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Don Quijote de la Mancha, I



PARTE PRIMERA
PRÓLOGO.


PRIMEIRA PARRE
Prólogo


Desocupado lector sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado , antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te esenta y hace libre de todo respecto y obligación; y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della. ADO LEITOR: Não preciso de prestar aqui um juramento para que creias que com toda a minha vontade quisera que este livro, como filho do entendimento, fosse o mais formoso, o mais galhardo, e discreto que se pudesse imaginar: porém não esteve na minha mão contravir à ordem da natureza, na qual cada coisa gera outra que lhe seja semelhante; que podia portanto o meu engenho, estéril e mal cultivado, produzir neste mundo, senão a história de um filho magro, seco e enrugado, caprichoso e cheio de pensamentos vários, e nunca imaginados de outra alguma pessoa? Bem como quem foi gerado em um cárcere onde toda a incomodidade tem seu assento, e onde todo o triste ruído faz a sua habitação! O descanso, o lugar aprazível, a amenidade dos campos, a serenidade dos céus, o murmurar das fontes, e a tranqüilidade do espírito entram sempre em grande parte, quando as musas estéreis se mostram fecundas, e oferecem ao mundo partos, que o enchem de admiração e de contentamento. Acontece muitas vezes ter um pai um filho feio e extremamente desengraçado, mas o amor paternal lhe põe uma peneira nos olhos para que não veja estas enormidades, antes as julga como discrições e lindezas, e está sempre a contá-las aos seus amigos, como agudezas e donaires. Porém eu, que, ainda que pareço pai, não sou contudo senão padrasto de D. Quixote, não quero deixar-me ir com a corrente do uso, nem pedir-te, quase com as lágrimas nos olhos, como por aí fazem muitos, que tu, leitor caríssimo, me perdoes ou desculpes as faltas que encontrares e descobrires neste meu filho; e porque não és seu parente nem seu amigo, e tens a tua alma no teu corpo, e a tua liberdade de julgar muito à larga e a teu gosto, e estás em tua casa, onde és senhor dela como el-rei das suas alcavalas, e sabes o que comumente se diz que debaixo do meu manto ao rei mato (o que tudo te isenta de todo o respeito e obrigação) podes do mesmo modo dizer desta história tudo quanto te lembrar sem teres medo de que te caluniem pelo mal, nem te premeiem pelo bem que dela disseres.
Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. O que eu somente muito desejava era dar-ta mondada e despida, sem os ornatos de prólogo nem do inumerável catálogo dos costumados sonetos, epigramas, e elogios, que no princípio dos livros por aí é uso pôr-se; pois não tenho remédio senão dizer-te que, apesar de me haver custado algum trabalho a composição desta história, foi contudo o maior de todos fazer esta prefação, que vais agora lendo. Muitas vezes peguei na pena para escrevê-la, e muitas a tornei a largar por não saber o que escreveria; e estando em uma das ditas vezes suspenso, com o papel diante de mim, a pena engastada na orelha, o cotovelo sobre a banca, e a mão debaixo do queixo, pensando no que diria, entrou por acaso um meu amigo, homem bem entendido, e espirituoso, o qual, vendo-me tão imaginativo, me perguntou a causa, e eu, não lha encobrindo, lhe disse que estava pensando no prólogo que havia de fazer para a história do D. Quixote, e que me via tão atrapalhado e aflito com este empenho, que nem queria fazer tal prólogo, nem dar à luz as façanhas de um tão nobre cavaleiro:
-Porque, ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido , salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención , menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina; sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? ¿Pues qué, cuando citan la Divina Escritura? No dirán sino que son unos santos Tomases y otros doctores de la Iglesia; guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han pintado un enamorado destraído y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es un contento y un regalo oílle o leelle. De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del A.B.C., comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoílo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses , condes, obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque, si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales, que no les igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España. En fin, señor y amigo mío -proseguí-, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan; porque yo me hallo incapaz de remediarlas , por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos. De aquí nace la suspensión y elevamiento, amigo, en que me hallastes; bastante causa para ponerme en ella la que de mí habéis oído. Porque como quereis vós que me não encha de confusão o antigo legislador, chamado Vulgo, quando ele vir que no cabo de tantos anos, como há que durmo no silêncio do esquecimento, me saio agora, tendo já tão grande carga de anos às costas, com uma legenda seca como as palhas, falta de invenção, minguada de estilo, pobre de conceitos, e alheia a toda a erudição e doutrina, sem notas às margens, nem comentários no fim do livro, como vejo que estão por aí muitos outros livros (ainda que sejam fabulosos e profanos) tão cheios de sentenças de Aristóteles, de Platão, e de toda a caterva de filósofos que levam a admiração ao ânimo dos leitores, e fazem que estes julguem os autores dos tais livros como homens lidos, eruditos, e eloqüentes? Pois que, quando citam a Divina Escritura, se dirá que são uns Santos Tomases, e outros doutores da Igreja, guardando nisto um decoro tão engenhoso, que em uma linha pintam um namorado distraído, e em outra fazem um sermãozinho tão cristão, que é mesmo um regalo lê-lo ou ouvi-lo. De tudo isto há-de carecer o meu livro, porque nem tenho que notar nele à margem, nem que comentar no fim, e ainda menos sei os autores que sigo nele para pô-los em um catálogo pelas letras do alfabeto, como se usa, começando em Aristóteles, e acabando em Xenofonte, em Zoilo ou em Zeuxis, ainda que foi maldizente um destes e pintor o outro. Também há-de o meu livro carecer de sonetos no princípio, pelo menos de sonetos cujos autores sejam duques, marqueses, condes, bispos, damas, ou poetas celebérrimos, bem que se eu os pedisse a dois ou três amigos meus que entendem da matéria, sei que mos dariam tais, que não os igualassem os daqueles que têm mais nome na nossa Espanha. Enfim, meu bom e querido amigo, continuei eu, tenho assentado comigo em que o senhor D. Quixote continue a jazer sepultado nos arquivos da Mancha até que o céu lhe depare pessoa competente que o adorne de todas estas coisas que lhe faltam, porque eu me sinto incapaz de remediá-las em razão das minhas poucas letras e natural insuficiência, e, ainda de mais a mais, porque sou muito preguiçoso e custa-me muito a andar procurando autores que me digam aquilo que eu muito bem me sei dizer sem eles. Daqui nasce o embaraço e suspensão em que me achastes submerso: bastante causa me parece ser esta que tendes ouvido para produzir em mim os efeitos que presenciais.
Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo. Quando o meu amigo acabou de ouvir tudo o que eu lhe disse, deu uma grande palmada na testa, e em seguida, depois de uma longa e estrondosa gargalhada, me respondeu:
-Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones. Pero agora veo que estáis tan lejos de serlo como lo está el cielo de la tierra. ¿Cómo que es posible que cosas de tan poco momento y tan fáciles de remediar puedan tener fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de discurso. ¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento y veréis cómo, en un abrir y cerrar de ojos, confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la caballería andante. “Por Deus, meu amigo, que ainda agora acabo de sair de um engano em que tenho estado desde todo o muito tempo em que vos hei conhecido, no qual sempre vos julguei homem discreto e prudente em todas as vossas ações; agora, porém, conheço o erro em que caí e o quanto estais longe de serdes o que eu pensava, que me parece ser maior a distância do que é do céu à terra. Como?! Pois é possível que coisas, de tão insignificante importância e tão fáceis de remediar, possam ter força de confundir e suspender um engenho tão maduro como o vosso, e tão afeito a romper e passar triunfantemente por cima de outras dificuldades muito maiores? À fé que isto não vem de falta de habilidade, mas sim de sobejo de preguiça e penúria de reflexão. Quereis convencer-vos da verdade que vos digo? Estai atento ao que vou dizer-vos, e em um abrir e fechar de olhos achareis desfeitas e destruídas todas as vossas dificuldades, e remediadas todas as faltas que vos assustam e acobardam para deixardes de apresentar à luz do mundo a história do vosso famoso D. Quixote, espelho e brilho de toda a cavalaria andante.”
-Decid -le repliqué yo, oyendo lo que me decía- ¿de qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusión. Aqui lhe atalhei eu com a seguinte pergunta: “Dizei-me: qual é o modo por que pensais que hei-de encher o vazio do meu temor, e trazer a lúcida claridade ao escuro caos da minha confusão?”
A lo cual él dijo. A isto me replicou ele:
-Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay noticia que fueron famosos poetas; y cuando no lo hayan sido y hubiere algunos pedantes y bachilleres que por detrás os muerdan y murmuren desta verdad, no se os dé dos maravedís; porque, ya que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escribistes. “O reparo que fazeis sobre os tais sonetos, epigramas e elogios que faltam para o princípio do vosso livro, e que sejam de personagens graves e de Título, se pode remediar, uma vez que vós mesmo queirais ter o trabalho de os compor, e depois batizá-los, pondo-lhes o nome da pessoa que for mais do vosso agrado, podendo mesmo atribuí-los ao Prestes João das Índias, ou ao imperador de Trapizonda, dos quais eu por notícias certas sei que foram famosos poetas; mas, ainda quando isto seja patranha e não o tenham sido, e apareçam porventura alguns pedantes palradores, que vos mordam por detrás, e murmurem desta peta, não se vos dê dez réis de mel coado desses falatórios, porque, ainda quando averigúem a vossa velhacaria a respeito da paternidade dos tais versos, nem por isso vos hão-de cortar a mão com que os escrevestes.
»En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino hacer, de manera que venga a pelo, algunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o, a lo menos, que os cuesten poco trabajo el buscalle ; como será poner, tratando de libertad y cautiverio “Enquanto ao negócio de citar nas margens do livro os nomes dos autores, dos quais vos aproveitardes para inserirdes na vossa história os seus ditos e sentenças, não tendes mais que arranjar-vos de maneira que venham a ponto algumas dessas sentenças, as quais vós saibais de memória, ou pelo menos que vos dê o procurá-las muito pouco trabalho, como será, tratando por exemplo de liberdade e escravidão, citar a seguinte:
Non bene pro toto libertas venditur auro . Non bene pro toto libertas venditur auro,
Y luego, en el margen, citar a Horacio, o a quien lo dijo. Si tratáredes del poder de la muerte, acudir luego con. e logo à margem citar Horácio, ou quem foi que o disse. Se tratardes do poder da morte, acudi logo com:
Pallida mors aequo pulsat pede
pauperum tabernas regumque turres.
Pallida mors aequo pulsat pede
pauperum tabernas Regumque turres.
Si de la amistad y amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entraros luego al punto por la Escritura Divina , que lo podéis hacer con tantico de curiosidad, y decir las palabras, por lo menos, del mismo Dios Ego autem dico vobis diligite inimicos vestros. Si tratáredes de malos pensamientos, acudid con el Evangelio De corde exeunt cogitationes malae . Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón , que os dará su dístico. Se da amizade e amor que Deus manda ter para com os inimigos, entrai-vos logo sem demora pela Escritura Divina, o que podeis fazer com uma pouca de curiosidade, e dizer depois as palavras pelo menos do próprio Deus: Ego autem dico vobis: Diligite inimicos vostros. Se tratardes de maus pensamentos, vinde com o Evangelho, quando este diz: De corde exeunt cogitationes malae; se da instabilidade dos amigos, aí está Catão que vos dará o seu dístico:
Donec eris felix, multos numerabis amicos.
tempora si fuerint nubila, solus eris.
Donec eris felix, multos numerabis amicos
Tempora si fuerint nubila, solus eris.
Y con estos latinicos y otros tales os tendrán siquiera por gramático, que el serlo no es de poca honra y provecho el día de hoy. Com estes latins, e com outros que tais, vos terão, sequer por gramático, que já o sê-lo não é pouco honroso, e às vezes também proveitoso nos tempos de agora.
»En lo que toca el poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podéis hacer desta manera si nombráis algún gigante en vuestro libro, hacelde que sea el gigante Golías, y con sólo esto, que os costará casi nada, tenéis una grande anotación, pues podéis poner El gigante Golías, o Goliat, fue un filisteo a quien el pastor David mató de una gran pedrada en el valle de Terebinto, según se cuenta en el Libro de los Reyes , en el capítulo que vos halláredes que se escribe. Tras esto, para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo, haced de modo como en vuestra historia se nombre el río Tajo, y veréisos luego con otra famosa anotación, poniendo El río Tajo fue así dicho por un rey de las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar océano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa; y es opinión que tiene las arenas de oro, etc. Si tratáredes de ladrones, yo os diré la historia de Caco, que la sé de coro; si de mujeres rameras, ahí está el obispo de Mondoñedo , que os prestará a Lamia, Laida y Flora, cuya anotación os dará gran crédito; si de crueles, Ovidio os entregará a Medea ; si de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio a Circe ; si de capitanes valerosos, el mesmo Julio César os prestará a sí mismo en sus Comentarios, y Plutarco os dará mil Alejandros . Si tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo , que os hincha las medidas. Y si no queréis andaros por tierras extrañas, en vuestra casa tenéis a Fonseca, Del amor de Dios , donde se cifra todo lo que vos y el más ingenioso acertare a desear en tal materia. En resolución, no hay más sino que vos procuréis nombrar estos nombres, o tocar estas historias en la vuestra, que aquí he dicho, y dejadme a mí el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las márgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro. “Pelo que toca a fazer anotações ou comentários no fim do livro, podeis fazê-los com segurança da maneira seguinte: Se nomeardes no vosso livro algum gigante, não vos esqueçais de que este seja o gigante Golias, e somente com este nome, que vos custará muito pouco a escrever, tendes já um grande comentário a fazer, porque podeis dizer, pouco mais ou menos, isto: “O gigante Golias, ou Goliath, foi um Filisteu, a quem o pastor David matou com uma grande pedrada que lhe deu no vale de Terebinto, segundo se conta no livro dos Reis, no capítulo onde achardes que esta história se acha escrita.” Em seguida a esta anotação, para mostrar-vos homem erudito em letras humanas e ao mesmo tempo um bom cosmógrafo, fazei de modo que no livro se comemore o rio Tejo, e vireis logo com um magnífico comentário, dizendo: “O rio Tejo foi assim chamado em memória de um antigo rei das Espanhas; tem o seu nascimento em tal lugar e vai morrer no mar Oceano, beijando os muros da famosa cidade de Lisboa, e é opinião de muita gente que traz areias de ouro, etc.” Se tratardes de ladrões, dar-vos-ei a história de Caco, a qual eu sei de cor; se de mulheres namoradeiras, aí está o bispo de Mondonedo que vos emprestará Lâmia, Laís e Flora, cujo comentário vos granjeará grande crédito; se de mulheres cruéis, Ovídio porá Medéia à vossa disposição; se de feiticeiras e encantadoras, lá tendes Calipso em Homero, e Circe em Virgílio; se de capitães valerosos, Júlio César se vos dá a si próprio nos seus Comentários, e Plutarco vos dará mil Alexandres; se vos meterdes em negócios de amores, com uma casca de alhos que saibais da língua toscana topareis em Leão Hebreu, que vos encherá as medidas: e se não quereis viajar por terras estranhas, em vossa casa achareis Fonseca e seu Amor de Deus, no qual se cifra tudo quanto vós e qualquer dos mais engenhosos escritores possa acertar a dizer em tal matéria. Em conclusão, nada mais há senão que vós procureis meter no livro estes nomes, ou tocar nele estas histórias, que vos apontei, e depois deixai ao meu cuidado o pôr as notas marginais, e as anotações e comentários finais, e vos dou a minha palavra de honra de vos atestar as margens de notas, e de apensar ao fim do livro uma resina de papel toda cheia de comentários.
»Vengamos ahora a la citación de los autores que los otros libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z , como vos decís. Pues ese mismo abecedario pondréis vos en vuestro libro; que, puesto que a la clara se vea la mentira, por la poca necesidad que vos teníades de aprovecharos dellos, no importa nada; y quizá alguno habrá tan simple, que crea que de todos os habéis aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra; y, cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servirá aquel largo catálogo de autores a dar de improviso autoridad al libro . Y más, que no habrá quien se ponga a averiguar si los seguistes o no los seguistes, no yéndole nada en ello. Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón ; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología; ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento. Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo; que, cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere. Y, pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo; pintando, en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos. Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si esto alcanzásedes, no habríades alcanzado poco. “Vamos agora à citação dos autores que por aí costumam trazer os outros livros, mas que faltam no vosso. O remédio desta míngua é muito fácil, porque nada mais tendes a fazer do que pegar em um catálogo, que contenha todos os autores conhecidos por ordem alfabética, como há pouco dissestes; depois pegareis nesse mesmo catálogo e o inserireis no vosso livro, porque, apesar de ficar a mentira totalmente calva por não terdes necessidade de incomodar a tanta gente, isso pouco importa, e porventura encontrareis leitores tão bons e tão ingênuos que acreditem na verdade do vosso catálogo, e se persuadam de que a vossa história, tão simples e tão singela, todavia precisava muito daquelas imensas citações: e quando não sirva isto de outra coisa, servirá contudo por certo de dar ao vosso livro uma grande autoridade; além de que ninguém quererá dar-se ao trabalho de averiguar se todos aqueles autores foram consultados e seguidos por vós ou não o foram, porque daí não tira proveito algum, e de mais a mais, se me não iludo, este vosso livro não carece de alguma dessas coisas que dizeis lhe falta, pois todo ele é uma invectiva contra os livros de cavalarias, dos quais nunca se lembrou Aristóteles nem vieram à idéia de Cícero, e mesmo S. Basílio guardou profundo silêncio a respeito deles. O livro que escreveis há-de conter disparates fabulosos, com os quais nada têm que ver as pontualidades da verdade, nem as observações da astrologia, nem lhe servem de coisa alguma as medidas geométricas, nem a confutação dos argumentos usados pela retórica, nem tem necessidade de fazer sermões aos leitores misturando o humano com o divino, mistura esta que não deve sair de algum cristão entendimento. No vosso livro o que muito convém é uma feliz imitação dos bons modelos, a qual, quanto mais perfeita for, tanto melhor será o que se escrever: e pois que a vossa escritura tem por único fim desfazer a autoridade que por esse mundo e entre o vulgo ganharam os livros de cavalarias, não careceis de andar mendigando sentenças de filósofos, conselhos da Divina Escritura, fábulas de poetas, orações de retóricos, e milagres de santos; o de que precisais é de procurar que a vossa história se apresente em público escrita em estilo significativo, com palavras honestas e bem colocadas, sonoras e festivas em grande abastança, pintando em tudo quanto for possível a vossa intenção, fazendo entender os vossos conceitos sem os tornar intrincados, nem obscuros. Procurai também que, quando ler o vosso livro, o melancólico se alegre e solte uma risada, que o risonho quase endoideça de prazer, o simples se não enfade, o discreto se admire da vossa invenção, o grave a não despreze, nem o prudente deixe de gabá-la. Finalmente, tende sempre posta a mira em derribar a mal fundada máquina destes cavaleirescos livros aborrecidos de muita gente, e louvados e queridos de muita mais. Se conseguirdes fazer quanto vos digo, não tereis feito pouco.”
Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo; en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. Vale. Com grande silêncio estive eu escutando o que o meu amigo me dizia, e com tal força se imprimiram em mim as suas razões, que sem mais discussão alguma as aprovei por boas, e delas mesmas quis compor este prólogo: aqui verás, leitor suave, a discrição do meu amigo, a minha boa ventura de encontrar um tal conselheiro em tempo de tão apertada necessidade, e a tua consolação em poderes ler a história tão sincera e tão verdadeira do famoso D. Quixote de la Mancha, do qual a opinião mais geral dos habitantes do Campo de Montiel é haver sido o mais casto enamorado, e o mais valente cavaleiro que desde muitos anos a esta parte apareceu por aqueles sítios. Não quero encarecer-te o serviço que te presto em dar-te a conhecer tão honrado e notável cavaleiro; mas sempre quero que me agradeças o conhecimento que virás a ter do grande Sancho Pança, seu escudeiro, no qual, segundo o meu parecer, te dou enfeixadas todas as graças escudeirais que pela caterva dos livros ocos de cavalarias se encontram espalhadas e dispersas. E com isto Deus te dê saúde, e se não esqueça de mim.




I. Capítulo I Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha


Capítulo I — Que trata da condição e exercício do famoso fidalgo D. Quixote de La Mancha.


En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero , adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor . Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados , lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda . El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza , que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben ; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. NUM lugar da Mancha, de cujo nome não quero lembrar-me, vivia, não há muito, um fidalgo, dos de lança em cabido, adarga antiga, rocim fraco, e galgo corredor. Passadio, olha seu tanto mais de vaca do que de carneiro, as mais das ceias restos da carne picados com sua cebola e vinagre, aos sábados outros sobejos ainda somenos, lentilhas às sextas-feiras, algum pombito de crescença aos domingos, consumiam três quartos do seu haver. O remanescente, levavam-no saio de belarte, calças de veludo para as festas, com seus pantufos do mesmo; e para os dias de semana o seu bellori do mais fino. Tinha em casa uma ama que passava dos quarenta, uma sobrinha que não chegava aos vinte, e um moço da poisada e de porta a fora, tanto para o trato do rocim, como para o da fazenda. Orçava na idade o nosso fidalgo pelos cinqüenta anos. Era rijo de compleição, seco de carnes, enxuto de rosto, madrugador, e amigo da caça. Querem dizer que tinha o sobrenome de Quijada ou Quesada (que nisto discrepam algum tanto os autores que tratam da matéria), ainda que por conjecturas verossímeis se deixa entender que se chamava Quijana. Isto porém pouco faz para a nossa história; basta que, no que tivermos de contar, não nos desviemos da verdade nem um til.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito La razón de la sinrazón que a mi razón se hace , de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía ... los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimRento que merece la vuestra grandeza. É pois de saber que este fidalgo, nos intervalos que tinha de ócio (que eram os mais do ano) se dava a ler livros de cavalaria, com tanta afeição e gosto, que se esqueceu quase de todo do exercício da caça, e até da administração dos seus bens; e a tanto chegou a sua curiosidade e desatino neste ponto, que vendeu muitas courelas de semeadura para comprar livros de cavalarias que ler; com o que juntou em casa quantos pôde apanhar daquele gênero. Dentre todos eles, nenhuns lhe pareciam tão bem como os compostos pelo famoso Feliciano da Silva, porque a clareza da sua prosa e aquelas intrincadas razões suas lhe pareciam de pérolas; e mais, quando chegava a ler aqueles requebros e cartas de desafio, onde em muitas partes achava escrito: a razão da sem-razão que à minha razão se faz, de tal maneira a minha razão enfraquece, que com razão me queixo da vossa formosura; e também quando lia: os altos céus que de vossa divindade divinamente com as estrelas vos fortificam, e vos fazem merecedora do merecimento que merece a vossa grandeza.
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado , no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales . Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar -que era hombre docto, graduado en Sigüenza -, sobre cuál había sido mejor caballero Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula ; mas maese Nicolás , barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo , y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula , porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga. Com estas razões perdia o pobre cavaleiro o juízo; e desvelava-se por entendê-las, e desentranhar-lhes o sentido, que nem o próprio Aristóteles o lograria, ainda que só para isso ressuscitara. Não se entendia lá muito bem com as feridas que D. Belianis dava e recebia, por imaginar que, por grandes facultativos que o tivessem curado, não deixaria de ter o rosto e todo o corpo cheio de cicatrizes e costuras. Porém, contudo louvava no autor aquele acabar o seu livro com a promessa daquela inacabável aventura; e muitas vezes lhe veio desejo de pegar na pena, e finalizar ele a coisa ao pé da letra, como ali se promete e sem dúvida alguma o fizera, e até o sacara à luz, se outros maiores e contínuos pensamentos lho não estorvaram. Teve muitas vezes testilhas com o cura do seu lugar (que era homem douto, graduado em Siguença) sobre qual tinha sido melhor cavaleiro, se Palmeirim de Inglaterra, ou Amadis de Gaula. Mestre Nicolau, barbeiro do mesmo povo, dizia que nenhum chegava ao “Cavaleiro do Febo”; e que, se algum se lhe podia comparar, era D. Galaor, irmão do Amadis de Gaula, o qual era para tudo, e não cavaleiro melindroso nem tão chorão como seu irmão, e que em pontos de valentia lhe não ficava atrás.
En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada , que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio , porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado , valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante , porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos , él solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán , y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón , al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura. Em suma, tanto naquelas leituras se enfrascou, que as noites se lhe passavam a ler desde o sol posto até à alvorada, e os dias, desde o amanhecer até fim da tarde. E assim, do pouco dormir e do muito ler se lhe secou o cérebro, de maneira que chegou a perder o juízo. Encheu-se-lhe a fantasia de tudo que achava nos livros, assim de encantamentos, como pendências, batalhas, desafios, feridas, requebros, amores, tormentas, e disparates impossíveis; e assentou-se-lhe de tal modo na imaginação ser verdade toda aquela máquina de sonhadas invenções que lia, que para ele não havia história mais certa no mundo. Dizia ele que Cid Rui Dias fora mui bom cavaleiro; porém que não tinha que ver com o Cavaleiro da Ardente Espada, que de um só revés tinha partido pelo meio a dois feros e descomunais gigantes. Melhor estava com Bernardo del Cárpio, porque em Roncesvales havia morto a Roldão o encantado, valendo-se da indústria de Hércules quando afogou entre os braços a Anteu, filho da Terra. Dizia muito bem do gigante Morgante, porque, com ser daquela geração dos gigantes, que todos são soberbos e descomedidos, só ele era afável e bem criado. Porém sobre todos estava bem com Reinaldo de Montalvão, especialmente quando o via sair do seu castelo, e roubar quantos topava, e quando em Alende se apossou daquele ídolo de Mafoma, que era de ouro maciço, segundo refere a sua história. Para poder pregar um bom par de pontapés no traidor Galalão, dera ele a ama, e de crescenças a sobrinha.
En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda ; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efeto lo que deseaba. Afinal, rematado já de todo o juízo, deu no mais estranho pensamento em que nunca jamais caiu louco algum do mundo; e foi: parecer-lhe convinhável e necessário, assim para aumento de sua honra própria, como para proveito da república, fazer-se cavaleiro andante, e ir-se por todo o mundo, com as suas armas e cavalo, à cata de aventuras, e exercitar-se em tudo em que tinha lido se exercitavam os da andante cavalaria, desfazendo todo o gênero de agravos, e pondo-se em ocasiões e perigos, donde, levando-os a cabo, cobrasse perpétuo nome e fama. Já o coitado se imaginava coroado pelo valor do seu braço, pelo menos com o império de Trapizonda; e assim, com estes pensamentos de tanto gosto, levado do enlevo que neles trazia, se deu pressa a pôr por obra o que desejava;
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos , que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo, pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos , y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. e a primeira coisa que fez foi limpar umas armas que tinham sido dos seus bisavós, e que, desgastadas de ferrugem, jaziam para um canto esquecidas havia séculos. Limpou-as e consertou-as o melhor que pôde; porém viu que tinham uma grande falta, que era não terem celada de encaixe, senão só morrião simples. A isto porém remediou a sua habilidade: arranjou com papelões uma espécie de meia celada, que encaixava com o morrião, representando celada inteira. Verdade é que, para experimentar se lhe saíra forte e poderia com uma cutilada, sacou da espada e lhe atirou duas. Com a primeira para logo desfez o que lhe tinha levado uma semana a arranjar; não deixou de parecer-lhe mal a facilidade com que dera cabo dela. Para forrar-se a outra que tal, tornou a corregê-la, metendo-lhe por dentro umas barras de ferro, por modo que se deu por satisfeito com a sua fortaleza; e sem querer aventurar-se a mais experiências, a despachou e teve por celada de encaixe das mais finas.
Fue luego a ver su rocín, y, aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban . Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque, según se decía él a sí mesmo, no era razón que caballo de caballero tan famoso , y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí, procuraba acomodársele de manera que declarase quién había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que, mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba . Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo . Foi-se logo a ver o seu rocim; e dado tivesse mais quartos que um real, e mais tachas que o próprio cavalo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, pareceu-lhe que nem o Bucéfalo de Alexandre nem o Babieca do Cid tinham que ver com ele. Quatro dias levou a cismar que nome lhe poria, porque (segundo ele a si próprio se dizia) não era razão que um cavalo de tão famoso cavaleiro, e ele mesmo de si tão bom, ficasse sem nome aparatoso. Barafustava por lhe dar um, que declarasse o que fora antes de pertencer a cavaleiro andante; pois era coisa muito de razão que, mudando o seu senhor de estado, mudasse ele também de nome, e o cobrasse famoso e de estrondo, como convinha à nova ordem e ao exercício que já professava; e assim, depois de escrever, riscar, e trocar muitos nomes, ajuntou, desfez, e refez na própria lembrança outros, até que acertou em o apelidar Rocinante, nome (em seu conceito) alto, sonoro, e significativo do que havia sido quando não passava de rocim, antes do que ao presente era, como quem dissera que era o primeiro de todos os rocins do mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días , y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde -como queda dicho- tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada , como otros quisieron decir. Pero, acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por Hepila famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha , con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della. Posto a seu cavalo nome tanto a contento, quis também arranjar outro para si; nisso gastou mais oito dias; e ao cabo desparou em chamar-se D. Quixote; do que (segundo dito fica) tomaram ocasião alguns autores desta verdadeira história para assentarem que se devia chamar Quijada e não Quesada, como outros quiseram dizer. Recordando-se porém de que o valoroso Amadis, não contente com chamar-se Amadis sem mais nada, acrescentou o nome com o do seu reino e pátria, para a tornar famosa, e se nomeou Amadis de Gaula, assim quis também ele, como bom cavaleiro, acrescentar ao seu nome o da sua terra, e chamar-se D. Quixote de la Mancha; com o que (a seu parecer) declarava muito ao vivo sua linhagem e pátria, a quem dava honra com tomar dela o sobrenome
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo , se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él a sí. Assim, limpas as suas armas, feita do morrião celada, posto o nome ao rocim, e confirmando-se a si próprio, julgou-se inteirado de que nada mais lhe faltava, senão buscar uma dama de quem se enamorar; que andante cavaleiro sem amores era árvore sem folhas nem frutos, e corpo sem alma. Dizia ele entre si:
-Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte , me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo , o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendido ′′Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante′′ ? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo , y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto . — Demos que, por mal dos meus pecados (ou por minha boa sorte), me encontro por aí com algum gigante como de ordinário acontece aos cavaleiros andantes, e o derribo de um recontro, ou o parto em dois, ou finalmente o venço e rendo; não será bem ter a quem mandá-lo apresentar, para que ele entre, e se lance de joelhos aos pés da minha preciosa senhora e lhe diga com voz humilde e rendida: “Eu, senhora, sou o gigante Caraculiambro, senhor da ilha Malindrânia, a quem venceu em singular batalha o jamais dignamente louvado cavaleiro D. Quixote de la Mancha, o qual me ordenou me apresentasse perante Vossa Mercê, para que a vossa grandeza disponha de mim como for servida”? Como se alegrou o nosso bom cavaleiro de ter engenhado este discurso, e especialmente quando atinou com quem pudesse chamar a sua dama! Foi o caso, conforme se crê, que, num lugar perto do seu, havia certa moça lavradora de muito bom parecer, de quem ele em tempos andara enamorado, ainda que (segundo se entende) ela nunca o soube, nem de tal desconfiou. Chamava-se Aldonça Lourenço; a esta é que a ele pareceu bem dar o título de senhora dos seus pensamentos; e buscando-lhe nome que não desdissesse muito do que ela tinha, e ao mesmo tempo desse seus ares de princesa e grã-senhora, veio a chamá-la Dulcinéia del Toboso, por ser Toboso a aldeia da sua naturalidade; nome este (em seu entender) músico, peregrino, e significativo, como todos os mais que a si e às suas coisas já havia posto. 




I. Capítulo II. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote


Capítulo II — Que trata da primeira saída que de sua terra fez o engenhoso D. Quixote


Hechas, pues, estas prevenciones , no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza , según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar , sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar , y deudas que satisfacer. Y así, sin dar parte a una de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de julio) se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo. Mas apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero, y que, conforme a ley de caballería, ni podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase. Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito; mas, pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron , según él había leído en los libros que tal le tenían. En lo de las armas blancas pensaba limpiarlas de manera , en teniendo lugar, que lo fuesen más que un armiño; y con esto se quietó y prosiguió su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo quería , creyendo que en aquello consistía la fuerza de las aventuras. Concluídos pois todos estes arranjos, não quis retardar mais o pôr em efeito o seu pensamento, estimulando-o a lembrança da falta que estava já fazendo ao mundo a sua tardança, segundo eram os agravos que pensava desfazer, sem-razões que endireitar, injustiças que reprimir, abusos que melhorar, e dívidas que satisfazer. E assim, sem a ninguém dar parte da sua intenção, e sem que ninguém o visse, uma manhã antes do dia, que era um dos encalmados de Julho, apercebeu-se de todas as suas armas, montou-se no Rocinante, posta a sua celada feita à pressa, embraçou a sua adarga, empunhou a lança, e pela porta furtada de um pátio se lançou ao campo, com grandíssimo contentamento e alvoroço, de ver com que felicidade dava princípio ao seu bom desejo. Mas, apenas se viu no campo, quando o assaltou um terrível pensamento, e tal, que por pouco o não fez desistir da começada empresa: lembrou-lhe não ter sido ainda armado cavaleiro, e que, segundo a lei da cavalaria, não podia nem devia tomar armas com algum cavaleiro; e ainda que as tomara, havia de levá-las brancas, como cavaleiro donzel, sem empresa no escudo enquanto por seu esforço a não ganhasse. Estes pensamentos não deixaram de lhe abalar os propósitos; mas, podendo nele mais a loucura do que outra qualquer razão, assentou em que se faria armar cavaleiro por algum que topasse, à imitação de muitos que também assim o fizeram, segundo ele tinha lido nos livros do seu uso; e, quanto a armas brancas, limparia as suas por modo, logo que para isso tivesse lugar, que nem um arminho lhes ganhasse. Com isto serenou, e seguiu jornada por onde ao cavalo apetecia, por acreditar que nisso consistia a melhor venida para as aventuras.
Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mismo y diciendo "¿Quién duda, sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera? "Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espa ciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido , por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel" . Y era la verdad que por él caminaba; y añadió diciendo "¡Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro! ¡Oh, tú, sabio encantador , quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser cronista desta peregrina historia, ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante , compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras!" Luego volvía diciendo, como si verdaderamente fuera enamorado "¡Oh princesa Dulcinea, señora deste cautivo corazón!, mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura . Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro amor padece." Indo pois caminhando o nosso flamante aventureiro, conversava consigo mesmo e dizia: — Quem duvida de que lá para o futuro, quando sair à luz a verdadeira história dos meus famosos feitos, o sábio que os escrever há-de pôr, quando chegar à narração desta minha primeira aventura tão de madrugada, as seguintes frases: “Apenas tinha o rubicundo Apolo estendido pela face da ampla e espaçosa terra as doiradas melanias dos seus formosos cabelos, e apenas os pequenos e pintados passarinhos, com as suas farpadas línguas, tinham saudado, com doce e melíflua harmonia, a vinda da rosada aurora, que, deixando a branda cama do zeloso marido, pelas portas e varandas do horizonte manchego aos mortais se mostrava; quando o famoso cavaleiro D. Quixote de la Mancha, deixando as ociosas penas, se montou no seu famoso cavalo Rocinante e começou a caminhar pelo antigo e conhecido campo de Montiel (e era verdade, que por esse mesmo campo é que ele ia);” e continuou dizendo: “Ditosa idade e século ditoso, aquele em que hão-de sair à luz as minhas famigeradas façanhas dignas de gravar-se em bronze, esculpir-se em mármores, e pintar-se em painéis para lembrança de todas as idades!” Ó tu, sábio encantador (quem quer que sejas) a quem há-de tocar ser o cronista desta história, peço-te que te não esqueças do meu bom Rocinante, meu eterno companheiro em todos os caminhos e carreiras. E logo passava a dizer, como se verdadeiramente fora enamorado: — Ó Princesa Dulcinéia, senhora deste cativo coração, muito agravo me fizestes em despedir-me e vedar-me com tão cruel rigor que aparecesse na vossa presença. Apraza-vos, senhora, lembrar-vos deste coração tão rendidamente vosso, que tantas mágoas padece por amor de vós.
Con éstos iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje; y con esto caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con ardor que fuera bastante a derretirle los sesos si algunos tuviera . E como estes ia tecendo outros disparates, todos pelo teor dos que havia aprendido nos seus livros, imitando, conforme podia, o próprio falar deles; e com isto caminhava tão vagaroso, e o sol caía tão rijo, que de todo lhe derretera os miolos se alguns tivera.
Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice , otros dicen que la de los molinos de viento; pero, lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los Anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre ; y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse, y adonde pudiese remediar su mucha necesidad, vio no lejos del camino por donde iba una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de redención le encaminaba . Diose priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía. Caminhou quase todo o dia sem lhe acontecer coisa merecedora de ser contada; com o que ele se amofinava, pois era todo o seu empenho topar logo logo onde provar o valor do seu forte braço. Dizem alguns autores que a sua primeira aventura foi a de Porto Lápice; outros, que foi a dos moinhos de vento. Mas o que eu pude averiguar, e o que achei escrito nos anais da Mancha, é que ele andou todo aquele dia, e, ao anoitecer, ele com o seu rocim se achava estafado e morto de fome; e que, olhando para todas as partes, a ver se se lhe descobriria algum castelo, ou alguma barraca de pastores, onde se recolher, e remediar sua muita necessidade, viu não longe do caminho uma venda, que foi como aparecer-lhe uma estrela que o encaminhava, se não ao alcáçar, pelo menos aos portais da sua redenção. Deu-se pressa em caminhar, e chegou a tempo, que já a noite se ia cerrando.
Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman "del partido" , las cuales iban a Sevilla con unos arrieros, que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada; y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata , sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan. Achavam-se acaso à porta duas mulheres moças, destas que chamam de boa avença, as quais se iam a Sevilha com uns arrieiros, que nessa noite acertaram de pousar na estalagem. E como ao nosso aventureiro tudo quanto pensava, via, ou imaginava, lhe parecia real, e conforme ao que tinha lido, logo que viu a locanda se lhe representou ser um castelo com suas quatro torres, e coruchéus feitos de luzente prata, sem lhe faltar sua ponte levadiça, e cava profunda, e mais acessórios que em semelhantes castelos se debuxam.
Fuese llegando a la venta (que a él le parecía castillo), y a poco trecho della detuvo las riendas a Rocinante esperando que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo . Pero, como vio que se tardaban, y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza , se llegó a la puerta de la venta, y vio a las dos destraídas mozas que allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas, que delante de la puerta del castillo se estaban solazando . Foi-se chegando à pousada (ou castelo, pelo que se lhe representava); e a pequena distância colheu as rédeas a Rocinante, esperando que algum anão surdiria entre as ameias a dar sinal de trombeta por ser chegado cavaleiro ao castelo. Vendo porém que tardava, e que Rocinante mostrava pressa em chegar à estrebaria, achegou-se à porta da venda, e avistou as duas divertidas moças que ali estavam, que a ele lhe pareceram duas formosas donzelas, ou duas graciosas damas, que diante das portas do castelo se espaireciam.
En esto sucedió acaso que un porquero, que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos (que, sin perdón, así se llaman) , tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le representó a don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida, y así con extraño contento llegó a la venta y a las damas , las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte armado, y con lanza y adarga, llenas de miedo se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, descubriendo su seco y polvoroso rostro , con gentil talante y voz reposada les dijo. Sucedeu acaso que um porqueiro, que andava recolhendo de uns restolhos a sua manada de porcos (que este, sem faltar à cortesia, é que é o nome deles), tocou uma buzina a recolher. No mesmo instante se figurou a D. Quixote o que desejava; a saber: que lá estava algum anão dando sinal da sua vinda. E assim, com estranho contentamento, chegou à venda e às damas. Elas, vendo acercar-se um homem daquele feitio, e com lança e adarga, cheias de susto já se iam acolhendo à venda, quando D. Quixote, conhecendo o medo que as tomara, levantando a viseira de papelão, e descobrindo o semblante seco e empoeirado, com o tom mais ameno e voz mais repousada lhes disse:
-Non fuyan las vuestras mercedes , ni teman desaguisado alguno , ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran. — Não fujam Suas Mercês, nem temam desaguisado algum, porquanto a Ordem de cavalaria que professo a ninguém permite que ofendamos, quanto mais a tão altas donzelas, como se está vendo que ambas sois.
Mirábanle las mozas, y andaban con los ojos buscándole el rostro, que la mala visera le encubría; mas, como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesión , no pudieron tener la risa, y fue de manera, que don Quijote vino a correrse y a decirles. Miravam-no as moças, e andavam-lhe com os olhos procurando o rosto, que a desastrada viseira em parte lhe encobria; mas como se ouviram chamar donzelas, coisa tão alheia ao seu modo de vida, não puderam conter o riso; e foi tanto, que D. Quixote chegou a envergonhar-se e dizer-lhes:
-Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez, además, la risa que de leve causa procede, pero non vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante, que el mío non es de al que de serviros . — Comedimento é azul sobre o ouro da formosura; e demais, o rir sem causa grave denuncia sandice. Não vos digo isto para que vos estomagueis, que a minha vontade outra não é senão servir-vos.
El lenguaje, no entendido de las señoras, y el mal talle de nuestro caballero, acrecentaban en ellas la risa, y en él el enojo ; y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que por ser muy gordo era muy pacífico, el cual, viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales, como eran la brida, lanza, adarga y coselete , no estuvo en nada en acompañar a las doncellas en las muestras de su contento. Mas, en efecto, temiendo la máquina de tantos pertrechos, determinó de hablarle comedidamente, y así le dijo. A linguagem que as tais fidalgas não entendiam, e o desajeitado do nosso cavaleiro, ainda acrescentavam nelas as risadas, e estas nele o enjôo; e adiante passara, se a ponto não saísse o vendeiro, sujeito que por muito gordo era muito pacífico de gênio. Este, vendo aquela despropositada figura, com arranjos tão disparatados como eram os aparelhos, as armas, lança, adarga, e corsolete, esteve para fazer coro com as donzelas nas mostras de hilaridade. Mas, reparando melhor naquela quantia de petrechos, teve mão em si, assentou em lhe falar comedidamente, e disse-lhe desta maneira:
-Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia. — Se Vossa Mercê, senhor cavaleiro, busca pousada, excetuando o leito (porque nesta venda nenhum há) tudo mais achará nela de sobejo.
Viendo don Quijote la humildad del alcaide de la fortaleza (que tal le pareció a él el ventero y la venta), respondió. Vendo D. Quixote a humildade do “alcaide da fortaleza”, respondeu:
-Para mí, señor castellano, cualquiera cosa basta, porque mis arreos son las armas , mi descanso el pelear, etc. — Para mim, senhor castelão, qualquer coisa basta porque “minhas pompas são as armas, meu descanso o pelejar.” etc.
Pensó el huésped que el haberle llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla , aunque él era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiante o paje , y así le respondió. Figurou-se ao locandeiro que o nome de castelão seria troca de castelhano (ainda que ele era andaluz, e dos da praia de S. Lucar, que em tunantes não lhe ficam atrás, e são mais ladrões que o próprio Caco, e burlões como estudante ou pajem); e assim lhe respondeu:
-Según eso, las camas de vuestra merced serán duras peñas, y su dormir, siempre velar; y siendo así, bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche. — Segundo isso (como também lá reza a trova), “colchões lhe serão as penhas, e o dormir sempre velar.” E sendo assim, pode muito bem apear-se, com a certeza de achar nesta choça ocasião e ocasiões para não dormir em todo um ano, quanto mais uma noite.
Y diciendo esto, fue a tener el estribo a don Quijote; el cual se apeó con mucha dificultad y trabajo, como aquel que en todo aquel día no se había desayunado. Dijo luego al huésped que le tuviese mucho cuidado de su caballo, porque era la mejor pieza que comía pan en el mundo . Miróle el ventero, y no le pareció, tan bueno como don Quijote decía, ni aun la mitad; y acomodándole en la caballeriza, volvió a ver lo que su huésped mandaba; al cual estaban desarmando las doncellas, (que ya se habían reconciliado con él), las cuales, aunque la habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni quitarle la contrahecha celada , que traía atada con unas cintas verdes y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera; y así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle, como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire. E dito isto, foi segurar no estribo a D. Quixote, o qual se apeou com muita dificuldade e trabalho, como homem que em todo o dia nem migalha tinha provado. Disse logo ao hospedeiro que tivesse muito cuidado naquele cavalo, porque era a melhor peça de quantas consumiam pão neste mundo. Reparou nele o vendeiro, e nem por isso lhe pareceu tão bom como D. Quixote lhe dizia, e nem metade. Acomodou-o na cavalariça, e voltou a saber o que o seu hóspede mandava; achou-o já às boas com as donzelas, que o estavam desarmando. Do peito de armas e couraça bem o tinham elas desquitado; mas o que nunca puderam, foi desencaixar-lhe a gola, nem tirar-lhe a composta celada, que trazia atada com umas fitas verdes, com tão cegos nós, que só cortando-as; no que ele de modo nenhum consentiu. E assim passou a noite com a celada posta, que era a mais extravagante e graciosa figura que se podia imaginar. Enquanto o estiveram desarmando, ele, que imaginava serem damas e senhoras, das principais do castelo, aquelas duas safadas firmas, com muito donaire lhes repetia:
-Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido.
como fuera don Quijote.
cuando de su aldea vino.
doncellas curaban dél,
princesas del su rocin.
— Nunca fora cavaleiro
de damas tão bem servido,
como ao vir de sua aldeia
D. Quixote o esclarecido:
donzelas tratavam dele,
princesas do seu rocim,
o Rocinante, que éste es el nombre señoras mías, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mío; que puesto que no quisiera descubrirme fasta que las fazañas fechas en vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al propósito presente este romance viejo de Lanzarote, ha sido causa que sepáis mi nombre antes de toda sazón; pero tiempo vendrá en que las vuestras señorías me manden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros. ou Rocinante, que este é o nome do meu cavalo, senhoras minhas, e D. Quixote de la Mancha o meu. Não quisera eu descobrir-me, até que as façanhas, obradas em vosso serviço e prol, por si me proclamassem; mas a necessidade de acomodar ao lance presente este romance antigo de Lançarote ocasionou que viésseis a saber o meu nome antes de tempo. Dia porém virá em que Vossas Senhorias me intimem suas ordens, e eu lhas cumpra, mostrando com o valor do meu braço o meu grande desejo de servir-vos.
Las mozas, que no estaban hechas a oír semejantes retóricas, no respondían palabra; sólo le preguntaron si quería comer alguna cosa. As moças, que não andavam correntes em semelhantes retóricas, não respondiam palavra; unicamente lhe perguntaram se queria comer alguma coisa.
-Cualquiera yantaría yo , respondió don Quijote, porque, a lo que entiendo, me haría mucho al caso. — Da melhor vontade, e seja o que for — respondeu D. Quixote —, porque, segundo entendo, bom prol me faria.
A dicha acertó a ser viernes aquel día , y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacalao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela. Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela, que no había otro pescado que darle a comer. Quis logo a mofina que fosse aquele dia uma sexta-feira, não havendo na locanda senão umas postas de um pescado, que em Castela se chama abadejo, e em Andaluzia bacalhau, noutras partes curadillo, e noutras truchuela. Perguntaram-lhe se porventura comeria Sua Mercê truchuela, atendendo a não haver por então outro conduto.
-Como haya muchas truchuelas, respondió don Quijote, podrán servir de una trucha; porque eso se me da que me den ocho reales en sencillos, que una pieza de a ocho. Cuanto más que podría ser que fuesen truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca, y el cabrito, que el cabrón. Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas. — Muitas truchuelas — respondeu D. Quixote — que são diminutivos, somarão uma truta; tanto me vale que me dêem oito reais pegados, como em miúdos. E quem sabe se as tais truchuelas não serão como a vitela, que é melhor do que a vaca, como o cabrito é mais saboroso que o bode? Seja porém o que for, venha logo, que o trabalho e peso das armas não se pode levar sem o governo das tripas.
Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta, por el fresco, y trújole el huésped una porción del mal remojado y peor cocido bacalao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas; pero era materia de grande risa verle comer , porque, como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca con sus manos si otro no se lo daba y ponía, y así una de aquellas señoras servía deste menester. Mas al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera, si el ventero no horadara una caña, y puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino y todo esto lo recebía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada . Puseram-lhe a mesa à porta da venda para estar mais à fresca, e trouxe-lhe o hospedeiro uma porção do mal remolhado e pior cozido bacalhau, e um pão tão negro e de tão má cara, como as armas de D. Quixote. Pratinho para boa risota era vê-lo comer; porque, como tinha posta a celada e a viseira erguida, não podia meter nada para a boca por suas próprias mãos; e por isso uma daquelas senhoras o ajudava em tal serviço. Agora o dar-lhe de beber é que não foi possível, nem jamais o seria, se o vendeiro não furara os nós de uma cana, e, metendo-lhe na boca uma das extremidades dela, lhe não vazasse pela outra o vinho. Com tudo aquilo se conformava o sofrido fidalgo, só por se lhe não cortarem os atilhos da celada.
Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos, y así como llegó sonó su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas, el pan, candeal, y las rameras, damas, y el ventero, castellano del castillo; y con esto daba por bien empleada su determinación y salida. Mas lo que más le fatigaba, era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la orden de caballería. Nisto estavam, quando à venda chegou um capador de porcos e deu sinal de si correndo a sua gaita de canas quatro ou cinco vezes; com o que se acabou de capacitar D. Quixote de que estava em algum famoso castelo, e o serviam com música, e que o abadejo eram trutas, o pão candial, as duas mulherinhas damas, e o vendeiro castelão do castelo; e com isto dava por bem empregada a sua determinação e saída. O que porém sobretudo o desassossegava era não se ver ainda armado cavaleiro, por lhe parecer que antes disso não lhe era dado entrar por justos cabais em aventura alguma.




I. Capítulo III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero


Capítulo III — No qual se conta a graciosa maneira que teve D. Quixote em armar-se cavaleiro.


Y así, fatigado deste pensamiento, abrevió su venteril y limitada cena; la cual acabada, llamó al ventero, y encerrándose con él en la caballeriza , se hincó de rodillas ante él , diciéndole. Ralado com este pensamento, apressou D. Quixote a sua parca ceia, e ao cabo dela chamou a sós o vendeiro, e, fechando-se com ele na cavalariça, se lhe ajoelhou diante, dizendo-lhe:
-No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano. — Nunca donde estou me levantarei, valoroso cavaleiro, enquanto vossa cortesia me não outorgar um dom que lhe peço, o qual redundará em vosso louvor, e proveito do gênero humano.
El ventero, que vio a su huésped a sus pies, y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase; y jamás quiso hasta que le hubo de decir que él otorgaba el don que le pedía. O vendeiro, que viu o hóspede aos seus pés, e ouviu semelhantes razões, estava enleado a olhar para ele, sem atinar no que fizesse ou lhe respondesse, e teimava com ele que se levantasse. Não havia convencê-lo, enquanto por fim lhe não disse que lhe outorgava o que pedia,
-No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío, respondió don Quijote; y así, os digo que el don que os he pedido y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado , es que mañana en aquel día me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla deste vuestro castillo velaré las armas ; y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder, como se debe, ir por todas las cuatro partes del mundo buscando las aventuras en pro de los menesterosos, como está a cargo de la caballería y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo a semejantes fazañas es inclinado. — Não esperava eu menos da vossa grande magnificência, senhor meu — respondeu D. Quixote — e assim vos digo que a mercê que vos hei pedido, e que a vossa liberalidade me afiança, é que amanhã mesmo me hajais de armar cavaleiro. Esta noite na capela deste vosso castelo velarei as armas, e amanhã, como digo, se cumprirá o que tanto desejo, para poder, como se deve, ir por todas as quatro partes do mundo buscar aventuras em proveito dos necessitados, como incumbe à cavalaria e aos cavaleiros andantes, qual eu sou, por inclinação de minha índole.
El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oírle semejantes razones; y, por tener qué reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y así le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía, y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía y como su gallarda presencia mostraba; y que él asimismo, en los años de su mocedad, se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo, buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga , Islas de Riarán, Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo, y otras diversas partes, donde había ejercitado la ligereza de sus pies y sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos , recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando algunos pupilos, y, finalmente dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España; y que a, lo último, se había venido a recoger a aquel su castillo, donde vivía con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en él a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condición que fuesen, sólo por la mucha afición que les tenía, y porque partiesen con él de sus haberes, en pago de su buen deseo. O vendeiro, que era, como já se disse, folgazão, e já tinha seus barruntos da falta de juízo do hóspede, acabou de o reconhecer quando tal lhe ouviu; e para levar a noite de risota, determinou fazer-lhe a vontade; pelo que lhe disse que andava mui acertado no que desejava, e que tal deliberação era própria de senhor tão principal como ele lhe parecia ser, e como sua galharda presença o inculcava; e que também ele que lhe falava, quando ainda mancebo se havia dado àquele honroso exercício, andando por diversas partes do mundo à busca de suas aventuras, sem lhe escapar recanto nos arrabaldes de Málaga, Ilhas de Riarán, Compasso de Sevilha, Mercados de Segóvia, Oliveira de Valença, Praça de, Granada, Praia de Sanlucar, Potro de Córdova, Vendas de Toledo, e outras diversas partes, onde tinha provado a ligeireza dos pés, a sutileza das mãos, fazendo muitos desmandos, requestando a muitas viúvas, enxovalhando algumas donzelas, enganando menores, e, finalmente, dando-se a conhecer por quantos auditórios e tribunais há, por quase toda Espanha. Por derradeiro, tinha vindo recolher-se àquele seu castelo, onde vivia dos seus teres e dos alheios, recebendo nele a todos os cavaleiros andantes, de qualquer qualidade e condição que fossem, só pela muita afeição que lhes tinha, e para que repartissem com ele os seus haveres, a troco dos seus bons desejos.
Díjole también, que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo; pero que, en caso de necesidad, él sabía que se podían velar dondequiera, y que aquella noche las podría velar en un patio del castillo; que a la mañana siendo Dios servido, se harían las debidas ceremonias de manera que él quedase armado caballero, y tan caballero que no pudiese ser más en el mundo. Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído . Disse-lhe também, que naquele seu castelo não havia capela em que pudesse velar as armas, porque a tinham demolido para a reconstrução; porém, que ele sabia poderem-se as armas velar onde quer que fosse, em caso de necessidade; e que naquela noite as velaria num pátio do castelo, e pela manhã, prazendo a Nosso Senhor, se fariam as devidas cerimônias, de maneira que ficasse armado cavaleiro, e tão cavaleiro como os mais cavaleiros do mundo. Perguntou-lhe se trazia dinheiros. Respondeu-lhe D. Quixote que nem branca, porque nunca tinha lido nas histórias dos cavaleiros andantes que nenhum os tivesse trazido.
A esto dijo el ventero que se engañaba; que, puesto caso que en las historias no se escribía por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escribir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse, como eran dineros y camisas limpias , no por eso se había de creer que no los trujeron; y así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes (de que tantos libros están llenos y atestados) llevaban bien herradas las bolsas por lo que pudiese sucederles; y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recibían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo que luego los socorría trayendo por el aire en alguna nube alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud, que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido ; mas que, en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; y cuando sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos (que eran pocas y raras veces), ellos mismos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo, como que era otra cosa de más importancia que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas , y que vería cuán bien se hallaba con ellas cuando menos se pensase. A isto disse o vendeiro que se enganava; que, posto nas histórias se não achasse tal menção, por terem entendido os autores delas não ser necessário especificar uma coisa tão clara e indispensável, como eram o dinheiro e camisas lavadas, nem por isso se havia de acreditar que não trouxessem tal; e assim tivesse por certo e averiguado, que todos os cavaleiros andantes, de que tantos livros andam cheios e rasos, levavam bem petrechadas as bolsas para o que desse e viesse, e que igualmente levavam camisas, e uma caixinha pequena cheia de ungüentos, para se guarecerem das feridas que apanhassem, porque nem sempre se lhes depararia quem os curasse nos campos e desertos onde combatessem, e donde saíssem escalavrados; a não ser que tivessem por si algum sábio encantador, que para logo os socorresse, trazendo-lhes pelo ar nalguma nuvem alguma donzela ou anão, com redoma de água de tal virtude, que em provando dela uma só gota sarassem logo de qualquer lanho ou chaga, como se nada fora. Que os passados cavaleiros sempre tiveram por bom acerto que os seus escudeiros fossem prevenidos de dinheiro e outras coisas necessárias, como fios, e ungüentos. E quando acontecia não terem escudeiros, o que era raríssimo, eles próprios em pessoa levavam tudo aquilo ao disfarce nuns alforjes, figurando ser coisa de mais tomo; porque, a não ser por semelhante motivo, isso de levar alforjes não era muito admitido entre os cavaleiros andantes. Por isso lhe dava de conselho (ainda que por enquanto bem lho pudera ordenar como a afilhado, que brevemente o seria) que daí em diante não tornasse a caminhar assim, espúrio de cum quibus e mais adminículos necessários; e, quando menos o pensasse, lá veria quanto lhe aproveitavam.
Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y recogiéndolas don Quijote todas , las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y embrazando su adarga asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche. Prometeu D. Quixete executar com toda a pontualidade o bom conselho Deu-se logo ordem a serem veladas as armas num pátio grande pegado com a venda; e, juntando todas as suas, D. Quixote as empilhou para cima de uma pia ao pé de um poço. Embraçando a sua adarga, empunhou a lança, e com gentil donaire começou a passear diante da pia, quando já de todo se acabava de cerrar a noite.
Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas, y la armazón de caballería , que esperaba. Admiráronse de tan extraño género de locura; fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que con sosegado ademán unas veces se paseaba, otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas. Acabó de cerrar la noche , pero con tanta claridad de la luna, que podía competir con el que se la prestaba, de manera que cuanto el novel caballero hacía era bien visto de todos. Contou o vendeiro a todos, que na venda estavam, a mania do seu hóspede, a vela das armas, e a cerimônia que se preparava para lhas vestir. Admirados de tão estranho desatino, foram-se todos espreitar de longe, e viram o homem andar umas vezes com sossegada compostura passeando, outras parar arrimado à sua lança, de olhos fitos nas armas. Com ser noite bem fechada, tão clara era a lua, que podia competir com o próprio astro que lhe emprestava a luz; por maneira que tudo quanto o novel cavaleiro fazia, era de todos desfrutado.
Antojósele en esto a uno de los arrieros que estaban en la venta ir a dar agua a su recua, y fue menester quitar las armas de don Quijote, que estaban sobre la pila; el cual, viéndole llegar, en voz alta le dijo Lembrou-se neste comenos um dos arrieiros, que na pousada se achavam, de ir dar de beber às suas cavalgaduras; para o que lhe foi necessário tirar de cima da pia as armas de D. Quixote. Este, vendo-o acercar-se, lhe disse em alta voz:
-¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada!, mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento. — Ó tu, quem quer que sejas, atrevido cavaleiro, que vens tocar nas armas do mais valoroso andante que jamais cingiu espada, olha o que fazes, e não lhes toques, se não queres deixar a vida em paga do teu atrevimento.
No se curó el arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud) , antes trabando de las correas las arrojó gran trecho de sí. Lo cual visto por don Quijote, alzó los ojos al cielo, y puesto el pensamiento (a lo que pareció) en su señora Dulcinea , dijo . Não curou destas bravatas o arrieiro (e antes curara delas, que fora curar-se em saúde); lançou mão daquelas trapalhadas, e arremessou-as para longe. Vendo aquilo D. Quixote, levantou os olhos aos céus; e posto pensamento (como se deixa entender) em sua senhora Dulcinéia, disse:
-Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo. — Assisti-me, senhora minha, na primeira afronta que a este vosso avassalado peito se apresenta! não me falte neste primeiro transe o vosso amparo!
Y diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos, y dio con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derribó en el suelo, tan maltrecho, que, si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara . E dizendo estas e outras semelhantes razões, largando a adarga alçou a lança às mãos ambas e com ela descarregou tamanho golpe na cabeça ao arrieiro, que o derrubou no chão tão maltratado, que, a pregar-lhe segundo, não houvera que chamar cirurgião para o despenar;
Hecho esto, recogió sus armas, y tornó a pasearse con el mismo reposo que primero. Desde allí a poco, sin saberse lo que había pasado (porque aún estaba aturdido el arriero), llegó otro con la misma intención de dar agua a sus mulos, y llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra, y sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga, y alzó otra vez la lanza, y sin hacerla pedazos, hizo más de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abrió por cuatro . Al ruido acudió toda la gente de la venta, y, entre ellos, el ventero. Viendo esto don Quijote, embrazó su adarga, y puesta mano a su espada, dijo. feito o que, apanhou e repôs no seu lugar as suas armas, e tornou-se ao passeio com a mesma serenidade do princípio. Dali a pouco, sem se saber o que era passado, porque o arrieiro estava ainda sem acordo, chegou outro com igual intenção de dar água aos seus machos, e tanto como buliu nas armas para desempachar a pia, D. Quixote, sem dizer palavra, e sem pedir auxílio a ninguém, largou outra vez a adarga, e alçou de novo a lança, e, sem fazê-la pedaços, escangalhou em mais de três a cabeça deste segundo arrieiro, porque lha abriu em quatro. Ao ruído, acudiu toda a gente, e o próprio vendeiro. Vendo isto D. Quixote, embraçou a sua adarga, e, metendo a mão à espada, disse:
-¡Oh señora de la fermosura, esfuerzo y vigor del debilitado corazón mío!, Ahora es tiempo que vuelvas los ojos de tu grandeza a este tu cautivo caballero, que tamaña aventura está atendiendo . — Ó senhora da formosura, esforço e vigor do meu debilitado coração, lance é este para pordes os olhos da vossa grandeza neste cativo cavaleiro, que a tamanha aventura é chegado!
Con esto cobró, a su parecer, tanto ánimo , que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás. Los compañeros de los heridos que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote el cual lo mejor que podía se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila, por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco , y que por loco se libraría, aunque los matase a todos. También don Quijote las daba, mayores , llamándolos de alevosos y traidores, y que el señor del castillo era un follón y mal nacido caballero, pues de tal manera consentía que se tratasen los andantes caballeros , y que si él hubiera recebido la orden de caballería que él le diera a entender su alevosía; "Pero de vosotros, soez y baja canalla , no hago caso alguno; tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiéredes, que vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía". Com isto recobrou, a seu parecer, tanto ânimo, que nem que o acometessem todos os arrieiros do mundo, fizera pé atrás. Os companheiros dos feridos, vendo-os naquele estado, começaram de longe a chover pedras sobre D. Quixote, o qual, o melhor que podia, se ia delas anteparando com a sua adarga, e não ousava apartar-se da pia, para não desamparar as suas armas. Vozeava o vendeiro para que deixassem o homem, porque já lhes tinha dito que era doido, e por doido se livraria, ainda que os matasse a todos. Mais alto porém bradava D. Quixote, chamando-lhes aleivosos e traidores, e acrescentava que o senhor do castelo era um covarde, e mal nascido cavaleiro, por consentir que assim se tratassem cavaleiros andantes; e que a ter já recebido a ordem de cavalaria, ele o ensinara. — De vós outros, canzoada baixa e soez, nenhum caso faço. Atirai-me, chegai, vinde e ofendei-me em quanto puderdes, que vereís o pago que levais da sandice e demasia.
Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían ; y así por esto, como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos, y tornó a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero. Dizia aquilo com tanto brio e denodo, que infundiu pavor nos que o acometiam, e tanto por isto, como pelas persuasões do locandeiro, deixaram de o apedrejar, e ele deu azo para levarem os feridos, e continuou na vela das armas com a mesma quietação e sossego que a princípio.
No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia sucediese; y así, llegándose a él, se disculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento. Díjole como ya le había dicho que en aquel castillo no había capilla y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo , según él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se podía hacer, y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela se cumplía , cuanto más que él había estado más de cuatro. Não pareceram bem ao dono da casa os brincos do hóspede, e determinou abreviar, e dar-lhe a negregada ordem de cavalaria, sem perda de tempo, antes que mais alguma desgraça sucedesse; e assim, aproximando-se-lhe, se lhe desculpou da insolência daquela gente baixa, sem ele saber de tal, mas que bem castigados ficavam do seu atrevimento. Repetiu-lhe o que já lhe tinha dito, que naquele castelo não havia capela, e para o poucochito que faltava, bem podia isso dispensar-se; que o essencial para ficar armado cavaleiro consistia no pescoção e na espadeirada, segundo ele sabia pelo cerimonial da ordem, e que isto até no meio de um campo se podia fazer; que pelo que tocava ao velar as armas, já o tinha cumprido, sendo bastante duas horas de vela, e tendo ele estado nisso mais de quatro.
Todo se lo creyó don Quijote, y dijo que él estaba allí pronto para obedecerle, y que concluyese con la mayor brevedad que pudiese; porque si fuese otra vez acometido y se viese armado caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo, excepto aquellas que él le mandase, a quien, por su respeto, dejaría. Tudo lhe acreditou D. Quixote, e respondeu que estava ali pronto para lhe obedecer, e que finalizasse com a maior brevidade que pudesse, porque, se tornasse a ser acometido, depois de armado cavaleiro, não deixaria pessoa viva no castelo, exceto as que o senhor castelão lhe mandasse, que a essas, por seu respeito, perdoaria.
Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y leyendo en su manual (como que decía alguna devota oración), en mitad de la leyenda alzó la mano, y diole sobre el cuello un buen golpe y tras él, con su misma espada, un gentil espaldarazo , siempre murmurando entre dientes, como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la espada , la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían visto del novel caballero les tenía la risa a raya. Al ceñirle la espada, dijo la buena señora. Avisado e medroso, o castelão trouxe logo um livro, em que assentava a palha e cevada que dava aos arrieiros, e com um coto de vela de sebo que um muchacho lhe trouxe aceso, e, com as duas sobreditas donzelas, voltou para ao pé de D. Quixote, mandou-o pôr de joelhos, e, lendo no seu manual em tom de quem recitava alguma oração devota, no meio da leitura levantou a mão, e lhe descarregou no cachaço um bom pescoção, e logo depois com a sua mesma espada uma pranchada, sempre rosnando entre dentes, como quem rezava. Feito isto, mandou a uma das donzelas que lhe cingisse a espada, o que ela fez com muito desembaraço e discrição (e não era necessária pouca para não rebentar de riso em cada circunstância da cerimônia); porém as proezas que já tinham visto do novo cavaleiro lhes davam mate à hilaridade. Ao cingir-lhe a espada, disse-lhe a boa senhora:
-Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides. — Deus faça a Vossa Mercê muito bom cavaleiro, e lhe dê ventura em lides.
Don Quijote le preguntó cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya , y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó, que por su amor le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don, y se llamase doña Tolosa. Ella se lo prometió, y la otra le calzó la espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada . Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera, y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don, y se llamase doña Molinera , ofreciéndole nuevos servicios y mercedes . Perguntou-lhe D. Quixote como se chamava, para ele saber dali avante a quem ficava devedor pela mercê recebida, porque era sua tenção repartir com ela da honra que viesse a alcançar pelo valor do seu braço. Respondeu ela com muita humildade que se chamava a Tolosa, e que era filha de um remendão natural de Toledo, que vivia nas lojitas de Sancho Bienaya, e onde quer que ela estivesse o serviria como a seu senhor. D. Quixote lhe replicou que, por amor dele, lhe fizesse mercê daí em diante de se tratar por Dom, e se chamasse Dona Tolosa, o que ela lhe prometeu. A outra calçou-lhe a espora, e com esta se passou quase o mesmo colóquio. Perguntou-lhe ele o nome; ao que ela lhe respondeu que se chamava a Moleira, e que era filha de um honrado moleiro de Antiquera. A esta também D. Quixote pediu que usasse Dom, e se chamasse Dona Moleira, oferecendo-lhe novos serviços e mercês.
Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias , no vio la hora don Quijote de verse a caballo, y salir buscando las aventuras, y ensillando luego a Rocinante subió en él, y abrazando a su huésped le dijo cosas tan extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas, y sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora . Feitas pois a galope as (até ali nunca vistas) cerimônias, já tardava a D. Quixote a hora de se ver encavalgado e sair, farejando aventuras. Aparelhando sem mais detença o seu Rocinante, montou-se nele, e, abraçando o seu hospedeiro, lhe disse coisas tão arrevesadas, em agradecimento a havê-lo armado cavaleiro, que não há quem acerte referi-las. O vendeiro, para o ver já fora da venda, respondeu às suas palavras com outras não menos retóricas, porém muito mais breves; e, sem lhe pedir a paga da pousada, o deixou ir nas boas horas.






I. Capítulo IV.De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta

Capítulo IV — Do que sucedeu ao nosso cavaleiro saindo da venda.


La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo . Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas , determinó volver a su casa y acomodarse de todo y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual, casi conociendo la querencia , con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo. Queria já amanhecer, quando D. Quixote saiu da venda, tão contente e bizarro, e com tanto alvoroço por se ver armado cavaleiro, que a alegria lhe rebentava até pelas silhas do cavalo. Mas, recordando-se do conselho do hospedeiro acerca das prevenções tão necessárias que devia levar consigo, especialmente no artigo dinheiro e camisas, determinou voltar a casa, para se prover de tudo aquilo, e de um escudeiro, deitando logo o sentido à pessoa de um lavrador seu vizinho, que era pobre e com filhos, mas de molde para o ofício de escudeiro de cavalaria. Com este pensamento, dirigiu o Rocinante para a sua aldeia. O animal, como se adivinhara a vontade do dono, começou a caminhar com tamanha ânsia, que nem quase assentava os pés no chão.
No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo. Pouco tinham andado, quando ao cavaleiro se figurou que, à mão direita do caminho, e de dentro de um bosque, saíam umas vozes delicadas, como de pessoa que se lastimava; e, apenas as ouviu, disse:
-Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces, sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa que ha menester mi favor y ayuda. — Graças rendo ao céu pela mercê que me faz, pois tão depressa me põe diante ocasião de eu cumprir o que devo à minha profissão, e realizar os meus bons desejos. — Estas vozes solta-as (sem dúvida) algum ou alguma, que está carecendo do meu favor e ajuda.
Y volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían . Y a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho , desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba, y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo, porque decía "la lengua, queda y los ojos, listos". Y el muchacho respondía "No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato". E torcendo as rédeas, encaminhou o Rocinante para donde vinham os gritos. Aos primeiros passos que deu no bosque, viu uma égua presa a uma azinheira, e atado a outra um rapazito nu da cinta para cima, é de seus quinze anos; era o que se lastimava, e não sem causa, porque o estava com uma correia açoitando um lavrador de estatura alentada, acompanhando cada açoite com uma repreensão e conselho, dizendo: — Boca fechada, e olho vivo! Ao que o rapaz respondia: — Não tornarei mais, meu amo, pelas Chagas de Cristo, prometo não tornar! prometo daqui em diante tomar mais sentido no gado!
Y viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo. Vendo D. Quixote aquilo, exclamava furioso:
-Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede. Subid sobre vuestro caballo, y tomad vuestra lanza (que también tenía una lanza arrimada a la encima adonde estaba arrendada la yegua) , que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo. — Descortês cavaleiro, mal parece haverdes-vos com quem vos não pode resistir; subi ao vosso cavalo, e tomai a vossa lança — (que arrumada à azinheira estava de feito uma); — eu vos farei conhecer que isso que estais praticando é de covarde.
El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas, blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió. O lavrador, que viu iminente aquela figura carregada de armas, brandindo-lhe a lança ao rosto, deu-se por morto, e com reverentes palavras lhe respondeu:
-Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos; el cual es tan descuidado, que cada día me falta una, y porque castigo su des cuido o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente. — Senhor cavaleiro, este rapaz que estou castigando é meu criado; serve-me de guardar um bando de ovelhas, que trago por estes contornos; mas é tão descuidado, que de dia a dia me falta uma; e, por eu castigar o seu descuido ou velhacaria, diz que o faço por forreta, para lhe não pagar por inteiro a soldada; por Deus, e em minha consciência, que mente.
-¿Miente, delante de mí, ruin villano? -dijo don Quijote-. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego. — Mente na minha presença, vilão ruim?! — disse D. Quixote — Voto ao sol que nos alumia, que estou, vai não vai, para atravessar-vos com esta lança; pagai-lhe logo sem mais réplica; quando não, por Deus que nos governa, como neste próprio instante dou cabo de vós; desatai-o de repente.
El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que había hecho (y aún no había jurado nada) que no eran tantos; porque se le habían de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo. O lavrador abaixou a cabeça, e sem dizer mais palavra desatou o ovelheiro. Perguntou-lhe D. Quixote quanto seu amo lhe devia; respondeu ele que nove meses, à razão de sete reales cada mês. Fez D. Quixote a conta, e viu que somava sessenta e três reales, e disse ao lavrador que lhos contasse logo logo, se não queria pagar com a vida. Respondeu o camponês, aterrado em tão estreito lance, que já lhe havia jurado (e não tinha ainda jurado coisa alguma) que não eram tantos, porque havia para abater três pares de sapatos que lhe havia mercado, e mais um real de duas sangrias que lhe tinham dado estando enfermo.
-Bien está todo eso, replicó don Quijote; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que, sin culpa, le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagasteis, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; así que, por esta parte, no os debe nada. — Tudo isso está muito bem — respondeu D. Quixote; — mas os sapatos e as sangrias fiquem em desconto dos açoites que sem culpa lhe destes; porquanto, se ele rompeu o couro dos sapatos que vós pagastes, vós rompestes-lhe o do seu corpo; e se o barbeiro lhe tirou sangue, estando doente, também vós lho tirastes estando ele são; portanto nesse particular não há mais que ver, estamos com as contas justas.
-El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros; véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro. — Pior é, senhor cavaleiro, que não tenho aqui dinheiro comigo; acompanha-me tu a casa, André, que eu lá te pagarei de contado.
-¿Irme yo con él, dijo el muchacho, más? ¡Mal año! ; No, señor, ni por pienso, porque en viéndose solo, me desollará como a un San Bartolomé. — Eu ir com ele? — disse o rapaz outra vez — Mau pesar viesse por mim! não senhor; nem pensar em tal. Se se tornasse a ver comigo a sós, esfolava-me que nem um S. Bartolomeu.
-No hará tal, replicó don Quijote; basta que yo se lo mande para que me tenga respeto , y con que él me lo jure por la ley de caba llería que ha recebido , le dejaré ir libre y aseguraré la paga. — Tal não fará — respondeu D. Quixote; — basta que eu mande, para ele me catar respeito. Jure-mo ele pela lei da cavalaria que recebeu, deixá-lo-ei ir livre, e dou-te o pagamento por seguro.
-Mire vuestra merced, señor, lo que dice, dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero, ni ha recibido orden de caballería alguna; que es Juan Haldudo, el rico, el vecino del Quintanar . — Veja Vossa Mercê, senhor, o que diz — replicou o rapazito; — que este meu amo não é cavaleiro, nem recebeu ordem nenhuma de cavalarias; é João Haldudo, o rico, vizinho de Quintanar.
-Importa poco eso, respondió don Quijote, que Haldudos puede haber caballeros, cuanto más que cada uno es hijo de sus obras .-Así es verdad, dijo Andrés; pero este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo. — Pouco importa isso, — obtemperou D. Quixote — que em Haldudos também pode haver cavaleiros; e demais, cada um é filho das suas obras. — Isso é verdade — acudiu André; — mas este meu amo, de que obras há-de ser filho, pois me nega a paga do meu suor e trabalhos?
-No niego, hermano Andrés, respondió el labrador, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo , de pagaros como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados. — Não nego tal, meu rico André — respondeu o lavrador; — dá-me o gosto de vir comigo, que eu juro por quantas castas de cavalarias haja no mundo, de pagar, como tenho dito, até à última, e em moedinha defumada.
-Del sahumerio os hago gracia , dijo don Quijote; dádselos en reales , que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha , el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada. — Dos defumados vos dispenso eu — disse D. Quixote; — dai-lhe os reales, sejam como forem, e sou contente; e olhai lá se o cumpris, segundo jurastes; quando não, pelo mesmo juramento vos rejuro eu que voltarei a buscar-vos e castigar-vos, e que de força vos hei-de achar, ainda que vos escondais mais fundo que uma lagartixa; e se quereis saber quem isto vos intima, para ficardes mais deveras obrigado a cumprir, sabei que sou o valoroso D. Quixote de la Mancha, o desfazedor de agravos e sem-razões. Ficai-vos com Deus, e não esqueçais o prometido e jurado, sob pena do que já vos disse
Y en diciendo esto picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos , y cuando vio que había traspuesto el bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole. . Com o que, meteu esporas ao Rocinante, e em breve espaço se apartou deles. Seguiu-o com os olhos o lavrador, e, quando o viu já fora do bosque, e do alcance, voltou-se para o seu criado André, e lhe disse:
-Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo como aquel deshacedor de agravios me dejó mandado. — Vinde cá, meu filho, que vos quero pagar o que vos devo, como aquele desfazedor de agravos me ordenou.
-Eso juro yo, dijo Andrés, y cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y de buen juez, ¡vive Roque, que si no me pagais que vuelva y ejecute lo que dijo!>— Juro — respondeu André — que muito bem fará Vossa Mercê em cumprir o mandamento daquele bom cavaleiro, que mil anos viva, que, segundo é valoroso e bom juiz, assim Deus me dê saúde, como se me não paga, voltará, e há-de executar o que disse.
-También lo juro yo, dijo el labrador; pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga. Y asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes que le dejó por muerto. Llamad, señor Andrés, ahora, decía el labrador, al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aqueste, aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo como vos temíades. — Também eu o juro — disse o lavrador; — mas, pelo muito que te quero, vou primeiramente acrescentar a dívida, para ficar sendo maior a paga. E travando-lhe do braço, o tornou a atar na azinheira, onde lhe deu tantos açoites, que o deixou por morto. — Chamai agora, senhor André, pelo desfazedor de agravos — dizia o lavrador; — e vereis como não desfaz este, ainda que, segundo entendo, por enquanto ainda ele não está acabado de fazer, porque me estão vindo ondas de te esfolar vivo, como tu receavas.
Pero al fin le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohíno, jurando de ir a buscar al valeroso don Quijote de la Mancha, y contarle punto por punto lo que había pasado, y que se lo había de pagar con las setenas ; pero con todo esto, él se partió llorando y su amo se quedó riendo. Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote; el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con gran satisfacción de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz. Mas afinal desatou-o, e lhe deu licença para ir buscar o seu juiz, que lhe executasse a sentença que dera. Partiu André algum tanto trombudo; prometendo que se ia à busca do valoroso D. Quixote de la Mancha, para lhe contar ponto por ponto o que era passado, e dizendo que o amo desta vez lhe havia de pagar sete por um.Assim mesmo porém foi-se a chorar, e o amo se ficou a rir. Ora aqui está como desfez aquele agravo o valoroso D. Quixote, o qual, contentíssimo do sucedido, por lhe parecer que dera alto e felicíssimo começo às suas cavalarias, ia todo cheio de si, caminhando para a sua aldeia e dizendo a meia voz:
-Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, ¡oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer recibió la orden de caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad; hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo, que tan sin ocasión vapulaba a aquel delicado infante. — Bem te podes aclamar ditosa sobre quantas hoje existem na terra, ó das belas belíssima Dulcinéia del Toboso, pois te coube em sorte haveres sujeito e rendido ao teu querer tão valente e nomeado cavaleiro, qual é e será D. Quixote de la Mancha, o qual, segundo sabe todo o mundo, ontem recebeu a ordem da cavalaria, e já hoje desfez a maior violência e o pior agravo que a sem-razão formou, e a crueldade cometeu! Sim, hoje tirou das mãos o tagante àquele desapiedado inimigo, que tanto sem causa estava açoitando um melindroso infante.
En esto llegó a un camino que en cuatro se dividía , y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían; y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza . Y habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un gran tropel de gente, que como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia . Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura, y por imitar en todo cuanto a él le parecía posible, los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer . Y así, con gentil continente y denuedo, se afirmó bien en los estribos , apretó la lanza, llegó la adarga al pecho, y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen (que ya él por tales los tenía y juzgaba); y cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír, levantó don Quijote la voz, y con ademán arrogante dijo. Nisto chegou a um caminho em cruz, e para logo lhe vieram à lembrança as encruzilhadas em que os cavaleiros andantes se detinham a pensar por onde tomariam. Para os imitar, se conservou quieto por algum espaço, e, depois de ter muito bem cogitado, deixou-o à escolha do Rocinante, o qual seguiu o seu primeiro intuito, que foi correr para a cavalariça. Como houve andado obra de duas milhas descobriu D. Quixote um grande tropel de gente, que eram (como depois se veio a saber) uns mercadores de Toledo, que se iam a Múrcia à compra de seda. Seis eram eles, e vinham com seus guarda-sóis, com mais quatro criados a cavalo, e três moços de mulas a pé. Apenas D. Quixote avistou todo aquele gentio, teve logo para si ser coisa de aventura nova; e para imitar em tudo que lhe parecia possível os passos que lera, entendeu vir de molde para o caso uma coisa que lhe veio à idéia; e assim com gentil portamento e denodo, firmando-se bem nos estribos, apertou a lança, conchegou a adarga ao peito, e posto no meio do caminho se deteve à espera de que chegassem aqueles cavaleiros andantes que já por tais os julgava. Quando chegaram a distância de se poderem ver e ouvir, alçou a voz, e com gesto arrogante disse:
-Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso. — Todo o mundo se detenha, se todo o mundo não confessa, que não há no mundo todo donzela mais formosa que a Imperatriz da Mancha, a sem par Dulcinéia del Toboso.
Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la extraña figura del que las decía, y por la figura y por ellas luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía; y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo. Estacaram os mercadores, ouvindo aquelas vozes, e mais, vendo a estranha figura que as proferia; e por uma e outra causa logo entenderam estarem metidos com um orate; mas sempre quiseram ver mais devagar em que pararia aquela intimação. Um deles, que era seu tanto brincalhão, e discreto que farte, respondeu:
-Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla, que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. — Senhor cavaleiro, nós outros não conhecemos quem seja essa boa senhora que dizeis; deixai-no-la ver, que, a ser ela de tanta formosura como encarecestes, de boa vontade e sem recompensa alguma confessaremos a verdade que exigis de nós.
-Si os la mostrara, replicó don Quijote, ¿qué hiciéredes vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verlo lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender ; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia ; que ora vengáis uno a uno como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero confiado en la razón que de mi parte tengo. — Se a vísseis — replicou D. Quixote — que avaria fora confessardes evidência tão notória? O que importa é que sem a ver o acrediteis, confesseis, afirmeis, jureis e defendais; quando não, entrareis comigo em batalha, gente descomunal e soberba; que, ou venhais um por cada vez, como pede a ordem de cavalaria ou todos de rondão, como é costume nos da vossa ralé, aqui vos aguardo, confiado na razão que por mim tenho.
-Señor, caballero, replicó el mercader, suplico a vuestra merced, en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos , que porque no encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída (y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Extremadura), que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo, que por el hilo se sacará el ovillo , y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedará contento y pagado. Y aun creo que estamos ya tan de su parte, que aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere. — Senhor cavaleiro, — respondeu o mercador — suplico a Vossa Mercê, em nome de todos estes Príncipes que presentes somos, que, para não encarregarmos as consciências, confessando uma coisa que nunca vimos nem ouvimos, e mais, sendo tanto em menoscabo de todas as Imperatrizes e Rainhas da Alcarria e Estremadura, que seja Vossa Mercê servido de nos mostrar algum retrato dessa senhora, ainda que não seja maior do que um grão de trigo; que pelo dedo se conhece o gigante, e só com isso ficaremos satisfeitos e seguros, e Sua Mercê obedecido e contente. E até creio que já vamos estando tanto em favor dela, que, ainda que o seu retrato nos mostre ser torta de um olho, e do outro destilar vermelhão e enxofre, apesar disso, por comprazermos a Vossa Mercê, diremos em seu abono quanto se quiser.
-No le mana, canalla infame, respondió don Quijote, encendido en cólera, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones, y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama ; pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora. — Não destila, canalha infame, isso que dizeis — respondeu D. Quixote aceso em cólera; — destila âmbar e algália entre algodões, e não é torta nem corcovada, senão mais direita que um fuso de Guadarrama. Vós outros ides pagar a grande blasfêmia que proferistes contra tamanha beldade, como é a minha senhora.
Y en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo, y queriéndose levantar jamás pudo tal embarazo le causaban la lanza, adarga, espuelas y celada con el peso de las antiguas armas. Y entretanto que pugnaba por levantarse, y no podía, estaba diciendo. E nisto arremeteu logo com a lança em riste contra o que lhe falara; e com tanta fúria de enojado, que, se a boa sorte não permitira que no meio do caminho esbarrasse e caísse o Rocinante, mal passaria o atrevido mercador. Com o estender-se do cavalo, foi D. Quixote rodando um bom pedaço pelo campo, sem lograr levantar-se, por mais que fizesse, tanto era o empacho da lança, adarga, esporas, e celada, e o peso da armadura velha. Enquanto barafustava para se erguer sem o conseguir, dizia:
-Non fuyáis, gente cobarde, gente cautiva atended , que no por culpa mía, sino de mi caballo , estoy aquí tendido. — Não fujais, gente covarde, gente refece! reparai, que, se estou aqui estendido, não é por culpa minha, senão do meu cavalo.
Un mozo de mulas de los que allí venían, que no debía de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas; y llegándose a él, tomó la lanza, y después de haberla hecho pedazos, con uno dellos comenzó a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le molió como cibera . Dábanle voces sus amos que no le diese tanto, y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado, y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera; y acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que con toda aquella tempestad de palos que sobre él llovía , no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la tierra y a los malandrines, que tal le parecían. Cansóse el mozo y los mercaderes siguieron su camino, llevando qué contar en todo él del pobre apaleado; el cual, después que se vio solo, tornó a probar si podía levantarse; pero si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo lo haría molido y casi deshecho? Y aún se tenía por dichoso, pareciéndole que aquélla era propia desgracia de caballeros andantes , y toda la atribuía a la falta de su caballo; y no era posible levantarse, según tenía brumado todo el cuerpo . Um moço de mulas, dos que ali vinham, e que não devia ser dos mais bem intencionados, ouvindo ao pobre estirado tantas arrogâncias, não o pôde levar à paciência sem lhe apresentar o troco pelas costelas; e, chegando-se a ele, tomou a lança, desfê-la em pedaços, e com um dos troços dela começou a dar ao nosso D. Quixote pancadaria tão basta, que, a despeito e pesar de suas armas, o moeu como bagaço. Bradavam-lhe os amos que lhe não desse tanto, e o deixasse. Mas o moço, que estava já fora de si, não quis acomodar-se antes de desafogar de todo a sua ira; e, agarrando nos mais troços da lança, os acabou de desfazer sobre o miserável caído, que, debaixo daquele temporal de pancadaria, não deixava de vociferar ameaças contra céu e terra, e os que lhe pareciam malandrins. Cansou-se o moço, e os mercadores seguiram sua jornada, levando para toda ela matéria de comentários à custa do pobre acabrunhado. Este, depois que se viu só, tornou a fazer diligências para se erguer; mas se, quando são e bom, o não tinha podido, como o poderia agora, moído e quase desfeito? E ainda se tinha por ditoso, imaginando que enfim era desgraça própria de cavaleiros andantes, e toda a atribuía a faltas do seu cavalo. Em suma, nem mover-se podia, de derreado que estava de todo o corpo.






I. Capítulo V. Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero


Capítulo V — Em que se prossegue a narrativa da desgraça do nosso cavaleiro.


Viendo, pues, que, en efecto, no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio , que era pensar en algún paso de sus libros, y trújole su locura a la memoria aquel de Baldovinos y del marqués de Mantua , cuando Carloto le dejó herido en la montiña ; historia sabida de los niños , no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos, y con todo esto no más verdadera que los milagros de Mahoma. Ésta, pues, le pareció a él que le venía de molde para el paso en que se hallaba; y así, con muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la tierra y a decir con debilitado aliento lo mismo que dicen decía el herido caballero del bosque. Vendo-se naquele estado, lembrou-se de recorrer ao seu ordinário remédio, que era pensar em algum passo dos seus livros; e trouxe-lhe a sua loucura à lembrança o caso de Baldovinos e do Marquês de Mântua, quando Carloto o deixou ferido no monte (história sabida das crianças, não ignorada dos moços, celebrada e até crida dos velhos, e nem por isso mais verdadeira que os milagres de Mafoma). Esta pois lhe pareceu a ele que vinha de molde para a conjuntura presente; e assim, com mostras de grande sentimento, começou a rebolcar-se pela terra, e a dizer, com debilitado alento, o mesmo que, segundo se refere, dizia o ferido cavaleiro do bosque:
¿Donde estás, señora mía .
que no te duele mi mal.
O no lo sabes, señora.
o eres falsa y desleal.
— Onde estás, senhora minha,
que te não dói o meu mal?
ou não no sabes, senhora,
ou és falsa e desleal.
Y desta manera fue prosiguiendo el romance, hasta aquellos versos que dicen. E desta maneira foi enfiando o romance, até àqueles versos que dizem:
¡Oh noble marqués de Mantua. O nobre Marquês de Mântua,
mi tío y señor carnal. meu tio e senhor carnal.
Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allí un labrador de su mismo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino , el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él, y le preguntó que quién era, y qué mal sentía, que tan tristemente se quejaba. Don Quijote creyó, sin duda, que aquél era el Marqués de Mantua, su tío, y así no le respondió otra cosa si no fue proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperante con su esposa, todo de la misma manera que el romance lo canta. Quis o acaso, que, quando chegou a este verso, acertou de passar por ali um lavrador do seu mesmo lugar, e vizinho seu, que vinha de levar uma carga de trigo ao moinho, o qual, vendo aquele homem ali estendido, se achegou dele, e lhe perguntou quem era, e que mal sentia, que tão tristemente se queixava. D. Quixote julgou sem dúvida ser aquele o Marquês de Mântua, seu tio, e assim a resposta que deu foi prosseguir o seu romance, em que lhe dava conta do seu desastre, e dos amores do filho do Imperador com sua esposa, tudo pontualmente como no romance vem contado.
El labrador estaba admirado, oyendo aquellos disparates; y quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpió el rostro, que le tenía cubierto de polvo, y apenas le hubo limpiado , cuando le conoció y le dijo. Estava o lavrador pasmado de ouvir todos aqueles disparates, e, tirando-lhe a viseira, que já estava espedaçada das bordoadas, limpou-lhe o rosto da poeira que lho enchia. Apenas lho teve limpado, quando o reconheceu, e lhe disse:
-Señor Quijana (que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante), ¿quién ha puesto a vuestra merced desta suerte. — Senhor Quixada — (que assim se devia chamar quando estava em seu juízo, e não tinha passado de fidalgo sossegado a cavaleiro andante) — quem o pôs a Vossa Mercê nesta lástima?
Pero él seguía con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que pudo le quitó el peto y espaldar para ver si tenía alguna herida; pero no vio sangre ni señal alguna. Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecer caballería más sosegada. Recogió las armas, hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo bien pensativo de oír los disparates que don Quijote decía; y no menos iba don Quijote, que de puro molido y quebrantado no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en cuando daba unos suspiros que los ponía en el cielo, de modo que de nuevo obligó a que el labrador le preguntase, le dijese, qué mal sentía . Y no parece sino que el diablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos, porque en aquel punto, olvidándose de Baldovinos, se acordó del moro Abindarráez, cuando el alcaide de Antequera Rodrigo de Narváez , le prendió y llevó cautivo a su alcaidía; de suerte, que cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mismas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído la historia en La Diana, de Jorge de Montemayor, donde se escribe, aprovechándose della tan a propósito, que el labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades por donde conoció que su vecino estaba loco; y dábale priesa a llegar al pueblo por excusar el enfado que don Quijote le causaba con su larga arenga. Al cabo de lo cual, dijo. D. Quixote teimava com o seu romance a todas as perguntas. Vendo isto o bom do homem, lhe tirou, o melhor que pôde, o peito e o espaldar, para examinar se tinha alguma ferida; porém não viu sangue nem sinal algum. Procurou levantá-lo do chão, e, com trabalho grande, o pôs para cima do seu jumento, por lhe parecer cavalaria mais sossegada. Recolheu as armas, e até os troços da lança e amarrou tudo às costas de Rocinante, tomou-o pela rédea, e ao asno pelo cabresto, e marchou para o seu povo, cismando bastante nas tontarias que D. Quixote dizia. Não menos pensativo ia este, que, de puro moído e quebrantado, se não podia suster sobre o burrico, e de quando em quando dava uns suspiros, que chegavam ao céu; tanto, que obrigou o lavrador a perguntar-lhe de novo o que sentia. Parecia que o demônio lhe não trazia à memória senão os contos acomodáveis aos seus sucessos, porque, deslembrando-se então de Baldovinos, se recordou do mouro Abindarrais, quando o alcaide de Antequera Rodrigo de Narvais o prendeu, e preso o levou à sua alcaidaria. E assim, quando o lavrador lhe tornou a perguntar como estava e o que sentia, lhe respondeu as mesmas palavras e razões que o Abencerrage cativo respondia a Rodrigo de Narvais, do mesmo modo por que ele tinha lido a história na Diana de Jorge de Montemaior (ou de Monte-mor) onde ela vem descrita; aproveitando-se dela tão a propósito, que o lavrador se ia dando ao diabo de ouvir tamanha barafunda de sandices; por onde acabou de conhecer que o vizinho estava doido, e apressava-se em chegar ao povo para se forrar ao enfado que D. Quixote lhe dava com a sua comprida arenga. Rematou-a ele nestas palavras:
-Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean ni verán en el mundo . — Saiba Vossa Mercê, senhor D. Rodrigo de Narvais, que esta formosa Xarifa que digo é agora a linda Dulcinéia del Toboso, por quem eu tenho feito, faço e hei-de fazer as mais famosas façanhas de cavalaria que jamais se viram, vêem, ou hão-de ver no mundo.
A esto respondió el labrador. A isto respondeu o lavrador:
-Mire vuestra merced, señor, ¡pecador de mí!, que yo no soy don Rodrigo de Narváez ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino, ni vuestra merced es Baldovinos ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijano. — Pecados meus! Olhe Vossa Mercê, senhor, que eu não sou D. Rodrigo de Narvais, nem o Marquês de Mântua; sou Pedro Alonso, seu vizinho; nem Vossa Mercê é Baldovinos, nem Abindarrais, mas um honrado fidalgo, o senhor Quixada.
-Yo sé quién soy, respondió don Quijote, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia y aun todos los Nueve de la Fama , pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías. Respondeu D. Quixote: — Quem eu sou, sei eu; e sei que posso ser não só os que já disse, senão todos os doze Pares de França, e até todos os nove da Fama, pois a todas as façanhas que eles por junto fizeram e cada um por si se avantajarão as minhas.
En estas pláticas y en otras semejantes llegaron al lugar a la hora que anochecía; pero el labrador aguardó a que fuese algo más noche, porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero . Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo y en la casa de don Quijote, la cual halló toda alborotada; y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces . Com estas e outras semelhantes práticas, chegaram ao lugar, quando já anoitecia; porém o lavrador aguardou que fosse mais escuro, para que não vissem ao moído fidalgo tão mal encavalgado. Quando lhe pareceu que era já tempo, entrou no povoado, e em casa de D. Quixote. Acharam-na toda em reboliço, estando lá o cura e o barbeiro do lugar, que eram grandes amigos de D. Quixote, aos quais a ama estava dizendo em altas vozes:
-¿Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez (que así se llamaba el cura), de la desgracia de mi señor? Tres días ha que no parecen él ni el rocín , ni la adarga, ni la lanza ni las armas. ¡Desventurada de mí!, que me doy a entender, y así es ello la verdad, como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario, le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante e irse a buscar las aventuras por esos mundos. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha. — Que lhe parece a Vossa Mercê, senhor licenciado Pedro Peres, — (que assim se chamava o cura) — a desgraça de meu amo? Há já seis dias que não aparecem, nem ele, nem o rocim, nem a adarga, nem a lança, nem as armas. Desgraçada de mim, que já vou desconfiando (e há-de ser certo, tão certo como ter eu de morrer) que estes malditos livros de cavalarias que ele tem, e que anda a ler tão continuado, lhe viraram o juízo! E agora me recordo de ter-lhe ouvido muitas vezes, falando entre si, que se havia de fazer cavaleiro andante, e ir-se buscar aventuras por esses mundos. Satanás e Barrabás que levem consigo toda essa livraria, que assim deitaram a perder o mais sutil entendimento que havia em toda a Mancha!
La sobrina decía lo mismo y aun decía más. A sobrinha dizia o mesmo, e ainda passava adiante:
-Sepa, señor maese Nicolás (que éste era el nombre del barbero), que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes, y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes, como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recibido en la batalla, y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife , un grande encantador y amigo suyo. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros que tiene muchos que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. — Saiba, senhor mestre Nicolau, — (era o nome do barbeiro) — que muitas vezes sucedeu o senhor meu tio estar lendo nestes desalmados livros de desaventuras, dois dias com duas noites a fio, até que por fim arrojava o livro, metia a mão à espada, e andava às cutiladas com as paredes; e, quando estava estafado, dizia que tinha morto a quatro gigantes como quatro torres; e o suor que lhe escorria do cansaço dizia que era sangue das feridas que recebera na batalha; e emborcava logo um grande jarro de água fria, e ficava são e sossegado, dizendo que aquela água era uma preciosíssima bebida, que lhe tinha trazido o sábio Esquife, grande encantador e amigo seu. Mas quem tem a culpa toda sou eu, que não avisei com tempo a Suas Mercês dos disparates do senhor meu tio, para acudirem com remédio antes das coisas chegarem ao que chegaram, e queimarem todos estes excomungados alfarrábios, que tem muitos que bem merecem ser abrasados como se fossem os hereges.
-Esto digo yo también, dijo el cura, y a fe que no se pase el día de mañana sin que dellos no se haga auto público , y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho. — Isso também eu digo — acudiu o cura; — e à fé que não há-de passar de amanhã, sem que deles se faça auto-de-fé, e sejam condenados ao fogo, para não tornarem a dar ocasião, a quem os ler, de fazer o que o meu bom amigo terá feito.
Todo esto estaban oyendo el labrador y don Quijote, con que acabó de entender el labrador la enfermedad de su vecino, y así, comenzó a decir a voces. Tudo aquilo estavam ouvindo da parte de fora o lavrador e D. Quixote; com o que acabou de entender a enfermidade do vizinho, e começou a dizer em altas vozes:
-Abran vuestras mercedes al señor Baldovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido , y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo al valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera. — Abram Vossas Mercês ao senhor Baldovinos e ao senhor Marquês de Mântua, que vem mal ferido, e ao senhor mouro Abindarrais, que traz cativo o valoroso Rodrigo de Narvais, alcaide de Antequera.
A estas voces salieron todos, y como conocieron los unos a su amigo, las otras a su amo y tío, que aún no se había apeado del jumento porque no podía, corrieron a abrazarle. Él dijo. A estas vozes acorreram todos; e, como conheceram, uns o amigo, as outras o tio e o amo, que ainda se não tinha apeado do jumento por não poder, se lançaram a ele aos abraços.
-Ténganse todos, que vengo malferido por la culpa de mi caballo Llévenme a mi lecho y llámese si fuere posible a la sabia Urganda que cure y cate de mis feridas . — Parem todos, — disse ele — que venho mal ferido por culpa do meu cavalo, levem-me para a cama, e chame-se, podendo ser, a sábia Urganda, que me procure as feridas e as cure.
-¡Mirad, en hora mala, dijo a este punto el ama , si me decía a mí bien mi corazón del pie que cojeaba mi señor! Suba vuestra merced en buen hora, que sin que venga esa Urgada le sabremos aquí curar. ¡Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos libros de caballerías que tal han parado a vuestra merced. — Olhai, má hora! — disse neste ponto a ama — se me não dizia bem o coração de que pé coxeava meu amo! Suba Vossa Mercê em boa hora, que mesmo sem a tal Urganda nós cá o curaremos como soubermos. Malditos sejam outra vez, e cem vezes, estes livros das cavalarias, que tal o puseram a Vossa Mercê.
Lleváronle luego a la cama, catándole las feridas, no le hallaron ninguna y él dijo que todo era molimiento por haber dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiéndose con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que se pudieran fallar en gran parte de la tierra. Levaram-no logo à cama, e, procurando-lhe as feridas, nenhuma lhe acharam. Disse ele então, que todo o seu mal era moedeira, por ter dado uma grande queda com o seu cavalo Rocinante, combatendo-se com dez gigantes, os mais desaforados e atrevidos de quantos consta que no mundo haja.
-Ta, ta, dijo el cura ¿Jayanes hay en la danza? Para mi santiguada que yo los queme mañana antes que llegue la noche. — Bom, bom, — disse o cura — entram gigantes na dança! Pelo Sinal da Santa Cruz juro que amanhã hão-de ser queimados, antes que chegue a noite.
Hiciéronle a don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa sino que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador del modo que había hallado a don Quijote. Él se lo contó todo, con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que otro día hizo, que fue llamar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de don Quijote. Fizeram a D. Quixote mil perguntas, sem que ele respondesse a nenhuma, senão que lhe dessem de comer, e o deixassem dormir, que era o que mais lhe importava. Assim se fez. O cura então inquiriu muito detidamente do lavrador sobre o modo como encontrara a D. Quixote. Contou-lhe ele tudo, miudeando-lhe os disparates que ouvira quando dera com ele, e quando o trazia. Tudo isto foi aumentar no licenciado o desejo de fazer o que de feito executou no dia seguinte, que foi chamar o seu amigo barbeiro mestre Nicolau, com o qual voltou à pousada de D. Quixote.






I. Capítulo VI. Del donoso y grande escrutinio que el Cura y el Barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo


Capítulo VI — Da curiosa e grande escolha que o padre cura e o barbeiro fizeram na livraria do nosso engenhoso


El cual aún todavía dormía. Pidió las llaves a la sobrina, del aposento donde estaban los libros, autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro todos y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes muy bien encuadernados y otros pequeños; y así como el ama los vio, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo.Dormia ainda D. Quixote, quando o cura pediu à sobrinha a chave do quarto em que estavam os livros ocasionadores do prejuízo; e ela lhe a deu de muito boa vontade. Entraram todos, e com eles a ama; e acharam mais de cem grossos e grandes volumes, bem encadernados, e outros pequenos. A ama, assim que deu com os olhos neles, saiu muito à pressa do aposento, e voltou logo com uma tigela de água-benta e um hissope, e disse:
-Tome vuestra merced, señor licenciado, rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten en pena de la que les queremos dar, echándolos del mundo.— Tome Vossa Mercê, senhor licenciado, regue esta casa toda com água-benta, não ande por aí algum encantador, dos muitos que moram por estes livros, e nos encante a nós, em troca do que nós lhes queremos fazer a eles desterrando-os do mundo.
Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.Riu-se da simplicidade da ama o licenciado, e disse para o barbeiro que lhe fosse dando os livros a um e um, para ver de que tratavam, pois alguns poderia haver que não merecessem castigo de fogo.
-No, dijo la sobrina, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, hacer un rimero dellos y pegarles fuego, y si no llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo .— Nada, nada — disse a sobrinha; — não se deve perdoar a nenhum; todos concorreram para o mal. O melhor será atirá-los todos juntos pelas janelas ao pátio, empilhá-los em meda, e pegar-lhes fogo; e se não, carregaremos com eles para mais longito da casa, para nos não vir molestar o fumo apestado.
Lo mismo dijo el ama tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula , y dijo el cura.Outro tanto disse a ama; tal era a gana com que ambas estavam aos pobres alfarrábios; mas o cura é que não esteve pelos autos, sem primeiro ler os títulos. O que mestre Nicolau primeiro lhe pôs nas mãos foram os quatro de Amadis de Gaula.
-Parece cosa de misterio ésta, porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen déste, y así me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin escusa alguna condenar al fuego.— Parece coisa de mistério esta! — disse o cura — porque, segundo tenho ouvido dizer, este livro foi o primeiro de cavalarias que em Espanha se imprimiu, e dele procederam todos os mais; por isso entendo que, por dogmatizador de tão má seita, sem remissão o devemos condenar ao fogo.
-No, señor, dijo el barbero, que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto, y así como a único en su arte se debe perdonar.— Não senhor — disse o barbeiro — também eu tenho ouvido dizer que é o melhor de quantos livros neste gênero se têm composto; e por isso, por ser único em sua arte, se lhe deve perdoar.
-Así es verdad, dijo el cura, y por esa razón se le otorga la vida por ahora, veamos esotro que está junto a él.— Verdade é — disse o cura; — por essa razão deixemo-lo viver por enquanto. Vejamos esse outro que está ao pé dele.
-Es, dijo el barbero, Las Sergas de Esplandián , hijo legítimo de Amadís de Gaula.— É — disse o barbeiro — as Sergas (ou Façanhas) de Esplandião, filho legítimo de Amadis de Gaula.
-Pues, en verdad, dijo el cura, que no le ha de valer al hijo la bondad del padre tomad, señora ama, abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.— Pois é verdade — disse o cura — que não há-de valer ao filho a bondade do pai. Tomai, senhora ama, abri essa janela, e atirai-o ao pátio; dê princípio ao monte para a fogueira que se há-de fazer.
Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.Ao que a ama obedeceu toda alegre, e lá se foi o bom do Esplandião voando para o pátio, esperando com toda a paciência as chamas que o ameaçavam.
-Adelante, dijo el cura.— Adiante — disse o cura.
-Este que viene, dijo el barbero, es Amadís de Grecia , y aun todos los deste lado, a lo que creo, son del mismo linaje de Amadís .— Este que se segue — disse o barbeiro — é Amadis de Grécia, e todos os deste lado, segundo julgo, são da mesma raça de Amadis.
-Pues vayan todos al corral dijo el cura, que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra y al pastor Darinel y a sus églogas y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemara con ellos al padre que me engendró si anduviera en figura de caballero andante.— Pois ao pátio com todos eles — disse o cura — que só por queimar a Rainha Pintiquiniestra, e o pastor Darinel, e as suas églogas, e as endiabradas e confusas razões do autor, queimara juntamente ao pai que me gerou, se andasse em figura de cavaleiro andante.
-De ese parecer soy yo, dijo el barbero.— Também assim o entendo — replicou o barbeiro.
-Y aun yo, añadió la sobrina.— Também eu — acrescentou a sobrinha.
-Pues así es, dijo el ama, vengan, al corral con ellos.— Pois venham, e pátio com eles — acudiu a ama.
Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera, y dio con ellos por la ventana abajo.Deram-lhos, que eram muitos, e ela, para não descer a escada, baldeou-os da janela abaixo.
-¿Quién es ese tonel?, dijo el cura.— Quem é agora esse tonel? — perguntou o cura.
-Éste es, respondió el barbero, Don Olivante de Laura .— Este é — respondeu o mestre — D. Olivante de Laura.
-El autor de ese libro, dijo el cura, fue el mismo que compuso a Jardín de flores, y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o por decir mejor, menos mentiroso sólo sé decir que éste irá al corral por disparatado y arrogante.— O autor desse livro — disse o cura — foi o que também compôs o Jardim de Flores; e em verdade que não sei determinar qual das duas obras é mais verdadeira, ou (por melhor dizer) menos mentirosa. O que sei é que esta há-de ir já ao pátio por disparatada e arrogante.
-Éste que se sigue es Florismarte de Hircaia , dijo el barbero.— Este que segue é Florismarte de Hircânia — disse o barbeiro.
-¿Ahí está el señor Florismarte?, replicó el cura; pues a fe que ha de parar presto en el corral, a pesar de su extraño nacimiento y soñadas aventuras, que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo al corral con él y con esotro, señora ama.— Oh! temos aí o senhor Florismarte? — replicou o cura. — Pois à fé que há-de ir já ao pátio, apesar do seu estranho nascimento, e sonhadas aventuras; não merece outra coisa pela dureza e secura do estilo. Ao pátio com ele, e mais com este, senhora ama.
-Que me place, señor mío, respondía ella, y con mucha alegría ejecutaba lo que le era mandado.— Belo! — respondeu ela, que executava as ordens com grande alegria.
-Éste es El Caballero Platir , dijo el barbero.— Este é o Cavaleiro Platir — disse o barbeiro.
-Antiguo libro es ése, dijo el cura, y no hallo en él cosa que merezca venia acompañe a los demás sin réplica; y así fue hecho.— Antigo livro é esse — disse o cura — e não acho nele coisa por onde mereça perdão. Acompanhe aos demais sem réplica.
Abrióse otro libro, y vieron que tenía por título El Caballero de la Cruz .E assim se fez. Abriu-se outro, e viram-lhe o título: Cavaleiro da Cruz.
-Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia; mas también se suele decir tras la cruz está el diablo; vaya al fuego.— Por ter nome tão santo, lá se poderia perdoar a este livro a sua ignorância; mas também se costuma dizer, que por trás da cruz está o diabo. Vá para o fogo.
Tomando el barbero otro libro, dijo.Tomando o barbeiro outro livro, disse:
-Éste es Espejo de caballerías .— Este é Espelho de cavalarias.
-Ya conozco a su merced, dijo el cura; ahí anda el señor Reinaldos de Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares con el verdadero historiador Turpín ; y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo , de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto ; al cual, si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.— Já conheço a Sua Mercê — disse o cura. — Aí anda o senhor Reinaldo de Montalvão com os seus amigos e companheiros, mais ladrões que Caco, e os doze Pares com o verídico historiador Turpin. A falar a verdade, estou em os condenar, pelo menos a desterro perpétuo, por terem parte na invenção do famoso Mateus Boiardo, donde também teceu a sua teia o cristão poeta Ludovico Ariosto. Este, se por aqui o apanho a falar-me língua que não seja a sua, não lhe hei-de guardar respeito algum; falando porém no seu próprio idioma, colocá-lo-ei sobre a cabeça.
-Pues yo le tengo en italiano, dijo el barbero, mas no le entiendo.— Em italiano tenho-o eu — disse o barbeiro — mas não o entendo.
-Ni aun fuera bien que vos le entendiérades , respondió el cura; y aquí le perdonáramos al señor Capitán , que no le hubiera traído a España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor, y lo mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua; que por mucho cuidado que pongan y habili dad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo, en efecto, que este libro y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia , se echen y depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo que se ha de hacer dellos, exceptuando a un Bernardo del Carpio , que anda por ahí y a otro llamado Roncesvalles , que éstos en llegando a mis manos, han de estar en las del ama, y dellas en las del fuego sin remisión alguna.— Nem era preciso que o entendêsseis — respondeu o cura; — de boa vontade perdoáramos ao senhor capitão que se tivesse deixado de o trazer a Espanha, pois lhe tirou muito de sua valia original; e o mesmo sucederá a todos quantos quiserem traduzir para os seus idiomas livros de versos, que, por muito cuidado que nisso ponham, e por mais habilidade que mostrem, nunca hão-de igualar ao que eles valem no original. O que eu digo é que este livro, e todos os mais que se acharern tratando destas coisas de França, se lancem e guardem num poço seco, até que mais repousadamente se veja o que se há-de fazer deles, excetuando a um Bernardo del Cárpio que por aí anda, e a outro chamado Roncesvales, que esses, em me chegando às mãos, vão direitos para as da ama, e delas para o fogo, sem remissão.
Todo lo confirmó el barbero, y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo. Y abriendo otro libro vio que era Palmerín de Oliva , y junto a él estaba otro que se llamaba Palmerín de Ingalaterra , lo cual visto por el licenciado, dijo.Tudo o barbeiro confirmou, e teve por coisa muito acertada, por entender que o padre, por tão bom cristão que era, e tão amigo da verdade, não faltaria a ela por quanto houvesse no mundo. Abrindo outro livro, viu que era Palmeirim de Oliva; e ao pé dele estava outro, que se chamava Palmeirim de Inglaterra. Tanto que os viu, disse o licenciado:
-Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las cenizas; y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y se haga para ella otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario, que la diputó para guardar en ella las obras del poeta Homero . Este libro, señor compadre, tiene autoridad por dos cosas la una porque él por sí es muy bueno, y la otra porque es fama que le compuso un discreto rey de Portugal. Todas las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio, las razones cortesanas y claras, que guardan y miran el decoro del que habla con mucha propiedad y entendimiento. Digo, pues, salvo vuestro buen parecer, señor maese Nicolás, que éste y Amadís de Gaula queden libres del fuego, y todos los demás, sin hacer más cala y cata, perezcan .— De semelhante oliva, ou oliveira façam-se logo achas, e se queimem, que nem cinzas delas fiquem, e essa palma de Inglaterra se guarde e conserve como coisa única, e se faça para ela outro cofre, como o que achou Alexandre nos despojos de Dario, que o destinou para nele se guardarem as obras do poeta Homero. Este livro, senhor compadre, tem autoridade por duas coisas: primeiro, porque é de si muito bom; segundo, por ter sido seu autor um discreto rei de Portugal. Todas as aventuras do castelo Miraguarda são boníssimas, e de grande artifício; as razões, cortesãs e claras, conformes sempre ao decoro de quem fala; tudo com muita propriedade e entendimento. Digo pois (salvo o vosso bom juízo, mestre Nicolau) que este e Amadis de Gaula fiquem salvos da queima; e todos os restantes, sem mais pesquisas nem reparos, pereçam.
-No, señor compadre, replicó el barbero, que éste que aquí tengo es el afamado Don Belianís .— Alto, senhor compadre — replicou o barbeiro — que este que tenho aqui é o afamado D. Belianis.
-Pues ése, replicó el cura, con la segunda, tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia, para lo cual se les da término ultramarino, y como se enmendaren, así se usará con ellos de misericordia o de justicia; y en tanto tenedlos vos, compadre, en vuestra casa, mas no los dejéis leer a ninguno.— Pois esse — respondeu o cura — com a segunda, terceira, e quarta parte, tem necessidade de um pouco de ruibarbo, para purgar a sua demasiada cólera; e é preciso tirar-lhes tudo aquilo do castelo da Fama e outras impertinências de mais fundamento, para o que se lhes concede termo ultramarino; e, segundo se emendarem, assim se usará com eles de misericórdia ou justiça; e daqui até lá tende-os vós em vossa casa, compadre, mas não os deixeis ler a ninguém.
-¡Que me place!, respondió el barbero, y sin querer cansarse más en leer libros de caballerías mandó al ama que tomase todos los grandes y diese con ellos en el corral. No se dijo a tonta ni a sorda, sino a quien tenía más gana de quemarlos que de echar una tela por grande y delgada que fuera, y asiendo casi ocho de una vez, los arrojó por la ventana. Por tomar muchos juntos se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era y vio que decía Historia del famoso caballero Tirante el Blanco .— Sou contente — respondeu o barbeiro. E sem querer cansar-se mais em ler livros de cavalarias, mandou à ama que tomasse todos os grandes, e arrumasse com eles para o pátio. Não o disse a nenhuma tonta nem surda, que mais vontade tinha ela própria de os ver queimados que de botar ao tear uma teia, por grande e fina que fosse; e, abraçando alguns oito de uma vez, os lançou pela janela fora. Como eram muitos, caiu-lhe um aos pés do barbeiro. Este teve apetite de ver o que seria, e viu que dizia: História do famoso Cavaleiro Tirante el blanco.
-¡Válame Dios!, dijo el cura dando una gran voz, ¿Que aquí esté Tirante el Blanco? Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán y el caballero Fonseca , con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada , y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito su escudero . Dígoos verdad , se ñor compadre, que por su estilo es éste el mejor libro del mundo aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros deste género carecen. Con todo eso, os digo que merecía el que le compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida . Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho.— Valha-nos Deus! — disse o cura em alta voz — Pois temos aqui Tirante el blanco? Dai-mo cá, senhor compadre, que faço de conta que nele achei um tesouro de contentamento, e mina para passatempos. Aqui está D. Kirieleison de Montalvão, valoroso cavaleiro, e seu irmão Tomás Montalvão, e o cavaleiro Fonseca, e a batalha que o valoroso Detriante fez com o alano, e as agudezas da donzela Prazer-de-minha-vida, com os amores e embustes da viúva Repousada, e a senhora imperatriz enamorada de Hipólito seu escudeiro. A verdade vos digo, senhor compadre, que em razão de estilo não há no mundo livro melhor. Aqui comem e dormem os cavaleiros, morrem nas suas camas, e antes de morrer fazem testamento, com outras coisas mais que faltam nos livros deste gênero. Com tudo isto vos digo que o ladrão que o fez, que tantos destemperos juntou sem necessidade, merecia ser metido nas galés por toda a vida. Levai-o para casa, e lá vereis se não é certo o que vos digo. — Assim será — respondeu o barbeiro — mas que se há-de fazer destes livrecos pequenos que ainda aqui estão?
-Así será, respondió el barbero; pero ¿qué haremos destos pequeños libros que quedan.— Estes — disse o cura — não hão-de ser de cavalarias, mas sim de poesia.
-Éstos, dijo el cura, no deben de ser de caballerías, sino de poesía; y abriendo uno vio que era La Diana, de Jorge de Montemayor , y dijo (creyendo que todos los demás eran del mismo género).E abrindo um, viu que era a Diana de Jorge Montemaior, e disse (crendo que todos os mais eram do mesmo gênero):
-Éstos no merecen ser quemados como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho; que son libros de entretenimiento sin perjuicio de tercero.— Estes não merecem ser queimados como todos os mais, porque não fazem, nem farão, os danos que os de cavalarias têm feito; são obras de entretenimento, sem prejuízo de terceiro.
-¡Ay, señor!, dijo la sobrina, bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo éstos se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y lo que sería peor, hacerse poeta, que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza .— Ai senhor! — disse a sobrinha — bem os pode Vossa Mercê mandar queimar como aos outros, porque não admiraria que, depois de curado o senhor meu tio da mania dos cavaleiros, lendo agora estes se lhe metesse em cabeça fazer-se pastor, e andar-se pelos bosques e prados, cantando e tangendo; e pior fora ainda o perigo de se fazer poeta, que, segundo dizem, é enfermidade incurável e pegadiça.
-Verdad dice esta doncella, dijo el cura, y será bien quitarle a nuestro amigo este tropiezo y ocasión delante. Y pues comenzamos por La Diana de Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua encantada, y casi todos los versos mayores , y quédesele en hora buena la prosa y la hora de ser primero en semejantes libros .— É certo o que diz esta donzela — observou o cura — e bom será tirarmos diante do nosso amigo este tropeço e azo. Começamos pela Diana de Montemaior. Esta sou de parecer que se não queime, bastando tirar-se-lhe tudo que trata da sábia Felícia, e da água encantada, e quase todos os versos maiores, e fique-lhe muito em paz a prosa, e a honra de ser primeiro em semelhantes livros.
-Éste que se sigue, dijo el barbero, es La Diana llamada segunda del Salmantino ; y éste otro que tiene el mismo nombre, cuyo autor es Gil Polo .— Este que segue — disse o barbeiro — é a Diana — chamada segunda do Salmantino, e estoutro que tem o mesmo nome, cujo autor é Gil Polo.
-Pues la del Salmantino, respondió el cura, acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mismo Apolo; y pase adelante señor compadre, y démonos prisa, que se va haciendo tarde.— Pois a do Salmantino — respondeu o cura — acompanhe e acrescente o número dos condenados ao pátio; e a de Gil Polo guarde-se como se fora do mesmo Apolo; e passe adiante, senhor compadre; aviemo-nos, que se vai fazendo tarde.
-Este libro es, dijo el barbero abriendo otro; Los diez libros de Fortuna de Amor, compuestos por Antonio de Lofraso , poeta sardo.— Esta obra é — disse o barbeiro, abrindo outra — Os dez livros de fortuna de amor, compostos por Antônio de Lofraso, poeta sardo.
-Por las órdenes que recebí, dijo el cura, que desde que Apolo fue Apolo, y las musas musas, y los poetas poetas, tan gracioso ni tan disparatado libro como ése no se ha compuesto, y que por su camino es el mejor y el más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo; y el que no le ha leído puede hacer cuenta que no ha leído jamás cosa de gusto. Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia.— Pelas ordens que recebi — disse o cura — desde que Apolo foi Apolo, as Musas Musas, e os poetas poetas, tão gracioso nem tão disparatado livro como esse jamais se compôs. Pelo seu andamento é o melhor e o mais fênix de quantos têm saído à luz do mundo. Quem nunca o leu pode fazer de conta que nunca leu coisa de gosto. Passai-mo para cá depressa, compadre, que mais estimo tê-lo achado, que se me dessem uma sotaina de raja de Florença.
Púsolo aparte con grandísimo gusto; y el barbero prosiguió diciendo.Pô-lo de parte com grande gosto e o barbeiro prosseguiu:
-Estos que se siguen son El Pastor de Iberia , Ninfas de Henares y Desengaños de celos .— Estes agora são: O pastor da Ibéria, Ninfas de Henares, e Desengano de Zelos.
-Pues no hay más que hacer, dijo el cura, sino entregarlos al brazo seglar del ama, y no se me pregunte el porqué, que sería nunca acabar.— Pois é entregá-los sem mais nada ao braço secular da ama — disse o padre — e não se me pergunte o porque; seria não acabar nunca.
-Este que viene es El Pastor de Fílida .— Este é o Pastor de Fílida.
-No es ése pastor, dijo el cura, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa.— Esse não é pastor — disse o cura — senão cortesão muito discreto; guarde-se como jóia preciosa.
-Este grande que aquí viene se intitula, dijo el barbero Tesoro de varias poesías .— Este grande que vem agora — disse o mestre — intitula-se Tesouro de várias poesias.
-Como ellas no fueran tantas, dijo el cura, fueran más estimadas menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito.— Se não fossem tantas — disse o cura — mais estimadas seriam. É mister que este livro se descarte de algumas baixezas que tem à mistura com as suas grandiosidades; e guarde-se, porque o autor é meu amigo, e em atenção a outras obras que fez mais heróicas e alevantadas.
-Éste es, siguió el barbero, El Cancionero, de López Maldonado .— Este é — prosseguiu o barbeiro — o Cancioneiro de Lopez de Maldonado.
-También el autor de ese libro, replicó el cura, es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye, y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho; guárdese con los escogidos. Pero ¿qué libro es ese que está junto a él.— Também o autor desse livro — replicou o cura — é grande amigo meu, e os seus versos, recitados por ele, admiram a quem os ouve, e tal é a suavidade da voz com que os canta, que encanta. Nas églogas é algum tanto extenso, mas o bom nunca é demasiado. Guarde-se com os escolhidos. Porém que livro é esse que está ao pé dele?
-La Galatea de Miguel de Cervantes, dijo el barbero.— A Galatéia de Miguel Cervantes — disse o barbeiro.
-Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos . Su libro tiene algo de buena invención, propone algo, y no concluye nada es menester esperar la segunda parte que promete quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega, y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada señor compadre.— Muitos anos há que esse Miguel Cervantes é meu amigo; e sei que é mais versado em desdita que em versos. O seu livro alguma coisa tem de boa invenção; alguma coisa promete, mas nada conclui; é necessário esperar pela segunda parte que ele já nos anunciou. Talvez com a emenda alcance em cheio a misericórdia que se lhe nega; daqui até lá tende-mo fechado em casa, senhor compadre.
-Que me place, respondió el barbero, y aquí vienen tres, todos juntos La Araucana, de don Alonso de Ercilla ; La Austríada, de Juan Rufo , jurado de Córdoba, y El Monserrate , de Cristóbal de Virués, poeta valenciano.— Com muito gosto — respondeu o barbeiro — e aqui vêm mais três de cambulhada: A Araucana de João Alonso de Ercila, a Austríada de João Rufo, jurado de Córdova, e o Monserrate de Cristóvão de Virues, poeta valenciano.
-Todos esos tres libros, dijo el cura, son los mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos , y pueden competir con los más famosos de Italia; guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.— Todos estes três livros — disse o cura — são os melhores que em verso heróico de língua castelhana se têm escrito, e podem competir com os mais famosos de Itália; guardem-se como mais ricas prendas de poesia que possui Espanha.
Cansóse el cura de ver más libros, y así a carga cerrada quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba Las lágrimas de Angélica .Cansou-se o cura de ver mais livros; e assim, à carga cerrada, quis que todos os mais se queimassem; mas o barbeiro já tinha um aberto; chamava-se As lágrimas de Angélica.
-Lloráralas yo, dijo el cura en oyendo el nombre, si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en la tradución de algunas fábulas de Ovidio.— Chorava-as eu ouvindo esse nome — disse o cura — se tal livro houvera mandado queimar, porque o seu autor foi um dos famosos poetas do mundo, não só de Espanha; e foi felicíssimo na tradução de algumas fábulas de Ovídio.







I. Capítulo VII. De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha


Capítulo VII Da segunda saída do nosso bom cavaleiro D. Quixote de la Mancha.


Estando en esto, comenzó a dar voces don Quijote, diciendo. Naquilo se estava, quando principiou a dar brados D. Quixote, dizendo:
-Aquí, aquí, valerosos caballeros, aquí es menester mostrar la fuerza de vuestros valerosos brazos, que los cortesanos llevan lo mejor del torneo. Naquilo se estava, quando principiou a dar brados D. Quixote, dizendo: Aqui, aqui, valorosos cavaleiros! aqui é mister mostrar a possança dos vossos valorosos braços, que os cortesãos levam a melhoria no torneio!
Por acudir a este ruido y estruendo, no se pasó adelante con el escrutinio de los demás libros que quedaban, y así, se cree que fueron al fuego sin ser vistos ni oídos, La Carolea y León de España , con Los Hechos del Emperador, compuestos por don Luis de Ávila , que, sin duda, debían de estar entre los que quedaban, y quizá si el cura los viera no pasaran por tan rigurosa sentencia. Cuando llegaron a don Quijote, ya él estaba levantado de la cama y proseguía en sus voces y en sus desatinos, dando cuchilladas y reveses a todas partes, estando tan despierto como si nunca hubiera dormido. Abrazáronse con él, y por fuerza le volvieron al lecho; y después que hubo sosegado un poco, volviéndose a hablar con el cura, le dijo. Para acudir àqueles gritos, não se passou adiante com o exame dos livros que ainda faltavam; e assim se crê que não deixariam de ir ao lume, sem serem vistos nem ouvidos, a Caroléia e Leão de Espanha, com os feitos do Imperador, compostos por D. Luís de Ávila, que sem dúvida deviam de estar entre os remanescentes; e talvez, se o cura os visse, não padecessem tão rigorosa sentença. Quando chegaram a D. Quixote, já ele estava levantado da cama, e prosseguia nas vozes e desatinos, dando cutiladas e reveses para todas as partes, estando tão acordado, como se nunca tivera dormido. Arcaram com ele, e à força o deitaram no leito; e, depois que serenou um tanto mais, tornando-se a falar com o cura, lhe disse:
-Por cierto, señor arzobispo Turpín, que es gran mengua de los que nos llamamos doce Pares dejar tan sin más ni más llevar la victoria deste torneo a los caballeros cortesanos , habiendo nosotros los aventureros ganado el prez en los tres días antecedentes. Senhor Arcebispo Turpin, não há dúvida que é grande desar, para os que nós chamamos Doze Pares, deixarmos sem mais nem mais levar a vitória deste torneio aos cavaleiros cortesãos, tendo nós outros, os aventureiros, ganhado o prêmio dos três dias antes.
-Calle vuestra merced, señor compadre , dijo el cura, que Dios será servido que la suerte se mude, y que lo que hoy se pierde, se gane mañana; y atienda vuestra merced a su salud por ahora, que me parece que debe de estar demasiadamente cansado, si ya no es que está malferido. Cale Vossa Mercê a boca, senhor compadre disse o cura que Deus há-de ser servido de que a sorte se mude, e o que hoje se perde amanhã se ganhe. Por agora o que importa é tratar da saúde, que, segundo me parece, deve estar muitíssimo cansado, a não ser que esteja até mal ferido.
-Ferido, no, dijo don Quijote; pero molido y quebrantado, no hay duda en ello, porque aquel bastardo de don Roldán me ha molido a palos con el tronco de una encina, y todo de envidia, porque ve que yo solo soy el opuesto de sus valentías; más no me llamaría yo Reinaldos de Montalbán si en levantándome deste lecho no me lo pagare a pesar de todos sus encantamientos y por ahora tráiganme de yantar, que sé que es lo que más me hará al caso, y quédese lo del vengarme a mi cargo. Ferido não interrompeu D. Quixote; porém moído e quebrantado, sem dúvida que o estou, porque aquele filho da mãe de D. Roldão me moeu à bordoada com o tronco de uma azinheira; e tudo por inveja: por ver que eu só à minha banda contrapeso todas as suas valentias. Mas Reinaldo de Montalvão me não torne eu a chamar, se em me levantando deste leito mo não pagar, a despeito de todos os seus encantamentos; e por agora tragam-me de jantar, que sei que é o mais preciso, e o vingar-me fica a meu cuidado.
Hiciéronlo así diéronle de comer, y quedóse otra vez dormido, y ellos admirados de su locura. Aquella noche quemó y abrasó el ama cuantos libros había en el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escudriñador, y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores . Uno de los remedios que el cura y el barbero dieron por entonces para el mal de su amigo, fue que le murasen y tapiasen el aposento de los libros, porque cuando se levantase no los hallase (quizá quitando la causa cesaría el efecto), y que dijesen que un encantador se los había llevado y el aposento y todo; y así fue hecho con mucha presteza. Assim se fez. Deram-lhe de comer, e recaiu no sono, deixando a todos admirados de tamanho desorientamento. Naquela noite incendiou e destruiu a ama quantos livros havia no pátio e em toda a casa; e alguns arderiam que merecessem ser guardados em perpétuos arquivos. Mas não o quis assim a mofina e a pressa do seletor; cumpriu-se o rifão que diz: que às vezes paga o justo pelo pecador. Um dos remédios que o barbeiro e o cura por então idearam, foi que se condenasse e emparedasse a sala dos livros, para que ao levantar-se o amigo não pudesse dar com ela (tirada a causa, talvez cessasse o efeito). Dir-lhe-iam que um encantador os tinha levado com o aposento e tudo, e assim se executou com a maior presteza.
De allí a dos días se levantó don Quijote, y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros, y como no hallaba el aposento donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaba adonde solía tener la puerta y tentábala con las manos , y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza preguntó a su ama que hacia qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama, que ya estaba bien advertida de lo que había de responder le dijo. A dois dias andados, ergueu-se D. Quixote, e o que primeiro fez foi ir-se ver os seus livros, e, como não achava o quarto em que os tinha deixado, corria de uma parte para outra a procurá-lo. Chegava onde costumava estar a porta, e tenteava-a às apalpadelas, e volvia e revolvia os olhos por todos os cabos, sem proferir palavra. Porém, depois de um grande espaço, perguntou à ama a que parte ficava o aposento dos seus livros. A ama, que já estava bem precavida do que havia de responder, lhe disse:
-¿Qué aposento o qué nada, busca vuestra merced? Ya no hay aposento ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mismo diablo. Que aposento ou que história busca Vossa Mercê? Já não há aposento nem livros nesta casa, carregou com tudo o mesmo diabo.
-No era diablo, replicó la sobrina, sino un encantador que vino sobre una nube una noche después del día que vuestra merced de aquí se partió , y apeándose de una sierpe en que venía caballero, entró en el aposento y no sé lo que se hizo dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado y dejó la casa llena de humo ; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos ni libro ni aposento alguno; sólo se nos acuerda muy bien a mí y al ama, que al tiempo de partirse aquel mal viejo, dijo en altas voces, que por enemistad secreta que tenía al dueño de aquellos libros y aposento, dejaba hecho el daño en aquella casa que después se vería dijo también que se llamaba el sabio Muñatón. Não era diabo acudiu a sobrinha era um encantador que veio numa nuvem, numa noite depois daquele dia em que Vossa Mercê se abalou daqui, e, apeando-se de uma serpe em que vinha encavalgado, entrou no aposento. Não sei o que fez lá dentro; ao cabo de um breve espaço, saiu voando pelo telhado, deixando a casa cheia de fumarada, e, quando tornamos em nós, e fomos ver o que tinha feito, não vimos nem livros, nem aposento algum. Só nos lembra muito bem a mim e à ama que, ao tempo de partir-se, aquele malvado velho proferiu em altas vozes, que, por inimizade secreta, que tinha com o dono daquela livraria e estância, deixava feito o dano que depois se veria. Disse também que se chamava o sábio Munhatão.
-Frestón diría, dijo don Quijote .-No sé, respondió el ama, si se llamaba Frestón o Fritón; sólo sé que acabó en "ton" su nombre. Frestão é que havia de dizer acudiu D. Quixote. Não sei interrompeu a ama --se era Frestão ou Fritão; só sei que o nome acabava em tão.
-Así es, dijo don Quijote, que ése es un sabio encantador grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer sin que él lo pueda estorbar, y por esto procura hacerme to dos los sinsabores que puede y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado. Isso mesmo disse D. Quixote é esse um sábio encantador grande inimigo meu, e que me tem osga, porque sabe por suas artes e letras, que, pelo andar dos tempos, tenho de pelejar em singular batalha com um cavaleiro a quem ele favorece, e o hei-de vencer sem que ele mo possa estorvar; por isso procura fazer-me quantas sensaborias pode, e eu digo-lhe que mal poderá ele evitar o que do céu nos está determinado.
-¿Quién duda de eso?, dijo la sobrina; pero ¿quién le mete a vuestra merced, señor tío, en esas pendencias? ¿No será mejor estarse pacífico en su casa y no irse por el mundo a buscar pan de trastrigo sin considerar que muchos van por lana y vuelven tresquilados? >Disso ninguém duvida disse a sobrinha mas quem o mete, senhor tio, a Vossa Mercê nessas pendências? Não será melhor estar-se manso e pacífico em sua casa, em vez de se ir pelo mundo procurar pão que o diabo amassou, sem se lembrar de que muitos vão buscar lã e vêm tosquiados?
-¡Oh, sobrina mía, respondió don Quijote, y cuán mal que estás en la cuenta! Primero que a mí me tresquilen, tendré peladas y quitadas las barbas a cuantos imaginaren tocarme en la punta de un solo cabello. Ai sobrinha, sobrinha! --respondeu D. Quixote Como andas fora da conta! Primeiro que a mim me tosquiem, terei peladas e arrancadas as barbas a quantos imaginarem tocar-me na ponta de um só cabelo.
No quisieron las dos replicarle más, porque vieron que se le encendía la cólera. Es, pues, el caso, que él estuvo quince días en casa muy sosegado, sin dar muestras de querer segundar sus primeros devaneos ; en los cuales días pasó graciosísimos cuentos con sus dos compadres el cura y el barbero, sobre que él decía que la cosa de que más necesidad tenía el mundo era de caballeros andantes y de que en él se resucitase la caballería andantesca. El cura algunas veces le contradecía y otras concedía, porque si no guardaba este artificio, no había poder averiguarse con él. Não quiseram as duas replicar-lhe mais nada, vendo que o agastamento lhe queria ir a mais. O caso é que teve o nosso herói de passar em casa quinze dias mui quedo, sem dar mostras de querer recair nos seus primeiros devaneios; quinze dias em que passou graciosíssimos contos com os seus dois compadres, o cura e o barbeiro. Era sempre a sua teima, que de nada precisava tanto o mundo, como de cavaleiros andantes; e oxalá essa cavalaria andante cá ressuscitara! O cura algumas vezes o contradizia, e outras ia com ele, porque sem essa velhacaria, como se haviam de entender?
En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que este título se puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale entre otras cosas don Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez podía suceder aventura que ganase en quítame allá esas pajas alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza (que así se llamaba el labrador) dejó su mujer e hijos y asentó por escudero de su vecino. ...Neste meio tempo, solicitou D. Quixote a um lavrador seu vizinho, homem de bem (se tal título se pode dar a um pobre), e de pouco sal na moleira; tanto em suma lhe disse, tanto lhe martelou, que o pobre rústico se determinou em sair com ele, servindo-lhe de escudeiro. Dizia-lhe entre outras coisas D. Quixote, que se dispusesse a acompanhá-lo de boa vontade, porque bem podia dar o acaso que do pé para a mão ganhasse alguma ilha, e o deixasse por governador dela. Com estas promessas e outras quejandas, Sancho Pança (que assim se chamava o lavrador) deixou mulher e filhos, e se assoldadou por escudeiro do fidalgo.
Dio luego don Quijote orden en buscar dineros y vendiendo una cosa y empeñando otra y malbaratándolas todas, allegó una razonable cantidad. Acomodóse asimismo de una rodela , que pidió prestada a un su amigo, y, pertrechando su rota celada lo mejor que pudo , avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester; sobre todo le encargó que llevase alforjas. El dijo que sí llevaría, y que asimismo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba ducho a andar mucho a pie. En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente; pero nunca le vino alguno a la memoria; mas con todo esto determinó que le llevase, con presupuesto de acomodarle de más honrada caballería en habiendo ocasión para ello, quitándole el caballo al primer descortés caballero que topase . Proveyóse de camisas y de las demás cosas que él pudo, conforme al consejo que el ventero le había dado.Deu logo ordem D. Quixote a buscar dinheiros; e, vendendo umas coisas, empenhando outras, e malbaratando-as todas, juntou uma quantia razoável. Apetrechou-se com uma rodela, que pediu emprestada a um amigo; e, consertando a sua celada, o melhor que pôde, notificou ao seu escudeiro Sancho o dia e a hora em que tencionava porem-se a caminho, para que ele se arranjasse do que lhe fosse mais preciso; sobretudo lhe recomendou que levasse alforjes. Respondeu ele que os levaria, e que também pensava em levar um asno que tinha mui bom, porque não estava costumado a andar muito a pé. Naquilo do asno é que D. Quixote não deixou de refletir o seu tanto, cismando se lhe lembraria que algum cavaleiro andante teria trazido escudeiro montado asnalmente; mas nenhum lhe veio à memória. Apesar disso, decidiu que podia levar o burro, com o propósito de lhe arranjar cavalgadura de maior foro apenas se lhe deparasse ocasião, que seria tirar o cavalo ao primeiro cavaleiro descortês que topasse. Preveniu-se de camisas, e das mais coisas que pôde, conforme o conselho que o vendeiro lhe havia dado.
Todo lo cual hecho y cumplido , sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese ; en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca , con sus alforjas y su bota, y con mucho de seo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que él había tomado en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban . Dijo en esto Sancho Panza a su amo. Feito e cumprido tudo, sem se despedir Pança dos filhos e mulher, nem D. Quixote da ama e da sobrinha, saíram uma noite do lugar sem os ver alma viva, e tão de levada se foram, que ao amanhecer já se iam seguros de que os não encontrariam, por mais que os rastejassem. Ia Sancho Pança sobre o seu jumento como um patriarca, com os seus alforjes e a sua borracha, e com muita ânsia de se ver já governador da ilha que o amo lhe havia prometido. Acertou D. Quixote de seguir a mesma direção que levara na primeira jornada, que foi pelo campo de Montiel, por onde caminhava mais satisfeito que da primeira vez, por ser ainda de manhã e dar-lhes de escape o sol, o que sempre importunava menos. Disse então Sancho Pança a seu amo:
-Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea. Olhe Vossa Mercê, senhor cavaleiro andante, não se esqueça do que me prometeu a respeito da ilha, que lá o governá-la bem, por grande que seja, fica por minha conta.
A lo cual le respondió don Quijote. -Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos, hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas y reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza; antes pienso aventajarme en ella, porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, o por lo mucho de marqués de algún valle o provincia de poco más a menos; pero, si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos. Y no lo tengas a mucho, que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo. Hás-de saber, amigo Sancho Pança disse D. Quixote que foi costume muito usado dos antigos cavaleiros andantes fazerem governadores aos seus escudeiros das ilhas ou reinos que ganhavam; e eu tenho assentado em que, por minha parte, se não dê quebra a esta usança de agradecido, antes nela me desejo avantajar; porque os outros, algumas vezes, e as mais delas, estavam à espera de que os seus escudeiros chegassem a velhos, e já depois de fartos de servir, e de levar maus dias e piores noites, é que lhes davam algum título de Conde, ou pelo menos de Marquês de algum vale ou província de pouco mais ou menos; e tu, se viveres e mais eu, bem poderá ser que antes de seis dias andados eu ganhe um reino com outros seus dependentes, que venham mesmo ao pintar para eu te coroar a ti por seu Rei. E não te admires do que te digo, pois coisas e casos acontecem aos tais cavaleiros, por modos tão nunca vistos e pensados, que facilmente eu te poderia dar até mais do que te prometo.
-De esa manera, respondió Sancho Panza, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutiérrez, mi oíslo vendría a ser reina y mis hijos infantes. Desse modo respondeu Sancho Pança se eu fosse Rei por algum milagre dos que Vossa Mercê diz, pelo menos Joana Gutierres, meu conchego, chegaria a ser Rainha, e os meus filhos infantes.
-¿Pues quién lo duda?, respondió don Quijote. Quem o duvida? respondeu D. Quixote.
-Yo lo dudo, replicó Sancho Panza, porque tengo para mí, que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez . Sepa, señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda. Duvido eu replicou Sancho Pança porque tenho para mim que, ainda que Deus chovera reinos sobre a terra, nenhum assentaria bem na Maria Gutierres. Saiba, senhor meu, que ela para Rainha não vale dois maravedis; lá Condessa muito melhor acertara, e assim mesmo com a ajuda de Deus.
-Encomiéndalo tú a Dios, Sancho, respondió don Quijote, que él dará lo que más le convenga; pero no apoques tu ánimo tanto que te vengas a contentar con menos que con ser adelantado . A Nosso Senhor encomenda tu, meu Sancho, o negócio, que ele lhe dará o que mais lhe acerte; mas não apouques tanto os teus espíritos, que venhas a contentar-te com menos que ser adiantado.
-No lo haré, señor mío, respondió Sancho, y más teniendo tan principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo aquello que me esté bien y yo pueda llevar. Esteja descansado, senhor meu respondeu Sancho tenho ânimo, tenho, e mais servindo a um amo tão principal como é Vossa Mercê, que me há-de saber dar tudo que me esteja bem, e me couber nas forças.






I. Capítulo VIII. Del buen suceso que el valeroso Don Duijote tuvo en la espantable y jamas imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación

Capítulo VIII Do bom sucesso que teve o valoroso D. Quixote na espantosa e jamais imaginada aventura dos moinhos de vento, com outros sucessos dignos de feliz recordação.


En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero Quando nisto iam, descobriram trinta ou quarenta moinhos de vento, que há naquele campo. Assim que D. Quixote os viu, disse para o escudeiro:
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. A aventura vai encaminhando os nossos negócios melhor do que o soubemos desejar; porque, vês ali, amigo Sancho Pança, onde se descobrem trinta ou mais desaforados gigantes, com quem penso fazer batalha, e tirar-lhes a todos as vidas, e com cujos despojos começaremos a enriquecer; que esta é boa guerra, e bom serviço faz a Deus quem tira tão má raça da face da terra.
-¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza. Quais gigantes? disse Sancho Pança.
-Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas . Aqueles que ali vês respondeu o amo de braços tão compridos, que alguns os têm de quase duas léguas.
-Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. Olhe bem Vossa Mercê disse o escudeiro que aquilo não são gigantes, são moinhos de vento; e os que parecem braços não são senão as velas, que tocadas do vento fazem trabalhar as mós.
-Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Bem se vê respondeu D. Quixote que não andas corrente nisto das aventuras; são gigantes, são; e, se tens medo, tira-te daí, e põe-te em oração enquanto eu vou entrar com eles em fera e desigual batalha.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes, iba diciendo en voces altas. Dizendo isto, meteu esporas ao cavalo Rocinante, sem atender aos gritos do escudeiro, que lhe repetia serem sem dúvida alguma moinhos de vento, e não gigantes, os que ia acometer. Mas tão cego ia ele em que eram gigantes, que nem ouvia as vozes de Sancho nem reconhecia, com o estar já muito perto, o que era; antes ia dizendo a brado:
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete . Não fujais, covardes e vis criaturas; é um só cavaleiro o que vos investe.
Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo me lo habéis de pagar Y, en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre , arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y, dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos , llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear tal fue el golpe que dio con él Rocinante. Levantou-se neste comenos um pouco de vento, e começaram as velas a mover-se; vendo isto D. Quixote, disse: Ainda que movais mais braços do que os do gigante Briareu, heis-de mo pagar. E dizendo isto, encomendando-se de todo o coração à sua senhora Dulcinéia, pedindo-lhe que, em tamanho transe o socorresse, bem coberto da sua rodela, com a lança em riste, arremeteu a todo o galope do Rocinante, e se aviou contra o primeiro moinho que estava diante, e dando-lhe uma lançada na vela, o vento a volveu com tanta fúria, que fez a lança em pedaços, levando desastradamente cavalo e cavaleiro, que foi rodando miseravelmente pelo campo fora. Acudiu Sancho Pança a socorrê-lo, a todo o correr do seu asno; e quando chegou ao amo, reconheceu que não se podia menear, tal fora o trambolhão que dera com o cavalo.
-¡Válame Dios! -dijo Sancho-. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza. Valha-me Deus! exclamou Sancho Não lhe disse eu a Vossa Mercê que reparasse no que fazia, que não eram senão moinhos de vento, e que só o podia desconhecer quem dentro na cabeça tivesse outros?
-Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más que yo pienso y es así verdad, que aquel sabio Frestón , que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. Cala a boca, amigo Sancho respondeu D. Quixote; as coisas da guerra são de todas as mais sujeitas a contínuas mudanças; o que eu mais creio, e deve ser verdade, é que aquele sábio Frestão, que me roubou o aposento e os livros, transformou estes gigantes em moinhos, para me falsear a glória de os vencer, tamanha é a inimizade que me tem; mas ao cabo das contas, pouco lhe hão-de valer as suas más artes contra a bondade da minha espada.
-Dios lo haga como puede -respondió Sancho Panza, y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba. Y hablando en la pasada aventura siguieron el camino del Puerto Lápice , porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza; y, diciéndoselo a su escudero, le dijo. Valha-o Deus, que o pode! respondeu Pança. E ajudando-o a levantar, o tornou a subir para cima do Rocinante, que estava também meio desasado. Conversando no passado sucesso, continuaram caminho para Porto Lápice, porque por ali (dizia D. Quixote) não era possível que se não achassem muitas e diversas aventuras, por se sítio de grande passagem. Que pesar o ver-se então sem lança! (como ele dizia ao escudeiro). Mas dizia-lhe também logo:
-Yo me acuerdo haber leído que un caballero español, llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él como sus decendientes se llamaron, desde aquel día en adelante, Vargas y Machuca . Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble que se me depare, pienso desgajar otro tronco , tal y tan bueno como aquél que me imagino, y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a verlas, y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. Recordo-me ter lido que outro cavaleiro espanhol, por nome Diogo Peres de Vargas, tendo-se-lhe numa batalha quebrado a espada, esgalhou de uma azinheira uma pesada arranca, e só com ela fez tais coisas naquele dia, e a tantos mouros machucou, que lhe ficou de apelido o Machuca ; e assim ele como os seus descendentes se ficaram nomeando desde aquele dia Vargas e Machuca. Refiro-te isto, porque a primeira azinheira ou carvalho que se me depare, tenciono sacar-lhe outro pau tão bom como aquele, e fazer com ele tais façanhas, que te julgues bem afortunado por teres chegado a presenciá-las, e poderes ser testemunha de coisas tão convizinhas do impossível.
-A la mano de Dios -dijo Sancho-; yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. Por Deus, senhor D. Quixote disse Sancho creio tudo que Vossa Mercê me diz; mas olhe se se endireita um poucochinho, que parece ir descaindo para a banda; há-de ser do trambolhão que apanhou.
-Así es la verdad -respondió don Quijote-; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna , aunque se le salgan las tripas por ella. E é verdade respondeu D. Quixote; e se me não queixo com a dor, é porque aos cavaleiros andantes não é dado lastimarem-se de feridas, ainda que por elas lhes saiam as tripas.
-Si eso es así, no tengo yo qué replicar -respondió Sancho-, pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse. Sendo assim, já estou calado respondeu Sancho; mas sabe Deus se eu não achava melhor que Sua Mercê se queixara quando lhe doesse alguma coisa. De mim sei eu, que, em me doendo seja o que for, hei-de por força berrar, se é que a tal regra, de não dar mostras de sentir, não chega também aos escudeiros da cavalaria andante.
No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero; y así, le declaró que podía muy bien quejarse, como y cuando quisiese, sin gana o con ella; que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería. Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacía menester; que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia, se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga . Y, en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen. Não deixou de se rir D. Quixote da simpleza do seu pajem; e declarou-lhe que podia queixar-se quantas vezes quisesse, com vontade ou sem ela, que até aquela data nunca lera proibição disso nos livros de cavalaria. Advertiu-lhe Sancho que reparasse em que eram horas de comer. Respondeu-lhe o amo que por enquanto lhe não era necessário; que embora comesse ele, se lhe parecia. Com esta licença, ajeitou-se Pança o melhor que pôde sobre o seu jumento, e tirando dos alforjes o que para eles tinha metido, ia caminhando e comendo atrás do amo com todo o seu descanso; e de quando em quando empinava a borracha com tanto gosto, que faria inveja ao mais refestelado bodegueiro de Málaga. E enquanto ia assim amiudando os tragos, não se lembrava de nenhuma promessa que o amo lhe tivesse feito; nem tinha por trabalho, antes por vida mui regalada, o andar buscando as aventuras, por perigosas que fossem.
En resolución, aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno dellos desgajó don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras . No la pasó ansí Sancho Panza, que, como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda; y no fueran parte para despertarle, si su amo no lo llamara, los rayos del sol, que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que, muchas y muy regocijadamente, la venida del nuevo día saludaban . Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes; y afligiósele el corazón, por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse don Quijote, porque, como está di cho, dio en sustentarse de sabrosas memorias. Tornaron a su comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron. Em suma, aquela noite passaram-na entre umas árvores; de uma delas desgalhou D. Quixote uma das pernadas secas, que lhe podia pouco mais ou menos suprir a lança, e nela pôs o ferro da que se lhe tinha quebrado. Em toda a noite não pregou olho, pensando na sua senhora Dulcinéia, para se conformar com o que tinha lido nos seus livros, quando os cavaleiros passavam sem dormir muitas noites nas florestas e despovoados, enlevados na lembrança de suas amadas. Já Sancho Pança a não passou do mesmo modo; como levava a barriga cheia (e não de água de chicória) levou-a toda de um sono; e se o amo o não chamara, não bastariam para acordá-lo os raios do sol que lhe vieram dar na cara, nem as cantorias das aves, que em grande número saudavam com alvoroço a vinda do novo dia. Ao erguer-se, deu mais um beijo na borracha, e achou-a seu tanto mais chata que a noite de antes; com o que se lhe apertou o coração, pensando em que não levavam caminho de se remediar tão depressa aquela falta. Não quis D. Quixote desjejuar-se, porque, segundo já dissemos, lhe deu em sustentar-se de saborosas memórias. Prosseguiram no seu começado caminho de Porto Lápice, e pela volta das três do dia deram vista dele.
-Aquí -dijo, en viéndole, don Quijote- podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras. Mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero. Aqui disse D. Quixote podemos, Sancho Pança amigo, meter os braços até aos cotovelos no que chamam aventuras; mas adverte, que, ainda que me vejas nos maiores perigos do mundo, não hás-de meter mão à espada para me defender, salvo se vires que os que me agravam são canalha e gente baixa, que nesse caso podes ajudar-me; porém se forem cavaleiros, de modo nenhum te é lícito, nem concedido nas leis da cavalaria, que me socorras, enquanto não fores armado cavaleiro.
-Por cierto, señor -respondió Sancho-, que vuestra merced sea muy bien obedicido en esto; y más, que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias. Bien es verdad que, en lo que tocare a defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle. Decerto respondeu Sancho que nessa parte há-de Sua Mercê ser pontualmente obedecido, e mais, que eu sou de meu natural pacífico, e inimigo de intrometer-me em arruídos e pendências. É verdade, que, no que tocar em defender cá a pessoa, não hei-de fazer muito caso dessas leis, porque as divinas e humanas permitem defender-se cada um de quem lhe queira mal.
-No digo yo menos -respondió don Quijote-; pero, en esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya tus naturales ímpetus. Não digo menos disso respondeu D. Quixote porém no ajudar-me contra cavaleiros hás-de ter mão nos teus ímpetos naturais.
-Digo que así lo haré -respondió Sancho-, y que guardaré ese preceto tan bien como el día del domingo. Afirmo-lhe que assim o farei respondeu Sancho; esse preceito hei-de o guardar como os dias santos e os domingos.
Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios , que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus antojos de camino y sus quitasoles. Detrás dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie. Estando nestas práticas, viram vir pelo caminho dois frades da ordem de S. Bento, cavalgando sobre dois dromedários (que não eram mais pequenas as mulas em que vinham). Traziam seus óculos de jornada, e seus guarda-sóis. Atrás seguia um coche com quatro ou cinco homens de cavalo, que o acompanhavam, e dois moços de mulas a pé.
Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína, que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo. No venían los frailes con ella, aunque iban el mismo camino; mas, apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero. Vinha no coche, como depois se veio a saber, uma senhora biscainha, que ia a Sevilha, onde estava seu marido, que passava às Índias com um mui honroso cargo. Não vinham os frades com ela, ainda que traziam o mesmo caminho; mas apenas D. Quixote os divisou, quando disse para o escudeiro:
-O yo me engaño, o ésta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto; porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser, y son sin duda, algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío. Ou me engano, ou esta tem de ser a mais afamada aventura que nunca se viu, porque aqueles vultos negros, que ali aparecem, devem ser alguns encantadores, que levam naquele coche alguma Princesa raptada; e é forçoso, que, a todo o poder que eu possa, desfaça esta violência.
-Peor será esto que los molinos de viento -dijo Sancho-. Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. Pior será esta, que a dos moinhos de vento disse Sancho; repare, meu amo, que são frades de S. Bento, e o coche deve ser de alguma gente de passagem; veja, veja bem o que faz, não seja o diabo que o engane.
-Ya te he dicho, Sancho -respondió don Quijote-, que sabes poco de achaque de aventuras; lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás. Já te disse, Sancho respondeu D. Quixote, que sabes pouco das maranhas que muitas vezes se dão nas aventuras. O que eu digo é verdade, e agora o verás.
Y, diciendo esto, se adelantó y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y, en llegando tan cerca que a él le pareció que le podrían oír lo que dijese, en alta voz dijo Dizendo isto, adiantou-se e pôs-se no meio do caminho por onde vinham os frades; e, chegando a distância que a ele lhe pareceu o poderiam ouvir, disse em alta voz:
-Gente endiablada, y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas , si no, aparejaos a recebir presta muerte por justo castigo de vuestras malas artes. Gente endiabrada e descomunal, deixai logo no mesmo instante as altas Princesas que nesse coche levais furtadas; quando não, aparelhai-vos para receber depressa a morte, por justo castigo das vossas malfeitorias.
Detuvieron los frailes las riendas , y quedaron admirados, así de la figura de don Quijote como de sus razones, a las cuales respondieron Detiveram os frades as rédeas, admirados, tanto da figura como dos ditos de D. Quixote, e responderam:
-Señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen, o no, ningunas forzadas princesas. Senhor cavaleiro, nós outros não somos nem endiabrados nem descomunais; somos dois religiosos beneditinos, que vamos nossa jornada; e não sabemos se nesse coche vêm, ou não, algumas Princesas violentadas.
-Para conmigo no hay palabras blandas, que ya os conozco, fementida canalla , dijo don Quijote; y sin esperar más respuesta, picó a Rocinante, y la lanza baja, arremetió contra el primero fraile con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no cayera muerto. El segundo religioso, que vio del modo que trataban a su compañero , puso piernas al castillo de su buena mula , y comenzó a correr por aquella campaña, más ligero que el mismo viento. Sancho Panza, que vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno, arremetió a él y le comenzó a quitar los hábitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes y preguntáronle que por qué le desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le tocaba a él ligítimamente, como despojos de la batalla que su señor don Quijote había ganado. Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo; y, sin dejarle pelo en las barbas , le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido. Y, sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro; y, cuando se vio a caballo, picó tras su compañero, que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto; y, sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino, haciéndose más cruces que si llevaran al diablo a las espaldas . Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole. Falas mansas cá para mim não pegam disse D. Quixote que já vos conheço, fementida canalha. E sem aguardar mais resposta, picou o Rocinante, e de lança baixa arremeteu com o primeiro frade com tanta fúria e denodo, que, se o frade se não deixasse cair da mula, ele o faria ir a terra contra vontade, e até mal ferido, se não morto. O segundo religioso, que viu o que se tinha feito ao companheiro, meteu pernas à sua acastelada mula, e desatou a correr por aquele campo, mais ligeiro que o próprio vento. Sancho Pança, que viu por terra o frade, apeou-se do burro com a maior pressa, arremeteu a ele, e começou-lhe a tirar os hábitos. Acudiram dois moços dos frades, e perguntaram-lhe por que o despia. Respondeu-lhes Sancho Pança, que a fatiota lhe pertencia a ele legitimamente, como despojos da batalha, que seu amo D. Quixote havia ganhado. Os moços, que não entendiam de xácaras, nem percebiam aquilo de despojos e batalhas, vendo já afastado dali D. Quixote em conversação com as damas do coche, investiram com Sancho, e deram com ele em terra, arrancaram-lhe as barbas, moeram-no a coices, e o deixaram estendido como coisa morta. O frade caído não se demorou um instante; todo temeroso e acovardado, ergueu-se, montou, e, logo que se viu a cavalo, picou atrás do companheiro, que a bom pedaço dali estava esperando em que pararia aquele ataque. Não quiseram esperar mais pelo desfecho, e seguiram o seu caminho, fazendo mais cruzes, que se levassem o diabo atrás de si. Estava D. Quixote, como já se disse, falando com a senhora do coche, dizendo-lhe:
-La vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo derribada por este mi fuerte brazo. Y porque no penéis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso, y en pago del beneficio que de mí habéis recebido, no quiero otra cosa sino que volváis al Toboso, y que de mi parte os presentéis ante esta señora , y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho. A Vossa formosura, senhora minha, pode fazer da sua pessoa o que mais lhe apeteça, porque já a soberba de vossos roubadores jaz derribada em terra por este meu forte braço; e para que vos não raleis de não saber o nome do vosso libertador, chamo-me D. Quixote de la Mancha, cavaleiro andante, e cativo da sem par em formosura D. Dulcinéia del Toboso; e em paga do benefício que de mim haveis recebido, nada mais quero senão que volteis a Toboso, e que da minha parte vos apresenteis a ela, e lhe digais o que fiz para vos libertar. Tudo que D. Quixote dizia, estava-o escutando um escudeiro dos que acompanhavam o coche, e que era biscainho, o qual, vendo que o cavaleiro não queria deixar ir o coche para diante, mas teimava que havia de desandar logo para Toboso, fez frente a D. Quixote, e, agarrando-lhe na lança, lhe disse em mau castelhano e pior biscainho o que pouco mais ou menos vinha a parar nisto:
Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno; el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera. Anda, cavaleiro, que mal andas; pelo Deus que me criou, que, se não deixas o coche, morres tão certo como ser eu biscainho. Entendeu-o muito bem D. Quixote, e com muito sossego lhe respondeu: Se foras cavaleiro, assim como o não és, já eu teria castigado a tua sandice e atrevimento, criatura reles. Ao que respondeu o biscainho lá pelo seu dialeto:
-Anda, caballero que mal andes; ¡por el Dios que crióme, que si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno! . Entendióle muy bien don Quijote, y con mucho sosiego le respondió. Não sou cavaleiro eu? juro a Deus que mentes, tão certo como ser eu cristão; se arrojas lança ou arrancas espada, verás como te vai tudo pelo pó do gato; biscainho por terra, fidalgo por mar, fidalgo com os diabos; e, se o negares, mentiste.
-Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura.
A lo cual replicó el vizcaíno
-¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano si lanza arrojas y espada sacas, el agua cuán presto verás que al gato llevas ; vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes que mira si otra dices cosa.
-¡Ahora lo veredes, don Agrajes , respondió don Quijote; y arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y em brazó su rodela, y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida. El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que por ser de las malas de alquiler no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de donde pudo tomar una almohada que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en paz, mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe , dio una gran voz, diciendo Agora o veremos, como dizia Agrages respondeu D. Quixote. E, atirando a lança ao chão, desembainhou a espada, embraçou a rodela, e arremeteu ao biscainho, de estômago feito para lhe arrancar a vida. O biscainho, que assim o viu sobrevir-lhe, ainda que se quisesse apear da mula, que, por ser das de aluguer, não era das boas, nem havia que fiar nela, o mais que pôde foi sacar da espada; e foi-lhe dita achar-se junto ao coche, donde pôde tomar uma almofada que lhe serviu de escudo; e logo se foram um para o outro como dois mortais inimigos. A demais gente bem quisera pô-los em paz, mas não pôde, porque dizia o biscainho nas suas descosidas razões que, se o não deixassem acabar a batalha, ele próprio mataria a sua ama e a quantos lho estorvassem. A senhora do coche, pasmada e temerosa do que via, disse ao cocheiro ue se desviasse algum tanto dali, e se pôs de longe a admirar a pavorosa contenda. No decurso dela, deu o biscainho uma grande cutilada a D. Quixote, acima de um ombro por sobre a rodela, que, a dar-lha sem defensa, o abrira até à cintura. D. Quixote, que sentiu o peso daquele desaforado golpe, deu um grande berro, dizendo:
-¡Oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que, por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla. Ó senhora da minha alma, Dulcinéia, flor da formosura, socorrei a este vosso cavaleiro, que, para satisfazer a vossa muita bondade, se acha em tão rigoroso transe.
El decir esto y el apretar la espada, y el cubrirse de su rodela , y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a la de un solo golpe . O dizer isto, apertar a espada, cobrir-se bem com a rodela, e arremeter ao biscainho, foi tudo um, indo determinado de aventurar tudo num só golpe.
El vizcaíno, que así le vio venir contra él, bien entendió por su denuedo su coraje , y determinó de hacer lo mismo que don Quijote; y así, le aguardó bien cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una ni a otra parte; que ya, de puro cansada y no hecha a semejantes niñerías, no podía dar un paso. O biscainho, vendo-o vir assim contra ele, bem entendeu por aquele denodo a coragem do inimigo, e determinou fazer o mesmo que ele; pelo que se deteve a esperá-lo bem coberto com a almofada, sem poder rodear a mula, nem a uma nem outra parte, que já de puro cansaço, e não afeita a semelhantes brinquedos, não podia dar um passo.
Venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno, con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban; y la señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España, porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban. Vinha, pois, como dito é, D. Quixote contra o acautelado biscainho, com a espada em alto, determinado a abri-lo em dois; e o biscainho o aguardava assim mesmo, com a espada erguida, e escudado com a sua almofada. Todos os circunstantes estavam temerosos e transidos à espera do que se poderia seguir de golpes tamanhos, com que de parte a parte se ameaçavam. A senhora do coche, e as suas criadas, faziam mil votos e promessas a todas as imagens e igrejas de Espanha, para que Deus livrasse ao seu escudeiro e a elas daquele tão grande perigo.
Pero está el daño de todo esto, que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote de las que deja referidas. Bien es verdad, que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte . O pior que tudo é que, neste ponto exatamente, interrompe o autor da história esta batalha, dando por desculpa não ter achado mais notícias desta façanha de D. Quixote, além das já referidas. Verdade é que o segundo autor desta obra não quis crer que tão curiosa história estivesse enterrada no esquecimento, nem que houvessem sido tão pouco curiosos os engenhos da Mancha, que não tivessem em seus arquivos ou escritórios alguns papéis que deste famoso cavaleiro tratassem; e assim, com esta persuasão, não perdeu a esperança de vir a achar o final desta aprazível narrativa, o qual por favor do céu se lhe deparou como ao diante se contará.






I. Capítulo IX. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron


Capítulo IX -- Em que se conclui a estupenda batalha que o galhardo biscaínho e o valente manchego tiveram.


Dejamos en la primera parte desta historia al valeroso vizcaíno y al famoso don Quijote con las espadas altas y desnudas, en guisa de descargar dos furibundos fendientes , tales que, si en lleno se acertaban, por lo menos se dividirían y fenderían de arriba abajo y abrirían como una granada; y que en aquel punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos diese noticia su autor dónde se podría hallar lo que della faltaba. Causóme esto mucha pesadumbre, porque el gusto de haber leído tan poco se volvía en disgusto, de pensar el mal camino que se ofrecía para hallar lo mucho que, a mi parecer, faltaba de tan sabroso cuento. Parecióme cosa imposible y fuera de toda buena costumbre que a tan buen caballero le hubiese faltado algún sabio que tomara a cargo el escribir sus nunca vistas hazañas , cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes de los que dicen las gentes que van a sus aventuras, porque cada uno dellos tenía uno o dos sabios, como de molde, que no solamente escribían sus hechos, sino que pintaban sus más mínimos pensamientos y niñerías, por más escondidas que fuesen; y no había de ser tan desdichado tan buen caballero, que le faltase a él lo que sobró a Platir y a otros semejantes. Y así, no podía inclinarme a creer que tan gallarda historia hubiese quedado manca y estropeada; y echaba la culpa a la malignidad del tiempo, devorador y consumidor de todas las cosas, el cual, o la tenía oculta o consumida. DEIXAMOS no capítulo antecedente o valente biscainho e o famoso D. Quixote com as espadas altas e nuas, ameaçando descarregar dois furibundos fendentes, e tais, que, se em cheio acertassem, pelo menos os rachariam de alto a baixo como duas romãs. Naquele ponto tão duvidoso parou, ficando-nos truncada tão saborida história, sem nos dar notícia o autor donde se poderia achar o que nela faltava. Causou-me isto grande pena, porque o gosto de ter lido aquele pouco se me devolvia em desgosto, pensando no mau caminho que se oferecia para se achar o muito que em meu entender faltava ainda a tão saboroso conto. Parecia-me coisa impossível, e fora de todo o bom costume, que a tão bom cavaleiro tivesse faltado algum sábio, que tomasse a cargo o escrever as suas nunca vistas façanhas; coisa que não minguou a nenhum dos cavaleiros andantes, dos que as gentes dizem que se vão às suas aventuras, pois cada um deles tinha um ou dois sábios, que pareciam talhados para isso mesmo, os quais não somente escreviam os seus feitos, senão que pintavam até os seus mínimos pensamentos e ninharias, por mais ocultas que fossem. Como havia de ser tão desditado um cavaleiro tão excelente, que a ele lhe faltasse o que sobrou a P1atir e outros que tais? Assim não podia inclinar-me a crer que tão galharda história tivesse ficado manca, e já atirava a culpa à malignidade do tempo devorador e consumidor de todas as coisas, que ou tinha aquilo oculto, ou o desbaratara e perdera.
Por otra parte, me parecía que, pues entre sus libros se habían hallado tan modernos como Desengaño de celos y Ninfas y Pastores de Henares, que también su historia debía de ser moderna; y que, ya que no estuviese escrita, estaría en la memoria de la gente de su aldea y de las a ella circunvecinas. Esta imaginación me traía confuso y deseoso de saber, real y verdaderamente, toda la vida y milagros de nuestro famoso español don Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería manchega , y el primero que en nuestra edad y en estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las andantes armas y al desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas, de aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes , y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle en valle; que, si no era que algún follón o algún villano de hacha y capellina o algún descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos que, al cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmió un día debajo de tejado, y se fue tan entera a la sepultura como la madre que la había parido . Digo, pues, que, por estos y otros muchos respetos, es digno nuestro gallardo Quijote de continuas y memorables alabanzas , y aun a mí no se me deben negar por el trabajo y diligencia que puse en buscar el fin desta agradable historia ; aunque bien sé, que si el cielo, el caso y la fortuna no me ayudan, el mundo quedará falto y sin el pasatiempo y gusto que bien casi dos horas , podrá tener el que con atención la leyere. Pasó, pues, el hallarla en esta manera. Por outra parte me parecia, que, pois entre os seus livros se tinham achado alguns tão modernos como Desengano de zelos, e Ninfas e Pastores de Henares, também a sua história devia de ser moderna e, se não estivesse escrita, estaria na memória da gente da sua aldeia, e das aldeias circunvizinhas. Estas fantasias me traziam confuso e desejoso de saber real e verdadeiramente toda a vida e milagres do nosso famigerado espanhol D. Quixote de la Mancha, luz e espelho da cavalaria manchega, e o primeiro que, em nossa idade e nestes tão calamitosos tempos, se pôs ao trabalho e exercício das andantes armas, e ao de desfazer agravos, socorrer viúvas, amparar donzelas, daquelas que andavam de açoite em punho, montadas em seus palafréns, e com toda a sua virgindade à sua conta, de monte em monte, e de vale em vale, que (a não ser forçá-las algum valdevinos, ou algum vilão de machada e morrião, ou algum descomunal gigante) donzela houve nos passados tempos, que, ao cabo de oitenta anos, sem ter dormido uma só vez debaixo de telha, se foi tão inteira à sepultura, como a mãe a parira. Digo, pois, que, por estes e outros muitos respeitos, é merecedor o nosso galhardo D. Quixote de contínuos e memoráveis louvores; a mim não se devem eles negar pelo trabalho e diligência que pus em buscar o fim desta agradável história, ainda que sei bem que, se o céu, o acaso, e a fortuna, me não ajudassem, o mundo ficaria falto do passatempo e gosto que poderá ter por quase duas horas a pessoa que atentamente a ler. O modo da achada foi o seguinte:
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo , llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero ; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y, puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara . En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír. Estando eu um dia no Alcana de Toledo, apareceu ali um muchacho a vender uns alfarrábios e papéis velhos, a um mercador de sedas. Como eu sou amigo de ler até os papéis esfarrapados das ruas, levado da inclinação natural, tomei um daqueles cartapácios, e pela escrita reconheci ser árabe (posto o não soubesse decifrar). Espalhei os olhos à procura de algum mourisco algaraviado, que mo deletreasse. Depressa me apareceu intérprete, pois de melhor e mais antiga língua que o eu necessitasse, facilmente por ali se me depararia. Enfim atinei com um, que, ouvindo o que eu desejava, pegando no livro o abriu pelo meio, e, lendo nele um pouco, se começou a rir.
Preguntéle yo que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación. Díjele que me la dijese; y él, sin dejar la risa, dijo Perguntei-lhe de que se ria, e respondeu-me que de uma coisa que ali vinha escrita na margem como anotação. Pedi-lhe que ma decifrasse, e ele, sem interromper o riso, continuou:
-Está, como he dicho , aquí en el margen escrito esto "Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha ". -- O que se lê aqui nesta margem, ao pé da letra, é o seguinte: Esta Dulcinéia del Toboso, tantas vezes mencionada na presente crônica, dizem que para a salga dos porcos era a primeira mão de toda a Mancha.
Cuando yo oí decir "Dulcinea del Toboso", quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía "Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo ". Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro; y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que, si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda del mismo modo que aquí se refiere. Quando eu ouvi falar de Dulcinéia del Toboso, fiquei atônito e suspenso, porque logo se me representou que no alfarrábio se conteria a história de D. Quixote. Neste pressuposto, roguei-lhe que me lesse o princípio do livro em linguagem cristã, o que ele fez traduzindo de repente o título arábigo em castelhano deste modo: História de D. Quixote de la Mancha, escrita por Cid Hamete Benengeli, historiador arábigo. Muita prudência me foi mister para dissimular o contentamento que me tomou, quando semelhante título me chegou aos ouvidos; e antes que o rapaz apresentasse o livro ao homem das sedas, lhe comprei toda a papelada e os alfarrábios por uns reles cobres, que, se ele fora mais previsto, e soubesse a grande melgueira que me trazia ali, bem podia ter feito comigo veniaga para mais de seis reales. Retirei-me logo com o mourisco para o claustro da igreja maior, e lhe pedi me trocasse em vulgar todos aqueles alfarrábios, que tratavam de D. Quixote, sem omitir nem acrescentar nada, oferecendo-lhe a paga que ele quisesse. Contentou-se com duas arrobas de passas, e duas fangas de trigo, e prometeu traduzi-los bem e fielmente com muita brevidade. Mas eu, para facilitar mais o negócio, e não largar da mão tão bom achado, o trouxe para minha casa, onde em pouco mais de mês e meio traduziu tudo exatamente como aqui se refere.
Estaba en el primero cartapacio, pintada muy al natural, la batalla de don Quijote con el vizcaíno , puestos en la misma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies escrito el vizcaíno un título que decía Don Sancho de Azpetia, que, sin duda, debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro que decía Don Quijote. Estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y propriedad se le había puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rétulo que decía Sancho Zancas, y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas; y por esto se le debió de poner nombre de Panza y de Zancas, que con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia. Otras algunas menudencias había que advertir, pero todas son de poca importancia y que no hacen al caso a la verdadera relación de la historia; que ninguna es mala como sea verdadera. Estava no primeiro cartapácio debuxada mui ao natural a batalha de D. Quixote com o biscainho, na mesma postura em que os descreve a história, de espadas altas, um coberto da sua rodela, o outro da almofada, e a mula do biscainho tão ao vivo, que a distância de tiro de besta se conhecia ser de aluguer. Tinha o biscainho por baixo uma inscrição que dizia: D. Sancho de Azpeytía, que sem dúvida devia ser o seu nome, e aos pés do Rocinante estava outra que dizia: D. Quixote. Vinha o Rocinante maravilhosamente pintado, tão delgado e comprido, tão descarnado e fraco, com arcabouço tão ressaído, e tão desenganado ético, que bem mostrava quanto à própria se lhe tinha posto o nome de Rocinante. Ao pé dele estava Sancho Pança com o burro pelo cabresto, com outro letreiro que dizia: Sancho Zancas, o que havia de ser, pelo que a pintura mostrava, por ter a barriga bojuda, a estatura baixa, e as ancas largas, do que lhe viria o nome de Pança e Zancas, que por ambas estas alcunhas o designa algumas vezes a história. Algumas outras miudezas se poderiam notar, mas são todas de pouca importância, e não fazem ao caso para a verdade da narrativa, que no ser verdadeira é que cifra a sua bondade.
Si a ésta se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos , antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado . Y ansí me parece a mí, pues, cuando pudiera y debiera estender la pluma en las alabanzas de tan buen caballero, parece que de industria las pasa en silencio . Cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo , el rancor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir . En ésta sé que se hallará todo lo que se acertare a desear en la más apacible; y si algo bueno en ella faltare, para mí tengo que fue por culpa del galgo de su autor , antes que por falta del sujeto. En fin, su segunda parte , siguiendo la tradución, comenzaba desta manera Se aqui se pode pôr alguma dúvida por parte da veracidade, será só o ter sido o autor arábigo, por ser mui próprio dos daquela nação serem mentirosos, ainda que, por outra parte, em razão de serem tão nossos inimigos, antes se pode entender que mais seriam apoucados que sobejos nos louvores de um cavaleiro batizado. A mim assim me parece, pois, podendo deixar correr à larga a pena no encarecer os merecimentos de tão bom fidalgo, parece que de propósito os remete ao escuro; coisa mal feita e piormente pensada, por deverem ser os historiadores muito pontuais, verdadeiros, e nada apaixonados, sem que nem interesse, nem temor, nem ódio, nem afeição, os desviem do caminho direito da verdade, que é a filha legítima de quem historia, êmula do tempo, depósito dos feitos, testemunha do passado, exemplo e conselho do presente, e ensino do futuro. Nesta sei eu que se achará tudo que porventura se deseje na mais aprazível; e se alguma coisa boa lhe falecer, para mim tenho que foi culpa do perro do autor, antes que por míngua da matéria. Enfim, a sua segunda parte, prosseguindo na tradução, começava desta maneira:
Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo ; tal era el denuedo y continente que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia que, a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja; que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho. Postas e levantadas em alto as cortadoras espadas dos dois valorosos e enojados combatentes, não parecia senão que estavam ameaçando céu, terra, e abismo; tal era o seu denodo e aspecto! O primeiro que descarregou o golpe foi o colérico biscainho; e com tal força e fúria o descarregou, que, a não se voltar nos ares o ferro, bastara aquela cutilada para dar fim à sua rigorosa contenda, e a todas as aventuras do nosso cavaleiro. Mas a boa sorte, que para maiores coisas o guardava, torceu a espada do inimigo, por modo que, posto lhe acertasse no ombro esquerdo, lhe não fez outro dano senão desarmá-lo daquela banda, levando-lhe de caminho grande parte da celada, com a metade da orelha, que tudo aquilo veio a terra com espantosa nina, deixando-o muito mal tratado.
¡Válame Dios, y quién será aquel que buenamente pueda contar ahora la rabia que entró en el corazón de nuestro manchego, viéndose parar de aquella manera! No se diga más, sino que fue de manera que se alzó de nuevo en los estribos, y, apretando más la espada en las dos manos, con tal furia descargó sobre el vizcaíno, acertándole de lleno sobre la almohada y sobre la cabeza, que, sin ser parte tan buena defensa, como si cayera sobre él una montaña, comenzó a echar sangre por las narices, y por la boca y por los oídos, y a dar muestras de caer de la mula abajo, de donde cayera, sin duda, si no se abrazara con el cuello; pero, con todo eso, sacó los pies de los estribos y luego soltó los brazos; y la mula, espantada del terrible golpe, dio a correr por el campo, y a pocos corcovos dio con su dueño en tierra. Valha-me Deus! quem haverá aí que bem possa contar agora a raiva que entrou no coração do nosso manchego, vendo-se posto naquela miséria? bastará dizer que se aprumou de novo nos estribos; e, apertando mais a espada nas mãos, com tamanho ímpeto descarregou sobre o biscainho, acertando-a em cheio na almofada e cabeça, que, não lhe valendo tão seguro reparo, foi como se lhe caíra em cima uma montanha; começou logo a deitar sangue pelos narizes, pela boca, e pelos ouvidos, e a dar mostras de cair da mula abaixo; e sem falta cairia, a se não abraçar ao pescoço do animal. Mas, apesar de tudo, desentralhou os pés dos estribos, soltou os braços, e a mula, espantada com o tremendo golpe, deu a correr pelo campo; e a poucos corcovos pregou com o seu dono em terra.
Estábaselo con mucho sosiego mirando don Quijote, y, como lo vio caer, saltó de su caballo y con mucha ligereza se llegó a él, y, poniéndole la punta de la espada en los ojos , le dijo que se rindiese; si no, que le cortaría la cabeza. Estaba el vizcaíno tan turbado que no podía responder palabra, y él lo pasara mal, según estaba ciego don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran adonde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciese tan gran merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero. A lo cual don Quijote respondió, con mucho entono y gravedad. Contemplava D. Quixote tudo com muito sossego; e, logo que o viu caído, saltou do seu cavalo, e com muita ligeireza se chegou; e, metendo-lhe aos olhos a ponta da espada, lhe disse que se rendesse, ou lhe cortaria a cabeça. Estava o biscainho tão fora de si, que não podia responder palavra; e mal passaria à vista da cegueira de D. Quixote, se as damas do coche, que até então tinham com grande desacordo presenciado a pendência, não corressem para onde ele estava, pedindo-lhe com as maiores instâncias lhes fizesse a infinita mercê de perdoar a morte àquele seu escudeiro; ao que D. Quixote respondeu com o maior entono e gravidade:
-Por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís; mas ha de ser con una condición y concierto, y es que este caballero me ha de prometer de ir al lugar del Toboso y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga dél lo que más fuere de su voluntad. -- À fé, formosas senhoras, que sou mui contente de fazer o que me pedis; mas há-de ser com uma condição; a saber: que este cavaleiro me há-de prometer que irá ao lugar de Toboso, e se há-de apresentar da minha parte à sem par D. Dulcinéia, para que faça dele o que for mais de sua vontade.
La temerosa y desconsolada señora, sin entrar en cuenta de lo que don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometió que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado. As medrosas e desconsoladas, sem entrar em explicações do que D. Quixote exigia, e sem perguntarem quem vinha a ser D. Dulcinéia, lhe prometeram que o escudeiro executaria quanto de sua parte lhe fosse mandado. --
-Pues en fe de esa palabra , yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido. Pois, fiado nessa promessa, não lhe farei mais prejuízo, ainda que bem o tenha merecido.






I. Capítulo X. De los graciosos razonamientos> que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza, su escudero


Capítulo X -- Graciosas práticas entre D. Quixote e seu escudeiro Sancho Pança.


Ya en este tiempo se había levantado Sancho Panza, algo maltratado de los mozos de los frailes , y había estado atento a la batalla de su señor don Quijote, y rogaba a Dios en su corazón fuese servido de darle vitoria y que en ella ganase alguna ínsula de donde le hiciese gobernador, como se lo había prometido. Viendo, pues, ya acabada la pendencia, y que su amo volvía a subir sobre Rocinante, llegó a tenerle el estribo; y antes que subiese se hincó de rodillas delante dél, y, asiéndole de la mano, se la besó y le dijo Já então se havia levantado Sancho Pança, algum tanto maltratado pelos moços dos frades, e tinha assistido atento à batalha de seu amo D. Quixote, rogando no coração a Deus fosse servido de lhe dar vitória, e com ela o ganho de alguma ilha, e que o fizesse governador, segundo o prometido.
-Sea vuestra merced servido, señor don Quijote mío, de darme el gobierno de la ínsula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado; que, por grande que sea, yo me siento con fuerzas de saberla gobernar tal y tan bien como otro que haya gobernado ínsulas en el mundo. Vendo pois concluída já a pendência, e que seu amo tornava a encavalgar-se no Rocinante, chegou-se a pegar-lhe no estribo, e, antes que ele subisse, se pôs de joelhos diante dele, pegou-lhe na mão, beijou-a, e disse-lhe:
A lo cual respondió don Quijote. -- Seja Vossa Mercê servido, meu senhor D. Quixote da minha alma, de me dar o governo da ilha que nesta rigorosa pendência ganhou, que, por grande que ela seja, sinto-me com forças de a saber governar, tal e tão bem como qualquer que tenha governado ilhas neste mundo.
-Advertid, hermano Sancho , que esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza o una oreja menos. Tened paciencia, que aventuras se ofrecerán donde no solamente os pueda hacer gobernador, sino más adelante. -- Adverti, Sancho amigo -- respondeu D. Quixote -- que esta aventura, e outras semelhantes a esta, não são aventuras de ilhas, senão só encruzilhadas, em que se não ganha outra coisa senão cabeça quebrada, ou orelha de menos. Tende paciência; não vos hão-de faltar aventuras, em que não somente eu vos possa fazer governador, mas alguma coisa mais.
Agradecióselo mucho Sancho, y, besándole otra vez la mano y la falda de la loriga , le ayudó a subir sobre Rocinante; y él subió sobre su asno y comenzó a seguir a su señor, que, a paso tirado, sin despedirse ni hablar más con las del coche, se entró por un bosque que allí junto estaba. Seguíale Sancho a todo el trote de su jumento, pero caminaba tanto Rocinante que, viéndose quedar atrás, le fue forzoso dar voces a su amo que se aguardase. Hízolo así don Quijote, teniendo las riendas a Rocinante hasta que llegase su cansado escudero, el cual, en llegando, le dijo. Agradeceu-lhe muito Sancho; e, beijando-lhe outra vez a mão e a orla da cota de armas, o ajudou a subir para o Rocinante. Escarranchou-se no seu asno, e começou a apajear o fidalgo, que, a passo largo, sem se despedir das do coche, nem lhes dizer mais nada, se meteu por um bosque perto dali. Seguia-o Sancho a todo o trote do burro; mas tão levado na carreira ia Rocinante, que, vendo-se ir ficando para trás, não teve remédio senão gritar ao amo que esperasse por ele. Assim o fez D. Quixote, colhendo as rédeas a Rocinante, até que se acercasse o seu cansado escudeiro que, apenas chegou, lhe disse:
-Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia; que, según quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y nos prendan; y a fe que si lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel que nos ha de sudar el hopo . -- Parece-me, senhor, que seria acertado refugiarmo-nos em alguma igreja, porque, à vista do estado em que pusestes aquele inimigo, não admirará que, chegando a coisa ao conhecimento da Santa Irmandade, nos mandem prender; e à fé que se o fazem, não sairemos da cadeia sem primeiro nos suar o topete. --
-Calla -dijo don Quijote-. Y ¿dónde has visto tú, o leído jamás, que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido. Cala-te aí -- respondeu D. Quixote -- onde viste ou leste jamais que algum cavaleiro andante fosse posto em juízo, por mais homicídios que fizesse?
-Yo no sé nada de omecillos -respondió Sancho-, ni en mi vida le caté a ninguno ; sólo sé que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean en el campo, y en esotro no me entremeto. -- De homicídios nada entendo -- respondeu Sancho -- nem me intrometi em nenhum em dias de vida; o que sei é que a Santa Irmandade tem lá suas contas que ajustar com os que pelejam em campo; no mais não me meto.
-Pues no tengas pena, amigo,respondió don Quijote, que yo te sacaré de las manos de los caldeos cuanto más de las de la Hermandad. Pero dime, por tu vida ¿has visto más vale roso caballero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el derribar. -- Não tenhas cuidado, amigo -- respondeu D. Quixote; -- das mãos dos Caldeus te livraria eu, quanto mais da Irmandade. Mas dize-me, por vida tua: viste nunca mais valoroso cavaleiro que eu em todo o mundo descoberto? lê-se em histórias algum que tenha ou haja tido mais brio em acometer, mais alento no perseverar, mais destreza no ferir, nem mais arte em dar com o inimigo em terra?
-La verdad sea -respondió Sancho- que yo no he leído ninguna historia jamás, porque ni sé leer ni escrebir; mas lo que osaré apostar es que más atrevido amo que vuestra merced yo no le he servido en todos los días de mi vida, y quiera Dios que estos atrevimientos no se paguen donde tengo dicho. Lo que le ruego a vuestra merced es que se cure, que le va mucha sangre de esa oreja; que aquí traigo hilas y un poco de ungüento blanco en las alforjas. -- Valha a verdade -- respondeu Sancho -- eu nunca li histórias, porque não sei ler nem escrever; mas o que me atrevo a apostar é, que mais atrevido amo do que é Vossa Mercê, nunca o eu servi em dias de minha vida; e queira Deus que estes atrevimentos se não venham a pagar onde já disse. O que a Vossa Mercê peço é que se cure dessa orelha, que se lhe vai esvaindo em sangue; eu aqui trago nos alforjes fios, e um pouco de ungüento branco.
-Todo eso fuera bien escusado -respondió don Quijote- si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás , que con sola una gota se ahorraran tiempo y medicinas. -- Bem escusado fora tudo isso -- respondeu D. Quixote -- se eu me tivesse lembrado de preparar uma redoma de bálsamo de Ferrabrás, que uma só gota dele nos pouparia mais tempo e curativos.
-¿Qué redoma y qué bálsamo es ése? -dijo Sancho Panza. -- Que redoma e que bálsamo vem a ser esse? -- disse Sancho Pança.
-Es un bálsamo -respondió don Quijote- de quien tengo la receta en la memoria , con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna. Y ansí, cuando yo le haga y te le dé, no tienes más que hacer sino que, cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo (como muchas veces suele acontecer) , bonitamente la parte del cuerpo que hubiere caído en el suelo, y con mucha sotileza, antes que la sangre se yele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al justo . luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme quedar más sano que una manzana . -- É um bálsamo -- respondeu D. Quixote -- de que eu tenho a receita na memória, com o qual ninguém pode ter medo da morte, nem se morre de ferida alguma; e assim, quando eu o tiver feito e to entregar, não tens mais nada que fazer: em vendo que nalguma batalha me partem por meio corpo, como muitas vezes acontece, a parte do corpo que tiver caído no chão tomá-la-ás com muito jeito e com muita sutileza, e, antes que o sangue se gele, a porás sobre a outra metade que tiver ficado na sela, por modo que acerte bem à justa; e dar-me-ás a beber basta dois tragos do dito bálsamo, e ver-me-ás ficar mais são que um perro.
-Si eso hay -dijo Panza-, yo renuncio desde aquí el gobierno de la prometida ínsula, y no quiero otra cosa, en pago de mis muchos y buenos servicios , sino que vuestra merced me dé la receta de ese estremado licor; que para mí tengo que valdrá la onza adondequiera más de a dos reales, y no he menester yo más para pasar esta vida honrada y descansadamente. Pero es de saber agora si tiene mucha costa el hacelle. -- Sendo isso verdadeiro -- disse Pança -- já daqui dispenso o governo da prometida ilha, e nada mais quero em paga dos meus muitos e bons serviços, senão que Sua Mercê me dê a receita dessa milagrosa bebida, que tenho para mim se poderá vender a olhos fechados cada onça dela por mais de quatro vinténs. Não preciso mais para passar o resto da vida honradamente e com todo o descanso. O que falta saber é se não será muito custoso arranjá-la.
-Con menos de tres reales se pueden hacer tres azumbres -respondió don Quijote. -- Com menos de três reales se pode fazer canada e meia -- respondeu D. Quixote.
-Pecador de mí , replicó Sancho, ¿pues a qué aguarda vuestra merced a hacelle y a enseñármele. -- Valha-me Deus! -- replicou Sancho -- por que tarda Vossa Mercê em fazer isso, e em ensinar-me a receita?
-Calla, amigo -respondió don Quijote-, que mayores secretos pienso enseñarte y mayores mercedes hacerte; y, por agora, curémonos, que la oreja me duele más de lo que yo quisiera. -- Cala-te, amigo -- respondeu o cavaleiro -- que maiores segredos tenciono eu ensinar-te, e fazer-te mercês ainda maiores; e por agora curemo-nos, porque a orelha me está doendo mais do que eu quisera.
Sacó Sancho de las alforjas hilas y ungüento; mas, cuando don Quijote llegó a ver rota su celada, pensó perder el juicio, y puesta la mano en la espada , y alzando los ojos al cielo, dijo. Tirou Sancho dos alforjes os fios e o ungüento; mas, quando D. Quixote reparou no estrago da celada, pensou endoidecer; e, posta a mão na espada, e levantando os olhos ao céu, disse:
-Yo hago juramento al Criador de todas las cosas y a los santos cuatro Evangelios, donde más largamente están escritos , de hacer la vida que hizo el grande marqués de Mantua cuando juró de vengar la muerte de su sobrino Valdovinos, que fue de no comer pan a manteles , ni con su mujer folgar, y otras cosas que, aunque dellas no me acuerdo, las doy aquí por expresadas, hasta tomar entera venganza del que tal desaguisado me fizo. -- Faço juramento ao Criador de todas as coisas, e aos quatro Santos Evangelhos, onde mais por extenso eles estejam escritos, de fazer a vida que fez o grande Marquês de Mântua, quando jurou de vingar a morte de seu sobrinho Baldovinos, que foi de não comer pão em toalha, nem com sua mulher folgar, e outras coisas, que, ainda que me não lembram, as dou aqui por expressadas, enquanto não tomar inteira vingança de quem tal descortesia me fez.
Oyendo esto Sancho, le dijo. Ouvindo aquilo Sancho, lhe respondeu:
-Advierta vuestra merced, señor don Quijote, que si el caballero cumplió lo que se le dejó ordenado de irse a presentar ante mi señora Dulcinea del Toboso, ya habrá cumplido con lo que debía, y no merece otra pena si no comete nuevo delito. -- Advirta Vossa Mercê, senhor D. Quixote, que, se o cavaleiro cumpriu o que lhe foi ordenado, de ir-se apresentar à minha senhora Dulcinéia del Toboso, já terá cumprido com o que devia, e não merece mais castigo, se não cometer novo delito.
-Has hablado y apuntado muy bien -respondió don Quijote-; y así, anulo el juramento en cuanto lo que toca a tomar dél nueva venganza; pero hágole y confírmole de nuevo de hacer la vida que he dicho, hasta tanto que quite por fuerza otra celada tal y tan buena como ésta a algún caballero. Y no pienses, Sancho, que así a humo de pajas hago esto, que bien tengo a quien imitar en ello ; que esto mismo pasó, al pie de la letra, sobre el yelmo de Mambrino, que tan caro le costó a Sacripante . -- Falaste e recordaste mui bem -- respondeu D. Quixote -- e portanto anulo o juramento na parte que toca a tomar dele nova vingança; mas reitero e confirmo o voto de levar a vida que já disse, até que tire a algum cavaleiro outra celada tal e tão boa como esta era; e não cuides tu, Sancho, que faço isto assim a lume de palhas, pois não me faltam bons exemplos a quem imite neste particular, que outro tanto ao pé da letra se passou sobre o elmo de Mambrino, que tão caro custou a Sacripante. --
-Que dé al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mío -replicó Sancho-; que son muy en daño de la salud y muy en perjuicio de la conciencia. Si no, dígame ahora si acaso en muchos días no topamos hombre armado con celada, ¿qué hemos de hacer? ¿Hase de cumplir el juramento, a despecho de tantos inconvenientes e incomodidades, como será el dormir vestido, y el no dormir en poblado , y otras mil penitencias que contenía el juramento de aquel loco viejo del marqués de Mantua, que vuestra merced quiere revalidar ahora? Mire vuestra merced bien, que por todos estos caminos no andan hombres armados, sino arrieros y carreteros, que no sólo no traen celadas, pero quizá no las han oído nombrar en todos los días de su vida. Dé Vossa Mercê ao diabo tais juramentos, senhor meu -- replicou Sancho -- que redundam em grave dano para a saúde, e prejuízo para a consciência. Quando não, que me diga: se por acaso em muitos dias não encontrarmos homem armado com celada, que havemos de fazer? há-se de cumprir o juramento a despeito de tantas desconveniências e incomodidades, como são o dormir vestido e sempre fora de povoado, e outras mil penitências, como continha o voto daquele doido velho Marquês de Mântua, a quem Vossa Mercê agora pretende imitar? Olhe Vossa Mercê bem, que por todos estes caminhos não andam homens armados, senão só arrieiros e carreiros, que não só não trazem celadas, mas talvez nunca em dias de vida ouvissem falar delas.
-Engáñaste en eso -dijo don Quijote-, porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca a la conquista de Angélica la Bella. -- Enganas-te nisso -- disse D. Quixote; -- nem duas horas se nos hão-de passar por estas encruzilhadas, sem vermos mais homens armados, que os que foram sobre Albraca para a conquista de Angélica, a formosa.
-Alto, pues; sea ansí -dijo Sancho-, y a Dios prazga que nos suceda bien, y que se llegue ya el tiempo de ganar esta ínsula que tan cara me cuest a, y muérame yo luego. -- Basta, seja assim -- disse Sancho -- e a Deus praza que nos suceda bem, e que chegue já o tempo de se ganhar essa ilha que tão cara me custa, e embora eu morra logo.
-Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que, cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Sobradisa , que te vendrán como anillo al dedo; y más, que, por ser en tierra firme, te debes más alegrar. Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho; porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja. -- Já te disse, Sancho, que te não dê isso cuidado algum; quando falte ilha, aí estão o reino de Dinamarca ou o de Sobradisa. que te servirão como anel em dedo; e mais deves tu folgar com estes, por serem em terra firme. Mas deixemos isto para quando for tempo; e vê se trazes aí nos alforjes coisa que se coma, para irmos logo em busca de algum castelo, em que nos alojemos esta noite, e onde faça o bálsamo que te disse, porque te juro que a orelha me vai já doendo, que não posso parar.
-Aquí trayo una cebolla, y un poco de queso y no sé cuántos mendrugos de pan -dijo Sancho-, pero no son manjares que pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced. -- O que nos alforjes trago -- respondeu Sancho -- é uma cebola, um pedaço de queijo, e não sei quantos motrecos de pão; mas isto não são manjares próprios para tão valente cavaleiro como é Vossa Mercê.
-¡Qué mal lo entiendes! -respondió don Quijote-. Hágote saber, Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes; y, ya que coman, sea de aquello que hallaren más a mano; y esto se te hiciera cierto si hubieras leído tantas historias como yo; que, aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relación de que los caballeros andantes comiesen, si no era acaso y en algunos suntuosos banquetes que les hacían, y los demás días se los pasaban en flores . Y, aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que, andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces. Así que, Sancho amigo, no te congoje lo que a mí me da gusto. Ni querrás tú hacer mundo nuevo, ni sacar la caballería andante de sus quicios. -- Como pensas mal! -- respondeu D. Quixote. -- Faço-te saber, Sancho, que é timbre dos cavaleiros andantes não comerem um mês a fio, ou comerem só do que se acha mais à mão; o que tu já saberias, se tiveras lido tantas histórias como eu; li muitissimas, e em nenhuma achei terem cavaleiros andantes comido nem migalha, salvo por casualidade, ou em alguns suntuosos banquetes que lhes davam; e os mais dias os passavam com o cheiro das flores. E posto se deva entender que não podiam passar sem comer, e satisfazer a outras necessidades corporais, porque realmente eram gente como nós somos, deve-se entender também que, andando o mais de sua vida pelas florestas e despovoados, e sem cozinheiro, a sua comida mais usual seriam alimentos rústicos, tais como esses que aí me trazes. Portanto, amigo Sancho, não te mortifiques com o que a mim me dá gosto, nem queiras fazer mundo novo, nem tirar a cavalaria andante dos seus eixos.
-Perdóneme vuestra merced -dijo Sancho-; que, como yo no sé leer ni escrebir, como otra vez he dicho, no sé ni he caído en las reglas de la profesión caballeresca; y, de aquí adelante, yo proveeré las alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que es caballero, y para mí las proveeré, pues no lo soy, de otras cosas volátiles y de más sustancia. -- Desculpe-me Vossa Mercê -- lhe disse Sancho -- como eu não sei ler nem escrever, segundo já lhe disse, não sei nem ando visto nas regras da profissão cavaleiresca; e daqui em diante eu proverei os alforjes de toda a casta de frutas secas, para Vossa Mercê, que é cavaleiro; e para mim, que o não sou, petrechá-los-ei de outras coisas que voam, e de mais substâncias.
-No digo yo, Sancho, replicó don Quijote, que sea forzoso a los caballeros andantes no comer otra cosa sino esas frutas que dices, sino que su más ordinario sustento debía de ser dellas, y de algunas yerbas que hallaban por los campos que ellos conocían y yo también conozco. -- Eu não te digo, Sancho -- replicou D. Quixote -- que seja forçoso aos cavaleiros andantes não comer outra coisa senão essas frutas secas que dizes; afirmo só que o seu passadio mais ordinário devia ser delas, e de algumas ervas que achavam pelo campo, que eles conheciam, e que eu também conheço.
-Virtud es -respondió Sancho- conocer esas yerbas; que, según yo me voy imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento. -- Bom é -- respondeu Sancho -- conhecer essas ervas, que, segundo eu vou examinando, algum dia será necessário usar desse conhecimento.
Y, sacando, en esto, lo que dijo que traía, comieron los dos en buena paz y compaña. Pero, deseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida. Subieron luego a caballo, y diéronse priesa por llegar a poblado antes que anocheciese; pero faltóles el sol, y la esperanza de alcanzar lo que deseaban, junto a unas chozas de unos cabreros, y así, determinaron de pasarla allí ; que cuanto fue de pesadumbre para Sancho no llegar a poblado, fue de contento para su amo dormirla al cielo descubierto, por parecerle que cada vez que esto le sucedía era hacer un acto posesivo que facilitaba la prueba de su caballería. Nisto, desenfardelando o que tinha dito que trazia, comeram ambos juntos em boa paz. Desejosos de buscar onde pernoitassem, acabaram à pressa a sua pobre e seca refeição, montaram imediatamente a cavalo, e se deram pressa para chegar a povoado antes de anoitecer; mas junto a umas choças de cabreiros pôs-se-lhes o sol, e perderam a esperança de realizar o seu desejo; pelo que determinaram passar ali a noite. A Sancho pesou-lhe ter de dormir fora de povoação; mas para o amo foi regalo o ter de levar aquelas horas ao ar livre, por lhe parecer que, sempre que assim lhe sucedia, fazia um ato possessivo, que facilitava a prova da sua cavalaria.






I. Capítulo XI. De lo que le sucedió a Don Quijote con unos cabreros


Capítulo XI -- Do que a D. Quixote sucedeu com uns cabreiros.


Fue recogido de los cabreros con buen ánimo ; y, habiendo Sancho, lo mejor que pudo, acomodado a Rocinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedían de sí ciertos tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estaban; y, aunque él quisiera en aquel mesmo punto ver si estaban en sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo dejó de hacer, porque los cabreros los quitaron del fuego, y, tendiendo por el suelo unas pieles de ovejas, aderezaron con mucha priesa su rústica mesa y convidaron a los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo que tenían. Sentáronse a la redonda de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada había, habiendo primero con groseras ceremonias rogado a don Quijote que se sentase sobre un dornajo que vuelto del revés le pusieron. Sentóse don Quijote, y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuerno. Viéndole en pie su amo, le dijo Com boa sombra foi dos cabreiros recolhido o nosso cavaleiro. Sancho acomodou, o melhor que pôde, a Rocinante e ao jumento, e deixou-se ir atrás do cheiro que despediam de si certos tassalhos de cabra, que estavam numa caldeira a ferver ao lume. Ainda que o seu gosto seria logo ali sem mais detença ver se estavam prontos para se trasladarem da vasilha ao estômago, absteve-se de o fazer, porque os cabreiros os tiraram da lareira e, estendendo na terra uns velos de ovelha, aparelharam azafamados a sua mesa rústica, e convidaram aos dois com mostras de muito boa vontade para o que ali havia. Seis sentaram-se à roda das peles, que era quantos se contavam na malhada, depois de haverem com grosseiras cerimônias rogado a D. Quixote que se sentasse numa gamela que lhe puseram com o fundo para cima. Sentou-se D. Quixote, ficando Sancho de pé para lhe ir servindo o copo, que era feito de pau do ar. O amo, reparando-lhe na postura, disse-lhe:
-Porque veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andante caballería, y cuán a pique están los que en cualquiera ministerio della se ejercitan de venir brevemente a ser honrados y estimados del mundo, quiero que aquí a mi lado y en compañía desta buena gente te sientes, y que seas una mesma cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere; porque de la caballería andante se puede decir lo mesmo que del amor se dice que todas las cosas iguala. -- Para que vejas, Sancho, o bem que encerra a andante cavalaria, e quão a pique estão os que em qualquer ministério dela se exercitam, de virem em pouco tempo a ser nobilitados e estimados do mundo, quero que te sentes aqui ao meu lado e em companhia desta boa gente, e que estejas tal qual como eu, que sou teu amo e natural senhor, que comas no meu prato, e bebas por onde eu beber, porque da cavalaria se pode dizer o mesmo que se diz do amor: todas as condições iguala.
-¡Gran merced! -dijo Sancho- ; pero sé decir a vuestra merced que, como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador. Y aun, si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón, sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo . Ansí que, señor mío, estas honras que vuestra merced quiere darme por ser ministro y adherente de la caballería andante , como lo soy siendo escudero de vuestra merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo y provecho; que éstas, aunque las doy por bien recebidas, las renuncio para desde aquí al fin del mundo. Viva muitos anos -- respondeu Sancho -- mas sou por dizer a vossa Mercê que, tendo eu bem de comer, tão bem e melhor o comeria em pé e sozinho, como sentado à ilharga de um Imperador; e até (se hei-de dizer toda a verdade) muito melhor me sabe comer no meu cantinho, sem cerimônias, nem respeitos, ainda que não seja senão pão e cebola, que os perus de outras mesas com a obrigação de mastigar devagar, beber pouco, limpar-me a miúdo, não espirrar nem tossir quando me for preciso, nem fazer outras coisas, que a solidão e liberdade trazem consigo. E portanto, senhor meu, essas honras que Vossa Mercê me quer dar, por eu ser ministro e aderente da cavalaria andante, como escudeiro que sou de Vossa Mercê, troque-as noutras coisas que me sejam mais cômodas e de melhor proveito; que estas agradeço-lhas, mas dispenso-as desde já até ao fim do mundo.
-Con todo eso, te has de sentar ; porque a quien se humilla, Dios le ensalza. Apesar disso hás-de te sentar, porque quem mais se humilha mais se exalta.
Y, asiéndole por el brazo, le forzó a que junto dél se sentase. E puxando-lhe pelo braço, o obrigou a sentar-se-lhe a par.
No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar, y mirar a sus huéspedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban tasajo como el puño . Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso, más duro que si fuera hecho de argamasa. No estaba, en esto, ocioso el cuerno, porque andaba a la redonda tan a menudo (ya lleno, ya vacío, como arcaduz de noria) que con facilidad vació un zaque de dos que estaban de manifiesto. Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y, mirán dolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones. Não entendiam os cabreiros aquele palavreado de escudeiros e cavaleiros andantes, e não faziam senão comer e calar e olhar para os hóspedes, que, com muito garbo e gana, iam embutindo para baixo tassalhos como punhos. Acabado o serviço da carne, estenderam sobre as peles cruas grande quantidade de bolotas aveladas, e meio queijo mais duro que se fosse de argamassa. Não estava entretanto ocioso o copo; andava em roda tão a miúdo, já cheio já vazio como alcatruz de nora, que depressa se despejou uma quartola, de duas que presentes eram. Depois que D. Quixote se deu por bem repleto, tomou um punhado das bolotas, e considerando-as atentamente, soltou a voz dizendo:
-Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello , sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude , el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, solas y señeras , sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta ; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas , amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que, aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra. -- Ditosa idade e afortunados séculos aqueles, a que os antigos puseram o nome de dourados, não porque nesses tempos o ouro (que nesta idade de ferro tanto se estima!) se alcançasse sem fadiga alguma, mas sim porque então se ignoravam as palavras teu e meu! Tudo era comum naquela santa idade; a ninguém era necessário, para alcançar o seu ordinário sustento, mais trabalho que levantar a mão e apanhá-lo das robustas azinheiras, que liberalmente estavam oferecendo o seu doce e sazoado fruto. As claras nascentes e correntes rios ofereciam a todos, com magnífica abundância, as saborosas e transparentes águas. Nas abertas das penhas, e no côncavo dos troncos formavam as suas repúblicas as solícitas e discretas abelhas, oferecendo a qualquer, sem interesse algum, a abundosa colheita do seu dulcíssimo trabalho. Os valentes sobreiros despegavam de si, sem mais artifícios que a sua natural cortesia, as suas amplas e leves cortiças, com que se começaram a cobrir casas sobre rústicas estacas, sustentadas só para reparo contra as inclemências do céu. Tudo então era paz, tudo amizade, tudo concórdia. Ainda se não tinha atrevido a pesada relha do curvo arado a abrir e visitar as entranhas piedosas da nossa primeira mãe, que ela, sem a obrigarem, oferecia por todas as partes do seu fértil e espaçoso seio o que pudesse fartar, sustentar, e deleitar, aos filhos que então a possuíam. Então, sim, que andavam as símplices e formosas pastorinhas de vale em vale, e de outeiro em outeiro, com singelas tranç\as ou em cabelo, sem mais vestidos que os necessários para encobrirem honestamente o que a honestidade quer, e quis sempre, que se encubra. Não eram seus adornos, como os que ao presente se usam, exagerados com a púrpura de Tiro, e com a por tantos modos martirizada seda; eram folhagens de verde bardana e hera entretecidas; com o que talvez andavam tão garridas e enfeitadas como agora andam as nossas damas de corte com as raras e peregrinas invenções que a indústria ociosa lhes tem ensinado. Então expressavam-se os conceitos amorosos da alma simples, tão singelamente como ela os dava, sem se procurarem artificiosos rodeios de fraseado para os encarecer. Com a verdade e lhaneza não se tinha ainda misturado a fraude, o engano, e a malícia. A justiça continha-se nos seus limites próprios, sem que ousassem turbá-la nem ofendê-la o favor e interesse, que tanto hoje a enxovalham, perturbam e perseguem. Ainda se não tinha metido em cabeça a juiz o julgar por arbítrio, porque ainda não havia nem julgadores, nem pessoas para serem julgadas. As donzelas e a honestidade andavam, como já disse, por toda a parte desguardadas e seguras, sem medo de que a alheia desenvoltura e atrevimentos lascivos as desacatassem; se se perdiam era por seu gosto e própria vontade. E agora, nestes nossos detestáveis séculos, nenhuma está segura, ainda que a encerre e esconda outro labirinto de Creta, porque lá mesmo, pelas fendas ou pelo ar, com o zelo do maldito cuidado lhes entra o amoroso contágio, e as faz dar com todo o seu recato à costa. Para segurança delas, com o andar dos tempos, e crescendo mais a malícia, se instituiu a ordem dos cavaleiros andantes, defensora das donzelas, amparadora das viúvas, e socorredora dos órfãos e necessitados. Desta ordem sou eu, irmãos cabreiros, a quem agradeço o bom agasalho e trato que me dais a mim e ao meu escudeiro; pois, ainda que por lei natural todos os viventes estão obrigados a favorecer aos cavaleiros andantes, contudo sei que vós outros, ignorando esta obrigação, me acolhestes e obsequiastes; e razão é que eu vos agradeça quanto posso a vossa boa vontade.
Toda esta larga arenga -que se pudiera muy bien escusar- dijo nuestro caballero porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embobados y suspensos, le estuvieron escuchando. Sancho, asimesmo, callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que, porque se enfriase el vino, le tenían colgado de un alcornoque. Toda esta larga arenga (que se pudera muito bem dispensar) improvisou-a o nosso cavaleiro, em razão de lhe ter vindo à lembrança, a propósito das bolotas que lhe deram, a idade de ouro; por isso lhe pareceu fazer todo aquele inútil arrazoado aos cabreiros, que, sem lhe responderem palavra, apatetados e suspensos, o estiveram escutando. Sancho também não falava, e ia comendo bolotas, e visitando muito a miúdo a segunda quartola, que tinham pendurada num carvalho para ter o vinho mais fresco.
Más tardó en hablar don Quijote que en acabarse la cena; al fin de la cual, uno de los cabreros dijo . Mais durou a parlanda de D. Quixote, do que a ceia. Depois dela, disse um dos cabreiros:
-Para que con más veras pueda vuestra merced decir, señor caballero andante, que le agasajamos con prompta y buena voluntad, queremos darle solaz y contento con hacer que cante un compañero nuestro que no tardará mucho en estar aquí; el cual es un zagal muy entendido y muy enamorado, y que, sobre todo, sabe leer y escrebir y es músico de un rabel, que no hay más que desear. -- Para com mais verdade poder Vossa Mercê dizer, senhor cavaleiro andante, que o agasalhamos de boa mente, queremos regalá-lo dando-lhe a ouvir um companheiro nosso que está para chegar. Isso é que é pastor entendido e enamorado; até sabe ler e escrever, e toca arrabil, que não há mais que desejar.
Apenas había el cabrero acabado de decir esto, cuando llegó a sus oídos el son del rabel, y de allí a poco llegó el que le tañía, que era un mozo de hasta veinte y dos años, de muy buena gracia. Preguntáronle sus compañeros si había cenado, y, respondiendo que sí, el que había hecho los ofrecimientos le dijo. Mal acabava o cabreiro, quando se ouviu com efeito um arrabil, e pouco depois se viu entrar o arrabileiro, que era um moço dos seus vinte e dois anos, de aprazível presença. Perguntaram-lhe os companheiros se tinha ceado; e, respondendo ele que sim, tornou-lhe o que havia feito os oferecimentos:
-De esa manera, Antonio, bien podrás hacernos placer de cantar un poco, porque vea este señor huésped que tenemos quien; también por los montes y selvas hay quien sepa de música. Hémosle dicho tus buenas habilidades, y deseamos que las muestres y nos saques verdaderos; y así, te ruego por tu vida que te sientes y cantes el romance de tus amores que te compuso el beneficiado tu tío, que en el pueblo ha parecido muy bien. -- Visto isso, Antônio, poderás dar-nos gosto cantando um pouco, para que este senhor hóspede veja que também cá pelos montes e matas há quem saiba de música. Já lhe dissemos as tuas boas habilidades; desejamos que tu agora lhas mostres, e nos não deixes mentirosos. Por vida tua te rogo que te assentes e cantes o romance dos teus amores, como to compôs o Beneficiado teu tio, e que muito bem pareceu no povo.
-Que me place -respondió el mozo. -- De boa vontade -- respondeu o moço.
Y, sin hacerse más de rogar, se sentó en el tronco de una desmochada encina, y, templando su rabel , de allí a poco, con muy buena gracia, comenzó a cantar, diciendo desta manera. E sem fazer-se mais rogado, assentou-se num cepo de azinheira; e, temperando o arrabil, dali a pouco começou de cantar com muita boa graça desta maneira:
ANTONIO

-Yo sé, Olalla, que me adoras,
puesto que no me lo has dicho
ni aun con los ojos siquiera,
mudas lenguas de amoríos.

Porque sé que eres sabida,
en que me quieres me afirmo;
que nunca fue desdichado
amor que fue conocido.

Bien es verdad que tal vez,
Olalla, me has dado indicio
que tienes de bronce el alma
y el blanco pecho de risco.

Mas allá entre tus reproches
y honestísimos desvíos,
tal vez la esperanza muestra
la orilla de su vestido.

Abalánzase al señuelo
mi fe, que nunca ha podido,
ni menguar por no llamado,
ni crecer por escogido .

Si el amor es cortesía,
de la que tienes colijo
que el fin de mis esperanzas
ha de ser cual imagino.

Y si son servicios parte
de hacer un pecho benigno,
algunos de los que he hecho
fortalecen mi partido.

Porque si has mirado en ello,
más de una vez habrás visto
que me he vestido en los lunes
lo que me honraba el domingo.

Como el amor y la gala
andan un mesmo camino,
en todo tiempo a tus ojos
quise mostrarme polido.

Dejo el bailar por tu causa,
ni las músicas te pinto
que has escuchado a deshoras
y al canto del gallo primo .

No cuento las alabanzas
que de tu belleza he dicho;
que, aunque verdaderas, hacen
ser yo de algunas malquisto.

Teresa del Berrocal,
yo alabándote, me dijo
′′Tal piensa que adora a un ángel,
y viene a adorar a un jimio;
merced a los muchos dijes
y a los cabellos postizos,
y a hipócritas hermosuras,
que engañan al Amor mismo′′.

Desmentíla y enojóse;
volvió por ella su primo
desafióme, y ya sabes
lo que yo hice y él hizo.

No te quiero yo a montón,
ni te pretendo y te sirvo
por lo de barraganía ;
que más bueno es mi designio.

Coyundas tiene la Iglesia
que son lazadas de sirgo ;
pon tú el cuello en la gamella;
verás como pongo el mío.

Donde no, desde aquí juro,
por el santo más bendito,
de no salir destas sierras
sino para capuchino .
ANTÔNIO

Sei, Olala, que me adoras,
nunca mo teres dito,
nem coos olhos, línguas mudas,
que entendem os amorios.

Sei-o sim, porque és discreta;
por isso em tal me confirmo;
todo o amor alcança paga,
salvo se é desconhecido.

Verdade é que tenho, Olala,
em ti descoberto indícios
de teres a alma de bronze,
e o peito de gelo frio.

Mas, através das repulsas
e honestíssimos desvios,
talvez se enxergue da esprança
um vislumbre fugitivo.

O meu amor se abalança
a esperar, sem ter podido
nem minguar por enjeitado,
nem crescer por escolhido.

Se amores têm cortesia,
da que tu mostras colijo
que o fim das minhas espranças
há-de ser qual imagino.

E se o bem servir consegue
tornar um peito benigno,
já tenho em que funde a crença
de obter os bens a que aspiro;

porque, se nisso reparas,
às vezes me terás visto
vestido à segunda-feira
com as galas do domingo.

As louçainhas e amores
seguem o mesmo caminho;
e eu sempre quis aos teus olhos
apresentar-me polido.

Por teu respeito não bailo;
as músicas não te cito,
que a desoras, e acordando
os galos, terás ouvido.

Não te encareço os louvores
com que os teus dotes sublimo,
que, se bem que verdadeiros,
me fazem de outras malquisto.

Teresa do Barrocal
já, louvando-te eu, me há dito:
Há quem pense adorar anjos,
estando a adorar bugiosa;

milagres dos arrebiques
mais dos cabelos postiços,
hipócritas formosuras,
que enganam até Cupido.

Desmenti-a; ela enfadou-se;
pôs-se por ela seu primo;
desafiou-me, e bem sabes
qual saiu do desafio.

Nem por demais te cortejo,
nem para mal te cobiço:
a melhor fim se endereçam
minhas atenções contigo.

Na Igreja há prisões de seda
para os casais bem unidos;
mete o pescoço na canga,
que eu sigo o mesmo caminho.

Quando não, desde aqui juro,
pelo Santo mais bendito,
não sairei destas serras
senão para capuchinho.
Con esto dio el cabrero fin a su canto; y, aunque don Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho Panza, porque estaba más para dormir que para oír canciones. Y ansí, dijo a su amo Com isto deu o cabreiro remate ao seu cantar; e, ainda que D. Quixote lhe pediu cantasse mais alguma coisa, opôs-se Pança, que estava mais para dormir que para ouvir cantorias; e assim disse ao amo:
-Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego adonde ha de posar esta noche, que el trabajo que estos buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las noches cantando. -- Bem pode Vossa Mercê arranjar-se logo, e já onde tem de ficar esta noite, que o trabalho, em que estes bons homens levam o dia todo, não consente noitadas de cantarola.
-Ya te entiendo, Sancho , le respondió don Quijote, que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más recompensa de sueño que de música. -- Bem percebo, Sancho -- respondeu D. Quixote -- as visitas à quartola pedem mais paga de cama que de músicas.
-A todos nos sabe bien, bendito sea Dios -respondió Sancho. -- A todos sabe ela bem, louvado seja Deus! -- respondeu Sancho.
-No lo niego -replicó don Quijote-, pero acomódate tú donde quisieres, que los de mi profesión mejor parecen velando que durmiendo. Pero, con todo esto, sería bien, Sancho, que me vuelvas a curar esta oreja, que me va doliendo más de lo que es menester. -- Não digo menos -- replicou D. Quixote -- mas acomoda-te lá tu onde quiseres, que os da minha profissão melhor parecem velando, que dormindo. Mas, apesar de tudo, bom seria, Sancho, que me tornasses a curar esta orelha, que me está doendo mais do que era preciso.
Hizo Sancho lo que se le mandaba; y, viendo uno de los cabreros la herida, le dijo que no tuviese pena, que él pondría remedio con que fácilmente se sanase. Y, tomando algunas hojas de romero, de mucho que por allí había, las mascó y las mezcló con un poco de sal, y, aplicándoselas a la oreja, se la vendó muy bien, asegurándole que no había menester otra medicina; y así fue la verdad. Fez Sancho o que se lhe mandava. Um dos cabpéiros, vendo a ferida, lhe disse que não tivesse cuidado, que ele lhe poria um remédio, com que breve sararia; e, tomando algumas pontas de rosmaninho, que por ali era mui basto, as mastigou, misturou-as com um pouco de sal, e aplicando-as à orelha, a ligou muito bem, certificando-lhe que não havia precisão de mais nenhum curativo; e o caso é que assim sucedeu.






I. Capítulo XII. De lo que contó un cabrero a los que estaban con Don Quijote


Capítulo XII -- Do que referiu um cabreiro aos que estavam com D. Quixote.


Estando en esto, llegó otro mozo de los que les traían del aldea el bastimento , y dijo. Quando estavam nisto, chegou outro moço dos que lhes traziam da aldeia os provimentos, e disse:
-¿Sabéis lo que pasa en el lugar, compañeros? -- Sabeis o que vai no lugar, companheiros?
-¿Cómo lo podemos saber? -respondió uno dellos. -- Como havemos de sabê-lo? -- respondeu um deles.
-Pues sabed -prosiguió el mozo- que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo, y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de Marcela, la hija de Guillermo el rico, aquélla que se anda en hábito de pastora por esos andurriales. -- Pois sabei -- prosseguiu o moço -- que morreu esta manhã aquele famoso pastor estudante, chamado Crisóstomo; e rosnam que morreu de amores por aquela endiabrada moça Marcela, a filha de Guilherme, o rico, a que anda em trajo de pastora por esses andurriais.
-Por Marcela dirás -dijo uno. -- Por Marcela?! -- disse um.
-Por ésa digo -respondió el cabrero-. Y es lo bueno, que mandó en su testamento que le enterrasen en el campo, como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque; porque, según es fama, y él dicen que lo dijo, aquel lugar es adonde él la vio la vez primera. Y también mandó otras cosas, tales, que los abades del pueblo dicen que no se han de cumplir, ni es bien que se cumplan, porque parecen de gentiles. A todo lo cual responde aquel gran su amigo Ambrosio, el estudiante, que también se vistió de pastor con él, que se ha de cumplir todo, sin faltar nada, como lo dejó mandado Grisóstomo, y sobre esto anda el pueblo alborotado; mas, a lo que se dice, en fin se hará lo que Ambrosio y todos los pastores sus amigos quieren; y mañana le vienen a enterrar con gran pompa adonde tengo dicho. Y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver; a lo menos, yo no dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar . -- Por essa mesma -- respondeu o cabreiro -- e o bonito é que determinou no testamento que o enterrassem no campo, como se fora algum mouro, e que seja ao pé da penha, onde está a fonte do carvalho, porque, segundo é fama (e dizem que ele mesmo o declarou), ali é que ele a viu pela primeira vez, e também mandou outras coisas de tal feitio, que os padres do lugar dizem não se poderem cumprir, nem é bem que cumpram, porque parecem de gentios. A tudo responde aquele seu grande amigo Ambrósio, o estudante, que também assim como ele se vestiu de pastor, que se há-de cumprir tudo sem faltar nada, como o determinou Crisóstomo. Anda com isto o povo todo alvorotado; mas, pelo que se diz, sempre afinal se há-de fazer como Ambrósio e todos os pastores seus amigos querem, e amanhã o hão-de ir enterrar com grande pompa onde já disse. Para mim tenho que há-de ser coisa mui de ver; pelo menos eu não hei-de lá faltar, ainda que soubesse não tornar amanhã ao povo.
-Todos haremos lo mesmo -respondieron los cabreros-; y echaremos suertes a quién ha de quedar a guardar las cabras de todos. -- O mesmo faremos nós todos -- responderam à uma os cabreiros -- e deitaremos sortes, a ver quem há-de ficar guardando as cabradas todas juntas.
-Bien dices, Pedro, dijo uno de ellos , aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos. Y no lo atribuyas a virtud y a poca curiosidad mía, sino a que no me deja andar el garrancho que el otro día me pasó este pie. -- Dizes bem, Pedro -- disse um deles -- mas não é preciso isso; ofereço-me eu a ficar por todos, e não o atribuas a virtude, nem a menos curiosidade minha: é porque não posso andar com o graveto que noutro dia meti neste pé.
-Con todo eso, te lo agradecemos -respondió Pedro. -- Mesmo assim, agradecemos-to -- disse Pedro.
Y don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquél y qué pastora aquélla; a lo cual Pedro respondió que lo que sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar, con opinión de muy sabio y muy leído . Pediu D. Quixote ao mesmo Pedro lhe declarasse que morto era aquele, e que pastora a tal, de que se falava. Respondeu Pedro que o que sabia era só que o morto era um fidalgo rico, morador num lugar naquelas serras, o qual tinha sido estudante muitos anos em Salamanca, e ao cabo deles se recolhera ao seu povo, com fama de mui sábio e lido.
-«Principalmente, decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan allá en el cielo el sol y la luna , porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna.. Principalmente dizia que sabia a ciência das estrelas, e do que fazem lá pelo céu o sol e a lua, porque pontualmente declarava as crises do sol e da lua.
-Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores -dijo don Quijote. -- Eclipse se chama, e não cris, o escurecerem-se esses dois luminares maiores -- disse D. Quixote.
Mas Pedro, no reparando en niñerías, prosiguió su cuento diciendo Pedro, sem fazer caso de ninharias, prosseguiu o seu conto, dizendo:
-«Asimesmo adevinaba cuándo había de ser el año abundante o estil.» -- Até adivinhava se o ano havia de ser sáfaro ou estil.
-Estéril queréis decir, amigo -dijo don Quijote. -- Estéril quereis dizer, amigo -- acudiu D. Quixote.
-Estéril o estil -respondió Pedro-, todo se sale allá. «Y digo que con esto que decía se hicieron su padre y sus amigos, que le daban crédito, muy ricos, porque hacían lo que él les aconsejaba, diciéndoles ′′Sembrad este año cebada, no trigo; en éste podéis sembrar garbanzos y no cebada; el que viene será de guilla de aceite , los tres siguientes no se cogerá gota′′.» -- Estéril ou estil tudo vem a dar na mesma -- respondeu Pedro -- e digo que por aquelas coisas que ele entendia se fizeram seu pai, e seus amigos, que nele se fiavam, muito ricos, porque executavam os seus conselhos, dizendo-lhes: este ano semeai cevada e não trigo; neste podeis semear grãos de bico e não cevada; o que vem será de óleo de linhaça, e nos três seguintes não haverá nem gota.
-Esa ciencia se llama astrología -dijo don Quijote. -- Ciência é essa que se chama Astrologia -- disse D. Quixote.
-No sé yo cómo se llama -replicó Pedro-, mas sé que todo esto sabía, y aún más. «Finalmente, no pasaron muchos meses, después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico , habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía; y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios. Olvidábaseme de decir como Grisóstomo, el difunto, fue grande hombre de componer coplas; tanto, que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y los autos para el día de Dios , que los representaban los mozos de nuestro pueblo, y todos decían que eran por el cabo. Cuando los del lugar vieron tan de improviso vestidos de pastores a los dos escolares, quedaron admirados, y no podían adivinar la causa que les había movido a hacer aquella tan estraña mudanza. Ya en este tiempo era muerto el padre de nuestro Grisóstomo, y él quedó heredado en mucha cantidad de hacienda, ansí en muebles como en raíces, y en no pequeña cantidad de ganado, mayor y menor, y en gran cantidad de dineros; de todo lo cual quedó el mozo señor desoluto, y en verdad que todo lo merecía, que era muy buen compañero y caritativo y amigo de los buenos, y tenía una cara como una bendición. Después se vino a entender que el haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se había enamorado el pobre difunto de Gri sóstomo.» Y quiéroos decir agora, porque es bien que lo sepáis, quién es esta rapaza; quizá, y aun sin quizá, no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna. -- Como se chama não sei -- replicou Pedro -- o que sei é que tudo isto sabia ele, e muito mais ainda. Finalmente, não passaram muitos meses depois de vir de Salamanca, sem o verem um dia aparecer vestido de pastor com o seu cajado e pelico, sem a roupeta que dantes envergava como estudante. Outro, chamado Ambrósio, seu grande amigo, também juntamente se vestiu de zagal, assim como dantes havia sido seu companheiro dos estudos. Já me ia esquecendo dizer que o defunto, o Crisóstomo, foi grande homem em compor coplas; tanto assim que era ele que fazia os vilancicos para a noite de Natal, e os autos para a festa do Corpus-Christi, que os representavam os rapazes do nosso povo, e todos diziam que não havia mais que desejar. Admirados ficaram os do lugar, vendo tão a súbitas vestidos de pastores os dois estudantes; e não podiam adivinhar a causa de tão estranha mudança. Já a esse tempo se era finado o pai do nosso Crisóstomo, deixando-lhe um poderio de fazenda, tanto em móveis, como em bens de raiz, e quantidade não pequena de gado miúdo e grosso, e dinheiro que farte; do que tudo ficou o moço senhor absoluto; e verdade, verdade, que tudo isso merecia ele, que era muito bom companheiro, caritativo e amigo dos bons, e tinha uma cara de abençoado. Depois é que se veio a alcançar que a mudança do trajo nenhuma outra razão tinha tido, senão o andar-se por estes despovoados atrás daquela pastora Marcela, que o nosso pegureiro já nomeou, e da qual se tinha namorado o pobre defunto do Crisóstomo. E agora vos quero dizer, porque é bem que o saibais, quem seja esta cachopa; coisa semelhante, nunca talvez em dias de vida a ouvísseis, nem ouvireis, ainda que vivais mais anos que Sarna.
-Decid Sarra -replicó don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero. -- Dizei Sara -- replicou D. Quixote, não podendo sofrer ao cabreiro a troca de palavras.
-Harto vive la sarna -respondió Pedro-; y si es, señor, que me habéis de andar zaheriendo a cada paso los vocablos, no acabaremos en un año. -- A sarna vive por desespero -- respondeu Pedro; -- se me haveis de andar remordendo a cada passo as palavras, nem num ano concluiremos.
-Perdonad, amigo -dijo don Quijote-; que por haber tanta diferencia de sarna a Sarra os lo dije; pero vos respondistes muy bien, porque vive más sarna que Sarra , y proseguid vuestra historia, que no os replicaré más en nada. -- Perdoai, amigo -- disse D. Quixote -- mas tão diferentes coisas são sarna e Sara, que por isso vos fui à mão; mas vós respondestes muito bem, porque mais vive no mundo a sarna do que viveu Sara. E prossegui a vossa história, que vos não tornarei a atalhar em coisa alguma.
-«Digo, pues, señor mío de mi alma -dijo el cabrero-, que en nuestra aldea hubo un labrador aún más rico que el padre de Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo, y al cual dio Dios, amén de las muchas y grandes riquezas, una hija, de cuyo parto murió su madre, que fue la más honrada mujer que hubo en todos estos contornos; no parece sino que ahora la veo con aquella cara que del un cabo tenía el sol y del otro la luna; y, sobre todo, hacendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que debe de estar su ánima a la hora de ahora gozando de Dios en el otro mundo. De pesar de la muerte de tan buena mujer murió su marido Guillermo, dejando a su hija Marcela, muchacha y rica, en poder de un tío suyo sacerdote y beneficiado en nuestro lugar. Creció la niña con tanta belleza, que nos hacía acordar de la de su madre, que la tuvo muy grande; y, con todo esto, se juzgaba que le había de pasar la de la hija. Y así fue, que, cuando llegó a edad de catorce a quince años, nadie la miraba que no bendecía a Dios, que tan hermosa la había criado, y los más quedaban enamorados y perdidos por ella. Guardábala su tío con mucho recato y con mucho encerramiento; pero, con todo esto, la fama de su mucha hermosura se estendió de manera que, así por ella como por sus muchas riquezas, no solamente de los de nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas a la redonda, y de los mejores dellos, era rogado, solicitado e importunado su tío se la diese por mujer. Mas él, que a las derechas es buen cristiano, aunque quisiera casarla luego, así como la vía de edad , no quiso hacerlo sin su consentimiento, sin tener ojo a la ganancia y granjería que le ofrecía el tener la hacienda de la moza, dilatando su casamiento. Y a fe que se dijo esto en más de un corrillo en el pueblo, en alabanza del buen sacerdote.» Que quiero que sepa, señor andante, que en estos lugares cortos de todo se trata y de todo se murmura; y tened para vos, como yo tengo para mí, que debía de ser demasiadamente bueno el clérigo que obliga a sus feligreses a que digan bien dél, especialmente en las aldeas. -- Digo pois, senhor meu da minha alma -- continuou o cabreiro -- que houve em nossa aldeia um lavrador ainda mais rico do que o pai de Crisóstomo, e que se chamava Guilherme, e a quem Deus, ainda por cima das muitas e grandes riquezas, concedeu uma filha, que logo ao nascedouro ficou sem a mãe, que fora a mais honrada mulher que houve por todos estes arredores. Parece-me que ainda a estou vendo, com aquela cara, que de uma banda tinha o sol, e da outra a lua; e, além de tudo mais, grande arranjadeira, e ao mesmo tempo muito amiguinha dos pobres; pelo que entendo que a estas horas deve estar a sua alma a gozar-se de Deus no outro mundo. Com pesar da morte de tão boa mulher, morreu o marido Guilherme, deixando a filha Marcela, pequena e rica, em poder de um tio sacerdote, Beneficiado no nosso lugar. Cresceu a menina tanto em formosura, que nos fazia lembrar da de sua mãe, que também nisso se extremara; e já se futurava que a herdeira a excederia. E assim sucedeu que aos catorze ou quinze anos ninguém a via, que não desse graças a Deus de ter criado tamanha lindeza. Quase todos ficavam enamorados e perdidos por ela. Guardava-a seu tio com muito recato e recolhimento; mas, apesar disso, a fama da sua muita beleza se estendeu de maneira que, assim por ela como por suas muitas riquezas, não somente pelos do nosso povo, senão até pelos de muitas léguas em redondo, e dos melhores dentre eles, era rogado, solicitado e importunado o tio para lha dar em casamento. Ele porém, que era bom cristão às direitas, ainda que desejava casá-la cedo, não queria efetuá-lo sem consentimento dela, vendo-a na idade de acertar na escolha. Ele por si nenhum caso fazia dos interesses que poderia dar-lhe o administrar os haveres da sobrinha enquanto solteira; e à fé que assim se dizia muitas vezes em louvor do bom sacerdote nos serões da aldeia (que há-de saber, senhor andante, que nisto dos lugarejos pequenos, de tudo se trata, e de tudo se murmura; e fazei de conta, como eu, que muitíssimo bom devia de ser o clérigo, que assim obrigava os fregueses a dizerem bem dele em terrinhas como estas).
-Así es la verdad -dijo don Quijote-, y proseguid adelante, que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contáis con muy buena gracia. -- Isso é verdade -- disse D. Quixote -- e prossegui a narrativa, que vai muito bem; e vós, bom Pedro, que a fazeis com muita graça.
-La del Señor no me falte, que es la que hace al caso. «Y en lo demás sabréis que, aunque el tío proponía a la sobrina y le decía las calidades de cada uno en particular, de los muchos que por mujer la pedían, rogándole que se casase y escogiese a su gusto, jamás ella respondió otra cosa sino que por entonces no quería casarse, y que, por ser tan muchacha, no se sentía hábil para poder llevar la carga del matrimonio. Con estas que daba al parecer justas escusas , dejaba el tío de importunarla, y esperaba a que entrase algo más en edad y ella supiese escoger compañía a su gusto. Porque decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad. Pero hételo aquí , cuando no me cato, que remanece un día la melindrosa Marcela hecha pastora; y, sin ser parte su tío ni todos los del pueblo, que se lo desaconsejaban, dio en irse al campo con las demás zagalas del lugar, y dio en guardar su mesmo ganado. Y, así como ella salió en público y su hermosura se vio al descubierto, no os sabré buenamente decir cuántos ricos mancebos, hidalgos y labradores han tomado el traje de Grisóstomo y la andan requebrando por esos campos. Uno de los cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer, y la adoraba. Y no se piense que porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta y de tan poco o de ningún recogimiento, que por eso ha dado indicio, ni por semejas, que venga en menoscabo de su honestidad y recato; antes es tanta y tal la vigilancia con que mira por su honra, que de cuantos la sirven y solicitan ninguno se ha alabado, ni con verdad se podrá alabar, que le haya dado alguna pequeña esperanza de alcanzar su deseo. Que, puesto que no huye ni se esquiva de la compañía y conversación de los pastores, y los trata cortés y amigablemente, en llegando a descubrirle su intención cualquiera dellos, aunque sea tan justa y santa como la del matrimonio, los arroja de sí como con un trabuco . Y con esta manera de condición hace más daño en esta tierra que si por ella entrara la pestilencia; porque su afabilidad y hermosura atrae los corazones de los que la tratan a servirla y a amarla, pero su desdén y desengaño los conduce a términos de desesperarse; y así, no saben qué decirle, sino llamarla a voces cruel y desagradecida, con otros títulos a éste semejantes, que bien la calidad de su condición manifiestan. Y si aquí estuviésedes, señor, algún día, veríades resonar estas sierras y estos valles con los lamentos de los desengañados que la siguen . No está muy lejos de aquí un sitio donde hay casi dos docenas de altas hayas, y no hay ninguna que en su lisa corteza no tenga grabado y escrito el nombre de Marcela; y encima de alguna, una corona grabada en el mesmo árbol, como si más claramente dijera su amante que Marcela la lleva y la merece de toda la hermosura humana. Aquí suspira un pastor , allí se queja otro; acullá se oyen amorosas canciones, acá desesperadas endechas. Cuál hay que pasa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana; y cuál hay que, sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad del ardor de la más enfadosa siesta del verano, tendido sobre la ardiente arena, envía sus quejas al piadoso cielo. Y déste y de aquél, y de aquéllos y de éstos, libre y desenfadadamente triunfa la hermosa Marcela; y todos los que la conocemos estamos esperando en qué ha de parar su altivez y quién ha de ser el dichoso que ha de venir a domeñar condición tan terrible y gozar de hermosura tan estremada.» Por ser todo lo que he contado tan averiguada verdad, me doy a entender que también lo es la que nuestro zagal dijo que se decía de la causa de la muerte de Grisóstomo. Y así, os aconsejo, señor, que no dejéis de hallaros mañana a su entierro, que será muy de ver, porque Grisóstomo tiene muchos amigos, y no está de este lugar a aquél donde manda enterrarse media legua. -- Não me falte a de Nosso Senhor, que é o que mais importa. Pelo que toca ao sucesso, heis-de saber que, ainda que o tio propunha à sobrinha, e lhe dizia as qualidades de cada um dos muitos que por mulher a pediam, para ela escolher a seu gosto, nunca ela lhe respondeu senão que por então não queria casar-se, e que, por ser ainda tão nova, se não sentia com forças para a carga do matrimônio. Ouvindo estas desculpas que dava, ao parecer tão atendíveis, já o tio deixava de importuná-la, e ia esperando que fosse entrando mais em idade, para bem escolher companhia do seu gosto; porque dizia ele (e dizia muito bem) que os pais não deviam dar estado aos filhos contra vontade. Mas eis que um dia, quando ninguém de tal se precatava, aparece feita pastora a mimosa Marcela; e, sem vênia do tio, nem aprovação de pessoa alguma do lugar, deu em ir-se ao campo com as mais guardadoras de gado, pastoreando também o seu. Tanto como ela saiu a público daquela maneira, e se viu a descoberto a sua formosura, não vos posso dizer à justa quantos ricos mancebos, fidalgos e lavradores tomaram o trajo de Crisóstomo, e a andam requebrando por esses campos. Um deles, como já se disse, foi o nosso defunto, de quem diziam que não lhe queria, senão que a adorava. E não se cuide que, por ela se ter posto naquela liberdade, e vida tão solta, e de tão pouco ou de nenhum recolhimento, dava indícios (nem por sombras) de coisa que desdissesse da sua honestidade e recato; antes é tanta a vigilância com que olha por sua honra, que de quantos a servem e solicitam nenhum ainda se gabou, nem com verdade se poderá jamais gabar, de haver dela obtido alguma pequena esperança de lograr os seus desejos. Não é que fuja nem se esquive da companhia e convivência dos pastores, senão que os trata cortês e amigavelmente; mas em qualquer deles chegando a descobrir-lhe a sua intenção, ainda que seja tão justa e santa como a do matrimônio, afugenta-o que nem trabuco. Com estes procederes, faz mais dano nesta terra do que se por ela entrara a peste, porque a sua afabilidade e formosura atrai os corações dos que tratam com ela a que se lhe rendam e a amem; e o seu desdém e desengano os conduzem a termos de desesperação; e assim não sabem que lhe dizer, senão chamá-la a vozes cruel e desagradecida, com outros títulos semelhantes a estes, que bem manifestam qual seja a sua condição. Se aqui estivésseis algum dia ouviríeis ressoar estas serras e estes vales com os lamentos dos desprezados que a seguem. Não está muito longe daqui um sítio, onde há quase duas dúzias de faias altas, e nenhuma que deixe de ter gravado na casca o nome de Marcela, e em algumas uma coroa gravada por cima do nome, como se expressamente assim declarara o amante, que Marcela a merece e a alcança de toda a formosura humana. Aqui suspira um pastor; ali se queixa outro; acolá se ouvem amorosas canções; para outra parte desesperadas endechas. Tal há, que passa todas as horas da noite sentado ao pé de alguma azinheira ou penha; e ali, sem pregar os chorosos olhos, embevecido e transportado em seus pensamentos, o acha de manhã o sol. E tal há também que, sem dar vaga nem trégua aos seus suspiros, no meio do ardor da mais enfadosa sesta do verão, estendido sobre a ardente areia, envia suas queixas ao piedoso céu. Destes e daqueles, e daqueles e destes, livre e desenfadadamente vai triunfando a formosa Marcela. Todos nós outros, que a conhecemos, estamos à espera de ver em que virá a parar sua altiveza, e quem será o ditoso que domine ao cabo condição tão rigorosa, e se goze de lindeza tão perfeita. Por ser tudo que deixo contado verdade tão averiguada, entendo que também o é o que o nosso zagal ouviu que se dizia da causa da morte de Crisóstomo. E assim vos aconselho, senhor, não deixeis de assistir amanhã ao enterro, que há-de ser muito para ver, porque os amigos de Crisóstomo são muitos, e daqui ao lugar onde ele mandou que o enterrassem não dista meia légua.
-En cuidado me lo tengo -dijo don Quijote-, y agradézcoos el gusto que me habéis dado con la narración de tan sabroso cuento. -- Não me hei-de descuidar -- disse D. Quixote -- e agradeço-vos o gosto que me haveis dado com a narração de tão saboroso conto.
-¡Oh! -replicó el cabrero-, aún no sé yo la mitad de los casos sucedidos a los amantes de Marcela, mas podría ser que mañana topásemos en el camino algún pastor que nos los dijese. Y, por ahora, bien será que os vais a dormir debajo de techado, porque el sereno os podría dañar la herida, puesto que es tal la medicina que se os ha puesto, que no hay que temer de contrario acidente. -- E ainda eu não sei a metade dos casos sucedidos aos amantes de Marcela -- replicou o cabreiro -- mas não era impossível encontrarmos amanhã pelo caminho algum pastor que no-los dissesse. E por agora bem será que vos vades dormir debaixo de telha, porque o sereno vos poderia fazer mal à ferida, posto que o meu remédio é tal, que não tendes muito de que vos arrecear.
Sancho Panza, que ya daba al diablo el tanto hablar del cabrero, solicitó, por su parte, que su amo se entrase a dormir en la choza de Pedro. Hízolo así, y todo lo más de la noche se le pasó en memorias de su señora Dulcinea, a imitación de los amantes de Marcela. Sancho Panza se acomodó entre Rocinante y su jumento, y durmió, no como enamorado desfavorecido, sino como hombre molido a coces . Sancho Pança, que já dava ao diabo o tão estirado falar do cabreiro, fez por sua parte diligência para que o amo fosse pernoitar na choca de Pedro. Assim o fez D. Quixote; e o mais da noite o levou em memórias de sua senhora Dulcinéia, à imitação dos namorados de Marcela. Sancho Pança lá se acomodou entre Rocinante e o seu jumento, e dormiu, não como amante desfavorecido, senão como homem moído a coices.






