V. EL CAMBIO DE DINERO Y EL MARCO

Que sobre las arcas dar le íen VI çientos marcos (161)


Peregrinos y cruzados, en el siglo XII, revolucionaban toda Europa con su sacra auri fames , aquel hambre de oro que en ninguna otra época se habría considerado más sagrada .  El desplazamiento de las grandes masas de unas regiones a otras llevó consigo el tráfico de monedas y promovió la institucionalización del cambio.  La Iglesia, siempre tan suspicaz en lo tocante al mammona iniquitatis , se mostraría compresiva e incluso, alentadora a la práctica del cambio, tan necesario a los peregrinos y a los mercaderes, que se desplazaban de un lugar para otro.  El cambio de moneda era necesario ad commutationem rerum, sine qua non est vita humana {1}.

 En Santiago de Compostela existía una famosa plaza, el Paraíso, al lado de la Catedral, donde los peregrinos acudían a efectuar los cambios de moneda.  El Paraíso, comentaba González Sologaistua,  «fue durante los siglos XI y XII el mercado más importante de Europa, muy superior a los parvis de las grandes iglesias francesas» {2}.  Y en cuanto a Burgos, N. González nos dice: «vemos nacer al compás de las peregrinaciones dos ocupaciones en las que se polariza el gran comercio: el cambio que desembocaría en el negocio de la Banca, y el comercio de productos de la tierra» {3}.

El cambio, aunque fomentado por la Iglesia, no hemos de conceptuarlo como un acto de beneficencia en favor del peregrino necesitado; era, sí, una operación comercial muy provechosa a favor del cambiador.  Y donde quiera que se trataba de pingües ganancias, allí se hallaba la figura del magnate; en palabras de N. González, el cambio de moneda y el préstamo en Burgos, llegaría a ser «el monopolio adquirido de ciertas familias» de la ciudad {4}.

De la seriedad de la institución del cambio nos da idea el hecho de que ya de muy antiguo, en el año 837, tenemos noticias de la Cofradía de Cambiadores en Santiago de Compostela. Los cofrades habían de ser fijosdalgos, y no admitían en sus filas a moros ni judíos.  Su función era la de proteger al peregrino extranjero del flagelo de los cambiadores sin conciencia, los practicantes del mercado negro de la época, que debían pulular por aquellas zonas, a deducir de las duras recriminaciones de que son objeto en el Codex Calixtinus {5}.  Según sigue informándonos González Sologaistua, a la Cofradía de Cambiadores «correspondió …una función económica de capital importancia, que era, el formar, juntamente con el gremio de orífices, más los representantes del Cabildo y los del Concejo compostelanos, una suerte de Sindicato que regulaba cada año el precio de la plata; con la tecnología moderna le llamaríamos hoy ‘Comisión Reguladora de la Plata’» {6}.

Hemos de pensar que en Burgos, importantísima arteria del flujo peregrinal, funcionaran los cambiadores de modo semejante al de Santiago de Compostela.  También tenemos noticias de otros lugares de Europa, donde el cambio era monopolio controlado por ciudadanos ricos y muy prominentes{7}.

Pasaban por Burgos grandes caravanas de peregrinos extranjeros procedentes de diversos y remotos países, desde Grecia a Inglaterra.  Consigo traían las más diversas monedas, que habían de cambiar por las locales.  El dinero les abría las pertas del mundo extraño y lo volvía asequible, muy parecido a la tierra natal; el dinero era el gran igualador.  El dinero, más que otro bien alguno, era la mayor garantía de subsistencia en un mundo que cada día se volvía más viajero.  Ahí, en ese fenómeno cultural del siglo XII y de la ruta jacobea, se nutre lo que he llamada la mente crematística del juglar de Burgos, crematística en el sentido que el vocablo adquirió de Aristóteles: el de una riqueza que se definía por la cantidad de dinero {8}.  Muchos de los peregrinos jacobeos, repetiremos con frecuencia, se establecieron permanentemente en Burgos con el fin de dirigir desde allí sus operaciones de exportación e importación, facilitadas por la abundancia de dinero internacional.

La oferta y demanda de moneda aumentó tanto en Castilla con las peregrinaciones y el gran comercio, que R. Pastor de Togneri ha caracterizado la segunda mitad del siglo XII castellano como de fase económica monetaria {9}.  Para los europeístas como yo nos es muy significativo que Sancho III, el Mayor, soberano navarro y primer Rey que labró moneda, lo hiciera como dice Sánchez Albornoz, «emulando a los soberanos ultrapirenaicos» {10}. Es decir, que la España cristiana no se limitó a imitar la prestigiosa moneda de los árabes, prefiriendo presentarnos su parecido a Europa en materias económicas, como en materias religiosas.  Mirando al Cantar , nos daremos cuenta que brilla por su ausencia la moneda local y la moneda árabe, absorvidas por la potente moneda del comercio internacional, el marco.

El hecho, tan significativo, ha pasado desapercibido por completo a los comentaristas miocidianos.  F. Matheu Llopis, en su estudio monográfico de la moneda en el Cantar , no menciona el marco, limitándose a especular sobre el haber monedado y el dinero malo.

Mientras que el poeta de Burgos expresa con términos propios los conceptos mercado, prestar y empeñar en el episodio de las arcas, el de cambio no tiene mención explícita.  Dos razones fuertes me mueven, no obstante, a considerar a Rachel y Vidas cambiadores: la existencia del oficio en Burgos y, particularmente, al hecho de que la transacción en sí consistió propiamente en un cambio de valores, los haberes monedados por los marcos: Grádanse Rachel y Vidas con haberes monedados (172).

