{L-11200}    El alto ingenio y su valor declara 21
{L-11201} un licenciado tan amigo vuestro
{L-11202} cuanto ya sabéis que es Juan de Vergara,
{L-11203} honra del siglo venturoso nuestro.
{L-11204} Por la senda que él sigue, abierta y clara,
{L-11205} yo mesma el paso y el ingenio adiestro,
{L-11206} y, adonde él llega, de llegar me pago,
{L-11207} y en su ingenio y virtud me satisfago.
 
{L-11208}    Otros os quiero nombrar, porque se estime 22
{L-11209} y tenga en precio mi atrevido canto,
{L-11210} el cual hará que ahora más le anime,
{L-11211} y llegue allí donde el deseo levanto.
{L-11212} Y es este que me fuerza y que me oprime
{L-11213} a decir sólo de él y cantar cuanto
{L-11214} canto de los ingenios más cabales:
{L-11215} el licenciado Alonso de Morales.
 
{L-11216}    Por la difícil cumbre va subiendo 23
{L-11217} al templo de la Fama, y se adelanta,
{L-11218} un generoso mozo, el cual, rompiendo
{L-11219} por la dificultad que más espanta,
{L-11220} tan presto ha de llegar allá, que entiendo
{L-11221} que en profecía ya la fama canta
{L-11222} del lauro que le tiene aparejado
{L-11223} al licenciado Hernando Maldonado.
 
{L-11224}    La sabia frente, de laurel honroso 24
{L-11225} adornada veréis, de aquel que ha sido
{L-11226} en todas ciencias y artes tan famoso,
{L-11227} que es ya por todo el orbe conocido.
{L-11228} Edad dorada, siglo venturoso,
{L-11229} que gozar de tal hombre has merecido:
{L-11230} ¿cuál siglo, cuál edad ahora te llega,
{L-11231} si en ti está Marco Antonio de la Vega?
 
{L-11232}    Un Diego se me viene a la memoria 25
{L-11233} que de Mendoza es cierto que se llama,
{L-11234} digno que sólo de él se hiciera historia
{L-11235} tal, que llegara allí donde su fama.
{L-11236} Su ciencia y su virtud, que es tan notoria,
{L-11237} que ya por todo el orbe se derrama,
{L-11238} admira los ausentes y presentes
{L-11239} de las remotas y cercanas gentes.
 
{L-11240}    Un conocido el alto Febo tiene, 26
{L-11241} ¿qué digo un conocido?, un verdadero
{L-11242} amigo, con quien sólo se entretiene,
{L-11243} que es de toda ciencia tesorero.
{L-11244} Y es este que de industria se detiene
{L-11245} a no comunicar su bien entero,
{L-11246} Diego Durán, en quien contino dura
{L-11247} y durará el valor, ser y cordura.
 
{L-11248}    ¿Quién pensáis que es aquel que en {L-11249} voz sonora 27
{L-11250} sus ansias canta regaladamente,
{L-11251} aquel en cuyo pecho Febo mora,
{L-11252} el docto Orfeo y Arión prudente?
{L-11253} Aquel que, de los reinos del aurora
{L-11254} hasta los apartados de occidente,
{L-11255} es conocido, amado y estimado
{L-11256} por el famoso López Maldonado.
 
{L-11257}    ¿Quién pudiera loaros, mis pastores, 28
{L-11258} un pastor vuestro amado y conocido,
{L-11259} pastor mejor de cuantos son mejores,
{L-11260} que de Fílida tiene el apellido?
{L-11261} La habilidad, la ciencia, los primores,
{L-11262} el raro ingenio y el valor subido
{L-11263} de Luis de Montalvo le aseguran
{L-11264} gloria y honor mientras los cielos duran.
 
{L-11265}    El sacro Ibero, de dorado acanto, 29
{L-11266} de siempre verde hiedra y blanca oliva
{L-11267} su frente adorne, y en alegre canto
{L-11268} su gloria y fama para siempre viva,
{L-11269} pues su antiguo valor ensalza tanto,
{L-11270} que al fértil Nilo de su nombre priva,
{L-11271} de Pedro de Liñán la sotil pluma,
{L-11272} de todo el bien de Apolo cifra y suma.
 
{L-11273}    De Alonso de Valdés me está incitando 30
{L-11274} el raro y alto ingenio a que de él cante,
{L-11275} y que os vaya, pastores, declarando
{L-11276} que a los más raros pasa, y va adelante.
{L-11277} Halo mostrado ya, y lo va mostrando
{L-11278} en el fácil estilo y elegante
{L-11279} con que descubre el lastimado pecho
{L-11280} y alaba el mal que el fiero amor le ha hecho.
 
{L-11281}    Admíreos un ingenio en quien se encierra 31
{L-11282} todo cuanto pedir puede el deseo,
{L-11283} ingenio que, aunque vive acá en la tierra,
{L-11284} de alto Cielo es su caudal y arreo.
{L-11285} Ora trate de paz, ora de guerra,
{L-11286} todo cuanto yo miro, escucho y leo
{L-11287} del celebrado Pedro de Padilla,
{L-11288} me causa nuevo gusto y maravilla.
 
{L-11289}    Tú, famoso Gaspar Alfonso, ordenas, 32
{L-11290} según aspiras a inmortal subida,
{L-11291} que yo no pueda celebrarte apenas,
{L-11292} si te he de dar loor a tu medida.
{L-11293} Las plantas fertilísimas, amenas,
{L-11294} que nuestro celebrado monte anida,
{L-11295} todas ofrecen ricas aureolas
{L-11296} para ceñir y honrar tus sienes solas.
 
{L-11297}    De Cristóbal de Mesa os digo cierto 33
{L-11298} que puede honrar vuestro sagrado valle;
{L-11299} no sólo en vida, mas después de muerto
{L-11300} podéis con justo título alaballe.
{L-11301} De sus heroicos versos el concierto,
{L-11302} su grave y alto estilo, pueden dalle
{L-11303} alto y honroso nombre, aunque callara
{L-11304} la fama de él, y yo no me acordara.
 
{L-11305}    Pues sabéis cuánto adorna y enriquece 34
{L-11306} vuestras riberas Pedro de Ribera;
{L-11307} dalde el honor, pastores, que merece,
{L-11308} que yo seré en honrarle la primera.
{L-11309} Su dulce musa, su virtud, ofrece
{L-11310} un sujeto cabal donde pudiera
{L-11311} la fama, y cien mil famas, ocuparse,
{L-11312} y en solos sus loores extremarse.
 
{L-11313}    Tú, que de Luso el sin igual tesoro 35
{L-11314} trujiste en nueva forma a la ribera
{L-11315} del fértil río a quien el lecho de oro
{L-11316} tan famoso le hace adonde quiera:
{L-11317} con el debido aplauso y el decoro
{L-11318} debido a ti, Benito de Caldera,
{L-11319} y a tu ingenio sin par, prometo honrarte,
{L-11320} y de lauro y de hiedra coronarte.
 
{L-11321}    De aquel que la cristiana poesía 36
{L-11322} tan en su punto ha puesto en tanta gloria,
{L-11323} haga la Fama y la memoria mía
{L-11324} famosa para siempre su memoria.
{L-11325} De donde nace a donde muere el día,
{L-11326} la ciencia sea y la bondad notoria
{L-11327} del gran Francisco de Guzmán, que el arte
{L-11328} de Febo sabe, así como el de Marte.
 
{L-11329}    Del capitán Salcedo está bien claro 37
{L-11330} que llega su divino entendimiento
{L-11331} al punto más subido, agudo y raro
{L-11332} que puede imaginar el pensamiento.
{L-11333} Si le comparo, a él mesmo le comparo,
{L-11334} que no hay comparación que llegue a cuento
{L-11335} de tamaño valor, que la medida
{L-11336} ha de mostrar ser falta o ser torcida.
 
{L-11337}    Por la curiosidad y entendimiento 38
{L-11338} de Tomás de Gracián, dadme licencia
{L-11339} que yo le escoja en este valle asiento
{L-11340} igual a su virtud, valor y ciencia;
{L-11341} el cual, si llega a su merecimiento,
{L-11342} será de tanto grado y preeminencia,
{L-11343} que, a lo que creo, pocos se le igualen:
{L-11344} tanto su ingenio y sus virtudes valen.
 
{L-11345}    Agora, hermanas bellas, de improviso 39
{L-11346} Bautista de Vivar quiere alabaros
{L-11347} con tanta discreción, gala y aviso,
{L-11348} que podáis, siendo musas, admiraros.
{L-11349} No cantará desdenes de Narciso,
{L-11350} que a Eco solitaria cuestan caros,
{L-11351} sino cuidados suyos, que han nacido
{L-11352} entre alegre esperanza y triste olvido.
 
{L-11353}    Un nuevo espanto, un nuevo asombro y miedo 40
{L-11354} me acude y sobresalta en este punto,
{L-11355} sólo por ver que quiero y que no puedo
{L-11356} subir de honor al más subido punto
{L-11357} al grave Baltasar, que de Toledo
{L-11358} el sobrenombre tiene, aunque barrunto
{L-11359} que de su docta pluma el alto vuelo
{L-11360} le ha de subir hasta el impíreo Cielo.
 
{L-11361}    Muestra en un ingenio la experiencia 41
{L-11362} que en años verdes y en edad temprana
{L-11363} hace su habitación así la ciencia,
{L-11364} como en la edad madura, antigua y cana.
{L-11365} No entraré con alguno en competencia
{L-11366} que contradiga una verdad tan llana,
{L-11367} y más si acaso a sus oídos llega
{L-11368} que lo digo por vos, Lope de Vega.
 
{L-11369}    De pacífica oliva coronado, 42
{L-11370} ante mi entendimiento se presenta
{L-11371} agora el sacro Betis, indignado,
{L-11372} y de mi inadvertencia se lamenta.
{L-11373} Pide que, en el discurso comenzado,
{L-11374} de los raros ingenios os dé cuenta
{L-11375} que en sus riberas moran, y yo ahora
{L-11376} harélo con la voz muy más sonora.
 
{L-11377}    Mas ¿qué haré, que en los primeros {L-11378} pasos 43
{L-11379} que doy descubro mil extrañas cosas,
{L-11380} otros mil nuevos Pindos y Parnasos,
{L-11381} otros coros de hermanas más hermosas,
{L-11382} con que mis altos bríos quedan lasos,
{L-11383} y más cuando, por causas milagrosas,
{L-11384} oigo cualquier sonido servir de Eco,
{L-11385} cuando se nombra el nombre de Pacheco?
 
{L-11386}    Pacheco es este con quien tiene Febo 44
{L-11387} y las hermanas, tan discretas, mías
{L-11388} nueva amistad, discreto trato y nuevo
{L-11389} desde sus tiernos y pequeños días.
{L-11390} Yo desde entonces hasta agora llevo
{L-11391} por tan extrañas, desusadas vías
{L-11392} su ingenio y sus escritos, que han llegado
{L-11393} al título de honor más encumbrado.
 
{L-11394}    En punto estoy donde, por más que diga 45
{L-11395} en alabanza del divino Herrera,
{L-11396} será de poco fruto mi fatiga,
{L-11397} aunque le suba hasta la cuarta esfera.
{L-11398} Mas, si soy sospechosa por amiga,
{L-11399} sus obras y su fama verdadera
{L-11400} dirán que en ciencias es Hernando solo
{L-11401} del Gange al Nilo, y de uno al otro polo.
 
{L-11402}    De otro Fernando quiero daros cuenta, 46
{L-11403} que de Cangas se nombra, en quien se admira
{L-11404} el suelo, y por quien vive y se sustenta
{L-11405} la ciencia en quien al sacro lauro aspira.
{L-11406} Si al alto Cielo algún ingenio intenta
{L-11407} de levantar y de poner la mira,
{L-11408} póngala en este sólo, y dará al punto
{L-11409} en el más ingenioso y alto punto.
 
{L-11410}    De don Cristóbal, cuyo sobrenombre 47
{L-11411} es de Villarroel, tened creído
{L-11412} que bien merece que jamás su nombre
{L-11413} toque las aguas negras del olvido.
{L-11414} Su ingenio admire, su valor asombre,
{L-11415} y el ingenio y valor sea conocido
{L-11416} por el mayor extremo que descubre
{L-11417} en cuanto mira el sol o el suelo encubre.
 
{L-11418}    Los ríos de elocuencia que del pecho 48
{L-11419} del grave, antiguo Cicerón manaron;
{L-11420} los que al pueblo de Atenas satisfecho
{L-11421} tuvieron y a Demóstenes honraron;
{L-11422} los ingenios que el tiempo ha ya deshecho
{L-11423} que tanto en los pasados se estimaron,
{L-11424} humíllense a la ciencia alta y divina
{L-11425} del maestro Francisco de Medina.
 
{L-11426}    Puedes, famoso Betis, dignamente, 49
{L-11427} al Mincio, al Amo, al Tibre aventajarte,
{L-11428} y alzar contento la sagrada frente
{L-11429} y en nuevos anchos senos dilatarte,
{L-11430} pues quiso el cielo, que en tu bien consiente,
{L-11431} tal gloria, tal honor, tal fama darte,
{L-11432} cual te la adquiere a tus riberas bellas
{L-11433} Baltasar del Alcázar, que está en ellas.
 
{L-11434}    Otro veréis en quien veréis cifrada 50
{L-11435} del sacro Apolo la más rara ciencia,
{L-11436} que, en otros mil sujetos derramada,
{L-11437} hace en todos de sí grave aparencia.
{L-11438} Mas, en este sujeto mejorada,
{L-11439} asiste en tantos grados de excelencia,
{L-11440} que bien puede Mosquera, el licenciado,
{L-11441} ser como el mesmo Apolo celebrado.
 
{L-11442}    No se desdeña aquel varón prudente, 51
{L-11443} que de ciencias adorna y enriquece
{L-11444} su limpio pecho, de mirar la fuente
{L-11445} que en nuestro monte en sabias aguas crece;
{L-11446} antes, en la sin par, clara corriente
{L-11447} tanto la sed mitiga, que florece
{L-11448} por ello el claro nombre acá en la tierra
{L-11449} el gran doctor Domingo de Becerra.
 
{L-11450}    Del famoso Espinel cosas diría 52
{L-11451} que exceden al humano entendimiento,
{L-11452} de aquellas ciencias que en su pecho cría
{L-11453} el divino, de Febo, sacro aliento;
{L-11454} más pues no puede de la lengua mía
{L-11455} decir lo menos de lo más que siento,
{L-11456} no diga mas sino que al Cielo aspira,
{L-11457} ora tome la pluma, ora la lira.
 
{L-11458}    Si queréis ver en una igual balanza 53
{L-11459} al rubio Febo y colorado Marte,
{L-11460} procurad de mirar al gran Carranza,
{L-11461} de quien el uno y otro no se parte.
{L-11462} En él veréis arrugas pluma y lanza,
{L-11463} con tanta discreción, destreza y arte,
{L-11464} que la destreza, en partes dividida,
{L-11465} la tiene a ciencia y arte reducida.
 
