Del sentimiento trĂ¡gico de la vida -Ttragic Sense of Life





Aldous Huxley

Brave New World -- Un mundo feliz



Chapter Seven

CAPÍTULO VII

THE MESA was like a ship becalmed in a strait of lion-coloured dust. The channel wound between precipitous banks, and slanting from one wall to the other across the valley ran a streak of green-the river and its fields. On the prow of that stone ship in the centre of the strait, and seemingly a part of it, a shaped and geometrical outcrop of the naked rock, stood the pueblo of Malpais. Block above block, each story smaller than the one below, the tall houses rose like stepped and amputated pyramids into the blue sky. At their feet lay a straggle of low buildings, a criss-cross of walls; and on three sides the precipices fell sheer into the plain. A few columns of smoke mounted perpendicularly into the windless air and were lost. La altiplanicie era como un navío anclado en un estrecho de polvo leonado. El canal zigzagueaba entre orillas escarpadas, y de un muro a otro corría a través del valle una franja de verdor: el río y sus campos contiguos. En la proa de aquel navío de piedra, en el centro del estrecho, y como formando parte del mismo, se levantaba, como una excrecencia geométrica de la roca desnuda, el pueblo del Malpaís. Bloque sobre bloque, cada piso más pequeño que el inmediato inferior, las altas casas se levantaban como pirámides escalonadas y truncadas en el cielo azul. A sus pies yacía un batiburrillo de edificios bajos y una maraña de muros; en tres de sus lados se abrían sobre el llano sendos Precipicios Verticales. Unas pocas columnas de humo ascendían verticalmente en el aire inmóvil y se desvanecían en lo alto.
"Queer," said Lenina. "Very queer." It was her ordinary word of condemnation. "I don′t like it. And I don′t like that man." She pointed to the Indian guide who had been appointed to take them up to the pueblo. Her feeling was evidently reciprocated; the very back of the man, as he walked along before them, was hostile, sullenly contemptuous. ¡Qué raro es todo esto! dijo Lenina. Muy raro. Era su expresión condenatoria favorita. No me gusta. Y tampoco me gusta este hombre. Señaló al guía indio que debía llevarles al pueblo. Tales sentimientos, evidentemente, eran recíprocos; el hombre les precedía y, por tanto, sólo le veían la espalda, pero aun ésta tenía algo de hostil.
"Besides," she lowered her voice, "he smells." Además agregó Lenina, bajando la voz, apesta.
Bernard did not attempt to deny it. They walked on. Bernard no intentó negarlo. Siguieron andando.
Suddenly it was as though the whole air had come alive and were pulsing, pulsing with the indefatigable movement of blood. Up there, in Malpais, the drums were being beaten. Their feet fell in with the rhythm of that mysterious heart; they quickened their pace. Their path led them to the foot of the precipice. The sides of the great mesa ship towered over them, three hundred feet to the gunwale. De pronto fue como si el aire todo hubiese cobrado ritmo, y latiera, latiera, con el movimiento incansable de la sangre. Allá arriba, en Malpaís, los tambores sonaban: involuntariamente, sus pies se adaptaron al ritmo de aquel misterioso corazón, y aceleraron el paso. El sendero que seguían los llevó al pie del precipicio. Los lados o costados de la gran altiplanicie torreaban por encima de ellos, casi a cien pies de altura.
"I wish we could have brought the plane," said Lenina, looking up resentfully at the blank impending rock-face. "I hate walking. And you feel so small when you′re on the ground at the bottom of a hill." Ojalá hubiésemos traído el helicóptero dijo Lenina, levantando la mirada con enojo ante el muro de roca. Me fastidia andar. ¡Y, en el suelo, uno se siente tan pequeño, a los pies de una colina!
They walked along for some way in the shadow of the mesa, rounded a projection, and there, in a water-worn ravine, was the way up the companion ladder. They climbed. It was a very steep path that zigzagged from side to side of the gully. Sometimes the pulsing of the drums was all but inaudible, at others they seemed to be beating only just round the corner.
When they were half-way up, an eagle flew past so close to them that the wind of his wings blew chill on their faces. In a crevice of the rock lay a pile of bones. It was all oppressively queer, and the Indian smelt stronger and stronger. They emerged at last from the ravine into the full sunlight. The top of the mesa was a flat deck of stone. Cuando estaban en mitad de la ascensión, un águila pasó volando tan cerca de ellos, que sintieron en el rostro la ráfaga de aire frío provocada por sus alas. En una grieta de la roca veíase un montón de huesos. El conjunto resultaba opresivamente extravagante, y el indio despedía un olor cada vez más intenso. Salieron por fin del fondo del barranco a plena luz del sol, la parte superior de la altiplanicie era un llano liso, rocoso.
"Like the Charing-T Tower," was Lenina′s comment. But she was not allowed to enjoy her discovery of this reassuring resemblance for long. A padding of soft feet made them turn round. Naked from throat to navel, their dark brown bodies painted with white lines ("like asphalt tennis courts," Lenina was later to explain), their faces inhuman with daubings of scarlet, black and ochre, two Indians came running along the path. Their black hair was braided with fox fur and red flannel. Cloaks of turkey feathers fluttered from their shoulders; huge feather diadems exploded gaudily round their heads. With every step they took came the clink and rattle of their silver bracelets, their heavy necklaces of bone and turquoise beads. They came on without a word, running quietly in their deerskin moccasins. One of them was holding a feather brush; the other carried, in either hand, what looked at a distance like three or four pieces of thick rope. One of the ropes writhed uneasily, and suddenly Lenina saw that they were snakes. Como la Torre de Charing-T comentó Lenina. Pero no tuvo ocasión de gozar largo rato del descubrimiento de aquel tranquilizador parecido. El rumor aterciopelado de unos pasos los obligó a volverse. Desnudos desde el cuello hasta el ombligo, con sus cuerpos morenos pintados con líneas blancas (como pistas de tenis de asfalto, diría Lenina más tarde) y sus rostros inhumanos cubiertos de arabescos escarlata, negro y ocre, dos indios se acercaban corriendo por el sendero. Llevaban los negros cabellos trenzados con pieles de zorro y franela roja. Pendían de sus hombros sendos mantos de plumas de pavo; y enormes diademas de pluma formaban alegres halos en torno a sus cabezas. A cada paso que daban, sus brazaletes de plata y sus pesados collares de hueso y de cuentas de turquesa entrechocaban y sonaban alegremente. Se aproximaron sin decir palabra, corriendo en silencio con sus pies descalzos con mocasines de piel de ciervo. Uno de ellos empuñaba un cepillo de plumas, el otro llevaba en cada mano lo que a distancia parecían tres o cuatro trozos de cuerda gruesa. Una de las cuerdas se retorcía inquieta, y súbitamente Lenina comprendió que eran serpientes.