¿Es que el Cid y los mercaderes cambiaban dineros por dineros? Según Mateu Llopis el poeta hacía «claras alusiones al «haber monedado» de los Reyes de Taifas y aún califal, procedente de las parias cobradas por el Cid» {11}.  Es cierto que el haber monedado de las arcas incluye en su concepto las parias con que el Cid se había quedado: quando a tierra de moros entró, que gran haber sacó (125).  Por otro lado, no sería correcto ceñir el concepto estrictamente al de moneda pues, en el mismo Cantar , reaparecería con diversas connotaciones.  En otro pasaje, haber monedado era una cantidad de marcos: en el haber monedado XXX mil marcos le caen (126).  En otro, el concepto es mucho más genérico; se nos dice que, cuando los Condes de Carrión no pudieron pagar al Cid los 3.000 marcos que le debían (v. 3230), por carecer de haberes monedados (v. 3236), debido a haber gastado el oro y la plata (v. 3238), se acordó que efectuaran sus pagos en apreçiadura (v.3240), es decir, en caballos, mulas y espadas con guarniciones.  Esto nos sirve para determinar qué no eran los haberes monedados: no eran ni los bienes inmuebles, ni los semovientes, ni los enseres.

Hemos de aceptar que por haber monedado entendían los ciudadanos del Burgos de Mio Cid, no exclusivamente la moneda acuñada (el marco, como veremos en seguida, no lo era), sino también objetos de orfebrería y joyas.  Pensemos en que tradicionalmente la palabra dinero carecía de significado preciso; en tiempos de San Agustín –ya vimos—comprendía todo lo que los poseían, bien fueran monedas, bien casas, ganados o fincas.  En las leyes canónicas, nummus abarcaba toda clase de posesiones, tanto muebles como inmuebles {12}.  En el Cantar el haber monedado de las arcas eran las parias, que no se pagaban exclusivamente con monedas.

Quiere, pues, decir que el Cid, los mercaderes cambiaron, en concepto de empeño, el haber monedado genérico de las parias por otro más específico: los marcos contantes y sonantes, 600, 300 de plata y 300 de oro.  El Cid cambió, entre otras cosas, unas monedas morunas, locales y pequeñas (dirhemes y dinares, si se quiere), por otra cristiana, internacional, muy fuerte: el marco.

Con haberes monedados y marcos verbalizaba el poeta de Burgos su mística crematística, su loa a los valores pecuniarios, que fluyen a lo largo de toda la obra.  Si procediéramos a un análisis de temas, comprobaríamos que no hay otro más dominante, reiterativo, funcional y dinámico, que el de las gananancias, el de las riquezas; ganancias y riquezas expresadas preferentemente en marcos.  Esa mística crematística embarga por igual a chicos y a grandes, y el poeta se vale de las hijas del Cid, muy pequeñas en opinión de su padre, para dárnoslo a creer.  Una sola vez hablan doña Elvira y doña Sol en la Primera Parte del Cantar , y todo lo dicen en este corto verso: Quando vos nos casáredes bien seremos ricas (2195).

Desde el punto de vista literario y emocional es interesante que el poeta se valga de niñas de tierna edad para expresar la alegría y las tristeza que van unidas a la adquisición o la pérdida de los bienes materiales en conexión con una acción de por sí muy noble.  Las hijas del Cid, que no han gran edad y de días pequeñas son (2083), valoran su matrimonio por las riquezas que les aseguraba; otra niña de nueve años se negó a dar posada al viajero necesitado por miedo a perder los haberes y las casas (45) {13}.  Y es que en Burgos, y en el siglo XII, más que en otra ciudad castellana y en fechas anteriores, se sentía la población acuciada por un intenso afán de riqueza, por un ferviente deseo de ganar y de enriquecerse.  Vicariamente en el Cid se enriquecían todos aquellos que con el héroe se identificaban en el camino hacia su gloriosa y gran fortuna. 

El poeta creó las arcas, creó la arena, pero no creó el ambiente de ambición y empresa de la comunidad burgalesa; como miembro de esa comunidad, participaba él crecidamente de su espíritu, un espíritu bastante alejado del Beati pauperes del Sermón de la Montaña y muy cerca, muy cerca del pecuniae obediunt omnia del Eclesiatés (10;19) {14}. Poderoso caballero era don Dinero.  Era la riqueza la que restituía la honra y la acrecentaba; la riqueza acrecentaba el amor y la fidelidad; la riqueza hacía el hombre mejor: mejor vasallo, mejor señor, mejor obispo, mejor padre, mejor esposo, etc.

Como clarificación ulterior de la mente del poeta de Burgos diríamos que, mientras en los siglos anteriores el poder se había materializado en posesiones de inmuebles, palacios y tierras, en el Cantar van éstas cediendo en importancia ante el dinero, y precisamente dinero en marcos.  Para el poeta el marco era al mismo tiempo materia y símbolo.  Por marcos cambia el héroe la arena de las arcas, y marcos prefiere al Castillo de Alcocer: vendido les ha Alcocer por tres mill marcos de plata  (845).  El Cid es el nuevo Midas que todo lo que tocaba lo convertía en marcos.  El marco suplanta en el Cantar a todas las numerosas monedas locales, para convertirse en el único y común denominador del valor de todas las cosas.  La confianza absoluta del héroe en sí mismo se cifraba en su confianza en cuadruplicar sus marcos, con los que podría conquistar el suelo y el cielo; véase la promesa al abad de San Pedro: por un marco que despendades al monasterio daré yo quatro (260) {15}.  Véase el valor talismánnico de su espada: Hy ganó a Colada que más vale de mill marcos de plata (1010).