{L-11466}    De Lázaro Luis Iranzo, lira 54
{L-11467} templada había de ser más que la mía,
{L-11468} a cuyo son cantase el bien que inspira
{L-11469} en él el Cielo y el valor que cría.
{L-11470} Por las sendas de Marte y Febo aspira
{L-11471} a subir do la humana fantasía
{L-11472} apenas llega, y él, sin duda alguna,
{L-11473} llegará contra el hado y la Fortuna.
 
{L-11474}    Baltasar de Escobar, que agora adorna 55
{L-11475} del Tíber las riberas tan famosas,
{L-11476} y con su larga ausencia desadorna
{L-11477} las del sagrado Betis, espaciosas;
{L-11478} fértil ingenio, si por dicha torna
{L-11479} al patrio, amado suelo, a sus honrosas
{L-11480} y juveniles sienes les ofrezco
{L-11481} el lauro y el honor que yo merezco.
 
{L-11482}    ¿Qué título, qué honor, qué {L-11483} palma o lauro 56
{L-11484} sele debe a Juan Sanz, que de Zumeta
{L-11485} se nombra, si del indo al rojo mauro
{L-11486} cual su musa no hay otra tan perfeta?
{L-11487} Su fama aquí de nuevo le restauro
{L-11488} con deciros, pastores, cuán acepta
{L-11489} será de Apolo cualquier honra y lustre
{L-11490} que a Zumeta hagáis que más le lustre.
 
{L-11491}    Dad a Juan de las Cuevas el debido 57
{L-11492} lugar, cuando se ofrezca en este asiento,
{L-11493} pastores, pues lo tiene merecido
{L-11494} su dulce musa y raro entendimiento.
{L-11495} Sé que sus obras del eterno olvido,
{L-11496} a despecho y pesar del violento
{L-11497} curso del tiempo, librarán su nombre,
{L-11498} quedando con un claro alto renombre.
 
{L-11499}    Pastores, si le viéredes, honraldo 58
{L-11500} al famoso varón que os diré ahora,
{L-11501} y en graves, dulces versos celebraldo,
{L-11502} como a quien tanto en ellos se mejora.
{L-11503} El sobrenombre tiene de Vivaldo;
{L-11504} de Adam el nombre, el cual ilustra y dora
{L-11505} con su florido ingenio y excelente
{L-11506} la venturosa nuestra edad presente.
 
{L-11507}    Cual suele estar de variadas flores 59
{L-11508} adorno y rico el más florido mayo,
{L-11509} tal de mil vanas ciencias y primores
{L-11510} está el ingenio de don Juan Aguayo.
{L-11511} Y, aunque más me detenga en sus loores,
{L-11512} sólo sabré deciros que me ensayo
{L-11513} ahora, y que otra vez os diré cosas
{L-11514} tales que las tengáis por milagrosas.
 
{L-11515}    De Juan Gutiérrez Rufo el claro nombre 60
{L-11516} quiero que viva en la inmortal memoria,
{L-11517} y que al sabio y al simple admire, asombre
{L-11518} la heroica, que compuso, ilustre historia.
{L-11519} Déle el sagrado Betis el renombre
{L-11520} que su estilo merece; denle gloria
{L-11521} los que pueden y saben; déle el Cielo
{L-11522} igual la fama a su encumbrado vuelo.
 
{L-11523}    En don Luis de Góngora os ofrezco 61
{L-11524} un vivo, raro ingenio sin segundo;
{L-11525} con sus obras me alegro y enriquezco
{L-11526} no sólo yo, mas todo el ancho mundo.
{L-11527} Y si, por lo que os quiero, algo merezco,
{L-11528} hace que su saber alto y profundo
{L-11529} en vuestras alabanzas siempre viva,
{L-11530} contra el ligero tiempo y muerte esquiva.
 
{L-11531}    Ciña el verde laurel, la verde hiedra 62
{L-11532} y aun la robusta encina, aquella frente
{L-11533} de Gonzalo Cervantes Saavedra,
{L-11534} pues la deben ceñir tan justamente.
{L-11535} Por él la ciencia más de Apolo medra;
{L-11536} en él Marte nos muestra el brío ardiente
{L-11537} de su furor, con tal razón medido,
{L-11538} que por él es amado y es temido.
 
{L-11539}    Tú, que de Celidón, con dulce plectro, 63
{L-11540} heciste resonar el nombre y fama,
{L-11541} cuyo admirable y bien limado metro
{L-11542} a lauro y triunfo te convida y llama,
{L-11543} recibe el mando, la corona y cetro,
{L-11544} Gonzalo Gómez, de esta que te ama,
{L-11545} en señal que merece tu persona
{L-11546} el justo señorío de Helicona.
 
{L-11547}    Tú, Dauro, de oro conocido río, 64
{L-11548} cual bien agora puedes señalarte,
{L-11549} y con nueva corriente y nuevo brío
{L-11550} al apartado Hidaspe aventajarte,
{L-11551} pues Gonzalo Mateo de Berrío
{L-11552} tanto procura con su ingenio honrarte,
{L-11553} que ya tu nombre la parlera fama,
{L-11554} por él, por todo el mundo le derrama.
 
{L-11555}    Tejed de verde lauro una corona, 65
{L-11556} pastores, para honrar la digna frente
{L-11557} el licenciado Soto Barahona,
{L-11558} varón insigne, sabio y elocuente.
{L-11559} En él el licor santo de Helicona,
{L-11560} si se perdiera en la sagrada fuente,
{L-11561} se pudiera hallar, oh, extraño caso,
{L-11562} como en las altas cumbres de Parnaso.
 
{L-11563}    De la región antártica podría 66
{L-11564} eternizar ingenios soberanos,
{L-11565} que si riquezas hoy sustenta y cría,
{L-11566} también entendimientos sobrehumanos.
{L-11567} Mostrarlo puedo en muchos este día,
{L-11568} y en dos os quiero dar llenas las manos:
{L-11569} uno, de Nueva España y nuevo Apolo;
{L-11570} del Perú el otro: un sol único y solo.
 
{L-11571}    Francisco, el uno, de Terrazas, tiene 67
{L-11572} el nombre acá y allá tan conocido,
{L-11573} cuya vena caudal nueva Hipocrene,
{L-11574} ha dado al patrio, venturoso nido.
{L-11575} La mesma gloria al otro igual le viene,
{L-11576} pues su divino ingenio ha producido
{L-11577} en Arequipa eterna primavera,
{L-11578} que este es Diego Martínez de Ribera.
 
{L-11579}    Aquí debajo de felice estrella, 68
{L-11580} un resplandor salió tan señalado,
{L-11581} que de su lumbre la menor centella
{L-11582} nombre de oriente al occidente ha dado.
{L-11583} Cuando esta luz nació, nació con ella
{L-11584} todo el valor; nació Alonso Picado;
{L-11585} nació mi hermano y el de Palas junto,
{L-11586} que ambas vimos en él vivo trasunto.
 
{L-11587}    Pues si he de dar la gloria a ti debida, 69
{L-11588} gran Alonso de Estrada, hoy eres digno
{L-11589} que no se cante así tan de corrida
{L-11590} tu ser y entendimiento peregrino.
{L-11591} Contigo está la tierra enriquecida
{L-11592} que al Betis mil tesoros da contino,
{L-11593} y aun no da el cambio igual: que no hay tal paga
{L-11594} que a tan dichosa deuda satisfaga.
 
{L-11595}    Por prenda rara de esta tierra ilustre, 70
{L-11596} claro don Juan, te nos ha dado el Cielo,
{L-11597} de Avalos gloria y de Ribera lustre,
{L-11598} honra del propio y del ajeno suelo.
{L-11599} Dichosa España, do por más de un lustre
{L-11600} muestra serán tus obras y modelo
{L-11601} de cuanto puede dar Naturaleza
{L-11602} de ingenio claro y singular nobleza.
 
{L-11603}    El que en la dulce patria está contento, 71
{L-11604} las puras aguas de Limar gozando,
{L-11605} la famosa ribera, el fresco viento
{L-11606} con sus divinos versos alegrando,
{L-11607} venga, y veréis por suma de este cuento,
{L-11608} su heroico brío y discreción mirando,
{L-11609} que es Sancho de Ribera en toda parte
{L-11610} Febo primero y sin segundo Marte.
 
{L-11611}    Este mesmo famoso, insigne valle 72
{L-11612} un tiempo al Betis usurpar solía
{L-11613} un nuevo Homero, a quien podemos dalle
{L-11614} la corona de ingenio y gallardía.
{L-11615} Las gracias le cortaron a su talle,
{L-11616} y el Cielo en todas lo mejor le envía:
{L-11617} este ya en vuestro Tajo conocido,
{L-11618} Pedro de Montesdoca es su apellido.
 
{L-11619}    En todo cuanto pedirá el deseo, 73
{L-11620} un Diego ilustre de Aguilar admira,
{L-11621} un águila real que en vuelo veo
{L-11622} alzarse a do llegar ninguno aspira.
{L-11623} Su pluma entre cien mil gana trofeo,
{L-11624} que, ante ella, la más alta se retira;
{L-11625} su estilo y su valor tan celebrado
{L-11626} Guánuco lo dirá, pues lo ha gozado.
 
{L-11627}    Un Gonzalo Fernández se me ofrece, 74
{L-11628} gran capitán del escuadrón de Apolo,
{L-11629} que hoy de Sotomayor ensoberbece
{L-11630} el nombre, con su nombre heroico y solo.
{L-11631} En verso admira, y en saber florece
{L-11632} en cuanto mira el uno y otro polo;
{L-11633} y, si en la pluma en tanto grado agrada,
{L-11634} no menos es famoso por la espada.
 
{L-11635}    De un Enrique Garcés, que al piruano 75
{L-11636} reino enriquece, pues con dulce rima,
{L-11637} con sutil, ingeniosa y fácil mano,
{L-11638} a la más ardua empresa en él dio cima,
{L-11639} pues en dulce español al gran toscano
{L-11640} nuevo lenguaje ha dado y nueva estima,
{L-11641} ¿quien será tal que la mayor le quite,
{L-11642} aunque el mesmo Petrarca resucite?
 
{L-11643}    Un Rodrigo Fernández de Pineda, 76
{L-11644} cuya vena inmortal, cuya excelente
{L-11645} y rara habilidad gran parte hereda
{L-11646} del licor sacro de la equina fuente,
{L-11647} pues cuanto quiere dél no se le veda,
{L-11648} pues de tal gloria goza en occidente,
{L-11649} tenga también aquí tan larga parte,
{L-11650} cual la merecen hoy su ingenio y arte.
 
{L-11651}    Y tú, que al patrio Betis has tenido 77
{L-11652} lleno de envidia y, con razón, quejoso
{L-11653} de que otro cielo y otra tierra han sido
{L-11654} testigos de tu canto numeroso,
{L-11655} alégrate, que el nombre esclarecido
{L-11656} tuyo, Juan de Mestanza, generoso,
{L-11657} sin segundo será por todo el suelo,
{L-11658} mientras diere su luz el cuarto cielo.
 
{L-11659}    Toda la suavidad, que en dulce vena 78
{L-11660} se puede ver, veréis en uno solo,
{L-11661} que al son sabroso de su musa enfrena
{L-11662} la furia al mar, el curso al dios Eolo.
{L-11663} El nombre de este es Baltasar de Orena,
{L-11664} cuya fama del uno al otro polo
{L-11665} corre ligera, y del oriente a ocaso,
{L-11666} por honra verdadera de Parnaso.
 
{L-11667}    Pues de una fértil y preciosa planta, 79
{L-11668} de allá traspuesta en el mayor collado
{L-11669} que en toda la Tesalia se levanta,
{L-11670} planta que ya dichoso fruto ha dado,
{L-11671} callaré yo lo que la Fama canta
{L-11672} del ilustre don Pedro de Alvarado,
{L-11673} ilustre, pero ya no menos claro,
{L-11674} por su divino ingenio, al mundo raro.
 
{L-11675}    Tú, que con nueva musa extraordinaria, 80
{L-11676} Cairasco, cantas del amor el ánimo
{L-11677} y aquella condición del vulgo varia
{L-11678} donde se opone al fuerte el pusilánimo;
{L-11679} si a este sitio, de la Gran Canaria
{L-11680} vinieres, con ardor vivo y magnánimo
{L-11681} mis pastores ofrecen a tus méritos
{L-11682} mil lauros, mil loores beneméritos.
 
{L-11683}    ¿Quién es, oh, anciano Tormes, el que niega 81
{L-11684} que no puedes al Nilo aventajarte,
{L-11685} si puede sólo el licenciado Vega
{L-11686} más que Títiro al Mincio celebrarte?
{L-11687} Bien sé, Damián, que vuestro ingenio llega
{L-11688} do alcanza de este honor la mayor parte,
{L-11689} pues sé, por muchos años de experiencia,
{L-11690} vuestra tan sin igual virtud y ciencia.
 
{L-11691}    Aunque el ingenio y la elegancia vuestra, 82
{L-11692} Francisco Sánchez, se me concediera,
{L-11693} por torpe me juzgara y poco diestra,
{L-11694} si a querer alabaros me pusiera.
{L-11695} Lengua del Cielo, única y maestra,
{L-11696} tiene de ser la que por la carrera
{L-11697} de vuestras alabanzas se dilate,
{L-11698} que hacerlo humana lengua es disparate.
 
{L-11699}    Las raras cosas, y en estilo nuevas, 83
{L-11700} que un espíritu muestran levantado,
{L-11701} en cien mil ingeniosas, arduas pruebas,
{L-11702} por sabio conocido y estimado,
{L-11703} hacen que don Francisco de las Cuevas
{L-11704} por mí sea dignamente celebrado,
{L-11705} en tanto que la fama pregonera
{L-11706} no detuviere su veloz carrera.
 
{L-11707}    Quisiera rematar mi dulce canto 84
{L-11708} en tal sazón, pastores, con loaros
{L-11709} un ingenio que al mundo pone espanto
{L-11710} y que pudiera en éxtasis robaros.
{L-11711} En él cifro y recojo todo cuanto
{L-11712} he mostrado hasta aquí y he de mostraros:
{L-11713} Fray Luis de León es el que digo,
{L-11714} a quien yo reverencio, adoro y sigo.
 
{L-11715}    ¿Qué modos, qué caminos o qué {L-11716} vías 85
{L-11717} de alabar buscaré para que el nombre
{L-11718} viva mil siglos de aquel gran Matías
{L-11719} que de Zúñiga tiene el sobrenombre?
{L-11720} A él se den las alabanzas mías,
{L-11721} que, aunque yo soy divina y él es hombre,
{L-11722} por ser su ingenio, como lo es, divino,
{L-11723} de mayor honra y alabanza es digno.
 
{L-11724}    Volved el presuroso pensamiento 86
{L-11725} a las riberas del Pisuerga bellas:
{L-11726} veréis que aumentan este rico cuento
{L-11727} claros ingenios con quien se honran ellas.
{L-11728} Ellas no sólo, sino el firmamento,
{L-11729} do lucen las claríficas estrellas,
{L-11730} honrarse puede bien cuando consigo
{L-11731} tenga allá los varones que aquí digo.
 
