Fablo mio Cid, el que en buen hora çinxo espada. 6
[CID]
¡Martin Antolinez, sodes ardida lança!
80 Si yo vivo doblarvos he la soldada.
Espeso he el oro y toda la plata, (N)
Bien lo vedes que yo no trayo haber, y huebos me serie
Para toda mi compaña.
Fer lo he amidos, de grado no habria nada:
85 Con vuestro consejo bastir quiero dos arcas, (N)
Hinchamoslas de arena, ca bien seran pesadas,
Cubiertas de guadameçi y bien enclaveadas,
Los guadameçis bermejos y los clavos bien dorados. 7
Por Rachel y Vidas vayadesme privado: (N)
90 Cuando en Burgos me vedaron compra e el Rey me a airado
No puedo traer el haber, ca mucho es pesado,
Empeñar selo he por lo que fuere guisado, (N)
De noche lo lieven, que no lo vean cristianos.
Vealo el Criador con todos los sus santos:
95 Yo mas no puedo y amidos lo fago.
[CRONISTA]
Antolinez no lo detardaba, (N) 8
Por Rachel y Vidas apriessa demandaba.
Paso por Burgos, al castiello entraba,
Por Rachel y Vidas apriessa demandaba.
100 Rachel y Vidas en uno estaban amos 9
En cuenta de sus haberes, de los que habian ganados.
Llego Martin Antolinez a guisa de membrado.
[ANTOLINEZ]
¿Do sodes, Rachel y Vidas, los mios amigos caros? (N)
En poridad fablar querria con amos.
[CRONISTA]
105 No lo detardan, todos tres se apartaron.
[ANTOLINEZ]
Rachel y Vidas, amos me dad las manos,
que no me descubrades a moros ni a cristianos, (N)
Por siempre vos fare ricos, que no seades menguados.
El Campeador por las parias fue entrado,
110 Grandes haberes priso y muchos sobejanos,
retovo d’ellos quanto que fue algo,
Por ende vino a aquesto por que fue acusado. (N)
Tiene dos arcas llenas de oro esmerado,
Ya lo vedes que el Rey le ha airado,
115 dexado ha heredades y casas y palaçios.
Aquellas no las puede llevar, si no, serian ventadas,
El Campeador dexar las ha en vuestra mano,
Y prestadle de haber lo que sea guisado.
Prended las arcas y metedlas en vuestro salvo,
120 Con grande jura meted hy las fes amos:
¡que no las catedes en todo aqueste año!
[CRONISTA]
Rachel y Vidas seianse consejando.
[RACHEL y VIDAS]
Nos huebos habemos en todo de ganar algo.
Bien lo sabemos que el algo gano,
125 Quando a tierra de moros entro, que gran haber saco.
No duerme sin sospecha qui haber trae monedado. (N)
Estas arcas prendamoslas amas,
En logar las metamos que no sean ventadas.
Mas decidnos del Çid, ¿de que sera pagado?
130 O ¿que ganançia nos dara por todo aqueste año?
[CRONISTA]
Respuso Martin Antolinez a guisa de membrado.
[ANTOLINEZ]
Mio Çid querra lo que sea aguisado
Pedir vos ha poco por dexar su haber en salvo.
Acogensele homnes de todas partes menguados,
135 Ha menester seisçientos marcos. (N)
[CRONISTA]
Dixo Rachel y Vidas:
[RACHEL / VIDAS]
¿Darselos? ¡De grado!
[ANTOLINEZ]
Ya vedes que entra la noche, el Çid es presurado,
Huebos habemos que nos dedes los marcos.
[CRONISTA]
Dixo Rachel y Vidas:
[RACHEL / VIDAS]
No se faze asi el mercado, (N)
140 Sino primero prendiendo y despues dando.
[CRONISTA]
Dixo Martin Antolinez:
[ANTOLINEZ]
Yo d’eso me pago;
Amos todos tred al Campeador contado,
Y nos vos ayudaremos que asi es aguisado,
Por aduzir las arcas y meterlas en vuestro salvo,
145 que no lo sepan moros ni cristianos.
[CRONISTA]
Dixo Rachel y Vidas:
[RACHEL / VIDAS]
Nos d’esto nos pagamos.
Las arcas aduchas, prended seisçientos marcos.
[CRONISTA]
Martin Antolinez cabalgo privado
Con Rachel y Vidas de voluntad y de grado;
150 No viene a la puente, ca por el agua ha pasado, (N)
que se lo no ventansen de Burgos homne nado.
Afevoslos a la tienda del Campeador contado;
Asi como entraron, al Çid besaronle las manos.
Sonrisose mio Çid, estabalos fablando:
[CID]
155 ¡Ya don Rachel y Vidas, habedesme olvidado!
Ya me exco de tierra, ca del rey so airado.
A lo que me semeja, de lo mio habredes algo,
Mientra que vivades no seredes menguados.
[CRONISTA]
Don Rachel y Vidas a mio Çid besaronle las manos.
160 Martin Antolinez el pleito ha parado,
que sobre aquellas arcas darle ian seisçientos marcos,
Y bien gelas guardarien fasta cabo del año;
Ca asi le dieran la fe y se lo habian jurado:
que si antes las catasen, que fuesen perjurados,
165 No les diese mio Çid de la ganançia un dinero malo.
Dixo Martin Antolinez:
[ANTOLINEZ]
Carguenlas arcas privado;
Llevaldas, Rachel y Vidas, ponedlas en vuestro salvo;
Yo ire convusco que adugamos los marcos,
Ca a mover ha mio Çid ante que cante el gallo. (N)
[CRONISTA]
170 Al cargar de las arcas veriedes gozo tanto.
No las podien poner en somo, maguer eran esforçados.
Gradanse Rachel y Vidas con haberes monedados,
Ca mientra que visquiesen, refechos eran amos. (N)
Rachel a mio Çid la mano le va besar. 10
[RACHEL / VIDAS]
175 ¡Ya Campeador, en buen hora çinxiestes espada!
De Castiella vos ides para las gentes estrañas;
Asi es vuestra ventura, grandes son vuestras ganançias.
Una piel bermeja, morisca y honrada,
Çid, beso vuestra mano, en don que la yo haya.
[CID]
180 Plazeme.
[CRONISTA]
Dixo el Çid.
[CID]
D’aqui sea mandada. (N)
¡Si vos la aduxiere d’alla! Si no, contalda sobre las arcas.
[CRONISTA]
En medio del palaçio tendieron un almofalla, (N)
Sobre ella una sabana de rançal y muy blanca.
A todo el primer colpe trezientos marcos de plata echaron,
185 Notolos don Martino, sin peso los tomaba; (N)
Los otros trezientos en oro se los pagaban.
Çinco escuderos tiene don Martino, a todos los cargaba;
Quando esto hobo fecho, odredes lo que fablaba.
[ANTOLINEZ]
Ya don Rachel y Vidas, en vuestras manos son las arcas: (N)
190 Yo, que esto vos gane, bien mereçia calças.
[CRONISTA]
Entre Rachel y Vidas aparte ixieron amos. 11
[RACHEL / VIDAS]
Demosle buen don, ca el nos lo ha buscado.
Martin Antolinez, un burgales contado,
Vos lo mereçedes darvos queremos buen dado,
195 De que fagades calças y rica piel y buen manto.
Damosvos en don a vos treinta marcos.
Merecer nos lo hedes, ca esto es aguisado. (N)
Atorgar nos hedes esto que habemos parado.
[CRONISTA]
Gradeçiolo don Martino y recibio los marcos.
200 Grado exir de la posada e espidiose de amos.
Exido es de Burgos y Arlançon ha pasado,
Vino para la tienda del que en buen hora nasco.
Reçibiolo el Çid abiertos amos los braços.
[CID]
¡Venides, Martin Antolinez, el mio fiel vasallo!
205 ¡Aun vea el dia que de mi hayades algo!
[ANTOLINEZ]
Vengo, Campeador, con todo buen recaudo,
Vos seisçientos y yo treinta he ganados.
Mandad coger la tienda y vayamos privado,
En San Pero de Cardena hy nos cante el gallo,
210 Veremos vuestra mugier, membrada fija d’algo;
Mesuraremos la posada y quitaremos el reinado; (N)
Mucho es huebos, ca çerca viene el plazo.
[CRONISTA]
Estas palabras dichas, la tienda es cogida. 12
Mio Çid e sus compañas cabalgan tan aina,
215 La cara del caballo torno a Santa Maria,
Alço su mano diestra, la cara se santigua.
[CID]
A Ti lo gradesco, Dios que çielo y tierra guias;
Valanme tus vertudes, gloriosa Santa Maria,
D’aqui quito Castiella, pues que el Rey he en ira,
220 No se si entrare hy mas en todos los mios dias.
Vuestra vertud me vala, gloriosa, en my exida y me ayude;
El me acorra de noche y de dia. (N)
Si vos asi lo fizieredes y la ventura me fuere cumplida,
Mando al vuestro altar buenas donas y ricas;
225 Esto he yo en deudo, que faga hy cantar mill missas.
[CRONISTA]
Espidiose el caboso de cuer y de voluntad, 13
Sueltan las riendas y piensan de aguijar.
Dixo Martin Antolinez:
[ANTOLINEZ]
Vere a la mugier a todo mio solaz,
Castigar los he como habran a far;
230 Si el Rey me lo quisiere tomar, a mi no me incale. (N)
Antes sere convusco que el sol quiera rayar.
[CRONISTA]
Tornabase Martin Antolinez a Burgos y mio Çid a aguijar, 14
Para San Pero de Cardena quanto pudo a espolear
Con estos caballeros que le sirven a su sabor.
235 Apriessa cantan los gallos y quieren quebrar albores,
Cuando llego a San Pero el buen Campeador.
El abad don Sancho, cristiano del Criador,
rezaba los matines a vuelta de los albores;
Hy estaba doña Ximena con çinco dueñas de pro
240 rogando a San Pero y al Criador.
[XIMENA]
¡Tu, que a todos guias, vala mio Cid el Campeador!
[CRONISTA]
Llamaban a la puerta, hy sopieron el mandado. 15
¡Dios, que alegre fue el Abad don Sancho!
Con lumbres y con candelas al corral dieron salto,
245 Con tan gran gozo le reçiben al que en buen hora nasco.
[DON SANCHO]
Gradescolo a Dios, mio Çid.
[CRONISTA]
Dixo el abad don Sancho.
[DON SANCHO]
Pues que aqui vos veo, prended de mi hospedado.
[CRONISTA]
Dixo el Çid:
[CID]
¡Gracias, don abad, y so vuestro pagado!
Yo adobare conducho para mi y para mis vasallos,
250 Mas por que me vo de tierra, dovos çinquaenta marcos;
Si yo algun dia visquiere, ser vos han doblados,
No quiero fazer en el monesterio un dinero de daño.
Evades aqui: para doña Ximena dovos çien marcos;
A ella y a sus fijas y a sus dueñas sirvadeslas este año.
255 Dos fijas dexo niñas y prendedlas en los braços;
Aquellas vos acomiendo a vos, abad don Sancho,
D’ellas y de mi mugier fagades todo recaudo.
Si esa despensa vos falleçiere o vos menguare algo,
Bien las abastad, yo asi vos lo mando;
260 Por un marco que despendades, al monesterio dare yo quatro.
[CRONISTA]
Otorgado selo habia el abad de grado.
Afevos doña Ximena con sus fijas do va llegando,
Señas dueñas las traen y aduzenlas adelante.
Ante el Campeador doña Ximena finco los hinojos amos,
81. La primera observación del Cid a Martín Antolinez no es una declaración de inocencia, sino de que había gastado el oro y la plata (nota anterior). La integridad del Cid, en la mente del autor, no era un presupuesto, explícito, del que arrancara la acción narrada; el Cid había de justificarse por sus obras; su integridad sería deducción obligada de su conducta de inquebrantable lealtad y generosidad.
VUELTA AL TEXTO
85. Expresión rápida y concisa, pero de gran significado. El autor quiere exonerar al Cid, lo más posible, de culpabilidad en el truco de las arcas de arena: aquí se indica que la idea partió de Martín Antolínez, de su consejo. En las Siete Partidas se define consejo -como «buen anteveemiento que home toma sobre las cosas dubdosas porque non pueda caer en yerro» (p. 3, t. 21, 1. 1).
VUELTA AL TEXTO
89. «El que quiere matar a su can, dice que está enfermo para no echarle pan», dice uno de nuestros refranes; podría parafrasearse al caracterizar la reacción de los comentaristas de este episodio como la de aquellos que queriendo ajusticiar al Cid. han dicho que Raquel y Vidas eran judíos para después condenarle como antisemita. Mucho han sufrido los judíos a lo largo de la historia, pero no hemos de acrecentar esos sufrimientos violentando los textos. En el Cantar no se nos dice que Raquel y Vidas fueran judíos y por muy en boga que esté en nuestros tiempos el tema del antisemitismo, no tenemos que creer que lo fueran. Este asunto es objeto de uno de mis estudios de endocrítica, bibli. 140, pp. 85-112 (otros estudios monográficos sobre las arcas y los personajes en bibli. 22, 44, 60, 96, 119, 120, 121, 143, 303, 324, 326, 356, 371; también en 21, pp. 115-36 y 88, pp. 127-34).
VUELTA AL TEXTO
92. Una palabra clave, y pasada por alto es empeñar; Raquel y Vidas no son usureros, sino empeñeros. Entre la usura y el. El autor busca el sensacionalismo en la dureza del rey: en el Fuero de Castilla (1, 4, 2) y en las Siete Partidas (p. 4, t. 25, 1. 10) se legislaba que el rey debía autorizar la venta de víveres en favor del desterrado por los lugares en ruta al exilio (cf. bibli. 250, II, p. 585; de interés puede resultar el trabajo de H. Grassotti, 160).
VUELTA AL TEXTO
81. La primera observación del Cid a Martín Antolinez no es una declaración de inocencia, sino de que había gastado el oro y la plata (nota anterior). La integridad del Cid, en la mente del autor, no era un presupuesto, explícito, del que arrancara la acción narrada; el Cid había de justificarse por sus obras; su integridad sería deducción obligada de su conducta de inquebrantable lealtad y generosidad.
VUELTA AL TEXTO
85. Expresión rápida y concisa, pero de gran significado. El autor quiere exonerar al Cid, lo más posible, de culpabilidad en el truco de las arcas de arena: aquí se indica que la idea partió de Martín Antolínez, de su consejo.En las SietePartidas se define consejo -como «buen anteveemiento que hometoma sobre las cosas dubdosas porque non pueda caer en yerro» (p. 3, t. 21, 1. 1).
VUELTA AL TEXTO
89. «El que quiere matar a su can, dice que está enfermo para no echarle pan», dice uno de nuestros refranes; podría parafrasearse al caracterizar la reacción de los comentaristas de este episodio como la de aquellos que queriendo ajusticiar al Cid. han dicho que Raquel y Vidas eran judíos para después condenarle como antisemita. Mucho han sufrido los judíos a lo largo de la historia, pero no hemos de acrecentar esos sufrimientos violentando los textos. En el Cantar no se nos dice que Raquel y Vidas fueran judíos y por muy en boga que esté en nuestros tiempos el tema del antisemitismo, no tenemos que creer que lo fueran. Este asunto es objeto de uno de mis estudios de endocrítica, bibli. 140, pp. 85-112 (otros estudios monográficos sobre las arcas y los personajes en bibli. 22, 44, 60, 96, 119, 120, 121, 143, 303, 324, 326, 356, 371; también en 21, pp. 115-36 y88, pp. 127-34).
VUELTA AL TEXTO
92. Una palabra clave, y pasada por alto es empeñar;Raquel y Vidas no son usureros,sino empeñeros. Entre la usura y el empeño existe una diferencia enorme en cuanto a la moralidad; la usura estaba prohibida por las leyes, el empeño era una operación legítima y moral, y practicada entre cristianos (cf. mi obra, nota anterior). Sobre la tradición literaria del truco, cf. bibli. 230, pp. 28-30; 324.
VUELTA AL TEXTO
96-99. Se indica claramente en el texto que Martín Antolínez no fue directamente al domicilio de Raquel y Vidas, sino que iba de un lugar a otro preguntando por ellos, hasta que llegó al castillo, donde encontró a la pareja tratando de asuntos de negocios (en cuenta: «contar y charlar de»), al parecer con otras personas, pues, al llegar Martín Antolínez, se apartarían (v. 105) para hablar en secreto. De encontrarse todos en el domicilio particular de Raquel y Vidas carecería de sentido el apartarse. Se encontraban, como quiere el texto, en el castillo yno en el «socastiello», como quiere Menéndez Pidal, para hacerles judíos. Para Menéndez Pidal no tenía sentido el v. 97 y lo eliminó de su edición crítica (bibli. 250, II, 518-19).
VUELTA AL TEXTO
103. El saludo es apropiado en boca del que ha buscado de un lado para otro. Contrástese mios amigos caros con enemigos malos (v. 9). El pequeño préstamo de estos amigos iba a hacer posible el triunfo sobre los enemigos.
VUELTA AL TEXTO
107. Encontramos en a moros ni a cristianos una enumeración de colectividad de extensión polar (v. 66n). No obstante, de haber sido el autor consciente del judaísmo de Raquel y Vidas, con quienes dialoga Martín Antolínez, la frase no podría ser más inoportuna. ¿Es que a sus correligionarios sí se lo podrían descubrir?
VUELTA AL TEXTO
112. Con estudiada lentitud, propia del buen prólogo, el autor ha ido informando a su público; es ahora cuando, por fin, nos enteramos del porqué del destierro: una acusación ante el rey. Narración retroactiva que hace contraproducente desde el punto de vista de arquitectura poética la hipotética restauración de la primera hoja perdida. Los falsos tesoros del Cid, que sus enemigos usaron para acarrearle a éste la desgracia, los explota Martín Antolínezpara hacerle posible la salvación y últimamente el gran triunfo. Nótese la sutilidad del lenguaje, pues Antolínezempieza enumerando las riquezas del Cid, para concluir diciendo que todo era una acusación.