El marco daba homogeneidad al heterogéneo mundo de las cosas: unas misas, una espada, un castillo, un botín.  Para el escritor, poeta y economista, era el marco materia y símbolo, realidad y metáfora.

El MARCO

Ninguna denominación pecuniaria existía más apropiada para un poeta que del dinero pretendía hacer metáfora, sin que perdiera materialidad, que el marco; su nombre de origen germano, dio en latín marcha, marque en francés, marca  en castellano, y significaba signo . Su empleo data del año 857, y existe cierto consenso entre los tratadistas en que el peso del marco era de media libra, o sea, 8 onzas: Marcha dicitur quoddam pondus, scilicet media libra, define Du Cange en su Glosarium mediae et infimae latinitatis.

No hay consenso, sin embargo, en cuanto al peso del marco en gramos, pues había dos tipos de libra, la romana de 16 onzas y la comercial de 12.  La libra comercial tenía 400,2 gramos, en cuyo caso el marco pesaría 266,682 gramos, peso que le atribuye A. P. Usher {16}.  De aceptar este peso para los marcos del Cantar, los 600 pesarían un total de 160 quilos, lo cual justifica que Martín Antolínez necesitara cinco hombres para transportarlos desde el Castillo hasta la glera, atravesando el río: Çinco escuderos tiene don Martino, a todos los cargaba (187) {17}.

Según el citado glosario de Du Cange, existían en la Edad Media marcos de diversas nacionalidades.  R. Menéndez Pidal, sin aportar dato alguno, opinaba que «el marco que se usaba en la ciudad de Burgos era el mismo marco de Colonia, de ocho onzas romanas antiguas» {18}.  Algunas puntualizaciones son necesarias. No se puede decir, sin más ni más, que el marco de Colonia se usaba en Burgos; en primer lugar, porque el marco no era una moneda de circulación ordinaria en la comunidad—como veremos a continuación—y en segundo, porque existiendo también marcos franceses e ingleses, se esperaría que entre los mercaderes circularan todos ellos {19}.

La procedencia del marco tendría poca importancia; su valor no era como el de nuestro papel moneda, que viene dictado en función del potencial económico de la nación emisora; el marco no era una moneda acuñada, era una unidad de peso, quoddam pondus .  Hemos de retener, sí, el origen franco que Menéndez Pidal atribuía al marco de la ciudad de Burgos, y hemos de añadirle algunas características que señala Usher: «marco: unidad de peso, usado casi exclusivamente por los traficantes de lingotes, los orfebres y las mecas» {20}.  De donde concluiremos que el hecho de que Rachel y Vidas pudieran disponer, sin mayores apuros, de 600 marcos, 300 de plata y 300 de oro, los caracterizaba inmediatamente como grandes potentados del comercio, como agentes comerciales de barra y lingotes.

El marco estaba lejos de ser una moneda de uso corriente en Burgos.  Efectivamente, en los textos latinos y castellanos del siglo XII aparece mencionado en las zonas de la ruta jacobea, en conexión con operaciones de magnates y mercaderes. En la Historia Compostelana el marco aparece con frecuencia, para valorar mercancías de importación, para los gastos de guerra y para las grandes extorsiones, siendo sus manejadores los mercaderes, los tesoreros, los obispos o los reyes.  En una ocasión los canónigos de Compostela acordaron dar a doña Urraca, en 1111, para gastos de guerra, «de thesauro S. Jacobi centum uncias auri et CC. Marcas argenti» {21}.  En otro, se llega a la suma de 1.000 marcos de plata que, en 1127, exige el Rey Alfonso al obispo Gelmírez bajo la amenaza de privarle del señorío de Compostela{22}.  El mismo Rey, en otra ocasión, quiso vender un precioso cáliz de oro y buscó comprador en Santiago, pues, según dice la Historia Compostelana , «nullum locum in tota Hispania, ubi melius venderetur, esse noverat» {23}.  Se lo compró el tesorero de la ciudad, Bernardo, de nombre franco, quien lo dio por él 100 marcos de plata.   En la misma fuente se nos informa de una «expedición marítima procedente de Inglaterra y de Lorena, que llegó al puerto de Padrón en el año 1130 con destino a Santiago; el valor de las mercancías ascendía a la importante cantidad de 22.000 marcos de plata» {24}.

Al enmarcar el Burgos de Mio Cid en su ámbito económico europeo nos llevamos agradables sorpresas, como es la de un poeta que supo intuir y dar forma literaria en su ficción al fenómeno pecuniario más relevante de su siglo: la facilitación del mercado internacional mediante la adopción de una unidad monetaria fuerte, el marco.  G. Duby, el autorizado historiador de la economía medieval europea, nos habla de cómo a mediados del siglo XII, los grandes mercaderes europeos se vieron obligados a abandonar, para sus transacciones, los denarii, de muy diversas mecas, y recurrieron a otras medidas, hasta decidirse por la adopción del marco como unidad monetaria estándar.  De esa manera, sigue diciéndonos, el dinero, en suplantación e los bienes inmuebles, se fue convirtiendo en el signo y el instrumento más fuerte del poder {25}.

