+ La celosa de sí misma
Tirso de Molina
La celosa de sí misma

  
Personas que hablan en ella:
  • Doña MAGDALENA
  • Don MELCHOR
  • Doña ANGELA
  • Don ALONSO, viejo
  • Don JERONIMO
  • Don SEBASTIAN
  • Don LUIS
  • VENTURA, lacayo
  • QUIÑONES, dueña
  • SANTILLANA, escudero
  • CRIADOS
  


ACTO PRIMERO


Salen don MELCHOR y VENTURA, de camino

MELCHOR:      Bello lugar es Madrid.
   ¡ Qué agradable confusión !
VENTURA:      No lo era menos León.
MELCHOR:      ¿ Cuándo ?
VENTURA:                  En los tiempos del Cid.
   Ya todo lo nuevo aplace 5
   a toda España se lleva
   tras sí.
MELCHOR:                  Su buen gusto aprueba
   quien de ella se satisface.
   ¡ Bizarras casas !
VENTURA:                              Retozan
   los ojos del más galán; 10
   que en Madrid, sin ser Jordán,
   las mas viejas se remozan.
   Casa hay aquí, si se aliña
   y el dinero la trabuca,
   que anocheciendo caduca, 15
   sale a la mañana niña.
   Pícaro entra aquí mas roto
   que tostador de castañas,
   que fiado en las hazañas
   del dinero, su piloto, 20
   le muda la ropería
   donde hijo pródigo vino
   en un conde palatino,
   tan presto que es tropelía.
   Dama hay aquí, si reparas 25
   en gracias del solimán,
   a quien en un hora dan
   sus salserillas diez caras.
   Como se vive de prisa
   no te has de espantar si vieres 30
   metamorfosear mujeres,
   casas y ropas.
MELCHOR:                        A misa
   vamos, y déjate de eso.

Mirando al fondo

   ¡ Brava calle !
VENTURA:                        Es la Mayor
   donde se vende el amor 35
   a varas, medida y peso.
MELCHOR:      Como yo nunca salí
   de León, lugar tan corto,
   quedo en este mar absorto.
VENTURA:      ¿ Mar dices ? Llámale así; 40
   que ese apellido le da
   quien se atreve a navegalle,
   y advierte que es esta calle
   la canal de Bahamá.
   Cada tienda es la Bermuda; 45
   cada mercader inglés
   pechelingue u holandés,
   que a todo bajel desnuda.
   Cada manto es un escollo.
   Dios te libre de que encalle 50
   la bolsa por esta calle.
MELCHOR:      Anda, necio.
VENTURA:                      Vienes pollo;
   y temo, aunque más presumas,
   que te pelen ocasiones;
   que aun gallos con espolones 55
   salen sin cresta ni plumas.
MELCHOR:      Si yo me vengo a casar
   con sesenta mil ducados,
   y soy pobre, ¿ en qué cuidados
   me ha de poner este mar ? 60
   ¿ Traigo yo muchos ?
VENTURA:                              Doscientos,
   si no ducados, escudos,
   que de malicias desnudos,
   ignoran encantamentos.
   Librólos la corta hacienda 65
   de señor, para tu costa,
   y aquí correrán la posta
   si no les tiras la rienda.
   ¿ Piensas que sin ocasión
   traen cordones los bolsillos ? 70
   Pues para poder regillos,
   advierte que riendas son,
   que tira el considerado,
   temeroso de chocar;
   porque no hay mayor azar 75
   que un bolsillo desbocado.
MELCHOR:      Oigamos agora misa,
   que es fiesta, y déjate de eso
   pues no soy yo tan sin seso
   como tú.
VENTURA:                  ¡ Cáusasme risa ! 80
   ¿ Qué va que antes que a tu suegro
   --llamo así al que lo ha de ser--
   veas, tienes de caer
   en la red de un manto negro ?
MELCHOR:      Anda, que estás ya pesado. 85
   ¿ Qué iglesia es ésta ?
VENTURA:                                Se llama
   La Vitoria, y toda dama
   de silla, coche y estrado,
   la cursa.
MELCHOR:                      ¡ Bravas personas
   entran !
VENTURA:                  Todos son galanes, 90
   espolines, gorgoranes,
   y mazas de aquestas monas.
MELCHOR:      Vamos, que es tarde y deseo
   ya conocer a mi esposa;
   que dicen que es muy hermosa. 95
VENTURA:      ¿ Cuándo has visto tú oro feo ?
   Con seiscientos mil ducados
   de dote, ¿ qué Elena en Grecia,
   y en Italia qué Lucrecia
   se la compara ?
MELCHOR:                        Cuidados 100
   diferentes han de darme
   motivo de ser su esposo;
   que aunque el dinero es hermoso,
   yo no tengo de casarme,
   si no fuere con belleza 105
   y virtud.    Esto es notorio.
VENTURA:      Entra, que un fraile vitorio
   allí el introíto empieza.
MELCHOR:      ¡ Oh Madrid, hermoso abismo
   de hermosura y de valor ! 110
VENTURA:      ¡ Oh misa de cazador !
   ¿ Quién te topara en guarismo ?

Vanse los dos.    Salen don JERONIMO y don SEBASTIAN

JERONIMO:      Vivimos en una casa,
   y así está puesta en razón
   nuestra comunicación. 115
SEBASTIAN:      Como tan presto se pasa
   el tiempo en Madrid, no da
   lugar aun de conocerse
   los vecinos, ni poderse
   hablar.
JERONIMO:                    Disculpado está
   nuestro descuido; que aquí 120
   En una casa tal vez
   suelen vivir ocho y diez
   vecinos, como yo vi,
   y pasarse todo un año
   sin hablarse, ni saber 125
   unos de otros.
SEBASTIAN:                          Yo fui ayer
   --escuchad un cuento extraño--
   en busca de cierto amigo
   aposentado en la plaza,
   ésa que el aire embaraza, 130
   de su soberbia testigo,
   usurpando a su elemento
   el lugar con edificios,
   de esta Babilonia indicios,
   pues hurtan la esfera al viento. 135
   Pregunté en la tienda, "¿ Aquí
   vive don Juan de Bastida ?"
   Y dicen, "No vi en mi vida
   tal hombre."    Al cuarto subí
   primero, y con una boda 140
   vi una sala que, entre fiestas,
   de hombres, y damas compuestas
   estaba ocupada toda.
   Pregunté por mi don Juan,
   y díjome un gentilhombre, 145
   "No hay ninguno de ese nombre
   en cuantos en casa están."
   Llegué al segundo, trasunto
   del llanto y de la tristeza,
   y de una enlutada pieza 150
   vi cargar con un difunto.
   Al son de responso y llantos
   que a dos viejas escuché,
   por mi don Juan pregunté.
   Respondióme uno entre tantos, 155
   "No sé que tal hombre viva
   en esta casa, señor."
   Subí, huyendo del dolor
   funesto, al de mas arriba,
   y hallé una mujer de parto, 160
   dando gritos la parida,
   y a don Juan de la Bastida
   plácemes, que en aquel cuarto
   había un año que vivía
   con hijos y con mujer; 165
   de modo que llegué a ver
   en una casa, en un día,
   bodas, entierros y partos,
   llantos, risas, lutos, galas
   en tres inmediatas salas, 170
   y otros tres continuos cuartos,
   sin que unos de otros supiesen,
   ni dentro una habitación,
   les diese esta confusión
   lugar que se conociesen. 175
JERONIM0:      Está una pared aquí
   de la otra más distante,
   que Valladolid de Gante.
SEBASTIAN:      Bien podéis decirlo así
   pero ¿ con qué pretensiones
   venís a nuestro Babel ? 180
JERONIMO:      No más que vivir en él,
   y gozar sus ocasiones.
   Tengo un padre perulero,
   que de gobiernos cansado,
   treguas ofrece al cuidado, 185
   y empleos a su dinero.
   Ciento y cincuenta mil pesos
   trae aquí con que casar
   una hija, en quien lograr
   intereses y sucesos 190
   que en Indias le hicieron rico.
   La mitad me cabe de ellos.
SEBASTIAN:      ¡ Bello dinero !
JERONIMO:                          Y más bellos
   los gustos a que le aplico
   que es de Madrid la hermosura.
SEBASTIAN:      A todos tenéis acción.
JERONIMO:      Esperamos de León 195
   un deudo con quien procura
   casar mi padre a mi hermana,
   que maridos cortesanos
   son traviesos y livianos.
SEBASTIAN:      Elección cuerda y anciana.
JERONIMO:      Y vos, ¿ qué hacéis en la corte ? 200
SEBASTIAN:      Un hábito he pretendido,
   que ya medio conseguido,
   temo que el plazo me acorte,
   por lo que me ha de pesar
   el dejar esta grandeza;
   que es común naturaleza 205
   del mundo aqueste lugar.
   Hele habitado tres años;
   seis mil ducados de renta
   como, tomándome cuenta
   de toda amores y engaños. 210
   Tengo también una hermana,
   que por no hallarse sin mí,
   ha un año que asiste aquí.
JERONIMO:      ¿ Y es su patria ?
SEBASTIAN:                            Sevillana,
   y en belleza y discreción 215
   Vénus del Andalucía.
   Y a no ser hermana mía
   y extraña en su presunción,
   os la pudiera alabar
   por sol de la patria nuestra. 220
JERONIMO:      Basta ser hermana vuestra.
SEBASTIAN:      Sí, pero es nunca acabar
   si os cuento en lo que se estima.
   De todos hace desprecio;
   el mas Salomón es necio
   si a pretenderla se anima; 225
   Tersites el más galán,
   Lázaro pobre el más Creso,
   y el más noble, hombre sin seso.
   No quiere venir de Adán,
   porque dice que no pudo 230
   progenitor suyo ser
   quien delante su mujer
   se atrevía a andar desnudo.
JERONIMO:      ¡ Humor singular, por Dios,
   y digno por su camino 235
   de estima !
SEBASTIAN:                      Nuestro vecino
   sois, y de una edad los dos.
   Como nos comuniquemos,
   daréis a la admiración,
   como a la risa, ocasión 240
   de celebrar sus extremos.
JERONIMO:      Yo y mi casa hemos de estar
   desde hoy al servicio vuestro.
SEBASTIAN:      Con la voluntad que os muestro,
   me habéis siempre de mandar.
   Pero ya de misa salen. 245
   Pasad la lengua a los ojs,
   si en hechiceros despojos
   cuerdas resistencias valen
   contra vitoriosas llamas.
JERONIMO:      Es esta iglesia una gloria 250
   de belleza.
SEBASTIAN:                        Y la Vitoria
   la parroquia de las damas.

Vanse los dos. Salen don MELCHOR y VENTURA

MELCHOR:      ¿ No has oído misa tú ?
VENTURA:      ¿ Soy yo turco ? Siendo hoy fiesta,
   ¿ Sin misa había de quedarme ? 255
MELCHOR:      ¿ Dónde la viste ?
VENTURA:                          A la puerta
   de esta devota capilla
   de la Soledad, y en ella
   a un fraile, que esgrimidor,
   juntó el pomo a la contera. 260
   ¡ En qué santiamén la dijo !
   ¡ Oh, quién hacerle pudiera
   secretario de la cifra,
   o capellan de estafetas !
   Entraste tú hasta las gradas, 265
   al olor de la belleza
   de damas, tus gomecillos,
   que como ciego te llevan;
   mas yo que huyo de apreturas,
   quedéme a la popa de ellas, 270
   que es rancho de los Guzmanes
   en naves, coches e iglesias.
MELCHOR:      ¡ Ay, Venturilla, cuál salgo !
VENTURA:      Saldrás con el alma llena
   de devoción de esta imágen, 275
   que enternece su tristeza.
   Es de las mas celebradas
   de la corte.
MELCHOR:                      ¡ Ojalá fuera
   divina mi devoción,
   y la imágen causa de ella ! 280
   Devoto salgo, Ventura;
   pero a lo humano. ¡ Ay, qué bella
   imagen vi ! si es imagen
   quien a sí se representa.
   ¡ Ay si de la Soledad 285
   esta hermosa imagen fuera,
   y no de la compañía,
   porque ninguna tuviera !
VENTURA:      ¡ Al primer tapón zurrapas !
   ¡ Perdido a la primer treta ! 290
   ¡ En tierra al primero golpe,
   y al primer lance babera !
   ¿ Mas que has visto alguna cara
   margenada de guedejas,
   que el solimán albañil 295
   hizo blanca siendo negra;
   manto soplón, con mas puntas
   que grada de recoletas,
   de aquella castaña erizo,
   y archeros de aquella alteza, 300
   que al descuido cuidadosa,
   al viento de la veleta,
   o abanico, te enseñaba
   por brújula la cabeza ?
   Sería peli-azabache 305
   la prohijada cabellera,
   puesta, como defensivo
   encima de la mollera;
   toca y valona azulada,
   banda que el pecho atraviesa, 310
   vueltas y guantes de achiote,
   guantes de pita, y firmeza,
   escapulario y basquiña
   de peñasco, a la frailega,
   chapín con vira de plata, 315
   crugiendo a ropa de seda,
   la camándula en la mano.
MELCHOR:      Ventura, palabras deja
   aplicadas a tu humor,
   y en esa mano te queda, 320
   que es la que he visto no más.
   ¡ Ay qué mano ! ¡ Qué belleza !
   ¡ Qué blancura ! ¡ Qué donaire !
   ¡ Qué hoyuelos ! ¡ Qué tez ! #161;Qué venas !
   ¡ Ay qué dedos tan hermosos ! 325
VENTURA:      ¡ Ay qué uñas aguileñas !
   ¡ Ay qué bello rapio, apis !
   ¡ Ay qué garras monederas !
   ¡ Ay qué tonto moscatel !
   ¡ Ay qué bobuna leonesa ! 330
   Y ¡ Ay qué bolsillo precito,
   si mi Dios no lo remedia !
   ¿ Que no la viste la cara ?
MELCHOR:      ¿ De qué suerte pude verla,
   si me embarazó los ojos 335
   aquella blancura tierna,
   aquel cristal animado,
   aquel...
VENTURA:                Di candor, si intentas
   jerigonzar critiquicios;
   di que brillaba en estrellas, 340
   que emulaba resplandores,
   que circulaba en esferas,
   que atesoraba diamantes,
   que bostezaba azucenas.
   ¿ De una mano te enamoras, 345
   por el sebo portuguesa,
   dulce por la vírgen miel,
   y amarga por las almendras,
   sin un adarme de cara,
   sin ver un ojo, una ceja, 350
   un asomo de nariz,
   una pestaña siquiera ?
   ¡ Jesús, qué bisoñería !
MELCHOR:      Necio, si probar deseas
   mi cólera, di dislates. 355
VENTURA:      ¿ Ya estás en la corredera ?
   Prosigue.
MELCHOR:                    Una mano hermosa,
   blanca, poblada y perfeta,
   que tiene acciones por almas
   y tiene dedos por lenguas. 360
   Hará enamorar un mármol;
   y la que yo vi pudiera
   menospreciar voluntades,
   descorteses por exentas.
   Cúpome, al oír la misa, 365
   su lado; y cuando la empiezan,
   quitó la funda al cristal,
   y en la distancia pequeña
   que hay desde el guante a la frente
   vi jazmines, vi mosquetas, 370
   vi alabastros, vi diamantes,
   vi, al fin, nieve en fuego envuelta.
   Tenía hasta el pecho el manto
   y santiguóse cubierta.
   Pudo ser de verme ansí 375
   trasformado en su belleza.
   Volvió en ocasos de ámbar
   segunda vez a esconderla,
   hasta que en pie al evangelio
   amaneció aurora fresca. 380
   Santiguóse al comenzarle,
   y al darle fin encarcela
   hasta el Sanctus, que desnuda
   da aldabadas a la puerta
   del pecho, llamando al alma, 385
   que deseosa de verla,
   debió penetrar cartones,
   pues corazones penetra.
   Duró esta vez el gozarla
   sin la prisión avarienta, 390
   hasta consumir el cáliz.
   ¡ Ay Dios, si mil siglos fueran !
   Volvió a ponérseme el sol
   hasta que acabando, empiezan
   el evangelio postrero, 395
   siendo también la postrera
   liberalidad feliz
   que hizo a mi vista, ciega
   con la oscura privación
   de su cándida pureza. 400
VENTURA:      A tragos te la sorbiste,
   si no es que contigo juega
   al escondite, esa mano,
   ¿ Hay más de eso ?
MELCHOR:                        Oye, y espera.
   Estaba yo reduciendo 405
   a los ojos mis potencias,
   para que todas gozasen
   la gloria de su belleza,
   cuando vi junto a ella un hombre
   que en el talle y la apariencia 410
   pasaba plaza de honrado,
   cortarle, con sutileza
   ingeniosa, del cordón
   un bolsillo. ¿ Quién creyera
   que de tal civilidad 415
   fuera apoyo tal presencia ?
   Amábala yo, y así
   corría ya por mi cuenta
   el defender prendas suyas;
   pero por no hacer la afrenta 420
   pública del robador,
   antes que el hurto escondiera
   asiéndole de la mano,
   le vituperé a la oreja
   la acción de su talle indigna, 425
   respondiendo su vergÜenza
   en la cara por escrito
   lo que no pudo la lengua.
   Quitéle en fin el bolsillo,
   y atribuyendo a pobreza 430
   lo que debió ser costumbre,
   saqué de la faltriquera
   un doblón, que por hallazgo
   de tan estimada prenda
   le di, con que en un instante 435
   despejó misa a iglesia.
   Cesó el no oído oficio,
   que me holgara o que fuera
   de pasión; desocupóse
   la capilla, donde queda 440
   rematando en el rosario
   mi divina mano cuentas,
   cuyo alcance han de pagar
   desde este punto mis penas;
   y salgo a aguardarla aquí; 445
   deseando que amanezca
   el alba de aquella mano,
   cuando, cisne puro, vuelva
   a bañarse en la agua santa
   que en esta pila desean 450
   mis esperanzas gozar,
   después que no la ven, secas.
VENTURA:      ¡ Válgate el diablo por mano !
   La primera vez es ésta
   que entró el amor por grosura. 455
   Manotada te dió fiera.
   Mas ven acá.    Si esta mano
   viene a ser, cuando la veas,
   de algún rostro polifemo,
   o alguna cara juaneta, 460
   ¿ Qué has de hacer ?
MELCHOR:                          ¡ Eres un tonto !
   La sabia naturaleza
   distribuyó proporciones
   en sus fábricas discreta.
   Mano de tal perfección 465
   fuera culpable indecencia
   que sirviese de instrumento
   a cara menos perfeta.
   Mandó Alejandro pintar
   en una tabla pequeña 470
   la corpulencia de Alcídes;
   y por mostrar su grandeza
   solamente pintó Apeles
   el dedo pulgar, que intentan
   medir gigantes a varas; 475
   para que hiciesen la cuenta
   qué tan grande sería el cuerpo
   de quien en un dedo emplea
   aritméticas medidas
   y yo, de la suerte mesma, 480
   conjeturo por la mano
   qué tal será la belleza
   del dueño de tal ministro.
VENTURA:      ¡ Bueno ! ¿ Ejemplicos me alegas ?
   Pues allá va el mío, escucha: 485
   una dama en la apariencia,
   pasaba por una calle,
   hollándola airosa y tiesa
   más que un alcalde de corte,
   enamoróse de verla 490
   un galán, por las espaldas
   porque el talle y gentileza
   con que jugaba el chapín
   y tremolaba la seda,
   cuando manos, prometían 495
   una española Belerma.
   Adelantó susto y pasos,
   y volviendo la cabeza,
   vio un ángel de Monicongo
   con una cara pantera. 500
   Santiguóse el hombre, y dijo,
   "¡ Jesús ! ¡ Delante tan fiera
   y tan hermosa detrás !"
   Y respondióle la negra,
   "Si parécele misor 505
   espaldas que delantera,
   y transera estar hermosa,
   bese vuesancé transera."
   Enamórate de manos,
   antes que tu dama veas, 510
   y podrá ser cuando salga,
   que lo mismo te suceda.
MELCHOR:      Si vieras tú aquella mano
   y aquel talle, no dijeras
   blasfemias a su hermosura. 515
VENTURA:      A tu amor digo blasfemias.
MELCHOR:      Ya sale; apártate, y mira
   la hermosa mano que llega
   a trasformar gotas de agua,
   si no en diamantes, en perlas 520

Salen doña MAGDALENA y QUIÑONES, cubiertas con manto, y la primera una mano sin guante, como quien acaba de tomar agua bendita

QUIÑONES:      Estarán a la otra puerta
   los escuderos y el coche.