I. Capítulo XIII. Donde se da fin al cuento de la pastora marcela, con otros sucesos


Capítulo XIII -- Em que se dá fim ao caso da pastora Marcela, com outros sucessos.


Mas, apenas comenzó a descubrirse el día por los balcones del oriente, cuando los cinco de los seis cabreros se levantaron y fueron a despertar a don Quijote, y a decille si estaba todavía con propósito de ir a ver el famoso entierro de Grisóstomo, y que ellos le harían compañía. Don Quijote, que otra cosa no deseaba, se levantó y mandó a Sancho que ensillase y enalbardase al momento, lo cual él hizo con mucha diligencia, y con la mesma se pusieron luego todos en camino. Y no hubieron andado un cuarto de legua, cuando, al cruzar de una senda, vieron venir hacia ellos hasta seis pastores, vestidos con pellicos negros y coronadas las cabezas con guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traía cada uno un grueso bastón de acebo en la mano. Venían con ellos, asimesmo, dos gentiles hombres de a caballo, muy bien aderezados de camino, con otros tres mozos de a pie que los acompañaban. En llegándose a juntar, se saludaron cortésmente, y, preguntándose los unos a los otros dónde iban, supieron que todos se encaminaban al lugar del entierro; y así, comenzaron a caminar todos juntos. Mal que o dia começou a aparecer nas varandas do Oriente, quando dos seis cabreiros cinco se levantaram, e foram despertar a D. Quixote, e perguntar-lhe se estava ainda resolvido a ir ver o famoso enterro de Crisóstomo, que, sendo assim, eles lhe fariam companhia. D. Quixote, que outra coisa não desejava, levantou-se e ordenou a Sancho aparelhasse o Rocinante, e albardasse o burro com presteza, o que ele fez; e assim se puseram logo todos a caminho. Não tinham andado um quarto de légua, quando, ao atravessarem uma senda, viram vir para eles obra de seis pastores vestidos com pelicos negros, e as cabeças coroadas com grinaldas de cipreste e amargoso eloendro; e empunhava cada um sua vara grossa, vindo no mesmo rancho dois fidalgos a cavalo, para de jornada muito bem vestidos, e com três moços, que a pé os acompanhavam. Logo que chegaram uns aos outros, saudaram-se cortesmente de parte a parte, e perguntando-se mutuamente para onde iam, souberam que todos eles iam para o lugar do enterro; e assim, deram em caminhar de parceria.
Uno de los de a caballo, hablando con su compañero, le dijo. Um dos de cavalo disse para o companheiro:
-Paréceme, señor Vivaldo, que habemos de dar por bien empleada la tardanza que hiciéremos en ver este famoso entierro, que no podrá dejar de ser famoso, según estos pastores nos han contado estra ñezas, ansí del muerto pastor como de la pastora homicida. -- Parece-me, senhor Vivaldo, que havemos de dar por bem empregada a demora que tivermos em ver este famoso enterramento, que bem famoso não pode ele deixar de ser, segundo as estranhezas que estes pastores nos têm contado, tanto do morto, como da pastora sua homicida.
-Así me lo parece a mí -respondió Vivaldo-; y no digo yo hacer tardanza de un día, pero de cuatro la hiciera a trueco de verle. -- Assim acho eu também -- respondeu Vivaldo; -- não só um dia gastara eu, senão até quatro, pelo interesse de presenciar esta novidade.
Preguntóles don Quijote qué era lo que habían oído de Marcela y de Grisóstomo. El caminante dijo que aquella madrugada habían encontrado con aquellos pastores , y que, por haberles visto en aquel tan triste traje, les habían preguntado la ocasión por que iban de aquella manera; que uno dellos se lo contó, contando la extrañeza y hermosura de una pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con la muerte de aquel Grisóstomo a cuyo entierro iban. Finalmente, él contó todo lo que Pedro a don Quijote había contado. Perguntou-lhe D. Quixote o que era que tinham ouvido de Marcela e Crisóstomo. Respondeu-lhe um dos caminhantes que de madrugada se tinham encontrado com aqueles pastores e, pelos terem visto em concerto de tanto desconsolo, lhes tinham perguntado a razão por que iam daquela maneira. Contara-lha um deles, encarecendo-lhes a estranha condição e formosura de uma pastora chamada Marcela, os amores de muitos que a requestavam, e a morte daquele Crisóstomo, a cujo saimento iam. Finalmente confirmou sem discrepância o mesmo que já o Pedro havia contado a D. Quixote.
Cesó esta plática y comenzóse otra, preguntando el que se llamaba Vivaldo a don Quijote qué era la ocasión que le movía a andar armado de aquella manera por tierra tan pacífica. A lo cual respondió don Quijote. Desta prática passou-se a outra, perguntando o que se chamava Vivaldo ao nosso fidalgo, por que motivo andava armado daquela maneira, por terra tão pacífica.
-La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera. El buen paso , el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos . -- O exercício que professo -- respondeu D. Quixote -- não me deixa jornadear de outra maneira. O bom passadio, o regalo, e o descanso inventaram-se para os cortesãos mimosos; mas o trabalho, o desassossego e as armas fizeram-se para aqueles que o mundo chama cavaleiros andantes, dos quais eu, ainda que indigno, sou um, e o mínimo de todos.
Apenas le oyeron esto, cuando todos le tuvieron por loco; y, por averiguarlo más y ver qué género de locura era el suyo, le tornó a preguntar Vivaldo que qué quería decir caballeros andantes . Apenas tal lhe ouviram, ficaram-no desde logo tendo por desconsertado do juízo; e para examiná-lo melhor, e reconhecer que gênero de desvario era o seu, tornou Vivaldo a perguntar-lhe que vinham a ser cavaleiros andantes.
-¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús , de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? . Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda , y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de. -- Nunca leram Vossas Mercês -- respondeu D. Quixote -- os anais e histórias de Inglaterra, que tratam das famosas façanhas do Rei Artur, a quem geralmente em nosso romance castelhano chamamos o Rei Artus, e de quem é tradição, antiga e comum em todo aquele reino da Grã-Bretanha, que não morreu, mas sim que por arte de encantamento se converteu em corvo, e que, andando os tempos, há-de outra vez reinar, recobrando o seu reino e cetro, sendo por esta razão que ninguém é capaz de provar que desde então até hoje inglês nenhum tenha morto corvo? Pois bem; em tempo daquele bom Rei foi instituída aquela famosa ordem dos cavaleiros da Távola Redonda, e ocorreram (como pontualmente ali se conta) os amores de D. Lançarote do Lago com a Rainha Ginevra, sendo neles medianeira e sabedora aquela tão honrada D. Quintanhona, donde procedeu aquele tão sabido romance, e tão decantado em nossa Espanha, de:
Nunca fuera caballero .
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarot.
cuando de Bretaña vino;

Nunca fora cavaleiro
de damas tão bem servido,
como fora Lançarote
de Bretanha arribadiço;
con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces de mano en mano fue aquella orden de caballería estendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo; y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros días vimos y comunicamos y oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la or den de su caballería; en la cual, como otra vez he dicho, yo, aunque pecador, he hecho profesión, y lo mesmo que profesaron los caballeros referidos profeso yo. Y así, me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos y menesterosos . com toda a mais série, tão doce e suave, das suas amorosas e fortes façanhas. Pois desde então se foi de mão em mão dilatando aquela ordem de cavalaria, por muitas e diversas partes do mundo. Nela foram famosos, e conhecidos por seus feitos o valente Amadis de Gaula, com todos os seus filhos e netos até à quinta geração; o valoroso Felismarte de Hircânia; o nunca assaz louvado Tirante-el-Blanco; e quase já em nossos dias vimos, ouvimos, e tratamos, ao invencível e generoso cavaleiro D. Belianis de Grécia. Ora aqui está, meus senhores, o que é ser cavaleiro andante; e o que referido tenho é a ordem da sua cavalaria, na qual (como também já disse) eu, ainda que pecador, fiz profissão; e o mesmo que professaram os cavaleiros mencionados professo eu também; por isso ando por estas solidões e descampados buscando as aventuras, com ânimo deliberado de oferecer o meu braço e a minha pessoa à mais perigosa que a sorte me deparar, em ajuda dos fracos e necessitados.
Por estas razones que dijo, acabaron de enterarse los caminantes que era don Quijote falto de juicio, y del género de locura que lo señoreaba, de lo cual recibieron la mesma admiración que recibían todos aquellos que de nuevo venían en conocimiento della. Y Vivaldo, que era persona muy discreta y de alegre condición, por pasar sin pesadumbre el poco camino que decían que les faltaba, al llegar a la sierra del entierro, quiso darle ocasión a que pasase más adelante con sus disparates. Y así, le dijo. Por tudo isto, acabaram os ouvintes de se inteirar da falta de juízo de D. Quixote, e da espécie de loucura que o dominava; do que os tomou a mesma admiração, que a todos os que pela primeira vez a presenciavam. Vivaldo, que era sujeito mui discreto, e de gênio alegre, para suavizar o fastio do pouco espaço que diziam lhes restava ainda para andar até à serra da sepultura, quis dar-lhe ocasião para que levasse por diante os seus desatinos, e disse-lhe:
-Paréceme, señor caballero andante, que vuestra merced ha profesado una de las más estrechas profesiones que hay en la tierra, y tengo para mí que aun la de los frailes cartujos no es tan estrecha. Parece-me, senhor cavaleiro, que a profissão de Sua Mercê é das mais apertadas que há no mundo; e persuado-me de que nem a dos frades cartuxos é tão rigorosa.
-Tan estrecha bien podía ser -respondió nuestro don Quijote-, pero tan necesaria en el mundo no estoy en dos dedos de ponello en duda . Porque, si va a decir verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda que el mesmo capitán que se lo ordena. Quiero decir que los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra; pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos piden, de fendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas; no debajo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en verano y de los erizados yelos del invierno. Así que, somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia. Y, como las cosas de la guerra y las a ellas tocantes y concernientes no se pueden poner en ejecución sino sudando, afanando y trabajando excesivamente , síguese que aquellos que la profesan tienen, sin duda, mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios favorezca a los que poco pueden. No quiero yo decir, ni me pasa por pensamiento, que es tan buen estado el de caballero andante como el del encerrado religioso; sólo quiero inferir, por lo que yo padezco, que, sin duda, es más trabajoso y más aporreado, y más hambriento y sediento, miserable, roto y piojoso , porque no hay duda sino que los caballeros andantes pasados pasaron mucha malaventura en el discurso de su vida. Y si algunos subieron a ser emperadores por el valor de su brazo, a fe que les costó buen porqué de su sangre y de su sudor; y que si a los que a tal grado subieron les faltaran encantadores y sabios que los ayudaran , que ellos quedaran bien defraudados de sus deseos y bien engañados de sus esperanzas. -- Tão rigorosa talvez que o seja -- respondeu o nosso D. Quixote -- porém tão necessária, duvido muito; porque, se se há-de dizer toda a verdade, não faz menos o soldado que executa o que lhe manda o capitão, do que o próprio capitão, que lho ordena. Venho a dizer que os religiosos, com toda a paz e sossego, pedem ao céu o bem da terra; e nós, os soldados e cavaleiros, executamos o que eles só requerem, porque a defendemos com o valor do nosso braço, e ao fio da nossa espada, não debaixo de teto, mas em campo descoberto, oferecidos em alvo aos insofridos raios do sol do verão, e aos arrepiados gelos do inverno. Deste modo, somos ministros de Deus na terra, e braço pelo qual se executa no mundo a sua justiça. E como as coisas da guerra, e as concernentes a elas, não se podem pôr em execução senão suando, cansando, e trabalhando excessivamente, segue-se que os que a professam têm sem dúvida maior trabalho que os outros, que em sossegada paz estão pedindo a Deus que favoreça aos que podem pouco. Não quero eu dizer (nem pelo pensamento me passa) que é tão bom estado o de cavaleiro andante, como o de religioso na sua clausura; só quero inferir que isto que eu padeço é sem comparação mais trabalhoso e aperreado, mais faminto e sedento, miserável, roto, e bichoso, pois é certíssimo que os cavaleiros andantes passados contavam muitas aventuras ruins no decurso de suas vidas, e, se alguns chegavam a ser Imperadores, pelo esforço do seu braço, à fé que bastante suor e sangue lhes custou; e se àqueles, que a tais graus subiram, houvessem faltado encantadores e sábios para os ajudarem, bem defraudados teriam ficado de suas esperanças.
-De ese parecer estoy yo -replicó el caminante-; pero una cosa, entre otras muchas, me parece muy mal de los caballeros andantes, y es que, cuando se ven en ocasión de acometer una grande y peligrosa aventura, en que se vee manifiesto peligro de perder la vida, nunca en aquel instante de acome tella se acuerdan de encomendarse a Dios, como cada cristiano está obligado a hacer en peligros semejantes; antes, se encomiendan a sus damas, con tanta gana y devoción como si ellas fueran su Dios cosa que me parece que huele algo a gentilidad . -- Desse parecer também eu sou -- disse o caminhante -- mas há uma coisa, entre outras muitas, que me destoa da boa razão nos cavaleiros andantes; e é, que, vendo-se em ocasião de cometerem uma grande e perigosa aventura, em que a vida lhes vai num fio, nunca nesses apurados lances se lembram de encomendar-se a Deus, como qualquer outro cristão; a que se encomendam é às suas damas, com tanta ânsia e devoção, como se o Deus fossem elas; o que para mim cheira o seu tanto a coisas de pagão.
-Señor -respondió don Quijote-, eso no puede ser menos en ninguna manera, y caería en mal caso el caballero andante que otra cosa hiciese; que ya está en uso y costumbre en la caballería andantesca que el caballero andante que, al acometer algún gran fecho de armas, tuviese su señora delante,vuelva a ella los ojos blanda y amorosamente, como que le pide con ellos le favorezca y ampare en el dudoso trance que acomete; y aun si nadie le oye, está obligado a decir algunas palabras entre dientes, en que de todo corazón se le encomiende ; y desto tenemos innumerables ejemplos en las historias. Y no se ha de entender por esto que han de dejar de encomendarse a Dios ; que tiempo y lugar les queda para hacerlo en el discurso de la obra. -- Senhor meu -- disse D. Quixote -- isso é que por maneira nenhuma pode deixar de ser assim; e mal iria ao cavaleiro andante que outra coisa fizesse. Isto é já uso autorizado, e posse velha na cavalaria andantesca; a saber: que, se o cavaleiro andante, ao acometer algum grande feito de armas, tivesse a sua senhora diante, poria nela os olhos branda e amorosamente, como pedindo-lhe que o favorecesse no duvidoso transe em que se ia empenhar; e, ainda que ninguém o ouvisse, estaria obrigado a proferir palavras entre dentes, com as quais de todo o coração se lhe encomendasse; do que vemos inumeráveis exemplos nas histórias. Não se há-de entender por isto que hão-de deixar de encomendar-se a Deus, que tempo e lugar lhes ficam para o fazerem no decurso do conflito.
-Con todo eso -replicó el caminante-, me queda un escrúpulo, y es que muchas veces he leído que se traban palabras entre dos andantes caballeros, y, de una en otra, se les viene a encender la cólera, y a volver los caballos , y tomar una buena pieza del campo, y luego, sin más ni más, a todo el correr dellos, se vuelven a encontrar; y, en mitad de la corrida, se encomiendan a sus damas; y lo que suele suceder del encuentro es que el uno cae por las ancas del caballo, pasado con la lanza del contrario de parte a parte, y al otro le viene también que, a no tenerse a las cri nes del suyo, no pudiera dejar de venir al suelo . Y no sé yo cómo el muerto tuvo lugar para encomendarse a Dios en el discurso de esta tan acelerada obra. Mejor fuera que las palabras que en la carrera gastó encomendándose a su dama las gastara en lo que debía y estaba obligado como cristiano. Cuanto más, que yo tengo para mí que no todos los caballeros andantes tienen damas a quien encomendarse, porque no todos son enamorados. -- Seja assim -- respondeu o outro -- mas ainda me fica um escrúpulo. Muitas vezes tenho lido que se travam ditos entre dois andantes cavaleiros, que de palavra em palavra se lhes chega a acender a cólera, voltam os cavalos, tomam o campo, e para logo, sem mais nem menos, a todo o poder deles, tornam a encontrar-se, e no meio da corrida se encomendam às suas damas. O que do recontro costuma resultar é que um cai pelas ancas do cavalo, passado de parte com a lança do outro; e ao outro sucede também que, a não se agarrar às crinas do seu, não pudera deixar de vir também a terra. Não sei como o morto poderia ter azo para se recomendar a Deus no decurso de tão acelerado feito. Melhor fora que as palavras, que na carreira gastou em se encomendar à sua cortejada, as empregasse no que estava obrigado como cristão. E demais, eu tenho para mim que nem todos os cavaleiros andantes hão-de ter damas a quem se encomendem, porque nem todos serão enamorados.
-Eso no puede ser -respondió don Quijote- digo que no puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan proprio y tan natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas, y a buen seguro que no se haya visto historia donde se halle caballero andante sin amores ; y por el mesmo caso que estuviese sin ellos, no sería tenido por legítimo caballero, sino por bastardo, y que entró en la fortaleza de la caballería dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador y ladrón. -- Nisso é que vai o erro -- respondeu D. Quixote; -- digo que não pode existir cavaleiro andante sem dama, porque tão próprio e natural assenta nos que o são serem enamorados, como no céu o ter estrelas; e onde com efeito se viu nunca história de cavaleiro andante sem amores? se os não tivesse, não fora tido por legítimo cavaleiro, senão por bastardo, e que entrou na fortaleza da dita cavalaria não pela porta, mas por alguma fresta como ladrão.
-Con todo eso -dijo el caminante-, me parece, si mal no me acuerdo, haber leído que don Galaor, hermano del valeroso Amadís de Gaula, nunca tuvo dama señalada a quien pudiese encomendarse; y, con todo esto, no fue tenido en menos, y fue un muy valiente y famoso caballero. -- Apesar de tudo -- replicou o caminheiro -- parece-me (se bem me lembra) ter lido que D. Galaor, irmão do valoroso Amadis de Gaula, nunca teve dama em particular, a quem pudesse encomendar-se; e nem por isso foi tido em menos conta, e foi muito valente e famoso cavaleiro.
A lo cual respondió nuestro don Quijote. Ao que respondeu o nosso D. Quixote:
-Señor, una golondrina sola no hace verano. Cuanto más, que yo sé que de secreto estaba ese caballero muy bien enamorado; fuera que, aquello de querer a todas bien cuantas bien le parecían , era condición natural, a quien no podía ir a la mano. Pero, en resolución, averiguado está muy bien que él tenía una sola a quien él había hecho señora de su voluntad, a la cual se encomendaba muy a menudo y muy secretamente, porque se preció de secreto caballero . -- Senhor meu, uma andorinha só não faz primavera; quanto mais, que eu sei que esse cavaleiro estava secretamente enamorado, e muito enamorado; e, demais, aquilo de querer bem a todas quantas lhe pareciam bem a ele era gênio seu, e não lhe podia resistir. Mas afinal de contas, averiguado está já que tinha só uma a quem fizera senhora ao seu alvedrio, e a quem se encomendava a miúdo e muito secretamente, porque timbrava de sisudo cavaleiro.
-Luego, si es de esencia que todo caballero andante haya de ser enamorado -dijo el caminante-, bien se puede creer que vuestra merced lo es, pues es de la profesión. Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto como don Galaor, con las veras que puedo le suplico, en nombre de toda esta compañía y en el mío, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama; que ella se tendría por dichosa de que todo el mundo sepa que es querida y servida de un tal caballero como vuestra merced parece. -- Visto isso, sendo essencial que todo o cavaleiro há-de ser por força enamorado -- disse o outro -- também o é por ser da profissão; e a não ser que Vossa Mercê capriche em ser tão de segredo como D. Galaor, com o maior empenho lhe rogo, em nome de toda a companhia, e no meu próprio, nos diga o nome, pátria, qualidade, e formosura da sua dama; ditosa se julgaria ela de que o mundo todo soubera que é amada e servida por um tal cavaleiro como Vossa Mercê parece.
Aquí dio un gran suspiro don Quijote, y dijo Aqui soltou D. Quixote um grande suspiro, e disse;
-Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales , según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compa rarlas. -- Não poderei afirmar se a minha doce inimiga gosta, ou não, de que o mundo saiba que eu a sirvo. Só posso dizer, em resposta ao que tão respeitosamente se me pede, que o seu nome é Dulcinéia, sua pátria Toboso, um lugar da Mancha; a sua qualidade há-de ser, pelo menos, Princesa, pois é Rainha e senhora minha; sua formosura sobre-humana, pois nela se realizam todos os impossíveis e quiméricos atributos de formosura, que os poetas dão às suas damas; seus cabelos são ouro; a sua testa campos elísios; suas sobrancelhas arcos celestes; seus olhos sóis; suas faces rosas; seus lábios corais; pérolas os seus dentes; alabastro o seu colo; mármore o seu peito; marfim as suas mãos; sua brancura neve; e as partes que à vista humana traz encobertas a honestidade são tais (segundo eu conjecturo) que só a discreta consideração pode encarecê-las, sem poder compará-las.
-El linaje, prosapia y alcurnia querríamos saber -replicó Vivaldo. -- Estimaríamos saber a sua linhagem, prosápia e nobreza -- replicou Vivaldo.
A lo cual respondió don Quijote. Ao que D. Quixote respondeu:
-No es de los antiguos Curcios, Cayos y Cipiones romanos, ni de los modernos Colonas y Ursinos ; ni de los Moncadas y Requesenes de Cataluña, ni menos de los Rebellas y Villanovas de Valencia; Palafoxes, Nuzas, Rocabertis, Corellas, Lunas, Alagones, Urreas, Foces y Gurreas de Aragón; Cerdas, Manriques, Mendozas y Guzmanes de Castilla; Alencastros, Pallas y Meneses de Portogal; pero es de los del Toboso de la Mancha, linaje, aunque moderno, tal, que puede dar generoso principio a las más ilustres familias de los venideros siglos. Y no se me replique en esto, si no fuere con las condiciones que puso Cervino al pie del trofeo de las armas de Orlando, que decía. -- Não é dos antigos Cúrcios, Gaios, e Cipiões romanos; nem dos modernos Colonas e Ursinos; nem dos Moncadas e Requesenes, de Catalunha; nem dos Rebelas e Vilanovas, de Valência; Palafozes, Nuzas, Rocabertis, Corelas, Lunas, Alagões, Urreas, Fozes e Gurreas, de Aragão; Cerdas, Manriques, Mendonças, e Gusmões, de Castela; Alencastres, Palhas, e Meneses, de Portugal; porém descende dos de Toboso da Mancha, linhagem, se bem que moderna, tal, que pode dar generosa raiz às mais ilustres famílias dos vindouros séculos. E não me repliquem a isto, a não ser com as condições que pôs Cervino ao pé do troféu das armas de Orlando, que dizia:
nadie las mueva.
que estar no pueda
con Roldán a prueba.
........Ninguém as mova
que entrar não possa
com Roldão em prova.
-Aunque el mío es de los Cachopines de Laredo , respondió el caminante, no le osaré yo poner con el del Toboso de la Mancha, puesto que, para decir verdad, semejante apellido hasta ahora no ha llegado a mis oídos. -- Se bem que o meu sangue é dos ínclitos Cachopins de Laredo -- respondeu o caminhante -- não me atreverei a confrontá-lo com o dos de Toboso de la Mancha, ainda que, para dizer toda a verdade, semelhante apelido ainda até hoje não tenha chegado aos meus ouvidos.
-¡Como eso no habrá llegado! -replicó don Quijote. -- Apelido semelhante a este, bem o podereis dizer -- replicou o cavaleiro D. Quixote.
Con gran atención iban escuchando todos los demás la plática de los dos, y aun hasta los mesmos cabreros y pastores conocieron la demasiada falta de juicio de nuestro don Quijote. Sólo Sancho Panza pensaba que cuanto su amo decía era verdad, sabiendo él quién era y habiéndole conocido desde su nacimiento; y en lo que dudaba algo era en creer aquello de la linda Dulcinea del Toboso, porque nunca tal nombre ni tal princesa había llegado jamás a su noticia, aunque vivía tan cerca del Toboso. Com grande atenção iam escutando todos os mais o diálogo dos dois; e até os mesmos cabreiros e pastores conheceram a excessiva falta de juízo de D. Quixote. Somente Sancho é que pensava ser verdade tudo que o amo dizia, aliás quem ele era, e tendo-o conhecido de nascença; em que punha alguma dúvida era crer naquilo da linda Dulcinéia del Toboso, porque nunca tal nome nem tal Princesa lhe havia chegado à notícia, com ser Toboso tão à beira da terra dele.
En estas pláticas iban, cuando vieron que, por la quiebra que dos altas montañas hacían, bajaban hasta veinte pastores, todos con pellicos de negra lana vestidos y coronados con guirnaldas, que, a lo que después pareció, eran cuál de tejo y cuál de ciprés . Entre seis dellos traían unas andas, cubiertas de mucha diversidad de flores y de ramos. Lo cual visto por uno de los cabreros, dijo. Nestas práticas iam, quando viram que na quebrada de dois montes altos vinham uns vinte pastores, todos com pelicos de lã preta e coroados de grinaldas, que (pelo que depois se reconheceu) eram umas de teixo, outras de cipreste. Entre seis deles traziam umas andas cobertas de muita diversidade de flores e ramos. Vendo aquilo um dos cabreircs, disse:
-Aquellos que allí vienen son los que traen el cuerpo de Grisóstomo, y el pie de aquella montaña es el lugar donde él mandó que le enterrasen. -- Os que ali vêm são os que trazem o corpo de Crisóstomo; e ao pé daquela montanha é o lugar onde ele ordenou o sepultassem.
Por esto se dieron priesa a llegar, y fue a tiempo que ya los que venían habían puesto las andas en el suelo; y cuatro dellos con agudos picos estaban cavando la sepultura a un lado de una dura peña. Deram-se portanto pressa em chegar; e foi a tempo, que já os que vinham tinham posto as andas em terra e quatro deles estavam cavando a sepultura ao lado de uma penha.
Recibiéronse los unos y los otros cortésmente; y luego don Quijote y los que con él venían se pusieron a mirar las andas, y en ellas vieron cubierto de flores un cuerpo muerto, vestido como pastor, de edad, al parecer, de treinta años; y, aunque muerto, mostraba que vivo había sido de rostro hermoso y de disposición gallarda. Alrededor dél tenía en las mesmas andas algunos libros y muchos papeles, abiertos y cerrados. Y así los que esto miraban, como los que abrían la sepultura, y todos los demás que allí había, guardaban un maravilloso silencio, hasta que uno de los que al muerto trujeron dijo a otro. Receberam-se uns aos outros cortesmente; e logo D. Quixote e os que vinham com ele se puseram a considerar as andas, e nelas descobriram, amantilhado com flores, um defunto vestido de pastor, de idade (o parecer) de trinta anos, que, apesar da morte, mostrava que em vida havia sido de rosto formoso e disposição galharda. À roda de si tinha nas mesmas andas alguns livros e papéis, uns abertos, e outros fechados; e tanto os que aquilo contemplavam, como os que abriam a cova, e todos os mais que ali eram, guardavam um maravilhoso silêncio; até que um dos que trouxeram o morto disse para outro:
-Mirá bien, Ambrosio, si es éste el lugar que Grisóstomo dijo, ya que queréis que tan puntualmente se cumpla lo que dejó mandado en su testamento. -- Repara bem, Ambrósio, se será aqui o lugar que disse Crisóstomo, pois quereis que tão pontualmente se cumpra o que determinou.
-Éste es -respondió Ambrosio-; que muchas veces en él me contó mi desdichado amigo la his toria de su desventura. Allí me dijo él que vio la vez primera a aquella enemiga mortal del linaje humano, y allí fue también donde la primera vez le declaró su pensamiento, tan honesto como enamorado, y allí fue la última vez donde Marcela le acabó de desengañar y desdeñar, de suerte que puso fin a la tragedia de su miserable vida. Y aquí, en memoria de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas del eterno olvido . -- É este mesmo -- respondeu Ambrósio -- que muitas vezes aqui me contou o meu desditoso amigo a história da sua desgraça. Aqui me disse ele que viu pela primeira vez aquela inimiga mortal da raça humana; e foi também aqui que pela primeira lhe declarou seu pensamento tão honesto como enamorado; e aqui, finalmente, foi a última vez que Marcela o acabou de desenganar do seu desdém, de modo que terminou a tragédia da sua vida miserável. Por isso aqui foi, em memória de tantas desditas, que ele determinou o depositassem nas entranhas do eterno esquecimento.
Y, volviéndose a don Quijote y a los caminantes, prosiguió diciendo. Voltando-se para D. Quixote e para os assistentes, prosseguiu, dizendo:
-Ese cuerpo, señores, que con piadosos ojos estáis mirando, fue depositario de un alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas. Ése es el cuerpo de Grisóstomo, que fue único en el ingenio, solo en la cortesía, estremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y, finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fue ser desdichado. Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado; rogó a una fiera, importunó a un mármol, corrió tras el viento, dio voces a la soledad, sirvió a la ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojos de la muerte en la mitad de la carrera de su vida, a la cual dio fin una pastora a quien él procuraba eternizar para que viviera en la memoria de las gentes, cual lo pudieran mostrar bien esos papeles que estáis mirando, si él no me hubiera mandado que los entregara al fuego en habiendo entregado su cuerpo a la tierra. -- Este corpo, senhores, que estais vendo com olhos piedosos, depositário de uma alma em que o céu encerrou infinita parte das suas riquezas. Esse é o corpo de Crisóstomo, que foi único em engenho, único em cortesia, extremo em gentileza, fênix na amizade, magnífico sem senão, grave sem presunção, alegre sem baixeza, e finalmente, primeiro em tudo que é ser bom, e sem segundo em tudo que é ser desafortunado. Quis bem, foi aborrecido; adorou, foi desprezado; rogou a uma fera, importunou a um mármore, correu atrás do vento, deu brados à solidão, serviu ao desagradecimento, e alcançou por prêmio ser despojo da morte no meio da carreira da sua vida, à qual deu fim uma pastora, a quem ele procurava eternizar para que vivesse na memória das gentes; o que bem poderiam mostrar esses papéis que estais vendo, se ele me não tivesse recomendado que os entregasse ao fogo logo que o seu corpo tivesse sido dado à terra.
-De mayor rigor y crueldad usaréis vos con ellos -dijo Vivaldo- que su mesmo dueño, pues no es justo ni acertado que se cumpla la voluntad de quien lo que ordena va fuera de todo razonable discurso; y no le tuviera bueno Augusto César , si consintiera que se pusiera en ejecución lo que el divino Mantuano dejó en su testamento mandado. Ansí que, señor Ambrosio, ya que deis el cuerpo de vuestro amigo a la tierra, no queráis dar sus escritos al olvido; que si él ordenó como agraviado, no es bien que vos cumpláis como indiscreto. Antes haced, dando la vida a estos papeles, que la tenga siempre la crueldad de Marcela, para que sirva de ejemplo, en los tiempos que están por venir, a los vivientes, para que se aparten y huyan de caer en semejantes despeñaderos; que ya sé yo, y los que aquí venimos, la historia deste vuestro enamorado y desesperado amigo, y sabemos la amistad vuestra, y la ocasión de su muerte, y lo que dejó mandado al acabar de la vida; de la cual lamentable historia se puede sacar cuánto haya sido la crueldad de Marcela, el amor de Grisóstomo, la fe de la amistad vuestra, con el paradero que tienen los que a rienda suelta corren por la senda que el desvariado amor delante de los ojos les pone. Anoche supimos la muerte de Grisóstomo, y que en este lugar había de ser enterrado; y así, de curiosidad y de lástima, dejamos nuestro derecho viaje, y acordamos de venir a ver con los ojos lo que tanto nos había lastimado en oíllo. Y, en pago desta lástima y del deseo que en nosotros nació de remedialla si pudiéramos, te rogamos, ¡oh discreto Ambrosio! (a lo menos, yo te lo suplico de mi parte), que, dejando de abrasar estos papeles, me dejes llevar algunos dellos. -- Maior rigor e crueldade usareis vós com eles -- disse Vivaldo -- que o seu mesmo dono, pois não é justo nem acertado se cumpra a vontade de quem ordena o que é tão fora de todo o discorrer assisado; e errado andaria Augusto César, se consentisse em que se executasse o que o divino Mantuano tinha recomendado no seu testamento. Portanto, senhor Ambrósio, já que dais o corpo do vosso amigo à terra, não queirais dar também os seus escritos ao esquecimento. Ele ordenou, como agravado, o que não é bem que vós cumprais por indiscrição. Fazei antes, dando a vida a estes papéis, que fiquem para todo sempre lembrando a crueldade de Marcela, para exemplo aos que vierem, que se apartem e fujam de cair em semelhantes despenhadeiros. Eu e quantos aqui somos já sabemos a história deste vosso enamorado e atribulado amigo, assim como sabemos a vossa lealdade, a ocasião da sua morte, e a sua última vontade. De toda esta lamentável história se pode concluir quanta não foi a crueza de Marcela, o amor da sua vítima, o extremo do vosso bem-querer, e o fim a que vão dar os que à rédea solta correm pela senda que o amor desvairado lhes abre diante dos olhos. Ontem à noite soubemos a catástrofe de Crisóstomo, e que neste lugar havia de ser enterrado; e assim, por curiosidade e lástima, deixamos o caminho em que íamos, e assentamos em vir ver por nossos olhos o que tanto nos tinha consternado quando o ouvimos; e em paga desta paixão e do desejo que em nós outros nasceu de remediarmos o que pudéssemos, te rogamos, ó discreto Ambrósio (ao menos eu to suplico da minha parte) que, deixando de abrasar estes papéis, me consintas levar alguns deles.
Y, sin aguardar que el pastor respondiese, alargó la mano y tomó algunos de los que más cerca estaban; viendo lo cual Ambrosio, dijo. Sem esperar resposta do pastor, estendeu a mão, e tomou alguns dos que mais perto lhe estavam. Vendo aquilo Ambrósio, disse:
-Por cortesía consentiré que os quedéis, señor, con los que ya habéis tomado; pero pensar que dejaré de abrasar los que quedan es pensamiento vano. -- Por cortesia, senhor meu, consentirei que fiqueis com os que tomastes; mas cuidardes que hão-de deixar de arder os que restam é pensamento vão.
Vivaldo, que deseaba ver lo que los papeles decían, abrió luego el uno dellos y vio que tenía por título Canción desesperada. Oyólo Ambrosio y dijo. Vivaldo, que desejava ver o que os papéis rezavam, abriu logo um deles, e viu que tinha por título: Canção desesperada.. Ouviu Ambrósio, e disse:
-Ése es el último papel que escribió el desdichado; y, porque veáis, señor, en el término que le tenían sus desventuras, leelde de modo que seáis oído; que bien os dará lugar a ello el que se tardare en abrir la sepultura. -- Esse é o último papel que o sem-ventura escreveu; e para que vejais, senhor, o extremo em que o tinham as suas desgraças, lede-o de modo que sejais ouvido; bem vos dará tempo a demora de se abrir a sepultura.
-Eso haré yo de muy buena gana -dijo Vivaldo. -- Da melhor vontade o farei -- respondeu Vivaldo.
Y, como todos los circunstantes tenían el mesmo deseo, se le pusieron a la redonda; y él, leyendo en voz clara, vio que así decía E como todos os circunstantes tinham o mesmo desejo, puseram-se-lhe em derredor, e ele, lendo em voz clara, viu que falava assim:






I. Capítulo XIV. Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos.


Capítulo XIV -- Onde se põem os versos desesperados do pastor defunto, com outros imprevistos sucessos.


CANCIÓN DE GRISÓSTOMO
Ya que quieres, cruel, que se publique,
de lengua en lengua y de una en otra gente,
del áspero rigor tuyo la fuerza,
haré que el mesmo infierno comunique
al triste pecho mío un son doliente,
con que el uso común de mi voz tuerza.
Y al par de mi deseo, que se esfuerza
a decir mi dolor y tus hazañas,
de la espantable voz irá el acento,
y en él mezcladas, por mayor tormento,
pedazos de las míseras entrañas.
Escucha, pues, y presta atento oído,
no al concertado son, sino al rüido
que de lo hondo de mi amargo pecho,
llevado de un forzoso desvarío,
por gusto mío sale y tu despecho.
El rugir del león, del lobo fiero
el temeroso aullido, el silbo horrendo
de escamosa serpiente, el espantable
baladro de algún monstruo, el agorero
graznar de la corneja, y el estruendo
del viento contrastado en mar instable;
del ya vencido toro el implacable
bramido, y de la viuda tortolilla
el sentible arrullar; el triste canto
del envidiado búho , con el llanto
de toda la infernal negra cuadrilla,
salgan con la doliente ánima fuera ,
mezclados en un son, de tal manera
que se confundan los sentidos todos,
pues la pena cruel que en mí se halla
para contalla pide nuevos modos .
De tanta confusión no las arenas
del padre Tajo oirán los tristes ecos,
ni del famoso Betis las olivas
que allí se esparcirán mis duras penas
en altos riscos y en profundos huecos,
con muerta lengua y con palabras vivas
o ya en escuros valles, o en esquivas
playas, desnudas de contrato humano,
o adonde el sol jamás mostró su lumbre,
o entre la venenosa muchedumbre
de fieras que alimenta el Libio llano ;
que, puesto que en los páramos desiertos
los ecos roncos de mi mal, inciertos,
suenen con tu rigor tan sin segundo,
por privilegio de mis cortos hados,
serán llevados por el ancho mundo.
Mata un desdén, atierra la paciencia ,
o verdadera o falsa, una sospecha;
matan los celos con rigor más fuerte;
desconcierta la vida larga ausencia;
contra un temor de olvido no aprovecha
firme esperanza de dichosa suerte.
En todo hay cierta, inevitable muerte;
mas yo, ¡milagro nunca visto!, vivo
celoso, ausente, desdeñado y cierto
de las sospechas que me tienen muerto;
y en el olvido en quien mi fuego avivo,
y, entre tantos tormentos, nunca alcanza
mi vista a ver en sombra a la esperanza,
ni yo, desesperado, la procuro;
antes, por estremarme en mi querella ,
estar sin ella eternamente juro.
¿Puédese, por ventura, en un instante
esperar y temer, o es bien hacello,
siendo las causas del temor más ciertas?
¿Tengo, si el duro celo está delante ,
de cerrar estos ojos, si he de vello
por mil heridas en el alma abiertas?
¿Quién no abrirá de par en par las puertas
a la desconfianza, cuando mira
descubierto el desdén, y las sospechas,
¡oh amarga conversión!, verdades hechas,
y la limpia verdad vuelta en mentira?
¡Oh, en el reino de amor fieros tiranos
celos, ponedme un hierro en estas manos!
Dame, desdén, una torcida soga.
Mas, ¡ay de mí!, que, con cruel vitoria,
vuestra memoria el sufrimiento ahoga.
Yo muero, en fin; y, porque nunca espere
buen suceso en la muerte ni en la vida,
pertinaz estaré en mi fantasía.
Diré que va acertado el que bien quiere,
y que es más libre el alma más rendida
a la de amor antigua tiranía.
Diré que la enemiga siempre mía
hermosa el alma como el cuerpo tiene,
y que su olvido de mi culpa nace,
y que, en fe de los males que nos hace,
amor su imperio en justa paz mantiene.
Y, con esta opinión y un duro lazo ,
acelerando el miserable plazo
a que me han conducido sus desdenes,
ofreceré a los vientos cuerpo y alma,
sin lauro o palma de futuros bienes.
Tú, que con tantas sinrazones muestras
la razón que me fuerza a que la haga
a la cansada vida que aborrezco,
pues ya ves que te da notorias muestras
esta del corazón profunda llaga ,
de cómo, alegre, a tu rigor me ofrezco,
si, por dicha, conoces que merezco
que el cielo claro de tus bellos ojos
en mi muerte se turbe, no lo hagas;
que no quiero que en nada satisfagas,
al darte de mi alma los despojos.
Antes, con risa en la ocasión funesta,
descubre que el fin mío fue tu fiesta;
mas gran simpleza es avisarte desto,
pues sé que está tu gloria conocida
en que mi vida llegue al fin tan presto.
Venga, que es tiempo ya, del hondo abismo
Tántalo con su sed; Sísifo venga
con el peso terrible de su canto;
Ticio traya su buitre, y ansimismo
con su rueda Egí¥¯acute;n no se detenga,
ni las hermanas que trabajan tanto;
y todos juntos su mortal quebranto
trasladen en mi pecho, y en voz baja
-si ya a un desesperado son debidas-
canten obsequias tristes , doloridas,
al cuerpo a quien se niegue aun la mortaja.
Y el portero infernal de los tres rostros,
con otras mil quimeras y mil monstros ,
lleven el doloroso contrapunto;
que otra pompa mejor no me parece
que la merece un amador difunto.
Canción desesperada, no te quejes
cuando mi triste compañía dejes;
antes, pues que la causa do naciste
con mi desdicha augmenta su ventura,
aun en la sepultura no estés triste.

Pois desejas, cruel, que se publique
de boca em boca, e vá de gente em gente,
do teu rigor a nunca vista força;
farei que o mesmo inferno comunique
a este peito aflito um som veemente,
e à minha voz o usual estilo torça.
E a par do meu desejo, que se esforça
a contar minha dor e tuas façanhas,
da voz terrível brotará o acento;
e nele envoltos por maior tormento
pedaços destas míseras entranhas.
Escuta pois, e presta atento ouvido,
não a aprazíveis sons, sim ao ruído,
que desde o abismo do meu triste peito,
obrigado de indômito delírio,
sai para meu martírio e teu despeito.
O rugir do leão; do lobo fero
o ulular temeroso; o silvo horrendo
da escamosa serpente; o formidável
som de algum negro monstro; o grasno austero
da gralha, ave de agouro; o mar fervendo
em luta coum tufão incontrastável
de já vencido touro o inamansável
bramido; os ais da lúgubre rolinha
na viuvez; o consternado canto
do aborrecido mocho, a par coo pranto
do inferno todo, soem na dor minha,
e saia com esta alma exasperada
uma explosão de música aterrada,
de confusão para os sentidos todos;
pois a pena cruel que em mim padeço
pede coo seu excesso estranhos modos.
De confusão tamanha ecos sentidos
pelas praias do Tejo não ressoem;
nem do Bétis nos ledos olivedos;
por ali meus queixumes esparzidos
por cavernas e penhas não ecoem
para o mundo os terríveis meus segredos;
vão por escuros vales, por degredos
de ermas praias a humano trato alheias,
ou por onde jamais se enxergue dia,
ou pela seca Líbia, onde se cria
venenosa ralé de pragas feias;
que inda que nesses páramos sem termo
ninguém me escute os ais do peito enfermo,
nem ouça o teu rigor tão sem segundo,
por privilégio de meus curtos fados
serão levados aos confins do mundo.
São veneno os desdéns; uma suspeita,
ou verdadeira ou falsa, desespera;
e os zelos matam com rigor mais forte.
Ausência larga à morte nos sujeita;
contra um temer olvido não se espera
remédio no esperar ditosa sorte.
No fundo disso tudo há certa a morte;
mas eu (milagre nunca visto!) vivo
zeloso, ausente, desdenhado, e certo
das suspeitas a que anda o peito aberto,
e do olvido em que o fogo em dobro avivo.
E entre tanto tormento, ao meu desejo
nem uma luz de alívio ao longe vejo,
nem já sequer fingi-la em mim procuro;
antes, para requinte de querela,
estar sem ela eternamente juro.
Pode-se juntamente, porventura,
esperar e temer? e onde os temores
têm mais razão que a esprança, há-de esperar-se?
Debalde os olhos furto à sina escura;
pelas feridas dalma os seus negrores
não cessam um momento de mostrar-se.
Quem pode à desconfiança recusar-se,
quando tão claramente se estão vendo
os desdéns e os motivos de suspeitas?
Ai verdades em fábulas desfeitas!
ai câmbio infausto, lastimoso horrendo!
Ó do reino de amor eros tiranos
zelos! dai-me um punhal; desdéns insanos,
um baraço! um baraço! ai sorte crua
celebras tua última vitória;
não há memória atroz igual à tua.
Eu enfim morro e por que nunca espere
que a morte me ressarça o mal da vida,
persistirei na minha fantasia.
Direi que anda acertado quem prefere
a tudo o bem-querer, que a mais rendida
alma é a que de mais livre se gloria.
Direi que a minha algoz não acho ímpia
senão que de alma, qual de corpo, é bela
que eu tenho a culpa, eu só, de sua fereza;
que os males que nos causa com certeza
não se opõem ao tão justo império dela.
Com esta crença e um rigoroso laço,
da morte acelerando o extremo passo,
a que me hão seus desprezes condenado,
darei pendente ao vento corpo e alma
sem louro ou palma de outro e melhor fado.
Com tantas sem-razões, puseste clara
a causa por que odeio e enjeito a vida
e pelas próprias mãos a lanço fora.
De tudo hoje razão se te depara:
profunda e peçonhenta era a ferida;
de não mais a sofrer me eximo agora.
Se por dita conheces nesta hora
que o claro céu dos olhos teus formosos
não é razão que eu turbe, evita o pranto;
tudo que por ti dei não vale tanto
que mo pagues com olhos lacrimosos.
Antes a rir na ocasião funesta
mostra que este meu fim é tua festa.
Louco é quem aclarar-to assim se atreve
sabendo ser-te a ânsia mais querida
que a negra vida me termine em breve.
Vinde, sedes de Tântalo; penedo
de Sísifo; ave atroz que róis a Tício;
vem, roda de Egion com giro eterno;
vinde a mim, vinde a mim; não é já cedo,
tartáreo horror do mais cruel suplício,
urnas de ímpias irmãs, cansado inferno.
Quantos sofrem tormento mais interno,
vejam que igual cá dentro me trabalha;
e se a suicida exéquias são devidas,
cantem-nas em voz baixa, e bem sentidas,
ao morto, a quem faltou até mortalha.
E o porteiro infernal dos três semblantes,
coos outros monstros mil extravagantes,
soltem-me o de profundis, pois entendo
ser esta a pompa única devida
do amante suicida ao caso horrendo.
Canção desesperada, não te queixes
quando a chorar na solidão me deixes;
se a glória dela no meu mal consiste,
e o perdimento meu lhe traz ventura,
já minha sepultura é menos triste.
Bien les pareció, a los que escuchado habían, la canción de Grisóstomo, puesto que el que la leyó dijo que no le parecía que conformaba con la relación que él había oído del recato y bondad de Marcela, porque en ella se quejaba Grisóstomo de celos, sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen crédito y buena fama de Marcela. A lo cual respondió Ambrosio, como aquel que sabía bien los más escondidos pensamientos de su amigo. Bem pareceu aos ouvintes a canção de Crisóstomo, ainda que o leitor disse que a achava dissonante do que tinha ouvido do recato e bondade de Marcela, porque nos versos o autor se queixava de zelos, suspeitas e de ausência, tudo em menoscabo do bom crédito e fama de Marcela. Ao que Ambrósio respondeu como quem era sabedor dos mais escondidos pensamentos do amigo:
-Para que, señor, os satisfagáis desa duda, es bien que sepáis que cuando este desdichado escribió esta canción estaba ausente de Marcela, de quien él se había ausentado por su voluntad, por ver si usaba con él la ausencia de sus ordinarios fueros. Y, como al enamorado ausente no hay cosa que no le fatigue ni temor que no le dé alcance, así le fatigaban a Grisóstomo los celos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas. Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela; la cual, fuera de ser cruel y un poco arrogante y un mucho desdeñosa, la mesma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna. -- Senhor, para satisfação dessa dúvida haveis de saber que, o tempo em que o infeliz isto escreveu, estava ausente de Marcela, de quem se tinha apartado por vontade, a ver se a ausência usaria com ele o que tem por costume; e porque ao namorado ausente não há coisa que o não dessossegue, nem temor que lhe não chegue, assim a Crisóstomo o ralavam os zelos imaginados, e as suspeitas, como se foram verdades. E com isto já fica ileso o crédito que a fama pregoa da bondade de Marcela, a quem nem a mesma inveja pode pôr pecha alguma, à exceção de ser cruel, um pouco arrogante, e muito desdenhosa.
-Así es la verdad -respondió Vivaldo. -- É verdade -- respondeu Vivaldo.
Y, queriendo leer otro papel de los que había reservado del fuego, lo estorbó una maravillosa visión -que tal parecía ella- que improvisamente se les ofreció a los ojos; y fue que, por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció la pastora Marcela , tan hermosa que pasaba a su fama su hermosura. Los que hasta entonces no la habían visto la miraban con admiración y silencio, y los que ya estaban acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que los que nunca la habían visto. Mas, apenas la hubo visto Ambrosio, cuando, con muestras de ánimo indignado, le dijo. E querendo ler outro papel dos que havia salvado do fogo, veio atalhá-lo uma visão maravilhosa (que tal se representava) a qual apareceu ali inopinadamente. Por cima da penha, a cujo sopé se cavava a sepultura, apareceu a pastora Marcela, tão formosa, que até a sua fama escurecia. Os que ainda a não tinham visto encaravam nela com admiração e silêncio; e os que já estavam acostumados a vê-la não ficavam menos atônitos que os outros. Ambrósio, tanto como a avistou, disse num ímpeto de indignação:
-¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero , el incendio de su abrasada Roma, o a pisar, arrogante, este desdichado cadáver, como la ingrata hija al de su padre Tarquino? Dinos presto a lo que vienes, o qué es aquello de que más gustas; que, por saber yo que los pensamientos de Grisóstomo jamás dejaron de obedecerte en vida, haré que, aun él muerto, te obedezcan los de todos aquellos que se llamaron sus amigos. -- Vens experimentar, fero basilisco destes montes, se com a tua presença verterão ainda sangue as feridas deste miserável, a quem a tua crueldade tirou a vida? ou vens vangloriar-te, contemplando as cruéis façanhas da tua índole? ou desejas observar dessa altura, como Nero o incêndio de Roma, os efeitos da tua barbaridade? ou pisar arrogante este desastrado cadáver, como a ingrata filha fez ao de Sérvio Túlio? Dize já a que vens, ou o que é que mais te agrada, que por eu saber que os pensamentos de Crisóstomo nunca em vida deixaram de te obedecer, farei que, ainda depois da sua morte, por ele te obdeçam os que se chamaram, e foram seus amigos.
-No vengo, ¡oh Ambrosio! , a ninguna cosa de las que has dicho -respondió Marcela-, sino a volver por mí misma, y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan; y así, ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos, que no será menester mucho tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos . -- Não venho, Ambrósio, a nada disso que dizes -- respondeu Marcela -- venho só a defender-me, e mostrar quão fora de razão andam todos os que me culpam do que penam, e da morte de Crisóstomo. Por isso, rogo a quantos aqui sois me atendais, que não será necessário muito tempo, nem muitas palavras, para persuadir de tão clara verdade os assisados.
»Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama. Y más, que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo, y, siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir ′′Quiérote por hermosa; hasme de amar aunque sea feo′′. Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas hermosuras enamoran; que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar; porque, siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos. Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo; que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y, así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda. Fez-me o céu formosa, segundo vós outros encareceis; e tanto, que não está em vossa mão o resistirdes-me; e, pelo amor que me mostrais, dizeis (e até supondes) que esteja eu obrigada a corresponder-vos. Com o natural entendimento que Deus me deu, conheço que toda a formosura é amável; mas não entendo que em razão de ser amada seja obrigada a amar, podendo até dar-se que seja feio o namorado da formosura. Ora sendo o feio aborrecível, fica muito impróprio o dizer-se: quero-te por formosa; e tu, ainda que eu o não seja, deves também amar-me. Mas, ainda supondo que as formosuras sejam de parte a parte iguais, nem por isso hão-de correr iguais os desejos, porque nem todas as formosuras cativam; algumas alegram a vista, sem renderem as vontades. Se todas as belezas enamorassem e rendessem, seria um andarem as vontades confusas e desencaminhadas, sem saberem em que haviam de parar; porque, sendo infinitos os objetos formosos, infinitos haviam de ser os desejos; e, segundo eu tenho ouvido dizer, o verdadeiro amor não se divide, e deve ser voluntário, e não forçado. Sendo isto assim, como julgo que é, por que exigis que renda a minha vontade por força, obrigada só por dizerdes que me quereis bem? Dizei-me: se, assim como o céu me fez formosa, me fizera feia, seria justo queixar-me eu de vós por me não amardes? E de mais, deveis considerar que eu não escolhi a formosura que tenho; que, tal qual é, o céu ma deu gratuitamente, sem eu a pedir nem a escolher; assim como a víbora não há-de ser culpada da peçonha que tem, posto matar com ela, em razão de lhe ter sido dada pela natureza, tão pouco mereço eu ser repreendida por ser formosa, que a formosura na mulher honesta é como o fogo apartado, ou como a espada aguda, que nem ele queima, nem ela corta a quem se lhes não aproxima. A honra e as virtudes são adornos da alma, sem os quais o corpo não deve parecer formoso, ainda que o seja. Pois se a honestidade é uma das virtudes que ao corpo e alma mais adornam e aformosentam, por que há-de perdê-la a que é amada por formosa, para corresponder à intenção de quem, só por seu gosto, com todas as suas forças e indústrias, aspira a que a perca?
»Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa . Quéjese el engañado , desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. Eu nasci livre; e para poder viver livre escolhi as soledades dos campos; as árvores desta montanha são a minha companhia; as claras águas destes arroios, meus espelhos; com as árvores e as águas comunico meus pensamentos e formosura. Sou fogo, mas apartado; espada, mas posta longe. Aos que tenho namorado com a vista, tenho-os com as palavras desenganado; e se os desejos se mantêm com as esperanças, não tendo eu dado nenhuma a Crisóstomo, bem se pode dizer que o matou a sua teima, e não a minha crueldade; e se se me objeta que eram honestos os seus pensamentos, e que por isso estava obrigada a corresponder-lhes, digo que, quando, neste mesmo lugar, onde agora se cava a sua sepultura, me descobriu a bondade dos seus intentos, eu lhe respondi e declarei que os meus eram viver em perpétua soledade, e que só a terra gozasse o fruto do meu recolhimento, e os despojos da minha formosura; e se ele, com todo este desengano, quis aporfiar contra a esperança, e navegar contra o vento, que muito que se afogasse no meio do golfão do seu desatino!? Se eu o entretivera, seria falsa; se o contentara, desmentiria a melhor intenção e propósito. Desenganado, teimou, desesperou sem ser aborrecido. Vede agora se é razão que da sua culpa se me lance a mim a pena. Queixe-se o enganado, desespere-se aquele a quem faltaram esperanças que tanto lhe prometiam. O que eu chamar, confie-se; o que eu admitir, ufane-se; porém não me chame cruel nem homicida aquele a quem eu não prometo, nem engano, nem chamo, nem admito.
»El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es escusado. Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho ; y entiéndase, de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición y no gusto de sujetarme ni quiero ni aborrezco a nadie. No engaño a éste ni solicito aquél, ni burlo con uno ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera. O céu por ora não tem querido que eu ame por destino; e o pensar que hei-de amar por eleição é escusado. Este desengano geral sirva a cada um dos que me solicitam para seu particular proveito; e fique-se entendendo daqui avante que, se algum morrer por mim, não morre de zeloso, nem desditado, porque quem a ninguém quer a ninguém deve dar ciúmes; desenganos não se devem tomar por desdéns. O que me chama fera e basilisco, deixe-me como coisa prejudicial e ruim; o que me chama ingrata, não me sirva; quem me julga desconhecida, que me não conheça; quem desumana, que me não siga. Esta fera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel, e esta desconhecida, nem os há-de buscar, nem servir, nem conhecer, nem seguir de modo algum. Se a Crisóstomo o matou a sua impaciência e arrojado desejo, por que se me há-de culpar o meu honesto proceder e recato? Se eu conservo a minha pureza na companhia das árvores, por que hão-de querer que eu a perca na companhia dos homens? Tenho riquezas próprias, como sabeis, e não cobiço as alheias; tenho livre condição, e não gosto de sujeitar-me; não quero nem tenho ódio a pessoa alguma; não engano a este, nem solicito a aquele; não me divirto com um, nem com outro me entretenho. A conversação honesta das zagalas destas aldeias, e o trato das minhas cabras, me entretêm; os meus desejos têm por limites estas montanhas; e, se para fora se estendem, é para contemplarem a formosura do céu. São estes os passos contados, por onde a alma caminha para a sua morada primeira.
Y, en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte que allí cerca estaba, dejando admirados, tanto de su discreción como de su hermosura, a todos los que allí estaban. Y algunos dieron muestras -de aquellos que de la poderosa flecha de los rayos de sus bellos ojos estaban heridos- de quererla seguir, sin aprovecharse del manifiesto desengaño que habían oído. Lo cual visto por don Quijote , pare ciéndole que allí venía bien usar de su caballería, socorriendo a las doncellas menesterosas, puesta la mano en el puño de su espada, en altas e inteligibles voces, dijo. E isto dito, sem querer ouvir resposta alguma, voltou as costas, e se meteu pelo mais cerrado de um monte que lhe ficava perto, deixando a todos admirados, tanto da sua discrição, como da sua lindeza. Alguns dos feridos com as setas dos seus belos olhos pareceram querer segui-la, sem os deter o formal desengano que tinham ouvido. Visto aquilo por D. Quixote, entendendo que para ali acertava bem a sua cavalaria, socorrendo as donzelas necessitadas; posta a mão no punho da espada, em voz alta e inteligível disse:
-Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía. Ella ha mostrado con claras y suficientes razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes, a cuya causa es justo que, en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive . -- Nenhuma pessoa, de qualquer estado e condição que seja, se atreva a seguir a gentil Marcela, sob pena de cair na fúria da minha indignação. Já ela mostrou, com razões claras, a pouca ou nenhuma culpa que teve na morte de Crisóstomo, e quão alheia vive de condescender com os desejos de nenhum dos seus arrojados: e por isso é justo que, em vez de ser seguida e perseguida, seja honrada e estimada de todos os bons do mundo, pois mostra que em todo ele é só ela quem vive com tenção tão honesta.
O ya que fuese por las amenazas de don Quijote, o porque Ambrosio les dijo que concluyesen con lo que a su buen amigo debían, ninguno de los pastores se movió ni apartó de allí hasta que, acabada la sepultura y abrasados los papeles de Grisóstomo, pusieron su cuerpo en ella, no sin muchas lágrimas de los circunstantes. Cerraron la sepultura con una gruesa peña, en tanto que se acababa una losa que, según Ambrosio dijo, pensaba mandar hacer, con un epitafio que había de decir desta manera. Ou fosse pelas ameaças de D. Quixote, ou porque Ambrósio lhes disse que concluíssem o que deviam ao seu amigo, nenhum dos pastores se apartou nem moveu dali, até que ultimado o sepulcro, e queimados os papéis de Crisóstomo, puseram o corpo na terra, não sem muitas lágrimas dos circunstantes. Taparam a sepultura com uma tosca lousa, à espera de que se terminasse uma campa, que Ambrósio disse tencionava mandar fazer com um epitáfio que havia de dizer assim:
Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado,
que fue pastor de ganado,
perdido por desamor.
Murió a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata,
con quien su imperio dilata
la tiranía de su amor.
Aqui jaz de um amador
o pobre corpo gelado;
foi ele um pastor de gado,
perdido por desamor.
Morreu às mãos do rigor
de uma esquiva e linda ingrata,
com quem seu reino dilata
o tirano deus Amor.
Luego esparcieron por cima de la sepultura muchas flores y ramos, y, dando todos el pésame a su amigo Ambrosio, se despidieron dél. Lo mesmo hicieron Vivaldo y su compañero, y don Quijote se despidió de sus huéspedes y de los caminantes, los cuales le rogaron se viniese con ellos a Sevilla, por ser lugar tan acomodado a hallar aventuras , que en cada calle y tras cada esquina se ofrecen más que en otro alguno. Don Quijote les agradeció el aviso y el ánimo que mostraban de hacerle merced, y dijo que por entonces no quería ni debía ir a Sevilla, hasta que hubiese despojado todas aquellas sierras de ladrones malandrines, de quien era fama que todas estaban llenas. Viendo su buena determinación, no quisieron los caminantes importunarle más, sino, tornándose a despedir de nuevo, le dejaron y prosiguieron su camino, en el cual no les faltó de qué tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo como de las locuras de don Quijote. El cual determinó de ir a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que él podía en su servicio. Mas no le avino como él pensaba, según se cuenta en el discurso desta verdadera historia, dando aquí fin la segunda parte . Espargiram logo por cima da sepultura muitas flores e ramos e dando todos os pêsames ao amigo, se despediram dele. O mesmo fizeram Vivaldo e o seu companheiro, e D. Quixote despediu-se dos seus hospedeiros e dos caminhantes, os quais lhe rogaram fosse com eles a Sevilha, por ser lugar tão asado para aventuras, que em cada rua e a cada esquina se oferecem mais que em outra alguma parte. Agradeceu-lhes o cavaleiro a recomendação, e o ânimo que naquilo mostravam de lhe dar gosto; e disse que por então não queria nem devia ir a Sevilha, enquanto não tivesse limpado aquelas serras de roubadores malandrins, de que era fama andarem todas inçadas. Vendo-lhe a boa determinação, não quiseram os caminhantes importuná-lo mais; antes, despedindo-se de novo, o deixaram, e prosseguiram seu caminho, em que lhes não faltou assunto para conversação, tanto na história de Marcela e Crisóstomo, como nos tresvarios de D. Quixote. O cavaleiro determinou ir ter com a pastora Marcela, e oferecer-lhe tudo quanto podia para a servir; mas não lhe aconteceu como fantasiava, segundo se contará no decurso desta verídica história.






I. Capítulo XV. Donde se cuenta la desgraciada aventura que se tops Don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses


Capíulo XV — Em que se conta a desgraçada aventura, que a D. Quixote ocorreu com uns desalmados iangueses.


Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que, así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela; y, habiendo andado más de dos horas por él, buscándola por todas partes sin poder hallarla, vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco; tanto, que convidó y forzó a pasar allí las horas de la siesta , que rigurosamente comenzaba ya a entrar. CONTA o sábio Cid Hamete Benengeli que assim que D. Quixote se despediu dos seus hospedeiros, e de todos os que se acharam ao enterro do pastor Crisóstomo, ele e o seu escudeiro se entranharam no mesmo bosque onde tinham visto desaparecer a pastora Marcela; e, havendo andado por ele passante de duas horas a procurá-la por todos os sítios, sem poderem dar com ela, chegaram a um prado cheio de viçosa erva, por onde corria um arroio fresco e deleitoso; tanto, que incitou e obrigou a passarem ali a hora da sesta, que já principiava de apertar.
Apeáronse don Quijote y Sancho , y, dejando al jumento y a Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco a las alforjas, y, sin cerimonia alguna, en buena paz y compañía, amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron. Apearam-se; e, deixando o jumento e Rocinante à vontade pastar da muita verdura que por ali crescia, foram-se aos alforjes, e, sem cerimônia alguma, em boa paz e sociedade, amo e servo comeram do que neles acharam.
No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte, y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros gallegos, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua; y aquel donde acertó a hallarse don Quijote era muy a propósito de los gallegos . Sucedió, pues, que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas; y saliendo, así como las olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas. Mas ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes, de tal manera que, a poco espacio, se le rompieron las cinchas y quedó, sin silla, en pelota. Pero lo que él debió más de sentir fue que, viendo los arrieros la fuerza que a sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y tantos palos le dieron que le derribaron malparado en el suelo. Não tratara Sancho de pear o Rocinante, em razão de o conhecer por tão manso e pouco rinchão, que todas as éguas da devesa de Córdova o não fariam desmandar-se. Ordenou pois a sorte, e o diabo (que nem sempre dorme), que andasse então por aquele vale pascendo uma manada de poldras galisianas de uns arrieiros iangueses, os quais têm por costume tomarem com suas récovas a sombra no verão em sítios mimosos de erva e água; e aquele onde acertou de estar D. Quixote era um desses. Sucedeu que ao Rocinante apeteceu refocilar-se com as senhoras facas; e, saindo, apenas as farejou, do seu natural passo e costume, sem pedir licença ao dono, deu o seu trotezinho algum tanto picadete, e foi declarar a elas a sua necessidade. Elas, porém, que pelas mostras deviam ter mais vontade de pastar que de outra coisa, receberam-no com as ferraduras e à dentada, de modo que em breves audiências lhe rebentaram as silhas, e o deixaram sem sela e em pêlo. O que porém mais o deveu magoar foi que, vendo os arrieiros que se lhes iam forçar as éguas, acudiram com arrochos; e tanta lambada lhe deram que o estenderam no chão numa lástima.
Ya en esto don Quijote y Sancho, que la paliza de Rocinante habían visto, llegaban ijadeando; y dijo don Quijote a Sancho. Já neste comenos D. Quixote e Saricho, que tinham visto a tunda de Rocinante, chegavam esbaforidos; e disse D. Quixote para Sancho:
-A lo que yo veo, amigo Sancho, éstos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea. Dígolo porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante. -- Pelo que vejo, amigo Sancho, estes não são cavaleiros; são gente soez e de baixa ralé. Digo-te, porque desta feita podes ajudar-me a tomar devida vingança do agravo, que diante dos nossos olhos se há feito a Rocinante.
-¿Qué diablos de venganza hemos de tomar -respondió Sancho-, si éstos son más de veinte y nosotros no más de dos, y aun, quizá, nosotros sino uno y medio?> -- Que diabo de vingança havemos de tomar -- respondeu Sancho -- se eles são mais de vinte, e nós só dois, e bem pode ser que só um e meio?
-Yo valgo por ciento -replicó don Quijote. -- Eu valho por cem -- respondeu D. Quixote.
Y, sin hacer más discursos, echó mano a su espada y arremetió a los gallegos, y lo mesmo hizo Sancho Panza, incitado y movido del ejemplo de su amo. Y, a las primeras, dio don Quijote una cuchillada a uno, que le abrió un sayo de cuero de que venía vestido, con gran parte de la espalda. E, metendo logo mão à espada, arremeteu aos iangueses, e o mesmo fez Sancho Pança, influído do exemplo do amo. Logo no primeiro rompante deu D. Quixote uma cutilada num, que lhe abriu um saio de couro que trazia vestido, e boa parte do ombro.
Los gallegos, que se vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia. Verdad es que al segundo toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mesmo le avino a don Quijote, sin que le valiese su destreza y buen ánimo; y quiso su ventura que viniese a caer a los pies de Rocinante, que aún no se había levantado; donde se echa de ver la furia con que machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas. Os iangueses, que se viram investidos de dois homens sós, sendo eles tantos, tornaram-se aos bordões e, metendo aos dois no meio, começaram a malhar neles com grande afinco e veemência. A verdade é que, logo à segunda lambada, deram com Sancho em baixo, e o mesmo aconteceu a D. Quixote, sem lhe valer sua destreza e bom ânimo; e quis a sua sorte que viesse a cair aos pés de Rocinante, que ainda se não tinha erguido; por onde se vê a fúria, com que maçam bordões postos em mãos rústicas e enraivecidas.
Viendo, pues, los gallegos el mal recado que habían hecho, con la mayor presteza que pudieron, cargaron su recua y siguieron su camino, dejando a los dos aventureros de mala traza y de peor talante. Vendo pois os iangueses a má obra que tinham feito, tornaram a carregar a récova, e seguiram jornada, deixando aos dois aventureiros em pouco bom estado, e de estômago ainda pior.
El primero que se resintió fue Sancho Panza; y, hallándose junto a su señor, con voz enferma y lastimada, dijo. O primeiro que deu sinal de si foi Sancho Pança, que, vendo perto o amo, lhe disse com tom de enfermo e lastimado:
-¡Señor don Quijote! ¡Ah, señor don Quijote. -- Senhor D. Quixote! ah senhor D. Quixote!...
-¿Qué quieres, Sancho hermano? -respondió don Quijote con el mesmo tono afeminado y doliente que Sancho. -- Que tens, Sancho mano? -- respondeu D. Quixote com o mesmo tom afeminado e dorido de Sancho.
-Querría, si fuese posible -respondió Sancho Panza-, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas , si es que la tiene vuestra merced ahí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas. -- Queria, se pudesse ser -- respondeu este -- que Vossa Mercê me desse dois golos daquela bebida do feio Brás, se a tem aí à mão; talvez seja tão boa para os ossos quebrados como para as feridas.
-Pues, a tenerla yo aquí, desgraciado yo , ¿qué nos faltaba? -respondió don Quijote-. Mas yo te juro, Sancho Panza, a fe de caballero andante, que antes que pasen dos días, si la fortuna no ordena otra cosa, la tengo de tener en mi poder, o mal me han de andar las manos. -- Pois se eu aqui a tivesse, pobre de mim! que mais nos era preciso? -- respondeu D. Quixote -- Mas eu te juro, Sancho, palavra de cavaleiro andante, que, antes de passarem dois dias, se a fortuna não ordenar o contrário, ou a hei-de ter em meu poder, ou ruins mãos serão as minhas.
-Pues, ¿en cuántos le parece a vuestra merced que podremos mover los pies? -replicó Sancho Panza. -- E em quantos dias lhe parece a Vossa Mercê que poderemos mover os pés? -- replicou Sancho Pança.
-De mí sé decir -dijo el molido caballero don Quijote- que no sabré poner término a esos días. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no había de poner mano a la espada contra hombres que no fuesen armados caballeros como yo; y así, creo que, en pena de haber pasado las leyes de la caballería , ha permitido el dios de las batallas que se me diese este castigo. Por lo cual, Sancho Panza, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré, porque importa mucho a la salud de entrambos; y es que, cuando veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no aguardes a que yo ponga mano al espada para ellos, porque no lo haré en ninguna manera , sino pon tú mano a tu espada y castígalos muy a tu sabor; que si en su ayuda y defensa acudieren caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi poder; que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta adónde se estiende el valor de este mi fuerte brazo. -- De mim sei eu dizer -- respondeu o moído cavaleiro D. Quixote -- que não saberei acertar agora esse cômputo de dias. Mas a culpa de tudo isto tenho-a eu, que meti mão à espada contra homens que não eram armados cavaleiros como eu; pelo que entendo que, em pena de ter infringido as leis da cavalaria, é que o deus das batalhas permitiu que se me desse este castigo. Por isso, irmão Sancho, deves ter sempre bem presente o que te vou dizer, por interessar muito à saúde de ambos nós: em vendo que semelhante canalha nos faz algum agravo, não esperes até eu pôr mão à espada contra eles, porque o não farei de sorte alguma; mas desembainha tu logo a tua e regala-te de os castigar. Se em sua ajuda e defensa acudirem cavaleiros, então eu te saberei defender e ofendê-los com todo o meu poder, que já tens visto por mil sinais e experiências até onde chega o valor deste meu forte braço.
Tal quedó de arrogante el pobre señor con el vencimiento del valiente vizcaíno. Mas no le pareció tan bien a Sancho Panza el aviso de su amo que dejase de responder, diciendo. Tal ficara de arrogante o pobre fidalgo depois da vitória do valente biscainho! Mas a Sancho é que não pareceu tão bem o conselho do amo, que deixasse de lhe replicar, dizendo:
-Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado, y sé disimilar cualquiera injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar. Así que, séale a vuestra merced también aviso, pues no puede ser mandato, que en ninguna manera pondré mano a la espada, ni contra villano ni contra caballero; y que, desde aquí para delante de Dios, perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer ora me los haya hecho , o haga o haya de hacer, persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o pechero, sin eceptar estado ni condición alguna. -- Senhor, eu sou homem pacífico, manso e sossegado, e sei disfarçar qualquer injúria, porque tenho mulher e filhos que manter e criar; e portanto fique a Vossa Mercê também de advertência, pois mando não pode ser, que de modo nenhum meterei mão à espada, nem contra vilão nem contra cavaleiro; e que daqui em diante Deus perdoe quantos agravos se me têm feito e se me hão-de fazer, embora mos tenha feito, faça ou haja de fazer pessoa alta ou baixa, rico ou pobre, fidalgo ou mecânico, sem excetuar nenhum estado nem condição.
Lo cual oído por su amo, le respondió. Ouvindo o amo aquilo, respondeu: --
-Quisiera tener aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplacara tanto cuanto, para darte a entender, Panza, en el error en que estás . Ven acá, pecador ; si el viento de la fortuna, hasta ahora tan contrario, en nuestro favor se vuelve, llevándonos las velas del deseo para que seguramente y sin contraste alguno tomemos puerto en alguna de las ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti si, ganándola yo, te hiciese señor della? Pues ¿lo vendrás a imposibilitar por no ser caballero, ni quererlo ser, ni tener valor ni intención de vengar tus injurias y defender tu señorío? Porque has de saber que en los reinos y provincias nuevamente conquistados nunca están tan quietos los ánimos de sus naturales, ni tan de parte del nuevo señor que no se tengan temor de que han de hacer alguna novedad para alterar de nuevo las cosas , y volver, como dicen, a probar ventura; y así, es menester que el nuevo posesor tenga entendimiento para saberse gobernar, y valor para ofender y defenderse en cualquiera acontecimiento. Quisera ter forças para poder falar com algum descanso, e que a dor que tenho nestas costelas se me aplacasse, para te eu dar a entender, Pança, o erro em que estás. Vem cá, pecador; se o vento da fortuna, tão contrário até aqui, vira de rumo para nos favorecer, enchendo-nos as velas do desejo, para que seguramente, e sem contraste algum, aportemos em algumas das ilhas que já te prometi, que seria de ti se, ganhando-a, eu te fizesse senhor dela? pois hás-de tu mesmo impossibilitar-me de o realizar, por não seres armado cavaleiro nem quereres sê-lo, nem teres valor nem tenção de vingar as tuas injúrias, e defender os teus domínios?! porque hás-de saber que nos reinos e províncias recém-conquistadas nunca os ânimos dos seus naturais estão sossegados, nem tão favoráveis ao novo senhor, que se não tema alguma novidade para se alterarem de novo as coisas, e se tornar, como dizem, a tentar de novo fortuna; e portanto é necessário que o novo possessor tenha entendimento para se saber governar, e valor para ofender e defender-se em qualquer contingência.
-En este que ahora nos ha acontecido -respondió Sancho-, quisiera yo tener ese entendimiento y ese valor que vuestra merced dice; mas yo le juro, a fe de pobre hombre, que más estoy para bizmas que para pláticas. Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento. Jamás tal creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo . En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida. ¿Quién dijera que tras de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra merced dio a aquel desdichado caballero andante, había de venir, por la posta y en seguimiento suyo, esta tan grande tempestad de palos que ha descargado sobre nuestras espaldas. -- Nisto que nos agora aconteceu -- tornou Sancho -- quisera eu ter tido esse entendimento e esse valor que Vossa Mercê diz; mas eu lhe juro, à fé de pobre homem, que mais estou eu para emplastros, que para arrazoados. Olhe Vossa Mercê se se pode levantar, e ajudaremos ao Rocinante a pôr-se em pé (ainda que bem pouco o merece por ter sido o causador desse barulho). Nunca tal esperei de Rocinante; tinha-o por pessoa casta, e tão pacífica de si como eu próprio. Enfim, bem dizem lá que é preciso muito tempo para se acabar de conhecer os indivíduos, e que não há coisa segura nesta vida. Quem havia de dizer que atrás daquelas tão grandes cutiladas, como as que Vossa Mercê deu naquele desgraçado cavaleiro andante, nos havia de vir pela porta, e no alcance, este temporal tamanho de pauladas que nos desabou nos espinhaços?
-Aun las tuyas, Sancho -replicó don Quijote-, deben de estar hechas a semejantes nublados; pero las mías, criadas entre sinabafas y holandas , claro está que sentirán más el dolor desta desgracia. Y si no fuese porque imagino..., ¿qué digo imagino?, sé muy cierto, que todas estas incomodidades son muy anejas al ejercicio de las armas, aquí me dejaría morir de puro enojo. -- Ainda o teu, Sancho -- replicou D. Quixote -- deve estar acostumado a borrascas destas; porém o meu, criado entre esguiões e holandas finas, claro está que há-de sentir mais a dor desta desgraça; e se não fosse por imaginar (que digo? imaginar!) por saber, que todos estes descômodos andam muito anexos ao exercício das armas, aqui me deixara morrer de pura vergonha.
A esto replicó el escudero. Respondeu o escudeiro:
-Señor, ya que estas desgracias son de la cosecha de la caballería, dígame vuestra merced si suceden muy a menudo, o si tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a mí que a dos cosechas quedaremos inútiles para la tercera, si Dios, por su infinita misericordia, no nos socorre. -- Senhor meu, já que estas desgraças são fruto da cavalaria, diga-me Vossa Mercê se costuma haver muitas sáfaras delas, ou se têm suas estações fora das quais se não apanham; porque a mim me parece que, depois de duas colheitas assim, já nos podemos dar por dispensados para terceira, se Deus com sua infinita misericórdia nos não socorre.
-Sábete, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que la vida de los caballeros andantes está sujeta a mil peligros y desventuras; y, ni más ni menos, está en potencia propincua de ser los caballeros andantes reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en muchos y diversos caballeros, de cuyas historias yo tengo entera noticia. Y pudiérate contar agora, si el dolor me diera lugar, de algunos que, sólo por el valor de su brazo, han subido a los altos grados que he contado; y estos mesmos se vieron antes y después en diversas calamidades y miserias. Porque el valeroso Amadís de Gaula se vio en poder de su mortal enemigo Arcaláus el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio, teniéndole preso, más de docientos azotes con las riendas de su caballo, atado a una coluna de un patio. Y aun hay un autor secreto, y de no poco crédito, que dice que, habiendo cogido al Caballero del Febo con una cierta trampa que se le hundió debajo de los pies , en un cierto castillo, y al caer, se halló en una honda sima debajo de tierra, atado de pies y manos, y allí le echaron una destas que llaman melecinas, de agua de nieve y arena, de lo que llegó muy al cabo; y si no fuera socorrido en aquella gran cuita de un sabio grande amigo suyo, lo pasara muy mal el pobre caballero . Ansí que, bien puedo yo pasar entre tanta buena gente; que mayores afrentas son las que éstos pasaron, que no las que ahora nosotros pasamos. Porque quiero hacerte sabidor , Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos; y esto está en la ley del duelo, escrito por palabras expresas que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella. Digo esto porque no pienses que, puesto que que damos desta pendencia molidos, quedamos afrentados; porque las armas que aquellos hombres traían, con que nos machacaron, no eran otras que sus estacas, y ninguno dellos, a lo que se me acuerda, tenía estoque, espada ni puñal. -- Sabe, amigo Sancho -- respondeu D. Quixote -- que a vida dos cavaleiros andantes está sujeita a mil perigos e desventuras, assim como, nem mais nem menos, estão eles também sempre em contingências muito próximas de subirem a Reis e Imperadores, como a experiência o tem mostrado em diversos e muitos cavaleiros, de cujas histórias eu tenho inteira notícia. Pudera contar-te agora, se a dor me desse vaga, de alguns que, só pelo valor do seu braço, têm subido aos altos estados que te disse; e esses mesmos se viram, antes e depois, em diversas calamidades e misérias; porque o valoroso Amadis de Gaula caiu em poder do seu mortal inimigo Arcalau o encantador, a respeito do qual se tem por averiguado que, tendo-o preso e atado numa coluna de um pátio, lhe deu para cima de duzentos açoites com as rédeas do seu cavalo; e até há um autor secreto de não pequeno crédito, que diz que, tendo o cavaleiro del Febo topado em certo alçapão que se lhe abriu debaixo dos pés em certo castelo, ao cair se achou numa profunda cova subterrânea atado de pés e mãos; e ali lhe deram um destes clisteres que chamam de água de neve e areia, que o deixou nas últimas; e se não fora socorrido naquela grande tribulação por um grande sábio seu amigo, muito mal iria ao pobre cavaleiro. Portanto, Sancho, por onde tanta gente boa tem passado, bem posso passar eu também. Maiores foram os impropérios por eles curtidos, que estes nossos agora. Hás-de saber, Sancho, que as feridas que afrontam não são as que se fazem com os instrumentos que se acham à mão; o que se contém na lei dos duelos escrito por estes próprios termos: que se o sapateiro dá noutrem com a forma que na mão tem, posto que ela seja realmente de pau, nem por isso se dirá que levou paulada aquele em quem deu. Digo isto para que não cuides que, se bem saímos desta pendência moídos, ficamos por isso afrontados; porque as armas que traziam aqueles homens, e com que nos machucaram, não eram outras senão os seus bordões; e nenhum deles (se bem me lembra) continha estoque, espada, nem punhal.
-No me dieron a mí lugar -respondió Sancho- a que mirase en tanto; porque, apenas puse mano a mi tizona , cuando me santiguaron los hombros con sus pinos, de manera que me quitaron la vista de los ojos y la fuerza de los pies, dando conmigo adonde ahora yago, y adonde no me da pena alguna el pensar si fue afrenta o no lo de los estacazos, como me la da el dolor de los golpes, que me han de quedar tan impresos en la memoria como en las espaldas. -- A mim não me deram vagar -- respondeu Sancho -- para reparar nisso, porque apenas meti mão à minha tisona, quando logo me benzeram os lombos com os paus, por modo que se me foi o lume dos olhos e a força dos pés, pregando comigo onde agora jazo; e pouco me importa saber se foram afronta, ou não, as bordoadas; o que me importa são as dores delas, que hão-de ficar tão impressas na memória, como no espinhaço.
-Con todo eso, te hago saber, hermano Panza -replicó don Quijote-, que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma. -- Com tudo isso, sabe, irmão Pança -- replicou D. Quixote -- que não há lembrança que se não gaste com o tempo, nem dor que por morte não desapareça.
-Pues, ¿qué mayor desdicha puede ser -replicó Panza- de aquella que aguarda al tiempo que la consuma y a la muerte que la acabe? Si esta nuestra desgracia fuera de aquellas que con un par de bizmas se curan, aun no tan malo; pero voy viendo que no han de bastar todos los emplastos de un hospital para ponerlas en buen término siquiera. -- E pois, que desgraça pode haver maior -- replicou Sancho -- que a que só o tempo cura, e só a morte acaba? Se este nosso contratempo fora daqueles que se curam com um par de emplastros, ainda não fora tão mau, mas já vou vendo que nem todos os emplastros de um hospital hão-de bastar para nos pôr sequer a bom caminho.
-Déjate deso y saca fuerzas de flaqueza, Sancho -respondió don Quijote-, que así haré yo, y veamos cómo está Rocinante; que, a lo que me parece, no le ha cabido al pobre la menor parte desta desgracia. -- Deixa-te disso, e faze das fraquezas forças, Sancho -- respondeu D. Quixote -- que assim farei eu também; e vejamos como está o Rocinante que, ao que me parece, o coitado não apanhou menor quinhão que nós outros.
-No hay de qué maravillarse deso -respondió Sancho-, siendo él tan buen caballero andante; de lo que yo me maravillo es de que mi jumento haya quedado libre y sin costas donde nosotros salimos sin costillas. -- Não admira -- respondeu Sancho -- por isso é também andante; o que a mim me espanta é que o meu jumento escapasse com as costas inteiras, donde nós outros trouxemos quebradas as costelas.
-Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas -dijo don Quijote-. Dígolo porque esa bestezuela podrá suplir ahora la falta de Rocinante, llevándome a mí desde aquí a algún castillo donde sea curado de mis feridas . Y más, que no tendré a deshonra la tal caballería, porque me acuerdo haber leído que aquel buen viejo Sileno , ayo y pedagogo del alegre dios de la risa, cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba, muy a su placer, caballero sobre un muy hermoso asno. -- Nas desgraças -- respondeu D. Quixote -- sempre a ventura deixa uma porta aberta para remédio; e digo assim, porque esta bestiaga nos poderá agora suprir a falta de Rocinante, levando-me daqui para algum castelo, onde seja curado das feridas; e nem por isso haverei por desonra tal cavalgadura, porque me lembro de ter lido que aquele bom velho de Sileno, aio e pedagogo do alegre deus da folgança, quando entrou na cidade das cem portas ia muito a seu gosto escarranchado num formosíssimo asno.
-Verdad será que él debía de ir caballero, como vuestra merced dice -respondió Sancho-, pero hay grande diferencia del ir caballero al ir atravesado como costal de basura. -- Iria escarranchado como Vossa Mercê diz -- respondeu Sancho -- porém é muito diferente ir escarranchado, de ir atravessado como uma sacada de trapos velhos.
A lo cual respondió don Quijote Ao que D. Quixote respondeu:
-Las feridas que se reciben en las batallas, antes dan honra que la quitan . Así que, Panza amigo, no me repliques más, sino, como ya te he dicho, levántate lo mejor que pudieres y ponme de la manera que más te agradare encima de tu jumento, y vamos de aquí antes que la noche venga y nos saltee en este despoblado. -- As feridas que nas batalhas se recebem antes dão honra do que a tiram; e assim, Pança amigo, não me repliques mais; e, segundo já te disse, levanta-te como puderes, e põe-me do modo que melhor te parecer em cima do teu jumento. Vamo-nos daqui antes que a noite chegue e nos apanhe neste despovoado.
-Pues yo he oído decir a vuestra merced -dijo Panza- que es muy de caballeros andantes el dormir en los páramos y desiertos lo más del año, y que lo tienen a mucha ventura. -- Pois eu não ouvi dizer a Vossa Mercê -- disse Pança -- que era muito próprio de cavaleiros andantes o dormirem nos andurriais e desertos o mais do ano, e que eles o reputavam por grande ventura?
-Eso es -dijo don Quijote- cuando no pueden más, o cuando están enamorados; y es tan verdad esto, que ha habido caballero que se ha estado sobre una peña, al sol y a la sombra, y a las inclemencias del cielo, dos años, sin que lo supiese su señora. Y uno déstos fue Amadís, cuando, llamándose Beltenebros, se alojó en la Peña Pobre, ni sé si ocho años o ocho meses , que no estoy muy bien en la cuenta basta que él estuvo allí haciendo penitencia, por no sé qué sinsabor que le hizo la señora Oriana. Pero dejemos ya esto, Sancho, y acaba, antes que suceda otra desgracia al jumento, como a Rocinante. -- Isso é -- disse D. Quixote -- quando de outro modo se não pode, ou quando estão enamorados; e é tão verdade isto, que tem havido cavaleiro que esteve sobre uma penha ao sol, à sombra, e às inclemências do tempo, dois anos, sem que o soubesse sua senhora; e um deles foi Amadis, quando, chamando-se Beltenebrós, se alojou na Penha-pobre não sei se oito anos, ou oito meses (da conta é que não estou bem certo); basta que esteve ali fazendo penitência por não sei que desgosto que lhe deu a senhora Oriana. Mas deixemos já isto, Sancho, e conclui antes que suceda ao jumento alguma outra desgraça como a de Rocinante.
-Aun ahí sería el diablo -dijo Sancho. -- Essa fora do diabo -- disse Sancho.
Y, despidiendo treinta ayes, y sesenta sospiros, y ciento y veinte pésetes y reniegos de quien allí le había traído, se levantó, quedándose agobiado en la mitad del camino, como arco turquesco, sin poder acabar de enderezarse; y con todo este trabajo aparejó su asno, que también había andado algo destraído con la demasiada libertad de aquel día. Levantó luego a Rocinante, el cual, si tuviera lengua con que quejarse, a buen seguro que Sancho ni su amo no le fueran en zaga. E, despedindo trinta ais, sessenta suspiros, e cento e vinte más horas e tarrenegos contra quem ali o trouxera, lá se foi levantando derreado e curvo como arco turquesco, sem poder acabar de endireitar-se; e com todo este trabalho aparelhou o seu asno, que também tinha andado seu tanto distraído com a demasiada liberdade daquele dia. Depois levantou a Rocinante, o qual, se tivera língua com que se queixar, à fé que nem Sancho nem seu amo seriam capazes de lhe tapar a boca.
En resolución, Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rocinante; y, llevando al asno de cabestro, se encaminó, poco más a menos, hacia donde le pareció que podía estar el camino real. Y la suerte, que sus cosas de bien en mejor iba guiando , aún no hubo andado una pequeña legua, cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta que, a pesar suyo y gusto de don Quijote, había de ser castillo. Porfiaba Sancho que era venta, y su amo que no, sino castillo; y tanto duró la porfía, que tuvieron lugar, sin acabarla, de llegar a ella , en la cual Sancho se entró, sin más averiguación, con toda su recua. Em conclusão: Sancho acomodou ao fidalgo sobre o asno, e, prendendo-lhe o Rocinante pela arreata, e levando o asno pelo cabresto, se dirigiu por onde pouco mais ou menos lhe pareceu que devia ir a estrada real. A sorte, que as suas coisas ia encaminhando de bem a melhor, ainda não tinham andado uma pequena légua, quando lhes deparou o caminho; nele descobriram uma venda, que, a pesar seu, e a contento de D. Quixote, devia ser um castelo. Sancho porfiava que era venda, e seu amo que não, porém castelo; e tanto durou a teima, que antes de se acabar, lhes deu tempo de chegarem lá. Entrou Sancho, sem mais averiguação, corn toda a sua récua.






I. Capítulo XVI. De lo que le sucedis al ingenioso hidalgo en la venta que il imaginaba ser castillo


Capíulo XVI -- Do que sucedeu ao engenhoso fidalgo na venda que ele imaginava ser castelo.


El ventero, que vio a don Quijote atravesado en el asno, preguntó a Sancho qué mal traía. Sancho le respondió que no era nada, sino que había dado una caída de una peña abajo, y que venía algo brumadas las costillas. Tenía el ventero por mujer a una, no de la condición que suelen tener las de semejante trato, porque naturalmente era caritativa y se dolía de las calamidades de sus prójimos; y así, acudió luego a curar a don Quijote y hizo que una hija suya, doncella, muchacha y de muy buen parecer, la ayudase a curar a su huésped. Servía en la venta, asimesmo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera. Esta gentil moza, pues, ayudó a la doncella, y las dos hicieron una muy mala cama a don Quijote en un camaranchón que, en otros tiempos, daba manifiestos indicios que había servido de pajar muchos años . En la cual también alojaba un arriero, que tenía su cama hecha un poco más allá de la de nuestro don Quijote. Y, aunque era de las enjalmas y mantas de sus machos, hacía mucha ventaja a la de don Quijote, que sólo contenía cuatro mal lisas tablas, sobre dos no muy iguales bancos, y un colchón que en lo sutil parecía colcha, lleno de bodoques, que, a no mostrar que eran de lana por algunas roturas, al tiento, en la dureza, semejaban de guijarro, y dos sábanas hechas de cuero de adarga , y una frazada, cuyos hilos, si se quisieran contar, no se perdiera uno solo de la cuenta. O vendeiro, que viu D. Quixote atravessado no asno, perguntou a Sancho que mal trazia. Respondeu-lhe este que nada era, que tinha dado uma queda dum penedo abaixo, e que trazia algum tanto amolgadas as costelas. Tinha o vendeiro por mulher uma, não da condição costumada nas de semelhante trato, porque naturalmente era caritativa, e se condoía das calamidades do próximo. Acudiu esta logo a curar a D. Quixote, e fez com que uma sua filha donzela, rapariga, e de bem bom parecer, a ajudasse a tratar do hóspede. Servia também na venda uma moça asturiana, larga de cara, cabeça chata por detrás, nariz rombo, torta de um olho, e do outro pouco sã. Verdade é que a galhardia do corpo lhe descontava as outras faltas; não tinha sete palmos dos pés à cabeça; e os ombros, que algum tanto lhe cargavam, a faziam olhar para o chão mais do que ela quisera. Esta gentil moça pois ajudou a donzela, e entre ambas engenharam uma cama suficientemente má para D. Quixote, num sótão, que dava visíveis mostras de ter noutro tempo servido de palheiro muitos anos, no qual se alojava também um arrieiro, que tinha a sua cama feita um pouco adiante da do nosso D. Quixote, e ainda que era das enxergas e mantas dos machos, levava ainda assim muita vantagem à do cavaleiro, que só se compunha de quatro tábuas mal acepilhadas, sobre dois bancos desiguais, e dum colchão que em delgado mais parecia colcha, recheado de godelhões, que, se não mostrassem por alguns buracos serem de lã, ao toque e pela dureza pareciam calhaus, dois lençóis como de couro de adarga, e um cobertor cujos fios se podiam contar sem escapar um único.
En esta maldita cama se acostó don Quijote, y luego la ventera y su hija le em plastaron de arriba abajo, alumbrándoles Maritornes , que así se llamaba la asturiana; y, como al bizmalle viese la ventera tan acardenalado a partes a don Quijote, dijo que aquello más parecían golpes que caída. Nesta amaldiçoada cama se deitou D. Quixote, e logo a vendeira e sua filha o emplastraram de alto a baixo, alumiando-lhes Maritornes (que assim se chamava a asturiana); e vendo a vendeira o corpo de D. Quixote tão pisado em muitas partes, disse que mais pareciam aquilo pancadas, que só queda.
-No fueron golpes -dijo Sancho-, sino que la peña tenía muchos picos y tropezones. -- Não foram pancadas -- acudiu Sancho -- é que o penedo tinha muitos bicos, e cada um deles lhe fez sua pisadura.
Y que cada uno había hecho su cardenal. Y también le dijo. E ajuntou logo:
-Haga vuestra merced, señora, de manera que queden algunas estopas, que no faltará quien las haya menester; que también me duelen a mí un poco los lomos. -- Olhe, senhora, se faz isso de modo que sobejam algumas estopas, que não faltará quem delas precise, que também a mim me doem um pouco os lombos.
-Desa manera -respondió la ventera-, también debistes vos de caer. -- Pelo que vejo -- disse a vendeira -- também vós caístes?
-No caí -dijo Sancho Panza-, sino que del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo que me parece que me han dado mil palos. -- Não caí -- respondeu Sancho -- mas do susto que tive de ver cair a meu amo de tal modo me dói o corpo, que é como se me tivessem dado mil bordoadas.
-Bien podrá ser eso -dijo la doncella-; que a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo y que nunca acababa de llegar al suelo, y, cuando despertaba del sueño, hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído. -- Podia muito bem ser isso -- disse a donzela -- que a mim muitas vezes me tem acontecido sonhar que caía duma torre abaixo, e não acabava nunca de chegar ao chão; e quando despertava do sonho, achava-me tão moída e quebrantada, como se tivera caído deveras.
-Ahí está el toque, señora -respondió Sancho Panza- que yo, sin soñar nada, sino estando más despierto que ahora estoy, me hallo con pocos menos cardenales que mi señor don Quijote. -- Assim mesmo é que é, senhora -- respondeu Sancho Pança; -- também eu, sem sonhar nada, e estando mais acordado do que estou agora, acho-me com pouco menos pisaduras que meu amo o senhor D. Quixote.
-¿Cómo se llama este caballero? -preguntó la asturiana Maritornes. -- Como se chama este cavaleiro? -- perguntou a asturiana Maritornes.
-Don Quijote de la Mancha -respondió Sancho Panza-, y es caballero aventurero, y de los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se han visto en el mundo. -- D. Quixote de la Mancha -- respondeu Sancho -- é cavaleiro de aventuras, e dos melhores e mais fortes que de longo tempo para cá se tem visto neste mundo.
-¿Qué es caballero aventurero? -replicó la moza. -- Que vem a ser cavaleiro de aventuras? -- replicou a serva.
-¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? -respondió Sancho Panza-. Pues sabed , hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador. Hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero. -- Tão novata sois no mundo, que o ignorais? -- respondeu Sancho -- pois sabei, irmã, que cavaleiro de aventuras vem a ser um sujeito que em duas palhetadas se vê desancado, e Imperador. Hoje está a mais desditada criatura do mundo, e a mais necessitada, e amanhã terá duas ou três coroas reais para as dar ao seu escudeiro.
-Pues, ¿cómo vos, siéndolo deste tan buen señor -dijo la ventera-, no tenéis, a lo que parece, siquiera algún condado. -- Então como é que vós, pertencendo a tão bom senhor -- perguntou a vendeira -- não tendes, ao que parece, pelo menos algum condado?
-Aún es temprano -respondió Sancho-, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea. Y tal vez hay que se busca una cosa y se halla otra. Verdad es que, si mi señor don Quijote sana desta herida o caída y yo no quedo contrecho della, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España. -- Ainda é cedo -- respondeu Sancho -- porque não há senão um mês que andamos buscando as aventuras, e por enquanto ainda não topamos com alguma que o fosse em bem; muitas vezes se busca uma coisa, e se acha outra. Verdade é que se o meu amo o senhor D. Quixote sara desta queda ou destas feridas, e eu não ficar estropiado, não troco as minhas esperanças pelo melhor título de Espanha.
Todas estas pláticas estaba escuchando, muy atento, don Quijote, y, sentándose en el lecho como pudo, tomando de la mano a la ventera, le dijo. Todas estas práticas estava D. Quixote escutando muito atento; e, sentando-se na cama conforme pôde, pegando na mão da vendeira, lhe disse:
-Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo, es por lo que suele decirse que la alabanza propria envilece; pero mi escudero os dirá quién soy. Sólo os digo que tendré eternamente escrito en mi memoria el servicio que me habedes fecho, para agradecéroslo mientras la vida me durare; y pluguiera a los altos cielos que el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y los ojos de aquella hermosa ingrata que digo entre mis dientes; que los desta fermosa doncella fueran señores de mi libertad. -- Crede, formosa senhora, que vos podeis chamar feliz por terdes albergado neste vosso castelo a minha pessoa, que é tal, que, se eu a não louvo, é pelo que se costuma dizer que o louvor em boca própria é vitupério; porém o meu escudeiro vos dirá quem sou. Só vos digo que hei-de conservar eternamente na memória o serviço que me haveis feito para o agradecer enquanto a vida me durar; e prouvera aos céus que o amor me não tivesse tão rendido e sujeito às suas leis, e aos olhos daquela formosa ingrata, que digo pela boca pequena que os desta formosa senhora se tornariam senhores do meu alvedrio.
Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se encaminaban a ofrecimiento y requiebros; y, como no usadas a semejante lenguaje, mirábanle y admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban; y, agradeciéndole con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron; y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo. Confusas estavam a bodegueira, a filha e a boa de Maritornes, ouvindo os ditos do cavaleiro andante, que elas entendiam como se fossem em grego, ainda que bem percebiam endereçarem-se todos a oferecimentos e requebros; e, por não acostumadas com semelhante linguagem, olhavam para ele, e admiravam-se, parecendo-lhes não ser homem como os outros; e, agradecendo-lhe em estilo tabernático, o deixaram. A asturiana Maritornes curou a Sancho, que o não precisava menos que o amo.
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase desta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno; porque presumía muy de hidalga , y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta, porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado. Tinha o arrieiro conchavado com ela que naquela noite se haviam de refocilar juntos, dando-lhe ela a sua palavra de que, em estando sossegados os hóspedes, e os amos adormecidos, iria ter com ele, e satisfazer-lhe o gosto enquanto mandasse. Conta-se desta moça que nunca jamais promessas daquela casta as deixava por cumprir, ainda que as desse num monte e sem testemunhas, pois timbrava muito de fidalga, e não tinha por afronta estar naquele serviço de moça de locanda, porque dizia ela que desgraças e maus sucessos a haviam reduzido a tal estado.
El duro, estrecho, apocado y fementido lecho de don Quijote estaba primero en mitad de aquel estrellado establo , y luego, junto a él, hizo el suyo Sancho, que sólo contenía una estera de enea y una manta, que antes mostraba ser de anjeo tundido que de lana. Sucedía a estos dos lechos el del arriero, fabricado, como se ha dicho, de las enjalmas y todo el adorno de los dos mejores mulos que traía, aunque eran doce, lucios, gordos y famosos, porque era uno de los ricos arrieros de Arévalo , según lo dice el autor desta historia, que deste arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y aun quieren decir que era algo pariente suyo. Fuera de que Cide Mahamate Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas; y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio; de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra. ¡Bien haya mil veces el autor de Tablante de Ricamonte , y aquel del otro libro donde se cuenta los hechos del conde Tomillas ; y con qué puntualidad lo describen todo. O duro, estreito, apoucado, e fingido leito de D. Quixote ficava logo à entrada daquele estrelado sótão; e ao pé tinha Sancho arranjado a sua jazida, que só constava duma esteira de junco e duma manta, que mais parecia de estopa tosada, que de lã. A estes dois leitos seguia-se o do arrieiro, engenhado, como dito fica, das enxergas e mais composturas dos dois melhores machos que trazia, os quais ao todo eram doze, luzidios, anafados e famosos, porque era um dos arrieiros ricos de Arevalo, segundo diz o autor desta história, que dele faz particular menção, pelo ter mui bem conhecido; e até querem dizer que era algum tanto seu parente; além do que Cid Hamete Benengeli foi historiador muito curioso e muito pontual em todas as coisas; e bem se vê que sim, pois nas que ficam referidas (com serem mínimas e rasteiras) não as quis deixar no escuro; de que poderão tomar exemplo os historiadores graves, que nos contam as ações tão acanhadas e sucintamente, que mal se lhes toma o gosto, deixando no tinteiro por descuido, malícia, ou ignorância, o mais substancial. Bem haja mil vezes o autor de Tablante de Ricamonte e o do outro livro, onde se contam os feitos do Conde de Tomilhas; e com que pontualidade se descreve tudo!
Digo, pues, que después de haber visitado el arriero a su recua y dádole el segundo pienso, se tendió en sus enjalmas y se dio a esperar a su puntualísima Maritornes. Ya estaba Sancho bizmado y acostado, y, aunque procuraba dormir, no lo consentía el dolor de sus costillas; y don Quijote, con el dolor de las suyas, tenía los ojos abiertos como liebre . Toda la venta estaba en silencio, y en toda ella no había otra luz que la que daba una lámpara que colgada en medio del portal ardía. Digo pois, que, tanto como o arrieiro visitou a sua récova, e lhe deu a segunda ração, se estendeu nas enxergas, e ficou à espera da sua pontualíssima Maritornes. Já estava Sancho emplastrado e deitado; e, ainda que procurava dormir, não lho consentia a dor das costelas; e D. Quixote, com o dolorido das suas, tinha os olhos abertos, que nem lebre. Toda a venda era em silêncio, não havendo em toda ela outra luz senão a de uma lanterna pendurada ao meio do portal.
Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de las estrañas locuras que buenamente imaginarse pueden. Y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo -que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba-, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y, teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acui tar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la mesma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante. Esta maravilhosa quietação, e os pensamentos que o nosso cavaleiro sempre trazia dos sucessos que a cada passo se contam nos livros ocasionadores de sua desgraça, trouxe-lhe à imaginação uma das estranhas loucuras que bem se podem figurar, e foi julgar-se ele chegado a um famoso castelo (que, segundo já dissemos, castelos eram em seu entender todas as vendas em que pernoitava), e que a filha do vendeiro era a filha do castelão, a qual, vencida da sua gentileza, se havia dele enamorado, prometendo-lhe que naquela noite, às escondidas dos pais, havia de vir passar com ele um bom pedaço; e tendo por firme e verdadeira toda esta quimera por ele próprio fabricada, entrou a afligir-se e a pensar no perigoso transe em que a sua honestidade se ia ver; propondo porém em seu coração não cometer falsidade à sua senhora Dulcinéia del Toboso, ainda que diante se lhe pusesse a Rainha Ginevra com a sua camareira Quintanhona.
Pensando, pues, en estos disparates, se llegó el tiempo y la hora -que para él fue menguada - de la venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una albanega de fustán , con tácitos y atentados pasos , entró en el aposento donde los tres alojaban en busca del arriero. Pero, apenas llegó a la puerta, cuando don Quijote la sintió, y, sentándose en la cama, a pesar de sus bizmas y con dolor de sus costillas, tendió los brazos para recebir a su fermosa doncella. La asturiana, que, toda recogida y callando, iba con las manos delante buscando a su querido, topó con los brazos de don Quijote, el cual la asió fuertemente de una muñeca y, tirándola hacía sí, sin que ella osase hablar palabra , la hizo sentar sobre la cama. Tentóle luego la camisa, y, aunque ella era de harpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal. Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mesmo sol escurecía . Y el aliento , que, sin duda alguna, olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático; y, finalmente, él la pintó en su imaginación de la misma traza y modo que lo había leído en sus libros de la otra princesa que vino a ver el mal ferido caballero, vencida de sus amores , con todos los adornos que aquí van puestos. Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto, ni el aliento, ni otras cosas que traía en sí la buena doncella, no le desengañaban , las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero; antes, le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura. Y, teniéndola bien asida, con voz amorosa y baja le comenzó a decir. Pensando pois nestes disparates, chegou o tempo e a hora (que para ele foi minguada) de vir a asturiana, a qual em camisa e descalça, com os cabelos metidos numa coifa de algodão, a passo atento e sutil entrou à procura do arrieiro no aposento onde os três jaziam. Mal era chegada à porta, quando D. Quixote a sentiu; e sentando-se na cama, apesar dos emplastros, e com dores das costelas, estendeu os braços para receber a sua formosa donzela, a asturiana, que toda encolhida e calada ia com as mãos adiante procurando o seu querido. Topou ela com os braços de D. Quixote, o qual lhe travou rijamente da mão, e puxando-a para si, sem que ela ousasse proferir palavra, a fez sentar-se sobre a cama. Apalpou-lhe logo a camisa; e ainda que ela era de serapilheira, a ele lhe pareceu de delgado e finíssimo bragal. Trazia a moça nos pulsos umas contas de vidro, que a ele se representavam preciosas pérolas orientais. Os cabelos, que algum tanto atiravam para crinas, pareciam-lhe fios de luzentíssimo ouro da Arábia, cujo esplendor ao do próprio sol escurecia; e o bafo, que sem dúvida alguma cheirava a alguns restos de carne da véspera, representou-se-lhe um hálito suave e aromático. Finalmente, na fantasia a ideou tal qual como tinha lido em seus livros acerca da outra Princesa, que veio ver o mal ferido cavaleiro, vencido dos seus amores, com todos os adornos que se aqui declaram. Tamanha era a cegueira do pobre fidalgo, que nem o tato, nem o cheiro, nem outras coisas, que em si trazia a boa donzela, o desenganavam, com serem tais, que fariam vomitar a quem quer que não fosse arrieiro; antes lhe parecia que tinha nos braços a deusa da formosura. Estreitando-a neles, com voz amorosa e baixa lhe disse:
-Quisiera hallarme en términos , fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho, pero ha querido la fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado que, aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me ha puesto. -- Quisera achar-me em termos, formosa e alta senhora, de poder pagar tamanha mercê como esta que me haveis feito com a vista da vossa grande formosura. Porém a fortuna, que se não cansa de perseguir aos bons, quis prostrar-me neste leito, onde me acho tão moído e quebrantado, que, por maior vontade que eu tivesse de vos satisfazer, de modo nenhum o poderia. A esta impossibilidade acresce outra maior; e é a fé que tenho prometido guardar à sem igual Dulcinéia del Toboso, única senhora dos meus mais ocultos pensamentos. A não se me pôr isto diante, não seria eu cavaleiro tão sandeu, que deixasse fugir a venturosa ocasião que a vossa grande bondade me faculta.
Maritornes estaba congojadísima y trasudando, de verse tan asida de don Quijote, y, sin entender ni estar atenta a las razones que le decía, procuraba, sin hablar palabra, desasirse. El bueno del arriero, a quien tenían despierto sus malos deseos, desde el punto que entró su coima por la puerta, la sintió; estuvo atentamente escuchando todo lo que don Quijote decía, y, celoso de que la asturiana le hubiese faltado la palabra por otro, se fue llegando más al lecho de don Quijote, y estúvose quedo hasta ver en qué paraban aquellas razones, que él no podía entender. Pero, como vio que la moza forcejaba por desasirse y don Quijote trabajaba por tenella, pareciéndole mal la burla, enarboló el brazo en alto y descargó tan terrible puñada sobre las estrechas quijadas del enamorado caballero, que le bañó toda la boca en sangre; y, no contento con esto, se le subió encima de las costillas, y con los pies más que de trote, se las paseó todas de cabo a cabo. Maritornes estava aflitíssima, e tressuando de ver-se tão apertada por D. Quixote, e sem perceber nem atender ao que ele dizia, procurava, sem dizer chus nem bus, desenlear-se da prisão. O bom do arrieiro, que estava bem desperto com os seus danados desejos, desde o instante em que a moça entrou a porta a sentiu, e esteve atentamente escutando quanto D. Quixote dizia; e cioso de que a asturiana o tivesse com outro falseado, foi-se achegando mais à cama de D. Quixote, e esteve muito quedo à espera de ver em que parariam aqueles palavreados que ele não podia entender; porém como viu que a moça forcejava para se ver solta, e D. Quixote trabalhava para a reter, pareceu-lhe mal a história, levantou o braço ao alto, e desfechou tão terrível murro nos estreitos queixos do enamorado cavaleiro, que lhe deixou a boca toda a escorrer em sangue; e não contente com isto, saltou-lhe sobre as costelas, e com os pés lhas palmilhou à sua vontade, e mais que a trote.
El lecho, que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero, dio consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero, y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque, habiéndola llamado a voces, no respondía. Con esta sospecha se levantó, y, encendiendo un candil, se fue hacia donde había sentido la pelaza . La moza, viendo que su amo venía, y que era de condición terrible, toda medrosica y alborotada, se acogió a la cama de Sancho Panza, que aún dormía , y allí se acorrucó y se hizo un ovillo. El ventero entró diciendo O leito, que era um pouco fraco, e de fundamentos mal seguros, não podendo sofrer o contrapeso do arrieiro, deu consigo em terra. Àquele ruído despertou o vendeiro, e logo imaginou que haviam de ser pendências de Maritornes, porque, tendo bradado por ela, não lhe respondia. Com esta suspeita ergueu-se, e acendendo uma candeia, se foi para onde tinha sentido a balbúrdia. A moça, vendo que o amo vinha, e que não era homem para graças, toda medrosa e alvorotada, fugiu para a cama de Sancho Pança, que estava afinal adormecido, e ali se encolheu novelando-se toda. O vendeiro entrou dizendo:
-¿Adónde estás, puta? A buen seguro que son tus cosas éstas. -- Onde estás, traste? isto são por força coisas tuas.
En esto, despertó Sancho, y, sintiendo aquel bulto casi encima de sí, pensó que tenía la pesadilla , y comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y entre otras alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la cual, sentida del dolor, echando a rodar la honestidad, dio el retorno a Sancho con tantas que, a su despecho, le quitó el sueño; el cual, viéndose tratar de aquella manera y sin saber de quién, alzándose como pudo, se abrazó con Maritornes, y comenzaron entre los dos la más reñida y graciosa escaramuza del mundo. Despertou Sancho; e sentindo aquele vulto quase em cima de si, pensou estar com um pesadelo, e começou a atirar punhadas para uma e outra banda, apanhando não sei quantas a Maritornes. Ela, com a dor, embaraçando-se pouco de decências, retribuiu a Sancho com tantas, que sem vontade lhe espantaram de todo o sono. Vendo-se tratado daquele feitio, e sem saber por quem, levantou-se como pôde, abraçou-se com a rapariga, e entre os dois se travou a mais renhida e engraçada escaramuça do mundo.
Viendo, pues, el arriero, a la lumbre del candil del ventero, cuál andaba su dama, dejando a don Quijote, acudió a dalle el socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero , pero con intención diferente, porque fue a castigar a la moza, creyendo sin duda que ella sola era la ocasión de toda aquella armonía . Y así como suele decirse el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo, daba el arriero a Sancho , Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y, como quedaron ascuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto que, a doquiera que ponían la mano, no dejaban cosa sana. O arrieiro, reconhecendo à luz da candeia do bodegão como a sua dama andava, largou a D. Quixote para acudir por ela. Outro tanto fez o dono da casa, mas com propósito diferente, porque o seu foi de castigar a moça, por crer sem dúvida que ela só era a ocasionadora de todo aquele concerto; e assim como se costuma dizer: o gato ao rato, o rato à corda, a corda ao pau, o arrieiro dava em Sancho, Sancho na moça, a moça em Sancho, o vendeiro na moça; e todos com tamanha azáfama, que nem fôlego tomavam. O bonito foi quando a candeia se apagou. Na escuridão batiam tão sem dó todos para o monte, que onde quer que acertavam a mão não deixavam coisa sã.
Alojaba acaso aquella noche en la venta un cuadrillero de los que llaman de la Santa Hermandad Vieja de Toledo , el cual, oyendo ansimesmo el estraño estruendo de la pelea, asió de su media vara y de la caja de lata de sus títulos , y entró ascuras en el aposento, diciendo Jazia acaso na venda aquela noite um quadrilheiro, dos que chamam da Santa Irmandade velha de Toledo, o qual, ouvindo o desconforme barulho da peleja, agarrou da sua varinha, e da caixa de lata dos seus títulos, e entrou às escuras no aposento, bradando:
-¡Ténganse a la justicia! ¡Ténganse a la Santa Hermandad. -- Parem da parte da Justiça! parem da parte da Santa Irmandade!
Y el primero con quien topó fue con el apuñeado de don Quijote, que estaba en su derribado lecho, tendido boca arriba, sin sentido alguno, y, echándole a tiento mano a las barbas, no cesaba de decir. O primeiro com quem topou foi o esmurrado de D. Quixote que estava no seu leito derribado, de boca para o ar e sem sentidos; e, lançando-lhe às apalpadelas a mão às barbas, não cessava de clamar:
-¡Favor a la justicia! -- Acudam à Justiça!
Pero, viendo que el que tenía asido no se bullía ni meneaba, se dio a entender que estaba muerto, y que los que allí dentro estaban eran sus matadores; y con esta sospecha reforzó la voz, diciendo. Vendo porém que o vulto se não bolia, supôs que estava morto, e que os mais que na casa eram deviam ser os matadores. Com esta suspeita reforçou a voz, dizendo:
-¡Ciérrese la puerta de la venta! ¡Miren no se vaya nadie, que han muerto aquí a un hombre. -- Feche-se a porta da venda. Sentido que não saia viva alma, que mataram aqui um homem.
Esta voz sobresaltó a todos, y cada cual dejó la pendencia en el grado que le tomó la voz. Retiróse el ventero a su aposento, el arriero a sus enjalmas, la moza a su rancho; solos los desventurados don Quijote y Sancho no se pudieron mover de donde estaban. Soltó en esto el cuadrillero la barba de don Quijote , y salió a buscar luz para buscar y prender los delincuentes; mas no la halló, porque el ventero, de industria, había muerto la lámpara cuando se retiró a su estancia, y fuele forzoso acudir a la chimenea, donde, con mucho trabajo y tiempo, encendió el cuadrillero otro candil. Este brado sobressaltou a todos, e cada um deixou a desavença instantaneamente. Retirou-se o vendeiro para o seu quarto, o arrieiro para as suas enxergas, e a moça para o seu rancho. Só os mal-aventurados D. Quixote e Sancho é que se não puderam mover donde jaziam. Largou então o quadrilheiro a barba de D. Quixote, e saiu a buscar luz, para ver e prender os delinqüentes; mas não a achou, porque o vendeiro de propósito havia apagado a alâmpada, quando se retirou para o seu cubículo, e foi-lhe forçoso recorrer à chaminé, onde, com muito trabalho e tempo, o quadrilheiro acendeu outra luz.






I. Capítulo XVII. Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo.


Capíulo XVII -- Em que se prosseguem os inumeráveis trabalhos, que o bravo D. Quixote e seu escudeiro Sancho Pança passaram na venda, que o fidalgo por seu mal cuidara ser castelo.


Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote, y, con el mesmo tono de voz con que el día antes había llamado a su escudero, cuando estaba tendido en el val de las estacas , le comenzó a llamar, diciendo. A este tempo já tinha D. Quixote tornado em si do letargo, e com o mesmo tom de voz com que na véspera chamara pelo escudeiro quando estava estendido no vale de bordões, começou a chamar por ele dizendo:
-Sancho amigo, ¿duermes? ¿Duermes, amigo Sancho. -- Sancho amigo, dormes? dormes, amigo Sancho?
-¿Qué tengo de dormir, pesia a mí -respondió Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho-; que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo esta noche. -- Qual dormir, pobre de mim! -- respondeu Sancho farto de quizília e desgosto -- parece que todos os diabos andaram comigo esta noite.
-Puédeslo creer ansí, sin duda -respondió don Quijote-, porque, o yo sé poco, o este castillo es encantado . Porque has de saber... Mas, esto que ahora quiero decirte hasme de jurar que lo tendrás secreto hasta después de mi muerte. -- E bem o podes crer -- respondeu D. Quixote -- porque ou eu leio de cor, ou este castelo é encantado; porque saberás... mas isto que te quero agora dizer hás-de me jurar não o repetir a ninguém, enquanto eu for vivo.
-Sí juro -respondió Sancho. -- Juro -- respondeu Sancho.
-Dígolo -replicó don Quijote-, porque soy enemigo de que se quite la honra a nadie. -- Exigi-o, porque sou mui contrário a que se tire a honra a ninguém.
-Digo que sí juro -tornó a decir Sancho- que lo callaré hasta después de los días de vuestra merced, y plega a Dios que lo pueda descubrir mañana. -- Pois digo-lhe que sim; juro -- replicou Sancho -- que o não direi enquanto Vossa Mercê viver; e praza a Deus que o possa descobrir já amanhã.
-¿Tan malas obras te hago, Sancho -respondió don Quijote-, que me querrías ver muerto con tanta brevedad. -- Tanto mal te faço eu, Sancho, que me desejes tão depressa acabado?
-No es por eso -respondió Sancho-, sino porque soy enemigo de guardar mucho las cosas, y no querría que se me pudriesen de guardadas. -- Não é por isso -- respondeu Sancho -- é porque sou pouco amigo de guardar as coisas muito tempo; tenho medo de que me apodreçam.
-Sea por lo que fuere -dijo don Quijote-; que más fío de tu amor y de tu cortesía; y así, has de saber que esta noche me ha sucedido una de las más estrañas aventuras que yo sabré encarecer; y, por contártela en breve, sabrás que poco ha que a mí vino la hija del señor deste castillo, que es la más apuesta y fermosa doncella que en gran parte de la tierra se puede hallar. ¿Qué te podría decir del adorno de su persona? ¿Qué de su gallardo entendimiento? ¿Qué de otras cosas ocultas, que, por guardar la fe que debo a mi señora Dulcinea del Toboso, dejaré pasar intactas y en silencio? Sólo te quiero decir que, envidioso el cielo de tanto bien como la ventura me había puesto en las manos, o quizá, y esto es lo más cierto, que, como tengo dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos coloquios , sin que yo la viese ni supiese por dónde venía, vino una mano pegada a algún brazo de algún descomunal gigante y asentóme una puñada en las quijadas, tal, que las tengo todas bañadas en sangre; y después me molió de tal suerte que estoy peor que ayer cuando los gallegos, que, por demasías de Rocinante, nos hicieron el agravio que sabes. Por donde conjeturo que el tesoro de la fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y no debe de ser para mí. -- Seja pelo que for -- volveu D. Quixote -- fio na tua amizade e cortesia; e assim hás-de saber que me aconteceu esta noite uma das mais estranhas aventuras que te posso encarecer; e para ta contar em breve, saberás que há pouco veio ter comigo a filha do senhor deste castelo, que é a mais airosa e linda donzela de quantas em quase todo o mundo se podem achar. Que te poderei dizer do adorno de sua pessoa! do seu galhardo entendimento! e de outras excelências secretas que deixarei em silêncio, para não quebrar a fé que devo inteira à minha senhora Dulcinéia del Toboso! Só te quero dizer que foi invejoso o céu de tamanho bem como o que a ventura me tinha posto nas mãos; ou talvez (e isto é o mais certo) este castelo é encantado, como te digo: ao tempo que eu estava com ela em dulcíssimos e amorosíssimos colóquios, veio (sem eu ver nem saber de onde) a mão de algum descomunal gigante, e presentou-me nas queixadas um tal murro, que mas deixou todas em sangue, e depois me moeu de tal sorte, que estou pior que ontem, quando os arrieiros (por excessos de Rocinante) nos fizeram o agravo que tu sabes; pelo que eu conjecturo que o tesouro da formosura desta donzela deve estar sob a guarda de algum encantado mouro, e não há-de ser para mim.
-Ni para mí tampoco -respondió Sancho-, porque más de cuatrocientos moros me han aporreado a mí, de manera que el molimiento de las estacas fue tortas y pan pintado . Pero dígame, señor, ¿cómo llama a ésta buena y rara aventura, habiendo quedado della cual quedamos? Aun vuestra merced menos mal, pues tuvo en sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho, pero yo, ¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recebir en toda mi vida? ¡Desdichado de mí y de la madre que me parió, que ni soy caballero andante, ni lo pienso ser jamás, y de todas las malandanzas me cabe la mayor parte. -- Nem para mim tão pouco -- respondeu Sancho -- porque mais de quatrocentos mouros caíram sobre mim, e de tal modo me moeram, que a tosa dos bordões em comparação foi pão com mel. Mas diga-me, senhor: como chama boa e rara esta aventura, tendo ficado dela como nós ficamos? Ainda para Vossa Mercê foi meio mal, pois teve consigo a incomparável formosura que diz; porém eu, que apanhei os maiores cachações que espero receber em toda a minha vida!... Mal haja eu, e a mãe que me engendrou, que nem sou cavaleiro andante, nem o hei-de ser nunca, e sempre a pior parte destas andanças é para mim.
-Luego, ¿también estás tú aporreado? -respondió don Quijote. -- Visto isso, também tu estás sovado? -- respondeu D. Quixote.
-¿No le he dicho que sí, pesia a mi linaje? -dijo Sancho. -- Não lhe disse já que sim? pesar da minha raça! -- disse Sancho.
-No tengas pena, amigo -dijo don Quijote-, que yo haré agora el bálsamo precioso con que sanaremos en un abrir y cerrar de ojos. -- Não tenhas pena, amigo -- disse D. Quixote -- que eu vou fazer o bálsamo precioso, com que sararemos num abrir e fechar de olhos.
Acabó en esto de encender el candil el cuadrillero, y entró a ver el que pensaba que era muerto; y, así como le vio entrar Sancho, viéndole venir en camisa y con su paño de cabeza y candil en la mano, y con una muy mala cara, preguntó a su amo. Acabou neste meio tempo de acender a luz o quadrilheiro, e entrou para ver o seu suposto defunto. Sancho, vendo-o entrar em camisa, lenço amarrado na cabeça, candeia na mão, e de muito má catadura, disse para o amo:
-Señor, ¿si será éste, a dicha, el moro encantado , que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el tintero? -- Senhor, será este porventura o mouro encantado que venha outra vez desancar-nos, por lhe ter ainda ficado alguma coisa no tinteiro?
-No puede ser el moro -respondió don Quijote-, porque los encantados no se dejan ver de nadie. -- Não pode ser o mouro -- respondeu D. Quixote -- porque os encantados não se deixam ver de ninguém.
-Si no se dejan ver, déjanse sentir -dijo Sancho-; si no, díganlo mis espaldas. -- Se não se deixam ver, deixam-se sentir -- disse Sancho -- senão, que o diga o meu costado.
-También lo podrían decir las mías -respondió don Quijote-, pero no es bastante indicio ése para creer que este que se vee sea el encantado moro. -- Também o meu o poderia fazer -- respondeu D. Quixote -- mas não é indício suficiente isto para se crer que o que se está vendo seja o encantado mouro.
Llegó el cuadrillero, y, como los halló hablando en tan sosegada conversación, quedó suspenso. Bien es verdad que aún don Quijote se estaba boca arriba, sin poderse menear, de puro molido y emplastado. Llegó se a él el cuadrillero y díjole Chegou o quadrilheiro; e achando-os a palestrar tão mão por mão, ficou suspenso. Verdade é que ainda D. Quixote estava de costas, sem se poder mover de moído e de emplastrado. Acercou-se o quadrilheiro, e disse-lhe:
-Pues, ¿cómo va, buen hombre?> -- Então como vai isso, bom homem?
-Hablara yo más bien criado -respondió don Quijote-, si fuera que vos. ¿Úsase en esta tierra hablar desa suerte a los caballeros andantes, majadero. -- Se eu fosse vós -- respondeu D. Quixote -- havia de falar mais bem criado. É moda cá na terra tratarem-se assim os cavaleiros andantes, pedaço de madraço?
El cuadrillero, que se vio tratar tan mal de un hombre de tan mal parecer, no lo pudo sufrir, y, alzando el candil con todo su aceite, dio a don Quijote con él en la cabeza, de suerte que le dejó muy bien descalabrado; y, como todo quedó ascuras, salióse luego; y Sancho Panza dijo. O quadrilheiro, que se viu tratar tão mal por uma figura que tão pouco inculcava, não o pôde levar à paciência; e levantando a candeia com todo o seu azeite, pregou com ela na cabeça a D. Quixote; de sorte que lha deixou muito bem escalavrada; e, como tudo ficou outra vez às escuras, saiu imediatamente. Disse o escudeiro então:
-Sin duda, señor, que éste es el moro encantado, y debe de guardar el tesoro para otros, y para nosotros sólo guarda las puñadas y los candilazos. -- Sem dúvida, senhor meu, é este o mouro encantado; o tesouro tem-no ele guardado para outrem; para nós são só as murraças e as candiladas.
-Así es -respondió don Quijote-, y no hay que hacer caso destas cosas de encantamentos, ni hay para qué tomar cólera ni enojo con ellas; que, como son invisibles y fantásticas, no hallaremos de quién vengarnos, aunque más lo procuremos. Levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide desta fortaleza, y procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado. -- Assim é -- respondeu D. Quixote -- e não há que fazer caso destas coisas de encantamentos, nem há por que tomar raivas nem enfados com elas, que, por serem invisíveis e fantásticas, não nos deixam ver de quem vingar-nos, por mais que o procuremos. Levanta-te, Sancho, se podes; chama o alcaide desta fortaleza, e faz que me tragam um pouco de azeite, vinho, sal e rosmaninho, para o salutífero bálsamo, que em verdade me está parecendo que bem necessário me é agora, porque me corre muito sangue da ferida que me fez o fantasma.
Levántose Sancho con harto dolor de sus huesos, y fue ascuras donde estaba el ventero; y, encontrándose con el cuadrillero, que estaba escuchando en qué paraba su enemigo, le dijo. Levantou-se Sancho com grande dor dos ossos, e foi às escuras para onde o vendeiro era; e encontrando-se com o quadrilheiro, que estava de orelha alerta, a ver se pescava que demônio viria a ser o seu inimigo, lhe disse:
-Señor, quien quiera que seáis , hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace en aquella cama, malferido por las manos del encantado moro que está en esta venta. -- Senhor, quem quer que sejais, fazei-nos favor de nos dar um pouco de rosmaninho, azeite, sal e vinho, que é preciso para curar um dos melhores cavaleiros andantes que há no mundo, e que jaz naquela cama mal ferido por mão do mouro encantado que se acha aqui.
Cuando el cuadrillero tal oyó, túvole por hombre falto de seso; y, porque ya comenzaba a amanecer, abrió la puerta de la venta, y, llamando al ventero, le dijo lo que aquel buen hombre quería. El ventero le proveyó de cuanto quiso, y Sancho se lo llevó a don Quijote, que estaba con las manos en la cabeza, quejándose del dolor del candilazo, que no le había hecho más mal que levantarle dos chichones algo crecidos, y lo que él pensaba que era sangre no era sino sudor que sudaba con la congoja de la pasada tormenta. Quando o quadrilheiro tal ouviu, teve-o por homem falto de siso; e, porque já começava a amanhecer, abriu a porta da taberna e, chamando pelo dono da pousada, lhe disse o que aquele bom homem queria. Arranjou-lhe tudo o vendeiro, e Sancho o levou a D. Quixote, que estava de mãos na cabeça queixando-se da dor da candilada, que todavia lhe não tinha feito senão dois galos algum tanto crescidos; e o que ele cuidava ser sangue era unicamente suor, que lhe escorria, pela aflição da passada tormenta.
En resolución, él tomó sus simples, de los cuales hizo un compuesto, mezclándolos todos y cociéndolos un buen espacio , hasta que le pareció que estaban en su punto. Pidió luego alguna redoma para echallo, y, como no la hubo en la venta, se resolvió de ponello en una alcuza o aceitera de hoja de lata, de quien el ventero le hizo grata donación . Y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz, a modo de bendición; a todo lo cual se hallaron presentes Sancho, el ventero y cuadrillero; que ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio de sus machos. Em suma, D. Quixote recebeu os ingredientes, e deles misturados fez uma composição cozendo-os por um espaço bom, até que entendeu acharem-se na conta. Pediu algum vidro para deitar a mistela; e, não o havendo na venda, lançou-a numa almotolia de folha, que servia para azeite, e de que o hospedeiro lhe fez presente. Sobre a almotolia rosnou o fidalgo mais de oitenta Padre-nossos, e outras tantas Ave-Marias, Salve-Rainhas e Credos; e a cada palavra ia uma cruz a modo de bênção. A tudo aquilo assistiam Sancho, o vendeiro e o quadrilheiro; o arrieiro, esse já andava trastejando no serviço dos seus machos.
Hecho esto, quiso él mesmo hacer luego la esperiencia de la virtud de aquel precioso bálsamo que él se imaginaba; y así, se bebió, de lo que no pudo caber en la alcuza y quedaba en la olla donde se había cocido, casi media azumbre; y apenas lo acabó de beber, cuando comenzó a vomitar de manera que no le quedó cosa en el estómago; y con las ansias y agitación del vómito le dio un sudor copiosísimo, por lo cual mandó que le arropasen y le dejasen solo. Hiciéronlo ansí, y quedóse dormido más de tres horas, al cabo de las cuales despertó y se sintió aliviadísimo del cuerpo, y en tal manera mejor de su quebrantamiento que se tuvo por sano; y verdaderamente creyó que había acertado con el bálsamo de Fierabrás, y que con aquel remedio podía acometer desde allí adelante, sin temor alguno, cualesquiera ruinas , batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen. Feito isto, quis D. Quixote experimentar a virtude que ele imaginava no seu bálsamo precioso; e pôs-se a beber o sobejo que tinha ficado da almotolia; daquilo ainda havia na panela, em que se fizera o cozimento, quase meia canada. Tanto como a acabou de beber, começou a vomitar, de maneira que nada do que tinha no estômago lhe ficou dentro; e, com as ânsias e aflições do lançar, veio-lhe um suor copiosíssimo, que o obrigou a pedir que o embrulhassem e o deixassem só. Assim lho fizeram, e adormeceu para mais de três horas, ao cabo das quais despertou, e se sentiu aliviadíssimo do corpo, e a tal ponto melhor do seu quebrantamento, que se julgou são; pelo que ficou inteiramente convencido de que havia atinado com o bálsamo de Ferrabrás, e podia dali em diante meter-se em quaisquer rixas, pendências e batalhas, sem medo nenhum, por mais perigosas que fossem.
Sancho Panza, que también tuvo a milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese a él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo don Quijote, y él, tomándola a dos manos, con buena fe y mejor talante, se la echó a pechos, y envasó bien poco menos que su amo. Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y así, primero que vomitase, le dieron tantas ansias y bascas, con tantos trasudores y desmayos que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y, viéndose tan afligido y congojado, maldecía el bálsamo y al ladrón que se lo había dado. Viéndole así don Quijote, le dijo. Sancho Pança, que também teve por milagrosa a melhoria do amo, pediu-lhe que lhe desse a ele o que sobrava da panela, que não era pequena quantidade. Concedeu-lha D. Quixote; e ele, pegando-lhe com as mãos ambas, com toda a fé e boa vontade, arrumou-a ao peito, e emborcou tanto quase como o fidalgo. O caso é que o estômago do pobre Sancho não seria tão melindroso como o do cavaleiro; e assim, primeiro que vomitasse, tantas ânsias e vascas lhe deram, tantos suores e desmaios, que pensou deveras ter-lhe chegado a última hora. Vendo-se tão aflito, amaldiçoou o bálsamo e o ladrão que lho tinha dado. Vendo-o assim D. Quixote, disse-lhe:
-Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero , porque tengo para mí que este licor no debe de aprovechar a los que no lo son. -- Eu creio, Sancho, que todo esse mal te vem de não teres sido armado cavaleiro, porque tenho para mim que este remédio não há-de aproveitar aos que o não são.
-Si eso sabía vuestra merced -replicó Sancho-, ¡mal haya yo y toda mi parentela!, ¿para qué consintió que lo gustase. -- Se Vossa Mercê sabia isso -- replicou Sancho -- mal haja eu e toda a minha parentela! para que consentiu que eu o provasse?
En esto, hizo su operación el brebaje, y comenzó el pobre escudero a desaguarse por entrambas canales, con tanta priesa que la estera de enea, sobre quien se había vuelto a echar, ni la manta de anjeo con que se cubría, fueron más de provecho. Sudaba y trasudaba con tales parasismos y accidentes, que no solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida. Duróle esta borrasca y mala andanza casi dos horas, al cabo de las cuales no quedó como su amo, sino tan molido y quebrantado que no se podía tener. A este tempo entrou a bebida a fazer o seu efeito, e começou o escudeiro a desaguar-se por ambos os canais com tanta pressa, que a esteira de junco, em que de novo se tinha deitado, e a manta, nunca mais serviram. Suava e tressuava com tais paroxismos e acidentes, que não só ele mas todos pensaram ser aquela a última da sua vida. Durou-lhe a tormenta quase duas horas, acabadas as quais não ficou como seu amo, mas tão moído e quebrantado, que mal se podia ter;
Pero don Quijote, que, como se ha dicho, se sintió aliviado y sano, quiso partirse luego a buscar aventuras, pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba era quitársele al mundo y a los en él menesterosos de su favor y amparo; y más con la seguridad y confianza que llevaba en su bálsamo. Y así, forzado deste deseo, él mismo ensilló a Rocinante y enalbardó al jumento de su escudero, a quien también ayudó a vestir y a subir en el asno. Púsose luego a caballo, y, llegándose a un rincón de la venta, asió de un lanzón que allí estaba, para que le sirviese de lanza. D. Quixote, que, segundo se disse, se sentia aliviado e são, quis imediatamente partir-se a buscar aventuras, por lhe parecer que todo o tempo que ali se demorava era roubado ao mundo e aos necessitados do seu amparo; e mais, com a confiança que lhe dava agora o seu bálsamo. Forçado deste desejo, aparelhou ele mesmo ao Rocinante, albardou o jumento do escudeiro e ajudou-o a vestir-se e montar. Pôs-se a cavalo, e, chegando a um canto da venda, apoderou-se duma chuçazita que ali estava para lhe servir de lança.
Estábanle mirando todos cuantos había en la venta, que pasaban de más de veinte personas ; mirábale también la hija del ventero, y él también no quitaba los ojos della , y de cuando en cuando arrojaba un sospiro que parecía que le arrancaba de lo profundo de sus entrañas, y todos pensaban que debía de ser del dolor que sentía en las costillas; a lo menos, pensábanlo aquellos que la noche antes le habían visto bizmar. Olhavam para ele todos quantos se achavam na venda, que passavam de vinte pessoas; considerava-o não menos a filha do vendeiro, e ele também não tirava dela os olhos; de quando em quando arrojava um suspiro, que parecia ser arrancado do fundo das entranhas, supondo todos que seria da dor que sentia nas costelas; pelo menos assim o cuidavam aqueles que o tinham visto emplastrar a noite dantes.
Ya que estuvieron los dos a caballo, puesto a la puerta de la venta, llamó al ventero, y con voz muy reposada y grave le dijo. Logo que estiveram a cavalo, posto D. Quixote à porta da venda, chamou pelo dono da casa, e com voz mui repousada e grave lhe disse:
-Muchas y muy grandes son las mercedes, señor alcaide, que en este vuestro castillo he recebido , y quedo obligadísimo a agradecéroslas todos los días de mi vida. Si os las puedo pagar en haceros vengado de algún soberbio que os haya fecho algún agravio, sabed que mi oficio no es otro sino valer a los que poco pueden, y vengar a los que reciben tuertos, y castigar alevosías. Recorred vuestra memoria, y si halláis alguna cosa deste jaez que encomendarme, no hay sino decilla; que yo os prometo, por la orden de caballero que recebí, de faceros satisfecho y pagado a toda vuestra voluntad. -- Muitas e mui grandes, senhor alcaide, são as mercês que neste vosso castelo hei recebido; e declaro-me em grande obrigação de agradecido para todos os dias de minha vida. Se vos posso pagar vingando-vos de algum soberbo que vos tenha feito agravo, sabei que o meu ofício outro não é senão valer aos que pouco podem, vingar os que recebem tortos, e castigar aleivosias. Fazei exame de consciência: e se achais alguma coisa deste jaez que me encomendar, não tendes mais que dizê-la, que eu vos prometo, pela ordem de cavaleiro que recebi, satisfazer-vos e pagar-vos a vosso contento.
El ventero le respondió con el mesmo sosiego. A isto respondeu com igual sossego o vendeiro:
-Señor caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra merced me vengue ningún agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece, cuando se me hacen. Sólo he menester que vuestra merced me pague el gasto que esta noche ha hecho en la venta, así de la paja y cebada de sus dos bestias, como de la cena y camas. -- Senhor cavaleiro, eu não tenho necessidade de que Vossa Mercê me vingue de nenhum agravo, porque eu bem sei tomar por mim mesmo a desforra que me parece, quando alguém mos faz; o que me é preciso só é que Vossa Mercê me pague o gasto que esta noite fez na venda, tanto da palha e cevada das duas bestas, como da ceia e camas.
-Luego, ¿venta es ésta? -replicó don Quijote. -- Então isto é venda? -- replicou D. Quixote.
-Y muy honrada -respondió el ventero. -- E muito honrada -- respondeu o vendeiro.
-Engañado he vivido hasta aquí -respondió don Quijote-, que en verdad que pensé que era castillo, y no malo; pero, pues es ansí que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdonéis por la paga , que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto, sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario , que jamás pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen buscando las aventuras de noche y de día, en invierno y en verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con calor y con frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo y a todos los incómodos de la tierra. -- Pois senhor, tinha vivido enganado até aqui -- respondeu D. Quixote -- julgando isto castelo, e não dos piores; mas sendo que não é castelo, mas venda, o que por agora se poderá fazer é dispensardes a paga, pois eu por mim não posso descumprir a ordem dos cavaleiros andantes, dos quais sei ao certo (sem que até ao dia de hoje tenha havido exemplo em contrário) que jamais pagaram pousada nem coisa alguma em venda onde estivessem, porque todo o bom acolhimento que se lhes faz, ou possa fazer, de direito e foro se lhes deve, a troco do incomportável trabalho que padecem buscando as aventuras de noite e de dia, de inverno e verão, a pé e a cavalo, com sede e fome, com frio e calma, sujeitos a todas as inclemências do céu e a todos os descômodos da terra.
-Poco tengo yo que ver en eso -respondió el ventero-; págueseme lo que se me debe, y dejémonos de cuentos ni de caballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que con cobrar mi hacienda. -- Lá nessas coisas não me intrometo eu -- respondeu o vendeiro; -- pague-se o que se me deve, e deixemo-nos de contos, mais de cavalarias; o que só me importa é receber o que me pertence.
-Vos sois un sandio y mal hostalero -respondió don Quijote. -- O que vós sois -- respondeu D. Quixote -- é um sandeu e desastrado hospedeiro.
Y, poniendo piernas al Rocinante y ter ciando su lanzón, se salió de la venta sin que nadie le detuviese, y él, sin mirar si le seguía su escudero, se alongó un buen trecho. E, metendo pernas ao Rocinante, terçando a chucita, saiu da venda sem lho estorvar ninguém; e, sem reparar se o escudeiro o seguia ou não, adiantou-se um bom espaço.
El ventero, que le vio ir y que no le pagaba, acudió a cobrar de Sancho Panza , el cual dijo que, pues su señor no había querido pagar, que tampoco él pagaría; porque, siendo él escudero de caballero andante, como era, la mesma regla y razón corría por él como por su amo en no pagar cosa alguna en los mesones y ventas. Amohinóse mucho desto el ventero, y amenazóle que si no le pagaba, que lo cobraría de modo que le pesase. A lo cual Sancho respondió que, por la ley de caballería que su amo había recebido, no pagaría un solo cornado , aunque le costase la vida; porque no había de perder por él la buena y antigua usanza de los caballeros andantes, ni se habían de quejar dél los escuderos de los tales que estaban por venir al mundo, reprochándole el quebrantamiento de tan justo fuero. O vendeiro, que o viu ir-se embora sem lhe pagar, tornou-se pelo pagamento a Sancho Pança, que lhe respondeu que, visto o seu senhor não querer pagar, também ele não pagaria, porque, sendo ele, como era, escudeiro de cavaleiro andante, a mesma regra e razão lhe assistia a ele que a seu amo, que era não pagar coisa alguma em pousadas e tabernas. Com aquilo é que se agastou muito o vendeiro, e o ameaçou que se lhe não pagasse logo para ali à boamente, ele o faria pagar de modo que lhe pesasse. Ao que Sancho respondeu que, pela lei da cavalaria recebida por seu amo, não pagaria nem um cornado, ainda que o matassem, porque não estava para perder por tão pouco a boa e antiga usança dos cavaleiros andantes, nem queria que dele se queixassem os escudeiros dos tais que para o diante viessem ao mundo, increpando-lhe a quebra de tão justo foral.
Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que, entre la gente que estaba en la venta, se hallasen cuatro perailes de Segovia , tres agujeros del Potro de Córdoba y dos vecinos de la Heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y juguetona, los cuales, casi como instigados y movidos de un mesmo espíritu, se llegaron a Sancho, y, apeándole del asno, uno dellos entró por la manta de la cama del huésped, y, echándole en ella, alzaron los ojos y vieron que el techo era algo más bajo de lo que habían menester para su obra, y determinaron salirse al corral, que tenía por límite el cielo. Y allí, puesto Sancho en mitad de la manta, comen zaron a levantarle en alto y a holgarse con él como con perro por carnestolendas . Quis a má sorte do pobre Sancho que entre a gente que era na venda se achassem quatro tosadores de Segóvia, três fabricantes de agulhas de Potro de Córdova, e dois vizinhos da feira de Sevilha; gente alegre, bem intencionada, maliciosa e brincalhona, os quais, como senhoreados do mesmo espírito, se chegaram a Sancho, e, apeando-o do jumento, um deles entrou a buscar a manta da cama do hóspede, e, estatelando-o sobre ela, levantaram os olhos, e viram que o teto era algum tanto baixo mais do que lhes era preciso para o que tencionavam; pelo que determinaram sair para o pátio, que tinha por teto o céu; e ali, posto Sancho no meio da manta, começaram a atirá-lo ao alto, e a divertir-se com ele como um cão por festa de entrudo.
Las voces que el mísero manteado daba fueron tantas, que llegaron a los oídos de su amo; el cual, determinándose a escuchar atentamente, creyó que alguna nueva aventura le venía, hasta que claramente conoció que el que gritaba era su escudero; y, volviendo las riendas, con un penado galope llegó a la venta, y, hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar; pero no hubo llegado a las paredes del corral, que no eran muy altas, cuando vio el mal juego que se le hacía a su escudero. Viole bajar y subir por el aire, con tanta gracia y presteza que, si la cólera le dejara, tengo para mí que se riera. Probó a subir desde el caballo a las bardas, pero estaba tan molido y quebrantado que aun apearse no pudo; y así, desde encima del caballo, comenzó a decir tantos denuestos y baldones a los que a Sancho manteaban, que no es posible acertar a escribillos; mas no por esto cesaban ellos de su risa y de su obra, ni el volador Sancho dejaba sus quejas, mezcladas ya con amenazas, ya con ruegos; mas todo aprovechaba poco, ni aprovechó, hasta que de puro cansados le dejaron. Trujéronle allí su asno, y, subiéndole encima, le arroparon con su gabán. Y la compasiva de Maritornes, viéndole tan fatigado, le pareció ser bien socorrelle con un jarro de agua, y así, se le trujo del pozo, por ser más frío. Tomóle Sancho, y llevándole a la boca, se paró a las voces que su amo le daba, diciendo. As vozes que dava o mísero manteado foram tantas, que chegaram aos ouvidos do amo, o qual, detendo-se a escutá-las, supôs que alguma grande aventura lhe vinha, até que reconheceu claramente ser o seu escudeiro quem gritava; e voltando as rédeas, arrancando a custo um galope, tornou para a venda. Achando-a fechada, rodeou-a à procura de alguma entrada. Mal era chegado às paredes do pátio, que pouco altas eram, quando viu o desalmado divertimento que ao seu escudeiro se estava fazendo. Viu-o subir e descer pelos ares com tanta graça e presteza, que para mim tenho desataria a rir, se a raiva lho consentira. Fez quanto pôde para subir do cavalo ao espigão do muro; mas tão moído e quebrado estava, que nem apear-se pôde; e assim, de cima do cavalo começou a vomitar tantos doestos e impropérios aos que lhe manteavam o Sancho, que não é possível acertar a escrevê-los; mas nem por isso eles interrompiam as risadas e a obra, nem o voador Sancho cessava das suas queixas, mescladas ora com ameaças, ora com súplicas; mas tudo era por demais; nem lhe aproveitou enquanto de puro cansados o não deixaram. Trouxeram-lhe o burro; e, subindo-o para cima dele, o embrulharam com o gabão. A compassiva de Maritornes, vendo-o tão estafado, pareceu-lhe ser bem socorrê-lo com uma caneca de água, e trouxe-lha do poço por ser mais fresca. Recebeu-lha Sancho, e, levando-a à boca, deteve-se aos gritos que o amo lhe dava, dizendo:
-¡Hijo Sancho, no bebas agua! ¡Hijo, no la bebas, que te matará! ¿Ves? Aquí tengo el santísimo bálsamo -y enseñábale la alcuza del brebaje-, que con dos gotas que dél bebas sanarás sin duda. -- Filho Sancho, não bebas água, filho, não bebas, olha que morres; aqui está o santíssimo bálsamo; vês -- (e mostrava-lhe a almotolia) -- com duas gotas que bebas disto, pões-te bom sem falta nenhuma.
A estas voces volvió Sancho los ojos, como de través, y dijo con otras mayores A estes brados volveu Sancho a vista de revés, e disse com outros ainda maiores:
-¿Por dicha hásele olvidado a vuestra merced como yo no soy caballero, o quiere que acabe de vomitar las entrañas que me quedaron de anoche? Guárdese su licor con todos los diablos y déjeme a mí. -- Já porventura se esqueceu Vossa Mercê de que não sou cavaleiro? ou quer que me acabem de sair as entranhas que me ficaram desta noite? guarde o seu remédio com todos os diabos, e deixe-me cá.
Y el acabar de decir esto y el comenzar a beber todo fue uno; mas, como al primer trago vio que era agua, no quiso pasar adelante, y rogó a Maritornes que se le trujese de vino, y así lo hizo ella de muy buena voluntad, y lo pagó de su mesmo dinero; porque, en efecto, se dice della que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana. O acabar de dizer isto, e o começar a beber foi tudo um; mas como ao primeiro trago conheceu que era água, não quis passar adiante, e rogou a Maritornes que lhe trouxesse antes vinho, o que ela lhe fez de muito boa vontade, e pagou-o da sua algibeira, porque bem se dizia a seu respeito que, ainda que andava naquele trato, tinha umas sombras e longes de cristã.
Así como bebió Sancho, dio de los carcaños a su asno, y, abriéndole la puerta de la venta de par en par , se salió della, muy contento de no haber pagado nada y de haber salido con su intención, aunque había sido a costa de sus acostumbrados fiadores, que eran sus espaldas. Verdad es que el ventero se quedó con sus alforjas en pago de lo que se le debía; mas Sancho no las echó menos, según salió turbado . Quiso el ventero atrancar bien la puerta así como le vio fuera, mas no lo consintieron los manteadores, que eran gente que, aunque don Quijote fuera verdaderamente de los caballeros andantes de la Tabla Redonda, no le estimaran en dos ardites. Assim que Sancho bebeu, bateu calcanhares ao seu asno, e pela porta da venda, aberta de par em par, saiu dela muito contente de não ter pago nada, e ter levado a sua avante, ainda que foi à custa dos seus costumados fiadores, que eram os lombos. Verdade é que o vendeiro lhe ficou com os alforjes em desconto do que se lhe devia; mas Sancho, pela perturbação que levava, não deu pela falta. Quis o vendeiro trancar bem a porta assim que o viu fora, mas não lho consentiram os manteadores, que eram tal gente, que, ainda que D. Quixote fosse realmente dos cavaleiros andantes da Távola Redonda, tanto caso fariam dele, como de dois cominhos.






I. Capítulo XVIII. Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas


Capíulo XVIII -- Onde se contam as razões que passou Sancho Pança com seu senhor D. Quixote com outras aventuras dignas de ser contadas.


Llegó Sancho a su amo marchito y desmayado; tanto, que no podía arrear a su jumento. Cuando así le vio don Quijote, le dijo. Chegou Sancho murcho e desmaiado ao pé do amo; tanto, que nem podia fazer andar o burro. Quando D. Quixote assim o viu, disse-lhe:
-Ahora acabo de creer, Sancho bueno, que aquel castillo o venta, de que es encantado sin duda; porque aquellos que tan atrozmente tomaron pasatiempo contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? Y confirmo esto por haber visto que, cuando estaba por las bardas del corral mirando los actos de tu triste tragedia, no me fue posible subir por ellas, ni menos pude apearme de Rocinante, porque me debían de tener encantado; que te juro, por la fe de quien soy, que si pudiera subir o apearme, que yo te hiciera vengado de manera que aquellos follones y malandrines se acordaran de la burla para siempre, aunque en ello supiera contravenir a las leyes de la caballería, que, como ya muchas veces te he dicho, no consienten que caballero ponga mano contra quien no lo sea, si no fuere en defensa de su propria vida y persona, en caso de urgente y gran necesidad. -- Agora, bom Sancho, é que eu acabo de crer que aquele castelo ou venda é encantado sem dúvida, porque aqueles que tão atrozmente se divertiram contigo, que poderiam ser senão fantasmas, e gente do outro mundo? E nisto me certifico, por ver que, estando pelo espigão do muro do quintal a presenciar os atos da tua triste tragédia, não pude, por mais que fiz, subir-me acima, nem sequer apear-me do Rocinante; decerto porque me tinham encantado; porque te juro, à fé de quem sou, que, se pudera subir ou apear-me, eu te houvera vingado de maneira que aqueles foles de vento, aqueles malandrinos, se ficassem lembrando da brincadeira para sempre, ainda que nisso soubera descumprir as leis da cavalaria, que, segundo já muitas vezes me ouviste, não consentem a cavaleiro pôr mão em quem o não seja, salvo sendo em defensa da sua própria vida e pessoa, em caso de urgente e grande necessidade.
-También me vengara yo si pudiera, fuera o no fuera armado caballero, pero no pude; aunque tengo para mí que aquellos que se holgaron conmigo no eran fantasmas ni hombres encantados, como vuestra merced dice, sino hombres de carne y hueso como nosotros; y todos, según los oí nombrar cuando me volteaban, tenían sus nombres que el uno se llamaba Pedro Martínez, y el otro Tenorio Hernández, y el ventero oí que se llamaba Juan Palomeque el Zurdo. Así que, señor, el no poder saltar las bardas del corral, ni apearse del caballo, en ál estuvo que en encantamentos. Y lo que yo saco en limpio de todo esto es que estas aventuras que andamos buscando, al cabo al cabo, nos han de traer a tantas desventuras que no sepamos cuál es nuestro pie derecho. Y lo que sería mejor y más acertado, según mi poco entendimiento, fuera el volvernos a nuestro lugar, ahora que es tiempo de la siega y de entender en la hacienda, dejándonos de andar de Ceca en Meca y de zoca en colodra , como dicen. -- Também eu me vingava se pudesse -- disse o outro -- quer fosse armado cavaleiro, quer não; mas não pude, ainda que tenho para mim, que os que se divertiram à minha custa não eram fantasmas, nem homens encantados, como Vossa Mercê diz: eram homens de carne e osso como nós; e todos (segundo lhes ouvi enquanto me estavam volteando) tinham os seus nomes; um chamava-se Pedro Martins, outro Tenório Fernandes; e o vendeiro ouvi que se chamava João Palomeque, o surdo; e por isso, senhor meu, o Vossa Mercê não ter podido saltar o muro, nem apear-se do cavalo, por outra causa foi, que não por encantamentos. O que eu tiro a limpo de tudo isto é que estas aventuras, que andamos buscando, afinal de contas nos hão-de meter em tantas desaventuras, que não saibamos qual é a nossa mão direita. O que seria melhor e mais acertado, segundo o meu fraco entender, seria tornarmo-nos para o nosso lugar, agora que é tempo das aceifas, e de cuidar da fazenda, deixando-nos de andar de seca em meca, e de Herodes para Pilatos, como dizem.
-¡Qué poco sabes, Sancho -respondió don Quijote-, de achaque de caballería! Calla y ten paciencia, que día vendrá donde veas por vista de ojos cuán honrosa cosa es andar en este ejercicio. Si no, dime ¿qué mayor contento puede haber en el mundo, o qué gusto puede igualarse al de vencer una batalla y al de triunfar de su enemigo? Ninguno, sin duda alguna. -- Que pouco sabes, Sancho -- respondeu D. Quixote -- dos achaques da cavalaria! Cala e tem paciência, que lá virá dia em que vejas por teus olhos que honrosa coisa é andar neste exercício! Se não, dize-me: que maior contentamento pode haver neste mundo, ou que satisfação pode comparar-se à de vencer uma batalha, e triunfar do inimigo? Sem dúvida que nada chega a isso.
-Así debe de ser -respondió Sancho-, puesto que yo no lo sé; sólo sé que, después que somos caballeros andantes, o vuestra merced lo es (que yo no hay para qué me cuente en tan honroso número), jamás hemos vencido batalla alguna, si no fue la del vizcaíno, y aun de aquélla salió vuestra merced con media oreja y media celada menos; que, después acá, todo ha sido palos y más palos, puñadas y más puñadas, llevando yo de ventaja el manteamiento y haberme sucedido por personas encantadas, de quien no puedo vengarme, para saber hasta dónde llega el gusto del vencimiento del enemigo, como vuestra merced dice. -- Assim deve ser -- respondeu Sancho -- posto que eu por mim não sei; só sei que, depois que somos cavaleiros andantes, ou (por melhor dizer) depois que Vossa Mercê o é (que eu, à minha parte, não há por que me entre em tão honroso rol), nunca jamais temos vencido batalha alguma, salvo a do biscainho, e ainda dessa saiu Vossa Mercê com meia orelha, e meia celada de menos; de então para cá tudo tem sido bordoada e mais bordoada, murros e mais murros; e eu, ainda por cima de tudo, manteado, e por pessoas encantadas, de quem me não posso vingar para saber até onde chega o gosto de vencer inimigos, como Vossa Mercê diz.
-Ésa es la pena que yo tengo y la que tú debes tener, Sancho -respondió don Quijote-; pero, de aquí adelante, yo procuraré haber a las manos alguna espada hecha por tal maestría, que al que la trujere consigo no le puedan hacer ningún género de encantamentos; y aun podría ser que me deparase la ventura aquella de Amadís, cuando se llamaba el Caballero de la Ardiente Espada , que fue una de las mejores espadas que tuvo caballero en el mundo, porque, fuera que tenía la virtud dicha, cortaba como una navaja, y no había armadura, por fuerte y encantada que fuese, que se le parase delante . -- Essa é que é a minha pena, e a que tu deves também sentir, Sancho -- respondeu D. Quixote; -- porém daqui em diante eu procurarei haver às mãos alguma espada feita com tal mestria, que ao que a tiver consigo se não possa fazer nenhum gênero de encantamento. Até não era impossível que a ventura me deparasse a de Amadis, quando se chamava O Cavaleiro da ardente espada; foi a melhor que teve cavaleiro algum do mundo, porque, além de ter a virtude referida, cortava como uma navalha, e não havia armadura, por forte e encantada que fosse, que lhe resistisse.
-Yo soy tan venturoso -dijo Sancho- que, cuando eso fuese y vuestra merced viniese a hallar espada semejante, sólo vendría a servir y aprovechar a los armados caballeros, como el bálsamo; y los escuderos, que se los papen duelos . -- Eu sou tão venturoso -- disse Sancho -- que, ainda que isso fosse, e Vossa Mercê viesse a achar espada semelhante, só viria a servir e aproveitar aos armados cavaleiros, assim como o bálsamo; e aos escudeiros, que os papem os lobos.
-No temas eso, Sancho -dijo don Quijote-, que mejor lo hará el cielo contigo. -- Não tenhas medo, Sancho -- disse D. Quixote -- melhor se haverá Deus contigo.
Es estos coloquios iban don Quijote y su escudero, cuando vio don Quijote que por el camino que iban venía hacia ellos una grande y espesa polvareda; y, en viéndola, se volvió a Sancho y le dijo. Nestes colóquios se estavam D. Quixote e o escudeiro, quando o fidalgo reparou que pelo caminho se adiantava para ali uma grande poeirada. Voltou-se então para Sancho, e disse-lhe:
-Éste es el día, ¡oh Sancho!, en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte; éste es el día, digo, en que se ha de mostrar, tanto como en otro alguno, el valor de mi brazo, y en el que tengo de hacer obras que queden escritas en el libro de la Fama por todos los venideros siglos. ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando. -- É este o dia, Sancho, em que se há-de ver o bem que a minha sorte me tinha reservado; é o dia, repito, em que se há-de mostrar mais que nunca o valor do meu braço, e em que hei-de fazer obras que fiquem registradas no livro da fama por todos os vindouros séculos. Vês aquela poeirada que ali se ergue, Sancho? pois é levantada por um copiosíssimo exército de diversos e inumeráveis povos que por ali vêm marchando.
-A esa cuenta, dos deben de ser -dijo Sancho-, porque desta parte contraria se levanta asimesmo otra semejante polvareda. -- Por essas contas -- disse Sancho -- dois devem eles ser, porque desta parte contrária também sobe outra poeirada semelhante.
Volvió a mirarlo don Quijote, y vio que así era la verdad; y, alegrándose sobremanera, pensó, sin duda alguna, que eran dos ejércitos que venían a embestirse y a encontrarse en mitad de aquella espaciosa llanura; porque tenía a todas horas y momentos llena la fantasía de aquellas batallas, encantamentos, sucesos, desatinos, amores, desafíos, que en los libros de caballerías se cuentan, y todo cuanto hablaba, pensaba o hacía era encaminado a cosas semejantes. Y la polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros que, por aquel mesmo camino, de dos diferentes partes venían, las cuales, con el polvo, no se echaron de ver hasta que llegaron cerca. Y con tanto ahínco afirmaba don Quijote que eran ejércitos, que Sancho lo vino a creer y a decirle. Voltou-se para ali D. Quixote e viu que era verdade; e, alegrando-se sobremodo, assentou que eram, sem dúvida alguma, dois exércitos que vinham a travar-se e combater no meio daquela espaçosa planície, porque não se passava hora que não tivesse a fantasia cheia daquelas batalhas, encantamentos, sucessos, desatinos, amores e desafios, que nos livros de cavalaria se relatam. Quanto dizia, pensava, ou fazia, ia sempre bater em coisas dessas. A poeirada, que havia visto, levantavam-na dois grandes rebanhos de ovelhas e carneiros que por aquele mesmo caminho vinham de diferentes partes; os quais, em razão do pó, se não deixaram perceber enquanto se não avizinharam. Com tamanho afinco afirmava D. Quixote que eram exércitos, que Sancho chegou a acreditar e a dizer:
-Señor, ¿pues qué hemos de hacer nosotros. -- Pois senhor, que havemos então de fazer?
-¿Qué? -dijo don Quijote- favorecer y ayudar a los menesterosos y desvalidos. Y has de saber, Sancho, que este que viene por nuestra frente le conduce y guía el grande emperador Alifanfarón , señor de la grande isla Trapobana; este otro que a mis espaldas marcha es el de su enemigo, el rey de los garamantas , Pentapolén del Arremangado Brazo, porque siempre entra en las batallas con el brazo derecho desnudo. -- Que havemos de fazer! -- disse D. Quixote -- havemos de favorecer e ajudar aos necessitados e desvalidos. Hás-de saber, Sancho, que este, que vem pela nossa frente, o capitaneia o grande Imperador Alifanfarrão, senhor da grande Taprobana; e estoutro, que marcha por trás das minhas costas, é o do seu inimigo El-Rei dos garamantes Pentapolim de arremangado braço, porque sempre entra nas batalhas com o braço direito nu.
-Pues, ¿por qué se quieren tan mal estos dos señores? -preguntó Sancho. -- E por que se querem tão mal esses dois senhores? -- perguntou Sancho.
-Quierénse mal -respondió don Quijote- porque este Alefanfarón es un foribundo pagano y está enamorado de la hija de Pentapolín, que es una muy fermosa y además agraciada señora, y es cristiana, y su padre no se la quiere entregar al rey pagano si no deja primero la ley de su falso profeta Mahoma y se vuelve a la suya . -- Querem-se mal -- respondeu D. Quixote -- porque este Alifanfarrão é um pagão furibundo, e está namorado da filha de Pentapolim, que é uma formosíssima, e ainda por cima muito engraçada senhora, e cristã. Seu pai não quer dá-la ao Rei pagão, sem ele primeiro renegar a lei do seu falso profeta Mafoma, e se converter à sua.
-¡Para mis barbas -dijo Sancho-, si no hace muy bien Pentapolín, y que le tengo de ayudar en cuanto pudiere. -- Voto por estas barbas -- disse Sancho -- que faz muito bem o Pentapolim, e hei-de ajudá-lo em quanto puder.
-En eso harás lo que debes, Sancho -dijo don Quijote-, porque, para entrar en batallas semejantes, no se requiere ser armado caballero. -- Nisso farás o que deves, Sancho -- disse o fidalgo -- porque para entrar em batalhas semelhantes não se requer ter sido armado cavaleiro.
-Bien se me alcanza eso -respondió Sancho-, pero, ¿dónde pondremos a este asno que estemos ciertos de hallarle después de pasada la refriega? Porque el entrar en ella en semejante caballería no creo que está en uso hasta agora. -- Até aí bem percebo eu -- respondeu Sancho; -- mas onde poremos nós este asno, para termos a certeza de o acharmos depois da refrega? porque o entrar nela com semelhante cavalgadura, creio que ainda até agora se não viu.
-Así es verdad -dijo don Quijote-. Lo que puedes hacer dél es dejarle a sus aventuras, ora se pierda o no, porque serán tantos los caballos que tendremos, después que salgamos vencedores, que aun corre peligro Rocinante no le trueque por otro. Pero estáme atento y mira, que te quiero dar cuenta de los caballeros más principales que en estos dos ejércitos vienen. Y, para que mejor los veas y notes, retirémonos a aquel altillo que allí se hace, de donde se deben de descubrir los dos ejércitos. -- É certo -- disse D. Quixote; -- o que melhormente podes fazer dele é deixá-lo às suas aventuras, quer se perca, quer não; porque tantos hão-de ser os cavalos com que havemos de ficar depois da vitória, que até o Rocinante corre seu risco de eu o trocar por outro. Mas está atento e repara, que te quero dar conta dos cavaleiros mais principais que vêm nestes dois exércitos; e para que melhor os notes, retiremo-nos para aquela alturinha que ali se levanta, donde se devem descobrir os exércitos ambos.
Hiciéronlo ansí, y pusierónse sobre una loma, desde la cual se vieran bien las dos manadas que a don Quijote se le hicieron ejército, si las nubes del polvo que levantaban no les turbara y cegara la vista ; pero, con todo esto, viendo en su imaginación lo que no veía ni había, con voz levantada comenzó a decir Fizeram-no assim, colocando-se numa lomba, donde se avistavam bem os dois rebanhos, que a D. Quixote se representavam exércitos. As nuvens de pó que levantavam lhe tinham turvada e cega a vista. Apesar de tudo, porém, vendo na imaginação o que lhe não mostravam os olhos, nem havia, em voz alta começou a dizer:
-Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes, que trae en el escudo un león coronado, rendido a los pies de una doncella , es el valeroso Laurcalco, señor de la Puente de Plata; el otro de las armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas de plata en campo azul, es el temido Micocolembo, gran duque de Quirocia; el otro de los miembros giganteos, que está a su derecha mano, es el nunca medroso Brandabarbarán de Boliche, señor de las tres Arabias , que viene armado de aquel cuero de serpiente , y tiene por escudo una puerta que, según es fama, es una de las del templo que derribó Sansón, cuando con su muerte se vengó de sus enemigos. Pero vuelve los ojos a estotra parte y verás delante y en la frente destotro ejército al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva Vizcaya, que viene armado con las armas partidas a cuarteles, azules, verdes, blancas y amarillas, y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado, con una letra que dice Miau , que es el principio del nombre de su dama, que, según se dice, es la sin par Miulina, hija del duque Alfeñiquén del Algarbe; el otro, que carga y oprime los lomos de aquella poderosa alfana , que trae las armas como nieve blancas y el escudo blanco y sin empresa alguna, es un caballero novel, de nación francés, llamado Pierres Papín , señor de las baronías de Utrique; el otro, que bate las ijadas con los herrados carcaños a aquella pintada y ligera cebra , y trae las armas de los veros azules , es el poderoso duque de Nerbia, Espartafilardo del Bosque, que trae por empresa en el escudo una esparraguera, con una letra en castellano que dice así Rastrea mi suerte. -- Aquele cavaleiro que ali vês, de armas amarelas, que traz no escudo um leão coroado rendido aos pés de uma donzela, é o valoroso Laurcalco, senhor da ponte de prata. O outro das armas com flores de ouro, que traz no escudo três coroas de prata em campo azul, é o temido Micocolembo, Grã-Duque da Quirócia. O outro, de membros agigantados, que à sua mão direita vem, é o nunca amedrontado Brandabarbarrão de Boliche, senhor das três Arábias, que vem armado com aquela pele de serpente, e tem por escudo uma porta, que (segundo é fama) é uma das do templo derribado por Sansão, quando se vingou dos seus inimigos, matando-se. Mas vira agora os olhos para a outra parte, e verás diante, e na frente destoutro exército, ao sempre vencedor, e nunca jamais vencido Timonel de Carcajona, Príncipe de Nova Biscaia, que vem armado com armas esquarteladas de azul, verde, branco e amarelo, e traz no escudo um gato de ouro em campo aleonado, com uma letra que diz Miau, que é o princípio do nome da sua dama, que (segundo se diz) é a sem par Miaulina, filha do Duque Alfenhique do Algarve. O outro, que oprime e assoberba os lombos daquela possante égua, e traz as armas brancas de neve, é um cavaleiro novel, de nação francês, chamado Pierre Papin, senhor das baronias de Utrique. O outro, que bate com os ferrados talões os ilhais daquela pintada e ligeira zebra e traz o escudo veirado de azul, é o poderoso Duque de Nerbia, Espartafilardo do Bosque. Traz por empresa no escudo um espargal, com uma letra em castelhano, que diz assim: Rastrea mi suerte.
Y desta manera fue nombrando muchos caballeros del uno y del otro escuadrón, que él se imaginaba, y a todos les dio sus armas, colores, empresas y motes de improviso, llevado de la imaginación de su nunca vista locura ; y, sin parar, prosiguió diciendo. E assim foi D. Quixote por diante, nomeando muitos cavaleiros de um e de outro campo, como a ele se antolhavam, dando a todos as suas armas, cores, empresas e letras, que improvisava levado das imaginativas da sua loucura nunca vista; e sem se deter prosseguiu, dizendo:
-A este escuadrón frontero forman y hacen gentes de diversas naciones aquí están los que bebían las dulces aguas del famoso Janto ; los montuosos que pisan los masílicos campos ; los que criban el finísimo y menudo oro en la felice Arabia ; los que gozan las famosas y frescas riberas del claro Termodonte; los que sangran por muchas y diversas vías al dorado Pactolo; los númidas, dudosos en sus promesas ; los persas, arcos y flechas famosos; los partos, los medos , que pelean huyendo; los árabes, de mudables casas ; los citas, tan crueles como blancos; los etiopes , de horadados labios, y otras infinitas naciones, cuyos rostros conozco y veo, aunque de los nombres no me acuerdo. En estotro escuadrón vienen los que beben las corrientes cristalinas del olivífero Betis ; los que tersan y pulen sus rostros con el licor del siempre rico y dorado Tajo; los que gozan las provechosas aguas del divino Genil ; los que pisan los tartesios campos , de pastos abundantes; los que se alegran en los elíseos jerezanos prados ; los manchegos, ricos y coronados de rubias espigas ; los de hierro vestidos, reliquias antiguas de la sangre goda ; los que en Pisuerga se bañan, famoso por la mansedumbre de su corriente; los que su ganado apacientan en las estendidas dehesas del tortuoso Guadiana , celebrado por su escondido curso; los que tiemblan con el frío del silvoso Pirineo y con los blancos copos del levantado Apenino; finalmente, cuantos toda la Europa en sí contiene y encierra . -- Este esquadrão formam-no gentes de diversas nações. Aqui estão os que bebem as doces águas do famoso Xanto; os montanheses que pisam os campos Massílicos; os que joeiram o finíssimo e miúdo ouro da feliz Arábia; os que gozam das famosas e frescas ribeiras do claro Termodonte; os que sangram por muitas e diversas vias o rico Pactolo; os númidas incertos no cumprir a palavra; os persas afamados em arcos e frechas; os partos e medas, que pelejam fugindo; os árabes de vivendas mudáveis; os citas tão cruéis como alvos; os etíopes de lábios furados; e outras infinitas nações, cujos rostos estou vendo e conhecendo, ainda que os nomes não me lembram. Nestoutro esquadrão vêm os que bebem as correntes cristalinas do olivífero Bétis; os que lavam o rosto nas águas do sempre rico e dourado Tejo; os que desfrutam as proveitosas águas do divino Xenil; os que pisam os Tartésios campos de pastos abundantes; os que folgam nos elísios prados do Xeres; os manchegos, ricos e coroados de louras espigas; os de ferro vestidos, restos antigos do sangue godo; os que se banham no Pisuerga, famoso pela mansidão da corrente; os que apascentam os seus gados nas extensas devesas do tortuoso Guadiana, celebrado pelo seu escondido curso; os que tremem com o frio dos selváticos Pireneus, e com as brancas neves do alteroso Apenino; finalmente, quantos se contêm na Europa toda.
¡Válame Dios, y cuántas provincias dijo, cuántas naciones nombró, dándole a cada una, con maravillosa presteza, los atributos que le pertenecían, todo absorto y empapado en lo que había leído en sus libros mentirosos. Valha-me Deus! e quantas mais províncias não disse! quantas nações não nomeou, dando a cada uma, e com maravilhosa presteza, os atributos que lhe pertenciam, todo absorto e repassado do que tinha lido nos seus livros mentirosos!
Estaba Sancho Panza colgado de sus palabras, sin hablar ninguna, y, de cuando en cuando, volvía la cabeza a ver si veía los caballeros y gigantes que su amo nombraba ; y, como no descubría a ninguno, le dijo. Embasbacado estava Sancho Pança com tanto palavrório sem dizer nem pio; de quando em quando voltava a cabeça para ver se avistava os cavaleiros e gigantes que o amo nomeava; e como não descobria nem meio, lhe disse:
-Señor, encomiendo al diablo hombre, ni gigante, ni caballero de cuantos vuestra merced dice parece por todo esto; a lo menos, yo no los veo; quizá todo debe ser encantamento, como las fantasmas de anoche. -- Senhor meu, leve o diabo tudo isso, que não vejo por todo este descampado homem, nem gigante, nem cavaleiro nenhum dos que menciona. Eu ao menos não percebo tal. Talvez seja tudo encantamento como os avejões desta noite.
-¿Cómo dices eso? -respondió don Quijote-. ¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores?> -- Como! pois não ouves o rinchar dos cavalos? o toque dos clarins, e o trovejar dos tambores?
-No oigo otra cosa -respondió Sancho- sino muchos balidos de ovejas y carneros. -- O que eu ouço -- respondeu Sancho -- são muitos balidos de carneiros e ovelhas; mais nada.
Y así era la verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños. E era verdade, porque os dois rebanhos já vinham muito perto.
-El miedo que tienes -dijo don Quijote- te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas ; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda. -- O medo que tens -- disse D. Quixote -- é que faz, Sancho, que nem vejas, nem ouças às direitas, porque um dos efeitos do medo é turvar os sentidos, e fazer que pareçam as coisas outras do que são. Se tão medroso és, retira-te para onde quiseres, e deixa-me só, que basto eu para dar a vitória à parcialidade a quem ajude.
Y, diciendo esto, puso las espuelas a Rocinante, y, puesta la lanza en el ristre, bajó de la costezuela como un rayo. Diole voces Sancho, diciéndole. E, falando assim, cravou as esporas em Rocinante; e, posta a lança em riste, baixou da lomba como um raio. Dava-lhe vozes Sancho, dizendo:
-¡Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas las que va a embestir! ¡Vuélvase, desdichado del padre que me engendró! ¿Qué locura es ésta? Mire que no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni enteros, ni veros azules ni endiablados. ¿Qué es lo que hace? ¡Pecador soy yo a Dios . -- Volte para trás, senhor D. Quixote, que voto a Deus que isso que vai investir são carneiros e ovelhas. Volte para trás. Mal haja o pai que me gerou. Forte loucura! Repare bem, que não há gigante, nem cavaleiro, nem gatos, nem escudos partidos nem inteiros, nem veiros azuis, nem endiabrados. Que faz? pecados meus!
Ni por ésas volvió don Quijote; antes, en altas voces, iba diciendo. Nem com tudo aquilo se refreava D. Quixote, antes em altas vozes ia clamando:
-¡Ea, caballeros, los que seguís y militáis debajo de las banderas del valeroso emperador Pentapolín del Arremangado Brazo, seguidme todos veréis cuán fácilmente le doy venganza de su enemigo Alefanfarón de la Trapobana. -- Eia, cavaleiros, que seguis e militais debaixo das bandeiras do valoroso Imperador Pentapolim de arremangado braço, segui-me todos, vereis quão facilmente lhe dou vingança do seu inimigo Alifanfarrão de Taprobana.
Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las ovejas, y comenzó de alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a sus mortales enemigos. Los pastores y ganaderos que con la manada venían dábanle voces que no hiciese aquello; pero, viendo que no aprovechaban, desciñéronse las hondas y comenzaron a saludalle los oídos con piedras como el puño. Don Quijote no se curaba de las piedras; antes, discurriendo a todas partes, decía Com estas palavras se entranhou pelo tropel das ovelhas, e começou a alancear nelas, tão denodado como se desse em verdadeiros inimigos mortais. Bradavam-lhe os pastores que tivesse mão; porém vendo que era tempo perdido, levaram de suas fundas, e começaram a cumprinientar-lhe as orelhas com pedradas como punhos. D. Quixote, sem fazer caso das pedras, campeava para todas as partes, dizendo:
-¿Adónde estás , soberbio Alifanfuón? Vente a mí; que un caballero solo soy , que desea, de solo a solo, probar tus fuerzas y quitarte la vida, en pena de la que das al valeroso Pentapolín Garamanta . -- Onde estás, soberbo Alifanfarrão? vem para mim, que sou um só cavaleiro, e desejo a sós por sós provar as tuas forças, e tirar-te a vida em castigo das penas que dás ao valoroso Pentapolim Garamante.
Llegó en esto una peladilla de arroyo, y, dándole en un lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo. Viéndose tan maltrecho, creyó sin duda que estaba muerto o mal ferido, y, acordándose de su licor, sacó su alcuza y púsosela a la boca, y comenzó a echar licor en el estómago; mas, antes que acabase de envasar lo que a él le parecía que era bastante, llegó otra almendra y diole en la mano y en el alcuza tan de lleno que se la hizo pedazos, llevándole de camino tres o cuatro dientes y muelas de la boca, y machucándole malamente dos dedos de la mano. Nisto acertou-lhe um seixo dos do rio, que lhe meteu duas costelas dentro. Vendo-se tão maltratado, deu por sem dúvida que estava morto, ou muito gravemente ferido, e, lembrando-se do seu específico, puxou da almotolia, pô-la à boca, e principiou a engolir; mas, antes de ter esvaziado quanto lhe pareceu suficiente, veio outra amêndoa tão certeira contra a mão e a almotolia, que a amolgou toda, levando juntamente a D. Quixote três ou quatro dentes queixais, e pisando-lhe fortemente dois dedos.
Tal fue el golpe primero, y tal el segundo, que le fue forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo. Llegáronse a él los pastores y creyeron que le habían muerto; y así, con mucha priesa, recogieron su ganado, y cargaron de las reses muertas , que pasaban de siete, y, sin averiguar otra cosa, se fueron . Tal foi o primeiro golpe e o segundo, que ao pobre cavaleiro forçado foi deixar-se cair do cavalo. Chegaram-se a ele os pastores, e, supondo terem-no morto, recolheram o gado a toda a pressa, levaram as reses mortas, que passavam de sete, e sem mais averiguações se lançaram a fugir.
Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cuesta, mirando las locuras que su amo hacía, y arrancábase las barbas , maldiciendo la hora y el punto en que la fortuna se le había dado a conocer. Viéndole, pues, caído en el suelo, y que ya los pastores se habían ido, bajó de la cuesta y llegóse a él, y hallóle de muy mal arte, aunque no había perdido el sentido, y díjole Todo aquele tempo o levou Sancho na lomba, a observar as loucuras que seu amo fazia, e a arrancar as barbas, e a amaldiçoar a hora e o instante em que a desgraça lho tinha feito conhecer. Vendo-o caído, e os pastores já desaparecidos, desceu da lomba, chegou-se a ele, e achou-o naquela lástima, mas ainda em si; e disse-lhe:
-¿No le decía yo, señor don Quijote, que se volviese, que los que iba a acometer no eran ejércitos, sino manadas de carneros. -- Não lhe pregava eu, senhor D. Quixote, que se tornasse atrás, e que os que ia acometer não eram exércitos, senão carneiradas?
-Como eso puede desparecer y contrahacer aquel ladrón del sabio mi enemigo . Sábete, Sancho, que es muy fácil cosa a los tales hacernos parecer lo que quieren, y este maligno que me persigue, envidioso de la gloria que vio que yo había de alcanzar desta batalla, ha vuelto los escuadrones de enemigos en manadas de ovejas. Si no, haz una cosa, Sancho, por mi vida, porque te desengañes y veas ser verdad lo que te digo sube en tu asno y síguelos bonitamente, y verás cómo, en alejándose de aquí algún poco, se vuelven en su ser primero, y, dejando de ser carneros, son hombres hechos y derechos, como yo te los pinté primero... Pero no vayas agora, que he menester tu favor y ayuda; llégate a mí y mira cuántas muelas y dientes me faltan, que me parece que no me ha quedado ninguno en la boca. -- Aí tens tu como aquele ladrão do sábio meu inimigo faz aparecer e desaparecer as coisas -- disse D. Quixote; -- podes crer, Sancho, que aos tais é fácil figurarem-nos tudo que lhes lembra; e este maligno que me persegue, invejoso da glória que viu me adviria desta batalha, transformou os esquadrões dos inimigos em fatos de ovelhas; quando não, por vida minha! faze uma coisa, Sancho, para te desenganares da verdade: monta no teu asno, segue-os de longe, e verás como, em se afastando um pouco daqui, tornam ao seu primeiro ser, deixam de ser carneiros e se fazem homens, tão feitos e perfeitos como eu tos pintei. Mas não vás por ora, que tenho precisão de que me ajudes; primeiro chega-te cá, e vê bem quantos queixais me faltam; parece-me que são todos.
Llegóse Sancho tan cerca que casi le metía los ojos en la boca, y fue a tiempo que ya había obrado el bálsamo en el estómago de don Quijote; y, al tiempo que Sancho llegó a mirarle la boca, arrojó de sí, más recio que una escopeta, cuanto dentro tenía, y dio con todo ello en las barbas del compasivo escudero . Chegou-se-lhe tão perto o Sancho, que lhe metia quase os olhos pela boca, e foi a tempo que já o bálsamo tinha produzido o seu efeito no estômago de D. Quixote. Neste momento, pois, desfechou sobre as barbas do compassivo escudeiro, que nem tiro de escopeta, tudo que havia dentro.
-¡Santa María! -dijo Sancho-, ¿y qué es esto que me ha sucedido? Sin duda, este pecador está herido de muerte, pues vomita sangre por la boca. -- Nossa Senhora! -- exclamou Sancho -- que é isto? sem dúvida este pecante está ferido mortalmente: vomita sangue.
Pero, reparando un poco más en ello, echó de ver en la color, sabor y olor, que no era sangre, sino el bálsamo de la alcuza que él le había visto beber; y fue tanto el asco que tomó que, revolviéndosele el estómago, vomitó las tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como de perlas. Acudió Sancho a su asno para sacar de las alforjas con qué limpiarse y con qué curar a su amo; y, como no las halló , estuvo a punto de perder el juicio. Maldíjose de nuevo, y propuso en su corazón de dejar a su amo y volverse a su tierra, aunque perdiese el salario de lo servido y las esperanzas del gobierno de la prometida ínsula. Reparando porém um pouco mais, conheceu pela cor, sabor e cheiro, que tal sangue não era, mas sim o bálsamo da almotolia, que ele lhe vira engolir. Tamanho foi o seu nojo, que, revolvendo-se-lhe o interior, vomitou as tripas mesmo por cima do amo; ficaram ambos como umas pérolas. Correu Sancho ao seu burro, para tirar dos alforjes com que se limpar a si, e curar ao patrão; não os achou. Esteve a pique de perder o juízo; disse outra vez mal à sua vida, e resolveu de si para si deixar tal cargo, e tornar-se para a terra, ainda que perdesse a soldada já merecida e as esperanças da prometida ilha.
Levantóse en esto don Quijote, y, puesta la mano izquierda en la boca, porque no se le acabasen de salir los dientes, asió con la otra las riendas de Rocinante, que nunca se había movido de junto a su amo -tal era de leal y bien acondicionado-, y fuese adonde su escudero estaba, de pechos sobre su asno, con la mano en la mejilla, en guisa de hombre pensativo además. Y, viéndole don Quijote de aquella manera, con muestras de tanta tristeza, le dijo. Levantou-se neste comenos D. Quixote, e com a mão esquerda na boca, para lhe não acabarem de sair os dentes, colheu com a direita as rédeas de Rocinaiite, o qual não tinha ainda arredado pé (tanta era a sua lealdade e boa condição), e foi-se para onde o escudeiro estava de peito sobre o asno, com a mão na face, como excessivamente pensativo. Vendo-o assim, e tão triste, disse-lhe:
-Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Así que, no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas. -- Sabe, Sancho, que só quem faz mais que outrem é que é mais que outrem. Todas estas inclemências que nos acontecem sinais são de que breve se nos há-de o tempo abonançar, e as coisas correr-nos melhormente, porque não é possível que nem o mal nem o bem, sejam perduráveis; por isso, tendo o mal aturado já tanto, já o bem nos deve estar chegando; pelo tanto, não tens por que anojar-te pelas desgraças que a mim me sucedem, porque não tens nelas quinhão.
-¿Cómo no? -respondió Sancho-. Por ventura, el que ayer mantearon, ¿era otro que el hijo de mi padre? Y las alforjas que hoy me faltan, con todas mis alhajas, ¿son de otro que del mismo. -- Não tenho quinhão? -- soltou Sancho -- então o que ontem mantearam não era o filho de meu pai? e os alforjes, que me faltam agora, com tudo o que eu tinha dentro deles, eram do vizinho; não?
-¿Que te faltan las alforjas, Sancho? -dijo don Quijote. -- Perdeste os alforjes, Sancho? -- disse D. Quixote.
-Sí que me faltan -respondió Sancho. -- Não sei; não os acho -- respondeu ele.
-Dese modo, no tenemos qué comer hoy -replicó don Quijote. -- Desse modo, não há que se coma hoje! -- replicou D. Quixote.
-Eso fuera -respondió Sancho- cuando faltaran por estos prados las yerbas que vuestra merced dice que conoce, con que suelen suplir semejantes faltas los tan malaventurados andantes caballeros como vuestra merced es. -- Não haveria decerto -- tornou Sancho -- se faltassem por estes prados as ervas que Vossa Mercê conhece, segundo diz, das quais se costumam valer para remédio em semelhantes faltas os tão mal-aventurados cavaleiros andantes como Vossa Mercê.
-Con todo eso -respondió don Quijote-, tomara yo ahora más aína un cuartal de pan , o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna . Mas, con todo esto, sube en tu jumento, Sancho el bueno, y vente tras mí; que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua; y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos . -- Mesmo assim -- respondeu D. Quixote -- mais quisera eu agora um quarto de pão, e até uma bola de suborralho, com duas cabeças de sardinhas de espicha, que todas quantas ervas descreve Dioscórides, nem que fosse o ilustrado pelo doutor Laguna. Seja como for, monta, bom Sancho, no teu jumento, e vem atrás de mim, que Deus, que por tudo olha, não nos há-de faltar, e mais andando nós tanto em serviço dele como andamos, ele, que nem falta aos mosquitos do ar, nem aos bichinhos da terra, nem aos filhos das rãs nos charcos, e é tão piedoso que faz nascer o sol sobre os bons e os maus, e chove sobre os injustos e os justos.
-Más bueno era vuestra merced -dijo Sancho- para predicador que para caballero andante. -- Mais talhado estava Vossa Mercê -- disse Sancho -- para pregador, que para cavaleiro andante.
-De todo sabían y han de saber los caballeros andantes, Sancho -dijo don Quijote-, porque caballero andante hubo en los pasados siglos que así se paraba a hacer un sermón o plática, en mitad de un campo real , como si fuera graduado por la Universidad de París ; de donde se infiere que nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza . -- De tudo sabiam e devem saber os cavaleiros andantes -- disse D. Quixote -- pois cavaleiro andante houve nos passados séculos, que se detinha a fazer um sermão ou prática no meio duma estrada real, como se fora graduado pela Universidade de Paris; donde se infere que nem a lança dana à pena, nem a pena à lança.
-Ahora bien, sea así como vuestra merced dice -respondió Sancho-, vamos ahora de aquí, y procuremos donde alojar esta noche , y quiera Dios que sea en parte donde no haya mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados; que si los hay, daré al diablo el hato y el garabato. -- Ora bem; seja assim como Vossa Mercê diz -- respondeu Sancho -- mas vamo-nos já daqui, e procuremos onde se há-de ficar esta noite. Permita Deus que seja em parte onde não haja mantas, nem manteadores, nem mouros encantados, que, se os houver, dou ao diabo a cartada.
-Pídeselo tú a Dios, hijo -dijo don Quijote-, y guía tú por donde quisieres, que esta vez quiero dejar a tu eleción el alojarnos. Pero dame acá la mano y atiéntame con el dedo, y mira bien cuántos dientes y muelas me faltan deste lado derecho de la quijada alta, que allí siento el dolor. -- Pede-o tu a Deus, filho -- disse D. Quixote -- e vamos para onde tu quiseres, que desta vez quero deixar à tua escolha o albergar-nos. Mas chega cá a mão, e apalpa-me com o dedo; vê bem quantos queixais me faltam deste lado direito no queixo de cima; ali é que me dói.
Metió Sancho los dedos, y, estándole tentando , le dijo. Meteu Sancho os dedos, e, estando a apalpar, lhe disse:
-¿Cuántas muelas solía vuestra merced tener en esta parte. -- Quantos queixais costumava Vossa Mercê ter deste lado?
-Cuatro -respondió don Quijote-, fuera de la cordal, todas enteras y muy sanas. -- Quatro -- respondeu D. Quixote -- afora a presa; todos inteiros e muito sãos.
-Mire vuestra merced bien lo que dice, señor -respondió Sancho. -- Olhe Vossa Mercê bem o que diz, senhor -- respondeu Sancho.
-Digo cuatro, si no eran cinco -respondió don Quijote-, porque en toda mi vida me han sacado diente ni muela de la boca, ni se me ha caído ni comido de neguijón ni de reuma alguna. -- Digo quatro, se não eram cinco -- respondeu D. Quixote -- porque em toda a minha vida nunca me tiraram dente da boca, nem me caiu nenhum, nem me apodreceu.
-Pues en esta parte de abajo -dijo Sancho- no tiene vuestra merced más de dos muelas y media, y en la de arriba, ni media ni ninguna, que toda está rasa como la palma de la mano. -- Pois nesta parte de baixo -- tornou Sancho -- não tem Vossa Mercê senão dois queixais e meio; e da parte de cima nem meio, nem nenhum; está tudo raso como a palma da mão,
-¡Sin ventura yo! -dijo don Quijote, oyendo las tristes nuevas que su escudero le daba-, que más quisiera que me hubieran derribado un brazo, como no fuera el de la espada; porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante. Mas a todo esto estamos sujetos los que profesamos la estrecha orden de la caballería. Sube, amigo, y guía, que yo te seguiré al paso que quisieres. -- Desventurado de mim! -- disse D. Quixote, ouvindo as tristes novas que o seu escudeiro lhe dava -- antes quisera que me tivessem deitado abaixo um braço (uma vez que não fosse o da espada); porque te digo, Sancho, que boca sem queixais é como moinho sem mós; e muito mais se há-de estimar um dente, que um diamante. Mas a tudo isto andamos sujeitos os que professamos a apertada ordem da cavalaria. Monta, amigo, e vai guiando, que eu te sigo na andadura que te parecer.
Hízolo así Sancho, y encaminóse hacia donde le pareció que podía hallar acogimiento, sin salir del camino real, que por allí iba muy seguido . Assim o fez Sancho, e se encaminhou para onde entendeu poderia achar acolhida sem sair da estrada real, que por ali ia muito trilhada;
Yéndose, pues, poco a poco, porque el dolor de las quijadas de don Quijote no le dejaba sosegar ni atender a darse priesa, quiso Sancho entretenelle y divertille diciéndole alguna cosa; y, entre otras que le dijo, fue lo que se dirá en el siguiente e, caminhando devagarinho porque as dores dos queixos de D. Quixote não o deixavam sossegar nem apressar-se, quis Sancho i-lo entretendo e divertindo com dizer-lhe alguma coisa; e, entre as que lhe disse, foi o que se agora referirá no seguinte capítulo.






I. Capítulo XIX. De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos


Capíulo XIX -- Das discretas razões que Sancho passava com o amo e da aventura que lhes sucedeu com um defunto, e outros acontecimentos famosos.


-Paréceme, señor mío, que todas estas desventuras que estos días nos han sucedido, sin duda alguna han sido pena del pecado cometido por vuestra merced contra la orden de su caballería, no habiendo cumplido el juramento que hizo de -- O que me está parecendo, senhor meu, é que as desventuras, que estes dias me têm sucedido, têm sido, sem nenhuma dúvida, todas castigo do pecado cometido por Vossa Mercê contra a ordem da sua cavalaria, por não ter desempenhado o juramento que fez de:
no comer pan a manteles
ni con la reina folgar,
não comer pão em toalha
nem coa Rainha folgar,
con todo aquello que a esto se sigue y vuestra merced juró de cumplir, hasta quitar aquel almete de Malandrino , o como se llama el moro, que no me acuerdo bien. com o mais que a trova reza, e que Vossa Mercê jurou de cumprir, até que não tirasse para si o elmete de Malandrino, ou como se chama o tal mouro (que o nome não me lembra muito bem).
-Tienes mucha razón, Sancho -dijo don Quijote-; mas, para decirte verdad, ello se me había pasado de la memoria; y también puedes tener por cierto que por la culpa de no habérmelo tú acordado en tiempo te sucedió aquello de la manta; pero yo haré la enmienda, que modos hay de composición en la orden de la caballería para todo . -- Tens muita razão, Sancho -- disse D. Quixote -- mas, para te dizer a verdade, tinha-me esquecido; e podes também ter por certo que, pela culpa de tu mo não teres lembrado a tempo, é que te sucedeu a ti aquilo da manta; porém eu farei a emenda, que para tudo há modos de composição na ordem da cavalaria.
-Pues, ¿juré yo algo, por dicha? -respondió Sancho. -- Pois eu jurei porventura alguma coisa? -- respondeu Sancho.
-No importa que no hayas jurado -dijo don Quijote- basta que yo entiendo que de participantes no estás muy seguro, y, por sí o por no, no será malo proveernos de remedio. -- Embora não jurasses -- tornou D. Quixote -- entendo que de participante não estás livre; e, pelo sim pelo não bom será provermo-nos de remédio.
-Pues si ello es así -dijo Sancho-, mire vuestra merced no se le torne a olvidar esto, como lo del juramento; quizá les volverá la gana a las fantasmas de solazarse otra vez conmigo, y aun con vuestra merced si le ven tan pertinaz. -- Se assim é -- disse Sancho -- olhe, Vossa Mercê não se esqueça também disto como do juramento, que talvez aos fantasmas lhes tornasse a gana de se divertirem comigo, e até com Vossa Mercê, se o virem tão sem emenda.
En estas y otras pláticas les tomó la noche en mitad del camino, sin tener ni descubrir donde aquella noche se recogiesen; y lo que no había de bueno en ello era que perecían de hambre; que, con la falta de las alforjas, les faltó toda la despensa y matalotaje . Y, para acabar de confirmar esta desgracia, les sucedió una aventura que, sin artificio alguno, verdaderamente lo parecía. Y fue que la noche cerró con alguna escuridad ; pero, con todo esto, caminaban, creyendo Sancho que, pues aquel camino era real, a una o dos leguas, de buena razón, hallaría en él alguna venta. Nestas e noutras práticas os tomou a noite no meio do caminho, sem terem, nem descobrirem, onde pernoitar; o que nisso nada tinha de bom é que iam mortos à fome, pois com o sumiço dos alforjes se lhes tinha ido embora despensa e matalotagem; e, para complemento de tamanha desgraça, sucedeu-lhes uma coisa, que, sem ser de propósito, bem o parecia; e foi que a noite se fechou assaz de escura. Iam não obstante caminhando, que, visto ser aquela a estrada real, por boa razão a uma ou duas léguas se encontraria nela alguma venda.
Yendo, pues, desta manera, la noche escura, el escudero hambriento y el amo con gana de comer, vieron que por el mesmo camino que iban venían hacia ellos gran multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se movían. Pasmóse Sancho en viéndolas, y don Quijote no las tuvo todas consigo; tiró el uno del cabestro a su asno, y el otro de las riendas a su rocino, y estuvieron quedos, mirando atentamente lo que podía ser aquello, y vieron que las lumbres se iban acercando a ellos, y mientras más se llegaban, mayores parecían; a cuya vista Sancho comenzó a temblar como un azogado , y los cabellos de la cabeza se le erizaron a don Quijote; el cual, animándose un poco, dijo Indo pois desta maneira, a noite escura, o escudeiro esfaimado, e o amo com boa vontade de comer, viram que, pelo caminho mesmo que levavam, se dirigia para eles grande multidão de luzes, que não pareciam senão estrelas errantes. Pasmou Sancho quando as avistou, e D. Quixote não deixou de as estranhar. Sofreou um pelo cabresto ao asno, e o outro pelas rédeas ao rocim, e ficaram parados à espera do que surdiria. Viram que as luzes se lhes iam aproximando, e, quanto mais se aproximavam, maiores pareciam. Àquela vista Sancho pôs-se a tremer como um azougado, e ao próprio D. Quixote se arrepiaram os cabelos. Este, porém, animando-se um tanto, disse:
-Ésta, sin duda, Sancho, debe de ser grandísima y peligrosísima aventura, donde será necesario que yo muestre todo mi valor y esfuerzo. -- Esta é, que sem dúvida, Sancho, deve ser grandíssima e perigosíssima aventura, e será necessário mostrar eu nela todo o meu valor e esforço.
-¡Desdichado de mí! -respondió Sancho-; si acaso esta aventura fuese de fantasmas, como me lo va pareciendo, ¿adónde habrá costillas que la sufran. -- Malfadado de mim! -- respondeu Sancho -- se acaso esta aventura for de fantasmas, segundo me vai parecendo, onde haverá costelas que lhes bastem?
-Por más fantasmas que sean -dijo don Quijote-, no consentiré yo que te toque en el pelo de la ropa; que si la otra vez se burlaron contigo, fue porque no pude yo saltar las paredes del corral, pero ahora estamos en campo raso, donde podré yo como quisiere esgremir mi espada. -- Por mais fantasmas que venham -- respondeu D. Quixote -- não consentirei que te ponham mão nem num pelinho do fato. Se da outra vez zombaram contigo, foi porque não pude saltar as paredes do pátio; mas agora estamos em terreno raso, onde posso à vontade esgrimir a espada.
-Y si le encantan y entomecen, como la otra vez lo hicieron -dijo Sancho-, ¿qué aprovechará estar en campo abierto o no. -- E se o encantam e o tolhem, como da outra vez fizeram -- disse Sancho -- que valerá estar ou não em terreno raso?
-Con todo eso -replicó don Quijote-, te ruego, Sancho, que tengas buen ánimo, que la experiencia te dará a entender el que yo tengo. -- Apesar disso tudo -- replicou D. Quixote -- peço-te, Sancho, que tenhas ânimo; verás o meu.
-Sí tendré, si a Dios place -respondió Sancho. -- Hei-de ter, se Deus quiser -- respondeu Sancho.
Y, apartándose los dos a un lado del camino, tornaron a mirar atentamente lo que aquello de aquellas lumbres que caminaban podía ser; y de allí a muy poco descubrieron muchos encamisados , cuya temerosa visión de todo punto remató el ánimo de Sancho Panza, el cual comenzó a dar diente con diente, como quien tiene frío de cuartana; y creció más el batir y dentellear cuando distintamente vieron lo que era, porque descubrieron hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas encendidas en las manos; detrás de los cuales venía una litera cubierta de luto, a la cual seguían otros seis de a caballo, enlutados hasta los pies de las mulas; que bien vieron que no eran caballos en el sosiego con que caminaban. Iban los encamisados murmurando entre sí, con una voz baja y compasiva. Esta estraña visión, a tales horas y en tal despoblado , bien bastaba para poner miedo en el corazón de Sancho, y aun en el de su amo; y así fuera en cuanto a don Quijote , que ya Sancho había dado al través con todo su esfuerzo. Lo contrario le avino a su amo, al cual en aquel punto se le representó en su imaginación al vivo que aquélla era una de las aventuras de sus libros . E, apartando-se ambos para a orla do caminho, tornaram a olhar atentamente no que poderia ser aquilo, e as luzes que lá vinham. Dentro em pouco descobriram muitos encamisados. Aquela fantasmagoria pavorosa de todo o ponto deu mate ao ânimo de Sancho, que entrou a bater os dentes como em frio de quartã; mais ainda cresceu nele o bater dos dentes, quando distintamente se viu o que era, porque descobriram uns vinte encamisados, todos a cavalo, com suas tochas acesas nas mãos, após eles uma liteira coberta de luto, seguida de outros seis a cavalo, enlutados até os pés das mulas, que bem se via que o eram, e não cavalos, pelo sossego com que andavam. Iam os encamisados sussurrando em voz baixa e lastimosa. Tão estranha vista, e tão a desoras, e num despovoado, era bastante para pôr medo no coração de Sancho, e até no de seu amo. Assim sucedeu a D. Quixote, o qual, a despeito de todas as suas valentias, já tinha virado de avesso todo o esforço de Sancho; mas ao amo, pelo contrário, naquele ponto se representou ao vivo na imaginação ser aquela uma das aventuras dos seus livros.
Figurósele que la litera eran andas donde debía de ir algún mal ferido o muerto caballero, cuya venganza a él solo estaba reservada; y, sin hacer otro discurso, enristró su lanzón, púsose bien en la silla, y con gentil brío y continente se puso en la mitad del camino por donde los encamisados forzosamente habían de pasar, y cuando los vio cerca alzó la voz y dijo. Figurou-se-lhe que a liteira era umas andas, em que devia vir algum malferido ou morto cavaleiro, cuja vingança lhe estava só a ele reservada; e, sem fazer mais discurso, enristou a sua chuça, firmou-se bem na sela, e com gentil brio e garbo se atravessou no meio do caminho, por onde os encamisados forçosamente haviam de passar; e quando os viu ao pé, levantou a voz e disse:
-Deteneos, caballeros, o quienquiera que seáis, y dadme cuenta de quién sois, de dónde venís, adónde vais, qué es lo que en aquellas andas lleváis; que, según las muestras, o vosotros habéis fecho, o vos han fecho, algún desaguisado, y conviene y es menester que yo lo sepa, o bien para castigaros del mal que fecistes, o bien para vengaros del tuerto que vos ficieron. -- Parai, cavaleiros, quem quer que sejais, e dai-me conta de quem sois, de donde vindes, onde ides, e que levais nas andas, que, segundo as mostras, ou vós outros haveis feito, ou vos hão feito a vós, algum desaguisado, e convém, e é mister, que eu o saiba, ou para vos castigar do mal que perpetrastes, ou para vos vingar da sem-razão que vos fizeram a vós.
-Vamos de priesa -respondió uno de los encamisados- y está la venta lejos, y no nos podemos detener a dar tanta cuenta como pedís. -- Vamos com pressa -- respondeu um dos encamisados -- que fica ainda longe a venda, e não nos podemos dilatar a dar tantas respostas como nos pedis; -- e, picando a mula, passou para diante.
Y, picando la mula, pasó adelante. Sintióse desta respuesta grandemente don Quijote, y, trabando del freno, dijo Sentiu-se grandemente D. Quixote desta resposta, e, travando-lhe do freio, disse-lhe:
-Deteneos y sed más bien criado, y dadme cuenta de lo que os he preguntado; si no, conmigo sois todos en batalla . -- Detende-vos, e sede mais bem criado, e dai-me conta do que vos eu perguntei, quando não, tendes de vos haver todos comigo em batalha.
Era la mula asombradiza, y al tomarla del freno se espantó de manera que, alzándose en los pies, dio con su dueño por las ancas en el suelo. Un mozo que iba a pie, viendo caer al encamisado, comenzó a denostar a don Quijote, el cual, ya encolerizado, sin esperar más, enris trando su lanzón, arremetió a uno de los enlutados, y, mal ferido, dio con él en tierra ; y, revolviéndose por los demás, era cosa de ver con la presteza que los acometía y desbarataba ; que no parecía sino que en aquel instante le habían nacido alas a Rocinante, según andaba de ligero y orgulloso. Era a mula espantadiça; e, ao tomarem-lhe o freio, de tal maneira se sobressaltou, que, levantando-se nos dois pés traseiros, despejou pelas ancas o dono para o chão. Um moco, que ia a pé, vendo caído o encamisado, começou a injuriar D. Quixote, o qual já encolerizado, e sem mais esperas, enristando a sua chuça, arremeteu a um dos enlutados, e deu com ele em terra malferido; voltando-se para os demais, era para ver como os acometia, e desbaratava, que não parecia senão que naquele momento haviam nascido asas a Rocinante, segundo campeava ligeiro e orgulhoso.
Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas , y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren. Los enlutados, asimesmo, revueltos y envueltos en sus faldamentos y lobas, no se podían mover; así que, muy a su salvo, don Quijote los apaleó a todos y les hizo dejar el sitio mal de su grado, porque todos pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno que les salía a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban. Eram todos os encamisados gente timorata e sem armas; e assim, com facilidade, num instante deixaram a refrega, e começaram a correr por aquele campo com as tochas acesas, que não pareciam senão mascarados a revolver em noite de festa e regozijo. Os enlutados, revoltos e envoltos nas suas lobas e opas compridas, mal se podiam mover; pelo que, muito a seu salvo, D. Quixote os foi a todos apaleando, e os fez deixar o sítio a seu mau grado, por se lhes representar não ser aquilo homem, senão o próprio diabo do inferno, que lhes saía a tirar-lhes o defunto que ia na liteira.
Todo lo miraba Sancho, admirado del ardimiento de su señor, y decía entre sí. Estava Sancho a ver tudo maravilhado do desembaraço e atrevimento do fidalgo; e dizia entre si:
-Sin duda este mi amo es tan valiente y esforzado como él dice. -- Sem dúvida que este meu amo é tão valente e esforçado como ele diz.
Estaba una hacha ardiendo en el suelo, junto al primero que derribó la mula, a cuya luz le pudo ver don Quijote; y, llegándose a él, le puso la punta del lanzón en el rostro , diciéndole que se rindiese; si no, que le mataría. A lo cual respondió el caído. Estava por terra uma tocha a arder junto ao primeiro que a mula derrubara. D. Quixote, que o pôde ver àquela claridade, chegou-se a ele, e, apontando-lhe ao rosto a chuça, lhe intimou que se rendesse, quando não o mataria; ao que o derrubado respondeu:
-Harto rendido estoy, pues no me puedo mover, que tengo una pierna quebrada ; suplico a vuestra merced, si es caballero cristiano, que no me mate ; que cometerá un gran sacrilegio, que soy licenciado y tengo las primeras órdenes. -- Rendido demais estou eu, pois não me posso mover; tenho uma perna quebrada. Suplico a Vossa Mercê, se é cavaleiro cristão, me não mate, pois grande sacrilégio seria isso, sendo eu, como sou, licenciado, e tendo as primeiras ordens, como tenho.
-Pues, ¿quién diablos os ha traído aquí -dijo don Quijote-, siendo hombre de Iglesia. -- Pois quem diabo o trouxe aqui -- instou D. Quixote -- sendo homem da Igreja?
-¿Quién, señor? -replicó el caído- mi desventura. -- Quem, senhor? -- replicou o caído -- a minha desdita.
-Pues otra mayor os amenaza -dijo don Quijote-, si no me satisfacéis a todo cuanto primero os pregunté. -- Pois outra maior vos ameaça -- disse D. Quixote -- se me não satisfazeis a tudo que ao princípio vos perguntei.
-Con facilidad será vuestra merced satisfecho -respondió el licenciado-; y así, sabrá vuestra merced que, aunque denantes dije que yo era licenciado, no soy sino bachiller, y llámome Alonso López; soy natural de Alcobendas ; vengo de la ciudad de Baeza con otros once sacerdotes , que son los que huyeron con las hachas; vamos a la ciudad de Segovia acompañando un cuerpo muerto, que va en aquella litera, que es de un caballero que murió en Baeza, donde fue depositado; y ahora, como digo, llevábamos sus huesos a su sepultura, que está en Segovia, de donde es natural. -- Com facilidade será Vossa Mercê satisfeito -- respondeu o licenciado -- e portanto saberá Vossa Mercê que, ainda que primeiro lhe disse, que era licenciado, não sou senão bacharel, e chamo-me Afonso Lopes; sou natural de Alcobendas; venho da cidade de Baeça com outros onze sacerdotes, que são os que fugiram com as tochas; vamos à cidade de Segóvia acompanhando um morto, que vai naquela liteira, que é um cavaleiro que faleceu em Baeça, onde foi depositado; e agora, como lhe digo, levamos os seus ossos ao seu sepulcro, que está em Segóvia, que é a sua naturalidade.
-¿Y quién le mató? -preguntó don Quijote. -- E quem o matou? -- perguntou D. Quixote.
-Dios, por medio de unas calenturas pestilentes que le dieron -respondió el bachiller. -- Matou-o Deus por meio dumas febres pestilenciais que lhe deram -- respondeu o bacharel.
-Desa suerte -dijo don Quijote-, quitado me ha Nuestro Señor del trabajo que había de tomar en vengar su muerte si otro alguno le hubiera muerto; pero, habiéndole muerto quien le mató, no hay sino callar y encoger los hombros , porque lo mesmo hiciera si a mí mismo me matara. Y quiero que sepa vuestra reverencia que yo soy un caballero de la Mancha, llamado don Quijote, y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios. -- Dessa maneira -- disse D. Quixote -- livrou-me Nosso Senhor do trabalho que eu tomaria de vingar-lhe a morte, se outrem qualquer o tivera morto; mas, sendo quem foi o matador, não há senão calar, e encolher os ombros, que é o mesmo que eu havia de fazer se ele me matara a mim; e quero que saiba Vossa Reverência, que eu sou um cavaleiro da Mancha chamado D. Quixote; e é o meu ofício e exercício andar pelo mundo endireitando tortos, e desfazendo agravos.
-No sé cómo pueda ser eso de enderezar tuertos -dijo el bachiller-, pues a mí de derecho me habéis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada, la cual no se verá derecha en todos los días de su vida; y el agravio que en mí habéis deshecho ha sido de jarme agraviado de manera que me quedaré agraviado para siempre; y harta desventura ha sido topar con vos, que vais buscando aventuras . -- Não sei como pode ser isso de endireitar tortos -- disse o bacharel -- pois bem direito era eu, e vós agora é que me entortastes, deixando-me uma perna quebrada, que nunca mais em dias de vida me tornará a ser direita; e o agravo que a mim me desfizestes foi deixardes-me agravado de maneira que hei-de ficar agravado para sempre; e desventura grande há sido para mim encontrar-me convosco nesse buscar de aventuras.
-No todas las cosas -respondió don Quijote- suceden de un mismo modo. El daño estuvo, señor bachiller Alonso López, en venir, como veníades, de noche, vestidos con aquellas sobrepellices, con las hachas encendidas, rezando, cubiertos de luto, que propiamente semejábades cosa mala y del otro mundo; y así, yo no pude dejar de cumplir con mi obligación acometiéndoos, y os acometiera aunque verdaderamente supiera que érades los memos satanases del infierno, que por tales os juzgué y tuve siempre . -- Nem todas as coisas -- respondeu D. Quixote -- sucedem do mesmo modo; a desgraça foi, senhor bacharel Afonso Lopes, o virdes, como viestes, de noite, vestidos com aquelas sobrepelizes, com as tochas acesas, rezando, cobertos de luto, que parecíeis tal qual coisas más e do outro mundo; por isso é que não pude deixar de cumprir a minha obrigação acometendo-vos, e à fé que vos acometeria, ainda que soubera serdes os próprios Satanases do inferno, que por tais vos julguei e tive sempre.
-Ya que así lo ha querido mi suerte -dijo el bachiller-, suplico a vuestra merced, señor caballero andante (que tan mala andanza me ha dado), me ayude a salir de debajo desta mula, que me tiene tomada una pierna entre el estribo y la silla. -- Já que assim o quis a minha desgraça -- disse o bacharel -- suplico a Vossa Mercê, senhor cavaleiro andante, que tão má andança me há dado, me ajude a sair debaixo desta mula, que me tem presa esta perna entre o estribo e a sela.
-¡Hablara yo para mañana ! -dijo don Quijote-. Y ¿hasta cuándo aguardábades a decirme vuestro afán. -- Até amanhã ficaria eu a palestrar -- redarguiu D. Quixote -- mas para quando deixáveis o queixar-vos?
Dio luego voces a Sancho Panza que viniese; pero él no se curó de venir, porque andaba ocupado desvalijando una acémila de repuesto que traían aquellos buenos señores, bien bastecida de cosas de comer. Hizo Sancho costal de su gabán, y, recogiendo todo lo que pudo y cupo en el talego , cargó su jumento, y luego acudió a las voces de su amo y ayudó a sacar al señor bachiller de la opresión de la mula; y, poniéndole encima della, le dio la hacha, y don Quijote le dijo que siguiese la derrota de sus compañeros, a quien de su parte pidiese perdón del agravio, que no había sido en su mano dejar de haberle hecho. Díjole también Sancho. Nisto entrou logo a bradar por Sancho que viesse; mas Sancho é que não fez caso de acudir, porque andava ocupado em aliviar uma azêmola carregada de vitualhas, que os bons dos padres traziam. Engenhou Sancho do seu gabão uma espécie de saco; e, recolhendo nele tudo o que pôde e lhe coube dentro, o cargou para cima do seu jumento, e para logo acudiu aos brados do amo, e ajudou a livrar o senhor bacharel da opressão da mula; pô-lo para cima dela, e lhe deu a sua tocha, e D. Quixote lhe disse que seguisse na direção dos companheiros, e que da parte dele lhes pedisse perdão do agravo, que não tinha estado em sua mão deixar de lhes fazer. A isto ajuntou ainda Sancho:
-Si acaso quisieren saber esos señores quién ha sido el valeroso que tales los puso, diráles vuestra merced que es el famoso , que por otro nombre se llama el Caballero de la Triste Figura . -- Se por acaso quiserem saber esses senhores quem há sido o valoroso que tais os pôs, Vossa Mercê lhes dirá que foi o senhor D. Quixote de la Mancha, que por outro nome se chama O Cavaleiro da Triste Figura.
Con esto, se fue el bachiller; y don Quijote preguntó a Sancho que qué le había movido a llamarle el Caballero de la Triste Figura, más entonces que nunca. Com isto se foi o bacharel; e D. Quixote perguntou a Sancho por que motivo lhe ocorrera chamar-lhe Cavaleiro da Triste Figura, naquela ocasião precisamente.
-Yo se lo diré -respondió Sancho- porque le he estado mirando un rato a la luz de aquella hacha que lleva aquel malandante, y verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto; y débelo de haber causado, o ya el cansancio deste combate, o ya la falta de las muelas y dientes. -- Eu lhe digo -- respondeu Sancho -- é porque o estive considerando um pouco à luz da tocha que vai na mão do mal andante cavaleiro, e deveras reconheci em Vossa Mercê, de pouco para cá, a mais má figura que nunca vi; do que deve ter sido causa ou o cansaço deste combate, ou talvez a falta dos dentes queixais.
-No es eso -respondió don Quijote-, sino que el sabio, a cuyo cargo debe de estar el escribir la historia de mis hazañas, le habrá parecido que será bien que yo tome algún nombre apelativo, como lo tomaban todos los caballeros pasados cuál se llamaba el de la Ardiente Espada; cuál, el del Unicornio ; aquel, de las Doncellas; aquéste, el del Ave Fénix; el otro, el Caballero del Grifo; estotro, el de la Muerte; y por estos nombres e insignias eran conocidos por toda la redondez de la tierra. Y así, digo que el sabio ya dicho te habrá puesto en la lengua y en el pensamiento ahora que me llamases el Caballero de la Triste Figura, como pienso llamarme desde hoy en adelante; y, para que mejor me cuadre tal nombre, determino de hacer pintar, cuando haya lugar, en mi escudo una muy triste figura. -- Não é isso -- respondeu D. Quixote -- é que ao sábio, a cujo cargo deve estar o escrever a história das minhas façanhas, haverá parecido bem que eu tome algum nome apelativo, como o tomavam os cavaleiros passados, que um se chamava da ardente espada, outro do unicórnio, aquele o das donzelas este o da ave Fênix, outro o cavaleiro do grifo, estoutro o da morte; e por estes nomes e insígnias eram conhecidos por toda a redondeza da terra; e assim, considera que o sobredito sábio te haverá posto na língua e na idéia, que me chamasses agora Cavaleiro da Triste Figura, como tenciono ficar-me nomeando de hoje avante; e, para que melhor me acerte o nome, determino mandar pintar no meu escudo, quando para isso houver oportunidade, uma figura muito triste.
-No hay para qué gastar tiempo y dineros en hacer esa figura -dijo Sancho-, sino lo que se ha de hacer es que vuestra merced descubra la suya y dé rostro a los que le miraren; que, sin más ni más, y sin otra imagen ni escudo, le llamarán el de la Triste Figura; y créame que le digo verdad, porque le prometo a vuestra merced, señor, y esto sea dicho en burlas, que le hace tan mala cara la hambre y la falta de las muelas, que, como ya tengo dicho, se podrá muy bien escusar la triste pintura. -- Não é preciso gastar tempo nem dinheiro para se fazer essa figura -- disse Pança; -- o mais acertado é que Vossa Mercê descubra a sua própria cara aos que o olharem, que, sem mais nem mais, e sem outro retrato nem escudo, todos o chamarão logo o da Triste Figura; e olhe que lhe digo a pura verdade, porque lhe certifico a Vossa Mercê, senhor meu (embora tome por gracejo), que tão má cara está sendo a sua com a fome, e a falta dos queixais, que muito bem se poderá dispensar, como já lhe disse, a tal pintura triste.
Rióse don Quijote del donaire de Sancho, pero, con todo, propuso de llamarse de aquel nombre en pudiendo pintar su escudo, o rodela , como había imaginado. Riu-se D. Quixote com o chiste do seu escudeiro; contudo assentou em chamar-se com aquele nome, logo que pudesse conseguir que pintassem o seu escudo ou rodela, como fantasiava.
En esto volvió el bachiller y le dijo a don Quijote. Disse-lhe depois:
-Olvidábaseme de decir que advierta vuestra merced que queda descomulgado por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada juxta illud Si quis suadente diabolo, etc . -- Entendo eu, Sancho, que fiquei excomungado por haver posto as mãos em coisa sagrada, juxta illud; si quis suadente diabolo, etc.,
-No entiendo ese latín -respondió don Quijote-, mas yo sé bien que no puse las manos, sino este lanzón; cuanto más, que yo no pensé que ofendía a sacerdotes ni a cosas de la Iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy, sino a fantasmas y a vestiglos del otro mundo; y, cuando eso así fuese, en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró la silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa , por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar como muy honrado y valiente caballero. ainda que estou bem certo de que não foram as mãos que lhe eu pus, mas sim esta lancita; quanto mais que não pensei que ofendia a sacerdote nem a coisas da Igreja, a quem respeito e adoro, como católico e fiel cristão que sou, senão a fantasmas e coisas do outro mundo; e, quando isso assim fosse, em memória tenho o que sucedeu ao Cid Rui Dias, quando quebrou diante do Papa a cadeira do embaixador daquele reino; pelo que o mesmo Papa o excomungou, e naquele dia andou o bom Rodrigo de Bivar como muito honrado e valente cavaleiro.
En oyendo esto el bachiller, se fue, como queda dicho , sin replicarle palabra. Quisiera don Quijote mirar si el cuerpo que venía en la litera eran huesos o no, pero no lo consintió Sancho, diciéndole. Tendo partido o bacharel, como dito fica, sem responder mais palavra, deu na vontade a D. Quixote ir ver se o corpo que vinha na liteira era ossada ou não, mas não lho consentiu Sancho, dizendo-lhe:
-Señor, vuestra merced ha acabado esta peligrosa aventura lo más a su salvo de todas las que yo he visto; esta gente, aunque vencida y desbaratada, podría ser que cayese en la cuenta de que los venció sola una persona, y, corridos y avergonzados desto, volviesen a rehacerse y a buscarnos, y nos diesen en qué entender. El jumento está como conviene, la montaña cerca, la hambre carga, no hay que hacer sino retirarnos con gentil compás de pies, y, como dicen, váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza . -- Senhor, saiu-se Vossa Mercê desta aventura o mais a seu salvo de todas quantas eu tenho visto; esta gente, ainda que vencida e desbaratada, bem poderia ser que, afinal, reparasse em que a tinha derrotado uma só pessoa, e, corridos e envergonhados disto, voltassem a refazer-se e buscar-nos, e nos dessem que fazer. O jumento prestes está, a montanha à mão; e a fome aperta; não há mais que fazer senão retirarmo-nos muito airosos, e, como dizem, o morto à cova, e o vivo à fogaça.
Y, antecogiendo su asno, rogó a su señor que le siguiese; el cual, pareciéndole que Sancho tenía razón, sin volverle a replicar, le siguió. Y, a poco trecho que caminaban por entre dos montañuelas, se hallaron en un espacioso y escondido valle, donde se apearon; y Sancho alivió el jumento, y, tendidos sobre la verde yerba, con la salsa de su hambre, almorzaron, comieron, merendaron y cenaron a un mesmo punto, satisfaciendo sus estómagos con más de una fiambrera que los señores clérigos del difunto -que pocas veces se dejan mal pasar - en la acémila de su repuesto traían. E, tocando o jumento, pediu ao amo que o acompanhasse. Este, achando razão a Sancho, sem mais resposta lhe foi no encalço. A poucos passos por entre dois oiteiros, deram num espaçoso e encoberto vale, em que se apearam. Sancho aliviou o jumento, e, estendidos no ervaçal viçoso, com o tempero da fome que traziam, almoçaram, jantaram, merendaram e cearam, tudo junto, satisfazendo os estômagos com várias carnes frias, que os senhores clérigos do defunto (que poucas vezes se deixam passar mal) traziam de prevenção às costas da azêmola.
Mas sucedióles otra desgracia, que Sancho la tuvo por la peor de todas , y fue que no tenían vino que beber, ni aun agua que llegar a la boca; y, acosados de la sed, dijo Sancho , viendo que el prado donde estaban estaba colmado de verde y menuda yerba, lo que se dirá en el siguiente capítulo. Mas aqui lhes sucedeu outra desgraça, que a Sancho pareceu a pior de todas; e foi não terem vinho que beber, e até nem água para chegar à boca; e, perseguidos da sede, vendo Sancho que o prado estava coberto de erva miúda e viçosa, disse o que se ouvirá no seguinte capítulo.






I. Capítulo XX. De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro> fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha.


Capíulo XX -- Da nunca vista nem ouvida aventura que jamais cavaleiro algum famoso no mundo acabou, e a concluiu, quase sem perigo, D. Quixote de la Mancha.