En ese escenario económico europeo adquiere amplia perspectiva y comprensión la transacción  de las arcas y el préstamo de los 600 marcos, 300 de plata y 300 de oro.  El autor los destinaba a una gran empresa.  En ese escenario adquiere resonancia continental la mentalidad crematística del poeta de Burgos.  Su héroe, sin fincas y sin casa, convertiría los marcos en instrumento de poder, con el que se aseguraba, para sí y para los suyos, el pan nuestro de cada día y el cielo de las postrimerías.

No se le hará difícil  al crítico literario apreciar la poetización, la simbolización, en el Cantar , de aquella revolución económica, de carácter monetario, que tuvo lugar en el siglo XII europeo.  Hasta entonces las riquezas habían consistido en la abundancia de bienes inmuebles, que, como los latifundios y los robustos palacios, monasterios y castillos, daban solidez, permanencia, y estabilidad, no exentas de provincialismo y estancamiento, a los centros del poder local: el de la nobleza y los monjes.  Se abre el Cantar, precisamente, con el aniquilamiento de un rico inmueble, la hacienda y la casa del Campeador, todas aquellas posesiones que le habrían mantenido atado a su lugar de nacimiento, sujeto a la tierra, girando alrededor de su pequeño Vivar {26}.  El poeta redujo aquella hacienda del héroe a escombros, para que éste canjeara las arenas por 600 marcos, 300 de plata y 300 de oro.  El viejo orden económico quedaba suplantado por el nuevo; el inmueble, la tierra, cedía el paso a marco, circulante que no conocía ataduras ni fronteras.  El que llevaba marcos, todo lo llevaba consigo: pecuniae obediunt omnia.

Los grandes latifundios habían hecho fuerte al higo-de-algo, al tiempo que su usufructo había quedado muy restringido a los afortunados herederos.  El dinero, por el contrario, abría el camino del éxito a cualquier viajero emprendedor, incluso al airado del Rey, al desterrado.  El espíritu de esta alegoría se extiende por todo el Cantar, donde podemos contrastar el crecimiento económico de los Condes de Carrión, en la Primera Parte, cuando dejan atrás sus heredades para viajar a Valencia, con su ruina en la Segunda, cuando se deciden regresar a su tierra.

En la más temprana Edad Media contemplaban todos cómo la tierra multiplicaba el trigo a su dueño y las ovejas le parían corderos; al mismo tiempo, a la muerte de su dueño se enterraban o escondían sus monedas, manteniéndose la esterilidad del dinero: pecunia pecuniam non parit {27}.  En el siglo XII surgiría el concepto moderno del dinero, no como tesoro, sino como medio, como instrumento.  El poeta de Burgos, que no entró en disquisiciones filosóficas, nos legó, sí, un buen ejemplo de la fuerza seminal de 600 marcos que el Cid usó inmediatamente, invirtiéndose sabiamente en misas y en mesnadas. Con la ayuda de Dios y el valor de sus hombres, con aquel dinero lograría el Campeador, en corto tiempo, amasar una fortuna verdaderamente incalculable.

En el nuevo orden de cambio y mercado apareció un nuevo tipo de individuo que el poeta de Burgos supo tipificar con creces: el hombre que a lo de letrado sumaba, en expresión del Cantar , lo de contado, y en caracterización de G.Duby, lo de numerado {28}: el que gusta de expresarse con cifras y números precisos:

los que aquí son y conmigo ganaron algo,
meterlos he en escripto y todos sean contados (1258-59)

con todas estas gentes escribiendo y contando (1773).
Su interés por las cifras definidas salta a la vista: 30 marcos, 50 marcos, 100 marcos, 200 marcos, 300 marcos, 600 marcos, 3.000 marcos, 5.000 marcos.  El que sean números redondos caracteriza mejor al contable que no quiere dejar de ser poeta.  Puede ser que algunos encuentren las cifras exageradas, pero no lo son en el complejo miocidiano, en el que entre sí guardan una admirable proporción.  El escritor es un poeta que quiere emocionar y entusiasmar a su público, que quiere mantener un difícil equilibrio entre la realidad y el símbolo, entre la historia y la alegoría.  Si sus cifras son un tanto elevadas, lo son con el fin de hacer caminar al público en un mundo de ficción, con los tacones muy altos, de puntillas sobre el suelo y con la mente en el cielo.  Comparadas con el realismo de las cifras del Cantar de mio Cid, las astronómicas cantidades de la Chanson de Roland nos resultarán de un primitivismo risible, tan ridículas que difícilmente pueden creerse conmovedoras {29}. 

Algunos comentaristas del episodio de las arcas se han preguntado por el valor adquisitivo, en la vida real, de los 600 marcos del préstamo, con el fin de establecer si la cantidad era grande o pequeña.  Como en otras ocasiones, no han escuchado al poeta que, por boca de Martín Antolínez, dijo a los mercaderes que el Cid les pediría poco : pedir vos ha poco por dexar su haber en salvo (133).  Y poco se les haría a Rachel y Vidas, quienes, sin la menor alarma ante la cantidad solicitada, la aumentaron con 30 marcos de propina por el corretajo, 5 por ciento {30}.

