- 1 - Yo soy aquel que ayer no más
decía...
Yo soy aquél que ayer no más decía el verso azul y
la canción profana, en cuya noche un ruiseñor había que era alondra
de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño, lleno de rosas y de
cisnes vagos; el dueño de las tórtolas, el dueño de góndolas y liras
en los lagos;
y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo y muy moderno; audaz,
cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de
ilusiones infinita.
Yo supe de dolor desde mi infancia; mi juventud... ¿fue
juventud la mía? sus rosas aún me dejan su fragancia, una fragancia
de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto, mi juventud montó potro
sin freno; iba embriagada y con puñal al cinto; si no cayó, fue
porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella; se juzgó mármol y era
carne viva; una alma joven habitaba en ella, sentimental, sensible,
sensitiva. Y
tímida ante el mundo, de manera que, encerrada, en silencio, no
salía sino cuando en la dulce primavera era la hora de la
melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso; hora crepuscular y de
retiro; hora de madrigal y de embeleso, de "te adoro", de "¡ay!", y
de suspiro. Y
entonces era en la dulzaina un juego de misteriosas gamas
cristalinas, un renovar de notas del Pan griego y un desgranar de
músicas latinas,
con aire tal y con ardor tan vivo, que a la estatua nacían de
repente en el muslo viril patas de chivo y dos cuernos de sátiro en
la frente.
Como la Galatea gongorina me encantó la marquesa
verleniana, y así juntaba a la pasión divina una sensual
hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura y vigor natural; y sin
falsía, y sin comedia y sin literatura... si hay un alma sincera,
ésa es la mía.
La torre de marfil tentó mi anhelo; quise encerrarme dentro
de mí mismo, y tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las
sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura en el juego del mar,
fue el dulce y tierno corazón mío, henchido de amargura por el
mundo, la carne y el infierno.
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia el Bien supo
elegir la mejor parte; y si hubo áspera hiel en mi
existencia, melificó toda acritud el Arte.
Mi intelecto libré de pensar
bajo, bañó el agua castalia el alma mía, peregrinó mi corazón y
trajo de la sagrada selva la armonía.
¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la
profunda emanación del corazón divino de la sagrada selva! ¡Oh, la
fecunda fuente cuya virtud vence al destino!
Bosque ideal que lo real
complica, alli el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela; mientras abajo
el sátiro fornica, ebria de azul deslíe Filomela
perla de ensueño y música
amorosa en la cúpula en flor del laurel verde, Hipsipila sutil liba
en la rosa, y la boca del fauno el pezón muerde.
Allí va el dios en celo tras
la hembra y la caña de Pan se alza del lodo: la eterna vida sus
semillas siembra y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir
desnuda, temblando de deseo y fiebre santa, sobre cardo heridor y
espina aguda: así sueña, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple
llama produce la interior llama infinita; el Arte puro como Cristo
exclama: Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio; la luz
ciega y la verdad inaccesible asombra; la adusta perfección jamás se
entrega, y el secreto ideal duerme en la sombra.
Por eso ser sincero es ser
potente: de desnuda que está brilla la estrella; el agua dice el
alma de la fuente en la voz de cristal que fluye d'ella.
Tal fue mi intento,
hacer del alma pura mía, una estrella, una fuente sonora, con el
horror de la literatura y loco de crepúsculo y de aurora.
Del crepúsculo azul que
da la pauta que los celestes éxtasis inspira; bruma y tono menor
-¡toda la flauta!, y Aurora, hija del Sol- ¡toda la lira!
Pasó una piedra que
lanzó una honda; pasó una flecha que aguzó un violento. La piedra de
la honda fue a la onda, y la flecha del odio fuese al viento.
La virtud está en ser
tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa; se triunfa
del rencor y de la muerte, y hacia Belén... ¡La caravana pasa!
- 2 - Salutación del optimista.
