ERAS Y CRATO, MEDICOS:Identificación e interpretaciónpor Miguel Garci-Gomez
Desde la Eva de Adán hasta la Yerma de García Lorca la historia de la onomástica, la de la calle y la de la ficción, es la historia ininterrumpida de la creencia de los hombres en la fuerza y la magia de la palabra, particularmente del nombre propio. En los comienzos del Génesis (3:20) se nos da la razón del nombre elegido para la primera mujer:
San Juan comenzó su Evangelio con la identificación del Verbo y Dios:
Y Jesucristo dijo a Cefas (=piedra):
Una Iglesia en la que todo se ha venido haciendo
De esa savia bíblica y de esa savia pagana se nutría la sabiduría medieval, en cuyo prólogo y epílogo, respectivamente, nos encontramos con dos obras muy representativas de su genio, el Liber de nominibus hebraicis, de San Jerónimo, y Los nombres de Cristo, de Fray Luis de León; y entre el uno y el otro, también en el suelo ibérico, Las etimologías de San Isidoro, "el libro básico de toda la Edad Media," según la autoridad de E. R. Curtius.[1]
"La fuerza de la palabra o el nombre radica en su interpretación,"
nos enseñaba San Isidoro. Para descubrir esa fuerza recurrían los
comentaristas a las etimologizaciones, a veces sumamente pintorescas,
en ocasiones completamente falsas; pero qué importaba.
Es decir: Vermudoz, vir mutus, varón mudo.
Es decir, el comentarista descomponía los
nombres antiguos para descubrir su significado recóndito; y el
escritor, el creador, seleccionaba entre los nombres antiguos aquellos
que mejor ilustraban una cualidad especial, la que con mayor fuerza
perfilaba a su propio personaje.
Reconstruyamos el contexto. Apenas ha comenzado el Acto I. En el escenario se encuentra Calisto, que se siente rechazado de Melibea; las palabras van dirigidas a Sempronio, el criado En ediciones posteriores aparecieron las siguientes variantes: [3]
Menéndez Pidal, en 1917, adoptó la "atrevida" versión de Erasistrato, médico . . . piedad de Sileuco . . . Apoyado sobre la base errónea de "no existen tales médicos Eras y Crato," razonaba:
Esta lectura del maestro recibió incondicional apoyo en su discípulo Martín de Riguer, a pesar de que éste se muestra ya conocedor de la existencia de dos personajes, médicos, con los nombres de Eras y Crato:
Es decir, que el discípulo no se atrevió a desmetir a su maestro,
ni aun después de haber comprobado que éste había
edificado su teoría sobre bases falsas.
[4]
En cuanto al régimen gramatical, es evidente que el plural de las dos formas verbales reclamaba una pluralidad de médicos; y el plural médicos reclamaba, asimismo, un modificado plural. Y los que nos interesamos en el estilo, sentimos la exigencia de dos médicos al comienzo de la invocación que se equilibren con los dos enfermos del amor del final: el desastrado Píramo y la desdichada Tisbe. Establecida la pluralidad de los médicos, pasamos a la identificación de los mismos, clave para su interpretación en el contexto.
Hay que admitir que Eras y Crato no debieron ser personajes
fácilmente reconocibles. El mismo autor sintió la necesidad de
aclarar su profesión de médicos, menos necesario de haberse tratado de
personajes más célebres. Ahora bien, la oscuridad de los nombres nos
lleva a pensar que el autor participaba de los gustos estilísticos de
la época en que un gran número de escritores se deleitaban en
acertijos, o en la "agudeza nominal," que diría Gracián.
Es decir que nuestros autores de la época prerrenacentista ponían un cuidado especial en la selección de sus nombres. Tengámosles pues el merecido respeto. Se desprende claramente de los comentarios de los diversos editores, que suelen éstos dejarse afectar por cierta proclividad a corregirle la página al autor y sustituir los nombres oscuros por otros más conocidos y, otras veces, como en el caso de "piedad de silencio", que comentaré más abajo, una palabra muy conocida por otra bastante esotérica. En nuestro ejemplo, como quiere K. Whinnom, había que creer que fue Rojas quien sustituyó el nombre de Eras, del original, por el de un médico tan conocido como Galieno. [6] Y así, hasta llegar a la enmienda aceptada y propagada por Menéndez Pidal, quien prefería Erasísrato por ser su anécdota "muy conocida desde la Edad Media." Había que preguntarse por qué siendo tan conocida, se tardó casi un cuarto de siglo en introducir. Por lo general, la lectio difficilior suele ser la original, y no viceversa, pues los editores tienden a sustituir lo ininteligible para hacerlo más comprensible a los lectores, sus clientes.
El manuscrito encontrado por Rojas debió decir eras e crato. Al
identificarlos, Martín de Riquer se limitó a la noticia de que Marcial
mencionó a Heras medicus en uno de sus Epigramas (VI, 78, 3).