Menéndez Pidal, partidario del judaísmo de los mercaderes, aunque opuesto al antisemitismo en el Cantar , consideró el préstamo «pequeño» {31}.  Los antisemitistas, como era de esperar, se inclinarían por creer la cifra muy elevada; una cantidad pequeña neutralizaría los efectos por ellos pretendidos de unos judíos estafados y de un Cid estafador profesional.  Como en otros puntos, tampoco en éste se han molestado los comentaristas por investigar sobre el valor adquisitivo del marco en la época.  I. Michael se limitó a afirmar que la cantidad era «extraordinariamente grande» .  Más recientemente, N. Salvador Miguel se inclinó, como defensor del antisemitismo, a juzgar la cantidad considerable, al tiempo que confesaba con candidez: «Me ha sido totalmente imposible, pese a la bibliografía consultada, determinar el exacto valor del marco en una escala comparativa con la moneda actual» {32}.

Ya dejé advertido que el marco no era una moneda de uso en la compraventa cotidiana, de ahí que no abunde la información sobre dicha denominación monetaria.  Abundan las referencias a los sueldos y denarios.  Un marco valía 30 sueldos, y cada uno de éstos valía 10 denarios {33}.  Por la Historia Compostelana tenemos información del precio de diversos artículos de consumo en Santiago, del precio que pagaba el comerciante; la información debe tenerse por fidedigna, pues se nos da en un documento de regulación de precios {34}:

8 cuartas (296 litros) de vino bueno castellano                               1 marco
12 cuartas de otro vino bueno                                                        1 marco
1 cuarta de vino de la tierra                                                          2 sueldos
3 cuartas de sidra buena de cuba                                                   1 denario
5 besugos grandes                                                                          1 denario

1 anguila                                                                                        1 denario

1 pulpo grande                                                                                2 denarios
3 merluzas                                                                                      1 denario
50 ostras grandes                                                                             1 denario
1 par de herraduras buenas caballares o mulares                             2 denarios
1 segur buena                                                                                  8 denarios
1 azadón bueno                                                                               4 denarios
1 par de borceguíes buenos de piel de cabra                                    18 denarios
1 par de botas buenas                                                                      2 sueldos
1 par de zapatones buenos de mujer (los mejores)                          12 denarios
1 par de zapatones de piel de buey para mozos                                5 denarios
1 par de los mejores zuecos                                                              3 denarios

 

Es de suponer que los precios en Burgos no discreparían mucho de los de Santiago, cuando los de León, en el siglo XI, no diferían de los de Francia: en ambos se valoraba un caballo en 1000 sueldos {35}.

La sangre en la novela no es sangre, es sentimiento; su valor es más emocional que documental; la sangre del Cantar , es color, brillo o unto.  De semejante manera los marcos del Cantar no son los de la Historia Compostelana; su valor tiene sentido dentro del mundo emocional del contexto.  En el Cantar 30 marcos compraban çalcas, rica piel y buen manto (195).  En el mercado de la Historia Compostelana para estos tres artículos habría de sobra con un marco.

En la perspectiva del destino de los 30 marcos dados a Martín Antolínez, hemos de juzgar el empleo que el Cid dio a los 600; la cuarta parte fue destinada inmediatamente para socorrer a su esposa, hijas y damas de compañía: 50 para el alojamiento en el monasterio, dados al abad (v. 250), y 100 para otros gastos, dados a su esposa (v. 253).  Le quedaban, pues 450 marcos que había de compartir con sus hombres, que sumaban, por lo menos (v. 16), sesenta, y que correspondían a unos 7,50 por persona.  Cantidad pequeña, si no ridícula, si se compara con los 30 de Martín Antolínez, con los 200 que el Rey regaló a los Infantes de Carrión en ayuda (v. 2103), como regalo de boda, y los 200 que el mismo Campeador regalaría, también en sus bodas, a cada una de las damas de servicio (v. 1766).  Y pequeñísima nos resultará la cantidad si la comparamos con las enormes ganancias del Cid en sus batallas con los moros; en una de ellas, por ejemplo, le correspondieron al Campeador, como quinta parte, 30,000 marcos más otros incontables haberes (v. 1215-18).

La teoría de los antisemitistas queda muy debilitada en la perspectiva interna del valor de los 600 marcos; de haber querido el Cid estafar a los 'despreciables' judíos, debió haberlo hecho de una manera más convincente.  Quiere decir todo esto que la cantidad era tan pequeña, el contenido de las arcas tan despreciable, que el poeta no creería oportuno interrumpir la marcha ascendente de la narración para informarnos del pago de la deuda y de la recogida de las arcas de arena.

Los marcos, quizá con mayor tonalidad que cualquier otro elemento del episodio de las arcas, sitúa al Burgos de Mio Cid en el ámbito económico europeo, en la ruta de los mercaderes francos.  En ninguno de los documentos consultados he visto a judío alguno comerciando con marcos. Rachel y Vidas eran traficantes de marcos, traficantes de divisas.  El cambio que entre sí hicieron ellos y el Cid no fue de permutación o venta, en la que cada uno se hacía dueño de la cosa cambiada; fue un empeño , un préstamo sobre bienes inmuebles.  Valga la observación de González Sologaistua a propósito de los cambiadores de la ruta jacobea: «Una cuestión difícil de resolver documentalmente es el límite de las operaciones de los cambiadores. ¿Sería estrictamente la permutatio ? Desde luego ésta parece haber sido la finalidad primitiva de la institución; pero la misma fuerza de las cosas extendería las funciones evidentemente a operaciones de depósito, que les serían indispensable a los peregrinos para su comodidad y la seguridad de sus caudales, y no es nada aventurado suponer que los cambiadores realizaron operaciones rudimentarias de crédito» {36}.  En el caso del Cantar dos cambiadores con grandes reservas monetarias efectúan una de esas operaciones de depósito, a que alude el articulista, haciendo al Campeador un préstamo .