VUELTA AL TEXTO
126. Es preciso pensar que haber monedado no es dinero, pues no iban a empeñar dineros por dineros (v. 172); el latino monetare significa «acuñar», «troquelar» y «forjar», por lo que valdría interpretar haber monedado, en este caso, como objetos de orfebrería de oro y plata (bibli. 140, p. 88n).
VUELTA AL TEXTO
135. Martín Antolínez consideraba la cantidad poco (V. 133); Raquel y Vidas, por lo que sigue, mostráronse de acuerdo: Menéndez Pidal lo llamó "pequeño prestamo" (bibli. 260, p. 30). No obstante, I. Michael dice que la cantidad "parece extraordinariamente grande para la época" (bibli. 270. v. 161n). La verdad es que tal cantidad, donde hay que juzgarla, en su contexto, raya en ridícula. De los 600 marcos daría el Cid 50 al abad (v. 250) y 100 a su esposa (v. 253). Le quedaba, pues, poco para atender a las necesidades de 300 hombres (v. 419). Contrástese con el botín de Castejón (v. 513) y los 3.000 marcos de la quinta del Cid (v. 521). El enfadoso empeño se limitó a lo minima para poder subsistir (sobre el significado de los números cf. 88, 1930 también V.F. Hoper, Medieval Number Symbolism; New York, 1938).
VUELTA AL TEXTO
139. Se nos indica que Raquel y Vidas eran mercaderes; en las Siete Partidas se llamaba mercaderes a "todos aquellos que compran cosas con entençión de vender a otri por ganar en ellas" (p. 5, t. 7, 1.1). Asi se explica el interés del autor en retratarnos a Raquel y Vidas como individuos deseosos de ganar (vv. 101, 123, 1:30), deseo que siempre en el Cantar es digno de elogio (bibli. 140, pp. 134 sts: 342, p. 174: 345. p. 58).
VUELTA AL TEXTO
150. Evitan el puente con el fin de explorer por dónde pasar el río cuando trajeran las arcas, cosa prohibida según las Siete Partidas, donde se ordenaba transporter las mercancías por "caminos usados". "Et quando [los mercadores] llevaren sus mercadorias de un luger a otro deben ir par los caminos usados, et dar sus derechos de los hobieren a dar" (p. 5, t.7, l.l ).
VUELTA AL TEXTO
169. El canto del gallo es una perífrasis par el amanecer; el poeta sabe enriquecer la imagen con sonidos y coloridos: considérese también sinécdoque, en cuanto que reproduce un pensamiento por media del signo de una cosa (vv. 209, 235, 316, 324. 1701; ct. bibli. 140. pp. 195-7 y 294-5: 212. II. p. 299).
VUELTA AL TEXTO
173. Raquel y Vidas se alegraban de las ganancias que les había prometido el Cid (v. 158), y no del contenido de las arcas, pues los bienes empeñados no pasaban en ningún caso a la posesión del empeñero; a éste le estaba prohibido incluso su compra, de ser vendidos en pública subasta (puede consultarse la documentación en mi obra, bibli. 140, pp. 105-7).
VUELTA AL TEXTO
180-1. En buena atmósfera de amistad Raquel le ha pedido al Cid le traiga un recuerdo del extranjero: las gentes estrañas (v. 176). El Cid le asegura que así lo hará, anhelando "ojalá os la pueda traer de allá". ¡Sí vos la aduxiere d'allá! es oración de condicional optativa en futuro de subjuntivo compárese con "Sí fuerit manus tua mecum" (¡si tu mano estuviere conmigo"! Paralipómeno 4, 10). Si no (os la trajera de allá), contadla sobre las arcas, "mencionadla al hablar de las arcas"; en otras palabras: "sí no os trajera la piel, es porque haya yo muerto en aquellas tierras [cosa que no pasaría], en tal caso, al hablar de las arcas mencionaréis cómo todos perdimos: yo las arcas, vosotros la piel". Otros editores, con Menéndez Pidal, interpretan así el verso este: "Sí esa piel morisca os la trajera de mi destierro, bien; si no, descontadla del valor de las arcas". Pero a los mercaderes no les estaría permitido vender las arcas, ni "contar" significa "descontar", ni Raquel pensaba en dinero; más adelante darían a Martín Antolínez 30 marcos para que se comprara rica piel y buen manto (v. 195).
VUELTA AL TEXTO
182. El autor no se detiene a contar el viaje, como hace otras veces, declarándolo explícitamente (v. 1310). La palabra palacio indica que los mercaderes vivían en una rica y amplia mansión.
VUELTA AL TEXTO
185. "Antolínez vio los pesos y los levantaba (casi 70 kg.) como cargo ligera"; sin peso significa "ligeramente", un ejemplo de litotes, figura del énfasis muy del gusto del autor de la primera parte del Cantar; consiste en destacar una idea mediante la negación de lo contrario. Compárese: sin falta: "fiel" sin arte: "lentamente". Los editores han dado a notólos la acepción de "contar" (implicando que Antolínez no se fiaba) y a sin peso la de "sin pesar en la balanza" para cerciorarse si las monedas tenían la debida cantidad de oro o plata (implicando que se fiaba). Sobre la litotes, cf. bibli. 212, II, pp. 87-89.
VUELTA AL TEXTO
189. Nótese que a Raquel y Vidas les han tratado con don el Cid (v. 155), el narrador (v. 159) y Martín Antolínez aquí. En los viejos documentos castellanos el "Don se daba a las personas de alguna excelencia", según dice Berganza (Antigüedades de España, Madrid, 1719-21, lib. V. cap. 7. p. 370, n. 59). Quiere decir que Raquel y Vidas eran dos personajes dignos de respeto, personajes excelentes (bibli. 140, pp. 92-93: 189, p. 220; 250. I. pp. 311 -2).
VUELTA AL TEXTO
197. El lenguaje de estos versos está muy cuidado, parece como si Raquel y Vidas no quisieran humillar a Martín Antolínez con los 30 marcos. Antolínez había pedido muy poco: calças (v. 190, hasta tal extremo llegaba la necesidad del Cid y sus vasallos). Raquel y Vidas deciden darle más: trienta marcos (v. 196), y para que Antolínez se los acepte, tratan de convencerle de que merece tal don de ellos -Mereçer nos lo hades- por lo que ha trabajado, y esperan que les diga que sí: --Atorgar nos hedes- que les acepte el don que le han preparado.
VUELTA AL TEXTO
211-2. El Cid piensa detenerse tan poco como sea necesario para examinar --mesuraremos--el lugar donde se hospedaba su familia; se alejaría después a prisa antes que se cumpliera el plazo de nueve días que le había fijado el rey. Las Siete Partidas (p. 4; t. 25, 1.10) autorizaban treinta días, pero el autor de Mio Cid quiere destacar la severidad del rey, la humillación del Cid, para que su triunfo final sea más brillante (bibli. 250, II, pp. 757-8).
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222. El, es decir, Dios; como al comienzo de la oración, el Cid invoca a la Virgen y a Dios. No se comprende la unanimidad de los editores en considerar El del Ms. como error por e (o ella); con tal corrección los editores empobrecen el original.
VUELTA AL TEXTO
230. Martín Antolínez no debía ser vasallo del Cid, sino un voluntario; por irse voluntariamente con el Cid y por ofrecerle alimentos en Burgos, se expuso a que le confiscaran sus propiedades; lo es un neutro sin antecedente pero fácilmente inteligible (v. 3163). Más adelante sabremos que Alvar Fáñez perdió sus propiedades (vv. 886-7).
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269. Nótese la figura de sinonimia glosadora, que sirve para precisar el sentido de un vocable: ifantes= de días chicas; en los otros casos ifantes significa "miembro de la nobleza". ¿Podría verse aquí una vaga evocación de sus futuras bodas con los Infantes de Carrión? (cf. bibli. 140, pp. 273-5 y 284).
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282. Compruébose que en la primera parte del Cantar ninguna de las oraciones resultará frustrada; de aquí que la oración sea como un anuncio de un suceso futuro y un elemento de causa y efecto en la narración. En estos versos, pues, aun en los preámbulos, se nos anuncia que habrá unas venturosas bodas, tema central y culminante de esta parte, y que tras las bodas les quedará vida venturosa, de la que todos juntas podrán disfrutar.
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301-3. Compárese este llamamiento del Cid a sus vasallos con el de Jesucristo a sus discípulos: "Todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor de mi nombre, recibirá el céntuplo" (Mat. 19, 29). Antolínez, como el Cid, había dejado a su mujer (vv. 230-1); otros dejaron cosas y honores (v. 289).
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319. Se trata de la misa votiva de la Santísima Trinidad que sustituia a la de la fiesta del día; sabemos que ésta fue la misa que dijo don Jerónimo antes de la batalla (v. 2370). El texto de esta misa se presto mucho a una fevorosa homilia a soldados que luchaban contra los moros, especialmente por el evangelio en que se dice: "Euntes ergo docete omnes gentes, baptizantes eos in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti" (cf. bibli. 312, p. 638).
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324. Los gallos que oímos en Mio Cid son los de antes del amanecer; mediados, reviste dos connotaciones: entre los primeros y los terceros (suponiendo, por simplificación, que cantaban en tres ocasiones) y "en mitad del canto, entre los quiquiriquís", con lo que la imagen se enriquece de ruidos y prisas. Nótese que al autor de la primera parte le gusto explotar el efecto de los ruidos: alaridos, atamores, esquilas, pregones, tañer, tremor. Al canto de los gallos se suma el repique de campanas ( v. 325) y el coro de la misa (v. 1702). Cf. bibli. 140, pp. 163, n.8.
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347. Valdría pensar que el autor (o escriba) se distrajo y escribió Calvarie por Oliveti (o Getsemani), donde tuvo lugar el prendimiento; de ser así se lograría equilibrar este verso con el siguiente con (,) al final, suprimiendo el (;) tras prender.
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358. El autor castellano no podía admitir que los santos resucitaran antes que Jesucristo, ya que éste es primitiae durmientium (1 Cor. 15, 20). El autor, pues, está de acuerdo con la común opinión de los exégetes que comentan el pasaje de Mateo 27, 51-3; tanto el evangelista como el Credo parecen indicar que los santos resucitaron antes que el Señor: "descendió a los infiernos, al tercer día resucitó". Sobre esta oración de doña Jimena cf. bibli. 30, pp. 214-6, pp. 34-37; 185, p. 275.
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398. Editores y comentaristas han manipulado y trastocado estos versos con el fin de hacer el texto históricamente creible, cf. bibli. 76, pp. 85-87: 270. p. 106-7.
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421. La prisa del Cid se demuestra en ese mandato a montar en los caballos a todos, los que quisieran comer y los que no (aquéllos, que comieran sobre los caballos). Otros editores pretenden dar a entender que el Cid mandó caminar tan sólo a los que no querían comer: ¡un poco raro!
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440. Nótese el zeugma complejo en estos versos paralelos. 440 y 443: en el se omite el elemento verbal opuesto -"fincad" al expresado en el otro-idvos; compárese con vv. 832-3. 836-7. En estos dos pasajes los editores, olvidados de la figura poética, creyeron la omisión descuido o laguna (sobre el zeugma, cf. bibli. 212, II. pp. 151sts; más sobre el episodio en 178; 373).
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503. La sintaxis de estos versos es un tanto enrevesada, y es porque el autor quiere anunciar, pero de manera oscura, la cercana misión de Minaya como intercesor del Cid ante el rey. Minaya espera hallarse algún día en batalla de mayor importancia y más rico botín; no aceptaría ni un centavo. ya que -pues que- su único interés era que el Cid ganara par mediación suya lo que de veras valía algo (la amistad del rey). Minaya, tan pronto se vio con algunas ganancias, pensó en lo que se preciaría el rey (v. 495). Antolínez había dicho que lo demás, sin la amistad del rey, no lo preciaba un figo (v. 77); en el v. 475 los caballeros le ofrecen todo al Cid, todo esto no precian nada.
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508. Pensó el Cid que al rey se le acercarían sus hombres (del rey), con quejas sobre él y que le mandaría buscar. Recuérdese que el Cid echó la culpa de su destierro a los hombres del rey, sus enemigos males, los que sigue temiendo que de nuevo se acerquen al monarca con nuevas acusaciones e intrigas.
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511. los: sobrentiéndase "quiñones". Compárese este zeugma con el del v. 2950 (cf. nota).
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513. Contrástese el valor del botín, más de 50.000 marcos de plata, con los 600 pedidos a Raquel y Vidas; demuestra claramente que el Cid pidió a sus amigos una cantidad lo más pequeña posible (cf. 134 n.), sin intención de aprovecharse y abusar de la confianza de los buenos mercaderes.
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520. Entiéndase que la quinta que el Cid vende es la constituida por los moros y moras, no las otras cosas, esta quinta, (v. 510); el Cid quería que los que se los compraran salieran ganando en el trato. Muy pronto el autor quiere dar señales del desinterés del Cid, incluso en los tratos con sus enemigos.
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527. Algún día, algún otro editor dará un paso ulterior y editará el Cantar con acotaciones escénicas; de hacerlo así, indicará que este verso con el siguiente es un aparte del Cid, reflexionando. Pero en fin, así nos lo ha indicado el propio Cronista tres versos más arriba: Asmó mio Cid (v. 524). En el v. 259 es cuando el Cid se dirige en voz alto a los suyos. Sobre las direcciones de escena en las referencias a los gestos y la mímica, han hablado ya los comentaristas, cf. bibli. 88, pp. 118-19: 173; 387, pp. 177-80.
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534. Siguen las señales de compasión del Cid hacia los vencidos, para que hablen bien de él; estos moros debieron ser los refugiados en el Castillo, distintos de los que vendió antes; véase, cómo el Cid logró su propósito en v. 541.
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551. Para los problemas de topografía que el pasaje presenta, y la controversia entre los comentaristas. cf. bibli. 76; 270. pp. 118-9.
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567-8. no se treven ganar tanto, es otro buen ejemplo de litotes. (camp. vv. 50, 882, 1097, 3202); negando que ganaran, se destacan sus pérdidas: "se resignan a perder". Este ganar significaba para Menéndez Pidal y Smith, "labrar la tierra", para I. Michael, "pastar el ganado".
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589. a vuelta nadi: "no volviéndose ninguno hacia los de Alcocer o quedándose atrás nadie"; otros editores cambían el nadi, del Ms. por anda. Contrástese con Vueltos son con ellos... (v. 599).
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610. Recuérdase la más famosa de las çeladas bélicas: el caballo de Troya. Examínese el pasaje del Cantar dentro de la tradición literaria de estratagemas. El Cid notó que le iba a ser imposible tomar Alcocer en combate abierto, (v. 574) y planeó una emboscada: desmantelar el campamento y darse a la huida con todo menos una tienda que dejó puesta (v. 576). Los de Alcocer ven la tienda, (v. 582), pero no le dan importancia, pues se ciegan con el deseo de dar alcance al Cid y hacerse de sus riquezas (v. 584); en cualquier caso, ¿por qué temer al pequeño grupo que quedara escondido en la tienda? Se lanzan a galope los alcoceranos y el Cid y sus vasallos aceleran como asustados (vv. 586-7). Cuando el Cid vio que quedaba gran distancia entre los de Alcocer y el castillo, vuelve las riendas con los suyos para atacar a los perseguidores (v. 596). A los suyos les ordena combatir (v. S97). El Cid y Minaya van en cabeza -adelante v. 601- a galope hacia el castillo hasta conseguir colocarse entre los moros y el castillo. Mientras tanto los vasallos luchan valientemente, reforzados ahora por los que habían quedado en çelada, que salían de la tienda dando enormes gritos (v. 606). Los delante, en decir, el Cid y Minaya (quienes adelante aguijaban, v. 601), dejan atrás a moros y vasallos peleando, para apoderarse del castillo; llegados allá, se paraban a la puerta con las espadas desnudas; al poco tiempo llegaron los vasallos tras la victoria: dando grandes alaridos los que están en çelada, expresa circunstancia concomitante con la acción de la matanza especificada en la oración anterior; el sujeto de dando está allí mismo expresado: los que están en çelada (en la tienda), que salieron para atacar a los moros par la retaguardia impidiéndoles el regreso expedite al castillo. C. Smith ha encontrado una feliz semejanza entre este pasaje y uno de los Stratagematar de Frontino (cf. bibli. 273). Esta maniobra táctica se asemeja a otra del mismo Cid, según una de las versiones de Ibn Idhari, tomada de Ibn Alkama, sobre la defensa de Valencia contra los ataques de los almorávides: "El Cid simula huida, atrayendo tras él el grueso de la caballería musulmana, y se pone al abrigo de las murallas de la ciudad después de haber sufrido algunas pérdidas. Durante este tiempo, los emboscados caen sobre el campo más o menos desguarnecido" (cf. bibli. 189. p. 81). Para otras interpretaciones cf. bibliografía. 270, v. 576n; 322.
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675. Cf. glosa al v. 1685 (y vv. 710, 989, 3367).
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710. Compárese con otras formulaciones, según la nota anterior. v. 675.
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782. El papel de Minaya como hombre bueno se refleja en su preocupación e interés p0r aplacar al rey; compárese con los vv. 495 sts.
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819. Nótese el cambio de actitud en el Cid y Minaya. El el v.491, tras las primeras ganancias, el Cid ofrece a Minaya la quinta; en el v. 811, tras el enorme botín, le dice que tome lo que guste. En aquella primera ocasión Minaya rehusó coger lo más mínimo (v. 503), ahora, una vez que ya tienen qué llevarle al rey, no rehúsa nada y con gusto acepta su embajada.
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832-3. Encontramos aqui otro case de zeugma complejo; en el primer miembro (v. 832) se suprime el elemento verbal -"venidnos conseguir"- expreso en su contrario -idnos conseguir (v. 833); comprárese con el v. 440 y nota.
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836-7. Véase la explicación de la nota anterior (v. 832); en este caso el elemento verbal se halla expreso en el primer miembro del zeugma complejo: fue, elidiéndose en el segundo su opuesto -"fincó"-, cf. v. 440 y nota.
