XIII. UN MORO LATINADO     BIEN GELO ENTENDIO (v.2667)*

            * Este estudio es una adaptación de mi artículo Relación semántica y etimológica entre latinado” (“latino”, “ladino”) y paladino”, “Boletín de la Real Academia”, 53, 1973, pp. 535-542.

            Se lee en Mio Cid II que yendo los Infantes de Valencia a Carrión, con sus esposas y séquito, se detuvieron a hacer noche en casa del moro Abengalbón, que era muy buen amigo del Cid.  El moro se portó con ellos de lo más generoso y hospitalario; los Infantes, en cambio, llevados de su ambición, platicaron entre sí de cómo darle muerte y apoderarse de sus cuantiosas riquezas:

                            si pudiessemos matar     el moro Avengalvon,

                            quanta riquiza tiene     aver la iemos nos (2662-63).

Aconteció, sin ellos esperarlo, que un moro latinado se enteró de los planes y avisó debidamente a su señor:

                            un moro latinado     bien gelo entendio;

                            non tiene poridad,     dixolo [a] Avengalvon (2667-68).

            Comentando este texto, Ángel de los Ríos y Ríos interpretó latinado en un sentido muy literal, como que sabía latín, y deducía que los Infantes, como leoneses, usaron entre sí esa lengua.1  Tal interpretación peca de ser demasiado elaborada y complicada, si se tiene en cuenta que en Mio Cid se dan muchos otros pasajes en que los hermanos se apartan para conspirar o platicar de sus problemas, y no se hace mención del latín; es más -se expondrá con mayores detalles más adelante-, siempre habría alguien por allí cerca que se enterara del asunto con disimulo.

            Menéndez Pidal, sin titubear, dice que Á. de los Ríos «disparata», y a su vez propone, aduciendo una valiosa documentación externa, que latinado es igual a «ladino, que sabe romance».2  Esta interpretación, a primera vista más convincente, tampoco me parece justificable desde el punto de vista de Mio Cid. A todo lo largo de la obra aparecen con frecuencia moros que entienden y conversan en romance sin dificultad alguna y sin intérpretes, no mencionándose para nada el árabe.

            Por mi parte, creo que el juglar, al usar aquí un vocablo tan inusitado como latinado, intentaba caracterizar a este moro como muy diferente de los demás; según se colige fácilmente del contexto, éste era un moro con un oficio muy singular, que consistía en enterarse disimuladamente de los planes secretos de los Infantes para informar de ellos al interesado, que en este caso era su señor, Abengalbón.  En términos más modernos, a ese moro le llamaríamos espía o agente secreto, comisionado, como profesional, para vigilar al enemigo sin que éste se percatase de ello.

            Esta interpretación, al contrario de las otras dos comentadas, además de sugerirse en el contexto, encaja perfectamente en la estructura de la Razón.  Situaciones semejantes de complot, de charlas secretas, ocurren a menudo; en casi todas ellas se nos habla de un personaje que disimuladamente se entera e informa al interesado, su señor, o impide que la conspiración tenga éxito completo. Así pues, la primera vez que los dos hermanos platican aparte de su miedo al combate, Muño Gustioz oye la charla privada e informa al Campeador:

                            Amos hermanos     apart salidos son…

                            Oyo la poridad     aquel Muño Gustioz,

                            vino con estas nuevas    a mio Çid Ruy Diaz el Campeador [(2319, 2324-2325).

            Una situación semejante es la que sigue al ultraje de Corpes; los Infantes -recuérdese- habían dado a todos sus acompañantes la orden de retirarse y dejarlos en privado con sus esposas:

                            Assi lo mandaron    los ifantes de Carrion

                            que non i fincas ninguno,    mugier nin varon (2708-09).

            Todos obedecieron, al parecer; a corta distancia, FélezMuñoz se quedó rezagado y, ocultándose en la espesura, esperó hasta ver a sus primas:

                            manderon le ir adelante     mas de su grado non fue…

                            en un monte espesso     Felez Muñoz se metio

                            fastia que viessevenir     sus primas amas a dos

                            o que an fecho     los ifantes de Carrión (2766, 2769-71).