-No es posible, señor mío, sino que estas yerbas dan testimonio de que por aquí cerca debe de estar alguna fuente o arroyo que estas yerbas humedece; y así, será bien que vamos un poco más adelante, que ya toparemos donde podamos mitigar esta terrible sed que nos fatiga, que, sin duda, causa mayor pena que la hambre. -- Não é possível, senhor meu, que estas ervas deixem de nos estar mostrando haver por aqui perto fonte ou arroio que lhes alimenta o viço. Será logo razão passarmos um pouco adiante, e acharemos com que mitigar esta desesperada sede que nos mortifica, e sem dúvida é pior de sofrer do que a própria fome.
Parecióle bien el consejo a don Quijote, y, tomando de la rienda a Rocinante, y Sancho del cabestro a su asno, después de haber puesto sobre él los relieves que de la cena quedaron, comenzaron a caminar por el prado arriba a tiento, porque la escuridad de la noche no les dejaba ver cosa alguna; mas, no hubieron andado docientos pasos, cuando llegó a sus oídos un grande ruido de agua, como que de algunos grandes y levantados riscos se despeñaba. Alegróles el ruido en gran manera, y, parándose a escuchar hacia qué parte sonaba, oyeron a deshora otro estruendo que les aguó el contento del agua , especialmente a Sancho, que naturalmente era medroso y de poco ánimo. Digo que oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, que pusieran pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de don Quijote. Tomou por bom o conselho a D. Quixote; e, tomando pela rédea a Rocinante, e Sancho ao seu asno pelo cabresto, depois de lhe ter posto em cima os sobejos da ceia, começaram a caminhar pelo prado acima às apalpadelas, porque o escuro da noite não deixava enxergar coisa alguma. Ainda porém não tinham andado duzentos passos, quando aos ouvidos lhes chegou um grande ruído de água como que a despenhar-se de alguma levantada penedia. Alegrou-os muitíssimo aquele estrondo; e, parando a escutar de que parte vinha, ouviram naquele fora de horas outro estrépido, que aguarentou o contentamento da água, especialmente a Sancho, que de seu natural era medroso e pusilânime. Ouviram uns golpes a compasso com um certo retinir como de ferros e cadeias, que, juntos ao furioso estrondo da água, que lhes fazia acompanhamento, poriam pavor a quem quer que não fora D. Quixote.
Era la noche, como se ha dicho, escura, y ellos acertaron a entrar entre unos árboles altos, cuyas hojas, movidas del blando viento, hacían un temeroso y manso ruido; de manera que la soledad, el sitio, la escuridad, el ruido del agua con el susurro de las hojas, todo causaba horror y espanto, y más cuando vieron que ni los golpes cesaban, ni el viento dormía, ni la mañana llegaba; añadiéndose a todo esto el ignorar el lugar donde se hallaban. Pero don Quijote, acompañado de su intrépido corazón, saltó sobre Rocinante, y, embrazando su rodela, terció su lanzón y dijo. Era a noite, como já disse, escura; e eles acertaram de se achar entre umas árvores altas, cujas folhas, movidas dum vento brando, faziam um temeroso, ainda que frouxo ruído; por modo que a solidão, o lugar, o escuro, o cair da água, com o sussurro das folhas, tudo infundia terror e espanto, mormente reparando-se em que nem os golpes cessavam, nem o vento adormecia, nem a manhã chegava; acrescentando-se a tudo isto o não saberem em que lugar se achavam. Porém D. Quixote, acompanhado do seu intrépido coração, saltou sobre Rocinante, e, embraçando a rodela, terçou a chuça, e disse:
-Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro, o la dorada, como suele llamarse. Yo soy aquél para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos. Yo soy, digo otra vez, quien ha de resucitar los de la Tabla Redonda, los Doce de Francia y los Nueve de la Fama , y el que ha de poner en olvido los Platires , los Tablantes, Olivantes y Tirantes, los Febos y Belianises, con toda la caterva de los famosos caballeros andantes del pasado tiempo, haciendo en este en que me hallo tales grandezas, estrañezas y fechos de armas, que escurezcan las más claras que ellos ficieron. Bien notas, escudero fiel y legal , las tinieblas desta noche, su estraño silencio, el sordo y confuso estruendo destos árboles, el temeroso ruido de aquella agua en cuya busca venimos, que parece que se despeña y derrumba desde los altos montes de la luna , y aquel incesable golpear que nos hiere y lastima los oídos; las cuales cosas, todas juntas y cada una por sí, son bastantes a infundir miedo, te mor y espanto en el pecho del mesmo Marte, cuanto más en aquel que no está acostumbrado a semejantes acontecimientos y aventuras. Pues todo esto que yo te pinto son incentivos y despertadores de mi ánimo, que ya hace que el corazón me reviente en el pecho, con el deseo que tiene de acometer esta aventura, por más dificultosa que se muestra. Así que, aprieta un poco las cinchas a Rocinante y quédate a Dios, y espérame aquí hasta tres días no más , en los cuales, si no volviere, puedes tú volverte a nuestra aldea, y desde allí, por hacerme merced y buena obra , irás al Toboso, donde dirás a la incomparable señora mía Dulcinea que su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo . -- Sancho amigo, hás-de saber que eu nasci, por determinação do céu, nesta idade de ferro, para nela ressuscitar a de ouro (ou dourada, como se costuma dizer). Sou eu aquele para quem estão guardados os perigos, as grandes façanhas, e os valorosos feitos. Sou, torno a dizer, quem há-de ressuscitar os da Távola Redonda, os doze Pares de França, e os nove da Fama; o que há-de pôr em esquecimento os Platires, os Tablantes, Olivantes e Tirantes, os Febos e Belianises. com toda a caterva dos formosos cavaleiros dos passados tempos, fazendo neste em que me acho tais grandiosidades, estranhezas e feitos de armas, que escurecem os que eles fizeram mais brilhantes. Bem estás vendo, escudeiro fiel e de lei, as trevas desta noite, o seu estranho silêncio, o soturno e confuso estrondo destas árvores, o temeroso fracasso daquela água, em cuja busca vimos, que parece que se despenha e derruba desde os altos montes da Lua, e aquele incessante martelar que nos fere e importuna os ouvidos, as quais coisas todas juntas, e cada uma só por si, são bastantes para infundir medo, temor e espanto ao peito do mesmo Marte, quanto mais a quem não está acostumado a semelhantes estranhezas e aventuras. Pois tudo isto, que eu te pinto, são incentivos e despertadores do meu ânimo, que já está fazendo que o coração me rebente no peito, com a ânsia que tem de acometer esta aventura, por temerosíssima que se mostra. Aperta pois as silhas ao Rocinante, fica-te com Deus, e espera-me aqui até três dias, não mais. Se neles eu não voltar, podes tu tornar-te para a nossa aldeia; e de lá, para me obsequiares e fazeres uma obra boa, irás a Toboso, onde dirás à minha incomparável senhora Dulcinéia que o seu cativo cavaleiro morreu, por tentar coisas que o pudessem fazer digno de chamar-se dela.
Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó a llorar con la mayor ternura del mundo y a decille Sancho, ouvindo estas palavras do amo, desatou a chorar com a maior ternura do mundo, e a dizer-lhe:
-Señor, yo no sé por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura ahora es de noche, aquí no nos vee nadie , bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y, pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes; cuanto más, que yo he oído predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él; así que, no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y basta los que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado, como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo de entre tantos enemigos como acompañaban al difunto. Y, cuando todo esto no mueva ni ablande ese duro corazón, muévale el pensar y creer que apenas se habrá vuestra merced apartado de aquí, cuando yo, de miedo, dé mi ánima a quien quisiere llevarla. Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más y no menos; pero, como la cudicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas, pues cuando más vivas las tenía de alcanzar aquella negra y malhadada ínsula que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que, en pago y trueco della, me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del trato humano. Por un solo Dios, señor mío, que non se me faga tal desaguisado ; y ya que del todo no quiera vuestra merced desistir de acometer este fecho, dilátelo, a lo menos, hasta la mañana; que, a lo que a mí me muestra la ciencia que aprendí cuando era pastor , no debe de haber desde aquí al alba tres horas, porque la boca de la Bocina está encima de la cabeza , y hace la media noche en la línea del brazo izquierdo. -- Senhor, não sei por que Vossa Mercê quer meter-se nessa aventura tão medonha. Agora é noite; aqui ninguém nos vê; bem podemos desandar o caminho, e desviar-nos do perigo, muito embora não bebamos em três dias. Como não há quem nos veja, também não há-de haver quem nos ponha mácula de covardes; quanto mais, que eu ouvi muitas vezes pregar ao cura do nosso povo, que Vossa Mercê muito bem conhece, que quem busca o perigo no perigo morre; e por isso não é bom tentar a Deus acometendo tão desaforado feito, donde se não pode escapar, a não ser por algum milagre. Bem bastam os que o céu já lhe tem feito, em o livrar de ser manteado como eu fui, e em tirá-lo vencedor, livre e salvo dentre tantos inimigos como os que ao defunto acompanhavam. Quando nada disto abrande nem mova esse duro coração, mova-o o pensar e crer por de fé, que apenas Sua Mercê se houver apartado daqui, já eu de medo entrego a alma a quem a quiser. Eu saí da minha terra, e deixei filhos e mulher para vir ao serviço de Vossa Mercê, com a fé de vir a ser mais, e não menos; porém como a cobiça rompe o saco, a mim já me tem estragado as minhas esperanças, pois quando mais vivas as tinha de alcançar aquela negra e malfadada ilha, que tantas vezes Vossa Mercê me tem prometido, vejo que em paga e troca me quer agora deixar em sítio tão apartado do trato humano. Por Deus, senhor meu, que me não faça semelhante desaguisado; e se de todo em todo Vossa Mercê não desiste de arcar com este feito, ao menos deixe-o para amanhã; isto daqui à alva, pela ciência que aprendi quando era pastor, não podem já ir três horas, porque a boca da buzina está por cima da cabeça, e faz meia noite na linha do braço esquerdo.
-¿Cómo puedes tú, Sancho -dijo don Quijote-, ver dónde hace esa línea, ni dónde está esa boca o ese colodrillo que dices, si hace la noche tan escura que no parece en todo el cielo estrella alguna. -- Como podes tu, Sancho -- disse D. Quixote -- ver onde está essa linha, nem onde está essa boca, ou essa nuca de que falas, se tamanho é o escuro, que nem estrelinha se descobre em todo o céu?
-Así es -dijo Sancho-, pero tiene el miedo muchos ojos y vee las cosas debajo de tierra, cuanto más encima en el cielo; puesto que, por buen discurso, bien se puede entender que hay poco de aquí al día . -- Assim é -- disse Sancho -- mas ao medo sobejam olhos; vê as coisas debaixo da terra, quanto mais as do céu lá por cima; mas basta o bom discurso para se entender que daqui ao dia já falta pouco.
-Falte lo que faltare -respondió don Quijote-; que no se ha de decir por mí, ahora ni en ningún tiempo, que lágrimas y ruegos me apartaron de hacer lo que debía a estilo de caballero; y así, te ruego, Sancho, que calles; que Dios, que me ha puesto en corazón de acometer ahora esta tan no vista y tan temerosa aventura, tendrá cuidado de mirar por mi salud y de consolar tu tristeza. Lo que has de hacer es apretar bien las cinchas a Rocinante y quedarte aquí, que yo daré la vuelta presto, o vivo o muerto . -- Falte o que faltar -- respondeu D. Quixote -- nem se há-de dizer por mim agora, nem nunca, que lágrimas e rogos me apartaram de fazer o que devia na qualidade de cavaleiro; pelo que te rogo, Sancho, que te cales, que Deus, que me pôs no coração acometer agora esta tão nunca vista e tão pavorosa aventura, lá terá cuidado de olhar por meu salvamento, e de consolar a tua tristeza. O que hás-de fazer é apertar as silhas a Rocinante, e ficar-te aqui, que eu depressa voltarei vivo ou morto.
Viendo, pues, Sancho la última resolución de su amo y cuán poco valían con él sus lágrimas, consejos y ruegos , determinó de aprovecharse de su industria y hacerle esperar hasta el día, si pudiese; y así, cuando apretaba las cinchas al caballo, bonitamente y sin ser sentido, ató con el cabestro de su asno ambos pies a Rocinante , de manera que cuando don Quijote se quiso partir, no pudo, porque el caballo no se podía mover sino a saltos. Viendo Sancho Panza el buen suceso de su embuste, dijo. Vendo pois Sancho a resolução última do amo, e quão pouco aproveitaram com ele as suas lágrimas, conselhos e rogos, determinou valer-se da sua indústria, e fazê-lo esperar até ao dia, se pudesse; e assim, enquanto apertava as silhas ao cavalo, sorrateiramente, e sem ser sentido, prendeu com o cabresto do seu asno ambas as mãos de Rocinante, por modo que D. Quixote, quando quis partir, não o pôde, porque o cavalo se não podia mover senão aos saltos. Vendo Sancho Pança o bom êxito da sua maranha, disse:
-Ea, señor, que el cielo, conmovido de mis lágrimas y plegarias, ha ordenado que no se pueda mover Rocinante; y si vos queréis porfiar, y espolear, y dalle, será enojar a la fortuna y dar coces, como dicen, contra el aguijón. -- Vede, senhor, como o céu, comovido das minhas lágrimas e orações, determinou não poder mover-se o Rocinante? se quereis ateimar a esporeá-lo e bater-lhe, será ofender a fortuna, e escoicinhar, como dizem, contra o aguilhão.
Desesperábase con esto don Quijote, y, por más que ponía las piernas al caballo , menos le podía mover; y, sin caer en la cuenta de la ligadura, tuvo por bien de sosegarse y esperar, o a que amaneciese, o a que Rocinante se menease, creyendo, sin duda, que aquello venía de otra parte que de la industria de Sancho; y así, le dijo. Desesperava-se com isso D. Quixote; e, por mais que metia as pernas à cavalgadura, menos a fazia andar; e, sem acabar de perceber o estorvo da peia, teve por bem sossegar, e esperar, ou que amanhecesse, ou que o bruto desempatasse, crendo sem dúvida que de alguma outra causa provinha o empacho, e não da habilidade do escudeiro; e falou-lhe assim:
-Pues así es, Sancho, que Rocinante no puede moverse, yo soy contento de esperar a que ría el alba, aunque yo llore lo que ella tardare en venir. -- Como é inegável que o Rocinante se não pode menear, contente sou de esperar até que ria a alva, ainda que chore eu todo o tempo que ela tardar.
-No hay que llorar -respondió Sancho-, que yo entretendré a vuestra merced contando cuentos desde aquí al día, si ya no es que se quiere apear y echarse a dormir un poco sobre la verde yerba, a uso de caballeros andantes, para hallarse más descansado cuando llegue el día y punto de acometer esta tan desemejable aventura que le espera. -- Não tem que chorar -- respondeu Sancho -- eu cá estou para entreter Vossa Mercê, contando-lhe casos até ao amanhecer; salvo se não acha melhor apear-se, e estender-se a dormir um pouco sobre a verde erva, à moda dos cavaleiros andantes, para se achar mais refeito quando chegar o dia e o instante de acometer essa aventura tão sem igual, que o espera.
-¿A qué llamas apear o a qué dormir? -dijo don Quijote-. ¿Soy yo, por ventura, de aquellos caballeros que toman reposo en los peligros? Duerme tú, que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo haré lo que viere que más viene con mi pretensión. -- Qual apear, nem qual dormir! -- disse D. Quixote -- sou eu desses cavaleiros que tomam descanso nos perigos? dorme tu, que para dormir nasceste, ou faze o que melhor te parecer, que eu hei-de fazer o que vir que melhor condiz com a minha pretensão.
No se enoje vuestra merced, señor mío -respondió Sancho-, que no lo dije por tanto. -- Não se enfade Sua Mercê -- respondeu Sancho -- não foi para isso que eu falei.
Y, llegándose a él, puso la una mano en el arzón delantero y la otra en el otro, de modo que quedó abrazado con el muslo izquierdo de su amo, sin osarse apartar dél un dedo tal era el miedo que tenía a los golpes, que todavía alternativamente sonaban. Díjole don Quijote que contase algún cuento para entretenerle, como se lo había prometido, a lo que Sancho dijo que sí hiciera si le dejara el temor de lo que oía. E, chegando-se para ele, pôs uma das mãos no arção dianteiro, e a outra no outro; por modo, que ficou abraçado com a coxa esquerda do amo, sem se afoitar a apartar-se dele um dedo; tal era o medo que tinha aos golpes que ainda teimavam em se alternar. Disse-lhe D. Quixote que referisse algum conto para o entreter, como tinha prometido; ao que Sancho respondeu que de boa vontade o fizera, se o medo do que estava ouvindo lho consentisse.
-Pero, con todo eso, yo me esforzaré a decir una historia que, si la acierto a contar y no me van a la mano, es la mejor de las historias; y estéme vuestra merced atento, que ya comienzo. «Érase que se era, el bien que viniere para todos sea, y el mal, para quien lo fuere a buscar ...» Y advierta vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así comoquiera, que fue una sentencia de Catón Zonzorino , romano, que dice "Y el mal, para quien le fuere a buscar", que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos éste, donde tantos miedos nos sobresaltan. --Mas enfim -- disse ele -- seja como for, farei diligência para contar uma história, que, se atino com ela, e me não forem à mão, é a rainha das histórias. Dê-me Vossa Mercê toda a atenção, que já principio. Era uma vez... o que era; se for bem, para todos seja; se mal, para quem o buscar; e advirta Vossa Mercê, senhor meu, que o modo com que os antigos começavam os seus contos não era assim coisa ao acaso, pois foi uma sentença de Catão Zonzorino romano, o qual disse: e o mal para quem o for buscar; o que vem para aqui como anel ao dedo, para que Vossa Mercê esteja acomodado e não vá procurar o mal a parte nenhuma, senão que nos voltemos por outro caminho, pois ninguém nos obriga a seguirmos este, donde tantos medos nos assaltam.
-Sigue tu cuento, Sancho -dijo don Quijote-, y del camino que hemos de seguir déjame a mí el cuidado. -- Segue o teu conto, Sancho -- disse D. Quixote -- e do caminho que hemos de seguir deixa-me a mim o cuidado.
-«Digo, pues -prosiguió Sancho-, que en un lugar de Estremadura había un pastor cabrerizo (quiero decir que guardaba cabras), el cual pastor o cabrerizo, como digo, de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz; y este Lope Ruiz andaba enamorado de una pastora que se llamaba Torralba, la cual pastora llamada Torralba era hija de un ganadero rico, y este ganadero rico.... -- Digo pois -- prosseguiu Sancho -- que num lugar da Estremadura havia um pastor cabreiro (quero dizer: um pastor que guardava cabras,) o qual pastor (ou cabreiro, como digo no meu conto) se chamava Lopo Domingues; e este Lopo Domingues andava enamorado duma pastora que se chamava Torralva; a qual pastora chamada Torralva era filha de outro pastor rico; e este pastor rico...
-Si desa manera cuentas tu cuento, Sancho -dijo don Quijote-, repitiendo dos veces lo que vas diciendo, no acabarás en dos días ; dilo seguidamente y cuéntalo como hombre de entendimiento, y si no, no digas nada. -- Se continuas a contar por esse modo, Sancho -- disse D. Quixote -- repetindo duas vezes o que vais dizendo, teremos conto para dois dias; conta seguido, e como homem de juízo; ou, quando não, é melhor que te cales.
-De la misma manera que yo lo cuento -respondió Sancho-, se cuentan en mi tierra todas las consejas, y yo no sé contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me pida que haga usos nuevos. -- Como eu o conto -- respondeu Sancho -- é que eu sempre ouvi contar os contos na minha terra; de outro modo não sei, nem Vossa Mercê me deve pedir que arme agora usos novos.
-Di como quisieres -respondió don Quijote-; que, pues la suerte quiere que no pueda dejar de escucharte, prosigue . -- Dize como quiseres -- respondeu D. Quixote; -- visto que a sorte quer que não possa deixar de ouvir-te, prossegue.
-«Así que, señor mío de mi ánima -prosiguió Sancho-, que, como ya tengo dicho, este pastor andaba enamorado de Torralba , la pastora, que era una moza rolliza, zahareña y tiraba algo a hombruna, porque tenía unos pocos de bigotes, que parece que ahora la veo .. -- Assim pois, senhor meu da minha alma -- continuou Sancho -- este pastor, como já disse, andava enamorado de Torralva, que era a tal pastora, cachopa roliça, despachadona, e tirando seu tanto para machoa, porque até bigodes tinha; parece-me que ainda a estou vendo.
-Luego, ¿conocístela tú? -dijo don Quijote. -- Visto isso conheceste-la? -- disse D. Quixote.
-No la conocí yo -respondió Sancho-, pero quien me contó este cuento me dijo que era tan cierto y verdadero que podía bien, cuando lo contase a otro, afirmar y jurar que lo había visto todo. «Así que, yendo días y viniendo días, el diablo, que no duerme y que todo lo añasca, hizo de manera que el amor que el pastor tenía a la pastora se volviese en omecillo y mala voluntad ; y la causa fue, según malas lenguas, una cierta cantidad de celillos que ella le dio, tales que pasaban de la raya y llegaban a lo vedado; y fue tanto lo que el pastor la aborreció de allí adelante que, por no verla, se quiso ausentar de aquella tierra e irse donde sus ojos no la viesen jamás. La Torralba, que se vio desdeñada del Lope, luego le quiso bien, mas que nunca le había querido.. -- Eu não, senhor -- respondeu Sancho -- mas quem me contou este conto disse-me que era tão certo e verdadeiro que, se eu o contasse a alguém, podia afirmar-lhe e jurar-lhe que eu próprio tinha visto aquilo tudo com estes que a terra há-de comer. E vamos adiante. Como atrás de tempos, tempos vêm, o diabo, que não dorme nunca, e que está sempre atrás da porta para se intrometer em tudo, fez de modo que o amor que o pastor lhe tinha a ela se derrancasse em cenreira e má vontade; e foram causa (segundo as más línguas) uns certos ciumezinhos que ela lhe deu a ele, e tais que já passavam dos limites, e iam frisando no defeso. Foi tanto daí em diante o aborrecimento do pastor que, para nunca mais a enxergar, se quis ausentar da terra, e ir-se para onde nunca mais a visse com os dois olhos que tinha na cara. A Torralva, vendo-se desprezada de Lopo, logo lhe quis bem, e muito mais que em todo o tempo atrás.
-Ésa es natural condición de mujeres -dijo don Quijote- desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece. Pasa adelante, Sancho. -- Natural condição de mulheres -- disse D. Quixote -- desdenhar a quem lhes quer, e amar a quem as aborrece. Adiante, Sancho, adiante.
-«Sucedió -dijo Sancho- que el pastor puso por obra su determinación, y, antecogiendo sus cabras, se encaminó por los campos de Estremadura, para pasarse a los reinos de Portugal. La Torralba, que lo supo, se fue tras él, y seguíale a pie y descalza desde lejos, con un bordón en la mano y con unas alforjas al cuello, donde llevaba, según es fama, un pedazo de espejo y otro de un peine, y no sé qué botecillo de mudas para la cara ; mas, llevase lo que llevase, que yo no me quiero meter ahora en averiguallo, sólo diré que dicen que el pastor llegó con su ganado a pasar el río Guadiana, y en aquella sazón iba crecido y casi fuera de madre, y por la parte que llegó no había barca ni barco, ni quien le pasase a él ni a su ganado de la otra parte, de lo que se congojó mucho, porque veía que la Torralba venía ya muy cerca y le había de dar mucha pesadumbre con sus ruegos y lágrimas; mas, tanto anduvo mirando, que vio un pescador que tenía junto a sí un barco , tan pequeño que solamente podían caber en él una persona y una cabra; y, con todo esto, le habló y concertó con él que le pasase a él y a trecientas cabras que llevaba. Entró el pescador en el barco, y pasó una cabra; volvió, y pasó otra; tornó a volver, y tornó a pasar otra.» Tenga vuestra merced cuenta en las cabras que el pescador va pasando, porque si se pierde una de la memoria, se acabará el cuento y no será posible contar más palabra dél. «Sigo, pues, y digo que el desembarcadero de la otra parte estaba lleno de cieno y resbaloso, y tardaba el pescador mucho tiempo en ir y volver. Con todo esto, volvió por otra cabra, y otra, y otra.... -- Sucedeu -- disse Sancho -- que o pastor pôs por obra o determinado; e, tocando diante de si as suas cabras, encaminhou-se pelos campos da Estremadura direito a Portugal. A Torralva, que o soube, partiu atrás dele, seguindo-o a pé e descalça a distância, com o seu bordãozinho na mão, e uns alforjes ao pescoço, levando neles, segundo é fama, dois pedaços, um de espelho, outro de pente, e um boiãozinho de não sei que unturas para o carão (mas levasse o que levasse, que nesses debuxos é que eu me não quero meter); só digo que, pelo que dizem, o pastor chegou com o seu rebanho à beira do rio Guadiana, e naquela ocasião ia crescido e quase por fora da madre. No sítio onde ele chegou não havia barca nem barco, nem quem o passasse a ele nem ao seu gado para outra parte; com o que muito se ralou, por ver que a Torralva já vinha muito perto, e, se o apanhasse, não pouca freima lhe daria com os seus rogos e lágrimas; mas tanto mirou e remirou, que sempre ao cabo viu um pescador, que tinha ao pé de si um saveiro, mas tão pequeno, que nele só podiam caber uma pessoa e uma cabra. Com tudo isso falou-lhe e conchavou com ele, que o levaria, e as suas trezentas cabras. Saltou o pescador para o barco, e levou uma cabra; voltou, e levou outra; tornou a voltar, e tornou a passar outra. Tome Vossa Mercê bem sentido na conta das cabras que o pescador vai passando, porque, se se lhe perde uma da memória, acaba-se o conto, e não será possível adiantar-se nem mais palavra dele. Continuo pois, e digo que o desembarcadouro da outra parte estava todo enlodaçado, e resvaladio; e em razão disso o pescador despendia muito tempo com as idas e venidas; apesar de tudo, voltou por outra cabra, e outra, e outra.
-Haz cuenta que las pasó todas -dijo don Quijote- no andes yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas en un año. -- Bem; faze de conta que já as passou todas -- disse D. Quixote; -- não andes para lá e para cá dessa maneira, que num ano não acabarias de as passar.
-¿Cuántas han pasado hasta agora? -dijo Sancho. -- Quantas são as que já passaram? -- disse Sancho.
-¡Yo qué diablos sé! -respondió don Quijote-. -- Eu que diabo sei? -- respondeu D. Quixote.
-He ahí lo que yo dije que tuviese buena cuenta. Pues, por Dios, que se ha acabado el cuento, que no hay pasar adelante. -- Aí está por que eu lhe disse que tomasse sentido na conta -- acudiu Sancho; -- pois juro-lhe que está a história acabada; não se pode passar para adiante.
-¿Cómo puede ser eso? -respondió don Quijote-. ¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado, por estenso, que si se yerra una del número no puedes seguir adelante con la historia. -- Como pode isso ser? -- respondeu D. Quixote -- tão essencial é para a história saber à justa as cabras que têm passado, que, se se errar uma, já o conto não pode continuar?
-No señor, en ninguna manera -respondió Sancho-; porque, así como yo pregunté a vuestra merced que me dijese cuántas cabras habían pasado y me respondió que no sabía, en aquel mesmo instante se me fue a mí de la memoria cuanto me quedaba por decir, y a fe que era de mucha virtud y contento. -- Não, senhor; por feitio nenhum -- respondeu Sancho; -- quando eu perguntei a Vossa Mercê que me dissesse quantas cabras tinham passado, e Vossa Mercê me respondeu que não sabia, naquele mesmo instante se me varreu a mim da memória o mais que tinha ainda por dizer; pois a-la-fé que faltava o melhor e o mais saboroso.
-¿De modo -dijo don Quijote- que ya la historia es acabada. -- Visto isto -- disse D. Quixote -- está já deveras acabada a história?
-Tan acabada es como mi madre -dijo Sancho. -- Tão acabada como minha mãe -- disse Sancho.
-Dígote de verdad -respondió don Quijote- que tú has contado una de las más nuevas consejas , cuento o historia, que nadie pudo pensar en el mundo; y que tal modo de contarla ni dejarla, jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso ; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes, que no cesan, te deben de tener turbado el entendimiento. -- Em verdade te digo -- respondeu D. Quixote -- que hás aí contado uma das mais originais histórias, anedotas ou contos, que ninguém no mundo poderia inventar. Modo tal de contar e concluir nunca o vi nem espero ver em toda a minha vida. Mas também, que outra coisa poderia vir do teu bestunto? Enfim: não me admiro; estes golpes, que não cessam, natural é que te hajam turbado o entendimento.
-Todo puede ser -respondió Sancho-, mas yo sé que en lo de mi cuento no hay más que decir que allí se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pasaje de las cabras. -- Tudo pode ser -- respondeu Sancho -- mas o que eu sei é que a respeito do meu conto não há mais que dizer; acabou-se ali, onde começou o erro da contagem das cabras.
-Acabe norabuena donde quisiere -dijo don Quijote-, y veamos si se puede mover Rocinante. -- Acabado seja ele onde quiseres, e em boa hora; e vejamos se poderá já mover-se o Rocinante.
Tornóle a poner las piernas, y él tornó a dar saltos y a estarse quedo tanto estaba de bien atado. Tornou a meter-lhe as pernas, e ele tornou a saltar, mas sem adiantar passo; tão bem peado estava!
En esto, parece ser, o que el frío de la mañana, que ya venía , o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural -que es lo que más se debe creer-, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana, tampoco era posible; y así, lo que hizo, por bien de paz , fue soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero, con la cual, bonitamente y sin rumor alguno, se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían, sin ayuda de otra alguna, y, en quitándosela, dieron luego abajo y se le quedaron como grillos. Tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto -que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia-, le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas diligencias, fue tan desdichado que, al cabo al cabo, vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don Quijote y dijo. Mas, quer fosse pela friagem da manhã, que já começava, quer por ter Sancho ceado alguma coisa laxante, quer fosse enfim coisa natural (que é o que mais depressa se deve crer), veio-lhe a ele vontade de fazer o que mais ninguém poderia em seu lugar; mas tamanho era o medo, que dele se tinha apossado, que não se atrevia a apartar-se uma unha negra do amo. Cuidar que não havia de fazer o que tão apertadamente lhe era necessário, também não era possível. O que fez, para de algum modo conciliar tudo, foi soltar a mão direita, que tinha segura ao arção traseiro, e com ela, à sorrelfa e sem rumor, soltou a laçada corredia com que os calções se agüentavam sem mais nada, e, soltando-a, caíram-lhes eles logo aos pés, que lhe ficaram presos como em grilhões; depois levantou a camisa o melhor que pôde, e pôs ao vento o poisadouro (que não era pequeno). Feito aquilo, que ele entendeu ser o essencial para sair do terrível aperto, sobreveio-lhe logo segunda e pior angústia, que foi o parecer-lhe que não podia aliviar-se sem fazer estrondo; e entrou a rilhar os dentes e encolher os ombros, tomando a si o fôlego quanto lhe era possível; mas, com todas estas precauções, tal foi a sua desgraça, que não deixou de lhe escapar um pouco de ruído, bem diferente daquele que tanto receava. Ouviu-o D. Quixote e disse:
-¿Qué rumor es ése, Sancho. -- Que rumor é esse, Sancho?
-No sé, señor -respondió él-. Alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco . -- Não sei, senhor -- respondeu ele -- alguma novidade deve ser, que as venturas e desventuras nunca principiam por pouco.
Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien que, sin más ruido ni alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Mas, como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo escusar de que algunos no llegasen a sus narices; y, apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos; y, con tono algo gangoso, dijo Tornou outra vez a tentar fortuna, e com tão boa sorte que, sem mais ruído nem alboroto que da primeira vez, se achou aliviado da carga que tanto o havia apoquentado. Mas, como D. Quixote não era menos fino de olfato que de ouvido, e Sancho estava tão cosido com ele, as exalações subiam quase em linha reta para cima, e o cavaleiro não pôde escusar-se de lhe chegarem aos narizes. Tanto como as percebeu, acudiu com dois dedos ao nariz, apertando-o, e em tom algum tanto fanhoso disse:
-Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. -- Parece-me, Sancho, que estás realmente com muito medo
-Sí tengo -respondió Sancho-; mas, ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca? . -- Oh! se estou! -- respondeu Sancho -- mas como é que Vossa Mercê percebeu isso agora mais que dantes?
-En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar -respondió don Quijote. -- É porque estás agora cheirando mais do que nunca, e não a coisa boa -- respondeu D. Quixote.
-Bien podrá ser -dijo Sancho-, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos. -- Bem poderá ser -- disse Sancho -- mas a culpa não é minha, é de Vossa Mercê, que me traz fora de horas por estes lugares descostumados.
-Retírate tres o cuatro allá, amigo -dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices)-, y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio. -- Arreda-te de mim três ou quatro passos, amigo -- disse D. Quixote, sem tirar ainda os dedos do nariz; -- daqui em diante tem mais cautela contigo, e com o que deves à minha pessoa; a demasiada conversação em que eu te admito é que é a causa de tamanha descortesia.
-Apostaré -replicó Sancho- que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba. -- Quero apostar -- retrucou Sancho -- que está Vossa Mercê cuidando que eu fiz desta humanidade alguma coisa que não devera.
-Peor es meneallo, amigo Sancho -respondió don Quijote. -- Pior é mexer-lhe, amigo Sancho -- respondeu D. Quixote.
En estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo. Mas, viendo Sancho que a más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó a Rocinante y se ató los calzones. Como Rocinante se vio libre, aunque él de suyo no era nada brioso, parece que se resintió , y comenzó a dar manotadas; porque corvetas -con perdón suyo- no las sabía hacer . Viendo, pues, don Quijote que ya Rocinante se movía, lo tuvo a buena señal, y creyó que lo era de que acometiese aquella temerosa aventura. Nestes e noutros semelhantes colóquios passaram o resto da noite, amo e moço; mas vendo Sancho que vinha amanhecendo, soltou com a maior sutileza as mãos a Rocinante, e atacou os calções. Quando Rocinante se viu livre, ainda que de seu natural nada tinha de brioso, parece que se reanimou, e começou de escavar com as mãos; de curvetas, com sua licença, não há por que falemos; a tanto não chegava ele. Vendo o cavaleiro que já o bruto se movia, tomou-o por bom sinal, como se nisso lhe significara que pusesse peito à temerosa aventura.
Acabó en esto de descubrirse el alba y de parecer distintamente las cosas, y vio don Quijote que estaba entre unos árboles altos, que ellos eran castaños, que hacen la sombra muy escura. Sintió también que el golpear no cesaba, pero no vio quién lo podía causar; y así, sin más detenerse, hizo sentir las espuelas a Rocinante, y, tornando a despedirse de Sancho, le mandó que allí le aguardase tres días, a lo más largo, como ya otra vez se lo había dicho; y que, si al cabo dellos no hubiese vuelto, tuviese por cierto que Dios había sido servido de que en aquella peligrosa aventura se le acabasen sus días. Tornóle a referir el recado y embajada que había de llevar de su parte a su señora Dulcinea, y que, en lo que tocaba a la paga de sus servicios, no tuviese pena, porque él había dejado hecho su testamento antes que saliera de su lugar, donde se hallaría gratificado de todo lo tocante a su salario, rata por cantidad, del tiempo que hubiese servido; pero que si Dios le sacaba de aquel peligro sano y salvo y sin cautela, se podía tener por muy más que cierta la prometida ínsula. Acabou neste comenos de se descobrir a alva, deixando ver distintamente as coisas; e reconheceu D. Quixote achar-se entre umas árvores altas, que eram castanheiros, que fazem sombra muito escura. Notou que o golpear não descontinuava, mas, sem se perceber a causa, e sem se deter, fez sentir as esporas a Rocinante; e, tornando a despedir-se de Sancho, lhe mandou o esperasse ali três dias quando muito, como já outra vez lhe recomendara; e, se ao cabo deles não tivesse voltado, desse por certo que Deus havia sido servido de lhe fazer acabar a vida naquela perigosa aventura. Tornou-lhe a repetir o recado e a embaixada que havia de levar da sua parte à sua senhora Dulcinéia; e que, pelo que tocava à paga do seu serviço, não tivesse pena, porque ele tinha deixado feito o seu testamento antes de sair da aldeia, no qual se acharia gratificado de tudo que tocava ao seu salário, na proporção do tempo que o tivesse servido; porém, se Deus o tirava daquele perigo são, salvo e escorreito, podia ter por mais que certa a prometida ilha.
De nuevo tornó a llorar Sancho, oyendo de nuevo las lastimeras razones de su buen señor, y determinó de no dejarle hasta el último tránsito y fin de aquel negocio. De novo desatou Sancho a chorar, ouvindo outra vez aqueles piedosos ditos do seu bom senhor, e resolveu não o deixar até à conclusão e remate último da empresa.
Destas lágrimas y determinación tan honrada de Sancho Panza saca el autor desta historia que debía de ser bien nacido, y, por lo menos, cristiano viejo . Cuyo sentimiento enterneció algo a su amo, pero no tanto que mostrase flaqueza alguna; antes, disimulando lo mejor que pudo, comenzó a caminar hacia la parte por donde le pareció que el ruido del agua y del golpear venía. (Destas lágrimas, e da determinação tão honrada de Sancho Pança deduz o autor desta história que devia ele ser homem bem nascido, e pelo menos cristão-velho). Aquele sentimento de Sancho não deixou de enternecer ao amo, não tanto porém que descobrisse fraqueza alguma; antes, disfarçando o melhor que pôde, começou a caminhar para a parte donde lhe parecia vir o som da água e das pancadas.
Seguíale Sancho a pie, llevando, como tenía de costumbre, del cabestro a su jumento, perpetuo compañero de sus prósperas y adversas fortunas; y, habiendo andado una buena pieza por entre aquellos castaños y árboles sombríos, dieron en un pradecillo que al pie de unas altas peñas se hacía, de las cuales se precipitaba un grandísimo golpe de agua. Al pie de las peñas, estaban unas casas mal hechas, que más parecían ruinas de edificios que casas, de entre las cuales advirtieron que salía el ruido y estruendo de aquel golpear, que aún no cesaba. Seguia-o Sancho a pé, levando, como tinha por costume, pelo cabresto o seu jumento, companheiro constante de suas fortunas, adversas ou prósperas. Tendo andado um bom pedaço por entre aqueles castanheiros e mais árvores sombrias, acertaram num pradozinho ao sopé dumas altas penhas, donde se despenhava uma abundante catarata de água. Achegadas aos penedos estavam umas casas mal feitas, que menos pareciam casas que ruínas; repararam em que dali de dentro é que procedia o ruído daquele estrondoso golpear, que ainda ia por diante.
Alborotóse Rocinante con el estruendo del agua y de los golpes, y, sosegándole don Quijote, se fue llegando poco a poco a las casas, encomendándose de todo corazón a su señora, suplicándole que en aquella temerosa jornada y empresa le favoreciese, y de camino se encomendaba también a Dios , que no le olvidase. No se le quitaba Sancho del lado, el cual alargaba cuanto podía el cuello y la vista por entre las piernas de Rocinante, por ver si vería ya lo que tan suspenso y medroso le tenía. Com o estrépito da água e das pancadas espantou-se Rocinante. D. Quixote, aquietando-o, se foi pouco e pouco chegando às casas, encomendando-se de todo o coração à sua dama, suplicando-lhe que naquela temerosa jornada e empresa o favorecesse, e de caminho recomendava-se também a Deus, para que o não desamparasse. Não se lhe tirava do lado Sancho, estendendo quanto podia o pescoço e os olhos por entre as pernas de Rocinante, a ver se perceberia enfim o que tão amedrontado o trazia.
Otros cien pasos serían los que anduvieron, cuando, al doblar de una punta, pareció descubierta y patente la misma causa, sin que pudiese ser otra, de aquel horrísono y para ellos espantable ruido , que tan suspensos y medrosos toda la noche los había tenido. Y eran -si no lo has, ¡oh lector!, por pesadumbre y enojo- seis mazos de batán, que con sus alternativos golpes aquel estruendo formaban. Cem passos mais teriam andado quando, ao transporem uma quina da rocha, apareceu patente a causa que se procurava, e que era a única possível para aquele horríssono ruído, que tanto os espantara, e que tão suspensos e medrosos os tivera por toda a noite. A causa única, leitor meu (se não levas a mal que to declare), eram seis maços de pisão que alternavam os golpes com todo aquele estampido.
Cuando don Quijote vio lo que era, enmudeció y pasmóse de arriba abajo . Miróle Sancho, y vio que tenía la cabeza inclinada sobre el pecho, con muestras de estar corrido. Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él que, a la vista de Sancho, pudiese dejar de reírse; y, como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo. Cuatro veces sosegó, y otras tantas volvió a su risa con el mismo ímpetu que primero; de lo cual ya se daba al diablo don Quijote, y más cuando le oyó decir, como por modo de fisga. Logo que D. Quixote viu o que era, emudeceu, e ficou-se de todo pasmado. Voltou-se para ele Sancho, e viu-o de cabeça derrubada para os peitos, com mostras de envergonhadíssimo. Olhou também D. Quixote para Sancho, e viu que estava de bochechas entufadas, e a boca cheia de riso, com evidentes sinais de estar por um triz a arrebentar-lhe a gargalhada. Não pôde tanto com o bom do cavaleiro a sua melancolia, que à vista da cara de Sancho se pudesse conter que também não risse. Sancho, vendo que o próprio amo lhe abria o exemplo, rompeu a presa de maneira que teve de apertar as ilhargas com as mãos ambas, para não rebentar a rir. Quatro vezes serenou, e outras tantas voltou à mesma explosão de hilaridade com a mesma força que a princípio. Já de tanta galhofa se ia dando ao diabo D. Quixote, mormente quando lhe ouviu dizer de chança:
-«Has de saber, ¡oh Sancho amigo!, que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la dorada, o de oro. Yo soy aquél para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos fechos.... -- Hás-de saber, Sancho amigo, que eu nasci por determinação do céu nesta idade de ferro para ressuscitar nela a de ouro ou dourada. Eu sou aquele para quem estão guardados os perigos, as grandes façanhas, os valorosos feitos.
Y por aquí fue repitiendo todas o las más razones que don Quijote dijo la vez primera que oyeron los temerosos golpes. E por aqui foi enfiando todas as razões que ao amo ouvira, quando começaram aqueles golpes medonhos.
Viendo, pues, don Quijote que Sancho hacía burla dél, se corrió y enojó en tanta manera, que alzó el lan zón y le asentó dos palos, tales que, si, como los recibió en las espaldas , los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos. Viendo Sancho que sacaba tan malas veras de sus burlas, con temor de que su amo no pasase adelante en ellas, con mucha humildad le dijo. Vendo pois D. Quixote que o seu escudeiro fazia mofa dele, correu-se, e em tanta maneira se agastou, que alçou a chuça, e lhe assentou duas bordoadas tais, que, se, assim como as ele recebeu nas costas, o apanham pela cabeça, livravam o amo de lhe pagar as soldadas, salvo se fosse aos seus herdeiros. Sancho, conhecendo o mal que as suas graças lhe iam saindo, e, receando que o ensino passasse a mais, com muita humildade lhe disse:
-Sosiéguese vuestra merced; que, por Dios, que me burlo. -- Tenha mão Vossa Mercê, senhor meu, que tudo isto em mim é graça.
-Pues, porque os burláis, no me burlo yo -respondió don Quijote-. Venid acá, señor alegre ¿paréceos a vos que, si como éstos fueron mazos de batán, fueran otra peligrosa aventura, no había yo mostrado el ánimo que convenía para emprendella y acaballa? ¿Estoy yo obligado, a dicha, siendo, como soy, caballero, a conocer y destinguir los sones y saber cuáles son de batán o no? Y más, que podría ser, como es verdad, que no los he visto en mi vida, como vos los habréis visto, como villano ruin que sois , criado y nacido entre ellos. Si no, haced vos que estos seis mazos se vuelvan en seis jayanes, y echádmelos a las barbas uno a uno, o todos juntos, y, cuando yo no diere con todos patas arriba, haced de mí la burla que quisiéredes. -- Pois se é graça em ti, em mim é que não o é -- respondeu D. Quixote; -- vinde cá, senhor dizedor; parece-vos a vós, que, se assim como nos saíram maços de pisão, nos surdisse realmente uma aventura perigosa, não tinha eu já mostrado o ânimo preciso para a empreender e levar a cabo? estou obrigado, porventura, sendo, como sou cavaleiro, a conhecer e diferençar os sons, e saber quais são os de maço de pisoeiro, e quais não? e demais, bem podia ser (e assim era realmente) que eu nunca em dias de vida tal houvesse presenciado, como vós outro, que sois um rústico e um vilão ruim nado e criado entre eles. Ora suponde vós que estes seis maços se transformam em seis gigantes; abarbem-nos comigo, a um e um ou todos de rondão; e quando eu vo-los não apresentar a todos de pernas ao ar, dou-vos licença que façais de mim quanta chacota quiserdes. --
-No haya más, señor mío -replicó Sancho-, que yo confieso que he andado algo risueño en demasía. Pero dígame vuestra merced, ahora que estamos en paz (así Dios le saque de todas las aventuras que le sucedieren tan sano y salvo como le ha sacado désta), ¿no ha sido cosa de reír, y lo es de contar, el gran miedo que hemos tenido? A lo menos, el que yo tuve; que de vuestra merced ya yo sé que no le conoce, ni sabe qué es temor ni espanto. Basta já, senhor meu -- replicou Sancho -- confesso que passei de risonho; mas diga-me Vossa Mercê, agora que fizemos as pazes (assim Deus o tire para o futuro de todas as aventuras tão são e salvo como destas o livrou): não foi coisa de rir, e não é para se contar, o grande medo que tivemos? pelo menos o que eu tive, que de Vossa Mercê já eu sei que o não conhece, nem sabe o que venha a ser temor nem espanto.
-No niego yo -respondió don Quijote- que lo que nos ha sucedido no sea cosa digna de risa, pero no es digna de contarse; que no son todas las personas tan discretas que sepan poner en su punto las cosas. -- Não nego -- respondeu D. Quixote -- que o sucesso não fosse merecedor de riso; mas digno de contar-se é que não é, porque nem todas as pessoas são tão discretas, que saibam pôr as coisas em seu lugar.
-A lo menos -respondió Sancho-, supo vuestra merced poner en su punto el lanzón, apuntándome a la cabeza, y dándome en las espaldas, gracias a Dios y a la diligencia que puse en ladearme. Pero vaya, que todo saldrá en la colada ; que yo he oído decir "Ése te quiere bien, que te hace llorar"; y más, que suelen los principales señores, tras una mala palabra que dicen a un criado, darle luego unas calzas; aunque no sé lo que le suelen dar tras haberle dado de palos, si ya no es que los caballeros andantes dan tras palos ínsulas o reinos en tierra firme. -- Vossa Mercê pelo menos -- respondeu Sancho -- soube pôr no seu lugar a chuça, apontando-me à cabeça, e dando-me nas costas (graças a Deus, e ao cuidado que eu pus em revirar-me a jeito). Mas vá lá, que tudo afinal há-de ser pelo melhor, que sempre ouvi dizer: quem bem ama bem castiga; e mais, que os senhores principais, em dizendo palavra má a um criado, logo em desconto lhe dão para umas calças; o que eu não sei bem é o que lhe costumam dar depois de lhe terem dado bordoadas, se não é que depois das bordoadas os cavaleiros andantes dão ilhas ou reinos em terra firme.
-Tal podría correr el dado -dijo don Quijote- que todo lo que dices viniese a ser verdad; y perdona lo pasado, pues eres discreto y sabes que los primeros movimientos no son en mano del hombre , y está advertido de aquí adelante en una cosa, para que te abstengas y reportes en el hablar demasiado conmigo; que en cuantos libros de caballerías he leído, que son infinitos, jamás he hallado que ningún escudero hablase tanto con su señor como tú con el tuyo. Y en verdad que lo tengo a gran falta, tuya y mía tuya, en que me estimas en poco; mía, en que no me dejo estimar en más . Sí, que Gandalín, escudero de Amadís de Gaula, conde fue de la ínsula Firme ; y se lee dél que siempre hablaba a su señor con la gorra en la mano, inclinada la cabeza y doblado el cuerpo more turquesco . Pues, ¿qué diremos de Gasabal, escudero de don Galaor, que fue tan callado que, para declararnos la excelencia de su maravilloso silencio, sola una vez se nombra su nombre en toda aquella tan grande como verda dera historia? De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero. Así que, desde hoy en adelante, nos hemos de tratar con más respeto, sin darnos cordelejo, porque, de cualquiera manera que yo me enoje con vos, ha de ser mal para el cántaro . Las mercedes y beneficios que yo os he prometido llegarán a su tiempo; y si no llegaren, el salario, a lo menos, no se ha de perder, como ya os he dicho. -- Tal poderia correr o dado -- disse D. Quixote -- que isso que dizes chegasse a ser verdade; e perdoa o passado, pois és discreto, e sabes que os primeiros movimentos não estão na mão do homem. Fica porém daqui para o diante advertido duma coisa, para que te abstenhas e coíbas no falar demasiado comigo: que em todos quantos livros de cavalarias tenho lido (e que são inumeráveis) nunca achei escudeiro que palrasse tanto com seu senhor como tu com o teu; e em verdade que o tenho por grande falta da tua e da minha parte; da tua, porque nisso mostras respeitar-me pouco; e da minha, porque me não deixo respeitar como devera. Gandalim, por exemplo, escudeiro de Amadis de Gaula, foi conde da Ilha Firme; e dele se lê que sempre que falava ao seu senhor o fazia de gorra na mão, inclinada a cabeça, e o corpo curvado more turquesco. Pois que diremos de Gazabal, escudeiro de D. Galaor? que foi tão calado, que, para se nos declarar a excelência do seu maravilhoso silêncio, só uma vez se profere o seu nome naquela tão grande como verdadeira história. De tudo que te digo hás-de inferir, Sancho, que é necessário fazer-se diferença de amo a moço, de senhor a criado, e de cavaleiro a escudeiro; portanto de hoje avante devemo-nos tratar mais respeitosamente, sem nunca nos confundirmos um com o outro, porque, de qualquer modo que eu me enfade convosco, quebrado afinal há-de ser sempre o cântaro. As mercês e benefícios, que vos hei prometido, a seu tempo chegarão; e, se não chegarem, o vosso salário pelo menos nunca o haveis de perder, como já vos disse.
-Está bien cuanto vuestra merced dice -dijo Sancho-, pero querría yo saber, por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes y fuese necesario acudir al de los salarios, cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaban por meses, o por días, como peones de albañil . -- Bem está quanto Vossa Mercê me diz -- respondeu Sancho -- porém gostava eu de saber (se por acaso não chegasse o tempo das mercês, e se houvessem de contar os salários) quanto ganhava um escudeiro de cavaleiro andante naqueles tempos; e como eram os ajustes: se por meses, se por dias, como serventes de pedreiros.
-No creo yo -respondió don Quijote- que jamás los tales escuderos estuvieron a salario, sino a merced. Y si yo ahora te le he señalado a ti en el testamento cerrado que dejé en mi casa , fue por lo que podía suceder; que aún no sé cómo prueba en estos tan calamitosos tiempos nuestros la caballería, y no querría que por pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo. Porque quiero que sepas, Sancho, que en él no hay estado más peligroso que el de los aventureros . -- Não creio eu -- respondeu D. Quixote -- que jamais os tais escudeiros servissem por soldada justa; serviam confiados nas mercês; e se eu agora te falei a ti em salário, e no que a este respeito deixei no meu testamento cerrado lá em casa, foi pelas incertezas do futuro; por ora ainda não sei como corre nestes calamitosos tempos a cavalaria, e não queria, por tão pequenas coisas, condenar a minha alma para o outro mundo; porque faço-te saber, Sancho, que neste em que vivemos não há estado mais perigoso que o dos aventureiros.
-Así es verdad -dijo Sancho-, pues sólo el ruido de los mazos de un batán pudo alborotar y desasosegar el corazón de un tan valeroso andante aventurero como es vuestra merced. Mas, bien puede estar seguro que, de aquí adelante, no despliegue mis labios para hacer donaire de las cosas de vuestra merced, si no fuere para honrarle, como a mi amo y señor natural. -- Essa é a verdade -- respondeu Sancho -- pois só o estrondo duns maços de pisão bastou para alborotar e dessossegar o coração de tão valoroso cavaleiro andante como Vossa Mercê é; mas pode ficar descansado, que daqui em diante não torno a abrir a boca para burlar sobre as coisas de Vossa Mercê, salvo sendo para o honrar como a meu amo e senhor natural que é.
-Desa manera -replicó don Quijote-, vivirás sobre la haz de la tierra ; porque, después de a los padres, a los amos se ha de respetar como si lo fuesen. -- Dessa maneira -- respondeu D. Quixote -- viverás longo tempo sobre a superfície da terra, porque abaixo dos pais se hão-de os amos respeitar como se o foram.






I. Capítulo XXI. Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible> caballero


Capíulo XXI -- Que trata da alta aventura e preciosa ganância do elmo de Mambrino, com outras coisas sucedidas ao nosso invencível cavaleiro.


En esto, comenzó a llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de los batanes; mas habíales cobrado tal aborrecimiento don Quijote, por la pesada burla, que en ninguna manera quiso entrar dentro; y así, torciendo el camino a la derecha mano, dieron en otro como el que habían llevado el día de antes. Nisto começou a chover um pouco, e quisera Sancho que se recolhessem no moinho do pisão; mas tamanho teiró lhe havia tomado D. Quixote em razão do desencantamento passado, que por modo nenhum lá quis entrar; e, torcendo o caminho para a mão direita, deram noutro como o da véspera.
De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, y aún él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo. Dali a pouco descobriu D. Quixote um homem a cavalo, que trazia na cabeça coisa que relampagueava como se fora de ouro; apenas o viu, voltou-se para Sancho, e lhe disse:
-Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero , porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice "Donde una puerta se cierra, otra se abre ". Dígolo porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra, para otra mejor y más cierta aventura; que si yo no acertare a entrar por ella, mía será la culpa, sin que la pueda dar a la poca noticia de batanes ni a la escuridad de la noche. Digo esto porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino , sobre que yo hice el juramento que sabes . -- Parece-me, Sancho, que não há rifão que não seja verdadeiro, porque todos eles são sentenças tiradas da própria experiência, mãe das ciências todas, e especialmente aquele que diz: uma porta se fecha, outra se abre. Digo isto, porque, se a noite passada se nos fechou a porta da ventura que buscávamos, enganando-nos com os pisões, agora se nos abre outra de par em par para melhor e mais certa aventura. Se eu não acertar a entrar por ela, toda a culpa será minha, sem eu a poder atribuir, nem a pisões, nem ao escuro da noite. Isto digo, porque, se me não engano, aí vem caminhando para nós um homem que traz na cabeça o elmo de Mambrino, sobre o qual me ouviste o juramento que sabes.
-Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace -dijo Sancho-, que no querría que fuesen otros batanes que nos acabasen de abatanar y aporrear el sentido. -- Olhe Vossa Mercê bem o que diz, e melhor o que faz -- respondeu Sancho. -- Deus nos livrara de que fossem estes agora outros pisões, que nos acabassem de apisoar, e amofinar-nos o entendimento.
-¡Válate el diablo por hombre! -replicó don Quijote-. ¿Qué va de yelmo a batanes. -- Valha-te o diabo, homem! -- replicou D. Quixote -- em que se parece um elmo com um maço de pisoeiro?
-No sé nada -respondió Sancho-; mas, a fe que si yo pudiera hablar tanto como solía , que quizá diera tales razones que vuestra merced viera que se engañaba en lo que dice. -- Não sei -- respondeu Sancho -- mas afirmo-lhe que, se pudesse agora falar tanto como era o meu costume, talvez desse tais razões, que Vossa Mercê veria que se enganava no que diz.
-¿Cómo me puedo engañar en lo que digo, traidor escrupuloso? -dijo don Quijote-. Dime, ¿no ves aquel caballero que hacia nosotros viene, sobre un caballo rucio rodado , que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro. -- Como enganar-me no que digo, traiçoeiro escrupulizador? -- exclamou D. Quixote -- dize-me: não vês aquele cavaleiro que para nós vem sobre um cavalo ruço rodado, e traz na cabeça um elmo de ouro?
-Lo que yo veo y columbro -respondió Sancho- no es sino un hombre sobre un asno pardo, como el mío, que trae sobre la cabeza una cosa que relumbra. -- O que eu vejo -- respondeu Sancho -- não é senão um homem escarranchado num asno pardo, cor do meu, e que traz na cabeça uma coisa que reluz.
-Pues ése es el yelmo de Mambrino -dijo don Quijote-. Apártate a una parte y déjame con él a solas verás cuán sin hablar palabra, por ahorrar del tiempo, concluyo esta aventura y queda por mío el yelmo que tanto he deseado. -- Pois essa coisa que reluz é que é o elmo de Mambrino -- respondeu D. Quixote. -- Arreda-te para um lado e deixa-me só com ele; vais ver como eu, sem proferir palavra, por não esperdiçar tempo, concluo esta aventura, e me aposso do elmo que tanto desejava.
-Yo me tengo en cuidado el apartarme -replicó Sancho-, mas quiera Dios, torno a decir, que orégano sea, y no batanes . -- O apartar-me eu por minha conta fica -- replicou Sancho -- mas queira Deus, torno a dizer, que este mato nos não saia ouregãos, em lugar de pisões.
-Ya os he dicho, hermano, que no me mentéis, ni por pienso, más eso de los batanes -dijo don Quijote-; que voto..., y no digo más, que os batanee el alma. -- Já vos hei recomendado, irmão -- disse D. Quixote -- que nem por pensamentos me torneis a amentar isso dos pisões, que voto... (e não digo mais) apisoar-vos a alma.
Calló Sancho, con temor que su amo no cumpliese el voto que le había echado, redondo como una bola. Calou-se Sancho com medo de que o amo cumprisse logo o voto, que era tão redondo e sem pegas como uma bola.
Es, pues, el caso que el yelmo, y el caballo y caballero que don Quijote veía, era esto que en aquel contorno había dos lugares, el uno tan pequeño que ni tenía botica ni barbero, y el otro, que estaba junto a él, sí; y así, el barbero del mayor servía al menor, en el cual tuvo necesidad un enfermo de sangrarse y otro de hacerse la barba, para lo cual venía el barbero, y traía una bacía de azófar; y quiso la suerte que, al tiempo que venía, comenzó a llover, y, porque no se le manchase el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la cabeza; y, como estaba limpia, desde media legua relumbraba. Venía sobre un asno pardo, como Sancho dijo, y ésta fue la ocasión que a don Quijote le pareció caballo rucio rodado, y caballero, y yelmo de oro; que todas las cosas que veía, con mucha facilidad las acomodaba a sus desvariadas caballerías y malandantes pensamientos. Y cuando él vio que el pobre caballero llegaba cerca, sin ponerse con él en razones, a todo correr de Rocinante le enristró con el lanzón bajo, llevando intención de pasarle de parte a parte; mas cuando a él llegaba, sin detener la furia de su carrera, le dijo. Era o caso que o elmo, cavalo e cavaleiro, que D. Quixote via, nisto se cifravam: de dois lugares, que havia naquele contorno, um era tão pequeno, que não tinha nem botica nem barbeiro; o outro, que lhe ficava próximo, esse sim; e por isso o barbeiro do maior era também afreguesado no outro. Deu o caso que um enfermo deste lugar menor necessitou de ser sangrado, e outro da barba feita. Para esses dois serviços é que o barbeiro vinha, e trazia a sua bacia de latão. Como no caminho lhe começou a chover, receoso ele de que lhe estragasse o chapéu, que naturalmente seria novo, pôs-lhe por cima a bacia, que, por estar areada de pouco tempo, resplandecia a meia légua de distância. Vinha montado num asno pardo, como Sancho dissera, e esse é que ao fidalgo se figurou cavalo ruço rodado; o mestre, cavaleiro; e a bacia, elmo de ouro. (Tinha isso de si: quantas coisas via, logo pelo ar as acomodava às suas desvairadas cavalarias e descaminhados sonhos). Quando viu que vinha já perto o pobre cavaleiro, sem mais tir-te nem guar-te partiu sobre ele a toda a velocidade do Rocinante, e com a chuça enristada, decidido a passá-lo de banda a banda. Quase ao alcançá-lo, mas sem abrandar a fúria da carreira, lhe disse:
-¡Defiéndete, cautiva criatura , o entriégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe. -- Defende-te, cativa criatura, ou entrega-me à boamente o que por boa razão me pertence.
El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza , si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento. Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote, y dijo que el pagano había andado discreto y que había imitado al castor , el cual, viéndose acosado de los cazadores, se taraza y arpa con los dientes aquéllo por lo que él, por distin to natural, sabe que es perseguido. Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándola en las manos, dijo. O barbeiro, que tão descuidoso e pacífico viu crescer contra si aquele fantasma, não teve remédio para se livrar da lançada, senão deixar-se cair do burro abaixo. Ainda bem não tocara no chão, levantou-se mais leve que um gamo, e começou a correr por aquela planície, que nem um furacão o alcançaria. Com a bacia, que na carreira lhe caíra, se deu D. Quixote por satisfeito; e disse que o campônio andara discreto no imitar ao castor, que, em se vendo acossado dos caçadores, corta com os dentes aquilo que o instinto natural lhe diz ser a causa de o perseguirem. Mandou a Sancho que levantasse do chão o elmo. D. Quixote, tomando-o nas mãos, disse:
-Por Dios, que la bacía es buena y que vale un real de a ocho como un maravedí. ...
Y, dándosela a su amo, se la puso luego en la cabeza , rodeándola a una parte y a otra, buscándole el encaje; y, como no se le hallaba, dijo. ...
-Sin duda que el pagano, a cuya medida se forjó primero esta famosa celada, debía de tener grandísima cabeza, y lo peor dello es que le falta la mitad. -- Sem dúvida que o pagão, para quem se fez por medida esta famosa celada, tinha uma grandíssima cabeça; mas o pior é que lhe falta metade.
Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y calló en la mitad della . Quando Sancho ouviu chamar à bacia celada, não pôde suster o riso, mas reprimiu-o logo, lembrando-se das iras do patrão.
-¿De qué te ríes, Sancho? -dijo don Quijote. -- De que te ris, Sancho? -- disse D. Quixote.
-Ríome -respondió él- de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete , que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada. -- Rio-me -- respondeu ele -- de considerar na grande cabeça que tinha aquele pagão dono desse elmete, que não parece senão uma bacia de barbeiro escrita e escarrada.
-¿Sabes qué imagino, Sancho? Que esta famosa pieza deste encantado yelmo, por algún estraño acidente, debió de venir a manos de quien no supo conocer ni estimar su valor, y, sin saber lo que hacía, viéndola de oro purísimo, debió de fundir la otra mitad para aprovecharse del precio, y de la otra mitad hizo ésta, que parece bacía de barbero, como tú dices. Pero, sea lo que fuere; que para mí que la conozco no hace al caso su trasmutación; que yo la aderezaré en el primer lugar donde haya herrero , y de suerte que no le haga ventaja, ni aun le llegue, la que hizo y forjó el dios de las herrerías para el dios de las batallas ; y, en este entretanto, la traeré como pudiere, que más vale algo que no nada; cuanto más, que bien será bastante para defenderme de alguna pedrada . -- Sabes o que se me está figurando, Sancho? é que este famoso elmo encantado, por algum estranho acidente cairia em poder de quem não soube conhecer nem estimar a sua valia, e sem saber o que fazia, reparando em que era de ouro puríssimo, fundiu a outra metade para seu proveito, e desta fez isto que se parece com bacia de barbeiro, como tu dizes. Porém, seja o que for, que para mim, que a conheço, esta transfiguração nada faz ao caso; eu a repararei no primeiro lugar em que haja ferreiro, e de modo que lhe não leve vantagem, nem sequer lhe chegue, a que foi forjada pelo deus das ferrarias para o deus das batalhas, e daqui até lá trá-la-ei como puder, que melhor é alguma coisa que nada; ao menos sempre será suficiente para me defender de alguma pedrada.
-Eso será -dijo Sancho- si no se tira con honda, como se tiraron en la pelea de los dos ejércitos, cuando le santiguaron a vuestra merced las muelas y le rompieron el alcuza donde venía aquel benditísimo brebaje que me hizo vomitar las asaduras.along -- Poderá ser -- disse Sancho -- se não for a pedrada atirada de funda, como as atiravam na peleja dos dois exércitos, quando a Vossa Mercê lhe benzeram os queixais, e lhe escangalharam a almotolia em que vinha aquela bendita bebida, que me fez vomitar as forçuras.
-No me da mucha pena el haberle perdido, que ya sabes tú, Sancho -dijo don Quijote-, que yo tengo la receta en la memoria. -- Não me faz grande pena o tê-la perdido -- disse D. Quixote; -- bem sabes, Sancho, que eu tenho a receita de memória.
-También la tengo yo -respondió Sancho-, pero si yo le hiciere ni le probare más en mi vida, aquí sea mi hora . Cuanto más, que no pienso ponerme en ocasión de haberle menester, porque pienso guardarme con todos mis cinco sentidos de ser ferido ni de ferir a nadie. De lo del ser otra vez manteado, no digo nada, que semejantes desgracias mal se pueden prevenir, y si vienen, no hay que hacer otra cosa sino encoger los hombros, detener el aliento, cerrar los ojos y dejarse ir por donde la suerte y la manta nos llevare. -- Eu também -- respondeu Sancho -- mas, se a tornar a fazer, nunca mais em minha vida a provarei, juro; nem tenciono tornar a necessitar dela, porque voto guardar-me com todos os meus cinco sentidos de ser ferido nem ferir a quem quer que seja. Lá de ser outra vez manteado, não digo nada, que desgraças dessas mal se podem prever, e, tendo elas de vir, não há mais que fazer senão encolher os ombros, tomar a si o fôlego, fechar os olhos, e deixar-se um homem ir por onde a sorte e a manta o quiserem atirar.
-Mal cristiano eres, Sancho -dijo, oyendo esto, don Quijote-, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho; pues sábete que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de niñerías. ¿Qué pie sacaste cojo, qué costilla quebrada, qué cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla? Que, bien apurada la cosa, burla fue y pasatiempo; que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera vuelto allá y hubiera hecho en tu venganza más daño que el que hicieron los griegos por la robada Elena. La cual, si fuera en este tiempo, o mi Dulcinea fuera en aquél , pudiera estar segura que no tuviera tanta fama de hermosa como tiene. -- Mau cristão és tu -- replicou D. Quixote -- que nunca te esqueces da injúria que uma vez te fizeram; pois sabe que não é de peitos nobres e generosos fazer caso de ninharias. Ficou-te coxo algum pé? quebrada alguma costela, ou a cabeça aberta, para te ficar tão gravado na memória aquele brinco? porque, apuradas bem as contas, brinco foi e mero passatempo; se eu o não entendera assim, já lá tinha tornado, e feito para tua satisfação mais dano do que os gregos fizeram em Tróia pelo rapto de Helena, a qual, se existira neste nosso tempo, ou a minha Dulcinéia fora naquela antigüidade, podia estar certa de que não tivera tanta fama de formosa, como tem.
Y aquí dio un sospiro, y le puso en las nubes. Y dijo Sancho. (E aqui soltou um suspiro que chegou às nuvens). Respondeu Sancho:
-Pase por burlas , pues la venganza no puede pasar en veras; pero yo sé de qué calidad fueron las veras y las burlas, y sé también que no se me caerán de la memoria, como nunca se qui tarán de las espaldas . Pero, dejando esto aparte, dígame vuestra merced qué haremos deste caballo rucio rodado, que parece asno pardo, que dejó aquí desamparado aquel Martino que vuestra merced derribó; que, según él puso los pies en polvorosa y cogió las de Villadiego, no lleva pergenio de volver por él jamás; y ¡para mis barbas, si no es bueno el rucio. -- Pois passe por brinco, visto que a vingança não pode ser a valer; porém, eu é que sei a casta de que foram os brincos e as veras, e também sei que nunca me hão-de passar da lembrança, nem das costas. Porém, deixando isto de parte, diga-me Vossa Mercê o que havemos de fazer deste cavalo ruço rodado, que se parece com um burro pardo, que nos ficou para aí desamparado pelo tal Martinho que Vossa Mercê derribou; segundo ele pôs os pés em polvorosa, e tomou a carreira às de vila-diogo, não leva jeito de nos tornar mais a aparecer; e mais, por estas que Deus me pôs na cara, o ruço é bem bom.
-Nunca yo acostumbro -dijo don Quijote- despojar a los que venzo, ni es uso de caballería quitarles los caballos y dejarlos a pie, si ya no fuese que el vencedor hubiese perdido en la pendencia el suyo; que, en tal caso, lícito es tomar el del vencido, como ganado en guerra lícita. Así que, Sancho, deja ese caballo, o asno, o lo que tú quisieres que sea, que, como su dueño nos vea alongados de aquí, volverá por él. -- Não costumo eu -- disse D. Quixote -- despojar aos que venço, nem é usança na cavalaria tirar cavalos e deixar os cavaleiros a pé, salvo se tiver o vencedor perdido na pendência o seu próprio; só nesse caso é que lhe é lícito tomar o do vencido, como tendo sido ganhado em boa guerra. Assim, Sancho, deixa o cavalo, ou jumento, ou o que quiseres que seja, que o dono, em nos vendo longe daqui, voltará a procurá-lo.
-Dios sabe si quisiera llevarle -replicó Sancho-, o, por lo menos, trocalle con este mío, que no me parece tan bueno. Verdaderamente que son estrechas las leyes de caballería, pues no se estienden a dejar trocar un asno por otro; y querría saber si podría trocar los aparejos siquiera. -- Sabe Deus -- replicou Sancho -- se eu o não levava de boa vontade, ou pelo menos em troca deste meu, que me parece menos bom. Realmente que bem apertadas são as leis da cavalaria, pois não dão licença para se trocar um asno por outro; mas queria saber se poderia sequer trocar os aparelhos.
-En eso no estoy muy cierto -respondió don Quijote-; y, en caso de duda, hasta estar mejor informado, digo que los trueques, si es que tienes dellos necesidad estrema. -- Nisso não estou muito certo -- respondeu D. Quixote -- mas em caso de dúvida, e enquanto não tenho melhores informações, digo-te que os troques, se estes são para ti de extrema necessidade.
-Tan estrema es -respondió Sancho- que si fueran para mi misma persona , no los hubiera menester más. -- Tão extrema é ela -- acudiu logo Sancho -- que, se fossem para mim mesmo em pessoa, não me seriam mais precisos.
Y luego, habilitado con aquella licencia, hizo mutatio caparum y puso su jumento a las mil lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto. E para logo, autorizado com tal licença, fez mutationem caparum, e pôs a sua cavalgadura baixa às mil maravilhas, deixando-a a valer três ou cinco vezes mais.
Hecho esto, almorzaron de las sobras del real que del acémila despojaron , bebieron del agua del arroyo de los batanes, sin volver la cara a mirallos tal era el aborrecimiento que les tenían por el miedo en que les habían puesto. Concluído este arranjo, almoçaram dos restos da comida que também na azêmola se lhe depararam, beberam da água do arroio dos pisões sem voltarem a cara para eles! (tal era o aborrecimento em que os tinham pelo medo que lhes haviam causado!),
Cortada, pues, la cólera , y aun la malenconía, subieron a caballo, y, sin tomar determinado camino, por ser muy de caballeros andantes el no tomar ninguno cierto , se pusieron a caminar por donde la voluntad de Rocinante quiso , que se llevaba tras sí la de su amo, y aun la del asno, que siempre le seguía por dondequiera que guiaba, en buen amor y compañía. Con todo esto, volvieron al camino real y siguieron por él a la ventura, sin otro disignio alguno. e dando mate à cólera, e até à melancolia, montaram, e, sem tomarem caminho determinado (por ser muito de cavaleiros andantes o não seguirem via certa), se deixaram ir por onde ao Rocinante se antolhou; após ele iam levadas à toa a vontade do amo e a do asno, que sempre em boa união o acompanhava por onde quer que fosse. Com tudo isto tornaram à estrada real, e por ela seguiram à ventura, sem outro algum roteiro.
Yendo, pues, así caminando , dijo Sancho a su amo. Como assim iam caminhando, disse Sancho para o amo:
-Señor, ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un poco con él? Que, después que me puso aquel áspero mandamiento del silencio, se me han podrido más de cuatro cosas en el estómago, y una sola que ahora tengo en el pico de la lengua no querría que se mal lograse. -- Quer Vossa Mercê, senhor meu, conceder-me vênia para eu meter mão num tudo nada de palestra com Vossa Mercê? depois que me pôs aquele custoso mandamento do silêncio, já me tem apodrecido mais de quatro coisas no estômago; e uma, que eu agora tenho na ponta da língua, não queria eu perdê-la.
-Dila -dijo don Quijote-, y sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo. -- Dize-a embora -- disse D. Quixote -- e sé breve no discorrer, que para os ditos agradarem, requer-se que por difusos não aborreçam.
-Digo, pues, señor -respondió Sancho-, que, de algunos días a esta parte, he considerado cuán poco se gana y granjea de andar buscando estas aventuras que vuestra merced busca por estos desiertos y encrucijadas de caminos, donde, ya que se venzan y acaben las más eligrosas, no hay quien las vea ni sepa; y así, se han de quedar en perpetuo silencio, y en perjuicio de la intención de vuestra merced y de lo que ellas merecen. Y así, me parece que sería mejor, salvo el mejor parecer de vuestra merced, que nos fuésemos a servir a algún emperador, o a otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre el valor de su persona, sus grandes fuerzas y mayor entendimiento; que, visto esto del señor a quien sirviéremos, por fuerza nos ha de remunerar, a cada cual según sus méritos, y allí no faltará quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced, para perpetua memoria. De las mías no digo nada, pues no han de salir de los límites escuderiles; aunque sé decir que, si se usa en la caballería escribir hazañas de escuderos, que no pienso que se han de quedar las mías entre renglones . -- Digo, pois, senhor -- respondeu Sancho -- que dia há que ando considerando quão pouco se ganha em andar buscando estas aventuras que Vossa Mercê espera por estes desertos e encruzilhadas, onde, ainda que se vençam e concluam em bem as mais perigosas, não há quem presencie ou alcance delas notícias; e portanto hão-de forçosamente ficar em perpétuo silêncio, com prejuízo do desejo de Vossa Mercê, e do que elas merecem. Parece-me, portanto, que mais acertado fora (salvo o mais avisado parecer de Vossa Mercê) irmo-nos a servir a algum Imperador, ou a outro Príncipe grande, que tenha alguma guerra em que Vossa Mercê melhor possa mostrar o seu valor, as suas grandes forças e claro entendimento. Reconhecendo todas essas excelências, o tal senhor a quem servirmos por força nos há-de remunerar, a cada qual segundo os seus merecimentos, não faltando lá por certo quem ponha em escrito as façanhas de Vossa Mercê, para perpétua memória. Das minhas nada digo, pois não hão-de sair dos limites escudeiráticos, ainda que sei dizer que, se se usa na cavalaria escrever façanhas de escudeiros, não me parece que as minhas hajam de ficar entre borrões esquecidos.
-No dices mal, Sancho -respondió don Quijote-; mas, antes que se llegue a ese término, es menester andar por el mundo, como en aprobación, buscando las aventuras, para que, acabando algunas, se cobre nombre y fama tal que, cuando se fuere a la corte de algún gran monarca, ya sea el caballero conocido por sus obras; y que, apenas le hayan visto entrar los muchachos por la puerta de la ciudad, cuando todos le sigan y rodeen, dando voces, diciendo ′′Éste es el Caballero del Sol′′, o de la Sierpe , o de otra insignia alguna , debajo de la cual hubiere acabado grandes hazañas. ′′Éste es -dirán- el que venció en singular batalla al gigantazo Brocabruno de la Gran Fuerza; el que desencantó al Gran Mameluco de Persia del largo encantamento en que había estado casi novecientos años ′′. Así que, de mano en mano, irán pregonando tus hechos , y luego, al alboroto de los muchachos y de la demás gente, se parará a las fenestras de su real palacio el rey de aquel reino , y así como vea al caballero, conociéndole por las armas o por la empresa del escudo , forzosamente ha de decir ′′¡Ea, sus! ¡Salgan mis caballeros , cuantos en mi corte están, a recebir a la flor de la caballería, que allí viene !′′ A cuyo mandamiento saldrán todos, y él llegará hasta la mitad de la escalera, y le abrazará estrechísimamente, y le dará paz besándole en el rostro ; y luego le llevará por la mano al aposento de la señora reina, adonde el caballero la hallará con la infanta, su hija, que ha de ser una de las más fermosas y acabadas doncellas que, en gran parte de lo descubierto de la tierra, a duras penas se pueda hallar. Sucederá tras esto, luego en continente, que ella ponga los ojos en el caballero y él en los della , y cada uno parezca a otro cosa más divina que humana; y, sin saber cómo ni cómo no, han de quedar presos y enlazados en la intricable red amorosa, y con gran cuita en sus corazones por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos. Desde allí le llevarán, sin duda, a algún cuarto del palacio, ricamente aderezado, donde, habiéndole quitado las armas, le traerán un rico manto de escarlata con que se cubra; y si bien pareció armado, tan bien y mejor ha de parecer en farseto . Venida la noche, cenará con el rey, reina e infanta, donde nunca quitará los ojos della, mirándola a furto de los circustantes , y ella hará lo mesmo con la mesma sagacidad, porque, como tengo dicho, es muy discreta doncella . Levantarse han las tablas, y entrará a deshora por la puerta de la sala un feo y pequeño enano con una fermosa dueña, que, entre dos gigantes, detrás del enano viene, con cierta aventura, hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabare será tenido por el mejor caballero del mundo. Mandará luego el rey que todos los que están presentes la prueben, y ninguno le dará fin y cima sino el caballero huésped, en mucho pro de su fama , de lo cual quedará contentísima la infanta, y se tendrá por contenta y pagada además, por haber puesto y colocado sus pensamientos en tan alta parte. Y lo bueno es que este rey, o príncipe, o lo que es, tiene una muy reñida guerra con otro tan poderoso como él, y el caballero huésped le pide (al cabo de algunos días que ha estado en su corte) licencia para ir a servirle en aquella guerra dicha. Darásela el rey de muy buen talante, y el caballero le besará cortésmente las manos por la merced que le face. Y aquella noche se despedirá de su señora la infanta por las rejas de un jardín, que cae en el aposento donde ella duerme, por las cuales ya otras muchas veces la había fablado, siendo medianera y sabidora de todo una doncella de quien la infanta mucho se fiaba. Sospirará él, desmayaráse ella, traerá agua la doncella, acuitaráse mucho porque viene la mañana, y no querría que fuesen descubiertos, por la honra de su señora. Finalmente, la infanta volverá en sí y dará sus blancas manos por la reja al caballero, el cual se las besará mil y mil veces y se las bañará en lágrimas . Quedará concertado entre los dos del modo que se han de hacer saber sus buenos o malos sucesos, y rogarále la princesa que se detenga lo menos que pudiere; prometérselo ha él con muchos juramentos; tórnale a besar las manos, y despídese con tanto sentimiento que estará poco por acabar la vida . Vase desde allí a su aposento, échase sobre su lecho, no puede dormir del dolor de la partida, madruga muy de mañana, vase a despedir del rey y de la reina y de la infanta; dícenle, habiéndose despedido de los dos, que la señora infanta está mal dispuesta y que no puede recebir visita; piensa el caballero que es de pena de su partida, traspásasele el corazón, y falta poco de no dar indicio manifiesto de su pena. Está la doncella media nera delante, halo de notar todo, váselo a decir a su señora, la cual la recibe con lágrimas y le dice que una de las mayores penas que tiene es no saber quién sea su caballero , y si es de linaje de reyes o no; asegúrala la doncella que no puede caber tanta cortesía, gentileza y valentía como la de su caballero sino en subjeto real y grave ; consuélase con esto la cuitada; procura consolarse , por no dar mal indicio de sí a sus padres, y, a cabo de dos días, sale en público. Ya se es ido el caballero pelea en la guerra, vence al enemigo del rey, gana muchas ciudades , triunfa de muchas batallas , vuelve a la corte, ve a su señora por donde suele, conciértase que la pida a su padre por mujer en pago de sus servicios. No se la quiere dar el rey, porque no sabe quién es; pero, con todo esto, o robada o de otra cualquier suerte que sea, la infanta viene a ser su esposa y su padre lo viene a tener a gran ventura, porque se vino a averiguar que el tal caballero es hijo de un valeroso rey de no sé qué reino, porque creo que no debe de estar en el mapa . Muérese el padre, hereda la infanta, queda rey el caballero en dos palabras. Aquí entra luego el hacer mercedes a su escudero y a todos aquellos que le ayudaron a subir a tan alto estado casa a su escudero con una doncella de la infanta, que será, sin duda, la que fue tercera en sus amores, que es hija de un duque muy principal . -- Não dizes mal, Sancho -- respondeu D. Quixote -- mas, antes de se chegar a esse extremo, é mister andar pelo mundo buscando as aventuras como escola prática, para que, saindo com alguns feitos em limpo, se cobre nome e fama tal, que, quando depois se chegar à corte de algum grande Monarca, já o cavaleiro seja conhecido por suas obras, e que, apenas o houverem visto entrar pelas portas da cidade, os rapazes da rua o rodeiem e acompanhem, vozeando entre vivas: Este é o cavaleiro do Sol, ou da Serpente, ou de outra qualquer insígnia, debaixo da qual houver acabado grandes façanhas. Este é -- dirão -- o que venceu em singular batalha o gigantaço Brocabruno da grande força; o que desencantou o grande Mameluco da Pérsia do largo encantamento em que tinha permanecido quase novecentos anos; e assim de mão em mão irão pregoando os seus feitos; e logo, com o alvoroto dos rapazes da rua, e de todo o outro gentio, sairá às janelas do seu real palácio o Rei daquele reino; e assim que vir o cavaleiro, conhecendo-o pelas armas, ou pela empresa do escudo, forçosamente há-de dizer: Eia! sus! saiam meus cavaleiros, quantos em minha corte são, a receber a flor da cavalaria que ali vem; à qual ordem sairão todos, e ele descerá meia escada e o abraçará estreitissimamente, dar-lhe-á a paz beijando-o no rosto, e logo o levará pela mão ao aposento da senhora Rainha, aonde o cavaleiro a achará com a Infanta sua filha, que há-de ser uma das mais formosas e completas donzelas que em grande parte do mundo descoberto com grande custo se puderam encontrar. Sucederá logo após tudo isto pôr ela os olhos no cavaleiro, e ele nela os seus, e cada um parecerá ao outro coisa mais divina que humana; e, sem saberem como nem como não, hão-de ficar presos na insolúvel rede amorosa, e com grande opressão de suas almas, por não saberem como se hão-de falar e descobrir as suas ânsias e sentimentos. Dali o levarão sem dúvida a algum quarto do paço, custosamente adereçado, onde, despindo-lhe as armas, lhe trarão uma capa rica de púrpura, com que se cubra; e, se armado tão bem parece, melhor há-de ainda parecer assim vestido. À noite ceará com o Rei, a Rainha e a Infanta, sem nunca tirar os olhos dela, mirando-a a furto dos circunstantes; e outro tanto fará ela, e com igual disfarce, porque, segundo já disse, é muito discreta donzela. Levantadas as mesas, entrará a súbitas pela porta da sala um feio e pequeno anão, com uma formosa dama, que entre dois gigantes vem atrás do anão com certo problema engenhado por um antiquíssimo sábio, que todo o que for capaz de o deslindar será tido pelo melhor cavaleiro do mundo. Mandará logo o Rei que todos os presentes provem naquilo a sua habilidade; e nenhum atinará, salvo o hóspede, com grandes aumentos para a sua fama; do que ficava contentíssima a Infanta, e se estimará feliz de ter posto a sua eleição amorosa em sujeito de tão altos méritos. Para tudo correr ao pintar, este Rei, ou Príncipe (ou o que quer que é) traz uma guerra mui renhida com outro Rei tão poderoso como ele. O cavaleiro hóspede lhe pede, ao cabo de alguns dias de estada na corte, licença para ir servi-lo naquela dita guerra; dar-lha-á o Rei de muito bom grado, e o cavaleiro lhe beijará cortesmente as mãos pela mercê que lhe concede; e nessa noite se despedirá de sua senhora a Infanta, pelas grades de um jardim, para onde deita o aposento de dormir dela, grades por onde já outras muitas vezes lhe tinha falado, sendo medianeira de tudo uma donzela, em que a Infanta muito se confia. Ele suspirará, ela desmaiará, a donzela trará água, lamentar-se-á muito, vendo que já está a amanhecer, e não quisera que o descobrissem, por se não empanar a honra da sua dama. Finalmente a Infanta tornará em si, e dará as suas brancas mãos por entre as grades ao cavaleiro, o qual as beijará mil e mil vezes, e as banhará de lágrimas. Ficará conchavado entre os dois o modo, como se hão-de um ao outro comunicar os seus bons ou maus sucedimentos; e a Princesa lhe pedirá que se demore o menos que puder. Ele lho prometerá com muitos juramentos; torna-lhe a beijar as mãos, e despede-se com tanto sentimento, que por pouco lhe não foge a vida. Vai dali para o quarto, deita-se sobre o leito, não pode dormir com a dor da partida, levanta-se antes da madrugada, vai-se despedir do Rei, da Rainha e da Infanta. Despedido já das duas primeiras personagens, dizem-lhe que a senhora Infanta está mal disposta, e que não pode receber visitas. Pensa o cavaleiro ser com pena da sua partida; rasga-se-lhe o coração; e por um triz não dá indício manifesto do seu pesar. Está diante a donzela medianeira, observa tudo e vai contá-lo à sua ama; esta recebe-a com lágrimas, e diz-lhe que uma das maiores penas que lhe assistem é não saber quem o seu cavaleiro seja, e se é, ou não, de linhagem real. A donzela dá-lhe por certo que não pode caber tanta cortesia, gentileza, e denodo, como tem o seu cavaleiro, senão em pessoa real. Com isto se conforta a coitada, e procura consolar-se, por não dar aos pais algumas ruins suspeitas; e, passados dois dias, aparece em público. Já o cavaleiro é partido; está pelejando na guerra; vence ao inimigo de El-Rei, ganha muitas cidades, triunfa de muitas batalhas, volta à corte, vê a sua dama por onde costumava, obtém dela anuência para que a peça por mulher em paga dos serviços que fez; El-Rei, que não sabe quem ele é, não lha quer dar; porém, apesar disso, ou roubada ou de qualquer maneira que seja, a Infanta casa com ele. O pai chega a estimá-lo por grande ventura, porque se descobre que o tal cavaleiro é filho de um valoroso rei de não sei que reino (porque assento que não virá no mapa). Morre o pai, a Infanta herda, e, em duas palavras, o cavaleiro sai Rei. Aqui principia logo por conceder mercês ao seu escudeiro, e a todos que o ajudaram a subir a tão alto estado; ao seu escudeiro casa-o com uma aia da Infanta, que sem falta deve ser a mesma que lhe serviu de terceira nos amores, a qual é filha de um Duque de primeira nobreza.
-Eso pido, y barras derechas -dijo Sancho-; a eso me atengo, porque todo, al pie de la letra, ha de suceder por vuestra merced, llamándose el Caballero de la Triste Figura. -- Isso e o que eu peço, senhor meu -- disse Sancho -- é tudo um; joguinho liso e direito; com tudo isso conto, e tudo há-de sair ao pé da letra como Vossa Mercê o talha, e mais chamando-se o Cavaleiro da Triste Figura.
-No lo dudes, Sancho -re plicó don Quijote-, porque del mesmo y por los mesmos pasos que esto he contado suben y han subido los caballeros andantes a ser reyes y emperadores. Sólo falta agora mirar qué rey de los cristianos o de los paganos tenga guerra y tenga hija hermosa; pero tiempo habrá para pensar esto, pues, como te tengo dicho, primero se ha de cobrar fama por otras partes que se acuda a la corte. También me falta otra cosa; que, puesto caso que se halle rey con guerra y con hija hermosa, y que yo haya cobrado fama increíble por todo el universo, no sé yo cómo se podía hallar que yo sea de linaje de reyes, o, por lo menos, primo segundo de emperador; porque no me querrá el rey dar a su hija por mujer si no está primero muy enterado en esto, aunque más lo merezcan mis famosos hechos. Así que, por esta falta, temo perder lo que mi brazo tiene bien merecido. Bien es verdad que yo soy hijodalgo de solar conocido, de posesión y propriedad y de devengar quinientos sueldos ; y podría ser que el sabio que escribiese mi historia deslindase de tal manera mi parentela y decendencia , que me hallase quinto o sesto nieto de rey . Porque te hago saber, Sancho, que hay dos maneras de linajes en el mundo unos que traen y derriban su decendencia de príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho, y han acabado en punta, como pirámide puesta al revés; otros tuvieron principio de gente baja, y van subiendo de grado en grado, hasta llegar a ser grandes señores. De manera que está la diferencia en que unos fueron, que ya no son, y otros son, que ya no fueron; y podría ser yo déstos que, después de averiguado, hubiese sido mi principio grande y famoso, con lo cual se debía de contentar el rey, mi suegro , que hubiere de ser. Y cuando no, la infanta me ha de querer de manera que, a pesar de su padre, aunque claramente sepa que soy hijo de un azacán , me ha de admitir por señor y por esposo; y si no, aquí entra el roballa y llevalla donde más gusto me diere; que el tiempo o la muerte ha de acabar el enojo de sus padres. -- Não lhe ponhas dúvida, Sancho -- replicou D. Quixote -- porque, do mesmo modo e pelos mesmos passos com que te encadeei estes sucessos, sobem e têm já subido cavaleiros a ser Reis e Imperadores. O que só falta agora é saber que monarca dos cristãos ou dos pagãos andará em guerra, e terá filha de tão estremada formosura; mas não faltará tempo para se pensar nisso, porque (já te disse), primeiro que se chegue à corte, é necessário ter cobrado ânimo por outras partes. Também falta ainda outra coisa: suposto se ache Rei com guerra, e com filha formosa, e concedendo que eu tenha adquirido fama incrível por todo o mundo, não sei bem como se poderia achar para a minha pessoa ascendência real, ou pelo menos de primo segundo de Imperador, porque o tal Rei não há-de querer dar-me por mulher a filha, sem previamente saber isso bem ao certo, por mais que lho mereçam os meus feitos. Estou receando que, por esta falta, venha a perder o que tão bem tinha já merecido o meu forte pulso. Verdade é que eu sou filho de algo de solar conhecido, de posse e propriedade, e dos da tarifa de quinhentos soldos; e bem poderia ser que o sábio, que escrevesse a minha história, deslindasse de tal maneira a minha parentela e descendência, que me achasse quinto ou sexto neto de Rei; porque te faço saber, Sancho, que há duas espécies de linhagem; há a linhagem dos que derivam a sua descendência de Príncipes e Monarcas, mas a quem a pouco e pouco o tempo foi desgastando até acabar tudo em bico, à laia de pirâmide; outra linhagem é a que principiou por gente baixa, e foi trepando até chegar a grandes senhores. Toda a diferença está em que uns foram e não são, e outros são, e não eram. Ora eu, poderia ser destes, que, bem averiguada a coisa, se provasse haverem tido nome grande e famoso; com isso se deve contentar o Rei, que estiver destinado para meu sogro; e se isso se não der, tanto me há-de querer a Infanta, que apesar do pai, e ainda que saiba perfeitamente que sou filho dum aguadeiro, me há-de admitir por seu senhor e esposo; aliás é o caso de a raptar, e levá-la para onde for minha vontade, porque o tempo, ou a morte, há-de acabar com a oposição paterna.
-Ahí entra bien también -dijo Sancho- lo que algunos desalmados dicen "No pidas de grado lo que puedes tomar por fuerza"; aunque mejor cuadra decir "Más vale salto de mata que ruego de hombres buenos". Dígolo porque si el señor rey, suegro de vuestra merced, no se quisiere domeñar a entregalle a mi señora la infanta, no hay sino, como vuestra merced dice, roballa y trasponella. Pero está el daño que, en tanto que se hagan las paces y se goce pacíficamente el reino, el pobre escudero se podrá estar a diente en esto de las mercedes. Si ya no es que la doncella tercera, que ha de ser su mujer, se sale con la infanta, y él pasa con ella su mala ventura, hasta que el cielo ordene otra cosa; porque bien podrá, creo yo, desde luego dársela su señor por ligítima esposa. -- Para aí vem muito ao pedir -- disse Sancho -- o que alguns desalmados dizem; Não peças por favor o que podes haver por força; ainda que mais assisado é estoutro rifão: Mais consegue salteador, do que honrado rogador. Digo isto, porque se o senhor Rei, sogro de Vossa Mercê, não se quiser resolver a entregar-lhe a Infanta, minha senhora, não há senão, como Vossa Mercê diz, roubá-la e pô-la em seguro; o mau será se, enquanto as pazes se não fazem, e se não goza pacificamente do reino, o pobre escudeiro poderá estar olhando ao sinal nessa coisa das mercês; salvo se a donzela terceira, que há-de ser mulher dele, sair também com a Infanta, e ele a acompanhar nesses dias ruins, até que o céu lhes ponha ponto, porque bem poderá, creio eu, o seu senhor dar-lha desde logo por legítima esposa.
-Eso no hay quien la quite -dijo don Quijote. -- Lá isso é como quem o tem já fechado na mão -- disse D. Quixote.
-Pues, como eso sea -respondió Sancho-, no hay sino encomendarnos a Dios, y dejar correr la suerte por donde mejor lo encaminare. -- Pois, sendo assim -- disse Sancho -- não há senão pôr tudo nas mãos de Deus, e deixar correr a sorte pelo seu caminho direito.
-Hágalo Dios -respondió don Quijote- como yo deseo y tú, Sancho, has menester; y ruin sea quien por ruin se tiene. -- Faça Deus o que eu desejo, e tu, Sancho, necessitas -- disse D. Quixote -- e ruim seja quem em ruim conta se tem.
-Sea par Dios -dijo Sancho-, que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta. -- Seja por Deus -- respondeu Sancho -- que eu cristão-velho sou, e para ser Conde isto me basta.
-Y aun te sobra -dijo don Quijote-; y cuando no lo fueras, no hacía nada al caso, porque, siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza, sin que la compres ni me sirvas con nada. Porque, en haciéndote conde, cátate ahí caballero, y digan lo que dijeren; que a buena fe que te han de llamar señoría, mal que les pese. -- E até sobeja -- disse D. Quixote -- e ainda que o não foras, que importara isso para o caso? sendo eu Rei, bem te posso dar nobreza sem que tu a compres nem me sirvas em nada; porque eu a fazer-te Conde, e tu a ficares logo cavaleiro; e digam o que disserem; à fé que te hão-de tratar por Senhoria, gostem ou não gostem.
-Y ¡montas que no sabría yo autorizar el litado! -dijo Sancho. -- E não saberia eu autorizar o litado? -- disse Sancho.
-Dictado has de decir, que no litado -dijo su amo. -- Ditado deves dizer, e não litado -- emendou o amo.
-Sea ansí -respondió Sancho Panza-. Digo que le sabría bien acomodar, porque, por vida mía, que un tiempo fui muñidor de una cofradía , y que me asentaba tan bien la ropa de muñidor, que decían todos que tenía presencia para poder ser prioste de la mesma cofradía. Pues, ¿qué será cuando me ponga un ropón ducal a cuestas, o me vista de oro y de perlas, a uso de conde estranjero ? Para mí tengo que me han de venir a ver de cien leguas. -- Seja assim -- continuou Sancho -- eu os obrigaria a não me andarem fora do rego; afirmo-lhe que fui há já tempos andador duma irmandade; e tão bem me assentava a vestimenta de andador, que todos diziam que bem apessoado era eu até para servir de irmão maior da mesma irmandade. Que será quando me puserem uma capa de arminhos pelas costas, como a Duque, ou eu me vestir de ouro e pérolas à moda de Conde estrangeiro! Tenho para mim que de cem léguas hão-de vir curiosos para me verem.
-Bien parecerás -dijo don Quijote-, pero será menester que te rapes las barbas a menudo; que, según las tienes de espesas, aborrascadas y mal puestas, si no te las rapas a navaja, cada dos días por lo menos, a tiro de escopeta se echará de ver lo que eres. -- Decerto que hás-de parecer muito bem -- disse D. Quixote -- mas será preciso que rapes as barbas a miúdo, que, segundo as trazes ouriçadas e revoltas, não as rapando à navalha de dois em dois dias pelo menos, à distância de tiro de escopeta serás conhecido pela pinta.
-¿Qué hay más -dijo Sancho-, sino tomar un barbero y tenelle asalariado en casa? Y aun, si fuere menester, le haré que ande tras mí, como caballerizo de grande. -- Bom remédio -- disse Sancho -- é tomar um barbeiro, e tê-lo em casa assoldadado, e até, se preciso for, farei que ande atrás de mim como picador de grande.
-Pues, ¿cómo sabes tú -preguntó don Quijote- que los grandes llevan detrás de sí a sus caballerizos. -- Donde sabes tu -- perguntou D. Quixote -- que os grandes levem atrás de si picadores?
-Yo se lo diré -respondió Sancho- los años pasados estuve un mes en la corte , y allí vi que, paseándose un señor muy pequeño, que decían que era muy grande , un hombre le seguía a caballo a todas las vueltas que daba, que no parecía sino que era su rabo. Pregunté que cómo aquel hombre no se juntaba con el otro, sino que siempre andaba tras dél. Respondiéron me que era su caballerizo y que era uso de los grandes llevar tras sí a los tales . Desde entonces lo sé tan bien que nunca se me ha olvidado. -- Eu lhe digo -- respondeu Sancho; -- um dos anos passados estive coisa dum mês na corte, e ali vi que, passando um senhor muito pequeno, que diziam ser muito grande, atrás dele o ia seguindo um homem a cavalo em quantas voltas dava, nem que fora sua cauda. Perguntei como era que aquele homem nunca se unia ao outro, e lhe andava sempre no alcance; responderam-me que era o seu picador, e que os grandes tinham por uso levarem atrás de si aqueles estafermos. Desde então o fiquei sabendo, que nunca mais me esqueceu.
-Digo que tienes razón -dijo don Quijote-, y que así puedes tú llevar a tu barbero; que los usos no vinieron todos juntos, ni se inventaron a una, y puedes ser tú el primero conde que lleve tras sí su barbero; y aun es de más confianza el hacer la barba que ensillar un caballo. -- Com razão -- disse D. Quixote -- e visto isso, podes também tu acompanhar-te do teu barbeiro, que as modas não se inventaram todas ao mesmo tempo, nem vieram ao mundo de cambulhada; e, portanto, bem podes ser tu o primeiro Conde que leve após si o seu barbeiro; e depois, de maior suposição é o escanhoar um homem, que aparelhar uma besta.
-Quédese eso del barbero a mi cargo -dijo Sancho-, y al de vuestra merced se quede el procurar venir a ser rey y el hacerme conde. -- Isso do barbeiro deixe-o por minha conta -- disse Sancho -- à de Vossa Mercê fique o vir a ser Rei, e fazer-me a mim Conde.
-Así será -respondió don Quijote. -- Assim se fará -- respondeu D. Quixote.
Y, alzando los ojos, vio lo que se dirá en el siguiente capítulo . E, levantando os olhos, viu o que no seguinte capítulo se dirá.






I. Capítulo XXII. De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir


Capíulo XXII -- Da liberdade que D. Quixote deu a muitos desafortunados, que iam levados contra sua vontade onde eles por si não quereriam ir.


Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego , en esta gravísima, 1altisonante, mínima, dulce e imaginada historia que, después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho Panza, su escudero, pasaron aquellas razones que en el fin del capítulo veinte y uno quedan referidas, que don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados, como cuentas, en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos. Venían ansimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie; los de a caballo, con escopetas de rue da , y los de a pie, con dardos y espadas; y que así como Sancho Panza los vido, dijo. Conta Cid Hamete Benengeli, autor arábigo e manchego desta gravíssima, altissonante, mínima, suave e imaginada história, que, depois daquelas razões que houve entre o famoso D. Quixote de la Mancha e Sancho Pança seu escudeiro (de que no precedente capítulo XXI se deu conta) alçou D. Quixote os olhos, e viu que pelo seu caminho vinham uns doze homens a pé, engranzados como contas numa grande cadeia de ferro pelos pescoços, e todos algemados. Vinham igualmente com eles dois homens a cavalo, e outros dois a pé; os cavaleiros com escopeta de roda, e os peões com dardos e espadas. Assim que Sancho Pança, os viu, disse:
-Ésta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras. -- Esta é cadeia de galeotes, gente forçada da parte de El-Rei, para ir servir nas galés.
-¿Cómo gente forzada? -preguntó don Quijote-. ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente. -- Como gente forçada? -- perguntou D. Quixote -- é possível que El-Rei force a nenhuma gente?
-No digo eso -respondió Sancho-, sino que es gente que, por sus delitos, va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza. -- Não digo isso -- respondeu Sancho -- digo que é gente que, por delitos que fez, vai condenada a servir o Rei nas galés por força.
-En resolución -replicó don Quijote-, comoquiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad. -- Em conclusão -- replicou D. Quixote -- como quer que seja, esta gente, ainda que os levam, vai à força, e não por sua vontade.
-Así es -dijo Sancho. -- É verdade -- disse Sancho.
-Pues desa manera -dijo su amo-, aquí encaja la ejecución de mi oficio desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables. -- Pois sendo assim -- disse o amo -- aqui está onde acerta à própria o cumprimento do meu ofício; desfazer violências, e dar socorro e auxílio a miseráveis.
-Advierta vuestra merced -dijo Sancho- que la justicia, que es el mesmo rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos. -- Advirta Vossa Mercê -- disse Sancho -- que a justiça, que é El-Rei em pessoa, não faz violência nem agravo a gente semelhante, senão que os castiga dos seus delitos.
Llegó, en esto, la cadena de los galeotes, y don Quijote, con muy corteses razones, pidió a los que iban en su guarda fuesen servidos de informalle y decille la causa, o causas, por que llevan aquella gente de aquella manera. Nisto chegou a cadeia dos galeotes, e D. Quixote com mui corteses falas pediu aos que os iam guardando fossem servidos de informá-lo, e dizer-lhe a causa, ou causas, por que levavam aquela gente daquele modo.
Una de las guardas de a caballo respondió que eran galeotes, gente de Su Majestad que iba a galeras, y que no había más que decir, ni él tenía más que saber. Um dos guardas de cavalo respondeu que eram galeotes (gente pertencente a Sua Majestade) que iam para as galés; e que não havia que dizer, nem ele que perguntar.
-Con todo eso -replicó don Quijote-, querría saber de cada uno dellos en particular la causa de su desgracia. -- Apesar disso -- replicou D. Quixote -- queria saber de cada um deles em particular a causa da sua desgraça.
Añadió a éstas otras tales y tan comedidas razones, para moverlos a que dijesen lo que deseaba, que la otra guarda de a caballo le dijo. A estes ditos ajuntou mais outros tais e tão descomedidos para resolvê-los a declararem-lhe o que desejava, que o outro guarda montado lhe disse:
-Aunque llevamos aquí el registro y la fe de las sentencias de cada uno destos malaventurados, no es tiempo éste de detenerles a sacarlas ni a leellas; vuestra merced llegue y se lo pregunte a ellos mes mos, que ellos lo dirán si quisieren, que sí querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías. -- Ainda que levamos aqui o registro e a fé das sentenças de cada um destes desgraçados, não temos tempo que perder a apresentar papéis e fazer leituras. Chegue Vossa Mercê a eles, e interrogue-os se quer; que eles, se for sua vontade, lho dirão; pois é gente que põe gosto em fazer e assoalhar velhacarias.
Con esta licencia, que don Quijote se tomara aunque no se la dieran, se llegó a la cadena, y al primero le preguntó que por qué pecados iba de tan mala guisa. Él le respondió que por enamorado iba de aquella manera. Com esta licença, que D. Quixote por si tomaria, ainda que lha não dessem, chegou-se à leva, e perguntou ao primeiro por que mau pecado ia ali daquela maneira tão desastrada. Respondeu ele que por enamorado.
-¿Por eso no más? -replicó don Quijote-. Pues, si por enamorados echan a galeras, días ha que pudiera yo estar bogando en ellas. -- Só por isso e mais nada? -- replicou D. Quixote -- Se por coisas de namoro se vai para as galés, há muito tempo que eu as pudera andar remando.
-No son los amores como los que vuestra merced piensa -dijo el galeote-; que los míos fueron que quise tanto a una canasta de colar, atestada de ropa blanca, que la abracé conmigo tan fuertemente que, a no quitármela la justicia por fuerza, aún hasta agora no la hubiera dejado de mi voluntad. Fue en fragante, no hubo lugar de tormento ; concluyóse la causa, acomodáronme las espaldas con ciento , y por añadidura tres precisos de gurapas , y acabóse la obra. -- Não são namoros, como Vossa Mercê cuida -- disse o forçado; -- o meu namoro foi com uma canastra de roupa branca, que a abracei comigo tão fortemente, que, se a justiça ma não tira por força, ainda agora por vontade minha não a tinha largado. Fui apanhado em flagrante, excusaram-se tratos, e concluída a causa, assentaram-me nas costas um cento de estouros, e por crescenças três anos de gurapas; e acabou-se a obra.
-¿Qué son gurapas? -preguntó don Quijote. -- Que vem a ser gurapas? -- perguntou D. Quixote.
-Gurapas son galeras -respondió el galeote. -- Gurapas são galés -- respondeu o forçado,
El cual era un mozo de hasta edad de veinte y cuatro años, y dijo que era natural de Piedrahíta. Lo mesmo preguntó don Quijote al segundo , el cual no respondió palabra, según iba de triste y malencónico; mas respondió por él el primero, y dijo. que era um rapaz que poderia contar os seus vinte e quatro anos e disse ser natural de Piedraíta. Igual pergunta fez D. Quixote ao segundo. Este não respondeu palavra, segundo ia cheio de paixão e melancolia, mas respondeu por ele o primeiro, e disse:
-Éste, señor, va por canario ; digo, por músico y cantor. -- Este senhor vai por canário; venho a dizer que por músico e cantor.
-Pues, ¿cómo -repitió don Quijote-, por músicos y cantores van también a galeras. -- Como é isso? -- disse admirado D. Quixote -- Pois também por ser músico e cantor se vai parar às galés?
-Sí, señor -respondió el galeote-, que no hay peor cosa que cantar en el ansia. -- Sim, senhor -- respondeu o galeote -- nem ele há pior coisa do que é um homem cantar nas ânsias.
-Antes, he yo oído decir -dijo don Quijote- que quien canta sus males espanta. -- Antes sempre ouvi -- disse D. Quixote -- que quem canta seus males espanta.
-Acá es al revés -dijo el galeote-, que quien canta una vez llora toda la vida. -- Cá é às avessas -- disse o forçado -- quem uma vez canta toda a vida chora.
-No lo entiendo -dijo don Quijote. -- Não entendo -- disse D. Quixote.
Mas una de las guardas le dijo. Mas um dos guardas lhe disse:
-Señor caballero, cantar en el ansia se dice, entre esta gente non santa , confesar en el tormento. A este pecador le dieron tormento y confesó su delito, que era ser cuatrero , que es ser ladrón de bestias, y, por haber confesado, le condenaron por seis años a galeras, amén de docientos azotes que ya lleva en las espaldas. Y va siempre pensativo y triste, porque los demás ladrones que allá quedan y aquí van le maltratan y aniquilan, y escarnecen y tienen en poco, porque confesó y no tuvo ánimo de decir nones . Porque dicen ellos que tantas letras tiene un no como un sí, y que harta ventura tiene un delincuente, que está en su lengua su vida o su muerte , y no en la de los testigos y probanzas; y para mí tengo que no van muy fuera de camino . -- Senhor cavaleiro, cantar nas ânsias se chama entre esta gente non sancta confessar nos tratos o crime que se fez. A este pecador meteram-no a tormentos, e confessou ser ladrão de bestas; pelo ter confessado, o condenaram a seis anos de galés, além de duzentos açoites que já leva nos lombos. Vai sempre pensativo e triste, porque os outros ladrões, uns, que ainda por lá ficam, e os outros, que vão aqui, o enxovalham, e mofam dele, porque caiu em confessar, e não teve ânimo para dizer niques; porque dizem eles que tantas letras tem um não como um sim. Que fortuna para um delinqüente ter na língua à sua escolha a vida e a morte, em vez de as ter à mercê de testemunhas e provas! e para mim, tenho que não vão errados.
-Y yo lo entiendo así -respondió don Quijote. -- Assim também o entendo -- respondeu D. Quixote.
El cual, pasando al tercero, preguntó lo que a los otros; el cual , de presto y con mucho desenfado, respondió y dijo. Passando ao terceiro, fez-lhe a mesma pergunta que aos dois precedentes. O terceiro muito depressa e com muito desembaraço disse:
-Yo voy por cinco años a las señoras gurapas por faltarme diez ducados. -- Eu vou por cinco anos para as senhoras gurapas por me haverem faltado dez ducados.
-Yo daré veinte de muy buena gana -dijo don Quijote- por libraros desa pesadumbre. -- Vinte darei eu de muito boa vontade -- disse D. Quixote -- por vos livrar desse trabalho.
-Eso me parece -respondió el galeote- como quien tiene dineros en mitad del golfo y se está muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester. Dígolo porque si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en mitad de la plaza de Zocodover , de Toledo, y no en este camino, atraillado como galgo; pero Dios es grande paciencia y basta. -- Faz-me isso lembrar -- replicou o forçado -- um homem que tem a algibeira quente, e está estalando de fome, por não ter onde compre o que lhe faz míngua. Digo isto, porque, se a tempo eu tivesse tido esses vinte ducados que Vossa Mercê agora me oferece, tivera untado com eles a pena do escrivão, e ativado o procurador de maneira que hoje me veria no meio da praça de Zocodovel de Toledo, e não nesta estrada atrelado como galgo; mas Deus é grande; paciência, e basta.
Pasó don Quijote al cuarto, que era un hombre de venerable rostro con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose preguntar la causa por que allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra; mas el quinto condenado le sirvió de lengua , y dijo. Passou D. Quixote ao quarto, que era um sujeito de aspecto venerando, com uma barba de neve que lhe chegava abaixo dos peitos, o qual, perguntado sobre a causa por que ali ia, começou a chorar, e não respondeu palavra; mas o quinto condenado lhe serviu de língua, e disse:
-Este hombre honrado va por cuatro años a galeras, habiendo paseado las acostumbradas vestido en pompa y a caballo. -- Este honrado homem vai por quatro anos às galés, depois de ter passeado pelas ruas do costume, vestido em pompa e a cavalo.
-Eso es -dijo Sancho Panza-, a lo que a mí me parece, haber salido a la vergüenza. -- Vem a dizer na rua, segundo entendo -- disse Sancho Pança -- que saiu à vergonha do mundo.
-Así es -replicó el galeote-; y la culpa por que le dieron esta pena es por haber sido corredor de oreja , y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero . -- Assim é -- respondeu o acorrentado -- e o seu crime foi ter sido corretor de orelha, e ainda do corpo todo; quero dizer que este cavalheiro vai por alcaiote, e também por ter seus laivos de feiticeiro.
-A no haberle añadido esas puntas y collar -dijo don Quijote-, por solamente el alcahuete limpio, no merecía él ir a bogar en las galeras, sino a mandallas y a ser general dellas ; porque no es así comoquiera el oficio de alcahuete, que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada, y que no le debía ejercer sino gente muy bien nacida; y aun había de haber veedor y examinador de los tales, como le hay de los demás oficios, con número deputado y conocido, como corredores de lonja; y desta manera se escusarían muchos males que se causan por andar este oficio y ejercicio entre gente idiota y de poco entendimiento, como son mujercillas de poco más a menos, pajecillos y truhanes de pocos años y de poca experiencia, que, a la más necesaria ocasión y cuando es menester dar una traza que importe, se les yelan las migas entre la boca y la mano y no saben cuál es su mano derecha. Quisiera pasar adelante y dar las razones por que convenía hacer elección de los que en la república habían de tener tan necesario oficio, pero no es el lugar acomodado para ello algún día lo diré a quien lo pueda proveer y remediar. Sólo digo ahora que la pena que me ha causado ver estas blancas canas y este rostro venerable en tanta fatiga, por alcahuete, me la ha quitado el adjunto de ser hechicero; aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce. Lo que suelen hacer algunas mujercillas simples y algunos embusteros bellacos es algunas misturas y venenos con que vuelven locos a los hombres, dando a entender que tienen fuerza para hacer querer bien, siendo, como digo, cosa imposible forzar la voluntad. -- Se não fossem esses laivos -- disse D. Quixote -- lá só por ser alcaiote decente não merecia ir remar nas galés, antes fora mais próprio para as governar e ser general delas, porque o ofício de terceiro de amores não é coisa tão de pouco mais ou menos; é um modo de vida de pessoas discretas, e numa república bem ordenada muito necessário; não o deveriam ter senão indivíduos muito bem nascidos, e até devia haver para eles vedor e examinador, como há para os demais ofícios, com número certo e conhecido, como corretores de praça. Desta maneira se atalhariam muitos males, que hoje resultam de andar este ofício e exercício entre gente idiota e de pouco entendimento, como são umas mulherinhas de pouco mais ou menos, pajenzinhos e truões de poucos anos e pouquíssima experiência, que, nas ocasiões mais importantes, e sendo necessário dar alguma traça de maior tomo, dão em seco, e não sabem qual é a sua mão direita. Adiante quisera eu passar, dando as razões por que se devera fazer eleição dos que na república deveriam exercer tão necessário ofício; mas não é aqui lugar próprio. Algum dia o direi a quem possa providenciar; por agora só digo que a pena, que essas honradas cãs e venerável semblante me têm causado, por vos ver metido em tamanhos trabalhos por alcaiote, tirou-ma o apenso de feiticeiro, ainda que sei muito bem não haver no mundo feitiços que possam mover e forçar as vontades, como cuidam alguns palermas; o alvedrio da pessoa é livre, e não há erva nem encanto que o obrigue. O que algumas mulherzinhas tolas e alguns velhacos embusteiros costumam fazer, são certas mistelas e venenos, com que tornam os homens doidos, dando a entender que são específicos para bem querer, sendo, como digo, coisa impossível forçar-se a vontade de ninguém.
-Así es -dijo el buen viejo-, y, en verdad, señor, que en lo de hechicero que no tuve culpa; en lo de alcahuete, no lo pude negar. Pero nunca pensé que hacía mal en ello que toda mi intención era que todo el mundo se holgase y viviese en paz y quietud, sin pendencias ni penas; pero no me aprovechó nada este buen deseo para dejar de ir adonde no espero volver, según me cargan los años y un mal de orina que llevo, que no me deja reposar un rato. -- Tudo isso é assim -- disse o bom do velho; -- verdade, senhor meu, culpa de feitiços não a tive; de alcaiote sim, e não o posso negar; porém nunca pensei que nisso fazia mal; o meu empenho era que toda a gente folgasse, e vivesse em paz e quietação, sem pendências nem penas. Porém de nada me serviram estes bons desejos, para deixar de me ir donde não espero mais voltar, segundo me carregam os anos, e um mal de urinas que levo, que me não dá instante de descanso.
Y aquí tornó a su llanto, como de primero; y túvole Sancho tanta compasión, que sacó un real de a cuatro del seno y se le dio de limosna. Aqui tornou ao seu pranto do princípio. Teve Sancho tanta compaixão do triste, que tirou do peito uns cobresitos e lhos deu de esmola.
Pasó adelante don Quijote, y preguntó a otro su delito, el cual respondió con no menos, sino con mucha más gallardía que el pasado. Passou adiante D. Quixote, e perguntou a outro o seu delito. Este respondeu com muito mais presença de espírito que o precedente:
-Yo voy aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mías, y con otras dos hermanas que no lo eran mías; finalmente, tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela, tan intricadamente que no hay diablo que la declare. Probóseme todo, faltó favor , no tuve dineros, víame a pique de perder los tragaderos, sentenciáronme a galeras por seis años, consentí castigo es de mi culpa; mozo soy dure la vida, que con ella todo se alcanza. Si vuestra merced, señor caballero, lleva alguna cosa con que socorrer a estos pobretes, Dios se lo pagará en el cielo, y nosotros tendremos en la tierra cuidado de rogar a Dios en nuestras oraciones por la vida y salud de vuestra merced, que sea tan larga y tan buena como su buena presencia merece. -- Eu vou aqui por me ter divertido demais com duas primas minhas co-irmãs, e com mais duas irmãs que me não eram nada; finalmente, tanto me diverti com todas, que do divertimento resultou aumentar-se a parentela tão intrincadamente, que não há aí sumista que a deslinde. Provou-se-me tudo, faltaram-me proteções, dinheiros não os tinha, vi-me a pique de me estragarem o gasnete; sentenciaram-me a galés por seis anos; sujeitei-me; foi castigo do que fiz. Rapaz, sou; não peço senão que a vida me dure; com ela tudo se alcança. Se Vossa Mercê, senhor cavaleiro, leva aí alguma coisa com que socorrer a estes pobretes, Deus lho pagará no céu, e nós outros teremos cá na terra cuidado de rogar a Nosso Senhor nas nossas orações pela vida e saúde de Vossa Mercê, que seja tão dilatada e feliz, como a sua boa presença merece.
Éste iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas que era muy grande hablador y muy gentil latino . Este ia em trajo de estudante, e disse um dos guardas que era grande falador e latino de mão cheia.
Tras todos éstos, venía un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro un poco. Venía diferentemente atado que los demás , porque traía una cadena al pie, tan grande que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena, y la otra de las que llaman guardaamigo o piedeamigo, de la cual decendían dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado, de manera que ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos. Preguntó don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones más que los otros. Respondióle la guarda porque tenía aquel solo más delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que temían que se les había de huir. Atrás destes vinha um homem de muito bom parecer, de idade de trinta anos, e que metia um olho pelo outro. O modo por que vinha preso diferia algum tanto dos outros, porque trazia uma cadeia ao pé, tão comprida, que lhe subia pelo corpo todo, e ao pescoço duas argolas: uma em que se prendia a cadeia, e a outra das que chamam guarda-amigo, ou pé de amigo, da qual desciam dois ferros que chegavam até à cintura, a que se prendiam duas algemas em que iam presas as mãos com um grosso cadeado, de modo que nem com as mãos podia chegar à boca, nem podia abaixar a cabeça até chegar a elas. Perguntou D. Quixote como ia aquele homem com tantas prisões mais que os outros. Respondeu-lhe o guarda que mais delitos tinha aquele só, que todos os da leva juntos, e que tão atrevido e velhaco era, que, ainda que o levavam daquela maneira, não iam seguros dele, e temiam, ainda assim, que lhes fugisse.
-¿Qué delitos puede tener -dijo don Quijote-, si no han merecido más pena que echalle a las galeras. -- Que delitos pode ele ter -- disse D. Quixote -- se o condenaram só às galés?
-Va por diez años -replicó la guarda-, que es como muerte cevil . No se quiera saber más, sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla. -- Vai por dez anos -- replicou o guarda -- que é como morte civil. Não há mais que se encareça: este bom homem é o famoso Ginez de Passamonte; por outro nome lhe chamam o Ginezinho de Parapilha.
-Señor comisario -dijo entonces el galeote-, váyase poco a poco, y no andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres. Ginés me llamo y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé dice; y cada uno se dé una vuelta a la redonda, y no hará poco. -- Senhor comissário -- disse então o forçado -- não leve isso de afogadilho, e não percamos agora tempo a destrinçar nomes e sobrenomes; o que me eu chamo é Ginez, e não Ginezinho. Passamonte é a minha alcunha, e não Parapilha como você disse; e cada um que olhe por si, e não fará pouco.
-Hable con menos tono -replicó el comisario-, señor ladrón de más de la marca , si no quiere que le haga callar, mal que le pese. -- Não fale tão de ronca, senhor ladrão de marca maior -- replicou o comissário -- se não quer que o faça calar contra vontade.
-Bien parece -respondió el galeote- que va el hombre como Dios es servido, pero algún día sabrá alguno si me llamo Ginesillo de Parapilla o no. -- Parece -- respondeu o forçado -- que um homem vai por onde Deus quer; mas não importa; alguém algum dia há-de saber se me chamo Ginezinho de Parapilha, ou não.
-Pues, ¿no te llaman ansí, embustero? -dijo la guarda. -- Pois não te chamam assim, embusteiro? -- disse o guarda.
-Sí llaman -respondió Ginés-, mas yo haré que no me lo llamen, o me las pelaría donde yo digo entre mis dientes. Señor caballero, si tiene algo que darnos, dénoslo ya, y vaya con Dios, que ya enfada con tanto querer saber vidas ajenas; y si la mía quiere saber, sepa que yo soy Ginés de Pasamonte, cuya vida está escrita por estos pulgares . -- Chamam, sim -- respondeu Ginez -- mas eu farei que mo não chamem; juro por estas; por enquanto é falar só entre dentes. Senhor cavaleiro, se tem alguma coisa que nos dar, dê-o já, e vá-se com Deus, que já aborrece com tanto querer saber vidas alheias. Se quer saber a minha, sou Ginez de Passamonte; a minha vida está escrita por estes cinco dedos.
-Dice verdad -dijo el comisario- que él mesmo ha escrito su historia, que no hay más, y deja empeñado el libro en la cárcel en docientos reales. -- É verdade -- disse o comissário -- a sua história escreveu-a ele próprio; é obra a que nada falta. O livro lá lhe ficou pela cadeia empenhado em duzentos reales.
-Y le pienso quitar -dijo Ginés-, si quedara en docientos ducados. -- Tenho toda a tenção -- acudiu Ginez -- de o desempenhar, por duzentos ducados que fosse.
-¿Tan bueno es? -dijo don Quijote. -- Pois tão bom é o livro? -- disse D. Quixote.
-Es tan bueno -respondió Ginés- que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren. Lo que le sé decir a voacé es que trata verdades, y que son verdades tan lindas y tan donosas que no pueden haber mentiras que se le igualen. -- Tão bom é -- respondeu Ginez -- que há de enterrar Lazarilho de Tormes, e quantos se têm escrito ou se possam escrever naquele gênero. O que sei dizer a você é que diz verdades tão curiosas e aprazíveis, que não pode haver mentiras que lhe cheguem.
-¿Y cómo se intitula el libro? -preguntó don Quijote. -- E como se intitula o livro? -- perguntou D. Quixote.
-La vida de Ginés de Pasamonte -respondió el mismo. -- A vida de Ginez Passamonte -- respondeu ele em pessoa.
-¿Y está acabado? -preguntó don Quijote. -- E está acabado? -- perguntou D. Quixote.
-¿Cómo puede estar acabado -respondió él-, si aún no está acabada mi vida? Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el punto que esta última vez me han echado en galeras. -- Como pode estar acabado -- disse ele -- se ainda a vida se me não acabou? o que está escrito é desde o meu nascimento até ao instante em que esta última vez me encaixaram nas galés.
-Luego, ¿otra vez habéis estado en ellas? -dijo don Quijote. -- Visto isso, já lá estiveste mais duma vez -- disse D. Quixote.
-Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años, y ya sé a qué sabe el bizcocho y el corbacho -respondió Ginés-; y no me pesa mucho de ir a ellas, porque allí tendré lugar de acabar mi libro , que me quedan muchas cosas que decir, y en las galeras de España hay mas sosiego de aquel que sería menester, aunque no es menester mucho más para lo que yo tengo de escribir , porque me lo sé de coro. -- Para servir a Deus e a El-Rei já lá estive quatro anos, e já sei a que sabe a bolacha e mais o vergalho -- respondeu Ginez; -- pouco se me dá tornar a elas; assim terei vagar para concluir o meu livro, que ainda me faltam muitas coisas que dizer, e nas galés de Espanha há sossego de sobra. Verdade é que o que me falta escrever já não é muito, e tenho-o de cor.
-Hábil pareces -dijo don Quijote. -- Esperto me pareces tu -- disse D. Quixote.
-Y desdichado -respondió Ginés-; porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio. -- E desditado também -- acrescentou Ginez -- não admira; as desventuras vêm sempre na cola do talento.
-Persiguen a los bellacos -dijo el comisario. -- Na cola dos velhacos -- emendou o comissário.
-Ya le he dicho, señor comisario -respondió Pasamonte-, que se vaya poco a poco, que aquellos señores no le dieron esa vara para que maltratase a los pobretes que aquí vamos, sino para que nos guiase y llevase adonde Su Majestad manda. Si no, ¡por vida de...! ¡Basta!, que podría ser que saliesen algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta ; y todo el mundo calle, y viva bien, y hable mejor y caminemos, que ya es mucho regodeo éste. -- Já lhe disse, senhor comissário -- respondeu Ginez -- que ande devagarinho, que aqueles senhores não lhe deram essa vara para maltratar os pobrezinhos que aqui vamos; deram-lha para nos guiar, e ir-nos pôr onde Sua Majestade manda, senão por vida de... basta, não é impossível que algum dia depois da barrela saiam as nódoas do que passou na venda. Cada um que tape a sua boca, viva bem e fale melhor; e toca a andar, que de chalaça já basta.
Alzó la vara en alto el comisario para dar a Pasamonte en respuesta de sus amenazas, mas don Quijote se puso en medio y le rogó que no le maltratase, pues no era mucho que quien llevaba tan atadas las manos tuviese algún tanto suelta la lengua . Y, volviéndose a todos los de la cadena, dijo. Levantou a vara ao alto o comissário para dar a Passamonte o troco das suas picuinhas; mas D. Quixote se lhe pôs diante, e lhe pediu que não espancasse o homem, pois quem levava as mãos tão presas não admirava tivesse na língua alguma soltura; e dirigindo-se a todos os da leva, disse:
-De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad; y que podría ser que el poco ánimo que aquél tuvo en el tormento, la falta de dineros déste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades. Todo lo cual se me representa a mí ahora en la memoria de manera que me está diciendo, persuadiendo y aun forzando que muestre con vosotros el efeto para que el cielo me arrojó al mundo, y me hizo profesar en él la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores. Pero, porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones; porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres . Cuanto más, señores guardas -añadió don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza. -¡Donosa majadería! -respondió el comisario- ¡Bueno está el donaire con que ha salido a cabo de rato! ¡Los forzados del rey quiere que le dejemos, como si tuviéramos autoridad para soltarlos o él la tuviera para mandárnoslo! Váyase vuestra merced, señor, norabuena, su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato. -- De tudo que me haveis dito, caríssimos irmãos, tenho tirado a limpo o seguinte: que, se bem vos castigaram por vossas culpas, as penas que ides padecer nem por isso vos dão muito gosto, e que ides para elas muito a vosso pesar e contra vontade, e que bem poderia ser que o pouco ânimo daquele nos tratos, a falta de dinheiro neste, os poucos padrinhos daqueloutro, e finalmente que o juízo torto do magistrado fossem causa da vossa perdição, e de se vos não ter feito a justiça que vos era devida. Tudo isto se me representa agora no ânimo, de maneira que me está dizendo, persuadindo e até forçando, que mostre em favor de vós outros o para que o céu me arrojou ao mundo, e me fez nele professar a ordem de cavalaria que professo, e o voto que nela fiz de favorecer aos necessitados, e aos oprimidos pelos maiores que eles. Mas como sei que uma das condições da prudência é que o que se pode conseguir a bem se não leve a mal, quero rogar a estes senhores guardas e comissários façam favor de vos descorrentar e deixar-vos ir em paz; não faltarão outros, que sirvam a El-Rei com maior razão; porque dura coisa me parece o fazerem-se escravos indivíduos que Deus e a natureza fizeram livres; quanto mais, senhores guardas -- acrescentou D. Quixote -- que estes pobres nada fizeram contra vós outros; cada qual lá se avenha com o seu pecado. Lá em cima está Deus, que se não descuida de castigar ao mau e premiar ao bom; e não é bem que os homens honrados se façam verdugos dos seus semelhantes, de mais sem proveito. Digo isto com tamanha mansidão e sossego, para vos poder agradecer, caso me cumprais o pedido; e quando à boamente o não façais, esta lança e esta espada com o valor do meu braço farão que por força o executeis. -- Graciosa pilhéria é essa -- respondeu o comissário -- e vem muito a tempo. Forçados de El-Rei quer que os soltemos, como se para tal houvéssemos autoridade, ou ele a tivesse para no-la intimar! Vá-se Vossa Mercê, senhor, nas boas horas; siga o seu caminho, e endireite essa bacia que leva à cabeça, e não queira tirar castanhas com a mão do gato.
-¡Vos sois el gato, y el rato, y el bellaco! -respondió don Quijote. -- Gato, e rato, e velhaco, sois vós, patife -- respondeu D. Quixote.
Y, diciendo y haciendo, arremetió con él tan presto que, sin que tuviese lugar de ponerse en defensa, dio con él en el suelo, malherido de una lanzada; y avínole bien, que éste era el de la escopeta . Las demás guardas quedaron atónitas y suspensas del no esperado acontecimiento; pero, volviendo sobre sí, pusieron mano a sus espadas los de a caballo, y los de a pie a sus dardos, y arremetieron a don Quijote, que con mucho sosiego los aguardaba; y, sin duda, lo pasara mal si los galeotes, viendo la ocasión que se les ofrecía de alcanzar libertad, no la procuraran, procurando romper la cadena donde venían ensartados. Fue la revuelta de manera que las guardas, ya por acudir a los galeotes, que se desataban, ya por acometer a don Quijote, que los acometía , no hicieron cosa que fuese de provecho. E dito e feito, arremeteu com ele tão as súbitas, que sem lhe dar azo de se pôr em defesa, deu com ele em terra malferido duma lançada; e dita foi, que era aquele o da escopeta. Os demais guardas ficaram atônitos e suspensos da novidade; mas, recobrando logo o acordo, meteram mãos às espadas os de cavalo, e os peões aos seus dardos, e arremeteram a D. Quixote, que todo sossegado os aguardava. Mal passara sem dúvida o fidalgo, se os forçados, vendo a ocasião que lhes vinha para alcançarem a soltura, não a aproveitassem forcejando por quebrar a cadeia em que vinham acorrentados. Tamanha foi a revolta, que os guardas, já para terem mão nos galeotes, que se estavam soltando, já para se haverem com D. Quixote, que os acometia a eles, não puderam fazer coisa que proveitosa lhes fosse.
Ayudó Sancho, por su parte, a la soltura de Ginés de Pasamonte, que fue el primero que saltó en la campaña libre y desembarazado, y, arremetiendo al comisario caído, le quitó la espada y la escopeta, con la cual, apuntando al uno y señalando al otro, sin disparalla jamás, no quedó guarda en todo el campo, porque se fueron huyendo, así de la escopeta de Pasamonte como de las muchas pedradas que los ya sueltos galeotes les tiraban. Sancho à sua parte ajudou a Ginez de Passamonte a soltar-se; e este foi o primeiro que saltou a campo livre e desembaraçado; e indo-se sobre o comissário estendido, lhe tirou a espada e a escopeta, e com esta, apontando ora a um, ora a outro, sem nunca disparar, conseguiu que nem um só guarda se detivesse em todo o campo, porque foram fugindo, assim da escopeta de Passamonte, como das muitas pedradas que os já soltos galeotes lhes atiravam.
Entristecióse mucho Sancho deste suceso , porque se le representó que los que iban huyendo habían de dar noticia del caso a la Santa Hermandad, la cual, a campana herida , saldría a buscar los delincuentes, y así se lo dijo a su amo, y le rogó que luego de allí se partiesen y se emboscasen en la sierra, que estaba cerca. Mas deste sucesso grande foi a tristeza que de Sancho se apossou, por se lhe representar que os fugidos haviam de passar notícia do caso à santa Irmandade, a qual de campa tangida sairia na pista dos delinqüentes; e assim o representou ao amo, rogando-lhe que se partissem logo dali, e se emboscassem na serra próxima.
-Bien está eso -dijo don Quijote-, pero yo sé lo que ahora conviene que se haga. -- Tudo isso é muito bom -- disse D. Quixote -- mas eu é que sei o que mais convém fazer-se agora.
Y, llamando a todos los galeotes, que andaban alborotados y habían despojado al comisario hasta dejarle en cueros, se le pusieron todos a la redonda para ver lo que les mandaba, y así les dijo. E chamando a todos os galeotes que andavam levantados, e haviam despojado ao comissário até o deixarem nu, se puseram todos à roda a saber o que lhes mandava.
-De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud. Dígolo porque ya habéis visto, señores, con manifiesta experiencia, el que de mí habéis recebido; en pago del cual querría, y es mi voluntad, que, cargados de esa cadena que quité de vuestros cuellos, luego os pongáis en camino y vais a la ciudad del Toboso, y allí os presentéis ante la señora Dulcinea del Toboso y le digáis que su caballero, el de la Triste Figura, se le envía a encomendar, y le contéis, punto por punto, todos los que ha tenido esta famosa aventura hasta poneros en la deseada libertad; y, hecho esto, os podréis ir donde quisiéredes a la buena ventura. -- De gente bem nascida é próprio -- lhes disse o cavaleiro -- agradecer os benefícios recebidos; e um dos pecados que mais ofendem o Altíssimo é a ingratidão. Isto digo, senhores meus, porque já haveis visto com manifesta experiência o que de mim recebestes; em paga do que queria e é minha vontade que carregando com essa cadeia que dos vossos pescoços tirei, vos ponhais para logo a caminho, e vades à cidade de Toboso, e ali vos apresenteis perante a senhora Dulcinéia, e lhe digais que o seu cavaleiro, o da Triste Figura, lhe manda muito saudar, e lhe conteis ponto por ponto toda esta minha famosa aventura, com que vos restituí à desejada liberdade. Feito isso, podeis vós ir para onde vos aprouver, e boa fortuna vos desejo.
Respondió por todos Ginés de Pasamonte, y dijo. Respondeu por todos Ginez de Passamonte, e disse:
-Lo que vuestra merced nos manda, señor y libertador nuestro, es imposible de toda imposibilidad cumplirlo, porque no podemos ir juntos por los caminos, sino solos y divididos, y cada uno por su parte, procurando meterse en las entrañas de la tierra, por no ser hallado de la Santa Hermandad, que, sin duda alguna, ha de salir en nuestra busca. Lo que vuestra merced puede hacer, y es justo que haga, es mudar ese servicio y montazgo de la señora Dulcinea del Toboso en alguna cantidad de avemarías y credos, que nosotros diremos por la intención de vuestra merced; y ésta es cosa que se podrá cumplir de noche y de día, huyendo o reposando, en paz o en guerra; pero pensar que hemos de volver ahora a las ollas de Egipto, digo, a tomar nuestra cadena y a ponernos en camino del Toboso, es pensar que es ahora de noche, que aún no son las diez del día, y es pedir a nosotros eso como pedir peras al olmo . -- O que Vossa Mercê nos manda, senhor e libertador de todos nós, é impossível de toda a impossibilidade cumprirmo-lo, porque não podemos ir juntos por essas estradas, senão sós e separados cada um de per si, procurando meter-se nas entranhas da terra, para não dar com ele a Santa Irmandade, que sem dúvida alguma há-de sair à nossa busca. O que Vossa Mercê pode melhor fazer, e é justo que faça, é comutar esse serviço e tributo à senhora Dulcinéia del Toboso em alguma quantidades de Ave-Marias e Credos, que nós outros rezaremos por tenção de Vossa Mercê. Coisa é esta que se poderá cumprir de noite e de dia, fugindo ou repousando, em paz ou em guerra; porém pensar em nos tornarmos agora para as cebolas do Egito, quero dizer a tomarmos a nossa cadeia, e a marcharmos para Toboso, o mesmo é que pensar que é noite agora que ainda não são dez da manhã. Pedir-nos a nós outros isso, tanto monta como esperar peras de olmeiros.
-Pues ¡voto a tal ! -dijo don Quijote, ya puesto en cólera-, don hijo de la puta , don Ginesillo de Paropillo, o como os llamáis, que habéis de ir vos solo, rabo entre piernas , con toda la cadena a cuestas. -- Pelo Deus que me criou! -- exclamou D. Quixote já posto em cólera -- Dom filho duma tinhosa, Dom Ginezinho de Paropilho, ou como quer que vos chamais, que haveis de ir agora vós só com o rabo entre as pernas, com toda a cadeia às costas.
Pasamonte, que no era nada bien sufrido, estando ya enterado que don Quijote no era muy cuerdo, pues tal disparate había cometido como el de querer darles libertad , viéndose tratar de aquella manera, hizo del ojo a los compañeros , y, apartándose aparte, comenzaron a llover tantas piedras sobre don Quijote, que no se daba manos a cubrirse con la rodela; y el pobre de Rocinante no hacía más caso de la espuela que si fuera hecho de bronce. Sancho se puso tras su asno, y con él se defendía de la nube y pedrisco que sobre entrambos llovía. No se pudo escudar tan bien don Quijote que no le acertasen no sé cuántos guijarros en el cuerpo, con tanta fuerza que dieron con él en el suelo; y apenas hubo caído, cuando fue sobre él el estudiante y le quitó la bacía de la cabeza, y diole con ella tres o cuatro golpes en las espaldas y otros tantos en la tierra, con que la hizo pedazos . Quitáronle una ropilla que traía sobre las armas, y las medias calzas le querían quitar si las grebas no lo estorbaran. A Sancho le quitaron el gabán, y, dejándole en pelota, repartiendo entre sí los demás despojos de la batalla, se fueron cada uno por su parte, con más cuidado de escaparse de la Hermandad, que temían, que de cargarse de la cadena e ir a presentarse ante la señora Dulcinea del Toboso. Passamonte que nada tinha de sofrido, e já estava caído na conta de que D. Quixote não tinha o juízo todo (pois tal disparate havia cometido como era o de querer dar-lhes liberdade), vendo-se mal tratado, e daquela maneira, deu de olho aos companheiros, e retirando-se à parte começaram a chover tantas pedradas sobre D. Quixote, que poucas lhe eram as mãos para se cobrir com a rodela; e o pobre Rocinante já fazia tanto caso da espora, como se fora de bronze. Sancho, por trás do seu asno, com esse antemural lá se ia defendendo da chuva de pedras que não cessava de lhe cair em cima. Não se pôde anteparar tão bem D. Quixote, que lhe não acertassem não sei quantos seixos no corpo, e com tanta sustância, que pregaram com ele em terra. Apenas caiu, veio sobre ele o estudante, tirou-lhe da cabeça a bacia e bateu-lhe com ela três ou quatro baciadas nas costas, e outras tantas no chão, com o que a fez quase pedaços. Tiraram-lhe um roupão que trazia por cima das armas, e até as meias calças lhe queriam tirar, se as grevas lho não estorvaram. Ao Sancho, tiraram o gabão, deixando-o desmantelado, e, repartindo entre si todos os despojos da batalha, tomou cada um para a sua parte com mais cuidado de escapar à temível Irmandade, que de se carregarem com a cadeia, e irem apresentar-se à senhora Dulcinéia del Toboso.
Solos quedaron jumento y Rocinante, Sancho y Don Quijote ; el jumento, cabizbajo y pensativo, sacudiendo de cuando en cuando las orejas, pensando que aún no había cesado la borrasca de las piedras, que le perseguían los oídos; Rocinante, tendido junto a su amo, que también vino al suelo de otra pedrada; Sancho, en pelota y temeroso de la Santa Hermandad; don Quijote, mohinísimo de verse tan malparado por los mismos a quien tanto bien había hecho. Ficaram sós o jumento e Rocinante, Sancho e D. Quixote; o jumento cabisbaixo e pensativo, sacudindo de quando em quando as orelhas, por cuidar que ainda não teria acabado o temporal das seixadas, que ainda lhe zuniam aos ouvidos; Rocinante, estendido junto do amo, pois também o derrubara outra pedrada; Sancho desenroupado, e temeroso da Santa Irmandade; e D. Quixote raladíssimo, por se ver com semelhante pago daqueles mesmos a quem tamanho benefício tinha feito.






I. Capítulo XXIII. De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuenta.


Capíulo XXIII -- Do que ao famoso D. Quixote sucedeu em Serra Morena, que foi uma das mais raras aventuras coutadas nesta verdadeira história.


Viéndose tan malparado don Quijote, dijo a su escudero. Vendo-se D. Quixote tão mal, disse para o escudeiro:
-Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar. Si yo hubiera creído lo que me dijiste, yo hubiera escusado esta pesadumbre; pero ya está hecho paciencia, y escarmentar para desde aquí adelante. -- Sempre, Sancho, ouvi dizer que fazer bem a vilões é deitar agua no mar. Se eu tivesse estado pelo que me disseste, evitava-se o presente desgosto; mas o que está feito, feito está; já agora paciência; ficar-me-á de emenda para o futuro.
-Así escarmentará vuestra merced -respondió Sancho- como yo soy turco; pero, pues dice que si me hubiera creído se hubiera escusado este daño, créame ahora y escusará otro mayor; porque le hago saber que con la Santa Hermandad no hay usar de caballerías, que no se le da a ella por cuantos caballeros andantes hay dos maravedís; y sepa que ya me parece que sus saetas me zumban por los oídos . -- Tanto se há-de Vossa Mercê emendar com esta, como é verdade ser eu turco; mas, como diz, que, se tivesse estado pelo que lhe eu preguei, se houvera forrado a este contratempo, creia-me agora, e evitará outro maior, porque lhe digo que para a Santa Irmandade escusadas são cavalarias. Quantos cavaleiros andantes há, valem para ela tanto como dois maravedis; e saiba que já até a modo que sinto zunir-me às orelhas as setas dos suplícios em que lá metem a gente.
-Naturalmente eres cobarde, Sancho -dijo don Quijote-, pero, porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con una condición que jamás, en vida ni en muerte, has de decir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres, mentirás en ello, y desde ahora para entonces, y desde entonces para ahora, te desmiento, y digo que mientes y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres. Y no me repliques más, que en sólo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente déste, que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos , y a Cástor y a Pólux y aun a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo. -- És covarde de tua natureza, Sancho meu -- disse D. Quixote -- mas, para que não me chames teimoso, nem digas que nunca faço o que me aconselhas, desta vez quero comprazer-te, apartando-me da fúria que tanto receias; mas com uma condição: que jamais enquanto eu vivo for, nem depois da minha morte, confessarás, a quem quer que seja, que me retirei e fugi deste perigo por medo, pois só o fiz para condescender contigo; que, se outra coisa disseres, serás um mentiroso, e desde agora para então, e desde então para agora, te desminto, e digo que mentes e mentirás todas as vezes que o proferires ou o pensares; e não me repliques mais, que só em cuidar que me esquivo a algum perigo, especialmente deste que parece que leva um és não és de sombra de medonho, estou já quase para não arredar pé, e para ficar sozinho à espera não só da Santa Irmandade que dizes e receias, mas de todos os irmãos das doze tribos de Israel, e de todos os sete Macabeus, e de Castor e Pólux, e, ainda por cima, de todos os irmãos e irmandades que no mundo haja.
-Señor -respondió Sancho-, que el retirar no es huir , ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza, y de sabios es guardarse hoy para mañana y no aventurarse todo en un día. Y sepa que, aunque zafio y villano, todavía se me alcanza algo desto que llaman buen gobierno; así que, no se arrepienta de haber tomado mi consejo, sino suba en Rocinante, si puede, o si no yo le ayudaré, y sígame, que el caletre me dice que hemos menester ahora más los pies que las manos. -- Senhor meu -- respondeu Sancho -- retirar-se não é fugir; nem no esperar vai prova de sisudeza quando a coisa é mais perigosa que bem figurada. Próprio dos sábios é o pouparem-se de hoje para amanhã; e saiba Sua Mercê que um ignorante e rústico pode mesmo assim acertar uma vez por outra com o que chamam regras de bem governar. Portanto não lhe pese de haver tomado o meu conselho; monte no Rocinante, se pode, ou eu o ajudarei, e siga-me, que me diz uma voz cá dentro que mais úteis nos podem ser nesta ocasião os pés que as mãos.
Subió don Quijote, sin replicarle más palabra, y, guiando Sancho sobre su asno, se entraron por una parte de Sierra Morena, que allí junto estaba, llevando Sancho intención de atravesarla toda e ir a salir al Viso, o a Almodóvar del Campo , y esconderse algunos días por aquellas asperezas, por no ser hallados si la Hermandad los buscase. Animóle a esto haber visto que de la refriega de los galeotes se había escapado libre la despensa que sobre su asno venía, cosa que la juzgó a milagro . según fue lo que llevaron y buscaron los galeotes. Montou D. Quixote sem mais réplica, e, indo adiante Sancho no seu asno, se meteram à Serra Morena, que era já próxima dali, levando Sancho o fito em atravessá-la toda, para irem sair ao Viso ou Almodóvar do Campo, e esconderem-se alguns dias por aquelas brenhas, para não serem descobertos, se a Irmandade lhes viesse no alcance.
Aquella noche llegaron a la mitad de las entrañas de Sierra Morena, adonde le pareció a Sancho pasar aquella noche y aun otros algunos días, a lo menos todos aquellos que durase el matalotaje que llevaba, y así hicieron noche entre dos peñas y entre muchos alcornoques. Pero la suerte fatal, que según opinión de los que no tiene lumbre de la verdadera fe, todo lo guía, guisa y compone a su modo, ordenó que Ginés de Pasamonte, el famoso embustero y ladrón, que de la cadena por virtud y locura de Don Quijote se había escapado, llevado del miedo de la Santa Hermandad (de quien con justa razón temía) acordó de esconderse en aquellas montañas, y llevóle su suerte y su miedo a la misma parte donde había llevado a Don Quijote y Sancho Panza, a hora y tiempo que los pudo conocer, y a punto que los dejó dormir y como siempre los malos son desagradecidos, y la necesidad sea ocasión de acudir a lo que no se debe , y el remedio presente venza a lo por venir, Ginés, que no era ni agradecido ni bien intencionado, acordó hurtar el asno a Sancho Panza, no curándose de Rocinante por ser prenda tan mala para empeñada como para vendida. Dormía Sancho Panza, hurtóle su jumento , y, antes que amaneciese, se halló bien lejos de poder ser hayado. Salió el aurora alegrando la tierra y entristeciendo a Sancho Panza, porque halló menos su rucio; el cual , viéndose sin él, comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo, y fue de manera que Don Quijote despertó a las voces , y oyó que en ellas decía «¡Oh hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos , regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas, y finalmente sustendador de la mitad de mi persona, porque con veinte y seis maravedís que ganabas cada día, mediaba yo mi despensa» . Don Quijote, que vio el llanto y supo la causa, consoló a Sancho con las mejores razones que pudo, y le rogó que tuviese pacienca, prometiéndole de darle una cédula de cambio, para que le diesen tres en su casa, de cinco que había dejado en ella . Consolóse Sancho con esto, y limpió sus lágrimas, templó sus solloaos, y agradeció a Don Quijote la merced que le hacía; al cual como entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba. Reducíansele a la memoria los maravillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas habían sucedido a caballeros andantes. Iba pensando en estas cosas, tan embebecido y trasportado en ellas que de ninguna otra se acordaba. Ni Sancho llevaba otro cuidado -después que le pareció que caminaba por parte segura- sino de satisfacer su estómago con los relieves que del despojo clerical habían quedado ; y así, iba tras su amo sentado a la mujeriega sobre su jumento, sacando de un costal y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra ventura, entretanto que iba de aquella manera, un ardite. Animou-se neste propósito, por ter visto que na refrega dos galés se tinham salvado as vitualhas que sobre o asno vinham, o que ele capitulou de milagre, à vista das tomadias e procuras que os forçados tinham feito. Nessa noite deitaram até ao meio da Serra Morena aonde a Sancho pareceu conveniente que pernoitassem, e até alguns dias mais, pelo menos todos os que durasse a matalotagem que levava; pelo que se acomodaram para dormir entre duas penhas no meio de uma grande espessura de sobreiros. Porém a sorte fatal, que, segundo o cuido dos que se não alumiam de verdadeira fé, tudo encaminha, risca e dispõe a seu talante, ordenou que Ginez de Passamonte, o afamado falsário e ladrão, que da cadeia se tinha escapado pela doidice de D. Quixote, acossado do medo da Santa Irmandade (e com razão), se lembrou de homiziar-se também naquelas serranias; e levaram-no o seu destino e o seu medo para a mesma parte em que D. Quixote e Sancho tinham esperado achar valhacouto, a tempo e horas que ainda os pôde conhecer. Deixou-os pegar no sono; e, como os malvados são sempre desagradecidos, e a necessidade persuade a fazer o que se não deve, e um recurso à mão se não há-de enjeitar fiando nas incertezas do futuro, Ginez, que não era nem agradecido nem dos melhormente intencionados, resolveu furtar o asno a Sancho Pança, não fazendo caso de Rocinante, em razão de ser prenda tão fraca para empenhada como para vendida. Dormindo pois Sancho, furtou-lhe a alimária, e antes que amanhecesse já estava bem longe de o poderem achar. Saiu a aurora alegrando a terra, e entristecendo a Sancho, por achar de menos o seu ruço. Vendo-se sem ele, começou a fazer o mais triste e dolorido pranto do mundo; e tanto, que D. Quixote despertou com o alarido, e percebeu por entre ele estas palavras: -- Ó filho das minhas entranhas, nascido na minha mesma casa, entretenimento de meus filhos, regalo de minha mulher, inveja dos meus vizinhos, alívio dos meus trabalhos, e finalmente meio mantenedor de minha pessoa, porque, com vinte e seis maravedis que me ganhavas cada dia, segurava eu metade das minhas despesas! D. Quixote, que viu o pranto, e lhe soube a causa, consolou a Sancho com as melhores razões que pôde, e lhe pediu que tivesse paciência, prometendo-lhe uma ordem escrita para que lhe dessem em sua casa três burricos, de cinco que lá tinha deixado. Respirou Sancho com a promessa, limpou as lágrimas, moderou os soluços, e agradeceu a D. Quixote a mercê que lhe fazia. O amo como entrou por aquelas montanhas, alegrou-se-lhe o coração, parecendo-lhe aqueles lugares acomodados para as aventuras que buscava. Vinham-lhe à memória os maravilhosos acontecimentos que em soledades e asperezas semelhantes haviam ocorrido a cavaleiros andantes. Nestas coisas ia pensando tão embevecido e alheado nelas, que nenhuma outra lhe lembrava, nem Sancho levava outro cuidado (logo que lhe pareceu ser seguro o sítio por onde caminhavam) senão o de satisfazer o estômago com os restos que do despojo clerical lhes tinha ficado, e em que o ladrão não atentara; e assim ia atrás do amo carregado com tudo que o ruço havia de levar e de que ele se ia aliviando com passá-lo de cima das costas para dentro do ventre. Enquanto naquilo ia, não pensava noutras aventuras.
En esto, alzó los ojos y vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar no sé qué bulto que estaba caído en el suelo, por lo cual se dio priesa a llegar a ayudarle si fuese menester; y cuando llegó fue a tiempo que alzaba con la punta del lanzón un cojín y una maleta asida a él , medio podridos, o podridos del todo, y deshechos; mas, pesaba tanto, que fue necesario que Sancho se apease a tomarlos, y mandóle su amo que viese lo que en la maleta venía. Nisto levantou os olhos, e viu que o seu fidalgo estava parado, procurando, com a ponta da chuça, levantar não sei que volume que por terra jazia; pelo que se deu pressa em chegar a ele para o ajudar, se preciso fosse. Chegando, viu-o já a levantar com a chuça um coxim e uma maleta unida a ele, meio podres, ou podres e inteiramente desfeitos; mas tanto pesavam, que foi mister a força de Sancho para os erguer.
Hízolo con mucha presteza Sancho, y, aunque la maleta venía cerrada con una cadena y su candado, por lo roto y podrido della vio lo que en ella había, que eran cuatro camisas de delgada holanda y otras cosas de lienzo, no menos curiosas que limpias , y en un pañizuelo halló un buen montoncillo de escudos de oro; y, así como los vio, dijo Mandou-lhe o amo que visse o que encerrava a maleta; com muita presteza assim o fez Sancho; e, ainda que vinha fechada com uma cadeia e seu cadeado, pelos buracos da fazenda podre viu o que dentro havia, que eram quatro camisas de holanda muito fina, e outras roupas de linho não menos apuradas que limpas, e num lencinho achou uma boa maquia de escudos de ouro. Assim como os bispou, disse:
-¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura que sea de provecho. -- Bendito seja o céu, que enfim nos depara uma aventura de proveito.
Y buscando más, halló un librillo de memoria, ricamente guarnecido. Éste le pidió don Quijote, y mandóle que guardase el dinero y lo tomase para él. Besóle las manos Sancho por la merced, y, desvalijando a la valija de su lencería, la puso en el costal de la despensa. Todo lo cual visto por don Quijote, dijo. Continuando a buscar, achou um livrinho de lembranças ricamente arranjado. Pediu-lho D. Quixote, e mandou-lhe que o dinheiro o guardasse ele para si. Beijou-lhe as mãos Sancho, pela generosidade, e, deslaçando a maleta, pregou com todo o seu conteúdo para o bendito alforje. D. Quixote, que em tudo esteve reparando, disse:
-Paréceme, Sancho, y no es posible que sea otra cosa, que algún caminante descaminado debió de pasar por esta sierra, y, salteándole malandrines, le debieron de matar, y le trujeron a enterrar en esta tan escondida parte. -- Parece-me, Sancho (nem outra coisa é possível), que algum caminhante extraviado passaria por esta terra, e, assaltado de malfeitores, fora talvez por eles morto, que por isso trariam a enterrar nesta tão escondida parte.
-No puede ser eso -respondió Sancho-, porque si fueran ladrones, no se dejaran aquí este dinero. -- Não pode tal ser -- disse Sancho; -- se foram ladrões, não lhe tiveram deixado este dinheiro.
-Verdad dices -dijo don Quijote-, y así, no adivino ni doy en lo que esto pueda ser; mas, espérate veremos si en este librillo de memoria hay alguna cosa escrita por donde podamos rastrear y venir en conocimiento de lo que deseamos . -- Dizes bem -- obtemperou D. Quixote; -- então não adivinho o que isto fosse. Mas espera: vamos ver se neste livrinho de lembranças virá alguma coisa escrita para nos orientarmos no enigma.
Abrióle, y lo primero que halló en él escrito, como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que, leyéndole alto porque Sancho también lo oyese , vio que decía desta manera. Abriu-o; e a primeira coisa que se lhe deparou escrita como em borrão, ainda que de muito boa letra, foi um soneto. Pôs-se a lê-lo para que também Sancho o ouvisse; dizia assim:
-Por esa trova -dijo Sancho- no se puede saber nada, si ya no es que por ese hilo que está ahí se saque el ovillo de todo.
-- Por essa trova -- disse Sancho -- não se pode saber nada, salvo se por essa pontinha do fio, que aí vem, se desembrulhar o novelo.
-¿Qué hilo está aquí? -dijo don Quijote. -- Que fio percebes tu aqui? -- disse D. Quixote.
-Paréceme -dijo Sancho- que vuestra merced nombró ahí hilo. -- Parece-me -- disse Sancho -- que Vossa Mercê falou aí de fio.
-No dije sino Fili -respondió don Quijote-, y éste, sin duda, es el nombre de la dama de quien se queja el autor deste soneto; y a fe que debe de ser razonable poeta , o yo sé poco del arte. -- Fílis é que eu disse, e não fio -- respondeu D. Quixote -- e Fílis deve ser por força a dama de quem se queixa o autor deste soneto; e menos mau poeta que ele é ou pouco entendo eu da arte.
-Luego, ¿también -dijo Sancho- se le entiende a vuestra merced de trovas. -- Visto isso, também Vossa Mercê entende de trovas -- disse Sancho.
-Y más de lo que tú piensas -respondió don Quijote-, y veráslo cuando lleves una carta, escrita en verso de arriba abajo, a mi señora Dulcinea del Toboso. Porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos ; que estas dos habilidades, o gracias, por mejor decir , son anexas a los enamorados andantes. Verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor. -- E mais do que te parece -- respondeu D, Quixote; -- vê-lo-ás quando levares à minha senhora Dulcinéia del Toboso uma carta minha escrita em verso do princípio até ao fim, porque hás-de saber, Sancho, que todos ou quase todos os cavaleiros andantes dos passados tempos eram grandes trovadores e grandes músicos, que ambas estas habilidades ou graças infusas (por melhor dizer) andam anexas aos namorados andantes, se bem que as coplas dos cavaleiros antigos tinham mais de estro, que de apuro.
-Lea más vuestra merced -dijo Sancho-, que ya hallará algo que nos satisfaga. -- Leia para diante Vossa Mercê, que talvez dê com alguma coisa que satisfaça.
Volvió la hoja don Quijote y dijo Voltou D. Quixote a folha, e disse:
-Esto es prosa, y parece carta. -- Isto agora é prosa, e parece carta.
-¿Carta misiva , señor? -preguntó Sancho. -- Carta mandadeira, senhor? -- perguntou Sancho.
-En el principio no parece sino de amores -respondió don Quijote. -- Pelo princípio não parece senão de amores -- respondeu D. Quixote.
-Pues lea vuestra merced alto -dijo Sancho-, que gusto mucho destas cosas de amores. -- Pois leia Vossa Mercê alto -- disse Sancho -- que eu morro-me por estas coisas de amores.
-Que me place -dijo don Quijote. -- Com todo o gosto -- disse D. Quixote.
Y, leyéndola alto, como Sancho se lo había rogado, vio que decía desta manera. E lendo-a alto como Sancho lhe pedia, viu que dizia desta maneira:
Tu falsa promesa y mi cierta desventura me llevan a parte donde antes volverán a tus oídos las nuevas de mi muerte que las razones de mis quejas. Desechásteme, ¡oh ingrata!, por quien tiene más, no por quien vale más que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no envidiara yo dichas ajenas ni llorara desdichas propias. Lo que levantó tu hermosura han derribado tus obras por ella entendí que eras ángel, y por ellas conozco que eres mujer. Quédate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo estén siempre encubiertos, porque tú no quedes arrepentida de lo que heciste y yo no tome venganza de lo que no deseo. A tua falsa promessa, e a minha certa desventura me levam a sítios donde antes chegarão aos teus ouvidos novas da minha morte, do que as razões das minhas queixas. Deixaste-me, ó ingrata, por quem tem mais; porém não vale mais do que eu; mas, se a virtude fora riqueza que se estimasse, não invejara eu ditas alheias, nem chorara desditas próprias. O que levantou a tua formosura hão-no derribado as tuas obras. Por ela entendi que eras anjo, e por elas conheço que és mulher. Fica-te em paz, causadora da minha guerra, e o céu permita que os enganos do teu esposo te fiquem sempre encobertos, para que tu não fiques para sempre arrependida do que fizeste, e eu não tome vingança do que não desejo.
Acabando de leer la carta, dijo don Quijote Concluída a leitura da carta, disse D. Quixote:
-Menos por ésta que por los versos se puede sacar más de que quien la escribió es algún desdeñado amante. -- Esta carta ainda menos nos dá a conhecer, do que nos deram os versos, e só sim que quem a escreveu era algum amante desprezado.
Y, hojeando casi todo el librillo, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no ; pero lo que todos contenían eran quejas, lamentos, desconfianzas, sabores y sinsabores, favores y desdenes, solenizados los unos y llorados los otros. E, folheando quase todo o livrinho, achou outros versos e cartas de que pôde ler parte, e parte não; mas em geral eram tudo queixas, lamentos, desconfianças, gostos e desgostos, favores e desdéns, os favores festejados e os desdéns carpidos.
En tanto que don Quijote pasaba el libro, pasaba Sancho la maleta, sin dejar rincón en toda ella, ni en el cojín, que no buscase, escudriñase e inquiriese, ni costura que no deshiciese, ni 11R vedija de lana que no escarmenase, porque no se quedase nada por diligencia ni mal recado tal golosina habían despertado en él los hallados escudos, que pasaban de ciento. Y, aunque no halló mas de lo hallado, dio por bien empleados los vuelos de la manta , el vomitar del brebaje, las bendiciones de las estacas , las puñadas del arriero, la falta de las alforjas, el robo del gabán y toda la hambre, sed y cansancio que había pasado en servicio de su buen señor, pareciéndole que estaba más que rebién pagado con la merced recebida de la entrega del hallazgo. Enquanto D. Quixote revolvia o canhenho, revolvia Sancho a maleta, sem deixar recantinho em toda ela, nem no coxim, que não esquadrinhasse, nem costura que não descosesse, nem nó de lã que não carpeasse, para lhe não escapar nada por falta de diligência e cuidado; tal sofreguidão tinha nele despertado a melgueira dos escudos, que passavam de cem; e, ainda que não achou mais, já com isso deu por bem empregados os boléus da manta, os vômitos do bálsamo, as bênçãos das estacas, as punhadas do arrieiro, o desaparecimento dos alforjes, o roubo do gabão, e toda a fome, sede e cansaço que passara no serviço de seu bom senhor, entendendo que estava pago e repago, com a mercê de lhe entregar a rica veniaga.
Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quién fuese el dueño de la maleta, conjeturando, por el soneto y carta, por el dinero en oro y por las tan buenas camisas, que debía de ser de algún principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama debían de haber conducido a algún desesperado término. Pero, como por aquel lugar inhabitable y escabroso no parecía persona alguna de quien poder informarse, no se curó de más que de pasar adelante, sin llevar otro camino que aquel que Rocinante quería, que era por donde él podía caminar, siempre con imaginación que no podía faltar por aquellas malezas alguna estraña aventura. Com grande desejo ficou o cavaleiro da Triste Figura de saber quem seria o dono da maleta, conjecturando pelo soneto, e carta, pelo dinheiro em ouro, e pelas boas camisas, que poderia tudo pertencer a algum namorado de grande conta, a quem desdéns e maus tratos da sua dama teriam conduzido a algum termo desesperado. Mas como por aquele sítio inabitável e escabroso não aparecia viva alma com quem se pudesse informar, não tratou de mais, que de seguir adiante, sem levar outro caminho senão o que agradava a Rocinante, que era o por onde ele melhor podia andar. Ia sempre com as fantasias infalíveis de que por aqueles matos lhe não poderia faltar alguma estranha aventura.
Yendo, pues, con este pensamiento, vio que, por cima de una montañuela que delante de los ojos se le ofrecía, iba saltando un hombre, de risco en risco y de mata en mata, con estraña ligereza. Figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rabultados, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrían unos calzones, al parecer de terciopelo leo nado, mas tan hechos pedazos que por muchas partes se le descubrían las carnes. Traía la cabeza descubierta, y, aunque pasó con la ligereza que se ha dicho, todas estas menudencias miró y notó el Caballero de la Triste Figura; y, aunque lo procuró, no pudo seguille, porque no era dado a la debilidad de Rocinante andar por aquellas asperezas, y más siendo él de suyo pisacorto y flemático. Luego imaginó don Quijote que aquél era el dueño del cojín y de la maleta, y propuso en sí de buscalle, aunque supiese andar un año por aquellas montañas hasta hallarle; y así, mandó a Sancho que se apease del asno y atajase por la una parte de la montaña, que él iría por la otra y podría ser que topasen, con esta diligencia, con aquel hombre que con tanta priesa se les había quitado de delante. Indo pois com aquela idéia, viu que por cima de um pequeno teso, que diante dos olhos se lhe oferecia, ia saltando um homem de penha em penha, e de mata em mata, com estranha ligeireza. Figurou-se-lhe que ia nu, a barba negra e espessa, cabelos bastos e revoltos, pés descalços e as pernas sem cobertura alguma, senão só uns calções, ao que parecia, de veludo, de cor ruiva, mas tão esfarrapados, que por muitas partes mostravam as carnes. Trazia a cabeça descoberta; e, ainda que passou com a ligeireza que já se disse, todas estas minudências viu e notou o cavaleiro da Triste Figura. correr por aquelas fragosidades, mormente sendo ele de seu natural mui tardo e fleumático. Quis segui-lo, mas não pôde, porque não era para a fraqueza de Rocinante. Logo imaginou D. Quixote ser aquele o dono do coxim e da maleta; e assentou consigo buscá-lo, ainda que tivesse de andar um ano por aquelas montanhas até o alcançar. Assim, mandou a Sancho atalhasse por uma parte da montanha, enquanto ele iria pela outra, pois poderia ser que assim topassem com aquele homem, que tão apressado se lhes tinha furtado à vista.
-No podré hacer eso -respondió Sancho-, porque, en apartándome de vuestra merced, luego es conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresaltos y visiones. Y sírvale esto que digo de aviso, para que de aquí adelante no me aparte un dedo de su presencia. -- Isso é que eu não posso fazer -- respondeu Sancho -- porque em me apartando de Vossa Mercê entra logo comigo o medo, com toda a casta de sobressaltos e visões; e fique-lhe isto daqui em diante de lembrança, para nunca me apartar de si nem uma polegada.
-Así será -dijo el de la Triste Figura-, y yo estoy muy contento de que te quieras valer de mi ánimo, el cual no te ha de faltar, aunque te falte el ánima del cuerpo. Y vente ahora tras mí poco a poco, o como pudieres, y haz de los ojos lanternas; rodearemos esta serrezuela quizá toparemos con aquel hombre que vimos, el cual, sin duda alguna, no es otro que el dueño de nuestro hallazgo. -- Assim será -- disse o da Triste Figura -- muito estimo que te queiras valer do meu ânimo, que nunca te há-de faltar, ainda que a ti te falte a alma do corpo. Vem atrás de mim a pouco e pouco, ou como puderes, e faze dos olhos lanternas; rodearemos toda esta pequena serra, e porventura toparemos com o indivíduo que avistamos, o qual, sem falta nenhuma, não é outro senão o dono do nosso achado.
A lo que Sancho respondió: -Harto mejor sería no buscalle , porque si le hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir; y así, fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe hasta que, por otra vía menos curiosa y diligente, pareciera su verdadero señor; y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco. -- Muito melhor seria não o buscar -- disse Sancho -- porque, se o achamos, e der o acaso que seja ele o dono do dinheiro, claro está que tenho de lho restituir; e assim o melhor será desistirmos dessa inútil diligência, e ficá-lo eu possuindo de boa fé, até que por alguma outra via menos curiosa, e sem essas diligências, se nos depare o verdadeiro senhor; e poderá ser isso quando o eu já tiver gasto; e então onde o não há, El-Rei o perde.
-Engáñaste en eso, Sancho -respondió don Quijote-; que, ya que hemos caído en sospecha de quién es el dueño, cuasi delante , estamos obligados a buscarle y volvérselos; y, cuando no le buscásemos, la vehemente sospecha que tenemos de que él lo sea nos pone ya en tanta culpa como si lo fuese. Así que, Sancho amigo, no te dé pena el buscalle, por la que a mí se me quitará si le hallo. -- Enganas-te, Sancho -- respondeu D. Quixote; -- já que entramos em suspeita, e quase certeza, de quem é o dono, estamos obrigados a procurá-lo e a restituir; e, ainda que o não buscássemos, a veemente suspeita que temos de que ele o seja já nos põe em tamanha culpa, como se realmente o fosse. Portanto, Sancho amigo, não te pese o rastrearmo-lo; maior pena do que essa tua fora a minha, se o não acháramos.
Y así, picó a Rocinante, y siguióle Sancho con su acostumbrado jumento; y, habiendo rodeado parte de la montaña, hallaron en un arroyo, caída, muerta y medio comida de perros y picada de grajos, una mula ensillada y enfrenada; todo lo cual confirmó en ellos más la sospecha de que aquel que huía era el dueño de la mula y del cojín. E assim picou o Rocinante, seguindo-o Sancho a pé, e carregado, graças ao Ginezinho de Passamonte. Havendo rodeado parte da montanha, acharam num regato, caída, morta e meio comida dos cães e picada dos corvos, uma mula ensilhada e enfreada, o que tudo os confirmou ainda mais nas suspeitas de que o fugitivo era o dono da mula e do coxim.
Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora, a su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Diole voces don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban. Él respondió a gritos que quién les había traído por aquel lugar, pocas o ningunas veces pisado sino de pies de cabras o de lobos y otras fieras que por allí andaban. Respondióle Sancho que bajase, que de todo le darían buena cuenta. Bajó el cabrero, y, en llegando adonde don Quijote estaba, dijo. Estando a olhar para ela, ouviram uns assobios, como de pastor de gado, e inesperadamente avistaram à esquerda uma boa quantidade de cabras, e atrás delas, pelo alto do monte, o cabreiro que as guardava, que era um homem ancião. Bradou-lhe D. Quixote, rogando-lhe que descesse donde estava. Respondeu ele a gritos, perguntando quem os havia trazido àquele lugar, poucas vezes pisado, ou nunca senão de pés de cabras, ou de lobos, ou outras feras, que por ali não faltavam. Respondeu-lhe Sancho que descesse, que de tudo se lhe daria conta. Desceu o cabreiro; e, chegando onde D. Quixote estava, disse:
-Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada. Pues a buena fe que ha ya seis meses que está en ese lugar. Díganme ¿han topado por ahí a su dueño. -- Aposto que está reparando na mula de aluguer morta ali naquele barranco; seis meses há que ela para ali jaz. Digam-me: toparam por aí o dono dela?
-No hemos topado a nadie -respondió don Quijote-, sino a un cojín y a una maletilla que no lejos deste lugar hallamos. -- Ninguém encontramos -- respondeu D. Quixote -- senão só um coxim e uma maletita que achamos não longe daqui.
-También la hallé yo -respondió el cabrero-, mas nunca la quise alzar ni llegar a ella, temeroso de algún desmán y de que no me la pidiesen por de hurto; que es el diablo sotil, y debajo de los pies se levanta allombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no. -- Também eu a achei -- respondeu o cabreiro -- mas nunca me atrevi a erguê-la, nem a chegar-lhe muito ao pé, receando não fosse alguma entrega, e que me tomassem por ladrão, que o diabo é muito fino, e debaixo dos pés se levanta a um homem coisa em que tropece e caia, sem saber como nem como não.
-Eso mesmo es lo que yo digo -respondió Sancho - que también la hallé yo, y no quise llegar a ella con un tiro de piedra; allí la dejé y allí se queda como se estaba, que no quiero perro con cencerro . -- Isso mesmo é o que eu digo -- respondeu Sancho -- que também eu a achei, e não quis chegar a ela mais perto que um tiro de pedra; deixei-a ficar como estava; não quero rabos de palha, nem cão com guizo.
-Decidme, buen hombre -dijo don Quijote-, ¿sabéis vos quién sea el dueño destas prendas? -- Dizei-me cá, bom homem -- disse D. Quixote -- sabeis vós quem será o dono destas prendas?
-Lo que sabré yo decir -dijo el cabrero- es que «habrá al pie de seis meses, poco más a menos , que llegó a una majada de pastores, que estará como tres leguas deste lugar, un mancebo de gentil talle y apostura, caballero sobre esa mesma mula que ahí está muerta, y con el mesmo cojín y maleta que decís que hallastes y no tocastes. Preguntónos que cuál parte desta sierra era la más áspera y escondida; dijímosle que era esta donde ahora estamos; y es ansí la verdad, porque si entráis media legua más adentro, quizá no acertaréis a salir; y estoy maravillado de cómo habéis podido llegar aquí, porque no hay camino ni senda que a este lugar encamine. Digo, pues, que, en oyendo nuestra respuesta el mancebo, volvió las riendas y encaminó hacia el lugar donde le señalamos, dejándonos a todos contentos de su buen talle, y admirados de su demanda y de la priesa con que le víamos caminar y volverse hacia la sierra; y desde entonces nunca más le vimos, hasta que desde allí a algunos días salió al camino a uno de nuestros pastores, y, sin decille nada, se llegó a él y le dio muchas puñadas y coces, y luego se fue a la borrica del hato y le quitó cuanto pan y queso en ella traía; y, con estraña ligereza, hecho esto, se volvió a emboscar en la sierra. Como esto supimos algunos cabreros, le anduvimos a buscar casi dos días por lo más cerrado desta sierra, al cabo de los cuales le hallamos metido en el hueco de un grueso y valiente alcornoque. Salió a nosotros con mucha mansedumbre, ya roto el vestido, y el rostro disfigurado y tostado del sol, de tal suerte que apenas le conocíamos, sino que los vestidos, aunque rotos, con la noticia que dellos teníamos, nos dieron a entender que era el que buscábamos. Saludónos cortésmente , y en pocas y muy buenas razones nos dijo que no nos maravillásemos de verle andar de aquella suerte, porque así le convenía para cumplir cierta penitencia que por sus muchos pecados le había sido impuesta. Rogámosle que nos dijese quién era, mas nunca lo pudimos acabar con él. Pedímosle también que, cuando hubiese menester el sustento, sin el cual no podía pasar, nos dijese dónde le hallaríamos, porque con mucho amor y cuidado se lo llevaríamos ; y que si esto tampoco fuese de su gusto, que, a lo menos, saliese a pedirlo, y no a quitarlo a los pastores. Agradeció nuestro ofrecimiento, pidió perdón de los asaltos pasados, y ofreció de pedillo de allí adelante por amor de Dios, sin dar molestia alguna a nadie. En cuanto lo que tocaba a la estancia de su habitación, dijo que no tenía otra que aquella que le ofrecía la ocasión donde le tomaba la noche; y acabó su plática con un tan tierno llanto, que bien fuéramos de piedra los que escuchado le habíamos, si en él no le acompañáramos, considerándole cómo le habíamos visto la vez primera, y cuál le veíamos entonces. Porque, como tengo dicho, era un muy gentil y agraciado mancebo, y en sus corteses y concertadas razones mostraba ser bien nacido y muy cortesana persona; que, puesto que éramos rústicos los que le escuchábamos, su gentileza era tanta, que bastaba a darse a conocer a la mesma rusticidad. Y, estando en lo mejor de su plática, paró y enmudecióse; clavó los ojos en el suelo por un buen espacio, en el cual todos estuvimos quedos y suspensos, esperando en qué había de parar aquel embelesamiento, con no poca lástima de verlo; porque, por lo que hacía de abrir los ojos, estar fijo mirando al suelo sin mover pestaña gran rato, y otras veces cerrarlos, apretando los labios y enarcando las cejas, fácilmente conocimos que algún accidente de locura le había sobrevenido. Mas él nos dio a entender presto ser verdad lo que pensábamos, porque se levantó con gran furia del suelo, donde se había echado, y arremetió con el primero que halló junto a sí, con tal denuedo y rabia que, si no se le quitáramos, le matara a puñadas y a bocados; y todo esto hacía, diciendo ′′¡Ah, fementido Fernando! ¡Aquí, aquí me pagarás la sinrazón que me heciste estas manos te sacarán el corazón, donde albergan y tienen manida todas las maldades juntas, principalmente la fraude y el engaño!′′ Y a éstas añadía otras razones, que todas se encaminaban a decir mal de aquel Fernando y a tacharle de traidor y fementido. Quitámossele, pues, con no poca pesadumbre, y él, sin decir más palabra, se apartó de nosotros y se emboscó corriendo por entre estos jarales y malezas, de modo que nos imposibilitó el seguille. Por esto conjeturamos que la locura le venía a tiempos, y que alguno que se llamaba Fernando le debía de haber hecho alguna mala obra, tan pesada cuanto lo mostraba el término a que le había conducido. Todo lo cual se ha confirmado después acá con las veces, que han sido muchas, que él ha salido al camino, unas a pedir a los pastores le den de lo que llevan para comer y otras a quitárselo por fuerza; porque cuando está con el accidente de la locura, aunque los pastores se lo ofrezcan de buen grado, no lo admite, sino que lo toma a puñadas; y cuando está en su seso, lo pide por amor de Dios, cortés y comedidamente, y rinde por ello muchas gracias, y no con falta de lágrimas. Y en verdad os digo, señores -prosiguió el cabrero-, que ayer determinamos yo y cuatro zagales, los dos criados y los dos amigos míos, de buscarle hasta tanto que le hallemos, y, después de hallado, ya por fuerza ya por grado, le hemos de llevar a la villa de Almodóvar , que está de aquí ocho leguas, y allí le curaremos, si es que su mal tiene cura, o sabremos quién es cuando esté en sus seso, y si tiene parientes a quien dar noticia de su desgracia ». Esto es, señores, lo que sabré deciros de lo que me habéis preguntado; y entended que el dueño de las prendas que hallastes es el mesmo que vistes pasar con tanta ligereza como desnudez -que ya le había dicho don Quijote cómo había visto pasar aquel hombre saltando por la sierra. -- O que só posso dizer -- respondeu o cabreiro -- é que haverá agora uns seis meses, pouco mais ou menos, que chegou a uma malhada de pastores, tanto como três léguas daqui, um mancebo de gentil presença e bom trajo, montado nessa mula que para aí está morta, e com o mesmo coxim que me dizeis ter achado, e em que não pusestes mão. Perguntou-nos qual era desta serrania a parte mais brava e escondida. Dissemos-lhe que era esta onde agora estamos; e é verdade, porque, se entrardes meia légua mais para dentro, bem pode ser que nunca mais deslindeis saída. Admirado estou eu de terdes podido chegar até aqui, porque para este lugar não há caminho nem atalho. Ora como tal ouviu o mancebo, voltou as rédeas, e se dirigiu e tomou para o lugar que lhe assinalamos, deixando-nos a todos contentes da sua bela presença, e admirados da sua pergunta, e da pressa com que o vimos caminhar em direitura às brenhas. Desde então nunca mais lhe pusemos a vista em cima. Alguns dias depois saiu ao caminho a um dos nossos pastores, e, sem lhe dizer palavra, saltou nele com muitas punhadas e pontapés, e passou logo a uma jumentinha que lhe levava o fardel, e lhe tirou quanto pão e queijo achou; e, concluído aquilo, com estranha ligeireza se tornou a sumir na serra. A esta notícia, alguns cabreiros de nós outros nos pusemos a procurá-lo quase dois dias pelo mais cerrado do monte, até que afinal demos com ele metido no oco de um alentado sobreiro. Surdiu-nos dali e veio para nós com muita mansidão, com o fato já roto e o rosto desfigurado e queimado do sol, tanto que mal se podia conhecer pelo mesmo. Só os vestidos, ainda que esfarrapados, mas conformes à notícia que dele tínhamos, é que nos deram a entender que era o mesmo que buscávamos. Saudou-nos cortesmente, e em poucos e bons termos nos disse que não nos maravilhássemos de o ver andar daquela sorte, porque assim lhe convinha para cumprir certa penitência, que por seus muitos pecados lhe havia sido imposta. Pedimos-lhe que nos dissesse quem era, mas não foi possível resolvermo-lo a tal. Pedimos-lhe também que em precisando de sustento, pois não podia viver sem ele, nos dissesse aonde o acharíamos, porque com muito amor e cuidado lho iríamos levar; e que, se também isto não fosse do seu gosto, pelo menos saísse e pedi-lo aos pastores, em vez de lho tirar por força. Agradeceu o nosso oferecimento, pediu perdão do passado, e prometeu daí em diante obtê-lo pelo amor de Deus, sem incomodar a pessoa alguma. Pelo que tocava à sua habitação, disse que não tinha outra, senão aquela que se lhe deparava onde quer que a noite o colhia; e, acabando de falar, desatou num choro tão sentido, que, só se fôramos de pedra os que lho ouvimos, poderíamos deixar de o acompanhar, por nos lembrar como o víramos da primeira vez tão outro de agora, porque já lhes tenho dito que era um moço mui gentil e engraçado, e em seu falar, cortês e concertado, mostrava ser bem nascido e pessoa mui de corte, que, ainda que éramos uns rústicos os que o ouvíamos, tanto avultava o seu donaire, que até a rústicos se dava a conhecer. Estando no melhor da sua prática, parou e emudeceu, cravou os olhos no chão por um bom espaço, em que todos estivemos quietos e suspensos, esperando em que pararia aquele arroubamento que tanto nos lastimava, porque pelo que lhe víamos fazer de abrir os olhos, tê-los fitos no chão e sem pestanejar um grande pedaço, e outras vezes cerrá-los, mordendo os lábios, e arqueando os sobrolhos, facilmente percebemos que algum acesso de loucura o havia tomado. Depressa nos mostrou que nos não enganávamos, porque se levantou furioso do chão onde se tinha deitado, e arremeteu com o primeiro que achou à mão, com tal denodo e raiva, que, se lhe não acudíramos, o matara a murros e dentadas; e tudo aquilo fazia dizendo ao mesmo tempo: Ah! fementido Fernando! aqui, aqui me hás-de pagar as injustiças que me fizeste; estas mãos te hão-de arrancar o coração, receptáculo de quantas maldades há, e especialmente de traição e enganos. E a estas ajuntava outras razões todas encaminhadas a dizer mal daquele tal Fernando, e a pô-lo por traidor e fementido. Deixamo-lo não pouco pesarosos, e ele, sem dar mais palavra, se partiu de entre nós, e se emboscou à carreira por estes matos e brenhas, por modo que não houve podermos segui-lo. Daqui entendemos que à mania tinha intervalos, e que algum chamado Fernando lhe fizera provavelmente alguma tamanha malfeitoria, como se via pelo desfecho em que dera. De então para cá se reconheceu que assim era, pelas vezes (que muitas têm sido) que ele tem saído ao caminho, umas a pedir aos pastores que lhe dêem do que levam para comer, e outras a tirar-lho à força, porque, quando está com o ataque da loucura, ainda que os pastores lho ofereçam de bom grado, não o admite, e há-de por força tomar-lho a mal; e, quando está com siso, pede-o por amor de Deus, cortês e comedidamente, e dá muitos agradecimentos, e bem regados de lágrimas. E em verdade vos digo, senhores meus -- prosseguiu o cabreiro -- que ontem concertamos, eu e outros quatro pegureiros, os meus dois criados, e dois amigos meus, de o buscarmos até darmos com ele, e, depois de achado, levarmo-lo (por vontade ou por força) à vila de Almodóvar, que fica a oito léguas daqui, e lá se curará, se é que o seu mal tem cura, ou saberemos quem é, quando estiver em seu juízo, e se tem parentes a quem se dar parte da sua desgraça. Aqui está, senhores, o que sei dizer-vos para satisfazer a vossa curiosidade; e entendei que o dono das prendas que achastes é o mesmo que vistes passar tão ligeiro e descomposto -- (porque D. Quixote já lhe tinha dito como era que aquele homem se levava aos saltos pela serra).
El cual quedó admirado de lo que al cabrero había oído, y quedó con más deseo de saber quién era el desdichado loco; y propuso en sí lo mesmo que ya tenía pensado de buscalle por toda la montaña, sin dejar rincón ni cueva en ella que no mirase, hasta hallarle. Pero hízolo mejor la suerte de lo que él pensaba ni esperaba, porque en aquel mesmo instante pareció, por entre una quebrada de una sierra que salía donde ellos estaban, el mancebo que buscaba, el cual venía hablando entre sí cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuanto más de lejos . Su traje era cual se ha pintado, sólo que, llegando cerca, vio don Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre sí traía era de ámbar ; por donde acabó de entender que persona que tales hábitos traía no debía de ser de ínfima calidad. Admirado ficou o cavaleiro com a relação do pastor; e aumentou-se nele o desejo de saber quem era o desditado louco, e assentou no que já lhe ocorrera, que era buscá-lo por toda a montanha, sem deixar recanto nem cova por explorar. Melhor porém o fez a sorte, do que ele esperava, porque naquele mesmo instante apareceu por uma quebrada da serra o fugitivo mancebo, que vinha falando entre si coisas que não podiam ser entendidas de perto, quanto mais de longe. O seu trajo era o que já se há descrito. Só quando se acercou um pouco mais, percebeu D. Quixote que um colete dilacerado que trazia era de âmbar; por onde acabou de entender que pessoa de tais hábitos não devia ser de qualidade ínfima.
En llegando el mancebo a ellos, les saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía. Don Quijote le volvió las saludes con no menos comedimiento, y, apeándose de Rocinante, con gentil continente y donaire, le fue a abrazar y le tuvo un buen espacio estrechamente entre sus brazos, como si de luengos tiempos le hubiera conocido. El otro, a quien podemos llamar el Roto de la Mala Figura -como a don Quijote el de la Triste-, después de haberse dejado abrazar, le apartó un poco de sí, y, puestas sus manos en los hombros de don Quijote, le estuvo mirando, como que quería ver si le conocía; no menos admirado quizá de ver la figura, talle y armas de don Quijote, que don Quijote lo estaba de verle a él. En resolución, el primero que habló después del abrazamiento fue el Roto, y dijo lo que se dirá adelante. Chegando a eles o mancebo, saudou-os com uma voz desentoada e rouca, porém com muita cortesia. D. Quixote correspondeu-lhe à saudação com iguais termos, e, apeando-se do Rocinante, com gentil porte e bom ar, se lançou a abraçá-lo, e o reteve por um bom espaço estreitamente entre os braços, como se fora conhecido seu já de bons tempos. O outro, a quem poderemos chamar o Roto da Má Figura, como a D. Quixote o da Triste, depois de se ter deixado abraçar, o apartou um pouco de si, e, postas as mãos sobre os ombros de D. Quixote, o esteve encarando como quem procurava reconhecê-lo, não menos admirado talvez de ver a figura, o portamento e as armas do cavaleiro, do que D. Quixote o estava de o ver a ele. Em suma: o primeiro que depois do abraço rompeu o silêncio foi o Roto, o qual disse o que adiante se vai saber.






I. Capítulo XXIV. Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena


Capíulo XXIV — Em que se prossegue a aventura da Serra Morena.


Dice la historia que era grandísima la atención con que don Quijote escuchaba al astroso Caballero de la Sierra , el cual, prosiguiendo su plática, dijo. Diz a história que era grandíssima a atenção com que D. Quixote escutava o desgraçado cavaleiro da Serra, o qual prosseguiu dizendo:
-Por cierto, señor, quienquiera que seáis, que yo no os conozco, yo os agradezco las muestras y la cortesía que conmigo habéis usado; y quisiera yo hallarme en términos que con más que la voluntad pudiera servir la que habéis mostrado tenerme en el buen acogimiento que me habéis hecho, mas no quiere mi suerte darme otra cosa con que corresponda a las buenas obras que me hacen, que buenos deseos de satisfacerlas. — Decerto, senhor, que, sejais vós quem sejais (que eu por mim não vos conheço), muito grato vos sou pela mostra de cortesia com que me haveis tratado. Bem quisera eu achar-me em termos de corresponder por obras à boa vontade que me haveis mostrado neste bom acolhimento; mas não quer a minha sorte dar-me para retribuir os favores que recebo senão bons desejos.
-Los que yo tengo -respondió don Quijote- son de serviros; tanto, que tenía determinado de no salir destas sierras hasta hallaros y saber de vos si el dolor que en la estrañeza de vuestra vida mostráis tener se podía hallar algún género de remedio; y si fuera menester buscarle, buscarle con la diligencia posible. Y, cuando vuestra desventura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y plañirla como mejor pudiera, que todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas. Y, si es que mi buen intento merece ser agradecido con algún género de cortesía, yo os suplico, señor, por la mucha que veo que en vos se encierra, y juntamente os conjuro por la cosa que en esta vida más habéis amado o amáis , que me digáis quién sois y la causa que os ha traído a vivir y a morir entre estas soledades como bruto animal , pues moráis entre ellos tan ajeno de vos mismo cual lo muestra vuestro traje y persona. Y juro -añadió don Quijote-, por la orden de caballería que recebí, aunque indigno y pecador, y por la profesión de caballero andante, que si en esto, señor, me complacéis, de serviros con las veras a que me obliga el ser quien soy ora remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudándoos a llorarla, como os lo he prometido. — Os meus — disse D. Quixote — não são senão de servir-vos, tanto que já estava resolvido a não sair destas serras, enquanto vos não achasse, e soubesse de vós, se para a dor que mostrais no vosso estranho viver se não poderia dar algum alívio; e (se fosse necessário buscá-lo) buscá-lo-ia com toda a possível diligência; e quando a vossa desventura fosse daquelas que nem consolação admitem, tencionava ajudar-vos a chorá-la, e suavizá-la o melhor que pudesse, que sempre é alívio nas desgraças termos quem se nos doa delas. Agora, se estas minhas benévolas intenções vos merecem por cortesia algum agradecimento, suplico-vos, senhor, pela muita bondade que em vós descubro, e vos conjuro por aquilo que nesta vida mais tendes amado ou amais, que me digais quem sois e a causa que vos trouxe a viver e a acabar nestas soledades como animal bruto, pois morais entre eles tão alheado de vós mesmo, como se vê no vosso trajo e no todo da vossa pessoa; e juro — acrescentou D. Quixote — pela ordem de cavalaria que recebi, apesar de indigno e pecador, e pela profissão de cavaleiro andante, que, se nisto, senhor meu, me comprazeis, juro, digo, servir-vos com as veras a que me obriga o ser eu quem sou, ou remediando a vossa desgraça, se é remediável, ou aliás ajudando-vos a chorá-la, como já vos prometi.
El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle, y remirarle y tornarle a mirar de arriba abajo; y, después que le hubo bien mirado, le dijo. O cavaleiro do Bosque, ouvindo falar assim o da Triste Figura, não fazia senão mirá-lo, remirá-lo e torná-lo a mirar de cima a baixo; e, depois de o mirar quanto quis, disse-lhe:
-Si tienen algo que darme a comer, por amor de Dios que me lo den; que, después de haber comido, yo haré todo lo que se me manda, en agradecimiento de tan buenos deseos como aquí se me han mostrado. — Se têm coisa de comer que me dêem, dêem-na por amor de Deus, que, depois de ter comido, eu farei quanto se me ordenar por agradecido a tão bons desejos como aqui se me tem mostrado.
Luego sacaron, Sancho de su costal y el cabrero de su zurrón, con que satisfizo el Roto su hambre , comiendo lo que le dieron como persona atontada, tan apriesa que no daba espacio de un bocado al otro, pues antes los engullía que tragaba; y, en tanto que comía, ni él ni los que le miraban hablaban palabra. Como acabó de comer, les hizo de señas que le siguiesen, como lo hicieron, y él los llevó a un verde pradecillo que a la vuelta de una peña poco desviada de allí estaba. En llegando a él se tendió en el suelo, encima de la yerba, y los demás hicieron lo mismo; y todo esto sin que ninguno hablase, hasta que el Roto, después de haberse acomodado en su asiento, dijo. Para logo tiraram, Sancho, do costal, e o cabreiro, do surrão, com que se fartar a fome do Roto, comendo este o que lhe deram como pessoa estonteada, e tanto à pressa, que os bocados não esperavam uns pelos outros, pois antes os engulia que tragava; e enquanto comia, nem ele nem os que o observavam proferiam palavra. Acabada a comida, fez sinal para que o seguissem, e os levou trás de si a um verde pradozinho, que à volta de uma penha ficava muito perto dali. Estendeu-se no chão por cima da erva, no que os mais o imitaram, sem que ninguém abrisse boca. O Roto, depois de posto a seu cômodo, começou assim:
-Si gustáis, señores, que os diga en breves razones la inmensidad de mis desventuras, habéisme de prometer de que con ninguna pregunta, ni otra cosa, no interromperéis el hilo de mi triste historia; porque en el punto que lo hagáis, en ése se quedará lo que fuere contando. — Se quereis, senhores, que vos diga em resumo as minhas imensas desventuras, haveis de me prometer primeiro não me interromper com pergunta alguma, nem outra qualquer coisa, o fio da minha triste história, porque, no mesmo instante em que mo quebreis, corto logo o que estiver contando.
Estas razones del Roto trujeron a la memoria a don Quijote el cuento que le había contado su escudero, cuando no acertó el número de las cabras que habían pasado el río y se quedó la historia pendiente. Pero, volviendo al Roto, prosiguió diciendo. (Esta recomendação do esfarrapado trouxe à lembrança de D. Quixote o conto do seu escudeiro, quando ele não atinou com o número das cabras que tinham passado o rio, com o que a história deu em seco). Tornemo-nos ao esfarrapado, que prosseguiu dizendo:
-Esta prevención que hago es porque querría pasar brevemente por el cuento de mis desgracias; que el traerlas a la memoria no me sirve de otra cosa que añadir otras de nuevo, y, mientras menos me preguntáredes, más presto acabaré yo de decillas, puesto que no dejaré por contar cosa alguna que sea de importancia para no satisfacer del todo a vuestro deseo. — Esta prevenção vos faço, porque desejo saltar depressa pela narrativa das minhas desgraças, que o recordá-las não serve senão para se lhes juntarem outras. Quanto menos me perguntardes, mais depressa acabarei eu de referi-las; contudo não deixarei no escuro coisa alguma de importância, para não frustrar o vosso empenho.
Don Quijote se lo prometió, en nombre de los demás, y él, con este seguro, comenzó desta manera. Prometeu-lho D. Quixote em nome de todos; com esta segurança começou assim:
-«Mi nombre es Cardenio; mi patria, una ciudad de las mejores desta Andalucía ; mi linaje, noble; mis padres, ricos; mi desventura, tanta que la deben de haber llorado mis padres y sentido mi linaje, sin poderla aliviar con su riqueza; que para remediar desdichas del cielo poco suelen valer los bienes de fortuna. Vivía en esta mesma tierra un cielo , donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a desearme tal es la hermosura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica como yo, pero de más ventura y de menos firmeza de la que a mis honrados pensamientos se debía. A esta Luscinda amé, quise y adoré desde mis tiernos y primeros años, y ella me quiso a mí con aquella sencillez y buen ánimo que su poca edad permitía. Sabían nuestros padres nuestros intentos, y no les pesaba dello, porque bien veían que, cuando pasaran adelante, no podían tener otro fin que el de casarnos, cosa que casi la concertaba la igualdad de nuestro linaje y riquezas. Creció la edad, y con ella el amor de entrambos, que al padre de Luscinda le pareció que por buenos respetos estaba obligado a negarme la entrada de su casa, casi imitando en esto a los padres de aquella Tisbe tan decantada de los poetas. Y fue esta negación añadir llama a llama y deseo a deseo, porque, aunque pusieron silencio a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas, las cuales, con más libertad que las lenguas, suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma está encerrado; que muchas veces la presencia de la cosa amada turba y enmudece la intención más determinada y la lengua más atrevida. ¡Ay cielos, y cuántos billetes le escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! ¡Cuántas canciones compuse y cuántos enamorados versos, donde el alma declaraba y trasladaba sus sentimientos, pintaba sus encendidos deseos, entretenía sus memorias y recreaba su voluntad. — O meu nome é Cardênio; minha terra uma das melhores cidades desta Andaluzia; minha linhagem, nobre; meus pais, ricos; e a minha desventura tanta, que muito a devem ter chorado os meus progenitores, e sentido toda a minha parentela, por não a poderem aliviar com toda a sua riqueza. Para desditas que do céu vêm talhadas pouco aproveitam de ordinário os remédios do mundo. Vivia nesta mesma terra uma criatura celeste, em quem se reunia tudo que eu mais pudera ambicionar; tal é a formosura de Lucinda, donzela não menos nobre e rica do que eu, porém mais do que eu venturosa e menos constante do que o devera ser para com os meus honrados pensamentos. Amei-a, quis-lhe e adorei-a desde a minha idade mais tenra; e ela igualmente a mim, com aquela candura e bom ânimo que bem assentavam em idade tão verde. Sabiam nossos pais as nossas inclinações, e não no-las levavam a mal, que bem viam que, ainda que elas passassem a mais, não poderiam ter outro intuito e desfecho senão o casamento, coisa mui bem cabida onde o sangue e os haveres de parte a parte se irmanavam. Com os anos foi-nos entre ambos crescendo o amor. Pareceu ao pai de Lucinda ser cautela de boa prudência negar-me a freqüência de sua casa, imitando nisto pouco mais ou menos os pais daquela Tisbe tão decantada dos poetas. Com estes resguardos mais se ateou em nós o fogo dos desejos, porque, se às línguas nos puseram embargos, não no-los puderam pôr à correspondência escrita. A pena é ainda mais livre que a fala para bem expressar mistérios do coração; muitas vezes a presença do objeto amado perturba e deixa a determinação mais decidida, e a voz mais resoluta. Ai céus! que de bilhetes lhe não escrevi! que mimosas e honestas respostas não tive! quantas canções não compus, e quantos namorados versos, em que a alma exprimia os seus sentimentos, pintava o aceso dos seus desejos, atiçava as suas memórias e ia cevando cada vez mais a própria vontade!.
»En efeto, viéndome apurado, y que mi alma se consumía con el deseo de verla, determiné poner por obra y acabar en un punto lo que me pareció que más convenía para salir con mi deseado y merecido premio; y fue el pedírsela a su padre por legítima esposa, como lo hice; a lo que él me respondió que me agradecía la voluntad que mostraba de honralle, y de querer honrarme con prendas suyas, pero que, siendo mi padre vivo, a él tocaba de justo derecho hacer aquella demanda; porque, si no fuese con mucha voluntad y gusto suyo, no era Luscinda mujer para tomarse ni darse a hurto. Chegando ao último apuro, e não podendo já coibir em mim a impaciência de a ver, resolvi pôr por obra e acabar de uma vez o que me pareceu mais próprio para chegar ao desejado e merecido prêmio; o tudo era pedi-la decididamente ao pai por legítima esposa; e assim o fiz. Respondeu-me ele que me agradecia a boa vontade que eu mostrava de honrar a sua casa, escolhendo nela uma jóia para meu lustre; que porém, sendo meu pai vivo, a ele tocava apresentar aquela proposta, porque, a não ser muito por sua vontade, e a seu gosto, não era Lucinda mulher para se tomar ou dar-se a furto.
»Yo le agradecí su buen intento, pareciéndome que llevaba razón en lo que decía, y que mi padre vendría en ello como yo se lo dijese; y con este intento, luego en aquel mismo instante, fui a decirle a mi padre lo que deseaba. Y, al tiempo que entré en un aposento donde estaba, le hallé con una carta abierta en la mano, la cual, antes que yo le dijese palabra, me la dio y me dijo ′′Por esa carta verás, Cardenio, la voluntad que el duque Ricardo tiene de hacerte merced′′.» Este duque Ricardo, como ya vosotros, señores, debéis de saber, es un grande de España que tiene su estado en lo mejor desta Andalucía. «Tomé y leí la carta, la cual venía tan encarecida que a mí mesmo me pareció mal si mi padre dejaba de cumplir lo que en ella se le pedía, que era que me enviase luego donde él estaba ; que quería que fuese compañero, no criado, de su hijo el mayor, y que él tomaba a cargo el ponerme en estado que correspondiese a la estimación en que me tenía. Leí la carta y enmudecí leyéndola, y más cuando oí que mi padre me decía ′′De aquí a dos días te partirás, Cardenio, a hacer la voluntad del duque; y da gracias a Dios que te va abriendo camino por donde alcances lo que yo sé que mereces′′. Añadió a éstas otras razones de padre consejero. Agradeci-lhe a resolução, que me pareceu muito arrazoada, e que a meu pai quadraria, assim que lha eu declarasse. Ato contínuo passei a abrir-me com meu pai. Ao entrar no seu aposento, encontrei-o com uma carta aberta na mão; antes que lhe eu dissesse palavra, entregou-ma e me disse: “Por essa carta verás, Cardênio, a vontade com que está o Duque Ricardo de te fazer mercê.” Este Duque Ricardo, como já vós outros, senhores, deveis saber, é um grande de Espanha que tem o melhor dos seus domínios nesta Andaluzia. Li a carta, que tão encarecida vinha, que a mim mesmo me pareceu mal deixar meu pai de cumprir o que nela se pedia, que vinha a ser o mandar-me logo para onde ele estava, pois me queria para companheiro, e não criado, de seu filho morgado, e que ele tomava a sua conta o pôr-me em estado correspondente à estimação em que me tinha. Li a carta, e emudeci; e muito mais quando a meu pai ouvi estas palavras: “Daqui a dois dias partirás, Cardênio, a fazer a vontade ao Duque; e dá graças a Deus, que assim começa a abrir-te caminho por onde alcances o que eu sei que mereces.”
»Llegóse el término de mi partida, hablé una noche a Luscinda, díjele todo lo que pasaba, y lo mesmo hice a su padre, suplicándole se entretuviese algunos días y dilatase el darle estado hasta que yo viese lo que Ricardo me quería Él me lo prometió y ella me lo confirmó con mil juramentos y mil desmayos. Vine, en fin, donde el duque Ricardo estaba. Fui dél tan bien recebido y tratado, que desde luego comenzó la envidia a hacer su oficio, teniéndomela los criados antiguos, pareciéndoles que las muestras que el duque daba de hacerme merced habían de ser en perjuicio suyo. Pero el que más se holgó con mi ida fue un hijo segundo del duque, llamado Fernando, mozo gallardo, gentilhombre, liberal y enamorado, el cual, en poco tiempo, quiso que fuese tan su amigo, que daba que decir a todos; y, aunque el mayor me quería bien y me hacía merced, no llegó al estremo con que don Fernando me quería y trataba. Chegou o prazo da minha partida; falei uma noite com Lucinda; disse-lhe tudo que era passado, e o mesmo fiz ao pai dela, suplicando-lhe demorasse por alguns dias o dar estado à filha, até que eu fosse saber o que o Duque Ricardo me queria; prometeu-mo ele, e ela da sua parte mo confirmou também com mil juramentos e mil delíquios. Cheguei enfim onde era o Duque; fui dele tão bem recebido e tratado, que desde logo começou a inveja a fazer o seu costume. Tinham-ma os criados antigos, por lhes parecer que as mostras que o Duque dava de me fazer mercê haviam de redundar em prejuízo deles. Quem mais folgou com a minha entrada em casa foi um filho segundo do Duque, chamado Fernando, moço galhardo, gentil-homem, liberal, e enamorado, o qual dentro em pouco tanto quis que eu a ele me afeiçoasse, que a todos dava em que falar; e ainda que o morgado me queria bem, e me fazia mercê, não chegava, mesmo assim, ao extremo com que D. Fernando me queria e tratava.
»Es, pues, el caso que, como entre los amigos no hay cosa secreta que no se comunique, y la privanza que yo tenía con don Fernando dejada de serlo por ser amistad, todos sus pensamientos me declaraba, especialmente uno enamorado, que le traía con un poco de desasosiego . Quería bien a una labradora, vasalla de su padre (y ella los tenía muy ricos), y era tan hermosa, recatada, discreta y honesta que nadie que la conocía se determinaba en cuál destas cosas tuviese más excelencia ni más se aventajase. Estas tan buenas partes de la hermosa labradora redujeron a tal término los deseos de don Fernando, que se determinó, para poder alcanzarlo y conquistar la entereza de la labradora, darle palabra de ser su esposo, porque de otra manera era procurar lo imposible. Yo, obligado de su amistad, con las mejores razones que supe y con los más vivos ejemplos que pude , procuré estorbarle y apartarle de tal propósito. Pero, viendo que no aprovechaba, determiné de decirle el caso al duque Ricardo, su padre. Mas don Fernando, como astuto y discreto, se receló y temió desto, por parecerle que estaba yo obligado, en vez de buen criado , no tener encubierta cosa que tan en perjuicio de la honra de mi señor el duque venía; y así, por divertirme y engañarme , me dijo que no hallaba otro mejor remedio para poder apartar de la memoria la hermosura que tan sujeto le tenía, que el ausentarse por algunos meses; y que quería que el ausencia fuese que los dos nos viniésemos en casa de mi padre , con ocasión que darían al duque que venía a ver y a feriar unos muy buenos caballos que en mi ciudad había, que es madre de los mejores del mundo. É o caso que, não havendo entre amigos segredos que se não comuniquem (e a privança, que eu com D. Fernando tinha, já era verdadeira intimidade), todos os seus pensamentos me declarava ele, especialmente um de enamorado, que o trazia em grande desassossego. Queria ele a uma lavradora, vassala do pai, mas filha de gente muito rica, e tão formosa, recatada, discreta e honesta, que ninguém dentre os que a conheciam diria ao certo em qual destas qualidades se avantajasse. Estes dotes da formosa lavradora a tal ponto levaram os desejos de D. Fernando, que se determinou, para alcançá-la, e conquistar-lhe a inteireza, a dar-lhe palavra de casar com ela, porque de outra maneira fora impossível possuí-la. Eu, obrigado da amizade que lhe professava, forcejei por dissuadi-lo de tal propósito com as melhores razões que soube e com os mais frisantes exemplos que pude. Vendo que nada aproveitava, determinei declarar o caso ao Duque seu pai; mas D. Fernando, como astuto e discreto, temeu-se disto mesmo, por entender que era obrigação minha, na qualidade de criado fiel, não encobrir ao meu senhor o Duque coisa em que tanto ia a sua honra; e assim por me arredar de tal idéia, e enganar-me, me disse que não achava melhor remédio para perder a lembrança da formosura que tão sujeito o trazia, que o ausentar-se dela por alguns meses. Desejava (me disse ele), que partíssemos ambos para casa de meu pai, participando ele ao Duque ser para ir ver e enfeirar uns cavalos muito bons, que havia na nossa terra, que é onde se criam os melhores do mundo.
»Apenas le oí yo decir esto, cuando, movido de mi afición , aunque su determinación no fuera tan buena, la aprobara yo por una de las más acertadas que se podían imaginar, por ver cuán buena ocasión y coyuntura se me ofrecía de volver a ver a mi Luscinda. Con este pensamiento y deseo, aprobé su parecer y esforcé su propósito, diciéndole que lo pusiese por obra con la brevedad posible, porque, en efeto, la ausencia hacía su oficio, a pesar de los más firmes pensamientos. Ya cuando él me vino a decir esto, según después se supo , había gozado a la labradora con título de esposo, y esperaba ocasión de descubrirse a su salvo, temeroso de lo que el duque su padre haría cuando supiese su disparate. Apenas tal lhe ouvi dizer, quando, movido da afeição que lhe tinha, lhe aprovei a idéia; e menos boa que ela fora, lha aprovara eu como uma das mais acertadas que se podiam imaginar, conhecendo quão boa ocasião se me oferecia para tornar a ver a minha Lucinda. Aprovei pois muito a sua lembrança, e esforcei-o no seu propósito, dizendo-lhe que o pusesse por obra com a possível brevidade, porque realmente a ausência fazia sempre o seu ofício até nos ânimos mais firmes. Quando ele me veio dizer isto, já tinha gozado da lavradora com o título de esposo, segundo depois se soube, e aguardava oportunidade para se descobrir mais a seu salvo, por temer ao presente os excessos em que o pai poderia romper sabendo do seu disparate.
»Sucedió, pues, que, como el amor en los mozos, por la mayor parte, no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba y ha de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso naturaleza, el cual término no le puso a lo que es verdadero amor...; quiero decir que , así como don Fernando gozó a la labradora, se le aplacaron sus deseos y se resfriaron sus ahíncos; y si primero fingía quererse ausentar, por remediarlos, ahora de veras procuraba irse, por no ponerlos en ejecución. Diole el duque licencia, y mandóme que le acompañase. Venimos a mi ciudad, recibióle mi padre como quien era; vi yo luego a Luscinda, tornaron a vivir, aunque no habían estado muertos ni amortiguados, mis deseos, de los cuales di cuenta, por mi mal, a don Fernando, por parecerme que, en la ley de la mucha amistad que mostraba, no le debía encubrir nada. Alabéle la hermosura, donaire y discreción de Luscinda de tal manera, que mis alabanzas movieron en él los deseos de querer ver doncella de tantas buenas partes adornada. Cumplíselos yo, por mi corta suerte, enseñándosela una noche, a la luz de una vela, por una ventana por donde los dos solíamos hablarnos. Viola en sayo, tal, que todas las bellezas hasta entonces por él vistas las puso en olvido. Enmudeció, perdió el sentido, quedó absorto y, finalmente, tan enamorado cual lo veréis en el discurso del cuento de mi desventura. Y, para encenderle más el deseo, que a mí me celaba y al cielo a solas descubría , quiso la fortuna que hallase un día un billete suyo pidiéndome que la pidiese a su padre por esposa, tan discreto, tan honesto y tan enamorado que, en leyéndolo, me dijo que en sola Luscinda se encerraban todas las gracias de hermosura y de entendimiento que en las demás mujeres del mundo estaban repartidas. Sucedeu o que é de costume; nos moços o amor quase nunca o é; é sim um apetite, que, por se não endereçar senão ao deleite, apenas o obtêm, logo diminui e acaba. São estes uns limites postos pela própria natureza aos falsos amores; os verdadeiros seguem outra regra; estes duram sempre. Venho nisto a dizer que, tanto que Fernando teve a posse da lavradora, aplacaram-se-lhe os desejos, e se lhe resfriaram os excessos. Ao princípio fingia querer-se ausentar para lhes não sucumbir; agora procurava deveras ir-se, por enfastiado. Concedeu-lhe o Duque licença, dando-me ordem de o acompanhar. Dirigimo-nos à minha cidade; recebeu-o meu pai como a quem era; eu vi logo a Lucinda, reviveram (se bem que nunca tinham estado mortos nem adormentados) os meus desejos, dos quais, por desgraça minha, dei conta a D. Fernando, por me parecer que nada devia encobrir a quem tanto afeto me mostrava. Exaltei-lhe a formosura, a graça, e a discrição de Lucinda; de tal maneira que, por estes meus elogios, nasceram nele apetites de conhecer donzela tão extremada. Satisfiz-lhos eu por desgraça minha, mostrando-lha uma noite à luz de um velador, por uma janela, por onde nos costumávamos falar os dois. Viu-a em saio, e tal impressão lhe fez, que todas as formosuras por ele presenciadas até àquela hora se lhe apagaram da lembrança. Emudeceu, perdeu o tino, ficou absorto, e tão enamorado, em suma, como ides ver no seguimento da minha desastrada narrativa; e, para lhe incender mais a cobiça, que a mim me ocultava, e que só segredava com o céu, quis a desgraça que ele achasse um dia um bilhete dela a mim, instando-me para que a pedisse eu a seu pai por esposa, em termos tão discretos, honestos e enamorados, que, apenas o leu, me disse que só em Lucinda se encerravam todos os requintes de formosura e de entendimento, que por todas as outras mulheres só andavam repartidos.
»Bien es verdad que quiero confesar ahora que, puesto que yo veía con cuán justas causas don Fernando a Luscinda alababa, me pesaba de oír aquellas alabanzas de su boca, y comencé a temer y a recelarme dél, porque no se pasaba momento donde no quisiese que tratásemos de Luscinda, y él movía la plática, aunque la trujese por los cabellos; cosa que despertaba en mí un no sé qué de celos, no porque yo temiese revés alguno de la bondad y de la fe de Luscinda, pero, con todo eso, me hacía temer mi suerte lo mesmo que ella me aseguraba . Procuraba siempre don Fernando leer los papeles que yo a Luscinda enviaba y los que ella me respondía, a título que de la discreción de los dos gustaba mucho. Acaeció, pues, que, habiéndome pedido Luscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era ella muy aficionada, que era el de Amadís de Gaula.... Verdade é (devo agora confessá-lo), que, ainda que eu bem via com quanta justiça Lucinda era exaltada por Fernando, não gostava cá por dentro de lhe ouvir aqueles elogios. Comecei a temer-me, e não sem causa a desconfiar dele. Não se passava momento que ele não trouxesse Lucinda à prática, ainda que viesse trazida pelos cabelos; o que em mim despertava já uma espécie de ciúmes, não porque eu tivesse desconfiança alguma da bondade e boa fé da dama; porém, contudo isso, as seguranças que ela me dava para serenar os meus temores já não eram bastantes. Procurava sempre D. Fernando ler os escritos que eu a ela lhe enviava, assim como as respostas dela, dando por motivo o muito que lhe agradava a discrição dos dois. Ora aconteceu que, tendo-me Lucinda pedido uma vez um livro de cavalarias para ler, por muito afeiçoada que era a semelhante leitura, (era o Amadis de Gaula)..
No hubo bien oído don Quijote nombrar libro de caballerías, cuando dijo. Ainda bem não estava nomeado o livro de cavalarias, quando D. Quixote disse:
-Con que me dijera vuestra merced, al principio de su historia, que su merced de la señora Luscinda era aficionada a libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme a entender la alteza de su entendimiento, porque no le tuviera tan bueno como vos, señor, le habéis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda así que, para conmigo, no es menester gastar más palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento; que, con sólo haber entendido su afición, la confirmo por la más hermosa y más discreta mujer del mundo . Y quisiera yo, señor, que vuestra merced le hubiera enviado junto con Amadís de Gaula al bueno de Don Rugel de Grecia, que yo sé que gustara la señora Luscinda mucho de Daraida y Geraya , y de las discre ciones del pastor Darinel y de aquellos admirables versos de sus bucólica , cantadas y representadas por él con todo donaire, discreción y desenvoltura. Pero tiempo podrá venir en que se enmiende esa falta, y no dura más en hacerse la enmienda de cuanto quiera vuestra merced ser servido de venirse conmigo a mi aldea, que allí le podré dar más de trecientos libros , que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida; aunque tengo para mí que ya no tengo ninguno, merced a la malicia de malos y envidiosos encantadores. Y perdóneme vuestra merced el haber contravenido a lo que prometimos de no interromper su plática, pues, en oyendo cosas de caballerías y de caballeros andantes, así es en mi mano dejar de hablar en ellos, como lo es en la de los rayos del sol dejar de calentar, ni humedecer en los de la luna . Así que, perdón y proseguir, que es lo que ahora hace más al caso. — Se Vossa Mercê me declarasse logo no princípio da sua história que Sua Mercê a senhora Lucinda era afeiçoada a livros de cavalaria, não eram precisos mais encarecimentos para me dar a entender a alteza dos seus espíritos, porque os não tivera ela tão excelentes como vós, senhor, a haveis pintado, se se não recreasse com uma leitura tão deliciosa. Portanto, para mim já não é mister despender mais recomendações de formosura, valor e entendimento; só por esta sua afeição já a reconheço pela mais formosa e mais discreta mulher de todo o mundo. Quisera eu, senhor, que, juntamente com o Amadis de Gaula, Vossa Mercê lhe tivesse mandado também o bom de D. Rugel de Grécia, porque sei o muito que a senhora Lucinda havia de gostar de Daraida e Garaia, e das discrições do pastor Darinel, e daqueles admiráveis versos das suas bucólicas, cantadas e representadas por ele com todo o donaire, discrição e desenvoltura. Porém ainda virá talvez tempo de se emendar essa falta, e não tardará ele mais que o necessário para Vossa Mercê me fazer o favor de vir comigo à minha aldeia, que lá lhe poderei dar mais de trezentos livros, que são o regalo da minha alma, e o meu entretenimento de toda a vida, ainda que me está parecendo que já não tenho nem meio, graças à malícia de maus e invejosos encantadores. Perdoe-me Vossa Mercê o ter infringido a promessa de não interrompermos a sua prática, porque, em ouvindo coisas de cavalarias e cavaleiros andantes, não está na minha mão abster-me de falar também; é como se pedissem aos raios do sol que não aquentassem, e aos da lua que não umedecessem. Portanto perdoe-me, e siga por diante, que é isso o que mais importa.
En tanto que don Quijote estaba diciendo lo que queda dicho, se le había caído a Cardenio la cabeza sobre el pecho, dando muestras de estar profundamente pensativo. Y, puesto que dos veces le dijo don Quijote que prosiguiese su historia, ni alzaba la cabeza ni respondía palabra; pero, al cabo de un buen espacio, la levantó y dijo. Enquanto D. Quixote dizia tudo isto, fora descaindo para o peito a cabeça de Cardênio, dando mostras de profundamente pensativo. Por duas vezes lhe repetiu D. Quixote que prosseguisse a sua história, sem que ele erguesse a cabeça, nem proferisse palavra. Passado um bom espaço, levantou-se e disse:
-No se me puede quitar del pensamiento, ni habrá quien me lo quite en el mundo, ni quien me dé a entender otra cosa (y sería un majadero el que lo contrario entendiese o creyese), sino que aquel bellaconazo del maestro Elisabat estaba amancebado con la reina Madésima. — Não me pode sair do pensamento, nem haverá quem de tal me desmagine, ou me dê a entender outra coisa, e só um bruto poderá crer o contrário, senão que aquele grande velhaco do mestre Elisabat estava amancebado com a Rainha Madasima.
-Eso no, ¡voto a tal! -respondió con mucha cólera don Quijote (y arrojóle, como tenía de costumbre )-; y ésa es una muy gran malicia, o bellaquería, por mejor decir la reina Madásima fue muy principal señora, y no se ha de presumir que tan alta princesa se había de amancebar con un sacapotras ; y quien lo contrario entendiere, miente como muy gran bellaco. Y yo se lo daré a entender, a pie o a caballo, armado o desarmado, de noche o de día, o como más gusto le diere. — Tal não há; voto a Deus — interrompeu com muita cólera D. Quixote, já com os seus costumados gestos de ameaça — isso é uma chapada malícia, ou velhacaria, por melhor dizer. A Rainha Madasima foi dama muito principal; e não se há-de acreditar que tão alta Princesa houvesse de amancebar-se com um mata-sano; e quem o contrário entender, mente como um grande velhaco; e eu lho provarei, a pé ou a cavalo, armado ou desarmado, de noite ou de dia, ou como for mais do seu gosto.
Estábale mirando Cardenio muy atentamente, al cual ya había venido el accidente de su locura y no estaba para proseguir su historia; ni tampoco don Quijote se la oyera, según le había disgustado lo que de Madásima le había oído. ¡Estraño caso; que así volvió por ella como si verdaderamente fuera su verdadera y natural señora tal le tenían sus descomulgados libros! Digo, pues, que, como ya Cardenio estaba loco y se oyó tratar de mentís y de bellaco, con otros denuestos semejantes, parecióle mal la burla, y alzó un guijarro que halló junto a sí, y dio con él en los pechos tal golpe a don Quijote que le hizo caer de espaldas. Sancho Panza, que de tal modo vio parar a su señor, arremetió al loco con el puño cerrado; y el Roto le recibió de tal suerte que con una puñada dio con él a sus pies, y luego se subió sobre él y le brumó las costillas muy a su sabor. El cabrero, que le quiso defender, corrió el mesmo peligro. Y, después que los tuvo a todos rendidos y molidos, los dejó y se fue, con gentil sosiego, a emboscarse en la montaña. Estava-o encarando Cardênio muito atentamente, havendo-lhe já começado um dos seus ataques de loucura; não estava para continuar a história, nem tão pouco D. Quixote lha ouvira, segundo o tinha escandalizado o falso testemunho levantado à Rainha Madasima. Estranho caso! saiu logo a defendê-la, como se ela fora sua verdadeira e natural senhora; tal o tinham posto os seus excomungados livros. Digo pois, que, estando o Cardênio já alienado, e ouvindo-se tratar de embusteiro e de velhaco, com outros doestos semelhantes, pareceu-lhe mal a zombaria, levantou um calhau, que achou a jeito, e deu com ele pelos peitos a D. Quixote com tanta força, que o virou de costas. Sancho Pança, vendo ao amo tão mal parado, arremeteu ao doido de punho fechado; o Roto recebeu-o de modo que o estendeu logo em terra com a primeira punhada; saltou-lhe para cima, e lhe amolgou sofrivelmente as costelas. O cabreiro que o quis defender, não correu perigo menor; e Cardênio, vendo-os a todos três estendidos e moídos, deixou-os, e se foi com airoso sossego embrenhar na montanha.
Levantóse Sancho, y, con la rabia que tenía de verse aporreado tan sin merecerlo, acudió a tomar la venganza del cabrero, diciéndole que él tenía la culpa de no haberles avisado que a aquel hombre le tomaba a tiempos la locura; que, si esto supieran, hubieran estado sobre aviso para poderse guardar. Respondió el cabrero que ya lo había dicho, y que si él no lo había oído, que no era suya la culpa. Replicó Sancho Panza, y tornó a replicar el cabrero, y fue el fin de las réplicas asirse de las barbas y darse tales puñadas que, si don Quijote no los pusiera en paz, se hicieran pedazos. Decía Sancho, asido con el cabrero. Levantou-se Sancho, e com a raiva com que estava de ver-se tão sovado sem razão, acudiu a vingar-se do cabreiro, dizendo-lhe que ele é que tinha a culpa por não os ter avisado de que o homem tinha ataques de fúria, pois, se o soubessem, teriam estado de sobreaviso para se resguardarem. Respondeu o cabreiro que já lho tinha dito, e se ele o não tinha ouvido, não era culpa sua. Replicou Sancho Pança; o cabreiro triplicou, e chegaram, dize tu, direi eu, a agarrarem-se às barbas um do outro, e socarem-se a ponto que, se D. Quixote, levantando-se, os não apartara e pusera em paz, se fariam pedaços de parte a parte. Dizia Sancho na luta com o cabreiro:
-Déjeme vuestra merced, señor Caballero de la Triste Figura, que en éste, que es villano como yo y no está armado caballero, bien puedo a mi salvo satisfacerme del agravio que me ha hecho, peleando con él mano a mano, como hombre honrado. — Deixe-me Vossa Mercê, senhor cavaleiro da Triste Figura, que neste, que é vilão como eu, e não está armado cavaleiro, posso eu muito a meu salvo satisfazer-me do agravo que me fez, pelejando com ele à unha como homem honrado.
-Así es -dijo don Quijote-, pero yo sé que él no tiene ninguna culpa de lo sucedido. — Assim é — dizia D. Quixote — mas eu é que sei que ele nenhuma culpa tem do sucedido.
Con esto los apaciguó, y don Quijote volvió a preguntar al cabrero si sería posible hallar a Cardenio, porque quedaba con grandísimo deseo de saber el fin de su historia. Díjole el cabrero lo que primero le había dicho, que era no saber de cierto su manida ; pero que, si anduviese mucho por aquellos contornos, no dejaría de hallarle, o cuerdo o loco. Com isto os aquietou; e D. Quixote tornou a perguntar ao rústico se seria possível achar a Cardênio, porque estava com grandíssimo desejo de saber dele o fim da sua história. Disse-lhe o cabreiro o que já lhe tinha dito: que não sabia ao certo onde se homiziava; porém, se o procurasse muito bem por aqueles contornos, não deixaria de encontrá-lo, com juízo ou sem ele.













I. Capítulo XXV. Que trata de las estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros


Capíulo XXV — Que trata das estranhas coisas que em Serra Morena sucederam ao valente cavaleiro da Mancha, e da imitação que fez da penitência de Beltenebrós.


