IX. EL ARDID DE LAS ARCAS Y LOS COMIENZOS DE LA COMEDIAEl siglo XII fue una época iluminada bajo muchos aspectos. Al lado de las actividades económicas, se desarrolló, en simbiosis, el entusiasmo por aprender y enseñar, que aquí designo ampliamente como actividad escolástica y que cubre, junto con la teología y la jurisprudencia, el cultivo de las letras: se estudian las artes retóricas y poéticas, y se busca en le composición literaria la técnica. Como «perfecta», ha caracterizado Dámaso Alonso la técnica del Cantar de mio Cid. {1} La caracterización de le escuela pidaliana del autor del Cantar como autor-legión, versificador a la juglaresca, itinerante y novelero, ha dificultado tremendamente la tarea del estudio y el aprecio de la técnica narrativa de la obra. El ambiente de historicismo y geografismo que dicha escuela creó y ha cultivado sin pausa, ha sido un gran obstáculo para la creación de una escuela de crítica literaria sobre el Cantar. {2} He presentado hasta aquí un telón de fondo europeo en el que he proyectado los elementos socio-económicos y jurídicos del episodio de las arcas. Voy a fijarme ahora en su función literaria, como pieza del engranaje de la acción total de la Gesta. Dentro de esa acción total, el episodio es la acción parcial que da comienzo al curso ininterrumpido de los éxitos del Campeador. Sus comienzos fueron realmente trabajosos, tristes, al borde de la desesperación, con un primer verso en que se nos mostraban las amargas lágrimas del protagonista:De los sus ojos tan fuertemiente llorando (1). El desenlace de la acción seria, por el contrario, de gran ventura, gozo y alegría, como expresaba el último verso:Alegre era el Çid y todos sus vasallos (2273) Ese esquema de composición tan sencillo, de comienzos tristes y desenlace feliz, era designado en los manuales de retórica como comedia. El Marqués de Santillana, haciéndose eco de la tradición, la definía de esta manera: «Comedia es dicha aquella, cuyos comienzos son trabajosos, e después el medio e fin de sus días alegre, gozoso e bien aventurado». {3} Las artes retóricas amonestaban al escritor que había de esmerarse mucho en la introducción, en el prólogo, la presentación de su caso, con el fin de que, desde el primer momento, suscitara interés en el público, captara su atención y mereciera su benevolencia. El escritor había de hacer uso de aquellos recursos que más influyeran en el ánimo de su público, que mejor lo dispusieran al temor y la esperanza, al odio o al amor. {4} En el ambiente crematístico del Burgos del siglo XII de mercaderes, donde la riqueza era reina, Burgos de extranjeros, donde la patria era muy añorada, Burgos de peregrinos, donde la piedad era ardiente celo, somete el autor a su protagonista a una extrema pobreza, a un destierro sin rumbo y a un engaño de sus caros amigos. El Cid había llegado al más desesperado estado de indigencia, pues de nada le hubiera valido pedir o mendigar en Burgos:No vos oseriemos abrir ni coger por nada (44); le había advertido la niña de nueve años, portavoz de la resolución de los humildes burgueses y burguesas. El Cid ponía a Dios de testigo de que ya no podía más:Véalo el Criador con todos los sus santos
CRONISTA
Magnum pauperies opprobrium, jubet
Nihil habet infelix paupertas durius in se,
¡O quantum cogit egestas!
A escudero pobre, rapaz adevino.
Qui en un lugar mora siempre, lo suyo puede menguar (948).