The men came nearer and nearer; their dark eyes looked at her, but without giving any sign of recognition, any smallest sign that they had seen her or were aware of her existence. The writhing snake hung limp again with the rest. The men passed.
"I don′t like it," said Lenina. "I don′t like it." No me gusta exclamó Lenina. No me gusta.
She liked even less what awaited her at the entrance to the pueblo, where their guide had left them while he went inside for instructions. The dirt, to start with, the piles of rubbish, the dust, the dogs, the flies. Her face wrinkled up into a grimace of disgust. She held her handkerchief to her nose. Todavía le gustó menos lo que le esperaba a la entrada del pueblo, en donde su guía los dejó solos para entrar a pedir instrucciones. Suciedad, montones de basura, polvo, perros, moscas... Con el rostro distorsionado en una mueca de asco, Lenina, se llevó un pañuelo a la nariz.
"But how can they live like this?" she broke out in a voice of indignant incredulity. (It wasn′t possible.) Pero, ¿cómo pueden vivir así? estalló. En su voz sonaba un matiz de incredulidad indignada. Aquello no era posible.
Bernard shrugged his shoulders philosophically. "Anyhow," he said, "they′ve been doing it for the last five or six thousand years. So I suppose they must be used to it by now." Bernard se encogió filosóficamente de hombros. Piensa que llevan cinco o seis mil años viviendo así dijo. Supongo que a estas alturas ya estarán acostumbrados.
"But cleanliness is next to fordliness," she insisted. Pero la limpieza nos acerca a la fordeza insistió Lenina.
"Yes, and civilization is sterilization," Bernard went on, concluding on a tone of irony the second hypnopædic lesson in elementary hygiene. "But these people have never heard of Our Ford, and they aren′t civilized. So there′s no point in " Sí, y civilización es esterilización prosiguió Bernard, completando así, en tono irónico, la segunda lección hipnopédica de higiene elemental. Pero esta gente no ha oído hablar jamás de Nuestro Ford y no está civilizada. Por consiguiente, es inútil que...
"Oh!" She gripped his arm. "Look." ¡Oh, mira! exclamó Lenina, cogiéndose de su brazo.
An almost naked Indian was very slowly climbing down the ladder from the first-floor terrace of a neighboring houserung after rung, with the tremulous caution of extreme old age. His face was profoundly wrinkled and black, like a mask of obsidian. The toothless mouth had fallen in. At the corners of the lips, and on each side of the chin, a few long bristles gleamed almost white against the dark skin. The long unbraided hair hung down in grey wisps round his face. His body was bent and emaciated to the bone, almost fleshless. Very slowly he came down, pausing at each rung before he ventured another step. Un indio casi desnudo descendía muy lentamente por la escalera de mano de una casa vecina, peldaño tras peldaño, con la temblorosa cautela de la vejez extrema. Su rostro era negro y aparecía muy arrugado, como una máscara de obsidiana. Su boca desdentada se hundía entre sus mejillas. En las comisuras de los labios y a ambos lados del mentón pendían, sobre la piel oscura, unos pocos pelos largos y casi blancos. Los cabellos largos y sueltos colgaban en mechones grises a ambos lados de su rostro. Su cuerpo aparecía encorvado y flaco hasta los huesos, casi descarnado. Bajaba lentamente, deteniéndose en cada peldaño antes de aventurarse a dar otro paso.
"What′s the matter with him?" whispered Lenina. Her eyes were wide with horror and amazement. Pero, ¿qué le pasa? susurró Lenina. En sus ojos se leía el horror y el asombro.
"He′s old, that′s all," Bernard answered as carelessly as he could. He too was startled; but he made an effort to seem unmoved. Nada; sencillamente, es viejo contestó Bernard, aparentando indiferencia, aunque no sentía tal.
"Old?" she repeated. "But the Director′s old; lots of people are old; they′re not like that." ¿Viejo? repitió Lenina. Pero... también el director es viejo; muchas personas son viejas; pero no son así.
"That′s because we don′t allow them to be like that. We preserve them from diseases. We keep their internal secretions artificially balanced at a youthful equilibrium. We don′t permit their magnesium-calcium ratio to fall below what it was at thirty. We give them transfusion of young blood. We keep their metabolism permanently stimulated. So, of course, they don′t look like that. Partly," he added, "because most of them die long before they reach this old creature′s age. Youth almost unimpaired till sixty, and then, crack! the end." Porque no les permitimos ser así. Las preservamos de las enfermedades. Mantenernos sus secreciones internas equilibradas artificialmente de modo que conserven la juventud. No permitimos que su equilibrio de magnesiocalcio descienda por debajo de lo que era en los treinta años. Les damos transfusiones de sangre joven. Estimulamos de manera permanente su metabolismo. Por esto no tienen este aspecto. En parte agregó porque la mayoría mueren antes de alcanzar la edad de este viejo. Juventud casi perfecta hasta los sesenta años, y después, ¡plas!, el final.
But Lenina was not listening. She was watching the old man. Slowly, slowly he came down. His feet touched the ground. He turned. In their deep-sunken orbits his eyes were still extraordinarily bright. They looked at her for a long moment expressionlessly, without surprise, as though she had not been there at all. Then slowly, with bent back the old man hobbled past them and was gone. Pero Lenina no le escuchaba. Miraba al viejo, que seguía bajando lentamente. Al fin, sus pies tocaron el suelo. Y se volvió. Al fondo de las profundas órbitas los ojos aparecían extraordinariamente brillantes, y la miraron un largo momento sin expresión alguna, sin sorpresa, como si Lenina no se hallara presente. Después, lentamente, con el espinazo doblado, el viejo pasó por el lado de ellos y se fue.