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853. Otra vez vemos a los vencidos agradecidos al Cid; compárese con vv. 535 y 541, 620 y 854; en estos ejemplos se prepara el terreno para el episodio próximo del Conde de Barcelona, que terminaría en amistad.
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881-4. En la nota al v. 527 se hizo notar el fenómeno de la reflexión en aparte del personaje. Aqui el rey profiere un aparte que Minaya no había de oír. (nótese que el rey advertiría que no le iba a decir nada sobre el Cid, v. 889). Medita el rey ante la súplica de perdón del Cid presentada por Minaya; "tenerle merced mañana, sería apresurarse demasiado, dada que perdió mi gracia; voy a aceptar el regalo para perdonarle en un futuro algo más distante y por ser de moros; si hubiera sido robado, no lo aceptaría". En el v. 885, se dirige ya directamente a Minaya. Nótese que cuando Minaya regresara, daría al Cid noticias de la familia, pero no diría nada del rey, siguiendo lo dicho en el v. 889. En el Cantar, mañana y tres días, (v. 1556), en un plaza muy cortisimo; mañana, es el día más cercano posible a hoy. Los plazos más largos se expresan por semanas, meses, años. En las tres semanas pueden verse sugeridas las tres embajadas de Minaya que antecederían al perdón final.
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886. ¿Por qué perdona el rey a Minaya y no al Cid? Minaya es el mediador -árbitro de avenencia u hombre bueno, (cf. v. 20n)- entre el Cid y el rey. Como tal, para poder gestionar la reconciliación, habla de gozar de la amistad de ambas partes. Desde ahora podría ir y venir (v. 898) para conseguirle favores al Cid.
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904. El [poyo] de río Martín; otros editores piensan de otro manera; Menéndez Pidal y C. Smith, intercalan val, I. Michael traspone el orden; el río de Martín.
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960. follón: "el que dice vanidades", cosas sin razón ni fundamento; caso de sinomimia glosadora (cf. v. 269n; el episodio del Conde de Barcelona es objeto de uno de mis estudios de endocritica, bibli. 140, pp. 113 - 132; también cf.273).
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963. ¿Fue el Conde herido por un sobrino del Cid o fue que el Cid hirió a un sobrino del Conde? Los estudiosos de la historia en Mio Cid, se decepcionarán aquí también cuando vean que hubo un Ramón Berenguer II, vencido por el Cid, cuyo sobrino casó con la segunda de las hijas de éste. El autor poeta se aproxima la historia para tergiversarla en los episodios más cruciales de su obra.
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981. El autor sabe retratarnos a los personajes antagonistas con la debida motivación desde su propio punto de vista: aunque estén equivocados, no son brutos irracionales o fantoches idiotas. ¿Por qué había de creer el Conde al Cid? Desterrado, en quien no confió su propio rey. Como al rey, el Cid había de demostrarle a él su generosidad y su lealdad en su conducta, en sus buenas obras.
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984. E1 escritor, hombre de letras, siente a cada paso la necesidad de exculpar al guerrero, hombre de armas, y justificar la guerra; y es que en el fondo a las letras han de repugnarles las armas y de ahí tantos intentos de armonizarlas entre cristianos y entre paganos.
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993-4. El autor quiere presenter al ejército del enemigo como numeroso, fuerte y ricamente equipado, con el fin de conferir mayor mérito a la victoria del Cid y más valor al botín; siellas coçeras: "monturas de rica guarnición", çinchas amojadas: "cinchas bien forradas, enmollecidas". Menéndez Pidal da a coçeras y amojadas significados peyorativos ("que no daban al jinete buen apoyo" y "flojas", respectivamente), como si a ello se debiera la derrota del Conde y no al plan estratégico del Campeador (bibli. 250,11, p. 464, 579-580).
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995. El que tuviera el Cid consigo çiento caballeros solamente indica que el ataque del Conde le sorprendió al regreso de alguna de las correrías que hacían divididos en grupos (sabemos que el Cid contaba con bastante más de trescientos hombres. vv. 410, 723, 917).
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996-7. El Cid y los suyos se encontraban en el valle (v. 974). Las huestes del Conde eran muy numerosas y venían en caballos bien arreados. Los del Cid les provocarían a lanzarse al ataque steira abajo, de manera que al herir y derribar los caballos delanteros, los que seguian se tropezaran y atropellaran unos con otros; por eso se dice que de cada uno que hirieran, desmontarían a tres (cl. siguiente nota).
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1007. Nótese que en esta batalla brilla por su ausencia la mención de la sangre o la muerte; como si la batalla fuese en la mente del autor no el objetivo central, sino un preámbulo a la prisión y los incidentes que allí tendrían lugar.
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1012. La batalla del Cid con el Conde había tenido lugar en territorio que le era tributario a éste (v. 964); se confirma la idea con lo que aquí se indica: para su [del Cid] tierra lo llevaba. Otros editores han corregido aquí también el texto del Ms. leyendo tienda por tierra, (bibli. 250,II, p. 867).
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1014. El hecho de que el Cid saliese fuera indica que retenía al Conde dentro de su propia tienda, como prueba de condescendencia y respeto al noble, dadas las circanstancias. Menéndez Pidal dijo que el prisionero estaba fuera de la tienda para que el Cantar coincidiera con la Historia Roderici (cf. bibli. 140, p. 121n; 250,II, p. 866; 274, p. 8).
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1015. Los del Cid habían andado separados en diversas correrías (cf v. 995n.), y se van congregando, trayendo cada cual su botín . Estaban, pues, listos para la celebración de sus ganancias, las conseguidas en la victoria contra el Conde y en otras incursiones. El autor, aparte de las alusiones al botín en vv. 104]-3, no se demora en contar los bienes ganados del Conde, como si lo único de importancia hubiera sido Colada. Ausentes están las efusiones de júbilo y la mención de destacados varones, ni siquierá se nombra a Minaya. Esta batalla fue un lance de honor: hy venció esta batalla por do hondró su barba (v. 1010).
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1020-23. Al Conde no fue fácil vencerle ni lo sería convencerle de la honorabilidad del Cid; empieza aquí una batalla psicológica, en la que triunfará también la estrategia del Campeador, pero también el Conde conseguiría su pronto libertad mediante la resistencia pasiva de la huelga de hambre.
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1024-27. Es ahora el Cid en persona quien se acerca al Conde a persuadirle: "si comía -le dijo- viviría hasta ver el fin de su cautiverio, de lo contrario, iba a morir en la prisión"; el v.1027, es perífrasis por "morir", como en v. 1033 (bibli. 140, pp. 294-7).
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1029. El Conde no está para juegos de palabras y claramente expresa que está dispuesto a morir: no quiero comer.
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1033-36. El Cid, por fin, toma más en serio la amenaza pacífica del Conde; vuelve a advertirle que si no comía, iba a morir; y aquí, haría una pausa el Cid para observer la reacción del prisionero; éste seguiría inmutable. El Cid entonces le promete la libertad; el Conde, por fin, sonríe: no podría creerlo. Su huelga de hambre, empleada como resistencia pasiva, logró su propósito: pronta libertad. Que yo sepa, este pasaje es el primer ejemplo en literatures románicas del empleo del ayuno como resistencia pasiva, como huelga de hambre, para doblegar la voluntad del más poderoso (más en mi obra, bibli. 140, pp. 124-8).
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1050. Ejemplo de histerología (cf. v. 57n.); uno esperaría que le trajeran y dieran el agua y se la mantuvieran delante mientras se lavaba. Fuera de su desconfianza del Cid, el Conde se porta como refinado y noble caballero.
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1062. Frase estereotipada de sobremesa, cf. v. 2067.
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1068. ¿Por qué parecía el conde muy franco? Según el contexto, por ir él y sus caballeros sobre palafrés muy bien ensellados, con buenas vestiduras de pellicones y de mantos, es decir, se marchaban con el lujo que trajeron (vv. 993-4n), propio de los francos (v. 1002). ¡Gracias a la generosidad del Cid! Los comentaristas que creen que el Cid era un resentido contra la nobleza, hombre desconsiderado y vengativo, no se han fijado en su generosidad (cf. bibli. 252, p. 208; 274; 311, p. 525n).
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1072. y si no (quisiéredes vengarlo, v. 1970), "mandadme decir dónde podremos intercambiar presentes". En las glosas al pasaje se ha puesto de relieve cómo el autor eliminó del encuentro entre el Cid y el Conde la muerte, la sangre e incluso el botín exageradamente rico de otras batallas. En realidad, todo parece haber concluido en un intercambio de bienes: el conde le dejó al Cid Colada y el botín, pero el Cid le obsequió a su vez, a pesar de haber venido con propósito de venganza. Otros editores puntúan estos versos de otra manera, ocasionando grandes dificultades gramaticales y semánticas.
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1074. El autor, se ha anotado, gusta de poner en boca de sus personajes un lenguaje que pudiéramos llamar protoclar, caracterizado por la perifrasis, principalmente, la insinuación aguda con tonos de humor. Por ejemplo, la respuesta del Conde: de venir a buscar al Cid, ni pensarlo; en cuanto a mandarle aviso para el intercambio de presentes, no en un future próximo bastantes son los que le había dejado.
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1080. una deslealtança, complemento de fizo, se antepone por razón del énfasis. El autor hace una aseveración rotunda sobre el residue del miedo infundado del Conde. Esta aseveración de por si nos prohibiría pensar que el truce de las arcas llevara intención de causer daño a Raquel y Vidas. Es increible pensar que el Cid tratara de perjudicar a los que boscó como amigo, cuando se mostró tan benévolo con el que vino a buscarle como enemigo. Finalmente, la conducta benévola del Cid hacia el vencido responde a la tradición literaria de "perdonar a los vencidos y debelar a los altaneros" (Eneida, 6, 852-3); recuérdese en el elogio de Berceo al obispo "león para los bravos, a los mansos cordero" (Milagros, 314b).
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1083. En varios ocasiones a lo largo del episodio del Conde de Barcelona, ha hecho el autor referencias al acto de reunirse el Cid con los suyos (cf. v. 57n); de nuevo aquí: compeçóalas de llegar / de la ganancia: "las acarreaba de los diversos lugares (v. 1015n), donde cada grupo contaba su botín". Nótese la figura histerología (cf. v. 57n), pues se juntarían después de haber llegado.
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1085. Se llega aquí a un punto crucial en el Cantar. Los editores Sánchez, D. Hinard, Janer, Vollmoller, Restori, Huntington, respetaron el Ms. y no vieron interrupción. A Lidforss se le ocurrió trasponer los versos 1085 y 1086, y crear un Cantar II que tituló: "Perdón y Gracia". A Menéndez Pidal le atrajo la idea; traspuso los versos, hizo comenzar aquí un Cantar II, pero lo tituló "Cantar de las Bodas". Para que sus arreglos tuvieran sentido cambió el legar del Ms. (v. 1083) a alegrar. C. Smith y I. Michael, siguen a Menéndez Pidal en cuanto a Cantar II, C. Smith. conserve la lección del Ms. en el v. 1083, pero I. Michael, prefiere cambiar legar a pagar. No hay razón ninguna para dividir aquí la narración, ni de los signos ortográficos en el Ms., ni de lenguaje, ni de contenido; todos los elementos, por el contrario, nos obligan a desechar cualquier división de cantares. Lo único que se aduce como base para la divisón es el término gesta, que para los criticos modernos comprende significados que escapaban al autor de Mio Cid; lo irónico es que, tras separar el Cantar II como gesta, se le titula "de las Bodas". Atengámonos al Ms. v no multipliquemos antes sin necesidad. Este v. 1085 se comprende mejor como exclamación del Cid ante sus mesnadas, jubiloso ante las enormes ganancias y esperanzado ante el futuro; como si les dijera: "lejos han quedado los días de pobreza, de truces y estratagemas; somos tan ricos y fuertes que estamos listos para campañas gloriosas, de gesta". El vocable gesta nos indica, sin duda, progreso en el crecimiento de la acción y nos prepara para la conquista de Valencia: la gesta por excelencia. La acción bélica de esa conquista merece denominarse gesta, en contraposición a la çelada. (v. 441) y el arte y çelada (vv. 575 y 579) de Alcocer, o sea, al tipo de campaña que hasta aquí el escritor ha denominado como correr y corrida. (vv. 445, 477, 952, 953, 958, 966), en la acepción de "incursión, merodeo". Una vez que estos términos (çelada, arte, correr-corrida), no vuelven a aparecer en la narración subisiguiente, podrá establecerse con sano criterio de endocrítica que gesta es lo opuesto a corrida, arte, çelada; nótese lo que se nos dice del cerco de Valencia: no hy habla arte (v. 1204). El anuncio de la gesta en boca del Cid encaja dentro de la tendencia del autor de juglaría que gusto de ocultarse bajo sus personajes, como se explicó en las glosas 7-8. Compárese esta referencia del Cid a si mismo con intención de animar y arengar a los suyos con los vv. 720-1.
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1125-26. El autor no se olvida de justificar, como en otros casos, la guerra. Es ambiguo el sentido de esta linea, pero adquiere su plenitud significativa si vemos en homnes no a los del Cid, sino a los moros. Resulta, pues, que esos moros, que tendrían derecho a cercar al Cid porque éste les quitaba su pan (vv. 1104-5), pueden ser ahora atacados con justicia por proceder de tierra estraña. La guerra contra los moros era una guerra contra homnes exidos de tierra estaña, y de ahí que reaparezca tantas veces el rey moro o de Marruecos, que más que personalidad histórica, debe creerse personaje simbólico. Es poco probable que los del Cid se refirieran con tierra extraña a Castilla, pues las gentes y la tierras estrañas de otros casos (vv. 176, 840, 1281), son las de los moros. Bajo esta perspective tenemos que el que mereçe la soldada, no es una referencia al soldado individual, sino, más bien, al ejército moro o cristiano: el combate determinaria a cuál de los dos pertenecía la victoria y, con alla, el derecho a la posesión de los bienes. Sobre el que se tenía del combate, valga esta evaluación de J. Horrent: "Dios decide la suerte de los combates y da la victoria al que está en lo justo y lo recta; si se tiene razón, se gana; si no, se pierde, cualesquiera que sean las circunstancias de la lucha; la victoria es señal de que se tiene razón como la derrota de que no se tiene" (cf. bibli. 189, p. 64). Es decir, que los bienes le pertenecen al más poderoso y la guerra es el medio de probar y demostrar quién puede más.
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1151. Es decir: "cogieron prisioneros a todos los que no murieron bajo las pezuñas de los caballos". Menendez Pidal y I. Michael, se arrogan gran potestad en trastocar muchos de los versos de este pasaje (cf. bibli. 270, p. 158).
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1208. El Cid es tan poderoso, que en el cerco de Valencia no tiene que recurrir a sus ardides (no hy había arte, v. 1204); ahora se permite llevar a cabo la guerra a la manera de los grandes personajes que fueron celebrados en las gestas de los antiguos: respetando las normas bélicas. Asi pues, el Cid sigue una costumbre que cuenta con precedentes en la Biblia (1 Sam. 113), practicada por Alfonso VII, de dar un plazo a los sitiados por si querían buscar ayuda entre los reyes vecinos (cf. bibli. 189, pp. 75-6; 250,II. p. 798).
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1299. Se trata de una perífrasis por "se ahogaban" (bibli. 261, v. 1229n).
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1230. En la glosa a los vv. ll25-26 se hizo notar que el rey moro -rey de Marruecos- debe ser un personaje simbólico a juzgar por su habilidad de recibir tres colpes y eludir la extinción; tres colpes, recibió Fáriz, y no sabemos que muriera; tres colpes, el rey de Sevilla, que escapó para reaparecer como Yúcef y recibir tres colpes y escapar como por magia (vv. 1725-26). Menéndez Pidal decidió cambiar Marruecos del Ms. a Sevilla, pues unos versos más arriba se dijo: a aquel rey de Sevilla el mandado llegaba (v. 1220); sin embargo él mismo explicaba en nota a este verso que "Sevilla, desde 1091, no tenía reyes propios", y "aquí rey de Sevilla, no puede designar sino al general almorávide [de Marruecos] que gobernaba Seville". Se trata, pues, en ambos casos, de un rey de Marruecos al que, en el v. 1220, le llegaría el mensaje cuando se hallaba en Sevilla.
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1245. Este verso con los dos anteriores refiere el asunto de que todos, moros y cristianos, habían de hablar (fablasen, v. 1242); que los exiliados abundaban en riquezas. A continuación explicaría el Cronista en qué consistían esas riquezas: en que a todos los compañeros del destierro les repartió las casas y propiedades, en lo que les probaba su gran amor (v. 1247): "obras son amores". En la sociedad miocidiana, el amor a Dios se demuestra en los estipendios para misas, el amor al rey en los ricos presentes, a las dames en el arreglo de sus bodas, a las hijas en los casamientos honrosos, a todos en los galardones. De mayor ganancia se deduce que mayor fue el favor divino: el mayor servicio a España era eliminar a las qentes estrañas. Los favores del Cid -como se recapitula en el v. 1248- no se limitaron a sus compañeros del destierro- los que fueron con él- sino que se extendieron a los que se le unieron más tarde -los de después-, es decir a todos. Menéndez Pidal hace algunas modificaciones innecesarias en el texto del Ms. para dar la misma interpretación aquí ofrecida (bibli. 261, p. 85 y 176; 270, p. 166).
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1252. En Las Siete Partidas (p. 4, t. 25, 1. 7), se da la fórmula con que el vasallo podía pedir su despido: "Despidome de vos et besovos la mano, et de aqui adelante non so vuestro vasallo".
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1292. Como en toda literature heroica en el Cantar hay muchas muestras de armonización de armas y letras, el Cid, que habla bien y tan mesurado (v. 7) y el obispo entendido y arreziado (sobre este pasaje cf. v. 2375n y bibli. 140. 233n; 248; también 379).
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1333. Estas cinco lides deben ser Las de Castejón (v. 473), Alcocer (v. 784). Murviedro (v. 1095), Cebolla (v. 1150) y Valencia (v. 1211). Menéndez Pidal hace un recuento diferente y encuentra que el autor ha mencionado sólo dos lides campales, concluyendo que el autor se equivocó (cf. bibli. 261, p. 70: 270. v.1333n).
