III. «¡ALBRI ÇIA, ALBAR FFAÑEZ, CA ECHADOS SOMOS DE TIERRA!» (v.14)El prólogo de Mio Cid está lleno de insinuaciones en cuanto al estilo de la obra y en cuanto a sus temas. En ese arte rápido, tan característico, se hizo, como de pasada, una alusión a los enemigos malos (9); ello bastaba para que el público se percatase de que a la situación tan lastimosa había precedido un conflicto. Lo que en la obra se dice y cómo se dice son, sin duda, elementos constitutivos de su entidad literaria; a su constitución pertenece también, en no pequeña medida, lo que se omite. Nos encontramos, pues, con el hecho de que el autor de la Gesta , que había de narrar todas las acciones en ilación casual mutua a partir del destierro, omitió especificar al comienzo cuál fuera la causa del saqueo de la hacienda del Cid. ¿Por qué esa omisión? En el prólogo, de acuerdo con la retórica, el escritor debía evitar la mención de cualquier cosa que pudiera engendrar sospechas contra el personaje elogiado, que pudiera empañar el espejo de su fama. En su lugar, el escritor debía atenerse a destacar con exclusividad aquello que positivamente contribuyera al elogio. Si los motivos de una acusación se prestaran a falsa interpretación, habrían de pasarse por alto, para concentrar la atención en la amable personalidad del individuo.1 En todo caso --se aconsejaba-- hacía falta atacar al enemigo del elogiado. El prólogo de Mio Cid cumple de manera especial con estos requisitos. Se busca en él suscitar las antipatías del público contra los enemigos malos (9) del Cid, a la vez que se pospone la alusión a los motivos del saqueo hasta muy adelante, cuando el público estaba predispuesto a favorecer la causa del Campeador sin hesitación alguna. El autor de Mio Cid , con el fin de granjearse la benevolencia y atención del público, lo suspende nerviosamente en un ambiente de temores y esperanzas.2 El Cid se presentó sumido en una gran tribulación; su desgracia resultaba mucho más irritante por deberse no a misteriosos designios de la Providencia, sino a la intriga de sus enemigos. El Cid, por su parte, reaccionaría más como un paciente Job3 que como un impulsivo guerrero; con el héroe lloraban, suspiraban y rezaban los burgaleses, o sea, el público. El ambiente de la situación inicial provocaba extrañezas. El aura de misterio se densificaba con la referencia al fenómeno asombroso de la corneja:
Alli pienssande aguijar, allisueltan las riendas. A la exidade Bivar ovieron la corneja diestra y entrando a Burgos ovieron la siniestra (10-12).
¿Es que Dios había escuchado la oración de su siervo? ¿Es que le enviaba una señal? Decía Cicerón que existía un sentido divino -- divina mens --4 en las aves, que las hacía volar acá y allá, que las hacía cantar a la derecha o a la izquierda. Alfonso X el Sabio, en los Libros del saber de Astronomía , decía que el cuervo «muestra sennales a los omes muy marauillosamientre las unas uolando, las otras seyendo calladas, las otras dando uozes, o andando».5 Al Cid no hay duda de que le sirvió la corneja de señal; una señal que venía muy bien en el prólogo, pues, como enseñaban los preceptistas latinos, era muy apto para el elogio acompañar el nacimiento de la persona --el Cid nacía a su misión-- de sueños, signos y predicciones. También advertían que la exposición de un hecho sobrecogedor -- res atrox --6 servía en el prólogo para avivar la curiosidad y cautivar la atención del público. El problema que se presenta en el agüero de la corneja no estriba en si es o no es señal, sino en cómo interpretarla: si de carácter adverso o propicio. Menéndez Pidal dijo que se trataba de un agüero adverso. En apoyo de su opinión aportaba unas citas de latinos, donde se decía que la cornicula predecía viaje próspero cuando cantaba a la derecha; el albanellus auguraba buena hospitalidad cuando volaba de izquierda a derecha. Como el movimiento de la corneja de Mio Cid fue de dirección inversa, fue una señal de adversidad, concluía el comentarista.7 La interpretación de los agüeros en la historia de las letras es fascinante y complicada; Menéndez Pidal, a mi parecer, dispuso de ella con excesiva ligereza. Ni entre los viejos latinos, ni entre los posteriores escritores medievales existía un consenso en la interpretación de los signos de las aves, ora a la derecha, ora a la izquierda, bien en sus vuelos, bien en sus cantos. A Enio y a Virgilio parecían alegrarlos las aves a la izquierda;8 a Horacio y Ovidio les disgustaban.9 Plauto se mostraba escéptico, pues tales signos podían interpretarse como uno quisiera, aunque la corneja -- cornix -- se creía que predecía bienandanza desde la izquierda, y el cuervo -- corvus -- desde la derecha.10 Cicerón decía que no quería augurar guiado por el vuelo o el canto de las aves.11 Entre los medievales latinos me he encontrado con un autorizado testimonio de Pablo Festo, de la época de Carlomagno, en su epítome al Significado de las palabras de Sexto Pompeyo Festo. De las aves sinistrae declara que envían buen agüero, pues sinistrum , de acuerdo con su interpretación pseudoetimológica, quiere decir id quod sinat fieri («lo que se permite hacer»).12 Dentro de España, y en castellano, me he encontrado también con un documento sobre el agüero, que puede ser útil para comprender el sentido del de Mio Cid ; pertenece a don Enrique de Villena, quien, tratando de glosar el carácter propicio del trueno a la izquierda en la Eneida , refería una vieja creencia: «El águila que uiene bolando e se posa hala mano izquierda, e hanlo por bueno e mostrador de ganançia; ansí lo dijeron los nietos de don Saluador al rey don Alfonso el Magno, quando fizo componer el libro de los agueros.»13 En gallego, Joao Arias de Santiago escribió una cantiga satírica contra aquellos agoreros medievales, que creían ser buen agüero, al comienzo de un viaje, ver un cuervo a la izquierda-- corvo seestro .14 Lo aducido hasta aquí son textos externos que, de probar algo, parecería ser en favor del carácter propicio de la corneja siniestra de Mio Cid . En endocrítica, el verdadero sentido del agüero ha de colegirse de la reacción del Campeador, a quien iba dirigido. Según el texto, el Cid acababa de contemplar en Bivar su hacienda dilapidada, que sería el infortunio señalado por la corneja diestra . Al llegar a Burgos, la corneja pasó a la siniestra , lo cual parece que complació al Campeador, según se desprende de las palabras de aliento que dirigió a Álvar Fáñez:
Meçio mio Çid los ombros y engrameo la tiesta: «¡Albriçia, Albar Ffañez, ca echados somos de tierra!» (13-14),
En la Primera crónica general se supo captar adecuadamente el optimismo de la reacción del Campeador, hasta el punto de que el mismo Menéndez Pidal, que defendía la adversidad del signo, interpoló en su edición crítica un verso inspirado en la Crónica , en el que se trasluce el optimismo del Cid:
mas a grandondra tornaremos a Castiella (15 b ).