Despidióse del cabrero don Quijote, y, subiendo otra vez sobre Rocinante, mandó a Sancho que le siguiese, el cual lo hizo, con su jumento, de muy mala gana. Íbanse poco a poco entrando en lo más áspero de la montaña, y Sancho iba muerto por razonar con su amo, y deseaba que él comenzase la plática, por no contravenir a lo que le tenía mandado; mas, no pudiendo sufrir tanto silencio, le dijo. Despediu-se D. Quixote do cabreiro, e, tornando a montar em Rocinante, mandou a Sancho o acompanhasse, o que ele fez a pé, de muito má vontade. A pouco e pouco iam já entrando mais pelo áspero da montanha; e Sancho ia morto por palrar com o amo, mas desejava que principiasse ele a conversação, para não contravir ao preceito recebido; porém, cansado já de tão aturado silêncio, disse:
-Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me dé licencia; que desde aquí me quiero volver a mi casa, y a mi mujer y a mis hijos, con los cuales, por lo menos, hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades, de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto es enterrarme en vida. Si ya quisiera la suerte que los animales hablaran, como hablaban en tiempos de Guisopete , fuera menos mal, porque departiera yo con mi jumento lo que me viniera en gana, y con esto pasara mi mala ventura; que es recia cosa, y que no se puede llevar en paciencia, andar buscando aventuras toda la vida y no hallar sino coces y manteamientos, ladrillazos y puñadas, y, con todo esto, nos hemos de coser la boca, sin osar decir lo que el hombre tiene en su corazón, como si fuera mudo. — Senhor D. Quixote, deite-me Vossa Mercê a sua bênção, e dê-me licença de me tornar já para minha casa, para minha mulher e meus filhos, com quem ao menos poderei falar à vontade, e departir tudo o que eu quiser, porque isso de querer Vossa Mercê que eu ande em sua companhia por estas solidões de dia e de noite sem lhe falar, em me apetecendo, é o mesmo que enterrar-me em vida. Se ao menos a sorte permitisse que os animais falassem hoje em dia, como no tempo de Guisote, fora meio mal, porque então me entreteria com o meu jumento, se ainda o tivera, quanto me desse na vontade, e com isso disfarçaria a minha desgraça. Em verdade que é desabrida coisa, e mal se pode levar à paciência andar buscando aventuras toda a vida, e não achar senão coices, manteações, pedradas e murros; e ainda por cima um ponto na boca, sem se ousar dizer o que um homem tem no coração, como se fora mudo!...
-Ya te entiendo, Sancho -respondió don Quijote- tú mueres porque te alce el entredicho que te tengo puesto en la lengua. Dale por alzado y di lo que quisieres, con condición que no ha de durar este alzamiento más de en cuanto anduviéremos por estas sierras. — Bem te percebo, Sancho — respondeu D. Quixote — estás morrendo por que eu te levante o interdito que te pus na língua; dá-o por levantado, e dize o que quiseres, com a condição de que não há-de durar a licença senão enquanto andarmos por estas serras.
-Sea ansí -dijo Sancho- hable yo ahora, que después Dios sabe lo que será; y, comenzando a gozar de ese salvoconduto, digo que ¿qué le iba a vuestra merced en volver tanto por aquella reina Magimasa, o como se llama? O, ¿qué hacía al caso que aquel abad fuese su amigo o no? Que, si vuestra merced pasara con ello, pues no era su juez, bien creo yo que el loco pasara adelante con su historia, y se hubieran ahorrado el golpe del guijarro, y las coces, y aun más de seis torniscones. — Seja assim — disse Sancho — fale eu agora, que depois Deus sabe o que será. E começando imediatamente a gozar do salvo-conduto, disse: — Que lhe aproveita a Vossa Mercê pôr-se tanto em campo pela tal Rainha Magimasa, ou como se chama? ou que lhe importava que o abade dormisse com ela ou não? Se Vossa Mercê deixara passar isso, que não era da sua alçada, estou certo de que o louco iria seguindo a sua história, e ter-se-iam dispensado a pedrada e os pontapés, e ainda por cima mais de meia dúzia de amolgadelas nas minhas costas.
-A fe, Sancho -respondió don Quijote-, que si tú supieras, como yo lo sé, cuán honrada y cuán principal señora era la reina Madásima, yo sé que dijeras que tuve mucha paciencia, pues no quebré la boca por donde tales blasfemias salieron; porque es muy gran blasfemia decir ni pensar que una reina esté amancebada con un cirujano. La verdad del cuento es que aquel maestro Elisabat, que el loco dijo, fue un hombre muy prudente y de muy sanos consejos, y sirvió de ayo y de médico a la reina; pero pensar que ella era su amiga es disparate digno de muy gran castigo. Y, porque veas que Cardenio no supo lo que dijo, has de advertir que cuando lo dijo ya estaba sin juicio . — À fé, Sancho — respondeu D. Quixote — que se tu souberas, como eu sei, quão honrada e principal senhora é a Rainha Madasima, havias de dizer que muito sofrido fui eu, que não esborrachei a boca donde tamanhas blasfêmias saíram. Onde se viu jamais impropério tamanho como é dizer, e até pensar, que uma Rainha viva mal encaminhada com um cirurgião? A verdade do caso é que o tal mestre Elisabat, de quem o doido falou, foi varão prudentíssimo, e de ótimo conselho, e serviu de aio e médico à Rainha; mas pensar que fosse ela amiga sua, é disparate merecedor do maior castigo; e, para veres como o Cardênio não sabia o que disse, hás-de te recordar de que no momento em que o disse já estava desvairado.
-Eso digo yo -dijo Sancho- que no había para qué hacer cuenta de las palabras de un loco, porque si la buena suerte no ayudara a vuestra merced y encaminara el guijarro a la cabeza , como le encaminó al pecho, buenos quedáramos por haber vuelto por aquella mi señora, que Dios cohonda . Pues, ¡montas que no se librara Cardenio por loco. — Isso também eu digo — atalhou Sancho — e portanto das palavras de um louco ninguém devia fazer caso, porque, se a boa fortuna o não ajudara a Vossa Mercê e lhe deixasse ir o calhau à cabeça como lhe foi ao peito, ficávamos frescos, por termos tomado no ar a palha pela tal minha senhora que Deus confunda; nem o próprio Cardênio por louco se livrara.
-Contra cuerdos y contra locos está obligado cualquier caballero andante a volver por la honra de las mujeres, cualesquiera que sean, cuanto más por las reinas de tan alta guisa y pro como fue la reina Madásima, a quien yo tengo particular afición por sus buenas partes ; porque, fuera de haber sido fermosa, además fue muy prudente y muy sufrida en sus calami dades, que las tuvo muchas; y los consejos y compañía del maestro Elisabat le fue y le fueron de mucho provecho y alivio para poder llevar sus trabajos con prudencia y paciencia. Y de aquí tomó ocasión el vulgo ignorante y mal intencionado de decir y pensar que ella era su manceba ; y mienten, digo otra vez, y mentirán otras docientas, todos los que tal pensaren y dijeren. — Contra ajuizados e contra loucos — disse D. Quixote — está obrigado qualquer cavaleiro andante a acudir pela honra das mulheres, quem quer que elas sejam, quanto mais pelas Rainhas de tão alta jerarquia e veneração, como foi a Rainha Madasima, a quem eu tributo especial afeição, por suas boas prendas, porque, além de ter sido formosa, foi também mui prudente e mui sofrida em suas adversidades, que as teve em grande número; e os conselhos e companhia do mestre Elisabat de muito proveito lhe foram, para poder levar os seus trabalhos com prudência e sofrimento, e foi disso que o vulgo ignorante mal intencionado tomou ocasião para dizer e imaginar ser ela sua manceba; e mentem, repito, e outras duzentas vezes mentirão todos os que tal pensarem e proferirem.
-Ni yo lo digo ni lo pienso -respondió Sancho- allá se lo hayan; con su pan se lo coman. Si fueron amancebados, o no, a Dios habrán dado la cuenta. De mis viñas vengo, no sé nada; no soy amigo de saber vidas ajenas; que el que compra y miente, en su bolsa lo siente. Cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo ni pierdo ni gano; mas que lo fuesen, ¿qué me va a mí? Y muchos piensan que hay tocinos y no hay estacas . Mas, ¿quién puede poner puertas al campo? Cuanto más, que de Dios dijeron. — Eu cá não o profiro nem o penso — respondeu Sancho — os outros lá se avenham; e se maus caldos mexerem, tais os bebam. Se foram amancebados ou não, contas são essas que já dariam a Deus; venho da minha vida; não sei mais nada. Que me importam vidas alheias? Quem compra e mente na bolsa o sente; quanto mais, que nu vim ao mundo, e nu me vejo; nem perco nem ganho. E também que o fossem, quê me faz isso a mim? muitas vezes são mais as vozes que as nozes; mas quem pode ter mão em línguas de praguentos, se nem Cristo se livrou delas?
-¡Válame Dios -dijo don Quijote-, y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que tratamos a los refranes que enhilas? Por tu vida, Sancho, que calles; y de aquí adelante, entremétete en espolear a tu asno, y deja de hacello en lo que no te importa. Y entiende con todos tus cinco sentidos que todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere, va muy puesto en razón y muy conforme a las reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo. — Valha-me Deus! — disse D. Quixote — Que de tolices vais enfiando, Sancho! que tem que ver o nosso caso com os adágios que estás arreatando? Por vida tua, homem, que te cales; daqui em diante ocupa-te em esporear o teu asno, quando o tiveres, e não te metas no que te não importa, e entende, com todos os teus cinco sentidos, que tudo quanto eu fiz, faço, ou houver de fazer, é muito posto em razão e mui conforme às regras de cavalaria, que as sei eu melhor que todos os cavaleiros do mundo.
-Señor -respondió Sancho-, y ¿es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas montañas, sin senda ni camino, buscando a un loco, el cual, después de hallado, quizá le vendrá en voluntad de acabar lo que dejó comenzado, no de su cuento, sino de la cabeza de vuestra merced y de mis costillas, acabándonoslas de romper de todo punto. — Ora, senhor meu — respondeu Sancho — é porventura boa regra de cavalaria andarmos nós outros perdidos por estas montanhas, sem caminho nem carreira, à cata de um maníaco, o qual, depois de achado, talvez lhe dê na tonta acabar o que já principiou, não do seu conto, senão da cabeça de Vossa Mercê e das minhas costelas, desfazendo-as inteiramente?
-Calla, te digo otra vez, Sancho -dijo don Quijote-; porque te hago saber que no sólo me trae por estas partes el deseo de hallar al loco, cuanto el que tengo de hacer en ellas una hazaña con que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra; y será tal, que he de echar con ella el sello a todo aquello que puede hacer perfecto y famoso a un andante caballero. — Torno-te a dizer que te cales, Sancho — disse D. Quixote — porque deves saber que não é só o desejo de atinar com o doido que me traz por estas partes, como o que eu tenho de perfazer nelas uma façanha, com que hei-de ganhar perpétua fama, em todo o mundo conhecido; e tal será, que hei-de com ela pôr o non plus ultra a tudo quanto pode tornar perfeito e famoso um andante cavaleiro.
-Y ¿es de muy gran peligro esa hazaña? -preguntó Sancho Panza. — E essa tal façanha será de grande perigo? — perguntou Sancho Pança.
-No -respondió el de la Triste Figura-, puesto que de tal manera podía correr el dado , que echásemos azar en lugar de encuentro; pero todo ha de estar en tu diligencia. — Não — respondeu o da Triste Figura — ainda que de tal maneira poderia correr o dado, que nos saísse azar em lugar de sorte; tudo depende da tua diligência.
-¿En mi diligencia? -dijo Sancho. — Da minha diligência? — replicou Sancho.
-Sí -dijo don Quijote-, porque si vuelves presto de adonde pienso enviarte, presto se acabará mi pena y presto comenzará mi gloria. Y, porque no es bien que te tenga más suspenso, esperando en lo que han de parar mis razones, quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadís de Gaula fue uno de los más perfectos caballeros andantes. No he dicho bien fue uno fue el solo, el primero, el único, el señor de todos cuantos hubo en su tiempo en el mundo. Mal año y mal mes para don Belianís y para todos aquellos que dijeren que se le igualó en algo, porque se engañan, juro cierto. Digo asimismo que, cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe; y esta mesma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de cuenta que sirven para adorno de las repúblicas. Y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento; como también nos mostró Virgilio , en persona de Eneas, el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes. Desta mesma suerte, Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, a quien debemos de imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos. Siendo, pues, esto ansí, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero andante que más le imitare estará más cerca de alcanzar la perfeción de la caballería. Y una de las cosas en que más este caballero mostró su prudencia , valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fue cuando se retiró, desdeñado de la señora Oriana, a hacer penitencia en la Peña Pobre , mudado su nombre en el de Beltenebros , nombre, por cierto, significativo y proprio para la vida que él de su voluntad había escogido. Ansí que, me es a mí más fácil imitarle en esto que no en hender gigantes, descabezar serpientes, matar endriagos , desbaratar ejércitos, fracasar armadas y deshacer encantamentos. Y, pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efectos, no hay para qué se deje pasar la ocasión, que ahora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas . — Sim — disse D. Quixote — porque, se voltares depressa donde te quero agora enviar, depressa acabará a minha pena, e terá princípio a minha glorificacão; e como não há razão que te dilate por mais tempo suspenso, à espera do fim a que se encaminham as minhas razões, quero, Sancho, que saibas que o famoso Amadis de Gaula foi um dos mais perfeitos cavaleiros andantes. Não disse bem foi um; foi o único, o primeiro, o mais cabal, e o senhor de todos quantos em seu tempo no mundo houve. Não venha cá D. Belianis, ou outro qualquer, dizer que se lhe igualou, fosse no que fosse; porque se enganam; juro em boa verdade. E é assim, sem dúvida nenhuma; e quando não, que me respondam: se quando qualquer pintor quer sair famoso em sua arte, não procura imitar os originais dos melhores pintores de que há notícia? Esta mesma regra se observa em todos os mais ofícios ou exercícios de monta com que se adornam as repúblicas. Assim o há-de fazer, e faz, quem aspira a alcançar nomeada de prudente e sofrido, imitando a Ulisses, em cuja pessoa e trabalhos nos pinta Homero um retrato vivo de prudência e sofrimento, como também nos mostrou Virgílio na pessoa de Enéias o valor de um filho piedoso e a sagacidade de um valente e entendido capitão, não pintando-os ou descrevendo-os como eles foram, mas sim como deviam ser, para deixar exemplos de suas virtudes aos homens da posteridade. Deste mesmo modo Amadis foi o norte, o luzeiro, e o sol dos valentes e namorados cavaleiros, a quem devemos imitar, todos os que debaixo da bandeira do amor e da cavalaria militamos. Sendo pois isto assim, como é, acho eu, Sancho amigo, que o cavaleiro andante, que melhor o imitar, mais perto estará de alcançar a perfeição da cavalaria. Uma das coisas em que este cavaleiro melhor mostrou a sua prudência, valor, valentia, sofrimento, firmeza e amor, foi quando se retirou, desprezado pela senhora Oriana, a fazer penitência na Penha Pobre, trocando o seu nome pelo de Beltenebrós, nome por certo significativo e próprio para a vida que ele voluntariamente havia escolhido. Ora mais fácil me é a mim imitá-lo nisto, que no fender gigantes, descabeçar serpentes, matar dragões, desbaratar exércitos, fracassar armadas e desfazer encantamentos; e, como estes lugares são tão azados para semelhantes efeitos, não se deve perder a boa ocasião, que ao presente com tanta comodidade me oferece suas guedelhas.
-En efecto -dijo Sancho-, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar. — Mas enfim — disse Sancho — que é o que Vossa Mercê pretende fazer em tão remotas brenhas?
-¿Ya no te he dicho -respondió don Quijote- que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del desespe rado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán , cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro , de cuya pesadumbre se volvió loco y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil insolencias, dignas de eterno nombre y escritura? Y, puesto que yo no pienso imitar a Roldán, o Orlando, o Rotolando (que todos estos tres nombres tenía) , parte por parte en todas las locuras que hizo, dijo y pensó, haré el bosquejo, como mejor pudiere, en las que me pareciere ser más esenciales. Y podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de Amadís, que sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más. — Não te disse já, Sancho — respondeu D. Quixote — que pretendo imitar a Amadis desempenhando-me aqui do papel de desesperado, de sandeu e de furioso, para imitar juntamente ao valoroso D. Roldão, quando topou numa fonte os sinais de ter Angélica, a bela, cometido vileza com Medoro, e de consternado se tornou louco, arrancou as árvores, enturvou as águas das claras fontes, matou pastores, destruiu gados, abrasou choças, derribou casas, arrastou éguas e fez outras cem mil insolências dignas de eterno renome e escritura? E posto que eu não penso imitar a Roldão, Orlando, ou Rotolando (que todos estes três nomes tinha ele) parte por parte em todas as loucuras que fez, disse e pensou, imitá-lo-ei o melhor que puder nas que me parecerem mais essenciais, e talvez também que me contentasse com imitar só a Amadis, que, sem fazer loucuras prejudiciais, senão só de choros e sentimentos, alcançou tanta fama como os que maior a conseguiram.
-Paréceme a mí -dijo Sancho- que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias, pero vuestra merced, ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano. — A mim me parece — disse Sancho — que os cavaleiros, que isso fizeram, seriam primeiro provocados, e alguma causa teriam para cometerem esses destemperos e penitências; porém Vossa Mercê que razão tem para enlouquecer? que dama o desprezou? ou que sinais achou para suspeitar que a Senhora Dulcinéia del Toboso fizesse algumas tolices com mouro ou com cristão?
-Ahí esta el punto -respondió don Quijote- y ésa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias el toque está desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado? Cuanto más, que harta ocasión tengo en la larga ausencia que he hecho de la siempre señora mía Dulcinea del Toboso; que, como ya oíste decir a aquel pastor de marras, Ambro sio quien está ausente todos los males tiene y teme. Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no vista imitación. Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea; y si fuere tal cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de veras, y, siéndolo, no sentiré nada. Ansí que, de cualquiera manera que responda, saldré del conflito y trabajo en que me dejares, gozando el bien que me trujeres, por cuerdo, o no sintiendo el mal que me aportares , por loco. Pero dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino?; que ya vi que le alzaste del suelo cuando aquel desagradecido le quiso hacer pedazos. Pero no pudo, donde se puede echar de ver la fineza de su temple. — Aí bate o ponto — respondeu D. Quixote — aí é que está o fino do meu caso; ensandecer um cavaleiro andante com causa não é para admirar nem agradecer: o merecimento está em destemperar sem motivo, e dar a entender à minha dama que se em seco faço tanto, em molhado o que não faria? quanto mais, que razão não me falta com a larga ausência que tenho feito da sempre senhora minha Dulcinéia del Toboso. Bem ouviste dizer àquele pastor que sabes, o Ambrósio: “Quem está ausente, não há mal que não tenha e que não tema.” Portanto, Sancho amigo, não gastes tempo em me aconselhar que deixe tão rara, tão feliz e tão nunca vista imitação. Louco sou, e louco hei-de ser até que me tornes com a resposta de uma carta que por ti quero enviar à minha senhora Dulcinéia; e se ela vier tal, como lho merece a minha lealdade, acabar-se-ão a minha sandice e a minha penitência; e se for ao contrário, confirmar-me-ei louco deveras, e assim não sentirei nada. Portanto, de qualquer maneira que ela responda, sairei do trabalhoso passo em que me houveres deixado, gozando ajuizado do bem que me trouxeres, ou, se me trouxeres mal, deixando por louco de o sentir. Mas dize-me cá, Sancho, trazes bem guardado o elmo de Mambrino? que eu bem vi que o levantaste do chão quando aquele desagradecido o quis espedaçar, mas não pôde, prova clara da fineza da sua têmpera.
A lo cual respondió Sancho. A isto respondeu Sancho:
-Vive Dios, señor Caballero de la Triste Figura, que no puedo sufrir ni llevar en paciencia algunas cosas que vuestra merced dice, y que por ellas vengo a imaginar que todo cuanto me dice de caballerías y de alcanzar reinos e imperios, de dar ínsulas y de hacer otras mercedes y grandezas, como es uso de caballeros andantes , que todo debe de ser cosa de viento y mentira, y todo pastraña , o como lo llamáremos. Porque quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en más de cuatro días , ¿qué ha de pensar, sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero el juicio? La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos. — Vive Deus, senhor cavaleiro da Triste Figura! coisas diz Vossa Mercê, que eu não posso levar à paciência; e por elas chego a imaginar que tudo o que me tem dito de cavalarias, de alcançar reinos e impérios, de dar ilhas e fazer outras mercês e grandezas, como é de uso de cavaleiros andantes, deve ser tudo coisas de vento e mentira, e tudo pastranha, ou patranha, ou como melhor se chama. Quem ouvir a Vossa Mercê dizer que uma bacia de barbeiro é o elmo de Mambrino, sem sair de semelhante despropósito por mais de quatro dias, que há-de cuidar senão que a pessoa que tal diz e afirma tem o miolo furado? A bacia cá a levo eu no costal toda amolgada; e levo-a para a arranjar em minha casa e fazer com ela a barba, se Deus me fizer tanta mercê, que me torne ainda a ver com a minha mulher e filhos.
-Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro -dijo don Quijote- que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¿Que es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello ansí, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan y les vuelven según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así, eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa. Y fue rara providencia del sabio que es de mi parte hacer que parezca bacía a todos lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que, siendo él de tanta estima, todo el mundo me perseguirá por quitármele; pero, como ven que no es más de un bacín de barbero, no se curan de procuralle, como se mostró bien en el que quiso rompelle y le dejó en el suelo sin llevarle; que a fe que si le conociera, que nunca él le dejara. Guárdale, amigo, que por ahora no le he menester; que antes me tengo de quitar todas estas armas y quedar desnudo como cuando nací, si es que me da en voluntad de seguir en mi penitencia más a Roldán que a Amadís. — Olha, Sancho, pelo mesmo que tu me juraste há pouco te rejuro eu — disse D. Quixote — que tens o mais curto entendimento que nunca teve, nem tem, escudeiro do mundo. Pois é possível que, andando comigo há tanto tempo, ainda não tenhas reconhecido que todas as coisas dos cavaleiros andantes parecem quimeras, tolices e desatinos, e são ao contrário realidades? E donde vem este desconcerto? vem de andar sempre entre nós outros uma caterva de encantadores, que todas as nossas coisas invertem, e as transformam, segundo o seu gosto e a vontade que têm de nos favorecer ou destruir-nos. Ora aí está como isso, que a ti te parece bacia de barbeiro, é para mim elmo de Mambrino, e a outro se figurará outra coisa; e foi rara providência do sábio, que me favorece, fazer que pareça bacia o que real e verdadeiramente é elmo de Mambrino; e a causa vem a ser: porque, sendo ele traste de tanto apreço, todo o mundo, se o conhecesse, me perseguiria para mo tirar; como porém entendem que não passa de bacia de barbeiro, não fazem caso de se matar por ele, como bem o mostrou por sua parte o que diligenciou quebrá-lo, e o deixou no chão em vez de o levar; conhecera-o ele, e veríamos se o deixava assim! Guarda-o, guarda-o, amigo, que por enquanto não me faz míngua, antes estou para largar todas estas armas, e ficar nu como quando nasci, se é que me não der na vontade imitar mais a Roldão do que a Amadis, no tocante à penitência.
Llegaron, en estas pláticas, al pie de una alta montaña que, casi como peñón tajado, estaba sola entre otras muchas que la rodeaban. Corría por su falda un manso arroyuelo, y hacíase por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que daba contento a los ojos que le miraban. Había por allí muchos árboles silvestres y algunas plantas y flores, que hacían el lugar apacible. Este sitio escogió el Caballero de la Triste Figura para hacer su penitencia; y así, en viéndole, comenzó a decir en voz alta, como si estuviera sin juicio. Com esta conversação chegaram ao pé de um alto monte, que entre outros que o rodeavam se erguia solitário, como se fora ali uma esguia rocha talhada por mão. Corria-lhe pela falda um manso arroio, e por todas as partes à volta se lhe alastrava um prado tão verde e viçoso, que era alegria dos olhos. Havia por ali muitas árvores montesinas e algumas plantas e flores que tornavam o lugar sobremodo aprazível.
-Éste es el lugar, ¡oh cielos! , que diputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto. Éste es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continos y profundos sospiros moverán a la contina las hojas destos montaraces árboles, en testimonio y señal de la pena que mi asendereado corazón padece. ¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recetes a la causa total de todo ello. Foi este o sítio que para a sua penitência elegeu o Cavaleiro da Triste Figura. Apenas o avistou, rompeu em altas exclamações, dizendo como fora de si: — Este é o lugar, ó céus! que eu escolho para chorar a desventura em que vós mesmos me haveis posto. Este é o sítio em que o tributo dos meus olhos há-de aumentar as águas daquele arroio, e meus contínuos e profundos suspiros estremecerão sem descanso as folhas destas árvores selváticas, em testemunho da pena que o meu coração perseguido padece. Ó vós outros, quem quer que sejais, rústicos deuses, que nesta desconversável paragem habitais, ouvi as queixas de tão desditoso amante, a quem uma longa ausência e uns fantasiados zelos hão trazido a lamentar-se nestas asperezas, e a queixar-se da dura condição daquela ingrata e bela, fim e remate de toda a humana formosura! Ó vós outras, Napéias e Dríades, que usais habitar no mais cerrado dos montes, assim os ligeiros e lascivos Sátiros de quem sois amadas, posto que em vão, não perturbem jamais o vosso doce sossego; ajudai-me a deplorar a minha desventura, ou pelo menos não vos canseis de ma ouvir! Ó Dulcinéia del Toboso, dia da minha noite, glória da minha pena, norte dos meus caminhos, estrela da minha ventura (assim o céu ta depare favorável em tudo que lhe pedires!) considera, te peço, o lugar e o estado a que a tua ausência me conduziu, e correspondas propícia ao que deves à minha fé! Ó solitárias árvores, que de hoje em diante ficareis acompanhando a minha solidão, dai mostras com o movimento das vossas ramarias de que vos não anoja a minha presença! Ó tu, escudeiro meu, agradável companheiro em meus sucessos prósperos e adversos, toma bem na memória o que vou fazer à tua vista, para que pontualmente o repitas à causadora única de tudo isto!
Y, diciendo esto, se apeó de Rocinante, y en un momento le quitó el freno y la silla; y, dándole una palmada en las ancas, le dijo. Dizendo assim, apeou-se do Rocinante, tirou-lhe de repente o freio e as silhas, e, dando-lhe uma palmada nas ancas, lhe disse:
-Libertad te da el que sin ella queda , ¡oh caballo tan estremado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres, que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo , ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Bradamante . — Liberdade te dá o que sem ela fica, ó cavalo tão estimado por tuas obras, quão mísero por teu fado! vai-te por onde quiseres, que na frente levas escrito que não te igualou em ligeireza o Hipógrifo de Astolfo, nem o famigerado Frontino, que tão caro saiu a Bradamante.
Viendo esto Sancho, dijo. Vendo aquilo Sancho, disse:
-Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio; que a fe que no faltaran palmadicas que dalle, ni cosas que decille en su alabanza; pero si él aquí estuviera, no consintiera yo que nadie le desalbardara, pues no había para qué, que a él no le tocaban las generales de enamorado ni de desesperado , pues no lo estaba su amo, que era yo, cuando Dios quería . Y en verdad, señor Caballero de la Triste Figura, que si es que mi partida y su locura de vuestra merced va de veras, que será bien tornar a ensillar a Rocinante, para que supla la falta del rucio, porque será ahorrar tiempo a mi ida y vuelta; que si la hago a pie, no sé cuándo llegaré ni cuándo volveré, porque, en resolución, soy mal caminante. — Bem haja quem nos tirou agora o trabalho de desalbardar o ruço, que à fé que não faltariam palmadinhas que dar-lhe, nem coisas que dizer em seu louvor. Se ele aqui estivera, não havia de eu consentir que ninguém o desalbardasse, nem para tal havia razão, pois com ele não tinham que ver as inquirições de enamorado nem de desesperado, pois nem uma nem outra coisa estava seu amo, que era eu quando Deus queria. Agora, senhor Cavaleiro da Triste Figura, se a minha partida e a loucura de Vossa Mercê são coisas deveras assentadas, bom será tornar-se a aparelhar o Rocinante para me suprir a falta do ruço, porque assim se encurtará a demora da minha ida e tornada, que a pé não sei quando voltarei, porque eu por mim sou fraco andarilho.
-Digo, Sancho -respondió don Quijote-, que sea como tú quisieres, que no me parece mal tu designio; y digo que de aquí a tres días te partirás , porque quiero que en este tiempo veas lo que por ella hago y digo, para que se lo digas. — Como quiseres, Sancho — disse D. Quixote — não me parece mal a tua lembrança; daqui a três dias partirás, pois quero que neste meio tempo vejas o que por ela faço e digo, para lho repetires como testemunha.
-Pues, ¿qué más tengo de ver -dijo Sancho- que lo que he visto. — Que mais tenho eu que ver do que já vi? — disse Sancho.
-¡Bien estás en el cuento! -respondió don Quijote-. Ahora me falta rasgar las vestiduras, esparcir las armas y darme de calabazadas por estas peñas, con otras cosas deste jaez que te han de admirar. — Sim; bem inteirado estás — disse D. Quixote. — Agora só me falta rasgar o fato, espalhar por aí as armas e dar cabriolas e cabeçadas por estas penhas, com outras coisas deste jaez que te hão-de admirar.
-Por amor de Dios -dijo Sancho-, que mire vuestra merced cómo se da esas calabazadas; que a tal peña podrá llegar, y en tal punto, que con la primera se acabase la máquina desta penitencia; y sería yo de parecer que, ya que vuestra merced le parece que son aquí necesarias calabazadas y que no se puede hacer esta obra sin ellas, se contentase, pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de burla, se contentase, digo, con dárselas en el agua, o en alguna cosa blanda, como algodón; y déjeme a mí el cargo, que yo diré a mi señora que vuestra merced se las daba en una punta de peña más dura que la de un diamante. — Pelo amor de Deus — disse Sancho — olhe Vossa Mercê como dá essas cabeçadas, que em tal penha poderia acertar, e em tal parte, que logo à primeira se acabasse toda esta máquina de penitência; seria eu de parecer que, visto Vossa Mercê entender serem as cabeçadas necessárias para o caso, e não se pode fazer sem elas esta obra, se contentasse, por ser tudo isto fingido, e coisa de arremedilho e comédia, se contentasse, digo, com dar as cabeçadas na água, ou em alguma outra coisa fofa, por exemplo em algodão; o mais deixe-o por minha conta, que eu direi à minha senhora que Vossa Mercê as dava na quina de um penhasco mais agudo que um diamante.
-Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote-, mas quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna , pena de relasos , y el hacer una cosa por otra lo mesmo es que mentir. Ansí que, mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico . Y será necesario que me dejes algunas hilas para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltase el bálsamo que perdimos. — Agradeço-te a boa intenção, amigo Sancho — respondeu D. Ouixote — mas quero que saibas que tudo isto que eu faço não são comédias, mas realidades mui reais, porque o mais fora contravir às ordens de cavalaria, que nos proíbem toda a casta de mentira, sob pena de relapsos; o fazer uma coisa por outra o mesmo é que mentir; portanto as minhas cabeçadas hão-de ser verdadeiras, firmes, e a valer, sem nada de sofístico nem de fantástico; e necessário será que me deixes alguns fios para me curar, já que a desgraça quis que nos faltasse o bálsamo, que não foi pequena perda.
-Más fue perder el asno -respondió Sancho-, pues se perdieron en él las hilas y todo. Y ruégole a vuestra merced que no se acuerde más de aquel maldito brebaje; que en sólo oírle mentar se me revuelve el alma, no que el estómago. Y más le ruego que haga cuenta que son ya pasados los tres días que me ha dado de término para ver las locuras que hace, que ya las doy por vistas y por pasadas en cosa juzgada , y diré maravillas a mi señora; y escriba la carta y despácheme luego, porque tengo gran deseo de volver a sacar a vuestra merced deste purgatorio donde le dejo. — Pior foi a do asno — respondeu Sancho — pois com ele se foram os fios e tudo mais que trazia. Peço-lhe a Vossa Mercê que nunca mais se torne a lembrar daquela maldita bebida, que só de ouvir falar nela se me revolve a alma, quanto mais o estômago. Mais lhe rogo que faça de conta que são já passados os três dias que me aprazou para eu ver as suas loucuras; já as dou por vistas, revistas e passadas em julgado, e hei-de contar delas maravilhas à minha senhora. Escreva a carta e despache-me logo, pois estou com grande ânsia de vir breve tirá-lo desse purgatório em que o deixo.
-¿Purgatorio le llamas, Sancho? -dijo don Quijote-. Mejor hicieras de llamarle infierno , y aun peor, si hay otra cosa que lo sea. — Purgatório o chamas tu, Sancho? — disse D. Quixote — inferno lhe puderas tu chamar mais apropriadamente, ou coisa ainda pior, se a há.
-Quien ha infierno -respondió Sancho-, nula es retencio , según he oído decir. — No inferno nulla es retentio, segundo tenho ouvido dizer — replicou Sancho.
-No entiendo qué quiere decir retencio -dijo don Quijote. — Não entendo o que vens a dizer com a tua retentio — disse D. Quixote.
-Retencio es -respondió Sancho- que quien está en el infierno nunca sale dél, ni puede. Lo cual será al revés en vuestra merced, o a mí me andarán mal los pies, si es que llevo espuelas para avivar a Rocinante; y póngame yo una por una en el Toboso, y delante de mi señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un alcornoque; con cuya respuesta dulce y melificada volveré por los aires, como brujo, y sacaré a vuestra merced deste purgatorio, que parece infierno y no lo es, pues hay esperanza de salir dél, la cual, como tengo dicho, no la tienen de salir los que están en el infierno, ni creo que vuestra merced dirá otra cosa. — Retentio é — respondeu Sancho — que quem está no inferno nunca mais de lá sai, nem pode; em Vossa Mercê poderá ser às avessas, ou mau caminheiro serei eu, a não levar esporas com que esperte o Rocinante. Ponha-me eu a meu salvo em Toboso, e na presença da minha senhora Dulcinéia, que eu lhe direi tais coisas das necedades e loucuras (que tanto monta uma coisa como outra), que Vossa Mercê tem feito e fica fazendo, que a porei mais macia que uma luva, ainda que a ache mais dura que um sobreiro. Com a sua resposta, que há-de ser doce como um mel, voltarei por ares e ventos que nem bruxo, e o tirarei a Vossa Mercê deste purgatório, que, se não é inferno, bem o parece, visto haver esperança de saída, a qual, como já disse, não a têm os que estão no inferno; tenho que vossa Mercê não dirá agora o contrário.
-Así es la verdad -dijo el de la Triste Figura-; pero, ¿qué haremos para escribir la carta. — É verdade — disse o da Triste Figura — mas como faremos para escrever a carta?
-Y la libranza pollinesca también -añadió Sancho. — A carta e mais a cédula dos três burrinhos — acrescentou Sancho.
-Todo irá inserto -dijo don Quijote-; y sería bueno, ya que no hay papel , que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles, o en unas tablitas de cera; aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aun más que bien, escribilla que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio; y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares, donde haya maestro de escuela de muchachos, o si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún escribano, que hacen letra procesada , que no la entenderá Satanás. — Tudo será mencionado — disse o cavaleiro. — Que bom não seria se, à falta de papel, a pudéramos escrever, como os antigos o faziam, em folhas de árvores, ou numas tabelas enceradas! mas tão dificultoso seria achar-se agora isso, como papel. Mas em bem me lembra: onde se pode otimamente escrever a carta é no livrinho de memórias que foi de Cardênio, e tu terás cuidado de a mandar copiar para papel, com boa letra, no primeiro lugar que encontres onde haja mestre de meninos de escola; ou, quando não, qualquer sacristão ta copiará; lá de escrivão, Deus nos livre, esses amigos fazem letra de processo, que nem Satanás a decifra.
-Pues, ¿qué se ha de hacer de la firma? -dijo Sancho. — E como há-de ser a assinatura? — disse Sancho.
-Nunca las cartas de Amadís se firman -respondió don Quijote. — As cartas de Amadis nunca foram assinadas — respondeu D. Quixote.
-Está bien -respondió Sancho-, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y ésa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y quedaréme sin pollinos . — Embora — replicou Sancho; — mas a ordem para os três burricos por força que há-de ser assinada e, se essa assinatura se copia, dirão que é falsa e ficaremos sem burrinhos.
-La libranza irá en el mesmo librillo firmada; que, en viéndola, mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla. Y, en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma "Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura". Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra , no la he visto cuatro ve ces ; y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo Corchuelo, y su madre, Aldonza Nogales , la han criado. — Essa ordem no mesmo livrinho a assinarei, que, em minha sobrinha a vendo, nenhum reparo porá em a cumprir; e pelo que respeita à carta de amores, porás, em vez de assinatura: Vosso até à morte, o Cavaleiro da Triste Figura. E o ir a coisa escrita por mão de outrem pouco importa, porque, se bem me lembra, a Dulcinéia não sabe escrever nem ler, nem em toda a sua vida viu nunca letra nem carta minha, porque os meus amores e os dela têm sido sempre platônicos, sem se atreverem a mais que a um olhar honesto; e ainda isso tão de longe em longe, que me atreverei a jurar-te com verdade que em doze anos (que tantos há que eu lhe quero mais que à luz destes olhos que a terra há-de comer) não a tenho visto quatro vezes; e até poderá ser que destas quatro vezes nem uma só ela em tal reparasse; tamanho é o recato e encerro com que seu pai Lourenço Corchuelo, e sua mãe Aldonça Nogales a criaram.
-¡Ta, ta! -dijo Sancho -. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo? > — Tenha lá mão — disse Sancho — pois a filha de Lourenço Corchuelo é que é a senhora Dulcinéia del Toboso, chamada por outro nome Aldonça Lourenço?
-Ésa es -dijo don Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el universo. — Essa é — disse D. Quixote — é essa a que merece ser senhora de todo o universo.
-Bien la conozco -dijo Sancho-, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador , que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho , y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar , que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua , así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana con todos se burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que, con justo título, puede desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo. Y querría ya verme en camino, sólo por vella; que ha muchos días que no la veo, y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero. Pero, bien considerado, ¿qué se le ha de dar a la señora Aldonza Lorenzo, digo, a la señora Dulcinea del Toboso, de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced le envía y ha de enviar? Porque podría ser que, al tiempo que ellos llegasen, estuviese ella rastrillando lino, o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente. — Bem a conheço — disse Sancho; — o que sei dizer é que atira tão longe uma barra como o mais alentado pastor daquele povo. Vive Deus, que é um raparigão de truz, direita e desempenada, e de cabelinho na venta, e que pode tirar as barbas de vergonha a qualquer cavaleiro andante ou por andar, que a tiver por sua dama. Filha da mãe! que rija dos nós! que vozeirão! O que posso dizer é que se pôs um dia no alto da torre da aldeia a bradar por uns moços da casa, que andavam longe numa courela do pai; e, ainda que estavam a mais de meia légua, ouviram-na como se a torre estivesse ali ao pé; e o melhor que tem é que não tem nada de nicas, porque é muito levantada, com todos caçoa e de tudo faz galhofa. Agora é que eu digo, senhor Cavaleiro da Triste Figura, que não só pode e deve fazer Vossa Mercê desatinos por ela, senão que terá carradas de razão de se desesperar e até enforcar-se. Não há ninguém que em o sabendo não diga que fez muito bem, ainda que o leve o diabo. Tomara-me já em caminho só por vê-la, que a não vejo há já muitos dias, e deve a estas horas estar muito demudada, porque o andar sempre ao ar e ao sol estraga muito o carão das mulheres. Uma verdade lhe confesso eu, senhor D. Quixote, e é que tinha vivido até aqui numa grande ignorância, porque entendia, e era capaz de o jurar, que a senhora Dulcinéia devia ser alguma Princesa, de quem Vossa Mercê estava enamorado, ou alguma pessoa tão de costa acima, que merecesse os ricos presentes que Vossa Mercê lhe tem enviado, tais como o do biscainho, o dos forçados das galés e outros, que muitos devem ser, segundo a quantia das vitórias que Vossa Mercê terá ganhado e ganhar, no tempo em que eu não era ainda seu escudeiro. Mas agora, considerando bem, que proveito dará à senhora Aldonça Lourenço (quero dizer, à senhora Dulcinéia del Toboso) o irem-se lançar de joelhos diante dela, os vencidos que Vossa Mercê lhe envia e há-de enviar? porque poderia suceder que, na ocasião deles chegarem lá, estivesse ela tasquinhando linho ou malhando na eira, e eles se envergonhassem de a ver, e ela se risse e aborrecesse do presente.
-Ya te tengo dicho antes de agora muchas veces, Sancho -dijo don Quijote-, que eres muy grande hablador, y que, aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo . Mas, para que veas cuán necio eres tú y cuán discreto soy yo, quiero que me oyas un breve cuento. «Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un mozo motilón , rollizo y de buen tomo. Alcanzólo a saber su mayor , y un día dijo a la buena viuda, por vía de fraternal reprehensión ′′Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced, se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como fulano, habiendo en esta casa tantos maes tros , tantos presentados y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir "Éste quiero, aquéste no quiero"′′. Mas ella le respondió, con mucho donaire y desenvoltura ′′Vuestra merced, señor mío, está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo he escogido mal en fulano , por idiota que le parece, pues, para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe, y más, que Aristóteles ′′». Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas, debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquéllos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; y en lo del linaje importa poco, que no han de ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que otras , que son la mucha hermosura y la buena fama; y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas le llegan. Y para con cluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad , y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia , ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griega, bárbara o latina . Y diga cada uno lo que quisiere; que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos. — Já te tenho dito, e por muitas vezes, Sancho, — disse D. Quixote — que és um grande falador; e, ainda que de bestunto ronceiro, muitas vezes frisas em sutil; contudo para te convencer de quão rombo és tu, e eu discreto, quero que me ouças um breve conto: — Certa viúva formosa, moça, livre e rica, e ainda por cima desenfadada, se enamorou de um rapaz tosquiado, roliço e de boa presença. O irmão mais velho dela, descobrindo aquela inclinação, disse-lhe um dia a modo de advertência fraternal: “Maravilhado estou, senhora, e com bastante razão, de que mulher tão principal, tão formosa e tão abastada como Vossa Mercê, se haja enamorado de um homem tão soez, tão baixo e tão idiota, como é Fulano, sendo esta casa freqüentada por tantos padres-mestres, apresentados e teólogos, por onde Vossa Mercê poderia fazer melhor escolha, como em bandeja de peras, e dizer: Este serve-me; aquele não presta.” Ao que ela respondeu com grande chiste e despejo: “Vossa Mercê, senhor meu, está muito enganado e pensa muito à antiga, se cuida que elegi mal em Fulano, por lhe parecer idiota, porque para o que eu o quero tanta filosofia sabe como Aristóteles, e até mais.” Assim, Sancho, para o que eu quero a Dulcinéia del Toboso, tanto vale ela como a mais alta Princesa do mundo. Olha que nem todos os poetas, que louvam damas debaixo de um nome que eles arbitrariamente lhes põem, as têm na realidade. Pensas tu que as Amarílis, as Fílis, as Sílvias, as Dianas, as Galatéias, e outras quejandas de que andam cheios os livros, os romances, as lojas de barbeiros, os teatros das comédias, foram realmente damas de carne e osso, e pertenceram àqueles que as celebram e celebraram? Decerto que não. As mais delas inventaram-nas eles para assunto dos seus versos, e para que os tenham por enamorados, e homens de valia para o serem. Segundo isso, baste-me também a mim pensar e crer que a boa de Aldonça Lourenço é formosa e honesta. Lá a sua linhagem importa pouco; não hão-de ir tirar-lhe as inquirições para dar-lhe algum hábito; para mim faço de conta que é a mais alta Princesa do mundo. Porque hás-de saber, Sancho, se o não sabes, que há duas coisas só, que mais que todas as outras incitam a amar: são a formosura e a boa fama; e ambas estas coisas são em Dulcinéia extremadas, porque em lindeza nenhuma a iguala, e em boa nomeada poucas lhe chegam; e, para acabar com isto, imagino eu que tudo que te digo é assim, sem um til de mais nem de menos; pinto-a na fantasia como a desejo assim nas graças como no respeito; nem Helena lhe deita água às mãos, nem Lucrécia, nem outra alguma das famigeradas mulheres das idades pretéritas, grega, bárbara ou latina; digam o que quiserem; se por isto me repreenderem os ignorantes, não me condenarão os justiceiros.
-Digo que en todo tiene vuestra merced razón -respondió Sancho-, y que yo soy un asno. Mas no sé yo para qué nombro asno en mi boca, pues no se ha de mentar la soga en casa del ahorcado. Pero venga la carta, y a Dios, que me mudo . — Confesso que em tudo tem Vossa Mercê razão — disse Sancho — e que eu sou um asno. O que eu não sei é por que hei-de falar em asno; não se deve lembrar baraço em casa de enforcado. Mas venha a carta, e adeus que me mudo.
Sacó el libro de memoria don Quijote, y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta; y, en acabándola, llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer, porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino , porque de su desdicha todo se podía temer. A lo cual respondió Sancho. Puxou D. Quixote pelo livro de lembranças, e, retirando-se para um canto, com muito sossego começou a escrever a carta. Acabada ela, chamou a Sancho, e lhe disse que lha queria ler para ele a entregar à memória, para ficar esse remédio, caso no caminho a perdesse, porque da sua desdita tudo se podia recear. A isto respondeu Sancho:
-Escríbala vuestra merced dos o tres veces ahí en el libro y démele, que yo le llevaré bien guardado, porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate que la tengo tan mala que muchas veces se me olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla , que debe de ir como de molde . — Escreva-a Vossa Mercê duas ou três vezes aí no livro, e dê-mo, que eu o levarei bem guardado; porque pensar que eu possa tomar isso de cor é disparate, sou tão falto de memória, que às vezes me chega a esquecer como me chamo. Mas diga-a sempre, que estimo muito ouvi-la; há-de ser que nem de letra redonda.
-Escucha, que así dice -dijo don Quijote — Ora escuta: reza assim — disse D. Quixote.
Carta de don Quijote a Dulcinea del Toboso. CARTA DE D. QUIXOTE A DULCINÉIA DEL TOBOSO
Soberana y alta señora .
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que, con acabar mi vida, habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte.
El Caballero de la Triste Figura.
“Soberana e alta senhora!
O ferido do gume da ausência, e o chagado nas teias do coração, dulcissima Dulcinéia del Toboso, te envia saudar, que a ele lhe falta. Se a tua formosura me despreza, se o teu valor me não vale, e se os teus desdéns se apuram com a minha firmeza, não obstante ser eu muito sofrido, mal poderei com estes pesares, que, além de muito graves, já vão durando em demasia. O meu bom escudeiro Sancho te dará inteira relação, ó minha bela ingrata, amada inimiga minha, do modo como eu fico por teu respeito. Se te parecer acudir-me, teu sou; e, se não, faze o que mais te aprouver, pois com acabar a minha vida terei satisfeito à tua crueldade e ao meu desejo.
Teu até à morte
O Cavaleiro da Triste Figura.”
-Por vida de mi padre -dijo Sancho en oyendo la carta-, que es la más alta cosa que jamás he oído. ¡Pesia a mí, y cómo que le dice vuestra merced ahí todo cuanto quiere, y qué bien que encaja en la firma El Caballero de la Triste Figura! Digo de verdad que es vuestra merced el mesmo diablo, y que no haya cosa que no sepa. — Por vida de meu pai — disse Sancho acabada a leitura da carta — que esta é a mais sublime coisa que nunca ouvi. Aí diz Vossa Mercê tudo quanto quer; e como encaixa bem para assinatura aquilo do Cavaleiro da Triste Figura! Digo a verdade que Vossa Mercê é o próprio diabo em carne e osso; não há nada que não saiba.
-Todo es menester -respondió don Quijote- para el oficio que trayo. — Tudo é necessário para o ofício que exerço — disse D. Quixote.
-Ea, pues -dijo Sancho-, ponga vuestra merced en esotra vuelta la cédula de los tres pollinos y fírmela con mucha claridad , porque la conozcan en viéndola. — Ora pois — disse Sancho — ponha Vossa Mercê agora nessa outra página adiante a ordem dos três burricos, e assine-se com muita clareza, para a conhecerem logo que a virem.
-Que me place -dijo don Quijote. — Aí vai — disse D. Quixote.
Y, habiéndola escrito,se la leyó; que decía ansí Depois de escrita releu-a, e dizia assim:
Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos , señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced. Los cuales tres pollinos se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recebidos de contado, que consta, y con su carta de pago serán bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena, a veinte y dos de agosto deste presente año. “Por esta minha de burrinhos mandará Vossa Mercê, senhora sobrinha, dar a Sancho Pança, meu escudeiro, três dos cinco que deixei em casa, e que estão a cargo de Vossa Mercê, os quais três burrinhos os mande entregar e pagar por outros tantos aqui recebidos de contado, que com esta e com sua carta de pago serão bem dados. Feita nas entranhas da Serra Morena aos vinte e dois de Agosto deste ano.”
-Buena está -dijo Sancho-; fírmela vuestra merced. — Está muito boa — disse Sancho — assine-a Vossa Mercê.
-No es menester firmarla -dijo don Quijote-, sino solamente poner mi rúbrica, que es lo mesmo que firma , y para tres asnos, y aun para trecientos, fuera bastante. — Não é preciso assiná-la — disse D. Quixote — basta pôr-lhe a minha rubrica, que vale o mesmo que assinatura; e para três asnos, e trezentos que fossem, é quanto basta.
-Yo me confío de vuestra merced -respondió Sancho-. Déjeme, iré a ensillar a Rocinante, y aparéjese vuestra merced a echarme su bendición, que luego pienso partirme, sin ver las sandeces que vuestra merced ha de hacer, que yo diré que le vi hacer tantas que no quiera más. — Fio-me em Vossa Mercê — respondeu Sancho; — deixai-me ir aparelhar Rocinante, e prepare-se para me deitar sua bênção, que eu abalo já sem ver as sandices que Vossa Mercê quer fazer; eu lhe lá direi que vi fazer tantas, que não havia mais que pedir para fartar.
-Por lo menos quiero, Sancho, y porque es menester ansí, quiero, digo, que me veas en cueros, y hacer una o dos docenas de locuras, que las haré en menos de media hora, porque, habiéndolas tú visto por tus ojos, puedas jurar a tu salvo en las demás que quisieres añadir; y asegúrote que no dirás tú tantas cuantas yo pienso hacer. — Pelo menos quero, Sancho, porque assim é necessário — disse D. Quixote — que me vejas nu em pêlo, e fazer uma dúzia ou duas de disparates; não me levarão nem meia hora; tendo-os tu presenciado pelos teus olhos, já podes jurar sem carrego de consciência todos os mais que te parecer acrescentar.
-Por amor de Dios, señor mío, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que me dará mucha lástima y no podré dejar de llorar; y tengo tal la cabeza, del llanto que anoche hice por el rucio , que no estoy para meterme en nuevos lloros; y si es que vuestra merced gusta de que yo vea algunas locuras, hágalas vestido, breves y las que le vinieren más a cuento. Cuanto más, que para mí no era menester nada deso, y, como ya tengo dicho, fuera ahorrar el camino de mi vuelta, que ha de ser con las nuevas que vuestra merced desea y merece. Y si no, aparéjese la señora Dulcinea; que si no responde como es razón, voto hago solene a quien puedo que le tengo de sacar la buena respuesta del estómago a coces y a bofetones. Porque, ¿dónde se ha de sufrir que un caballero andante, tan famoso como vuestra merced, se vuelva loco, sin qué ni para qué, por una...? No me lo haga decir la señora, porque por Dios que despotrique y lo eche todo a doce, aunque nunca se venda . ¡Bonico soy yo para eso! ¡Mal me conoce! ¡Pues, a fe que si me conociese, que me ayunase! -A fe, Sancho -dijo don Quijote-, que, a lo que parece, que no estás tú más cuerdo que yo. — Pelo amor de Deus, senhor meu — disse Sancho — não me obrigue a ver a Vossa Mercê nu em pêlo; isso era para mim uma grande aflição, e até me fazia chorar sem querer, e tenho esta cabeça em tal estado, do pranto que à noite fiz pelo ruço, que não estou para novos choros. Se tem muito empenho em que eu lhe assista a algumas loucuras, faça-as vestido, e à pressa, e as primeiras que lhe lembrem. Quanto mais, que para mim nada disso era mister; o meu maior empenho é apressar jornada, e não demorar a volta, que há-de ser com as notícias que Vossa Mercê deseja e merece; e, quando não, prepare-se a senhora Dulcinéia, que, se não responde como deve, faço juramento de alma que lhe hei-de sacar do bucho resposta apropositada a poder de pontapés e bofetões. Pois como se há-de aturar que um cavaleiro andante, tão famoso como Vossa Mercê, se mude em doido sem que nem para que, por amor de uma... não me obrigue a dizer senhora; quando não, juro que desproposito, dê por onde der; bom sou eu para essas; ainda me não conhece; pois olhe que, se me conhecesse, veria que não sou para graças. — Sabes o que me está parecendo, Sancho? — disse D. Quixote — É que não estás mais assisado do que eu.
-No estoy tan loco -respondió Sancho-, mas estoy más colérico. Pero, dejando esto aparte, ¿qué es lo que ha de comer vuestra merced en tanto que yo vuelvo? ¿Ha de salir al camino, como Cardenio, a quitárselo a los pastores. — Tão doido não estou — respondeu Sancho — mas mais enraivecido, sim. Mas, deixando-nos agora disto; que é o que Vossa Mercê há-de comer enquanto não volto? há-de sair aos caminhos como Cardênio para rapinar aos pastores?
-No te dé pena ese cuidado -respondió don Quijote-, porque, aunque tuviera, no comiera otra cosa que las yerbas y frutos que este prado y estos árboles me dieren, que la fineza de mi negocio está en no comer y en hacer otras asperezas equivalentes. — Não te dê isso cuidado — respondeu D. Quixote — porque, ainda que eu tivesse para aí ucharias, não comera outra coisa senão as ervas e frutos que me oferecem este prado e estas árvores; nisso está a maior substância do meu caso: não comer e praticar outras inclemências.
-A Dios, pues. Pero, ¿sabe vuestra merced qué temo? Que no tengo de acertar a volver a este lugar donde agora le dejo, según está de escondido. — Sabe Vossa Mercê o que eu estou receando? — disse Sancho — é não atinar à volta com o sítio em que o deixo agora, segundo é sonegado.
-Toma bien las señas, que yo procuraré no apartarme destos contornos -dijo don Quijote-, y aun tendré cuidado de subirme por estos más altos riscos, por ver si te descubro cuando vuelvas. Cuanto más, que lo más acertado será, para que no me yerres y te pierdas, que cortes algunas retamas de las muchas que por aquí hay y las vayas poniendo de trecho a trecho, hasta salir a lo raso, las cuales te servirán de mojones y señales para que me halles cuando vuelvas , a imitación del hilo del laberinto de Teseo . -Así lo haré -respondió Sancho Panza. — Repara-lhe bem nos sinais, que eu procurarei não me apartar destes contornos — respondeu D. Quixote; — demais, tomarei cuidado de trepar por estes cabeços mais altos, para ver se te avisto quando voltares. Mas o melhor será, para te não perderes e para dares comigo, cortares algumas giestas das muitas que por aqui há, e as vás deitando de onde em onde até saíres a raso; assim já tens marcas para atinares comigo; é uma imitação do fio de Teseu no labirinto. — Farei isso — respondeu Sancho.
Y, cortando algunos, pidió la bendición a su señor, y, no sin muchas lágrimas de entrambos, se despidió dél. Y, subiendo sobre Rocinante, a quien don Quijote encomendó mucho , y que mirase por él como por su propria persona, se puso en camino del llano , esparciendo de trecho a trecho los ramos de la retama, como su amo se lo había aconsejado. Y así, se fue, aunque todavía le importunaba don Quijote que le viese siquiera hacer dos locuras. Mas no hubo andado cien pasos, cuando volvió y dijo. E, cortando algumas giestas, pediu a bênção ao amo e, sem muitas lágrimas de parte a parte, se despediu dele; e, montando no Rocinante, que D. Quixote muito lhe recomendou, dizendo-lhe que olhasse por ele como por si mesmo, se encaminhou para o plano, espalhando de distância em distância os ramos de giesta, segundo a advertência do amo. E assim se foi, se bem que até ao fim nunca D. Quixote deixou de o importunar para que lhe visse fazer ao menos duas loucuras. Não tinha porém andado ainda cem passos, quando se voltou e disse:
-Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien que, para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced. — Razão tinha Vossa Mercê em dizer que, para eu poder jurar, sem encargo de consciência, que o tinha visto fazer loucuras, seria bem ter-lhe presenciado ao menos uma, suposto que uma, e bem grande, já lhe eu vi, que foi esta de se me ficar por aí sozinho.
-¿No te lo decía yo? -dijo don Quijote-. Espérate, Sancho, que en un credo las haré .Y, desnudándose con toda priesa las calzones, quedó en carnes y en pañales, y luego, sin más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas, la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco. Y así, le dejaremos ir su camino, hasta la vuelta, que fue breve. — Não te dizia eu? — disse D. Quixote — Espera, Sancho, que num credo as farei. E, despindo com toda a pressa os calções, ficou em carnes, com poucas roupas menores, e logo, sem mais nem menos, deu duas cabriolas no ar, e dois tombos de cabeça a baixo, descobrindo coisas que, para não vê-las outra vez, voltou Sancho a rédea a Rocinante, e se deu por habilitadíssimo para poder jurar que o fidalgo ficava doido confirmado. Deixemo-lo seguir o seu caminho, até à volta, que pouco tardou.






I. Capítulo XXVI. Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra Morena


Capítulo XXVI — Onde se prosseguem as finezas que de enamorado fez D. Quixote em Serra Morena.


Y, volviendo a contar lo que hizo el de la Triste Figura después que se vio solo, dice la historia que, así como don Quijote acabó de dar las tumbas o vueltas, de medio abajo desnudo y de medio arriba vestido, y que vio que Sancho se había ido sin querer aguardar a ver más sandeces, se subió sobre una punta de una alta peña y allí tornó a pensar lo que otras muchas veces había pensado, sin haberse jamás resuelto en ello. Y era que cuál sería mejor y le estaría más a cuento imitar a Roldán en las locuras desaforadas que hizo, o Amadís en las malencónicas. Y, hablando entre sí mesmo, decía Voltando a contar o que fez o da Triste Figura depois que se viu só, diz a história que tanto como D. Quixote acabou de dar as cambalhotas nu da cinta para baixo, e da cinta para cima vestido, e reparou em que Sancho se tinha abalado sem querer esperar, a ver mais sandices, subiu à ponta duma alta penha, e ali tornou a discorrer sobre o que já outras muitas vezes havia cismado, sem nunca ter podido assentar em coisa certa; a saber: que seria melhor e mais cabido? se imitar a Roldão nas loucuras desaforadas que fez, ou a Amadis nas melancólicas. Discursando entre si, dizia:
-Si Roldán fue tan buen caballero y tan valiente como todos dicen, ¿qué maravilla?, pues, al fin, era encantado y no le podía matar nadie si no era metiéndole un alfiler de a blanca por la planta del pie, y él traía siempre los zapatos con siete suelas de hierro . Aunque no le valieron tretas contra Bernardo del Carpio , que se las entendió y le ahogó entre los brazos, en Roncesvalles. Pero, dejando en él lo de la valentía a una parte, vengamos a lo de perder el juicio, que es cierto que le perdió, por las señales que halló en la fontana y por las nuevas que le dio el pastor de que Angélica había dormido más de dos siestas con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante ; y si él entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado, no hizo mucho en volverse loco. Pero yo, ¿cómo puedo imitalle en las locuras, si no le imito en la ocasión dellas? Porque mi Dulcinea del Toboso osaré yo jurar que no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, ansí como él es, en su mismo traje , y que se está hoy como la madre que la parió ; y haríale agravio manifiesto si, imaginando otra cosa della, me volviese loco de aquel género de locura de Roldán el furioso. Por otra parte, veo que Amadís de Gaula, sin perder el juicio y sin hacer locuras, alcanzó tanta fama de enamorado como el que más; porque lo que hizo, según su historia, no fue más de que, por verse desdeñado de su señora Oriana, que le había mandado que no pareciese ante su presencia hasta que fuese su voluntad , de que se retiró a la Peña Pobre en compañía de un ermitaño, y allí se hartó de llorar y de encomendarse a Dios, hasta que el cielo le acorrió, en medio de su mayor cuita y necesidad. Y si esto es verdad, como lo es, ¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de desnudarme del todo, ni dar pesadumbre a estos árboles, que no me han hecho mal alguno? Ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los cuales me han de dar de beber cuando tenga gana. Viva la memoria de Amadís, y sea imitado de en todo lo que pudiere; del cual se dirá lo que del otro se dijo que si no acabó grandes cosas, murió por acometellas; y si yo no soy desechado ni desdeñado de Dulcinea del Toboso, bástame, como ya he dicho , estar ausente della. Ea, pues, manos a la obra venid a mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar a imitaros. Mas ya sé que lo más que él hizo fue rezar; y así lo haré yo y sirviéndole de rosario unas agallas grandes de un alcornoque, que ensartó, de que hizo un diez y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse. Y así, se entretenía paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por las cortezas de los árboles y por la menuda arena muchos versos , todos acomodados a su tristeza, y algunos en alabanza de Dulcinea. Mas los que se pudieron hallar enteros y que se pudiesen leer, después que a él allí le hallaron, no fueron más que estos que aquí se siguen. — Se Roldão foi tão valente e tão bom cavaleiro como todos dizem, que admira? se ele por último era encantado, e ninguém o podia matar, salvo metendo-lhe um alfinete grosso pela sola do pé, para o que já trazia à cautela sapatos com sete solas de ferro se bem que essas tretas não lhe valeram com Bernardo del Cárpio, que lhas entendeu, e o afogou entre os braços em Roncesvales. Mas, deixando nele de parte o que pertence à valentia, venhamos ao ponto de perder o juízo, pois é certo que o perdeu pelos sinais que na fonte achou, e pelas novas que lhe deu o pastor, de ter Angélica dormido mais de duas sestas com Medoro, um mourinho de cabelo encarapinhado, e pajem de Agramante; e, se ele acreditou ser aquilo verdade, e que a sua dama lhe tinha a ele feito agravo, não fez nada demais em endoidecer; mas eu como é que nas loucuras o posso imitar, se para elas não tenho iguais motivos? porque a minha Dulcinéia del Toboso atrevo-me a jurar que nunca em dias de sua vida viu mouro algum em seu trajo natural, e que se conserva ainda hoje como a mãe a deu à luz; pelo que lhe faria agravo manifesto, se, imaginando o contrário a seu respeito, me tornasse louco daquele gênero de loucura de Roldão o furioso. Por outra parte, vejo que Amadis de Gaula, sem perder o juízo, nem fazer loucuras, alcançou tamanha fama de enamorado como os que maior a tiveram, porque o que fez (conforme na sua história se refere) não foi mais do que por ver-se desdenhado da sua senhora Oriana, que lhe tinha mandado não aparecesse na sua presença enquanto ela não quisesse, retirou-se então à Penha Pobre em companhia dum ermitão, e ali se fartou de chorar, até que o céu lhe acudiu no meio da sua maior tristeza e desamparo. Ora se isto é verdade, como é, para que quero eu ter agora o trabalho de despir-me de todo, nem fazer ofensa a estas árvores que nenhum mal me fizeram? nem tenho razão para enturvar a água clara destes arroios que me hão-de dar de beber quando tiver sede. Viva a memória de Amadis! e imite-o D. Quixote de la Mancha em tudo que puder. Deste se dirá o que de outro se disse: que, se não perfez grandes coisas para acometê-las, morreu; e, se eu não sou despedido nem desdenhado da minha Dulcinéia, basta-me, como já está dito, o estar-me ausente dela. Eia pois! mãos à obra! acudi-me à lembrança coisas de Amadis, e ensinai-me por onde devo começar a imitá-lo; já sei que rezar foi o que ele mais praticou; assim o farei eu também. A D. Quixote serviram-lhe de ramal de rosário uns bogalhos grandes de sobreiro enfiados de dez em dez mais pequenos, à guisa de Padre-Nossos. O que muito o desassossegava era não achar por ali outro ermitão que o confessasse e o consolasse e assim se entrelinha passeando pelo pradozinho, gravando pelas cortiças do arvoredo e escrevendo na areia muitos versos, todos apropriados à sua tristeza, e alguns em honra e louvor de Dulcinéia; mas os que se puderam achar inteiros e que se pudessem ler depois que ali o encontraram, não foram senão estes, que em seguimento vão copiados:
-Arboles, yerbas y plantas
que en aqueste sitio estáis,
tan altos, verdes y tantas,
si de mi mal no os holgáis,
escuchad mis quejas santas.
Mi dolor no os alborote,
aunque más terrible sea,
pues, por pagaros escote,
aquí lloró don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.

Es aquí el lugar adonde
el amador más leal
de su señora se esconde,
y ha venido a tanto mal
sin saber cómo o por dónde.
Tráele amor al estricote ,
que es de muy mala ralea;
y así, hasta henchir un pipote ,
aquí lloró don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.

Buscando las aventuras
por entre las duras peñas,
maldiciendo entrañas duras,
que entre riscos y entre breñas
halla el triste desventuras,
hirióle amor con su azote,
no con su blanda correa;
y, en tocándole el cogote ,
aquí lloró don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.
Árvores, ervas, e plantas,
que neste lugar estais,
tão altas, verdes, e tantas,
se co′o meu mal não folgais,
ouvi minhas queixas santas.
Tal dor não vos alvorote,
embora de terror cheia,
pois, por pagar-vos o escote,
aqui chorou D. Quixote
ausências de Dulcinéia
del Toboso.

É aqui o lugar onde
o adorador mais leal
da sua amada se esconde;
chegou a tamanho mal
sem saber como ou por onde.
Trá-lo amor ao estricote
pela sua má raleia,
e até encher um pipote
aqui chorou D. Quixote
ausência de Dulcinéia
del Toboso.

Procurando as aventuras
entre as desabridas penhas,
maldizendo entranhas duras,
que entre fragas e entre brenhas
acha o triste desventuras.
Deu-lhe amor com seu chicote
da mais áspera correia;
tal lhe foi o esfusiote,
que aqui chorou D. Quixote
ausências de Dulcinéia
del Toboso.
No causó poca risa en los que hallaron los versos referidos el añadidura del Toboso al nombre de Dulcinea, porque imaginaron que debió de imaginar don Quijote que si, en nombrando a Dulcinea, no decía también del Toboso, no se podría entender la copla; y así fue la verdad, como él después confesó. Otros muchos escribió, pero, como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio, ni ente ros, más destas tres coplas. En esto, y en suspirar y en llamar a los faunos y silvanos de aquellos bosques, a las ninfas de los ríos, a la dolorosa y húmida Eco, que le respondiese, consolasen y escuchasen , se entretenía, y en buscar algunas yerbas con que sustentarse en tanto que Sancho volvía; que, si como tardó tres días , tardara tres semanas, el Caballero de la Triste Figura quedara tan desfigurado que no le conociera la madre que lo parió. Fez rir muito aos que tais versos ouviram o rabo-leva del Toboso posto ao nome de Dulcinéia, porque imaginaria D. Quixote, que, se, nomeando a Dulcinéia, não dissesse também del Toboso, deixaria a copla ininteligível, e essa foi realmente a razão que ele para isso teve, segundo ao depois confessou. Muito mais trovas escreveu; porém, como já se disse, não se puderam tirar a limpo, nem inteiras, senão só estas três coplas. Nisto, em suspirar, em chamar pelos Faunos e Silvanos daqueles bosques, pelas Ninfas dos rios, pela dolorosa e úmida Eco, que o escutassem, lhe respondessem e o consolassem, se entrelinha, e em procurar algumas ervas com que se sustentar enquanto não vinha Sancho, que, se assim como tardou três dias, tarda três semanas, a tal desfiguração chegara o Cavaleiro da Triste Figura, que nem a sua própria mãe por mais que escancarasse os olhos o conhecera.
Y será bien dejalle, envuelto entre sus suspiros y versos, por contar lo que le avino a Sancho Panza en su mandadería . Y fue que, en saliendo al camino real, se puso en busca del Toboso, y otro día llegó a la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta; y no la hubo bien visto , cuando le pareció que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó a hora que lo pudiera y debiera hacer, por ser la del comer y llevar en deseo de gustar algo caliente ; que había grandes días que todo era fiambre. Será bem deixarmo-lo por agora emaranhado em seus suspiros e versos, para contarmos o que a Sancho Pança aconteceu na sua embaixada. Foi o seguinte: Saindo à estrada real, pôs-se à cata do caminho para Toboso. No dia seguinte chegou à venda em que lhe sucedera a desgraça da manta. Bispá-la e imaginar-se outra vez pelos ares aos boléus foi tudo um. Não quis entrar, posto serem horas de o poder e dever fazer, por serem as de jantar, e trazer desejo de provar coisa quente, pois muitos dias havia que só comia frio.
Esta necesidad le forzó a que llegase junto a la venta, todavía dudoso si entraría o no. Y, estando en esto, salieron de la venta dos personas que luego le conocieron; y dijo el uno al otro. Esta necessidade o obrigou a aproximar-se da taverna, indeciso contudo se entraria ou não. Estando naquilo, saíram de lá dois indivíduos, que logo o conheceram, e disse um para o outro:
-Dígame, señor licenciado, aquel del caballo, ¿no es Sancho Panza, el que dijo el ama de nuestro aventurero que había salido con su señor por escudero? . — Diga-me, senhor licenciado, aquele de cavalo não é Sancho Pança, que disse a ama do nosso aventureiro ter saído por escudeiro com o seu senhor?
-Sí es -dijo el licenciado-; y aquél es el caballo de nuestro don Quijote. — É decerto — disse o licenciado — e aquele é o cavalo do nosso D. Quixote.
Y conociéronle tan bien como aquellos que eran el cura y el barbero de su mismo lugar, y los que hicieron el escrutinio y acto general de los libros . Los cuales, así como acabaron de conocer a Sancho Panza y a Rocinante, deseosos de saber de don Quijote, se fueron a él; y el cura le llamó por su nombre, diciéndole. Pudera não os conhecerem, se os dois eram nem mais nem menos o cura e o barbeiro do próprio lugar, os que fizeram a escolha e o auto-de-fé da livraria! Estes assim que de todo se certificaram de ser Sancho Pança e Rocinante, desejosos de saber de D. Quixote, se foram a ele, e o cura o chamou pelo seu nome, dizendo-lhe:
-Amigo Sancho Panza, ¿adónde queda vuestro amo. — Amigo Sancho Pança, onde fica o vosso amo?
Conociólos luego Sancho Panza, y determinó de encubrir el lugar y la suerte donde y como su amo quedaba; y así, les respondió que su amo quedaba ocupado en cierta parte y en cierta cosa que le era de mucha importancia, la cual él no podía descubrir, por los ojos que en la cara tenía . Conheceu-os imediatamente Sancho, mas determinou encobrir-lhes o lugar onde o amo ficava, e de que modo; e assim lhes respondeu que seu amo ficava ocupado em certa parte e com certa coisa de muito interesse, que ele nem pelos dois olhos da cara descobriria.
-No, no -dijo el barbero-, Sancho Panza; si vos no nos decís dónde queda, imaginaremos, como ya imaginamos, que vos le habéis muerto y robado, pues venís encima de su caballo. En verdad que nos habéis de dar el dueño del rocín, o sobre eso, morena . — Deixe-se disso, Sancho Pança — disse o barbeiro; — se nos não diz onde ficou, cuidaremos, como já vamos cuidando, que o matastes e roubastes; e tanto mais, que vindes montado no seu cavalo; ou nos haveis de apresentar o dono do rocim, ou com a justiça vos heis-de haver.
-No hay para qué conmigo amenazas , que yo no soy hombre que robo ni mato a nadie a cada uno mate su ventura, o Dios, que le hizo. Mi amo queda haciendo penitencia en la mitad desta montaña, muy a su sabor. — Para mim — respondeu Sancho — vêm erradas as ameaças, que eu não sou homem que roube nem mate a ninguém; a cada um que o mate a sua má estrela, ou Nosso Senhor que o criou. Meu amo ficou a fazer penitência no meio desta montanha, muito por sua vontade.
Y luego, de corrida y sin parar, les contó de la suerte que quedaba, las aventuras que le habían sucedido y cómo llevaba la carta a la señora Dulcinea del Toboso, que era la hija de Lorenzo Corchuelo, de quien estaba enamorado hasta los hígados. E logo correntemente e sem detença lhes contou como o deixara, as aventuras que lhe haviam sucedido, e como levava a carta à Senhora Dulcinéia del Toboso, que era a filha de Lourenço Corchuelo, de quem o amo estava enamorado até aos fígados.
Quedaron admirados los dos de lo que Sancho Panza les contaba; y, aunque ya sabían la locura de don Quijote y el género della, siempre que la oían se admiraban de nuevo. Pidiéronle a Sancho Panza que les enseñase la carta que llevaba a la señora Dulcinea del Toboso. Él dijo que iba escrita en un libro de memoria y que era orden de su señor que la hiciese trasladar en papel en el primer lugar que llegase; a lo cual dijo el cura que se la mostrase, que él la trasladaría de muy buena letra. Metió la mano en el seno Sancho Panza, buscando el librillo, pero no le halló, ni le podía hallar si le buscara hasta agora, porque se había quedado don Quijote con él y no se le había dado, ni a él se le acordó de pedírsele . Admirados ficaram os dois do que a Sancho Pança ouviram; e, ainda que já sabiam a loucura de D. Quixote e o gênero dela, sempre que a ouviam se maravilhavam como de coisa nova. Pediram a Sancho que lhes mostrasse a carta que levava para a senhora Dulcinéia del Toboso. Respondeu ele que ia escrita num livro de lembranças, e que era ordem de seu amo que a mandasse trasladar em papel no primeiro lugar aonde chegasse. Ao que volveu o cura que lha mostrasse, e ele mesmo a trasladaria com muito boa letra. Meteu Sancho Pança a mão no bolso à procura do livrinho, mas não o achou nem o poderia achar, ainda que o buscasse até agora, porque tinha ficado em poder de D. Quixote, que se tinha esquecido de lho entregar, como ele também se não lembrara de lho pedir.
Cuando Sancho vio que no hallaba el libro, fuésele parando mortal el rostro; y, tornándose a tentar todo el cuerpo muy apriesa , tornó a echar de ver que no le hallaba; y, sin más ni más, se echó entrambos puños a las barbas y se arrancó la mitad de ellas, y luego, apriesa y sin cesar, se dio media docena de puñadas en el rostro y en las narices, que se las bañó todas en sangre. Visto lo cual por el cura y el barbero, le dijeron que qué le había sucedido, que tan mal se paraba. Quando Sancho se inteirou de que não achava o livro, entrou-se a fazer amarelo como um defunto, e, tornando a apalpar todo o corpo muito à pressa, tornou a averiguar que não achava tal; e, sem mais nem mais, se foi com ambas as mãos às barbas e depenou metade delas; e logo à pressa, e sem intervalo, deu no rosto e nariz meia dúzia de punhadas, que foi o mesmo que abrir uma cascata de sangueira. Vendo aquilo o cura e o barbeiro, perguntaram-lhe que desgraça tamanha lhe acontecera para se pôr naquele miserável estado.
-¿Qué me ha de suceder -respondió Sancho-, sino el haber perdido de una mano a otra, en un estante, tres pollinos, que cada uno era como un castillo? . — Que desgraça me sucedeu? — respondeu Sancho — sucedeu-me, que perdi, do pé para a mão, num instante, três burrinhos que era cada um como um castelo.
-¿Cómo es eso? -replicó el barbero. — Como foi isso? — exclamou o barbeiro.
-He perdido el libro de memoria -respondió Sancho-, donde venía carta para Dulcinea y una cédula firmada de su señor, por la cual mandaba que su sobrina me diese tres pollinos, de cuatro o cinco que estaban en casa. — Perdi o livro de lembranças — respondeu Sancho — em que vinha a carta para Dulcinéia, e uma cédula assinada por meu amo, em que mandava que a sobrinha me desse três burricos, de quatro ou cinco que estavam em casa.
Y, con esto, les contó la pérdida del rucio. Consolóle el cura, y díjole que, en hallando a su señor, él le haría revalidar la manda y que tornase a hacer la libranza en papel, como era uso y costumbre, porque las que se hacían en libros de memoria jamás se acetaban ni cumplían. E com isto lhes contou a perda do ruço. Consolou-o o cura, e lhe disse que, achando o fidalgo, ele lhe faria renovar a ordem; que tornasse a fazer a lembrança em papel, como era uso e costume, porque as que se faziam em livros de lembranças nunca se aceitavam nem cumpriam.
Con esto se consoló Sancho, y dijo que, como aquello fuese ansí, que no le daba mucha pena la pérdida de la carta de Dulcinea, porque él la sabía casi de memoria, de la cual se podría trasladar donde y cuando quisiesen. Com isto se confortou Sancho, e disse que pouca freima lhe dava a ele a perda da carta para Dulcinéia, porque a sabia quase de memória, pelo que se poderia copiar aonde e quando se quisesse.
-Decildo, Sancho, pues -dijo el barbero-, que después la trasladaremos. — Vá lá, Sancho, dizei-a — acudiu o barbeiro — a cópia depois se fará.
Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza para traer a la memoria la carta, y ya se ponía sobre un pie, y ya sobre otro; unas veces miraba al suelo, otras al cielo; y, al cabo de haberse roído la mitad de la yema de un dedo, teniendo suspensos a los que esperaban que ya la dijese, dijo al cabo de grandísimo rato. Esteve por um pouco Sancho Pança a coçar a cabeça para puxar à lembrança a carta; ora se punha sobre um pé, ora sobre outro, ora olhava para o chão, ora para o céu, e depois de ter roído metade da unha de um dedo, estando suspensos os ouvintes, disse após estiradíssima demora:
-Por Dios, señor licenciado, que los diablos lleven la cosa que de la carta se me acuerda; aunque en el principio decía «Alta y sobajada señora». — Valha-me Deus, senhor licenciado; se me lembra algum ponto da carta, o diabo que o leve já. Só me lembra, que no princípio dizia: Alta e soterrana senhora!
-No diría -dijo el barbero- sobajada, sino sobrehumana o soberana señora. — Não havia de ser soterrana — disse o barbeiro — havia de dizer sobre-humana, ou soberana senhora.
-Así es -dijo Sancho-. Luego, si mal no me acuerdo , proseguía..., si mal no me acuerdo «el llego y falto de sueño, y el ferido besa a vuestra merced las manos, ingrata y muy desconocida hermosa», y no sé qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba, y por aquí iba escurriendo , hasta que acababa en «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura». — Tal qual — disse Sancho. — Depois, se bem me lembra — prosseguia — se bem me lembra: O chagado e falto de sono, e o ferido, beija a Vossa Mercê as mãos, ingrata e mui desconhecida formosa; e não sei que dizia de saúde e de enfermidade, que lhe enviava; e por aqui ia escorrendo, até que acabava em Vosso até à morte, o Cavaleiro da Triste Figura.
No poco gustaron los dos de ver la buena memoria de Sancho Panza, y alabáronsela mucho , y le pidieron que dijese la carta otras dos veces, para que ellos, ansimesmo, la tomasen de memoria para trasladalla a su tiempo. Tornóla a decir Sancho otras tres veces, y otras tantas volvió a decir otros tres mil disparates. Tras esto, contó asimesmo las cosas de su amo, pero no habló palabra acerca del manteamiento que le había sucedido en aquella venta, en la cual rehusaba entrar. Dijo también como su señor, en trayendo que le trujese buen despacho de la señora Dulcinea del Toboso, se había de poner en camino a procurar cómo ser emperador, o, por lo menos, monarca; que así lo tenían concertado entre los dos, y era cosa muy fácil venir a serlo, según era el valor de su persona y la fuerza de su brazo; y que, en siéndolo, le había de casar a él, porque ya sería viudo, que no podía ser menos, y le había de dar por mujer a una doncella de la emperatriz, heredera de un rico y grande estado de tierra firme, sin ínsulos ni ínsulas, que ya no las quería. Não gostaram pouco os dois de verem a boa memória que tinha Sancho Pança, e louvaram-lha muito, e pediram-lhe que repetisse a carta mais duas vezes, para que eles igualmente de memória a tomassem, para a seu tempo se copiar. Mais três vezes a repetiu Sancho, e outras tantas tornou a enfiar outros três mil disparates. Da carta passou a relatar igualmente as coisas do amo; mas nem palavra que se referisse ao manteamento acontecido naquela venda em que recusava entrar. Disse também que o seu senhor, em ele lhe levando, como lhe havia de levar, boa resposta da sua senhora Dulcinéia del Toboso, se havia de pôr a caminho à procura de como se faria Imperador, ou pelo menos Monarca, que assim se tinha combinado entre ambos era coisa muito fácil, atendendo ao valor da sua pessoa e força do seu braço; e, chegando isso, o havia de casar a ele, que já a esse tempo seria viúvo com toda a certeza, e lhe havia de dar por mulher uma donzela da Imperatriz, herdeira de um rico e grande Estado de terra firme sem ilhas nem ilhos, que já disso não queria nada.
Decía esto Sancho con tanto reposo, limpiándose de cuando en cuando las narices, y con tan poco juicio, que los dos se admiraron de nuevo, considerando cuán vehemente había sido la locura de don Quijote, pues había llevado tras sí el juicio de aquel pobre hombre. No quisieron cansarse en sacarle del error en que estaba, pareciéndoles que, pues no le dañaba nada la conciencia, mejor era dejarle en él, y a ellos les sería de más gusto oír sus necedades. Y así, le dijeron que rogase a Dios por la salud de su señor, que cosa contingente y muy agible era venir, con el discurso del tiempo, a ser emperador, como él decía, o, por lo menos, arzobispo, o otra dignidad equivalente. A lo cual respondió Sancho. Tamanha era a serenidade com que Sancho engranzava tudo aquilo, limpando de quando em quando o nariz, e com tão pouco juízo, que os dois não cessavam de se admirar, considerando quão veemente fora o ataque de loucura de D. Quixote, pois tinha arrastado também consigo o juízo deste pobre homem. Não se quiseram cansar a tirá-lo do erro em que estava, por lhes parecer que, não indo nisso perigo para a consciência, melhor era deixarem-no lá na sua, e para eles também mais divertido ir-lhe desfrutando as tontarias. Disseram-lhe, pois, que rogasse a Deus pela saúde do fidalgo, pois era em realidade coisa muito fácil chegar pelo decurso do tempo a ser Imperador, ou pelo menos Arcebispo, ou outra dignidade equivalente. Ao que Sancho respondeu:
-Señores, si la fortuna rodease las cosas de manera que a mi amo le viniese en voluntad de no ser emperador , sino de ser arzobispo, querría yo saber agora qué suelen dar los arzobispos andantes a sus escuderos. — Senhores, se as coisas corressem por modo, que a meu amo se perdesse a vontade de ser Imperador, e antes quisesse a dignidade de Arcebispo, desejava eu agora saber que é o que costumam dar os Arcebispos andantes aos seus escudeiros.
-Suélenles dar -respondió el cura- algún beneficio, simple o curado, o alguna sacristanía, que les vale mucho de renta rentada , amén del pie de altar, que se suele estimar en otro tanto. — Costumam-lhes dar — respondeu o cura — algum benefício simples, ou de cura de almas, ou alguma sacristania de boa renda (afora o pé de altar, que se costuma avaliar no dobro).
-Para eso será menester -replicó Sancho- que el escudero no sea casado y que sepa ayudar a misa, por lo menos; y si esto es así, ¡desdichado de yo , que soy casado y no sé la primera letra del ABC! ¿Qué será de mí si a mi amo le da antojo de ser arzobispo, y no emperador, como es uso y costumbre de los caballeros andantes. — Para isto há-de ser preciso — replicou Sancho — que o escudeiro não seja casado, e que saiba pelo menos ajudar à missa. Sendo assim, mal de mim, que sou casado, e não sei a primeira letra do A B C ! Que será de mim, se ao meu amo der na veneta ser Arcebispo e não Imperador, como é uso e costume dos cavaleiros andantes?
-No tengáis pena, Sancho amigo -dijo el barbero-, que aquí rogaremos a vuestro amo y se lo aconsejaremos, y aun se lo pondremos en caso de conciencia, que sea emperador y no arzobispo, porque le será más fácil, a causa de que él es más valiente que estudiante. — Não vos mortifiqueis, amigo Sancho — disse o barbeiro — que nós rogaremos ao vosso amo, e lhe aconselharemos, chegando até a pôr-lho em caso de consciência que seja Imperador e não Arcebispo, porque até lhe é mais fácil, em razão de ser ele mais esforçado que estudante.
-Así me ha parecido a mí -respondió Sancho-, aunque sé decir que para todo tiene habilidad . Lo que yo pienso hacer de mi parte es rogarle a Nuestro Señor que le eche a aquellas partes donde él más se sirva y adonde a mí más mercedes me haga. — Assim me tem parecido a mim — respondeu Sancho — mas posso dizer, sem mentir, que para tudo tem habilidade. O que eu por minha parte hei-de fazer, é rogar a Nosso Senhor que o incline para a parte em que ele se aproveite mais a si, e a mim me faça melhores mercês.
-Vos lo decís como discreto -dijo el cura- y lo haréis como buen cristiano. Mas lo que ahora se ha de hacer es dar orden como sacar a vuestro amo de aquella inútil penitencia que decís que queda haciendo; y, para pensar el modo que hemos de tener, y para comer, que ya es hora, será bien nos entremos en esta venta. — Falais como discreto — disse o cura — e obrareis como bom cristão; mas o que ao presente se deve fazer é diligenciar pôr vosso amo fora daquela escusada penitência em que nos dissestes o deixastes; e para combinarmos o que se há-de pôr em obra, e também para comermos, que já são horas, bom será que entremos na venda.
Sancho dijo que entrasen ellos, que él esperaría allí fuera y que después les diría la causa por que no entraba ni le convenía entrar en ella; mas que les rogaba que le sacasen allí algo de comer que fuese cosa caliente, y, ansimismo, cebada para Rocinante. Ellos se entraron y le dejaron, y, de allí a poco, el barbero le sacó de comer. Después, habiendo bien pensado entre los dos el modo que tendrían para conseguir lo que deseaban, vino el cura en un pensamiento muy acomodado al gusto de don Quijote y para lo que ellos querían. Y fue que dijo al barbero que lo que había pensado era que él se vestiría en hábito de doncella andante, y que él procurase ponerse lo mejor que pudiese como escudero, y que así irían adonde don Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y menesterosa, y le pediría un don, el cual él no podría dejársele de otorgar, como valeroso caballero andante. Y que el don que le pensaba pedir era que se viniese con ella donde ella le llevase, a desfacelle un agravio que un mal caballero le tenía fecho; y que le suplicaba, ansimesmo, que no la mandase quitar su antifaz, ni la demandase cosa de su facienda , fasta que la hubiese fecho derecho de aquel mal caballero; y que creyese, sin duda, que don Quijote vendría en todo cuanto le pidiese por este término; y que desta manera le sacarían de allí y le llevarían a su lugar, donde procurarían ver si tenía algún remedio su estraña locura. Respondeu Sancho que entrassem, que ele esperaria ali fora, e depois lhes diria a causa por que não entrava, nem lhe convinha entrar lá; mas que lhes pedia lhe mandassem vir para ali alguma coisa quente, e também cevada para o Rocinante. Entraram eles e o deixaram. Dali a pouco trouxe-lhe de comer o barbeiro. Depois, tendo os dois ajustado bem o modo como haviam de conseguir o que desejavam, acudiu ao cura um pensamento muito conforme ao gosto de D. Quixote e ao que eles queriam. Disse ao barbeiro que a sua idéia era que ele se vestiria em trajo de donzela andante, e o barbeiro o melhor que pudesse em hábitos de seu escudeiro; e assim iriam aonde D. Quixote estava, fingindo ser ela uma donzela afligida e necessitada, e lhe pediria um dom que ele lhe não poderia recusar, como valoroso cavaleiro andante que era; e que o dom que tencionava pedir-lhe era que viesse com ela aonde o levasse, a reparar-lhe um agravo, que um descortês cavaleiro lhe havia feito; e igualmente lhe suplicava que lhe não mandasse tirar a máscara, nem lhe perguntasse nada dos seus particulares, antes de a ter vingado daquele mau cavaleiro; que tivesse por sem dúvida que D. Quixote estaria por tudo quanto nestes termos a donzela lhe pedisse, e deste modo o tirariam dali, e o levariam ao seu lugar, e lá se veria que remédio se poderia dar à sua estranha loucura.






I. Capítulo XXVII. De cómo salieron con su intención el Cura y el Barbero, con otras cosas dignas de que se cuenten en esta grande historia


Capítulo XXVII --De como se houveram o cura e o barbeiro, com outras coisas dignas de ser contadas nesta grande história.


No le pareció mal al barbero la invención del cura, sino tan bien, que luego la pusieron por obra. Pidiéronle a la ventera una saya y unas tocas , dejándole en prendas una sotana nueva del cura. El barbero hizo una gran barba de una cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el peine. Preguntóles la ventera que para qué le pedían aquellas cosas. El cura le contó en breves razones la locura de don Quijote, y cómo convenía aquel disfraz para sacarle de la montaña, donde a la sazón estaba. Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin call e modo que no había más que ver púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños de terciopelo verde, guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se debieron de hacer, ellos y la saya, en tiempo del rey Wamba . No consintió el cura que le tocasen , sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y ciñóse por la frente una liga de tafetán negro, y con otra liga hizo un antifaz , con que se cubrió muy bien las barbas y el rostro; encasquetóse su sombrero , que era tan grande que le podía servir de quitasol, y, cubriéndose su herreruelo , subió en su mula a mujeriegas, y el barbero en la suya, con su barba que le llegaba a la cintura, entre roja y blanca, como aquella que, como se ha dicho, era hecha de la cola de un buey barroso. Não pareceu mal ao barbeiro a maranha do cura; e tanto, que para logo a puseram por obra. ] Pediram à vendeira uma saia e umas toucas, deixando-lhe em penhor uma sotaina nova do cura. O barbeiro fez umas grandes barbas de um rabo de boi ruço ou ruivo, em que o taberneiro costumava espetar o pente. ] Perguntou-lhes a vendeira para que eram aquelas coisas. O cura contou-lhe em poucas palavras a loucura de D. Quixote, e como era conveniente aquele disfarce para o arrancar da montanha onde então estava. O vendeiro e a vendeira entenderam logo ser o doido o seu hospedado, o do bálsamo, e o amo do manteado escudeiro, e contaram ao cura tudo que com ele haviam passado sem omitirem o que Sancho tanto calava. ] Em suma, a vendeira entrajou ao cura de modo que não havia mais que pedir. Pôs-lhe uma saia de pano cheia de faixas de veludo preto largas de palmo, todas golpeadas, e umas roupinhas de veludo verde, com seus vivos de cetim branco; roupinhas e saia, que deviam remontar-se ao tempo de El-Rei Wamba. ] Não consentiu o cura em que o toucassem, mas pôs na cabeça um barretinho de linho estofado, que trazia para dormir de noite, e apertou-o na testa com uma fita de tafetá preto, e com outra fita prendeu por cima do rosto uma máscara feita à pressa, com que cobriu muito bem as barbas, e o semblante. Encaixou na cabeça o sombreiro, de abas tão largas, que lhe podia servir de guarda-sol, e, pondo aos ombros o seu ferragoulo, sentou-se na sua mula à moda das mulheres, o barbeiro montou igualmente na sua, com a sua barba que lhe chegava à cintura, entre ruiva e branca, por ser, como se disse, da cauda de um boi malhado.
Despidiéronse de todos, y de la buena de Maritornes, que prometió de rezar un rosario, aunque pecadora , porque Dios les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano negocio como era el que habían emprendido. Despediram-se de todos, e da boa Maritornes, que prometeu rezar um rosário, ainda que pecadora, para que Deus lhes desse boa fortuna em tão trabalhoso e tão cristão negócio, como era o que empreendiam.
Mas, apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un pensamiento que hacía mal en haberse puesto de aquella manera, por ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le fuese mucho en ello; y, diciéndoselo al barbero, le rogó que trocasen trajes, pues era más justo que él fuese la doncella menesterosa, y que él haría el escudero , y que así se profanaba menos su dig nidad; y que si no lo quería hacer, determinaba de no pasar adelante, aunque a don Quijote se le llevase el diablo. Mas apenas da venda saiu o cura, quando se sentiu entrado dum escrúpulo; não lhe pareceu bem o ter-se posto daquela maneira, por ser coisa indecente para um sacerdote aquele trajo, embora muito apropriado à ocasião. Assim o disse ao barbeiro, rogando-lhe que trocassem entre si o disfarce, pois era melhor que o mestre representasse a donzela necessitada, e que ele, o padre, lhe serviria de escudeiro, pois desse modo se profanava menos a sua dignidade; e se não estava por si isso, decidiu não passar adiante ainda que o diabo levasse a D. Quixote.
En esto, llegó Sancho, y de ver a los dos en aquel traje no pudo tener la risa. En efeto, el barbero vino en todo aquello que el cura quiso, y, trocando la invención, el cura le fue informando el modo que había de tener y las palabras que había de decir a don Quijote para moverle y forzarle a que con él se viniese, y dejase la querencia del lugar que había escogido para su vana penitencia. El barbero respondió que, sin que se le diese lición, él lo pondría bien en su punto. No quiso vestirse por entonces, hasta que estuviesen junto de donde don Quijote estaba; y así, dobló sus vestidos, y el cura acomodó su barba, y siguieron su camino, guiándolos Sancho Panza ; el cual les fue contando lo que les aconteció con el loco que hallaron en la sierra, encubriendo, empero, el hallazgo de la maleta y de cuanto en ella venía; que, maguer que tonto, era un poco codicioso el mancebo . Neste ponto chegou Sancho, que, vendo os dois naquela mascarada, não pôde conter o riso. Com efeito o barbeiro conveio na lembrança do cura, e enquanto se trocavam de parte a parte os hábitos, foi-lhe o cura ensinando o papel que haviam de representar, e as palavras que se haviam de dizer a D. Quixote para o obrigar a vir com eles, e deixar o covil que tinha escolhido para a sua escusada penitência. Respondeu o barbeiro que aceitava a lição, e pontualmente a poria por obra. Dispensou vestir-se antes de chegarem perto donde D. Quixote estava, e dobrou o fato. O cura experimentou como lhe assentava a barba, e seguiram caminho, conduzidos por Sancho Pança, que os foi entretendo a contar-lhes o que lhes tinha acontecido na serra com o encontro do louco, mas sem boquejar, já se sabe, no achado da maleta, e do que nela havia; apesar de lerdo, o sujeitinho não deixava de ser fino.
Otro día llegaron al lugar donde Sancho había dejado puestas las señales de las ramas para acertar el lugar donde había dejado a su señor; y, en reconociéndole, les dijo como aquélla era la entrada, y que bien se podían vestir, si era que aquello hacía al caso para la libertad de su señor; porque ellos le habían dicho antes que el ir de aquella suerte y vestirse de aquel modo era toda la importancia para sacar a su amo de aquella mala vida que había escogido, y que le encargaban mucho que no dijese a su amo quien ellos eran, ni que los conocía; y que si le preguntase, como se lo había de preguntar, si dio la carta a Dulcinea, dijese que sí, y que, por no saber leer, le había respondido de palabra , diciéndole que le mandaba, so pena de la su desgracia, que luego al momento se viniese a ver con ella, que era cosa que le importaba mucho; porque con esto y con lo que ellos pensaban decirle tenían por cosa cierta reducirle a mejor vida, y hacer con él que luego se pusiese en camino para ir a ser emperador o monarca; que en lo de ser arzobispo no había de qué temer. Ao seguinte dia chegaram aonde Sancho havia deixado postos os sinais das giestas; apenas as reconheceu, disse aos companheiros ser por ali a entrada, e que bem se podiam já vestir, supondo ser isso necessário para a liberdade do amo, porque eles lhe haviam já dito que o irem assim, e vestirem-se daquele modo, era importantíssimo para livrarem a D. Quixote da má vida a que se tinha posto, e que lhe recomendavam todo o cuidado de lhe não dizer quem eles eram, nem que os conhecia; e que se ele lhe perguntasse (como decerto havia de perguntar) se tinha entregado a carta a Dulcinéia, dissesse que sim e que, por não saber ler, ela lhe respondera vocalmente, dizendo-lhe que lhe mandava, sob pena de lhe descair da graça, que viesse logo logo ter com ela, para coisas que muito lhe importava, porque com isto, e com o mais que eles tencionavam dizer-lhe, tinham toda a esperança de o trazer a melhor modo de vida, convencendo-o a pôr-se logo em via para se ir fazer Imperador ou Monarca; e lá de ser Arcebispo nada temesse.
Todo lo escuchó Sancho, y lo tomó muy bien en la memoria, y les agradeció mucho la intención que tenían de aconsejar a su señor fuese emperador y no arzobispo, porque él tenía para sí que, para hacer mercedes a sus escuderos, más podían los emperadores que los arzobispos andantes. También les dijo que sería bien que él fuese delante a buscarle y darle la respuesta de su señora, que ya sería ella bastante a sacarle de aquel lugar , sin que ellos se pusiesen en tanto trabajo. Parecióles bien lo que Sancho Panza decía, y así, determinaron de aguardarle hasta que volviese con las nuevas del hallazgo de su amo. Tudo aquilo ouviu Sancho muito atento, e foi registrando pontualmente na memória, agradecendo-lhes a tenção de aconselhar ao fidalgo que fosse Imperador e não Arcebispo, pois estava persuadidíssimo de que para fazerem mercês aos seus escudeiros mais podiam Imperadores que Arcebispos andantes. Disse-lhes também que seria bom ir ele adiante para lhe dar primeiro a resposta da sua senhora, o que só por si bastaria para se ele dali desencovilar, sem eles terem para isso mais trabalho. Tomou-lhes o conselho de Sancho, pelo que determinaram ficar à sua espera, até que ele voltasse com a notícia de ter encontrado o fidalgo.
Entróse Sancho por aquellas quebradas de la sierra, dejando a los dos en una por donde corría un pequeño y manso arroyo, a quien hacían sombra agradable y fresca otras peñas y algunos árboles que por allí estaban. El calor, y el día que allí llegaron, era de los del mes de agosto , que por aquellas partes suele ser el ardor muy grande; la hora, las tres de la tarde todo lo cual hacía al sitio más agradable, y que convidase a que en él esperasen la vuelta de Sancho, como lo hicieron. Entranhou-se o escudeiro por aquelas quebradas da serra, deixando-os ambos numa delas, por onde manava um pequeno e manso regato, sombreado fresca e agradavelmente de outras penhas e árvores, que por ali abundavam.
Estando, pues, los dos allí, sosegados y a la sombra, llegó a sus oídos una voz que, sin acompañarla son de algún otro instrumento, dulce y regaladamente sonaba, de que no poco se admiraron, por parecerles que aquél no era lugar donde pudiese haber quien tan bien cantase. Porque, aunque suele decirse que por las selvas y campos se hallan pastores de voces estremadas, más son encarecimientos de poetas que verdades; y más, cuando advirtieron que lo que oían cantar eran versos, no de rústicos ganaderos, sino de discretos cortesanos . Y confirmó esta verdad haber sido los versos que oyeron éstos. Era aquele um dos calmosos dias de Agosto, que por essas partes costumava ser as zinas do verão; a hora, as três da tarde; o que tudo concorria para tornar o sítio mais aprazível e convidativo para nele esperarem como de feito fizeram. Estando assim ambos remansados e à sombra, chegou-lhes aos ouvidos uma voz, que, desacompanhada de instrumento algum, soava doce e regaladamente, do que não pouco se admiraram, por lhes parecer que não era lugar aquele onde se esperar quem tão bem cantasse, porque deixar dizer que pelos bosques e campos se acham pastores de vozes peregrinas mais são isso encarecimentos de poetas, que verdades. A mais subiu ainda a maravilha, quando repararam serem versos o que ouviam cantar, não de estilo de pegureiros rústicos, mas de cortesãos discretos; no que os foi confirmando cada vez mais o teor das letras, que dizia assim:
¿Quién menoscaba mis bienes? >
Desdenes.
Y ¿quién aumenta mis duelos.
Los celos.
Y ¿quién prueba mi paciencia.
Ausencia.
De ese modo, en mi dolenci.
ningún remedio se alcanza.
pues me matan la esperanz.
desdenes, celos y ausencia.
¿Quién me causa este dolor.
Amor.
Y ¿quién mi gloria repugna.
Fortuna.
Y ¿quién consiente en mi duelo.
El cielo
De ese modo, yo recel.
morir deste mal estraño.
pues se aumentan en mi daño.
amor, fortuna y el cielo.
¿Quién mejorará mi suerte.
La muerte.
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
Mudanza.
Y sus males, ¿quién los cura.
Locura.
De ese modo, no es cordur.
querer curar la pasió.
cuando los remedios son
muerte, mudanza y locura.
Quem menoscaba meus bens?
desdéns.
Quem mais ceva meus queixumes?
ciúmes.
Quem me apura a paciência?
a ausência.
De meu fado na inclemência,
nenhum remédio se alcança,
pois me dão morte: esperança,
desdéns, ciúmes e ausência.
Quem me causa tanta dor?
amor.
Quem me as glórias arruina?
mofina.
Quem às dores me há votado?
o fado.
Receio me é pois fundado
morrer deste mal tirano,
pois conspiram em meu dano
o amor, a mofina e o fado.
Quem pode emendar-me a sorte?
a morte.
O bem de amor quem no alcança?
mudança.
E seus males quem os cura?
loucura.
Então em vão se procura
remédio algum a tais chagas,
sendo-lhe únicas triagas
morte, mudança, loucura.
La hora, el tiempo, la soledad, la voz y la destreza del que cantaba causó admiración y contento en los dos oyentes, los cuales se estuvieron quedos, esperando si otra alguna cosa oían; pero, viendo que duraba algún tanto el silencio, determinaron de salir a buscar el músico que con tan buena voz cantaba. Y, queriéndolo poner en efeto, hizo la mesma voz que no se moviesen, la cual llegó de nuevo a sus oídos, cantando este soneto. A hora, a conjuntura, a soledade, a voz e a perícia do cantor, causaram maravilha e contentamento nos dois ouvintes, que ficaram imóveis, aguardando continuação; como porém o silêncio se prolongasse, determinaram sair à procura de tão esmerado músico. Iam já efetuá-lo, quando a mesma voz os tornou a deter com este
El canto se acabó con un profundo suspiro, y los dos, con atención, volvieron a esperar si más se cantaba; pero, viendo que la música se había vuelto en sollozos y en lastimeros ayes, acordaron de saber quién era el triste, tan estremado en la voz como doloroso en los gemidos; y no anduvieron mucho, cuando, al volver de una punta de una peña, vieron a un hombre del mismo talle y figura que Sancho Panza les había pintado cuando les contó el cuento de Cardenio; el cual hombre, cuando los vio, sin sobresaltarse, estuvo quedo, con la cabeza inclinada sobre el pecho a guisa de hombre pensativo, sin alzar los ojos a mirarlos más de la vez primera, cuando de improviso llegaron.
Acabou-se a cantilena num suspiro do íntimo, ficando ainda os dois atentos à espera de mais. Vendo, porém, que a música se tinha desfeito em soluços e ais lastimados, desejaram saber quem seria aquele triste, tão eminente na toada como dolorido no gemer. Não andaram muito, quando, ao voltar da ponta duma penha, viram um homem exatamente do mesmo talhe e figura, como Sancho Pança lhes havia pintado quando lhes referiu a narrativa de Cardênio. Quando o homem os viu, em vez de mostrar sobressalto, conservou-se como estava de cabeça pendida para o peito, com ar de meditabundo, sem levantar para eles os olhos, mais que no primeiro momento, quando inesperadamente ali chegaram.
El cura, que era hombre bien hablado (como el que ya tenía noticia de su desgracia, pues por las señas le había conocido), se llegó a él, y con breves aunque muy discretas razones le rogó y persuadió que aquella tan miserable vida dejase, porque allí no la perdiese, que era la desdicha mayor de las desdichas. Estaba Cardenio entonces en su entero juicio, libre de aquel furioso accidente que tan a menudo le sacaba de sí mismo; y así, viendo a los dos en traje tan no usado de los que por aquellas soledades andaban, no dejó de admirarse algún tanto, y más cuando oyó que le habían hablado en su negocio como en cosa sabida -porque las razones que el cura le dijo así lo dieron a entender-; y así, respondió desta manera. O cura, que era bem falante (e já tinha notícia daquela desgraça, porque pelos sinais facilmente o reconhecera), achegou-se para ele, e com poucas palavras muito discretas lhe rogou que se deixasse daquela tão miserável existência, para que a não viesse ali a perder, que seria essa de todas as desditas a maior. Estava naquela conjuntura Cardênio em aberta de perfeito juízo, livre daquele furioso acidente, que tão repetidas vezes o alheava de si; e assim, vendo os dois em trajo tão desacostumados dos que por aquelas solidões se deparavam, não deixou de admirar-se algum tanto, e mais, quando ouviu que lhe tinham falado do seu caso como de coisa sabida; os ditos do cura assim lhe tinham dado a entender; pelo que respondeu deste modo:
-Bien veo yo, señores , quienquiera que seáis, que el cielo, que tiene cuidado de socorrer a los buenos, y aun a los malos muchas veces, sin yo merecerlo, me envía, en estos tan remotos y apartados lugares del trato común de las gentes, algunas personas que, poniéndome delante de los ojos con vivas y varias razones cuán sin ella ando en hacer la vida que hago, han procurado sacarme désta a mejor parte; pero, como no saben que sé yo que en saliendo deste daño he de caer en otro mayor, quizá me deben de tener por hombre de flacos discursos, y aun, lo que peor sería, por de ningún juicio. Y no sería maravilla que así fuese, porque a mí se me trasluce que la fuerza de la imaginación de mis desgracias es tan intensa y puede tanto en mi perdición que, sin que yo pueda ser parte a estobarlo, vengo a quedar como piedra, falto de todo buen sentido y conocimiento; y vengo a caer en la cuenta desta verdad, cuando algunos me dicen y muestran señales de las cosas que he hecho en tanto que aquel terrible accidente me señorea, y no sé más que dolerme en vano y maldecir sin provecho mi ventura, y dar por disculpa de mis locuras el decir la causa dellas a cuantos oírla quieren; porque, viendo los cuerdos cuál es la causa, no se maravillarán de los efetos, y si no me dieren remedio, a lo menos no me darán culpa, convirtiéndoseles el enojo de mi desenvoltura en lástima de mis desgracias. Y si es que vosotros, señores, venís con la mesma intención que otros han venido , antes que paséis adelante en vuestras discretas persuasiones, os ruego que escuchéis el cuento, que no le tiene, de mis desventuras; porque quizá, después de entendido, ahorraréis del trabajo que tomaréis en consolar un mal que de todo consuelo es incapaz. --Bem vejo eu, senhores, quem quer que sejais, que o céu, que tem cuidado de acudir aos bons, e muitas vezes até aos maus, me envia, sem o eu merecer, a estes lugares tão longes e apartados do trato comum da gente, algumas pessoas, que, pondo-me diante dos olhos com vivas e variadas razões quão sem ela ando em levar a vida que levo, têm procurado passar-me deste sítio para algum outro melhor. Porém, como não sabem o que eu sei, que, tirando-me deste mal, hei-de cair em algum maior, talvez me devem ter por homem de fraco discurso, e até (o que pior seria) por de nenhum juízo; e não fora maravilha que assim fosse, porque a mim mesmo se me entreluz que a imaginação das minhas desgraças é tão forte, e pode tanto para a minha perdição, que, sem eu poder coibi-la, venho a ficar como pedra, falto de todo o bom sentido e conhecimento. Desta verdade mais me capacito, quando algumas pessoas me dizem e mostram sinais de coisas que fiz enquanto me senhoreou aquele acesso. Então nada mais sei que arrepender-me sem fruto, e maldizer escusadamente a minha desgraça, e por desculpa das minhas loucuras contar a causa delas a quantos ma querem ouvir. Os cordatos à vista da causa não poderão estranhar os efeitos; e se me não derem remédio, pelo menos hão-de desculpar-me. O aborrecimento das minhas desenvolturas converte-se logo em lástima da minha miséria. Se é que vós, senhores, vindes com as mesmas tenções com que outros já têm vindo, antes de passardes adiante nas vossas discretas persuações vos rogo ouçais a relação infinda das minhas desventuras. Talvez, depois de me ouvirdes, vos dispenseis do trabalho que tomaríeis, procurando consolar o que não admite consolações.
Los dos, que no deseaban otra cosa que saber de su mesma boca la causa de su daño, le rogaron se la contase, ofreciéndole de no hacer otra cosa de la que él quisiese, en su remedio o consuelo; y con esto, el triste caballero comenzó su lastimera historia, casi por las mesmas palabras y pasos que la había contado a don Quijote y al cabrero pocos días atrás, cuando, por ocasión del maestro Elisabat y puntualidad de don Quijote en guardar el decoro a la caballería, se quedó el cuento imperfeto, como la historia lo deja contado. Pero ahora quiso la buena suerte que se detuvo el accidente de la locura y le dio lugar de contarlo hasta el fin; y así, llegando al paso del billete que había hallado don Fernando entre el libro de Amadís de Gaula, dijo Cardenio que le tenía bien en la memoria, y que decía desta manera. Os dois, que nada mais desejavam que ouvir-lhe da própria boca a verdadeira explicação de tamanha infelicidade, instaram com ele para que lha expusesse, prontificando-se a não fazerem senão o que ele quisesse, para seu remédio, ou alívio pelo menos. Com isto começou o triste cavaleiro a sua lastimável história, quase pelas mesmas palavras e passos contados como a havia relatado a D, Quixote e ao cabreiro poucos dias atrás, quando a propósito do mestre Elisabat, e pela pontualidade de D. Quixote em guardar o decoro da cavalaria, o conto ficou truncado, como em seu lugar se disse. Desta vez porém permitiu a boa sorte que o intervalo da loucura fosse mais prolongado, e desse ensanchas para se concluir a história. Chegando pois ao passo do bilhete achado por D. Fernando, disse Cardênio que o tinha bem de cor, e que rezava assim:
«Luscinda a Cardenio. LUCINDA E CARDÉNIO
Cada día descubro en vos valores que me obligan y fuerzan a que en más os estime; y así, si quisiéredes sacarme desta deuda sin ejecutarme en la honra, lo podréis muy bien hacer. Padre tengo, que os conoce y que me quiere bien, el cual, sin forzar mi voluntad, cumplirá la que será justo que vos tengáis, si es que me estimáis como decís y como yo creo. Cada dia descubro em vós valias novas, que me obrigam a mais vos estimar. Assim se me quiserdes tirar desta dívida sem prejudicar-me na honra, muito bem o podereis fazer. Meu pai, que vos conhece, quere-vos bem; sem forçar a minha vontade, há-de cumprir a que vós por boa justiça igualmente deveis ter, sendo verdade que me estimais como dizeis, e eu devo acreditar.
-»Por este billete me moví a pedir a por esposa, como ya os he contado, y éste fue por quien quedó Luscinda en la opinión de don Fernando por una de las más discretas y avisadas mujeres de su tiempo; y este billete fue el que le puso en deseo de destruirme, antes que el mío se efetuase. Díjele yo a don Fernando en lo que reparaba el padre de Luscinda, que era en que mi padre se la pidiese, lo cual yo no le osaba decir, temeroso que no vendría en ello, no porque no tuviese bien conocida la calidad , bondad, virtud y hermosura de Luscinda, y que tenía partes bastantes para enoblecer cualquier otro linaje de España, sino porque yo entendía dél que deseaba que no me casase tan presto, hasta ver lo que el duque Ricardo hacía conmigo. En resolución, le dije que no me aventuraba a decírselo a mi padre, así por aquel inconveniente como por otros muchos que me acobardaban, sin saber cuáles eran, sino que me parecía que lo que yo desease jamás había de tener efeto. --Por este bilhete me determinei a pedir Lucinda por esposa como já vos contei; e foi também por ele que Lucinda ficou tida no conceito de D. Fernando por uma das mais discretas e ajuizadas mulheres do seu tempo; e foi, por derradeiro, esta carta a que lhe acendeu o desejo de me perder antes que o meu se realizasse. Contei eu a D. Fernando o reparo do pai de Lucinda, a saber: que havia de ser meu pai quem para mim a pedisse; o que eu a ele não ousava dizer-lhe com receio de que mo recusasse, não porque não estivesse convencido da nobreza, bondade, virtude e formosura de Lucinda, em suma, de que tinha méritos bastantes para enobrecer qualquer outra linhagem de Espanha, mas sim porque tinha para mim que o seu desejo era que eu me não casasse tão depressa, antes de ver o que o Duque Ricardo faria da minha pessoa. Em conclusão, disse-lhe que me não aventurava a fazer semelhante súplica a meu pai, tanto por aquele inconveniente, como por outros muitos que me acovardavam, sem bem saber quais eram. Parecia-me que desejos meus nunca haveriam de chegar a efetuar-se.
»A todo esto me respondió don Fernando que él se encargaba de hablar a mi padre y hacer con él que hablase al de Luscinda. ¡Oh Mario ambicioso, oh Catilina cruel , oh Sila facinoroso, oh Galalón embustero , oh Vellido traidor , oh Julián vengativo , oh Judas codicioso! Traidor, cruel, vengativo y embustero, ¿qué deservicios te había hecho este triste, que con tanta llaneza te descubrió los secretos y contentos de su corazón? ¿Qué ofensa te hice? ¿Qué palabras te dije, o qué consejos te di, que no fuesen todos encaminados a acrecentar tu honra y tu provecho? Mas, ¿de qué me quejo?, ¡desventurado de mí!, pues es cosa cierta que cuando traen las desgracias la corriente de las estrellas , como vienen de alto a bajo, despeñándose con furor y con violencia, no hay fuerza en la tierra que las detenga, ni industria humana que prevenirlas pueda. ¿Quién pudiera imaginar que don Fernando, caballero ilustre, discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le ocupase, se había de enconar, como suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja , que aún no poseía? Pero quédense estas consideraciones aparte, como inútiles y sin provecho, y añudemos el roto hilo de mi desdichada historia. A tudo isto me respondeu D. Fernando que tomava a si o falar a meu pai, e resolvê-lo a entender-se com Lucinda! Ó Mário ambicioso! ó Catilina cruel! ó facinoroso Sila! ó Galalão embusteiro! ó Belido traidor! ó Julião vingativo! ó Judas cobiçoso! ó traidor, cruel, vingativo e embusteiro! que mal te havia feito este triste, que tão sincero te descobriu os segredos e contentamento da sua alma? que ofensas te fiz? que palavras te disse ou conselhos te dei que não fossem inteiramente encaminhados a acrescentar o teu decoro e proveito? Mas de que me queixo, desgraçado de mim, pois é coisa infalível que em as estrelas nos influindo o infortúnio, como são mandatos de cima, despenhados com furor e violência, não há força na terra que os detenha, nem indústria humana que os possa precaver? Quem havia de imaginar que D Fernando, cavaleiro ilustre, discreto, obrigado de meus serviços, com posses para alcançar o que os seus apetites amorosos lhe pedissem, onde quer que pusesse a mira, se havia de empenhar, como se costuma dizer, em me furtar a mim uma só ovelha que eu nem ainda possuía? Mas deixemo-nos destas considerações escusadas, que já nada aproveitam, e atemos o quebrado fio da minha história.
»Digo, pues, que, pareciéndole a don Fernando que mi presencia le era inconveniente para poner en ejecución su falso y mal pensamiento, determinó de enviarme a su hermano mayor, con ocasión de pedirle unos dineros para pagar seis caballos, que de industria, y sólo para este efeto de que me ausentase (para poder mejor salir con su dañado intento), el mesmo día que se ofreció hablar a mi padre los compró, y quiso que yo viniese por el dinero. ¿Pude yo prevenir esta traición? ¿Pude, por ventura, caer en imaginarla? No, por cierto; an tes, con grandísimo gusto, me ofrecí a partir luego, contento de la buena compra hecha. Aquella noche hablé con Luscinda, y le dije lo que con don Fernando quedaba concertado, y que tuviese firme esperanza de que tendrían efeto nuestros buenos y justos deseos. Ella me dijo, tan segura como yo de la traición de don Fernando , que procurase volver presto, porque creía que no tardaría más la conclusión de nuestras voluntades que tardase mi padre de hablar al suyo. No sé qué se fue, que, en acabando de decirme esto, se le llenaron los ojos de lágrimas y un nudo se le atravesó en la garganta , que no le dejaba hablar palabra de otras muchas que me pareció que procuraba decirme. Parecendo a D. Fernando que a minha presença lhe era inconveniente para a execução do seu desígnio mau e pérfido, determinou enviar-me ao seu irmão mais velho, com o pretexto de lhe pedir uns dinheiros para pagar seis cavalos, que no mesmo dia de propósito havia comprado, só com o fim de me afastar para melhor se lhe lograr o seu danado intento. Comprou-os no dia mesmo em que se oferecera para falar a meu pai, e quis que eu viesse pelo dinheiro. Podia eu prevenir esta traição? podia eu sequer imaginá-la? por certo que não, antes com grandíssimo gosto me ofereci a partir logo, contente da boa compra concluída. Naquela noite falei com Lucinda, e lhe disse o que ficava combinado com D. Fernando, e que tivesse firme esperança no efeito dos nossos legítimos desejos. Ela, tão crente como eu na sinceridade de D. Fernando, disse-me que procurasse tornar-me depressa, pois tinha fé que para logo seriam os nossos votos preenchidos, apenas meu pai falasse com o dela. Acabando de dizer isto, arrasaram-se-lhe os olhos de água, não sei por que, e pos-se-lhe na garganta um nó, que não lhe deixava proferir palavra, posto que eu bem via que muitas outras quisera pronunciar.
»Quedé admirado deste nuevo accidente, hasta allí jamás en ella visto, porque siempre nos hablábamos, las veces que la buena fortuna y mi diligencia lo concedía , con todo regocijo y contento, sin mezclar en nuestras pláticas lágrimas, suspiros, celos, sospechas o temores. Todo era engrandecer yo mi ventura, por habérmela dado el cielo por señora exageraba su belleza, admirábame de su valor y entendimiento. Volvíame ella el recambio , alabando en mí lo que, como enamorada, le parecía digno de alabanza. Con esto, nos contábamos cien mil niñerías y acaecimientos de nuestros vecinos y conocidos, y a lo que más se entendía mi desenvoltura era a tomarle, casi por fuerza, una de sus bellas y blancas manos , y llegarla a mi boca, según daba lugar la estrecheza de una baja reja que nos dividía. Pero la noche que precedió al triste día de mi partida, ella lloró, gimió y suspiró, y se fue, y me dejó lleno de confusión y sobresalto, espantado de haber visto tan nuevas y tan tristes muestras de dolor y sentimiento en Luscinda. Pero, por no destruir mis esperanzas, todo lo atribuí a la fuerza del amor que me tenía y al dolor que suele causar la ausencia en los que bien se quieren. Fiquei admirado daquele acidente que nunca ainda lhe vira, pois sempre quantas vezes a fortuna e a minha diligência nos proporcionavam falarmo-nos, era tudo entre nós regozijo e contentamento, sem a mínima mistura de lágrimas, suspiros, zelos, suspeitas ou temores; era tudo engrandecer eu a minha ventura, por ma ter o céu dado por senhora. Exagerava a sua beleza: maravilhava-me do seu valor e entendimento; pagava-me ela na mesma moeda, elogiando em mim o que na sua qualidade de namorada se lhe figurava digno de elogio. Com isto nos contávamos de parte a parte mil ninharias e acontecimentos dos nossos vizinhos e conhecidos; e o mais a que se atrevia a minha desenvoltura era tomar-lhe quase à força uma das suas belas e brancas mãos, e chegá-la à boca, segundo no-lo consentia o apertado duma grade baixa que nos separava. Naquela véspera porém da minha partida ela chorou, gemeu, suspirou e foi-se, deixando-me cheio de confusão e sobressalto, espantado de ter visto tão novas e tão tristes mostras de dor e sentimento em Lucinda; mas eu para não aniquilar as minhas esperanças, atribuí tudo à força do amor que ela me tinha, e à dor que a ausência costuma causar nos que bem se querem.
»En fin, yo me partí triste y pensativo, llena el alma de imaginaciones y sospechas, sin saber lo que sospechaba ni imaginaba claros indicios que me mostraban el triste suceso y desventura que me estaba guardada. Llegué al lugar donde era enviado. Di las cartas al hermano de don Fernando. Fui bien recebido, pero no bien despachado, porque me mandó aguardar, bien a mi disgusto, ocho días, y en parte donde el duque, su padre, no me viese, porque su hermano le escribía que le enviase cierto dinero sin su sabiduría . Y todo fue invención del falso don Fernando, pues no le faltaban a su hermano dineros para despacharme luego. Orden y mandato fue éste que me puso en condición de no obedecerle , por parecerme imposible sustentar tantos días la vida en el ausencia de Luscinda, y más, habiéndola dejado con la tristeza que os he contado; pero, con todo esto, obedecí, como buen criado, aunque veía que había de ser a costa de mi salud. Enfim, parti-me triste e pensativo, com a alma cheia de imaginações e suspeitas, sem saber o que suspeitava ou imaginava; claros indícios que me prognosticavam já o triste sucesso e desventura que me aguardavam. Cheguei ao lugar onde era enviado, dei as cartas ao irmão de D. Fernando, fui bem recebido, mas bem despachado não, porque me deu ordem de esperar oito dias, com grande desgosto meu, recomendando-me que o Duque seu pai me não avistasse, porque a quantia que o irmão pedia lhe mandasse era a ocultas dele. Tudo armadilhas do falso D. Fernando, pois o irmão tinha dinheiro de sobejo para poder imediatamente aviar-me. Aquela ordem e recomendação puseram-me em balanços de desobedecer, por me parecer impossível que me durasse tantos dias a vida ausente de Lucinda, e mais tendo-a deixado com a tristeza que já contei. Entretanto obedeci como servo fiel, sabendo bem ser à custa da saúde.
»Pero, a los cuatro días que allí llegué, llegó un hombre en mi busca con una carta, que me dio, que en el sobrescrito conocí ser de Luscinda, porque la letra dél era suya. Abríla, temeroso y con sobresalto, creyendo que cosa grande debía de ser la que la había movido a escribirme estando ausente, pues presente pocas veces lo hacía. Preguntéle al hombre, antes de leerla, quién se la había dado y el tiempo que había tardado en el camino. Díjome que acaso, pasando por una calle de la ciudad a la hora de medio día, una señora muy hermosa le llamó desde una ventana, los ojos llenos de lágrimas, y que con mucha priesa le dijo ′′Hermano si sois cristiano, como parecéis , por amor de Dios os ruego que encaminéis luego luego esta carta al lugar y a la persona que dice el sobrescrito, que todo es bien conocido, y en ello haréis un gran servicio a nuestro Señor; y, para que no os falte comodidad de poderlo hacer, tomad lo que va en este pañuelo′′. ′′Y, diciendo esto, me arrojó por la ventana un pañuelo, donde venían atados cien reales y esta sortija de oro que aquí traigo, con esa carta que os he dado. Y luego, sin aguardar respuesta mía, se quitó de la ventana; aunque primero vio cómo yo tomé la carta y el pañuelo, y, por señas, le dije que haría lo que me mandaba. Y así, viéndome tan bien pagado del trabajo que podía tomar en traérosla y conociendo por el sobrescrito que érades vos a quien se enviaba, porque yo, señor, os conozco muy bien, y obligado asimesmo de las lágrimas de aquella hermosa señora, determiné de no fiarme de otra persona, sino venir yo mesmo a dárosla; y en diez y seis horas que ha que se me dio, he hecho el camino, que sabéis que es de diez y ocho leguas′′. Ao quarto dia chegou a procurar-me um homem com uma carta, que, pela letra do sobrescrito, de repente conheci vir de Lucinda. Abri-a sobressaltado, entendendo que não podia deixar de ser coisa grande a que a obrigava a escrever-me, estando ausente, porque presente poucas vezes o fazia. Antes de lê-la, perguntei ao portador quem lha havia dado, e que tempo gastara no caminho. Respondeu-me que, passando casualmente por uma rua da cidade, à hora do meio-dia, uma senhora muito formosa o chamara duma janela, com os olhos cheios de lágrimas, dizendo-lhe a toda a pressa: Irmão, se sois cristão, como pareceis, pelo amor de Deus vos peço que leveis logo logo esta carta ao lugar e à pessoa que aí vai no sobrescrito, e que é bem conhecida; nisso fareis um grande serviço a Nosso Senhor, e para mais comodamente o poderdes fazer, tomai o que vai neste lenço. E dizendo aquilo me atirou da janela abaixo um lenço, onde vinham atados cem reales e este anel de ouro, juntamente com essa carta. Sem me esperar resposta, fugiu logo da janela, mas tendo-me primeiro visto apanhar a carta e o lenço. Respondi-lhe, por sinais, que lhe obedeceria. Por isso, vendo-me tão bem pago do trabalho que ia fazer, e conhecendo, pelo sobrescrito, que o recado era para vós, porque eu muito bem vos conheço, senhor, e ainda por cima obrigado das lágrimas daquela formosa senhora, não quis fiar-me de outra pessoa, e vim eu próprio fazer-lhe a entrega; e em dezesseis horas, que tantas há que recebi o recado, palmilhei o caminho que sabeis, que é de dezoito léguas.
»En tanto que el agradecido y nuevo correo esto me decía, estaba yo colgado de sus palabras, temblándome las piernas de manera que apenas podía sostenerme. En efeto, abrí la carta y vi que contenía estas razones Enquanto o agradecido e novo correio me relatava aquilo tudo, estava eu sobressaltado da novidade, e tremendo-me as pernas, que mal me podia ter em pé. Abri a carta, e li o seguinte:
La palabra que don Fernando os dio de hablar a vuestro padre para que hablase al mío, la ha cumplido más en su gusto que en vuestro provecho . Sabed, señor, que él me ha pedido por esposa, y mi padre, llevado de la ventaja que él piensa que don Fernando os hace, ha venido en lo que quiere, con tantas veras que de aquí a dos días se ha de hacer el desposorio, tan secreto y tan a solas, que sólo han de ser testigos los cielos y alguna gente de casa. Cual yo quedo, imaginaldo; si os cumple venir, veldo ; y si os quiero bien o no, el suceso deste negocio os lo dará a entender. A Dios plega que ésta llegue a vuestras manos antes que la mía se vea en condición de juntarse con la de quien tan mal sabe guardar la fe que promete. A palavra que D. Fernando vos deu de que falaria a vosso pai para ele falar ao meu, cumpriu-a muito mais a seu gosto do que em proveito vosso. Sabei, senhor, que ele me pediu por esposa para si; e meu pai, seduzido da vantagem que em seu entender vos leva D. Fernando, tão deveras lhe conveio na rogativa, que em dois dias se há-de celebrar o desposório tão secretamente e a sós, que as únicas testemunhas serão o céu e algumas pessoas da casa. Imaginai como estarei; vede se me não deveis acudir; e se vos amo ou não, o êxito de tudo vo-lo dará a conhecer. Praza a Deus que esta carta vos seja entregue antes de eu o ser a quem tão mal sabe guardar a fé prometida.
»Éstas, en suma, fueron las razones que la carta contenía y las que me hicieron poner luego en camino, sin esperar otra respuesta ni otros dineros; que bien claro conocí entonces que no la compra de los caballos, sino la de su gusto, había movido a don Fernando a enviarme a su hermano. El enojo que contra don Fernando concebí, junto con el temor de perder la prenda que con tantos años de servicios y deseos tenía granjeada, me pusieron alas, pues, casi como en vuelo, otro día me puse en mi lugar , al punto y hora que convenía para ir a hablar a Luscinda. Entré secreto , y dejé una mula en que venía en casa del buen hombre que me había llevado la carta; y quiso la suerte que entonces la tuviese tan buena que hallé a Luscinda puesta a la reja, testigo de nuestros amores. Conocióme Luscinda luego, y conocíla yo; mas no como debía ella conocerme y yo conocerla. Pero, ¿quién hay en el mundo que se pueda alabar que ha penetrado y sabido el confuso pensamiento y condición mudable de una mujer? Ninguno, por cierto. Foi isto a substância da carta, que me fez pôr logo a caminho, sem esperar por mais respostas nem dinheiros, que bem claramente via já que não era a compra dos cavalos, senão só a ânsia de preencher o seu gosto o que obrigara D. Fernando a enviar-me a seu irmão. O despeito que se me acendeu contra o falso amigo, e o temor de perder o tesouro granjeado à custa de tantos anos de desejos e serviços, deram-me asas, pois foi quase voando que ao seguinte dia cheguei ao meu lugar, à hora justamente mais própria para falar com Lucinda. Entrei furtivamente, deixando a mula em casa do bom homem que me levara a mensagem, e tão a propósito cheguei, que logo vi a Lucinda posta às grades testemunhas dos nossos amores. Conheceu-me ela tão de repente, como eu a ela; mas quão diversos um e outro! quem há no mundo que se possa gabar de ter penetrado o confuso pensamento e mudável condição duma mulher? ninguém decerto.
»Digo, pues, que, así como Luscinda me vio, me dijo ′′Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte que de mi desposorio. No te turbes, amigo, sino procura hallarte presente a este sacrificio, el cual si no pudiere ser estorbado de mis razones, una daga llevo escondida que podrá estorbar más determinadas fuerzas , dando fin a mi vida y principio a que conozcas la voluntad que te he tenido y tengo ′′. Yo le respondí turbado y apriesa, temeroso no me faltase lugar para responderla ′′Hagan, señora, tus obras verdaderas tus palabras; que si tú llevas daga para acreditarte, aquí llevo yo espada para defenderte con ella o para matarme si la suerte nos fuere contraria′′. No creo que pudo oír todas estas razones, porque sentí que la llamaban apriesa, porque el desposado aguardaba. Cerróse con esto la noche de mi tristeza, púsoseme el sol de mi alegría quedé sin luz en los ojos y sin discurso en el entendimiento. No acertaba a entrar en su casa, ni podía moverme a parte alguna; pero, considerando cuánto importaba mi presencia para lo que suceder pudiese en aquel caso, me animé lo más que pude y entré en su casa. Y, como ya sabía muy bien todas sus entradas y salidas, y más con el alboroto que de secreto en ella andaba , nadie me echó de ver. Así que, sin ser visto, tuve lugar de ponerme en el hueco que hacía una ventana de la mesma sala, que con las puntas y remates de dos tapices se cubría , por entre las cuales podía yo ver, sin ser visto, todo cuanto en la sala se hacía. Assim que Lucinda me viu, disse-me: --Cardênio, achas-me vestida de noiva, já me estão esperando na sala D. Fernando, o tredo, meu pai, o ambicioso, e outras testemunhas que mais depressa o hão-de ser da minha morte, que de semelhante enlace. Não te perturbes, querido, mas procura achar-te presente a este sacrifício; se eu o não puder impedir com as minhas razões, uma daga levo oculta, que triunfará das violências mais resolutas, dando fim à minha vida, e evidenciará a firmeza que te guardei e conservo até ao fim. Respondi-lhe confuso e à pressa, por temer me faltasse o tempo para lhe responder: Senhora, façam vossas obras sair verdadeiras essas palavras; se levas daga para teu crédito, espada levo eu também para com ela te defender, ou para me arrancar a vida, se a sorte contra mim se declarar. Creio que ela não chegou a ouvir-me tudo, porque senti que a chamavam à pressa, porque o noivo estava esperando. Com isto se fechou a noite da minha tristeza, tramontou o sol da minha felicidade, perdi o lume dos olhos e do entendimento. Não acertava para entrar em casa dela, nem mover-me podia. Considerando porém quanto a minha presença era necessária para o que no caso poderia suceder, animei-me o mais que pude, e penetrei. Como conhecia bem todas as entradas e saídas, com o alvoroto que lá por dentro ia, ninguém reparou em mim, e tive modo de me colocar no vão duma janela da mesma sala, cortinada de tapeçarias, por entre as quais podia, sem ser visto, descobrir quanto se passasse.
»¿Quién pudiera decir ahora los sobresaltos que me dio el corazón mientras allí estuve, los pensamientos que me ocurrieron, las consideraciones que hice?, que fueron tantas y tales, que ni se pueden decir ni aun es bien que se digan. Basta que sepáis que el desposado entró en la sala sin otro adorno que los mesmos vestidos ordinarios que solía. Traía por padrino a un primo hermano de Luscinda, y en toda la sala no había persona de fuera, sino los criados de casa . De allí a un poco, salió de una recámara Luscinda, acompañada de su madre y de dos doncellas suyas, tan bien aderezada y compuesta como su calidad y hermosura merecían, y como quien era la perfeción de la gala y bizarría cortesana. No me dio lugar mi suspensión y arrobamiento para que mirase y notase en particular lo que traía vestido; sólo pude advertir a las colores, que eran encarnado y blanco, y en las vislumbres que las piedras y joyas del tocado y de todo el vestido hacían, a todo lo cual se aventajaba la belleza singular de sus hermosos y rubios cabellos; tales que, en competencia de las preciosas piedras y de las luces de cuatro hachas que en la sala estaban, la suya con más resplandor a los ojos ofrecían. ¡Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso! ¿De qué sirve representarme ahora la incomparable belleza de aquella adorada enemiga mía? ¿No será mejor, cruel memoria, que me acuerdes y representes lo que entonces hizo, para que, movido de tan manifiesto agravio, procure, ya que no la venganza, a lo menos perder la vida?» No os canséis, señores, de oír estas digresiones que hago; que no es mi pena de aquellas que puedan ni deban contarse sucintamente y de paso, pues cada circunstancia suya me parece a mí que es digna de un largo discurso. Quem poderia agora dizer os sobressaltos deste coração enquanto ali me conservei? os pensamentos que me ocorreram? as considerações que fiz, que foram tantas e tais, que nem se podem referir nem é bem que se refiram? Basta que saibais que o noivo entrou na sala sem mais compostura que o seu trajo do costume. Vinha-lhe por padrinho um primo co-irmão de Lucinda, e em toda a sala não havia pessoa de fora, senão os criados da casa. Dentro em pouco saiu duma câmara Lucinda, acompanhada da mãe e de duas donzelas suas, tão bem adereçada e composta, como à sua qualidade e formosura competia, sendo ela o extremo da gala e bizarria cortesã. O meu enlevo não me deixou notar o que trazia vestido; só pude ver que as cores eram encarnado e branco, reluzindo a pedraria e jóias do toucado e de todo o vestuário, e realçando por cima de tudo a beleza singular de seus louros cabelos; tais brilhavam eles sem competência com as pedras preciosas e com as luzes de quatro tochas que na sala estavam, que ainda se lhes avantajavam. Ah! memória mortal, perturbadora do meu descanso! para que serve estares-me lembrando agora a incomparável lindeza daquela adorada inimiga? Não será melhor que me representes, ó memória cruel, o que ela então fez, para que, incitado de tão manifesto agravo, procure, já que não pode ser a vingança, ao menos o morrer? Não vos canseis, senhores, de me ouvir estas digressões, pois não é a minha pena das que podem e devem contar-se sucintamente; cada circunstância dela me parece digna dum largo discurso.
A esto le respondió el cura que no sólo no se cansaban en oírle, sino que les daba mucho gusto las menudencias que contaba, por ser tales, que merecían no pasarse en silencio, y la mesma atención que lo principal del cuento. A isto lhe respondeu o cura que não só se não cansavam de ouvi-lo, senão que muito sabor achavam naquelas mesmas minudências, por serem tais, que não mereciam ser deixadas em silêncio, sendo tão dignas de atenção como o principal da narrativa.
-«Digo, pues -prosiguió Cardenio -, que, estando todos en la sala, entró el cura de la perroquia, y, tomando a los dos por la mano para hacer lo que en tal acto se requiere, al decir ′′¿Queréis, señora Luscinda, al señor don Fernando, que está presente, por vuestro legítimo esposo, como lo manda la Santa Madre Iglesia?′′, yo saqué toda la cabeza y cuello de entre los tapices, y con atentísimos oídos y alma turbada me puse a escuchar lo que Luscinda respondía, esperando de su respuesta la sentencia de mi muerte o la confirmación de mi vida. ¡Oh, quién se atreviera a salir entonces, diciendo a voces! ′′¡Ah Luscinda, Luscinda, mira lo que haces, considera lo que me debes, mira que eres mía y que no puedes ser de otro! Advierte que el decir tú sí y el acabárseme la vida ha de ser todo a un punto. ¡Ah traidor don Fernando, robador de mi gloria, muerte de mi vida! ¿Qué quieres? ¿Qué pretendes? Considera que no puedes cristianamente llegar al fin de tus deseos, porque Luscinda es mi esposa y yo soy su marido′′. ¡Ah, loco de mí, ahora que estoy ausente y lejos del peligro, digo que había de hacer lo que no hice! ¡Ahora que dejé robar mi cara prenda, maldigo al robador, de quien pudiera vengarme si tuviera corazón para ello como le tengo para quejarme! En fin, pues fui entonces cobarde y necio, no es mucho que muera ahora corrido, arrepentido y loco. --Digo pois --prosseguiu Cardênio --que, estando todos na sala, entrou o cura da freguesia, e tomando aos dois pela mão, para fazer o que em tal ato se requer, ao dizer: Quereis, senhora Lucinda, ao senhor D. Fernando aqui presente, para vosso legítimo esposo, como manda a Santa Madre Igreja? eu lancei a cabeça e pescoço para fora das cortinas, e com atentíssimos ouvidos e alma perturbada me pus a escutar o que Lucinda responderia. Uma palavra dela ia ser a sentença da minha vida ou morte. Oh! quem se atrevera então a bradar: Ah! Lucinda, Lucinda! olha o que fazes; considera o que deves; olha que és minha, e não podes ser de outro; repara que em dizendo sim mataste-me de repente. Ah! traidor D. Fernando, roubador da minha glória, meu assassino! que queres? que pretendes? considera que não podes cristãmente chegar a cabo dos teus desejos, porque Lucinda é minha esposa e eu sou seu marido. Ah! louco de mim! agora que estou ausente e longe do perigo, é que digo o que devia fazer e não fiz; agora, depois de deixar roubar a minha cara prenda, é que maldigo ao roubador, de quem me pudera ter vingado, se para isso tivesse coração, como o tenho para me queixar. Enfim, já que então fui covarde e néscio, não é muito que morra agora corrido, arrependido e louco.
»Estaba esperando el cura la respuesta de Luscinda, que se detuvo un buen espacio en darla, y, cuando yo pensé que sacaba la daga para acreditarse, o desataba la lengua para decir alguna verdad o desengaño que en mi provecho redundase, oigo que dijo con voz desmayada y flaca ′′Sí quiero′′; y lo mesmo dijo don Fernando; y, dándole el anillo, quedaron en disoluble nudo ligados . Llegó el desposado a abrazar a su esposa, y ella, poniéndose la mano sobre el corazón, cayó desmayada en los brazos de su madre. Resta ahora decir cuál quedé yo viendo, en el sí que había oído, burladas mis esperanzas, falsas las palabras y promesas de Luscinda imposibilitado de cobrar en algún tiempo el bien que en aquel instante había perdido. Quedé falto de consejo, desamparado, a mi parecer, de todo el cielo, hecho enemigo de la tierra que me sustentaba, negándome el aire aliento para mis suspiros y el agua humor para mis ojos; sólo el fuego se acrecentó de manera que todo ardía de rabia y de celos. Estava o cura esperando a resposta de Lucinda, que se deteve um bom espaço em dá-la; e quando eu pensei que arrancava a daga para seu crédito, ou soltava a língua para proferir alguma verdade ou desengano, que em meu proveito redundasse, ouço-lhe dizer com voz desmaiada e fraca: Sim; quero. O mesmo disse D. Fernando; e, dando-lhe o anel, ficaram ligados em laço indissolúvel. Chegou o desposado a abraçar a sua esposa; e ela, pondo a mão sobre o coração, caiu desmaiada nos braços da mãe. Resta agora dizer qual eu fiquei, vendo com aquele sim desfeitas as minhas esperanças, falseadas as palavras e promessas de Lucinda, desamparado, em meu entender, de todo o favor celeste.
»Alborotáronse todos con el desmayo de Luscinda, y, desabrochándole su madre el pecho para que le diese el aire, se descubrió en él un papel cerrado, que don Fernando tomó luego y se le puso a leer a la luz de una de las hachas; y, en acabando de leerle, se sentó en una silla y se puso la mano en la mejilla, con muestras de hombre muy pensativo, sin acudir a los remedios que a su esposa se ha cían para que del desmayo volviese. Yo, viendo alborotada toda la gente de casa, me aventuré a salir, ora fuese visto o no, con determinación que si me viesen, de hacer un desatino tal, que todo el mundo viniera a entender la justa indignación de mi pecho en el castigo del falso don Fernando, y aun en el mudable de la desmayada traidora. Pero mi suerte, que para mayores males, si es posible que los haya, me debe tener guardado, ordenó que en aquel punto me sobrase el entendimiento que después acá me ha faltado; y así, sin querer tomar venganza de mis mayores enemigos (que, por estar tan sin pensamiento mío , fuera fácil tomarla), quise tomarla de mi mano y ejecutar en mí la pena que ellos merecían; y aun quizá con más rigor del que con ellos se usara si entonces les diera muerte, pues la que se recibe repentina presto acaba la pena; mas la que se dilata con tormentos siempre mata, sin acabar la vida. Alvorotaram-se todos com o delíquio de Lucinda; e, desapertando-lhe a mãe o seio, para lhe dar ar, nele se descobriu um papel fechado, que D. Fernando tomou logo, e se pôs a ler à luz duma das tochas. Acabada a leitura, sentou-se numa cadeira, com a mão na face, com mostras de homem muito pensativo, sem acudir aos remédios, que à sua esposa se faziam, para que se recobrasse do desmaio. Eu, vendo alvorotada toda a gente de casa, aventurei-me a sair, quer fosse visto quer não, determinado, no caso de me verem, a fazer um desatino tal, que todos chegassem a entender a minha justa indignação no castigo do falso D. Fernando, e também da inconstância da traidora. Porém a minha sorte, que para maiores males, se os há, me devia reservar, ordenou que naquele ponto me sobrasse o entendimento, que de então para cá me tem faltado; e assim, sem querer tomar vingança dos meus maiores inimigos (que, por estar tão fora de acordo, fácil me fora tomá-la), quis executar em mim a pena que eles mereciam, e porventura que com maior rigor do que com eles usara, se então os matasse. A morte que se recebe repentina depressa acaba as penas; mas a que se dilata com tormentos está matando, sem acabar a existência.
»En fin, yo salí de aquella casa y vine a la de aquél donde había dejado la mula; hice que me la ensillase, sin despedirme dél subí en ella, y salí de la ciudad, sin osar, como otro Lot , volver el rostro a miralla; y cuando me vi en el campo solo, y que la escuridad de la noche me encubría y su silencio convidaba a quejarme, sin respeto o miedo de ser escuchado ni conocido, solté la voz y desaté la lengua en tantas maldiciones de Luscinda y de don Fernando, como si con ellas satisficiera el agravio que me habían hecho. Dile títulos de cruel, de ingrata, de falsa y desagradecida; pero, sobre todos, de codiciosa, pues la riqueza de mi enemigo la había cerrado los ojos de la voluntad, para quitármela a mí y entregarla a aquél con quien más liberal y franca la fortuna se había mostrado; y, en mitad de la fuga destas maldiciones y vituperios, la desculpaba, diciendo que no era mucho que una doncella recogida en casa de sus padres , hecha y acostumbrada siempre a obedecerlos, hubiese querido condecender con su gusto, pues le daban por esposo a un caballero tan principal, tan rico y tan gentil hombre que, a no querer recebirle, se podía pensar, o que no tenía juicio, o que en otra parte tenía la voluntad cosa que redundaba tan en perjuicio de su buena opinión y fama. Luego volvía diciendo que, puesto que ella dijera que yo era su esposo, vieran ellos que no había hecho en escogerme tan mala elección, que no la disculparan, pues antes de ofrecérseles don Fernando no pudieran ellos mesmos acertar a desear, si con razón midiesen su deseo , otro mejor que yo para esposo de su hija; y que bien pudiera ella, antes de ponerse en el trance forzoso y último de dar la mano, decir que ya yo le había dado la mía; que yo viniera y concediera con todo cuanto ella acertara a fingir en este caso. Enfim, saí de casa e tornei-me à do homem onde tinha deixado a mula. Mandei-a aparelhar, montei-a sem me despedir, e saí da cidade sem ousar, como outro Loth, olhar para trás. Quando me vi no campo, sozinho, encoberto pelo escuro da noite e convidado pelo seu silêncio a queixar-me, sem respeito ou medo de ser escutado nem conhecido, soltei a voz em tantas maldições a Lucinda e D. Fernando, como se com elas satisfizesse o agravo que me havia feito. Dei-lhe apodos de cruel, ingrata, falsa e desagradecida e sobretudo de ambiciosa, pois a riqueza do meu inimigo lhe tinha fechado os olhos, para se me roubar e entregar-se, àquele com quem mais liberal e franca a fortuna se havia mostrado. No meio das torrentes daquelas maldições e vitupérios, desculpava-a ainda assim, dizendo que não era muito que uma donzela sempre recolhida em casa de seus pais, acostumada a obedecer-lhes, tivesse querido condescender com o seu gosto, pois lhe davam por esposo um cavaleiro tão principal, tão rico e tão gentil-homem; que, se o não quisesse receber, se deveria pensar dela ou que não tinha juízo, ou que tinha noutra parte cativo e coração; o que tudo redundaria em menoscabo da sua fama. Disto saltava logo para outra idéia, dizendo: que ainda que ela tivera dito, para se ressalvar, ser eu já seu esposo, os seus não lhe achariam a eleição tão má, que não merecesse desculpa, pois antes de se apresentar D. Fernando, não poderiam eles próprios desejar racionalmente melhor esposo do que eu para sua filha, e que assim bem pudera ela, antes de vir à extremidade de entregar a sua mão, dizer que era já minha, porque em lance tal não seria eu quem lhe desmentisse essa invenção.
»En fin, me resolví en que poco amor, poco juicio, mucha ambición y deseos de grandezas hicieron que se olvidase de las palabras con que me había engañado, entretenido y sustentado en mis firmes esperanzas y honestos deseos. Con estas voces y con esta inquietud caminé lo que quedaba de aquella noche, y di al amanecer en una entrada destas sierras, por las cuales caminé otros tres días, sin senda ni camino alguno, hasta que vine a parar a unos prados, que no sé a qué mano destas montañas caen, y allí pregunté a unos ga naderos que hacia dónde era lo más áspero destas sierras. Dijéronme que hacia esta parte. Luego me encaminé a ella, con intención de acabar aquí la vida, y, en entrando por estas asperezas, del cansancio y de la hambre se cayó mi mula muerta, o, lo que yo más creo, por desechar de sí tan inútil carga como en mí llevaba. Yo quedé a pie, rendido de la naturaleza, traspasado de hambre, sin tener, ni pensar buscar, quien me socorriese. Por derradeiro concluí que pouco amor, pouco juízo, muita ambição e desejo de grandeza a tinham feito esquecer das palavras com que me enganara para as minhas esperanças e honestos desejos. Nestas lamentações e incertezas caminhei o resto da noite, e achei-me ao amanhecer às abas desta serra, por onde me adiantei mais três dias por descaminhos sempre a mais, até que cheguei a uns prados, não sei para que lado destas montanhas, onde perguntei a uns guardadores para onde era o mais bravio destas serras. Disseram-me que para esta banda. Para ela me dirigi logo, com tenção feita de não acabar noutra parte a minha vida metido por estas asperezas. A mula em que eu vinha caiu de cansaço e de fome, ou (o que mais creio) por se apartar de tão inútil carga como lhe eu era. Fiquei a pé, sucumbido à natureza, consumido de fome, sem ter, nem me ocorrer procurar quem me socorresse.
»De aquella manera estuve no sé qué tiempo, tendido en el suelo, al cabo del cual me levanté sin hambre, y hallé junto a mí a unos cabreros, que, sin duda, debieron ser los que mi necesidad remediaron, porque ellos me dijeron de la manera que me habían hallado, y cómo estaba diciendo tantos disparates y desatinos, que daba indicios claros de haber perdido el juicio; y yo he sentido en mí, después acá, que no todas veces le tengo cabal, sino tan desmedrado y flaco que hago mil locuras, rasgándome los vestidos, dando voces por estas soledades, maldiciendo mi ventura y repitiendo en vano el nombre amado de mi enemiga, sin tener otro discurso ni intento entonces que procurar acabar la vida voceando; y cuando en mí vuelvo, me hallo tan cansado y molido, que apenas puedo moverme. Mi más común habitación es en el hueco de un alcornoque, capaz de cubrir este miserable cuerpo. Los vaqueros y cabreros que andan por estas montañas, movidos de caridad, me sustentan, poniéndome el manjar por los caminos y por las peñas por donde entienden que acaso podré pasar y hallarlo; y así, aunque enton ces me falte el juicio, la necesidad natural me da a conocer el mantenimiento, y despierta en mí el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo. Otras veces me dicen ellos, cuando me encuentran con juicio, que yo salgo a los caminos y que se lo quito por fuerza, aunque me lo den de grado, a los pastores que vienen con ello del lugar a las majadas. Assim permaneci não sei quanto tempo estendido por terra. Ao cabo levantei-me sem fome e achei junto a mim alguns cabreiros, que foram sem dúvida os que me remediaram na minha miséria. Deles é que ouvi o estado em que deram comigo, a dizer tantos disparates, que bem mostrava trazer o juízo a monte. De então para cá sinto eu próprio em mim que nem sempre regulo certo, senão que ando tão desmedrado e somenos, que faço mil despropósitos, rasgo o fato, vozeio por estas soledades, amaldiçoo a minha sorte, e repito em vão o nome sempre adorado da minha inimiga, sem me lembrar então mais que fazer por acabar a vida naquela vozeria. Quando torno em mim, acho-me tão cansado e moído, que mal me posso mover. A minha morada, mais sabida, é o oco dum sobreiro, suficiente agasalho deste corpo miserável. Os vaqueiros e cabreiros que andam por estas serranias me sustentam por caridade, pondo-me a comida pelos caminhos e pelas penhas por onde entendem, que poderei acaso transitar e dar com ela. Falta-me, é verdade, o juízo para a conhecer; mas a necessidade natural me diz ser mantimento, e me aviva desejo de apetecê-lo, e vontade para o tomar. Outras vezes, segundo eles me contam, quando me tomam com juízo, salto-lhes ao caminho e os roubo à força, ainda que eles mo queiram dar de boa vontade, que já para isso mo traziam do lugar às malhadas.
»Desta manera paso mi miserable y estrema vida , hasta que el cielo sea servido de conducirle a su último fin, o de ponerle en mi memoria, para que no me acuerde de la hermosura y de la traición de Luscinda y del agravio de don Fernando; que si esto él hace sin quitarme la vida, yo volveré a mejor discurso mis pensamientos; donde no, no hay sino rogarle que absolutamente tenga misericordia de mi alma, que yo no siento en mí valor ni fuerzas para sacar el cuerpo desta estrecheza en que por mi gusto he querido ponerle». Ésta es, ¡oh señores!, la amarga historia de mi desgracia decidme si es tal, que pueda celebrarse con menos sentimientos que los que en mí habéis visto; y no os canséis en persuadirme ni aconsejarme lo que la razón os dijere que puede ser bueno para mi remedio, porque ha de aprovechar conmigo lo que aprovecha la medicina recetada de famoso médico al enfermo que recebir no la quiere. Yo no quiero salud sin Luscinda; y, pues ella gustó de ser ajena, siendo, o debiendo ser, mía, guste yo de ser de la desventura, pudiendo haber sido de la buena dicha. Ella quiso, con su mudanza, hacer estable mi perdición; yo querré, con procurar perderme, hacer contenta su voluntad, y será ejem plo a los por venir de que a mí solo faltó lo que a todos los desdichados sobra, a los cuales suele ser consuelo la imposibilidad de tenerle , y en mí es causa de mayores sentimientos y males, porque aun pienso que no se han de acabar con la muerte.Desta maneira vou passando os restos da miserável existência até que o céu seja servido conduzi-la ao descanso último, ou de mo chamar à lembrança, para que a ela me não tornem a formosura e traição de Lucinda, e o agravo de D. Fernando. Se Deus tal me concede sem me tirar a vida, eu aplicarei o pensamento a discursos de mais proveito. A não ser assim, não há senão rogar à Providência que tenha dó da minha alma, que eu em mim não sinto valor nem força para tirar o corpo desta estreiteza, em que por meu gosto o quis pôr. Aqui está, ó senhores meus, a amarga história da minha desgraça. Dizei-me agora se a achais tal, que se possa recordar com menos sentimento que o meu; não vos canseis em aconselhar-me o que a razão vos mostrar por bom para meu remédio, porque tanto há-de aproveitar comigo, como aproveita o curativo receitado por um médico de fama ao enfermo que recuse recebê-lo. Não quero saúde sem Lucinda; e como ela gosta de ser de outro, sendo, ou devendo ser minha, deixem-me gostar a mim de ser da desventura, podendo ser da felicidade. Ela quis com a sua mudança tornar estável a minha perdição; eu quererei com procurar perder-me satisfazer a sua vontade. Aprenderão os vindouros que a mim só faltou o que a todos os desditados sobra: a eles costuma ser consolação a certeza de não poderem alcançá-la; e em mim é causa de novos sentimentos e males, porque até penso que nem com a morte se me hão-de acabar.
Aquí dio fin Cardenio a su larga plática y tan desdichada como amorosa historia. Y, a0l tiempo que el cura se prevenía para decirle algunas razones de consuelo, le suspendió una voz que llegó a sus oídos, que en lastimados acentos oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración, que en este punto dio fin a la tercera el sabio y atentado historiador Cide Hamete Benengeli. Aqui terminou Cardênio a sua estiraçada fala; história tão amorosa, como desastrada; e ao tempo em que já o cura se estava preparando para lhe propor algumas palavras de conforto, veio-lhe ao ouvido uma voz que o atalhou, a qual dizia o que ao diante se contará.






I. Capítulo XXVIII. De cosas que dice Benengeli que las sabrá quien le leyere, si las lee con atención.


Capítulo XXVIII --Que trata da nova e agradável aventura sucedida na mesma serra ao cura e ao barbeiro.


Felicísimos y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo el audacísimo caballero don Quijote de la Mancha, pues por haber tenido tan honrosa determinación como fue el querer resucitar y volver al mundo la ya perdida y casi muerta orden de la andante caballería, gozamos ahora, en esta nuestra edad, necesitada de alegres entretenimientos , no sólo de la dulzura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios della, que, en parte, no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia; la cual, prosiguiendo su rastrillado, torcido y aspado hilo, cuenta que, así como el cura comenzó a prevenirse para consolar a Cardenio, lo impidió una voz que llegó a sus oídos , que, con tristes acentos, decía desta manera -¡Ay Dios! ¿Si será posible que he ya hallado lugar que pueda servir de escondida sepultura a la carga pesada deste cuerpo, que tan contra mi voluntad sostengo? Sí será, si la soledad que prometen estas sierras no me miente. ¡Ay, desdichada, y cuán más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males. DITOSOS e felicíssimos tempos, em que ao mundo veio o tão audaz cavaleiro D. Quixote de la Mancha pela sua mui honrada determinação de restituir ao mundo a já quase esquecida ordem da cavalaria andante! Saboreamos nós agora, nesta idade tão falta de passatempos alegres, a doçura de estarmos lendo a sua verdadeira história e os contos que nela se travam como episódios; estes em boa parte não são menos agradáveis, artificiosos e verdadeiros que a história mesma. Conta ela, prosseguindo o seu tortuoso fio, que tanto como o cura começava de preparar-se para consolar a Cardênio, o atalhou uma voz, que lhe chegou aos ouvidos, e que em tons magoados se lastimava assim: --Ai, Deus! será possível ter eu já achado lugar, em que sepulte a ocultas este corpo, que tão sobreposse vou arrastando? espero que sim, se me não mente a soledade que estas serras me afiançam. Ai desditosa! quão mais agradável companhia não farão estas penhas e moitas ao meu sentimento, pois me proporcionarão comunicar estas queixas com o céu, e não a criaturas humanas! Na terra já não há com quem se possa tomar conselho nas incertezas, alívio nos queixumes, nem remédio na desgraça.
Todas estas razones oyeron y percibieron el cura y los que con él estaban, y por parecerles, como ello era, que allí junto las decían, se levantaron a buscar el dueño, y no hubieron andado veinte pasos, cuando detrás de un peñasco vieron, sentado al pie de un fresno, a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lavaba los pies en el arroyo que por allí corría, no se le pudieron ver por entonces. Y ellos llegaron con tanto silencio que dél no fueron sentidos , ni él estaba a otra cosa atento que a lavarse los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal que entre las otras piedras del arroyo se habían nacido. Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño; y así, viendo que no habían sido sentidos, el cura, que iba delante, hizo señas a los otros dos que se agazapasen o escondiesen detrás de unos pedazos de peña que allí había, y así lo hicieron todos, mirando con atención lo que el mozo hacía; el cual traía puesto un capotillo pardo de dos haldas, muy ceñido al cuerpo con una toalla blanca. Traía, ansimesmo, unos calzones y polainas de paño pardo, y en la cabeza una montera parda. Tenía las polainas levantadas hasta la mitad de la pierna, que, sin duda alguna, de blanco alabastro parecía . Acabóse de lavar los hermosos pies, y luego, con un paño de tocar, que sacó debajo de la montera, se los limpió; y, al querer quitársele, alzó el rostro, y tuvieron lugar los que mirándole estaban de ver una hermosura incomparable; tal, que Cardenio dijo al cura, con voz baja. Tudo isto ouviram distintamente o cura e os mais que ali eram; e por lhes parecer que perto dali estava a pessoa que tais queixas proferia, se levantaram para ir ter com ela. Não tinham andado vinte passos, quando de trás de um penhasco viram sentado ao pé de um freixo um mancebo entrajado à lavradora, ao qual, por estar com a cabeça baixa, a lavar os pés num regatinho, não puderam imediatamente divisar o rosto. Aproximaram-se-lhe tão calados, que não foram dele pressentidos, de atento que estava na sua lavagem dos pés; e tais eram eles, que não pareciam senão dois pedaços de puro cristal entre as outras pedras da corrente. Maravilhou-os a alvura e lindeza daquelas plantas, que não pareciam feitas a pisar torrões, nem a seguir arados e bois, como inculcava o vestuário do dono. Assim, vendo que não tinham sido por ora sentidos, o cura, que ia adiante, fez sinal aos outros dois para que se agachassem e escondessem por trás de uns pedaços de penha que ali havia. Assim o executaram todos, reparando com atenção para o que o moço fazia. Trazia este um roupãozinho pardo de duas abas, muito bem cingido ao corpo com uma toalha branca. Trazia uns calções e polainas de pano pardo, e na cabeça uma gorra também parda. As polainas tinha-as levantadas até meia perna, que na alvura alembrava alabastro. Acabados de lavar os formosos pés, enxugou-os com um lenço da cabeça, o qual tirou da gorra; e, quando já ia para retirar-se, ergueu o rosto; com o que tiveram lugar os que o estavam olhando de descobrir uma formosura incomparável, e tal, que Cardênio disse baixinho para o cura:
-Ésta, ya que no es Luscinda, no es persona humana, sino divina . --Esta, como não é Lucinda, não é criatura humana; deve ser por força divindade.
El mozo se quitó la montera, y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto, y aun los de Cardenio , si no hubieran mirado y conocido a Luscinda; que después afirmó que sola la belleza de Luscinda podía contender con aquélla. Los luengos y rubios cabellos no sólo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debajo de ellos; que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía tales y tantos eran. En esto, les sirvió de peine unas manos, que si los pies en el agua habían parecido pedazos de cristal, las manos en los cabellos semejaban pedazos de apretada nieve ; todo lo cual, en más admiración y en más deseo de saber quién era ponía a los tres que la miraban. O moço tirou a gorra e, sacudindo a cabeça para uma e outra parte, começou a espalhar os cabelos, que bem puderam aos do sol fazer inveja. Conheceram então que o suposto rústico não era senão mulher, e mimosíssima; pelo menos, a mais formosa que ambos eles com seus olhos jamais tinham visto. Outro tanto encareceria Cardênio, se não conhecera Lucinda, cuja lindeza, como depois declarou, era a única para se comparar àquela. Os cabelos compridos e louros não só lhe cobriam as costas, mas toda em derredor a velavam; tanto, que, afora os pés, nada de todo o corpo lhe aparecia. Para os alisar serviram de pente mãos, que em brancura ainda aos pés se avantajavam. Todo aquele conjunto acrescentava ainda nos três espectadores a admiração e o desejo de saberem quem fosse.
Por esto determinaron de mostrarse, y, al movimiento que hicieron de ponerse en pie, la hermosa moza alzó la cabeza, y, apartándose los cabellos de delante de los ojos con entrambas manos, miró los que el ruido hacían; y apenas los hubo visto, cuando se levantó en pie, y, sin aguardar a calzarse ni a recoger los cabellos, asió con mucha presteza un bulto, como de ropa, que junto a sí tenía, y quiso ponerse en huida, llena de turbación y sobresalto; mas no hubo dado seis pasos cuando, no pudiendo sufrir los delicados pies la aspereza de las piedras, dio consigo en el suelo. Lo cual visto por los tres, salieron a ella, y el cura fue el primero que le dijo. Por isso se deliberaram a aparecer. Ao movimento que fizeram para se erguer, alçou a gentil moça a cabeça, e arredando dos olhos os cabelos com as mãos ambas, procurou ver donde o ruído provinha. Tanto que os descobriu pôs-se em pé; e, sem se deter a calcar-se, ou recolher os cabelos, apanhou muito à pressa um volume como de roupa, que junto lhe estava, e quis pôr-se em fugida, cheia de perturbação e sobressalto. Mas seis passos não teria ainda dado, quando, não lhe podendo mais os delicados pés com a aspereza das pedras, se deixou cair. Correram para ela os três, sendo o cura o primeiro que lhe falou, dizendo:
-Deteneos, señora, quienquiera que seáis, que los que aquí veis sólo tienen intención de serviros. No hay para qué os pongáis en tan impertinente huida, porque ni vuestros pies lo podrán sufrir ni nosotros consentir. --Detende-vos, senhora, quem quer que sejais. Os que vedes aqui só ambicionam servir-vos. Não há porque nos fujais; nem vós podeis correr assim descalça, nem nós outros consentir-vo-lo.
A todo esto, ella no respondía palabra, atónita y confusa. Llegaron, pues, a ella, y, asiéndola por la mano el cura, prosiguió diciendo. A nada disto ela respondia palavra, a poder de atônita e confusa. Chegados pois a ela, o cura, travando-lhe da mão, prosseguiu:
-Lo que vuestro traje, señora, nos niega, vuestros cabellos nos descubren señales claras que no deben de ser de poco momento las causas que han disfrazado vuestra belleza en hábito tan indigno, y traídola a tanta soledad como es ésta, en la cual ha sido ventura el hallaros, si no para dar remedio a vuestros males, a lo menos para darles consejo, pues ningún mal puede fatigar tanto, ni llegar tan al estremo de serlo, mientras no acaba la vida, que rehúya de no escuchar siquiera el consejo que con buena intención se le da al que lo padece. Así que, señora mía, o señor mío, o lo que vos quisierdes ser, perded el sobresalto que nuestra vista os ha causado y contadnos vuestra buena o mala suerte; que en nosotros juntos, o en cada uno, hallaréis quien os ayude a sentir vuestras desgracias. --Os vossos cabelos, senhora, bem estão desmentindo o vosso trajo. De pouco tomo não devem ser as causas de se ter a vossa lindeza disfarçado em vestuário tão indigno, e em tão funda soledade como esta. Dita foi que vos achássemos; se não para darmos remédio aos vossos males, ao menos para vos ajudar com algum bom conselho. Não há desventura tão cansada, nem tão posta no cabo, enquanto não degenera em morte, que deva esquivar-se a um alvitre oferecido com bom ânimo. Portanto, senhora, ou senhor, ou o que mais quiserdes ser, tornai a vós do sobressalto que a nossa presença vos causou, e contai-me o vosso caso, seja qual for. Todos e cada um de nós vos acompanharemos, ao menos no sentimento dos vossos trabalhos.
En tanto que el cura decía estas razones, estaba la disfrazada moza como embelesada, mirándolos a todos, sin mover labio ni decir palabra alguna bien así como rústico aldeano que de improviso se le muestran cosas raras y dél jamás vistas. Mas, volviendo el cura a decirle otras razones al mesmo efeto encaminadas, dando ella un profundo suspiro, rompió el silencio y dijo. Enquanto o cura assim discorria, estava ela como fora de si, olhando para todos sem boquejar. Dava por longe a lembrar um sáfaro aldeão, a quem de repente se mostram coisas raras, que ele nunca viu; mas, recomeçando o cura mais razões ao mesmo propósito encaminhadas, ela, dando um profundo suspiro, quebrou o silêncio, e disse:
-Pues que la soledad destas sierras no ha sido parte para encubrirme, ni la soltura de mis descompuestos cabellos no ha permitido que sea mentirosa mi lengua, en balde sería fingir yo de nuevo ahora lo que, si se me creyese, sería más por cortesía que por otra razón alguna. Presupuesto esto, digo, señores, que os agradezco el ofrecimiento que me habéis hecho, el cual me ha puesto en obligación de satisfaceros en todo lo que me habéis pedido, puesto que temo que la relación que os hiciere de mis desdichas os ha de causar, al par de la compasión, la pesadumbre, porque no habéis de hallar remedio para remediarlas ni consuelo para entretenerlas. Pero, con todo esto, porque no ande vacilando mi honra en vuestras intenciones , habiéndome ya conocido por mujer y viéndome moza, sola y en este traje, cosas todas juntas, y cada una por sí, que pueden echar por tierra cualquier honesto crédito, os habré de decir lo que quisiera callar si pudiera. --Uma vez que o solitário destas serras não bastou para me esconder, e estes meus cabelos desmentem enganos, por demais fora fingir eu por mais tempo o que vós só por cortesia mostraríeis acreditar. Isto suposto, agradeço-vos, senhores, os vossos oferecimentos; tanto, que por eles me julgo obrigada a satisfazer-vos em tudo que me pedis, se bem que temo que a narração das minhas desditas vos cause, além da compaixão, desconsolo não pequeno, porque afinal nem atinareis remédio para o que padeço, nem consolações que mo suavizem. Apesar de tudo isto, e para que lá por dentro dos vossos juízos não ande estremecida a idéia da minha honra, por saberdes já que sou mulher, moça, sozinha, e neste trajo, coisas todas (e bastava qualquer delas) para arrasar má reputação, devo enfim dizer-vos o que bem quisera calar-vos, se me fora possível.
Todo esto dijo sin parar la que tan hermosa mujer parecía, con tan suelta lengua, con voz tan suave, que no menos les admiró su discreción que su hermosura. Y, tornándole a hacer nuevos ofrecimientos y nuevos ruegos para que lo prometido cumpliese, ella, sin hacerse más de rogar, calzándose con toda honestidad y recogiendo sus cabellos, se acomodó en el asiento de una piedra, y, puestos los tres alrededor della, haciéndose fuerza por detener algunas lágrimas que a los ojos se le venían, con voz reposada y clara, comenzó la historia de su vida desta manera. Tudo isto disse sem se interromper, com fala tão pronta e voz tão suave, que não menos maravilhou por discreta, do que já maravilhara por formosa. Iam reiterar prometimentos e rogativas para que satisfizesse o prometido, quando ela, sem se fazer mais rogar, calçando-se com toda a honestidade, e apanhando as madeixas, se assentou numa pedra, ficando os três em derredor; e, forcejando para reprimir lágrimas, que aos olhos lhe acudiam, com voz serena a sonora começou desta maneira a sua história:
-«En esta Andalucía hay un lugar de quien toma título un duque , que le hace uno de los que llaman grandes en España. Éste tiene dos hijos el mayor, heredero de su estado, y, al parecer, de sus buenas costumbres; y el menor, no sé yo de qué sea heredero, sino de las traiciones de Vellido y de los embustes de Galalón . Deste señor son vasallos mis padres, humildes en linaje, pero tan ricos que si los bienes de su naturaleza igualaran a los de su fortuna, ni ellos tuvieran más que desear ni yo temiera verme en la desdicha en que me veo; porque quizá nace mi poca ventura de la que no tuvieron ellos en no haber nacido ilustres. Bien es verdad que no son tan bajos que puedan afrentarse de su estado, ni tan altos que a mí me quiten la imaginación que tengo de que de su humildad viene mi desgracia. Ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla de alguna raza mal sonante, y, como suele decirse, cristianos viejos ranciosos; pero tan ricos que su riqueza y magnífico trato les va poco a poco adquiriendo nombre de hidalgos, y aun de caballeros. Puesto que de la mayor riqueza y nobleza que ellos se preciaban era de tenerme a mí por hija; y, así por no tener otra ni otro que los heredase como por ser padres, y aficionados , yo era una de las más regaladas hijas que padres jamás regalaron. Era el espejo en que se miraban, el báculo de su vejez, y el sujeto a quien encaminaban, midiéndolos con el cielo, todos sus deseos; de los cuales, por ser ellos tan buenos, los míos no salían un punto. Y del mismo modo que yo era señora de sus ánimos, ansí lo era de su hacienda por mí se recebían y despedían los criados; la razón y cuenta de lo que se sembraba y cogía pasaba por mi mano; los molinos de aceite, los lagares de vino, el número del ganado mayor y menor, el de las colmenas. Finalmente, de todo aquello que un tan rico labrador como mi padre puede tener y tiene, tenía yo la cuenta, y era la mayordoma y señora, con tanta solicitud mía y con tanto gusto suyo, que buenamente no acertaré a encarecerlo. Los ratos que del día me quedaban, después de haber dado lo que convenía a los mayorales, a capataces y a otros jornaleros, los entretenía en ejercicios que son a las doncellas tan lícitos como necesarios, como son los que ofrece la aguja y la almohadilla, y la rueca muchas veces; y si alguna, por recrear el ánimo, estos ejercicios dejaba, me acogía al entretenimiento de leer algún libro devoto, o a tocar una arpa, porque la experiencia me mostraba que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu. --Há nesta Andaluzia um lugar, donde toma nome um Duque, dos que chamam Grandes de Espanha. Tem ele dois filhos; o mais velho, herdeiro do seu estado, e dos seus bons costumes também (segundo parece), e o mais novo, herdeiro não sei de que, se não for das traições de Belido, e dos embustes de Galalão. Deste Duque são vassalos meus pais, humildes de geração, porém tão ricos dos bens da fortuna, que, se o nascimento lhos igualasse, nem eles teriam mais que desejar, nem eu temeria nunca ver-me na desgraça em que me vejo. Talvez que a minha pouca ventura só nascesse da que também lhes faltou a eles por não nascerem ilustres. Verdade é que não são tão humildes, que se devam envergonhar do seu estado, nem também tão altos, que me tirem a cisma em que estou de ser a minha desgraça efeito da sua humildade. Em suma: são lavradores, gente chã sem nódoas na geração, e (como se costuma dizer) cristãos-velhos e rançosos, mas não tão rançosos, que a sua riqueza e magnífico trato lhes não vá a pouco e pouco adquirindo nome de fidalgos e cavalheiros, ainda que a maior riqueza e nobreza de que eles se prezavam era terem-me por filha. Por não terem outro nem outra que deles herdasse, como porque eram pais, e pais extremosíssimos, era eu uma das mais regaladas filhas que jamais houve. Eu o espelho em que se reviam, o bordão da sua velhice e o alvo de todas as suas ambições, que se levantavam até ao céu. Dessas ambições, por tão santas que eram, não discrepavam as minhas nem um til; tão senhora era eu dos seus corações, como dos seus haveres; por mim se recebiam e despediam os criados; a conta das sementeiras e colheitas corria toda por minha mão; das moendas de azeite, das lagaradas de vinho, do gado maior e menor, dos colmeais, finalmente de tudo aquilo que um lavrador opulento, como meu pai, deve ter, e tem, a administração fazia-a eu. Era a mordoma e senhora, com tanto desvelo meu, e tão a seu contento, como não posso encarecer. Os pedaços que no dia me sobravam destes lavores, depois de ter dado a devida atenção aos maiorais ou capatazes, e a outros jornaleiros, entretinha-os em exercícios, que às donzelas são tão lícitos como necessários, tais como os de agulha e de almofada, e a roca muitas vezes; e quando, para espairecer, interrompia estes exercícios, recorria ao entretenimento de ler algum livro devoto, ou a tocar uma harpa, porque a experiência me tinha ensinado ser a música uma suavizadora dos ânimos alterados e um alívio para os trabalhos do espírito.
»Ésta, pues, era la vida que yo tenía en casa de mis padres, la cual, si tan particularmente he contado, no ha sido por ostentación ni por dar a entender que soy rica, sino porque se advierta cuán sin culpa me he venido de aquel buen estado que he dicho al infelice en que ahora me hallo . Es, pues, el caso que, pasando mi vida en tantas ocupaciones y en un encerramiento tal que al de un monesterio pudiera compararse, sin ser vista, a mi parecer, de otra persona alguna que de los criados de casa, porque los días que iba a misa era tan de mañana, y tan acompañada de mi madre y de otras criadas, y yo tan cubierta y recatada que apenas vían mis ojos más tierra de aquella donde ponía los pies; y, con todo esto, los del amor, o los de la ociosidad, por mejor decir, a quien los de lince no pueden igualarse , me vieron, puestos en la solicitud de don Fernando, que éste es el nombre del hijo menor del duque que os he contado». Tal era a vida que eu levava em casa de meus pais. Se tão por miúdo a contei, não foi por ostentação, nem por alardo de riquezas, mas só para que se reconheça quanto sem culpa caí daquele bom estado neste em que hoje me vejo. É o caso que, passando eu a vida em tantas ocupações, e num tal recato, que se podia comparar ao de um mosteiro, sem ser vista (supunha eu) de pessoa alguma, afora os criados de casa (porque os dias em que ia à missa era tão de manhãzinha, tão acompanhada de minha mãe e de criadas, e toda eu tão coberta e recatada, que apenas via por onde punha os pés); apesar de tudo aquilo, os olhos do amor, ou da ociosidade, por melhor dizer, que são mais que olhos de lince, descobriram-me entre as outras cortejadas de D. Fernando, que assim se chama o filho mais novo do Duque de quem já vos falei.
No hubo bien nombrado a don Fernando la que el cuento contaba, cuando a Cardenio se le mudó la color del rostro , y comenzó a trasudar, con tan grande alteración que el cura y el barbero, que miraron en ello, temieron que le venía aquel accidente de locura que habían oído decir que de cuando en cuando le venía. Mas Cardenio no hizo otra cosa que trasudar y estarse quedo, mirando de hito en hito a la labradora, imaginando quién ella era; la cual, sin advertir en los movimientos de Cardenio , prosiguió su historia, diciendo. Ao nome, apenas proferido, de D. Fernando, mudou-se a Cardênio a cor do rosto, e começou a suar, com tão grande alteração, que, reparando nele o cura e o barbeiro, temeram ser-lhe chegado algum daqueles ataques de loucura, de que já tinham notícia. Mas Cardênio o que só fez foi continuar a tressuar, porém quieto, com os olhos fitos na lavradora, imaginando quem ela era. Esta, sem reparar, prosseguiu a sua história, dizendo:
-«Y no me hubieron bien visto cuando, según él dijo después, quedó tan preso de mis amores cuanto lo dieron bien a entender sus demostraciones. Mas, por acabar presto con el cuento, que no le tiene, de mis desdichas , quiero pasar en silencio las diligencias que don Fernando hizo para declararme su voluntad. Sobornó toda la gente de mi casa, dio y ofreció dádivas y mercedes a mis parientes. Los días eran todos de fiesta y de regocijo en mi calle; las noches no dejaban dormir a nadie las músicas. Los billetes que, sin saber cómo, a mis manos venían, eran infinitos, llenos de enamoradas razones y ofrecimientos, con menos letras que promesas y juramentos. Todo lo cual no sólo no me ablandaba, pero me endurecía de manera como si fuera mi mortal enemigo, y que todas las obras que para reducirme a su voluntad hacía, las hiciera para el efeto contrario; no porque a mí me pareciese mal la gentileza de don Fernando, ni que tuviese a demasía sus solicitudes; porque me daba un no sé qué de contento verme tan querida y estimada de un tan principal caballero, y no me pesaba ver en sus papeles mis alabanzas que en esto, por feas que seamos las mujeres, me parece a mí que siempre nos da gusto el oír que nos llaman hermosas. --Apenas me tinha avistado, quando (segundo ele depois contou) ficou tão possuído de amores meus, quanto as suas obras o deram a entender. Mas, para abreviar o sem fim das minhas desditas, quero passar em silêncio as diligências que D. Fernando fez para me declarar a sua vontade. Subornou toda a gente da minha casa; deu e ofereceu dádivas e mercês a meus parentes; todos os dias eram de festa e regozijo na minha rua; de noite ninguém podia pegar no sono, com as músicas; os bilhetes que me vinham à mão, sem eu saber como, eram infinitos, cheios de namoradas frases e oferecimentos, com menos letras que promessas e juras. Tudo aquilo não só me não abrandava, mas até me endurecia de maneira, como se proviera de inimigo mortal. Tudo que ele fazia para me reduzir à sua vontade redundava-lhe sempre no efeito contrário; não era por me desagradar a gentileza de D. Fernando, nem por achar demasiadas as suas finezas, porque em verdade me dava não sei que contentamento ver-me tão querida e estimada de cavaleiro tão principal; e não me descontentava do que ele escrevia em meu louvor (que neste particular, por feias que sejamos, tenho para mim que todas as mulheres nos lisonjeamos quando nos ouvimos celebrar de bonitas).
»Pero a todo esto se opone mi honestidad y los consejos continuos que mis padres me daban, que ya muy al descubierto sabían la voluntad de don Fernando, porque ya a él no se le daba nada de que todo el mundo la supiese. Decíanme mis padres que en sola mi virtud y bondad dejaban y depositaban su honra y fama, y que considerase la desigualdad que había entre mí y don Fernando, y que por aquí echaría de ver que sus pensamientos, aunque él dijese otra cosa, mas se encaminaban a su gusto que a mi provecho; y que si yo quisiese poner en alguna manera algún inconveniente para que él se dejase de su injusta pretensión, que ellos me casarían luego con quien yo más gustase así de los más principales de nuestro lugar como de todos los circunvecinos, pues todo se podía esperar de su mucha hacienda y de mi buena fama. Con estos ciertos prometimientos, y con la verdad que ellos me decían, fortificaba yo mi entereza, y jamás quise responder a don Fernando palabra que le pudiese mostrar, aunque de muy lejos, esperanza de alcanzar su deseo. A tudo porém resistia a minha honestidade e os conselhos incessantes de meus pais, já então conhecedores e certos das pretensões de D. Fernando; que admira se ele próprio já se não importava de que todo o mundo lhas soubesse! Repetiam-me meus pais que a honra deles permanecia confiada toda na minha virtude, e que me lembrasse da distância que ia de mim a D. Fernando, prova clara de que os seus desejos, por mais que os ele disfarçasse, mais se encaminhavam ao seu gosto que a meu proveito, e que, se eu quisesse pôr de algum modo estorvo, que o descorçoasse daquela imperdoável teima, eles me casariam sem dilação com quem eu mais levasse em gosto, ou fosse do nosso lugar, ou dos circunvizinhos, que para tudo lhes davam confiança o seu cabedal e a minha fama. Com estas promessas e com a verdade que as acompanhava, me ia eu fortalecendo para resistir; nunca jamais respondi a D. Fernando palavra, que lhe mostrasse, nem por sombras, esperança de me alcançar.
»Todos estos recatos míos, que él debía de tener por desdenes, debieron de ser causa de avivar más su lascivo apetito, que este nombre quiero dar a la voluntad que me mostraba; la cual, si ella fuera como debía, no la supiérades vosotros ahora, porque hubiera faltado la ocasión de decírosla. Finalmente, don Fernando supo que mis padres andaban por darme estado, por quitalle a él la esperanza de poseerme, o, a lo menos, porque yo tuviese más guardas para guardarme; y esta nueva o sospecha fue causa para que hiciese lo que ahora oiréis. Y fue que una noche, estando yo en mi aposento con sola la compañía de una doncella que me servía, teniendo bien cerradas las puertas, por temor que, por descuido, mi honestidad no se viese en peligro , sin saber ni imaginar cómo, en medio destos recatos y prevenciones, y en la soledad deste silencio y encierro , me le hallé delante, cuya vista me turbó de manera que me quitó la de mis ojos y me enmudeció la lengua; y así, no fui poderosa de dar voces, ni aun él creo que me las dejara dar, porque luego se llegó a mí, y, tomándome entre sus brazos (porque yo, como digo, no tuve fuerzas para defenderme, según estaba turbada), comenzó a decirme tales razones, que no sé cómo es posible que tenga tanta habilidad la mentira que las sepa componer de modo que parezcan tan verdaderas. Hacía el traidor que sus lágrimas acreditasen sus palabras y los suspiros su intención. Yo, pobrecilla, sola entre los míos, mal ejercitada en casos semejantes, comencé, no sé en qué modo, a tener por verdaderas tantas falsedades, pero no de suerte que me moviesen a compasión menos que buena sus lágrimas y suspiros. Todos estes recatos meus, que a ele se deviam figurar desdéns, creio que ainda avivaram mais o seu apetite desonesto, que outra coisa não era o afeto que me ele encarecia. A ter sido verdadeiro, não vos estaria eu agora contando isto, nem haveria de que me queixar. Soube afinal D. Fernando que meus pais andavam em diligências de me casar, para lhe tirarem a ele toda a esperança de me possuir, ou, pelo menos, para eu ter mais quem me guardasse. Que faria com tal novidade D. Fernando? Ides sabê-lo. Uma noite, estando eu no meu aposento com a companhia única de uma donzela do meu serviço, com as portas bem fechadas para acautelar qualquer perigo, não sei nem imagino como, no meio destes resguardos, e na solidão de tamanho encerro, vejo-o diante de mim. Tal foi a minha perturbação, que me fugiu a vista e a fala; não podia gritar por socorro, nem ele, creio eu, mo consentiria. Chegou-se logo a mim, e, tomando-me entre os braços, (como havia eu de me defender na turbação daquele repente?) começou a dizer-me tais coisas, que não sei como é possível que se inventem; com as lágrimas e suspiros do traidor se acreditavam os seus dizeres. Eu pobrezinha! eu entre os meus desamparada, inexperiente de semelhantes apuros, comecei, não sei como, a ter por sinceras todas aquelas falsidades, mas não tanto, ainda assim, que me abalassem a compadecer-me repreensivelmente de tantos extremos de lágrimas e gemidos. Passado o primeiro sobressalto, recobrei algum tanto o espírito amortecido, e, com mais ânimo do que eu própria pensei que tivesse, lhe disse: 
»Y así, pasándoseme aquel sobresalto primero, torné algún tanto a cobrar mis perdidos espíritus, y con más ánimo del que pensé que pudiera tener, le dije ′′Si como estoy, señor, en tus brazos, estuviera entre los de un león fiero y el librarme dellos se me asegurara con que hiciera, o dijera, cosa que fuera en perjuicio de mi honestidad, así fuera posible hacella o decilla como es posible dejar de haber sido lo que fue. Así que, si tú tienes ceñido mi cuerpo con tus brazos, yo tengo atada mi alma con mis buenos deseos, que son tan diferentes de los tuyos como lo verás si con hacerme fuerza quisieres pasar adelante en ellos. Tu vasalla soy, pero no tu esclava; ni tiene ni debe tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la humildad de la mía; y en tanto me estimo yo, villana y labradora, como tú, señor y caballero. Conmigo no han de ser de ningún efecto tus fuerzas, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros y lágrimas enternecerme. Si alguna de todas estas cosas que he dicho viera yo en el que mis padres me dieran por esposo, a su voluntad se ajustara la mía, y mi voluntad de la suya no saliera; de modo que, como quedara con honra, aunque quedara sin gusto, de grado te entregara lo que tú, señor, ahora con tanta fuerza procuras. Todo esto he dicho porque no es pensar que de mí alcance cosa alguna el que no fuere mi ligítimo esposo′′. ′′Si no reparas más que en eso, bellísima Dorotea -(que éste es el nombre desta desdichada), dijo el desleal caballero-, ves aquí te doy la mano de serlo tuyo, y sean testigos desta verdad los cielos, a quien ninguna cosa se asconde, y esta imagen de Nuestra Señora que aquí tienes′′Se estivera, como estou, senhor, nos vossos braços, nos de um leão feroz, e me certificassem de que lhes escaparia com dizer ou fazer fosse o que fosse em prejuízo da minha honestidade, tão impossível me fora isso, como me foi impossível deixar de me portar como me portei. Tendes o meu corpo cativo entre os vossos braços, e eu tenho a minha alma segura com os meus bons propósitos; são eles tão outros dos vossos, como vereis, se, teimando, quiserdes violentar-me. Sou vossa vassala, mas não vossa escrava; a nobreza do vosso sangue não tem nem deve ter licença para desonrar a humildade do meu. Sou vilã e lavradora, mas nem por isso me aprecio em menos do que vós vos estimais por senhor e cavalheiro. Comigo não hão-de aproveitar as vossas forças, nem valer as vossas opulências, nem as vossas palavras hão-de lograr seduzir-me, nem suspiros e lágrimas enternecer-me. Se alguma destas coisas que digo a visse num esposo escolhido por meus pais, à sua vontade seria dócil a minha, como ficava com honra, ainda que sem gosto, de grado entregaria o que vós, senhor, agora com tanto esforço ambicionais. Digo tudo isto, porque não há cuidar que de mim alcance coisa alguma quem não for meu legítimo esposo. --Se nisso está a tua dificuldade, belíssima Dorotéia --(assim se chama esta desditada) --disse o desleal cavaleiro --desde aqui te dou com esta mão a certeza de o ser teu; tomo por testemunhas os céus, a que nada se esconde, e esta imagem de Nossa Senhora que tens aqui.
Cuando Cardenio le oyó decir que se llamaba Dorotea, tornó de nuevo a sus sobresaltos y acabó de confirmar por verdadera su primera opinión; pero no quiso interromper el cuento, por ver en qué venía a parar lo que él ya casi sabía; sólo dijoQuando Cardênio lhe ouviu que se chamava Dorotéia, tornou de novo aos seus sobressaltos, e acabou de se confirmar no que já supusera; mas não quis interromper a narrativa, desejoso de saber em que parava o que ele já quase sabia; só disse:
Reparó Dorotea en las razones de Cardenio y en su estraño y desastrado traje, y rogóle que si alguna cosa de su hacienda sabía, se la dijese luego; porque si algo le había dejado bueno la fortuna, era el ánimo que tenía para sufrir cualquier desastre que le sobreviniese, segura de que, a su parecer, ninguno podía llegar que el que tenía acrecentase un punto.Fez Dorotéia reparo nas palavras de Cardênio, e em seu trajar extravagante e miserável, e lhe rogou que, se por acaso sabia alguma coisa tocante a ela, lha dissesse logo, porque, se alguma coisa boa lhe tinha ficado na desgraça, era o ânimo para sofrer qualquer novo infortúnio, pela persuasão de que nenhum podia já chegar aos atuais, quanto mais acrescentá-los.
-No le perdiera yo, señora -respondió Cardenio-, en decirte lo que pienso, si fuera verdad lo que imagino; y hasta ahora no se pierde coyuntura, ni a ti te importa nada el saberlo. --Que, senhora! Dorotéia é o vosso nome? de uma Dorotéia já eu ouvi falar, que talvez em pontos de desgraça vos não fique atrás. Prossegui; tempo virá, em que vos diga coisas, que hão-de assombrar tanto como lastimar-vos.
-Sea lo que fuere -respondió Dorotea-, «lo que en mi cuento pasa fue que, tomando don Fernando una imagen que en aquel aposento estaba, la puso por testigo de nuestro desposorio. Con palabras eficacísimas y juramentos estraordinarios, me dio la palabra de ser mi marido, puesto que, antes que acabase de decirlas, le dije que mirase bien lo que hacía y que considerase el enojo que su padre había de recebir de verle casado con una villana vasalla suya; que no le cegase mi hermosura, tal cual era, pues no era bastante para hallar en ella disculpa de su yerro, y que si algún bien me quería hacer, por el amor que me tenía, fuese dejar correr mi suerte a lo igual de lo que mi calidad podía, porque nunca los tan desiguales casamientos se gozan ni duran mucho en aquel gusto con que se comienzan. --Seja o que for --respondeu Dorotéia --prossigo a minha história. Tomando uma devota imagem, que no aposento se achava, invocou-a como testemunha do nosso desposório, e com frases eficacíssimas, e extraordinários juramentos, me deu palavra de ser meu marido, apesar de que, antes de finalizada a sua jura, eu lhe pedi que reparasse bem no que fazia, e ponderasse no desgosto que o senhor Duque seu pai sentiria de o ver casado com uma vilã sua vassala; que se não cegasse com a minha formosura, tal qual era, pois não era suficiente para desculpa do seu desatino; e que, se algum bem me queria fazer, pelo amor que me tinha, fosse deixar correr a minha sorte por onde convinha à minha qualidade, pois casamentos desiguais nem se gozam, nem aturam muito no gosto com que principiam.
»Todas estas razones que aquí he dicho le dije, y otras muchas de que no me acuerdo, pero no fueron parte para que él dejase de seguir su intento, bien ansí como el que no piensa pagar, que, al concertar de la barata , no repara en inconvenientes. Yo, a esta sazón, hice un breve discurso conmigo, y me dije a mí mesma ′′Sí, que no seré yo la primera que por vía de matrimonio haya subido de humilde a grande estado, ni será don Fernando el primero a quien hermosura, o ciega afición, que es lo más cierto, haya hecho tomar compañía desigual a su grandeza. Pues si no hago ni mundo ni uso nuevo, bien es acudir a esta honra que la suerte me ofrece, puesto que en éste no dure más la voluntad que me muestra de cuanto dure el cumplimiento de su deseo; que, en fin, para con Dios seré su esposa. Y si quiero con desdenes despedille, en término le veo que, no usando el que debe, usará el de la fuerza y vendré a quedar deshonrada y sin disculpa de la culpa que me podía dar el que no supiere cuán sin ella he venido a este punto. Porque, ¿qué razones serán bastantes para persuadir a mis padres, y a otros, que este caballero entró en mi aposento sin consentimiento mío?′. Todas estas razões lhe ponderei, com outras muitas, que nem já me lembram; mas todas foram para ele escusadas. Quem não tenciona satisfazer não regateia condições no contratar. Aqui fiz dentro de mim este rápido discurso: Não serei eu a primeira, que por via de matrimônio haja subido a grandezas; nem D. Fernando também será o primeiro, a quem formosura ou cegueira de afeição, que é o mais natural, tenha feito procurar companheira inferior. Se eu não posso mudar o mundo, nem introduzir nele costumes novos, convém-me aproveitar esta honra que a sorte me depara, ainda que neste o fervor presente só dure enquanto o desejo se lhe não sacia. Ao menos perante Deus serei sua esposa. Se com desprezos o despedisse no aperto em que me vejo, em lugar de cumprir o que deve abusará da força, e ficarei irremediavelmente desonrada, e sem desculpa aos olhos de quem não souber quão inocentemente sucumbi. Como poderão convencer-se meus pais, e as outras pessoas, de que este fidalgo entrou no meu aposento sem anuência minha?
»Todas estas demandas y respuestas revolví yo en un instante en la imaginación; y, sobre todo, me comenzaron a hacer fuerza y a inclinarme a lo que fue, sin yo pensarlo, mi perdición los juramentos de don Fernando, los testigos que ponía, las lágrimas que derramaba, y, finalmente, su dispusición y gentileza, que, acompañada con tantas muestras de verdadero amor, pudieran rendir a otro tan libre y recatado corazón como el mío . Llamé a mi criada, para que en la tierra acompañase a los testigos del cielo; tornó don Fernando a reiterar y confirmar sus juramentos; añadió a los primeros nuevos santos por testigos; echóse mil futuras maldiciones, si no cumpliese lo que me prometía; volvió a humedecer sus ojos y a acrecentar sus suspiros; apretóme más entre sus brazos, de los cuales jamás me había dejado; y con esto, y con volverse a salir del aposento mi doncella, yo dejé de serlo y él acabó de ser traidor y fementido. Todas estas dúvidas e certezas me tumultuaram instantaneamente no espírito, e começaram a inclinar-me ao que se tornou, sem o eu cuidar, a minha perdição. Eram os juramentos de D. Fernando; eram os testemunhos que invocava, as lágrimas que o inundavam, e, por último, o seu garbo e a sua gentileza, que, reforçando-se com tantas e tamanhas mostras de verdadeiro amor, sobrariam a render a qualquer outro coração tão livre e recatado como era o meu. Chamei pela minha criada, para ter também na terra uma testemunha, além das do outro mundo, que depusesse em meu favor. Reiterou e confirmou de novo D. Fernando os seus juramentos, juntou novos santos por testemunhas, imprecou sobre si mil castigos para o caso de não cumprir o que me prometia, tornou a chorar, suspirar e gemer, apertou-me mais entre os braços, donde ainda me não tinha soltado; e com isto, e com sair do aposento a minha donzela, deixei eu de o ser, e ele consumou o seu feito de traidor.
»El día que sucedió a la noche de mi desgracia se venía aun no tan apriesa como yo pienso que don Fernando deseaba, porque, después de cumplido aquello que el apetito pide, el mayor gusto que puede venir es apartarse de donde le alcanzaron . Digo esto porque don Fernando dio priesa por partirse de mí, y, por industria de mi doncella, que era la misma que allí le había traído, antes que amaneciese se vio en la calle. Y, al despedirse de mí, aunque no con tanto ahínco y vehemencia como cuando vino, me dijo que estuviese segura de su fe y de ser firmes y verdaderos sus juramentos; y, para más confirmación de su palabra, sacó un rico anillo del dedo y lo puso en el mío. En efecto, él se fue y yo quedé ni sé si triste o alegre; esto sé bien decir que quedé confusa y pensativa, y casi fuera de mí con el nuevo acaecimiento, y no tuve ánimo, o no se me acordó, de reñir a mi doncella por la traición cometida de encerrar a don Fernando en mi mismo aposento, porque aún no me determinaba si era bien o mal el que me había sucedido. Díjele, al partir, a don Fernando que por el mesmo camino de aquélla podía verme otras noches , pues ya era suya, hasta que, cuando él quisiese, aquel hecho se publicase. Pero no vino otra alguna, si no fue la siguiente, ni yo pude verle en la calle ni en la iglesia en más de un mes; que en vano me cansé en solicitallo, puesto que supe que estaba en la villa y que los más días iba a caza, ejercicio de que él era muy aficionado. O dia seguinte à noite da minha desgraça não alvoreceu tão depressa como D. Fernando desejaria, segundo penso, porque, saciado um apetite brutal, ouço que o maior gosto para um desalmado é fugir donde o extorquiu. D. Fernando apressou-se, com efeito, em se apartar de mim; e, auxiliado pela minha serva, que era a própria que para ali mo introduzira, antes de amanhecer estava já na rua. Na despedida ainda me disse que tivesse fé nas suas promessas, mas já então com menos intimativa. Para mais confirmação da sua palavra, passou do seu para o meu dedo um rico anel. Com efeito partiu, deixando-me não sei se triste, se contente; confusa e pensativa, sei eu que sim, e quase fora de mim com a minha transformação. Não tive ânimo nem lembrança de ralhar à minha aia pela traição que me fizera, encerrando a D. Fernando no meu próprio aposento, porque nem ainda atinava se realmente era bem, ou mal, o que me havia acontecido. No momento de se partir D. Fernando, disse-lhe eu que, pelo mesmo modo como entrara naquela noite, podia vir todas as mais que desejasse, visto ser eu já sua, faltando só publicar-se o sucesso, o que seria quando ele quisesse. Voltou ainda na seguinte noite, mas foi então pela última vez; nem eu o tornei a avistar, nem na rua nem na Igreja, no decurso de um mês, por mais que me cansasse em solicitá-lo (ainda que soube que estava na cidade, e que ia quase diariamente à caça, seu exercício de predileção).
»Estos días y estas horas bien sé yo que para mí fueron aciagos y menguadas, y bien sé que comencé a dudar en ellos, y aun a descreer de la fe de don Fernando; y sé también que mi doncella oyó entonces las palabras que en reprehensión de su atrevimiento antes no había oído; y sé que me fue forzoso tener cuenta con mis lágrimas y con la compostura de mi rostro, por no dar ocasión a que mis padres me preguntasen que de qué andaba descontenta y me obligasen a buscar mentiras que decilles. Pero todo esto se acabó en un punto, llegándose uno donde se atropellaron respectos y se acabaron los honrados discursos, y adonde se perdió la paciencia y salieron a plaza mis secretos pensamientos. Y esto fue porque, de allí a pocos días, se dijo en el lugar como en una ciudad allí cerca se había casado don Fernando con una doncella hermosísima en todo estremo, y de muy principales padres, aunque no tan rica que, por la dote, pudiera aspirar a tan noble casamiento. Díjose que se llamaba Luscinda, con otras cosas que en sus desposorios sucedieron dignas de admiración.. Todo este cmprido prazo foi para mim de horas minguadas e amargas, bem o posso dizer. Entraram-me a crescer dúvidas; principiei a descrer da verdade de D. Fernando, e a minha aia começou a ouvir-me as justas repreensões, que eu dantes lhe poupava. Foi-me necessário resguardar as minhas lágrimas e disfarçar as mostras do semblante, para não dar azo a que meus pais me perguntassem de que andava eu pesarosa, obrigando-me com isso a idear mentiras para os satisfazer. Mas tudo isto se acabou de repente; chegou um lance em que se atropelaram respeitos, e os discursos honrados deram fim; perdeu-se-me a paciência e saíram a público os meus segredos. Toda esta resolução rebentou por se ter espalhado a cabo de alguns dias, no povo do lugar, que numa cidade perto se havia casado D. Fernando com uma donzela em todo o extremo formosíssima e de mui esclarecida ascendência, posto que não tão rica, que em razão do dote pudesse aspirar a tão nobre casamento. Disse-se que se chamava Lucinda, com outras coisas que naquele desposório ocorreram, dignas de admiração.
Oyó Cardenio el nombre de Luscinda, y no hizo otra cosa que encoger los hombros, morderse los labios, enarcar las cejas y dejar de allí a poco caer por sus ojos dos fuentes de lágrimas. Mas no por esto dejó Dorotea de seguir su cuento, diciendo. Cardênio, ao nome de Lucinda, o que só fez foi encolher os ombros, morder os lábios, franzir as sobrancelhas, e, passado pouco, deixar correr dos olhos duas fontes de lágrimas. Dorotéia nem por isso deixou de seguir a sua fala, dizendo:
-«Llegó esta triste nueva a mis oídos, y, en lugar de helárseme el corazón en oílla , fue tanta la cólera y rabia que se encendió en él, que faltó poco para no salirme por las calles dando voces, publicando la alevosía y traición que se me había hecho. Mas templóse esta furia por entonces con pensar de poner aquella mesma noche por obra lo que puse que fue ponerme en este hábito, que me dio uno de los que llaman zagales en casa de los labradores, que era criado de mi padre, al cual descubrí toda mi desventura , y le rogué me acompañase hasta la ciudad donde entendí que mi enemigo estaba. Él, después que hubo reprehendido mi atrevimiento y afeado mi determinación, viéndome resuelta en mi parecer, se ofreció a tenerme compañía , como él dijo, hasta el cabo del mundo. Luego, al momento, encerré en una almohada de lienzo un vestido de mujer, y algunas joyas y dineros, por lo que podía suceder. Y en el silencio de aquella noche, sin dar cuenta a mi traidora doncella, salí de mi casa, acompañada de mi criado y de muchas imaginaciones, y me puse en camino de la ciudad a pie, llevada en vuelo del deseo de llegar, ya que no a estorbar lo que tenía por hecho, a lo menos a decir a don Fernando me dijese con qué alma lo había hecho. Chegou-me aos ouvidos esta nova terrível; e, em lugar de se me gelar o coração, tamanha foi a raiva que nele se me acendeu, que pouco faltou para eu não sair pelas ruas dando vozes, e publicando a aleivosia que se me tinha feito; mas aquietei por então o excesso da fúria, com a idéia de pôr essa mesma noite por obra o que realmente pus, que foi entrajar-me neste hábito que me deu um dos chamados pegureiros nas casas de lavoura, que era servo de meu pai, ao qual descobri toda a minha desventura, rogando-lhe me acompanhasse até à cidade em que assentei encontrar o meu inimigo. O pastor, depois de ter repreendido a minha ousadia e encarecido a fealdade da minha determinação, vendo-me inabalável no meu propósito, prontificou-se a acompanhar-me até ao cabo do mundo que fosse. No mesmo instante atei numa trouxinha de pano de linho um vestido de mulher, e algumas jóias e dinheiros, para o que pudesse suceder; e pela calada da noite, sem nada dizer à minha traidora donzela, saí de casa acompanhada do meu criado, e entregue a mui diversas fantasias, e me pus a caminho para a cidade a pé, voando, não tanto pelo desejo de chegar, pois não podia estorvar o que tinha por consumado, como para perguntar a D. Fernando como tivera valor para acumular tantas perfídias.
»Llegué en dos días y medio donde quería , y, en entrando por la ciudad, pregunté por la casa de los padres de Luscinda, y al primero a quien hice la pregunta me respondió más de lo que yo quisiera oír. Díjome la casa y todo lo que había sucedido en el desposorio de su hija, cosa tan pública en la ciudad, que se hace en corrillos para contarla por toda ella. Díjome que la noche que don Fernando se desposó con Luscinda, después de haber ella dado el sí de ser su esposa, le había tomado un recio desmayo, y que, llegando su esposo a desabrocharle el pecho para que le diese el aire, le halló un papel escrito de la misma letra de Luscinda, en que decía y declaraba que ella no podía ser esposa de don Fernando, porque lo era de Cardenio, que, a lo que el hombre me dijo, era un caballero muy principal de la mesma ciudad; y que si había dado el sí a don Fernando, fue por no salir de la obediencia de sus padres. En resolución, tales razones dijo que contenía el papel, que daba a entender que ella había tenido intención de matarse en acabándose de desposar, y daba allí las razones por que se había quitado la vida. Todo lo cual dicen que confirmó una daga que le hallaron no sé en qué parte de sus vestidos. Todo lo cual visto por don Fernando, pareciéndole que Luscinda le había burlado y escarnecido y tenido en poco, arremetió a ella, antes que de su desmayo volviese, y con la misma daga que le hallaron la quiso dar de puñaladas; y lo hiciera si sus padres y los que se hallaron presentes no se lo estorbaran. Dijeron más que luego se ausentó don Fernando, y que Luscinda no había vuelto de su parasismo hasta otro día, que contó a sus padres cómo ella era verdadera esposa de aquel Cardenio que he dicho. Supe más que el Cardenio, según decían, se halló presente en los desposorios, y que, en viéndola desposada, lo cual él jamás pensó, se salió de la ciudad desesperado, dejándole primero escrita una carta, donde daba a entender el agravio que Luscinda le había hecho, y de cómo él se iba adonde gentes no le viesen. Em dois dias e meio cheguei à cidade, e perguntei pela rua dos pais de D. Lucinda. O primeiro a quem me dirigi respondeu-me mais do que eu desejara ouvir; mostrou-me a casa, e me referiu quanto no desposório sucedera, coisa tão falada, que por toda a parte se faziam conventículos, em que se não tratava doutra coisa. Disse-me que na noite do casamento de D. Fernando com D. Lucinda, depois dela ter proferido o sim, lhe tinha dado um rijo desmaio, e que, chegando o marido a desatacar-lhe o peito para lhe dar o ar, lhe achou um papel escrito do próprio punho dela, em que declarava que não podia ser esposa de D. Fernando, porque já o era de Cardênio, que, segundo o homem me disse, era um cavaleiro mui principal da mesma cidade, e que se havia dado o sim a D. Fernando, fora por sujeição a seus pais. Em suma, tais razões disse conterem-se no papel, que bem se entendia que a intenção dela tinha sido de matar-se logo após o ato do desposório, e ali mesmo dava os porquês do seu suicídio. Dizem que a verdade de tudo aquilo se confirmou por lhe terem achado uma daga oculta no vestido, não sei onde. Presenciado tudo aquilo por D. Fernando, este, por entender que Lucinda o havia burlado e escarnecido, arremeteu a ela ainda desmaiada, e com a mesma daga que lhe acharam a quis atravessar; e fá-lo-ia, se os pais e mais pessoas presentes o não estorvassem. Mais disseram que D. Fernando desaparecera logo dali, e que D. Lucinda não tornara em si até ao outro dia, e que então contara a seus pais que era verdadeira esposa do sobredito Cardênio. Soube, além disso, que ele, o Cardênio, assistira, segundo se dizia, àquele tremendo desposório, e vendo-a casada (o que ele nunca imaginara) saiu da cidade desesperado, deixando-lhe uma carta em que explicava a Lucinda o agravo que lhe havia feito, e que ele se ia para onde nunca mais alguém o visse.
»Esto todo era público y notorio en toda la ciudad, y todos hablaban dello; y más hablaron cuando supieron que Luscinda había faltado de casa de sus padres y de la ciudad, pues no la hallaron en toda ella, de que perdían el juicio sus padres y no sabían qué medio se tomar para hallarla. Esto que supe puso en bando mis esperanzas , y tuve por mejor no haber hallado a don Fernando, que no hallarle casado, pareciéndome que aún no estaba del todo cerrada la puerta a mi remedio, dándome yo a entender que podría ser que el cielo hubiese puesto aquel impedimento en el segundo matrimonio, por atraerle a conocer lo que al primero debía, y a caer en la cuenta de que era cristiano y que estaba más obligado a su alma que a los respetos humanos. Todas estas cosas revolvía en mi fantasía , y me consolaba sin tener consuelo , fingiendo unas esperanzas largas y desmayadas, para entretener la vida, que ya aborrezco. Tudo isto era público e notório. Ninguém falava doutra coisa, e mais vieram a falar ainda, quando se espalhou que Lucinda tinha desaparecido da casa paterna e da povoação, pois em parte nenhuma deram com ela, coisa de que seus pais andavam loucos, sem saberem que fizessem para a recobrarem. Estas novas que recebi afugentaram de todo as minhas esperanças, e tive por melhor o não haver achado a D. Fernando, que se o achasse casado, por me parecer que assim não era de todo impossível a minha reparação. Chegou-se-me a figurar que talvez o céu tivesse posto aquele impedimento ao segundo matrimônio, para lhe dar ocasião de conhecer o que ao primeiro devia, e a cair na conta de que era cristão, e que mais devia à sua alma que aos respeitos humanos. Tudo isto revolvia eu na fantasia, supondo em vão consolar-me com umas esperanças remotas e desmaiadas para alimento da vida que já aborreço.
»Estando, pues, en la ciudad, sin saber qué hacerme, pues a don Fernando no hallaba, llegó a mis oídos un público pregón, donde se prometía grande hallazgo a quien me hallase , dando las señas de la edad y del mesmo traje que traía; y oí decir que se decía que me había sacado de casa de mis padres el mozo que conmigo vino, cosa que me llegó al alma, por ver cuán de caída andaba mi crédito, pues no bastaba perderle con mi venida, sino añadir el con quién , siendo subjeto tan bajo y tan indigno de mis buenos pensamientos. Al punto que oí el pregón, me salí de la ciudad con mi criado, que ya comenzaba a dar muestras de titubear en la fe que de fidelidad me tenía prometida , y aquella noche nos entramos por lo espeso desta montaña , con el miedo de no ser hallados. Pero, como suele decirse que un mal llama a otro, y que el fin de una desgracia suele ser principio de otra mayor, así me sucedió a mí, porque mi buen criado , hasta entonces fiel y seguro, así como me vio en esta soledad, incitado de su mesma bellaquería antes que de mi hermosura, quiso aprovecharse de la ocasión que, a su parecer, estos yermos le ofrecían; y, con poca vergüenza y menos temor de Dios ni respeto mío, me requirió de amores; y, viendo que yo con feas y justas palabras respondía a las desvergüenzas de sus propósitos , dejó aparte los ruegos, de quien primero pensó aprovecharse, y comenzó a usar de la fuerza. Pero el justo cielo, que pocas o ningunas veces deja de mirar y favorecer a las justas intenciones , favoreció las mías, de manera que con mis pocas fuerzas, y con poco trabajo, di con él por un derrumbadero, donde le dejé, ni sé si muerto o si vivo; y luego, con más ligereza que mi sobresalto y cansancio pedían , me entré por estas montañas, sin llevar otro pensamiento ni otro disignio que esconderme en ellas y huir de mi padre y de aquellos que de su parte me andaban buscando. Ora conservando-me eu ainda na cidade sem saber que fizesse, pois não achava a D. Fernando, chegou aos meus ouvidos um pregão público, prometendo um grande prêmio a quem me achasse, dando os sinais da minha idade e do meu trajar; e ouvi que se dizia ter-me tirado de casa de meus pais o moço que me acompanhara, coisa que me feriu no íntimo, por ver quão decaído me andava já o crédito. Não bastava a minha fuga, faltava-me para raptor um homem tão baixo e tão pouco merecedor das minhas atenções. Logo que tal pregão ouvi, pus-me fora da cidade com o meu servo, que já principiava a dar mostras de titubear na lealdade prometida, e nessa mesma noite entramos pela espessura deste monte para não sermos achados. Mas bem dizem que um mal nunca vem só, e que o fim de uma desgraça é princípio de outra maior. Assim me sucedeu a mim, porque o bom do meu criado, homem até então fiel e seguro, assim que me viu naquela solidão, mais incitado da sua velhacaria que da minha formosura, quis aproveitar a oportunidade que ao seu parecer lhe deparavam estes ermos; e sem resguardo de vergonha, nem temor de Deus, nem respeito à minha pessoa, me requestou. Desenganado com as minhas respostas injuriosas e justas aos seus desavergonhados projetos, deixou-se das rogativas por onde havia começado e passou a empregar a força. O céu, porém, que poucas vezes deixa de ajudar o que é justo, olhou por mim, de modo que eu, débil e sem grande trabalho, dei com ele de um precipício abaixo, onde o deixei não sei se morto, se vivo; e logo, com mais presteza do que se pudera esperar da minha canseira e de tamanho sobressalto, me entranhei por estes sítios montesinos, sem outro intuito senão homiziar-me às pesquisas de meus pais, e da gente que por ordem sua me andava rastreando.
»Con este deseo, ha no sé cuántos meses que entré en ellas, donde hallé un ganadero que me llevó por su criado a un lugar que está en las entrañas desta sierra, al cual he servido de zagal todo este tiempo, procurando estar siempre en el campo por encubrir estos cabellos que ahora, tan si pensarlo, me han descubierto. Pero toda mi industria y toda mi solicitud fue y ha sido de ningún provecho, pues mi amo vino en conocimiento de que yo no era varón, y nació en él el mesmo mal pensamiento que en mi criado; y, como no siempre la fortuna con los trabajos da los remedios, no hallé derrumbadero ni barranco de donde despeñar y despenar al amo , como le hallé para el criado; y así, tuve por menor inconveniente dejalle y asconderme de nuevo entre estas asperezas que probar con él mis fuerzas o mis disculpas . Digo, pues, que me torné a emboscar, y a buscar donde sin impedimento alguno pudiese con suspiros y lágrimas rogar al cielo se duela de mi desventura y me dé industria y favor para salir della, o para dejar la vida entre estas soledades, sin que quede memoria desta triste, que tan sin culpa suya habrá dado materia para que de ella se hable y murmure en la suya y en las ajenas tierras.. . Aqui me embosquei há não sei já quantos meses; achei um maioral, que me levou por seu criado a um lugar no coração destes montes. De pastor lhe tenho servido todo este tempo, procurando sempre os descampados para encobrir estes cabelos, que tão inesperadamente agora me revelaram. Nada me valeram porém tantas cautelas; veio meu amo a saber que eu não era varão, e entrou na mesma danada tentação do servo; e, como nem sempre a fortuna põe a par dos males os remédios, não achei precipício nem barranco onde despenhar e despenar ao amo, como ao outro havia feito, e assim tive por melhor fugir-lhe e esconder-me de novo entre estas asperezas, que experimentar com ele as minhas forças, desculpas ou rogativas. Tornei pois a embrenhar-me onde sem impedimento pudesse com suspiros e lágrimas suplicar ao céu se condoesse das minhas desventuras e me concedesse modo como sair delas, ou deixar a vida entre estas soledades, sem que fique lembrança desta triste, que tão sem culpa sua deu causa a que se fale dela, e a desabonem na terra do seu nascimento e nas alheias.






I. Capítulo XXIX. Que trata del gracioso artificio> y orden que se tuvo en sacar a nuesrtro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto.


Capítulo XXIX — Que trata do gracioso artifício e ordem que se teve em tirar o nosso amorado cavaleiro da muito áspera penitência em que se havia posto.


-Esta es, señores, la verdadera historia de mi tragedia mirad y juzgad ahora si los suspiros que escuchastes, las palabras que oístes y las lágrimas que de mis ojos salían, tenían ocasión bastante para mostrarse en mayor abundancia; y, considerada la calidad de mi desgracia, veréis que será en vano el consuelo, pues es imposible el remedio della. Sólo os ruego (lo que con facilidad podréis y debéis hacer) que me aconsejéis dónde podré pasar la vida sin que me acabe el temor y sobresalto que tengo de ser hallada de los que me buscan; que, aunque sé que el mucho amor que mis padres me tienen me asegura que seré dellos bien recebida, es tanta la vergüenza que me ocupa sólo el pensar que, no como ellos pensaban, tengo de parecer a su presencia, que tengo por mejor desterrarme para siempre de ser vista que no verles el rostro, con pensamiento que ellos miran el mío ajeno de la honestidad que de mí se debían de tener prometida. — Esta é, senhores, a verdadeira história da minha tragédia. Julgai agora se os suspiros e palavras que ouvistes e as minhas lágrimas, não eram ainda menos do que deveram. Pesando bem a minha desgraça, reconhecereis que por demais vos fora o tentar-lhe consolações; é mal já agora sem remédio. O que só vos peço, e com facilidade me podereis fazer, é aconselhardes-me onde poderei passar a vida, antes que de mim dê cabo o temor de ser achada pelos que me andam procurando. Eu sei, verdade seja, que o muito amor que meus pais me têm me afiançava da sua parte muito bom acolhimento; mas tamanha é a vergonha que de mim se apossa, ao pensar que lhes hei-de aparecer tão diferente do que eles esperavam, que por melhor tenho desterrar-me para sempre da sua vista, que torná-los a ver, lembrando-me que eles ao encarar-me estão sofrendo no interior pensamentos tão alheios da honestidade que de minha parte deviam esperar.
Calló en diciendo esto, y el rostro se le cubrió de un color que mostró bien claro el sentimiento y vergüenza del alma. En las suyas sintieron los que escuchado la habían tanta lástima como admiración de su desgracia; y, aunque luego quisiera el cura consolarla y aconsejarla, tomó primero la mano Cardenio, diciendo Calou-se aqui, e se lhe cobriu o rosto de uma cor, que bem claramente mostrava o sentimento e quebranto do seu ânimo. Tanta lástima excitou nos ouvintes, como admiração por tão porfiosa desgraça.
-En fin, señora, que tú eres la her mosa Dorotea , la hija única del rico Clenardo. O cura quis logo tentar-lhe consolações e conselhos, mas antecipou-se-lhe Cardênio, dizendo:
Admirada quedó Dorotea cuando oyó el nombre de su padre, y de ver cuán de poco era el que le nombraba, porque ya se ha dicho de la mala manera que Cardenio estaba vestido; y así, le dijo. — Com que, senhora, sois então vós a formosa Dorotéia, a filha única do rico Clenardo?
-Y ¿quién sois vos, hermano , que así sabéis el nombre de mi padre? Porque yo, hasta ahora, si mal no me acuerdo, en todo el discurso del cuento de mi desdicha no le he nombrado. Admirada ficou Dorotéia quando ouviu o nome de seu pai, e reparou no somenos que era quem lho proferia (já está sabido o maltrapilho que ele andava) e disse-lhe:
-Soy -respondió Cardenio- aquel sin ventura que, según vos, señora, habéis dicho, Luscinda dijo que era su esposa. Soy el desdichado Cardenio, a quien el mal término de aquel que a vos os ha puesto en el que estáis me ha traído a que me veáis cual me veis roto, desnudo, falto de todo humano consuelo y, lo que es peor de todo, falto de juicio, pues no le tengo sino cuando al cielo se le antoja dármele por algún breve espacio. Yo, Teodora, soy el que me hallé presente a las sinrazones de don Fernando , y el que aguardó oír el sí que de ser su esposa pronunció Luscinda. Yo soy el que no tuvo ánimo para ver en qué paraba su desmayo, ni lo que resultaba del papel que le fue hallado en el pecho, porque no tuvo el alma sufrimiento para ver tantas desventuras juntas; y así, dejé la casa y la paciencia, y una carta que dejé a un huésped mío , a quien rogué que en manos de Luscinda la pusiese, y víneme a estas soledades, con intención de acabar en ellas la vida, que desde aquel punto aborrecí como mortal enemiga mía. Mas no ha querido la suerte quitármela, contentándose con quitarme el juicio, quizá por guardarme para la buena ventura que he tenido en hallaros; pues, siendo verdad, como creo que lo es, lo que aquí habéis contado, aún podría ser que a entrambos nos tuviese el cielo guardado mejor suceso en nuestros desastres que nosotros pensamos. Porque, presupuesto que Luscinda no puede casarse con don Fernando, por ser mía, ni don Fernando con ella, por ser vuestro, y haberlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro, pues está todavía en ser, y no se ha enajenado ni deshecho. Y, pues este consuelo tenemos, nacido no de muy remota esperanza, ni fundado en desvariadas imaginaciones, suplícoos, señora, que toméis otra resolución en vuestros honrados pensamientos, pues yo la pienso tomar en los míos, acomodándoos a esperar mejor fortuna; que yo os juro, por la fe de caballero y de cristiano, de no desampararos hasta veros en poder de don Fernando, y que, cuando con razones no le pudiere atraer a que conozca lo que os debe, de usar entonces la libertad que me concede el ser caballero , y poder con justo título desafialle, en razón de la sinrazón que os hace, sin acordarme de mis agravios, cuya venganza dejaré al cielo por acudir en la tierra a los vuestros. — E vós quem sois, irmão, que assim sabeis o nome de meu pai? porque eu até agora, se bem me lembro, nunca na minha narrativa o nomeei. — Sou — respondeu Cardênio — aquele sem ventura, que, segundo vós, senhora, aí dissestes, Lucinda declarou ser seu esposo; sou o desditado Cardênio, a quem a perfídia do mesmo de quem também sois vítima reduziu a este estado que vedes, roto, nu, falto de todo o conforto humano, e, o que é ainda pior, falto do juízo, pois só o tenho quando nalguns breves intervalos o céu se lembra de mo emprestar. Sou, sou eu, Dorotéia, aquele que se achou presente às infâmias de D. Fernando, e se deteve aguardando o sim de Lucinda; sou o que não teve ânimo para esperar o desfecho do desmaio dela e aguardar o que resultaria do papel que lhe acharam no seio. Faltou-me valor para tanto padecimento junto; fugi da casa descorçoado, deixei a um hospedeiro meu uma carta a Lucinda para lhe ser entregue, e corri para estas soledades determinado em acabar nelas a existência, que desde aquele instante fiquei aborrecendo como inimiga mortal. Não aprouve porem à sorte livrar-me dela; contentou-se com tirar-me o juízo; foi talvez a sua idéia que eu sobrevivesse para a boa ventura que hoje tive em dar convosco, pois, sendo verdade, como acredito, o que nos haveis contado, ainda não era impossível, que a ambos nós nos reservasse Deus melhor êxito nos nossos desastres, do que nós supomos; porquanto, não podendo Lucinda casar com D. Fernando por ser minha, nem D. Fernando com ela por ser vosso, tendo ela manifestado tão solenemente a verdade, bem podemos esperar que a Providência nos restitua ainda o que nos pertence por direito incontroverso. Uma vez que temos esta luz no futuro, e esta esperança não remota, nem fundada em quimeras, suplico-vos, senhora, que mais acertadamente se encaminhem os vossos honrados pensamentos; outro tanto farei eu da minha parte; sujeito-me a esperar por melhor fortuna. À fé de cavaleiro e cristão vos juro não vos desamparar enquanto vos não veja em poder de D. Fernando; juro mais, que, se com razões o não puder trazer ao conhecimento do que vos deve, usarei então da licença que me dá o ser cavalheiro, e poder com justo motivo desafiá-lo pela sem-razão que vos faz, sem me lembrar então dos meus agravos particulares, cuja vingança deixarei por conta do céu; na terra só os vossos me importam.
Con lo que Cardenio dijo se acabó de admirar Dorotea, y, por no saber qué gracias volver a tan grandes ofrecimientos, quiso tomarle los pies para besárselos ; mas no lo consintió Cardenio, y el licenciado respondió por entrambos, y aprobó el buen discurso de Cardenio, y, sobre todo, les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él a su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden cómo buscar a don Fernando, o cómo llevar a Dorotea a sus padres, o hacer lo que más les pareciese conveniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron, y acetaron la merced que se les ofrecía. El barbero, que a todo había estado suspenso y callado, hizo también su buena plática y se ofreció con no menos voluntad que el cura a todo aquello que fuese bueno para servirles. Com o que a Cardênio ouviu, acabou Dorotéia de se maravilhar, e por não atinar com agradecer tamanhos oferecimentos, quis beijar-lhe os pés, no que ele não consentiu. Respondeu entre ambos o licenciado, e aprovou a boa resolução de Cardênio; sobretudo lhes rogou, aconselhou, e persuadiu que se fossem com ele à sua aldeia, onde se poderiam refazer de todo o necessário, e depois se entenderia no procurar a D. Fernando, ou no levar-se Dorotéia a seus pais, ou no que mais conveniente parecesse. Agradeceram-lhe Cardênio e Dorotéia, e lhe aceitaram o prometido favor. O barbeiro, que a tudo tinha estado suspenso e silencioso, fez também a sua boa prática, e se ofereceu, com tão boa vontade como o cura, para tudo em que os pudesse servir.
Contó asimesmo con brevedad la causa que allí los había traído, con la estrañeza de la locura de don Quijote, y cómo aguardaban a su escudero, que había ido a buscalle. Vínosele a la memoria a Cardenio, como por sueños, la pendencia que con don Quijote había tenido y contóla a los demás, mas no supo decir por qué causa fue su quistión. Contou em breves termos a causa que os ali trouxera, e bem assim a estranha loucura de D. Quixote, acrescentando que estavam esperando pelo escudeiro, que tinha ido à sua procura. Deslizou na memória a Cardênio, como por sonhos, a pendência que entre ele e D. Quixote houvera, e contou-a aos circunstantes; mas o que não atinou a explicar foi o peguilho da desavença.
En esto, oyeron voces, y conocieron que el que las daba era Sancho Panza, que, por no haberlos hallado en el lugar donde los dejó, los llamaba a voces. Saliéronle al encuentro, y, preguntándole por don Quijote, les dijo cómo le había hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo y muerto de hambre, y suspirando por su señora Dulcinea; y que, puesto que le había dicho que ella le mandaba que saliese de aquel lugar y se fuese al del Toboso, donde le quedaba esperando, había respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura fasta que hobiese fecho fazañas que le ficiesen digno de su gracia. Y que si aquello pasaba adelante, corría peligro de no venir a ser emperador, como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser. Por eso, que mirasen lo que se había de hacer para sacarle de allí. Nisto ouviram vozes, e conheceram serem de Sancho Pança, o qual, por não ter achado o cura e o barbeiro onde os deixara, vinha dando aqueles apupos de chamamento. Saíram-lhe ao encontro; e, perguntando-lhe por D. Quixote, Sancho lhes disse como o encontrara em fralda de camisa, fraco, amarelo, morto de fome e suspirando pela sua senhora Dulcinéia; e, apesar dele Sancho ter dito que lhe mandava ela que saísse donde estava, e se fosse a Toboso, onde ela o ficava esperando, a sua resposta fora que estava firme em não aparecer perante a sua formosura, sem primeiro ter feito façanhas que o tornassem merecedor da sua graça; que, se tal cisma fosse por diante, corria perigo de não chegar a Imperador, como estava obrigado, nem sequer a Arcebispo, que era o menos que poderia ser; e portanto vissem o que se podia fazer para o desencovarem dali.
El licenciado le respondió que no tuviese pena, que ellos le sacarían de allí, mal que le pesase. Contó luego a Cardenio y a Dorotea lo que tenían pensado para remedio de don Quijote, a lo menos para llevarle a su casa. A lo cual dijo Dorotea que ella haría la doncella menesterosa mejor que el barbero, y más, que tenía allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester para llevar adelante su intento, porque ella había leído muchos libros de caballerías y sabía bien el estilo que tenían las doncellas cuitadas cuando pedían sus dones a los andantes caballeros. Respondeu-lhe o licenciado que se não afligisse, que eles, bom ou mau grado, o fariam sair. Contou logo a Cardênio e a Dorotéia o que haviam ideado para remédio de D. Quixote, pelo menos para o restituírem a sua casa. Dorotéia acudiu logo, dizendo que ela representaria a donzela necessitada melhor que o barbeiro, até porque tinha ali vestidos para fazer esse papel mui ao natural, e deixassem por sua conta o representar a contento tudo que fosse preciso para se levar avante o empenho, pois ela era muito lida em livros de cavalarias, e sabia perfeitamente o falar das donzelas penadas, quando suplicavam dons aos andantes cavaleiros.
-Pues no es menester más -dijo el cura- sino que luego se ponga por obra; que, sin duda, la buena suerte se muestra en favor nuestro , pues, tan sin pensarlo, a vosotros, señores, se os ha comenzado a abrir puerta para vuestro remedio y a nosotros se nos ha facilitado la que habíamos menester. — Belo! nada mais é preciso — disse o cura; — é pormos já isso em obra. Não há dúvida, tenho por mim a sorte, pois, quando menos o pensávamos, se vos começa a abrir caminho para vosso remédio, meus senhores, e a nós também para se efetuar o nosso empenho.
Sacó luego Dorotea de su almohada una saya entera de cierta telilla rica y una mantellina de otra vistosa tela verde, y de una cajita un collar y otras joyas, con que en un instante se adornó de manera que una rica y gran señora parecía. Todo aquello, y más, dijo que había sacado de su casa para lo que se ofreciese, y que hasta entonces no se le había ofrecido ocasión de habello menester. A todos contentó en estremo su mucha gracia, donaire y hermosura, y confirmaron a don Fernando por de poco conocimiento, pues tanta belleza desechaba. Dorotéia tirou logo da trouxa uma saia inteira de telilha rica, e uma mantilha de outra vistosa fazenda verde; e de um cofrezinho um colar e outras jóias; com o que repentinamente se adornou, por modo que não parecia senão uma grande e opulenta dama. Disse que tudo aquilo tinha ela trazido de sua casa para o que desse e viesse, e que nunca até ali se lhe tinha oferecido necessidade de o empregar. A todos encantou a sua muita graça, donaire e gentileza, inteirados unanimemente da falta de gosto de D. Fernando, que tantos primores desprezava;
Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, por parecerle -como era así verdad- que en todos los días de su vida había visto tan hermosa criatura; y así, preguntó al cura con grande ahínco le dijese quién era aquella tan fermosa señora , y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales. mas quem mais se admirou foi Sancho Pança, por lhe parecer (o que era verdade), que nunca em dias de vida tinha visto perfeição igual, e perguntou ao cura quem vinha a ser aquela tão garbosa senhora, e que andaria ela buscando por aqueles andurriais.
-Esta hermosa señora -respondió el cura-, Sancho hermano, es, como quien no dice nada, es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón , la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual es que le desfaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho; y, a la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle esta princesa. — Esta formosa senhora — respondeu o cura — é, Sancho irmão, sem tirar nem pôr, a herdeira por linha reta de varão do grande reino de Micomicão, a qual vem à procura de vosso amo para lhe pedir um dom, que vem a ser: desfazer-lhe um torto e agravo que um malvado gigante lhe fez; e, em conseqüência da fama de bom cavaleiro que vosso amo já ganhou por todo o mundo, veio de Guiné com o empenho de o achar.
-Dichosa buscada y dichoso hallazgo -dijo a esta sazón Sancho Panza-, y más si mi amo es tan venturoso que desfaga ese agravio y enderece ese tuerto, matando a ese hideputa dese gigante que vuestra merced dice; que sí matará si él le encuentra, si ya no fuese fantasma, que contra las fantasmas no tiene mi señor poder alguno . Pero una cosa quiero suplicar a vuestra merced, entre otras, señor licenciado, y es que, porque a mi amo no le tome gana de ser arzobispo , que es lo que yo temo, que vuestra merced le aconseje que se case luego con esta princesa, y así quedará imposibilitado de recebir órdenes arzobispales y vendrá con facilidad a su imperio y yo al fin de mis deseos; que yo he mirado bien en ello y hallo por mi cuenta que no me está bien que mi amo sea arzobispo, porque yo soy inútil para la Iglesia, pues soy casado, y andarme ahora a traer dispensaciones para poder tener renta por la Iglesia, teniendo, como tengo, mujer y hijos, sería nunca acabar. Así que, señor, todo el toque está en que mi amo se case luego con esta señora, que hasta ahora no sé su gracia , y así, no la llamo por su nombre. — Ditosa busca e ditoso achado! — exclamou Sancho Pança — principalmente se meu amo houver a boa sorte de desfazer esse tal agravo e endireitar esse torto, matando o excomungado gigante que Vossa Mercê diz, que à fé que o há-de matar, se o encontra, salvo se for fantasma, que lá contra fantasmas não tem meu amo poder algum. Mas uma coisa, além de outras, quero eu agora suplicar a Vossa Mercê, senhor licenciado; e vem a ser que empregue quantos meios puder para que a meu amo se não encaixe na cabeça o ser Arcebispo, que é de que eu tenho medo, e por isso lhe aconselhe casar-se logo com esta Princesa; assim fica impossibilitado de receber ordens arcebispais, e com facilidade chegará a Imperador e eu ao cabo do meu empenho. Já tenho meditado isto com a devida atenção, e cá pelas minhas contas não me convém que meu amo seja Arcebispo, porque eu para a Igreja não sirvo; sou casado; e andar agora a diligenciar dispensas para poder receber rendas eclesiásticas, tendo, como tenho, mulher e filhos, seria um nunca acabar; e portanto, senhor, o fino é que meu amo se receba o mais depressa que se possa com esta senhora, da qual por ora não sei a sua graça, pelo que a não chamo pelo seu nome.
-Llámase -respondió el cura- la princesa Micomicona, porque, llamándose su reino Micomicón, claro está que ella se ha de llamar así. — Chama-se — respondeu o cura — a Princesa Micomicadela, porque, chamando-se o seu reino Micomicão, claro está que ela se deve chamar assim.
-No hay duda en eso -respondió Sancho-, que yo he visto a muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron , llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Úbeda y Diego de Valladolid; y esto mesmo se debe de usar allá en Guinea tomar las reinas los nombres de sus reinos. — Está visto — respondeu Sancho — de muitos sei eu, que têm tomado o apelido e alcunha do lugar onde nasceram; por exemplo: Pedro de Alcalá, João de Ubeda e Diogo de Valhadolid; também se deve usar lá em Guiné as Rainhas tomarem o nome dos seus reinos.
-Así debe de ser -dijo el cura-; y en lo del casarse vuestro amo, yo haré en ello todos mis poderíos . — Por força — disse o cura — e enquanto ao casar-se o vosso amo, eu farei tudo que puder.
Con lo que quedó tan contento Sancho cuanto el cura admirado de su simplicidad, y de ver cuán encajados tenía en la fantasía los mesmos disparates que su amo, pues sin alguna duda se daba a entender que había de venir a ser emperador. Do que Sancho ficou tão contente, como o cura pasmado da simpleza dele, e de ver como tinha embutidos nos cascos não menores despautérios que o patrão, pois nenhuma dúvida punha em que viria a ser Imperador.
Ya, en esto, se había puesto Dorotea sobre la mula del cura y el barbero se había acomodado al rostro la barba de la cola de buey, y dijeron a Sancho que los guiase adonde don Quijote estaba; al cual advirtieron que no dijese que conocía al licenciado ni al barbero, porque en no conocerlos consistía todo el toque de venir a ser emperador su amo; puesto que ni el cura ni Cardenio quisieron ir con ellos, porque no se le acordase a don Quijote la pendencia que con Cardenio había tenido, y el cura porque no era menester por entonces su presencia. Y así, los dejaron ir delante, y ellos los fueron siguiendo a pie, poco a poco. No dejó de avisar el cura lo que había de hacer Dorotea; a lo que ella dijo que descuidasen, que todo se haría, sin faltar punto, como lo pedían y pintaban los libros de caballerías. Já Dorotéia estava sentada na mula do cura, o barbeiro com a barba de rabo de boi; e disseram a Sancho que os encaminhasse para onde seu amo se achava, recomendando-lhe que não deixasse conhecer a D. Quixote nem o licenciado nem o barbeiro, porque em os não conhecer ele é que estava o busílis de vir o fidalgo a ser Imperador. Nem o cura nem Cardênio quiseram acompanhar o rancho, para que D. Quixote se não recordasse das testilhas que tivera com o desvairado moço; a presença do cura também não era necessária. Deixaram pois ir adiante as principais figuras, e os dois foram seguindo a pé e com o seu vagar. Ao apartarem-se ali, recordando o cura a Dorotéia o que havia de fazer, respondeu-lhe ela que disso perdesse todo o cuidado, que tudo faria, ponto por ponto, como o pediam e pintavam os livros de cavalaria.
Tres cuartos de legua habrían andado, cuando descubrieron a don Quijote entre unas intricadas peñas, ya vestido, aunque no armado; y, así como Dorotea le vio y fue informada de Sancho que aquél era don Quijote, dio del azote a su palafrén , siguiéndole el bien barbado barbero . Y, en llegando junto a él, el escudero se arrojó de la mula y fue a tomar en los brazos a Dorotea, la cual, apeándose con grande desenvoltura, se fue a hincar de rodillas ante las de don Quijote ; y, aunque él pugnaba por levantarla, ella, sin levantarse, le fabló en esta guisa . Três quartos de légua teriam andado, quando descobriram a D. Quixote entre umas intrincadas penhas, já vestido, mas ainda não armado. Assim que Dorotéia o avistou, e soube de Sancho ser o próprio, fustigou com o chicote o seu palafrém, seguindo-a o bem barbado barbeiro. Ao chegarem ao pé, atirou-se o improvisado escudeiro abaixo da mula, e foi para tomar nos braços a Dorotéia, a qual, apeando-se com grande desembaraço, se foi lançar de joelhos às plantas de D. Quixote. Forcejava ele para erguê-la; ela porém, sem consentir em levantar-se, lhe falou desta maneira:
-De aquí no me levantaré, ¡oh valeroso y esforzado caballero!, fasta que la vuestra bondad y cortesía me otorgue un don, el cual redundará en honra y prez de vuestra persona, y en pro de la más desconsolada y agraviada doncella que el sol ha visto. Y si es que el valor de vuestro fuerte brazo corresponde a la voz de vuestra inmortal fama, obligado estáis a favorecer a la sin ventura que de tan lueñes tierras viene, al olor de vuestro famoso nombre, buscándoos para remedio de sus desdichas. — Não me levantarei daqui, ó valoroso cavaleiro, até que a vossa cortesia me não tenha outorgado um dom, que redundará em crédito de vossa pessoa, e em proveito da mais desconsolada donzela que o sol nunca viu. Se o valor do vosso forte braço se iguala à vossa imortal fama, obrigação vos corre de favorecer à sem ventura, que de tão longes terras vem, ao cheiro do vosso famoso nome, buscar-vos para reparo das suas desditas.
-No os responderé palabra, fermosa señora -respondió don Quijote-, ni oiré más cosa de vuestra facienda , fasta que os levantéis de tierra. — Não vos responderei palavra, formosa senhora — replicou D. Quixote — nem ouvirei mais nada da vossa pretensão, sem que primeiro vos levanteis.
-No me levantaré, señor -respondió la afligida doncella-, si primero , por la vuestra cortesía, no me es otorgado el don que pido. — Não me levantarei, senhor — respondeu a afligida donzela — antes que a vossa cortesia me outorgue o favor pedido.
-Yo vos le otorgo y concedo -respondió don Quijote-, como no se haya de cumplir en daño o mengua de mi rey, de mi patria y de aquella que de mi corazón y libertad tiene la llave . — Eu vo-lo outorgo e concedo — respondeu D. Quixote — contanto que se não haja de cumprir em detrimento e ofensa do meu Rei, da minha pátria, e daquela que do meu coração e liberdade tem as chaves.
-No será en daño ni en mengua de los que decís, mi buen señor -replicó la dolorosa doncella. — Não será em prejuízo dos que dizeis, meu bom senhor — replicou a dolorida donzela.
Y, estando en esto, se llegó Sancho Panza al oído de su señor y muy pasito le dijo . Quando nisto iam, chegou-se Sancho ao ouvido de seu amo, e lhe disse em voz sumida:
-Bien puede vuestra merced, señor, concederle el don que pide, que no es cosa de nada sólo es matar a un gigantazo, y esta que lo pide es la alta princesa Micomicona, reina del gran reino Micomicón de Etiopía . — Bem pode Vossa Mercê, senhor meu, conceder-lhe o favor que ela pede, que é uma coisita de nonada; é só matar a um mandrião dum gigante; e a que lhe pede é a alta Princesa Micomicadela, Rainha do grande reino Micomicão da Etiópia.
-Sea quien fuere -respondió don Quijote-, que yo haré lo que soy obligado y lo que me dicta mi conciencia, conforme a lo que profesado tengo . — Seja quem for — respondeu D. Quixote — cumprirei o que sou obrigado e o que me dita a consciência, segundo o que professado tenho.
Y, volviéndose a la doncella, dijo. E, tornando-se à donzela, continuou:
-La vuestra gran fermosura se levante, que yo le otorgo el don que pedirme quisiere. — Levante-se a vossa grande formosura, que eu já daqui lhe concedo o que lhe aprouver pedir-me.
-Pues el que pido es -dijo la doncella- que la vuestra magnánima persona se venga luego conmigo donde yo le llevare, y me prometa que no se ha de entremeter en otra aventura ni demanda alguna hasta darme venganza de un traidor que, contra todo derecho divino y humano, me tiene usurpado mi reino. — O que peço é — disse a donzela — que a vossa magnânima pessoa venha logo comigo onde eu o levar, e me prometa não se intrometer em outra aventura nem requesta alguma antes de me dar vingança dum traidor que, contra todo o direito divino e humano, me tem usurpado o reino que era meu.
-Digo que así lo otorgo -respondió don Quijote-, y así podéis, señora, desde hoy más, desechar la malenconía que os fatiga y hacer que cobre nuevos bríos y fuerzas vuestra desmayada esperanza; que, con el ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os veréis presto restituida en vuestro reino y sentada en la silla de vuestro antiguo y grande estado, a pesar y a despecho de los follones que contradecirlo quisieren. Y manos a labor, que en la tardanza dicen que suele estar el peligro. — Outorgado — respondeu D. Quixote — e assim podeis, senhora, perder de hoje para sempre a melancolia que vos fatiga, e fazer que a vossa esmorecida esperança recobre novos brios e força, que com a ajuda de Deus, e a do meu braço, cedo vos vereis restituída ao vosso reino, e sentada no trono do vosso vasto e antigo estado, apesar e despeito de quantos velhacos vos pretenderem empecer; e mãos à obra, que bem se diz que no tardar costuma estar o perigo.
La menesterosa doncella pugnó, con mucha porfía, por besarle las manos, mas don Quijote, que en todo era comedido y cortés caballero, jamás lo consintió ; antes, la hizo levantar y la abrazó con mucha cortesía y comedimiento, y mandó a Sancho que requiriese las cinchas a Rocinante y le armase luego al punto. Sancho descolgó las armas, que, como trofeo, de un árbol estaban pen dientes, y, requiriendo las cinchas, en un punto armó a su señor; el cual, viéndose armado, dijo. A necessitada donzela forcejou quanto pôde por lhe beijar as mãos; mas D. Quixote, que em tudo era comedido e cortês cavaleiro, de sorte nenhuma o consentiu, antes a fez levantar, e abraçou com muita cortesia e acatamento, e ordenou a Sancho que aparelhasse Rocinante, e o armasse logo num repente. Sancho despendurou as armas, que se achavam como troféu, pendentes duma árvore, e, ensilhando o cavalo, num volver de olhos pôs o amo prestes. Este, vendo-se pronto, disse:
-Vamos de aquí, en el nombre de Dios , a favorecer esta gran señora. — Vamo-nos daqui em nome de Deus a favorecer esta grande senhora.
Estábase el barbero aún de rodillas, teniendo gran cuenta de disimular la risa y de que no se le cayese la barba, con cuya caída quizá quedaran todos sin conseguir su buena intención; y, viendo que ya el don estaba concedido y con la diligencia que don Quijote se alistaba para ir a cumplirle, se levantó y tomó de la otra mano a su señora , y entre los dos la subieron en la mula. Luego subió don Quijote sobre Rocinante, y el barbero se acomodó en su cabalgadura, quedándose Sancho a pie, donde de nuevo se le renovó la pérdida del rucio , con la falta que entonces le hacía; mas todo lo llevaba con gusto, por parecerle que ya su señor estaba puesto en camino, y muy a pique, de ser emperador; porque sin duda alguna pensaba que se había de casar con aquella princesa, y ser, por lo menos, rey de Micomicón. Sólo le daba pesadumbre el pensar que aquel reino era en tierra de negros, y que la gente que por sus vasallos le diesen habían de ser todos negros; a lo cual hizo luego en su imaginación un buen remedio , y díjose a sí mismo. De joelhos estava ainda o barbeiro, tendo grande conta em disfarçar o riso e em que lhe não caísse a barba, que se lhe cai talvez se lhe malograsse tudo; mas, vendo já conseguido o seguro e bom despacho, e a diligência de D. Quixote para o ir pôr em obra, levantou-se, tomou a mão da sua senhora, e, ajudado do cavaleiro, a subiu para a mula. D. Quixote montou logo no Rocinante, o barbeiro na sua cavalgadura, ficando Sancho a pé, renovando-se-lhe as saudades do seu ruço, pela falta que lhe fazia. Entretanto levava tudo com gosto, por lhe parecer que o amo estava em caminho, e muito em vésperas de ser Imperador, porque já dava por infalível que breve o veria matrimoniado com aquela Princesa, e, pelo menos, Rei de Micomicão. O que só lhe pesava era pensar que o reino de Micomicão era em terra de negros, e que os seus vassalos haviam-de ser todos pretaria. Para isso imaginou logo um bom remédio, e disse com os seus botões:
-¿Qué se me da a mí que mis vasallos sean negros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podré vender, y adonde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida? ¡No, sino dormíos, y no tengáis ingenio ni habilidad para disponer de las cosas y para vender treinta o diez mil vasallos en dácame esas pajas ! Par Dios que los he de volar, chico con grande, o como pudiere, y que, por negros que sean, los he de volver blancos o amarillos . ¡Llegaos, que me mamo el dedo. — Que se me dá a mim que os meus vassalos sejam pretos? não há mais que embarcá-los, trazê-los a Espanha, e vendê-los com paga à vista; com esse dinheiro posso comprar algum título ou algum ofício para passar descansado o resto da vida. A gente não há-de ser tola; e para conveniência própria não pode ser proibido vender trinta ou dez mil vassalos sem mais nem menos, e enquanto o diabo esfrega um olho. Voto a Deus que os hei-de encampar todos à rasa, pequenos e grandes, ou o melhor que eu puder, e, por mais pretos que sejam, os saberei transformar em brancos ou amarelos. Venham eles, e verão como os avio.
Con esto, andaba tan solícito y tan contento que se le olvidaba la pesadumbre de caminar a pie. Com isto andava tão ativo e contente, que nem já lhe lembrava que ia a pé.
Todo esto miraban de entre unas breñas Cardenio y el cura, y no sabían qué hacerse para juntarse con ellos; pero el cura, que era gran tracista , imaginó luego lo que harían para conseguir lo que deseaban; y fue que con unas tijeras que traía en un estuche quitó con mucha presteza la barba a Cardenio, y vistióle un capotillo pardo que él traía y diole un herreruelo negro, y él se quedó en calzas y en jubón; y quedó tan otro de lo que antes parecía Cardenio, que él mesmo no se conociera, aunque a un espejo se mirara. Hecho esto, puesto ya que los otros habían pasado adelante en tanto que ellos se disfrazaron, con facilidad salieron al camino real antes que ellos, porque las malezas y malos pasos de aquellos lugares no concedían que anduviesen tanto los de a caballo como los de a pie. En efeto, ellos se pusieron en el llano, a la salida de la sierra, y, así como salió della don Quijote y sus camaradas, el cura se le puso a mirar muy de espacio, dando señales de que le iba reconociendo; y, al cabo de haberle una buena pieza estado mirando, se fue a él abiertos los brazos y diciendo a voces. Tudo aquilo observavam dentre as sombras dumas moitas Cardênio e o cura, e não sabiam que fazer para se agregarem ao rancho. Porém o cura, que as armava no ar, ideou logo expediente. Com uma tesoura, que trazia num estojo, cortou as barbas a Cardênio, emprestou-lhe o seu capotinho pardo e um ferragoulo preto, ficando ele em calças e gibão; com o que tão transfigurado saiu o nosso Cardênio, que nem vendo-se a um espelho se reconheceria. Concluído este preparo, tendo os outros passado já para diante enquanto eles se disfarçavam, com facilidade saíram primeiro que eles à estrada real, porque o mau piso e as agruras daqueles lugares não deixavam apressar-se tanto os cavaleiros como os peões. De feito estes últimos chegaram à planície no sopé da serra, por modo que, ao sair dela D. Quixote e os seus companheiros, o cura se pôs a encarar nele muito atento, dando sinais de que o estava reconhecendo, e, depois de estar assim irresoluto por um bom espaço, correu para ele de braços abertos, dizendo a brados:
-Para bien sea hallado el espejo de la caballería, el mi buen compatriote don Quijote de la Mancha, la flor y la nata de la gentileza, el amparo y remedio de los menesterosos, la quintaesencia de los caballeros andantes. — Bem aparecido seja o espelho da cavalaria, o meu bom compatriota D. Quixote de la Mancha, a flor e a nata da gentileza, o amparo e remédio dos necessitados, a quinta essência dos cavaleiros andantes!
Y, diciendo esto, tenía abrazado por la rodilla de la pierna izquierda a don Quijote; el cual, espantado de lo que veía y oía decir y hacer aquel hombre, se le puso a mirar con atención, y, al fin, le conoció y quedó como espantado de verle, y hizo grande fuerza por apearse; mas el cura no lo consintió, por lo cual don Quijote decía. E, dizendo isto, o abraçava pelo joelho esquerdo. D. Quixote, espantado do que via e ouvia àquele homem, encarou nele com atenção, conheceu-o enfim, e ficou a modo maravilhado do encontro, fazendo grande diligência por se apear. Não lho consentiu o cura. D. Quixote teimava, dizendo:
-Déjeme vuestra merced, señor licenciado, que no es razón que yo esté a caballo, y una tan reverenda persona como vuestra merced esté a pie. — Deixe-me Vossa Mercê, senhor licenciado, que não é justo estar eu a cavalo, e uma tão reverenda pessoa como Vossa Mercê a pé.
-Eso no consentiré yo en ningún modo -dijo el cura- estése la vuestra grandeza a caballo, pues estando a caballo acaba las mayores fazañas y aventuras que en nuestra edad se han visto; que a mí, aunque indigno sacerdote, bastaráme subir en las ancas de una destas mulas destos señores que con vuestra merced caminan, si no lo han por enojo. Y aun haré cuenta que voy caballero sobre el caballo Pegaso , o sobre la cebra o alfana en que cabalgaba aquel famoso moro Muzaraque, que aún hasta ahora yace encantado en la gran cuesta Zulema, que dista poco de la gran Compluto . — Não consinto de modo algum — disse o cura; — esteja Vossa Grandeza a cavalo, pois a cavalo é que ultima as maiores façanhas e aventuras que nesta idade se têm visto, que a mim, posto que indigno sacerdote, bastar-me-á montar na anca duma destas mulas destes senhores, que vêm na companhia de Vossa Mercê, se mo não levam a mal; até farei de conta que vou encavalgando no Pégaso, ou sobre a zebra ou alfana em que montava aquele famoso mouro Musaraque, que ainda até hoje jaz encantado na grande costa Zulema, pouco distante da grande Compluto.
-Aún no caía yo en tanto, mi señor licenciado -respondió don Quijote-; y yo sé que mi señora la princesa será servida, por mi amor, de mandar a su escudero dé a vuestra merced la silla de su mula, que él podrá acomodarse en las ancas, si es que ella las sufre. — Lembra bem, senhor licenciado, e nem tal coisa me ocorria — respondeu D. Quixote; — mas eu sei que a minha senhora Princesa será servida, por amor de mim, mandar ao seu escudeiro que ceda a Vossa Mercê a sela da sua mula; e ele lá arranjará nas ancas, se ela as dá.
-Sí sufre, a lo que yo creo -respondió la princesa-; y también sé que no será menester mandárselo al señor mi escudero, que él es tan cortés y tan cortesano que no consentirá que una persona eclesiástica vaya a pie, pudiendo ir a caballo. — Dá, dá, penso que sim — disse a Princesa — e penso também que não é preciso mandar eu tal ao senhor meu escudeiro, que ele é tão polido e cortesão, que não há-de consentir que uma pessoa eclesiástica vá a pé podendo ir a cavaio.
-Así es -respondió el barbero. — Assim é — respondeu o barbeiro.
Y, apeándose en un punto, convidó al cura con la silla, y él la tomó sin hacerse mucho de rogar. Y fue el mal que al subir a las ancas el barbero, la mula, que, en efeto, era de alquiler, que para decir que era mala esto basta, alzó un poco los cuartos traseros y dio dos coces en el aire, que, a darlas en el pecho de maese Nicolás, o en la cabeza, él diera al diablo la venida por don Quijote. Con todo eso, le sobresaltaron de manera que cayó en el suelo, con tan poco cuidado de las barbas, que se le cayeron en el suelo; y, como se vio sin ellas, no tuvo otro remedio sino acudir a cubrirse el rostro con ambas manos y a quejarse que le habían derribado las muelas. Don Quijote, como vio todo aquel mazo de barbas, sin quijadas y sin sangre, lejos del rostro del escudero caído, dijo. E, apeando-se logo, ofereceu ao cura a sela, que ele aceitou sem se fazer muito rogado. O mau foi que ao subir o barbeiro para as ancas, a mula, que era de alquiler (para encarecer que era má não é preciso mais), alçou um pouco os quartos traseiros, e deu dois coices no ar, que a dá-los no peito do mestre Nicolau, ou na cabeça, ao diabo dera ele o ter saído de sua casa por via de D. Quixote. Tão forte lhe foi contudo o sobressalto, que se estatelou no chão com tão pouco cuidado nas barbas, que lhe caíram. Vendo-se sem elas, não teve outro remédio senão acudir a tapar o rosto com as mãos ambas, e a vozear que lhe tinham deitado fora os queixais.
-¡Vive Dios, que es gran milagro éste! ¡Las barbas le ha derribado y arrancado del rostro, como si las quitaran aposta. D. Quixote, reparando naquele molho de barbas sem a respectiva queixada e sem sangue, desquitadas do rosto do dono caído, disse:
El cura, que vio el peligro que corría su invención de ser descubierta, acudió luego a las barbas y fuese con ellas adonde yacía maese Nicolás, dando aún voces todavía , y de un golpe, llegándole la cabeza a su pecho, se las puso, murmurando sobre él unas palabras, que dijo que era cierto ensalmo apropiado para pegar barbas , como lo verían; y, cuando se las tuvo puestas, se apartó, y quedó el escudero tan bien barbado y tan sano como de antes, de que se admiró don Quijote sobremanera, y rogó al cura que cuando tuviese lugar le enseñase aquel ensalmo; que él entendía que su virtud a más que pegar barbas se debía de estender, pues estaba claro que de donde las barbas se quitasen había de quedar la carne llagada y maltrecha, y que, pues todo lo sanaba, a más que barbas aprovechaba. — À fé que temos milagre de marca maior! barbas tiradas como por mão! O cura, que viu a sua invenção em perigo de ser descoberta, agarrou nas barbas, e as trouxe ao mestre, que estava ainda aos gritos; e, tomando-lhe de repente a cabeça, e encostando-a ao peito, lhas repôs, murmurando-lhe em cima umas palavras, que disse serem de virtude para pegar barbas, como se ia ver. Logo que teve a operação finda, apartou-se, deixando o escudeiro tão bem barbado e tão são como dantes: do que D. Quixote sobremaneira se admirou, e pediu ao cura que em tendo lugar lhe ensinasse aquele curativo, porque provavelmente não havia de servir só para pegar barbas. A razão era clara: donde as barbas se arrancavam havia de ficar a carne numa lástima, e que tendo ficado ali tudo são, é porque o remédio sarava tudo.
-Así es -dijo el cura, y prometió de enseñársele en la primera ocasión. — E sara — disse o cura — e prometo ensinar-lho na primeira ocasião.
Concertáronse que por entonces subiese el cura, y a trechos se fuesen los tres mudando , hasta que llegasen a la venta, que estaría hasta dos leguas de allí. Puestos los tres a caballo, es a saber, don Quijote, la princesa y el cura, y los tres a pie, Cardenio, el barbero y Sancho Panza, don Quijote dijo a la doncella Combinaram em que por então montasse o padre, e que dali até à venda se fossem os três revezando; era caminho de duas léguas. Postos os três a cavalo, a saber D. Quixote, a Princesa e o cura, seguindo os três a pé, Cardênio, o barbeiro, e Sancho Pança, disse D. Quixote para a donzela:
-Vuestra grandeza, señora mía, guíe por donde más gusto le diere. — Vossa Grandeza, senhora minha, que nos encaminhe por onde mais lhe apetecer.
Y, antes que ella respondiese, dijo el licenciado. Adiantou-se com a resposta o licenciado, dizendo:
-¿Hacia qué reino quiere guiar la vuestra señoría? ¿Es, por ventura, hacia el de Micomicón? ; que sí debe de ser, o yo sé poco de reinos. — Para que reino quer Vossa Senhoria que tomemos? será para o de Micomicão? é natural que sim, ou pouco sei de reinos.
Ella, que estaba bien en todo, entendió que había de responder que sí; y así, dijo. Ela, que estava por tudo, respondeu:
-Sí, señor, hacia ese reino es mi camino. — Sim, senhor; para esse reino é que é o meu caminho.
-Si así es -dijo el cura-, por la mitad de mi pueblo hemos de pasar, y de allí tomará vuestra merced la derrota de Cartagena , donde se podrá embarcar con la buena ventura; y si hay viento próspero, mar tranquilo y sin borrasca, en poco menos de nueve años se podrá estar a vista de la gran laguna Meona, digo, Meótides , que está poco más de cien jornadas más acá del reino de vuestra grandeza. — Portanto — disse o cura — temos de passar por dentro do meu povo, e dali tomará Vossa Mercê a derrota de Cartagena, onde com favor de Deus se poderá embarcar. Se o vento for de feição, o mar sossegado e sem temporais, em pouco menos de nove anos se poderá estar à vista da grande lagoa Meona, digo Meotides, que fica um pouco mais de cem jornadas para cá do reino de Vossa Grandeza.
-Vuestra merced está engañado, señor mío -dijo ella-, porque no ha dos años que yo partí dél, y en verdad que nunca tuve buen tiempo, y, con todo eso, he llegado a ver lo que tanto deseaba, que es al señor don Quijote de la Mancha, cuyas nuevas llegaron a mis oídos así como puse los pies en España, y ellas me movieron a buscarle, para encomendarme en su cortesía y fiar mi justicia del valor de su invencible brazo. — Vossa Mercê está enganado, senhor meu — disse ela — porque não há dois anos que eu de lá parti; e em verdade que nunca tive bom tempo, e contudo isso já cheguei a ver quem tanto desejava, que é o senhor D. Quixote de la Mancha, cujas novas me encheram os ouvidos logo que pus pés em Espanha; e foram elas as que me decidiram a procurá-lo para me encomendar à sua cortesia, e fiar a minha justiça do valor do seu invencível braço.
-No más cesen mis alabanzas -dijo a esta sazón don Quijote-, porque soy enemigo de todo género de adulación; y, aunque ésta no lo sea , todavía ofenden mis castas orejas semejantes pláticas. Lo que yo sé decir, señora mía, que ora tenga valor o no, el que tuviere o no tuviere se ha de emplear en vuestro servicio hasta perder la vida; y así, dejando esto para su tiempo, ruego al señor licenciado me diga qué es la causa que le ha traído por estas partes, tan solo, y tan sin criados, y tan a la ligera, que me pone espanto. — Basta de louvores — disse D. Quixote; sou inimigo de todo o gênero de adulações; e ainda que esta agora o não seja, sempre ofendem os meus ouvidos semelhantes práticas. O que eu sei dizer-vos, senhora minha, é que, tenha eu valor ou não, o que tiver, ou não tiver, todo o hei-de empregar em vosso serviço até perder a vida; e assim, deixando isso para seu tempo, rogo ao senhor licenciado me diga: que o obrigou a vir a estas terras, tão só, sem criados, e tanto à ligeira, que me causa admiração?
-A eso yo responderé con brevedad -respondió el cura-, porque sabrá vuestra merced, señor don Quijote, que yo y maese Nicolás, nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos a Sevilla a cobrar cierto dinero que un pariente mío que ha muchos años que pasó a Indias me había enviado, y no tan pocos que no pasan de sesenta mil pesos ensayados, que es otro que tal; y, pasando ayer por estos lugares, nos salieron al encuentro cuatro salteadores y nos quitaron hasta las barbas; y de modo nos las quitaron, que le convino al barbero ponérselas postizas; y aun a este mancebo que aquí va -señalando a Cardenio- le pusieron como de nuevo. Y es lo bueno que es pública fama por todos estos contornos que los que nos saltearon son de unos galeotes que dicen que libertó, casi en este mesmo sitio, un hombre tan valiente que, a pesar del comisario y de las guardas, los soltó a todos; y, sin duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas, a la raposa entre las gallinas, a la mosca entre la miel ; quiso defraudar la justicia, ir contra su rey y señor natural, pues fue contra sus justos mandamientos. Quiso, digo, quitar a las galeras sus pies , poner en alboroto a la Santa Hermandad, que había muchos años que reposaba; quiso, finalmente, hacer un hecho por donde se pierda su alma y no se gane su cuerpo. — Em poucas palavras o satisfarei a Vossa Mercê — respondeu o cura. — Eu e o mestre Nicolau, nosso amigo e nosso barbeiro, íamos a Sevilha, a cobrarmos certo dinheiro remetido por um parente meu, que se passou às Índias há já anos (e não tão pouco que não excedesse de mil pesos e tocadinhos, que vale o dobro). Passando ontem por estes lugares, saíram-nos ao encontro quatro salteadores e nos tiraram até as barbas. Foi tanto, que até o barbeiro não teve remédio senão pôr umas postiças; e até a este mancebo que vem conosco (apontando Cardênio) o puseram como se nunca as tivesse tido. O bonito é que por todos estes contornos é fama pública serem os tais ladrões uns forçados das galés, que, segundo se diz, foram libertados quase neste mesmo sítio por um homem tão valente, que a despeito do comissário e dos guardas os soltou a todos. Não há dúvida que era doido, ou então tão patife como eles, homem sem alma nem consciência. Pois aquilo não foi soltar o lobo entre as ovelhas? a raposa entre as galinhas? a mosca no mel? Quis defraudar a justiça, ir contra o seu Rei e Senhor natural, pois foi contra os seus justos preceitos. Quis tirar às galés os pés com que elas andam, pôr em reboliço a Santa Irmandade, que havia muitos anos estava em descanso; quis, finalmente, consumar um feito, por onde a sua alma se perde, e o corpo se lhe não ganha.
Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacía o decía don Quijote; al cual se le mudaba la color a cada palabra, y no osaba decir que él había sido el libertador de aquella buena gente. Sancho é que tinha contado ao cura e ao barbeiro a aventura dos galeotes, que o amo levara a cabo com tanta glória; e por isso o cura ao recontá-la lhe carregava tanto a mão, para ver o que faria ou diria D. Quixote, a quem, a cada palavra, se mudavam as cores, sem se atrever a dizer que fora ele próprio o libertador daquela boa gente.
-Éstos, pues -dijo el cura-, fueron los que nos robaron; que Dios, por su misericordia, se lo perdone al que no los dejó llevar al debido suplicio . — Ora aqui tem Vossa Mercê quem nos roubou — disse o cura. — Deus por sua misericórdia não tome contas a quem os não deixou levar o devido castigol






I. Capítulo XXX. Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo


Capítulo XXX --Que trata da discrição da formosa Dorotéia, com outras coisas de muito sabor e passatempo.