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Ínclitas razas ubérrimas, sangre de
Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas,
salve! Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos
himnos lenguas de gloría. Un vasto rumor llena los
ámbitos; mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; retrocede
el olvido, retrocede engañada la muerte; se anuncia un reino nuevo,
feliz sibila sueña y en la caja pandórica de que tantas desgracias
surgieron encontramos de súbito, talismática, pura, riente, cual
pudiera decirla en su verso Virgilio divino, la divina reina de luz, la
celeste Esperanza!
Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba o a
perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo, ya veréis el salir
del sol en un triunfo de liras, mientras dos continentes, abonados de
huesos gloriosos, del Hércules antiguo la gran sombra soberbia
evocando, digan al orbe: la alta virtud resucita que a la hispana
progenie hizo dueña de los siglos. Abominad la boca que predice
desgracias eternas, abominad los ojos que ven sólo zodiacos
funestos, abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres, o que
la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del
mundo, la inminencia de algo fatal hoy conmueve la Tierra; fuertes
colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas, y algo se inicia como
vasto social cataclismo sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las
savias dormidas no despierten entonces en el tronco del roble
gigante bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién
será el pusilánime que al vigor español niegue
músculos y que al alma española juzgase áptera y ciega y
tullida? No
es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo, ni entre momias
y piedras que habita el sepulcro, la nación generosa, coronada de
orgullo inmarchito, que hacia el lado del alba fija las miradas
ansiosas, ni la que tras los mares en que yace sepulta la
Atlántida, tiene su coro de vástagos, altos, robustos y
fuertes. Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores
dispersos; formen todos un solo haz de energía ecuménica. Sangre de
Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas, muestren los dones
pretéritos que fueron antaño su
triunfo. Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu
ardiente que regará lenguas de fuego en esa epifanía. Juntas las
testas ancianas ceñidas de líricos lauros y las cabezas jóvenes que la
alta Minerva decora, así los manes heroicos de los primitivos
abuelos, de los egregios padres que abrieron el surco
pristino, sientan los soplos agrarios de primaverales retornos y el
rumor de espigas que inició la labor triptolémica. Un continente y otro
renovando las viejas prosapias, en espíritu unidos, en espíritu y
ansias y lengua, ven llegar el momento en que habrán de cantar
nuevos himnos. La latina estirpe verá la gran
alba futura, en un trueno de música gloriosa, millones de
labios saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente, Oriente
augusto en donde todo lo cambia y renueva la eternidad de Dios, la
actividad infinita. Y así sea Esperanza la visión permanente en
nosotros, ¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania
fecunda!
- 3 - Al rey Óscar>
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Le Roi de Suède et de Norvège, après avoir visité Saint-Jean- de Luz, s'est rendu à Hendaye et à
Fonterrabie. En arrivant sur le sol espagnol, il a crié: "Vive
l'Espagne!" Le Fígaro, mars 1899.
Así, Sire, en el aire de Francia nos
llega la paloma de plata de Suecia y de Noruega, que trae en vez de
olivo una rosa de fuego. Un búcaro latino, un noble vaso
griego recibirá el regalo del país de la nieve.
Que a los reinos boreales el patrio
viento lleve otra rosa de sangre y de luz españolas; pues sobre la
sublime hermandad de las olas, al brotar tu palabra, un saludo le
envía al sol de media noche el sol del Mediodía!
Si Segismundo siente pesar,
Hamlet se inquieta. El Norte ama las palmas; y se junta el poeta del
fjord con el del carmen, porque el mismo oriflama es de azur. Su divina
cornucopia derrama sobre el polo y el trópico, la Paz; y el orbe
gira en un ritmo uniforme por la propia lira: el amor. Allá surge
Sigurd que al Cid se aúna.
Cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna, y la musa de
Bécquer del ensueño es esclava bajo un celeste palio de la luz
escandinava. Sire de ojos azules, gracias: por los laureles de cien
bravos vestidos de honor; por los claveles de la tierra andaluza y de
la Alhambra del moro; por la sangre solar de una raza de oro; por la
armadura antigua y el yelmo de la gesta; por las lanzas que fueron una
vasta floresta de gloria y que pasaron Pirineos y Andes; por Lepanto
y Otumba; por el Perú, por Flandes; por Isabel que cree, por Cristóbal
que sueña y Velázquez que pinta y Cortés que domeña; por el país
sagrado en que Heraldes afianza sus macizas columnas de fuerza y
esperanza, mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa que no
hay trueno que apague ni tempestad que extinga; por el león simbólico y
la Cruz, gracias, Sire.
¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras
la onda cordial alimente un ensueño, mientras haya una viva pasión, un
noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una
América oculta que hallar, vivirá España!
Y pues tras la tormenta vienes de
peregrino real, a la morada que entristeció el destino, la morada
que viste luto sus puertas abra al purpúreo y ardiente vibrar de tu
palabra; y que sonría, ¡oh rey Óscar!, por un instante; y tiemble en
la flor áurea el más puro brillante para quien sobre brillos de corona
y de nombre, con los labios de monarca lanza un grito de hombre!
- 4 - Los tres reyes magos
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Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso. Vengo a
decir: La vida es pura y bella. Existe Dios. El amor es
inmenso. ¡Todo lo sé por la divina Estrella!
-Yo soy Melchor. Mi mirra aroma
todo. Existe Dios. Él es la luz del día. La blanca flor tiene sus
pies en lodo ¡Y en el placer hay la melancolía!
-Soy Baltasar. Traigo el oro.
Aseguro que existe Dios. Él es el grande y fuerte. Todo lo sé por el
lucero puro que brilla en la diadema de la Muerte.
-Gaspar, Melchor y Baltasar,
callaos. Triunfa el amor y a su fiesta os convida. ¡Cristo resurge,
hace la luz del caos Y tiene la corona de la Vida!
- 5 - Cyrano en España.
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He aquí que Cyrano de Bergerac
traspasa de un salto el Pirineo. Cyrano está en su casa. ¿No es en
España, acaso, la sangre vino y fuego? Al gran gascón saluda y abraza
el gran manchego.
¿No se hacen en España los más bellos castillos? Roxanas
encarnaron con rosas los Murillos, y la hoja toledana que aquí Quevedo
empuña conócenla los bravos cadetes de Gascuña.
Cyrano hizo su viaje a la luna; mas,
antes, ya el divino lunático de don Miguel de Cervantes pasaba entre
las dulces estrellas de su sueño jinete en el sublime pegaso
Clavileño. Y
Cyrano ha leído la maravilla escrita y al pronunciar el nombre del
Quijote, se quita Bergerac el sombrero: Cyrano Balazote siente que
es lengua suya la lengua del Quijote.
Y la nariz heroica del gran gascón se diría que
husmea los dorados vinos de Andalucía. Y la espada francesa, por él
desenvainada, brilla bien en la tierra de la capa y la
espada.
¡Bienvenido, Cyrano de Bergerac! Castilla te da su idioma, y
tu alma como tu espada brilla al sol que allá en tus tiempos no se
ocultó en España. Tu nariz y penacho no están en tierra
extraña, pues vienes a la tierra de la Caballería.
Eres el noble huésped de
Calderón. María Roxana te demuestra que lucha la fragancia de las
rosas de España con las rosas de Francia, y sus supremas gracias, y sus
sonrisas únicas y sus miradas, astros que visten negras túnicas, y
la lira que vibra en su lengua sonora te dan una Roxana de España,
encantadora.
¡Oh poeta! ¡Oh celeste poeta de la facha grotesca! Bravo y
noble y sin miedo y sin tacha, príncipe de locuras, de sueños y de
rimas: tu penacho es hermano de las más altas cimas, del nido de tu
pecho una alondra se lanza, un hada es tu madrina, y es la
Desesperanza; y en medio de la selva del duelo y del olvido las
nueve musas vendan tu corazón herido.
¿Allá en la luna hallaste algún mágico
prado donde vaga el espíritu de Pierrot desolado? ¿Viste el palacio
blanco de los locos del Arte? ¿Fue acaso la gran sombra de Píndaro a
encontrarte? ¿Contemplaste la mancha roja que entre las rocas albas
forma el castillo de las Vírgenes locas? ¿Y en un jardín fantástico de
misteriosas flores no oíste al melodioso rey de los
ruiseñores?