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1364. Esta expresión parece traducción literal de la disposición de los fueros: sua hereditas serviat ei ubicumque pergere voluerit, (cf. Ménendez Pidal, bibli. 250, II pp. 850-1). El Cid, personaje del Cantar, fue motivado a buscar la amistad del rey, entre otras razones, por ver si recuperaba sus heredades y posesiones en Castilla.
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1371. Otros editores ponen este verso en boca del rey, ocasionando dificultades de interpretación que Menéndez Pidal quería aliviar cambiando deshonor a desamor. En boca de Minaya tiene mucho sentido. El destierro fue el deshonor (v. 1934).
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1374. Nótese como los Infantes no hablan abiertamente de riqueza material, sino de algo más complejo: pro; más adelante dirán honra (v. 1883). El provecho, materializado, concretizado en las ganancias es un móvil de supremo valor en las acciones de los "buenos" del Cantar. El provecho en que piensan los Infantes de la primera parte, no es tan egoístico como que no piensen ellos en servir a su vez al Cid y sus hijas (cf. vv 1388, 1888).
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1375. Los Infantes, por ser miembros de la nobleza, de los Condes de Carrión, no podían arreglar personalmente sus casamientos, sin contar con el beneplácito del rey. En este caso la situación era más complicada, pues querían casar con mujeres de rango inferior. Las hijas del infanzón de Vivar; de Bivar, es predicación epitética que indica los humildes origenes del Cid; no es necesario que sepa el lector que Vivar era históricamente una pequeña villa, lo que importa es que recuerde y asocie el nombre a las ruinas y lágrimas del comienzo del Cantar, al destierro, A la exida de Bivar (v. 11). En la asociación de Vivar y Carrión se sugieren, entre otras, dos ideas importantes: que los de Carrión debieron tomar parte en la dilapidación de la heredad del Cid en Vivar v que, no obstante, están dispuestos ahora a emparentar con éste; los que al principio fueron de sus enemigos malos (v. 9) terminarían por ser sus yernos, sus fijos (v. 2123).
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1389. Nótese el lenguaje protocolar. unas veces abundante en perífrasis, otras, como aquí, caracterizado por la litotes: nada no perderá: "ganará mucho", y en la respuesta de Minaya: no me ha por que pesar (v. 1390): "lo haré encantado".
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1422. Recuérdese que el Cid había prometido al abad mill missas (v. 225). Con Minaya le envió mil marcos (v. 1285), pero este dio al abad solamente quinientos. ¿Por qué? No porque olvidara el encargo (o fuera afectado de anticlericalismo), no, sino porque al ver que la esposa y las hijas del Cid, con sus damas, llevaban en sus ropas y semblantes las injurias del destierro y la pobreza, las muchas vergüenças malas (v. 1596), empleó los otros quinientos en ropas y cosméticos. Lógica. felicisima idea la de Minaya. Leo Spitzer ha dicho: "la moralidad medieval no es la nuestra. Para un aristocrata del siglo XI contaba la obligación de pagar mil misas prometidas al abad de San Pedro; no tanto la de pager 600 marcos a los judios" (bibli. 383, p. l09). El comentarista ha desenfocado absurdamente el significado de todo el contexto con el fin de hacer más agria la acusación de antisemitismo, también pudo haberse encolerizado con la "moralidad" de Minaya, que empleó tanto en lujo como en misas -a pesar de la promesa- con perfecta tranquilidad de conciencia. El lector deberá notar, por otro lado, que los quinientos dólares dados al abed, como los regalos enviados al rey, no iban limpios de desinterés material, pues todos resultaban en un provecho inmediato. En este caso debe considerarse que el abad hubo de hospedar no sólo a la mujer, las hijas, las damas, sino también a Minaya con cien caballeros (v. 1420) más sesenta y cinco (v. 1419). Cf. glosas a los vv. 1530 y 1668.
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1433. Al correr la noticia de la ida a Valencia de la familia del Cid, conocidos y amigos acudieron a despedirles. (v. 1415), y expresar sus deseos -los caballeros de unirse a ellos- irse quieren a Valencia (v. 1416). Al momento de partir, dos distinguidos caballeros, don Raquel y Vidas, tenían algo importante que decirle a Minaya: Desfechos nos ha el Cid -"el Cid nos ha faltado a lo prometido"-, si no nos vale "si no nos atiende y galardona". Interpretese el v. 1434: "renunciaríamos a la ganancia que nos reportase el importe de la venta". El lenguaje es entrecortado y protocolar, con muchos elementos sobrentendidos. Raquel y Vidas aluden a una posible venta de los bienes empeñados, de la cual habían de notificar previamente al que se los empeñó, así las Siete Partidas: "ante que la venda (la cosa empeñada), lo deue fazer saber al que gelo empeño, si fuere en el lugar, de como la quiere vender; e si el non y fuere, deuelo dezir a aquellos que fallare en su casa" (p. 5, t. 13, l. 41). Y sobre el gesto de renuncia a la ganancia, no se debe rechazar por demasiado simplista, pues responde a lo prescrito en la citada ley: "Si par auentura [la cosa empeñada] más valiere de aquello por que el la tiene a peños, lo demás deuelo pager al que gela empeño". En la respuesta de Minaya se nota que éste reconocía sus obligaciones de notificarle al Cid el asunto: Por lo que habedes fecho buen cosimente hy habrá (v. 1436); el término cosimente encierra, como los usados por Raquel y Vidas, carácter legalístico. Cosimentum, según Du Cange, es "protectio, tutela, defensio, cum alterius causa suscipitur" (bibli. 114). Minaya, pues, estaba seguro que el Cid aceptaría la "causa" de los mercaderes y les "ampararía" o les "valdría" (opóngase a si no nos vale). Para más sobre este asunto y las opiniones contrarias, véase mi obra, bibli. 140, pp. 98-107 (también 371).
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1437. Raquel y Vidas se muestran dispuestos a ir a Valencia personalmente (como en Burgos habían ido a recoger las arcas): ése era el deseo de 109 otros caballeros y, recuérdese, no podían disponer de las arcas sin la autorización del que las empenó, aunque el plazo se hubiera cumplido. Una segura implicación de todo este lenguaje es que Raquel y Vidas estaban naturalmente interesados en el galardón prometido por el Cid, ahora tan rico, y, al mismo tiempo, querían devolver al Cid unas arcas que ellos creían llenas de tesoros.
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1461. Interpretese: "uniformados", para mayor gala y solemnidad.
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1481. no esperó a nadi: "se adelantó a hablar" (litotes, v. 185n).
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1524. Lenguaje protocolar con una estudiada litotes de negación de lo contrario, para hiperbolizar un concept: "queremos honrarle lo mejor posible". (cf. la nota al v. 1526).
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1526. No se tome este verso como figura de definición simplona, pues es un ejemplo más del lenguaje protocolar, diplomático, circonlococional; a la vez que reforzaba la sinceridad del hablante, servía para zaherir, si no insultar, a todo aquel que dudara de su sinceridad, que desconociera la verdad (sobre la función de la figura definición cf. Lausberg, bibli. 212, 11, p. 204).
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1530. Como en el caso de Raquel y Vidas no se nos dirá cómo o en qué circunstancias fue recompensado Abengalbón; bastaba la intención. Tampoco se nos dijo si Martín Antolínez llegó a comprarse las calças y rica piel y buen manta (v. 195). Cf. glosas a los vv. 1422 y 1668.
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1533. Sigue el lenguaje protocolar, antes d'este terçer día: "antes de pasado mañana", "mañana". Efectivamente fue al día siguiente cuando Abengalbón les dio una abundante cena en Molina. Mañana, pues, indica la ocasión más cercana posible (vv. 881-4n).
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1537. Interpretese, como hoy se diría: "brindaron por el Cid que estaba en Valencia"; en Valencia es un caso de anteposición, que aquí afecta al relativo cambiándolo de "qua" a do.
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1553-4. Tras expresarse en litotes que los huéspedes fueron abastecidos abundantísimamente de todo lo que quisieron -no hobieron falla (v. 1552) se expresa su alcance en enumeración binaria de extensión polar: desde lo más bajo para los caballos –ferraduras- hasta lo más noble para Minaya y las dueñas -hondraba.
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1557. El Cronista pasa a decir de qué modo servía el moro a sus amigos; de vez en cuando el lenguaje protocolar, un poco alambicado con litotes y paronomasia, contagia al mismo Cronista. Este verso ha sufrido correcciones de los editores; Restori dijo que de lo so debiera leerse dellos; Menéndez Pidal, Smith y Michael cambian los sos del Ms. a lo so y de lo so a dellos; creo que el significado que estos cambios aclaran es el correcto, pero me gustaría justificar el texto del Ms. El autor contrapone la pluralidad de los haberes propios que gastaba el moro a la nada que tomaba de los demás; al mismo tiempo logra estilísticamente los efectos de la paronomasia (los suyos...lo suyo, en el Ms. los sos...lo so), figura con que se lograba "excitar el oído y el sentimiento" (Quintiliano, o. c. 9, 3. 6), y los efectos de la litotes, pues el segundo hemistiquio es la reiteración negativa de la aseveración del primer, artificio muy socorrido del autor de la primera parte, (pare más ejemplos de perisología y litotes, cf. bibli. 240, pp. 262-3 y 297-300).
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1575. Todas las muchas cualidades de un buen caballo se reducían a la enumeración polar: las de correr y pararse.
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1581. Interpretese: el obispo se adelantó hacía la capilla con todos los clérigos que pudo reunir, los cuales se posieron de acuerdo en las horas que habían de cantar: acordaron sugiere además de convenir, "cantar acordados", armónicamente que, como hoy, no sería poco pedir. Menéndez Pidal, Smith, Michael cambian acordaron a acordaran (Lidforss a acordavan), con lo que se empobrece el poder sugestivo (sobre otras explicaciones, cf. bibli 270, v. 1581 y p. 348).
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1584. Nótese los efectos de histerología en una ordenación de elementos que responde a la importancia emocional, sacrificando la sucesión lógica. Anteriormente el Cronista se había dejado impresionar por el canto (v. 1581), luego por las vestiduras y las cruces, por fin la salida de la procesión que, lógicamente, debió preceder a la audición y visión. Ahora la atención se centra en Bavieca y cómo salió el Cid; luego se describe al Cid, después la carrera, para volver al caballo y concluir con la emoción de todos. El orden de los versos, tal como se nos dan en el Ms., es psicológicamente justiticable y no hay por qué trastocarlos como hacen otros editores (Lidforss, Menéndez Pidal, Smith y Michael).
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1596. No debe extrañar que los personajes del Cantar, cuya hondra es inseparable, si no indistinta, de las ganancias y riqueças, se refieran a la pobreza en que les hundió el destierro como muchas verguenças malas.
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1605. Compárese el gozo de esta expresión con el del pasaje del evangelio "Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino preparado desde la creación del mundo" (Mat. 25, 34).
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1612. Nótese el estado de gradación ascendente en que nos ha situado el autor; contrástese esta "visión", de Valencia, punto de llegada, con la "visión" de Vivar, punto de partido.
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1621. Cf. nota al v. 1230.
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1624. Este editor es de los que juzgan la Reconquista como guerra civil. Los moros, por los años en que se escribió el Cantar de mio Cid, tendrían tanto derecho a vivir en España como, digamos, los visigodos, que habían llegado unos años antes. En nota anterior se hizo notar el sesgo de guerra contra el invasor que parecía sugerir una expresión del Cid (v. 1125n). Aquí se nota el tono de protesta de Yúçef contra los tonos religiosos de las campañas de los cristianos contra el poder establecido, pues luchaban no por razones de derecho, sino porque el gobernante era de diferente religión. El Cid venía a usurparle a Yúçef sus heredados por una inspiración, un mandatum de Jesucristo. El Cid tenía conciencia de estar ocupando por la fuerza tierras agenas (v, 1642). Añádase, a la implicación de lo dicho por Yúçef lo que decían los cristianos contra los moros: gentes descreídas (v. 1631). La guerra del Cid, justificada al principio por la necesidad de pan, de sobrevivir, se renueva y continúa más tarde por motivos de religión.
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1649-50. Nótese la juguetona ironía del Cid; su lenguaje es irónico en cuanto a la intención de los moros; el resultado de la batalla, no obstante, confirmaría el enriquecimiento -riqueza(v. 1648). De gran interés es el disimulo con que el autor evoca un elemento importantísimo de la trama: las bodas de las hijas del Cid. Compárense en función de la gradación vv. 1284 y 1649; 282 y 1650.
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1668. También hay promesas de carácter religioso cuya realización no se nos narra, como ésta (cf. las glosas a los vv. 1422 y 1530). No hay, pues, por qué sorprenderse de que el autor no se entretuviera a relatar la recogida de las arcas de arena: el empeño cumplió un papel esencial en el desarrollo de la acción, la recogida de unas arcas, que sabemos sin valor, hubiera resultado interrupción, una digresión innecesaria en el progreso de la acción.
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1681. Unos versos más adelante (v. 1719) reaparecerá Alvar Salvadórez, peleando al lado de Minaya (vv. 1999, 3067). Téngase en cuenta que el autor tiene por norma que ninguno de los vasallos del Cid perezca o desaparezca de la acción. Por lo tanto preso fincó allá debe interpretarse locución pleonástica al estilo de fincaredes remanida (v. 281) o fita soviese (v. 1787), para recalcar la inmovilidad, la firmeza de Alvar Salvadórez en no regresar a los campamentos con los demás compañeros. Significa que al retirarse los moros a sus campamentos, Alvar Salvádorez se quedó (lo más probable con algunos de los suyos) en la vanguardia, para observer los movimientos del enemigo o darles a entender que los del Cid seguían por allí. Al día siguiente llegaría el Cid con sus hombres. Otros editores achacan este verso a un descuido del autor; en la interpretación aquí dada es un acierto, pues de haber sido hecho prisionero no se comprendería la reacción de alegría del Cid (v. 1684) y lo que dice, según se explica en la siguiente nota (v. 1685).
1684. La alegría del Cid es grande. Se confirma lo aclarado en la nota anterior.
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1685. La expresión en litotes no rastará por al puede verse en enunciación positiva en el v. 3528; de la segunda parte: preso habemos el deudo y a pasar es por nos ( v. 3528); es decir, era obligación urgente del Cid y los suyos -se lo debían a Alvar Salvádorez- el unirse a él para el combate. Las connotaciones de urgencia y responsabilidad de un individuo con relación a otro se aprecian en otros casos de litotes similar (cf. vv. 675, 710, 989, 3367).
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1688. En estos versos puede apreciarse la histerología (v. 57n) en la falta de lógica en la hilación de los elemeutos. Nótese en el v. 1691, la justificación de la guerra por una razón ulterior: ser defensiva. El lector debe valorar la trayectoria de la moralidad de la guerra presentada en el Cantar, trayectoria de lo que hay llamamos imperialismo: se empieza por atacar y conquistar con dudosa legitimidad; luego se coloniza para crear intereses que justifiquen la defensa.
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1711. Sobre este pasaje puede consultarse el trabajo de Chalon (bibli. 85).
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1725. En nota al v. 1230. se llamó la atención del lector sobre ese rey de Marruecos, que en dificiles situaciones conseguiria eludir la muerte; en ésta, como por magia de su caballo, logró escurrirse por debajo de la espada (más en bibli. 38).
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1744. ¡El Cid desarmado y con el ceño fruncido! Sí, y sólo le quedaba el caballo sudoroso y la espada ensangrentada y, de los muchos caballeros, entra en Valencia con sólo un centenar al llegar a las dueñas, se postró en tierra y... pausa. Sin duda que el autor nos quiere dar a entender que el Cid trató de impacientar el ánimo de las mujeres aparentando tristeza y humiliación. De esa manera ¡cuál sería el suspiro al oír gran prez vos he ganado (v. 1748)! Otros editores no han encontrado sentido a fronzida, por no haber percibido el carácter juguetón del Cid en esta ocasión, comparable al de antes (cf. vv. 1639, 1649-50, 1666). Bibli. 250,II, p. 696.
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1755. Cautelosamente el autor precede a sugerir que emparentaría con personas de prez (que serían los Infantes de Carrión), que ante ella se humiliarían obsequiosamente (cf. vv. 2215 y 2235).
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1760. Contrástese, como detalle psicológico logrado, el entusiasmado muchos años de las damas, con el parco algún año del Cid (v. 1754).
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1770. La estructura de la primera parte del Cantar de mio Cid está basada principalmente en una buena relación de causa y efecto entre los sucesivos acontecimientos y en paralelismos ascendentes. En la reconciliación de los vencidos moros con el Cid y, sobre todo, la del Conde de Barcelona, se evocaba la futura conversión del rey de un estado de sospecha e ira a uno de admiración, perdón y gracia, También las futuras bodas de las hijas del Cid con los Infantes de Carrión y su arreglo por el superior, por el rey, encuentran su paralelo menor en estas bodas que el Cid, como señor, arregla para sus dueñas. La alegría de éstas fue grande, precisamente porque el mandato y arreglo de su señor confería honor a sus bodas. Si sus bodas hubieran sido arregladas por sus propios padres, hubieran carecido de tanto honor (compárese con vv. 2110, 2134, 2204).
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1778. Caso de zeugma en tomarles, con un "pueda" -pudieron- expresado en el verso anterior. El autor ha sabido destacar con un vocable -arriados- y la imagen evocada la desolación de la guerra que se ceba en vidas humanas (para la explicación de I. Michael, cf. bibli. 270, v. 1778n y p. 352).
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1780. Con razón se maravillaron la mujer y las hijas del Cid, cuando su quinta ascendió a 1.500 caballos (no se contaban los que se escaparon). Alta imaginación la del autor que habla de una armada mora de 5O.OOO soldados moros y cerca de 10.000 caballos que llegaron, ¡por mar!, al rescate de Valencia. Sin duda que el Cid era llamado a la gesta por excelencia en la conquista y protección de Valencia. El Marqués de Santillana también habría clasificado esta narración como una de esas "gestas fabulosas" que él encontraba en la herencia cultural junta a las "historias" y "poemas" ("Carta a su hijo", en Obras, Madrid, 1956, p. 44). Compárese el anacoluton de el Campeador (por "al Campeador"), con el más fuerte de la conversación común: "Yo me parece que...".
