II. FABLO MIO ÇID BIEN E TAN MESURADO (7)


Mio Cid es una fábula heroica versificada. Fábula, en el sentido de imitación poética de una acción histórica de marcada transcendencia, a la que se subordinan varias acciones parciales.{1}

En Mio Cid I la acción principal es la gesta por excelencia, la conquista de Valencia por el Campeador y los suyos; esa acción central va rodeada de varias acciones parciales que la preludian y concluyen. La fábula da comienzos in medias res{2} y cubre unos años de la vida del protagonista. Ni se nos habla de su nacimiento, ni de su muerte. Para el escritor la individualidad de su héroe era su obra, su empresa; dentro de la literatura ejemplar eran las obras de los hombres, no su nacimiento o muerte, lo único que podía servir de objeto de imitación.

La conquista de Valencia es la acción central de Mio CidI. Como acción central está encajada dentro de un principio y un final entre sí íntimamente conectados, como origen y resulatdo, respectivamente: el destierro -ira del rey- y las bodas -perdón del rey-. La función de la endocrítica es examinar exponer cómo los comienzos y el final contribuyen a realzar la acción central. Quiere decir que los episodios, incidentes y otros fenómenos de Mio Cid I, desde su primer verso, habrán de enjuiciarse primariamente y en el medida que sea posible en su relación con la gesta del Campeador.

Se caracteriza } Cid por una acción rápida, en la que el autor hace patente si instinto artístico por lo esencial; son mínimas las disgresiones, y pocas y cortas las descripciones de puro ornato. El lenguaje parece ir derecho al grano; las ampliaciones literarias, muy numerosas, son de carácter persuasorio. En cuanto al comiezo de la composición, es creencia muy común que Mio Cid I se encuentra mutilado de sus versos iniciales. Esta conjetura se basa en razones externas, como la apariencia física del códice, que carece de una primera hoja, al menos, y el cotejo del texto poético con el de las prosificaciones de las crónicas. Menéndez Pidal trató de reconstruir esa primera hoja en su edición crítica del Poema de Mio Cid, basándose en el relato de la Crónica de Veinte Reyes,{3}

La endocrítica no se para a negar que falten hojas al códice; de ser así, lo lamenta. Pero su atención se enfoca a examinar los versos iniciales de la composición y notar si falta algo al principio que injurie la intregridad formal, estructural o estilística de la composición. Mi conclusión a este respecto ha sido -la expondré sin mayores rodeos- que los versos del comienzo del manuscrito de Per Abbat son de un arte proemial tan esmerado, que merecen ser tenidos por encabezamiento de la obra.

El umbral de Mio Cid I es el de un escenario muy realista con la escena vacía; un intermitente brillo de ausencias ilumina la presencia del héroe desolado. Su figura es tanto más impresionante cuanto más sorprendentes son las lágrimas en el más bravo soldado de Castilla. El Campeador llora amargamente ante su hacienda reducida a escombros:

De los sos ojos tan fuerte mientre lorando
tornava la cabeça y estava los catando.
Vio puertas abiertas e uços sin cañados,
alcandaras vazias sin pielles e sin mantos
e sin falcones e sin adtores mudados (1-5).

El «altísmo poeta» consiguió darnos unos primeros versos muy bien trabajados estilísticamente o, mejor, retóricamente; acumumlación, enumeración, intensificación polisindética. Así da comienzo el prológo de Mio Cid I.

Enseñaba la retórica que la función del prólogo era preparar al público y suscitar en él el debido interés por el asunto de la obra. En el prólogo no se habría de agotar la materia: sólo darla a gustar. Se distinguían dos tipos de prólogos: aquel en que se pedía directamente la atención del público, y otro en que se trataba de captar su simpatía y merecer su benevolencia mediante artificios de insinuación, mediante recursos que influyesen en su ánimo y lo predispusieran inconscientemente. Este segundo tipo se conocía comoinsinuatio {4} y se juzgaba, naturalmente, muy apropiado para la composición literaria. El prólogo de Mio Cid I es prólogo insinuatorio.

