XII. VERA MIENTRE SON HERMANOS, / DESTO QUE ELLOS FABLARON (v.2538-39)*El narrador de la Gesta de Mio Cid , como es bien sabido, centra la acción de manera muy prominente sobre la persona del Campeador, quien preside sobre sus vasallos; quien se cuida de su esposa e hijas; quien sirve a su rey. En la Razón , en cambio, el narrador abre el objetivo de su cámara para dar acceso, dentro de la acción principal, a la «familia» del Cid; así pues, muy consciente de su arte, introduce una fórmula característica: los del Campeador -ausente de los dos primeros cantares- (2284, 3534, 3540, 3556, 3561, 3564, 3571, 3573, 3589, 3613, 3712), la cual adquiere relieve si se contrapone al concepto de bando , que se reserva para el grupo de Carrión (3010, 3113, 3136, 3162, 3577; el término es asimismo propio del Cantar de la Afrenta). En la Razón no era el mero vasallaje lo que unía entre sí a los del Campeador , sino íntimos vínculos de parentesco: los yernos del Cid son cuñados (2517) de Minaya; las fijas del Campeador (2551, 2555, 2584, 2661) son aquí primas (2619, 2777, 2778 [ bis ], 2786, 2797, 2846, 2858) de Minaya y Félez Muñoz; son primas cormanas (3303) de Pero Bermúdez. Los Infantes de Carrión, al casar con las hijas del Cid, pasaron a formar parte de la familia, apareciendo unidos a ella -al menos físicamente-, ora bajo el concepto de espacio (2278 7 ss.), ora bajo la amenaza de Búcar (2315 y ss.), ora en el reparto del botín (2468 y ss.), ora en la celebración de cortes (2511 y ss.). La fábula del cantar se va a montar, precisamente, sobre la unión de la familia y la ruptura alevosa de los Infantes: ante la amenaza de la fiera, los dos hermanos se apartan del grupo y se esconden (2287, 2290). Ante la amenaza del moro, los dos hermanos salen apart (2319) y, mientras los demás habían contemplado las ganancias de la batalla, ellos ponderan los peligros (2322-23); en la celebración de cortes, para tratar, sin duda, de nuevas campañas bélicas, los dos hermanos se apartan de nuevo, esta vez para decidir portar fin a sus lazos con los del Campeador , quienes no cesaban de burlarse de ellos: Por aquestos guegos que ivan levantando e las noches e los dias tan mal los escarmentando tan mal se conssejaron estos iffantes amos; amos salieron apart -vera mientre son hermanos- desto que ellos fablaron nos parte non ayamos: «Vayamos pora Carrion, aqui mucho detardamos (2535 y ss.). Los versos 2538-39 son los que aquí me interesa revisar, para darles una puntuación que esté más de acuerdo con el sentido y estilo del contexto. Según la lectura más común entre los editores de Mio Cid, desto que ellos fablaron viene a ser una especie de aparte donde el juglar se sale de la narración con el fin de amonestar a su público, incluyéndose a sí mismo en el nos . Tal tipo de aparte, sin embargo, brilla por su ausencia en todo Mio Cid , donde las fórmulas de dirección al público son frecuentísimas, pero siempre en segunda persona, con un vos explícito o implícito, como sujeto o como complemento, mas nunca un nos donde se asocien voz y destinatario . Sólo al final del Cantar III, cuando ya había terminado la narración propiamente dicha y la voz baja de tono declamatorio en digresión de despedida, se emplearía un nos (3708, 3710, 3728) donde juglar y oyentes se unían en reflexión y ponderación moral. El sentido de estos versos, según la versión de Menéndez Pidal, es que «se conocía que los dos eran verdaderamente hermanos en que se salieron aparte»; sin embargo, de acuerdo con otros pasajes, no era ése el signo de parentesco entre los individuos; Martín Antolínez no era pariente de Raquel y Vidas y, al tratar con ellos, se dice que se apartaron : Non lo detardan, todos tres se apartaron (105).El signo del parentesco era, en cambio, el mutuo sentir en las resoluciones, la unanimidad de consejo, que si versaba sobre un asunto noble, repercutía en gloria para todos los miembros, y si versaba sobre un asunto ignominioso -como en este caso-, demostraba que eran los vínculos de sangre, de familia o bando, no la razón o el provecho, los que unían estrechamente a los conjurados, haciéndolos igualmente perversos. Esta idea se expresa otras veces en la obra con respecto al grupo de Carrión: Peso al conde don Garçia, e mal era irado,con .x. de sus parientes a parte davan salto{1} (1859-60); Prenden so conssejo assi parientes commo son (2988); prenden conssejo parientes commo son (2996); Essora salien aparte iffantes de Carrión con todos sus