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1805. Este verso se ha de entender en contraste con el v. 493, con mica salis, como si Minaya con las glorias hubiera olvidado las memorias: sus compromisos con el rey.
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1812. Por tercera vez envía el Cid embajada al rey. Nótese que en ningún momento ha implorado el Cid el perdón o el amor del rey para sí. La idea del perdón partió del rey (v. 1899). De este modo enseña el autor que el Cid logró el amor del rey en virtud de sus obras, sin necesidad de las súplicas, implicándose a la vez que el Cid no tenía nada de que arrepentirse.
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1831. La alegría se va apoderando del ánimo de todos, incluso del rey se predica hiperbólicamente; no viestes atanto es litotes: "se le veía más alegre que nunca".
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1836. Para destacar la presencia del conde don García, frente a frente con los Infantes, se emplea el zeugma; súplase "se acertó", del verso anterior.
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1838. El rey, al recibir el mensaje de los del Cid, salió a recibirlos con sus hombres (vv. 1832-3). Tantos eran los del rey, que los del Cid, al divisarlos, temieron que fuera un ejército, pues el rey no les había avisado previamente. Ya cerca, pudieron ver que era el rey, que se santiguaba al ver lo que de nuevo le traían los del Cid (cf. v. 134). Nótese cómo el escritor se vale de múltiples recursos que, dejando en buen lugar al rey, tienden al engrandecimiento del héroe.
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1842. Un ejemplo muy claro de histerología (cf. 57n. y 1584n), en que la imagen de mayor cargo emotiva se antepone a la que cronológicamente debería precederla.
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1860. Los versos que siguen contribuyeron grandemente a decidirme a dramatizar el texto del Cantar. El estilo hace creer que se trata de expresiones entrecortadas, propias de individuos que platican en conciliábulo, muy de acuerdo en todo y como tratando de darle coba al cabecilla don García. Nótese la ironía del pasaje, pues lo que los enemigos dicen como reproche es, en el fondo, un elogio del Campeador. En tres versos consecutivos se emplea una palabra clave del anterior con el fin de pulir el pensamiento. Con biltadamiente se reitera y amplía el anterior biltados, por lo que debe interpretarse como "tan afrentosamente para todos nosotros". Entiéndase el v. l864 de acuerdo con el v. 1346. Para las posibles connotaciones de daban salto como "saltear" o "alternar", cf. bibli. 140, p. 243n. Para la figura retórica de expolitio, cf. bibli. 212. II, p. 245 sts.
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1869. El rey comenta que con los doscientos caballos se robustece su ejército; su reino (los hombres de su reino), se ha robustecido, podrá rendirle mejor servicio. Otros editores interpretan mio reino con otra acepción; lo que no parece probable es que el rey piense que el Cid le va a "servir", pues en el Cantar este es señor autónomo e independiente, sin obligaciones hacia Alfonso. El reino es como la "heredad" del rey, por lo que la expresión tiene precedente en el v. 1364, y está, por lo tanto, en la misma linea que la latina: sua hereditas serviat ei (cf. nota al v. 1364).
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1883. En la primera parte del Cantar todo nos confirma que los Infantes eran sinceros al creerse honrados y beneficiados casando con las hijas del Cid, incluso, como se ve aquí, en sus diálogos aparte.
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1891. Nótese que el rey no sabe como va a reaccionar el Cid, (como no lo sabían los Infantes, cf. nota al v. 1375). La sugerida hesitación del rey no se debe, pues, a dudas que pudiera tener de los Infantes, del carácter moral de éstos, sino a su propia acción de haber desterrado al Cid, haberle hecho mal; podría ser que el Cid estuviera aún resentido. Los personajes del Cantar son hombres muy realistas y sus pensamientos y ponderaciones versan sobre el presente y el pasado, sin dejarse esclavizar por los temores de un futuro especulado; de ahí que tanto el rey como el Cid, cuando se detienen a meditar una hora, el objeto de sus pensamientos no son elucubraciones sobre el futuro, sino hechos del pasado, la experiencia como maestro. Incluso en la segunda parte el objeto de la hora de meditación serían hechos injustos pasados (cf. vv. 1932, 2828, 2953).
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1898. Por fin el rey declara abiertamente que el Cid "merece" el perdón que le abrirá las puertas para emparentar con la nobleza.
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1909. El rey no ordena y manda, sólo ha propuesto varios asuntos como las bodas y las vistas; el Cid había de decidir, especialmente sobre las vistas (v. 1899), donde ya hablarían de lo demás.
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1938. Otro caso de sinonimía glosadora mediante la que se especifica el sentido de urqullosos como que han parte en la corte (cf. bibli. 140, pp. 273-4).
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1941. El autor se esmera en los preámbulos de las bodas (ya se vio cómo se esmeró en el prólogo). La trama de la narración se ha complicado en el sentido de que antes había dos polos de atención: el Cid y los otros. Unos versos más arriba se llegaron a presenter hasta cuatro puntos de vista en el mismo plano de la acción: el rey, don García, los Infantes, el Cid, cada uno con marcada individualidad. Don García desapareció y permanecieron tres personajes a los que el autor, respetando su individualidad, logra hacer coincidir en los procedimientos que les llevarían a mutuo acuerdo (compárense los vv. 1880, 1884. 1896, con este 1941).
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1976. El autor destaca la euforia de los Infantes y lo que hay llamaríamos buen crédito; es decir, deberá mirarse tanto el aspecto de que ellos adeudaran, como el que la gente se fiara de ellos, dado que su ganancia crecer les ía (v. ]977). Compárese, mutatis mutandis, con aquella primera deuda del Cid a Raquel y Vidas, con la ciega confianza de éstos.
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1999. El realismo de la narración gana en situaciones como ésta, en que el Cronista muestra no saber de antemano -como no lo sabían los personajes interesados- cuál iba a ser la decisión del Cid. Todos se vistieron de gala para asistir a las vistas: a última hora decidió el Campeador que Alvar Salvadórez y Galindo Garcíaz se quedaran para velar sobre Valencia.
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2011. Como en otros casos la litotes sirve como figura del énfasis para afirmar una idea con la negación de su contrario (compárese con el v. 516).
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2022. Esta imagen de "tomar a dientes", puede ser proverbial para expresar hiperbólica y poéticamente la humillación (compárese con la expresión "morder el polvo"). Como "tomar a manos" (vv. 701, 972), debe tener un sentido figurado (cf. D. McMillan, "L'Humiliation du Cid", Coloquios de Roncesvalles, Publi. Facultad de Fil. y Let., Zaragoza, serie II, núm. 14 [1956], 253-61; también bibli. 270, v. 2022n).
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2032. Contrástese en función de la gradación de paralelismos este perdón público con aquel decreto en carte fuertemiente sellada (v. 24). Y unos versos más abajo conseguirá el Cid el perdón y el amor y el salvoconducto par tierras del rey (compárese el v. 2034, con vv.50, 219, 392).
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2048. Recuérdese que Minaya sirvió primero a Abengalbón en Molina (v. 1534); aunque Molina era tierra del Moro (v. 1464), Minaya había llegado primero.
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2082. En ésta, como en alguna otra ocasión de especial emoción en el diálogo (vv. 2090, 3212n), el escritor se vale de la histerología en cuanto que hace hablar a un personaje antes de que el Cronista le dé la palabra. Nótese la impetuosidad del Cid, que reacciona como típico padre que no se da cuenta de que sus hijas ya no son niñas (todos conocemos el interés del Cid por casarlas). Las excusas del Cid se basan en la edad de las hijas y no en la condición de los Infantes. En cuanto a éstos, todo el mundo lo sabía, merecían casar con sus hijas y aun con mujeres de mayor categoría.
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2110. Nótese cómo la litotes del segundo hemistiquio tiende a recalcar, por la negación de lo contrario, la idea del primero(v. 2204); procedimiento estilístico muy empleado por el autor de la primera parte del Cantar.
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2126. No hay en la primera parte del Cantar oración que no se cumpla; también ésta se vería colmada en los propósitos del autor.
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2165. En este caso también un tipo de lilotes en el segundo hemistiquio (se niega lo contrario, es decir el crecimiento en las filas del rey) sirve para destacar el valor del primero.
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2172. La presencia del bullidor Ansur González contribuye a hacer más excepcionales a los dos hermanos, Diego y Fernando: ¡tan distintos!
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2195. Las ventajas de las riquezas se exponen así en los libros de la Biblia: "la riqueza allege muchos amigos, pero al pobre sus amigos le abandonan" Prov. 19, 4. "El rico señorea sobre el pobre y el que toma prestado es siervo del que le presta, "Prov. 22, 7. "La riqueza es para el rico fuerte ciudadela; le parece una alto muralla", Prov. 18, 11. Estos textos bíblicos están citados en una nota de las Siete Partidas, al hablar de cómo las riquezas conservan y acrecen la nobleza: "divitiae augent, et conservant nobilitatem si sunt antiquatae" (p. 5, t. 5, 1.44, n. 6). El deseo de riqueza, pues, es elogiable deseo en la mente del autor de la primera parte, lo exprese el Cid, sus hijas o los Infantes de Carrión. Muchos han sido los comentaristas que han reprochado a los Infantes la búsqueda de riquezas en sus casamientos con las hijas del Cid. Y sin embargo, nunca fueron ellos tan explicitos como doña Elvira y doña Sol, quienes en la primera parte abren su boca una solo vez, para decirlo todo en este verso. Las riquezas que ellas apetecían eran las que en la nota de las Partidas se elogiaban como divitiae antiquatae.
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2202. Una y otra vez se ha llamado la atención del lector sobre el uso de litotes; aquí hallamos un caso extremo: "a todo supe decirle que si". El Cid quería que sus hijas estuvieran tan orgullosas como él del interés personal del rey: ¡qué cambio, desde aquellos días del monasterio!
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2213. Véase en este verso una exclamación lirica del Cronista que ve acercarse el punto de reposo en la línea de ascensión narrativa. En elogio de los Infantes, los novios, se destaca su andar sosegado. El modo de andar como motivo del elogio ha contado con el favor de muchos poetas; basten aquí el ejemplo del Cantar de los Cantares en el elogio a la bella sulamita: "Quam pulchri sunt gressus tui in calceamentis" (7,1) y el de la Eneida (1. 405) en reconocimiento de la diosa: "vera incessu patuit dea" (cf. bibli. 140, pp. 153-4).
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2252. Es notable el arte de esta conclusión en que el autor se va a ir cuidando de contrastar el brillo de la despedida con la palidez del comienzo; el que apareció en Vivar entre ruinas y desolación se muestra ahora rodeado de riquezas y amigos; los burgaleses, que en Burgos negaron al Cid alojamiento y víveres, fueron en Valencia hospedados y obsequiados con bienes a elegir. El Cid salió de la tierra del rey pobre, los del rey se regresan a su tierra ricos. Compárese aquella despedida llorosa de los burgaleses con éstas tan llena de satisfacción, y las falsas acusaciones aquellas de los mestureros, con estas bendiciones.
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2273. Por fin, el último verso, antes de la plegaria final, es el jubiloso y exultante reverso del primero; léanse juntas: De los sus ojos tan fuertemente llorando (1), Alegre era el Cid y todos sus vasallos.
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2275. Menéndez Pidal dice sobre el final de este verso en el Ms: "el copista puso lo algo; luego se tachó algo y sobre el renglón se puso ouo, seguido de 5 ó 6 letras completamente emborronadas; la primera vez que usé reactivo se leyó vos en estas últimas letras: ouo...vos; la tinta de la enmienda es acaso del corrector" (bibli. 250, II, p. 976n). En el espacio de las letras ilegibles -5 ó 6-, he reconstruido yo dicho a, que sin duda es may apropiado a las despedidas juglarescas, en las que el recitador solía hacer alguna alusión personal, pidiendo por lo general algún favor para sí. Mi lección del verso se aproxima a la sugerida por Menéndez Pidal como posible: "lo ovo (por) voz (tratado)", aunque no referida al rey (como él quiere), sino al juglar o cronista (bibli. 250, III, v. 2275). Los editores del Cantar quieren ver una referencia al rey en el final de este verso que, siguiendo a Pellicer, rehacen como: lo ovo en algo.
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2277. Aquí concluye, como quiere su autor y sentimos todos como efecto de la gravitación del arte de una conclusión (o epílogo) bien lograda, la obra que comenzaba con aquel primer verso del exordio: De los sus ojos tan fuertemiente llorando.
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2278. Los editores Sánchez, Damas Hinard, Janer, Vollmöller, Restori dividían el Cantar de mio Cid en este verso, con el que hacían comenzar una "segunda parte". En la escritura del manuscrito no hay otra indicación en este verso que una E mayúscula (las mayúsculas aparecen también en otras ocasiones a lo largo del texto). Siguiendo el criterio de los mencionados editores, que se apoyan en los versos precedentes, acéptese el verso como comienzo de una segunda parte del Cantar de mio Cid; en mi opinión es obra de un continuador. Como "continuación" esta segunda parte se mantiene vinculada temáticamente con la primera, de la que arranca y en la que se inspira, de la que se alimenta, parafraseando a veces muchos de sus pasajes. Las características de su estilo, de su visión del mundo, de la penetración en la psicología de sus personajes, de su tratamiento de la justicia poética, distancian a esta segunda parte de la primera, confiriéndole unicidad propia, singular. Difieren de este sentir Lidforss, Estlander, Menéndez Pidal y editores posteriores para quienes en este verso comienza un Cantar III, cuyas peculiaridades de estilo se deberían -según Menéndez Pidal en un cambio tardío de opinión- a refundiciones de un segundo autor. E. Von Richthofen ha llamado a esta segunda parte "continunción bastante tardía" (bibli. 335, p. 143). Este asunto es objeto de uno de mis estudios de endocritica (bibli. 140. pp. 155-71).
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2280. Ya en el tercer verso de la segunda parte el buen observador podrá darse cuenta de que en un escenario que parece familiar se ha introducido una decoración chocante: aquel escaño precioso, usado por el Cid y su esposa para sentarse a presidir en los actos de gran solemnidad (vv. 1762, 2216), se emplea aquí como lecho donde el Cid duerme. Como en otras ocasiones en esta segunda parte las cosas no cumplen con el fin propio para el que fueron hechas. ¿Y ese héroe durmiente? En la primera parte también se dice que durmió, pero sabíamos que estaba cansado, que era después de cenar, que fue un sueño infundido por el ángel que quería decirle algo (vv. 405 sts). En la primera parte notábamos cómo los sucesos eran efectos de unas causas lógicas o psicológicas, y de pronto nos ha hecho saltar el autor de la segunda parte como de un trampolín: ¿por qué dormía el Cid y en el escaño? ¿Por qué lo que sigue a este sueño? El nuevo autor tiene una manera nueva de narrar; nos esperan en su obra eventos fortuitos. Estemos atentos.
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2287. Nuevo empleo chocante del escaño, hecho para presidir.
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2291. La impresión que teníamos de los Infantes era la inspirada por su sosegado andar (v. 2213). Y de pronto, esta tergiversación del concepto que de ellos nos habíamos formado.
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2298. Desde tiempos muy remotos se han valido los poetas del locus communis del león reverente que se humilia ante el personaje ensalzado en acatamiento de su carisma. La amplia tradición literaria del león reverente es objeto de uno de mis estudios de endocrítica, cf bibli. 138 y 140. pp. 172-206 (otros estudios monográficos en bibli. 21; 61; 138; 179; 187, 298; 301: también 21, pp. 90 sts).
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2307. El mismo autor nos da la palabra clave de su nuevo arte: juego; lo encontrará el lector en las relaciones entre los personajes, en el estilo, y en el juego del autor con las emociones del lector; en esta segunda parte abunda la jocosidad, la caricatura, la ironía.
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2309. El exordio de la primera parte fue una anécdota humanísima, realista; el autor de la segunda nos ha introducido a la trama por un pórtico alegórico, un capricho literario donde juegan los instintos, la transcendencia, las pasiones y frustraciones. En su capricho alegórico se nos han esbozado los temas de la narración: pusilanimidad de los Infantes, nostalgia por Carrión, el Cid carismático, burlas de los vasallos, rencor de los de Carrión, etc. El verso 2308 es de importancia capital en la trama; sería el propio héroe el que con la prohibición de las burlas se cerró a la información de la verdad sobre sus yernos y su falta de valor, y ello hizo posible la afrenta de Corpes (v.2340 n).
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2312. El autor acude a la primera parte y recoge los elementos más aptos para la exageración y la caricatura. Por ejemplo aquel misterioso rey de Marruecos, que había escapado dos veces tras recibir tres colpes (vv. 1230, 1621), reaparece ahora como Búcar, y trae 50.000 tiendas, cuando no hacía mucho había sido derrotado con sus 50.000 hombres (de los que escaparon no más de ciento cuatro, v. 1735). La frase si le oiestes contar (v. 2314) parece versión secularizada y cómica de la esotérica de Cristo: qui potest capere, capiat (Mat. 19, 12).
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2323. En la preparación para esta batalla el autor recoge los elementos que son el centro de atención en aquella de la primera parte: la alegría del Cid ante la ganancia (vv. 1648, 1659, 2315-6); el susto ante el espectáculo de las huestes, allí de doña Jimena y las hijas, aquí de los Infantes (vv. 1646, 2317-8); los casamientos de las hijas, el ajuar allí (v. 1650), la viudez aquí.
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2327. El Cid, recuérdese, había prohibido burlarse de los Infantes (v. 2308) y, sin embargo, Gustioz no puede evitar el comentario irónico. Nótese la habilidad del autor en preparar el drama, el conflicto que nace de la antipatía de los vasallos hacía los Infantes. Por ejemplo, Gustioz da al Cid una información tendenciosa pues el lenguaje de los Infantes (vv. 2222-3) era una simple perífrasis de la posible muerte en el campo de batalla; además Gustioz no mencionó lo que podría haberse interpretado como preocupación sincera de los Infantes por la viudez de sus esposas.