El verso inicial es un acierto dentro de ese tipo de prólogo; es una oración subordinada, de gerundio -lorando-, introducida con un caso oblicuo -De los sos ojos-. De esta forma se suma Mio Cid I a otras grandes obras de la literatura universal que comienzan con casos oblicuos: la Eneida(«Arma virumque cano…»), la Divina Comedia ( «Nel mezzo del cammin…»), el Paraíso Perdido («Of Man's first disobedience…»), el Quixote («En un lugar de la Mancha…»). Los comienzos de este tipo ayudan a despertar la atención, a avivar la curiosidad, que en Mio Cid I se mantiene en tensión hasta el verso 6, donde, por fin, se identificaría al sujeto.

La retórica recomendaba los casos oblicuos introductorios para asuntos grandiosos{5} (piénsese en las obras mencionadas). Los casos oblicuos situaban al público en una actitud inquisitiva y ansiosa, comparable a la de uno que llega tarde al cine y escucha una conversación intrigante por el medio. Al comenzar Mio Cid I, el público recibe una vaga impresión de que la obra había comenzado con anterioridad; por lo tanto habría de concentrar su atención, con el fin de reconstruir lo perdido. Este arte del prólogo insinuatorio es tan eficaz en Mio Cid, que los eruditos han tratado seriamente de rehacer unos versos introductorios; pero tales versos, hemos de reconocerlo, por muy aptos que resulten en las prosificaciones, desdicen en el texto poético, ya que tienden a chamuscar el bordado de la sugestión.

El heróe de Mio Cid se nos presentó en unas circunstancias muy inesperadas, muy sorprendentes: lorando. ¿Qué hace el valiente guerrero ante su hacienda dilapidada? Suspira, da gracias a Dios, habla bien y muy mesurado:

Sospiro mio Çid ca mucho avie grandes cuidados.
Ffablo mio Çid bien e tan mesurado:
«¡Grado a ti, señor padre que estas en alto !
¡Esto me an buelto mios enemigos malos !» (6-9).

Al público se le conduce sutilmente a hacerse una composición de lugar como preámbulo a la contemplación de una realidad ilusoria. El valiente soldado no es más que un pobre hombre, «perseguido injustamente por la poderosa parte contraria»,{6} sus enemigos malos.

El Campeador pudo montar en cólera contra sus enemigos y luchar hasta recuperar los bienes perdidos; pudo pensar en exigir al rey justicia; en su lugar, llora, suspira y se dirige a Dios con una plegaria. El varón de armas es varón de lágrimas y de oración; como en el pius Aeneas se dan cita y armonizan en su personalidad cualidades de no fácil ayuntamiento.

Uno de los más perspicaces preceptistas de la antigüedad latina, Quintiliano, había puesto de relieve el efectismo de un recurso proemial homérico: la invocación de las diosas de los poetas.{7} La invocación divina llegó a constituirse en tópico universal del exordio. Los [cristianos] latinos invocaban al Espíritu Santo, a Jesucristo, a la Virgen, a los santos, o a Dios, como el Campeador.

El escritor español de juglaría, deseoso del anonimato, trataría de esconderse completamente no sólo como hombre con nombre, apellidos, profesión, patria, etc., sino también como escritor; para ello confió a su personaje central dos tareas recomendadísmas en el prólogo artístico: una, la mencionada invocación divina; la otra, la presentación del estilo de la obra.{8} En cuanto a esta presentación, recuérdese, por ejemplo, cómo Gonzalo de Berceo hacía, al comienzo de laVida de sancto Domingo, las debidas advertencias sobre su román paladino:


Quiero fer una prosa en román paladino,
En qual suele el pueblo fablar á su veçino,
Ca non so tan letrado por fer otro latino:
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino (est. 2).{9}

Más relevante es, por su tono de protesta, la estrofa proemial delLibro de Alexandre, en la que el autor habla con detalles jactanciosos de su nuevo estilo impecable:


Mester trago fermoso / non es de ioglaria
mester es sen peccado / ca es de clerezia
fablar curso rimado / por la quanderna uia
a silauas cuntadas / ca es grant maestria (est. 2).{10}

Ahora sería conveniente que el verso 7 de Mio Cid lo examináramos en esa perspectiva de práctica proemial de presentación del estillo:

Ffablo mio Çid bien e tan mesurado (7).