{L-11732}    Vos, Damasio de Frías, podéis solo 87
{L-11733} loaros a vos mismo, pues no puede
{L-11734} hacer, aunque os alabe el mesmo Apolo,
{L-11735} que en tan justo loor corto no quede.
{L-11736} Vos sois el cierto y el seguro polo
{L-11737} por quien se guía aquel que le sucede
{L-11738} en el mar de las ciencias buen pasaje,
{L-11739} propicio viento y puerto en su viaje.
 
{L-11740}    Andrés Sanz de Portillo, tú, me envía 88
{L-11741} aquel aliento con que Febo mueve
{L-11742} tu sabia pluma y alta fantasía,
{L-11743} porque te dé el loor que se te debe.
{L-11744} Que no podrá la ruda lengua mía,
{L-11745} por más caminos que aquí tiente y pruebe,
{L-11746} hallar alguno así cual le deseo
{L-11747} para loar lo que en ti siento y veo.
 
{L-11748}    Felicísimo ingenio, que te encumbras 89
{L-11749} sobre el que más Apolo ha levantado,
{L-11750} y con tus claros rayos nos alumbras
{L-11751} y sacas del camino más errado;
{L-11752} y aunque ahora con ella me deslumbras,
{L-11753} y tienes a mi ingenio alborotado,
{L-11754} yo te doy sobre muchos palma y gloria,
{L-11755} pues a mí me la has dado, doctor Soria.
 
{L-11756}    Si vuestras obras son tan estimadas, 90
{L-11757} famoso Cantoral, en toda parte,
{L-11758} serán mis alabanzas excusadas,
{L-11759} si en nuevo modo no os alabo, y arte.
{L-11760} Con las palabras más calificadas,
{L-11761} con cuanto ingenio el Cielo en mí reparte,
{L-11762} os admiro y alabo aquí callando,
{L-11763} y llego do llegar no puedo hablando.
 
{L-11764}    Tú, Jerónimo Vaca y de Quiñones, 91
{L-11765} si tanto me he tardado en celebrarte,
{L-11766} mi pasado descuido es bien perdones,
{L-11767} con la enmienda que ofrezco de mi parte.
{L-11768} De hoy más en claras voces y pregones,
{L-11769} en la cubierta y descubierta parte
{L-11770} del ancho mundo, haré con clara llama
{L-11771} lucir tu nombre y extender tu fama.
 
{L-11772}    Tu verde y rico margen, no de nebro, 92
{L-11773} ni de ciprés funesto enriquecido,
{L-11774} claro, abundoso y conocido Ebro,
{L-11775} sino de lauro y mirto florecido,
{L-11776} ahora como puedo le celebro,
{L-11777} celebrando aquel bien que han concedido
{L-11778} el Cielo a tus riberas, pues en ellas
{L-11779} moran ingenios claros más que estrellas.
 
{L-11780}    Serán testigos de esto dos hermanos, 93
{L-11781} dos luceros, dos soles de poesía,
{L-11782} a quien el Cielo con abiertas manos
{L-11783} dio cuanto ingenio y arte dar podía.
{L-11784} Edad temprana, pensamientos canos,
{L-11785} maduro trato, humilde fantasía,
{L-11786} labran eterna y digna laureola
{L-11787} a Lupercio Leonardo de Argensola.
 
{L-11788}    Con santa envidia y competencia santa 94
{L-11789} parece que el menor hermano aspira
{L-11790} a igualar al mayor, pues se adelanta
{L-11791} y sube do no llega humana mira.
{L-11792} Por esto escribe y mil sucesos canta
{L-11793} con tan suave y acordada lira,
{L-11794} que este Bartolomé menor merece
{L-11795} lo que al mayor, Lupercio, se le ofrece.
 
{L-11796}    Si el buen principio y medio da esperanza 95
{L-11797} que el fin ha de ser raro y excelente,
{L-11798} en cualquier caso ya mi ingenio alcanza
{L-11799} que el tuyo has de encumbrar, Cosme Pariente.
{L-11800} Y así puedes con cierta confianza
{L-11801} prometer a tu sabia, honrosa frente
{L-11802} la corona que tiene merecida
{L-11803} tu claro ingenio, tu inculpable vida.
 
{L-11804}    En soledad, del Cielo acompañado, 96
{L-11805} vives, oh, gran Morillo, y allí muestras
{L-11806} que nunca dejan tu cristiano lado
{L-11807} otras musas más santas y más diestras.
{L-11808} De mis hermanas fuiste alimentado,
{L-11809} y ahora, en pago de ello, nos adiestras,
{L-11810} y enseñas a cantar divinas cosas,
{L-11811} gratas al Cielo, al suelo provechosas.
 
{L-11812}    Turia, tú que otra vez con voz sonora 97
{L-11813} cantaste de tus hijos la excelencia,
{L-11814} si gustas de escuchar la mía ahora,
{L-11815} formada no en envidia o competencia,
{L-11816} oirás cuánto tu fama se mejora
{L-11817} con los que yo diré, cuya presencia,
{L-11818} valor, virtud, ingenio, te enriquecen
{L-11819} y sobre el Indo y Gange te engrandecen.
 
{L-11820}    ¡Oh, tú, don Juan Coloma, en cuyo seno 98
{L-11821} tanta gracia del Cielo se ha encerrado,
{L-11822} que a la envidia pusiste en duro freno
{L-11823} y en la fama mil lenguas has criado,
{L-11824} con que del gentil Tajo al fértil Reno
{L-11825} tu nombre y tu valor va levantado!
{L-11826} Tú, Conde de Elda, en todo tan dichoso,
{L-11827} haces el Turia más que el Po famoso.
 
{L-11828}    Aquel en cuyo pecho abunda y llueve 99
{L-11829} siempre una fuente que es por él divina,
{L-11830} y a quien el coro de sus lumbres, nueve,
{L-11831} como a señor con gran razón se inclina,
{L-11832} a quien único nombre se le debe
{L-11833} de la etiope hasta la gente austrina,
{L-11834} don Luis Garcerán es sin segundo,
{L-11835} maestre de Montesa y bien del mundo.
 
{L-11836}    Merece bien en este insigne valle, 100
{L-11837} lugar ilustre, asiento conocido,
{L-11838} aquel a quien la fama quiere darle
{L-11839} el nombre que su genio ha merecido.
{L-11840} Tenga cuidado el Cielo de loalle,
{L-11841} pues es del Cielo su valor crecido:
{L-11842} el Cielo alabe lo que yo no puedo
{L-11843} del sabio don Alonso Rebolledo.
 
{L-11844}    Alzas, doctor Falcón, tan alto el vuelo 101
{L-11845} que el águila caudal atrás te dejas,
{L-11846} pues te remontas con tu ingenio al Cielo
{L-11847} y de este valle mísero te alejas.
{L-11848} Por esto temo y con razón recelo
{L-11849} que, aunque te alabe, formarás mil quejas
{L-11850} de mí, porque en tu loa noche y día
{L-11851} no se ocupan la voz y lengua mía.
 
{L-11852}    Si tuviera, cual tiene la Fortuna, 102
{L-11853} la dulce poesía vana rueda,
{L-11854} ligera y mas movible que la luna,
{L-11855} que ni estuvo ni está ni estará queda,
{L-11856} en ella, sin hacer mudanza alguna,
{L-11857} pusiera sólo a Micer Artïeda,
{L-11858} y el más alto lugar siempre ocupara,
{L-11859} por ciencias, por ingenio y virtud rara.
 
{L-11860}    Todas cuantas bien dadas alabanzas 103
{L-11861} diste a raros ingenios, oh, Gil Polo
{L-11862} tú las mereces solo y las alcanzas,
{L-11863} tú las alcanzas y mereces solo.
{L-11864} Ten ciertas y seguras esperanzas
{L-11865} que en este valle un nuevo mauseolo
{L-11866} te harán estos pastores, do guardadas
{L-11867} tus cenizas serán y celebradas.
{L-11868}   Cristóbal de Virués, pues se adelanta 104
{L-11869} tu ciencia y tu valor tan a tus años,
{L-11870} tu mesmo aquel ingenio y virtud canta,
{L-11871} con que huyes del mundo los engaños.
{L-11872} Tierna, dichosa y bien nacida planta,
{L-11873} yo haré que en propios remos y en extraños
{L-11874} el fruto de tu ingenio levantado
{L-11875} se conozca, se admire y sea estimado.
 
{L-11876}    Si conforme al ingenio que nos muestra 105
{L-11877} Silvestre de Espinosa, así se hubiera
{L-11878} de loar, otra voz más viva y diestra,
{L-11879} más tiempo y más caudal menester fuera.
{L-11880} Mas pues la mía a su intención adiestra,
{L-11881} yo le daré por paga verdadera,
{L-11882} con el bien que del dios de Delo tiene,
{L-11883} el mayor de las aguas de Hipocrene.
 
{L-11884}    Entre estos, como Apolo, venir veo, 106
{L-11885} hermoseando al mundo con su vista,
{L-11886} al discreto galán García Romeo
{L-11887} dignísimo de estar en esta lista.
{L-11888} Si la hija del húmido Peneo
{L-11889} de quien ha sido Ovidio coronista,
{L-11890} en campos de Tesalia le hallara,
{L-11891} en él y no en laurel se transformara.
 
{L-11892}    Rompe el silencio y santo encerramiento, 107
{L-11893} traspasa el aire, al Cielo se levanta
{L-11894} de fray Pedro de Huete aquel acento
{L-11895} de su divina musa, heroica y santa.
{L-11896} Del alto suyo raro entendimiento
{L-11897} cantó la fama, ha de cantar y canta,
{L-11898} llevando, para dar al mundo espanto,
{L-11899} sus obras por testigos de su canto.
 
{L-11900}    Tiempo es ya de llegar al fin postrero, 108
{L-11901} dando principio a la mayor hazaña
{L-11902} que jamás emprendí, la cual espero
{L-11903} que ha de mover al blando Apolo a saña,
{L-11904} pues, con ingenio rústico y grosero,
{L-11905} a dos soles que alumbran vuestra España
{L-11906} (no sólo a España, mas al mundo todo)
{L-11907} pienso loar, aunque me falte el modo.
 
{L-11908}    De Febo la sagrada, honrosa ciencia, 109
{L-11909} la cortesana discreción madura,
{L-11910} los bien gastados años, la experiencia,
{L-11911} que mil sanos consejos asegura;
{L-11912} la agudeza de ingenio, el advertencia
{L-11913} en apuntar y en descubrir la escura
{L-11914} dificultad y duda que se ofrece,
{L-11915} en estos soles dos sólo florece.
 
{L-11916}    En ellos un epílogo, pastores, 110
{L-11917} del largo canto mío ahora hago,
{L-11918} y a ellos enderezo los loores
{L-11919} cuantos habéis oído, y no los pago:
{L-11920} que todos los ingenios son deudores
{L-11921} a estos de quien yo me satisfago;
{L-11922} satisfácese de ellos todo el suelo,
{L-11923} y aun los admira, porque son del Cielo.
 
{L-11924}    Estos quiero que den fin a mi canto, 111
{L-11925} y a una nueva admiración comienzo;
{L-11926} y si pensáis que en esto me adelanto,
{L-11927} cuando os diga quién son, veréis que os venzo.
{L-11928} Por ellos hasta el Cielo me levanto,
{L-11929} y sin ellos me corro y me avergÜenzo:
{L-11930} Tal es Laínez, tal es Figueroa,
{L-11931} dignos de eterna y de incesable loa.

{L-11932}      No había aún bien acabado la {L-11933} hermosa ninfa los últimos acentos de su sabroso canto, cuando, tomándose {L-11934} a juntar las llamas, que divididas estaban, la cerraron en medio, y luego {L-11935} poco a poco consumiéndose, en breve espacio desapareció el {L-11936} ardiente fuego y la discreta musa delante de los ojos de todos, a tiempo {L-11937} que ya la clara aurora comenzaba a descubrir sus frescas y rosadas mejillas {L-11938} por el espacioso cielo, dando alegres muestras del venidero día. {L-11939} Y luego el venerable Telesio, puniéndose encima de la sepultura {L-11940} de Meliso y, rodeado de toda la agradable compañía que allí {L-11941} estaba prestándole todos una agradable atención y extraño {L-11942} silencio, de esta manera comenzó a decirles:

{L-11943}      -Lo que esta pasada noche en este mesmo lugar {L-11944} y por vuestros mesmos ojos habéis visto, discretos y gallardos pastores {L-11945} y hermosas pastoras, os habrá dado a entender cuán acepta {L-11946} es al Cielo la loable costumbre que tenemos de hacer estos anales sacrificios {L-11947} y honrosas obsequias por las felices almas de los cuerpos que por decreto {L-11948} vuestro en este famoso valle tener sepultura merecieron. Dígoos {L-11949} esto, amigos míos, porque de aquí adelante con más {L-11950} fervor y diligencia acudáis a poner en efecto tan santa y famosa {L-11951} obra, pues ya veis de cuán raros y altos espíritus nos ha {L-11952} dado noticia la bella Calíope, que todos son dignos, no sólo {L-11953} de las vuestras, pero de todas posibles alabanzas. Y no penséis {L-11954} que es pequeño el gusto que he recibido en saber por tan verdadera {L-11955} relación cuán grande es el número de los divinos ingenios {L-11956} que en nuestra España hoy viven, porque siempre ha estado y está {L-11957} en opinión de todas las naciones extranjeras que no son muchos, {L-11958} sino pocos, los espíritus que en la ciencia de la poesía {L-11959} en ella muestran que le tienen levantado, siendo tan al revés como {L-11960} se parece, pues cada uno de los que la ninfa ha nombrado al más {L-11961} agudo extranjero se aventaja; y darían claras muestras de ello, {L-11962} si en esta nuestra España se estimase en tanto la poesía {L-11963} como en otras provincias se estima. Y así, por esta causa, los insignes {L-11964} y claros ingenios que en ella se aventajan, con la poca estimación {L-11965} que de ellos los príncipes y el vulgo hacen, con solos sus entendimientos {L-11966} comunican sus altos y extraños conceptos sin osar publicarlos al {L-11967} mundo. Y tengo para mí que el Cielo debe de ordenarlo de esta manera, {L-11968} porque no merece el mundo ni el mal considerado siglo nuestro gozar de {L-11969} manjares al alma tan gustosos. Mas porque me parece, pastores, que el poco {L-11970} sueño de esta pasada noche y las largas ceremonias nuestras os tendrán {L-11971} algún tanto fatigados y deseosos de reposo, será bien que, {L-11972} haciendo lo poco que nos falta para cumplir nuestro intento, cada uno se {L-11973} vuelva a su cabaña o al aldea llevando en la memoria lo que la musa {L-11974} nos deja encomendado.