Don MELCHOR se acerca a doña MAGDALENA

MELCHOR:      Deslutadle al sol la noche,
   dejad su luz descubierta,
   pues no es bien cuando despierta 525
   deseos en que me abraso,
   señora, que al mismo paso
   que la adoro, me atormente
   y, apénas goce su oriente,
   cuando me aflija su ocaso. 530
   Crepúsculos tiene el día,
   como al nacer, al ponerse,
   que ven antes de esconderse
   los que adoran su alegría.
   Sol hermoso, mano mía, 535
   si al nacer me os habéis puesto
   en el ocaso molesto
   que mis esperanzas ciega,
   sol pareeeis de Noruega
   pues os escondéis tan presto. 540
   Agua traéis. No me espanto
   si Amor llamas multiplica
   porque llover pronostica
   el sol, cuando abrasa tanto.
   Basta que el avaro manto 545
   sirva de nube sagrada
   a esa gloria idolatrada.
   Descubríos, blanca aurora,
   que dirán que sois traidora,
   pues dais muerte, disfrazada. 550
MAGDALENA:      Caballero, ni el lugar
   esas lisonjas abona,
   ni la que hablais es persona
   que os las tiene de feriar.
   Excusadlas de gastar, 555
   o dad orden de lucirlas
   a quien merezca admitirlas
   o procure agradecerlas;
   que ni yo sé responderlas
   ni tengo gusto de oírlas. 560

A QUIÑONES

VENTURA:      ¿ Tiene vuesa dueñería
   la mano, cual su señora,
   culta, animada, esplendora,
   gaticinante y harpía ?
   ¿ Brillarále la uñeria 565
   cuando el caldo escudillice
   o la loza estropajice,
   exhalando cada vez
   las aromas que a las diez
   vierta, cuando bacinice ? 570
   Desencarpine ese pie...
   Iba a decir esa mano.

QUIÑONES le da una bofetada a VENTURA

QUIÑONES:      ¡ Jó, majadero !
VENTURA:                          De llano
   bofetón !    ¿ Afrenta fue ?

A doña MAGDALENA

MELCHOR:      Hoy a esta corte llegué,
   creyendo que amanecía; 575
   mas es tal la suerte mía,
   que, cuando más venturosa,
   el sol de esa mano hermosa
   me anochece a mediodía.
MAGDALENA:      Todo está bien ponderado. 580
   Si a ganar habéis venido
   nombre de bien entendido,
   ya, hidalgo, le habéis ganado.
   Preciáos de considerado,
   como de discreto agora 585
   y advertid que el sitio y hora
   no es acomodado. Adiós.
MELCHOR:      Será fuerza el ir tras vos,
   si os partís así; señora.
MAGDALENA:      Pues serálo si eso hacéis; 590
   que el buen crédito perdáis
   que cortesano ganáis,
   y algún daño ocasionéis.
MELCHOR:      No intento yo que me deis,
   habiéndome acreditado, 595
   nombre de necio y pesado,
   sino de restaurador
   de una prenda de valor
   que os han del cordán cortado.
   Mirad lo que os falta de él; 600
   cobraldo, y luego partíos,
   puesto que mis desvaríos
   os den nombre de crÜel.
MAGDALENA:      Un bolsillo estaba en él;
   pero de poca importancia. 605
MELCHOR:      No tiene el mundo ganancia
   con la de éste, por ser vuestro.

Aparte VENTURA y su amo

VENTURA:      ¡ Cuerpo de Dios, que es el nuestro !
MELCHOR:      Calla, necio.
VENTURA:                        ¡ Que ignorancia !
MELCHOR:      Un ladrón os le ha robado, 610
   y yo os le he restituído.
   En hallazgo de él, os pido
   que al sol quitéis el nublado.
   Vea yo el cielo estrellado
   que en ese manto se esconde; 615
   que si al cristal corresponde
   de la mano que encubrís,
   a ser el fénix venís
   que en Arabia al sol responde.
MAGDALENA:      No es ése el que yo traía. 620

Hablan aparte VENTURA y don MELCHOR

VENTURA:      Que es el nuestro.
MELCHOR:                            ¡ Vive el cielo,
   Si no callas...

A doña MAGADLENA

                     El recelo
   turbar al ladrón podía.
   Si por oficio tenía
   quitar las prendas que os muestro, 625
   y era en el hurtar tan diestro,
   muchas como éstas tendrá,
   y este bolsillo será
   por derecho desde hoy vuestro.
   Gozad su restitución, 630
   si no es que por no pagar
   el hallazgo, queréis dar
   a mis quejas ocasión.
MAGDALENA:      En daño suyo el ladrón,
   o liberal o turbado, 635
   a los dos nos ha engañado;
   y si admitirle no quiero,
   es porque ese viene entero,
   y el que me hurtó va cortado.
   La mitad de los cordones 640

Muéstrale un pedazo de los cordones con que se cerraba el bolsillo que traía a la cinta

   me dejó.    Sacad por vellos
   la distinción que hay en ellos,
   y no malogréis razones.
   Si atrevimientos ladrones
   la causa de ese hurto han sido 645
   y no hay señor conocido,
   a la Merced le llevad,
   o si no a la Trinidad,
   que recogen lo perdido,
   y dejadnos, porque hay ojos 650
   que cuidadosos nos ven,
   y no sé que os esté bien,
   si dais motivos a enojos.
MELCHOR:      Yo de robados despojos
   no he de ser depositario. 655
VENTURA:      (¿ Hay hombre más temerario ?)            Aparte
MELCHOR:      Sedlo vos mientras parece
   el dueño, si es que merece
   tal favor su propietario.
MAGDALENA:      Importunidad cansada 660
   es la vuestra.    Porque os vais,
   y el paso no me impidáis,
   he de hacer lo que os agrada.
   Dádsele a aquesa criada...
VENTURA:      (¡ Qué escrupuloso desdén !) 665
   Aparte
MAGDALENA:      Que en mí no parece bien
   ni guardarlo, ni admitillo.
VENTURA:      (Espiró nuestro bolsillo.          Aparte
   Requiescat in pace, amén. 670
MAGDALENA:      Y por si acaso volviere
   su dueño por él, podréis
   decir, si con él os veis,
   que aquí mañana me espere.
   Daréis pesar al que os viere 675
   seguir donde voy; y así
   por me hacer merced a mí
   y por ser tan cortés vos,
   mientras me ausento, los dos
   no habéis de pasar de aquí. 680
   Esto quiero suplicaros.
MELCHOR:      Y yo quiero obedeceros,
   sin esperanza de veros,
   sin remedio de olvidaros.
   En fin, ¿ podré aquí aguardaros, 685
   si traigo el dueño ?
MAGDALENA:                              A las dos
   volveré, sálo por vos,
   que sois galán cortesano.
MELCHOR:      Dadme una seña.
MAGDALENA:                          Esta mano.

Quítase de una mano el guante

MELCHOR:      ¡ Ay aurora hermosa !
MAGDALENA:                              Adiós. 690

Vanse doña MAGDALENA y QUIÑONES

MELCHOR:      Venturilla, mi ventura
   encarece.    No seas recio,
   ni me digas disparates;
   que tú vendes por consejos.
   Comprar por un poco de oro 695
   los cinco climas del cielo,
   la vía láctea nevada,
   el sol de hermosos reflejos,
   ¿ no es lance digno de estima ?
   ¿ No es barato ?
VENTURA:                        Sí, y por eso 700
   dicen, "Lo barato es caro."
   Tú encarecerás el sebo
   de cabrito antes de mucho,
   pues solamente por verlo
   doscientos ducados diste, 705
   cuarenta por cada dedo;
   y esto a ver, y no a tocar.
   A fe, si viene a saberlo
   Martin Danza, que él te hospede
   en el nuncio de Toledo. 710
   ¿ Qué habemos de hacer agora,
   sin la mano y sin dineros ?
   Medio día era por filo,
   y ni hay blanca, ni comemos.
MELCHOR:      Impertinente, ¿ no sabes 715
   que me está aguardando un suegro
   con sesenta mil ducados ?
VENTURA:      ¿ Y si ése se hubiese muerto,
   acomodado la novia,
   o le parecieses feo, 720
   y te echase en hora mala,
   que es mujer, y puede hacerlo ?
MELCHOR:      ¿ Feo yo ?
VENTURA:                  Pues siendo pobre,
   ¿ hay Sacripante, hay Brunelo,
   hay tiburón, hay caimán 725
   más asqueroso y más fiero ?
   ¿ Hay sátiro como tú
   sin blanca ?
MELCHOR:                    Pues según eso,
   para una mujer tan rica,
   ¿ podía dejar de serlo 730
   por un bolsillo de escudos ?
VENTURA:      No la olieras, por lo menos,
   a pelón o contagioso,
   que huye casamientos
   cuando huele mal la boca. 735
   Alcorzas la dan remedio
   que disimulan olfatos
   y las damas de este tiempo,
   que faldriqueras oliscan,
   si no exhalan el aliento 740
   dorado, vuelven el rostro,
   escupen y hacen un gesto.
   Con estos pocos de escudos
   remediaras tus defetos.
   Como guantes de polvillos, 745
   lo que duran, poco y bueno.
   Pero agora, yendo a vistas
   sin un real, por Dios, que temo
   que al instante que te mire,
   le has de oler a perro muerto. 750
MELCHOR:      ¿ No tengo el bolsillo yo,
   que en ser suyo, es de mas precio
   que cuanto el Oriente cría ?
VENTURA:      Al que se lleva me atengo.
   ¿ Mas que no tiene seis cuartos ! 755
MELCHOR:      Hoy has dado en majadero.
VENTURA:      Si de manos te enamoras,
   seré mano de mortero.
MELCHOR:      No había de codiciarle
   el ladrón, a no estar cierto 760
   de su valor, ni ponerse
   en tan evidente riesgo.
VENTURA:      ¿ Hay más que abrirle ?
MELCHOR:      Verásle.

Saca un bolsillo lleno

VENTURA:                    ¡ Oh, virgen del Buen Suceso !
   Dadnosle en esta ocasión, 765
   y otro de cera os ofrezco.
MELCHOR:      Mira ¡ qué proveído está !
VENTURA:      Déjame tomarle el peso.
MELCHOR:      ¿ Qué te parece ?
VENTURA:                        Por Dios,
   que es en lo pesado un necio. 770
   Alma tiene de arcabuz.
   Abrámosle, que recelo
   que es barriga de opilada,
   y habrá tomado el acero.

Saca don MELCHOR un envoltorio de papel dentro del cual hay una piedra

   ¿ Qué es eso ?
MELCHOR:                      Un papel preñado. 775
VENTURA:      No será vírgen su dueño.
   Desenvuélvele.
MELCHOR:                        ¿ Quién duda
   que alguna joya está dentro ?
   Esto era lo que pesaba.
VENTURA:      Date prisa ya, sabremos 780
   si es hijo o hija.
MELCHOR:                            Hija fué.
VENTURA:      Y yo los dolores temo.

Don MELCHOR le muestra la piedra

MELCHOR:      Una piedra es verde oscura,
   atada a un listón.
VENTURA:                            Enfermo
   de piedra estaba el bolsillo, 785
   y tú has sido su potrero.
MELCHOR:      Oye, en este papel dice
   "esta piedra es por extremo
   buena para el mal de ijada."
VENTURA:      Désele Dios a su dueño. 790
   ¿ De la ijada, y no es atún ?
   Enfermedad es de viejos
   y la tapada será
   en la edad censo perpetuo.
   De pedradas nos ha dado. 795
   ¿ Queda más ?
MELCHOR:                      Sí.
VENTURA:                          Saca presto.

Don MELCHOR saca lo que dice

MELCHOR:      Este es un dedal de plata.
VENTURA:      De dallo fue su embeleco.
MELCHOR:      Este es un devanador.
VENTURA:      Los tuyos son devaneos. 800
MELCHOR:      Y es de ébano.
VENTURA:                        De Eva, no;
   que Eva, en fin, andando en cueros,
   no te engañara tapada.
   ¿ No te deshagas del trueco ?
MELCHOR:      Tres sortijas de azabache, 805
   y cuatro de vidrio. VENTURA;                                El precio
   se llevó, y tú la sortija.
MELCHOR:      Reír me haces.
VENTURA:                      ¿ Hay más de eso ?
MELCHOR:      No hay otra cosa, Ventura.
VENTURA:      Tan mala se la dé el cielo, 810
   como a las dos nos la ha dado.
MELCHOR:      Yo por tan feliz la tengo,
   que en estas prendas adoro,
   por la mano en que estuvieron.
   Que mañana vuelva aquí 815
   me manda, y alegre espero
   alguna ventura oculta,
   infuencia de su cielo.
VENTURA:      ¿ Y crees tú que volverá ?
MELCHOR:      Pues ¿ hay que dudar en eso, 820
   habiéndolo prometido ?
VENTURA:      ¿ A volverte los doscientos ?
MELCHOR:      Si yo los admito, sí.
VENTURA:      De azotes se los prometo,
   si ella hace tal necedad. 825
MELCHOR:      ¡ Qué pesado !
VENTURA:                      ¡ Qué ligero !
MELCHOR:      Por señas, ¿ no me mostró
   la mano ?
VENTURA:                  El arañudero,
   dirás mejor, de bolsillos.
   Vamos a buscar el viejo, 830
   que ha de ser nuestro socorro.
MELCHOR:      Si a ver aquel ángel vuelvo,
   no sé cómo he de poder
   casarme.
VENTURA:                  ¿ Angel, y de negro,
   con uñas ?    Llámole diablo. 835
MELCHOR:      Es sol de nubes cubierto.
VENTURA:      Bien dices que es sol... con uñas.
MELCHOR:      Vamos; mas oye, ¿ qué es eso ?

Salen don LUIS y don JERONIMO

LUIS:      Os digo que es don Melchor.
MELCHOR:      ¡ Oh primo ! ¿ El primero encuentro 840
   es con vos ?    Dichoso he sido.
LUIS:      Dos dias ha que os espero,
   pues conforme a vuestra carta,
   si salísteis de León luego
   que se escribió, desde ayer 845
   tardáis.
MELCHOR:                    Atribuíd al tiempo,
   con tanta lluvia enfadoso
   la culpa, y no a mis deseos,
   que ya, amigo Don LÜis,
   se han cumplido, pues os veo. 850
LUIS:      Hablad a vuestro cuñado.
   Mejor diré hermano vuestro;
   que como tal os aguarda.
JERONIMO:      Yo os doy los brazos, contento
   de ver cuán bien corresponde 855
   a la fama que tenemos
   de vos, vuestra gallardía,
   puesto que con sentimiento
   de que os hayáis apeado,
   y no en mi casa.
MELCHOR:                        Ahora llego, 860
   y la poca certidumbre
   que en esta confusión tengo
   de sus calles y sus casas,
   me disculpa.
JERONIMO:                        Yo la aceto,
   y a ganar voy las albricias 865
   de mi hermana; que no quiero
   que improvisas turbaciones
   malogren gustos de veros;
   que os tiene muy deseado.
MELCHOR:      Paga mi fe.
JERONIMO:                        Entreteneos 870
   con don LÜis, entre tanto
   que aviso a mi padre y vuelvo;
   si no es que en su compañía,
   por apresurar deseos,
   queréis honrar nuestra casa. 875

A don LUIS

MELCHOR:      Disponedlo al gusto vuestro.
LUIS:      Conmigo irá de aquí a un rato.
JERONIMO:      Adiós pues.

Vase don JERONIMO

LUIS:                      ¿ Qué traéis de nuevo
   que contarme de León ?
MELCHOR:      Nada; todos quedan buenos, 880
   vuestros padres y los míos.
   y a vos, ¿ cómo os va de pleitos ?
LUIS:      Salí con mi mayorazgo.
MELCHOR:      El parabién os ofrezco.
LUIS:      Venturilla, ¿ cómo vienes ? 885
VENTURA:      Enfadado de venteros,
   trotando por esos llanos,
   trepando por esos puertos,
   y ofreciendo a Bercebú
   a cierta mano de tejo 890
   que hemos engastado en oro.