No juzgues mi curiosa demanda inoportuna, pues todas esas
cosas existen en la luna. ¡Bienvenido, Cyrano de Bergerac! Cyrano de
Bergerac, cadete y amante, y castellano que trae los recuerdos que
Durandal abona al país en que aún brillan las luces de Tizona. El
Arte es el glorioso vencedor. Es el Arte el que vence el espacio y el
tiempo; su estandarte, pueblos, es del espíritu el azul
oriflama.
¿Qué elegido no corre si su trompeta llama? Y a través de los
siglos se contestan, oíd: la Canción de Rolando y la Gesta del
Cid. Cyrano va marchando, poeta y caballero, al redoblar sonoro del
grave Romancero. Su penacho soberbio tiene nuestra aureola. Son sus
espuelas finas de fábrica española.
Y cuando en su balada Rostand teje el
envío, creeríase a Quevedo rimando un desafío. ¡Bienvenido, Cyrano
de Bergerac! No seca el tiempo el lauro; el viejo corral de la
Pacheca recibe al generoso embajador del fuerte Molière. En copa
gala Tirso su vino vierte. Nosotros exprimimos las uvas de
Champaña para beber por Francia y en un cristal de España.
- 6 - Salutación a Leonardo
|
Maestro, Pomona levanta su cesto. Tu
estirpe saluda la Aurora. ¡Tu aurora! Que extirpe de la indiferencia
la mancha; que gaste la dura cadena de siglos; que aplaste al sapo
la piedra de su honda. Sonrisa más dulce no sabe Gioconda.
El verso su ala y el
ritmo su onda hermanan en una dulzura de luna que suave
resbala (el ritmo de la onda y el verso del ala del mágico cisne
sobre la laguna) sobre la laguna.
Y así, soberano maestro del estro, las vagas
figuras del sueño, se encarnan en líneas tan puras que el
sueño recibe la sangre del mundo mortal, y Psiquis consigue su
empeño de ser advertida a través del terrestre cristal. (Los
bufones que hacen sonreír a Monna Lisa saben canciones que ha
tiempo en los bosques de Grecia decía la risa de la brisa.)
Pasa su
Eminencia. Como flor o pecado es su traje Rojo; como flor o
pecado, o conciencia de sutil monseñor que a su paje mira con vago
recelo o enojo. Nápoles deja a la abeja de oro hacer su miel en
su fiesta de azul; y el sonoro bandolín y el laurel nos anuncian
Florencia.
Maestro, si allá en Roma quema el sol de Segor y Sodoma la
amarga ciencia de purpúreas banderas, tu gesto las palmas nos da
redimidas, bajo los arcos de tu genio: San Marcos y Partenón de
luces y líneas y vidas. (Tus bufones que hacen la risa de Monna
Lisa saben tan antiguas canciones.) Los leones de Asuero junto al
trono para recibirte, mientras sonríe el divino Monarca.
Pero hallarás la
sirte, la sirte para tu barca, si partís en la lírica barca con
tu Gioconda... La onda y el viento saben la tempestad para tu
cargamento.
¡Maestro! pero tú en cabalgar y domar fuiste
diestro pasiones e ilusiones: a unas con el freno, a otras con el
cabestro las domaste, zebras o leones. Y en la selva del Sol,
prisionera tuviste la fiera de la luz: y esa loca fue
casta cuando dijiste: "Basta".
Seis meses maceraste tu Ester en tus aromas. De
tus techos reales volaron las palomas. Por tu cetro y tu gracia
sensitiva, por tu copa de oro en que sueñan las rosas, en mi ciudad,
que es tu cautiva, tengo un jardín de mármol y de piedras
preciosas que custodia una esfinge viva.
- 7 - Pegaso
|
Cuando iba yo a montar ese caballo rudo y
tembloroso, dije: "La vida es pura y bella". entre sus cejas vivas vi
brillar una estrella. El cielo estaba azul y yo estaba
desnudo. Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo y de
Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegaso la sella, y yo,
fuerte, he subido donde Pegaso pudo. ¡Yo soy el caballero de la humana
energía, yo soy el que presenta su cabeza triunfante coronada con el
laurel del Rey del día; domador del corcel de cascos de
diamante, voy en un gran volar, con la aurora por guía, adelante en
el vasto azur, siempre adelante!