"But it′s terrible," Lenina whispered. "It′s awful. We ought not to have come here." She felt in her pocket for her somaonly to discover that, by some unprecedented oversight, she had left the bottle down at the rest-house. Bernard′s pockets were also empty. Pero, ¡esto es terrible! susurró Lenina. ¡Horrible! No debimos haber venido. Buscó su ración de soma en el bolsillo, sólo para descubrir que, por un olvido sin precedentes, se había dejado el frasco en la hospedería. También los bolsillos de Bernard se hallaban vacíos.
Lenina was left to face the horrors of Malpais unaided. They came crowding in on her thick and fast. The spectacle of two young women giving breast to their babies made her blush and turn away her face. She had never seen anything so indecent in her life. And what made it worse was that, instead of tactfully ignoring it, Bernard proceeded to make open comments on this revoltingly viviparous scene. Ashamed, now that the effects of the soma had worn off, of the weakness he had displayed that morning in the hotel, he went out of his way to show himself strong and unorthodox. Lenina tuvo que enfrentarse con los horrores de Malpaís sin ayuda alguna. Y los horrores se sucedieron a sus ojos rápidamente, sin descanso. El espectáculo de dos mujeres jóvenes que amamantaban a sus hijos con su pecho la sonrojó y la obligó a apartar el rostro. En toda su vida no había visto jamás indecencia como aquella. Lo peor era que, en lugar de ignorarlo delicadamente, Bernard no cesaba de formular comentarios sobre aquella repugnante escena vivípara.
"What a wonderfully intimate relationship," he said, deliberately outrageous. "And what an intensity of feeling it must generate! I often think one may have missed something in not having had a mother. And perhaps you′ve missed something in not being a mother, Lenina. Imagine yourself sitting there with a little baby of your own. " ¡Qué relación tan maravillosamente íntima! dijo, en un tono deliberadamente ofensivo. ¡Qué intensidad de sentimientos debe generar! A menudo pienso que es posible que nos hayamos perdido algo muy importante por el hecho de no tener madre. Y quizá tú te hayas perdido algo al no ser madre, Lenina. Imagínate a ti misma sentada aquí, con un hijo tuyo...
"Bernard! How can you?" The passage of an old woman with ophthalmia and a disease of the skin distracted her from her indignation. ¡Bernard! ¿Cómo puedes ... ? El paso de una anciana que sufría de oftalmía y de una enfermedad de la piel la distrajo de su indignación.
"Let′s go away," she begged. "I don′t like it." Vámonos imploró. No me gusta nada.
But at this moment their guide came back and, beckoning them to follow, led the way down the narrow street between the houses. They rounded a corner. A dead dog was lying on a rubbish heap; a woman with a goitre was looking for lice in the hair of a small girl. Their guide halted at the foot of a ladder, raised his hand perpendicularly, then darted it horizontally forward. They did what he mutely commandedclimbed the ladder and walked through the doorway, to which it gave access, into a long narrow room, rather dark and smelling of smoke and cooked grease and long-worn, long-unwashed clothes. At the further end of the room was another doorway, through which came a shaft of sunlight and the noise, very loud and close, of the drums. Pero en aquel momento su guía volvió, e, invitándoles a seguirle, abrió la marcha por una callejuela entre dos hileras de casas. Doblaron una esquina. Un perro muerto yacía en un montón de basura; una mujer con bocio despiojaba a una chiquilla. El guía se detuvo al pie de una escalera de mano, levantó un brazo perpendicularmente, y después lo bajó señalando hacia delante. Lenina y Bernard hicieron lo que el hombre les había ordenado por señas; treparon por la escalera y cruzaron un umbral que daba acceso a una estancia larga y estrecha, muy oscura, y que hedía a humo, a grasa frita y a ropas usadas y sucias. Al otro extremo de la estancia se abría otra puerta a través de la cual les llegaba la luz del sol y el redoble, fuerte y cercano, de los tambores.
They stepped across the threshold and found themselves on a wide terrace. Below them, shut in by the tall houses, was the village square, crowded with Indians. Bright blankets, and feathers in black hair, and the glint of turquoise, and dark skins shining with heat. Lenina put her handkerchief to her nose again. In the open space at the centre of the square were two circular platforms of masonry and trampled claythe roofs, it was evident, of underground chambers; for in the centre of each platform was an open hatchway, with a ladder emerging from the lower darkness. A sound of subterranean flute playing came up and was almost lost in the steady remorseless persistence of the drums. Salieron por esta puerta y se encontraron en una espaciosa terraza. A sus pies, encerrada entre casas altas, se hallaba la plaza del pueblo, atestada de indios. Mantas de vivos colores y plumas en las negras cabelleras, y brillo de turquesas, y de pieles negras que relucían por el sudor. Lenina volvió a llevarse el pañuelo a la nariz. En el espacio abierto situado en el centro de la plaza había dos plataformas circulares de ladrillo y arcilla apisonada que, evidentemente, eran los tejados de dos cámaras subterráneas, porque en el centro de cada plataforma había una escotilla abierta, a cuya negra boca asomaba una escalera de mano. Por las dos escotillas salía un débil son de flautas casi ahogado por el redoble incesante de los tambores.
Lenina liked the drums. Shutting her eyes she abandoned herself to their soft repeated thunder, allowed it to invade her consciousness more and more completely, till at last there was nothing left in the world but that one deep pulse of sound. It reminded her reassuringly of the synthetic noises made at Solidarity Services and Ford′s Day celebrations. "Orgy-porgy," she whispered to herself. These drums beat out just the same rhythms.
There was a sudden startling burst of singinghundreds of male voices crying out fiercely in harsh metallic unison. A few long notes and silence, the thunderous silence of the drums; then shrill, in a neighing treble, the women′s answer. Then again the drums; and once more the men′s deep savage affirmation of their manhood. Se produjo de pronto una explosión de cantos: cientos de voces masculinas gritando briosamente al unísono, en un estallido metálico, áspero. Unas pocas notas muy prolongadas, y un silencio, el silencio tonante de los tambores; después, aguda, en un chillido desafinado, la respuesta de las mujeres. Después, de nuevo los tambores; y una vez más la salvaje afirmación de virilidad de los hombres.