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2333. La reacción del Cid estaba motivada por favorecer no tanto a los Infantes, como a sus hijas, aún jovencitas, que preferirían que sus maridos permanecieran con ellas; la expresión en braços tenedes debe considerarse como perífrasis eufemística de connotaciones sexuales (vv. 2703, 2761, 3449).
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2337. Compárense los vv.2335-6 con 1653-5 y éste con el 1656.
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2338. Este es un verso suelto -posiblemente pertenece a Fernando- que sigue al folio perdido; el contenido del folio podría rehacerse partiendo del discurso de Pero Bermúdez (vv. 3316-25). Hubiera sido interesantísimo comparar la narración perdida con la versión de Pero; uno llega a pensarse que algún viejo lector destruyera el folio por ser su contenido de tono algo diferente de lo que el vasallo dijo en la corte, cargando las tintas en su acusación de Fernando. Menéndez Pidal intercala en su edición el texto del pasaje según la Crónica de Veinte Reyes. Parece colegirse del texto que Pero otorga ante alguna falsa pretensión de Fernando; el vasallo no quiso contradecir al Infante en presencia de todos y provocar nuevas burlas; lo había prohibido el Cid (sobre una curiosa anécdota que envuelve este verso cf. bibli. 261 ó 270, v. 2338n). Menéndez Pidal reconstruye así el folio perdido en su edición crítica (bibli. 260, pp. 230-1), de acuerdo con la versión de la Crónica de Veinte Reyes: "Ellos en esto fablando enbió el rey Búcar dezir al Çid que dexase Valençia e se fuesse en paz: sinón, que le pecharie quanto y avie fecho. El Çid dixo a aquel que troxiera el mensaje: ‘id dezir a Búcar, a aquel fi de enemigo, que ante destos tres días le daré yo lo que él demanda'. Otro día mandó el Çid armar todos los suyos e sallió a lo moros. Los Infantes de Carrión pidiéronle estonces la delantera; e después que el Çid ova paradas sus azes, don Ferrando, el uno de los infantes, adelantóse por ir ferir a un moro a que dicían Aladraf. El moro quando lo vio, fue contra él otrossí; e el infante, con el grand miedo que ovo dél, bolbió la rienda e fuxó, que solamente non lo osó esperar. Pero Bermúdez que iva açerca dél, quando aquéllo vio, fue ferir en el moro, e lidió con él e matólo. Desí tomó el cavallo del moro, e fare en pos el infante que iva fuyendo e díxole: 'don Ferrando, tomad este cavallo e dezid a todos que vos matastes al moro cúyo era, e yo otorgarlo e con vusco'. El infante dixo: 'don Pero Bermúdez, mucho vos gradezco lo que dezides’" (continúa aquí el verso 2338).
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2359. Compárese este plan estratégico de Pero con el de Minaya en los vv. 1695-6.
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2375. El estandarte del obispo tenía como emblema -de señal- corzas y armas. El Papa Víctor II (1055-57) tenía también un ciervo en su escudo (cf. D. L. Galbreath, A Treatise on Ecclesiastical Heraldry: I. Papal Heraldry, Cambridge, 1930, p. 69, según la nota de I. Michael). El ciervo pertenece a los símbolos eucarísticos. En el Poema de Almería aparece así la imagen del ciervo: "Como el ciervo acosado por los perros en los bosques anhela las alturas, dejando el manantial, así los españoles ansían la lucha con los moros y no duermen de día ni de noche" (36-39, bibli. 241, pp. 27 y 218). Hinard prefería interpretar el corças del Ms. como croças (báculos). Tanto corças como croças junto con armas sirven bien como símbolos de la armonización de las letras y las armas, de la función del pastor y del soldado. El verso ha sido objeto de controversía entre los editores, que han leído a como preposición; aqui, en cambio, se interpreta como verbo: ha, lo que da sentido al verso (bibli. 250. II, pp. 594-6; 270, v. 2375n).
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2379. El autor de la segunda parte ha sabido recargar de tonos caricaturescos las bravuconadas del obispo, en la primera parte caboso coronado, en ésta, muy bien armado (compárese este pasaje con los vv. 1707-8, 1793-5). Bibli. 140, pp. 232-234.
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2406. También procede esta imagen de la primera parte, vv. 1776-7.
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2412. La maldición es propia de la segunda parte, en la que el autor pone al desnudo los impulsos primitivos de los individuos.
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2450. Los editores se dividen en la interpretación de espado; D. Hinard, Lidforss, Menéndez Pidal, Smith y otros creen que debe leerse espadado, significando que el escudo estaba marcado con los golpes de la espada, añadiendo en el verso siguiente que no podían contarse los golpes de la lanza. Sánchez interpretó espado como "maltratado, estropeado", Bello, como "horadado, abollado". Los editores, en general, ven en espado un modificativo de escudo; ¿cómo podían diferenciarse los golpes de la espada y de la lanza? En cambio, podíamos ver una referencia a Minaya como que venía espado, por "aspado" o "despeado" (vulgarismo "espeado") es decir, "con los pies lastimados por haber andado mucho". Implica el autor de la Razón que a Minaya le habían matado el caballo, como le pasó en la lucha con Fáriz? (v. 744).
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2460. Si a esta alabanza de Minaya sumamos la anterior del Cid (v. 2444) no podremos menos de aceptar que Diego y Fernando participaron en el duro combate contra Búcar y lucharon con valor. ¿Es que el Cid y Minaya estaban mal informados? Parece ser que las burlas de los vasallos versaban sobre lo acaecido con el león solamente. Bastante irracional; tanto más interesante literariamente.
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2464. Si ironía es alabar con el propósito de ofender y viceversa, como irónico interpretaron los Infantes el elogio del Cid. Lo que de veras molestaría a los Infantes en lo que les dijo el Cid sería aquello de adelante serán preçiados, que les daba a entender que les esperaban más guerras; ¡ellos que sólo habían pensado en las ganancias de Valencia! (v. 2320) La ironía y su importancia en la segunda parte del Cantar es objeto de uno de mis estudios de endocrítica. cf bibli. 140, pp. 207-240 (también 323).
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2483. Dos cosas ha mencionado el Cid: la honra y las ganancias de los Infantes; lo uno de este verso debe referirse a la ganancia que el Cid les ha proporcionado y acrecentaría; lo otro se refería a la honra o la nobleza que les pertenece a los Infantes por naturaleza. Este verso es muy parecido al 2531 (cf. nota). En el v. l48l debe suplirse (zeugma) "han" para formar futuro con haber, coresspondiéndose con irán del anterior.
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2531. Es ahora Fernando el que confirma lo dicho anteriormente por el Cid; que su honra está salvaguardada y lo que había que pensar era en otros asuntos, como el acrecentar las ganancias, hacer nuevas guerras, objeto de la reunión en corte. Por lo que dice el Cronista a continunción, en la corte debieron los vasallos de enumerar quiénes habían luchado mejor (compárese con Los vv. 734 sts). Entre los mencionados no entraron los nombres de Diego y Fernando. Este hecho, sumado a las muchas burlas y sonrisitas, acabó con la paciencia de los Infantes (v. 2537). En el v. 2533 debe sobrentenderse (zeugma) hallaban, expreso en el siguiente.
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2538. Ha estallado el conflicto, provocado por las sonrisas y burlas de los vasallos las noches y los días. Al finalizar la reunión los Infantes salieron aparte; llegaron a un acuerdo de lo que habían de hacer unidos como verdaderos hermanos. Nos parte no hayamos: "renunciemos a todo esto: a Valencia, las guerras, las risas, los juegos... Otros editores leen el v. 2539 como un paréntesis del Cronista que avisaba al auditorio a no tomar parte en lo que hablaron los Infantes; la conversación de los Infantes comenzaría, pues, en Vayamos, v. 2540. Las dificultades de esta lección y los méritos de la preferida aquí se encuentran expuestos en mi obra (bibli. 140, pp. 241-5). I. Michael rechaza mi lección porque "introduce un uso inaceptable del encabalgamiento" (bibli. 270. v. 2538n). El comentarista no habrá advertido los arreglos de encabalgamientos que él mismo ejecuta sobre el Ms. ni otros que nos ha transmitido en los vv. 347-8, 10-72-73, 1084-85, 2468-9, 3418-20, 3465-66 (cf. también bibli. 63).
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2548. El autor sabe presentarnos a los personajes bajo el imperio de sus propias obsesiones: obsesionado parece el Cid con el valor de sus yernos (y no hay quien le convenza de lo contrario); obsesionados los vasallos en su menosprecio y burlas de los Infantes; y obsesionados, sobre todo, éstos con lo del león. Ahora se proponen vengarse; antes que nos retrayan puede interpretarse: "antes que ellas...", o "sin esperar a que los vasallos vuelvan a ...".
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2575. El Cid les da a sus yernos las espadas con las que no iban a pelear, sino que -como colmo de la ironía- iban a ser ellos mismos derrotados en los duelos del final (bibli. 140, p. 231 y n. 24).
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2615. Uno hubiera esperado la mención de estos agüeros antes de la celebración de las bodas; también es irónico que el Cid empiece a sospechar por los signos de las aves, cuando no prestó atención alguna a las insinuaciones -si no acusaciones- de sus vasallos.
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2630. En la primera parte del Cantar de mio Cid no encontramos ningún caso de oración frustrada, de manera que una oración, un ruego a Dios, es ya un eslabón en la cadena de causas y efectos. No es así en la segunda parte; se dijo en otra glosa que en la Razón las cosas no conducen necesariamente para su fin natural o convencional; el escaño se usa para dormir o esconderse; se regalan armas para propia destrucción; los agüeros llegan tarde; un sombrero, más adelante, va a servir para restablecer la vida de las moribundas; ahora se han acumulado oraciones llamadas a frustración: de la madre (v. 2603), de Minaya (v. 2627), del padre (v. 2628), de los yernos (v. 2630), de Abengalbón, a continuación (v. 2684). Lo contrario a lo pedido fue lo que sucedió. ¡Irónico!
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2660. Nótese cómo el autor penetra en el alma de sus personajes; en tal estado se encontraban los Infantes que las señales de bondad y generosidad del Cid, primero, y de Abengalbón ahora, les endurecen más y más. No cabe duda que la traiçión que maquinaban no era motivada sólo por la riqueza, sino también y principalmente, porque los favores del moro se debían al amor del Cid Campeador.
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2667. un moro latinado ha sido interpretado como "moro que sabía latín", lengua que usaban los Infantes para comunicarse entre sí, y "moro que sabía castellano". Es improbable que los Infantes hablaran en latín, nada nos lo indica en el texto; por otro lado todos los moros del Cantar entienden y hablan castellano. ¿Por qué señalar a éste? Interprétese: "un moro que sabía latín", en el sentido familiar y figurado que aun hoy tiene la expresión, un moro astuto, disimulado, un espía, como si dijéramos. Ese fue el papel del moro: espiar y llevar la noticia a su señor. Por el Cantar sabemos que el Cid se aseguraba que no había moros entre sus hombres antes de conferenciar sobre sus planes (vv. 679-80). El vocablo latinado y el espionaje en el Cantar es objeto de uno de mis estudios de endocrítica, cf. bibli.140, pp. 246-250.
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2676. Este verso ha sido trastocado y retocado por los editores sin razón. Algunos, por buscar una aproximación en la rima, destruyen el paralelismo sintáctico de los hemistiquios: sujeto (yo... vos), verbo (sirviendo... consejastes) complemento personal (vos... para mi), complemento adverbial y directo (sin arte... muerte). La correspondencia es doble: de semejanzas sintácticas y de opuestos semánticos. Compárese: consejastes para mi muerte con este casamiento otórgovos le yo... para (vv. 3418-20).
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2703. Hoy día se conoce como sadismo la crueldad deliberada que se inflinge a otra persona como satisfacción abierta o disimulada de los impulsos sexuales. El nombre precede del Marqués de Sade, noble pervertido del siglo XVIII. Tal trastorno moral bien pudo llamarse "carrionismo", y definirse de acuerdo con estos versos del Cantar; lo que comenzaba como demostraciones convencionales de amor carnal derivaría en cruel tortura (cf. bibli. 62; 130; 215; 240).
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2719. Con verbos reflexivos aparece otras veces el pronombre nos como antepuesto al verbo (vv. 365, 373, en contra de lo que dice H. Ramsden, Week-pronoun Position in the Early Romance Lanquages, Manchester, 1936, pp. 99-103; I. Michael se sintió incómodo con este verso e hizo algunos arreglos propios, cf. bibli. 270, pp. 369-70); aquésta y la pueden referirse a parte (v. 2717), como diciendo: "esta parte que le vamos a dar vaya por la que nos dieron cuando lo del león". Sin embargo, no es necesario suplir "parte", ya que tanto aquésta como la pueden considerarse perfectamente pronombres neutros (cf. v. 2832) a la manera de la expresión "tenerla con alguien", "pasarla bien" y otras muchas por el estilo en nuestra lengua.
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2728. No es que las jóvenes esposas desearan el martirio, sino que preferían morir de un tajo a ser ultrajadas, deshonradas. Martirio es muerte sufrida por razón de religión. Interprétese pues: "Cortándonos la cabeza, podréis decir que hemos sido degolladas por los moros y todos os lo creerán, pues no somos tan criminales como para que sea castigo merecido". Con el fin de convencer a sus esposos a que les dieran una muerte rápida añadirian que si sólo las maltrataban y ultrajaban, algún día podrían testificar contra ellos (w. 2733-4). No sabían ellas que el placer de los Infantes era precisamente el de hacerles sufrir, con el mayor sadismo, que el autor sabe relatar morosamente (vv. 2734 sts). Para los posibles tonos de martirio religioso apetecido por las hijas del Cid cf. J. K. Walsh, "Religious Motifs in the Early Spanish Epic". RHM, 36 (1970-1), 165-72.
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2736. las çinchas corredizas debían ser las hoy llamadas "de jineta", que pasan (corren o resbalan) por encima de la silla; las que van sujetas a la silla se llaman "de brida".
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2743. Según Du Cange (bibli. 114) cosimentum se usaba con las acepciones de sententia, judicium, arbitrium, acepción que cae bien en el contexto del Cantar como de que estaban "sin sentido, sin conocimiento", muy de acuerdo con la interpretación dada por Hinard y Bello. Otro significado dado a cosimentum es el de protectio, tutela, defensio (cf v. 1431n), acepción que, de preferirse, indicaría la razón por la que Tanto las majaron (porque no podían defenderse o había quien las protegiera). Menéndez Pidal no pudo demostrar por qué cosiment habla de significar "fuerzas, valor fisico", en el sentido que él da al verso (cf. bibli. 250, II, pp. 602-3).
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2753. ¡Qué maestría la del narrador! Hace suspirar al público con el reiterado deseo de la presencia de un Cid tan lejano; su lejanía deja a todos más consternados. Quien salvaría a las jóvenes iba a ser no el padre -personaje anhelado-, sino el primo -personaje insospechado-; será éste el que venga a aliviar la tensión emocional tras haber alcanzado la cima de la angustia.
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2761. Nótese cómo el autor sabe penetrar en el alma humano; ahora los Infantes tratan de buscar otras razones que justifiquen su nefanda acción, como si necesitaran convencerse del todo y acallar su conciencia. Su razonamiento; menosprecio de la victima, tan inútiles eran sus esposas (¿pars el amor?) que ni siquiera servirían para barraganas (¿mozas de placer?). El v. 2760 debe entenderse como parentético con si condicional más subjuntivo optativo: deseo contrario al hecho (compárese con los vv. 3276-7). Bibli. 140, pp. 75-77.
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2782. En la primera parte del Cantar se vieron cumplidos los deseos buenos que los personajes expresaban en sus oraciones; en esta segunda parte, por el contrario, esos deseos buenos de buen viaje se vieron frustrados y son las oraciones de venganza (también en v. 2894) las que se verían colmadas. La diferencia no es menospreciable.
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2799. El autor de la segunda parte sobrepasa al de la primera en la atención y función dadas a las prendas de vestir; nótese el detalle de dar a saber al público que el sombrero no sólo era nuevo, sino también fresco: "sin estrenar". Quiere evitar la imagen de las jóvenes bebiendo de un sombrero lleno de sudor y del polvo de los caminos castellanos.
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2831. La honra de este verso deberá tomarse como el Albriçias del v. 14; en sentido irónico en el contexto de la acción que lo motiva, pero en sentido propio como prenuncio de los acontecimientos del futuro; en este caso la honra de unas segundas nupcias mejores que las primeras (cf. 14n).
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2832. Compárese no la lograrán con no se lo habían logrado (v. 2452) y con la expresión más moderna no se les logrará en giro impersonal: "no se realizara el propósito de una acción". Tanto la como lo deben considerarse pronombres neutros (ct. 1729n; también M. Sandmann, "Zur Frage des neutralen Femininums im Spanischen", VR, l5 (1956), 54-82).
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2835. Este cambio de sentimiento en el Cid y en el rey (v. 2825), personajes principales de la acción, constituye lo que en la poética aristotélica se denominaba peripecia: así viene explicada por Lausberg: "un cambio de sentimientos de un personaje dramático (principal), cambio que trae consigo la modificación sustancial del curso de la acción. Este cambio de sentimientos está ocultamente motivado, a lo largo de la acción anterior, por el carácter y las pasiones del personaje correspondiente (piénsese en los Infantes); sin embargo, produce en otro personaje (principal) [el Cid y el rey] un efecto sorprendente, puesto que este otro personaje no ha valorado debidamente el carácter y las pasiones del primer personaje" (bibli. 212, II. pp. 488-9).
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2864. Una de las acepciones del latino habere era la de "considerar, tener por"; habere deos aeternos (Cicerón, De natura deorum, 1, 17, 45); así también el ha del Cantar en ei ejemplo: yo las he fijas y tu primas cormanas (v. 3303). En este verso pues, se nos dice que Pero tenía a las jóvenes por otro tanto, lo mismo que Minaya, o sea, por primas, como se mencionaba unos versos más arriba (v. 2858).