{L-11975}      Y, en diciento esto, se abajó de la {L-11976} sepultura y, tornándose a coronar de nuevas y funestas ramas, tomó {L-11977} a rodear la pira tres veces, siguiéndole todos y acompañándole {L-11978} en algunas devotas oraciones que decía. Esto acabado, teniéndole {L-11979} todos en medio, volvió el grave rostro a una y otra parte, y, bajando {L-11980} la cabeza y mostrando agradecido semblante y amorosos ojos, se despidió {L-11981} de toda la compañía, la cual, yéndose quien por una {L-11982} y quién por otra parte de las cuatro salidas que aquel sitio tenla, {L-11983} en poco espacio se deshizo y dividió toda, quedando solos los del {L-11984} aldea de Aurelio, y con ellos Timbrio, Silerio, Nísida y Blanca, {L-11985} con los famosos pastores Elicio, Tirsi, Damón, Lauso, Erastro, Daranio, {L-11986} Arsindo y los cuatro lastimados, Orompo, Marsilio, Crisio y Orfenio, con {L-11987} las pastoras Galatea, Florisa, Silveria y su amiga Belisa, por quien Marsilio {L-11988} moría. Juntos, pues, todos estos, el venerable Aurelio les dijo {L-11989} que sería en partirse luego de aquel lugar para llegar a tiempo {L-11990} de pasar la siesta en el arroyo de las Palmas, pues tan acomodado sitio {L-11991} era para ello. A todos pareció bien lo que Aurelio decía, {L-11992} y luego con reposados pasos hacia donde él dijo se encaminaron.

{L-11993}      Mas como la hermosa vista de la pastora Belisa {L-11994} no dejase reposar los espíritus de Marsilio, quisiera él, {L-11995} si pudiera y le fuera lícito, llegarse a ella y decirle la sinrazón {L-11996} que con él usaba, mas, por no perder el decoro que a la honestidad {L-11997} de Belisa se debía, estábase el triste más mudo de {L-11998} lo que había menester su deseo. Los mesmos efectos y accidentes {L-11999} hacía amor en las almas de los enamorados Elicio y Erastro, que {L-12000} cada cual por sí quisiera decir a Galatea lo que ya ella bien sabía. {L-12001} A esta sazón dijo Aurelio:

{L-12002}      -No me parece bien, pastores, que os mostréis {L-12003} tan avaros que no queráis corresponder y pagar lo que debéis {L-12004} a las calandrias y ruiseñoles y a los otros pintados pajarillos {L-12005} que por entre estos árboles con su no aprendida y maravillosa armonía {L-12006} os van entretiniendo y regocijando; tocad vuestros instrumentos y levantad {L-12007} vuestras sonoras voces y mostraldes que el arte y destreza vuestra en la {L-12008} música a la natural suya se aventaja; y con tal entretenimiento {L-12009} sentiremos menos la pesadumbre del camino y los rayos del sol, que ya parece {L-12010} que van amenazando el rigor con que esta siesta han de herir la tierra.

{L-12011}      Poco fue menester para ser Aurelio obedecido, {L-12012} porque luego Erastro tocó su zampoña, y Arsindo su rabel, {L-12013} al son de los cuales instrumentos, dando todos la mano a Elicio, él {L-12014} comenzó a cantar de esta manera:
 

    ELICIO
{L-12015}    Por lo imposible peleo,
{L-12016} y, si quiero retirarme,
{L-12017} ni paso ni senda veo:
{L-12018} que, hasta vencer o acabarme,
{L-12019} tras sí me lleva el deseo. 5
{L-12020} Y aunque sé que aquí es forzoso
{L-12021} antes morir que vencer,
{L-12022} cuando estoy más peligroso,
{L-12023} entonces vengo a tener
{L-12024} mayor fe en lo más dudoso. 10
 
{L-12025}    El Cielo que me condena
{L-12026} a no esperar buena andanza
{L-12027} me da siempre a mano llena,
{L-12028} sin las sombras de esperanza,
{L-12029} mil certidumbres de pena. 15
{L-12030} Mas mi echo valeroso,
{L-12031} que se abrasa y se resuelve
{L-12032} en vivo fuego amoroso,
{L-12033} en contracambio le vuelve
{L-12034} mayor fe en lo más dudoso. 20
 
{L-12035}    Inconstancia, firme duda,
{L-12036} falsa fe, cierto temor,
{L-12037} voluntad de amor desnuda,
{L-12038} nunca turban el amor
{L-12039} que de firme no se muda. 25
{L-12040} Vuele el tiempo presuroso,
{L-12041} suceda ausencia o desdén,
{L-12042} crezca el mal, mengÜe el reposo,
{L-12043} que yo tendré por mi bien
{L-12044} mayor fe en lo más dudoso. 30
 
{L-12045}    ¿No es conocida locura
{L-12046} y notable desvarío
{L-12047} querer yo lo que ventura
{L-12048} me niega, y el hado mío
{L-12049} y la suerte; no asegura? 35
{L-12050} De todo estoy temeroso;
{L-12051} no hay gusto que me entretenga,
{L-12052} y, en trance tan peligroso,
{L-12053} me hace el amor que tenga
{L-12054} mayor fe en lo más dudoso. 40
 
{L-12055}    Alcanzo de mi dolor
{L-12056} que está en tal término puesto,
{L-12057} que llega donde el amor,
{L-12058} y el imaginar en esto,
{L-12059} tiempla en parte su rigor. 45
{L-12060} De pobre y menesteroso,
{L-12061} doy a la imaginación
{L-12062} alivio tan congojoso
{L-12063} porque tenga el corazón
{L-12064} mayor fe en lo más dudoso. 50
 
{L-12065}    Y más agora, que vienen
{L-12066} de golpe todos los males;
{L-12067} y, para que más me penen,
{L-12068} aunque todos son mortales,
{L-12069} en la vida me entretienen. 55
{L-12070} Mas, en fin, si un fin hermoso
{L-12071} nuestra vida en honra sube,
{L-12072} el mío me hará famoso,
{L-12073} porque en muerte y vida tuve
{L-12074} mayor fe en lo más dudoso. 60

 
{L-12075}      Parecióle a Marsilio que lo que Elicio {L-12076} había cantado tan a su propósito hacía, que quiso {L-12077} seguirle en el mesmo concepto; y así, sin esperar que otro le tomase {L-12078} la mano, al son de los mesmos instrumentos, de esta manera comenzó {L-12079} a cantar:
 
    MARSILIO
{L-12080}    ¡Cuán fácil cosa es llevarse
{L-12081} el viento las esperanzas
{L-12082} que pudieron fabricarse
{L-12083} de las vanas confianzas
{L-12084} que suelen imaginarse! 5
{L-12085} Todo concluye y fenece:
{L-12086} las esperanzas de amor,
{L-12087} los medios que el tiempo ofrece;
{L-12088} mas en el buen amador
{L-12089} sola la fe permanece. 10
 
{L-12090}    Ella en mí tal fuerza alcanza
{L-12091} que, a pesar de aquel desdén,
{L-12092} lleno de desconfianza,
{L-12093} siempre me asegura un bien
{L-12094} que sustenta la esperanza. 15
{L-12095} Y aunque el amor desfallece
{L-12096} en el blanco, airado pecho
{L-12097} que tanto mis males crece,
{L-12098} en el mío, a su despecho,
{L-12099} sola la fe permanece. 20
 
{L-12100}    Sabes, Amor, tú, que cobras
{L-12101} tributo de mi fe cierta,
{L-12102} y tanto en cobrarle sobras,
{L-12103} que mi fe nunca fue muerta,
{L-12104} pues se aviva con mis obras. 25
{L-12105} Y sabes bien que descrece
{L-12106} toda mi gloria y contento
{L-12107} cuanto más tu furia crece,
{L-12108} y que en mi alma de asiento
{L-12109} sola la fe permanece. 30
 
{L-12110}    Pero si es cosa notoria,
{L-12111} y no hay poner duda en ella,
{L-12112} que la fe no entra en la gloria,
{L-12113} yo, que no estaré sin ella,
{L-12114} ¿qué triunfo espero o victoria? 35
{L-12115} Mi sentido desvanece
{L-12116} con el mal que se figura;
{L-12117} todo el bien desaparece;
{L-12118} y, entre tanta desventura,
{L-12119} sola la fe permanece. 40

 

     Con un profundo sospiro dio fin a su {L-12120} canto el lastimado Marsilio; y luego Erastro, dando su zampoña, {L-12121} sin más detenerse, de esta manera comenzó a cantar:
 
    ERASTRO
{L-12122}    En el mal que me lastima
{L-12123} y en el bien de mi dolor,
{L-12124} es mi fe de tanta estima
{L-12125} que ni huye del temor,
{L-12126} ni a la esperanza se arrima. 5
{L-12127} No la turba o desconcierta
{L-12128} ver que está mi pena cierta
{L-12129} en su difícil subida,
{L-12130} ni que consumen la vida
{L-12131} fe viva, esperanza muerta. 10
 
{L-12132}    Milagro es este en mi mal;
{L-12133} mas eslo porque mi bien,
{L-12134} si viene, venga a ser tal,
{L-12135} que, entre mil bienes, le den
{L-12136} la palma por principal. 15
{L-12137} La Fama, con lengua experta,
{L-12138} dé al mundo noticia cierta
{L-12139} que el firme amor se mantiene
{L-12140} en mi pecho, a donde tiene
{L-12141} fe viva, esperanza muerta. 20
 
{L-12142}    Vuestro desdén riguroso
{L-12143} y mi humilde merecer
{L-12144} me tienen tan temeroso
{L-12145} que, ya que os supe querer,
{L-12146} ni puedo hablaros ni oso. 25
{L-12147} Veo de contino abierta
{L-12148} a mi desdicha la puerta,
{L-12149} y que acabo poco a poco,
{L-12150} porque con vos valen poco
{L-12151} fe viva, esperanza muerta. 30
 
{L-12152}    No llega a mi fantasía
{L-12153} un tan loco desvaneo,
{L-12154} como es pensar que podría
{L-12155} el menor bien que deseo
{L-12156} alcanzar por la fe mía. 35
{L-12157} Podéis, pastora, estar cierta
{L-12158} que el alma rendida acierta
{L-12159} a amaros cual merecéis,
{L-12160} pues siempre en ella hallaréis
{L-12161} fe viva, esperanza muerta. 40

     {L-12162} Calló Erastro, y luego el ausente {L-12163} Crisio, al son de los mesmos instrumentos, de esta suerte comenzó {L-12164} a cantar:
 
    CRISIO
{L-12165}    Si a las veces desespera
{L-12166} del bien la firme afición,
{L-12167} quien desmaya en la carrera
{L-12168} de la amorosa pasión,
{L-12169} ¿qué fruto o qué premio espera? 5
{L-12170} Yo no sé quién se asegura
{L-12171} gloria, gustos y ventura
{L-12172} por un ímpetu amoroso,
{L-12173} si en él y en el más dichoso
{L-12174} no es fe la fe que no dura. 10
 
{L-12175}    En mil trances ya sabidos
{L-12176} se han visto, y en los de amores,
{L-12177} los soberbios y atrevidos,
{L-12178} al principio vencedores,
{L-12179} y a la fin quedar vencidos. 15
{L-12180} Sabe el que tiene cordura
{L-12181} que en la firmeza se apura
{L-12182} el triunfo de la batalla,
{L-12183} y sabe que, aunque se halla,
{L-12184} no es fe la fe que no dura. 20
 
{L-12185}    En el que quisiese amar
{L-12186} no más por su contento,
{L-12187} es imposible dudar
{L-12188} en su vano pensamiento
{L-12189} la fe que se ha de guardar. 25
{L-12190} Si en la mayor desventura
{L-12191} mi fe tan firme y segura
{L-12192} como en el bien no estuviera,
{L-12193} yo mismo de ella dijera:
{L-12194} no es fe la fe que no dura, 30
 
{L-12195}    El ímpetu y ligereza
{L-12196} de un nuevo amador insano,
{L-12197} los llantos y la tristeza
{L-12198} son nubes que en el verano
{L-12199} se deshacen con presteza. 35
{L-12200} No es amor el que le apura,
{L-12201} sino apetito y locura,
{L-12202} pues cuando quiere, no quiere;
{L-12203} no es amante el que no muere,
{L-12204} no es fe la fe que no dura. 40

     {L-12205} A todos pareció bien la orden {L-12206} que los pastores en sus canciones guardaban, y con deseo atendían {L-12207} a que Tirsi o Damón comenzasen; mas presto se le cumplió {L-12208} Damón, pues, en acabando Crisio, al son de su mesmo rabel, cantó {L-12209} de esta manera:
 
    DAMON
{L-12210}    Amarili, ingrata y bella,
{L-12211} ¿quién os podrá enternecer,
{L-12212} si os vienen a endurecer
{L-12213} las ansias de mi querella
{L-12214} y la fe de mi querer? 5
{L-12215} Bien sabéis, pastora, vos
{L-12216} que, en el amor que mantengo,
{L-12217} a tan alto extremo vengo
{L-12218} que, después de la de Dios,
{L-12219} sola es fe la fe que os tengo. 10
 
{L-12220}    Y puesto que subo tanto
{L-12221} en amar cosa mortal,
{L-12222} tal bien encierra mi mal
{L-12223} que al alma por él levanto
{L-12224} a su patria natural. 15
{L-12225} Por esto conozco y sé
{L-12226} que tal es mi amor, tan luengo
{L-12227} como muero y me entretengo,
{L-12228} y que, si en amor hay fe,
{L-12229} sola es fe la fe que os tengo. 20
 
{L-12230}    Los muchos años gastados
{L-12231} en amorosos servicios,
{L-12232} del alma los sacrificios,
{L-12233} de mi fe y de mis cuidados
{L-12234} dan manifiestos indicios. 25
{L-12235} Por esto no os pediré
{L-12236} remedio al mal que sostengo;
{L-12237} y si, a pedírosle vengo,
{L-12238} es, Amarili, porque
{L-12239} sola es fe la fe que os tengo. 30
 
{L-12240}    En el mar de mi tormenta
{L-12241} jamás he visto bonanza,
{L-12242} y aquella alegre esperanza
{L-12243} con quien la fe se sustenta
{L-12244} de la mía no se alcanza. 35
{L-12245} Del Amor y de Fortuna
{L-12246} me quejo; mas no me vengo,
{L-12247} pues por ellas a tal vengo,
{L-12248} que, sin esperanza alguna,
{L-12249} sola es fe la fe que os tengo. 40

     {L-12250} El canto de Damón acabó {L-12251} de confirmar en Timbrio y en Silerio la buena opinión que del raro {L-12252} ingenio de los pastores que allí estaban habían concebido; {L-12253} y más, cuando, a persuasión de Tirsi y de Elicio, el ya libre {L-12254} y desdeñoso Lauso, al son de la flauta de Arsindo, soltó {L-12255} la voz en semejantes versos:
 
    LAUSO
{L-12256}    Rompió el desdén tus cadenas,
{L-12257} falso Amor, y a mi memoria
{L-12258} él mesmo ha vuelto la gloria
{L-12259} de la ausencia de tus penas.
{L-12260} Llame mi fe quien quisiere 5
{L-12261} antojadiza y no firme,
{L-12262} y en su opinión me confirme
{L-12263} como más le pareciere.
 