- 8 - A Roosevelt
|
¡Es con voz de Biblia, o verso de Walt
Whitman, que habría que llegar hasta ti, Cazador! ¡Primitivo y
moderno, sencillo y complicado, con un algo de Washington y cuatro de
Nemrod! Eres
los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que
tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en
español. Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza; eres culto,
eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos o asesinando tigres, eres un
AlejandroNabucodonosor. (Eres un profesor de energía como dicen los
locos de hoy.) Crees que la vida es incendio que el progreso es
erupción; en donde pones la bala el porvenir pones.
No. Los Estados Unidos son
potentes y grandes. Cuando ellos se estremecen hay un hondo
temblor que pasa por las vértebras enormes de los Andes. Si clamáis
se oye como el rugir del león. Ya Hugo a Grant lo dijo: Las estrellas
son vuestras. (Apenas brilla, alzándose, el argentino sol y la
estrella chilena se levanta...) Sois ricos. Juntáis al culto de
Hércules el culto de Mammón y alumbrando el camino de la fácil
conquista, la Libertad levanta su antorcha en Nueva-York.
Mas la América nuestra,
que tenía poetas desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl, que ha
guardado las huellas de los pies del gran Baco, que el alfabeto pánico
aprendió; que consultó los astros, que conoció la Atlántida cuyo
nombre nos llega resonando en Platón, que desde los remotos momentos de
su vida vive de luz, de fuego, de perfumes, de amor, la América del
grande Moctezuma, del Inca, la América fragrante de Cristóbal
Colón, la América católica, la América española, la América en que
dijo el noble Guatemoc: Yo no estoy en un lecho de rosas; esa
América que tiembla de huracanes y que vive de amor; hombres de ojos
sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol. Tened
cuidado. ¡Vive la América española! hay mil cachorros sueltos del León
Español. Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo, el Riflero
terrible y el fuerte Cazador, para poder tenernos en vuestras férreas
garras. Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
- 9 - Torres de Dios Poetas
|
¡Torres de Dios! ¡Poetas! Pararrayos
celestes, que resistís las duras tempestades, como crestas
escuetas, como picos agrestes, rompeolas de las
eternidades!
La mágica esperanza anuncia un día en que sobre la roca de
armonía expirará la pérfida sirena. ¡Esperad, esperemos
todavía! Esperad todavía.
El bestial elemento se solaza en el odio a la sacra
poesía y se arroja baldón de raza a raza. La insurreción de
abajo tiende a los Excelentes.
El caníbal codicia su tasajo con roja encía y
afilados dientes. Torres, poned al pabellón sonrisa. Poned ante ese
mal y ese recelo, una soberbia insinuación de brisa y una
tranquilidad de mar y cielo...
- 10 - Canto de esperanza
|
Un gran vuelo de cuervos mancha el azul
celeste. Un soplo milenario trae amagos de peste. Se asesinan los
hombres en el extremo Este. ¿Ha nacido el apocalíptico
Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto y parece
inminente el retorno de Cristo. La tierra está preñada de dolor tan
profundo que el soñador, imperial meditabundo, sufre con las
angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra, en un
pozo de sombra la humanidad se encierra con los rudos molosos del odio
y de la guerra. ¡Oh, Señor Jesucristo! por qué tardas, qué
esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar
al sol tus divinas banderas!
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida sobre
tanta alma loca, triste o empedernida, que amante de tinieblas tu dulce
aurora olvida. Ven, Señor, para hacer la gloria de Ti mismo.
Ven con temblor de
estrellas y horror de cataclismo, ven a traer amor y paz sobre el
abismo. Y tu caballo blanco, que miró el visionario, pase. Y suene
el divino clarín extraordinario. Mi corazón será brasa de tu
incensario.