La exocrítrica, por su parte, ha venido interpretado el verso en acepción psicológica; sobre la base arenosa de mesurado se han elevado castillos de ditirambos a la personalidad comedida del Campeador. Esta doctrina tiene un punto flaquísimo, y es que mesurado, en obvio contraste con otros adjetivos caracterizadores que se repitenad nauseam, no vuelve a aparecer en la Gesta. De por sí bastaría este hecho para darnos a entender que elmesurado del verso 7 no tiene la función primaria de caracterización psicológica del héroe. Además, no era la mesura, a mi entender, la cualidad que le convenía al autor destacar entre las cualidads del guerrero castellano y sus mesnadas; la primera vez que estos hombres, el Campeador incluido, se disponen a la acción, se dejan llevar de una desmesura instintiva:


Los de mio Çid a altas vozes laman,
los de dentro non les querien tornar palabra.
Aguilo mio Çid, a la puerta se legava,
saco el pie del estribera, una feridal dava,
non se abre la puerta ca bien era çerrada (35-39).

El Cid de la Gesta era un hombre belicoso, para quien el poderío confería el derecho:

cojamos los de dentro ca el señorio tenemos (621).
Él y sus hombres, cuando llegaba el caso, no tenían reparos en golpear, herir, dar muerte:

Los vassallos de mio Çid sin piedad les davan (604);

los moros yazen muertos, de bivos pocos veo (618).

Se nos mostrarían todos ellos ansiosos de tierras y de riquezas, y no siempre escrupulosos en la elección de medios para su consecución: engaños, tretas, sangre. La horca fue un castigo que el Cid aprobaría para castigar al que intentara desertar:

Esto mando mio Çid, Minaya lo ovo conssejado:
que ningun omne de los sos ques le non spides o nol besas la mano
sil pudiessen prender o tuesse alcançado
tomassen le el aver e pusiessen le en un palo (1251-54).

A Menéndez Pidal y otros, a pesar de los momentos de «trágica desmesura»{11} del Campeador castellano, les parecía éste esencialmente moderado, cuando comparaban su «heroica mesura, la fuerte moderación de la fuerza», con la «enorme desmesura heroica» de Roland.{12} Pero es obvio que no hemos de encontrar el valor de los vocablos españoles en la comparación del héroe castellano con el francés.

Quedémonos en Mio Cid. El verso 7, en su entereza, está compuesto de dos expresiones adverbiales única: ni bienni tan mesurado vuelven a aparecer en la obra modificando afablar. Por lo tanto, deberían ser tratadas como exclusivas del prólogo, con peculiar función proemial. Como tales, no sólo son relevantes en Mio Cid, sino que cuentan con hondo enraizamiento literario.{13}

Ffablobien, como frase proemial es una alusión al estilo de la obra. El escritor de juglaría se vale de su personaje central para advertir al público que su lenguaje no iba a ser el cotidiano y vulgar de las gentes, sino un lenguaje artístico, guiado por las recomendaciones de la retórica o scientia bene dicendi («ciencia o arte de hablar bien»), según la definición tradicional de los manuales del estilo.

Ffablo… tan mesurado. El habla de Mio Cid habría de ser, además de buena, muy mesurado, o sea, adecuada al módulo, al ritmo de la versificación. Mio Cid estaría compuesto en un lenguaje elocuente y recitable.

Así como la terminología de fablar bien correspondía literalmente al patrón técnico escolástico bene dicere, la de fablar tan mesuradoestá emparentada muy de cerca con otros tecnicismos de los retoricistas latinos.{14} Entre esos tecnicismos se destaca el de aurium mensura o módulo acústico. Cicerón, por ejemplo, explicaba que había una poesía que no se regía por el número de sílabas, sino por ese módulo acústico, que podía resultar más certero. El ritmo, según él, era un efecto de esa mesura aurium.{15}

Quintillano enseñaba que el poema, en sus orígenes, manó de cierto impulso natural, al que dio forma expresiva un módulo acústico -aurium mensura- y la guarda de intervalos rítmicos; más tarde el poema sería compuesto a base de pies.{16} Esta observación del preceptista de Calahorra es particularmente interesante para nuestro caso; podríamos parafrasearle y decir que, de modo semejante, en los orígenes de la poesía española el poema recibió forma en un habla bien mesurada, con la guarda de intervalos rítmicos; más tarde los escritores introducirían las sílabas contadas.