Queeryes. The place was queer, so was the music, so were the clothes and the goitres and the skin diseases and the old people. But the performance itselfthere seemed to be nothing specially queer about that. Raro, sí. El lugar era raro, y también la música, y no menos los vestidos, y los bocios y las enfermedades de la piel, y los viejos. Pero, en cuanto al espectáculo en sí, no resultaba especialmente raro.
"It reminds me of a lower-caste Community Sing," she told Bernard. Me recuerda un Canto de Comunidad de casta inferior dijo a Bernard.
But a little later it was reminding her a good deal less of that innocuous function. For suddenly there had swarmed up from those round chambers underground a ghastly troop of monsters. Hideously masked or painted out of all semblance of humanity, they had tramped out a strange limping dance round the square; round and again round, singing as they went, round and roundeach time a little faster; and the drums had changed and quickened their rhythm, so that it became like the pulsing of fever in the ears; and the crowd had begun to sing with the dancers, louder and louder; and first one woman had shrieked, and then another and another, as though they were being killed; and then suddenly the leader of the dancers broke out of the line, ran to a big wooden chest which was standing at one end of the square, raised the lid and pulled out a pair of black snakes. A great yell went up from the crowd, and all the other dancers ran towards him with out-stretched hands. He tossed the snakes to the first-comers, then dipped back into the chest for more. More and more, black snakes and brown and mottled-he flung them out. And then the dance began again on a different rhythm. Round and round they went with their snakes, snakily, with a soft undulating movement at the knees and hips. Round and round. Then the leader gave a signal, and one after another, all the snakes were flung down in the middle of the square; an old man came up from underground and sprinkled them with corn meal, and from the other hatchway came a woman and sprinkled them with water from a black jar. Then the old man lifted his hand and, startlingly, terrifyingly, there was absolute silence. The drums stopped beating, life seemed to have come to an end. The old man pointed towards the two hatchways that gave entrance to the lower world. And slowly, raised by invisible hands from below, there emerged from the one a painted image of an eagle, from the other that of a man, naked, and nailed to a cross. They hung there, seemingly self-sustained, as though watching. The old man clapped his hands. Naked but for a white cotton breech-cloth, a boy of about eighteen stepped out of the crowd and stood before him, his hands crossed over his chest, his head bowed. The old man made the sign of the cross over him and turned away. Slowly, the boy began to walk round the writhing heap of snakes. He had completed the first circuit and was half-way through the second when, from among the dancers, a tall man wearing the mask of a coyote and holding in his hand a whip of plaited leather, advanced towards him. The boy moved on as though unaware of the other′s existence. The coyote-man raised his whip, there was a long moment of expectancy, then a swift movement, the whistle of the lash and its loud flat-sounding impact on the flesh. The boy′s body quivered; but he made no sound, he walked on at the same slow, steady pace. The coyote struck again, again; and at every blow at first a gasp, and then a deep groan went up from the crowd. The boy walked. Twice, thrice, four times round he went. The blood was streaming. Five times round, six times round. Suddenly Lenina covered her face shish her hands and began to sob. "Oh, stop them, stop them!" she implored. But the whip fell and fell inexorably. Seven times round. Then all at once the boy staggered and, still without a sound, pitched forward on to his face. Bending over him, the old man touched his back with a long white feather, held it up for a moment, crimson, for the people to see then shook it thrice over the snakes. A few drops fell, and suddenly the drums broke out again into a panic of hurrying notes; there was a great shout. The dancers rushed forward, picked up the snakes and ran out of the square. Men, women, children, all the crowd ran after them. A minute later the square was empty, only the boy remained, prone where he had fallen, quite still. Three old women came out of one of the houses, and with some difficulty lifted him and carried him in. The eagle and the man on the cross kept guard for a little while over the empty pueblo; then, as though they had seen enough, sank slowly down through their hatchways, out of sight, into the nether world. Pero poco después le recordó mucho menos aquellas inocentes funciones. Porque, de pronto, de aquellos sótanos circulares había brotado un ejército fantasmal de monstruos. Cubiertos con máscaras horribles o pintados hasta perder todo aspecto humano, habían comenzado a bailar una extraña danza alrededor de la plaza; vueltas y más vueltas, siempre cantando; vueltas y más vueltas, cada vez un poco más de prisa; los tambores habían cambiado y acelerado su ritmo, de modo que ahora recordaban el latir de la fiebre en los oídos; y la muchedumbre había empezado a cantar con los danzarines, cada vez más fuerte; primero una mujer había chillado, y luego otra, y otra, como si las mataran; de pronto, el que conducía a los danzarines se destacó de la hilera, corrió hacia una caja de madera que se hallaba en un extremo de la plaza, levantó la tapa y sacó de ella un par de serpientes negras. Un fuerte alarido brotó de la multitud, y todos los demás danzarines corrieron hacia él tendiendo las manos. El hombre arrojó las serpientes a los que llegar on primero y se volvió hacia la caja para coger más. Más y más, serpientes negras, pardas y moteadas, que iba arrojando a los danzarines. Después la danza se reanudó, con otro ritmo. Los danzarines seguían dando vueltas, con sus serpientes en las manos y serpenteando a su vez, con un movimiento ligeramente ondulatorio de rodillas y caderas. Vueltas y más vueltas. Después el jefe dio una señal y, una tras otra, todas las serpientes fueron arrojadas al centro de la plaza; un viejo salió del subterráneo y les arrojó harina de maíz; por la otra