Aparte a VENTURA

MELCHOR:      ¿ Quieres callar, majadero ?
LUIS:      Venís muy enamorado ?
MELCHOR:      No sé lo que os diga en eso
   lo que sobra por oídas 895
   y lo que basta hasta verlo.
   No sé yo porqué al Amor
   le llaman y pintan ciego,
   pues lo que no ve, no estima.
LUIS:      ¡ Ay ! ¡ Qué de mal me habéis hecho ! 900
MELCHOR:      ¡ Yo ! ¿ Cómo, o porqué ?
LUIS:                                Mejor
   es reprimir pensamientos,
   y desahuciar esperanzas
   que enemistaran con celos.
   Vos sois pobre; vuestra dama 905
   tiene sesenta mil pesos,
   que ensayados son escudos;
   yo soy rico, y vuestro deudo.
   No he de competir con vos.
MELCHOR:      Don LÜis, si sois discreto, 910
   ¿ por qué me habláis con preñeces ?
LUIS:      Ya no lo son, si lo fueron.
   Doña Magdalena hermosa
   os espera como a dueño
   de su hacienda y libertad, 915
   con amor libre y honesto.
   Idolatrara yo en ella,
   a no estar vos de por medio,
   y pretendiera imposibles.
   por vos, que amor crece entre ellos. 920
   Vámosla a ver. No hagáis caso
   de fábricas que en el viento
   desvaneció vuestra vista,
   digna de tan noble empleo.
   Ella os ama; yo la adoro; 925
   mas sacaréla del pecho,
   aunque me cueste la vida,
   con la ausencia o con el tiempo.
MELCHOR:      Primo, puesto que a casarme
   de Leon a Madrid vengo, 930
   no es de suerte enamorado
   al interés que pretendo
   que no sea lince mi honor,
   con que velando penetro
   dificultades que esconden 935
   vuestros confusos misterios.
   Si queréis y sois querido,
   proseguid, que yo os prometo
   que su oro no sea bastante
   a dorar de amor los hierros. 940
   Declaraos, si sois amigo.
LUIS:      ¿ Qué hay que declarar ? Yo quiero
   a quien por dueño os aguarda;
   pero no hagáis argumento
   de lo que os digo, ni agravio 945
   del mínimo pensamiento
   de vuestra dama o esposa;
   porque, por la luz del cielo,
   que hasta agora en mí no ha visto
   una centella del fuego 950
   que me abrasa; ni en virtud
   tiene España tal ejemplo.
   Fuila a ver de vuestra parte,
   las vuestras encareciendo;
   y amor, que es potencia todo, 955
   rindióse viendo su objeto.
   Pero amor en los principios
   es niño, y múdase presto.
   Yo me ausentaré esta tarde,
   por aguardarme en Toledo 960
   amigos y ocupaciones.
   Asegurad, primo, miedos;
   que no es bien perdáis por mí
   tal belleza y tal provecho.
MELCHOR:      No le tengo yo por tal 965
   si ha de ser en daño vuestro;
   ni es mi voluntad tan libre
   que no haya los ojos puesto
   en prendas merecedoras
   de señorear deseos, 970
   que tibios, por no empleados,
   sabrán deshacer conciertos.
   Ni yo a quien amáis he visto,
   ni en viéndola me prometo
   tanto, que pueda mudar 975
   las memorias que conservo.
   ¿ Qué sé yo si agradaré
   a esa dama, que habrá hecho
   ausente retratos míos
   allá en el entendimiento, 980
   y por no corresponder
   el original con ellos,
   me aborrezca, pues no iguala
   la verdad á los deseos ?
   Primo, no habéis de ausentaros. 985
LUIS:      Vámosla a ver, que ya es tiempo.
   Plegue a Dios que no os agrade.
MELCHOR:      (¡ Ay mano ! ¡ Ay cristal ! ¡ Ay cielo ! Aparte
   Con una mano en los ojos,
   ¿ qué he de ver estando ciego ? 990
VENTURA:      (Mano, vive Dios, de Judas,          Aparte
   pues lleva bolsa y dineros.)

Vanse todos.    Sale doña MAGDALENA, vistiéndose otro traje, y QUIÑONES

MAGDALENA:      ¿ Que don Melchor ha venido ?
QUIÑONES:      Si no te engaña tu hermano,
   ya llega a darte la mano.
MAGDALENA:      Iguálame ese vestido; 995
   que con el otro que dejo,
   los pensamientos desnudo
   que aquel extranjero pudo
   engendrar. Dame ese espejo.
   Ponme esa valona bien. 1000
   ¿ Está bueno este cabello ?
QUIÑONES:      Tal, que estando Amor cabe ello,
   rendirá a cuantos le ven.
MAGDALENA:      ¡ Ay, Quiñones, y qué susto
   me causa aquesta venida !
   Tenía yo divertida 1005
   el alma, y no sé si el gusto,
   con la memoria apacible
   del forastero galán.
   ¡ Y ántes de verle me dan 10091010
   Esposo ! ¡ Caso terrible !
   ¡ Que tenga tanto poder
   la obediencia y el honor !
QUIÑONES:      Dilata mas el color
   de ese carrillo.
MAGDALENA:                          Sin ver,
   ¿ he de amar a quien aguarda ? 1015
   Quiñones, ¿ no es caso fiero ?
QUIÑONES:      Galán era el forastero.
MAGDALENA:      Y sobre galán, gallardo.
   ¡ Ay ! ¡ Quien pudiera eompralle,
   ya que mis penas escuchas,
   una de las partes muchas 1020
   que tiene: la gracia, el talle
   con que hacer a don Melchor
   como él... ! Si no tan perfeto
   Tan amante o tan discreto.
QUIÑONES:      Podrá ser que sea mejor.
MAGDALENA:      ¿ Cómo será eso posible ? 1025
   ¡ Tan cortés urbanidad !
   ¡ Tanta liberalidad !
   ¡ Y sazón tan apacible !
   No era digna de ella yo.
   Roguéle no me siguiese, 1030
   ni donde vivo supiese;
   y obediente, se quedó
   inmóbil en aquel puesto,
   si, como ya lo advertiste,
   entre confiado y triste, 1035
   solo a agradarme dispuesto.
   Luego    ¿ tu piensas que ignoro
   que no fue él el robador
   del usurpado favor,
   que me restituyó en oro ? 1040
QUIÑONES:      Para mí no hay dudar de eso.
MAGDALENA:      Pues de tanta eficacia es
   conmigo, no el interés,
   la accion sí, que te confieso
   que hechizo para mí ha sido. 1045
QUIÑONES:      Es grande hechicero el dar.
   Inmenso y rico es el mar,
   y recibe agradecido
   el tributo sucesivo
   del arroyuelo menor;
   que en los estudios de amor 1050
   sólo hay libros de recibo.
   Pero ¿ de qué sirve ya
   hacer de él memoria en vano,
   si para darte la mano
   tu esposo a la puerta está ? 1055
MAGDALENA:      De que salga regalado
   del alma y memoria mía;
   que al huésped es cortesía
   el despedirle obligado.
   Mas los vecinos de arriba 1060
   pienso que me entran a ver.

Salen doña ANGELA y don SEBASTIAN

SEBASTIAN:      La vecindad suele ser,
   cuando en la igualdad estriba
   que conserva la amistad
   si es que la vuestra merezco,
   un grado de parentesco, 1065
   señora, de afinidad.
   Hémosla ya profesado
   vuestro hermano y yo; y así
   a doña Angela pedí
   que aumentase aqueste grado 1070
   entrándoos a visitar,
   y a dárseos por servidora.
MAGDALENA:      Casa en que tal dueño mora,
   es muy digna de estimar,
   y más el ofrecimiento 1075
   con que esta merced me hacéis,
   cuando en mí, señora, veis
   tan corto merecimiento.
   Mas con tan noble vecina
   seré dichosa desde hoy. 1080
ANGELA:      Vuestra servidora soy,
   y fuera vuestra madrina
   ya que bodas esperáis,
   si hallara desocupada
   aquesta plaza.
MAGDALENA:                        Obligada, 1085
   quiero que merced me hagáis;
   que hasta aquí no os he servido
   para suplicaros eso.
   Que estoy turbada confieso.
ANGELA:      ¿ A quién no turba un marido ? 1090
MAGDALENA:      Y más quien cual yo le aguarda,
   y el talle que tiene ignora.
SEBASTIAN:      El honor no se enamora;
   que solas las leyes guarda
   de la opinión, y hasta en esto
   mostráis vuestra discreción. 1095
ANGELA:      Por excusar la ocasión
   en que ese susto os ha puesto,
   el matrimonio rehuso.
MAGDALENA:      CrÜel es vuestra hermosura.
ANGELA:      ¡ Jesús ! Delante de un cura, 1100
   por más que el cielo dispuso
   que se desposen así,
   y tanta gente, ¿ ha de haber
   tan atrevida mujer,
   que le diga a un hombre "sí" ? 1105
SEBASTIAN:      Pues ¿ qué escrúpulo hay en eso ?
ANGELA:      ¡ Jesús ! Quien hace tal cosa,
   o es muy libre y animosa,
   o no tiene mucho seso.

Salen don ALONSO, don JERONIMO, don LUIS, don MELCHOR y VENTURA

ALONSO:      Atribuye A tu ventura, 1110
   como a mi buena elección,
   hija, el que en esta ocasión
   corresponda a tu hermosura,
   el noble merecimiento
   del dueño que te escogí. 1115
   Vesle, Magdalena, aquí.
   No pudo tu pensamiento,
   por más que encarecedor
   galán te le haya pintado,
   ser más que un tosco traslado 1120
   del talle de don Melchor.
   Haz cuenta que en él abrazas
   de don Juan la imagen propia;
   que yo viéndole en su copia,
   miéntras tú su cuello enlazas, 1125
   mostraré mi regocijo,
   renovando en esta edad
   la juvenil amistad
   del noble padre, en su hijo.
   No quiero yo más hacienda 1130
   que la heredada virtud
   que miro en su juventud.
   El padre avariento venda
   al oro la libertad
   de sus hijas; que el valor 1135
   de tu esposo don Melchor,
   y la ley de mi amistad,
   juzga por más oportuna
   la sangre que la riqueza,
   cuanto la naturaleza 1140
   se aventaja a la fortuna.
   Dale la mano.

Hablan aparte doña MAGDALENA con QUIÑONES, y don MELCHOR con VENTURA

MAGDALENA:                        ¡ Ay Quiñones,
   éste ¿ no es el forastero
   que fue usurpador primero
   de mis imaginaciones ? 1145
QUIÑONES:      Sí, señora.    En la Vitoria
   éste fue quien la alcanzó
   d ti. ¿ Qué dicha llegó
   a la tuya ?
MELCHOR:                    La memoria
   de aquella mano, Ventura, 1150
   como quien ve por antojos,
   tiene ocupados mis ojos.
   ¡ Fea mujer !
VENTURA:                    ¿ Qué hermosura
   se igualará a la presente ?
   Pero dejando la cara, 1155
   en la candidez repara
   de aquella mano esplendente,
   que es la misma, vive Dios,
   que melindrizó el bolsillo.
MELCHOR:      Anda, borracho; aun decillo 1160
   es blasfemia.
VENTURA:                        No estóis vos,
   señor, con juicio cabal.
MELCHOR:      Esta es asco, es un carbón.
   Es en su comparación
   el yeso junto al cristal. 1165
   A sus divinos despojos
   no hay igualdad.
VENTURA:                          Yo la vi,
   cuando me llevó tras sí
   con el bolsillo los ojos,
   y juro a Dios que es la propia. 1170
MELCHOR:      Enviaréte noramala,
   si no callas, necio. Iguala
   la Scitia con la Etiopia.
   La mano que a mi me ha muerto,
   de una vuelta se adornaba 1175
   de red...
VENTURA:                  (Bolsillos pescaba.)        Aparte
MELCHOR:      ...y ésta trae el puño abierto.
VENTURA:      No estaba el otro cerrado
   para agarrar los doscientos.
   Llégala a hablar.
MAGDALENA:                          (Pensamientos,      Aparte 1180
   ¿ qué piélago os ha engolfado
   e contrarias suspensiones ?)
ALONSO:      Don Melchor, ¿ cómo no habláis
   a vuestra esposa ?
MELCHOR:                          Agraviáis
   las cuerdas ponderaciones 1185
   que en esta belleza admiro,
   si limitáis su silencio.
   Callo, adoro, reverencio
   y hablo más cuanto más miro.
   Perdonad, señora mía, 1190
   a la lengua, si a los ojos,
   para gozar los despojos
   de ese sol que luz me envía,
   se pasa; que si es verdad,
   que Amor al esposo obliga 1195
   que lo primero que diga
   sea alguna necedad,
   yo juzgo por caso recio
   la primer vez que os adoro
   entrar contra mi decoro, 1200
   por los umbrales de necio.
MAGDALENA:      Estáis tan acreditado
   conmigo ya, que si fuera
   posible que en vos cupiera
   esa ley de desposado, 1205
   juzgara por discreción
   cualquier desacierto vuestro.
VENTURA:      Cada cual se dé por diestro.
   Buena está la introducción,
   y vuesa merced me tenga 1210
   cuando me vaya a caer;
   que habemos los dos de ser
   un par hasta que otro venga.
SEBASTIAN:      Entre tanto parabién
   los de un vecino admitid, 1215
   de quien podréis en Madrid
   serviros siempre, y también
   los de mi hermana que agora
   añade a su vecindad
   nuevos grados de amistad. 1220
JERONIMO:      Doña Angela, mi señora,
   y el señor don Sebastián,
   posan los cuartos de arriba,
   y en su noble sangre estriba
   la voluntad con que os dan 1225
   parabienes, que merecen
   mucho.

A don JERONIMO

MELCHOR:                Salid vos por mí
   fiador, pagaréis así
   los favores que me ofrecen;
   Que como recién venido, 1230
   caer en mil faltas temo.
ANGELA:      (El leonés es por extremo,          Aparte
   como no oliera a marido.)
ALONSO:      Esta noche habéis de ser
   mis convidados los dos. 1235
SEBASTIAN:      Basta mandárnoslo vos.
VENTURA:      (Eso sí; haya que comer.)          Aparte

Aparte a don MELCHOR

ALONSO:      Ya estáis, hijo, en vuestra casa.
   Desposado saldréis de ella.

Aparte don LUIS y don MELCHOR

LUIS:      ¿ Haos parecido muy bella
   la novia ? ¿ Mas que os abrasa ? 1240
   ¿ Mas que ya habéis olvidado
   aquella mano homicida ?
MELCHOR:      Quien bien ama, tarde olvida;
   que estoy más enamorado
   por ella, amigo, os advierto. 1245
LUIS:      ¿ Pues no es la de vuestra esposa,
   para mano, tan airosa,
   y tan bella ?
MELCHOR:                      No por cierto.

Hablan aparte doña MAGDALENA y QUIÑONES

QUIÑONES:      ¿ Hay suerte como la tuya ?
   ¡ Que el primer hombre que vinieres 1250
   Sea tu esposo ! ¡ Dichosa eres !
MAGDALENA:      No sé de eso lo que arguya.
   Pensamientos solicitan
   guerra, en mi pecho, crÜel,
   y si unos vuelven por él, 1255
   otros le desacreditan.
JERONIMO:      (Temo que nuestra vecina,        Aparte
   según lo que en mi alma pasa,
   por dueño se quede en casa.)
LUIS:      (¡ Ay Magdalena divina !                Aparte 1260
   Ya te lloro enajenada.)
QUIÑONES:      ¿ Cómo te llamas ?
VENTURA:                            Ventura.
QUIÑONES:      Buen nombre y mala figura.
VENTURA:      Soylo, mas no descartada.

Don SEBASTIAN habla aparte con su hermana, doña ANGELA

SEBASTIAN:      ¿ Qué, hermana, te ha parecido
   del leonés forastero ?
ANGELA:      Gallardo para soltero, 1265
   pesado para marido.
MELCHOR:      (¡ Ay !    Mano hermosa, cumplid      Aparte
   palabras y juramentos.)
VENTURA:      (¡ Ay, mis escudos doscientos,        Aparte
   espirasteis en Madrid !) 1270


ACTO SEGUNDO


VENTURA:

Salen doña MAGDALENA, de luto bizarro, y QUIÑONES

MAGDALENA:      ¿ Qué sacas de encarecer
   la dicha que he conseguido
   en que esposa venga a ser
   del primero que he querido,
   y que llegue a merecer 1275
   las partes que en don Melchor
   rindieron mi voluntad
   su gentileza, valor,
   talle, liberalidad,
   discreción, gracia y amor ? 1280
   Pues todas ésas, Quiñones,
   si fueron ponderaciones
   primero de mi afición,
   ya de mis recelos son
   sospechosas ocasiones. 1285
QUIÑONES:      No me espanto. Todo aquello
   Que está en ajeno poder,
   tiene el gusto por más bello,
   y el valor suele perder,
   en llegando a poseello. 1290
   Juzgaste ayer a tu esposo
   por prenda ajena; y así
   te pareció más hermoso.
   Viene a ser tu dueño aquí,
   y júzgasle ya enfadoso. 1295
   Efímera es tu afición:
   toda ayer ponderación
   y hoy desdén toda y mudanza.
   ¿ Quién vio morir la esperanza
   antes de la posesión ? 1300
   ¿ Es posible que tan presto
   aborreces lo qne amabas ?
   No en balde luto te has puesto
   por los deseos que acabas
   de enterrar.
MAGDALENA:                      No estás en esto 1305
   de amar, Quiñones, tan diestra,
   que los peligros rehuses
   que el yugo conyugal muestra.
   Y así no es mucho que acuses
   mi amor, si no eres maestra. 1310
   De suerte a don Melchor quiero
   después que a esta casa vino,
   que si me agradó primero,
   mi amor es ya desatino,
   pues sin él, morir espero. 1315
   Mas, ¿ con qué seguridad
   rendiré mi voluntad
   a quien, con tan fácil fe,
   la primer mujer que ve
   triunfa de su voluntad ? 1320
   Hombre que a darme la mano
   viene aquí desde León
   y es tan mudable y liviano
   que a la primera ocasión,
   liberal y cortesano, 1325
   a un manto rinde despojos
   y a una mano el alma ofrece.
   ¿ No quieres que me dé enojos
   quien así se desvanece ?
   Y sin penetrar sus ojos 1330
   lo que, por no ver, ignora,
   se suspende y enamora,
   exagera, sutiliza,
   y palabras autoriza,
   pues con escudos las dora. 1335
   ¿ Qué satisfacción dará
   a quien por dueño le espera ?
   ¿ O quién me asegurará
   de voluntad tan ligera,
   que, desposado, no hará 1340
   lo mismo con cuantas mire,
   y yo con él mal casada,
   quejas al alma retire,
   llore mi hacienda gastada,
   y sus mudanzas suspire ? 1345
QUIÑONES:      ¡ Pues siendo tú quien despierta
   su voluntad, y encubierta
   diste causa a sus desvelos,
   ¿ de quién puedes formar celos ?
MAGDALENA:      De mí misma. Y está cierta 1350
   que si le amé forastero,
   doméstico y dueño ya,
   dudo, al paso que le quiero.
QUIÑONES:      Pues bien, ¿ qué remedio da
   tu amor ?
MAGDALENA:                    Cumplir lo primero
   mi palabra en la Vitoria, 1355
   y ver si en ella me aguarda.
QUIÑONES:      No tendrá de ti memoria;
   que tu presencia gallarda,
   siendo a sus ojos notoria,
   borrará la primer copia
   que vio tapada e impropia, 1360
   pues se enamoró en bosquejo,
   y mudando de consejo,
   te olvidará por ti propia.
MAGDALENA:      Eso, pues, quiero probar.
QUIÑONES:      Pues ¿ para qué te vestiste
   de luto ?
MAGDALENA:                  Para mostrar, 1365
   en señal de que estoy triste,
   la color de mi pesar.
   Todos estos son ardides
   de mi amor.
QUIÑONES:                      ¿ No puedo yo
   saberlos ?
MAGDALENA:                    Si los impides, 1370
   dándome consejos, no;
   mas sí, si a mi amor te mides.
QUIÑONES:      ¿ Pues agora dudas de eso ?
MAGDALENA:      Que estoy loca, te confieso.
   Pongan el coche.
QUIÑONES:                            Ya está 1375
   a la puerta.
MAGDALENA:                      Importará
   para el fin de este suceso,
   ya que en este tema doy,
   que a casa de doña Juana,
   a quien el pésame voy 1380
   a dar de su muerta hermana,
   mientras que con ella estoy,
   hagas llevarme una silla
   y un escudero alquilados.
QUIÑONES:      Hartos hay en esta villa.
MAGDALENA:      Después sabrás mis cuidados.
QUIÑONES:      ¿ Y agora no ?
MAGDALENA:                        Maravilla 1385
   fuera, siendo tú mujer,
   no morirte por saber.
   Amor, que en todo es astuto,
   me ha vestido de este luto,
   porque si me llega a ver 1390
   hablando con don Melchor
   mi hermano o padre, no entienda
   por el vestido mi amor
   secreto, y con él se ofenda.
QUIÑONES:      ¡ Lo que previne el temor !
MAGDALENA:      Por lo mismo iré también 1395
   en silla desconocida.
QUIÑONES:      Todo lo dispones bien.
MAGDALENA:      Ténmela allí apercebida,
   y tus albricias prevén
   si don Melchor no me espera
   donde ayer me prometió. 1400
QUIÑONES:      Dios lo haga de esa manera.
MAGDALENA:      No soy tan dichosa yo.
QUIÑONES:      Tú has dado en gentil quimera.