No hay duda, pues, de que en los tratados del estilo se encuentra una terminología especializada como mesura aurium, la cual, aunque no podamos determinar cómo fue conocida por el autor de Mio Cid, sería correcto creerla interpretada en el Setenario de Alfonso el Sabio como el «buen sson mesurado»; se habla también allí de los intervalos rítmicos en la declamación o recitación, cuyo arte consiste en que «sse diga apuestamiente, non mucho apriessa nin mucho de uagar». El concepto de aurium mensura se parafrasea extensivamente: «que lo diga amorosamiente, non muy rrezio non muy brauo nin otrossi muy flaco; mas en buen sson mesurado, non altas bozes nin muy baxas».{17} Hablar de esa manera es, según elSetenario, hablar de acuerdo con los preceptos de la retórica. Para mí que fue de esa manera como Ffablo mio Çid.

No hay que negar que el hablar mesurado del Cid revelaba en él dominio y control de sí mismo en esa ocasión perturbadora; pero el verso 7 no es un enunciado directo del comedimiento o mesura psicológica del Cid, sino una presentación del lenguaje retórico y rítmico del héroe (vir bonus dicendi peritus), que representa antonomásticamente a todos los personajes.

El Cid Campeador se nos presentaba como hombre ideal, no por personificar en sí características contradictorias -«trágica desmesura» y «heroica mesura»-; en tal caso resultaría poco convincente. El héroe es ideal porque en él se dan cita y armonizan cualidades por lo común discordantes, como son en el Cid su ímpetu guerrero y su hablar elocuente y modulado; se abrazan en él, pues, las armas y las letras de tópico tradicional.

De acuerdo con el espíritu del verso 7, no deberíamos calificar la versificación de Mio Cid como amétrica, pues fue compuesto siguiendo un metro, una aurium mensura, un «buen sson mesurado». Llámase, sí, versificación anisosilábica, una vez que su autor de juglaría, a la inversa del de clerecía, no trataba de contar las sílabas.{18}

Sin intentarlo específicamente, parece que Tomás Navarro dio una buena explicación de cómo entender el verso 7, y cómo se justifica como anuncio proemial del estilo de la obra: «Una recitación de Mio Cid, no influida por la preocupación del recuento de sílabas, sino guiada sencillamente por equilbrio de los acentos del verso, debe evocar una imagen rítmica semejante a la que produciría en la fecha en que el poema fue compuesto. Sus versos se organizan en cláusulas y períodos rítmicos… La desigualdad del número de sílabas entre unos y otros versos no fue obstáculo para la acompasada [¿mesurada?] marcha de la recitación. Periodos de tres, cuatro o cinco sílabas resultaron con duración equivalente bajo la equilibrada regularidad de los tiempos marcados.»{19}


N O T A S









1. Para este concepto de fábula y la importancia de la «acción» como elemento básico en la narración dramática, cf. H. Lausberg,Manual de retórica…, II, p. 463 et passim. De acuerdo con las teorías poéticas aristotélicas, la acción era más importante que la delineación del carácter de los personajes, principio puesto en práctica por los dramaturgos españoles en la línea del sentir artístico del Mio Cid. Lo que A. A. Parker decía de nuestro drama español vale para Mio Cid, <st1:City w:st="on">comoimitación de una acción: «We… must accept the fact that the Spanish drama works on the assumption -which after all has the authority of Aristotle behind it- that the plot and not the the characters is the primary thing. We can then judge the action in its own right and see what it has to offer us in terms of human values» (The approach to the Spanish drama of the Golden Age,

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Londres, 1957, p.4).

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2. Algunas retóricas llamaban a este procedimiento de empezar por el medio «orden artificial»; dice así Tony Hunt: «Teaching on the natural and artificial order of narration had already been included in the Viennese scholia on Horace's Art of Poetry, preserved in a codex of the tenth or eleventh century and composed by an unknown author of the Alcuin school: 'omnis ordo aut gesta est; artificialis est. Naturalis ordo est, si quis narret rem ordine quo gesta est; artificialis ordo est, si quis non incipit a prinicpio rei gestae, sed a medio…'.» (The rhetorical background to the Arthurian prologue, «Forum for Modern Language Studies», 6, 1970, p. 9). Expresamente los versos que hoy encabezan Mio Cid han sido aceptados como comienzo real por A. Pardo, en Los versos 1-9 del «Poema de Mio Cid»: ¿No comenzaba ahi el «Poema»?, «Thesaurus», 28, 1972, pp . 261-292.

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3. PMC, pp. 99-103.