            En esto ve venir a los Infantes solos y pudo oír lo que venían hablando, sin que los otros sospecharan.  De haberle visto, le habrían dado muerte:

                            Violos venir     e oyo una razon,

                            ellos nol vien     ni dend sabien raçion;

                            sabet bien que si ellos le viessen     non escapara de muert [(2772-74)]

            Con autoridad se había dicho que, al partir la comitiva para Carrión, le sobrevinieron al Cid, por vez primera, ciertas dudas sobre los Infantes:

                            Violo en los avueros     el que en buen ora çinxo espada

                            que estos casamientos    non serien sin alguna tacha (2615-16).

            Consecuentemente decide comisionar a Félez Muñoz para que esté al cuidado de sus primas (le dice para no alarmar) y le informe debidamente (2620-22). En realidad era la vigilancia de los Infantes la que le confiaba, como en otra ocasión -en el Cantar de las Bodas- se la había confiado a Pero Bermúdez y Muño Gustioz:

                            e a don Fernando e a don Diego     aguardar los mando

                            a Pero Vermuez     e Muño Gustioz

                            -en casa de mio Çid     non a dos mejores-

                            que sopiessen sos mañas     de los ifantesde Carrión (2168-71).

            Pero Bermúdez, en su función de vigilante, descubrió la cobardía de Fernando en la batalla contra Búcar; en un principio trató de encubrirla (2340) ¡pues era hombre de poco hablar!-, pero sólo para que su descubrimiento fuera más dramático a la hora de retar al de Carrión (3313).

            El claro paralelismo que existe entre estas situaciones y la similitud de oficios de estos personajes inducen a establecer que el moro de Abengalbón era un individuo comisionado por su señor para vigilar a los Infantes, y que latinado debía de ser un término especializado que propiamente quería decir «oculto o secreto», encerrado connotaciones de «sagaz y taimado»; recuérdese que de Pero Bermúdez y Muño Gustioz se había dicho:

                            -en casa de mio Çid     non a dos mejores-

                            que sopiessen sosmañas     de los ifantesde Carrion (2170-71).

            En una de las prosificaciones del Cantar, al llegar a este verso se habla de un «moro que era ladino».3   Según la Crónica general, ladino se decía del moro que pasaba por cristiano -para lo cual se precisaba más que saber romance- («moro tan ladino que semejava christiano).4  Si comparamos todos estos textos y contextos, hemos de concluir que los dos vocablos, latinado y ladino, son sinónimos y que, aplicados a personas, eran indicativos de su peculiar sagacidad y astucia en disfrazarse. El criterio de la lengua no era el criterio del autor del Cantar; en el XI y XII eran múltiples y muy rudimentarios los dialectos peninsulares, y el acento dificilmente tendría para aquellas gentes sin fronteras fijas el valor discriminatorio que tiene para nosotros, con nuestra clara conciencia lingüística.  Latinado y ladino tenían que ver primariamente con el latín; un texto en esa lengua era para aquellas gentes iletradas, que escuchaban al juglar, un texto oscuro e ininteligible.  Metafóricamente se aplicaban los términos a los individuos que, como los mencionados moros, ocultaban su verdadera personalidad, para lo cual se requería que fuesen «sagaces, astutos, taimados».5

APÉNDICE SOBRE PALADINO

            Quiero fer una prosa     en román paladino (Berceo,Sdom, est. 2)

            En este pasaje bien conocido de Berceo, paladino, que significa «claro, popular», se contrapone a latino, que es de formación culta y sinónimo y homólogo de latinado y ladino:

            Quiero fer una prosa     en román paladino,

            en qual suele el pueblo    fablar a su veçino,

            ca non so tan letrado     por fer otro latino.

            Si paladino nos clarifica el significado de su opuesto latino, latinado y ladino, éstos, a su vez, nos valen para descifrar la estructuración etimológica de aquél.  A este respecto, se hallan divididos los filólogos entre los que quieren ver en paladino una prolongación de PALAM (-abiertamente),6 adverbio documentado en en el latín de todas las épocas y que sobrevivió en algunas lenguas romances como adjetivo, y otros -que, aunque menos numerosos, parecen dominar la opinión hoy día- que prefieren derivarlo del cuasi-homónimo PALATINUM (=relativo a palacio), adjetivo del latín clásico, muy raro en el medieval.  Los partidarios de PALAM (arguyen los otros con razón) no han podido explicar satisfactoriamente el fenómeno del sufijo -dino; los de PALATINUM (rebaten con no menos razón los demás) no han podido demostrar la supervivencia de este adjetivo en el latín del medievo, y aún menos el paso del significado del étimo a la acepción única de «manifiesto» que tiene paladino en nuestros viejos textos.7  En verdad, la cuestión está aún sub judice.