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2911. El Cid les encomicnda a sus hombres que sepan agrandar debidamente el delito de los Infantes; toda la deshonra debía considerarla el rey como hecha a su real persona: él fue el que ordenó los casamientos.
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2950. Un tipo de zeugma es el sustantivo embebido en un vocablo de otro miembro oracional; nótese en el refran: "mucho sabe el cornudo y más quien se los [cuernos] puso". En nuestro verso: la [deshondra] vuestra... (cf. 3091n y 3095n).
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2972. En el v. 2769 se dice que el rey les da siete semana más tiempo que el acostumbrado, que solía ser treinta días (contrástese con el plazo de nueve días (vv. 306-7) dado para salir de Castilla en la primera parte, plazo que también solía ser de treinta días (cf. bibli. 250, II, pp. 797-8). Como el plazo dado aquí es largo, el rey les aconseja a que "se tomen el tiempo que precisen". Entre ellos haya espacio (compárese con la frase proverbial festina lente). Menéndez Pidal y otros creen que haya espaçio significa "alégrense", lo cual parece alga inoportuno en las circunstancias del contexto.
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3014. Como el autor de la Gesta de mio Cid (v. 2013), el de la Razón hace al rey que espere por el Cid. Aquí se indica además que el rey se preocupa por la demora del Cid, ¡qué detalle tan delicado!; parece como si el rey no supiera seguir el consejo que él mismo había dado a los del Cid: no precipitarse, tomarlo con calma -entre ellos haya espacio (v. 29,2n). Otros comentaristas ofrecen ingeniosas pesquisas sobre hechos históricos posiblemente aludidos (bibli. 271. v. 3014n).
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3025. Compárense este verso y el siguiente con los vv. 1842, 2019, 2022.
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3077. "Espadas que tan gratamente cortan." En dulçes y tajadores se unen dos conceptos de fuerte tensión por su aparente contrariedad (figura retórica oxímoron, cf. bibli. 212, II, pp.222-3). Compárese con algunos precedentes de escritores latinos. Propercio, poeta lírico, sentía como "dulces" las armas de Venus (dulcia arma, 3, 20, 20). Estacio, poeta épico, llamaba "dulces" al hierro y las ardorosas armas (dulci ferro [Thebais 12, 639]: dulcibus armorum furtis, Achilleis, 1, 398). En la liturgia del Viernes Santo, en el himno Crux fidelis, se ensalza la "dulzura" del leño y los clavos del Señor (dulce lignum, dulces clavos). Menéndez Pidal y otros han dicho que dulçes es un término técnico que habla de la calidad del hierro de las espadas (bibli. 250, II, pp. 632-3).
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3080. "Aunque los Infantes traigan hombres de sobra, yo, donde estén estos ciento míos, me sentiré de lo más fuerte." Compárese de sobra con "demás" (de + más); cf. bibli. 250, I, pp. 370-1 (también 270, v. 3080n).
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3091. El sujeto de pareçen está embebido en obrado (zeugma, cf. vv. 2950n y 3095n); "huebras" (labores); pero el sujeto debe extenderse a las calças, los çapatos, las presas de oro y plata. 3095 Otra vez se suple el sujeto de contalasen por embebido en obrada (zeugma, vv. 2950n, 3091n). Interpretese: "la cofia estaba confeccionada con miras a que las labores o adornos de oro no le cortasen (enredasen o estropeasen) los cabellos al Campeador". Menéndez Pidal y otros creen que el sujeto de contalasen debe ser "los enemigos del Cid", pero los enemigos no son mencionados en la proximidad del contexto ni era el pelo de la cabeza, sino el de la barba, el que se arrancaba (contalasen, según ellos) en senal de burla (compárese con los vv. 3288-90).
3095. Otra vez se suple eI sujeto de contalasen por embebido en obrada (zeugma, vv. 2950n, 3091n). Interpretese: «la cofia estaba confeccionada con miras a que las labores o adornos de oro no le cortasen (enredasen o estropeasen) los cabellos al Campeador». Menéndez Pidal y otros creen que el sujeto de contalasen debe ser «los enemigos del Cid», pero los enemigos no son mencionados en la proximidad del contexto ni era el pelo de la cabeza, sino el de la barba, el que se arrancaba (contalasen, según ellos) en
señal de burla (compárese con los vv. 3288-90).
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3097. El cabello y la barba se protegían, según viejos motivos folklóricos, con un significado especial: aquí se nos dice expre- samente qué pretendía el Cid: recaudar quiere todo lo suyo. Más adelante, tras la recaudación, el Cid se quitaría la cofia, se soltaría la barba (vv. 3492-4).
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3112. El tono narrativo de la Razón dista tanto del de la Gesta, como el de un drama psicológico dista del de un relato épico. En la Razón la lucha y la tensión se expresan con símbolos, la imponente superioridad del Cid se signifca en sus ropas finas y lujosas y, sobre todo, en el cabello y la barba. Aquí el autor, con un simple apodo, Crespo -"pelito rizado"- pone en ridículo y derrota al enemigo, como preambulo de la "batalla de los pelos" que tendría lugar en la corte (vv. 3273-90).
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3115. El lector es libre para imaginarse que el escaño este, ahora en posesión del rey, sea el que apareció al comienzo de la Razón; aquel en que el Cid dormía tranquilamente, del que se levantó tranquilamente para amansar el león que causó tanto trastorno. El escaño y el león serán mencionados varias veces durante la corte, como si fueran las fuerzas centripetas de la narración. Alrededor de este escaño, como de aquel otro, se situaron los vasallos del Campeador (vv. 2285 y 3122).
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3130. El autor debe referirse a los dos acontecimientos más sobresalientes de la primera parte: una sobrentendida corte en Burgos (¿narrada en la hoja perdida?) que originó la carta fuertemiente sellada (v. 24) con el edicto de expulsión, y la reunión en Carrión donde el rey proclamó ante la corte (v. 1360) que el Cid y los suyos eran perdonados (vv. 1361-66). Los investigadores de la historia no han podido explicarse qué tres cortes son éstas que el rey hizo. Pero el Cantar no es un texto de historia, y lo que pretende el autor es presentarnos a un rey que no parecía tener en su reino cosa más importante que hacer que el estar pendiente del Cid. Las tres cortes, pues, son tres que tuvieran que ver con el Campeador, centro de atención de la narración. I. Michael sugirió ya, con otro propósito, que en la hoja perdida al comienzo se hablara de alguna reunión de corte (cf. bibli. 270, v. ln).
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3l45. Un ejemplo más de histerología (cf. v. 57n).
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3150. Es bien sabido que los autores del protocantar castellano, el de Gesta y el de la Razón, contaban con una lengua aún en su infancia, falta de vocabulario rico y flexible sintaxis. Eso les impedía un estilo fácil y elegante, pero no una expresión meditada y de efectividad conceptual. A lo largo del Cantar, en las situaciones en que aparecen el rey y el Cid frente a frente, los sentimientos y deseos de ambos se expresan de acuerdo con las normas retóricas del incrementum, es decir, se enuncia el concepto que se quiere destacar por medio de una desiguación lingüística que asciende de abajo a arriba. En estos versos no se afirma que el Cid no sintiera deshonor, si lo sentía; lo que pretende el Cid es señalar que el suyo no era nada comparado con el del rey (por haber casado a sus hijas, compárese con los vv.2909-11). Sobre la técnica del incrementum puede consultarse la estupenda obra de H. Lausberg, bibli. 212, I, pp. 340-1.
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3212. Nótese que este hablar fuera de turno o sin esperar a la introducción (v. 2082n) del Cronista sucede en ocasiones de alto tensión emocional, como es ésta. Menéndez Pidal y otros editores suprimen y trastocan a placer muchos elementos de este verso y los siguientes, atizando la fogosa polémica entre sí. Como en otras ocasiones el lector de esta edición tiene la oportunidad de apreciar, por si mismo, lo que el texto manuscrito dice; lo único que se ha añadido, como en otros casos, son los nombres marginales de los interlocutores. El autor ha sabido pintar con gran maestría unos momentos de evidente excitación y pasión, valléndose de las entradas a destiempo del rey, de los jueces, del Cronista mismo, que se aturrulla al querer dar a saber los detalles todos, como el hecho de que Alvar Fañez se pusiera de pie (v.3215), como sin notar que el Cid estaba hablando. Bibli. 270, p. 372, vv. 3212 y 3215.
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3216. Este verso está reconstruido en cuanto a d'ello razón, que fue añadido en el manuscrito de mano posterior, incluso dedes es casi ilegible; apenas importa, pues el dedes d'ello razón es una aclaración simplemente amplificadora del ¿do? El Cid quería que los Infantes declararan -dedes dello razón- ante los jueces dos cosas: si estaban listos a devolverle sus bienes y, muy importante, dónde (que implica también un cuándo). Nótese cómo los jueces ordenarían a los Infantes: que aquí lo enterguedes dentro en la corte (v. 3227). Bibli. 250, III, p. 1145.
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3233. todos fechos son es construcción pasiva por "a todos les hacen que entreguen...". El verbo fazer se emplea en el Cantar con el sentido de "mandar", aunque en la voz activa: fizo posar (vv. 428, 1032); éste es el único ejemplo en pasiva con tal acepción. Menéndez Pidal y otros editores no entendieron todos fechos son y lo cambiaron a "desfechos son", que significaría -basándose a la vez en la falsa suposición del v. 1433- "arruinados". ¡Qué hubiera sido de la literature mundial, sobre todo la de los clásicos, si cada editor se hubiera encargado de cambiar un texto o construcción que no entendía a otra más familiar! Bibli. 250, II, p. 685.
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3277. Don García se lamenta de que el casamiento se hubiera celebrado. Con el uso del relativo quien evita la mención abierta del rey, haciendo posible que su queja se interprete como en contra de Minaya, que fue quien de hecho "rogó" a los Infantes que "tomasen por mujeres" (v. 2233) a las hijas del Cid. En la Razón todos los personajes expresan su pesar par los matrimonios, cada cual con su punto de vista personal, como puede apreciarse al comparar esta lamentación de don Garcia con los vv. 2759-61 y 2958-9. Tómesc la expresión como exclamación de queja y no como interrogación retórica.
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3280. Recuérdese lo que más arriba se hizo notar sobre la "batalla de los pelos", o tensión entre los símbolos en la Razón; aquí el Cid se olvida de la defensa explícita de sus hijas para ensalzar su barba y ridiculizar la del enemigo (cf vv. 3095n, 3097n y 3l12n).
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3283. El simbolismo de la barba fue bien explicado por San Agustín: "virtus... in barba intelligitur" y "barba significat fortes; barba significat luvenes, strenuos, impigros, alacres" (in psalmum 33, Serm. 1, 11, 132, 7; cf. bibli. 54, 147).
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3288. Nótese el juego de palabras. Además de la referencia al lugar -castiello de Cabra- la reiteración de Cabra sugiere que el Cid le agarró al Conde por los pelos como a una cobra; don García, el Crespo (v. 3112), tenía "barba de chivo". que se explica en el diccionario como "escasas en los carrillos y alargadas debajo de la boca". (Más en mi obra, bibli. 140, pp. 213-5.)
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3289. Horacio tiene una frase muy parecida a este verso: Vellunt tibi barbum lascivi pueri: "te mesan la barba los desvergonzados rapaces" (Sátiras 1, 3, 133). Entre los griegos y latinos "mesar la barba" a alguien era expresión proverbial por "mofarse" (compárese con la actual frase: "tomar el pelo"). En el término rapaz del verso del Cantar pueden verse fundidas varias connotaciones: Las del puer lascivas del proverbio latino, la de ladrón rapaz que agarra lo que no es suyo y la de rapabarbas, muy acertada y no menos cómica (bibli. 140, pp. 213-5; 250, II. pp. 494-9),
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3302. Menéndez Pidal, con su tino filológico, nos ha dicho que Vermúez debería ser considerado "Vermudoz" (bibli. 25O, II, p.794), forma esta que nos sirve más claramente para comprender el juego seudoetimológico (figura paronomasia) del escritor; "Vermudoz", por otra parte, sonaba casi como Pero Mudo, pero al mismo tiempo, en fácil derivación, se hace proceder de Virmutu(s), o sea, Mudo varón que tanto callas. ¿Quién ha dicho que el estilo del Cantar es de un arte espontáneo? El Cid se entretiene a bromear con su sobrino Pero a quien sólo irónicamente puede llamar Mudo; primero, porque es de hecho el que más largamente hablaría (a continuación y a lo largo de sus intervenciones muestra no tener pelos en la lengua) y, segundo, porque de ser "tartamudo" (como algunos han creido) de verdad resultaría un mote descarado que de divertir a alguien, sería a los adversarios.
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3304. Esta frase debe entenderse como proverbial, comparable a "A ti te lo digo, hijuela, entiéndelo tú mi nuera", o "A ti te lo digo, Pedro, para que me entienda Juan" (cf. bibli. 270, v. 3304n).
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3307. El autor de la Razón sabe caracterizar admirablemente al impulsivo, vehemente Pero; al empezar a hablar, como si quisiera decirlo todo de una vez, se le atropellaban las palabras y no podía hablar con deliberación y sosiego.
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3327. Compárese este reproche con uno de Homero, dicho contra los griegos: "¡Puf!, los argivos, vilezas despreciables, bellos sólo en la apariencia." (Iliada, 5, 787.) mal barragán equivale en la germanía moderna a tener "poco de macho". Recuérdese que don García no supo aducir pruebas de que las hijas del Cid no sirvieran ni para barraganas; Pero, en cambio, ha demostrado hasta la saciedad que Fernando era un mal barragán. Nuestro autor conoce muy bien el juego retórico con los conceptos y palabras.
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3328. De esta expresión existen algunos precedentes latinos: lingua quam manu promptior (Salflstio, Bellum Jugurtinum 44, 1); manu iners, lingae indulgens (siglo IV, Scriptores physiognomici Graeci et Latín rec. R. Foster, II, 1893, 129, p. 142, 7). En la Gesta se caracterizó así a Ansur (González (v. 2173), a quien el autor de la Razón le haría aparecer como hombre desarrapado, comilón, bebedor (vv. 3374-5), forzado y de valor (v. 3674). Más sobre el v. 3328 en mi obra, bibli. 140, p. 217, n. 14.
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3347. En mi obra dedico unas líneas a hablar del empleo del sexo como alabanza o vituperio; baste aquí, como curiosidad, la mención de las Siete Partidas: "de mejor condición es el varón que la mujer en muchas cosas et en muchas maneras" (p. 4, t. 23, 1. 2), para contrastarlo con el verso del Cantar (bibli. 140. pp. 283-4).
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3351. Claramente se ve aquí que los duelos eran tenidos por "juicio de Dios", pues el resultado final confirmaría la verdad de lo dicho: si ploguiere al Criador (v. 3349); cf. vv. 3461-2.
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3358. ¡De qué distinta manera concibió a sus personajes el autor de la Razón al continuar la narración de la Gesta! En ésta sus buenas obras justificaron al Cid, cambiaron a los personajes, los convirtieron de enemigos en amigos. En la Razón hemos ido viendo que los favores del Cid endurecian progresivamente a sus yernos que éstos hablaron de dar muerte al muy hospitalario y obsequioso moro Abengalbón. Los personajes del drama de la Razón que nacieron marcados con signos de hostilidad o perversión, no se convertirían boba o bonachonamente al final, sino que crecerían en hostilidad, se nos mostrarían más empedernidos (inclúyase a los vasallos, cuyas burlas crecían día y noche). En el caso de los Infantes, se ve que han llegado a convencerse a sí mismos de la nobleza y justicia de aquel crimen que un día maquinaron en secreto y cometieron a escondidas; ahora se confiesan orgullosos de su acción en la corte pública.
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3366. De poner acotaciones al texto indicaríamos que en este verso Martín se dirige no a Diego, como en el discurso en general, sino a los jueces y sus amigos para acentuar el tono exagerado y burlón de su advertencia; en la literatura medieval, como ha hecho notar debidamente Curtius (cf. bibli. 81. pp. 433-4) la desnudez involuntaria era un celebrado tópico de la burla y el ridículo. Martín Antolínez exageraba, pues en la narración del episodio (v. 2291) se dijo que Diego se ensució el manto y el brial, pero no que no lo llevara puesto como se insinúa aquí. Los personajes de la Razón saben explotar los incidentes para sacar el mayor partido en favor de su causa; si Antolínez exageraba, hemos de suponer que Pero, más vehemente, exageraría más al exponernos bajo su punto de vista el encuentro de Fernando con el moro (vv. 3316 sts). Lástima que no podamos comprobarlo por haberse perdido la hoja (v. 2338n). El Ms. lee vestid, forma gramaticalmente injustificable; mi inclinación es considerarla defectuosa por vestido, pues la elisión de la o es más comprensible que la supresión de otras consonantes en las correcciones de Hinard Bello, Menéndez Pidal, Michael y otros: vestist, y de Lidforss Smith y otros: vestisted (cf. bibli. 270, p. 380).
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3373. La caricatura de Ansur está muy bien lograda como el revés del Cid. Recuérdese la majestuosidad del vestido del Cid y cómo se veía brillar el oro y la plata (v. 3091); el rasgo más sobresaliente de Ansur era su rostra bermejo por arriba, por abajo su manta que iba recogiendo la basura del suelo. El Cid asistió a la corte enantes de yantar (v. 3051), Ansur había comido tanto que se le notaba en los colores del rostro, tan bebido estaba que con sus eructos hartaba al que se le acercaba (vv. 3384-5).
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3379. Esta frase tan despectiva con respeto al valiente soldado de Vivar se asemeja a una que trae Tito Livio, al hablar de aquellos soldados romanos que habían sido reducidos a picapedreros: Romanos homines... opifices ac lapicidas por bellatoribus factos (1, 59, 9). En su comentario al pasaje dice R. M. Ogilvie que opices et lapicidas es más fuerte que mecánicos y albañiles, una vez que las canteras eran lugares de castigo para los esclavos; por lo que la frase debía ser uno de los "slogans from the politics of the late Republic" (A Commentary to Livy, Oxford. p. 228). Entre las muchas hipótesis que se han propuesto para la etimología de "pícaro", se halla la de "picar" (cf. F. Maldonado de Guevara, "Para la etimología pícaro "picar". BBMP, 21 (1945), 524-5). Es posible que exista alguna relación entre lo que Ansur achaca al Cid: fuese a río d'Orvina los molinos picar / y prender las maquilas... y la caracterización del "primer pícaro", cuyo padre tenía "cargo de proueer vna molienda de vna hazeña, que está ribera de aquel río, en la qual fue molinero más de quinze alias", a quien "achacaron... ciertas sangrías malhechas en los costales" (La vida de Lazarillo de Tormes, ed. F. Cejador y Frauca, Madrid, 1966, p. 66).