{L-12264}    Diga que presto olvidé,
{L-12265} y que de un sotil cabello, 10
{L-12266} que un soplo pudo rompello,
{L-12267} colgada estaba mi fe.
{L-12268} Digan que fueron fingidos
{L-12269} mis llantos y mis sospiros,
{L-12270} y que del amor los tiros 15
{L-12271} no pasaron mis vestidos.
 
{L-12272}    Que no el ser llamado vano
{L-12273} y mudable me atormenta,
{L-12274} a trueco de ver exenta
{L-12275} mi cerviz del yugo insano. 20
{L-12276} Sé yo bien quién es Silena
{L-12277} y su condición extraña,
{L-12278} y que asegura y engaña
{L-12279} su apacible faz serena.
 
{L-12280}    A su extraña gravedad 25
{L-12281} y a sus bajos, bellos ojos,
{L-12282} no es mucho dar los despojos
{L-12283} de cualquiera voluntad.
{L-12284} Esto en la vista primera;
{L-12285} mas, después de conocida, 30
{L-12286} por no verla, dar la vida
{L-12287} y más, si más se pudiera.
 
{L-12288}    Silena del Cielo y mía
{L-12289} muchas veces la llamaba,
{L-12290} porque tan hermosa estaba, 35
{L-12291} que del Cielo parecía;
{L-12292} mas ahora, sin recelo,
{L-12293} mejor la podré llamar
{L-12294} serena falsa del mar,
{L-12295} que no Silena del Cielo. 40
 
{L-12296}    Con los ojos, con la pluma,
{L-12297} con las veras y los juegos,
{L-12298} de amantes vanos y ciegos
{L-12299} prende innumerable suma.
{L-12300} Siempre es primero el postrero, 45
{L-12301} mas el más enamorado
{L-12302} al cabo es tan mal tratado,
{L-12303} cuanto querido el primero.
 
{L-12304}    ¡Oh, cuánto más se estimara
{L-12305} de Silena la hermosura, 50
{L-12306} si el proceder y cordura
{L-12307} a su belleza igualara!
{L-12308} No le falta discreción,
{L-12309} mas empléala tan mal
{L-12310} que le sirve de dogal 55
{L-12311} que ahoga su presunción.
 
{L-12312}    Y no hablo de corrido,
{L-12313} pues sería apasionado,
{L-12314} pero hablo de engañado
{L-12315} y sin razón ofendido. 60
{L-12316} Ni me ciega la pasión,
{L-12317} ni el deseo de su mengua,
{L-12318} que siempre siguió mi lengua
{L-12319} los términos de razón.
 
{L-12320}    Sus muchos antojos vanos, 65
{L-12321} su mudable pensamiento,
{L-12322} le vuelven cada momento
{L-12323} los amigos en contrarios.
{L-12324} Y pues hay por tantos modos
{L-12325} enemigos de Silena, 70
{L-12326} o ella no es toda buena,
{L-12327} o son ellos malos todos.


 

{L-12328}      Acabó Lauso su canto, y, aunque él {L-12329} creyó que ninguno le entendía, por ignorar el disfrazado {L-12330} nombre de Silena, más de tres de los que allí iban la conocieron {L-12331} y aun se maravillaron que la modestia de Lauso a ofender a alguno se extendiese, {L-12332} principalmente a la disfrazada pastora, de quien tan enamorado le habían {L-12333} visto. Pero en la opinión de Damón, su amigo, quedó {L-12334} bien disculpado, porque conocía el término de Silena y sabía {L-12335} el que con Lauso había usado, y de lo que no dijo se maravillaba. {L-12336} Acabó, como se ha dicho, Lauso, y como Galatea estaba informada {L-12337} del extremo de la voz de Nísida, quiso, por obligarla, cantar ella {L-12338} primero; y por esto, antes que otro pastor comenzase, haciendo señal {L-12339} a Arsindo que en tañer su flauta procediese, al son de ella con {L-12340} su extremada voz cantó de esta manera:
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    GALATEA
{L-12341}    Tanto cuanto el amor convida y llama
{L-12342} al alma con sus gustos de aparencia
{L-12343} tanto más huye su mortal dolencia
{L-12344} quien sabe el nombre que le da la fama.
 
{L-12345}    Y el pecho puesto a su amorosa llama, 5
{L-12346} armado de una honesta resistencia,
{L-12347} poco puede empecerle su inclemencia,
{L-12348} poco su fuego y su rigor le inflama.
 
{L-12349}    Segura está quien nunca fue querida,
{L-12350} ni supo querer bien, de aquella lengua 10
{L-12351} que en su deshonra se adelgaza y lima;
 
{L-12352}    mas si el querer y el no querer da mengua,
{L-12353} ¿en qué ejercicios pasará la vida
{L-12354} la que más que al vivir la honra estima?

{L-12355}      Bien se echó de ver en el canto de Galatea {L-12356} que respondía al malicioso de Lauso y que no estaba mal con las {L-12357} voluntades libres, sino con las lenguas maliciosas y los ánimos {L-12358} dañados, que, en no alcanzando lo que quieren, convierten el amor {L-12359} que un tiempo mostraron, en un odio malicioso y detestable como ella en {L-12360} Lauso imaginaba; pero quizá saliera de este engaño si la {L-12361} buena condición de Lauso conociera y la mala de Silena no ignorara. {L-12362} Luego que Galatea acabó de cantar, con corteses palabras rogó {L-12363} a Nísida que lo mesmo hiciese; la cual, como era tan comedida como {L-12364} hermosa, sin hacerse de rogar, al son de la zampoña de Florisa, {L-12365} cantó de esta suerte:
 
    NISIDA
{L-12366}    Bien puse yo valor a la defensa
{L-12367} del duro encuentro y amoroso asalto;
{L-12368} bien levanté mi presunción en alto
{L-12369} contra el rigor de la notoria ofensa.
 
{L-12370}    Mas fue tan reforzada y tan intensa 5
{L-12371} la batería, y mi poder, tan falto
{L-12372} que, sin cogerme Amor de sobresalto,
{L-12373} me dio a entende su potestad inmensa.
 
{L-12374}    Valor, honestidad, recogimiento,
{L-12375} recato, ocupación, esquivo pecho, 10
{L-12376} Amor con poco premio lo conquista.
 
{L-12377}    Así que, para huir el vencimiento,
{L-12378} consejos jamás fueron de provecho:
{L-12379} de esta verdad testigo soy de vista.

{L-12380}      Cuando Nísida acabó de cantar {L-12381} y acabó de admirar a Galatea y a los que escuchado la habían, {L-12382} estaban ya bien cerca del lugar adonde tenían determinado de pasar {L-12383} la siesta, pero en aquel poco espacio le tuvo Belisa para cumplir lo que {L-12384} Silveria le rogó, que fue que algo cantase; la cual, acompañándola {L-12385} el son de la flauta de Arsindo, cantó lo que se sigue:
 

    BELISA
{L-12386}    Libre voluntad exenta,
{L-12387} atended a la razón
{L-12388} que nuestro crédito aumenta;
{L-12389} dejad la vana afición,
{L-12390} engendradora de afrenta. 5
{L-12391} Que, cuando el alma se encarga
{L-12392} de alguna amorosa carga,
{L-12393} a su gusto es cualquier cosa,
{L-12394} compusición venenosa
{L-12395} con jugo de adelfa amarga. 10
 
{L-12396}    Por la mayor cantidad
{L-12397} de la riqueza subida
{L-12398} en valor y en calidad,
{L-12399} no es bien dada ni vendida
{L-12400} la preciosa libertad. 15
{L-12401} ¿Pues, quién se pondrá a perdella
{L-12402} por una simple querella
{L-12403} de un amador porfiado,
{L-12404} si cuanto bien hay criado
{L-12405} no se compara con ella? 20
 
{L-12406}    Si es insufrible dolor
{L-12407} tener en prisión esquiva
{L-12408} el cuerpo libre de amor,
{L-12409} tener el alma cautiva
{L-12410} ¿no será pena mayor? 25
{L-12411} Sí será, y aun de tal suerte,
{L-12412} que remedio a mal tan fuerte
{L-12413} no se halla en la paciencia,
{L-12414} en años, valor o ciencia,
{L-12415} porque sólo está en la muerte. 30
 
{L-12416}    Vaya, pues, mi sano intento
{L-12417} lejos de este desvarío;
{L-12418} huiga tan falso contento;
{L-12419} rija mi libre albedrío
{L-12420} a su modo el pensamiento. 35
{L-12421} Mi tierna cerviz exenta
{L-12422} no permita ni consienta
{L-12423} sobre sí el yugo amoroso,
{L-12424} por quien se turba el reposo
{L-12425} y la libertad se ausenta. 40

    {L-12426}      Al alma del lastimado Marsilio llegaron los {L-12427} libres versos de la pastora, por la poca esperanza que sus palabras prometían {L-12428} de ser mejoradas sus obras, pero, como era tan firme la fe con que la amaba, {L-12429} no pudieron las notorias muestras de libertad que había oído {L-12430} hacer que él no quedase tan sin ella como hasta entonces estaba. {L-12431} Acabóse en esto el camino de llegar al arroyo de las Palmas, y, {L-12432} aunque no llevaran intención de pasar allí la siesta, en {L-12433} llegando a él y en viendo la comodidad del hermoso sitio, él {L-12434} mismo a no pasar adelante les forzara. Llegados, pues, a él, luego {L-12435} el venerable Aurelio ordenó que todos se sentasen junto al claro {L-12436} y espejado arroyo, que por entre la menuda hierba corría, cuyo nacimiento {L-12437} era al pie de una altísima y antigua palma, que, por no haber en {L-12438} todas las riberas de Tajo sino aquella y otra que junto a ella estaba, {L-12439} aquel lugar y arroyo el de las Palmas era llamado; y, después de {L-12440} sentados, con más voluntad y llaneza que de costosos manjares, de {L-12441} los pastores de Aurelio fueron servidos, satisfaciendo la sed con las claras {L-12442} y frescas aguas que el limpio arroyo les ofrecía. Y, en acabando {L-12443} la breve y sabrosa comida, algunos de los pastores se dividieron y apartaron {L-12444} a buscar algún apartado y sombrío lugar donde restaurar pudiesen {L-12445} las no dormidas horas de la pasada noche; y sólo se quedaron solos {L-12446} los de la compaña y aldea de Aurelio, con Timbrio, Sileno, Nísida {L-12447} y Blanca, Tirsi y Damón, a quien les pareció ser mejor gustar {L-12448} de la buena conversación que allí se esperaba, que de cualquier {L-12449} otro gusto que el sueño ofrecerles podía. Adivinada, pues, {L-12450} y casi conocida esta su intención de Aurelio, les dijo:

{L-12451}      -Bien será, señores, que los {L-12452} que aquí estamos, ya que entregarnos al dulce sueño no habemos {L-12453} querido, que este tiempo que le hurtamos no dejemos de aprovecharle en {L-12454} cosa que más de nuestro gusto sea; y la que a mí me parece {L-12455} que no podrá dejar de dámosle, es que cada cual, como mejor {L-12456} supiere, muestre aquí la agudeza de su ingenio proponiendo alguna {L-12457} pregunta o enigma, a quien esté obligado a responder el compañero {L-12458} que a su lado estuviere; pues con este ejercicio se granjearán dos {L-12459} cosas: la una, pasar con menos enfado las horas que aquí estuviéremos; {L-12460} la otra, no cansar tanto nuestros oídos con oír siempre lamentaciones {L-12461} de amor y endechas enamoradas.

{L-12462}      Conformáronse todos luego con la voluntad {L-12463} de Aurelio y, sin mudarse del lugar do estaban, el primero que comenzó {L-12464} a preguntar fue el mesmo Aurelio diciendo de esta manera:
 

    AURELIO
{L-12465}    ¿Cuál es aquel poderoso
{L-12466} que desde oriente a occidente,
{L-12467} es conocido y famoso?
{L-12468} A veces, fuerte y valiente;
{L-12469} otras, flaco y temeroso; 5
{L-12470} quita y pone la salud,
{L-12471} muestra y cubre la virtud
{L-12472} en muchos más de una vez,
{L-12473} es más fuerte en la vejez
{L-12474} que en la alegre joventud. 10
 
{L-12475}    Múdase en quien no se muda
{L-12476} por extraña preeminencia;
{L-12477} hace temblar al que suda,
{L-12478} y a la más rara elocuencia
{L-12479} suele tomar torpe y muda. 15
{L-12480} Con diferentes medidas
{L-12481} anchas, cortas y extendidas,
{L-12482} mide su ser y su nombre,
{L-12483} y suele tomar renombre
{L-12484} de mil tierras conocidas. 20
 
{L-12485}    Sin armas vence al armado,
{L-12486} y es forzoso que le venza,
{L-12487} y, aquel que más le ha tratado,
{L-12488} mostrando tener vergÜenza,
{L-12489} es el más desvergonzado. 25
{L-12490} Y es cosa de maravilla
{L-12491} que, en el campo y en la villa,
{L-12492} a capitán de tal prueba
{L-12493} cualquier hombre se le atreva,
{L-12494} aunque pierda en la rencilla. 30

{L-12495}      Tocó la respuesta de esta pregunta al {L-12496} anciano Arsindo, que junto a Aurelio estaba; y, habiendo un poco considerado {L-12497} lo que significar podía, al fin le dijo:

{L-12498}      -Paréceme, Aurelio, que la edad nuestra {L-12499} nos fuerza a andar más enamorados de lo que significa tu pregunta {L-12500} que no de la más gallarda pastora que se nos pueda ofrecer, porque, {L-12501} si no me engaño, el poderoso y conocido que dices es el vino, y {L-12502} en él cuadran todos los atributos que le has dado.

{L-12503}      -Verdad dices, Arsindo -respondió Aurelio-, {L-12504} y estoy para decir que me pesa de haber propuesto pregunta que con tanta {L-12505} facilidad haya sido declarada; mas di tú la tuya, que al lado tienes {L-12506} quien te la sabrá desatar, por más añudada que venga.

{L-12507}      -Que me place -dijo Arsindo.

{L-12508}      Luego propuso la siguiente:
 

    ARSINDO
{L-12509}    ¿Quién es quien pierde el color
{L-12510} donde se suele avivar,
{L-12511} y luego toma a cobrar
{L-12512} otro más vivo y mejor?
{L-12513} Es pardo en su nacimiento, 5
{L-12514} y después negro atezado,
{L-12515} y al cabo, tan colorado,
{L-12516} que su vista da contento.
 
{L-12517}    No guarda fueros ni leyes,
{L-12518} tiene amistad con las llamas, 10
{L-12519} visita a tiempo las camas
{L-12520} de señores y de reyes.
{L-12521} Muerto, se llama varón,
{L-12522} y vivo, hembra se nombra;
{L-12523} tiene el aspecto de sombra; 15
{L-12524} de fuego la condición.

{L-12525}      Era Damón el que al lado de Arsindo {L-12526} estaba, el cual, apenas había acabado Arsindo su pregunta, cuando {L-12527} le dijo:

{L-12528}      -Paréceme, Arsindo, que no es tan escura {L-12529} tu demanda como lo que significa, porque, si mal no estoy en ella, el carbón {L-12530} es por quien dices que muerto se llama varón, y encendido y vivo {L-12531} brasa, que es nombre de hembra, y todas las demás partes le convienen {L-12532} en todo como esta; y si quedas con la mesma pena que Aurelio, por la facilidad {L-12533} con que tu pregunta ha sido entendida, yo os quiero tener compañía {L-12534} en ella, pues Tirsi, a quien toca responderme, nos hará iguales.