            Por mi parte, soy partidario de PALAM y resuelvo la dificultad de los adversarios proponiendo que no se trata de un sufijo -dino, sino de un compuesto con -ladino-.  El término castellano es, pues, el resultado de la integración de PALAM + LATINUM; su significado literal de «latín claro» designaba la lengua común, en contraposición al latinum obscurum, la lengua de los clérigos y letrados.8

            El román paladino de Berceo era la lenguaje común, que ,habiendo sido ROMANUM y LATINUM en sus orígines, distaba ya mucho de la lengua madre.  Román era un galicismo inusitado en el castellano, que el poeta riojano se sintió inclinado a glosar con paladino, vocablo bastante común.  Junto a éste es forzoso examinar sus emparentados verbales, también del XII, paladinar, espaladinar, despaladinar, cuyo sentido general es el de «divulgar» o decir algo en lenguaje popular, inteligible a todos.

            La preferencia de todo esta familia de vocablos por asociarse a otros relativos a la comunicación, oral o escrita, de ideas indica su afinidad con el étimo LATINUM y su lejana de PALATINUM;9 añádase que los defensores de PALATINUM, lejos de poder explicar el tránsito del significado literal de «palaciego» al de «manifiesto y popular» (Berceo), parecen perder de vista la repugnancia que convencionalmente media entre ellos: palaciego o cortesano siempre se opuso a vecino ordinario; palacio y corte, a plaza y mercado, donde éste concurría para escuchar los romances.  Una última observación es que todos estos vocablos afloraron en escritos precisamente de clérigos y traductores de palacio de XIII -como sucederá con su sustituto «romancear» en el XV-, cuya característica literaria más relevante era la de divulgar los textos oscuros, la de desenmascarar la cultura poniéndola a la evidencia de todos; la sacaron de los monasterios y palacios a las plazas y mercados públicos.  En realidad, para ellos, paladinar era lo mismo que des-paladino, igual a des-latinado: traducido del latín al castellano. 

















































1. Exactitud histórica y geográfica del Poema del Cid, “Revista de España”, 71, 1879, p. 532.

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2. CMC, II, p. 129, v. “latinado” y nota.

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3. Menéndez Pidal, ibidem.

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4.  Cf. C. Michaꫩs, en “Revista Lusitana”, III, p. 357, y J. Corominas, “ladino”, s. v., en Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (Berna, Francke, 1957). En aquellos años de luchas intestinas entre moros y castellanos —quiérase o no, de guerra civil—, uno y otro bando se valdrían de agentes secretos que supieran infiltrarse en las líneas hostiles. Del Cid sabemos bien, por el Cantar del Destierro, que arrojaba de entre los suyos a los moros antes de entrar en la materia de sus consultas secretas:

Todos los moros e las moras   de fuera los manda echar

Que non sopiesse ninguno   esta su paridad (679-80).

En el transcurso de los años, ladino suplantaría definitivamente a latinado; lo más curioso es que hoy en día, cuando el mismo ladino es raro, de un individuo muy astuto se dice que sabe latín. No estamos, pues, tan lejos del juglar.

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5. De acuerdo con mi interpretación, pues, queda resuelto el problema que se planteaba Corominas (ibídem): “En cuanto a la ac[ecpción] moderna [de paladino] ‘sagaz’, ya documentada por Aut. en Fr. Hernando de Santiago (1596) y en otros autores del siglo de Oro, es difícil asegurar de cuál de las dos acs. Medievales procede: puede venir del moro ladino, que como tal como conocedor del romance podía desenvolverse mejor en tierra de cristiano, y así ladino en la tierra significa ‘práctico’ en el G. de Alfarache (Cl. C. II, 118), pero no es menos fácil pasar de ‘culto’ a ‘sagaz y astuto’; es posible que las dos corrientes coincidieran en dicho resultado.