parientes y el vando que i son, a priessa lo ivan trayendo e acuerdo la razon (3161-63). Se desprende, pues, de estos textos que el parentesco se conocía no tanto en que se salieran aparte, como en el conssejo o la razon que adoptaban, con lo cual concuerdan los versos 2538-39, puntuados de esta forma: Amos salieron apart; vera mientre son hermanos,Desto que ellos fablaron: «Nos parte non ayamos Es decir: «por las cosas que entre sí hablaron y acordaron se veía que eran hermanos». En defensa de nuestra versión se suma a la razón del sentido la del estilo: fablaron conviértese en verbo dicendi , tan del gusto de Mio Cid para introducir el discurso directo; nos adquiere un fuerte valor enfático, cuya posición inicial en la frase está también muy conforme con otros ejemplos del Cantar : Rachel e Vidas seyen se consejando:«Nos huebos avemos en todo de ganar algo (122-23); Dixo Rachel e Vidas: «Nos desto nos pagamos (146); Respondieron todos: «¡Nos esso queremos, señor!» (3082). Menéndez Pidal había ya reconocido la dificultad del pasaje al mencionar la versión que había sugerido D. Hinard, quien hacía comenzar el discurso directo después de hermanos . La opinión del francés no parece poco convincente estilísticamente, ya que los discursos directos, en Mio Cid , no suelen comenzarse con oraciones subordinadas y, menos aún, con un caso oblicuo como sería desto ; además, se da a entender en ella que la conversación de los Infantes siguió inmediatamente a la reunión con el Cid, y que, al salir, los dos hermanos decidieron no tomar parte en lo acordado en ésta, sin haber declarado el juglar de qué se trató. Cabe pensar, sin embargo, que transcurrió algún tiempo cronológico entre la celebración de la corte, mencionada inmediatamente antes, y la plática secreta de los Infantes, y que durante ese tiempo no habían cesado, e las noches e los días (2536), los juegos de los vasallos (la cort del 2558 pudo ser otra celebrada con posterioridad). Abrumados de tanta burla, los dos hermanos determinan: nos parte non ayamos; parte vendría a designar la ganançia que los había traído a Valencia (2320) y los averes de que hablaron en la corte (2529); al cortejarlos con la perdida (2320) y los guegos (2307, 2535) deciden volver a Carrión, renunciando a la ganancia, a su parte en Valencia; compárese con lo que ellos mismos dirían a sus esposas en Corpes: non abredes part en tierras de Carrión (2717). Los dos versos, así interpretados, contribuyen a poner de relieve la valores artísticos de Mio Cid II, en el que el autor acierta a presentar las acciones de los antagonistas convenientemente motivadas, de manera que la razón de los unos triunfe al final sobre la razón que movería a los otros, en un tenso conflicto de almas, de pasiones . Por esa conveniente motivación de los antagonistas, la Razón pasa de ser un ingenuo romance de aventuras a ser un genial drama psicológico. 1. Menéndez Pidal dice que a parte davan salto significaba literalmente «salían aparte», «se apartaban para hablar» ( PMC , n. 1860). A esta expresión le he encontrado antecedentes dignos de mención. Cicerón, por ejemplo, hablando de un individuo que quería imitar a oradores famosos, decía que al hacerlo «saltat, incidens particulas» ( Orat., 67 sub fin. ); en otro pasaje ( Senect., 6 a med.) oponía excursione y saltu a consilio, ratione y sententia (cf. Facciolati, Forcellini et Furtanetti, Lexicon Totius Latinitatis , Patavii, 1887, «salto» y «saltus». En el latín más tardío -siglo VI- saltus , referido al acto de escribir, designaba «rapidez», y Celio Aureliano le da el sentido de «palpitación» (cf. A. Sonter, Glossary of Later Latin to 600 A. D., Oxford, 1949, p. 362, «saltus»). La frase castellana, pues, no es una expresión aislada con referencia al acto de hablar, y los antecedentes latinos me inclinan a pensar que en su contexto el autor quería decir algo más que «apartarse para hablar». Significa que hablaban de una manera especial, implicando «rapidez», «agitación» y sobre todo, como demuestra el estilo del texto de su converación, «discurso», entrecortado, poco ordenado, como si cada verso perteneciera a distinto individuo en el grupo, pues hablaban alternando, o salteando ; véanse las reiteraciones: ondra (1865); la idea progresa muy poco; se expresa el mismo concepto con distintos términos, o se usa el mismo término con diferente significado; en todo ello se indica que los animaba un mismo espíritu (compárese con PMC , n. 2553). VUELTA AL TEXTO |