escotilla apareció una mujer y les arrojó agua de un jarro negro. Después el viejo levantó una mano y se hizo un silencio absoluto terrorífico. Los tambores dejaron de sonar; pareció como si la vida hubiese tocado a su fin. El viejo señaló hacia las dos escotillas que daban entrada al mundo inferior. Y lentamente, levantadas por manos invisibles, desde abajo, emergieron, de una de ellas la imagen pintada de una águila, y de la otra de un hombre desnudo y clavado en una cruz. Emergieron y permanecieron suspendidas aparentemente en el aire, como si contemplaran el espectáculo. El anciano dio una palmada. Completamente desnudo excepto una breve toalla de algodón, blanca, un muchacho de unos dieciocho años salió de la multitud y quedóse de pie ante él, con las manos cruzadas sobre el pecho y la cabeza gacha. El anciano trazó la señal de la cruz sobre él y se retiró. Lentamente, el muchacho empezó a dar vueltas en torno del montón de serpientes que se retorcían. Había completado ya la primera vuelta y se hallaba en mitad de la segunda cuando, de entre los danzarines, un hombre alto, que llevaba una máscara de coyote y en la mano un látigo de cuero trenzado, avanzó hacia él. El muchacho siguió caminando como si no se hubiera dado cuenta de la presencia del otro. El hombre coyote levantó el látigo; hubo un largo momento de expectación; después, un rápido movimiento, el silbido del látigo y su impacto en la carne. El cuerpo del muchacho se estremeció, pero no despegó los labios y reanudó la marcha, al mismo paso lento y regular. El coyote volvió a golpear, una y otra vez; cada latigazo provocaba primero una suspensión y después un profundo gemido de la muchedumbre. El muchacho seguía andando. Dio dos vueltas, tres, cuatro. La sangre corría. Cinco vueltas, seis. De pronto, Lenina se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar. ¡Oh, basta, basta! imploro. Pero el látigo seguía cayendo, inexorable. Siete vueltas. De pronto el muchacho vaciló, y, sin exhalar gemido alguno, cayó de cara al suelo. Inclinándose sobre él, el anciano le tocó la espalda con una larga pluma blanca, la levantó en alto un momento, roja de sangre, para que el pueblo la viera, y la sacudió tres veces sobre las serpientes. Cayeron unas pocas gotas, y súbitamente los tambores estallaron en una carrera loca de notas; y se oyó un grito unánime de la multitud. Los danzarines saltaron hacia delante, recogieron las serpientes y huyeron de la plaza. Hombres, mujeres y niños, todos corrieron en pos de ellos. Un minuto después la plaza estaba desierta; sólo quedaba el muchacho, cara al suelo, en el mismo sitio donde se había desplomado, inmóvil. Tres ancianas salieron de una de las casas, y, no sin dificultad, lo levantaron y lo entraron en ella. El águila y el hombre crucificado siguieron montando la guardia un rato ante la plaza desierta; después, como si ya hubiesen visto lo suficiente, se hundieron por las escotillas y desaparecieron en el seno de su mundo subterráneo.
Lenina was still sobbing. "Too awful," she kept repeating, and all Bernard′s consolations were in vain. "Too awful! That blood!" She shuddered. "Oh, I wish I had my soma." There was the sound of feet in the inner room. Lenina todavía sollozaba. ¡Qué horrible! repetía una y otra vez, ante los vanos consuelos de Bernard. ¡Qué horrible! ¡Esa sangre! Se estremeció. ¡Y no tener ni un gramo de soma ! En la habitación interior se oyeron unos pasos.
Lenina did not move, but sat with her face in her hands, unseeing, apart. Only Bernard turned round.
The dress of the young man who now stepped out on to the terrace was Indian; but his plaited hair was straw-coloured, his eyes a pale blue, and his skin a white skin, bronzed. El atuendo del joven que salió a la terraza era indio; pero sus trenzados cabellos eran de color pajizo, sus ojos azules, y su piel blanca, aunque bronceada por el sol.
"Hullo. Good-morrow," said the stranger, in faultless but peculiar English. "You′re civilized, aren′t you? You come from the Other Place, outside the Reservation?" Hola. Buenos días dijo el desconocido, en un inglés correcto, pero algo peculiar. Ustedes son civilizados, ¿verdad? ¿Vienen del Otro Sitio, de fuera de la Reserva?
"Who on earth ?" Bernard began in astonishment. Pero, ¿quién demonios...? empezó Bernard, asombrado.
The young man sighed and shook his head. "A most unhappy gentleman." And, pointing to the bloodstains in the centre of the square, "Do you see that damned spot?" he asked in a voice that trembled with emotion. El joven suspiró y meneó la cabeza. El más desdichado de los caballeros dijo. Y, señalando las manchas de sangre del centro de la plaza, añadió: ¿Ven ustedes esa maldita mancha? Y en su voz temblaba la emoción.
"A gramme is better than a damn," said Lenina mechanically from behind her hands. "I wish I had my soma!" Un gramo es mejor que un taco dijo Lenina, maquinalmente, sin apartar las manos de su rostro. ¡Ojalá tuviera un poco de soma !
"I ought to have been there," the young man went on. "Why wouldn′t they let me be the sacrifice? I′d have gone round ten timestwelve, fifteen. Palowhtiwa only got as far as seven. They could have had twice as much blood from me. The multitudinous seas incarnadine." He flung out his arms in a lavish gesture; then, despairingly, let them fall again. "But they wouldn′t let me. They disliked me for my complexion. It′s always been like that. Always." Tears stood in the young man′s eyes; he was ashamed and turned away. Yo debía estar allá prosiguió el joven. ¿Por qué no me dejan ser la víctima? Yo hubiese dado diez vueltas, doce, acaso quince. Palowhtiwa sólo dio siete. Hubiesen podido sacarme el doble de sangre. Teñir de púrpura los mares multitudinarios. Abrió los brazos en un amplio ademán y luego los dejó caer con desesperación. Sin embargo, no me lo permiten. No les gusto, a causa del color de mi piel. Siempre ha sido así. Siempre. Las lágrimas asomaron a los ojos del joven; avergonzado, apartó el rostro.
Astonishment made Lenina forget the deprivation of soma. She uncovered her face and, for the first time, looked at the stranger. "Do you mean to say that you wanted to be hit with that whip?" El asombro hizo olvidar a Lenina su privación de soma. Descubrió su rostro y, por primera vez, miró al desconocido. ¿Quiere usted decir que deseaba que le azotaran con aquel látigo?