{L-12535}      Y luego dijo la suya:
 

    DAMON
{L-12536}    ¿Cuál es la dama polida,
{L-12537} aseada y bien compuesta,
{L-12538} temerosa y atrevida,
{L-12539} vergonzosa y deshonesta,
{L-12540} y gustosa y desabrida? 5
{L-12541} Si son muchas, porque asombre,
{L-12542} mudan de mujer el nombre
{L-12543} en varón; y es cierta ley
{L-12544} que va con ellas el rey
{L-12545} y las lleva cualquier hombre. 10

{L-12546}      -Bien es, amigo Damón -dijo luego Tirsi-, {L-12547} que salga verdadera tu porfía, y que quedes con a pena de Aurelio {L-12548} y Arsindo, si alguna tienen, por que te hago saber que sé que lo {L-12549} que encubre tu pregunta es la carta y el pliego de cartas.

{L-12550}      Concedió Damón lo que Tirsi dijo, {L-12551} y luego Tirsi propuso de esta manera:
 

    TIRSI
{L-12552}    ¿Quién es la que es toda ojos
{L-12553} de la cabeza a los pies,
{L-12554} y a veces, sin su interés,
{L-12555} causa amorosos enojos?
 
{L-12556}    También suele aplacar riñas, 5
{L-12557} y no le va ni le viene.
{L-12558} Y, aunque tantos ojos tiene,
{L-12559} se descubren pocas niñas.
 
{L-12560}    Tiene nombre de un dolor
{L-12561} que se tiene por mortal, 10
{L-12562} hace bien y hace mal,
{L-12563} enciende y tiempla el amor.

{L-12564}      En confusión puso a Elicio la pregunta {L-12565} de Tirsi, porque a él tocaba responder a ella, y casi estuvo por {L-12566} darse, como dicen, por vencido; pero, a cabo de poco, vino a decir que {L-12567} era la celosía; y, concediéndolo Tirsi, luego Elicio preguntó {L-12568} lo siguiente:
 
    ELICIO
{L-12569}    Es muy escura y es clara;
{L-12570} tiene mil contrariedades,
{L-12571} encúbrenos las verdades,
{L-12572} y al cabo nos las declara.
{L-12573} Nace a veces de donaire; 5
{L-12574} otras, de altas fantasías,
{L-12575} y suele engendrar porfías,
{L-12576} aunque trate cosas de aire.
 
{L-12577}    Sabe su nombre cualquiera,
{L-12578} hasta los niños pequeños; 10
{L-12579} son muchas y tienen dueños
{L-12580} de diferente manera.
{L-12581} No hay vieja que no se abrace
{L-12582} con una de estas señoras;
{L-12583} son de gusto algunas horas: 15
{L-12584} cuál cansa, cuál satisface.
 
{L-12585}    Sabios hay que se desvelan
{L-12586} por sacarles los sentidos,
{L-12587} y algunos quedan corridos
{L-12588} cuanto más sobre ello velan. 20
{L-12589} Cuál es nescia, cuál curiosa,
{L-12590} cuál fácil, cuál intricada,
{L-12591} pero sea o no sea nada,
{L-12592} decidme qué es cosa y cosa.

{L-12593}      No podía Timbrio atinar con lo que significaba {L-12594} la pregunta de Elicio y casi comenzó a correrse de ver que más {L-12595} que otro alguno se tardaba en la respuesta, mas ni aun por eso venía {L-12596} en el sentido de ella; y tanto se detuvo, que Galatea, que estaba después {L-12597} de Nísida, dijo:

{L-12598}      -Si vale a romper la orden que está {L-12599} dada, y puede responder el que primero supiere, yo por mí digo que {L-12600} sé lo que significa la propuesta enigma, y estoy por declararla, {L-12601} si el señor Timbrio me da licencia.

{L-12602}      -Por cierto, hermosa Galatea -respondió {L-12603} Timbrio-, que conozco yo que, así como a mí me falta, os {L-12604} sobra a vos ingenio para aclarar mayores dificultades; pero, con todo eso, {L-12605} quiero que tengáis paciencia hasta que Elicio la tome a decir; y, {L-12606} si de esta vez no la acertare, confirmarse ha con más veras la opinión {L-12607} que de mi ingenio y del vuestro tengo.

{L-12608}      Tomó Elicio a decir su pregunta, y luego {L-12609} Timbrio declaró lo que era, diciendo:

{L-12610}      -Con lo mesmo que yo pensé que tu demanda, {L-12611} Elicio, se escurecía, con eso mesmo me parece que se declara, pues {L-12612} el último verso dice que te digan qué es cosa y cosa; y así {L-12613} yo te respondo a lo que me dices, y digo que tu pregunta es el qué {L-12614} es cosa y cosa. Y no te maravilles haberme tardado en la respuesta, porque {L-12615} más me maravillara yo de mi ingenio si más presto respondiera, {L-12616} el cual mostrará quién es en el poco artificio de mi pregunta, {L-12617} que es esta:
 

    TIMBRIO
{L-12618}    ¿Quién es el que, a su pesar,
{L-12619} mete sus pies por los ojos,
{L-12620} y, sin causarles enojos,
{L-12621} les hace luego cantar?
{L-12622} El sacarlos es de gusto, 5
{L-12623} aunque, a veces, quien los saca,
{L-12624} no sólo su mal no aplaca,
{L-12625} mas cobra mayor disgusto.

{L-12626}      A Nísida tocaba responder a la pregunta {L-12627} de Timbrio; mas no fue posible que la adevinasen ella ni Galatea, que se {L-12628} le seguían; y viendo Orompo que las pastoras se fatigaban en pensar {L-12629} lo que significaba, les dijo:

{L-12630}      -No os canséis, señoras, ni fatiguéis {L-12631} vuestros entendimientos en la declaración de esta enigma, porque {L-12632} podría ser que ninguna de vosotras en toda su vida hubiese visto {L-12633} la figura que la pregunta encubre; y así no es mucho que no deis {L-12634} en ella. Que si de otra suerte fuera, bien seguros estábamos de {L-12635} vuestros entendimientos, que, en menos espacio, otras más dificultosas {L-12636} hubiérades declarado; y por esto, con vuestra licencia, quiero yo {L-12637} responder a Timbrio y decirle que su demanda significa un hombre con grillos {L-12638} pues cuando saca los pies de aquellos ojos que él dice, o es para {L-12639} ser libre, o para llevarle al suplicio: porque veáis, pastoras, {L-12640} si tenía yo razón de imaginar que quizá ninguna de {L-12641} vosotras había visto en toda su vida cárceles ni prisiones.

{L-12642}      -Yo por mí sé decir -dijo Galatea- {L-12643} que jamás he visto aprisionado alguno.

{L-12644}      Lo mesmo dijeron Nísida y Blanca; y {L-12645} luego Nísida propuso su pregunta en esta forma:
 

    NISIDA
{L-12646}    Muerde el fuego, y el bocado
{L-12647} es daño y bien del mordido;
{L-12648} no pierde sangre el herido,
{L-12649} aunque se ve acuchillado
{L-12650} Mas, si es profunda la herida, 5
{L-12651} y de mano que no acierte,
{L-12652} causa al herido la muerte,
{L-12653} y en tal muerte está su vida.

{L-12654}      Poco se tardó Galatea en responder a {L-12655} Nísida, porque luego le dijo:

{L-12656}      -Bien sé que no me engaño, hermosa {L-12657} Nísida, si digo que a ninguna cosa se puede mejor atribuir tu enigma {L-12658} que a las tijeras de despabilar y a la vela o cirio que despabilan; y si {L-12659} esto es verdad, como lo es, y quedas satisfecha de mi respuesta, escucha {L-12660} ahora la mía, que no con menos facilidad espero que será {L-12661} declarada de tu hermana, que yo he hecho la tuya.

{L-12662}      Y luego la dijo, que fue esta:
 

    GALATEA
{L-12663}    Tres hijos que de una madre
{L-12664} nacieron con ser perfecto,
{L-12665} y de un hermano era nieto
{L-12666} el uno, y el otro padre.
{L-12667} Y estos tres tan sin clemencia 5
{L-12668} a su madre maltrataban,
{L-12669} que mil puñadas la daban,
{L-12670} mostrando en ello su ciencia.

{L-12671}      Considerando estaba Blanca lo que podía {L-12672} significar la enigma de Galatea, cuando vieron atravesar corriendo, por {L-12673} junto al lugar donde estaban, dos gallardos pastores, mostrando en la furia {L-12674} con que corrían que alguna cosa de importancia les forzaba a mover {L-12675} los pasos con tanta ligereza; y luego, en el mismo instante, oyeron unas {L-12676} dolorosas voces, como de personas que socorro pedían. Y con este {L-12677} sobresalto, se levantaron todos y siguieron el tino donde las voces sonaban {L-12678} y a pocos pasos salieron de aquel deleitoso sitio y dieron sobre la ribera {L-12679} del fresco Tajo que por allí cerca mansamente corría; y apenas {L-12680} vieron el río, cuando se les ofreció a la vista la más {L-12681} extraña cosa que imaginar pudieran, porque vieron dos pastoras, {L-12682} al parecer, de gentil donaire, que tenían a un pastor asido de las {L-12683} faldas del pellico con toda la fuerza a ellas posible porque el triste {L-12684} no se ahogase, porque tenía ya el medio cuerpo en el río {L-12685} y la cabeza debajo del agua, forcejando con los pies por desasirse de las {L-12686} pastoras que su desesperado intento estorbaban, las cuales ya casi querían {L-12687} soltarle, no pudiendo vencer al tesón de su porfía con las {L-12688} débiles fuerzas suyas. Mas en esto llegaron los dos pastores que {L-12689} corriendo habían venido, y, asiendo al desesperado, le sacaron del {L-12690} agua a tiempo que ya todos los demás llegaban, espantándose {L-12691} del extraño espectáculo, y más lo fueron cuando conocieron {L-12692} que el pastor que quería ahogarse era Galercio, el hermano de Artidoro, {L-12693} y las pastoras eran Maurisa, su hermana, y la hermosa Teolinda, las cuales, {L-12694} como vieron a Galatea y a Florisa, con lágrimas en los ojos, corrió {L-12695} Teolinda a abrazar a Galatea, diciendo:

{L-12696}      -¡Ay, Galatea, dulce amiga y señora {L-12697} mía, cómo ha cumplido esta desdichada la palabra que te dio {L-12698} de volver a verte y a decirte las nuevas de su contento!

{L-12699}      -De que le tengas, Teolinda -respondió {L-12700} Galatea-, holgaré yo tanto cuanto te lo asegura la voluntad que {L-12701} de mí para servirte tienes conocida; mas paréceme que no {L-12702} acreditan tus ojos tus palabras, ni aun ellas me satisfacen de modo que {L-12703} imagine buen suceso de tus deseos.

En tanto que Galatea con Teolinda esto pasaba, Elicio y Arsindo, con {L-12704} los otros pastores, habían desnudado a Galercio; y, al desceñirle {L-12705} el pellico, que, con todo el vestido, mojado estaba, se le cayó {L-12706} un papel del seno, el cual alzó Tirsi, y abriéndole, vio {L-12707} que eran versos, y por no poderlos leer, por estar mojados, encima de una {L-12708} alta rama le puso al rayo del sol para que se enjugase. Pusieron a Galercio {L-12709} un gabán de Arsindo, y el desdichado mozo estaba como atónito {L-12710} y embelesado, sin hablar palabra alguna, aunque Elicio le preguntaba qué {L-12711} era la causa que a tan extraño término le había conducido, {L-12712} mas por él respondió su hermana Maurisa, diciendo:

{L-12713}      -Alzad los ojos, pastores, y veréis {L-12714} quién es la ocasión que al desgraciado de mi hermano en tan {L-12715} extraños y desesperados puntos ha puesto.

{L-12716}      Por lo que Maurisa dijo, alzaron los pastores {L-12717} los ojos y vieron encima de una pendiente roca que sobre el río {L-12718} caía una gallarda y dispuesta pastora, sentada sobre la mesma peña, {L-12719} mirando con risueño semblante todo lo que los pastores hacían, {L-12720} la cual fue luego de todos conocida por la cruel Gelasia.

{L-12721}      -Aquella desamorada, aquella desconocida -siguió {L-12722} Maurisa- es, señores, la enemiga mortal de este desventurado hermano {L-12723} mío, el cual, como ya todas estas riberas saben, y vosotros no ignoráis, {L-12724} la ama, la quiere y la adora; y, en cambio de los continuos servicios que {L-12725} siempre le ha hecho y de las lágrimas que por ella ha derramado, {L-12726} esta mañana, con el mas esquivo y desamorado desdén que jamás {L-12727} en la crueldad pudiera hallarse, le mandó que de su presencia se {L-12728} partiese, y que ahora ni nunca jamás a ella tomase. Y quiso tan {L-12729} de veras mi hermano obedecerla, que procuraba quitarse la vida por excusar {L-12730} la ocasión de nunca traspasar su mandamiento; y si, por dicha, estos {L-12731} pastores tan presto no llegaran, llegado fuera ya el fin de mi alegría {L-12732} y el de los días de mi lastimado hermano.

{L-12733}      En admiración puso lo que Maurisa dijo {L-12734} a todos los que la escucharon; y más admirados quedaron cuando vieron {L-12735} que la cruel Gelasia, sin moverse del lugar donde estaba y sin hacer cuenta {L-12736} de toda aquella compañía que los ojos en ella tenía {L-12737} puestos, con un extraño donaire y desdeñoso brío, {L-12738} sacó un pequeño rabel de su zurrón y, parándosele {L-12739} a templar muy despacio, a cabo de poco rato, con voz en extremo buena, {L-12740} comenzó a cantar de esta manera:
 

    GELASIA
{L-12741}    ¿Quién dejará, del verde {L-12742} prado umbroso
{L-12743} las frescas hierbas y las frescas fuentes?
{L-12744} ¿Quién de seguir con pasos diligentes
{L-12745} la suelta liebre o jabalí cerdoso?
 
{L-12746}    ¿Quién, con el son amigo y sonoroso, 5
{L-12747} no detendrá las aves inocentes?
{L-12748} ¿Quién, en las horas de la siesta ardientes,
{L-12749} no buscará en las selvas el reposo,
 
{L-12750}    por seguir los incendios, los temores,
{L-12751} los celos, iras, rabias, muertes, penas 10
{L-12752} del falso amor, que tanto aflige al mundo?
 
{L-12753}    Del campo son y han sido mis amores;
{L-12754} rosas son y jazmines mis cadenas;
{L-12755} libre nací, y en libertad me fundo.