Pues bien, en el citado Epigrama de Marcial, Heras es el médico que trata a Phrige, quien a causa del mucho beber, estaba ciego de un ojo y legañoso del otro. ¿Quién, pues, mejor que Eras podía comprender la ceguedad de Calisto? Otro mal aquejaba al desdichado: el de oídos. Calisto deseaba silencio a su alrededor:
Seguidamente ordenaría a su criado:
Los antes citados tratadistas de recetarios medicos, Casio y Celso,
recomendaban para el mal de oídos unas recetas de Eras y Crato,
respectivaments.
1 E. R. Curtius, European Literature and the Latin Middle Ages, especialmente pp. 43ss y 495ss. El autor concede tanta importancia a la etimología entre los clásicos y los medievales que la clasificaba como "category of thought." A estas páginas pertenecen las citas que se refieren en este artículo. Más en E Faral, Les arts poetiques du XIIe et du XIIIe siécles (Paris, 1924), p. 136, sobre la etimología como argumentum sive locus a nomine, empleada para probar de alguien alguna cosa buena o mala. 2 "Fue llamado uirgilio, commo qujen dixesse fijo de virgulo, ho por quanto en su nascimjento fue planctada vna verga de arbol fructifero por el padre de aquel, en el crescimiento de la qual et accidentes en ella contescidos, pudiesse auguriar el padre lo que al hijo absente contesceria segund los gentiles acostumbrauan fazera" (Santiago Lacuesta, La primera versión castellana de la Eneida de Virgilio [Madrid, 1981], p. 35). [3]. Se ha consultado la edición de Burgos el facsímil de la Hispanic Society of America, l970. Para las variantes Eras e Crato, cf. J. Homer Herriott, Towards a Critical Edition of the Celestina (Madison l964), pp. 118-119. Otras obras consultadas: León Amarita, ed. La Celestina, Madrid, l822; J. Cejador y Frauca, ed. La Celestina, Madrid, 1963 (a la que nos referimos en las citas del texto); R. Menéndez Pidal, Antología de prosistas castellanos (Madrid, 1917), p. 69. Más recientemente, E. Berndt Kelley opinaba, al igual que Herriott, sin aducir nuevas razones, que la versión de la edición príncipe debió ser Erasistrato y seleucal (cf. "Algunas observaciones sobre la edición de Zaragoza de l507 de la Tragicomedia de Calisto y Melibea," en ′La Celestina′ y su contorno social, ed. M. Criado de Val [Barcelona, 1977], p. 4). También comparte esta opinión Emma Scoles en la segunda parte de su "Due note de filologia quattrocentesca. I. Don Cara de aguzadera.′ II. ′Seleucal′," Studi de letteratura spagnola (Rome l965), l77-l86. Más adelante comentaremos sobre la opinión de Martín de Riquer. La ardua tarea de todos estos críticos parece haber sido la de probar que la versión más difícil, la "lectio difficilior" remplazó la más fácil, cuando lo probado en crítica textual es lo contrario. 4. Menéndez Pidal, p. 69. Martín de Riquer, "Fernando de Rojas y el primer acto de La Celestina, RFE, 41 (1957), p. 381. 5. La originalidad artística de ′La Celestina′ (Buenos Aires, l962), p. l8. 6. K. Whinnom, "′El plebérico corazón′ and the authorship of Act I of Celestina," Hispanic Review, 45 (l977), p. 197. 7. Felix Cassius, De medicina ex Graecis logicae sectae auctoribus liber translatus, ed. V. Rose, (Lipsiae, l879), cap. 28, p. 46. 8. Corpus Inscriptionum Latinarum, ed. Mommsen, vol. V, Pars II (Berolini, l877), nu′m. 6064. Los antes citados tratadistas de recetarios medicos, Casio y Celso, recomendaban para el mal de oídos unas recetas de Eras y Crato, respectivaments. 9. La expresión "piedad de silencio" y su equivalente en inglés "piety of silence" puede verse documentada en textos modernos; basta con consultar la frase en cualquier buscador de Internet. En latín encontramos que el genitivo "silentii" se emplea con "fides" "atientiam" innocentiam"", por escoger los sutantivos más afines a "piedad." Lo que no tiene sentido ni justificación en el entorno del AUTO es la referencia a Seleuco. En todos los casos del texto la lectio difficilior es la de la edición de Burgos; algunos comentaristas quieren sustituir aquí el fácil de silencio con el esotérico "de Seleuco." Es más, la anécdota de Seleuco resulta tan ajena al contexto y el contenido del AUTO que, de haberse encontrado Seleuco en el original, no hubiera faltado quien lo hubiera creido error por "silencio" o algo parecido. br> |