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6. Para la documentación y más amplia información sobre todas estas cuestiones remito al lector al estupendo artículo de Y. Malkiel, Old Spanish paladino”, “palaciano”, “palanciano”, “palaciego”, en PMLA, 65, 1950, pp. 944-974. Como el título sugiere, el autor es defensor de la etimología PALATINUM; la documentación que ofrece es casi exhaustiva, y sus conclusiones serían aceptables si no fuera porque se basa en una hipótesis personal, con la consecuente petición de principio en su argumentación. El articulista afirma que el adjetivo latino de la época clásica se perpetuó en la Península Ibérica en el lenguaje de las gentes, como si no fuera eso lo que habría que probar: “Classical Latin PALATINUS has been perpetuated by Word of mouth (with the unavoidable semantic shifts attendant upon this mode of transmission) only on Iberian soil” (p. 958).

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7. Los viejos traductores castellanos, llevados de cierta subconsciencia etimológica, traducían a veces PALAM por paladino; al único ejemplo que menciona Malkiel (p. 953) de Los fueros de Aragón (ed. Tilander, § 190) deberán sumarse los muchos que se encuentran en las traducciones de la Biblia, en Números, 2, 14, y Deuteronomio, 3, 13, (Biblia medieval romanceada, I, Pentateuco, ed. A. Castro, Buenos Aires, 1927) en Marcos, 4,  22; 8, 32; Lucas, 8, 17; Juan, 7, 4; 13, 26; 10, 24; 11, 54; 16, 25, 29; 18, 20; Romanos, 10, 20; Colosenses, 2, 15 (El Nuevo Testamento según el manuscrito escurialense I-I-6, ed. cit.); es decir, que en esta última fuente el PALAM de la Vulgata se traduce sistemáticamente como paladino (en variedad de flexiones).

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8. En un documento latino del sur de España se aconsejaba expresamente a las personas cultas que “hablasen latín oscuramente” en vez de usar un “latín arromanzado” (compárese con el paladino y el “ençerrado latín” de Berceo, SDom., est. 2 y 609, respectivamente), inteligible a todos: “Ille est vituperandus qui loquitur latinum circa romançum (var. “romancum”), maxime coram laicis, ita quod ipsi met intelligunt totum; et ille est laudandus qui Samper loquitur latinum obscure, ita quod nullus intelligat eum nisi clerici; et ita debent omnes clerici loqui latinum suum obscure in quantum possunt et non circa romançium. Si vis esse sapiens allicui vivendi non dicas secretum tuum” (citado por Menéndez Pidal en Origenes del español, Madrid, Espasa-Calpe, 1964, p. 459). El reverso de la expresión loqui latunum obscure (u obscure latinum), que aparece repetida en el texto con el adverbio, no era normalmente l. l. Circa romançium, ya que este término era un neologismo en latín del XIII, que suponía ya un intento de latinización del término romance. Tal expresión debía de ser loqui palam latinum, cuya equivalencia literal en castellano está documentada en la Tercera crónica general, lib. IV, cap. III: “yo era mozo pequeño, cautiváronme los cristianos, e allí aprendí a fablar paladinamente ladino” (cf. Malkiel, op. cit., p. 968, y Dic. Aut., IV, p. 88).

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9. Los partidarios de la relación PALATINUM-paladino suelen aducir en apoyo de su tesis el siguiente testimonio de las Partidas, p. 2, t. 9, l. 29: “Palacio es dicho aquel logar do el rey se ayunta paladinamente para fablar con los homes.” Al hacerlo violentan la estrucura gramatical, ya que paladinamente, no modifica a “es dicho”, sino a “se ayunta… para hablar”, lo cual, evidentemente, refuerza la interpretación que aquí se defiende; examínese en conjunto con estas otras asociaciones: román paladino; voz paladina; estoria paladino; fablaré muy paladino; dixo paladina miente; fablar paladinamente ladino; lengua paladina (cf. Malkiel, art. cit., p. 968, para la documentación de estos ejemplos). Pérez de Guzmán, reifiriéndose a la Crónica sarracina, dice de ella que era “trufa o mentira paladina” (Introd. a Generaciones y semblanzas). Paladino en su sentido más directo suele contraponerse a “oscuro”: “Paladinas… escuras” (bis). No obstante, se contrapone asimismo a términos que encierran connotaciones de “escondido y maliciosamente disimulado” (recuérdese el moro de Abengalbón): a furto o a paladino (bis); paladino-cubierto; a furto e a paladinas (bis); en escondido o paladino; en çelado nin en paladinas; paladina ment ni en escondido (cf. Malkiel, ibídem).

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