 

{L-12756}      Cantando estaba Gelasia, y, en el movimiento {L-12757} y ademán de su rostro, la desamorada condición suya descubría. {L-12758} Mas apenas hubo llegado al último verso de su canto, cuando se levantó {L-12759} con una extraña ligereza; y, como si de alguna cosa espantable huyera, {L-12760} así comenzó a correr por la peña abajo, dejando a {L-12761} los pastores admirados de su condición y confusos de su corrida. {L-12762} Mas luego vieron qué era la causa de ella con ver al enamorado Lenio, {L-12763} que, con tirante paso, por la mesma peña subía, con intención {L-12764} de llegar adonde Gelasia estaba; pero no quiso ella aguardarle por no faltar {L-12765} de corresponder en un solo punto a la crueldad de su propósito. {L-12766} Llegó el cansado Lenio a lo alto de la peña, cuando ya Gelasia {L-12767} estaba al pie de ella; y viendo que no detenía el paso, sino que {L-12768} con mas presteza por la espaciosa campaña le tendía, con {L-12769} fatigado aliento y laso espíritu se sentó en el mesmo lugar {L-12770} donde Gelasia había estado, y allí comenzó con desesperadas {L-12771} razones a maldecir su ventura y la hora en que alzó la vista a mirar {L-12772} a la cruel pastora Gelasia. Y en aquel mesmo instante, como arrepentido {L-12773} de lo que decía, tomaba a bendecir sus ojos y a tener por dichosa {L-12774} y buena la ocasión que en tales términos le tenía; {L-12775} y luego, incitado y movido de un furioso accidente, arrojó lejos {L-12776} de sí el cayado, y, desnudándose el pellico, le entregó {L-12777} a las aguas del claro Tajo, que junto al pie de la peña corría. {L-12778} Lo cual visto por los pastores que mirándole estaban, sin duda creyeron {L-12779} que la fuerza de la enamorada pasión le sacaba de juicio; y así {L-12780} Elicio y Erastro comenzaron a subir la peña para estorbarle que {L-12781} no hiciese algún otro desatino que le costase más caro; y, {L-12782} puesto que Lenio los vio subir, no hizo otro movimiento alguno, sino fue {L-12783} sacar de su zurrón su rabel, y con un nuevo y extraño reposo {L-12784} se tomó a asentar y, vuelto el rostro hacia donde su pastora huía, {L-12785} con voz suave y de lágrimas acompañada, comenzó a {L-12786} cantar de esta suerte:
 
    LENIO
{L-12787}    ¿Quién te impele, cruel? {L-12788} ¿Quién te desvía?
{L-12789} ¿Quién te retira del amado intento?
{L-12790} ¿Quién en tus pies veloces alas cría,
{L-12791} con que corres ligera más que el viento?
{L-12792} ¿Por qué tienes en poco la fe mía, 5
{L-12793} y desprecias el alto pensamiento?
{L-12794} ¿Por qué huyes de mí? ¿Por {L-12795} qué me dejas?
{L-12796} ¡Oh, más dura que mármol a mis quejas!
 
{L-12797}    ¿Soy, por ventura, de tan bajo estado
{L-12798} que no merezca ver tus ojos bellos? 10
{L-12799} ¿Soy pobre? ¿Soy avaro? ¿Hasme hallado
{L-12800} en falsedad desde que supe vellos?
{L-12801} La condición primera no he mudado.
{L-12802} ¿No pende del menor de tus cabellos
{L-12803} mi alma? Pues ¿por qué de mí te alejas? 15
{L-12804} ¡Oh, más dura que mármol a mis quejas!
 
{L-12805}    Tome escarmiento tu altivez sobrada
{L-12806} de ver mi libre voluntad rendida;
{L-12807} mira mi antigua presunción trocada
{L-12808} y en amoroso intento convertida. 20
{L-12809} Mira que contra Amor no puede nada
{L-12810} la más exenta, descuidada vida.
{L-12811} Detén el paso ya. ¿Por qué le aquejas?
{L-12812} ¡Oh, más dura que mármol a mis quejas!
 
{L-12813}    Vime cual tú te ves, y ahora veo 25
{L-12814} que como fui jamás espero verme:
{L-12815} tal me tiene la fuerza del deseo;
{L-12816} tal quiero, que se extrema en no quererme.
{L-12817} Tú has ganado la palma, tú el trofeo
{L-12818} de que Amor pueda en su prisión tenerme; 30
{L-12819} tú me rendiste, y tú ¿de mí {L-12820} te quejas?
{L-12821} ¡Oh, más dura que mármol a mis quejas!

     En tanto que el lastimado pastor sus {L-12822} dolorosas quejas entonaba, estaban los demás pastores reprehendiendo {L-12823} a Galercio su mal propósito, afeándole el dañado intento {L-12824} que había mostrado. Mas el desesperado mozo a ninguna cosa respondía, {L-12825} de que no poco Maurisa se fatigaba, creyendo que, en dejándole solo, {L-12826} había de poner en ejecución su mal pensamiento. En este medio, {L-12827} Galatea y Florisa, apartándose con Teolinda, le preguntaron qué {L-12828} era la causa de su tornada y si, por ventura, había sabido ya de {L-12829} su Artidoro; a lo cual ella respondió llorando: -No sé qué {L-12830} os diga, amigas y señoras mías, sino que el Cielo quiso que {L-12831} yo hallase a Artidoro para que enteramente le perdiese, porque habréis {L-12832} de saber que aquella mal considerada y traidora hermana mía, que {L-12833} fue el principio de mi desventura, aquella mesma ha sido la ocasión {L-12834} del fin y remate de mi contento, porque sabiendo ella, así como {L-12835} llegamos con Galercio y Maurisa a su aldea, que Artidoro estaba en una {L-12836} montaña no lejos de allí con su ganado, sin decirle nada {L-12837} se partió a buscarle; hallóle, y fingiendo ser yo (que para {L-12838} sólo este daño ordenó el Cielo que nos pareciésemos), {L-12839} con poca dificultad le dio a entender que la pastora que en nuestra aldea {L-12840} le había desdeñado era una su hermana que en extremo le parecía; {L-12841} en fin, le contó por los pasos que yo por él he dado, y los {L-12842} extremos de dolor que he padecido; y como las entrañas del pastor {L-12843} estaban tan tiernas y enamoradas, con harto menos que la traidora le dijera, {L-12844} fuera de él creída, como la creyó, tan en mi perjuicio {L-12845} que, sin aguardar que la Fortuna mezclase en su gusto algún nuevo {L-12846} impedimento, luego en el mesmo instante dio la mano a Leonarda de ser su {L-12847} legítimo esposo creyendo que se la daba a Teolinda. Veis aquí, {L-12848} pastoras, en qué ha parado el fruto de mis lágrimas y sospiros; {L-12849} veis aquí ya arrancada de raíz toda mi esperanza; y, lo que {L-12850} mas siento, es que haya sido por la mano que a sustentarla estaba más {L-12851} obligada. Leonarda goza de Artidoro por el medio del falso engaño {L-12852} que os te contado y, puesto que ya él lo sabe, aunque debe de haber {L-12853} sentido la burla, hala disimulado, como discreto.

{L-12854}      Llegaron luego al aldea las nuevas de su casamiento, {L-12855} y con ellas las del fin de mi alegría; súpose también {L-12856} el artificio de mi hermana, la cual dio por disculpa ver que Galercio, {L-12857} a quien tanto ella amaba, por la pastora Gelasia se perdía, y que {L-12858} así le pareció más fácil reducir a su voluntad {L-12859} la enamorada de Artidoro, que no la desesperada de Galercio; y que, pues {L-12860} los dos eran uno solo en cuanto a la apariencia y gentileza, que ella se {L-12861} tenía por dichosa y bien afortunada con la compañía {L-12862} de Artidoro. Con esto se disculpa, como he dicho, la enemiga de mi gloria. {L-12863} Y así yo, por no verla gozar de la que de derecho se me debía, {L-12864} dejé el aldea y la presencia de Artidoro y, acompañada de {L-12865} las más tristes imaginaciones que imaginarse pueden, venía {L-12866} a daros las nuevas de mi desdicha en compañía de Maurisa, {L-12867} que asimesmo viene con intención de contaros lo que Grisaldo ha {L-12868} hecho después que supo el hurto de Rosaura. Y esta mañana, {L-12869} al salir del sol, topamos con Galercio, el cual con tiernas y enamoradas {L-12870} razones estaba persuadiendo a Gelasia que bien le quisiese; mas ella, con {L-12871} el más extraño desdén y esquiveza que decirse puede, {L-12872} le mandó que se le quitase delante y que no fuese osado de jamás {L-12873} hallarla; y el desdichado pastor, apretado de tan recio mandamiento y de {L-12874} tan extraña crueldad, quiso cumplirle, haciendo lo que habéis {L-12875} visto. Todo esto es lo que por mí ha pasado, amigas mías, {L-12876} después que de vuestra presencia me partí. Ved ahora si tengo {L-12877} más que llorar que antes; y si se ha aumentado la ocasión {L-12878} para que vosotras os ocupéis en consolarme, si acaso mi mal recibiese {L-12879} consuelo.

{L-12880}      No dijo más Teolinda, porque la infinidad {L-12881} de lágrimas que le vinieron a los ojos y los sospiros que del alma {L-12882} arrancaba, impidieron el oficio a la lengua; y aunque las de Galatea y {L-12883} Florisa quisieron mostrarse expertas y elocuentes en consolarla, fue de {L-12884} poco efecto su trabajo. Y, en el tiempo que entre las pastoras estas razones {L-12885} pasaban, se acabó de enjugar el papel que Tirsi a Galercio del seno {L-12886} sacado había, y, deseoso de leerle, lo tomó, y vio que de {L-12887} esta manera decía:
 

    GALERCIO A GELASIA
{L-12888}    ¡Angel de humana figura,
{L-12889} furia con rostro de dama,
{L-12890} fría y encendida llama
{L-12891} donde mi alma se apura!
{L-12892} Escucha las sinrazones, 5
{L-12893} de tu desamor causadas,
{L-12894} de mi alma trasladadas
{L-12895} en estos tristes renglones.
 
{L-12896}    No escribo por ablandarte,
{L-12897} pues con tu dureza extraña 10
{L-12898} no valen ruegos ni maña,
{L-12899} ni servicios tienen parte.
{L-12900} Escríbote porque veas
{L-12901} la sinrazón que me haces,
{L-12902} y cuál mal que satisfaces 15
{L-12903} al valor de que te arreas.
 
{L-12904}    Que alabes la libertad
{L-12905} es muy justo, y razón tienes;
{L-12906} mas mira que la mantienes
{L-12907} sólo con la crueldad. 20
{L-12908} Y no es justo lo que ordenas:
{L-12909} querer sin ser ofendida,
{L-12910} sustentar tu libre vida
{L-12911} con tantas muertes ajenas.
 
{L-12912}    No imagines que es deshonra 25
{L-12913} que te quieran todos bien,
{L-12914} ni que está en usar desdén
{L-12915} depositada tu honra.
{L-12916} Antes, templando el rigor
{L-12917} de los agravios que haces, 30
{L-12918} con poco amor satisfaces
{L-12919} y cobras nombre mejor.
 
{L-12920}    Tu crueldad me da a entender
{L-12921} que las sierras te engendraron,
{L-12922} o que los montes formaron 35
{L-12923} tu duro, indomable ser;
{L-12924} que en ellos es tu recreo,
{L-12925} y en los páramos y valles,
{L-12926} do no es posible que halles
{L-12927} quien te enamore el deseo. 40
 
{L-12928}    En un fresca espesura
{L-12929} una vez te vi sentada,
{L-12930} y dije: « Estatua es formada
{L-12931} aquella de piedra dura. »
{L-12932} Y aunque el moverte después 45
{L-12933} contradijo a mi opinión:
{L-12934} « En fin, en la condición
{L-12935} -dije-, más que estatua es. »
 
{L-12936}    Y ¡ojalá que estatua fueras
{L-12937} de piedra, que yo esperara 50
{L-12938} que el Cielo por mí cambiara
{L-12939} tu ser, y en mujer volvieras!
{L-12940} Que Pigmaleón no fue
{L-12941} tanto a la suya rendido,
{L-12942} como yo te soy y he sido, 55
{L-12943} pastora, y siempre seré.
 
{L-12944}    Con razón, y de derecho,
{L-12945} del mal y bien me das pago:
{L-12946} pena por el mal que hago,
{L-12947} gloria por el bien que he hecho. 60
{L-12948} En el modo que me tratas
{L-12949} tal verdad es conocida:
{L-12950} con la vista me das vida,
{L-12951} con la condición me matas.
 
{L-12952}    De ese pecho que se atreve 65
{L-12953} a esquivar de Amor los tiros,
{L-12954} el fuego de mis sospiros
{L-12955} deshaga un poco la nieve.
{L-12956} Concédase al llanto mío,
{L-12957} y al nunca admitir descanso, 70
{L-12958} que vuelva agradable y manso
{L-12959} un solo punto tu brío.
 
{L-12960}    Bien sé que habrás de decir
{L-12961} que me alargo, y yo lo creo;
{L-12962} pero acorta tú el deseo, 75
{L-12963} y acortaré yo el pedir.
{L-12964} Mas, según lo que me das
{L-12965} en cuantas demandas toco,
{L-12966} a ti te importa muy poco
{L-12967} que pida menos o más. 80
 
{L-12968}    Si de tu extraña dureza
{L-12969} pudiera reprehenderte,
{L-12970} y aquella señal ponerte
{L-12971} que muestra nuestra flaqueza,
{L-12972} dijera, viendo tu ser, 85
{L-12973} y no así como se enseña:
{L-12974} « Acuérdate que eres peña,
{L-12975} y en peña te has de volver ».
 
{L-12976}    Mas seas peña o acero,
{L-12977} duro mármol o diamante, 90
{L-12978} de un acero soy amante,
{L-12979} a una peña adoro y quiero.
{L-12980} Si eres ángel disfrazado,
{L-12981} o furia, que todo es cierto,
{L-12982} por tal ángel vivo muerto, 95
{L-12983} y por tal furia, penado.

{L-12984}      Mejor le parecieron a Tirsi los versos de Galercio {L-12985} que la condición de Gelasia; y, quiriéndoselos mostrar a {L-12986} Elicio, viole tan mudado de color y de semblante que una imagen de muerto {L-12987} parecía. Llegóse a él, y cuando le quiso preguntar {L-12988} si algún dolor le fatigaba, no fue menester esperar su respuesta {L-12989} para entender la causa de su pena, porque luego oyó publicar entre {L-12990} todos los que allí estaban cómo los dos pastores que a Galercio {L-12991} socorrieron, eran amigos del pastor lusitano con quien el venerable Aurelio {L-12992} tenía concertado de casar a Galatea, los cuales venían a {L-12993} decirle cómo de allí a tres días el venturoso pastor {L-12994} vendría a su aldea a concluir el felicísimo desposorio. Y {L-12995} luego vio Tirsi que estas nuevas más nuevos y extraños accidentes {L-12996} de los causados habían de causar en el alma de Elicio, pero, con {L-12997} todo esto, se llegó a él y le dijo:

{L-12998}      -Ahora es menester, buen amigo que te sepas {L-12999} valer de la discreción que tienes, pues en el peligro mayor se muestran {L-13000} los corazones valerosos; y asegúrote que no se quien a mí {L-13001} me asegura que ha de tener mejor fin este negocio de lo que tú piensas. {L-13002} Disimula y calla, que, si la voluntad de Galatea no gusta de corresponder {L-13003} de todo en todo a la de su padre, tú satisfarás la tuya aprovechándote {L-13004} de las nuestras, y aun de todo el favor que te puedan ofrecer cuantos pastores {L-13005} hay en las riberas de este río y en las del manso Henares, el cual {L-13006} favor yo te ofrezco, que bien imagino que el deseo que todos han conocido {L-13007} que yo tengo de servirles, les obligará a hacer que no salga en {L-13008} vano lo que aquí te prometo.