No hubo bien acabado el cura, cuando Sancho dijo. Mal tinha acabado o cura, quando Sancho disse:
-Pues mía fe, señor licenciado, el que hizo esa fazaña fue mi amo, y no porque yo no le dije antes y le avisé que mirase lo que hacía, y que era pecado darles libertad, porque todos iban allí por grandísimos bellacos. Pois afirmo-lhe eu, senhor licenciado, que o fazedor dessa façanha foi meu amo; e olhe que não foi por lhe eu não dizer a tempo que reparasse no que fazia, e que era pecado soltá-los, porque todos iam ali por grandíssimos tratantes.
-¡Majadero! -dijo a esta sazón don Quijote-, a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías. Yo topé un rosario y sarta de gente mohína y desdichada, y hice con ellos lo que mi religión me pide, y lo demás allá se avenga; y a quien mal le ha parecido, salvo la santa dignidad del señor licenciado y su honrada persona, digo que sabe poco de achaque de caballería, y que miente como un hideputa y mal nacido; y esto le haré conocer con mi espada, donde más largamente se contiene . Ó idiota exclamou aqui D. Quixote aos cavaleiros andantes não pertence averiguar se os afligidos, acorrentados e opressos, que se encontram pelas estradas, vão daquela maneira por suas culpas, ou por serem desgraçados; só lhes toca ajudá-los como necessitados que são, considerando-lhes as penas, e não as tratantadas. Encontro uma enfiada, um rosário de gente mofina; fiz nela o que a minha religião pedia, e saísse o que saísse; e a quem o desaprova (sem faltar ao respeito que devo ao senhor licenciado e à sua honrada pessoa) digo que sabe pouco dos contratempos da cavalaria, e que mente como um biltre e malcriado, e eu lho farei conhecer com a minha espada, mais comprida e inteiramente.
Y esto dijo afirmándose en los estribos y calándose el morrión; porque la bacía de barbero, que a su cuenta era el yelmo de Mambrino, llevaba colgado del arzón delantero, hasta adobarla del mal tratamiento que la hicieron los galeotes. Estas palavras já as proferiu firmando-se nos estribos, e ajustando o murrião, porque a bacia de barbeiro, que pelas suas contas era o elmo de Mambrino, levava-a pendurada do arção dianteiro, para a mandar correger do mau tratamento que lhe deram os galeotes.
Dorotea, que era discreta y de gran donaire, como quien ya sabía el menguado humor de don Quijote y que todos hacían burla dél, sino Sancho Panza, no quiso ser para menos, y, viéndole tan enojado, le dijo. Dorotéia, que era discreta e lépida, sabedora já da aduela de menos de D. Quixote, e de que todos, afora Sancho Pança, judiavam com ele, não quis ficar atrás, e, vendo-o tão enojado, lhe disse:
-Señor caballero, miémbresele a la vuestra merced el don que me tiene prometido, y que, conforme a él, no puede entremeterse en otra aventura, por urgente que sea; sosiegue vuestra merced el pecho, que si el señor licenciado supiera que por ese invicto brazo habían sido librados los galeotes, él se diera tres puntos en la boca, y aun se mordiera tres veces la lengua, antes que haber dicho palabra que en despecho de vuestra merced redundara. Senhor cavaleiro, recorde-se do que me prometeu; olhe que não pode intrometer-se em aventura nenhuma, por urgente que seja; serene-se, que, se o senhor licenciado soubera que o libertador dos galeotes fora esse braço invencível, daria três pontos na boca, e até mordera três vezes a língua, antes de ter dito palavra que redundasse em desdouro de Vossa Mercê.
-Eso juro yo bien -dijo el cura-, y aun me hubiera quitado un bigote . Posso-lho jurar disse o cura era mais fácil deixar cortar o bigode.
-Yo callaré, señora mía -dijo don Quijote-, y reprimiré la justa cólera que ya en mi pecho se había levantado, y iré quieto y pacífico hasta tanto que os cumpla el don prometido; pero, en pago deste buen deseo, os suplico me digáis, si no se os hace de mal, cuál es la vuestra cuita y cuántas, quiénes y cuáles son las personas de quien os tengo de dar debida, satisfecha y entera venganza . Já me calo, senhora minha disse D. Quixote e reprimo a justa cólera que me ia abrasando, e irei no meu sossego, até ter cumprido o que vos prometi. Agora em paga suplico-vos eu me digais, se vos não dá incômodo, qual é a vossa mágoa, e quantas, quem, e quais são as pessoas de quem vos hei-de dar devida e inteira vingança.
-Eso haré yo de gana -respondió Dorotea-, si es que no os enfadan oír lástimas y desgracias. De muita boa vontade respondeu Dorotéia se porventura vos não enfada ouvir lamentos e desgraças.
-No enfadará, señora mía -respondió don Quijote. Não enfada respondeu D. Quixote não enfada, senhora minha.
A lo que respondió Dorotea. ...
-Pues así es, esténme vuestras mercedes atentos. Sendo assim disse Dorotéia estejam Vossas Mercês atentos.
No hubo ella dicho esto, cuando Cardenio y el barbero se le pusieron al lado, deseosos de ver cómo fingía su historia la discreta Dorotea; y lo mismo hizo Sancho, que tan engañado iba con ella como su amo. Y ella, después de haberse puesto bien en la silla y prevenídose con toser y hacer otros ademanes, con mucho donaire, comenzó a decir desta manera A estas palavras logo Cardênio e o barbeiro se lhe puseram ao lado, cobiçosos de ver como da sua história se saía a espertíssima donzela; e o mesmo fez Sancho, que não ia ali menos enganado que o amo. E ela, depois de se ter muito bem ajeitado na sela, preparando-se com tossir, e outras semelhantes cerimônias com muito chiste encetou assim a sua narrativa:
-«Primeramente, quiero que vuestras mercedes sepan, señores míos, que a mí me llaman.... Primeiramente quero que Vossas Mercês saibam, senhores meus, que a mim me chamam...
Y detúvose aquí un poco, porque se le olvidó el nombre que el cura le había puesto; pero él acudió al remedio, porque entendió en lo que reparaba, y dijo. Aqui deteve-se um pouco, por se lhe ter varrido o nome que lhe pusera o cura. Este porém lhe acudiu no encalhe, dizendo:
-No es maravilla, señora mía, que la vuestra grandeza se turbe y empache contando sus desventuras, que ellas suelen ser tales, que muchas veces quitan la memoria a los que maltratan, de tal manera que aun de sus mesmos nombres no se les acuerda, como han hecho con vuestra gran señoría, que se ha olvidado que se llama la princesa Micomicona , legítima heredera del gran reino Micomicón; y con este apuntamiento puede la vuestra grandeza reducir ahora fácilmente a su lastimada memoria todo aquello que contar quisiere. Não é maravilha, senhora minha, que Vossa Grandeza se perturbe no referir as suas desventuras; é próprio delas o tirarem muitas vezes a memória a quem as padece, a ponto de nem dos seus próprios nomes se lembrarem; é o que neste instante sucedeu a Vossa Grã-Senhoria, pois não lhe lembra que se chama a Senhora Princesa Micomicadela, herdeira legítima do grande reino Micomicão. Agora que já lhe fica apontado o caminho, pode Vossa Grandeza seguir sem empacho o que lhe aprouver dizer-nos.
-Así es la verdad -respondió la doncella-, y desde aquí adelante creo que no será menester apuntarme nada, que yo saldré a buen puerto con mi verdadera historia. «La cual es que el rey mi padre, que se llama Tinacrio el Sabidor , fue muy docto en esto que llaman el arte mágica, y alcanzó por su ciencia que mi madre, que se llamaba la reina Jaramilla, había de morir primero que él, y que de allí a poco tiempo él también había de pasar desta vida y yo había de quedar huérfana de padre y madre. Pero decía él que no le fatigaba tanto esto cuanto le ponía en confusión saber, por cosa muy cierta, que un descomunal gigante , señor de una grande ínsula, que casi alinda con nuestro reino, llamado Pandafilando de la Fosca Vista (porque es cosa averiguada que, aunque tiene los ojos en su lugar y derechos, siempre mira al revés, como si fuese bizco, y esto lo hace él de maligno y por poner miedo y espanto a los que mira); digo que supo que este gigante, en sabiendo mi orfandad, había de pasar con gran poderío sobre mi reino y me lo había de quitar todo, sin dejarme una pequeña aldea donde me recogiese; pero que podía escusar toda esta ruina y desgracia si yo me quisiese casar con él; mas, a lo que él entendía, jamás pensaba que me vendría a mí en voluntad de hacer tan desigual casamiento; y dijo en esto la pura verdad, porque jamás me ha pasado por el pensamiento casarme con aquel gigante, pero ni con otro alguno , por grande y desaforado que fuese. Dijo también mi padre que, después que él fuese muerto y viese yo que Pandafilando comenzaba a pasar sobre mi reino, que no aguardase a ponerme en defensa, porque sería destruirme, sino que libremente le dejase desembarazado el reino , si quería escusar la muerte y total destruición de mis buenos y leales vasallos, porque no había de ser posible defenderme de la endiablada fuerza del gigante ; sino que luego, con algunos de los míos, me pusiese en camino de las Españas, donde hallaría el remedio de mis males hallando a un caballero andante, cuya fama en este tiempo se estendería por todo este reino, el cual se había de llamar, si mal no me acuerdo, don Azote o don Gigote.» Sim, senhor disse a donzela creio que daqui em diante já não será necessário recordar-me nada; espero chegar a porto de salvamento com a minha verdadeira história. Ora pois: El-Rei meu pai, que se chamava Tinácrio, o sábio, foi mui douto nisto que chamam arte mágica, e alcançou, pela sua ciência, que minha mãe que se chamava a Rainha Charamela, havia de morrer primeiro que ele, mas que ele também dali a pouco tempo havia de passar desta a melhor vida, ficando eu órfã de pai e mãe. Dizia ele, porém, que menos o consumia isso, do que o atormentava saber por coisa muito certa que um descomunal gigante, senhor duma grande ilha, que quase confronta com o nosso reino, chamado Pandafilando da vista fusca (porque há toda a certeza de que, apesar de ter os olhos no seu lugar, e direitos, sempre olha de revés como se fora vesgo, que ele faz por mau, e para meter medo e espanto à gente)... Sim; repito, que meu pai soube que o tal gigante, logo que lhe constasse a minha orfandade, havia de passar com grande quantia de gente sobre o meu reino, e tirar-mo todo, sem me deixar nem uma aldeia para me eu recolher, porém que todas estas inclemências se poderiam evitar, prontificando-me eu a casar com ele; mas que, segundo ele meu pai entendia, nunca eu estaria por tão desigual casamento. Neste particular foi profeta, porque nunca jamais pela idéia me passou casar-me com o tal gigante, nem com outro qualquer, fosse quem fosse. Mais disse meu pai e senhor que, se depois da sua morte eu visse que Pandafilando começava a entrar pelo meu reino, não perdesse tempo em preparos para me defender, que seria arruinar-me de todo, mas que espontaneamente lhe despejasse a terra, se queria escapar à morte, e à destruição total dos meus bons e fiéis vassalos, porque não havia de ser possível defender-me da endiabrada força do gigante, mas que tornasse logo com alguns dos meus caminho de Espanha, onde acharia remédio a meus males na pessoa dum cavaleiro andante, cuja fama a esse tempo encheria já todo o reino, e o qual se havia de chamar (se bem me lembra) D. Azote, ou D. Gigote...
-Don Quijote diría, señora -dijo a esta sazón Sancho Panza-, o, por otro nombre, el Caballero de la Triste Figura. Talvez dissesse D. Quixote interrompeu Sancho Pança ou por outro nome, o Cavaleiro da Triste Figura.
-Así es la verdad -dijo Dorotea-. «Dijo más que había de ser alto de cuerpo, seco de rostro, y que en el lado derecho, debajo del hombro izquierdo , o por allí junto, había de tener un lunar pardo con ciertos cabellos a manera de cerdas .. É verdade disse Dorotéia e ajuntou que esse tal cavaleiro seria alto de corpo, seco de rosto, e que no lado direito, debaixo do ombro esquerdo, ou por ali perto, havia de ter um sinal pardo com certos cabelos à maneira de sedas de porco.
En oyendo esto don Quijote, dijo a su escudero Ouvindo aquilo, disse D. Quixote ao escudeiro:
-Ten aquí, Sancho, hijo, ayúdame a desnudar, que quiero ver si soy el caballero que aquel sabio rey dejó profetizado . Sancho filho, acode cá; ajuda-me a despir, que preciso ver se não sou o cavaleiro que aquele tão sábio monarca deixou profetizado.
-Pues, ¿para qué quiere vuestra merced desnudarse? -dijo Dorotea. Para que se quer Vossa Mercê despir? disse Dorotéia.
-Para ver si tengo ese lunar que vuestro padre dijo -respondió don Quijote. Para ver se tenho o sinal indicado por vosso pai respondeu D. Quixote.
-No hay para qué desnudarse -dijo Sancho-, que yo sé que tiene vuestra merced un lunar desas señas en la mitad del espinazo, que es señal de ser hombre fuerte. Não é preciso que se dispa acudiu Sancho que eu sei que Vossa Mercê tem um sinal assim tal qual no meio do espinhaço, prova de ser homem esforçado.
-Eso basta -dijo Dorotea-, porque con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas, y que esté en el hombro o que esté en el espinazo, importa poco; basta que haya lunar, y esté donde estuviere, pues todo es una mesma carne; y, sin duda, acertó mi buen padre en todo, y yo he acertado en encomendarme al señor don Quijote, que él es por quien mi padre dijo, pues las señales del rostro vienen con las de la buena fama que este caballero tiene no sólo en España, pero en toda la Mancha , pues apenas me hube desembarcado en Osuna, cuando oí decir tantas hazañas suyas, que luego me dio el alma que era el mesmo que venía a buscar. Então basta isso disse Dorotéia; com os amigos não se cortam as unhas rentes; que seja no ombro, ou que seja no espinhaço, vem a dar na mesma. O caso é que haja o sinal, esteja onde estiver, pois é tudo a mesma carne. Meu pai acertou em tudo, e eu também acertei em me encomendar ao senhor D. Quixote, que este é o que meu pai disse. Os sinais do rosto concordam com os da boa fama que este cavaleiro tem, não só em Espanha, mas até em toda a Mancha; tanto assim, que apenas eu desembarquei em Ossuna, logo ouvi contar dele tantas façanhas, que me deu o coração uma pancada de que era o mesmo que eu vinha a buscar.
-Pues, ¿cómo se desembarcó vuestra merced en Osuna, señora mía -preguntó don Quijote-, si no es puerto de mar. Como desembarcou Vossa Mercê em Ossuna, senhora minha perguntou D. Quixote se não é porto de mar?
Mas, antes que Dorotea respondiese, tomó el cura la mano y dijo. Apressou-se o cura antes que Dorotéia respondesse, e disse;
-Debe de querer decir la señora princesa que, después que desembarcó en Málaga, la primera parte donde oyó nuevas de vuestra merced fue en Osuna . Naturalmente quererá dizer a senhora Princesa que, depois que desembarcou em Málaga, a primeira parte em que achou novas de Vossa Mercê foi em Ossuna.
-Eso quise decir -dijo Dorotea. É isso mesmo disse Dorotéia.
-Y esto lleva camino -dijo el cura-, y prosiga vuestra majestad adelante. E diz muito bem acrescentou logo o cura mas queira Vossa Majestade prosseguir.
-No hay que proseguir -respondió Dorotea-, sino que, finalmente, mi suerte ha sido tan buena en hallar al señor don Quijote, que ya me cuento y tengo por reina y señora de todo mi reino, pues él, por su cortesía y magnificencia, me ha prometido el don de irse conmigo dondequiera que yo le llevare, que no será a otra parte que a ponerle delante de Pandafilando de la Fosca Vista, para que le mate y me restituya lo que tan contra razón me tiene usurpado que todo esto ha de suceder a pedir de boca , pues así lo dejó profetizado Tinacrio el Sabidor, mi buen padre; el cual también dejó dicho y escrito en letras caldeas, o griegas , que yo no las sé leer, que si este caballero de la profecía, después de haber degollado al gigante, quisiese casarse conmigo, que yo me otorgase luego sin réplica alguna por su legítima esposa, y le diese la posesión de mi reino, junto con la de mi persona . Prosseguir o quê? replicou ela Não há mais nada para diante. Tão boa foi a minha sorte em achar ao senhor D. Quixote, que já me conto por soberana senhora de todo o meu reino depois que ele, por sua cortesia e magnificência, me prometeu a mercê de vir comigo aonde quer que eu o leve, que não será a outra parte senão a pô-lo diante de Pandafilando da vista fusca, para dar cabo dele, e restituir-me o que tão contra razão me tem usurpado. Tudo isto se há-de realizar tal qual, que assim o deixou prognosticado Tinácrio, o sábio, meu bom pai, o qual também deixou dito em letras caldaicas ou gregas (que eu por mim não as sei ler) que se este cavaleiro da profecia, depois de ter degolado o gigante, quisesse casar comigo, eu me entregasse logo sem réplica alguma por sua legítima esposa, e lhe desse no mesmo ato a posse do meu reino e da minha pessoa.
-¿Qué te parece, Sancho amigo? -dijo a este punto don Quijote-. ¿No oyes lo que pasa? ¿No te lo dije yo? Mira si tenemos ya reino que mandar y reina con quien casar . Que te parece, Sancho amigo? disse a este ponto D. Quixote não ouves isto? não to dizia eu? vê se temos, ou não temos já reino que governar, e Rainha com quem casar?
-¡Eso juro yo -dijo Sancho - para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al señor Pandahi lado! Pues, ¡monta que es mala la reina! ¡Así se me vuelvan las pulgas de la cama . Isso juro eu respondeu Sancho; só algum tolo é que não iria logo cortar o gasnete ao senhor Pandafilando para casar muito depressa com a senhora Princesa. Olha que peste! assim fossem as pulgas da minha cama.
Y, diciendo esto, dio dos zapatetas en el aire, con muestras de grandísimo contento, y luego fue a tomar las riendas de la mula de Dorotea, y, haciéndola detener, se hincó de rodillas ante ella, suplicándole le diese las manos para besárselas, en señal que la recibía por su reina y señora . ¿Quién no había de reír de los circustantes, viendo la locura del amo y la simplicidad del criado? En efecto, Dorotea se las dio, y le prometió de hacerle gran señor en su reino, cuando el cielo le hiciese tanto bien que se lo dejase cobrar y gozar. Agradecióselo Sancho con tales palabras que renovó la risa en todos. Com estas palavras deu dois pinchos no ar em demonstração de gáudio, passou logo a tomar as rédeas à mula de Dorotéia, fazendo-lha parar, lançou-se de joelhos perante ela, suplicando-lhe que lhe desse as mãos para lhas beijar, em sinal de que a recebia por soberana e senhora sua. Quem haveria ali que pudesse ficar sério diante da loucura do amo e da simpleza do servo? Deu-lhe com efeito as mãos Dorotéia, e lhe prometeu fazê-lo grande do seu reino, logo que o céu lhe fosse tão propício, que lho deixasse recobrar e gozar. Agradeceu-lhe Sancho tudo aquilo em termos tais, que em todos renovou a gargalhada.
-Ésta, señores -prosiguió Dorotea-, es mi historia sólo resta por deciros que de cuanta gente de acompañamiento saqué de mi reino no me ha quedado sino sólo este buen barbado escudero, porque todos se anegaron en una gran borrasca que tuvimos a vista del puerto, y él y yo salimos en dos tablas a tierra, como por milagro; y así, es todo milagro y misterio el discurso de mi vida, como lo habréis notado. Y si en alguna cosa he andado demasiada, o no tan acertada como debiera, echad la culpa a lo que el señor licenciado dijo al principio de mi cuento que los trabajos continuos y extraordinarios quitan la memoria al que los padece. Aqui está, meus senhores prosseguiu Dorotéia a minha história; só me falta dizer-vos que de toda quanta gente do meu reino trouxe não me ficou vivo senão unicamente este barbadão escudeiro; tudo o mais se afogou num grande temporal que tivemos à vista do porto; ele e eu viemos em duas tábuas a terra como por milagre, que milagre de grande mistério tem sido o decurso de minha vida, como já tereis notado; e se em algum ponto andei sobeja ou curta demais na minha narrativa, queixai-vos do que logo ao princípio da minha fala ponderou o senhor licenciado: que os trabalhos contínuos e ex¬tra¬or¬di¬ná¬rios de¬sar¬ran¬jam as idéias a quem os padece.
-Ésa no me quitarán a mí, ¡oh alta y valerosa señora! -dijo don Quijote-, cuantos yo pasare en serviros, por grandes y no vistos que sean; y así, de nuevo confirmo el don que os he prometido, y juro de ir con vos al cabo del mundo, hasta verme con el fiero enemigo vuestro, a quien pienso, con el ayuda de Dios y de mi brazo, tajar la cabeza soberbia con los filos desta... no quiero decir buena espada, merced a Ginés de Pasamonte, que me llevó la mía . Tal me não há-de suceder a mim, alta e valorosa senhora disse D. Quixote por maiores trabalhos que eu passe em vos servir. Confirmo pois o que já vos prometi, e juro acompanhar-vos ao cabo do mundo, até me ver com o vosso cruel inimigo, a quem tenciono, com ajuda de Deus e do meu braço, decepar a cabeça soberba com os fios desta... não, quero dizer boa espada, graças a Ginez de Passamonte que me levou a mina.
Esto dijo entre dientes, y prosiguió diciendo. (Isto remordeu-o entre os dentes, e prosseguiu:)
-Y después de habérsela tajado y puéstoos en pacífica posesión de vuestro estado, quedará a vuestra voluntad hacer de vuestra persona lo que más en talante os viniere; porque, mientras que yo tuviere ocupada la memoria y cautiva la voluntad, perdido el entendimiento , a aquella..., y no digo más, no es posible que yo arrostre , ni por pienso, el casarme, aunque fuese con el ave fénix . Depois de lha ter decepado, e ter-vos sentado a vós na pacífica posse dos vossos estados, ficará a vosso arbítrio fazer da vossa pessoa o que mais vos apeteça, pois enquanto eu tiver ocupada a memória, cativa a vontade e perdido o entendimento por aquela... e não digo mais, não é possível que eu nem por pensamentos me arroste com a idéia de matrimoniar-me, nem que fosse com a ave Fênix.
Parecióle tan mal a Sancho lo que últimamente su amo dijo acerca de no querer casarse, que, con grande enojo, alzando la voz, dijo. Este encarecimento de não querer casar-se destoou tanto a Sancho, como despropósito, que levantou de agastado a voz, dizendo:
-Voto a mí, y juro a mí, que no tiene vuestra merced, señor don Quijote, cabal juicio. Pues, ¿cómo es posible que pone vuestra merced en duda el casarse con tan alta princesa como aquésta? ¿Piensa que le ha de ofrecer la fortuna, tras cada cantillo, semejante ventura como la que ahora se le ofrece? ¿Es, por dicha, más hermosa mi señora Dulcinea? No, por cierto, ni aun con la mitad, y aun estoy por decir que no llega a su zapato de la que está delante . Así, noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo . Cásese, cásese luego, encomiéndole yo a Satanás, y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis, vobis , y, en siendo rey, hágame marqués o adelantado, y luego, siquiera se lo lleve el diablo todo. Juro e rejuro por vida minha que não tem Vossa Mercê, senhor D. Quixote, o juízo inteiro. Pois como é possível pôr Vossa Mercê em dúvida casar-se com tão alta Princesa como esta? pensa que a fortuna lhe há-de oferecer a cada canto uns acertos como este? é porventura mais formosa a minha senhora Dulcinéia? está na tinta; nem para lá caminha; estou até em dizer que nem chega aos calcanhares da que presente se acha. Assim lá se me vai pelos ares o meu Condado, se Vossa Mercê ateima a esperar hortaliça de sequeiro, ou apojadura de cabra velha. Case, case logo, ou que o leve o diabo, e aceite esse reino, que por si se lhe está metendo nas mãos; e, em sendo Rei, faça-me a mim Marquês ou Adiantado; tudo mais que o leve o diabo, se quiser.
Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir, y, alzando el lanzón, sin hablalle palabra a Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dio tales dos palos que dio con él en tierra; y si no fuera porque Dorotea le dio voces que no le diera más, sin duda le quitara allí la vida. D. Quixote, que tais blasfêmias ouviu proferir contra a sua senhora Dulcinéia, não o pôde levar à paciência; e, levantando a chuça, sem proferir chus nem bus, nem guarda de baixo , apresentou duas bordoadas em Sancho, que pregou com ele em terra; e se não fora o começar Dorotéia a gritar que lhe não desse mais, sem dúvida lhe acabaria ali a vida.
-¿Pensáis -le dijo a cabo de rato-, villano ruin, que ha de haber lugar siempre para ponerme la mano en la horcajadura , y que todo ha de ser errar vos y perdonaros yo? Pues no lo penséis, bellaco descomulgado, que sin duda lo estás, pues has puesto lengua en la sin par Dulcinea . ¿Y no sabéis vos, gañán, faquín, belitre , que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo , que no le tendría yo para matar una pulga? Decid, socarrón de lengua viperina, ¿y quién pensáis que ha ganado este reino y cortado la cabeza a este gigante, y héchoos a vos marqués, que todo esto doy ya por hecho y por cosa pasada en cosa juzgada , si no es el valor de Dulcinea, tomando a mi brazo por instrumento de sus hazañas? Ella pelea en mí, y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser. ¡Oh hideputa bellaco, y cómo sois desagradecido que os veis levantado del polvo de la tierra a ser señor de título , y correspondéis a tan buena obra con decir mal de quien os la hizo. Pensais, vilão ruim lhe disse passado pouco que hei-de estar sempre para vos aturar, e que tudo há-de ser tu a despropositares, e eu a perdoar-te? pois não o cuides, maroto excomungado, que o és sem dúvida nenhuma, pois te atreveste a pôr língua na sem par Dulcinéia. Não sabeis vós, mariola, biltre, que, se não fosse pelo valor que ela infunde no meu braço, eu por mim nem matava uma pulga? Dizei-me, socarrão de língua viperina, quem julgais que foi o conquistador deste reino, e o que decepou a cabeça deste gigante, e vos fez a vós Marquês (que tudo isto o dou eu já como feito e processo findo), se não é o valor de Dulcinéia, fazendo de meu braço instrumento de suas façanhas? Ela peleja em mim, e vence em mim; eu vivo e respiro nela; nela tenho vida e ser. Filho da mãe, grande velhaco, como sois desagradecido, que vos vedes levantado do pó da terra, até senhor dum título, e a tão boa obra correspondeis com dizer mal de quem vo-la fez!
No estaba tan maltrecho Sancho que no oyese todo cuanto su amo le decía, y, levantándose con un poco de presteza, se fue a poner detrás del palafrén de Dorotea, y desde allí dijo a su amo. Não estava Sancho tão mortal, que não ouvisse o que o amo lhe dizia: levantando-se com certa presteza, foi pôr-se por trás do palafrém de Dorotéia, e dali respondeu:
-Dígame, señor si vuestra merced tiene determinado de no casarse con esta gran princesa, claro está que no será el reino suyo; y, no siéndolo, ¿qué mercedes me puede hacer? Esto es de lo que yo me quejo; cásese vuestra merced una por una con esta reina, ahora que la tenemos aquí como llovida del cielo, y después puede volverse con mi señora Dulcinea; que reyes debe de haber habido en el mundo que hayan sido amancebados . En lo de la hermosura no me entremeto; que, en verdad, si va a decirla, que entrambas me parecen bien, puesto que yo nunca he visto a la señora Dulcinea. Diga-me, senhor; se Vossa Mercê está de pedra e cal em não casar com esta grande Princesa, claro está que o reino dela não há-de ser seu; não o sendo, que mercês me pode então fazer? Aqui está de que eu me queixo. Case-se Vossa Mercê aos olhos fechados com esta Rainha que para aí nos choveu do céu, depois, se quiser, pode-se amantilhar com a minha senhora Dulcinéia; Reis amancebados não devem ter faltado neste mundo. Lá nisso da formosura não me intrometo, que, a dizer a verdade, ambas me parecem bem, ainda que eu a senhora Dulcinéia nunca a vi.
-¿Cómo que no la has visto, traidor blasfemo? -dijo don Quijote-. Pues, ¿no acabas de traerme ahora un recado de su parte. Como nunca a viste, traidor blasfemo? vociferou D. Ouixote pois não acabas agora mesmo de me trazer um recado da sua parte?
-Digo que no la he visto tan despacio -dijo Sancho- que pueda haber notado particularmente su hermosura y sus buenas partes punto por punto; pero así, a bulto, me parece bien. { O que eu digo é respondeu Sancho que a não vi tanto à minha vontade, que pudesse afirmar-me bem na sua formosura, ponto por ponto; mas assim no todo e em bruto, como diz o outro, pareceu-me bem.
-Ahora te disculpo -dijo don Quijote-, y perdóname el enojo que te he dado, que los primeros movimientos no son en manos de los hombres. { Agora te desculpo; perdoa-me o enfado que te dei, que os primeiros movimentos não estão na mão da gente.
-Ya yo lo veo -respondió Sancho-; y así, en mí la gana de hablar siempre es primero movimiento , y no puedo dejar de decir, por una vez siquiera, lo que me viene a la lengua. { Bem sei respondeu Sancho e em mim a vontade de falar é sempre o primeiro movimento; o que me vem à boca não posso deixar de o dizer, ao menos uma vez.
-Con todo eso -dijo don Quijote-, mira, Sancho, lo que hablas, porque tantas veces va el cantarillo a la fuente..., y no te digo más. { Com tudo isso, Sancho disse D. Quixote repara bem como falas, porque tantas vezes vai o cântaro à fonte... e não te digo mais nada.
-Ahora bien -respondió Sancho-, Dios está en el cielo, que ve las trampas, y será juez de quién hace más mal yo en no hablar bien, o vuestra merced en obrallo . { Pois bem respondeu Sancho Deus lá está em cima, e vê as coisas; ele é que sabe quem faz mal, se eu em não falar bem, ou Vossa Mercê em o obrar ao revés.
-No haya más -dijo Dorotea- corred, Sancho, y besad la mano a vuestro señor, y pedilde perdón, y de aquí adelante andad más atentado en vuestras alabanzas y vituperios , y no digáis mal de aquesa señora Tobosa, a quien yo no conozco si no es para servilla, y tened confianza en Dios, que no os ha de faltar un estado donde viváis como un príncipe. { Basta já disse Dorotéia; correi, Sancho, e beijai a mão a vosso amo, pedi-lhe perdão, e daqui para diante tende mais tento em vossos louvores e vitupérios e não digais mal dessa senhora Tobosa, a quem eu não conheço senão para a servir, e tende esperança em Deus que não nos há-de faltar um estado em que vivais como um Príncipe.
Fue Sancho cabizbajo y pidió la mano a su señor, y él se la dio con reposado continente ; y, después que se la hubo besado, le echó la bendición, y dijo a Sancho que se adelantasen un poco, que tenía que preguntalle y que departir con él cosas de mucha importancia. Hízolo así Sancho y apartáronse los dos algo adelante, y díjole don Quijote. {Sancho lá foi cabisbaixo pedir a mão ao amo, que lha deu com serena gravidade, e deitando-lhe, após o beija-mão, a sua benção. Depois disse-lhe que se desviasse com ele um pouco, porque tinham de tratar coisas de muita importância. Adiantaram-se ambos, e disse o fidalgo:
-Después que veniste, no he tenido lugar ni espacio para preguntarte muchas cosas de particularidad acerca de la embajada que llevaste y de la respuesta que trujiste; y ahora, pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues tú la ventura que puedes darme con tan buenas nuevas. { Desde que vieste, não tive ainda azo de te perguntar muitas particularidades acerca da embaixada que levaste e das respostas que trouxeste; agora que a fortuna nos depara folga, não me negues o gosto que me podes causar com tão boas novas.
-Pregunte vuestra merced lo que quisiere -respondió Sancho-, que a todo daré tan buena salida como tuve la entrada. Pero suplico a vuestra merced, señor mío, que no sea de aquí adelante tan vengativo. { Pergunte Vossa Mercê o que lhe parecer respondeu Sancho; darei a tudo tão boa saída, como foi boa a entrada que tive. O que lhe peço, senhor meu, é que daqui em diante não seja tão vingativo.
-¿Por qué lo dices, Sancho? -dijo don Quijote. { Por que dizes isso, Sancho? perguntou D. Quixote.
-Dígolo -respondió- porque estos palos de agora más fueron por la pendencia que entre los dos trabó el diablo la otra noche , que por lo que dije contra mi señora Dulcinea, a quien amo y reverencio como a una reliquia, aunque en ella no lo haya, sólo por ser cosa de vuestra merced. { Digo isto respondeu ele porque estas bordoadas agora foram mais pela pendência que entre os dois travou o diabo na outra noite, do que pelo que eu disse contra a minha senhora Dulcinéia, a quem venero e amo como se fora relíquia só em razão dela ser coisa de Vossa Mercê.
-No tornes a esas pláticas, Sancho, por tu vida -dijo don Quijote-, que me dan pesadumbre; ya te perdoné entonces, y bien sabes tú que suele decirse a pecado nuevo, penitencia nueva. { Não tornes a essas coisas, por vida tua disse D. Quixote que me afligem; da outra vez perdoei-to, e bem sabes o que se costuma dizer: pecado novo, penitência nova .
Mientras esto pasaba, vieron venir por el camino donde ellos iban a un hombre, caballero sobre un jumento, y cuando llegó cerca les pareció que era gitano; pero Sancho Panza, que doquiera que vía asnos se le iban los ojos y el alma, apenas hubo visto al hombre, cuando conoció que era Ginés de Pasamonte, y por el hilo del gitano sacó el ovillo de su asno , como era la verdad, pues era el rucio sobre que Pasamonte venía el cual por no ser conocido y por vender el asno, se había puesto en traje de gitano, cuya lengua y otras muchas sabía muy bien hablar como si fueran naturales suyas. Vióle Sancho y conocióle, y apenas hubo visto y conocido, cuando a grandes voces le dijo-¡Ah, ladrón Ginesillo, deja mi prenda, suelta mi vida, no te empaches con mi descanso, deja mi asno, deja mi regalo, huye, puto, auséntate, ladrón, y desampara lo que no es tuyo!No fueron menester tantas palabras ni baldones, porque a la primera saltó Ginés, y tomando un trote que parecía carrera, en un punto se ausentó y alejó de todos. Sancho llegó a su rucio, y abrazándole le dijo ¿Có mo has estado, bien mío, rucio de mis ojos, compañero mío? Y con esto le besaba y acariciaba como si fuera persona. El asno callaba, y se dejaba besar y acariciar de Sancho sin responderle palabra alguna .Llegaron todos, y diéronle el parabién del hallazgo del rucio, especialmente Don Quijote, el cual le dijo que no por eso anulaba la póliza de los tres pollinos. Sancho se lo agradeció. En tanto que los dos iban en estas pláticas, dijo el cura a Dorotea que había andado muy discreta, así en el cuento como en la brevedad dél, y en la similitud que tuvo con los de los libros de caballerías. Ella dijo que muchos ratos se había entretenido en leellos, pero que no sabía ella dónde eran las provincias ni puertos de mar, y que así había dicho a tiento que se había desembarcado en Osuna. {Nisto iam, quando viram pelo seu caminho vir para eles um homem num jumento; aproximando-se mais, deu-lhes ares de cigano. Porém Sancho Pança, que onde quer que via asno se lhe iam trás ele os olhos e a alma, tanto como avistou o homem, conheceu logo ser Ginez de Passamonte; e de ele o ser inferiu logo que a cavalgadura era o seu ruço. Era com efeito o ruço com o Passamonte às costas, o qual, para não ser conhecido e vender o asno, vinha entrajado à cigana; o falar a essa moda sabia ele, e muitas outras línguas, tão bem como a sua própria. Mal que Sancho o reconheceu, começou a grandes vozes: Ah! ladrão Ginezilho, larga a minha jóia, restitui-me a minha vida, não te deites a perder com o meu alívio, larga o meu burro, larga o meu consolo, põe-te a pé, sevandija, retira-te, ladrão, e deixa o que te não pertence! Nem tantas palavras e injúrias eram necessárias; logo à primeira saltou Ginez, e tomando um trote que mais parecia carreira, num momento desapareceu. Saltou Sancho aos abraços ao animal, dizendo: Como tens passado, meu bem, menina dos meus olhos, meu ruço, meu companheiro fiel? Beijava-o e acariciava-o como se fora gente. O asno deixava-se beijar e acarinhar, sem responder meia palavra. Aproximaram-se todos, dando ao pobre homem os parabéns de ter achado o seu ruço, especialmente D. Quixote. Este disse-lhe que nem por isso anulava a ordem dos três burricos, o que Sancho muito agradeceu. Enquanto os dois iam adiante nestas conversas, disse o cura a Dorotéia que tinha andado com grande tino, tanto na invenção do conto, como na brevidade dele, e na semelhança que teve com os dos livros de cavalaria. Ao que ela respondeu que muitas horas se havia entretido a lê-los; o que não sabia bem era onde ficavam as províncias e portos de mar; por isso tinha dito à toa que havia desembarcado em Ossuna.
-Yo lo entendí así -dijo el cura-, y por eso acudí luego a decir lo que dije, con que se acomodó todo. Pero, ¿no es cosa estraña ver con cuánta facilidad cree este desventurado hidalgo todas estas invenciones y mentiras, sólo porque llevan el estilo y modo de las necedades de sus libros. Bem percebi volveu o cura e por isso acudi logo a deitar aquele remendo; com o que tudo ficou uma maravilha. Mas não acha extraordinária a facilidade com que este desventurado fidalgo acredita em toda aquela mentirada, só por se conformar no estilo e jeito com as tolices dos seus alfarrábios?
-Sí es -dijo Cardenio-, y tan rara y nunca vista, que yo no sé si queriendo inventarla y fabricarla mentirosamente, hubiera tan agudo ingenio que pudiera dar en ella. É verdade disse Cardênio e tão rara, se não única, que eu por mim não sei se, querendo inventá-la, teria talento para tanto.
-Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura- que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo. De manera que, como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento. { Ora coisa tem ele disse o cura que não admira menos: para fora das necedades, que nunca se lhe acabam no tocante à sua mania, se lhe falam noutras matérias discorre perfeitamente, e mostra uma razão clara, que dá gosto. Não lhe falem em cavalarias, que ninguém o terá senão por homem de boa cabeça.
En tanto que ellos iban en esta conversación, prosiguió don Quijote con la suya y dijo a Sancho. Enquanto iam nestas práticas, continuava também D. Quixote na sua com Sancho, dizendo:
-Echemos, Panza amigo, pelillos a la mar en esto de nuestras pendencias, y dime ahora, sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno ¿Dónde, cómo y cuándo hallaste a Dulcinea? ¿Qué hacía? ¿Qué le dijiste? ¿Qué te respondió? ¿Qué rostro hizo cuando leía mi carta? ¿Quién te la trasladó? Y todo aquello que vieres que en este caso es digno de saberse, de preguntarse y satisfacerse, sin que añadas o mientas por darme gusto, ni menos te acortes por no quitármele. Palavras e penas, Sancho amigo, o vento as leva. Conta-me agora tu, sem medo a enfadamentos meus nem a rigor algum, onde, como, e quando achaste Dulcinéia, que estava ela fazendo, que lhe disseste, que te respondeu, com que cara leu a minha carta, quem ta copiou, e tudo o mais que vires neste caso ser digno de saber-se, sem acrescentares nem mentires nada para me dares gosto, nem encurtares para comprazer-me.
-Señor -respondió Sancho-, si va a decir la verdad, la carta no me la trasladó nadie, porque yo no llevé carta alguna. Pois, senhor respondeu Sancho verdade, verdade, a carta ninguém ma copiou, porque eu tal carta não levei.
-Así es como tú dices -dijo don Quijote-, porque el librillo de memoria donde yo la escribí le hallé en mi poder a cabo de dos días de tu partida, lo cual me causó grandísima pena, por no saber lo que habías tú de hacer cuando te vieses sin carta, y creí siempre que te volvieras desde el lugar donde la echaras menos. É certo acudiu D. Quixote porque o livro de lembranças, em que eu a escrevi, cá o achei em meu poder dois dias depois da tua partida, o que me fez grandíssima pena, lembrando-me como não ficarias às aranhas quando te visses sem ela; sempre esperei que tomasses atrás logo que desses pela falta.
-Así fuera -respondió Sancho-, si no la hubiera yo tomado en la memoria cuando vuestra merced me la leyó, de manera que se la dije a un sacristán, que me la trasladó del entendimiento , tan punto por punto, que dijo que en todos los días de su vida, aunque había leído muchas cartas de descomunión, no había visto ni leído tan linda carta como aquélla. Fazia-o decerto respondeu Sancho se não tivesse a carta de memória, de quando Vossa Mercê ma leu; de maneira que a disse a um sacristão, que ma trasladou do entendimento tão pontualmente, que disse que em todos os dias da sua vida (ainda que tinha lido muitas cartas de descomunhão) nunca tinha lido uma lindeza como aquela.
-Y ¿tiénesla todavía en la memoria, Sancho? -dijo don Quijote. E ainda a tens de cor, Sancho? perguntou D. Quixote.
-No, señor -respondió Sancho-, porque después que la di , como vi que no había de ser de más provecho, di en olvidalla. Y si algo se me acuerda, es aquello del sobajada, digo, del soberana señora, y lo último Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura. Y, en medio destas dos cosas, le puse más de trecientas almas, y vidas, y ojos míos. Não senhor respondeu Sancho porque, depois que a entreguei, como vi que já não prestava para mais nada, dei em me esquecer dela; e, se alguma coisa ainda me lembra, é só aquele começo da Soterrana, digo da Soberana senhora, e o final: Vosso até à morte, o Cavaleiro da Triste Figura, e, entre estas duas coisas do princípio e do fim, embuti-lhe mais de trezentas vezes: minha alma, minha vida, e olhos meus.






I. Capítulo XXXI. De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza su escudero, con otros sucesos


Capítulo XXXI --Das saborosas conversações que houve entre D. Quixote e o seu escudeiro com outros sucessos.


-Todo eso no me descontenta; prosigue adelante -dijo don Quijote-. Llegaste, ¿y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero. --Nada disso me descontenta; podes continuar --disse D. Quixote. --Chegaste, e que estava fazendo aquela rainha da formosura? aposto que a achaste a enfiar pérolas, ou bordando alguma empresa com canotilho de ouro, para este seu cativo cavaleiro.
-No la hallé -respondió Sancho- sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa. --Qual! --respondeu Sancho --achei-a a joeirar duas fangas de trigo num pátio da casa.
-Pues haz cuenta -dijo don Quijote- que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era candeal, o trechel?> --Pois faze de conta --disse D. Quixote --que os grãos desse trigo eram aljôfares logo que ela lhes tocava. Reparaste, amigo, se o trigo era candial ou tremês?
-No era sino rubión -respondió Sancho. --Nada; era dumas alimpas --respondeu Sancho.
-Pues yo te aseguro -dijo don Quijote- que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal, sin duda alguna. Pero pasa adelante cuando le diste mi carta, ¿besóla? ¿Púsosela sobre la cabeza? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal carta, o qué hizo. --Pois assevero-te --disse D. Quixote --que depois de joeirado por ela havia de deitar farinha candial infalivelmente. Mas passa adiante. Quando lhe deste a minha carta beijou-a? pô-la sobre a cabeça? fez alguma cerimônia digna de tal carta? ou que fez?
-Cuando yo se la iba a dar -respondió Sancho-, ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte de trigo que tenía en la criba, y díjome ′′Poned, amigo, esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está′′. --Quando eu lha ia entregar --respondeu Sancho --estava ela na azáfama de aviar uma joeirada quase cheia; por isso, disse-me: Ponde, meu amigo, a carta para riba daquele saco, que não a posso ler enquanto não acabar de joeirar tudo o que para aí está.
-¡Discreta señora! -dijo don Quijote-. Eso debió de ser por leerla despacio y recrearse con ella. Ade lante, Sancho y, en tanto que estaba en su menester, ¿qué coloquios pasó contigo? ¿Qué te preguntó de mí? Y tú, ¿qué le respondiste? Acaba, cuéntamelo todo; no se te quede en el tintero una mínima . --Que discreta senhora! --disse D. Quixote. --Havia de ser para a ler com mais sossego e regalar-se. Adiante, Sancho. E enquanto estava nesse serviço, quais foram os seus colóquios contigo? que te perguntou de mim? e tu que lhe respondeste? Acaba, conta-me tudo, não te fique no tinteiro nem um pontinho.
-Ella no me preguntó nada -dijo Sancho-, mas yo le dije de la manera que vuestra merced, por su servicio, quedaba haciendo penitencia, desnudo de la cintura arriba , metido entre estas sierras como si fuera salvaje, durmiendo en el suelo, sin comer pan a manteles ni sin peinarse la barba , llorando y maldiciendo su fortuna. --Não me perguntou nada --disse Sancho --eu é que lhe disse como Vossa Mercê ficava para a servir, fazendo penitência, e nu da cinta para cima, metido entre estas serras como um selvagem, dormindo no chão, sem comer pão em toalhas, sem pentear as barbas, chorando e maldizendo a sua fortuna.
-En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal -dijo don Quijote-, porque antes la bendigo y bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso. --Lá nisso de maldizer eu a minha fortuna, enganaste-te --disse D. Quixote; --antes a bendigo, e bendirei todos os dias da minha vida, por me ter feito digno de merecer amar tão alta senhora como é Dulcinéia del Toboso.
-Tan alta es -respondió Sancho-, que a buena fe que me lleva a mí más de un coto. --Tão alta é --respondeu Sancho --que é verdade que tem de altura um punho mais do que eu.
-Pues, ¿cómo, Sancho? -dijo don Quijote-. ¿Haste medido tú con ella. --Como é isso, Sancho? --disse D. Quixote --pois tu mediste-te com ela?
-Medíme en esta manera -respondió Sancho- que, llegándole a ayudar a poner un costal de trigo sobre un jumento, llegamos tan juntos que eché de ver que me llevaba más de un gran palmo. --Medi, sim, senhor --respondeu Sancho --quer saber como? acheguei-me para ajudá-la a pôr um saco de trigo sobre um jumento; estávamos tão juntos, que reparei que me levava um bom palmo.
-Pues ¡es verdad -replicó don Quijote- que no acompaña esa grandeza y la adorna con mil millones y gracias del alma! Pero no me negarás, Sancho, una cosa cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo , una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre? Digo, ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero. --É bem verdade --replicou D. Quixote --e toda essa grandeza é acompanhada com mil milhões de graças da alma. Uma coisa me não podes tu negar, Sancho: quando chegaste ao pé dela, não sentiste um cheiro sabeu, uma fragrância aromática, e um não sei quê de bom, que não acerto em lhe dar nome, digo uma baforada como se entraras na loja de um luveiro dos mais esmerados?
-Lo que sé decir -dijo Sancho- es que sentí un olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa. --O que sei dizer --respondeu Sancho --é que senti um cheirito assim... tirante a homem, provavelmente por estar suando e esquentada da lida.
-No sería eso -respondió don Quijote-, sino que tú debías de estar romadizado , o te debiste de oler a ti mismo; porque yo sé bien a lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído. --Não havia de ser isso --respondeu D. Quixote --é que estarias endefluxado, ou então tomaste por cheiro dela o teu próprio, que o cheiro que tem aquela rosa entre espinhos sei-o eu muito bem, aquele lírio do campo, aquele âmbar derretido.
-Todo puede ser -respondió Sancho-, que muchas veces sale de mí aquel olor que entonces me pareció que salía de su merced de la señora Dulcinea; pero no hay de qué maravillarse, que un diablo parece a otro . --Pode muito bem ser --respondeu Sancho --que muitas vezes sai de mim aquele mesmo cheiro, que então me pareceu que saía de Sua Mercê a senhora Dulcinéia. Não admira que um diabo se pareça com outro.
-Y bien -prosiguió don Quijote-, he aquí que acabó de limpiar su trigo y de enviallo al molino. ¿Qué hizo cuando leyó la carta. --Bem está --prosseguiu D. Quixote. --E depois de joeirado todo o trigo, e mandado para o moinho, que fez quando leu a carta?
-La carta -dijo Sancho- no la leyó, porque dijo que no sabía leer ni escribir; antes, la rasgó y la hizo menudas piezas, diciendo que no la quería dar a leer a nadie, porque no se supiesen en el lugar sus secretos, y que bastaba lo que yo le había dicho de palabra acerca del amor que vuestra merced le tenía y de la penitencia extraordinaria que por su causa quedaba haciendo. Y, finalmente, me dijo que dijese a vuestra merced que le besaba las manos, y que allí quedaba con más deseo de verle que de escribirle; y que, así, le suplicaba y mandaba que, vista la presente, saliese de aquellos matorrales y se dejase de hacer disparates, y se pusiese luego luego en camino del Toboso, si otra cosa de más importancia no le sucediese , porque tenía gran deseo de ver a vuestra merced. Rióse mucho cuando le dije como se llamaba vuestra merced el Caballero de la Triste Figura. Preguntéle si había ido allá el vizcaíno de marras; díjome que sí, y que era un hombre muy de bien. También le pregunté por los galeotes, mas díjome que no había visto hasta entonces alguno. --A carta não a leu --respondeu Sancho --porque disse que não sabia ler nem escrever, rasgou-a em migalhinhas, dizendo que não a queria dar a ler a ninguém, para não se saberem no lugar os seus segredos, e que bastava o que eu lhe tinha dito de palavra acerca do amor que Vossa Mercê lhe tinha, e da penitência extraordinária que ficava fazendo por seu respeito; finalmente, disse-me que lhe dissesse eu a Vossa Mercê que ela lhe beijava as mãos, e que lá ficava com mais desejos de vê-lo, que de escrever-lhe; e que assim lhe suplicava, e mandava, que, vista a presente, saísse daqueles matagais, e se deixasse de fazer descocos e se pusesse logo logo a caminho para Toboso, se não tivesse outra coisa de mais importância que fazer, porque tinha grande desejo de o ver a Vossa Mercê. Riu como uma perdida quando eu lhe disse o nome que Vossa Mercê tinha de Cavaleiro da Triste Figura. Perguntei-lhe se tinha lá ido o biscainho do outro dia; disse-me que sim, e que era um homem muito de bem. Também lhe perguntei pelos forçados, mas desses respondeu-me que ainda não tinha visto nenhum.
-Todo va bien hasta agora -dijo don Quijote-. Pero dime ¿qué joya fue la que te dio, al des pedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas , de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado . --Tudo vai muito bem até agora --disse D. Quixote --mas dize-me cá: à despedida que prenda te deu pelas novas que de mim lhe levaste? Pois é costume velho entre cavaleiros e damas andantes darem aos escudeiros, donzelas ou anões, que lhes levam recados de suas damas a eles, e a elas dos seus cavaleiros, alguma rica jóia de alvíssaras em agradecimento da mensagem.
-Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de ser en los tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar a dar un pedazo de pan y queso, que esto fue lo que me dio mi señora Dulcinea, por las bardas de un corral, cuando della me despedí; y aun, por más señas, era el queso ovejuno . --Assim seria --respondeu Sancho --bem bom costume que ele me parece, mas isso havia de ser lá nos tempos passados; hoje naturalmente não se costuma dar senão um pedaço de pão e queijo; foi o que me deu a minha senhora Dulcinéia por cima do espigão do muro do pátio, quando me despedi dela; e para mais sinal, o queijo era de ovelha.
-Es liberal en estremo -dijo don Quijote-, y si no te dio joya de oro, sin duda debió de ser porque no la tendría allí a la mano para dártela; pero buenas son mangas después de Pascua yo la veré, y se satisfará todo. ¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas; por lo cual me doy a entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo (porque por fuerza le hay, y le ha de haber, so pena que yo no sería buen caballero andante); digo que este tal te debió de ayudar a caminar, sin que tú lo sintieses; que hay sabio déstos que coge a un caballero andante durmiendo en su cama, y, sin saber cómo o en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de donde anocheció. Y si no fuese por esto, no se podrían socorrer en sus peligros los caballeros andantes unos a otros, como se socorren a cada paso. Que acaece estar uno peleando en las sierras de Arme nia con algún endriago , o con algún fiero vestiglo, o con otro caballero, donde lleva lo peor de la batalla y está ya a punto de muerte, y cuando no os me cato, asoma por acullá , encima de una nube, o sobre un carro de fuego, otro caballero amigo suyo, que poco antes se hallaba en Ingalaterra, que le favorece y libra de la muerte, y a la noche se halla en su posada, cenando muy a su sabor; y suele haber de la una a la otra parte dos o tres mil leguas. Y todo esto se hace por industria y sabiduría destos sabios encantadores que tienen cuidado destos valerosos caballeros. Así que, amigo Sancho, no se me hace dificultoso creer que en tan breve tiempo hayas ido y venido desde este lugar al del Toboso, pues, como tengo dicho, algún sabio amigo te debió de llevar en volandillas, sin que tú lo sintieses. --É liberal em extremo --disse D. Quixote --e se te não deu jóia de ouro, havia de ser sem dúvida pela não ter ali à mão; mas o que se não faz em dia de Santa Maria far-se-á noutro dia; quando eu a vir, se arranjarão as contas. Sabes tu de que eu estou maravilhado, Sancho? é de me parecer que foste e vieste pelos ares, porque pouco mais de três dias gastaste em ir a Toboso e voltar, havendo de permeio o melhor de trinta léguas; pelo que entendo que o sábio nigromante que tem conta nas minhas coisas e é meu amigo (porque por força o há, e deve haver, sob pena de não ser eu bom cavaleiro andante), deveu ter-te ajudado a caminhar sem tu o saberes, pois há sábios destes, que tomam a um cavaleiro andante na sua cama, e, sem se saber como, o amanhecem ao outro dia a mais de mil léguas donde anoiteceu. Se assim não fosse, não poderiam os cavaleiros andantes nos seus perigos acudir uns pelos outros, como a cada passo acodem. Sucede, por exemplo, estar um pelejando nas serras de Armênia com algum gigante anguípede, ou com outro cavaleiro; leva o pior da batalha, e está já para morrer; e quando mal se precata, assoma-lhe de além, sobre uma nuvem ou um carro de fogo, outro cavaleiro amigo seu, que pouco antes se achava em Inglaterra, que o ajuda e o livra da morte, e à noite se acha em sua casa ceando muito regaladamente, com haver entre aquelas partes duas ou três mil léguas; e tudo isto se faz por indústria e sabedoria destes sábios encantadores, que protegem estes valorosos cavaleiros. Portanto, amigo Sancho, não me custa a crer que em tão breve tempo fosses daqui a Toboso, e de Toboso tomasses cá: algum sábio amigo te levou em bolandas sem tu o sentires.
-Así sería -dijo Sancho-; porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno de gitano con azogue en los oídos . --Assim havia de ser --disse Sancho --porque à fé de quem sou que andava Rocinante como se fora asno de cigano com azougue nos ouvidos.
-Y ¡cómo si llevaba azogue! -dijo don Quijote-, y aun una legión de demonios, que es gente que camina y hace caminar, sin cansarse, todo aquello que se les antoja. Pero, dejando esto aparte, ¿qué te parece a ti que debo yo de hacer ahora cerca de lo que mi señora me manda que la vaya a ver?; que, aunque yo veo que estoy obligado a cumplir su mandamiento, véome también imposibilitado del don que he prometido a la princesa que con nosotros viene, y fuérzame la ley de caballería a cumplir mi palabra antes que mi gusto. Por una parte, me acosa y fatiga el deseo de ver a mi señora; por otra, me incita y llama la prometida fe y la gloria que he de alcanzar en esta empresa. Pero lo que pienso hacer será ca minar apriesa y llegar presto donde está este gigante, y, en llegando, le cortaré la cabeza, y pondré a la princesa pacíficamente en su estado, y al punto daré la vuelta a ver a la luz que mis sentidos alumbra, a la cual daré tales disculpas que ella venga a tener por buena mi tardanza, pues verá que todo redunda en aumento de su gloria y fama, pues cuanta yo he alcanzado, alcanzo y alcanzare por las armas en esta vida, toda me viene del favor que ella me da y de ser yo suyo. --Azougue e uma legião de demônios, que isso é gente que para andar e fazer andar quanto lhes parece não admite companhia. Mas, deixando isto, que te parece a ti que eu devo fazer agora, determinando-me a minha senhora que a vá ver? Bem vejo que estou obrigado a cumprir o seu preceito; mas não menos me corre obrigação de satisfazer ao que prometi à Princesa que ai vem conosco. A lei da cavalaria me obriga a satisfazer à minha palavra, antes que ao meu gosto. Por uma parte estou morrendo por ver a minha senhora; pela outra, está por mim bradando a glória que hei-de alcançar nesta nova empresa, e a solene promessa que já fiz. O que tenciono fazer é caminhar depressa, e chegar cedo onde está este gigante, usurpador do reino de Micomicão, cortar-lhe logo a cabeça, e pôr a Princesa pacificamente no seu trono; e sem perda de tempo eu retrocederei para ir ver a luz que os meus sentidos alumia. Tais desculpas lhe darei, que me há-de aprovar a tardança, pois verá que tudo redunda em aumento da sua fama, porque toda a que eu tenho alcançado, alcanço, e alcançarei pelas armas em toda a vida, só me provém do favor que ela me dá, e de eu lhe pertencer.
-¡Ay -dijo Sancho-, y cómo está vuestra merced lastimado de esos cascos! Pues dígame, señor ¿piensa vuestra merced caminar este camino en balde, y dejar pasar y perder un tan rico y tan principal casamiento como éste, donde le dan en dote un reino , que a buena verdad que he oído decir que tiene más de veinte mil leguas de contorno, y que es abundantísimo de todas las cosas que son necesarias para el sustento de la vida humana, y que es mayor que Portugal y que Castilla juntos? Calle, por amor de Dios, y tenga vergüenza de lo que ha dicho, y tome mi consejo, y perdóneme, y cásese luego en el primer lugar que haya cura; y si no, ahí está nuestro licenciado, que lo hará de perlas. Y advierta que ya tengo edad para dar consejos, y que este que le doy le viene de molde, y que más vale pájaro en mano que buitre volando, porque quien bien tiene y mal escoge, por bien que se enoja no se venga . --Valha-me Deus! --disse Sancho --como Vossa Mercê está aleijado desses cascos! pois diga-me, senhor: pensa realmente em fazer este caminho escusado e deixar-se de aproveitar um tão rico e esclarecido casamento como este, que lhe traz por dote um reino, que em minha boa verdade já ouvi dizer que tem mais de vinte mil léguas em redondo, que é abundantíssimo de todas as coisas que são necessárias para a vida humana, e que é maior que Portugal e Castela juntos? Cale-se, pelo amor de Deus, e tenha vergonha do que aí disse; tome o meu conselho, e perdoe-me, e case-se logo no primeiro lugar onde houver pároco; e, quando não, aí está o nosso licenciado, que o fará como umas pratas. Repare Sua Mercê que eu já tenho idade para dar conselhos, e que este que lhe estou dando lhe vem ao pintar, e ao pedir por boca: mais vale um pássaro na mão, que dois a voar; quem bem está e mal escolhe, por mal que lhe venha não se anoje.
-Mira, Sancho -respondió don Quijote- si el consejo que me das de que me case es porque sea luego rey, en matando al gigante, y tenga cómodo para hacerte mercedes y darte lo prometido, hágote saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, por que yo sacaré de adahala , antes de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino, para que la pueda dar a quien yo quisiere; y, en dándomela, ¿a quién quieres tú que la dé sino a ti. --Sancho, o conselho que me dás --respondeu D. Quixote --de que me case, bem percebo por que é: é para que eu seja rei apenas matar o gigante, e possa fazer-te mercês e dar-te o prometido. Pois saberás que sem casar poderei cumprir-te os desejos sem nenhuma dificuldade; antes de entrar à batalha hei-de pôr por cláusula que, saindo dela vencedor, ainda que me eu não case, me hão-de dar uma parte do reino, podendo eu cedê-la a quem muito bem quiser. Ora a quem queres tu que eu a ceda, senão a ti?
-Eso está claro -respondió Sancho-, pero mire vuestra merced que la escoja hacia la marina, porque, si no me contentare la vivienda, pueda embarcar mis negros vasallos y hacer dellos lo que ya he dicho . Y vuestra merced no se cure de ir por agora a ver a mi señora Dulcinea, sino váyase a matar al gigante, y concluyamos este negocio; que por Dios que se me asienta que ha de ser de mucha honra y de mucho provecho . --Isto está claro --respondeu Sancho --mas olhe Vossa Mercê se ma escolhe virada para o mar, porque assim... (suponhamos que a vivenda me não agrada) posso embarcar os meus vassalos negros, para fazer deles o que já disse; e Vossa Mercê não se lembre por agora de ir ver a minha senhora Dulcinéia; vá primeiro matar o gigante, e tiremos daí o sentido; este é que é negócio de muita honra e proveito que farte, segundo me bacoreja cá por dentro.
-Dígote, Sancho -dijo don Quijote-, que estás en lo cierto, y que habré de tomar tu consejo en cuanto el ir antes con la princesa que a ver a Dulcinea. Y avísote que no digas nada a nadie, ni a los que con nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado; que, pues Dulcinea es tan recatada que no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo, ni otro por mí, los descubra. --Dizes muito bem, Sancho --obtemperou D. Quixote --e sigo o teu parecer: ir-me-ei com a Princesa, primeiro que me veja com Dulcinéia. Cautela de não dizeres nada a ninguém, nem às pessoas que vêm conosco; isto fica entre nós; Dulcinéia é tão recatada, que nem quer que lhe adivinhem os pensamentos. Deus me livre de lhos eu descobrir, por mim, ou por outrem.
-Pues si eso es así -dijo Sancho-, ¿cómo hace vuestra merced que todos los que vence por su brazo se vayan a presentar ante mi señora Dulcinea, siendo esto firma de su nombre que la quiere bien y que es su enamorado? Y, siendo forzoso que los que fueren se han de ir a hincar de finojos ante su presencia, y decir que van de parte de vuestra merced a dalle la obediencia, ¿cómo se pueden encubrir los pensamientos de entrambos? --Se isso é verdade, --retorquiu Sancho --para que determinou Vossa Mercê a todos os seus vencidos, que se vão apresentar a ela? tanto vale isso, como assinar o seu nome com a declaração de lhe querer bem, e de ser seu namorado; e sendo eles obrigados a fincar-se de joelhos na sua presença, e dizer-lhe que vão da parte de Vossa Mercê a render-lhe obediência, como se podem então encobrir os pensamentos de ambos?
-¡Oh, qué necio y qué simple que eres! -dijo don Quijote-. ¿Tú no ves, Sancho, que eso todo redunda en su mayor ensalzamiento? Porque has de saber que en este nues tro estilo de caballería es gran honra tener una dama muchos caballeros andantes que la sirvan , sin que se estiendan más sus pensamientos que a servilla, por sólo ser ella quien es, sin esperar otro premio de sus muchos y buenos deseos, sino que ella se contente de acetarlos por sus caballeros. --Que néscio e que simplório que és! --disse D. Quixote --pois tu não vês que tudo isso redunda em sua maior exaltação? porque deves saber que nestas nossas usanças de cavalaria é honra grande ter uma dama bastantes cavaleiros andantes que a sirvam, sem que os pensamentos deles se abalancem a mais do que unicamente servi-la só por ser ela quem é, sem aguardarem outro prêmio de seus muitos e bons desejos senão o ela contentar-se de os aceitar por cavaleiros seus.
-Con esa manera de amor -dijo Sancho- he oído yo predicar que se ha de amar a Nuestro Señor, por sí solo, sin que nos mueva esperanza de gloria o temor de pena. Aunque yo le querría amar y servir por lo que pudiese. --Essa coisa --disse Sancho --já eu ouvi em sermões: que se há-de amar a Deus por si só, sem que nos mova a isso esperança de glória, nem medo de castigo (ainda que eu o quereria amar e servir por algum interesse, podendo ser).
-¡Válate el diablo por villano -dijo don Quijote-, y qué de discreciones dices a las veces! No parece sino que has estudiado. --Valha-te o diabo, meu rústico! --disse D. Quixote --fortes discrições dizes tu às vezes! pareces homem de estudos.
-Pues a fe mía que no sé leer -respondió Sancho. --Pois posso-lhe jurar que nem ler sei --respondeu Sancho.
En esto, les dio voces maese Nicolás que esperasen un poco, que querían detenerse a beber en una fontecilla que allí estaba. Detúvose don Quijote, con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto y temía no le cogiese su amo a palabras; porque, puesto que él sabía que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la había visto en toda su vida . Nisto ouviram apupos do mestre Nicolau que os esperassem porque desejavam deter-se um pouco a beber numa fontainha que ali estava. Deteve-se D. Quixote com grande satisfação de Sancho, que já estava cansado de enfiar mentiras, e tinha medo de que o amo o apanhasse em algum lapso, porque tudo o que ele sabia de Dulcinéia era ser ela uma lavradora de Toboso, mas nunca em dias de vida lhe pusera os olhos.
Habíase en este tiempo vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traía cuando la hallaron, que, aunque no eran muy buenos, hacían mucha ventaja a los que dejaba. Apeáronse junto a la fuente, y con lo que el cura se acomodó en la venta satisficieron , aunque poco, la mucha hambre que todos traían. Já então Cardênio tinha envergado o fato com que Dorotéia estava quando a princípio a encontraram; não era do melhor, mas sempre era preferível aos andrajos. Apearam-se ao pé da fonte e, com o que o padre cura trouxera da venda por cautela, satisfizeram, ainda que não em cheio, a gana que todos traziam.
Estando en esto, acertó a pasar por allí un muchacho que iba de camino, el cual, poniéndose a mirar con mucha atención a los que en la fuente estaban, de allí a poco arremetió a don Quijote, y, abrazándole por las piernas, comenzó a llorar muy de propósito, diciendo. Enquanto manducavam, acertou de passar por ali um rapaz que ia de caminho, o qual, pondo-se a olhar com muita atenção para todos os que estavam à beira da fonte, assim como reconheceu D. Quixote, foi para ele, e, abraçando-o pelas pernas, começou a fingir que chorava, dizendo:
-¡Ay, señor mío! ¿No me cono ce vuestra merced? Pues míreme bien, que yo soy aquel mozo Andrés que quitó vuestra merced de la encina donde estaba atado. --Ah, meu senhor! já Vossa Mercê me não conhece? repare bem: sou aquele rapaz André, que Vossa Mercê soltou da azinheira a que estava preso.
Reconocióle don Quijote, y, asiéndole por la mano, se volvió a los que allí estaban y dijo Reconheceu-o D. Quixote, e, tomando-o pela mão, disse para quantos ali eram:
-Porque vean vuestras mercedes cuán de importancia es haber caballeros andantes en el mundo, que desfagan los tuertos y agravios que en él se hacen por los insolentes y malos hombres que en él viven, sepan vuestras mercedes que los días pasados, pasando yo por un bosque, oí unos gritos y unas voces muy lastimosas, como de persona afligida y menesterosa; acudí luego, llevado de mi obligación, hacia la parte donde me pareció que las lamentables voces sonaban, y hallé atado a una encina a este muchacho que ahora está delante (de lo que me huelgo en el alma, porque será testigo que no me dejará mentir en nada); digo que estaba atado a la encina, desnudo del medio cuerpo arriba, y estábale abriendo a azotes con las riendas de una yegua un villano, que después supe que era amo suyo; y, así como yo le vi, le pregunté la causa de tan atroz vapulamiento; respondió el zafio que le azotaba porque era su criado, y que ciertos descuidos que tenía nacían más de ladrón que de simple; a lo cual este niño dijo ′′Señor, no me azota sino porque le pido mi salario′′. El amo replicó no sé qué arengas y disculpas, las cuales, aunque de mí fueron oídas, no fueron admitidas. En resolución, yo le hice desatar, y tomé juramento al villano de que le llevaría consigo y le pagaría un real sobre otro, y aun sahumados. ¿No es verdad todo esto, hijo Andrés? ¿No notaste con cuánto imperio se lo mandé, y con cuánta humil dad prometió de hacer todo cuanto yo le impuse, y notifiqué y quise? Responde; no te turbes ni dudes en nada di lo que pasó a estos señores, porque se vea y considere ser del provecho que digo haber caballeros andantes por los caminos. --Para que Vossas Mercês vejam que importante coisa é haver cavaleiros andantes no mundo, que desfaçam as injustiças e agravos que nele fazem os insolentes e maus homens que por ele se encontram, saibam que uns dias atrás, passando eu por um bosque, ouvi uns gritos sentidíssimos, como de pessoa afligida e necessitada. Acudi logo, levado da minha obrigação, para a parte donde se me figurou que vinham os lamentos, e achei atado a uma azinheira este muchacho que aí está; com o que muito folgo, pois me não deixará mentir. Repito que estava atado ao tronco despido da cinta para cima, e um vilão (que depois soube ser seu amo) a escalá-lo de açoites com as rédeas duma égua. Mal que o vi, perguntei-lhe a causa de tão cruel suplício. Respondeu-me o palerma que o açoitava porque era seu criado, e que certos prejuízos que lhe ocasionava mais provinham de ser rapinante do que tolo; e ao que este mesmo acudiu: Não é verdade; açoita-me só por lhe eu pedir a minha soldada. O amo refilou não sei que arengas e desculpas, que eu bem ouvi, mas que não admiti. Em suma: fiz que o soltasse, e tomei juramento ao campônio de que o levaria consigo, e lhe pagaria muito bem contado e recontado. Não é verdade tudo isto, pequenito? não notaste a autoridade com que lhe falei, e com quanta humildade ele prometeu cumprir todas as minhas ordens? Responde; não te atrapalhes nem tenhas medo; conta a estes senhores tudo como foi, para que se reconheça ser, como digo, proveitoso andarem pelos caminhos cavaleiros andantes.
-Todo lo que vuestra merced ha dicho es mucha verdad -respondió el muchacho-, pero el fin del negocio sucedió muy al revés de lo que vuestra merced se imagina. --Tudo que Vossa Mercê aí disse é muita verdade --respondeu o muchacho --mas o fim do negócio é que saiu às avessas do que Vossa Mercê cuida.
-¿Cómo al revés? -replicó don Quijote-; luego, ¿no te pagó el villano. --Como às avessas? --exclamou D. Quixote --Então o vilanaz não te pagou?
-No sólo no me pagó -respondió el muchacho-, pero, así como vuestra merced traspuso del bosque y quedamos solos, me volvió a atar a la mesma encina, y me dio de nuevo tantos azotes que quedé hecho un San Bartolomé desollado; y, a cada azote que me daba, me decía un donaire y chufeta acerca de hacer burla de vuestra merced, que, a no sentir yo tanto dolor, me riera de lo que decía. En efeto él me paró tal, que hasta ahora he estado curándome en un hospital del mal que el mal villano entonces me hizo. De todo lo cual tiene vuestra merced la culpa , porque si se fuera su camino adelante y no viniera donde no le llamaban, ni se entremetiera en negocios ajenos, mi amo se contentara con darme una o dos docenas de azotes, y luego me soltara y pagara cuanto me debía. Mas, como vuestra merced le deshonró tan sin propósito y le dijo tantas villanías, encendiósele la cólera, y, como no la pudo vengar en vuestra merced, cuando se vio solo descargó sobre mí el nublado, de modo que me parece que no seré más hombre en toda mi vida. --Não só me não pagou --respondeu o coitado --mas assim que Vossa Mercê saiu do bosque e ficamos sós tornou a amarrar-me na azinheira, e surrou-me outra vez com tantas correadas, que fiquei um S. Bartolomeu esfolado, e a cada açoite que me dava me dizia uma chufa para Vossa Mercê, com tanta graça, que, se não fossem as dores, até eu me rira de o ouvir. A verdade é que me pôs de modo que até agora tenho estado no hospital curando-me do que então me fez o excomungado vilão. Toda a culpa foi de Vossa Mercê, porque, se fosse seguindo o seu caminho, e não se metesse onde não era chamado, e não se importasse com coisas alheias, meu amo contentava-se com uma ou duas dúzias de açoites, soltava-me logo, e pagava-me o que me devia; mas, como Vossa Mercê o descompôs tão desencabrestadamente, e lhe disse tantas brutalidades, ferveu-lhe o sangue, e, como não pôde vingar-se em Vossa Mercê, logo que nos viu sós descarregou em mim a trovoada de modo que desconfio que já não torno a ser gente em dias de vida.
-El daño estuvo -dijo don Quijote- en irme yo de allí; que no me había de ir hasta dejarte pagado, porque bien debía yo de saber, por luengas experiencias, que no hay villano que guarde palabra que tiene, si él vee que no le está bien guardalla. Pero ya te acuerdas, Andrés, que yo juré que si no te pagaba, que había de ir a buscarle, y que le había de hallar, aunque se escondiese en el vientre de la ballena . --O mau foi --disse D. Quixote --o cair eu em me ausentar dali. Não me devia ir, enquanto te não visse pago; bem devia eu saber, por longa experiência, que não há vilão que desempenhe a palavra dada em não lhe fazendo conta. Mas não te lembras, André, que eu lhe jurei (se te não pagasse) tornar lá, e dar com ele, ainda que se escondesse na barriga da baleia?
-Así es la verdad -dijo Andrés-, pero no aprovechó nada. --É verdade --disse André --mas não serviu de nada.
-Ahora verás si aprovecha -dijo don Quijote. --Se não serviu, servirá! --disse D. Quixote --e eu to vou mostrar.
Y, diciendo esto, se levantó muy apriesa y mandó a Sancho que enfrenase a Rocinante, que estaba paciendo en tanto que ellos comían. Levantou-se à pressa e mandou a Sancho que enfreasse o Rocinante, que estava pastando enquanto eles comiam.
Preguntóle Dorotea qué era lo que hacer quería. Él le respondió que quería ir a buscar al villano y castigalle de tan mal término, y hacer pagado a Andrés hasta el último maravedí, a despecho y pesar de cuantos villanos hubiese en el mundo. A lo que ella respondió que advirtiese que no podía, conforme al don prometido, entremeterse en ninguna empresa hasta acabar la suya; y que, pues esto sabía él mejor que otro alguno, que sosegase el pecho hasta la vuelta de su reino. Perguntou-lhe Dorotéia que ia fazer. Respondeu ele que ir buscar o vilão, castigá-lo e fazê-lo pagar a André até o último maravedi pesasse o que pesasse a quantos campônios houvesse no universo. Ao que ela respondeu que tal não podia fazer, conforme para com ela se obrigara; só depois de acabada a sua empresa é que recobraria liberdade para qualquer outra; que bem o sabia ele melhor que ninguém; que portanto acalmasse o ímpeto até voltar do seu reino.
-Así es verdad -respondió don Quijote-, y es forzoso que Andrés tenga paciencia hasta la vuelta, como vos, señora, decís; que yo le torno a jurar y a prometer de nuevo de no parar hasta hacerle vengado y pagado. --Tem razão --respondeu D. Quixote. --André que tenha paciência e espere pela minha tornada, como vós, senhora, dizeis, que outra vez lhe prometo e juro não descansar enquanto o não vir vingado e pago.
-No me creo desos juramentos -dijo Andrés-; más quisiera tener agora con qué llegar a Sevilla que todas las venganzas del mundo déme, si tiene ahí, algo que coma y lleve, y quédese con Dios su merced y todos los caballeros andantes; que tan bien andantes sean ellos para consigo como lo han sido para conmigo. --Bem caso faço eu dessas juras --disse André; --mais quisera eu ter agora com que chegar a Sevilha, que todas as vinganças do mundo. Dê-me, se aí tem, alguma coisita para comer e levar, e fique-se com Deus Vossa Mercê, e todos os cavaleiros andantes; tão boas andanças tenham eles para si como a mim mas deram.
Sacó de su repuesto Sancho un pedazo de pan y otro de queso, y, dándoselo al mozo, le dijo. Tirou Sancho de seu fardel um toco de pão e um pedaço de queijo, e, dando-o ao rapaz, lhe disse:
-Tomá, herma no Andrés, que a todos nos alcanza parte de vuestra desgracia. --Toma, irmão André, a tua desgraça toca-nos a todos.
-Pues, ¿qué parte os alcanza a vos? -preguntó Andrés. --A vós outros, como? --perguntou André.
-Esta parte de queso y pan que os doy -respondió Sancho-, que Dios sabe si me ha de hacer falta o no; porque os hago saber, amigo, que los escuderos de los caballeros andantes estamos sujetos a mucha hambre y a mala ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dicen. --Este pão e queijo que vos dou, Deus sabe se nos não há-de fazer falta --respondeu Sancho. --Sabereis, amigo, que nós outros, os escudeiros dos cavaleiros andantes, andamos expostos a muitas fomes, além de outras desgraças e coisas que melhor se sentem do que se explicam.
Andrés asió de su pan y queso, y, viendo que nadie le daba otra cosa, abajó su cabeza y tomó el camino en las manos, como suele decirse. Bien es verdad que, al partirse, dijo a don Quijote. O André agarrou no seu pão e queijo, e vendo que ninguém lhe dava mais nada, abaixou a cabeça e meteu pernas ao potro, como se costuma dizer. Verdade é que ao partir sempre disse a D. Quixote:
-Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia; que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo. --Se me tornar a encontrar, senhor cavaleiro andante, ainda que veja que me estão fazendo pedaços, por amor de Deus não me acuda, deixe-me com a minha desgraça, que nunca ela será tanta, como a que poderia acarretar o socorro de Vossa Mercê, a quem Nosso Senhor maldiga e a todos quantos cavaleiros andantes tiverem nascido neste mundo.
Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de modo que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del cuento de Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha cuenta con no reírse, por no acaballe de correr del todo. Ia-se levantar D. Quixote para lhe dar ensino; mas ele desatou a correr, de modo que ninguém se animou a segui-lo. Com os ditos de André ficou D. Quixote corridíssimo; e, para o não ficar de todo, necessário foi que os mais tivessem sumo tento em se não rir.






I. Capítulo XXXII. Que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de don Quijote


Capítulo XXXII — Que trata do que na venda sucedeu a todo o rancho de D. Quixote.


Acabóse la buena comida , ensillaron luego, y, sin que les sucediese cosa digna de contar, llegaron otro día a la venta , espanto y asombro de Sancho Panza; y, aunque él quisiera no entrar en ella, no lo pudo huir. La ventera, ventero, su hija y Maritornes, que vieron venir a don Quijote y a Sancho, les salieron a recebir con muestras de mucha alegría, y él las recibió con grave continente y aplauso , y díjoles que le aderezasen otro mejor lecho que la vez pasada; a lo cual le respondió la huéspeda que como la pagase mejor que la otra vez, que ella se la daría de príncipes . Don Quijote dijo que sí haría, y así, le aderezaron uno razonable en el mismo caramanchón de marras, y él se acostó luego, porque venía muy quebrantado y falto de juicio . Concluída a bela refeição, ensilharam logo, e no dia seguinte, sem lhes ter pelo caminho sucedido coisa digna de contar-se, chegaram à venda, espanto e enguiço de Sancho Pança. Este não queria nem à mão de Deus Padre pôr lá os pés, mas não teve outro remédio. A vendeira, o vendeiro, a filha e Maritornes, que viram chegar D. Quixote e Sancho, saíram a recebê-los com mostras de muita alegria, mostras essas que o fidalgo recebeu com o seu ar grave e majestoso, recomendando-lhes logo que lhe arranjassem melhor cama que da vez passada; ao que a hospedeira respondeu que, se lhe pagasse melhor que da outra vez, ela lhe daria uma jazida que nem de Príncipe. D. Quixote disse que assim o faria; pelo que lhe armaram um sofrível leito no mesmo quarto que já conhecemos. Deitou-se logo o fidalgo, porque vinha muito moído e morto de sono.
No se hubo bien encerrado, cuando la huéspeda arremetió al barbero, y, asiéndole de la barba, dijo Mal se tinha encerrado, quando a vendeira arremeteu ao barbeiro e, agarrando-o pela barba, disse:
-Para mi santiguada, que no se ha aún de aprovechar más de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos, que es vergüenza; digo, el peine, que solía yo colgar de mi buena cola. — Juro-lhe pela minha cruz benta que nunca mais se há-de servir do meu rabo para lhe fazer de barba. Ponha-me para aí já a rabada, que anda aí pelo chão o pente do meu homem, que é uma vergonha, sem eu ter onde o costumava espetar.
No se la quería dar el barbero, aunque ella más tiraba, hasta que el licenciado le dijo que se la diese, que ya no era menester más usar de aquella industria, sino que se descubriese y mostrase en su misma forma, y dijese a don Quijote que cuando le despojaron los ladrones galeotes se habían venido a aquella venta huyendo; y que si preguntase por el escudero de la princesa, le dirían que ella le había enviado adelante a dar aviso a los de su reino como ella iba y llevaba consigo el libertador de todos. Con esto, dio de buena gana la cola a la ventera el barbero, y asimismo le volvieron todos los adherentes que había prestado para la libertad de don Quijote. Espantáronse todos los de la venta de la hermosura de Dorotea, y aun del buen talle del zagal Cardenio. Hizo el cura que les aderezasen de comer de lo que en la venta hubiese, y el huésped, con esperanza de mejor paga, con diligencia les aderezó una razonable comida; y a todo esto dormía don Quijote, y fueron de parecer de no despertalle, porque más provecho le haría por entonces el dormir que el comer. Não lha queria dar o barbeiro, por mais que ela lha puxasse, mas pôs termo à porfia o licenciado, dizendo ao mestre que entregasse a cauda, que já não era precisa, e se mostrasse no seu verdadeiro ser; que disse a D. Quixote que, quando os ladrões o tinham despojado, viera ele fugido para aquela venda; e se ele perguntasse pelo escudeiro da Princesa, lhe responderiam tê-lo ela enviado adiante a dar aviso à gente do seu reino, de que ela ia já a caminho, levando consigo quem a todos os libertava. Com estas explicações entregou o barbeiro de boa vontade à vendeira o rabo de boi, e ao mesmo tempo lhe foram também restituídos todos os mais adminículos que ela lhe havia emprestado para o auto da libertação de D. Quixote. Todos os da venda se maravilharam da formosura de D. Dorotéia e não menos da boa presença do pastor Cardênio. Mandou o cura lhes arranjassem para comer o que na venda houvesse; o vendeiro, com a esperança de melhor paga, lhes aparelhou aguçoso um repasto não de todo displicente. D. Quixote continuava ainda a ressonar; entendeu-se geralmente, que era melhor não o acordarem, por lhe ser de mais proveito por então descanso que alimento.
Trataron sobre comida, estando delante el ventero, su mujer, su hija, Maritornes, todos los pasajeros, de la estraña locura de don Quijote y del modo que le habían hallado. La huéspeda les contó lo que con él y con el arriero les había acontecido, y, mirando si acaso estaba allí Sancho, como no le viese, contó todo lo de su manteamiento, de que no poco gusto recibieron. Y, como el cura dijese que los libros de caballerías que don Quijote había leído le habían vuelto el juicio, dijo el ventero Levantada a mesa, falou-se entre o vendeiro, a vendeira, a filha, Maritornes e todos os caminheiros, da esquisita loucura de D. Quixote, e de como da outra vez lhe tinha ali aparecido. Referiu a hospedeira o que passara com ele e com o arrieiro, reparando se não andaria por ali perto Sancho; não o vendo contou por miúdo o caso do manteamento, o que para todos foi sobremesa do maior apetite; e dizendo o cura que os livros de cavalaria é que haviam transtornado o juízo a D. Quixote, respondeu o vendeiro:
-No sé yo cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en el mundo , y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la vida, no sólo a mí, sino a otros muchos. Porque, cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí, las fiestas, muchos segadores , y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto que nos quita mil canas ; a lo menos, de mí sé decir que cuando oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y días. — Não sei como tal pudesse acontecer; em verdade que, segundo eu entendo, leitura melhor não a pode haver no mundo. Para aí tenho eu dois ou três livros desses com outros papéis, que me têm regalado a vida; não só a mim, como a outros muitos. Quando é pelas aceifas, recolhem-se aqui nas sestas muitos segadores, e sempre entre eles há algum que saiba ler; agarra-se num destes livros, pomo-nos à roda dele mais de trinta, e ouvimo-lo com tamanho gosto, que é como lançarmos um milheiro de cãs fora. De mim ao menos sei eu dizer que, em ouvindo contar aqueles furibundos e tremendos golpes, descarregados pelos cavaleiros, dão-me zinas de fazer como eles. Não queria senão estar a ouvir aquilo a fio noites e dias.
-Y yo ni más ni menos -dijo la ventera-, porque nunca tengo buen ra to en mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer que estáis tan embobado, que no os acordáis de reñir por entonces. — Tal qual como eu — disse a vendeira — porque são os únicos bocadinhos bons que tenho nesta casa os em que estás a ouvir ler estas coisas: ficas tão embasbacado, que nem de ralhar te lembras.
-Así es la verdad -dijo Maritornes-, y a buena fe que yo también gusto mucho de oír aquellas cosas, que son muy lindas; y más, cuando cuentan que se está la otra señora debajo de unos naranjos abrazada con su caballero, y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidia y con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles . — É a pura verdade — acudiu Maritornes; — assim Deus me ajude, como eu gosto também de ouvir aquelas coisas; são muito lindas, e mais quando contam, que está a outra senhora à sombra dumas laranjeiras abraçada com o seu cavaleiro, e uma velha a guardá-los, morta de inveja e toda sobressaltada; digo que tudo aquilo para mim são favos de mel.
-Y a vos ¿qué os parece, señora doncella? -dijo el cura, hablando con la hija del ventero. — E a vós que vos parece, senhora donzela? — disse o cura dirigindo-se à filha dos vendeiros.
-No sé, señor, en mi ánima -respondió ella-; también yo lo escucho, y en verdad que, aunque no lo entiendo, que recibo gusto en oíllo; pero no gusto yo de los golpes de que mi padre gusta, sino de las lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras que en verdad que algunas veces me hacen llorar de compasión que les tengo. — Não sei, meu senhor — respondeu ela; — eu também escuto com atenção, e ainda que realmente não entendo bem, gosto de ouvir, não só golpes com que meu pai se regala, mas aquelas lamentações que fazem os cavaleiros quando estão apartados de suas damas. A mim chegam-me às vezes a fazer chorar de pena delas.
-Luego, ¿bien las remediárades vos, señora doncella -dijo Dorotea-, si por vos lloraran. — Aposto que se elas chorassem por vós, senhora donzela — disse Dorotéia — estimaríeis bem remediá-las.
-No sé lo que me hiciera -respondió la moza-; sólo sé que hay algunas señoras de aquéllas tan crueles, que las llaman sus caballeros tigres y leones y otras mil inmundicias. Y, ¡Jesús!, yo no sé qué gente es aquélla tan desalmada y tan sin conciencia, que por no mirar a un hombre honrado, le dejan que se muera, o que se vuelva loco. Yo no sé para qué es tanto melindre si lo hacen de honradas, cásense con ellos, que ellos no desean otra cosa. — O que faria não sei — respondeu a moça; — o que sei é que tão cruéis são algumas daquelas senhoras, que os seus cavaleiros lhes chamam tigres, leões, e outras mil imundícies. Valha-me Deus! não sei que gente é aquela tão desalmada e falta de consciência, que, por não atenderem a um homem honrado, o deixam morrer ou dar em doido; não sei para que são tantos melindres; se o fazem por honradas, casem-se com eles, que eles não desejam outra coisa.
-Calla, niña -dijo la ventera-, que parece que sabes mucho destas cosas, y no está bien a las doncellas saber ni hablar tanto. — Cala a boca, menina — disse a vendeira; — quem te ouvir há-de lhe parecer que sabes muito dessas coisas; a donzelas não fica bem serem tão sabidas e falarem assim.
-Como me lo pregunta este señor -respondió ella-, no pude dejar de respondelle. — Como este senhor me perguntou — respondeu ela — não pude deixar de lhe dizer o que entendia.
-Ahora bien -dijo el cura-, traedme, señor huésped, aquesos libros, que los quiero ver. — Bem está — disse o cura; — agora, senhor dono da casa, trazei-me esses livros, que os desejo ver.
-Que me place -respondió él. — Prontíssimo — respondeu ele.
Y, entrando en su aposento, sacó dél una maletilla vieja, cerrada con una cadenilla, y, abriéndola, halló en ella tres libros grandes y unos papeles de muy buena letra, escritos de mano. El primer libro que abrió vio que era Don Cirongilio de Tracia ; y el otro, de Felixmarte de Hircania; y el otro, la Historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdoba, con la vida de Diego García de Paredes. Así como el cura leyó los dos títulos primeros, volvió el rostro al barbero y dijo. E, entrando no seu quarto, tirou dele uma bolsinha velha fechada com uma cadeiazita; e, abrindo-a, sacou três livros grandes e uns papéis de muito boa letra de mão. O primeiro livro que abriu viu que era D. Cirongílio de Trácia; o outro Félix-Marte de Hircânia; e o outro a História do Grã-Capitão Gonçalo Fernandes de Córdova, com a Vida de Diogo Garcia de Paredes. Apenas o cura leu os dois primeiros títulos, olhou para o barbeiro e disse:
-Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina. — Fazem-nos agora aqui falta a ama e a sobrinha do meu amigo.
-No hacen -respondió el barbero-, que también sé yo llevallos al corral o a la chimenea; que en verdad que hay muy buen fuego en ella. — Não fazem — respondeu o barbeiro; — cá estou eu para os levar ao pátio ou à chaminé, que está bem acesa.
-Luego, ¿quiere vuestra merced quemar más libros? -dijo el ventero. — Então Vossa Mercê quer-me queimar os meus livros? — disse o vendeiro.
-No más -dijo el cura- que estos dos el de Don Cirongilio y el de Felixmarte. — Só estes dois — disse o cura — o de D. Cirongílio e o de Félix-Marte.
-Pues, ¿por ventura -dijo el ventero- mis libros son herejes o flemáticos, que los quiere quemar. — Ora essa! — disse o vendeiro — pois os meus livros são hereges, ou fleumáticos, para os querer queimar?
-Cismáticos queréis decir, amigo -dijo el barbero-, que no flemáticos. — Cismáticos, meu amigo, é que vós quereis dizer — disse o barbeiro — e não fleumáticos.
-Así es -replicó el ventero-; mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y dese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno desotros. — É verdade — replicou o vendeiro; — mas, se quer queimar algum, seja esse do Grã-Capitão, e desse Diogo Garcia; antes eu deixara arder um filho meu, que nenhum desses outros.
-Hermano mío -dijo el cura-, estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates y devaneos; y este del Gran Capitán es historia verdadera, y tiene los hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba, el cual, por sus muchas y grandes hazañas, mereció ser llamado de todo el mundo Gran Capitán , renombre famoso y cla ro, y dél sólo merecido. Y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Estremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia; y, puesto con un montante en la entrada de una puente, detuvo a todo un innumerable ejército , que no pasase por ella; y hizo otras tales cosas que, como si él las cuenta y las escribe él asimismo, con la modestia de caballero y de coronista propio , las escribiera otro, libre y desapasionado, pusieran en su olvido las de los Hétores, Aquiles y Roldanes. — Irmão — disse o cura — estes dois livros são mentirosos e estão cheios de disparates e delírios; agora este do Grã-Capitão é história verdadeira, e contém os feitos de Gonçalo Fernandes de Córdova, o qual, por suas muitas e grandes façanhas, mereceu ser chamado de todo o mundo o Grã-Capitão, renome famoso que só ele mereceu; e este Diogo Garcia de Paredes, foi um principal cavaleiro natural da cidade de Trujilo, na Estremadura, valentíssimo soldado, e de tantas forças naturais, que detinha só com um dedo uma roda de moinho, no meio da sua fúria; e posto com um montante na entrada duma ponte, impediu a passagem a todo um exército inumerável, e fez outras coisas tais, que, se, assim como ele as conta de si mesmo com a modéstia de cavaleiro e cronista próprio, as escrevera outro, livre e desapaixonado, poriam no escuro as dos Heitores, Aquiles e Roldões.
-¡Tomaos con mi padre! -dijo el dicho ventero-. ¡Mirad de qué se espanta de detener una rueda de molino! Por Dios, ahora había vuestra merced de leer lo que hizo Felixmarte de Hircania, que de un revés solo partió cinco gigantes por la cintura, como si fueran hechos de habas, como los frailecicos que hacen los niños . Y otra vez arremetió con un grandísimo y poderosísimo ejército, donde llevó más de un millón y seiscientos mil soldados , todos armados desde el pie hasta la cabeza, y los desbarató a todos, como si fueran manadas de ovejas. Pues, ¿qué me dirán del bueno de don Cirongilio de Tracia, que fue tan valiente y animoso como se verá en el libro, donde cuenta que, navegando por un río, le salió de la mitad del agua una serpiente de fuego, y él, así como la vio, se arrojó sobre ella, y se puso a horcajadas encima de sus escamosas espaldas, y le apretó con ambas manos la garganta, con tanta fuerza que, viendo la serpiente que la iba ahogando, no tuvo otro remedio sino dejarse ir a lo hondo del río, llevándose tras sí al caballero, que nunca la quiso soltar? Y, cuando llegaron allá bajo , se halló en unos palacios y en unos jardines tan lindos que era maravilla; y luego la sierpe se volvió en un viejo anciano , que le dijo tantas de cosas que no hay más que oír. Calle, señor, que si oyese esto, se volvería loco de placer. ¡Dos higas para el Gran Capitán y para ese Diego García que dice. — Meu pai que vos responda — replicou o vendeiro — que grandes espantos esses de deter uma roda de moinho! Havia Vossa Mercê de ler o que eu li de Félix-Marte de Hircânia, que (de uma vez só) partiu a cinco gigantes pela cintura, como se foram bonecos de favas como os fradinhos das crianças, e outra vez arremeteu com um grandíssimo e poderosíssimo exército, rechaçando diante de si mais dum milhão e seiscentos mil soldados, todos armados desde os pés até à cabeça, e os desbaratou a todos como se foram manadas de ovelhas. E, que me dizem do bom de D. Cirongílio de Trácia, que foi tão valente e animoso como se pode ver do livro, onde se conta que, navegando por um rio, lhe saiu do meio da água uma serpente de fogo? e ele, tanto como a viu, se arrojou sobre ela, e se lhe encavalgou nas escamas do lombo, e lhe apertou com ambas as mãos a garganta tão rijamente, que, vendo a serpe que a ia afogando, não teve outro remédio senão deixar-se ir para o fundo do rio, levando consigo ao cavaleiro, que nunca a soltou; e, quando chegaram lá abaixo, se achou ele nuns palácios e jardins tão lindos, que era maravilha; e logo a serpe se transformou num ancião, que lhe disse tantíssimas coisas, que mais não podiam ser. Não tem que teimar, senhor, que, se tal ouvisse, endoidecia de gosto. Duas figas para o Grã-Capitão, e para esse Diogo Garcia, com que nos veio.
Oyendo esto Dorotea, dijo callando a Cardenio. Ouvindo isto Dorotéia, disse em voz baixa para Cardênio:
-Poco le falta a nuestro huésped para hacer la segunda parte de don Quijote . — Pouco falta ao nosso hospedeiro para fazer a segunda parte de D. Quixote.
-Así me parece a mí -respondió Cardenio-, porque, según da indicio, él tiene por cierto que todo lo que estos libros cuentan pasó ni más ni menos que lo escriben, y no le harán creer otra cosa frailes descalzos . — Também acho — respondeu Cardênio — porque, segundo mostra, o homem tem por certo que tudo o que estes livros contam sucedeu sem tirar nem pôr como lá se escreve, e nem todos os frades descalços o convenceriam do contrário.
-Mirad, hermano -tornó a decir el cura-, que no hubo en el mundo Felixmarte de Hircania, ni don Cirongilio de Tracia, ni otros caballeros semejantes que los libros de caballerías cuentan, porque todo es compostura y ficción de ingenios ociosos, que los compusieron para el efeto que vos decís de entretener el tiempo, como lo entretienen leyéndolos vuestros segadores; porque realmente os juro que nunca tales caballeros fueron en el mundo, ni tales hazañas ni disparates acontecieron en él. — Olhai, irmão caríssimo — tornou a dizer o cura — que nunca houve no mundo Félix-Marte de Hircânia, nem D. Cirongílio de Trácia, nem outros que tais, de que rezam os livros de cavalarias. Toda essa coisa são invenções e brincos de engenhos ociosos, que os compuseram com o intuito, que vós mesmos já dissestes, de matar tempo, pouco mais ou menos, como fazem os vossos ceifeiros quando os ouvem ler, porque realmente vos juro que nunca tais cavaleiros houve no mundo, nem jamais nele se viram tais proezas e disparates.
-¡A otro perro con ese hueso! -respondió el ventero-. ¡Como si yo no supiese cuántas son cinco y adónde me aprieta el zapato! No piense vuestra merced darme papilla , porque por Dios que no soy nada blanco. ¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender que todo aquello que estos buenos libros dicen sea disparates y mentiras, estando impreso con licencia de los señores del Consejo Real , como si ellos fueran gente que habían de dejar imprimir tanta mentira junta, y tantas batallas y tantos encantamentos que quitan el juicio. — A outro cão com esse osso — respondeu o vendeiro — como se eu não soubera quantos fazem cinco, e onde me aperta o sapato! Não cuide Vossa Mercê que me dá papinha a mim, porque lhe juro que não estou tão em branco de miolos como isso. Tem graça querer Vossa Mercê dar-me a entender que tudo que dizem estes bons livros são disparates e mentiras, sendo impressos com as licenças dos senhores do Conselho real; como se eles fossem pessoas que deixassem imprimir tanta patranhada junta e tantas batalhas e encantamentos, que fazem perder o juízo à gente.
-Ya os he dicho, amigo -replicó el cura-, que esto se hace para entretener nuestros ociosos pensamientos; y, así como se consiente en las repúblicas bien concertadas que haya juegos de ajedrez, de pelota y de trucos, para entretener a algunos que ni tienen, ni deben, ni pueden trabajar, así se consiente imprimir y que haya tales libros, creyendo, como es verdad , que no ha de haber alguno tan ignorante que tenga por historia verdadera ninguna destos libros. Y si me fuera lícito agora, y el auditorio lo requiriera, yo dijera cosas acerca de lo que han de tener los libros de caballerías para ser buenos, que quizá fueran de provecho y aun de gusto para algunos; pero yo espero que vendrá tiempo en que lo pueda comunicar con quien pueda remediallo , y en este entretanto creed, señor ventero, lo que os he dicho, y tomad vuestros libros, y allá os avenid con sus verdades o mentiras, y buen provecho os hagan, y quiera Dios que no cojeéis del pie que cojea vuestro huésped don Quijote. — Já vos tenho dito, amigo — respondeu o cura — que o fim para que se isto faz é entreter os nossos pensamentos ociosos; e assim como se permite nas repúblicas bem concertadas que haja jogos de enxadrez, de péla, e de bilhar, para entreter alguns que não querem, nem devem, nem podem trabalhar, assim se permite que se imprimam e se tenham esses tais livros, por se crer, como é verdade, que não pode haver indivíduo tão leigo e sáfaro que tenha por história certa nenhuma dessas. Se me fosse lícito agora, e o auditório o quisesse, coisas diria eu acerca do que devem conter os livros de cavalarias para serem bons, que talvez fossem de proveito, e até de agrado para alguém; mas espero que lá virá tempo em que eu me abra com quem possa prover a isto de remédio. Daqui até lá crede, senhor vendeiro, no que vos tenho dito: tomai os vossos livros, e lá vos avenhais com os seus acertos ou desacertos; bom proveito vos faça, e permita Deus que não venhais a coxear do mesmo pé de que o vosso hóspede D. Quixote claudica.
-Eso no -respondió el ventero-, que no seré yo tan loco que me haga caballero andante que bien veo que ahora no se usa lo que se usaba en aquel tiempo, cuando se dice que andaban por el mundo estos famosos caballeros. — Lá disso não tenho medo — respondeu o vendeiro; — não hei-de ser tão doido, que me faça cavaleiro andante; sei muito bem que já hoje em dia se não usa o que se fazia naquele tempo, em que se diz que andavam pelo mundo estes famosos cavaleiros.
A la mitad desta plática se halló Sancho presente, y quedó muy confuso y pensativo de lo que había oído decir que ahora no se usaban caballeros andantes, y que todos los libros de caballerías eran necedades y mentiras, y propuso en su corazón de es perar en lo que paraba aquel viaje de su amo, y que si no salía con la felicidad que él pensaba, determinaba de dejalle y volverse con su mujer y sus hijos a su acostumbrado trabajo. À metade desta prática se achou presente Sancho, e ficou muito confuso e pensativo de ouvir dizer que já se não usavam cavaleiros andantes, e que todos os livros de cavalarias eram tolices e falsidades; e assenta de si para consigo esperar em que pararia aquela jornada de seu amo, que a não sair com a felicidade que ele pensava, determinava deixá-lo e tornar-se com sua mulher e seus filhos às lidas da sua criação.
Llevábase la maleta y los libros el ventero, mas el cura le dijo. Ia o vendeiro levando já a bolsa com os livros, mas o cura lhe disse:
-Esperad, que quiero ver qué papeles son esos que de tan buena letra están escritos. — Esperai, que desejo ver que papéis são esses, escritos com tão boa letra.
Sacólos el huésped, y, dándoselos a leer, vio hasta obra de ocho pliegos escritos de mano, y al principio tenían un título grande que decía Novela del curioso impertinente. Leyó el cura para sí tres o cuatro renglones y dijo. Tirou-os o hospedeiro, e, dando-lhes a ler, viu coisa duns oito cadernos manuscritos, tendo no princípio um título grande, que dizia: NOVELA DO CURIOSO IMPERTINENTE. Leu o cura para si três ou quatro linhas, e disse:
-Cierto que no me parece mal el título desta novela, y que me viene voluntad de leella toda. — Decerto que me não parece mal o título desta novela; estou com minha vontade de a ler toda.
A lo que respondió el ventero. Ao que respondeu o vendeiro:
-Pues bien puede leella su reverencia, porque le hago saber que algunos huéspedes que aquí la han leído les ha contentado mucho, y me la han pedido con muchas veras; mas yo no se la he querido dar, pensando volvérsela a quien aquí dejó esta maleta olvidada con estos libros y esos papeles; que bien puede ser que vuelva su dueño por aquí algún tiempo, y, aunque sé que me han de hacer falta los libros, a fe que se los he de volver que, aunque ventero, todavía soy cristiano . — Pode Sua Reverência lê-la à sua vontade, porque saberá que outros hóspedes, que já aqui a leram, gostaram muito, e ma pediram com muito empenho; eu é que não lha quis dar, lembrando-me que poderia ter de a restituir a quem deixou esta maleta, por esquecimento, com estes livros e papéis. Não sei se o dono não tornará a passar por cá. Eu bem sei que os livros me hão-de fazer falta; mas sempre pertencem a seu dono; taverneiro sou, mas ainda assim sou também cristão.
-Vos tenéis mucha razón, amigo -dijo el cura-, mas, con todo eso, si la novela me contenta, me la habéis de dejar trasladar. — Tendes muita razão, amigo — disse o cura — mas com tudo isso, se a novela me satisfazer, heis-de me dar licença para a copiar.
-De muy buena gana -respondió el ventero. — Da melhor vontade — disse o vendeiro.
Mientras los dos esto decían, había tomado Cardenio la novela y comenzado a leer en ella; y, pareciéndole lo mismo que al cura, le rogó que la leyese de modo que todos la oyesen. Enquanto entre os dois se trocavam estas falas, havia Cardênio pegado na novela, e começado a lê-la; e, parecendo-lhe que não desmentiria o conceito do cura, rogou-lhe que a lessse de modo que todos ouvissem.
-Sí leyera -dijo el cura-, si no fuera mejor gastar este tiempo en dormir que en leer. — Fá-lo-ia — respondeu o padre — se não fora melhor gastar este tempo em dormir do que em leituras.
-Harto reposo será para mí -dijo Dorotea- entretener el tiempo oyendo algún cuento, pues aún no tengo el espíritu tan sosegado que me conceda dormir cuando fuera razón. — Bom repouso será para mim — disse Dorotéia — entreter o tempo em ler algum conto; por ora, ainda não tenho tão sossegado o espírito, que me consinta dormir como se quisera.
-Pues desa manera -dijo el cura-, quiero leerla, por curiosidad siquiera; quizá tendrá alguna de gusto . — Pois então — disse o cura — quero lê-la, sequer por curiosidade; talvez nos saia alguma coisa aprazível.
Acudió maese Nicolás a rogarle lo mesmo, y Sancho también; lo cual visto del cura, y entendiendo que a todos daría gusto y él le recibiría, dijo. Acudiu mestre Nicolau a pedir o mesmo, e Sancho também. `vista daquilo tudo, o cura, entendendo que a todos recrearia, e a si também, disse:
-Pues así es, esténme todos atentos, que la novela comienza desta manera — Sendo assim, peço atenção; a novela começa desta maneira:






I. Capítulo XXXIII. Donde se cuenta la novela del curioso impertinente


Capítulo XXXIII — Onde se conta a novela do curioso impertinente.


«En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos que, por excelencia y antonomasia, de todos los que los conocían los dos amigos eran llamados. Eran solteros, mozos de una misma edad y de unas mismas costumbres; todo lo cual era bastante causa a que los dos con recíproca amistad se correspondiesen. Bien es verdad que el Anselmo era algo más inclinado a los pasatiempos amorosos que el Lotario, al cual llevaban tras sí los de la caza; pero, cuando se ofrecía, dejaba Anselmo de acudir a sus gustos por seguir los de Lotario, y Lotario dejaba los suyos por acudir a los de Anselmo; y, desta manera, andaban tan a una sus voluntades, que no había concertado reloj que así lo anduviese. Em Florença, rica e famosa cidade de Itália, na província que chamam Toscana, viviam Anselmo e Lotário, cavalheiros ricos e principais, e tão amigos, que, por excelência e antonomásia, “os dois amigos” lhes chamavam todos. Eram solteiros, moços, de igual idade, e dos mesmos costumes, o que tudo concorria para a recíproca amizade de entre ambos. Verdade é que Anselmo era algum tanto mais inclinado aos passatempos amorosos que Lotário; e este se deixava ir de melhor ânimo atrás dos recreios da caça. Quando porém acontecia, deixava Anselmo de seguir os seus gostos próprios para não faltar aos de Lotário; e Lotário deixava também os seus para acudir ao de Anselmo. Desta maneira, tão conformes andavam entre ambos as vontades, que não havia relógio mais infalível.
»Andaba Anselmo perdi do de amores de una doncella principal y hermosa de la misma ciudad, hija de tan buenos padres y tan buena ella por sí, que se determinó, con el parecer de su amigo Lotario, sin el cual ninguna cosa hacía, de pedilla por esposa a sus padres, y así lo puso en ejecución; y el que llevó la embajada fue Lotario, y el que concluyó el negocio tan a gusto de su amigo, que en breve tiempo se vio puesto en la posesión que deseaba, y Camila tan contenta de haber alcanzado a Anselmo por esposo, que no cesaba de dar gracias al cielo, y a Lotario, por cuyo medio tanto bien le había venido. Andava Anselmo perdido de amores por uma donzela ilustre e formosa da mesma cidade, filha de tão bons pais, e tão boa ela mesma de sua pessoa, que assentou, com aprovação do seu amigo Lotário (sem a qual nunca fazia coisa alguma), em pedi-la por esposa aos pais; e assim fez. O mensageiro da embaixada foi Lotário; e tão a gosto do amigo concluiu o negócio, que em breve tempo se viu o nosso namorado em posse do seu enlevo, e Camila tão contente de haver alcançado a Anselmo por esposo, que não cessava de dar graças ao céu, e a Lotário, por cuja intervenção tamanho bem chegara a pertencer-lhe.
»Los primeros días, como todos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario, como solía, la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que a él le fue posible; pero, acabadas las bodas y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo , por parecerle a él -como es razón que parezca a todos los que fueren discretos- que no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; porque, aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuanto más de los amigos. Os primeiros dias que foram todos de folgança, segundo o estilo das bodas, freqüentou Lotário, conforme ao seu costume, a casa do seu amigo Anselmo, procurando honrá-lo, festejá-lo e regozijá-lo em tudo que podia. Acabadas porém as bodas, e acalmada já a freqüência das visitas e parabéns, começou Lotário a escassear já de indústria as idas a casa de Anselmo, por lhe parecer, como é bem que pareça a todos os discretos, que aos amigos casados já se não hão-de as casas freqüentar tanto nem com tamanha intimidade, como enquanto viviam solteiros, porque, se bem que a verdadeira amizade não pode nem deve ser em coisa alguma suspeitosa, contudo tão delicada é a honra de um casal, que parece se pode ofender até dos próprios irmãos, quanto mais dos amigos.
»Notó Anselmo la remisión de Lotario, y formó dél quejas grandes, diciéndole que si él supiera que el casarse había de ser parte para no comunicalle como solía , que jamás lo hubiera hecho, y que si, por la buena correspondencia que los dos tenían mientras él fue soltero, habían alcanzado tan dulce nombre como el de ser llamados los dos amigos, que no permitiese, por querer hacer del circunspecto, sin otra ocasión alguna, que tan famoso y tan agradable nombre se perdiese; y que así, le suplicaba, si era lícito que tal término de hablar se usase entre ellos, que volviese a ser señor de su casa, y a entrar y salir en ella como de antes, asegurándole que su esposa Camila no tenía otro gusto ni otra voluntad que la que él quería que tuviese, y que, por haber sabido ella con cuántas veras los dos se amaban, estaba confusa de ver en él tanta esquiveza. Reparou Anselmo na menos freqüência de Lotário, e queixou-se grandemente dizendo que, se adivinhara que do casamento lhe havia de provir tal resfriamento nunca ele o teria feito; e que, se pela boa harmonia que entre os dois reinava enquanto ele era solteiro, havia alcançado tão doce título como era o serem chamados os dois amigos, não quisesse agora ele Lotário, só para fazer de circunspecto, e sem outro nenhum motivo, que tão famosa e agradável antonomásia se perdesse; e portanto lhe suplicava, se o termo de suplicar podia entre eles caber, que tornasse a ser senhor daquela casa, entrando e saindo como dantes, assegurando-lhe ele que a sua Camila se conformava em tudo, e sempre, com os desejos dele, e que, por lhe constar com quantas veras os dois se amavam entre si, andava até vexada de o ver agora tão arredio.
»A todas estas y otras muchas razones que Anselmo dijo a Lotario para persuadille volviese como solía a su casa, respondió Lotario con tanta prudencia, discreción y aviso, que Anselmo quedó satisfecho de la buena intención de su amigo, y quedaron de concierto que dos días en la semana y las fiestas fuese Lotario a comer con él; y, aunque esto quedó así concertado entre los dos, propuso Lotario de no hacer más de aquello que viese que más convenía a la honra de su amigo, cuyo crédito estimaba en más que el suyo proprio. Decía él, y decía bien, que el casado a quien el cielo había concedido mujer hermosa, tanto cuidado había de tener qué amigos llevaba a su casa como en mirar con qué amigas su mujer conversaba, porque lo que no se hace ni concierta en las plazas, ni en los templos, ni en las fiestas públicas, ni estaciones -cosas que no todas veces las han de negar los maridos a sus mujeres-, se concierta y facilita en casa de la amiga o la parienta de quien más satisfación se tiene. A todas estas e outras muitas razões de Anselmo respondeu Lotário com tanta prudência e juízo, que lhe tapou a boca, e concordaram que dois dias por semana, e nos dias santos, Lotário iria lá jantar; e, ainda que isto ficou estabelecido entre os dois, propôs Lotário como regra geral não fazer nunca senão o que visse ser conveniente à honra do amigo, cujo crédito ele antepunha até ao seu próprio. Dizia ele, e com razão, que um marido, a quem o céu concedeu mulher formosa, tanto devia reparar nos amigos que metia em casa, como ter tento nas amigas com quem sua mulher se dava, porque, muita coisa que se não faz nem se ajusta nas praças, nem nas igrejas, nem nas festas públicas e ajuntamentos semelhantes, muitas vezes concedíveis pelos maridos a suas mulheres, muita coisa de contrabando se conchava ou facilita em casa da amiga ou parenta em que há mais confiança.
»También decía Lotario que te nían necesidad los casados de tener cada uno algún amigo que le advirtiese de los descuidos que en su proceder hiciese , porque suele acontecer que con el mucho amor que el marido a la mujer tiene, o no le advierte o no le dice, por no enojalla, que haga o deje de hacer algunas cosas, que el hacellas o no, le sería de honra o de vituperio; de lo cual, siendo del amigo advertido, fácilmente pondría remedio en todo. Pero, ¿dónde se hallará amigo tan discreto y tan leal y verdadero como aquí Lotario le pide? No lo sé yo, por cierto; sólo Lotario era éste, que con toda solicitud y advertimiento miraba por la honra de su amigo y procuraba dezmar, frisar y acortar los días del concierto del ir a su casa, porque no pareciese mal al vulgo ocioso y a los ojos vagabundos y maliciosos la entrada de un mozo rico, gentilhombre y bien nacido, y de las buenas partes que él pensaba que tenía, en la casa de una mujer tan hermosa como Camila; que, puesto que su bondad y valor podía poner freno a toda maldiciente lengua, todavía no quería poner en duda su crédito ni el de su amigo, y por esto los más de los días del concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas, que él daba a entender ser inexcusables. Así que, en quejas del uno y disculpas del otro se pasaban muchos ratos y partes del día.Mais dizia Lotário ser necessário aos casados ter cada um deles algum amigo que lhe notasse os descuidos que no seu proceder se pudessem dar, porque às vezes acontece, em razão do muito amor do marido para com a mulher, ou não dar por certas coisas, ou não lhas dizer (para não magoá-la) que as faça ou as deixe de fazer, podendo umas e outras ser todavia importantes para o crédito ou descrédito de ambos eles; advertido assim pelo amigo, já o consorte poderia pôr cobro a tempo a não poucos males. Mas onde se achará amigo tão discreto e leal como Lotário aqui o pinta? eu por mim não sei; desse feitio não vejo outro senão o próprio Lotário, quando tão cauteloso está atentando pela honra do seu amigo, e procurando ainda dizimar, aguarentar e diminuir os dias aprazados para as visitas, para não darem que falar aos ociosos e aos mirões vadios e praguentos, tantas entradas de um moço rico, gentil-homem, de claro nascimento e de tantas prendas como ele entendia possuir, na casa de uma dama tão formosa como Camila. Suposto com a bondade e força própria pudesse Camila pôr freio a todas as murmurações, contudo não queria ele nem por sombras pôr em dúvidas nem o seu crédito, nem o dela, nem o do amigo. Por isso os mais dos dias da combinação os ocupava e entrelinha noutras coisas que dava a entender serem-lhe impreteríveis, por modo que em suma, em queixas de um e desculpas do outro, se passavam por vezes horas de cada dia.
»Sucedió, pues, que uno que los dos se andaban paseando por un prado fuera de la ciudad, Anselmo dijo a Lotario las semejantes razones . Uma vez andando ambos a passear por um prado fora da cidade, Anselmo disse a Lotário pouco mais ou menos o seguinte:
»-Pensabas, amigo Lotario, que a las mercedes que Dios me ha hecho en hacerme hijo de tales padres como fueron los míos y al darme, no con mano escasa, los bienes, así los que llaman de naturaleza como los de fortuna, no puedo yo corresponder con agradecimiento que llegue al bien recebido, y sobre al que me hizo en darme a ti por amigo y a Camila por mujer propria dos prendas que las estimo , si no en el grado que debo, en el que puedo. Pues con todas estas partes, que suelen ser el todo con que los hombres suelen y pueden vivir contentos , vivo yo el más despechado y el más desabrido hombre de todo el universo mundo ; porque no sé qué días a esta parte me fatiga y aprieta un deseo tan estraño, y tan fuera del uso común de otros, que yo me maravillo de mí mismo, y me culpo y me riño a solas, y procuro callarlo y encubrirlo de mis proprios pensamientos; y así me ha sido posible salir con este secreto como si de industria procurara decillo a todo el mundo. Y, pues que, en efeto, él ha de salir a plaza,quiero que sea en la del archivo de tu secreto, confiado que, con él y con la diligencia que pondrás, como mi amigo verdadero, en remediarme, yo me veré presto libre de la angustia que me causa, y llegará mi alegría por tu solicitud al grado que ha llegado mi descontento por mi locura. — Bem deves entender, amigo Lotário, que às mercês que Deus me há feito em dar-me tais pais como eu tive, e bens com mão larga, tanto dos que chamam da natureza, como dos da fortuna, não posso eu corresponder com gratidão que baste; ainda por cima de tudo mais me favoreceu Deus em deparar-me um amigo como tu, e uma esposa como Camila, duas jóias que eu aprecio, se não quanto devo, ao menos quanto posso. Apesar de tantas e tamanhas ditas, que seriam para o geral dos homens o cúmulo da felicidade, vivo eu no maior desconsolo e desesperação do mundo todo, porque de dias a esta parte entrou comigo, e me atormenta, um desejo tão estranho e tão raro, que ando até pasmado de mim mesmo; ralho comigo a sós, e rigorosamente me invectivo, mas em vão; é tal, que à minha própria consciência o procuro encobrir. Agora porém já não posso ter mão neste segredo; parece que desejo até fazê-lo de todos conhecido; de ti, de ti, primeiro que ninguém. Confio em que pelo esforço que hás-de fazer, como verdadeiro amigo, para me acudir, depressa me poderás livrar da angústia de tão longo silêncio; o meu contentamento atingirá, pela tua solicitude, ao auge a que pela minha loucura tem já chegado a minha impaciência.
»Suspenso tenían a Lotario las razones de Anselmo, y no sabía en qué había de parar tan larga prevención o preámbulo; y, aunque iba revolviendo en su imaginación qué deseo podría ser aquel que a su amigo tanto fatigaba, dio siempre muy lejos del blanco de la verdad; y, por salir presto de la agonía que le causaba aquella suspensión, le dijo que hacía notorio agravio a su mucha amistad en andar buscando rodeos para decirle sus más encubiertos pensamientos, pues tenía cier to que se podía prometer dél, o ya consejos para entretenellos, o ya remedio para cumplillos. Estava Lotário suspenso com todo este enigmático prólogo de Anselmo, sem poder adivinhar onde iria aquilo dar consigo, e por mais que revolvesse na imaginação que desejo poderia ser aquele tão tormentoso, feria sempre com as suas conjecturas longe do alvo. Para sair sem mais demora da agonia de tamanha incerteza, respondeu-lhe que era agravar manifestamente a sua muita amizade o andar excogitando rodeios antes de lhe declarar os seus ocultos pensamentos, tendo aliás certeza de que nele havia de achar em todo o caso ou bons conselhos ou remédios para cura, segundo o negócio fosse.
»-Así es la verdad -respondió Anselmo-, y con esa confianza te hago saber, amigo Lotario, que el deseo que me fatiga es pensar si Camila, mi esposa, es tan buena y tan perfeta como yo pienso ; y no puedo enterarme en esta verdad, si no es probándola de manera que la prueba manifieste los quilates de su bondad, como el fuego muestra los del oro. Porque yo tengo para mí, ¡oh amigo!, que no es una mujer más buena de cuanto es o no es solicitada, y que aquella sola es fuerte que no se dobla a las promesas, a las dádivas , a las lágrimas y a las continuas importunidades de los solícitos amantes. Porque, ¿qué hay que agradecer -decía él- que una mujer sea buena, si nadie le dice que sea mala? ¿Qué mucho que esté recogida y temerosa la que no le dan ocasión para que se suelte, y la que sabe que tiene marido que, en cogiéndola en la primera desenvoltura, la ha de quitar la vida? Ansí que, la que es buena por temor, o por falta de lugar, yo no la quiero tener en aquella estima en que tendré a la solicitada y perseguida que salió con la corona del vencimiento. De modo que, por estas razones y por otras muchas que te pudiera decir para acreditar y fortalecer la opinión que tengo, deseo que Camila, mi esposa, pase por estas dificultades y se acrisole y quilate en el fuego de verse requerida y solicitada, y de quien tenga valor para poner en ella sus deseos; y si ella sale, como creo que saldrá, con la palma desta batalla, tendré yo por sin igual mi ventura; podré yo decir que está colmo el vacío de mis deseos ; diré que me cupo en suerte la mujer fuerte, de quien el Sabio dice que ¿quién la hallará? Y, cuando esto suceda al revés de lo que pienso, con el gusto de ver que acerté en mi opinión, llevaré sin pena la que de razón podrá causarme mi tan costosa experiencia. Y, prosupuesto que ninguna cosa de cuantas me dijeres en contra de mi deseo ha de ser de algún provecho para dejar de ponerle por la obra, quiero, ¡oh amigo Lotario!, que te dispongas a ser el instrumento que labre aquesta obra de mi gusto; que yo te daré lugar para que lo hagas, sin faltarte todo aquello que yo viere ser necesario para solicitar a una mujer honesta, honrada, recogida y desinteresada. Y muéveme, entre otras cosas, a fiar de ti esta tan ardua empresa, el ver que si de ti es vencida Camila, no ha de llegar el vencimiento a todo trance y rigor, sino a sólo a tener por hecho lo que se ha de hacer, por buen respeto ; y así, no quedaré yo ofendido más de con el deseo, y mi injuria quedará escondida en la virtud de tu silencio, que bien sé que en lo que me tocare ha de ser eterno como el de la muerte. Así que, si quieres que yo tenga vida que pueda decir que lo es, desde luego has de entrar en esta amorosa batalla, no tibia ni perezosamente, sino con el ahínco y diligencia que mi deseo pide, y con la confianza que nuestra amistad me asegura. — Dizes muitíssimo bem — respondeu Anselmo; — confiado nisso te declaro, amigo Lotário, que a incerteza que me rala é a de andar cismando se porventura a minha Camila será em realidade tão boa e completa como eu imagino. Desta incerteza me não posso eu livrar se não for experimentando-a de maneira que a prova manifeste os quilates da sua bondade, como no fogo do crisol se apura a fineza do ouro, porque tenho para mim, meu amigo, que uma mulher não é melhor nem pior que outra, senão conforme a solicitam ou deixam de solicitar, e que só é deveras forte a que não fraqueia às promessas, às dádivas, às lágrimas e às contínuas importunações dos amantes obstinados. Pois que há que se agradeça — continuava ele — em ser uma mulher boa, onde nada a induz a ser má? Que admira que viva recolhida e toda sobre si aquela que não tem azo para soltar-se e que sabe que tem marido que em a apanhando no primeiro desvio é homem para lhe tirar a vida? portanto a que é boa por medo, ou por falta de ocasião, não a acho merecedora da estima em que terei a solicitada e perseguida, que saiu da provação com a palma de vencedora. Por todas estas razões, e por outras muitas que te pudera referir em abono do meu pensar, desejo que a minha esposa passe por estas dificuldades, e se acrisole resistindo a atrevimentos. Se ela sai, como espero, triunfante de tal conflito, ficarei tendo a minha ventura por incomparável; direi ter achado a mulher forte, de quem o sábio perguntou: “Quem a achará?” No caso contrário, o gosto de ver que não era errado o meu juízo compensará a pena de uma experiência tão custosa. Já sabes que por demais seria contrariares-me neste propósito; quero pois, amigo Lotário, que sejas tu próprio o que me ajudes na provação em que me empenho; eu me encarrego de te proporcionar as facilidades; por mim nada te há-de faltar de quanto seja necessário para solicitar a uma mulher honesta, honrada, recolhida e desinteressada. Além de outros motivos, que me obrigam a fiar de ti este cometimento, tenho o de saber que, se Camila for por ti vencida, nunca a sua rendição há-de chegar às últimas; pararás onde o dever to determine, e assim não haverei sido ofendido senão em desejos, e a minha desonra ficará sepultada no teu virtuoso silêncio, que tenho toda a certeza que, no tocante a mim, há-de ser eterno como o da morte. Se quiseres, pois, que eu tenha vida, que tal nome mereça, hás-de entrar já já nesta campanha de amores, não friamente nem por demais, mas com afinco, mas com verdadeira diligência, como eu desejo, e com a confiança a que se não pode faltar entre dois amigos como nós.
»Éstas fueron las razones que Anselmo dijo a Lotario, a todas las cuales estuvo tan atento, que si no fueron las que quedan escritas que le dijo, no desplegó sus labios hasta que hubo acabado; y, viendo que no decía más, después que le estuvo mirando un buen espacio, como si mirara otra cosa que jamás hubiera visto, que le causara admiración y espanto, le dijo. Tais foram as ponderações que Anselmo explanou, e que Lotário (a não ser o que acima se referiu ter ele dito) esteve escutando com a maior atenção, sem descerrar os lábios até ao fim. Como as viu concluídas, depois de estar encarando nele por um bom espaço, como se jamais tivera visto objeto para igual espanto, respondeu:
»-No me puedo persuadir, ¡oh amigo Anselmo!, a que no sean burlas las cosas que me has dicho; que, a pensar que de veras las decías, no consintiera que tan adelante pasaras, porque con no escucharte previniera tu larga arenga. Sin duda imagino, o que no me conoces, o que yo no te conozco. Pero no; que bien sé que eres Anselmo, y tú sabes que yo soy Lotario; el daño está en que yo pienso que no eres el Anselmo que solías, y tú debes de haber pensado que tampoco yo soy el Lotario que debía ser, porque las cosas que me has dicho, ni son de aquel Anselmo mi amigo, ni las que me pides se han de pedir a aquel Lotario que tú conoces; porque los buenos amigos han de probar a sus amigos y valerse dellos, como dijo un poeta, usque ad aras; que quiso decir que no se habían de valer de su amistad en cosas que fuesen contra Dios. Pues, si esto sintió un gentil de la amistad, ¿cuánto mejor es que lo sienta el cristiano, que sabe que por ninguna humana ha de perder la amistad divina? Y cuando el amigo tirase tanto la barra que pusiese aparte los respetos del cielo por acudir a los de su amigo, no ha de ser por cosas ligeras y de poco momento, sino por aquellas en que vaya la honra y la vida de su amigo. Pues dime tú ahora, Anselmo ¿cuál destas dos cosas tienes en peligro para que yo me aventure a complacerte y a hacer una cosa tan detestable como me pides? Ninguna, por cierto; antes, me pides, según yo entiendo, que procure y solicite quitarte la honra y la vida, y quitármela a mí juntamente. Porque si yo he de procurar quitarte la honra, cla ro está que te quito la vida, pues el hombre sin honra peor es que un muerto; y, siendo yo el instrumento, como tú quieres que lo sea, de tanto mal tuyo, ¿no vengo a quedar deshonrado, y, por el mesmo consiguiente, sin vida? Escucha, amigo Anselmo, y ten paciencia de no responderme hasta que acabe de decirte lo que se me ofreciere acerca de lo que te ha pedido tu deseo; que tiempo quedará para que tú me repliques y yo te escuche. — Não me pode entrar na idéia, amigo Anselmo, que tudo isso que para aí disseste não passe de gracejo; aliás, não te houvera deixado prosseguir; se eu não escutasse, poupava-te todo esse desperdício de palavras. Está-me parecendo, que ou tu me não conheces, ou te não conheço a ti; engano-me; sei que és Anselmo, e tu não ignoras que eu sou Lotário; o mau é que já me não pareces o Anselmo de antes, assim como, segundo vejo, já também te não pareço o mesmo Lotário, que devia ser. As coisas que me tens dito não são do Anselmo meu amigo, nem as coisas que tu me pedes se deviam pedir a Lotário teu conhecido, porque os amigos verdadeiros hão-de provar os seus amigos e valer-se deles, como disse um poeta, usque ad aras; isto é, que não se devem valer da sua amizade em coisas que sejam ofensa de Deus. Se um gentio a respeito da amizade entendeu isto, quanto mais o não deve sentir um cristão, sabendo que a amizade de Deus por nenhuma da terra se há-de perder! e quando o amigo fosse tão imprudente que pospusesse os interesses do outro mundo ao serviço do amigo, nunca por coisas ligeiras o faria, senão só por aquelas em que a honra e vida do amigo se empenhassem. Ora dize-me tu, Anselmo: qual destas duas coisas, vida ou honra, se te acham em perigo, para que eu me aventure a comprazer-te, praticando uma coisa tão detestável como essa que me pedes? decerto que nenhuma; pelo contrário pedes-me, segundo eu entendo, que forceje para arrancar-te a honra e mais a vida ao mesmo tempo que a mim próprio, porque se hei-de procurar roubar-te a honra, claro está que te roubo também a vida, porque o homem sem honra é pior que um morto; e, sendo eu o instrumento, como tu queres que o seja, de tamanho mal teu, venho eu a ficar desonrado, e por isso mesmo também sem vida. Escuta, amigo Anselmo, e tem paciência de não me responderes enquanto não acabo de dizer o que me ocorre acerca do que desejavas; não faltará tempo para que tu depois me expliques e eu te ouça.
»-Que me place -dijo Anselmo- di lo que quisieres. — Seja assim — disse Anselmo — podes falar à tua vontade.
»Y Lotario prosiguió diciendo. Lotário prosseguiu:
»-Paréceme, ¡oh Anselmo!, que tienes tú ahora el ingenio como el que siempre tienen los moros, a los cuales no se les puede dar a entender el error de su secta con las acotaciones de la Santa Escritura, ni con razones que consistan en especulación del entendimiento, ni que vayan fundadas en artículos de fe, sino que les han de traer ejemplos palpables, fáciles, intelegibles , demonstrativos, indubitables, con demostraciones matemáticas que no se pueden negar, como cuando dicen "Si de dos partes iguales quitamos partes iguales, las que quedan también son iguales"; y, cuando esto no entiendan de palabra, como, en efeto, no lo entienden, háseles de mostrar con las manos y ponérselo delante de los ojos , y, aun con todo esto, no basta nadie con ellos a persuadirles las verdades de mi sacra religión. Y este mesmo término y modo me convendrá usar contigo, porque el deseo que en ti ha nacido va tan descaminado y tan fuera de todo aquello que tenga sombra de razonable, que me parece que ha de ser tiempo gastado el que ocupare en darte a entender tu simplici dad, que por ahora no le quiero dar otro nombre, y aun estoy por dejarte en tu desatino, en pena de tu mal deseo; mas no me deja usar deste rigor la amistad que te tengo, la cual no consiente que te deje puesto en tan manifiesto peligro de perderte. Y, porque claro lo veas, dime, Anselmo ¿tú no me has dicho que tengo de solicitar a una retirada, persuadir a una honesta, ofrecer a una desinteresada, servir a una prudente? Sí que me lo has dicho. Pues si tú sabes que tienes mujer retirada, honesta, desinteresada y prudente, ¿qué buscas? Y si piensas que de todos mis asaltos ha de salir vencedora, como saldrá sin duda , ¿qué mejores títulos piensas darle después que los que ahora tiene, o qué será más después de lo que es ahora? O es que tú no la tienes por la que dices, o tú no sabes lo que pides. Si no la tienes por lo que dices, ¿para qué quieres probarla, sino, como a mala, hacer della lo que más te viniere en gusto? Mas si es tan buena como crees, impertinente cosa será hacer experiencia de la mesma verdad, pues, después de hecha, se ha de quedar con la estimación que primero tenía. Así que, es razón concluyente que el intentar las cosas de las cuales antes nos puede suceder daño que provecho es de juicios sin discurso y temerarios, y más cuando quieren intentar aquellas a que no son forzados ni compelidos, y que de muy lejos traen descubierto que el intentarlas es manifiesta locura. Las cosas dificultosas se intentan por Dios, o por el mundo, o por entrambos a dos las que se acometen por Dios son las que acometieron los santos, acometiendo a vivir vida de ángeles en cuerpos humanos; las que se acometen por respeto del mun do son las de aquellos que pasan tanta infinidad de agua, tanta diversidad de climas, tanta estrañeza de gentes, por adquirir estos que llaman bienes de fortuna. Y las que se intentan por Dios y por el mundo juntamente son aquellas de los valerosos soldados, que apenas veen en el contrario muro abierto tanto espacio cuanto es el que pudo hacer una redonda bala de artillería, cuando, puesto aparte todo temor, sin hacer discurso ni advertir al manifiesto peligro que les amenaza, llevados en vuelo de las alas del deseo de volver por su fe, por su nación y por su rey, se arrojan intrépidamente por la mitad de mil contrapuestas muertes que los esperan. Estas cosas son las que suelen intentarse, y es honra, gloria y provecho intentarlas, aunque tan llenas de inconvenientes y peligros. Pero la que tú dices que quieres intentar y poner por obra, ni te ha de alcanzar gloria de Dios, bienes de la fortuna, ni fama con los hombres; porque, puesto que salgas con ella como deseas, no has de quedar ni más ufano, ni más rico, ni más honrado que estás ahora; y si no sales, te has de ver en la mayor miseria que imaginarse pueda, porque no te ha de aprovechar pensar entonces que no sabe nadie la desgracia que te ha sucedido, porque bastará para afligirte y deshacerte que la sepas tú mesmo. Y, para confirmación desta verdad, te quiero decir una estancia que hizo el famoso poeta Luis Tansilo , en el fin de su primera parte de Las lágrimas de San Pedro, que dice así. — Estás-me parecendo agora, meu Anselmo, uma espécie de arremedo dos mouros: aos mouros não se pode mostrar o erro da sua seita com as citações da Escritura, nem com razões que assentem em especulação do entendimento, ou se fundem em artigos de fé; não admitem senão exemplos palpáveis, fáceis, inteligíveis, demonstrativos, indubitáveis, como demonstrações matemáticas das que se não podem negar, como quando se diz: “Se de duas partes iguais tiramos partes iguais, as restantes serão também iguais.” E quando nem isto mesmo entendam de palavra, como de feito o não entendem, há-de se lhes mostrar com as mãos, e meter-se-lhes pelos olhos; e assim mesmo ninguém consegue convencê-los das verdades da nossa santa religião. No mesmo aperto me vejo eu contigo, porque esse teu desejo é tão sem caminho, e tão fora de toda a racionalidade que me parece será tempo perdido o que se gastar para te convencer da tua simpleza (que por enquanto lhe não quero dar outro nome); e quase que estou em deixar-te lá com o teu desatino, para castigo do teu mau desejo; mas vale-te a amizade que te professo; ela é que me não consente que te desampare em tão manifesto perigo de perdição. Para bem compreenderes isto, dize-me, Anselmo: não me confessaste que eu tinha de solicitar a uma recatada? persuadir a uma honesta? oferecer a uma desinteressada? cortejar a uma prudente? Disseste-mo, não há dúvida. Pois se tu sabes que tens mulher recatada, honesta e prudente, que mais queres? e se entendes que de todos os meus assaltos há-de sair vencedora, como sem dúvida há-de sair, que melhores títulos esperas dar-lhe, que os que já tem? ou que ficará ela sendo mais do que já é? Ou tu a não tens realmente pela que dizes, ou não sabes o que pedes. Se a não tens pela que dizes, para que é experimentá-la? Supõe que é má, e faze dela o que mais te agradar. Mas se é tão boa como crês, impertinente coisa será fazer experiência da verdade reconhecida, porque depois da experiência há-de ficar tão estimada como dantes era. Regra certíssima: tentativas em coisas de que antes nos pode vir prejuízo que proveito, são de entendimento boto e ânimo temerário, mormente quando para tais tentativas não há necessidade nem obrigação, e logo desde todo o princípio se conhece que se vai tentar uma loucura manifesta. As coisas difíceis empreendem-se por Deus ou pelo mundo, ou por ambos juntos. Por Deus as empreenderam os santos, propondo-se viver como anjos em corpo de homens. As que têm por alvo respeitos do mundo são as daquelas que passam tanta infinidade de águas, tanta diversidade de climas, tanta estranheza de gentes, para adquirir os chamados bens de fortuna. E as que se cometem ao mesmo tempo por Deus e pelo mundo são as dos soldados valorosos, que, apenas divisam no muro inimigo aberta uma pequena ruptura, como a pode fazer uma bala de artilharia, postergam temores, cerram olhos a toda a consideração dos perigos iminentes, voam com o desejo de acudir à sua fé, à sua nação e ao seu Rei, e se arrojam intrépidos por meio de mil contrapostas mortes que os aguardam. Estas coisas, sim, se costumam afrontar, porque é honra, glória e proveito que se afrontem, ainda que cheias de inconvenientes e perigos; e isso com que tu queres arrostar-te, nem te há-de alcançar glória de Deus, nem bens de fortuna, nem fama entre os homens, porque, ainda que saias afinal como desejas, nem por isso hás-de ficar nem mais ufano, nem mais rico, nem mais acrescentado; e, se não sais como estás almejando, cais na maior miséria que imaginar-se pode, porque então nada te aproveitará o pensar que ninguém sabe a desgraça que te sucedeu, porque bastará para te afligir e desfazer-te o sabere-la tu mesmo. Para confirmação desta verdade, quero repetir-te uma estância que fez o famoso poeta Luís Tansilo no fim da primeira parte das Lágrimas de S. Pedro; diz assim:
Crece el dolor y crece la vergüenza
en Pedro, cuando el día se ha mostrado;
y, aunque allí no ve a nadie, se avergüenza
de sí mesmo, por ver que había pecado
que a un magnánimo pecho a haber vergüenza
no sólo ha de moverle el ser mirado;
que de sí se avergüenza cuando yerra,
si bien otro no vee que cielo y tierra .
Cresce em Pedro o pesar, cresce a vergonha,
quando vê que no oriente o dia é nado;
ninguém o vê, mas tem de si vergonha,
pois em si sabe e sente que há pecado.
Não é mister que o mundo se interponha
testemunha de um crime a peito honrado;
ele próprio se acusa, aflige, e aterra,
bem que o vejam somente o céu e a terra.
Así que, no escusarás con el secreto tu dolor; antes, tendrás que llorar contino, si no lágrimas de los ojos, lágrimas de sangre del corazón, como las lloraba aquel simple doctor que nuestro poeta nos cuenta que hizo la prueba del vaso , que, con mejor discurso, se escusó de hacerla el prudente Reinaldos; que, puesto que aquello sea ficción poética, tiene en sí encerrados secretos morales dignos de ser advertidos y entendidos e imitados . Cuanto más que, con lo que ahora pienso decirte, acabarás de venir en conocimiento del grande error que quieres cometer. Dime, Anselmo, si el cielo, o la suerte buena, te hubiera hecho señor y legítimo posesor de un finísimo diamante, de cuya bondad y quilates estuviesen satisfechos cuantos lapidarios le viesen, y que todos a una voz y de común parecer dijesen que llegaba en quilates, bondad y fineza a cuanto se podía estender la naturaleza de tal piedra, y tú mesmo lo creyeses así, sin saber otra cosa en contrario, ¿sería justo que te viniese en deseo de tomar aquel diamante, y ponerle entre un ayunque y un martillo , y allí, a pura fuerza de golpes y brazos, probar si es tan duro y tan fino como dicen? Y más, si lo pusieses por obra ; que, puesto caso que la piedra hiciese resistencia a tan necia prueba, no por eso se le añadiría más valor ni más fama; y si se rompiese, cosa que podría ser, ¿no se perdería todo? Sí, por cierto, dejando a su dueño en estimación de que todos le tengan por simple . Pues haz cuenta, Anselmo amigo, que Camila es fínisimo diamante, así en tu estimación como en la ajena, y que no es razón ponerla en contingencia de que se quiebre, pues, aunque se quede con su entereza, no puede subir a más valor del que ahora tiene; y si faltase y no resistiese, considera desde ahora cuál quedarías sin ella, y con cuánta razón te podrías quejar de ti mesmo, por haber sido causa de su perdición y la tuya. Mira que no hay joya en el mundo que tanto valga como la mujer casta y honrada, y que todo el honor de las mujeres consiste en la opinión buena que dellas se tiene; y, pues la de tu esposa es tal que llega al estremo de bondad que sabes, ¿para qué quieres poner esta verdad en duda? Mira, amigo, que la mujer es animal imperfecto, y que no se le han de poner embarazos donde tropiece y caiga, sino quitárselos y despejalle el camino de cualquier inconveniente, para que sin pesadumbre corra ligera a alcanzar la perfeción que le falta, que consiste en el ser virtuosa . Cuentan los naturales que el arminio es un animalejo que tiene una piel blanquísima, y que cuando quieren cazarle, los cazadores usan deste artificio que, sabiendo las partes por donde suele pasar y acudir, las atajan con lodo, y después, ojeándole, le encaminan hacia aquel lugar, y así como el arminio llega al lodo, se está quedo y se deja prender y cautivar, a trueco de no pasar por el cieno y perder y ensuciar su blancura, que la estima en más que la libertad y la vida. La honesta y casta mujer es arminio, y es más que nieve blanca y limpia la virtud de la honestidad; y el que quisiere que no la pierda, antes la guarde y conserve, ha de usar de otro estilo diferente que con el arminio se tiene, porque no le han de poner delante el cieno de los regalos y servicios de los importunos amantes, porque quizá, y aun sin quizá, no tiene tanta virtud y fuerza natural que pueda por sí mesma atropellar y pasar por aquellos embarazos , y es necesario quitárselos y ponerle delante la limpieza de la virtud y la belleza que encierra en sí la buena fama. Es asimesmo la buena mujer como espejo de cristal luciente y claro; pero está sujeto a empañarse y escurecerse con cualquiera aliento que le toque. Hase de usar con la honesta mujer el estilo que con las reliquias adorarlas y no tocarlas. Hase de guardar y estimar la mujer buena como se guarda y estima un hermoso jardín que está lleno de flores y rosas, cuyo dueño no consiente que nadie le pasee ni manosee; basta que desde lejos, y por entre las verjas de hierro, gocen de su fragrancia y hermosura. Finalmente, quiero decirte unos versos que se me han venido a la memoria, que los oí en una comedia moderna, que me parece que hacen al propósito de lo que vamos tratando. Aconsejaba un prudente viejo a otro, padre de una doncella, que la recogiese, guardase y encerrase, y entre otras razones, le dijo éstas.

Es de vidrio la mujer;
pero no se ha de probar
si se puede o no quebrar,
porque todo podría ser.
Y es más fácil el quebrarse,
y no es cordura ponerse
a peligro de romperse
lo que no puede soldarse.
Y en esta opinión estén
todos, y en razón la fundo
que si hay Dánaes en el mundo,
hay pluvias de oro también.
Portanto de não ser notória a tua dor não te provirá isenção dela; terás, pelo contrário, de chorar continuadamente, senão lágrimas dos olhos, lágrimas de sangue do coração, como as derramava aquele simples doutor, de quem o nosso poeta nos conta que fizera a prova do vaso, à qual se recusou com melhor juízo o prudente Reinaldo; embora seja esta uma fábula poética, encerra todavia segredos morais merecedores de reflexão e imitação. Repara bem no que te vou agora dizer, e acabarás de convencer-te de quão errado é o teu intento. Dize cá, Anselmo, se o céu, ou um favor da fortuna, te houvera feito possessor legítimo de um finíssimo diamante, aprovado por quantos lapidários o vissem, confessando todos à uma que, em fineza, perfeição e quilates, era o mais que a natureza pudera ter feito naquele gênero, e tu mesmo assim o acreditasses por não teres prova alguma do contrário, seria justo que cedesses ao desejo de pegar naquele diamante, metê-lo entre uma bigorna e um malho, e ali, a poder de valentes marteladas, provar se era tão rijo e perfeito como se dizia? Suponhamos agora que, cedendo a esse desejo, o punhas em execução; se por acaso a pedra resistisse a tão néscia experiência, acrescentar-se-lhe-ia por isso a valia ou a fama? e, se se quebrasse, como poderia acontecer, não se perdia tudo? Perdia-se por certo, ficando o dono com a fama de orate no conceito de toda a gente. Amigo Anselmo, supõe que a tua Camila é aquele diamante, assim no teu conceito como no dos outros; será de bom juízo pô-la em contingência de se quebrar, visto que a permanecer na sua inteireza não pode subir a maior apreço do que já tem? e, se não resistisse, e, finalmente, falhasse, considera, enquanto é tempo, o que ela ficaria sendo, e com quanta razão te poderias queixar de ti mesmo, por teres sido o causador voluntário da sua perdição e mais da tua. Olha que não há jóia no mundo, que em valia se compare com a mulher casta e honrada, e que toda a honra das mulheres consiste na boa opinião em que são tidas. Já que a tua esposa é tal, que chega ao extremo de bondade que sabes, para que hás-de tu pôr esta verdade em dúvida? Olha, amigo, que a mulher é animal imperfeito, e não se lhe devem pôr diante obstáculos em que tropece e caia; pelo contrário devem-se-lhe tirar todos, e desempachar-lhe o caminho inteiramente, para que, isenta de pesares, corra até ao fim o seu caminho da perfeição. Contam os naturalistas que o arminho é um animalzinho de pêlo alvíssimo e que os caçadores, em querendo tomá-lo, usam do seguinte artifício: inteirados dos sítios por onde os arminhos costumam passar e aparecer, atascam-nos de lodo, depois acossam-nos naquela mesma direção; o animalzinho, tanto que percebe o lodo, estaca, e se deixa apanhar só pelo medo e horror de se enxovalhar, porque a liberdade e a vida valem para ele menos que a sua nativa candidez. A mulher honesta e casta é arminho, e é mais pura que a branca neve. Quem deseja que ela não perca a limpeza da castidade. mas a guarde e conserve até ao fim, há-de usar de outro estilo diverso do que se pratica na caçada dos arminhos; não se lhe hão-de pôr diante os lodos dos presentes, e serviços dos namorados importunos, porque talvez (ou mesmo sem talvez) não terá tanta virtude e força natural, que possa desajudada atropelar e transpor a salvo semelhantes tentações; o que é necessário é limpar-lhe o caminho, e pôr-lhe diante dos olhos o imaculado da virtude e o resplendor da boa fama. A mulher boa é na verdade como espelho de resplandecente cristal, que, ainda que puro, está sujeito a empanar-se e ficar turvo com o mais leve bafo. Com a mulher honesta há-de se ter o melindre que se tem com as relíquias, adorá-las sem lhes tocar; há-de se guardar e estimar a mulher boa, como se guarda e estima um formoso jardim, que está cheio de rosas e outras flores; o dono não consente que ninguém por ali passeie nem colha; basta que de longe, e por entre as gradarias, lhe gozem da fragrância e lindeza. Finalmente, quero repetir-te uns versos, que me estão lembrando, de uma comédia moderna que ouvi, e que me parecem frisar com estas verdades que te encareço. Estava um prudente ancião recomendando a outro, pai de uma donzela, que a recolhesse, que a guardasse, e que a encerrasse, e entre outras coisas disse-lhe isto:

É como o vidro a mulher;
mas não é mister provar
se se pode ou não quebrar,
porque tudo pode ser.
E é mais fácil o quebrar-se;
loucura é logo arriscar
a que se possa quebrar
o que não pode soldar-se.
Fiquem nisto, e ficam bem,
pois nisto o conselho fundo:
que se há Danais neste mundo,
há chuvas de ouro também.
Cuanto hasta aquí te he dicho, ¡oh Anselmo!, ha sido por lo que a ti te toca; y ahora es bien que se oiga algo de lo que a mí me conviene; y si fuere largo, perdóname, que todo lo requiere el laberinto donde te has entrado y de donde quieres que yo te saque. Tú me tienes por amigo y quieres quitarme la honra, cosa que es contra toda amistad; y aun no sólo pretendes esto, sino que procuras que yo te la quite a ti. Que me la quieres quitar a mí está claro, pues, cuando Camila vea que yo la solicito, como me pides, cierto está que me ha de tener por hombre sin honra y mal mirado, pues intento y hago una cosa tan fuera de aquello que el ser quien soy y tu amistad me obliga. De que quieres que te la quite a ti no hay duda, porque, viendo Camila que yo la solicito, ha de pensar que yo he visto en ella alguna liviandad que me dio atrevimiento a descubrirle mi mal deseo; y, teniéndose por deshonrada, te toca a ti, como a cosa suya, su mesma deshonra. Y de aquí nace lo que comúnmente se platica que el marido de la mujer adúltera, puesto que él no lo sepa ni haya dado ocasión para que su mujer no sea la que debe, ni haya sido en su mano, ni en su descuido y poco recato estorbar su desgracia , con todo, le llaman y le nombran con nombre de vituperio y bajo; y en cierta manera le miran, los que la maldad de su mujer saben, con ojos de menosprecio, en cambio de mirarle con los de lástima, viendo que no por su culpa, sino por el gusto de su mala compañera, está en aquella desventura. Pero quiérote decir la causa por que con justa razón es deshonrado el marido de la mujer mala, aunque él no sepa que lo es, ni tenga culpa, ni haya sido parte, ni dado ocasión, para que ella lo sea. Y no te canses de oírme, que todo ha de redundar en tu provecho. Cuando Dios crió a nuestro primero padre en el Paraíso terrenal, dice la Divina Escritura que infundió Dios sueño en Adán, y que, estando durmiendo, le sacó una costilla del lado siniestro , de la cual formó a nuestra madre Eva; y, así como Adán despertó y la miró, dijo ′′Ésta es carne de mi carne y hueso de mis huesos′′ . Y Dios dijo ′′Por ésta dejará el hombre a su padre y madre, y serán dos en una carne misma′′. Y entonces fue instituido el divino sacramento del matrimonio, con tales lazos que sola la muerte puede desatarlos. Y tiene tanta fuerza y virtud este milagroso sacramento, que hace que dos diferentes personas sean una mesma carne; y aún hace más en los buenos casados, que, aunque tienen dos almas, no tienen más de una voluntad. Y de aquí viene que, como la carne de la esposa sea una mesma con la del esposo, las manchas que en ella caen, o los defectos que se procura , redundan en la carne del marido, aunque él no haya dado, como queda dicho, ocasión para aquel daño. Porque, así como el dolor del pie o de cualquier miembro del cuerpo humano le siente todo el cuerpo, por ser todo de una carne mesma, y la cabeza siente el daño del tobillo, sin que ella se le haya causado, así el marido es participante de la deshonra de la mujer, por ser una mesma cosa con ella . Y como las honras y deshonras del mundo sean todas y nazcan de carne y sangre, y las de la mujer mala sean deste género, es forzoso que al marido le quepa parte dellas , y sea tenido por deshonrado sin que él lo sepa. Mira, pues, ¡oh Anselmo!, al peligro que te pones en querer turbar el sosiego en que tu buena esposa vive. Mira por cuán vana e impertinente curiosidad quieres revolver los humores que ahora están sosegados en el pecho de tu casta esposa. Advierte que lo que aventuras a ganar es poco, y que lo que perderás será tanto que lo dejaré en su punto, porque me faltan palabras para encarecerlo. Pero si todo cuanto he dicho no basta a moverte de tu mal propósito, bien puedes buscar otro instrumento de tu deshonra y desventura, que yo no pienso serlo, aunque por ello pierda tu amistad, que es la mayor pérdida que imaginar puedo. O que até aqui te levo dito, Anselmo, é só em referência a ti; agora justo é que me ouças também um pouco do que me interessa a mim. Se me achares prolixo, desculpa-me; tudo é preciso no labirinto em que te meteste e donde eu te devo arrancar. Tens-me tu em conta de amigo, e queres tirar-me a honra, coisa essa tão avessa da amizade! e não só pretendes isto, mas até queres que também eu ta roube a ti. Que me queres dela despojar, está claro, pois em Camila vendo que eu a requesto como pedes, certo está que me há-de ter por homem sem honra nem consideração, pois intento e faço uma coisa tão fora daquilo a que me obriga o ser eu quem sou, e a amizade que te voto. De que tu queres constranger-me a tirar-ta eu a ti, também não há dúvida, porque, vendo Camila que eu a solicito, há-de, de si para consigo, entender que alguma leviandade descobri eu nela, que me afoitou a apresentar-lhe os meus ruins desejos; e, tendo-se ela por desonrada, e pertencendo-te ela a ti, contigo fica também a sua desonra. Daqui nasce o que tão geralmente se costuma, isto é, que ao marido da mulher adúltera, posto que ele não sabia que ela o é, nem para tal haja dado ocasião, nem estivesse em seu poder impedir a sua desgraça, contudo o tratam com título ignominioso; e os que sabem ter a mulher caído já o ficam olhando de certa maneira, com os olhos de desprezo, em vez de compaixão, apesar de verem que chegou àquela desventura, não por culpa sua, mas só por gosto da sua depravada companheira. Quero agora dizer-te em que se funda a justa razão de ser desonrado o marido da mulher pecadora, ainda que ele não saiba que ela o é, nem de tal tenha culpa, nem haja sido participante, nem dado ocasião para ela o ser; e não te importunes de me ouvir, que tudo é para teu proveito. Quando Deus criou o nosso primeiro pai no paraíso terreal, diz a divina Escritura que infundiu um sono em Adão, e que, estando este a dormir, lhe tirou uma costela do lado esquerdo, de que formou a nossa mãe Eva; e, assim que Adão acordou e a viu, disse: “Esta é a carne da minha carne; e o osso dos meus ossos”; e Deus disse: “Por esta deixará o homem pai e mãe, e serão dois numa só carne”; e então foi instituído o divino sacramento do matrimônio, com laços tais, que só a morte os pode desatar; e tamanha força e virtude tem este milagroso sacramento, que faz de duas pessoas diferentes uma mesma carne; e ainda faz mais nos bons casados, que, ainda que têm duas almas, não têm mais de uma só vontade. Daqui vem que, sendo a carne da esposa a mesma do esposo, as nódoas que nela caem, ou os defeitos que se procuram, redundam na carne do marido, ainda que ele não haja, como dito fica, dado ocasião para aquele dano; porque, assim como a dor de um pé ou de qualquer membro do corpo humano se sente no corpo todo, por todo ele ser da mesma carne, e a cabeça padece o incômodo do ínfimo dedo do pé, se bem que não foi ela que o causou, assim o marido é participante da desonra da mulher, por ser uma mesma coisa com ela, e como as honras e desonras do mundo sejam todas, e procedam de carne e sangue, e as da má mulher sejam deste gênero, forçoso é que ao marido caiba parte delas, e seja tido por desonrado sem o saber. Repara portanto, Anselmo, no perigo em que te pões, querendo perturbar o sossego em que a tua boa esposa vive; repara por quão vã e impertinente curiosidade queres revolver os humores que tão sossegados estão no peito da tua casta esposa; adverte que o que te aventuras a ganhar é pouco, e o que perderás será tanto, que nem o pondero, por não ter palavras com que o encareça. Se porém tudo que tenho dito ainda não basta para te demover do teu mau projeto, procura outro instrumento para a tua desonra e desgraça; eu não o posso ser embora perdesse por isso a tua amizade, que é o maior prejuízo que posso imaginar.
»Calló, en diciendo esto, el virtuoso y prudente Lotario, y Anselmo quedó tan confuso y pensativo que por un buen espacio no le pudo responder palabra; pero, en fin, le dijo. Dito isto, calou-se o virtuoso e prudente Lotário, deixando Anselmo tão confuso e pensativo, que por um bom espaço não atinou palavra de resposta; ao cabo sempre lhe disse:
»-Con la atención que has visto he escuchado, Lotario amigo, cuanto has querido decirme, y en tus razones, ejemplos y comparaciones he visto la mucha discreción que tienes y el estremo de la verdadera amistad que alcanzas; y ansimesmo veo y confieso que si no sigo tu parecer y me voy tras el mío, voy huyendo del bien y corriendo tras el mal. Prosupuesto esto, has de considerar que yo padezco ahora la enfermedad que suelen tener algunas mujeres, que se les antoja comer tierra, yeso, carbón y otras cosas peores, aun asquerosas para mirarse, cuanto más para comerse; así que, es menester usar de algún artificio para que yo sane, y esto se podía hacer con facilidad, sólo con que comiences, aunque tibia y fingidamente, a solicitar a Camila, la cual no ha de ser tan tierna que a los primeros encuentros dé con su honestidad por tierra; y con solo este principio quedaré contento y tú habrás cumplido con lo que debes a nuestra amistad, no solamente dándome la vida, sino persuadiéndome de no verme sin honra . Y estás obligado a hacer esto por una razón sola; y es que, estando yo, como estoy, determinado de poner en plática esta prueba, no has tú de consentir que yo dé cuenta de mi desatino a otra persona, con que pondría en aventura el honor que tú procuras que no pierda; y, cuando el tuyo no esté en el punto que debe en la intención de Camila en tanto que la solicitares, importa poco o nada, pues con brevedad, viendo en ella la entereza que esperamos, le podrás decir la pura verdad de nuestro artificio, con que volverá tu crédito al ser primero. Y, pues tan poco aventuras y tanto contento me puedes dar aventurándote, no lo dejes de hacer, aunque más inconvenientes se te pongan delante, pues, como ya he dicho, con sólo que comiences daré por concluida la causa. — Bem viste, amigo Lotário, com que atenção te escutei até ao fim; nos teus ditos, exemplos e comparações, reconheci a tua muita discrição, e o extremo a que chega em amizade; e confesso que, se não sigo o teu parecer, e vou atrás do meu, vou fugindo do bem, e correndo em pós o mal. Nisto devo-te parecer como certas achacadas, que apetecem comer terra, caliça, carvão e coisas ainda piores, repugnando à vista, quanto mais ao paladar; é logo necessário usar de algum artifício para que eu sare. Ora isto era fácil, começando tu, embora tibiamente e por fingimento, a cortejar a Camila, porque não há-de ser ela tão tentadiça que logo aos primeiros abalos dê com a honra do avesso. Para me contentar bastará isto; haverás cumprido o que deves à nossa amizade; dás-me a vida, e convences-me de que tenho salva a honra. Para te obrigar basta uma razão; e vem a ser que, estando eu, como estou, determinado a realizar esta experiência, não deves consentir em que eu vá dar conhecimento a outrern do meu desatino; com o que se poria em risco uma honra que tu não queres se aventure. Suponhamos que no juízo de Camila o teu conceito decai enquanto a solicitares; que importa isso!? logo que nela se reconhecer a pureza que esperamos, confessar-lhe-ás toda a verdade da nossa maquinação, e o teu crédito ficará inteiramente saneado. Já vês que, arriscando tão pouco e podendo com isso dar-me tão grande contentamento, deves fazê-lo sem reparar em mais objeções, porque, segundo já te disse, basta que principies, para eu te desobrigar logo de continuar.
»Viendo Lotario la resoluta voluntad de Anselmo, y no sabiendo qué más ejemplos traerle ni qué más razones mostrarle para que no la siguiese, y viendo que le amenazaba que daría a otro cuenta de su mal deseo, por evitar mayor mal, determinó de contentarle y hacer lo que le pedía, con propósito e intención de guiar aquel negocio de modo que, sin alterar los pensamientos de Camila, quedase Anselmo satisfecho; y así, le respondió que no comunicase su pensamiento con otro alguno, que él tomaba a su cargo aquella empresa, la cual comenzaría cuando a él le diese más gusto. Abrazóle Anselmo tierna y amorosamente, y agradecióle su ofrecimiento, como si alguna grande merced le hubiera hecho; y quedaron de acuerdo entre los dos que desde otro día siguiente se comenzase la obra; que él le daría lugar y tiempo como a sus solas pudiese hablar a Camila , y asimesmo le daría dineros y joyas que darla y que ofrecerla . Aconsejóle que le diese músicas, que escribiese versos en su alabanza, y que, cuando él no quisiese tomar trabajo de hacerlos, él mesmo los haría . A todo se ofreció Lotario, bien con diferente intención que Anselmo pensaba. Vendo Lotário a inabalável resolução de Anselmo, e não sabendo já novos exemplos, nem mais razões, com que lhe argumentar, e considerando ainda por cima na ameaça de ir expor a outrem o seu danado desejo, determinou preferir o menor mal, e satisfazer-lhe a vontade, esperando encaminhar as coisas de modo que Anselmo, sem prejuízo dos sentimentos de Camila, ficasse ao cabo satisfeito. Respondeu-lhe, portanto, não se abrisse com mais ninguém, e deixasse por sua conta o negócio todo, e que dariam princípio logo que lhe agradasse. Abraçou-o Anselmo carinhosamente, agradecendo-lhe a condescendência que ele reputava mercê, e das grandes. Assentou-se entre os dois que logo no dia seguinte se instauraria a campanha, dando o marido facilidades e abertas para o amigo poder conversar a sós com a sua Camila, entregando-lhe além disso dinheiros e jóias para dar-lhe e oferecer-lhe. Aconselhou-lhe que lhe levasse músicas, fizesse versos elogiando-a, e que, se o fazê-los lhe aborrecia, ele próprio estava pronto para lhos armar. Lotário esteve por tudo na aparência, mas lá por dentro inabalável.
»Y con este acuerdo se volvieron a casa de Anselmo, donde hallaron a Camila con ansia y cuidado, esperando a su esposo, porque aquel día tardaba en venir más de lo acostumbrado. Com este acordo regressaram a casa de Anselmo, onde acharam Camila a esperar ansiosa e já desassossegada pela tardança do esposo, que nesse dia se demorara mais que de costume.
»Fuese Lotario a su casa, y Anselmo quedó en la suya, tan contento como Lotario fue pensativo, no sabiendo qué traza dar para salir bien de aquel impertinente negocio. Pero aquella noche pensó el modo que tendría para engañar a Anselmo, sin ofender a Camila; y otro día vino a comer con su amigo, y fue bien recebido de Camila, la cual le recebía y regalaba con mucha voluntad, por entender la buena que su esposo le tenía. Foi-se Lotário para sua casa tão pensativo, por não saber como se haveria em tão impertinente negócio, como Anselmo ficava na sua satisfeitíssimo por ver já o seu barquinho na água. Levou o amigo a noite de vela, cismando no modo de enganar a Anselmo sem ofender a Camila. Ao outro dia apareceu ao jantar, e foi bem recebido da consorte, que sempre o acolhia e regalava com a melhor vontade, por saber que outra tanta era a do seu esposo.
»Acabaron de comer, levantaron los manteles y Anselmo dijo a Lotario que se quedase allí con Camila, en tanto que él iba a un negocio forzoso, que dentro de hora y media volvería. Rogóle Camila que no se fuese y Lotario se ofreció a hacerle compañía, más nada aprovechó con Anselmo; antes, importunó a Lotario que se quedase y le aguardase, porque tenía que tratar con él una cosa de mucha importancia. Dijo también a Camila que no dejase solo a Lotario en tanto que él volviese. En efeto, él supo tan bien fingir la necesidad, o necedad, de su ausencia , que nadie pudiera entender que era fingida. Fuese Anselmo, y quedaron solos a la mesa Camila y Lotario, porque la demás gente de casa toda se había ido a comer. Viose Lotario puesto en la estacada que su amigo deseaba y con el enemigo delante, que pudiera vencer con sola su hermosura a un escuadrón de caballeros armados mirad si era razón que le temiera Lotario. Findo o jantar, e levantada a mesa, disse Anselmo a Lotário que ficasse ali com a sua dona da casa, enquanto ele ia tratar de um negócio de muita pressa, de que não poderia voltar em menos de hora e meia. Camila rogou-lhe que se não fosse, e Lotário ofereceu-se para o acompanhar; Anselmo, porém, persistiu em que se deixasse estar, e o esperasse, porque tinham de tratar juntos objeto de importância; e a Camila recomendou que fizesse companhia ao amigo, até ele regressar. Em suma, tão perfeitamente soube representar a necessidade, ou nescidade, de sair, que ninguém adivinharia ser fingida. Ficaram sós à mesa, a inocente mulher e o enleado amigo, porque a mais gente da casa se havia retirado para ir também jantar. Estava Lotário chegado à estacada em que o desejava o amigo, e tendo em frente o inimigo, formosura que só por si pudera vencer a um esquadrão de cavaleiros armados. Vede se Lotário não devia temer.
»Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla y la mano abierta en la mejilla, y, pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él. No quiso Lotario, y allí se quedó dormido hasta que volvió Anselmo, el cual, como halló a Camila en su aposento y a Lotario durmiendo, creyó que, como se había tardado tanto, ya habrían tenido los dos lugar para hablar, y aun para dormir, y no vio la hora en que Lotario despertase, para volverse con él fuera y preguntarle de su ventura. O que ele fez foi pousar o cotovelo no braço da cadeira, com a mão aberta sobre a face; desculpando-se da descortesia, pediu à dama licença para repousar um pouco até que Anselmo voltasse. Respondeu-lhe ela que para descansar melhor ficaria nos coxins do salão, que na cadeira, e lhe rogou que os preferisse. Recusou Lotário o oferecimento, ficou onde estava e adormeceu. Anselmo quando voltou, achando Camila no seu aposento e o comensal pegado no sono, entendeu que, por haver sido a sua demora excessiva, já os dois teriam tido tempo, não só de conversar, mas até de dormir. Já lhe tardava a hora em que o sonolento abrisse os olhos para saírem ambos de casa, e receber dele notícias da sua sorte.
»Todo le sucedió como él quiso Lotario despertó, y luego salieron los dos de casa, y así, le preguntó lo que deseaba, y le respondió Lotario que no le había parecido ser bien que la primera vez se descubriese del todo; y así, no había hecho otra cosa que alabar a Camila de hermosa, diciéndole que en toda la ciudad no se trataba de otra cosa que de su hermosura y discreción, y que éste le había parecido buen principio para entrar ganando la voluntad, y disponiéndola a que otra vez le escuchase con gusto, usando en esto del artificio que el demonio usa cuando quiere engañar a alguno que está puesto en atalaya de mirar por sí que se transforma en ángel de luz, siéndolo él de tinieblas, y, poniéndole delante apariencias buenas, al cabo descubre quién es y sale con su intención, si a los principios no es descubierto su engaño. Todo esto le contentó mucho a Anselmo, y dijo que cada día daría el mesmo lugar, aunque no saliese de casa, porque en ella se ocuparía en cosas que Camila no pudiese venir en conocimiento de su artificio. Correu-lhe tudo como ele queria. Lotário acordou, e logo saíram ambos juntos de casa. Chegados à rua, perguntou alvoroçadamente o curioso o que desejava. Respondeu o outro que não lhe tinha parecido acertado descobrir tudo logo da primeira vez, e que por isso o que só tinha feito fora louvar a Camila de formosa e discreta, por lhe parecer este um bom exórdio para lhe ir ganhando pouco a pouco a vontade, dispondo-a a escutá-lo gostosa para a outra vez, que assim é que usava o demônio, quando queria tentar; alguém muito acautelado: representa-se anjo de luz, sendo-o ele de trevas, põe-lhe diante aparências inocentes, e só por fim é que descobre quem é, e não logra os seus intentos, senão se antes de tempo os não deixou descobrir. Com tudo aquilo ficou Anselmo contentíssimo, e disse que todos os dias lhe proporcionaria iguais azos, mesmo sem sair de casa, porque de portas a dentro se podia entreter em coisas insuspeitas.
»Sucedió, pues, que se pasaron muchos días que, sin decir Lotario palabra a Camila, respondía a Anselmo que la hablaba y jamás podía sacar della una pequeña muestra de venir en ninguna cosa que mala fuese, ni aun dar una señal de sombra de esperanza ; antes, decía que le amenazaba que si de aquel mal pensamiento no se quitaba, que lo había de decir a su esposo. Sucedeu portanto correrem muitos dias que Lotário, sem dizer palavra a Camila, respondia a Anselmo que lhe falava, sem jamais poder alcançar dela uma pequena mostra sequer de que estaria por coisa que fosse má, nem sombra de esperança disso; pelo contrário, ameaçava-o de que, se não se deixasse daqueles ruins pensamentos, faria queixa a seu marido.
»-Bien está -dijo Anselmo-. Hasta aquí ha resistido Camila a las palabras; es menester ver cómo resiste a las obras yo os daré mañana dos mil escudos de oro para que se los ofrezcáis, y aun se los deis, y otros tantos para que compréis joyas con que cebarla; que las mujeres suelen ser aficionadas, y más si son hermosas, por más castas que sean, a esto de traerse bien y andar galanas; y si ella resiste a esta tentación , yo quedaré satisfecho y no os daré más pesadumbre. — Muito bem; até aqui — disse Anselmo — tem resistido às palavras; agora falta ver se também resiste a obras. Hei-de te entregar amanhã dois mil escudos para lhos ofereceres, e até dares; e outros tantos para comprares jóias, que em anzol para as mulheres são ainda melhor isca; todas costumam ser perdidas por louçainhas, principalmente as bonitas, embora castas; regalam-se de se apresentar bem e estadear-se de galas. Se também a isto resistir, dou-me por satisfeito, e não te importuno mais.
»Lotario respondió que ya que había comenzado, que él llevaría hasta el fin aquella empresa, puesto que entendía salir della cansado y vencido. Otro día recibió los cuatro mil escudos, y con ellos cuatro mil confusiones, porque no sabía qué decirse para mentir de nuevo; pero, en efeto, determinó de decirle que Camila estaba tan entera a las dádivas y promesas como a las palabras, y que no había para qué cansarse más, porque todo el tiempo se gastaba en balde. Respondeu Lotário que, uma vez que tinha começado a empresa, desejava levá-la até ao fim, posto já ia vendo que o fim seria ficar exausto de forças, e vencido. No dia seguinte recebeu os quatro mil escudos e outras tantas confusões, por já não poder inventar novas mentiras. Mas com efeito sempre lhe disse que a mulher tão pouco se rendia às dádivas e promessas, como às palavras; que não havia mais que ver nem que lidar; era tudo tempo perdido.
»Pero la suerte, que las cosas guiaba de otra manera, ordenó que, habiendo dejado Anselmo solos a Lotario y a Camila, como otras veces solía, él se encerró en un aposento y por los agujeros de la cerradura estuvo mirando y escuchando lo que los dos trataban, y vio que en más de media hora Lotario no habló palabra a Camila, ni se la hablara si allí estuviera un siglo, y cayó en la cuenta de que cuanto su amigo le había dicho de las respuestas de Camila todo era ficción y mentira. Y, para ver si esto era ansí, salió del aposento, y, llamando a Lotario aparte, le preguntó qué nuevas había y de qué temple estaba Camila. Lotario le respondió que no pensaba más darle puntada en aquel negocio, porque respondía tan áspera y desabridamente, que no tendría ánimo para volver a decirle cosa alguna. Aconteceu porém que, tendo Anselmo deixado sós, como de outras vezes costumava, Camila e Lotário, se encerrou num aposento, e pelo buraco da fechadura esteve espreitando e ouvindo o que entre eles se falava. Notou que por mais de uma hora Lotário nem palavra deu, nem a daria em todo um século que ali estivessem; donde inferiu que tudo quanto o amigo lhe relatara das esquivanças de Camila não passava de mera falsidade. Para maior certeza saiu do quarto, e, chamando Lotário à parte, lhe perguntou que novas havia, e de que humor se ia achando a mulher. — Nessa matéria — respondeu Lotário — já não torno a perder tempo; dá-me sempre umas respostas tão ásperas e sacudidas, que já me não atrevo a dizer-lhe mais nada.
»-¡Ah! -dijo Anselmo-, Lotario, Lotario, y cuán mal correspondes a lo que me debes y a lo mucho que de ti confío! Ahora te he estado mirando por el lugar que concede la entrada desta llave, y he visto que no has dicho palabra a Camila, por donde me doy a entender que aun las primeras le tienes por decir; y si esto es así, como sin duda lo es, ¿para qué me engañas, o por qué quieres quitarme con tu industria los medios que yo podría hallar para conseguir mi deseo. — Lotário, Lotário — disse Anselmo — que mal correspondes ao que me deves, e à confiança que em ti punha! saberás que te estive excogitando por onde se introduz esta chave; nem meia palavra disseste a Camila; do que eu infiro que nem sequer principiaste ainda. Sendo assim, como sem dúvida o é, para que me enganas, e me privas dos meios que eu podia ter para realizar os meus desejos?
»No dijo más Anselmo , pero bastó lo que había dicho para dejar corrido y confuso a Lotario; el cual, casi como tomando por punto de honra el haber sido hallado en mentira, juró a Anselmo que desde aquel momento tomaba tan a su cargo el contentalle y no mentille, cual lo vería si con curiosidad lo espiaba; cuanto más, que no sería menester usar de ninguna diligencia, porque la que él pensaba poner en satisfacelle le quitaría de toda sospecha. Creyóle Anselmo, y para dalle comodidad más segura y menos sobresaltada, determinó de hacer ausencia de su casa por ocho días, yéndose a la de un amigo suyo, que estaba en una aldea, no lejos de la ciudad, con el cual amigo concertó que le enviase a llamar con muchas veras, para tener ocasión con Camila de su partida. Mais não disse; mas bastou isso para deixar a Lotário vexado e confuso, por ter sido apanhado em flagrante mentira; pelo que jurou a Anselmo que daquela hora em diante ia tomar tanto a peito o satisfazer-lhe o empenho, como ele próprio o reconheceria, já que se divertia a espreitá-los; seria necessário empregar grandes diligências para lhe desvanecer de uma vez todas as suspeitas. Fiou-se naquelas palavras Anselmo; e, para o deixar mais à sua vontade, resolveu-se a ausentar-se de casa por oito dias, que iria passar em companhia de outro amigo seu, morador numa aldeia não longe da cidade. Este (por combinação entre os dois) lhe mandou pedir com grande empenho que o fosse visitar; com o que justificada ficava a sua partida aos olhos de Camila.
»¡Desdichado y mal advertido de ti, Anselmo! ¿Qué es lo que haces? ¿Qué es lo que trazas? ¿Qué es lo que ordenas? Mira que haces contra ti mismo, trazando tu deshonra y ordenando tu perdición. Buena es tu esposa Camila, quieta y sosegadamente la posees, nadie sobresalta tu gusto, sus pensamientos no salen de las paredes de su casa, tú eres su cielo en la tierra, el blanco de sus deseos, el cumplimiento de sus gustos y la medida por donde mide su voluntad, ajustándola en todo con la tuya y con la del cielo. Pues si la mina de su honor, hermosura, honestidad y recogimiento te da sin ningún trabajo toda la riqueza que tiene y tú puedes desear, ¿para qué quieres ahondar la tierra y buscar nuevas vetas de nuevo y nunca visto tesoro, poniéndote a peligro que toda venga abajo, pues, en fin, se sustenta sobre los débiles arrimos de su flaca naturaleza? Mira que el que busca lo imposible es justo que lo posible se le niegue, como lo dijo mejor un poeta, diciendo. — Desgraçado e imprudente Anselmo, que é o que fazes? — disse Lotário — que é o que projetas? riscas a tua desonra, traças e ocasionas a tua perdição. Tua esposa é boa; possui-la quieta e sossegadamente; ninguém te dá sobressaltos; os pensamentos dela não saem do secreto de sua casa; és tu o seu céu na terra, o alvo dos seus desejos, a satisfação de todos os seus gostos, e a regra de todas as suas ambições; a ti e ao céu é que ela unicamente almeja com prazer. Se nesta mina de honra, formosura, honestidade e recolhimento, achas sem nenhum trabalho toda a riqueza que mais se pode desejar, por que te desassossegas a cavar a terra mais fundo em busca de novas betas de tesouro novo e nunca visto, pondo-te em perigo de te desabar tudo (porque enfim o tudo afinal só assenta nos esteios da natureza frágil)? A quem busca o impossível justo é que até o possível se lhe negue. Melhor do que eu o disse um poeta nos seguintes versos:
Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido
que, pues lo imposible pido,
lo posible aun no me den.
Procuro na morte a vida;
saúde na enfermidade;
no cárcere, liberdade;
no encerramento, saída;
no traidor fidelidade.
Mas minha sorte, de quem
já não posso esperar bem,
ajustou co′o céu terrível,
que, pois lhe peco o impossível,
nem o possível me dêem.
»Fuese otro día Anselmo a la aldea, dejando dicho a Camila que el tiempo que él estuviese ausente vendría Lotario a mirar por su casa y a comer con ella; que tuviese cuidado de tratalle como a su mesma persona. Afligióse Camila, como mujer discreta y honrada, de la orden que su marido le dejaba, y díjole que advirtiese que no estaba bien que nadie, él ausente, ocupase la silla de su mesa , y que si lo hacía por no tener confianza que ella sabría gobernar su casa, que probase por aquella vez, y vería por experiencia como para mayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó que aquél era su gusto, y que no tenía más que hacer que bajar la cabeza y obedecelle. Camila dijo que ansí lo haría, aunque contra su voluntad. No dia seguinte lá se foi Anselmo para a aldeia, deixando dito a Camila que, durante a sua ausência, viria Lotário olhar por sua casa, e jantar com ela; que tivesse cuidado de o tratar como a ele próprio. Com esta ordem do marido afligiu-se a esposa, como honrada e prudente que era, e lhe pediu refletisse em que durante a sua ausência não parecia bem que pessoa alguma ocupasse o seu lugar; e que, se o fazia por não ter certeza dela saber governar-lhe a casa, experimentasse por aquela vez, e reconheceria que até para mais era a sua capacidade. Anselmo replicou ser aquele o seu gosto, e que a ela só competia abaixar a cabeça e obedecer-lhe. Camila prometeu que assim o faria, mas não por vontade sua.
»Partióse Anselmo, y otro día vino a su casa Lotario, donde fue rescebido de Camila con amoroso y honesto acogimiento; la cual jamás se puso en parte donde Lotario la viese a solas, porque siempre andaba rodeada de sus criados y criadas, especialmente de una doncella suya, llamada Leonela, a quien ella mucho quería, por haberse criado desde niñas las dos juntas en casa de los padres de Camila, y cuando se casó con Anselmo la trujo consigo. Partiu Anselmo. No outro dia veio a casa Lotário; foi recebido pela dama com amabilidade e todo o comedimento; nunca ela se pôs em parte em que se pudesse ver com o hóspede; andava sempre rodeada de seus criados e criadas, especialmente de uma aia sua chamada Leonela, a quem muito queria, por se terem criado ambas juntas desde meninas na casa paterna, donde a trouxe consigo quando se casou.
»En los tres días primeros nunca Lotario le dijo nada, aunque pudiera, cuando se levantaban los manteles y la gente se iba a comer con mucha priesa, porque así se lo tenía mandado Camila. Y aun tenía orden Leonela que comiese primero que Camila, y que de su lado jamás se quitase; mas ella, que en otras cosas de su gusto tenía puesto el pensamiento y había menester aquellas horas y aquel lugar para ocuparle en sus contentos, no cumplía todas veces el mandamiento de su señora; antes, los dejaba solos, como si aquello le hubieran mandado. Mas la honesta presencia de Camila, la gravedad de su rostro, la compostura de su persona era tanta, que ponía freno a la lengua de Lotario. Nos três primeiros dias nunca Lotário disse nada, ainda que bem o podia quando se levantava a mesa, e os servos se iam todos à pressa para jantar, porque assim lho tinha a ama determinado; à sua Leonela recomendava que jantasse primeiro que os senhores, e nunca lhe saísse de ao pé dela. Leonela, porém, que trazia o pensamento em coisas mais do seu gosto, e necessitava daquelas horas para os seus recreios, nem sempre executava à letra a recomendação, antes muitas vezes deixava sós os dois como se as suas instruções fossem essas precisamente. Não obstante estes azos todos, o portamento honesto de Camila, a compostura do seu semblante eram tais, que Lotário emudecia.
»Pero el provecho que las muchas virtudes de Camila hicieron, poniendo silencio en la lengua de Lotario, redundó más en daño de los dos, porque si la lengua callaba, el pensamiento discurría y tenía lugar de contemplar, parte por parte, todos los estremos de bondad y de hermosura que Camila tenía, bastantes a enamorar una estatua de mármol, no que un corazón de carne. Mas se as virtudes de Camila tolhiam a voz do comensal, por outra parte mais perigosas por isso mesmo se tornavam para eles ambos; calavam, sim, a língua; mas o pensamento lá ia por dentro discorrendo e contemplando um por um todos os extremos de bondade e formosura da vigiada. Sentir-se-ia ali enamorado um colosso de mármore; quanto mais um coração de carne!
»Mirábala Lotario en el lugar y espacio que había de hablarla, y consideraba cuán digna era de ser amada; y esta consideración comenzó poco a poco a dar asaltos a los respectos que a Anselmo tenía, y mil veces quiso ausentarse de la ciudad y irse donde jamás Anselmo le viese a él, ni él viese a Camila; mas ya le hacía impedimento y detenía el gusto que hallaba en mirarla. Hacíase fuerza y peleaba consigo mismo por desechar y no sentir el contento que le llevaba a mirar a Camila. Culpábase a solas de su desatino, llamábase mal amigo y aun mal cristiano; hacía discursos y comparaciones entre él y Anselmo, y todos paraban en decir que más había sido la locura y confianza de Anselmo que su poca fidelidad , y que si así tuviera disculpa para con Dios como para con los hombres de lo que pensaba hacer, que no temiera pena por su culpa. O tempo em que lhe podia falar, empregava-o em olhar para ela, e reconhecia quanto era credora de mil amores. A continuação destas mudas contemplações começou pouco a pouco a enfraquecer os respeitos do amigo para com o ausente; esteve muitas vezes para sair da cidade, e ir-se para onde nunca mais Anselmo o visse a ele, nem ele a Camila; já porém o prendia o próprio deleite que sentia só em vê-la. Forcejava e teimava consigo mesmo para atenuar e extinguir de todo o encanto de olhar para Camila; culpava-se em consciência de tamanho desatino, chamando-se mau amigo e até mau cristão. Se com Anselmo se comparava, o final era sempre dizer que maior fora a loucura e confiança de Anselmo, do que era a deslealdade dele próprio; e tão boa desculpa tivesse ele para Deus como a havia de ter para com os homens.
»En efecto, la hermosura y la bondad de Camila, juntamente con la ocasión que el ignorante marido le había puesto en las manos, dieron con la lealtad de Lotario en tierra. Y, sin mirar a otra cosa que aquella a que su gusto le inclinaba, al cabo de tres días de la ausencia de Anselmo, en los cuales estuvo en continua batalla por resistir a sus deseos, comenzó a requebrar a Camila, con tanta turbación y con tan amorosas razones que Camila quedó suspensa, y no hizo otra cosa que levantarse de donde estaba y entrarse a su aposento, sin respondelle palabra alguna. Mas no por esta sequedad se desmayó en Lotario la esperanza, que siempre nace juntamente con el amor; antes, tuvo en más a Camila. La cual, habiendo visto en Lotario lo que jamás pensara, no sabía qué hacerse. Y, pareciéndole no ser cosa segura ni bien hecha darle ocasión ni lugar a que otra vez la hablase, determinó de enviar aquella mesma noche, como lo hizo, a un criado suyo con un billete a Anselmo, donde le escribió estas razones .De feito a lindeza e bondade de Camila, ajudadas das facilidades que o ignorante marido lhe facultava, deram com a lealdade de Lotário em terra, e sem já se lembrar de mais coisa alguma senão do seu gosto, depois de três dias de ausência de Anselmo, nos quais esteve em guerra aberta contra os próprios desejos, começou de requebrar a dama, mas tão perturbado e com uns dizeres tão apaixonados, que a deixou suspensa e tão sobressaltada, que não fez outra coisa senão levantar-se e recolher-se ao quarto sem uma única palavra de resposta. Com este desabrimento não esmoreceu em Lotário a esperança, irmã gêmea e sempre companheira do amor; a fugitiva tornou-se ainda mais adorada. Ela, porém, por ter descoberto o que nunca esperava, não sabia que fizesse; entendendo não ser prudente nem bem feito dar ocasião a renovar-se o atrevimento, determinou enviar naquela mesma noite um criado seu com um bilhete a Anselmo, e assim o fez. O bilhete dizia o seguinte:






I. Capítulo XXXIV. Donde se prosigue la novela del Curioso impertinente


Capítulo XXXIV — Em que se prossegue a novela do curioso impertinente.


»Así como suele decirse que parece mal el ejército sin su general y el castillo sin su castellano, digo yo que parece muy peor la mujer casada y moza sin su marido, cuando justísimas ocasiones no lo impiden. Yo me hallo tan mal sin vos, y tan imposibilitada de no poder sufrir esta ausencia , que si presto no venís, me habré de ir a entretener en casa de mis padres, aunque deje sin guarda la vuestra; porque la que me dejastes, si es que quedó con tal título, creo que mira más por su gusto que por lo que a vos os toca ; y, pues sois discreto, no tengo más que deciros, ni aun es bien que más os diga. “Tem-se por dizer que nem exército sem general, nem castelo sem castelão; e eu digo que ainda há coisa pior que essas duas; e é: mulher casada e moça sem o seu marido ao pé, salvo havendo para isso justíssimas razões. Acho-me tão mal sem vós, e tão fraca para resistir a esta ausência, que, se não vindes depressa, ir-vos-ei esperar em casa de meus pais, ainda que deixe esta vossa sem guarda. A que vós me deixastes, se é que ficou com tal título, creio que olha mais pelos seus gostos, que pelos vossos interesses. Como sois discreto, não tenho mais que vos dizer, nem devo.”
»Esta carta recibió Anselmo, y entendió por ella que Lotario había ya comenzado la empresa, y que Camila debía de haber respondido como él deseaba; y, alegre sobremanera de tales nuevas, respondió a Camila, de palabra, que no hiciese mudamiento de su casa en modo ninguno, porque él volvería con mucha brevedad. Admirada quedó Camila de la respuesta de Anselmo, que la puso en más confusión que primero, porque ni se atrevía a estar en su casa, ni menos irse a la de sus padres; porque en la quedada corría peligro su honestidad, y en la ida iba contra el mandamiento de su esposo. Por esta carta entendeu Anselmo que Lotário tinha já começado as operações, e Camila se houvera à medida dos seus desejos. Sobremodo alegre de tal mensagem, mandou a Camila resposta de palavra, que de modo nenhum saísse de casa, porque ele com muita brevidade tornaria. Admirou-se Camila com tal resposta, e ficou à vista dela ainda mais confusa do que já estava. Não se atrevia a permanecer em sua casa, nem a ir-se para a de seus pais. Ficando, arriscava a sua honestidade; indo-se, desobedecia ao consorte.
»En fin, se resolvió en lo que le estuvo peor , que fue en el quedarse, con determinación de no huir la presencia de Lotario, por no dar que decir a sus criados; y ya le pesaba de haber escrito lo que escribió a su esposo, temerosa de que no pensase que Lotario había visto en ella alguna desenvoltura que le hubiese movido a no guardalle el decoro que debía. Pero, fiada en su bondad, se fió en Dios y en su buen pensamiento , con que pensaba resistir callando a todo aquello que Lotario decirle quisiese, sin dar más cuenta a su marido, por no ponerle en alguna pendencia y trabajo. Y aun andaba buscando manera como disculpar a Lotario con Anselmo, cuando le preguntase la ocasión que le había movido a escribirle aquel papel. Con estos pensamientos, más honrados que acertados ni provechosos, estuvo otro día escuchando a Lotario, el cual cargó la mano de manera que comenzó a titubear la firmeza de Camila, y su honestidad tuvo harto que hacer en acudir a los ojos, para que no diesen muestra de alguna amorosa compasión que las lágrimas y las razones de Lotario en su pecho habían despertado. Todo esto notaba Lotario, y todo le encendía. Afinal resolveu o pior, que foi ficar, sem evitar a presença de Lotário, para não dar suspeitas à criadagem; arrependia-se de ter escrito daquele modo ao esposo, receando dar-lhe idéias de que Lotário teria visto nela alguma desenvoltura, que o animasse a faltar-lhe ao respeito. Enfim, fiada na bondade própria, entregou-se nas mãos de Deus, firme em resistir com o silêncio a quantas declarações e instâncias lhe pudessem sobrevir; e, calando tudo ao marido, para o forrar a alguns trabalhos, já andava até procurando maneira com que desculpar Lotário perante Anselmo, quando este lhe pedisse a explicação do bilhete. Com estas idéias mais honradas que acertadas ou proveitosas, esteve no outro dia escutando a Lotário, o qual tanto carregou a mão nas instâncias, que a firmeza de Camila principiou a titubear, e bastante teve a sua honestidade que fazer para proibir aos olhos alguns sinais de amorosa compaixão que no peito lhe haviam despertado as lágrimas e súplicas do seu idólatra. Tudo aquilo ia ele notando, e abrasando-se cada vez mais.
»Finalmente, a él le pareció que era menester, en el espacio y lugar que daba la ausencia de Anselmo, apretar el cerco a aquella fortaleza. Y así, acometió a su presunción con las alabanzas de su hermosura, porque no hay cosa que más presto rinda y allane las encastilladas torres de la vanidad de las hermosas que la mesma vanidad, puesta en las lenguas de la adulación . En efecto, él, con toda diligencia, minó la roca de su entereza, con tales pertrechos que, aunque Camila fuera toda de bronce, viniera al suelo. Lloró, rogó, ofreció, aduló, porfió, y fingió Lotario con tantos sentimientos, con muestras de tantas veras, que dio al través con el recato de Camila y vino a triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba . Afinal pareceu-lhe que era mister apertar o combate à fortaleza, aproveitando o tempo que o marido para isso lhe deixava. Acometeu-a pela presunção, exaltando-lhe a formosura (não há coisa que mais depressa arrase as torres da vaidade das formosas, que a adulação); e para abreviarmos: com tanta habilidade soube minar aquela virtude, que, de bronze que a dama fora, não tivera remédio senão cair. Chorou, rogou, ofereceu, adulou, porfiou e fingiu, com tantos afetos, e tantas mostras de paixão, que lá se foi o recato de Camila; logrou-se o mais suspirado e mais inesperado triunfo.
»Rindióse Camila, Camila se rindió; pero, ¿qué mucho, si la amistad de Lotario no quedó en pie? Ejemplo claro que nos muestra que sólo se vence la pasión amorosa con huilla, y que nadie se ha de poner a brazos con tan poderoso enemigo, porque es menester fuerzas divinas para vencer las suyas humanas. Sólo supo Leonela la flaqueza de su señora, porque no se la pudieron encubrir los dos malos amigos y nuevos amantes. No quiso Lotario decir a Camila la pretensión de Anselmo, ni que él le había dado lugar para llegar a aquel punto, porque no tuviese en menos su amor y pensase que así, acaso y sin pensar, y no de propósito, la había solicitado. Rendeu-se Camila; sim, Camila rendeu-se. Mas que admira, se a amizade de Lotário já também se tinha rendido? claro exemplo de que para se vencer a paixão amorosa não há outro remédio senão fugir-lhe, e que ninguém se deve tomar a braços com tão possante inimigo, porque só com forças divinas se venceriam as suas, com serem humanas. Só Leonela soube a fraqueza de Camila; e como lha haviam de encobrir os dois namorados e desleais na amizade? Não quis Lotário confessar a Camila qual fora o projeto de Anselmo, nem que fora ele mesmo quem lhe abrira passo para chegar àquele ponto, porque não queria que ela tivesse em menos apreço o seu amor, e imaginasse que sem premeditação, e só por uma fatalidade do acaso a havia perseguido.
»Volvió de allí a pocos días Anselmo a su casa, y no echó de ver lo que faltaba en ella, que era lo que en menos tenía y más estimaba . Fuese luego a ver a Lotario, y hallóle en su casa; abrazáronse los dos, y el uno preguntó por las nuevas de su vida o de su muerte. Regressou Anselmo passados poucos dias, e não pôde perceber o que naquela casa faltava, que era de tudo o que ele mais estimava. Foi-se logo a visitar Lotário, encontrou-o, abraçaram-se e pediu-lhe novas da sua vida ou morte.
»-Las nuevas que te podré dar, ¡oh amigo Anselmo! -dijo Lotario-, son de que tienes una mujer que dignamente puede ser ejemplo y corona de todas las mujeres buenas. Las palabras que le he dicho se las ha llevado el aire, los ofrecimientos se han tenido en poco, las dádivas no se han admitido, de algunas lágri mas fingidas mías se ha hecho burla notable. En resolución, así como Camila es cifra de toda belleza, es archivo donde asiste la honestidad y vive el comedimiento y el recato, y todas las virtudes que pueden hacer loable y bien afortunada a una honrada mujer. Vuelve a tomar tus dineros, amigo, que aquí los tengo, sin haber tenido necesidad de tocar a ellos; que la entereza de Camila no se rinde a cosas tan bajas como son dádivas ni promesas. Conténtate, Anselmo, y no quieras hacer más pruebas de las hechas; y, pues a pie enjuto has pasado el mar de las dificultades y sospechas que de las mujeres suelen y pueden tenerse, no quieras entrar de nuevo en el profundo piélago de nuevos inconvenientes, ni quieras hacer experiencia con otro piloto de la bondad y fortaleza del navío que el cielo te dio en suerte para que en él pasases la mar deste mundo, sino haz cuenta que estás ya en seguro puerto, y aférrate con las áncoras de la buena consideración, y déjate estar hasta que te vengan a pedir la deuda que no hay hidalguía humana que de pagarla se escuse . — As novas que te posso dar, amigo Anselmo — disse Lotário — são que tens uma mulher exemplar, o non plus ultra das honradas. As palavras que lhe disse levou-as o vento; os oferecimentos desprezaram-se; os presentes enjeitaram-se; e de algumas lágrimas que fingi fez-se zombaria despropositada. Em suma: assim como é o símbolo de todas as graças, é o santuário da honestidade, do comedimento, do recato e de todas as virtudes feminis. Retoma os teus dinheiros, amigo, eles aqui estão; não me foi necessário tocar-lhes; Camila não se rende a coisas tão baixas. Alegra-te, Anselmo, e deixa-te de mais experiências; uma vez que passaste a pé enxuto o mar das suspeitas que se podem e devem ter a respeito das mulheres, não tornes lá nem tomes outro piloto para confirmar a bondade e fortaleza do navio que o céu te deu para atravessares as ondas deste mundo; faze de conta que já estás em porto seguro, deita a âncora, e deixa-te ficar até que te venham obrigar pela dúvida que a ninguém se perdoa.
»Contentísimo quedó Anselmo de las razones de Lotario, y así se las creyó como si fueran dichas por algún oráculo. Pero, con todo eso, le rogó que no dejase la empresa, aunque no fuese más de por curiosidad y entretenimiento, aunque no se aprovechase de allí adelante de tan ahincadas diligencias como hasta entonces; y que sólo quería que le escribiese algunos versos en su alabanza, debajo del nombre de Clori, porque él le daría a entender a Camila que andaba enamorado de una dama, a quien le había puesto aquel nombre por poder celebrarla con el deco ro que a su honestidad se le debía; y que, cuando Lotario no quisiera tomar trabajo de escribir los versos, que él los haría. Certíssimo ficou Anselmo com estas ponderações de Lotário; creu delas como se de um oráculo lhe viessem; contudo sempre o exortou a prosseguir na empresa, ainda que não fosse senão por curiosidade e passatempo, embora as diligências daí avante fossem menos afincadas; o que só lhe exigia é que fizesse alguns versos em louvor dela com o nome de Clóris, que ele tomava a si o persuadir a Camila andar ele enamorado de certa dama, a quem disfarçara assim o verdadeiro nome, para não faltar ao respeito que à sua honestidade se devia, e que, se não queria tomar a si esse trabalho de fazer os versos, ele Anselmo os escreveria por ele.
»-No será menester eso -dijo Lotario-, pues no me son tan enemigas las musas que algunos ratos del año no me visiten. Dile tú a Camila lo que has dicho del fingimiento de mis amores, que los versos yo los haré; si no tan buenos como el subjeto merece, serán, por lo menos, los mejores que yo pudiere. — Não é preciso — disse Lotário — não me são as musas tão inimigas, que algumas vezes por ano me não visitem. Dize tu a Camila o mesmo que lhe disseste dos meus amores fingidos; que os versos eu os farei; não serão dignos do objeto, mas hão-de ser os melhores que eu puder.
»Quedaron deste acuerdo el impertinente y el traidor amigo; y, vuelto Anselmo a su casa, preguntó a Camila lo que ella ya se maravillaba que no se lo hubiese preguntado que fue que le dijese la ocasión por que le había escrito el papel que le envió. Camila le respondió que le había parecido que Lotario la miraba un poco más desenvueltamente que cuando él estaba en casa; pero que ya estaba desengañada y creía que había sido imaginación suya, porque ya Lotario huía de vella y de estar con ella a solas. Díjole Anselmo que bien podía estar segura de aquella sospecha, porque él sabía que Lotario andaba enamorado de una doncella principal de la ciudad, a quien él celebraba debajo del nombre de Clori, y que, aunque no lo estuviera, no había que temer de la verdad de Lotario y de la mucha amistad de entrambos. Y, a no estar avisada Camila de Lotario de que eran fingidos aquellos amores de Clori, y que él se lo había dicho a Anselmo por poder ocuparse algunos ratos en las mismas alabanzas de Camila, ella, sin duda, cayera en la desesperada red de los celos; mas, por estar ya advertida, pasó aquel sobresalto sin pesadumbre. Assim ficaram conchavados o impertinente e o traidor. Entrando em casa, perguntou Anselmo a sua mulher (o que ela se admirava de ele lhe não ter ainda perguntado) o motivo por que lhe tinha mandado o escrito. Respondeu-lhe ela que se lhe havia figurado que Lotário encarava nela um tanto mais descomedidamente que dantes, enquanto ele estava em casa, mas que ao presente já estava certa de que não fora senão cisma sua porque Lotário fugia de vê-la e achar-se com ela a sós. Respondeu-lhe Anselmo que lá por essa parte podia estar descansada, porque ele sabia que Lotário andava doido por uma donzela das principais da cidade, a quem celebrava debaixo do nome de Clóris, e, ainda que o não soubera, nada havia que recear da verdade de Lotário e da muita amizade que os unia. Se Camila não soubera de Lotário mesmo serem imaginários aqueles amores de Clóris, e de propósito inventados por ele para poder a seu salvo empregar alguns momentos vagos nos louvores de Camila, sem dúvida estaria caída na desesperada rede dos ciúmes; mas, por andar já advertida, livrou-se da estranheza do sobressalto.
»Otro día, estando los tres sobre mesa, rogó Anselmo a Lotario dijese alguna co sa de las que había compuesto a su amada Clori; que, pues Camila no la conocía, seguramente podía decir lo que quisiese. Outro dia, achando-se os três à sobremesa, rogou Anselmo a Lotário que recitasse alguma coisa das que tinha composto à sua dileta Clóris, que sendo, como era, desconhecida de Camila, podia afoitamente falar dela quanto quisesse.
»-Aunque la conociera -respondió Lotario-, no encubriera yo nada, porque cuando algún amante loa a su dama de hermosa y la nota de cruel, ningún oprobrio hace a su buen crédito. Pero, sea lo que fuere, lo que sé decir, que ayer hice un soneto a la ingratitud desta Clori, que dice ansí. — Embora a conhecesse — respondeu Lotário — por que havia eu de encobrir nada? Quando um amante louva a sua dama de formosa, e ao mesmo tempo a censura de cruel, nem por sombras a desdoura. Como quer que seja, o que sei dizer é que ainda ontem fiz um soneto à ingratidão desta Clóris, o qual diz assim:
Soneto
En el silencio de la noche, cuando
ocupa el dulce sueño a los mortales,
la pobre cuenta de mis ricos males
estoy al cielo y a mi Clori dando.
Y, al tiempo cuando el sol se va mostrando
por las rosadas puertas orientales,
con suspiros y acentos desiguales,
voy la antigua querella renovando.
Y cuando el sol, de su estrellado asiento,
derechos rayos a la tierra envía,
el llanto crece y doblo los gemidos.
Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento,
y siempre hallo, en mi mortal porfía,
al cielo, sordo; a Clori, sin oídos.
SONETO
Da umbrosa noite no silêncio, quando
meigo sono refaz os mais viventes,
só eu vou meus martírios inclementes
aos céus e à minha Clóris numerando.
Quando o dia os seus raios vem mostrando
dentre as rosas d′aurora auri-esplendentes
com suspiros e lástimas ferventes
vou as teimosas queixas renovando.
Se doura o sol a prumo o térreo assento,
não me dissipa as trevas da agonia;
dobra-me o pranto, aumenta-me os gemidos.
Volve a noite, e eu com ela ao meu lamento.
Ai! que sorte! implorar de noite e dia,
ao céu piedade, e à minha ingrata ouvidos.
»Bien le pareció el soneto a Camila, pero mejor a Anselmo, pues le alabó, y dijo que era demasiadamente cruel la dama que a tan claras verdades no correspondía. A lo que dijo Camila. Pareceu bem a Camila o soneto, e a Anselmo ainda melhor. Este louvou-o, e disse que passava de cruel a dama que a tão claras verdades não correspondia.
»-Luego, ¿todo aquello que los poetas enamorados dicen es verdad. — Então — disse Camila — tudo que sai da boca a poetas namorados se há-de logo ter por verdade?
»-En cuanto poetas, no la dicen -respondió Lotario-; mas, en cuanto enamorados, siempre quedan tan cortos como verdaderos. — Como poetas não a dizem — respondeu Lotário — mas como namorados, nunca a chegam a dizer inteira.
»-No hay duda deso -replicó Anselmo, todo por apoyar y acreditar los pensamientos de Lotario con Camila, tan descuidada del artificio de Anselmo como ya enamorada de Lotario. — Nisso não há dúvida — replicou Anselmo, tudo para mais acreditar os pensamentos de Lotário no conceito de Camila, tão desprecatada do artifício de Anselmo, como já apaixonada por Lotário,
»Y así, con el gusto que de sus cosas tenía, y más, teniendo por entendido que sus deseos y escritos a ella se encaminaban, y que ella era la verdadera Clori, le rogó que si otro soneto o otros versos sabía, los dijese. e assim com o gosto do próspero andamento que as suas coisas lhe estavam dando, e por saber que os desejos e escritos do poeta a ela unicamente se referiam, por ser ela a verdadeira Clóris, lhe pediu que, se tinha mais algum soneto ou outros versos, os dissesse.
»-Sí sé -respondió Lotario-, pero no creo que es tan bueno como el primero, o, por mejor decir, menos malo. Y podréislo bien juzgar, pues es éste. — Tenho outro soneto, mas parece-me inferior ao primeiro; estais a tempo de os comparar; é o seguinte:
div5>Soneto

Yo sé que muero; y si no soy creído,
es más cierto el morir, como es más cierto
verme a tus pies, ¡oh bella ingrata!, muerto,
antes que de adorarte arrepentido .
Podré yo verme en la región de olvido,
de vida y gloria y de favor desierto,
y allí verse podrá en mi pecho abierto
cómo tu hermoso rostro está esculpido.
Que esta reliquia guardo para el duro
trance que me amenaza mi porfía,
que en tu mismo rigor se fortalece.
¡Ay de aquel que navega, el cielo escuro,
por mar no usado y peligrosa vía,
adonde norte o puerto no se ofrece!