Vanse las dos.    Salen don MELCHOR y VENTURA

VENTURA:      ¿ Es posibie que haya amor,
   que la hermosura divina
   de tal dama menosprecie
   por una mujer enigma, 1405
   por una mano aruñante,
   que con blancura postiza,
   a pura muda y salvado,
   sus mudanzas pronostica ?
   ¿ Sin haberla visto un ojo, 1410
   sin saber si es vieja o niña,
   nari-judaizante o chata,
   desdentada o boquichica ?
   ¡ Que en cáscara te enamores !
   ¡ Que bien del espejo digas, 1415
   sin ver no más que la tapa !
   ¡ De una dama en alcancía !
   ¡ De la tumba por el paño !
   ¡ De la toca por la lista !
   ¡ Del pastelón por la hojaldre ! 1420
   ¡ De la sota por la pinta !
   ¡ De la espada por la vaina !
MELCHOR:      Ea, ensarta boberías,
   eslabona disparates,
   y frialdades bufoniza; 1425
   que yo he de esperarla aquí.
VENTURA:      Y de veras, ¿ imaginas
   que ha de tornar la bolsona ?
MELCHOR:      Tú verás presto cumplida
   la palabra que me dió. 1430
VENTURA:      Como oliscara la ninfa
   otro bolsillo preñado
   de doradas gollorías,
   sí hiciera... ¿ Mas no te agrada
   doña Magdalena
MELCHOR:                        Es... fría. 1435
   No me la nombres, Ventura,
   que tengo el alma rendida
   a la gallarda encubierta;
   y si a la mano divina
   la hermosura corresponde 1440
   del rostro, como adivina
   el alma que nunca miente,
   mi dichosa suerte estima.
VENTURA:      Y si fuese, como creo,
   en lugar de Raquel, Lía, 1445
   con el un ojo estrellado,
   y con el otro en tortilla,
   los labios de azul turquí,
   cubriendo dientes de alquimia,
   jalbegado el frontispicio 1450
   a fuer de pastelería,
   y como universidad
   rotuladas las mejillas,
   ¿ qué has de hacer ?
MELCHOR:                            Cuando eso,
   que supongo que es mentira, 1455
   volveréme a Magdalena,
   que si no es hermosa, es rica.
VENTURA:      No es tan rica como hermosa.
   Mas asentemos que imita
   en belleza al sol de enero 1460
   la buscona que te hechiza.
   ¿ Si es pobre... ?
MELCHOR:                        Eso no lo creas.
VENTURA:      ¿ Y si lo fuese por dicha ?
MELCHOR:      Llevarémela a León,
   y con ella en quieta vida, 1465
   al yugo de amor atado,
   daré dueño a mi familia,
   señora a mi herencia corta,
   y a mi padre nuera e hija.
VENTURA:      ¡ Buena vejez le acomodas ! 1470
   Mas si no fuese tan limpia
   como tu sangre merece,
   envidiada por antigua,
   o ya que fuese tan noble
   como el árbol de Garnica, 1475
   si es doncella despalmada,
   como nave que inverniza,
   ¿ qué has de hacer ?
MELCHOR:                            Tendrán respuesta
   todas tus bachillerías
   en viéndola.
VENTURA:                      ¿ Cómo sabes 1480
   que es su cara a letra vista ?
   Plegue a Dios que nunca vuelva,
   y si vuelve y es pandilla,
   que la tripules, y te abra
   los ojos santa Lucía. 1485
   Mas don LÜis sale aquí
   con una enlutada o viuda,
   tapada como la nuestra.
MELCHOR:      Donde hay cebo, todos pican.

Salen doña MAGDALENA y don LUIS

LUIS:      Mal haya quién inventó 1490
   los mantos, señora mía,
   que en España solamente
   de tantos gustos nos privan !
   ¡ Tal presencia viene sola,
   baldada de madre o tía ! 1495
   Por Dios, hermosa enlutada,
   que lo he tenido por dicha.
   Enseñadme sálo un ojo,
   y jugaré con su niña,
   que a la puerta de la iglesia, 1500
   bien es que limosna os pida.
MAGDALENA:      Dios me dé, señor, qué daros.
   A aquel hidalgo querría
   hablar.
LUIS:      ¿ A cuál ?
MAGDALENA:                        Al que está 1505
   al lado de aquella pila.
LUIS:      Ese es mi amigo y pariente.
MAGDALENA:      Si lo es vuestra cortesía
   de la que en él reconozco,
   dadme lugar que le diga 1510
   cuatro palabras no más.
LUIS:      Si sois la que él imagina,
   y sus bodas desazona,
   pedidme, señora, albricias.
MAGDALENA:      Pídoos pues que despejéis 1515
   este lugar.

Llegando don LUIS a don MELCHOR

LUIS:                      Si peligra,
   cual dicen, el que anda entre
   la cruz y el agua bendita,
   primo, entre una y otra estáis.
   Aquella dama que os mira, 1520
   os quiere hablar.    Id con tiento,
   que debe ser homicida,
   pues en fe de lo que mata,
   huyendo de la justicia
   anda a sombra de tejados 1525
   si el manto los significa.
MELCHOR:      ¿ Que me quiere hablar, decís ?
LUIS:      Esto me manda que os diga.
MELCHOR:      ¡ Ay, Ventura, que es mi dama !
VENTURA:      Viene de requiem vestida. 1530
   Otra ganga debe ser;
   que hay en Madrid infinitas,
   y huelen un forastero
   de una legua.
MELCHOR:                      Esta es la misma
   que vi ayer; su talle y cuerpo 1535
   me la retratan y pintan.
   Primo, adiós.

Volviendo a doña MAGDALENA

LUIS:                      Ya llega a veros.
   Sed con él agradecida.
   Hechizádmele, señora;
   que me va el alma y la vida 1540
   en que aborrezca una prenda
   que mis gustos tiraniza.

Vase don LUIS

MELCHOR:      ¿ Soy yo, señora, el llamado ?
VENTURA:      ¿ Sois vos, decid, la escogida ?
MELCHOR:      Ventura, apártate allá. 1545
VENTURA:      Sé sumiller de cortina,
   descubre aquesa apariencia,
   tocarán las chirimías;
   que en las tramoyas pareces
   poeta de Andalucía. 1550

A don MELCHOR

MAGDALENA:      ¿ Conocéis aquesta mano ?
MELCHOR:      ¡ Ay aurora ! ¡ Ay sol ! ¡ Ay día !
VENTURA:      (El cantar del ay, ay, ay,          Aparte
   se nos ha vuelto a Castilla.)
MAGDALENA:      Vengo a cumplir mi palabra. 1555
MELCHOR:      Si fuésedes tan cumplida
   en favores, como en ellas,
   viera yo el sol que me eclipsa
   la nube de aquese manto.
MAGDALENA:      También a venir me obliga 1560
   la hacienda que usurpo, ajena,
   pues es justo restituírla.
MELCHOR:      Si lo decís por un alma,
   que desde ayer fugitiva
   en su casa le echan ménos, 1565
   yo la doy por bien perdida.
MAGDALENA:      ¿ Es vuestra ?
MELCHOR:                      Sí, mi señora.
MAGDALENA:      ¡ Qué traviesa es !    ¡ Qué atrevida !
   No me ha dejado dormir
   toda esta noche.    Registra 1570
   curiosa cuantas potencias
   pensamientos ejercitan;
   no siendo huéspeda, se hace
   mandona en mi casa misma.
   Prométoos que a no venir 1575
   esta mañana una amiga
   por ella, que es su señora,
   me diera muy triste vida.
MELCHOR:      ¡ Señora suya, y no vos !
   ¿ Quién os dijo tal mentira ? 1580
MAGDALENA:      Una doña Magdalena,
   noble, cuerda, hermosa y rica.
   Tenedme por tan curiosa,
   desde ayer a medio día,
   que hice en vuestra información 1585
   diligencias exquisitas.
   Sé que venís a casaros
   con el fénix de las Indias,
   que vuestro amor pesa a pesos
   y en vos esperanzas libra. 1590
   Sé que os llamáis don Melchor,
   que os ilustra sangre limpia,
   que sois pobre y caballero,
   y que hoy han de estar escritas
   vuestras bodas y conciertos 1595
   mirad ¡ cuán necia es quien fía
   en palabras forasteras,
   falsas, si ponderativas !
   Si como os mostré una mano
   ayer, menos advertida 1600
   os permitiera cebar
   en mi rostro vuestra vista,
   ¡ qué burlada que quedara,
   siendo después conocida,
   y ocasionando en mi ofensa 1605
   pesados motes y risas !
   ¡ Bien haya quien hizo mantos !
MELCHOR:      ¡ Mal haya quien no se olvida,
   por la sal de aquesa lengua,
   de cuantas bellezas mira ! 1610
   Verdadera información
   habéis hecho, y tan cumplida
   como la fe con que os amo;
   mas creed, tapada mía,
   que obligado a diligencias 1615
   tan amorosas y dignas
   de la eterna estimación;
   si como el alma imagina,
   sois hermosa, que sí sois,
   pues por más que el manto impida 1620
   milagros que reverencio,
   es mi amor lince en la vista,
   ni el oro, ni la belleza,
   ni imposibles de la envidia,
   tienen de ser poderosos 1625
   a que no os adore y sirva.
   A vuestra competidora
   vi ayer. Vuestro amor permita
   que aqueste nombre la dé,
   y si no el de mi enemiga, 1630
   Y pudo tanto el cristal
   de aquesa mano divina,
   que elevado en su memoria,
   me pareció... No es bien diga
   de mujer, y más ausente, 1635
   faltas que la cortesía
   de que siempre me he preciado,
   con razón desautorizan.
   Parecióme, en fin, ni hermosa
   ni digna de que compita 1640
   con vos, ni mi amor querrá
   que la libertad la rinda.
   Esta es vuestra, y es razón
   que conozca la cautiva
   la cara de su señora. 1645
   Mi amor aquesto os suplica.
   Baste ya tanto recato.
MAGDALENA:      Casi estaba persuadida
   a agradaros... Pero no,
   que vuestro deseo me pinta 1650
   más hella de lo que soy,
   y temo perder la estima
   en que estoy imaginada,
   cuando no la iguale, vista.
   Aunque no quiero tampoco 1655
   desacreditar la dicha
   que en vuestro amor intereso
   si por no verme se entibia.
   Yo os juro a fe de quien soy,
   si es licito que se siga 1660
   la pública voz y fama
   que tengo de aquesta villa,
   que no es doña Magdalena
   ni más bella, ni más rica,
   ni más moza, ni más sabia, 1665
   ni más noble, ni más digna
   de serviros y estimaros
   que yo; y aunque coronista
   de mis mismas alabanzas,
   en competencias se admitan, 1670
   si no créis estas verdades.
MELCHOR:      Por la luz, pura y divina
   que amante adoro y no veo,
   que os juzgo por maravilla
   de la belleza, y que os hace 1675
   la comparación traída
   agravio en mi estimación
   como la noche hace al día.
MAGDALENA:      Haced una cosa pues.
   Los conciertos se despidan 1680
   de esa doña Magdalena
   que mi quietud martiriza.
   No viváis más en su casa,
   y llevándoos yo a la mía,
   averiguaréis verdades 1685
   que el temor desacredita.
MELCHOR:      Que me place dos mil veces.
   Y porque vais persuadida
   del poco amor que la tengo,
   sabed que aquel que venía 1690
   con vos, y de vuestra parte
   me llamó, es mi sangre misma,
   y la que aborrezco adora.
MAGDALENA:      Ya lo sé.
MELCHOR:                    Haré que la pida
   a su padre, y yo cediendo 1695
   la acción que tengo a su dicha,
   serviré de intercesor,
   sin dudar que la consigan
   tres mil ducados de renta
   que a don LÜis acreditan, 1700
   y el ser su deudo también.

Sale SANTILLANA y habla a doña MAGDALENA

SANTILLANA:      Acabado se han las misas,
   y ya la iglesia está sola.
MAGDALENA:      No traigo yo tanta prisa.
   Aguardaos un poco allá. 1705
SANTILLANA:      (¡ Qué señora tan prolija !)
   Aparte

VENTURA habla aparte con SANTILLANA

VENTURA:      ¡ Ah señor Nuño Salido !
   Vuesa ancianidad se sirva
   de escucharme mil palabras. 1710
SANTILLANA:      ¿ Es vuesancé taravilla ?
VENTURA:      ¿ Cómo ha nombre ?
SANTILLANA:                          Santillana.
¿ Y el que sacó de la pila ?
SANTILLANA:      Ese es Suero.
VENTURA:                        Sorberánle
   éticos, que el suero alivia. 1715
   ¿ Cuánto ha que sirve a esta dama ?
SANTILLANA:      Dos horas, aun no cumplidas,
   ha que me alquiló una dueña
   por coadjutor de una silla.
VENTURA:      Luego ¿ no sabe quién es ? 1720
SANTILLANA:      No, señor.
VENTURA:                    ¿ A mí pandillas ?
   So pena de la ración
   le mandan que no lo diga;
   pero aquí está un real de a cuatro
   que secretos desbalija 1725
   de arrugados entrecejos.
   Diga quién es, si le brindan.
SANTILLANA:      (Estafar a un paje de estos          Aparte
   es hazaña peregrina.
   los cuatro reales me tocan. 1730
   De esta vez le doy papilla.)
   Mucho puede el hipocrás
   que cierta despensa cría,
   a los cuatro condeno,
   aunque más mi ama me riña. 1735

Va a coger la moneda que VENTURA ha mostrado

VENTURA:      No.    Tengamos y tengamos;
   que temo alguna engañifa.
SANTILLANA:      Soy contento. Esta señora,
   por este hidalgo perdida,
   viene a hablarle a lo cubierto 1740
   sin más gente y compañía,
   que la que en mis años ve.
VENTURA:      Más trae que doce tías.
SANTILLANA:      Y es... No ha de decirlo a nadie,
   si no es que le pida albricias 1745
   de su ventura a su dueño.
VENTURA:      Pierda cuidado y prosiga.
SANTILLANA:      Es la condesa...
VENTURA:                        ¿ Condesa ?
SANTILLANA:      De Chirinola.
VENTURA:                        En la China
   estará el chiri-condado. 1750
SANTILLANA:      No, señor, que es la provincia
   de Nápoles.
VENTURA:                    ¡ Chirinola !
   Llamaráse Chirimía
   la condesa. ¿ Y dónde vive ?
SANTILLANA:      Vive en la calle de Silva, 1755
   en una casa de rejas
   azules con celosías.
MAGDALENA:      El luto que pena os da,
   de un pobre viejo me libra,
   que ayer supe que murió; 1760
   y antes de aguardar visitas
   y pésames, vine a veros
   con un escudero y silla,
   que excusan coche y criados.
SANTILLANA:      ¿ Falta más ?
VENTURA:                    Sí.
SANTILLANA:                        Pues aprisa. 1765
VENTURA:      ¿ Es casada esta condesa ?
SANTILLANA:      Ya dicen que se le endilga,
   hablando a lo labrador.
MELCHOR:      En fin, ¿ mi amor no os obliga
   a que lo que por fe adoro, 1770
   vea ?
MAGDALENA:      Soy agradecida,
   y quiero de vos saber
   si soy, como otros afirman,
   más que doña Magdalena 1775
   Hermosa. Aplicad la vista
   a este ojo, fiador de estotro.

Descubre el un ojo

MELCHOR:      Decid nueva maravilla
   del cielo, decid que es sol
   con rayos que vivifican 1780
   el alma, en su ausencia muerta.
   ¡ Ah Ventura, Venturilla !
VENTURA:      ¿ Señor ?

A SANTILLANA

                 Adiós, escudante;
   que yo pagaré esta dita

Guárdase la moneda

SANTILLANA:      (Mal hubiese el escudero            Aparte 1785
   que de pajancos se fía !)
VENTURA:      ¿ Qué manda vuesa merced ?
MELCHOR:      Mira la belleza en cifra
   del cielo de este lucero,
   porque después no me digas 1790
   que es mi repudiada esposa
   más hermosa, ni más digna
   del empleo de mi amor.
VENTURA:      Mata, rinde, esplende, brilla,
   hermoso rasgón de gloria, 1795
   luminosa saetía
   para las flechas de amor.

A su amo

   Sé culto aquí, critiquiza.
MELCHOR:      Mostradme su compañero.
MAGDALENA:      Que me place.