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4. Según Cicerón: «insinuatio est oratio quadam dissimulatione et circumitione obscure subiciens auditoris animum» (De inventione, 1, 15, 20). Para más detalles sobre lainsinuatio y el arte del proemio, cf. H. Lausberg, op. cit., III, p. 84, «exordium», y p. 114, «insinuatio». También es de gran interés el artículo de T. Hunt, citado más arriba, nota 2.

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5. Para los usos retóricos de los casos oblicuos y sus efectos al comienzo de las obras que más arriba se mencionaron, cf. H. Lausberg, op. cit., II, pp. 321-322.

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6. Cf. Lausberg, op. cit., I, p. 252; allí mismo leemos que entre los diversos modos de granjearse el orador la benevolencia del público se encuentra el que la Rhetorica ad Herenniumdenomina «ab adversariorum persona» (1, 4, 8), que «apunta al vituperio de la parte contraria y a quitarle la simpatía de parte del público».

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7. Quintillano (10, 1, 48) hacía notar cómo Homero se granjeaba la benevolencia del público mediante la invocación de las musas: «benevolum auditorem invocatione dearum quas praesidere vatibus creditum est… facit» (cf. H. Lausberg, op. cit. I, p. 251). Más sobre la invocatio en E. R. Curtius, op. cit ., p. 629, «invocation».

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8. Este arte juglaresco de esconderse el narrador tras sus personajes se extiende más allá de la invocación y la presentación del estilo. Me limitaré a destacar el hecho de que las frases epitéticas, que caracterizan al Cid, las enuncia primero un personaje; después es cuando las emplea el narrador. Por ejemplo:en buen ora çinxiestes espada (41), en boca de la niña de nuef años; poco después en la del narrador: el que en buen ora fuestes naçido (71); más adelante diría de él el narrador: del que en buen ora nasco (202). Martín Antolínez: al Campeador contado(142); narrador: del Campeador contado (152). Doña Jimena es la primera en admirar la barba de su esposo: barba tan complida(268); después lo haría el narrador: [el de] la barba velida (274). ¿Coincidencia casual? Es presciso aceptarlo como técnica literaria que responde a un sentimiento artístico peculiar.

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9. Vida de sancto Domingo de Silos y Vidas de sancta Oria, Virgen, Buenos Aires, 1943, p. 11.

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10. El Libro de Alexandre, ed. De R. S. Willis, Jr ., Princeton , 1934, p. 3.

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11. Castilla…, p. 161.

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12. En torno …, p. 215.

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13. Antes de pasar a la explicación del verso 7, creo oportuno poner al lector al corriente de juicios autorizados sobre el carácter técnico del arte miocidiano. Decía Dámaso Alonso: «¡Pero habrá quien crea todavía en la barbarie del poema, en su falta de técnica y pobreza de recursos! Quien escribía así venía, sin duda, detrás de una larga tradición, de una escuela literaria, y poseía una técnica, distina, sí, de la de otra cualquier época, pero sabia, pero maestra, pero perfecta, es decir, adecuada a sus fines» (Ensayo…, p. 82). En estos estudios me propongo contribuir a examinar y aclarar, precisamente, esa técnica, creyéndola el producto de una preparación cultural, escolástica, retórica. Más sobre esta técnica retórica puede aprenderse en el único artículo sobre Mio Cid que trata de estudiar sus aspectos de oratoria; su autor, E. Caldera, dice, entre otras cosas: «Gli aspetti del poema che abbiamo finora presi in esame, ma soprattutto l'esperta tecnica retorica che vari discorsi lasciano trapelare, ci schiudono un mondo in cui l'interesse per il fato oratorio, oltre che esteriore ed emotivo, è anche culturale. Un mondo in cui non solo la figura dell'oratore occupa il posto preminente che le competeva nella società colta del tempo, ma anche un centro de più diffusa cultura.» «Né possiamo dimenticare che la comE chi consideri lo stretto, indissolubile legame che associava, nel Medio Evo, retorica e poesia (e la retorica univa alle altre arti liberali), potrebbe essere indotto a congetturare che Medinaceli fosse, oltre chefoco de una producción poética, secondo la definizione del Menéndez Pidal [nota: PMC, 1940, p. 40], anche un centro de più diffusa cultura.» «Né possiamo dimenticare che la composizione del poema si colloca in quella piena fioritura culturale che il Vossler non esitò a definire la "Aufklärung» medieval: la quale traeva particolare stimolo dalla cosiddetta scuola toledana de recente istituzione, oltre che dai vari fiorenti centri monastici degli stati orientali e occidentali della penisola» (L'oratoria nel «PMC», «Miscellanea di Studi Ispanici», 10, 1965, p. 10).