{L-13009}      Suspenso quedó Elicio viendo el gallardo {L-13010} y verdadero ofrecimiento de Tirsi, y no supo ni pudo responderle más {L-13011} que abrazarle estrechamente y decirle:

{L-13012}      -El Cielo te pague, discreto Tirsi, el consuelo {L-13013} que me has dado, con el cual (y con la voluntad de Galatea, que, a lo que {L-13014} creo, no discrepará de la nuestra), sin duda, entiendo que tan notorio {L-13015} agravio como el que se hace a todas estas riberas en desterrar de ellas {L-13016} la rara hermosura de Galatea, no pase adelante.

{L-13017}      Y tomándole a abrazar, tomó a {L-13018} su rostro la color perdida, pero no tomó al de Galatea, a quien {L-13019} fue oír la embajada de los pastores como si oyera la sentencia de {L-13020} su muerte. Todo lo notaba Elicio, y no lo podía disimular Erastro, {L-13021} ni menos la discreta Florisa, ni aun fue gustosa la nueva a ninguno de {L-13022} cuantos allí estaban. A esta sazón ya el sol declinaba su {L-13023} acostumbrada carrera; y así, por esto como por ver que el enamorado {L-13024} Lenio había seguido a Gelasia, y que allí no quedaba otra {L-13025} cosa que hacer, trayendo a Galercio y a Maurisa consigo, toda aquella compañía {L-13026} movió los pasos hacia el aldea, y, al llegar junto a ella, Elicio {L-13027} y Erastro se quedaron en sus cabañas, y con ellos Tirsi, Damón, {L-13028} Orompo, Crisio, Marsilio, Arsindo y Orfenio se quedaron, con otros algunos {L-13029} pastores; y de todos ellos, con corteses palabras y ofrecimientos, se despidieron {L-13030} los venturosos Timbrio, Sileno, Nísida y Blanca, diciéndoles {L-13031} que otro día se pensaban partir a la ciudad de Toledo, donde había {L-13032} de ser el fin de su viaje, y, abrazando a todos los que con Elicio quedaban, {L-13033} se fueron con Aurelio, con el cual iban Florisa, Teolinda y Maurisa y la {L-13034} triste Galatea, tan congojada y pensativa, que, con toda su discreción, {L-13035} no podía dejar de dar muestras de extraño descontento; con {L-13036} Daranio se fueron su esposa Silveria y la hermosa Belisa. Cerró {L-13037} en esto la noche, y parecióle a Elicio que con ella se le cerraban {L-13038} todos los caminos de su gusto; y si no fuera por agasajar con buen semblante {L-13039} a los huéspedes que tenía aquella noche en su cabaña, {L-13040} él la pasara tan mala que desesperara de ver el día. La mesma {L-13041} pena pasaba el mísero Erastro, aunque con más alivio, porque, {L-13042} sin tener respeto a nadie, con altas voces y lastimeras palabras maldecía {L-13043} su ventura y la acelerada determinación de Aurelio.

{L-13044}      Estando en esto, ya que los pastores habían {L-13045} satisfecho a la hambre con algunos rústicos manjares, y algunos {L-13046} de ellos entregádose en los brazos del reposado sueño, llegó {L-13047} a la cabaña de Elicio la hermosa Maurisa, y, hallando a Elicio a {L-13048} la puerta de su cabaña, le apartó y le dio un papel diciéndole {L-13049} que era de Galatea y que le leyese luego, que, pues ella a tal hora le {L-13050} traía, entendiese que era de importancia lo que en él debía {L-13051} de venir. Admirado el pastor de la venida e Maurisa, y más de ver {L-13052} en sus manos papel de su pastora, no pudo sosegar un punto hasta leerle; {L-13053} y, entrándose en su cabaña, a la luz de una raja de teoso {L-13054} pino, le leyó, y vio que así decía:
 

  GALATEA A ELICIO
{L-13055}    En la apresurada determinación de mi padre está {L-13056} la que yo he tomado de escrebirte, y en la fuerza que me hace la que a {L-13057} mí mesma me he hecho hasta llegar a este punto. Bien sabes en el {L-13058} que estoy, y sé yo bien que quisiera verme en otro mejor para pagarte {L-13059} algo de lo mucho que conozco que te debo; mas si el Cielo quiere que yo {L-13060} quede con esta deuda, quéjate de él, y no de la voluntad {L-13061} mía. La de mi padre quisiera mudar, si fuera posible, pero veo que {L-13062} no lo es, y así, no lo intento. Si algún remedio por allá {L-13063} imaginas, como en él no intervengan ruegos, ponle en efecto con {L-13064} el miramiento que a tu crédito debes y a mi honra estás obligado. {L-13065} El que me dan por esposo y el que me ha de dar sepultura viene pasado mañana; {L-13066} poco tiempo te queda para aconsejarte, aunque a mí me quedará {L-13067} harto para arrepentirme. No digo más sino que Maurisa es fiel y {L-13068} yo, desdichada.

     En extraña confusión pusieron {L-13069} a Elicio las razones de la carta de Galatea, pareciéndole cosa nueva {L-13070} así el escribirle, pues hasta entonces jamás lo había {L-13071} hecho, como el mandarle buscar remedio a la sinrazón que se le hacía; {L-13072} mas, pasando por todas estas cosas, sólo paró en imaginar {L-13073} como cumpliría lo que le era mandado, aunque en ello aventurase {L-13074} mil vidas, si tantas tuviera. Y no ofreciéndosele otro algún {L-13075} remedio sino el que de sus amigos esperaba, confiado en ellos, se atrevió {L-13076} a responder a Galatea con una carta que dio a Maurisa, la cual de esta {L-13077} manera decía:
 
  ELICIO A GALATEA
{L-13078}    Si las fuerzas de mi poder llegaran al deseo que tengo {L-13079} de serviros, hermosa Galatea, ni la que vuestro padre os hace ni las mayores {L-13080} del mundo, fueran parte para ofenderos; pero, comoquiera que ello sea, {L-13081} vos veréis ahora, si la sinrazón pasa adelante, cómo {L-13082} yo no me quedo atrás en hacer vuestro mandamiento por la vía {L-13083} mejor que el caso pidiere. Asegúreos esto la fe que de mí {L-13084} tenéis conocida y haced buen rostro a la fortuna presente, {L-13085} confiada en la bonanza venidera: que el Cielo, que os ha movido a acordaros {L-13086} de mí y a escribirme, me dará valor para mostrar que en algo {L-13087} merezco la merced que me habéis hecho: que, como sea obedeceros, {L-13088} ni recelo ni temor serán parte para que yo no ponga en efecto lo {L-13089} que a vuestro gusto conviene y al mío tanto importa. No más, {L-13090} pues lo más que en esto ha de haber, sabréis de Maurisa, {L-13091} a quien yo he dado cuenta de ello; y si vuestro parecer con el mío {L-13092} no se conforma, sea yo avisado, porque el tiempo no se pase, y con el la {L-13093} sazón de nuestra ventura, la cual os dé el Cielo como puede, {L-13094} y como vuestro valor merece.

     Dada esta carta a Maurisa, como está {L-13095} dicho, le dijo asimesmo cómo él pensaba juntar todos los {L-13096} más pastores que pudiese, y que todos juntos irían a hablar {L-13097} al padre de Galatea pidiéndole por merced señalada fuese {L-13098} servido de no desterrar de aquellos prados la sin par hermosura suya; y {L-13099} cuando esto no bastase, pensaba poner tales inconvinientes y miedos al {L-13100} lusitano pastor, que él mesmo dijese no ser contento de lo concertado; {L-13101} y cuando los ruegos y astucias no fuesen de provecho alguno, determinaba {L-13102} usar la fuerza, y con ella ponerla en su libertad; y esto con el miramiento {L-13103} de su crédito, que se podía esperar de quien tanto la amaba. {L-13104} Con esta resolución se fue Maurisa, y esta mesma tomaron luego los {L-13105} pastores que con Elicio estaban, a quien él dio cuenta de sus pensamientos {L-13106} y pidió favor y consejo en tan arduo caso. Luego Tirsi y Damón {L-13107} se ofrecieron de ser aquellos que al padre de Galatea hablarían. {L-13108} Lauso, Arsindo y Erastro, con los cuatro amigos Orompo, Marsilio, Crisio {L-13109} y Orfenio, prometieron de buscar y juntar para el día siguiente {L-13110} sus amigos y poner en obra con ellos cualquiera cosa que por Elicio les {L-13111} fuese mandada. 

{L-13112}      En tratar lo que más caso convenía {L-13113} y en tomar este apuntamiento se pasó lo más de aquella noche, {L-13114} y, la mañana venida, todos los pastores se partieron a cumplir lo {L-13115} que prometido habían, si no fueron Tirsi y Damón, que con {L-13116} Elicio se quedaron. Y aquel mesmo día tomó a venir Maurisa {L-13117} a decir a Elicio cómo Galatea estaba determinada de seguir en todo {L-13118} su parecer. Despidióla Elicio con nuevas promesas y confianza, y {L-13119} con alegre semblante y extraño alborozo estaba esperando el siguiente {L-13120} día por ver la buena o mala salida que la Fortuna daba a su hecho. {L-13121} Llegó en esto la noche, y, recogiéndose con Damón {L-13122} y Tirsi a su cabaña, casi todo el tiempo de ella pasaron en tantear {L-13123} y advertir las dificultades que en aquel negocio podían suceder, {L-13124} si acaso no movían a Aurelio las razones que Tirsi pensaba decirle. {L-13125} Mas Elicio, por dar lugar a los pastores que reposasen, se salió {L-13126} de su cabaña y se subió en una verde cuesta que frontera {L-13127} de ella se levantaba; y allí, con el aparejo de la soledad, revolvía {L-13128} en su memoria todo lo que por Galatea había padecido y lo que temía {L-13129} padecer, si el Cielo a sus intentos no favorecía; y sin salir de {L-13130} esta imaginación, al son de un blando céfiro que mansamente {L-13131} soplaba, con voz suave y baja, comenzó a cantar de esta manera:
  { Sexto y último libro }
    ELICIO
{L-13132}    Si de este herviente mar y golfo insano,
{L-13133} donde tanto amenaza la tormenta,
{L-13134} libro la vida de tan dura afrenta
{L-13135} y toco el suelo venturoso y sano,
 
{L-13136}    al aire alzadas una y otra mano, 5
{L-13137} con alma humilde y voluntad contenta,
{L-13138} haré que Amor conozca, el Cielo sienta
{L-13139} que bien les agradezco soberano.
 
{L-13140}    Llamaré venturosos mis sospiros,
{L-13141} mis lágrimas tendré por agradables, 10
{L-13142} por refrigerio el fuego en que me quemo.
 
{L-13143}    Diré que son de amor los recios tiros,
{L-13144} dulces al alma, al cuerpo saludables,
{L-13145} y que en su bien no hay medio, sino extremo.

{L-13146}      Cuando Elicio acabó su canto, comenzaba {L-13147} a descubrirse por las orientales puertas la fresca aurora, con sus hermosas {L-13148} y variadas mejillas, alegrando el suelo, aljofarando las hierbas y pintando {L-13149} los prados, cuya deseada venida comenzaron luego a saludar las parleras {L-13150} aves con mil suertes de concertadas cantilenas. Levantóse en esto {L-13151} Elicio, y tendió los ojos por la espaciosa campaña; descubrió {L-13152} no lejos dos escuadras de pastores, los cuales, según le pareció, {L-13153} hacia su cabaña se encaminaban, como era la verdad, porque luego {L-13154} conoció que eran sus amigos Arsindo y Lauso, con otros que consigo {L-13155} traían, y los otros, Orompo, Marsilio, Crisio y Orfenio, con todos {L-13156} los más amigos que juntar pudieron. Conocidos, pues, de Elicio, {L-13157} bajó de la cuesta para ir a recebirlos, y, cuando ellos llegaron {L-13158} junto de la cabaña, ya estaban fuera de ella Tirsi y Damón, {L-13159} que a buscar a Elicio iban. Llegaron en esto todos los pastores, y con {L-13160} alegre semblante unos a otros se recibieron. Y luego Lauso, volviéndose {L-13161} a Elicio, le dijo:

{L-13162}      -En la compañía que traemos puedes {L-13163} ver, amigo Elicio, si comenzamos a dar muestras de querer cumplir la palabra {L-13164} que te dimos; todos los que aquí vees vienen con deseo de servirte, {L-13165} aunque en ello aventuren las vidas. Lo que falta es que tú no la {L-13166} hagas en lo que más conviniere.

{L-13167}      Elicio, con las mejores razones que supo, agradeció {L-13168} a Lauso y a los demás la merced que le hacían, y luego les {L-13169} contó todo lo que con Tirsi y Damón estaba concertado de {L-13170} hacerse para salir bien con aquella empresa. Parecióles bien a los {L-13171} pastores lo que Elicio decía; y así, sin más detenerse, {L-13172} hacia el aldea se encaminaron, yendo delante Tirsi y Damón, siguiéndoles {L-13173} todos los demás, que hasta veinte pastores serían, los más {L-13174} gallardos y bien dispuestos que en todas las riberas del Tajo hallarse {L-13175} pudieran; y todos llevaban intención de que, si las razones de Tirsi {L-13176} no movían a que Aurelio la hiciese en lo que le pedían, de {L-13177} usar en su lugar la fuerza y no consentir que Galatea al forastero pastor {L-13178} se entregase, de que iba tan contento Erastro, como si el buen suceso de {L-13179} aquella demanda en sólo su contento de redundar hubiera; porque, {L-13180} a trueco de no ver a Galatea ausente y descontenta, tenía por bien {L-13181} empleado que Elicio la alcanzase, como lo imaginaba, pues tanto Galatea {L-13182} le había de quedar obligada.

{L-13183}      El fin de este amoroso cuento e historia, con {L-13184} los sucesos de Galercio, Lenio y Gelasia, Arsindo y Maurisa, Grisaldo, {L-13185} Artandro y Rosaura, Marsillo y Belisa, con otras cosas sucedidas a los {L-13186} pastores hasta aquí nombrados, en la segunda parte de esta historia {L-13187} se prometen, la cual, si con apacibles voluntades esta primera viere recibida, {L-13188} tendrá atrevimiento de salir con brevedad a ser vista y juzgada {L-13189} de los ojos y entendimiento de las gentes.

FIN