Muéstrale el otro ojo tapada

VENTURA:                        ¿ Son reliquias 1800
   de una en una ?
MELCHOR:                        ¡ Hay tal belleza !
VENTURA:      Ya, ojos, pierdo la ojeriza
   con que el bolso nos aojastes.
   Ojale ese ojal de vista
   el dios sin ojos ni ojetes, 1805
   pues es hojuela en almíbar.
   Ojo a la margen, señor.
MAGDALENA:      ¿ Paréceos que con justicia
   podrán competir mis ojos
   con los que amor autoriza 1810
   en vuestra dama ?
MELCHOR:                          ¡ Jesús !
   No os injuriéis a vos misma
   con esa comparación.
   Que aquellos son...
VENTURA:                          Porquería.
MAGDALENA:      Esa sentencia pretendo 1815
   pagaros reconocida
   con esta firmeza.
VENTURA:                          Vaya.
MAGDALENA:      Y a vos con esta sortija.
VENTURA:      ¡ Oh mano, mas celebrada... !
   (Iba a decir que una misa            Aparte 1820
   nueva y de aldea; mas no,
   que es descompuesta osadía.)
   ¡ Mano, si en bolsillos fiera,
   en sortijas franca y linda !
   ¡ Mano ginovesa o fúcar ! 1825
   ¡ Mano de papel batida !
   ¡ Mano de reloj de Flandes,
   de cabrito o de cabrita,
   de almirez que hace almendrada,
   y de misal manecilla ! 1830
   ¡ Esta es mano, y no la otra,
   flemática, floja y fría,
   frágil, follona, fullera,
   fiera, fregona y francisca !
   ¡ Oh mano, eu fin, de condesa 1835
   Chirinola, o chilindrina !
   Pues si acierta el escudero,
   es mano de señoría.
SANTILLANA:      ¿ Queréis callar ?
MELCHOR:                        ¿ Cómo es eso ?
VENTURA:      No hay verdad que oculta viva. 1840
   Condesa de Chirinola
   sois.    Esta vejez lo afirma.
MELCHOR:      ¿ Condesa, mi bien ?
MAGDALENA:                            Creed,
   aunque al parlero despida,
   lo que os esté bien en eso. 1845
SANTILLANA:      (Apoyóse mi mentira.)              Aparte
MAGDALENA:      Y en vuestra fe confiada,
   adiós
MELCHOR:      Veréisla cumplida
   antes que amanezca. Adiós. 1850
VENTURA:      ¡ 0 mano que mana mina !

Vase todos.    Salen doña ANGELA y don SEBASTIAN

SEBASTIAN:      ¿ Cómo podré yo estorbar
   que este don Melchor se case
   y de celos no me abrase ?
ANGELA:      Hoy se tienen de firmar 1855
   las escrituras; mañana,
   que es fiesta, su amor espera
   la amonestación primera.
SEBASTIAN:      Y en ella mi muerte, hermana.
   ¡ Nunca él hubiera venido
   a Madrid !
ANGELA:                      ¡ Pluguiera a Dios, 1860
   si se han de casar los dos !
SEBASTIAN:      Ya tu amor he conocido.
   Bien le quieres.
ANGELA:                                Es verdad.
SEBASTIAN:      Hasta en eso me pareces.
   Mas que a don Melchor mereces
   por tu sangre y tu beldad.
   Mas, en fin, los dos se casan, 1865
   y los dos de pena y celos
   perecemos.
ANGELA:                      Mis desvelos
   del justo límite pasan
   que el amor de solo un día
   permite.
SEBASTIAN:                    Darle la muerte. 1870
ANGELA:      Medio es el que escoges fuerte,
   y contra la elección mía,
   que haciéndola en don Melchor,
   se juzga bien empleada.
SEBASTIAN:      Muriendo él, aunque te agrada,
   también morirá tu amor, 1875
   pero hagamos una cosa.
   Esta boda alborotemos.
ANGELA:      ¿ De qué manera podremos ?
SEBASTIAN:      Diré que me dio de esposa
   el sí doña Magdalena.
ANGELA:      ¿ Dónde hallarás los testigos ? 1880
SEBASTIAN:      Criados tengo y amigos.
ANGELA:      Para dilatarla es buena;
   mas no para disuadirla.
SEBASTIAN:      Como agora se suspenda,
   mi calidad y mi hacienda
   bastarán a persuadirla.
   Viejo es su padre. ¿ Quién duda 1885
   que su edad será avarienta ?
   Seis mil ducados de renta,
   si el oro todo lo muda,
   y el hábito que ya espero,
   ¿ qué cosa no alcanzarán ? 1890
ANGELA:      Don Melchor es muy galán.
SEBASTIAN:      Pero más lo es el dinero.
   Hasta intentarlo, ¿ qué importa ?
ANGELA:      Nada; mas de esto te advierto,
   que si el desposorio es cierto,
   por ser mi ventura corta, 1895
   no he de estar más un instante
   en esta casa.
SEBASTIAN:                          Yo voy,
   pues los conciertos son hoy,
   a negociar lo importante
   para impedirlos.
ANGELA:                              Ardid 1900
   es provechoso, como halles
   testigos.
SEBASTIAN:                      Tiene en sus calles
   todos los vicios Madrid.
   Haz cuenta que es una tienda
   de toda mercadería. 1905
   Siendo así, ¡ bueno sería
   que aquí el interés no venda
   testigos falsos !
ANGELA:                                Allana
   con ellos cuanto dinero
   tengo.
SEBASTIAN:                  Más barato espero 1910
   negociar. Adiós, hermana.

Vase don SEBASTIAN.    Sale VENTURA

VENTURA:      Buscaba a señor el viejo,
   y pensé que estaba aquí.
ANGELA:      Aguardaos.    No os vais así.
VENTURA:      Voyme porque a mi amo dejo 1915
   esperándome.
ANGELA:                          Escuchad.
VENTURA:      ¿ Qué manda vuestra hermosura ?
ANGELA:      ¿ Cómo os llamáis ?
VENTURA:                          ¿ Yo ? Ventura.
ANGELA:      Buen nombre.
VENTURA:                      Es de calidad,
   que soy muy cálido y franco; 1920
   pero aunque el nombre me alegra,
   es por ser mi dicha negra,
   llamar al negro, Juan Blanco.
ANGELA:      No venistes vos anoche
   de León ?
VENTURA:                  Vine.
ANGELA:                          Un secreto 1925
   me guardad, si sois discreto.
VENTURA:      Mejor lo guardo que un coche.
ANGELA:      Esta sortija os obligue.
VENTURA:      ¡ Oh mano, también perfeta !
   (¿ Qué lapidario planeta                  Aparte 1930
   mi dicha ensortija y sigue ?)
   Fuera Alejandro discreto,
   si cuando a la obligación
   de su amigo Efestión
   puso el anillo en secreto, 1935
   la mano en lugar del labio,
   le honrara, pues le selló;
   que pues que no se le dio,
   ni fue liberal, ni sabio.
   Mas yo que con él me quedo, 1940
   mejor le sabré guardar,
   pues para poder callar,
   me pondré en la boca el dedo.
   Digo, el de este anillo, freno
   que mudo a la lengua doy. 1945
ANGELA:      ¿ Sabes, Ventura, quién soy ?
VENTURA:      Sois cielo de amor sereno.
ANGELA:      ¿ Podría yo competir,
   en materia de querer
   con quien esposa ha de ser 1950
   de don Melchor ?
VENTURA:                        Y salir
   triunfante del mejor rayo
   con que el sol alumbra el mapa,
   pues sin haber sido papa,
   me hacéis de anillo lacayo. 1955
ANGELA:      ¿ Tiene doña Magdalena
   muy tierno a vuestro señor ?
VENTURA:      Más lejos está su amor,
   que Paris de Cartagena.
ANGELA:      ¿ Que no la tiene afición, 1960
   y es de su venida el norte ?
VENTURA:      Como a un alguacil de corte
   que entra a hacer la ejecución.
   Más faltas en ella nota
   que en una mujer preñada, 1965
   que en una mula fiada,
   y un juego, en fin, de pelota.
   No se casará con ella,
   aunque le hagan gran Sofí.
ANGELA:      Pues ¿ para qué vino aquí ? 1970
VENTURA:      Cierta señoría bella,
   ya que todo lo desbucho,
   aquestas bodas enfría.
ANGELA:      ¿ Señoría ?
VENTURA:                    Señoría.
ANGELA:      ¿ Y se quieren mucho ? 1975
VENTURA:      Mucho.
ANGELA:                      ¿ Quién es ella ?
VENTURA:                                  Una condesa
   de medio ojo y una mano,
   que el reino napolitano
   le dio la pinta y la presa,
   y ella a mí me dio el anillo 1980
   que veis.
ANGELA:                      ¿ Y cómo se llama ?
VENTURA:      Digo yo que es nuestra dama
   la condesa del bolsillo.
ANGELA:      ¿ Adónde cae ese estado ?
VENTURA:      Si no perdí la memoria, 1985
   cae dentro de la Vitoria;
   que es condesa de pescado.
ANGELA:      Hablad de veras.
VENTURA:                              Por Dios,
   que le ha enamorado allí
   el mejor ojo que vi, 1990
   no os haciendo agravio a vos,
   y la mano más brillosa,
   que el jabón de Chipre honró
   hoy la palabra nos dio
   de que ha de ser nuestra esposa 1995
   como a estotra Magdalena
   olvide, y deje su casa.
   Esto es todo lo que pasa;
   mas no os dé, señora, pena,
   que en sabiendo vuestro amor 2000
   mudará de parecer,
   porque solo dejó ver
   la condesa a don Melchor
   un par de ojos y una mano.
   Mostradle vos la nariz, 2005
   con el rosado matiz
   de ese rostro soberano,
   el hocico y dentadura,
   cocándole con el dote;
   que a Magdalena y su bote 2010
   olvidará, y por Ventura.
   digo por mí, a la condesa.
   Pues si aquí con vos se casa,
   todo en fin se cae en casa.
   (De lo parlado me pesa;              Aparte 2015
   mas este anillo me quita
   el frenillo del secreto;
   que es como salvia en efeto,
   que la lengua facilita.)

Vase VENTURA

ANGELA:      No he menester yo más de esto 2020
   para hacer que se dilate
   esta boda.    Mi amor trate
   nuevos pleitos, y sea presto;
   que aunque más celosa estoy
   de la condesa que escucho, 2025
   la dilación puede mucho.
   A buscar mi hermano voy.

Vase doña ANGELA.    Sale doña MAGDALENA, con otro vestido, y QUIÑONES

MAGDALENA:      Esto pasa.    Yo, Quiñones,
   soy amada aborrecida,
   desdeñada y pretendida. 2030
   ¡ Mira mis contradicciones !
   Cubierta, doy ocasiones
   a su pasión amorosa;
   vista, soy fea y odiosa;
   enamoro y desobligo. 2035
   Y compitiendo conmigo,
   de mí misma estoy celosa.
   Esta mano causa enojos
   que esta misma mano enciende.
   Déjame quien me pretende, 2040
   por unos mismos despojos.
   Mal ha dicho de estos ojos,
   cuando los llama más bellos;
   huye lo que busca en ellos;
   y puede la aprension tanto, 2045
   que es bastante solo un manto
   a amarlos y a aborrecellos.
   Por desposarse conmigo,
   de mí misma se descasa;
   y por pasarse a mi casa, 2050
   deja mi casa, enemigo.
   Yo que como sombra sigo
   sus pasos, pues lo parezco,
   lo que gano, desmerezco;
   lo que me da gusto, lloro; 2055
   porque me adora, le adoro
   y porque no, le aborrezco.
   ¿ Has oído tú jamás
   caso como este en tu vida ?
QUIÑONES:      Cosa es ni vista, ni oída;
   pero tú la ocasión das. 2060
   Envidiosa de ti estás,
   y niegas lo mismo que eres;
   por ti que te olvide quieres
   y sin darte a conocer,
   siendo sola una mujer, 2065
   te partes en dos mujeres.
   Dasle joyas, y conjuras
   su amor, que no te dará
   la mano, ni vivirá
   donde hospedarlo procuras. 2070
   Que rasgue las escrituras
   le pides, y niegue el sí
   que anoche concertar vi;
   y pues de ti misma agora
   vencida, eres vencedora. 2075
   Véngate por ti de ti.
MAGDALENA:      Mira.    El verle tan constante
   en amarme, me enloquece,
   y en cuanto a esta parte, crece
   mi fe, a su amor semejante. 2080
   Según esto, no te espante
   que me obligue la Fortuna
   a ser conmigo importuna,
   y quiera ser sola amada;
   pues soy dos imaginada, 2085
   aunque en la verdad soy una.
   Sólo en la imaginación
   vive amor; y siendo en ella
   dos, una fea, otra bella,
   tengo celos con razón. 2090
   En cuanto doy ocasión
   a que se case conmigo,
   si soy dos, ya desobligo
   a la que desprecia y deja,
   y si no, ya forma queja 2095
   la que es de su amor testigo.
   Como corren por mi cuenta
   una y otra, he de acudir
   a entrambas hasta morir,
   a un tiempo triste y contenta. 2100
   Premiaréle porque intenta
   pagar firme mi esperanza,
   y entonces daré venganza
   a su injurioso rigor
   porque el desdén y el favor 2105
   paguen firmeza y mudanza.
   Yo le querré eternamente,
   y eternamente también
   se vengará mi desdén
   de lo que en el suyo siente. 2110
QUIÑONES:      De tí misma diferente,
   tejes contrarios desvelos.
MAGDALENA:      Sólo es poderoso, cielos,
   en tan proceloso abismo,
   partir un corazón mismo
   el cuchillo de los celos. 2115

Salen doña ANGELA, don SEBASTIAN, don JERONIMO, y don ALONSO

ANGELA:      Su criado lo confiesa,
   y otros afirman lo mismo,
   que le han contado los pasos.
SEBASTIAN:      A mí algunos me lo han dicho
   y no lo quise creer,
   hasta que siendo testigo, 2120
   oor mis ojos lo que pasa
   en agravio vuestro he visto.
   Palabra se han dado ya,
   sospecho que por escrito,
   y se hubieran desposado, 2125
   a no habérselo impedido
   la muerte del conde viejo.
   Como sois nuestro vecino,
   sentiré cualquier desgracia,
   que en la casa donde vivo 2130
   os suceda.    Remediad
   este daño a los principios;
   que si le dejáis crecer,
   corre riesgo su peligro.
ALONSO:      ¿ Don Melchor enamorado 2135
   tan presto ?    ¿ De ayer venido,
   y hoy casado por conciertos ?
   ¿ Quién creerá tal desatino ?
SEBASTIAN:      ¿ Qué sabéis vos lo que ha
   que el leonés a Madrid vino,
   y los engaños que ha hecho 2140
   disfrazado y escondido ?
JERONIMO:      A no hablarle don LÜis
   en la Vitoria conmigo,
   dudo que a vernos viniera,
   y así la verdad colijo 2145
   que afirma don Sebastián.
ALONSO:      Alto.    Si vos lo habéis visto,
   ¿ qué hay que dudar ? Esta corte
   es toda engaños y hechizos.
   No ha de estar un hora en casa, 2150
   Magdalena.
MAGDALENA:                    Señor mío,
   más certeza tengo yo
   en las dudas que os he oído.
   Don Melchor, nuestro paisano,
   como más discreto y digno 2155
   de estados y de bellezas,
   que los que en mi empleo ha visto,
   está en vísperas de conde.
ALONSO:      ¿ Tambien tú lo sabes ?
MAGDALENA:                              Quiso
   el cielo desengañarme. 2160
   Su esposa me ha dado aviso
   en la Vitoria hoy de todo;
   que es muy amiga, y me dijo
   que un don Melchor de León,
   aunque pobre, bien nacido, 2165
   viniéndose a desposar
   con otra, en fin, ha podido
   más en un hora con ella
   que otro pudiera en un siglo.
   Hanse parecido bien 2170
   los dos; de suerte que ha sido
   del luto de un padre muerto,
   su presencia regocijo.
   Ignoraba que era yo
   la interesada; y convino 2175
   disimular por sacar
   toda esta verdad en limpio.
   En fin, estoy convidada
   al desposorio el domingo;
   que es, por su luto, en secreto. 2180
ALONSO:      ¡ Casamiento repentino !
   ¿ Y quién es esa condesa ?
MAGDALENA:      Por hoy no puedo decirlo;
   que me ha encargado el secreto
   hasta que esté concluído. 2185
JERONIMO:      ¡ Vive Dios ! Si no mirara
   que él mismo se da el castigo
   del necio trueco que hace...
ALONSO:      ¿ De qué os alborotáis, hijo ?
   ¿ Qué pierde mi Magdalena 2190
   en que no sea su marido
   quien tan presto se enamora,
   que hoy se casa y ayer vino ?
MAGDALENA:      Es muy hermosa de manos,
   tiene los ojos muy lindos, 2195
   llámala Italia condesa,
   muere por ser palatino...
   Muy buen provecho le haga;
   que ni lo siento, ni envidio
   las mejoras de su amor. 2200
ALONSO:      ¿ Hay caso mas peregrino ?
   Mal me paga la amistad
   que su padre y yo tuvimos;
   pero es mozo: no me espanto.
   Vaya con Dios.    Yo he cumplido 2205
   con lo que a su padre debo.
   Ni es más noble, ni es tan rico...
   Yo te buscaré consorte
   caudaloso y bien nacido.
SEBASTIAN:      Si yo ese nombre merezco,
   y con mi hermana os obligo 2210
   a que por hijos troquemos
   el título de vecinos,
   doce mil ducados tiene
   de dote, y siendo los míos
   seis mil, que de renta gozo, 2215
   daréis a mi amor alivio.
JERONIMO:      Deberéle a don Melchor,
   si eso se cumple, infinito;
   pues por dejar a mi hermana,
   tan bella esposa consigo. 2220
ALONSO:      La oferta me está muy bien,
   y como vuestra la estimo,
   aunque para más de espacio
   los tratos de ella remito.
   Venga agora el conde nuevo; 2225
   que el parabién le apercibo
   sin que de sus mocedades
   me piense dar por sentido.

Salen don MELCHOR y VENTURA

MELCHOR:      (Hoy tengo de despedirme.)          Aparte

A don ALONSO

   ¡ Oh, señor ! Aquí ha venido 2230
   un capitán de León,
   algo deudo y muy amigo.
   Va a casarse a Talavera,
   y necesita testigos
   que abonen su calidad. 2235
   La cortedad del camino
   me fuerza a que le acompañe.
   Licencia vengo a pediros,
   y a vos, señora, paciencia
   para reprimir suspiros, 2240
   en vuestra ausencia forzosos.
ALONSO:      Sois cortesano cumplido.
   Andad, don Melchor, con Dios,
   y traed apercebidos
   a la vuelta parabienes; 2245
   que aunque breve, ya imagino
   que hallaréis a Magdalena
   consolada y con marido.

Vase don ALONSO

JERONIMO:      No es el viaje tan largo,
   don Melchor, como me heis dicho, 2250
   ni está de aquí muchas calles
   la posada que ha podido
   alejaros de la nuestra.
   El pláceme os apercibo
   del título y desposorio. 2255

Vase don JERONIMO

VENTURA:      (Algún Merlín se lo dijo.)            Aparte
SEBASTIAN:      Pésame, como es razón,
   que os hayamos conocido,
   señor, por tan poco tiempo.
   Gocéis la condesa un siglo.