Still averted from her, the young man made a sign of affirmation. "For the sake of the puebloto make the rain come and the corn grow. And to please Pookong and Jesus. And then to show that I can bear pain without crying out. Yes," and his voice suddenly took on a new resonance, he turned with a proud squaring of the shoulders, a proud, defiant lifting of the chin "to show that I′m a man Oh!" He gave a gasp and was silent, gaping. He had seen, for the first time in his life, the face of a girl whose cheeks were not the colour of chocolate or dogskin, whose hair was auburn and permanently waved, and whose expression (amazing novelty!) was one of benevolent interest. Lenina was smiling at him; such a nice-looking boy, she was thinking, and a really beautiful body. The blood rushed up into the young man′s face; he dropped his eyes, raised them again for a moment only to find her still smiling at him, and was so much overcome that he had to turn away and pretend to be looking very hard at something on the other side of the square. Todavía con el rostro apartado, el joven asintió con la cabeza. Por el bien del pueblo; para que llueva y el maíz crezca. Y para agradar a Pukong y a Jesús. Y también para demostrar que puedo soportar el dolor sin gritar. Sí y su voz, súbitamente, cobró una nueva resonancia, y se volvió, cuadrando los hombros y levantando el mentón en actitud de orgullo y de reto, para demostrarles que soy hombre... ¡Oh! Se le cortó el aliento y permaneció en silencio, boqueando. Por primera vez en su vida había visto la cara de una muchacha cuyas mejillas no eran de color de chocolate o de piel de perro, cuyos cabellos eran castaños y ondulados, y cuya expresión (¡asombrosa novedad!) era de benévolo interés. Lenina le sonreía: ¡Qué chico tan guapo! pensaba. Tiene un cuerpo realmente hermoso. La sangre se agolpó en la cara del muchacho; bajó los ojos, volvió a levantarlos un momento sólo para volver a verla sonriéndole, y se sintió tan trastornado que tuvo que volver la cara y fingir que miraba con gran interés algo situado en el otro extremo de la plaza.
Bernard′s questions made a diversion. Who? How? When? From where? Keeping his eyes fixed on Bernard′s face (for so passionately did he long to see Lenina smiling that he simply dared not look at her), the young man tried to explain himself. Linda and heLinda was his mother (the word made Lenina look uncomfortable)were strangers in the Reservation. Linda had come from the Other Place long ago, before he was born, with a man who was his father. (Bernard pricked up his ears.) She had gone walking alone in those mountains over there to the North, had fallen down a steep place and hurt her head. ("Go on, go on," said Bernard excitedly.) Some hunters from Malpais had found her and brought her to the pueblo. As for the man who was his father, Linda had never seen him again. His name was Tomakin. (Yes, "Thomas" was the D.H.C.′s first name.) He must have flown away, back to the Other Place, away without hera bad, unkind, unnatural man. Las preguntas de Bernard aportaron una distracción. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De dónde? Con los ojos fijos en la cara de Bernard (porque deseaba tan apasionadamente ver la sonrisa de Lenina que no se atrevía a mirarla), el muchacho intentó explicarse. Linda y él Linda era su madre (la palabra puso muy violenta a Lenina)eran extranjeros en la Reserva. Linda había llegado del Otro Lugar mucho tiempo atrás, antes de que él naciera, con un hombre que era el padre del joven. (Bernard aguzó el oído.) Linda había ido a dar un paseo, sola por las montañas del Norte, y al caer por un barranco se había herido en la cabeza. Siga, siga dijo Bernard, lleno de excitación. Unos cazadores de Malpaís la habían encontrado y traído al pueblo. En cuanto al hombre que era el padre del muchacho, Linda no había vuelto a verle. Se llamaba Tomakin. (Sí, Thomas era el nombre de pila del D.I.C.). Debió de haberse marchado de nuevo al Otro Lugar, sin ella. Sin duda era un hombre malo, infiel, depravado.
"And so I was born in Malpais," he concluded. "In Malpais." And he shook his head. Y así nací en Malpaís concluyó el joven. En Malpaís. Y movió la cabeza.
The squalor of that little house on the outskirts of the pueblo! ¡Qué inmundicia en aquella casita de las afueras del pueblo!
A space of dust and rubbish separated it from the village. Two famine-stricken dogs were nosing obscenely in the garbage at its door. Inside, when they entered, the twilight stank and was loud with flies. Un trecho cubierto de polvo y de basuras la separaba de la aldea. Ante su puerta, dos perros hambrientos hurgaban de un modo repugnante en la basura. Dentro, cuando ellos entraron, la penumbra hedía y aparecía llena de moscas.
"Linda!" the young man called. ¡Linda! llamó el muchacho.
From the inner room a rather hoarse female voice said, "Coming." Desde el interior, una voz áspera de mujer dijo: ¡Voy!
They waited. In bowls on the floor were the remains of a meal, perhaps of several meals. Esperaron. En el suelo veíanse unas escudillas que contenían los restos de un ágape, o acaso de varios.
The door opened. A very stout blonde squaw stepped across the threshold and stood looking at the strangers staring incredulously, her mouth open. Lenina noticed with disgust that two of the front teeth were missing. And the colour of the ones that remained She shuddered. It was worse than the old man. So fat. And all the lines in her face, the flabbiness, the wrinkles. And the sagging cheeks, with those purplish blotches. And the red veins on her nose, the bloodshot eyes. And that neckthat neck; and the blanket she wore over her headragged and filthy. And under the brown sack-shaped tunic those enormous breasts, the bulge of the stomach, the hips. Oh, much worse than the old man, much worse! And suddenly the creature burst out in a torrent of speech, rushed at her with outstretched arms andFord! Ford! it was too revolting, in another moment she′d be sickpressed her against the bulge, the bosom, and began to kiss her. Ford! to kiss, slobberingly, and smelt too horrible, obviously never had a bath, and simply reeked of that beastly stuff that was put into Delta and Epsilon bottles (no, it wasn′t true about Bernard), positively stank of alcohol. She broke away as quickly as she could. La puerta se abrió. Una india rubia y muy corpulenta cruzó el umbral y se quedó mirando a los forasteros, incrédulamente, boquiabierta. Lenina observó con desagrado que le faltaban dos dientes. Y el color de los que quedaban... Se estremeció. Era peor que el viejo. ¡Y tan gorda! Una cara abotagada, cubierta de arrugas. ¡Y aquellas mejillas flácidas, con manchas purpúreas! ¡Y aquellas venas rojas en la nariz! ¡Y aquellos ojos inyectados en sangre! ¡Y aquel cuello ...! ¡Aquel cuello! ¡Y la manta que llevaba en la cabeza, vieja y sucia! Y bajo la túnica áspera, de color pardo, aquellos pechos enormes, la redondez del estómago, las caderas... ¡Oh, mucho peor que el viejo, muchísimo peor! Y, de pronto, aquel ser estalló en un torrente de palabras, corrió hacia Lenina y... (¡Ford! ¡Ford! Era algo asqueroso; en otro momento hubiera podido marearse)... y la estrechó contra su vientre, contra su pecho, y empezó a besarla. ¡Ford!, a besarla, babeándole.