»También alabó este segundo soneto Anselmo, como había hecho el primero, y desta manera iba añadiendo eslabón a eslabón a la cadena con que se enlazaba y trababa su deshonra, pues cuando más Lotario le deshonraba, entonces le decía que estaba más honrado; y, con esto, todos los escalones que Camila bajaba hacia el centro de su menosprecio, los subía, en la opinión de su marido, hacia la cumbre de la virtud y de su buena fama. Louvou Anselmo também este segundo soneto; ia acrescentando, a elo e elo, a cadeia da sua desonra, pois quanto mais lhe crescia a afronta, mais ele se tinha por glorificado. Quantos degraus Camila descia para o ínfimo desprezo, tantos subia na opinião do néscio marido para as eminências da virtude e da boa fama.
»Sucedió en esto que, hallándose una vez, entre otras, sola Camila con su doncella, le dijo. Sucedeu que, achando-se uma vez, como outras muitas, Camila com a sua aia, lhe disse:
»-Corrida estoy, amiga Leonela, de ver en cuán poco he sabido estimarme, pues siquiera no hice que con el tiempo comprara Lotario la entera posesión que le di tan presto de mi voluntad. Temo que ha de estimar mi presteza o ligereza, sin que eche de ver la fuerza que él me hizo para no poder resistirle. — Estou envergonhadíssima, minha amiga Leonela, de ver quão pouco me tenho sabido respeitar; nem sequer fiz com que Lotário só a poder de tempo alcançasse este completo predomínio sobre a minha vontade. Estou receando que ele chegue algum dia a desestimar a minha facilidade, a minha leveza, esquecido já da violência com que me tornou impossível o resistir-lhe.
»-No te dé pena eso, señora mía -respondió Leonela-, que no está la monta, ni es causa para menguar la estimación, darse lo que se da presto , si, en efecto, lo que se da es bueno, y ello por sí digno de estimarse. Y aun suele decirse que el que luego da, da dos veces. — Ai minha senhora — respondeu Leonela — por coisas tão poucas não se esteja agora penando; darmos depressa o que temos de dar não tira nem põe nada ao valor da coisa, quando ela de si o tem; até se costuma dizer que o dar depressa é dar duas vezes.
»-También se suele decir -dijo Camila- que lo que cuesta poco se estima en menos . — E também se costuma dizer — disse Camila — que o que pouco custa pouco se estima.
»-No corre por ti esa razón -respondió Leonela-, porque el amor, según he oído decir, unas veces vuela y otras anda, con éste corre y con aquél va despacio, a unos entibia y a otros abrasa, a unos hiere y a otros mata, en un mesmo punto comienza la carrera de sus deseos y en aquel mesmo punto la acaba y concluye, por la mañana suele poner el cerco a una fortaleza y a la noche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista. Y, siendo así, ¿de qué te espantas, o de qué te mes, si lo mismo debe de haber acontecido a Lotario, habiendo tomado el amor por instrumento de rendirnos la ausencia de mi señor? Y era forzoso que en ella se concluyese lo que el amor tenía determinado, sin dar tiempo al tiempo para que Anselmo le tuviese de volver, y con su presencia quedase imperfecta la obra. Porque el amor no tiene otro mejor ministro para ejecutar lo que desea que es la ocasión de la ocasión se sirve en todos sus hechos, principalmente en los principios. Todo esto sé yo muy bien, más de experiencia que de oídas, y algún día te lo diré, señora, que yo también soy de carne y de sangre moza. Cuanto más, señora Camila, que no te entregaste ni diste tan luego, que primero no hubieses visto en los ojos, en los suspiros, en las razones y en las promesas y dádivas de Lotario toda su alma, viendo en ella y en sus virtudes cuán digno era Lotario de ser amado. Pues si esto es ansí, no te asalten la imaginación esos escrupulosos y melindrosos pensamientos, sino asegúrate que Lotario te estima como tú le estimas a él, y vive con contento y satisfación de que, ya que caíste en el lazo amoroso, es el que te aprieta de valor y de estima. Y que no sólo tiene las cuatro eses que dicen que han de tener los buenos enamorados , sino todo un ABC entero si no, escúchame y verás como te le digo de coro. Él es, según yo veo y a mí me parece, agradecido, bueno, caballero, dadivoso, enamorado, firme, gallardo, honrado, ilustre, leal, mozo, noble, onesto, principal, quantioso, rico, y las eses que dicen; y luego, tácito, verdadero. La X no le cuadra, porque es letra áspera ; la Y ya está dicha; la Z, zelador de tu honra. — Isso não é regra — respondeu Leonela; — o amor, segundo já ouvi dizer, umas vezes voa e outras anda; com este corre; com aquele vai devagarinho; a uns entibia; a outros abrasa; a uns fere, e a outros mata; no mesmo instante começa e acaba o seu desejar. Pela manhã pôr cerco a uma fortaleza; e à noite vê-la já vencida, porque não há força que lhe resista. Sendo assim por que se admira ou se intimida, se outro tanto deve ter acontecido a Lotário? se a ausência de meu amo foi afinal de contas quem os rendeu a ambos? Nesses poucos dias era forçoso que se concluísse tudo, em vez de se porem a dar tempo ao tempo à espera de que o senhor Anselmo voltasse, deixando a obra imperfeita. Nisto de amores quem perde a ocasião, perde a ventura. São coisas que eu sei mais de experiência que de ouvido e algum dia lho contarei, senhora, porque eu também sou de carne, e ainda também me ferve o sangue; e mais a minha senhora não se entregou tão de repente como isso; viu primeiro nos olhos, nos suspiros, nas falas, nas promessas e nos mimos de Lotário toda a sua alma, e quanto era merecedor de se lhe querer bem. Sendo assim, desterre essas fantasias de escrúpulos; tenha a certeza de que Lotário a estima tanto, como a senhora a ele, e anda todo ancho e satisfeito de a ver caída no laço, porque isso mesmo o exalta ainda mais no seu próprio conceito; e não só tem os quatro SSSS, que dizem ser precisos a todos os namorados, mas até o a b c inteiro. Ora repare, e eu lho digo de cor; e ele é, segundo eu vejo e me parece: AGRADECIDO BOM — CAVALHEIRO DADIVOSO — ENAMORADO — FIRME GALANTE HONRADO — ILUSTRE LEAL MO ÇO — NOBRE — ÓTIMO PRINCIPAL — QUANTIOSO RICO e os SSSS que dizem; e depois TÁCITO — VERDADEIRO o X é que não lhe quadra por ser letra áspera; o Y já lá fica no I; o Z ZELADOR DA HONRA DA SUA DAMA.
»Rióse Camila del ABC de su doncella, y túvola por más plática en las cosas de amor que ella decía; y así lo confesó ella, descubriendo a Camila como trataba amores con un mancebo bien nacido, de la mesma ciudad; de lo cual se turbó Camila, temiendo que era aquél camino por donde su honra podía correr riesgo. Apuróla si pasaban sus pláticas a más que serlo. Ella, con poca vergüenza y mucha desenvoltura, le respondió que sí pasaban; porque es cosa ya cierta que los descuidos de las señoras quitan la vergüenza a las criadas, las cuales, cuando ven a las amas echar traspiés, no se les da nada a ellas de cojear, ni de que lo sepan. Riu-se Camila do abecedário da sua aia, e teve-a por mais prática em pontos de amor do que ela se inculcava. Ela porém sem hesitações lho confessou, declarando-lhe que entrelinha amores com um mancebo grave da mesma cidade. Com aquilo se turvou Camila, por temer que por ali é que a sua honra poderia vir a perigar. Apertou-a para saber se as suas conversações não passavam adiante; ela com todo o desembaraço lhe respondeu que sim, passavam muito adiante. Isso é já coisa velha e sabida, que os descuidos das senhoras tiram a vergonha às criadas, e que estas, em vendo as suas amas escorregar, pouca dúvida põem em coxear, e pouco se lhes dá que o saibam.
»No pudo hacer otra cosa Camila sino rogar a Leonela no dijese nada de su hecho al que decía ser su amante, y que tratase sus cosas con secreto, porque no viniesen a noticia de Anselmo ni de Lotario. Leonela respondió que así lo haría, mas cumpliólo de manera que hizo cierto el temor de Camila de que por ella había de perder su crédito. Porque la deshonesta y atrevida Leonela, después que vio que el proceder de su ama no era el que solía, atrevióse a entrar y poner dentro de casa a su amante , confiada que, aunque su señora le viese, no había de osar descubrille; que este daño acarrean, entre otros, los pecados de las señoras que se hacen esclavas de sus mesmas criadas y se obligan a encubrirles sus deshonestidades y vilezas, como aconteció con Camila; que, aunque vio una y muchas veces que su Leonela estaba con su galán en un aposento de su casa, no sólo no la osaba reñir, mas dábale lugar a que lo encerrase, y quitábale todos los estorbos, para que no fuese visto de su marido. Camila o mais que pôde foi pedir a Leonela que não dissesse nada a respeito dela ao que dizia ser seu rapaz, e tratasse as coisas com segredo para não chegarem ao conhecimento de Anselmo e de Lotário. A aia porém respondeu que assim o faria; fê-lo porém de modo que os receios da senhora se realizaram; a desonesta e atrevida Leonela, vendo que o procedimento da ama não era já o mesmo que dantes, atreveu-se a receber dentro em casa o seu amante, porque, ainda que a senhora o visse, já se não atrevia a descobri-lo. Conseqüências tristes dos desmanchos das senhoras, que se fazem escravas das suas próprias servas, e se obrigam a encobrir-lhes as suas desonestidades e vilezas, e assim aconteceu a Camila, que, ainda que viu muitas vezes estar Leonela num aposento de sua casa com o galã, não só se não atrevia a ralhar-lhe, mas lhe dava lugar para que o recatasse, e a livrava por todos os modos de ser percebida do marido. Apesar de todas as suas cautelas, não pôde contudo evitar que Lotário um dia, ao romper de alva, percebesse a saída do contrabando. Não conhecendo quem era, pensou primeiro que seria avejão; mas, notando-lhe o caminhar, o embuçar-se e o encobrir-se, trocou logo a sua idéia supersticiosa por outra, que para todos se tornaria perdição, se Camila a não remediara.
»Pero no los pudo quitar que Lotario no le viese una vez salir, al romper del alba; el cual, sin conocer quién era, pensó primero que debía de ser alguna fantasma; mas, cuando le vio caminar, embozarse y encubrirse con cuidado y recato, cayó de su simple pensamiento y dio en otro, que fuera la perdición de todos si Camila no lo remediara. Pensó Lotario que aquel hombre que había visto salir tan a deshora de casa de Anselmo no había entrado en ella por Leonela, ni aun se acordó si Leonela era en el mundo; sólo creyó que Camila, de la misma manera que había sido fácil y ligera con él, lo era para otro ; que estas añadiduras trae consigo la maldad de la mujer mala que pierde el crédito de su honra con el mesmo a quien se entregó rogada y persuadida, y cree que con mayor facilidad se entrega a otros, y da infalible crédito a cualquiera sospecha que desto le venga. Y no parece sino que le faltó a Lotario en este punto todo su buen entendimiento, y se le fueron de la memoria todos sus advertidos discursos, pues, sin hacer alguno que bueno fuese, ni aun razonable, sin más ni más, antes que Anselmo se levantase, impaciente y ciego de la celosa rabia que las entrañas le roía, muriendo por vengarse de Camila, que en ninguna cosa le había ofendido, se fue a Anselmo y le dijo Entendeu Lotário que o homem, que tão antemanhã saía daquela casa, não havia nela entrado para Leonela; nem pela idéia lhe passou que tal Leonela existisse. Acreditou sim, que, tendo Camila sido fácil e leviana em proveito dele, também o podia ser para algum outro. São estas umas crescenças que traz consigo o mau comportamento duma mulher que perde a boa fama: aquele mesmo a quem se entregou, depois de muito rogada e persuadida, crê que mais facilmente ainda se entregará a outro; e qualquer suspeita se lhe afigura logo certeza. Nisto parece haver falhado em Lotário de todo em todo o bom juízo. Varreram-lhe da memória todos quantos resguardos até ali lhe aconselhava a prudência. Sem atinar em expediente algum, que fosse, senão bom, pelo menos razoável, sem mais nem mais, antes que Anselmo se levantasse, impaciente e cego da súbita raiva que o tomara, morrendo por vingar-se de Camila naquele caso inocente, foi-se ter com o marido e lhe disse:
»-Sábete, Anselmo , que ha muchos días que he andado peleando conmigo mesmo, haciéndome fuerza a no decirte lo que ya no es posible ni justo que más te encubra. Sábete que la fortaleza de Camila está ya rendida y sujeta a todo aquello que yo quisiere hacer della; y si he tarda do en descubrirte esta verdad, ha sido por ver si era algún liviano antojo suyo, o si lo hacía por probarme y ver si eran con propósito firme tratados los amores que, con tu licencia, con ella he comenzado. Creí, ansimismo, que ella, si fuera la que debía y la que entrambos pensábamos, ya te hubiera dado cuenta de mi solicitud, pero, habiendo visto que se tarda, conozco que son verdaderas las promesas que me ha dado de que, cuando otra vez hagas ausencia de tu casa, me hablará en la recámara, donde está el repuesto de tus alhajas -y era la verdad, que allí le solía hablar Camila-; y no quiero que precipitosamente corras a hacer alguna venganza, pues no está aún cometido el pecado sino con pensamiento, y podría ser que, desde éste hasta el tiempo de ponerle por obra, se mudase el de Camila y naciese en su lugar el arrepentimiento. Y así, ya que, en todo o en parte, has seguido siempre mis consejos, sigue y guarda uno que ahora te diré, para que sin engaño y con medroso advertimento te satisfagas de aquello que más vieres que te convenga. Finge que te ausentas por dos o tres días, como otras veces sueles, y haz de manera que te quedes escondido en tu recámara, pues los tapices que allí hay y otras cosas con que te puedas encubrir te ofrecen mucha comodidad, y entonces verás por tus mismos ojos, y yo por los míos, lo que Camila quiere; y si fuere la maldad que se puede temer antes que esperar , con silencio, sagacidad y discreción podrás ser el verdugo de tu agravio. — Saberás, meu Anselmo, que ando há muitos dias em guerra comigo, para te não revelar o que já te não posso esconder por mais tempo: sabe que a fortaleza de Camila está já rendida e sujeita a quanto eu dela pretender. Se tardei em te descobrir esta verdade, foi só para me certificar primeiro se não seria aquilo nela mera leviandade passageira, ou talvez propósito de reconhecer bem ao certo se eram ou não sinceros os galanteios que lhe eu fazia, já se sabe por tua autorização. Mas sempre me parecia que o dever dela, se ela fosse a que pensávamos, seria ter-te já dado conta das minhas perseguições. Como tarda em fazê-lo, deixa-me crer que são verdadeiras as promessas que me fez, de que, para a primeira vez que te ausentes da tua casa, está pronta a ir falar comigo na recâmara dos teus móveis fora de uso (e era lá realmente que ela lhe costumava falar). Não quero que te precipites a vingar-te; por ora o pecado só existe no pensamento; e poderia acontecer que, no que vai daí até à realização, Camila caísse ainda em si e se arrependesse. Como tu sempre, ou em todo ou em parte, tens aceitado os meus pareceres, segue também este que te vou dizer, para que sem engano nem temeridade só faças o que vires ser mais acertado. Finge que te ausentas por dois ou três dias, como de outras vezes, e esconde-te na tua recâmara; é fácil com os panos da colgadura e as mais coisas que por ali há; então verás pelos teus próprios olhos, e eu pelos meus, quais são as verdadeiras tenções dela. Se forem de mulher perdida, como é de temer, tu em segredo, e com discrição, poderás vingar-te e puni-la.
»Absorto, suspenso y admirado quedó Anselmo con las razones de Lotario, porque le cogieron en tiempo donde menos las esperaba oír, porque ya tenía a Camila por vencedora de los fingidos asaltos de Lotario y comenzaba a gozar la gloria del vencimiento. Callando estuvo por un buen espacio, mirando al suelo sin mover pestaña, y al cabo dijo. Ficou Anselmo absorto com a revelação de Lotário, quando mais livre se cuidava já de semelhantes malefícios, porque tinha já a mulher por desenganadamente vencedora das diligências do amigo; fazia-se já nos alvoroços do triunfo. Esteve por largo espaço taciturno olhando para o chão sem pestanejar; e por fim disse:
»-Tú lo has hecho, Lotario, como yo esperaba de tu amistad; en todo he de seguir tu consejo haz lo que quisieres y guarda aquel secreto que ves que conviene en caso tan no pensado. — Fizeste, meu Lotário, o que eu esperava da tua lealdade; em tudo seguirei o teu conselho; faze o que te aprouver e guarda o segredo que deves em caso tão imprevisto.
»Prometióselo Lotario, y, en apartándose dél, se arrepintió totalmente de cuanto le había dicho, viendo cuán neciamente había andado, pues pudiera él vengarse de Camila, y no por camino tan cruel y tan deshonrado. Maldecía su entendimiento, afeaba su ligera determinación, y no sabía qué medio tomarse para deshacer lo hecho, o para dalle alguna razonable salida. Al fin, acordó de dar cuenta de todo a Camila; y, como no faltaba lugar para poderlo hacer, aquel mismo día la halló sola, y ella, así como vio que le podía hablar, le dijo. Prometeu-lho Lotário; e, apenas dele se apartou, arrependeu-se inteiramente de quanto lhe havia dito. Que néscio não tinha sido expondo Camila a uma vingança, que ele por si mesmo bem podia tomar com menor crueldade, e menos ignominiosamente! Maldizia a sua doidice, culpava a sua precipitação, e não sabia modo para desfazer o que havia feito, ou sair de tamanho aperto por qualquer via razoável. Por fim resolveu informar de tudo a Camila; e como lhe não faltava aberta para o efetuar, naquele mesmo dia a achou só. Ela, vendo que lhe podia falar, lhe disse:
»-Sabed, amigo Lotario, que tengo una pena en el corazón que me le aprieta de suerte que parece que quiere reventar en el pecho, y ha de ser maravilla si no lo hace, pues ha llegado la desvergüenza de Leonela a tanto, que cada noche encierra a un galán suyo en esta casa y se está con él hasta el día, tan a costa de mi crédito cuanto le quedará campo abierto de juzgarlo al que le viere salir a horas tan inusitadas de mi casa. Y lo que me fatiga es que no la puedo castigar ni reñir que el ser ella secretario de nuestros tratos me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que de aquí ha de nacer algún mal suceso. — Sabereis, amigo Lotário, que tenho cá dentro uma paixão que dá cabo de mim, e milagre será se o não consegue. A tal auge é chegado o desavergonhamento de Leonela, que recebe nesta casa todas as noites um namorado seu, passa com ele até ao dia; isto tanto à custa do meu crédito, quanto assim se dão azos para juízos temerários contra mim a quem vir tais saídas desta casa a horas tão desusadas. O que me rala é não a poder castigar nem ralhar-lhe, porque o ser ela confidente das nossas intimidadas me amordaça para eu calar as dela. Estou já temendo que daqui se nos haja de originar alguma desgraça grande.
»Al principio que Camila esto decía creyó Lotario que era artificio para desmentille que el hombre que había visto salir era de Leonela, y no suyo ; pero, viéndola llorar y afligirse, y pedirle remedio, vino a creer la verdad, y, en creyéndola, acabó de estar confuso y arrepentido del todo. Pero, con todo esto, respondió a Camila que no tuviese pena, que él ordenaría remedio para atajar la insolencia de Leonela. Díjole asimismo lo que, instigado de la furiosa rabia de los celos , había dicho a Anselmo, y cómo estaba concertado de esconderse en la recámara, para ver desde allí a la clara la poca lealtad que ella le guardaba. Pidióle perdón desta locura, y consejo para poder remedialla y salir bien de tan revuelto laberinto como su mal discurso le había puesto. Quando Camila começou a falar, Lotário imaginou seria aquilo artifício para lhe persuadir a ele que o vulto que vira sair pertencia à aia e não à ama; mas, vendo-a chorosa, afligida e a suplicar-lhe remédio, veio a crer na verdade e, interrogando-a mais por miúdo, acabou de ficar enleado e arrependido de tudo. Contudo respondeu que não tivesse ela pena, que ele acharia modo para atalhar a insolência da serva. Disse-lhe também o mesmo que já a Anselmo havia dito, quando instigado de seus enraivecidos ciúmes; e que estava concertado que se escondesse na recâmara para dali presenciar a pouca lealdade que ela lhe guardava. Pediu-lhe perdão de tão louca lembrança, e algum alvitre sobre o modo de a remediar e sair a salvo de tão revolto labirinto, como o em que por sua má cabeça se tinha envolvido.
»Espantada quedó Camila de oír lo que Lotario le decía, y con mucho enojo y muchas y discretas razones le riñó y afeó su mal pensamiento y la simple y mala determinación que había tenido. Pero, como naturalmente tiene la mujer ingenio presto para el bien y para el mal más que el varón, puesto que le va faltando cuando de propósito se pone a hacer discursos, luego al instante halló Camila el modo de remediar tan al parecer inremediable negocio, y dijo a Lotario que procurase que otro día se escondiese Anselmo donde decía, porque ella pensaba sacar de su escondimiento comodidad para que desde allí en adelante los dos se gozasen sin sobresalto alguno; y, sin declararle del todo su pensamiento, le advirtió que tuviese cuidado que, en estando Anselmo escondido, él viniese cuando Leonela le llamase, y que a cuanto ella le dijese le respondiese como respondiera aunque no supiera que Anselmo le escuchaba. Porfió Lotario que le acabase de declarar su intención, porque con más seguridad y aviso guardase todo lo que viese ser necesario. Com o que a Lotário ouviu ficou pasmada Camila, e cheia de enfado, e com conceitos judiciosíssimos lhe estranhou passos tão condenáveis e tão repreensível comportamento. Mas, como naturalmente as mulheres têm mais engenho que os homens, tanto para o bem como para o mal (ainda que em se pondo de propósito a discorrer já se lhes entra a secar a veia), logo ali de repente inventou Camila modo de se remediar uma desordem que tão sem concerto se mostrava. Disse pois a Lotário que diligenciasse para que Anselmo se escondesse outro dia onde ele se tinha lembrado, e que ela saberia tirar desse escondimento comodidade para ficarem daí avante os seus tratos sem nenhum perigo; e sem lhe declarar a sua idéia toda lhe advertiu que tivesse cuidado, em sabendo que Anselmo estava escondido, de vir ele apenas Leonela o chamasse, e a quanto ela lhe dissesse lhe respondesse como responderia ainda que não soubesse que Anselmo era à escuta. Teimou Lotário em desejar saber o resto da armadilha, porque assim com mais segurança e acerto cumpriria ele da sua parte tudo que fosse necessário.
»-Digo -dijo Camila- que no hay más que guardar, si no fuere responderme como yo os preguntare (no queriendo Camila darle antes cuenta de lo que pensaba hacer, temerosa que no quisiese seguir el parecer que a ella tan bueno le parecía, y siguiese o buscase otros que no podrían ser tan buenos). — Nada mais é preciso — disse Camila — do que responder-me pontualmente às minhas perguntas. Não estava resolvida a dar-lhe conta antecipada do seu projeto, por temer que ele reprovasse o que tão conveniente lhe parecia a ela, e antepusesse outros de menos probabilidades.
»Con esto, se fue Lotario; y Anselmo, otro día, con la escusa de ir aquella aldea de su amigo, se partió y volvió a esconderse que lo pudo hacer con comodidad, porque de industria se la dieron Camila y Leonela. Não replicou e partiu Lotário; e no dia seguinte Anselmo, com o pretexto de ir à aldeia do seu amigo, abalou; mas tornando atrás sem demora, se foi homiziar no seu valhacouto, o que lhe foi sobremodo fácil em razão do azo que para isso mesmo lhe proporcionaram a ama e a criada.
»Escondido, pues, Anselmo, con aquel sobresalto que se puede imaginar que tendría el que esperaba ver por sus ojos hacer notomía de las entrañas de su honra, íbase a pique de perder el sumo bien que él pensaba que tenía en su querida Camila. Seguras ya y ciertas Camila y Leonela que Anselmo estaba escondido, entraron en la recámara; y apenas hubo puesto los pies en ella Camilia, cuando, dando un grande suspiro, dijo Lá está pois alapado Anselmo com aquele sobressalto que bem se pode imaginar em quem está para ver por seus olhos as próprias entranhas da sua honra postas em escalpelos de anatomia. Em poucos instantes se lhe podia ir a pique o sumo bem que ele pensava ter na sua Camila.
»-¡Ay, Leonela amiga! ¿No sería mejor que, antes que llegase a poner en ejecución lo que no quiero que sepas, porque no procures estorbarlo, que tomases la daga de Anselmo, que te he pedido, y pasases con ella este infame pecho mío? Pero no hagas tal, que no será razón que yo lleve la pena de la ajena culpa. Primero quiero saber qué es lo que vieron en mí los atrevidos y deshonestos ojos de Lotario que fuese causa de darle atrevimiento a descubrirme un tan mal deseo como es el que me ha descubierto, en desprecio de su amigo y en deshonra mía. Ponte, Leonela, a esa ventana y llámale, que, sin duda alguna, él debe de estar en la calle, esperando poner en efeto su mala intención. Pero primero se pondrá la cruel cuanto honrada mía. Seguras e certas já de terem o caçador à espreita do coelho, entraram na recâmara; mal pôs nela o primeiro pé, exclamou com um grandíssimo suspiro Camila: — Ai, Leonela amiga! não seria melhor que antes de eu pôr em execução o que não quero que saibas para mo não estorvares, pegasses na daga de Anselmo que te pedi, e me atravessasses com ela este peito infame? mas não, não o faças; fora injusto ser eu punida dum crime alheio. Antes de tudo, tomara saber o que descobriram em mim os atrevidos e desonestos olhos de Lotário, para se arrojar a patentear-me desejos tão perversos em menoscabo do seu amigo, e em meu vilipendio. Chega a essa janela, rapariga, que ele deve por força estar já na rua à espera; mas primeiro que ele cumpra o seu ímpio desejo, cumprirei eu o meu, que é, sim, cruel, mas que para a honra já se não pode dispensar.
»-¡Ay, señora mía! -respondió la sagaz y advertida Leonela-, y ¿qué es lo que quieres hacer con esta daga? ¿Quieres por ventura quitarte la vida o quitársela a Lotario? Que cualquiera destas cosas que quieras ha de redundar en pérdida de tu crédito y fama. Mejor es que disimules tu agravio, y no des lugar a que este mal hombre entre ahora en esta casa y nos halle solas. Mira, señora, que somos flacas mujeres, y él es hombre y determinado; y, como viene con aquel mal propósito, ciego y apasionado, quizá antes que tú pongas en ejecución el tuyo, hará él lo que te estaría más mal que quitarte la vida. ¡Mal haya mi señor Anselmo, que tanto mal ha querido dar a este desuellacaras en su casa! Y ya, señora, que le mates, como yo pienso que quieres hacer, ¿qué hemos de hacer dél después de muerto. — Ai, senhora minha! — respondeu a esperta Leonela senhora do seu papel — que deseja fazer com esta daga? quer-se matar? ou quer matar a Lotário? Uma ou outra coisa só servira de a desacreditar. Acho melhor que dissimule a injúria, e não consinta que o mau homem entre agora nesta casa e nos ache sós; lembre-se, senhora, de que somos duas fracas mulheres, e ele é homem, e atrevido. Como vem com aquela má tenção, apaixonado e cego, talvez [antes] que a senhora execute o que medita, ultimará ele o que é mais de temer que a própria morte. Mal haja meu amo, o senhor Anselmo, que tantas largas deu em casa àquele sem medo nem vergonha. Dou que o mate, como desconfio será a sua resolução, que havemos de fazer dele depois de morto?
»-¿Qué, amiga? -respondió Camila- dejarémosle para que Anselmo le entierre, pues será justo que tenga por descanso el trabajo que tomare en poner debajo de la tierra su misma infamia. Llámale, acaba, que todo el tiempo que tardo en tomar la debida venganza de mi agravio parece que ofendo a la lealtad que a mi esposo debo. — Que havemos de fazer? — respondeu Camila — deixá-lo-emos, e o meu marido que o enterre; deve-lhe ser delicioso o trabalho de sepultar a sua própria infâmia. Chama-o, chama-o, avia; quanta demora ponho em vingar-me, já me parece uma quebra na minha lealdade de esposa.
»Todo esto escuchaba Anselmo, y, a cada palabra que Camila decía, se le mudaban los pensamientos; mas, cuando entendió que estaba resuelta en matar a Lotario, quiso salir y descubrirse, porque tal cosa no se hiciese; pero detúvole el deseo de ver en qué paraba tanta gallardía y honesta resolución , con propósito de salir a tiempo que la estorbase. Tudo isto escutava Anselmo; e a cada palavra de Camila sentia irem-se-lhe os pensamentos transformando. Quando porém ouviu que estava resolvida a matar o seu amigo, deu-lhe um ímpeto de sair e descobrir-se para evitar a catástrofe; mas teve-lhe mão o desejo de ver em que parar ia tão galharda e honesta resolução, com propósito de sair a tempo de lhe pôr cobro.
»Tomóle en esto a Camila un fuerte des mayo, y, arrojándose encima de una cama que allí estaba, comenzó Leonela a llorar muy amargamente y a decir. Nisto caiu Camila com um terrível desmaio para cima duma cama que ali estava. Leonela começou a carpir-se e a dizer:
»-¡Ay, desdichada de mí si fuese tan sin ventura que se me muriese aquí entre mis brazos la flor de la honestidad del mundo, la corona de las buenas mujeres, el ejemplo de la castidad...! — Ai desditada de mim! se agora me expira nos braços a flor da honestidade do mundo! a coroa das mulheres honradas! o exemplo da castidade!
»Con otras cosas a éstas semejantes, que ninguno la escuchara que no la tuviera por la más lastimada y leal doncella del mundo, y a su señora por otra nueva y perseguida Penélope . Poco tardó en volver de su desmayo Camila; y, al volver en sí, dijo. E como estas, outras exclamações, que todos os que lhas ouvissem a teriam pela mais lastimada e mais leal de todas as aias, e à ama por outra e perseguida Penélope. Pouco tardou que esta volvesse em si do seu delíquio, e entrasse logo a exclamar:
»-¿Por qué no vas, Leonela, a llamar al más leal amigo de amigo que vio el sol o cubrió la noche? Acaba, corre, aguija, camina, no se esfogue con la tardanza el fuego de la cólera que tengo, y se pase en amenazas y maldiciones la justa venganza que espero. — Que te demoras, Leonela, em ir chamar ao mais desleal amigo de quantos viu a Rosa divina, de quantos a noite nunca favoreceu? Acaba, corre, avia, caminha, não deixes que se esfrie com a tardança a raiva com que estou, e se esvaia em ameaças e maldições a justa vingança que aguardo.
»-Ya voy a llamarle, señora mía -dijo Leonela-, mas hasme de dar primero esa daga, porque no hagas cosa, en tanto que falto, que dejes con ella que llorar toda la vida a todos los que bien te quieren. — Já o vou chamar, senhora minha — disse Leonela — mas dê-me primeiro essa daga, tenho medo dessa cabeça quando se vir só, que não faça algum desatino que se haja de chorar toda a vida entre os que lhe queremos bem.
»-Ve segura, Leonela amiga, que no haré -respondió Camila-; porque, ya que sea atrevida y simple a tu parecer en volver por mi honra, no lo he de ser tanto como aquella Lucrecia de quien dicen que se mató sin haber cometido error alguno, y sin haber muerto primero a quien tuvo la causa de su desgracia. Yo moriré, si muero, pero ha de ser vengada y satisfecha del que me ha dado ocasión de venir a este lugar a llorar sus atrevimientos, nacidos tan sin culpa mía. — Vai, não tenhas medo, minha Leonela, não hei-de fazer nada — respondeu Camila — porque, ainda que sou temerária e párvoa em teu conceito, em acudir por minha honra não o hei-de ser tanto como aquela Lucrécia que se matou, segundo dizem, sem ter cometido delito algum, e sem ter primeiro traspassado o peito ao causador da sua desgraça. Se eu morrer, morro vingada de quem me obrigou a vir a este sítio chorar os seus atrevimentos nascidos tão sem culpa da minha parte.
»Mucho se hizo de rogar Leonela antes que saliese a llamar a Lotario, pero, en fin, salió; y, entre tanto que volvía, quedó Camilia diciendo, como que hablaba consigo misma Fez-se Leonela muito de rogar antes que saísse a chamar Lotário; mas enfim sempre saiu. Enquanto se demorava, ficou dizendo Camila, como quem falava entre si e sem testemunhas:
»-¡Válame Dios! ¿No fuera más acertado haber despedido a Lotario, como otras muchas veces lo he hecho, que no ponerle en condición, como ya le he puesto, que me tenga por deshonesta y mala, siquiera este tiempo que he de tardar en desengañarle? Mejor fuera, sin duda; pero no quedara yo vengada, ni la honra de mi marido satisfecha, si tan a manos lavadas y tan a paso llano se volviera a salir de donde sus malos pensamientos le entraron. Pague el traidor con la vida lo que intentó con tan lascivo deseo sepa el mundo, si acaso llegare a saberlo, de que Camila no sólo guardó la lealtad a su esposo, sino que le dio venganza del que se atrevió a ofendelle. Mas, con todo, creo que fuera mejor dar cuenta desto a Anselmo, pero ya se la apunté a dar en la carta que le escribí al aldea, y creo que el no acudir él al remedio del daño que allí le señalé, debió de ser que, de puro bueno y confiado, no quiso ni pudo creer que en el pecho de su tan firme amigo pudiese caber género de pensamiento que contra su honra fuese; ni aun yo lo creí después, por muchos días, ni lo creyera jamás, si su insolencia no llegara a tanto, que las manifiestas dádivas y las largas promesas y las continuas lágrimas no me lo manifestaran. Mas, ¿para qué hago yo ahora estos discursos? ¿Tiene, por ventura, una resulución gallarda necesidad de consejo alguno? No, por cierto. ¡Afuera, pues, traidores; aquí, venganzas! ¡Entre el falso, venga, llegue, muera y acabe , y suceda lo que sucediere! Limpia entré en poder del que el cielo me dio por mío, limpia he de salir dél; y, cuando mucho, saldré bañada en mi casta sangre, y en la impu ra del más falso amigo que vio la amistad en el mundo. — Valha-me Deus! não fora mais acertado ter despedido Lotário, como tantas outras vezes o fiz do que autorizá-lo com este chamamento a ter-me por desonesta e má, pelo menos enquanto não chego a desenganá-lo? Decerto que era melhor; mas eu é que ficava sem me vingar, e a honra de meu marido sem satisfação; não quero que saia tão às mãos lavadas e seguro de si, como há-de para aqui entrar com as suas danadas tenções; os desejos do traidor só com a vida se podem pagar. Saiba o mundo (se isto chega a transpirar) que a pobre Camila não só zelou a fidelidade que ao seu esposo devia, senão que até o desagravou de quem se abalançava a querer ofendê-lo. Não sei, não sei, senão seria melhor dar conta de tudo a Anselmo. Eu já tinha começado a preveni-lo na carta que lhe escrevi para a aldeia, e imagino que o não ter ele acudido ao mal que eu lhe apontava, ainda que por alto, só foi efeito do seu gênio leal e confiado; devia-lhe parecer impossível que um amigo fosse jamais capaz de tamanha aleivosia; nem eu mesma também o acreditei por muitos dias, nem o acreditaria nunca, se não fora ter a sua insolência ultrapassado os limites. As dádivas, as promessas, e as lágrimas contínuas ainda me não pareciam provas bastantes. Mas que valem agora todas estas reflexões? uma resolução magnânima não carece de estímulos. Fora, traidor! a mim, vingança! entre o falso, venha, chegue, morra, acabe, suceda o que suceder. Pura entrei para o poder do que o céu me destinou; pura hei-de sair dele; quando muito, banhada no meu casto sangue, e no sangue peçonhento do mais refalsado amigo de quantos nunca houve em todo o mundo.
»Y, diciendo esto, se paseaba por la sala con la daga desenvainada, dando tan desconcertados y desaforados pasos, y haciendo tales ademanes, que no parecía sino que le faltaba el juicio, y que no era mujer delicada, sino un rufián desesperado . Dizia isto passeando, girando pela sala com a daga nua, e com uns passos tão descompostos, e fazendo uns meneios e gestos, que não parecia senão alienada. Ninguém dissera ser dama fina; lembrava um rufião fora de si.
»Todo lo miraba Anselmo, cubierto detrás de unos tapices donde se había escondido, y de todo se admiraba, y ya le parecía que lo que había visto y oído era bastante satisfación para mayores sospechas; y ya quisiera que la prueba de venir Lotario faltara, temeroso de algún mal repentino suceso. Y, estando ya para manifestarse y salir, para abrazar y desengañar a su esposa, se detuvo porque vio que Leonela volvía con Lotario de la mano; y, así como Camila le vio, haciendo con la daga en el suelo una gran raya delante della, le dijo. Tudo aquilo notava Anselmo detrás das armações, e de tudo se admirava. Já lhe parecia que no que vira e ouvira havia satisfação de sobra até para maiores suspeitas; já quisera até que Lotário não viesse, para se evitar ali alguma tragédia. Estava já para manifestar-se e abraçar a enganada esposa, quando se deteve ao aparecer Leonela com Lotário pela mão. Mal pôs nele os olhos Camila, fez com a daga um risco pelo sobrado em frente de si, e exclamou:
»-Lotario, advierte lo que te digo si a dicha te atrevieres a pasar desta raya que ves, ni aun llegar a ella, en el punto que viere que lo intentas, en ese mismo me pasaré el pecho con esta daga que en las manos tengo. Y, antes que a esto me respondas palabra, quiero que otras algunas me escuches; que después responderás lo que más te agradare. Lo primero, quiero, Lotario, que me digas si conoces a Anselmo, mi marido, y en qué opinión le tienes; y lo segundo, quiero saber también si me conoces a mí. Respóndeme a esto, y no te turbes, ni pienses mucho lo que has de responder, pues no son dificultades las que te pregunto. — Lotário, repara bem no que te digo: se te atreveres a passar esta raia, ou mesmo a chegar a ela, no mesmo instante me atravesso com este ferro. Antes que abras os lábios, escuta-me poucas palavras mais. Em primeiro lugar, quero que me digas se conheces a Anselmo meu marido, e em que opinião o tens; e, em segundo lugar, pergunto-te se me conheces a mim. Responde-me a isto e não te perturbes, nem te demores a pensar: ambas estas perguntas são fáceis.
»No era tan ignorante Lotario que, desde el primer punto que Camila le dijo que hiciese esconder a Anselmo, no hubiese dado en la cuenta de lo que ella pensaba ha cer; y así, correspondió con su intención tan discretamente, y tan a tiempo, que hicieran los dos pasar aquella mentira por más que cierta verdad; y así, respondió a Camila desta manera Não era Lotário tão lerdo, que desde que ela lhe dissera que fizesse esconder Anselmo, não adivinhasse em cheio quais eram as suas intenções; por isso representou logo a sua parte com a maior naturalidade, e a mentirosa cena dos dois deixou a perder de vista a verdade mesma.
»-No pensé yo, hermosa Camila, que me llamabas para preguntarme cosas tan fuera de la intención con que yo aquí vengo. Si lo haces por dilatarme la prometida merced, desde más lejos pudieras entretenerla, porque tanto más fatiga el bien deseado cuanto la esperanza está más cerca de poseello; pero, porque no digas que no respondo a tus preguntas, digo que conozco a tu esposo Anselmo, y nos conocemos los dos desde nuestros más tiernos años; y no quiero decir lo que tú tan bien sabes de nuestra amistad, por no me hacer testigo del agravio que el amor hace que le haga, poderosa disculpa de mayores yerros. A ti te conozco y tengo en la misma posesión que él te tiene ; que, a no ser así, por menos prendas que las tuyas no había yo de ir contra lo que debo a ser quien soy y contra las santas leyes de la verdadera amistad, ahora por tan poderoso enemigo como el amor por mí rompidas y violadas. — Não pensei eu, formosa Camila, que me chamáveis para me fazer perguntas tão avessas aos intentos com que eu vinha. Se o fazeis para me demorardes a prometida recompensa, podíeis ter-me para isso preparado com mais antecipação. O bem que se deseja degenera em tormento, quando inopinadamente se nos afasta; mas para não parecer que tardo em responder-vos, digo que sim, conheço ao vosso esposo Anselmo; conhecemo-nos os dois desde os nossos mais tenros anos; não quero acrescentar a isto o que vós mesma sabeis deste mútuo afeto; fora tornar-me testemunha eu mesmo do agravo que o amor me está obrigando a fazer-lhe, o amor que até maiores erros desculparia. A vós, Camila, também vos conheço, e aprecio-vos como ele vos aprecia; a não ser assim, nunca eu por méritos inferiores aos vossos iria contra o que devo a mim mesmo e aos santos ditames da amizade, ditames ou leis que neste momento estou violando forçado desta paixão despótica.
»-Si eso confiesas -respondió Camila-, enemigo mortal de todo aquello que justamente merece ser amado, ¿con qué rostro osas parecer ante quien sabes que es el espejo donde se mira aquel en quien tú te debieras mirar, para que vieras con cuán poca ocasión le agravias? Pero ya cayo, ¡ay, desdichada de mí!, en la cuenta de quién te ha hecho tener tan poca con lo que a ti mismo debes, que debe de haber sido alguna de senvoltura mía, que no quiero llamarla deshonestidad, pues no habrá procedido de deliberada determinación, sino de algún descuido de los que las mujeres que piensan que no tienen de quién recatarse suelen hacer inadvertidamente. Si no, dime ¿cuándo, ¡oh traidor!, respondí a tus ruegos con alguna palabra o señal que pudiese despertar en ti alguna sombra de esperanza de cumplir tus infames deseos? ¿Cuándo tus amorosas palabras no fueron deshechas y reprehendidas de las mías con rigor y con aspereza? ¿Cuándo tus muchas promesas y mayores dádivas fueron de mí creídas, ni admitidas? Pero, por parecerme que alguno no puede perseverar en el intento amoroso luengo tiempo, si no es sustentado de alguna esperanza, quiero atribuirme a mí la culpa de tu impertinencia, pues, sin duda, algún descuido mío ha sustentado tanto tiempo tu cuidado; y así, quiero castigarme y darme la pena que tu culpa merece. Y, porque vieses que, siendo conmigo tan inhumana, no era posible dejar de serlo contigo, quise traerte a ser testigo del sacrificio que pienso hacer a la ofendida honra de mi tan honrado marido, agraviado de ti con el mayor cuidado que te ha sido posible, y de mí también con el poco recato que he tenido del huir la ocasión, si alguna te di, para favorecer y canonizar tus malas intenciones . Torno a decir que la sospecha que tengo que algún descuido mío engendró en ti tan desvariados pensamientos es la que más me fatiga, y la que yo más deseo castigar con mis propias manos, porque, castigándome otro verdugo, quizá sería más pública mi culpa; pero, antes que esto haga, quiero matar muriendo, y llevar conmigo quien me acabe de satisfacer el deseo de la venganza que espero y tengo, viendo allá, dondequiera que fuere, la pena que da la justicia desinteresada y que no se dobla al que en términos tan desesperados me ha puesto. — Se tudo isso confessas — respondeu Camila — ó inimigo mortal de quanto merece ser amado, como te atreves a aparecer diante de quem sabes ser o espelho em que se mira aquele, em quem tu mesmo te deveras mirar, para reconheceres que és um monstro quando pretendes agravá-lo? Agora me lembro, triste de mim!: o que te faria faltar ao respeito de ti mesmo havia de ser algum descuidado desalinho meu (que não quero chamar-lhe desonestidade); sim, alguma irrefletida falta de compostura, que por acaso me enxergarias; daquelas que nós outras as mulheres podemos inocentemente cometer quando cuidamos não ser vistas. Se não, dize-me: quando jamais correspondi eu, alma traidora, aos teus rogos com palavra ou sinal que animasse os teus infames desejos? quando é que eu deixei de repelir desabrida as tuas finezas? quando cri nas tuas promessas, ou aceitei as tuas dádivas? Mas como entendo que ninguém pode teimar em pretensões amorosas, sem que alguma esperança lhe negaceie, quero imputar-me a mim mesma a origem da tua impertinência. Por força algum descuido meu deve ter alimentado por tanto tempo as tuas loucas esperanças; sendo assim, quero-me castigar da tua culpa. Para veres que, sendo eu tão rigorosa contra mim, não podia deixar de o ser contigo, quis trazer-te a ser testemunha do sacrifício que vou fazer para aplacar a honra do meu virtuosíssimo esposo ultrajado por ti no mais alto ponto, e a minha também, por te haver dado alguma ocasião (se é que ta dei) para alimentares tal delírio. Torno-te a dizer que o que mais me aflige é lembrar-me que todos esses desvairados pensamentos te poderiam nascer de algum involuntário descuido meu; é esse o que eu mais desejo castigar por minha própria mão. Se o meu verdugo fosse outro, ficaria talvez mais patente a minha culpa. Antes porém de cometido o ato irrevogável, quero matar a quem me causou a morte, quero levar comigo quem me sacie esta ânsia de vingança que já tenho segura, vendo lá, nessas regiões quaisquer, aonde eu for, a pena que dá a justiça desinteressada e inflexível ao que me arrastou a esta desesperação.
»Y, diciendo estas razones, con una increíble fuerza y ligereza arremetió a Lotario con la daga desenvainada, con tales muestras de querer enclavársela en el pecho , que casi él estuvo en duda si aquellas demostraciones eran falsas o verdaderas, porque le fue forzoso valerse de su industria y de su fuerza para estorbar que Camila no le diese. La cual tan vivamente fingía aquel estraño embuste y fealdad que, por dalle color de verdad, la quiso matizar con su misma sangre; porque, viendo que no podía haber a Lotario, o fingiendo que no podía, dijo. Proferidas estas palavras com uma volubilidade e força extraordinária, arremeteu a Lotário com a daga desembainhada, com tais mostras de lha querer cravar no peito, que ele mesmo esteve quase em dúvida se aquilo seria fingido ou verdadeiro, porque lhe foi forçoso valer-se de toda a sua destreza e força para se livrar do golpe. Camila tão ao natural representava todo aquele fingimento, que, para lhe dar mais cor de verdade, o quis rubricar com o seu próprio sangue, porque, vendo que não podia alcançar a Lotário, ou fingindo que o não podia, disse:
»-Pues la suerte no quiere satisfacer del todo mi tan justo deseo, a lo menos, no será tan poderosa que, en parte, me quite que no le satisfaga. — Já que a sorte não deixa que o meu justo desejo se satisfaça em cheio, pelo menos nunca há-de poder tanto, que me vede em cheio satisfazê-lo.
Y, haciendo fuerza para soltar la mano de la daga, que Lotario la tenía asida, la sacó , y, guiando su punta por parte que pudiese herir no profundamente, se la entró y escondió por más arriba de la islilla del lado izquierdo , junto al hombro, y luego se dejó caer en el suelo, como desmayada. E forcejando para soltar a daga, que Lotário lhe tinha presa, arrancou-lha com efeito, e, dirigindo-lhe a ponta para parte onde a ferida não viesse a ser muito perigosa, cravou-a entre o peito e o sovaco esquerdo, deixando-se logo cair no pavimento como desmaiada.
»Estaban Leonela y Lotario suspensos y atónitos de tal suceso, y todavía dudaban de la verdad de aquel hecho, viendo a Camila tendida en tierra y bañada en su sangre. Acudió Lotario con mucha presteza, despavorido y sin aliento, a sacar la daga, y, en ver la pequeña herida, salió del temor que hasta entonces tenía, y de nuevo se admiró de la sagacidad, prudencia y mucha discreción de la hermosa Camila ; y, por acudir con lo que a él le tocaba, comenzó a hacer una larga y triste lamentación sobre el cuerpo de Camila, como si estuviera difunta, echándose muchas maldiciones, no sólo a él, sino al que había sido causa de habelle puesto en aquel término. Y, como sabía que le escuchaba su amigo Anselmo, decía cosas que el que le oyera le tuviera mucha más lástima que a Camila, aunque por muerta la juzgara. Estavam Leonela e Lotário pasmados do que viam, e todavia duvidosos ainda entre crer e descrer, apesar de verem Camila estendida em terra, e banhada no seu sangue. Acode Lotário açodado e espavorido, e quase sem alento, a arrancar a daga; mas, reconhecendo a pequenez da ferida, respirou, ficando a admirar cada vez mais a sagacidade, a prudência e a extraordinária discrição da sua Camila; e para representar também o seu papel, começou a fazer uma estirada lamentação sobre o corpo da formosa, como se estivera defunta, soltando muitas maldições não só contra si, mas também sobre quem a havia obrigado àqueles extremos. Como sabia que o escutava o amigo Anselmo, coisas dizia que mais dó faziam dele próprio, do que dela, ainda que a julgassem morta.
»Leonela la tomó en brazos y la puso en el lecho, suplicando a Lotario fuese a buscar quien secretamente a Camila curase; pedíale asimismo consejo y parecer de lo que dirían a Anselmo de aquella herida de su señora, si acaso viniese antes que estuviese sana. Él respondió que dijesen lo que quisiesen, que él no estaba para dar consejo que de provecho fuese; sólo le dijo que procurase tomarle la sangre, porque él se iba adonde gentes no le viesen. Y, con muestras de mucho dolor y sentimiento, se salió de casa; y, cuando se vio solo y en parte donde nadie le veía, no cesaba de hacerse cruces, maravillándose de la industria de Camila y de los ademanes tan proprios de Leonela. Consideraba cuán enterado había de quedar Anselmo de que tenía por mujer a una segunda Porcia , y deseaba verse con él para celebrar los dos la mentira y la verdad más disimulada que jamás pudiera imaginarse. Leonela tomou-a nos braços, e a pôs no leito, rogando a Lotário fosse buscar facultativo que viesse curar secretamente a doente. Consultava-o também sobre o que haviam de dizer a Anselmo daquele golpe de sua ama, se ele viesse antes dela curada. Lotário respondia que fizessem o que lhes parecesse, que ele por si não estava com cabeça para acertar conselhos; que só lhe dizia que se desse pressa em vedar-lhe o sangue, porque ele ia fugir para onde ninguém o visse; e, com mostras da maior consternação, saiu. Logo que se achou só, e onde ninguém o podia ver, não fazia senão benzer-se, maravilhado da esperteza de Camila, e dos modos tão apropriados de Leonela. Regalava-se, considerando quão inteirado não ficaria Anselmo de que tinha por mulher uma segunda Pórcia; já lhe tardava o tornarem a ver-se juntos, para festejarem entre si a mentira e a verdade, mais bem caldeadas uma com a outra, do que jamais se pudera imaginar.
»Leonela tomó, como se ha dicho , la sangre a su señora, que no era más de aquello que bastó para acreditar su embuste; y, lavando con un poco de vino la herida, se la ató lo mejor que supo, diciendo tales razones, en tanto que la curaba, que, aunque no hubieran precedido otras, bastaran a hacer creer a Anselmo que tenía en Camila un simulacro de la honestidad . Leonela, que tinha já vedado o sangue da ama, sangue que não passava do indispensável para crédito do embuste, lavou a ferida com um pouco de vinho, e a ligou o melhor que soube, dizendo, enquanto a estava curando, coisas, que só por si, ainda que mais precedentes não houvera, bastariam para capacitar Anselmo de que possuía em casa uma verdadeira estátua da honestidade.
»Juntáronse a las palabras de Leonela otras de Camila, llamándose cobarde y de poco ánimo, pues le había faltado al tiempo que fuera más necesario tenerle, para quitarse la vida, que tan aborrecida tenía. Pedía consejo a su doncella si daría, o no, todo aquel suceso a su querido esposo; la cual le dijo que no se lo dijese, porque le pondría en obligación de vengarse de Lotario, lo cual no podría ser sin mucho riesgo suyo, y que la buena mujer estaba obligada a no dar ocasión a su marido a que riñese, sino a quitalle todas aquellas que le fuese posible. Com as palavras de Leonela travavam outras de Camila, chamando-se covarde e pusilânime, pois lhe faltara o valor quando mais precisava dele, para destruir uma existência que tanto lhe pesava. Pedia à serva o seu parecer sobre dizer ou calar todo aquele sucesso ao marido. A serva respondia-lhe que lhe não dissesse nada, porque dizer-lho era pô-lo em obrigação de vingar-se de Lotário, o que lhe seria muito arriscado, e que toda a mulher capaz estava obrigada a não dar ao seu homem ocasiões para desavenças, antes lhas devia esconder todas.
»Respondió Camila que le parecía muy bien su parecer y que ella le seguiría; pero que en todo caso convenía buscar qué decir a Anselmo de la causa de aquella herida, que él no podría dejar de ver; a lo que Leonela respondía que ella, ni aun burlando, no sabía mentir. Respondeu a senhora que lhe parecia muito bem esse voto, e o seguiria; mas que, em todo o caso, era necessário ver o que se diria a Anselmo sobre a causa daquela ferida, que ele forçosamente havia de ver. A isso respondia Leonela que lá para mentiras fossem bater a outra porta, que ela por si nem por brinco a tal se ajeitava.
»-Pues yo, hermana -replicó Camila-, ¿qué tengo de saber, que no me atreveré a forjar ni sustentar una mentira, si me fuese en ello la vida? Y si es que no hemos de saber dar salida a esto, mejor será decirle la verdad desnuda, que no que nos alcance en mentirosa cuenta. — E eu então? — respondeu Camila — eu que nem para salvar a vida me parece que saberia desfigurar a verdade? O melhor será, segundo entendo, confessarmos-lhe tudo tal qual, do que sujeitarmo-nos a poder ficar por embusteiras.
»-No tengas pena, señora de aquí a mañana -respondió Leonela- yo pensaré qué le digamos, y quizá que, por ser la herida donde es, la podrás encubrir sin que él la vea, y el cielo será servido de favorecer a nuestros tan justos y tan honrados pensamientos. Sosiégate, señora mía, y procura sosegar tu alteración, porque mi señor no te halle sobresaltada, y lo de más déjalo a mi cargo, y al de Dios, que siempre acude a los buenos deseos. — Sossegue, minha senhora; de hoje até amanhã — respondeu Leonela — eu excogitarei o que lhe havemos de dizer, e talvez que a ferida, por ser onde é, se lhe possa recatar; o céu há-de nos ajudar, em atenção a serem os nossos motivos tão justos e honrados. Descanse, descanse, e faça por aquietar esses temores, que poderiam sobressaltar a meu amo; e o mais, torno a dizer, deixe-o à minha conta e à de Deus, que nunca falta a quem deseja o bem.
»Atentísimo había estado Anselmo a escuchar y a ver representar la tragedia de la muerte de su honra; la cual con tan estraños y eficaces afectos la representaron los personajes della, que pareció que se habían transformado en la misma verdad de lo que fingían. Deseaba mucho la noche, y el tener lugar para salir de su casa, y ir a verse con su buen amigo Lotario, congratulándose con él de la margarita preciosa que había hallado en el desengaño de la bondad de su esposa . Tuvieron cuidado las dos de darle lugar y comodidad a que saliese, y él, sin perdella, salió y luego fue a buscar a Lotario, el cual hallado, no se puede buenamente contar los abrazos que le dio, las cosas que de su contento le dijo, las alabanzas que dio a Camila. Todo lo cual escuchó Lotario sin poder dar muestras de alguna alegría, porque se le representaba a la memoria cuán engañado estaba su amigo y cuán injustamente él le agraviaba. Y, aunque Anselmo veía que Lotario no se alegraba, creía ser la causa por haber dejado a Camila herida y haber él sido la causa; y así, entre otras razones, le dijo que no tuviese pena del suceso de Camila, porque, sin duda, la herida era ligera, pues quedaban de concierto de encubrírsela a él; y que, según esto, no había de qué temer, sino que de allí adelante se gozase y alegrase con él, pues por su industria y medio él se veía levantado a la más alta felicidad que acertara desearse, y quería que no fuesen otros sus entretenimientos que en hacer versos en alabanza de Camila, que la hiciesen eterna en la memoria de los siglos venideros. Lotario alabó su buena determinación y dijo que él, por su parte, ayudaría a levantar tan ilustre edificio. Atentíssimo se tinha conservado Anselmo a escutar a representação tragicômica da morte da sua honra, representação tão bem improvisada, que todas as personagens pareciam mais que verdadeiras. Estava suspirando pela noite para sair de sua casa, e ir ter com o seu bom amigo Lotário, congratulando-se com ele de ter achado na mulher a margarida preciosa. Tiveram as duas cuidado em lhe dar vaga para a saída. Mal que chegou ao amigo, não há contar os abraços com que o apertou, os escarcéus que fez da sua felicidade e das virtudes de Camila, o que tudo Lotário lhe esteve ouvindo sem o mínimo sinal de alegria, por se lhe estar dentro revolvendo o remorso de tão cego andar o pobre homem. Ainda que Anselmo bem via aquela frieza no amigo, supunha ser efeito de ter deixado a Camila ferida, e por causa dele; pelo que entre outras coisas lhe disse que não tivesse cuidado pelo acontecido, porque o golpe era por certo muito leve; e tanto, que as duas tinham combinado em encobri-lo do próprio marido; logo não havia de que temer. Dali em diante era alegrarem-se e divertirem-se ambos a bom levar, pois por sua industriosa cooperação tinha enfim atingido nas suas relações conjugais o ápice da ventura; que já agora o único emprego do tempo seria para ele fazer versos em honra e louvor de Camila, para ficar lembrando em todos os séculos. Aprovou Lotário com elogios tão boa determinação, e disse que por sua parte estava pronto para ajudá-lo a erigir-lhe tão merecido monumento.
»Con esto quedó Anselmo el hombre más sabrosamente engañado que pudo haber en el mundo él mismo llevó por la mano a su casa, creyendo que llevaba el instrumento de su gloria, toda la perdición de su fama. Recebíale Camila con rostro, al parecer, torcido, aunque con alma risueña. Duró este engaño algunos días, hasta que, al cabo de pocos meses, volvió Fortuna su rueda y salió a plaza la maldad con tanto artificio hasta allí cubierta, y a Anselmo le costó la vida su impertinente curiosidad.» Em suma: ficou sendo desde aquela hora Anselmo o homem mais deliciosamente logrado de todo o mundo. Levava ele próprio por sua mão para sua casa, cuidando levar o artífice da sua glória, o destruidor de toda a sua fama. Recebia-o Camila com semblante ao parecer torcido, mas com alma risonha. Algum tempo durou este engano, até que, passados poucos meses, a fortuna desandou a roda, e saiu à praça a maldade com tamanho artifício encoberta até então, e a Anselmo veio a custar a vida a sua impertinente curiosidade.






I. Capítulo XXXV. Que trata de la brava y descomunal batalla> que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto, y se da fin a la novela del Curioso Impertinente


Capítulo XXXV — Em que se trata da grande e descomunal batalha que teve D. Quixote com uns odres de vinho tinto, e se dá fim à novela do curioso impertinente.


Poco más quedaba por leer de la novela, cuando del caramanchón donde reposaba don Quijote salió Sancho Panza todo alborotado, diciendo a voces. Pouco faltava por ler da novela, quando do quarto onde jazia D. Quixote adormecido saiu Sancho Pança todo alvoroçado a gritar:
-Acudid, señores, presto y socorred a mi señor, que anda envuelto en la más reñida y trabada batalla que mis ojos han visto. ¡Vive Dios, que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la señora princesa Micomicona, que le ha tajado la cabeza, cercen a cercen, como si fuera un nabo. — Acudam, senhores! depressa! valham a meu amo, que anda metido na mais renhida batalha que estes olhos nunca viram! Deus louvado! pregou já uma cutilada no gigante inimigo da senhora Princesa Micomicadela, que lhe cortou a cabeça pelo meio como se fora um nabo.
-¿Qué dices, hermano? -dijo el cura, dejando de leer lo que de la novela quedaba-. ¿Estáis en vos, Sancho? ¿Cómo diablos puede ser eso que decís, estando el gigante dos mil leguas de aquí. — Que dizes, criatura? — perguntou o padre interrompendo a leitura — O Sancho está em si? como diabo pode ser isso que dizeis, se o gigante está a duas mil léguas daqui?
En esto, oyeron un gran ruido en el aposento, y que don Quijote decía a voces. Neste comenos ouviu-se do aposento um grande ruído, e a voz de D. Quixote que dizia em altos gritos:
-¡Tente, ladrón, malandrín, follón, que aquí te tengo, y no te ha de valer tu cimitarra . Y parecía que daba grandes cuchilladas por las paredes. Y dijo Sancho. — Espera, ladrão, malandrino, velhacão; estás seguro; não te há-de valer a tua cimitarra. E nisto soavam pelas paredes grandes cutiladas.
-No tienen que pararse a escuchar, sino entren a despartir la pelea, o a ayudar a mi amo; aunque ya no será menester, porque, sin duda alguna, el gigante está ya muerto, y dando cuenta a Dios de su pasada y mala vida , que yo vi correr la sangre por el suelo, y la cabeza cortada y caída a un lado, que es tamaña como un gran cuero de vino.— Não têm que pôr-se a escutar — disse Sancho; — entrem a apartar a peleja ou a ajudar meu amo, que talvez já não seja preciso; sem dúvida o gigante a estas horas está morto, e dando contas a Deus da sua má vida. Vi-lhe o sangue em enxurrada pelo chão, e a cabeça cortada e caída para a banda; é tamanha como um grande odre de vinho.
-Que me maten -dijo a esta sazón el ventero- si don Quijote, o don diablo, no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre. — Dêem cabo de mim — exclamou o vendeiro — se D. Quixote ou D. Diabo não deu alguma cutilada em alguns dos odres do tinto que lhe estavam cheios à cabeceira. Aposto que não é senão o meu vinho o que se figurou sangue a este palerma.
Y, con esto, entró en el aposento, y todos tras él, y hallaron a don Quijote en el más estraño traje del mundo estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias; tenía en la cabeza un bonetillo colorado, grasiento, que era del ventero; en el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama, con quien tenía ojeriza Sancho, y él se sabía bien el porqué ; y en la derecha, desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes, diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algún gigante. Y es lo bueno que no tenía los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando que estaba en batalla con el gigante; que fue tan intensa la imaginación de la aventura que iba a fenecer, que le hizo soñar que ya había llegado al reino de Micomicón, y que ya estaba en la pelea con su enemigo. Y había dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino; lo cual visto por el ventero, tomó tanto enojo que arremetió con don Quijote, y a puño cerrado le comenzó a dar tantos golpes que si Cardenio y el cura no se le quitaran, él acabara la guerra del gigante; y, con todo aquello, no despertaba el pobre caballero, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fría del pozo y se le echó por todo el cuerpo de golpe, con lo cual despertó don Quijote; mas no con tanto acuerdo que echase de ver de la manera que estaba. Assim dizendo, entrou no aposento com todos atrás de si, e acharam a D. Quixote no mais extravagante vestuário do mundo: estava em camisa, que não era tão comprida, que por diante lhe cobrisse inteiramente as coxas, e por detrás faltavam seis dedos. As pernas eram esguias e fracas, cheias de felpa, e nada limpas. Tinha na cabeça um barretinho vermelho e surrado pertencente ao vendeiro; no braço esquerdo enrodilhada a manta da cama, cenreira de Sancho, por motivos que ele muito bem sabia; e na direita floreava a espada nua, atirando cutiladas para todas as bandas, dando vozes como se realmente estivera pelejando com algum gigante. E o bonito era que estava com os olhos fechados, porque realmente dormia sonhando andar em batalha com o gigante. Tão intensa havia sido a apreensão da aventura que ia acabar, que o fez sonhar achar-se já no reino de Micomicão e a braços com o seu adversário; e tantas cutiladas tinha assentado nos odres, supondo descarregá-las no gigante, que todo o quarto era um lagar de vinho. Logo que o vendeiro tal presenciou, encheu-se de tamanha cólera, que arremeteu com D. Quixote, e com os punhos fechados lhe começou a chover tantos murros, que, se Cardênio e o cura lho não tiram das mãos, a guerra do gigante se acabava ali para todo sempre. Pois nem com tudo aquilo acordava o pobre cavaleiro. O que valeu foi acudir o barbeiro com uma caldeira de água fria do poço, atirando-lha para cima de chapuz. Com isso é que o fidalgo despertou; mas, ainda assim tão pouco em si, que não reparou na lástima em que se achava.
Dorotea, que vio cuán corta y sotilmente estaba vestido, no quiso entrar a ver la batalla de su ayudador y de su contrario. Dorotéia, que tinha logo enxergado o como ele estava vestido à curta, não quis entrar a ver a batalha do seu defensor com o seu inimigo.
Andaba Sancho buscando la cabeza del gigante por todo el suelo, y, como no la hallaba, dijo. Andava Sancho buscando a cabeça do gigante por toda a casa; como não a achava, disse:
-Ya yo sé que todo lo desta casa es encantamento ; que la otra, en este mesmo lugar donde ahora me hallo, me dieron muchos mojicones y porrazos, sin saber quién me los daba, y nunca pude ver a nadie; y ahora no parece por aquí esta cabeza que vi cortar por mis mismísimos ojos, y la sangre corría del cuerpo como de una fuente. — Está visto que tudo aqui é encantamento: da outra vez, neste mesmo lugar em que me acho, apanhei um chuveiro de pancadaria e socos por estas ventas, sem saber quem fosse o das mãos rotas, nem ver alma viva; e agora vejo com estes cortar a cabeça e correr sangue do corpo como de um chafariz, e tal cabeça não aparece.
-¿Qué sangre ni qué fuente dices, enemigo de Dios y de sus santos? -dijo el ventero-. ¿No vees, ladrón, que la sangre y la fuente no es otra cosa que estos cueros que aquí están horadados y el vino tinto que nada en este aposento, que nadando vea yo el alma en los infiernos de quien los horadó?>— Que sangue e que chafariz estás tu para aí alanzoando, inimigo de Deus e dos seus santos? — disse o vendeiro — Não vês, ladrão, que o sangue e o chafariz não são senão esses odres, que para aí estão arrombados, e o meu rico vinho tinto que nada no quarto? Nadar vejo eu nos infernos a alma de quem mos arrombou.
-No sé nada -respondió Sancho-; sólo sé que vendré a ser tan desdichado que, por no hallar esta cab eza, se me ha de deshacer mi condado como la sal en el agua. — Não sei nada disso — respondeu Sancho — o que sei é que hei-de ser tão mofino, que, por não achar a cabeçorra do bruto, se me há-de desfazer o condado como sal na água.
Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo tal le tenían las promesas que su amo le había hecho. El ventero se desesperaba de ver la flema del escudero y el maleficio del señor, y juraba que no había de ser como la vez pasada, que se le fueron sin pagar; y que ahora no le habían de valer los previlegios de su caballería para dejar de pagar lo uno y lo otro , aun hasta lo que pudiesen costar las botanas que se habían de echar a los rotos cueros. O pobre Sancho acordado estava pior que o amo dormindo; efeito das promessas do patrão. Desesperava-se o vendeiro de ver a fleuma do escudeiro e o malefício do fidalgo, e jurava que desta vez não havia de ser como da passada, irem-se embora sem lhe pagarem; que lhe não haviam de valer os privilégios da sua cavalaria para lhe não satisfazer tudo por junto, e até o que poderia custar a remendagem dos odres.
Tenía el cura de las manos a don Quijote, el cual, creyendo que ya había acabado la aventura, y que se hallaba delante de la princesa Micomicona, se hincó de rodillas delante del cura, diciendo. Segurava o cura as mãos a D. Quixote, o qual, supondo ter já finalizado a pendência, e estar perante a Princesa Micomicadela, se lançou em joelhos aos pés do eclesiástico, exclamando:
-Bien puede la vuestra grandeza, alta y famosa señora, vivir, de hoy más, segura que le pueda hacer mal esta mal nacida criatura; y yo también, de hoy más, soy quito de la palabra que os di, pues, con el ayuda del alto Dios y con el favor de aquella por quien yo vivo y respiro, tan bien la he cumplido . — Já pode a Vossa Grandeza, alta e poderosa senhora, viver desde hoje mais segura, porque já lhe não pode causar prejuízo esta mal nascida criatura; e eu também de hoje em diante me dou por quite da palavra que vos obriguei, pois, com a ajuda do alto Deus, e com o favor daquela por quem vivo, tão inteiramente para convosco me desempenhei.
-¿No lo dije yo? -dijo oyendo esto Sancho-. Sí que no estaba yo borracho ¡mirad si tiene puesto ya en sal mi amo al gigante! ¡Ciertos son los toros mi condado está de molde!>— Não era o que eu dizia? — disse ouvindo aquelas palavra Sancho — vejam lá se eu estava borracho; vejam lá se meu amo não tem já o gigante na salmoura. Certos são os touros: o meu condado está na unha.
¿Quién no había de reír con los disparates de los dos, amo y mozo? Todos reían sino el ventero, que se daba a Satanás. Pero, en fin, tanto hicieron el barbero, Cardenio y el cura que, con no poco trabajo, dieron con don Quijote en la cama, el cual se quedó dormido , con muestras de grandísimo cansancio. Dejáronle dormir, y saliéronse al portal de la venta a consolar a Sancho Panza de no haber hallado la cabeza del gigante; aunque más tuvieron que hacer en aplacar al ventero, que estaba desesperado por la repentina muerte de sus cueros. Y la ventera decía en voz y en grito. Quem não se havia de rir com os disparates daquele par? tal amo, tal moço! Riam-se todos, afora o taverneiro que se dava ao diabo. Enfim, tanto fizeram, o barbeiro, Cardênio e o cura, que, a poder de trabalho, deram com D. Quixote na cama, ficando a dormir com mostras de grandíssimo cansaço. Deixando-o pois a dormir, saíram para o portal da taverna com o fim de consolar a Sancho Pança de não haver encontrado a cabeça do gigante, mas inda tiveram mais que trabalhar em abater a ira do vendeiro, o qual estava desesperado por causa de assim morrerem os seus odres, vítimas de uma morte repentina; e a vendeira, gritando a bom gritar, dizia:
-En mal punto y en hora menguada entró en mi casa este caballero andante, que nunca mis ojos le hubieran visto, que tan caro me cuesta. La vez pasada se fue con el costo de una noche, de cena, cama, paja y cebada, para él y para su escudero , y un rocín y un jumento, diciendo que era caballero aventurero (que mala ventura le dé Dios a él y a cuantos aventureros hay en el mundo) y que por esto no estaba obligado a pagar nada, que así estaba escrito en los aranceles de la caballería andantesca. Y ahora, por su respeto, vino estotro señor y me llevó mi cola, y hámela vuelto con más de dos cuartillos de daño , toda pelada, que no puede servir para lo que la quiere mi marido. Y, por fin y remate de todo, romperme mis cueros y derramarme mi vino; que derramada le vea yo su sangre. ¡Pues no se piense; que, por los huesos de mi padre y por el siglo de mi madre, si no me lo han de pagar un cuarto sobre otro, o no me llamaría yo como me llamo ni sería hija de quien soy. — Em mau ponto, em minguada hora, entrou em minha casa este cavaleiro andante, a quem meus olhos tão bom fora que nunca houveram visto, pois que tão caro ele me fica: da vez passada foi-se embora com o custo da ceia de uma noite, e da cama, palha e cevada, para ele e para o seu escudeiro, e para o rocim e o jumento, dizendo que era cavaleiro aventureiro (que má ventura lhe dê Deus a ele e a quantos aventureiros haja neste mundo) e que por isso não estava obrigado a pagar coisa alguma, porque assim o achava escrito nos aranzéis da cavalaria andantesca: agora por seu respeito veio um outro senhor e me levou a minha cauda, e, quando ma restituiu, entregou-ma com mais de dois quartos de real de prejuízo, toda pelada, de modo que não pode servir para o que meu marido a queria; e por fim e remate de tudo isto rompe-me os meus odres, e entorna-lhes o vinho todo pelo chão, que assim lhe veja eu derramado quanto sangue tem nas veias; e não se pense que pelos ossos de meu pai e honra de minha mãe não me hão-de pagar um quarto sobre outro, ou eu me não chamaria pelo nome que sou chamada, nem seria filha de quem sou.
Estas y otras razones tales decía la ventera con grande enojo, y ayudábala su buena criada Maritornes. La hija callaba, y de cuando en cuando se sonreía. El cura lo sosegó todo, prometiendo de satisfacerles su pérdida lo mejor que pudiese, así de los cueros como del vino, y principalmente del menoscabo de la cola, de quien tanta cuenta hacían. Dorotea consoló a Sancho Panza diciéndole que cada y cuando que pareciese haber sido verdad que su amo hubiese descabezado al gigante, le prometía, en viéndose pacífica en su reino, de darle el mejor condado que en él hubiese. Consolóse con esto Sancho, y aseguró a la princesa que tuviese por cierto que él había visto la cabeza del gigante, y que, por más señas, tenía una barba que le llegaba a la cintura ; y que si no parecía, era porque todo cuanto en aquella casa pasaba era por vía de encantamento, como él lo había probado otra vez que había posado en ella. Dorotea dijo que así lo creía, y que no tuviese pena, que todo se haría bien y sucedería a pedir de boca . Estas e outras razões dizia a taverneira com grande cólera, e era ajudada pela sua boa criada. A filha calava-se, e somente de quando em quando se sorria. O cura sossegou todo o barulho, prometendo-lhes satisfazer as suas perdas do melhor modo possível, assim a dos odres, como a do vinho, e principalmente o dano da cauda pelada, da qual tanta conta faziam. Dorotéia consolou a Sancho Pança, dizendo-lhe que, sempre que se viesse a verificar que seu amo havia cortado a cabeça ao gigante, lhe prometia, logo que se visse senhora pacífica do seu reino, a dar-lhe o melhor condado que lá houvesse. Consolou-se Sancho com esta promessa, e assegurou à Princesa que tivesse por certo que ele Sancho vira perfeitamente a cabeça do gigante, que, por sinal mais certo, trazia uma barba que lhe chegava até à cinta, e que, se agora não aparecia, era porque tudo quanto acontecia naquela casa vinha por via de encantamento, o que ele já havia experimentado em outra vez que ali estivera. Dorotéia disse que assim o acreditava, e que se não afligisse, porque as coisas correriam bem e à medida do seu desejo.
Sosegados todos, el cura quiso acabar de leer la novela, porque vio que faltaba poco. Cardenio, Dorotea y todos los demás le rogaron la acabase. Él, que a todos quiso dar gusto, y por el que él tenía de leerla, prosiguió el cuento, que así decía. Sossegados todos, quis o cura acabar de ler a novela, porque viu que pouco faltava para concluir a sua leitura. Cardênio, Dorotéia e todos os mais lhe rogavam que assim o fizesse, e ele, por a todos dar gosto, e mesmo também pelo que lhe dava o lê-la, prosseguiu o conto que era como se segue:
«Sucedió, pues , que, por la satisfación que Anselmo tenía de la bondad de Camila, vivía una vida contenta y descuidada, y Camila, de industria, hacía mal rostro a Lotario, porque Anselmo entendiese al revés de la voluntad que le tenía; y, para más confirmación de su hecho, pidió licencia Lotario para no venir a su casa , pues claramente se mostraba la pesadumbre que con su vista Camila recebía; mas el engañado Anselmo le dijo que en ninguna manera tal hiciese. Y, desta manera, por mil maneras era Anselmo el fabricador de su deshonra, creyendo que lo era de su gusto. “Sucedeu pois que, pela satisfação que a Anselmo dava a bondade de Camila, vivia numa vida contente e sem cuidados, e Camila de propósito tratava secamente a Lotário, para que Anselmo entendesse às avessas o amor que a este ela tinha; e para maior confirmação do engano de Anselmo lhe pediu Lotário licença de não vir a sua casa, porque Camila claramente mostrava o desgosto com que o via sempre que era forçada a recebê-lo; porém o iludido Anselmo disse-lhe que por modo nenhum tal fizesse; e assim por mil maneiras se tornava Anselmo o fabricador da sua desonra, quando cuidava que o era do seu gosto.
»En esto, el que tenía Leonela de verse cualificada, no de con sus amores, llegó a tanto que, sin mirar a otra cosa, se iba tras él a suelta rienda, fiada en que su señora la encubría, y aun la advertía del modo que con poco recelo pudiese ponerle en ejecución. En fin, una noche sintió Anselmo pasos en el aposento de Leonela, y, queriendo entrar a ver quién los daba, sintió que le detenían la puerta, cosa que le puso más voluntad de abrirla; y tanta fuerza hizo, que la abrió, y entró dentro a tiempo que vio que un hombre saltaba por la ventana a la calle; y, acudiendo con presteza a alcanzarle o conocerle, no pudo conseguir lo uno ni lo otro, porque Leonela se abrazó con él, diciéndole. Destarte corriam as coisas, quando Leonela, vendo-se de alguma sorte autorizada e apoiada nos seus amores, chegou neles a tal ponto que, sem olhar a outra coisa mais que a satisfazê-los, os deixou ir à rédea solta, fiada em que sua ama a encobria, e mesmo a advertia do modo mais fácil que teria para pô-los sempre em execução. Finalmente, em uma noite, sentiu Anselmo passos no aposento de Leonela, e, querendo entrar a ver quem os dava, sentiu que lhe detinham a porta, o que lhe aumentou a vontade de abri-la, e tanto esforço fez, que a abriu, e entrou dentro a tempo ainda de ver que um homem saltava pela janela para a rua; e, acudindo com ligeireza a ver se o alcançava, ou pelo menos o conhecia, nem uma nem outra coisa conseguiu, porque Leonela se abraçou com ele, dizendo-lhe:
»-Sosiégate, señor mío, y no te alborotes, ni sigas al que de aquí saltó; es cosa mía, y tanto, que es mi esposo. — Sossegue, meu senhor, e não se alvoroce, nem siga a quem daqui saltou, que é coisa minha, e tanto, que é meu esposo.
»No lo quiso creer Anselmo; antes, ciego de enojo, sacó la daga y quiso herir a Leonela, diciéndole que le dijese la verdad, si no, que la mataría. Ella, con el miedo, sin saber lo que se decía, le dijo. Não quis Anselmo acreditá-la, antes, cego pela ira, tirou uma daga e quis ferir a Leonela, mandando-lhe que lhe confessasse a verdade, se não que a mataria: ela com o medo, sem saber o que dizia, lhe respondeu:
»-No me mates, señor, que yo te diré cosas de más importancia de las que puedes imaginar. — Não me mate, meu senhor, que eu lhe contarei coisas da maior importância que pode imaginar.
»-Dilas luego -dijo Anselmo-; si no, muerta eres. — Dize-as já — lhe disse Anselmo — se não queres morrer.
»-Por ahora será imposible -dijo Leonela-, según estoy de turbada; déjame hasta mañana, que entonces sabrás de mí lo que te ha de admirar; y está seguro que el que saltó por esta ventana es un mancebo desta ciudad, que me ha dado la mano de ser mi esposo. — Por agora me será impossível dizê-las — respondeu Leonela — porque estou muito perturbada; deixe-me até pela manhã, que então saberá de mim o que o há-de admirar, e esteja seguro, que o que saltou pela janela é um mancebo desta cidade, que me deu a mão de esposo.
»Sosegóse con esto Anselmo y quiso aguardar el término que se le pedía, porque no pensaba oír cosa que contra Camila fuese, por estar de su bondad tan satisfecho y seguro; y así, se salió del aposento y dejó encerrada en él a Leonela, diciéndole que de allí no saldría hasta que le dijese lo que tenía que decirle. Sossegou-se com isto Anselmo, e quis guardar o termo que a criada lhe pedia, porque nem pelo pensamento lhe passava o poder ouvir coisa que fosse contra Camila, de cuja bondade estava tão seguro e satisfeito; e assim saiu do aposento, deixando encerrada nele a Leonela, e dizendo-lhe que dali não sairia até que lhe contasse tudo quanto para contar lhe tinha.
»Fue luego a ver a Camila y a decirle, como le dijo , todo aquello que con su doncella le había pasado, y la palabra que le había dado de decirle grandes cosas y de importancia. Si se turbó Camila o no, no hay para qué decirlo, porque fue tanto el temor que cobró, creyendo verdaderamente -y era de creer- que Leonela había de decir a Anselmo todo lo que sabía de su poca fe, que no tuvo ánimo para esperar si su sospecha salía falsa o no. Y aquella mesma noche, cuando le pareció que Anselmo dormía, juntó las mejores joyas que tenía y algunos dineros, y, sin ser de nadie sentida, salió de casa y se fue a la de Lotario, a quien contó lo que pasaba, y le pidió que la pusiese en cobro, o que se ausentasen los dos donde de Anselmo pudiesen estar seguros. La confusión en que Camila puso a Lotario fue tal, que no le sabía responder palabra, ni menos sabía resolverse en lo que haría. Dali foi logo ter-se com Camila e contar-lhe, como lhe contou, tudo o que com a criada havia passado, e como esta lhe prometera de lhe dizer grandes coisas e da maior importância. O estado em que ficou Camila, ouvindo o que o marido lhe disse, fácil será a qualquer pessoa imaginá-lo; foi tamanho o temor que se apoderou dela, crendo (e quem em tal caso o não creria) que Leonela descobriria a Anselmo a sua deslealdade dela, que não teve coragem nem ânimo de esperar para ver se o seu receio se desvaneceria; e por isso, assim que lhe pareceu estar Anselmo já adormecido, muito de manso e sem ser sentida juntou as melhores jóias que tinha e algum dinheiro e se saiu de casa indo ter direita à de Lotário, ao qual contou o que se tinha passado, e lhe pediu que a pusesse em seguro ou que se ausentassem ambos para lugar onde estivessem livres da vingança de Anselmo. Foi tal a confusão em que semelhante nova pôs a Lotário, que não sabia responder a Camila coisa que jeito tivesse, e ainda menos sabia a resolução que devia tomar.
»En fin, acordó de llevar a Camila a un monesterio, en quien era priora una su hermana. Consintió Camila en ello, y, con la presteza que el caso pedía, la llevó Lotario y la dejó en el monesterio, y él, ansimesmo, se ausentó luego de la ciudad, sin dar parte a nadie de su ausencia. Afinal resolveu levar Camila para um mosteiro, em que era prelada uma irmã sua: Camila consentiu nisto, e, com a prontidão e brevidade que pedia o caso, a guiou Lotário ao mosteiro, e, deixando-a lá, se ausentou imediatamente da cidade, sem dar parte da sua ausência a pessoa alguma.
»Cuando amaneció, sin echar de ver Anselmo que Camila faltaba de su lado, con el deseo que tenía de saber lo que Leonela quería decirle, se levantó y fue adonde la había dejado encerrada. Abrió y entró en el aposento, pero no halló en él a Leonela sólo halló puestas unas sábanas añudadas a la ventana, indicio y señal que por allí se había descolgado e ido. Volvió luego muy triste a decírselo a Camila, y, no hallándola en la cama ni en toda la casa, quedó asombrado. Preguntó a los criados de casa por ella, pero nadie le supo dar razón de lo que pedía . Logo que amanheceu, Anselmo, sem reparar na falta de Camila, e só possuído do desejo que tinha de saber o que Leonela queria dizer-lhe, se levantou da cama e foi ao aposento onde a havia deixado encerrada: abriu a porta e, entrando para dentro, não encontrou a Leonela, e somente viu os lençóis atados à janela por meio dos quais pudera descer-se para a rua: voltou muito triste para contar este acontecimento a Camila; porém, não a achando na cama, nem em toda a casa, ficou cheio de assombro: perguntou por ela aos criados da casa, mas nenhum lhe soube responder:
»Acertó acaso, andando a buscar a Camila, que vio sus cofres abiertos y que dellos faltaban las más de sus joyas, y con esto acabó de caer en la cuenta de su desgracia, y en que no era Leonela la causa de su desventura. Y, ansí como estaba, sin acabarse de vestir, triste y pensativo, fue a dar cuenta de su desdicha a su amigo Lotario. Mas, cuando no le halló, y sus criados le dijeron que aquella noche había faltado de casa y había llevado consigo todos los dineros que tenía, pensó perder el juicio. Y, para acabar de concluir con todo, volviéndose a su casa, no halló en ella ninguno de cuantos criados ni criadas tenía, sino la casa desierta y sola. como andasse de novo buscando a Camila pela casa, acertou de olhar para os seus cofres, e viu que estavam abertos e que neles faltavam as suas melhores jóias, e então foi que caiu na conta, compreendendo que a sua desventura lhe não vinha de Leonela. Sem acabar-se de vestir e mesmo assim como estava, partiu triste e pensativo para casa do seu amigo Lotário a dar-lhe parte do sucedido; porém, quando chegou à casa do seu amigo, e os criados deste lhe disseram que naquela noite desaparecera, levando consigo todo o dinheiro que possuía, sem se saber para onde fora, ficou Anselmo espantado e em termos de perder o juízo: e, para que a sua desgraça fosse ainda mais completa, quando voltou a sua casa, achou-a deserta e desamparada dos criados e das criadas, que todos se haviam dela ausentado.
»No sabía qué pensar, qué decir, ni qué hacer, y poco a poco se le iba volviendo el juicio. Contemplábase y mirábase en un instante sin mujer, sin amigo y sin criados; desamparado, a su parecer, del cielo que le cubría, y sobre todo sin honra, porque en la falta de Camila vio su perdición. Não sabia o que pensasse nem o que havia de dizer ou fazer, e pouco a pouco se lhe ia esvaindo o juízo: contemplava-se em um instante privado da mulher, do amigo e dos criados; parecia-lhe achar-se desamparado do céu que o cobria, e sobretudo com a sua honra perdida, porque na fugida de Camila via qual devia ser a opinião pública que a seu respeito se preparava.
»Resolvióse, en fin, a cabo de una gran pieza, de irse a la aldea de su amigo, donde había estado cuando dio lugar a que se maquinase toda aquella desventura. Cerró las puertas de su casa, subió a caballo, y con desmayado aliento se puso en camino; y, apenas hubo andado la mitad, cuando, acosado de sus pensamientos, le fue forzoso apearse y arrendar su caballo a un árbol, a cuyo tronco se dejó caer, dando tiernos y dolorosos suspiros, y allí se estuvo hasta casi que anochecía; y aquella hora vio que venía un hombre a caballo de la ciudad, y, después de haberle saludado, le preguntó qué nuevas había en Florencia. El ciudadano respondió. Resolveu por fim, depois de longamente meditar, ir para a aldeia de seu amigo, onde estivera quando ele próprio foi o maquinador de toda esta desventura. Fechou as portas da sua casa, montou a cavalo, e com desmaiado alento se pôs a caminho. Apenas haveria feito meio caminho, quando, acossado dos seus pensamentos, forçoso foi apear-se, e, depois e prender o cavalo a uma árvore, se deixou cair junto do tronco dela soltando ternos e dolorosos suspiros, e ali esteve quase até ao anoitecer, e a essa hora viu que vinha da cidade um homem a cavalo, ao qual, saudando-o, lhe perguntou que novas havia em Florença. O homem lhe respondeu:
»-Las más estrañas que muchos días ha se han oído en ella; porque se dice públicamente que Lotario, aquel grande amigo de Anselmo el rico, que vivía a San Juan , se llevó esta noche a Camila, mujer de Anselmo, el cual tampoco parece. Todo esto ha dicho una criada de Ca mila , que anoche la halló el gobernador descolgándose con una sábana por las ventanas de la casa de Anselmo. En efeto, no sé puntualmente cómo pasó el negocio; sólo sé que toda la ciudad está admirada deste suceso, porque no se podía esperar tal hecho de la mucha y familiar amistad de los dos, que dicen que era tanta, que los llamaban los dos amigos. — As mais estranhas que desde muito tempo se lá tem ouvido, porque se conta publicamente, que Lotário, aquele grande amigo do rico Anselmo, que morava a S. João, fugiu esta noite com Camila, mulher do referido Anselmo, do qual também se não sabe por haver desaparecido: tudo isto foi dito por uma criada de Camila, que a passada noite foi achada pelo governador a escapar-se de casa de Anselmo, descendo de uma janela para a rua por meio de uns lençóis, presos à mesma janela: na verdade não sei pontualmente como o negócio se passou, somente sei que toda a cidade está admirada com este sucesso, porque não se podia esperar semelhante desfecho da amizade dos dois, a qual era tanta, que ordinariamente eram chamados os dois amigos.
»-¿Sábese, por ventura -dijo Anselmo-, el camino que llevan Lotario y Camila.
»-Ni por pienso -dijo el ciudadano-, puesto que el gobernador ha usado de mucha diligencia en buscarlo. — Nem por pensamento — respondeu o cavaleiro — apesar de haver o governador empregado a maior diligência em procurá-los.
»-A Dios vais , señor -dijo Anselmo. — Adeus, e com Ele ide — disse Anselmo.
»-Con Él quedéis -respondió el ciudadano, y fuese. — E com Ele fiqueis — respondeu o caminhante, continuando o seu caminho.
»Con tan desdichadas nuevas, casi casi llegó a términos Anselmo, no sólo de perder el juicio, sino de acabar la vida. Levantóse como pudo y llegó a casa de su amigo, que aún no sabía su desgracia; mas, como le vio llegar amarillo, consumido y seco, entendió que de algún grave mal venía fatigado. Pidió luego Anselmo que le acostasen, y que le diesen aderezo de escribir. Hízose así, y dejáronle acostado y solo, porque él así lo quiso, y aun que le cerrasen la puerta. Viéndose, pues, solo, comenzó a cargar tanto la imaginación de su desventura, que claramente conoció que se le iba acabando la vida; y así, ordenó de dejar noticia de la causa de su estraña muerte; y, comenzando a escribir, antes que acabase de poner todo lo que quería, le faltó el aliento y dejó la vida en las manos del dolor que le causó su curiosidad impertinente. Com tão desastradas notícias, Anselmo chegou aos termos não só quase de perder o juízo, mas até quase de perder a vida. Levantou-se conforme pôde, e chegou a casa do seu amigo, que nada sabia do seu infortúnio; porém, como este o visse chegar amarelo, seco e consumido, entendeu que de algum grande mal vinha possuído. Pediu logo Anselmo que lhe dessem um aposento onde descansasse, e juntamente tudo o necessário para poder escrever. Assim se fez. e o deixaram no aposento só e à sua vontade porque assim o desejou ele e também que lhe cerrassem a porta. Quando se viu só, começou a sua imaginação a carregá-lo tanto com a lembrança da sua desgraça, que claramente se conheceu pelas aflições mortais que em si sentia, que a vida se lhe ia acabando; e por isso determinou deixar notícia da causa tão extraordinária da sua morte: e, começando a escrever, antes de acabar tudo o que queria deixar escrito, lhe faltou o alento e deixou a vida nas mãos da dor que lhe causou a sua curiosidade impertinente.
»Viendo el señor de casa que era ya tarde y que Anselmo no llamaba, acordó de entrar a saber si pasaba adelante su indisposición, y hallóle tendido boca abajo, la mi tad del cuerpo en la cama y la otra mitad sobre el bufete, sobre el cual estaba con el papel escrito y abierto, y él tenía aún la pluma en la mano. Llegóse el huésped a él, habiéndole llamado primero; y, trabándole por la mano, viendo que no le respondía y hallándole frío, vio que estaba muerto. Admiróse y congojóse en gran manera, y llamó a la gente de casa para que viesen la desgracia a Anselmo sucedida; y, finalmente, leyó el papel, que conoció que de su mesma mano estaba escrito, el cual contenía estas razones Vendo o dono da casa que se fizera tarde, e que Anselmo não chamava, resolveu-se a entrar no aposento dele a saber se a sua indisposição aumentava, e o achou com metade do corpo sobre a cama, e o rosto e peito debruçado sobre o bufete, em cima do qual estava um papel escrito, e Anselmo conservava ainda na mão a pena. Chegou-se o hóspede a ele, depois de primeiramente o chamar, e vendo que, chamando-o, lhe não respondia, pegou-lhe na mão e o encontrou frio, por onde conheceu que estava morto. Admirou-se e ficou grandemente magoado e aflito, e chamou pela gente da casa para que presenciassem a desgraça a Anselmo acontecida; e por último leu o papel, que conheceu estar escrito por letra do mesmo Anselmo, e nela se liam as razões seguintes:
Un necio e impertinente deseo me quitó la vida. Si las nuevas de mi muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono, porque no estaba ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los hiciese; y, pues yo fui el fabricador de mi deshonra, no hay para qué... “Um néscio e imprudente desejo é quem me tira a vida: se a notícia da minha morte chegar aos ouvidos de Camila, saiba que eu lhe perdôo, porque ela não estava obrigada a fazer milagres, nem eu tinha necessidade alguma de querer que ela os fizesse: e pois que fui eu o maquinador da minha desonra, não não há para que......”
»Hasta aquí escribió Anselmo, por donde se echó de ver que en aquel punto, sin poder acabar la razón, se le acabó la vida. Otro día dio aviso su amigo a los parientes de Anselmo de su muerte, los cuales ya sabían su desgracia, y el monesterio donde Camila estaba, casi en el término de acompañar a su esposo en aquel forzoso viaje, no por las nuevas del muerto esposo, mas por las que supo del ausente amigo. Dícese que, aunque se vio viuda, no quiso salir del monesterio, ni, menos, hacer profesión de monja, hasta que, no de allí a muchos días, le vinieron nuevas que Lotario había muerto en una batalla que en aquel tiempo dio monsiur de Lautrec al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba en el reino de Nápoles, donde había ido a parar el tarde arrepentido amigo; lo cual sabido por Camila, hizo profesión, y acabó en breves días la vida a las rigurosas manos de tristezas y melancolías. Éste fue el fin que tuvieron todos, nacido de un tan desatinado principio.. Até este ponto escreveu Anselmo, por onde se conheceu que naquele momento, sem poder acabar o que escrevia, se lhe acabou a vida. No dia seguinte avisou o amigo de Anselmo aos parentes deste do que sucedera, e já então eles sabiam desta grande desgraça e também sabiam qual era o mosteiro, onde se recolhera Camila, a qual estava em termos quase de acompanhar o marido na temerosa viagem que fizera, não pelas notícias que recebeu da morte deste, mas sim pelas que teve do ausente amante. Disse-se, que, ainda que se viu viúva, nem quis sair do mosteiro, nem tão pouco professar, como religiosa, até que (não dali a muitos dias) soube que Lotário havia sido morto em uma batalha que naquele tempo deu Mr. de Lautrec ao grande capitão Gonçalves Fernandes de Córdova no reino de Nápoles, onde o amigo tão tardiamente arrependido fora ter afinal: sabido isto por Camila, imediatamente professou no mosteiro, e em breves dias acabou a vida, vítima do rigor insuportável da sua melancólica tristeza. Este foi o fim desditoso para todos que lhes veio de um tão desatinado princípio.”
-Bien -dijo el cura- me parece esta novela , pero no me puedo persuadir que esto sea verdad; y si es fingido, fingió mal el autor, porque no se puede imaginar que haya marido tan necio que quiera hacer tan costosa experiencia como Anselmo. Si este caso se pusiera entre un galán y una dama, pudiérase llevar, pero entre marido y mujer, algo tiene del imposible; y, en lo que toca al modo de contarle, no me descontenta . — Muito bem — disse o cura — me parece esta novela; mas não posso persuadir-me que seja isto verdade, e, sendo fingido, o autor fingiu mal, porque na verdade não se pode imaginar que tenha havido no mundo um marido tão parvo, que quisesse fazer uma experiência como a que fez Anselmo: se este caso se desse entre um namorado e a sua amante, ainda poderia admitir-se; mas entre marido e mulher coisa é impossível de acreditar; pelo que toca ao estilo, em que se acha escrita, não me descontenta.






I. Capítulo XXXVI. Que trata de otros raros sucesos que en la venta le sucedieron


Capítulo XXXVI — Que trata de outros sucessos raros que na taverna sucederam.


Estando en esto, el ventero, que estaba a la puerta de la venta, dijo A este tempo o vendeiro, chegando à porta da venda, disse:
-Esta que viene es una hermosa tropa de huéspedes si ellos paran aquí, gaudeamus tenemos. — Aí vem um formoso rancho de hóspedes, e, se aqui pousarem, teremos hoje um dia cheio.
-¿Qué gente es? -dijo Cardenio. — Que gente é? — perguntou Cardênio.
-Cuatro hombres -respondió el ventero- vienen a caballo, a la jineta, con lanzas y adargas , y todos con antifaces negros; y junto con ellos viene una mujer vestida de blanco, en un sillón, ansimesmo cubierto el rostro, y otros dos mozos de a pie. — São quatro homens a cavalo, com lanças e adargas, e todos eles mascarados de negro, e com eles vem também uma mulher vestida de branco, a cavalo, sobre umas andilhas, igualmente mascarada, e dois criados a pé.
-¿Vienen muy cerca? -preguntó el cura. O cura perguntou:
-Tan cerca -respondió el ventero-, que ya llegan. — E vêm aí já perto?
Oyendo esto Dorotea, se cubrió el rostro, y Cardenio se entró en el aposento de don Quijote ; y casi no habían tenido lugar para esto, cuando entraron en la venta todos los que el ventero había dicho; y, apeándose los cuatro de a caballo, que de muy gentil talle y disposición eran, fueron a apear a la mujer que en el sillón venía; y, tomándola uno dellos en sus brazos, la sentó en una silla que estaba a la entrada del aposento donde Cardenio se había escondido. En todo este tiempo, ni ella ni ellos se habían quitado los antifaces, ni hablado palabra alguna; sólo que, al sentarse la mujer en la silla, dio un profundo suspiro y dejó caer los brazos, como persona enferma y desmayada. Los mozos de a pie llevaron los caballos a la caballeriza. — Tão perto, que já aqui estão à porta — respondeu o vendeiro. Ouvindo isto, Dorotéia lançou um véu sobre o rosto, e Cardênio se recolheu ao aposento de D. Quixote; e mal tinham feito isto, quando entraram na venda todos os que o vendeiro havia indicado; e apeando-se os quatro cavaleiros, que eram pessoas de bela disposição e gentil aparência, foram logo ajudar a apear-se a mulher que vinha nas andilhas, e, tomando-a em seus braços, um dos quatro a levou para uma cadeira que estava junto da entrada do aposento em que Cardênio se escondera, na qual ela se assentou. Em todo este tempo, nenhum dos novamente chegados havia tirado a máscara, nem pronunciado uma única palavra: somente a mulher, ao assentar-se na cadeira, deu um profundo suspiro, e deixou cair os braços, como pessoa enferma a desmaiada. Os criados, que vinham a pé, levaram os cavalos à cavalariça.
Viendo esto el cura, deseoso de saber qué gente era aquella que con tal traje y tal silencio estaba, se fue donde estaban los mozos, y a uno dellos le preguntó lo que ya deseaba; el cual le respondió O cura, que reparou atentamente em tudo isto, desejando saber quem era aquela gente tão silenciosa e que de um semelhante trajo usava, foi aonde estavam os criados e perguntou a um deles pelo que desejava saber; o criado lhe respondeu:
-Pardiez, señor, yo no sabré deciros qué gente sea ésta; sólo sé que muestra ser muy principal, especialmente aquel que llegó a tomar en sus brazos a aquella señora que habéis visto; y esto dígolo porque todos los demás le tienen respeto, y no se hace otra cosa más de la que él ordena y manda. — Perdoai, senhor meu, não saberei eu dizer-vos que gente é esta, e só sei que mostra ser gente principal, especialmente aquele que nos braços tomou a senhora que aí tendes visto, quando ela se apeou da cavalgadura: digo isto, porque os outros todos o respeitam, e nada mais se faz senão o que ele determina e manda.
-Y la señora, ¿quién es? -preguntó el cura. — E quem é a senhora? — perguntou o cura.
-Tampoco sabré decir eso -respondió el mozo-, porque en todo el camino no la he visto el rostro; suspirar sí la he oído muchas veces, y dar unos gemidos que parece que con cada uno dellos quiere dar el alma. Y no es de maravillar que no sepamos más de lo que habemos dicho, porque mi compañero y yo no ha más de dos días que los acompañamos; porque, habiéndolos encontrado en el camino, nos rogaron y persuadieron que viniésemos con ellos hasta el Andalucía , ofreciéndose a pagárnoslo muy bien. — Também — respondeu o criado — não poderei dizer-vos coisa alguma a tal respeito, porque em todo o caminho ainda lhe não vi a cara; muitas vezes, isso é verdade, a tenho ouvido suspirar e dar uns gemidos tão profundos, que parece arrancar-se-lhe com eles a alma: e não é de admirar que eu e o meu companheiro ignoremos estes particulares, porque apenas há dois dias os acompanhamos, pois os encontramos no caminho por acaso e eles nos pediram e capacitaram de vir com eles até a Andaluzia, oferecendo-nos uma boa e abundante recompensa.
-¿Y habéis oído nombrar a alguno dellos? -preguntó el cura. O cura perguntou ainda: — E já ouviste nomear algum deles?
-No, por cierto -respondió el mozo-, porque todos caminan con tanto silencio que es maravilla, porque no se oye entre ellos otra cosa que los suspiros y sollozos de la pobre señora, que nos mueven a lástima; y sin duda tenemos creído que ella va forzada dondequiera que va, y, según se puede colegir por su hábito, ella es monja, o va a serlo, que es lo más cierto, y quizá porque no le debe de nacer de voluntad el monjío, va triste, como parece. O criado lhe respondeu: — Nem sombra de nome lhes ouvimos ainda, pois caminham com tão grande silêncio, que causa admiração, e não se ouve entre eles outra coisa senão somente os suspiros e soluços da pobre senhora, a qual nos move muita pena; e o que nos parece é que ela, para onde quer que vai, vai contra sua vontade, e, segundo o seu vestido o dá a entender, ela ou é freira, ou vai para o ser, que é o mais certo; e talvez por não ser do seu gosto a vida claustral, vai triste como parece.
-Todo podría ser -dijo el cura. — Tudo pode ser — disse então o cura.
Y, dejándolos, se volvió adonde estaba Dorotea, la cual, como había oído suspirar a la embozada, movida de natural compasión, se llegó a ella y le dijo. E deixando-os, voltou outra vez para onde estava Dorotéia. Esta, por ter ouvido os suspiros da mulher mascarada, movida da compaixão natural, se chegou a ela, e lhe disse:
-¿Qué mal sentís, señora mía? Mirad si es alguno de quien las mujeres suelen tener uso y experiencia de curarle, que de mi parte os ofrezco una buena voluntad de serviros. — Que incômodo tendes, minha senhora? Se por acaso é algum daqueles que as mulheres costumam e podem curar, por terem disso uso e experiência, crede que com a melhor vontade me ofereço para o vosso serviço.
A todo esto callaba la lastimada señora; y, aunque Dorotea tornó con mayores ofrecimientos, todavía se estaba en su silencio, hasta que llegó el caballero embozado que dijo el mozo que los demás obedecían, y dijo a Dorotea. A quanto Dorotéia disse não respondeu palavra a aflita senhora, e bem que por mais de uma vez repetisse aquela os seus oferecimentos, esta contudo se conservava sempre silenciosa, até que, chegando um dos cavaleiros mascarados (que era o mesmo a quem disse o criado que os outros obedeciam), disse a Dorotéia:
-No os canséis, señora , en ofrecer nada a esa mujer, porque tiene por costumbre de no agradecer cosa que por ella se hace, ni procuréis que os responda, si no queréis oír alguna mentira de su boca. — Não vos canseis, senhora, em oferecer coisa alguma a essa mulher, porque o seu costume é não agradecer jamais qualquer obséquio que se lhe faça; nem queirais que vos responda, se não quereis que vos diga alguma mentira.
-Jamás la dije -dijo a esta sazón la que hasta allí había estado callando-; antes, por ser tan verdadera y tan sin trazas mentirosas, me veo ahora en tanta desventura; y desto vos mesmo quiero que seáis el testigo, pues mi pura verdad os hace a vos ser falso y mentiroso. — Nunca a disse — exclamou neste momento a que até ali se conservara calada — antes, por ser tão verdadeira e nunca usar de enredos mentirosos, me vejo agora em tamanha desventura, e disto quero eu que vós próprio deis o testemunho, pois é a minha verdade pura quem vos torna falso e mentiroso.
Oyó estas razones Cardenio bien clara y distintamente, como quien estaba tan junto de quien las decía que sola la puerta del aposento de don Quijote estaba en medio; y, así como las oyó, dando una gran voz dijo Estas palavras da senhora, Cardênio as ouviu clara e distintamente, porque estava tão junto de quem as proferia, que somente os separava a porta do aposento de D. Quixote, e apenas as ouviu, soltando uma grande voz, disse:
-¡Válgame Dios! ¿Qué es esto que oigo? ¿Qué voz es esta que ha llegado a mis oídos. — Deus me valha, que é isto que eu escuto? Que voz é esta que me acaba de soar aos ouvidos?
Volvió la cabeza a estos gritos aquella señora, toda sobresaltada, y, no viendo quién las daba, se levantó en pie y fuese a entrar en el aposento; lo cual visto por el caballero, la detuvo, sin dejarla mover un paso. A ella, con la turbación y desasosiego, se le cayó el tafetán con que traía cubierto el rostro, y descubrió una hermosura incomparable y un rostro milagroso, aunque descolorido y asombrado, porque con los ojos andaba rodeando todos los lugares donde alcanzaba con la vista, con tanto ahínco, que parecía persona fuera de juicio; cuyas señales, sin saber por qué las hacía , pusieron gran lástima en Dorotea y en cuantos la miraban. Teníala el caballero fuertemente asida por las espaldas, y, por estar tan ocupado en tenerla, no pudo acudir a alzarse el embozo, que se le caía, como, en efeto, se le cayó del todo; y, alzando los ojos Dorotea, que abrazada con la señora estaba, vio que el que abrazada ansimesmo la tenía era su esposo don Fernando; y, apenas le hubo conocido, cuando, arrojando de lo íntimo de sus entrañas un luengo y tristísimo ′′¡ay!′′, se dejó caer de espaldas desmayada; y, a no hallarse allí junto el barbero, que la recogió en los brazos, ella diera consigo en el suelo. A estes brados a senhora, que estava assentada na cadeira, muito sobressaltada, e não vendo quem os dava, se levantou em pé e procurou entrar no aposento: o que visto pelo cavaleiro, a deteve, sem deixá-la mover um passo. Com a repentina perturbação que lhe sobreveio neste momento, quando se levantou da cadeira, à senhora lhe caiu do rosto o véu com que o encobria, aparecendo este aos olhos dos circunstantes um verdadeiro milagre de rara formosura, ainda que sem cor alguma e como assombrado, e andava com os olhos num continuado movimento perscrutando com grande afinco todos os lugares, que com a vista alcançava, e isto de tal modo, que parecia estar fora do seu bom senso, sinais estes que causaram muita pena em Dorotéia e em todos quantos presenciavam este acontecimento. Tinha-a o cavaleiro segura pelos ombros e por estar todo ocupado em segurá-la, não pôde acudir à máscara que lhe caía como efetivamente lhe caiu; e olhando Dorotéia para ele, a qual tinha abraçado a senhora, conheceu que era o seu esposo D. Fernando. Apenas o conheceu, quando, depois de dar um longo e tristíssimo gemido, ia a cair desmaiada, e decerto jazeria no chão naquele instante se junto a ela se não achasse o barbeiro, que a sustentou nos braços salvando-a por este modo de uma perigosa queda.
Acudió luego el cura a quitarle el embozo, para echarle agua en el rostro, y así como la descubrió la conoció don Fernando, que era el que estaba abrazado con la otra, y quedó como muerto en verla; pero no porque dejase, con todo esto, de tener a Luscinda, que era la que procuraba soltarse de sus brazos; la cual había conocido en el suspiro a Cardenio, y él la había conocido a ella. Oyó asimesmo Cardenio el ¡ay! que dio Dorotea cuando se cayó desmayada, y, creyendo que era su Luscinda, salió del aposento despavorido, y lo primero que vio fue a don Fernando, que tenía abrazada a Luscinda. También don Fernando conoció luego a Cardenio; y todos tres, Luscinda, Cardenio y Dorotea, quedaron mudos y suspensos, casi sin saber lo que les había acontecido. A este tempo acudiu o cura, tirando-lhe o véu do rosto, com que se ocultava, e deitando-lhe água para reanimá-la; e logo que a desmascarou, conheceu-a D. Fernando, e ficou como morto, mas nem por isso deixou de continuar a ter segura a Lucinda, que era quem forcejava por soltar-se das mãos dele, para ir em busca de Cardênio a quem conhecera poucos momentos antes, e do qual igualmente havia sido reconhecida. Ouviu Cardênio o gemido de Dorotéia quando ia a cair desmaiada, e cuidando que quem gemera fora a sua Lucinda, saiu do aposento todo aterrado, e a primeira pessoa em que fitou os olhos foi D. Fernando, que tinha Lucinda presa em seus braços. D. Fernando também conheceu logo a Gardênia, mas este e também Lucinda e Dorotéia ficaram mudos e suspensos como quem não sabia o que lhes tinha acontecido.
Callaban todos y mirábanse todos Dorotea a don Fernando, don Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda y Luscinda a Cardenio. Mas quien primero rompió el silencio fue Luscinda, hablando a don Fernando desta manera. Todos quatro se calavam, e olhavam uns para os outros, Dorotéia para D. Fernando, D. Fernando para Cardênio, Cardênio para Lucinda, e Lucinda para Cardênio; porém a primeira que rompeu o silêncio foi Lucinda, falando deste modo a D. Fernando:
-Dejadme, señor don Fernando, por lo que debéis a ser quien sois, ya que por otro respeto no lo hagáis; dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra, al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, vuestras promesas ni vuestras dádivas. Notad cómo el cielo, por desusados y a nosotros encubiertos caminos, me ha puesto a mi verdadero esposo delante. Y bien sabéis por mil costosas experiencias que sola la muerte fuera bastante para borrarle de mi memoria. Sean, pues, parte tan claros desengaños para que volváis, ya que no podáis hacer otra cosa, el amor en rabia, la voluntad en despecho, y acabadme con él la vida; que, como yo la rinda delante de mi buen esposo, la daré por bien empleada quizá con mi muerte quedará satisfecho de la fe que le mantuve hasta el último trance de la vida. — Deixai-me, senhor D. Fernando, pelo que deveis a ser quem sois, e quando por outro respeito não queirais deixar-me, deveis fazê-lo assim para que eu possa chegar à parede de que sou pedra, e encostar-me ao apoio, de que não puderam ainda apartar-me as vossas importunações, as vossas promessas, as vossas dádivas, nem as vossas ameaças: considerai como, por desusados, e para nós desconhecidos caminhos, o céu me trouxe para junto do meu esposo, e bem sabeis por mil custosas experiências que para arrancá-lo da minha lembrança apenas a morte seria bastante: sirvam tantos e tão claros desenganos para que mudeis (se outra coisa não puderdes fazer) o amor em raiva, a vontade em despeito, e com isto acabai-me a vida, pois por bem acabada a darei eu uma vez que ela se me acabe diante do meu querido esposo: porventura ficareis com a minha morte satisfeito da constante fé, que sempre a ele guardei até ao meu derradeiro suspiro.
Había en este entretanto vuelto Dorotea en sí, y había estado escuchando todas las razones que Luscinda dijo, por las cuales vino en conocimiento de quién ella era; que, viendo que don Fernando aún no la dejaba de los brazos, ni respondía a sus razones, esforzándose lo más que pudo, se levantó y se fue a hincar de rodillas a sus pies; y, derramando mucha cantidad de hermosas y lastimeras lágrimas, así le comenzó a decir. Neste tempo havia Dorotéia voltado a si, e havia escutado tudo quanto Lucinda dissera, por onde veio a conhecer a pessoa que falava, e vendo que D. Fernando continuava em não a deixar sair de seus braços, nem respondia às suas razões, esforçando-se, quanto pôde, se levantou, e lançando-se de joelhos aos pés dele, banhada em lágrimas, tão lastimadas como formosas, lhe disse:
-Si ya no es, señor mío, que los rayos deste sol que en tus brazos eclipsado tienes te quitan y ofuscan los de tus ojos, ya habrás echado de ver que la que a tus pies está arrodillada es la sin ventura, hasta que tú quieras, y la desdichada Dorotea. Yo soy aquella labradora humilde a quien tú, por tu bondad o por tu gusto, quisiste levantar a la alteza de poder llamarse tuya. Soy la que, encerrada en los límites de la honestidad, vivió vida contenta hasta que, a las voces de tus importunidades, y, al parecer, justos y amorosos sentimientos, abrió las puertas de su recato y te entregó las llaves de su libertad dádiva de ti tan mal agradecida, cual lo muestra bien claro haber sido forzoso hallarme en el lugar donde me hallas, y verte yo a ti de la manera que te veo. Pero, con todo esto, no querría que cayese en tu imaginación pensar que he venido aquí con pasos de mi deshonra, habiéndome traído sólo los del dolor y sentimiento de verme de ti olvidada. Tú quisiste que yo fuese tuya, y quisístelo de manera que, aunque ahora quieras que no lo sea, no será posible que tú dejes de ser mío. Mira, señor mío, que puede ser recompensa a la hermosura y nobleza por quien me dejas la incomparable voluntad que te tengo. Tú no puedes ser de la hermosa Luscinda, porque eres mío, ni ella puede ser tuya, porque es de Cardenio; y más fácil te será, si en ello miras, reducir tu voluntad a querer a quien te adora, que no encaminar la que te aborrece a que bien te quiera. Tú solicitaste mi descuido, tú rogaste a mi entereza, tú no ignoraste mi calidad, tú sabes bien de la manera que me entregué a toda tu voluntad no te queda lugar ni acogida de llamarte a engaño. Y si esto es así, como lo es, y tú eres tan cristiano como caballero, ¿por qué por tantos rodeos dilatas de hacerme venturosa en los fines, como me heciste en los principios? Y si no me quieres por la que soy, que soy tu verdadera y legítima esposa, quiéreme, a lo menos, y admíteme por tu esclava; que, como yo esté en tu poder, me tendré por dichosa y bien afortunada. No permitas, con dejarme y desampararme, que se hagan y junten corrillos en mi deshonra; no des tan mala vejez a mis padres, pues no lo merecen los leales servicios que, como buenos vasallos, a los tuyos siempre han hecho. Y si te parece que has de aniquilar tu sangre por mezclarla con la mía, considera que pocas o ninguna nobleza hay en el mundo que no haya corrido por este camino, y que la que se toma de las mujeres no es la que hace al caso en las ilustres decendencias; cuanto más, que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y si ésta a ti te falta, ne gándome lo que tan justamente me debes, yo quedaré con más ventajas de noble que las que tú tienes. En fin, señor, lo que últimamente te digo es que, quieras o no quieras, yo soy tu esposa testigos son tus palabras, que no han ni deben ser mentirosas , si ya es que te precias de aquello por que me desprecias ; testigo será la firma que hiciste , y testigo el cielo, a quien tú llamaste por testigo de lo que me prometías. Y, cuando todo esto falte, tu misma conciencia no ha de faltar de dar voces callando en mitad de tus alegrías, volviendo por esta verdad que te he dicho y turbando tus mejores gustos y contentos . — Se não é, senhor meu, porque os raios deste sol, que em teus braços eclipsado tens, te ofuscam e tiram toda a luz dos olhos, já terás visto que esta que se acha ajoelhada a teus pés é a mísera Dorotéia, sempre desditosa enquanto for da tua vontade que ela o seja: eu sou aquela humilde lavradora a quem tu por tua bondade, ou por teu gosto, quiseste elevar à altura de poder chamar-se tua: sou a que encerrada nos limites da honestidade viveu vida contente até que às vozes de tuas importunações e dos teus sentimentos, que amorosos e justos pareciam, abriu as portas do seu recato e te entregou as chaves da sua liberdade: condescendência por ti tão mal agradecida, como bem claro o patenteia encontrares-me no lugar onde me encontras, e eu ver-te da maneira que te vejo; contudo não quero que te venha à imaginação haverem sido desonrosos os passos que me trouxeram a este sítio, pois os que dei até aqui foram unicamente movidos pelo sentimento doloroso de me ver de ti esquecida. Quiseste que fosse tua, e de tal modo o quiseste, que, ainda que o não queiras agora, já não será possível que deixes de ser meu. Repara, senhor meu, que o amor que te dedico pode ser recompensa da nobreza e formosura pelas quais queres deixar-me: não podes tu ser da bela Lucinda, porque és meu, nem ela pode ser tua, porque é de Cardênio; mais fácil será, se acaso bem o considerares, que possas trazer a tua vontade de novo ao amor daquela que te adora do que encaminhar a vontade da que te aborrece, e obrigá-la a que bem te queira. Tu não ignoraste a minha qualidade, tu solicitaste a minha inteireza, aproveitaste-te do meu descuido, e muito bem sabes tudo quanto se passou para eu ceder à tua vontade; e por isso não te resta modo algum para agora te arrependeres ou pretenderes que te enganaste: e, sendo isto verdade, como é, e sendo tu tão bom cristão como és cavaleiro, qual pode ser o motivo por que demoras com tão longos rodeios tornar-me venturosa no fim como no princípio me tornaste? E se acaso me não queres por tua legítima e verdadeira esposa, que é o que eu na realidade sou, deves ao menos querer-me e admitir-me por tua escrava, que na conta de venturosa e bem andante me hei-de ter uma vez que eu chegue a ser tua. Não consintas em que publicamente seja infamada a minha honra, deixando-me e abandonando-me. Não prepares uma tão má velhice a meus pais, pois a não merecem ter aqueles que sempre fizeram, como bons vassalos, tão leais serviços aos teus antepassados; considera que pouca ou nenhuma fidalguia existe no mundo que não tenha andado por este caminho, e que a nobreza que vem pelas mulheres nada faz contra a ilustração das mais distintas famílias, por onde deves convencer-te de que a nobreza do teu sangue não há-de aniquilar-se pela mistura do meu: quanto mais que a verdadeira nobreza consiste principalmente na virtude, e se esta a ti te falta, negando-me aquilo a que tão justamente estás obrigado, as vantagens de nobre que tu possuis hás-de perdê-las, e hão-de passar todas para mim: finalmente, senhor meu, dir-te-ei por último que, ou tu queiras ou não queiras, a tua esposa sou eu, e disto dão testemunho as tuas palavras, que não foram mentirosas, nem agora o devem ser, se porventura não acontece que tu prezas na tua pessoa aquilo mesmo que desprezas na minha: o teu escrito, que em meu poder existe, é a prova mais clara daquilo que me prometeste na ocasião mesma em que chamavas o céu por testemunha da promessa que me fazias; mas quando nada de tudo quanto tenho dito possa valer, apelo para a tua consciência íntima, a qual, pintando-te vivamente a verdade das minhas palavras, não deixará de por muitas vezes te afligir, roubando-te metade das tuas alegrias e perturbando-te a miúdo os gozos e contentamento da tua vida.
Estas y otras razones dijo la lastimada Dorotea, con tanto sentimiento y lágrimas, que los mismos que acompañaban a don Fernando, y cuantos presentes estaban, la acompañaron en ellas. Escuchóla don Fernando sin replicalle palabra, hasta que ella dio fin a las suyas y principio a tantos sollozos y suspiros, que bien había de ser corazón de bronce el que con muestras de tanto dolor no se enterneciera. Mirándola estaba Luscinda, no menos lastimada de su sentimiento que admirada de su mucha discreción y hermosura; y, aunque quisiera llegarse a ella y decirle algunas palabras de consuelo, no la dejaban los brazos de don Fernando, que apretada la tenían. El cual, lleno de confusión y espanto, al cabo de un buen espacio que atentamente estuvo mirando a Dorotea, abrió los brazos y, dejando libre a Luscinda, dijo. Assim falou a lastimada Dorotéia, e foram tantas as suas lágrimas e tão doloroso o sentimento que manifestou, que os próprios companheiros de D. Fernando e todos os que estavam ali presentes choraram com ela. D. Fernando a escutou sem lhe responder uma só palavra até que ela acabou de falar dando começo a tantos soluços e suspiros, que somente um coração de bronze se não enterneceria com presenciar dor tão grande e tão profunda. Lucinda olhava para ela não menos magoada do seu muito sentimento, que admirada de sua rara discrição e formosura; mas, ainda que muito desejava chegar-se a ela e dizer-lhe palavras de alívio e consolação, não lho permitiam os braços de D. Fernando que a seguravam. Este, cheio de espanto e confusão, depois de passado um bom espaço de tempo, no qual esteve olhando para Dorotéia, alargou os braços, e, deixando-a livre, disse:
-Venciste, hermosa Dorotea, venciste; porque no es posible tener ánimo para negar tantas verdades juntas. — Venceste, formosa Dorotéia, venceste, porque não é possível haver ânimo para negar tantas verdades juntas.
Con el desmayo que Luscinda había tenido, así como la dejó don Fernando, iba a caer en el suelo; mas, hallándose Cardenio allí junto, que a las espaldas de don Fernando se había puesto porque no le conociese , prosupuesto todo temor y aventurando a todo riesgo, acudió a sostener a Luscinda, y, cogiéndola entre sus brazos, le dijo Lucinda, por causa do desmaio que havia sofrido, assim que D. Fernando deixou de sustê-la, ia a cair no chão, porém Cardênio, que ao pé dela estava, colocado atrás de D. Fernando para que este o não conhecesse, perdido todo o receio, e aventurando-se a correr todo o risco e perigo, a sustentou em seus braços e ao mesmo tempo lhe disse:
-Si el piadoso cielo gusta y quiere que ya tengas algún descanso, leal, firme y hermosa señora mía, en ninguna parte creo yo que le tendrás más seguro que en estos brazos que ahora te reciben, y otro tiempo te recibieron , cuando la fortuna quiso que pudiese llamarte mía. — Se aos céus piedosos apraz que chegues a gozar algum descanso, em nenhum lugar, leal, firme e formosa senhora minha, o encontrarás ao meu parecer mais seguro que nestes braços que te agora recebem, e que já em outro tempo te receberam quando a fortuna permitiu que eu pudesse chamar-te minha.
A estas razones, puso Luscinda en Cardenio los ojos, y, habiendo comenzado a conocerle, primero por la voz, y asegurándose que él era con la vista, casi fuera de sentido y sin tener cuenta a ningún honesto respeto, le echó los brazos al cuello, y, juntando su rostro con el de Cardenio, le dijo A estas palavras Lucinda, firmando a vista em Cardênio, a quem começara a conhecer primeiro pela voz, agora se certificou de que era ele próprio, e sem atender a algum honesto respeito, quase como fora de si, lhe lançou os braços ao pescoço, e, juntando o seu rosto com o dele, lhe disse:
-Vos sí, señor mío, sois el verdadero dueño desta vuestra captiva, aunque más lo impida la contraria suerte, y, aunque más amenazas le hagan a esta vida que en la vuestra se sustenta. — Vós sim, senhor meu, vós é quem sois o verdadeiro dono desta vossa cativa, por mais que a isso se oponha o poder de uma inimiga sorte, e por maiores ameaças que feitas sejam à minha vida, que só na vossa se sustenta.
Estraño espectáculo fue éste para don Fernando y para todos los circunstantes, admirándose de tan no visto suceso. Parecióle a Dorotea que don Fernando había perdido la color del rostro y que hacía ademán de querer vengarse de Cardenio, porque le vio encaminar la mano a ponella en la espada; y, así como lo pensó, con no vista presteza se abrazó con él por las rodillas, besándoselas y teniéndole apretado, que no le dejaba mover, y, sin cesar un punto de sus lágrimas, le decía. Estranho espetáculo foi este para D. Fernando e para quantos ali se achavam, que a todos encheu de admiração um sucesso tão extraordinário. A este tempo Dorotéia, que estava olhando para D. Fernando, como que entreviu mudar ele de cor, e que dava ares de querer vingar-se de Cardênio, porque lhe viu levar a mão ao punho da espada; e, havendo observado isto, com infinita presteza se lhe abraçou aos joelhos beijando-lhos, e tão fortemente que não o deixava movê-los, e com muitas lágrimas lhe dizia:
-¿Qué es lo que piensas hacer, único refugio mío, en este tan impensado trance? Tú tienes a tus pies a tu esposa, y la que quieres que lo sea está en los brazos de su marido. Mira si te estará bien o te será posible deshacer lo que el cielo ha hecho, o si te convendrá querer levantar a igualar a ti mismo a la que, pospuesto todo inconveniente, confirmada en su verdad y firmeza , delante de tus ojos tiene los suyos, bañados de licor amoroso el rostro y pecho de su verdadero esposo. Por quien Dios es te ruego, y por quien tú eres te suplico, que este tan notorio desengaño no sólo no acreciente tu ira, sino que la mengüe en tal manera, que con quietud y sosiego permitas que estos dos amantes le tengan, sin impedimiento tuyo, todo el tiempo que el cielo quisiere concedérsele; y en esto mostrarás la generosidad de tu ilustre y noble pecho, y verá el mundo que tiene contigo más fuerza la razón que el apetito. — Que pensas tu fazer, tu, que és o meu único refúgio, neste tão inesperado transe? Tens a teus pés a tua esposa, e aquela que querias que o fosse está nos braços de seu marido: medita se porventura te ficará bem quereres desfazer, ou se isso te será possível, aquilo que o próprio céu tem feito, ou se te será conveniente o igualares a ti mesmo aquela que, saltando por cima de todas as dificuldades, confirmada na sua própria firmeza e lealdade, apresenta diante dos teus olhos os seus banhados em amorosas lágrimas, capazes de inundar o rosto e o peito do seu verdadeiro esposo. Por Deus, senhor meu, te rogo e mesmo até por quem tu és te suplico, que este tão notório desengano não só não acrescente a tua ira, mas antes de tal maneira a diminua e adoce, que permitas a estes dois amantes poderem, durante todo o tempo que o céu para isso lhes conceder, gozar descanso e tranqüilidade, mostrando assim a generosidade do teu nobre e ilustre peito, e então verá o mundo que a razão tem contigo um poder muito superior ao do apetite.
En tanto que esto decía Dorotea, aunque Cardenio tenía abrazada a Luscinda, no quitaba los ojos de don Fernando, con determinación de que, si le viese hacer algún movimiento en su perjuicio, procurar defenderse y ofender como mejor pudiese a todos aquellos que en su daño se mostrasen, aunque le costase la vida. Pero a esta sazón acudieron los amigos de don Fernando, y el cura y el barbero, que a todo habían estado presentes, sin que faltase el bueno de Sancho Panza , y todos rodeaban a don Fernando, suplicándole tuviese por bien de mirar las lágrimas de Dorotea; y que, siendo verdad, como sin duda ellos creían que lo era, lo que en sus razones había dicho, que no permitiese quedase defraudada de sus tan justas esperanzas. Que considerase que, no acaso, como parecía, sino con particular providencia del cielo, se habían todos junta do en lugar donde menos ninguno pensaba; y que advirtiese -dijo el cura- que sola la muerte podía apartar a Luscinda de Cardenio; y, aunque los dividiesen filos de alguna espada , ellos tendrían por felicísima su muerte; y que en los lazos inremediables era suma cordura, forzándose y venciéndose a sí mismo, mostrar un generoso pecho, permitiendo que por sola su voluntad los dos gozasen el bien que el cielo ya les había concedido; que pusiese los ojos ansimesmo en la beldad de Dorotea, y vería que pocas o ninguna se le podían igualar, cuanto más hacerle ventaja, y que juntase a su hermosura su humildad y el estremo del amor que le tenía; y, sobre todo, advirtiese que si se preciaba de caballero y de cristiano, que no podía hacer otra cosa que cumplille la palabra dada, y que, cumpliéndosela, cumpliría con Dios y satisfaría a las gentes discretas, las cuales saben y conocen que es prerrogativa de la hermosura, aunque esté en sujeto humilde, como se acompañe con la honestidad, poder levantarse e igualarse a cualquiera alteza, sin nota de menoscabo del que la levanta e iguala a sí mismo; y, cuando se cumplen las fuertes leyes del gusto, como en ello no intervenga pecado, no debe de ser culpado el que las sigue. Enquanto que Dorotéia esteve falando, Cardênio, sem deixar de sustentar em seus braços a Lucinda, não perdia a D. Fernando de vista com determinação de, no caso de lhe ver executar algum movimento em seu prejuízo, se defender e ainda mesmo ofender, como melhor pudesse, não só a ele, mas a quantos se lhe mostrassem contrários, ainda que a vida lhe custasse. Neste momento porém acudiram os companheiros de D. Fernando e o cura e o barbeiro, que tudo haviam presenciado, sem que também faltasse o bom de Sancho Pança; e rodearam todos a D. Fernando, pedindo-lhe que se dignasse de atender às lágrimas de Dorotéia, e que, sendo verdade quanto ela havia exposto, não consentisse em deixá-la iludida e enganada nas suas tão justas esperanças: que considerasse em que, não por simples efeito do acaso, mas sim por providência particular do céu, se haviam todos ajuntado em um lugar onde nenhum deles contava que lhe aparecesse um semelhante encontro; e que advertisse (acrescentava o cura) em ser a morte a única que podia separar Lucinda de Cardênio, pois, ainda quando fossem separados agora pelos fios de uma espada, seria essa para eles a morte mais ditosa, e em que nos lances irremediáveis mostraria ele D. Fernando consumada cordura, sempre que por um digno esforço a si próprio se vencesse, o que se realizaria agora mostrando a generosidade do seu peito em permitir que os dois recebessem como benefício especial da vontade dele aquele mesmo bem que já do céu lhes fora primeiramente concedido: e que observasse bem quanto era singular a formosura de Dorotéia, à qual poucas ou nenhuma se podiam igualar, e muito menos excedê-la: que reunisse à beleza dela a humildade de que era dotada, e o amor extremo que lhe a ele tinha, e sobretudo se não esquecesse de que, prezando-se de cavaleiro e de cristão, nenhuma outra coisa podia fazer com acerto, senão cumprir a palavra dada, pois cumprindo-a, a cumpriria ao mesmo tempo para com Deus e para com toda a gente discreta, a qual sabe e conhece que é prerrogativa da formosura levantar-se à maior alteza, ainda que esteja colocada em pessoa humilde quando se acha acompanhada da honestidade, sem que possa notar-se menoscabo de baixeza em quem, embora nascido em mui superior jerarquia, a elevar até a igualar consigo próprio: finalmente que quando as leis do gosto se executassem, todas as vezes que não entrasse pecado nessa execução, nunca com justiça poderia ser culpado aquele que as seguisse.
En efeto, a estas razones añadieron todos otras, tales y tantas, que el valeroso pecho de don Fernando (en fin, como alimentado con ilustre sangre) se ablandó y se dejó vencer de la verdad, que él no pudiera negar aunque quisiera; y la señal que dio de haberse rendido y entregado al buen parecer que se le había propuesto fue abajarse y abrazar a Dorotea, diciéndole. A estas razões ajuntaram os demais várias outras, tais e tantas, que o valoroso peito de D. Fernando, como quem era alimentado por sangue tão ilustre, se abrandou e se deixou vencer pela verdade, a qual lhe era impossível negar, ainda que o quisesse fazer; e o sinal que deu de haver-se rendido e sujeitado ao bom parecer, que lhe fora proposto, descobriu-o ele, abaixando-se e abraçando Dorotéia, dizendo ao mesmo tempo estas palavras:
-Levantaos, señora mía, que no es justo que esté arrodillada a mis pies la que yo tengo en mi alma; y si hasta aquí no he dado muestras de lo que digo, quizá ha sido por orden del cielo, para que, viendo yo en vos la fe con que me amáis, os sepa estimar en lo que merecéis. Lo que os ruego es que no me reprehendáis mi mal término y mi mucho descuido, pues la misma ocasión y fuerza que me movió para acetaros por mía, esa misma me impelió para procurar no ser vuestro. Y que esto sea verdad, volved y mirad los ojos de la ya contenta Luscinda, y en ellos hallaréis disculpa de todos mis yerros; y, pues ella halló y alcanzó lo que deseaba, y yo he hallado en vos lo que me cumple, viva ella segura y contenta luengos y felices años con su Cardenio, que yo rogaré al cielo que me los deje vivir con mi Dorotea. — Levantai-vos, senhora minha, pois não é justo estar a meus pés ajoelhada aquela que eu tenho posta dentro da minha alma; se até aqui não tenho dado indícios de ser verdade o que digo agora, talvez assim o céu o dispusesse para que, havendo eu visto a fé constante com que sou por vós amado, soubesse melhor e mais completamente apreciar-vos e estimar-vos no alto valor que mereceis: suplico-vos que me não repreendais pelo mal que tenho procedido para convosco, pois a mesma força de paixão que me moveu para querer-vos por minha, foi essa a própria que me impelia a procurar o não ser vosso: e porventura para prova desta verdade, e para desculpa dos meus desvarios, atentai nos olhos encantadores da ao presente tão alegre Lucinda, e neles encontrareis a única explicação possível de meus erros; e pois que ela achou e alcançou o que desejava, e eu achei em vós aquilo que me convém, viva Lucinda segura e satisfeita por anos dilatados e venturosos com o seu Cardênio, e eu ajoelhando perante o céu lhe rogarei que me conceda viveis com a minha Dorotéia.
Y, diciendo esto, la tornó a abrazar y a juntar su rostro con el suyo, con tan tierno sentimiento, que le fue necesario tener gran cuenta con que las lágrimas no acabasen de dar indubitables señas de su amor y arrepentimiento. No lo hicieron así las de Luscinda y Cardenio , y aun las de casi todos los que allí presentes estaban, porque comenzaron a derramar tantas, los unos de contento proprio y los otros del ajeno, que no parecía sino que algún grave y mal caso a todos había sucedido. Hasta Sancho Panza lloraba, aunque después dijo que no lloraba él sino por ver que Dorotea no era , como él pensaba, la reina Micomicona, de quien él tantas mercedes esperaba. Duró algún espacio, junto con el llanto, la admiración en todos, y luego Cardenio y Luscinda se fueron a poner de rodillas ante don Fernando, dándole gracias de la merced que les había hecho con tan corteses razones, que don Fernando no sabía qué responderles; y así, los levantó y abrazó con muestras de mucho amor y de mucha cortesía. E havendo acabado de dizer isto, tornou de novo a abraçá-la, ajuntado seu rosto com o dela, com um sentimento de tão viva ternura, que necessário lhe foi ter grande cuidado em que as lágrimas não viessem dar provas indubitáveis do seu amor e do seu arrependimento. Nisto não o imitaram Lucinda nem Cardênio, nem mesmo quase todos os que se achavam ali presentes, porque começaram a derramar tantas lágrimas, uns por causa da própria satisfação, e os outros por causa da alheia, que não parecia senão que de acontecer acabava naquele sítio e momento algum caso desastrado: até Sancho Pança chorava, ainda que teve depois a sinceridade de dizer que não chorava por ternura, mas sim por então saber que Dorotéia não era a rainha de Micomicão como ele pensava, e sobretudo por conhecer que as grandes mercês que esperava receber dela não passavam de um verdadeiro sonho. Juntamente com o pranto enternecido de todos durou também por algum espaço de tempo a admiração de que todos estavam cheios. Cardênio e Lucinda, depois de passada esta primeira impressão, se foram ajoelhar diante de D. Fernando, e lhe deram os agradecimentos pela graça que lhes havia concedido com tão corteses razões, que D. Fernando não sabia o que havia de responder-lhes, e por isso contentou-se com os levantar do solo e abraçá-los com mostras de grande delicadeza e de muito amor.
Preguntó luego a Dorotea le dijese cómo había venido a aquel lugar tan lejos del suyo. Ella, con breves y discretas razones, contó todo lo que antes había contado a Cardenio, de lo cual gustó tanto don Fernando y los que con él venían , que quisieran que durara el cuento más tiempo tanta era la gracia con que Dorotea contaba sus desventuras. Y, así como hubo acabado, dijo don Fernando lo que en la ciudad le había acontecido después que halló el papel en el seno de Luscinda, donde declaraba ser esposa de Cardenio y no poderlo ser suya. Dijo que la quiso matar, y lo hiciera si de sus padres no fuera impedido; y que así, se salió de su casa, despechado y corrido, con determinación de vengarse con más comodidad; y que otro día supo como Luscinda había faltado de casa de sus padres, sin que nadie supiese decir dónde se había ido, y que, en resolución, al cabo de algunos meses vino a saber como estaba en un monesterio , con voluntad de quedarse en él toda la vida, si no la pudiese pasar con Cardenio; y que, así como lo supo, escogiendo para su compañía aquellos tres caballeros, vino al lugar donde estaba, a la cual no había querido hablar, temeroso que, en sabiendo que él estaba allí, había de haber más guarda en el monesterio; y así, aguardando un día a que la portería estuviese abierta, dejó a los dos a la guarda de la puerta, y él, con otro, habían entrado en el monesterio buscando a Luscinda, la cual hallaron en el claustro hablando con una monja; y, arrebatándola, sin darle lugar a otra cosa, se habían venido con ella a un lugar donde se acomodaron de aquello que hubieron menester para traella. Todo lo cual habían podido hacer bien a su salvo, por estar el monesterio en el campo, buen trecho fuera del pueblo. Dijo que, así como Luscinda se vio en su poder, perdió todos los sentidos; y que, después de vuelta en sí, no había hecho otra cosa sino llorar y suspirar, sin hablar palabra alguna; y que así, acompañados de silencio y de lágrimas, habían llegado a aquella venta, que para él era haber llegado al cielo, donde se rematan y tienen fin todas las desventuras de la tierra. Depois perguntou a Dorotéia como fora a sua vinda a uma terra e lugar tão distante da sua naturalidade e habitação. Dorotéia, em breves e discretas palavras, lhe referiu tudo quanto havia dantes já contado a Cardênio, e desta sua história gostaram por tal modo D. Fernando e os seus companheiros, que lhes deu ocasião para sentirem grande pena em não durar mais tempo aquela narração: tanta foi a habilidade e graça com que ela soube contar a série das suas desventuras. Assim que Dorotéia acabou de falar, contou também D. Fernando o que lhe acontecera na cidade depois que encontrou o papel que Lucinda guardava em seu seio, no qual declarava não poder ser sua esposa por isso que já o era de Cardênio: disse que a quis matar e o houvera assim feito se os pais o não impedissem, e que saíra da casa despeitado e corrido com a determinação de vingar-se com mais comodidade, quando se oferecesse ocasião oportuna para isso, e que depois soube como Lucinda faltara da casa paterna sem que alguém soubesse dizer para onde ela fora, e somente passados alguns meses lhe viera notícia certa de que se achava em um convento com a firme resolução de ali passar toda a sua vida, uma vez que lhe fosse vedado ser esposa de Cardênio; e que logo que disto se certificou, escolhendo para seus companheiros aqueles três cavaleiros que ali estavam, se partira para o lugar onde o convento se achava situado; mas que fizera isto com grande cautela para evitar, que, sabendo-se estar ele ali, houvesse no mesmo convento mais cuidadosa guarda: que um dia em que a portaria estava aberta foi lá com os seus três companheiros, e, deixando dois para tomarem conta da porta, ele, com o terceiro, entrara pelo interior do convento em busca de Lucinda, a qual encontraram no claustro falando com uma freira; e, arrebatando-a inesperadamente, a levaram do convento a um lugar, onde se proveram de tudo que lhes era necessário para a conduzirem na jornada que vinham fazendo: e que tudo isto puderam fazer muito à vontade por estar o convento um pouco solitário e retirado da povoação. Disse mais que, logo que Lucinda se viu no poder dele, perdeu os sentidos, e, que, quando voltou a si, outra coisa não fizera mais que chorar e suspirar, guardando sempre o mais profundo silêncio; e que, assim calados todos, escutando-se apenas os soluços lacrimosos da raptada, haviam caminhado até aquela venda, que para ele fora como o haver chegado ao céu, onde unicamente se rematam e finalizam todas as desgraças da terra.






I. Capítulo XXXVII. Donde se prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras


Capítulo XXXVII — No qual se prossegue com a história da famosa infanta de Micomicão, e de outras graciosas aventuras.


Todo esto escuchaba Sancho, no con poco dolor de su ánima, viendo que se le desparecían e iban en humo las esperanzas de su ditado , y que la linda princesa Micomicona se le había vuelto en Dorotea, y el gigante en don Fernando, y su amo se estaba durmiendo a sueño suelto, bien descuidado de todo lo sucedido. No se podía asegurar Dorotea si era soñado el bien que poseía. Cardenio estaba en el mismo pensamiento, y el de Luscinda corría por la misma cuenta. Don Fernando daba gracias al cielo por la merced recebida y haberle sacado de aquel intricado laberinto, donde se hallaba tan a pi que de perder el crédito y el alma; y, finalmente, cuantos en la venta estaban, estaban contentos y gozosos del buen suceso que habían tenido tan trabados y desesperados negocios. Tudo quanto se havia ultimamente passado fora visto por Sancho, o qual ouvira quanto se dissera, com grande dor da sua alma, pois que repentinamente se lhe desfaziam e tornavam em fumo as esperanças bem fundadas que tinha de seus futuros aumentos, pois não era a linda princesa de Micomicão senão simplesmente a lavradora Dorotéia, o gigante não passava de D. Fernando, e tudo isto sucedia enquanto seu amo dormia a sono solto, sem saber as grandes novidades ocorridas. Dorotéia não podia ainda acabar de persuadir-se de que tudo aquilo era um sonho, que a alucinava; Cardênio estava possuído de igual pensamento; e Lucinda tinha as mesmas idéias destes dois a respeito do acontecido. D. Fernando dava agradecimentos ao céu por havê-lo livrado dum labirinto, onde se achava metido e tão arriscado a perder o seu crédito e a sua alma: finalmente, todos os que se achavam na venda estavam satisfeitos e contentíssimos pelo bom desfecho que haviam tido negócios tão perigosos e desesperados.
Todo lo ponía en su punto el cura, como discreto, y a cada uno daba el parabién del bien alcanzado; pero quien más jubilaba y se contentaba era la ventera , por la promesa que Cardenio y el cura le habían hecho de pagalle todos los daños e intereses que por cuenta de don Quijote le hubiesen venido . Sólo Sancho, como ya se ha dicho , era el afligido, el desventurado y el triste; y así, con malencónico semblante, entró a su amo, el cual acababa de despertar, a quien dijo. Tudo o cura, como discreto que era, punha no seu lugar, e dava a cada um os parabéns pelo descanso e boa ventura que alcançara; porém quem sentia mais gosto e mais verdadeiro júbilo era a vendeira por haver apanhado a Cardênio e ao cura a promessa de lhe pagarem todos os interesses e danos que por causa de D. Quixote lhe houvessem sobrevindo. Entre tanta gente contente só o pobre Sancho como já se disse, era o triste, o aflito, e o desventurado, e com aspecto cheio de melancolia entrou no aposento de seu amo, o qual naquele momento acordara, e lhe disse:
-Bien puede vuestra merced, señor Triste Figura , dormir todo lo que quisiere, sin cuidado de matar a ningún gigante, ni de volver a la princesa su reino que ya todo está hecho y concluido. — Bem pode Vossa Mercê, senhor Triste Figura, dormir largamente e à sua vontade, sem dar-se ao trabalho de excogitar o meio que há-de ter para dar cabo do gigante, e restituir a princesa ao seu reino, porque já tudo isto se acha feito e concluído.
-Eso creo yo bien -respondió don Quijote-, porque he tenido con el gigante la más descomunal y desaforada batalla que pienso tener en todos los días de mi vida; y de un revés, ¡zas! , le derribé la cabeza en el suelo, y fue tanta la sangre que le salió, que los arroyos corrían por la tierra como si fueran de agua. — Isso o creio eu muito bem — respondeu D. Quixote — porque travei com o gigante a mais descomunal e desaforada batalha que penso terei em todos os dias da vida que me restam; e dum revés, zás, lhe cortei a cabeça, e foi tanto o sangue que ele deitou, que corria pelo solo formando um regato que parecia ser de água!
-Como si fueran de vino tinto , pudiera vuestra merced decir mejor -respondió Sancho-, porque quiero que sepa vuestra merced, si es que no lo sabe, que el gigante muerto es un cuero horadado , y la sangre, seis arrobas de vino tinto que encerraba en su vientre; y la cabeza cortada es la puta que me parió, y llévelo todo Satanás. — Que parecia de vinho tinto, muito melhor pudera Vossa Mercê dizer — replicou Sancho — porque quero que Vossa Mercê saiba, se é que ainda o não sabe, que o gigante morto não era mais nem menos que um odre partido e o sangue seis cântaros de vinho tinto que ele tinha na barriga, e a cabeça cortada é a pata que me pôs, e leve o diabo tudo.
-Y ¿qué es lo que dices, loco? -replicó don Quijote-. ¿Estás en tu seso. — Que é isso que dizes, louco? — disse D. Quixote. — Acaso te deu volta ao miolo?
-Levántese vuestra merced -dijo Sancho-, y verá el buen recado que ha hecho, y lo que tenemos que pagar; y verá a la reina convertida en una dama particular, llamada Dorotea, con otros sucesos que, si cae en ellos, le han de admirar. — Levante-se Vossa Mercê — respondeu Sancho — e verá as boas obras que tem feito e quanto elas lhe hão-de sair caras; e verá mais a rainha convertida em uma dama particular chamada Dorotéia, com outros sucessos, que se bem os ficar sabendo e conhecendo, terá ocasião de muito se admirar.
-No me maravillaría de nada deso -replicó don Quijote-, porque, si bien te acuerdas, la otra vez que aquí estuvimos te dije yo que todo cuanto aquí sucedía eran cosas de encantamento, y no sería mucho que ahora fuese lo mesmo. — Nada disso — disse D. Quixote — me maravilha, porque, se bem te lembras, já da outra vez, que nesta venda pousamos, te fiz observar que tudo quanto aqui se passava era por arte de encantamento, e não seria coisa digna de grande reparo que acontecesse agora o mesmo.
-Todo lo creyera yo -respondió Sancho-, si también mi manteamiento fuera cosa dese jaez, mas no lo fue, sino real y verdaderamente ; y vi yo que el ventero que aquí está hoy día tenía del un cabo de la manta, y me empujaba hacia el cielo con mucho donaire y brío, y con tanta risa como fuerza; y donde interviene conocerse las personas, tengo para mí, aunque simple y pecador, que no hay encantamento alguno, sino mucho molimiento y mucha mala ventura. — Assim o acreditaria eu — replicou Sancho — se a minha manteação houvera sido também dessa natureza; porém não o foi, senão coisa muito real e verdadeira: e eu bem vi este mesmo vendeiro, que ainda hoje aqui está, sustentar uma das pontas da manta, e me fazia andar em uma roda viva, da manta lá para as alturas do céu, com grande donaire e brio e com tantas risadas, como força e valentia; e quando as pessoas que figuram são conhecidas, tenho para mim, ainda que seja um homem simples e pecador, que não pode haver encantamento algum, e que há somente um real movimento de costelas e uma fortuna na verdade desgraçadíssima.
-Ahora bien, Dios lo remediará -dijo don Quijote-. Dame de vestir y déjame salir allá fuera, que quiero ver los sucesos y transformaciones que dices. — Muito bem, tudo Deus há-de remediar — disse D. Quixote; — dá-me os meus vestidos, e deixa-me sair lá para fora, porque me quero informar e ver os sucessos e transformações que me contas.
Diole de vestir Sancho, y, en el entretanto que se vestía, contó el cura a don Fernando y a los demás las locuras de don Quijote, y del artificio que habían usado para sacarle de la Peña Pobre, donde él se imaginaba estar por desdenes de su señora. Contóles asimismo casi todas las aventuras que Sancho había contado, de que no poco se admiraron y rieron, por parecerles lo que a todos parecía ser el más estraño género de locura que podía caber en pensamiento desparatado . Dijo más el cura que, pues ya el buen suceso de la señora Dorotea impi día pasar con su disignio adelante, que era menester inventar y hallar otro para poderle llevar a su tierra. Ofrecióse Cardenio de proseguir lo comenzado, y que Luscinda haría y representaría la persona de Dorotea. Deu-lhe Sancho os vestidos, e enquanto ele se esteve vestindo, narrou o cura a D. Fernando e aos mais que ali se achavam as loucuras de D. Quixote e o artifício de que se haviam servido para tirá-lo da Penha Pobre, onde ele estava imaginando fazê-lo assim pelos desdéns de sua senhora: mais lhe referiu todas as aventuras, contadas por Sancho, das quais se não admiraram pouco e se riram muito, por lhes parecer o mesmo que parecia a toda a gente, ser este um gênero de loucura o mais extraordinário que podia caber em pensamento disparatado. O cura ainda acrescentou que, pois a boa ventura da senhora Dorotéia lhe impedia passar adiante com a empresa começada, mister era inventar e achar outro meio de levar D. Quixote para a sua terra natal. Ofereceu-se Cardênio de continuar o começado, dizendo que sua Lucinda representaria suficientemente a pessoa de Dorotéia.
-No -dijo don Fernando-, no ha de ser así que yo quiero que Dorotea prosiga su invención; que, como no sea muy lejos de aquí el lugar deste buen caballero, yo holgaré de que se procure su remedio. — Não — disse D. Fernando — não há-de ser assim, porque eu quero que Dorotéia prossiga o que começou, e, uma vez que a morada deste bom cavaleiro não seja muito distante deste sítio, muito folgarei com que se procure o remédio do seu mal.
-No está más de dos jornadas de aquí. — A morada de D. Quixote — disse alguém — está daqui a dois dias de jornada.
-Pues, aunque estuviera más, gustara yo de caminallas, a trueco de hacer tan buena obra. — Pois bem — continuou D. Fernando — ainda que a distância fosse maior que essa, grande gosto me dará o caminhá-la à conta de praticar obra tão meritória.
Salió, en esto, don Quijote, armado de todos sus pertrechos, con el yelmo, aunque abollado, de Mambrino en la cabeza, embrazado de su rodela y arrimado a su tronco o lanzón . Suspendió a don Fernando y a los demás la estraña presencia de don Quijote, viendo su rostro de media legua de andadura, seco y amarillo, la desigualdad de sus armas y su mesurado continente, y estuvieron callando hasta ver lo que él decía, el cual, con mucha gravedad y reposo, puestos los ojos en la hermosa Dorotea, dijo. A este tempo se apresentou D. Quixote a quantos ali estavam, armado de todos os seus petrechos, trazendo na cabeça o elmo de Mambrino, bem que muito amassado, no braço esquerdo o seu escudo ou rodela, e na mão direita o lanção, em que se apoiava. Pasmou D. Fernando e todos quantos conheciam então pela primeira vez a D. Quixote, quando viram seu rosto amarelo e seco, e de meia légua de comprido, a desigual estranheza da sua armadura e os seus pausados ademanes, e guardaram silêncio, esperando ouvir o que ele dizia. D. Quixote, com muita gravidade e muito sossego, pondo os olhos na formosa Dorotéia, falou assim:
-Estoy informado, hermosa señora, deste mi escudero que la vuestra grandeza se ha aniquilado, y vuestro ser se ha deshecho, porque de reina y gran señora que solíades ser os habéis vuelto en una particular doncella. Si esto ha sido por orden del rey nigromante de vuestro padre, temeroso que yo no os diese la necesaria y debida ayuda, digo que no supo ni sabe de la misa la media, y que fue poco versado en las historias caballerescas, porque si él las hubiera leído y pasado tan aten tamente y con tanto espacio como yo las pasé y leí, hallara a cada paso cómo otros caballeros de menor fama que la mía habían acabado cosas más dificultosas, no siéndolo mucho matar a un gigantillo, por arrogante que sea; porque no ha muchas horas que yo me vi con él, y... quiero callar, porque no me digan que miento; pero el tiempo, descubridor de todas las cosas, lo dirá cuando menos lo pensemos. — Acabo de ser informado, bela senhora, por este meu escudeiro, de que a vossa grandeza se acha aniquilada, e destruído o vosso próprio ser, porque de rainha e grã senhora que éreis, vos haveis tornado em uma donzela particular. Se isto aconteceu por ordem do nigromante rei vosso pai, receoso de que eu vos não prestasse o necessário e devido auxílio, declaro que ele não sabe, nem nunca soube, por onde estas coisas correm, e que completamente ignora as histórias cavaleirescas; porque, se as houvera lido e compreendido por tão longo espaço de tempo, e com tamanha atenção, como eu as li e compreendi, teria visto a cada passo o modo fácil, com que outros cavaleiros, de menor fama que a minha, deram remate a empresas muito mais dificultosas, pois me parece não ser negócio de grande polpa matar um giganteto, embora ele seja muito arrogante, e ainda não há muitas horas que eu me vi com ele, e... mas quero calar-me aqui, para que não digam que minto; é certo, porém, que o tempo, descobridor de todas as verdades, quando menos o pensarmos, falará por mim.
-Vístesos vos con dos cueros, que no con un gigante -dijo a esta sazón el ventero. — Viste-vos, mas foi com dois odres de vinho, e não com gigante algum — disse nesta ocasião o vendeiro.
Al cual mandó don Fernando que callase y no interrumpiese la plática de don Quijote en ninguna manera; y don Quijote prosiguió diciendo. D. Fernando mandou-lhe que se calasse, e que por modo nenhum interrompesse a prática de D. Quixote, o qual, continuando, disse:
-Digo, en fin, alta y desheredada señora, que si por la causa que he dicho vuestro padre ha hecho este metamorfóseos en vuestra persona, que no le deis crédito alguno , porque no hay ningún peligro en la tierra por quien no se abra camino mi espada, con la cual, poniendo la cabeza de vuestro enemigo en tierra, os pondré a vos la corona de la vuestra en la cabeza en breves días. — Finalmente, alta e deserdada senhora, se, pela causa que indiquei, vosso pai fez na vossa pessoa estas metamorfoses, não lhe deis crédito, porque não pode haver na terra algum perigo, por maior que seja, através do qual não abra caminho a minha espada, que, cortando a cabeça ao vosso inimigo, me habilitará a colocar sobre a vossa, dentro em breves dias, a coroa real, que vos foi roubada.
No dijo más don Quijote, y esperó a que la princesa le respondiese, la cual, como ya sabía la determinación de don Fernando de que se prosiguiese adelante en el engaño hasta llevar a su tierra a don Quijote, con mucho donaire y gravedad, le respondió. Aqui deixou D. Quixote de falar, e esperou que a princesa lhe respondesse, a qual, como já sabia ser a vontade de D. Fernando que se passasse adiante com o começado engano até deixar a D. Quixote na sua terra, com muita gravidade e donaire respondeu:
-Quienquiera que os dijo, valeroso caballero de la Triste Figura, que yo me había mudado y trocado de mi ser, no os dijo lo cierto, porque la misma que ayer fui me soy hoy. Verdad es que alguna mudanza han hecho en mí ciertos acaecimientos de buena ventura, que me la han dado la mejor que yo pudiera desearme, pero no por eso he dejado de ser la que antes y de tener los mesmos pensamientos de valerme del valor de vuestro valeroso e invenerable brazo que siempre he tenido. Así que, señor mío, vuestra bondad vuelva la honra al padre que me engendró, y téngale por hombre advertido y prudente, pues con su ciencia halló camino tan fácil y tan verdadero para remediar mi desgracia; que yo creo que si por vos, señor, no fuera, jamás acertara a tener la ventura que tengo; y en esto digo tanta verdad como son buenos testigos della los más destos señores que están presentes. Lo que resta es que mañana nos pongamos en camino, porque ya hoy se podrá hacer poca jornada , y en lo demás del buen suceso que espero, lo dejaré a Dios y al valor de vuestro pecho. — Quem quer que vos disse, valoroso Cavaleiro da Triste Figura, que eu troquei ou mudei o meu antigo ser, faltou à verdade, porque ainda hoje sou a mesma que fui ontem: é certo que alguma mudança fizeram no meu estado alguns acontecimentos felizes, que o tornaram o melhor que eu poderia desejar; porém não foi isso bastante para eu deixar de ser o que era, nem para perder o pensamento que ainda conservo de amparar-me do valor do vosso braço invencível, pensamento este em que sempre estarei firme: portanto, senhor meu, digne-se a vossa bondade de restituir seu crédito honroso ao pai que me gerou, e tenha-o sempre na conta de homem prudente e entendido, porque foi ele que com a sua ciência descobriu um meio tão verdadeiro, quanto fácil, para remediar a minha desgraça, pois estou convencida de que sem o vosso auxílio jamais chegaria a ter a ventura que atualmente tenho; e em tudo isto vos digo a verdade pura, da qual são testemunhas a maior parte destes senhores aqui presentes. Agora só nos resta continuar amanhã o nosso caminho, porque hoje já só poderíamos fazer uma jornada muito pequena, e pelo que pertence ao bom sucesso da nossa empresa, tudo entrego nas mãos de Deus, e tudo confio no esforço do vosso peito.
Esto dijo la discreta Dorotea, y, en oyéndolo don Quijote, se volvió a Sancho, y, con muestras de mucho enojo, le dijo. D. Quixote, ouvindo o que disse Dorotéia, voltou-se para Sancho, e, com mostras duma grande cólera, lhe disse:
-Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España. Dime, ladrón vagamundo, ¿no me acabaste de decir ahora que esta princesa se había vuelto en una doncella que se llamaba Dorotea, y que la cabeza que entiendo que corté a un gigante era la puta que te parió, con otros disparates que me pusieron en la mayor confusión que jamás he estado en todos los días de mi vida? ¡Voto... -y miró al cielo y apretó los dientes- que estoy por hacer un estrago en ti, que ponga sal en la mollera a todos cuantos mentirosos escuderos hubiere de caballeros andantes, de aquí adelante, en el mundo. — Agora te digo eu, meu Sanchinho, que és o velhaquinho mais descarado de toda a Espanha: dize-me, ladrão vagabundo, não me asseguraste, ainda há pouco, que esta princesa se havia mudado em uma donzela chamada Dorotéia, e que a cabeça, que cortei ao gigante, era a pata que te pôs, isto junto com outros disparates tais, que me puseram na maior confusão pela qual hei passado em todos os dias da minha vida? Juro (e ao dizer isto levantou os olhos para o céu e apertou os dentes), que estou para fazer em ti um estrago tamanho, que ponha o sal na moleira a todos quantos escudeiros mentirosos hajam de servir daqui em diante aos cavaleiros andantes do mundo inteiro.
-Vuestra merced se sosiegue, señor mío -respondió Sancho-, que bien podría ser que yo me hubiese engañado en lo que toca a la mu tación de la señora princesa Micomicona; pero, en lo que toca a la cabeza del gigante, o, a lo menos, a la horadación de los cueros y a lo de ser vino tinto la sangre, no me engaño, ¡vive Dios!, porque los cueros allí están heridos, a la cabecera del lecho de vuestra merced, y el vino tinto tiene hecho un lago el aposento; y si no, al freír de los huevos lo verá; quiero decir que lo verá cuando aquí su merced del señor ventero le pida el menoscabo de todo. De lo demás, de que la señora reina se esté como se estaba, me regocijo en el alma, porque me va mi parte, como a cada hijo de vecino. — Acalme-se Vossa Mercê, meu senhor bom — disse Sancho — pois bem pode haver acontecido que eu me enganasse no que respeita à mudança da senhora princesa de Micomicão; porém naquilo que respeita à cabeça do gigante, ou pelo menos aos furos dos odres, e ao ser vinho tinto o sangue derramado, por Deus que me não enganei pois os odres ali estão todos esburacados perto da cama de Vossa Mercê, e o vinho tem feito do seu aposento um verdadeiro lago; e se não, ao fritar dos ovos o verá, quero dizer, que o verá quando aqui o senhor vendeiro lhe der em rol a conta do que Vossa Mercê lhe deve: enquanto a que a senhora rainha seja ainda a mesma que dantes era, no íntimo da alma me alegro eu com isso, porque hei-de ter rasca na assadura, como membro que sou da família.
-Ahora yo te digo, Sancho -dijo don Quijote-, que eres un mentecato; y perdóname , y basta. — Agora te digo eu, Sancho — respondeu D. Quixote — que és completamente um parvo, e perdoa-me e basta.
-Basta -dijo don Fernando-, y no se hable más en esto; y, pues la señora princesa dice que se camine mañana, porque ya hoy es tarde, hágase así, y esta noche la podremos pasar en buena conversación hasta el venidero día, donde todos acompañaremos al señor don Quijote, porque queremos ser testigos de las valerosas e inauditas hazañas que ha de hacer en el discurso desta grande empresa que a su cargo lleva. — Basta — disse então D. Fernando — e não se fale mais nisto; e pois que a senhora princesa já determinou que amanhã se continuaria a jornada, que não se pode continuar hoje por ser mui tarde, cumpra-se o que ela manda, e esta noite poderemos nós passá-la em agradável conversação; e, chegando o dia de amanhã, todos queremos acompanhar ao senhor D. Quixote, e ter a honra de presenciar as grandes e assombrosas façanhas que há-de fazer no decurso desta difícil empresa, de que se encarregou.
-Yo soy el que tengo de serviros y acompañaros -respondió don Quijote-, y agradezco mucho la merced que se me hace y la buena opinión que de mí se tiene, la cual procuraré que salga verdadera, o me costará la vida, y aun más, si más costarme puede. — Sou eu quem tem de servir-vos e acompanhar-vos — respondeu D. Quixote — e muito agradeço o favor com que sou tratado, e a boa opinião em que sou tido, a qual procurarei, quanto caiba em minhas forças, tornar verdadeira, ainda que perca a vida neste empenho, e mesmo mais que a vida, se mais que ela me é possível perder.
Muchas palabras de comedimiento y muchos ofrecimientos pasaron entre don Quijote y don Fernando; pero a todo puso silencio un pasajero que en aquella sazón entró en la venta, el cual en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierra de mo ros, porque venía vestido con una casaca de paño azul, corta de faldas, con medias mangas y sin cuello ; los calzones eran asimismo de lienzo azul, con bonete de la misma color; traía unos borceguíes datilados y un alfanje morisco, puesto en un tahelí que le atravesaba el pecho. Entró luego tras él, encima de un jumento, una mujer a la morisca vestida, cubierto el rostro con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una almalafa, que desde los hombros a los pies la cubría. Era el hombre de robusto y agraciado talle, de edad de poco más de cuarenta años, algo moreno de rostro, largo de bigotes y la barba muy bien puesta. En resolución, él mostraba en su apostura que si estuviera bien vestido, le juzgaran por persona de calidad y bien nacida. Outras semelhantes expressões de cortesia e oferecimentos continuaram a trocar-se entre D. Quixote e D. Fernando; mas a tudo impôs silêncio um passageiro, que naquele momento entrou na venda, o qual pelo seu vestuário mostrava ser cristão chegado de terra de mouros, pois usava duma casaca de pano azul com meias mangas, de abas curtas e sem gola, e os calções e o barrete eram também de cor azul; trazia uns borzeguins feitos segundo a moda dos mouros, e um alfanje suspenso dum talabarte lançado ao tiracolo. Logo atrás deste passageiro entrou uma mulher vestida à mourisca, com uma touca na cabeça e o rosto encoberto, a qual viera a cavalo em um jumento, e trazia um barretinho de brocado e uma almalafa que a cobria desde a cabeça até aos pés. O homem era de forma robusta, de agradável presença, contando pouco mais de quarenta anos de idade, algum tanto moreno, barba bem posta e grandes bigodes, e, se estivera mais bem vestido, pelo seu ar e pelas suas maneiras, todos o julgariam como pessoa bem nascida e com boa educação.
Pidió, en entrando, un aposento, y, como le dijeron que en la venta no le había, mostró recebir pesadumbre; y, llegándose a la que en el traje parecía mora, la apeó en sus brazos. Luscinda, Dorotea, la ventera, su hija y Maritornes, llevadas del nuevo y para ellas nunca visto traje, rodearon a la mora, y Dorotea, que siempre fue agraciada, comedida y discreta, pareciéndole que así ella como el que la traía se congojaban por la falta del aposento, le dijo. Apenas entrou, pediu um aposento, e porque lhe disseram que não o havia, mostrou-se magoado, e chegando-se para o pé do jumento, em que vinha a que parecia moura, apeou-a tomando-a nos braços. Lucinda, Dorotéia, a vendeira, sua filha e Maritornes, atraídas pelo trajo novo e por elas nunca visto, rodearam a moura, e Dorotéia, sempre comedida, graciosa e discreta, parecendo-lhe que os dois adventícios se afligiam pela falta de aposento, disse à mulher:
-No os dé mucha pena, señora mía, la incomodidad de regalo que aquí falta , pues es proprio de ventas no hallarse en ellas; pero, con todo esto, si gustáredes de pasar con nosotras -señalando a Luscinda-, quizá en el discurso de este camino habréis hallado otros no tan buenos acogimientos. — Não vos cause pena, senhora minha, a falta de comodidades que encontrais aqui, porque comodidades sSo coisas que nunca se encontram em casas tais, como esta; porém, contudo, se gostardes de vos aposentar conosco (ao dizer isto sinalou a Lucinda) porventura vos convencereis pelo decurso de todo este caminho de que não foi hoje o dia em que pior albergue encontrastes.
No respondió nada a esto la embozada, ni hizo otra cosa que levantarse de donde sentado se había, y, puestas entrambas manos cruzadas sobre el pecho, inclinada la cabeza, dobló el cuerpo en señal de que lo agradecía. Por su silencio imaginaron que, sin duda alguna, debía de ser mora, y que no sabía hablar cristiano . Llegó, en esto, el cautivo, que entendiendo en otra cosa hasta entonces había estado, y, viendo que todas tenían cercada a la que con él venía, y que ella a cuanto le decían callaba, dijo. Não respondeu nada a estrangeira a isto, nem fez outra coisa mais que levantar-se do lugar onde se havia assentado e, cruzando as mãos ambas sobre o peito, inclinou a cabeça e curvou o corpo, como quem assim queria mostrar o seu agradecimento. Pelo silêncio em que se conservou, e pelas demonstrações que a estrangeira fez, ficaram persuadidas as que a rodeavam de ser sem dúvida ela alguma moura, que não sabia falar a linguagem dos cristãos. Acudiu nesta ocasião ali o cativo, que até aquele tempo estivera ocupado com outras coisas, e, vendo que a sua companheira nada respondia a quanto as outras mulheres lhe perguntavam, disse:
-Señoras mías, esta doncella apenas entiende mi lengua, ni sabe hablar otra ninguna sino conforme a su tierra, y por esto no debe de haber respondido, ni responde, a lo que se le ha preguntado. — Senhoras minhas, esta donzela apenas entende a minha língua, porém não sabe falar outra, senão a da sua terra, e por isso cuido que não tem respondido e nem por certo responderá ao que lhe seja perguntado.
-No se le pregunta otra cosa ninguna -respondió Luscinda- sino ofrecelle por esta noche nuestra compañía y parte del lugar donde nos acomodáremos, donde se le hará el regalo que la comodidad ofreciere, con la voluntad que obliga a servir a todos los estranjeros que dello tuvieren necesidad, especialmente siendo mujer a quien se sirve. — Nada mais se lhe pergunta — disse Lucinda — se não se ela quer por esta noite aceitar a nossa companhia, que com a melhor vontade lhe oferecemos, assim como também lugar no aposento, em que havemos de repousar, e onde lhe procuraremos todas as comodidades possíveis, pois é dever nosso obsequiar os estrangeiros, sobretudo sendo eles do nosso sexo.
-Por ella y por mí -respondió el captivo- os beso, señora mía, las manos, y estimo mucho y en lo que es razón la merced ofrecida; que en tal ocasión, y de tales personas como vuestro parecer muestra, bien se echa de ver que ha de ser muy grande. — Por ela e por mim vos beijo, senhora, as mãos, e em muito aprecio a mercê que tendes a bondade de fazer, a qual não pode deixar de ser mui grande sendo feita em tal ocasião e por pessoas tais como tudo me está indicando que vós sois.
-Decidme, señor -dijo Dorotea- ¿esta señora es cristiana o mora? Porque el traje y el silencio nos hace pensar que es lo que no querríamos que fuese. — Dizei-me, senhor — perguntou Dorotéia — esta senhora é cristã ou é moura? O seu trajo e o seu silêncio nos levam a pensar que ela não é o que nós desejáramos que fosse.
-Mora es en el traje y en el cuerpo, pero en el alma es muy grande cristiana, porque tiene grandísimos deseos de serlo. — Moura é no trajo e no corpo — respondeu o cativo — porém na alma é já uma verdadeira cristã, porque tem ardentíssimos desejos de o ser.
-Luego, ¿no es baptizada? -replicó Luscinda. — Logo ainda não é batizada? — replicou Lucinda.
-No ha habido lugar para ello -respondió el captivo- después que salió de Argel, su patria y tierra, y hasta agora no se ha visto en peligro de muerte tan cercana que obligase a baptizalla sin que supiese primero todas las ceremonias que nuestra Madre la Santa Iglesia manda ; pero Dios será servido que presto se bautice con la decencia que la calidad de su persona merece, que es más de lo que muestra su hábito y el mío. — Não teve ainda ocasião oportuna de batizar-se — disse o cativo — desde que saiu de Argel, sua terra, e, como até agora não correu algum risco a sua vida, entendi poder dilatar-lhe o batismo até que estivesse bem instruída do que ele é, e das cerimônias que manda praticar a nossa santa madre Igreja; espero, porém, que Deus será servido de que ela dentro de breve tempo se batize com a decência devida à qualidade da sua pessoa, a qual é superior ao que mostra o seu vestuário e o meu.
Con estas razones puso gana en todos los que escuchándole estaban de saber quién fuese la mora y el captivo, pero nadie se lo quiso preguntar por entonces, por ver que aquella sazón era más para procurarles descanso que para preguntarles sus vidas. Dorotea la tomó por la mano y la llevó a sentar junto a sí, y le rogó que se quitase el embozo. Ella miró al cautivo, como si le preguntara le dijese lo que decían y lo que ella haría. Él, en lengua arábiga, le dijo que le pedían se quitase el embozo, y que lo hiciese; y así, se lo quitó, y descubrió un rostro tan hermoso que Dorotea la tuvo por más hermosa que a Luscinda, y Luscinda por más hermosa que a Dorotea, y todos los circustantes conocieron que si alguno se podría igualar al de las dos, era el de la mora, y aun hubo algunos que le aventajaron en alguna cosa . Y, como la hermosura tenga prerrogativa y gracia de reconciliar los ánimos y atraer las voluntades, luego se rindieron todos al deseo de servir y acariciar a la hermosa mora. Com estas razões acendeu o cativo em todos quantos o escutavam uma grande curiosidade e veementíssimo desejo de saberem quem ele era, e quem era a moura, mas nenhum lho quis perguntar por então, atendendo a que era mais própria aquela hora para o descanso, que para ouvir a história da vida dos dois. Dorotéia tomou pela mão a desconhecida e a fez assentar junto de si, pedindo-lhe que se desembuçasse; ela olhou para o cativo, como quem o consultava sobre o que lhe diziam, e o que ela devia fazer; e ele, falando-lhe em língua arábica, lhe disse que lhe pediam para descobrir seu rosto, e que assim o fizesse; ao que obedecendo, descobriu um rosto tão perfeito que Dorotéia a teve por mais formosa que Lucinda, e Lucinda por mais formosa que Dorotéia, e todos os circunstantes foram de opinião, que, se alguma mulher havia que pudesse igualar as duas, era sem dúvida a moura, e alguns chegaram mesmo a achar que ela as excedia em certos pontos de perfeição; e, como a formosura tenha por especial prerrogativa, e por graça singular, o poder de ganhar as vontades e atrair os ânimos, logo todos se renderam ao desejo de servir e amimar a bela moura;
Preguntó don Fernando al captivo cómo se llamaba la mora, el cual respondió que lela Zoraida; y, así como esto oyó, ella entendió lo que le habían preguntado al cristiano, y dijo con mucha priesa, llena de congoja y donaire. e D. Fernando perguntou ao cativo como ela se chamava, ao que este respondeu que se chamava Lela Zoraida; e porque ela ouviu e entendeu a pergunta e a resposta, acudiu com muita pressa, e disse com uma espécie de pesar muito engraçado:
-¡No, no Zoraida María, María! -dando a entender que se llamaba María y no Zoraida. — Não, não Zoraida, Maria, Maria — dando assim a entender que se chamava Maria, e não Zoraida.
Estas palabras, el grande afecto con que la mora las dijo, hicieron derramar más de una lágrima a algunos de los que la escucharon, especialmente a las mujeres, que de su naturaleza son tiernas y compasivas. Abrazóla Luscinda con mucho amor, diciéndole. Estas palavras e o grande afeto, com que a moura as pronunciou, fizeram borbulhar as lágrimas nos olhos de alguns dos que ali estavam, particularmente das mulheres, que por sua natureza são ternas e compassivas. Abraçou-a Lucinda com muito amor, dizendo-lhe:
-Sí, sí María, María. — Sim, sim, Maria, Maria.
A lo cual respondió la mora. Ao que a moura respondeu:
-¡Sí, sí María; Zoraida macange! -que quiere decir no. — Sim, sim, Maria, Zoraida, macange — que quer dizer, não.
Ya en esto llegaba la noche, y, por orden de los que venían con don Fernando, había el ventero puesto diligencia y cuidado en aderezarles de cenar lo mejor que a él le fue posible. Llegada, pues, la hora, sentáronse todos a una larga mesa, como de tinelo , porque no la había redonda ni cuadrada en la venta, y dieron la cabecera y principal asiento, puesto que él lo rehusaba, a don Quijote, el cual quiso que estuviese a su lado la señora Micomicona, pues él era su aguardador . Luego se sentaron Luscinda y Zoraida, y frontero dellas don Fernando y Cardenio, y luego el cautivo y los demás caballeros, y, al lado de las señoras, el cura y el barbero. Y así, cenaron con mucho contento, y acrecentóseles más viendo que, dejando de comer don Quijote, movido de otro semejante espíritu que el que le movió a hablar tanto como habló cuando cenó con los cabreros, comenzó a decir. A este tempo já era chegada a noite, e por ordem dos que vinham com D. Fernando havia o vendeiro com grande cuidado e diligência preparado a ceia o melhor que lhe foi possível. Logo que foram horas competentes assentaram-se todos a uma mesa muito comprida e estreita, porque na venda uma mesa regular, redonda, ou quadrada, era coisa que não existia, e deram a cabeceira ou lugar principal, apesar das suas recusas, a D. Quixote, o qual quis que ao seu lado se assentasse a senhora de Micomicão, porque ele era o seu cavaleiro e defensor. Em seguida assentaram-se Lucinda e Zoraida, e fronteiros a estas D. Fernando e Cardênio, e logo os outros cavaleiros, e do lado das senhoras e ao pé delas o cura e o barbeiro: e deste modo cearam com grande satisfação, a qual subiu de ponto quando viram a D. Quixote deixar de comer, e, movido por outro espírito semelhante àquele que o fez falar, quando ceou com os cabreiros, principiar o discurso seguinte:
-Verdaderamente, si bien se considera, señores míos, grandes e inauditas cosas ven los que profesan la orden de la andante caballería. Si no, ¿cuál de los vivientes habrá en el mundo que ahora por la puerta deste castillo entrara, y de la suerte que estamos nos viere, que juzgue y crea que nosotros somos quien somos? ¿Quién podrá decir que esta señora que está a mi lado es la gran reina que todos sabemos, y que yo soy aquel Caballero de la Triste Figura que anda por ahí en boca de la fama? Ahora no hay que dudar, sino que esta arte y ejercicio excede a todas aquellas y aquellos que los hombres inventaron, y tanto más se ha de tener en estima cuanto a más peligros está sujeto. Quítenseme delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas, que les diré, y sean quien se fueren, que no saben lo que . Porque la razón que los tales suelen decir, y a lo que ellos más se atienen, es que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo, y que las armas sólo con el cuerpo se ejercitan, como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es menester más de buenas fuerzas; o como si en esto que llamamos armas los que las profesamos no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutallos mucho entendimiento; o como si no trabajase el ánimo del guerrero que tiene a su cargo un ejército, o la defensa de una ciudad sitiada, así con el espíritu como con el cuerpo. Si no, véase si se alcanza con las fuerzas corporales a saber y conjeturar el intento del enemigo, los disignios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen; que todas estas cosas son acciones del entendimiento, en quien no tiene parte alguna el cuerpo. Siendo pues ansí, que las armas requieren espíritu , como las letras, veamos ahora cuál de los dos espíritus, el del letrado o el del guerrero, trabaja más. Y esto se vendrá a conocer por el fin y paradero a que cada uno se encamina, porque aquella intención se ha de estimar en más que tiene por objeto más noble fin. Es el fin y paradero de las letras..., y no hablo ahora de las divinas, que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo, que a un fin tan sin fin como éste ninguno otro se le puede igualar; hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyes se guarden. Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza, pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida. Y así, las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día , cuando cantaron en los aires ′′Gloria sea en las alturas , y paz en la tierra, a los hombres de buena voluntad′′; y a la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favoridos, fue decirles que cuando entrasen en alguna casa , dijesen ′′Paz sea en esta casa′′; y otras muchas veces les dijo ′′Mi paz os doy, mi paz os dejo paz sea con vosotros′′, bien como joya y prenda dada y dejada de tal mano; joya que sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra, que lo mesmo es decir armas que guerra. Prosupuesta, pues , esta verdad, que el fin de la guerra es la paz, y que en esto hace ventaja al fin de las letras, vengamos ahora a los trabajos del cuerpo del letrado y a los del profesor de las armas, y véase cuáles son mayores. — Verdadeiramente, senhores meus, se bem se consideram as coisas, são muitas vezes extraordinários e inauditos os acontecimentos presenciados por todos os que professam a ordem da cavalaria andante: senão, dizei-me; quem seria o habitador deste mundo, que, entrando pela porta deste castelo, e vendo-nos estar do modo que estamos, pudesse ajuizar e crer que nós somos quem somos? Quem pensaria que esta senhora, aqui ao meu lado assentada, é a grande rainha que todos nós sabemos, e que eu sou aquele cavaleiro da Triste Figura, cujo nome a boca da fama por aí tem espalhado? Já se não pode duvidar que este ofício e ocupação excede a todos aqueles e aquelas que os homens inventaram, e tanto mais deve ser estimado, quanto a maiores perigos está sujeito: e não ousem contradizer-me os que pretendem sustentar que as letras levam vantagem às armas, pois eu lhes afirmarei, sejam eles quem quer que forem, que não sabem o que dizem: porque a principal razão em que os tais se fundam é em que os trabalhos do espírito excedem muito os do corpo, e que as armas somente ao corpo pertencem e por ele só são exercitadas; como se uma tão nobre ocupação fosse ofício próprio daqueles que levam a sua vida conduzindo cargas, os quais não precisam senão de possuir forças materiais; ou como se isto, a que chamamos armas, nós os que fazemos profissão delas, não precisasse de muitos atos de fortaleza, os quais carecem na sua execução, para que esta seja perfeita, de muita inteligência em quem os executa: ou como se o guerreiro, que tem a seu cargo o comando dum exército, ou a defesa duma povoação sitiada, não tivesse necessidade de trabalhar igualmente com o espírito e com o corpo: se não, veja-se se é possível conseguir por meio das forças corporais e materiais o penetrar as intenções do inimigo, seus projetos e seus estratagemas, e prevenir as dificuldades e os danos que ele pode suscitar e opor, tudo isto coisas tocantes privativamente ao entendimento, e nas quais o corpo nenhuma parte pode ter. Sendo pois ponto verificado que as armas requerem tanta força de espírito como as letras, examinemos agora qual dos dois espíritos é o que trabalha mais, se o do letrado, se o do guerreiro. Para isto se conhecer bem, deve examinar-se com atenção o destino a que cada um dos dois se encaminha, porque em mais alto valor se há-de apreciar a intenção daquele que tem por objeto alcançar um fim mais glorioso e nobre. O fim a que as letras se dirigem (e não falo agora das divinas, que aspiram somente a encaminhar as almas para o céu, fim este tão sem fim, que nenhum outro se lhe pode igualar), quero dizer, as letras humanas, é estabelecer com clareza a justiça distributiva, e dar a cada um o que é seu, e o procurar e fazer que as boas leis se guardem e se cumpram: fim por certo este generoso, e digno de grande louvor; porém não de tanto como merece aquele a que as armas atende, o qual consiste em segurar a paz, que é o maior bem que os homens podem nesta vida desejar: e observe-se, que as primeiras boas novas, que teve o mundo e tiveram os homens, foram as anunciadas pelos anjos na noite que para nós todos foi luminosíssimo dia, quando nos ares cantaram: Glória seja dada a Deus nas alturas, e na terra paz aos homens de boa vontade: e a saudação que o melhor mestre da terra e do céu ensinou aos seus companheiros e favorecidos foi dizer-lhes que, quando entrassem em alguma casa, falassem assim: Paz seja nesta casa: e muitas outras vezes lhes disse: Dou-vos a minha paz, a minha paz vos deixo, a paz seja convosco: bem como jóia e prenda dada e deixada por tal mão, jóia sem a qual não pode haver algum bem nem na terra nem no céu: esta paz é o verdadeiro fim da guerra pois o mesmo é dizer armas do que dizer guerra. Assentada pois esta verdade, que o final da guerra é a paz, e que nisto levam as armas vantagem às letras, tratemos agora dos trabalhos do letrado com o seu corpo e dos do professor das armas, e veremos quais são maiores.
De tal manera, y por tan buenos términos, iba prosiguiendo en su plática don Quijote que obligó a que, por entonces, ninguno de los que escuchándole estaban le tuviese por loco; antes, como todos los más eran caballeros, a quien son anejas las armas, le escuchaban de muy buena gana; y él prosiguió diciendo Por esta maneira e com estes bons termos prosseguia D. Quixote na sua prática, de modo que nenhum dos que o escutavam podia persuadir-se de que na realidade ele estava louco; antes pelo contrário, como a maior parte dos que o ouviam eram cavaleiros, a quem as armas são sempre anexas, o ouviam com grande prazer, e ele continuou dizendo:
-Digo, pues, que los trabajos del estudiante son éstos principalmente pobreza (no porque todos sean pobres, sino por poner este caso en todo el estremo que pueda ser); y, en haber dicho que padece pobreza, me parece que no había que decir más de su mala ventura, porque quien es pobre no tiene cosa buena. Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto; pero, con todo eso, no es tanta que no coma, aunque sea un poco más tarde de lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos; que es la mayor miseria del estudiante éste que entre ellos llaman andar a la sopa ; y no les falta algún ajeno brasero o chimenea, que, si no callenta, a lo menos entibie su frío, y, en fin, la noche duermen debajo de cubierta. No quiero llegar a otras menudencias, conviene a saber, de la falta de camisas y no sobra de zapatos, la raridad y poco pelo del vestido, ni aquel ahitarse con tanto gusto, cuando la buena suerte les depara algún banquete. Por este camino que he pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí, cayendo allí, levantándose acullá, tornando a caer acá , llegan al grado que desean; el cual alcanzado, a muchos hemos visto que, habiendo pasado por estas Sirtes y por estas Scilas y Caribdis , como llevados en vuelo de la favorable fortuna, digo que los hemos visto mandar y gobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura , su frío en refrigerio, su desnudez en galas, y su dormir en una estera en reposar en holandas y damascos premio justamente merecido de su virtud. Pero, contrapuestos y comparados sus trabajos con los del mílite guerrero , se quedan muy atrás en todo, como ahora diré. — Digo, pois, que os trabalhos dum estudante de letras humanas são estes: o principal é a pobreza, não porque todos sejam pobres, mas para pôr o caso em todo o extremo a que ele pode chegar; e o haver eu dito que o estudante padece pobreza, penso que não podia dizer mais a respeito da sua má sorte, porque quem é pobre coisa nenhuma tem boa. Esta pobreza tem suas divisões, porque umas vezes vem ela acompanhada pela fome, outras pelo frio, outras pela falta de vestuário e, finalmente, outras por tudo isto junto; contudo não digo que seja tanta esta pobreza, que o estudante não coma, embora o faça mais tarde do que se usa, ainda que a comida lhe venha do que sobeja aos ricos; grande miséria por certo é esta, a que vulgarmente se chama viver da sopa alheia, e também encontra em algumas ocasiões alheio braseiro ou chaminé, onde, se não pode aquentar-se tanto quanto deseja, ao menos poderá minorar o frio que o persegue, e por último igualmente não digo que lhe falte absolutamente uma cama com roupa suficiente onde durma coberto. Não quero entrar aqui em outras miudezas, tais como falta de camisas e de sapatos, vestuário velho e usado, e aquele prazer esfomeado que mostra quando a sua boa ventura o leva a ser comparsa em algum jantar abundante e bem cozinhado. Por este caminho que tenho descrito, dificultoso e áspero, tropeçando aqui, caindo ali, levantando-se acolá, e tornando outra vez a cair cá, chegam os letrados ao grau que desejam: este grau tem levantado a muitos, os quais, havendo passado através de Sirtes, Cila e Caríbdis, como que, voando bafejados pelo hálito favorável da sua boa fortuna, chegaram a mandar e governar o mundo sentados na sua cadeira curul, trocada já sua antiga fome em grande fartura, seu frio em ótimo calor, seus vestidos velhos e rapados em vistosas galas, o seu dormir sobre uma esteira em se deitarem agora e descansarem em leitos adornados com holandas e damascos: prêmio é sem dúvida este justamente merecido pela sua virtude; porém, comparando-se os trabalhos com os do militar guerreiro, ficam longe destes a perder de vista como agora vou mostrar.






I. Capítulo XXXVIII. Que trata del curioso discurso> que hizo don Quijote de las armas y las letras.

Capítulo XXXVIII — Em que se continua o discurso que fez D. Quixote sobre as armas e as letras.


Prosiguiendo don Quijote, dijo. Continuou D. Quixote, dizendo:
-Pues comenzamos en el estudiante por la pobreza y sus partes, veamos si es más rico el soldado. Y veremos que no hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de su paga, que viene o tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con notable peligro de su vida y de su conciencia. Y a veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con sólo el aliento de su boca, que, como sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío, contra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche, para restaurarse de todas estas incomodidades, en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha; que bien puede medir en la tierra los pies que quisie re, y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas. Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recebir el grado de su ejercicio; lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas , para curarle algún balazo, que quizá le habrá pasado las sienes , o le dejará estropeado de brazo o pierna. Y, cuando esto no suceda, sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la mesma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces. Pero, decidme, señores, si habéis mirado en ello ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder que no tienen comparación, ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo . Todo esto es al revés en los letrados; porque, de faldas, que no quiero decir de mangas , todos tienen en qué entretenerse. Así que, aunque es mayor el trabajo del soldado, es mucho menor el premio. Pero a esto se puede responder que es más fácil premiar a dos mil letrados que a treinta mil soldados, porque a aquéllos se premian con darles oficios, que por fuerza se han de dar a los de su profesión, y a éstos no se pueden premiar sino con la mesma hacienda del señor a quien sirven; y esta imposibilidad fortifica más la razón que tengo. Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida, sino volvamos a la preemi nencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar , según son las razones que cada una de su parte alega. Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios ; y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a éstas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida. Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado en alguna fuerza , y estando de posta, o guarda, en algún revellín o caballero , siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no pue de apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Sólo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo y esperando cuándo improvisamente ha de subir a las nubes sin alas y bajar al profundo sin su voluntad. Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventajas el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón; y, con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno; y, con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo , cuando otro ocupa su mesmo lugar; y si éste también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra. Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio cau sa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala , disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos. Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque, aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra. Pero haga el cielo lo que fuere servido, que tanto seré más estimado, si salgo con lo que pretendo, cuanto a mayores peligros me he puesto que se pusieron los caballeros andantes de los pasados siglos. — Visto começarmos, tratando do letrado, pela pobreza e pelas divisões várias com que esta o ataca, examinemos se o soldado é mais rico: e este exame nos fará conhecer que ninguém entre a própria pobreza é mais pobre que ele, porque vive atido a um miserável pagamento que vem ou tarde ou nunca, ou àquilo que por suas mãos pode pilhar, muitas vezes com grande perigo da sua vida e mesmo da sua consciência. Muitas vezes é tamanha a sua nudez, que um esfarrapado colete lhe serve de gala e de camisa, e no rigor do inverno, quando se acha exposto na campina rasa às inclemências do tempo, costuma afugentar o frio com a própria respiração, a qual por isso que sai duma boca onde falta o calor, tenho para mim que há-de sair igualmente fria, e que nada aquecerá, apesar das leis estabelecidas pela natureza. Em vão espera restaurar-se de todos estes incômodos na cama, que o aguarda, quando chegar a noite, cama que só tem de bom não ser estreita senão se ele assim o quiser, pois lhe pode dar a largura que lhe aprouver, medindo muitas braças de terra, se isso for de seu gosto, e depois virar-se e revirar-se à sua vontade, com a certeza de que nunca os lençóis se lhe enrodilharão ao pescoço. Chega depois de tudo isto o dia e a hora de receber o grau de seu exercício: chega um dia em que lhe colocam na cabeça uma compressa quase em forma de barrete feita de fios para curar-lhe algum balázio que haja atravessado a cabeça ou o tenha estropeado nos braços ou nas pernas: e quando isto assim não aconteça porque o céu piedoso o conservou vivo e são, pode muito bem ser ficar sempre na pobreza em que dantes estava, e somente sairá deste seu estado desgraçado, e porventura medrará alguma coisa, se houver muitos encontros e batalhas com os inimigos, e se em todos estes arriscados lances sair vencedor; mas esta qualidade de milagres raras vezes aparece. Mas dizei-me, meus senhores, se bem o tendes considerado, não são os premiados e gananciosos na guerra muito menos que os que morreram nela? Sem dúvida me respondereis que não há aqui comparação possível de fazer-se, pois se não pode formar jamais essa conta exata dos mortos na guerra, enquanto que dos que escaparam vivos e alcançaram prêmios e distinções a lista se poderá compor com três algarismos apenas. Tudo isto sucede duma maneira contrária entre os letrados, os quais com mais ou menos abundância sempre têm de que sustentar-se e não padecem as inclemências que perseguem os militares, e por isso claramente se vê, que o trabalho do soldado é muito maior e o prêmio muito mais pequeno. Bem sei, que a isto se pode responder, que é mais fácil premiar a dois mil letrados do que a trinta mil soldados, porque aqueles premeiam-se dando-lhes empregos, que são exclusivamente próprios da sua profissão, e estes somente podem premiar-se com as fazendas e bens do senhor a quem servem, prêmio, cuja impossibilidade fortifica mais a razão do meu dito; porém deixemos este ponto, que é labirinto de dificultosíssima saída, e voltemos à preeminência das armas sobre as letras, matéria ainda hoje em dia mal averiguada por causa das razões que se apresentam pró e contra, duma e doutra parte. Ouçamos o que dizem as letras quando afirmam que sem elas não podem as armas sustentar-se, porque também a guerra tem as suas leis, às quais está sujeita, e que estas leis devem pertencer à inspeção das letras e dos letrados, que são em tal caso os juízes competentes: ouçamos agora o que respondem as armas, as quais dizem que sem elas não podem manter-se as leis, porque são as armas as defensoras naturais da república, as conservadoras dos reinos, as defensoras das cidades, e as que asseguram o trânsito das estradas contra os perigos a que pode achar-se exposto, e varrem os mares da peste dos corsários, que muitas vezes o infesta; e nisto parece-me estar pelas armas a razão, pois sem o auxílio delas as monarquias, as repúblicas, os caminhos de mar e terra, tudo estaria sempre exposto ao rigor e confusão duma desordenada guerra, a qual enquanto durasse traria consigo a licença que é o seu natural privilégio e usaria livremente das suas forças, uso sempre nocivo aos que a sofrem: e é coisa bem averiguada e certa, que aquilo que mais custoso é em maior estima deve ser tido: alcançar alguém a eminência das letras, coisa é que custa tempo, vigílias, fome, nudez, vágados de cabeça, padecimento de estômago e outras semelhantes a estas, que já em parte deixo apontadas; mas chegar a ser um bom soldado custa tudo isto por que passa o estudante, e em grau tanto mais subido, porque a cada passo se acha no risco de perder a vida, o que torna impossível a comparação entre o militar e o letrado: e que receio de precisões ou de pobreza pode afligir o estudante, que chegue ao que tem o soldado, quando em um cerco é mandado fazer a guarda em um parapeito ou revelim e pressente que o inimigo está fazendo uma mina direita ao lugar por ele ocupado, e que a sua honra e o seu dever militar lhe vedam arredar-se um passo da posição onde se acha, nem lhe permitem esquivar-se ao perigo que tão próximo se lhe apresenta? O que somente pode fazer é dar parte ao seu capitão do que sucede para que o remedeie com alguma contramina, e ele conservar-se quieto e firme no seu posto, esperando a cada instante voar até às nuvens sem ter asas e cair depois sobre a terra muito contra sua vontade. E se este perigo ainda parece pequeno a alguns, vejamos se porventura é menor o de duas galeras que mutuamente se investem no largo e espaçoso mar, aferradas as quais uma à outra pelas proas, não fica ao soldado mais espaço que o duma tábua de três palmos junto do esporão; e, apesar de tudo isto e de conhecer diante de si tantos sinistros de morte, que o ameaçam, quantos são os canhões assestados da parte contrária à curta distância dum tiro de lança, e de ver que o primeiro descuido dos pés o levaria a visitar os abismos profundos de Netuno, guiado pela briosa inspiração do dever e da honra militar, se expõe a ser o alvo da mosquetaria e se esforça por passar o passo estreito e tão perigoso, que o separa da embarcação inimiga: e o mais admirável é que, apenas um tem caído em sítio donde até ao fim do mundo se não levantará mais, outro vai imediatamente substituir-lhe o lugar, e, se este é da mesma maneira engulido pelas goelas insaciáveis do mar, outro e outro lhe sucedem sem dar tempo ao tempo de suas mortes: atrevimento e valentia a maior que pode encontrar-se em todos os lances da guerra. Venturosos foram aqueles séculos que careceram da espantosa fúria destes endemoninhados instrumentos da artilharia, cujo inventor tenho cá de mim para mim que está recebendo no inferno o prêmio devido à sua diabólica invenção, com a qual proporcionou meios a um braço infame e covarde para tirar a vida a um valoroso cavaleiro, pois se vê amiudadas vezes que, sem saber-se como nem por onde, chega uma bala disparada por um indivíduo que talvez fugisse espantado com o brilho do fogo que produziu a máquina quando deu o tiro, e corta e acaba a vida a um militar brioso quando este estava combatendo corajosa e valentemente, animado pelos sentimentos que acendem e entusiasmam os peitos generosos, vida preciosa que deveria conservar-se por longos anos. E considerando eu isto bem, estou capaz de afirmar que me pesa no íntimo da alma de haver abraçado este exercício de cavaleiro andante em tempos tão detestáveis como estes em que vivemos agora; porque, ainda que eu sou daqueles a quem não há perigo que meta medo, contudo muitas vezes me sinto receoso de que a pólvora e o chumbo me roubem a ocasião de tornar-me famoso e conhecido pelo valor do meu braço e pelos fios da minha boa espada em todos os ângulos da terra; porém disponha o céu como lhe aprouver, que tanto mais estimado serei se levo a cabo o que pretendo, quanto me tenho exposto a perigos bem maiores que aqueles a que se expuseram os cavaleiros andantes dos anteriores séculos.
Todo este largo preámbulo dijo don Quijote, en tanto que los demás cenaban, olvidándose de llevar bocado a la boca, puesto que algunas veces le había dicho Sancho Panza que cenase, que después habría lugar para decir todo lo que quisiese. En los que escuchado le habían sobrevino nueva lástima de ver que hombre que, al parecer, tenía buen entendimiento y buen discurso en todas las cosas que trataba, le hubiese perdido tan rematadamente, en tratándole de su negra y pizmienta caballería. El cura le dijo que tenía mucha razón en todo cuanto había dicho en favor de las armas, y que él, aunque letrado y graduado, estaba de su mesmo parecer. Toda esta larga arenga disse D. Quixote, enquanto que todos os outros que com ele estavam iam comendo a ceia de que ele se esqueceu a tal ponto, que não meteu coisa alguma na boca, ainda que algumas vezes Sancho Pança lhe lembrasse que não era mau o cear e que tempo lhe restaria depois para dizer quanto quisesse. Em todos os que o escutavam sobreveio grande pena, vendo que um homem, ao parecer, dotado de muita inteligência e que sabia discorrer com tanto acerto nas coisas de que tratava, perdia completamente a tramontana logo que falava sobre a negregada e desgraçadíssima tolice da cavalaria andante. O cura disse-lhe que tinha muita razão em tudo quanto havia afirmado em favor das armas, e que ele cura, apesar de letrado e graduado, se achava conforme com a sua opinião.
Acabaron de cenar, levantaron los manteles, y, en tanto que la ventera, su hija y Maritornes aderezaban el camaranchón de don Quijote de la Mancha, donde habían determinado que aquella noche las mujeres solas en él se recogiesen, don Fernando rogó al cautivo les contase el discurso de su vida, porque no podría ser sino que fuese peregrino y gustoso, según las muestras que había comenzado a dar, viniendo en compañía de Zoraida. A lo cual respondió el cautivo que de muy buena gana haría lo que se le mandaba, y que sólo temía que el cuento no había de ser tal, que les diese el gusto que él deseaba; pero que, con todo eso, por no faltar en obedecelle, le contaría. El cura y todos los demás se lo agradecieron, y de nuevo se lo rogaron; y él, viéndose rogar de tantos, dijo que no eran menester ruegos adonde el mandar tenía tanta fuerza. Acabada a ceia, tirados os pratos, e levantada a mesa, a toalha e mais coisas pertencentes, e enquanto que a vendeira, com sua filha e Maritornes, arranjavam e preparavam a espécie de caramanchel, onde dormira D. Quixote, para que somente as mulheres ocupassem naquela noite a referida estância, pediu D. Fernando ao cativo para que lhe narrasse o decurso da sua vida, porque decerto havia de ser peregrino e gostoso, conforme as mostras que já começara a dar vindo em companhia de Zoraida; ao que respondeu o cativo que de boa vontade obedeceria ao que era mandado, receando apenas que não fosse tal o conto como ele desejava para dar-lhe prazer e contentamento; porém, que, apesar disso, cumpriria com as ordens recebidas e vontade de D. Fernando. O cura e todos os mais lhe agradeceram a sua docilidade em prestar-se a dar-lhes este gosto, que de novo lhe pediam lhes desse, ao que ele, prestando-se prontamente, respondeu:
-Y así, estén vuestras mercedes atentos , y oirán un discurso verdadero, a quien podría ser que no llegasen los mentirosos que con curioso y pensado artificio suelen componerse. — Estejam Vossas Mercês atentos, e ouvirão uma história verdadeira, a qual porventura não poderia ser igualada pelas que costumam inventar-se com curioso e pensado artifício.
Con esto que dijo, hizo que todos se acomodasen y le prestasen un grande silencio; y él, viendo que ya callaban y esperaban lo que decir quisiese, con voz agradable y reposada, comenzó a decir desta manera Com isto que disse fez com que todos se acomodassem e lhe prestassem muita atenção; e vendo ele que se calavam e esperavam o que dizer quisesse, com voz agradável e compassada começou assim:






I. Capítulo XXXIX. Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos


Capítulo XXXIX — Onde o cativo conta a sua vida e sucessos dela.


-«En un lugar de las Montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque, en la estrecheza de aquellos pueblos, todavía alcanzaba mi padre fama de rico, y verdaderamente lo fuera si así se diera maña a conservar su hacienda como se la daba en gastalla. Y la condición que tenía de ser liberal y gastador le procedió de haber sido soldado los años de su joventud, que es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace franco, y el franco, pródigo; y si algunos soldados se hallan miserables, son como monstruos, que se ven raras veces. Pasaba mi padre los términos de la liberalidad, y rayaba en los de ser pródigo cosa que no le es de ningún provecho al hombre casado, y que tiene hijos que le han de suceder en el nombre y en el ser. Los que mi padre tenía eran tres, todos varones y todos de edad de poder elegir estado. Viendo, pues, mi padre que, según él decía, no podía irse a la mano contra su condición, quiso privarse del instrumento y causa que le hacía gastador y dadivoso, que fue privarse de la hacienda, sin la cual el mismo Alejandro pareciera estrecho. Em um lugar das montanhas de Leão teve sua origem a minha família, com quem foi mais liberal a natureza do que a fortuna, e posto que aqueles povos ali situados fossem em geral pouco abastados de riqueza, contudo meu pai bem podia ser considerado como rico, e verdadeiramente o houvera sido se, assim como tinha habilidade para gastar a sua fazenda, a tivesse tido para conservá-la e aumentá-la. E a inclinação que o levava a ser liberal e gastador lhe vinha de haver sido soldado no tempo da sua mocidade, porque a soldadesca é uma escola na qual o mesquinho se torna liberal, e o liberal passa a ser pródigo, e se alguns soldados aparecem às vezes miseráveis são como monstros que de longe em longe se vêem. Meu pai passava muito além dos limites da liberalidade e entrava a grandes passos pelos da prodigalidade, coisa esta sempre nociva ao homem casado e que tem filhos, sucessores futuros da sua fortuna e do seu nome. Os filhos que meu pai tinha eram três, todos varões e já em idade de poderem escolher estado. Vendo meu pai que, conforme ele dizia, não tinha na sua mão força para mudar o seu gênio gastador, resolveu-se a sofrer voluntariamente a privação da causa que o fazia ser assim como era, e o modo que para isso teve por melhor foi desfazer-se dos bens que possuía, porque na verdade o próprio Alexandre, se nada tivesse de seu, não poderia haver feito os donativos que fez;
»Y así, llamándonos un día a todos tres a solas en un aposento, nos dijo unas razones semejantes a las que ahora diré ′′Hijos, para deciros que os quiero bien, basta saber y decir que sois mis hijos; y, para entender que os quiero mal , basta saber que no me voy a la mano en lo que toca a conservar vuestra hacienda. Pues, para que entendáis desde aquí adelante que os quiero como padre, y que no os quiero destruir como padrastro, quiero hacer una cosa con vosotros que ha muchos días que la tengo pensada y con madura consideración dispuesta. Vosotros estáis ya en edad de tomar estado, o, a lo menos, de elegir ejercicio, tal que, cuando mayores, os honre y aproveche. Y lo que he pensado es hacer de mi hacienda cuatro partes las tres os daré a vosotros, a cada uno lo que le tocare, sin exceder en cosa alguna, y con la otra me quedaré yo para vivir y sustentarme los días que el cielo fuere servido de darme de vida. Pero querría que, después que cada uno tuviese en su poder la parte que le toca de su hacienda, siguiese uno de los caminos que le diré. Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia; y el que yo digo dice "Iglesia, o mar, o casa real" , como si más claramente dijera "Quien quisiere valer y ser rico, siga o la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercancía, o entre a servir a los reyes en sus casas"; porque dicen "Más vale migaja de rey que merced de señor". Digo esto porque querría, y es mi voluntad , que uno de vosotros siguiese las letras, el otro la mercancía, y el otro sirviese al rey en la guerra, pues es dificultoso entrar a servirle en su casa; que, ya que la guerra no dé muchas riquezas, suele dar mucho valor y mucha fama. Dentro de ocho días, os daré toda vuestra parte en dineros, sin defraudaros en un ardite, como lo veréis por la obra. Decid me ahora si queréis seguir mi parecer y consejo en lo que os he propuesto′′. Y, mandándome a mí, por ser el mayor, que respondiese, después de haberle dicho que no se deshiciese de la hacienda, sino que gastase todo lo que fuese su voluntad, que nosotros éramos mozos para saber ganarla , vine a concluir en que cumpliría su gusto, y que el mío era seguir el ejercicio de las armas, sirviendo en él a Dios y a mi rey. El segundo hermano hizo los mesmos ofrecimientos, y escogió el irse a las Indias, llevando empleada la hacienda que le cupiese. El menor, y, a lo que yo creo, el más discreto, dijo que quería seguir la Iglesia, o irse a acabar sus comenzados estudios a Salamanca. Así como acabamos de concordarnos y escoger nuestros ejercicios, mi padre nos abrazó a todos, y, con la brevedad que dijo, puso por obra cuanto nos había prometido; y, dando a cada uno su parte, que, a lo que se me acuerda, fueron cada tres mil ducados, en dineros (porque un nuestro tío compró toda la hacienda y la pagó de contado, porque no saliese del tronco de la casa), en un mesmo día nos despedimos todos tres de nuestro buen padre; y, en aquel mesmo, pareciéndome a mí ser inhumanidad que mi padre quedase viejo y con tan poca hacienda, hice con él que de mis tres mil tomase los dos mil ducados, porque a mí me bastaba el resto para acomodarme de lo que había menester un soldado. Mis dos hermanos, movidos de mi ejemplo, cada uno le dio mil ducados de modo que a mi padre le quedaron cuatro mil en dineros, y más tres mil, que, a lo que parece, valía la hacienda que le cupo, que no quiso vender, sino quedarse con ella en raíces. Digo, en fin, que nos despedimos dél y de aquel nuestro tío que he dicho, no sin mucho sentimiento y lágrimas de todos, encargándonos que les hiciésemos saber , todas las veces que hubiese comodidad para ello, de nuestros sucesos, prósperos o adversos. Prometímosselo, y, abrazándonos y echándonos su bendición, el uno tomó el viaje de Salamanca, el otro de Sevilla y yo el de Alicante, adonde tuve nuevas que había una nave ginovesa que cargaba allí lana para Génova. tomada esta resolução, chamou-nos um dia, a todos três, a um aposento, e ali sós por sós nos disse pouco mais ou menos as palavras seguintes: “Meus filhos, para convencer-vos de que eu vos quero bem, basta dizer-vos e vós saberdes que sou vosso pai; e para poder entender-se talvez que vos quero mal, bastará observar-se que não tenho mão em mim quando se trata de conservar a fazenda da nossa casa, e por isso, para que daqui em diante não duvideis de que o amor que vos tenho é amor de pai, e que desejo não vos arruinar como se fora padrasto, quero fazer convosco um tratado, o qual tenho pensado há muitos dias, e disposto com madura consideração. Todos vós estais em idade de escolher modo de vida, e de eleger um exercício tal que depois de empregados nele vos honre e aproveite, e para que isto possa verificar-se, assentei em que o melhor meio era dividir a minha fazenda em quatro partes, das quais vos entregarei três, repartindo-as entre vós com perfeita igualdade, e com a quarta ficarei eu para me sustentar e viver o resto dos dias que o céu houver por bem ainda me conceder de vida; porém queria que depois que cada um tiver em seu poder esta parte da herança paterna seguisse um dos caminhos que lhe vou dizer. Há um rifão na nossa Espanha, segundo o meu parecer, assaz verdadeiro, como eles sempre são, por derivarem a sua existência de uma longa série de experiências discretas, o qual diz: Igreja, ou mar, ou casa real, como se mais claramente dissera: quem quiser ter valia e ser rico, ou siga a Igreja, ou navegue exercendo o ofício de comerciante, ou entre a servir os reis nos empregos públicos, porque dizem: mais valem migalhas de rei que mercês de senhor. Digo-vos isto, porque a minha vontade é que um de vós siga as letras, e outro o comércio, e o terceiro o rei na vida militar, porque servi-lo na sua própria casa é dificultoso, e a vida militar, ainda que nem sempre dê riqueza, dá contudo grande nomeada exaltando o nome dos que com valor e distinção a exercitam: dentro em oito dias vos darei a cada um a vossa parte em dinheiro sem vos defraudar em um ceitil, como o vereis quando eu puser o meu projeto em execução. Dizei-me agora se quereis seguir o meu parecer e os meus conselho» em tudo quanto acabo de propor-vos.” E mandando-me então a mim, como o mais velho dos três, que respondesse, eu, depois de lhe haver dito que não se desfizesse de seus bens, e que continuasse gastando à sua vontade, porque nós estávamos em idade de poder procurar meios honrados de levar a vida, concluí todavia dizendo-lhe por fim que fizesse ele em tudo o seu gosto e que o meu seria seguir o exercício das armas, servindo nelas a Deus e ao meu rei. O meu segundo irmão, depois de falar pouco mais ou menos como eu havia falado, escolheu partir para as Índias, levando empregada a quantia que lhe tocasse. O mais novo dos três e, segundo o meu pensar, o mais discreto, disse que queria seguir a Igreja ou ir para Salamanca acabar lá os seus estudos. Logo que terminámos esta prática e escolhemos os estados que queríamos seguir, o nosso pai abraçou a todos e, com a brevidade prometida, pôs por obra quanto dissera, dando a cada um de nós a parte que lhe pertenceu, a qual, se bem me recordo, constou de três mil ducados em dinheiro, pois que um tio nosso comprou todos os bens e os pagou prontamente para que não saíssem do tronco da família. Todos três nos despedimos de nosso bom pai em um mesmo dia, e eu, parecendo-me falta de humanidade que um velho e sobretudo pai meu, ficasse com tão poucos meios de subsistência, consegui dele que dos meus três mil ducados guardasse dois mil, porque a mim me bastaria o resto para acomodar-me e arranjar-me de tudo quanto convinha a um soldado. Meus dois irmãos, movidos pelo meu exemplo, lhe deram cada um deles mil ducados, de modo que nosso pai ficou com quatro mil ducados em dinheiro, além de mais três mil ducados que valia a fazenda que no seu quinhão se reservara, a qual ele não quisera vender preferindo conservar a raiz. Finalmente, chegado o tempo de nos ausentarmos, despedimo-nos de nosso pai e de nosso tio do qual falei há pouco, não sem muito sentimento e lágrimas de todos, e eles nos recomendaram muito que todas as vezes que tivéssemos ocasião oportuna, lhes comunicássemos os sucessos prósperos ou adversos, que sobreviessem. Assim o prometemos, e depois de novamente abraçados por nosso pai e por nosso tio, e recebida a bênção paternal, nos ausentamos, indo um para Salamanca, outro para Sevilha, e eu para Alicante, onde tive notícia que estava um navio genovês tomando carga de lã para Gênova.
»Éste hará veinte y dos años que salí de casa de mi padre, y en todos ellos, puesto que he escrito algunas cartas, no he sabido dél ni de mis hermanos nueva alguna. Y lo que en este discurso de tiempo he pasado lo diré brevemente . Embarquéme en Alicante, llegué con próspero viaje a Génova, fui desde allí a Milán, donde me acomodé de armas y de algunas galas de soldado, de donde quise ir a asentar mi plaza al Piamonte ; y, estando ya de camino para Alejandría de la Palla , tuve nuevas que el gran duque de Alba pasaba a Flandes. Mudé propósito, fuime con él, servíle en las jornadas que hizo, halléme en la muerte de los condes de Eguemón y de Hornos , alcancé a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urbina ; y, a cabo de algún tiempo que llegué a Flandes, se tuvo nuevas de la liga que la Santidad del Papa Pío Quinto, de felice recordación, había hecho con Venecia y con España, contra el enemigo común, que es el Turco; el cual, en aquel mesmo tiempo, había ganado con su armada la famosa isla de Chipre , que estaba debajo del dominio del veneciano y pérdida lamenta ble y desdichada. Súpose cierto que venía por general desta liga el serenísimo don Juan de Austria, hermano natural de nuestro buen rey don Felipe . Divulgóse el grandísimo aparato de guerra que se hacía. Todo lo cual me incitó y conmovió el ánimo y el deseo de verme en la jornada que se esperaba; y, aunque tenía barruntos, y casi promesas ciertas , de que en la primera ocasión que se ofreciese sería promovido a capitán, lo quise dejar todo y venirme, como me vine, a Italia. Y quiso mi buena suerte que el señor don Juan de Austria acababa de llegar a Génova, que pasaba a Nápoles a juntarse con la armada de Venecia, como después lo hizo en Mecina . Haverá hoje tempo de vinte e dois anos que saí de casa de meu pai, e em todos eles, apesar de algumas cartas que tenho escrito, não hei recebido notícia alguma nem de meu pai, nem de meus irmãos, agora quanto neste longo período tem por mim passado. Embarquei em Alicante, e cheguei a Gênova com próspera viagem, partindo em seguida para Milão onde me preveni de armas e de algumas galas de soldados, e querendo ir assentar praça ao Piemonte e estando já de caminho para a Alexandria da Palha, constou-me que o Grão-Duque de Alva passava para Flandres: mudei então de propósito, e fui com ele, servi-o nas jornadas que fez, achei-me presente na ocasião da morte dos condes de Eguemond e de Horn, e obtive ser alferes de um famoso capitão de Guadalajara chamado Diogo de Urbina, e passado algum tempo depois da nossa chegada a Flandres, vieram novas de se haver formado uma Liga entre a Santidade do Papa Pio V, de feliz recordação, a república de Veneza e a nossa Espanha contra o inimigo comum que é o Turco, o qual naquele mesmo tempo havia conquistado com uma poderosíssima armada a famosa ilha de Chipre, que pertencia ao domínio veneziano, perda desgraçada e lamentável. Supôs-se ser coisa certa que seria general-chefe dos coligados o Sereníssimo Senhor D. João de Áustria, irmão natural do nosso grande Rei D. Filipe: tornou-se público e notório o tremendo preparativo de guerra que se estava fazendo, o que me incitou e moveu fortemente o ânimo para desejar ver-me na jornada que se esperava; e posto que tinha probabilidades e quase promessas certas de ser promovido a capitão no primeiro ensejo que se oferecesse para isso, tudo resolvi postergar e parti para a Itália: permitiu a minha boa sorte que nessa ocasião havia chegado a Gênova o senhor D. João de Áustria, o qual passava a Nápoles para ajuntar-se com a armada de Veneza, o que efetivamente se verificou em Messina.
»Digo, en fin, que yo me hallé en aquella felicísima jornada, ya hecho capitán de infantería , a cuyo honroso cargo me subió mi buena suerte, más que mis merecimientos. Y aquel día, que fue para la cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban , creyendo que los turcos eran invencibles por la mar en aquel día, digo, donde quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada, entre tantos venturosos como allí hubo (porque más ventura tuvieron los cristianos que allí murieron que los que vivos y vencedores quedaron), yo solo fui el desdichado, pues, en cambio de que pudiera esperar, si fuera en los romanos siglos, alguna naval corona, me vi aquella noche que siguió a tan famoso día con cadenas a los pies y esposas a las manos. Achei-me portanto naquela felicíssima jornada, ocupando já o posto de capitão de infantaria, cargo a que mais me elevou a minha boa sorte, do que os meus merecimentos: naquele dia tão venturoso para a cristandade, porque nele se desenganaram as nações de que os turcos não eram invencíveis no mar, como até então geralmente se pensava; naquele dia, repito, em que o orgulho e soberba otomana foram humilhados e esmagados, entre tantos felizes como ali houve (porque até os cristãos que ali morreram tiveram maior dita que os que ficaram vivos, embora vencedores) somente eu fui desgraçado, pois em troca da coroa naval que bem podia esperar cingir, se vivera nos séculos romanos, me vi na noite, que se seguia àquele memorando dia, com cadeias aos pés e as mãos vergando sob o peso das algemas. Isto me aconteceu pelo modo que vos agora vou contar:
»Y fue desta suerte que, habiendo el Uchalí, rey de Argel, atrevido y venturoso cosario , embestido y rendido la capita na de Malta, que solos tres caballeros quedaron vivos en ella , y éstos malheridos, acudió la capitana de Juan Andrea a socorrella , en la cual yo iba con mi compañía; y, haciendo lo que debía en ocasión semejante, salté en la galera contraria, la cual, desviándose de la que la había embestido, estorbó que mis soldados me siguiesen, y así, me hallé solo entre mis enemigos, a quien no pude resistir, por ser tantos; en fin, me rindieron lleno de heridas. Y, como ya habréis, señores, oído decir que el Uchalí se salvó con toda su escuadra, vine yo a quedar cautivo en su poder, y solo fui el triste entre tantos alegres y el cautivo entre tantos libres; porque fueron quince mil cristianos los que aquel día alcanzaron la deseada libertad, que todos venían al remo en la turquesca armada. Tendo Uchali, rei de Argel, atrevido e venturoso corsário, investido e rendido a nau capitana de Malta (na qual só ficaram vivos três cavaleiros, e estes mesmos cheios de feridas), acudiu a capitana de João André a socorrê-la, na qual eu me achava com a minha companhia, e, fazendo o que em uma tal ocasião me cumpria fazer, saltei dentro da galera contrária, que, desviando-se da em que eu ia, estorvou assim que os meus soldados me seguissem, achando-me eu só entre os inimigos a quem não pude resistir por serem eles tantos: afinal fiquei prisioneiro e cheio de feridas, e, como já tereis ouvido dizer que o Uchali se salvou com toda a sua esquadra, já havereis entendido que fiquei sujeito ao seu poder, sendo por este modo eu o único triste entre tantos alegres e o único cativo entre tantos vencedores e livres. Foram quinze mil os cristãos que naquele dia alcançaram a desejada liberdade, os quais todos vinham ao remo na armada turca.
»Lleváronme a Costantinopla, donde el Gran Turco Selim hizo general de la mar a mi amo, porque había hecho su deber en la batalla, habiendo llevado por muestra de su valor el estandarte de la religión de Malta. Halléme el segundo año, que fue el de setenta y dos, en Navarino , bogando en la capitana de los tres fanales . Vi y noté la ocasión que allí se perdió de no coger en el puerto toda el armada turquesca, porque todos los leventes y jenízaros que en ella venían tuvieron por cierto que les habían de embestir dentro del mesmo puerto, y tenían a punto su ropa y pasamaques, que son sus zapatos, para huirse luego por tierra, sin esperar ser combatidos tanto era el miedo que habían cobrado a nuestra armada. Pero el cielo lo ordenó de otra manera, no por culpa ni descuido del general que a los nuestros regía , sino por los pecados de la cristiandad, y porque quiere y permite Dios que tengamos siempre verdugos que nos castiguen. Levaram-me a Constantinopla, onde o grão-turco Selin nomeou a meu amo general do mar, porque desempenhara muito bem o seu dever na batalha, havendo levado em prol do seu valor o estandarte da religião Maltesa: no ano seguinte, que foi o de 72, achei-me em Navarino vogando na capitana dos três faróis: vi e observei a ocasião, ali infelizmente perdida, de não aprisionar ou destruir no porto a armada turca, porque todos os do levante e janízaros que nela vinham tiveram por certo que seriam atacados dentro do referido porto, e por isso haviam de antemão preparado os vestidos, e os passamaques que assim chamam o calçado de que usam, para fugirem por terra sem esperarem o combate: tão grande era o medo que a armada cristã lhes havia incutir. De diversa maneira porém quis o céu que corressem as coisas, não por culpa nem descuido do general que comandava os nossos, mas sim pelos pecados da cristandade, e por que Deus permite muitas vezes que tenhamos verdugos para nos castigarem.
»En efeto, el Uchalí se recogió a Modón, que es una isla que está junto a Navarino, y, echando la gente en tierra, fortificó la boca del puerto, y estúvose quedo hasta que el señor don Juan se volvió. En este viaje se tomó la galera que se llamaba La Presa, de quien era capitán un hijo de aquel famoso cosario Barbarroja. Tomóla la capitana de Nápoles, llamada La Loba , regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. Y no quiero dejar de decir lo que sucedió en la presa de La Presa . Era tan cruel el hijo de Barbarroja , y trataba tan mal a sus cautivos, que, así como los que venían al remo vieron que la galera Loba les iba entrando y que los alcanzaba, soltaron todos a un tiempo los remos, y asieron de su capitán, que estaba sobre el estanterol gritando que bogasen apriesa, y pasándole de banco en banco, de popa a proa, le dieron bocados, que a poco más que pasó del árbol ya había pasado su ánima al infierno tal era, como he dicho, la crueldad con que los trataba y el odio que ellos le tenían. Efetivamente o Uchali se acolheu a Modon, que é uma ilha próxima de Navarino e, lançando os soldados em terra, fortificou a entrada do porto e se deixou estar ali sem fazer outro algum movimento, até que o senhor D. João de Áustria se ausentou. Nesta viagem foi tomada a galera chamada a “Presa” da qual era capitão um filho do famoso corsário Barba Ruiva: tomou-a a capitana de Nápoles chamada a “Loba”, governada por aquele raio da guerra, pai dos soldados sempre venturoso e nunca vencido D. Álvaro Bazã, marquês de Santa Cruz. E não deixarei agora de contar-vos o que aconteceu nesta presa da “Presa”. Era tão cruel o filho do Barba Ruiva e tratava tão mal os seus cativos que, apenas estes conheceram que a “Loba” os ia abordar, largaram todos a um tempo os remos, e agarraram o seu capitão que estava sobre a estanteirola, gritando que vogassem ligeiros e, passando-o de banco em banco, da popa à proa, tantas dentadas lhe deram e o trataram por tal modo, que em muito breve espaço sua alma desceu ao inferno; tal era a crueldade com que ele se portava para com os seus cativos, e o ódio entranhado que estes lhe votavam. 
»Volvimos a Constantinopla, y el año siguiente, que fue el de setenta y tres, se supo en ella cómo el señor don Juan había ganado a Túnez, y quitado aquel reino a los turcos y puesto en posesión dél a Muley Hamet, cortando las esperanzas que de volver a reinar en él tenía Muley Hamida, el moro más cruel y más valiente que tuvo el mundo. Sintió mucho esta pérdida el Gran Turco, y, usando de la sagacidad que todos los de su casa tienen, hizo paz con venecianos, que mucho más que él la deseaban; y el año siguiente de setenta y cuatro acometió a la Goleta y al fuerte que junto a Túnez había dejado medio levantado el señor don Juan. En todos estos trances andaba yo al remo, sin esperanza de libertad alguna; a lo menos, no esperaba tenerla por rescate, porque tenía determinado de no escribir las nuevas de mi desgracia a mi padre. Voltamos a Constantinopla, e soubemos depois lá, no ano seguinte, que foi o de setenta e três, que o senhor D. João de Áustria havia tomado Túnis, privando os turcos daquele dito reino, e pondo em possessão dele a Muley Hamet, cortando assim as esperanças de tornar ali a reinar, conservando-o, Muley Hamida, que era o mouro mais cruel e ao mesmo tempo o mais valente que no mundo houve. Esta perda foi muito sentida pelo Grão-Turco, o qual, usando da sagacidade própria de todos os da sua família, ajustou a paz com os Venezianos, que a desejavam muito mais ainda que ele, e no ano seguinte, que era o de setenta e quatro, mandou atacar a Goleta e o Forte que junto de Túnis havia levantado o senhor D. João. Em todos estes lances andava eu no remo, sem alguma esperança de liberdade; pelo menos não esperava alcançá-la por meio de resgate, porque havia determinado comigo de não escrever a meu pai a dar-lhe notícia da minha desgraça.
»Perdióse, en fin, la Goleta; perdióse el fuerte, sobre las cuales plazas hubo de soldados turcos, pagados, setenta y cinco mil, y de moros, y alárabes de toda la Africa, más de cuatrocientos mil, acompañado este tan gran número de gente con tantas municiones y pertrechos de guerra, y con tantos gastadores, que con las manos y a puñados de tierra pudieran cubrir la Goleta y el fuerte. Perdióse primero la Goleta, tenida hasta entonces por inexpugnable ; y no se perdió por culpa de sus defensores, los cuales hicieron en su defensa todo aquello que debían y podían, sino porque la experiencia mostró la facilidad con que se podían levantar trincheas en aquella desierta arena, porque a dos palmos se hallaba agua, y los turcos no la hallaron a dos varas ; y así, con muchos sacos de arena levantaron las trincheas tan altas que sobrepujaban las murallas de la fuerza; y, tirándoles a caballero , ninguno podía parar, ni asistir a la defensa. Fue común opinión que no se habían de encerrar los nuestros en la Goleta, sino esperar en campaña al desembarcadero ; y los que esto dicen hablan de lejos y con poca experiencia de casos semejantes, porque si en la Goleta y en el fuerte apenas había siete mil soldados, ¿cómo podía tan poco número, aunque más esforzados fuesen, salir a la campaña y quedar en las fuerzas , contra tanto como era el de los enemigos?; y ¿cómo es posible dejar de perderse fuerza que no es socorrida, y más cuando la cercan enemigos muchos y porfiados, y en su mesma tierra? Pero a muchos les pareció, y así me pareció a mí, que fue particular gracia y merced que el cielo hizo a España en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado la felicísima del invictísimo Carlos Quinto ; como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será, que aquellas piedras la sustentaran. Perdeu-se finalmente a Goleta, perdeu-se o Forte, praças sobre as quais estiveram setenta e cinco mil soldados turcos pagos, e mais de quatrocentos mil mouros e árabes de toda a África, acompanhado este inumerável poder de gente com tantas munições e petrechos de guerra, e com tantos gastadores que estes puderam afinal cobrir a Goleta e o Forte com milhares de manadas de terra, que sobre eles lançavam. Primeiro se perdeu a Goleta, havida até aquele tempo por inexpugnável, mas esta perda não deve recair sobre os seus defensores, os quais em sua defesa fizeram tudo quanto podiam e deviam fazer, e procedeu da facilidade com que se podiam levantar trincheiras sobre aquele areal deserto, pois que, achando-se ali água a dois palmos, os turcos nem a duas varas a encontraram; e por isso com muitos sacos de areia levantaram trincheiras tão altas que excediam a altura do Forte, e, cobrindo este de tiros incessantes, não era possível estar dentro dele para defendê-lo. A opinião comum foi que os nossos andaram mal em se encerrarem na Goleta, e que teriam andado melhor indo esperar o inimigo no campo, ao tempo em que ele desembarcava: mas os que isto disseram falam de leve e com pouca experiência de casos semelhantes, porque se na Goleta e no Forte o exército cristão não passava de sete mil homens, como é sabido, mal podia um número tão pequeno de guerreiros, por mais esforçados que fossem, sair ao campo e oferecer aí uma batalha ao inimigo que o atacava com forças incomparavelmente superiores. Como é possível deixar de perder-se uma força que não é socorrida, sobretudo quando é cercada por muitos e tenazes inimigos, e estes de mais a mais estão na sua própria terra? Porém pareceu a muitas pessoas, e dessas fui eu uma, que tal perda foi uma graça especial concedida pelo céu à Espanha, permitindo que afinal de tudo ficasse para sempre destruída e arrasada aquela guarida de malfeitores, a qual sem proveito algum custava à mesma Espanha grande quantidade de dinheiro para conservar aquela posição de que não recebia proveito e apenas podia servir para conservar a memória do invictíssimo Carlos V, que fora quem noutro tempo a ganhara; como se fora mister, para tornar esta memória eterna, que aquelas pedras a sustentassem, a ela que jamais se varrerá da recordação dos espanhóis.
»Perdióse también el fuerte; pero fuéronle ganando los turcos palmo a palmo, porque los soldados que lo defendían pelearon tan valerosa y fuertemente, que pasaron de veinte y cinco mil enemigos los que mataron en veinte y dos asaltos generales que les dieron. Ninguno cautivaron sano de trecientos que quedaron vivos, señal cierta y clara de su esfuerzo y valor, y de lo bien que se habían defendido y guardado sus plazas. Rindióse a partido un pequeño fuerte o torre que estaba en mitad del estaño, a cargo de don Juan Zanoguera , caballero valenciano y famoso soldado. Cautivaron a don Pedro Puertocarrero , general de la Goleta, el cual hizo cuanto fue posible por defender su fuerza; y sintió tanto el haberla perdido que de pesar murió en el camino de Constantinopla, donde le llevaban cautivo. Cautivaron ansimesmo al general del fuerte, que se llamaba Gabrio Cervellón , caballero milanés, grande ingeniero y valentísimo soldado. Murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, de las cuales fue una Pagán de Oria , caballero del hábito de San Juan, de condición generoso, como lo mostró la summa liberalidad que usó con su hermano, el famoso Juan de Andrea de Oria; y lo que más hizo lastimosa su muerte fue haber muerto a manos de unos alárabes de quien se fió , viendo ya perdido el fuerte, que se ofrecieron de llevarle en hábito de moro a Tabarca , que es un portezuelo o casa que en aquellas riberas tienen los ginoveses que se ejercitan en la pesquería del coral; los cuales alárabes le cortaron la cabeza y se la trujeron al general de la armada turquesca, el cual cumplió con ellos nuestro refrán castellano "Que aunque la traición aplace, el traidor se aborrece"; y así, se dice que mandó el general ahorcar a los que le trujeron el presente , porque no se le habían traído vivo.Perdeu-se também o Forte; mas os turcos somente conseguiram ganhá-lo palmo a palmo, porque os soldados, que o defendiam, pelejaram tão forte e valorosamente, que os turcos perderam ali mais de vinte e cinco mil homens em vinte e dois assaltos que se viram obrigados a fazer. De trezentos defensores, que escaparam com vida, nem um só deixou de ficar ferido: sinal claro e evidente do seu esforço, e do bem que souberam defender-se e cumprir o dever de valentes soldados. Rendeu-se por capitulação um pequeno forte que estava no meio do lago, e de que era capitão D. João Zanoguera, cavaleiro valenciano e famoso guerreiro. Ficou cativo D. Pedro Puerto-Carrero, general da Goleta, o qual fez todo o possível para defender a praça, e de tal modo sentiu o havê-la perdido, que no caminho de Constantinopla faleceu de puro pesar, não chegando vivo àquela capital. Também ficou prisioneiro o general do Forte que se chamava Gálvio Cerbelhon, cavaleiro milanês, grande engenheiro e valentíssimo soldado. Morreram nestas duas praças muitas pessoas de conta, e foi uma delas Pagão Dória, cavaleiro do hábito de S. João, homem por extremo generoso, como o mostrou pela suma liberalidade de que usou com seu irmão o famoso João André Dória; e o que mais lastimou por ocasião da sua morte foi que esta se executasse pelas mãos de uns árabes (nos quais se fiou quando viu já o Forte perdido) que se ofereceram para guiá-lo, disfarçado com vestidos de mouro, até Tabarca (que é um pequeno porto possuído pelos genoveses naquela ribeira para o fim de exercitarem a pesca do coral); os tais árabes lhe cortaram a cabeça e a trouxeram ao general da armada turca, o qual cumpriu para com eles o antigo rifão castelhano, que diz: Ainda que a traição agrada, o traidor sempre se aborrece; e, segundo se conta, mandou o general enforcar os que lhe trouxeram a cabeça por não haverem trazido vivo o dono dela.
»Entre los cristianos que en el fuerte se perdieron, fue uno llamado don Pedro de Aguilar, natural no sé de qué lugar del Andalucía, el cual había sido alférez en el fuerte, soldado de mucha cuenta y de raro entendimiento especialmente tenía particular gracia en lo que llaman poesía . Dígolo porque su suerte le trujo a mi galera y a mi banco, y a ser esclavo de mi mesmo patrón; y, antes que nos partiésemos de aquel puerto, hizo este caballero dos sonetos, a manera de epitafios, el uno a la Goleta y el otro al fuerte. Y en verdad que los tengo de decir, porque los sé de memoria y creo que antes causarán gusto que pesadumbre . Entre os cristãos, que no Forte se perderam, foi um deles D. Pedro de Aguilar, natural não sei de que terra da Andaluzia, o qual servira no Forte o posto de alferes, e era soldado de muita valia e de raro entendimento, tendo especial graça nas coisas de poesia: digo isto porque a sua sorte o trouxe à minha galera, ao meu banco e a ser escravo, assim como eu, do mesmo senhor; e antes que nós saíssemos daquele porto compôs este cavaleiro dois sonetos, um à Goleta, e outro ao Forte: estes sonetos os conservo de memória e hei-de repeti-los por me parecer que serão eles ocasião de prazer e não de enjôo.
En el punto que el cautivo nombró a don Pedro de Aguilar, don Fernando miró a sus camaradas, y todos tres se sonrieron; y, cuando llegó a decir de los sonetos, dijo el uno. Quando o cativo nomeou a D. Pedro de Aguilar, D. Fernando olhou para os seus três companheiros, que todos se sorriram; um deles disse então ao cativo:
-Antes que vuestra merced pase adelante, le suplico me diga qué se hizo ese don Pedro de Aguilar que ha dicho. “Antes que Vossa Mercê passe adiante, pedia-lhe eu a graça de dizer-me se porventura sabe alguma coisa a respeito do destino que teve ou do que foi feito desse D. Pedro de Aguilar.”
-Lo que sé es -respondió el cautivo- que, al cabo de dos años que estuvo en Constantinopla, se huyó en traje de arnaúte con un griego espía , y no sé si vino en libertad , puesto que creo que sí, porque de allí a un año vi yo al griego en Constantinopla, y no le pude preguntar el suceso de aquel viaje. Respondeu o cativo: “O que sei é que no fim de dois anos que ele esteve em Constantinopla fugiu de lá em traje de Arnaute acompanhado dum espia grego; não sei se se pôs em liberdade mas acredito que sim, porque dali a um ano tornei a ver em Constantinopla o tal grego, mas não me foi possível perguntar-lhe o sucesso daquela viagem”.
-Pues lo fue -respondió el caballero-, porque ese don Pedro es mi hermano, y está ahora en nuestro lugar, bueno y rico, casado y con tres hijos. — Pois saiba Vossa Mercê — disse o cavaleiro — que esse D. Pedro é um meu irmão, e que voltou a Espanha, estando agora morador no nosso lugar, bem, casado, rico e com três filhos.
-Gracias sean dadas a Dios -dijo el cautivo- por tantas mercedes como le hizo; porque no hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida . — Graça seja dada a Deus — exclamou o cativo — por tantos benefícios que lhe fez, porque, segundo o meu parecer, não há sobre a terra contentamento igual ao que se sente quando se alcança a liberdade perdida.
-Y más -replicó el caballero-, que yo sé los sonetos que mi hermano hizo. — Direi mais — replicou o cavaleiro — que sei muito bem os sonetos feitos por meu irmão.
-Dígalos, pues, vuestra merced -dijo el cautivo-, que los sabrá decir mejor que yo. — Repita-os pois Vossa Mercê — disse o cativo — porque melhor os saberá dizer que eu.
-Que me place -respondió el caballero-; y el de la Goleta decía así — De boa vontade o farei já, e o da Goleta era assim:






I. Capítulo XL. Donde se prosigue la historia del cautivo


Capítulo XL — No qual se conta a história do cativo.


Soneto
Almas dichosas que del mortal velo
libres y esentas , por el bien que obrastes,
desde la baja tierra os levantastes
a lo más alto y lo mejor del cielo,
y, ardiendo en ira y en honroso celo,
de los cuerpos la fuerza ejercitastes,
que en propia y sangre ajena colorastes
el mar vecino y arenoso suelo;
primero que el valor faltó la vida
en los cansados brazos, que, muriendo,
con ser vencidos, llevan la vitoria.
Y esta vuestra mortal, triste caída
entre el muro y el hierro, os va adquiriendo
fama que el mundo os da, y el cielo gloria.

-Desa mesma manera le sé yo -dijo el cautivo.
-Pues el del fuerte, si mal no me acuerdo -dijo el caballero-, dice así
SONETO
Almas ditosas, que a mortal cadeia
Rompestes, e que pelo bem que obrastes
De um solo obscuro e baixo remontastes
À sublime região de luzes cheia;
Que, ardendo na ira duma honrosa ideia,
Vossas forças na terra exercitastes;
Que o sangue alheio e o próprio derramastes
No mar vizinho, e na longínqua areia;
Primeiro que o valor faltou a vida
Aos braços fatigados que a vitória
Vos deram ao cair já de vencida!
Queda triste, mas bela, aonde a história
Mostra quanto é justa e a vós devida
No mundo a fama, e lá nos céus a glória.