Vase don SEBASTIAN

ANGELA:      Si no tiene inconvenientes 2260
   el estado clandestino
   que honráis, decidnos el cuándo,
   porque vamos a serviros.

Vase doña ANGELA

VENTURA:      Quiñones, aquella ropa
   que te di ayer en un lío, 2265
   dos camisas son y un cuello...
QUIÑONES:      Hoy las llevaron al río.
   Acuda a la lavandera
   que se llama Mari-Pinos,
   porque si también se casa,
   aunque roto, vaya limpio. 2270
   Y vueseñoría vea
   a los nietos de sus hijos,
   archiduque al mayorazgo,
   y a los otros arzobispos.

Vase QUIÑONES

MAGDALENA:      Todos le dan parabienes 2275
   a vuesiria, y yo he sido
   de diverso parecer,
   pues pésames le dedico
   de su desposorio en cierne.
   Habrá un hora que me dijo 2280
   la condesa, con quien tengo
   mucha amistad, que un su primo
   viene hoy por ella de Italia;
   que está la herencia a peligro
   de sus wstados, si deja 2285
   de dar a no sé qué Enrico
   la palabra y sí de esposa;
   y que así al instante mismo
   es fuerza el irse a embarcar
   a Barcelona; que han dicho 2290
   que se parten las galeras,
   y corren riesgo navíos,
   porque en toda aquella costa
   andan cosarios moriscos.
   Pidióme que de su parte 2295
   me despidiese a lo fino,
   y enjugó a los soles perlas
   con aquel marfil bruñido,
   en cuya comparación
   es yeso, es carbón el mío, 2300
   y es en fin, una Etiopia.
VENTURA:      (¡ Oste, puto ! ¡ Piconcicos    !
MAGDALENA:      Por no tiznar señorías
   que se quiebran como vidrios,
   no sostituyo condesas, 2305
   que abrasan, y yo granizo.
   Mi padre me busca esposo;
   a obedecerle me animo;
   pésame que vuesiría
   fue llamado y no escogido. 2310

Hácele una gran reverencia, y vase

VENTURA:      Conde en calzas y en jubón
   te han dejado. Vive Cristo,
   que la tapada borracha
   nos la pegó de codillo.
   Patibobo te has quedado; 2315
   alma Garibaya has sido.
   Ni te quiere Dios ni el diablo,
   pues las dos te han despedido.
   Vendamos aquesas joyas
   con que alquilemos hospicios, 2320
   si no son falsas como ellas
   esa firmeza y anillos.
MELCHOR:      Volverme quiero a León.
VENTURA:      ¿ Qué has de hacer allá, corrido
   más que perro por antruejo, 2325
   sin mujer y sin bolsillo ?
MELCHOR:      Yo tengo fortuna corta.
   Salgamos de laberintos,
   donde hoy se casan amantes,
   y enviudan al tiempo mismo. 2330
   ¡ Jesús mil veces, cuál voy !
   ¡ No más Madrid !
VENTURA:                          Motolitos
   entran, como tú, brillantes,
   y salen almas del limbo.


ACTO TERCERO


Salen don MELCHOR y VENTURA, de camino

MELCHOR:      ¿ Vino el mozo ?
VENTURA:                          Con dos mulas 2335
   tan macilentas y flacas,
   que si por Madrid las sacas
   dirán que pregonas bulas.
MELCHOR:      Ponme pues esas espuelas.
VENTURA:      Los dos, en resolución, 2340
   ¿ nos volvemos a León ?
MELCHOR:      Ventura, no más cautelas,
   no ms amor de camino.
   ¡ Hoy ido, y casado ayer !
VENTURA:      La disfrazada mujer 2345
   te quiso bien a lo fino,
   como dirá la firmeza
   que con treinta y dos diamantes,
   a lo culto rutilantes,
   te asegura su riqueza. 2350
   Seiscientos ducados da
   a la primera palabra
   un platero que los labra.
MELCHOR:      De memoria servirá,
   Ventura, para tenerla 2355
   de su dueño mal logrado,
   perdido hoy y ayer hallado.
VENTURA:      Más nos valiera venderla,
   pues no saben en León
   de los diamantes el precio. 2360
MELCHOR:      ¿ Son allá bárbaros, necio ?
VENTURA:      No, mas montañeses sola,
   que sin hacerles injurias,
   por vidrios los juzgarán
   los que diestros sólo es1án 2365
   en azabaches de Astúrias
   y no sé yo que tú tengas
   para el camino dinero.
   Mi anillo compró el platero,
   no para que en él prevengas 2370
   tu costa, que son mis gajes,
   y si me dio treinta escudos
   tienen otros tantos ñudos.
MELCHOR:      Para que los aventajes,
   prestarásmelos, y allá 2375
   te los volveré seguros.
VENTURA:      ¿ Sohre qué hipoteca o juros ?

Va calzando a su amo las espuelas

   No te enojes: bueno está;
   pues siendo yo tuyo todo,
   también lo es cuanto poseo. 2380
   Sólo que vuelvas deseo
   a nuestra patria de modo
   que no hagan burla de ti
   los que el parabién te dieron
   en León ,cuando te vieron 2385
   venir a casarte aquí.
   Ya se fue e la Chirinola
   la condesa oji-morena;
   bella es doña Magdalena,
   y ella te merece sola. 2390
   Enojada del agravio
   que la hiciste, no fue mucho
   que hubiese llanto y celucho.
   Vuelve a hablarla, si eres sabio.
   Pídele al viejo perdón. 2395
   Intercederá su hermano;
   daráte la hermosa mano.
   Parará en paz la cuestión.
   Tendrá tu venida el fruto
   que allá apeteciste tanto, 2400
   y sin engaños de un manto.
   ¡ Vaya el diablo para puto
MELCHOR:      Si ella fuera tan hermosa
   como mi condesa ausente,
   o no estuviera presente 2405
   en mi memoria amorosa,
   yo hiciera lo que me dices.
VENTURA:      Dos ojos llegaste a ver
   y una mano, sin saber
   si la tal tiene narices; 2410
   y la Magdalena basta,
   y aun sobra, para abrasar
   catorce Troyas, y dar
   a veinte linajes casta.
   Pero cuando no te agrade, 2415
   de su vecina te dije
   que por su amante te elige,
   y que a su hermosura añade
   doce mil de dote.
MELCHOR:                              Todas
   con mi bella ausente son 2420
   monstruos.
VENTURA:                    Pues, alto á Leon,
   y enhuérense nuestras bodas.
   A poner voy las maletas.
   Vive Dios, que estás extraño.
MELCHOR:      Huyamos de tanto engaño, 2425
   y en lo demás no te metas.

Sale SANTILLANA

SANTILLANA:      ¿ Vive un caballero aquí,
   que vino    ayer de León ?

VENTURA habla aparte a su amo

VENTURA:      Señor, el escuderón
   que con la condesa ví. 2430
   nos busca.
SANTILLANA:                      ¡ Oh, leonés gallardo,
   bésoos el izquierdo pie,
   que en vuestro talle se ve
   el valor de aquel Bernardo
   heredero de Saldaña, 2435
   del Carpio y Asturias gloria.
   También sabemos de historia
   los viejos de la montaña.
VENTURA:      (Es demonio el Santillana.)      Aparte
SANTILLANA:      Dejémonos de eso agora. 2440
   La condesa mi señora,
   la que le habló ayer mañana,
   este billete le envía,
   y con él cierto regalo,
   que al de una reina le igualo, 2445
   aunque es de una señoría.
MELCHOR:      ¿ Luego aquí está la condesa ?
SANTILLANA:      ¿ Pues dónde ?

Hablan aparte don MELCHOR y VENTURA

VENTURA:                        Este fué picón.
MELCHOR:      Ventura, dale un doblón.
VENTURA:      ¡ Mas nonada !
SANTILLANA:                      ¡ Lo que os pesa 2450
   de mi bien !
VENTURA:                        ¿ Doblón ? primero
   doble el sacristán por vos.
MELCHOR:      No seas necio.    Dale dos.

A VENTURA

SANTILLANA:      ¿ Daislo de vuestro dinero ?
   ¿ Son estos los cuatro reales 2455
   de marras ?
VENTURA:                    (Tras el bolsillo          Aparte
   se va acogiendo mi anillo.)
   A muchas dádivas tales
   quedarémos en pelota.
   Tome y reviente con él. 2460
MELCHOR:      Oye, Ventura, el papel.
VENTURA:      Buena letra.
MELCHOR:                      Y mejor nota.

Lee

   "Por asegurarme de vuestro amor,
   he fingido jornadas que no pienso hacer,
   y casamientos de que estoy libre, puesto 2465
   que doña Magdalena, engañada por mí,
   haya publicado lo uno y lo otro por
   verdadero. Satisfáceos de mis celosas
   diligencias, y vedme luego en el lugar
   acostumbrado; que para la costa del 2470
   camino, que os ruego no hagáis, ese
   escudero os lleva dos mil escudos y un
   regalo de dulces y ropa blanca.
   Reservándoos el principal para cuando
   sea ya tiempo, que es un alma reconocida 2475
   a lo mucho que merece vuestra firmeza y
   valor. -- La Condesa."
   Quita espuelas, quita botas
   despide postas.
VENTURA:                          Despido,
   quito botas y vestido. 2480
   ¡ Dos mil escudos ! ¿ Qué flotas
   qué vellocino, qué gato
   de avariento tabernero,
   qué talegón de arriero,
   ni qué robo de mulato 2485
   hay que iguale a nuestra presa ?
MELCHOR:      ¡ Que la condesa fingió
   sus bodas !    ¡ Que no partió
   a Nápoles la condesa !
   ¡ Que otra vez me quiere hablar ! 2490
VENTURA:      ¡ Que dos mil escudos de oro
   envía !    ¡ Oh viejo Medoro !
   Por Dios, que te he de besar.
SANTILLANA:      Arre allá. ¿ Venís en vos ?
   Aún el diablo fuera el beso. 2495
   No está el tiempo para eso.
VENTURA:      ¡ Mil doblones, y de a dos !
   ¿ Dos mil escudos envía ?
   Dar dos mil abrazos quiero...
   --¡ Oh escudos !--...al escudero 2500
   de tan bella escudería.

A VENTURA, que porfía en abrazarle

SANTILLANA:      ¿ Queréis apostar, hermano,
   que os he de hacer acusar

Lee

MELCHOR:      "Vedme luego en el lugar
   acostumbrado." ¡ Ay mi mano ! 2505
   ¡ Que otra vez tengo de veros !
VENTURA:      ¿ Dónde el regalo quedó ?
SANTILLANA:      Una dueña me guió
   con la ropa y los dineros
   a esta casa, y a la puerta. 2510
   Con todo aguardando está.
MELCHOR:      Venturilla, llamalá.
   Veré si es mi dicha cierta;
   que si ella me la asegura,
   cuanto me trae pienso darla 2515
   de albricias.
VENTURA:                        Voy a llamarla.
   Ahora sí que soy Ventura.
   Con una y otra cabriola
   tengo el alma alborotada.
   ¡ Oh, condesa oji-tapada ! 2520
   ¡ Bien haya tu Chirinola !

Vase VENTURA.    Don MELCHOR repasa el papel

MELCHOR:      ¡ Ay condesa de mi vida !
SANTILLANA:      (¡ Válgate el diablo el leonés !      Aparte
   ¿ Beso a Santillana ?)
MELCHOR:                              "Que es
   un alma reconocida 2525
   a lo mucho que merece
   vuestra firmeza y valor.
   La condesa." ¿ Hay tal favor ?
   El contento me enloquece.
SANTILLANA:      (¿ A mí beso ? Vive Dios,          Aparte 2530
   que a no venir sin espada...)

Sale VENTURA

VENTURA:      Fuése la dueña tapada,
   y en talegos, me di dos...
   ¡ esto es crítico !... dos mil
   escudos y tres tabaques 2535
   con preciosos badulaques,
   cuellos de cambray sutil,
   camisas de holanda, y tal
   que te la puedes beber,
   dulces que bastan a ser 2540
   de Santo Domingo el Rcal,
   o de una Constantinopla
   dechados, para imitarse,
   y sin querer destaparse
   sino sola una manopla 2545
   me dijo, "Paji-lacayo,
   al conde mi señor diga
   que su buena suerte siga."
   Y acogióse como un rayo.
MELCHOR:      Vamos, pues, a la Vitoria. 2550
VENTURA:      ¿ Con botas y con espuelas ?
MELCHOR:      Ya son de mi amor pihuelas
   para detener mi gloria.
VENTURA:      ¡ Oh qué traidores doblones !
   Cada uno tiene dos caras. 2555
   Todas son yemas; no hay claras
   de reales ni patacones.
MELCHOR:      Ven, y no te espantes de eso,
   pues me los presenta un sol.
VENTURA:      ¡ Oh, escudero chirinol ! 2560
SANTILLANA:      ¿ Mas que vuelve a lo del beso ?

Vanse todos.    Salen doña ANGELA y QUIÑONES, con manto

QUIÑONES:      Antes de quitarme el manto,
   por lo que a tu hermano debo,
   a ser tercera me atrevo
   de vuestro amoroso encanto; 2565
   que aunque sea a mi señora
   infiel, estoy obligada
   a tu hermano, y cohechada
   de mil regalos que agora
   estorbos han de allanar 2570
   que su cuidado encarece.
   Sé lo mucho que merece;
   mas no se podrá casar
   con él doña Magdalena,
   mientras durare el amor 2575
   que a tu amante don Melchor
   da por la condesa pena.
   Ella fingió su partida
   a Nápoles por saber
   si el leonés sabe querer. 2580
ANGELA:      ¿ Luego no es la condesa ida ?
   ¿ Luego no se va a casar
   a Nápoles con su primo ?
QUIÑONES:      Su ingenio sutil estimo.
   Engaño fue por probar
   si a mi señora quería, 2585
   y se casaba con ella;
   pero viendo que atropella
   tantas cosas en un día,
   y que se vuelve a León,
   despreciando la belleza, 2590
   discreción, sangre y riqueza
   que juntas a la afición
   que mi señora le tiene,
   bastaban a enternecer
   un mármol, ser su mujer 2595
   con nuevas trazas previene.
   Nuestra doña Magdalena,
   que para decir verdad
   tiene extraña voluntad
   a don Melchor, con la pena 2600
   y celos de quien adora,
   en fe que por él se abrasa,
   para saber lo que pasa
   me ha hecho su inquisidora.
   En efeto, me he informado 2605
   que ni a Nápoles se va,
   ni vino a Madrid de allá
   tío para darla estado.
   Antes a su don Melchor
   obligada, cuando estaba 2610
   el pie en el estribo, y daba
   nuevo repudio a su amor,
   dos mil escudos le envía,
   y un regalo amante y franca
   de dulces y ropa blanca... 2615
   pero, en fin, es señoría
   y en la Vitoria le espera,
   donde tratarán los dos,
   con la bendición de Dios,
   echar cuidados afuera 2620
   y desposarse mañana.
ANGELA:      Si eso es cierto, muerta soy.
QUIÑONES:      Yo que este aviso te doy
   y tengo engaños de indiana,
   como tú te determines
   a un hecho digno de fama, 2625
   daré a tu amorosa llama
   dichosos y alegres fines.
   Vístete de luto, y ve
   a la Vitoria cubierta;
   que él aguardará a la puerta 2630
   su condesa; y si te ve
   tapada y con luto, luego
   te ha de tener oor su dama,
   a quien adora por fama,
   sin que su amoroso fuego 2635
   haya alcanzado a ver más
   que una mano y un medio ojo
   ocasión de tanto enojo.
   La tuya le enseñarás;
   que cuando no sea mejor, 2640
   a lo menos su cristal
   es a su belleza igual.
   Dile finezas de amor;
   agradécele discreta
   el haber por ti dejado 2645
   tal mujer; di que tu estado,
   y voluntad ya sujeta
   por dueño elegirle ordena
   y porque en la casa tuya
   habrá estorbos, en la suya, 2650
   sin que doña Magdalena
   lo sepa, esta tarde quieres
   darle de esposa la mano.
   El con tal favor ufano,
   sin consultar pareceres, 2655
   que no los admite Amor,
   te guiará a su casa luego.
   Darás alivio a su fuego,
   y dueño noble a tu honor.
   Pues no habiendo visto, en fin, 2660
   de la condesa la cara,
   si en tu hermosura repara,
   retrato de un serafín,
   ¿ quién duda que en su provecho
   engañado, si lo sabe 2665
   después, su dicha no alabe,
   y te adore satisfecho ?
   Quedaráse la condesa
   burlada; dará a tu hermano
   mi señora el alma y mano; 2670
   y viendo lo que interesa
   don Jerónimo, después
   que por perdida te llore,
   podrá ser que se enamore
   de la condesa, y los tres 2675
   os caséis por causa mía.
   Tú y don Melchor; mi señora,
   y tu hermano que la adora;
   y con una señoría
   don Jerónimo, porque haya 2680
   mejor fin del que se espera,
   de tres yo casamentera,
   y un amor de tres en raya.
ANGELA:      ¡ Determinación terrible !
   Pero a un grande daño es medio 2685
   forzoso otro igual remedio,
   y sin ése no es posible
   atajar el que yo lloro,
   si se intentan casar hoy.
   Resuelta en seguirle estoy, 2690
   que al leonés gallardo adoro.
   Salga yo bien de este enredo,
   y daréte un dote igual
   a tu ingenio.
QUIÑONES:                          La señal
   con que asegurarte puedo, 2695
   es el bolsillo que ves,
   y lleno de escudos dio
   don Melchor, la vez que habló
   a la Condesa. Después
   te diré de la manera 2700
   que vino a mi posesión.
   Cuélgatele del cordón;
   asegura esta quimera,
   y vete a vestir de luto.
   No pierdas por tu tardanza 2705
   El fruto de tu esperanza.
ANGELA:      Y la vida con el fruto.
   Notables cosas intento.
   ¡ Ay tirano don Melchor !
   Anime mi firme amor 2710
   este extraño atrevimiento.

Vase doña ANGELA

QUIÑONES:      Si doña Angela se casa
   con don Melchor, de este modo
   a mi señora acomodo
   con don Sebastián, y en casa 2715
   se queda todo el provecho.
   Pues que después de casados
   me quedarán obligados
   y mi interés satisfecho.
   A alargar la dilación 2720
   de mi ama voy agora,
   porque su competidora
   le gane la bendición.