N O T A S





























1.         Cf. Gennaro, Studi di storia creditizia pugliese dal Medioevo all’etá moderna, p. 1.


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2.         «La influencia económica de las peregrinaciones a Compostela» , p. 43. El Codex Calixtinus habla del Paradiso , su localización y su función (fol. 180 r; IV, IX, I, p. 379). Recoge también la noticia Onega: «Delante de la catedral, repleta de peregrinos extranjeros que traían monedas de sus países y que necesitaban cambiar, estaba la plaza del Paraíso» ( Los judíos en el reino de Galicia, p. 186).


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3.          Burgos, la ciudad marginal de Castilla , p. 113.


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4.         Obra y página citadas en la nota anterior.


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5.         Se extiende el Codex Calixtinus en la enumeración , con detalles explicativos, de los abusos a los que el peregrino se veía expuesto: adulteración del vino, falsificación del dinero de cambio, tentaciones de las prostitutas, venta de velas que no ardían, de joyas falsas, de medicinas de dudoso efecto, de clérigos simoníacos, etc. (fol. 84 v ; I, XVII; I, pp. 160-170; véase también, III, p. XXXIII). Hemos de creer a González Sologaistua cuando nos informa que entre los Cofrades del Cambio no se admitían a moros ni a judíos ( «La influencia económica de las peregrinaciones a Compostela», p. 86; el articulista dice haber tomado su información de Huerta, en sus Anales de Castilla, quien a su vez, dijo haberla tomado de un viejo libro de la Cofradía, escrito a comienzos del siglo XIV.


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6.          O. c., nota anterior, p. 88.


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7.         Véase R. de Roover, Money, Banking and Credit in Medieval Bruges, pp. 106, 177-180, 217. El escritor nos informa que el oficio de cambiador estaba abierto a las mujeres, en Brujas y en otras ciudades europeas (pp. 173-74, 217).


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8.          Política , 1257 b; son de interés los comentarios de Shell, The Economy of Literature , pp. 92 y passim ; de él procede la cita.


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9.         «Ganadería y precios: consideraciones sobre la economía de León y Castilla (siglos XI-XII)» , Cuadernos de Historia de España, 35-36 (1962), p. 55.


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10.        Viejos y nuevos documentos sobre las instituciones medievales españolas, II, p. 898. Pastor de Togneri, en la obra y páginas citadas en la nota anterior, refiere que Alfonso VIII acuñó, por primera vez, maravedíes de oro en 1172 en Toledo, con oro almorávide. Sobre las monedas de Alfonso VI, informa también Usher, The Early History of Deposit Banking in Mediterranean Europe , p. 214.


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11.       «La moneda en el Poema del Cid », p. 56.


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12.       Sobre San Agustín, cf. cap. IV, n. 10, más arriba. Sobre el concepto en el Derecho Canónico, cf. Coulton, Medieval Village, Manor, and Monastery, p. 302. H. Can Weveke ha estudiado el significado de marcha en los documentos latinos medievales, y se demuestra que a veces no se trataba de marcos en monedas, ni siquiera en lingotes, llegando a esta conclusión: «On le voit donc: l’emploi du mot libra , même suivi de nummorum ou denariorum , n’implique pas qu’un payment ait été exécuté en pièces sonnates et trébuchantes. Les choses sont parfois tout aussi compliquées si le texte se sert du mot marcha » ( «Monnaie, lingots ou marchandises», p. 463; véase también p. 454). En el mismo Cantar podemos apreciar que el marco puede ser una medida muy general de valoración:

entre oro y plata fallaron tres mil marcos (1737);

valía de çinco mill marcos ganaron amos a dos (2509).

     A la vista del significado tan amplio de dinero (en sus varias especificaciones) en los textos medievales, se debilita enormemente la teoría de ateu Llopis de querer hacer de haber monedado dinares y dirhemes, exclusivamente, cuando también incluiría objetos varios de orfebrería, de oro y plata, y joyas, de acuerdo con la interpretación que daba la Primera crónica general: «dezirles edes que yaze en ellas muy grand auer en oro et en piedras preciosas» (citado en el cap. I, n. 2); para el sentido de monetare como ‘troquelar, forjar’, cf. Garci-Gómez, Mio Cid. Estudios de endocrítica , p. 88 n.). Mateu Llopis quiere ver en la «estratagema de Martín Antolínez…una argucia sobre la codicia de Raquel y Vidas que, viviendo en Burgos, no tenían dinares y dirhemes musulmanes » ( «La moneda en el Poema del Cid », p. 47). No tiene sentido alguno que unos mercaderes que disponían de grandes sumas de marcos en Burgos, codiciaran dinares y dirhemes musulmanes. Traído a nuestro escenario contemporáneo, compararíamos a Rachel y Vidas con un par de mejicanos que, dueños de vastas cantidades de dólares USA codiciaran cambiarlos por pesos argentinos (sobre el poder adquisitivo de los dinares y dirhemes en la época del Cantar , cf. Ashtor, «Prix et salaires Dans l’Espagne musulmane aux Xe et XIe siécles», passim).