— Dessa mesma forma o sei eu — disse o cativo.
— Pois o do Forte — continuou o cavaleiro — se bem me recordo, era o seguinte:
Soneto
De entre esta tierra estéril, derribada ,
destos terrones por el suelo echados,
las almas santas de tres mil soldados
subieron vivas a mejor morada,
siendo primero, en vano, ejercitada
la fuerza de sus brazos esforzados,
hasta que, al fin, de pocos y cansados,
dieron la vida al filo de la espada.
Y éste es el suelo que continuo ha sido
de mil memorias lamentables lleno
en los pasados siglos y presentes.
Mas no más justas de su duro seno
habrán al claro cielo almas subido,
ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.
SONETO
Da aridez desta terra desgraçada,
E dos castelos pelo chão lançados,
As santas almas de três mil soldados
Subiram vivas a melhor morada!
Mui grande valentia exercitada
Foi aqui por seus braços esforçados,
Mas afinal já poucos e cansados,
Todos morreram vítimas da espada!
É este o solo, aonde padeceram
Tristes sucessos as hispanas gentes
No atual séc′lo, e nos que já correram.
Mas jamais foram dele aos céus luzentes
Almas tão santas, nem jamais desceram
Ao seio seu uns corpos tão valentes!
No parecieron mal los sonetos, y el cautivo se alegró con las nuevas que de su camarada le dieron; y, prosiguiendo su cuento, dijo. Não desagradaram os sonetos, e o cativo, alegrando-se muito com as novas de seu camarada, continuou assim a história da sua vida:
-«Rendidos, pues, la Goleta y el fuerte , los turcos dieron orden en desmantelar la Goleta, porque el fuerte quedó tal, que no hubo qué poner por tierra, y para hacerlo con más brevedad y menos trabajo, la minaron por tres partes; pero con ninguna se pudo volar lo que parecía menos fuerte, que eran las murallas viejas; y todo aquello que había quedado en pie de la fortificación nueva que había hecho el Fratín , con mucha facilidad vino a tierra. En resolución, la armada volvió a Constantinopla, triunfante y vencedora y de allí a pocos meses murió mi amo el Uchalí, al cual llamaban Uchalí Fartax, que quiere decir, en lengua turquesca, el renegado tiñoso, porque lo era ; y es costumbre entre los turcos ponerse nombres de alguna falta que tengan, o de alguna virtud que en ellos haya. Y esto es porque no hay entre ellos sino cuatro apellidos de linajes, que decienden de la casa Otomana, y los demás, como tengo dicho, toman nombre y apellido ya de las tachas del cuerpo y ya de las virtudes del ánimo. Y este Tiñoso bogó el remo, siendo esclavo del Gran Señor, catorce años, y a más de los treinta y cuatro de sus edad renegó, de despecho de que un turco, estando al remo, le dio un bofetón, y por poderse vengar dejó su fe; y fue tanto su valor que, sin subir por los torpes medios y caminos que los más privados del Gran Turco suben, vino a ser rey de Argel, y después, a ser general de la mar, que es el tercero cargo que hay en aquel señorío . Era calabrés de nación, y moralmente fue un hombre de bien, y trataba con mucha humanidad a sus cautivos , que llegó a tener tres mil, los cuales, después de su muerte, se repartieron, como él lo dejó en su testamento, entre el Gran Señor (que también es hijo heredero de cuantos mueren, y entra a la parte con los más hijos que deja el difunto) y entre sus renegados; y yo cupe a un renegado veneciano que, siendo grumete de una nave, le cautivó el Uchalí , y le quiso tanto, que fue uno de los más regalados garzones suyos , y él vino a ser el más cruel renegado que jamás se ha visto. Llamábase Azán Agá , y llegó a ser muy rico, y a ser rey de Argel; con el cual yo vine de Constantinopla, algo contento, por estar tan cerca de España, no porque pensase escribir a nadie el desdichado suceso mío, sino por ver si me era más favorable la suerte en Argel que en Constantinopla, donde ya había probado mil maneras de huirme, y ninguna tuvo sazón ni ventura; y pensaba en Argel buscar otros medios de alcanzar lo que tanto deseaba, porque jamás me desamparó la esperanza de tener libertad; y cuando en lo que fabricaba, pensaba y ponía por obra no correspondía el suceso a la intención, luego, sin abandonarme, fingía y buscaba otra esperanza que me sustentase, aunque fuese débil y flaca. — Rendidos que foram a Goleta e o Forte, os turcos mandaram desmantelar a Goleta, porque o Forte ficou em tal estado que não houve que lançar por terra, e para a desmantelar mais depressa e com menos trabalho, minaram-na por três partes; por nenhuma delas porém se pôde fazer voar mesmo aquilo que parecia menos sólido, que eram as muralhas velhas; o que com muita facilidade veio a terra foi quanto havia ficado em pé da fortificação nova que tinha feito o Fratin. Por último a armada voltou vencedora e triunfante para Constantinopla, e poucos meses depois morreu meu senhor o Uchali, ao qual chamavam Uchali Farlax, que em língua turca quer dizer o Renegado Tinhoso, porque ele o era, e é costume entre os turcos porem uns aos outros os nomes tirados de algum defeito que tenham ou de alguma virtude que possuam; e sucede isto porque não há entre eles senão quatro apelidos de linhagem que descendem da casa otomana, e as outras, como disse, tomam nome e apelido umas vezes da imperfeição do corpo, e outras das virtudes do espírito. Ora este tinhoso vogou ao remo catorze anos na qualidade de escravo do Grão-Senhor, e tendo mais de trinta e quatro de idade renegou e renunciou à sua fé, para vingar-se de um turco, por lhe dar uma bofetada em ocasião em que se achava trabalhando com o remo; e foi tanto o seu valor, que sem se servir dos caminhos e dos meios torpes por que costumam subir os mais favoritos do Grão-Turco, chegou a ser rei de Argel, e por último a general do mar, que é o terceiro cargo que há naquele senhorio. Era calabrês de nação, e moralmente considerado, era homem de bem e tratava com muita caridade os seus cativos, que chegou a ter no número de três mil, os quais depois da sua morte foram repartidos, conforme a sua disposição testamentária, entre o Grão-Senhor (que também é filho herdeiro de quantos súditos morrem, e entra em partilhas com os mais que deixa o defunto) e entre os seus renegados. Quis a minha má sorte que eu tocasse e pertencesse a um renegado veneziano, que foi o mais cruel de quantos renegados existiram, o qual, sendo grumete de uma nau, tinha ficado cativo do Uchali, mas que teve a fortuna de lhe agradar tanto que foi dos seus prediletos aquele que ele mais encheu de benefícios. Chamava-se Azã Agá, e chegou a ser muito rico e rei de Argel, e com ele vim de Constantinopla um tanto mais contente por ficar mais perto de Espanha; não porque pensasse em escrever a alguém contando-lhe os meus infortúnios, mas por esperar que a sorte me não fosse tão adversa em Argel como havia sido em Constantinopla, tinha formado mil planos para fugir sem que nenhum pudesse levar a cabo. Em Argel tratei de usar dos meios que me pareciam mais próprios para alcançar o que tanto desejava, porque nunca perdi as esperanças de obter a minha liberdade, a ponto tal que quando me falhava um plano que eu maquinara, pensara e pusera em execução, sem perder o ânimo logo descobria e me agarrava a outra esperança, que, embora débil e fraca, me mantivesse o alento.
»Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baño, donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares; y los que llaman del almacén, que es como decir cautivos del concejo, que sirven a la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios, y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad, que, como son del común y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate, aunque le tengan. En estos baños, como tengo dicho, suelen llevar a sus cautivos algunos particulares del pueblo, principalmente cuando son de rescate, porque allí los tienen holgados y seguros hasta que venga su rescate. También los cautivos del rey que son de rescate no salen al trabajo con laAssim ia eu entretendo a vida metido em uma prisão ou casa a que os turcos chamam Banho, e na qual metem os cativos cristãos, tanto os que são do Rei, como os que são de particulares, e os que chamam do Aljube, o que equivale a dizer que são cativos do município, porque servem a cidade nas obras públicas que a municipalidade faz e nos demais trabalhos, e a estes tais cativos é-lhes muito difícil alcançar a liberdade, porque, por serem de todos e por não terem senhor particular, não aparece com quem tratar o seu resgate mesmo quando este não lhe seja proibido. A estes Banhos, como dito fica, costumam alguns particulares do povo levar os seus cativos, mormente quando estes são de resgate, porque até que este chegue os têm ali folgados e seguros. Também os cativos do Rei, sendo igualmente dos de resgate, não saem a trabalho com a chusma dos outros a não ser quando o dito resgate se demora, porque em tal caso, para que dele tratem com mais afinco, os fazem trabalhar e ir à lenha com aqueles, coisa que não é pequeno trabalho.
»Yo, pues, era uno de los de rescate; que, como se supo que era capitán, puesto que dije mi poca posibilidad y falta de hacienda, no aprovechó nada para que no me pusiesen en el número de los caballeros y gente de rescate. Pusiéronme una cadena, más por señal de rescate que por guardarme con ella; y así, pasaba la vida en aquel baño, con otros muchos caballeros y gente principal, señalados y tenidos por de rescate. Y, aunque la hambre y desnudez pudiera fatigarnos a veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nos fatigaba tanto como oír y ver, a cada paso, las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada día ahorcaba el suyo, empalaba a éste, desorejaba aquél ; y esto, por tan poca ocasión, y tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo, y por ser natural condición suya ser homicida de todo el género humano . Sólo libró bien con él un soldado español , llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por mu chos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y, por la menor cosa de muchas que hizo, temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez; y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldado hizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia . Eu era pois um dos de resgate; como souberam que eu tinha sido capitão, no número deles e no dos cavaleiros me puseram, posto que eu tivesse dito que era de poucas posses e sem fazenda. Lançaram-me uma cadeia, mais por sinal de resgate do que por me segurarem com ela, e assim passava eu a vida em aquele Banho com outros muitos cavaleiros e pessoas gradas, com o destino e o sinal característico dos de resgate, e posto que às vezes, ou quase sempre, nos apertasse a fome, e nos afligisse a nudez, o que mais nos atormentava era ouvir e ver a cada passo as inauditas e nunca vistas crueldades com que o meu senhor já nomeado tratava os cristãos. Cada dia enforcava um, empalava este, cortava as orelhas àquele, e isto por tão pouca coisa e tanto sem razão, que os turcos conheciam que o fazia por hábito e por natural condição de ser assassino de todo o gênero humano. Só lhe caiu em graça um soldado espanhol chamado fulano de tal Saavedra, porquanto, apesar de haver feito coisas que ficarão por muitos anos na memória daquela gente, e todas para alcançar a sua liberdade, nem por isso lhe deu nem mandou dar bastonadas e nem sequer o maltratou de palavras, e sucedeu isto com espanto nosso, pois que pela mais pequena das muitas coisas que fez temíamos que fosse empalado, e ele também mais de uma vez o temeu. Se o tempo mo permitisse eu contaria algumas das aventuras deste soldado, com as quais vos entreteria e vos faria admirar muito mais do que com a narração da minha história.
»Digo, pues, que encima del patio de nuestra prisión caían las ventanas de la casa de un moro rico y principal, las cuales, como de ordinario son las de los moros, más eran agujeros que ventanas , y aun éstas se cubrían con celosías muy espesas y apretadas. Acaeció, pues, que un día, estando en un terrado de nuestra prisión con otros tres compañeros, haciendo pruebas de saltar con las cadenas, por entretener el tiempo, estando solos, porque todos los demás cristianos habían salido a trabajar, alcé acaso los ojos y vi que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho parecía una caña, y al remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando y moviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos a tomarla. Miramos en ello, y uno de los que conmigo estaban fue a ponerse debajo de la caña, por ver si la soltaban, o lo que hacían; pero, así como llegó, alzaron la caña y la movieron a los dos lados, como si dijeran no con la cabeza. Volvióse el cristiano, y tornáronla a bajar y hacer los mesmos movimientos que primero. Fue otro de mis compañeros, y sucedióle lo mesmo que al primero. Finalmente, fue el tercero y avínole lo que al primero y al segundo. Viendo yo esto, no quise dejar de probar la suerte, y, así como llegué a ponerme debajo de la caña, la dejaron caer, y dio a mis pies dentro del baño. Acudí luego a desatar el lienzo, en el cual vi un nudo, y dentro dél venían diez cianíis, que son unas monedas de oro bajo que usan los moros, que cada una vale diez reales de los nuestros . Si me holgué con el hallazgo, no hay para qué decirlo, pues fue tanto el contento como la admiración de pensar de donde podía venirnos aquel bien , especialmente a mí, pues las muestras de no haber querido soltar la caña sino a mí claro decían que a mí se hacía la merced. Tomé mi buen dinero , quebré la caña, volvíme al terradillo, miré la ventana, y vi que por ella salía una muy blanca mano, que la abrían y cerraban muy apriesa. Con esto entendimos, o imaginamos, que alguna mujer que en aquella casa vivía nos debía de haber hecho aquel beneficio; y, en señal de que lo agradecíamos, hecimos zalemas a uso de moros , inclinando la cabeza, doblando el cuerpo y poniendo los brazos sobre el pecho. De allí a poco sacaron por la mesma ventana una pequeña cruz hecha de cañas, y luego la volvieron a entrar. Esta señal nos confirmó en que alguna cristiana debía de estar cautiva en aquella casa, y era la que el bien nos hacía; pero la blancura de la mano, y las ajorcas que en ella vimos, nos deshizo este pensamiento , puesto que imaginamos que debía de ser cristiana renegada, a quien de ordinario suelen tomar por legítimas mujeres sus mesmos amosa ventura, porque las estiman en más que las de su nación. Voltando pois a esta direi que para o pátio da nossa prisão estavam voltadas as janelas da casa de um mouro rico e principal, as quais como são de ordinário as dos mouros, mais eram frestas que janelas, e de mais a mais eram cobertas de espessas e estreitas gelosias. E um dia sucedeu que estando em um cerrado com três companheiros a ver por passatempo se podíamos saltar com as cadeias, e estando sós (porque todos os outros cristãos tinham ido trabalhar) levantei por acaso os olhos, e vi aparecer por aquelas estreitas janelinhas de que falei uma cana com um lenço atado na ponta, balanceando-se e movendo-se quase como a dar-nos sinal para chegarmo-nos a ela e tomá-la. Reparamos nisto, e um dos que estavam comigo foi colocar-se debaixo da cana para ver se a largavam ou o que faziam. Mal ele chegou, levantaram a cana e moveram-na para os dois lados, como se dissessem não com a cabeça. Retirou-se o cristão, e tornaram a baixar a cana e a fazer iguais movimentos, mas indo outro, sucedeu a este o mesmo que ao primeiro. Foi em seguida o terceiro, e sucedeu-lhe o mesmo que aos dois. E vendo eu isto, não quis deixar de experimentar a sorte, e apenas cheguei a colocar-me debaixo da cana, deixaram-na cair e ela veio dar-me aos pés dentro do Banho. Tratando logo de desatar o lenço, vi nele um nó, e encontrei dentro dez cianiis, que são umas moedas de ouro de que usam os mouros e cada uma das quais tem o valor de dez dos nossos reales. Se saltei de contente com o achado, é escusado dizê-lo, pois foi tanto o contentamento como a admiração ao pensar de donde nos poderia vir aquele bem, especialmente a mim, pois é fora de toda a dúvida que não se querendo entregar a cana senão a mim, a mercê só a mim era feita. Tratei em todo o caso de arrecadar o dinheiro, em seguida quebrei a cana, voltei para o terraço, olhei para a janela e vi então que por ela saía uma mão branca como a neve, abrindo-a e fechando-a precipitadamente. Esta descoberta levou-nos a nos capacitar ou a imaginar que alguma mulher que vivia naquela casa fora quem nos fez aquele benefício, e nós, em sinal de que lhe agradecíamos, lhe fizemos salemas conforme o uso dos mouros, inclinando a cabeça, dobrando o corpo e pondo os braços sobre o peito. Pouco depois mostraram pela mesma janela uma cruz feita de canas e imediatamente a retiraram. Com este sinal mais nos capacitamos de que naquela casa estivesse cativa alguma cristã, e que essa era quem nos tinha feito a mercê, mas a brancura da mão e os braceletes que nela vimos nos fizeram mudar de pensamento, posto que imaginássemos que ela fosse uma das cristãs renegadas, que de ordinário costumam tomar por legítimas mulheres os seus próprios amos, e com isso se dão por muito felizes, porque as estimam mais que as da sua nação.
»En todos nuestros discursos dimos muy lejos de la verdad del caso; y así, todo nuestro entretenimiento desde allí adelante era mirar y tener por norte a la ventana donde nos había aparecido la estrella de la caña; pero bien se pasaron quince días en que no la vimos, ni la mano tampoco, ni otra señal alguna. Y, aunque en este tiempo procuramos con toda solicitud saber quién en aquella casa vivía, y si había en ella alguna cristiana renegada , jamás hubo quien nos dijese otra cosa, sino que allí vivía un moro principal y rico, llamado Agi Morato, alcaide que había sido de La Pata , que es oficio entre ellos de mucha calidad. Mas, cuando más descuidados estábamos de que por allí habían de llover más cianíis, vimos a deshora parecer la caña, y otro lienzo en ella, con otro nudo más crecido; y esto fue a tiempo que estaba el baño, como la vez pasada, solo y sin gente. Hecimos la acostumbrada prueba, yendo cada uno primero que yo, de los mismos tres que estábamos , pero a ninguno se rindió la caña sino a mí, porque, en llegando yo, la dejaron caer. Desaté el nudo, y hallé cuarenta escudos de oro españoles y un papel escrito en arábigo, y al cabo de lo escrito hecha una grande cruz. Besé la cruz, tomé los escudos , volvíme al terrado, hecimos todos nuestras zalemas, tornó a parecer la mano, hice señas que leería el papel, cerraron la ventana. Quedamos todos confusos y alegres con lo sucedido; y, como ninguno de nosotros no entendía el arábigo, era grande el deseo que teníamos de entender lo que el papel contenía, y mayor la dificultad de buscar quien lo leyese. Em todas as nossas conjecturas estivemos, porém, muito longe da verdade, e por esta razão daí em diante todo o nosso entretenimento era olhar fixamente para a janela através da qual nos tinha aparecido a boa estrela da cana; mas passaram-se uns bons quinze dias sem que a víssemos, nem sequer a mão, ou qualquer sinal, e apesar de em todo este tempo havermos procurado com grande solicitude saber quem vivia naquela casa, e se nela havia alguma cristã renegada, nunca encontramos quem nos dissesse outra coisa senão que ali vivia um mouro rico e principal chamado Agi-Morato, alcaide que tinha sido da Bata, que entre eles é ofício de muita honra; mas quando já não esperávamos que por ali nos choveriam mais cianiis, vimos com surpresa reaparecer a cana tendo outro lenço com outro nó mais crescido, e isto sucedeu quando, como da outra vez, o Banho estava só e sem gente. Fizemos a mesma experiência, indo primeiro do que eu cada um dos três que comigo estavam; mas a nenhum deles se baixou a cana, só eu tive essa dita, porque à minha vez deixaram-na cair. Desatei então o nó, e encontrei quarenta escudos de ouro espanhóis e um papel escrito em árabe, e feita no fim do escrito uma grande cruz. Beijando-a, tomei os escudos, voltei ao terrado, todos fizemos as nossas salemas, tornou a aparecer a mão, fiz-lhe sinal de que ia ler o papel e por então fechou-se a janela. Ficamos todos alegres e ao mesmo tempo confusos com o sucedido; e, não sabendo nenhum de nós a língua árabe, era grande o nosso desejo de entender o que o papel continha, e era mais ainda a dificuldade de procurar quem o lesse.
»En fin, yo me determiné de fiarme de un renegado, natural de Murcia , que se había dado por grande amigo mío, y puesto prendas entre los dos, que le obligaban a guardar el secreto que le encargase; porque suelen algunos renegados, cuando tienen intención de volverse a tierra de cristianos, traer consigo algunas firmas de cautivos principales, en que dan fe, en la forma que pueden, como el tal renegado es hombre de bien, y que siempre ha hecho bien a cristianos, y que lleva deseo de huirse en la primera ocasión que se le ofrezca. Algunos hay que procuran estas fees con buena intención, otros se sirven dellas acaso y de industria que, viniendo a robar a tierra de cristianos, si a dicha se pierden o los cautivan, sacan sus firmas y dicen que por aquellos papeles se verá el propósito con que venían, el cual era de quedarse en tierra de cristianos, y que por eso venían en corso con los demás turcos. Con esto se escapan de aquel primer ímpetu, y se reconcilian con la Iglesia, sin que se les haga daño; y, cuando veen la suya, se vuelven a Berbería a ser lo que antes eran. Otros hay que usan destos papeles, y los procuran, con buen intento, y se quedan en tierra de cristianos. »Pues uno de los renegados que he dicho era este mi amigo, el cual tenía firmas de todas nuestras camaradas, donde le acreditábamos cuanto era posible; y si los moros le hallaran estos papeles, le quemaran vivo. Supe que sabía muy bien arábigo, y no solamente hablarlo, sino escribirlo; pero, antes que del todo me declarase con él, le dije que me leyese aquel papel, que acaso me había hallado en un agujero de mi rancho. Abrióle, y estuvo un buen espacio mirándole y construyéndole, murmurando entre los dientes . Preguntéle si lo entendía; díjome que muy bien, y, que si quería que me lo declarase palabra por palabra, que le diese tinta y pluma, porque mejor lo hiciese. Dímosle luego lo que pedía, y él poco a poco lo fue traduciendo; y, en acabando, dijo ′′Todo lo que va aquí en romance, sin faltar letra, es lo que contiene este papel morisco; y hase de advertir que adonde dice Lela Marién quiere decir Nuestra Señora la Virgen María′′.Por último, tomei a resolução de fiar-me de um renegado natural de Múrcia, que se tinha declarado meu grande amigo, e entre o qual e eu se tinham dado tais ligações que o obrigavam a guardar o segredo que lhe confiasse, porque costumam alguns renegados, quando formam tenção de voltar à terra de cristãos, trazer consigo atestados de cativos distintos em que dão fé, pela forma que podem, de que esse tal renegado é homem honrado, que sempre fez bem aos cristãos, e que tem firmado o plano de evadir-se na primeira ocasião que lhe apareça; destes alguns há que com a melhor intenção procuram estes atestados, outros servem-se deles em certos casos e por manha, pois vindo roubar a terra de cristãos, e perdendo-se ou ficando cativos, mostram os atestados e dizem que por esses papéis se verá o propósito com que vinham, e que este era ficar em terra de cristãos, e com esse fim é que vinham em corso com os demais turcos. Deste modo se livram do primeiro ímpeto, e se reconciliam com a Igreja sem lhe ter feito mal algum; mas no primeiro ensejo que se lhes oferece, voltam à Barbaria e são de novo o que dantes eram. Outros há que pelo contrário procuram de boa fé estes papéis e se deixam ficar em terra de cristãos. Ora um dos ditos renegados era este meu amigo, o qual tinha de todos os nossos camaradas atestados que quanto era possível o acreditavam como homem de bem, e os mouros o queimariam vivo se lhe encontrassem tais papéis. Constou-me que ele sabia bem o árabe, e que não só o falava como também que o escrevia; contudo antes de me abrir com ele, lhe disse que me lesse aquele papel que por acaso tinha encontrado em um buraco que havia no sítio onde habitávamos. Abriu-o e esteve bastante tempo a olhar para ele e a traduzi-lo em voz baixa. Perguntei-lhe se o entendia; respondeu-me que perfeitamente e que, se eu queria que me comunicasse palavra por palavra o seu conteúdo, lhe desse tinta e pena para que melhor o fizesse. Logo lhe dei o que pedia, e pouco a pouco o foi traduzindo, dizendo-me no fim: — Tudo o que aqui vai em romance é, letra por letra, o que contém este papel mourisco, mas há-de advertir-se que onde se diz Lella Maryem se deve entender Nossa Senhora a Virgem Maria.
»Leímos el papel, y decía así. Lemos então o papel que dizia assim:
Cuando yo era niña, tenía mi padre una esclava, la cual en mi lengua me mostró la zalá cristianesca, y me dijo muchas cosas de Lela Marién. La cristiana murió, y yo sé que no fue al fuego, sino con Alá, porque después la vi dos veces, y me dijo que me fuese a tierra de cristianos a ver a Lela Marién, que me quería mucho. No sé yo cómo vaya muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú. Yo soy muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo mira tú si puedes hacer cómo nos vamos , y serás allá mi marido, si quisieres, y si no quisieres, no se me dará nada, que Lela Marién me dará con quien me case. Yo escribí esto; mira a quién lo das a leer no te fíes de ningún moro, porque son todos marfuces . Desto tengo mucha pena que quisiera que no te descubrieras a nadie, porque si mi padre lo sabe, me echará luego en un pozo, y me cubrirá de piedras. En la caña pondré un hilo ata allí la respuesta; y si no tienes quien te escriba arábigo, dímelo por señas, que Lela Marién hará que te entienda. Ella y Alá te guarden , y esa cruz que yo beso muchas veces; que así me lo mandó la cautiva. “Quando eu era menina, tinha meu pai uma escrava, a qual na minha língua me deu conhecimento da doutrina cristã, e me disse muitas coisas de Lella Maryem. A tal cristã morreu, e eu sei que não foi ao fogo mas sim que foi para Alá, porque a vi depois duas vezes, e me disse que fosse à terra dos cristãos ver a Lella Maryem, que me queria muito. Não sei como hei-de ir: tenho visto desta janela muito cristão, mas só tu me hás parecido cavalheiro. Sou muito nova e formosa, e tenho muito dinheiro para levar comigo: olha tu se podes conseguir que vamos ambos, e lá serás meu marido, se quiseres, e, se não quiseres, não se me dará nada disso, pois que Lella Maryem me dará marido com quem eu case. Eu escrevi isto, repara bem naquele a quem o deres a ler, não te fies de nenhum mouro, porque todos são pérfidos. Disto tenho eu muita pena, pois quisera que em ninguém te confiasses, porque, se meu pai o souber, me lançará logo a um poço e me cobrirá de pedras, porei um fio na cana, ata nele a resposta, e se não tens quem te escreva em árabe, exprime-te por sinais, que Lella Maryem fará com que eu te entenda. Ela e Alá te guardem, e bem assim também essa cruz que eu beijo muitas vezes, como me ordenou a cativa.”
»Mirad, señores, si era razón que las razones deste papel nos admirasen y alegrasen. Y así, lo uno y lo otro fue de manera que el renegado entendió que no acaso se había hallado aquel papel, sino que realmente a alguno de nosotros se había escrito; y así, nos rogó que si era verdad lo que sospechaba, que nos fiásemos dél y se lo dijésemos, que él aventuraría su vida por nuestra libertad. Y, diciendo esto, sacó del pecho un crucifijo de metal, y con muchas lágrimas juró por el Dios que aquella imagen representaba, en quien él, aunque pecador y malo, bien y fielmente creía, de guardarnos lealtad y secreto en todo cuanto quisiésemos descubrirle, porque le parecía, y casi adevinaba que, por medio de aquella que aquel papel había escrito, había él y todos nosotros de tener libertad , y verse él en lo que tanto deseaba, que era reducirse al gremio de la Santa Iglesia, su madre, de quien como miembro podrido estaba dividido y apartado por su ignorancia y pecado. Notai, senhores, se tínhamos ou não justos motivos para que as razões deste papel nos causassem admiração e alegria, e tanto mais que o renegado bem entendeu não ter sido casualmente achado este papel, antes se capacitou de que realmente a algum de nós fora dirigido; e nesta persuasão nos pediu que, se era verdade o que suspeitava, nos fiássemos nele, pois, sendo assim, arriscaria a sua vida pela nossa liberdade; e, dizendo isto, tirou do peito um crucifixo de metal, e derramando muitas lágrimas, jurou por Deus, representado por aquela imagem, em que ele, ainda que muito pecador e frágil, muito e muito fielmente cria que guardaria lealdade e segredo em tudo quanto quiséssemos descobrir-lhe porque lhe parecia e quase adivinhava que por meio daquela que o papel havia escrito, ele e todos nós conseguiríamos a nossa liberdade, e deste modo alcançaria ele o que mais desejava, que era voltar ao grêmio da Santa Igreja sua Mãe, da qual como membro pobre estava separado por sua ignorância e por seus pecados.
»Con tantas lágrimas y con muestras de tanto arrepentimiento dijo esto el renegado, que todos de un mesmo parecer consentimos, y venimos en declararle la verdad del caso; y así, le dimos cuenta de todo, sin encubrirle nada. Mostrámosle la ventanilla por donde parecía la caña, y él marcó desde allí la casa, y quedó de tener especial y gran cuidado de informarse quién en ella vivía. Acordamos, ansimesmo, que sería bien responder al billete de la mora; y, como teníamos quien lo supiese hacer, luego al momento el renegado escribió las razones que yo le fui notando, que puntualmente fueron las que diré, porque de todos los puntos sustanciales que en este suceso me acontecieron, ninguno se me ha ido de la memoria, ni aun se me irá en tanto que tuviere vida. Com tantas lágrimas e com mostras de tanto arrependimento falou o renegado, que todos nós afoitamente resolvemos declarar-lhe a verdade do sucesso, e tudo lhe contamos sem encobrir nada. Mostramos-lhe a janela por onde aparecia a cana, e ele marcou dali a casa e ficou de pôr grande e especial cuidado em indagar quem habitava nela. Acordamos também que seria bom responder ao bilhete da moura e, como tínhamos quem o soubesse escrever, imediatamente escreveu o renegado as razões que lhe fui ditando, que foram as que textualmente direi, porquanto não se me varreu da memória nem varrerá enquanto vida tiver, nenhum dos pontos substanciais deste sucesso.
»En efeto, lo que a la mora se le respondió fue esto. Eis o que se respondeu à moura:
El verdadero Alá te guarde, señora mía, y aquella bendita Marién, que es la verdadera madre de Dios y es la que te ha puesto en corazón que te vayas a tierra de cristianos, porque te quiere bien. Ruégale tú que se sirva de darte a entender cómo podrás poner por obra lo que te manda, que ella es tan buena que sí hará. De mi parte y de la de todos estos cristianos que están conmigo, te ofrezco de hacer por ti todo lo que pudiéremos, hasta morir. No dejes de escribirme y avisarme lo que pensares hacer, que yo te responderé siempre; que el grande Alá nos ha dado un cristiano cautivo que sabe hablar y escribir tu lengua tan bien como lo verás por este papel. Así que, sin tener miedo, nos puedes avisar de todo lo que quisieres. A lo que dices que si fueres a tierra de cristianos, que has de ser mi mujer, yo te lo prometo como buen cristiano; y sabe que los cristianos cumplen lo que prometen mejor que los moros. Alá y Marién, su madre, sean en tu guarda, señora mía. “O verdadeiro Alá te guarde, minha senhora, e aquela bendita Maryem, que é a verdadeira Mãe de Deus, e aquela que por te querer bem te há gravado no coração a vontade de ires à terra dos cristãos. Implora-lhe tu que se sirva dar-te a entender como poderá pôr por obra o que te ordena, pois é tão boa que decerto assim o fará. Da minha parte e da de todos estes cristãos que comigo se acham, te ofereço fazer por teu respeito quanto até morrer pudermos. Não deixes de me escrever e de me avisares do que pensares em fazer, que eu nunca deixarei de responder-te: o grande Alá nos deu um cristão cativo que sabe falar e escrever tua língua tão bem como verás deste papel, e por isso sem medo algum nos podes avisar de quanto quiseres. Quanto ao dizeres que, se fores à terra dos cristãos serás minha esposa, eu te prometo que por esposa te aceitarei e to prometo como bom e fiel cristão, e bem deves saber que os cristãos cumprem melhor que os mouros aquilo que prometem. Alá e Maryem sua Mãe sejam em tua guarda, minha senhora.”
»Escrito y cerrado este papel, aguardé dos días a que estuviese el baño solo, como solía, y luego salí al paso acostumbrado del terradillo , por ver si la caña parecía, que no tardó mucho en asomar. Así como la vi, aunque no podía ver quién la ponía, mostré el papel, como dando a entender que pusiesen el hilo, pero ya venía puesto en la caña, al cual até el papel, y de allí a poco tornó a parecer nuestra estrella, con la blanca bandera de paz del atadillo. Dejáronla caer, y alcé yo, y hallé en el paño, en toda suerte de moneda de plata y de oro, más de cincuenta escudos, los cuales cincuenta veces más doblaron nuestro contento y confirmaron la esperanza de tener libertad. Escrito e fechado este papel, esperei dois dias que o Banho estivesse só, e logo fui ao costumado sítio do terrado para ver se descobria a cana, que efetivamente não tardou muito em aparecer. Assim que a vi, posto que não pudesse ver quem a punha, mostrei o papel para dar a entender que pusessem o fio; mas já a cana o trazia, e a ele atei o papel, e dali a pouco tornou a aparecer a mesma estrela que já anteriormente anunciara a nossa boa ventura, e vinha ali atado o lenço, que das outras vezes se mostrara como sendo a bandeira branca da paz.
»Aquella misma noche volvió nuestro renegado, y nos dijo que había sabido que en aquella casa vivía el mesmo moro que a nosotros nos habían dicho que se llamaba Agi Morato, riquísimo por todo estremo, el cual tenía una sola hija, heredera de toda su hacienda, y que era común opinión en toda la ciudad ser la más hermosa mujer de la Berbería ; y que muchos de los virreyes que allí venían la habían pedido por mujer, y que ella nunca se había querido casar; y que también supo que tuvo una cristiana cautiva, que ya se había muerto ; todo lo cual concertaba con lo que venía en el papel. Entramos luego en consejo con el renegado, en qué orden se tendría para sacar a la mora y venirnos todos a tierra de cristianos, y, en fin, se acordó por entonces que esperásemos el aviso segundo de Zoraida, que así se llamaba la que ahora quiere llamarse María; porque bien vimos que ella, y no otra alguna era la que había de dar medio a todas aquellas dificultades . Después que quedamos en esto, dijo el renegado que no tuviésemos pena, que él perdería la vida o nos pondría en libertad. Deixaram-na cair e, levantando-a, encontrei no lenço em toda a espécie de moeda de ouro e prata mais de cinqüenta escudos, os quais cinqüenta vezes mais dobraram o nosso contentamento e firmaram a nossa esperança de alcançarmos a liberdade. Em aquela mesma noite voltou o nosso renegado e nos disse ter sabido que naquela casa vivia o mesmo mouro que nos haviam dito chamar-se Agi-Morato, riquíssimo em toda a extensão da palavra, o qual tinha só uma filha, herdeira de toda a sua fortuna, e que era geral opinião em toda a cidade ser a mais formosa mulher da Barbaria e que muitos dos vice-reis que ali vinham a tinham pedido em casamento, mas que ela nunca quisera casar-se, e que igualmente soube que Agi-Morato tivera uma cativa cristã já falecida. Tudo isto concordava com o que vinha no papel. Logo conferenciamos com o renegado sobre o meio de raptar a moura, e voltarmos todos à terra de cristãos, e acordou-se afinal que por então esperássemos o segundo aviso de Zoraida, que era o nome daquela que quer agora chamar-se Maria: porquanto bem víamos nós que ela e não outra pessoa era quem devia resolver todas as dificuldades. Assentando nós nisto, disse o renegado que ficássemos descansados, pois que ele nos poria em liberdade ou perderia a vida.
»Cuatro días estuvo el baño con gente, que fue ocasión que cuatro días tardase en parecer la caña; al cabo de los cuales, en la acostumbrada soledad del baño, pareció con el lienzo tan preñado, que un felicísimo parto prometía. Inclinóse a mí la caña y el lienzo, hallé en él otro papel y cien escudos de oro, sin otra moneda alguna. Estaba allí el renegado, dímosle a leer el papel dentro de nuestro rancho, el cual dijo que así decía. Quatro dias esteve o Banho com gente, que foram outros tantos em que deixou de aparecer a cana, e ao cabo deles, em o costumado silêncio do Banho, apareceu a cana com o lenço tão prenhe que prometia um felicíssimo parto. A cana e o lenço inclinaram-se para mim, e encontrei nele outro papel e cem escudos de ouro sem outra qualquer moeda. Achando-se ali o renegado, demos-lhe a ler o papel dentro do nosso rancho, e ele nos disse que era este o seu teor:
Yo no sé, mi señor, cómo dar orden que nos vamos a España, ni Lela Marién me lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado. Lo que se podrá hacer es que yo os daré por esta ventana muchísimos dineros de oro rescataos vos con ellos y vuestros amigos, y vaya uno en tierra de cristianos, y compre allá una barca y vuelva por los demás ; y a mí me hallarán en el jardín de mi padre, que está a la puerta de Babazón , junto a la marina, donde tengo de estar todo este verano con mi padre y con mis criados. De allí, de noche, me podréis sacar sin miedo y llevarme a la barca; y mira que has de ser mi marido, porque si no, yo pediré a Marién que te castigue. Si no te fías de nadie que vaya por la barca, rescátate tú y ve, que yo sé que volverás mejor que otro, pues eres caballero y cristiano. Procura saber el jardín, y cuando te pasees por ahí sabré que está solo el baño, y te daré mucho dinero. Alá te guarde, señor mío. “Eu não sei, meu senhor, como pôr em ordem a nossa partida para Espanha, nem Lella Maryem mo há revelado, posto que lho tenha eu perguntado: o que se poderá fazer é que eu vos darei por esta janela muito dinheiro em ouro: resgatai-vos com ele, e igualmente dos vossos amigos vá um a terra de cristãos, compre lá uma barca, e venha buscar os outros, e quanto a mim encontrar-me-á no jardim que nos pertence, o qual está à porta do Bab-Azoun junto à marinha, onde tenho de passar todo este verão com meu pai e com os criados: dali me podereis tirar de noite sem medo nenhum e levar-me à barca. “E olha que hás-de ser meu marido, quando não eu pedirei a Maryem que te castigue. “Se não tens em quem confies para ir buscar a barca, resgata-te tu e parte, que eu sei que voltarás mais depressa que qualquer outro, porque és cavalheiro e cristão. “Procura saber onde é o jardim, e quando passeares por aí, ficarei sabendo que o Banho está só, e então te darei muito dinheiro. Alá te guarde, meu senhor.”
»Esto decía y contenía el segundo papel. Lo cual visto por todos, cada uno se ofreció a querer ser el rescatado , y prometió de ir y volver con toda puntualidad, y también yo me ofrecí a lo mismo; a todo lo cual se opuso el renegado, diciendo que en ninguna manera consentiría que ninguno saliese de libertad hasta que fuesen todos juntos, porque la experiencia le había mostrado cuán mal cumplían los libres las palabras que daban en el cautiverio; porque muchas veces habían usado de aquel remedio algunos principales cautivos, rescatando a uno que fuese a Valencia, o Mallorca, con dineros para poder armar una barca y volver por los que le habían rescatado, y nunca habían vuelto ; porque la libertad alcanzada y el temor de no volver a perderla les borraba de la memoria todas las obligaciones del mundo. Y, en confirmación de la verdad que nos decía, nos contó brevemente un caso que casi en aquella mesma sazón había acaecido a unos caballeros cristianos, el más estraño que jamás sucedió en aquellas partes, donde a cada paso suceden cosas de grande espanto y de admiración. Era isto o que dizia e continha o segundo papel, e sabido por todos, cada um se ofereceu para ser resgatado, e prometeu ir e voltar sem demora, e também eu me ofereci para a mesma empresa: a tudo porém se opôs o renegado, dizendo que de nenhum modo consentiria que um se pusesse em liberdade sem que fossem todos juntos, porque lhe tinha mostrado a experiência quanto mal cumpriam os livres a palavra que davam no cativeiro, porquanto muitas vezes se tinham servido do mesmo meio alguns cativos principais, resgatando um que fosse a Valência ou a Malorca com o dinheiro necessário para armar um navio e vir buscar os que o haviam resgatado, e contudo nunca mais voltava, porque a liberdade alcançada e o medo de tornar a perdê-la lhe apagava da memória todas as abnegações do mundo. E, em testemunho da verdade que nos dizia, nos contou em breves palavras um caso que quase na mesma ocasião se tinha dado com uns cavaleiros cristãos, o mais estranho que jamais sucedeu naquelas partes, nas quais a cada passo ocorrem coisas de admiração e grande espanto.
»En efecto, él vino a decir que lo que se podía y debía hacer era que el dinero que se había de dar para rescatar al cristiano, que se le diese a él para comprar allí en Argel una barca, con achaque de hacerse mercader y tratante en Tetuán y en aquella costa; y que, siendo él señor de la barca, fácilmente se daría traza para sacarlos del baño y embarcarlos a todos. Cuanto más, que si la mora, como ella decía, daba dineros para rescatarlos a todos , que, estando libres, era facilísima cosa aun embarcarse en la mitad del día; y que la dificultad que se ofrecía mayor era que los moros no consienten que renegado alguno compre ni tenga barca, si no es bajel grande para ir en corso, porque se temen que el que compra barca, principalmente si es español, no la quiere sino para irse a tierra de cristianos; pero que él facilitaría este inconveniente con hacer que un moro tagarino fuese a la parte con él en la compañía de la barca y en la ganancia de las mercancías, y con esta sombra él vendría a ser señor de la barca, con que daba por acabado todo lo demás. Afinal disse que o que se podia e devia fazer era que o dinheiro destinado ao resgate de um cristão se desse a ele para comprar aí para Argel um navio, com o pretexto de se fazer mercador e traficar em Tetuã e naquela costa e que, sendo ele o senhor do navio, facilmente poderia tirá-los do Banho e embarcá-los a todos. Que por isso que a moura, como o tinha prometido, dava dinheiro para resgatá-los a todos, estando livres era fácil embarcarem ainda de dia, e a maior dificuldade que se opunha era a de não consentirem os mouros que algum renegado tenha barca, e só baixel grande para ir em corso, porque receiam que o que compra barca, mormente sendo espanhol, se destine a ir nela a terra de cristãos; mas que ele removeria esta dificuldade, conseguindo que um mouro tagarino tomasse sociedade na compra da barca e no ganho das mercadorias, e deste modo se tornava senhor da mesma barca e dava todo o negócio por concluído.
»Y, puesto que a mí y a mis camaradas nos había parecido mejor lo de enviar por la barca a Mallorca, como la mora decía, no osamos contradecirle, temerosos que, si no hacíamos lo que él decía, nos había de descubrir y poner a peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zoraida, por cuya vida diéramos todos las nuestras. Y así, determinamos de ponernos en las manos de Dios y en las del renegado, y en aquel mismo punto se le respondió a Zoraida, diciéndole que haríamos todo cuanto nos aconsejaba, porque lo había advertido tan bien como si Lela Marién se lo hubiera dicho, y que en ella sola estaba dilatar aquel negocio, o ponello luego por obra. Ofrecímele de nuevo de ser su esposo , y, con esto, otro día que acaeció a estar solo el baño , en diversas veces, con la caña y el paño, nos dio dos mil escudos de oro, y un papel donde decía que el primer jumá, que es el viernes, se iba al jardín de su padre, y que antes que se fuese nos daría más dinero, y que si aquello no bastase, que se lo avisásemos, que nos daría cuanto le pidiésemos que su padre tenía tantos, que no lo echaría menos, cuanto más, que ella tenía la llaves de todo. E posto que parecesse melhor, tanto a mim como aos meus camaradas, que ele fosse pela barca a Malorca, como dizia a moura, julgamos prudente não contrariá-lo, receosos de que, se não fizéssemos o que ele aconselhara, nos havia de denunciar e pôr-nos em risco de perder as vidas, se descobrisse o que estava combinado com Zoraida, pela vida da qual nós todos daríamos as nossas; e nestas circunstâncias resolvemos entregar tudo às mãos de Deus e às do renegado; e neste estado de coisas respondemos a Zoraida que faríamos tudo quanto nos aconselhava, pois que o delineara com tanto tino, como se lhe tivesse sido revelado por Lella Maryem, e que em seu poder estava a presteza ou a demora do negócio. Outra vez lhe ofereci a mão de esposo; e, acontecendo estar no dia seguinte o Banho sem gente, por diversas vezes nos deu, por via da cana e do lenço, dois mil escudos de ouro, e um papel onde dizia que no primeiro jumá, que corresponde à nossa sexta-feira, iria para o jardim de seu pai, e que antes de ir nos daria mais dinheiro; e, se este não bastasse, disso a avisássemos, pois que nos daria quanto lhe pedíssemos, porquanto seu pai tanto possuía que não daria pela falta, e mesmo até porque ela tinha as chaves de tudo.
»Dimos luego quinientos escudos al renegado para comprar la barca; con ochocientos me rescaté yo, dan do el dinero a un mercader valenciano que a la sazón se hallaba en Argel, el cual me rescató del rey, tomándome sobre su palabra, dándola de que con el primer bajel que viniese de Valencia pagaría mi rescate; porque si luego diera el dinero, fuera dar sospechas al rey que había muchos días que mi rescate estaba en Argel, y que el mercader, por sus granjerías, lo había callado. Finalmente, mi amo era tan caviloso que en ninguna manera me atreví a que luego se desembolsase el dinero. El jueves antes del viernes que la hermosa Zoraida se había de ir al jardín, nos dio otros mil escudos y nos avisó de su partida, rogándome que, si me rescatase, supiese luego el jardín de su padre, y que en todo caso buscase ocasión de ir allá y verla. Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos a Lela Marién, con todas aquellas oraciones que la cautiva le había enseñado. Demos logo quinhentos escudos ao renegado para comprar a barca. Com oitocentos me resgatei eu, dando o dinheiro a um mercador valenciano que na ocasião estava em Argel, o qual me resgatou de el-rei, empenhando a sua palavra em que apenas chegasse de Valência o primeiro baixel pagaria o meu resgate, porque, se desse logo o dinheiro, faria suspeitar o rei de que há muitos dias o meu resgate estava em Argel e que o mercador se servira dele para o seu negócio. Em suma: meu amo era tão caviloso que de modo nenhum consegui que desembolsasse logo o dinheiro. Na quinta-feira antes da sexta em que devia ir para o jardim de seu pai, a formosa Zoraida nos deu outros mil escudos e nos avisou da sua partida, pedindo-me que, se me resgatasse, logo subisse ao jardim de seu pai, e em todo o caso tentasse ir ter lá com ela. Respondi-lhe em poucas palavras que assim o faria, e que não se esquecesse de nos encomendar a Lella Maryem, rezando todas aquelas orações que lhe havia ensinado a cativa.
»Hecho esto, dieron orden en que los tres compañeros nuestros se rescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque, viéndome a mí rescatado, y a ellos no, pues había dinero, no se alborotasen y les persuadiese el diablo que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zoraida; que, puesto que el ser ellos quien eran me podía asegurar deste temor, con todo eso, no quise poner el negocio en aventura , y así, los hice rescatar por la misma orden que yo me rescaté, entregando todo el dinero al mercader, para que, con certeza y seguridad, pudiese hacer la fianza; al cual nunca descubrimos nuestro trato y secreto, por el peligro que había. Feito isto, tratamos de dispor as coisas para que os nossos três companheiros se resgatassem para nos facilitarem a saída do Banho e para que também, por eu estar resgatado e eles não, havendo dinheiro para o resgate de todos, não se alvoroçassem e o diabo os aconselhasse a alguma coisa em prejuízo de Zoraida; porquanto, ainda o serem eles quem eram me poderia tirar de semelhante receio, ainda assim não quis pôr o negócio em risco, e por esta razão os fiz resgatar da mesma maneira por que eu me resgatei, entregando todo o dinheiro ao mercador, para o termos bem em seguro, sem que contudo lhe descobríssemos a nossa empresa e o segredo por causa do perigo que corríamos.






I. Capítulo XLI. Donde todavía prosigue el cautivo su suceso

Capítulo XLI — No qual o cativo continua a sua história.

»No se pasaron quince días, cuando ya nuestro renegado tenía comprada una muy buena barca, capaz de más de treinta personas y, para asegurar su hecho y dalle color, quiso hacer, como hizo, un viaje a un lugar que se llamaba Sargel , que está treinta leguas de Argel hacia la parte de Orán, en el cual hay mucha contratación de higos pasos . Dos o tres veces hizo este viaje, en compañía del tagarino que había dicho. Tagarinos llaman en Berbería a los moros de Aragón, y a los de Granada, mudéjares; y en el reino de Fez llaman a los mudéjares elches , los cuales son la gente de quien aquel rey más se sirve en la guerra. Ainda não eram passados quinze dias e já o nosso renegado tinha comprado uma magnífica barca, com capacidade para nela se acomodarem mais de trinta pessoas; e a fim de desviar suspeitas e tornar segura a empresa, empreendeu viagem a um lugar chamado Sargel, que está a vinte léguas de Argel para os lados de Orã, onde se negocia muito em figos passos. Duas ou três vezes fez essa viagem em companhia do tagarino de que falei. Tagarinos chamam na Barbaria aos mouros de Aragão, e Mudéjares aos de Granada, e no reino de Fez chamam a estes últimos Elches, os quais são a gente de que o rei dali mais se serve na guerra.
»Digo, pues, que cada vez que pasaba con su barca daba fondo en una caleta que estaba no dos tiros de ballesta del jardín donde Zoraida esperaba; y allí, muy de propósito, se ponía el renegado con los morillos que bogaban el remo , o ya a hacer la zalá, o a como por ensayarse de burlas a lo que pensaba hacer de veras; y así, se iba al jardín de Zoraida y le pedía fruta , y su padre se la daba sin conocelle; y, aunque él quisiera hablar a Zoraida, como él después me dijo, y decille que él era el que por orden mía le había de llevar a tierra de cristianos, que estuviese contenta y segura, nunca le fue posible, porque las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco, si no es que su marido o su padre se lo manden. De cristianos cautivos se dejan tratar y comunicar, aun más de aquello que sería razonable ; y a mí me hubiera pesado que él la hubiera hablado, que quizá la alborotara, viendo que su negocio andaba en boca de renegados. Pero Dios, que lo ordenaba de otra manera, no dio lugar al buen deseo que nuestro renegado tenía; el cual, viendo cuán seguramente iba y venía a Sargel, y que daba fondo cuando y como y adonde quería, y que el tagarino, su compañero, no tenía más voluntad de lo que la suya ordenaba, y que yo estaba ya rescatado, y que sólo faltaba buscar algunos cristianos que bogasen el remo, me dijo que mirase yo cuáles quería traer conmigo, fuera de los rescatados, y que los tuviese hablados para el primer viernes, donde tenía determinado que fuese nuestra partida. Viendo esto, hablé a doce españoles, todos valientes hombres del remo, y de aquellos que más libremente podían salir de la ciudad; y no fue poco hallar tantos en aquella coyuntura, porque estaban veinte bajeles en corso, y se habían llevado toda la gente de remo, y éstos no se hallaran, si no fuera que su amo se quedó aquel verano sin ir en corso, a acabar una galeota que tenía en astillero. A los cuales no les dije otra cosa, sino que el primer viernes en la tarde se saliesen uno a uno, disimuladamente, y se fuesen la vuelta del jardín de Agi Morato, y que allí me aguardasen hasta que yo fuese. A cada uno di este aviso de por sí, con orden que, aunque allí viesen a otros cristianos, no les dijesen sino que yo les había mandado esperar en aquel lugar. Ora, cada vez que o renegado passava com a sua barca dava fundo numa pequena enseada que distava menos de dois tiros de frecha do jardim onde Zoraida estava à nossa espera, e muito de propósito se colocara ali, com os mourozinhos ao remo, ora a fazer a azala, ora a fingir que ensaiava o que pensava fazer deveras, e deste modo ia ao jardim de Zoraida, e pedia-lhe fruta, que seu pai lhe dava sem o conhecer; e por mais diligências que fez, como depois me disse, para falar com Zoraida e dizer-lhe que era ele que iria de meu mando levá-la a terra de cristãos, e que por isso estivesse segura e contente, nunca o pôde conseguir, porque as mouras não se deixam ver de nenhum mouro ou turco sem que tal mandem seus maridos ou pais: com cristãos cativos é que elas vinham à fala ainda mais do que seria razoável; mas melhor foi que acontecesse assim, porque me pesaria que lhe houvesse falado, pois talvez ela se inquietasse, vendo que o seu negócio andava na boca de renegados; Deus, que ordenara as coisas de outro modo, não deu lugar ao bom desejo que tinha o renegado, e este, vendo com quanta segurança ia e voltava a Sargel, e que dava fundo quando, como e onde queria, e que o tagarino seu companheiro não tinha outra vontade que não fosse a sua, e que eu já estava resgatado, faltando apenas buscar alguns cristãos que vogassem ao remo, disse-me que visse eu quais queria trazer comigo afora os resgatados, e que os tivesse prevenidos para a primeira sexta-feira, dia que tinha escolhido para ser o da nossa partida. Em vista disto falei a doze espanhóis, todos eles homens muito possantes no remo, e daqueles que mais livremente podiam sair da cidade, e não foi pouco encontrar tantos numa ocasião em que estavam em corso vinte baixéis, tendo levado toda a gente de remo, e nem estes doze teria arranjado, se não sucedesse ter deixado seu amo de ir em corso naquele verão, ficando em terra para acabar uma galeota que tinha no estaleiro: a estes homens disse somente que na primeira sexta-feira de tarde saíssem um a um com dissimulação, e que me esperassem ao pé do jardim de Agi-Morato. A cada um em particular dei estas instruções, recomendando-lhes que encontrando ali outros cristãos não lhes dissessem senão que os tinha mandado esperar naquele sítio.
»Hecha esta diligencia, me fal taba hacer otra, que era la que más me convenía y era la de avisar a Zoraida en el punto que estaban los negocios , para que estuviese apercebida y sobre aviso, que no se sobresaltase si de improviso la asaltásemos antes del tiempo que ella podía imaginar que la barca de cristianos podía volver. Y así, determiné de ir al jardín y ver si podría hablarla; y, con ocasión de coger algunas yerbas, un día, antes de mi partida , fui allá, y la primera persona con quién encontré fue con su padre, el cual me dijo, en lengua que en toda la Berbería, y aun en Costantinopla, se halla entre cautivos y moros, que ni es morisca, ni castellana, ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas con la cual todos nos entendemos; digo, pues, que en esta manera de lenguaje me preguntó que qué buscaba en aquel su jardín, y de quién era. Respondíle que era esclavo de Arnaúte Mamí (y esto, porque sabía yo por muy cierto que era un grandísimo amigo suyo) , y que buscaba de todas yerbas , para hacer ensalada. Preguntóme, por el consiguiente, si era hombre de rescate o no, y que cuánto pedía mi amo por mí. Estando en todas estas preguntas y respuestas, salió de la casa del jardín la bella Zoraida, la cual ya había mucho que me había visto; y, como las moras en ninguna manera hacen melindre de mostrarse a los cristianos, ni tampoco se esquivan, como ya he dicho, no se le dio nada de venir adonde su padre conmigo estaba; antes, luego cuando su padre vio que venía, y de espacio, la llamó y mandó que llegase. Feita esta diligência, faltava-me a principal, e era esta dar conta a Zoraida do estado em que estavam os nossos negócios para estar prevenida e não se sobressaltasse, se fôssemos raptá-la mais depressa do que porventura ela esperasse que poderia chegar a barca dos cristãos: resolvi portanto ir ao jardim e ver se acharia meio de falar-lhe, e com o pretexto de apanhar algumas ervas, fui lá um dia antes da minha partida, e a primeira pessoa com quem me encontrei foi com seu pai e este me disse, na língua que em toda a Barbaria e mesmo em Constantinopla se fala entre cativos e mouros, a qual nem é mourisca nem castelhana, nem de nação alguma, senão uma mistura de todas as línguas, mas pela qual todos nos entendemos: digo, que nesta forma de linguagem me perguntou o que eu procurava no seu jardim, e quem eu era. Respondi-lhe que era escravo de Arnaute Mami, e isto por saber eu com toda a certeza que este era seu íntimo amigo; e também lhe disse que procurava ervas para fazer salada. Perguntou-me ainda se era ou não homem de resgate e quanto meu amo pedia por mim. Neste tempo saiu da casa do jardim a bela Zoraida, que já muito antes me tinha visto; e, como as mouras não fazem reparo em aparecer aos cristãos, nem tão pouco se esquivam, como já disse, facilmente veio ter aonde o pai estava comigo, e o próprio pai vendo-a vir devagar a chamou e lhe disse que se chegasse.
»Demasiada cosa sería decir yo agora la mu cha hermosura, la gentileza, el gallardo y rico adorno con que mi querida Zoraida se mostró a mis ojos sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello , orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza. En las gargantas de los sus pies, que descubiertas, a su usanza, traía, traía dos carcajes (que así se llamaban las manillas o ajorcas de los pies en morisco) de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, que ella me dijo después que su padre los estimaba en diez mil doblas, y las que traía en las muñecas de las manos valían otro tanto. Las perlas eran en gran cantidad y muy buenas, porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljófar, y así, hay más perlas y aljófar entre moros que entre todas las demás naciones; y el padre de Zoraida tenía fama de tener muchas y de las mejores que en Argel había, y de tener asimismo más de docientos mil escudos españoles, de todo lo cual era señora esta que ahora lo es mía. Si con todo este adorno podía venir entonces hermosa, o no, por las reliquias que le han quedado en tantos trabajos se podrá conjeturar cuál debía de ser en las prosperidades. Porque ya se sabe que la hermosura de algunas mujeres tiene días y sazones, y requiere accidentes para diminuirse o acrecentarse; y es natural cosa que las pasiones del ánimo la levanten o abajen, puesto que las más veces la destruyen. Fora demasia dizer eu agora a muita formosura, a gentileza, os galhardos e ricos adornos com que a minha querida Zoraida se mostrou a meus olhos: tão somente direi que do seu formosíssimo colo, orelhas e cabelos pendiam mais pérolas do que quantos destes tinha na cabeça. Nos pés, que, conforme o uso oriental, trazia nus, tinha dois carcasses (que assim se chamam em mourisco uma espécie de cadeias de que nos pés usam as mulheres) de puríssimo ouro, com tantos diamantes engastados que, segundo ela me disse depois, seu pai estimava em dez mil doblas e em outro tanto os braceletes. Eram ricas e inumeráveis as pérolas, porque o maior luxo dos mouros consiste em adorno de pérolas e aljôfares, sendo por isso que entre os mouros há mais destas pedras preciosas do que em todas as outras nações, e o pai de Zoraida tinha fama de possuir muitas e das mais ricas de Argel, além de mais de duzentos mil escudos espanhóis, que tudo isto pertencia a esta que agora é minha senhora. Se com estes adornos devia vir ou não formosa, e quanto o foi nos seus dias de prosperidade, que o diga a formosura que ainda hoje tem, apesar dos trabalhos por que tem passado, pois bem sabido é que em algumas mulheres a formosura tem dias e estações, e diminui ou cresce conforme as circunstâncias; além de que muito naturalmente as paixões a realçam ou estragam, quando muitas vezes a não destroem.
»Digo, en fin, que entonces llegó en todo estremo aderezada y en todo estremo hermosa, o, a lo menos, a mí me pareció serlo la más que hasta entonces había visto; y con esto, viendo las obligaciones en que me había puesto, me parecía que tenía delante de mí una deidad del cielo, venida a la tierra para mi gusto y para mi remedio. Así como ella llegó, le dijo su padre en su lengua como yo era cautivo de su amigo Arnaúte Mamí, y que venía a buscar ensalada. Ella tomó la mano , y en aquella mezcla de lenguas que tengo dicho me preguntó si era caballero y qué era la causa que no me rescataba. Yo le respondí que ya estaba rescatado, y que en el precio podía echar de ver en lo que mi amo me estimaba, pues había dado por mí mil y quinientos zoltanís . A lo cual ella respondió ′′En verdad que si tú fueras de mi padre, que yo hiciera que no te diera él por otros dos tantos, porque vosotros, cristianos, siempre mentís en cuanto decís, y os hacéis pobres por engañar a los moros′′. ′′Bien podría ser eso, señora -le respondí-, mas en verdad que yo la he tratado con mi amo, y la trato y la trataré con cuantas personas hay en el mundo′′. ′′Y ¿cuándo te vas?′′, dijo Zoraida. ′′Mañana, creo yo -dije-, porque está aquí un bajel de Francia que se hace mañana a la vela, y pienso irme en él′′. ′′¿No es mejor -replicó Zoraida-, esperar a que vengan bajeles de España, y irte con ellos, que no con los de Francia, que no son vuestros amigos?′′ ′′No -respondí yo-, aunque si como hay nuevas que viene ya un bajel de España, es verdad , todavía yo le aguardaré, puesto que es más cierto el partirme mañana; porque el deseo que tengo de verme en mi tierra, y con las personas que bien quiero, es tanto que no me dejará esperar otra comodidad, si se tarda, por mejor que sea′′. ′′Debes de ser, sin duda, casado en tu tierra -dijo Zoraida-, y por eso deseas ir a verte con tu mujer′′. ′′No soy -respondí yo- casado, mas tengo dada la palabra de casarme en llegando allá′′. ′′Y ¿es hermosa la dama a quien se la diste?′′, dijo Zoraida. ′′Tan hermosa es -respondí yo- que para encarecella y decirte la verdad, te parece a ti mucho′′. Desto se riyó muy de veras su padre, y dijo ′′Gualá , cristiano, que debe de ser muy hermosa si se parece a mi hija, que es la más hermosa de todo este reino. Si no, mírala bien, y verás cómo te digo verdad′′. Servíanos de intérprete a las más de estas palabras y razones el padre de Zoraida, como más ladino ; que, aunque ella hablaba la bastarda lengua que, como he dicho, allí se usa, más declaraba su intención por señas que por palabras. Finalmente apresentou-se ricamente adornada e extremamente formosa, ao menos pareceu-me a mim que era a mais bela que eu até aí tinha visto, e juntando à sua formosura os benefícios por mim recebidos, tudo isto me fazia ver ali uma deidade do céu que desceu à terra para me salvar e encher de gozos. Apenas ela tinha chegado, disse-lhe o pai, na sua língua, que eu era cativo de seu amigo Arnaute Mami, e que fora buscar salada. Tomando a mão ao pai, e naquela mistura de linguagem, de que já tenho falado, perguntou-me se eu era cavalheiro, e por que razão me não resgatava. Respondi-lhe que já estava resgatado, e que do preço do resgate podia ver a valia em que me tinha meu amo, pois eu havia dado mil e quinhentos zoltanis. A isto me respondeu: — Na verdade, se tivesses sido de meu pai, eu faria com que nem pelo dobro te resgatasses, porque vós os cristãos mentis em tudo quanto dizeis, e vos fingis pobres para enganar os mouros. — Assim podia ser, senhora — lhe respondi — mas crede que tratei com toda a verdade com meu amo, e que com ela trato e tratarei sempre com todas as pessoas do mundo. — E quando partes? — perguntou-me Zoraida. — Amanhã, segundo creio — respondi-lhe — pois está aqui um baixel de França, que amanhã dará à vela, e espero ir nele. — Não será melhor — replicou Zoraida — esperar que cheguem baixéis de Espanha, e que vás num deles, e não num dos de França, por não serem os franceses vossos amigos? — Não — respondi eu; — contudo talvez espere um baixel de Espanha que dizem estar a chegar; mas o mais certo é que eu parta amanhã, porque me apertam as saudades de ver a minha terra e as pessoas da minha estima, que não quero esperar nenhuma comodidade por maior que ela seja. — Provavelmente és casado na tua terra — disse-me Zoraida — e por isso desejas ir quanto antes ver tua mulher? — Não sou casado — respondi eu — mas dei a minha palavra de casar logo que ali chegue. — E é formosa a dama com quem prometeste casar? — disse Zoraida. — Tão formosa é — lhe respondi — que em seu justo louvor me basta dizer que ela se parece muito contigo. Disto se riu com grande vontade o pai, e disse-me: — Por Alá, cristão, que deve ter muita formosura essa dama, se é verdade parecer-se com minha filha, que é a mais formosa de todo este reino. Olha bem para ela e verás como é verdade o que te digo. Nesta conversação serviu-nos de intérprete, como mais habituado a outras semelhantes, o pai de Zoraida, pois que ainda que ela falava a língua bastarda, que ali se usa, exprimia-se mais por sinais do que por palavras.
»Estando en estas y otras muchas razones, llegó un moro corriendo, y dijo, a grandes voces, que por las bardas o paredes del jardín habían saltado cuatro turcos, y andaban cogiendo la fruta, aunque no estaba madura. Sobresaltóse el viejo, y lo mesmo hizo Zoraida, porque es común y casi natural el miedo que los moros a los turcos tienen, especialmente a los soldados, los cuales son tan insolentes y tienen tanto imperio sobre los moros que a ellos están sujetos, que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos . Digo, pues, que dijo su padre a Zoraida ′′Hija, retírate a la casa y enciérrate, en tanto que yo voy a hablar a estos canes; y tú, cristiano, busca tus yerbas, y vete en buen hora, y llévete Alá con bien a tu tierra′′. Yo me incliné, y él se fue a buscar los turcos, dejándome solo con Zoraida, que comenzó a dar muestras de irse donde su padre la había mandado. Pero, apenas él se encubrió con los árboles del jardín, cuando ella, volviéndose a mí, llenos los ojos de lágrimas, me dijo ′′Ámexi , cristiano, ámexi′′; que quiere decir "¿Vaste, cristiano, vaste?" Yo la respondí ′′Señora, sí, pero no en ninguna manera sin ti el primero jumá me aguarda, y no te sobresaltes cuando nos veas; que sin duda alguna iremos a tierra de cristianos′′. De repente chegou um mouro a correr, gritando que quatro turcos, saltando os muros, tinham entrado no jardim e andavam a tirar a fruta ainda verde. O velho e Zoraida ficaram sobressaltados, porque é geral e quase natural o medo que os mouros têm aos turcos, mormente sendo soldados, pois são estes tão insolentes e têm tanto poderio sobre os mouros, os quais lhe estão sujeitos, que os tratam pior do que aos seus escravos. Por este motivo disse o pai de Zoraida: — Minha filha, vai para casa, e fecha-te nela, enquanto vou falar àqueles cães; e tu, cristão, procura as ervas que pretendes; vai-te em paz, e Alá te acompanhe à tua terra. Cortejei-o, e ele foi procurar os turcos deixando-me só com Zoraida, que fingia começar a cumprir as ordens do pai, caminhando para casa; mas, logo que este se encobriu com as árvores do jardim, ela voltou-se para mim e disse-me, banhada em lágrimas: — Amexi, cristão, amexi? — o que quer dizer: Vais-te, cristão vais-te? E eu respondi-lhe: — Irei, senhora, mas aconteça o que acontecer, não irei sem ti: está próxima a primeira sexta-feira, e não te sobressaltes quando aqui nos vires, que em seguida iremos depois com certeza à terra de cristãos.
»Yo le dije esto de manera que ella me entendió muy bien a todas las razones que entrambos pasamos; y, echándome un brazo al cuello, con desmayados pasos comenzó a caminar hacia la casa; y quiso la suerte, que pudiera ser muy mala si el cielo no lo ordenara de otra manera, que, yendo los dos de la manera y postura que os he contado, con un brazo al cuello, su padre, que ya volvía de hacer ir a los turcos, nos vio de la suerte y manera que íbamos, y nosotros vimos que él nos había visto; pero Zoraida, advertida y discreta, no quiso quitar el brazo de mi cuello, antes se llegó más a mí y puso su cabeza sobre mi pecho, doblando un poco las rodillas, dando claras señales y muestras que se desmayaba, y yo, ansimismo, di a entender que la sostenía contra mi voluntad. Su padre llegó corriendo adonde estábamos, y, viendo a su hija de aquella manera, le preguntó que qué tenía; pero, como ella no le respondiese, dijo su padre ′′Sin duda alguna que con el sobresalto de la entrada de estos canes se ha desmayado′′. Y, quitándola del mío, la arrimó a su pecho; y ella, dando un suspiro y aún no enjutos los ojos de lágrimas, volvió a decir ′′Ámexi, cristiano, ámexi′′ "Vete, cristiano, vete". A lo que su padre respondió ′′No importa, hija, que el cristiano se vaya , que ningún mal te ha hecho, y los turcos ya son idos. No te sobresalte cosa alguna, pues ninguna hay que pueda darte pesadumbre, pues, como ya te he dicho, los turcos, a mi ruego, se volvieron por donde entraron′′. ′′Ellos, señor, la sobresaltaron, como has dicho -dije yo a su padre-; mas, pues ella dice que yo me vaya, no la quiero dar pesadumbre quédate en paz, y, con tu licencia, volveré, si fuere menester, por yerbas a este jardín; que, según dice mi amo, en ninguno las hay mejores para ensalada que en él′′. ′′Todas las que quisieres podrás volver -respondió Agi Morato-, que mi hija no dice esto porque tú ni ninguno de los cristianos la enojaban, sino que, por decir que los turcos se fuesen, dijo que tú te fueses, o porque ya era hora que buscases tus yerbas′′. De tal maneira me exprimi que ela me compreendeu perfeitamente e, lançando-me um braço ao pescoço, com passos lentos começou a caminhar para casa; quis, porém, a sorte, que poderia ser terrível, se o céu o não determinasse de outro modo, que o pai, voltando já de estar com os turcos, nos visse nesta posição; e, posto que nós também o víssemos a ele, Zoraida, mulher fina, não retirou o braço, antes mais se chegou a mim e pousou a cabeça sobre o meu peito, dobrando um pouco os joelhos, fingindo perfeitamente que desmaiava, e diligenciando eu ao mesmo tempo mostrar que a sustinha contra minha vontade. Correu o pai para onde. estávamos, e vendo a filha neste estado, perguntou o que tinha; e, como ela lhe não respondesse, disse: — Sem dúvida desmaiou sobressaltada com a entrada destes cães. E, tirando-a do meu, conchegou-a ao seu peito, e ela então, dando um suspiro e ainda banhada em pranto, tornou a dizer: — Amexi, cristão, amexi: vai-te, cristão, vai-te. — Não importa, minha filha — respondeu o pai — que o cristão se vá, pois nenhum mal te fez, e os turcos já se foram embora: nenhuma coisa te sobressalte, pois nenhuma há que deva afligir-te; como já te disse, os turcos, a instâncias minhas, saíram por onde tinham entrado. — Foram eles, senhor, que a assustaram — disse eu ao pai, — mas como ela diz que me retire, não quero tornar-me incômodo. Fica-te em paz, e com licença tua se me for preciso voltarei a procurar ervas neste jardim, porque, segundo diz meu amo, em nenhum outro as há melhores para salada do que no teu. — Podes vir colher quantas quiseres — respondeu Agi-Morato — pois minha filha não se queixa de ti nem de nenhum cristão; querendo referir-se aos turcos, é que disse que te retirasses, ou então que eram horas de ires procurar as tuas ervas.
»Con esto, me despedí al punto de entrambos; y ella, arrancándosele el alma, al parecer, se fue con su padre; y yo, con achaque de buscar las yerbas, rodeé muy bien y a mi placer todo el jardín miré bien las entradas y salidas, y la fortaleza de la casa, y la comodidad que se podía ofrecer para facilitar todo nuestro negocio. Hecho esto, me vine y di cuenta de cuanto había pasado al renegado y a mis compañeros; y ya no veía la hora de verme gozar sin sobresalto del bien que en la hermosa y bella Zoraida la suerte me ofrecía. Logo me despedi de ambos, e ela, arrancando-se-lhe a alma como parecia, retirou-se com o pai, e eu, sob o pretexto de procurar as ervas, rodeei o jardim com todo o vagar e à minha vontade notei bem as entradas e saídas e a fortaleza da casa, e a facilidade com que poderia executar o meu plano. Concluído este serviço, retirei-me e contei ao renegado e aos meus companheiros quanto se tinha passado, e já me tardava a hora de gozar sem sobressalto o bem que na bela e formosa Zoraida me dava a sorte.
»En fin, el tiempo se pasó, y se llegó el día y plazo de nosotros tan deseado; y, siguiendo todos el orden y parecer que, con discreta consideración y largo discurso, muchas veces habíamos dado, tuvimos el buen suceso que deseábamos; porque el viernes que se siguió al día que yo con Zoraida hablé en el jardín, nuestro renegado, al anochecer , dio fondo con la barca casi frontero de donde la hermosísima Zoraida estaba. Ya los cristianos que habían de bogar el remo estaban prevenidos y escondidos por diversas partes de todos aquellos alrededores. Todos estaban suspensos y alborozados, aguardándome, deseosos ya de embestir con el bajel que a los ojos tenían; porque ellos no sabían el concierto del renegado, sino que pensaban que a fuerza de brazos habían de haber y ganar la libertad, quitando la vida a los moros que dentro de la barca estaban. Finalmente, passou-se o tempo e chegou o dia e a ocasião por nós tão desejada; e, seguindo todos a ordem do plano que com discrição e com muitas combinações havíamos formado, tivemos a fortuna que tanto desejávamos, porquanto, ao anoitecer da sexta-feira que se seguiu ao dia em que falei com Zoraida no jardim, o renegado deu fundo com a barca quase defronte do sítio onde estava a formosíssima Zoraida. Já os cristãos que tinham de ir trabalhar ao remo estavam preparados e escondidos em diversos sítios daqueles arredores. Todos me esperavam, suspensos e alvoroçados, e impacientemente desejosos de atacarem o baixel que tinham à vista, porque ignoravam as combinações com o renegado e pensavam que à força de braço é que tinham de ganhar e possuir a liberdade, matando os mouros que estavam dentro da barca.
»Sucedió, pues, que, así como yo me mostré y mis compañeros, todos los demás escondidos que nos vieron se vinieron llegando a nosotros. Esto era ya a tiempo que la ciudad estaba ya cerrada, y por toda aquella campaña ninguna persona parecía. Como estuvimos juntos, dudamos si sería mejor ir primero por Zoraida, o rendir primero a los moros bagarinos que bogaban el remo en la barca. Y, estando en esta duda, llegó a nosotros nuestro renegado diciéndonos que en qué nos deteníamos, que ya era hora, y que todos sus moros estaban descuidados, y los más dellos durmiendo. Dijímosle en lo que reparábamos, y él dijo que lo que más importaba era rendir primero el bajel, que se podía hacer con grandísima facilidad y sin peligro alguno, y que luego podíamos ir por Zoraida. Pareciónos bien a todos lo que decía, y así, sin detenernos más, haciendo él la guía, llegamos al bajel, y, saltando él dentro primero, metió mano a un alfanje, y dijo en morisco ′′Ninguno de vosotros se mueva de aquí, si no quiere que le cueste la vida′′. Ya, a este tiempo, habían entrado dentro casi todos los cristianos. Los moros, que eran de poco ánimo, viendo hablar de aquella manera a su arráez, quedáronse espantados, y sin ninguno de todos ellos echar mano a las armas, que pocas o casi ningunas tenían, se dejaron, sin hablar alguna palabra, maniatar de los cristianos, los cuales con mucha presteza lo hicieron, amenazando a los moros que si alzaban por alguna vía o manera la voz, que luego al punto los pasarían todos a cuchillo. Logo que nos avistaram, chegaram-se para nós todos aqueles cristãos que por ali se achavam escondidos, e já então a cidade estava deserta e não se via alma viva em toda aquela campina. Uma vez reunidos, hesitamos em se seria melhor ir primeiro de tudo raptar Zoraida ou render a barca, e, nesta perplexidade, chegou o nosso renegado e perguntou-nos o que esperávamos, acrescentando que já eram horas e que todos os seus mouros estavam descuidados e a maior parte deles a dormir. Contamos-lhe o que nos detinha, e então ele nos disse que antes de tudo convinha tomar o baixel, o que poderia fazer-se com facilidade, e que feito isto iríamos buscar Zoraida. A todos nos pareceu sensato este parecer, e sem mais demora, e indo ele na frente, nos precipitamos sobre o baixel, e saltando ele dentro primeiro que todos empunhou um alfanje, e disse em mourisco: E já então todos os cristãos tinham saltado para dentro da barca. Os mouros, que eram pouco animosos, ouvindo falar desta maneira o seu arrais, ficaram espantados, e sem que nenhum deles tivesse coragem para pegar nas armas, que poucas ou quase nenhumas tinham, deixaram-se manietar pelos cristãos, o que estes lhes fizeram com toda a presteza, ficando os mouros compreendendo que seriam passados à espada no mesmo instante em que gritassem.
»Hecho ya esto, quedándose en guardia dellos la mitad de los nuestros, los que quedábamos, haciéndonos asimismo el renegado la guía, fuimos al jardín de Agi Morato, y quiso la buena suerte que, llegando a abrir la puerta, se abrió con tanta facilidad como si cerrada no estuviera; y así, con gran quietud y silencio, llegamos a la casa sin ser sentidos de nadie. Estaba la bellísima Zoraida aguardándonos a una ventana, y, así como sintió gente, preguntó con voz baja si éramos nizarani , como si dijera o preguntara si éramos cristianos. Yo le respondí que sí, y que bajase. Cuando ella me conoció, no se detuvo un punto, porque, sin responderme palabra, bajó en un instante, abrió la puerta y mostróse a todos tan hermosa y ricamente vestida que no lo acierto a encarecer. Luego que yo la vi, le tomé una mano y la comencé a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas; y los demás, que el caso no sabían, hicieron lo que vieron que nosotros hacíamos, que no parecía sino que le dábamos las gracias y la reconocíamos por señora de nuestra libertad. El renegado le dijo en lengua morisca si estaba su padre en el jardín. Ella respondió que sí y que dormía. ′′Pues será menester despertalle -replicó el renegado-, y llevárnosle con nosotros, y todo aquello que tiene de valor este hermoso jardín.′′ ′′No -dijo ella-, a mi padre no se ha de tocar en ningún modo, y en esta casa no hay otra cosa que lo que yo llevo, que es tanto, que bien habrá para que todos quedéis ricos y contentos; y esperaros un poco y lo veréis′′. Y, diciendo esto, se volvió a entrar, diciendo que muy presto volvería; que nos estuviésemos quedos, sin hacer ningún ruido. Preguntéle al renegado lo que con ella había pasado, el cual me lo contó, a quien yo dije que en ninguna cosa se había de hacer más de lo que Zoraida quisiese; la cual ya que volvía cargada con un cofrecillo lleno de escudos de oro , tantos, que apenas lo podía sustentar, quiso la mala suerte que su padre despertase en el ínterin y sintiese el ruido que andaba en el jardín; y, asomándose a la ventana, luego conoció que todos los que en él estaban eran cristianos; y, dando muchas, grandes y desaforadas voces, comenzó a decir en arábigo ′′¡Cristianos, cristianos! ¡Ladrones, ladrones!′′; por los cuales gritos nos vimos todos puestos en grandísima y temerosa confusión. Pero el renegado, viendo el peligro en que estábamos, y lo mucho que le importaba salir con aquella empresa antes de ser sentido, con grandísima presteza, subió donde Agi Morato estaba, y juntamente con él fueron algunos de nosotros; que yo no osé desamparar a la Zoraida, que como desmayada se había dejado caer en mis brazos. En resolución, los que subieron se dieron tan buena maña que en un momento bajaron con Agi Morato, trayéndole atadas las manos y puesto un pañizuelo en la boca, que no le dejaba hablar palabra, amenazándole que el hablarla le había de costar la vida. Cuando su hija le vio, se cubrió los ojos por no verle, y su padre quedó espantado, ignorando cuán de su voluntad se había puesto en nuestras manos. Mas, entonces siendo más necesarios los pies, con diligencia y presteza nos pusimos en la barca; que ya los que en ella habían quedado nos esperaban, temerosos de algún mal suceso nuestro. Depois disto feito, deixando-os guardados por metade dos nossos, fomos os que restávamos buscar Zoraida ao jardim de Agi-Morato, indo à nossa frente o renegado, e quis a nossa boa sorte que, quando íamos para forçar a porta, ela se abrisse com tanta facilidade como se não estivesse fechada, e deste modo muito tranqüilamente e em silêncio chegamos à casa sem que ninguém nos pressentisse. Estava a lindíssima Zoraida esperando por nós a uma janela, e logo que sentiu gente perguntou em voz baixa se éramos nizarani, como se dissesse ou perguntasse, se éramos cristãos. Eu lhe respondi que sim, e que baixasse. Logo que me conheceu, sem demorar-se nem mais um instante e sem responder-me uma só palavra, desceu rapidamente, abriu a porta e apareceu-nos tão formosa e tão ricamente vestida que não sei como descrevê-lo. Apenas a vi perto de mim, tomei-lhe a mão, e comecei a beijar-lha, e o mesmo fizeram o renegado e os meus dois companheiros, e os outros que não sabiam de que se tratava, fizeram o que nos viram a nós fazer, parecendo-lhes decerto que com isto lhe dávamos graças e a reconhecíamos como senhora da nossa liberdade. Perguntou-lhe o renegado, em língua mourisca, se o pai estava no jardim, e ela respondeu que sim e que dormia. — Ninguém aqui se mova, se não quer perder a vida. — Pois é necessário acordá-lo — replicou o renegado — e levá-lo conosco e tudo quanto tem de valor neste formoso jardim. — Não — disse ela — não consinto que em meu pai alguém ouse tocar, e nesta casa não há mais nada que o que vai comigo, que é tanto que chegará para que todos fiquem ricos e contentes; esperai, e vê-lo-eis. Neste momento voltou a casa, dizendo que não se demoraria, e que estivéssemos nós quietos e não fizéssemos ruído algum. Perguntei então ao renegado o que tinha passado com ela, e, contando-me ele tudo, disse-lhe eu que só se havia de fazer o que Zoraida quisesse, e quando isto dizia já ela voltava com um cofrezinho cheio de escudos de ouro, em tamanha porção que o conduzia com muito custo. Quis porém a má sorte que neste meio tempo acordasse o pai e sentisse o ruído que ia no jardim e, chegando à janela, conheceu logo que éramos cristãos, e em altas e desesperadas vozes começou a gritar em árabe: — Cristãos, cristãos, ladrões, ladrões! Estes gritos puseram-nos em grande e arriscada confusão; mas o renegado, conhecendo o perigo em que estávamos e quanto era preciso levar a cabo a empresa sem ser sentido, correu aonde estava Agi-Morato, e foram atrás dele alguns dos nossos; quanto a mim, entendi que não devia desamparar Zoraida, que caíra desmaiada sobre os meus braços. Finalmente, os que subiram de tal modo se houveram que num momento desceram, trazendo Agi-Morato com as mãos atadas e com um lenço na boca, de maneira que não podia proferir palavra, ameaçando-o ainda assim que lhe tirariam a vida se falasse. Quando a filha o avistou, cobriu os olhos para não o ver, e o pai ficou espantado, ignorando quanto ela de sua vontade se havia colocado nas nossas mãos; mas, sendo o mais necessário então a ligeireza dos pés, a toda a pressa nos fomos meter na barca, na qual os que nela estavam principiaram a recear que tivéssemos sido mal sucedidos.
»Apenas serían dos horas pasadas de la noche, cuando ya estábamos todos en la barca , en la cual se le quitó al padre de Zoraida la atadura de las manos y el paño de la boca; pero tornóle a decir el renegado que no hablase palabra, que le quitarían la vida. Él, como vio allí a su hija, comenzó a suspirar ternísimamente, y más cuando vio que yo estrechamente la tenía abrazada, y que ella sin defender, quejarse ni esquivarse, se estaba queda; pero, con todo esto, callaba, porque no pusiesen en efeto las muchas amenazas que el renegado le hacía. Viéndose, pues, Zoraida ya en la barca, y que queríamos dar los remos al agua, y viendo allí a su padre y a los demás moros que atados estaban, le dijo al renegado que me dijese le hiciese merced de soltar a aquellos moros y de dar libertad a su padre, porque antes se arrojaría en la mar que ver delante de sus ojos y por causa suya llevar cautivo a un padre que tanto la había querido. El renegado me lo dijo; y yo respondí que era muy contento; pero él respondió que no convenía, a causa que, si allí los dejaban apellidarían luego la tierra y alborotarían la ciudad, y serían causa que saliesen a buscallos con algunas fragatas ligeras, y les tomasen la tierra y la mar, de manera que no pudiésemos escaparnos; que lo que se podría hacer era darles libertad en llegando a la primera tierra de cristianos. En este parecer venimos todos, y Zoraida, a quien se le dio cuenta, con las causas que nos movían a no hacer luego lo que quería, también se satisfizo; y luego, con regocijado silencio y alegre diligencia, cada uno de nuestros valientes remeros tomó su remo, y comenzamos, encomendándonos a Dios de todo corazón, a navegar la vuelta de las islas de Mallorca, que es la tierra de cristianos más cerca. Apenas se teriam passado duas horas pela noite dentro, já todos nós estávamos na barca, e logo tiramos ao pai de Zoraida a atadura que lhe puséramos nas mãos e o lenço com que lhe tapáramos a boca; mas disse-lhe outra vez o renegado que lhe tiraríamos a vida, se proferisse uma só palavra. Como ele ali viu a filha, começou a suspirar com muita ternura e com muita mais ainda quando viu que eu estreitamente a apertava nos braços, sem que ela se defendesse, nem se esquivasse ou soltasse um queixume, antes ficando serena; mas tudo ele sofria calado para que o renegado não pusesse em execução as muitas ameaças que lhe havia feito. Vendo-se já na barca e observando que íamos começar a remar, e olhando para o pai e para os outros mouros que estavam amarrados, Zoraida disse ao renegado, para mo dizer a mim, que lhe fizesse eu a mercê de soltar aqueles mouros e pôr-lhe o pai em liberdade, pois que mais fácil lhe seria atirar-se ao mar do que ver diante dos olhos e por sua causa ser levado cativo um pai que tanto a tinha amado sempre. Disse-mo o renegado, e eu respondi que isso era da minha melhor vontade; mas objetou o renegado que isto não convinha, porque se ali os deixássemos, chamariam em socorro toda a terra e alvoroçariam a cidade, podendo suceder que fossem sobre nós com algumas fragatas ligeiras e nos tomassem a terra e o mar, de modo que não pudéssemos escapar-lhes; e que o mais que poderia fazer-se-lhe era pô-los em liberdade na terra dos cristãos a que primeiramente chegássemos. Assentamos todos neste parecer, e Zoraida, à qual expusemos as razões que tínhamos para não lhe fazermos logo a vontade, deu-se por satisfeita. Em seguida, com um silêncio que nos enchia de profunda satisfação e com alegre diligência cada um dos nossos valentes remeiros tomou os remos, e começamos, encomendando-nos de todo o coração a Deus, a navegar em roda das ilhas de Malorca, que era a mais próxima terra de cristãos;
»Pero, a causa de soplar un poco el viento tramontana y estar la mar algo picada , no fue posible seguir la derrota de Mallorca, y fuenos forzoso dejarnos ir tierra a tierra la vuelta de Orán, no sin mucha pesadumbre nuestra, por no ser descubiertos del lugar de Sargel, que en aquella costa cae sesenta millas de Argel. Y, asimismo, temíamos encontrar por aquel paraje alguna galeota de las que de ordinario vienen con mercancía de Tetuán, aunque cada uno por sí, y todos juntos, presumíamos de que, si se encontraba galeota de mercancía, como no fuese de las que andan en corso, que no sólo no nos perderíamos, mas que tomaríamos bajel donde con más seguridad pudiésemos acabar nuestro viaje. Iba Zoraida, en tanto que se navegaba, puesta la cabeza entre mis manos, por no ver a su padre, y sentía yo que iba llamando a Lela Marién que nos ayudase. mas, por soprar vento um tanto norte e estar o mar algum tanto agitado, não pudemos seguir a derrota de Malorca, e vimo-nos forçados a navegar em torno de Orã, não sem grande pesar nosso, pois receávamos ser descobertos do lugar de Sargel que naquela costa não dista de Argel mais de sessenta milhas; e de mais a mais temíamos encontrar por aquelas paragens alguma galeota das que ordinariamente conduzem mercadorias de Tetuã, posto que cada um por si e todos juntos presumíamos que, encontrando galeota de mercadorias, não sendo das que andam em corso, não só não nos perderíamos, mas até que conseguiríamos baixel em que com mais segurança pudéssemos concluir a nossa viagem. Enquanto se navegava ia Zoraida com a cabeça entre as minhas mãos para não ver o pai, e notei que ela rezava a Lella Maryem, pedindo-lhe que nos protegesse
»Bien habríamos navegado treinta millas, cuando nos amaneció, como tres tiros de arcabuz desviados de tierra, toda la cual vimos desierta y sin nadie que nos descubriese; pero, con todo eso, nos fuimos a fuerza de brazos entrando un poco en la mar, que ya estaba algo más sosegada; y, habiendo entrado casi dos leguas, diose orden que se bogase a cuarteles en tanto que comíamos algo, que iba bien proveída la barca, puesto que los que bogaban dijeron que no era aquél tiempo de tomar reposo alguno, que les diesen de comer los que no bogaban, que ellos no querían soltar los remos de las manos en manera alguna. Hízose ansí, y en esto comenzó a soplar un viento largo, que nos obligó a hacer luego vela y a dejar el remo, y enderezar a Orán, por no ser posible poder hacer otro viaje. Todo se hizo con muchísima presteza; y así, a la vela, navegamos por más de ocho millas por hora, sin llevar otro temor alguno sino el de encontrar con bajel que de corso fuese. . Teríamos navegado trinta milhas, quando nos amanheceu estando desviados de terra coisa de três tiros de arcabuz, e observamos que estava toda deserta e que por isso ninguém nos vira; contudo fomos à força de braços entrando um pouco no mar, que já estava mais sossegado, e achando-nos quase duas léguas desviados de terra, deu-se ordem para que se vogasse por quartos, enquanto comíamos alguma coisa, pois ia bem provida a barca; posto que os remadores dissessem que não era ocasião oportuna para repousar, e que somente dessem de comer aos que não vogavam, porque quanto a eles não queriam de modo algum largar os remos das mãos. Assim se fez, e neste meio tempo começou a soprar um vento rijo que logo nos obrigou a navegar à vela e a deixar o remo, e a tomarmos o rumo de Orã por não nos ser possível fazer outra viagem. Tudo isto se fez com muita presteza, e deste modo navegamos à vela mais de oito milhas por hora sem outro receio que não fosse o de nos encontrarmos com algum baixel dos que andam em corso.
»Dimos de comer a los moros bagarinos, y el renegado les consoló diciéndoles como no iban cautivos, que en la primera ocasión les darían libertad. Lo mismo se le dijo al padre de Zoraida, el cual respondió ′′Cualquiera otra cosa pudiera yo esperar y creer de vuestra liberalidad y buen término, ¡oh cristianos!, mas el darme libertad, no me tengáis por tan simple que lo imagine; que nunca os pusistes vosotros al peligro de quitármela para volverla tan liberalmente, especialmente sabiendo quién soy yo, y el interese que se os puede seguir de dármela; el cual interese, si le queréis poner nombre, desde aquí os ofrezco todo aquello que quisiéredes por mí y por esa desdichada hija mía, o si no, por ella sola, que es la mayor y la mejor parte de mi alma′′. En diciendo esto, comenzó a llorar tan amargamente que a todos nos movió a compasión , y forzó a Zoraida que le mirase; la cual, viéndole llorar, así se enterneció que se levantó de mis pies y fue a abrazar a su padre, y, juntando su rostro con el suyo, comenzaron los dos tan tierno llanto que muchos de los que allí íbamos le acompañamos en él. Pero, cuando su padre la vio adornada de fiesta y con tantas joyas sobre sí, le dijo en su lengua ′′¿Qué es esto, hija, que ayer al anochecer, antes que nos sucediese esta terrible desgracia en que nos vemos, te vi con tus ordinarios y caseros vestidos, y agora, sin que hayas tenido tiempo de vestirte y sin haberte dado alguna nueva alegre de solenizalle con adornarte y pulirte, te veo compuesta con los mejores vestidos que yo supe y pude darte cuando nos fue la ventura más favorable? Respóndeme a esto, que me tiene más suspenso y admirado que la misma desgracia en que me hallo′′. Demos de comer aos mouros tagarinos, e o renegado os consolou, dizendo-lhes que não iam cativos, e que tanto assim era que na primeira ocasião se lhes restituiria a liberdade. O mesmo disse ao pai de Zoraida que lhe respondeu: — Outra qualquer coisa poderei eu crer e esperar da vossa liberalidade e cortesia; mas quanto à promessa de me pordes em liberdade, não me julgueis tão simples, cristão, que disso me persuada; pois decerto que não vos teríeis exposto ao perigo de tirar-ma para tão facilmente ma restituirdes, mormente sabendo vós muito bem quem eu sou, e quanto podeis receber como preço dela. Mas, se a quereis pôr já em preço, eu vos ofereço quanto pedirdes por mim e por essa minha desgraçada filha, ou ao menos só por ela, por ela que é a maior e a melhor parte da minha alma. E desatou logo a chorar tão amargamente, que nos comoveu a todos, e obrigou Zoraida a volver os olhos para ele, e vendo-o assim a chorar, de tal modo se enterneceu, que se levantou de meus pés, onde estava, e foi abraçar-se no pai, e juntando a sua face à dele, ambos romperam em tão terno pranto que muitos dos que ali íamos os acompanhamos no choro. Quando, porém, o pai a viu vestida de gala e adornada com tantas jóias, disse-lhe na sua língua: — Que é isto, filha?! Pois ainda ao anoitecer de ontem, antes que nos sucedesse esta terrível desgraça em que agora nos vemos, te vi com os teus vestidos ordinários e caseiros, e agora, sem que tivesses tempo para te vestires, e sem receberes novidade alguma alegre que devesses solenizar cobrindo-te de enfeites, vejo-te com os melhores vestidos que pude dar-te, quando nos foi mais favorável a fortuna?! Responde-me a isto, porque isto me suspende e admira muito mais do que a própria desgraça em que me encontro.
»Todo lo que el moro decía a su hija nos lo declaraba el renegado, y ella no le respondía palabra. Pero, cuando él vio a un lado de la barca el cofrecillo donde ella solía tener sus joyas, el cual sabía él bien que le había dejado en Argel, y no traídole al jardín, quedó más confuso, y preguntóle que cómo aquel cofre había venido a nuestras manos, y qué era lo que venía dentro. A lo cual el renegado, sin aguardar que Zoraida le respon diese, le respondió ′′No te canses, señor, en preguntar a Zoraida, tu hija, tantas cosas, porque con una que yo te responda te satisfaré a todas; y así, quiero que sepas que ella es cristiana, y es la que ha sido la lima de nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiverio; ella va aquí de su voluntad, tan contenta, a lo que yo imagino, de verse en este estado, como el que sale de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida y de la pena a la gloria′′. ′′¿Es verdad lo que éste dice, hija?′′, dijo el moro. ′′Así es′′, respondió Zoraida. ′′¿Que, en efeto -replicó el viejo-, tú eres cristiana, y la que ha puesto a su padre en poder de sus enemigos?′′ A lo cual respondió Zoraida ′′La que es cristiana yo soy, pero no la que te ha puesto en este punto, porque nunca mi deseo se estendió a dejarte ni a hacerte mal, sino a hacerme a mí bien′′. ′′Y ¿qué bien es el que te has hecho, hija?′′ ′′Eso -respondió ella- pregúntaselo tú a Lela Marién, que ella te lo sabrá decir mejor que no yo′′. Tudo o que o mouro dizia à filha nos explicava o renegado, e ela não lhe respondia palavra. Mas, quando ele viu a um lado da barca o cofrezinho onde a filha costumava guardar as jóias, o qual ele bem sabia que deixara em Argel, e que o não tinha trazido para o jardim, mais confuso ficou, e perguntou-lhe como aquele cofre tinha vindo dar às nossas mãos e o que continha. Sem esperar que Zoraida respondesse, disse-lhe o renegado: — Não te canses, senhor, com tantas perguntas a tua filha, porque respondendo-te eu a uma responderei duma só vez a todas; e assim convém que saibas que ela é cristã, e que foi a lima das nossas cadeias e a liberdade do nosso cativeiro: ela vai aqui muito de sua vontade e tão contente, ao que eu penso, de se ver neste estado, como aquele que sai das trevas para a luz, da morte para a vida, e do inferno para o céu. — É verdade, minha filha, o que este homem diz? — perguntou-lhe o pai. — Assim é — respondeu Zoraida. — Pois tu és cristã, e puseste teu pai em poder de seus inimigos? — Cristã eu o sou; mas não sou quem te pôs nesse estado, porque nunca o meu desejo se estendeu a deixar-te nem a fazer-te mal, e somente a fazer-te bem. — Mas qual é o bem que me fizeste, minha filha? — Qual ele seja, pergunta-o a Lella Maryem, que ela melhor do que eu saberá responder-te.
»Apenas hubo oído esto el moro, cuando, con una increíble presteza, se arrojó de cabeza en la mar, donde sin ninguna duda se ahogara, si el vestido largo y embarazoso que traía no le entretuviera un poco sobre el agua. Dio voces Zoraida que le sacasen, y así, acudimos luego todos, y, asiéndole de la almalafa , le sacamos medio ahogado y sin sentido, de que recibió tanta pena Zoraida que, como si fuera ya muerto, hacía sobre él un tierno y doloroso llanto. Volvímosle boca abajo, volvió mucha agua, tornó en sí al cabo de dos horas, en las cuales, habiéndose trocado el viento, nos convino volver hacia tierra, y hacer fuerza de remos, por no embestir en ella; mas quiso nuestra buena suerte que llegamos a una cala que se hace al lado de un pequeño promontorio o cabo que de los moros es llamado el de La Cava Rumía, que en nuestra lengua quiere decir La mala mujer cristiana ; y es tradición entre los moros que en aquel lugar está enterrada la Cava, por quien se perdió España, porque cava en su lengua quiere decir mujer mala, y rumía, cristiana; y aun tienen por mal agüero llegar allí a dar fondo cuando la necesidad les fuerza a ello, porque nunca le dan sin ella; puesto que para nosotros no fue abrigo de mala mujer, sino puerto seguro de nuestro remedio, según andaba alterada la mar. Apenas ouviu isto, o mouro com admirável presteza atirou consigo ao mar de cabeça para baixo, e sem dúvida se afogara, se a roupa, por ser larga, o não embaraçasse e retivesse sobre a água. Em altas vozes gritou Zoraida que o salvassem, e indo logo nós todos em seu socorro, agarramo-lo pela almalafa e tiramo-lo do mar quase afogado e sem sentidos, e isto tanto afligiu Zoraida, que derramou sobre o pai tão ternas e dolorosas lágrimas, como se ele já estivesse morto. Pusemo-lo de pernas para o ar, e, lançando muita água pela boca, tornou a si ao cabo de duas horas, e mudando no entretanto o vento, foi-nos conveniente aproximarmo-nos de terra, fazendo toda a força de remos para não sermos arrojados contra a costa; mas quis a nossa boa sorte que chegássemos a uma enseada que fica ao lado dum pequeno promontório ou cabo, a que os mouros apelidam de cava rumia, o que na nossa língua quer dizer a má mulher cristã; e é tradição entre os mouros que naquele lugar está enterrada a cava por quem se perdeu a Espanha, porque cava na língua deles quer dizer mulher má, e rumia quer dizer cristã; e têm por mau agouro chegar ali a dar fundo quando a necessidade os obriga a isso, e sem esta nunca ali o vão dar; contudo para nós não foi abrigo de má mulher, antes porto seguro da nossa salvação, porque o mar andava muito alterado.
»Pusimos nuestras centinelas en tierra, y no dejamos jamás los remos de la mano; comimos de lo que el renegado había proveído, y rogamos a Dios y a Nuestra Señora, de todo nuestro corazón, que nos ayudase y favoreciese para que felicemente diésemos fin a tan dichoso principio. Diose orden, a suplicación de Zoraida, como echásemos en tierra a su padre y a todos los demás moros que allí atados venían, porque no le bastaba el ánimo, ni lo podían sufrir sus blandas entrañas, ver delante de sus ojos atado a su padre y aquellos de su tierra presos. Prometímosle de hacerlo así al tiempo de la partida, pues no corría peligro el dejallos en aquel lugar , que era despoblado. No fueron tan vanas nuestras oraciones que no fuesen oídas del cielo; que, en nuestro favor, luego volvió el viento, tranquilo el mar , convidándonos a que tornásemos alegres a proseguir nuestro comenzado viaje. Pusemos sentinelas em terra, e nunca largamos os remos da mão: comemos do que o renegado tinha provido a barca, e de todo o nosso coração rogamos a Deus e a Nossa Senhora que nos ajudasse e protegesse para que facilmente déssemos fim àquilo que tinha tido tão ditoso princípio. Nesta ocasião tratamos de ver o modo por que havíamos de satisfazer às súplicas de Zoraida, para pormos em terra seu pai e todos os outros que ali iam atados, pois que não tinha ânimo, nem cabia em seu terno coração ter diante de seus olhos manietado seu próprio pai e os outros da sua terra. Prometemos soltá-los no ato da partida, porque não havia perigo em deixá-los naquele lugar por ser despovoado. Não foram tão vãs as nossas orações que não fossem ouvidas do céu, porquanto em nosso benefício logo mudou o vento e ficou tranqüilo o mar, convidando-nos a continuar alegres a nossa começada viagem. Vendo isto, desatamos os mouros e pusemo-los em terra um a um, do que eles ficaram admirados; mas o pai de Zoraida, que já estava bom, disse quando ia a desembarcar:
»Viendo es to, desatamos a los moros, y uno a uno los pusimos en tierra, de lo que ellos se quedaron admirados; pero, llegando a desembarcar al padre de Zoraida, que ya estaba en todo su acuerdo, dijo ′′¿Por qué pensáis, cristianos, que esta mala hembra huelga de que me deis libertad? ¿Pensáis que es por piedad que de mí tiene? No, por cierto, sino que lo hace por el estorbo que le dará mi presencia cuando quiera poner en ejecución sus malos deseos; ni penséis que la ha movido a mudar religión entender ella que la vuestra a la nuestra se aventaja, sino el saber que en vuestra tierra se usa la deshonestidad más libremente que en la nuestra′′. Y, volviéndose a Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún desatino no hiciese, le dijo ′′¡Oh infame moza y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos perros , naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado!′′ Pero, viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, di priesa a ponelle en tierra, y desde allí, a voces, prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogase a Alá que nos destruyese, confundiese y acabase; y cuando, por habernos hecho a la vela, no podimos oír sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el suelo; mas una vez esforzó la voz de tal manera que podimos entender que decía ′′¡Vuelve, amada hija, vuelve a tierra, que todo te lo perdono; entrega a esos hombres ese dinero, que ya es su yo, y vuelve a consolar a este triste padre tuyo, que en esta desierta arena dejará la vida, si tú le dejas!′′ Todo lo cual escuchaba Zoraida, y todo lo sentía y lloraba, y no supo decirle ni respondelle palabra, sino ′′Plega a Alá, padre mío, que Lela Marién, que ha sido la causa de que yo sea cristiana, ella te consuele en tu tristeza. Alá sabe bien que no pude hacer otra cosa de la que he hecho, y que estos cristianos no deben nada a mi voluntad, pues, aunque quisiera no venir con ellos y quedarme en mi casa, me fuera imposible, según la priesa que me daba mi alma a poner por obra ésta que a mí me parece tan buena como tú, padre amado, la juzgas por mala′′. Esto dijo, a tiempo que ni su padre la oía, ni nosotros ya le veíamos; y así, consolando yo a Zoraida, atendimos todos a nuestro viaje, el cual nos le facilitaba el proprio viento, de tal manera que bien tuvimos por cierto de vernos otro día al amanecer en las riberas de España . — Por que julgais, cristãos, que esta má criatura dá mostras de se alegrar com a minha liberdade? Julgais que é por piedade que tem de mim? Decerto que não, mas antes que o faz para que a minha presença lhe não sirva de estorvo, quando queira pôr em execução os seus maus desejos: nem penseis que a levou a mudar de religião o entender ela que a vossa se avantaja à nossa, mas sim o saber ela que na vossa terra com mais facilidade do que na nossa se pratica a desonestidade; e, virando-se para Zoraida, que eu e outro cristão detínhamos por ambos os braços para que não rompesse em algum desatino, disse-lhe: — Ó mulher infame e mal aconselhada rapariga, para onde vais cega e desatinada, em poder destes cães, nossos naturais inimigos? Maldita seja a hora em que te gerei, e malditos os regalos e deleites com que foste criada por mim. Mas, vendo-o eu em termos de não acabar tão cedo, apressei-me a pô-lo em terra, e ali continuou em voz alta as suas maldições e lamentos, pedindo a Alá por intervenção de Mafoma que nos confundisse e destruísse, dando cabo de nós; e quando, por nos havermos feito à vela, não pudemos ouvir as suas palavras, vimos-lhe as ações, que eram arrancar as barbas e os cabelos, e arrastar-se pelo chão: mas uma vez de tal modo esforçou a voz, que pudemos entender que dizia isto: — Volta, minha amada filha, volta à terra, que tudo te perdôo; entrega a esses homens esse dinheiro, que já é deles, e vem consolar este teu triste pai, que nesta triste areia deixará a vida, se o deixas. Zoraida escutava tudo isto, tudo sentia e por tudo chorava, e não soube dizer-lhe ou responder-lhe senão isto: — Praza a Alá, meu pai, que Lella Maryem, que há sido a causa de eu ser cristã, te console em tua tristeza. Alá sabe muito bem que eu não podia fazer senão o que fiz, e que estes cristãos nada devem à minha vontade, pois que ainda que eu não quisesse vir, antes desejasse ficar em casa, isso me teria sido impossível, porquanto a alma me impelia a pôr em execução esta obra que me parece tão boa quanto tu, ó meu amado pai, a julgas má. Quando disse isto já o pai a não ouvia, nem nós o ouvíamos a ele; e, consolando Zoraida, cuidamos todos da nossa viagem, a qual o vento nos facilitou por tal modo que contamos amanhecer no dia seguinte nas praias de Espanha;
»Mas, como pocas veces, o nunca, viene el bien puro y sencillo, sin ser acompañado o seguido de algún mal que le turbe o sobresalte, quiso nuestra ventura , o quizá las maldiciones que el moro a su hija había echado, que siempre se han de temer de cualquier padre que sean; quiso, digo, que estando ya engolfados y siendo ya casi pasadas tres horas de la noche, yendo con la vela tendida de alto baja, frenillados los remos, porque el próspero viento nos quitaba del trabajo de haberlos menester, con la luz de la luna, que claramente resplandecía, vimos cerca de nosotros un bajel redondo, que, con todas las velas tendidas, llevando un poco a orza el timón , delante de nosotros atravesaba; y esto tan cerca, que nos fue forzoso amainar por no embestirle, y ellos, asimesmo, hicieron fuerza de timón para darnos lugar que pasásemos. mas, como nunca ou raras vezes o bem puro e simples deixa de vir acompanhado ou seguido de algum mal que o perturbe ou sobressalte, quis a nossa desgraça, ou talvez as maldições do mouro contra sua filha, que sempre se devem temer as maldições dos pais, sejam eles quem quer que forem; repito, quis a nossa desgraça que, estando nós já dentro do golfo, e sendo passadas quase três horas depois de haver anoitecido, correndo a todo o pano, com os remos em descanso, porque o vento próspero tornava desnecessário vogar a eles, com a luz da lua que resplandecia em todo o seu brilho, vimos ao pé de nós um baixel redondo, que a todo o pano e levando o leme um pouco à orça, atravessava adiante de nós, e isto já tão perto que nos foi preciso amainar para não irmos de encontro a ele, fazendo os do baixel também força de vela para que pudéssemos passar.
»Habíanse puesto a bordo del bajel a preguntarnos quién éramos, y adónde navegábamos, y de dónde veníamos; pero, por preguntarnos esto en lengua francesa, dijo nuestro renegado ′′Ninguno responda; porque éstos, sin duda, son cosarios franceses, que hacen a toda ropa′′. Por este advertimiento, ninguno respondió palabra; y, habiendo pasado un poco delante, que ya el bajel quedaba sotavento, de improviso soltaron dos piezas de artillería, y, a lo que parecía, ambas venían con cadenas , porque con una cortaron nuestro árbol por medio, y dieron con él y con la vela en la mar; y al momento, disparando otra pieza, vino a dar la bala en mitad de nuestra barca, de modo que la abrió toda, sin hacer otro mal alguno; pero, como nosotros nos vimos ir a fondo, comenzamos todos a grandes voces a pedir socorro y a rogar a los del bajel que nos acogiesen, porque nos anegábamos. Amainaron entonces, y, echando el esquife o barca a la mar, entraron en él hasta doce franceses bien armados, con sus arcabuces y cuerdas encendidas , y así llegaron junto al nuestro; y, viendo cuán pocos éramos y cómo el bajel se hundía, nos recogieron, diciendo que, por haber usado de la descortesía de no respondelles, nos había sucedido aquello. Nuestro renegado tomó el cofre de las riquezas de Zoraida, y dio con él en la mar, sin que ninguno echase de ver en lo que hacía. En resolución, todos pasamos con los fran ceses, los cuales, después de haberse informado de todo aquello que de nosotros saber quisieron, como si fueran nuestros capitales enemigos, nos despojaron de todo cuanto teníamos, y a Zoraida le quitaron hasta los carcajes que traía en los pies. Pero no me daba a mí tanta pesadumbre la que a Zoraida daban, como me la daba el temor que tenía de que habían de pasar del quitar de las riquísimas y preciosísimas joyas al quitar de la joya que más valía y ella más estimaba. Pero los deseos de aquella gente no se estienden a más que al dinero, y desto jamás se vee harta su codicia; lo cual entonces llegó a tanto, que aun hasta los vestidos de cautivos nos quitaran si de algún provecho les fueran. Y hubo parecer entre ellos de que a todos nos arrojasen a la mar envueltos en una vela, porque tenían intención de tratar en algunos puertos de España con nombre de que eran bretones , y si nos llevaban vivos, serían castigados, siendo descubierto su hurto. Mas el capitán, que era el que había despojado a mi querida Zoraida, dijo que él se contentaba con la presa que tenía, y que no quería tocar en ningún puerto de España, sino pasar el estrecho de Gibraltar de noche, o como pudiese, y irse a la Rochela, de donde había salido ; y así, tomaron por acuerdo de darnos el esquife de su navío, y todo lo necesario para la corta navegación que nos quedaba, como lo hicieron otra día, ya a vista de tierra de España, con la cual vista, todas nuestras pesadumbres y pobre zas se nos olvidaron de todo punto, como si no hubieran pasado por nosotros tanto es el gusto de alcanzar la libertad perdida. De bordo do baixel perguntaram-nos quem éramos, para onde navegávamos e donde vínhamos; mas, porque nos fizeram em francês estas perguntas, disse-nos o renegado: — Ninguém responda, porque estes sem dúvida são corsários franceses que nada poupam. Em vista desta advertência, ninguém respondeu palavra, e tendo nós passado um tanto adiante, que já o baixel ficara a sotavento, de repente despejaram duas peças de artilharia, e, ao que parecia, ambas vinham com planquetas, porque com uma nos cortaram o mastro ao meio, atirando-nos com ele e com a vela ao mar, e disparando no mesmo instante outra peça, a bala deu no meio da nossa barca de tal modo que a abriu toda sem causar outro mal; mas, como víssemos que íamos ao fundo, todos em altas vozes começamos a pedir socorro e a rogar aos do baixel que nos recolhessem, porque nos alagávamos. Amainaram então as velas, e, deitando a falua ao mar, entraram dentro dela uns doze franceses armados com os seus arcabuzes e mechas acesas e assim se chegaram ao nosso; e vendo que éramos muito poucos, e que o baixel se afundia, recolheram-nos, dizendo-nos que por sermos descorteses em não lhes respondermos é que nos sucedera aquilo. O nosso renegado tomou o cofre das riquezas de Zoraida, e atirou com ele ao mar, sem que algum de nós visse o que ele fazia. Por último, entrando no baixel dos franceses, estes, depois de se informarem de tudo quanto quiseram saber de nós, como se fôssemos seus figadais inimigos, despojaram-nos de tudo quanto tínhamos, e a Zoraida até tiraram os carcasses que trazia nos pés; mas a mim não me afligia tanto o pesar que a ela lhe causavam como o temor que eu tinha de que depois de lhe tirarem estas riquíssimas e preciosíssimas jóias, passassem a tirar-lhe aquela que mais valia e ela sobre todas ainda mais estimava; felizmente os desejos daquela gente não se estendiam senão ao dinheiro, e disto nunca se farta a sua cobiça, que então chegou a tal ponto que até os vestidos de cativos nos tirariam, se de algum proveito lhe servissem; e houve entre eles quem fosse de parecer que nos lançassem todos ao mar embrulhados em uma vela, porque tinham tenção de fazer negócio em alguns portos de Espanha com o nome de bretões, e que, levando-nos vivos, correriam o risco de serem castigados, descoberto que fosse o roubo que nos tinham feito; porém o capitão, que fora quem despojara a minha querida Zoraida, disse que ele se contentava com a presa e que não queria tocar em nenhum porto de Espanha, mas seguir logo a sua viagem e passar o estreito de Gibraltar de noite, ou como pudesse, até Rochela, donde tinha saído, e então resolveram dar-nos a falua do seu navio e o mais que era necessário para a curta navegação que nos restava; e com efeito assim o fizeram no dia seguinte, já à vista de terra de Espanha, e neste momento foi tamanha a nossa alegria que nos esquecemos de todas as mágoas e desgraças, como se nenhuma tivéssemos suportado; tal é a ânsia com que se deseja alcançar a liberdade perdida!
»Cerca de mediodía podría ser cuando nos echaron en la barca, dándonos dos barriles de agua y algún bizcocho; y el capitán, movido no sé de qué misericordia, al embarcarse la hermosísima Zoraida, le dio hasta cuarenta escudos de oro, y no consintió que le quitasen sus soldados estos mesmos vestidos que ahora tiene puestos. Entramos en el bajel; dímosles las gracias por el bien que nos hacían, mostrándonos más agradecidos que quejosos; ellos se hicieron a lo largo, siguiendo la derrota del estrecho; nosotros, sin mirar a otro norte que a la tierra que se nos mostraba delante, nos dimos tanta priesa a bogar que al poner del sol estábamos tan cerca que bien pudiéramos , a nuestro parecer, llegar antes que fuera muy noche; pero, por no parecer en aquella noche la luna y el cielo mostrarse escuro, y por ignorar el paraje en que estábamos, no nos pareció cosa segura embestir en tierra, como a muchos de nosotros les parecía, diciendo que diésemos en ella, aunque fuese en unas peñas y lejos de poblado, porque así aseguraríamos el temor que de razón se debía tener que por allí anduviesen bajeles de cosarios de Tetuán, los cuales anochecen en Berbería y amanecen en las costas de España, y hacen de ordinario presa, y se vuelven a dormir a sus casas. Pero, de los contrarios pareceres, el que se tomó fue que nos llegásemos poco a poco, y que si el sosiego del mar lo concediese, desembarcásemos donde pudiésemos. Seria, pouco mais ou menos, meio-dia, quando nos meteram na barca, dando-nos dois barris de água e algum biscoito; e o capitão, movido por estranha compaixão, deu a Zoraida, no ato do desembarque, uns quarenta escudos de ouro, e não consentiu que os soldados lhe tirassem estes vestidos que ela agora traz. Entramos no baixel, demos-lhe graças pela bondade com que afinal nos trataram, mostrando-nos mais agradecidos do que queixosos: fizeram-se eles ao largo, seguindo a derrota do estreito, e nós não tendo por norte senão a terra que tínhamos adiante dos olhos, com tanta pressa vogamos, que ao pôr do sol estávamos tão perto que, segundo nos pareceu, podíamos chegar a ela antes de ser muito de noite; mas, como não houvesse luar e o céu estivesse escuro, e ignorando nós em que paragem nos achávamos, não nos pareceu coisa segura meter a proa à terra, como queriam muitos dos nossos, os quais disseram em abono do seu parecer que atracássemos, mesmo que fosse a umas rochas e longe do povoado, assim nos livraríamos do temor que com bons fundamentos devíamos ter de que por ali andassem baixéis de corsários de Tetuã, que costumavam anoitecer em Barbaria e amanhecer nas costas de Espanha, onde de ordinário fazem presa e vão dormir a suas casas; mas dos muitos pareceres que houve, aquele que se aproveitou foi o de que nos fôssemos pouco a pouco aproximando e que desembarcássemos aonde pudéssemos melhor fazê-lo e o sossego do mar o permitisse.
»Hízose así, y poco antes de la media noche sería cuando llegamos al pie de una disformísima y alta montaña , no tan junto al mar que no concediese un poco de espacio para poder desembarcar cómodamente. Embestimos en la arena, salimos a tierra, besamos el suelo, y, con lágrimas de muy alegrísimo contento , dimos todos gracias a Dios, Señor Nuestro, por el bien tan incomparable que nos había hecho . Sacamos de la barca los bastimentos que tenía, tirámosla en tierra, y subímonos un grandísimo trecho en la montaña, porque aún allí estábamos, y aún no podíamos asegurar el pecho, ni acabábamos de creer que era tierra de cristianos la que ya nos sostenía. Amaneció más tarde, a mi parecer, de lo que quisiéramos . Acabamos de subir toda la montaña, por ver si desde allí algún poblado se descubría, o algunas cabañas de pastores; pero, aunque más tendimos la vista, ni poblado, ni persona, ni senda, ni camino descubrimos. Con todo esto, determinamos de entrarnos la tierra adentro , pues no podría ser menos sino que presto descubriésemos quien nos diese noticia della. Pero lo que a mí más me fatigaba era el ver ir a pie a Zoraida por aquellas asperezas, que, puesto que alguna vez la puse sobre mis hombros, más le cansaba a ella mi cansancio que la reposaba su reposo; y así, nunca más quiso que yo aquel trabajo tomase; y, con mucha paciencia y muestras de ale gría, llevándola yo siempre de la mano, poco menos de un cuarto de legua debíamos de haber andado, cuando llegó a nuestros oídos el son de una pequeña esquila, señal clara que por allí cerca había ganado; y, mirando todos con atención si alguno se parecía, vimos al pie de un alcornoque un pastor mozo, que con grande reposo y descuido estaba labrando un palo con un cuchillo. Dimos voces, y él, alzando la cabeza, se puso ligeramente en pie, y, a lo que después supimos, los primeros que a la vista se le ofrecieron fueron el renegado y Zoraida, y, como él los vio en hábito de moros, pensó que todos los de la Berbería estaban sobre él; y, metiéndose con estraña ligereza por el bosque adelante, comenzó a dar los mayores gritos del mundo diciendo ′′¡Moros, moros hay en la tierra! ¡Moros, moros! ¡Arma, arma!′. Assim se fez, e ainda não seria meia-noite quando chegamos ao pé duma muito disforme e alta montanha; mas não tão encravada no mar que nos negasse um pouco de espaço para comodamente fazermos o desembarque. Encalhamos na areia, saímos todos para terra e beijamo-la, e derramando lágrimas de contentamento todos demos graças a Deus Nosso Senhor pelos benefícios incomparáveis que nos dispensou durante a viagem: tiramos da barca os abastecimentos que nela vinham, puxamo-la para terra, subimos um grande estirão da montanha, pois que nem mesmo chegando ali tínhamos o coração tranqüilo ou podíamos crer que estávamos em terra de cristãos. Amanheceu mais tarde do que queríamos, e subimos toda a montanha, a fim de vermos se dali descobríamos algum povoado ou cabanas de pastores; mas, por mais que alongássemos a vista, nem povoado, nem pessoa, nem caminho ou atalho descobrimos. Não obstante isto, resolvemos entrar pela terra dentro, pois pelo menos podíamos encontrar quem dela nos desse notícia; mas no meio de tudo o que mais me afligia era ver ir Zoraida a pé por aquelas asperezas, porquanto, ainda que algumas vezes a levei aos ombros, mais a cansava a ela o meu cansaço do que a descansava o descanso que eu lhe queria dar, e por este motivo nunca mais ela quis que eu tivesse esse trabalho; e com muita paciência e mostras de alegria, levando-a eu sempre pela mão, ainda não teríamos andado um quarto de légua, e eis que ouvimos o som duma pequena campainha, que foi para nós sinal claro de que por ali perto andava gado, e olhando todos com atenção se aparecia alguém, ao pé dum sobreiro vimos um pastor, ainda rapaz, que com muito descanso e descuido estava fazendo gravuras num pau com uma navalha. Gritamos-lhe, e ele, levantando a cabeça, pôs-se ligeiramente de pé, e, pelo que depois soubemos, os primeiros que lhe apareceram foram o renegado e Zoraida, e, como os visse vestidos de mouros, pensou que todos os da Barbaria iam sobre ele, e correndo velozmente pelo bosque dentro, começou a dar os maiores gritos do mundo, dizendo: — Mouros, mouros em terra; mouros, às armas, às armas!
»Con estas voces quedamos todos confusos, y no sabíamos qué hacernos; pero, considerando que las voces del pastor habían de alborotar la tierra, y que la caballería de la costa había de venir luego a ver lo que era, acordamos que el renegado se desnudase las ropas del turco y se vistiese un gilecuelco o casaca de cautivo que uno de nosotros le dio luego, aunque se quedó en camisa; y así, encomendándonos a Dios, fuimos por el mismo camino que vimos que el pastor llevaba, esperando siempre cuándo había de dar sobre nosotros la caballería de la costa. Y no nos engañó nuestro pensamiento, porque, aún no habrían pasado dos horas cuando, habiendo ya salido de aquellas malezas a un llano, descubrimos hasta cincuenta caballeros , que con gran ligereza, corriendo a media rienda, a nosotros se venían, y así como los vimos, nos estuvimos quedos aguardándolos; pero, como ellos llegaron y vieron, en lugar de los moros que buscaban, tanto pobre cristiano, quedaron confusos, y uno dellos nos preguntó si éramos nosotros acaso la ocasión por que un pastor había apellidado al arma. ′′Sí′′, dije yo; y, queriendo comenzar a decirle mi suceso, y de dónde veníamos y quién éramos, uno de los cristianos que con nosotros venían conoció al jinete que nos había hecho la pregunta, y dijo, sin dejarme a mí decir más palabra ′′¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido!, porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga, si ya los años de mi cautiverio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que nos preguntáis quién somos, sois Pedro de Bustamante, tío mío′′. Apenas hubo dicho esto el cristiano cautivo, cuando el jinete se arrojó del caballo y vino a abrazar al mozo, diciéndole ′′Sobrino de mi alma y de mi vida, ya te conozco, y ya te he llorado por muerto yo, y mi hermana, tu madre, y todos los tuyos, que aún viven; y Dios ha sido servido de darles vida para que gocen el placer de verte ya sabíamos que estabas en Argel, y por las señales y muestras de tus vestidos, y la de todos los desta compañía, comprehendo que habéis tenido milagrosa libertad′′. ′′Así es -respondió el mozo-, y tiempo nos quedará para contároslo todo′′. Ficamos todos em confusão com estes gritos, e não atinávamos com o que devíamos fazer; mas, considerando que os gritos do pastor com certeza alvoroçariam a terra e que viria logo a cavalaria da costa para ver o que era, resolvemos que o renegado despisse as roupas de turco e vestisse um jaleco ou casaco de cativo que um de nós lhe deu logo, ficando em camisa; e em seguida encomendando-nos a Deus, fomos pelo mesmo caminho por onde vimos ir o pastor, esperando a cada momento que viesse sobre nós a cavalaria da costa; e com efeito não nos enganou o pensamento, porque, ainda não seriam passadas duas horas, quando, tendo nós já saído daquelas matas para um plaino, descobrimos uns cinqüenta cavaleiros, que, correndo a toda a brida, vinham direitos a nós; e logo que os avistamos, paramos à espera deles; mas, quando chegaram e viram em lugar dos mouros tão pobres cristãos, ficaram confusos, e um deles perguntou-nos se tínhamos sido nós a causa de ter um pastor gritado às armas. Respondi-lhe que sim; e indo a contar-lhe o que nos tinha sucedido, donde vínhamos, e quem nós éramos, um dos cristãos que vinham conosco conheceu o cavaleiro que nos tinha feito a pergunta, e disse, sem me deixar proferir mais uma palavra: — Graças sejam dadas a Deus, senhores, por nos haver conduzido para tão boa terra, porque, se me não engano, aquela que pisamos é a de Velez Málaga: se os anos do cativeiro não me tiraram a memória, vós, senhor, que nos perguntais quem somos, sois Pedro de Bustamante, meu tio. Apenas o cristão cativo tinha dito isto, o cavaleiro apeou-se logo, e correu a abraçá-lo, dizendo-lhe: — Sobrinho da minha alma, e da minha vida, já te conheço e já te choramos por morto, eu e minha irmã, tua mãe e todos os teus que ainda vivem, porque Deus lhes conservou a vida para que tivessem a consolação de tornarem a ver-te; já sabíamos que estavas em Argel, e pelo estado e qualidade dos vestidos que tu e os teus companheiros trazeis, compreendo que foi milagrosa a vossa redenção. — É verdade — respondeu o moço — e tempo teremos de vos contar tudo.
»Luego que los jinetes entendieron que éramos cristianos cautivos, se apearon de sus caballos, y cada uno nos convidaba con el suyo para llevarnos a la ciudad de Vélez Málaga, que legua y media de allí estaba . Algunos dellos volvieron a llevar la barca a la ciudad, diciéndoles dónde la habíamos dejado; otros nos subieron a las ancas, y Zoraida fue en las del caballo del tío del cristiano. Saliónos a recebir todo el pueblo, que ya de alguno que se había adelantado sabían la nueva de nuestra venida. No se admiraban de ver cautivos libres, ni moros cautivos, porque toda la gente de aquella costa está hecha a ver a los unos y a los otros; pero admirábanse de la hermosura de Zoraida, la cual en aquel instante y sazón estaba en su punto, ansí con el cansancio del camino como con la alegría de verse ya en tierra de cristianos, sin sobresalto de perderse; y esto le había sacado al rostro tales colores que, si no es que la afición entonces me engañaba, osaré decir que más hermosa criatura no había en el mundo; a lo menos, que yo la hubiese visto. E, logo que os cavaleiros viram que éramos cristãos que vínhamos do cativeiro, apearam-se dos seus cavalos e cada um nos ofereceu o seu para nos levarem à cidade de Velez Málaga, que estava dali a légua e meia. Foram alguns deles levar-nos o barco à cidade para o que lhes dissemos onde o tínhamos deixado; outros puseram-nos nas ancas dos seus cavalos, indo Zoraida nas do cavalo do tio do cristão. Acudiu a receber-nos todo o povo, que por via de alguém que se tinha adiantado já sabia da nossa chegada. Aquela gente não se admirava de ver cativos em liberdade, nem mouros cativos, porque todos os daquela costa estão costumados a ver tanto uns como outros; do que se admirava era da formosura de Zoraida, a qual naquela ocasião estava tanto mais encantadora, quanto o cansaço da jornada e a alegria de se ver já em terra de cristãos, sem receio de perder-se, lhe tinha feito subir ao rosto tais cores que, se não me enganava a afeição, poderia dizer que não havia mulher mais formosa em todo o mundo, pelo menos que por mim tivesse sido vista.
»Fuimos derechos a la iglesia, a dar gracias a Dios por la merced recebida; y, así como en ella entró Zoraida, dijo que allí había rostros que se parecían a los de Lela Marién. Dijímosle que eran imágines suyas, y como mejor se pudo le dio el renegado a entender lo que significaban, para que ella las adorase como si verdaderamente fueran cada una dellas la misma Lela Marién que la había hablado. Ella, que tiene buen entendimiento y un natural fácil y claro , entendió luego cuanto acerca de las imágenes se le dijo. Desde allí nos llevaron y repartieron a todos en diferentes casas del pueblo; pero al renegado, Zoraida y a mí nos llevó el cristiano que vino con nosotros, y en casa de sus padres, que medianamente eran acomodados de los bienes de fortuna, y nos regalaron con tanto amor como a su mismo hijo. Fomos direitos à igreja dar graças a Deus pela mercê recebida, e logo Zoraida que entrou dentro dela, disse que havia ali rostos que se pareciam com os de Lella Maryem. Dissemos-lhe que eram efetivamente imagens suas, e, como melhor pôde, explicou o renegado o que significavam, para que as adorasse como se verdadeiramente cada uma delas fosse a própria Lella Maryem que lhe havia falado. Ela, que tem entendimento esclarecido, e que é dum natural fácil e penetrante, compreendeu logo quanto se lhe disse acerca das imagens. Levaram-nos dali e alojaram-nos a todos em diferentes casas do povo; mas ao renegado, a Zoraida e a mim levou-nos o cristão, que tinha vindo conosco, para casa de seus pais, que possuíam medianos bens de fortuna, e trataram-nos com tanto amor como ao seu próprio filho.
»Seis días estuvimos en Vélez, al cabo de los cuales el renegado, hecha su información de cuanto le convenía, se fue a la ciudad de Granada, a reducirse por medio de la Santa Inquisición al gremio santísimo de la Iglesia; los demás cristianos libertados se fueron cada uno donde mejor le pareció; solos quedamos Zoraida y yo, con solos los escudos que la cortesía del francés le dio a Zoraida, de los cuales compré este animal en que ella viene; y, sirviéndola yo hasta agora de padre y escudero, y no de esposo, vamos con intención de ver si mi padre es vivo, o si alguno de mis hermanos ha tenido más próspera ventura que la mía, puesto que, por haberme hecho el cielo compañero de Zoraida, me parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que más la estimara. La paciencia con que Zoraida lleva las incomodidades que la pobreza trae consigo, y el deseo que muestra tener de verse ya cristiana es tanto y tal, que me admira y me mueve a servirla todo el tiempo de mi vida, puesto que el gusto que tengo de verme suyo y de que ella sea mía me lo turba y deshace no saber si hallaré en mi tierra algún rincón donde recogella, y si habrán hecho el tiempo y la muerte tal mudanza en la hacienda y vida de mi padre y hermanos que apenas halle quien me conozca, si ellos faltan.» No tengo más, señores, que deciros de mi historia; la cual, si es agradable y peregri na, júzguenlo vuestros buenos entendimientos; que de mí sé decir que quisiera habérosla contado más brevemente, puesto que el temor de enfadaros más de cuatro circustancias me ha quitado de la lengua . Estivemos seis dias em Velez, ao cabo dos quais o renegado, informando-se do que lhe convinha, foi à cidade de Granada para por via da Santa Inquisição voltar ao grêmio da Santíssima Igreja; os outros cristãos libertados foram cada um para onde melhor lhe pareceu: unicamente ficamos eu e Zoraida com os escudos que por cortesia lhe tinha dado o francês, com parte dos quais comprei este animal em que ela vem; e servindo-lhe eu até agora de pai e de escudeiro, e não de esposo, vamos com intenção de ver se meu pai é vivo, ou se algum de meus irmãos teve sorte melhor do que a minha, posto que, por o céu me ter dado Zoraida por companhia, me parece que nenhuma outra sorte pudera caber-me que eu estimasse mais, por muito boa que ela fosse. A paciência com que Zoraida sofre os incômodos que consigo traz a pobreza, e o desejo que mostra de ser cristã são tais e de tal ordem que me causam admiração e me movem a servi-la por toda a vida, pois me perturba o gosto que tenho de ver-me seu e de que ela seja minha, o não saber eu se encontrarei na minha terra algum cantinho onde a recolha, e se o tempo e a morte terão feito tal mudança nos teres e vida de meu pai e de meus irmãos, que apenas encontre quem me conheça, se eles já não existem. Não tenho mais que contar-vos, meus senhores, da minha história, e se ela é agradável e peregrina, julguem-no os vossos bons entendimentos, que por mim só sei dizer que quisera ter-vo-la contado com mais brevidade, posto que o receio de enfadar-vos me fez omitir várias circunstâncias.






I. Capítulo XLII. Que trata de lo que más sucedió en la venta> y de otras muchas cosas dignas de saberse.

Capítulo XLII — Em que se trata do mais que sucedeu na estalagem, e de outras coisas dignas de serem conhecidas.

Calló, en diciendo esto, el cautivo, a quien don Fernando dijo. Deste modo acabou o cativo a sua história, e disse-lhe então D. Fernando:
-Por cierto, señor capitán, el modo con que habéis contado este estraño suceso ha sido tal, que iguala a la novedad y estrañeza del mesmo caso. Todo es peregrino y raro, y lleno de accidentes que maravillan y suspenden a quien los oye; y es de tal manera el gusto que hemos recebido en escuchalle, que, aunque nos hallara el día de mañana entretenidos en el mesmo cuento, holgáramos que de nuevo se comenzara. — Na verdade, senhor capitão, que a forma por que contastes este estranho sucesso igualou a novidade e estranheza do mesmo caso: tudo é peregrino e raro, e cheio de acidentes que maravilham e surpreendem a quem os ouve: e tão grande foi o gosto que tivemos em escutá-lo, que, ainda que o dia de amanhã nos achasse entretidos com o mesmo conto, folgáramos de o ouvir de novo.
Y, en diciendo esto, don Fernando y todos los demás se le ofrecieron, con todo lo a ellos posible para servirle, con palabras y razones tan amorosas y tan verdaderas que el capitán se tuvo por bien satisfecho de sus voluntades. Especialmente, le ofreció don Fernando que si quería volverse con él, que él haría que el marqués, su hermano, fuese padrino del bautismo de Zoraida, y que él, por su parte, le acomodaría de manera que pudiese entrar en su tierra con el autoridad y cómodo que a su persona se debía. Todo lo agradeció cortesísimamente el cautivo, pero no quiso acetar ninguno de sus liberales ofrecimientos. E, dizendo isto, D. Fernando e todos quantos ali se achavam se ofereceram para servi-lo em tudo que lhes fosse possível, com palavras e razões tão amorosas e tão verdadeiras, que o capitão ficou muito satisfeito com tais provas de bondade: fez-lhe D. Fernando especial oferecimento, dizendo-lhe que, se o capitão quisesse ir com ele, conseguiria que o marquês seu irmão fosse padrinho de batismo de Zoraida, e que, pela sua parte, disporia as coisas de modo que o capitão pudesse entrar na sua terra com os cômodos devidos à sua autoridade e pessoa. Tudo o capitão agradeceu muito cortesmente, mas não quis aceitar nenhum destes liberais oferecimentos.
En esto, llegaba ya la noche , y, al cerrar della, llegó a la venta un coche, con algunos hombres de a caballo. Pidieron posada; a quien la ventera respondió que no había en toda la venta un palmo desocupado. Já se aproximava a noite, e ao fechar-se de todo chegou à venda um coche acompanhado de alguns homens a cavalo. Pedindo pousada, respondeu-lhes a locandeira que não havia na taverna um só palmo que estivesse desocupado.
-Pues, aunque eso sea -dijo uno de los de a caballo que habían entrado-, no ha de faltar para el señor oidor que aquí viene. — Ainda que assim seja — disse um dos que vinham a cavalo e que tinha entrado na venda — não há-de faltar para o senhor ouvidor, que aqui vem.
A este nombre se turbó la güéspeda, y dijo. Ouvindo este nome, a vendeira ficou perturbada, e disse:
-Señor, lo que en ello hay es que no tengo camas si es que su merced del señor oidor la trae, que sí debe de traer, entre en buen hora, que yo y mi marido nos saldremos de nuestro aposento por acomodar a su merced. — Senhor, o pior é que não tenho camas; se o senhor ouvidor as traz, como é natural que traga, entre em boa hora, que eu e meu homem cederemos o nosso aposento para acomodar Sua Mercê.
-Sea en buen hora -dijo el escudero. — Em boa hora seja — disse o escudeiro.
Pero, a este tiempo, ya había salido del coche un hombre, que en el traje mostró luego el oficio y cargo que tenía, porque la ropa luenga, con las mangas arrocadas, que vestía, mostraron ser oidor, como su criado había dicho. Traía de la mano a una doncella, al parecer de hasta diez y seis años, vestida de camino, tan bizarra, tan hermosa y tan gallarda que a todos puso en admiración su vista; de suerte que, a no haber visto a Dorotea y a Luscinda y Zoraida, que en la venta estaban, creyeran que otra tal hermosura como la desta doncella difícilmente pudiera hallarse. Hallóse don Quijote al entrar del oidor y de la doncella, y, así como le vio, dijo. A este tempo, porém, já havia saído do coche um homem que pelo traje mostrou logo o ofício e cargo que exercia, porque o seu vestido talar com mangas de pregas indicava ser efetivamente ouvidor, como tinha dito o criado. Trazia pela mão uma donzela, ao parecer de dezesseis anos, com vestido de jornada, e tão bizarra, galharda e formosa, que, ao verem-na, todos ficaram admirados, de sorte que, a não terem visto a Dorotéia, Lucinda e Zoraida, que estavam na venda, ficariam a crer que difícil seria encontrar outra formosura como a desta donzela. D. Quixote achava-se presente quando entraram o ouvidor e a jovem, e disse-lhe apenas o viu:
-Seguramente puede vuestra merced entrar y espaciarse en este castillo, que, aunque es estrecho y mal acomodado, no hay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no dé lugar a las armas y a las letras, y más si las armas y letras traen por guía y adalid a la fermosura, como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos , y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida. Entre vuestra merced, digo, en este paraíso, que aquí hallará estrellas y soles que acompañen el cielo que vuestra merced trae consigo; aquí hallará las armas en su punto y la hermosura en su estremo. — Pode Vossa Mercê entrar com segurança e passear por este castelo, pois que ainda que seja estreito e de poucos cômodos, nunca há estreiteza e falta deles no mundo que não dê lugar às armas e às letras, mormente se as armas e as letras trazem por guia e escudo a formosura, como a trazem as letras de Vossa Mercê na pessoa desta formosa donzela, diante da qual, para que passe, não só devem abrir-se e patentear-se todos os castelos, mas também devem desviar-se as rochas, e as montanhas dividir-se e abaixar-se. Entre Vossa Mercê neste paraíso, que achará aqui estrelas e sóis para acompanharem o céu que Vossa Mercê traz consigo: aqui achará igualmente bem representadas as armas e a peregrina formosura.
Admirado quedó el oidor del razonamiento de don Quijote, a quien se puso a mirar muy de propósito, y no menos le admiraba su talle que sus palabras; y, sin hallar ningunas con que respondelle, se tornó a admirar de nuevo cuando vio delante de sí a Luscinda, Dorotea y a Zoraida, que, a las nuevas de los nuevos güéspedes y a las que la ventera les había dado de la hermosura de la doncella, habían venido a verla y a recebirla. Pero don Fernando, Cardenio y el cura le hicieron más llanos y más cortesanos ofrecimientos. En efecto, el señor oidor entró confuso, así de lo que veía como de lo que escuchaba, y las hermosas de la venta dieron la bienllegada a la hermosa doncella. O ouvidor ficou admirado da alocução de D. Quixote e pôs-se a olhar para ele com toda a atenção, não lhe causando menor admiração a sua figura do que as suas palavras, e sem lhe dar nenhumas em resposta, ficou novamente surpreso quando viu diante de si Lucinda, Dorotéia e Zoraida, as quais, tendo notícia dos novos hóspedes, e encarecendo-lhes a vendeira a formosura da donzela, tinham saído ao seu encontro para a verem e receberem; mas D. Fernando, Cardênio e o cura já lhe estavam fazendo os mais sinceros e corteses oferecimentos. Com efeito, o senhor ouvidor entrou confuso, tanto do que via como do que ouvia, e as formosas damas, que estavam na venda, deram as boas-vindas à donzela.
En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba; pero el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba; y, habiendo pasado entre todos corteses ofrecimientos y tanteado la comodidad de la venta , se ordenó lo que antes estaba ordenado que todas las mujeres se entrasen en el camaranchón ya referido, y que los hombres se quedasen fuera, como en su guarda. Y así, fue contento el oidor que su hija, que era la doncella, se fuese con aquellas señoras, lo que ella hizo de muy buena gana. Y con parte de la estrecha cama del ventero, y con la mitad de la que el oidor traía, se acomodaron aquella noche mejor de lo que pensaban. Finalmente, viu bem o ouvidor que toda a gente que ali estava era distinta; mas dava-lhe que entender a figura, parecer e postura de D. Quixote, e tendo feito uns aos outros corteses oferecimentos e examinado as comodidades da casa, determinou-se o que já estava resolvido, que todas as mulheres se acomodassem no caramanchão já referido e que os homens ficassem de fora como em sua guarda: e foi muito do contento do ouvidor que sua filha (pois era filha dele, a donzela) fosse com aquelas senhoras, o que ela fez de muito boa vontade; e com parte da estreita cama do vendeiro e com metade da que o ouvidor trazia se acomodaram naquela noite melhor do que esperavam.
El cautivo, que, desde el punto que vio al oidor , le dio saltos el corazón y barruntos de que aquél era su hermano, preguntó a uno de los criados que con él venían que cómo se llamaba y si sabía de qué tierra era. El criado le respondió que se llamaba el licenciado Juan Pérez de Viedma, y que había oído decir que era de un lugar de las montañas de León. Con esta relación y con lo que él había visto se acabó de confirmar de que aquél era su hermano, que había seguido las letras por consejo de su padre; y, alborotado y contento , llamando aparte a don Fernando, a Cardenio y al cura, les contó lo que pasaba, certificándoles que aquel oidor era su hermano. Habíale dicho también el criado como iba proveído por oidor a las Indias, en la Audiencia de Méjico. Supo también como aquella doncella era su hija, de cuyo parto había muerto su madre, y que él había quedado muy rico con el dote que con la hija se le quedó en casa. Pidióles consejo qué modo tendría para descubrirse, o para conocer primero si, después de descubierto, su hermano, por verle pobre, se afrentaba o le recebía con buenas entrañas. O cativo, que, desde que deu com os olhos no ouvidor, sentiu dizer-lhe o coração que aquele era seu irmão, perguntou a um dos criados que tinham vindo com ele como era que se chamava, e se sabia de que terra ele era. O criado respondeu-lhe que se chamava João Perez de Viedma e que tinha ouvido dizer que era de um lugar das montanhas de Leon. Com esta relação e com o que ele tinha visto mais se inteirou de que era aquele o seu irmão, que por conselho do pai havia seguido as letras; e alvoroçado e contente, chamando à parte D. Fernando, Cardênio e o cura, contou-lhes o que se passava, certificando-os de que aquele ouvidor era seu irmão. Também lhe tinha dito o criado que ele ia para as Índias como ouvidor nas audiências do México: igualmente soube que aquela donzela era sua filha, cuja mãe tinha morrido de parto, e que tinha enriquecido muito com o dote que com a filha lhe ficou em casa. Em vista de todas estas coisas, consultou-os sobre a maneira de se descobrir ao irmão ou de saber primeiro se, dando-se-lhe a conhecer, o irmão se agastaria por vê-lo pobre, ou se pelo contrário o receberia com agrado.
-Déjeseme a mí el hacer esa experiencia -dijo el cura-; cuanto más, que no hay pensar sino que vos, señor capitán, seréis muy bien recebido; porque el valor y prudencia que en su buen parecer descubre vuestro hermano no da indicios de ser arrogante ni desconocido, ni que no ha de saber poner los casos de la fortuna en su punto. — Deixe-me a mim fazer essa experiência — disse o cura — posto que, senhor capitão, não pode haver dúvida de que sereis bem recebido, porque o valor e prudência, que vosso irmão mostra no seu bom parecer, não dão indícios de ser arrogante e indiferente às desgraças da fortuna, as quais decerto há-de saber avaliar.
-Con todo eso -dijo el capitán- yo querría, no de improviso, sino por rodeos, dármele a conocer . — Apesar de tudo isso — disse o capitão — eu não queria dar-me a conhecer de improviso, mas por meio de alguns rodeios.
-Ya os digo -respondió el cura- que yo lo trazaré de modo que todos quedemos satisfechos. — Já vos disse — respondeu o cura — que eu me haverei de modo que fiquemos todos satisfeitos.
Ya, en esto, estaba aderezada la cena , y todos se sentaron a la mesa, eceto el cautivo y las señoras, que cenaron de por sí en su aposento. En la mitad de la cena dijo el cura. Estando já preparada a ceia, todos se assentaram à mesa, exceto o cativo e as senhoras, as quais tinham ido cear no seu aposento; quando a ceia ia em meio, disse o cura:
-Del mesmo nombre de vuestra merced, señor oidor, tuve yo una camarada en Costantinopla, donde estuve cautivo algunos años; la cual camarada era uno de los valientes soldados y capitanes que había en toda la infantería española, pero tanto cuanto tenía de esforzado y valeroso lo tenía de desdichado. — Do mesmo nome de Vossa Mercê, senhor ouvidor, tive um camarada em Constantinopla, onde alguns anos estive cativo, o qual era um dos mais valentes soldados e capitães que havia em toda a infantaria espanhola; mas tinha tanto de esforçado e valoroso como de desgraçado.
-Y ¿cómo se llamaba ese capitán, señor mío? -preguntó el oidor. — E como se chamava esse capitão, meu senhor? — perguntou o ouvidor.
-Llamábase -respondió el cura- Ruy Pérez de Viedma, y era natural de un lugar de las montañas de León, el cual me contó un caso que a su padre con sus hermanos le había sucedido, que, a no contármelo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego . Porque me dijo que su padre había dividido su hacienda entre tres hijos que tenía, y les había dado ciertos consejos, mejores que los de Catón. Y sé yo decir que el que él escogió de venir a la guerra le había sucedido tan bien que en pocos años, por su valor y esfuerzo, sin otro brazo que el de su mucha virtud, subió a ser capitán de infantería, y a verse en camino y predicamento de ser presto maestre de campo . Pero fuele la fortuna contraria, pues donde la pudiera esperar y tener buena, allí la perdió, con perder la libertad en la felicísima jornada donde tantos la cobraron, que fue en la ba talla de Lepanto. Yo la perdí en la Goleta, y después, por diferentes sucesos, nos hallamos camaradas en Costantinopla. Desde allí vino a Argel, donde sé que le sucedió uno de los más estraños casos que en el mundo han sucedido. — Chamava-se — respondeu o cura — Rui Perez de Viedma, era natural de um lugar das montanhas de Leon, e contou-me um caso que se deu entre o pai e os irmãos dele, caso esse que, se não me fosse narrado por um homem verdadeiro como ele era, eu o tomaria por uma daquelas histórias que no inverno os velhos costumam contar estando à lareira, pois me disse que o pai havia repartido os seus bens entre os três filhos que tinha, e lhes dera certos conselhos melhores que os de Catão, e o certo é que o meu camarada foi tão bem sucedido no serviço das armas, por ele escolhido, que em poucos anos, pelo seu valor e esforço, chegou ao posto de capitão de infantaria, e esteve no caminho e predicamento de ser mestre de campo; foi-lhe, porém, afinal, adversa a fortuna, porque onde a esperava e a podia encontrar boa, ele a perdeu, perdendo a liberdade, na felicíssima jornada em que tantos a alcançaram, que foi na batalha de Lepanto: eu perdi-a na Goleta, e depois, por diversos sucessos, nos achamos camaradas em Constantinopla. Daí veio para Argel, onde sei que lhe sucedeu um dos mais estranhos casos que têm sucedido no mundo.
De aquí fue prosiguiendo el cura, y, con brevedad sucinta , contó lo que con Zoraida a su hermano había sucedido; a todo lo cual estaba tan atento el oidor, que ninguna vez había sido tan oidor como entonces. Sólo llegó el cura al punto de cuando los franceses despojaron a los cristianos que en la barca venían, y la pobreza y necesidad en que su camarada y la hermosa mora habían quedado; de los cuales no había sabido en qué habían parado , ni si habían llegado a España, o llevádolos los franceses a Francia. E daqui foi o cura continuando até sucintamente contar o que sucedera entre Zoraida e o cativo. A tudo isto prestava tanta atenção o ouvidor, que nunca na sua vida havia sido tão ouvidor como então. Só chegou o cura até o lance em que os franceses despojaram os cristãos que vinham na barca, e à necessidade e pobreza a que o seu camarada e a formosa moura ficaram reduzidos, acrescentando que não sabia o que fora feito deles, se haviam chegado a Espanha ou se os franceses os tinham levado para França.
Todo lo que el cura decía estaba escuchando, algo de allí desviado, el capitán, y notaba todos los movimientos que su hermano hacía; el cual, viendo que ya el cura había llegado al fin de su cuento, dando un grande suspiro y llenándosele los ojos de agua, dijo. O capitão, um pouco desviado, estava escutando quanto dizia o cura e observava os movimentos do irmão, e este, vendo que o cura havia chegado ao fim do conto, disse, dando um grande suspiro e enchendo-se-lhe os olhos de lágrimas:
-¡Oh, señor, si supiésedes las nuevas que me habéis contado, y cómo me tocan tan en parte que me es forzoso dar muestras dello con estas lágrimas que, contra toda mi discreción y recato, me salen por los ojos! Ese capitán tan valeroso que decís es mi mayor hermano, el cual, como más fuerte y de más altos pensamientos que yo ni otro hermano menor mío, escogió el honroso y digno ejercicio de la guerra, que fue uno de los tres caminos que nuestro padre nos propuso, según os dijo vuestra camarada en la conseja que, a vuestro parecer, le oístes. Yo seguí el de las letras, en las cuales Dios y mi diligencia me han pues to en el grado que me veis. Mi menor hermano está en el Pirú , tan rico que con lo que ha enviado a mi padre y a mí ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural; y yo, ansimesmo, he podido con más decencia y autoridad tratarme en mis estudios y llegar al puesto en que me veo. Vive aún mi padre, muriendo con el deseo de saber de su hijo mayor, y pide a Dios con continuas oraciones no cierre la muerte sus ojos hasta que él vea con vida a los de su hijo; del cual me maravillo, siendo tan discreto, cómo en tantos trabajos y afliciones, o prósperos sucesos, se haya descuidado de dar noticia de sí a su padre; que si él lo supiera, o alguno de nosotros, no tuviera necesidad de aguardar al milagro de la caña para alcanzar su rescate. Pero de lo que yo agora me temo es de pensar si aquellos franceses le habrán dado libertad, o le habrán muerto por encubrir su hurto. Esto todo será que yo prosiga mi viaje , no con aquel contento con que le comencé, sino con toda melancolía y tristeza. ¡Oh buen hermano mío, y quién supiera agora dónde estabas; que yo te fuera a buscar y a librar de tus trabajos, aunque fuera a costa de los míos! ¡Oh, quién llevara nuevas a nuestro viejo padre de que tenías vida, aunque estuvieras en las mazmorras más escondidas de Berbería; que de allí te sacaran sus riquezas, las de mi hermano y las mías! ¡Oh Zoraida hermosa y liberal, quién pudiera pagar el bien que a un hermano hiciste!; ¡quién pudiera hallarse al renacer de tu alma, y a las bodas, que tanto gusto a todos nos dieran. — Ah, senhor, as novidades que me dais tocam-me tanto, que não posso deixar de mostrá-lo com estas lágrimas que contra toda a minha discrição e esforço me rebentam dos olhos! Esse tão valoroso capitão, em que me falais, é o meu irmão mais velho, o qual, como mais forte, e de mais altos pensamentos do que eu e o outro meu irmão mais novo, escolheu o honroso e digno exercício das armas, que foi este um dos três caminhos que nosso pai nos propôs, como vos disse o vosso camarada, na história que a nosso respeito lhe ouvistes. Eu segui o das letras, pelas quais subi, com a ajuda de Deus, e dos meus esforços, à alta posição em que me vedes. Meu irmão mais novo está no Peru, tão rico, que com o que tem mandado a meu pai e a mim tem satisfeito a parte que levou consigo, e ainda tem posto nas mãos de meu pai meios com que possa fartar a sua natural liberalidade, e eu pude, com a ajuda dele, tratar dos meus estudos com mais decência e autoridade e chegar à posição em que me vejo. Meu pai ainda vive, porém matam-no os desejos de saber notícias de seu filho primogênito, e pede a Deus, em contínuas orações, que a morte não lhe feche os olhos antes que veja com vida os de seu filho, da discrição do qual me parece estranho que entre tantos trabalhos e aflições ou prósperos sucessos se tenha descuidado de dar notícias de si a seu pai, pois que se ele ou algum de nós as tivéssemos, não teria meu irmão necessidade de esperar o milagre de cana para obter o seu resgate; mas o que me faz tremer agora é o pensar eu se aqueles franceses lhe terão dado a liberdade ou se o matariam, para encobrir o roubo que lhe fizeram. Tudo isto fará com que eu siga a minha viagem, não com o contentamento com que a comecei, mas com a maior melancolia e tristeza! Ó meu irmão, quem me dera saber onde agora estás, que eu te iria buscar e livrar de teus trabalhos, ainda que fosse à custa dos meus! Oh! quem levara a nosso velho pai a notícia de que ainda vives, mesmo quando estivesses nas mais recônditas masmorras da Barbaria, pois dali te arrancariam as suas riquezas, as do outro meu irmão, e as minhas! Ó Zoraida formosa e liberal, quem pudera pagar-te o bem que a meu irmão fizeste! Quem pudera assistir ao renascimento de tua alma e às tuas núpcias! que gosto elas nos fariam!
Estas y otras semejantes palabras decía el oidor, lleno de tanta compasión con las nuevas que de su hermano le habían dado, que todos los que le oían le acompañaban en dar muestras del sentimiento que tenían de su lástima . Estas e outras semelhantes palavras dizia o ouvidor, cheio de tanta compaixão com as notícias que lhe tinham dado de seu irmão, que quantos o escutavam davam sinais de o acompanharem na sua dor.
Viendo, pues, el cura que tan bien había salido con su intención y con lo que deseaba el capitán, no quiso tenerlos a todos más tiempo tristes, y así, se levantó de la mesa, y, entrando donde estaba Zoraida, la tomó por la mano, y tras ella se vinieron Luscinda, Dorotea y la hija del oidor. Estaba esperando el capitán a ver lo que el cura quería hacer, que fue que, tomándole a él asimesmo de la otra mano, con entrambos a dos se fue donde el oidor y los demás caballeros estaban, y dijo. E vendo o cura que tinha sido tão bem sucedido em seu intento, o que tanto desejava o capitão, não quis tê-los tristes por mais tempo, e, levantando-se da mesa, e entrando aonde estava Zoraida, tomou-a pela mão, e vieram após ela Lucinda, Dorotéia e a filha do ouvidor. Estava o capitão observando o que o cura queria fazer, mas este, tomando-o também pela mão, levou-os ambos para onde estava o ouvidor e os demais cavaleiros, e disse então:
-Cesen, señor oidor, vuestras lágrimas, y cólmese vuestro deseo de todo el bien que acertare a desearse, pues tenéis delante a vuestro buen hermano y a vuestra buena cuñada. Éste que aquí veis es el capitán Viedma, y ésta, la hermosa mora que tanto bien le hizo. Los franceses que os dije los pusieron en la estrecheza que veis, para que vos mostréis la liberalidad de vuestro buen pecho. — Cessem, senhor ouvidor, as vossas lágrimas, e satisfaça-se quanto possa desejar o vosso coração, pois tendes aqui vosso bom irmão e vossa boa cunhada: este que aqui vedes é o capitão Viedma, e esta é a formosa moura que tanto bem lhe fez: os franceses, em que vos falei, puseram-nos no triste estado em que os vedes para mostrardes a vossa generosa liberalidade.
Acudió el capitán a abrazar a su hermano, y él le puso ambas manos en los pechos por mirarle algo más apartado; mas, cuando le acabó de conocer, le abrazó tan estrechamente, derramando tan tiernas lágrimas de contento,que los más de los que presentes estaban le hubieron de acompañar en ellas. Las palabras que entrambos hermanos se dijeron, los sentimientos que mostraron, apenas creo que pueden pensarse, cuanto más escribirse. Allí, en breves razones, se dieron cuenta de sus sucesos; allí mostraron puesta en su punto la buena amistad de dos hermanos; allí abrazó el oidor a Zoraida; allí la ofreció su ha cienda; allí hizo que la abrazase su hija; allí la cristiana hermosa y la mora hermosísima renovaron las lágrimas de todos. Correu o capitão a abraçar seu irmão, e este pôs-lhe as mãos no peito para a mais distância o reconhecer melhor, e quando se convenceu de que era ele, tão estreitamente o abraçou, derramando copiosas lágrimas, que nelas o acompanharam todos os que ali se achavam. As palavras que se trocaram entre os dois irmãos, os sentimentos que eles mostravam, creio que mal se podem conceber, quanto mais descrevê-los. Ali contaram uns aos outros os seus sucessos, ali mostraram a verdadeira amizade de irmãos, ali o ouvidor abraçou Zoraida, ali lhe ofereceu os seus bens, ali a fez abraçar por sua filha, ali a formosa cristã e a moura formosíssima renovaram as lágrimas de todos.
Allí don Quijote estaba atento , sin hablar palabra, considerando estos tan estraños sucesos, atribuyéndolos todos a quimeras de la andante caballería. Allí concertaron que el capitán y Zoraida se volviesen con su hermano a Sevilla y avisasen a su padre de su hallazgo y libertad, para que, como pudiese, viniese a hallarse en las bodas y bautismo de Zoraida, por no le ser al oidor posible dejar el camino que llevaba, a causa de tener nuevas que de allí a un mes partía la flota de Sevilla a la Nueva España, y fuérale de grande incomodidad perder el viaje. Ali D. Quixote, sem proferir palavra, prestara a maior atenção a estes estranhos sucessos, os quais todos atribuía às quimeras da cavalaria andante. Ali combinaram que o capitão e Zoraida voltassem com seu irmão para Sevilha, e dessem parte ao pai da sua liberdade e chegada, para que do modo que lhe fosse possível, viesse assistir ao batismo e às bodas de Zoraida, por não poder o ouvidor interromper a sua jornada, por isso que tinha notícias que dali a um mês partia a frota de Sevilha para a Nova Espanha, e por lhe causar grande transtorno perder a viagem.
En resolución, todos quedaron contentos y alegres del buen suceso del cautivo; y, como ya la noche iba casi en las dos partes de su jornada , acordaron de recogerse y reposar lo que de ella les quedaba. Don Quijote se ofreció a hacer la guardia del castillo , porque de algún gigante o otro mal andante follón no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba. Agradeciéronselo los que le conocían, y dieron al oidor cuenta del humor estraño de don Quijote, de que no poco gusto recibió. Finalmente, todos ficaram contentes e alegres pelo bom sucesso do cativo; e, como já fosse muito mais de meia-noite, resolveram recolher-se e descansar durante o tempo que restava até amanhecer. D. Quixote ofereceu-se para fazer a guarda do castelo, a fim de que não fossem acometidos por algum gigante ou por outro qualquer cavaleiro andante, malvado e traidor, cobiçosos do grande tesouro de formosura que aquele castelo encerrava. Os que o conheciam agradeceram-lhe o oferecimento, e contaram ao ouvidor o gênio singular de D. Quixote, ao que o mesmo ouvidor achou muita pilhéria.
Sólo Sancho Panza se desesperaba con la tardanza del recogimiento, y sólo él se acomodó mejor que todos , echándose sobre los aparejos de su jumento, que le costaron tan caros como adelante se dirá. Só Sancho Pança desesperava com a demora que havia em descansar e dormir, e ele melhor que todos se acomodou, deitando-se sobre os aparelhos do seu burro, que lhe custaram tão caros como ao diante se dirá.
Recogidas, pues, las damas en su estancia, y los demás acomodádose como menos mal pudieron, don Quijote se salió fuera de la venta a hacer la centinela del castillo, como lo había prometido. Recolhidas as damas no lugar que lhes estava destinado, e acomodando-se os outros como puderam, D. Quixote saiu fora da venda para fazer a sentinela do castelo, conforme o tinha prometido.
Sucedió, pues, que faltando poco por venir el alba, llegó a los oídos de las damas una voz tan entonada y tan buena, que les obligó a que todas le prestasen atento oído, especialmente Dorotea, que despierta estaba, a cuyo lado dormía doña Clara de Viedma, que ansí se llamaba la hija del oidor. Nadie podía imaginar quién era la persona que tan bien cantaba, y era una voz sola, sin que la acompañase instrumento alguno. Unas veces les parecía que cantaban en el patio ; otras, que en la caballeriza; y, estando en esta confusión muy atentas, llegó a la puerta del aposento Cardenio y dijo. Estava quase a romper a aurora, quando chegou aos ouvidos das damas uma voz tão entoada e tão suave, que as obrigou a todas a aplicar o ouvido, especialmente a Dorotéia, que estava desperta, e ao lado da qual dormia D. Clara de Viedma, que assim se chamava a filha do ouvidor. Ninguém podia imaginar quem era a pessoa que tão bem cantava, e era uma voz só, sem que a acompanhasse instrumento algum. Umas vezes parecia-lhes que cantava no pátio, outras que era na cavalariça, e, estando todas atentas mas nesta confusão, Cardênio chegou à porta do aposento, e disse:
-Quien no duerme, escuche; que oirán una voz de un mozo de mulas, que de tal manera canta que encanta. — Quem não dorme, escute, e ouvirá a voz de um moço das mulas, que de tal modo canta que encanta.
-Ya lo oímos, señor -respondió Dorotea. — Já o ouvimos, senhor — respondeu Dorotéia —
Y, con esto, se fue Cardenio; y Dorotea, poniendo toda la atención posible, entendió que lo que se cantaba era esto e com isto se foi Cardênio; e Dorotéia, prestando toda a sua atenção, entendeu que o que se cantava era isto:






I. Capítulo XLIII. Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas>, con otros estraños acaecimientos en la venta sucedidos

Capítulo XLIII — Onde se conta a agradável história do moço das mulas com outros estranhos sucessos acontecidos na venda.3/

- Marinero soy de amor,
y en su piélago profundo
navego sin esperanza
de llegar a puerto alguno.

Sou marinheiro de amor,
e em seu pélago profundo
navego, sem ter esp′rança
de encontrar porto no mundo.

E vou seguindo uma estrela,
que brilha no céu escuro,
mais bela e resplandecente
que quantas viu Palinuro.

Eu não sei aonde me guia,
e a navegar me costumo,
mirando-a com alma atenta,
cuidoso, mas não do rumo.

Recatos impertinentes,
honestidade no apuro,
são as nuvens que ma encobrem,
quando mais vê-la procuro.

Límpida e lúcida estrela,
só teu clarão me conduz!
Extingue-se a minha vida,
em se extinguindo a tua luz.

Siguiendo voy a una estrella
que desde lejos descubro,
más bella y resplandeciente
que cuantas vio Palinuro .

Yo no sé adónde me guía,
y así, navego confuso,
el alma a mirarla atenta,
cuidadosa y con descuido .

Recatos impertinentes,
honestidad contra el uso,
son nubes que me la encubren
cuando más verla procuro.

¡Oh clara y luciente estrella,
en cuya lumbre me apuro!;
al punto que te me encubras,
será de mi muerte el punto.
Sou marinheiro de amor,
e em seu pélago profundo
navego, sem ter esp′rança
de encontrar porto no mundo.

Sou marinheiro de amor,
e em seu pélago profundo
navego, sem ter esp′rança
de encontrar porto no mundo.

E vou seguindo uma estrela,
que brilha no céu escuro,
mais bela e resplandecente
que quantas viu Palinuro.

Eu não sei aonde me guia,
e a navegar me costumo,
mirando-a com alma atenta,
cuidoso, mas não do rumo.

Recatos impertinentes,
honestidade no apuro,
são as nuvens que ma encobrem,
quando mais vê-la procuro.

Límpida e lúcida estrela,
só teu clarão me conduz!
Extingue-se a minha vida,
em se extinguindo a tua luz.que brilha no céu escuro,
mais bela e resplandecente
que quantas viu Palinuro.

Eu não sei aonde me guia,
e a navegar me costumo,
mirando-a com alma atenta,
cuidoso, mas não do rumo.

Recatos impertinentes,
honestidade no apuro,
são as nuvens que ma encobrem,
quando mais vê-la procuro.

Límpida e lúcida estrela,
só teu clarão me conduz!
Extingue-se a minha vida,
em se extinguindo a tua luz.
Llegando el que cantaba a este punto, le pareció a Dorotea que no sería bien que dejase Clara de oír una tan buena voz; y así, moviéndola a una y a otra parte, la despertó diciéndole. Chegando o cantador a este ponto, pareceu a Dorotéia que não seria bem que deixasse Clara de ouvir tão doce voz, e assim, abanando-a, a despertou, dizendo-lhe:
-Perdóname, niña, que te despierto, pues lo hago porque gustes de oír la mejor voz que quizá habrás oído en toda tu vida. — Perdoa, menina, se te desperto, porque o faço para que tenhas o gosto de ouvir a melhor voz que talvez hajas ouvido em todos os dias da tua vida.
Clara despertó toda soñolienta, y de la primera vez no entendió lo que Dorotea le decía; y, volviéndoselo a preguntar, ella se lo volvió a decir, por lo cual estuvo atenta Clara. Pero, apenas hubo oído dos versos que el que cantaba iba prosiguiendo, cuando le tomó un temblor tan estraño como si de algún grave accidente de cuartana estuviera enferma, y, abrazándose estrechamente con Teodora, le dijo Acordou Clara toda sonolenta, e da primeira vez não entendeu o que Dorotéia lhe dizia, e, tornando-lho a perguntar, tornou-lho ela a dizer, estando Clara muito atenta; porém, apenas ouviu dois versos com que o cantador ia prosseguindo, assenhoreou-se dela tão estranho temor, como se estivesse enferma de algum acesso grave de quartãs; e abraçando-se estreitamente com Dorotéia:
-¡Ay señora de mi alma y de mi vida!, ¿para qué me despertastes?; que el mayor bien que la fortuna me podía hacer por ahora era tenerme cerrados los ojos y los oídos, para no ver ni oír a ese desdichado músico. — Ai! senhora da minha alma e da minha vida! para que me despertastes? que o maior bem que a fortuna me podia fazer por agora era cerrar-me os olhos e os ouvidos para não ver nem ouvir esse desditoso músico.
-¿Qué es lo que dices, niña?; mira que dicen que el que canta es un mozo de mulas. — Que dizes, menina? olha que asseveram que o cantador é um dos moços das mulas.
-No es sino señor de lugares -respondió Clara-, y el que le tiene en mi alma con tanta seguridad que si él no quiere dejalle, no le será quitado eternamente. — É donatário e senhor de muitos lugares — respondeu Clara — e do lugar que na minha alma ocupa com tanta segurança que, se ele o não quiser largar, nunca lhe será tirado.
Admirada quedó Dorotea de las sentidas razones de la muchacha, pareciéndole que se aventajaban en mucho a la discreción que sus pocos años prometían; y así, le dijo. Ficou Dorotéia admirada das sentidas razões da donzela, parecendo-lhe que em muito se avantajavam à discrição que os seus poucos anos prometiam, e assim lhe disse:
-Habláis de modo, señora Clara, que no puedo entenderos declaraos más y decidme qué es lo que decís de alma y de lugares, y deste músico, cuya voz tan inquieta os tiene. Pero no me digáis nada por ahora , que no quiero perder, por acudir a vuestro sobresalto, el gusto que recibo de oír al que canta; que me parece que con nuevos versos y nuevo tono torna a su canto. — Falais de modo, minha senhora Clara, que não posso entender-vos: declarai-vos melhor e explicai-me: que é isso que dizeis de almas e de lugares, e deste cantador, cuja voz em tal inquietação vos pôs? Mas por agora nada me digais, que não quero perder, por acudir ao vosso sobressalto, o gosto que sinto de ouvir o músico, que, ao que me parece, volta ao seu cantar, com versos novos e nova toada.
-Sea en buen hora -respondió Clara. — Seja embora — respondeu Clara.
Y, por no oílle, se tapó con las manos entrambos oídos, de lo que también se admiró Dorotea; la cual, estando atenta a lo que se cantaba, vio que proseguían en esta manera E, por não o ouvir, tapou com as mãos ambas os ouvidos, o que também causou pasmo a Dorotéia, a qual, estando atenta ao que se cantava, viu que prosseguia desta maneira:
-Dulce esperanza mía,
que, rompiendo imposibles y malezas,
sigues firme la vía
que tú mesma te finges y aderezas
no te desmaye el verte
a cada paso junto al de tu muerte.

No alcanzan perezosos
honrados triunfos ni vitoria alguna,
ni pueden ser dichosos
los que, no contrastando a la fortuna,
entregan, desvalidos,
al ocio blando todos los sentidos.

Que amor sus glorias venda
caras, es gran razón, y es trato justo,
pues no hay más rica prenda
que la que se quilata por su gusto ;
y es cosa manifiesta
que no es de estima lo que poco cuesta.

Amorosas porfías
tal vez alcanzan imposibles cosas;
y ansí, aunque con las mías
sigo de amor las más dificultosas,
no por eso recelo
de no alcanzar desde la tierra el cielo.
Ó minha doce esp′rança,
que, afrontando impossíveis na verdade,
prossegues sem mudança
na senda que traçou tua vontade,
conserva ânimo forte,
inda que surja a cada passo a morte.

Não ganham preguiçosos
triunfo honrado, ou singular vitória,
nem podem ser ditosos
os que, mostrando uma fraqueza inglória,
entregam desvalidos
ao ócio vil os lânguidos sentidos.

Que amor suas glórias venda
caro, é razão, e é justo o que contrata;
nem há tão rica prenda
como a que pelo gosto se aquilata.
E é caso natural
custar só pouco o que só pouco vai.

Coisas quase impossíveis sempre alcança
quem emprega porfias amorosas.
Com firme confiança
sigo eu do amor as mais dificultosas.
E nem sequer me aterra
ter de ganhar o céu, estando na terra.
Aquí dio fin la voz, y principio a nuevos sollozos Clara . Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro. Y así, le volvió a preguntar qué era lo que le quería decir denantes . Entonces Clara, temerosa de que Luscinda no la oyese, abrazando estrechamente a Dorotea, puso su boca tan junto del oído de Dorotea, que seguramente podía hablar sin ser de otro sentida, y así le dijo. Aqui deu fim a voz, e Clara princípio a novos soluços. Tudo isto acendia o desejo de Dorotéia, que anelava por saber a causa de tão suave canto e de tão triste choro, e assim lhe tornou a perguntar que é que lhe tinha querido dizer. Então Clara, temerosa de que Lucinda ouvisse, estreitou nos braços Dorotéia, e pôs-lhe a boca tão próxima do ouvido, que seguramente podia falar sem ser por outrem ouvida, e assim lhe disse:
-Este que canta, señora mía, es un hijo de un caballero natural del reino de Aragón, señor de dos lugares, el cual vivía frontero de la casa de mi padre en la Corte ; y, aunque mi padre tenía las ventanas de su casa con lienzos en el invierno y celosías en el verano, yo no sé lo que fue, ni lo que no, que este caballero, que andaba al estudio, me vio, ni sé si en la iglesia o en otra parte. Finalmente, él se enamoró de mí, y me lo dio a entender desde las ventanas de su casa con tantas señas y con tantas lágrimas, que yo le hube de creer, y aun querer, sin saber lo que me quería. Entre las señas que me hacía, era una de juntarse la una mano con la otra, dándome a entender que se casaría conmigo; y, aunque yo me holgaría mucho de que ansí fuera, como sola y sin madre, no sabía con quién comunicallo, y así, lo dejé estar sin dalle otro favor si no era, cuando estaba mi padre fuera de casa y el suyo también, alzar un poco el lienzo o la celosía y dejarme ver toda, de lo que él hacía tanta fiesta, que daba señales de volverse loco. Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de mí, pues nunca pude decírselo. Cayó malo, a lo que yo entiendo, de pesadum bre; y así, el día que nos partimos nunca pude verle para despedirme dél, siquiera con los ojos. Pero, a cabo de dos días que caminábamos, al entrar de una posada, en un lugar una jornada de aquí , le vi a la puerta del mesón, puesto en hábito de mozo de mulas, tan al natural que si yo no le trujera tan retratado en mi alma fuera imposible conocelle. Conocíle, admiréme y alegréme; él me miró a hurto de mi padre, de quien él siempre se esconde cuando atraviesa por delante de mí en los caminos y en las posadas do llegamos ; y, como yo sé quién es, y considero que por amor de mí viene a pie y con tanto trabajo, muérome de pesadumbre, y adonde él pone los pies pongo yo los ojos. No sé con qué intención viene, ni cómo ha podido escaparse de su padre, que le quiere estraordinariamente, porque no tiene otro heredero, y porque él lo merece, como lo verá vuestra merced cuando le vea. Y más le sé decir que todo aquello que canta lo saca de su cabeza; que he oído decir que es muy gran estudiante y poeta. Y hay más que cada vez que le veo o le oigo cantar, tiemblo toda y me sobresalto, temerosa de que mi padre le conozca y venga en conocimiento de nuestros deseos. En mi vida le he hablado palabra, y, con todo eso, le quiero de manera que no he de poder vivir sin él. Esto es, señora mía, todo lo que os puedo decir deste músico, cuya voz tanto os ha contentado; que en sola ella echaréis bien de ver que no es mozo de mulas, como decís, sino señor de almas y lugares, como yo os he dicho. — Este cantador, senhora minha, é filho de um fidalgo natural do reino de Aragão, senhor de dois lugares, que vivia na corte defronte da casa de meu pai. E, ainda que meu pai tinha, de inverno, vidraças nas janelas de sua casa, e gelosias de verão, não sei o que foi nem o que não foi, mas o que é certo é que este fidalgo, que andava nos estudos, me viu, nem eu sei se na igreja se noutra parte; finalmente, enamorou-se de mim, e deu-mo a entender das janelas de sua casa, com tantos gestos e tantas lágrimas, que tive de o acreditar e de lhe bem querer, sem saber quanto ele me queria a mim. Entre os sinais que me fazia, havia um de sobrepor as mãos, dando-me a entender que casaria comigo, e, posto que eu muito folgasse com isso, sendo sozinha e sem mãe, não sabia a quem havia de o comunicar, e assim o deixei estar sem lhe conceder outro favor que não fosse, quando meu pai estava fora e o pai dele também, erguer um pouco o vidro ou a gelosia, e deixar que me visse mais a seu gosto, o que ele tanto festejava que dava mostras de verdadeira loucura. Nisto chegou o tempo da partida de meu pai, que ele soube, mas não de mim, pois nunca lho pude dizer. Caiu doente de pura mágoa, ao que eu entendo, de modo que no dia em que nós partimos, nunca logrei vê-lo para despedir-me dele, ao menos com os olhos; mas ao cabo de dois dias de caminho, ao entrarmos na pousada de um lugar que fica a uma jornada daqui, vi-o à porta com trajos de arrieiro, tão próprios, que, se eu o não trouxesse tão retratado na minha alma, ser-me-ia impossível conhecê-lo. Conheci-o, admirei-me e alegrei-me; ele mirou-me a furto, resguardando-se de meu pai, de quem sempre se esconde, quando atravessa por diante de mim, nos caminhos e nas pousadas aonde chegamos; e, como sei a sua jerarquia e fino trato, e considero que por meu amor vem a pé e com tantos trabalhos, morro de angústia, e onde ele põe os pés ponho eu os olhos. Não sei quais são suas tenções, nem como pôde escapar a seu pai, que lhe quer extraordinariamente, porque não tem outro herdeiro, e porque ele o merece, como Vossa Mercê reconhecerá quando o vir. E ainda mais lhe posso dizer que tudo quanto canta tira-o da sua cabeça, pois tenho ouvido que é grande estudante e poeta; e que, de cada vez que o vejo, toda tremo e me sobressalto, receosa de que meu pai dê com ele, e venha no conhecimento dos nossos desejos. Nunca lhe dei palavra em toda a minha vida, e contudo lhe quero de tal maneira, que não poderei viver sem ele. Eis aqui, senhora minha, tudo quanto vos posso dizer deste músico, cuja voz tanto vos encanta, que só por ela se deixa ver que não é moço das mulas, como dizeis, mas senhor e possuidor de almas e de lugares, como vos disse.
-No digáis más , señora doña Clara -dijo a esta sazón Dorotea, y esto, besándola mil ve ces-; no digáis más, digo, y esperad que venga el nuevo día, que yo espero en Dios de encaminar de manera vuestros negocios, que tengan el felice fin que tan honestos principios merecen. — Não digais mais nada, senhora D. Clara — acudiu Dorotéia, beijando-a mil vezes — não digais mais, repito, e aguardai que rompa o dia, que espero em Deus encaminhar os vossos negócios de maneira tal que tenham o feliz termo que merecem tão honestos princípios.
-¡Ay señora! -dijo doña Clara-, ¿qué fin se puede esperar, si su padre es tan principal y tan rico que le parecerá que aun yo no puedo ser criada de su hijo, cuanto más esposa? Pues casarme yo a hurto de mi padre, no lo haré por cuanto hay en el mundo. No querría sino que este mozo se volviese y me dejase; quizá con no velle y con la gran distancia del camino que llevamos se me aliviaría la pena que ahora llevo, aunque sé decir que este remedio que me imagino me ha de aprovechar bien poco. No sé qué diablos ha sido esto, ni por dónde se ha entrado este amor que le tengo, siendo yo tan muchacha y él tan muchacho, que en verdad que creo que somos de una edad mesma, y que yo no tengo cumplidos diez y seis años; que para el día de San Miguel que vendrá dice mi padre que los cumplo. — Ai! senhora — disse D. Clara — que feliz termo posso eu esperar, se seu pai é tão rico e tão principal que lhe parecerá que nem sequer posso ser criada de seu filho, quanto mais esposa? Pois casar-me eu contra vontade de meu pai, não o farei nem por tudo quanto houver neste mundo; eu só quereria que esse moço partisse e me deixasse; talvez com cessar de o ver, e com a grande distância do caminho que levamos se me aliviasse a pena que tenho agora, ainda que posso dizer que este remédio, que imagino, bem pouco me há-de aproveitar. Não sei como isto foi, nem por onde entrou este amor que lhe eu tenho, sendo eu tão menina, e ele tão moço, que em verdade creio que somos da mesma idade, não tendo eu ainda dezesseis anos completos, que só os faço para o S. Miguel, segundo assevera meu pai.
No pudo dejar de reírse Dorotea, oyendo cuán como niña hablaba doña Clara, a quien dijo. Não pôde deixar de rir Dorotéia, vendo este dizer de criança, e disse para D. Clara:
-Reposemos, señora, lo poco que creo queda de la noche, y amanecerá Dios y medraremos, o mal me andarán las manos. — Descansemos, senhora, o pouco tempo da noite que suponho que ainda resta, e Deus madrugará conosco, e tudo lograremos, ou muito trôpegas hei-de eu ter as mãos.
Sosegáronse con esto, y en toda la venta se guardaba un grande silencio; solamente no dormían la hija de la ventera y Maritornes, su criada, las cuales, como ya sabían el humor de que pecaba don Quijote, y que estaba fuera de la venta armado y a caballo haciendo la guarda, determinaron las dos de hacelle alguna burla, o, a lo menos, de pasar un poco el tiempo oyéndole sus disparates. Com isto sossegaram, e toda a venda caiu em profundo silêncio: só não dormiam a filha do vendeiro e Maritornes, sua criada, as quais como já sabiam por onde pecava D. Quixote, e que estava fora armado e a cavalo fazendo sentinela, determinaram ambas burlá-lo, ou pelo menos passar um pouco de tempo ouvindo os seus disparates.
Es, pues, el caso que en toda la venta no había ventana que saliese al campo, sino un agujero de un pajar, por donde echaban la paja por defuera. A este agujero se pusieron las dos semidoncellas, y vieron que don Quijote estaba a caballo, recostado sobre su lanzón , dando de cuando en cuando tan dolientes y profundos suspiros que parecía, que con cada uno se le arrancaba el alma. Y asimesmo oyeron que decía con voz blanda, regalada y amorosa. Sucedeu, pois, que em toda a venda não havia janela que deitasse para o campo, a não ser a fresta de um palheiro por onde de fora atiravam os panos de palha. A esta fresta se chegaram as duas semidonzelas, e viram que D. Quixote estava a cavalo, encostado à sua lança, soltando de quando em quando tão doloridos e profundos suspiros, que parecia que de cada um se lhe arrancava a alma. E também ouviram que dizia, com voz branda e amorosa:
-¡Oh mi señora Dulcinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y, ultimadamente , idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo! Y ¿qué fará agora la tu merced? ¿Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que a tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse? Dame tú nuevas della, ¡oh luminaria de las tres caras! Quizá con envidia de la suya la estás ahora mirando; que, o paseándose por alguna galería de sus suntuosos palacios, o ya puesta de pechos sobre algún balcón, está considerando cómo, salva su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que por ella este mi cuitado corazón padece, qué gloria ha de dar a mis penas, qué sosiego a mi cuidado y, finalmente, qué vida a mi muerte y qué premio a mis servicios. Y tú, sol, que ya debes de estar apriesa ensillando tus caballos, por madrugar y salir a ver a mi señora, así como la veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y saludarla no le des paz en el rostro, que tendré más celos de ti que tú los tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, o por las riberas de Peneo, que no me acuerdo bien por dónde corriste entonces celoso y enamorado. — Ó senhora minha Dulcinéia del Toboso, extremo de toda a formosura, fim e remate da discrição, arquivo do melhor donaire, depósito da honestidade, e ultimamente idéia de tudo quanto há de proveitoso, honesto e deleitável no mundo; o que estará agora fazendo Tua Mercê? Terás porventura na mente o teu cativo cavaleiro, que a tantos perigos, só para servir-te, quis por sua vontade expor-se? Dá-me tu novas suas, ó trifronte lua, que talvez a estejas agora mirando com inveja... a ela, que, passeando por algumas galerias dos seus suntuosos paços, ou debruçada do peitoril de alguma varanda, talvez esteja considerando como há-de, ressalvada a sua honestidade e grandeza, acalmar a tormenta que por ela este meu atribulado coração padece, que glória há-de dar às minhas penas, que sossego ao meu cuidado, e finalmente que vida à minha morte, e que prêmio aos meus serviços. E tu, sol, que já deves estar à pressa enfreando os teus cavalos para madrugar e sair a ver a minha deidade, logo que a vejas suplico-te que da minha parte a saúdes; mas livra-te de que, ao vê-la e saudá-la, lhe dês ósculo no rosto, que terei mais zelos de ti do que tu mesmo os tiveste daquela ágil ingrata, que te fez suar e correr pelos plainos da Tessália, ou pelas margens do Peneu, que me não recordo bem por onde é que então correste, zeloso e enamorado.
A este punto llegaba entonces don Quijote en su tan lastimero razonamiento, cuando la hija de la ventera le comenzó a cecear y a decirle A este ponto chegava então D. Quixote com o seu tão lastimoso arrazoamento, quando a filha do vendeiro o começou a chamar de manso e a dizer-lhe:
-Señor mío, lléguese acá la vuestra merced si es servido. — Senhor meu, chegue-se cá Vossa Mercê, se for servido.
A cuyas señas y voz volvió don Quijote la cabeza, y vio, a la luz de la luna, que entonces estaba en toda su claridad , cómo le llamaban del agujero que a él le pareció ventana, y aun con rejas doradas, como conviene que las tengan tan ricos castillos como él se imaginaba que era aquella venta; y luego en el instante se le representó en su loca imaginación que otra vez, como la pasada, la doncella fermosa, hija de la señora de aquel castillo, vencida de su amor, tornaba a solicitarle; y con este pensamiento, por no mostrarse descortés y desagradecido, volvió las riendas a Rocinante y se llegó al agujero, y, así como vio a las dos mozas, dijo. A estes sinais e a esta voz volveu D. Quixote a cabeça, e viu, à luz da lua, que estava então em plena claridade, que o chamavam da fresta que lhe pareceu janela, e ainda de mais a mais com reixas de ouro, segundo as devem de ter tão ricos castelos, como o que ele imaginava que era a venda em que se achavam. E logo no mesmo instante se lhe representou, na louca fantasia, que desta vez, como da outra, a formosa donzela, filha do senhor daquele castelo, tornava a solicitá-lo, e, com este pensamento, para se não mostrar descortês e desagradecido, voltou a rédea a Rocinante, e chegou-se à fresta, e, apenas viu as duas raparigas, disse:
-Lástima os tengo, fermosa señora, de que hayades puesto vuestras amorosas mientes en parte donde no es posible corresponderos conforme merece vuestro gran valor y gentileza; de lo que no debéis dar culpa a este miserable andante caballero, a quien tiene amor imposibilitado de poder entregar su voluntad a otra que aquella que, en el punto que sus ojos la vieron, la hizo señora absoluta de su alma . Perdonadme, buena señora, y recogeos en vuestro aposento, y no queráis, con significarme más vuestros deseos, que yo me muestre más desagradecido; y si del amor que me tenéis halláis en mí otra cosa con que satisfaceros, que el mismo amor no sea, pedídmela; que yo os juro, por aquella ausente enemiga dulce mía, de dárosla en continente, si bien me pidiésedes una guedeja de los cabellos de Medusa , que eran todos culebras, o ya los mesmos rayos del sol encerrados en una redoma . — Lastimo, formosa senhora, que logo fôsseis pôr a vossa mente amorosa em quem não pode corresponder-vos, conforme merecem o vosso grande valor e gentileza, de que não deveis culpar este mísero cavaleiro andante, a quem amor impossibilitou de poder entregar a sua vontade a outra que não seja aquela que, no momento em que os seus olhos a viram, logo ficou senhora absoluta da sua alma. Perdoai-me, boa senhora, e recolhei-vos ao vosso aposento, e não queirais, com o significar-me tanto os vossos anelos, que eu me mostre mais desagradecido: e se, pelo amor que me tendes, achais em mim coisa que não seja amor, com que possa satisfazer-vos, pedi-ma, que vos juro, por aquela doce e ausente inimiga minha, que incontinenti vo-la darei, ainda que seja uma guedelha dos cabelos de Medusa, que eram todos cobras, ou os próprios raios do sol encerrados numa redoma.
-No ha menester nada deso mi señora, señor caballero -dijo a este punto Maritornes. — De nada disso há mister a minha senhora, senhor cavaleiro — disse neste momento Maritornes.
-Pues, ¿qué ha menester, discreta dueña , vuestra señora? -respondió don Quijote. — Pois de que há mister a vossa senhora, discreta dona? — tornou D. Quixote.
-Sola una de vuestras hermosas manos -dijo Maritornes-, por poder deshogar con ella el gran deseo que a este agujero la ha traído, tan a peligro de su honor que si su señor padre la hubiera sentido, la menor tajada della fuera la oreja . — Só de uma das vossas lindas mãos — disse Maritornes — para poder desafogar com ela o grande desejo que a trouxe a esta fresta, com tanto perigo da sua honra, que, se seu pai a pressentir, em tantos pedaços a há-de cortar, que o maior de todos será a orelha.
-¡Ya quisiera yo ver eso! -respondió don Quijote-; pero él se guardará bien deso, si ya no quiere hacer el más desastrado fin que padre hizo en el mundo, por haber puesto las manos en los delicados miembros de su enamorada hija. — Quisera eu ver isso — respondeu D. Quixote; — ele que se livre de tal praticar ou terá o mais desastrado fim que nunca teve no mundo um pai, por haver posto as mãos nos delicados membros de sua enamorada filha.
Parecióle a Maritornes que sin duda don Quijote daría la mano que le habían pedido, y, proponiendo en su pensamiento lo que había de hacer, se bajó del agujero y se fue a la caballeriza, donde tomó el cabestro del jumento de Sancho Panza, y con mucha presteza se volvió a su agujero, a tiempo que don Quijote se había puesto de pies sobre la silla de Rocinante, por alcanzar a la ventana enrejada, donde se imaginaba estar la ferida doncella; y, al darle la mano, dijo. Pareceu a Maritornes que D. Quixote daria a mão que lhe pedira, e, tendo no pensamento o que havia a fazer desceu da fresta e foi à cavalariça, onde tomou o cabresto do jumento de Sancho Pança, e com muita presteza volveu a tempo que D. Quixote se pusera em pé sobre a sela de Rocinante para chegar à janela gradeada, onde imaginava estar a perdida donzela; e, ao dar-lhe a mão, dizia:
-Tomad, señora, esa mano , o, por mejor decir, ese verdugo de los malhechores del mundo; tomad esa mano, digo, a quien no ha tocado otra de mujer alguna, ni aun la de aquella que tiene entera posesión de todo mi cuerpo. No os la doy para que la be séis, sino para que miréis la contestura de sus nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas; de donde sacaréis qué tal debe de ser la fuerza del brazo que tal mano tiene. — Tomai, senhora, essa mão, ou, para melhor dizer, esse verdugo dos malfeitores do mundo; tomai, senhora, essa mão, em que não tocou mão de mulher alguma, nem a daquela que tem inteira posse de todo o meu corpo. Não vo-la dou para que a beijeis, mas para que lhe mireis a contextura dos nervos, a travação dos músculos, a grossura e espaçado das suas veias, por onde vereis que tal será a força do braço que uma tal mão possui.
-Ahora lo veremos -dijo Maritornes. — Agora o veremos — disse Maritornes.
Y, haciendo una lazada corrediza al cabestro, se la echó a la muñeca, y, bajándose del agujero, ató lo que quedaba al cerrojo de la puerta del pajar muy fuertemente. Don Quijote, que sintió la aspereza del cordel en su muñeca, dijo. E dando uma laçada numa das pontas do cabresto, deitou-lho ao pulso, e, descendo da fresta, amarrou fortissimamente a outra ao ferrolho da porta do palheiro. D. Quixote, que sentiu no pulso a aspereza da corda, disse:
-Más parece que vuestra merced me ralla que no que me regala la mano; no la tratéis tan mal, pues ella no tiene la culpa del mal que mi voluntad os hace, ni es bien que en tan poca parte venguéis el todo de vuestro enojo. Mirad que quien quiere bien no se venga tan mal . — Mais parece que Vossa Mercê me está arranhando do que afagando a mão; não a trateis tão mal, porque ela não tem culpa do desgosto que a minha vontade vos causa, nem bem parece que em tão pequena parte vos vingueis do todo do vosso dissabor... vede que quem bem quer não se vinga tão mal.
Pero todas estas razones de don Quijote ya no las escuchaba nadie, porque, así como Maritornes le ató, ella y la otra se fueron, de risa, y le dejaron asido de manera que fue imposible soltarse. Porém, todas estas razões de D. Quixote já não as ouvia ninguém, porque, logo que Maritornes o amarrou, tanto ela como a outra se foram embora a morrer de riso, e deixaram-no de tal modo preso que lhe foi impossível soltar-se.
Estaba, pues, como se ha dicho, de pies sobre Rocinante, metido todo el brazo por el agujero y atado de la muñeca, y al cerrojo de la puerta, con grandísimo temor y cuidado, que si Rocinante se desviaba a un cabo o a otro, había de quedar colgado del brazo; y así, no osaba hacer movimiento alguno, puesto que de la paciencia y quietud de Rocinante bien se podía esperar que estaría sin moverse un siglo entero. Estava, pois, como se disse, de pé em cima de Rocinante, com o braço todo metido pela fresta, e amarrado pelo pulso ao ferrolho da porta, com grandíssimo temor e cuidado não se mexesse o cavalo, porque ficaria então pendurado pelo braço, e assim não ousava fazer movimento algum, ainda que do raciocínio e mansidão de Rocinante bem se poderia esperar que estaria sem se mover um século todo.
En resolución, viéndose don Quijote atado, y que ya las damas se habían ido, se dio a imaginar que todo aquello se hacía por vía de encantamento, como la vez pasada, cuando en aquel mesmo castillo le molió aquel moro encantado del arriero; y maldecía entre sí su poca discreción y discurso, pues, habiendo salido tan mal la vez primera de aquel castillo, se había aventurado a entrar en él la segunda, siendo advertimiento de caballeros andantes que, cuando han probado una aventura y no salido bien con ella, es señal que no está para ellos guardada, sino para otros; y así, no tienen necesidad de probarla segunda vez. Con todo esto, tiraba de su brazo, por ver si podía soltarse; mas él estaba tan bien asido, que todas sus pruebas fueron en vano. Bien es verdad que tiraba con tiento, porque Rocinante no se moviese; y, aunque él quisiera sentarse y ponerse en la silla, no podía sino estar en pie, o arrancarse la mano. Afinal, vendo-se D. Quixote amarrado e vendo também que as damas se tinham ido embora, começou a imaginar que tudo aquilo se fazia por encantamento, como da outra vez, quando naquele mesmo castelo o moeu de pancadas aquele mouro encantado do arrieiro, e maldizia entre si a sua pouca discrição e pouco discorrer, pois, tendo-se saído tão mal da primeira vez, se aventurara a entrar ali de novo, sendo regra de cavaleiros andantes que, em tentando uma aventura e não se saindo bem dela, sinal é de que não está para eles guardada, mas sim para outro, e não precisam de tentá-la segunda vez. Com tudo isto, puxava pelo braço a ver se podia soltar-se, mas estava tão bem atado, que todas as suas tentativas foram baldadas. Certo é que puxava com tento, para que Rocinante se não movesse, e, ainda que quisesse sentar-se ou cavalgar nele, não podia senão ou estar de pé, ou arrancar a mão.
Allí fue el desear de la espada de Amadís, contra quien no tenía fuerza de encantamento alguno ; allí fue el maldecir de su fortuna; allí fue el exagerar la falta que haría en el mundo su presencia el tiempo que allí estuviese encantado, que sin duda alguna se había creído que lo estaba; allí el acordarse de nuevo de su querida Dulcinea del Toboso; allí fue el llamar a su buen escudero Sancho Panza, que, sepultado en sueño y tendido sobre el albarda de su jumento, no se acordaba en aquel instante de la madre que lo había parido; allí llamó a los sabios Lirgandeo y Alquife, que le ayudasen; allí invocó a su buena amiga Urganda , que le socorriese, y, finalmente, allí le tomó la mañana, tan desesperado y confuso que bramaba como un toro; porque no esperaba él que con el día se remediara su cuita, porque la tenía por eterna, teniéndose por encantado. Y hacíale creer esto ver que Rocinante poco ni mucho se movía, y creía que de aquella suerte, sin comer ni beber ni dormir, habían de estar él y su caballo, hasta que aquel mal influjo de las estrellas se pasase, o hasta que otro más sabio encantador le desencantase. Ali foi o desejar a espada de Amadis, contra a qual não tinha força encantamento algum; ali foi o maldizer a sua fortuna, exagerar a falta que faria no mundo a sua presença, durante o tempo em que ali estivesse encantado, que assim sem a mínima dúvida se julgava; ali o recordar-se da sua querida Dulcinéia del Toboso, ali o chamar pelo seu bom escudeiro Sancho Pança, que sepultado no sono e estendido sobre a albarda do seu jumento, não se recordava naquele instante nem da mãe que o deu à luz; ali chamou pelos sábios Lirgando e Alquife, para que o ajudassem; ali invocou a sua boa amiga Urganda, para que o socorresse, e finalmente ali o encontrou a manhã, tão desesperado e confuso, que bramia como um touro, porque já não esperava que com o dia se remediasse a sua aflição, considerando-a eterna, e julgando-se encantado: e fazia-lho acreditar ver que Rocinante nem pouco nem muito se movia, e julgava que daquela forma, sem comer nem beber nem dormir, haviam de estar ele e o cavalo, até que passasse aquele mau influxo das estrelas, ou até que outro mais sábio nigromante o desencantasse.
Pero engañóse mucho en su creencia, porque, apenas comenzó a amanecer, cuando llegaron a la venta cuatro hombres de a caballo, muy bien puestos y aderezados, con sus escopetas sobre los arzones. Llamaron a la puerta de la venta, que aún estaba cerrada, con grandes golpes; lo cual, visto por don Quijote desde donde aún no dejaba de hacer la centinela, con voz arrogante y alta dijo. Porém, enganou-se muito na sua suposição, porque apenas principiou a amanhecer chegaram à venda quatro homens a cavalo, mui bem postos e trajados, com a sua escopeta nos arções. Bateram à porta da venda, que ainda estava fechada, com grandes aldrabadas, e, vendo isto D. Quixote do sítio onde continuava a fazer sentinela, com voz arrogante e alta lhes disse:
-Caballeros, o escuderos, o quienquiera que seáis no tenéis para qué llamar a las puertas deste castillo; que asaz de claro está que a tales horas, o los que están dentro duermen, o no tienen por costumbre de abrirse las fortalezas hasta que el sol esté tendido por todo el suelo. Desviaos afuera, y esperad que aclare el día, y entonces veremos si será justo o no que os abran. — Cavaleiros ou escudeiros, ou quem quer que sejais, não tendes para que chamar às portas deste castelo, que bem claro é que a tais horas, ou os que estão lá dentro dormem, ou não é costume abrir as fortalezas antes do sol ir já alto: desviai-vos para fora, e esperai que o dia aclare, e então veremos se será justo ou não que vos abram a porta.
-¿Qué diablos de fortaleza o castillo es éste -dijo uno-, para obligarnos a guardar esas ceremonias? Si sois el ventero, mandad que nos abran, que somos caminantes que no queremos más de dar cebada a nuestras cabalgaduras y pasar adelante, porque vamos de priesa. — Que diabo de fortaleza ou de castelo é este, para nos obrigar a ter essas cerimônias todas? Se sois o estalajadeiro, mandai que nos deixem entrar, porque somos caminhantes que só queremos dar cevada às nossas cavalgaduras e passar adiante, que vamos com pressa.
-¿Paréceos, caballeros, que tengo yo talle de ventero? -respondió don Quijote. — Parece-vos, cavaleiros, que tenho figura de estalajadeiro? — respondeu D. Quixote.
-No sé de qué tenéis talle -respondió el otro-, pero sé que decís disparates en llamar castillo a esta venta. — Não sei que figura tendes, mas o que sei é que dizeis um disparate chamando castelo a esta venda.
-Castillo es -replicó don Quijote-, y aun de los mejores de toda esta provincia; y gente tiene dentro que ha tenido cetro en la mano y corona en la cabeza. — É castelo — respondeu D. Quixote — e até dos melhores desta província toda, e tem gente lá dentro que já empunhou cetro e cingiu diadema.
-Mejor fuera al revés -dijo el caminante- el cetro en la cabeza y la corona en la mano. Y será, si a mano viene, que debe de estar dentro alguna compañía de representantes, de los cuales es tener a menudo esas coronas y cetros que decís, porque en una venta tan pequeña, y adonde se guarda tanto silencio como ésta, no creo yo que se alojan personas dignas de corona y cetro. — Melhor fora às avessas — disse o viandante — que cingisse o cetro e empunhasse a coroa; e decerto estará aí alguma companhia de representantes, que a miúdo usam ter essas coisas que dizeis, porque numa venda tão pequena, e tão silenciosa como esta, não creio eu que se alojem pessoas dignas de coroas e cetros.
-Sabéis poco del mundo -replicó don Quijote-, pues ignoráis los casos que suelen acontecer en la caballería andante. — Sabeis pouco do mundo — replicou D. Quixote — visto que ignorais os casos que costumam acontecer na cavalaria andante.
Cansábanse los compañeros que con el preguntante venían del coloquio que con don Quijote pasaba, y así, tornaron a llamar con grande furia; y fue de modo que el ventero despertó, y aun todos cuantos en la venta estaban; y así, se levantó a preguntar quién llamaba. Sucedió en este tiempo que una de las cabalgaduras en que venían los cuatro que llamaban se llegó a oler a Rocinante, que, melancólico y triste, con las orejas caídas, sostenía sin moverse a su estirado señor; y como, en fin, era de carne, aunque parecía de leño, no pudo dejar de resentirse y tornar a oler a quien le llegaba a hacer caricias; y así, no se hubo movido tanto cuanto, cuando se desviaron los juntos pies de don Quijote, y, resbalando de la silla, dieran con él en el suelo, a no quedar colgado del brazo cosa que le causó tanto dolor que creyó o que la muñeca le cortaban, o que el brazo se le arrancaba; porque él quedó tan cerca del suelo que con los estremos de las puntas de los pies besaba la tierra , que era en su perjuicio, porque, como sentía lo poco que le faltaba para poner las plantas en la tierra, fatigábase y estirábase cuanto podía por alcanzar al suelo bien así como los que están en el tormento de la garrucha , puestos a toca, no toca, que ellos mesmos son causa de acrecentar su dolor, con el ahínco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa, que con poco más que se estiren llegarán al suelo . Cansaram-se os companheiros do perguntador do colóquio, e tornaram por isso a bater com grande fúria à porta, e de modo que o vendeiro despertou, e acordaram também todos os que na venda estavam. Sucedeu a este tempo que uma das cavalgaduras em que vinham os quatro se chegou a cheirar a Rocinante, que, melancólico e triste, de orelhas derrubadas, sustentava, sem se mover, o seu esguio senhor, e, como afinal era de carne, apesar de parecer de pau, não pôde deixar de cheirar também a quem se lhe chegava a afagá-lo, e, apenas se moveu um pouco, logo se afastaram os pés de D. Quixote, e escorregando dariam com ele no chão, a não ficar suspenso do braço, o que lhe causou tanta dor, que julgou ou que lhe cortavam o pulso, ou que a mão se lhe arrancava, porque ficou tão próximo do chão que, com os bicos dos pés pisava a terra, o que mais o molestava, porque como sentia que lhe faltava pouco para pôr as plantas dos pés no solo, estirava-se quanto podia, como os que sofrem o tormento da polé, que eles próprios acrescentam a sua dor com o afinco que põem em estirar-se, enganados, com a esperança que se lhes representa de que, logo que se estirem um pouco mais, chegarão a terra firme.






I. Capítulo XLIV. Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta

Capítulo XLIV — Onde se prosseguem os inauditos sucessos da venda.

En efeto, fueron tantas las voces que don Quijote dio, que, abriendo de presto las puertas de la venta, salió el ventero, despavorido, a ver quién tales gritos daba, y los que estaban fuera hicieron lo mesmo . Maritornes, que ya había despertado a las mismas voces, imaginando lo que podía ser, se fue al pajar y desató, sin que nadie lo viese, el cabestro que a don Quijote sostenía, y él dio luego en el suelo, a vista del ventero y de los caminantes, que, llegándose a él, le preguntaron qué tenía, que tales voces daba. Él, sin responder palabra, se quitó el cordel de la muñeca, y, levantándose en pie, subió sobre Rocinante, embrazó su adarga , enristró su lanzón, y, tomando buena parte del campo, volvió a medio galope, diciendo. Efetivamente, tantos e tais foram os brados de D. Quixote que, abrindo logo as portas da venda, saiu o estalajadeiro espavorido a ver quem dava esses gritos, e os que estavam fora fizeram o mesmo. Maritornes, que já despertara com os brados, imaginando o que podia ser, foi ao palheiro, e desatou, sem que ninguém a visse, o cabresto que sustinha D. Quixote, que deu logo consigo no chão, à vista do estalajadeiro e dos viandantes, que, chegando-se a ele, lhe perguntaram o que tinha, que tais vozes dava. Ele, sem responder palavra, tirou a corda do pulso, e, pondo-se de pé, montou em Rocinante, embraçou o escudo, enristou a lança e, tomando campo, volveu a meio galope, dizendo:
-Cualquiera que dijere que yo he sido con justo título encantado, como mi señora la princesa Micomicona me dé licencia para ello, yo le desmiento, le rieto y desafío a singular batalla. — A quem disser que eu estive, com justo motivo, encantado, se a princesa Micomicoa, muito senhora minha, me der licença para isso, desde já o desminto, e repto e desafio para batalha singular.
Admirados se quedaron los nuevos caminantes de las palabras de don Quijote, pero el ventero les quitó de aquella admiración , diciéndoles que era don Quijote, y que no había que hacer caso dél, porque estaba fuera de juicio. Admirados ficaram os novos viandantes das palavras de D. Quixote, mas o vendeiro tirou-os daquela admiração, dizendo-lhes quem ele era, e que não havia que fazer caso dele, porque não tinha juízo.
Preguntáronle al ventero si acaso había llegado a aquella venta un muchacho de hasta edad de quince años, que venía vestido como mozo de mulas, de tales y tales señas, dando las mesmas que traía el amante de doña Clara. El ventero respondió que había tanta gente en la venta, que no había echado de ver en el que preguntaban. Pero, habiendo visto uno dellos el coche donde había venido el oidor, dijo Perguntaram ao vendeiro se por acaso chegara àquela venda um rapazito dos seus quinze anos de idade, vestido de arrieiro, com tais e tais sinais, dando os mesmos que tinha o amador de D. Clara. O vendeiro respondeu que havia tanta gente na venda que não reparara nessa pessoa por quem perguntavam; mas, tendo visto um deles o coche em que viera o ouvidor, disse:
-Aquí debe de estar sin duda, porque éste es el coche que él dicen que sigue; quédese uno de nosotros a la puerta y entren los demás a buscarle; y aun sería bien que uno de nosotros rodease toda la venta, porque no se fuese por las bardas de los corrales. — Aqui deve estar sem dúvida, porque é este o coche que dizem que ele segue; fique um de nós à porta, e entrem os demais a procurá-lo: e seria bom também que outro desse volta à venda para que ele se não safe pelas traseiras das cavalariças.
-Así se hará -respondió uno dellos. — Assim se fará — respondeu um deles.
Y, entrándose los dos dentro, uno se quedó a la puerta y el otro se fue a rodear la venta; todo lo cual veía el ventero, y no sabía atinar para qué se hacían aquellas diligencias, puesto que bien creyó que buscaban aquel mozo cuyas señas le habían dado. E entrando dois, o terceiro ficou à porta e o quarto foi rodear a venda. Tudo isso via o estalajadeiro, e não podia atinar com o motivo por que se faziam essas diligências, ainda que supôs que procuravam o moço cujos sinais lhe tinham dado.
Ya a esta sazón aclaraba el día; y, así por esto como por el ruido que don Quijote había hecho, estaban todos despiertos y se levantaban, especialmente doña Clara y Dorotea, que la una con sobresalto de tener tan cerca a su amante, y la otra con el deseo de verle, habían podido dormir bien mal aquella noche. Don Quijote, que vio que ninguno de los cuatro caminantes hacía caso dél, ni le respondían a su demanda, moría y rabiaba de despecho y saña; y si él hallara en las ordenanzas de su caballería que lícitamente podía el caballero andante tomar y emprender otra empresa, habiendo dado su palabra y fe de no ponerse en ninguna hasta acabar la que había prome tido , él embistiera con todos, y les hiciera responder mal de su grado. Pero, por parecerle no convenirle ni estarle bien comenzar nueva empresa hasta poner a Micomicona en su reino, hubo de callar y estarse quedo, esperando a ver en qué paraban las diligencias de aquellos caminantes; uno de los cuales halló al mancebo que buscaba, durmiendo al lado de un mozo de mulas, bien descuidado de que nadie ni le buscase, ni menos de que le hallase . El hombre le trabó del brazo y le dijo Já a esse tempo aclarara o dia; e tanto por isso, como pelo barulho que D. Quixote fizera, estavam todos despertos e levantados, e com especialidade D. Clara e Dorotéia, que, uma com o sobressalto de ter tão próximo o seu namorado, e a outra com o desejo de o ver, mal tinham podido dormir aquela noite. D. Quixote, que viu que nenhum dos quatro viandantes fazia caso dele, nem lhe respondia à sua pergunta, rabeava de despeito e de fúria; e se achasse nas ordenações da sua cavalaria que licitamente podia o cavaleiro andante tomar e encetar outra empresa, depois de ter dado a sua fé e a sua palavra de não começar outra sem acabar a que prometera, investiria com todos e os obrigaria a responder, mau grado seu; mas por lhe parecer que lhe não convinha nem lhe estava bem tentar empresa nova antes de restabelecer no seu reino Micomicoa, teve de se calar e permanecer quedo, esperando para ver em que paravam as diligências daqueles viandantes: um dos quais achou o mancebo, que procurava, a dormir ao lado de um arrieiro, muito descuidoso de que ninguém o buscasse, e ainda menos de que o encontrasse. O homem travou-lhe do braço e disse-lhe:
-Por cierto, señor don Luis, que responde bien a quien vos sois el hábito que tenéis , y que dice bien la cama en que os hallo al regalo con que vuestra madre os crió. — Por certo, senhor D. Luís, que diz bem com quem sois o fato que vestis, e a cama em que vos acho com o regalo com que vossa mãe vos criou.
Limpióse el mozo los soñolientos ojos y miró de espacio al que le tenía asido, y luego conoció que era criado de su padre, de que recibió tal sobresalto, que no acertó o no pudo hablarle palabra por un buen espacio. Y el criado prosiguió diciendo. Esfregou o moço os olhos sonolentos e encarou fito o que o segurava, e logo conheceu que era criado de seu pai, o que lhe deu tamanho sobressalto que não acertou ou não pôde dizer-lhe palavra por grande espaço de tempo. E o criado prosseguiu dizendo:
-Aquí no hay que hacer otra cosa, señor don Luis, sino prestar paciencia y dar la vuelta a casa, si ya vuestra merced no gusta que su padre y mi señor la dé al otro mundo , porque no se puede esperar otra cosa de la pena con que queda por vuestra ausencia. — Aqui não há outra coisa que fazer, senhor D. Luís, senão ter paciência e voltar para casa, se Vossa Mercê não deseja que seu pai e meu senhor faça a viagem do outro mundo, porque se não pode esperar outra coisa do pesar que lhe causa a vossa ausência.
-Pues, ¿cómo supo mi padre -dijo don Luis- que yo venía este camino y en este traje. — Pois como soube meu pai — disse D. Luís — que eu vinha por este caminho e com este trajo?
-Un estudiante -respondió el criado- a quien distes cuenta de vuestros pensamientos fue el que lo descubrió, movido a lástima de las que vio que hacía vuestro padre al punto que os echó de menos; y así, despachó a cuatro de sus criados en vuestra busca, y todos estamos aquí a vuestro servicio, más contentos de lo que imaginar se puede, por el buen despa cho con que tornaremos, llevándoos a los ojos que tanto os quieren. — Um estudante — respondeu o criado — a quem destes conta dos vossos pensamentos, foi quem o descobriu, compadecido das lástimas que vosso pai fazia quando deu pela vossa falta; e logo enviou quatro dos seus criados em vossa busca, e todos aqui estamos ao vosso serviço, mais contentes do que se pode imaginar, pelo bom despacho com que tornaremos, levando-vos à presença de quem tanto vos quer.
-Eso será como yo quisiere, o como el cielo lo ordenare -respondió don Luis. — Isso será se for da minha vontade, ou se o céu o ordenar — respondeu D. Luís.
-¿Qué habéis de querer , o qué ha de ordenar el cielo, fuera de consentir en volveros?; porque no ha de ser posible otra cosa. — O céu ordena que regresseis a casa, nem outra coisa é possível.
Todas estas razones que entre los dos pasaban oyó el mozo de mulas junto a quien don Luis estaba; y, levantándose de allí, fue a decir lo que pasaba a don Fernando y a Cardenio, y a los demás, que ya vestido se habían; a los cuales dijo cómo aquel hombre llamaba de don a aquel muchacho, y las razones que pasaban, y cómo le quería volver a casa de su padre, y el mozo no quería. Y con esto, y con lo que dél sabían de la buena voz que el cielo le había dado , vinieron todos en gran deseo de saber más particularmente quién era, y aun de ayudarle si alguna fuerza le quisiesen hacer; y así, se fueron hacia la parte donde aún estaba hablando y porfiando con su criado. Todas estas razões as ouviu o arrieiro, junto de quem estava D. Luís; e levantando-se dali foi contar o que se passava a D. Fernando e a Cardênio e aos outros que já se tinham vestido, e a quem disse que o homem que viera dava dom ao rapaz, e queria que ele voltasse a casa de seu pai, e que o moço não queria. Com isto e com o que sabiam já, da boa voz que o céu lhe tinha dado, vieram todos com grande desejo de saber mais particularmente quem era, e também de o ajudar, se alguma violência lhe quisessem fazer, e assim foram ter ao sítio onde ele ainda estava falando e porfiando com o seu criado.
Salía en esto Dorotea de su aposento, y tras ella doña Clara, toda turbada; y, llamando Dorotea a Cardenio aparte, le contó en breves razones la historia del músico y de doña Clara, a quien él también dijo lo que pasaba de la venida a buscarle los criados de su padre, y no se lo dijo tan callando que lo dejase de oír Clara; de lo que quedó tan fuera de sí que, si Dorotea no llegara a tenerla, diera consigo en el suelo. Cardenio dijo a Dorotea que se volviesen al aposento, que él procuraría poner remedio en todo, y ellas lo hicieron. Nisto, saiu Dorotéia do seu aposento e atrás dela D. Clara, toda turbada, e, chamando Dorotéia de parte a Cardênio, lhe contou em breves razões a história do músico e de D. Clara, e Cardênio referiu-lhe que tinham vindo a buscar D. Luís uns criados de seu pai; e não o disse tão de manso que D. Clara o não ouvisse, com que ficou tão fora de si que, se Dorotéia não corresse a ampará-la, daria consigo no chão. Cardênio disse a Dorotéia que volvessem ao aposento, que ele procuraria remediar tudo, e elas obedeceram.
Ya estaban todos los cuatro que venían a buscar a don Luis dentro de la venta y rodeados dél , persuadiéndole que luego, sin detenerse un punto, volviese a consolar a su padre. Él respondió que en ninguna manera lo podía hacer hasta dar fin a un negocio en que le iba la vida, la honra y el alma. Apretáronle entonces los criados, diciéndole que en ningún modo volverían sin él, y que le llevarían, quisiese o no quisiese. Já estavam todos os quatro, que vinham procurar D. Luís, dentro da venda, e rodeavam-no, persuadindo-lhe que logo, sem mais detença, voltasse a consolar seu pai. Respondeu ele que de nenhum modo o podia fazer sem dar fim a um negócio em que lhe iam a existência, a honra e a alma. Apertaram-no então os criados, dizendo-lhe que não voltariam sem ele, e que o levariam por vontade ou por força.
-Eso no haréis vosotros -replicó don Luis-, si no es llevándome muerto; aunque, de cualquiera manera que me llevéis, será llevarme sin vida. — Isso o não fareis vós — redarguiu D. Luís — senão matando-me primeiro, ainda que, de qualquer modo que me leveis, sem vida sempre eu irei.
Ya a esta sazón habían acudido a la porfía todos los más que en la venta estaban, especialmente Cardenio, don Fernando, sus camaradas, el oidor, el cura, el barbero y don Quijote, que ya le pareció que no había necesidad de guardar más el castillo. Cardenio, como ya sabía la historia del mozo, preguntó a los que llevarle querían que qué les movía a querer llevar contra su voluntad aquel muchacho. Já a este tempo tinham acudido à porfia todos os outros que na venda estavam, especialmente Cardênio, D. Fernando, os seus amigos, o ouvidor, o cura, o barbeiro e D. Quixote, que entendeu enfim não haver necessidade de continuar com a guarda do castelo. Cardênio, como já sabia a história de D. Luís, perguntou aos criados o que os movia a querer levar aquele moço contra sua vontade.
-Muévenos -respondió uno de los cuatro- dar la vida a su padre, que por la ausencia deste caballero queda a peligro de perderla. — Move-nos a isso — respondeu um dos quatro — dar a vida a seu pai, que, pela ausência deste cavalheiro, fica em perigo de a perder.
A esto dijo don Luis. A isto disse D. Luís:
-No hay para qué se dé cuenta aquí de mis cosas yo soy libre, y volveré si me diere gusto, y si no, ninguno de vosotros me ha de hacer fuerza. — Não há motivo para que se dê conta aqui das minhas coisas; eu sou livre, e voltarei se quiser, se não quiser nenhum de vós me obrigará.
-Harásela a vuestra merced la razón -respondió el hombre-; y, cuando ella no bastare con vuestra merced, bastará con nosotros para hacer a lo que venimos y lo que somos obligados. — Será a razão quem o obrigue — respondeu o homem — e quando ela nada possa com Vossa Mercê, poderá conosco bastante para que não deixemos de fazer aquilo a que viemos e a que somos obrigados.
-Sepamos qué es esto de raíz -dijo a este tiempo el oidor. — Saibamos ao certo o que isto vem a ser — acudiu o ouvidor.
Pero el hombre, que lo conoció, como vecino de su casa, respondió. Mas o homem, que o conhecera por vizinho de sua casa, respondeu:
-¿No conoce vuestra merced, señor oidor, a este caballero, que es el hijo de su vecino, el cual se ha ausentado de casa de su padre en el hábito tan indecente a su calidad como vuestra merced puede ver. — Não conhece Vossa Mercê, senhor ouvidor, este cavalheiro, que é filho do seu vizinho, que se ausentou de casa de seu pai em trajos tão pouco decorosos, como Vossa Mercê pode ver?
Miróle entonces el oidor más atentamente y conocióle; y, abrazándole, dijo Encarou-o então o ouvidor mais atentamente, e conheceu-o, e disse-lhe abraçando-o:
-¿Qué niñerías son éstas, señor don Luis, o qué causas tan poderosas, que os hayan movido a venir desta manera, y en este traje, que dice tan mal con la calidad vuestra. — Que criancices são estas, senhor D. Luís, ou que motivos tão poderosos, que vos obrigam a vir desta maneira, com trajo que diz tão mal com a vossa qualidade?
Al mozo se le vinieron las lágrimas a los ojos, y no pudo responder palabra. El oidor dijo a los cuatro que se sosegasen, que todo se haría bien; y, tomando por la mano a don Luis, le apartó a una parte y le preguntó qué venida había sido aquélla. Vieram as lágrimas aos olhos a D. Luís, e não pôde dar palavra ao ouvidor, que disse aos quatro que sossegassem, que tudo se faria por bem; e, pegando a D. Luís pela mão, afastou-o para um lado, e perguntou-lhe que desatino fora aquele.
Y, en tanto que le hacía esta y otras preguntas, oyeron grandes voces a la puerta de la venta, y era la causa dellas que dos huéspedes que aquella noche habían alojado en ella, viendo a toda la gente ocupada en saber lo que los cuatro buscaban, habían intentado a irse sin pagar lo que debían; mas el ventero, que atendía más a su negocio que a los ajenos, les asió al salir de la puerta y pidió su paga, y les afeó su mala intención con tales palabras, que les movió a que le respondiesen con los puños; y así, le comenzaron a dar tal mano, que el pobre ventero tuvo necesidad de dar voces y pedir socorro. La ventera y su hija no vieron a otro más desocupado para poder socorrerle que a don Quijote, a quien la hija de la ventera dijo. E, enquanto lhe fazia estas e outras perguntas, ouviram à porta da venda grande alarido, motivado por dois hóspedes que naquela noite ali tinham pousado, e que, vendo toda a gente ocupada em saber o que os quatro homens procuravam, tinham intentado ir-se sem pagar o que deviam, mas o vendeiro, que atendia mais ao seu negócio que aos alheios, agarrou-os ao sair da porta, e lhes pediu a sua paga, afeando-lhes a má tenção com palavras tais, que os levou a responderem-lhe a murros: e assim começaram a dar-lhe tamanha sova, que o pobre do vendeiro teve de gritar e de pedir socorro. A estalajadeira e sua filha não viram pessoa desocupada que o pudesse socorrer, a não ser D. Quixote, a quem a rapariga disse:
-Socorra vuestra merced, señor caballero, por la virtud que Dios le dio , a mi pobre padre, que dos malos hombres le están moliendo como a cibera. — Socorra Vossa Mercê, senhor cavaleiro, pela virtude que Deus lhe deu, a meu pobre pai, que o estão moendo dois maus homens como se fosse pimenta.
A lo cual respondió don Quijote, muy de espacio y con mucha flema. A que D. Quixote respondeu, muito descansado e com muita fleuma:
-Fermosa doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy impedido de entremeterme en otra aventura en tanto que no diere cima a una en que mi palabra me ha puesto. Mas lo que yo podré hacer por serviros es lo que ahora diré corred y decid a vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia a la princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita; que si ella me la da, tened por cierto que yo le sacaré della. — Formosa donzela, não tem lugar por agora a vossa petição, porque não posso meter-me em outra aventura, enquanto não der fim a uma em que está empenhada a minha palavra. Mas o que eu poderei fazer para vos servir é o seguinte: Correi a dizer a vosso pai que sustente a sua batalha o melhor que puder, e que de nenhum modo se deixe derrotar, enquanto eu vou pedir licença à princesa Micomicoa para o poder socorrer em sua aflição, que, se ela ma der, tende a certeza que o salvarei desde logo.
-¡Pecadora de mí! -dijo a esto Maritornes, que estaba delante- primero que vuestra merced alcance esa licencia que dice, estará ya mi señor en el otro mundo. — Mal pecado — disse nisto Maritornes, que estava presente — antes de Vossa Mercê alcançar essa licença que diz, estará meu amo no outro mundo.
-Dadme vos, señora, que yo alcance la licencia que digo -respondió don Quijote-; que, como yo la tenga, poco hará al caso que él esté en el otro mundo; que de allí le sacaré a pesar del mismo mundo que lo contradiga; o, por lo menos, os daré tal venganza de los que allá le hubieren enviado, que quedéis más que medianamente satisfechas. — Consenti, senhoras, que eu a alcance — respondeu D. Quixote — que, logo que a tenha, pouco importa que ele esteja no outro mundo, que eu de lá o irei tirar, ou pelo menos tal vingança vos darei dos que para lá o tiverem mandado, que fícareis amplamente satisfeitas.
Y sin decir más se fue a poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas que la su grandeza fuese servida de darle licencia de acorrer y socorrer al castellano de aquel castillo, que estaba puesto en una grave mengua. La princesa se la dio de buen talante, y él luego, embrazando su adarga y poniendo mano a su espada, acudió a la puerta de la venta, adonde aún todavía traían los dos huéspedes a mal traer al ventero; pero, así como llegó, embazó y se estuvo quedo, aunque Maritornes y la ventera le decían que en qué se detenía, que socorriese a su señor y marido. E, sem dizer mais, foi-se pôr de joelhos diante de Dorotéia, pedindo-lhe com palavras cavalheirescas que fosse servida sua grandeza dar-lhe licença de acudir ao castelão daquele solar, que estava em grande míngua. Deu-lha a princesa de bom grado, e logo ele, embraçando o escudo e empunhando a espada, correu à porta da venda, onde ainda os dois hóspedes continuavam a maltratar o vendeiro; mas, assim que ali chegou, ficou de todo quedo, apesar de Maritornes e a vendeira lhe dizerem por que é que se detinha, que socorresse seu amo e marido.
-Deténgome -dijo don Quijote- porque no me es lícito poner mano a la espada contra gente escuderil; pero llamadme aquí a mi escudero Sancho, que a él toca y atañe esta defensa y venganza. — Detenho-me — disse D. Quixote — porque não me é lícito desembainhar a espada contra quem não for cavaleiro; mas ide chamar o meu escudeiro Sancho, que a ele toca e pertence esta defesa e vingança.
Esto pasaba en la puerta de la venta, y en ella andaban las puñadas y mojicones muy en su punto, todo en daño del ventero y en rabia de Maritornes, la ventera y su hija, que se desesperaban de ver la cobardía de don Quijote, y de lo mal que lo pasaba su marido, señor y padre. Passava-se isto à porta da venda, onde ferviam os murros, tudo com grande prejuízo do vendeiro e raiva de Maritornes, da vendeira e de sua filha, que se desesperavam ao ver a covardia de D. Quixote e os maus tratos que sofria seu marido, amo e pai.
Pero dejémosle aquí, que no faltará quien le socorra, o si no, sufra y calle el que se atreve a más de a lo que sus fuerzas le prometen , y volvámonos atrás cincuenta pasos, a ver qué fue lo que don Luis respondió al oidor, que le dejamos aparte, preguntándole la causa de su venida a pie y de tan vil traje vestido. A lo cual el mozo, asiéndole fuertemente de las manos, como en señal de que algún gran dolor le apretaba el corazón, y derramando lágrimas en grande abundancia, le dijo. Mas deixemo-lo, que não faltará quem o socorra, ou senão que sofra calado quem a mais se atreve do que ao que as suas forças lhe permitem, e volvamos cinqüenta passos atrás a ver o que foi que D. Luís respondeu ao ouvidor, que lhe perguntara o motivo da sua vinda a pé, e vestido com trajos tão vis. O mancebo, agarrando-lhe fortemente as mãos, como em sinal de que alguma grande dor lhe pungia o coração, derramando lágrimas em grande abundância, disse-lhe:
-Señor mío, yo no sé deciros otra cosa sino que desde el punto que quiso el cielo y facilitó nuestra vecindad que yo viese a mi señora doña Clara, hija vuestra y señora mía, desde aquel instante la hice dueño de mi voluntad; y si la vuestra, verdadero señor y padre mío, no lo impide, en este mesmo día ha de ser mi esposa. Por ella dejé la casa de mi padre, y por ella me puse en este traje, para seguirla dondequiera que fuese, como la saeta al blanco, o como el marinero al norte . Ella no sabe de mis deseos más de lo que ha podido entender de algunas veces que desde lejos ha visto llorar mis ojos. Ya, señor, sabéis la riqueza y la nobleza de mis padres, y como yo soy su único heredero si os parece que éstas son partes para que os aventuréis a hacerme en todo venturoso, recebidme luego por vuestro hijo; que si mi padre, llevado de otros disignios suyos, no gustare deste bien que yo supe buscarme, más fuerza tiene el tiempo para deshacer y mudar las cosas que las humanas voluntades. — Senhor meu, não sei outra coisa dizer-vos, senão que, desde o momento em que o céu quis e a nossa vizinhança facilitou que eu visse a minha senhora D. Clara, vossa filha, desde esse instante lhe submeti a minha vontade; e, se a vossa, meu verdadeiro pai e senhor, a não impedir, hoje mesmo há-de ser minha esposa. Por ela deixei a casa de meus pais, e revesti este trajo, para a seguir fosse aonde fosse, como a seta ao alvo e o marinheiro ao norte. Ela dos meus desejos não sabe mais do que o que pôde entender algumas vezes, que de longe via chorar meus olhos. Já sabeis, senhor, a riqueza e a nobreza de meus pais, e de como sou o seu único herdeiro; se vos parecer que são partes estas para que vos arrisqueis a fazer-me em tudo venturoso, recebei-me logo por vosso filho; que se a meu pai, levado por outros desígnios, não agradar este bem que eu procurei para mim, mais força terá o tempo para desfazer e mudar as coisas do que a vontade humana.
Calló, en diciendo esto, el enamorado mancebo, y el oidor quedó en oírle suspenso, confuso y admirado , así de haber oído el modo y la discreción con que don Luis le había descubierto su pensamiento, como de verse en punto que no sabía el que poder tomar en tan repentino y no esperado negocio; y así, no respondió otra cosa sino que se sosegase por entonces, y entretuviese a sus criados, que por aquel día no le volviesen, porque se tuviese tiempo para considerar lo que mejor a todos estuviese. Besóle las manos por fuerza don Luis, y aun se las bañó con lágrimas, cosa que pudiera enternecer un corazón de mármol, no sólo el del oidor, que, como discreto, ya había conocido cuán bien le estaba a su hija aquel matrimonio; puesto que, si fuera posible, lo quisiera efetuar con voluntad del padre de don Luis, del cual sabía que pretendía hacer de título a su hijo . Calou-se ao dizer isto o enamorado mancebo, e o magistrado ficou de o ouvir suspenso, confuso e admirado, tanto pelo modo e discrição como D. Luís lhe descobriu o seu pensamento, como por não saber a resolução que havia de tomar em tão repentino e inesperado negócio, e assim é que respondeu que por então sossegasse, e entretivesse os seus criados para que não o levassem nesse dia, e ele houvesse tempo para considerar o que a todos ficaria melhor. Beijou-lhe D. Luís à viva força as mãos, e banhou-lhas de lágrimas que enterneceriam um coração de mármore, quanto mais o do ouvidor, que, como discreto, logo conhecera quanto à sua filha convinha aquele matrimônio; posto que, se possível fosse, o quisera antes efetuar com o consentimento do pai de D. Luís, de quem sabia que pretendia obter uma titular para seu filho.
Ya a esta sazón estaban en paz los huéspedes con el ventero, pues, por persuasión y buenas razones de don Quijote, más que por amenazas, le habían pagado todo lo que él quiso, y los criados de don Luis aguardaban el fin de la plática del oidor y la resolución de su amo, cuando el demonio, que no duerme , ordenó que en aquel mesmo punto entró en la venta el barbero a quien don Quijote quitó el yelmo de Mambrino y Sancho Panza los aparejos del asno, que trocó con los del suyo; el cual barbero, llevando su jumento a la caballeriza, vio a Sancho Panza que estaba aderezando no sé qué de la albarda, y así como la vio la conoció, y se atrevió a arremeter a Sancho, diciendo. Já a esse tempo estavam os hóspedes em boa paz com o vendeiro, pois que D. Quixote, com boas razões, mais do que com ameaças, os persuadira a pagarem-lhe tudo quanto ele pedia, e os criados de D. Luís aguardavam o fim da prática do ouvidor e a resolução de seu amo; quando o demônio, que não dorme, ordenou que naquele mesmo instante entrasse na venda o barbeiro, a quem D. Quixote tirara o elmo de Mambrino, e Sancho Pança o aparelho do burro, que trocou pelo do seu; o barbeiro, ao levar o jumento para a cavalariça, viu Sancho Pança a arranjar não sei o que na albarda, e logo que a viu conheceu-a, e atreveu-se a arremeter com Sancho, dizendo:
-¡Ah don ladrón, que aquí os tengo! ¡Venga mi bacía y mi albarda, con todos mis aparejos que me robastes. — Ah! D. Ladrão, que aqui vos apanho; venha a minha bacia e a albarda, e o aparelho que me roubastes.
Sancho, que se vio acometer tan de improviso y oyó los vituperios que le decían, con la una mano asió de la albarda, y con la otra dio un mojicón al barbero que le bañó los dientes en sangre; pero no por esto dejó el barbero la presa que tenía hecha en el albarda ; antes, alzó la voz de tal manera que todos los de la venta acudieron al ruido y pendencia, y decía. Sancho, que se viu acometido tão de improviso, e ouviu os vitupérios que lhe diziam, com uma das mãos agarrou a albarda, e com a outra ferrou no barbeiro tamanho murro, que lhe banhou os dentes em sangue; mas nem por isso o barbeiro largou a albarda, antes levantou a voz de modo tal, que todos os da venda acudiram ao ruído e pendência, e dizia ele:
-¡Aquí del rey y de la justicia, que, sobre cobrar mi hacienda, me quiere matar este ladrón salteador de caminos. — Aqui del-rei e da justiça, que este ladrão e salteador de estrada, sobre o roubar-me a fazenda, ainda me quer matar.
-Mentís -respondió Sancho-, que yo no soy salteador de caminos; que en buena guerra ganó mi señor don Quijote estos despojos. — Mentis! — exclamou Sancho — que eu não sou salteador de estrada, e estes despojos ganhou-os em guerra leal o meu senhor D. Quixote.
Ya estaba don Quijote delante, con mucho contento de ver cuán bien se defendía y ofendía su escudero, y túvole desde allí adelante por hombre de pro, y propuso en su corazón de armalle caballero en la primera ocasión que se le ofreciese, por parecerle que sería en él bien empleada la orden de la caballería. Entre otras cosas que el barbero decía en el discurso de la pendencia, vino a decir. Já D. Quixote estava presente, e muito folgava de ver o modo como o seu escudeiro se defendia e ofendia, e teve-o daí por diante como homem de prol, e ficou-lhe na mente o armá-lo cavaleiro na primeira ocasião que se lhe deparasse, por lhe parecer que ficaria bem empregada em Sancho a ordem de cavalaria. Entre outras coisas que o barbeiro ia dizer no decurso da pendência, veio a exclamar:
-Señores, así esta albarda es mía como la muerte que debo a Dios , y así la conozco como si la hubiera parido; y ahí está mi asno en el establo, que no me dejará mentir; si no, pruébensela , y si no le viniere pintiparada, yo quedaré por infame. Y hay más que el mismo día que ella se me quitó, me quitaron también una bacía de azófar nueva, que no se había estrenado, que era señora de un escudo. — Senhores, esta albarda é tão minha, como a morte que devo a Deus, e conheço-a como se a tivesse parido, e aí está na manjedoura o burro, que não me deixará mentir; ponham-lha, e se lhe não ficar ao pintar, que me tenham por infame. E mais ainda, no mesmo dia em que ma tirou, tiraram-me também uma bacia de arame, nova, que ainda não fora estreada, e que custara um bom escudo.
Aquí no se pudo contener don Quijote sin responder y, poniéndose entre los dos y apartándoles, depositando la albarda en el suelo, que la tuviese de manifiesto hasta que la verdad se aclarase, dijo. Aqui não se pôde conter D. Quixote, e, metendo-se entre os dois e apartando-os, pondo a albarda no chão para a ter manifesta até se aclarar a verdade, disse:
-¡Porque vean vuestras mercedes clara y manifiestamente el error en que está este buen escudero, pues llama bacía a lo que fue, es y será yelmo de Mambrino, el cual se lo quité yo en buena guerra, y me hice señor dél con ligítima y lícita posesión! En lo del albarda no me entremeto, que lo que en ello sabré decir es que mi escudero Sancho me pidió licencia para quitar los jaeces del caballo deste vencido cobarde, y con ellos adornar el suyo; yo se la di, y él los tomó, y, de haberse convertido de jaez en albarda, no sabré dar otra razón si no es la ordinaria que como esas transformaciones se ven en los sucesos de la caballería; para confirmación de lo cual, corre, Sancho hijo, y saca aquí el yelmo que este buen hombre dice ser bacía. — Para que Vossas Mercês vejam, clara e manifestamente, o erro em que está este bom escudeiro, basta dizer que chama bacia ao que foi, é, e será o elmo de Mambrino, que eu lhe conquistei em guerra leal, e de que fiquei lícito e legítimo possuidor. No caso da albarda não me intrometo, porque o que sei dizer é que o meu escudeiro Sancho me pediu licença para tirar os jaezes do cavalo deste vencido covarde, e com eles adornar o seu: dei-lha, ele tomou-a, e do jaez se ter convertido em albarda não saberei dar outra razão a não ser a do costume, a saber: que essas transformações se vêem nos casos da cavalaria; para confirmação disso, vai, meu filho Sancho, buscar o elmo, que este bom homem chama bacia.
-¡Pardiez, señor -dijo Sancho-, si no tenemos otra prueba de nuestra intención que la que vuestra merced dice, tan bacía es el yelmo de Malino como el jaez deste buen hombre albarda. — Com a breca! — disse Sancho — se só temos essa prova da nossa intenção, tão bacia é o elmo de Mambrino como é albarda o jaez.
-Haz lo que te mando -replicó don Quijote-, que no todas las cosas deste castillo han de ser guiadas por encantamento. — Faze o que te mando — disse D. Quixote — que nem todas as coisas deste castelo hão-de ser guiadas por encantamento.
Sancho fue a do estaba la bacía y la trujo; y, así como don Quijote la vio, la tomó en las manos y dijo. Sancho foi buscar a bacia, e, assim que D. Quixote a viu, tomou-a nas mãos e disse:
-Miren vuestras mercedes con qué cara podía decir este escudero que ésta es bacía, y no el yelmo que yo he dicho; y juro por la orden de caballería que profeso que este yelmo fue el mismo que yo le quité, sin haber añadido en él ni quitado cosa alguna. — Vejam Vossas Mercês com que cara pode dizer este escudeiro que isto é bacia e não o elmo que eu disse, e juro, pela ordem de cavalaria que professo, que foi este elmo que eu lhe conquistei, sem lhe ter tirado ou acrescentado coisa alguma.
-En eso no hay duda -dijo a esta sazón Sancho-, porque desde que mi señor le ganó hasta agora no ha hecho con él más de una batalla , cuando libró a los sin ventura encadenados; y si no fuera por este baciyelmo, no lo pasara entonces muy bien, porque hubo asaz de pedradas en aquel trance. — Nisso é que não há dúvida — acudiu Sancho — que desde que meu amo o ganhou até hoje, só entrou numa batalha, quando livrou os desventurados galeotes; e se não fosse este baci-elmo não passaria então muito bem, porque apanhou naquele transe pedradas com fartura.






I. Capítulo XLV. Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras aventuras sucedidas, con toda verdad. \

Capítulo XLV — Onde se acaba de averiguar a dúvida do elmo de Mambrino e da albarba, e de outras aventuras sucedidas com toda a verdade.