N O T A S1. Con entusiasmo y con la aportación de pruebas quiero pregonar la exclamación y la proposición de Dámaso Alonso: «¡Pero habrá quien crea todavía en la barbarie del poema, en su falta de técnica y pobreza de recurso! Quien escribía así venía, sin duda, detrás de una larga tradición, de una escuela literaria, y poseía una técnica, distinta, sí, de la de cualquier otra época, pero sabia, pero maestra, pero perfecta, es decir, adecuada a sus fines. («Estilo y creación en el Poema del Cid», pp. 82-83). En este capítulo quiero contribuir a la confirmación de cuán sabia, cuán maestra y cuán perfecta es la técnica del episodio como elemento de los comienzos de la comedia . Me adhiero aquí también al sentir de Colin Smith, cuando dice que el Cantar, «como toda obra de arte realmente grande, está siempre con nosotros, dentro de nosotros, nos fascina y hace preguntas y plantea problemas: ¿cómo, cuándo, para qué, con qué medios? », (Estudios cidianos, p. 12). Lástima que estos dos ilustres críticos no hayan prestado más atención a mostrarnos en detalle, en concreto, en qué elementos del Cantar se plasman sus generalizaciones. ¿Es que temen descubrir que el autor era un atento estudioso de las técnicas literarias, de la retórica? VUELTA AL TEXTO 2. No pretendo, ni mucho menos, negarle cualquier tipo de mérito a la labor de Menéndez Pidal; si sus aciertos, como historiador, nos ilustran, sus desviaciones, en el campo de lo literario, nos mueven a acercarnos más al texto del Cantar. Frente a su escuela historicista, hemos de erigir la escuela retoricista, llena de datos y referencias concretas, como la otra; con los datos de retórica, aproximaremos la crítica a la ciencia. VUELTA AL TEXTO 3. Obras ed. Amador de los Ríos, p. 94. VUELTA AL TEXTO 4. Cf. Garci-Gómez, Mio Cid. Estudios de endocrítica, p. 45. No entiendo por qué hemos de dejarnos embargar de la timidez al abordar el análisis retórico, cuando en el siglo XII el estudio de las artes poéticas rayaba en lo pasional; hace tiempo que lo demostró Faral con Les arts poétiques du XIIe et du XIIIe siècles. Puede servimos de ilustración, también, el artículo de Hunt, «The rethorical background to the Arthurian prologue». VUELTA AL TEXTO 5. lnstitutiones oratoriae, 5. 10. 20; cf. comentarios en Garci-Gómez, o. c. , pp. 173-74. VUELTA AL TEXTO 6. Poema de Mio Cid, p. 28. La tradición es la sedes argumentorum, algo así como un bloque de mármol, valioso sí, pero necesitado de la mano del escultor, que le transforme y dé belleza y poder emocional. Los críticos debemos ir más allá de la materia, para fijarnos y recrearnos en la forma que el poeta de Burgos confirió al tradicional ardid. VUELTA AL TEXTO 7. «Un motivo folklórico en el Poema del Cid». También, N. Salvador Miguel, «El episodio de Raquel y Vidas», pp. 183-86. VUELTA AL TEXTO 8. Textualmente: «Dans l'étude du conte, la question de savoir ce que font les personnages est la seule importance: qui fait quelque chose et comme il fait, sont des questions qui ne se posent qu'accesoirement» (Morphologie du conte, Paris, 1970. p. 30: citado en Uriarte Ribaudí, a., c., p. 222). Es preciso dejar bien en claro que el episodio de las arcas no es un cuento, como el de la Disciplina clericalis, con unidad propia y autóctona: es, en cambio, una pieza de un engranaje más amplio, al que debe su razón de ser. VUELTA AL TEXTO 9. Uriarte Ribaudí, o. c. , p. 22. VUELTA AL TEXTO 10. El lector puede consultar la gran colección de sentencias y proverbios medievales a cargo de Hans Walther, Proverbia Sententiaeque Latinitatis Madii Aevi, especialmente los núms. 374. 1482, 1555, 5289, 15536 a, 17028 a, 21287 y 31297. VUELTA AL TEXTO 11. Obras, pp. 504-514, por orden alfabético. VUELTA AL TEXTO 12. El pasaje está relacionado con el arca del clérigo: «Como la necessidad sea tan gran maestra, viendome con tanta siempre, noche y dia estaua pensando la manera que ternia en substentar el biuir. Y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dizen que el ingenio con ella se auisa y al contrario con la hartura y así era por cierto en mi» (La vida de Lazarillo de Tormes, ed. Cejador y Frauca, Madrid, 1966, p. 132; en las notas se ofrecen otros varios proverbios españoles). Como se declara solemnemente en el Cantar: mala cueta es, señores, haber mingua de pan (1178). VUELTA AL TEXTO 13. Digámoslo de una vez: los críticos dedicados a la exploración del arte del Cantar de mio Cid, todavía no liberados del todo del prejuicio posromántico sobre el juglar itinerante y novelero, tienen miedo a entrar de lleno en la exploración de la técnica de la obra y se concentran en hallarle al escritor sus fuentes; a veces les falta poco para acusarle de plagiarismo. El caso es que el poeta de estos críticos sigue siendo un errante y un novelero, sólo que errando de un libro a otro, de una fórmula a otra. Yo no tengo miedo a declararle erudito y creador, a declararle retórico, no en el sentido peyorativo que a veces reviste el término en nuestros días, sino en el digno sentido de los clásicos y medievales: vir bonus, peritus dicendi o, como el mismo autor decía de su mio Cid: fablo bien e tan mesurado (v. 7), formulación del exordio con la que el escritor poeta aludía a su propio estilo: elocuente y medido, rítmico (cf. Garci-Gómez, «fablo mio Cid bien e tan mesurado…» en Mio Cid. Estudios de endocrítica, pp. 43-53). Quien opine que yo exagero al esbozar el perfil retórico del poeta, debe mostrar en qué miento cuando presento la conformidad de su realización con los preceptos de las artes; quien «opine que yo exagero al esbozar el perfil comercial y moralístico del poeta, debe mostrar en qué miento en mi proyección del Cantar de mio Cid sobre el telón de fondo del Burgos del siglo XII, enclavado en el ámbito socio-económico y escolástico europeo. VUELTA AL TEXTO |