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13.       Sobre el deseo de enriquecerse mediante el casamiento, tanto en los Infantes de Carrión como en las hijas del Cid, cf. Garci-Gómez, Mio Cid. Estudios de endocritica, pp. 133 ss. Los Infantes procedieron con un espíritu muy propio de su época (sin excluir otras). Señala Heer: «a man ‘took’ a wife, calculating her value as an object for political and economic ends» { The Medieval World. Europe, 1100-1350, p. 21). Otro tanto puede decirse de las mujeres, a quienes casaba el padre. Sobre el interés de las familias adineradas de emparentar con la aristocracia de abolengo, con mención específica de Francia, Inglaterra y Alemania, cf. Duby, The Early Growth of the European Economy, p. 260. He de advertir que la presencia de estas niñas en el Cantar es un fenómeno muy temprano en las literaturas románticas. D. Herlihy, en un trabajo sobre los niños medievales, ni siquiera muestra haber oído de estas niñas castellanas. Destaca, sí, a una niña del Roman de la Rose , de doce años, que el poeta creía inocente, sin conocimiento de la existencia del mal y el engaño en este mundo ( «Medieval Children», pp. 129-30; la referencia es a The Romance of the Rose by Guillaume de Lorris and Jean de Meun, trad. Ch. Dajlberg [Princeton, 1971], pp. 47-48, vv. 1259-1278). Sin duda que la niña del Cantar , a sus nueve años, sabía ya mucho de este mundo, cuando se plantó enfrente del Campeador a adoctrinarle en modos de conducta.


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14.       Del siglo XII data la parodia de la aclamación Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat, que, en versión de Alain de Lille, decía «Nummus vincit, nummus mundum regit, nummus imperat universis» (Migne, Patrologia latina, CCX, col. 464). Remitimos al curioso lector, interesado en las polémicas sobre la riqueza y el dinero, y más particularmente sobre estas parodias aquí mencionadas, a L. Little, Religious Poverty and the Profit Economy in Medieval Europe, pp. 38, 228 y passim.


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15.       Cuando Spitzer recriminaba al Cid por haber creído más importante pagar por unas misas que restituir la deuda a los presuntos judíos, cerró sus ojos al valor soteriológico de la oferta de sacrificios y de la limosna. «¿Qué esperanza de salvación puede abrigar el mercader»?, preguntaba en 1130 un discípulo a su maestro; éste le respondió: «Poca, pues lo que posee lo consiguió con fraudes, engaños y torpe lucro». Insistía el discípulo: «Pero, ¿no visitan los lugares sagrados, ofrecen con gusto sacrificios a Dios y dan limosnas liberalmente…? (Coulton, Five Centuries of Religion , III, p. 352). ¿Qué esperanza de salvación tendría el Cid que adquirió su fortuna guerreando y matando y saqueando? Duby (en la obra y páginas citadas en la n. 13), alude a la compulsión que sentía el poderoso de dar limosnas.


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16.       The Early History of Deposit Banking in Mediterranean Europe , p. 572, Little se refería a la libra commercial cuando decía que equivalía a «two thirds of a pound» ( Religious Poverty and the Profit Economy in Medieval Europe , p. 16). R. de Roover attribute al marco 245 gr. ( Money, Banking, and Credit in Medieval Bruges , p. 242, n. 22).


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17.       I. Michael creía «muy poco probable que hicieran falta cinco escuderos para llevar 600 marcos, y esta exageración pone de manifiesto lo ficticio de toda la operación» ( Poema de mio Cid, p. 91). Concedido que la operación no relatara un suceso histórico; el comentarista no se dio cuenta que cada escudero cabía a 32 kg. por persona, que tendrían que transportar a través del río, quizá de noche, para no ser vistos. El peso total de los 600 marcos sería de 160 kg. (corríjase en mi edición, Cantar de mío Cid , p. 185, donde dice, por error de imprenta, 70 kg.). Carga tan pesada confiere más esplendor a la imagen del regocijo de Martín Antolínez, quien los contemplaba y los levantaba sin peso , es decir, como si fueran carga ligera.


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18.       Cantar de mio Cid, III, p. 748.


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19.       Sobre las diferentes clases de marcos, de acuerdo con su procedencia, puede consultarse, además del Glossarium de Du Cange, Fournial, Histoire monétaire de l'occident medieval, pp. 161-69. En cuanto a nuestro caso, las iniciales de Burgos aparecen en las monedas —no precisamente marcos— en tiempos de Alfonso VIII (Gil Farrés, Historia de la moneda española , p. 198). Es posible que el marco no se acuñara en Burgos hasta el siglo XIII, cuando la producción debió llegar a la cantidad de 9.000 marcos en un año (N. González, Burgos, la ciudad marginal de Castilla, p. 103).


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20.       The Early History of Deposit Banking in Mediterranean Europe, p. 572.


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21.       Historia compostelana , Lib. 1, cap. 71; Flórez, España Sagrada , XX, p. 126; cf. n. siguiente.


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22.       Historia compostelana, Lib. II, cap. 86; Flórez, España Sagrada , XX, p. 454. Esta cita y la de la nota anterior proceden de Sánchez Albornoz , Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas, II, pp. 934-935 y 937, donde puede hallarse más información sobre los marcos.


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23.       Historia compostelana, Lib. III, cap. 8 (citado en Lacarra, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, I, p. 493).


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24.       González Sologaistua, «La influencia económica de las peregrinaciones a Compostela», p. 43.