Esta interpolación explana correctamente el sentido de la exclamación del Cid; sin embargo, me parece inadmisible en el texto poético por tender a destruir su ambivalencia, su virtud proemial de insinuación. El agüero del prólogo estaba llamado a infundir al Cid esperanzas, sí, pero no la seguridad del regreso a Castilla. La función del prólogo era la de mantener al público en suspenso entre el temor y la esperanza, y el agüero no había de resolver las dudas, las incertidumbres, el desasosiego que el oscuro porvenir del héroe suscitaba, sino, por el contrario, venía a impacientar el ánimo, avivar la curiosidad por aprender qué iba a ser de ese personaje, a quien el público compadecía y ya amaba. El verso interpolado por Menéndez Pidal, cuya adición juzgó J. Horrent«necesaria»,15 es inaceptable, además, por ir en pugna con otros varios en los que se refleja de manera inequívoca la inseguridad del ánimo del Cid y los suyos, a la hora de salir para el destierro. Martín Antolínez confesaría no saber si escaparía con vida:
Si con vusco escapo sano o bivo(75).
El mismo Cid no se atrevió a ofrecerle garantías incondicionadas:
Si yo bivo doblar vos he la soldada (80).
Incluso en su oración esperanzada a Santa María, el Cid indicaría no saber si algún día retornaría a Castilla:
D'aqui quito Castiella pues que el rey he en ira; Non se si entrare i mas en todas los miosdias (219-20).
Y al despedirse del abad volvería a expresar sus incertidumbres:16
mas por que me vode tierra dovos.l. marchos, si yo algun dia visquier servos han doblados (250-51).
Inadmisible es, en suma, una declaración perentoria en el prólogo sobre el retorno a Castilla, cuando la misión del Cid, el fin literario del Campeador, era la conquista de Valencia, en la que constituyó su heredad . De Castilla salió el Cid; con lágrimas, pero salió. En cuanto a Valencia, sin embargo, declararía que prefería morir, antes de abandonarla:
Todo el bien que yo he todo lo tengo delant; con afangane a Valençia y ela por heredad, a menos de muert no la puedo dexar(1634-36).
Toda la dinámica de la acción épica se encauza hacia la conquista y la residencia en Valencia, lo que fue posible gracias al destierro, o como el Cid dijo ca echados somos de tierra . Desde esta perspectiva, el verso 14, lejos de ser absurdo, es sumamente apto en el prólogo, al indicar un presentimiento esperanzado de la grandeza venidera:
«¡Albriçia, Albar Ffañez, ca echados somos de tierra!» (14),
i.e., «alégrate de que nos destierren».17 El verso parece una adaptación poética de la filosofía del proverbio «No hay mal que por bien no venga». Una vez más en el prólogo se daban a gustar, sin consumirlos, los temas fundamentales de la obra. Es cierta que la exclamación resulta oscura, un tanto incongruente, pero así correspondía a la que había sido inspirada en el misterioso vuelo de una corneja.18 Ayudará a su comprensión compararla, en su estructura de rara y curiosa lógica, con la primara exclamación del mismo Campeador: «¡Grado a ti, señor padre…! / ¡Esto me an buelto mios enemigos malos!» (8-9): «¡Albriçia, Albar Ffañez, ca echados somos de tierra!» (14).19
E o que diz que é mui sabedor d'agoir' e d'aves, quand' algur quer ir, quer corvo seestro sempr' ao partir.
( Cantigas d'escarnho e de mal dizer , ed. M. Rodrigues Lapa, Coimbra, 1965, cant. 176, p. 275). Terminado mi estudio sobre la corneja, llegó a mi conocimiento el artículo de A. García Montoro, Good or bad fortune on entering Burgos? A note on bird-omens in the «Cantar de Mio Cid», «Modern Language Notes», 89, 1974, pp. 131-145; concluye así el autor: «In sum, the evidence seems to indicate that Menéndez Pidal's interpretation is erroneous: if lines 11-15 are to be at all intelligible within the context of the Cantar , we must conclude that the overall omen encountered by the Cid was favorable and that the "corneja siniestra" promised good fortune.» VUELTA AL TEXTO
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