- 11 - Mientras tenéis oh negros
corazones
|
Mientras tenéis, ¡oh negros
corazones! conciliábulos de odio y de miseria, el órgano de amor
niega sus sones.
Cantad, oíd: "La vida es dulce y seria". Para ti, pensador
meditabundo, pálido de sentirte tan divino, es más hostil la parte
agria del mundo.
Pero tu carne es pan, tu sangre es vino. Dejad pasar la noche
de la cena -¡Oh Shakespeare pobre, y oh Cervantes manco!-y la pasión
del vulgo que condena.
Un gran Apocalipsis horas futuras llena. ¡Ya surgirá vuestro
Pegaso blanco!
- 12 - Helios
|
¡Oh ruido divino!, ¡oh ruido
sonoro! Lanzó la alondra matinal el trino y sobre ese preludio
cristalino, los caballos de oro de que el Hiperionida lleva la
rienda asida, al trotar forman música armoniosa, un argentino
trueno, y en el azul sereno con sus cascos de fuego dejan huellas de
rosa.
Adelante, ¡oh cochero Celeste!, sobre Osa; y Pelión, sobre
Titania viva. Atrás se queda el trémulo matutino lucero, y el
universo el verso de su música activa. Pasa, oh dominador, oh conductor
del carro de la mágica ciencia! Pasa, pasa, oh bizarro manejador de
la fatal cuadriga que al pisar sobre el viento despierta el
instrumento sacro! Tiemblan las cumbres de los montes más
altos, que en sus rítmicos saltos tocó Pegaso. Giran
muchedumbres de águilas bajo el vuelo de tu poder fecundo, y si
hay algo que iguale la alegría del cielo, es el gozo que enciende las
entrañas del mundo.
¡Helios! tu triunfo es ése, pese a las sombras, pese a la
noche, y al miedo y a la lívida Envidia. Tú pasas, y la sombra, y el
daño, y la desidia, y la negra pereza, hermana de la muerte, y el
alacrán del odio que su ponzoña vierte, y Satán todo, emperador de las
tinieblas, se hunden, caen. Y haces el alba rosa, y pueblas de amor
y virtud las humanas conciencias, riegas todas las artes, brindas todas
la ciencias; los castillos de duelo de la maldad derrumbas, abres
todos los nidos, cierras todas las tumbas, y sobre los vapores del
tenebroso Abismo, pintas la Aurora, el Oriflama de Dios
mismo.
¡Helios! Portaestandarte de Dios, padre del Arte, la paz
es imposible, mas el amor eterno. Danos siempre el anhelo de la
vida, y una chispa sagrada de tu antorcha encendida con que esquivar
podamos la entrada del Infierno. Que sientan las naciones el volar
de tu carro, que hallen los corazones humanos en el brillo de tu carro,
esperanza; que del alma-Quijote y del cuerpo-Sancho Panza vuele una
psique cierta a la verdad del sueño; que hallen las ansias grandes de
este vivir pequeño una realización invisible y suprema; ¡Helios!
¡Que no nos mate tu llama que nos quema!
Gloria hacia ti del corazón de las
manzanas, de los cálices blancos de los lirios, y del amor que
manas hecho de dulces fuegos y divinos martirios, y del volcán
inmenso y del hueso minúsculo, y del ritmo que pienso, y del
ritmo que vibra en el corpúsculo, y del Oriente intenso y de la
melodía del crepúsculo. ¡Oh, ruido divino! Pasa sobre la cruz del
palacio que duerme, y sobre el alma inerme de quien no sabe nada. No
turbes el Destino, ¡oh ruido sonoro! El hombre, la nación, el
continente, el mundo, aguardan la virtud de tu carro
fecundo, ¡cochero azul que riges los caballos de oro!
- 13 - Spes
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Jesús, incomparable perdonador de
injurias, óyeme; Sembrador de trigo, dame el tierno pan de tus
hostias; dame, contra el sañudo infierno una gracia lustral de iras y
lujurias.
Dime que este espantoso horror de la agonía que me obsede, es
no más de mi culpa nefanda, que al morir hallaré la luz de un nuevo
día y que entonces oiré mi "¡Levántate y anda!"
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