A blubbered and distorted face confronted her; the creature was crying. Ante ella vio un rostro hinchado y distorsionado; aquella criatura lloraba.
"Oh, my dear, my dear." The torrent of words flowed sobbingly. "If you knew how gladafter all these years! A civilized face. Yes, and civilized clothes. Because I thought I should never see a piece of real acetate silk again." She fingered the sleeve of Lenina′s shirt. The nails were black. "And those adorable viscose velveteen shorts! Do you know, dear, I′ve still got my old clothes, the ones I came in, put away in a box. I′ll show them you afterwards. Though, of course, the acetate has all gone into holes. But such a lovely white bandolierthough I must say your green morocco is even lovelier. Not that it did me much good, that bandolier." Her tears began to flow again. "I suppose John told you. What I had to sufferand not a gramme of soma to be had. Only a drink of mescal every now and then, when Popé used to bring it. Popé is a boy I used to know. But it makes you feel so bad afterwards. the mescal does, and you′re sick with the peyotl; besides it always made that awful feeling of being ashamed much worse the next day. And I was so ashamed. Just think of it: me, a Betahaving a baby: put yourself in my place." (The mere suggestion made Lenina shudder.) "Though it wasn′t my fault, I swear; because I still don′t know how it happened, seeing that I did all the Malthusian Drillyou know, by numbers, One, two, three, four, always, I swear it; but all the same it happened, and of course there wasn′t anything like an Abortion Centre here. Is it still down in Chelsea, by the way?" she asked. Lenina nodded. "And still floodlighted on Tuesdays and Fridays?" Lenina nodded again. "That lovely pink glass tower!" Poor Linda lifted her face and with closed eyes ecstatically contemplated the bright remembered image. "And the river at night," she whispered. Great tears oozed slowly out from behind her tight-shut eyelids. "And flying back in the evening from Stoke Poges. And then a hot bath and vibro-vacuum massage But there." She drew a deep breath, shook her head, opened her eyes again, sniffed once or twice, then blew her nose on her fingers and wiped them on the skirt of her tunic. "Oh, I′m so sorry," she said in response to Lenina′s involuntary grimace of disgust. "I oughtn′t to have done that. I′m sorry. But what are you to do when there aren′t any handkerchiefs? I remember how it used to upset me, all that dirt, and nothing being aseptic. I had an awful cut on my head when they first brought me here. You can′t imagine what they used to put on it. Filth, just filth. ′Civilization is Sterilization,′ I used to say t them. And ′Streptocock-Gee to Banbury-T, to see a fine bathroom and W.C.′ as though they were children. But of course they didn′t understand. How should they? And in the end I suppose I got used to it. And anyhow, how can you keep things clean when there isn′t hot water laid on? And look at these clothes. This beastly wool isn′t like acetate. It lasts and lasts. And you′re supposed to mend it if it gets torn. But I′m a Beta; I worked in the Fertilizing Room; nobody ever taught me to do anything like that. It wasn′t my business. Besides, it never used to be right to mend clothes. Throw them away when they′ve got holes in them and buy new. ′The more stitches, the less riches.′ Isn′t that right? Mending′s anti-social. But it′s all different here. It′s like living with lunatics. Everything they do is mad." She looked round; saw John and Bernard had left them and were walking up and down in the dust and garbage outside the house; but, none the less confidentially lowering her voice, and leaning, while Lenina stiffened and shrank, so close that the blown reek of embryo-poison stirred the hair on her cheek. "For instance," she hoarsely whispered, "take the way they have one another here. Mad, I tell you, absolutely mad. Everybody belongs to every one elsedon′t they? don′t they?" she insisted, tugging at Lenina′s sleeve. Lenina nodded her averted head, let out the breath she had been holding and managed to draw another one, relatively untainted. "Well, here," the other went on, "nobody′s supposed to belong to more than one person. And if you have people in the ordinary way, the others think you′re wicked and anti-social. They hate and despise you. Once a lot of women came and made a scene because their men came to see me. Well, why not? And then they rushed at me No, it was too awful. I can′t tell you about it." Linda covered her face with her hands and shuddered. "They′re so hateful, the women here. Mad, mad and cruel. And of course they don′t know anything about Malthusian Drill, or bottles, or decanting, or anything of that sort. So they′re having children all the timelike dogs. It′s too revolting. And to think that I Oh, Ford, Ford, Ford! And yet John was a great comfort to me. I don′t know what I should have done without him. Even though he did get so upset whenever a man Quite as a tiny boy, even. Once (but that was when he was bigger) he tried to kill poor Waihusiwaor was it Popé?just because I used to have them sometimes. Because I never could make him understand that that was what civilized people ought to do. Being mad′s infectious I believe. Anyhow, John seems to have caught it from the Indians. Because, of course, he was with them a lot. Even though they always were so beastly to him and wouldn′t let him do all the things the other boys did. Which was a good thing in a way, because it made it easier for me to condition him a little. Though you′ve no idea how difficult that is. There′s so much one doesn′t know; it wasn′t my