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3381. Compárese este verso con los vv. 2760, 3277.
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3398. A los nombres ficticios de las hijas del Cid se suman los nombres ficticios de los Infantes de Navarra y de Aragón, personajes inventados que aparecen súbitamente para ofrecer solución a la fase más ardua del conflicto de la fábula: la viudez de doña Elvira y doña Sol; su misión poética se adecua perfectamente a la del viejo deus ex machina. Y se presentan en persona para dar a la corte un mentís rotundo, realista, práctica a la acusación de los otros Infantes de que sus esposas no servían ni para barraganas. Ojarra e Iñigo vienen a prober pública y solemnemente, como testigos imparciales al conflicto, que de veras las hijas del Cid eran dignas de maridos de mayor alteza que los primeros. Menéndez Pidal y otros muchos editores, con el fin de no contradecir la historia, han creído que Ojarra e Iñigo eran simples mensajeros de los Infantes de Navarra y Aragón; con ello se ven forzados a corregir la lección del Ms. una vez más y debilitan enormemente la fuerza del argumento del merecimiento de las hijas del Cid (cf. bibli. 250, I, pp. 245-6 y II, pp. 718 y 772; 270, p. 381).
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3406. Estos versos son la piedra de escándalo de muchos de los editores que, al hablar de los primeros casamientos, creen que el Cid trataba de eximirse de la responsabilidad cuando prefería que fuera él quien diera a sus hijas en casamiento, pues el Cid –creen ellos- preveía el futuro fracaso. Pero, digámoslo otra vez, en la primera parte no hubo fracaso, sino mucha alegría (v. 2273), porque fue el rey quien casó a las hijas del Cid con los Infantes de Carrión. La afrenta de Corpes no pudo ser prevista por el Cid de la Gesta, porque fue creación de un continuador, como se ha venido probando en las glosas. Además, si el Cid hubiera insistido en la intervención del rey en los casamientos por recelo, ¿por qué vuelve a entregarle ahora a sus hijas para unos nuevos casamientos? ¡No será que el Cid se sospecha otro fracaso! Digámoslo otra vez, la intervención directa del rey en los casamientos para el autor de la Gesta y el de la Razón, daba honor y honra a la familia y a los contrayentes. Compárense los vv. 2407 y 2088; 3424-5 y 2093-4, y otros a discreción del atento lector.
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3459. Interpretese: es innecesario tu razonamiento, Minaya pues se ve que esta corte es muy parcial -hay en ella mucho a tu favor. Seguidamente Gómez presenta el reto preguntando al rey: ¿y si alguno quisiera otra cosa que no fuera la argumentación en la corte, se le daría la oportunidad? Añadiendo: si Dios quiere y salimos bien de esta petición -nos es concedida- pagaréis por lo que habéis dicho. Por fin el rey le negará la petición para evitar que los duelos, si son muchos los que quieren luchar, se conviertan en una batalla.
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3498. El Cid era muy rico y desinteresado; no apetecía en su demanda otra cosa que justicia contra los Infantes de Carrión los bienes que éstos le devuelven los pone a disposición de los presentes: los jueces y los que se pusieron a su lado en el pleito -que de buena parte son (v. 3499). Y sigue otro fino detalle del autor como buen observador de las reacciones de sus personajes: también entre los partidarios del Cid había algunos que lo eran por puras razones de justicía y razón, que no quisieron tomar ningún don material -tales hy ha que no (v. 3501).
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3508. Algunos editores, atentos lectores de las Crónicas -Baist Lidforss, Menéndez Pidal, Smith, Michael- creen que entre este verso y el anterior hay una laguna, como de cincuenta versos de un folio perdido. En las Crónicas se narra un incidente de poca trascendencía, que parece, en mi opinión, inventado por el prosificador para justificar el v. 3513; por eso no podemos estar seguros de si fue también fabricación del prosificador la reconstrucción de la primera hoja perdida, y el relato del combate de Fernando y Pero con el moro entre los vv. 2337 y 2338. He aquí el texto que inserta Menéndez Pidal (bibli. 260. pp. 288-9): "Entonces mandó dar el Çid a los mandaderos de los intantes de Navarra e de Aragón bestias e todo lo al que menester ovieron e enbiólos. El rey don Alfón caualgó entonçes con todos los altos omnes de su corte, para salir con el Çid que se iva fuera de la villa. E quando llegaron a Çocodover, el Çid yendo en su cavallo que dizen Bavieca, dixole el rey: 'don Rodrigo, fe que devedes que arremetades agora esse cavallo que tanto bien oí dezir'. El Çid tomóse a sonrreir, e dixo: 'señor, aquí en vuestra corte a muchos altos omne e guisados para fazer esto, e a esos mandat que trebejen con sus cavallos'. El rey le dixo: Çid, págome yo de lo que vos dezides; mas quiero todavía que corrodes ese cavallo por mi amor'. El Çid remetió entonçes el cavallo, e tan de rezio lo corrió, que todos se maravillaron del correr que fizo" (continúa aquí el v. 3508).
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3529. El Cid acaba de decir que esperaría en Valencia mandados buenos (v. 3527); corresponde Antolínez asegurándole: podedes oir de [Infantes] muertos, ca de [vasallos] vençidos no. Los duelos no serían a muerte, pero de suceder algún accidente sería la muerte de los otros (v. 3703). Otros editores han interpretado este verso como si Martínez hubiera respondido al Cid que podría oír de su muerte, pero no de su derrota; ésta es una interpretación más espontánea y fácil de un verso que está bien conseguido en su ambivalencia.
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3555. Las espadas están dotadas de virtudes de talismán; Diego y Fernando preferían que los duelos se limitaran al uso de las lanzas, como en el caso de Muño y Ansur. Por fin los Infantes, tan bravucones en Corpes, tan fanfarrones en la corte, mucho eran repentidos (v. 3557), asustados ante el poder portentoso del talismán. Otra vez se imponen en la Razón los símbolos sobre las cosas físicas, el miedo y la aprensión psicológica sobre la realidad.
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3559. El rey no puede aguantar tanta mogigatería y responde a los Infantes con gran sorna: ¡es verdad, ahora que me acuerdo, vosotros no ganásteis -sacastes- ninguna espada tajadora en la corte! Si tenéis espadas buenas -como si lo dudara- de mucho os valdrán, de la misma forma que han de valerle a los del Campeador. Para el rey, que los Infantes en sus quejas sobre Colada y Tizón, como espadas portentosas, sólo buscaban excusas para no combatir, alegando que al no tener espadas como aquellas -mágicas- estaban en desigualdad, en inferioridad, por lo que los duelos no serían justos. Alfonso creía que los duelos eran justos, lo que los Infantes precisaban era, dos buenas espadas, si las tenían.
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3619. Compárese con un verso de la Eneida (7, 722), del que parece su traducción castellana: pulsuque pedum tremuit excita tellus.
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3690. Aunque las narraciones de los duelos se siguen una a otra, los duelos se realizaron con simultaneidad; cuando el padre vio a sus tres hijos exangües y exánimes en medio del campo habló por ellos. Compréndase que los gritos del padre se oyeron tras la acción que finalizaba en los vv. 3644, 3665, 3689. Ese ¡No le firgades, por Dios! va dirigido a cada uno de los vasallos individualmente, al momento del golpe mortal; tratemos de visualizarlo. Vençudo es el campo: "la lid se da por ganada" valdría para los tres en colectividad.
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3694. Se procedió a hacer de las armas lo dispuesto en las Partidas (p. 7, t. 4, 1.6).
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3706. El autor de la primera parte, en una Gesta de testimonio nos dejó un ejemplo de cómo se debía devolver bien por mal de qué bien pagaban las buenas obras de los vasallos a su rey. El de la segunda parte, en una Razón o drama de testimonio, nos enseña cuán mal pagaban las malos acciones contra los débiles e inferiores. En las glosas se ha llamado atención con frecuencia al juego literario del autor de la Razón; bajo el estilo ligero, se contiene una lección sería condensada en la sentencia de este verso y el siguiente, que constituyen un verdadero epifonema según la retórica, aclamación sumaria de la intencionalidad de la acción (rei narratae vel probatae summa acclamatio (Quintiliano 8, 5, 11, cf. bibli. 212, 11, p. 273). Drama, he llamado con frecuencia a la segunda parte del Cantar de mio Cid; este primer drama español está perfectamente guiado por un sano concepto de un castigo proporcionado al delito, que en nomenclatura de crítica moderna se conoce como justicia poética.
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3715. El Cid se encontraba satisfecho de haber podido vengar a sus hijas; piensa que éstas pueden considerarse resarcidas -quitas- por los daños que heredaron de los de Carrión; es más, las va a casar muy orgulloso, pese a quien pesare. La figura litotes era muy empleada en la primera parte, raramente en la segunda, pero aquí hay un buen ejemplo: sin vergüença: "con orgullo", comparable a sin peso (v. 185, "con ligereza"); sin falla (v. 514, "cabalmente" y v. 1551, "puntualmente"); tan sin sabor (v. 2736, "con crueldad"); bien...sin pavor (v. 3081, "con mucha valentía"). Los editores han encontrado dificultad en la interpretación del v. 1715; Menéndez Pidal da una explicación bastante elaborada y técnica (bibli. 250, II, p. 818).
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3725. Fue el Cid el honrado al emparentar con reyes; el v.3724 es reiteración del 3722. Es cierto que el Cantar está escrito en honor del Cid, pero no debemos extralimitarnos y creer que el autor de la Gesta o el de la Razón llegara a pensar que el guerrero castellano fuera más excelente que el rey; la monarquía era una institución sagrada. En última instancia habría que decir que el Cantar de mio Cid es un testimonio de sumisión y homenaje a la monarquía, las dos acciones culminantes de la trama, las bodas y la corte, en la Gesta y la Razón, respectivamente, son posibles por la intervención directa y reguladora de un rey perdonador y un rey justo. Esto dicho, el todos del v. 3725 se referirá a los reyes que heredarían los tronos españoles, como beneficiados por el servicio y el honor que el Cid, como buen vasallo y padre de tan distinguidas reinas, les había tributado; no se excluye el que todos comprenda a la vez a todos los cristianos. Este verso ha suscitado controversia entre los historiadores (cf. bibli. 250, 1, pp.21-22; 260, p. 298; 256, pp. 583-4; 270, vv. 3724-3525n; 398).
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3726. La retórica, al preceptuar sobre la literatura prosopográfica -retrato literario biográfico como la Razón- indicaba entre los motivos del encomio la alusión a la ilustre prole del personaje panegirizado (cf. v. 3723) y a la calidad de su muerte. Dentro de las creencias cristianas la muerte del Cid es muy señalada y honrosa por caer en el Domingo de Pentecostés, la fiesta más solemne de la liturgia, tras Navidad y Resurrección. Nótese el arte sumarizador en la enumeración binaria de extensión polar, tan del gusto de los autores del Cantar, que viene a poner punto final en brevísima recapitulación: "a todos nos alcanza honra porque el que en buena hora nacio murió en solemnísimo día". Para Berceo la cinqunesma era día de "grant fiesta" (S. Oria 188). El año de la muerte histórica del Cid Campeador, 1099, Pentecostés cayó en el día 29 de mayo, fecha que discrepa de la dada por la Historia Roderici, en julio de 1099, y la Crónica Particular del Cid, que señala el día "a diez dias de julio". Los historiadores que quisieron convertir el Cantar en documento "eminentemente históric0" se ven una vez más decepcionados y frustrados. ¿Es que ni siquiera sabía el autor del Cantar de mio Cid la fecha de la muerte del héroe? ¡Las fechas del nacimiento y muerte de los grandes personajes es una de las cosas que primero se exigen en las clases de historia! El autor de la Razón, como el de la Gesta, quiso ser poeta; ni siquiera se preocupó de señalar el año -un año como otro cualquiera-, pero el día, ah, eso sí, el de una fiesta preciosa: pretiosa in conspectu Domini mors sanctoram eius (Salmos 115, 15). C. Smith apuntó el desinterés del autor por los datos históricos al preferir dar a su fecha una "intención religiosa". P. E. Russell hizo notar que estos versos debieron ser del copista por lo que él cree "suddennes and crudity of this ending". Ninguno de los comentaristas ha valorado esta recapitalación final del autor bajo el locus communis de la retórica: landantur homines a qualitate mortis (cf. bibli. 212, 1, p. 319; 347, pp. 74-6; 375, v. 3726n).
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3730. Era tradicional entre los medievales caracterizar las obras con alguna especie de título bien al principio o al final o en ambos lugares. El autor de la primera parte de Mio Cidllamó a su obra cantar (v. 2276), término bastante general cuyo tema principal había caracterizado anteriormente como gesta de mio Cid (v. 1085). El autor de la segunda parte denomina a su obra como razón. Por lo general los críticos están de acuerdo en dar a razónen este verso sentido de «composición literaria». La terminología no es inusitada, ni muchomenos; otro escritor, en el siglo xiii, comenzaba así su obra, conocida hoy como Razón de amor:
«Qui triste tiene su coraçon / benga oyr esta razón», concluyéndola de esta manera: «Mi razon aqui la fino / e mandatnos dar vino» (en Crestomatía del español medieval, ed.Menéndez Pidal, Madrid, 1965, vol., pp. 92 y 98). Creo, pues, plenamente justificado intitular la segunda parte del Cantar como Razón de mio Cid: es más, es obligado hacerlo así una vez que lo quiso su autor: su contenido de conflictos psicológicos y debates de argumentación, de disputas y denuestos, más la estabilización de tal terminología en la época garantizan y avalan el título.
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3731. Se puede hablar de dos explicit en el Ms.: el primero comprende desde aquí hasta años (v. 3733); el segundo desde El romance (v. 3733) hasta el final. El primero pertenecea Per Abbat como escribiente: escribió la obra. ¿Fue Per Abbat el autor del Cantar? Hay críticos en nuestros días que así lo creen; para ellos escribió significa que lo compuso, no sólo que lo pusiera por escrito. Entre estos críticos se encuentran T. Riaño Rodríguez (bibli.331), C.C. Smith,(bibli. 374) y A. Ubieto Arteta (bibli.397, p. 190). sin embargo, entre sí no están de acuerdo en la identificación de su personalidad histórica. Parecen ser más numerosos los que sostienen que Per Abbat fue un simple copista, escribano, una vez que en los textos medievales el autor era designado como el que «hacía» (fer o fazer frente a escribir); puede consultarse J. Horrent (bibli. 189, p. 199) y E. Alarcos Llorach,Investigaciones sobre el Libro de Alexandre, Madrid, 1948, pp. 47-50. Sin embargo, en algunos casos parece que el doble oficio de componer y escribir podía recaer sobre el mismo individuo, según los versos finales de la Razón de amor y los Denuestos del agua y el vino: «Qui me scripsit scribat, se[m]per cum Domino bibat. Lupus me fecit, de Moros» (o. c., nota anterior). Por mi parte quisiera haber probado satisfactoriamente que se distinguen en el Cantar de mio Cid dos partes lingüística y temáticamente diferentes, de manera que mientras que la segunda se basa en la primera, ésta nose escribió como base de la otra. ¿Es todo el Cantar obra de un mismo autor y éste PerAbbat? Negarlo sería tan hipotético como afirmarlo, pero no sería imposible, con tal que semantenga la salvedad señalada sobre la dualidad de composiciones. Esa dualidad es tan marcada que me inclino sostener la dualidad de autor (consúltense mis "Ensayos" en esta misma edición electrónica).
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3733. La fecha 1245 está basada en la era de Julio César,computada con arranque enel año 38 a. de C., supuesta fechade la fundación de las provincias romanas en España;equivale pues en nuestra era al año 1207. Entre las cifras CC y XLV, hay un espacio que,según comprobación de A. M. Huntington, mide un centímetro. Algunos editores, con Menéndez Pidal, se figuran que hubo otra C, que alguien borró, lo que nos daría la fecha 1307,como fecha de la copia que hoy se nos conserva. Otros, como A. Ubieto Arteta (bibli. 397. p. 10), han dicho que el espacio vacío se debe a una arruga que impidió pudiera escribirse sobre ella, pero I. Michael, que ha examinado con detención y cuidado el Ms., piensa que «la arruga data del siglo pasado» (bibli. 270. p. 311). En fin, que la cuestión histórica de cómo justificar la fecha 1207 en un Ms. del s. xiv sigue sin resolver. sub judice. Para una visión panorámica de las opiniones de los comentaristas sobre la fecha y el autor del Cantar cf. bibli. 228.
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3734. Con las palabras El el romance, comienza el segundo explicit,obra de mano posterior, distinta, pero de la misma época. De veras que el término romance era muy apropiado para designar ambas partes del Cantar, La Gesta y La Razón, pues hasta bien entrado el siglo XV, si no hasta comienzos del XVI, se empleaba para designar una composición versificada, de considerable extensión, sobre muy diversos temas, apta para el canto o la recitación con acompañamiento de instrumento musical (cf. Mi artículo, bibli. 141).
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3734-5. Era costumbre entre los autores, escribientes y recitadores medievales dirigirse a su auditorio, al finalizar su obra, para solicitar algo; había individuos de talante más piadoso, como el autor del primer explicit, que deseaban el paraíso; el autor de este segundo, quiere participar del vino y, en caso que en caso de que no llevaran dinero consigo, aceptaba prendas; los oyentes se despojaban de alhajas u otras cosas que llevaran (cf. bibli. 250,
I, p. 17), para dárselas como galardón por el entretenimiento prestado.
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