-¿Qué les parece a vuestras mercedes, señores -dijo el barbero-, de lo que afirman estos gentiles hombres, pues aún porfían que ésta no es bacía, sino yelmo. — Que lhes parece a Vossas Mercês, senhores — disse o barbeiro — o que afirmam estes homens de prol, que ainda porfiam que esta bacia é elmo?
-Y quien lo contrario dijere -dijo don Quijote-, le haré yo conocer que miente, si fuere caballero, y si escudero, que remiente mil veces. — E a quem o contrário disser — acudiu D. Quixote — lhe farei eu conhecer que mente se for cavaleiro, e se for escudeiro que mente e remente mil vezes.
Nuestro barbero, que a todo estaba presente, como tenía tan bien conocido el humor de don Quijote, quiso esforzar su desatino y llevar adelante la burla para que todos riesen, y dijo, hablando con el otro barbero. O nosso barbeiro, que tudo presenciava, e que conhecia perfeitamente o gênio de D. Quixote, quis espertar o seu desatino, e levar por diante a burla, para que todos rissem, e exclamou, falando com o seu colega:
-Señor barbero, o quien sois, sabed que yo también soy de vuestro oficio, y tengo más ha de veinte años carta de examen , y conozco muy bien de todos los instrumentos de la barbería, sin que le falte uno; y ni más ni menos fui un tiempo en mi mocedad soldado, y sé también qué es yelmo, y qué es morrión, y celada de encaje , y otras cosas tocantes a la milicia, digo, a los géneros de armas de los soldados; y digo, salvo mejor parecer, remitiéndome siempre al mejor entendimiento, que esta pieza que está aquí delante y que este buen señor tiene en las manos, no sólo no es bacía de barbero, pero está tan lejos de serlo como está lejos lo blanco de lo negro y la verdad de la mentira; también digo que éste, aunque es yelmo, no es yelmo entero. — Senhor barbeiro, sabei que também sou do vosso ofício, e tenho há mais de vinte anos carta de exame, e conheço muito bem todos os instrumentos barbeiris, sem faltar um só, e, além disso, fui também soldado, na minha mocidade, e também sei o que é morrião e celada de encaixar, e outras coisas que tocam à milícia, digo, aos gêneros de armas dos soldados, e afirmo, salvo melhor parecer, que este objeto que aqui está diante de nós, nas mãos daquele bom senhor, não é bacia de barbeiro, mas está tão longe de sê-lo, como está longe o branco do negro, e a verdade da mentira; e também digo que este elmo, apesar de o ser, não é elmo inteiro.
-No, por cierto -dijo don Quijote-, porque le falta la mitad, que es la babera. — Não, decerto — disse D. Quixote — falta-lhe metade, que é a babeira.
-Así es -dijo el cura, que ya había entendido la intención de su amigo el barbero. — Assim é — afirmou o cura, que já entendera a intenção do seu amigo barbeiro.
Y lo mismo confirmó Cardenio, don Fernando y sus camaradas ; y aun el oidor, si no estuviera tan pensativo con el negocio de don Luis, ayudara, por su parte, a la burla; pero las veras de lo que pensaba le tenían tan suspenso, que poco o nada atendía a aquellos donaires. E o mesmo asseveraram Cardênio, D. Fernando e os seus companheiros, e até o ouvidor, se não estivesse tão pensativo com o negócio de D. Luís, ajudaria pela sua parte a mentira.
-¡Válame Dios! -dijo a esta sazón el barbero burlado-; ¿que es posible que tanta gente honrada diga que ésta no es bacía, sino yelmo? Cosa parece ésta que puede poner en admiración a toda una Universidad, por discreta que sea. Basta si es que esta bacía es yelmo, también debe de ser esta albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho. — Valha-me Deus! — disse então o barbeiro burlado — Pois é possível que tanta gente honrada diga que isto não é bacia e que é elmo? É caso para fazer pasmar uma universidade, por mais discreta que seja. Basta; mas, se esta bacia é elmo, também deve ser esta albarda jaez de cavalo, como aqui disse este senhor.
-A mí albarda me parece -dijo don Quijote-, pero ya he dicho que en eso no me entremeto. — A mim parece-me albarda — observou D. Quixote — mas já disse que em tal coisa me não intrometo.
-De que sea albarda o jaez -dijo el cura- no está en más de decirlo el señor don Quijote ; que en estas cosas de la caballería todos estos señores y yo le damos la ventaja. — Que seja albarda ou jaez — acudiu o cura — só o senhor D. Quixote o pode dizer, que, nestas coisas de cavalarias, todos estes senhores e eu lhe damos a primazia.
-Por Dios, señores míos -dijo don Quijote-, que son tantas y tan estrañas las cosas que en este castillo, en dos veces que en él he alojado, me han sucedido, que no me atreva a decir afirmativamente ninguna cosa de lo que acerca de lo que en él se contiene se preguntare, porque imagino que cuanto en él se trata va por vía de encantamento. La primera vez me fatigó mucho un moro encantado que en él hay, y a Sancho no le fue muy bien con otros sus secuaces ; y anoche estuve colgado deste brazo casi dos horas, sin saber cómo ni cómo no vine a caer en aquella desgracia. Así que, ponerme yo agora en cosa de tanta confusión a dar mi parecer, será caer en juicio temerario. En lo que toca a lo que dicen que ésta es bacía, y no yelmo, ya yo tengo respondido; pero, en lo de declarar si ésa es albarda o jaez, no me atrevo a dar sentencia difinitiva sólo lo dejo al buen parecer de vuestras mercedes. Quizá por no ser armados caballeros, como yo lo soy, no tendrán que ver con vuestras mercedes los encantamentos deste lugar, y tendrán los entendimientos libres, y podrán juzgar de las cosas deste castillo como ellas son real y verdaderamente, y no como a mí me parecían. — Por Deus, meus senhores — disse D. Quixote — são tantas e tão estranhas as coisas que neste castelo, das duas vezes que aqui tenho estado, me hão sucedido, que me não atrevo a dizer afirmativamente coisa alguma do que se perguntar acerca do que nele se contém, porque imagino que tudo o que aqui se trata é por via de encantamento. Da primeira vez muito me derreou um mouro encantado, e Sancho não se deu muito bem com outros, seus sequazes, e esta noite estive pendurado por um braço cerca de duas horas, sem saber como vim a cair em semelhante desgraça. De forma que pôr-me eu agora em coisa tão confusa a dar o meu parecer, seria cair em juízo temerário. Pelo que toca ao dizerem que isto é bacia e não elmo, já respondi; mas, enquanto a declarar se isso é albarda ou jaez, não me atrevo a dar sentença definitiva, e exclusivamente o deixo ao bom parecer de Vossas Mercês; talvez, por não terem sido armados cavaleiros como eu, não hajam que ver com Vossas Mercês os encantamentos deste lugar, e tenham livres os entendimentos, e possam julgar as coisas deste castelo como elas são, real e verdadeiramente, e não como a mim me pareçam.
-No hay duda -respondió a esto don Fernando-, sino que el señor don Quijote ha dicho muy bien hoy que a nosotros toca la difinición deste caso; y, porque vaya con más fundamento, yo tomaré en secreto los votos destos señores, y de lo que resultare daré entera y clara noticia. — Não há dúvida — respondeu D. Fernando — que o senhor D. Quixote disse muito bem, que hoje a nós outros toca a definição deste caso; e para que vá com mais fundamento, eu tomarei em segredo os votos destes senhores, e do que resultar darei inteira e clara notícia.
Para aquellos que la tenían del humor de don Quijote, era todo esto materia de grandísima risa; pero, para los que le ignoraban, les parecía el mayor disparate del mundo, especialmente a los cuatro criados de don Luis, y a don Luis ni más ni menos, y a otros tres pasajeros que acaso habían llegado a la venta, que tenían parecer de ser cuadrilleros , como, en efeto, lo eran. Pero el que más se desesperaba era el barbero, cuya bacía, allí delante de sus ojos, se le había vuelto en yelmo de Mambrino, y cuya albarda pensaba sin duda alguna que se le había de volver en jaez rico de caballo; y los unos y los otros se reían de ver cómo andaba don Fernando tomando los votos de unos en otros, hablándolos al oído para que en secreto declarasen si era albarda o jaez aquella joya sobre quien tanto se había peleado. Y, después que hubo tomado los votos de aquellos que a don Quijote conocían, dijo en alta voz Para os que sabiam a mania de D. Quixote era isto matéria de muito riso; mas para os que a ignoravam parecia-lhes o maior disparate do mundo, especialmente aos quatro criados de D. Luís e a D. Luís também, e a outros três viandantes, que por acaso tinham chegado à venda, e que pareciam ser quadrilheiros, como efetivamente eram. Mas quem mais se desesperava era o barbeiro, cuja bacia ali diante dos seus olhos se transformara em elmo de Mambrino, e cuja albarda já não tinha dúvida que se lhe havia de tornar em rico jaez de cavalo; e uns e outros riam de ver como D. Fernando andava tomando os votos, falando ao ouvido dos circunstantes para que em segredo declarassem se era jaez ou albarda aquela jóia, sobre a qual tanto se pelejara; e, depois de tomar os votos de todos os que a D. Quixote conheciam, disse em alta voz:
-El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tantos pareceres, porque veo que a ninguno pregunto lo que deseo saber que no me diga que es disparate el decir que ésta sea albarda de jumento, sino jaez de caballo, y aun de caballo castizo ; y así, habréis de tener paciencia, porque, a vuestro pesar y al de vuestro asno, éste es jaez y no albarda, y vos habéis alegado y probado muy mal de vuestra parte. — O caso é, bom homem, que já estou cansado de tantos pormenores, porque vejo que a ninguém pergunto o que desejo saber, que me não diga que é disparate dizer-se que isto seja albarda de jumento, quando bem se vê que é jaez de cavalo, e até de cavalo fino, e assim haveis de ter paciência, porque, em que vos pese e ao vosso jumento, isto é jaez e não albarda, e foram péssimas pela vossa parte as alegações e provas.
-No la tenga yo en el cielo -dijo el sobrebarbero- si todos vuestras mercedes no se engañan, y que así parezca mi ánima ante Dios como ella me parece a mí albarda, y no jaez; pero allá van leyes... , etcétera; y no digo más; y en verdad que no estoy borracho que no me he desayunado, si de pecar no . — Não tenha eu lugar no céu — exclamou o pobre barbeiro — se Vossas Mercês todos se não enganam, e tão bem pareça a minha alma aos olhos de Nosso Senhor, como esta albarda me parece albarda; mas lá vão leis... e mais não digo; o que posso afirmar é que não estou bêbado, que ainda não quebrei o jejum, a não ser de pecar.
No menos causaban risa las necedades que decía el barbero que los disparates de don Quijote, el cual a esta sazón dijo Não causavam menos riso as necedades do barbeiro do que os disparates de D. Quixote, que nisto acudiu:
-Aquí no hay más que hacer, sino que cada uno tome lo que es suyo, y a quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga. — Aqui não há mais que fazer do que tomar cada qual o que lhe pertence, e a quem Deus a deu, S. Pedro que a benza.
Uno de los cuatro dijo . Um dos criados de D. Luís exclamou:
-Si ya no es que esto sea burla pesada, no me puedo persuadir que hombres de tan buen entendimiento como son, o parecen, todos los que aquí están, se atrevan a decir y afirmar que ésta no es bacía, ni aquélla albarda; mas, como veo que lo afirman y lo dicen, me doy a entender que no carece de misterio el porfiar una cosa tan contraria de lo que nos muestra la misma verdad y la misma experiencia; porque, ¡voto a tal! -y arrojóle redondo-, que no me den a mí a entender cuantos hoy viven en el mundo al revés de que ésta no sea bacía de barbero y ésta albarda de asno. — Se isto não é de caso pensado, não me posso persuadir que homens de tão bom entendimento, como são ou parecem ser todos os que aqui estão, se atrevam a dizer e afirmar que isto não é bacia e aquilo albarda; mas, como vejo que o afirmam e dizem, dá-me isto a entender que não deixa de ter mistério o porfiar numa coisa tão contrária à verdade; porque voto a tal que ninguém que hoje vive no mundo me pode fazer acreditar que isto não é bacia de barbeiro, e aquilo albarda de burro.
-Bien podría ser de borrica -dijo el cura. — Pode muito bem ser de burra — disse o cura.
-Tanto monta -dijo el criado-, que el caso no consiste en eso, sino en si es o no es albarda, como vuestras mercedes dicen. — Tanto monta — tornou o criado — que o caso não está nisso, mas em ser ou não ser albarda, como Vossas Mercês dizem.
Oyendo esto uno de los cuadrilleros que habían entrado, que había oído la pendencia y quistión, lleno de cólera y de enfado, dijo. Ouvindo isto um dos quadrilheiros que tinham entrado, que ouvira a pendência, cheio de enfado e cólera, bradou:
-Tan albarda es como mi padre; y el que otra cosa ha dicho o dijere debe de estar hecho uva. — É tão albarda como meu pai é meu pai, e quem outra coisa disse ou disser, é porque está bêbado como um cacho.
-Mentís como bellaco villano -respondió don Quijote. — Mentis como um velhaco e vilão — respondeu D. Quixote.
Y, alzando el lanzón, que nunca le dejaba de las manos, le iba a descargar tal golpe sobre la cabeza, que, a no desviarse el cuadrillero, se le dejara allí tendido. El lanzón se hizo pedazos en el suelo, y los demás cuadrilleros, que vieron tratar mal a su compañero, alzaron la voz pidiendo favor a la Santa Hermandad. E levantando a lança, que nunca largara das mãos, descarregou-lhe tal golpe na cabeça, que, se o quadrilheiro se não desviasse, deixara-o ali estendido; a lança fez-se pedaços no chão, e os outros quadrilheiros, que viram maltratar o seu camarada, ergueram a voz pedindo auxílio à Santa Irmandade
El ventero, que era de la cuadrilla , entró al punto por su varilla y por su espada, y se puso al lado de sus compañeros; los criados de don Luis rodearon a don Luis, porque con el alboroto no se les fuese; el barbero, viendo la casa revuelta, tornó a asir de su albarda, y lo mismo hizo Sancho; don Quijote puso mano a su espada y arremetió a los cuadrilleros. Don Luis daba voces a sus criados que le dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio, y a don Fernando, que todos favorecían a don Quijote. El cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba, Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada. El barbero aporreaba a Sancho, Sancho molía al barbero; don Luis, a quien un criado suyo se atrevió a asirle del brazo porque no se fuese, le dio una puñada que le bañó los dientes en sangre; el oidor le defendía, don Fernando tenía debajo de sus pies a un cuadrillero, midiéndole el cuerpo con ellos muy a su sabor. El ventero tornó a reforzar la voz, pidiendo favor a la Santa Hermandad de modo que toda la venta era llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de sangre . Y, en la mitad deste caos, máquina y laberinto de cosas, se le representó en la memoria de don Quijote que se veía metido de hoz y de coz en la discordia del campo de Agramante ; y así dijo, con voz que atronaba la venta. . O vendeiro, que pertencia à corporação, correu a ir buscar a vara e a espada, e veio colocar-se ao lado dos seus companheiros; os criados de D. Luís rodearam-no para que não aproveitasse o alvoroto para se safar; o barbeiro, vendo o reboliço, tornou a deitar mão à albarda, e o mesmo fez Sancho; D. Quixote desembainhou a espada e arremeteu com os quadrilheiros; D. Luís bradava aos seus criados que o largassem a ele e socorressem D. Quixote, e Cardênio e D. Fernando, que se tinham colocado todos ao lado do ilustre manchego; o cura bradava, gritava a vendeira, a filha afligia-se, Maritornes chorava, Dorotéia estava confusa, Lucinda suspensa e Clara desmaiada. O barbeiro desancava Sancho, Sancho moía o barbeiro; D. Luís, a quem um criado se atreveu a agarrar no braço para que se não fosse embora, deu-lhe um murro que lhe pôs os dentes em sangue; o ouvidor defendia D. Luís; D. Fernando metera debaixo de si um quadrilheiro e cozia-o a pontapés; o vendeiro tornava a levantar a voz pedindo auxílio à Santa Irmandade; de modo que, em toda a venda não havia senão prantos, brados, gritos, confusões, temores, sobressaltos, desgraças, cutiladas, sopapos, pauladas, coices e efusão de sangue. E, no meio deste caos, o que havia de imaginar D. Quixote? imagina-se engolfado na discórdia do campo de Agramante, e diz com voz que atroava toda a venda:
-¡Ténganse todos; todos envainen; todos se sosieguen; óiganme todos, si todos quieren quedar con vida. — Tenham mão todos, embainhem as espadas, sosseguem e ouçam-me, se não querem perder a vida.
A cuya gran voz, todos se pararon, y él prosiguió diciendo. A este brado, todos pararam, e ele prosseguiu dizendo:
-¿No os dije yo, señores, que este castillo era encantado, y que alguna región de demonios debe de habitar en él? En confirmación de lo cual, quiero que veáis por vuestros ojos cómo se ha pasado aquí y trasladado entre nosotros la discordia del campo de Agramante. Mirad cómo allí se pelea por la espada, aquí por el caballo, acullá por el águila, acá por el yelmo , y todos peleamos, y todos no nos entendemos. Venga, pues, vuestra merced, señor oidor, y vuestra merced, señor cura, y el uno sirva de rey Agramante, y el otro de rey Sobrino, y pónganos en paz; porque por Dios Todopoderoso que es gran bellaquería que tanta gente principal como aquí estamos se mate por causas tan livianas. — Não vos disse já, senhores, que este castelo era encantado, e que alguma legião de demônios deve habitar nele? Em confirmação do meu dito, quero que vejais com os vossos olhos como para entre nós passou e se trasladou a discórdia do campo de Agramante. Vede como além se pugna pela espada, aqui pelo cavalo, acolá pela águia e ali pelo elmo, e todos pelejamos e ninguém se entende: venha, pois, Vossa Mercê, senhor ouvidor, e Vossa Mercê, senhor cura, e sirva um de rei Agramante, e outro de el-rei Sobrinho, e ponham-nos em paz; porque, por Deus todo poderoso, é grande loucura matar-se, por coisas tão fúteis, gente tão principal como todos os que aqui estamos.
Los cuadrilleros, que no entendían el frasis de don Quijote, y se veían malparados de don Fernando, Cardenio y sus camaradas, no querían sosegarse; el barbero sí, porque en la pendencia tenía deshechas las barbas y el albarda; Sancho, a la más mínima voz de su amo, obedeció como buen criado; los cuatro criados de don Luis también se estuvieron quedos, viendo cuán poco les iba en no estarlo. Sólo el ventero porfiaba que se habían de castigar las insolencias de aquel loco, que a cada paso le alborotaba la venta. Finalmente, el rumor se apaciguó por entonces, la albarda se quedó por jaez hasta el día del juicio, y la bacía por yelmo y la venta por castillo en la imaginación de don Quijote. Os quadrilheiros, que não entendiam o fraseado de D. Quixote, e se viam maltratados por D. Fernando, Cardênio e os seus companheiros, não queriam aquietar-se; o barbeiro, sim, porque na pendência lhe tinham arrepelado as barbas e a albarda; Sancho, à primeira voz de seu amo, obedeceu como bom criado; os quatro servos de D. Luís também ficaram quedos, vendo que de pouco lhes servia o barulho; só o vendeiro porfiava que se haviam de castigar as insolências daquele louco, que a cada momento lhe alvorotava a estalagem. Finalmente, o barulho se apaziguou por então, a albarda ficou passando por jaez até ao dia de juízo, e a bacia por elmo, e a venda por castelo, na imaginação de D. Quixote.
Puestos, pues, ya en sosiego, y hechos amigos todos a persuasión del oidor y del cura, volvieron los criados de don Luis a porfiarle que al momento se viniese con ellos; y, en tanto que él con ellos se avenía, el oidor comunicó con don Fernando, Cardenio y el cura qué debía hacer en aquel caso, contándoseles con las razones que don Luis le había dicho. En fin, fue acordado que don Fernando dijese a los criados de don Luis quién él era y cómo era su gusto que don Luis se fuese con él al Andalucía, donde de su hermano el marqués sería estimado como el valor de don Luis merecía ; porque desta manera se sabía de la intención de don Luis que no volvería por aquella vez a los ojos de su padre, si le hiciesen pedazos. Entendida, pues, de los cuatro la calidad de don Fernando y la intención de don Luis, determinaron entre ellos que los tres se volviesen a contar lo que pasaba a su padre, y el otro se quedase a servir a don Luis, y a no dejalle hasta que ellos volviesen por él, o viese lo que su padre les ordenaba. Postos, pois, já em sossego, e feitos amigos todos por persuasão do ouvidor e do cura, voltaram os criados de D. Luís a insistir para que os acompanhasse, e enquanto estava com eles em avenças, o ouvidor aconselhava-se com D. Fernando, Cardênio e o cura, sobre o que havia de fazer naquele caso, contando-lhes tudo o que D. Luís lhe pedira. Enfim, acordou-se que D. Fernando dissesse aos criados de D. Luís quem era, e como desejava que D. Luís o acompanhasse à Andaluzia, onde pelo marquês seu irmão seria estimadíssimo, e assim se faria a vontade a D. Luís, que naquela ocasião não tornava para casa de seu pai, nem que o despedaçassem.
Desta manera se apaciguó aquella máquina de pendencias, por la autoridad de Agramante y prudencia del rey Sobrino ; pero, viéndose el enemigo de la concordia y el émulo de la paz menospreciado y burlado, y el poco fruto que había granjeado de haberlos puesto a todos en tan confuso laberinto, acordó de probar otra vez la mano, resucitando nuevas pendencias y desasosiegos. Assim se apaziguou toda aquela pendência, graças à autoridade de Agramante e cordura de el-rei Sobrinho; mas, vendo-se o inimigo da concórdia e o êmulo da paz menosprezado e burlado, e o pouco fruto que tirara de os haver posto a todos em tão confuso labirinto, quis provar outra vez a mão, ressuscitando novas pendências e desassossegos.
Es, pues, el caso que los cuadrilleros se sosegaron, por haber entreoído la calidad de los que con ellos se habían combatido, y se retiraron de la pendencia, por parecerles que, de cualquiera manera que sucediese, habían de llevar lo peor de la batalla; pero uno dellos, que fue el que fue molido y pateado por don Fernando, le vino a la memoria que, entre algunos mandamientos que traía para prender a algunos delincuentes, traía uno contra don Quijote, a quien la Santa Hermandad había mandado prender, por la libertad que dio a los galeotes, y como Sancho, con mucha razón, había temido. É, pois, o caso, que os quadrilheiros sossegaram, por ter entreouvido a qualidade dos que com eles se tinham batido, e retiraram-se da pendência, por lhes parecer que sempre haviam de levar o pior na batalha; mas um deles, que fora desancado e pisado aos pés por D. Fernando, lembrou-se de súbito de que entre alguns mandados que trazia para prender delinqüentes, vinha um contra D. Quixote, que a Santa Irmandade mandara prender pela liberdade que deu aos galeotes, e como Sancho, com muita razão, temera.
Imaginando, pues, esto, quiso certificarse si las señas que de don Quijote traía venían bien, y, sacando del seno un pergamino , topó con el que buscaba; y, poniéndosele a leer de espacio, porque no era buen lector, a cada palabra que leía ponía los ojos en don Quijote, y iba cotejando las señas del mandamiento con el rostro de don Quijote, y halló que, sin duda alguna, era el que el mandamiento rezaba . Y, apenas se hubo certificado, cuando, recogiendo su pergamino, en la izquierda tomó el mandamiento , y con la derecha asió a don Quijote del cuello fuertemente, que no le dejaba alentar, y a grandes voces decía. Lembrando-se, pois, disto, quis certificar-se se diziam bem com as feições de D. Quixote os sinais que lhe tinham dado, e, tirando do seio um pergaminho, sucedeu ser esse logo o que procurava, e pondo-se a lê-lo com todo o vagar, porque não era grande ledor, a cada palavra que lia punha os olhos em D. Quixote, e ia cotejando os sinais com as feições do seu rosto, e viu que sem dúvida alguma era a ele que o mandado se referia. E, apenas se certificou, dobrou logo o pergaminho, e, pondo o mandado na mão esquerda, com a mão direita agarrou a D. Quixote pelo pescoço, que nem o deixava respirar, e com grandes brados dizia:
-¡Favor a la Santa Hermandad! Y, para que se vea que lo pido de veras, léase este mandamiento, donde se contiene que se prenda a este salteador de caminos. — Auxílio à Santa Irmandade, e, para que se veja que deveras e com razão o peço, leia-se este pergaminho onde se ordena que se prenda este salteador de estradas.
Tomó el mandamiento el cura, y vio como era verdad cuanto el cuadrillero decía, y cómo convenía con las señas con don Quijote ; el cual, viéndose tratar mal de aquel villano malandrín, puesta la cólera en su punto y crujiéndole los huesos de su cuerpo, como mejor pudo él, asió al cuadrillero con entrambas manos de la garganta, que, a no ser socorrido de sus compañeros, allí dejara la vida antes que don Quijote la presa. El ventero, que por fuerza había de favorecer a los de su oficio, acudió luego a dalle favor. La ventera, que vio de nuevo a su marido en pendencias, de nuevo alzó la voz, cuyo tenor le llevaron luego Maritornes y su hija, pidiendo favor al cielo y a los que allí estaban. Sancho dijo, viendo lo que pasaba. Pegou o cura no mandado, e viu que era verdade tudo o que o quadrilheiro dizia, e que os sinais eram realmente os de D. Quixote, o qual, vendo-se maltratado por aquele vilão malandrino, no auge da cólera, e com os ossos a rangerem-lhe, agarrou-se com ambas as mãos à garganta do quadrilheiro, com tal ânsia, que, se o infeliz não fosse socorrido pelos seus camaradas, mais depressa ali deixaria a vida do que D. Quixote a presa. O vendeiro, que por força havia de favorecer os da sua corporação, veio logo acudir-lhe. A vendeira, que viu de novo seu marido em pendências, de novo começou a gritar, procedendo logo pelo mesmo teor Maritornes e a filha, que imploravam a misericórdia do céu e dos que ali estavam.
-¡Vive el Señor, que es verdad cuanto mi amo dice de los encantos deste castillo, pues no es posible vivir una hora con quietud en él. Sancho exclamou, ao ver o que se passava: — Por vida de Nosso Senhor, que é bem verdade tudo quanto meu amo diz dos encantamentos deste castelo, que se não pode aqui estar uma hora em sossego.
Don Fernando despartió al cuadrillero y a don Quijote, y, con gusto de entrambos, les desenclavijó las manos, que el uno en el collar del sayo del uno, y el otro en la garganta del otro, bien asidas tenían; pero no por esto cesaban los cuadrilleros de pedir su preso, y que les ayudasen a dársele atado y entregado a toda su voluntad, porque así convenía al servicio del rey y de la Santa Hermandad, de cuya parte de nuevo les pedían socorro y favor para hacer aquella prisión de aquel robador y salteador de sendas y de carreras . Reíase de oír decir estas razones don Quijote; y, con mucho sosiego, dijo. D. Fernando apartou o quadrilheiro e D. Quixote, com grande alívio de ambos, desenclavinhando-lhes as mãos com que mutuamente se afogavam; mas nem por isso deixavam-os quadrilheiros de reclamar o seu preso, e de pedir que os ajudassem a amarrá-lo, porque assim convinha ao serviço de el-rei e da Santa Irmandade, de cuja parte de novo lhes pediam socorro e auxílio para prenderem aquele roubador e salteador de estrada. Ria-se D. Quixote de ouvir estas razões, e com muito sossego disse:
-Venid acá, gente soez y malnacida ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra en la caballería andante, ni os dé a entender el pecado e ignorancia en que estáis en no reverenciar la sombra, cuanto más la asistencia, de cualquier caballero andante! Venid acá, ladrones en cuadrilla , que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad; decidme ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada; sus fueros, sus bríos; sus premáticas, su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no sabe que no hay secutoria de hidalgo con tantas preeminencias, ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó y se le entregó rendida, a todo su talante y voluntad? Y, finalmente, ¿qué caballero andante ha habido, hay ni habrá en el mundo, que no tenga bríos para dar él solo cuatrocientos palos a cuatrocientos cuadrilleros que se le pongan delante? — Vinde cá, gente soez e malcriada, chamais assaltar nas estradas dar liberdade aos algemados, soltar os presos, socorrer os míseros, levantar os caídos, remediar os necessitados? Ah! gente infame, dignos, por vosso baixo e vil entendimento, de que o céu vos não comunique o valor que se encerra na cavalaria andante, nem vos dê a entender o pecado e ignorância em que estais, não reverenciando a sombra, quanto mais a presença de qualquer cavaleiro andante! Vinde cá, ladrões de quadrilha, e não quadrilheiros, salteadores com licença da Santa Irmandade, dizei-me, quem foi o ignorante que assinou mandado de prisão contra um cavaleiro tal como eu sou? Quem era esse que não sabia que são isentos de todo o foro judicial os cavaleiros andantes, e que a sua lei é a sua espada, foros os seus brios, pragmáticas a sua vontade? Quem foi o mentecapto, torno a dizer, que não sabe que não há foro de fidalgo com tantas preeminências e isenção como o que adquire um paladino andante no dia em que calça as esporas de ouro e se entrega ao duro exercício da cavalaria? Que cavaleiro andante pagou nunca peitas nem alcavalas, chapim de rainha, moeda foreira, portagem, nem barca? Que castelão o acolheu no seu castelo, fazendo-lhe pagar o escote? Que rei o não assentou à sua mesa? Que donzela se lhe não afeiçoou e se lhe não entregou rendida, com todas as veras da sua alma? E, finalmente, que cavaleiro andante houve, há, ou há-de haver no mundo que não tenha brio, para dar ele só quatrocentas pauladas a quatrocentos quadrilheiros que se lhe ponham diante?






I. Capítulo XLVI. De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen caballero don Quijote

Capítulo XLVI — Da notável aventura dos quadrilheiros, e da grande ferocidade do nosso bom cavaleiro D. Quixote.

En tanto que don Quijote esto decía, estaba persuadiendo el cura a los cuadrilleros como don Quijote era falto de juicio, como lo veían por sus obras y por sus palabras, y que no tenían para qué llevar aquel negocio adelante, pues, aunque le prendiesen y llevasen, luego le habían de dejar por loco; a lo que respondió el del mandamiento que a él no tocaba juzgar de la locura de don Quijote, sino hacer lo que por su mayor le era mandado , y que una vez preso, siquiera le soltasen trecientas. Enquanto D. Quixote dizia isto, estava o cura convencendo os quadrilheiros de que ele era falto de juízo, como viam pelas suas obras e palavras, e não tinham motivo para ir com esse negócio por diante, porque, ainda que o prendessem e levassem, logo teriam de o deixar como louco; ao que respondeu o do mandado que lhe não competia julgar da loucura de D. Quixote, mas fazer o que lhe ordenavam, e que, preso uma vez, podiam-no soltar trezentas.
-Con todo eso -dijo el cura-, por esta vez no le habéis de llevar, ni aun él dejará llevarse, a lo que yo entiendo. — Com tudo isso — acudiu o cura — desta vez não o levareis, nem ele se deixará levar, pelo que eu vejo.
En efeto, tanto les supo el cura decir, y tantas locuras supo don Quijote hacer, que más locos fueran que no él los cuadrilleros si no conocieran la falta de don Quijote; y así, tuvieron por bien de apaciguarse, y aun de ser medianeros de hacer las paces entre el barbero y Sancho Panza, que todavía asistían con gran rancor a su pendencia. Finalmente, ellos, como miembros de justicia, mediaron la causa y fueron árbitros della, de tal modo que ambas partes quedaron, si no del todo contentas, a lo menos en algo satisfechas, porque se trocaron las albardas, y no las cinchas y jáquimas; y en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino, el cura, a socapa y sin que don Quijote lo entendiese, le dio por la bacía ocho reales, y el barbero le hizo una cédula del recibo y de no llamarse a engaño por entonces, ni por siempre jamás amén. Efetivamente, o cura tanto lhes disse, e D. Quixote tantas loucuras fez, que mais doidos seriam do que ele os quadrilheiros, se lhe não conhecessem a falta de siso, e assim houveram por bem apaziguar-se, e até servir de medianeiros para se fazerem as pazes entre Sancho Pança e o barbeiro, que ainda insistiam, com grande rancor, na sua pendência. Finalmente, eles, como membros da justiça, se fizeram árbitros da causa e partiram a contenda ao meio, mandando que se trocassem as albardas, mas não o resto do aparelho, ficando assim as duas partes não de todo contentes, mas alguma coisa satisfeitas; e, enquanto ao elmo de Mambrino, o cura à socapa, e sem que D. Quixote o percebesse, deu ao barbeiro oito reais, e em troca lhe passou ele recibo e promessa de o não demandar em tempo algum, amém.
Sosegadas, pues, estas dos pendencias, que eran las más principales y de más tomo, restaba que los criados de don Luis se contentasen de volver los tres , y que el uno quedase para acompañarle donde don Fernando le quería llevar; y, como ya la buena suerte y mejor fortuna había comenzado a romper lanzas y a facilitar dificultades en favor de los amantes de la venta y de los valientes della, quiso llevarlo al cabo y dar a todo felice suceso, porque los criados se contentaron de cuanto don Luis quería; de que recibió tanto contento doña Clara, que ninguno en aquella sazón la mirara al rostro que no conociera el regocijo de su alma. Sossegadas, pois, estas duas pendências, que eram as principais e de mais tomo, restava que os criados de D. Luís se resignassem a separar-se, indo-se três embora e ficando um para o acompanhar ao sítio aonde D. Fernando o levava; e como já a boa sorte e melhor fortuna começara a aplanar dificuldades, e a favorecer os enamorados e os valentes da estalagem, quis levar ao termo essa boa obra, e dar a tudo feliz êxito, porque os criados fizeram quanto quis seu jovem amo, e com isso tão contente ficou D. Clara, que bastava olhar para o seu rosto para se conhecer o regozijo daquela alma.
Zoraida, aunque no entendía bien todos los sucesos que había visto, se entristecía y alegraba a bulto, conforme veía y notaba los semblantes a cada uno, especialmente de su español, en quien tenía siempre puestos los ojos y traía colgada el alma. El ventero, a quien no se le pasó por alto la dádiva y recompensa que el cura había hecho al barbero, pidió el escote de don Quijote, con el menoscabo de sus cueros y falta de vino, jurando que no saldría de la venta Rocinante, ni el jumento de Sancho, sin que se le pagase primero hasta el último ardite. Todo lo apaciguó el cura, y lo pagó don Fernando, puesto que el oidor, de muy buena voluntad, había también ofrecido la paga; y de tal manera quedaron todos en paz y sosiego, que ya no parecía la venta la discordia del campo de Agramante, como don Quijote había dicho, sino la misma paz y quietud del tiempo de Otaviano ; de todo lo cual fue común opinión que se debían dar las gracias a la buena intención y mucha elocuencia del señor cura y a la incomparable liberalidad de don Fernando . Zoraida, ainda que não entendia bem todos os sucessos que tinha visto, alegrava-se e entristecia-se conforme a expressão que lia no semblante de cada um, principalmente no do seu espanhol, em quem tinha sempre pregados os olhos e a alma. O dono da venda, a quem não passou despercebida a recompensa que o cura dera ao barbeiro, pediu que lhe pagassem o estrago que D. Quixote fizera nos odres e no vinho, jurando que não deixaria sair nem Rocinante, nem o jumento, se não se lhe satisfizesse até ao último maravedi. Tudo o cura apaziguou, e tudo D. Fernando pagou, ainda que o ouvidor de muito boa vontade se oferecera também para pagar, e assim ficaram todos em paz e sossego, de forma que a venda já não parecia o campo de Agramante, como D. Quixote dissera, mas antes ali reinava a paz otaviana; e foi opinião comum que se deviam dar graças à boa intenção e muita eloqüência do senhor cura, e à incomparável liberalidade de D. Fernando.
Viéndose, pues, don Quijote libre y desembarazado de tantas pendencias, así de su escudero como suyas, le pareció que sería bien seguir su comenzado viaje y dar fin a aquella grande aventura para que había sido llamado y escogido ; y así, con resoluta determinación se fue a poner de hinojos ante Dorotea, la cual no le consintió que hablase palabra hasta que se levantase; y él, por obedecella, se puso en pie y le dijo. Vendo-se, pois, D. Quixote livre e desembaraçado de tantas pendências, suas e do seu escudeiro, pareceu-lhe que seria bom prosseguir na começada viagem, e dar fim àquela grande aventura, para que fora chamado e escolhido, e, assim, com resoluta determinação, foi-se pôr de joelhos diante de Dorotéia, a qual lhe não consentiu que dissesse uma só palavra sem que se levantasse, e por lhe obedecer D. Quixote se pôs em pé e lhe disse:
-Es común proverbio, fermosa señora, que la diligencia es madre de la buena ventura, y en muchas y graves cosas ha mostrado la experiencia que la solicitud del negociante trae a buen fin el pleito dudoso; pero en ningunas cosas se muestra más esta verdad que en las de la guerra, adonde la celeridad y presteza previene los discursos del enemigo, y alcanza la vitoria antes que el contrario se ponga en defensa. Todo esto digo, alta y preciosa señora , porque me parece que la estada nuestra en este castillo ya es sin provecho, y podría sernos de tanto daño que lo echásemos de ver algún día; porque, ¿quién sabe si por ocultas espías y diligentes habrá sabido ya vuestro enemigo el gigante de que yo voy a destruille?; y, dándole lugar el tiempo, se fortificase en algún inexpugnable castillo o fortaleza contra quien valiesen poco mis diligencias y la fuerza de mi incansable brazo. Así que, señora mía, prevengamos, como tengo dicho, con nuestra diligencia sus designios, y partámonos luego a la buena ventura; que no está más de tenerla vuestra grandeza como desea, de cuanto yo tarde de verme con vuestro contrario. — É provérbio vulgar, formosa senhora, ser a diligência mãe do bom êxito, e em muitas e graves coisas tem mostrado a experiência que a solicitude do demandista leva a bom fim o pleito duvidoso; mas em nenhuma se mostra tanto esta verdade como nas coisas da guerra, onde a celeridade e presteza previnem as deliberações do inimigo e alcançam a vitória antes que o contrário se ponha em defesa. Tudo isto digo, alta e preciosa senhora, porque me parece que a nossa estada neste castelo já é sem proveito, e poderia ser de tanto dano que algum dia o sentiríamos, porque, quem sabe se por ocultos espias não terá sabido já o gigante vosso adversário que vou destruí-lo, e, dando-lhe lugar o tempo, se tenha fortificado nalgum inexpugnável castelo e fortaleza, contra o qual pouco valessem as minhas diligências e a força do meu incansável braço? Assim, pois, senhora minha, previnamos, como disse, com a nossa diligência os seus desígnios, e partamos desde já a procurar a fortuna, que logo Vossa Mercê a terá como deseja, apenas eu chegue a ver o vosso opositor.
Calló y no dijo más don Quijote, y esperó con mucho sosiego la respuesta de la fermosa infanta; la cual, con ademán señoril y acomodado al estilo de don Quijote, le respondió desta manera. Calou-se D. Quixote, e esperou com muito sossego a resposta da formosa infanta, a qual, com ademã senhoril e acomodado ao estilo de D. Quixote, lhe respondeu desta maneira:
-Yo os agradezco, señor caballero, el deseo que mostráis tener de favorecerme en mi gran cuita, bien así como caballero, a quien es anejo y concerniente favorecer los huérfanos y menesterosos; y quiera el cielo que el vuestro y mi deseo se cumplan, para que veáis que hay agradecidas mujeres en el mundo. Y en lo de mi partida, sea luego ; que yo no tengo más voluntad que la vuestra disponed vos de mí a toda vuestra guisa y talante; que la que una vez os entregó la defensa de su persona y puso en vuestras manos la restauración de sus señoríos no ha de querer ir contra lo que la vuestra prudencia ordenare. — Agradeço-vos, senhor, o desejo que mostrais de favorecer-me na minha grande angústia, como cavaleiro que tem por alta missão proteger os órfãos e necessitados; e queira o céu que se cumpra o vosso desejo e o meu, para que vejais que há no mundo mulheres agradecidas. E, enquanto à minha partida, seja presto, que eu não tenho mais vontade que a vossa; disponde de mim a vosso bom talante, que aquela que uma vez vos entregou a defesa da sua pessoa e pôs nas vossas mãos a defesa dos seus senhorios não há-de querer ir contra o que ordenar a vossa prudência.
-A la mano de Dios -dijo don Quijote-; pues así es que una señora se me humilla, no quiero yo perder la ocasión de levantalla y ponella en su heredado trono. La partida sea luego, porque me va poniendo espuelas al deseo y al camino lo que suele decirse que en la tardanza está el peligro. Y, pues no ha criado el cielo, ni visto el infierno, ninguno que me espante ni acobarde, ensilla, Sancho, a Rocinante, y apareja tu jumento y el palafrén de la reina, y despidámonos del castellano y destos señores, y vamos de aquí luego al punto. — Nas mãos de Deus e não nas minhas — acudiu D. Quixote — mas, quando uma senhora se me humilha, não quero perder o ensejo de a levantar e pô-la no seu herdado trono. Partamos, pois, já, porque o desejo e o caminho me esporeiam, que costuma dizer-se que o perigo está na tardança; e que já o céu não criou, nem viu o inferno nenhum que me espante ou acovarde. Vai selar o Rocinante, Sancho, e aparelha o teu jumento e o palafrém da rainha, e, depois de nos despedirmos do castelão e destes senhores, partamos sem demora.
Sancho, que a todo estaba presente, dijo, meneando la cabeza a una parte y a otra. Sancho, que a tudo estava presente, disse abanando a cabeça:
-¡Ay señor, señor , y cómo hay más mal en el aldegüela que se suena , con perdón sea dicho de las tocadas honradas. — Ai, senhor, senhor! nem tudo o que luz é ouro; com perdão seja dito do ouro verdadeiro.
-¿Qué mal puede haber en ninguna aldea, ni en todas las ciudades del mundo, que pueda sonarse en menoscabo mío, villano. — Que tem isso com o que se passa aqui, vilão?
-Si vuestra merced se enoja -respondió Sancho-, yo callaré, y dejaré de decir lo que soy obligado como buen escudero, y como debe un buen criado decir a su señor. — Se Vossa Mercê se enfada — respondeu Sancho — eu calo-me e deixo de dizer aquilo a que sou obrigado como leal escudeiro, e como deve um bom criado dizer a seu amo.
-Di lo que quisieres -replicó don Quijote-, como tus palabras no se encaminen a ponerme miedo; que si tú le tienes, haces como quien eres, y si yo no le tengo, hago como quien soy. — Dize o que quiseres — redarguiu D. Quixote — conquanto que as tuas palavras se não dirijam a assustar-me, que se tu tiveres medo procedes como quem és, e se eu o não tenho procedo como quem sou.
-No es eso, ¡pecador fui yo a Dios! -respondió Sancho-, sino que yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Micomicón no lo es más que mi madre; porque, a ser lo que ella dice, no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta. — Não é isso, mal pecado — respondeu Sancho — mas o que eu digo é que tenho por averiguado e certo que esta senhora, que se diz ser rainha do grande reino de Micomicão, é-o tanto como minha mãe, porque, se o fosse, não andaria decerto a cada canto e a cada instante aos beijinhos com um sujeito cá da roda.
Paróse colorada con las razones de Sancho Dorotea, porque era verdad que su esposo don Fernando, alguna vez, a hurto de otros ojos, había cogido con los labios parte del premio que merecían sus deseos (lo cual había visto Sancho, y pareciéndole que aquella desenvoltura más era de dama cortesana que de reina de tan gran reino), y no pudo ni quiso responder palabra a Sancho, sino dejóle proseguir en su plática, y él fue diciendo. Fez-se Dorotéia muito corada, porque era verdade que seu esposo D. Fernando algumas vezes colhera furtivamente nos seus lábios parte do prêmio que os seus desejos mereciam, o que fora visto por Sancho, parecendo-lhe a ele que semelhante desenvoltura era mais de loureira que de rainha de tão grande reino. Não quis ou não pôde Dorotéia responder palavra a Sancho, mas deixou-o prosseguir na sua prática, e ele foi dizendo:
-Esto digo, señor, porque, si al cabo de haber andado caminos y carreras, y pasado malas noches y peores días, ha de venir a coger el fruto de nuestros trabajos el que se está holgando en esta venta, no hay para qué darme priesa a que ensille a Rocinante, albarde el jumento y aderece al palafrén, pues será mejor que nos estemos quedos, y cada puta hile, y comamos. — Isto digo eu, senhor; porque, se depois de termos corrido por montes e vales, e passado más noites e piores dias, há-de vir a colher o fruto dos nossos trabalhos quem está folgando na venda, não há motivo para que me apresse a selar o Rocinante, albardar o jumento e aparelhar o palafrém, e será melhor que fiquemos quedos, e as marafonas que fiem, e nós que vamos comendo.
¡Oh, válame Dios, y cuán grande que fue el enojo que recibió don Quijote, oyendo las descompuestas palabras de su escudero! Digo que fue tanto, que, con voz atropellada y tartamuda lengua, lanzando vivo fuego por los ojos, dijo. Ah! Deus Santíssimo, que fúria que teve D. Quixote, ao ouvir as descompostas palavras do seu escudeiro! Digo só que bradou com voz atrapalhada e língua tartamuda, lançando vivo fogo pelos olhos:
-¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado , atrevido, murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas ínclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación? ¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas! ¡Vete; no parezcas delante de mí, so pena de mi ira. — Ó velhaco e vilão, descomposto e ignorante, estúpido, desbocado, murmurador e maldizente, que semelhantes palavras ousaste dizer na minha presença e na presença destas ínclitas senhoras, como é que ousaste pôr na tua confusa imaginação semelhantes desonestidades e atrevimentos? Vai-te da minha presença, monstro da natureza, repositório de mentiras, armário de embustes, inventor de maldades, publicador de sandices, inimigo do decoro que se deve às pessoas reais; vai-te, e não apareças diante de mim, sob pena da minha ira.
Y, diciendo esto, enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró a todas partes, y dio con el pie derecho una gran patada en el suelo, señales todas de la ira que encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras y furibundos ademanes quedó Sancho tan encogido y medroso, que se holgara que en aquel instante se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara. Y no supo qué hacerse, sino volver las espaldas y quitarse de la enojada presencia de su señor. Pero la discreta Dorotea, que tan entendido tenía ya el humor de don Quijote, dijo, para templarle la ira. E, dizendo isto, franziu as sobrancelhas, intumesceu as faces e deu com o pé direito uma grande patada no chão, tudo sinais da cólera que lhe refervia nas entranhas. A estas palavras e furibundo ademã, ficou Sancho tão encolhido e medroso, que folgaria que naquele instante se abrisse debaixo de seus pés a terra e o tragasse; não fez mais do que voltar as costas e tirar-se da presença de seu enfadado amo. Mas a discreta Dorotéia, que já conhecia perfeitamente o gênio de D. Quixote, disse, para lhe moderar a ira:
-No os despechéis, señor Caballero de la Triste Figura, de las sandeces que vuestro buen escudero ha dicho, porque quizá no las debe de decir sin ocasión, ni de su buen entendimiento y cristiana conciencia se puede sospechar que levante testimonio a nadie; y así, se ha de creer, sin poner duda en ello, que, como en este castillo, según vos, señor caballero, decís, todas las cosas van y suceden por modo de encantamento, podría ser, digo, que Sancho hubiese visto por esta diabólica vía lo que él dice que vio, tan en ofensa de mi honestidad. — Não vos despeiteis, senhor cavaleiro da Triste Figura, com as sandices que o vosso bom escudeiro proferiu, porque talvez não as diga sem motivo, nem do seu bom entendimento e consciência cristã se deve esperar que levante testemunhos a ninguém: e assim se há-de acreditar, sem se lhe pôr dúvida, que como neste castelo, segundo dizeis, senhor cavaleiro, tudo sucede por obra de encantamento, poderia suceder, repito, que Sancho visse por arte diabólica o que ele diz que viu, tanto em ofensa da minha honestidade.
-Por el omnipotente Dios juro -dijo a esta sazón don Quijote-, que la vuestra grandeza ha dado en el punto, y que alguna mala visión se le puso delante a este pecador de Sancho , que le hizo ver lo que fuera imposible verse de otro modo que por el de encantos no fuera; que sé yo bien de la bondad e inocencia deste desdichado, que no sabe levantar testimonios a nadie. — Juro pelo Deus Onipotente — acudiu D. Quixote — que bateu no ponto a vossa grandeza, e que alguma visão má se pôs diante deste pecador de Sancho, que lhe fez ver o que seria impossível ver-se de outro modo que não fosse por encantamento, que eu bem sei, pela bondade e inocência deste desgraçado, que não sabe levantar testemunhos a ninguém.
-Ansí es y ansí será -dijo don Fernando-; por lo cual debe vuestra merced, señor don Quijote, perdonalle y reducille al gremio de su gracia , sicut erat in principio, antes que las tales visiones le sacasen de juicio. — Assim é e assim será — disse D. Fernando — pelo que deve Vossa Mercê, senhor D. Quixote, perdoar-lhe e reduzi-lo ao grêmio da sua graça, sicut erat in principio, antes que as tais visões lhe ourassem o juízo.
Don Quijote respondió que él le perdonaba, y el cura fue por Sancho, el cual vino muy humilde, y, hincándose de rodillas, pidió la mano a su amo; y él se la dio, y, después de habérsela dejado besar, le echó la bendición, diciendo. D. Quixote respondeu que lhe perdoava, e o cura foi buscar Sancho, que veio muito humilde e, pondo-se de joelhos, pediu a mão a seu amo, e este deu-lha, e, depois de lha ter deixado beijar, deitou-lhe a bênção, dizendo:
-Agora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras muchas veces te he dicho de que todas las cosas deste castillo son hechas por vía de encantamento. — Agora acabarás de conhecer, Sancho filho, que todas as coisas deste castelo são feitas por via de encantamento.
-Así lo creo yo -dijo Sancho-, excepto aquello de la manta, que realmente sucedió por vía ordinaria. — Assim creio — disse Sancho — exceto o caso do mantear, que esse, realmente, sucedeu por via ordinária.
-No lo creas -respondió don Quijote-; que si así fuera, yo te vengara entonces, y aun agora; pero ni entonces ni agora pude ni vi en quién tomar venganza de tu agravio. — Não creias — respondeu D. Quixote — que, se assim fosse, eu te vingaria então e ainda agora; mas nem então pude, nem agora vi pessoa de quem tirasse vingança do teu agravo.
Desearon saber todos qué era aquello de la manta , y el ventero lo contó, punto por punto la volatería de Sancho Panza, de que no poco se rieron todos; y de que no menos se corriera Sancho, si de nuevo no le asegurara su amo que era encantamento; puesto que jamás llegó la sandez de Sancho a tanto, que creyese no ser verdad pura y averiguada, sin mezcla de engaño alguno, lo de haber sido manteado por personas de carne y hueso, y no por fantasmas soñadas ni imaginadas, como su señor lo creía y lo afirmaba. Desejaram saber todos o que era isso de mantear, e o vendeiro lhes contou por miúdo os vôos de Sancho, com o que todos riram, e Sancho bastante se correria, se de novo lhe não assegurasse seu amo que era encantamento, ainda que nunca chegou a tanto a sandice de Sancho, que acreditasse não ser verdade pura e averiguada, sem mescla de engano algum, o de ter sido manteado por pessoas de carne e osso, e não por fantasmas sonhados e imaginados, como seu amo acreditava e afirmava.
Dos días eran ya pasados los que había que toda aquella ilustre compañía estaba en la venta; y, pareciéndoles que ya era tiempo de partirse, dieron orden para que, sin ponerse al trabajo de volver Dorotea y don Fernando con don Quijote a su aldea, con la invención de la libertad de la reina Micomicona, pudiesen el cura y el barbero llevársele, como deseaban, y procurar la cura de su locura en su tierra. Y lo que ordenaron fue que se concertaron con un carretero de bueyes que acaso acertó a pasar por allí, para que lo llevase en esta forma hicieron una como jaula de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote; y luego don Fernando y sus camaradas, con los criados de don Luis y los cuadrilleros, juntamente con el ventero, todos por orden y parecer del cura, se cubrieron los rostros y se disfrazaron, quién de una manera y quién de otra, de modo que a don Quijote le pareciese ser otra gente de la que en aquel castillo había visto. Havia já dois dias que toda aquela ilustre companhia estava na venda; e, parecendo-lhes que já era tempo de partir, imaginaram o modo como o cura e o barbeiro poderiam levar D. Quixote para a sua terra, e ali guarecê-lo das suas loucuras, sem ser necessário que Dorotéia e D. Fernando o acompanhassem à aldeia, com as tais invenções da liberdade da rainha Micomicoa. E o que imaginaram foi o combinarem-se com um carreiro, que por ali acertou de passar com o seu carro de bois, para o levarem da seguinte forma: fizeram uma jaula de paus encruzados em feitio de grade, capaz de nela caber folgadamente D. Quixote, e logo D. Fernando e os seus amigos, juntamente com o vendeiro, com os criados de D. Luís e com os quadrilheiros, por ordem e parecer do cura, taparam o rosto e se disfarçaram, uns dum modo, outros de outro, de feitio que a D. Quixote parecesse que era outra gente, e não a que vira naquele castelo.
Hecho esto, con grandísimo silencio se entraron adonde él estaba durmiendo y descansando de las pasadas refriegas. Llegáronse a él, que libre y seguro de tal acontecimiento dormía , y, asiéndole fuertemente, le ataron muy bien las manos y los pies, de modo que, cuando él despertó con sobresalto, no pudo menearse, ni hacer otra cosa más que admirarse y suspenderse de ver delante de sí tan estraños visajes; y luego dio en la cuenta de lo que su continua y desvariada imaginación le representaba, y se creyó que todas aquellas figuras eran fantasmas de aquel encantado castillo, y que, sin duda alguna, ya estaba encantado, pues no se podía menear ni defender todo a punto como había pensado que sucedería el cura, trazador desta máquina. Sólo Sancho, de todos los presentes, estaba en su mesmo juicio y en su mesma figura; el cual, aunque le faltaba bien poco para tener la mesma enfermedad de su amo, no dejó de conocer quién eran todas aquellas contrahechas figuras; mas no osó descoser su boca, hasta ver en qué paraba aquel asalto y prisión de su amo, el cual tampoco hablaba palabra, atendiendo a ver el paradero de su desgracia; que fue que, trayendo allí la jaula, le encerraron dentro, y le clavaron los maderos tan fuertemente que no se pudieran romper a dos tirones. Feito isto, com grandíssimo silêncio entraram no aposento onde ele estava dormindo e descansando das passadas refregas. Chegaram-se a ele, que dormia bem livre e bem seguro de tal acontecimento e, agarrando-o com força, amarraram-lhe mui bem os pés e as mãos, de forma que, quando ele despertou em sobressalto, não pôde mexer-se, nem fazer outra coisa senão ficar admirado e suspenso de ver diante de si tão estranhos rostos, e logo foi para o que lhe representava continuamente a sua tresvariada imaginação, e supôs que todas aquelas figuras eram fantasmas desse castelo encantado, e, que, sem dúvida alguma, estava ele já encantado também, pois que não podia nem mexer-se nem defender-se, tudo exatamente como pensara que sucederia o cura, inventor da tramóia. De todos os presentes, só Sancho estava em seu juízo e na sua figura; e, ainda que pouco lhe faltava para ter as mesmas enfermidades que seu amo, não deixou de conhecer quem eram todos aqueles vultos disfarçados; mas não ousava abrir boca sem ver em que parava aquele assalto e prisão de seu amo, que também não dizia palavra, esperando para ver em que viria a dar a sua desgraça; e em que veio a dar tudo aquilo foi em trazerem ali a jaula, meterem-no a ele para dentro, e pregarem os paus com tanta força, que se não arrancariam nem com fortes empuxões.
Tomáronle luego en hombros, y, al salir del aposento, se oyó una voz temerosa, todo cuanto la supo formar el barbero, no el del albarda, sino el otro, que decía. Levaram-no depois em charola e, ao sair do aposento, ouviu-se uma voz temerosa, tanto quanto o barbeiro, não o da albarda, mas o outro, a pôde fazer, e que dizia:
-¡Oh Caballero de la Triste Figura! , no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre . Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso . Y tú, ¡oh, el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices!, no te desmaye ni descontente ver llevar ansí delante de tus ojos mesmos a la flor de la caballería andante; que presto, si al plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado que no te conozcas, y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor. Y asegúrote, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde paréis entrambos. Y, porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad, que yo me vuelvo adonde yo me sé . — Ó cavaleiro da Triste Figura, não te aflija a prisão em que vais, porque assim convém para que mais depressa acabe a aventura em que o teu grande esforço te meteu; a qual terminará quando o furibundo leão manchego com a branca pomba tobosina se unir em doces laços, já depois de humilhada a nobre cerviz ao jugo matrimonial. Desse inaudito consórcio sairão à luz do orbe os bravos cachorros, que hão-de imitar as mortíferas garras do valoroso pai; e isto acontecerá antes que o seguidor da fugitiva ninfa por duas vezes visite as lúcidas imagens, com o seu curso rápido e natural. E tu, o escudeiro mais nobre e mais obediente que jamais teve espada à cinta, barbas no rosto e olfato nas ventas, não te aflija nem te descontente o ver que levam assim, diante dos teus olhos, a flor da cavalaria andante, que bem presto, se aprouver a quem moldou o mundo, te verás tão alto e tão sublimado, que te não conhecerás a ti próprio, e não sairão defraudadas as promessas que te fez o teu bom amo; e asseguro-te, da parte da sábia Mentironiana, que o teu salário te será pago, como poderás ver por obras; e segue as pisadas do valoroso e encantado cavaleiro, porque necessário é que vás ao sítio onde ambos haveis de parar; e porque me não é lícito dizer outra coisa, ficai com Deus, que eu me vou para onde sei.
Y, al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y diminuyóla después, con tan tierno acento, que aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían. E, ao acabar a profecia, levantou a voz a tal ponto, e abaixou-a depois com tão terno som, que até os sabedores da burla estiveram quase a acreditar que era verdade o que ouviam.
Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Y, creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y, dando un gran suspiro, dijo. Ficou D. Quixote consolado com a profecia, porque logo coligiu a significação de toda ela, e viu que lhe prometiam ver-se unido, em santo e justo matrimônio, com a sua querida Dulcinéia del Toboso, de cujas felizes entranhas sairiam outros leões, que eram seus filhos, para glória perpétua da Mancha; e, acreditando isto e bem firmemente, levantou a voz, e, dando um grande suspiro, disse:
-¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso. Y, en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero, yo confío de su bondad y buen proceder que no me dejará en buena ni en mala suerte; porque, cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse; que en mi testamento, que ya está hecho, dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía. — Ó tu, quem quer que sejas, que tanto bem me prognosticaste, rogo-te que peças da minha parte ao sábio nigromante que tem as minhas coisas a seu cargo, que me não deixe perecer nesta prisão, onde agora me levam, enquanto não vir cumpridas tão alegres e incomparáveis promessas, como são as que aqui se me fizeram; que, sendo assim, terei por glória as penas do meu cárcere e por alívio estas algemas que me cingem, e não por duro campo de batalha este leito em que me recostam, mas por macia cama e tálamo ditoso. E, no que diz respeito a Sancho Pança, meu escudeiro, confio da sua bondade e bom proceder, que não me deixará nem na próspera, nem na adversa fortuna, porque, ainda que não suceda, por sua ou minha má ventura, poder-lhe dar a ilha ou outra coisa equivalente que tem prometida, pelo menos o seu salário não poderá perder-se, porque no meu testamento, que já está feito, deixo declarado o que se lhe há-de dar, não conforme os seus muitos e bons serviços, mas conforme as minhas limitadas posses.
Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Inclinou-se-lhe Sancho Pança com muito comedimento e beijou-lhe ambas as mãos, não podendo beijar uma só, por estarem as duas amarradas.
Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes. Logo aquelas visões tomaram a jaula aos ombros, e meteram-na no carro de bois.






Capítulo XLVII. Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos

Capítulo XLVII — Do modo estranho como foi encantado D. Quixote de la Mancha, com outros sucessos.

Cuando don Quijote se vio de aquella manera enjaulado y encima del carro, dijo. Quando D. Quixote se viu daquela maneira engaiolado, e em cima do carro, disse:
-Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes, pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires, con estraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego, o ya sobre algún hipogrifo o otra bestia semejante ; pero que me lleven a mí agora sobre un carro de bueyes, ¡vive Dios que me pone en confusión! Pero quizá la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamentos y otros modos de llevar a los encantados. ¿Qué te parece desto, Sancho hijo. — Muitas e mui graves histórias tenho eu lido de cavaleiros andantes; mas nunca li, nem vi, nem ouvi, que aos cavaleiros encantados os levem desta maneira, e com a demora que prometem estes preguiçosos e tardios animais; porque sempre os costumam levar pelos ares com estranha ligeireza, encerrados nalguma parda e densa nuvem, ou nalgum carro de fogo, ou sobre algum hipogrifo ou outro animal semelhante; mas que me levem a mim num carro de bois, viva Deus, que me põe em confusão. Talvez a cavalaria e os encantamentos dos nossos tempos devam de seguir outro caminho do que seguiram antigamente; e também pode ser que, como eu sou cavaleiro único no mundo, e o primeiro que ressuscitei o já olvidado exercício da cavalaria aventurosa, também novamente se hajam inventado outros gêneros de encantamento e outros modos de levar os encantados. Que te parece, Sancho filho?
-No sé yo lo que me parece -respondió Sancho-, por no ser tan leído como vuestra merced en las escrituras andantes; pero, con todo eso, osaría afirmar y jurar que estas visiones que por aquí andan, que no son del todo católicas. — Não sei o que me parece — respondeu Sancho — por não ser tão lido como Vossa Mercê nas escrituras andantes; mas, com tudo isso, ousaria afirmar e jurar que estas visões, que por aqui andam, não são católicas.
-¿Católicas? ¡Mi padre! -respondió don Quijote-. ¿Cómo han de ser católicas si son todos demonios que han tomado cuerpos fantásticos para venir a hacer esto y a ponerme en este estado? Y si quieres ver esta verdad, tócalos y pálpalos, y verás como no tienen cuerpo sino de aire, y como no consiste más de en la apariencia. — Católicas! pai do céu! — tornou D. Quixote — como hão-de ser católicas se são todos demônios, que tomaram corpos fantásticos para virem fazer isto, e pôr-me neste estado? E, se quiseres ver esta verdade, toca-lhes e apalpa-os, e verás que os seus corpos são ar, e que não têm mais que as aparências.
-Par Dios, señor -replicó Sancho-, ya yo los he tocado; y este diablo que aquí anda tan solícito es rollizo de carnes, y tiene otra propiedad muy diferente de la que yo he oído decir que tienen los demonios; porque, según se dice, todos huelen a piedra azufre y a otros malos olores; pero éste huele a ámbar de media legua. — Por Deus, senhor — redarguiu Sancho — já lhes toquei; e este diabo, que aqui anda tão solícito, é roliço de carnes e tem outra propriedade muito diferente da que eu ouvi dizer que têm os demônios, porque, segundo se conta, todos tresandam. a enxofre e outros maus cheiros, mas este a meia légua se conhece que rescende a âmbar.
Decía esto Sancho por don Fernando, que, como tan señor, debía de oler a lo que Sancho decía. Dizia isto Sancho por D. Fernando, que, como tão fidalgo que era, devia de estar enfrascado em aromas.
-No te maravilles deso, Sancho amigo -respondió don Quijote-, porque te hago saber que los diablos saben mucho, y, puesto que traigan olores consigo, ellos no huelen nada, porque son espíritus, y si huelen, no pueden oler cosas buenas, sino malas y hidiondas. Y la razón es que como ellos, dondequiera que están, traen el infierno consigo, y no pueden recebir género de alivio alguno en sus tormentos, y el buen olor sea cosa que deleita y contenta, no es posible que ellos huelan cosa buena. Y si a ti te parece que ese demonio que dices huele a ámbar, o tú te engañas, o él quiere engañarte con hacer que no le tengas por demonio. — Não te maravilhes disso, Sancho amigo — respondeu D. Quixote — porque te devo dizer que os diabos sabem muito, e, ainda que tragam aromas consigo, eles a nada cheiram, ou em todo o caso, coisas boas não podem rescender; e o motivo é que, estando o inferno onde quer que estejam, e não podendo eles receber alívio algum em seus tormentos, e a fragrância é deleite e consolação, não podem ter fragrâncias; e, se a ti te parece que esse demônio que dizes cheira a âmbar, ou te enganas, ou ele te quer enganar, para fazer que o não tenhas por demônio.
Todos estos coloquios pasaron entre amo y criado; y, temiendo don Fernando y Cardenio que Sancho no viniese a caer del todo en la cuenta de su invención, a quien andaba ya muy en los alcances, determinaron de abreviar con la partida ; y, llamando aparte al ventero, le ordenaron que ensillase a Rocinante y enalbardase el jumento de Sancho; el cual lo hizo con mucha presteza. Todos estes colóquios se passaram entre o amo e o criado, e, temendo D. Fernando e Cardênio que Sancho viesse a descobrir a sua invenção, resolveram abreviar a partida, e, chamando de parte o vendeiro, ordenaram-lhe que selasse Rocinante e albardasse o jumento de Sancho, o que ele fez com muita presteza.
Ya en esto, el cura se había concertado con los cuadrilleros que le acompañasen hasta su lugar, dándoles un tanto cada día. Colgó Cardenio del arzón de la silla de Rocinante, del un cabo la adarga y del otro la bacía, y por señas mandó a Sancho que subiese en su asno y tomase de las riendas a Rocinante, y puso a los dos lados del carro a los dos cuadrilleros con sus escopetas. Pero, antes que se moviese el carro, salió la ventera , su hija y Maritornes a despedirse de don Quijote, fingiendo que lloraban de dolor de su desgracia; a quien don Quijote dijo. Já nisto o cura ajustara com os quadrilheiros para que o acompanhassem até à sua aldeia, dando-lhes um tanto por dia. Pendurou Cardênio do arção da sela de Rocinante o escudo e a bacia, e, por gestos, mandou a Sancho que montasse no burro e levasse de rédea Rocinante, e colocou de cada lado do carro um quadrilheiro com a sua escopeta; mas, antes que se pusesse o carro em movimento, saiu a vendeira com sua filha e Maritornes, fingindo que choravam com pena da desgraça de D. Quixote, e este disse-lhes então:
-No lloréis, mis buenas señoras, que todas estas desdichas son anexas a los que profesan lo que yo profeso; y si estas calamidades no me acontecieran, no me tuviera yo por famoso caballero andante; porque a los caballeros de poco nombre y fama nunca les suceden semejantes casos, porque no hay en el mundo quien se acuerde dellos. A los valerosos sí, que tienen envidiosos de su virtud y valentía a muchos príncipes y a muchos otros caballeros, que procuran por malas vías destruir a los buenos. Pero, con todo eso, la virtud es tan poderosa que, por sí sola, a pesar de toda la nigromancia que supo su primer inventor, Zoroastes , saldrá vencedora de todo trance, y dará de sí luz en el mundo, como la da el sol en el cielo. Perdonadme, fermosas damas, si algún desaguisado, por descuido mío, os he fecho, que, de voluntad y a sabiendas, jamás le di a nadie ; y rogad a Dios me saque destas prisiones, donde algún mal intencionado encantador me ha puesto ; que si de ellas me veo libre, no se me caerá de la memoria las mercedes que en este castillo me habedes fecho, para gratificallas, servillas y recompensallas como ellas merecen. — Não choreis, minhas boas senhoras, que todas estas desventuras andam inerentes à minha profissão; e, se tais calamidades me não acontecessem, nunca eu me considerara famoso cavaleiro andante, porque aos cavaleiros de pouco nome e fama, nunca esses infortúnios sucedem, porque não há no mundo quem se lembre deles; aos valorosos sim, que têm, por inveja de sua virtude e valentia, muitos príncipes e outros cavaleiros, que procuram por más vias destruir os bons. Mas, com tudo isso, a virtude é tão poderosa, que por si só, apesar de toda a nigromancia que soube o seu primeiro inventor Zoroastro, sairá vencedora de todos os transes, e irradiará luz na terra, como o sol no firmamento. Perdoai-me, formosas senhoras, se, por descuido, algum desaguisado convosco pratiquei, que, por vontade e de ciência certa, nunca a ninguém os fiz; e rogai a Deus que me tire destas prisões, que, se delas me vejo livre, não me sairão da memória as mercês que neste castelo me fizestes, para vos agradecer, recompensar e servir como bem mereceis.
En tanto que las damas del castillo esto pasaban con don Quijote, el cura y el barbero se despidieron de don Fernando y sus camaradas, y del capitán y de su hermano y todas aquellas contentas señoras, especialmente de Dorotea y Luscinda. Todos se abrazaron y quedaron de darse noticia de sus sucesos, diciendo don Fernando al cura dónde había de escribirle para avisarle en lo que paraba don Quijote, asegurándole que no habría cosa que más gusto le diese que saberlo; y que él, asimesmo, le avisaría de todo aquello que él viese que podría darle gusto, así de su casamiento como del bautismo de Zoraida, y suceso de don Luis, y vuelta de Luscinda a su casa. El cura ofreció de hacer cuanto se le mandaba, con toda puntualidad. Tornaron a abrazarse otra vez, y otra vez tornaron a nuevos ofrecimientos. Enquanto isto se passava entre as três damas do castelo e D. Quixote, o cura e o barbeiro despediram-se de D. Fernando e dos seus companheiros, e do capitão e de seu irmão, e de todas aquelas contentíssimas senhoras, especialmente de Dorotéia e Lucinda. Todos se abraçaram, e ficaram de dar notícia, uns aos outros, do que lhes sucedesse, dizendo D. Fernando ao cura para onde lhe havia de escrever a contar-lhe o que acontecesse a D. Quixote, assegurando-lhe que não haveria coisa que mais gosto lhe desse, do que sabê-lo; e que ele também lhe contaria tudo que visse que lhe poderia interessar, tanto o seu casamento, como o batismo de Zoraida, e os sucessos de D. Luís, e a volta de Lucinda para sua casa.
El ventero se llegó al cura y le dio unos papeles, diciéndole que los había hallado en un aforro de la maleta donde se halló la Novela del curioso impertinente, y que, pues su dueño no había vuelto más por allí, que se los llevase todos; que, pues él no sabía leer, no los quería. El cura se lo agradeció, y, abriéndolos luego, vio que al principio de lo escrito decía Novela de Rinconete y Cortadillo , por donde entendió ser alguna novela y coligió que, pues la del Curioso impertinente había sido buena, que también lo sería aquélla, pues podría ser fuesen todas de un mesmo autor; y así, la guardó, con prosupuesto de leerla cuando tuviese comodidad. O cura prometeu fazer pontualmente tudo o que lhe mandava. O vendeiro chegou-se ao cura, e deu-lhe uns papéis, dizendo-lhe que os achara num forro da maleta onde se encontrou a novela do Curioso impertinente, e que os levasse todos, visto que o dono nunca mais ali tornara, e ele não sabia ler. O cura agradeceu, e, abrindo-os, viu que no princípio do escrito diziam: Novela de Rinconete e Cortadilo, e, vendo que era novela, coligiu logo que, sendo boa a do Curioso impertinente, esta o seria também, pois talvez até fossem ambas do mesmo autor; e guardou-a, fazendo tenção de a ler, assim que tivesse ensejo.
Subió a caballo, y también su amigo el barbero, con sus antifaces , porque no fuesen luego conocidos de don Quijote, y pusiéronse a caminar tras el carro. Y la orden que llevaban era ésta iba primero el carro, guiándole su dueño; a los dos lados iban los cuadrilleros, como se ha dicho, con sus escopetas; seguía luego Sancho Panza sobre su asno, llevando de rienda a Rocinante. Detrás de todo esto iban el cura y el barbero sobre sus poderosas mulas, cubiertos los rostros, como se ha dicho, con grave y reposado continente, no caminando más de lo que permitía el paso tardo de los bueyes. Don Quijote iba sentado en la jaula, las manos atadas, tendidos los pies, y arrimado a las verjas, con tanto silencio y tanta paciencia como si no fuera hombre de carne, sino estatua de piedra. Montou a cavalo, e o mesmo fez o barbeiro seu amigo, com as suas máscaras, para que não fossem logo conhecidos por D. Quixote, e partiram atrás do carro. E a ordem que levavam era a seguinte: primeiro ia o carro com o dono a guiá-lo, ao lado os quadrilheiros com as suas escopetas, como já se disse; seguia-se Sancho Pança no seu jumento, levando de rédea a Rocinante; atrás de tudo cavalgavam o cura e o barbeiro nas suas possantes mulas, com os rostos cobertos, com grave e descansado porte, não andando mais do que permitia o passo vagaroso dos bois. D. Quixote ia sentado na jaula, de mãos atadas, pés estendidos, e encostado às grades, com tanta mudez e paciência como se não fosse homem de carne, mas estátua de pedra.
Y así, con aquel espacio y silencio caminaron hasta dos leguas, que llegaron a un valle, donde le pareció al boyero ser lugar acomodado para reposar y dar pasto a los bueyes; y, comunicándolo con el cura, fue de parecer el barbero que caminasen un poco más, porque él sabía, detrás de un recuesto que cerca de allí se mostraba, había un valle de más yerba y mucho mejor que aquel donde parar querían. Tomóse el parecer del barbero, y así, tornaron a proseguir su camino. E, assim, naquele vagar e silêncio, andaram duas léguas, até que chegaram a um vale, que o carreiro entendeu que era lugar acomodado para dar aos bois descanso e pastagem; e, depois de conferenciar com o cura, foi o barbeiro de parecer que andassem um pouco mais, porque sabia que por trás de uma encosta que dali se divisava, havia outro vale mais arrelvado, e muito melhor do que esse em que queriam parar. Aceitou-se o parecer do barbeiro, e prosseguiram no seu caminho.
En esto, volvió el cura el rostro, y vio que a sus espaldas venían hasta seis o siete hombres de a caballo, bien puestos y aderezados, de los cuales fueron presto alcanzados, porque caminaban no con la flema y reposo de los bueyes, sino como quien iba sobre mulas de canónigos y con deseo de llegar presto a sestear a la venta, que menos de una legua de allí se parecía. Llegaron los diligentes a los perezosos y saludáronse cortésmente; y uno de los que venían, que, en resolución, era canónigo de Toledo y señor de los demás que le acompañaban, viendo la concertada procesión del carro, cuadrilleros, Sancho, Rocinante, cura y barbero, y más a don Quijote, enjaulado y aprisionado, no pudo dejar de preguntar qué significaba llevar aquel hombre de aquella manera; aunque ya se había dado a entender, viendo las insignias de los cuadrilleros , que debía de ser algún facinoroso salteador, o otro delincuente cuyo castigo tocase a la Santa Hermandad. Uno de los cuadrilleros, a quien fue hecha la pregunta, respondió ansí. Nisto o cura voltou o rosto, e viu que atrás dele vinham seis ou sete homens a cavalo, bem postos e ajaezados, que depressa os alcançaram, porque caminhavam, não com a pachorra e descanso dos bois, mas como quem montava em boas mulas de cônegos e desejava chegar depressa à venda, que ficava dali a menos de uma légua, para dormir a sesta. Chegaram os diligentes a par dos preguiçosos, e cumprimentaram-se cortesmente; e um deles, que era cônego de Toledo e amo dos outros que o acompanhavam, ao ver a concertada procissão do carro, quadrilheiros, Sancho, Rocinante, o cura e o barbeiro, D. Quixote engaiolado e preso, não pôde deixar de perguntar o que queria dizer levarem aquele homem daquele modo, ainda que já percebera, ao ver as insígnias dos quadrilheiros, que devia de ser algum salteador facínora, ou outro delinqüente, cujo castigo tocasse à Santa Irmandade. Um dos quadrilheiros, a quem foi feita a pergunta, respondeu:
-Señor, lo que significa ir este caballero desta manera, dígalo él, porque nosotros no lo sabemos. — Senhor, o que significa ir este cavaleiro deste modo, ele que o diga, porque nós não sabemos.
Oyó don Quijote la plática, y dijo. -¿Por dicha vuestras mercedes, señores caballeros, son versados y perictos en esto de la caballería andante? Porque si lo son, comunicaré con ellos mis desgracias, y si no, no hay para qué me canse en decillas. — Por fortuna serão Vossas Mercês, senhores cavaleiros — exclamou logo D. Quixote — versados e peritos nisto de cavalaria andante? Porque, se o são, eu lhes comunicarei as minhas desgraças, e, se o não são, não há motivo para que me canse a dizê-las.
Y, a este tiempo, habían ya llegado el cura y el barbero, viendo que los caminantes estaban en pláticas con don Quijote de la Mancha, para responder de modo que no fuese descubierto su artificio. A este tempo, já tinham chegado o cura e o barbeiro, vendo que os viandantes estavam em prática com D. Quixote de la Mancha, para responderem de modo que o seu artifício se não descobrisse.
El canónigo, a lo que don Quijote dijo, respondió. O cônego, ao que D. Quixote perguntou, respondeu:
-En verdad, hermano, que sé más de libros de caballerías que de las Súmulas de Villalpando . Así que, si no está más que en esto, seguramente podéis comunicar conmigo lo que quisiéredes. — Em boa verdade posso dizer-vos que sei mais de livros de cavalaria do que das Súmulas de Villalpando, de forma que se não está em mais do que isso, podeis seguramente comunicar-me o que quiserdes.
-A la mano de Dios -replicó don Quijote-. Pues así es, quiero, señor caballero, que sepades que yo voy encantado en esta jaula, por envidia y fraude de malos encantadores; que la virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos. Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que, a despecho y pesar de la mesma envidia, y de cuantos magos crió Persia, bracmanes la India, ginosofistas la Etiopía , ha de poner su nombre en el templo de la inmortalidad para que sirva de ejemplo y dechado en los venideros siglos, donde los caballeros andantes vean los pasos que han de seguir, si quisieren llegar a la cumbre y alteza honrosa de las armas. — Louvado seja Deus — redarguiu D. Quixote — pois, sendo assim, quero que saibais, senhor cavaleiro, que vou encantado nesta jaula, por inveja e fraude de maus encantadores, porque a virtude mais é perseguida pelos maus, do que amada pelos bons. Cavaleiro andante sou, e não daqueles, de cujo nome nunca a fama se recordou para os eternizar, mas dos que, a despeito e pesar da própria inveja, e de quantos magos criou a Pérsia, e brâmanes a Índia, e gimnossofistas a Etiópia, hão-de pôr o seu nome no templo da imortalidade, para que sirva de exemplo e ditado nos séculos futuros, onde os cavaleiros andantes vejam os passos que hão-de seguir, se quiserem chegar à mais elevada glória que as armas podem dar.
-Dice verdad el señor don Quijote de la Mancha -dijo a esta sazón el cura-; que él va encantado en esta carreta, no por sus culpas y pecados, sino por la mala intención de aquellos a quien la virtud enfada y la valentía enoja. Éste es, señor, el Caballero de la Triste Figura, si ya le oístes nombrar en algún tiempo , cuyas valerosas hazañas y grandes hechos serán escritas en bronces duros y en eternos mármoles, por más que se canse la envidia en escurecerlos y la malicia en ocultarlos. — Diz bem verdade o senhor D. Quixote de la Mancha — acudiu o cura — porque ele vai encantado nesta carreta, não por suas culpas e pecados, mas pela má tenção daqueles a quem a virtude enfada e a valentia incomoda. Este é, senhores, o cavaleiro da Triste Figura, que talvez tenhais ouvido nomear, e cujas valorosas façanhas e grandiosos feitos serão escritos em duros bronzes e em eternos mármores, por mais que se canse a inveja em escurecê-los, e a malícia em ocultá-los.
Cuando el canónigo oyó hablar al preso y al libre en semejante estilo, estuvo por hacerse la cruz , de admirado, y no podía saber lo que le había acontencido; y en la mesma admiración cayeron todos los que con él venían. En esto, Sancho Panza, que se había acercado a oír la plática, para adobarlo todo, dijo. Quando o cônego ouviu falar em semelhante estilo, esteve para se benzer de admirado, e nem podia imaginar o que lhe acontecera, e na mesma admiração caíram todos os que com ele vinham. Nisto, Sancho Pança, que se aproximara para ouvir a prática, exclamou:
-Ahora, señores, quiéranme bien o quiéranme mal por lo que dijere, el caso de ello es que así va encantado mi señor don Quijote como mi madre; él tiene su entero juicio, él come y bebe y hace sus necesidades como los demás hombres, y como las hacía ayer, antes que le enjaulasen. Siendo esto ansí, ¿cómo quieren hacerme a mí entender que va encantado? Pues yo he oído decir a muchas personas que los encantados ni comen, ni duermen, ni hablan , y mi amo, si no le van a la mano, hablará más que treinta procuradores. — Agora, senhores, quer me queiram bem, quer me queiram mal pelo que eu disser, a verdade é que o senhor D. Quixote vai aí tão encantado como minha mãe que Deus haja; ele está em todo o seu juízo, come e bebe, e faz todas as suas necessidades, como os outros homens, e como as fazia ontem antes que o engaiolassem. Sendo isto assim, como querem meter-me na cabeça que ele vai encantado? Pois não tenho ouvido dizer a muitas pessoas que os encantados não comem, nem dormem, nem falam, e meu amo, se lhe não forem à mão, é capaz de falar mais do que trinta advogados?
Y, volviéndose a mirar al cura, prosiguió diciendo. E, voltando-se para o cura, prosseguiu:
-¡Ah señor cura, señor cura! ¿Pensaba vuestra merced que no le conozco, y pensará que yo no calo y adivino adónde se encaminan estos nuevos encantamentos? Pues sepa que le conozco, por más que se encubra el rostro, y sepa que le entiendo, por más que disimule sus embustes. En fin, donde reina la envidia no puede vivir la virtud, ni adonde hay escaseza la liberalidad . !Mal haya el diablo!; que, si por su reverencia no fuera, ésta fuera ya la hora que mi señor estuviera casado con la infanta Micomicona, y yo fuera conde, por lo menos, pues no se podía esperar otra cosa, así de la bondad de mi señor el de la Triste Figura como de la grandeza de mis servicios. Pero ya veo que es verdad lo que se dice por ahí que la rueda de la Fortuna anda más lista que una rueda de molino, y que los que ayer estaban en pinganitos hoy están por el suelo. De mis hijos y de mi mujer me pesa , pues cuando podían y debían esperar ver entrar a su padre por sus puertas hecho gobernador o visorrey de alguna ínsula o reino, le verán entrar hecho mozo de caballos. Todo esto que he dicho, señor cura, no es más de por encarecer a su paternidad haga conciencia del mal tratamiento que a mi señor se le hace, y mire bien no le pida Dios en la otra vida esta prisión de mi amo, y se le haga cargo de todos aquellos socorros y bienes que mi señor don Quijote deja de hacer en este tiempo que está preso. — Ah! senhor cura, senhor cura! pensará Vossa Mercê que não sei quem é? e pensará que não me calo e não adivinho aonde vão ter estes novos encantamentos? Pois saiba que o conheço, por mais que tape a cara, e que o percebo, por mais que dissimule os embustes. Enfim, onde reina a inveja, não pode viver a virtude, nem onde há escassez, a liberalidade. Diabos levem o diabo, que, se não fosse sua reverência, já a estas horas meu amo e senhor estaria casado com a princesa Micomicoa, e eu seria conde, pelo menos, pois outra coisa se não podia esperar, tanto da bondade do meu senhor da Triste Figura, como da grandeza dos meus serviços; mas já vejo que é verdade o que por aí se diz, que a roda da fortuna anda mais depressa que a roda de um moinho, e que os que ontem estavam nas grimpas, hoje se acham estirados por terra. Pesa-me por meus filhos e por minha mulher, pois quando podiam e deviam esperar ver entrar seu pai pelas portas dentro, feito governador ou vice-rei de alguma ilha ou reino, o hão-de ver entrar sota-cavalariço. Tudo o que eu digo não é senão para encarecer a vossa paternidade, que veja que é uma consciência maltratar meu amo, e repare bem, não lhe vá Deus pedir contas, na outra vida, desta prisão, e do bem que meu senhor D. Quixote deixar de fazer, durante o tempo que estiver preso.
-¡Adóbame esos candiles! -dijo a este punto el barbero-. ¿También vos, Sancho, sois de la cofradía de vuestro amo? ¡Vive el Señor, que voy viendo que le habéis de tener compañía en la jaula , y que habéis de quedar tan encantado como él, por lo que os toca de su humor y de su caballería! En mal punto os empreñastes de sus promesas , y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis. — O que aqui vai, não vai na Índia — acudiu o barbeiro — também vós, Sancho, sois da confraria do vosso amo? O Senhor nos valha! vou vendo que lhe haveis de ir fazer companhia na jaula, e de ficar tão encantado como ele, por assim participardes do seu gênio e das suas cavalarias. Em hora má vos embutiu ele tantas promessas, e em má hora se vos meteu nos cascos a ilha que tanto desejais.
-Yo no estoy preñado de nadie -respondió Sancho-, ni soy hombre que me dejaría empreñar, del rey que fuese; y, aunque pobre, soy cristiano viejo, y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores; y cada uno es hijo de sus obras; y, debajo de ser hombre, puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula, y más pudiendo ganar tantas mi señor que le falte a quien dallas. Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero; que no es todo hacer barbas, y algo va de Pedro a Pedro. Dígolo porque todos nos conocemos, y a mí no se me ha de echar dado falso. Y en esto del encanto de mi amo, Dios sabe la verdad; y quédese aquí, porque es peor meneallo. — Eu não tenho cá embutidos, nem sou homem que viva de lérias — respondeu Sancho — e, ainda que pobre, sou cristão-velho, e não devo nada a ninguém; e se desejo ilhas, outros desejam coisas piores e cada qual é filho das suas obras; e sendo homem, posso vir a ser papa, quanto mais governador de uma ilha, podendo meu amo ganhar tantas, que lhe falte a quem as dê. Vossa Mercê veja como fala, senhor barbeiro, que nem tudo é fazer barbas, e não há só basbaques no mundo; digo isto, porque todos nos conhecemos, e a mim não me impinge gato por lebre; e, a respeito do encantamento de meu amo, Deus sabe onde estará a verdade, e fiquemos por aqui, que o melhor é não lhe mexer.
No quiso responder el barbero a Sancho, porque no descubriese con sus simplicidades lo que él y el cura tanto procuraban encubrir; y, por este mesmo temor, había el cura dicho al canónigo que caminasen un poco delante que él le diría el misterio del enjaulado, con otras cosas que le diesen gusto. Hízolo así el canónigo, y adelantóse con sus criados y con él estuvo atento a todo aquello que decirle quiso de la condición, vida, locura y costumbres de don Quijote, contándole brevemente el principio y causa de su desvarío, y todo el progreso de sus sucesos, hasta haberlo puesto en aquella jaula, y el disignio que llevaban de llevarle a su tierra, para ver si por algún medio hallaban remedio a su locura. Admiráronse de nuevo los criados y el canónigo de oír la peregrina historia de don Quijote, y, en acabándola de oír, dijo.
-Verdaderamente, señor cura , yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías; y, aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo, porque me parece que, cuál más, cuál menos, todos ellos son una mesma cosa , y no tiene más éste que aquél, ni estotro que el otro. Y, según a mí me parece, este género de escritura y composición cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias , que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente. Y, puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo puedan conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates ; que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante; y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno. Pues, ¿qué hermosura puede haber, o qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique ; y que, cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su fuerte brazo? Pues, ¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero? ¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del Preste Juan de las Indias , o en otras que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo? Y, si a esto se me respondiese que los que tales libros componen los escriben como cosas de mentira, y que así, no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades, responderles hía yo que tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo dudoso y posible . Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escribiéndose de suerte que, facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfeción de lo que se escribe. No he visto ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio; sino que los componen con tantos miembros, que más parece que llevan intención a formar una quimera o un monstruo que a hacer una figura proporcionada. Fuera desto, son en el estilo duros; en las hazañas, increíbles ; en los amores, lascivos ; en las cortesías, mal mirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana, como a gente inútil . — Eu por mim, senhor cura, acho, na verdade, que são prejudiciais na república estes livros a que chamam de cavalaria; e ainda que li, arrastado por um gosto errado e vão, o princípio de quase todos os que estão impressos, nunca pude conseguir ler nenhum até ao fim, porque me parece que pouco mais ou menos são todos a mesma coisa. E, no meu entender, este gênero de composição assemelha-se ao que chamam fábulas milésias, que são esses contos disparatados que só tratam de deleitar e não de instruir, ao contrário do que sucede com as fábulas apologais, que juntamente deleitam e instruem; e, ainda que o principal intento de semelhantes livros seja deleitar, não sei como possam consegui-lo, estando cheios de tantos e de tão desaforados disparates; que o deleite, que na alma se gera, deve resultar da formosura e harmonia que vê ou fantasia nas coisas que os olhos ou a imaginação lhe apresentam, e tudo quanto é feio ou desconcertado não nos pode causar satisfação alguma. Pois que formosura ou que proporção pode haver num livro ou numa fábula, em que um moço de dezesseis anos vibra uma cutilada a um gigante como uma torre, e o racha de meio a meio? Como havemos de acreditar que numa batalha, em que está de um lado um milhão de combatentes, e do outro o herói do livro, este alcance a vitória só pelo valor do seu braço forte? E que diremos da facilidade com que uma rainha ou imperatriz presuntiva se deixa cair nos braços de um cavaleiro andante e desconhecido? Que espírito, a não ser de todo bárbaro ou inculto, poderá ficar deliciado ao ler que uma grande torre cheia de cavaleiros vai por esses mares adiante, como navio com vento de feição, e anoitece na Lombardia, e amanhece nas terras do Preste João das Índias, ou em outras que nem foram descritas por Ptolomeu, nem vistas por Marco Polo? E, se a isto se me responder que os autores desses livros os escrevem como obras de imaginação, e não ficam por isso obrigados a atender a delicadezas e verdades, direi que a mentira é tanto mais saborosa quanto mais verdadeira se afigura, e agrada tanto mais quanto mais se aproxima do possível. Hão-de se casar as fábulas mentidas com o entendimento dos que as lerem, escrevendo-se de forma que, facilitando os impossíveis, nivelando as grandezas, suspendendo os ânimos, espantem, suspendam, alvorocem e entretenham de modo que andem juntas a admiração e a alegria, e estas coisas todas não as poderá fazer quem fugir da verossemelhança e da imitação, em que consiste a perfeição do que se escreve. Nunca vi um livro de cavalarias com unidade de ação, mas compõem-se de tantos membros, que mais parece que o autor quis formar uma quimera ou um monstro, do que fazer uma figura proporcionada. Além disso, são duros no estilo, incríveis nas façanhas, lascivos nos amores, desjeitosos nas cortesias, prolixos nas batalhas, néscios nas razões, disparatados nas imagens e, finalmente, alheios a todo o artifício discreto, e, por isso, dignos de serem desterrados da república cristã como coisa inútil.
El cura le estuvo escuchando con grande atención, y parecióle hombre de buen entendimiento, y que tenía razón en cuanto decía; y así, le dijo que, por ser él de su mesma opinión y tener ojeriza a los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote , que eran muchos. Y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo, y dijo que, con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, descubriendo naufragios, tormentas, rencuentros y batallas; pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores. Ya puede mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteligente en las materias de estado, y tal vez le vendrá ocasión de mostrarse nigromante , si quisiere. Puede mostrar las astucias de Ulixes , la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialio, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zopiro, la prudencia de Catón; y, finalmente, todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos. O cura estava-o escutando com grande atenção, e pareceu-lhe homem de bom entendimento, e que tinha razão em tudo quanto dizia; e redarguiu-lhe que, por ser do mesmo pensar e ter ódio aos livros de cavalaria, queimara todos os de D. Quixote, que eram muitos. Contou-lhe a revista que lhes passara, e os que deitara ao lume, e os que deixara com vida, com o que muito se riu o cônego, e alegou que, apesar de ter dito mal desses livros, achava neles uma coisa boa, que era darem assunto para se poder manifestar um vivo engenho, porque tinham vasto e espaçoso campo, por onde podia correr a pena sem o mínimo obstáculo, descrevendo naufrágios, tormentas, recontros e batalhas, pintando um capitão valoroso, com todas as partes que para isso se requerem, já estratégico prudente, prevenindo as astúcias dos seus inimigos, já eloqüente orador, persuadindo ou dissuadindo os seus soldados, avisado no conselho, pronto na determinação, tão valente em esperar como em acometer; narrando, ora um sucesso trágico e lamentável, ora um acontecimento alegre e impensado; ali uma dama formosíssima, honesta, discreta e recatada; aqui um cavaleiro cristão, valente e comedido; além um bárbaro, fanfarrão e desaforado; acolá um príncipe cortês, valoroso e gentil, representando a bondade e a lealdade dos vassalos, a grandeza e a liberalidade dos senhores; ora se pode ostentar astrólogo, ora cosmógrafo excelente, ora músico, ora perito em assuntos de governo, e talvez lhe apareça ensejo de se manifestar nigromante, se quiser. Pode apresentar as astúcias de Ulisses, a piedade de Enéias, a valentia de Aquiles, as desgraças de Heitor, as traições de Sinon, a amizade de Euríalo, a liberalidade de Alexandre, o valor de César, a clemência e verdade de Trajano, a fidelidade de Zópiro, a prudência de Catão e, finalmente, todas aquelas ações que fazem perfeito um varão ilustre, ou pondo-as num só, ou dividindo-as por muitos.
-Y, siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que, después de acabada, tal perfeción y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho. Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria; que la épica también puede escrebirse en prosa como en verso. E, sendo isto feito com aprazível estilo e engenhosa invenção, que se aproxime da verdade tanto quanto for possível, há-de compor sem dúvida uma fina tela, entretecida de fios formosíssimos, que, depois de acabada, se revele tão perfeita e linda, que consiga o fim melhor a que se aspira nesses escritos, que é ensinar e deleitar juntamente, como já disse; porque a solta contextura destes livros dá lugar a que o autor possa mostrar-se épico, lírico, trágico, cômico, com todas as partes que encerram em si as dulcíssimas e agradáveis ciências da poesia e da oratória — que a epopéia tanto pode escrever-se em prosa como em verso.






I. Capítulo XLVIII. Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías con otras cosas dignas de su ingenio

Capítulo XLVIII — Onde prossegue o cônego no assunto dos livros de cavalaria, com outras coisas dignas do seu engenho.

-Así es como vuestra merced dice, señor canónigo -dijo el cura-, y por esta causa son más dignos de reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros sin tener advertencia a ningún buen discurso, ni al arte y reglas por donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en verso los dos príncipes de la poesía griega y latina. — Assim é como Vossa Mercê diz, senhor cônego — acudiu o cura — e por esse motivo são mais dignos de repreensão os que até hoje têm composto semelhantes livros, sem discrição nem respeito por arte e regras, que os podiam guiar e fazer famosos em prosa, como o são em verso os dois príncipes da poesia grega e latina.
-Yo, a lo menos -replicó el canónigo-, he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas. Y para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos y discretos, y con otros ignorantes, que sólo atienden al gusto de oír disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación; pero, con todo esto, no he proseguido adelante, así por parecerme que hago cosa ajena de mi profesión, como por ver que es más el número de los simples que de los prudentes; y que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros. Pero lo que más me le quitó de las manos , y aun del pensamiento, de acabarle, fue un argumento que hice conmigo mesmo, sacado de las comedias que ahora se representa, diciendo ′′Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia , todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo , y no de otra manera; y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide, no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos, deste modo vendrá a ser un libro , al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos, y vendré a ser el sastre del cantillo′′ . Y, aunque algunas veces he procurado persuadir a los actores que se engañan en tener la opinión que tienen, y que más gente atraerán y más fama cobrarán representando comedias que hagan el arte que no con las disparatadas, y están tan asidos y encorporados en su parecer, que no hay razón ni evidencia que dél los saque. Acuérdome que un día dije a uno destos pertinaces ′′Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho?′′ ′′Sin duda -respondió el autor que digo-, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra′′ . ′′Por ésas digo -le repliqué yo-; y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo. Así que no está la falta en el vulgo , que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa. Sí, que no fue disparate La ingratitud vengada, ni le tuvo La Numancia, ni se le halló en la del Mercader amante, ni menos en La enemiga favorable , ni en otras algunas que de algunos entendidos poetas han sido compuestas, para fama y renombre suyo, y para ganancia de los que las han representado′′. Y otras cosas añadí a éstas, con que, a mi parecer, le dejé algo confuso, pero no satisfecho ni convencido para sacarle de su errado pensamiento. — Eu pelo menos — redarguiu o cônego — tive certas tentações de escrever um livro de cavalaria, guardando todos os preceitos que apontei; até, para confessar a verdade, tenho já escritas mais de cem folhas, e, para ver se correspondiam à minha estimação, confiei-as a homens apaixonados por esta leitura, doutos e discretos, e a outros ignorantes, que só atendem ao gosto de ouvir disparates, e de todos obtive agradável aplauso; mas, com tudo isso, não prossegui, não só por me parecer que me ia metendo em coisas alheias à minha profissão, como por ver que é maior o número dos simples de espírito, do que dos cordatos, e que, ainda que é melhor ser louvado pelos poucos sábios que fustigado pelos muitos néscios, não quero sujeitar-me ao confuso juízo do vulgo, que lê semelhantes livros. Mas o que mais me impediu de o acabar foi um argumento que tirei das comédias que hoje se representam, dizendo comigo: se as comédias da voga, tanto as de pura imaginação, como as que se fundam na história, são todas, ou a maior parte, verdadeiros disparates, e coisas que não têm pés nem cabeça, e, com tudo isso, o vulgo as ouve com gosto, e as considera e aprova como boas, estando tão longe de o ser; e os autores que as compõem e os atores que as representam, dizem que estão muito bem assim, porque assim as quer o vulgo, e não de outra maneira; e que as que seguem os preceitos da arte, servem só para quatro discretos que as entendem, e todos os outros ficam em jejum, sem compreender o seu artifício; e que a eles lhes fica melhor ganhar o pão com muitos, do que fama com poucos; acontecerá o mesmo ao meu livro, depois de eu ter queimado as pestanas a guardar os referidos preceitos, e virei a ser como o alfaiate do Cantilo; e, ainda que algumas vezes procurei persuadir aos atores que se enganam em seguir a opinião que seguem, e que mais gente hão-de atrair, e hão-de ganhar mais fama, representando comédias em que se não viole a arte, em vez de peças disparatadas, já tão aterrados estão ao seu parecer, que não há razão nem evidência que os demova. Lembro-me que um dia observei a um desses pertinazes: Dizei-me, não vos recordais que há poucos anos se representaram na Espanha três tragédias que compôs um famoso poeta destes reinos, que foram tais, que alegraram e suspenderam todos os que as ouviram, tanto os simples, como os entendidos, tanto os do vulgo como os da flor do público, e deram só essas três mais dinheiro aos comediantes, do que trinta das melhores que de então para cá se têm feito? — Decerto Vossa Mercê se refere, tornou o ator, à Isabel, à Fílis e à Alexandra? — A essas mesmas, repliquei eu, e vede se não guardavam perfeitamente os preceitos da arte, e se por guardá-los deixaram de parecer o que eram, e de agradar a todos; de forma que a culpa não é do vulgo, que não reclama disparates, é dos que não sabem representar outra coisa. Não tinham disparates nem a Ingratidão vingada, nem a Numância, nem o Mercador amante, nem a Inimiga favorável, nem outras que foram compostas por alguns poetas entendidos, para seu renome e fama, e para lucro dos que as representaram. E outras coisas juntei a estas, deixando-o confuso, mas não convencido nem disposto a arredar-se do seu errado pensamento.
-En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo -dijo a esta sazón el cura-, que ha despertado en mí un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se usan, tal, que iguala al que tengo con los libros de caballerías; porque, habiendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de la vida humana , ejemplo de las costumbres y imagen de la verdad, las que ahora se representan son espejos de disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia . Porque, ¿qué mayor disparate puede ser en el sujeto que tratamos que salir un niño en mantillas en la primera cena del primer acto, y en la segunda salir ya hecho hombre barbado? Y ¿qué mayor que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un lacayo rectórico, un paje consejero, un rey ganapán y una princesa fregona? ¿Qué diré, pues, de la observancia que guardan en los tiempos en que pueden o podían suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera se acabó en Africa, y ansí fuera de cuatro jornadas , la cuarta acababa en América , y así se hubiera hecho en todas las cuatro partes del mundo? Y si es que la imitación es lo principal que ha de tener la comedia, ¿cómo es posible que satisfaga a ningún mediano entendimiento que, fingiendo una acción que pasa en tiempo del rey Pepino y Carlomagno, el mismo que en ella hace la persona principal le atribuyan que fue el emperador Heraclio, que entró con la Cruz en Jerusalén, y el que ganó la Casa Santa, como Godofre de Bullón, habiendo infinitos años de lo uno a lo otro; y fundándose la comedia sobre cosa fingida, atribuirle verdades de historia, y mezclarle pedazos de otras sucedidas a diferentes personas y tiempos, y esto, no con trazas verisímiles, sino con patentes errores de todo punto inexcusables? Y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías . Pues, ¿qué si venimos a las comedias divinas? ¡qué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas apócrifas y mal entendidas, atribuyendo a un santo los milagros de otro! Y aun en las humanas se atreven a hacer milagros, sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos llaman , para que gente ignorante se admire y venga a la comedia; que todo esto es en perjuicio de la verdad y en menoscabo de las historias, y aun en oprobrio de los ingenios españoles; porque los estranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos y disparates de las que hacemos. Y no sería bastante disculpa desto decir que el principal intento que las repúblicas bien ordenadas tienen, permitiendo que se hagan públicas comedias, es para entretener la comunidad con alguna honesta recreación, y divertirla a veces de los malos humores que suele engendrar la ociosidad; y que, pues éste se consigue con cualquier comedia, buena o mala, no hay para qué poner leyes, ni estrechar a los que las componen y representan a que las hagan como debían hacerse, pues, como he dicho, con cualquiera se consigue lo que con ellas se pretende . A lo cual respondería yo que este fin se conseguiría mucho mejor, sin comparación alguna, con las comedias buenas que con las no tales; porque, de haber oído la comedia artificiosa y bien ordenada, saldría el oyente alegre con las burlas, enseñado con las veras, admirado de los sucesos, discreto con las razones, advertido con los embustes, sagaz con los ejemplos, airado contra el vicio y enamorado de la virtud; que todos estos afectos ha de despertar la buena comedia en el ánimo del que la escuchare, por rústico y torpe que sea; y de toda imposibilidad es imposible dejar de alegrar y entretener, satisfacer y contentar, la comedia que todas estas partes tuviere mucho más que aquella que careciere dellas, como por la mayor parte carecen estas que de ordinario agora se representan . Y no tienen la culpa desto los poetas que las componen , porque algunos hay dellos que conocen muy bien en lo que yerran, y saben estremadamente lo que deben hacer; pero, como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen, y dicen verdad, que los representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez; y así, el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide. Y que esto sea verdad véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio destos reinos , con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama. Y, por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado todas , como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren. Otros las componen tan sin mirar lo que hacen, que después de representadas tienen necesidad los recitantes de huirse y ausentarse, temerosos de ser castigados, como lo han sido muchas veces , por haber representado cosas en perjuicio de algunos reyes y en deshonra de algunos linajes. Y todos estos inconvinientes cesarían, y aun otros muchos más que no digo, con que hubiese en la Corte una persona inteligente y discreta que examinase todas las comedias antes que se representasen (no sólo aquellas que se hiciesen en la Corte, sino todas las que se quisiesen representar en España), sin la cual aprobación, sello y firma, ninguna justicia en su lugar dejase representar comedia alguna; y, desta manera, los comediantes tendrían cuidado de enviar las comedias a la Corte, y con seguridad podrían representallas, y aquellos que las componen mirarían con más cuidado y estudio lo que hacían, temorosos de haber de pasar sus obras por el riguroso examen de quien lo entiende; y desta manera se harían buenas comedias y se conseguiría felicísimamente lo que en ellas se pretende así el entretenimiento del pueblo, como la opinión de los ingenios de España, el interés y seguridad de los recitantes y el ahorro del cuidado de castigallos. Y si diese cargo a otro, o a este mismo, que examinase los libros de caballerías que de nuevo se compusiesen, sin duda podrían salir algunos con la perfección que vuestra merced ha dicho, enriqueciendo nuestra lengua del agradable y precioso tesoro de la elocuencia, dando ocasión que los libros viejos se escureciesen a la luz de los nuevos que saliesen, para honesto pasatiempo, no solamente de los ociosos, sino de los más ocupados; pues no es posible que esté continuo el arco armado , ni la condición y flaqueza humana se pueda sustentar sin alguna lícita recreación. — Tocou Vossa Mercê num assunto, senhor cônego — acudiu o cura — que despertou em mim um antigo rancor, que tenho, contra as comédias que se usam agora, e que iguala o que voto aos livros de cavalaria, porque, devendo ser a comédia, segundo a opinião de Cícero, espelho da vida humana, exemplo dos costumes e imagem de verdade, as que hoje se representam são espelhos de disparates, exemplos de necedades e imagens de lascívia. Pois que maior disparate pode haver no assunto de que tratamos, do que aparecer uma criança no primeiro ato envolta nas faixas infantis, e aparecer no segundo feito já homem barbado? e que maior desatino, do que pintar-nos um velho valente e um moço cobarde, um lacaio retórico, um pajem conselheiro, um rei jornaleiro e uma princesa criada de servir? E que direi do modo como observam o tempo em que podem ou podiam suceder as ações que representam, senão que já vi comédias, em que a primeira jornada principiou na Europa, a segunda na Ásia e a terceira acabou na África, de modo que, se houvesse quatro jornadas, a quarta findaria na América, e assim se teria passado em todas as quatro partes do mundo? E se a imitação deve ser o fim principal da comédia, como é possível que se satisfaça qualquer mediano entendimento com o assistir a uma ação, que, fingindo que se passa na época del-rei Pepino e de Carlos Magno, apresenta ao mesmo tempo, como personagem principal, o imperador Heráclio, entrando com a cruz em Jerusalém, e, ganhando a Casa Santa como Godofredo de Bulhão, havendo infinitos anos que separam um do outro; e, fundando-se a comédia em coisas fingidas, atribuir-lhe verdades históricas e misturar-lhe pedaços de outras, acontecidas a diferentes pessoas e em diferentes eras, e isto, não com traços verossímeis, mas com erros patentes e de todo o ponto indesculpáveis? E o pior é que há ignorantes que dizem que isto é que é a perfeição, e tudo o mais é desacerto. E se falarmos agora das comédias divinas? Que milagres se fingem nelas! que coisas apócrifas e mal entendidas, atribuindo-se a um santo os milagres de outro! E até nas humanas se atrevem a fazer milagres, sem mais respeito e consideração que parecer-lhes que ali ficará bem o tal milagre e tramóia, como eles chamam, para que gente ignorante pasme e concorra à comédia; tudo isto é em prejuízo da verdade e em menoscabo da história, e até em opróbrio dos engenhos espanhóis; porque os estrangeiros, que observam com muita pontualidade as leis da comédia, têm-nos na conta de bárbaros e ignorantes, vendo os absurdos e disparates das que fazemos. E não será bastante desculpa para isto dizer que o principal intento que têm as repúblicas bem ordenadas, permitindo que se representem comédias, é o entreter o povo com algum honesto recreio, e distraí-lo às vezes dos maus humores que sói gerar a ociosidade; e que, visto que isto se consegue com qualquer comédia, boa ou má, não há motivos para pôr leis, nem obrigar os que as compõem e representam a que as façam como deviam fazer-se, pois, como disse, com qualquer se consegue o que com elas se pretende. Ao que responderei eu que este fim se conseguiria muito melhor, sem comparação alguma, com as comédias boas, do que com as que o não são, porque de ter ouvido a comédia engenhosa e bem ordenada, sairia o ouvinte alegre com as mentiras, ensinado com as verdades, admirado dos sucessos, discreto com as razões, avisado com os embustes, sagaz com os exemplos, irado contra o vício e namorado da virtude; que todos estes afetos há-de despertar a boa comédia no ânimo do que a escutar, por muito rústico e torpe que seja, e é completamente impossível deixar de alegrar e entreter, satisfazer e contentar, a comédia que tiver todos estes predicados, muito mais do que outra que deles carecer, como pela maior parte carecem estas que ordinariamente agora se representam. E não têm culpa disto os poetas que as compõem, porque alguns há que conhecem perfeitamente aquilo em que erram, e sabem extremadamente o que devem fazer; mas, como as comédias se transformaram em mercadoria vendável, dizem, e dizem com razão, que os comediantes não lhas comprariam se não fossem daquele jaez; e assim o poeta procura acomodar-se ao que lhe pede o comediante que lhe há-de pagar a obra. E que isto é verdade, vê-se nas muitas e infinitas comédias que compôs um felicíssimo engenho destes reinos, com tanta gala, tanto donaire, tão elegante verso, tão boas razões, tão graves sentenças, e finalmente, tão resplandecentes de elocução e alteza de estilo, que está o mundo cheio da sua fama; e, por querer acomodar-se ao gosto dos comediantes, não chegaram todas, como chegaram algumas, ao auge da perfeição que requerem. Outros as compõem, tanto sem olhar ao que fazem, que, depois de representadas, vêem-se os atores obrigados a fugir e ausentar-se, receosos de ser castigados, como o têm sido muitas vezes, por terem representado coisas em desabono de reis e desonra de linhagens; e todos estes inconvenientes cessariam, e muitos mais ainda que não digo, se houvesse na corte uma pessoa inteligente e discreta, que examinasse todas as comédias antes que se representassem; não só as que se fizessem na corte, mas todas as que se quisessem representar em Espanha, sem cuja aprovação, selo e firma, nenhum alcaide, nos diversos lugares, deixasse representar comédia alguma; e, desta forma, os atores teriam cuidado de enviar as comédias à corte, e com segurança poderiam representá-las, e, aqueles que as compõem, olhariam com mais cuidado e estudo para o que faziam, receosos de terem deixado passar-as suas obras pelo rigoroso exame dos entendedores. E, desta forma, se fariam boas comédias, e se conseguiria felicissimamente o que nelas se pretende, tanto o entretenimento do povo, como a boa opinião dos talentos espanhóis, o interesse e as seguranças dos atores, e a poupança do cuidado de os castigar. E se se encarregasse outro, ou este mesmo, de examinar os livros de cavalaria que de novo se compõem, sem dúvida poderiam aparecer alguns com a perfeição que Vossa Mercê disse, enriquecendo a nossa língua com o precioso e agradável tesouro da eloqüência, dando ocasião a que os livros velhos se escurecessem à luz dos novos, que se publicassem para honesto passatempo, não só dos ociosos, mas dos mais ocupados, pois não é possível que esteja continuamente o arco retesado, nem que a condição e fraqueza humana se possa sustentar sem algum lícito recreio.
A este punto de su coloquio llegaban el canónigo y el cura, cuando, adelantándose el barbero, llegó a ellos, y dijo al cura. Chegavam a este ponto do seu colóquio o cônego e o cura quando, adiantando-se o barbeiro, dirigiu-se a eles e disse ao cura:
-Aquí, señor licenciado, es el lugar que yo dije que era bueno para que, sesteando nosotros, tuviesen los bueyes fresco y abundoso pasto. — Aqui, senhor licenciado, está o lugar que eu disse que era bom, para que, dormindo nós a sesta, pudessem ter os bois fresco e abundante pasto.
-Así me lo parece a mí -respondió el cura. — Parece-me bem — respondeu o cura.
Y, diciéndole al canónigo lo que pensaba hacer, él también quiso quedarse con ellos, convidado del sitio de un hermoso valle que a la vista se les ofrecía. Y, así por gozar dél como de la conversación del cura, de quien ya iba aficionado, y por saber más por menudo las hazañas de don Quijote, mandó a algunos de sus criados que se fuesen a la venta, que no lejos de allí estaba, y trujesen della lo que hubiese de comer, para todos, porque él determinaba de sestear en aquel lugar aquella tarde; a lo cual uno de sus criados respondió que el acémila del repuesto, que ya debía de estar en la venta, traía recado bastante para no obligar a no tomar de la venta más que cebada. E, dizendo ao cônego o que tencionava fazer, também este quis ali ficar, enlevado na vista do formosíssimo vale. E tanto para gozar essa amenidade, como para saborear a conversação do cura, e para saber mais por miúdo as façanhas de D. Quixote, ordenou a alguns dos seus criados que fossem à venda, que estava dali perto, e trouxessem para todos o que houvesse de comer, porque resolvera passar naquele lugar a sesta: ao que respondeu um dos criados que a azêmola do repasto, que já havia de estar na estalagem, trazia provisões bastantes para não ser necessário comprar outra coisa que não fosse cevada.
-Pues así es -dijo el canónigo-, llévense allá todas las cabalgaduras, y haced volver la acémila. — Pois, se assim é — disse o cônego — levem daqui todas as cavalgaduras, e tragam a azêmola.
En tanto que esto pasaba, viendo Sancho que podía hablar a su amo sin la continua asistencia del cura y el barbero, que tenía por sospechosos, se llegó a la jaula donde iba su amo, y le dijo. Enquanto isto se passava, vendo Sancho que podia falar a D. Quixote, sem ser em presença do cura e do barbeiro, que tinha por suspeitos, chegou-se à jaula onde ia seu amo e disse-lhe:
-Señor, para descargo de mi conciencia, le quiero decir lo que pasa cerca de su encantamento; y es que aquestos dos que vienen aquí cubiertos los rostros son el cura de nuestro lugar y el barbero; y imagino han dado esta traza de llevalle desta manera, de pura envidia que tienen como vuestra merced se les adelanta en hacer famosos hechos. Presupuesta, pues, esta verdad, síguese que no va encantado, sino embaído y tonto. Para prueba de lo cual le quiero preguntar una cosa; y si me responde como creo que me ha de responder, tocará con la mano este engaño y verá como no va encantado, sino trastornado el juicio. — Senhor, para descargo da minha consciência, quero-lhe dizer o que se passa acerca do seu encantamento; e é, que estes dois que aqui vêm com os rostos encobertos são o cura e o barbeiro do nosso lugar, e suponho que tramaram levá-lo deste modo, de pura inveja que têm, por ver que Vossa Mercê pratica tão famosas façanhas. Sendo assim, claro se vê que não vai encantado, mas sim embaído e logrado. E, para prova disso, lhe quero perguntar uma coisa e, se me responder como espero, tocará com a mão neste engano, e verá que não vai encantado, mas ourado do juízo.
-Pregunta lo que quisieres, hijo Sancho -respondió don Quijote-, que yo te satisfaré y responderé a toda tu voluntad. Y en lo que dices que aquellos que allí van y vienen con nosotros son el cura y el barbero, nuestros compatriotos y conocidos, bien podrá ser que parezca que son ellos mesmos; pero que lo sean realmente y en efeto, eso no lo creas en ninguna manera. Lo que has de creer y entender es que si ellos se les parecen, como dices, debe de ser que los que me han encantado habrán tomado esa apariencia y semejanza; porque es fácil a los encantadores tomar la figura que se les antoja, y habrán tomado las destos nuestros amigos, para darte a ti ocasión de que pienses lo que piensas, y ponerte en un laberinto de imaginaciones, que no aciertes a salir dél, aunque tuvieses la soga de Teseo . Y también lo habrán hecho para que yo vacile en mi entendimiento, y no sepa atinar de dónde me viene este daño; porque si, por una parte, tú me dices que me acompañan el barbero y el cura de nuestro pueblo, y, por otra, yo me veo enjaulado, y sé de mí que fuerzas humanas, como no fueran sobrenaturales , no fueran bastantes para enjaularme, ¿qué quieres que diga o piense sino que la manera de mi encantamento excede a cuantas yo he leído en todas las historias que tratan de caballeros andantes que han sido encantados? Ansí que, bien puedes darte paz y sosiego en esto de creer que son los que dices, porque así son ellos como yo soy turco. Y, en lo que toca a querer preguntarme algo, di, que yo te responderé, aunque me preguntes de aquí a mañana. — Pergunta o que quiseres, Sancho meu filho — tornou D. Quixote — que eu te satisfarei e responderei, como tu desejas; e, em quanto ao que dizes desses que aí vão serem o cura e o barbeiro, nossos compatriotas e conhecidos, poderá muito bem ser que pareça que são eles mesmos; mas não creias que realmente o sejam; o que hás-de crer e entender é que, se o parecem, como dizes, será porque os que me encantaram tomaram esse aspecto, porque é fácil aos nigromantes tomarem a figura que querem, e talvez tomassem as desses nossos amigos, para te darem ensejo de pensares o que pensas e meterem-te num labirinto de imaginações, que não conseguirias sair dele, nem que tivesses o novelo de Teseu; e também o fariam, talvez, para eu vacilar no meu entendimento, e não poder atinar donde é que me vem este dano; porque, se por uma parte me dizes que me acompanham o cura e o barbeiro da nossa povoação, e por outra me vejo engaiolado, e de mim sei que forças humanas, não sendo sobrenaturais, não seriam bastantes para cativar-me, que queres que diga ou que pense, senão que o modo do meu encantamento excede quantos tenho lido em todas as histórias que tratam de cavaleiros andantes que foram encantados? Assim, bem podes ficar em paz e sossego, quanto a serem os que tu dizes, porque tanto são eles como eu sou turco; e pelo que toca a quereres-me perguntar alguma coisa, fala, que eu te responderei, ainda que estejas a fazer perguntas até amanhã.
-¡Válame Nuestra Señora! -respondió Sancho, dando una gran voz-. Y ¿es posible que sea vuestra merced tan duro de celebro, y tan falto de meollo , que no eche de ver que es pura verdad la que le digo, y que en esta su prisión y desgracia tiene más parte la malicia que el encanto? Pero, pues así es, yo le quiero probar evidentemente como no va encantado. Si no, dígame, así Dios le saque desta tormenta, y así se vea en los brazos de mi señora Dulcinea cuando menos se piense... — Valha-me Nosso Senhor — respondeu Sancho, dando um grande brado — pois é possível que seja Vossa Mercê tão duro de cabeça e tão falto de miolo, que não veja que é a pura verdade o que eu digo, e que nesta sua prisão e desgraça entra mais a malícia do que o encantamento? Mas, se assim é, quero-lhe provar evidentemente que não vai encantado; senão diga-me, assim Deus o livre deste tormento, e assim se veja nos braços da minha senhora Dulcinéia, quando menos pensar. ..
-Acaba de conjurarme -dijo don Quijote-, y pregunta lo que quisieres; que ya te he dicho que te responderé con toda puntualidad. — Acaba de esconjurar-me — tornou D. Quixote — e pergunta o que quiseres, que já te disse que te responderei com toda a pontualidade.
-Eso pido -replicó Sancho-; y lo que quiero saber es que me diga, sin añadir ni quitar cosa ninguna, sino con toda verdad, como se espera que la han de decir y la dicen todos aquellos que profesan las armas, como vuestra merced las profesa, debajo de título de caballeros andantes... — Isso peço — redarguiu Sancho — e o que desejo é que me responda, sem aumentar nem tirar coisa alguma, mas com toda a verdade, como se espera que digam e hão-de dizer todos os que professam as armas, como Vossa Mercê professa, debaixo do título de cavaleiros andantes.
-Digo que no mentiré en cosa alguna -respondió don Quijote-. Acaba ya de preguntar, que en verdad que me cansas con tantas salvas, plegarias y prevenciones, Sancho. — Estou farto de te dizer que não mentirei em coisa alguma — respondeu D. Quixote; — vê se perguntas, que, na verdade, me fatigas com tantos rogos e precauções, Sancho.
-Digo que yo estoy seguro de la bondad y verdad de mi amo; y así, porque hace al caso a nuestro cuento, pregunto, hablando con acatamiento, si acaso después que vuestra merced va enjaulado y, a su parecer, encantado en esta jaula, le ha venido gana y voluntad de hacer aguas mayores o menores, como suele decirse. — Digo eu que estou certo da bondade e verdade de meu amo, e assim pergunto, falando com o devido respeito, porque faz muito ao caso do nosso conto, se depois que Vossa Mercê está engaiolado e encantado, como diz, já lhe deu vontade de fazer o que ninguém pode fazer por nós, como se costuma dizer?
-No entiendo eso de hacer aguas, Sancho; aclárate más, si quieres que te responda derechamente. — Muitas vezes, Sancho, e agora mesmo a tenho; tira-me deste perigo, que já não saio limpo de todo.
-¿Es posible que no entiende vuestra merced de hacer aguas menores o mayores? Pues en la escuela destetan a los muchachos con ello. Pues sepa que quiero decir si le ha venido gana de hacer lo que no se escusa .
-¡Ya, ya te entiendo, Sancho! Y muchas veces; y aun agora la tengo. ¡Sácame deste peligro, que no anda todo limpio!






I. Capítulo XLIX. Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor don Quijote

Capítulo XLIX — Onde se trata do discreto colóquio que Sancho Pança teve com seu amo D. Quixote.

-¡Ah -dijo Sancho-; cogido le tengo! Esto es lo que yo deseaba saber, como al alma y como a la vida . comúnmente suele decirse por ahí cuando una persona está de mala voluntad "No sé qué tiene fulano, que ni come, ni bebe, ni duerme, ni responde a propósito a lo que le preguntan, que no parece sino que está encantado"? De donde se viene a sacar> que los que no comen, ni beben, ni duermen, ni hacen las obras naturales que yo digo, estos tales están encantados; pero no aquellos que tienen la gana que vuestra merced tiene y que bebe cuando se lo dan, y come cuando lo tiene, y responde a todo aquello que le preguntan. — Ah! — disse Sancho — apanhei-o; era isso o que eu desejava saber, como desejo a salvação eterna. Ora venha cá, meu senhor; pode negar o que por aí se costuma dizer vulgarmente quando uma pessoa está mal disposta: “Não sei o que tem fulano que não come, nem bebe, nem dorme, nem responde com acerto ao que lhe perguntam, que não parece senão que está encantado”? Donde se conclui que os que não comem, nem bebem, nem dormem, nem fazem as obras naturais que eu digo, estão encantados, mas que o não está quem tem a vontade que Vossa Mercê tem agora, quem bebe quando lhe dão de beber, e come quando tem de comer, e responde a tudo o que lhe perguntam.
Verdad dices, Sancho -respondió don Quijote-, pero ya te he dicho que hay muchas maneras de encantamentos, y podría ser que con el tiempo se hubiesen mudado de unos en otros, y que agora se use que los encantados hagan todo lo que yo hago, aunque antes no lo hacían. De manera que contra el uso de los tiempos no hay que argüir ni de qué hacer consecuencias>. Yo sé y tengo para mí que voy encantado, y esto me basta para la seguridad de mi conciencia; que la formaría muy grande si yo pensase que no estaba encantado y me dejase estar en esta jaula, perezoso y cobarde, defraudando el socorro que podría dar a muchos menesterosos y necesitados que de mi ayuda y amparo deben tener a la hora de ahora precisa y estrema necesidad. — Dizes a verdade, Sancho — respondeu D. Quixote — mas eu já te disse que há muitos gêneros de encantamentos, e que pode ser que se mudasse com o tempo de uns para outros, e que se use agora fazerem os encantados tudo o que eu faço, apesar de não o fazerem dantes, de forma que, contra o uso dos tempos, não há que arguir, nem que tirar conseqüências. Sei e tenho para mim que estou encantado, e isto me basta para segurança da minha consciência, que ficaria sobressaltada se eu pensasse que o não estava, e me deixasse ir nesta jaula, preguiçosa e cobarde, defraudando o amparo que poderia dar a muitos necessitados, que devem ter a estas horas extrema urgência do meu auxílio e valimento.
-Pues, con todo eso -replicó Sancho-, digo que, para mayor abundancia y satisfación, sería bien que vuestra merced probase a salir desta cárcel, que yo me obligo con todo mi poder a facilitarlo, y aun a sacarle della, y probase de nuevo a subir sobre su buen Rocinante, que también parece que va encantado, según va de malencólico y triste; y, hecho esto, probásemos otra vez la suerte de buscar más aventuras; y si no nos sucediese bien, tiempo nos queda para volvernos a la jaula, en la cual prometo, a ley de buen y leal escudero, de encerrarme juntamente con vuestra merced, si acaso fuere vuestra merced tan desdichado, o yo tan simple, que no acierte a salir con lo que digo. — Pois com tudo isso — redarguiu Sancho — entendo que, para maior sossego e satisfação, bom seria que Vossa Mercê experimentasse sair deste cárcere, que eu me obrigo a facilitar-lhe a saída até onde eu puder, e que experimentasse montar no bom Rocinante, que também parece encantado, de melancólico e triste que vai; e, feito isto, que tentássemos de novo a sorte, a procurar mais aventuras, e, se nos não saíssemos bem, sempre seria tempo de voltar à jaula, em que prometo, à fé de bom escudeiro, encerrar-me juntamente com Vossa Mercê, se Vossa Mercê for tão desditoso, e eu tão pateta, que não consigamos o que acabo de dizer.
-Yo soy contento de hacer lo que dices>, Sancho hermano -replicó don Quijote-; y cuando tú veas coyuntura de poner en obra mi libertad, yo te obedeceré en todo y por todo; pero tú, Sancho, verás como te engañas en el conocimiento de mi desgracia>. — Estou pronto, Sancho — redarguiu D. Quixote — e, quando vires conjuntura de pores por obra a minha liberdade, obedecer-te-ei em tudo e por tudo; mas verás, Sancho, como te enganas, no que respeita à minha desgraça.
En estas pláticas se entretuvieron el caballero andante y el mal andante escudero>, hasta que llegaron donde, ya apeados, los aguardaban el cura, el canónigo y el barbero. Desunció luego los bueyes de la carreta el boyero, y dejólos andar a sus anchuras por aquel verde y apacible sitio, cuya frescura convidaba a quererla gozar, no a las personas tan encantadas como don Quijote, sino a los tan advertidos y discretos como su escudero; el cual rogó al cura que permitiese que su señor saliese por un rato de la jaula, porque si no le dejaban salir, no iría tan limpia aquella prisión como requiría la decencia de un tal caballero como su amo. Entendióle el cura, y dijo que de muy buena gana haría lo que le pedía si no temiera que, en viéndose su señor en libertad, había de hacer de las suyas, y irse donde jamás gentes le viesen. Nestas práticas se entretiveram o cavaleiro andante e o mal andante escudeiro, até que chegaram aonde já os esperavam apeados o cura, o barbeiro e o cônego. Logo o carreiro tirou os bois do carro, e deixou-os andar à vontade, por aquele verde e aprazível sítio, cuja frescura era convidativa, não para as pessoas tão encantadas como D. Quixote, mas para sujeitos tão avisados e discretos como o seu escudeiro, que pediu ao cura que consentisse na saída de seu amo por um instante, porque, se o não deixavam sair, não iria tão asseada a sua prisão, como requeria o decoro de tão famoso cavaleiro. Entendeu-o o cura, e disse que de muito boa vontade consentiria, se não receasse que, logo que D. Quixote se visse em liberdade, desatasse a fazer das suas, e fosse para onde nunca mais se lhe pusesse a vista em cima.
-Yo le fío de la fuga -respondió Sancho. — Fico por ele — respondeu Sancho.
-Y yo y todo -dijo el canónigo-; y más si él me da la palabra, como caballero, de no apartarse de nosotros hasta que sea nuestra voluntad. — E eu também — disse o cônego — e basta que ele me dê a sua palavra de cavaleiro, de se não apartar de nós, senão por nossa vontade.
-Sí doy -respondió don Quijote, que todo lo estaba escuchando-; cuanto más, que el que está encantado, como yo, no tiene libertad para hacer de su persona lo que quisiere, porque el que le encantó le puede hacer que no se mueva de un lugar en tres siglos; y si hubiere huido, le hará volver en volandas. -Y que, pues esto era así>, bien podían soltalle, y más, siendo tan en provecho de todos; y del no soltalle les protestaba que no podía dejar de fatigalles el olfato, si de allí no se desviaban. — Dou — respondeu D. Quixote, que tudo estava escutando — tanto mais, que quem está encantado, como eu estou, não tem liberdade para fazer o que quiser, porque a pessoa que o encantou pode fazer que ele se não mova donde está nem em três séculos, e o fará andar em polvorosa, se ele fugir. E acrescentou que, sendo isto assim, podiam perfeitamente soltá-lo, de mais a mais, sendo tanto em proveito de todos, e que, não o soltando, lhes protestava que não poderia deixar de lhes melindrar o olfato, se eles se não desviassem.
Tomóle la mano el canónigo, aunque las tenía atadas, y, debajo de su buena fe y palabra, le desenjaularon, de que él se alegró infinito y en grande manera de verse fuera de la jaula. Y lo primero que hizo fue estirarse todo el cuerpo>, y luego se fue donde estaba Rocinante, y, dándole dos palmadas en las ancas, dijo. O cônego tomou-lhe as mãos, apesar de amarradas, e soltaram-no debaixo de palavra, alegrando-se ele imenso por se ver fora da jaula; e, a primeira coisa que fez foi estirar todo o corpo, e correu logo ao sítio onde estava Rocinante, e, dando-lhe duas palmadas nas ancas, disse:
-Aún espero en Dios y en su bendita Madre, flor y espejo de los caballos, que presto nos hemos de ver los dos cual deseamos; tú, con tu señor a cuestas; y yo, encima de ti, ejercitando el oficio para que Dios me echó al mundo. — Ainda espero em Deus e na sua benta mãe, flor e espelho dos cavalos, que depressa nos havemos de ver ambos como desejamos; tu com teu amo às costas, e eu em cima de ti exercitando o ofício para que Deus me deitou ao mundo.
Y, diciendo esto, don Quijote se apartó con Sancho en remota parte, de donde vino más aliviado y con más deseos de poner en obra lo que su escudero ordenase. E, dizendo isto, apartou-se D. Quixote com Sancho para um sítio desviado, donde voltou com mais alívio e mais desejos de pôr por obra o que o seu escudeiro ordenasse.
Mirábalo el canónigo, y admirábase de ver la estrañeza de su grande locura, y de que, en cuanto hablaba y respondía, mostraba tener bonísimo entendimiento solamente venía a perder los estribos , como otras veces se ha dicho, en tratándole de caballería. Y así, movido de compasión, después de haberse sentado todos en la verde yerba, para esperar el repuesto del canónigo, le dijo. Olhava para ele o cônego, e admirava-se de ver a estranheza de sua grande loucura e de que em tudo o que dizia mostrava ter boníssimo entendimento; perdendo as estribeiras, como já se notou, quando se falava de cavalarias. E assim, movido de compaixão, depois de se terem sentado todos na verde relva, à espera da refeição do cônego, disse-lhe este:
-¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado, con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad? Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé a entender que ha habido en el mundo aquella infinidad de Amadises , y aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto emperador de Trapisonda , tanto Felixmarte de Hircania, tanto palafrén, tanta doncella andante, tantas sierpes, tantos endriagos, tantos gigantes , tantas inauditas aventuras , tanto género de encantamentos, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trajes, tantas princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos , tanto billete, tanto requiebro, tantas mujeres valientes ; y, finalmente, tantos y tan disparatados casos como los libros de caballerías contienen? De mí sé decir que, cuando los leo, en tanto que no pongo la imaginación en pensar que son todos mentira y liviandad, me dan algún contento; pero, cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos en la pared, y aun diera con él en el fuego si cerca o presente le tuviera, bien como a merecedores de tal pena, por ser falsos y embusteros, y fuera del trato que pide la común naturaleza, y como a inventores de nuevas sectas y de nuevo modo de vida, y como a quien da ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y a tener por verdaderas tantas necedades como contienen. Y aun tienen tanto atrevimiento , que se atreven a turbar los ingenios de los discretos y bien nacidos hidalgos, como se echa bien de ver por lo que con vuestra merced han hecho, pues le han traído a términos que sea forzoso encerrarle en una jaula, y traerle sobre un carro de bueyes, como quien trae o lleva algún león o algún tigre, de lugar en lugar, para ganar con él dejando que le vean. ¡Ea, señor don Quijote, duélase de sí mismo, y redúzgase al gremio de la discreción, y sepa usar de la mucha que el cielo fue servido de darle, empleando el felicísimo talento de su ingenio en otra letura que redunde en aprovechamiento de su conciencia y en aumento de su honra! Y si todavía, llevado de su natural inclinación, quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces; que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes. Un Viriato tuvo Lusitania; un César, Roma; un Anibal, Cartago; un Alejandro, Grecia; un conde Fernán González, Castilla; un Cid, Valencia; un Gonzalo Fernández, Andalucía; un Diego García de Paredes, Estremadura; un Garci Pérez de Vargas, Jerez; un Garcilaso, Toledo; un don Manuel de León, Sevilla, cuya leción de sus valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar a los más altos ingenios que los leyeren. Ésta sí será letura digna del buen entendimiento de vuestra merced, señor don Quijote mío, de la cual saldrá erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía, y todo esto, para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha; do, según he sabido, trae vuestra merced su principio y origen. — É possível, senhor fidalgo, que tanto pudesse com Vossa Mercê a insípida e ociosa leitura dos livros de cavalaria, que lhe desse volta ao miolo, chegando a imaginar que vai encantado, com outras coisas desse jaez, tão longe de serem verdadeiras, como está longe a mentira da verdade? E é possível que haja entendimento humano que suponha que houve no mundo aquela infinidade de Amadises, e tantos famosíssimos cavaleiros, tanto imperador de Trapizonda, tanto Félix de Hircânia, tanto palafrém, tanta donzela vagabunda, tantas serpes, tantos endrí agos, tantos gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto gênero de encantamentos, tantas batalhas, tantos recontros despropositados, tanta extravagância de trajos, tantas princesas enamoradas, tantos escudeiros condes, tantos anões graciosos, tanto bilhete, tanto requebro, tantas mulheres valentes, e finalmente tantas e tão disparatadas coisas como encerram os livros de cavalaria? Eu de mim sei dizer que, quando os leio, enquanto não ponho na mente que são tudo fábulas e leviandades, algum prazer me dão; mas quando entro na conta do que valem, bato com o melhor de todos eles na parede, e ainda os atirara ao lume se o tivesse próximo ou presente, como merecedores de tal pena, por serem falsos e embusteiros, como inventores de novas seitas e de novo modo de vida, e como quem dá ocasião a que o vulgo ignorante venha a crer e a ter por verdadeiras tantas necedades como as que eles encerram. E também tanto atrevimento têm que ousam turbar os engenhos dos fidalgos discretos e bem nascidos, como se mostra pelo que lhe fizeram a Vossa Mercê, que o levaram a termos de ser forçoso metê-lo numa jaula, e transportá-lo sobre um carro de bois, como quem transporta de lugar para lugar algum leão ou tigre, para o mostrar por dinheiro. Eia! senhor D. Quixote, doa-se de si próprio, e volte ao grêmio da discrição, e saiba usar da muita que o céu foi servido dar-lhe, empregando o seu felicíssimo talento noutra leitura que redunde em proveito da sua consciência e acrescentamento da sua honra. E, se ainda levado da sua natural inclinação, quiser ler livros de façanhas e de cavalarias, leia na Sagrada Escritura o dos juízes, que ali achará verdades grandiosas e feitos tão reais como denodados. Teve Lusitânia um Viriato, Roma um César, Cartago um Aníbal, Grécia um Alexandre, Castela um conde Fernão Gonçalves, Valência um Cid, Andaluzia um Gonçalo Fernandes, Estremadura um Diogo Garcia de Paredes, Xerez um Garcia Peres de Vargas, Toledo um Garcilasso, Sevilha um D. Manuel de Leon, e a lição dos seus valorosos feitos pode entreter, ensinar, deleitar e assombrar os mais altos engenhos que os lerem. Esta sim, esta é que será leitura digna do bom entendimento de Vossa Mercê, D. Quixote senhor meu, de que sairá erudito na história, enamorado da virtude, ensinado na bondade, melhorado nos costumes, ousado sem temeridade, prudente sem cobardia, e tudo isto para honra de Deus, proveito seu e fama da Mancha, donde, segundo soube, tira Vossa Mercê o seu princípio e origem.
Atentísimamente estuvo don Quijote escuchando las razones del canónigo; y, cuando vio que ya había puesto fin a ellas, después de haberle estado un buen espacio mirando, le dijo. Atentissimamente esteve D. Quixote escutando as razões do cônego, e quando viu que terminara, e depois de o ter estado contemplando por largo espaço, disse:
-Paréceme, señor hidalgo , que la plática de vuestra merced se ha encaminado a querer darme a entender que no ha habido caballeros andantes en el mundo, y que todos los libros de caballerías son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república; y que yo he hecho mal en leerlos, y peor en creerlos, y más mal en imitarlos, habiéndome puesto a seguir la durísima profesión de la caballería andante, que ellos enseñan, negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni de Gaula ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas . — Parece-me, senhor fidalgo, que a prática de Vossa Mercê encaminhou-se a querer-me dar a entender que não houve cavaleiros andantes no mundo, e que todos os livros de cavalaria são falsos, mentirosos, danosos e inúteis para a república, e que fiz mal em lê-los, pior em acreditá-los, e pessimamente em imitá-los, dando-me a seguir a duríssima profissão de cavaleiro andante que eles ensinam, e negou, além disso, que tivesse havido no mundo Amadises de Gaula ou da Grécia, e todos os outros aventurosos cavaleiros de que andam cheios os livros.
-Todo es al pie de la letra como vuestra merced lo va relatando -dijo a está sazón el canónigo. — Tal qual como Vossa Mercê vai relatando — interrompeu o cônego.
A lo cual respondió don Quijote. -Añadió también vuestra merced, diciendo que me habían hecho mucho daño tales libros, pues me habían vuelto el juicio y puéstome en una jaula, y que me sería mejor hacer la enmienda y mudar de letura, leyendo otros más verdaderos y que mejor deleitan y enseñan. — Acrescentou também Vossa Mercê — continuou D. Quixote — que me tinham feito grande dano tais livros, porque me tinham dado volta ao juízo e metido numa jaula, e que melhor seria que eu me emendasse, mudando de leitura e lendo outros mais verdadeiros, e que melhor deleitem e ensinem.
-Así es -dijo el canónigo. — Exato — tornou o cônego.
-Pues yo -replicó don Quijote- hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced, pues se ha puesto a decir tantas blasfemias contra una cosa tan recebida en el mundo, y tenida por tan verdadera, que el que la negase, como vuestra merced la niega, merecía la mesma pena que vuestra merced dice que da a los libros cuando los lee y le enfadan. Porque querer dar a entender a nadie que Amadís no fue en el mundo, ni todos los otros caballeros aventureros de que están colmadas las historias, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el yelo enfría, ni la tierra sustenta; porque, ¿qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir a otro que no fue verdad lo de la infanta Floripes y Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible , que sucedió en el tiempo de Carlomagno; que voto a tal que es tanta verdad como es ahora de día? Y si es mentira, también lo debe de ser que no hubo Héctor, ni Aquiles , ni la guerra de Troya, ni los Doce Pares de Francia, ni el rey Artús de Ingalaterra, que anda hasta ahora convertido en cuervo y le esperan en su reino por momentos . Y también se atreverán a decir que es mentirosa la historia de Guarino Mezquino>, y la de la demanda del Santo Grial>, y que son apócrifos los amores de don Tristán y la reina Iseo, como los de Ginebra y Lanzarote, habiendo personas que casi se acuerdan de haber visto a la dueña Quintañona, que fue la mejor escanciadora de vino que tuvo la Gran Bretaña. Y es esto tan ansí, que me acuerdo yo que me decía una mi agüela de partes de mi padre, cuando veía alguna dueña con tocas reverendas ′′Aquélla, nieto, se parece a la dueña Quintañona′′; de donde arguyo yo que la debió de conocer ella o, por lo menos, debió de alcanzar a ver algún retrato suyo. Pues, ¿quién podrá negar no ser verdadera la historia de Pierres y la linda Magalona, pues aun hasta hoy día se vee en la armería de los reyes la clavija con que volvía al caballo de madera, sobre quien iba el valiente Pierres por los aires, que es un poco mayor que un timón de carreta? Y junto a la clavija está la silla de Babieca, y en Roncesvalles está el cuerno de Roldán>, tamaño como una grande viga de donde se infiere que hubo Doce Pares, que hubo Pierres, que hubo Cides, y otros caballeros semejantes, déstos que dicen las gentes que a sus aventuras van. — Pois eu — replicou D. Quixote — sustento que quem não tem juízo e quem vai encantado é Vossa Mercê, pois desatou a dizer tantas blasfêmias contra uma coisa tão bem acolhida no mundo, e tida por tão verdadeira, que aquele que a negasse, como Vossa Mercê a nega, merecia a mesma pena que Vossa Mercê diz que dá aos livros, quando os lê e o enfadam; porque querer dizer que Amadis não existiu neste mundo, nem existiram todos os outros aventurosos cavaleiros de que estão cheias as histórias, será querer persuadir que o sol não alumia, nem o gelo arrefece, nem a terra pode conosco; pois diga-me, que engenho pode haver no mundo que persuada a outrem que não foi verdade o caso de Floripes com Gui de Borgonha, e o de Ferrabras com a ponte de Mantible, que sucedeu no tempo de Carlos Magno? E voto a tal que é tão verdade como ser agora dia; e, se é mentira, também mentira será a existência de Heitor e de Aquiles, e dos doze Pares de França, e do rei Artur de Inglaterra, que tem andado transformado em corvo, e a cada instante o esperam no seu reino; e também se atreverão a dizer que é mentirosa a história de Guarino Mesquinho, a da Demanda do Santo Graal, e que são apócrifos os amores de Tristão e da rainha Iseu, como os de Ginevra e Lançarote, apesar de existirem pessoas que quase se recordam de ter visto a dona Quintanhona, que foi a melhor copeira de vinhos que teve a Grã-Bretanha. E é isto tão certo, que me recordo de me dizer a minha avó paterna, quando via alguma dona com reverendas toucas: “Aquela, meu neto, parece a dona Quintanhona”; donde concluo que ou a conheceu, ou viu algum retrato dela. Pois quem poderá negar que seja verdadeira a história de Pedro e da formosa Magalona, quando ainda hoje se vê na armaria dos reis a manivela, com que se voltava o cavalo de madeira em que ia montado por esses ares o valente Pedro, e que é um pouco maior que uma lança de carreta? E junto da manivela está o selim de Babieca, e em Roncesvales está a trompa de Roldão, que é do tamanho duma grande viga; donde se infere que houve doze Pares, que existiu Pedro, que houve Cides e outros cavaleiros semelhantes, destes que diz o vulgo que andam à cata de aventuras.
Si no, díganme también que no es verdad que fue caballero andante el valiente lusitano Juan de Merlo>, que fue a Borgoña y se combatió en la ciudad de Ras con el famoso señor de Charní, llamado mosén Pierres, y después, en la ciudad de Basilea, con mosén Enrique de Remestán, saliendo de entrambas empresas vencedor y lleno de honrosa fama; y las aventuras y desafíos que también acabaron en Borgoña los valientes españoles Pedro Barba y Gutierre Quijada (de cuya alcurnia yo deciendo> por línea recta de varón), venciendo a los hijos del conde de San Polo. Niéguenme, asimesmo, que no fue a buscar las aventuras a Alemania don Fernando de Guevara>, donde se combatió con micer Jorge, caballero de la casa del duque de Austria; digan que fueron burla las justas de Suero de Quiñones, del Paso; las empresas de mosén Luis de Falces contra don Gonzalo de Guzmán, caballero castellano, con otras muchas hazañas hechas por caballeros cristianos, déstos y de los reinos estranjeros, tan auténticas y verdaderas, que torno a decir que el que las negase carecería de toda razón y buen discurso. Senão diga-me também que não é verdade ter sido cavaleiro andante o valente lusitano João de Melo, que foi a Borgonha, e combateu na cidade de Arras com o famoso senhor de Charny, chamado mossém Pedro; e depois na cidade de Basiléia com mossém Henrique de Ramestã, saindo de ambas as empresas vencedor e senhor de honrosa fama; e as aventuras e desafios que também tiveram em Borgonha os valentes espanhóis Pedro Barba e Gutierres Quijada (de cuja estirpe descendo por linha direta de varonia), vencendo os filhos do conde de Saint-Pol. Neguem-me também que D. Fernando Guevara fosse buscar aventuras a Alemanha, onde combateu com micer Jorge, cavaleiro da casa do duque de Áustria. Digam que foram mentiras as justas de Sueiro de Quiñones, o do Passo; as empresas de mossém Luís de Falces contra D. Gonçalo de Guzman, cavaleiro castelhano, e outras muitas façanhas praticadas por cavaleiros cristãos, destes reinos e dos estrangeiros, tão autênticas e verdadeiras que, quem as negasse, careceria de razão e de bom discorrer.
Admirado quedó el canónigo de oír la mezcla que don Quijote hacía de verdades y mentiras, y de ver la noticia que tenía> de todas aquellas cosas tocantes y concernientes a los hechos de su andante caballería; y así, le respondió Ficou admirado o cônego de ver a misturada que D. Ouixote fazia de mentiras e de verdades, e por ver o conhecimento que ele tinha de todas as coisas tocantes e concernentes aos feitos dos seus cavaleiros andantes, e respondeu-lhe da seguinte maneira:
-No puedo yo negar, señor don Quijote, que no sea verdad algo de lo que vuestra merced ha dicho, especialmente en lo que toca a los caballeros andantes españoles; y, asimesmo, quiero conceder que hubo Doce Pares de Francia, pero no quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que el arzobispo Turpín dellos escribe>; porque la verdad dello es que fueron caballeros escogidos por los reyes de Francia, a quien llamaron pares por ser todos iguales en valor, en calidad y en valentía; a lo menos, si no lo eran, era razón que lo fuesen y era como una religión de las que ahora se usan de Santiago o de Calatrava, que se presupone que los que la profesan han de ser, o deben ser, caballeros valerosos, valientes y bien nacidos; y, como ahora dicen caballero de San Juan, o de Alcántara, decían en aquel tiempo caballero de los Doce Pares>, porque no fueron doce iguales los que para esta religión militar se escogieron. En lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio>, pero de que hicieron las hazañas que dicen, creo que la hay muy grande. En lo otro de la clavija que vuestra merced dice del conde Pierres, y que está junto a la silla de Babieca en la armería de los reyes, confieso mi pecado; que soy tan ignorante, o tan corto de vista, que, aunque he visto la silla>, no he echado de ver la clavija, y más siendo tan grande como vuestra merced ha dicho. — Não posso negar, senhor D. Quixote, que alguma coisa do que Vossa Mercê disse é verdade, especialmente no que toca aos cavaleiros andantes espanhóis; e também quero conceder que houve doze Pares de França; mas não quero acreditar que fizessem tudo o que deles diz o arcebispo Turpin; porque a verdade é que foram cavaleiros escolhidos pelos reis de França, a quem chamaram Pares, por serem todos iguais em valor, em fidalguia; pelo menos, a não o serem, era de razão que o fossem; e constituíam como que uma dessas ordens religiosas que hoje se usam de Santiago ou de Calatrava, que se pressupõe que os que a professam hão-de ser ou devem ser cavaleiros valentes e bem nascidos; e assim como dizem agora cavaleiro de S. João ou de Alcântara, diziam naquele tempo cavaleiro da ordem dos doze Pares, porque foram doze iguais os que para esta religião militar se escolheram. Que existiu Cid não há dúvida, Bernardo del Cárpio também; mas não acontece o mesmo com todas as grandes façanhas que se diz que fizeram. Enquanto à manivela do conde Pedro, a que Vossa Mercê alude, e que está junto do selim de Babieca na armaria dos reis, confesso o meu pecado, e que sou tão ignorante ou tão curto de vista que, tendo reparado no selim, não dei pela manivela, apesar de ser tamanha como Vossa Mercê disse.
-Pues allí está, sin duda alguna -replicó don Quijote-; y, por más señas, dicen que está metida en una funda de vaqueta, porque no se tome de moho. — Pois lá está sem dúvida alguma — redarguiu D. Quixote — e por sinal que dizem que está acautelada, para se não estragar.
-Todo puede ser -respondió el canónigo-; pero, por las órdenes que recebí, que no me acuerdo haberla visto. Mas, puesto que conceda que está allí, no por eso me obligo a creer las historias de tantos Amadises, ni las de tanta turbamulta de caballeros como por ahí nos cuentan; ni es razón que un hombre como vuestra merced, tan honrado y de tan buenas partes, y dotado de tan buen entendimiento, se dé a entender que son verdaderas tantas y tan estrañas locuras como las que están escritas en los disparatados libros de caballerías. — Tudo pode ser — tornou o cônego — mas, pelas ordens que recebi, não me recordo de a ter visto; porém, ainda que conceda que lá está, nem por isso me obrigo a acreditar nas histórias de tantos Amadises, nem nas de semelhante turbamulta de cavaleiros, como por aí nos contam que tem havido, nem é razão que um homem como Vossa Mercê, tão honrado e de tão boas partes, e dotado de tanto entendimento, queira dizer que são verdadeiras tais e tão estranhas loucuras, como as que estão escritas nos disparatados livros de cavalaria.






I. Capítulo L. De las discretas altercaciones que don Quijote y el Canónigo tuvieron, con otros sucesos

Capítulo L — Das discretas altercações que D. Quixote e o cônego tiveram, com outros sucessos.

-¡Bueno está eso! -respondió don Quijote-. Los libros que están impresos con licencia de los reyes y con aprobación de aquellos a quien se remitieron, y que con gusto general son leídos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalmente, de todo género de personas, de cualquier estado y condición que sean, ¿habían de ser mentira?; y más llevando tanta apariencia de verdad, pues nos cuentan el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, punto por punto y día por día, que el tal caballero hizo, o caballeros hicieron. Calle vuestra merced, no diga tal blasfemia (y créame que le aconsejo en esto lo que debe de hacer como discreto), sino léalos, y verá el gusto que recibe de su leyenda. Si no, dígame ¿hay mayor contento que ver, como si dijésemos aquí ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de pez hirviendo a borbollones, y que andan nadando y cruzando por él muchas serpientes, culebras y lagartos, y otros muchos géneros de animales feroces y espantables, y que del medio del lago sale una voz tristísima que dice ′′Tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho y arrójate en mitad de su negro y encendido licor; porque si así no lo haces, no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete fadas que debajo desta negregura yacen?′′ ¿Y que, apenas el caballero no ha acabado de oír la voz temerosa , cuando, sin entrar más en cuentas consigo, sin ponerse a considerar el peligro a que se pone, y aun sin despojarse de la pesadumbre de sus fuertes armas, encomendándose a Dios y a su señora, se arroja en mitad del bullente lago , y, cuando no se cata ni sabe dónde ha de parar, se halla entre unos floridos campos , con quien los Elíseos no tienen que ver en ninguna cosa? Allí le parece que el cielo es más transparente, y que el sol luce con claridad más nueva ; ofrécesele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura, y entretiene los oídos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pintados pajarillos que por los intricados ramos van cruzando. Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan; acullá vee una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesta; acá vee otra a lo brutesco adornada, adonde las menudas conchas de las almejas, con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence. Acullá de improviso se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura que, con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos , de rubíes, de perlas, de oro y de esmeraldas, es de más estimación su hechura. Y ¿hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas , cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos menos, dicen que suele valer una ciudad , y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado?; ¿qué, el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores distilada?; ¿qué, el hacerle sentar sobre una silla de marfil? ; ¿qué, verle servir todas las doncellas , guardando un maravilloso silencio?; ¿qué, el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél , y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere. Y vuestra merced créame, y, como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala. De mí sé decir que, después que soy caballero andante, soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos; y, aunque ha tan poco que me vi encerrado en una jaula, como loco, pienso, por el valor de mi brazo, favoreciéndome el cielo y no me siendo contraria la fortuna, en pocos días verme rey de algún reino, adonde pueda mostrar el agradecimiento y liberalidad que mi pecho encierra. Que, mía fe, señor, el pobre está inhabilitado de poder mostrar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea; y el agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras . Por esto querría que la fortuna me ofreciese presto alguna ocasión donde me hiciese emperador, por mostrar mi pecho haciendo bien a mis amigos, especialmente a este pobre de Sancho Panza, mi escudero, que es el mejor hombre del mundo, y querría darle un condado que le tengo muchos días ha prometido, sino que temo que no ha de tener habilidad para gobernar su estado. — Boa vai ela — respondeu D. Quixote — os livros que estão impressos com licença dos reis, e com aprovação daqueles a quem se enviam, e que com gosto geral são lidos e celebrados por grandes e pequenos, pobres e ricos, letrados e ignorantes, plebeus e cavaleiros, e, finalmente, por todo o gênero de pessoas de qualquer estado e condição que sejam, haviam de ser mentirosos, tendo de mais a mais tanta aparência de verdade, pois nos dizem quem foram os pais e as mães, os parentes e a pátria e a idade dos cavaleiros, e dia a dia minuciosamente as façanhas que praticaram, e o sítio onde as praticaram? Cale-se Vossa Mercê, não diga semelhante blasfêmia, e creia-me, que nisto lhe aconselho o que deve fazer como discreto; senão, leia-os, e veja o prazer que a sua leitura lhe dá. Pois diga-me, há maior contentamento do que dizermos: aqui se nos mostra agora, como se o estivéssemos vendo, um grande lago a ferver em borbotões, e a nadarem nesse lago serpentes, cobras e lagartos e outros muitos animais ferozes e espantosos, e sair do meio do lago uma voz tristíssima, que diz: “Quem quer que sejas, cavaleiro, que o temeroso lago estás mirando, se queres alcançar o bem que debaixo destas negras águas se encobre, mostra o valor do teu forte peito, e arroja-te ao meio do negro e inflamado líquido; porque, se assim o não fizeres, não serás digno de ver as altas maravilhas que em si encerram e contêm os sete castelos das sete fadas, que debaixo desta negrura jazem”; e que, apenas o cavaleiro acaba de ouvir a voz, sem mais reflexões, e sem considerar o perigo a que se arrisca, a até sem despir as fortes e pesadas armas, encomendando-se a Deus e à sua dama, se arroja ao meio do refervente lago, e quando mal se precata e mal sabe aonde irá parar, se encontra no meio duns floridos campos, que deixam os Elísios a perder de vista? Ali lhe parece que é mais transparente o céu e que o sol brilha com mais vívida luz; oferece-se-lhe aos olhos uma aprazível floresta composta de viçosas e frondosas árvores, que lhe alegra a vista com o seu verdor, e lhe afaga os ouvidos com o doce e não ensinado canto dos infinitos, pequenos e matizados passarinhos, que volteiam na intrincada ramaria. Aqui descobre um arroio, cujas frescas águas, que parecem líquidos cristais, correm sobre tênues areias e brancas pedrinhas, que se assemelham a ouro em pó e a puríssimas pérolas. Acolá vê uma fonte artisticamente construída com mármore liso e pintalgado jaspe; outra mais adiante ordenada a brutesco, onde as conchinhas dos mariscos e as retorcidas casas brancas e amarelas dos caracóis, engastadas em aparente mas bem disposta desordem, e mescladas com luzentes cristais e finíssimas esmeraldas, formam um variado lavor; de maneira que a arte, imitando a natureza, parece aqui vencê-la. Eis de súbito se lhe descobre um forte castelo ou um vistoso alcáçar, cujas muralhas são de ouro maciço, de diamantes as ameias, e as portas de jacintos, e, finalmente, de tão admirável arquitetura que, apesar de serem diamantes, escarbúnculos, ouro, pérolas, rubins e esmeraldas, os materiais que o formam, ainda o feitio é de mais estimação; e depois de ter visto tamanhas maravilhas, não é dobrado encanto ver sair pela porta do castelo um grande número de donzelas, cujos trajos vistosos e gentis, se eu me pusesse agora a descrevê-los como as histórias os contam, me dariam largo assunto; e vir logo a principal de entre elas tomar pela mão o ousado cavaleiro que se arrojou ao lago fervente, e levá-lo, sem dizer palavra, para dentro do rico alcáçar ou castelo, e despi-lo, e banhá-lo de lépidas águas, e depois ungi-lo com as mais preciosas essências, e vestir-lhe uma camisa de finíssimo cendal, toda rescendente e perfumada, e virem outras donzelas e deitarem-lhe um manto aos ombros, manto que, pelo menos, costuma valer uma cidade? E quando em seguida nos contam que, depois disto, o levam para outra sala, onde acha as mesas postas com tanto gosto, que ele fica suspenso e admirado? e deitarem-lhe às mãos água destilada de âmbar e de fragrantes flores? e fazerem-no sentar numa cadeira de marfim? e todas as donzelas a servirem-no, guardando maravilhoso silêncio? e trazerem-lhe tanta variedade de manjares, tão saborosamente guisados, que não sabe o apetite qual há-de escolher? e ouvir a música que soa enquanto ele come, sem imaginar donde vem a voz e o mavioso acompanhamento? e depois de acabada a comida e levantada a mesa, ficar o cavaleiro recostado na cadeira e talvez espalitando os dentes, como é costume, e entrar a desoras pela porta da sala outra donzela muito mais formosa do que nenhuma das primeiras, e sentar-se ao lado do cavaleiro, e começar a dar-lhe conta que castelo é aquele, e de como ela se acha ali encantada, com outras coisas que o suspendem e enchem de admiração os que lêem a sua história? Não quero alargar-me mais nisto, pois daqui se pode coligir que qualquer parte que se leia de qualquer história de cavaleiro andante há-de causar gosto e maravilha a quem a ler; creia-me Vossa Mercê, e, como já lhe disse, leia estes livros, e verá como lhe desterram a melancolia e lhe melhoram a condição, se acaso a tiver má. Eu de mim sei que depois de me ter metido a cavaleiro andante, sou bravo, comedido, liberal, bem-criado, generoso, cortês, audaz, brando, paciente, sofredor de trabalhos, de prisões, de encantamentos, e ainda que há tão pouco tempo me vi metido dentro duma jaula, como se fosse doido, espero, pelo valor do meu braço, ser dentro de poucos dias rei de algum reino, onde possa mostrar o liberal agradecimento que o meu peito encerra; que, por minha fé, senhor, está inabilitado o pobre de poder mostrar com pessoa alguma a virtude da generosidade, ainda que em sumo grau a possua, e a gratidão, que só consiste no desejo, é coisa morta, como é morta a fé sem obras. Por isso quereria que a fortuna me oferecesse depressa alguma ocasião de ser imperador, para mostrar o meu ânimo, fazendo bem aos meus amigos, especialmente a este pobre Sancho Pança, meu escudeiro, que é o melhor homem do mundo, e quereria dar-lhe um condado que há muitos dias lhe trago prometido, mas receio que não tenha habilidade para governar o seu estado.
Casi estas últimas palabras oyó Sancho a su amo, a quien dijo Sancho, ouvindo estas últimas palavras, disse para seu amo:
-Trabaje vuestra merced, señor don Quijote, en darme ese condado, tan prometido de vuestra merced como de mí esperado, que yo le prometo que no me falte a mí habilidad para gobernarle; y, cuando me faltare, yo he oído decir que hay hombres en el mundo que toman en arrendamiento los estados de los señores, y les dan un tanto cada año, y ellos se tienen cuidado del gobierno, y el señor se está a pierna tendida, gozando de la renta que le dan, sin curarse de otra cosa; y así haré yo, y no repararé en tanto más cuanto, sino que luego me desistiré de todo, y me gozaré mi renta como un duque , y allá se lo hayan. — Trabalhe Vossa Mercê por me dar esse condado, que há tanto tempo me promete, e eu espero, e lhe juro, que me não faltará habilidade para governá-lo; e, se faltar, tenho ouvido dizer que há homens no mundo que tomam de arrendamento os estados dos senhores, e lhes dão um tanto por ano, e tratam do governo, e os senhores verdadeiros estão de perna estendida, gozando a renda que lhes dão, sem se importarem com mais nada; e é o que eu hei-de fazer, e não hei-de reparar muito na quantia, mas desisto logo de tudo, e passo a gozar da minha renda como um duque, e os outros que lá se avenham.
-Eso, hermano Sancho -dijo el canónigo-, entiéndese en cuanto al gozar la renta; empero, al administrar justicia, ha de atender el señor del estado, y aquí entra la habilidad y buen juicio, y principalmente la buena intención de acertar; que si ésta falta en los principios, siempre irán errados los medios y los fines; y así suele Dios ayudar al buen deseo del simple como desfavorecer al malo del discreto. — Isso — disse o cônego — é bom em quanto ao gozar a renda; mas no administrar da justiça há-de intervir o senhor do estado, e aqui é que são necessários o bom juízo e a habilidade, e principalmente a boa intenção de acertar, que, se esta for errada nos princípios, irão sempre errados os meios e os fins; e assim costuma Deus ajudar o bom desejo do simples e desfavorecer o mau do discreto.
-No sé esas filosofías -respondió Sancho Panza-; mas sólo sé que tan presto tuviese yo el condado como sabría regirle; que tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más, y tan rey sería yo de mi estado como cada uno del suyo; y, siéndolo, haría lo que quisiese; y, haciendo lo que quisiese, haría mi gusto; y, haciendo mi gusto, estaría contento; y, en estando uno contento, no tiene más que desear; y, no teniendo más que desear, acabóse; y el estado venga, y a Dios y veámonos, como dijo un ciego a otro. — Não sei lá dessas filosofias — respondeu Sancho Pança — mas o que sei é que, assim que apanhasse o condado, logo o saberia reger, que eu tenho tanta alma como outro qualquer, e tanto corpo como quem o tiver maior, e tão rei seria eu do meu estado como cada qual do seu, e sendo-o faria o que quisesse, e fazendo o que quisesse faria a minha vontade, e fazendo a minha vontade estaria contente, e uma pessoa, em estando contente, não tem mais que desejar, e não tendo mais que desejar, acabou-se, e venha o estado, e adeus, e vejamo-nos, como dizia um cego a outro.
-No son malas filosofías ésas, como tú dices, Sancho ; pero, con todo eso, hay mucho que decir sobre esta materia de condados. — Não são más filosofias essas como tu dizes, Sancho — observou o cônego — mas, apesar de tudo, há muito que dizer nesse assunto de condados.
A lo cual replicó don Quijote. -Yo no sé que haya más que decir; sólo me guío por el ejemplo que me da el grande Amadís de Gaula, que hizo a su escudero conde de la Ínsula Firme ; y así, puedo yo, sin escrúpulo de conciencia, hacer conde a Sancho Panza, que es uno de los mejores escuderos que caballero andante ha tenido. — Não sei que mais haja que dizer — replicou D. Quixote — só me guio por muitos e diversos exemplos que poderia trazer, a propósito disto, de cavaleiros da minha profissão, que, correspondendo aos leais e assinalados serviços que dos seus escudeiros tinham recebido, lhes outorgaram notáveis mercês, fazendo-os senhores absolutos de cidades e ilhas; e houve tal que chegaram a tanto os seus merecimentos, que teve idéias de se fazer rei. Mas para que estou eu a gastar tempo com isto, oferecendo-me tão insigne exemplo o grande e nunca bem louvado Amadis de Gaula, que fez o seu escudeiro conde da Ilha Firme, e assim posso eu, sem escrúpulo de consciência, fazer conde a Sancho Pança, que é um dos melhores escudeiros que nunca teve um cavaleiro andante?
Admirado quedó el canónigo de los concertados disparates que don Quijote había dicho, del modo con que había pintado la aventura del Caballero del Lago, de la impresión que en él habían hecho las pensadas mentiras de los libros que había leído; y, finalmente, le admiraba la necedad de Sancho, que con tanto ahínco deseaba alcanzar el condado que su amo le había prometido. Ficou admirado o cônego dos acertados disparates (se em disparates pode haver acerto) que D. Quixote dissera, do modo como pintara a aventura do cavaleiro do Lago, da impressão que lhe tinham feito as desvariadas fábulas dos livros que lera, e finalmente pasmava da necedade de Sancho, que com tanto afinco desejava alcançar o condado que seu amo lhe prometera.
Ya en esto, volvían los criados del canónigo, que a la venta habían ido por la acémila del repuesto, y, haciendo mesa de una alhombra y de la verde yerba del prado, a la sombra de unos árboles se sentaron, y comieron allí, porque el boyero no perdiese la comodidad de aquel sitio, como queda dicho. Y, estando comiendo, a deshora oyeron un recio estruendo y un son de esquila, que por entre unas zarzas y espesas matas que allí junto estaban sonaba , y al mesmo instante vieron salir de entre aquellas malezas una hermosa cabra, toda la piel manchada de negro, blanco y pardo. Tras ella venía un cabrero dándole voces, y diciéndole palabras a su uso, para que se detuviese, o al rebaño volviese. La fugitiva cabra, temerosa y despavorida, se vino a la gente, como a favorecerse della, y allí se detuvo. Llegó el cabrero, y, asiéndola de los cuernos, como si fuera capaz de discurso y entendimiento, le dijo. Já nisto voltavam os criados do cônego, que tinham ido à venda buscar a azêmola do repasto, e fazendo mesa dum tabuleiro da verde relva do prado, sentaram-se à sombra dumas árvores, e jantaram ali, para que o carreiro não desaproveitasse a amenidade daquele sítio, como já fica dito. E, mal começaram a jantar, ouviram barulho e o som duma campainha, que vibrava de dentro dumas sarças e densas matas que ficavam perto, e no mesmo instante viram sair da espessura uma cabra, malhada de negro, branco e pardo; e atrás dela vinha um cabreiro, dando-lhe brados e dizendo-lhe palavras meigas, para que se detivesse ou voltasse para o rebanho. A cabra fugitiva, temerosa e espavorida, veio para a gente que ali estava, como a pedir-lhe favor, e parou. Chegou o cabreiro e, agarrando-lhe nas pontas, como se ela fosse capaz de entendimento e de discorrer, disse-lhe:
-¡Ah cerrera, cerrera , Manchada, Manchada, y cómo andáis vos estos días de pie cojo! ¿Qué lobos os espantan, hija? ¿No me diréis qué es esto, hermosa? Mas ¡qué puede ser sino que sois hembra, y no podéis estar sosegada; que mal haya vuestra condición, y la de todas aquellas a quien imitáis! Volved, volved, amiga; que si no tan contenta, a lo menos, estaréis más segura en vuestro aprisco, o con vuestras compañeras; que si vos que las habéis de guardar y encaminar andáis tan sin guía y tan descaminada, ¿en qué podrán parar ellas. — Ah! serrana, serrana; malhada, malhada; por que foges tu? Que lobos te espantam, filha? Não me dirás que é isto, linda? Mas que pode ser, senão que és fêmea, e não podes estar sossegada? Mal haja a tua condição e a de todas aquelas a quem imitas. Volta, volta, amiga, que, se não estiveres tão satisfeita, pelo menos estarás segura no teu aprisco ou com as tuas companheiras, que se tu, que as hás-de guiar e encaminhar, andas tão desencaminhada e tão sem juízo, onde pararão elas?
Contento dieron las palabras del cabrero a los que las oyeron, especialmente al canónigo, que le dijo. Deram contentamento as palavras do cabreiro aos que as ouviram, especialmente ao cônego, que lhe disse:
-Por vida vuestra, hermano, que os soseguéis un poco y no os acuciéis en volver tan presto esa cabra a su rebaño; que, pues ella es hembra, como vos decís, ha de seguir su natural distinto , por más que vos os pongáis a estorbarlo. Tomad este bocado y bebed una vez, con que templaréis la cólera, y en tanto, descansará la cabra. — Sossegai um pouco, irmão, por vida vossa, e não vos azafameis a fazer voltar tão depressa a cabra para o rebanho, que, se ela é fêmea, como dizeis, há-de seguir o seu natural instinto, por muito que vos ponhais a estorvá-la. Tomai este bocado e bebei uma vez de vinho, com que abrandareis a cólera, e entretanto a cabra descansará.
Y el decir esto y el darle con la punta del cuchillo los lomos de un conejo fiambre, todo fue uno. Tomólo y agradeciólo el cabrero; bebió y sosegóse, y luego dijo. E, ao dizer isto, estendeu-lhe na faca uma perna de coelho. O homem recebeu-a, agradeceu, bebeu, sossegou e disse:
-No querría que por haber yo hablado con esta alimaña tan en seso, me tuviesen vuestras mercedes por hombre simple; que en verdad que no carecen de misterio las palabras que le dije. Rústico soy, pero no tanto que no entienda cómo se ha de tratar con los hombres y con las bestias. — Não queria que, por eu ter falado tanto a sério com este animal, me tivessem Vossas Mercês por homem parvo, que em verdade não deixam de ter o seu mistério as palavras que lhe eu disse. Sou rústico, mas não tanto, que não entenda como se há-de tratar com os homens e com os brutos.
-Eso creo yo muy bien -dijo el cura-, que ya yo sé de esperiencia que los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos . — Isso acredito eu — disse o cura — que já sei, por experiência, que os montes criam letrados, e que as cabanas dos pastores encerram filósofos.
-A lo menos, señor -replicó el cabrero-, acogen hombres escarmentados; y para que creáis esta verdad y la toquéis con la mano, aunque parezca que sin ser rogado me convido , si no os enfadáis dello y queréis, señores, un breve espacio prestarme oído atento, os contaré una verdad que acredite lo que ese señor (señalando al cura) ha dicho, y la mía. — Pelo menos, senhor — acudiu o cabreiro — acolhem homens escarmentados; e, para que acrediteis esta verdade e lhe toqueis com a mão, ainda que pareça que, sem ser rogado, me convido, se vos não enfadais, e quereis, senhores, atender-me um breve espaço, contar-vos-ei uma verdade que prove a minha, e o que aquele senhor disse (apontando para o cura).
A esto respondió don Quijote. E a isto respondeu D. Quixote:
-Por ver que tiene este caso un no sé qué de sombra de aventura de caballería, yo, por mi parte, os oiré, hermano, de muy buena gana, y así lo harán todos estos señores, por lo mucho que tienen de discretos y de ser amigos de curiosas novedades que suspendan, alegren y entretengan los sentidos, como, sin duda, pienso que lo ha de hacer vuestro cuento. Comenzad, pues, amigo, que todos escucharemos. — Como vejo que este caso tem umas sombras de aventura de cavalaria, eu, pela minha parte, vos ouvirei, irmão, com muito boa vontade, e da mesma forma todos estes senhores, pelo muito que têm de discretos e de serem amigos de curiosas novidades, que suspendam, alegrem, e entretenham os sentidos, como penso, sem dúvida, que há-de fazer o vosso conto.
-Saco la mía -dijo Sancho- ; que yo a aquel arroyo me voy con esta empanada, donde pienso hartarme por tres días; porque he oído decir a mi señor don Quijote que el escudero de caballero andante ha de comer, cuando se le ofreciere, hasta no poder más, a causa que se les suele ofrecer entrar acaso por una selva tan intricada que no aciertan a salir della en seis días; y si el hombre no va harto, o bien proveídas las alforjas, allí se podrá quedar, como muchas veces se queda , hecho carne momia. — Eu ponho-me de fora — disse Sancho — que vou com esta empada para a beira daquele regato, onde tenciono fartar-me por três dias, porque tenho ouvido dizer ao meu senhor D. Quixote que um escudeiro de cavaleiro andante deve comer quando se lhe oferecer ocasião, até não poder mais, porque, às vezes, tem de se meter por uma selva tão intrincada, que não podem sair dela nem em seis dias, e se um homem não vai farto, ou de alforjes bem fornecidos, ali poderá ficar, como muitas vezes fica, mudado em esqueleto.
-Tú estás en lo cierto, Sancho -dijo don Quijote- vete adonde quisieres, y come lo que pudieres; que yo ya estoy satisfecho, y sólo me falta dar al alma su refacción, como se la daré escuchando el cuento deste buen hombre. — Tens razão, Sancho — disse D. Quixote — vai aonde quiseres e come o que puderes, que eu já estou satisfeito, e só me falta dar à alma a sua refeição, como lha darei, escutando o conto deste bom homem.
-Así las daremos todos a las nuestras -dijo el canónigo. — E o mesmo faremos nós — disse o cônego.
Y luego, rogó al cabrero que diese principio a lo que prometido había. El cabrero dio dos palmadas sobre el lomo a la cabra, que por los cuernos tenía, diciéndole. E logo pediu ao cabreiro que principiasse. O cabreiro deu duas palmadas no lombo da cabra, que segurava pelos chifres, dizendo-lhe:
-Recuéstate junto a mí, Manchada, que tiempo nos queda para volver a nuestro apero . — Recosta-te junto de mim, malhada, que temos tempo de sobra.
Parece que lo entendió la cabra, porque, en sentándose su dueño, se tendió ella junto a él con mucho sosiego, y, mirándole al rostro, daba a entender que estaba atenta a lo que el cabrero iba diciendo, el cual comenzó su historia desta manera






Parece que a cabra o entendeu, porque apenas ele se sentou, estirou-se-lhe ao lado, com muito sossego, e olhando-lhe para a cara, parecia estar atenta ao que ia dizendo o cabreiro, que principiou a sua história desta maneira:






I. Capítulo LI. Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote

Capítulo LI — Que trata do que contou o cabreiro a todos os que levavam D. Quixote.

-«Tres leguas deste valle está una aldea que, aunque pequeña, es de las más ricas que hay en todos estos contornos; en la cual había un labrador muy honrado, y tanto, que, aunque es anexo al ser rico el ser honrado, más lo era él por la virtud que tenía que por la riqueza que alcanzaba. Mas lo que le hacía más dichoso , según él decía, era tener una hija de tan estremada hermosura, rara discreción, donaire y virtud, que el que la conocía y la miraba se admiraba de ver las estremadas partes con que el cielo y la naturaleza la habían enriquecido. Siendo niña fue hermosa, y siempre fue creciendo en belleza, y en la edad de diez y seis años fue hermosísima. La fama de su belleza se comenzó a estender por todas las circunvecinas aldeas, ¿qué digo yo por las circunvecinas no más, si se estendió a las apartadas ciudades, y aun se entró por las salas de los reyes, y por los oídos de todo género de gente; que, como a cosa rara, o como a imagen de milagros , de todas partes a verla venían? Guardábala su padre, y guardábase ella; que no hay candados, guardas ni cerraduras que mejor guarden a una doncella que las del recato proprio. — A três léguas deste vale fica uma aldeia que, apesar de pequena, é uma das mais ricas que há por todos estes contornos, e onde havia um lavrador muito estimado, e tanto que, apesar de andar a estimação quase sempre anexa à riqueza, mais o era ele pela virtude que tinha, que pela opulência que alcançara. Mas o que o fazia mais ditoso, segundo dizia, era ter uma filha de tão extremada formosura, rara discrição, donaire e virtude, que aquele que a conhecia e contemplava se admirava de ver os dons opimos com que o céu e a natureza a tinham enriquecido. Sendo menina, já era formosa, e sempre foi crescendo em beleza, até que, na idade de dezesseis anos, chegou a ser formosíssima. A fama do seu gentil aspecto principiou-se a estender por todas as aldeias circunvizinhas: que digo? mais ainda, chegou às remotas cidades e entrou até pelas salas dos reis e pelos ouvidos de toda a casta de gente, que de todas as partes a vinham ver como coisa rara ou como imagem maravilhosa. Guardava-a seu pai, e guardava-se ela a si, que não há cadeados, guardas, nem fechaduras, que defendam melhor uma donzela, que as do próprio recato.
»La riqueza del padre y la belleza de la hija movieron a muchos, así del pueblo como forasteros, a que por mujer se la pidiesen; mas él, como a quien tocaba disponer de tan rica joya, andaba confuso, sin saber determinarse a quién la entregaría de los infinitos que le importunaban. Y, entre los muchos que tan buen deseo tenían, fui yo uno, a quien dieron muchas y grandes esperanzas de buen suceso conocer que el padre conocía quien yo era, el ser natural del mismo pueblo, limpio en sangre, en la edad floreciente, en la hacienda muy rico y en el ingenio no menos acabado . Con todas estas mismas partes la pidió también otro del mismo pueblo, que fue causa de suspender y poner en balanza la voluntad del padre, a quien parecía que con cualquiera de nosotros estaba su hija bien empleada; y, por salir desta confusión, determinó decírselo a Leandra, que así se llama la rica que en miseria me tiene puesto, advirtiendo que, pues los dos éramos iguales, era bien dejar a la voluntad de su querida hija el escoger a su gusto cosa digna de imitar de todos los padres que a sus hijos quieren poner en estado no digo yo que los dejen escoger en cosas ruines y malas, sino que se las propongan buenas, y de las buenas, que escojan a su gusto. No sé yo el que tuvo Leandra; sólo sé que el padre nos entretuvo a entrambos con la poca edad de su hija y con palabras generales, que ni le obligaban, ni nos desobligaba tampoco. Llámase mi competidor Anselmo, y yo Eugenio, porque vais con noticia de los nombres de las personas que en esta tragedia se contienen , cuyo fin aún está pendiente; pero bien se deja entender que será desastrado. A riqueza do pai e a formosura da filha moveram muitos, tanto da povoação como forasteiros, a que a pedissem em casamento; mas o pai, como pessoa a quem tocava dispor de tão rica jóia, andava confuso, sem saber resolver-se a qual a entregaria dos infinitos que o importunavam; e, entre os muitos que tão bom desejo tinham, um fui eu, a quem deram muitas e grandes esperanças de bom êxito, o ver que o pai sabia quem eu era, o ser natural da mesma aldeia, de sangue limpo e de idade florescente, de cabedais avultados e dotado de certo engenho. Com estas mesmas partes a pediu também outro do mesmo lugar, que foi causa de se suspender e hesitar a vontade do pai, a quem parecia que em qualquer de nós estava sua filha bem empregada; e, para sair desta confusão, resolveu dizê-lo a Leandra (assim se chama a opulenta, que em tanta miséria me tem posto), advertindo que, visto sermos ambos iguais, era bom deixar à vontade de sua querida filha o escolher a seu gosto; coisa digna de ser imitada por todos os pais que querem casar suas filhas. Não digo que lhes deixem escolher pessoas más e ruins, mas que lhas proponham boas, e entre essas que escolham a seu gosto. Não sei qual foi o de Leandra; só sei que o pai nos foi entretendo a ambos, falando-nos na pouca idade de sua filha e com generalidades, que nem o obrigavam, nem nos desobrigavam a nós. Chama-se o meu competidor Anselmo, e eu chamo-me Eugênio, e digo-vos isto, para que tenhais conhecimento dos nomes dos personagens que entram nesta tragédia, cujo fim ainda está pendente, mas que bem se deixa ver que há-de ser desastroso.
»En esta sazón, vino a nuestro pueblo un Vicente de la Roca , hijo de un pobre labrador del mismo lugar; el cual Vicente venía de las Italias, y de otras diversas partes, de ser soldado. Llevóle de nuestro lugar, siendo muchacho de hasta doce años, un capitán que con su compañía por allí acertó a pasar, y volvió el mozo de allí a otros doce, vestido a la soldadesca, pintado con mil colores, lleno de mil dijes de cristal y sutiles cadenas de acero. Hoy se ponía una gala y mañana otra; pero todas sutiles, pintadas, de poco peso y menos tomo . La gente labradora, que de suyo es maliciosa, y dándole el ocio lugar es la misma malicia, lo notó, y contó punto por punto sus galas y preseas, y halló que los vestidos eran tres, de diferentes colores, con sus ligas y medias; pero él hacía tantos guisados e invenciones dellas, que si no se los contaran, hubiera quien jurara que había hecho muestra de más de diez pares de vestidos y de más de veinte plumajes . Y no parezca impertinencia y demasía esto que de los vestidos voy contando, porque ellos hacen una buena parte en esta historia. Por este tempo veio ao nosso povoado um tal Vicente de la Rosa, filho de um pobre lavrador do mesmo lugar, e que estivera servindo como soldado por essas Itálias e outras várias partes. Levou-o da nossa terra, sendo criança de menos de doze anos, um capitão que, com a sua companhia, por ali passou, e voltou o moço dali a outros doze anos, vestido à militar, matizado de mil cores, cheio de mil dixes de cristal e sutis cadeias de aço. Hoje punha uma gala e amanhã outra; mas todas falsas e leves, de pouco peso e menor valor. A gente lavradora, que é de si maliciosa, e, dando-lhe o ócio lugar, é a própria malícia, reparou nisso, contou minuciosamente as suas galas e donaires, e notou que os fatos eram só três, de cores diferentes, com as suas ligas e meias, mas ele por tal forma os combinava, que, se os não contassem, havia de haver quem jurasse que eram mais de dez trajos diversos, e mais de vinte plumas, e não pareça impertinência e prolixidade isto que dos vestuários narrei, porque representam grande papel nesta história:
»Sentábase en un poyo que debajo de un gran álamo está en nuestra plaza, y allí nos tenía a todos la boca abierta, pendientes de las hazañas que nos iba contando. No había tierra en todo el orbe que no hubiese visto, ni batalla donde no se hubiese hallado; había muerto más moros que tiene Marruecos y Túnez, y entrado en más singulares desafíos, según él decía, que Gante y Luna, Diego García de Paredes y otros mil que nombraba ; y de todos había salido con vitoria, sin que le hubiesen derramado una sola gota de sangre . Por otra parte, mostraba señales de heridas que, aunque no se divisaban, nos hacía entender que eran arcabuzazos dados en diferentes rencuentros y faciones. Finalmente, con una no vista arrogancia, llamaba de vos a sus iguales y a los mismos que le conocían, y decía que su padre era su brazo, su linaje, sus obras, y que debajo de ser soldado, al mismo rey no debía nada . Añadiósele a estas arrogancias ser un poco músico y tocar una guitarra a lo rasgado, de manera que decían algunos que la hacía hablar; pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta, y así, de cada niñería que pasaba en el pueblo, componía un romance de legua y media de escritura. Sentava-se num banco de pedra, que fica debaixo de um grande álamo, na nossa praça, e ali nos tinha todos de boca aberta, suspensos das façanhas que ia contando. Não havia terra em todo o orbe que não tivesse visto, nem batalha em que se não houvesse achado; matara mais mouros do que há em Marrocos e em Túnis, e entrara em mais duelos do que Luna e Gand, Diogo Garcia de Paredes e outros mil que nomeava, e de todos saíra vencedor, sem que lhe houvessem tirado nem uma gota de sangue. Por outro lado mostrava cicatrizes que, apesar de se não descobrirem, dizia ele que eram de arcabuzadas recebidas em vários recontros e ações. Finalmente, com arrogância nunca vista, tratava por vós os seus iguais e os próprios que o conheciam, e dizia que o seu pai era o seu braço, a sua linhagem as suas obras, e que, sendo soldado, não ficava a dever nada ao próprio rei. Além destas fumaças, era um pouco músico, tocava guitarra com desembaraço, de modo que diziam alguns que a fazia falar; mas não paravam aqui as suas prendas, que também era poeta, e de qualquer puerilidade fazia um romance de légua e meia.
»Este soldado, pues, que aquí he pintado, este Vicente de la Rosa, este bravo, este galán, este músico, este poeta fue visto y mirado muchas veces de Leandra, desde una ventana de su casa que tenía la vista a la plaza. Enamoróla el oropel de sus vistosos trajes, encantáronla sus romances, que de cada uno que componía daba veinte traslados, llegaron a sus oídos las hazañas que él de sí mismo había referido, y, finalmente, que así el diablo lo debía de tener ordenado, ella se vino a enamorar dél, antes que en él naciese presunción de solicitalla. Y, como en los casos de amor no hay ninguno que con más facilidad se cumpla que aquel que tiene de su parte el deseo de la dama, con facilidad se concertaron Leandra y Vicente; y, primero que alguno de sus muchos pretendientes cayesen en la cuenta de su deseo, ya ella le tenía cumplido, habiendo dejado la casa de su querido y amado padre, que madre no la tiene, y ausentádose de la aldea con el soldado, que salió con más triunfo desta empresa que de todas las muchas que él se aplicaba. Este soldado, pois, que eu aqui pintei, este Vicente de la Rosa, este bravo, este galã, este músico, este poeta, foi visto e contemplado muitas vezes por Leandra, de uma janela que deitava para a praça. Enlevou-se no donzel, nos seus vistosos trajos; encantaram-na os seus romances, que, de cada um que compunha, dava ele mil cópias; chegaram aos seus ouvidos as façanhas que de si próprio referira; e, finalmente, que assim o diabo o determinara, veio a namorar-se dele, e ainda antes dele pensar em solicitá-la. E como nos casos de amor não há nenhum que com mais facilidade se cumpra do que aquele que tem pela sua parte o desejo da dama, com facilidade se combinaram Leandra e Vicente; e, antes que nenhum dos seus muitos pretendentes desse notícia do seu desejo, já ela o cumprira, tendo deixado a casa de seu extremoso pai, porque era órfã de mãe, e ausentando-se da aldeia com o soldado, que mais triunfara nesta empresa do que em todas as outras muitas de que se vangloriava.
»Admiró el suceso a toda el aldea, y aun a todos los que dél noticia tuvieron; yo quedé suspenso, Anselmo, atónito, el padre triste, sus parientes afrentados, solícita la justicia, los cuadrilleros listos; tomáronse los caminos, escudriñáronse los bosques y cuanto había, y, al cabo de tres días, hallaron a la antojadiza Leandra en una cueva de un monte, desnuda en camisa, sin muchos dineros y preciosísimas joyas que de su casa había sacado. Volviéronla a la presencia del lastimado padre; preguntáronle su desgracia; confesó sin apremio que Vicente de la Roca la había engañado, y debajo de su palabra de ser su esposo la persuadió que dejase la casa de su padre; que él la llevaría a la más rica y más viciosa ciudad que había en todo el universo mundo, que era Nápoles; y que ella, mal advertida y peor engañada, le había creído; y, robando a su padre, se le entregó la misma noche que había faltado; y que él la llevó a un áspero monte, y la encerró en aquella cueva donde la habían hallado. Contó también como el soldado, sin quitalle su honor, le robó cuanto tenía, y la dejó en aquella cueva y se fue suceso que de nuevo puso en admiración a todos. Admirou-se toda a aldeia de tão estranho caso, e não só a aldeia, mas todos os que dele tiveram conhecimento; eu fiquei suspenso, Anselmo atônito, o pai triste, os parentes afrontados, a justiça solícita, os quadrilheiros alerta; tomaram-se os caminhos, esquadrinharam-se os bosques e tudo quanto havia, e ao cabo de três dias foram encontrar Leandra numa caverna de um monte, em camisa, sem os muitos dinheiros e as preciosíssimas jóias que de sua casa levara. Trouxeram-na à presença do aflito pai, perguntaram-lhe pela sua desgraça, confessou, sem pressão, que Vicente de la Rosa a enganara, e debaixo da palavra de ser seu esposo, lhe persuadiu que deixasse a casa de seu pai, que ele a levaria à mais rica e esplêndida cidade que havia no mundo, que era Nápoles; que ela, mal avisada e ainda pior enganada, o acreditara, e, roubando seu pai, fugiu com o fanfarrão; e que ele a levou a um áspero monte, e a encerrou na caverna em que a tinham achado. Também disse que Vicente, sem lhe tirar a sua honra, lhe roubou tudo quanto tinha e a deixou naquela caverna e se foi embora: sucesso que de novo causou espanto a todos.
»Duro se nos hizo de creer la continencia del mozo, pero ella lo afirmó con tantas veras, que fueron parte para que el desconsolado padre se consolase, no haciendo cuenta de las riquezas que le llevaban, pues le habían dejado a su hija con la joya que, si una vez se pierde, no deja esperanza de que jamás se cobre. El mismo día que pareció Leandra la despareció su padre de nuestros ojos, y la llevó a encerrar en un monesterio de una villa que está aquí cerca, esperando que el tiempo gaste alguna parte de la mala opinión en que su hija se puso. Los pocos años de Leandra sirvieron de disculpa de su culpa, a lo menos con aquellos que no les iba algún interés en que ella fuese mala o buena; pero los que conocían su discreción y mucho entendimiento no atribuyeron a ignorancia su pecado, sino a su desenvoltura y a la natural inclinación de las mujeres, que, por la mayor parte, suele ser desatinada y mal compuesta. Difícil foi de acreditar a continência do moço; mas ela tão deveras o afirmou que, afinal, o aflito pai se foi consolando, não fazendo caso das riquezas que lhe levaram, desde o momento que tinham deixado a sua filha a jóia que, em se perdendo, não há esperança de que nunca mais se recupere. No mesmo dia em que apareceu Leandra, sumiu-a seu pai, e foi encerrá-la num mosteiro de uma vila aqui perto, esperando que o tempo em parte desfaça a má fama com que sua filha ficou. Os poucos anos de Leandra serviram de desculpa ao seu erro, pelo menos para aqueles que nenhum interesse tinham em que ela fosse má ou boa, mas os que conheciam a sua discrição e muito entendimento não atribuíram à ignorância o seu pecado, mas à sua desenvoltura e natural inclinação das mulheres, que costuma ser em geral desatinada e descomposta.
»Encerrada Leandra, quedaron los ojos de Anselmo ciegos, a lo menos sin tener cosa que mirar que contento le diese; los míos en tinieblas, sin luz que a ninguna cosa de gusto les encaminase; con la ausencia de Leandra, crecía nuestra tristeza, apocábase nuestra paciencia, maldecíamos las galas del soldado y abominábamos del poco recato del padre de Leandra. Finalmente, Anselmo y yo nos concertamos de dejar el aldea y venirnos a este valle, donde él, apacentando una gran cantidad de ovejas suyas proprias, y yo un numeroso rebaño de cabras, también mías, pasamos la vida entre los árboles, dando vado a nuestras pasiones, o cantando juntos alabanzas o vituperios de la hermosa Leandra, o suspirando solos y a solas comunicando con el cielo nuestras querellas. Enclausurada Leandra, ficaram cegos os olhos de Anselmo, ou pelo menos sem terem objeto que mirar que lhes desse contentamento; os meus em trevas, sem luz que para coisa de gosto os encaminhasse. Com a ausência de Leandra crescia a nossa tristeza, apoucava-se a nossa paciência, maldizíamos das galas do soldado, e abominávamos o pouco recato do pai da donzela. Finalmente, Anselmo e eu combinamos deixar a aldeia e vir para este vale, onde ele, apascentando uma grande quantidade de ovelhas que lhe pertencem, e eu um numeroso rebanho de cabras também minhas, passamos a vida entre as árvores, desabafando as nossas mágoas ou cantando juntos, ora os louvores, ora os vitupérios da formosa Leandra, ou suspirando a sós, comunicando ao céu sentidas queixas.
»A imitación nuestra, otros muchos de los pretendientes de Leandra se han venido a estos ásperos montes, usando el mismo ejercicio nuestro; y son tantos, que parece que este sitio se ha convertido en la pastoral Arcadia , según está colmo de pastores y de apriscos, y no hay parte en él donde no se oiga el nombre de la hermosa Leandra. Éste la maldice y la llama antojadiza, varia y deshonesta; aquél la condena por fácil y ligera; tal la absuelve y perdona, y tal la justicia y vitupera; uno celebra su hermosura, otro reniega de su condición, y, en fin, todos la deshonran, y todos la adoran, y de todos se estiende a tanto la locura, que hay quien se queje de desdén sin haberla jamás hablado, y aun quien se lamente y sienta la rabiosa enfermedad de los celos, que ella jamás dio a nadie; porque, como ya tengo dicho, antes se supo su pecado que su deseo. No hay hueco de peña, ni margen de arroyo, ni sombra de árbol que no esté ocupada de algún pastor que sus desventuras a los aires cuente; el eco repite el nombre de Leandra dondequiera que pueda formarse Leandra resuenan los montes , Leandra murmuran los arroyos, y Leandra nos tiene a todos suspensos y encantados, esperando sin esperanza y temiendo sin saber de qué tememos . Entre estos disparatados, el que muestra que menos y más juicio tiene es mi competidor Anselmo, el cual, teniendo tantas otras cosas de que quejarse, sólo se queja de ausencia; y al son de un rabel, que admirablemente toca, con versos donde muestra su buen entendimiento, cantando se queja. Yo sigo otro camino más fácil, y a mi parecer el más acertado, que es decir mal de la ligereza de las mujeres, de su inconstancia , de su doble trato, de sus promesas muertas, de su fe rompida, y, finalmente, del poco discurso que tienen en saber colocar sus pensamientos e intenciones que tienen.» Y ésta fue la ocasión, señores, de las palabras y razones que dije a esta cabra cuando aquí llegué; que por ser hembra la tengo en poco, aunque es la mejor de todo mi apero. Ésta es la historia que prometí contaros; si he sido en el contarla prolijo, no seré en serviros corto cerca de aquí tengo mi majada, y en ella tengo fresca leche y muy sabrosísimo queso , con otras varias y sazonadas frutas, no menos a la vista que al gusto agradables.A nosso exemplo, vieram para estes ásperos montes muitos outros dos pretendentes de Leandra, fazendo o mesmo que nós fazemos, e são tantos, que parece que este sítio se converteu na pastoril Arcádia, por tal forma está cheio de pastores e de apriscos, e não há aqui um recanto em que se não ouça o nome da formosa Leandra. Este a maldiz, chamando-lhe caprichosa, vária e desonesta; aquele a condena como leviana e fácil; há tal que a absolve e lhe perdoa, ou que a justifica e vitupera; um celebra a sua formosura, outro renega da sua condição e, enfim, todos a infamam e todos a adoram, e essa loucura a tanto se estende, que há quem se queixe dos seus desdéns, sem nunca lhe ter falado, e até quem se lamente e sinta a furiosa enfermidade dos zelos, que ela nunca a ninguém causou, porque, segundo eu já disse, soube-se do seu pecado antes de se saber do seu desejo. Não há concavidades de rochedos, margens de arroio, ou sombras de árvores que não estejam ocupadas por pastores que refiram aos ventos as suas desventuras; o eco, em todos os pontos em que pode formar-se, repete o nome de Leandra; Leandra, ressoam os montes; Leandra, murmuram os regatos, e Leandra a todos nos tem suspensos e encantados, esperando sem esperança e temendo sem saber o que tememos. Entre todos estes insensatos, o que se mostra a um tempo mais avisado e mais louco é o meu rival Anselmo, que, tendo tantas outras coisas de que se queixar, só se queixa da ausência e, ao som dum arrabil, que toca admiravelmente, com versos que mostram o seu engenho, a cantar se vai lamentando. Eu sigo outro caminho mais fácil e no meu parecer mais acertado, que é dizer mal da leviandade das mulheres, da sua inconstância, da sua doblez, das suas promessas descumpridas, de sua fé quebrantada e, finalmente, do pouco discorrer com que empregam os seus pensamentos e inclinações; e foi este o motivo, senhores, das palavras e razões que disse a esta cabra, quando aqui cheguei, que, por ser fêmea, pouco a prezo, apesar de ser a melhor do meu rebanho. É esta a história que prometi contar-vos. Se fui prolíxo em narrá-la, não o serei menos em servir-vos; perto daqui tenho a minha choça e nela fresco leite e saborosíssimo queijo, variadas e maduras frutas, que não são menos agradáveis à vista que ao paladar.






I. Capítulo LII. De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor.

Capítulo LII — Da pendência que teve D. Quixote com o cabreiro, com a rara aventura dos penitentes, a que felizmente deu fim à custa do seu suor.

General gusto causó el cuento del cabrero a todos los que escuchado le habían ; especialmente le recibió el canónigo, que con estraña curiosidad notó la manera con que le había contado, tan lejos de parecer rústico cabrero cuan cerca de mostrarse discreto cortesano; y así, dijo que había dicho muy bien el cura en decir que los montes criaban letrados . Todos se ofrecieron a Eugenio; pero el que más se mostró liberal en esto fue don Quijote, que le dijo. Causou prazer geral o conto do cabreiro a todos os que o tinham escutado. Com prazer mais especial o acolheu o cônego, que notou com estranheza e curiosidade o modo como ele o contara, menos de cabreiro rústico, do que de discreto cortesão; e observou que acertara o cura, dizendo que os montes criavam letrados. Todos ofereceram os seus serviços a Eugênio, mas quem se mostrou mais liberal foi D. Quixote, que lhe disse:
-Por cierto, hermano cabrero, que si yo me hallara posibilitado de poder comenzar alguna aventura, que luego luego me pusiera en camino porque vos la tuviérades buena; que yo sacara del monesterio, donde, sin duda alguna, debe de estar contra su voluntad, a Leandra, a pesar de la abadesa y de cuantos quisieran estorbarlo, y os la pusiera en vuestras manos, para que hiciérades della a toda vuestra voluntad y talante, guardando, pero, las leyes de la caballería, que mandan que a ninguna doncella se le sea fecho desaguisado alguno; aunque yo espero en Dios Nuestro Señor que no ha de poder tanto la fuerza de un encantador malicioso , que no pueda más la de otro encantador mejor intencionado, y para entonces os prometo mi favor y ayuda, como me obliga mi profesión, que no es otra si no es favorecer a los desvalidos y menesterosos. — Decerto, cabreiro mano, que, se eu me não achasse impossibilitado de poder encetar qualquer aventura, logo me poria a caminho para vos fazer feliz, indo arrancar Leandra do mosteiro (onde, sem dúvida, deve estar contra sua vontade), apesar da abadessa e de quantos quisessem estorvá-lo, e pô-la-ia nas vossas mãos, para que dela fizésseis o que vos aprouvesse, guardando, porém, as leis da cavalaria, que ordenam que a nenhuma donzela se faça desaguisado algum, ainda que espero em Deus Nosso Senhor que não há-de poder tanto a força de um malicioso nigromante, que a não vença a de outro muito melhor intencionado, e, para então, vos prometo favor e ajuda, que a isso me obriga a minha profissão, que não é outra senão socorrer os desvalidos e necessitados.
Miróle el cabrero, y, como vio a don Quijote de tan mal pelaje y catadura , admiróse y preguntó al barbero, que cerca de sí tenía. Olhou para ele o cabreiro, e vendo a triste figura de D. Quixote, admirou-se, e perguntou ao barbeiro, que estava ao pé dele:
-Señor, ¿quién es este hombre, que tal talle tiene y de tal manera habla. — Senhor, quem é este homem, que tem semelhante catadura e de tal modo fala?
-¿Quién ha de ser -respondió el barbero- sino el famoso don Quijote de la Mancha, desfacedor de agravios , enderezador de tuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas. — Quem há-de ser — respondeu o barbeiro — senão o famoso D. Quixote de la Mancha, que desfaz agravos e é o amparo das donzelas, o assombro dos gigantes e o vencedor das batalhas?
-Eso me semeja -respondió el cabrero- a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para mí tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza. — Isso assemelha-se — respondeu o cabreiro — ao que se lê nos livros dos cavaleiros andantes, que faziam tudo o que deste homem Vossa Mercê me diz, ainda que tenho para mim, ou que Vossa Mercê zomba, ou que este fidalgo tem aduela de menos.
-Sois un grandísimo bellaco -dijo a esta sazón don Quijote-; y vos sois el vacío y el menguado, que yo estoy más lleno que jamás lo estuvo la muy hideputa puta que os parió . — Sois um grandíssimo velhaco — bradou D. Quixote — e vós é que tendes míngua de miolos, que eu tenho mais do que nunca teve nem há-de ter a vossa patifa geração.
Y, diciendo y haciendo , arrebató de un pan que junto a sí tenía, y dio con él al cabrero en todo el rostro, con tanta furia, que le remachó las narices; mas el cabrero, que no sabía de burlas, viendo con cuántas veras le maltrataban, sin tener respeto a la alhombra, ni a los manteles, ni a todos aquellos que comiendo estaban, saltó sobre don Quijote, y, asiéndole del cuello con entrambas manos, no dudara de ahogalle, si Sancho Panza no llegara en aquel punto, y le asiera por las espaldas y diera con él encima de la mesa, quebrando platos, rompiendo tazas y derramando y esparciendo cuanto en ella estaba. Don Quijote, que se vio libre, acudió a subirse sobre el cabrero; el cual, lleno de sangre el rostro, molido a coces de Sancho, andaba buscando a gatas algún cuchillo de la mesa para hacer alguna sanguinolenta venganza, pero estorbábanselo el canónigo y el cura; mas el barbero hizo de suerte que el cabrero cogió debajo de sí a don Quijote, sobre el cual llovió tanto número de mojicones , que del rostro del pobre caballero llovía tanta sangre como del suyo. E, fazendo seguir às palavras as obras, ferrou com um pão na cara do cabreiro, com tamanha fúria, que lhe esmurrou o nariz; mas o homem, que não era para graças, vendo que assim o maltratavam, sem respeitar nem os que jantavam nem a improvisada mesa, saltou em cima de D. Quixote, e, agarrando-se-lhe ao pescoço com ambas as mãos, sem dúvida alguma o afogava, se Sancho Pança, acudindo, o não segurasse pelos ombros e o não fizesse cair de costas em cima da mesa, quebrando pratos e copos, e espalhando e entornando vinhos e manjares. D. Quixote, apenas se viu livre, saltou no cabreiro, que, com o rosto cheio de sangue, moído com socos e pontapés de Sancho, procurava, de gatinhas, alguma faca para tirar sanguinolenta vingança; mas estorvaram-lhe o cônego e o cura, e o barbeiro arranjou as coisas de modo que pôde Eugênio meter D. Quixote debaixo de si, fazendo chover sobre ele tantos murros que do rosto do pobre cavaleiro pingava tanto sangue como do seu.
Reventaban de risa el canónigo y el cura , saltaban los cuadrilleros de gozo, zuzaban los unos y los otros, como hacen a los perros cuando en pendencia están trabados; sólo Sancho Panza se desesperaba, porque no se podía desasir de un criado del canónigo, que le estorbaba que a su amo no ayudase. Rebentavam de riso o cônego e o cura, davam pulos de contentamento os quadrilheiros, e uns e outros açulavam os combatentes, como se faz aos cães; só Sancho Pança se desesperava, porque se não podia descartar de um criado do cônego, que o impedia de ajudar seu amo.
En resolución, estando todos en regocijo y fiesta, sino los dos aporreantes que se carpían , oyeron el son de una trompeta , tan triste que les hizo volver los rostros hacia donde les pareció que sonaba; pero el que más se alborotó de oírle fue don Quijote, el cual, aunque estaba debajo del cabrero, harto contra su voluntad y más que medianamente molido, le dijo. Enfim, estando todos em regozijo e festa, menos os dois que se desancavam e se carpiam, ouviram o som de uma trombeta tão triste, que lhes fez voltar as vistas para o sítio donde lhes pareceu que soava; mas, quem se alvoroçou ao ouvi-lo, foi D. Quixote, que, apesar de estar debaixo do cabreiro muito constrangido e derreado, lhe disse:
-Hermano demonio , que no es posible que dejes de serlo, pues has tenido valor y fuerzas para sujetar las mías, ruégote que hagamos treguas, no más de por una hora; porque el doloroso son de aquella trompeta que a nuestros oídos llega me parece que a alguna nueva aventura me llama. — Demônio mano, que outra coisa não podes ser, pois que tiveste valor e forças para subjugar as minhas, rogo-te que façamos tréguas só por uma hora, porque o plangente som daquela trombeta, que aos nossos ouvidos chega, parece-me que me chama a alguma nova aventura.
El cabrero, que ya estaba cansado de moler y ser molido, le dejó luego, y don Quijote se puso en pie, volviendo asimismo el rostro adonde el son se oía, y vio a deshora que por un recuesto bajaban muchos hombres vestidos de blanco, a modo de diciplinantes . O cabreiro, que já estava cansado de moer e de ser moído, largou-o logo, e D. Quixote pôs-se de pé, voltando o rosto para o sítio donde vinha o som, e viu que por uma encosta desciam muitos homens, vestidos de branco e negro, à moda dos penitentes.
Era el caso que aquel año habían las nubes negado su rocío a la tierra, y por todos los lugares de aquella comarca se hacían procesiones, rogativas y diciplinas, pidiendo a Dios abriese las manos de su misericordia y les lloviese ; y para este efecto la gente de una aldea que allí junto estaba venía en procesión a una devota ermita que en un recuesto de aquel valle había. E era o caso que, naquele ano, tinham as nuvens negado à terra o seu benfazejo orvalho, e por todos os lugares daquela comarca se faziam procissões, preces e penitências, pedindo a Deus que abrisse as mãos da sua misericórdia e lhes desse chuva; e, para isso, a gente de próxima aldeia vinha em procissão a uma devota ermida, que havia na encosta do vale.
Don Quijote, que vio los estraños trajes de los diciplinantes, sin pasarle por la memoria las muchas veces que los había de haber visto, se imaginó que era cosa de aventura, y que a él solo tocaba, como a caballero andante, el acometerla ; y confirmóle más esta imaginación pensar que una imagen que traían cubierta de luto fuese alguna principal señora que llevaban por fuerza aquellos follones y descomedidos malandrines; y, como esto le cayó en las mientes, con gran ligereza arremetió a Rocinante, que paciendo andaba, quitándole del arzón el freno y el adarga, y en un punto le enfrenó, y, pidiendo a Sancho su espada , subió sobre Rocinante y embrazó su adarga, y dijo en alta voz a todos los que presentes estaban. D. Quixote, que viu os estranhos trajos dos penitentes, sem lhe passarem pela memória as muitas vezes que os havia de ter visto, imaginou que era coisa de aventura, e que a ele só tocava, como a cavaleiro andante, o tentá-la: e mais o confirmou nesta fantasia, pensar que uma imagem que traziam, coberta de luto, seria alguma dama principal, que levavam à viva força aqueles refeces e desleais malandrins. E, apenas isto lhe entrou no pensamento, arremeteu com grande ligeireza a Rocinante, que andava pastando, enfreou-o num momento, montou a cavalo, embraçou o escudo, pediu a Sancho a espada, e disse em alta voz a todos os que estavam presentes:
-Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que haya en el mundo caballeros que profesen la orden de la andante caballería; agora digo que veredes , en la libertad de aquella buena señora que allí va cautiva, si se han de estimar los caballeros andantes. — Agora, valorosa companhia, vereis quanto importa que haja no mundo quem professe a ordem da cavalaria andante; agora digo que vereis na liberdade daquela boa senhora que ali vai cativa, se se hão-de ou não estimar os andantes cavaleiros.
Y, en diciendo esto, apretó los muslos a Rocinante, porque espuelas no las tenía, y, a todo galope, porque carrera tirada no se lee en toda esta verdadera historia que jamás la diese Rocinante, se fue a encontrar con los diciplinantes, bien que fueran el cura y el canónigo y barbero a detenelle; mas no les fue posible, ni menos le detuvieron las voces que Sancho le daba, diciendo. E, dizendo isto, aperta os ilhais a Rocinante, que esporas não as tinha, e vai a todo o trote (porque lá galopada, não se lê em toda esta verdadeira história que Rocinante a desse uma vez só) encontrar-se com os penitentes; e ainda que o cura, o barbeiro e o cônego correram a detê-lo, já lhes não foi possível, e menos ainda o detiveram os brados que Sancho dava, dizendo:
-¿Adónde va, señor don Quijote? ¿Qué demonios lleva en el pecho, que le incitan a ir contra nuestra fe católica? Advierta, mal haya yo, que aquélla es procesión de diciplinantes, y que aquella señora que llevan sobre la peana es la imagen benditísima de la Virgen sin mancilla; mire, señor, lo que hace, que por esta vez se puede decir que no es lo que sabe . — Aonde vai, senhor D. Quixote? Que demônios leva no peito, que o incitam a ir contra a nossa fé católica? Repare, mal haja eu, que essa procissão é de penitentes e que aquela senhora que levam na peanha é a imagem bendita de Virgem Imaculada; veja o que faz, senhor, que desta vez se pode dizer que não é o que sabe.
Fatigóse en vano Sancho, porque su amo iba tan puesto en llegar a los ensabanados y en librar a la señora enlutada, que no oyó palabra; y, aunque la oyera, no volviera, si el rey se lo mandara. Llegó, pues, a la procesión, y paró a Rocinante, que ya llevaba deseo de quietarse un poco, y, con turbada y ronca voz, dijo. Debalde se fatigou Sancho, porque D. Quixote ia tão ansioso de chegar aos embiocados, e de livrar a senhora enlutada, que não ouviu uma palavra só, e ainda que a ouvisse, de nada serviria, porque não tornava atrás nem que lho mandasse El-Rei. Chegou, pois, à procissão, e sofreou Rocinante, que já ia com vontade de descansar o seu pedaço, e com voz turbada e rouca disse:
-Vosotros, que, quizá por no ser buenos, os encubrís los rostros, atended y escuchad lo que deciros quiero. — Vós outros, que talvez por não serdes bons, encobris os rostos, atendei e escutai o que dizer-vos quero.
Los primeros que se detuvieron fueron los que la imagen llevaban; y uno de los cuatro clérigos que cantaban las ledanías, viendo la estraña catadura de don Quijote, la flaqueza de Rocinante y otras circunstancias de risa que notó y descubrió en don Quijote, le respondió diciendo Os primeiros que se detiveram foram os que levavam a imagem, e um dos quatro clérigos que cantavam as ladainhas, vendo a estranha catadura de D. Quixote, a magreza de Rocinante e outras circunstâncias que descobriu no cavaleiro, e que moviam a riso, respondeu dizendo:
-Señor hermano, si nos quiere decir algo, dígalo presto, porque se van estos hermanos abriendo las carnes, y no podemos, ni es razón que nos detengamos a oír cosa alguna, si ya no es tan breve que en dos palabras se diga. — Irmão e senhor, se nos quer dizer alguma coisa diga-a depressa, porque vão estes nossos irmãos penitentes flagelando as carnes, e não podemos, nem é de razão, que nos detenhamos a ouvir coisa alguma, a não ser tão breve que em duas palavras se diga.
-En una lo diré -replicó don Quijote-, y es ésta que luego al punto dejéis libre a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguisado le habedes fecho; y yo, que nací en el mundo para desfacer semejantes agravios, no consentiré que un solo paso adelante pase sin darle la deseada libertad que merece. — Di-la-ei numa só — replicou D. Quixote — e é a seguinte: que deixeis livre imediatamente essa formosa senhora, cujas lágrimas e triste semblante dão claras mostras de que a levais contra sua vontade, e que algum notório desaguisado lhe tereis feito: e eu, que vim ao mundo para desfazer semelhantes agravos, não consentirei que avanceis nem mais um passo, sem lhe dardes a desejada liberdade que merece.
En estas razones, cayeron todos los que las oyeron que don Quijote debía de ser algún hombre loco, y tomáronse a reír muy de gana; cuya risa fue poner pólvora a la cólera de don Quijote, porque, sin decir más palabra, sacando la espada, arremetió a las andas. Uno de aquellos que las llevaban, dejando la carga a sus compañeros, salió al encuentro de don Quijote, enarbolando una horquilla o bastón con que sustentaba las andas en tanto que descansaba; y, recibiendo en ella una gran cuchillada que le tiró don Quijote, con que se la hizo dos partes, con el último tercio, que le quedó en la mano , dio tal golpe a don Quijote encima de un hombro, por el mismo lado de la espada, que no pudo cubrir el adarga contra villana fuerza, que el pobre don Quijote vino al suelo muy mal parado. Por estas razões, entenderam todos os que as ouviram que D. Quixote havia de ser louco, e desataram a rir com vontade. Esse riso foi o mesmo que deitar pólvora na cólera de D. Quixote, porque, sem dizer mais palavra, arrancando da espada, arremeteu ao andor. Um dos que o levavam, deixando a carga aos seus companheiros, saiu ao encontro de D. Quixote, arvorando uma forquilha ou bordão, em que assentava o andor nos descansos, e, aparando com ele uma grande cutilada que lhe atirou D. Quixote, e que lho fez em dois pedaços, com o troço que lhe ficou desfechou tamanha bordoada no ombro de D. Quixote, do lado oposto ao do escudo, que, não podendo apará-la, o pobre cavaleiro caiu no chão em muito maus lençóis.
Sancho Panza, que jadeando le iba a los alcances, viéndole caído, dio voces a su moledor que no le diese otro palo, porque era un pobre caballero encantado, que no había hecho mal a nadie en todos los días de su vida. Mas, lo que detuvo al villano no fueron las voces de Sancho, sino el ver que don Quijote no bullía pie ni mano ; y así, creyendo que le había muerto, con priesa se alzó la túnica a la cinta, y dio a huir por la campaña como un gamo. Sancho Pança, que todo esbofado viera correndo atrás de seu amo, bradou ao desancador que lhe não desse mais bordoada, porque era um pobre cavaleiro encantado, que nunca em sua vida fizera mal a ninguém. Mas o que deteve o vilão não foram os brados de Sancho, foi ver que D. Quixote não bolia nem mão nem pé; e, assim, julgando que o matara, a toda a pressa arregaçou a túnica até à cintura, e largou a correr pela campina, que nem um gamo.
Ya en esto llegaron todos los de la compañía de don Quijote adonde él estaba; y más los de la procesión, que los vieron venir corriendo, y con ellos los cuadrilleros con sus ballestas, temieron algún mal suceso, y hiciéronse todos un remolino alrededor de la imagen; y, alzados los capirotes, empuñando las diciplinas, y los clérigos los ciriales, esperaban el asalto con determinación de defenderse, y aun ofender, si pudiesen, a sus acometedores; pero la fortuna lo hizo mejor que se pensaba, porque Sancho no hizo otra cosa que arrojarse sobre el cuerpo de su señor, haciendo sobre él el más doloroso y risueño llanto del mundo, creyendo que estaba muerto. Nisto chegaram todos os da companhia de D. Quixote; mas os da procissão, que os viram vir correndo e, com eles, os quadrilheiros armados, recearam algum desatino, agruparam-se em torno da imagem, e, levantando os capuzes, empunhando os penitentes as disciplinas, e os clérigos os tocheiros, esperaram o assalto, resolvidos a defender-se, e até, se pudessem, a ofender os seus agressores; mas a fortuna tudo fez pelo melhor, porque Sancho não pensou em outra coisa senão em atirar-se para cima do corpo de seu amo, supondo que estava morto, e fazendo sobre ele o mais doloroso e divertido pranto deste mundo.
El cura fue conocido de otro cura que en la procesión venía , cuyo conocimiento puso en sosiego el concebido temor de los dos escuadrones . El primer cura dio al segundo, en dos razones, cuenta de quién era don Quijote, y así él como toda la turba de los diciplinantes fueron a ver si estaba muerto el pobre caballero, y oyeron que Sancho Panza, con lágrimas en los ojos, decía O cura foi conhecido pelo seu colega, que ia na procissão, e este conhecimento bastou para dissipar todos os sustos. O primeiro cura deu conta ao segundo, em breves palavras, de quem era D. Quixote; e tanto ele, como toda a turba de penitentes, foram ver se o pobre cavaleiro estava morto, e ouviram que Sancho Pança dizia com as lágrimas nos olhos:
-¡Oh flor de la caballería , que con solo un garrotazo acabaste la carrera de tus tan bien gastados años! ¡Oh honra de tu linaje, honor y gloria de toda la Mancha, y aun de todo el mundo , el cual, faltando tú en él, quedará lleno de malhechores, sin temor de ser castigados de sus malas fechorías! ¡Oh liberal sobre todos los Alejandros, pues por solos ocho meses de servicio me tenías dada la mejor ínsula que el mar ciñe y rodea! ¡Oh humilde con los soberbios y arrogante con los humildes, acometedor de peligros, sufridor de afrentas, enamorado sin causa, imitador de los buenos , azote de los malos, enemigo de los ruines, en fin, caballero andante, que es todo lo que decir se puede! — Ó flor da cavalaria! que só com uma paulada acabaste a carreira dos teus anos, tão bem empregados! Ó honra da tua linhagem, glória e maravilha da Mancha, e até de todo o mundo que, faltando-lhe tu, ficará cheio de malfeitores, sem receio de serem castigados pelas suas malfeitorias! Ó tu, mais liberal que todos os Alexandres, pois só por oito meses de serviço me tinhas dado a melhor ilha que o mar cinge e rodeia! Ó humilde com os soberbos, e arrogante com os humildes, afrontador de perigos, sofredor de injúrias, namorado sem causa, incitador dos bons, açoite dos maus, inimigo dos ruins, enfim, cavaleiro andante, que é o mais que se pode dizer!
Con las voces y gemidos de Sancho revivió don Quijote, y la primer palabra que dijo fue. Com os brados e gemidos de Sancho reanimou-se D. Quixote, e as primeiras palavras que disse foram:
-El que de vos vive ausente, dulcísima Dulcinea, a mayores miserias que éstas está sujeto. Ayúdame, Sancho amigo, a ponerme sobre el carro encantado, que ya no estoy para oprimir la silla de Rocinante, porque tengo todo este hombro hecho pedazos. — Quem de vós está ausente, dulcíssima Dulcinéia, a maiores misérias do que estas anda sujeito. Ajuda-me, Sancho amigo, a meter-me no carro do encantamento, que não estou para oprimir a sela de Rocinante, porque tenho este ombro todo alanhado.
-Eso haré yo de muy buena gana, señor mío -respondió Sancho-, y volvamos a mi aldea en compañía destos señores, que su bien desean , y allí daremos orden de hacer otra salida que nos sea de más provecho y fama. — Isso farei com muito boa vontade, meu senhor — respondeu Sancho — e voltemos à minha aldeia, em companhia destes senhores, que só desejam o seu bem, e ali daremos ordem a nova saída, que nos dê mais proveito e fama.
-Bien dices, Sancho -respondió don Quijote-, y será gran prudencia dejar pasar el mal influjo de las estrellas que agora corre. — Falas com acerto, Sancho — respondeu D. Quixote — e será grande prudência deixar passar o mau influxo das estrelas, que vai correndo agora.
El canónigo y el cura y barbero le dijeron que haría muy bien en hacer lo que decía; y así, habiendo recebido grande gusto de las simplicidades de Sancho Panza, pusieron a don Quijote en el carro, como antes venía. La procesión volvió a ordenarse y a proseguir su camino; el cabrero se despidió de todos; los cuadrilleros no quisieron pasar adelante, y el cura les pagó lo que se les debía. El canónigo pidió al cura le avisase el suceso de don Quijote, si sanaba de su locura o si proseguía en ella, y con esto tomó licencia para seguir su viaje. En fin, todos se dividieron y apartaron, quedando solos el cura y barbero, don Quijote y Panza, y el bueno de Rocinante, que a todo lo que había visto estaba con tanta paciencia como su amo . O cônego, o cura e o barbeiro afirmaram-lhe que procederia muito bem fazendo o que dizia; e assim, tendo-se divertido muito com as simplicidades de Sancho Pança, meteram D. Quixote no carro, como antes vinha: a procissão voltou a ordenar-se e a prosseguir no seu caminho; o cabreiro despediu-se de todos; os quadrilheiros não quiseram ir mais adiante; o cônego pediu ao cura que lhe desse parte do que sucedia a D. Quixote, se sarava da sua doidice, ou se prosseguia com ela, e com isso pediu licença de seguir a sua viagem. Enfim, todos se dividiram e apartaram, ficando só o cura e o barbeiro, e D. Quixote e Sancho Pança e o bom do Rocinante, que, em tudo isto, não mostrara menos paciência do que o seu dono.
El boyero unció sus bueyes y acomodó a don Quijote sobre un haz de heno, y con su acostumbrada flema siguió el camino que el cura quiso, y a cabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron en la mitad del día, que acertó a ser domingo , y la gente estaba toda en la plaza, por mitad de la cual atravesó el carro de don Quijote. Acudieron todos a ver lo que en el carro venía, y, cuando conocieron a su compatrioto, quedaron maravillados, y un muchacho acudió corriendo a dar las nuevas a su ama y a su sobrina de que su tío y su señor venía flaco y amarillo, y tendido sobre un montón de heno y sobre un carro de bueyes. Cosa de lástima fue oír los gritos que las dos buenas señoras alzaron, las bofetadas que se dieron, las maldiciones que de nuevo echaron a los malditos libros de caballerías; todo lo cual se renovó cuando vieron entrar a don Quijote por sus puertas. O carreiro jungiu os bois e acomodou D. Quixote em cima de um molho de feno, e, com a sua costumada fleuma, seguiu o caminho que o cura quis, e ao cabo de seis jornadas chegaram à sua aldeia, onde entraram no pino do dia, que aconteceu ser domingo, e estava toda a gente na praça, por meio da qual atravessou o carro de D. Quixote. Acudiram todos a ver o que ali vinha, e, quando conheceram o seu compatriota, ficaram maravilhados, e um rapaz foi logo correndo dar à ama e à sobrinha a notícia de que o seu tio e patrão vinha magro e amarelo, em cima de um molho de feno, dentro de um carro de bois. Foi grande lástima ouvir os gritos que as duas pobres senhoras soltaram, as bofetadas que deram nas faces e as maldições com que de novo fulminaram os endiabrados livros de cavalaria, o que tudo se renovou quando viram entrar D. Quixote pela porta dentro.
A las nuevas desta venida de don Quijote, acudió la mujer de Sancho Panza, que ya había sabido que había ido con él sirviéndole de escudero, y, así como vio a Sancho, lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno. Sancho respondió que venía mejor que su amo. Às novas da vinda do fidalgo, acudiu a mulher de Sancho Pança, que já sabia que seu marido fora com ele servindo-lhe de escudeiro e, assim que viu Sancho, a primeira coisa que lhe perguntou foi se o burro vinha bom. Sancho respondeu que vinha melhor que o dono.
-Gracias sean dadas a Dios -replicó ella -, que tanto bien me ha hecho; pero contadme agora, amigo ¿qué bien habéis sacado de vuestras escuderías?, ¿qué saboyana me traes a mí?, ¿qué zapaticos a vuestros hijos. — Louvado seja Deus — redarguiu ela — que tanto bem me tem feito; mas conta-me agora, que lucraste com as tuas escudeirices? que saiote me trazes? que sapatos para teus filhos?
-No traigo nada deso -dijo Sancho-, mujer mía, aunque traigo otras cosas de más momento y consideración. — Não trago nada disso, mulher — disse Sancho — mas trago coisas de mais consideração e valor.
-Deso recibo yo mucho gusto -respondió la mujer-; mostradme esas cosas de más consideración y más momento, amigo mío, que las quiero ver, para que se me alegre este corazón, que tan triste y descontento ha estado en todos los siglos de vuestra ausencia. — Muito me apraz o que dizes — tornou a mulher; — mostra-me essas coisas de mais consideração e valor, para que se me alegre este coração que tão triste e desconsolado esteve sempre, durante os séculos da tua ausência.
-En casa os las mostraré , mujer -dijo Panza-, y por agora estad contenta, que, siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventuras, vos me veréis presto conde o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse. — Em casa tas mostro, mulher — disse Pança — e por agora sossega, que, sendo Deus servido que outra vez saiamos de viagem, à cata de aventuras, ver-me-ás bem depressa conde, ou governador de uma ilha, e não das que por aí há, mas das melhores que se possam encontrar.
-Quiéralo así el cielo, marido mío; que bien lo habemos menester. Mas, decidme ¿qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo. — Deus o queira, marido, que bem o precisamos. Mas, dize-me o que vem a ser isso de ilhas, que eu não entendo.
-No es la miel para la boca del asno -respondió Sancho-; a su tiempo lo verás, mujer, y aun te admirarás de oírte llamar Señoría de todos tus vasallos. — Não é o mel para a boca do asno — respondeu Sancho; — a seu tempo o verás, mulher, e então pasmarás de ouvir todos os teus vassalos a darem-te senhoria.
-¿Qué es lo que decís, Sancho, de señorías, ínsulas y vasallos? -respondió Juana Panza, que así se llamaba la mujer de Sancho , aunque no eran parientes, sino porque se usa en la Mancha tomar las mujeres el apellido de sus maridos. — Que é o que dizes, Sancho, de senhorias, ilhas e vassalos? — respondeu Joana Pança, que assim se chamava a mulher de Sancho, apesar de não serem parentes, mas porque é costume na Mancha tomarem as mulheres o apelido dos maridos.
-No te acucie s, Juana, por saber todo esto tan apriesa; basta que te digo verdad, y cose la boca. Sólo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad que las más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque de ciento que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas. Sélo yo de expiriencia, porque de algunas he salido manteado, y de otras molido; pero, con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar, ofrecido sea al diablo, el maravedí . — Não queiras saber tudo tão depressa, Joana; basta conheceres que eu digo a verdade, e dá um ponto na boca: só te direi, assim de passagem, que não há coisa mais saborosa neste mundo do que ser um homem honrado escudeiro de um cavaleiro andante, que sai à cata de aventuras. É bem verdade que a maior parte das que se acham não vêm tanto ao nosso gosto, como uma pessoa quereria, porque, de cem que se encontram, noventa e nove costumam ser avessas e torcidas. Sei-o eu por experiência, porque de algumas saí manteado e de outras moído; mas, com tudo isso, é linda coisa esperar os acontecimentos, atravessando montes, esquadrinhando selvas, calcando penhas, visitando castelos, pousando em estalagens, à discrição, sem pagar um maravedi só que seja.
Todas estas pláticas pasaron entre Sancho Panza y Juana Panza, su mujer, en tanto que el ama y sobrina de don Quijote le recibieron, y le desnudaron, y le tendieron en su antiguo lecho. Mirábalas él con ojos atravesados, y no acababa de entender en qué parte estaba. El cura encargó a la sobrina tuviese gran cuenta con regalar a su tío, y que estuviesen alerta de que otra vez no se les escapase , contando lo que había sido menester para traelle a su casa. Aquí alzaron las dos de nuevo los gritos al cielo; allí se renovaron las maldiciones de los libros de caballerías, allí pidieron al cielo que confundiese en el centro del abismo a los autores de tantas mentiras y disparates. Finalmente, ellas quedaron confusas y temerosas de que se habían de ver sin su amo y tío en el mesmo punto que tuviese alguna mejoría; y sí fue como ellas se lo imaginaron. Todas estas práticas se passaram entre Sancho Pança e Joana Pança, sua mulher, enquanto a ama e a sobrinha de D. Quixote o receberam e o despiram, e o meteram na sua antiga cama. Olhava-as ele de revés, e não podia perceber onde é que estava. O cura disse à sobrinha que tivesse todo o desvelo com seu tio, e o arrumasse bem, e que estivessem alerta, para que outra vez se lhes não escapasse, contando o que fora mister para o trazer para casa. Aqui levantaram ambas de novo brados ao céu, ali se renovaram as maldições aos livros de cavalaria, ali pediram a Deus que confundisse, no centro do abismo, os autores de tantas mentiras e disparates. Finalmente, ficaram confusas e receosas de se verem outra vez sem seu amo e tio, assim que ele se sentisse melhor, e assim aconteceu como elas imaginavam.
Pero el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas; sólo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza , donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento. Ni de su fin y acabamiento pudo alcanzar cosa alguna, ni la alcanzara ni supiera si la buena suerte no le deparara un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo, que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita que se renovaba; en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mesmo don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres. Mas o autor desta história, apesar de ter procurado com diligência e curiosidade os feitos que praticou D. Quixote na sua terceira saída, não pôde achar notícia deles, pelo menos por escritores autênticos; só a fama guardou, nas memórias da Mancha, que D. Quixote, a terceira vez que saiu de sua casa, foi a Saragoça, onde se achou numas famosas justas que naquela cidade se fizeram, e ali lhe aconteceram coisas dignas do seu valor e bom engenho. Nem do seu fim e acabamento alcançaria ou saberia coisa alguma, se a sua boa sorte lhe não houvesse deparado um médico antigo que tinha em seu poder uma caixa de chumbo, que, segundo ele disse, se achara no derrocado cimento duma velha ermida que se renovara: nessa caixa se tinham encontrado uns pergaminhos, escritos em letras góticas, mas com versos castelhanos, que continham muitas das suas façanhas, e davam notícia da formosa Dulcinéia del Toboso, da figura de Rocinante, da fidelidade de Sancho Pança e da sepultura do próprio D. Quixote com diferentes epitáfios e elogios da sua vida e costumes,
Y los que se pudieron leer y sacar en limpio fueron los que aquí pone el fidedigno autor desta nueva y jamás vista historia. El cual autor no pide a los que la leyeren, en premio del inmenso trabajo que le costó inquerir y buscar todos los archivos manchegos, por sacarla a luz, sino que le den el mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros de caballerías, que tan validos andan en el mundo; que con esto se tendrá por bien pagado y satisfecho, y se animará a sacar y buscar otras, si no tan verdaderas , a lo menos de tanta invención y pasatiempo. e os que se puderam ler e tirar a limpo foram os que aqui põe o fidedigno autor desta nova e nunca vista história. O qual autor não pede aos que a lerem, em prêmio do imenso trabalho que lhe custou investigar e revolver todos os arquivos manchegos, para a dar à luz, senão que lhe dêem o mesmo crédito que costumam dar aos livros de cavalaria, que tão benquistos são por esse mundo; que com isso se dará por bem pago e satisfeito, e se animará a procurar e a dar à luz outras, senão tão verdadeiras, pelo menos de igual invenção e recreio.
Las palabras primeras que estaban escritas en el pergamino que se halló en la caja de plomo eran éstas. As primeiras palavras que estavam escritas no pergaminho, que se encontrou dentro da caixa de chumbo, eram estas:
LOS ACADÉMICOS DE LA ARGAMASILLA,
LUGAR DE LA MANCHA,
EN VIDA Y MUERTE DEL VALEROSO
DON QUIJOTE DE LA MANCHA,
HOC SCRIPSERUNT
EL MONICONGO ,
ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
A LA SEPULTURA DE DON QUIJOTE
OS ACADÊMICOS DE ARGAMASILLA,
LUGAR DA MANCHA,
SOBRE A VIDA E MORTE DO VALOROSO
D. QUIXOTE DE LA MANCHA,
HOC SCRIPSERUNT
O Monicongo,
acadêmico de Argamasilla,
à sepultura de D. Quixote
Epitafio

El calvatrueno que adornó a la Mancha
de más despojos que Jasón decreta;
el jüicio que tuvo la veleta
aguda donde fuera mejor ancha,

el brazo que su fuerza tanto ensancha,
que llegó del Catay hasta Gaeta,
la musa más horrenda y más discreta
que grabó versos en la broncínea plancha,

el que a cola dejó los Amadises,
y en muy poquito a Galaores tuvo,
estribando en su amor y bizarría,

el que hizo callar los Belianises,
aquel que en Rocinante errando anduvo,
yace debajo desta losa fría.

EPITÁFIO

O tresloucado que adornou a Mancha
de mais despojos que Jasão de Creta;
o juízo, que teve a grimpa inquieta
bicuda, quando fora melhor ancha;

o braço que a sua força tanto ensancha,
que chegou do Catai até Gaeta
a Musa mais horrenda e mais discreta
que versos foi gravar em brônzea prancha;

quem bem longe deixou os Amadises,
e em pouco os Galaores avaliou,
estribado no amor, na bizarria:

quem soube impor silêncio aos Belianizes,
quem, montado em Rocinante, vagueou,
jaz morto, enfim, sob esta lousa fria.
DEL PANIAGUADO ,
ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
In laudem Dulcineae del Toboso

Soneto
Esta que veis de rostro amondongado,
alta de pechos y ademán brioso,
es Dulcinea, reina del Toboso,
de quien fue el gran Quijote aficionado.

Pisó por ella el uno y otro lado
de la gran Sierra Negra, y el famoso
campo de Mont, hasta el herboso
llano de Aranjüez, a pie y cansado.

Culpa de Rocinante, ¡oh dura estrella!,
que esta manchega dama, y este invito
andante caballero, en tiernos años,

ella dejó, muriendo, de ser bella;
y él, aunque queda en mármores escrito,
no pudo huir de amor, iras y engaños.
Do Apaniguado,
acadêmico de Argamasilla,
in laudem Dulcinéia del Toboso.



Esta que vês de rosto amondongado,
alta de peitos, e ademã brioso,
é Dulcinéia, rainha del Toboso,
de quem esteve o grão Quixote enamorado.

Pisou por ela um e o outro lado
da grande Serra Negra, e o bem famoso
campo de Montiel, e o chão relvoso
de Aranjuez, a pé e fatigado.

Culpa de Rocinante! ó dura estrela!
Que esta manchega dama, e este invicto
andante cavaleiro, em tenros anos

ela deixou, morrendo, de ser bela,
ele, ainda que em mármores inscrito,
não evitou o amor, iras e engaños
DEL CAPRICHOSO,

DISCRETÍSIMO ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
EN LOOR DE ROCINANTE,
CABALLO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Soneto

En el soberbio trono diamantino
que con sangrientas plantas huella Marte ,
frenético, el Manchego su estandarte
tremola con esfuerzo peregrino.

Cuelga las armas y el acero fino
con que destroza, asuela, raja y parte
¡nuevas proezas!, pero inventa el arte
un nuevo estilo al nuevo paladino.

Y si de su Amadís se precia Gaula,
por cuyos bravos descendientes Grecia
triunfó mil veces y su fama ensancha,

hoy a Quijote le corona el aula
do Belona preside , y dél se precia,
más que Grecia ni Gaula, la alta Mancha .

Nunca sus glorias el olvido mancha,
pues hasta Rocinante, en ser gallardo,
excede a Brilladoro y a Bayardo.
Do Caprichoso,
discretíssimo acadêmico de Argamasilla,
em louvor de Rocinante,
cavalo de D. Quixote de la Mancha.

SONETO

No alto e soberbo trono diamantino,
que com sangrentas plantas pisa Marte,
o manchego frenético o estandarte
tremula, com esforço peregrino.

Pendura as armas e o aço fino,
com que assola, destroça, racha e parte!
Novas proezas! mas inventa a arte
um novo estilo ao novo paladino.

Se do seu Amadis se orgulha a Gaula,
por cuja prole a Grécia gloriosa
mil vezes triunfou e a fama ensancha;

cinge a Quixote um diadema a aula
a que preside a deusa belicosa,
e orgulha-se dele a altiva Mancha

Nunca as suas glórias o olvido mancha,
pois que até Rocinante em ser galhardo
excede a Brillador, vence a Baiardo.
DEL BURLADOR,
ACADÉMICO ARGAMASILLESCO,
A SANCHO PANZA

Soneto

Sancho Panza es aquéste, en cuerpo chico,
pero grande en valor, ¡milagro estraño!
Escudero el más simple y sin engaño
que tuvo el mundo, os juro y certifico.

De ser conde no estuvo en un tantico,
si no se conjuraran en su daño
insolencias y agravios del tacaño
siglo, que aun no perdonan a un borrico.

Sobre él anduvo -con perdón se miente-
este manso escudero, tras el manso
caballo Rocinante y tras su dueño.

¡Oh vanas esperanzas de la gente;
cómo pasáis con prometer descanso,
y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!
Do Burlador,
acadêmico argamasilesco,
a Sancho Pança.

SONETO

Pobre de corpo, de bravura rico,
Sancho Pança aqui jaz: é coisa estranha!
Escudeiro mais simples, mais sem manha,
não teve o mundo, juro e certifico!

P′ra ser conde faltou-lhe só um nico,
se não conspira contra ele a sanha
desta idade mesquinha, vil, tacanha,
que nem sequer perdoa a um burrico.

No burro andou (e com perdão se diga!)
este manso escudeiro, atrás do manso
Rocinante e do seu dono bisonho.

ó vãs esp′ranças! e mais vã fadiga!
nunca deixais de prometer descanso,
e tudo acaba em sombra, em fumo, em sonho.
DEL CACHIDIABLO ,
ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
EN LA SEPULTURA DE DON QUIJOTE
Epitafio
Aquí yace el caballero,
bien molido y mal andante,
a quien llevó Rocinante
por uno y otro sendero.

Sancho Panza el majadero
yace también junto a él,
escudero el más f
que vio el trato de escudero. {DIV>
Do Cachidiabo,
acadêmico de Argamasilla,
na sepultura de D. Quixote.
EPITÁFIO

Aqui jaz o cavaleiro
bem moído e mal andante,
que, montado em Rocinante,
percorreu senda e carreiro.

Sancho Pança, o malhadeiro,
jaz também neste local,
escudeiro o mais leal,
que houve em trato de escudeiro.
DEL TIQUITOC,
ACADÉMICO DE ARGAMASILLA,
EN LA SEPULTURA DE DULCINEA DEL TOBOSO
Epitafio

Reposa aquí Dulcinea;
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.

Fue de castiza ralea,
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama,
y fue gloria de su aldea.
Do Tiquitoe,
acadêmico de Argamasilla,
na sepultura de Dulcinéia del Toboso.
EPITFIO

Repousa aqui Dulcinéia,
que, sendo gorda e corada,
em cinza e pó foi mudada
pela morte horrenda e feia.

Foi de castiça raleia,
e teve assomos de dama,
deu-lhe o grão Quixote a fama,
e deu glória à sua aldeia.
Éstos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar carcomida la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturas los declarase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigilias y mucho trabajo, y que tiene intención de sacallos a luz, con esperanza de la tercera salida de don Quijote. Forsi altro canterà con miglior plectio.

Finis

Foram estes os versos que se puderam ler; os outros, por estar mais carcomida a letra, entregaram-se a um acadêmico, para que por conjecturas os decifrasse. Consta que o fez, à custa de muitas vigílias e de muito trabalho, e que tenciona dá-los à luz, com esperança na terceira saída de D. Quixote. Forse altri canterà con miglior plettro.