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25.       The Early Growth of the European Economy, pp. 250 ss. Mateu Llopis se demora en su artículo ( «La moneda en el Poema del Cid ») en la explicación de dinero , especialmente, dinero malo (v. 105) [165], y nos dice: «Sin duda alguna, el más claro, el único término monetario, aun siéndolo poco, que aparece en el Poema , es este del 'dinero malo'; no surge otro en todo la obra que haga referencia a moneda cristiana. El dinero es una especie castellana, de vellón, de Alfonso VI y sus sucesores» (p. 50). Es discutible que «dinero malo» sea una denominación monetaria más clara que «marco». Más discutible es que dinero sea una «especie castellana», pues el latino denarii era de extensión europea, con que se llamaba una moneda que cayó en la desestimación —como en la mente del Cid— de todos los hombres de negocios de la época, como señalaba Duby. De ahí podríamos concluir que con dinero malo , el poeta, internacionalista en materias económicas, empleaba una terminología de castellanos y francos.


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26.       La moneda era por definición un medio, un instrumento de cambio; el individuo se sentía hacia ella atraído, pero nunca se apegaría a este instrumento de cambio con la fuerza sentimental que le había mantenido amarrado a su casa o a su campo. Quizá el alma social se sintió amenazada ante el fenómeno monetario del siglo XII, provocándose fuertes reacciones de hostilidad —comparables quizá a las modernas frente a las plantas nucleares— o reacciones ambivalentes, como las que el cinematógrafo explota hoy en los films de la computadora o el robot que llegan a dominar a su programador (sobre este último símil, cf. Little, Religious Poverty and the Profit Economy in Medieval Europe, p. 34).


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27.       La proverbial frase se encuentra en uno de los sermones de San Bernardino de Siena (1380-1444), De evangelio aeterno , serm. 38, art. 1, cap. 2 y 3 ( Opera omnia , IV, 244-47); citado en R. de Roover, «The Scholastics, Usury, and Foreign Exchange», p. 259. Sobre la costumbre de ciertos pueblos de enterrar el dinero, informa Little, con aportación de datos bibliográficos ( Religious Poverty and the Profit Economy in Medieval Europe, pp. 7-18).


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28.       The Early Growth of the European Economy , p. 253. En su calidad de contado y de numerado el poet del Cantar de Mio Cid se situaba a una gran altura por encima del de la Chanson de Roland; para éste —baste con un ejemplo— la espada Durandarte valía más que el oro fino:

Tient Durendal, qui plus val que fin or (1583);>

Para aquél, Colada, valía más de mil marcos de plata:

Hy ganó a Colada que más vale de mill marcos de plata (1010);

y sobre Tizón:

y ganó a Tizón que mill marcos de oro vale (2426).

El poeta del Cantar quiere ser un minucioso inventarista, un atento contable.


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29.       Sobre las cifras en la Chanson de Roland , cf. los comentarios de Cortés Vázquez, El Cantar de Roldán , pp. 345 ss.


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30.       Salvador Miguel dedica, en su artículo sobre el episodio de Rachel y Vidas (pp. 199-204), unas interesantes líneas a las calças que Martín Antolínez solicitó de Rachel y Vidas (v. 190). Yo creo que con calças no se refería exclusivamente al calzado, y de hecho, Rachel y Vidas le dieron para que se comprara calças y rica piel y buen manto (v. 195), lo que indica que se trataba de una propina, una comisión, para cerrar el trato.


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31.       Poema de mio Cid , p. 30. R. Hamilton lo calificó de «modest profit», ( «Epic Epithets in the Poema de mio Cid », p. 163).


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32.       «El episodio de Rachel y Vidas», p. 218. Manuel Suárez, en una nota de su traducción de la Historia compostelana , afirma que el marco era una moneda que equivalía a unas 40 pts. (p. 467, n. 3), sin documentar su aserto. Me imagino que querrá decir 40 pts. de oro o plata, pues en la misma página se nos informa que en Santiago se comparaban con un marco 296 litros de vino bueno castellano. Según los cálculos de Usher, un marco de plata del siglo XIV debía tener un valor adquisitivo aproximado de 90,00 dólares USA en el siglo XIX ( The Early history of Deposit Banking in Mediterranean Europe , p. 241).


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33.       Baste como referencia la información del Codex Calixtinus: «marcam argenteam que triginta solidos ualeat» (fol. 86 r; I, XVII; I, pp. 163 y 166); del sueldo se nos dice: «uiginti nummos uel duos solidos» (I, p. 161). El 'nummo' era equivalente al denario (cf. Historia compostelana , trad. Suárez, p. 467, n. 6).


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34.       Historia compostelana, trad. M. Suárez, lib. III, cap. 33, pp. 467 ss.


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35.       Sobre el precio en León, cf. Sánchez Albornoz, Una ciudad hispano-cristiana hace un milenio, p. 151; sobre el precio en Francia, Heer, El mundo medieval. Europa 1100-1350, p. 35 (información tomada de Cortés Vázquez, ed. El Cantar de Roldán, pp. 345-46). El lector interesado en precios en la España medieval, árabe y cristiana, encontrará muy valioso el artículo de E. Ashtor, «Prix et salaries dans l'Espagne musulmane», donde hay referencias bibliográficas. También, González Palencia, Los mozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII (documentos varios); Lacarra, «Documentos para el estudio de la reconquista y repoblación del valle del Ebro» (documentos varios); Laguzzi, «El precio de la vida en Portugal durante los siglos X y XI»; Sánchez Albornoz, «El precio de la vida en el reino asturleonés hace mil años». Puede interesar asimismo, por su relación con otro pasaje del Cantar , el del asedio y conquista de Valencia, la subida que experimentaron en esta ciudad los precios durante los días del asedio, en Ibn Idari, Al-Bayan al-Mugrib , nuevos fragmentos almorávides y almohades , pp. 90-91.


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36.       «La influencia económica de las peregrinaciones a Compostela», pp. 88-89.


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