Vase QUIÑONES.    Salen don MELCHOR y don LUIS

LUIS:      Ya os juzgaba una jornada
   de aquí.
MELCHOR:                  Nuevas ocasiones 2725
   dan a mi amor dilaciones.
   Aquella dama tapada
   que ayer vistes enlutada,
   ha de volver hoy aquí.
LUIS:      ¿ No fue la Condesa
MELCHOR:                            Sí. 2730
LUIS:      Pues ella ¿ no se partió
   a Nápoles ?
MELCHOR:                        Primo, no;
   que a Italia deja por mí.
   Vos me veréis conde presto,
   y dueño de una hermosura 2735
   que dé envidia a la ventura,
   y a mi amor un alto puesto.
LUIS:      Ya el parabién os apresto;
   aprestad vos a mi pena
   el pésame, pues ordena, 2740
   para que muera y me abrase,
   que don Sebastián se case
   con mi doña Magdalena.
   Don Jerónimo ha pedido
   a doña ANGELA, y el viejo 2745
   aprobando su consejo,
   da a mi tirana marido.
   Estoy de celos perdido,
   y si se casan los dos,
   podrá ser, primo, por Dios, 2750
   que algún disparate intente
   porque mi amor no consiente
   celos de otro que de vos.
MELCHOR:      Vivid vos seguro de esos,
   porque yo no me casara 2755
   con ella, si despojara
   al Potosí de sus pesos.
   Por los ojuelos traviesos
   que adoro, y ya llamo míos,
   hace mi amor desvaríos, 2760
   y esotros me dan enojos,
   que son muertos, si son ojos,
   y si son soles, son fríos.
LUIS:      Consiéntoos hablar mal de ellos
   por lo bien que eso me está; 2765
   puesto que el cielo podrá
   poner sus luces en ellos.
   Gozad vos los vuestros bellos
   mil años con dulce fruto,
   que mientras os dan tributo, 2770
   si mis celos ponderáis,
   en esta ocasión mezcláis
   vuestras bodas con mi luto.

Vase don LUIS.    Sale VENTURA, y después doña ANGELA, de luto como doña Magdalena y tapada

VENTURA:      Ea, señor, ya ha llegado
   nuestra condesa dorada, 2775
   que a quien da dos mil escudos
   así quiero intitularla.
   Llega haciendo reverencias
   o paternidades, y habla.
   Mil doblones te envió; 2780
   dobla las rodillas ambas.
MELCHOR:      ¡ Oh, hermosa señora mía,
   ¿ Cuándo ha de romper el alba
   los crepúsculos oscuros,
   de ese sol nubes avaras ? 2785
   ¿ Cuándo dirá mi ventura,
   después dle noche tan larga,
   que el cielo corrió cortinas,
   y amaneció la mañana ?
VENTURA:      ¿ Cuándo, o bella Chirinola, 2790
   costurera ballenata,
   pues con agujas del sol
   no cosistes ropa blanca
   desnudándoos ornamentos,
   pues alba mi amo os llama, 2795
   los dos os podremos ver
   en sobrepelliz o en alba ?
   ¿ Cuándo dirá,    "¡ Ropa fuera !"
   el ciego Amor que os enmanta,
   o rasgará, por leeros, 2800
   la cubierta de esa carta ?
MELCHOR:      Apártate allá, Ventura.
VENTURA:      Toda ave a la aurora canta,
   el jilguero y el gorrión.
   Música hay tambien lacaya; 2805
   mi parte tengo en el coro
   canta y cantemos.
MELCHOR:                            Aparta.
VENTURA:      (Y en los dulces, ya yo he dicho    Aparte
   Ite, missa est a dos cajas.)
ANGELA:      Mala noche os habrá dado 2810
   mi mentirosa jornada,
   prueba de vuestra firmeza,
   vitoria de mi esperanza.
MELCHOR:      Es así; pero no es mucho
   pasar una noche mala 2815
   por un día tan alegre.
ANGELA:      Quedándoos vos en España,
   mal se pudiera partir,
   quien os quiere tanto, a Italia;
   pues pasara de vacío 2820
   Amor, un cuerpo sin alma.
MELCHOR:      Dadme por esa merced
   a besar la nieve helada
   del puerto de mis deseos.
VENTURA:      Quitad la encella a esa nata 2825
   si es que hay natas con encellas;
   que yendo a decir "cuajada,"
   andan, desde que hablan cultos,
   las metáforas bastardas.
ANGELA:      No es mano de cada día 2830
   un ojo enseñaros basta,
   réditos de vuestro amor,
   que mi principal os paga.
MELCHOR:      Eso fue pagarme en oro,
   cuando os ejecuto en plata; 2835
   que al buen pagador, señora,
   no le duelen prendas.
VENTURA:                              ¡ Vaya !
   Hoy cobramos en doblones,
   puesto que ojos con pestañas
   es moneda de vellón; 2840
   mas, o mi vista se engaña,
   o no es ese ojo el de ayer;
   que su niña era mulata,
   y hoy se ha vestido de azul,
   que llama el vulgo, de garza. 2845
MELCHOR:      Anda, necio.
VENTURA:                      ¡ Vive Dios !
   Que era endrina toledana
   la niñeta que ayer vimos,
   y hoy nos mira turquesada;
   pero no te espantes de esto, 2850
   que ha venido de Alemania
   un maestro que tiñe ojos,
   como otros cabello y barbas.
MELCHOR:      No hagáis caso de este necio;
   que yo doy crédito al alma, 2855
   que con pinceles más vivos
   en mi memoria os retrata.
   Yo sé que es ése el que adoro;
   mas ¿ qué es esto ?    ¿ Otra enlutada ?
VENTURA:      Serán como cartas de Indias 2860
   que se escriben duplicadas.

Sale doña MAGDALENA, de luto

MAGDALENA:      Sólo en vuestro noble trato
   estribó la confianza,
   don Melchor, que hice de vos,
   pero pues tan presto os falta, 2865
   y venido de antayer,
   me ocupan mantos la plaza
   que pensé yo que era mía,
   cuando la juzgué estar vaca.
   Con desengaños costosos 2870
   dando libertad al alma,
   a precio de algún suspiro,
   podré ya volverme a Italia.
   Gocéis la ocupación nueva
   mil años; que escarmentada 2875
   en mí misma, sabré, en fin,
   lo que son hombres de España.

Hace que se va

MELCHOR:      Señora, señora mía,
   no desdeñéis enojada
   la confusión de un amor 2880
   que ni os conoce ni agravia.
   ¿ Sois vos mi hermosa condesa ?
MAGDALENA:      Que era vuestra, imaginaba
   quien colige de esas dudas
   que sois de memoria flaca. 2885
   Presto me desconocéis.
   Adiós.
MELCHOR:                ¡ Ay, condesa amada !
   O no os vais, o daré voces.
ANGELA:      ¿ Condesa ? ¿ Hay traición más rara ?
   ¿ Luego otra condesa ha habido 2890
   en la corte, en cuyas llamas
   os abrasáis ?
VENTURA:                        (Hay agora            Aparte
   señorías muy baratas.)
ANGELA:      Gracias a Dios, que con tiempo,
   aunque el llanto la costa haga, 2895
   podrá hacer mi libertad
   una bella retirada.
   No creyera yo, hasta verlo,
   que en las leonesas montañas,
   de la suerte que en la corte, 2900
   engaños se avecindaran.
   Discreto fue mi recato
   en no enseñaros mi cara.
   Poco hay perdido hasta agora;
   mi nombre ignoráis y casa. 2905
   Si hiciéredes diligencias
   para saberla, mañana
   a Nápoles me escribid
   porque me alcancen las cartas.
   Adiós.

Quiere irse doña ANGELA

MELCHOR:                  Condesa, mi bien, 2910
   oíd, escuchad.    ¡ Qué extrañas
   confusiones me persiguen !
VENTURA:      (¡ Qué gentil chirinolada !)          Aparte
ANGELA:      No quiero llevar memorias
   que entristezcan mi jornada. 2915
   De este bolsillo me hicistes
   antiyer depositaria.
   Pues el dueño pareció,
   aunque a vos no os hará falta
   pues que con dos mil escudos 2920
   mi libertad se rescata,
   haced alguna obra pía
   con su valor, o dad traza
   de engañar con él condesas
   en oír misa ocupadas; 2925
   que yo hiciera mi camino
   satisfecha, si mezclara
   en los dulces rejalgar,
   ponzoña en la ropa blanca
   e imitando a Deyanira, 2930
   la ingratitud castigara
   de un hombre tan descortés.
MAGDALENA:      ¿ Qué es esto, ilusión pesada ?
   ¿ Vos de Nápoles condesa ?
   ¿ Vos en el disfraz velada 2935
   de un manto, en esta capilla
   fuístes antiyer la causa
   de la confusion presente ?
   ¿ Vos dinero, ropa blanca
   y dulces a don Melchor ? 2940
ANGELA:      Diréis que no.    Cosa es llana;
   que como en el luto y nombre
   usurpáis mi semejanza,
   querréis de ajenos presentes
   levantaros con la gracias. 2945
   Gozadlas enhorabuena;
   que si esta prenda no basta

Enseña el bolsillo de don MELCHOR

   a desengaños tan ciertos,
   ellos me darán venganza.
VENTURA:      Esta probó su intención. 2950
MELCHOR:      A satisfaccion tan clara,
   ¿ quién pondrá, condesa mía,
   dudas, pleitos, ni demandas ?
   En vuestro favor sentencia
   tan reconocida el alma 2955
   cuanto confusa de ver
   vencida a vuestra contraria.
   Señora, a quien no conozco,
   que me pesa, os doy palabra,
   de condenaros en costas 2960
   de una burla tan pesada.
   Si hacerla de mí quisisteis,
   desazónaseos la traza.
   Vuestras armas os hirieron;
   idos a curar a casa. 2965
VENTURA:      (Mamóla su señoría.
   Aparte
   ¡ Oh condesa redomada !
   La picardía os gradúa
   con la borla de bellaca. 2970
MAGDALENA:      (Yo estoy de suerte perdida,        Aparte
   que si no me desengañan
   que duermo, daré mil voces,
   aunque peligre mi fama.)
   Sutilezas de Madrid 2975
   me habrán robado de casa
   ese bolsillo que encierra
   los hechizos que me encantan.
   Ya me pesa que no hayáis
   visto, don Melchor mi cara 2980
   porque enseñándoosla agora,
   viérades quien os engaña.
   Pero esperad. ¿ Conocéis
   aqueste ojo ?
MELCHOR:                      ¡ Ay sol del alma !
   ¡ Ay norte de mis deseos ! 2985
   ¡ Ay gula de mi esperanza !
   ¡ Y cómo que le conozco !
VENTURA:      (¿ Ya empezamos nuevas chanzas ?        Aparte
   Bolsillo y ojos compiten.
   Ofrézcoos al diablo a entrambas.) 2990
MAGDALENA:      ¿ Acordáisos de los cabos
   que de mi cordón colgaban
   cuando el ladrón los cortó ?
MELCHOR:      Dos trenzas eran de nácar.
MAGDALENA:      ¿ Son éstas ?
MELCHOR:                      Sí, mi señora. 2995
MAGDALENA:      Juzgad agora quien causa,
   de vos o de mí envidiosa,
   los enredos que me agravian.
ANGELA:      Los cordones del bolsillo,
   que con sutileza tanta 3000
   me cortó no sé yo quién,
   en misa estotra mañana,
   téngolos guardados yo,
   y aquésas son señas falsas
   pues para contrabacerlos, 3005
   hay en la corte seda harta.
MELCHOR:      Ventura, ¿ qué dices de esto ?
VENTURA:      Que ha sido almendra preñada
   nuestra condesa de a dos,
   o erizo con dos castañas, 3010
   huevo que dos yemas tuvo,
   y aunque con cáscara entrambas,
   tu amor, que es gallina clueca,
   hoy estas dos pollas saca.
MELCHOR:      ¡ Problemática cuestión ! 3015
   Dos sendas hallo encontradas,
   y yo indiferente entre ellas,
   ignoro por cuál me vaya.
   Pero la mano, que fue
   de mi amor primera causa, 3020
   tengo dentro el alma impresa,
   y la memoria la guarda.
   Mostradme, señoras mías,
   cada cual la suya y salga
   vitoriosa la que obligue 3025
   que mi amor llegue a besarla.
MAGDALENA:      Soy contenta.
ANGELA:                        Y también yo.

Salen don JERONIMO y don SEBASTIAN, hablando en el fondo

MAGDALENA:      (¡ Ay, Dios ! ¡ Mi hermano ! Si me halla Aparte
   aquí, ocasiono su enojo.)
ANGELA:      (¡ Mi hermano es éste !    No hay traza    Aparte 3030
   de salir con mis contentos.)
MAGDALENA:      Ya estaba determinada
   de que mi mano ofendida
   deshiciese esta maraña;
   pero no lo mereceis. 3035
   Adiós. (¡ Ay ! ¡ Cuál voy !)
   Aparte

Vase doña MAGDALENA

ANGELA:                                (¡ Qué vaya      Aparte
   vencida mi opositora !)
   Como salieran a plaza
   su mano agora y la mía, 3040
   la vitoria se declara
   por mi parte.    Pues se va
   y, yo por vos agraviada,
   de vuestro incrédulo amor
   me vengo con no mostrarla. 3045
   Mañana intento partirme.
   Ved qué mandáis para Italia.

Vase doña ANGELA.    Don MELCHOR y VENTURA, en el proscenio; don JERONIMO y don SEBASTIAN, quedan retirados

VENTURA:      ¿ Volverémos por las mulas ?
   ¿ Que te quedas hecho babia ?
   Ds mil escudos nos dejan. 3050
   ¡ Bercebú con ellas vaya !
MELCHOR:      ¿ Hay caso que iguale al mío ?
VENTURA:      Ni sé si es dicha o desgracia.
   Mas don Jerónimo es éste,
   y su vecino.    Si tratas 3055
   de componerte con ellos,
   llega a hablarlos. Dos hermanas
   te adoran.    Pídeles una.
   A aqueste lado te aparta.
JERONIMO:      No hay que reparar en dotes, 3060
   pues solo mi amor repara
   en los de naturaleza
   que a doña Angela acompañan.
   Ya están los contratos hechos
   casados con dos hermanas, 3065
   mediando lazos, Amor
   reciprocará cuatro almas.
SEBASTIAN:      La mía reconocida
   os rinde infinitas gracias
   por el dueño que la dais,
   tierno alivio de mis ansias. 3070

Reparando en don MELCHOR

JERONIMO:      ¿ No es éste el conde de anillo ?
SEBASTIAN:      El mismo, aunque le juzgaba
   cinco o seis leguas de aquí.
JERONIMO:      Por no ocasionar palabras,
   que reducidas en obras
   averiguen las espadas, 3075
   fingiré que no le veo.
SEBASTIAN:      Hacéis bien. Vamos a casa.

Vanse los dos

VENTURA:      No te han visto, o no han querido.
MELCHOR:      ¿ Será posible que haya
   historia como la mía,
   en cuantas dan alabanza 3080
   a poéticas ficciones ?
VENTURA:      (¡ Oh qué comedia tan brava          Aparte
   hiciera, a ser yo poeta,
   si escribiera aquesta traza !)

Sale SANTILLANA

SANTILLANA:      La condesa mi señora, 3085
   aunque dice que enojada
   con vos se partió de aquí,
   que vais esta noche os manda
   a la una, no a las doce
   porque entonces se despachan 3090
   provisiones por Madrid,
   que trocara yo por ámbar,
   a la calle donde vive
   doña Magdalena, dama
   que vos diz que conocéis, 3095
   que por no sé qué desgracia
   que la condesa recela
   con quien intenta llevarla
   a Nápoles, esta noche.
   Teme volver a su casa, 3100
   y así se queda en estotra.
   Dice, en fin, que a una ventana,
   que sale a una calle estrecha,
   para hablaros os aguarda;
   pero que no ha de saber 3105
   doña Magdalena nada
   de lo que por mí os avisa;
   que habrá carambola extraña.
   No me encargó la respuesta.
   Si habéis de ir, catarros andan; 3110
   aforraos con media azumbre,
   y dos cofietas colchadas.

Vase SANTILLANA

MELCHOR:      Oid, escuchad...
VENTURA:                        Es sordo.
MELCHOR:      ¿ Qué dices de esto ?
VENTURA:                              No vayas;
   que temo que han de cogerte 3115
   su hermano y padre en la trampa.
MELCHOR:      ¿ Para qué ?
VENTURA:                      Para casarte,
   o pedirte la palabra
   que diste a su Magdalena.
MELCHOR:      ¿ Cómo ?    Si ves que se casa 3120
   con don Sebastián.
VENTURA:                          No sé.
   No imagino que le faltan,
   sin que en su casa se hospede
   a la condesa, posadas.
   Don Jerónimo, sentido 3125
   del desprecio de su hermana,
   fingiendo no conocerte,
   junto a ti sin hablar pasa...
   Mira lo que haces primero.
MELCHOR:      Si la condesa me llama, 3130
   no hay que mirar, ni temer
   que venga el recaudo basta
   en nombre de mi señora.
   Pero ¿ cuál será de entrambas ?
   ¿ La primera, o la segunda ? 3135
VENTURA:      Eso, averigúelo Vargas.