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14. En el artículo citado en la nota anterior, E. Caldera explica el sentido retórico del verso 7: «Il primo discorso che s'incontra alle soglie del poema è quello in cui il Cid constata con asciutta amarezza il male che gli hanno arrecato I suoi nemici :



Fabló mio Cid bien e tan mesurado:

«grado a ti, señor pabre, que estás en alto!

»Esto me an buelto mios enemigos malos»
(vv. 7-9).

»Il significato retorico della locuzione avverbiale bien e tan mesurado è sicuramente attestato» (p.12). Mi interés será proyectar esa expresión adverbial sobre una perspectiva más amplia, para reforzar su significado retórico. Reconozco que Caldera tuvo una valiosa intuición, y quiero aclarar que antes de leer su artículo había llegado yo a semejantes conclusiones.

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15. «est autem paean… non syllabarum numero, sedaurium mensura, quod est acrius iudicium et certius, per fere cretico» (De oratore, 3, 183). Ese módulo acústico era denominado numerus, en latín, o ritmo, en griego: «¡Quidquid est enim quod sub aurium mensuram aliquam cadit, etiam si abest a versu… numerus vocatur, qui Graece dicitur» (Cic.,Orator, 67).

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16. «poema nemo dubitaverit impetu quodam initio fusum et aurium mensura et similiter decurrentium spatiorum observatione esse generatum, mox in eo repertos pedes» (Inst. orat., 9, 4, 114).

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17. Setenario, Buenos Aires, 1945, p. 31. Entiéndase que aurium mensura implica la modulación de la voz. Aunque reconozco que la prosodia latina era de naturaleza diferente de la castellana, sin embargo no deja de interesarme notar cómo los castellanos aprendieron sus teorías de los latinos; por ejemplo, en ese mucho de uagar y muy rrezio de Alfonso X no puedo menos de ver un eco, directo o indirecto, del longior y altior mensura vocis de que hablaba Aulo Gelio: « autem longitudines et altitudines vocis emititur. Longior mensura vocis dicitur, altior . Est at alia species , quae appellatur , per quam syllabarum longarum et brevium et mediocrium iunctura et modus congruens cum principiis geometriae aurium mensura examinatur» (Noctes Atticae, 16, 18, 5). Caldera, que estableció la relación entre el verso 7 de Mio Cid y el pasaje citado del Setenario, decía así de la tradición que enlazada las dos obras: «La sua cultura retorica [del autor de Mio Cid] e quella dell'eroe da lui cantato, non sono in fondo che anelli di una tradizione probabilmente ininterrotta, che s'era radicata in Spagna fin dall'età imperiale e che avrebe raggiunto una sua nova vitale consapevolezza nell'opera de Alfonso X e di Juan Manuel» (art. cit., p. 29). El autor ve en el ejemplo de la Leyenda de los Siete Infantes de Lara, «vos fablades en plaza muy mesurada mientre e muy bien», una alusión a la «publica eloquenza» (p. 13). Para mí, confirma este ejemplo su carácter de tecnicismo definidor del estilo de juglaría.

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18. La versificación en Mio Cid ha atraído la diligente curiosidad de muchos críticos; Menéndez Pidal la estudia y nos informa de las opiniones de los críticos precedentes en CMC, I, pp. 77 y ss. Para mayor información bibliográfica sobre este asunto y muchos de los otros recomendamos el trabajo de Donna Sutton, The «Cid»: a tentative bibliography to January 1969, «Boletín de Filología (Universidad de Chile), 21, 1970, pp. 21-173. No he podido consultar la siguiente tesis, escrita recientemente, de H. Soto-Pérez, The semiquinarian caesura of the Latin hexameter in the Spanish medieval epic (La cesura semiquinarian del hexámetro latino en la épica medieval española: Análisis sobre la permanencia de elementos estéticos en la evolución lingüística), tesis doctoral, University of Southern California, 1973.

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19. Métrica española, <st1:place w:st="on">Syracuse , 1956, pp . 34-35.
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