business to know. I mean, when a child asks you how a helicopter works or who made the worldwell, what are you to answer if you′re a Beta and have always worked in the Fertilizing Room? What are you to answer? ¡Oh, querida! El torrente de palabras fluía entre sollozos. ¡Si supieras cuán feliz soy! ¡Después de tantos años! ¡Una cara civilizada! ¡Sí, y ropas civilizadas! Creí que no volvería a ver jamás una prenda de auténtica seda al acetato. Tocó la manga de la blusa de Lenina. Sus uñas aparecían negras. ¡Y esos preciosos pantalones cortos de pana de viscosa! ¿Sabes? Todavía tengo mis vestidos viejos, los que llevaba cuando vine aquí, guardados en una caja. Después te los enseñaré. Aunque, desde luego, el acetato se ha agujereado del todo. Pero todavía tengo una cartuchera blanca estupenda; aunque la verdad es que la tuya, de cuero verde, todavía es más bonita. ¡Para lo que me sirvió, mi cartuchera! Y de nuevo se echó a llorar. Supongo que John ya os lo ha contado. ¡Lo que tuve que sufrir! ¡Y sin un gramo de soma!Sólo un trago de mescal de vez en cuando, cuando Popé me lo traía. Popé es un muchacho que era amigo mío. Pero elmescal deja una resaca terrible, y el peyotl marca; además, al día siguiente todavía me sentía más avergonzada. Y lo estaba mucho. Piénsalo por un momento: yo, una Beta, tener un hijo; ponte en mi sitio. La sugerencia hizo estremecer a Lenina. Aunque no fue mía la culpa, lo juro; todavía no sé cómo pudo ocurrir, teniendo en cuenta que hice todos los ejercicios malthusianos, ya sabes, por tiempos: uno, dos, tres, cuatro. Lo juro; pero el caso es que ocurrió; y, naturalmente, aquí no había ni un solo Centro Abortivo. Grandes lagrimones escapaban por entre sus párpados cerrados. Y el viaje de regreso de Stoke Poges, en avión, por la noche... Y luego un baño caliente y el masaje mecánico... Aquí, en cambio...

Aspiró una profunda bocanada de aire, movió la cabeza, volvió a abrir los ojos, se sorbió los mocos un par de veces, luego se sonó con los dedos y se los secó con la falda.

¡Oh, perdón! dijo, en respuesta a la involuntaria mueca de asco de Lenina. No debí hacerlo. Perdón. Pero, ¿qué se puede hacer cuando no hay pañuelos? Recuerdo cómo me trastornaba toda esta suciedad, la falta de asepsia. Cuando me trajeron aquí tenía una herida horrible en la cabeza. No puedes figurarte lo que me ponían en ella.

Porquerías, sólo porquerías. Civilización es Esterilización, solía decirles yo. Y Arre, estreptococos, a Banbury-T, a ver cuartos de baño y retretes espléndidos, como si fueran niños. Pero, claro, no me entendían. Imposible. Y, al fin, supongo que me acostumbré. Por otra parte, ¿cómo se puede tener higiene si no hay una instalación de agua caliente? Mira esas ropas. La lana animal no es como el acetato. Dura eternidades.

Y si se desgarra se supone que una la remienda. Pero yo soy una Beta; yo trabajaba en la Sala de Fecundación; nadie me enseñó jamás a hacer estas cosas. No era asunto de mi incumbencia. Además, no era bien visto. Cuando los vestidos se estropeaban había que tirarlos y comprar otros nuevos. A más remiendos, menos dinero. ¿No es verdad? Los remiendos eran antisociales. Pero aquí todo es diferente. Es como vivir entre locos.

Todo lo que hacen es pura locura. Linda miró a su alrededor; vio que John y Bernard las habían dejado solas y paseaban entre el polvo y la basura del exterior; aun así, bajó confidencialmente la voz y acercó tanto los labios a la oreja de Lenina que el hálito de veneno embrional agitó la pelusilla de su mejilla.

Por ejemplo susurró, la forma en que la gente de aquí se empareja. Una locura, te lo aseguro, una auténtica locura. Todo el mundo pertenece a todo el mundo, ¿no es cierto? ¿No es cierto? insistió, tirando a Lenina de la manga. Lenina, apartando la cabeza, asintió, soltó el aire que hasta entonces habla contenido y aspiró una nueva bocanada relativamente libre de malos olores. Pues bien prosiguió Linda, aquí se supone que una sólo puede pertenecer a otra persona. Y si aceptas tratos con otros hombres te consideran mala y antisocial. Te odian y te desprecian. Una vez acudió un grupo de mujeres y armaron un escándalo porque sus hombres venían a verme. Bueno, ¿y por qué no? Y me pegaron la gran paliza... Fue horrible. No, no puedo contártelo.

Linda se tapó la cara con las manos y se estremeció. Son odiosas, las mujeres de aquí. Locas, locas y crueles. Y, desde luego, no saben nada de ejercicios malthusianos, ni de frascos, ni de decantación, ni de nada. Por esto constantemente tienen hijos... como perras. Es asqueroso. Y pensar que yo... ¡Oh, Ford, Ford, Ford! Y, sin embargo, John fue un gran consuelo para mí. No sé qué hubiese hecho yo sin él. A pesar de que se ponía como loco cada vez que un hombre... Ya cuando era niño, no creas. Una vez, cuando ya era mayorcito, quiso matar al pobre Waihusiwa, o a Popé, no lo recuerdo bien, sólo porque alguna que otra vez venían a verme. Nunca logré que comprendiera que así es como debían obrar las personas civilizadas. Yo creo que la locura es contagiosa. En todo caso, John parece habérsela contagiado de los indios. Porque, naturalmente, convivió mucho con ellos. A pesar de que se portaban muy mal con él y no le dejaban hacer lo que los demás muchachos hacían. Lo cual, en cierta manera, fue una suerte, porque así me fue más fácil condicionarse un poco. Aunque no tienes idea de cuán difícil es. ¡Hay tantas cosas que una no sabe! No tenía por qué saberlas, claro.

Quiero decir que, cuando un niño te pregunta cómo funciona un helicóptero o quién hizo el mundo... bueno, ¿qué puedes contestar si eres una Beta y siempre has trabajado en la Sala de Fecundación? ¿Que puedes contestar?