Vanse.    Sale doña MAGDALENA, con otro vestido, y QUIÑONES, con el bolsillo de don MELCHOR en la mano

QUIÑONES:      Vesle aquí, que de guardado
   le daba yo por perdido.
   (A no haber antes venido            Aparte
   doña Angela, ¡ en buen cuidado 3140
   me había puesto !)
MAGDALENA:                            Hubiera dado
   Quiñones, yo cualquier cosa,
   aunque estuviera quejosa
   de ti, porque te le hurtaran,
   y estos enredos hallaran 3145
   salida menos dudosa.
   Ese, ú otro como él,
   a don Melchor engañó,
   y otra mujer como yo
   turbó mi esperanza fiel. 3150
   Hablóle ciega por él;
   y teniéndola por mí,
   que le daba cuenta oí
   de mi amor distintamente,
   desde el instante presente, 3155
   hasta el punto que le vi;
   lo que pasó en la Vitoria
   cuando el bolsillo me dió,
   lo que en casa sucedió,
   de mis agravios la historia, 3160
   su camino y la memoria
   del regalo que le hice,
   que a Italia se parte dice,
   y que es la condesa prueba.
   Mira tú si hay Circe nueva 3165
   que así engañe y así hechice.
QUIÑONES:      ¿ Quién será ? ¡ Válgame el cielo !
MAGDALENA:      Eso me tiene perdida.
QUIÑONES:      Ya de otra dama ofendida,
   no tendrás de ti recelo.
MAGDALENA:      Con ese mismo desvelo 3170
   quejas de mí misma doy;
   pues si la condesa soy
   que él ama y mi opositora
   finge estar la misma agora,
   mal conmigo misma estoy. 3175
   Como a condesa, ¿ no me ama,
   don Melchor ?
QUIÑONES:                          Por ti se enciende.
MAGDALENA:      ¿ Ser condesa no pretende
   mi enemiga ?
QUIÑONES:                        Así se llama.
MAGDALENA:      Luego, si una misma llama 3180
   causa aqueste frenesí,
   y yo quien le abrasó fui
   aunque esotra lo enamore;
   mientras en ella me adore,
   celosa estaré de mí. 3185
   Dame tú que ella dijera
   ser Magdalena fingida,
   y vieras que aborrecida
   de ella como de mí huyera.
   Mira que extraña quimera 3190
   causa este ciego interés;
   que en tres dividirme ves,
   y aunque una sola en tres soy,
   amada en cuanto una, estoy
   celosa de todas tres. 3195
QUIÑONES:      Parece juego de manos.
   ¡ Lindos desvelos te matan,
   mientras que casarse tratan
   hoy hermanas con hermanos !
MAGDALENA:      Saldrán sus conciertos vanos. 3200
QUIÑONES:      Tu padre, don Sebastián
   y don Jerónimo están
   sobre esto encerrados.
MAGDALENA:                              Traten
   que estos celos no me maten
   Quiñones, y acertarán.
   Ya es tarde.    Di que indlspuesta, 3205
   temprano me recogí
   si preguntaren por mí.
QUIÑONES:      ¿ No sosegaste esta siesta ?
MAGDALENA:      Soyme a mí misma molesta,
   porque compito conmigo.
QUIÑONES:      ¿ Quiéreste acostar ?
MAGDALENA:                              ¿ No digo
   que sí ?
QUIÑONES:                    Ven pues.
MAGDALENA:                          A velar 3210
   voy amor, por esperar
   en mi amante a mi enemigo.

Vanse las dos.    Salen don MELCHOR y VENTURA, como de noche

MELCHOR:      Esta es la calle aplazada,
   y la ventana una de éstas,
   que mis esperanzas verdes 3215
   sus verdes hierros enredan.
VENTURA:      No hará a lo menos la calle
   información de limpieza,
   ni es malo aquí un romadizo
   con dos botas de diez suelas. 3220
MELCHOR:      ¿ Las cuántas son ?
VENTURA:                            El cahiz
   dio Santa Cruz, y ya empiezan
   perfumeras mantellinas
   a arrojar quintas esencias.
MELCHOR:      ¡ Agradable oscuridad ! 3225
VENTURA:      Salen la luna y estrellas
   de medio ojo, porque imiten
   nuestras dos chiri-condesas.
MELCHOR:      ¿ Cuál la que adoro sería ?
   ¿ O qué es lo que la otra intenta 3230
   con engaño semejante ?
   ¡ Que estoy loco !
VENTURA:                          Por las señas
   del bolsillo y los cordones
   en derecho suyo alegan
   cda cual valientemente. 3235
   ¡ Bercebú que caiga en ellas !
MELCHOR:      ¡ Que dos mujeres tapadas
   hacer con los mantos puedan
   tan sutil trasformación !
VENTURA:      Son pandillas encubiertas. 3240

Sale doña MAGDALENA, a una ventana

VENTURA:      Pero una cara se asoma
   por los claros de esa reja;
   que aquella brizna de luna
   sirve de perro de muestra
MELCHOR:      Dices bien.
MAGDALENA:                    ¿ Es don Melchor ? 3245
MELCHOR:      ¿ Sois vos, mi enlutada bella ?
MAGDALENA:      Bajad la voz y acercaos,
   que estamos en casa ajena.
MELCHOR:      ¿ Cuándo he yo de merecer
   ver ese cielo de cerca ? 3250
   Que para mí el mismo efeto
   hace el manto que una ausencia.
MAGDALENA:      Cuando menos enojada
   esté yo, y más satisfecha
   de que vos no ocasionáis 3255
   disfrazadas competencias.
   Yo sé bien que conocistes
   aquien me ofende.
MELCHOR:                          Estad cierta
   que a conocerla o amarla,
   ni ella lo que no es fingiera, 3260
   ni yo os burlara.
MAGDALENA:                          ¿ Es hermosa ?
MELCHOR:      Dudo yo de que lo sea
   quien pretende acreditarse
   vendiendo hermosura ajena.
MAGDALENA:      Ahora bien, yo os doy perdón 3265
   como propongáis la enmienda.
MELCHOR:      La enmienda supone culpa,
   y yo nunca os hice ofensa.
   Mas, mi bien, si al que perdona,
   humilde la mano besa 3270
   el perdonado, no es justo
   que yo este derecho pierda.
   Honre ese cristal mis labios.
MAGDALENA:      Está tan alta esta reja,
   que no podréis alcanzarla. 3275
MELCHOR:      Para amor todo está cerca.
   Venturilla, ah, mi Ventura.
VENTURA:      ¡ Bueno, por Dios ! ¿ Me requiebras ?
   Más barbón soy que un peraile.
MELCHOR:      Ponte aquí debajo.    Llega. 3280
VENTURA:      ¡ Arre allá ! ¿ Qué diablos dices ?
MELCHOR:      Para que la mano pueda
   alcanzar de un serafín,
   sé Atlante de mi firmeza.
   Tus espaldas me sublimen. 3285
VENTURA:      ¡ Mal año ! Busca una yegua
   o el banco de un herrador;
   que soy macho y no eres hembra.
MELCHOR:      Hazme esta merced, que así
   quiero llamarla.
VENTURA:                          Dijeras 3290
   servicio, que agora hay hartos
   que a todo Madrid inciensan.
MELGHOR:      Enojaréme contigo.
VENTURA:      ¿ Yo dehalo de ti ? ¡ Afuera !
   ¡ Ni aun de burlas, vive Dios ! 3295
   Echa esa carga a otra bestia.
MELCHOR:      ¿ Si este vestido te doy ?
VENTURA:      Extrañamente me aprietas.
   Por esta vez, vaya.
MELCHOR:                            Ponte.
VENTURA:      Acabemos, sube y besa, 3300
   que ya estoy en cuatro pies.

Don MELCHOR sube encima de las espaldas de VENTURA

   Mas si luego no te apeas,
   advierte que se enhermanan
   los mulos de aquesta recua.
MELCHOR:      ¡ Ay hermosa mano mía, 3305
   qué amorosa, dulce y tierna
   alimentáis mi esperanza !

VENTURA habla bajo a su amo

VENTURA:      ¡ Ay, pelmazo, y cómo pesas !
MELCHOR:      ¡ Qué de ello debo a esta mano !
MAGDALENA:      Presto, llamándola vuestra, 3310
   presos al yugo de amor,
   no habrá quien el nuestro ofenda.
MELCHOR:      ¡ Qué sÜave para mí,
   será su carga ligera !
VENTURA:      (Como para mí pesada                Aparte 3315
   la mía. )

Bajo a su amo

                 Costal de arena,
   acaba con Satanás;
   que pesas más que una deuda
   y estoy, sin ser corcovado,
   como salchichón en prensa. 3320
MELCHOR:      ¡ Mi cielo, mi luz, mi gloria !
MAGDALENA:      ¡ Mi dueño, mi bien, mi prenda !
VENTURA:      (¡ Mi rollo, mi pesadilla !            Aparte
   ¡ Cuerpo de Dios con la flema !
   Chicolíos a mi costa.) 3325

Déjase caer, y baja don MELCHOR

MELCHOR:      ¡ Ah borracho !
VENTURA:                        No te apeas,
   y soy mula de alquiler
   que cuando la cansan, se echa.
MELCHOR:      ¡ Vive Dios ! Si no mirara...
VENTURA:      Mira o no mires, a cuestas 3330
   con seis quintales de plomo,
   no hay espaldas ni paciencia.
MAGDALENA:      Ahora bien, don Melchor mío,
   puesto que el dejaros sienta
   como la vida, no es justo 3335
   que os engañe mas, ni ofenda.
   Mañana me parto a Italia;
   que obligaciones molestas
   de quien, con pensión de un primo,
   me ha nombrado su heredera, 3340
   me mandan casar con él;
   y la vejez me atormenta
   de un tío, que riguroso
   añade prisas a penas.
   Hoy por vos me he detenido; 3345
   mañana a Italia me llevan.
   ¡ Ay !    ¿ Quién memorias dejara
   del modo que el alma os deja ?
   Mas, pues esto no es possible,
   y de doña Magdalena, 3350
   a quien quiero como a mí,
   sé que os adora, quisiera
   pagar las obligaciones
   de su amistad y nobleza,
   y no tengo, sino es vos, 3355
   quien me saque de esta deuda.
   Ella os ama; vos sois pobre;
   su calidad y riqueza
   es igual a su hermosura;
   que os persÜada me ruega. 3360
   Para esto vine a su casa.
   No habrá consuelo que pueda
   oponerse a mis pesares,
   como el ver que me suceda
   tal amiga en tal amante. 3365
   Pagad noble su firmeza,
   y haced cortés lo que os pido,
   por ser la cosa postrera.
MELCHOR:      Si eso es cierto, ausente mía,
   y mis desdichas ordenan 3370
   que para afligir memorias,
   hoy os gane, y hoy os pierda,
   aunque lo que me mandáis
   tan pesado me parezca
   como el morir, pues con vos 3375
   la misma hermosura es fea;
   porque sepáis los quilates
   de mi amor, y en lo que precia
   las leyes de vuestro gusto
   el valor de mi obediencia; 3380
   digo, --¡ ay Dios, y qué forzado !--
   digo, en fin, que os doy promesa
   de hacer lo que me mandáis
   aunque sé por cosa cierta
   que el casarme y el morir 3385
   será todo uno.    Mas muera
   en su yugo aborrecible
   quien perdió vuestra belleza.
MAGDALENA:      ¡ Espejo de amantes sois !
   Esperad, y llamaréla; 3390
   que os habéis de dar las manos,
   siendo el tálamo esta reja.
   ¿ No gustáis vos de esto ?
MELCHOR:                                  ¿ Yo ?
   ¿ Qué gusto queréis que tenga,
   si por el vuestro me rijo ? 3395
MAGDALENA:      No la habléis con aspereza
   decidla muchos regalos.
MELCHOR:      Podrá fingirlos la lengua;
   pero el alma, es imposible.
MAGDALENA:      ¿ Y qué ! ¿ Os casaréis con ella ? 3400
MELCHOR:      Digo, señora, que sí.
MAGDALENA:      ¡ Ah traidor ! ¡ Y quién tuviera
   fe en voluntades de vidrio
   que al primer golpe se quiebran !
   En fin, habéis confesado 3405
   al primer trato de cuerda
   que basta a haceros mudable,
   con ser fingida, una ausencia.
   Quedaos para poco firme;
   que yo haré elección mas cuerda 3410
   de quien mi firmeza iguale.
MELCHOR:      Mi bien, mi luz, mi condesa,
   no os vais, esperad, oídme.
MAGDALENA:      ¿ Qué queréis ?
MELCHOR:                      Que no os ofenda
   lo que imaginaba yo 3415
   que con vos de estima fuera.
   Si vos me mandáis casar
   con quien sé yo que estáis cierta
   que por vos he aborrecido;
   y puede mas la obediencia 3420
   de vuestra ley que mi gusto;
   ¿ será razón que merezca,
   cuando esperaba alabanzas,
   tan mal pagadas finezas ?
   ¿ No me lo mandasteis vos ? 3425
MAGDALENA:      ¿ Quién mandó jamás de veras,
   aunque se fuese a las Indias,
   a su amante que a otra quiera ?
   Esperaba excusas yo
   que mis ruegos convencieran, 3430
   y a amaros más me obligaran,
   pintándome faltas de ella.
   Creí oíros decir
   que era fría, que era necia,
   y que os mandara dar muerte, 3435
   antes que casar con ella.
   (¡ Qué esté yo de mí celosa,            Aparte
   y en cuanto soy la condesa,
   me pese que don Melchor
   ser mi esposo me prometa ! 3440
   Extraña condición tengo !)
MELCHOR:      No haya más, mi airada bella.
   Si os ofendí, perdon pido;
   pare en paz esta pendencia.
   Yo os juro por la hermosura 3445
   que en vos mi amor considera;
   que no hay monstruo para mí,
   como doña Magdalena.
   Si aunque a Nápoles os vais,
   y aunque más oro me dieran 3450
   que en las entrañas del mundo
   los rayos del sol engendran,
   pusiera en ella los ojos...

Doña MAGDALENA habla con distinta voz, fingiendo que es doña Magdalena que llega

   ¿ Qué es esto ?

Responde con la voz que primero

                   ¡ Oh amiga ! Llega;
   que aquí está tu don Melchor 3455
   haciéndote mil ofensas.
   Averígualas con él,
   ya que llegaste a entenderlas;
   que yo me voy a dormir
   para que mañana pueda 3460
   madrugar a mi jornada.

Retírase, y vuelve un momento después, para aparentar que se va la Condesa y se queda doña MAGDALENA

   Quien habla mal en ausencia
   de mujeres principales
   sin llegar a merecerlas,
   en fe de poco cortés 3465
   cual vos, bien será que pierda
   como el crédito conmigo,
   el amor de la condesa.
   Sois muy limitado vos
   de entendimiento, y es fuerza 3470
   que no alcancéis lo que valen
   los quilates de mis prendas.
   Mal juzgará de colores
   un ciego, ni de bellezas
   el montañes, que templado 3475
   está al gusto de una sierra.
   Las de León os sazonen
   el vuestro; que en esta tierra,
   hilando amor tan delgado,
   no alcanzáis sus sutilezas. 3480

Vase, y cierra la ventana

VENTURA:      ¡ Ventanazo, vive Cristo !
   Y pullas a pares echan,
   sin decirnos, "Agua va."
   ¡ Bercebú que las entienda !
   Alto a casa, y quedensé 3485
   ambas a dos para hembras.
MELCHOR:      ¡ Hay sucesos semejantes !

Salen    don ALONSO, don LUIS, don JERONIMO, don SEBASTIAN, y CRIADOS, con luces

ALONSO:      ¿ En la calle a Magdalena
   que hablaba un hombre, me dices ?
JERONIMO:      Esto es verdad.

A su amo

VENTURA:                        Falsas puertas 3490
   abren; acojamonós,
   si no quieres que nos muelan.
SEBASTIAN:      Aquí se están todavía.
ALONSO:      Este es don Melchor.
JERONIMO:                                Pues muera.
VENTURA:      Cogido nos han la calle.
   Quiera Dios que por bien sea. 3495

A don MELCHOR

ALONSO:      ¿ Qué ocasión puede moveros
   si no es locura, a que venga
   a hablar por rejas de noche
   quien de día ser pudiera
   señor de esta casa misma, 3500
   si no es que afrentar intenta
   a quien ronda como a dama
   quien de ser su esposo deja !
MELCHOR:      ¿ Yo ? Engañáisos si pensáis
   que por doña Magdalena 3505
   rondo calles y ventanas.
ALONSO:      Pues ¿ por quién ?
MELCHOR:                          Por la condesa,
   que es mi esposa, y me mandó
   que aquesta noche viniera,
   y agora de aquí se aparta, 3510
   y en vuestra casa se hospeda.
ALONSO:      ¿ Condesa en mi casa ?
MELCHOR:                              Sí.
JERONIMO:      ¿ Hay locura como aquesta ?
MELCHOR:      Pues ¿ podréislo vos negar,
   si en esta ventana mesma 3515
   acaba de hablarme agora ?
ALONSO:      No excusaréis con quimeras
   el agravio que a mi honor
   habéis hecho.
VENTURA:                      Espadas quedas,
   que mi amo dice verdad, 3520
   a pagar de mi honra; y sepan
   que no ha una hora que le dio
   de esposa la mano tierna
   la condesa del bolsillo,
   y yo serví de banqueta 3525
   porque mejor se alcanzasen
   estas bodas zapateras.
ALONSO:      ¡ Cielos ! ¿ Condesa en mi casa ?

Sale doña ANGELA

ANGELA:      Sí, señores, yo soy esa,
   que con el favor de un manto, 3530
   antiyer fingí encubierta
   lo que no soy, agradada
   del término y gentileza
   de don Melchor.    Esta noche
   le he dado por estas rejas 3535
   mano de esposa.
SEBASTIAN:                          ¿ Qué dices ?
ANGELA:      Que no es razón que obedezca,
   si es libre mi voluntad,
   las bodas que tú conciertas.
MELCHOR:      ¡ Ay señora de mis ojos ! 3540
   No en balde el alma discreta,
   sin veros, hizo elección
   de tan celestial presencia.
   Vos sois mi querida esposa.
SEBASTIAN:      Primero que tal consienta...

Sale doña MAGDALENA, QUIÑONES, y SANTILLANA

MAGDALENA:      Doña Angela os ha engañado, 3545
   por más que usurparme quiera
   el derecho de mi amor
   porque yo soy la condesa,
   si en el título fingida
   en la sustancia de veras, 3550
   a quien don Melchor adora,
   y vos quien hoy encubierta
   pretendisteis engañarle,
   hurtándome el nombre y señas
   y para confirmación 3555
   de esto, los testigos sean
   estas trenzas y bolsillo,
   aqueste escudero y dueña.
SANTILLANA:      Esta es la pura verdad
   sin jota de agua. Estafeta 3560
   he sido de estos despachos.
QUIÑONES:      Doña Angela, en vano intentas
   lo que los cielos estorban.
MAGDALENA:      Y para última certeza,
   esta mano os desengañe,
   pues fue, idolatrando en ella, 3565
   principio de vuestro amor.
MELCHOR:      Conózcola, y con vergÜenza
   en ella sello mis labios.
VENTURA:      Acabemos pues, y tengan
   fin alegre estos desvelos. 3570
ALONSO:      Don Sebastián, pues lo ordena
   el cielo ansí, ¿ qué remedio ?
SEBASTIAN:      Tener envidia y paciencia...
LUIS:      Ya que yo no merecí
   ser su esposo, pues se emplea
   en mi ptimo, consolado 3575
   con vos, mis amores cesan.
SEBASTIAN:      Don Jerónimo ha de ser,
   Angela, tu esposo.
ANGELA:                              Sea,
   pues no puede don Melchor.
SANTILLANA:      Y Santillana se queda
   por escudero de casa. 3580
VENTURA:      Quiñones, tus tocas vengan
   a ser manteles de boda
   pondráte mi amor la mesa.
MELCHOR:      Daréos los dos mil escudos,
   si os casáis.
QUIÑONES:                          ¡ Enhorabuen ! 3585
VENTURA:      Sacaréte de pecado
   cuando te saque de dueña.
MAGDALENA:      Ya, señores, no seré
   la celosa de mí mesma.
MELCHOR:      Ni Tirso estará quejoso, 3590
   si os agrada esta comedia


FIN DE LA COMEDIA